Meditación Universal Según El Padre Nuestro
Meditación Universal Según El Padre Nuestro
Meditación Universal Según El Padre Nuestro
I. INTRODUCCIÓN
1. Lo primero que hay que explicar es el sentido del título de este trabajo
pues los tres términos que lo componen: meditación, universal y
padrenuestro, no tienen un significado único o, al menos, no indican por sí
solos la dirección verdadera que en el comentario que sigue van a tener. El
sentido de la palabra meditación resulta especialmente equívoco por los
muchos significados diferentes que se le atribuyen. En rigor, el término
meditación sólo debería aplicarse a la práctica sostenida de un
razonamiento concentrado conducente a un fin, y así lo define Patanjali
cuando en su tratado de yoga explica Dhyana en su sentido primario de
meditación. También, la oración de meditación que menciona Santa Teresa
es, según dice, un proceso discursivo de la mente hacia Dios. Pero la
práctica de la que yo me voy a ocupar y que por ser propia de todos los
tiempos y enfoques merece el calificativo de universal, no tiene nada que
ver con un razonamiento o discurso mental y mucho menos con un
propósito de llegar a ser. La meditación como proceso discursivo
concentrado incluye siempre una finalidad con el tiempo como factor de
llegada; parte de una dualidad significada por un yo separado de ese Dios o
Realidad absoluta que el yo desea alcanzar. En cualquiera de las vías o
subvías no-dualistas del hinduismo y del budhismo, la práctica de Dhyana
en cuanto meditación cubre sólo el grado primario, pues se transforma por
sí sola en Dhyana contemplativa tan pronto como el practicante comprende
que Aquello con lo que buscaba unirse no está fuera, puesto que el Ser
absoluto es el sí mismo real de cada uno. Por eso en la contemplación el
deseo de llegar a ser cesa y la razón ya no interfiere, para que la mente esté
en condiciones de representar sin temporalidad, sin causalidad, la realidad
tal como es. En eso se diferencia radicalmente de la meditación, pero el
término generalmente empleado es el mismo: Dhyana, y sólo cuando la
contemplación se hace estable pasa a denominarse samadhi. No sé si por
influjo de la forma oriental de denominarlo el término meditación ha
adquirido entre nosotros durante el presente siglo una significación general
de postura mental concentrada que admite tantas variantes como el número
de escuelas que la postulan. Tal ambigüedad terminológica llevó a un
hombre de intuición tan clara como Krishnamurti a dedicar muchas charlas
y escritos a explicar lo que no era verdadera meditación según él, y
ciertamente no lo era pues lo que Krishnamurti describía, magistralmente,
con el nombre de meditación no era meditación sino contemplación. Hay
que recordar que la meditación que Krishnamurti recomendó es una pura
contemplación gozosa del mundo en cuanto éste se halla integrado como
Vida, Conciencia y Belleza en la realidad; es por tanto una contemplación
profunda, con la mente sin yo y bien libre de las cenizas del pensamiento;
una contemplación por la cual la realidad se patentiza a la conciencia como
trasfondo intemporal del mundo, y entonces se descubre que la realidad es
una e indivisible con el mundo.
3. Con todo esto creo que queda justificado el hecho de que en el título de
este escrito digo meditación, siendo así que mi propósito es explorar de
manera compartida las posibilidades de consumar, es decir, de acabar y de
perfeccionar el programa de una investigación contemplativa suministrado
por el texto del padrenuestro. Lo que quiero decir con esto es que el
padrenuestro está ordenado con tal amplitud y perfección que por sí solo
explica un programa completo de contemplación y de ahí que la meditación
de que hablo no pretende ser sobre el padrenuestro, sino según el programa
que el padrenuestro explica. De las siete perícopas o frases que componen
el padrenuestro según el texto del evangelista Mateo, la primera perícopa es
una invocación que sirve para determinar bien el objeto de la
contemplación. Las seis perícopas restantes se dividen en dos secciones de
tres perícopas cada una. La sección o parte primera contiene tres
formulaciones de conocimiento que deben ser abordadas con
contemplación adquirida, activa, que permita a la conciencia profundizar
en su recto sentido y obtener así el conocimiento que sugieren. Las tres
perícopas de la parte segunda responden simétricamente a cada una de las
tres formulaciones de las perícopas de la parte primera, pero no son de
conocimiento, sino de medios de realización directa de lo ya conocido y
deben ser tratadas por contemplación infusa y pasiva. Se podrá comprobar
que estas tres consumaciones de una pura oración de Cristo corresponden
con exactitud sorprendente a los tres géneros de samadhi de contemplación
estabilizada que practicaron y explicaron, aunque con lenguaje bien
distinto, ocho siglos más tarde, los estudiantes shankaritas.
