Conociendo El Corazón Paternal de Dios

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Conociendo el corazón paternal de Dios

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios.

Juan 1:12

La paternidad de Dios

Dios entra en una relación filial con todo persona que ha aceptado a Cristo como
Señor y Salvador personal, y en virtud de ese hecho le adopta como su hijo (Juan
1:12). Cuando recibimos a Cristo pasamos a formar parte de la familia de Dios.

Como creyentes necesitamos recibir a Dios no solo como Señor y Salvador, sino
también como Padre, y aprender a vincularnos con Él como hijos. La paternidad
divina es una de los grandes privilegios y beneficios que nos provee la obra de
Cristo.

La mejor manera de conocer a Dios es entender su paternidad, porque a través de


ella es como mejor podemos comprender y experimentar en profundidad Su
amor. “Miren con cuán grande amor nos ha amado el Padre para que
seamos llamados Hijos de Dios… Amados, ahora somos Hijos de Dios” (1ra.
Juan 3:1-2).

La obra de Cristo trajo un cambio radical en el rol de Padre de Dios

El A.T. contiene apenas 15 referencias a Dios como padre vs las 245 en que se hace
referencia en el NT. En el AT la referencia a Dios como Padre es  esencialmente en
forma colectiva, mayormente, como el padre del pueblo judío. En el N.T. con la
aparición del Hijo – Jesucristo, Dios se revela como un padre personal. Dios no
solo es el padre de todos, tal como lo expresa Efesios 4:6:” un Dios y Padre de
todos,  el cual es sobre todos,  y por todos,  y en todos”, sino que es mi padre
en forma individual y personal (Juan 1:12). En Cristo entramos en una relación
filial – intima y personal - con Dios como nuestro Padre Celestial.

El propósito fundamental de  la obra de Cristo es revelarnos al Padre Celestial. Dios


se revela en la Biblia bajo muchos roles: creador, redentor, salvador, señor, etc.,
pero el rol que mejor le define es el de Padre. Dios es, por excelencia, nuestro
Padre Celestial. 

La paternidad de Dios le da a los creyentes su verdadera identidad

El encuentro con Dios nos es solamente un encuentro con el Creador, o con el


Salvador y Señor, es un encuentro con nuestro Padre Celestial. Al encontrar a Dios
como Padre Celestial encontramos nuestra identidad. Es la paternidad de Dios, la
que nos da nuestro carácter y naturaleza espiritual.

Dios quiere revelarnos Su paternidad para que tengamos Su identidad. Fuera de la


paternidad de Dios, somos simples criaturas – hechura de Dios. Pero la paternidad
de Dios, nos introduce a la familia celestial. Nos da un nombre y una identidad
espiritual; un lugar y una posición en la familia de Dios,  como hijos y herederos de
él. Como creyentes tenemos la bendición de un parentesco íntimo con el Dios vivo
creador del universo.

El propósito de Dios para el hombre está ligado a Su paternidad

Ese es el propósito de Dios al ser crearnos, que pudiéramos conocerle como un Padre.
Desde antes de la fundación del mundo, Dios había previsto el adoptarnos como sus
hijos. Nos creo para proveerse de una familia. Así como un padre se prepara cuando va
a llegar un nuevo bebé a su hogar; así preparó Dios desde antes de la fundación del
mundo el medio por el cual podríamos acercarnos a Él.


Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes
de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en
amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”.

Efesios 1:3-5
A lo largo de toda la Escritura vemos que el pacto de Dios siempre fue:  “Y Yo les seré
a ellos por Padre y ellos me serán por hijos” (2 Corintios 6:18); el gran Pacto de
Dios con el hombre consiste en que Él será nuestro Padre y nosotros Sus hijos.

¿Qué significa la palabra Padre en el Nuevo Testamento?

Pater:
“Padre” se traduce del griego “Pater” (Strong 3962) que significa: Nutridor,
protector y sustentador. Esta palabra se utiliza de Dios en relación con aquellos que
han nacido de nuevo en virtud de su fe en Cristo (Juan 1:12-13). Se utiliza para
aquellos que han sido adoptados con hijos por Dios Padre, por medio de Jesucristo.
Para sus hijos Dios – el Padre Celestial - es un padre nutridor, protector, proveedor,
cuidador y sustentador.

