h341492, Pre-Print Teletrabajo y Precarización Laboral
h341492, Pre-Print Teletrabajo y Precarización Laboral
h341492, Pre-Print Teletrabajo y Precarización Laboral
https://doi.org/10.1590/SciELOPreprints.1724
Los autores declaran que son conscientes de que son los únicos responsables del contenido del preprint y
que el depósito en SciELO Preprints no significa ningún compromiso por parte de SciELO, excepto su
preservación y difusión.
Los autores declaran que la investigación que dio origen al manuscrito siguió buenas prácticas éticas y que
las aprobaciones necesarias de los comités de ética de investigación se describen en el manuscrito, cuando
corresponda.
Los autores declaran que se obtuvieron los términos necesarios del consentimiento libre e informado de
los participantes o pacientes en la investigación y se describen en el manuscrito, cuando corresponde.
Los autores declaran que la preparación del manuscrito siguió las normas éticas de comunicación
científica.
Los autores declaran que el manuscrito no fue depositado y/o previamente puesto a disposición en otro
servidor de preprints.
El autor que presenta declara que todos los autores responsables de la preparación del manuscrito están
de acuerdo con este depósito.
Los autores declaran que en el caso de que este manuscrito haya sido enviado previamente a una revista y
esté siendo evaluado, han recibido el consentimiento de la revista para realizar el depósito en el servidor
de SciELO Preprints.
Los autores declaran que si el manuscrito se publicará en el servidor SciELO Preprints, estará disponible
bajo licencia Creative Commons CC-BY.
El autor que hace el envío declara que las contribuciones de todos los autores están incluidas en el
manuscrito.
Si el manuscrito está siendo revisado y publicado por una revista, los autores declaran que han recibido
autorización de la revista para hacer este depósito.
Artículo de Reflexión
PRECARIZACIÓN DEL TELETRABAJO EN ECUADOR EN CONTEXTO
DE COVID-19: VARIABLES DE ANÁLISIS DESDE EL ENFOQUE
MARXISTA
PRECARISATION OF TELEWORKING IN ECUADOR IN THE CONTEXT
OF COVID-19: ANALYSIS VARIABLES FROM THE MARXIST APPROACH
Carlos Antonio Iturralde Durán1, ORCID, https://orcid.org/0000-0002-0300-7748
Lenin Efraín Duque Romero2, ORCID, https://orcid.org/0000-0002-4153-9454
1
Universidad Politécnica Salesiana, Guayaquil, Ecuador, email: [email protected]
2
DR Asesores Legales, Guayaquil, Ecuador, email: [email protected]
RESUMEN
El objetivo del presente artículo es identificar, desde el enfoque marxista, las variables clave para
resguardar el trabajo digno, que deben ser consideradas por las normativas y los procesos de
regulación y control público para evitar o minimizar la precarización laboral en Ecuador. En el
contexto de la pandemia ocasionada por el Covid-19 se generalizó e intensificó el teletrabajo, y se
continuó con la producción, manteniendo el distanciamiento social y respetando las restricciones
de movilización, lo que redujo el riesgo de contagio del virus. Dicha postura exigió rápidas
adaptaciones a todos los agentes económicos y afectó la dinámica de las relaciones laborales en la
coyuntura de elevadas tasas de desocupación y frente a un marco legal cuyo diseño no estuvo
pensado para el teletrabajo. A través de una investigación bibliográfica enmarcada en la
metodología cualitativa, se determinó que los mecanismos de explotación y expropiación de la
plusvalía se elaboran sobre las variables: ingresos y beneficios sociales del trabajador, jornada
laboral y estabilidad y ambiente laboral. Se determinó que la Ley Humanitaria y el Acuerdo
Ministerial MDT-2016-0190 permitieron el incremento de la precarización y promovieron la
flexibilidad laboral en las tres variables, hecho que incidió negativamente en el bienestar de la
clase asalariada.
PALABRAS CLAVE: Teletrabajo, pandemia, plusvalía, relaciones laborales
ABSTRACT
This article's objective is to identify, from the Marxist approach, the key variables to safeguard
decent work. This objective should be considered by the regulations and public regulation and
control processes to avoid or minimize Ecuador's job insecurity. In the context of the pandemic
caused by Covid-19, that generalized and intensified teleworking. It allows continuing with
production, maintaining social distancing, and respecting mobilization restrictions. All of the
mentioned aspects reduce the risk of contagion of the virus. However, it has required rapid
adaptations to all economic agents. Thus, it affected the dynamics of labor relations in high
unemployment rates and in the face of a legal framework whose design was not thought for
teleworking. Through bibliographic research framed in the qualitative methodology, it was
determined that the mechanisms of exploitation and expropriation of the surplus-value are
elaborated on the variables: income and social benefits of the worker, working hours, stability,
and work environment. Finding that the Humanitarian Law and the Ministerial Agreement MDT-
2016-0190 allow the increase of precariousness promoting labor flexibility in the three variables
and negatively affecting the salaried class's well-being.
