Meditaciones para El Mes de Octubre de 2014

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1° de octubre

La justificación por la fe
y el mensaje del tercer ángel -3
¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se
mantienen fieles a Jesús! Apocalipsis 14:12, NVI.

C
asi todos los intérpretes adventistas de Apocalipsis 14:12 antes de 1888 consideraban que
“la fe de Jesús” era un cuerpo de verdad que debía creerse y guardarse. Sin embargo,
muy a menudo los adventistas no dedicaban mucho tiempo a esa parte del versículo;
era la parte sobre la obediencia a los Mandamientos la que captaba la mayor atención. Así,
como vimos antes, Urías Smith subrayó la palabra “guardar”, al comentar el texto en enero de
1888; y G. I. Butler hizo lo mismo para “guardan los mandamientos de Dios”, en mayo de 1889.
Ese énfasis surgió de la postura de que la verdad del sábado, en el contexto de la marca
de la bestia, sería el último mensaje de Dios para un mundo listo para la Segunda Venida. No es
de extrañar que esa interpretación y ese énfasis muchas veces llevaran al adventismo tradicional
al ámbito del legalismo. Esas implicaciones se encontraban en el vocabulario básico de sus
creencias. Palabras como “guardar”, “hacer”, “obedecer”, “ley” y “mandamientos” anunciaban,
en sus mentes, la importancia de la contribución distintiva del adventismo al cristianismo.
Fue esa interpretación de Apocalipsis 14:12 la que fue criticada en 1888. De Minneápolis
saldría una nueva interpretación del texto central en la historia adventista del séptimo día.
Jones hizo alusión a la nueva interpretación en diciembre de 1887: “La única manera
en la que alguna vez ellos puedan lograr armonizar con la justa Ley de Dios”, escribió, “es a
través de la justicia de Dios, que es por la fe de Jesucristo [...]. En el mensaje del tercer ángel
está plasmada la verdad suprema y la justicia suprema”.
Fíjate lo que había hecho Jones. Había equiparado “la verdad suprema” con “los Man-
damientos de Dios”, y la “justicia suprema” con “la fe de Jesús”, que él presuponía que era la
fe de Jesús.
A esta altura, simplemente deberíamos señalar que la frase griega al final de Apocalipsis
14:12 puede traducirse tanto fe de Jesús como fe en Jesús.
Pregunta de hoy, para pensar: ¿Cuáles son las implicaciones de fe en Jesús en comparación
con fe de Jesús? ¿Qué diferencias podrían marcar esas implicaciones en tu vida?

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2 de octubre

La justificación por la fe
y el mensaje del tercer ángel -4
Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación
a todo aquel que cree. Romanos 1:16.

A.
T. Jones pudo haber insinuado una nueva interpretación de la “fe de Jesús” en
1887; pero Elena de White sería aún más específica.
“El mensaje”, escribió, “que fue dado al pueblo en las reuniones” de Minneá-
polis “presentó en forma clara no solo los Mandamientos de Dios –como parte del mensaje
del tercer ángel– sino la fe de Jesús, que abarca más de lo que generalmente se supone. Y
sería bueno que el mensaje del tercer ángel se proclame en todas sus partes, porque el pueblo
necesita cada tilde de él. Si proclamamos los Mandamientos de Dios y dejamos la otra mitad
casi sin tocar, el mensaje se echa a perder en nuestras manos [...].
“El mensaje actual que Dios convirtió en deber de sus siervos para darlo a la gente no
es una cosa nueva o insólita. Es una antigua verdad que se ha perdido de vista, exactamente
según los esfuerzos magistrales que hizo Satanás para que así sucediera.
“El Señor tiene una obra que hacer para cada uno dentro de su pueblo leal, de llevar la
fe de Jesús al lugar correcto donde debe estar: en el mensaje del tercer ángel. La Ley tiene su
posición importante, pero no tiene poder a menos que la justicia de Cristo sea puesta junto a
la Ley para darle su gloria a la regia norma de justicia en su totalidad [...].
“Una confianza cabal y completa en Jesús dará la calidad adecuada a la experiencia
religiosa. Fuera de esto, la experiencia no es nada. El culto es como la ofrenda de Caín: sin
Cristo. Dios es glorificado mediante la fe viva en un Salvador personal y todopoderoso. La fe
ve a Cristo tal cual es: la única esperanza del pecador. La fe se aferra de Cristo, confía en él.
Dice: ‘Él me ama; murió por mí. Acepto el sacrificio, y Cristo no habrá muerto por mí en vano’.
“No solo nuestras almas han cedido demasiado, sino también como ministros hemos
descuidado la parte más solemne de nuestra obra, al no explayarnos en la sangre de Jesucristo
como la única esperanza del pecador para la vida eterna. Cuenten la historia de Cristo [...].
Díganles a los pecadores: ‘Miren, y vivan’ ” (Manuscrito 30, 1889).
La fe en Cristo como Salvador es la esencia del evangelio. Y también es la esencia del
mensaje del tercer ángel, el corazón del mensaje de 1888.

Ayúdanos, Padre, a comprender la relación de la Ley y el evangelio en toda su riqueza,


al contemplar las implicancias de Apocalipsis 14:12.

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3 de octubre

La justificación por la fe
y el mensaje del tercer ángel -5
Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldi-
to todo el que es colgado en un madero). Gálatas 3:13.

L
a exaltación de la fe en Cristo como la esencia del mensaje del tercer ángel llegó a ser
fundamental para el mensaje de Elena de White en el Congreso de la Asociación General
de 1888, y más adelante.
Poco después de las reuniones de Minneápolis, hizo una de sus declaraciones más
enérgicas sobre Apocalipsis 14:12 y el significado central del mensaje de 1888. “El mensaje del
tercer ángel es la proclamación de los Mandamientos de Dios y la fe de Cristo Jesús. Los Man-
damientos de Dios han sido proclamados, pero la justicia de Jesús, dándole igual importancia,
no ha sido presentada por los adventistas del séptimo día, haciendo que la Ley y el evangelio
vayan de la mano. No puedo hallar palabras para presentar este tema en toda su plenitud.
“ ‘La fe de Jesús’. Se habla de ella, pero no ha sido entendida. ¿Qué cosa constituye la
fe de Jesús, que pertenece al mensaje del tercer ángel? Jesús convertido en el ser que lleva
nuestros pecados para llegar a ser el Salvador que perdona el pecado. Él fue tratado como
nosotros merecemos ser tratados. Vino a nuestro mundo, y llevó nuestros pecados para que
nosotros pudiéramos llevar su justicia. Y la fe en la capacidad de Cristo para salvarnos en forma
amplia, completa y total es la fe de Jesús [...].
“Solo hay salvación para el pecador en la sangre de Jesús, que nos limpia de todo pecado.
El hombre de intelecto cultivado puede tener un vasto acervo de conocimientos, puede empe-
ñarse en especulaciones teológicas, puede ser grande y honrado por los hombres, y puede ser
considerado el depósito del conocimiento; pero, a menos que tenga un conocimiento salvador
del Cristo crucificado por él, y por fe eche mano de la justicia de Cristo, está perdido. Cristo
‘herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz
fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados’ (Isa. 53:5). ‘Salvado por la sangre de Jesús’
será nuestra única esperanza para este tiempo y nuestro canto por la eternidad” (Manuscrito
24, 1888, MS 3: 195; énfasis añadido).
¿Captas el mensaje? Es una necesidad. Es lo más crucial que podríamos escuchar: que
Cristo murió por nosotros, y que podemos ser salvos solo teniendo una fe vital en su sacrificio.
Esa es la esencia de la fe de Jesús y de Apocalipsis 14:12. Es la esencia de lo que significa ser
adventista del séptimo día. Y es la esencia de lo que significa ser cristiano. Con solo los Manda-
mientos de Dios podríamos ser “adventistas” [es decir, miembros de iglesia], pero no cristianos.

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4 de octubre

La justificación por la fe
y el mensaje del tercer ángel -6
Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que
tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. Apocalipsis 14:14.

M
e atrevo a decir que Elena de White podía entusiasmarse con algunos temas. Pero,
su entusiasmo nunca fue mayor que el que tuvo por el plan de salvación en Cristo.
Al reflexionar sobre el Congreso de la Asociación General de 1888, realizado
recientemente, señaló que “al pastor E. J. Waggoner se le otorgó el privilegio de hablar en forma
sencilla y presentar sus puntos de vista sobre el tema de la justificación y la justicia de Cristo,
en relación con la Ley. Esta no era una nueva luz, sino la antigua luz colocada en donde debe
estar dentro del mensaje del tercer ángel.
“¿Cuál es el principal propósito de ese mensaje? Juan ve a un pueblo. Él dice: ‘Aquí está
la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús’ (Apoc.
14:12). Juan observa a este pueblo precisamente antes de ver al Hijo del Hombre, ‘que tenía en
la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda’ (vers. 14).
“Se ha perdido de vista la fe de Jesús: esta ha sido tratada de una manera descuidada.
No ha ocupado la posición destacada que le fue revelada a Juan. La fe en Cristo como la única
esperanza del pecador ha sido dejada fuera de consideración, y excluida no solo de los discursos
sino también de la experiencia de muchísimos que dicen creer en el mensaje del tercer ángel.
“En esta reunión, yo testifiqué que la luz más preciosa había estado brillando desde las
Escrituras en la presentación del gran tema de la justicia de Cristo en relación con la Ley. Este
tema de la justicia de Cristo debe ser mantenido constantemente delante del pecador como
su única esperanza de salvación.
“Esta no era una nueva luz para mí, porque la había recibido de una autoridad más alta
durante los últimos 44 años, y la había presentado a nuestro pueblo por la pluma y la palabra en
los testimonios de su Espíritu; pero muy pocos habían respondido [...]. Se ha hablado y escrito
demasiado poco acerca de este gran tema. Los discursos de algunos podrían describirse correc-
tamente diciendo que eran como la ofrenda de Caín: carentes de Cristo. La norma para medir
el carácter es la Ley real. La Ley es la que descubre el pecado. Por la Ley es el conocimiento del
pecado; pero el pecador es constantemente atraído a Jesús por la maravillosa manifestación
de su amor, pues él se humilló a sí mismo para padecer una muerte vergonzosa sobre la cruz”
(Manuscrito 24, 1888; MS 3: 190, 191).
Medita en él hoy, y en lo que ha hecho por ti. Esos pensamientos no solo confortarán tu
alma, sino también vigorizarán tu vida y transformarán tus acciones.

