Resumen de La Exhortación Apostólica Post
Resumen de La Exhortación Apostólica Post
Resumen de La Exhortación Apostólica Post
Premisa
Pero sobre todo el Papa afirma inmediatamente y con claridad que es necesario salir de la
estéril contraposición entre la ansiedad de cambio y la aplicación pura y simple de normas
abstractas. Escribe: “los debates que se dan en los medios de comunicación, en las
publicaciones y aún entre ministros de la Iglesia, van desde un deseo desenfrenado de
cambiar todo sin suficiente reflexión o fundamentación, hasta la actitud de pretender
resolver todo aplicando normativas generales o extrayendo conclusiones excesivas de
algunas reflexiones teológicas”.
A partir del terreno bíblico en el segundo capítulo el Papa considera la situación actual de
las familias, poniendo “los pies sobre la tierra” , recurriendo ampliamente a las Relaciones
conclusivas de los dos Sínodos y afrontando numerosos desafíos, desde el fenómeno
migratorio a las negociaciones ideológicas de la diferencia de sexos (“ideología del
gender”); desde la cultura de lo provisorio a la mentalidad antinatalista y al impacto de la
biotecnología en el campo de la procreación; de la falta de casa y de trabajo a la
pornografía y el abuso de menores; de la atención a las personas con discapacidad, al
respeto de los ancianos; de la desconstrucción jurídica de la familia, a la violencia contra
las mujeres. El Papa insiste sobre lo concreto, que es una propiedad fundamental de la
Exhortación. Y son las cosas concretas y el realismo que ponen una substancial diferencia
entre teoría de interpretación de la realidad e “ideologías”.
Citando la Familiares consortio Francisco afirma que “es sano prestar atención a la realidad
concreta, porque “las exigencias y llamadas del Espíritu resuenan también en los
acontecimientos mismos de la historia”, a través de los cuales “la Iglesia puede ser guiada a
una comprensión más profunda del inagotable misterio del matrimonio y de la familia”. Por
lo tanto, sin escuchar la realidad no es posible comprender las exigencias del presente ni los
llamados del Espíritu. El Papa nota que el individualismo exagerado hace difícil hoy la
entrega a otra persona de manera generosa. Esta es una interesante fotografía de la
situación: “se teme la soledad, se desea un espacio de protección y de fidelidad, pero al
mismo tiempo crece el temor de ser atrapado por una relación que pueda postergar el logro
de las aspiraciones personales” .
La humildad del realismo ayuda a no presentar “un ideal teológico del matrimonio
demasiado abstracto, casi artificialmente construido, lejano de la situación concreta y de las
posibilidades efectivas de las familias reales”. El idealismo aleja de considerar al
matrimonio tal cual es, esto es “un camino dinámico de crecimiento y realización”. Por esto
no es necesario tampoco creer que las familias se sostienen “solamente insistiendo sobre
cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia”. Invitando a
una cierta “autocrítica” de una presentación no adecuada de la realidad matrimonial y
familiar, el Papa insiste que es necesario dar espacio a la formación de la conciencia de los
fieles: “Estamos llamado a formar las conciencias no a pretender sustituirlas” (AL 37).
Jesús proponía un ideal exigente pero “no perdía jamás la cercana compasión con las
personas más frágiles como la samaritana o la mujer adúltera” .
La mirada es amplia e incluye también las “situaciones imperfectas”. Leemos de hecho: “El
discernimiento de la presencia de las ‘semina Verbi’’ en otras culturas puede ser aplicado
también a la realidad matrimonial y familiar. Fuera del verdadero matrimonio natural
también hay elementos positivos presentes en las formas matrimoniales de otras tradiciones
religiosas’, aunque tampoco falten las sombras” . La reflexión incluye también a las
“familias heridas” frente a las cuales el Papa afirma –citando la Relatio finalis del Sínodo
2015- “siempre es necesario recordar un principio general: “Sepan los pastores que, por
amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones”. El grado de
responsabilidad no es igual en todos los casos, y puede haber factores que limitan la
capacidad de decisión. Por lo tanto, al mismo tiempo que la doctrina debe expresarse con
claridad, hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas
situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de
su condición” .