KEYWORDS: Telework, pandemic, capital gains, labor relations
Recibido: (20/08/2020)
Aceptado: (14/12/2020)
INTRODUCCIÓN
METODOLOGÍA
El presente artículo se enmarca en las ramas del conocimiento de las ciencias sociales y su
elaboración utilizó el enfoque cualitativo y el método descriptivo, y es, de acuerdo al criterio de
temporalidad, una investigación seccional o de corte transversal centrada en la coyuntura de la
crisis de 2020 provocada por la pandemia del Covid-19, que impulsó el uso masivo del teletrabajo
como modalidad laboral, sin observar su evolución desde sus orígenes en la década del setenta
hasta la actualidad.
Para identificar las principales variables que deben ser reguladas para evitar la explotación laboral
en contexto de pandemia y el cambio de modalidad de trabajo, se realizó una investigación
bibliográfica que contempló la tesis de la plusvalía de Karl Marx, encasillada en el pensamiento
clásico, que tiene amplia aceptación en la academia por lograr explicar el funcionamiento de la
lógica capitalista en las relaciones económicas.
El levantamiento de información contempló tres categorías de búsqueda: artículos de relaciones
laborales basadas en la teoría de la plusvalía marxista, así como obras clásicas de Karl Marx;
estudios y datos acerca del mercado laboral ecuatoriano y la implementación del teletrabajo en la
región latinoamericana; y el marco normativo para el teletrabajo en el país.
Para la recolección de fuentes que tratan la teoría de la plusvalía y las relaciones laborales, se
utilizaron las siguientes palabras clave de búsqueda: plusvalía, tasa de ganancia, mercado de
trabajo, flexibilización laboral y precarización laboral. Se escogieron artículos publicados en
revistas indexadas en Scopus, Wos y Scielo, que preferentemente respondieran a estudios
realizados en América Latina y el Caribe, y se priorizaron aquellas emitidas en un periodo de cinco
años o menos con respecto a la fecha de elaboración de este artículo. Luego, se seleccionaron los
artículos que se aproximaron mejor al problema de investigación y de ellos se realizó una lectura
profunda con el propósito de identificar, de manera sintetizada, las variables más relevantes
utilizadas para abordar la explotación laboral, además de los mecanismos asociados a estas malas
prácticas. Al existir dos o más artículos con propuestas similares, se escogió aquel que explicó con
mayor detalle las variables o mecanismos de explotación laboral. Posteriormente, se identificaron
las variables que fueron factor común en los artículos seleccionados.
Para analizar el mercado laboral se utilizaron fuentes de acceso abierto provenientes de organismos
internacionales e instituciones oficiales reconocidas en el ámbito nacional y regional, y que tratan
sobre características del mercado de trabajo y la aplicación del teletrabajo en la región y el país,
donde se destacaron las siguientes: Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Organización
Internacional del Trabajo (OIT), Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL),
Banco Mundial, Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC), Ministerio de Trabajo y
Banco Central del Ecuador (BCE).
El marco normativo para la implementación del teletrabajo en Ecuador se estudió tras la revisión
de la Constitución del Ecuador, el Código de Trabajo, la Ley Orgánica de Apoyo Humanitario y
el Acuerdo Ministerial MDT-2016-0190. Con estos elementos se elaboró una síntesis comprensiva
y contextualizada a la crisis presente.
RESULTADOS Y DISCUSIÓN
Tal vez el mejor estudio del capitalismo fue elaborado por Karl Marx en su obra titulada: El
Capital. Crítica de la Economía Política, donde retoma interrogantes tratadas por Adam Smith y
David Ricardo acerca de la creación de valor en los productos, otorgándoles mayor completitud
con la dotación de nuevos elementos conceptuales, entre ellos, la plusvalía y la tasa de ganancia.
Smith (1979), sostuvo que el precio de las mercancías se determina por la cantidad ofertada y
demandada vinculando parcialmente al trabajo humano como medida de valor al proponer el
concepto de precio natural que aglutina salarios, ganancia y demás costos, lo que fue secundado
por David Ricardo en su publicación: Principios de Economía Política y Tributación (1973), quien
señaló que las mercancías pueden intercambiarse si la cantidad de trabajo humano implícito para
su creación es equivalente entre ellas.
Empero, Karl Marx agregó que la magnitud del valor de un producto es la cantidad de trabajo
socialmente necesario para producirlo, esto es, el tiempo de trabajo que se utilizó en su elaboración
(Marx 1959). Al integrar la variable tiempo en la ecuación, el precio de mercado comprende tanto
el costo de fabricación como el beneficio económico del propietario, de tal manera que entre mayor
sea el tiempo que el trabajador destina a la faena productiva y menor el costo de producción, mayor
será el excedente a favor del empresario.
