El Mundo Antiguo Como Paradigma
El Mundo Antiguo Como Paradigma
El Mundo Antiguo Como Paradigma
Modelos
políticos clásicos en la génesis del liberalismo
contemporáneo: Estados Unidos y Francia
Desarrollo del tema
No sería un exceso afirmar que, desde aproximadamente el año 1750, las ideas
ilustradas inundaban ya todo el Viejo Continente, dejándose igualmente sentir con
fuerza en la América colonial (Williamsburg, Philadelphia, Boston, Lima, Buenos
Aires, Quito, México, La Habana, Río de Janeiro). Voltaire, en carta dirigida a Denis
Diderot, escribirá en 1776:
La sana filosofía gana terreno de Arcángel [Arjánguelsk, en el Ártico ruso] a Cádiz, pero (…) todo lo
que hemos podido hacer se ha limitado a conseguir que las gentes honradas de toda Europa digan que
tenemos razón y tal vez a que las costumbres sean un poco más suaves y más honestas. Pero la sangre
del caballero de La Barre humea todavía (…). Lo más terrible es que los filósofos no están unidos y que
los perseguidores lo estarán siempre (…).Vivid bastante, señor, y esperemos que podáis asestar golpes
mortales al monstruo al cual yo sólo he podido morderle las orejas.
Lemonnier
1812
1. Introducción: ¿por qué Grecia y Roma? Revolución liberal, estado-nación
y mundo antiguo durante la segunda mitad del siglo XVIII y el primer
cuarto del siglo XIX
Las dos revoluciones burguesas de siglo XVIII traen consigo, por tanto, una nueva
doctrina política: el liberalismo.
No obstante, desde muy tempranamente, tanto los “padres fundadores” de los recién
creados Estados Unidos de América (1776) como los revolucionarios franceses (estos
últimos sobre todo a partir de 1792) se encontraron con una serie de problemas de
índole fundamentalmente política, y de no fácil solución, que podemos condensar en
las dos siguientes preguntas:
Las monarquías absolutas del Antiguo Régimen había legitimado su poder en una
particular cosmovisión de raíz teológica: existía un orden divino que delegaba el poder
en los reyes para su ejercicio temporal.
Al asentar la nación sus bases sobre la lengua, las costumbres y el pasado común de
cada respectivo pueblo, durante el siglo XIX los historiadores terminaron ostentando
un rol absolutamente clave en la configuración de la unidad nacional, dedicando sus
esfuerzos a buscar en las fuentes antiguas, aunque sin olvidar los restos
arqueológicos, ideas y nociones que sirvieran para la construcción histórica de los
nuevos estado-nación.
La Historia (con mayúsculas) fue, sin duda, el instrumento elegido para demostrar la
existencia de la nación desde tiempos pretéritos. La misión del historiador no es otra
que la desvelar sus elementos constitutivos, sus orígenes y las esencias que desde
entonces la habían caracterizado. No es casualidad que muchos de los principales
políticos del Ochocientos fueran historiadores: Cánovas del Castillo, Thiers, Cesare
Balbo...
1. Introducción: ¿por qué Grecia y Roma? Revolución liberal, estado-nación
y mundo antiguo durante la segunda mitad del siglo XVIII y el primer
cuarto del siglo XIX
Salammbô
Alfons Mucha. 1896
1. Introducción: ¿por qué Grecia y Roma? Revolución liberal, estado-nación
y mundo antiguo durante la segunda mitad del siglo XVIII y el primer
cuarto del siglo XIX
Hasta cierto punto, el uso insistente del pasado grecolatino durante el primer
liberalismo es comprensible: los ilustrados conocían bien a los autores clásicos. Una
parte sustancial de la educación, todavía muy elistista, se basaba fundamentalmente
en la lectura y estudio de los escritores griegos y latinos.
Tanto los ilustrados (Voltaire, Montesquieu, Rousseau, Diderot, D’Alembert) como los
acomodados revolucionarios norteamericanos (Adams, Jefferson, Hamilton) manejaban
con gran soltura el griego y el latín. Algunos, como James Madison, dominaban
incluso el hebreo.
Así las cosas, sólo la tradición antigua parecía ser realmente, sino la única, sí la más
válida fuente de inspiración para el nuevo diseño político surgido al calor de las
llamadas “revoluciones liberales”.
