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EFECTIVIDAD DEL TRATAMIENTO JURÍDICO DE LA DELINCUENCIA JUVENIL EN

COLOMBIA PARTIENDO DE LA BASE TEORICA DEL


MODELO DE PROTECCIÓN INTEGRAL

Autor:
LUIS ANTONIO ROJANO SARMIENTOPEREZ

UNIVERSIDAD COOPERATIVA DE COLOMBIA


FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
PROGRAMA DE DERECHO
SANTA MARTA – MAGDALENA
D.T.C.H
2019
ii

EFECTIVIDAD DEL TRATAMIENTO JURÍDICO DE LA DELINCUENCIA JUVENIL EN


COLOMBIA PARTIENDO DE LA BASE TEORICA DEL
MODELO DE PROTECCIÓN INTEGRAL

Autor:
LUIS ANTONIO ROJANO SARMIENTOPEREZ

Trabajo de grado para optar al título de:


ABOGADO

Directora:
MARIA JOSE ALVAREZ CORREA

UNIVERSIDAD COOPERATIVA DE COLOMBIA


FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES Y HUMANAS
PROGRAMA DE DERECHO
SANTA MARTA – MAGDALENA
D.T.C.H
2019
iii

Nota de aceptación

_________________________________
_________________________________
_________________________________

_________________________________
Asesor

________________________________
Evaluador

_________________________________
Evaluador
iv

DEDICATORIA

A Dios por ser la fuerza divina y espiritual que guía cada paso que he dado en mi vida, y
por proteger con amor mis sueños y propósitos en mi carrera profesional. Es con tu bendición
señor que he logrado cumplir cada cosa que me propongo.

A mis padres por ser mis protectores y mi mayor motivo para superarme día a día, a ellos,
mi tesoro les debo todos mis triunfos, por eso hoy quiero dedicarles este trabajo que con tanto
esfuerzo y entrega decidí hacer para finalizar un ciclo más en mi carrera como abogado.
v

AGRADECIMIENTOS

Todo mi agradecimiento a esta prestigiosa institución que con dedicación propende la


formación de excelentes profesionales en derecho. Mi querida Universidad Cooperativa de
Colombia, no puedo más que agradecerte por otorgarme el conocimiento necesario para
convertirme en un ciudadano de bien y en un profesional con el perfil necesario para hacerme parte
de la vida laboral.

Especialmente quiero agradecer a la doctora Maria Jose Alvarez Correa por disponer de su
valioso tiempo y orientarme con sus conocimientos para la realización de esta investigación,
siempre valoré acá uno de sus aportes y agradecí de los mismos su franqueza y sabiduría.

De igual forma agradecer al doctor Edwin Lugo Quiroz por el acompañamiento como mi
asesor metodológico, por su disposición a orientadme y por sus grandes aportes a mi trabajo de
investigación.

De todo corazón muchas gracias.


vi

TABLA DE CONTENIDO

RESUMEN ..................................................................................................................................... x

INTRODUCCIÓN .......................................................................................................................... 1

CAPITULO I .................................................................................................................................. 9

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA DELINCUENCIA JUVENIL EN COLOMBIA Y EL


TRATAMIENTO JURÍDICO OTORGADO A LOS MENORES QUE INFRINGÍA LA LEY
PENAL DESDE EL SIGLO XIX HASTA EL SIGLO XXI .......................................................... 9

1.1 INDIFERENCIA DE LA SOCIEDAD Y EL ESTADO COLOMBIANO FRENTE A


LOS DERECHOS Y GARANTÍAS DE LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES EN EL
SIGLO XIX ............................................................................................................................... 11

1.1.1 Prácticas sociales que orientaron la formación y educación de los niños en Colombia
……………………………………………………………………………………..11

1.1.2 Tratamiento jurídico del “niño rebelde” en el siglo XIX y la permisibilidad del maltrato
físico hacia los niños, niñas, y adolescentes bajo el poder de la patria potestad .................. 14

1.2.3 Indecencia de la “ilegitimidad de los hijos” en la mendicidad, vagancia, y en la


delincuencia juvenil durante el siglo XIX ............................................................................ 16