El bien creado por el obrero durante la jornada laboral tiene dos destinos: cubrir los costos de
producción, que incluye el propio sueldo del empleado, costo de insumos, depreciación de activos,
entre otros; y generar ganancias para el dueño del negocio; o, viéndolo desde la perspectiva
marxista, el precio de la mercancía equivale a la cantidad de horas de trabajo que se usaron para
su producción, y el capitalista solo paga a los obreros una porción de esas horas que trabajaron,
básicamente para que subsistan, apropiándose del resto, a lo que denominó plusvalía.
La materialidad socioeconómica define las clases sociales de tal forma que la clase obrera encaja
en el sistema en la medida que logra vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario de
subsistencia que le asegura solo su conservación y reproducción, que la productividad laboral
propende a dejar mayores excedentes a los capitalistas, y que el poder tiende a concentrarse en los
agentes que logran acumular mayores niveles de capital, por lo cual, las grandes empresas poseen
la capacidad de presionar al Estado para imponer normativas que precarizan la situación laboral y
la calidad del trabajo (Lorca 2019; Boundi 2017).
Aunque son muchos los mecanismos utilizados para aminorar la calidad del trabajo y extraer
mayores niveles de plusvalía, la literatura sugiere que estos se concentran alrededor de las
siguientes variables: ingresos laborales que comprende sueldos o salarios y seguridad social, horas
de trabajo y estabilidad laboral (Úbeda, Cabasés y Pardell 2020; Arcos y Ferrada 2019; Pineda
2019; Arroyo, Pinzón, Mora, Gómez y Cendales 2016; Pérez y Mora 2014; Jiménez y Páez 2014;
Mora y Ulloa 2011).
INGRESOS LABORALES
Smith y Ricardo, siguiendo la herencia fisiócrata, pensaban que el precio natural de la fuerza de
trabajo, el salario, debía ser de subsistencia de tal manera que permitiera a los obreros y a sus
familias sobrevivir para asegurar la reproducción que cubriera los futuros puestos de trabajo que
demandara la economía, y era la libre competencia el mecanismo más eficiente para regular los
sueldos y salarios sin que existiera ningún tipo de intervención o regulación del Estado (Ricardo
1973), lo cual para Marx era producto del exceso de mano de obra que desembocaba en desempleo,
permitiendo que el precio de la fuerza laboral sea reducido (Marx y Engels 1960).
La flexibilización laboral en presencia de desocupación ha sido ampliamente debatida, al existir
vertientes que plantean la eliminación de rigideces en el precio del mercado de trabajo,
promoviendo su fluctuación libre de acuerdo con la oferta y demanda de este factor productivo.
Al concebir al desempleo como la diferencia entre la cantidad de personas que desean trabajar y
la que las empresas desean contratar a un salario determinado, la existencia de desocupación
significa que el salario es muy elevado, por lo que resulta recomendable su reducción para que el
mercado llegue al equilibrio y el desempleo se anule. Por consecuencia, los defensores de esta
postura afirman que es la intervención del Estado a través de imposiciones de salarios básicos, la
generadora de desempleo, y su reducción se logra con mayores niveles de inversión y acumulación
de capital (Jiménez 2018; García y Cruz 2017).
Desde la óptica de las políticas liberales, la flexibilización del mercado de trabajo no se relaciona
con la movilidad de los trabajadores hacia territorios con mayor demanda laboral, sino con la
desregulación del precio de la fuerza de trabajo, lo que implica eliminar el salario básico y los
beneficios sociales a favor de la clase obrera; y son las políticas económicas gestadas en el
Consenso de Washington e impulsadas por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial,
los hitos más significativos en la región, pues insistieron en el desmantelamiento del Estado del
Bienestar en América Latina, y con ello, en la desarticulación de diferentes prestaciones sociales
que engrosaban el ingreso real del trabajador (Castañeda y Díaz 2017).
Sin embargo, según Velásquez (2017), en la medida en que el salario mínimo se fije en valores
inferiores a la productividad marginal del trabajo, no debería generar desocupación; idea que al
alinearse con la teoría marxista, revela que el desmantelamiento de políticas públicas de salarios
básicos podría ser una práctica tendiente a incrementar la tasa de ganancia del capitalista, quien se
beneficia de la disminución del valor de cambio de la fuerza de trabajo obtendría pero mantiene
su mismo valor de uso ya que la jornada laboral no se ha reducido, y por consecuencia, se
acrecentaría la plusvalía expropiada al obrero; a lo que Lastra (2018) denomina superexplotación
de la fuerza de trabajo, entendida como su compra-venta por debajo de su valor.
