ESCABIOSIS
ESCABIOSIS
ESCABIOSIS
Introducción
La escabiosis o sarna ha acompañado al hombre a través de la Historia. Aún hoy, está presente
entre nosotros con relativa frecuencia.
Se conocen alrededor de 40.000 especies de ácaros en el mundo pero, según los expertos, el
número debe ser aún mucho mayor. De todas ellas, varias decenas son de interés
dermatológico y entre ellas destaca Sarcoptes scabiei (Ss), también llamado el arador de la
sarna, que afecta tanto a humanos como a otros mamíferos; si bien, la infestación humana por
ácaros procedentes de perros, caballos u otros animales domésticos (la denominada sarna
animal) produce, a diferencia de la transmitida de persona a persona, una erupción
pruriginosa, autolimitada y que cura espontáneamente, ya que no puede completar en el
hombre su ciclo vital.
Se trata de una ectoparasitosis relativamente frecuente, que se adquiere por contacto directo
de piel con piel, a través de fómites (toallas, ropas y sábanas). En ocasiones, tras contacto con
animales infestados.
Aunque la infestación por los ácaros de la sarna no es una enfermedad potencialmente mortal,
el prurito persistente, no controlable, puede alterar la calidad de vida de los pacientes; llega a
ser tan intenso que con frecuencia mantiene a la víctima despierta por la noche. A menudo, se
complica con una infección secundaria. La hembra del parásito excava unos surcos bajo la piel,
en peculiares ubicaciones que producen intenso picor.
Epidemiología
Es una dermatosis cosmopolita, ampliamente distribuida geográfica y socialmente, pero con
especial incidencia en determinados grupos de riesgo.
Presenta una mayor prevalencia en las comunidades pobres de los países en vías de desarrollo.
El hecho de que se facilite su contagio entre las personas con contacto físico estrecho y
regular, explica que sea mucho más común en grupos que viven hacinados, en condiciones
higiénicas deficientes y situaciones de promiscuidad. Por ello, se entiende que tenga relación
con el nivel socioeconómico y cultural de la población, los problemas sociales, la promiscuidad
sexual, situaciones de hacinamiento, migraciones, la época del año y el desarrollo de
catástrofes y desastres naturales. Existen algunas áreas geográficas en las que se mantiene de
forma endémica, como es el caso de América Central y del Sur.
Es una enfermedad cosmopolita, con una mayor incidencia en países templados y fríos, sobre
todo en épocas de invierno y otoño. Quizás se explique por la mayor tendencia al
hacinamiento en relación con el frío. En épocas de calor, las personas tienden a bañarse más y
por ello se facilita la eliminación de ácaros en la superficie de la piel.
A pesar de todo, y por las condiciones de vida actuales, con movimientos migratorios
importantes, viajes de turismo o profesionales, hacia países que la sufren, la enfermedad
puede afectar a cualquiera, no importa cuál sea su clase social o raza.
Y, aunque implica por igual a ambos sexos y a todos los grupos de edad, por el particular
mecanismo epidemiológico que mantiene, se explica la importante afectación familiar o de
grupos cerrados. Es por eso que en la gran mayoría de los casos se observan micro-epidemias
dentro de los hogares, así como de ambientes cerrados donde conviven día a día: jardines de
infancia, colegios, escuelas, cuarteles, cárceles, etc.
Son, por tanto, grupos de riesgo, especialmente los niños, las madres de lactantes y los
ancianos que viven en instituciones. Se ha demostrado que, cuando el ácaro entra en una
familia, los más susceptibles de padecerla son los menores de dos años, seguidos de las
hermanas mayores y las madres. Es una enfermedad importante en la infancia; ya que, la
prevalencia de la sarna se ha demostrado que es mayor en esta etapa de la vida. En nuestro
medio, supone el 1,28% de todas las consultas dermatológicas realizadas en la infancia(1).
Menos frecuentemente, de forma indirecta, por compartir vestimenta, sobre todo prendas
íntimas, ropa de cama, toallas… Se produce si están contaminadas con ácaros juveniles o
adultos de personas infestadas, que han usado la ropa hasta 48 horas antes; ya que, el ácaro
aislado tiene la vida limitada a 2-3 días.
Se han descrito diferentes ácaros que parasitan específicamente a sus respectivos animales,
provocándoles patología también específica. En el caso del hombre, desde el punto de vista
epidemiológico, se le considera a él como el principal reservorio de la sarna humana. Las
personas pueden infestarse por los ácaros de los animales de compañía, principalmente, los
perros.
Aunque la prevalencia de sarna en la antigüedad era muy elevada por la falta de higiene y de
tratamiento específico, en la actualidad ha disminuido por los cambios higiénicos, cambios en
los estándares de vida, tratamientos adecuados y, probablemente, por aumento de la
población inmune a adquirir la enfermedad. Se estima que la prevalencia actual no es mayor a
un 1% de la población.
Etiopatogenia
Poco a poco, se van conociendo los mecanismos inmunitarios íntimos que justifican los
síntomas.
En la sarna, se produce una respuesta inmune de hipersensibilidad retardada contra el ácaro y
sus productos (huevos y deyecciones). Se conocen alteraciones en el cociente T-helper-1/T-
helper-2 en los pacientes afectos y la presencia de un aumento de la IgE, con eosinofilia que
aparece a las 4 semanas de la infestación y que explican la existencia del prurito como síntoma
cardinal del cuadro. Se han publicado interesantes estudios que analizan las respuestas
inmunitarias, tanto celulares como humorales, implicadas en la interacción parásito huésped, y
que explican los diferentes patrones de comportamiento de los individuos expuestos a Ss. De
igual forma, la susceptibilidad a la infección, la posibilidad de desarrollar formas extensas y
multiparasitarias, así como la resistencia a la misma(2).
Ciclo biológico
Conocer el peculiar ciclo biológico del parásito nos ayudará a entender la clínica y la peculiar
cronología de síntomas; igualmente, nos facilitará la elección del más adecuado protocolo
terapéutico.
