Trabajo de Etica 23 Octubre

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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para la Educación Universitaria


Universidad Nacional Experimental “Rómulo Gallegos”
Área Salud. Programa Enfermería
Aula Móvil UNERG – CUE, Caracas
Catedra: Ética Legal
Sección: H

ASPECTOS ETICOS EN LA TOMA DE DECISIONES QUE ENFRENTAN


LOS ENFERMEROS ANTE EL COVID-19 EN VENEZUELA

PROFESORA: INTEGRANTE:

Beatriz Gómez TSU. Karina Rodríguez


CI: 24.897.325

CARACAS, OCTUBRE DEL 2021


INTRODUCCION

En este contexto, aun cuando la profesión de enfermería ha tomado un rol


preponderante en el equipo de salud, igualmente se ha visto profundamente afectada
por esta crisis y se ha puesto en evidencia inequívoca la falta de inversión para
fortalecer su quehacer profesional y especializado. Los informes de la OMS sobre la
situación de enfermería en el mundo, junto con manifestar la necesidad de inversión
en educación, trabajo y liderazgo en enfermería, como las exigencias éticas en el
desempeño de la Enfermería resultan particularmente importantes por la
trascendencia de su cometido: la atención técnica y el cuidado humano de personas
vulnerables, y la relación de especial confianza y cercanía que con ellas se establece.
Esto requiere de las enfermeras un esfuerzo positivo y permanente para preservar los
derechos inherentes a la dignidad de la persona en el contexto del informe comisión
de ética y deontológica. La relación sanitaria: la vida, la integridad física y moral, la
seguridad, la intimidad, la confidencialidad, la autonomía, etc. Considerando que la
enfermera tiene como fin último proporcionar a la persona sana o enferma un cuidado
integral de calidad, estableciendo los criterios indispensables para garantizar que la
praxis profesional respetará siempre la vida y la dignidad de todo ser humano, se
desarrollará con la máxima competencia técnica y estará presidida por la comprensión
y cercanía hacia la persona que requiere sus cuidados y hacia sus familiares y
allegados.
Como se enfrentan los enfermeros de Venezuela ante el virus covid-19

La pandemia ha puesto a prueba nuestro sistema de salud y ha exigido a los equipos


sanitarios un alto grado de compromiso y entrega para contener la enfermedad, en
esto las enfermeras han tenido un gran protagonismo, liderando lo que se ha dado en
llamar la “primera línea” de atención a las personas que acuden a los centros
asistenciales en busca de ayuda. Se ha visibilizado de manera nítida la importancia
de disponer de una red pública poderosa, que cuente con el financiamiento suficiente
para atender a la población en tiempos de normalidad y especialmente, en tiempos de
catástrofe como es esta pandemia. Una de las primeras lecciones que debemos
aprender, es que el paradigma de una Salud Pública fortalecida y autosuficiente debe
ser prioritario para la sociedad, unido al objetivo 2030 de la Organización Mundial
de la Salud (OMS), referido a la Cobertura Universal de Salud. Este debe ser uno de
los desafíos que tendremos que abordar una vez superada la emergencia.

Enfermeras, enfermeros y el personal de salud trabaja en medio de la incertidumbre y


el temor. El estrés y el miedo a infectarse del covid-19 está presente en su día a día; la
frustración crece, pues el sector salud no tiene los insumos suficientes y mucha
población no toma las medidas de precaución. Aunado a ello, ahora enfrentan una
serie de rechazos y hasta agresiones de ciudadanos por el pánico desatado frente a la
pandemia.

En el Índice de Seguridad Sanitaria Global elaborado por un panel de expertos


internacionales, Venezuela quedó en el puesto 176 de un total de 195. La
recomendación básica repetida por las autoridades sanitarias en todo el mundo es
lavarse las manos con frecuencia, pero en Venezuela abundan las comunidades sin
acceso al agua corriente con un tercio de su población en situación de inseguridad
alimentaria, como informó recientemente en Programa Mundial de Alimentos de
Naciones Unidas, muchos venezolanos no pueden permitirse comprar jabón.
Por otra parte, la Encuesta Nacional de Hospitales, que elabora anualmente la
organización Médicos por la Salud, detectó importantes carencias que podrían tener
un impacto negativo en la respuesta a un brote epidémico como el del coronavirus.

