La Socializacion en El Derecho - Libro - Teofilo Olea y Leyva

LA SOCIALIZACIÓN EN EL DERECHO
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Colección: Cuadernos para el fortalecimiento
de la sociedad guerrerense.
La socialización del Derecho. Ensayo de una Teoría

General de las Funciones. Teófilo Olea y Leyva
© Segunda edición: junio de 2018.

1,000 ejemplares gratuitos,
editados por el Gobierno del Estado de Guerrero.
Diseño: Andra Lira Pollett Castillo Salgado
Impreso y hecho en México.
Nota del Editor
La presente edición de la obra intitulada: La socialización del Dere-

cho. Ensayo de una Teoría General de las Funciones, de la autoría de
Teófilo Olea y Leyva, a cargo del Gobierno del Estado de Guerrero,
respeta íntegramente la redacción original de la versión publicada,
en 1933, por la casa editorial “El Hecho Mexicano”.
“Si se nos corta la cabeza
que sea siquiera en defensa de los ideales,
obrando con virilidad; en una palabra,
que no nos importe las consecuencias,
porque la muerte será gloriosa,
de lo contrario,
la vida sin gestos
de protesta será indigna”
“Las grandes causas en la vida

se alcanzan con grandes sacrificios,
y aunque la vida es importante,
es más importante la vida de la patria”
TEÓFILO OLEA Y LEYVA

Esta obra forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
www.juridicas.unam.mx Libro completo en: https://tinyurl.com/vknkahsz
P r efa c io
E
l presente libro constituye una
muy interesante aportación al
campo de las ideas del mundo ju-
rídico de Teófilo Olea y Leyva, abogado
de profesión, profesor de la Escuela Li-
bre de Derecho y a la postre ministro de
la Suprema Corte de Justicia de la Na-
ción, quien junto con Manuel Gómez
Morín, Vicente Lombardo Toledano,
Alberto Vázquez del Mercado, Antonio
Castro Leal, Jesús Moreno Baca y Al-
fonso Caso, constituyeron la Asociación
de Conferencias y Conciertos, mejor co-
nocidos como los Siete Sabios.
Para comprender de mejor mane-

ra este libro es preciso contextualizarlo,
aunque sea someramente, pues el mismo
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DR © 2018.
Gobierno del Estado de Guerrero-http://guerrero.gob.mx/
TEÓFILO OLEA Y L E Y VA
se inscribe y pública durante los años

treinta del siglo pasado, justamente en
el entorno de la discusión sobre la teo-
ría individualista y socialista de los de-
rechos; como el lector tendrá ocasión de
advertir en ese momento el pensamien-
to del autor tiene una notable influencia
del pensamiento social del constitucio-
nalismo mexicano pero, también, del
movimiento socializador que prevaleció
en el constituyente español de la repú-
blica de 1931.
El texto está integrado por diez

capítulos, a lo largo de los cuales el au-
tor expone su teoría sobre la socializa-
ción del Derecho en franca oposición a
la teoría individualista que imperaba en
la época en la que fue escrito, 1933. Su
impulso para escribir dicha teoría gene-
ral de las funciones fue, como el mis-
mo autor lo describe, una frase de José
Vasconcelos, entonces director de la Es-
cuela Nacional Preparatoria, que les im-
pelía “Ustedes no comprenderán jamás
que es una función social si no saben lo
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que es una función matemática”. Así a

lo largo de su experiencia profesional y
como profesor llega a la convicción de
que “no se ha formado en toda su exten-
sión y en sus consecuencias lo relativo a
una teoría general de las funciones, des-
de las matemáticas a las biológicas y las
sociológicas y las morales”. De tal ma-
nera que, en este libro, haciendo uso del
método de las funciones para las investi-
gaciones sociológicas y de la definición
de la función social que según Olea y
Leyva conduce a la excelencia del méto-
do se “empeñará en demostrar que son
el antecedente necesario para el estudio
de las garantías sociales e individuales
desde el punto de vista jurídico”.
Con base en la anterior premisa

analiza si el concepto de función social
se opone al de derecho individual, más
concretamente pone en contraposición
el concepto clásico de propiedad como
el derecho exclusivo de usar, gozar y
abusar de una cosa frente a la idea de
la propiedad como función social. Para
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ello pasa revista al concepto de función

en las matemáticas, la biología, la física
y la química para intentar desentrañar
qué quiso decir Duguit cuando afirmó
que: “La propiedad no es ya un Derecho
sino una función social”. En el capítu-
lo relativo al significado de la función
social analizará de manera detallada y,
muy critica, el pensamiento del profesor
de la Facultad de Burdeos, señalando
que lo que Augusto Comte, fundador
de la sociología, llama solidaridad Du-
guit denomina interdependencia de tal
manera que no existen derechos natura-
les o subjetivos sino “reglas de interde-
pendencia que obligan a los hombres a
cumplir con sus deberes, como concep-
ción de un nuevo derecho objetivo, real
o social”. Es justamente a este autor al
que atribuye la idea del “fenómeno de
la socialización del Derecho”, es decir,
a él se debe haber fundado el derecho
en la sociología o, dicho de otra mane-
ra, “la infiltración en el derecho de los
principios sociológicos”, que lo llevan a
entender que “el individuo no es un fin
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sino un medio”. No obstante lo anterior,

para Teófilo Olea, los aciertos de León
Duguit son tan grandes como sus erro-
res, pues al concebir al individuo como
una rueda más de la vasta maquinaria
que constituye el cuerpo social, entiende
que para los individuos el mundo sólo
tiene razón por la labor que se realiza
en la obra social. Ahí radica, para Olea,
el error de Duguit al no haber entendi-
do las profundas raíces científicas de las
funciones sociales, por tanto se adhiere
a quienes han atacado a algunos juristas
quienes con sus explicaciones sólo han
generado confusiones para entender di-
cho concepto; situación que no sucede
con la concepción “purísima” de las
otras funciones como la matemática y la
biológica, de ahí su interés por alcanzar
una verdadera definición de las funcio-
nes sociales.
En el centro del análisis anterior

lo que el autor está haciendo es explicar
en que consiste la socialización del de-
recho; ésta deviene de analizar las teo-
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rías que explican cuál es el papel que

desarrollan el Estado y los individuos
en la sociedad y en este contexto exis-
ten doctrinas filosóficas y jurídicas que
apuestan por la supremacía absoluta
de uno sobre el otro. Dichas doctrinas
son la individualista y la socialista. De
manera sucinta podemos señalar que la
primera de estas doctrinas afirma que
los individuos por su propia naturaleza
humana poseen derechos individuales
inherentes a su calidad de ser humano;
por tanto el Estado aparece justamente
para proteger esos derechos, por tanto
no puede anularlos o contravenirlos, a
lo más puede establecer las modalidades
que sean indispensables a fin de asegu-
rar el ejercicio de los derechos de los de-
más. Por tanto, para esta doctrina todos
los individuos nacen con idénticos dere-
chos y los conservan aún cuando formen
parte de la sociedad y, en consecuencia,
tales derechos deben de ser los mismos
en todos los tiempos y en todas las na-
ciones ya que estos devienen de la na-
turaleza humana de los individuos que
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siempre es la misma. Históricamente

esta teoría tuvo una gran importancia,
hoy prácticamente está en desuso, por-
que sirvió para establecer las limitacio-
nes de los poderes del Estado y revaloró
la dignidad humana.
Los detractores de esta teoría afir-

man, con base en diversos estudios an-
tropológicos y sociológicos, que los in-
dividuos fisiológica y psicológicamente
están destinados a vivir en sociedad; des-
de la antigüedad el ser humano siempre
ha vivido en sociedad, ha sido miembro
de una colectividad y sujeto a las obli-
gaciones que impone la vida colectiva.
Asimismo, consideran que la igualdad
que propugna la doctrina individualista
es una entelequia pues en realidad los
hombres lejos de ser iguales son diferen-
tes y dichas diferencias se incrementan
en la medida en que la sociedad se civi-
liza; por consiguiente, la única igualdad
que puede existir es meramente formal;
pues la igualdad ante la ley, no produce
la igualdad de hecho.
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Pero lo importante es comprender

que el Estado tiene fines determinados,
que no abarcan todos los fines de la vida
del individuo. Éste no debe oponerse
al Estado como algo antagónico e irre-
ductible; uno y otro son segmentos de
un mismo círculo (la sociedad), que no
debe romperse. El Estado y el individuo
tienen fines diferentes, pero no antagó-
nicos. Como afirmaría Olea “tanto el
individuo como la sociedad son y deben
ser fines en coordinación suprema de
equilibrio”; de ahí que no acepte para
el individuo un papel de simple medio
como lo consignó Duguit.
Con base en lo anterior, la socia-

lización del derecho aspira a realizar
el bienestar colectivo, y lucha porque
el Derecho sea un patrimonio común,
porque sus beneficios se extiendan a to-
dos, porque desaparezcan los privilegios
creados al amparo del individualismo
intransigente y reacio a toda intromi-
sión del Estado en la esfera de activi-
dad individual. Desde esta perspectiva
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la propiedad deja de ser un derecho

subjetivo para convertirse en una fun-
ción social; pero lo anterior no significa
“que la propiedad ha de socializarse en
el sentido de las tendencias colectivis-
tas o comunistas aboliéndose de manera
completa en lo futuro la apropiación in-
dividual”.
La división del trabajo obliga a la

singularización de las funciones de las
clases sociales y a la interdependencia
y solidaridad de todas las clases útiles;
por tanto para Olea y Leyva siguiendo
al destacado positivista francés, Pie-
rre Laffitte, “la riqueza es social en su
origen y debe ser también en su desti-
nación, sin dejar de tener apropiación
personal para poder ser empleada con
dignidad en servir a la familia, a la pa-
tria y a la humanidad”. En suma, para
nuestro autor, la anterior es la concep-
ción sociológica de la riqueza que con-
cilia el régimen de propiedad individual
con la función social del propietario.
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La socialización del derecho no

aspira, ni puede aspirar, a suprimir la li-
bertad sino a regularla por los caminos
de un equilibrio coordinado de activi-
dades y de fines humanos, individuales
y sociales propiamente dichos, ya que el
predominio de los unos sobre los otros
constituye una monstruosa construc-
ción jurídica antisocial que ya se produ-
jo con el liberalismo jacobino, la enor-
me tragedia: la explotación del hombre
por el hombre.
Desde esta perspectiva, Teófilo

Olea observa en el amparo de garantías
una transición pacífica del individualis-
mo a la socialización; la consagración
del amparo de garantías en la Consti-
tución española de 1931, en la de Wei-
mar de 1919, en la de Filipinas, en la de
Egipto, en la de Checoslovaquia y otros
pueblos que promulgaron leyes funda-
mentales con posterioridad a la guerra
mundial lo conciben con una innegable
tendencia socializante, pues todas estas
constituciones al igual que la nuestra
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consagran garantías sociales en lo eco-

nómico y en lo moral, como se consagra
la función social de la propiedad en el
artículo 27 y en la actividad individual
y la función social del trabajo en el ar-
tículo 123 de nuestra Constitución. Así
como en las constituciones alemana y
española y en las otras de la postguerra
se expresa que la propiedad puede ser
objeto de expropiación por causas de
“utilidad social”.
No obstante las anteriores con-

sideraciones Olea y Leyva cuestiona,
como otros de su generación, el término
“garantías” y junto con Montiel y Duar-
te destaca que: “no encuentra garantías
en los veintinueve primeros artículos
constitucionales, aunque halla, sí, gran
número de derechos del hombre y que
la única garantía que consagra la Cons-
titución, para proteger tales derechos,
es la consignada en los artículo 101 y 102
del Estatuto de 57, equivalentes a los 103
y 104 de la Carta de 17, que establecen
respectivamente el Juicio de Amparo”.
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Conviene recordar que el primer

capítulo de la Constitución mexicana de
1857 se intitulaba “De los derechos del
hombre” y que el mismo capítulo de la
Constitución de 1917 se denominó “De
las garantías individuales” lo que a juicio
de nuestro autor representó “un cambio
desafortunado para la nueva Constitu-
ción socializante”; incluso cuestiona el
título de un ensayo de Antonio Soto y
Gama cuyo título era: “Garantías indi-
viduales y Garantías sociales” pues con-
sidera que abona al error de denominar
garantías a los derechos de los hombres
aunque, por otro lado, “acierta en soli-
citar la extensión del juicio de amparo a
las asociaciones de campesinos, porque
su personalidad jurídica es tan humana
como lo es la sociedad de petroleros,
comerciantes o industriales …”. A jui-
cio de nuestro autor no sólo era necesa-
ria una reforma a los artículo 103 y 104
constitucionales, sino también que la
Suprema Corte de Justicia de la Nación
entendiera: “cual es su verdadero papel
en esta era de la socialización”.
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No le faltará razón a Teófilo Olea

y a Montiel y Duarte ya que 88 años
después de sus afirmaciones, en junio de
2011, la Constitución mexicana experi-
mentará una reforma de amplio calado
en materia de derechos humanos que
renombrará el título primero que desde
entonces se denomina: “De los derechos
humanos y sus garantías”.
Este libro que se escribió hace 85

años representa, sin duda, una magnifi-
ca oportunidad para reflexionar entor-
no a la evolución o involución del dere-
cho mexicano. Hacía donde nos condujo
la aplicación de nuestra Constitución
mexicana aprobada en 1917, conocida
y reconocida internacionalmente por
sus grandes aportaciones en materia de
derechos sociales o, en palabras de Teó-
filo Olea y Leyva, por sus contribucio-
nes socializantes. A ciento un años de la
promulgación de nuestra Constitución,
el texto actual no es ni la sombra de lo
que vislumbraron los constituyentes de
Querétaro, también es cierto, que nues-
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DR © 2018.
tro derecho se encuentra, a principios

del siglo XXI, más lejano de las ideas
que, una mente tan lúcida como la de
Olea y Leyva dejó plasmadas en este li-
bro; pues estamos frente a un espiral que
nos está conduciendo peligrosamente a
un individualismo, cada vez, más pro-
fundo y excluyente, al que el derecho no
acierta a dar respuestas claras y durade-
ras.
Por lo anterior, este libro cons-

tituye una pertinente provocación no
sólo para que los académicos y estudio-
sos del derecho repiensen, con espíritu
crítico y propositivo, hacia donde está
avanzando nuestro orden jurídico y si
efectivamente está dando respuesta a los
desafíos que la sociedad mexicana tiene
frente a si. Por otra parte, es un libro
de obligada lectura para quienes quie-
ren conocer no sólo el pensamiento de
los juristas de los años treinta del siglo
pasado, sino algunos de los debates que
se suscitaron en el foro jurídico durante
las décadas subsiguientes a la promul-
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DR © 2018.
gación de nuestra Norma Fundamental.
A más de ocho décadas de la pri-