1. Introducción: ¿por qué Grecia y Roma? Revolución liberal, estado-nación
y mundo antiguo durante la segunda mitad del siglo XVIII y el primer
cuarto del siglo XIX
Historiae
Annales
De origine et situ Germanorum
De vita et moribus Iulii Agricolae
Aunque podemos rastrear sus antecedentes en los siglos XV-XVI (Renacimiento), este
fenómeno de asimilación y recepción del pasado grecolatino principalmente es fruto
del gusto neoclásico que se impone en Europa alrededor de 1750. El neoclasicismo
es un movimiento cultural que se sustenta en el redescubrimiento de la Antigüedad
clásica desde el punto de vista arqueológico, no ya sólo literario.
El ciclo revolucionario de 1820-1830-1848 ahonda aún más en esta fractura, toda vez
que el movimiento obrero ya está constituido y plenamente organizado.
La aversión hacia las “masas” se argumenta durante el siglo XIX en muchos casos a
partir de las doctrinas políticas antiguas, y muy especialmente Aristóteles. Destaca
aquí la figura del helenista alemán Wilamowitz-Moellendorff (1848-1931), cuyos
postulados antiigualitaristas se sustentan a través del Corpus Aristotelicum, así como
en la distinción platónica entre la buena y mala igualdad.
¿No está toda cultura destinada a la extinción cuando se difunda en las masas?
Wilamowitz-Moellendorff Rostovtzeff
2. El clasicismo como ideología
El monstruoso sistema tomó cuerpo. Alejandro y Vladimir Ulianov debieron pasar, posteriormente, por
las torturas de un clasicismo policial, en que Atenas y Roma únicamente servían de vestíbulos a la
imperial San Petersburgo (...).
Alejandro ingresó a la clase preparatoria del gimnasio en 1874. Aunque la época de las reformas
hubiese ya terminado, el gimnasio de entonces era en su género algo así como un reformatorio de
menores. El principal suplicio lo constituía la enseñanza de los escritores clásicos. “El conocimiento
de las lenguas muertas –según explicaban los creadores de ese sistema de instrucción–, por la misma
dificultad de su estudio, proporciona una lección de modestia, y la modestia es el primer síntoma y la
primera exigencia de una educación verdadera”. La enseñanza clásica estaba destinada a ser una
pesada carga para la razón infantil.
2. El clasicismo como ideología
2. El clasicismo como ideología
2. El clasicismo como ideología
2. El clasicismo como ideología
2. El clasicismo como ideología
Richard Spencer
Las Trece Colonias británicas de Norteamérica, a finales del siglo XVIII, llevaron a la
práctica lo que era el sueño de muchos ilustrados europeos: la formación de una
nueva sociedad democrática, compuesta por hombres libres e iguales, realmente
próxima a la anhelada por Rousseau, Voltaire y Montesquieu.
En 1776 nació una nación nueva por completo, en un territorio virgen de historia y
donde no existía una tradición antigua. Los revolucionarios norteamericanos, por
tanto, necesitaban fuentes de inspiración y legitimación para la nueva estructura
estatal, así como modelos a partir de los cuales construirla.
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
El hecho de que en Estados Unidos existan numerosas ciudades con nombre griegos
es la constatación más evidente de la gran admiración que en la nueva nación
despertó la Grecia clásica, pero la influencia helena va mucho más allá.
Arcadia – 12
Delfos – 3
Corinto – 6
Ítaca – 4
Olimpia – 7
Atenas – 18
Troya – 28
Washington D. C.
Fundada en 1790 como capital federal
Diseñada por Pierre Charles L’Enfant
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Capitolio, Washington D. C.
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Monticello, Charlottesville
Thomas Jefferson. 1768
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Partenón de Nashville
1897
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Los llamados “padres fundadores”, es decir, aquellos líderes políticos y estadistas que
participaron y dirigieron la American Revolution (1776-1787), acudirán a Grecia para
legitimar sus propuestas de estado y sus modelos de sistema de gobierno, dando así
solidez al nuevo presente esgrimiendo un prestigioso pasado. La tradición griega fue
particularmente valiosa sobre todo para resolver dos de los grandes problemas
estructurales que tuvieron que afrontar los representantes designados para redactar y
aprobar la Constitución (1787):
Esto nos sitúa, por tanto, en la última fase del proceso revolucionario
estadounidense, el llamado “período confederal”, que se extiende entre los años
1783, cuando se firma la paz con Reino Unido, y 1789, cuando la Constitución entra
finalmente en vigor tras ser ratificada por los estados.
