0% encontró este documento útil (0 votos)
67 vistas17 páginas

Jason 1

Este documento describe la etimología y el uso histórico y moderno de la palabra "carajo" en las lenguas romances de la península ibérica. Examina varias teorías sobre sus orígenes, incluidas raíces celta, latina y griega. También discute evidencia de su uso desde el siglo X como término vulgar para referirse al miembro viril, y su presencia en la toponimia y antroponimia de la región.

Cargado por

Wolf Frank
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como RTF, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Descargar como rtf, pdf o txt
0% encontró este documento útil (0 votos)
67 vistas17 páginas

Jason 1

Este documento describe la etimología y el uso histórico y moderno de la palabra "carajo" en las lenguas romances de la península ibérica. Examina varias teorías sobre sus orígenes, incluidas raíces celta, latina y griega. También discute evidencia de su uso desde el siglo X como término vulgar para referirse al miembro viril, y su presencia en la toponimia y antroponimia de la región.

Cargado por

Wolf Frank
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como RTF, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Descargar como rtf, pdf o txt
Descargar como rtf, pdf o txt
Está en la página 1/ 17

JASON

Para otros usos de este término, véase Carajo (desambiguación).

Grafiti en una pared de Lisboa

MENÚ0:00

"Dicen que no me quieres, vete al carajo" (Ay piconera con su picón), canción tradicional recogida en
Quintanilla de la Cueza (provincia de Palencia, España) en 1989, parte de la colección etnomusical de la
Fundación Joaquín Díaz

Carajo es un término del castellano usado para designar el miembro viril. El término tiene equivalentes
en el portugués caralho, en el gallego carallo, en el catalán carall y en el asturleonés carayu, siendo
exclusivo de las lenguas romances de la península ibérica, no encontrándose en ninguna otra, ni siquiera
en el vasco.1

Se documenta el uso del término desde al menos el siglo X, apareciendo regularmente en las cantigas de
escarnio y maldecir de la poesía trovadoresca medieval, con registros también en alguna
documentación, además de varios usos antroponímicos y en la toponimia de la península ibérica, en
particular de Cataluña, donde destacan los varios carall trempat, o, en su versión castificada, caball
bernat.

Este uso del término como nombre propio para describir el miembro viril, presente inclusive en la
documentación oficial, termina con la Contrarreforma, pasando entonces a ser considerado como
obsceno e impropio, conotación que mantiene hasta la actualidad. No obstante, el término mantuvo una
increíble vitalidad en las lenguas romances ibéricas, siendo usado actualmente con decenas de sentidos
diferentes y como medio de expresar las más diversas emociones, como extrañeza, emoción, alabanza o
amenaza, aunque en algunas regiones haya perdido su sentido original de miembro viril.

El carajo tiene presencia en la poesía y literatura modernas, especialmente como disfemismo y elemento
provocador, y a veces como erótico, habiendo entrado en el panteón de la mitología brasileña como el
caralho-de-asas (carajo con alas), que inspiró un personaje de cómic, el passaralho.
Índice

1 Etimología

2 Uso histórico

3 Uso moderno

3.1 Diversidad semántica

3.2 Caralho-de-asas

4 Notas

5 Referencias

6 Bibliografía

7 Enlaces externos

Etimología

Carajo es voz afín en todas las lenguas románicas hispánicas, por lo que el filólogo y romanista Joan
Coromines le supone un origen prerromano,2 proponiendo en el Diccionario crítico etimológico
castellano e hispánico (Coromines y Pascual, 1983) la raíz celta cario para el término.3

El romanista e hispanista austríaco Leo Spitzer propuso el étimo latino-vulgar no documentado


*caraculum, que sería un diminutivo de charax (καραξ), significando estaca. Este término divide la misma
raíz etimológica de carácter, del griego charácter, que en el original en latín significaba hierro para
marcar ganado. Lo mismo afirma José Pedro Machado en su Dicionário Etimológico da Lingua
Portuguesa (1967), dando como origen para el término el dicho caraculum, del griego charax,
significando estaca, guía para viña.

En oposición a estas hipótesis, el etimologista Christian Schmitt postula la derivación a partir de un étimo
griego καρυον ("nuez"), a través del latín caryon y de un derivado carálium.3

La Real Academia Española considera carajo como de origen incierto.4 Hubo un tiempo en que se supuso
que ese término tenía origen vizcaíno, pero tal suposición fue puesta en duda pues ni Cervantes ni
Quevedo lo usan una sola vez. Hacia 1970 se propuso que el origen de carajo estaba en una tribu
indígena de Brasil. El autor estadounidense Carleton Beals pretendió demostrar en su libro America
south (1937) que el sufijo "-ajo" es criollo y no castellano, situando el origen del término en la tribu de
los carajos evangelizada por el padre José de Anchieta hacia 1530.56 En una edición anterior a 1965 de
su "Diccionario Etimológico", Coromines había propuesto que carajo podría derivar de una aplicación
humorística del latín tardío caragius, "brujo".5