4. El padrenuestro es la gran oración de los cristianos, la que fue dada por
Cristo para que sus seguidores supieran orar. Uno de los discípulos le dijo:
Maestro, enséñanos a orar: y Jesús les dio, como un tesoro inestimable, el
padrenuestro. Pero aún hoy los cristianos no han aprendido a orar. Desde
aquellos días, millones de cristianos han orado apoyados en el padrenuestro
por el procedimiento simple de repetir mecánicamente unas palabras en
cuyo verdadero sentido no intentan ahondar. Por lo que yo conozco, solo
algunos padres de la iglesia griega primitiva entendieron que el
padrenuestro no es una mera oración de rezo, sino un programa de
desarrollo del conocimiento dispuesto con gran orden para que por la
práctica sucesiva de cada uno de los enunciados de las perícopas de que se
compone sea posible alcanzar la deificación, la transformación pura que es
la consumación según el lenguaje del cristiano. Hay que señalar que la
deificación tiene el mismo significado real que se le da en la vía del
vedanta a la realización del atman: un proceso de discernimiento. Pero la
oración rezada del padrenuestro tal como se practica no se suele estimar en
conocimiento sino en cantidad a despecho del consejo evangélico: No os
figuréis que por vuestra palabrería vais a ser escuchados. Salvo en el caso
excepcional de que el alma del que reza tenga vuelo espiritual bastante para
que la oración se vuelva interior y callada a la postre, limpia de palabras, el
número se piensa que vale sobre todo y se utiliza como fórmula de
coacción blandida con insistencia frente a un Dios trascendente al puro sí
mismo del que reza. Sin embargo, la oración sólo cumple su sentido
completo cuando sirve para consumar la transformación interior, cuando su
fundamento está en un amor desinteresado levantado por la fe y arrebatado
a la contemplación, pues ése es siempre el principio y el fin de toda
oración. Su eficacia no se mide por ser un instrumento de pedir puesto al
servicio del yo, sino por servir de puente para la santificación perfecta del
orante, la deificación, según se dijo: Sed perfectos, tal como el Padre es
perfecto.
EL PADRENUESTRO
5. Lo que ante todo importa entender es que decir Padre es una forma
familiar de decir Ser y que nadie puede sentirse al margen, estar fuera, de
una investigación contemplativa del Ser, del Padre. El Ser no puede ser
negado, pues la negación del que lo niega es siempre una afirmación del
Ser del que niega. Pero el Ser que somos permanece oculto para nuestra
conciencia por muchos motivos y esa es la investigación (vichára) que
resulta urgente y que consiste en lograr una desocultación cuidadosa que
patentice ante nuestra conciencia el verdadero ser que uno mismo es. La
denominación Padre explica en buena medida la absoluta vinculación
ontológica de todos los entes. Recordemos que todo ente es la expresión
individualizada de la fuente de Vida, Conciencia y Belleza (Sat-chit-
ananda, en el hinduísmo), que como un poder incontenible y permanente
parece brotar de Eso desconocido que llamamos el Ser. Todo ente, puesto
que es, está vinculado al Ser con la misma relación de semejanza y
descendencia de un hijo con su padre. Este es el sentido que tiene el
apólogo de la cepa y los sarmientos que fue propuesto por Jesús. Cada ente,
cualquiera de nosotros, es un sarmiento que nace, vive y da fruto, unido a la
cepa, el Ser, y de él proviene todo el zumo de vida y realidad del que el
ente dispone en usufructo. En este sentido, la denominación Padre es fiel
porque explica la ascendencia común de todo ente; pero el ente es y de ahí
que sólo en su acepción de Ser real, absoluto, se da con fidelidad apodíctica
el hecho de que el Ser es todo en el ente, según está dicho: Es todo en todo.