Sarcoptes scabiei variedad hominis es un ácaro del suborden Acaridida, de tamaño pequeño,
forma redondeada u ovalada y no segmentado. A simple vista, son difíciles de ver por su color
blanquecino y pequeño tamaño (menor de medio mm la hembra y algo menor el macho).
Posee 4 pares de patas cortas, las anteriores y las posteriores están provistas de órganos a
modo de ventosas y el resto, terminan en unas cerdas largas, características de la especie. El
aparato bucal prominente se encuentra en el extremo anterior, y le sirve para alimentarse del
estrato córneo de la epidermis. Y es en ese estrato donde se completa el ciclo biológico.
Desde el huésped inicial, y quizás movida por el calor y el olor, la hembra pasa a su nuevo
huésped y, bien en la superficie de la piel o en las galerías del estrato córneo, la hembra es
fecundada, muriendo el macho tras la cópula. Excava túneles de 1-3 mm, avanzando de 0,5-5
mm por día, y en ellos coloca de dos a tres huevos ovalados al día y sus deyecciones. Y, al
parecer, tan sólo un 1% de los depositados completarán su desarrollo hasta adultos. Esta
frenética actividad la desarrolla por un lapso de 4-6 semanas y, después, muere.
Clínica
El síntoma princeps de esta dermatosis es el prurito, con rasgos clínicos que lo hacen
prácticamente inconfundible. El reconocimiento de las lesiones directas e indirectas
producidas por el ácaro, será clave en el acierto diagnóstico.
El síntoma cardinal de la sarna es el picor, común en todos los pacientes. Suele iniciarse de
forma insidiosa a los 15-20 días después del contagio (periodo de incubación), salvo en
reinfestaciones, donde puede acortarse a 1-3 días. Aquí, la sensibilización se desarrolla
rápidamente y el prurito puede surgir a escasas 24-48 horas del contagio.
Abarca todo el cuerpo con excepción de la cabeza y la espalda. Sin embargo, esto puede variar
en el paciente inmunocomprometido y en los niños de corta edad, donde normalmente el
prurito es más generalizado, con un rascado incontrolado e insatisfactorio. Se produce una
falta de sueño, por lo que el niño está cansado e irritable el resto del día; el insomnio que
produce en el niño y en los padres altera la tranquilidad familiar y afecta al estado de la salud
física y psicológica del niño y su familia.
Se describen dos tipos de lesiones elementales:
• Lesiones directas. Aquellas producidas de forma directa por el ácaro. Las de mayor valor
diagnóstico son los denominados “surcos acarinos”. Expresión externa de los túneles
epidérmicos labrados por la hembra, a la par que digiere la epidermis. Son trayectos lineales,
levemente sobreelevados y eritematosos, y que miden varios mm. Al final de los mismos, se
detecta una fina vesícula que corresponde al sitio donde está alojado el parásito: la
denominada eminencia acarina o perla escabiótica o vesícula perlada de Bazin. Son lesiones
vesiculosas, transparentes, menores de 1 mm. En ocasiones con eritema perivesiculoso,
debido a la reacción inflamatoria que se genera. La hembra buscará, para poder penetrar
mejor, áreas con estrato córneo más fino. Esto explica que, aunque los podemos encontrar por
cualquier área anatómica, sin embargo, son mucho más frecuentes, en zonas de pliegues.
• Lesiones indirectas. Las producidas como una reacción cutánea a la presencia del ácaro y por
los efectos lesivos del rascado. Encontramos pápulas, lesiones sobreelevadas y eritematosas
de distribución bilateral, simétrica y generalizada. En pacientes atópicos, es fácil encontrar
elementos nodulares, de 6 a 10 mm de diámetro, intensamente pruriginosos, denominados
nódulos acarinos, que se localizan en: codos, axilas, flancos, escroto, pene y pliegues sub e
interglúteos.
Otras lesiones secundarias que podremos observar, según cuál sea el momento evolutivo o la
intensidad de la infestación, son: costras, escamas, ampollas…
La combinación del prurito y las lesiones elementales configura una erupción con
particularidades propias, altamente diagnósticas. Cronológicamente, en el primer momento de
la infestación, son las lesiones directas (vesículas y surcos) los elementos más fácilmente
detectables. A medida que el proceso se extiende, la erupción se diversifica y gradualmente se
torna polimorfa, incorporando pápulas, nódulos, escamas, costras hemáticas y melicéricas,
huellas de rascado…, constituyendo una amalgama de lesiones difícilmente reproducible en
otras dermatosis.
Se ha descrito sarna en edades muy tempranas, incluso a partir de los 15 días de vida. Por ello,
la topografía de la enfermedad varía en relación con la edad del niño. Así, en los lactantes,
afecta prácticamente a todo el cuerpo, pudiendo encontrarse lesiones en áreas muy típicas de
este grupo de edad y evocadoras del diagnóstico, como son el cuero cabelludo y la planta de
los pies y palmas de mano (Fig. 1). En estas dos últimas localizaciones, no es extraño observar
elementos pustulosos, tipo acropustulosis palmoplantar, donde es raro encontrar al ácaro.
Recientemente, se han revisado estas formas de acropustulosis infantil en niños incluidos en
programas de adopción internacional(3), que han pasado las primeras etapas de su vida en
instituciones de acogida con no muy buenas condiciones higiénico-sanitarias. Se manifiestan
en forma de brotes recurrentes, vesiculosos, intensamente pruriginosos y surgidos a partir de
infestaciones escabioticas previas en la mayoría de ocasiones. Los pies se afectan el 100% de
casos y, algo menos, las manos. Pueden afectarse también el dorso de los dedos. No hay
afectación oral y no hay otros miembros de la familia afectos. Los episodios duran varias
semanas, pero pueden recurrir semanas o meses después. Se ha comprobado su asociación
hasta en un 50% de los casos con dermatitis atópica. Y se insiste en reconocer la entidad como
tal y no interpretarla erróneamente como: enfermedad mano-pie-boca, impétigo, infección
herpética, sífilis congénita, foliculitis pustulosa eosinofílica infantil, síndrome de Gianotti-
Crosti, psoriasis pustulosa infantil, eccema dishidrótico o sarna recurrente (evitando así
repetición de tratamientos escabicidas innecesarios). La resolución espontánea a los 3-5 años
de edad es la norma y su información a los padres puede ayudar a tranquilizarlos ante la
recidiva de lesiones. Ocasionalmente, se han descrito niños con brotes ocasionales a lo largo
de los años.