Álvaro Galmés de Fuentes propone como origen etimológico de los carall-bernat catalanesnota 1 la raíz
preindoeuropea kar, significando "piedra" o "roca", de donde derivaría carall.89 Balari en sus Orígenes
Históricos de Cataluña reproduce esta teoría, ya presente en la obra Wörterbuch der griechischen
Eigennamen (1875) de Wilhelm Pape, según la cual caralis significaría "piedra alta" haciendo notar, sin
embargo, que en la toponimia catalana las variantes de carajo están asociadas a priapolitos, es decir,
roquedos de forma fálica. Balari supone, asimismo, la existencia de una conexión con la ciudad
cartaginesa de Caralis, la actual Cagliari, capital de Cerdeña.10 Coromines también propone una
hipótesis semejante, según la cual carall derivaría del catalán quer ("peñasco"), por un aumentativo
querall, siendo expresión sobre todo vulgar, significando ""miembro erecto y... duro como un peñasco".7
Según Rafael Chacón, estas teorías emanan de un deseo regional de favorecer un origen catalán para el
término, forzando un sentido original en carall a partir de los roquedos, cuando lo más probable es que
estos fueran así nombrados por tener forma fálica, y no al contrario.1

Mujer tocando un tipo de chirimía o caramillo, grabado alemán del siglo XVI

El lingüista gallego Rafael Chacón Calvar propone como mejor hipótesis la raíz indoeuropea cara-, que no
solo está en el origen de carácter y caraculum, como de otras palabras que por su significado le están
asociadas, como carámbano, “pedazo de hielo más o menos ancho y puntiagudo”, o el castellano,
portugués y gallego caramelo, que en el origen significaba lo mismo que carámbano. También en el
castellano caramillo, del latín calamellus, “flautiña de caña o madera de sonido muy agudo”, y otras
como garabato, de origen prerromano según la Real Academia Española, y que significa “palo de madera
dura formando un gancho en su extremo”, como el carrall bernat catalán, y que pasó al portugués como
garavato “palo unido a un gancho” y graveto, "fragmento de rama de árbol". Con el mismo sentido
existen los vocáblos gallegos garabato y garabullo o garaballo, significando “palo delgado y pequeño
usado sobre todo para hacer llama”. El Diccionario de la lengua española da a garabito el significando de
"gancho", "garabato", que también significa en algunas zonas castellanas “una especie de gancho con un
agujero en la punta que servía para pasar un cordel y así poder atar las cargas de hierba o asfódelos”.1

En la raíz cara- persiste la idea de palo con forma más o menos de gancho, lo que puede indicar que
carajo, caralho, carallo o carall serían eufemismos para designar metaforicamente al pene a partir de la
idea de palo o gancho, el cual se torna rígido al ser estimulado. Rafael Chacón señala que todas las
designaciones para el miembro viril parecen ser figurativas y metafóricas, como si hubiera un tabú en
torno a la cosa en sí misma, pero no a los términos usados para mencionarla, por lo que tal vez nunca
sea posible saber cuál es el nombre original o propio de ese miembro. El propio término pene,
generalmente visto como la designación culta o científica del carajo, en su original en latín no significaba
más que el "rabo o cola de los cuadrúpedos".1

Pese a la variedad de etimologías propuestas,nota 2 y que el término carajo tiene muchas posibilidades
de ser una creación expresiva que, al concretarse, haría muy difícil su interpretación como eufemismo,
dada la facilidad con que este tipo de términos se contaminan de sentidos y asociaciones que, a la vez,
deberían evitar. Su uso en la lírica galaico-portuguesa en contextos que denotan una clara intención de
"grosero realismo", así como su capacidad para generar derivados y antropónimos, muestran una
expresividad, implantación, y hasta un carácter festivo más propios de los disfemismos que de los
eufemismos. Los varias señales de la presencia del término en la toponimia y antroponimia de las varias
regiones peninsulares romances, siempre con el mismo sentido y la misma pauta de uso, son una clara
referencia a su expresividad, a la vez que sugieren que su uso en el lenguaje hablado estaba más
divulgado de lo que se podría pensar.11

Uso histórico

El islote de Carall Bernat, una de las islas Medas en la Costa Brava española, debe su nombre a su
apariencia fálica

La antigüedad del término carajo no ofrece dudas, ni tampoco su caracterización vulgar y obscena,
patente ya en el primer registro documentado del término en lengua romance -aunque indirectamente-
en un privilegio otorgado al monasterio de San Pedro de Roda datado en 982,nota 3 donde se registra un
mons Caralio, cuyo nombre había sido evitado algunos años antes en una donación al mismo
monasterio, hecha en 974, porque "tiene nombre deshonesto e indecoroso".nota 41413211 Este mons
Caralio, latinización del nombre local de una roca aún hoy conocida como Puig Carallot,nota 516 en la
zona de Cadaqués, juntamente al islote de El Carallot o Lo Carallot, roca monolítica de 32 metros parte
del archipiélago de las islas Columbretes, y con el islote de Carall-Bernat, en las islas Medas, constituye
uno de los pocos ejemplos de la preservación explícita del sentido fálico de carall, hoy generalmente
transformado en cavall, aún existentes en la topografía de las zonas catalanófonas.17 Estos carall bernat
son siempre picos de forma fusiforme y prominentes en el paisaje, de aspecto fálico.16 Entre los muchos
carall bernat catalanes existe una montaña sagrada en la región de Montserrat, que el pudor local, como
en otros lados, ya convirtió en Cavall Bernat, término disparatado y sin relación alguna con la realidad
oronímica que representa, como forma de disfrazar su carácter "obsceno".118nota 6