Abba: 
"Todo me ha  sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni
al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar"

                                                    Mateo. 11:27.

Jesús usa más de cien veces esta palabra en el N.T. Abba era la palabra familiar que
los niños judíos empleaban para dirigirse a sus padres. Más o menos corresponde al
"papito" castellano. Jesús se dirige a Dios como un niño a su padre. Esta palabra
comporta familiaridad y confianza. Una relación de mucha cercanía e intimidad
personal. Y esa es la invitación que Dios nos hace en Cristo, que nos acerquemos con
familiaridad a Su presencia, y que desarrollemos una relación filial muy estrecha. 

Dios es un Padre cercano, amoroso, familiar y personal. Ese es el Padre que


Jesús quiere revelarnos y darnos a conocer. Muchos creyentes no conocen plenamente
quien es el Padre Celestial. Tienen mapas e información distorsionada de quién y cómo
es Dios, sobre todo en el rol de Padre.

Imagen distorsionada de la paternidad de Dios


Algunos conciben a Dios como un padre lejano que habita arriba en los cielos, o como
un viejito gruñón que nos disciplina, o como un juez duro que juzga nuestros pecados.
Pero, fundamentalmente, Dios es nuestro padre amoroso y bondadoso, y muy cercano
a nosotros. 

El problema de la imagen distorsionada de Dios nace desde dos fuentes:

a.    La religión del hombre (juez, con mucha formalidad)

La religión nos ha mostrado un Dios al estilo como lo entendían los fariseos. Un


Dios distante y alejado de la vida de sus hijos. Un Dios religioso poco involucrado
con la trama de vida de sus hijos. Un juez que juzga con dureza y firmeza la
actuación de los hombres. Pero esas ideas con construcciones y mapas
desarrollados por la religión humana, que no hacen justicia a la revelación de la
paternidad de Dios Su palabra.

b.    La experiencia familiar

Para que un niño pueda comprender lo que significa la palabra “padre”, Dios le ha
dado un padre terrenal. El padre terrenal es el sustituto temporal de Dios, el
modelo físico de Dios. De ahí el énfasis en la Biblia de honrar a nuestros padres
(incluida la madre). Si nuestros padres fueran perfectos, serían un fiel reflejo de
nuestro Padre Celestial.

Lo cierto es que formamos una identidad como persona muy asociada a nuestro
contexto familiar y al tipo de relación que experimentamos en nuestros hogares de
origen. Esas experiencias y aprendizajes, en buena medida, han determinado las
personas que somos hoy. Esto configura una identidad.

Desde niños desarrollamos características que se convierten en nuestra identidad.


Eso es en lo natural. Pero Dios nos otorga junto con su paternidad, una nueva
identidad; una identidad espiritual, superior a nuestra identidad terrenal. Pero los
creyentes necesitan asumir, apropiarse y vivir en la identidad que tenemos en
nuestro Padre Celestial. Somos hijos del Rey de Reyes y Señor de Señores. Somos
hijos del creador del universo. Pero sobre todo somos hijos de nuestro Padre
Celestial, que nos ama incondicionalmente. Necesitamos vivir en esa realidad
espiritual.

Dios creó a la familia como un medio de protección y bendición para cada ser
humano, pero el enemigo ha tratado de diferentes maneras de destruirla para
distorsionar el camino de las personas, desde su niñez, y ha introducido el divorcio,
la violencia doméstica, la irresponsabilidad y el  abandono del hogar, entre otros
males que acosan a la familia.

Puede que aquí haya hijos e hijas que cargan con un profundo dolor a causa de las
heridas causadas por el maltrato, rechazo y abandono sufrido por sus padres. Y
luego les cuesta reconocer y experimentar la paternidad perfecta de Dios.

 ¿Cuántos hijos hay que sus madres quisieron abortarles?