mera edición de este libro la publica-
ción que aquí se presenta —auspiciada
por el gobierno del Estado de Guerre-
ro— constituye un homenaje intelectual
a uno de los hombres que supo poner la
ciencia jurídica al servicio de los retos y
desafíos que enfrentaba un México que
venía recomponiéndose de una revolu-
ción. Teófilo Olea y Leyva se desempe-
ñó también como presidente del Con-
greso de Guerrero no en vano hay quien
lo ha denominado, junto con algunos de
sus correligionarios, como caudillo cul-
tural de la revolución.
Dra. Cecilia Mora-Donatto
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D ED I C A C IÓN
Al apóstol de dulce impertinencia so-

crática, por la Humanidad, “centinela
avanzado de las generaciones futuras”,
como dijo Porfirio Parra; al póstumo y
más grande de los discípulos de Barreda,
a quienes mi generación vuelve los ojos,
en esta época de concupiscencia y des-
orientación, como símbolos de todas las
virtudes: a don AGUSTÍN ARAGÓN.
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PRÓLOGO
L as circunstancias económicas por las

que atraviesa el mundo no son impe-
dimentos a que el proceso de integración
de la cultura se desarrolle normalmente,
aún en países semi-bárbaros como Mé-
xico, en el que el pensador y el artista
carecen de intermediarios con el público
por la falta de una crítica reveladora de
nuestros propios valores.
A pesar de que lo mexicano se
parangona con lo que trae un marbete
extranjero en formas ridículas y delez-
nables, y de que el producir con el espí-
ritu no tiene otro estímulo y premio que
la burocracia, México va levantando su
cosecha, lentamente, satisfaciendo a lo
menos el propósito de no dejar extinguir
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el fuego de nuestra cultura, de glorioso

pasado y luminosa huella.
La obra con que inicia su progra-
ma esta modesta editorial está anima-
da por un criterio realmente moderno,
atento a la unidad funcional del espíritu
que ha descubierto la ciencia contem-
poránea, y ensaya una contemplación
de magnos problemas desde un mirador
pluralista, sintético, radicalmente opues-
to a los especialismos en boga, que por
recursos simplistas tratan de explicar los
fenómenos más complejos.
Esta obra se presenta como una
aplicación de la Teoría de las Funciones
al Derecho, lo que disonará en las men-
tes incultas, que sólo pueden asomarse al
mundo por la estrecha ventana de sus há-
bitos inveterados de pensamiento.
La reacción anti-intelectualista
universitaria de 1910 produjo a su vez un
movimiento materialista, que se caracte-
riza por su negación de toda filosofía y
su esterilidad, encubierta con el disfraz
de lo científico.
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Ello ha originado, por una parte,

una constelación de brillantes literatos
que pretenden reducir la vida a térmi-
nos de novela, con absoluto desdén de
toda ciencia y filosofía científica; por
el otro, exaltados vociferadores, cuya
incomprensión de nuestros problemas
se mide por el grado en que les aplican
los preceptos del libro santo DAS KA-
PITAL, con el espíritu sectario que tiñe
las actividades de los deductivos que re-
presentan ahora, frente al pensamiento
que anhela elevarse a la conquista y con-
templación de la realidad el mismo pa-
pel que los escolásticos que inútilmente
trataron de aplastar la gran revolución
inductiva del Renacimiento, personifica-
da en Galileo.
La Socialización en el Derecho
marca una ruta moderna en la vida de
las ideas en México, porque restituye a la
ciencia su función verdadera, que en los
últimos treinta años se ha transformado
maravillosamente hasta llegar a una nue-
va concepción de categorías, que antaño
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DR © 2018.
sólo se atrevía a considerar la Metafísica.

A muchos parecerá absurdo que,
tratando del Derecho, se apliquen ideas
de Einstein, Eddington y cofrades, y no
ha de faltar quien atribuya al autor de
esta obra afanes especiosos de pedante-
ría.
Finalmente, sin duda que esta obra
va a ser considerada por los pseudo-ra-
dicales como reaccionaria; pero este jui-
cio se anula por el alcance presente de
la misma, que es sobrepasado por su pe-
netración hacia el futuro. Escrita a me-
diados de 1932, presagia la venida del
nuevo Estado-político-industrial, hecho
posible por las conquistas de la ciencia y
su técnica respectiva; pero que muy antes
de lo que se imaginara el autor, ese nuevo
orden aparece esbozado no como posibi-
lidad, sino como una probabilidad, cuya
verificación constituye una disyuntiva
ineluctable: perecer o vivir.
El comunismo científico no es un
ensueño de novela de Wells, sino la más
estupenda esperanza que ha encontrado
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DR © 2018.
el hombre como salvación de la especie.

Frente a los cambios una nueva es-
tructura social se percibe, la que no va
a surgir desconociendo la estructura del
individuo, la suma de reflejos que le da
vida, sino a considerarla como el arran-
que de su acción en el logro del mejor
efecto.
Cercanos ya a esta era, la concep-
ción del Derecho como una forma en la
que cuaja la vida de grupo tiene que estar
sometida a una atención general de to-
dos los cambios de frente que se realizan
en el pensamiento, algunos de ellos rota-
ciones de 180 grados, que nos hacen ver
la realidad cara a cara precisamente por
donde le habíamos dado la espalda. La
reacción anti-intelectualista ha desapa-
recido; la física se vuelve metafísica; pero
no para el lujo de la especulación estéril,
sino para trazar el camino del mañana
en el que al fin el hombre encontrará la
certidumbre de un gran destino indivi-
dual y colectivo, que le de la orgánica
unidad de que se ha visto privado desde
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DR © 2018.
que las potencias de su ser se dislocaron,

anulando unas a las otras sus respectivas
creaciones.
La revolución se cumple, y como
cosa cumplida cunde sin violencia por
todos los espíritus realmente revolucio-
narios. En esta superación del ayer, Mé-
xico cumple también su destino, pues
silenciosamente, en el laboratorio de la
meditación, tenemos a algunos trabaja-
dores intelectuales que cooperan a la re-
integración del individuo a su dignidad
humana sin destruirlo, como una de las
variables en la función social.
LA EDITORIAL
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DR © 2018.
P E R S P E C T I VA S
DR © 2018.
E P ÍG R A F E
“Y esta es la parte más sensa-

cional del resultado; es la primera vez
que artificialmente se obtiene un ren-
dimiento de energía mucho mayor que
la inversión. Claro es que no se trata
de creación de energía (como lo decía
candorosamente uno de los reporteros
a que aludo arriba), sino de liberación
de la contenida en el átomo; pero es la
primera vez que el hombre logra este
resultado. La comprobación definitiva
del hecho se obtuvo el 24 de abril pa-
sado; y la fecha, sin duda, se conmemo-
rará con creciente entusiasmo a medida
que transcurran los siglos. Por supuesto
que no nos hemos acercado sensible-
mente a la solución práctica del proble-
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ma de disponer de esa energía; pero el

primer paso está dado; en principio el
problema está resuelto. Y no es menes-
ter gran imaginación para representar-
se lo que esto significa. ¡¡Poder llegar a
desligar los veinte billones de calorías
contenidos en cada gramo de materia,
no importa qué sustancia sea!! Con los
recortes de sus propias uñas, trocados
en energía, podrá un hombre vivir más
opulentamente que si tuviera a su ser-
vicio cuatrocientos esclavos. Pero habrá
todavía que ver cómo emplean ese po-
der nuestros amados hermanos. La cosa
es, pavorosa”. (De una carta de D. Pedro
Zuloaga a D. Agustín Aragón, del 9 Je
junio de 1932, informándole del sensa-
cional éxito obtenido, por los dos jóve-
nes físicos ingleses Cockroft y Walton,
de Cambridge, en sus trabajos en torno
de la desintegración del átomo).
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E n el silencio de los laboratorios, con

el desinteresado amor hacia la ver-
dad profesado por sus apóstoles, por su
ideal y por su obra, es la ciencia eterna
revolucionaria y positiva novadora; es la
gran fuerza que ha hecho en parte, y va a
realizar completamente, en lo porvenir,
una nueva sociedad y un nuevo Estado,
cuyos lineamientos ni siquiera sueñan
los utopistas teorizantes de la violencia
y de la impaciencia reformadoras. El
conjunto sistematizado de conocimien-
tos humanos que llamamos ciencia,
cuya aplicación a las artes industriales
ha multiplicado la producción de mane-
ra exorbitante, hace tiempo que decla-
ró que las máquinas son y deben ser los
verdaderos esclavos del hombre, en un
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DR © 2018.
régimen de esclavitud sin galeras y sin

látigos, sin crueldades y sin que descaez-
ca la libertad; o cuando las máquinas se
destinen a multiplicar los elementos de
la producción organizada técnicamente
para servir, no a una clase, cualquiera
que se considere y por respetable que
sea, sino a la sociedad entera, con el me-
nor esfuerzo muscular del hombre, hoy
tan íntimamente ligado a la materia y a
la economía: para que pueda purificar
el espíritu sin tener como preocupación
principal y absorbente la adquisición de
los bienes materiales, lo que la ciencia
está a punto de lograr, según lo esperan-
zan sus últimas investigaciones, anuncio
de nueva era en que el espíritu logrará
el dominio pleno de la energía para po-
nerla en abundancia insospechada a dis-
posición de la Humanidad.
Más que la ciencia no lo hará todo
es indudable, como indudable es que su
influjo inmenso y su poder incontras-
table serán benéficos para el mundo si
el hombre los aprovecha en bien de la
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DR © 2018.
Humanidad; y así es como nuestro pen-

sador don Pedro Zuloaga se pregunta,
¿cuál será el uso que harán nuestros her-
manos de las fuerzas intra-atómicas, en
la paz y en la guerra? Esta ha sido desde
los espejos de bronce de Arquimedes,
que sirvieron para incendiar una flota,
hasta los tanques y gases asfixiantes y su
antídoto, en la funestísima guerra mun-
dial, fuente y acicate constante de des-
cubrimientos científicos, que después
ha utilizado el hombre en la industria
maravillosamente; y si es cierto también
que la combatividad nuestra no se extin-
guirá de una manera absoluta sino con
la especie, podemos asegurar asimismo
que con la perfección del conocimien-
to de las fuerzas intra-atómicas por la
ciencia, aplicadas a la destrucción en la
propia guerra, a medida que sean ma-
yores y mejor conocidos sus estragos se
harán menos guerras; porque de éstas
se pasaría al suicidio, puesto que, en el
momento en que los combatientes ten-
gan la plena seguridad de que ambos
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morirán en la contienda, a menos que

pacten un suicidio, pactarán sin duda la
paz; toda vez que en todo combate, en
toda lucha, existe siempre la secreta es-
peranza de triunfar de parte de cada uno
de los luchadores, y si el triunfo, como
idea, se convierte en convencimiento
de que se aniquilarán los combatientes,
porque los medios de destrucción de
los que luchan son mortíferos inevita-
blemente, entonces la lucha cruel e in-
humana se irá transformando en lucha
cada vez más incruenta y humana, como
otras instituciones se han transformado
en tal sentido en el decurso de los si-
glos, cual lo atestigua la historia (guerra
bio-química).
Y si la ciencia, tan sólo con su
perfeccionamiento, puede llegar a im-
pedir la crueldad por el espanto de sus
desoladores efectos estimulando el sen-
timiento o instinto de conservación con
sus razonables y lógicas consecuencias;
para fortuna del hombre existen ade-
más, otras facultades en su espíritu que
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DR © 2018.
guían y deben guiar a la ciencia, a saber:

la intuición, el amor, la fe, la caridad,
y los derivados consiguientes: la suavi-
dad en las costumbres, la honestidad, el
sacrificio por otros, etc., que la moral
lleva en su vehículo predilecto llama-
do Religión, y que desde la más remo-
ta antigüedad ha venido modificando
paciente y resignadamente los malos y
peores instintos del hombre, lográndolo
poco a poco, paso a paso, no sin las más
injustificadas de las persecuciones de los
ácratas y de los imbéciles, de los inton-
sos y de los perversos:
“La Religión es el opio del pue-
blo”, se ha dicho sin sentido filosófico
alguno, con el simplicismo radical de un
mero programa político.
La ciencia ni es buena ni es mala
en sí o por naturaleza; no es, por tanto,
moral ni inmoral, como afanosamente
han querido sostenerlo algunos cando-
rosos, es amoral, y lo mismo sirve a los
fines más elevados del espíritu que a las
malas y bajas propensiones del humano
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DR © 2018.
sentir, todavía cercano, muy cercano,

del feroz y temido carnicero. Paul Lan-
gevin, físico de justo renombre, profesor
en París del Colegio de Francia, dice in-
genuamente: “Aquellos que han dedica-
do su vida a la ciencia ven con dolor el
fruto de sus esfuerzos en servicio de tra-
diciones de violencia. . . Como ni siquie-
ra puede pensarse en limitar la ciencia,
es menester absolutamente luchar con-
tra la guerra”. Por eso el estudio de la
ciencia que no vaya fuertemente unido
a una educación religiosamente moral o
de liga estrecha al cumplimiento de los
más altos deberes humanos producirá
catástrofes, cataclismos y conflagracio-
nes que es preciso evitar a toda costa,
organizando el Quinto Poder, como lo
llama D. Little, ilustre profesor de Cam-
bridge (parodiando a Edmundo Burke,
que acertadamente dijo que la prensa
es el Cuarto Poder); mucho más impor-
tante que todos los poderes, el Quinto
Poder; o sea el nuevo poder espiritual,
compuesto de aquellos que tienen la
40
DR © 2018.
sencillez de observar con curiosidad y

paciencia, la habilidad de interrogar a
la naturaleza, el poder de generalizar
las uniformidades, la capacidad de apli-
carlas. “Es, en una palabra, el grupo de
pensadores, trabajadores, expositores
y experimentadores con quienes tiene
que contar el mundo de un modo abso-
luto para la conservación y el adelanto
de esos conocimientos organizados que
llamamos ciencia”. . . “Ellos son quienes
proporcionan el poder y los frutos del
conocimiento a las masas, que se con-
forman con pasar la vida sin pensar ni
interrogar, que aceptan el fuego y la in-
cubación del huevo, la atracción de una
pluma por un pedacito de ámbar y las
estrellas en sus trayectorias, como un
pez acepta el océano.
41
DR © 2018.
PLURALISMO
Y T O TA L I S M O
DR © 2018.
L a ciencia producirá los efectos que el

nues-
hombre quiera que produzca, y
tro mayor afán deberá ser consagrarse al
cultivo de la totalidad de nuestro espí-
ritu, dirigido por el amor y encamina-
do hacia el bien. Una totalización diría
yo que es la filosofía verdadera, si como
tendencia explicativa no pecara de ab-
soluta, ya que si es imposible concebir
siquiera la totalidad de las influencias
de las fuerzas cósmicas y espirituales
que actúan en el hombre, a lo menos,
y sin más ambiciones, optemos por un
criterio de puro relativismo, de vastas
perspectivas ilimitadas que nos enseñe
el principio de pluralidad de causas y
mezcla de efectos, para mejor compren-
45
DR © 2018.
der el mundo y la vida, “para mejor sa-