Figura 1. Eminencias acarinas, surcos y pequeñas pústulas, en localización típica del lactante
(foto cedida por el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca).
La denominada sarna ampollosa, rara entidad, fue referida inicialmente en un niño de dos
años y, posteriormente, ha sido descrita muy ocasionalmente. Se desconoce el motivo exacto
de la aparición de las ampollas, pero se piensa que pudiera estar implicada una reacción de
hipersensibilidad tipo I, mediada por histamina; esto explicaría la llamativa eosinofilia
periférica y el aumento de Ig E especifica frente a Ss encontrados en estos pacientes.
En niños en edad escolar y adolescentes, las lesiones tienen la topografía del adulto; es decir,
marcada tendencia a ubicarse en los pliegues. Las podemos encontrar por cualquier área
anatómica; sin embargo, son mucho más frecuentes, por este orden, en: región interdigital,
axila, ingles e interglútea. Y también en cara interna de antebrazos, brazos y anterior de
muñeca. Las lesiones en cara y región retroauricular son algo más habituales en este grupo de
edad que en los adultos.
Debido al intenso prurito y al difícil autocontrol del mismo, característico de la edad pediátrica,
se producen intensas lesiones por rascado con excoriaciones, en los casos más crónicos,
llegándose a formar áreas de liquenificación y lesiones nodulares granulomatosas.
Infrecuentes, pero necesarias de conocer por el riesgo que pueden implicar para el paciente y
sus contactos en el caso de sarna noruega; en las otras formas clínicas, si no se sospechan, el
diagnóstico clínico no suele ser tan evidente.
La sarna noruega o costrosa es una forma clínica con una gran carga infectante, ya que es
factible encontrar miles de ácaros en las lesiones costrosas.
Los factores de riesgo para desarrollar una sarna costrosa se relacionan con un déficit en la
respuesta inmunitaria celular que puede encontrarse en los pacientes en situaciones
especiales (Tabla I), algunas propias de la edad infantil y otras, exclusivas del adulto y que
comparten alteraciones inmunitarias y dificultad en la percepción del picor y las respuestas
que éste induce.
En caso de encontrar una sarna costrosa en niños sanos, debe investigarse la posibilidad de
alteración de la inmunidad. En RN, esta forma de presentación se debe a la inmadurez de la
respuesta inmune.
Los síntomas son más graves que en la forma normal. Clínicamente, el aspecto varía
notablemente con respecto a la morfología tradicional, ya que, bajo las múltiples lesiones
costrosas e hiperqueratósicas distribuidas por manos, pies, rodillas, codos e incluso cuero
cabelludo y cara, habitan numerosísimos ácaros (Fig. 3). El prurito, por el contrario, es mínimo
y no corresponde a la extensión ni a la intensidad de las lesiones. Especialmente afectas se
encuentran las superficies flexoras, dorso, cabeza, región retroauricular y zonas palmar y
plantar. La piel muestra descamación, que incluso puede ser generalizada, provocando un
cuadro de eritrodermia, habitualmente sin prurito. La sobreinfección añadida es la regla.
Figura 3. Sarna noruega. Costras y excoriaciones (foto cedida por el Servicio de Dermatología
del Hospital Clínico de Salamanca).
Hay distrofia ungueal con compromiso del lecho ungueal y con engrosamiento de las uñas. La
piel engrosada dificulta el tratamiento, ya que los productos tópicos difícilmente la atraviesan.
Estas formas se asocian a una alta mortalidad por las complicaciones que pueden aparecer, si
no se hace un buen diagnóstico y un buen tratamiento. Representan un peligro para el
personal médico y para otros individuos que entran en contacto estrecho con el paciente.
Sarna ignota: en la que el uso de corticoides tópicos modifica el aspecto típico de las lesiones.
Sarna nodular: como forma de reacción exagerada a antígenos acarinos con presencia de
nódulos pardo-rojizos, firmes al tacto, llamativos y localizados preferentemente en escroto,
glande, glúteos y área periumbilical. Pueden incluso persistir hasta semanas después de un
correcto tratamiento. Son extremadamente pruriginosos.
Sarna animal: se han encontrado especies de Ss que parasitan a determinados animales que
conviven con el hombre por motivos laborales o de compañía: ganado bovino, cerdo, caballo,
llamas y alpacas, conejos y al perro, según sea la especie parasitada. La sarna en animales de
compañía es denominada sarna sarcóptica. En cada animal se produce un ciclo de
características similares al del hombre pero con lesiones diferentes según el animal. De todos
ellos, por su posible relación con los niños, habría que considerar la sarna sarcóptica en perros
y en caballos.
En el hombre, S. scabiei var canis puede introducirse en la epidermis, después de un contacto
prolongado con el animal, habitualmente después de dormir con ellos. Produce un cuadro
autolimitado que puede durar 2 a 3 meses. Aparecen lesiones a las 24 a 96 horas en áreas de
contacto con el perro, son de tipo pápulo-eritematosas intensamente pruriginosas, en pecho,
abdomen, brazos y muslo. En relación con los caballos, el hombre se infesta por el estrecho
contacto con el animal enfermo o sus arreos; las regiones más afectadas son las manos,
antebrazos y piernas.
Complicaciones
Las locales son relativamente frecuentes y no excesivamente graves. En las sistémicas, por el
contrario, puede afectarse seriamente la salud del paciente que las sufre.
Las complicaciones infecciosas secundarias, tanto locales como sistémicas, son causa
importante de comorbilidad en estos pacientes. La disrupción de la integridad cutánea que
produciría el parásito, favorecería el paso de la bacteria y la bacteriemia posterior pudiendo,
en algunos casos, verse comprometida la vida del paciente.