 ¿Cuántos hijos hay que sus padres le abandonaron o le expresaron rechazo?
 ¿Cuántos hijos hay que experimentaron violencia y agresiones de sus
padres?
 ¿Cuántas mujeres hay que aún siendo niñas fueron violadas por sus padres?
 ¿Cuántos hijos hay cuyos padres fueron irresponsables, y no les proveyeron
para sus necesidades?
          

Pero si estás aquí es señal de que el enemigo no ha podido destruirte. Estas aquí
porque Dios tiene un propósito contigo y tú tienes un destino ligado a Dios. Las
mejores cosas para tu vida están por venir, de la mano de tu Padre Celestial.

La experiencia negativa de muchos hijos con sus padres terrenales, es un


obstáculo para conocer a Dios como Padre

Mucha de nuestra relación con Dios, la filtramos a través de nuestras experiencias


con nuestros padres terrenales. Las experiencias negativas y las heridas
emocionales de la niñez pueden impedirnos concebir a Dios como Padre, por la
referencia distorsionada que podamos tener, a causa de modelos introyectados,
producto de experiencias y aprendizajes negativos con nuestros padres.

Como psicoterapueta y consejero he alcanzado a comprender lo definitoria, vital e


indispensable que es para el ser humano la experiencia de contar con un padre, y
poder sentirse hijo (a), y crecer en un contexto nutridor, que provea cuidado,
seguridad, protección y amor. Ese era el propósito de Dios al crear la familia.
Cuando ese propósito falla y no se alcanza en una familia específica, los hijos  de
ese hogar son profundamente afectados, y crecen con muchas carencias, que se
manifiestan en inseguridad, baja autoestima, desconfianza, explosividad o
inexpresividad emocional, falta de arraigo y sentido de pertenencia, dificultad para
expresar (dar y recibir) amor, etc. (estoy hablando en sentido general), y que luego
afectan la forma como se relacionan con otras personas: cónyuges, hijos, jefes,
pastores.

He visto personas y aun creyentes con ese historial de vida, generando enganches
y apegos con figuras de autoridad. En ocasiones les cuesta reconocer figuras de
autoridad, y en ocasiones actúan con excesiva sumisión ante éstas. En el terreno de
las relaciones, pueden ver a sus jefes en cierta medida como una especie de
padres. Muchas vences, cuando se casan, inconscientemente, buscan una mamá o
un papá. Hay creyentes que no tuvieron la experiencia de tener un padre
responsable, protector y amoroso; y peor aun que el padre no estuvo presente
porque lo abandono o rechazo, pueden ver en el pastor un papá y en la pastora una
mamá, pero los que caen en ese error se frustrarán fácilmente al no obtener lo que
esperan de ellos. Solo Dios puede llenar ese vacío asociado a la falta de padres.
Sólo Dios puede ministrar a las necesidades del alma, derivadas de la ausencia
paternal, solo Dios puede tratar la orfandad que produce la ausencia de la figura
paterna. Salmos 27:10: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo,
Jehová me recogerá.”

Todas estas carencias y distorsiones pueden convertirse en un


obstáculo en el proceso de conocer a Dios como Padre. Hay dos
ejemplos en el Nuevo Testamento, recogida Parábola del hijo
pródigo (Lucas 15:11-32) en la  que tipifican a muchos creyentes
que no han aprendido a conocer a Dios como Padre.

En la parábola del hijo pródigo vemos dos modelos de hijo que no han aprendido a
conocer el corazón de su padre. 11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos; 12 y el
menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes. 13 No muchos días después, juntándolo todo el
hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo
perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella
provincia, y comenzó a faltarle. 15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella
tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y deseaba llenar su
vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17! Y volviendo en
sí, dijo! Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí
perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus
jornaleros. 20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su
padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 Y el
hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser
llamado tu hijo. 22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y
poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Y traed el becerro gordo y
matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha
revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. 25 Y su hijo mayor
estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las
danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: Tu
hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido
bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le
rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te
sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para
gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes
con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. 31 Él entonces le dijo: Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y
regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es
hallado.