tisfacción de las necesidades del espíritu
y las exigencias de nuestra razón”, dice
Wundt. Un pluralismo filosófico, por
no decir un totalismo, es lo que falta al
hombre de mi tiempo para bien usar de
todas las conquistas de los sabios. Or-
ganicemos, al lado del poder temporal
y político, el nuevo poder espiritual o
el Quinto Poder, o el de los técnicos; es
cosa de necesidad urgentísima porque
caminamos hacia el Estado-Industrial,
que será guiado, como siempre, por el
político de genio que aprecie en su con-
junto la ruta de los destinos de los pue-
blos; pero siguiendo inevitablemente a
los técnicos, pensadores, artistas y de-
más miembros del nuevo poder de que
nos habla D. Little.
La sociedad y el Estado necesitan
grandemente de sus técnicos para poder-
se guiar con beneficio de la colectividad,
necesitan también de sus moralistas y
pensadores, como decíamos al princi-
pio, hoy tan desdeñados y abandonados
46
DR © 2018.
a sus propios recursos, casi siempre nu-

los o exiguos o punto menos que mise-
rables, porque todo su tiempo, toda su
vida y su pensamiento, íntegramente los
dedican a las experiencias, a la medita-
ción y al estudio. Es, por tanto, nece-
saria la organización del nuevo poder
espiritual en defensa de los individuos
que lo forman, así como orientar la vida
social. Hoy, el Estado y la sociedad se
sirven de ellos y de sus descubrimientos,
mas no los protegen cual fueron prote-
gidas en la Edad Media las ciencias y las
artes el regazo amoroso del Monasterio
de Monte Casiano, de las Abadías y de
otros focos de luces, pues los monjes
cuidaron de las bibliotecas, de los escri-
tos de Platón y Aristóteles, y trabajaron
sin descanso en el silencio y en la paz de
una dedicación completa al cultivo del
espíritu, sin los sobresaltos de la lucha
por la vida material. En la actualidad se
hablaba mucho de cuestiones sociales, y
los hombre de gobierno en su gran ma-
yoría legislan sin oír la voz de la ciencia
47
DR © 2018.
y algunos detestan a la ciencia, la cual

acusan de haber mecanizado al hombre,
y declaran que han perdido la fe en la
ciencia, en la religión y en el derecho; y
es que no tienen fe en la ciencia porque
no la conocen, no tienen fe en la reli-
gión porque la confunden con los mila-
gros, no tienen fe en el derecho porque
cometen delitos y no se les castiga; mas
se sirven del automóvil, de la luz eléctri-
ca y del radio que produjo la ciencia, lo
que nos hace recordar a Carlyle cuando
refiere que en la isla de Sumatra hay una
especie de escarabajos o grandes cocu-
yos que la gente ENSARTA en espeto-
nes, y con ellos se ilumina de noche en
los caminos; de ese modo, las personas
de condición pueden viajar con un agra-
dable resplandor que mucho admiran.
¡Séales rendido justo homenaje a los co-
cuyos, pero …! ¿nada más…?
¿Nuestras abnegadas mujeres
mexicanas dejarán definitivamente el
metate agobiador para moler el maíz en
la maquina ya bien conocida? ¿O acusa-
48
DR © 2018.
remos a la ciencia de haberlas mencio-

nado? ¿Los tractores, harán por fin que
el arado egipcio desaparezca de nuestros
pobres campos? ¿O seguimos emplean-
do las maquinas para producir y super-
producir, a fin de luego quemar campos
de caña de azúcar, encender calderas de
barcos con café, echar al mar millones
de kilos de trigo, de arroz, etc., con
mira de poder conservar un precio en
el mercado favorable a los empresarios?
La ciencia ha creado las máquinas como
los nuevos esclavos del hombre, ¡quién
lo creyera! se han destinado a escla-
vizar a la Humanidad con más fuerza;
pero esa destinación de la máquina, del
maquinismo capitalista, no la ha dado
la ciencia; esa destinación es hija del
propio hombre, que sin oír al Quinto
Poder, sin oír al sociólogo, al moralis-
ta, al pensador, ha organizado una pro-
ducción sin consumo, una economía sin
rumbos, una sociedad sin misericordia,
un Estado sin técnica, y en suma: una
civilización (?) monstruosa y degradan-
49
DR © 2018.
te. Hablemos con verdad y digamos que

restringir la producción y destruir los
alimentos, a fin de fijar precio costeable
al capitalismo de la “tríada fatal” (1) del
provecho, el interés y la renta, moral-
mente es un crimen y lógicamente es un
error; convengamos en que esto es impo-
sible que pueda continuar de modo in-
acabable: las máquinas que nos ha dado
y nos sigue dando la ciencia son y deben
ser los nuevos esclavos del hombre, y si
con su sobreproducción ilimitada ya no
son un aliciente para el lucro individual
del capitalista, la disyuntiva está planea-
da y la razón la indica: organicemos la
producción en el Estado-Industrial, con
el hombre político y el hombre de téc-
nica, para abolir el error inmoral de se-
guir quemando el algodón que vestirá al
harapiento, el trigo, el arroz, el azúcar y
el café que han menester los hambrien-
tos, y así darles trabajo a los millones y
millones de desocupados que amenazan
1 ) Fernando de los Ríos. El Sentido Humanis-
ta del Socialismo.
50
DR © 2018.
la paz universal.
Mas hagamos lo primero sin vio-
lencia, sin impaciencias, sin reformas a
plazo fijo de planes quinquenales; ha-
gámoslo sobre todo sin mengua de la
libertad humana, que es el regalo más
grande que nos legó el pasado como ba-
samento inconmovible y firme, libertad
sin exageraciones inhumanas que im-
pidieron realizarla en la era liberalista
exagerada, y vayamos al encuentro de
una vida nueva con el íntegro tesoro de
experiencia de nuestros padres, apoya-
dos al método que nos ofrece la ciencia
y las inclinaciones de amor al bien, que
deben perseguirse para la Humanidad
incesantemente.
Por lo dicho, los hombres de pen-
samiento deben agruparse en concurso
desinteresado para orientar la vida so-
cial; a los juristas especialmente muy de
cerca pensar sobre la organización in-
dustrial que reclaman con urgencia las
sociedades de nuestro tiempo: para la
determinación jurídica del nuevo Esta-
51
DR © 2018.
do correspondiente a la nueva sociedad;

pero sin ismos de política militante, o
sin los mil y mil teorizantes que nos in-
vaden y ya atormentan los oídos por to-
das partes con sus medios de llegar a la
posesión del poder político, medrando
sin conciencia y sin ciencia. No, haga-
mos el estudio de tan graves problemas
con el espíritu científico y sus métodos,
porque son los únicos que, como faros
de radiante luz, nos llevarán por la an-
cha senda de lo verdadero; es el espíritu
científico, en fin, el que nos podrá dar el
norte para resolver tan graves cuestio-
nes como las que tiene enfrente en estos
momentos la Humanidad. El amor y la
ciencia, en consorcio supremo, nos da-
rán la nueva luz; y ésta jamás nos vendrá
de la violencia, de la inconciencia y de
la impaciencia en espurio contubernio.
52
DR © 2018.
LA TEORÍA GENERAL DE LAS

FUNCIONES COMO MÉTODO
DE INVESTIGACIÓN SOCIOLÓGICA
DR © 2018.
D on José Vasconcelos -monista en

filosofía-, a tiempo que era Direc-
tor de la Escuela Nacional Preparatoria
dijo una frase que causó profundo efec-
to en mi espíritu, cuando los alumnos
pedían cursos especiales preparatorios
profesión: “Ustedes, dijo él, no com-
prenderán jamás qué es una función so-
cial si no saben lo que es una función
matemática”. Pasó el tiempo, y en cur-
sos superiores de ciencias sociales, en li-
bros y revistas, conferencias y discursos,
estudié, leí y oí hablar de funciones so-
ciales, y llegué a concluir, en mi cátedra
de Legislación Social en la Escuela Libre
de Derecho, que no se ha formado en
toda su extensión y en sus consecuencias
lo relativo a una teoría general de to-
das las funciones, desde las matemáticas
55
DR © 2018.
a las biológicas y las sociológicas y las

morales; y desde entonces otros maes-
tros y pensadores verdaderos me han
sugerido el método de las funciones en
las investigaciones sociológicas, y hasta
una definición de la función social a que
conduce la excelencia de ese método, el
cual me empeñaré en demostrar, como
antecedente necesario del estudio de las
garantías sociales e individuales, desde
el punto de vista jurídico.
Veamos primero si, como lo pre-
tenden algunos escritores, el concepto
de función social se opone al concepto
de derecho individual. Estiman la fun-
ción social como una moda incompren-
sible, en pleno descrédito, del organicis-
mo sociológico, y hasta se pregunta, ¿ha
ganado algo la ciencia jurídica al definir
la propiedad -no ya como un derecho-
sino como una función de la sociedad?
Agregan que cuando el derecho clásico
definió la propiedad como el derecho
exclusivo de usar, gozar y abusar de una
cosa dió a los espíritus un fruto bien ma-
56
DR © 2018.
duro, definición clara y precisa, como

sencilla y comprensible; más cuando los
nuevos pensadores y legisladores dicen
que la propiedad es función social, y
con esto quieren decir que ya no es un
derecho individual tradicional, las ti-
nieblas de la confusión invaden nuestra
mente. Estos críticos de la función nos
preguntan, con razón no escasa: ¿qué es
una función social? “En la matemática
la palabra función tiene un significado
preciso, exacto y claro. Grandes genios
de la humanidad han elaborado, en
torno de ella, preciosas lucubraciones:
Leibnitz en 1694, Bernouillí en 1698 y
Euler en 1734 explicaron a la humani-
dad pensante lo que debe entenderse
por función matemática y expusieron
sus ideas sobre el particular en esplen-
didas teorías. En los tratados de álgebra
leemos que FUNCION ES UNA CAN-
TIDAD VARIABLE DE CUYO VALOR
DEPENDE EL VALOR DE OTRA O
MAS CANTIDADES VARIABLES (en
una relación invariable). Spengler ha de-
57
DR © 2018.
mostrado que la matemática moderna se

distingue de la antigua en que mientras
ésta descansa sobre la idea del número
apolíneo -magnitud mensurable-, la ma-
temática occidental reposa sobre la fun-
ción, concepto decisivo que no aparece
ni vislumbrado siquiera en ninguna otra
cultura” (1).
Pasando a la biología, el concepto
de función tiene también un significa-
do preciso y claro, técnico y concreto,
la relación invariable de cantidades se
transforma en relación de cantidades
organizadas de materia, más actividad.
La connotación que esto abarca es la
de acción vital, que supone relaciones
de proporción y armonía entre todas
las partes vivas de un cuerpo con vida,
como sienta Claudio Bernard. Lo que
en matemáticas o en física o química era
una relación invariable entre cantida-
des, como por ejemplo, radio y círcu-
lo, calor y dilatación de los cuerpos o
combinación de hidrógeno y oxígeno en
( 1 ) Equis. La Función Social.
58
DR © 2018.
proporciones invariables, etc. Relación

en la cual un hecho es función del otro,
esa relación se complica al convertir-
se en acción que supone el nuevo dato
que es la vida, es decir: una dependencia
entre órganos cuya actividad está ínti-
mamente vinculada en una coordina-
ción cuyo conjunto forma una armónica
síntesis de equilibrio que determina un
ser organizado, armonioso en todo su
conjunto de órganos y sistemas fisioló-
gicos, cuando son normales; pero en la
función biológica se apunta una diferen-
cia importante y significativa respecto
de la función invariable y constante de
la función matemática y físico-quími-
ca, y es que en la relación de la función
biológica hay interrupción o variación
y, por ello, es contingente, toda vez que
la relación de actividad que contiene
la función biológica puede convertirse
en una disfunción o acción vital que se
aparta del equilibrio y la armonía del
ser organizado, y entonces el fenómeno
de la función en biología se complica,
59
DR © 2018.
y en la fisiología o estudio de la fun-

ción biológica normal surge la fisiología
patológica o estudio de las disfunciones
o funciones anormales de los órganos
y sistemas y aparatos del organismos.
He ahí las semejanzas y desemejanzas
de ambas funciones, que se acentúan y
multiplican en las funciones sociales
que vamos a estudiar en seguida.
Si, pues, la matemática y la bio-
logía nos han podido dar un concepto
suficientemente claro, ¿pueden darnos
algo semejante los modernos pensado-
res y jurisconsultos de la función social?
“Los jurisconsultos de hoy nos obse-
quian la frase pero no nos hacen la gra-
cia de precisar su contenido, como si
fuera tan evidente que no necesitase ex-
plicación” ... “Juristas alemanes y fran-
ceses, entre éstos de modo especial León
Duguit, han puesto de moda, en los me-
dios universitarios y entre los flamantes
legisladores, la idea de que LA PROPIE-
DAD NO ES YA UN DERECHO SINO
UNA FUNCION SOCIAL”.
60
DR © 2018.
SIGNIFICADO DE LA
FUNCIÓN SOCIAL
DR © 2018.
F ue el fundador de la sociología quien

acuñó la frase como aplicación, en lo
social, de la teoría general de todas las
funciones, y Pierre Laffitte quien vió, en
la teoría de las funciones, una expresión
de las leyes naturales de todos los fe-
nómenos, desde el matemático hasta el
social y moral. Entre los numerosos mé-
ritos de Augusto Comte es uno de ellos
haber demostrado explícitamente la so-
lidaridad de todos los componentes de
una sociedad dada, la cual solidaridad,
antes de Comte, sólo implícitamente se
presentía. Tal demostración consiste en
probar el carácter social que tienen to-
das las funciones, desde la de barrende-
ro hasta la de supremo director espiri-
63
DR © 2018.
tual, en hacer ver claramente que el fin

de la existencia humana es vivir para los
demás, para la Humanidad, y que los in-
dividuos no pueden hallar la felicidad
sino en el cumplimiento de ese destino,
porque entonces se realizan las condi-
ciones internas de la salud moral y és-
tas entran en armonía con el medio so-
cial. Así que la función social se explica
como la interdependencia o solidaridad
invariable, el consenso de todos los ele-
mentos sociales para destinar la activi-
dad individual en el uso de las fuerzas
sociales (gobierno, educación, riquezas,
virtud, ciencia, cultura, ley, etc.), a fin de
mejorar la sociedad existente. Los no-
bles impulsos de la naturaleza humana
desarrollados en el curso de la civiliza-
ción, han sido la fuente de las funciones
sociales, y éstas adquieren en cualquier
tiempo, el apoyo de su esplendor cuan-
do son voluntariamente aceptados los
arduos deberes que entraña su ejercicio
por personas libres: hermanos de la ca-
ridad, sacerdotes modelos, maestros y
64
DR © 2018.
autores perínclitos, gobernantes patrio-

