Conociendo El Corazón Paternal de Dios
Conociendo El Corazón Paternal de Dios
Conociendo El Corazón Paternal de Dios
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios.
Juan 1:12
La paternidad de Dios
Dios entra en una relación filial con todo persona que ha aceptado a Cristo como
Señor y Salvador personal, y en virtud de ese hecho le adopta como su hijo (Juan
1:12). Cuando recibimos a Cristo pasamos a formar parte de la familia de Dios.
Como creyentes necesitamos recibir a Dios no solo como Señor y Salvador, sino
también como Padre, y aprender a vincularnos con Él como hijos. La paternidad
divina es una de los grandes privilegios y beneficios que nos provee la obra de
Cristo.
El A.T. contiene apenas 15 referencias a Dios como padre vs las 245 en que se hace
referencia en el NT. En el AT la referencia a Dios como Padre es esencialmente en
forma colectiva, mayormente, como el padre del pueblo judío. En el N.T. con la
aparición del Hijo – Jesucristo, Dios se revela como un padre personal. Dios no
solo es el padre de todos, tal como lo expresa Efesios 4:6:” un Dios y Padre de
todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”, sino que es mi padre
en forma individual y personal (Juan 1:12). En Cristo entramos en una relación
filial – intima y personal - con Dios como nuestro Padre Celestial.
Ese es el propósito de Dios al ser crearnos, que pudiéramos conocerle como un Padre.
Desde antes de la fundación del mundo, Dios había previsto el adoptarnos como sus
hijos. Nos creo para proveerse de una familia. Así como un padre se prepara cuando va
a llegar un nuevo bebé a su hogar; así preparó Dios desde antes de la fundación del
mundo el medio por el cual podríamos acercarnos a Él.
3
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda
bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes
de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en
amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad”.
Efesios 1:3-5
A lo largo de toda la Escritura vemos que el pacto de Dios siempre fue: “Y Yo les seré
a ellos por Padre y ellos me serán por hijos” (2 Corintios 6:18); el gran Pacto de
Dios con el hombre consiste en que Él será nuestro Padre y nosotros Sus hijos.
Pater:
“Padre” se traduce del griego “Pater” (Strong 3962) que significa: Nutridor,
protector y sustentador. Esta palabra se utiliza de Dios en relación con aquellos que
han nacido de nuevo en virtud de su fe en Cristo (Juan 1:12-13). Se utiliza para
aquellos que han sido adoptados con hijos por Dios Padre, por medio de Jesucristo.
Para sus hijos Dios – el Padre Celestial - es un padre nutridor, protector, proveedor,
cuidador y sustentador.
Abba:
"Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni
al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar"
Mateo. 11:27.
Jesús usa más de cien veces esta palabra en el N.T. Abba era la palabra familiar que
los niños judíos empleaban para dirigirse a sus padres. Más o menos corresponde al
"papito" castellano. Jesús se dirige a Dios como un niño a su padre. Esta palabra
comporta familiaridad y confianza. Una relación de mucha cercanía e intimidad
personal. Y esa es la invitación que Dios nos hace en Cristo, que nos acerquemos con
familiaridad a Su presencia, y que desarrollemos una relación filial muy estrecha.
Para que un niño pueda comprender lo que significa la palabra “padre”, Dios le ha
dado un padre terrenal. El padre terrenal es el sustituto temporal de Dios, el
modelo físico de Dios. De ahí el énfasis en la Biblia de honrar a nuestros padres
(incluida la madre). Si nuestros padres fueran perfectos, serían un fiel reflejo de
nuestro Padre Celestial.
Lo cierto es que formamos una identidad como persona muy asociada a nuestro
contexto familiar y al tipo de relación que experimentamos en nuestros hogares de
origen. Esas experiencias y aprendizajes, en buena medida, han determinado las
personas que somos hoy. Esto configura una identidad.
Dios creó a la familia como un medio de protección y bendición para cada ser
humano, pero el enemigo ha tratado de diferentes maneras de destruirla para
distorsionar el camino de las personas, desde su niñez, y ha introducido el divorcio,
la violencia doméstica, la irresponsabilidad y el abandono del hogar, entre otros
males que acosan a la familia.
Puede que aquí haya hijos e hijas que cargan con un profundo dolor a causa de las
heridas causadas por el maltrato, rechazo y abandono sufrido por sus padres. Y
luego les cuesta reconocer y experimentar la paternidad perfecta de Dios.
Pero si estás aquí es señal de que el enemigo no ha podido destruirte. Estas aquí
porque Dios tiene un propósito contigo y tú tienes un destino ligado a Dios. Las
mejores cosas para tu vida están por venir, de la mano de tu Padre Celestial.