1.2.4 El “adulto menor” en el Siglo XIX en Colombia ........................................................ 20

1.2.5 Tratamiento jurídico de los menores de edad “niño”, “niño huérfano” y “adolescente”
derivado de las prácticas sociales del siglo XIX ................................................................... 22

1.2 EL MENOR INFRACTOR DE LA LEY PENAL COLOMBIANA EN SITUACIÓN DE


IRREGULARIDAD: OBJETO DE CUIDADO, PROTECCION Y DEFENSA SOCIAL POR
PARTE DEL ESTADO EN EL SIGLO XX............................................................................. 27

1.2.1 De la beneficencia y la pedagogía moral a la necesidad de controlar y reformar a los


menores delincuentes ............................................................................................................ 27
vii

1.2.2 Transición entre el discurso de la caridad pastoral y la beneficencia estatal, a la


emergencia de los discursos de la criminalidad .................................................................... 31

1.2.3 Creación de la jurisdicción especial para menores. Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean
Juzgados y casas de reforma y corrección para menores” .................................................... 33

1.2.4 Análisis de la implementación de la Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean Juzgados y


casas de reforma y corrección para menores”....................................................................... 42

1.2.5 Surgimiento del discurso de “niños peligrosos” que oriento el enfoque jurídico del
Código Penal de 1936 y el Código de Procedimiento Penal de 1938 ................................... 47

1.2.6 Ley 83 de 1946 ley orgánica de la defensa del niño .................................................... 53

1.2.7 Ley 75 de 1968 por la cual se dictan normas sobre filiación y se crea el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar ....................................................................................... 56

1.2.8 Código del Menor con el Decreto 2737 de 1989 ......................................................... 57

1.3 LOS NIÑOS, NIÑAS, Y ADOLESCENTES INFRACTORES DE LA LEY PENAL


COLOMBIANA: SUJETOS TITULARES DE DERECHO EN EL SIGLO XXI BAJO LA
DOCTRINA DE LA PROTECCIÓN INTEGRAL .................................................................. 68

1.3.1 La transición de la “doctrina de la situación irregular” a la “doctrina de protección


integral” desde 1989 hasta 2006: Ley 1098 de 2006 “Por la cual se expide el código de la
infancia y la adolescencia”.................................................................................................... 68

CAPITULO II ............................................................................................................................... 72

MODELO DE PROTECCIÓN INTEGRAL DE LOS NIÑOS, NIÑAS, Y ADOLESCENTES


CONFORME A LOS CONVENIOS Y TRATADOS INTERNACIONALES RATIFICADOS
POR COLOMBIA ........................................................................................................................ 72

2.1 MARCO NORMATIVO INTERNACIONAL SOBRE JUSTICIA JUVENIL ................. 73

2.1.1 Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores
del año 1985 (Reglas De Beijing) ......................................................................................... 73

En cuanto a las sanciones, según la regla No.18 de ...................................................................... 77

2.1.2 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos ................................................... 79


viii

2.1.3 Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989 ................................ 80

2.1.4 Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Jóvenes Privados de Libertad
de 1990 .................................................................................................................................. 81

2.2.5 Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil de


1990 (Directrices de Riad) .................................................................................................... 82

2.2.6 Convención de los Derechos del Niño, Ratificada por Colombia por Medio de la Ley
12 de 1991 ............................................................................................................................. 84

CAPITULO III .............................................................................................................................. 85

DISPOSICIONES NORMATIVAS QUE REGULAN EL TRATAMIENTO JURÍDICO DE LA


DELINCUENCIA JUVENIL EN COLOMBIA CONFORME AL MODELO DE PROTECCIÓN
INTEGRAL................................................................................................................................... 85

3.1 SISTEMA DE RESPONSABILIDAD PENAL PARA ADOLESCENTES (SRPA) ........ 86

3.2 PROCESO DE PROTECCIÓN DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES MENORES


DE 14 AÑOS QUE SE PRESUMA O HAYAN INCURRIDO EN LA COMISIÓN DE UN
DELITO .................................................................................................................................... 91

3.2.1 Proceso Jurídico ........................................................................................................... 91

3.2.2 Proceso administrativo ................................................................................................. 95

3.2.3 Medidas establecidas por las Autoridades Administrativas y Modalidades ................ 97

3.2.3.1 Amonestación ........................................................................................................... 98

