Salchichas

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Pulgoso
y otros cuentos perros
Pulgoso

Pulgoso y otros cuentos perros


Ricardo Mariño
y otros cuentos perros
Ricardo Mariño
n a r r ati va

Ilustraciones de Cucho Cuño


Ilustraciones de Cucho Cuño
Un coro de perros malcriados, un perro actor que renuncia
a su vida de estrella y una pulga viajera que no puede hallar
el camino de regreso a casa, son –entre otros– los personajes
de estas cuatro delirantes historias.

Después de Desplumado y otros cuentos


animales, Ricardo Mariño toma la
delantera y nos trae estos relatos
divertidos y salvajes.

Ricardo Mariño
www.loqueleo.santillana.com
www.loqueleo.santillana.com
© 2005, 2015, Ricardo Mariño
© 2015, Ediciones Santillana S.A.
© De esta edición:
2016, Ediciones Santillana S.A.
Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina

ISBN: 978-950-46-4686-0
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina. Printed in Argentina.

Primera edición: xxxx de 2016

Coordinación de Literatura Infantil y Juvenil: María Fernanda Maquieira


Edición: Lucía Aguirre
Ilustraciones: Cucho Cuño

Dirección de Arte: José Crespo y Rosa Marín


Proyecto gráfico: Marisol Del Burgo, Rubén Chumillas y Julia Ortega
Mariño, Ricardo Jesús
Pulgoso y otros cuentos perros / Ricardo Jesús Mariño ; ilustrado por
Cucho Cuño. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Santillana,
2016.
40 p. : il. ; 19 x 16 cm. - (Amarilla)

ISBN 978-950-46-4686-0

1. Literatura Infantil y Juvenil. I. Cucho Cuño, ilus. II. Título.


CDD 863.9282

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en


todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de
información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico,
electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso
previo por escrito de la editorial.
Pulgoso
y otros cuentos perros
Ricardo Mariño
Ilustraciones de Cucho Cuño
Cinco héroes
En aquel barrio vivían cinco perros de distintas razas:
Moreno, Totono, Bondiola, Guevara y Pulgoso.
Siempre pasaba lo mismo: cuando uno de ellos empezaba
a ladrar, de inmediato se sumaban los otros cuatro al coro. Ellos
solos producían un griterío, pero además se agregaban más y
más perros de cuadras cercanas y al rato parecía que ladraba un
millón de perros. Lo de ladrar todos a la vez ocurría a cada rato,
porque también les gustaba comunicarse por cualquier motivo y
no solo cuando presentían algún peligro.
A veces Bondiola, comentaba: “¡Hoy mi dueña hizo
milanesas!”. “¡Yo comí huesos!”, contestaba Moreno. “¡Yo, puaj,
alimento para perros!”, decía Totono. “Yo, asado, pero muy
poco”, agregaba Pulgoso, y así…
De noche, era peor. Cualquier problema ponía a funcionar
al coro: “¡Escuché un ruido extraño!”. “¡Anda un gato por los
techos!”. “¡Vi la sombra de un monstruo!”. “¡Hay algo raro en el
cielo! ¿Marcianos?”.
El problema era que los vecinos estaban hartos de los
ladridos. Por eso, una noche se reunieron todos los humanos
del barrio para ver qué hacían con los perros ladradores. Había
distintas ideas: retarlos todo el tiempo, amordazarlos, dejarlos
sin comer, enviarlos al campo, ponerles bozales...
Pero ocurrió que en ese mismo momento, mientras los
humanos decidían qué hacer con los perros… ¡entraron ladrones
a una casa! ¡A la casa de Totono!
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De inmediato, al ver las siluetas de los ladrones que andaban
por el patio, Totono comenzó a ladrar más fuerte que nunca:
—¡Emergencia! ¡Emergencia! —ladraba desesperado, loco,
sacado, desgañitándose—. ¡¡¡Emergencia, socorro, peligroooo!!!
Apenas lo escuchó, el gigante Pulgoso saltó el tapial de su
casa y, sin dejar de repetir “¡Emergencia!”, corrió por la vereda a
toda velocidad.
Pulgoso se detuvo en la casa de Moreno, se paró en dos
patas y tocó el timbre. Cuando alguien abrió, Moreno escapó
pasando entre las piernas de esa persona.
Pulgoso y Moreno fueron a las casas de Bondiola y Guevara,
y lograron hacerlos salir a la calle. Los cuatro se dirigieron a lo
de Totono, ladrando como locos.
Los vecinos que estaban debatiendo qué hacer con los
perros, al verlos pasar ladrando, los siguieron. Así, perros y
humanos llegaron a la casa de Totono.
Los ladrones escaparon asustados al ver que una
muchedumbre de humanos y perros enardecidos se disponía
a entrar a la casa. Los vecinos cambiaron entonces de idea y,
en vez de castigar a los perros, los premiaron: contrataron a un
paseador para que todos los días los llevara juntos al parque.
La pulga Lorena
Era una pulga llamada Lorena que vivía en el lomo de un
enorme perro llamado Pulgoso. Todas las tardes los dueños de
Pulgoso lo llevaban al parque para que jugara con dos amigos
llamados Moreno y Bondiola. Agarrada de los pelos de Pulgoso,
Lorena se divertía cuando el perro iba y venía a la carrera.
Lorena tenía primos pulgas en casi todos los perros del parque
y muchas veces imaginaba que iba a visitarlos, pero nunca se
animaba a hacerlo porque había que saltar de un perro a otro. Sin
embargo lo pensaba todas las noches. Se imaginaba que Pulgoso se
echaba a descansar y ella pasaba a otro perro, para reunirse con sus
parientes. Pero después cuando llegaba el momento de hacerlo,
no se animaba: tenía miedo de no poder regresar.