El cuarto capítulo trata del amor en el matrimonio, y lo ilustra a partir del “himno al amor”
de san Pablo en 1 Cor 13,4-7. El capítulo es una verdadera y propia exégesis atenta,
puntual, inspirada y poética del texto paulino. Podríamos decir que se trata de una colección
de fragmentos de un discurso amoroso que está atento a describir el amor humano en
términos absolutamente concretos. Uno se queda impresionado por la capacidad de
introspección psicológica que sella esta exégesis. La profundización psicológica entra en el
mundo de las emociones de los conyugues –positivas y negativas- y en la dimensión erótica
del amor. Se trata de una contribución extremamente rica y preciosa para la vida cristiana
de los conyugues, que no tiene hasta ahora parangón en precedentes documentos papales.
A su modo este capítulo constituye un tratado dentro del desarrollo más amplio, plenamente
consciente de la cotidianidad del amor que es enemiga de todo idealismo: “no hay que
arrojar sobre dos personas limitadas –escribe el Pontífice- el tremendo peso de tener que
reproducir de manera perfecta la unión que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el
matrimonio como signo implica “un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la
progresiva integración de los dones de Dios”. Pero por otra parte el Papa insiste de manera
fuerte y decidida sobre el hecho de que “en la naturaleza misma del amor conyugal está la
apertura a lo definitivo” , propiamente al interior de esa “combinación de alegrías y de
fatigas, de tensiones y de reposo, de sufrimientos y de liberación, de satisfacciones y de
búsquedas, de fastidios y de placeres” es, precisamente, el matrimonio.
El capítulo se concluye con una reflexión muy importante sobre la “transformación del
amor” porque “la prolongación de la vida hace que se produzca algo que no era común en
otros tiempos: la relación íntima y la pertenencia mutua deben conservarse por cuatro,
cinco o seis décadas, y esto se convierte en una necesidad de volver a elegirse una y otra
vez” . El aspecto físico cambia y la atracción amorosa no disminuye pero cambia: el deseo
sexual con el tiempo se puede transformar en deseo de intimidad y “complicidad”. “No
podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida. En cambio, sí
podemos tener un proyecto común estable, comprometernos a amarnos y a vivir unidos
hasta que la muerte nos separe, y vivir siempre una rica intimidad”.
El capítulo quinto esta todo concentrado sobre la fecundidad y la generatividad del amor.
Se habla de manera espiritual y psicológicamente profunda del recibir una vida nueva, de la
espera propia del embarazo, del amor de madre y de padre. Pero también de la fecundidad
ampliada, de la adopción, de la aceptación de la contribución de las familias para promover
la “cultura del encuentro”, de la vida de la familia en sentido amplio, con la presencia de
los tíos, primos, parientes de parientes, amigos. Amoris laetitia no toma en consideración la
familia “mononuclear”, porque es bien consciente de la familia como amplia red de
relaciones. La misma mística del sacramento del matrimonio tiene un profundo carácter
social. Y al interno de esta dimensión el Papa subraya en particular tanto el rol específico
de la relación entre jóvenes y ancianos, como la relación entre hermanos y hermanas como
práctica de crecimiento en relación con los otros.
En el sexto capítulo el Papa afronta algunas vías pastorales que orientan para construir
familias sólidas y fecundas según el plan de Dios. En esta parte la Exhortación hace un
largo recurso a las Relaciones conclusivas de los dos Sínodos y a las catequesis del Papa
Francisco y de Juan Pablo II. Se confirma que las familias son sujeto y no solamente objeto
de evangelización. El Papa señala que “a los ministros ordenados les suele faltar formación
adecuada para tratar los complejos problemas actuales de las familias” . Si por una parte es
necesario mejorar la formación psico-afectiva de los seminaristas e involucrar más a las
familias en la formación al ministerio , por otra “puede ser útil (…) también la experiencia
de la larga tradición oriental de los sacerdotes casados”.