En muchos casos, los niños son llevados a la clínica debido a las lesiones cutáneas
contaminadas con bacterias (piodermitis) más que por la sarna en sí. Se ha estudiado la flora
bacteriana encontrada en lesiones infectadas secundariamente, encontrándose que el
Staphylococus aureus es el microorganismo aerobio más frecuente, mientras que el anaerobio
que más se ha aislado fue Peptostreptococcus. Esta sobreinfección podría derivar en
complicaciones infecciosas: ectima, impétigo, celulitis, linfangitis y sepsis. Dentro de las
locales, la impetigización de las lesiones es la complicación más frecuente en casos de sarna.
Se han descrito casos de sepsis por S. aureus en un niño de dos meses de edad, en el que el
proceso cutáneo se complicó con empiema, absceso en rodilla y sepsis que requirió ingreso en
UCI pediátrica(4).
Aunque el tratamiento de las infecciones bacterianas a veces ofrece alivio, la recurrencia casi
puede garantizarse si la infestación primaria de la sarna no se reconoce y trata.
Diagnóstico
La clínica suele ser suficiente para alcanzar un diagnóstico certero, pero sería deseable en
todos los casos alcanzar la certeza etiológica con simples y sencillas maniobras diagnósticas
que conviene conocer.
El examen visual de la superficie de la piel, buscando las eminencias acarinas y los surcos, suele
ser determinante en la mayoría de casos. Debe ser minucioso, desde las plantas de los pies a la
cabeza, prestando especial interés en pliegues en general e interdigitales en particular, con
buena fuente de luz y, si es posible, soporte de oculares de aumento. En ocasiones, las lesiones
típicas están camufladas por la eccematización y la impetiginización y son difíciles de observar.
El diagnóstico de confirmación busca la identificación directa del ácaro o sus productos, tanto
en las lesiones específicas (surcos y eminencias) como bajo las uñas en algunas ocasiones. Un
primer examen directo consiste en colocar una cinta adhesiva transparente en una zona
escarificada previamente y observarla al microscopio para demostrar la presencia de Ss
hembra, restos de ácaro, huevos o detritus fecales.
La técnica de elección, simple e indolora, será la visión directa del material obtenido del
raspado de una lesión sospechosa: eminencia, túnel o surco acarino. Se tensa la piel, se
deposita una gota de aceite y con la punta de un bisturí, se desprende suavemente el techo de
la eminencia o del surco y se toma el líquido claro transparente que se obtiene y otros
elementos que afloren de la citada vesícula. Se transfiere todo ello a un portaobjetos al que se
agrega KOH al 10%, se coloca un cubreobjetos y se observa detenidamente en el microscopio.
El diagnóstico definitivo se hace encontrando ácaros de sarna, sus huevos o sus materias
fecales, pero un examen negativo no descarta la enfermedad. El rendimiento de la técnica
puede depender de varios factores, como son: ausencia de rascado que permita detectar
lesiones intactas, elección adecuada de la lesión, el número de tomas que se hagan y la
experiencia del clínico que la realice.
Como variedad o complemento de la citada técnica, se puede usar la prueba de la tinta, que
consiste en aplicar una gotita de tinta china en el extremo de entrada del túnel, limpiando
después la superficie con un algodón humedecido con alcohol. La tinta que penetra en el túnel
permite la visualización del surco con precisión.
Los avances tecnológicos han puesto en nuestras manos otros procedimientos de gran utilidad.
La microscopia de epiluminiscencia mediante dermatoscopio manual o videodermatoscopia de
alta resolución se ha sumado recientemente al arsenal de métodos diagnósticos no cruentos ni
agresivos que delatan la existencia de Ss en zonas sospechosas. Permite una minuciosa
observación tanto de la epidermis como de la dermis papilar. El hallazgo de un patrón de jet-
with-contrail (jet con su estela), traduce la presencia del Ss y su surco. Puede ofrecer
importante información diagnóstica en casos que dificulten el raspado, como en los niños.
El estudio histológico tras biopsia de la lesión sospechosa no es una técnica de rutina. Pero
pudiera ser necesario cuando los datos clínicos no son concluyentes. En una sarna habitual, la
biopsia de piel no tiene buen rendimiento; en cambio, en una sarna noruega, donde vemos
gran hiperqueratosis, se pueden encontrar múltiples ácaros y huevos, con un infiltrado
inflamatorio, espongiosis de la piel superficial y linfocitos, histiocitos, eosinófilos y,
ocasionalmente, neutrófilos (Fig. 4).
Figura 4. Imagen histológica con ácaros presentes en la capa córnea. Imagen del ácaro (foto
cedida por el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca).
Diagnóstico diferencial
Son múltiples los procesos que pueden incluirse en el diagnóstico diferencial de la sarna,
condicionado según la lesión elemental que predomine en el momento de la exploración
(vesículas, pústulas, ampollas, elementos pápulo-nodulares…). Igualmente, la edad del niño
restringe la consideración o no de determinadas dermatosis propias de una edad concreta (por
ejemplo, en el lactante o recién nacido). Específicamente, las lesiones costrosas de la sarna
noruega requieren una especial estimación clínica. Queda todo ello recogido en la tabla II.
Al disponer de un amplio arsenal terapéutico, será labor del clínico elegir el mejor fármaco en
función de la edad, situación del paciente y medio socio-económico en el que nos
encontremos. Todo ello sin olvidar las imprescindibles medidas higiénicas a planear, tanto en
el paciente como en su entorno más cercano.
El objetivo del tratamiento será eliminar la parasitosis y prevenir el contagio a los contactos
próximos al niño. En ocasiones, hay dificultad en aceptar el diagnóstico. “Sarna”, “sarnoso”,
son palabras que “estigmatizan” aún hoy a quien las padece. Por ello, hay que transmitir la
idea de que la sarna no refleja las normas de limpieza de cada uno.
A la hora de sistematizar nuestro plan terapéutico, nos puede ser útil responder a
determinadas preguntas.
¿Quiénes se tratan?
El tratamiento debe ser indicado tanto al niño afectado, como a las personas que convivan en
su misma casa y sus contactos “íntimos o cercanos”, a pesar de que pudieran estar
asintomáticos en ese momento. Se incluyen aquí los amigos que pasan la noche en la casa y
algunas veces los grupos de las guarderías o los compañeros de escuela. A ser posible se
evitará el ingreso, para evitar epidemias intrahospitalarias.