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5 de octubre

La justificación por la fe
y el mensaje del tercer ángel -7
Mas el justo por la fe vivirá. Romanos 1:17.

D
e especial interés en lo que leímos ayer es el hecho de que Elena de White señalara
más de una vez que la verdad sobre la justificación por la fe que Waggoner había
estado predicando no era nueva luz; que ella misma la había estado proclamando
durante 44 años. Esa idea coincidía con el mismo Waggoner, que señaló que el mensaje que
estaba enseñando había sido proclamado “por todos los reformadores eminentes” “desde los
días de Pablo hasta los días de Lutero y Wesley”.
En otras palabras, según Waggoner, lo que él presentó era una recuperación del punto
de vista evangélico de la justificación por la fe.
Esa también era la interpretación de Elena de White, de al menos parte de la contribución
de Jones y Waggoner. En agosto de 1889, escribió que la doctrina de la “justificación por la
fe” había sido por “largo tiempo oculta debajo de la escoria del error”. Ese error, señaló, había
sido exhibido por “la gente de la santidad” que había predicado la fe en Cristo, pero también
habían promovido “acabar con la Ley” (RH, 13 de agosto de 1889). Desde esa perspectiva, la
enseñanza de la justificación por la fe había estado en “compañía del error” (Manuscrito 8, 1888).
Por otro lado estaban los adventistas, que habían mantenido la santidad de la Ley pero
habían “perdido de vista” la “doctrina de la justificación por la fe”. En ese contexto, ella observa
que “Dios ha levantado a hombres [Jones y Waggoner] para satisfacer las necesidades de este
tiempo [...]. La obra de ellos no es solo proclamar la Ley, sino también predicar la verdad para
este tiempo: el Señor, nuestra justicia”.
Los adventistas, señala, habían estado haciendo un buen trabajo sobre la Ley, mientras
que los de la santidad habían estado predicando la fe en Cristo. Pero, ambas partes tenían
errores. Los adventistas descuidaban la fe, mientras que los de la santidad denigraban la Ley.
El logro de Jones y de Waggoner fue deshacerse de los errores de cada grupo, a la vez que
combinaba sus verdades.
En el proceso, dieron al adventismo una interpretación completa de los tres mensajes
angélicos, que había estado ausente (ibíd.).
Como resultado, Elena de White pudo decir que, a través del énfasis de Jones y Waggo-
ner sobre la justificación por la fe, “Dios ha rescatado estas verdades de la compañía del
error [antinomianismo], y las ha puesto en su marco adecuado [el mensaje del tercer ángel]”
(Manuscrito 8a, 1888).
¡Qué mensaje! Dios no quiere adventistas legalistas desequilibrados ni adventistas des-
equilibrados que enfaticen solo la fe. Quiere un pueblo que ponga la Ley y la fe en su perspectiva
adecuada.

285
6 de octubre

La justificación por la fe
y el fuerte clamor
Después de esto vi a otro ángel descender del cielo con gran poder; y la tierra fue alumbrada con
su gloria. Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia [...]. Salid de ella,
pueblo mío. Apocalipsis 18:1-4.

A
yer vimos que un aspecto del mensaje de 1888 de Waggoner y de Jones que entu-
siasmó a Elena de White era que habían combinado las dos mitades de Apocalipsis
14:12. No solo predicaban los Mandamientos de Dios sino también la fe en Jesús como
Señor y Salvador. De este modo, habían rescatado las verdades de la justificación por la fe “de
la compañía del error [antinomianismo]” y las colocaron “en su marco adecuado”: el mensaje
del tercer ángel (Manuscrito 8a, 1888).
Desde la perspectiva de ella, la importancia del mensaje de 1888 no era por alguna doc-
trina adventista especial originada por Jones y Waggoner, sino la reunificación del adventismo
con el cristianismo básico. Esta exaltaba a Jesucristo como el pilar central de toda vivencia y
pensamiento cristianos, proclamaba la justificación por la fe y enseñaba la santificación que se
refleja en la obediencia a la Ley de Dios, mediante el poder del Espíritu Santo.
Una vez que captamos que la esencia de la contribución de Jones y Waggoner fue la
combinación de las diversas partes del mensaje del tercer ángel, es posible que entendamos
la intrigante declaración de ella en cuanto al comienzo del fuerte clamor en 1888. En la Review
del 22 de noviembre de 1892, leemos: “El tiempo de prueba está precisamente delante de
nosotros, pues el fuerte pregón del tercer ángel ya ha comenzado en la revelación de la justicia
de Cristo, el Redentor que perdona los pecados. Este es el comienzo de la luz del ángel cuya
gloria llenará toda la Tierra. Esto es así, porque la obra de cada uno a quien ha llegado el mensaje
de amonestación es la de exaltar a Jesús” (MS 1: 425).
Jones, al confundir la lluvia tardía (el derramamiento del Espíritu Santo: una persona)
con el fuerte clamor (un mensaje), hizo mucho aspaviento con la declaración del fuerte clamor
en 1892, al proclamar que la lluvia tardía había comenzado. Pero, debió haber leído con más
atención: era el fuerte clamor, y no la lluvia tardía, lo que había comenzado en Minneápolis.
La enérgica observación que hizo Elena de White en 1892 fue que por fin en 1888
los adventistas del séptimo día finalmente tenían el mensaje completo de misericordia para
predicarlo al mundo antes de la Segunda Venida. El mensaje del fuerte clamor proclamaría la
importancia perpetua de los Diez Mandamientos en el contexto de una fe firme en Jesús como
Señor y Salvador; todo enunciado dentro de la expectativa por la Segunda Venida (Apoc. 14:12).
¡Qué mensaje!
Y Dios quiere que seamos fieles a estas tres partes.

286
7 de octubre

¿Y la Trinidad? -1
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo,
y del Espíritu Santo. Mateo 28:19.

A
muchos adventistas del séptimo día los toma por sorpresa el hecho de que la mayoría
de los fundadores de nuestra confesión religiosa no podrían unirse a la iglesia de hoy si
tuviesen que aceptar las 28 creencias fundamentales. Para ser más específico, habrían
rechazado la creencia número 2, sobre la Trinidad, porque eran antitrinitarios; habrían rechazado
la número 4, acerca del Hijo, porque sostenían que el Hijo no era eterno; y habrían negado la
número 5, sobre el Espíritu Santo, porque para ellos el Espíritu era una fuerza, y no una persona.
En gran medida, la Conexión Cristiana había moldeado la interpretación que ellos tenían
sobre estos puntos. En 1835, Josué V. Himes, un pastor destacado de los conexionistas, escribió
que “al principio [los creyentes de la Conexión], generalmente eran trinitarios”, pero se habían
alejado de esa creencia cuando consideraron que no era bíblica. Himes observó que solo el
Padre “no tiene origen, es independiente y eterno”. Por lo tanto, necesariamente Cristo tuvo
origen, era dependiente y llegó a la existencia por el Padre. Los conexionistas, también, propen-
dían a ver al Espíritu Santo como el “poder y la energía de Dios, esa santa influencia de Dios”.
José Bates, Jaime White y otros adherentes conexionistas llevaron esas creencias al
adventismo sabatario. White, por ejemplo, se refirió a la Trinidad, en 1846, como ese “antiguo
credo trinitario no bíblico”; y en 1852, como ese “antiguo absurdo trinitario”.
J. N. Andrews compartía las creencias de White. En 1869, escribió que “el Hijo de Dios [...]
tenía a Dios como Padre, y en algún punto de la eternidad del pasado tuvo un comienzo de días”.
Urías Smith también rechazaba la Trinidad, y en 1865 esgrimió que Cristo era “el primer
ser creado”; y en 1898, que solo Dios no tiene principio.
Aquí tenemos algo así como un quién es quién en el adventismo sabatario sobre la
Trinidad. Solo falta un nombre, como habrás observado: el de Elena de White. No es que ella
no haya tenido algo que decir sobre el tema, sino que es imposible distinguir exactamente lo
que ella creía por lo que dijo, al menos en las primeras décadas del movimiento.
¿Cómo pudieron equivocarse sobre un tema tan importante los primeros dirigentes
adventistas?
Aquí hay una respuesta parcial. Dios guía a su pueblo paso a paso: a medida que este
progresa, su visión se vuelve cada vez más clara. En los próximos días, veremos que hubo una
transformación en el pensamiento adventista sobre la Trinidad.

287
8 de octubre

¿Y la Trinidad? -2
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Juan 1:1.