La primera mención del carallo gallego aparece en una de las cantigas del castellano Pedro García
Burgalés a mediados del siglo XIII,1 dedicada a una tal María Negra, mujer ya vieja y enamorada del
trovador, que aquí era representada como sedienta de macho y obligada ahora a comprar miembros
viris, que inmediatamente hacía pedazos por tanto usarlos:21

Maria Negra, desventuirada

E por que quer tantas pissas comprar?

Pois lhe na mão non queren durar

E lh´assi morren aa malfa[da]da?

E un caralho grande que comprou,

Oonte ao serão o esfolou,

E outra pissa tem ja amormada.

María Negra, desventurada

¿Por qué quieres comprar tantos nabos?

Pues en la mano no quieren durar

Y así se le mueren a la malhadada?

Y un carajo grande que compró,

Ayer al atardecer lo peló,

y otro nabo tiene ya amuermado.

En la misma época un derivado de caralho ocupa un lugar prominente en una de las piezas del trovador
galaico-portugués Martin Soares, versando sobre una doncella en tiempos deshonrada por un personaje
de nombre Dom Caralhote (Don Carajote), que decide raptarlo y mantenerlo prendido para siempre por
venganza. El nombre de Dom Caralhote, antihéroe traicionero y libertino, parodiaba al personaje
arturiano Lanzarote del Lago, del cual tenía sus cualidades en inversa proporción. Aunque realza el
principal atributo del personaje, genera una comedia burlesca de dobles sentidos: "e a dona cavalgou e
colheu i / Don Caralhote nas mãos; e ten, /pois-lo ha preso, ca está mui ben" (" y la mujer cabalgó y
cogió allí [aquel] / Don Carajote en las manos; y tiene / pues lo tiene agarrado, ahí está muy bien"); y
más adelante, en una clara alusión al órgano sexual femenino y a la promiscuidad de su buena dueña,
que ya tantos había tomado antes del infortunado Caralhote:22nota 7
A bõa dona, molher mui leal,

pois que Caralhote houv'en seu poder,

mui ben soube o que dele fazer:

e meteu-o logu'en un cárcer atal,

u moitos presos jouveron assaz;

Ũa donzela jaz preto d'aquí

La buena señora, mujer muy leal,

pues que Carajote tuvo en su poder,

muy bien supo lo que hacer con él:

y lo metio entonces en una cárcel tal,

donde muchos presos estuvieron ya;

Ũa donzela jaz preto d'aquí

Se registra también el uso, nuevamente antroponímico, del mismo derivado como sobrenome o apodo,
en una demanda fechada el 5 de noviembre de 1393, entre Frei Rui Gonçalves dos Campos, comendador
de la vila de Dornes, y João Anes Caralhote, vecino de Carril, en el término de dicha villa.24nota 8 El
mismo apellido figura registrado también en la zona de Évora en la época medieval.25

"Carajo de mesa" o "carajo francés", en un manuscrito ilustrado medieval

En 1247, en la documentación del monasterio de Sahagún (provincia de León, España), se registra el uso
antroponímico de otro derivado de carajo, en un tal Pedro Carayuelo,262 y, en 1160, el apellido de
Sancho Caraylho.7

Otro derivado de carallo surge en una cantiga de escarnio de Fernán Esquío, en la segunda mitad del
siglo XIII, dedicada a un fraile que llamaban escarajado,nota 9 el cual, según el trovador, más
propiamente debería ser llamado encarajado, por tantos hijos e hijas que engendraba.27
En otra cantiga del mismo Fernán Esquío se mencionan cuatro carajos franceses, y más adelante cuatro
carajos de mesa, que el trovador envía a una abadesa. Se trata en verdad de consoladores, piezas de
origen francés de moda en la Edad Media para uso de las mujeres que no podían o no querían acercarse
a los hombres. Según se deduce de la cantiga, estos objetos adornaban los tocadores de las señoras de la
época.28

Aún el siglo XIII se registra su uso en una de las cantigas del trovador portugués João Garcia de Guilhade,
dedicada a una tal Doña Ouroana: "mais, cada que quiserdes cavalgar, / mandade sempr[ e] a besta
chegar / a un caralho, de que cavalguedes."29 Estêvão de la Guardia, trovador portugués del siglo XIV,
también lo usa en una de sus cantigas:30

Alá guarde toda prol, en seu seo,

Álvar Rodríguiz, que pos en tomar

daqueste mouro, que non quis guardar

de seu foder, a que tan moço veo;

ca maestr'Alí diz que días ha

que sabe d'Álvar Rodríguiz que ja

fod'este mouro a caralho cheo.