He visto personas y aun creyentes con ese historial de vida, generando enganches
y apegos con figuras de autoridad. En ocasiones les cuesta reconocer figuras de
autoridad, y en ocasiones actúan con excesiva sumisión ante éstas. En el terreno de
las relaciones, pueden ver a sus jefes en cierta medida como una especie de
padres. Muchas vences, cuando se casan, inconscientemente, buscan una mamá o
un papá. Hay creyentes que no tuvieron la experiencia de tener un padre
responsable, protector y amoroso; y peor aun que el padre no estuvo presente
porque lo abandono o rechazo, pueden ver en el pastor un papá y en la pastora una
mamá, pero los que caen en ese error se frustrarán fácilmente al no obtener lo que
esperan de ellos. Solo Dios puede llenar ese vacío asociado a la falta de padres.
Sólo Dios puede ministrar a las necesidades del alma, derivadas de la ausencia
paternal, solo Dios puede tratar la orfandad que produce la ausencia de la figura
paterna. Salmos 27:10: “Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo,
Jehová me recogerá.”
En la parábola del hijo pródigo vemos dos modelos de hijo que no han aprendido a
conocer el corazón de su padre. 11 También dijo: Un hombre tenía dos hijos; 12 y el
menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me
corresponde; y les repartió los bienes. 13 No muchos días después, juntándolo todo el
hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo
perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella
provincia, y comenzó a faltarle. 15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella
tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y deseaba llenar su
vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17! Y volviendo en
sí, dijo! Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí
perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra
el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus
jornaleros. 20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su
padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 Y el
hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser
llamado tu hijo. 22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y
poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Y traed el becerro gordo y
matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha
revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. 25 Y su hijo mayor
estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las
danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: Tu
hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido
bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le
rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te
sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para
gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes
con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. 31 Él entonces le dijo: Hijo, tú
siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y
regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es
hallado.
Dios nos ama tanto que respeta nuestro libre albedrio. No quiere que
le obedezcamos como si fuéramos robots. Quiere que elijamos libremente amarle.
Este hijo no andaba en comunión y obediencia a su padre, que representa a Dios es
esta parábola (Lucas 15:11-13). Finalmente tuvo que pasar por la dura
disciplina. Hebreos 12:6: “Porque el Señor al que ama castiga, Y azota á
cualquiera que recibe por hijo”.
El hijo mayor:
No tienes por qué tener carencia de nada, porque tu Papá – El Padre Celestial - lo
tiene todo. ¿Sabes por qué a veces no disfrutamos de todo lo que nos corresponde?
¡Porque nos sentimos bastardos!, ilegítimos, porque desconocemos quien es
realmente Dios como Padre. Porque no pedimos con confianza y fe en quien es
nuestro Padre Celestial.
1. Conocer a Cristo
“Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio
potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).
Nuestra filiación divina nos viene por Jesús el Hijo. No por obras ni
méritos. Esta filiación es una participación en la filiación misma del Hijo, es decir,
una derivación de la relación o vínculo que Jesús el Hijo tiene con Dios el
Padre. Somos hijos de Dios en el Hijo. Dios es nuestro Padre, no porque nos ha
creado, sino porque nos "ha hecho partícipes de la naturaleza divina" en
Cristo Jesús (2 Pedro 1,4), pues los hijos de Dios "no han nacido de la sangre,
ni del deseo de la carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios" (Juan
1:13).
Conocer a Cristo no solo implica conocerle como Salvador y Señor, sino conocerle
como el Hijo de Dios; conocerlo en su relación de amor con Dios. Cristo en su
condición de Hijo, es el modelo o prototipo del tipo de relación y posición que
tenemos con Dios el Padre, en virtud de la obra de Su obra.
Dios no es un concepto, o una idea, o una energía, sino una persona. Por ellos no le
podemos conocer por razonamiento o deducción. Sólo le podemos conocer por
relacionarnos con él. Necesitamos de amistad, compañerismo y comunión con Dios.
Necesitamos tener contacto con él, a través de Su palabra y la oración.
Necesitamos tener experiencias con Dios, sobre todo como hijos. Comunión no solo
como Dios, sino como Padre.
La meta suprema del creyente es ser como Cristo, no solo en su carácter, sino
también en su relación de Hijo-Padre con Dios. Ese es el sentido que encierra Juan
17:21-23: “Para que todos sean uno, como tú, oh Padre en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros...”.