¿Cómo se tratan?
Hay que establecer unos principios generales de tratamiento que quedan reflejados en la tabla
III, siendo clave para conseguir el éxito:
• El tratamiento sincrónico, tanto del niño afectado como de sus contactos más próximos. Es
labor del médico convencer a los convivientes de que realicen el tratamiento, a pesar de no
presentar síntomas en ese momento. Si no se realiza, podrían convertirse en reservorio de la
infestación.
• Dada la posibilidad de que el ácaro sobreviva hasta 3-4 días fuera de la piel, es
imprescindible el tratamiento de la ropa. Debería lavarse con agua caliente y realizar un ciclo
de secado caliente o planchado de la ropa interior y de cama utilizada los 5 días previos. El
ácaro sería destruido si se expone a lavado o planchado a temperaturas de 60º durante al
menos 10 minutos. Para aquellas prendas que no puedan ser sometidas a este tratamiento, el
introducirlas en bolsas de plástico cerradas herméticamente y mantenidas allí una semana,
sería suficiente.
• Evitar los tratamientos caseros, sin evidencia científica (detergentes, jabones, cáusticos,
gasolina, insecticidas varios) y la automedicación (cremas con corticoides…).
Desde el punto de vista epidemiológico, sería deseable establecer una correcta higiene
personal diaria, el lavado de vestimentas, toallas y ropas de cama, así como evitar situaciones
que pudieran favorecer el contacto físico, como son el hacinamiento en campamentos
infantiles, guarderías, instituciones de acogida…
Se encuentran disponibles varios productos de uso tópico u oral, entre los que debe elegirse
de acuerdo a edad, forma de presentación y localización de las lesiones, capacidad de
aplicación, enfermedades concomitantes, grado de eccematización presente, relación coste
efectividad y efectos secundarios conocidos (Tabla IV).
En la mayoría de casos, aplicando una capa fina de escabicida en toda la superficie cutánea,
desde el cuello hasta las palmas y plantas, con especial énfasis en determinadas áreas, como
son: espacios interdigitales, muñecas, codos, axilas, mamas, glúteos, zona periumbilical y
genitales. En niños menores de 2 años y en los inmunodeprimidos, también se incluirá el cuero
cabelludo. Las uñas se recortarán minuciosamente y se tratarán de forma meticulosa. Al cabo
de 24 horas de haber realizado el tratamiento con la mayoría de preparados (permetrina,
lindano, azufre…), ya es mínimo el riesgo de contagio; no obstante, es muy recomendable
realizar una segunda aplicación al cabo de 7 días y aconsejable controles clínicos a las 2 y 4
semanas.
Algunos de los fármacos que utilizamos los manejamos desde hace siglos, pero ninguno hasta
la fecha se puede considerar como “ideal”. Los rasgos que debería presentar el escabicida ideal
serían:
• Escasas resistencias (no confundir con las “falsas resistencias” que se deben a la aplicación
inadecuada del tratamiento o una reinfestación con contactos no tratados).
• Facilidad de adquisición.
¿De qué escabicidas tópicos disponemos y cuáles son sus características fundamentales?
Permetrina
Forma de aplicación. Se utiliza en forma de crema al 5%. Mediante aplicación nocturna por
toda la superficie corporal. En el caso de los niños, incluye desde la cabeza hasta la planta de
los pies. Su uso en adultos obvia la aplicación cefálica. Tras 8 a 12 horas de contacto con la piel,
se retira con lavado. Su efecto ovicida no es del 100%, por lo que es necesario repetir el
procedimiento 7 días después, para aniquilar los huevos presentes en la primera aplicación y
que consiguieran sobrevivir.
Efectos secundarios. Muy baja toxicidad en mamíferos y muy bien tolerado en general.
Quedan recogidos en la tabla IV. Hasta un 3% de pacientes refieren prurito y/o quemazón a los
pocos minutos de su aplicación. Algunos de los efectos secundarios locales pueden verse
favorecidos por la situación de “disturbio cutáneo” que presenta el niño afecto. Se calcula que,
bien administrado, la probabilidad de efectos tóxicos sistémicos es entre 40 y 400 veces
inferior al lindano al 1%.
Situación actual. Ocupa la segunda línea de tratamiento en niños, ancianos y personas de peso
inferior a 50 kg (grupos más susceptibles de sufrir los efectos secundarios), pero sigue siendo
una alternativa válida a pesar de su posible toxicidad y la aparición de resistencias.
Recientemente se ha revisado ampliamente la literatura en relación con su toxicidad en la
edad pediátrica(6).
Forma de aplicación. Se usa en cremas, champús o lociones al 1%. Al cabo de 6-8 horas, se
retira con agua. Exposiciones más prolongadas no han mostrado ser más efectivas. Se aconseja
repetir el tratamiento al cabo de 1 semana, por su escaso poder ovicida. Hay que evitar
especialmente el contacto con los ojos y la boca, ya que se absorbe fácilmente por las
mucosas. Algunas pautas mantienen el contacto con la piel de forma extensa y prolongada (8-
12 horas) sobre la superficie cutánea y ello, en niños pequeños, no está exento de riesgos
tóxicos, sobre todo por la concentración del lindano en el cerebro, al ser posible una absorción
importante a través de la piel. En niños menores de un año, si se quiere evitar la toxicidad a
nivel del sistema nervioso, se aconseja un periodo más corto (6-8 horas) de aplicación cutánea.
Efectos secundarios. Se absorbe alrededor del 10% de la dosis aplicada. Ocasionalmente, los
conocidos efectos sobre el sistema nervioso central (Tabla IV). Para algunos autores, el riesgo
de neurotoxicidad se minimizaría en extremo si se cumplieran las recomendaciones de uso.
Resistencias. Se han descrito casos de resistencia a lindano; para evitarlo, algunos autores
recomiendan su combinación con benzoato de bencilo.