Do que eu quigi, per sabedoría

Allá guarde toda prol, en su seno,

Álvar Rodríguez, que pudo tomar

de este moro, lo que no quiso guardar

de su joder, a que tan mozo veo;

que el maestro le dijo que hacía días

que sabe de Álvar Rodríguez que ya

jode a este moro a carajo lleno.

Do que eu quigi, per sabedoría


En la cancillería de Alfonso V de Portugal figura el uso del término en una carta de perdón regio fechada
el 12 de febrero de 1452, y destinada a Tristão Teixeira, capitán del donatario de Machico, por el decreto
que le había sido impuesto por los muchos tormentos que había infligido a Diogo de Barradas, porque
este "lhe veera a dormir comm hũa sua filha", y a quién "lhe cortara a pissa e os colhõoes e ho bico de
hũa orelha, e ho teuera presso por tempo, teendolhe as mãoos atadas", leyéndose más adelante que
"nos [el Rey]... querendolhe fazer graça e mercee; teemos por bem e perdoamoslhe a nossa justiça, a
que nos o dicto Tristam, per razom do tormento da pisa e caralho e colhõoes e bico dorrelha e
aleyjamento de mãaos era theudo".31

En 1466, en un documento notarial de la ciudad de Orense, puede leerse: "Juan Telo, notario, vesino da
dita çidade, se obligó a pagar a Afonso Lopes, canónigo, quando fose julgado, se morrese o seu mulo do
dito Afonso Lopes, por cuanto --- fillo de Catalina Touciña, de Niñodaguia, lle cortou o carallo con un
coytelo podadoyro".1 Es notable que la presencia del término en este texto notarial sobre una querella,
refiriéndose directamente al miembro viril fuera del contexto jocoso de las cantigas de escarnio, es
excepcional y sin relación con la actividad sexual.32

El término figura por primera vez en el castellano hacia 1400 en el Glosario de El Escorial, donde se
define androgenus como "onbre que tiene conno et carajo", ermafroditus, por "onbre que tiene pixo et
conno", y pleplucium, por "capillo del carajo".1 El primer registro en la literatura castellana ocurre en la
cantiga Dezir a la manera de disfamación de Alfonso Álvarez de Villasandino, que murió hacia 1525,
poeta ampliamente representado en el Cancionero de Baena (1545), en la cual se encuentran los
siguientes versos:21

Señora, pues que no puedo

Abrevar mi carajo

En ese vuestro lavajo

Durante todo este tiempo en que se produjo la poesía trovadoresca, carajo fue usado como término
propio para el miembro viril, junto a otros como pissa, miembro, pisso y peça.33 La clara inclinación
hacia el uso de términos cómo caralho y cona presente en la lírica profana galaico-portuguesa, en
particular en las cantigas de escarnio y maldecir, denota su fuerte implantación en el lenguaje hablado,
así como una inclinación por el "realismo grosero", patente en su uso reiterado en contextos
inequívocamente vulgares, permitiendo colocarlos en la categoría de los disfemismos.26

La naturalidade con que se hablaba de caralho, carajo o carallo, hasta en documentos públicos,
desaparece de la literatura después de la Contrarreforma, pasando desde entonces a ser considerada
una expresión obscena, malsonante y de uso coloquial o vulgar. Consecuentemente, el primer
diccionario del castellano elaborado por la Real Academia Española no contempla el término.1

Sin embargo, este tipo de obscenidad no sería censurada por la Inquisición al no considerarse una
obscenidad sexual según los criterios de la moralidad burguesa hoy dominante, la cual estaba más
preocupada con actos y palabras que eventualmente pudieran considerarse herejía. Como ejemplo, la
Inquisición pasó por alto el poema Senhora Cota Vieira del poeta barroco Gregório de Matos Guerra, sin
censurar pasajes repletos de obscenidades como "que ao cono lhe chamais cono / chamais caralho à
caralha", pero sí otras obras por contener elementos que alentaban el judaísmo, erasmismo, libertinaje,
maquiavelismo o luteranismo.34

En la segunda mitad del siglo XVIII, es referido por el Padre Sarmiento en su Catálogo de voces y frases
gallegas, cuando se refiere a los diferentes nombres que reciben algunos peces y mariscos. Según él,
carallo de rey sería un pez del tamaño y sabor de una faneca, pero muy rojo y colorido, razón por la que
tiene un nombre tan obsceno e impúdico. Figura también carallo como nombre dado a la navaja (Solen
marginatus), sospechando también que el mismo se aplica al percebe en ciertas zonas de Galicia, cuando
dice que "el nombre absoluto, que omití por deshonesto, significa también el pezebre, más siendo tanta
la semejanza". El mismo autor recuerda que Nicandro habla de un tal marinum pudendum, observando
la antigüedad del uso de designar mariscos con nombres obscenos. Da el ejemplo del mejillón, que lleva
el nombre de cona, el coño castellano; por precaución benedictina no se atreve a escribir en castellano,
transcribiéndolo en caracteres del alfabeto griego, para así evitar cometer él mismo una obscenidad:
dicho molusco presenta en una figura semejante al órgano sexual femenino y de él también salen
barbas. Carallete y carallote son términos también recogidos por Sarmiento y que designaban otro tipo
de navaja. El padre benedictino apunta asimismo que en San Sebastián existe el carajito de rey, y el
carajuelo en Santander.1

Uso moderno

Carajo, como todas las expresiones que se refieren a las partes genitales, pertenece actualmente a un
campo del léxico fuertemente tabú, generalmente sujetas la exclamación lingüística y proscritas de la
conversación entre gente educada.3536 Entre las expresiones obscenas, carajo es la más conocida,
siendo sin embargo evitada, o únicamente usada en el lenguaje popular y coloquial, su uso se da
generalmente de forma encubierta y eufemística, por modificación fonética. En el registro más culto ni
siquiera se recurre a estos artificios eufemísticos.