Hemos dicho que el propósito supremo en la vida del creyente es ser conformado a
la imagen de Cristo - el reproducir en nuestro carácter y conducta las virtudes
de Cristo - el alcanzar la estatura del varón perfecto; pero en todas sus
dimensiones, la cual incluye el rol de hijos.
Como padre de tres hijos puedo entender esta verdad. El nivel de comunicación,
comprensión de ideas e intercambio de conocimientos que tengo con mi hijo
mayor, sobre todo cuando estaban pequeños, es diferente al que tengo con los
otros dos menores. Es más difícil hablar de relaciones matrimoniales con mis hijos
menores solteros, que además no trabajan, que con el mayor que es casado y
trabaja; y la explicación está dada en que mi hijo mayor tiene un nivel de
madurez más alta, lo cual nos permite tener compañerismo/ interacción a un nivel
mayor en muchas áreas. De manera similar sucede con Dios nuestro Padre
Celestial: a mayor madurez espiritual, mayor profundidad en la comunión y vida
relacional.
Dios quiere una mayor intimidad en nuestra comunión con él. Alcanzar la estatura
del varón perfecto no es un fin en sí mismo; es la medida de la capacitación
necesaria para un fin superior: tener una comunión y compañerismo más profundos
con Dios nuestro Padre. Dios tiene el propósito de que usted se asemeje a Cristo no
sólo en carácter y conducta, sino también en su relación íntima de amor con él
como Padre. Dios quiere que usted experimente su presencia y cuidado paternal en
cada una de sus circunstancias. Quiere que usted le conozca como al Padre
Celestial, tal como le conoce Cristo.
Dios va a seguir revelándose a nosotros como Padre, para que nos apropiemos de
su identidad, seguridad y herencia. El Padre desea ver a sus hijos madurar para
entregarles la herencia que les corresponde.
14
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos (huios) de
Dios. 15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que
habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:!Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Huios se usa para hijos en el verso 14 (hijos maduros, que por ser dirigidos por el
Espíritu, tienen capacidad de administrar la herencia.) Technon es usada para hijos
en el verso 16 (los que reciben convicción por el Espíritu que son hijos de Dios,
lavados por la sangre del Cordero y redimidos). En potencia son herederos, pero
todavía no lo pueden disfrutar. Necesitan crecer y madurar en su posición de hijos
para comenzar a disfrutar de una comunión más profunda con Dios como Padre, y
recibir de él su herencia.
Somos engendrados como hijos de Dios, por la acción del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo hace la paternidad de Dios, una realidad en nuestra experiencia.
Gálatas 4:6: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el
Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!”
Sin la guía, dirección y acción del E.S. en nuestras vidas podemos caer en la
tentación de no vernos como hijos de Dios. Es el E.S. el que nos posibilita recibir la
revelación de Dios Padre, y que podamos conocerle y experimentarle como tal.
Sabemos que la Biblia, la palabra de Dios, es la verdad. La Biblia declara que Dios
es nuestro Padre Celestial, pero no podemos caminar en la autoridad de esa verdad
a no ser que la hayamos vivido. De lo contrario sólo es una verdad mental o
teológica, hasta que caminamos en esa verdad por revelación del Espíritu Santo.
Nuestro Padre celestial suple todas nuestras necesidades. La Biblia nos asegura
que nuestro Padre Celestial conoce todas nuestras necesidades, aun antes de que le
pidamos, y que Él las suplirá “conforme a sus riquezas en gloria en Cristo
Jesús” (Mateo 6:8; Filipenses 4:19). Sus recursos son ilimitados, y podemos
tener la seguridad de que ninguna de nuestras necesidades dejará de ser
satisfecha.
Nuestro Padre promete que nunca nos desamparará, ni nos dejará (Hebreos
13:5).Podemos depender de Dios y entregarnos sin reservas a su fiel cuidado. Dios
– el Padre Celestial - nunca nos defraudará, ni fallará.
l amor de Dios como Padre no está condicionado a nuestros méritos, títulos,
inteligencia, o desempeño. Dios nos ama incondicionalmente. No tenemos que
demostrarle nada a Dios, ni tenemos que ganarnos su amor. Podremos tener mil
defectos, pero Dios siempre nos amará.
Hay una familia espiritual de la que Dios te quiere hacer partícipe, y en la que él es
tu Padre Celestial. ¿Conoces tú a Dios como tu Padre celestial? Si no lo conoces,
debes saber que Él está listo para adoptarte en Su familia (Romanos 8:15;
Gálatas 3:26). Lo único que tienes que hacer, es confiar en Su Hijo Jesucristo
como tu Salvador personal. Como dice Juan 1:12: “A todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios”.