S
i la dirigencia tradicional del adventismo del séptimo día parece haber sido antitrinitaria
casi por unanimidad, ¿qué sucedía con los reformadores de Minneápolis?
Aquí, curiosamente, hay un tema teológico en el que E. J. Waggoner podía concor-
dar con Urías Smith. “Hubo un tiempo”, escribió Waggoner en su libro de 1890 titulado Christ
and his Righteousness [Cristo y su justicia], “en que Cristo surgió y salió de Dios [...] pero ese
tiempo fue tan remoto en los días de la eternidad que para la comprensión finita prácticamente
es sin principio”.
Su declaración, sorprendentemente, se asemeja a la que hiciera Smith esa misma década:
“Solo Dios no tiene comienzo. En la época más temprana, cuando pudo haber un principio –un
período tan remoto que para las mentes finitas esencialmente es eternidad–, apareció la Palabra”.
Ahora, debemos preguntarnos: si Smith y Waggoner estaban del mismo lado en relación
con la Trinidad, ¿de dónde surgió el estímulo para el cambio?
Aquí es donde entra en escena otro de los reformadores de 1888. La experiencia de
1888, literalmente, transformó el ministerio de la palabra escrita de Elena de White. Fue en
los acontecimientos que rodearon al Congreso de la Asociación General que tomó plena
conciencia de la ignorancia de los pastores y los laicos adventistas sobre el plan de salvación
y la centralidad de Cristo.
Los años posteriores verían la publicación de sus libros más importantes sobre esos temas:
• 1892. Su clásico, El camino a Cristo.
• 1896. El discurso maestro de Jesucristo, que versaba sobre el Sermón del Monte.
• 1898. El Deseado de todas las gentes, su libro sobre la vida de Cristo.
• 1900. Palabras de vida del gran Maestro, una obra sobre las parábolas.
• 1905. El ministerio de curación, en el que los capítulos introductorios se centran
en el ministerio de curación de Jesús.
En ningún lugar de estos libros Elena de White ofreció un capítulo o incluso un párrafo
sobre la Trinidad o la plena divinidad de Cristo, pero enuncia frases y palabras que hicieron
que los adventistas regresaran a la Biblia para volver a estudiar el tema. Ese estudio bíblico,
finalmente, transformaría al adventismo en relación con la Trinidad y otros temas relacionados.
Gracias, Señor, por tu tierna conducción. Tú haces avanzar a tu iglesia solo al paso que
esta puede absorber lo que tienes para ella.

288
9 de octubre

¿Y la Trinidad? -3
Y dijo Pedro: Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo [...]? No
has mentido a los hombres, sino a Dios. Hechos 5:3, 4.

A
pesar de la claridad de la Biblia sobre el tema, el adventismo primitivo no había reco-
nocido la personalidad y la plena divinidad del Espíritu Santo. Eso tuvo consecuencias
desastrosas para la iglesia a fines del siglo XIX.
Pero, primero debemos reconocer que en la década de 1890 quizá se escribió más sobre
el Espíritu Santo y Cristo que en cualquier otra década de la historia adventista. Eso fue algo
natural, una vez que comenzaron a hablar acerca de la justificación por la fe y la centralidad de
Cristo en la salvación. Al fin y al cabo, si Cristo es el que salva, entonces es importante tener
a un Cristo adecuado para la tarea. Y, si el Espíritu Santo es un actor clave en el proceso, es
de esperar que se hable de su función. No es casual que el debate de la Deidad haya hecho
erupción en la década de 1890.
Sin embargo, los adventistas no eran los únicos que hablaban del Espíritu Santo en ese
entonces. Las iglesias de la santidad wesleyana, con su énfasis en la sanidad por la fe y la vida
victoriosa, surgieron durante ese tiempo; y los comienzos del nuevo siglo verían el surgimiento
del pentecostalismo moderno. Ambos movimientos tenían mucho que decir sobre la obra del
Espíritu en la vida de las personas y de la iglesia. En el otro extremo del espectro teológico, los
cristianos liberales habían comenzado a desarrollar un renovado interés en teorías relacionadas
con el Espíritu como la inmanencia de Dios y en las ideas de religiones orientales como el
hinduismo, con su perspectiva panteísta de que todo lo que existe es Dios.
El adventismo, al no tener una interpretación correcta de esos temas, se vio profunda-
mente afectado por los movimientos del resto del mundo religioso. Por un lado, el cambio
de siglo tuvo su propio estallido pentecostal en el movimiento de la Carne Santificada, que
proclamaba que incluso los dientes que la gente no tuviese volverían a crecer antes de que
Cristo regresara, a fin de poder tener carne perfecta. Por otro lado, Waggoner y J. H. Kellogg
quedaron atrapados en el panteísmo. Waggoner afirmó, en los congresos de la Asociación
General de 1897 y 1899, por ejemplo, que Cristo “aparecía como un árbol”, y que “un hombre
puede conseguir la justificación al bañarse, si sabe de dónde proviene el agua”.
Hablamos de confusión.
Es en ese contexto que Dios guió al adventismo en su próximo paso en la senda progresiva
de la verdad presente.
Dios tenía un mensaje para su pueblo sobre la Deidad. Pero, este necesitaba estudiar la
Biblia para descubrirlo.

289
10 de octubre

¿Y la Trinidad? -4
Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; cetro de equidad es el cetro de tu reino.
Hebreos 1:8.

A
unque la Biblia no tiene ningún problema en llamar Dios a Jesús, los primeros adven-
tistas sí; indudablemente, por un prejuicio en contra de la Edad Media, según el cual
se sostenía que la doctrina de la Trinidad era producto de una iglesia en apostasía.
Pero, esa actitud cambiaría.
Y, al frente de los que dirigían a la iglesia en nuevas direcciones estaba Elena de White. Si
bien nunca usó la palabra “Trinidad”, sus escritos en la era de 1888 y posteriores están colmados
de frases y conceptos trinitarios. Señaló, por ejemplo, que “hay tres personas vivientes en el
trío celestial [...] el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo” (Ev 446). Y, en 1901 escribió respecto de
“los eternos dignatarios celestiales –Dios, Cristo y el Espíritu Santo” (ibíd., p. 447). Repetidas
veces se refirió al Espíritu Santo como la “tercera persona de la Divinidad” (ibíd., p. 448; DTG
625). Y no tenía ninguna duda de “que el Espíritu Santo [...] es una persona así como Dios es
persona” (Ev 447).
En cuanto a Cristo, Elena de White avanzó infinitamente más allá que Waggoner, Smith y
la mayoría de los otros adventistas de su época, cuando describió a Jesús no solo como “igual a
Dios” sino también como “el Hijo eterno y existente por sí mismo” (ibíd., p. 446). Había estado
con el Padre “por toda la eternidad” (RH, 5 de abril de 1906).
Quizá la declaración más controvertida y sorprendente de la señora de White, para los
adventistas en la década de 1890, fue una frase que apareció en su libro sobre la vida de Jesús,
en la que señaló que “en Cristo hay vida original, que no proviene ni deriva de otra” (DTG 489;
énfasis añadido). Esa declaración tomó por sorpresa a la iglesia, y algunos se preguntaban si
ella había abandonado la fe.
No podemos tener la menor duda de que Elena de White estaba a la vanguardia de los
que intentaban cristianizar el adventismo en su acercamiento a la Deidad.
Pero, es fundamental tener en cuenta que ella nunca resolvió ningún problema y que
nunca elaboró una teología de la Trinidad, sino que salpicó sus escritos con declaraciones que
llevaron a pastores y miembros de iglesia a volver a la Biblia, y reestudiar el tema por su cuenta.
Padre celestial, hoy estamos agradecidos por un Cristo suficiente para salvar y un Espíritu
Santo adecuado para su tarea redentora.

290
11 de octubre

¿Y la Trinidad? -5
Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su
nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Isaías 9:6.

A
yer vimos algunas expresiones de Elena de White claramente trinitarias, que aparecieron
en la era de 1888. Especialmente problemática para muchos era su declaración de El
Deseado de todas las gentes que dice: “En Cristo hay vida original, que no proviene
ni deriva de otra” (p. 489).
La energía de esa declaración tomó por sorpresa a muchos. Uno de ellos era un joven
predicador llamado M. L. Andreasen. Él estaba convencido de que ella en realidad no había
escrito esa declaración; que sus editores y asistentes debieron haberla alterado. Como resultado,
pidió leer su libro manuscrito. Ella gustosamente le dio acceso a sus documentos de archivo.
Posteriormente, él recordó que “tenía conmigo una cantidad de citas que quería ver si estaban
en el original de su propio puño y letra. Recuerdo lo asombrados que estábamos cuando se
publicó El Deseado de todas las gentes por primera vez, porque contenía algunas cosas que
considerábamos increíbles, entre otras la doctrina de la Trinidad, que en ese entonces no era
generalmente aceptada por los adventistas”.
Al quedarse en California por varios meses, Andreasen tuvo tiempo suficiente para revisar
sus sospechas. Estaba especialmente “interesado en la declaración de El Deseado de todas
las gentes que en un momento causó gran preocupación teológica en la iglesia: ‘En Cristo hay
vida original, que no proviene ni deriva de otra’ [...]. Esa declaración quizá no les parezca tan
revolucionaria”, dijo a su audiencia en 1948, “pero para nosotros lo era. Casi no lo podíamos
creer [...]. Yo estaba seguro de que la hermana White nunca había escrito” el pasaje. “Pero ahora,
lo encontré en su propio manuscrito tal cual había sido publicado”.
Algunos todavía no lo creen. En los últimos quince años, ha habido un reavivamiento
antitrinitario entre algunos adventistas. Al igual que Andreasen, creen que los editores cambiaron
los pensamientos de ella.
Por cierto, eso no dice mucho de su conocimiento de Elena de White. Ella sabía en lo
que creía y podía mantenerse firme en cualquier desacuerdo con los editores, o incluso con los
administradores de la Asociación General, como vimos en 1888. Sus asistentes podían modificar
sus palabras exactas proporcionando sinónimos, pero no sus pensamientos.
La recuperación de la idea de la Trinidad en el adventismo fue un paso más en la con-
ducción progresiva de Dios hacia una comprensión más plena de la Escritura.

291
12 de octubre

La Trinidad en retrospectiva
La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros. Amén. 2 Corintios 13:14.