13. La investigación sobre el Nombre debe servir para saber que el Nombre
significa en cada uno de nosotros en cuanto entes, nuestro Ser real, el
átman. El Nombre es el Significante y el Ser real es el Significado, pero
solo cuando se llega a discernir el último Significado del significado es
posible conocer de manera apodíctica qué cosa denominamos el Ser. En
tanto que no es consumada la santificación del Nombre que el padrenuestro
postula, nada en verdad se sabe acerca del Ser, puesto que el saber sobre el
Ser no es el Ser mismo sino una superposición, algo o mucho que se agrega
al Ser y oscurece su presencia. No hay más saber del Ser que ser el Ser. Y
por eso se dice que todo hombre es el Ser en el ente, lo que equivale a ser
en el tiempo, en la vida para la muerte, en el placer y el dolor, en la
necesidad de desocultar el significado perfecto del Nombre. Decía Jesús
que el verdadero saber es el alimento que viene del Padre y este es en
verdad el único saber que una vez comido y asimilado revela el Ser por
transformación del ente que recibe ese alimento. La santificación es en su
verdadero sentido el camino del ente hacia el Ser, un camino que invoca al
Ser y que solo se huella con el pan cotidiano de transformación que se
recibe del Ser. La transformación consiste en que el Ser en el ente se libra
de estar sumido en la conciencia de ser un ente en el tiempo pues patentiza
la nueva conciencia de ser el Ser en la realidad intemporal, total, simple y
única.
14. Tanto la diferencia como la identidad del Ser y el ente fueron muy bien
estudiadas en la antigüedad. Sabido es que cuando San Pablo pronunció su
discurso en el areópago para los atenienses apeló a un texto de Parménides:
En El vivimos, nos movemos y somos. Lo que vive, se mueve y es, como el
agua heracliteana que no pasa dos veces por el mismo lugar, es el ente, el
Ser en el ente, anudado, hecho uno con el mundo causal, y aquello sobre lo
que el Ser en el ente vive, se mueve y es, su sí mismo real, es el cauce
inmóvil del río, el Ser-en-sí, el Yo Soy al que el Nombre alude.
Transformar nuestra conciencia común de Ser en el ente en la conciencia
pura y simple de Ser es la gran obra que sólo puede ser hecha mediante la
acabada santificación del Nombre. En la senda del conocimiento hay que
consumar ese hecho de que la conciencia de ser un ente se ha de deslizar
hasta la conciencia pura de ser el Ser y ese es, a veces, un largo y difícil
camino. Para los místicos que suelen preferir andar y sufrir antes de
encontrar la senda, su consumación les exige una persistente negación de sí
mismos, tanto más dolorosa cuanto para ellos es incomprensible. Claro que
ellos se niegan a sí mismos por el placer de amar al Ser. Mas para el gñani,
para el filósofo verdadero, no hay más sacrificio en cuanto amador de la
verdad que el de conseguir caminar imperturbable, con los ojos bien
abiertos y receptivos a la voluntad superior de una ley de la Inteligencia. En
su busca del Ser, el filósofo se desprende sin apego, sin dolor, de todo
aquello que descubre que no es el Ser sino el ente. Así es como el gñani
primero descubre y luego se niega hasta que en pos de su adelgazamiento
progresivo, bien santificado, perfecto todo Signo o Nombre del Ser, queda
al fin el ente disipado, borrado de sí mismo, transformado en el Ser.
15. El Reino es el reino puro del Ser. En su sentido objetivo es el reino del
Padre, de Brahman, y en su sentido subjetivo es el reino del Hijo, de átman.
Decir que venga el reino a nosotros, a nuestra conciencia de Ser en el ente,
no es más que una figura de lenguaje, no solo porque el reino es inmutable,
sino porque el reino está siempre en nosotros, en el fondo de nuestra
conciencia de entes, pues 44 el reino somos nosotros aunque no lo
sabemos. La Gîta dice: Yo estoy en tí. pero tú no estás en mí, y Cristo
confirma esto mismo: El que permanece en mí como yo en él. ese da mucho
fruto. La conciencia habitual del hombre es conciencia de Ser en el ente y
nuestra obra inmediata, urgente, es recuperar nuestra conciencia simple de
Ser en el Ser, pues eso es el reino. Pero la distancia que media entre Ser en
en el ente, o ser en el Ser, es un largo camino cuyo viaje ningún hombre
puede eludir y que suele explicarse como formado por dos tramos
diferentes y consecutivos: el primero consiste en dejar de ser lo que uno
cree ser, pero no es, y lo segundo, en descubrir lo que uno verdaderamente
es. Esto significa que el Ser es un Dios oculto y que la tarea importante del
hombre, la que justifica su existencia es, en primer término, realizar su
santificación y después hacer posible la desocultación del Ser. A este doble
camino se refiere el padrenuestro en sus dos primeras perícopas: 1.
Santificado sea tu Nombre. 2. Venga a nosotros tu Reino. La predicación
de Cristo insiste en ello y por eso se dice en el cuarto evangelio que hay
que nacer del agua y del fuego.