 Más de un 53% de los hospitales no cuentan con las mascarillas que deben


usar los profesionales sanitarios para evitar contagiarse de los enfermos y
contagiar a otros.
 Un 92% no contaba con un protocolo de actuación específico y ninguno tenía
habilitada una zona de aislamiento para los pacientes infectados, como debe
ser para evitar la propagación del virus.

Con la enorme presión que supone sumar al alto riesgo de infección al que se
enfrentan, una tremenda sobrecarga de trabajo, la frustración, el agotamiento físico y
mental, la situación de aislamiento y la gestión de gran cantidad de pacientes con
emociones negativas.

En un principio parecía que en Venezuela iba a tener menor repercusión, Pero en


poco tiempo la realidad ha cambiado nuestro punto de vista, en estos momentos, los
sanitarios en Venezuela se manifiestan:

 Frágiles: Con miedo a ser infectados debido a la falta de materiales de


protección. Es tal el miedo a poder contagiar a sus familias que algunos
incluso optan por mantenerse aislados de ellas durante algún tiempo.
 Desorientados: Por la avalancha de información y los constantes cambios en
los protocolos de actuación. Lógicos porque la progresiva acumulación de
conocimiento sobre el virus hace que diariamente reciban múltiples
comunicaciones sobre cómo proceder. Pero no por ello menos
desconcertantes.
 Sobrecargados y agotados: Con un gran volumen de pacientes para atender,
haciendo guardias de 12 y 24 horas. Lo peor es que se ven obligados a tomar
continuamente decisiones que suponen un serio dilema ético, enfrentados a
pacientes que por su edad y múltiples patologías no van a responder a un
tratamiento agresivo. En condiciones habituales esta decisión tendría que
tomarla cada cierto tiempo, no varias veces en una sola jornada laboral.
 Impotentes: Viendo a pacientes morir solos, a familiares buscando a sus seres
queridos para descubrir más tarde que han fallecido. Les gustaría poder hacer
más de lo que hacen. Atender en mejores condiciones, disponer de más camas,
material, personal.

Efectos negativos del estrés mantenido

Una persona experimenta estrés cuando se enfrenta a situaciones que sobrepasan sus
recursos y percibe que no puede darles una respuesta adecuada. El estrés es una
respuesta adaptativa del organismo que sirve para prepararse para la acción. Pero
cuando se mantiene en el tiempo pueden aparecer efectos perjudiciales sobre la salud.

Sin duda, el personal sanitario es uno de los colectivos profesionales que sufre mayor
nivel de estrés laboral, sobre todo en momentos como el que vivimos ahora con la
pandemia de covid-19.

Entre las consecuencias negativas del estrés crónico está el síndrome de «estar
quemado» con el trabajo. Sus rasgos principales son: agotamiento físico o emocional,
actitud fría con los demás, y bajo o nulo sentimiento de realización personal.

Los resultados de nuestros estudios sobre el estrés laboral que sufren los
profesionales que trabajan en los diferentes servicios indican que los enfermeros
experimentan un importante cansancio emocional. Este agotamiento puede ser debido
a su responsabilidad en la toma de decisiones, a la presión a la que están sometidos
por los usuarios o a las condiciones laborales.

En la situación actual, el personal sanitario demanda fundamentalmente tres cosas:


-Apoyo material, sobre todo medidas de protección para poder trabajar de forma
segura.

-Información clara, precisa y esquematizada sobre la situación y su forma de actuar.

-El apoyo humano de sus superiores, a través de mensajes y presencia física o virtual
reiterada.