Crotamitón
Farmacocinética. Baja eficacia frente Ss, alrededor de un 60%, mucho menor que lindano y
permetrinas.
Efectos secundarios. Si la piel sobre la que se aplica esta inflamada puede producir
importantes dermatitis de contacto. Igualmente, si se prolonga el tratamiento.
Azufre
Situación actual. El más antiguo de los escabicidas y aún ampliamente utilizado en algunas
zonas del mundo por su escaso coste y su alta eficacia, con tasas de curación cercanas al 80%.
Efectos secundarios. Mínima toxicidad sobre la mujer embarazada y niños de corta edad. Más
bien inconvenientes de uso, ya que produce mal olor, mancha e irrita la piel.
Benzoato de bencilo
Situación actual. Por su bajo precio, se utiliza, básicamente, en países en vías de desarrollo y es
el tratamiento de primera elección de la sarna en Francia. Recientemente, se ha encontrado
eficaz en sarna noruega resistente a permetrinas y en combinación con ivermectina en
pacientes con recaídas tras una dosis única de ivermectina oral. En España no se encuentra
ningún preparado que contenga la concentración adecuada.
Forma de aplicación. Para la población pediátrica se usa en lociones entre 5 y 10%. Se aplica de
6 a 12 horas en niños menores de 5 años. En mayores de esa edad, 2-3 días consecutivos de la
cabeza a los pies y se retira 24 horas después de su aplicación.
Malation
Situación actual. Activo en sarna y pediculosis. No se suele utilizar por su base alcohólica,
requiere 24 horas de contacto en la piel, mal olor y escasa experiencia clínica.
Ivermectina tópica
Situación actual. Muy reciente utilización, sin estudios concluyentes en cuanto a eficacia. No
estandarizado su uso.
Forma de aplicación. En solución en propilenglicol al 1%, a dosis de 400 mg/kg de peso, sobre
toda la piel y se evitará el baño hasta dos horas después. Se debe repetir el tratamiento tras 1
semana.
¿De qué escabicidas orales disponemos y cuáles son sus características fundamentales?
Ivermectina oral
Situación actual. El primer referente de escabicida por vía oral avalado por su gran eficacia,
comodidad en la administración, bajo precio, alta tolerancia sin irritación y casi ausencia de
fracasos terapéuticos. Ha mostrado su utilidad como tratamiento profiláctico; de ahí, su
interés en casos de sarna noruega y tratamiento en instituciones de acogida. Puede ser de gran
utilidad en fracasos terapéuticos con escabicidas tópicos, pacientes con excoriaciones o
dermatitis generalizada o aquellos incapaces de seguir un tratamiento tópico.
Farmacocinética. Actúa sobre los neurotransmisores tipo GABA, bloqueando dichas sinapsis
nerviosas que están presentes, por ejemplo, en los nervios motores periféricos de los insectos.
Su uso prolongado puede generar resistencia al fármaco.
Forma de administración. Una única dosis por vía oral, ingerida con un vaso de agua, antes de
una comida. La dosis es de 200 µg/kg de peso. Dado que sólo actúa a nivel de nervios ya
desarrollados, es decir, no es ovicida, a la semana debería revisarse al paciente para descartar
la presencia de nuevos ácaros. En este caso, se administraría una segunda dosis. Poco después
de la ingesta, podría incrementarse la sensación de prurito, posiblemente inducido por
reacción a componentes del ácaro. Tan sólo en casos de sarna noruega, en los que es la droga
de elección, se aconseja administrarla junto a los acaricidas tópicos y queratolíticos, repetida a
los 7 días de nuevo. En ciertos casos, se usarán de 3 a 7 dosis de ivermectina.
Efectos secundarios. Dado que se han descritos alteraciones sobre función hepática y
hemograma, se aconseja realizar analítica básica que incluya estos parámetros y, en caso de
alteración hepática, sopesar los riesgos/beneficios de su administración. Aunque no atraviesa
la barrera hematoencefálica, se han descrito casos de somnolencia. Por ese mismo motivo, se
utilizará con prevención en pacientes portadores de Alzheimer y en los que estén tomando
fármacos psicotropos.
Igualmente, sorprende comprobar cómo, mientras unos organismos como los CDC
recomiendan como tratamientos de elección la permetrina en crema al 5% y la ivermectina, la
FDA no admite como tratamiento la ivermectina oral.
¿Cuál es la actitud ante aquellos casos en los que el picor persista a pesar de haber realizado
los protocolos de tratamiento?
En los casos en que, tras un correcto tratamiento persista el prurito, habrá que considerar las
diferentes posibilidades. La forma de actuar en cada caso quedaría recogida
en el algoritmo 1.
Por todo ello, se recomienda el seguimiento del paciente, hasta que las lesiones se resuelvan
por completo.
Pediculosis
Es una infestación cutánea del hombre ocasionada por 3 tipos de piojos que se localizan en
distintas áreas corporales: Pediculus humanus variedad capitis (piojo de la cabeza) –el más
común en los niños–, Pediculus humanus variedad corporis (piojo del cuerpo) y Phthirus pubis
(piojo de la región genital o ladilla).
No pueden volar ni saltar, ya que no poseen alas, sus apéndices están adaptados para asirse
firmemente al pelo o a las fibras de la ropa, por lo que se transmiten por contacto directo de
humano a humano. Son altamente contagiosos.
Pediculosis capitis
Epidemiología
La pediculosis ha convivido con el hombre desde tiempos antiquísimos y aún hoy, a pesar de
que han mejorado los estándares y la calidad de vida, sigue siendo un problema de salud
pública de ámbito mundial, con un costo muy alto en relación con los días de colegios
perdidos, el absentismo laboral de los padres, el uso de los pediculicidas y alto grado de
ansiedad que causa en niños y convivientes. El escaso conocimiento por parte de la comunidad
general, incluido los profesionales de la educación, acerca del agente causal, las
complicaciones locales y formas de contagio, sumado a tratamientos inadecuados e ineficacia
de ciertas terapias disponibles, han llevado a que esta parasitosis se mantenga y aumente su
prevalencia. En nuestro medio, supone el 0,10% de todas las consultas dermatológicas
realizadas en la infancia(1). Su aparición no implica necesariamente malos hábitos higiénicos.