Se agrega que los incrementos moderados en el salario mínimo generalmente se trasladan a los
precios de los bienes en una proporción menor y no necesariamente se traduce en desempleo, pues
las empresas enfrentan este aumento de costos no solo con el recorte del personal; además, mejores
niveles de remuneración se asocian con mejoras en la eficiencia de las empresas, ya que se aminora
la rotación de personal, mejora el clima organizacional y la motivación del personal, se reducen
errores en los procesos productivos, entre otros (Campos 2015).
JORNADA LABORAL
La delimitación del tiempo que el trabajador destina a la faena productiva, es decir, la jornada de
trabajo, es una temática de relevancia en materia laboral que fue considerada desde el siglo XIX
al aceptarse el hecho de que jornadas extensas deterioran la salud de los obreros, afectan
negativamente a sus hogares y reducen la productividad; razón que se constituye en el centro de
la discusión de la Conferencia General de la OIT (1919) llevada a cabo en Washington cuyo
producto fue el primer Convenio Internacional sobre las Horas de Trabajo que estableció una
jornada de ocho horas diarias y cuarenta y ocho horas semanales, cuidando que los trabajadores
tuvieran periodos apropiados de descanso.
No obstante, las líneas de pensamiento ortodoxas cuestionan la idoneidad de regular la jornada
laboral, fomentando en sus discursos la liberalización del mercado de trabajo con propuestas de
políticas tendientes a la creación de jornadas laborales parciales con eliminación de beneficios
sociales, argumentando que el libre mercado asigna de forma eficiente los factores productivos,
maximizando el excedente del consumidor (empleador) y del productor (empleado); situación que
al alcanzar el punto de equilibrio, lograría eliminar la problemática de la desocupación.
Ergo, la renta media que percibe el trabajador por hora de trabajo sería inferior a la que percibiría
en empleo adecuado, motivándolo a buscar más fuentes de ingresos que lo obliguen a ampliar las
horas diarias trabajadas para percibir, incluso, un ingreso medio menor; permitiendo que los
empresarios logren mayores niveles de plusvalía (Varas, Carrasco, Gutiérrez y Bascuñán 2018).
Aja y Sánchez (2018) reconocen otra problemática afín al incremento de las horas de trabajo
exigidas al empleado, pero no pagadas. Esta forma de explotación incrementa su factibilidad en la
medida que los entes de control son ineficientes y las tasas de desocupación elevadas, de tal manera
que los empleados, por temor a ser despedidos y carentes de confianza en la institucionalidad de
los órganos de control y justicia del Estado, optan por aceptar esta forma de explotación laboral.
Un mecanismo similar es la implementación de metas laborales que no se corresponden con la
jornada laboral, lo que obliga al trabajador a ampliar la cantidad de horas de trabajo diarias para
poder cumplir con dichas metas, demandándole que se quede mayor tiempo del contratado en la
oficina o que realice actividades laborales en su hogar una vez terminada la jornada en la empresa,
todo ello sin reconocimiento monetario, lo que aumenta de manera oculta el tiempo de la jornada
de trabajo e incrementa el valor agregado que no es pagado al empleado, permitiendo mayor
beneficio económico para el empresario, lo que finalmente se traduce en una forma indirecta de
contraer la remuneración media percibida por el obrero.
De acuerdo con la OIT (2019b), la jornada laboral fue, es, y continuará siendo una variable clave
al momento de estudiar las relaciones laborales, requiriendo de especial atención ante las
variaciones ocasionadas por los avances tecnológicos y las tendencias del mercado, generándose
nuevas modalidades de trabajo y diversidad en la provisión de fuerza laboral, que ahora son más
descentralizadas, competitivas y particulares, orientándose hacia resultados.
ESTABILIDAD LABORAL
EL TELETRABAJO
Los avances en las TIC incrementaron el abanico de modalidades de trabajo, inician en 1973 con
el uso de la telefonía fija como medio de comunicación para realizar actividades laborales de forma
remota, a tiempo parcial o completo. Posteriormente, con la masificación del acceso a
computadoras e Internet en los hogares surgió el home office u oficina en casa que permitió que
los empleados realizaran muchas de las tareas del trabajo desde su hogar.
Con la aparición de laptops, tabletas y teléfonos celulares nace el concepto de oficina móvil, pues
el trabajo puede realizarse fuera de la oficina, pero no necesariamente en el domicilio del
empleado, sino en todo lugar donde se pueda acceder a una red de datos o conexión a Internet; y,
actualmente, se promueve la oficina virtual apoyada en teléfonos inteligentes y en la posibilidad
de tener gran cantidad de información en la nube, viabilizando el teletrabajo en muchas áreas de
las organizaciones.