En estas circunstancias, resulta fundamental que no solo cuiden de sus pacientes sino
también de sí mismos. Algunos consejos para llevarlo a cabo son:

 Atender a sus necesidades básicas: Descansar y disfrutar los pequeños


momentos libres en casa. Aprovecharlos para realizar actividades de ocio en
compañía de sus seres queridos.
 Buscar el apoyo de sus compañeros de trabajo: Compartir inquietudes.
Intentar ser positivos y colaborar unos con otros en la búsqueda de soluciones
 Evitar la sobreexposición a los medios de comunicación: Tratar de que su
tiempo libre pueda ser realmente de descanso.
 Utilizar técnicas para disminuir el malestar emocional: Como respiración
profunda, meditación y ejercicio físico.

Ética ante el covid-19

La humanidad se ha encontrado a lo largo de su historia ante una constante lucha


contra sus semejantes. Durante décadas se ha luchado por evitar el abuso, la
discriminación, el antisemitismo, la tortura, la esclavitud, y hoy día, aun no vivimos
en un mundo de igualdad en el que todos los humanos contemos con el mismo valor y
la misma importancia. Nuestra historia nos enseña que siempre se ha tenido que
luchar contra la injusticia, contra la marginación donde solo los más fuertes
sobreviven al ataque.
Consideramos que nuestro cuerpo y vida tiene algo de espiritual y trascendente. Los
humanos somos solidarios, vemos por nuestro grupo, nos acompañamos y nos
cuidamos unos a otros. 

Hemos creado un conjunto de costumbres y normas que dirigen o valoran nuestro


comportamiento en comunidad, por lo que nos regimos o debemos de regirnos, por
valores éticos en beneficio de toda la sociedad. 

La historia de la humanidad nos ha enseñado qué es bueno para todos y qué no lo es,
nos ha mostrado qué acción nos deja beneficios o perjuicios, en pocas palabras nos ha
enseñado a realizar una valoración moral de nuestros actos. En contraparte, los
humanos siempre hemos luchado contra nuestros instintos, contra esos sentimientos
profundos e intensos, contra la necesidad de rechazar a alguien que nos provoca el
deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia. 

Los humanos siempre luchamos contra la violenta aversión o repugnancia que una
cosa o alguien nos provoca, nuestra naturaleza se basa en cierta medida en luchar
contra el odio. Y es ahí donde entra la ética, marcando los límites de lo imaginable y
de lo que podemos hacer en la realidad.

La pandemia del Covid-19 nos ha puesto al límite donde nadie se encuentra a salvo,


todos estamos ante el riesgo de enfermar o morir. Cada uno sufriremos las
consecuencias de nuestras acciones, pero también nos vemos obligados a ser
responsables por la salud de los que están a nuestro alrededor. 

La pandemia nos ha exigido acciones empáticas, “cuídate tú para que cuides a los


demás”. En este sentido el gremio de salud se encuentra luchando por ayudar, ¿Es su
obligación?, sí lo es, pero ellos así lo decidieron, ya sea por un deber ético o por
necesidad. 

La pandemia de Covid-19 nos ha afectado cubriéndonos de dolor, mermando nuestras


esperanzas, frustrando nuestros planes. Pero que un enfermero desee la muerte de
alguien que ha enfermado de Covid-19, no es una expresión de libertad, es una
ruindad humana. La responsabilidad es de todos nosotros, no debemos mostrarnos
ausentes ante tal conducta. Todos somos responsables de cuidarnos unos a otros, y de
mantener la ética y los valores morales como algo importante para sobrevivir.