En 1791 se añade la Carta de Derechos de los Estados Unidos, que incluye las diez
primeras enmiendas a la Constitución. Para este momento, contamos ya con 14
estados, dada la adhesión de Vermont, en la zona interior de Nueva Inglaterra, a
partir de territorios reclamados por Nueva York y New Hampshire, y que también
disputaban para sí las colonias británicas norteamericanas que habían permanecido
leales (Canadá).
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Colonias británicas en
Norteamérica hacia 1750
1: Terranova
2: Nueva Escocia
3: Trece Colonias
4: Bermudas
5: Bahamas
6: Belice
7: Jamaica
8: Islas de Sotavento
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
N: colonias absorbidas
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Antes de la independencia
Declaration of Independence
John Trumbull. 1819
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Después de la independencia
Bandera en 1776-1777
E pluribus unum
(“De muchos, uno”)
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Ya previamente, los estados habían elaborado sus propias constituciones. Entre los
años 1776 y 1780, todos los estados, salvo Rhode Island y Connecticut, que
únicamente revisaron sus antiguas cartas coloniales para borrar toda referencia a la
autoridad real, aprobaron nuevos textos.
Soy republicano de convicción (…). La mayor parte de todo lo valioso de la vida civil se ha originado bajo esta
forma de gobierno. Dos poderes republicanos como Atenas y Roma nos han honrado más que todo el resto.
Para establecer un nuevo país basta tan sólo con este gobierno.
No hay nada nuevo que sea útil o sólido. Y me atrevo a asegurar que
cada institución política está completamente explicada por
Aristóteles y otros escritores antiguos y que no hay un nuevo
descubrimiento en la ciencia política desde hace diez siglos.
Como ya hemos apuntado, el pasado griego se usa principalmente para resolver dos
problemas:
2. La relación de este nuevo estado con los diferentes estados que lo integraban.
Federalistas
Antifederalistas
De iure, hasta la entrada en vigor de la
Constitución de 1789, los Estados Unidos de
América constituían una confederación con un
poder central muy débil.
No fueron pocos los estadistas mencionados que, bajo pseudónimo de claro gusto
clásico, participaron activamente en los debates paralelos con intención de influir en
la opinión pública, ya a favor de la ratificación de la Constitución (federalistas), ya en
contra (antifederalistas).
John Adams, uno de los más destacados federalistas, era en ocasiones comparado
con Temístocles, al que él mismo aludida constantemente en sus discursos. Adams
fue el impulsor del Ejército Continental. El ateniense Temístocles fue, siguiendo el
relato de Heródoto, el encargado de liderar la resistencia contra Jerjes, el impulsor de
la victoria contra Jerjes y el gran vencedor en Salamina en 480 a. n. e.
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Aunque el recurso a Esparta y Atenas está presente, dentro del debate entre
federalistas y antifederalistas, entre los defensores de uno u otro plan, cobrarán
mucha importancia las confederaciones griegas, y más en especial las del período
helenístico, aquellas que surgen o se consolidan en el contexto de la expansión
romana por el Mediterráneo oriental. Son fundamentalmente 4:
Sin duda, el padre fundador que más intervendrá en el debate constitucional a partir
del pasado griego en James Madison, quien incluso elabora un informe para ver qué
modelo servía mejor: On Ancient and Modern Confederacies (abril-junio de 1786).
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Liga beocia
Será traída al debate como modelo inválido. Se omite casi por completo, cuando es
paradójicamente el modelo del que más datos se tienen (Jenofonte) y que más
encajaría, a priori, con las necesidades estadounidenses. Adams escribirá:
La Liga licia, conocida básicamente por Estrabón (14.3.3), será considerada el mejor
modelo a seguir, gustando tanto a los federalistas como a los antifederalistas. Su
desarrollo se extiende entre el siglo IV a. n. e. y el año 43 d. n. e. (cuando queda la
región de Licia queda incorporada al Imperio romano como provincia bajo el
emperador Claudio). Sin embargo, desde el año 188 a. n. e. la zona ya estaba bajo
control romano, gobernándose de forma autónoma.