Según la Academia Internacional de Teletrabajo en América Latina y el Caribe (2017), como se
aprecia en la Tabla 1, antes de la pandemia provocada por el Covid-19 el teletrabajo era una
propuesta laboral en auge, y es Brasil el país latinoamericano con mayor cantidad de
teletrabajadores, seguido de México, Argentina y Chile, mientras que en el resto de países su
aplicación era aún endeble debido a que, a diferencia de los países de primer mundo, la región no
cuenta con la infraestructura tecnológica apropiada pues, aunque al 2016 casi la mitad de la
población mundial tenía acceso a Internet esta se concentraba en países desarrollados y la tasa de
penetración en los países en vías de desarrollo era del 15 %, por lo que apenas uno de cada siete
individuos accedía a Internet (Banco Mundial 2019).
El índice de desarrollo del ecosistema digital de América Latina es de 49,9 y supera al de África y
Asia, pero queda relegado ante los valores logrados por Norteamérica y Europa Occidental que
alcanzaron el 80,9 y 71,1, respectivamente. Esta desigualdad se explica parcialmente por el alto
costo relativo del servicio de banda ancha, móvil o fija, debido a una deficitaria infraestructura
digital y políticas públicas con resultados insuficientes en conectividad.
Se añade que existe una marcada heterogeneidad en el acceso a Internet de los hogares, que difiere
entre países, localidades dentro de un mismo país e incluso entre territorios dentro de un mismo
cantón, y es el área rural la menos atendida. En Bolivia, Perú, El Salvador y Paraguay menos del
10 % de los hogares tiene conexión a Internet; situación que crea divergencias al momento de
implementar el teletrabajo (BID 2019).
La CEPAL (2018) determinó que el 81 % de los hogares de la región encasillados en el quintil V,
que es el más elevado respecto a ingresos percibidos, tienen conexión a Internet; mientras que
apenas el 38 % de los hogares del quintil I, que aglutina a los de mayor pobreza por ingresos, tiene
conectividad a Internet. En el caso ecuatoriano, para la fecha, apenas el 12 % de los hogares del
quintil I tenían acceso a Internet. Por ende, el 80 % de los hogares con ingresos categorizados en
los quintiles I, II y III están imposibilitados de teletrabajar, sea por problemas de conectividad, por
el tipo de actividad que realizan, entre otros; mientras que más del 50 % de los ocupados agrupados
en los quintiles más elevados, IV y V, pueden teletrabajar.
Estas deficiencias se tornaron más significativas en el contexto de la pandemia del Covid-19 que
limitó drásticamente la movilidad humana, al surgir el uso de TIC como opción obligatoria para
mantener el distanciamiento físico en el desarrollo de gran cantidad de actividades económicas y
sociales, hecho que ocasionó que la implementación de tecnologías digitales en materia laboral,
así como en otras esferas relevantes como la educación, la salud y el esparcimiento, ocurra en
pocos meses cuando, antes de la pandemia, se preveían lentos avances de estas modalidades en la
región donde se estimaba que apenas el 21,3 % de la población empleada podría teletrabajar, como
se observa en la Figura 1, mientras que en Europa y Estados Unidos esta cifra bordeó el 40 %
(CEPAL 2020).
35%
30%
25%
20%
15%
10%
5%
0% Ecuador
Bolivia
Guyana
Honduras
Chile
Panamá
Guatemala
Belice
Brasil
Uruguay
EL Salvador
México
Rep. Dominicana
Figura 1: Probabilidad de teletrabajar en América Latina y el Caribe América Latina y El Caribe
Tabla 2: Crecimiento del tráfico de sitios web y uso de aplicaciones entre el primer y segundo
trimestre del 2020 en países de América Latina
País Crecimiento
Teletrabajo 324%
Comercio electrónico 157%
Educación en línea 62%
Fuente: CEPAL (2020)
EL TELETRABAJO EN ECUADOR
De acuerdo al primer literal del artículo dos del segundo suplemento del Registro Oficial N° 825,
el teletrabajo y teletrabajador se definen como:
Teletrabajo. Forma de prestación de servicios de carácter no presencial en jornadas ordinarias y
especiales de trabajo a través de la cuales el trabajador/a realiza sus actividades fuera de las
instalaciones del empleador, siempre que las necesidades y naturaleza del trabajo lo permitan,
haciendo uso de las TIC, tanto para su gestión como para su administración y control.