19. El cielo y la tierra son ambos el reino del Ser, pero los muchos entes
tienden a reinar en la tierra por el ejercicio de la Voluntad, que es el
reinado del que creen que disponen en usufructo. Lo que se dice ahora en el
padrenuestro es que el ente debe hacer donación de su voluntad de reinar
para que reine el Ser, el Uno, no solo en el cielo sino también en la Tierra,
aunque aquí reine envuelto en su no-grandeza de Ser en el ente. De hecho,
la voluntad del ente nunca es voluntad sino deseo. La voluntad es
intemporal, sin finalidad, no causal, los dominios plenos del Ser, y el deseo
se inscribe en el tiempo como un proceso para llegar a ser. A decir verdad,
el ente tiene el tiempo como cualidad peculiar propia porque él es en sí
mismo el tiempo significado por sus estados transitorios de vida, juventud,
madurez, vejez y muerte; por eso, cuando el ente toca la voluntad, que es
intemporal, la transforma en deseo temporal que entiende como voluntad
de reinar. Así es como el ente cree que reina, pero ese es su error histórico
óntico, muy arraigado en el corazón de todos los hombres. Ahora decide
deponer su voluntad o lo que conoce de ella, en beneficio del Ser, lo que
presupone abandonar el ente y todo lo que constituye el ente a los pies del
Ser, de su propio Ser, puesto que el Ser (átman) es él mismo, eterno, sabio,
bienaventurado. Todo esto lo ha examinado ya el ente, pero consumar de
verdad la transformación por la cual la conciencia de Ser en el ente se
transfigura en pura conciencia de Ser es un acto, o suma de actos que exige
el uso de un prodigio de inteligencia y un caudal de amor, de olvido de sí
mismo. Como paradigma de este proceso último según el cual lo que
parecía ser dos (dos voluntades) se transforma en Uno está escrita en el
evangelio la agonía de Jesús en Getsemaní: Mi alma (el ente) está triste
hasta el punto de morir, pero que se haga tu voluntad y no la mía: Este
ejemplo no hay que leerlo en clave de dolor místico, lo cual significaría en
tal caso los restos de apego del ente, sino en breve y pasajera noche oscura
que desemboca en gozo de conocedor que se acerca a la resurrección del
Ser. En otro lugar confirma el cuarto evangelio esto mismo: Vuestra
tristeza se convertirá en gozo. Cuando el niño (mesiánico) le ha nacido (a
la mujer, al ente), ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido
un hombre (el Ser) en el mundo. La fórmula ritual budhista repite esto
mismo: Regocijaos, hombres: un peregrino ha vuelto de la otra orilla: ha
nacido un nuevo arhat.
21. El buen filósofo que era Descartes quiso hacer una filosofía fundada en
el rigor y estableció la duda sistemática por la cual llegó a aceptar solo lo
que a él le pareció la última realidad de sí mismo: el pensamiento. Entonces
dijo: pienso, luego existo. La identificación de Descartes con su
pensamiento resulta evidente, pues lo que hizo fue una extensión
inadecuada del hecho simple del pensamiento, por la que dio paso a la
existencia indemostrable de un yo pensante de la misma substancia que el
pensamiento. Así es como aceptó como inconcusas no una realidad: hay
pensamiento, sino dos: hay pensamiento y un pensador. Nadie pareció
entender que tal extensión se fundaba en la superstición muy común de que
el pensamiento, como la circulación sanguínea, no es el resultado directo de
una acción vital, orgánica, de unas neuronas de orden mental, inteligente,
sino que se pretendió ver que hay alguien, el yo, el pensador, que desde el
interior de la cabeza del pensante produce los pensamientos. Esto fue una
creencia supersticiosa, solo propia de maya, de la ignorancia en la que
muchos permanecen inmersos. La idea del yo pensante recuerda a los
antiguos animistas que cuando llueve piensan que hay alguien sobre las
nubes, un Hacedor de las lluvias, que vacía cántaros de agua. Nadie piensa
que las nubes pueden llover y de hecho llueven solas. De igual manera los
animistas psicológicos de hoy no creen que el pensamiento es un producto
autónomo, sino que lo entienden como elaborado por un pensador. No ven
que es el pensamiento el que se presenta no solo como pensamiento, sino
que sin dejar de ser pensamiento adopta un rol de pensador. Pero lo
importante es entender que la sucesión ordenada de pensamientos -lo único
que hay-, no requiere la intervención de un centro psicológico de sustancia
pensante, desde donde un hacedor aparece como un pensador que piensa
pensamientos. Lo que quiero decir con todo esto es que de ningún modo y
en ningún lugar hay un pensador, o yo pensante o psicológico que se
constituye en una persona o ego como quien levanta un castillo o fortín
individual e inexpugnable y que pretende ser idéntico al Ser. Esto hay que
entenderlo muy bien, vivenciarlo sin cesar para desecharlo del todo, pues
en ello nos va la destrucción o la pervivencia del nudo más vasto e
importante interpuesto en el camino. El Ser eterno, infinito y
bienaventurado, el Ser que somos realmente, origen de la vida, la
conciencia y el gozo para que todo sea, es absolutamente inocente del
hecho de pensar y esta verdad solo se hará patente a nuestra conciencia
cuando la creencia en el Hacedor, pensante de pensamientos, se haya
disipado. Como decía Ramana Maharsi: Cuando el ego cae abatido penetra
la conciencia en el corazón donde otro Yo-Yo late incesantemente por sí
mismo y que no es el ego sino el Ser mismo, el todo.