El hijo prodigo (el hijo menor):

   Dios nos ama tanto que respeta nuestro libre albedrio. No quiere que
le  obedezcamos como si fuéramos robots. Quiere que elijamos libremente amarle.
Este hijo no andaba en comunión y obediencia a su padre, que representa a Dios es
esta parábola (Lucas 15:11-13). Finalmente tuvo que pasar por la dura
disciplina. Hebreos 12:6: “Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á
cualquiera que recibe por hijo”.

  Conocía de la generosidad de su padre, quien simboliza a Dios, pero desconocía que


el amor de su padre era incondicional (Lucas 15:17-19). Pero su padre lo
sorprendió, superando sus expectativas. El esperaba ser tratado como un jornalero.
Pero su padre que lo amaba incondicionalmente y no por sus méritos, como Dios el
Padre nos ama a nosotros sus hijos, supero sus expectativas (Lucas 15: 20-24), al
restituirlo nuevamente a la posición de hijo. 

El hijo mayor:

      Ocupaba una posición nominal, sin entrar al disfrute de la relación padre-hijo


(Lucas 15:25-31). Desconocía la generosidad de su padre. Vivía como un extraño
en casa de su padre. Constantemente buscaba demostrar que valía, pensando que
debía ganarse el amor de su padre.
      El hijo mayor pensaba que tenía que realizar alguna buena conducta o acción, para
recibir el amor de su padre. Si un hijo necesita demostrar que vale, queda con la
inseguridad de si lo aman y aceptan o no. Si su actuación decae en algún momento
pueden preguntarse una y otra vez: “¿Me aman por lo que soy o solamente por lo
que hago?” 

No necesitamos ganarnos el amor de Dios, ya él nos ama incondicionalmente, por


lo que somos en Cristo Jesús: sus hijos. El Padre le estaba diciendo al hijo mayor,
que todo lo que es de Él, también pertenece como hijo.

No tienes por qué tener carencia de nada, porque tu Papá – El Padre Celestial - lo
tiene todo. ¿Sabes por qué a veces no disfrutamos de todo lo que nos corresponde?
¡Porque nos sentimos bastardos!, ilegítimos, porque desconocemos quien es
realmente Dios como Padre. Porque no pedimos con confianza y fe en quien es
nuestro Padre Celestial.

Requisitos para conocer a Dios como el Padre Celestial:

1.   Conocer a Cristo 

“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

“Nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). 

“A Dios sólo le conocemos real y plenamente en Jesucristo, su Hijo: "A Dios


nadie le ha  visto jamás. El Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien
nos le ha dado a  conocer" (Juan 1:18). 

Jesús es el revelador del Padre 


Jesús es el revelador pleno de la paternidad de Dios. El núcleo central del mensaje
de Jesús consiste en la revelación del Padre. Como creyentes somos hijos en el
Hijo. Conocemos a Dios como Padre porque Jesús nos lo revela, y nos hace acreedores
a la paternidad de Dios, en virtud de su obra redentora.

Nuestra filiación divina nos viene por Jesús el Hijo. No por obras ni
méritos. Esta filiación es una participación en la  filiación misma del Hijo, es decir,
una derivación de la relación o vínculo que Jesús el Hijo tiene con Dios el
Padre. Somos hijos de Dios en el Hijo. Dios es nuestro Padre, no porque nos ha
creado, sino porque nos "ha hecho partícipes  de la naturaleza divina" en
Cristo Jesús (2 Pedro 1,4), pues los hijos de Dios "no han nacido de la sangre,
ni  del deseo de la carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Juan
1:13).

Somos hijos por un derecho adquirido en Cristo. La expresión “les dio


potestad (derecho, LBLA) connota el recibir potestad, autoridad legítima, libertad
de acción; por eso, derecho, para ser hijos de Dios, por medio de Cristo.

Cuando le decimos  "Padre" a Dios, no nos referimos a una vaga paternidad de


origen religioso. Nos referimos a una persona específica:  "al Padre de nuestro
Señor Jesucristo". Cuando Cristo nos exhorta a  invocar a Dios como Padre, nos
está invitando a comunicarnos con Su mismo Padre.

Conocer a Cristo no solo implica conocerle como Salvador y Señor, sino conocerle
como el Hijo de Dios; conocerlo en su relación de amor con Dios. Cristo en su
condición de Hijo, es el modelo o prototipo del tipo de relación y posición que
tenemos con Dios el Padre, en virtud de la obra de Su obra.