Quizá esta pandemia esté provocando el advenimiento del ‘kairós’ que en griego
significa “Tiempo”, el momento adecuado, para la renovación, el cambio de
percepción de la vida pública y la privada: establecer un criterio de vida basado en la
solidaridad, las relaciones personales, la racionalización del trabajo y el tiempo libre,
la conciencia de la igualdad básica entre los seres humanos, la conciencia de que el
planeta es un Todo al que pertenecemos y esquilmamos, que bien tratado y cuidado
nos da la vida y la salud.
La ética tiene un papel esencial, directa o indirectamente, en los cambios que exige la
lucha contra el Covid-19 y en los modos de comportamiento y actitudes involucrados
en ellos, de una forma activa o carencial. El estilo de vida capitalista, el consumo
descontrolado, la economía basada en la explotación generalizada, desde el planeta y
sus recursos a los individuos y sociedades, todo esto lo ha bloqueado la pandemia.
Pero también, con una sutileza asombrosa, nuestras ‘convicciones’ racistas de la
supremacía de unas razas sobre otras, de unos individuos sobre sus vecinos han sido
barridas por la guadaña del Covid-19. Las fronteras ya no existen para el virus,
aunque existen para todos los humanos, los que navegan en balsas y son encerrados
en campos o rechazados y los prósperos ciudadanos a los que no se les permite la
entrada en determinados países, a pesar de sus cuentas corrientes y el orgullo de su
bandera.
La ética no se puede desligar de ningún acto humano. La ética en relación con
los actos asistenciales va de la mano del conjunto de decisiones que los
profesionales sanitarios toman frente a las necesidades de las personas que
atienden día a día.
Situaciones como la que estamos viviendo, alrededor del covid-19, hacen aflorar
la importancia de la formación humanista y ética de nuestros profesionales
sanitarios y el equilibrio de esta con los conocimientos más científicos.

Los profesionales que están en primera línea de atención y atienden a las


personas se encuentran con un escenario que no facilita la toma de decisiones,
como pueden ser problemas organizacionales de los sistemas sanitarios,
socavando la integridad y el bienestar de todos. Los sentimientos de impotencia
y de agotamiento que esto provoca no ayudan nada a los profesionales ni a las
personas que han de ser atendidas. Llegado este extremo, se pueden provocar
situaciones de perdida de oportunidad y desigualdades de atención.
La impotencia de los profesionales ante situaciones como esta provoca un daño
que podrá más o menos recuperarse, en función de los recursos que se pongan a
su disposición, pero que nunca olvidarán.
La carga desproporcionada que una pandemia puede provocar es un gran desafío
ético ante la sociedad. Respetar y proteger los compromisos sociales debe ser un
acto ético prioritario, pero el cuidado de las personas enfermas y críticas,
especialmente, al final de la vida y a sus familias debe ser un eje de actuación
donde se incorporen las medidas razonables para minimizar el daño y la
deshumanización de la muerte en soledad y aislamiento, como ya parece que las
comunidades autónomas han empezado a implementar. A pesar de estas
iniciativas, este está siendo uno de los conflictos éticos que provocan mayor
angustia y agotamiento tanto a profesionales como familiares.
Debemos pensar que la ética del cuidado y la atención con la que estamos
familiarizados cambia de forma inesperada ante situaciones como la que estamos
viviendo. La ética de la preparación y respuesta ante una pandemia debe, en
muchas ocasiones, considerarse desde otros principios como son el de justicia
distributiva, de transparencia, de equidad, de integridad, de no discriminación o
de rendición de cuentas; pero no podemos hacer desaparecer lo que ayer era la
normalidad y olvidar, de repente, la consideración de la individualidad del ser
con su enfermedad en particular. Solo podemos hacerlo si somos capaces de
balancear y adaptarnos a través de la sensibilidad y la compasión ante las
características únicas que nos está tocando vivir.
Sin embargo, ante este agotamiento emocional, al tratar cuestiones éticas en la
práctica debemos utilizar elementos de ayuda para recuperarnos y evitar
lesiones. La resiliencia moral puede promover mejores entornos de práctica que
ayuden a minimizar los problemas éticos que estamos tratando.