11
Hasta que aquella tarde, al fin, se animó: “Me voy un rato
a lo de mis primos de Moreno”, le dijo a su mamá. “Está bien,
hija. Pero cuidate y no tardes. Saludos a todos”.
En un momento en que Pulgoso y Moreno se revolcaban
juntos, Lorena aprovechó para saltar. Cayó sobre la cabeza de
Moreno. Bajó por el cuello, siguió por el lomo y al fin encontró
un lugar, cerca de la panza, donde había un grupo bullicioso de
pulgas, merendando. ¡Eran sus primas!
Las primas de Lorena gritaron de alegría y de inmediato
empezaron a jugar, tirándose de la nuca del perro como si
fuera un tobogán o escondiéndose en las orejas para jugar a las
escondidas. Hacía tanto que Lorena no iba a jugar con ellas que
ninguna notó que pasaban las horas. Tampoco se dieron cuenta
de que ya era de noche y que Moreno había vuelto a su casa y
estaba durmiendo en el patio.
No quedaba más remedio que esperar al día siguiente,
cuando los perros se encontraran nuevamente en la plaza. Las
primas le hicieron lugar en su dormitorio, en la oreja derecha
de Moreno, y Lorena se durmió pensando en lo preocupada que
estaría su mamá.
A la tarde siguiente, a la hora en que el paseador de perros
pasaba a buscarlo, Moreno se echó a dormir. Su dueño tampoco
escuchó el timbre porque estaba mirando televisión. Lorena se
quedó esperando que Moreno saliera hacia el parque, pero eso
no ocurrió.
Al día siguiente, Moreno volvió a dormirse y el dueño se
estaba bañando cuando sonó el timbre del paseador. Lorena se
preocupó porque extrañaba a su mamá y a sus hermanos. Igual
jugó con sus primas, aunque cada tanto se acordaba de la mamá
y se ponía triste.
En los tres días que siguieron Moreno tampoco salió con el
paseador. Por una cosa u otra, el dueño no escuchaba el timbre,
o justo había salido o se había quedado dormido. Lorena se la
pasaba llorando porque pensaba que su mamá la iba a retar y
nunca más la dejaría salir de Pulgoso.
Habían pasado siete días sin que Moreno fuera al parque,
cuando a una de las primas de Lorena se le ocurrió una idea.
Ordenó en fila a todos sus parientes en la panza de Moreno y
esperó a que el paseador tocara el primer timbrazo…

15
Cuando sonó el timbre, la prima de Lorena dio la orden y
todas las pulgas picaron a la vez a Moreno. El perro dio un salto
y se despertó, sobresaltado. En ese momento volvió a sonar el
timbre y Moreno ladró desesperado para avisarle a su dueño.
Incluso raspó la puerta de la cocina hasta que el hombre le prestó
atención.
Así, por fin, Moreno pudo volver a la plaza y se encontró
con Pulgoso. No bien se vieron, los dos perros comenzaron a
perseguirse a toda velocidad, esquivando monumentos, chicos,
heladeros, hamacas…

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