3.2.3.2 Centros de Atención Especializados ......................................................................... 98

3.2.3.3 Centro de Atención Especializado Semi-Internado ............................................ 99

3.2.3.4 Centro de Atención Especializado - Externado................................................. 100

3.2.3.5 Hogares gestores ............................................................................................... 100

3.2.3.6 Centros de Emergencia...................................................................................... 100

3.3 PROCESO DE RESPONSABILIDAD PENAL PARA ADOLESCENTES .............. 101


ix

3.3.1 Autoridades y Entidades del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes


103

3.3.2 Sanciones en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes ................ 104

3.3.3 Derechos de los adolescentes durante la ejecución de las sanciones ......................... 109

3.4 PRESTACIÓN DEL SERVICIO EDUCATIVO EN EL MARCO DEL SISTEMA DE


RESPONSABILIDAD PENAL PARA ADOLESCENTES .................................................. 111

3.4.1 De la atención educativa en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes


............................................................................................................................................. 112

3.5 MIRADA A LOS CENTROS DE ATENCIÓN ESPECIALIZADA EN COLOMBIA PARA


NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES .................................................................................. 114

CONCLUSIONES ...................................................................................................................... 126

RECOMENDACIONES ............................................................................................................. 129

BIBLIOGRAFIA ........................................................................................................................ 130


x

RESUMEN

La delincuencia juvenil es un problema social y jurídico que ha estado presente en nuestro


país aproximadamente desde el siglo XIX, convirtiéndose en uno de los problemas más difíciles
de enfrentar con transcurrir de los días y años por ser el causante de inducir en la ilicitud a los
niños, niñas, y adolescentes desde muy temprana edad, para luego dejarlos atrapados en un camino
en el que difícilmente hay retorno. Es por esta razón, que, con gran angustia y preocupación, desde
la academia formule un interrogante, que pocos en la comunidad jurídica se han planteado: ¿Es
efectivo el tratamiento jurídico de la delincuencia juvenil en Colombia conforme al principio de
protección integral? Cuestionamiento que inicialmente estructure a título personal, teniendo en
cuenta, que conforme al principio de protección integral los niños, niñas y adolescentes son
reconocidos como como sujetos de derechos, y se garantiza para estos, el respeto y cumplimiento
de todos y cada uno de sus derechos, lo que se traduciría en la imposibilidad de que el problema
de delincuencia juvenil que hoy en día aqueja a nuestra sociedad colombiana fuere perpetuo en el
tiempo sin solución o tratamiento aparente. Convirtiéndose este en un interrogante que
consecuentemente derivo en la realización de esta investigación socio-jurídica, en la que fue
necesario hacer un análisis de los antecedentes históricos de la delincuencia juvenil en Colombia,
así como un estudio detallado del modelo de protección integral de los niños, niñas, y adolescentes
acorde a los convenios y tratados internacionales ratificados por Colombia, para posteriormente
analizar la propuesta actual de protección integral a partir del seguimiento de las rutas
institucionales y las disposiciones normativas que regulan el tratamiento jurídico de la
delincuencia juvenil en Colombia. Es indispensable que abordemos esta problemática social
porque estamos en la obligación de proponer soluciones que contribuyan a la protección y ayuda
que debe dársele a los niños, niñas, y adolescentes, en razón del principio de corresponsabilidad
según el cual, la familia, la sociedad y el Estado son responsables de la protección de los derechos
y del desarrollo integral de los niños, niñas y adolescentes.

Palabras Claves: Delincuencia, niños, niñas, adolescentes, responsabilidad penal,


protección integral.
1

INTRODUCCIÓN

Contrario a la concepción moderna de niñez, el historiador francés Philippe Ariès pone de


manifiesto en su trabajo titulado “El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen” (Ariès, El
niño y la vida familiar en el antiguo regimen, 1960) que la concepción actual de infancia es
relativamente reciente y no se remonta más allá del siglo XVII o XVIII.

