Salchichas
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Pulgoso
y otros cuentos perros
Pulgoso
Ricardo Mariño
www.loqueleo.santillana.com
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© 2005, 2015, Ricardo Mariño
© 2015, Ediciones Santillana S.A.
© De esta edición:
2016, Ediciones Santillana S.A.
Av. Leandro N. Alem 720 (C1001AAP)
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
ISBN: 978-950-46-4686-0
Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Impreso en Argentina. Printed in Argentina.
ISBN 978-950-46-4686-0
11
Hasta que aquella tarde, al fin, se animó: “Me voy un rato
a lo de mis primos de Moreno”, le dijo a su mamá. “Está bien,
hija. Pero cuidate y no tardes. Saludos a todos”.
En un momento en que Pulgoso y Moreno se revolcaban
juntos, Lorena aprovechó para saltar. Cayó sobre la cabeza de
Moreno. Bajó por el cuello, siguió por el lomo y al fin encontró
un lugar, cerca de la panza, donde había un grupo bullicioso de
pulgas, merendando. ¡Eran sus primas!
Las primas de Lorena gritaron de alegría y de inmediato
empezaron a jugar, tirándose de la nuca del perro como si
fuera un tobogán o escondiéndose en las orejas para jugar a las
escondidas. Hacía tanto que Lorena no iba a jugar con ellas que
ninguna notó que pasaban las horas. Tampoco se dieron cuenta
de que ya era de noche y que Moreno había vuelto a su casa y
estaba durmiendo en el patio.
No quedaba más remedio que esperar al día siguiente,
cuando los perros se encontraran nuevamente en la plaza. Las
primas le hicieron lugar en su dormitorio, en la oreja derecha
de Moreno, y Lorena se durmió pensando en lo preocupada que
estaría su mamá.
A la tarde siguiente, a la hora en que el paseador de perros
pasaba a buscarlo, Moreno se echó a dormir. Su dueño tampoco
escuchó el timbre porque estaba mirando televisión. Lorena se
quedó esperando que Moreno saliera hacia el parque, pero eso
no ocurrió.
Al día siguiente, Moreno volvió a dormirse y el dueño se
estaba bañando cuando sonó el timbre del paseador. Lorena se
preocupó porque extrañaba a su mamá y a sus hermanos. Igual
jugó con sus primas, aunque cada tanto se acordaba de la mamá
y se ponía triste.
En los tres días que siguieron Moreno tampoco salió con el
paseador. Por una cosa u otra, el dueño no escuchaba el timbre,
o justo había salido o se había quedado dormido. Lorena se la
pasaba llorando porque pensaba que su mamá la iba a retar y
nunca más la dejaría salir de Pulgoso.
Habían pasado siete días sin que Moreno fuera al parque,
cuando a una de las primas de Lorena se le ocurrió una idea.
Ordenó en fila a todos sus parientes en la panza de Moreno y
esperó a que el paseador tocara el primer timbrazo…
15
Cuando sonó el timbre, la prima de Lorena dio la orden y
todas las pulgas picaron a la vez a Moreno. El perro dio un salto
y se despertó, sobresaltado. En ese momento volvió a sonar el
timbre y Moreno ladró desesperado para avisarle a su dueño.
Incluso raspó la puerta de la cocina hasta que el hombre le prestó
atención.
Así, por fin, Moreno pudo volver a la plaza y se encontró
con Pulgoso. No bien se vieron, los dos perros comenzaron a
perseguirse a toda velocidad, esquivando monumentos, chicos,
heladeros, hamacas…