En el castellano ocurre la sustitución del tabuísmo o disfemismo carajo por eufemismos como caray.37
En la versión de este idioma usada en América ocurrió con este término un ejemplo de disfemismo muy
interesante: en México, aunque se use con mucha frecuencia carajo como elemento expresivo,
manteniendo su carácter injurioso, el término ya no pertenece al léxico erótico, habiendo perdido el
concepto tabú original.238

En la lengua portuguesa el término mantiene el primievo carácter concreto y de un erotismo obsceno y


provocador,39 evidenciado en el poema Elixir do pajé (1875) de Bernardo Guimarães: "Que tens,
caralho, que pesar te oprime / que assim te vejo murcho e cabisbaixo, / sumido entre essa basta
pentelheira, / mole, caindo pela perna abaixo?", donde el uso de términos como caralho, inscritos en un
lenguaje vulgar y "bajo", constituyó un argumento primordial para la exclusión del poema del canon
romántico.40 Lo mismo ocurre en la obra O Medo de Al Berto: "Nervokid sepulta o sexo na areia, volta-
se repentinamente, aponta o caralho ao sol e vem-se.", donde la crudeza de las palabras es usada para
expresar y hasta rehabilitar una actitud provocadora y marginal, no contemplada en los cánones
culturales dominantes de la época.41 El valor de la expresión obscena en la literatura deriva, así, de la
transgresión de una prohibición social, buscando el erotismo en el placer de transgredir aquello que está
prohibido..36

La evocación al carajo en el idioma portugués puede hacerse a través de algún otro término que rime
con la palabra, como frangalho, o cualquier palabra que comience con ca(r), como ca(r), caraças, catano
o catatau. Otro eufemismo frecuente, carago!, expresión exclamativa derivada del castellano carajo,
tiene un uso más tolerado gracias al efecto atenuador que los extranjerismos toman al equipararse a las
palabras del vocabulario erótico de la lengua materna.42

En la lírica brasileña contemporánea el uso de caralho y otras palabrotas ocupa, dentro de la poesía
erótica, un lugar destacado, visible en la producción presente en las diversas antologías del género y en
el espacio que le es dedicado en las revistas literarias especializadas. Dada la tradicional conexión del uso
de la expresión obscena a la vileza y a la injuria pura y simple, su utilización para fines eróticos y
artísticos en la literatura erótica constituye una actitud innovadora, siguiendo una tradición que viene de
los primordios de la propia literatura, presente ya en la Antigüedad clásica en obras como la Antología
Palatina.43

Grafiti humorístico sobre el carajo en una pared en Portugal

Diversidad semántica
La vitalidad del término carajo y de sus equivalentes es de tal orden que desde hace muchos años
circulan panfletos, inclusive impresos, titulados "Apologia del carajo", "carallo" o "caralho", según la
lengua, en los cuales se describen los diversos significados y usos de la palabra, especialmente en la
versión gallega, que es donde el uso de carajo parece haber tenido un mayor desarrollo.1 Sobre ello
escribió jocosamente el antropólogo gallego Xabier Vila-Coia: "Si hay una palabra en la lengua que
identifique al ethos gallego esa es carallo. Son tantas las expresiones en las que se emplea que
podríamos decir, sin miedo a errar, que el hombre gallego es una especie de carajo andante".44

Según estas publicaciones, el término sirve tanto para designar extrañeza, emoción, estupor, amenaza,
cantidad grande o escasa de algo, imitando las variaciones del miembro viril según las circunstancias. El
poeta uruguayo Francisco Acuña de Figueroa, de antepasados gallegos, consigue meter en sus versos
hasta setenta y tres significados diferentes de carajo en el poema Apología y Nomenclatura del Carajo.1

A pesar de ser malsoante, la palabra se presta de modo perfecto para servir de válvula de escape en los
momentos de tensión, rabia y desesperación. Carajo fue, según cuenta Luis Perú de Lacroix en su Diario
de Bucaramanga, la expresión favorita de Simón Bolívar. Los días de la infausta convención de Ocaña, al
referirse a ciertas personas que consideraba culpables de la disolución de la Gran Colombia, decía: "¡Esos
carajos!". Persuadido de que había "arado en el mar", y sintiendo la tempestad caer sobre su cabeza,
paseaba solo, cabizbajo, con las manos detrás de la espalda, diciendo frecuentemente "¡Carajo!
¡Carajo!".45