tas prototipos, héroes que se sacrifica-
ron deliberadamente por salvar a otros
o mejorar su condición, inventores, via-
jeros, descubridores, etc., etc.
Las concepciones del fundador
de la sociología fueron introducidas en
el derecho, brillantemente, por el ilus-
tre profesor de la Facultad de Burdeos
León Duguit, quien explica en sus libros
de modo admirable, el fenómeno de la
solidaridad, que él llama interdepen-
dencia por asco y repugnancia que le
causa la palabra solidaridad, manoseada
y befada por políticos y asaz despresti-
giada en sus insinceras declamaciones
demagógicas. Guiado por esa doctrina
positivista, bien conocida, de que no
existen los derechos subjetivos o natu-
rales sino la regla de interdependencia,
que obliga a los hombres a cumplir con
sus deberes, como concepción de un
nuevo derecho objetivo, real o social,
en su entusiasmo llega a conclusiones
verdaderamente metafísicas o subjeti-
65
DR © 2018.
vas, sin quererlo, al dar un alcance exa-

gerado a la regla social como un nuevo
derecho natural subjetivado, que indica
hasta qué punto y hasta qué extremos
se puede llegar cuando se abandona el
espíritu científico a que obliga el princi-
pio de la pluralidad de causas y mezcla
de efectos vigilante de una explicación
de totalidad o, por mejor decir, plura-
lista, de que antes he hablado, para no
dejar de tener en cuenta, en la investiga-
ción de los fenómenos, ninguna de las
causas, concausas y efectos que se hacen
causas que se entremezclan y enlazan
hasta donde nuestra capacidad puede
apreciarlos. A Duguit, se le podría lla-
mar con propiedad el jurisconsulto de
la función social, por el inmenso be-
neficio que trajo al derecho al demos-
trar palpablemente que el subjetivismo
empírico debía ceder a la demostración
objetiva de sus fundamentos socioló-
gicos, o lo que es lo mismo, por haber
fundado, en gran parte, el derecho en la
sociología, es decir, por haber puesto las
66
DR © 2018.
grandes bases de lo que hoy se llama y

pocos comprenden: EL FENÓMENO
DE LA SOCIALIZACIÓN DEL DERE-
CHO, fenómeno que habitualmente se
entiende por esos demagogos y decla-
madores, que detesta Duguit, como una
creación de las actividades político-mi-
litantes del multiforme socialismo. Para
la ciencia, y no para la política, sociali-
zación del derecho significa la invasión,
más bien la infiltración en el derecho de
los principios sociológicos, y con ellos,
de los demás principios científicos inse-
parables que supone esta ciencia; signi-
fica la transformación del derecho sub-
jetivo, trascendental, irreal, arbitrario y
empírico a las veces, hacia un derecho
objetivo, real y científico, derivado del
progresivo conocimiento de las leyes
sociales, que son las que directamente
rigen las relaciones humanas que cons-
tituyen los actos jurígenos. Es para el
jurista la sociología lo que para el in-
geniero la matemática, y lo que para el
médico la biología.
67
DR © 2018.
Mas, los méritos reconocidos de

León Duguit deben reducirse a su justo
valor, y acaso se pudiera decir que sus
errores han sido tan grandes, como sus
aciertos, haciendo tanto bien al derecho
como daño a los principios sociológicos
que lo apoyan al dejarse arrebatar por
exageraciones de un principio que, cual
una panacea, trató de aplicar en todas las
explicaciones de su investigación jurídi-
ca; la regla superior de obligar al hom-
bre conforme a una regla de conducta,
como derecho suprasensible, trascen-
dental y metafísico, invariable, único y
(1) La contingencia de las leyes naturales, que en

materia social es mucho mayor, hace que la regla
enunciada por Duguit penetre en el dominio de lo
subjetivo; pero no se crea, por esto, que menospre-
ciamos la vida subjetiva, pues solamente queremos
decir que en tratándose de estudios fenomenoló-
gicos y no ontológicos, o de causa a efecto, aún en
psicología, la relación entre el sujeto y el objeto
nunca debe abandonarse, como lo hace Duguit,
al establecer una regla absoluta e invariable para
hombres con atributos que no tiene el terráqueo
de nuestra pobre especie. Subjetivismo en el que
incurren todos los impacientes reformadores de la
68
DR © 2018.
absoluto: regla del deber del hombre, de

obrar conforme al fin social de interde-
pendencia (1). “Ahora bien, hoy día-lo
dice Duguit-TENEMOS CLARA CON-
CIENCIA DE QUE EL INDIVIDUO
NO ES UN FIN, SINO UN MEDIO;
que el individuo no es más que una rue-
da de la vasta máquina que constituye el
cuerpo social; que cada uno de nosotros
no tiene razón de ser en el mundo más
que por la labor que realiza en la obra
social” (2).
La transcripción anterior me au-
toriza a decir, sin ambages, que Duguit
no entendió las profundas raíces cientí-
violencia, que se forjan una idea del hombre distin-

ta de la naturaleza que en realidad tiene, y constru-
yen con él una sociedad que sólo en su imaginación
calenturienta puede existir. La vida subjetiva en el
hombre, que en sus limitados dominios hace la de-
licia paradisíaca en el arte, en la región, en la moral
y en el amor, como la parte más noble y digna de
la vida humana, en lo científico el subjetivismo es
un engendro satánico que traiciona al hombre, en
su afanoso empeño de superarse, convirtiéndolo en
verdugo arbitrarlo de la Humanidad.
(2) Las transformaciones del Derecho Privado.
69
DR © 2018.
ficas de las funciones sociales, y que los

ataques de imprecisión que se han lan-
zado a los juristas que hablan de funcio-
nes sociales son legítimos y verdaderos,
porque tales juristas llenan de tinieblas
y confusión su concepto, lo que no su-
cede con la concepción purísima de las
otras funciones, como la matemática y
la biológica, y menester es desandar el
camino hasta llegar a esas mismas fun-
ciones para que con lógica austera y dis-
ciplinante podamos rematar en una ver-
dadera definición de funciones sociales.
70
DR © 2018.
FUNCIÓN SOCIAL
Y EL DERECHO
DR © 2018.
I nvestigué este problema desde que el

maestro Miguel S. Macedo me enco-
mendó, como Presidente de la Barra de
Abogados, el Estudio del Código Penal
Mexicano de 1929, y traté de aplicarle
el método derivado de las funciones en
general. Noté entonces que las sencillas
relaciones matemáticas entre constan-
tes y variables, con una dependencia
invariable determinada por la función
respectiva, pasan a los fenómenos as-
tronómicos y físico-químicos con sus
características de la atracción, dilata-
ción, afinidad y demás propiedades de
los cuerpos, en ciertas y determinadas
proporciones y cantidades, llegando a
complicarse más y más en el ascenso ha-
cia la complejidad de otros fenómenos
al encontrar el nuevo dato de la vida, en
73
DR © 2018.
el que la relación matemática, astronó-

mica, física y química se transforma en
una relación de actividad o de acción vi-
tal que constituye la función biológica;
las constantes y variables, como térmi-
nos de relación matemática, se convier-
ten en órganos, aparatos y sistemas de
órganos que en su funcionamiento ar-
mónico y de equilibrio constituyen una
suprema función de funciones, como di-
cen los matemáticos, relacionadas entre
sí, que determinan el ser animado hasta
la suprema expresión o más elevada en
el hombre. Ser esencialmente sociable,
como dijo Aristóteles; ser cuya existen-
cia no se realiza sino cuando su concien-
cia es parte de la conciencia de su espe-
cie, solidario e interdependiente de los
otros hombres y especialmente de sus
grupos afines, en relación constante de
acciones vitales, instintivas o racionales,
egoístas y desinteresadas, perversas o
generosas, pero siempre relaciones hu-
manas de individuo a individuo, de in-
dividuo a grupo de individuos, de indi-
74
DR © 2018.
viduos y grupo con el medio físico, con

finalidades egoístas individuales, con
finalidades altruistas o caritativas hacia
otros individuos o hacia la sociedad; o
bien se contraponen o se coordinan to-
das esas actividades y finalidades y has-
ta se destruyen entre sí dando origen a
la anarquía; estado transitorio al fin se
elimina por la coordinación de los mo-
tores de la mecánica social, ya que “cada
trastorno social no es más que una aspi-
ración hacia una organización mejor; y
que en la lucha de la anarquía contra la
sociedad es esta última quien acaba por
triunfar”, según la exacta expresión de
Ihering (1). O como dice Bergson: en la
naturaleza no hay desorden sino diver-
sos órdenes (Evolución Creadora).
El derecho subjetivo y natural
rompió de modo indebido la relación
que une indisolublemente, con lazos fir-
mísimos, al individuo y a la sociedad,
aisló al uno de la otra, y suponiendo la
(1) El Fin en el Derecho. Ihering.
75
DR © 2018.
existencia individual, que es puramen-

te imaginaria, la contrapuso a la exis-
tencia de la comunidad y opuso los fi-
nes individuales a los fines sociales, sin
pensar que ambos están íntima y cons-
tantemente ligados. “Varios hombres
unidos no persiguen el mismo fin más
que cuando el interés de todos conoce
al mismo resultado. Quizá ninguno de
ellos piensa en el fin como tal fin; todos
tienen el espíritu dirigido hacia su pro-
pio interés, pero estos intereses están de
acuerdo con el fin común y, trabajando
para sí, cada uno trabaja para los de-
más” (1).
La ley sociológica de la solida-
ridad humana, desarrollada admira-
blemente por Durkheim, demuestra la
interdependencia que existe entre la so-
ciedad, los individuos y el medio físico;
tiene por causa la densidad material y
moral de la población, la especializa-
ción de las funciones individuales por la
vocación particular y la originalidad in-
(1) Ihering. Op. cit.
76
DR © 2018.
dividual y la división del trabajo. Existe,

pues, entre el individuo y la sociedad y
el medio en que se desarrolla una nueva
relación que participa de caracteres ma-
temáticos, astronómicos, físicos y bio-
lógicos que determinan y condicionan
su existencia, pero muy especialmente
existe, además de todas esas, otra rela-
ción, también constante e invariable, de
carácter pura y privativamente social,
que necesaria y fatalmente condiciona
a todos los individuos de una sociedad,
a tal grado QUE SON INCONCEBI-
BLES LOS INDIVIDUOS SIN LA SO-
CIEDAD Y ÉSTA SIN AQUÉLLOS, Y
AMBOS SIN MEDIO FÍSICO; y esta
relación constante de fines individuales
y actividades individuales, y de fines y
actividades sociales, es lo que caracte-
riza a las funciones sociales, verdade-
ras funciones o funciones relacionadas
entre sí, que ya podemos definir: como
UNA RELACIÓN RELATIVAMEN-
TE INVARIABLE DE SOLIDARIDAD
QUE EXISTE ENTRE LA ACTIVI-
77
DR © 2018.
DAD INDIVIDUAL DEL HOMBRE Y

DE SUS FINES CON LA ACTIVIDAD
MERAMENTE SOCIAL Y SU FINA-
LIDAD EN UN MEDIO FÍSICO. Cabe
en esta definición lo que en biología es
una disfunción y lo que en la sociología
podrían llamarse funciones antisociales,
o fuera del orden de la solidaridad, o
delictuosas.
Funciones sociales que la morali-
dad individual va aceptando libremente
como la conjunción de un problema de
valor de la existencia; es decir: como el
cruzamiento de una ley impuesta por la
naturaleza y una valoración moral que
el individuo con libertad acepta cada vez
más ampliamente para que cada hom-
bre sea un funcionario social, usando
de la célebre frase de Augusto Comte.
Desde entonces surge la necesidad de un
“derecho social” coordinador que revi-
se y valore las relaciones de actividades
individuales y lleve a cabo un ajuste o
acoplamiento en todas las demás ramas
del derecho privado como en el derecho
78
DR © 2018.
público, para que las notas dominantes

y privativas de cada rama no carezcan
de la necesaria armonía del conjunto.
En consecuencia podemos decir que
el derecho, ante todo, es social, que es
público y es privado; pero por encima
de todos los beneficios de la socializa-
ción del derecho encontramos este, que
es muy grande como suprema realiza-
ción jurídica: la concepción del derecho
como consecuencia subjetiva de la obli-
gación, y que es esta el aspecto positivo,
real y verdadero del derecho; es decir:
que existe el deber de cumplir con la
regla de interdependencia social y que
sólo en cuanto se cumpla con tales debe-
res se pueden tener derechos, elevando
el derecho a la categoría de un correlati-
vo implícito y subordinado del deber; a
tal punto, que se ha podido decir que si
el pasado liberal hizo la declaración de
los derechos del hombre, nuestra épo-
ca ha proclamado LOS DEBERES DEL
HOMBRE COMO ANTECEDENTE
NECESARIO.
79
DR © 2018.
En ninguna rama del derecho se

ha manifestado la influencia del dere-
cho social como en el derecho penal;
la socialización del derecho penal se ha
verificado justamente con los caracteres
que hemos señalado antes; porque al
mismo tiempo que se robustece y afir-
ma la defensa social -antes o después de
cometido el delito- lo cual no es otra
cosa sino una atención decidida en favor
de los intereses y fines sociales puestos
en peligro, se consagra igual y decidida
atención al individuo que trata de dañar
o ha dañado a la sociedad: al delincuen-
te. Y entre estos dos términos forzosos y
necesarios de toda relación social giran
todas, absolutamente todas las teorías
e instituciones modernas del derecho
criminal. La sociedad debe defenderse,
pero también ha de reformar, en el más
amplio sentido, al delincuente por ser
hombre, porque es un valor social ne-
cesario, y llamo la atención de los juris-
tas en esta ocasión, en el sentido de que
pocas ramas del derecho han llegado a
80
DR © 2018.
tener una visión científica de las reali-

dades sociales, como la tiene ya el de-
recho penal, AL CONSAGRAR IGUAL
IMPORTANCIA A LAS ACTIVIDA-
DES Y FINES INDIVIDUALES QUE
A LOS SOCIALES EN UN AFÁN DE
COORDINACIÓN Y EQUILIBRIO
SOCIAL.
La mejor legislación humana es la
que no contradice la ley natural favora-
ble a la vida social; pues quien da coces
contra el aguijón o puñetazos a las rocas
se sangra; de donde nace la imperiosa
necesidad de conocer las leyes naturales
si la legislación artificial se quiere que
sea buena, sabia, racional, lo cual des-
de Grecia se reconoció explícitamente:
“Creyó Atenas que no se formaba un
jurisperito sin el socorro de todas las
ciencias”. He ahí la importancia del
estudio de la ley natural a través de la
teoría general de las funciones como el
primer capítulo del derecho social. Y di-
cho todo lo anterior no podemos acep-
tar la frase de Duguit, que asigna para
81
DR © 2018.
el individuo un papel de simple medio,

dejando de ser un fin, una rueda de la
vasta maquinaria del cuerpo social. De
la concepción individualista de la socie-
dad se ha pasado al extremo contrario
y la reacción, ha sido, como se dice en
mecánica, igual y contraria a la acción.
La verdad no está en el famoso
término medio aristotélico, como ex-
presión tibia de cauteloso eclecticismo,
despreciable en toda investigación filo-
sófica o científica, aunque muy intere-
sante cuando se trata de resolver cues-
tiones de aplicación práctica inmediata,
o como verdadera transacción entre
dos actividades transitorias. No, ni el
individuo ni la sociedad de hombres
son medios o fines de un modo sim-
plista y absoluto, y tanto el individuo
como la sociedad son y deben ser fines
en coordinación suprema de equilibrio;
pero individuo y sociedad también son,
desde cierto punto de vista, medios el
uno para el otro según la relación que
se quiera considerar, toda vez que en la
relación funcional ambos términos son
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DR © 2018.
igualmente importantes, como lo son