2.   Experimentar crecimiento espiritual

“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo


de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de
Cristo” (Efesios 4:13).
Pablo les dice a los Efesios que necesitan llegar a la estatura del varón perfecto,
pero no sólo para andar como Jesús anduvo en santidad, carácter y amor, sino
también para conocer el corazón paternal de Dios.

La estatura del varón perfecto: El camino hacia la intimidad con


Dios como Padre.

Alcanzar la madurez espiritual demanda conocimiento de Dios; pero conocer a Dios


demanda comunión / relación y experiencias con Dios.

Dios no es un concepto, o una idea, o una energía, sino una persona. Por ellos no le
podemos conocer por razonamiento o deducción. Sólo le podemos conocer por
relacionarnos con él. Necesitamos de amistad, compañerismo y comunión con Dios.
Necesitamos tener contacto con él, a través de  Su palabra y la oración.
Necesitamos tener experiencias con Dios, sobre todo como hijos. Comunión no solo
como Dios, sino como Padre.

La meta suprema del creyente es ser como Cristo, no solo en su carácter, sino
también en su relación de Hijo-Padre con Dios. Ese es el sentido que encierra Juan
17:21-23: “Para que todos sean uno, como tú, oh Padre en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros...”. 

Hemos dicho que el propósito supremo en la vida del creyente es ser conformado a
la imagen de Cristo - el reproducir en nuestro carácter y conducta las virtudes
de  Cristo - el alcanzar la estatura del varón perfecto; pero en todas sus
dimensiones, la cual incluye el rol de hijos.

Como padre de tres hijos puedo entender esta verdad. El nivel de comunicación,
comprensión de ideas e intercambio de conocimientos  que tengo con mi hijo
mayor, sobre todo cuando estaban pequeños, es diferente al que tengo con los
otros dos menores. Es más difícil hablar de relaciones matrimoniales con mis hijos
menores solteros, que además no trabajan, que con el mayor que es casado y
trabaja; y  la explicación  está dada en que mi hijo mayor tiene un nivel de
madurez más alta, lo cual nos permite tener compañerismo/ interacción a un nivel
mayor en muchas áreas. De manera similar sucede con Dios nuestro Padre
Celestial: a mayor madurez espiritual, mayor profundidad en la comunión y vida
relacional.
Dios quiere una mayor intimidad en nuestra comunión con él. Alcanzar la estatura
del varón perfecto no es un fin en sí mismo; es la medida de la capacitación
necesaria para un fin superior: tener una comunión y compañerismo más profundos
con Dios nuestro Padre. Dios tiene el propósito de que usted se asemeje a Cristo no
sólo en carácter y conducta, sino también en su relación íntima de amor con él
como Padre. Dios quiere que usted experimente su presencia  y cuidado paternal en
cada una de sus circunstancias. Quiere que usted le conozca como al Padre
Celestial, tal como le conoce Cristo.

Dios desea ardientemente y tiene como propósito que seamos perfeccionados y


madurados en el lugar y posición de hijos , a semejanza de la  relación Padre-
Hijo  que hay entre Dios el Padre y Jesucristo el Hijo  (Juan 1:12; Romano 8: 16-17;
Gálatas 4:6).

Cuando nos asemejemos a Cristo en carácter, actitud y conducta, también nos


estaremos asemejando a él, en conocer y disfrutar el corazón paternal de
Dios, porque seremos capaces de comprender y recibir el amor de nuestro Padre
Celestial y de ofrecerle a él, el mayor tributo que un padre pueda anhelar: una
íntima, dinámica y vital comunión de amor con él.

Dios va a seguir revelándose a nosotros como Padre, para que nos apropiemos de
su identidad, seguridad y herencia. El Padre desea ver a sus hijos madurar para
entregarles la herencia que les corresponde.

En griego hay varias palabras para definir hijo:

• Paidion: Hijo(a) inmaduro que no ha desarrollado sus genitales, reacciona como


niño(a).