22. El pan del padrenuestro es la sabiduría del Ser que la conciencia recibe
como conocimiento para distanciarse de su identificación inadecuada con el
ente. Tal es el alimento que no puede faltar ningún día, en ningún instante.
De hecho, la planta del Padre provee sin cesar y lo único necesario es que
el ente sepa que la planta está ahí y que vigile sin desmayo su crecimiento.
De ahí viene ese vigilar, estar atento, o alerta, que todas las opciones de
realización del Ser aconsejan. En el evangelio no faltan esas voces, pero
han sido tan mal entendidas que su cumplimiento eclesiástico se reduce a
celebrar con rezos las vigilias o vísperas de fiestas. Sin embargo, Jesús
recomendó a todos la metanoia como práctica de ese estar atento y que
consiste en el hecho sencillo de que la conciencia vuelta sobre sí misma, ve
al pensamiento nacer y comportarse, para hacer por su conocimiento más
viva y efectiva la transformación. Me propongo recordar y revisar aquí en
pocas palabras esta práctica del estar atento que muchos ya conocen. Se
trata de un método del que hay documentos explícitos en el shankya, en el
budhismo, el hinduismo, el cristianismo y el sufismo. Además, fue muy
bien explicada por Krishnamurti en términos originales y desmitificados y
su estudio es muy accesible en los textos de cualquiera de sus charlas.
Puesto que se trata de un método para andar por la primera senda,
identificada en el evangelio con el bautismo de agua y en el padrenuestro
con la santificación del Nombre, la mística cristiana entendió esta práctica
directamente como purificación y con olvido o menosprecio de una técnica
respecto al pensamiento, se dedicó en exclusiva a la refundación moral
ejercida por coacción de la voluntad (deseo de llegar a ser) con tenacidad
simple y a veces brutal, sobre la conciencia. También vio Krishnamurti esta
primera senda como purificación, pero consecuente con su planteamiento
general, entendió el proceso como un descondicionamiento de la
conciencia con lo que desechó de plano la coacción por ser inútil y
propiciadora de la neurosis. Krishnamurti afirmó el conocimiento de los
objetos de la mente como el único medio eficaz y verdadero para eliminar
lo impuro, lo falso. La coacción, dijo, es obra del deseo y querer ser
virtuoso no es lo mismo que ser virtuoso. Su doctrina en esta materia es
bien conocida: El niño que reconoce que es sucio -dijo-, y le molesta la
suciedad, va y se lava. Este proceso de ver, reconocer, conocer y en
consecuencia descondicionarse, lavarse de todo condicionamiento o
impureza moral o gnoseológica, viene por el estar alerta y el darse cuenta.
Lo único que se necesita es una actitud metanoética permanente de
contemplación pasiva sin intervención del yo, en cuanto deseo de llegar a
ser. Tal contemplación si se practica en forma netamente pasiva es por sí
sola una acción resolutiva natural, espontánea, de consecuencias
insospechadas.