Estos panfletos buscaban demostrar la riqueza de la propia lengua, mostrando los significados y usos de
la palabra carajo según la propia idiosincrasia o el carácter popular de cada lengua, del genio popular y
de la visión del mundo peculiar que cada una de ellas dice poseer, aunque en este caso los usos sean
muy parecidos. Algunas particularidades importantes, sin embargo, no aparecen en los panfletos, como
el hecho de que aquello que en gallego es excelente y de buena calidad es caralludo, mientras que en
castellano es cojonudo. No existe el término gallego colloúdo ni tan poco el castellano carajudo. De igual
manera en gallego, cuando se quiere expresar aflicción, no se tocan los cojones, sino el carajo, y no solo
se toca, sino que también se rasca, aunque con el sentido de no hacer nada. Cuando se quiere expresar
desprecio a algo o alguien se usa en castellano "Me importa un cojón/tres cojones", mientras que el
gallego usa carallo para tal fin. Asimismo, cuando se quiere expresar perplejidad en gallego se usa
¡Manda carallo!, donde se constata que donde el gallego pone el carajo, el castellano pone los cojones.
Cuando algo marcha bien, se dice en gallego que Saíume de carallo, mientras que en castellano se usa
Me salió de cojones. Sin embargo, la valentía o falta de ella se expresa tanto en castellano como en
gallego con no tener cojones o collóns, y lo mismo ocurre en el portugués con no tener colhões o no
tener tomates. Esta preferencia de una lengua por carallo y de la otra por cojón puede ser señal de
diferencias de profundidad entre ambas.1
Grafiti de un caralho-de-asas en Tucuruvi, São Paulo, Brasil

Caralho-de-asas

En Brasil, el caralho, en la calidad de órgano genital masculino, se transformó en el mito del caralho-de-
asas, que puede traducirse como "carajo con alas". El mito difiere según el narrador. De este modo, en
una versión de narrativa masculina, el caralho-de-asas se define como la entidad responsable de un
embarazo de paternidad desconocida, mientras que en una narrativa en grupo femenino, la referencia al
caralho-de-asas toma la forma de advertencia a las mozas, para que no se bañen en ríos y pantanos, y no
duerman "desprevenidas", es decir, sin ropa interior.46

El mito del caralho-de-asas parece reminiscente de la leyenda griega de Leda y el cisne, según la cual
Zeus, convertido en cisne, mantuvo relaciones sexuales con la ninfa Leda, concibiendo a los gemelos
Castor y Pólux. El mito entró por la iconografía urbana, ya documentada en ciudades como Río de
Janeiro y Recife, estando presente también como personaje de cómic en revistas de crucigramas y
enigmas destinadas al público masculino, tomando el nombre de "passaralho".nota 1046

Notas

Topónimo vulgar en las zonas catalanoparlantes para designar roquedos prominentes y de forma fálica.7

A las cuales se añadió muy recientemente una leyenda urbana en circulación en Internet que, tanto en
portugués como en castellano, alega que carajo o caralho era el nombre dado al palo mayor o gavia de
las antiguas carabelas, y que ese sería el origen de la palabra para designar al miembro viril. Todo parece
indicar que la leyenda nació de una tentativa de explicación para las frases "¡Vete al carajo!" o "Vai para
o caralho!", que supuestamente se referirían al castigo que recibían algunos marineros a los que se
obligaba a subir a la gavia, donde se encontraban los vigías, y allí permanecer un tiempo. No obstante, el
uso del término carajo está documentado en épocas muy anteriores a las de las carabelas castellanas o
portuguesas, por lo que si la gavia tuvo alguna vez ese nombre, como en el caso del carall bernat catalán,
lo sería por metáfora o exceso de semejanza entre el carajo y el palo mayor donde encajaba la cesta, que
sería la punta del carajo.1

En este diploma, datado en 982, el rey Lotario de Francia hizo donación de unos terrenos al monasterio
de San Pedro de Roda; el límite de esos terrenos «pervenit usque in sumitatem ipsius montis qui vocatur
Caralio»12

En el original en latín, "mons qui habet inhonestum e incompositum nomen". Donación de Jofre
(Gausfredo), conde de Rosellón, en favor del monasterio de San Pedro de Roda, en el condado de
Perrolas, que al describir los bienes cedidos se refiere a ellos en estos términos: "De allí sube a la cima de
la peña del monte más alto que hay allí, la cual tiene un nombre deshonesto e indecoroso, cuyo nombre
es sin embargo bien conocido de todos, y dejamos de escribirlo por causa de su fealdad".10 Ya en 1899,
Balari había notado que el topónimo referido en el documento de 982 era el mismo al que aludía el de
974.13

Literalmente "Monte Carajote", en catalán. Existe una bula papal de Juan XV, fechada en 990, que lo
denomina Casralio, probablemente por error del copista.10 Moreu Rey identifica este monte como El
Carall, en el límite de La Selva de Mar. Malte-Brun en sus Nouvelles annales des voyages, por otro lado,
lo considera el islote de Carall Bernat, en las islas Medas (contradiciendo a las fuentes, que
aparentemente se refieren a un monte en tierra firme). Según Malte-Brun, los carall bernat catalanes
mostrarían la evidencia de un culto ibérico precristiano a Príapo.15