E
sas fueron las palabras finales de Pablo en su segunda carta a los Corintios; una decla-
ración que transmite a todos los lectores de la Biblia la identidad de los miembros de
la Deidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Entre la década de 1880 y mediados del siglo XX, el adventismo sufrió una revolución
sobre la Trinidad, la naturaleza divina y la personalidad del Hijo y del Espíritu. Elena de White,
como vimos, dirigió al adventismo en la nueva dirección. Pero, sus declaraciones no originaron
la revolución, sino que incentivaron a otros adventistas a explorar la Biblia por sí mismos sobre
esos temas.
Pero, aun así no se produjo un cambio rápido; de hecho, llevaría décadas. Un ejemplo
de ello es el Congreso Bíblico de 1919, patrocinado por la Asociación General, que tuvo un
debate abierto sobre la Trinidad que puso nerviosos a algunos. Un destacado pastor declaró:
“No he podido aceptar la supuesta doctrina de la Trinidad [...]. No puedo creer que la así llamada
doctrina trinitaria de las tres personas exista siempre”.
El presidente de la Asociación General A. G. Daniells trató de calmar las cosas al indicar
que “no vamos a someter a votación el trinitarianismo ni el arrianismo”. También afirmó que
se le habían caído las escamas de los ojos por la publicación de El Deseado de todas las gentes
y había acudido a la Biblia por el tema.
En la primera declaración de las Creencias Fundamentales de la iglesia, esta asumió una
postura trinitaria en 1931. Eso no significa que todos estuviesen de acuerdo. Hubo baches
antitrinitarios que permanecieron hasta la década de 1940; pero, para la de 1950, la iglesia en
su conjunto compartía la misma opinión sobre la Trinidad.
Por esa razón, fue sorprendente ver un reavivamiento antitrinitario. Algunos de los
apóstoles de esa doctrina me atraparon en un “callejón oscuro” en el Congreso de la Asocia-
ción General de Toronto en 2000. Les pregunté por qué creían que su postura era verdadera.
“Porque era la postura de nuestros fundadores”, respondieron. Esa lógica nos llevaría a comer
cerdo y a guardar el día de reposo de 18 a 18. La tradición, respondí, es una buena postura
para una iglesia medieval, pero no para un movimiento cimentado en la Biblia. Eso se resolvió
en la década de 1840, y se reiteró en la era de 1888.
La única tradición que cuenta es que el adventismo es el pueblo del LIBRO.

292
13 de octubre

Los años posteriores a Minneápolis -1


Y nosotros también os anunciamos el evangelio de aquella promesa hecha a nuestros padres, la cual
Dios ha cumplido [...] resucitando a Jesús. Hechos 13:32, 33.

D
ifundir el “evangelio”, o las “buenas nuevas” (según la versión NVI), fue la tarea para
los reformadores de 1888, después de realizar el Congreso de la Asociación General.
Elena de White se fue de Minneápolis desanimada con los dirigentes ministeriales
de la iglesia, pero todavía tenía esperanzas en el pueblo adventista en su conjunto. Antes de
terminar el congreso, había dicho a los pastores reunidos que, si no aceptaban la luz, ella quería
“darle una oportunidad al pueblo; quizás él la recibiría” (Manuscrito 9, 1888). Sin duda que
la necesitaban. En septiembre de 1889, comentó que “no hay ni uno en cien” que realmente
entendiera lo que significaba ser justificado por la fe, lo que significaba que “Cristo debía ser
[...] la única esperanza y salvación” (RH, 3 de septiembre de 1889).
Hasta el otoño de 1891, ella, Jones y Waggoner recorrieron el país, predicando la justi-
ficación por la fe al “pueblo” y a los pastores. Después de que ella partiera para Australia en
1891, y Waggoner se fuera a Inglaterra, Jones y W. W. Prescott continuaron presentando el
mensaje en los Estados Unidos. En todo este período, y de allí en más, Elena de White enfatizó
que Dios había escogido a Jones y a Waggoner con el fin de llevar un mensaje especial a la
Iglesia Adventista; y ella misma publicó extensamente sobre el tema de la justificación por la fe.
Los nuevos administradores de la Asociación General, O. A. Olsen (1888-1897) y G. A.
Irwin (1897-1901), respondieron positivamente, dando oportunidades para presentarse en pú-
blico a Jones y a Waggoner. Los dos hombres tuvieron acceso a la gente a través de las iglesias,
las lecciones de Escuela Sabática, los colegas, los colegios con internado, que generalmente
estaban dedicados a formar para el ministerio, y las casas editoras de la iglesia.
Especialmente importante era el hecho de que en todos los congresos de la Asociación
General de 1889 a 1897 Jones y Waggoner recibieron el papel de liderazgo en el estudio de
la Biblia y la teología. Más allá de eso, para 1897 Jones había asumido el poderoso cargo de
editor de la Review and Herald.
Habría sido difícil imaginar un programa que pudiera otorgar mayor prominencia a los
reformadores durante la década de 1890.
Verdaderamente se estaban llevando las “buenas nuevas” al “pueblo”. Y todavía continúa
siendo así. Cristo todavía es el centro de atención en la predicación adventista con orientación
bíblica.

293
14 de octubre

Los años posteriores a Minneápolis -2


¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!
Romanos 10:15.

L
os meses posteriores a Minneápolis fueron agotadores para Elena de White, Jones y
Waggoner, al predicar a Cristo y su amor a los pastores y los laicos adventistas en todo
el país en 1889. Si bien los resultados estuvieron lejos de lo deseado, hubo algunas
confesiones en cuanto a la actitud errónea en Minneápolis, al igual que un gran regocijo por
la libertad recién descubierta de la justicia de Cristo. La señora de White alegremente escribió,
durante el Congreso de la Asociación General, que estaban “realizando reuniones excelentes.
No existe aquí el espíritu que hubo en las reuniones de Minneápolis”. Muchos de los delegados
testificaron que el año anterior había “sido el mejor de su vida. La luz que brilla de la Palabra
de Dios ha sido clara y nítida: la justificación por la fe, Cristo, nuestra justicia” (MS 3: 181).
La buena noticia es que había progreso. Y continuaría a lo largo de toda la década de
1890; aunque algunos vacilaron.
En 1899, Waggoner dijo a los delegados del Congreso de la Asociación General que
los principios que él y Jones habían predicado en Minneápolis “han sido aceptados en gran
medida desde ese entonces”.
Cuatro días después, Jones señaló en la Review no solo que la iglesia en gran medida
había aceptado el mensaje, sino también que “me temo que ha habido una tendencia a pasarse
para el otro lado ahora, y predicar la fe de Jesús sin los Mandamientos”. Siguió abogando por
el equilibrio apropiado al presentar las diferentes partes de Apocalipsis 14:12.
Un tercer testigo de la aceptación teológica del mensaje de 1888 fue Elena de White. El
6 de octubre de 1896, ella aconsejó la discontinuación de los institutos ministeriales de tres a
cinco meses, establecidos a raíz de la crisis de Minneápolis, para educar a los pastores. “Hubo
un tiempo cuando esta obra era necesaria, porque nuestro propio pueblo se oponía a la obra
de Dios rechazando la luz de la verdad acerca de la justicia de Cristo”; pero ese esfuerzo ya no
era necesario (TM 401).
¡Alabado sea el Señor! La iglesia había progresado. Pero, algo así nunca es universal ni
totalmente duradero. La reforma es un mandato constante de la iglesia. Necesitamos más de
Cristo hoy; pero, también necesitamos un equilibrio continuo al tratar de presentar la fe salvífica
y los Mandamientos de Dios en su relación adecuada.

294
15 de octubre

¿Qué sucedió con Butler? -1


Has dejado tu primer amor. Apocalipsis 2:4.

N
o todas las experiencias después de Minneápolis fueron felices. G. I. Butler, al sentir
que había sido “asesinado” en casa de sus amigos, renunció a la presidencia de la
Asociación General al final del congreso de 1888. Poco después, él y su esposa se
mudaron a Florida para cultivar naranjas. Seis días antes de partir hacia el sur a mediados de
diciembre, Elena de White le envió una carta en la que le decía que era un enemigo de los Tes-
timonios y un hombre inconverso. Cerró con un llamado a su corazón para que se enmendara.
Esa fue la primera de muchas cartas para Butler. Pero, él no estaba para confesiones.
Al mirar hacia atrás y contemplar su primer período en Florida desde la perspectiva de 1905,
escribió: “A algunos se les hace difícil confesar [...]. Ella solía escribirme, una y otra vez, sobre
el encuentro de Minneápolis y cosas por el estilo, y yo invariablemente le respondía que era
completamente inútil que yo fuese a confesar algo que no creía necesario. Mantuve mi postura
en eso”. Dijo que nunca cometería el error de presumir paz cuando no existía.
Exteriormente, la frustración de Butler había llegado a su nivel máximo a comienzos de
1893 cuando pidió que la iglesia no le renovara sus credenciales ministeriales. Pero, en realidad,
Butler probablemente no estaba pidiendo renunciar como pastor sino que estaba planteando
una pregunta que necesitaba una respuesta: “¿Todavía me necesitan?”
Por esa misma época predicó por primera vez en cuatro años. Mientras tanto, la iglesia
le renovó las credenciales. Encantado con su aceptación, Butler declaró que estuvo a punto
de exclamar que “los queridos hermanos han entrado en una conspiración para matar al viejo
pecador con bondad”.
Pero, como era una persona complicada, como todos nosotros, todavía no podía creer
“que Dios guió a Waggoner a inundar a la iglesia con la controversia de Gálatas”. Por otro lado,
ahora estaba dispuesto a admitir que Dios había sacado algo bueno de eso, especialmente en
términos de la creciente prominencia de la justificación por la fe y la justicia de Cristo.
Señor, queremos agradecerte por ser tardo para la ira con los seres humanos rebeldes.
Cada uno de nosotros tiene un poco de George I. Butler, y necesitamos ayuda. Es más, quere-
mos ayuda. Gracias por permanecer en nuestra vida a pesar de lo que somos.

295
16 de octubre

¿Qué sucedió con Butler? -2


Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes. Salmo 92:14.