los dos igualmente en la función ma-
temática de nuestro ejemplo de radio y
círculo, en la que no podríamos decir de
una manera general qué sea más impor-
tante, si el radio o el círculo, o viceversa;
como no podríamos decir, en la función
biológica, que el corazón o el cerebro
sea más interesante, puesto que en todas
las funciones lo que es necesario y fun-
damental es la armonía, el equilibrio,
la coordinación de todos los términos
de la relación, ya sea matemática sim-
plemente, de actividad o de solidaridad
en la vida de los individuos como en las
sociedades. Los infinitamente pequeños
en una sociedad, cual en todo, son tan
dignos de atención final, en la comuni-
dad, como lo es ella misma en su con-
junto, y lo importante en este proble-
ma de los fines o teleológico es saberlo
comprender, coordinar y determinar, en
cada caso, por los juristas y legislado-
res, pues el individualismo liberal hubo
menester la socialización, y esta, en sus
justas proporciones, no puede ni debe
83
DR © 2018.
despreciar, ni siquiera desatender, al in-

dividuo, fuente eterna de originalidad,
de variedad y de genio en todas las ac-
tividades: en la ciencia, en el arte, en la
moral y el heroísmo.
El estudio de la función social
nos muestra, de modo irrefutable, que
existe una interacción coordinada de
interdependencia entre la actividad de
los individuos y sus fines y la actividad
meramente social y su finalidad, y que
sólo comprendiendo así la vida social se
puede llegar al equilibrio a que aspira
el mundo en sus esfuerzos para lograr la
paz universal. Pero no lo entendió así la
escuela liberal ni lo entienden tampoco
los políticos de la socialización violen-
ta, que tratan de acabar con la libertad
individual del hombre y de sus fines. La
concepción de los fines individualistas
absolutos, considerados como exclusi-
vos y suficientes de por sí, correspon-
de exactamente a la concepción france-
sa individualista liberal de la sociedad:
“El individuo es la base y el objeto de
84
DR © 2018.
las instituciones sociales. El fin de toda

asociación política, es la conservación
de los derechos naturales imprescripti-
ble del hombre: LA LIBERTAD Y LA
PROPIEDAD”.
Más la reacción socializadora es,
como decíamos, igual y contraria a la
acción liberal individualista. La escuela
liberal dio preferencia al individuo y lo
elevó a la categoría de fin único y su-
premo; hoy se declara al individuo un
medio, una rodaja de la máquina social,
y se da la finalidad única a la sociedad,
pero sin haber exagerado suficientemen-
te la pluralidad de fines y causas con la
mezcla de medios y efectos, Y bien está
que el derecho se socialice en su finali-
dad y que se haga real y objetivo, como
se ha explicado antes; que la finalidad y
la utilidad social substituya a la autono-
mía de la voluntad, al sujeto de derecho
como concepto subjetivo de un derecho
suprasensible y prepotente, imponién-
dose de por sí a la sociedad; que la ley
sociológica de la solidaridad o interde-
85
DR © 2018.
pendencia venga a sustituir al egoísmo

desenfrenado, puesto de relieve por Hob-
bes magistralmente en su célebre senten-
cia: “El hombre es el lobo del hombre”;
pero que no se diga que el individuo es
un medio, y como tal un tanto despre-
ciable frente a la sociedad. Si la libertad
humana debe entenderse como el deber
del individuo, de emplear sus facultades
humanas en el desarrollo y desenvolvi-
miento de la interdependencia social, y
la propiedad tiene implícita la obliga-
ción de mantener esa interdependencia,
con igual razón debe ser fin principalí-
simo la protección de esa libertad, y esa
propiedad individual, como finalidad, es
tan digna como la social; como que es
la base de una sociedad el perfecciona-
miento de los ciudadanos. Guillermo de
Humboldt ha dicho que la libertad es el
desenvolvimiento de las facultades hu-
manas en su más rica diversidad y varie-
dad individual genio de cada actividad
humana: en el arte y en la ciencia, en la
industria y en el comercio, etc., etc.
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DR © 2018.
La propiedad ha dejado de ser un

derecho a priori o subjetivo para con-
vertirse en una función social; pero esto
no quiere decir que la propiedad ha de
socializarse en el sentido de las tenden-
cias colectivistas o comunistas abolién-
dose de manera completa en lo futuro
la apropiación individual. No, segura-
mente; la apropiación individual obe-
dece ante todo a un instinto demasiado
humano e inextinguible, y es un estado
definido de la ley de la evolución y del
progreso social. La apropiación colecti-
vista fue un estado social inferior, inde-
finido e incoherente, que la civilización
abandonó por insuficiente, y sólo “EL
ERROR COLOSAL DE KARL MARX”,
aceptando por impreparados y ciegas
muchedumbre, pudo producir el terror
rojo de Rusia, que ante el espanto de la
disolución social más completa ha teni-
do que volver al orden social conocido,
anterior: la “Nueva Política Económi-
ca”. No es posible violar impunemen-
te las leyes naturales, enseña Spencer;
87
DR © 2018.
abolir la propiedad privada es violar las

leyes naturales que impulsan al hombre,
individualmente considerado, hacia la
lucha por la existencia, con el mayor
ahínco, con la mayor actividad, con la
mayor perseverancia; volver a la pro-
piedad comunal es retroceder, caminar
hacia la inmovilidad, el marasmo y el
tedio, y en último término, hacia la mi-
seria, hacia un estado en que el hombre
pierde la iniciativa, la responsabilidad,
y la conciencia de sentirse algo más que
una bestia, y esquiva el esfuerzo para
dejar de ser una unidad dinámica de tra-
bajo en la sociedad que, como en Rusia,
caminaba al suicidio; pero convengamos
(1) El marxismo, que como crítica del “sistema capi-
talista” -cuya falta de sistema es específica- muestra
realidades concretas de fácil verificación, alucina a
los simples con esta verdad parcial y se les aparece
como un magno sistema sintético en el que recono-
ce una sola de sus proposiciones significa aceptar
todo el sistema, y desecharla no reconocerle valer
alguno, lo cual indica poseer una mentalidad bur-
guesa. Resulta cómico observar esta nueva división
del hombre en dos tipos psicológicos diferentes
de los de Yung porque dada la volubilidad de las
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DR © 2018.
en que las sociedades no pueden suici-

darse (1).
La propiedad subsistirá a pesar de
sus enemigos y de todos los atentados,
aún de los desmanes de la fuerza del po-
der público, siempre y cuando satisfaga
la función que le está encomendada, y la
lucha de clases, a la vez que anticientífi-
ca, es inhumana y antisocial; es, en con-
cecuencia, criminal; porque la ciencia,
la sociología, especialmente, demuestra
que la división del trabajo obliga a la
singularización de las funciones en cla-
ses sociales y a la interdependencia y so-
lidaridad de todas las clases útiles; del
aniquilamiento de una clase por otra, se
posiciones sociales, se verifican notables cambios
en la calidad del servicio de mesa ... ¿Qué pensará
con su mentalidad marxista, por ejemplo, el líder
que detenta tres o cuatro canonjías públicas y asis-
te, como cualquier nouveau riche, a los conciertos
de la Sinfónica en un asiento de primera fila? La
alucinación se comprende como un trastrueque del
orden concreto por el abstracto, por la ignorancia
del principio de la Lógica que enseña que de una
proposición falsa se pueden inferir proposiciones ver-
daderas y falsas.
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DR © 2018.
camina hacia un régimen de coordina-

ción y de jerarquización de todas las cla-
ses; sin que por eso neguemos el instinto
de combatividad humano como expre-
sión de la lucha por la existencia, que es
base del progreso. La riqueza -ha dicho
Pierre Laffitte-, es social en su origen;
debe serlo también en su destinación,
sin dejar de tener apropiación personal
para poder ser empleada con digna in-
dependencia en servir a la familia, a la
patria y a la Humanidad. Esta concep-
ción sociológica de la riqueza concilia
el régimen de la propiedad individual
con la función social del propietario;
función social libremente aceptada y
moralmente cumplida con el instinto de
conservación y con la conservación de
la civilización y su desarrollo.
El derecho moderno debe mucho
al fundador de la sociología, él nos ense-
ña cómo el hombre, dotado de aptitudes
singulares, privativas y características
que determinan su vocación individual,
hacen de éste un funcionario social; y,
90
DR © 2018.
por ende, la obra del individualismo

no toda habrá de ser sustituida por las
nuevas concepciones científicas del de-
recho, ya que la obra jurídica de las so-
ciedades se ha elaborado dentro de las
necesidades humanas, y el esfuerzo de
las generaciones pasadas en la forma-
ción del derecho o mente que tiene un
sedimento de verdad inconmovible, que
sirve de base y servirá de guía a nuestros
pósteros. Nada hay espontáneo en esta
génesis, todo es obra de yuxtaposición
de esfuerzos: el tiempo pasado es padre
del presente, y “el presente está preñado
de lo porvenir”. Saber apreciar y aqui-
latar la obra de todos los tiempos es de
sensatos estudiosos; querer crear obra
sin antecedentes es el patrimonio de la
pedantocracia, dijo Stuart Mill.
“¡¡Quien ignora el pasado está
condenado a repetirlo!!”
91
DR © 2018.
EL ESTADO
POLÍTICO-INDUSTRIAL
DR © 2018.
L as nuevas concepciones del derecho,

que quitan al individuo la facultad
absoluta de uso y abuso, para armonizar
sus actividades y sus fines en un equi-
librio coordinado con las actividades
fines meramente sociales, hacen pensar
en que tampoco las clases, ni la misma
sociedad, derechos subjetivos absolutos
para poseer a título exclusivo, los ins-
trumentos de producción ¡Ni los bur-
gueses, ni la clase obrera! La noción de
las funciones sociales ha puesto en crisis
las robustas concepciones del dominio
en el derecho privado y las muy sólidas
del imperio en el derecho público -ha
dicho Duguit-, y lo mismo han de re-
chazarse las nociones de un derecho di-
vino de la colectividad, para mandar al
individuo, como la noción de un dere-
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DR © 2018.
cho del individuo para imponer su per-

sonalidad a la colectividad y a los demás
individuos; por lo que debe negarse lo
mismo el derecho subjetivo del Estado
que el derecho subjetivo del individuo.
El Estado regalista, omnipoten-
te, absoluto y expoliador no tuvo va-
riación substancial en el Estado liberal,
omnipotente y jacobino de la Conven-
ción, y menos aún la tiene en el Estado
comunista, que por confiscador de los
instrumentos de la producción se ha
convertido en una embriaguez de poder
incontrastable. Hoy son más actuales las
palabras de Spencer: “La gran supers-
tición política de otros tiempos era el
derecho divino de los reyes; la gran su-
perstición de la política de hoy es el de-
recho de los parlamentos”. Es el mismo
estado regalista omnipotente que todo
lo absorbe, que todo lo invade, que todo
lo iguala y no concibe más que una masa
pulverizada de individuos impotentes y
desarmados, que reina o gobierna sin
contrapesos verdaderos y efectivos so-
96
DR © 2018.
bre un amontonamiento de hombres,

sobre una masa amorfa de individuos,
sarcásticamente denominados libres
ante la urna y esclavos en las fábricas,
que realizan la ya célebre dualidad entre
el hombre que el hombre que trabaja.
Precisamente para limitar la om-
nipotencia del Estado despótico se for-
muló la teoría de las garantías o dere-
chos individuales, construcción jurídica
monumental del juicio de amparo en
que sirve de ejemplo a la América his-
pana, y hoy conquista un lugar dentro
de la Constitución española; idea noble
y generosa, pero que es ineficaz por sí
sola para contrarrestar los abusos del
poder en la esfera de los derechos del
individuo. Las garantías individuales no
han podido evitar, en ninguna parte del
mundo, las tiranías sangrientas, ni los
despotismos, ni los golpes de Estado.
Los hombres del presente siglo no quie-
ren esta forma de Estado como instru-
mento de dominación, que se convierte
con frecuencia en odiosa tiranía. El Es-
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DR © 2018.
tado así considerado –dice Duguit- ha

muerto o está en camino de morir como
forma regalista, jacobina, napoleónica
o colectivista y expoliadora, que en dis-
tintas formas es siempre una y la misma
forma de Estado.
Ante la creciente y más amplia
intervención del Estado regalista y la
menor libertad del individuo aquél en-
cuentra su debilitamiento al invadir, sin
plan y sin método, las actividades y fi-
nes individuales. La omnipotencia tra-
jo el lastre formidable de la burocracia
y la dispersión de sus actividades, que
lo truecan en monstruo pesadísimo, en
desorganizador de la producción y el
consumo o de la economía, sin compe-
tencia técnica, sin variedad en las cir-
cunstancias, sin la actividad y origina-
lidad genial del empresario individual,
y lo que es peor, sin la responsabilidad
ante nadie, lo que ha generado la más
horrenda de las inmoralidades humanas
concebibles. Ante semejante catástrofe
ya se está dando cuenta de su impoten-
98
DR © 2018.
cia para crearlo e inspeccionarlo todo y

comienza a descentralizarse en su poder
y en sus funciones, delegándolos en las
clases organizadas como las obreras y
patronales.
El sistema de las mayorías unino-
minales, elemento de gran fuerza coac-
tiva del gobierno en la organización del
Estado actual, como expresión de la
soberanía nacional o popular, no puede
resolver cual gobierno democrático. LA
CUESTION SOCIAL; porque se ha de-
jado influir por la clase de mayor fuer-
za, unas veces por la capitalista, otras
por la proletaria, bien por militar, ora
por ilusos teorizantes seudocientíficos,
monopolistas del poder, en nombre de
la cultura y de la ciencia, para medrar
en hacienda; y nuestro deber de hom-
bres libres debe ser oponerse a todas las
tiranías y a todas las dictaduras de clase,
aunque fueran de sabios, así sea la más
respetable de ellas, como resultado de
una mayoría privilegiada. La fuerza del
poder público, como fuerza superior e
99
DR © 2018.
incontrastable, debe ser integrada con

todas las clases de una nación y todos
los partidos políticos, para que pueda
ser mayoría verdadera; de otro modo
será siempre mayoría de privilegios. De
aquí vino la idea de la representación
proporcional de los partidos y de las
clases, la revocación y el referéndum
para luchar así contra la dominación de
la clase burguesa como contra las dicta-
duras embozadas o desembozadas de la
clase proletaria. Es obligación de todo
hombre de este siglo trabajar por la su-
presión de las elecciones que se presen-
tan cual resultado del sufragio universal
individualista, instrumento de desmo-
ralización social y de la más abyecta de
las corrupciones; pues el voto ÚNINO-
MINAL, UNIPERSONAL, SECRETO
Y ANÓNIMO en nuestras leyes elec-
torales parece como forjado de encargo
especial para burla de la soberanía del
pueblo y para sembrar el más grande y
desconsolador de los pesimismos y de
los escepticismos cívicos con el remate
100
DR © 2018.
de la muerte total del espíritu público.