En ese sentido, Philippe plantea que en la sociedad medieval europea hasta el siglo XVII,
la niñez, tal y como es entendida hoy, no existía, sino, que fue hasta el siglo XVIII cuando
comienza el descubrimiento de la infancia y la adolescencia, entendida esta como una etapa de
fragilidad, donde el infante no podía valerse por sí mismo; y cuando era superada esa etapa, se le
mezclaba rápidamente con los adultos. Consideraciones del historiador conforme a las cuales
sostiene que era como si las etapas de la infancia y adolescencia fueren indiferentes para la
sociedad. Pese a ello, Philippe Aries señala que el proceso de surgimiento de lo que él denomina
discursos de verdad sobre “el niño” y “el adolescente” se originaron de una construcción social a
lo largo de la historia, que a partir de prácticas sociales y culturales en el siglo XVIII aparecen
como discursos más acordes a su noción actual.

Significando esto, que la concepción actual de infancia, ha sido producto de un completo


proceso de construcción social y de aprendizaje en el que se presume que cada país ha dirigido día
a día sus políticas hacia la protección de nuestros niños, niñas, y adolescentes.

En ese orden de ideas, conforme a la investigación realizada por Guiselle Nayibe Holguin
titulada “Arqueología del adolescente infractor de la ley penal en Bogotá” (Galvis G. H., 2012),
respecto a la construcción del discurso de verdad “adolescente infractor de la ley penal” en
Colombia, se pueden dilucidar tres importantes momentos a lo largo de la historia.

Según la investigación realizada por Galvis (Galvis G. H., 2012) un primer momento se
ubica en el siglo XIX, momento en el que dentro de la vigencia de las constituciones del siglo XIX
(1832, 1843, 1853, 1863 y 1886) no se evidenciaba reconocimiento alguno a los derechos o
2

garantías del adolescente infractor, de hecho, cuando el adolescente infringía la ley penal, no se
preveía un tratamiento jurídico ni sancionatorio diferente al que se les otorgaba a los adultos, que
se caracterizaba por ser oral, público, de tendencia acusatoria, con doble instancia y con penas
corporales para algunos delitos. Así las cosas, no se atendía a las condiciones especiales de
desarrollo físico y síquico del adolescente.

Sumado a ello, en atención a la importante participación de la iglesia en el Estado


colombiano y a su fuerte influencia en las prácticas sociales de la época, si los niños no reproducían
los comportamientos definidos por la iglesia católica y adaptaban sus comportamientos acordes
con un sistema capitalista, eran tratados como perezosos, indóciles y desobedientes. Por ende, la
iglesia católica instaba al padre de familia para que corrigiera y castigara corporalmente a sus hijos
para que no fueran personas vagas sino virtuosas.

En consonancia con ese pensamiento el Código de Policía de 1859 en su artículo 490


consideraba a la vagancia como un delito y como vagos a los hijos de familia que se entregaran a
la ociosidad y que no cumplieran satisfactoriamente con sus deberes escolares, o que, aunque
ocuparan bien su tiempo, causaran frecuentes escándalos por su insubordinación o por sus malas
costumbres. De igual modo, el código penal colombiano de 1837 preveía la no responsabilidad de
los padres al maltratar físicamente a sus hijos, solo en caso de que resultaren lisiados de manera
vitalicia, o que le acarrearan la pérdida de un miembro de su cuerpo, o una enfermedad de por vida
(Art. 687 y 669 del Código Penal de 1837), no obstante, en el evento de que los padres castigando
a sus hijos los llegaren a matar, se les preveía una sanción no tan gravosa que consistía en una pena
de 3 a 6 años de trabajo forzado más cuatro años de destierro a 20 leguas de donde se cometió el
delito (Art.637 del Código Penal de 1837).

Finalmente, si las medidas de represión no funcionaban y el menor reincidía en la


desobediencia y desacato, se encontraba prevista la expulsión del hogar, en favor de los padres
quienes podían enviarlos a una casa de reclusión hasta por el máximo término de un (1) año. Al
respecto, el artículo 465 del Código Penal de 1837 disponía que los hijos que hallándose bajo la
patria potestad cometieren excesos graves, ó notables desacatos contra sus padres ó fueren de tan
mala inclinación que no bastara corregirlos con las amonestaciones y los moderados castigos
3

domésticos, serian apercibidos a solicitud de los padres, si no se enmendaren podían los jueces,
según la calidad de las faltas, y á solicitud de los padres, ponerlos en alguna casa de reclusión hasta
por un año.