Aspectos éticos en la toma de decisiones ante el covid-19

El covid-19, causada por el coronavirus SARS-COV-2, es una infección emergente


que ha alcanzado rápidamente graves proporciones pandémicas, convirtiéndose en la
mayor crisis sanitaria de los últimos años con unas consecuencias todavía
impredecibles y generando gran incertidumbre a todos los niveles (político, sanitario,
poblacional, etc.).
Mantener una atención sanitaria adecuada en esta crisis requiere, no solo de un plan
protocolizado y recursos materiales, sino también de un número adecuado de
profesionales sanitarios que maximicen sus capacidades; nos enfrentamos a una
práctica clínica que difiere en gran medida de la habitual, a cargas de trabajo
extremas y a dilemas morales. La perspectiva bioética basada en los derechos
humanos debería desempeñar un papel fundamental en el contexto de esta complicada
pandemia. En el proceso de toma de decisiones, en situaciones complicadas y de
incertidumbre, será de utilidad contactar con el Comité de Ética Asistencial para que
nos asesore en la prevención y resolución de conflictos de valores. Sería conveniente
contar en cada departamento de salud con un grupo asesor sobre cuestiones éticas.

En estos momentos, mantener la atención comunitaria es prioritario, así como


prevenir la infección, empoderar al paciente y realizar labores epidemiológicas como
la identificación de casos con declaración de estos, localización de sus contactos, etc.
Debemos realizar seguimiento domiciliario de los pacientes leves (muchos de ellos
con la incertidumbre de no tener un diagnóstico de certeza, con todo lo que ello
conlleva), debemos decidir a quién exploramos y a quién no (coste-beneficio), decidir
a quién derivamos y a quién no… En definitiva, con quién empleamos o no los
recursos de los que disponemos. También debemos asistir a los pacientes dados de
alta y acompañar a los que estén en el final de la vida, teniendo presente a la
población más vulnerable, y todo esto sin olvidar nuestra atención a demanda,
nuestras urgencias y nuestros pacientes crónicos.

Cabe añadir, nuestra obligación de estar al día de toda la información nueva y el


deber de emplear correctamente las tecnologías para mantener la confidencialidad del
acto médico (especialmente difícil en estos tiempos de consultas telefónicas y
seguimiento de pacientes online), asumiendo, en todo momento, riesgos personales y
colectivos. Por todo esto y más, en nuestra práctica diaria nos encontraremos en
situaciones complicadas de gestionar desde una perspectiva bioética.

Aspectos bioéticos en Atención Primaria durante la pandemia

La situación de pandemia por coronavirus nos ha llevado a escenarios que no


hubiésemos sospechado nunca. Para hacerles frente, los profesionales sanitarios
hemos tenido que realizar grandes esfuerzos personales y profesionales: se nos ha
exigido amoldarnos rápidamente a las nuevas circunstancias, hemos tenido que
revisar diariamente protocolos actualizados e incluso vivir situaciones en la práctica
inciertas y de gran estrés que no estaban escritas en ninguno de los mismos. Hemos
lidiado con la toma de decisiones que implicaban un compromiso ético y moral,
sintiendo el miedo de cerca al estar en contacto diario con el virus, muchas veces con
falta de material homologado.

Diariamente en nuestras consultas de Atención Primaria y en relación con esta


situación, se han visto afectados los cuatro grandes principios de la bioética.
Autonomía: Capacidad de los sujetos para establecer reglas de conducta para sí
mismos y en sus relaciones con los demás dentro de los límites que la ley señala.
Se ha visto afectada en los siguientes casos: los confinamientos, la realización
de PCR en sintomáticos sin dar la opción de decidir al paciente, entre otros

Beneficencia: Acción y efecto de hacer el bien a los demás. En el campo de los


derechos humanos, la protección de la vida y la integridad física constituyen el marco
en el que podemos ver reflejado este principio, evitando ausencia de cuidados.
El covid-19 ha puesto de manifiesto este principio, por ejemplo, la selección de
pacientes subsidiarios a UCI, empleo de tratamiento, etc.