Ante esta ignominia, del más puro ana-
cronismo político, nuestras juventudes,
pomposamente denominadas revolucio-
narias, se cobijan, y ninguna clama por
nueva organización, ni reclama por bien
público nueva disposición legal que evi-
te los desmanes y la burla sangrienta del
voto. Apenas si en el Estado de Guerre-
ro, un gobernante consciente revolucio-
nario, el general Héctor F. López (1),
pudo instituir en las elecciones munici-
pales el sistema de elección proporcio-
nal, que dió magníficos resultados; más
el sucesor derogó la ley para gobernar
únicamente con ahijados políticos. Pi-
damos para la nación un nuevo sistema
electoral en la nueva organización social
mexicana, que trajo consigo Revolución
de 1910-1914, organicemos todas las cla-
ses sociales en una república democráti-
ca de los trabajadores de todas las clases
en régimen de LIBERTAD Y DE JUSTI-
(1) El autor del proyecto de ley fué el Lic. Eduardo
Vasconcelos.
101
DR © 2018.
CIA, como lo dice de manera relevante

la Constitución Española de 1931. Régi-
men democrático, de libertad y de jus-
ticia es también el que se ha prescrito
en nuestra Constitución Federal de 1917,
como bandera de la Revolución, con de-
fectos de técnica explicables por haber
sido fruto de violentas luchas intestinas
y no hijo de la sabia y meditada palabra
de los cerebros más distinguidos de las
ciencias, de las artes y las letras, como
sucedió en España, sin contiendas fra-
tricidas ni poderosos vecinos imperia-
listas.
En lo porvenir, cuando la nación
esté organizada en clases, sindicatos,
asociaciones, guildas o como se llame
a la agrupación determina por LA AC-
TIVIDAD DE CADA CIUDADANO,
por el trabajo que desempeñe en la co-
lectividad como elemento esencial para
determinar la ciudadanía, entonces el
Estado dará muy pocas leyes, porque
las relaciones de los individuos con el
Estado habrán de regirse por mediación
102
DR © 2018.
de sus agrupaciones fuertemente orga-

nizadas con reglamentaciones idóneas
para el caso, e intervendrán los gober-
nantes sólo para darles sanción, como
prenda de verdaderas garantías; vigila-
rán e inspeccionarán, como lo hace el
Parlamento Inglés con las trade-unions
o asociaciones obreras, que son en este
sentido consustanciales de dicho Parla-
mento: y cual lo hacen las naciones en
que se reconoce la libre organización de
la clase obrera, naciones en las cuales,
en el caso de los contratos colectivos
de trabajo, el Estado aprueba de ante-
mano las convenciones hechas entre las
agrupaciones patronales y las obreras y
sólo interviene para sancionar y vigilar
su cumplimiento. La asociación sindi-
calista, que como fuerza opuso prime-
ro sus resistencias contra el capitalismo
desenfrenado, continúa restando fuerza
al poder público ilimitado hasta descen-
tralizarlo, así en su poder como en su
administración, hasta que se convierta
en el Police-Power, sin las exageraciones
103
DR © 2018.
de violencia del sindicalismo revolucio-

nario. Las garantías individuales y los
procedimientos del juicio de amparo,
con ser tan notables, no bastan por sí
solos para defender al individuo aislado,
y menester es que organicemos todas las
clases sociales para poner freno y dique
entre el individuo y el Estado contra la
aplicación de medidas opresoras, y pa-
rodiando a Nietzche diremos, con el
jurista de Burdeos, que vamos más allá
del individualismo y del comunismo, y
estamos por encima del anarquismo.
El nuevo Estado-Industrial de la
sociedad será el coordinador de los tra-
bajadores de todas las clases; los técni-
cos de todas las actividades tendrán, a no
dudarlo, asiento preferente de consejo y
dirección al lado del honesto político
de genio, el que no podrá ser eliminado
porque es verdadero artista; ya presenti-
mos su organización en el renacimiento
asociacionista de los gremios en la edad
media con nueva orientación; en la idea
de asociación universal, cada vez más
104
DR © 2018.
intenso y más fuerte; en la organización

de consejos técnicos de economía que
nacen en Austria se aceptan en Alema-
nia y hasta en Rusia y otras naciones;
presentimos al nuevo estadista en Gand-
hi, inmaculado y puro, mentor sublime
y fuerte, con los paradójicos caracteres
de su no-violencia, que culminará en lo
inconcebible aún para los utopistas; la
organización que habrá de darse al Es-
tado de la época intra-atómica, o cuan-
do se llegue a realizar el magnífico en-
sueño científico de poder desligar los
veinte billones de calorías contenidos
en cada gramo de materia, equivalen-
tes a cuatrocientos esclavos, de que nos
habla poéticamente Zuloaga. Entonces,
sólo así podremos concebir el comunis-
mo, por supuesto que únicamente en lo
económico, nunca en lo espiritual, de
tal suerte que podemos decir que si al-
guna vez ha de ser posible el comunismo
habrá de serlo merced al esfuerzo incan-
sable de la ciencia.
El mundo debe optar en este di-
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DR © 2018.
lema: violencia o no-violencia: ¡Lenín o

Gandhi !. . . ¿ “No contentamiento, sino
más poder”? ¿O descentralizaremos el
poder del Estado?
Sobra decir que la libertad del
hombre y sus derechos subsisten y de-
ben perdurar en lo futuro; el pasado
está ligado al presente y al porvenir.
Cada época de la sociedad ofrece a las
generaciones venideras algo inconmovi-
ble, como bases en que ha de sustentar-
se el porvenir de la Humanidad; y uno
de estos frutos es, sin duda alguna, la
libertad. Sólo que la declaración de los
derechos del hombre ha de completarse
con la declaración de los deberes del
hombre; la libertad como derecho tie-
ne un correlativo implícito y concomi-
tante, que es la libertad como deber de
hacer uso de las facultades humanas sin
lesión de los fines de interdependencia
o solidaridad. La socialización del dere-
cho no aspira ni puede aspirar a supri-
mir la libertad, sino a regularla por los
caminos de un equilibrio coordinado de
106
DR © 2018.
actividades y de fines humanos, indivi-

duales y sociales propiamente dichos,
ya que el predominio de los unos sobre
los otros constituye una monstruosa
construcción jurídica antisocial que ya
se produjo con el liberalismo jacobino:
la enorme tragedia de la explotación del
hombre, por el hombre, y estamos plan-
teando la segunda construcción con un
drama inconcebible para las generacio-
nes futuras: de matar la individualidad,
la originalidad y la iniciativa siempre
genial del hombre-individuo, si, como
algunos lo predicen, antes de cincuenta
años el mundo será comunista con un
comunismo integral del hombre-masa,
esto es: sin libertad. Mas suponiendo
que el comunismo alcance todo el éxi-
to de sus doctrinas, el éxito no siempre
acompaña a la verdad, y la verdad está
con la libertad: producto anglo-fran-
co-latino; y los amigos de la libertad
sabrán reconquistarla una y mil veces
en las santas cruzadas que les depare el
destino.
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DR © 2018.
E L J U I C I O D E A M PA RO
Y L A S O C I A LI Z A C I ÓN
DR © 2018.
M ás pensemos en que es posible una

transición pacífica del individua-
lismo a la socialización que indica la
ciencia social; efectuemos una revisión
de nuestras instituciones que nos han
dado gloria imperecedera, como el mo-
numento que nos legaron nuestros pa-
dres en el de garantías constitucionales,
para proteger debidamente los dere-
chos del hombre con el amparo, acep-
tado en su origen como una floración
aragonesa de injerto americano hecho
por Manuel Crescencio Rejón y Maria-
no Otero, vuelta a España por amorosas
insinuaciones de don Rodolfo Reyes. El
amparo de garantías, en la Constitución
111
DR © 2018.
Española, es de innegable tendencia so-

cializante, y nos mueve a pensar que las
garantías individuales en ella estableci-
das son un producto inmortal del pasa-
do; su estudio y fijación en otras consti-
tuciones, como la Alemana de 1919, las
de Finlandia, Egipto, Checoeslovaquia y
de otros pueblos que promulgaron le-
yes fundamentales con posterioridad a
la guerra mundial, y que las garantías
que proclaman indican que todas están
inspiradas en el viejo liberalismo; pero
todas estas constituciones; al igual que
la nuestra, consagran garantías sociales
en lo económico y en lo moral, como
se consagra la propiedad función social
en el artículo 27 y en la actividad indi-
vidual y función social del trabajo cual
característica de la ciudadanía en el ar-
tículo 123 de nuestra Constitución. En
la Constitución Española y en la Ale-
mana, y en las otras de la Post-Guerra,
se expresa que la propiedad puede ser
objeto de expropiación por causa de uti-
lidad social, mediante indemnización
112
DR © 2018.
adecuada; podrá ser socializada con los

mismos requisitos, o sin indemniza-
ción, si así lo establece una ley; podrán
ser nacionalizados los servicios públi-
cos y las explotaciones que conciernan
al interés común si la necesidad social
lo exige; el Estado podrá intervenir LA
EXPLOTACIÓN Y COORDINACIÓN
INDUSTRIAS Y EMPRESAS cuando
así lo exigieren la racionalización de la
producción e intereses de la economía
nacional (Estado Industrial). Respecto
del trabajo se declara obligatorio; (artí-
culo 46 de la Constitución Española) se
dan amplias garantías para la asociación
con la obligación de registro público;
se presenta atención y asistencia a los
ancianos y enfermos, a la infancia y a
la maternidad. En una palabra, las ga-
rantías individuales de antaño, tanto en
lo espiritual o psíquicamente conside-
radas, como en lo corporal o físicas de
la persona, tienen asiento en el derecho
público moderno, merced a la socializa-
ción en su aspecto científico y mediante
113
DR © 2018.
la actividad de nobles políticos de todas

las escuelas, filántropos y sociólogos y
hombres de ciencia en general; se han
ampliado esas garantías en favor del in-
dividuo, considerando además como so-
lidariamente unido y obligado a una so-
ciedad, y se establecen al propio tiempo
las garantías sociales para la comunidad.
El derecho del hombre se encuentra así
indisolublemente unido y subordinado
a sus deberes.
El método derivado de la teoría
general de las funciones no ha descu-
bierto en realidad nada nuevo que no
sea la comprobación de posiciones rea-
les y verdaderas en el derecho, o de con-
cepciones falsas, arbitrarias o empíricas,
por falta de una síntesis filosófico-ju-
rídica y que de manera pragmática se
advierten desde la antigüedad; pues la
experiencia inmediata de la vida, guia-
da por el buen sentido, ha venido resol-
viendo el problema de la socialización
en el derecho de modo admirable, como
en la supremacía judicial de la Constitu-
114
DR © 2018.
ción Federal Norteamericana, mediante

la doctrina del Police-Power, o sea por
la facultad de intervención en la vida de
los ciudadanos del Estado, en vez de un
abstencionismo en los derechos indivi-
duales, que no son ni pueden ser absolu-
tos, sino que, racionalmente, deben es-
tar limitados por el interés del bienestar
general, y deben ser restringidos en la
medida que lo requieran las necesidades
sociales del poder de policía, que debe
entenderse como la facultad de proteger
ese bienestar social restringiendo el uso
de la propiedad y la libertad por la in-
terpretación judicial de la Constitución,
procedimiento por el cual los Estados
Unidos han puesto de acuerdo su cons-
titución escrita, cerrada y rígida, con la
nueva constitución de su pueblo, con la
nueva estructura y las tendencias nue-
vas, según lo expresa atinadamente el
señor licenciado Alberto González Sal-
ceda en su Ensayo sobre el Police-Power
como solución norteamericana del pro-
blema sociólogo contemporáneo: “esa
115
DR © 2018.
horadación en el muro del antiguo in-

dividualismo, para permitir el tránsito
de las nuevas corrientes sin derrumbar
el muro ilustre que impide que estas co-
rrientes se conviertan en inundaciones
mortíferas”.
El señor licenciado don Miguel
Lanz Duret, en su tratado de Derecho
Constitucional Mexicano, es un tanto
pesimista y escéptico del porvenir de las
garantías individuales; después de aplau-
dir los efectos jurídicos y sociales del
juicio de amparo, no como platónicos
ensueños de obligación del Estado, sino
como derecho respetable y respetado de
los gobernados, agrega: que ya se consi-
deren o no anticuadas las garantías indi-
viduales y esté de moda actualmente, o
sea necesario restringirlas o suprimirlas
a tal grado que desaparezca el derecho
individual y sólo queden establecidas
obligaciones para el individuo y dere-
chos para la colectividad: cualquiera
que sea la importancia de la discusión y
el resultado a que se llegue en esta con-
116
DR © 2018.
troversia de Derecho Público, hasta que

nuestro Derecho Positivo no se reforme,
los derechos individuales serán respeta-
dos por medio del juicio de amparo, que
se extiende a mantener incólume la for-
ma de gobierno federal conservando el
equilibrio constitucional entre la Fede-
ración y los Estados, siempre en defensa
de individuos agraviados, y resolviendo
cuestiones de manera pronta, litigios en
que muchas veces está interesada la paz
de la Unión, como enseña juiciosamente
Vallarta.
Más si ha de perdurar el juicio
de amparo en sus fundamentales linea-
mientos, ¿podrá sufrir alteraciones en
su prístina pureza, como lo pretenden
respetables juristas mexicanos, como
Rabasa, Rodolfo Reyes, Machorro Nar-
váes y Antonio Díaz Soto y Gama, para
no citar sino a los representantes de ten-
dencias e ideas sociales diversas?
Creo, después de tan largas consi-
deraciones sociológicas, que ya podemos
resolver: si la omnipotencia del Estado
117
DR © 2018.
socializador ha superado al Estado re-

galista con la invasión de lo administra-
tivo en el derecho privado; y si, por otra
parte, hemos expuesto la urgente nece-
sidad de dar mayor protección al hom-
bre-individuo mediante la asociación,
sindicato, guilda o como llamarse a la
trade-unión o cuerpo intermedio entre
el Estado y las demás clases podemos
concluir que, como en el Police-Power
norteamericano, el Estado ha de inter-
venir y no abstenerse, promoviendo el
bienestar social por la supremacía cons-
titucional, mediante la interpretación
del juez. Creo también necesario que el
individuo y sus agrupaciones de jerar-
quización e integración social puedan y
deban poner sólidas barreras al poder
público, que por el hecho de ser poder
siempre tiende al abuso; y, como enseña
Montesquieu, menester es limitarlo por
la fuerza, o mediante una adecuada or-
ganización obligatoria, de clases prime-
ro, para fortalecer al individuo anóni-
mo, pulverizado y desarmado frente al
118
DR © 2018.
Estado y frente a las demás clases fuer-

temente organizadas, como la capitalis-
ta y la proletaria; y en segundo término,
mediante el procedimiento que es el del
porvenir en el derecho privado e inter-
nacional: EL PROCEDIMIENTO DE
ENCUESTA, CONCILIACIÓN Y AR-
BITRAJE ya establecido por el artículo
123 de nuestra Constitución; y que sigue
su progreso triunfal hacia los tribunales
privados para desligar de la función de
juzgar el Estado cuanto sea posible en
su aspecto actual y desplazarla hacia las
clases, dejando sólo la sanción al poder
público.
Pero no bastarían los sindicatos
y el arbitraje como medios de oponer
resistencia a las invasiones del poder
del Estado y de las clases poderosas, es
preciso completar el sistema median-
te el amparo entendido, como lo pres-
cribe la Constitución Española, en que
pueden recurrir al Tribunal de Garan-
tías el Ministerio Fiscal, los jueces y
tribunales para consulta, el Gobierno
119
DR © 2018.
de la República, las regiones y “TODA