Teletrabajador. Toda persona que tiene calidad de trabajador/a de conformidad con lo dispuesto
en el Código de Trabajo, y que efectúe sus labores mediante teletrabajo fuera de las instalaciones
en las que mantiene su actividad el empleador, sea de manera parcial o permanente. (Ministerio
del Trabajo 2016:2)
El Acuerdo MDT-2016-0190 del 24 de agosto de 2016 determina que el teletrabajo es una relación
laboral contractual entre empleador y empleado donde el trabajo se realiza en un lugar diferente a
la oficina del empleador utilizando TIC para el desarrollo de actividades laborales; y señala el
carácter voluntario para teletrabajar, la reversibilidad o derecho del teletrabajador para retornar a
sus labores de manera presencial, la igualdad de remuneración entre teletrabajador y trabajador
presencial, el derecho al pago de horas suplementarias y extraordinarias, la igualdad en las
prestaciones sociales, el respeto a sus derechos laborales y cumplimiento de obligaciones, la
definición de la carga horaria, la igualdad de posibilidades de promociones y desarrollo laboral, la
seguridad y salud ocupacional, además que los gastos e inversiones para llevar a cabo el teletrabajo
pueden ser cubiertos por la empresa.
Entre sus ventajas destaca la reducción de costos para las empresas, que ahorran en espacios de
oficinas, fomenta la descentralización y la gestión por resultados, e incluso aplaca tensiones y
conflictos entre el personal dentro de la compañía; el teletrabajador obtiene mayor libertad para
organizarse a la vez que reduce la cantidad de tiempo y recursos destinados a la movilización entre
su domicilio y lugar de trabajo; mientras que la sociedad se beneficia de una contracción del tráfico
y de elementos contaminantes, como gases y partículas, el ruido de vehículos automotores, y
también fomenta la inclusión laboral de personas con capacidades especiales u otras personas con
dificultades para movilizarse cotidianamente a las oficinas (OIT 2019a).
La correcta aplicación del teletrabajo requiere de una nueva cultura organizacional orientada a
resultados acompañada de un marco regulatorio que genere rutas de acción ante eventuales
problemas laborales entre empleado y empleador, así como mecanismos de regulación pública
efectivos que superen a los tradicionales que quedan obsoletos ante el salto que las TIC provocan
en las relaciones laborales.
La pandemia actual obligó a intensificar sustancialmente el teletrabajo en las empresas sin que
existiera una planificación previa que contenga capacitaciones, reorganización de procesos,
infraestructuras tecnológicas, o siquiera un marco normativo que especificara con precisión las
nuevas reglas del juego, generando preocupaciones latentes tanto en empresarios como en
empleados, y los segundos constituyen el grupo más vulnerable.
Debido a que el desempleo ha crecido significativamente, pasando del 5,2 % al 16,8 % entre junio
de 2019 y junio de 2020 (BCE 2020), y que los empresarios pueden reducir el ingreso nominal de
su personal hasta en un 45 %, incluyendo los montos equivalentes por beneficios sociales y, en
caso fortuito, la jornada laboral hasta en el 50 % según la Ley de Apoyo Humanitario aprobada el
19 de junio de 2020, el poder de negociación de los trabajadores frente a propuestas laborales del
sector empresarial se ve diluido, más aún si están impedidos de realizar manifestaciones
democráticas por el riesgo de contraer Covid-19, lo que abre las puertas al fantasma de la
precarización laboral.
Entre las muchas dudas latentes destaca el temor de que los empleadores trasladen a los
trabajadores, de forma parcial o total, los costos de implementar el teletrabajo, es decir, que el
empleado deba poner al servicio de la empresa activos personales como computadoras, impresoras,
vehículos, escritorios, sillas, además de asumir costos de electricidad, papelería, entre otros tantos
que, de acuerdo con la normativa vigente, deberían ser proporcionados por la firma contratante.
De ocurrir el caso, los empresarios verían incrementada su tasa de plusvalía de una forma que el
pensamiento capitalista no había gestado, pues, el justificativo para apropiarse del plusvalor es el
riesgo implícito de poner sus medios de producción a favor del negocio, por lo cual además reciben
una retribución por el desgaste de estos bienes denominada gasto de depreciación y amortización
que está exenta de impuestos; mientras que el obrero solo recibe la paga por su fuerza de trabajo
y no debería arriesgar sus activos personales, pues no recibe reposición por su desgaste ni tampoco
le generan rendimientos por el ejercicio.
La estrategia de incrementar la tasa de plusvalía a través de la reducción del ingreso nominal de
los trabajadores se sustenta en una coyuntura económica recesiva donde muchas empresas están
luchando por subsistir en el mercado, empero, no se debe desconocer que el riesgo de invertir es
del empresario quien es retribuido con beneficios económicos, mas no de los obreros quienes solo
perciben una porción del valor agregado que realmente crean; y si por mantener su trabajo, tal vez
con un ingreso castigado en el 45 %, se ven obligados a adecuar en su hogar una oficina
improvisada dotada de sus activos personales, de incurrir en costos de suministros e insumos
necesarios para realizar sus actividades laborales sin reconocimiento alguno por parte de la firma
para la cual trabajan en relación de dependencia, se estaría ejecutando una forma de relación
laboral precaria en desmedro de los derechos del trabajador.