Más adelante, Galvis (Galvis G. H., 2012) plantea que en el siglo XX se presenta el segundo
momento, época en la que ese trato indiferenciado de los adolescentes respecto a los adultos,
cambio, y en efecto, sostiene que es a partir de las condiciones irregulares en que se encuentra la
infancia colombiana de principios de siglo XX, como: la desnutrición, las altas tasas de mortalidad
infantil derivadas de enfermedades, etc, que se empieza a concentrar la atención en la niñez,
inicialmente por parte de las damas capitalinas, mediante obras benéficas y posteriormente por
organizaciones sanitarias y el Estado. Esto conlleva a que se hable de dos tipos de infancia: la
primera con sus necesidades básicas insatisfechas, total o parcialmente, los denominados
“menores”, vistos como objetos de cuidado y protección, no como personas, y por otra, la infancia
con sus necesidades básicas satisfechas, “los niños” y “los adolescentes”.

Como producto de esta situación, y de la necesidad de reprender a lo que eran considerados


niños vagos potenciales criminales, se inicia la transición entre el discurso de la caridad pastoral,
la beneficencia estatal, y la emergencia de los discursos de la criminalidad, permitiendo la
promulgación de la Ley 98 de 1920 por medio de la cual se crean juzgados, casas de reforma y
corrección para menores (Congreso de Colombia, 1920), norma que preveía en su artículo primero
que los menores de diez (10) y siete años (7) y mayores de siete (7), que ejecutaran actos definidos
por el Código Penal como delitos, o castigados por el Código de Policía como infracciones,
quedarían sometidos a la jurisdicción de un funcionario especial, que se denominaría Juez de
Menores, para ser sustraídos a la acción de los sistemas de investigación y de penalidad aplicados
a los mayores de edad.

Con el mimo propósito, siendo una ley más garantista de los derechos de los menores se
promulga la Ley 83 de 1946 ley orgánica de la defensa del niño por medio de la cual se crea la
jurisdicción de menores (Congreso de Colombia, 1946), norma conforme a la cual el menor de
diez (10) y ocho años (8), hombre o mujer, que cometiera alguna infracción penal, o que se hallare
en estado de abandono o de peligro moral o físico, sería sometido a las medidas de asistencia y
4

protección preceptuadas en la ley, como la amonestación, libertad vigilada, entrega del menor a
una persona o institución idónea, a fin de lograr su educación, internamiento del menor en una
escuela de trabajo, pública o privada, o en una granja agrícola especial para menores, pública o
privada; o el internamiento del menor en un reformatorio especial para menores, por tiempo
indeterminado, hasta cuando se lograra la reeducación del menor o la formación de su sentido
moral.

En ese escenario, cuarenta y tres años más tarde se expide el Código del Menor con el
Decreto 2737 de 1989 (Conogreso de Colombia, 1989) en marco del modelo de situación irregular.

Según lo planteado por el Ministerio de Justicia y del Derecho (Ministerio de Justicia y del
Derecho, 2015) el Concepto de situación irregular aparece con ocasión de la Declaración de
Ginebra en 1924 y de la Declaración Universal de los Derechos del Niño (Naciones Unidas, 1959),
permitiendo con él, legitimar una acción judicial indiscriminada frente a todo “menor difícil”,
definida como toda condición de dificultad en la que se encontraban los menores de edad sin
discriminarlas o discernir entre ellas, razón por la cual, bajo este modelo, el tratamiento era el
mismo cuando el menor de edad se encontraba en abandono que cuando había infringido una ley.
Por ende, bajo el concepto de situación irregular los niños y adolescentes son concebidos como
objetos de protección sólo cuando se encuentran incursos en una situación que los hace “no saber”,
“no tener” o “no ser capaces”.

