El grillo vivía en la cueva de un zorro y cantaba toda la noche, lo que molestaba al zorro. El zorro declaró la guerra al grillo y reunió a otros animales. El grillo también reunió aliados como pulgas y mosquitos. En la batalla, una avispa picó al zorro debajo de la cola, dándole una victoria dolorosa al grillo.
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El grillo vivía en la cueva de un zorro y cantaba toda la noche, lo que molestaba al zorro. El zorro declaró la guerra al grillo y reunió a otros animales. El grillo también reunió aliados como pulgas y mosquitos. En la batalla, una avispa picó al zorro debajo de la cola, dándole una victoria dolorosa al grillo.
El grillo vivía en la cueva de un zorro y cantaba toda la noche, lo que molestaba al zorro. El zorro declaró la guerra al grillo y reunió a otros animales. El grillo también reunió aliados como pulgas y mosquitos. En la batalla, una avispa picó al zorro debajo de la cola, dándole una victoria dolorosa al grillo.
El grillo vivía en la cueva de un zorro y cantaba toda la noche, lo que molestaba al zorro. El zorro declaró la guerra al grillo y reunió a otros animales. El grillo también reunió aliados como pulgas y mosquitos. En la batalla, una avispa picó al zorro debajo de la cola, dándole una victoria dolorosa al grillo.
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EL GRILLO Y SUS AMIGOS
Llegó el día de la pelea.
La avispa fue y, con todas sus fuerzas, picó al zorro debajo del rabo. El zorro sintió un dolor horrible y no podía levantar la cola. Aguantó, pero no pudiendo más corrió hacia el río gritando: "Al río, soldados míos, Que la batalla la ganó el grillo." Y de este modo el grillo pudo seguir cantando toda la noche, muy feliz.
Un grillo vivía en un agujero a la puerta
de la cueva de un zorro. Toda la noche cantaba: -¡Cri, cri, cri! ¡Cri, cri, cri! El zorro no podía dormir. -¿Te quieres callar, atontado? -le dijo el zorro. Y el grillo seguía cantando.
Aburrido ya el zorro le declaró la
guerra. Llamó a todos los animales de cuatro patas. El grillo por su parte llamó a las pulgas, a los mosquitos y les dijo: -Amigos, el zorro nos declara la guerra. Los amigos del grillo se metieron entre los pelos de los zorros, los osos y los lobos. Ocultos allí, oyeron que el zorro decía a sus amigos: -Si la batalla está ganada, llevaré la cola levantada. Si la batalla está perdida, llevaré la cola caída. HANSEL Y GRETEL Por la tarde, al no encontrar a sus padres, los niños querían volver a casa, pero les fue imposible porque los pájaros se habían comido las migajas. Entonces se asustaron de veras y, muertos de miedo, fueron siguiendo un caminito que les condujo hasta una casita que se veía a lo lejos. Cuando llegaron a ella, descubrieron encantados que no era como las demás casas, sino de galletas y de golosinas. -¡Qué ricas están!, ¡mm! De pronto apareció por la puerta una anciana un poco extravagante; su nariz era larga y puntiaguda. Les invitó a entrar prometiéndoles sorpresas.
Una vez dentro, la sorpresa fue amarga,
puesto que la viejecita era una bruja que encerró a Hánsel en una jaula. -Y tú, niña, me limpiarás la casa -le ordenó. La bruja estaba preparando un caldo donde quería cocer a Hánsel y mientras se abocaba para ver si estaba a punto, Grétel la echó dentro. Al fin volvían a ser libres y... ricos, porque encontraron el tesoro de la bruja. Esta vez si hallaron el camino de casa en donde estaban sus padres arrepentidos.
Hánsel y Grétel eran los hijos de unos
leñadores tan pobres que sólo comían pan duro por lo que sus padres querían abandonarlos en el bosque. Aquella noche, Hánsel esperó a que todos se acostasen y, sin hacer ruido, se levantó; salió al portal y se llenó los bolsillos de piedrecitas. Por la mañana, se fueron al bosque, pero el niño caminaba el último echando las piedrecitas por el camino y así regresaron, siguiendo el rastro. Pasados unos días, los padres deciden repetir el abandono; esta vez Hánsel no pudo recoger las piedras y tuvo que echar migas de su mendrugo de pan.