Trabajo de Etica 23 Octubre
Trabajo de Etica 23 Octubre
Trabajo de Etica 23 Octubre
PROFESORA: INTEGRANTE:
Con la enorme presión que supone sumar al alto riesgo de infección al que se
enfrentan, una tremenda sobrecarga de trabajo, la frustración, el agotamiento físico y
mental, la situación de aislamiento y la gestión de gran cantidad de pacientes con
emociones negativas.
Una persona experimenta estrés cuando se enfrenta a situaciones que sobrepasan sus
recursos y percibe que no puede darles una respuesta adecuada. El estrés es una
respuesta adaptativa del organismo que sirve para prepararse para la acción. Pero
cuando se mantiene en el tiempo pueden aparecer efectos perjudiciales sobre la salud.
Sin duda, el personal sanitario es uno de los colectivos profesionales que sufre mayor
nivel de estrés laboral, sobre todo en momentos como el que vivimos ahora con la
pandemia de covid-19.
Entre las consecuencias negativas del estrés crónico está el síndrome de «estar
quemado» con el trabajo. Sus rasgos principales son: agotamiento físico o emocional,
actitud fría con los demás, y bajo o nulo sentimiento de realización personal.
Los resultados de nuestros estudios sobre el estrés laboral que sufren los
profesionales que trabajan en los diferentes servicios indican que los enfermeros
experimentan un importante cansancio emocional. Este agotamiento puede ser debido
a su responsabilidad en la toma de decisiones, a la presión a la que están sometidos
por los usuarios o a las condiciones laborales.
-El apoyo humano de sus superiores, a través de mensajes y presencia física o virtual
reiterada.
En estas circunstancias, resulta fundamental que no solo cuiden de sus pacientes sino
también de sí mismos. Algunos consejos para llevarlo a cabo son:
La historia de la humanidad nos ha enseñado qué es bueno para todos y qué no lo es,
nos ha mostrado qué acción nos deja beneficios o perjuicios, en pocas palabras nos ha
enseñado a realizar una valoración moral de nuestros actos. En contraparte, los
humanos siempre hemos luchado contra nuestros instintos, contra esos sentimientos
profundos e intensos, contra la necesidad de rechazar a alguien que nos provoca el
deseo de producirle un daño o de que le ocurra alguna desgracia.
Los humanos siempre luchamos contra la violenta aversión o repugnancia que una
cosa o alguien nos provoca, nuestra naturaleza se basa en cierta medida en luchar
contra el odio. Y es ahí donde entra la ética, marcando los límites de lo imaginable y
de lo que podemos hacer en la realidad.
Quizá esta pandemia esté provocando el advenimiento del ‘kairós’ que en griego
significa “Tiempo”, el momento adecuado, para la renovación, el cambio de
percepción de la vida pública y la privada: establecer un criterio de vida basado en la
solidaridad, las relaciones personales, la racionalización del trabajo y el tiempo libre,
la conciencia de la igualdad básica entre los seres humanos, la conciencia de que el
planeta es un Todo al que pertenecemos y esquilmamos, que bien tratado y cuidado
nos da la vida y la salud.
La ética tiene un papel esencial, directa o indirectamente, en los cambios que exige la
lucha contra el Covid-19 y en los modos de comportamiento y actitudes involucrados
en ellos, de una forma activa o carencial. El estilo de vida capitalista, el consumo
descontrolado, la economía basada en la explotación generalizada, desde el planeta y
sus recursos a los individuos y sociedades, todo esto lo ha bloqueado la pandemia.
Pero también, con una sutileza asombrosa, nuestras ‘convicciones’ racistas de la
supremacía de unas razas sobre otras, de unos individuos sobre sus vecinos han sido
barridas por la guadaña del Covid-19. Las fronteras ya no existen para el virus,
aunque existen para todos los humanos, los que navegan en balsas y son encerrados
en campos o rechazados y los prósperos ciudadanos a los que no se les permite la
entrada en determinados países, a pesar de sus cuentas corrientes y el orgullo de su
bandera.
La ética no se puede desligar de ningún acto humano. La ética en relación con
los actos asistenciales va de la mano del conjunto de decisiones que los
profesionales sanitarios toman frente a las necesidades de las personas que
atienden día a día.
Situaciones como la que estamos viviendo, alrededor del covid-19, hacen aflorar
la importancia de la formación humanista y ética de nuestros profesionales
sanitarios y el equilibrio de esta con los conocimientos más científicos.
La continuidad asistencial viene definida como la capacidad que tienen los servicios
sanitarios para ofertar de forma sincronizada un objetivo asistencial sin que se
produzca un desencuentro en estos que perjudique al paciente. Esto implica que, en
caso de derivación a hospital, la información debe vincularse en un hilo conductor,
coordinándose la asistencia en Atención Primaria y hospitalaria. La ley 41/2002 de 14
de noviembre de 2019, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos
y obligaciones en materia de información y documentación clínica, regula en su
artículo 15 el contenido mínimo de la historia clínica de cada paciente.
Pacientes frágiles son tratados de modo invasivo en las UCI durante muchos días, y
en los pacientes que llegan al final de la vida hay que realizar un acompañamiento y
tomar decisiones terapéuticas o no, pero complejas. Dado el elevado nivel de
incertidumbre, las recomendaciones de este documento deben ser tomadas con
precaución e individualizar cada caso. resultando irrenunciable la continua evaluación
de los criterios orientativos o prescriptivos, adaptados a la luz de los cambios que se
produzcan en la evolución de la pandemia.
En cualquier caso, las medidas que adoptemos deben estar presididas por los
principios de equidad, no discriminación, solidaridad, justicia, proporcionalidad y
transparencia, entre otros.
CONCLUSION
Podemos concluir que estamos ante una pandemia con características propias,
trascendiendo la afectación a nivel individual para alcanzar la afectación a nivel
familiar y social. Salvo los pacientes que acuden directamente al hospital y fallecen,
todos los demás pacientes covid-19 pasarán en algún momento de su evolución (o en
varios) por Atención Primaria. Estos escenarios sanitarios dan lugar a conflictos
éticos y es, en esas situaciones donde la bioética cobra su importancia, recordándonos
la parte más humana de nuestra profesión.
Justicia (dilema para distribuir recursos), beneficencia (dilema al proporcionar o no
pruebas diagnósticas, discontinuidad asistencial en pacientes crónicos), no
maleficencia (dilema con el «encarnizamiento terapéutico» o empleo de tratamientos
no aprobados en ficha técnica), autonomía (afecta a la capacidad de decidir
libremente) y confidencialidad (nuevas tecnologías).
Es el momento de demostrar la razón de ser de nuestro papel en la prevención y
promoción de la salud de la población, el cuidado integral y continuado de la misma.
Por todo esto, deberíamos reivindicar los recursos necesarios en esta situación y una
formación adecuada, poniendo en valor nuestras sociedades científicas y contando
con herramientas que nos pueden ser de gran utilidad, como son los Comités de Ética
Asistencial departamentales y los grupos de trabajo de bioética de nuestras
sociedades, para poder asesorarnos en estos conflictos éticos que indefectiblemente
nos surgirán en nuestra práctica clínica diaria.