De esta manera, según el Ministerio de Justicia y del Derecho (Ministerio de Justicia y del
Derecho, 2015) mientras que la situación irregular permitía a los niños y adolescentes
desprotegidos, en abandono o peligro, una tutela permanente, en los adolescentes encontrados
penalmente responsables implicó un invasivo control y dominio que llevó a separarlos del
ambiente al que se atribuía la causa de sus desviaciones, y a un aislamiento que impidiese su
transformación en auténticos delincuentes una vez alcanzaran la vida adulta. No había diferencia
alguna entonces en el tratamiento que una y otra población recibe, equiparando, como se dijo, el
abandono a la delincuencia, y termina por “criminalizarse la pobreza”.
5

Del mismo modo, en consideraciones del según el Ministerio de Justicia y del Derecho
(Ministerio de Justicia y del Derecho, 2015) el término que, quizás, mejor describe al modelo de
situación irregular es la de “los eufemismos”, pues bajo conceptos como “tutela”, “medidas” o
“educación”, se disfrazó a un sistema represivo, invasivo y desconocedor de los derechos
fundamentales que asistían a los menores de edad que cometían delitos, se tapó “un sistema
punitivo sin límites ni garantías”.

Luego de ello, continuando con el desarrollo de un análisis a lo planteado por Galvis,


encontramos el tercer momento, generado a causa de la influencia de las Directrices de las
Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil (Directrices de Riad) (Naciones
Unidas, 1990) y la Convención Internacional Sobre Los Derechos Del Niño aprobada en Colombia
por medio de la Ley 12 de 1991 (Congreso de Colombia, 1991) pero que fue implementada en la
legislación colombiana lenta y paulatinamente quince años después mediante la Ley 1098 de 2006
Código de Infancia y Adolescencia (Congreso de Colombia, 2006).

Al respecto, exponer Galvis (Galvis G. H., 2012) que la Ley 1098 de 2006 es una norma
inspirada en la Doctrina de la Protección Integral a los estándares internacionales, la cual está
orientada al reconocimiento de los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho y que
implica que los adolescentes no simplemente actúen como sujetos pasivos portadores de unos
derechos circunscritos a los objetivos y prioridades del mundo de las personas adultas, sino que
puedan gozar autónomamente de sus derechos y participen en la construcción de su realidad social
y en ese sentido hagan parte de las decisiones que sobre la misma, como en los procesos que se
siguen contra ellos con ocasión a su responsabilidad penal, en los cuales puedan manifestar su
opinión en el ámbito de la medida penal y de las políticas públicas que versen en la esfera de sus
derechos.

Y agrega que por medio de este tipo de normar se han hecho un esfuerzo por posicionar el
discurso de verdad sobre “el adolescente” como sujeto de derecho, y en ese orden de ideas, se
proponen como un instrumento para la “adolescencia” y no solo para aquellos que tienen sus
necesidades básicas insatisfechas como ocurría en el Siglo XX con los “menores” que cuando se
encontraban en una situación irregular eran sometidos a un proceso judicial. Como consecuencia
6

de ello, se eliminan las internaciones que no estén vinculadas a la comisión comprobada de un


delito, y se busca crear un procedimiento más acorde con ese nuevo discurso en torno a la
adolescencia.

De lo que se traduce, que la delincuencia juvenil no es un problema reciente, contrario a


ello, es un problema social y jurídico que ha estado presente en nuestro país desde el siglo XIX, y
que evidentemente se convierte en uno de los problemas más difíciles de enfrentar, siendo el
causante de inducir desde muy temprana edad a los niños, niñas, y adolescentes colombianos en
la ilicitud, dejando en evidencia la imposibilidad del Estado de otorgar un tratamiento jurídico
efectivo a los niños, niñas, y adolescentes que recurren a la ilicitud para luego encontrarse
atrapados en un camino en el que difícilmente hay retorno.

Un problema que a lo largo de los años ha dejado como fatídico resultado un país
resquebrajado por la indolencia de algunas entidades estatales que ante esta difícil y preocupante
situación se muestran indiferentes y se limitan adoptar una serie de medidas legislativas que no
van más allá de un interés de penalización, dejando de lado y olvidando que lo primordial en estos
casos es contribuir a la formación de un ciudadano de bien horado y trabajador.