El origen del bernat de los carall bernat es incierto.16 Coromines propone que originalmente sería una
barra de hierro con la punta torcida en ángulo recto que, colocada por la otra punta en una argolla
clavada en el espacio por donde se abre la puerta, y servía para asegurar el cuerpo de la puerta u otra
parte que se le acoplara, introduciendo la punta en la argolla que habría en esta.19 El término bernat
funcionaría así como medio para enfatizar la erección del carall en la expresión carall bernat.1 Malte-
Brun, por otro lado, identifica el bernat como el nombre propio Bernardo (Bernat, en catalán),
sugiriendo que podría derivar de Bernat Tallaferro, conde de Besalú.15 Existen además varias teorías
más para el origen del término, tanto filológicas como legendarias.20

Esta cantiga constituye, también, la referencia arturiana más antigua en la lírica galaico-portuguesa.23

Fechado en el año de la era de 1431. En el original, Dornas y Caryl.

El fraile se hacía pasar por "escarajado", es decir, alejado del sexo o impotente. No obstante, segñun
canta el trovador, eran numersoas las mujeres que tenían hijos suyos: en un solo día parieron tres.27

El término passaralho se ha convertido también en una jerga del mercado de trabajo, en particular el
periodismo y el funcionariado público, con el significado de época o movimiento de dimisión masivo.47

Referencias

Chacón Calvar, 2008

Camacho Taboada et al., 2009, pp. 41-42

González Pérez, 1991, p. 159

Real Academia Española (2001), «Carajo», Real Academia Española. Diccionario Usual. (22.ª edición).

Gaitán Orjuela, 1970, p. 84

Fisas, 1989, p. 48

Fisas, 1989, p. 47
Galmés de Fuentes, 1986, p. 32

Galmés de Fuentes, 1996, p. 13

Balari y Jovany, 1899, p. 236

Álvarez y Vilavedra, 1999, p. 719

«Anales de filología hispánica», Secretariado de publicaciones e intercambio científico, Universidad de


Murcia 4, 1988: 131.

Bastardas, 1977, p. 47

Abadal: Cataluña Carolingia, citado en Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana de Joan


Coromines

Malte-Brun y Malte-Brun, 1833, pp. 233-234

Aguiló y Gulsoy, 2002, p. 218

Aguiló, 1982, p. 3

Badia, Jordi (enero de 2009). «OBSERVATORI DE NATURA: Cavall Bernat» (pdf). El Pou de la Gallina. p.
11. Archivado desde el original el 10 de noviembre de 2011. Consultado el 28 de julio de 2011.

Dicionari de la Enciclopedia Catalana

Aguiló y Gulsoy, 2002, pp. 218-19

Lapa, 1965, p. 570

García y Gradín, 2001, pp. 58-65

García y Gradín, 2001, p. 58

O Archeólogo português, 14-15, Museu Ethnográphico Português, 1909, p. 140.

Beirante, 1995, p. 197

Flores Varela y Couceiro Pérez, 1999, p. 70

Lapa, 1965, p. 235

Lapa, 1965, p. 236

Nobiling, 1907, p. 70

Lapa, 1965, p. 188

Arquivo Nacional da Torre do Tombo, Chancelaria de D. Afonso V, Livro 12 folha 6v, transcrito en la
Monumenta Henricina, volumen XV, 1970

Boullón Agrelo, 2012, p. 301

Tavani, 2002, p. 259

Hansen, 2004, p. 230

Kröll, 1984, p. 81

Casagrande Júnior, 2010, p. 139

Munné y Guitart, 1978, p. 161

Grimes, 1978, p. 31

Casagrande Júnior, 2010

Souza, 2010, pp. 9-11

Al Berto in lugares : o deambular da melancolia lunar do corpo (enlace roto disponible en Internet
Archive; véase el historial, la primera versión y la última)., Graciosa Maria Ferreira Curto Reis,
Universidade Aberta

Kröll, 1984, pp. 82-83

Casagrande Júnior, 2010, p. 140

Vila-Coia, 2001, p. s/n

Gaitán Orjuela, 1970, p. 83

Benjamin, 2000, p. 6

«A revoada dos passaralhos - Pública». Consultado el 29 de agosto de 2016.

Bibliografía

Aguiló, Cosme (1982), «Els Columbrets», FELANITX (2319). (enlace roto disponible en Internet Archive;
véase el historial, la primera versión y la última).

Aguiló, Cosme; Gulsoy, Joseph (2002), «Toponímia i etimologia», L'Abadia de Montserrat, Biblioteca
Miquel dels Sants Oliver 18, ISBN 9788484154211.

Álvarez, Rosario; Vilavedra, Dolores (1999), «Cinguidos por unha arela común: Homenaxe ó profesor
Xesús Alonso Montero», Universidade de Santiago de Compostela, Departamento de Filoloxía Galega 1,
ISBN 9788481218060.