26. Perdonar las deudas es ver el trasfondo del Ser que hay en todo ente y
regirse por ese trasfondo para todo juicio. Todo hombre es un deudor en
tanto que su conciencia en el ente no se ha transformado en conciencia en
el Ser, o en tanto no nos regimos nosotros para el juicio por el trasfondo del
Ser. Lo que en verdad se postula en esta perícopa del padrenuestro es la
necesidad de contemplar el trasfondo del Ser en todo ente, pues esa es la
deuda que se cancela por el advenimiento de la conciencia del reino puro
del Ser. Debo decir que entiendo por trasfondo el substrato invariable que
es posible contemplar en todo objeto, en todo ente, cuando la conciencia ve
el mundo objetivo con una mirada profunda, no condicionada, que le
permite penetrar con primeros pasos en la pura realidad ontológica. Se dice
en el vedanta que en esa realidad es posible distinguir tres órdenes: Sat,
existencia absoluta; chit, conciencia pura y ananda, felicidad, belleza,
amor. Este trasfondo invariable puede ser contemplado cuando la
conciencia, pacificada, empieza a descubrir su propio silencio. Esta es la
obra que el savikalpa samadhi impulsa a realizar cuando se aplica a
cualquier objeto, a cualquier ente. La contemplación consiste en mirar el
mundo como poseído por sus dos diferenciaciones sensibles: el nombre,
ñama, de origen subjetivo, y la forma, rupa, de origen objetivo. Ambas
diferenciaciones son constitutivas en cuanto envoltura externa y si el ente
es hondamente contemplado tanto por lo que parece como por lo que es, se
hace posible a la conciencia introducirse a la contemplación armoniosa y
primera del Ser. Espero que todos aquellos que llevan en sí mismos,
asomados a la conciencia del ente, los reflejos brillantes de la poesía, del
color, de la forma, del sonido, me entiendan ahora. Porque ñama y rupa
son las deudas que hay que cancelar, horadar se podría decir, para que el
56 trasfondo invariable del Ser: existencia, conciencia y belleza (Sat, chit,
ananda), se haga patente como un inagotable caudal de gozo.
27. El método para andar el camino hacia el Ser, ese camino que el
evangelio explica como el bautismo de fuego (del conocimiento) que
desciende en lenguas, es un savikalpa, una contemplación pasiva,
permanente y estabilizada, con diferenciación, es decir, con distinción entre
el sujeto que conoce, el objeto conocido y el conocimiento. Pero a
diferencia de lo que ocurría en el samadhi anterior, ahora el objeto es
desconocido y no puede ser seleccionado para la contemplación porque
aquello con lo que la conciencia se asocia no es propiamente un objeto sino
una distinción sutil que no pertenece al pensamiento o a los contenidos
mentales porque no es de la mente. La obra pasiva de la conciencia
contemplativa consiste en aislar estos contenidos sutiles que toma para sí
misma, puesto que son suyos, como conocimiento del Ser. Entre vedantinos
se emplea el término general de sonido (sabda), para referirse a cada uno de
estos objetos sutiles que no son de percepción de la mente sino propios de
la conciencia. Por toda explicación de este segundo savikalpa dice el sabio
shankarita: Soy Sat-chit-ananda. supremamente incondicionado. Brillo por
mi propio esplendor y estoy exento de toda dualidad. En verdad es un texto
breve, austero, pero como se verá, suficientemente expresivo, pues viene a
ser como un mantra, o tal vez, en efecto, es un mantra, que reúne en sí
mismo, en los cuatro sonidos que sugiere, la totalidad de la obra
contemplativa que hay que realizar para consumar la unidad en el reino del
Ser.
28. Recordemos que el primer savikalpa samadhi consistió en contemplar
en forma pasiva los contenidos de la mente viéndolos como objetivos, es
decir, como no propios de la conciencia. El fruto de ese samadhi, una vez
bien culminado, es la efectiva objetivación natural de los contenidos
mentales y, en consecuencia, la libertad e independencia de la conciencia
respecto a dichos contenidos, la no identificación con ellos. El resultado de
esa libertad es la disolución de la idea errónea de que la conciencia es un yo
pensante, un centro estable, intemporal, que salva a las aguas del
pensamiento de la anonadación, puesto que éstas bajan siempre efímeras y
vulnerables. En verdad, en ningún caso necesita el pensamiento un centro
de su misma naturaleza, un pensador, para funcionar y cuando la
conciencia atenta, profundamente pasiva, descubre esto, la entidad cesa,
porque era creación suya. Lo que queda entonces es una sucesión de
pensamientos que se ordenan según su propia lógica temporal y por la
acción siempre mecánica de la memoria. Esto es lo que vio Krishnamurti y
por eso dijo que pensar es un hecho condicionado de suyo pues solo puede
partir de otro pensar condicionado e impulsar una acción condicionada.
Luego, dijo aquello de que solo hay pensamientos y no un pensador que
piense pensamientos, y con ello dió la clave más diáfana para la no
interferencia de la idea del ego. Lo que hay es solo pensamientos que como
tales poseen la temporalidad natural, neutra, mecánica, de todo objeto, pero
cuando se presentan como pensador agregan el tiempo psicológico: el
deseo de llegar a ser. Así es distinguible una especie de la otra. La
conciencia que ha objetivado los contenidos de la mente abandona los
pensamientos de pensador porque no le interesan y la idea del ego, del yo
pensante no encuentran en ella acomodo alguno.