En la actualidad, lo que indica la situación actual del país, en relación con la delincuencia
juvenil es que ha convertido en un problema social que día a día muestra un panorama menos
alentador, más allá de las noticias en canales nacionales y en redes sociales del sinnúmero de
menores incurriendo en la comisión de conductas punibles, encontré, que la Subdirección de
Responsabilidad Penal para Adolescentes – ICBF por medio del Observatorio del Bienestar de la
Niñez ICBF público en su página wed el Tablero SRPA - Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes (ICBF, 2018) que a corte de 30 de junio de 2018 registró que la mayoría de los
adolescentes que han ingresado al Sistema de Responsabilidad Penal eran hombres en un 80% y
mujeres en un 20% entre los 14 y 17 años, quienes cometieron principalmente el delito de hurto
36,32% tráfico fabricación o porte de estupefacientes 26,81%, lesiones personales 8,51%,
fabricación, tráfico o porte de armas de fuego 5,93%, violencia intrafamiliar 4,03%, daño en bien
ajeno 2,60% y homicidio 2,18% entre otros.
7

Ante esta preocupante situación, antes de hacer una crítica constructiva no podría dejar de
lado los evidentes avances normativos en el tratamiento de la delincuencia juvenil que hoy, en
comparación con países como Argentina en el que no existe un sistema de responsabilidad penal,
en Colombia se vean reflejados como logros, sin embargo, es evidente que la implementación o
adecuación del modelo de protección integral en nuestro país requiere de más esfuerzo y
compromiso por parte del Estado, al ser esta una doctrina que según las consideraciones del
Ministerio de Justicia y del derecho en el estudio titulado “Sistema de responsabilidad penal para
adolescentes, hacia la protección integral y la justicia restaurativa” (Ministerio de Justicia y del
Derecho, 2015), propende, a diferencia del modelo anterior (doctrina de situación irregular), por
una atención que se anticipe a los hechos o condiciones que generan situaciones de conflicto, por
lo que su preocupación está centrada en la prevención de las mismas, ello, y que además atiende
integralmente las condiciones que en el pasado se denominaban “situaciones irregulares”, sin
olvidar claro está, la obligación de restablecer los derechos vulnerados una vez se presenta la
situación que genera tal vulneración.

Al respecto, considere la necesidad de plantear un claro interrogante, interrogante que


pocos en la comunidad académica se han formulado: ¿Es efectivo el tratamiento jurídico de la
delincuencia juvenil en Colombia conforme al principio de protección integral? teniendo en cuenta
que de conformidad a lo establecido en el artículo 7 de la Ley 1098 de 2006 (Congreso de la
Republica, 2006), se entiende por protección integral de los niños, niñas y adolescentes el
reconocimiento como sujetos de derechos, la garantía y cumplimiento de los mismos, la
prevención de su amenaza o vulneración y la seguridad de su restablecimiento inmediato en
desarrollo del principio del interés superior. Principio que se materializa en el conjunto de
políticas, planes, programas y acciones que se ejecuten en los ámbitos nacional, departamental,
distrital y municipal con la correspondiente asignación de recursos financieros, físicos y humanos.

En consecuencia, decidí abordar este tema de investigación, con el fin de encontrar una
respuesta a ese interrogante que por tanto tiempo me he planteado, con ese propósito realice un
análisis de los antecedentes históricos de la delincuencia juvenil en Colombia, posteriormente hice
un estudio detallado del modelo de protección integral de los niños, niñas, y adolescentes acorde
a los convenios y tratados internacionales ratificados por Colombia, para finalmente hacer un
8

análisis de la propuesta actual de protección integral a partir del seguimiento de las rutas
institucionales y las disposiciones normativas que regulan el tratamiento jurídico de la
delincuencia juvenil en Colombia, seguimiento que a su vez me permitió describir el
procedimiento y las medidas de corrección aplicables a los menores que infringen la ley. De esta
forma logre dar respuesta a la pregunta problema formulada de la manera que se expondrá en este
trabajo de investigación.
9

CAPITULO I

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA DELINCUENCIA JUVENIL EN COLOMBIA


Y EL TRATAMIENTO JURÍDICO OTORGADO A LOS MENORES QUE INFRINGÍA
LA LEY PENAL DESDE EL SIGLO XIX HASTA EL SIGLO XXI

Contraria a la concepción moderna de niñez, el historiador francés Philippe Ariès pone de


manifiesto en su trabajo titulado “El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen” (Ariès, El
niño y la vida familiar en el Antiguo Regimen, 1960) que la concepción actual de infancia es
relativamente reciente y no se remonta más allá del siglo XVII o XVIII. En ese sentido, Philippe
plantea que en la sociedad medieval europea hasta el siglo XVII, la niñez, tal y como es entendida
hoy, no existía, sino, que fue hasta el siglo XVIII cuando comienza el descubrimiento de la infancia
y la adolescencia, entendida esta como una etapa de fragilidad, donde el infante no podía valerse
por sí mismo; y cuando era superada esa etapa, se le mezclaba rápidamente con los adultos.
Consideraciones del historiador conforme a las cuales sostiene que era como si las etapas de la
infancia y adolescencia fueren indiferentes para la sociedad.