Son veintitrés ciudades las que tienen derecho a voto, y desde cada una de ellas van a reunirse en una
asamblea común una vez que han elegido la ciudad que les ha parecido adecuada. Las ciudades mayores
tienen derecho a tres votos cada una, las medianas a dos y las demás a una, y de manera
proporcional pagan los tributos y desempeñan el resto de las liturgias . Artemidoro dijo que las seis
mayores eran Janto, Patara, Pinara, Olimpo, Mira y Tíos, esta última situada en el paso que lleva a Cibira. En
la asamblea eligen en primer lugar un lykiárchēs y luego otros cargos de la liga, y designan juzgados en
común. Antes también deliberaban sobre la guerra, la paz y las alianzas, pero ahora no es normal que lo
hagan, pues estos asuntos están obligatoriamente en manos de los romanos, excepto si estos dan su permiso
o si se trata de algo ventajoso para ellos. Igualmente se eligen jueces y arcontes de las distintas
ciudades en proporción a los votos que tienen. Y como tenían una constitución tan buena permanecieron
libres durante la dominación romana, respetando sus tradiciones, y vieron cómo fueron completamente
eliminados los piratas, primero gracias a Servilio Isáurico por la misma época en que destruyó Isauria [75 a.
n. e.], y luego gracias a Pompeyo Magno [64/63 a. n. e.], que quemó más de mil trescientas naves y
devastó sus asentamientos llevándose una parte de los hombres que sobrevivieron en las batallas a Solos, a
la que llamó Pompeyópolis, y otra parte a Dime, cuya población era escasa y que ahora está ocupada por una
colonia de romanos.
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
La Liga licia, peor conocida en el siglo XVIII que la Confederación beocia, las ligas
arcadia y aquea o las ligas clásicas del Peloponeso (Esparta) y Delos (Atenas), será
reclamada principalmente por su proporcionalidad.
Mr. Ellsworth ha cometido un error al decir que no existían ejemplos en los que los estados confederados no
hubieran mantenido una igualdad exacta en el sufragio… le recuerdo la confederación licia en la que los
miembros integrantes tenían votos en función de su importancia y a la que Montesquieu aconsejaba como el
modelo más completo de gobierno.
Madison, Records of the Federal Convention, 30 de junio de 1787
Bouleuterion de Patara
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Los antifederalistas que abogaron por este modelo lo hicieron por entender que se
trataba de una unión muy descentralizada, sin un poder fuerte.
Resulta lógico que todo aquel que se pone al corriente de la Historia Antigua vuelva sus pensamientos al
miserable destino de los licios. Era un pueblo soberbio y virtuoso, que mantuvo su independencia y su libertad
durante siglos, sostenido por sus sencillas instituciones bajo veintitrés soberanías distintas. Fue hasta el
reinado de Leomitiano, cuando cayeron bajo el yugo romano con otras ciudades de Grecia mientras el tirano
alegaba, para justificar su intromisión, la misma excusa que hemos escuchado en las calles de nuestras para
someter a los americanos a las armas del poder establecido, que no eran del todo capaces de disfrutar de sus
libertades. América ha luchado por sus libertades, las ha conseguido a costa de los duros sacrificios, se ha
embarcado en esta empresa con un espíritu con el que se ha ganado el aplauso de la Humanidad y ha
logrado su emancipación de la tiranía con la sangre de sus héroes y amigos. Y ¿será desperdiciado su honor,
su reputación, su libertad por la doblez y las intrigas de aquellos que nunca han participado en sus
sufrimientos?
La Liga aquea
La Liga aquea, que surge durante el período clásico, resucita con gran fuerza en la
primea mitad del siglo III a. n. e. Estará encabezada por las principales ciudades de
Acaya (norte del Peloponeso): Dime, Patras y Tritea. Acaba integrando dentro de sí a
importantes póleis no aqueas, como Sición, Argos, Megalópolis, Corinto o Megara. Su
esplendor llega hacia 220-190 a. n. e.
La Liga aquea será muy del gusto de los federalista por considerarse que, a
diferencia de la Liga licia, sí contaba con un poder central fuerte. Además, se veía
como un estado unitario, a pesar de que nunca fue tal cosa. Esta impresión venía de
leer muy literal de las fuentes clásicas (Plb. 2.37-38).