PERSONA INDIVIDUAL O COLEC-
TIVA AUNQUE NO HUBIERE SIDO
DIRECTAMENTE AGRAVIADA”. El
juicio de garantías, entendido así, puede
extenderse científicamente con toda am-
plitud a los órganos representativos del
Estado, a seres colectivos de toda clase,
y puede darse acción popular al juicio
político para no dejar sin límite la ac-
ción ejecutiva de los tribunales especia-
les administrativos, verdaderos fueros
privilegiados de clase, como el obrero y
el agrario o en nuestro medio de Juntas
de Conciliación y Arbitraje y Comisio-
nes Agrarias, Comités, etc., etc. del de-
recho social, tanto más temibles cuanto
que son de clases ya muy poderosas, por
lo cual debemos luchar contra sus des-
potismos para no sacrificar al hombre
individuo sino en cuanto está obligado
como órgano o término de la relación
en las funciones sociales, mediante la
supremacía del poder judicial, como in-
térprete de la Constitución.
120
DR © 2018.
La improcedencia del amparo

contra resoluciones sobre ejidos y la
falta de personalidad del Ministerio Pú-
blico para pedir amparo son casos que
están fuera de las condiciones ya acep-
tadas, como lo hemos examinado en
la Constitución Española, y equivale a
expresar que el Estado es infalible y no
puede violar garantías individuales en
resoluciones agrarias u obreras, o que el
poder público no puede invadir y ter-
giversar las jerarquías que representa el
Ministerio Público, lo cual es una ne-
gación desmentida constantemente por
los hechos y por la razón.
121
DR © 2018.
G A R A N T Í A S I N D I V I D UA L E S
Y GARANTÍAS SOCIALES
DR © 2018.
N uestra investigación, mediante el

estudio de las funciones, nos lleva
a concluir que es arbitrario y empírico
el término garantías individuales, y este
error trata de ampliarse con una falsa
generalización, llamando garantías so-
ciales al aspecto nuevo del tema de las
garantías, Don Emilio Rabasa, en su
Juicio Constitucional, dice que llamar
garantías individuales a los derechos del
hombre es algo más que una impropie-
dad de lenguaje, puesto que una garan-
tía está tan lejos de ser un derecho como
que es siempre una obligación constituí-
da para asegurar el derecho ajeno; y ya
Montiel y Duarte, en su tratado de De-
125
DR © 2018.
recho Público Mexicano, hace notar que

no encuentra garantías en los veintinue-
ve primeros artículos constitucionales,
aunque halla, sí, gran número de dere-
chos del hombre, y que la única garantía
que consagra la Constitución, para pro-
teger tales derechos, es la consignada en
los artículos 101 y 102 del Estatuto de 57,
equivalentes a los 103 y 104 de la Carta
de 17, que establecen respectivamente el
JUICIO DE AMPARO.
Debe hacerse notar que el primer
capítulo de la Constitución de 57 se de-
nomina: De los Derechos del Hombre,
y tal capítulo, en la Carta de 17, llámase:
De las Garantías Individuales, y debe-
mos confesar que el cambio fue desa-
fortunado para la nueva Constitución
socializante.
Si el mismo error, no sólo por la
significación de las palabras sino por su
denotación y connotación lógicas, ex-
tendiérase, como ya se está haciendo aun
por juristas de renombre, al querer lla-
mar garantías sociales a los nuevos de-
126
DR © 2018.
rechos establecidos por la Constitución

de 17, relativos al trabajo, a la propiedad
concebida como función social y a la
organización corporativa, llegaríamos
a una construcción jurídica tan absur-
da como impropia de nuestro derecho
público y de la ciencia social. Las garan-
tías individuales son y deben llamarse
derechos del hombre, o como dice Ote-
ro en el Acta de Reformas de 1847: son
derechos de la persona humana. Nació
la exageración de garantías sociales sin
obedecer a la idea de función, que ex-
plica cómo la sociedad es inconcebible
sin el hombre-individuo y que, por tan-
to, los derechos del hombre, malamente
llamados garantías, deben corregirse, ya
limitándolos, ya ampliándolos, tenien-
do en concideración que el derecho del
hombre no puede deslindarse de la so-
ciedad en que subsiste, y que al mismo
tiempo que sus derechos existen sus de-
beres para con esa sociedad.
Por tanto, los derechos del hom-
bre o de la persona humana se han au-
127
DR © 2018.
mentado en nuestra Constitución del

17 con los que se quiere sean llamados
garantías sociales, pero deben corregir-
se haciendo una revisión de ajuste con
las garantías exageradas del individua-
lismo. Desterremos al falso tecnicismo
de garantías individuales y garantías so-
ciales y declaremos cuáles son los ver-
daderos derechos del hombre frente a
sus deberes para con la sociedad, y así la
Suprema Corte de Justicia en cada caso
podrá determinar, mediante el estudio
de las funciones sociales, hasta dónde
puede llegar el hombre-individuo para
no romper la relación jurídica que lo
liga íntima, estrecha y constantemente
al conglomerado de los hombres de la
patria y con la Humanidad.
De este modo ya no pretendere-
mos construir, frente a la vieja clasifi-
cación de garantías individuales, una
nueva clasificación de garantías sociales,
que vendría a suscitar mayores enconos
y exageraciones de los políticos que des-
conocen la ciencia social. La labor de
128
DR © 2018.
coordinación y armonía entre derechos

y deberes del hombre corresponde al
poder de policía que tiene en sus manos
la Corte Suprema de Justicia. El licen-
ciado Antonio Díaz Soto y Gama, que
ha escrito un interesante ensayo deno-
minado “Garantías Individuales y Ga-
rantías Sociales”, si está equivocado en
continuar el error de nuestros antepa-
sados llamando garantías a los derechos
de los hombres, acierta cuando pide la
extensión del juicio de amparo a las aso-
ciaciones de campesinos, porque su per-
sonalidad jurídica es tan humana como
lo es la personalidad de sociedades de
petroleros, comerciantes o industriales,
la personalidad del Ministerio Públi-
co, la personalidad de los Estados de la
Unión como lo son todas las personali-
dades que derivan de los agregados hu-
manos que tienen derechos y obligacio-
nes que cumplir en la sociedad.
La estrechez y miseria del juicio
de garantías ampara sólo a individuos
particulares, forma que estableció la
129
DR © 2018.
Constitución de 57 en sus artículos 101

y 102, y en los 103 y 104 de la Carta del
17, ha sido uno de los temas mejor de-
sarrollados y que más gloria darán a
Rabasa en lo porvenir. La garantía dada
por el juicio de amparo a los primeros
veintinueve SUPER ARTÍCULOS cons-
titucionales es tan deficiente que deja
sin garantizar muchísimos más dere-
chos del hombre que la Constitución
consagra, fuera del primer capítulo. La
falta de esas garantías por el amparo
trajo subrepticiamente la falsa teoría de
la incompetencia de origen y las artifi-
ciosas interpretaciones constitucionales
del gran Vallarta; pero las deficiencias
del juicio de amparo, hoy más visibles
con la socialización, ponen en peligro
la existencia de ese gran monumento ju-
rídico si no le damos la extensión que
Otero propuso, de garantizar todos los
derechos del hombre y que Rabasa pien-
sa debe extenderse “a todos los demás
casos de violación constitucional sus-
ceptibles de causar daño a UNA PER-
130
DR © 2018.
SONA, de dar esta capacidad de ofen-

dido para querellarse y de fundar los
procedimientos del juicio en el cual la
Corte Suprema dirá la última palabra”
La extensión del juicio de ampa-
ro, propugnada por nuestro gran cons-
titucionalista, debe hacerse sin duda
reformando los artículos 103 y 104 cons-
titucionales; pero también la Suprema
Corte de la Nación está obligada a co-
nocer cuál es su verdadero papel en esta
era de la socialización; y la jurispruden-
cia, por el contrario, cada vez contribu-
ye más al cercenamiento del juicio de
amparo declarando primero que el jui-
cio constitucional es improcedente con-
tra las leyes inconstitucionales mientras
no se convierten, por la ejecución, en
actos violatorios para el individuo. Des-
pués hemos visto, con verdadero terror,
la jurisprudencia del sobreseimiento de
la Sala Administrativa de la Corte en
asuntos agrarios, merced a una inter-
pretación seudo-socializadora y falta de
síntesis, creando fueros extrajurídicos.
131
DR © 2018.
La Sala Penal del Alto Tribunal, por

el contrario, con una idea de libertad
individualista de hace cincuenta años,
respecto del Jurado popular, al que le
concede, con criterio lamentablemente
simplista, una soberanía absoluta en sus
fallos, lo destruyó al quitarle los frenos
y contrapesos declarando improcedente
el amparo; y así sucesivamente, la Corte
Suprema cada vez inventa nuevas mane-
ras de restringir su enorme y delicado
papel en el funcionamiento institucio-
nal de dar la unidad jurisdiccional a
todas las ejecuciones de poder, debili-
tando su alta influencia en beneficio de
las libertades públicas, destruyendo la
supremacía de la Constitución, que se
contrapone constantemente a la supre-
macía del Ejecutivo en nuestra historia;
y la supremacía del Ejecutivo es, como
ha dicho: “la definición más breve y más
cabal de la dictadura”.
En resumen: la supremacía ju-
dicial de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, como unidad jurisdiccio-
132
DR © 2018.
nal del poder judicial, debe reconocer-

se para dejar fueros extrajurídicos sin
la limitación a que obliga la verdadera
concepción de la teoría pluralista de las
funciones sociales que, en su aplicación
socializadora del derecho, no aspira ni
puede aspirar a la mutilación de la liber-
tad, y menos aún a suprimirla en ningu-
no de sus aspectos, físico o psicológico,
tal como lo entiende el nuevo derecho
social, producto científico-filosófico; y
lo mismo ha de aspirarse a extender las
garantías a toda persona individual o
colectiva, garantizables con el juicio de
amparo, que a declarar reparables, por
ese procedimiento, todas las violaciones
posibles en los actos del poder público
del Estado, hoy más pujante, potente y
prepotente QUE NUNCA al intervenir
en la coordinación de la vida social, en
el desideratum del nuevo Estado Indus-
trial mediante la interpretación jurídica
como poder de policía de la Corte Su-
prema.
133
DR © 2018.
E L D E R E C HO S O C I A L
Y SU S D OMI N IO S
DR © 2018.
L os campos de la actividad humana

en los dos grandes dominios, de lo
espiritual y lo económico, que propor-
cionan la materia para el estudio de la
palpitante y debatida tesis que se co-
noce genéricamente con el nombre de
cuestión social, desde un punto de vis-
ta estrictamente científico, precisa dar
una forma jurídica a esa trascendental
cuestión que, por haber surgido con el
progreso de la ciencia y sus aplicaciones
concretas industriales de las diferentes
artes, ha tomado en el presente tal im-
portancia una construcción jurídica au-
tónoma al lado de las disciplinas jurídi-
cas tradicionales, capaz de definir, en un
equilibrio científico-filosófico, toda esa
137
DR © 2018.
legislación que la vida social, desde el

Siglo XIX a la fecha, ha producido sin
que pueda clasificarse dentro de ningu-
na de las ramas del antiguo derecho.
Surgió la necesidad de dar un
nombre a este derecho, y algunos le
llamaron derecho del trabajo, quiénes
derecho obrero; otros derecho indus-
trial; se le ha llamado también derecho
proletario y, por último, derecho social.
Walter Kaskel, profesor de derecho so-
cial en la Universidad de Berlín, en la
cátedra de esa disciplina -creada en Ale-
mania- llama derecho social (Arbeiss-
recht, Berlín, 1921) al que deriva de la
integridad corporal moral y económica
del trabajador, como unidad dinámica
de trabajo y atributo o elemento esen-
cial de la ciudadanía. La verdad es que
los nombres no han sido felices al ex-
presar la denotación y connotación que
requiere el estudio jurídico propiamen-
te dicho de la legislación social; porque
unos expresan lo que tan sólo es conte-
nido de una pequeña parte del proble-
138
DR © 2018.
ma, y otros van mucho más allá de los

verdaderos límites de la cuestión social.
Sin embargo el nombre de derecho so-
cial, aunque en su denotación y conno-
tación es tan vasto, al grado de que pu-
diera decirse que no existe derecho que
no sea social, o que deba serlo ya que en
realidad no lo ha sido (ubi societas ibi
juz); eso no obstante, y ante la necesidad
de dar un nombre con toda propiedad
al nuevo derecho, debe aceptarse el de
derecho social, tanto por corresponder
directamente al carácter positivo que
determina la legislación social cuanto
porque en la investigación científica del
verdadero campo de este nuevo derecho
se ha encontrado precisamente que todo
derecho está regido por este nuevo de-
recho que llamamos social, lo cual he-
mos comprobado al examinar que tanto
derecho privado como al público los ha
dislocado y modificado formal y sus-
tancialmente, al grado de constituirse
en un derecho orientador y de síntesis
de los demás derechos, con la esperan-
139
DR © 2018.
za de lograr el ansiado equilibrio de

las tendencias individualistas desenfre-
nadas del derecho privado y las despó-
ticas invasiones del derecho público,
para encontrar la armonía social en una
construcción jurídica y legislativa de
síntesis ecuánime y serena, que evite el
desquiciamiento de la civilización, que
no pocas veces ha estado en peligro de
desaparecer, a fin de lograr la continui-
dad histórica y el progreso de lo huma-
no, que Ernesto Mahain, profesor de la
Universidad de Lieja, define como parte
del derecho internacional; y a caso lle-
garemos a la conclusión de considerar
que en ese derecho se encuentre la clave
de la asociación universal, cuando haya
pasado la actual epidemia de nacionalis-
mo criminal y anticientífico.
Con el método de la teoría de las
funciones como doctrina científica se
llega a la conclusión de que el derecho
social no pertenece al derecho público
ni al derecho privado, y que, al contra-
rio, estas dos ramas lo son del derecho
140
DR © 2018.
social. En esa virtud podría decirse que