29. Ramana Maharsi dijo: ¿Quién puede entender el estado del que ha
disuelto su ego y reside siempre en el Ser? Para él solo el Ser es. La
observación es exacta. Roto el falso apoyo del ego que ella creía ser, la
conciencia, aturdida, contempla el vacío (sunya) y solo le queda la firme
convicción del Ser en el que deberá instalar su residencia. En tono menor,
pues habla del principio del camino que lleva al Ser, afirma el shankarita en
su segundo savikalpa: Soy Sat- chit-ananda. Menciona con ello el sabio las
tres distinciones no mentales: Vida- conciencia- belleza, que pueden ser
hechas respecto a la realidad absoluta. Esto es algo así como disponer de un
apeadero 58 ilustre en el camino hacia el Ser. En su conjunto, las tres
distinciones constituyen el primer sonido (sabda), la primera percepción de
orden no mental que el practicante va a iluminar en su conciencia durante
el curso de su contemplación pasiva estabilizada. La conciencia en el ente
empieza a caminar hacia su residencia como conciencia del Ser. La
conciencia en el ente funciona como una conciencia mental, pero ahora,
una vez desbordado aquel nivel de conciencia, entra ella a tientas en el
reino del Ser, no pensante, directo y sin nombre. Algunos le llaman Eso y
otros, según explicaron, haciendo un esfuerzo le llaman Tao. Pero este
camino será tanto más acelerado cuanto mejor disuelto esté el primer nudo:
la idea del ego: Como nadie tiene dos yos, ocurre que la idea del ego, del
yo psicológico, obstruye sin cesar los caminos para llegar al Ser. Incluso,
desde que la idea es disuelta hasta que el ego deja de intervenir hay a veces
un largo tramo, porque el pensamiento tiende con obstinación poco
reductible a desdoblarse en pensamiento-pensador. Solo el pensamiento-
pensamiento, neutro como es, cede pronto en su batalla porque él es puro
prana, energía limpia para uso de la conciencia y no se interfiere en la
contemplación porque no comporta la atracción activa del deseo de llegar a
ser. Este deseo capaz de crear por sí solo el tiempo psicológico, es el único
Adversario fuerte en el camino hacia el Ser y si no se le deja aparecer, el
samadhi será siempre apacible, de caminos fáciles para que la conciencia
establezca al fin su residencia en el Ser.
30. Para transitar por este segundo savikalpa samadhi es bueno estudiar a
Ramana Maharsi, pues él describió lo que llamaba la indagación del Yo y
recomendó mantener la pregunta insistente: ¿Qué soy yo?, como
formulación metódica para penetrar -decía él - , en el corazón (el puro
centro del alma de los místicos cristianos), donde otro Yo-Yo (el Ser), late
incesantemente por sí mismo. Este es precisamente el camino hacia el Ser
que sugiere el segundo savikalpa samadhi. El camino no es en este caso
desde el sujeto (la conciencia) al objeto de conocimiento, sino desde el
sujeto (la conciencia) al Ser a cuyo reino no ha llegado aún la conciencia, y
por eso se dice que este es un savikalpa subjetivo-subjetivo. Debido a la
extrema subjetividad de lo que se busca, la pregunta que indaga no será
válida si se mecaniza en la mente como ocurre con toda repetición
insistente, sino que es necesario vivir la pregunta como si se viviera un
sonido interior, no mental, en contemplación pasiva, no inquisitivamente
sino con contención honda y con necesidad persistente y verdadera. Todo
esto que digo es para explicar que la respuesta que se indaga no es de la
mente ni llegará a ella, sino que es un sonido y para que éste llegue a la
conciencia es necesario que el pensamiento cese, o esté en cesación al
preguntar, cosa que es factible con los pensamientos no desdoblados en
pensador, pues estos últimos cesan fácilmente por sí solos. Recuérdese que
cuando la idea del ego se debilita, la conciencia, no incitada por el deseo, se
hace pausada, pacífica, y los pensamientos se suceden lentos hasta el punto
de producirse intersticios de silencio entre uno y otro pensamiento. Así es
como la conciencia empieza a penetrar, por estos intersticios de silencio no
buscados, en los niveles no mentales del Ser. Las realidades que descubre
así las toma para sí como botín de conocimiento. Este es el proceso del
camino indagador pues los peldaños de esta busca no son pensamientos que
vienen de este lado de la mente, sino sonidos que no se originan en la
mente ni son recibidos luego por ella como es el caso de las intuiciones. En
la cesación de la mente, la conciencia descubre los sonidos y no los traslada
a la mente, sino que quedan en ella como una información magistral y
transformadora. Para todo esto es necesario que la conciencia se habitúe al
hecho de que la cesación espaciosa del pensamiento no significa la muerte
de nada, pues ése es el temor que en muchos sobreviene por causa de la
identificación de la conciencia con el hecho de pensar: pienso, luego existo,
se dijo por identificación inadecuada; tampoco significa el olvido egoísta
del mundo, temor solo atribuible a la ignorancia, pues ningún mundo es
olvidado por eso sino amado más integradamente. La cesación del
pensamiento es un hecho natural, tan natural como el sencillo dormir 60
sin ensueños, sin pensamientos, con el pensamiento en cesación, que la
conciencia practica todas las noches para obtener un descanso reparador.