• Technon: Hijo que va hacia la madurez (Juan 1:12)

• Huios: Referida mayormente a Jesús. Parentesco.  Hijo maduro, Hijo  listo para


tomar la herencia. Juan 4:9, Romanos 8:14

14 
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos (huios) de
Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que
habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:!Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Huios se usa para hijos en el verso 14 (hijos maduros, que por ser dirigidos por el
Espíritu, tienen capacidad de administrar la herencia.) Technon es usada para hijos
en el verso 16 (los que reciben convicción por el Espíritu que son hijos de Dios,
lavados por la sangre del Cordero y redimidos). En potencia son herederos, pero
todavía no lo pueden disfrutar. Necesitan crecer y madurar en su posición de hijos
para comenzar a disfrutar de una comunión más profunda con Dios como Padre, y
recibir de él su herencia.

En Su presencia e intimidad es donde recibimos la identidad del Padre; en Su


presencia somos transformados; en Su presencia y en la comunión con él,
recibimos revelación; Él se revela a nosotros; en Su presencia y en intimidad con
él, vamos adquiriendo el carácter, la naturaleza de Él, porque en la comunión con
él, comenzamos a conocerle tal y como Él es; entonces sabemos cómo es el
carácter de Papá, como piensa, como ama, como corrige.

3.   Ser guiados por el Espíritu

Somos engendrados como hijos de Dios, por la acción del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo hace la paternidad de Dios, una realidad en nuestra experiencia.

Romanos 8:16: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que


somos hijos de Dios”.

Gálatas 4:6: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”

Sin la guía, dirección y acción del E.S. en nuestras vidas podemos caer en la
tentación de no vernos como hijos de Dios. Es el E.S. el que nos posibilita recibir la
revelación de Dios Padre, y que podamos conocerle y experimentarle como tal.     

Sin el E.S. no podemos acceder a la dimensión de hijos de Dios, ni   percibir, recibir


y disfrutar del amor paternal de Dios. Dios es espíritu, y nuestra relación con él es
de carácter espiritual, por lo que necesitamos la mediación del E.S.
La paternidad de Dios no puede ser enseñada teológicamente, no nos puede ser
mostrada en un salón de clases o en un culto, no puede ser recibida a través de la
predición simplemente; eso puede traerle a usted algún conocimiento mediante el logos
de la Palabra, pero la paternidad de Dios tiene que ser revelada por el Espíritu Santo de
Dios a nuestro espíritu, a nuestro corazón; y hasta que no es revelada esa paternidad
de Dios, no podemos caminar en la condición de hijos. Por eso hago énfasis una y otra
vez en que todo es por revelación. Podemos recibir estudios teológicos, discipulados
bíblicos, prédicas (lo cual es muy bueno, nos enriquecen), pero lo único que nos puede
traer la vivencia de la palabra Padre, es la revelación del Espíritu Santo. Cuando esa
palabra y ese conocimiento son trasladados por el Espíritu Santo a nuestro espíritu y
nos lo hace vivir, entonces ya no sólo es el logos de esa palabra sino que se convierte
en rhema: en vida, en energía, en una vivencia, en verdad en nosotros.

Sabemos que la Biblia, la palabra de Dios, es la verdad. La Biblia declara que Dios
es nuestro Padre Celestial, pero no podemos caminar en la autoridad de esa verdad
a no ser que la hayamos vivido. De lo contrario sólo es una verdad mental o
teológica, hasta que caminamos en esa verdad por revelación del Espíritu Santo.

Dijimos que en lo natural desarrollamos una identidad asociada a nuestro hogar


paterno, y al contexto de vida que vivimos en nuestro hogar de origen. Eso
determina una forma de ser y actuar. Pero cuando llegamos a Cristo, somos
introducidos a la familia de Dios, y nuestro Padre Celestial nos imprime una nueva
identidad. Entonces, se opera un cambio espiritual, al ser adoptados como hijos de
Dios. Ya no somos creación de Dios, sino hijos de Dios. Entramos en una relación
en la que somos edificados, educados y guiados por nuestro Padre Celestial, a
través del Espíritu Santo.