E
l hermano Butler era un tipo duro, pero Dios lo amaba de todos modos. Esa es una
buena noticia para todos nosotros.
Tuvo sus momentos de arrepentimiento. En 1893, por ejemplo, escribió a Elena
de White que “los últimos años” le habían “partido la espalda, pero eso es un asunto menor,
comparado con el progreso de la obra”. Y, para el otoño de 1894, Butler invitó a A. T. Jones
para que fuese a ayudarlo en la reunión campestre de Florida.
En 1901, después de la muerte de su esposa, Butler salió de su semijubilación para con-
vertirse en el presidente de la Asociación de Florida. Entre 1902 y 1907, trabajó como presidente
de la Asociación Unión del Sur.
Elena de White se alegró de ver de vuelta al anciano pionero en un puesto de liderazgo.
“Yo sabía”, dijo a los delegados al Congreso de la Asociación General de 1903, “que llegaría
el momento en que él volvería a ocupar su lugar en la obra. Quiero que aprecien las pruebas
por las que ha pasado [...]. Dios desea que los pioneros que peinan canas”, que tuvieron una
parte en el adventismo primitivo, “ocupen su lugar en la obra hoy. No deben caer en el olvido”
(1903, GCB 205).
El nuevo Butler, escribió ella en 1902, no era el mismo hombre de 1888. No solo “tenía
fortaleza física y salud espiritual”, sino también “el Señor lo había puesto a prueba, lo había
examinado y juzgado, como lo hizo con Job y con Moisés. Veo en el pastor Butler a alguien que
ha humillado su alma delante de Dios. Tiene otro espíritu que el pastor Butler de los años de
su juventud. Estuvo aprendiendo la lección a los pies de Jesús” (Carta 77, 1902).
Ese certificado de salud no implicaba que Butler fuese categórico sobre las cuestiones de
1888. En 1909, dijo a A. G. Daniells, presidente de la Asociación General, que “nunca pudo ver
luz” en los mensajes de Jones y Waggoner. Su lema todavía era “Obedece, y vive”.
A pesar de sus problemas, Elena de White escribió de él: “Aunque quizá cometa algunos
errores, aún es un siervo del Dios viviente, y yo haré todo lo posible para apoyarlo en su obra”
(Carta 293, 1905). Butler permaneció asombrosamente activo en la iglesia hasta su muerte,
en 1918, a la edad de 84 años.
Dios utiliza a personas imperfectas. Y eso es bueno; de lo contrario, no tendría a nadie
para emplear.
Tómanos hoy, Señor, con todos nuestros defectos, y utilízanos para tu gloria. Amén.

296
17 de octubre

¿Qué pasó con Smith?


Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado. Lucas 20:18.

A
l igual que Butler, Smith padeció una experiencia traumática en las reuniones de Min-
neápolis. Profundamente decepcionado y perturbado por el congreso, en noviembre
de 1888 renunció a su cargo de tantos años como secretario de la Asociación General,
pero continuó siendo editor de la Review.
Conservó ese puesto hasta 1897, combatiendo gran parte del tiempo con A. T. Jones
sobre interpretación profética y otros temas. Sin embargo, su dirección editorial durante esos
años fue una batalla en declive, frente a la popularidad del carismático Jones, que a fines de
1892 se había convertido en la voz ministerial más escuchada del adventismo. En 1897, Smith
recibió su máxima humillación cuando la iglesia nombró a Jones como editor de la Review; y
a Smith, como su asociado.
En los años posteriores a 1888, se le hizo casi imposible a Smith luchar a brazo partido
con el hecho de que Waggoner había predicado la postura de los Diez Mandamientos de la
ley de Gálatas, y de que Elena de White había respaldado a Waggoner en la relación entre la
Ley y el evangelio. En los años siguientes a las reuniones de Minneápolis, Smith fue uno de los
cabecillas en cuanto a poner en duda la obra de Elena de White.
No obstante, ella no se dio por vencida con él. Le escribió una carta tras otra, llamándolo al
arrepentimiento, pero en vano. Entonces, en enero de 1891, confesó sus errores de Minneápolis.
Y la señora de White expresó: “Ha caído sobre la Roca, y fue quebrantado”.
Sin embargo, la caída de Smith sobre la Roca no implicaba que estuviese del todo sobre
la Roca; su teología legalista todavía le causaba problemas.
Pero, en 1901, los dirigentes de la iglesia lo volvieron a nombrar editor de la Review. Elena
de White estaba muy contenta, y expresó su placer al ver que su nombre nuevamente estaba a
la “cabeza de la lista de editores; porque así debía ser [...]. Cuando hace unos años su nombre
fue puesto en segundo lugar [después del de Jones], me sentí herida. Cuando nuevamente lo
pusieron primero, lloré y dije: ‘Gracias, Dios’ ” (Carta 17, 1902).
No obstante, todavía le quedaba algo del viejo Smith. No mucho después de llegar a ser
editor, reabrió la guerra de Gálatas y tuvo que ser despedido una vez más. Nunca se recuperó
del golpe. La misma Review que anunció el cambio de editor señaló que estaba gravemente
enfermo. Pasó al descanso en 1903, a los setenta años.
Señor, ayúdanos este día con nuestro yo caprichoso. Ayúdanos a entregarte todo a ti,
incluso nuestras ideas y modos más acariciados.

297
18 de octubre

¿Qué sucedió con Jones y Waggoner?


He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Apocalipsis 3:11.

I
nmediatamente después de Minneápolis, a Jones y a Waggoner se les hizo difícil hacerse
oír en la iglesia. Pero, esa situación no persistió. Con la ayuda del nuevo presidente de
la Asociación General, O. A. Olsen, de Elena de White y otros, se transformaron en los
principales oradores de la iglesia.
Quizá podamos calcular mejor la magnitud del apoyo de la Asociación General al conside-
rar el rol central que tuvieron los dos hombres como oradores destacados sobre temas bíblicos
en los congresos de la Asociación General del período posterior a Minneápolis.
* En 1889, Jones tuvo a su cargo una serie sobre justificación por la fe. Elena de White
señaló que la gente “se está alimentando con trozos grandes de la mesa del Señor”, y “se
manifiesta un gran interés” (Manuscrito 10, 1889).
* El congreso de 1891 (después de 1889 se reunían cada dos años) contó con Waggoner,
y sus 16 sermones que exaltaban a Jesucristo y el evangelio eterno de Romanos.
* Jones dirigió los cursos de estudios bíblicos en 1893, con 24 sermones sobre el mensaje
del tercer ángel. Diez sermones sobre la promesa del Espíritu Santo, de W. W. Prescott –el
colega más allegado a Jones en los Estados Unidos desde 1892 hasta el fin del siglo– comple-
mentaron su obra.
* Las reuniones de 1895 nuevamente tuvieron a Jones como el principal expositor bíblico,
con 26 sermones sobre el mensaje del tercer ángel, además de otras presentaciones.
* Los 18 estudios de Waggoner sobre Hebreos fueron el eje central del estudio bíblico
en 1897. Además, Jones hizo once presentaciones.
Los reformadores de Minneápolis, a la larga, se habían transformado en los “vencedores”
en la batalla con Smith y Butler. No obstante, lamentablemente, su victoria no duró mucho;
ambos dejaron la iglesia a comienzos del siglo XX: Waggoner, por su panteísmo y por una
mujer que no era su esposa; y Jones, por una lucha de poder en la que no pudo conseguir el
liderazgo de la Asociación General. En 1907, Jones se convirtió en enemigo acérrimo de Elena
de White y de la iglesia.
Paradoja de paradojas. Los “vencedores” finales de Minneápolis se volvieron perdedores.
“Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona”: este es un consejo necesario para todos
nosotros, en un mundo de pecado. Debemos fijar la vista en Jesús en cada paso de nuestro viaje.

298
19 de octubre

Minneápolis en retrospectiva
Llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Mateo 1:21.

E
l Congreso de la Asociación General de 1888 fue uno de los grandes momentos decisivos
en la historia adventista del séptimo día.
No podemos tener la menor duda acerca de sus resultados. Guió a la iglesia de
regreso a la Biblia como la única fuente de autoridad en doctrina y práctica; exaltó a Jesús y puso
la salvación por la gracia, mediante la fe, en el centro de la teología adventista; contextualizó
el rol apropiado de la Ley dentro del evangelio de la gracia; y llevó a reestudiar los temas de la
Trinidad, la plena divinidad de Cristo y la personalidad del Espíritu Santo.
Y quizá lo más importante sea que otorgó al adventismo una interpretación más cabal
del mensaje del tercer ángel de Apocalipsis 14:12: el texto central de la autointerpretación
adventista. El pasaje no solo los identificaba como adventistas que esperaban con paciencia
a su Señor mientras guardaban todos los Mandamientos de Dios, sino también puso delante
de ellos el mensaje evangélico en el hecho de que el último mensaje de Dios para el mundo
antes de la Segunda Venida (vers. 14-20) se centraría en tener fe en Jesús.
En resumen, el mensaje de 1888 transformó la manera de pensar de los adventistas en
cuanto a su mensaje. Esa es la buena noticia.
La mala noticia es que el diablo siempre intenta asegurarse de que olvidemos o que
descuidemos las buenas noticias. Así, algunos adventistas, en la década de 1890 y después,
continuaron enfocándose en la Ley y no en el evangelio, mientras otros usaron el mensaje de
Jones y de Waggoner como una nueva puerta al antiguo legalismo y el perfeccionismo humano
que se habían levantado para oponérseles.
La historia completa de la saga de Minneápolis trae a la mente dos de los hechos más
grandiosos de la Tierra. Primero, la total perversidad de los seres humanos. Segundo, la ilimitada
gracia de Dios. Al considerar la historia de la iglesia en la era de Minneápolis, vienen a mi mente
las palabras del gran himno de John Newton: “Sublime gracia del Señor, de muerte me libró”.
“Sublime gracia” es la única clase que existe. Esas dos palabras resumen el mensaje y el
significado de lo sucedido en 1888.

299
20 de octubre

Conozcamos a W. W. Prescott
Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete. Apocalipsis 3:19.