Había infinitamente más moderación y justicia en la administración de su gobierno y una reacción popular
menos violenta y sediciosa que la que se podía encontrar en cualquiera de las ciudades que ejercían
individualmente todas las prerrogativas de su soberanía… El gobierno del pueblo, en cualquier momento y
lugar sujeto a convulsiones, no provocó desorden alguno entre los miembros de la “república aquea” porque
la posible amenaza era temperada por esa autoridad centralizada y la legislación que la liga se concede.
Hamilton y Madison, con estas palabras no estaban más que siguiendo fielmente la
opinión de Polibio (Plb. 2.38; 2.44; 4.6; 22.8; 23.12), para quien el sistema político
de la Liga aquea se distinguía por su igualdad, libertar de expresión y democracia
genuina (opuesta a la democracia radical ateniense).
Las monarquías que se unen [en una liga] se separan pronto, las aristocracias se preservan en la unión más
tiempo. pero las democracias, a menos que se separen por alguna extraordinaria circunstancia, duran para
siempre… ¿Cuál fue el efecto [en la Liga aquea]? Reinó entre ellos la más perfecta armonía y amistad y se
mostraron muy comprometidos en la defensa de su libertad.
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
La Anfictionía de Delfos
Luther Martin, antifederalista y, a la misma vez, partidario del voto igualitario (era
compromisario de Maryland, uno de los estados más pequeños), dirá:
Los estados que formaban el consejo anfictiónico eran iguales aunque Lacedemonia, uno de los estados más
grandes, intentó la exclusión de tres de los estados menores de este derecho. Bien es verdad que con este
plan solo intentaba reducir sus derechos, no aniquilarlos. Fue la ambición y el poder de los estados griegos lo
que arruinó este respetable consejo.
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
No muestra esas convulsiones internas que los colegas achacan a todos los gobiernos de tipo confederal. Los
historiadores más respetables prueban que esta confederación estaba exenta de aquellos defectos (…). Esta
liga fue fundada sobre principios democráticos y gracias a la sabiduría de su estructura se perpetuó en el
tiempo mucho más que ninguna otra. Sus miembros, como nuestros estados en su unión confederal, retenían
su soberanía individual, y disfrutaban de una igualdad perfecta».
La popularidad de la Anfictionía de Delfos llegó a ser tal que incluso superó los
límites del debate político, permeando en el círculo femenino vinculado a los padres
fundadores: Abigail Adams y Eunice Paine se hacen llamar “damas anfictiónicas”.
3. De colonias a república: el legado político griego en la Revolución
norteamericana (1776-1787)
Los padres fundadores que la forma política de su nuevo estado debía ser del todo
diferente a la de la monarquía británica, la antigua metrópoli. Existía, pues, un claro
consejo en que la fórmula de gobierno de los Estados Unidos debía ser la república
democrática. El problema estaba en qué tipo de democracia instaurar. El ejemplo
ateniense parecía demasiado radical, siguiendo la opinión de los propios autores
clásicos (Jenofonte, Aristóteles, Polibio, Plutarco).
La Historia no ofrece ningún ejemplo de república longeva que no tuviera Senado. De hecho, solamente
Esparta, Roma y Cartago perduraron en el tiempo, y en los dos primeros existía un senado vitalicio. Es
necesaria alguna institución que combine la estabilidad con la libertad (…). El pueblo puede ser traicionado
por sus representantes y el peligro será claramente mayor allí donde toda la autoridad legislativa se halla en
manos de un único cuerpo, no donde se requiera el acuerdo de dos cuerpos independientes y diferentes para
cualquier disposición pública.
En su lucha singular contra los Curiacios de Alba Longa (Liv. 1.25), esta auténtica
exaltación de la lealtad al Estado, el heroísmo y la virtud cívica de los Horacios,
convertidos en modelo conductual del buen ciudadano, fue considerada en los años
inmediatamente anteriores a la Revolución de 1789, en la que el pintor participó
activamente, una declaración de intenciones, un manifiesto y hasta una invitación a
las armas.
4. Entre república e imperio: Atenas, Esparta y Roma en la Revolución
francesa (1789-1804)
La idealización de Grecia y Roma durante la Revolución francesa llega a tal punto que
los modelos clásicos son asumidos por las distintas facciones políticas que surgen
dentro de la Convención Nacional (1792-1795).
La efigie de Bruto, que decoraba buena parte de los edificios públicos y jardines de
París, comenzó a aparecer en los naipes. Su nombre fue utilizado como patronímico
de muchos recién nacidos (también solía usarse el de Escévola). De igual modo, no
pocos revolucionarios del momento se agenciaron un seudónimo de claro origen
romano, caso de Gracchus Babeuf, director del Tribuno del Pueblo (1794-1796).