¿Puede imaginarte, en el ámbito espiritual, como hijo de Dios? Puedes decirle en


este momento ¡Padre mío, Padre bueno!  Dios te predestino para ser su hijo desde
la eternidad. Tú tienes una identidad y ubicación en los registros de Dios; un
nombre que le es familiar a Dios. El invirtió la vida de su unigénito Hijo para darte
vida eterna y tener el gozo de adoptarte como hijo suyo.  Tú no eres una voz más
dentro del concierto de voces de miles de millones de habitantes que se escuchan.
Él tiene registrados a todos los habitantes del planeta tierra. Pero en tu espíritu tú
tienes impresa una identidad específica. Cuando el Padre escucha que tú le dices
Padre, cuando tú le pides, o le cantas, Él sabe quien está orando, hablando o
cantando. Él sabe que no es nadie más porque conoce el timbre de tu voz, tus
decibeles, conoce tus palabras características, el ritmo de tu voz, y sobre todo
conoce tu corazón con el cual les cantas, oras y hablas con él. Él sabe
específicamente quién eres, porque tienes una identidad especial de hijo con Dios el
Padre. Cuando uno de sus hijos le habla, Él sabe quien le está hablando.
Dios nos ama a cada uno de nosotros incondicionalmente:

Nuestro Padre celestial suple todas nuestras necesidades. La Biblia nos asegura
que nuestro Padre Celestial conoce todas nuestras necesidades, aun antes de que le
pidamos, y que Él las suplirá “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo
Jesús” (Mateo 6:8; Filipenses 4:19). Sus recursos son ilimitados, y podemos
tener la seguridad de que ninguna de nuestras necesidades dejará de ser
satisfecha.

Nuestro Padre promete que nunca nos desamparará, ni nos dejará (Hebreos
13:5).Podemos depender de Dios y entregarnos sin reservas a su fiel cuidado. Dios
– el Padre Celestial - nunca nos defraudará, ni fallará.

l amor de Dios como Padre no está condicionado a nuestros méritos, títulos,
inteligencia, o desempeño. Dios nos ama incondicionalmente. No tenemos que
demostrarle nada a Dios, ni tenemos que ganarnos su amor. Podremos tener mil
defectos, pero Dios siempre nos amará.  

Cuando vivimos en su amor todas nuestras necesidades emocionales y psicológicas


son suplidas. Sólo Dios – nuestro Padre Celestial, puede tocar los más recónditos y
profundos lugares de nuestro corazón herido y desilusionado, para traer sanidad a
nuestras vidas. Por las llagas de Jesús fuimos sanados (Isaías 53).

¿A qué familia pertenece tú?

Hay una familia espiritual de la que Dios te quiere hacer partícipe, y en la que él es
tu Padre Celestial. ¿Conoces tú a Dios como tu Padre celestial? Si no lo conoces,
debes saber que Él está listo para adoptarte en Su familia (Romanos 8:15;
Gálatas 3:26). Lo único que tienes que hacer, es confiar en Su Hijo Jesucristo
como tu Salvador personal. Como dice Juan 1:12: “A todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios”.

Muchos de nosotros tenemos necesidad de sanar nuestro corazón, y de reconstruir


la imagen de lo que es un padre.
         Necesidad de perdonar a nuestros padres terrenales para poder ver a Dios
como padre. Necesitamos hacer las paces con nuestros padres terrenales. Efesios
6:2.

         Para ser sanados también necesitamos experimentar a Dios como nuestro


Padre Celestial. Sólo Dios – nuestro Padre Celestial, puede tocar los más
recónditos y profundos lugares de nuestro corazón herido y desilusionado, para
traer sanidad a nuestras vidas. Necesitamos experimentar el amor nutridor y
transformador de Dios.

Dios es un padre perfecto. Podemos depender de Dios y entregarnos sin reservas a


su fiel cuidado. Dios – el Padre Celestial - nunca nos defraudará, ni fallará, ni
abandonará, ni nos rechazará.

Dios es un padre perfecto. Podemos depender de Dios y entregarnos sin reservas a


su fiel cuidado. Dios – el Padre Celestial - nunca nos defraudará, ni fallará, ni
abandonará, ni nos rechazará.

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