También surgen inquietudes y nuevos riesgos para el empleador, por ejemplo, si un empleado
indica que sufrió un accidente en horas laborales mientras realizaba teletrabajo, ¿cómo lo
constataría?, en caso de que la firma proporcione de los equipos necesarios para realizar
teletrabajo, ¿cómo se asegura que se destinen efectivamente a las actividades de su empresa?
Además, debe realizar nuevas inversiones en software para garantizar la seguridad de sus datos
que ahora serán llevados al domicilio de sus empleados, deberá reestructurar la compañía y realizar
incluso reingeniería de procesos, tendrá que cambiar la cultura organizacional, y todo ello, en un
experimento improvisado de teletrabajo en el contexto de un mercado deprimido cargado de
expectativas ambiguas e incertidumbre que finalmente incrementan el riesgo mas no las ganancias,
y rompen la lógica financiera: mayor riesgo, mayor rendimiento.
CONCLUSIONES
peligrosamente la precarización del trabajo, ya que repercuten negativamente sobre estas variables,
en tanto que los mecanismos de regulación laboral de los órganos públicos de control no han ido
acordes a la evolución que hoy proyecta el trabajo virtual y carecen de la capacidad de garantizar
el trabajo digno.
La Ley Humanitaria, al contrario de precautelar las tres variables claves mencionadas, facilitó su
precarización al permitir la reducción de los ingresos de los empleados hasta en un 45 %,
incluyendo los montos equivalentes por beneficios sociales, y la jornada laboral hasta en un 50 %;
en el marco de la mayor tasa de desocupación en décadas y más de un millón de desempleados
con escasa capacidad de realizar manifestaciones democráticas en rechazo a estas medidas por el
riesgo de contraer Covid-19, diluyendo su poder de negociación frente a sus empleadores.
Complementariamente, el Acuerdo Ministerial MDT-2016-0190 precarizó el ambiente laboral del
teletrabajador al permitir que los activos y gastos relacionados a la realización de actividades
productivas para una empresa en esta modalidad laboral puedan ser cubiertos parcial o totalmente
por el teletrabajador, quien podría tener que destinar parte de sus ingresos para adquirir activos,
materias primas e insumos que pondrá a favor de la empresa para generar utilidades para el
propietario, sin que le sean reconocidos los costos y gastos asumidos, ni la depreciación de sus
activos, y mucho menos el rendimiento que debería generar su pequeña inversión, lo que desdibuja
la lógica capitalista.
Ante la persistente heterogeneidad en la estructura productiva, caracterizada por una
infraestructura tecnológica deficitaria, un mercado laboral precario y un Estado con
institucionalidad débil; urge adecuar la normativa vigente y el diseño de nuevos mecanismos de
control público en el mercado laboral, que deben corresponder a las formas evolucionadas de
trabajo que continúan gestándose gracias a las cambiantes TIC, y cuya aplicación fue acelerada
por la pandemia del Covid-19; pretendiendo mantener, sino mejorar, las condiciones laborales de
la clase asalariada, cuidando de no retroceder en los niveles de remuneraciones y beneficios
sociales, jornadas laborales, estabilidad y ambiente laboral; que se traducen en bienestar y
desarrollo para la mayoría de la población del país.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Academia Internacional de Teletrabajo en América Latina y el Caribe. (2017). Estado del
teletrabajo en América Latina y el Caribe. San José, Costa Rica: ITA-LAC. Recuperado
de https://cidtt.org/wp-content/uploads/2018/03/Estado-del-Teletrabajo-en-
Am%C3%A9rica-Latina.pdf
Acuerdo Ministerial MDT-2016-0190. (24 de agosto de 2016). Segundo Suplemento del Registro
Oficial 825. Quito: Ministerio de Trabajo. Recuperado de http://www.trabajo.gob.ec/wp-
content/uploads/2016/10/Acuerdo_Teletrabajo_WEB.pdf
Aja, J. y Sánchez, E. (2020). El análisis de clase marxista en la era de la precariedad y la
flexibilidad. Cuadernos de Relaciones Laborales, 38(1), 145-165. doi:
https://dx.doi.org/10.5209/crla.68872
Arcos, A. y Ferrada, L. (2019). Calidad del empleo en la zona Sur Austral de Chile. Revista de
Economía Institucional, 21(41), 213-234. doi:
https://doi.org/10.18601/01245996.v21n41.09
Arroyo, J., Pinzón, L., Mora, J., Gómez, D. y Cendales, A. (2016). Afrocolombianos,
discriminación y segregación espacial de la calidad del empleo para Cali. Cuadernos de
Economía, 35(69), 753-783. Recuperado de
https://revistas.unal.edu.co/index.php/ceconomia/article/view/54347
Banco Central del Ecuador. (2020). Información Estadística Mensual No. 2021. Quito, Ecuador:
Banco Central del Ecuador. Recuperado de
https://contenido.bce.fin.ec/home1/estadisticas/bolmensual/IEMensual.jsp
Banco Interamericano de Desarrollo. (2019). El futuro del trabajo en América Latina y el Caribe.