U
no de los dirigentes más enérgicos del adventismo de fines del siglo XIX fue William
Warren Prescott. Pero, las personas enérgicas no siempre son líderes espirituales. Así
fue con el primer Prescott, que había llegado a ser presidente del Colegio de Battle
Creek en 1885.
El momento crucial de su vida llegó a finales de 1890, cuando leyó un testimonio espe-
cial titulado: “Sé celoso y arrepiéntete” desde el frente del templo de Battle Creek. “El Señor”,
decía, “ha visto nuestras rebeliones [...]. Porque el Señor, en tiempos pasados, ha bendecido y
honrado” a la Iglesia Adventista, “se halagan a sí mismos que son escogidos y justos, y que no
necesitan advertencias, instrucción ni reprensión”.
Pero, “el Testigo Verdadero dice: ‘Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues,
celoso, y arrepiéntete’ pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar’ [...].
El desagrado del Señor es en contra de su pueblo. En su condición actual, es imposible que
ellos representen el carácter de Cristo. Y, cuando el Testigo Verdadero les ha enviado consejos,
reprensiones y advertencias porque los ama, ellos se han negado a recibir el mensaje [...]. ¿Qué
significa que una gracia tan sublime no enternezca nuestros corazones duros? [...].
“En las iglesias debería haber una manifestación maravillosa del poder de Dios, pero
este no se moverá en los que no se hayan humillado ante el Señor, y hayan abierto la puerta
del corazón mediante la confesión y el arrepentimiento [...]. El talento y una amplia experiencia
no harán de los hombres canales de luz, a menos que se coloquen bajo los rayos de luz del
Sol de Justicia [...].
“La luz debe resplandecer del pueblo de Dios con rayos claros e inequívocos, para pre-
sentar a Jesús ante las iglesias y ante el mundo [...]. Triunfará un solo interés, un tema absorberá
a todos los demás: Cristo, nuestra justicia [...]. Todos los que se arriesgan a seguir su propio
camino, que no se unen a los ángeles que son enviados del Cielo con un mensaje para llenar
toda la Tierra con su gloria, serán pasados por alto. La obra avanzará hacia la victoria sin ellos,
y no tendrán parte en el triunfo” (RH Extra, 23 de diciembre de 1890).
Mientras leía, Prescott se sintió tan emocionado que se detuvo varias veces, porque las
lágrimas de la emoción embargaban su voz. Su vida nunca más sería la misma. Había sido
adventista, pero ese día se había encontrado con Cristo como su Salvador. De allí en adelante,
estrechó lazos con Elena de White, Jones y Waggoner, para predicar a Cristo y su amor. Prescott
se había tomado en serio el consejo de arrepentirse y ser celoso.

300
21 de octubre

El bautismo de la educación
adventista -1
He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo. Apocalipsis 3:20.

E
n diciembre de 1890, como vimos ayer, Cristo se aproximó a William Warren Prescott
y llamó a la puerta de su corazón. El joven educador la abrió. Y nunca más sería el mis-
mo. Tampoco Urías Smith. Un resultado de la conversión de Prescott fue su ministerio
hacia Smith, que lo llevó a una confesión pública, y a una reparación entre él y Elena de White.
Y así, el mensaje de Cristo cambia vidas y las reforma. Pero, en el caso de Prescott,
la reforma no solo afectó vidas individuales sino también tuvo un poderoso impacto en la
educación adventista.
Es que Prescott no solo era presidente del Colegio de Battle Creek; también era director
de la Asociación Educativa Adventista del Séptimo Día, y pronto sería el presidente del Union
College y del Colegio de Walla Walla. Al ser dirigente de Asociación y presidente de tres colegios
al mismo tiempo, el elocuente Prescott estaba en condiciones de establecer cambios importantes
en la educación adventista.
Inició la transformación de la educación adventista en una convención educativa que
fomentó en un pequeño lugar llamado Harbor Springs, al norte de Míchigan, durante julio y
agosto de 1891.
Hasta ese momento, la educación adventista había luchado con la determinación de su
misión y su identidad. Aunque los adventistas la habían fundado a fin de que fuera visiblemente
cristiana, y con la intención de preparar pastores y misioneros, desde su comienzo en el Colegio
de Battle Creek, en 1874, había sido prisionera de los clásicos paganos, y del estudio del latín y
del griego clásico. Se había intentado algunas reformas, pero todavía quedaba mucho por hacer.
Eso comenzó a cambiar con la conversión de Prescott. La verdad de la historia de Prescott
es que Dios utiliza a personas para cambiar a su iglesia. Pero, solo puede obrar a través de
aquellos que están dispuestos a permitir que él los use.
Allí es donde tú y yo entramos en escena. Dios quiere tomar nuestra vida y moldearnos
de tal forma que pueda usarnos para llegar a otros, e influir en ellos y en la iglesia en general.
Escuchen, yo sé que algunos de ustedes piensan que no ejercen ninguna influencia.
¡No es así! Cada uno de nosotros toca a otras personas de alguna forma pequeña cada día. Es
a través de partículas y de pedazos que finalmente se produce la bola de nieve del cambio.

301
22 de octubre

El bautismo de la educación
adventista -2
El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Apocalipsis 3:22.

E
l Espíritu Santo tenía mucho para decir a la iglesia y a su programa educativo durante
la década de 1890. No solo Elena de White, A. T. Jones y E. J. Waggoner estaban
llevando el mensaje de Cristo y su justicia a las iglesia y a las reuniones campestres,
sino también la Asociación General había establecido un instituto anual para pastores, en el
que los ministros adventistas podían reunirse durante varias semanas por año para estudiar la
Biblia y el plan de salvación.
Prescott, con energías renovadas, decidió hacer lo mismo por los educadores de la iglesia
en el verano de 1891 en Harbor Springs. Guillermo White describió las reuniones en términos
de reavivamiento espiritual, y llamó la atención sobre el énfasis de los testimonios personales
espontáneos. Observó que cada día comenzaba con exposiciones de Jones sobre el libro de
Romanos. Elena de White también habló de esos temas referentes a la necesidad de una rela-
ción personal con Cristo, la necesidad de un reavivamiento espiritual entre los educadores que
asistieron a la convención y la centralidad del mensaje cristiano para la educación.
Prescott afirmó, en el Congreso de la Asociación General de 1893, que Harbor Springs
había marcado el momento decisivo en la educación adventista. “Si bien el propósito general
hasta ese momento”, señaló, había sido “tener un elemento religioso en nuestras escuelas, sin
embargo, desde ese instituto, como nunca antes, nuestra obra ha sido práctica [y no teórica]
sobre esa base, demostrándose en cursos de estudio y planes de trabajo como no lo había
hecho anteriormente”.
Antes de Harbor Springs, la enseñanza de la Biblia había tenido un lugar menor en la
educación adventista. Sin embargo, la convención adoptó una recomendación que requería
cuatro años de estudio de la Biblia para estudiantes de colegios adventistas. Específicamente,
los delegados decidieron que “la Biblia en su totalidad debería estudiarse como el evangelio
de Cristo de principio a fin”. La convención también recomendó la enseñanza de la Historia
desde la perspectiva de la cosmovisión bíblica.
Hay una lección secundaria de gran importancia, si pensamos en los cambios efectuados
en la educación adventista en Harbor Springs. Y es que cuando realmente comprendemos la
centralidad de Cristo en nuestra vida, eso afectará todo lo que hacemos como personas y como
iglesia. Educativamente, si nuestra salvación depende de Cristo, sería mejor llegar a conocerlo.

302
23 de octubre

La “adventización” de
la educación adventista:
El experimento Avondale -1
Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y
aprendió de él, viene a mí. Juan 6:45.

E
l primer paso en la transformación de los colegios adventistas tuvo lugar en el instituto
educativo de Harbor Springs, en el verano de 1891. El siguiente comenzó cuando Elena
de White y su hijo Guillermo White viajaron a Australia en noviembre de 1891. Como
se quedaron allí hasta 1900, tuvieron oportunidad de trabajar con algunos de los dirigentes
reformistas adventistas más receptivos.
Una de las iniciativas más importantes de los adventistas de Australia, en la década de
1890, fue la creación del Colegio Avondale para Obreros Cristianos (conocido hoy como Colegio
Avondale). Australia tenía la ventaja de estar lejos del alcance de los dirigentes adventistas con-
servadores de los Estados Unidos. Además, era un nuevo campo misionero para los adventistas
del séptimo día. De modo que la incipiente confesión religiosa allí no tenía ninguna tradición
establecida con la cual luchar. Como resultado, piloteó varias innovaciones en Australia durante
la década de 1890, que habrían sido mucho más difíciles de experimentar en los Estados Unidos.
La iglesia forjó un nuevo tipo de colegio adventista en Avondale. Para fines de siglo, Elena
de White estaba tan impresionada que se refirió a Avondale como a un “ejemplo práctico”, un
“colegio modelo” y un “prototipo” (NB 409; CM 334). En 1900, afirmó categóricamente que “el
colegio de Avondale debe ser un modelo para otros colegios que se establecerán entre nuestro
pueblo” (Manuscrito 92, 1900).
Milton Hook, historiador de Avondale, concluyó que hubo dos objetivos primordiales que
afianzaron al Colegio Avondale. El primero era la conversión y el desarrollo del carácter de sus
estudiantes. “Educación superior”, según la definía Avondale, es la que prepara a las personas
para la vida eterna. El segundo objetivo era la capacitación de jóvenes de la iglesia para el
servicio cristiano en la comunidad local y en la extensión misionera mundial.
Ambos objetivos reflejan un visible alejamiento de la orientación estrictamente académica
del Colegio de Battle Creek y de los colegios que surgieron bajo su influencia.
Aquí surge una pregunta que todavía tenemos que hacernos: ¿Por qué valoramos la
educación adventista? La única respuesta importante es que marca la diferencia en la vida de
nuestros hijos. Su propósito primordial es presentarles a Jesucristo como Salvador y Señor. Al
hacerlo, la educación adventista tiene un valor superior, que no se puede comprar con dinero.

303
24 de octubre

La “adventización” de
la educación adventista:
El experimento Avondale -2
Y todos tus hijos serán enseñados por Jehová; y se multiplicará la paz de tus hijos. Isaías 54:13.

