La Vocación Laical. Esquema.

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La identidad de la vocación laical

Punto de partida: la condición de christifidelis, es la común y sustante de todas las


posibles formas de vida cristiana.
1. Esto supone varios criterios para identificar lo propio de las vocaciones en la Iglesia.
Ninguna condición particular puede presentarse como un plus que «añada» algo a una
ontología bautismal presuntamente incompleta. La diferencia tampoco se sitúa en el plano
moral-espiritual. Tampoco es posible caracterizar una vocación por la atribución de zonas
«exclusivas» de la misión común a todos.

2. Laico, ministro o religioso son diferentes modos de configurar la condición


bautismal, sean de origen sacramental, o de origen carismático. Las posiciones de laicos y de
consagrados no son sacramentales. Sin embargo, algunos sostienen una noción solo
sacramental de laico: el bautizado no-ordenado. Pero el criterio solo sacramental es
insuficiente. Hay algo propio en el laico, que el Concilio llama “índole secular”.

3. El Concilio describe la “índole secular” en LG 31. Es una descripción antropológico-


sociológica; y de suyo carecería de significado teológico. Pero el Concilio afirma que esa
situación humana se transforma, por llamada divina, en el contenido de una vocación. De
ese modo, su posición sociológica se transforma en posición teológica.

4. Otros afirman que la secularidad que se atribuye a los laicos como propia es, en
realidad, la relación con el mundo común a todos los bautizados. Pero no se tiene en
cuenta que la nueva relación con el mundo derivada del bautismo se realiza según
diferentes formas.

5. En consecuencia, no basta decir que el laico es el cristiano sine addito. Un carisma de


“consagración”, por ej., cambia la forma de realizar la secularidad bautismal que se tenía
como laico. Pero no cambia un elemento de la ontología cristiana. Lo cual supone que en los
laicos hay dos elementos unidos pero formalmente diversos.

6. Celibato y secularidad. El celibato puede ser vivido con diferentes significados. Es


“consagrado” cuando está integrado en la opción de vida “consagrada” que implica otra
relación con las realidades seculares: la «consagración» es la mancipatio o entrega de la libre
autodisposición –que caracteriza la vida laical— respecto de las realidades terrenas (sociales,
profesionales, económicas, políticas, etc.); y supone un estilo de vida “significativo” de esa
renuncia, una peculiar forma de vida externa que es “signo profético del mundo venidero”.

7. La difuminación actual de la noción de “consagración” proviene de que muchos no


la entienden como una forma de vida en relación con las realidades terrenas, sino que se
considera solo desde el punto de vista moral-espiritual: la “dedicación” a Dios. La
“secularidad” cristiana y sus diferentes formas desaparecen como criterio.

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