No-maleficencia: El principio de defensa de la vida física, que tiene su expresión


jurídica en el derecho a la vida, a la integridad física y a la salud, está en juego en esta
pandemia, pues la covid-19 ataca justamente a la salud y la vida de las personas.
Debemos evitar intervenciones innecesarias (traslados, tratamientos agresivos,
fármacos de dudosa eficacia…), tomar decisiones complicadas al final de la vida, etc

Justicia: Dar a cada uno lo que corresponde.


Este principio se presenta como central en la crisis actual. Una asignación justa
de recursos, maximizar los beneficios, tratar por igual, dar prioridad a los más
desfavorecidos, son algunos de los ejemplos de este principio.

En primer lugar, queremos señalar los daños colaterales a el covid-19. No son


víctimas directas de la enfermedad, pero sí consecuencia de la misma.
 
Nuestros pacientes crónicos están perdiendo sus controles periódicos, sus ajustes de
medicación; la gran mayoría son pacientes frágiles que requerirían seguimiento
estrecho por sus médicos de familia y este seguimiento se ha tenido que aplazar. Por
otro lado, los pacientes con patologías agudas y graves pueden no consultar por
sintomatología importante, incluso vital, por miedo y por la dificultad actual para
llegar
al sistema. En estos casos, el principio de bioética que principalmente se ve afectado
es el de beneficencia.

Otros efectos colaterales serían los derivados del aislamiento y la cuarentena,


debiendo prestar especial atención a la violencia intrafamiliar, al estrés psicológico, al
abandono de actitudes saludables, etc.
Tampoco se nos debe olvidar el duelo complicado de los familiares de los fallecidos;
son muertes, muchas veces, no esperadas y en una situación desconocida. Durante los
ingresos, no pueden ver a los pacientes ni pueden acompañarlos en sus últimas horas,
vulnerando así el principio de autonomía del paciente.

En segundo lugar, y en cuanto a los enfermos por la covid-19, el principio de justicia


por asignación de recursos, la beneficencia y la autonomía se ven afectados al
solicitar la PCR solo en aquellos pacientes que presentan síntomas, cuando somos
conocedores de que la mayoría de los infectados cursan de modo asintomático.

En los casos graves o pacientes frágiles, Seguimos trabajando mayoritariamente con


casos posibles, sin test realizados y manteniendo a los pacientes en aislamiento. En la
práctica clínica diaria, todo esto podría vulnerar los principios bioéticos de no
maleficencia (encarnizamiento terapéutico) y de justicia (repartir recursos de forma
equitativa).

Las pandemias ponen claramente de manifiesto las fortalezas y debilidades de los


sistemas sanitarios. Las personas vulnerables quedan en una situación de mayor
vulnerabilidad durante la misma, pudiendo precisar más recursos (ambulancia
medicalizada, PCR, etc.). En caso de tener que seleccionar pacientes para asignar
recursos cuando hay escasez de los mismos, debe primar la necesidad clínica y la
efectividad del tratamiento (Principio de Justicia). El artículo 14 de la Declaración
Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de 2005 de la UNESCO afirma que
«el grado máximo de salud que se pueda lograr» es un derecho fundamental de todo
ser humano; en el presente contexto hablaríamos del acceso a la atención sanitaria de
máximo nivel que pueda proporcionarse. La asignación de recursos sanitarios solo se
justifica éticamente cuando se basa en principios de justicia, beneficencia y equidad.

En los últimos meses, la gestión de la Medicina Familiar y Comunitaria ha sufrido


una transformación rápida e impensable: la entrevista clínica ha cambiado al valorar
telefónicamente los problemas de salud, hemos pasado a gestionar incapacidades
laborales o a renovar recetas por teléfono. Con el modo de proporcionar las bajas a
los pacientes y de informar de los resultados analíticos o de otra índole con la
posibilidad de dejar mensajes (vía telefónica, whatsapp, email, en administración o a
terceras personas) podemos poner en peligro uno de los pilares más relevantes en la
relación médico-paciente; enfermera-paciente: la confidencialidad. Otro ejemplo de
esta situación es la que ocurre al comunicar a los contactos de cada caso índice su
nueva situación de aislamiento, sin poderles comunicar los datos personales del
mismo.