Balari y Jovany, José (1899), «Orígenes Históricos de Cataluña», MAXTOR, ISBN 9788497616775.
Bastardas, Joan (1977), El Catalá Pre-Literari, en Germà Colón, ed., «Actes del IV Colloqui Internacional
de Llengua i Literatura Catalanes, Basilea 1976», L'Abadia de Montserrat, Biblioteca "Abat Oliba" 11,
ISBN 9788472021532.

Beirante, Maria Ângela V. da Rocha (1995), «Évora na idade média», Fundação Calouste Gulbenkian :
Junta Nacional de Investigação Científica e Tecnológica, Textos universitários de ciências sociais e
humanas, ISBN 9789723106930.

Benjamin, Roberto Emerson Câmara (2000), «V CONGRESO LATINOAMERICANO DE CIENCIAS DE LA


COMUNICACIÓN – ALAIC 2000 - 26-29 de abril del 2000» (DOC), A Media e os Mitos (Santiago, Chile:
Universidad Diego Portales).

Boullón Agrelo, Ana Isabel (2012), Trazos da Oralidade na Lingua Galega Medieval, en Juan Pedro
Sánchez Méndez, ed., «Oralidad y Escritura en la Edad Media Hispánica», Tirant Humanidades (Valencia),
ISBN 9788415442424.

Camacho Taboada, María Victoria; Rodríguez Toro, José Javier; Santana Marrero, Juana; López Morales,
Humberto (2009), «Estudios de lengua española: descripción, variación y uso : homenaje a Humberto
López Morales», Iberoamericana Editorial, ISBN 9788484893646.

Casagrande Júnior, Osmar (2010), «Cu é lindo – o palavrão como recurso do erotismo na lírica
contemporânea brasileira», REVELL – Revista de Estudos Literários da UEMS, Ano 01 (1), ISSN 2179-4456.

Chacón Calvar, Rafael (Janeiro de 2008), «Carajo, carallo / Caralho, Carall», La Cueva de Zaratustra,
archivado desde el original el 3 de febrero de 2012 .

Fisas, Carlos (1989), «Historias de la historia», Planeta (9ª edición), ISBN 9788432045042.

Flores Varela, Camilo; Couceiro Pérez, Xosé Luis (1999), «Homenaxe ó profesor Camilo Flores»,
Universidade de Santiago de Compostela 1, ISBN 9788481217872.

Gaitán Orjuela, Efraín (1970), «Biografía de las palabras: sentido, origen y anécdota de muchos vocablos
españoles», Bedout, Bolsilibros Bedout (3ª edición) 70.

Galmés de Fuentes, Álvaro (1986), «Toponimia asturiana y asociación etimológica», Lletres asturianes
(19): 31-39.

Galmés de Fuentes, Álvaro (1996), «Toponimia: Mito e Historia», Real Academia de la Historia, ISBN
9788495983947.

García, Santiago Gutiérrez; Gradín, Pilar Lorenzo (2001), «A literatura artúrica en Galicia e Portugal na
Idade Media», Universidade de Santiago de Compostela, Biblioteca de divulgación: Serie Galicia, ISBN
9788481218824.

González Pérez, R. (1991), «Umgangsprache in der Iberoromania. Festschrift fur Heinz Kroll», Revista
Española de Lingüística 21 (1).
Grimes, Larry M. (1978), «El tabú lingüístico en México», Editorial Bilingüe, Studies in the language and
literature of United States Hispanos, ISBN 9780916950101.

Hansen, João Adolfo (2004), «A sátira e o engenho: Gregório de Matos e a Bahia do século XVII», Atelie
Editorial (2ª edición), ISBN 9788526806771.

Kröll, Heinz (1984), «O Eufemismo e o Disfemismo no Português Moderno», ICALP, Colecção Biblioteca
Breve 84, archivado desde el original el 31 de mayo de 2013, consultado el 6 de noviembre de 2017.

Lapa, Manuel Rodrigues (1965), «Cantigas d'escarnho e de mal dizer: dos cancioneiros medievais galego-
portugueses», Editorial Galaxia, Colección filolóxica.

Malte-Brun, Conrad; Malte-Brun, Victor Adolfe (1833), «Nouvelles annales des voyages», Gide fils.

Moreu Rey, Enric (1982), «Els nostres noms de lloc», Moll, Treballs i els dies 22.

Munné, Juan Clemente Zamora; Guitart, Jorge M. (1982), «Dialectologiá hispanoamericana: teoría,
descripción, historia», Colegio de España, Colección Lingüística (2ª edición) 3, ISBN 9788474550375.

Nobíling, Oskar (1907), As Cantigas de D. Joan Garcia de Guilhade, Erlangen.

Souza, Tatiane Reis Dias de (2010), «A representação erótica do índio no poema Elixir do pajé, de
Bernardo Guimarães», e-hum (Belo Horizonte) 3 (1). (enlace roto disponible en Internet Archive; véase el
historial, la primera versión y la última).

Tavani, Giuseppe (2002), «Trovadores e jograis: introdução à poesia medieval galego-portuguesa»,


Caminho, Estudos de literatura portuguesa, ISBN 9789722114660.

Vila-Coia, Xabier (2001), «Ghaliça C i B», Xabier Vila-Coia, ISBN 9788460729921.

También podría gustarte