4. Entre república e imperio: Atenas, Esparta y Roma en la Revolución
francesa (1789-1804)
Después del golpe de Termidor (24 de julio de 1794), que expulsó del poder a los
jacobinos, se comenzó a desmontar la mitología en torno a Esparta y Roma que
aquellos habían creado.
En 1799, tras el golpe de estado del 18 de Brumario, Napoleón, como antes los
jacobinos, se apresuró a buscar los elementos legitimadores de su poder en el
mundo romano, pero ya no en el período republicano, sino en el Imperio. No es
casual, ciertamente, que la terminología asignada a los cuerpos institucionales de la
de la Constitución del año VIII (1800) fuera extraída directamente de la legislación
romana: Senado, Tribunado y Consulado.
A lo largo del siglo XIX, tanto estadounidenses como como franceses recurrirán a la
esclavitud griega para justificar la de su época. Posiblemente, el caso más
paradigmático sea el de Charles Maurras (1868-1952), líder de Action Française, y
gran entusiasta de una “República basada en la esclavitud de la mayoría”. Gustaba
de sentirse “ateniense”.
Wallor será autor de una Histoire de l’esclavage dans l’Antiquité (1847). Será diputado
de la Asamblea Nacional Legislativa surgida de la Revolución de 1848, y participará
en el decreto que abolió la esclavitud en las colonias francesas.
5. Esclavitud antigua, esclavitud moderna
5. Esclavitud antigua, esclavitud moderna
Wallon escribe en el prefacio de su obra:
¡La esclavitud entre los antiguos! Tal vez parezca extraño que vaya a buscarse tan lejos cuando la esclavitud
sigue existiendo entre nosotros. Al abordar este tema no quiero apartar la atención bajo ningún concepto de
la cuestión colonial. Antes bien, me gustaría centrarla en ella y buscar una solución.
Antes, cuando todo individuo formaba parte de una gens y tenía su patrón, la miseria era prácticamente
desconocida. El individuo era alimentado por su patrón. La democracia no suprime la miseria, por le contrario
la hace más palpable.
La esclavitud, por sus orígenes, por su naturaleza y por sus efectos, se convierte (en la mente de sus
defensores) en una de las instituciones humanas más bendecidas por Dios. Sus orígenes la sitúan en la
familia, no siendo la esclavitud del extranjero más que una benévola forma de adopción: adopción primero
del pobre y luego del vencido. El pobre, amenazado con morir de hambre, y el vencido puesto bajo la espada
del vencedor, verían salvadas sus vidas y renacerían a una nueva vida. Si el patrón se la ha dado, ¿no es justo
que se le llame pater familias? ¿Y no será entonces la esclavitud un acto supremo de amor y caridad?
5. Esclavitud antigua, esclavitud moderna
Casi los mismos argumentos paternalistas que en Francia se daban en los recién
creados Estados Unidos, pero aquí, a diferencia que en el continente europeo, el
tema de la esclavitud acabó degenerando en una guerra civil entre los estados del
norte y los del sur (1861-1865). Para defender la esclavitud los sudistas, cuyo
principal exponente fue John Caldwell Calhoun, líder de la facción esclavista del
Senado, apelaron directamente al “modelo griego”.
Para pensadores estadounidenses la esclavitud les parecía una condición sin la cual
nunca se podría haber producido la expansión romana. El propio Jefferson, que
siempre se mostró en sus escritos a favor de abolir el orden esclavista, nunca dejó de
tener esclavos en sus plantaciones virginianas. Pensaba, además, que los esclavos
antiguos, especialmente los romanos, estuvieron mucho peor que los negros, idea
que sustentó en sus lecturas de Tácito y Cicerón.
5. Esclavitud antigua, esclavitud moderna
Para pensadores estadounidenses la esclavitud les parecía una condición sin la cual
nunca se podría haber producido la expansión romana. El propio Jefferson, que
siempre se mostró en sus escritos a favor de abolir el orden esclavista, nunca dejó de
tener esclavos en sus plantaciones virginianas. Pensaba, además, que los esclavos
antiguos, especialmente los romanos, estuvieron mucho peor que los negros, idea
que sustentó en sus lecturas de Tácito y Cicerón.