La continuidad asistencial viene definida como la capacidad que tienen los servicios
sanitarios para ofertar de forma sincronizada un objetivo asistencial sin que se
produzca un desencuentro en estos que perjudique al paciente. Esto implica que, en
caso de derivación a hospital, la información debe vincularse en un hilo conductor,
coordinándose la asistencia en Atención Primaria y hospitalaria. La ley 41/2002 de 14
de noviembre de 2019, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos
y obligaciones en materia de información y documentación clínica, regula en su
artículo 15 el contenido mínimo de la historia clínica de cada paciente.

En el seguimiento de los pacientes que tras el alta hospitalaria regresarán a Atención


Primaria, resulta imprescindible esta continuidad coordinada, por lo que se proponen
un conjunto mínimo de datos en la historia clínica para favorecer el seguimiento. Los
sistemas de información deben asegurar que esta quede reflejada de forma ágil y
precisa. En cuanto al uso de las tecnologías, es de vital importancia asegurarnos de
que se aborden adecuadamente las cuestiones éticas y sociales. Los derechos
humanos deben respetarse en todo momento y los valores de privacidad y autonomía
deben equilibrarse cuidadosamente con los valores de seguridad y protección.

Esta continuidad asistencial repercute a nivel bioético en la preservación de los


principios de autonomía (informar al paciente y que tome decisiones), beneficencia
(adaptar tratamientos) y no maleficencia (evitar duplicidad de exploraciones).

Pacientes frágiles son tratados de modo invasivo en las UCI durante muchos días, y
en los pacientes que llegan al final de la vida hay que realizar un acompañamiento y
tomar decisiones terapéuticas o no, pero complejas. Dado el elevado nivel de
incertidumbre, las recomendaciones de este documento deben ser tomadas con
precaución e individualizar cada caso. resultando irrenunciable la continua evaluación
de los criterios orientativos o prescriptivos, adaptados a la luz de los cambios que se
produzcan en la evolución de la pandemia.

En cualquier caso, las medidas que adoptemos deben estar presididas por los
principios de equidad, no discriminación, solidaridad, justicia, proporcionalidad y
transparencia, entre otros.
CONCLUSION

Podemos concluir que estamos ante una pandemia con características propias,
trascendiendo la afectación a nivel individual para alcanzar la afectación a nivel
familiar y social. Salvo los pacientes que acuden directamente al hospital y fallecen,
todos los demás pacientes covid-19 pasarán en algún momento de su evolución (o en
varios) por Atención Primaria. Estos escenarios sanitarios dan lugar a conflictos
éticos y es, en esas situaciones donde la bioética cobra su importancia, recordándonos
la parte más humana de nuestra profesión.
 
Justicia (dilema para distribuir recursos), beneficencia (dilema al proporcionar o no
pruebas diagnósticas, discontinuidad asistencial en pacientes crónicos), no
maleficencia (dilema con el «encarnizamiento terapéutico» o empleo de tratamientos
no aprobados en ficha técnica), autonomía (afecta a la capacidad de decidir
libremente) y confidencialidad (nuevas tecnologías).
 
Es el momento de demostrar la razón de ser de nuestro papel en la prevención y
promoción de la salud de la población, el cuidado integral y continuado de la misma.
 Por todo esto, deberíamos reivindicar los recursos necesarios en esta situación y una
formación adecuada, poniendo en valor nuestras sociedades científicas y contando
con herramientas que nos pueden ser de gran utilidad, como son los Comités de Ética
Asistencial departamentales y los grupos de trabajo de bioética de nuestras
sociedades, para poder asesorarnos en estos conflictos éticos que indefectiblemente
nos surgirán en nuestra práctica clínica diaria.

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