C
omo vimos ayer, Elena de White dedicó gran parte de su tiempo, durante la década
de 1890, a trabajar estrechamente con el desarrollo del colegio de Avondale en Aus-
tralia como un modelo, cuyos principios podrían ser aplicados por la iglesia en otras
instituciones.
A comienzos de 1894, escribió: “Hemos pensado mucho de día y de noche con respecto
a nuestras escuelas. ¿Cómo deben ser dirigidas? Y ¿cuál será la educación y la preparación de
nuestra juventud? ¿Dónde deberá estar instalada la Escuela Bíblica Australiana? Me desperté
esta mañana a la una de la madrugada, con una carga pesada sobre mi alma. El tema de la
educación me ha sido presentado de diferentes maneras, en diversos aspectos, por medio de
muchas ilustraciones, y con especificaciones directas a veces sobre un punto, y otras sobre otro.
Por cierto, creo que tenemos mucho que aprender. Somos ignorantes con respecto a muchas
cosas” relacionadas con la educación (NB 384).
La señora de White estaba pensando seriamente en el complejo australiano propuesto,
porque veía la posibilidad de crear un colegio fuera de la esfera de influencia del Colegio de
Battle Creek. En su testimonio principal al respecto, marcó la pauta para pensar en un nuevo
tipo de colegio adventista. Sería un colegio bíblico, que enfatizara las actividades misioneras y
el aspecto espiritual de la vida. Además, sería práctico, ya que enseñaría a la gente a trabajar,
y tendría una ubicación rural.
Después de veinte años de prueba y error, Elena de White estaba más convencida que
nunca en cuanto al tipo de educación que necesitaba la iglesia. Al interpretar cada vez mejor
sus propios testimonios durante las dos décadas anteriores, ya había afirmado explícitamente
que la Biblia debe estar en el centro y que los colegios adventistas no deberían seguir las pistas
falsas de la educación clásica. Escribió que ha “llevado mucho tiempo comprender qué cambios
debían hacerse” a fin de establecer la educación en un “orden diferente” (T 6: 126); pero el
proceso de interpretación y de implementación de esa interpretación evolucionó rápidamente
entre 1894 y 1899.
Como hemos visto una y otra vez durante los últimos meses, Dios guía a su pueblo paso
a paso. Él no da todo el conocimiento de una sola vez; Dios nos dirige al siguiente paso en
el momento apropiado. Así ocurrió en el campo de la educación. Para la década de 1890, el
adventismo estaba preparado para una revolución educativa.

304
25 de octubre

La “adventización” de
la educación adventista:
El experimento Avondale -3
Todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos. Hebreos 8:11.

P
arte de la experiencia del nuevo Pacto reflejado en Hebreos 8 es educativo. Conocer
a Dios y su voluntad es fundamental para el nuevo Pacto. Con eso en mente, no es
casual que la revolución posterior a Minneápolis, que había comenzado a transformar
el pensamiento adventista sobre el lugar de Cristo y la Biblia para el adventismo, también
determinara en gran medida la filosofía educativa de la iglesia.
Fue a la luz del experimento de Avondale que Elena de White escribió que “las produccio-
nes humanas se han usado como si fuesen más esenciales” en la educación adventista anterior,
“y la Palabra de Dios ha sido estudiada simplemente para dar color a otros estudios” (EC 54, 55).
Ese modelo, afirmó, debía llegar a su fin. “No ha de introducirse la Biblia en nuestras es-
cuelas para ser intercalada en medio de la incredulidad. La Biblia debe llegar a ser el fundamento
y el tema de la educación [...]. La Biblia debe usarse como la Palabra del Dios vivo, y debe ser
tenida como lo primero y lo último y mejor en todas las cosas. Entonces se verá el verdadero
crecimiento espiritual. Los alumnos desarrollarán caracteres religiosos sanos, porque comen la
carne y beben la sangre del Hijo de Dios. Pero, a menos que sea cuidada y promovida, la salud
del alma decaerá. Manteneos en el conducto de la luz. Estudiad la Biblia” (EC 243).
Nuevamente: “La educación superior es un conocimiento experimental del plan de la
salvación, y se la obtiene por el estudio fervoroso y diligente de las Escrituras. Esta educación
renovará la mente y transformará el carácter, restaurando la imagen de Dios en el alma. For-
talecerá la mente contra [...] el adversario, y nos habilitará para comprender la voz de Dios.
Enseñará al alumno a ser colaborador con Jesucristo [...]. La sencillez de la verdadera piedad
es nuestro pasaporte de la escuela preparatoria de la Tierra a la escuela superior del cielo.
“No se puede adquirir una educación superior a la impartida a los primeros discípulos,
la cual nos es revelada por la Palabra de Dios. Adquirir la educación superior significa seguir
implícitamente la Palabra, andar en las pisadas de Cristo, practicar sus virtudes. Significa re-
nunciar al egoísmo y dedicar la vida al servicio de Dios” (CM 13).
Ahora existe la plataforma de la educación revolucionaria, para una vida cristiana.

305
26 de octubre

La “adventización” de
la educación adventista:
El experimento Avondale -4
Vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros. 1 Tesalonicenses 4:9.

E
l reavivamiento espiritual en la iglesia y en sus enseñanzas había llevado, en la década de
1890, a exigir una reforma similar en la educación adventista. Los colegios de la iglesia
debían ser más específicamente cristianos y adventistas que en el pasado.
Los numerosos testimonios de Elena de White sobre educación durante sus años en
Australia continuaron brindando un rumbo al Colegio Avondale. Además, al vivir al lado del
predio durante sus etapas de formación, pudo participar de la creación de la institución de un
modo que fue único en su experiencia. Más allá de eso, W. W. Prescott, que había reunido y
editado los manuscritos para Christian Education (1893) y Special Testimonies on Education
(1897), pasó varios meses en el campus, a mediados de la década de 1890. Durante ese período,
él y Elena de White mantuvieron largas conversaciones sobre la educación cristiana. Ambos
se beneficiaron de poder entender más cabalmente las implicaciones de los testimonios y
cómo se podrían implementar esos principios. Ella escribió a su hijo Edson que Prescott puso
en marcha su mente y sus pensamientos como lo había hecho su esposo anteriormente. Sus
conversaciones, afirmó, le permitieron aclarar su pensamiento y expresarlo más que de cualquier
otra manera. “Podríamos ver algunas cuestiones bajo una luz más clara” (Manuscrito 62, 1896).
El experimento Avondale no solo ayudó a colocar la Biblia, la espiritualidad de los alumnos
y el servicio a los demás en el centro de atención de la educación adventista, sino también instaba
a que fuese rural, en lo posible. Así, en lugar de las pocas hectáreas en el límite con la ciudad
que habían bastado para el Colegio de Battle Creek, la nueva institución fue establecida en la
propiedad Brettville, de más de seiscientas hectáreas, en una ubicación rural. La superficie en
hectáreas y la ubicación rural no solo permitían que los alumnos se alejaran de los problemas
de la ciudad y que estuviesen cerca de la naturaleza, sino también posibilitaba al colegio un
amplio espacio para las habilidades educativas y prácticas para el mundo del trabajo. La iglesia
ahora no solo tenía una gran cantidad de material sobre ideales educativos de la pluma de
Elena de White, sino además contaba con un modelo del mundo real del que podrían tomar
ejemplo en otras partes del mundo.
Dada la importancia de la educación para la iglesia, los que somos mayores necesitamos
interesarnos más en nuestros jóvenes y en nuestras escuelas de iglesia. No solo debemos
apoyarlos con nuestros fondos, sino también ayudarlos a llegar a ser lo que pueden y deben ser.

306
27 de octubre

El surgimiento de las escuelas


primarias adventistas -1
Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;
y las repetirás a tus hijos. Deuteronomio 6:6, 7.

U
no de los avances más emocionantes de la educación adventista en la década de 1890
fue el movimiento de las escuelas primarias. Hasta mediados del decenio de 1890,
los adventistas habían descuidado mayormente la educación primaria, salvo en las
localidades donde tenían un instituto terciario o un colegio secundario. Esa diferencia cambiaría
hacia el final de la década, y los adventistas desde entonces han mantenido un sólido sistema
de escuelas primarias de iglesias locales.
La Asociación General había convocado, en 1887 y 1888, a comenzar con un sistema de
escuelas primarias, pero no se había logrado nada con las resoluciones.
Sin embargo, en 1897 Elena de White desafió a la iglesia con una nueva demanda de
escuelas primarias. La situación australiana la había alertado sobre el tema. “En algunos países”,
afirmó, “la ley obliga a los padres a enviar sus hijos a la escuela. En esos países, se deberían
establecer escuelas en las localidades donde haya iglesias, aun en el caso en que hubiera solo
seis niños para asistir a cada una de ellas. Trabajad para impedir que vuestros hijos se ahoguen
en las influencias viciosas y corruptoras del mundo.
“Estamos muy atrasados en el cumplimiento de nuestro deber en este importante asunto.
En muchos lugares, hace años que deberían estar funcionando escuelas” (TI 6: 203).
Nuevamente, escribió: “Dondequiera que haya unos cuantos observadores del sábado,
los padres deben unirse para habilitar un lugar destinado a una escuela de iglesia donde sus
menores y los adolescentes puedan ser enseñados. Deben emplear a un maestro cristiano
que, como consagrado misionero, eduque a los niños de manera que los encamine hacia la
vocación misionera. Se deben contratar maestros que impartan una educación apropiada en los
ramos comunes, haciendo de la Biblia el fundamento y el centro de todo estudio” (ibíd., p. 201).
Esas palabras resultaron ser unos de los consejos más importantes e influyentes de
todo su largo ministerio. En los años siguientes, las iglesias adventistas alrededor del mundo
establecieron escuelas, aunque tuviesen apenas cinco o seis niños para atender. La salvación
y el futuro de ellos se convirtieron en el centro de atención del adventismo del séptimo día,
cuando la iglesia se tomó en serio su responsabilidad evangélica de preparar a sus propios
hijos para el Reino de Dios.
Desde esa perspectiva, la educación es evangelización. Esa es una revelación que no
deberíamos pasar por alto.