Es más frecuente en zonas urbanas o suburbanas, preferentemente en las superpobladas. Los
piojos no reconocen barreras geográficas, socio-económicas ni culturales. En nuestro medio(8),
se ha incluido como hallazgo cutáneo o signo sugerente de negligencia en el cuidado de los
niños.
Afecta, preferentemente, a colectivos infantiles. Los estudios epidemiológicos(9) coinciden en
que la mayor frecuencia de infestación está entre los 4 y 10 años de edad. La relación
hombre/mujer es de 1:2, facilitada, posiblemente, por la mayor longitud del cabello y el mayor
intercambio de prendas que se propicia en las niñas. La presencia del parásito es constante
durante el año y se observa un incremento durante el primer mes de inicio del período escolar.
Ciclo biológico
Conocer su particular recorrido piel-pelo y sus cambios morfológico-evolutivos son claves para
saber “qué buscar y dónde”, cuando exploramos una cabeza en busca de piojos.
Los piojos son insectos hematófagos permanentes y estrictos que pertenecen a la familia
Pediculidae, orden Anoplura. El adulto es un insecto de 2-3 mm de largo y de color
marronáceo. Las hembras son de mayor tamaño y presentan dos proyecciones en la porción
terminal, para agarrarse al pelo en el momento de la puesta de los huevos y estimular las
secreciones de las glándulas uterinas productoras del cemento, que sirve para la fijación de las
liendres. La cabeza tiene un aparato bucal, especializado en la fabricación de saliva y en la
succión de sangre del huésped.
Veinticuatro horas después de la cópula, pone de tres a diez huevos por día. Y ya que vive en
su anfitrión unos 30 días (fuera de él sobrevive un máximo de tres días), a lo largo de su vida
pueden colocar unos 100 huevos o liendres. Se localizan muy cerca del cuero cabelludo y
generalmente se encuentra un solo ejemplar por pelo. Son diminutas partículas blanquecinas
de menos de 1 mm, visibles al ojo desnudo, sólidamente adheridas al cabello a través de una
“argamasa” bien elaborada. En uno de sus extremos, muestra una tapa, llamada opérculo. Tras
siete o diez días, los huevos se abren y larvas inmaduras emergen a través del opérculo; deben
ingerir sangre de forma inmediata para poder vivir. Poseen una estructura que llega hasta el
cuero cabelludo; después proyectan los estiletes bucales que liberan saliva y perforan la piel
hasta encontrar un capilar sanguíneo. Durante la alimentación y después de ella, defecan.
Después de alimentarse, adquiere un color rojo que se asemeja a rubíes. Nueve días más
tarde, tras pasar por tres estadios evolutivos, llega a la etapa adulta.
Una vez sale la larva, el envoltorio se queda pegado al pelo y, según crece, las liendres se
observan más lejos de la raíz, lo que ayuda a evaluar la antigüedad de la infestación. Así, una
distancia menor de 6 a 8 mm indica una infestación activa o reciente.
Clínica
Prurito en el cuero cabelludo y erupciones cervicales, son los síntomas claves que habremos de
buscar.
El piojo prefiere zonas selectas del cuero cabelludo: la nuca y la parte posterior de las orejas,
donde la temperatura corporal es más elevada (Fig. 5). La reacción alérgica a la saliva del
parásito y las “punciones” para succionar la sangre provocan los dos síntomas clave: el eritema
y el prurito. El prurito continuo del cuero cabelludo es el síntoma más común, pero presente
sólo en el 40% de pacientes. En el paciente atópico, es mucho más intenso y, a veces, desborda
hacia orejas, cuello y tronco superior. Ocasionalmente, puede generalizarse. Puede tardar una
o dos semanas en aparecer y el rascado intenso puede llevar a excoriaciones e infecciones
secundarias. En ocasiones, en vez de prurito, existe sensación de cosquilleo o de “algo que se
mueve por la cabeza”.
Figura 5. Imagen clínica de las liendres adheridas al cabello en la localización habitual (foto
cedida por el Servicio de Dermatología del Hospital Clínico de Salamanca).
Podemos ver eritema, pápulas aisladas o erupción papuloeritematosa en las zonas del cuero
cabelludo donde asienta la parasitación, en área retroauricular y nuca. Desaparecen
espontáneamente después del tratamiento y reaparecen en las reinfestaciones. Se las
encuentra en el 20% de los casos de pediculosis. Las excoriaciones producidas por rascado
intenso, con trayectos lineales y paralelos, corresponden al recorrido de las uñas, y se localizan
con mayor frecuencia en la región posterior del cuello. Como secuela temporal, dejan zonas de
hipo e hiperpigmentación y facilitan el desarrollo de complicaciones infecciosas:
impetiginización y linfadenopatía cervical (Fig. 6).
El cabello sufre daño por el ataque biológico del parásito, los microtraumatismos debidos al
rascado repetido, por el uso de liendreras o peines finos y la agresión de los productos
químicos usados para la eliminación de aquel y, no infrecuentemente, el uso abusivo e
indiscriminado de agentes “seudoterapéuticos” de toda índole. Se traduce en pelos con daños
estructurales (pelo fino, ralo, seco, deslustrado) e incluso zonas de alopecia circunscrita, más o
menos reversibles según la intensidad del daño sufrido.
Diagnóstico
La observación directa y paciente de los cabellos con buena luz será útil para localizar los
piojos vivos y las liendres adheridas al pelo. La mayoría de los pacientes se encuentran
parasitados por no más de 10 a 15 ejemplares adultos, que son lucífugos; por lo que, el
diagnóstico se hace por el hallazgo de liendres. En ocasiones, puede ser útil realizar un
exhaustivo cepillado sobre el cabello húmedo con un peine de púas finas, fijándose
especialmente en la zona de la nuca y alrededor de las orejas.
En general, las liendres encontradas a más de 1 cm del cuero cabelludo es improbable que
estén viables, pues se trata de una infestación antigua.