Washington, USA: BID. Recuperado de www.iadb.org/futurodeltrabajo
Banco Mundial. (2019). Desarrollo digital. Washington, USA: BM. Recuperado de
https://www.bancomundial.org/es/topic/digitaldevelopment/overview
Boundi, F. (2017). La producción como origen del plusvalor en la teoría marxista. Apuntes del
Cenes, 36(64), 15-46. doi: https://doi.org/10.19053/01203053.v36.n64.2017.5598
Campos, R. (2015). El salario mínimo y el empleo: Evidencia internacional y posibles impactos
para el caso mexicano. Economía UNAM, 12(36), 90-106. Recuperado de
http://www.scielo.org.mx/pdf/eunam/v12n36/1665-952X-eunam-12-36-00090.pdf
Castañeda, M. y Díaz, O. (2017). El Consenso de Washington: Algunas implicaciones para
América Latina. Apuntes del Cenes, 36(63), 15-41. doi:
https://doi.org/10.19053/01203053.v36.n63.2017.4425
CEPAL. (2018). Estado de la banda ancha en América Latina y el Caribe. Santiago de Chile,
Chile: CEPAL. Recuperado de
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/43365/1/S1800083_es.pdf
CEPAL. (2020). Las oportunidades de la digitalización en América Latina frente al Covid-19.
Santiago de Chile, Chile: CEPAL. Recuperado de
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45360/4/OportDigitalizaCovid-
19_es.pdf
Código del Trabajo. (16 de diciembre de 2005). Registro Oficial Suplemento 167. Quito, Ecuador:
Congreso Nacional del Ecuador. Recuperado de http://www.trabajo.gob.ec/wp-
content/uploads/2015/03/CODIGO-DEL-TRABAJO-1.pdf
Comisión Económica para América Latina y el Caribe. (2020). Universalizar el acceso a las
tecnologías digitales para enfrentar los efectos del Covid-19. Nueva York, USA: ONU.
Recuperado de
https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45938/4/S2000550_es.pdf
Constitución de la República del Ecuador. (20 de octubre de 2008). Registro Oficial 449. Ciudad
Alfaro, Ecuador: Asamblea Constituyente.
García, L. y Cruz, M. (2017). Desempleo en América Latina: ¿Flexibilidad laboral o acumulación
de capital? Problemas del Desarrollo, 48(189), 33-56. doi:
https://doi.org/10.1016/j.rpd.2017.04.003
Iturralde, C. (2019). Los paradigmas del desarrollo y su evolución: Del económico al
multidisciplinario. Revista de Administración y Economía Retos, 9(17), 7-23. doi:
https://doi.org/10.17163/ret.n17.2019.01
Jiménez, D. y Páez, J. (2014). Una metodología alternativa para medir la calidad del empleo en
Colombia. Sociedad y Economía, (27), 129-154. Recuperado de
http://www.scielo.org.co/pdf/soec/n27/n27a06.pdf
Jiménez, M. (2018). El efecto del salario mínimo sobre las transiciones laborales en Argentina.
Evidencia a partir de un cuasiexperimento. Revista de Análisis Económico, 22(1), 55-88.
doi: http://dx.doi.org/10.4067/S0718-88702018000100055
Lastra, F. (2018). La superexplotación de la fuerza de trabajo y la especificidad del capitalismo
latinoamericano: un aporte al debate. Izquierdas, (38), 257-278. doi:
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-50492018000100257
Ley Orgánica de Apoyo Humanitario (22 de junio de 2020). Registro Oficial Suplemento 229.
Quito: Asamblea Nacional. Recuperado de
https://www.registroficial.gob.ec/index.php/registro-oficial-
web/publicaciones/suplementos/item/13070-suplemento-al-registro-oficial-no-229
Úbeda, M., Cabasés, M. y Pardell, A. (2020). Empleos de calidad para las personas jóvenes: una
inversión de presente y de futuro. Cuadernos de Relaciones Laborales, 38(1), 39-57. doi:
https://dx.doi.org/10.5209/crla.68867
Varas, A., Carrasco, A., Gutiérrez, D. y Bascuñán, A. (2018). La explotación en el «área social»,
Una lectura de la precariedad laboral del tercer sector en Chile desde El capital de Marx.
Izquierdas, (39), 273-298. doi: http://dx.doi.org/10.4067/S0718-50492018000200273
Velásquez, M. (2017). Salario mínimo y empleo: evidencia empírica y relevancia para América
Latina. Ginebra, Suiza: OIT. Recuperado de https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/-
--ed_protect/---protrav/---travail/documents/publication/wcms_600492.pdf