307
28 de octubre

El surgimiento de las escuelas


primarias adventistas -2
Yo lo he elegido [a Abraham] para que instruya a sus hijos y a su familia, a fin de que se mantengan
en el camino del Señor y pongan en práctica lo que es justo y recto. Génesis 18:19.

L
a educación para la fe tiene una larga historia en el ámbito judeocristiano. De hecho,
Dios escogió, o separó, a Abraham, el padre de los fieles, debido a su disposición a
educar a su familia en los caminos y las enseñanzas del Señor.
Pero, por más que en la Biblia se haya establecido hace mucho tiempo el mandato de
educar a nuestros hijos en la fe, este se despertó tardíamente en el adventismo del séptimo
día. La iglesia dejaría pasar más de cincuenta años después del Gran Chasco de 1844 antes de
comenzar a desarrollar un sistema de educación primaria.
El estímulo, como vimos ayer, provino de los llamados de Elena de White desde la remota
Australia, para formar escuelas de iglesia locales aunque la congregación apenas tuviese seis
niños para que asistieran.
En los Estados Unidos, personas como Edward Alexander Sutherland y Percy T. Magan, los
líderes reformistas que trasladaron el Colegio de Battle Creek al campo en 1901, se tomaron en
serio la amonestación. Años después, Sutherland recordó, con un poco de exageración: “Magan,
la señorita DeGraw y yo prácticamente al final de cada semana conseguíamos un maestro y
salíamos a establecer tres escuelas antes del lunes de mañana”.
Sea o no esto exagerado, las estadísticas sobre la educación primaria adventista se
dispararon prácticamente hacia arriba, a partir de la segunda mitad de la década de 1890.
Observa la curva: en 1880, la iglesia tenía 1 escuela primaria, con 1 maestro y 15 alumnos; en
1885, tenía 3 escuelas, con 5 maestros y 125 alumnos; en 1890, 7 escuelas, con 15 maestros y
350 alumnos; en 1895, 18 escuelas, con 35 maestros y 895 alumnos; y en 1900, 220 escuelas,
con 250 maestros y 5.000 alumnos. Y el crecimiento no se detuvo allí. Para 1910, los números
habían crecido a 594 escuelas, con 758 maestros y 13.357 alumnos. En 2006, las cifras estaban
en 5.362 escuelas, 36.880 maestros y 861.745 alumnos.
El movimiento de las escuelas primarias también estimuló la expansión en la educación
secundaria y superior de la iglesia. En parte, ese crecimiento se suscitó debido a la creciente
necesidad de maestros adventistas. Pero, lo más importante es que el movimiento de escuelas
primarias dio publicidad a la creencia de que cada joven adventista debía tener una educación
cristiana.
Gracias, Señor, por nuestro sistema educativo. Ayúdame a hacer mi parte para auxiliar
a cada joven de mi congregación a fin de que obtenga una educación que lo capacite para
la eternidad.

308
29 de octubre

La explosión educativa
Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación
por la fe que es en Cristo Jesús. 2 Timoteo 3:15.

P
odríamos decir que la década de 1890 fue la de la educación adventista. Comenzando con
el reavivamiento de Minneápolis en 1888, pasando por el inicio de la reforma educativa
en la convención de Harbor Springs en 1891, y terminando en el experimento Avondale
y el movimiento de las escuelas primarias, la década de 1890 otorgaría un perfil educativo al
adventismo por el resto de su estadía en la Tierra.
Y todavía no hemos hablado de la explosión misionera de la década de 1890, que llevó
al adventismo y a su sistema educativo casi literalmente hasta cada rincón del globo. Tampoco
hemos explorado el impacto del modelo Avondale en los colegios adventistas de otras partes
del mundo.
Un pequeño aspecto de la influencia fue que la educación adventista de nivel secundario
y superior se convirtió, mayormente, en un sistema rural. E. A. Sutherland y P. T. Magan, por
ejemplo, transfirieron el Colegio de Battle Creek, de su campo restringido, a un “paraje remoto”
de Berrien Springs, Míchigan, donde se convirtió en el Colegio Misionero Emanuel, en 1901.
Además, los directores del Colegio Healdsburg trasladaron la institución, durante la primera
parte del siglo XX, a la cima del monte Howell, donde se transformó en el Pacific Union College.
Las instituciones no solo estaban aisladas de los problemas de la ciudad (como alumnos del
Pacific Union College a comienzos de la década de 1960, bromeábamos que el colegio estaba
ubicado a 16 kilómetros del pecado más cercano que se conozca.), sino también ambos fueron
construidos en cientos de hectáreas de campo.
Y así ocurrió con la educación adventista en todo el mundo. Las repercusiones de Avondale
nunca cesaron. Y debieron de haber tenido efectos secundarios interesantes. Como el aumento
de la población ha expandido las ciudades y ha ejercido presión sobre los precios de los terrenos,
los colegios adventistas del séptimo día a menudo se encuentran con propiedades de un valor
incalculable, que nunca podrían aspirar a comprar en el mercado actual.
Dios ha guiado a su pueblo de una forma especial y única. Al evaluar los diversos as-
pectos del programa adventista alrededor del mundo, solo podemos alabar su Nombre por
la conducción que nos ha dado en nuestra historia pasada. Ahora, debemos orar con el fin de
poder tener la convicción y el coraje de seguir su dirección en la historia presente.
Padre, ayúdanos a ser tan receptivos a tu dirección como los reformadores de épocas
pasadas.

309
30 de octubre

La educación gira sobre su cabeza


Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos. Marcos 9:35.

“N
uestro concepto de la educación tiene un alcance demasiado estrecho y bajo.
Es necesario que tenga una mayor amplitud y un fin más elevado. La verdadera
educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio.
Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el período de la
existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y
espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior
proporcionado por un servicio más amplio en el mundo venidero” (Ed 13).
Esas son las primeras palabras del libro La educación, una de las contribuciones más
importantes de Elena de White para el adventismo. No es casual que el libro se haya impreso
en 1903. Después de una década de pensar y escribir sobre el tema de la educación, en los
primeros años del nuevo siglo estaba lista para producir un libro que orientaría a los sectores
más importantes del adventismo. La educación brinda las “órdenes de marcha” filosóficas para
el sistema educativo adventista. Y, en el proceso, expone ideales de educación bastante reñidos
con los programas tradicionales.
Mientras que la educación tradicional aspiraba a preparar a la gente para una vida exitosa
aquí, en la Tierra, La educación, si bien no niega esa función importante, afirmaba que esa
preparación no era suficiente. Era aún más vital preparar a los alumnos para vivir con Dios
por la eternidad.
Mientras que la educación tradicional tendía a centrarse en el desarrollo de los aspectos
mentales de sus alumnos, La educación requería el perfeccionamiento de la persona integral.
Y, mientras que la educación tradicional preparaba a la gente para posicionarse con
ventaja para salir adelante en el mundo, La educación abogaba por el objetivo del servicio
a Dios y a los demás. El tema del servicio es el hilo conductor del libro. En su última página,
leemos que “en nuestra vida terrenal, aunque restringida por el pecado, el mayor gozo y la más
elevada educación se encuentran en el servicio. Y, en la vida futura, libre de las limitaciones de
la humanidad pecaminosa, hallaremos nuestro mayor gozo y nuestra más elevada educación
en el servicio” (ibíd., p. 277).
El libro La educación transformó completamente la educación tradicional adventista. Y,
en el proceso, desplegó una filosofía de la educación y de la vida que debemos comprender y
vivir. Es una filosofía que pone en práctica los valores de aquel que dijo: “Si alguno quiere ser
el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos”.

310
31 de octubre

Evangelizar mediante la educación


Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Génesis 1:27.

E
l libro La educación, de Elena de White, saca el tema de la pedagogía del ámbito de lo
mundano y lo transfiere a un asunto crucial en el Gran Conflicto.
En su segunda página, presenta el propósito esencial de la educación adventista.
“A fin de comprender qué abarca la obra de la educación”, leemos, “necesitamos considerar
tanto (1) la naturaleza del ser humano como (2) el propósito de Dios al crearlo. Hemos de
considerar también (3) el cambio que sufrió la humanidad por la introducción del conocimiento
del mal, y (4) el plan de Dios para cumplir, sin embargo, su glorioso propósito en la educación
de la especie humana” (Ed 14).
En ese momento, el libro comienza a tratar esos cuatro puntos, indicando que (1) Dios
creó a los seres humanos a su imagen para que fuesen semejantes a él; y (2) que tenían un
potencial infinito.
Luego, se hace muy específico y pertinente en cuanto a la situación humana. “Pero, por
su desobediencia perdió todo esto. El pecado mancilló y casi borró la semejanza divina. Las
facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad mental disminuyó, su visión espiritual
se oscureció. Quedó sujeto a la muerte. No obstante, la especie humana no fue dejada sin
esperanza. Con infinito amor y misericordia había sido diseñado el plan de salvación, y se le
otorgó una vida de prueba. La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de
su Hacedor, devolverlo a la perfección con que había sido creado; promover el desarrollo del
cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevara a cabo el propósito divino de su creación.
Este es el objetivo de la educación, el gran propósito de la vida” (ibíd., p. 15).
Más adelante en el libro, Elena de White lo expresa con más claridad, al señalar que la
gente “puede encontrar ayuda en un solo poder. Ese poder es Cristo. La mayor necesidad del
hombre es cooperar con ese poder. ¿No debería ser, acaso, esta cooperación el propósito más
importante de la verdadera educación? [...]. En el sentido más elevado, la obra de la educación
y la de la redención son una”. El “principal esfuerzo del maestro y su propósito constante” es
dar a conocer a Jesús y sus principios a los alumnos (ibíd., pp. 28, 29).
Con esos pensamientos en mente, no es de extrañar que los adventistas hayan respal-
dado la educación cristiana para sus hijos y los hijos de los demás, dando con sacrificio. Han
reconocido la verdad de que la educación es, en realidad, evangelización.

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