Los avances tecnológicos han puesto en nuestras manos otras técnicas de gran utilidad. La
microscopia de epiluminiscencia(10) mediante dermatoscopio manual o videodermatoscopia
de alta resolución se ha sumado recientemente al arsenal de técnicas diagnósticas no cruentas
ni agresivas que delatan la existencia de piojos o liendres en zonas sospechosas (Fig. 7). Muy
útil, no sólo en el diagnóstico, sino en la valoración de los resultados terapéuticos.
Diagnóstico diferencial
De distribución universal, pero más frecuente en personas en situación de abandono, que usan
diversas vestimenta para protegerse del frío y condiciones higiénicas muy calamitosas.
Pediculus corporis vive y deposita los huevos en las fibras de la ropa, sobre todo en zonas de
mayor calor corporal como las axilas, genitales y abdomen. El ciclo de vida es semejante al de
Pediculus capitis y se alimenta de la sangre que succiona de la piel corporal. Es un vector de
agentes infecciosos como la Rickettsia prowazekii y la Borrelia recurrentis.
Phthirus pubis
Piojo de la región genital, pubis o “ladilla”, que infesta la zona pubiana y perianal. Si la persona
tiene mucho vello, puede descender por las extremidades inferiores o ascender por el
abdomen y llegar hasta la barba y bigote. La transmisión es casi exclusiva por contacto directo
íntimo; por lo que, es considerada una ETS. El diagnóstico se realiza visualizando las ladillas y
liendres en la zona afectada. En adultos es frecuente el prurito intenso de la zona genital y las
otras zonas afectadas, la presencia de manchas oscuras petequiales en la piel e incluso el
antecedente de manchas puntiformes de sangre en su ropa interior.
En los niños, que no poseen vello en el cuerpo, se puede ubicar en cejas, pestañas e incluso en
cuero cabelludo. El compromiso de cejas y pestañas en los niños se denomina Phthiriasis
palpebrarum y puede complicarse con edema, eritema o sobreinfección de la zona periocular.
La infestación en ellos es altamente sospechosa de hacinamiento y de abuso sexual.
Tratamiento
Terapia farmacológica, medidas higiénicas curativas y preventivas, junto con la educación
sanitaria de la población, son los pilares sobres los que asienta el planteamiento terapéutico
idóneo.
La actuación sobre las liendres, su retirada mecánica con peines finos o liendreras, es un buen
complemento al tratamiento farmacológico. En gran medida, reconforta la ansiedad del
paciente y de sus familiares, al no apreciar elementos residuales en el cabello.
Se debe sospechar resistencia a un pediculicida si se aprecian piojos vivos a las 24-48 horas de
la aplicación del fármaco. En este caso, las opciones serían: aumentar el contacto de la
permetrina al 1% entre 1-12 horas o utilizar permetrina al 5% durante 8 horas. Si se produce el
fracaso de dos tratamientos correctamente realizados, se consideraría otro fármaco (en
general, el malation).
Dentro de las medidas preventivas, parece que no sería adecuado excluir al paciente de su
ámbito escolar, pero ciertas medidas se podrían poner en práctica (Tabla IX).
Picaduras de insectos
Los artrópodos que pueden producir picaduras en los niños son variados, englobándose en dos
grupos los que son más responsables de ocasionar morbilidad y mortalidad a nivel mundial
que otros grupos de especies venenosas. Los insectos, representados por avispas, abejas,
mosquitos, chinches, pulgas y orugas; por otro lado, los arácnidos, representados por
garrapatas, escorpiones y ácaros. Nos centraremos en la sintomatología y el tratamiento de la
picadura en sí, sin mencionar otras patologías asociadas (dermatosis, vectores de enfermedad
asociadas…).
Clínica
No resulta fácil reconocer en ocasiones los efectos directos o indirectos en relación con
contactos con los diferentes insectos.
Pueden adoptar un patrón polimorfo dependiendo en parte del artrópodo causante. Pocos
pacientes referirán con certeza el antecedente de la picadura (salvo los relacionados con
arácnidos, abejas y avispas). Típicamente, aparecen varias lesiones maculopapulosas,
papuloeritematosas, urticariformes muy pruriginosas, asentando en ocasiones sobre base
edematosa. Característicamente agrupadas lineal o aleatoriamente en áreas que no han
estado protegidas por la ropa (Fig. 8). Suele aparecer un punto central hemorrágico o una
vesícula en la cúspide. Persisten unos días hasta su desaparición completa. El rascado, la
sobreinfección y la eccematización son frecuentes. En ocasiones, se presenta una linfangitis o
una celulitis acompañante (Fig. 9). Otras formas de presentación, en casos más graves, pueden
ser úlceras necróticas.
Rara vez se producen reacciones alérgicas inmediatas o tardías, que pueden llegar a amenazar
la vida del paciente, al llegar incluso a shock anafiláctico, estando más relacionadas con
picaduras de avispas o abejas.
Las principales características de las picaduras que provocan una sintomatología más agresiva,
así como los tratamientos de urgencia y los específicos, se pueden encontrar en manuales
especializados y escapan de esta revisión(16).
Diagnóstico
Una detallada observación y una minuciosa historia clínica son imprescindibles para solventar
con éxito este reto diagnóstico.
Se suelen reconocer con facilidad por el contacto reciente con animales o estancias en
localizaciones sospechosas (casas cerradas largo tiempo, aposentos en medio rural, dormir en
camas viejas..), así como la disposición de las lesiones (lineales, en zigzag), su morfología, el
agrupamiento en áreas expuestas (pies, piernas, cintura…) y su evolución. No obstante, en
ocasiones, es difícil concretar el posible contacto con el insecto. No rara vez son los animales
de compañía los que portan el agente vector, la propia ropa o el polvo de la casa. En casos
reiterativos, no estaría de más someter las mascotas a una revisión veterinaria.
El prurigo simple representa un reto diagnóstico para el clínico, ya que, si no se tiene un alto
grado de sospecha, puede confundirse con múltiples entidades: varicela, escabiosis, urticarias
o eccemas de contacto.
En otros casos, los menos, la presencia del artrópodo adherido a la piel es suficiente para el
diagnóstico (Fig. 10).