es una construcción jurídica y legislati-
va que estudia el equilibrio invariable y
constante que debe existir entre la ac-
tividad espiritual y material del hom-
bre-individuo y sus fines y la actividad
meramente social y su finalidad.
El derecho social estudia, por tan-
to, las funciones sociales desde un punto
de vista jurídico, es decir, moral, como
valor de la existencia y también como
problema de existencia, como es la fun-
ción social, fenómeno natural; del deber
ser y del ser; justicia como parte de la
moral: la JUSTICIA SOCIAL.
Por eso el derecho social ni es
parte del derecho privado ni tampoco
del público, sin embargo, de que se nu-
tre de ambos derechos. Le es menester el
derecho privado cuando estudia la acti-
vidad individual, pero lo abandona en el
momento de buscar la coordinación y el
equilibrio con el fin social. Apela al de-
recho público cuando establece relacio-
nes de carácter general y bienestar social
141
DR © 2018.
colectivo para hacerlas ineludibles. En

tal sentido puede decirse que el derecho
social tiene una actitud o posición de
orientación y coordinación en todo el
derecho en general; posición que si no
es absolutamente nueva sí lo es como
disciplina, que ha recobrado autonomía
o unidad independiente y ha venido a
dar la norma de finalidad jurídica de la
sociedad mediante las luces de la cien-
cia social, y merced a las actividades so-
ciales y políticas de las diversas escuelas
socialistas, de filántropos, estadistas li-
berales y conservadores.
El derecho social estudia, además
de la teoría general de las funciones, una
teoría científica de la propiedad mate-
rial: trabajo, capital e industria; y por
último, una teoría científica de la liber-
tad social, con especial determinación de
sus relaciones con la teoría de la propie-
dad material o económica. Como con-
secuencia de este estudio se encuentran
instituciones jurídicas que no encajan ni
en el derecho privado ni en el público,
142
DR © 2018.
ni pueden explicarse por la naturaleza

y los métodos de tales derechos, como
sucede con los contratos colectivos del
trabajo, huelgas, paros, propiedad del
subsuelo, etc., etc. La libertad sindical o
de asociación de clases, como resultado
de una descentralización de funciones
del poder público, dará lugar a la for-
mación de un nuevo poder espiritual,
cuya naturaleza está por definirse en
sus caracteres fundamentales pero que,
constituido por todas las clases organi-
zadas en actividades materiales y espi-
rituales, tratan de confederarse en una
dirección moral e intelectual respetable,
para orientar al poder público dentro
de una acción social cada vez más téc-
nica y ética.
143
DR © 2018.
SÍNTESIS
DR © 2018.
S i debiera darse un nombre a la sín-

tesis filosófica de mi generación, ese
nombre es el de PLURALISMO, que
arranca de un espíritu verdaderamente
científico, como lo es, sin duda, el prin-
cipio lógico de la pluralidad de causas y
mezcla de efectos, pluralismo que en su
finalidad filosófica trata de convertirse
constantemente en un totalismo, en un
deseo de explicación del mundo y de la
vida, en su afán de acercarse cada vez
más a la verdad absoluta, acaso sin lo-
grarlo nunca en forma que da la idea de
una asíntota.
El espíritu científico que mi gene-
ración heredó es el de la generación de
Barreda, que bebimos en las fuentes de
sus continuadores más grandes, Miguel
147
DR © 2018.
S. Macedo, Agustín Aragón, Valentín

Gama y José Terrés, mentores de verdad
y símbolos de todas las virtudes huma-
nas, a quienes mi generación ama y res-
peta.
En novecientos quince las inquie-
tudes científicas de los sabios de labo-
ratorio y de filósofos de profesión nos
hablaban de la contingencia de las leyes
naturales en las nuevas concepciones de
la ciencia de Ostwald, Maxwell, Mach
y Poincaré, Boutroux, Le Roy, James
y Bergson, etc.; y un nuevo apóstol en
México prohijó estas inquietudes cien-
tífico-filosóficas: el maestro Antonio
Caso, quien al inaugurar sus cátedras de
filosofía, después de enseñar, como base
de sus estudios, el valor de la ciencia,
por primera vez habló de una metafísica
basada en la experiencia, o como dice
hoy Bertrand Russell, de la “metafísica
científica” en su Panorama Científico,
en que la física y la metafísica se dan las
manos de amigas, cuando afirma que la
teoría de los cuantos, que se relaciona
148
DR © 2018.
con los átomos individuales y con los

electrones, en manos de Heisenberg y
Schroedinger se ha hecho más perturba-
dora y revolucionaria que lo fue nunca
la teoría de la relatividad, y que Edding-
ton estima profundamente desquiciante
para los prejuicios que han gobernado la
física desde los tiempos de Newton, que
arroja dudas sobre la universalidad de la
ley de causalidad, con la opinión actual
de que quizá los átomos tienen un cier-
to libre albedrío, según el principio de
indeterminación. “Parece como que los
electrones están formados de conciencia
y que la conciencia está compuesta de
electrones” dice don Pedro Zuloaga.
Entonces, aprendimos que todo
conocimiento deriva de la experiencia,
pero que la experiencia rebasa las lin-
des de la razón; porque también hay
experiencias en el sentimiento, en la
fe, en la caridad, en la esperanza, en la
intuición y en el deliquio amoroso. El
conocimiento, enseña Caso, nos viene
en la suprema fórmula de la economía,
149
DR © 2018.
que encuentra su mejor expresión en la

ciencia: máximo provecho por míni-
mo esfuerzo más el conocimiento en lo
científico, que es economía de esfuerzo
es también, en otro aspecto, un derro-
che, un dispendio feérico y sublime de
esfuerzos, como lo es en el arte, en la
caridad, en el heroísmo, en la contem-
plación y el éxtasis, y en una palabra, en
el desinterés de los actos humanos, cuya
fórmula es: mínimo o nulo el provecho
por máximo esfuerzo. A Dios, dice, no
se le conoce por el estrecho camino de
la razón, sino por el amplio y seguro de
la fe, de la esperanza y de la caridad, que
son también fuentes de conocimiento
del mundo y de la vida, que satisfacen
necesidades verdaderas de nuestro es-
píritu, como la ciencia satisface las exi-
gencias de nuestra razón raciocinante.
Las dos fórmulas del valor de la
vida, la del interés y la del desinterés,
la del poder económico y la contem-
plación mística o artística coexisten, se
cruzan y son concomitantes en nuestro
150
DR © 2018.
sér, y jamás el egoísmo y la concupis-

cencia podrán absorber y aniquilar el
amor y la piedad humana en esta lucha
de problemas de existencia y de valor
de la existencia, “mientras existan dos
maderos que puedan ponerse en forma
de cruz”, como dijo Rodó.
La suprema economía de la ra-
zón, en la ciencia, va resolviendo pau-
latinamente y sin violencias el proble-
ma social de elevar el standard de vida
de los seres humanos al aumentar, cada
vez más, su dominio sobre las fuerzas
naturales, que culminará en el aprove-
chamiento de las fuerzas intra-atómicas,
insospechable para los teorizantes de
la impaciencia y de la violencia refor-
madoras, con lo cual el espíritu podrá
purificarse y elevarse fácilmente en los
dominios de Ariel, hoy tan ligado estre-
chamente a Calibán. Porque conocemos
cuál es la filosofía de la miseria humana
no creemos en la miseria de la filosofía;
como tampoco creemos en la filosofía
de la violencia porque no creemos en
151
DR © 2018.
la violencia de la filosofía. La Humani-

dad, a pesar de Cristo, de Tolstoy y de
Gandhi no ha hecho más que vivir en
medio de la violencia perturbadora, y
ya tenemos los medios suficientes para
pensar seriamente en que la no-violen-
cia es una fuerza incontrastable de co-
hesión humana para cuando el espíritu
se purifique, cuando el espíritu se per-
feccione, cuando por nuestra raza hable
el espíritu.
Por eso los que tienen síntesis fi-
losófica en México y se sirven de ella
para estudiar y comprender los más
graves problemas de la vida, sin oportu-
nismos de política militante, no podrán
estar con los marxistas ortodoxos, y me-
nos con los de la secta bolchevista que
hace la apología de la violencia; aunque
no desconocemos los problemas de la
“evolución repentina” ni olvidamos que
existe el “instinto de combatividad hu-
mano”, demasiado humano. Sabemos,
gracias a nuestra síntesis, cuál es el pa-
pel social que desempeñan todas las re-
152
DR © 2018.
ligiones en la historia, y conocemos las

profundas raíces del sentimiento reli-
gioso inextinguible en el espíritu huma-
no; entendemos la economía sólo para
mejor servir y realizar el espiritualismo,
el que parece “asqueroso espiritualis-
mo” a los materialistas, que entienden
la vida al través de la pitanza; nos aso-
mamos a todas las ventanas del espíritu
sin dejar obliterada ninguna que pueda
dejar pasar las corrientes de todos los
rumbos del horizonte, mirándolas des-
de vastas perspectivas ilimitadas, por-
que el principio de nuestra filosofía se
funda en el espíritu científico, que es
inductivo y deductivo conjuntamente;
porque, como dice Bertrand Russell:
“El conflicto de Galileo y la Inquisi-
ción no es meramente el conflicto entre
el libre pensamiento y el fanatismo, o
entre la ciencia y la religión; es un con-
flicto entre el espíritu de INDUCCION
y el espíritu de DEDUCCION. Los que
creen sólo en la deducción, como mé-
todos para llegar al conocimiento, se
153
DR © 2018.
ven obligados a tomar sus premisas en

alguna parte, GENERALMENTE EN
UN LIBRO SAGRADO. La deducción
procedente de libros inspirados es el
método de llegar a la verdad emplea-
do por los juristas cristianos, mahome-
tanos y COMUNISTAS. Y puesto que
la deducción, como medio de alcanzar
el conocimiento, fracasa cuando existe
duda sobre las premisas, los que creen
en la dedución tienen que ser enemigos
de los que discuten la autoridad de los
libros sagrado” (La Biblia, el Corán o El
Capital de Marx, etc., etc.)
Por la matemática se hizo gran-
diosa la ingeniería, por la biología se
hace científica la medicina, por la cien-
cia social el derecho dejará de ser em-
pírico y arbitrario. La socialización del
derecho es un fenómeno científico, y su
fijación, por los hombres de gobierno,
en los códigos supremos no siempre
ha sido obra aconsejada por los técni-
cos, pues como lo hace notar el maes-
1 La Propiedad en México. La Reforma Agraria.
154
DR © 2018.
tro Valentín Gama, en un anatema con

caracteres de fuego: en México, desde
la Independencia, nuestros intelectua-
les sólo han servido para justificar a los
hombres de acción en el gobierno y no
para orientar la vida social (1). Por lo
tanto nuestra socialización jurídica es,
más que la obra de los técnicos, labor
de políticos sin la preparación suficien-
te y necesaria; socialización anárquica y
desorganizadora que llevan a cabo los
Estados que aún conservan su fisonomía
regalista, pero que habrán de transfor-
marse por fuerza en el Estado Industrial
o de organización a base de una jerar-
quización coordinada de los hombres,
según las actividades útiles y produc-
toras, creándose el órgano intermedio
entre el hombre-individuo y el Estado
para hacer depender este último de los
representantes genuinos de todas las
clases organizadas, con la competencia
técnica indispensable para poder ma-
nejar científicamente la producción y
sobre todo responsables ante su grupo.
155
DR © 2018.
Exclamemos, con el propio Karl Marx:

¡trabajadores de todos los países, uníos!
Sí, pero uníos, todos los trabajadores de
todas las clases, en régimen de libertad y
de justicia, como dice de modo relevan-
te la novísima Constitución Española.
DR © 2018.
Índice
Prefacio......................................................................... 7
Dedicación....................................................................23
Prólogo......................................................................... 25
Perspectivas.................................................................. 31
Epígrafe........................................................................ 33
Pluralismo y totalismo................................................... 43
La teoría general de las funciones

como método de investigación sociológica.................. 53
Significado de la función social................................... 61
Función social y el derecho.......................................... 71
El Estado político-industrial......................................... 93
El juicio de amparo y la socialización........................... 109
Garantías individuales y garantías sociales................... 123
El derecho social y sus dominios.................................... 135
Síntesis.......................................................................... 145
DIRECTORIO
Héctor Astudillo Flores
Gobernador Constitucional del Estado
Florencio Salazar Adame

Secretario General de Gobierno
Subsecretaría de Gobierno para Asuntos Jurídicos

y Derechos Humanos
Martín Maldonado del Moral

Subsecretario de Gobierno de Desarrollo Político
Fernando Jaimes Ferrel
Subsecretario de Gobierno para Asuntos Agrarios
Nayelli Ávila Carrera
Encargada de la Subsecretaría de Coordinación,
Enlace y Atención a Organizaciones Sociales
Germán Espíndola León

Coordinador de Asesores
Ma. Elena Jaimes Martínez

Titular de la Unidad Estatal para la Protección
de Personas Defensoras de los Derechos
Humanos y Periodistas

Cinthia Carranco Vidal
Enlace de Comunicación Social
Lourdes Leyva Pérez

Delegada Administrativa
Facebook: Secretaría General de Gobierno del Estado de Guerrero

www.segob.guerrero.gob.mx

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LA SOCIALIZACIÓN EN EL DERECHO

La socialización del Derecho. Ensayo de una Teoría

© Segunda edición: junio de 2018.

Impreso y hecho en México.

Nota del Editor

La presente edición de la obra intitulada: La socialización del Dere-

“Las grandes causas en la vida

TEÓFILO OLEA Y LEYVA

Para comprender de mejor mane-

se inscribe y pública durante los años

El texto está integrado por diez

que es una función matemática”. Así a

Con base en la anterior premisa

ello pasa revista al concepto de función

sino un medio”. No obstante lo anterior,

En el centro del análisis anterior

rías que explican cuál es el papel que

siempre es la misma. Históricamente

Los detractores de esta teoría afir-

Pero lo importante es comprender

Con base en lo anterior, la socia-

la propiedad deja de ser un derecho

La división del trabajo obliga a la

La socialización del derecho no

Desde esta perspectiva, Teófilo

consagran garantías sociales en lo eco-

No obstante las anteriores con-

Conviene recordar que el primer

No le faltará razón a Teófilo Olea

Este libro que se escribió hace 85

tro derecho se encuentra, a principios

Por lo anterior, este libro cons-

gación de nuestra Norma Fundamental.

A más de ocho décadas de la pri-

Dra. Cecilia Mora-Donatto

Al apóstol de dulce impertinencia so-

L as circunstancias económicas por las

el fuego de nuestra cultura, de glorioso

Ello ha originado, por una parte,

sólo se atrevía a considerar la Metafísica.

el hombre como salvación de la especie.

que las potencias de su ser se dislocaron,

“Y esta es la parte más sensa-

ma de disponer de esa energía; pero el

E n el silencio de los laboratorios, con

régimen de esclavitud sin galeras y sin

Humanidad; y así es como nuestro pen-

morirán en la contienda, a menos que

guían y deben guiar a la ciencia, a saber:

sentir, todavía cercano, muy cercano,

sencillez de observar con curiosidad y

L a ciencia producirá los efectos que el

der el mundo y la vida, “para mejor sa-

a sus propios recursos, casi siempre nu-

y algunos detestan a la ciencia, la cual

remos a la ciencia de haberlas mencio-

te. Hablemos con verdad y digamos que

do correspondiente a la nueva sociedad;

LA TEORÍA GENERAL DE LAS