Lo que ahora digo es que la conciencia que conoce y vive jubilosa sus
propios silencios es la única que puede recibir sonidos que lleven a
responder a la pregunta que indaga: ¿Qué soy yo? Esa conciencia es la que
transforma poco a poco en la Realidad de ser- Eso. la afirmación que como
hipótesis de trabajo no mental sugiere el savikalpa: Soy Sat-chit-ananda.
Cuando Krishnamurti miraba con gozo el mundo, convertido en Vida,
conciencia y belleza, lo veía sin duda, como sonido primero y fronterizo
del Ser, integrado en el mundo. No importa que este sonido aparezca
recubierto por las dos diferenciaciones mutables: ñama y rupa, el nombre y
la forma. Lo que ahora pide el shankarita es que la conciencia se vea a sí
misma siendo ella ese sonido del Ser, en su pura consumación no mental,
subjetiva-subjetiva del gozo de Ser.
32. Pero hay otros tres sonidos que el shankarita menciona y que serán
aprehendidos por la conciencia no mental en el curso de este savikalpa
samadhi. 1. Supremamente incondicionado. Incondicionado, sin causa, sin
origen o finalidad que lo condicione en cuanto Ser y eso quiere decir
también sin tiempo, ni espacio, porque el Ser es por sí mismo y está exento
de todo cambio, es decir, de todo venir de ser, o de llegar a ser; está libre de
lo que implica causalidad. Cuando la conciencia se conoce como
incondicionada es, al mismo tiempo, conciencia en libertad; conciencia de
ser ananda. 2. Brilla por su propio esplendor. La luz y el conocimiento se
han descrito en muchos textos llamados sagrados como siendo una misma
cosa y se afirma que la luz del conocimiento ilumina la conciencia. Cuando
este sonido llega a la conciencia descubre que esa luz no viene del exterior,
pues tal luz es ella misma y esto es conciencia de ser chit. 3. Estoy exento
de toda dualidad. La unidad es el último sonido que es posible recibir, pues
una vez que la unidad es realizada no habrá nadie ni nada que emita un
sonido que de antemano no sea ya de la conciencia. La Unidad se descubre
por todos los caminos del Ser y viene o va del Ser hacia todos los caminos
del Ser. Ni una sola hoja levantada o no por el viento deja de estar incluida
en la Unidad. Sumirse en esa unidad sin límites, sentirse ser en ella, sin Yo
grande o pequeño, es la conciencia única e incomparable de ser el Ser.
(Sat).
33. El mal/el Malo, es, desde el punto de vista del dualismo, el ente o,
mejor dicho, la conciencia en el ente, pues es ella la que crea 62 y sostiene
el ente, cohesionado, aquí en el tiempo, en la pasión de llegar a ser, en el
vivir, en el placer y el dolor, y en el morir. Pero la conciencia no es en sí
misma más que un destello del Ser, ni podría ser otra cosa más que un
destello que se identifica con todo aquello que no es ella misma, que no es
el Ser. Este es el misterio de la ignorancia por la cual es posible toda
privación que llamamos el mal. Aquello que dijo Parménides y repitió San
Pablo: En el Ser existimos, nos movemos y somos, fue una manera de decir
que el Ser es en nosotros sin haber venido a ser jamás y que nuestra única
obra verdadera es descubrir, aunque sea a tientas, que además de movernos
y existir en el Ser, somos el Ser en verdad y esencia. Ser el Ser es que se
cumple la Voluntad única del Ser en el mundo del ente, tal como se cumple
siempre en el reino del Ser. Esta es la realización que postula el final del
padrenuestro, la conciencia en el ente se libra de su identificación con el
ente, con lo que ella misma se libra de ser conciencia para ser el Ser. Con
eso concluye la tentación, la caída, y reina la libertad para siempre. Eso es
la unidad.