Entre otras cosas se habla también del acompañamiento de las personas abandonadas,
separadas y divorciadas y se subraya la importancia de la reciente reforma de los
procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad matrimonial. Se pone de
relieve el sufrimiento de los hijos en las situaciones de conflicto y se concluye: “El divorcio
es un mal, y es muy preocupante el crecimiento del número de divorcios. Por eso, sin duda,
nuestra tarea pastoral más importante con respecto a las familias, es fortalecer el amor y
ayudar a sanar las heridas, de manera que podamos prevenir el avance de este drama de
nuestra época”.
El séptimo capítulo esta todo dedicado a la educación de los hijos: su formación ética, el
valor de la sanción como estímulo, el paciente realismo, la educación sexual, la transmisión
de la fe, y más en general, la vida familiar como contexto educativo. Es interesante la
sabiduría práctica que transparenta en cada párrafo y sobre todo la atención a la gradualidad
y a los pequeños pasos “que puedan ser comprendidos, aceptados y valorados”.
En esta línea, acogiendo las observaciones de muchos Padres sinodales, el Papa afirma que
“los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más
integrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier
ocasión de escándalo”. “Su participación puede expresarse en diferentes servicios eclesiales
(…) Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados, sino que pueden vivir y madurar
como miembros vivos de la Iglesia (…) Esta integración es también necesaria para el
cuidado y la educación cristiana de sus hijos, que deben ser considerados los más
importantes”.
Más en general el Papa hace una afirmación extremamente importante para comprender la
orientación y el sentido de la Exhortación: “Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad
de situaciones concretas (…) puede comprenderse que no debería esperarse del Sínodo o de
esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos.
Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos
particulares, que debería reconocer que, puesto que “el grado de responsabilidad no es igual
en todos los casos”, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser
siempre las mismas”. El Papa desarrolla de modo profundo exigencias y características del
camino de acompañamiento y discernimiento en diálogo profundo entre fieles y pastores. A
este fin llama a la reflexión de la Iglesia “sobre los condicionamientos y circunstancias
atenuantes” en lo que reguarda a la imputabilidad y la responsabilidad de las acciones y,
apoyándose en Santo Tomas de Aquino, se detiene sobre la relación entre “las normas y el
discernimiento” afirmando: “Es verdad que las normas generales presentan un bien que
nunca se debe desatender ni descuidar, pero en su formulación no pueden abarcar
absolutamente todas las situaciones particulares. Al mismo tiempo, hay que decir que,
precisamente por esa razón, aquello que forma parte de un discernimiento práctico ante una
situación particular no puede ser elevado a la categoría de una norma” .
En la última sección del capítulo: “la lógica de la misericordia pastoral”, Papa Francisco,
para evitar equívocos, reafirma con fuerza: “Comprender las situaciones excepcionales
nunca implica ocultar la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece
al ser humano. Hoy, más importante que una pastoral de los fracasos es el esfuerzo pastoral
para consolidar los matrimonios y así prevenir las rupturas”. Pero el sentido general del
capítulo y del espíritu que el Papa quiere imprimir a la pastoral de la Iglesia está bien
resumido en las palabras finales: “Invito a los fieles que están viviendo situaciones
complejas, a que se acerquen con confianza a conversar con sus pastores o con laicos que
viven entregados al Señor. No siempre encontrarán en ellos una confirmación de sus
propias ideas o deseos, pero seguramente recibirán una luz que les permita comprender
mejor lo que les sucede y podrán descubrir un camino de maduración personal. E invito a
los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazón
del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y
a reconocer su propio lugar en la Iglesia”. Sobre la “lógica de la misericordia pastoral”
Papa Francisco afirma con fuerza:“A veces nos cuesta mucho dar lugar en la pastoral al
amor incondicional de Dios. Ponemos tantas condiciones a la misericordia que la vaciamos
de sentido concreto y de significación real, y esa es la peor manera de licuar el Evangelio” .