Adicional a ello, Philippe Aries (Ariès, El niño y la vida familiar en el Antiguo Regimen,
1960) señala que el proceso de surgimiento de lo que él denomina discursos de verdad sobre el
niño y el adolescente se originaron de una construcción social a lo largo de la historia, que a partir
de prácticas sociales y culturales en el siglo XVIII aparecen como discursos más acordes a su
noción actual. Significando esto, que la concepción actual de infancia, ha sido producto de un
completo proceso de construcción social y de aprendizaje en el que se presume que cada país ha
dirigido día a día sus políticas hacia la protección de nuestros niños, niñas, y adolescentes.

Surgen entonces la duda entorno a los antecedentes históricos de la delincuencia juvenil en


Colombia y al tratamiento jurídico otorgado a los hijos rebeldes que infringía la ley penal desde el
siglo XIX, dado que según los planteamientos de Philippe Aries (Ariès, El niño y la vida familiar
en el Antiguo Regimen, 1960) en aquella época el niño era el peor amado de esta sociedad; moría
aún más fácilmente y más deprisa que los adultos. Por lo que considere necesario hacer un recuento
10

de los antecedentes históricos de la delincuencia juvenil en Colombia, a fin de determinar cuál era
el tratamiento jurídico que recibía el niño, niña y adolescente que infringía la ley penal colombiana
desde el siglo XIX hasta la actualidad, describiendo el procedimiento y las medidas de corrección
que se les aplicaban, así como el surgimiento de los primeros establecimientos de corrección para
su tratamiento.

Con ese propósito corrobore, conforme a la investigación realizada por Guiselle Nayibe
Holguin Galvis titulada “Arqueología del adolescente infractor de la ley penal en Bogotá” (Galvis
G. N., 2012) que sobre la construcción del discurso de verdad “adolescente infractor de la ley
penal” en Colombia, se pueden dilucidar tres importantes momentos a lo largo de la historia.

Según la investigación realizada por Galvis (Galvis G. N., 2012) un primer momento se
ubica en el siglo XIX (1801 - 1900), momento en el que dentro de la vigencia de las constituciones
del siglo XIX (1832, 1843, 1853, 1863 y 1886) no se evidenciaba reconocimiento alguno a los
derechos o garantías del adolescente infractor, de hecho, cuando el adolescente infringía la ley
penal, no se preveía un tratamiento jurídico ni sancionatorio diferente al que se les otorgaba a los
adultos, que se caracterizaba por ser oral, público, de tendencia acusatoria, con doble instancia y
con penas corporales para algunos delitos.

Más adelante, Galvis (Galvis G. N., 2012) plantea que el segundo momento se presenta en
el siglo XX (1901 - 2000), época en la que ese trato indiferenciado de los adolescentes respecto a
los adultos, cambio, y en efecto, sostiene que es a partir de las condiciones irregulares en que se
encuentra la infancia colombiana de principios de siglo XX, como: la desnutrición, las altas tasas
de mortalidad infantil derivadas de enfermedades, etc, que se empieza a concentrar la atención en
la niñez, inicialmente por parte de las damas capitalinas, mediante obras benéficas y
posteriormente por organizaciones sanitarias y el Estado. Esto conlleva a que se hable de dos tipos
de infancia: la primera con sus necesidades básicas insatisfechas, total o parcialmente, los
denominados “menores”, vistos como objetos de cuidado y protección, no como personas, y por
otra, la infancia con sus necesidades básicas satisfechas, “los niños” y “los adolescentes”. Así
mismo, como producto de esta situación, y de la necesidad de reprender a lo que eran considerados
niños vagos potenciales criminales, se inicia la transición entre el discurso de la caridad pastoral,
11

la beneficencia estatal, y la emergencia de los discursos de la criminalidad, permitiendo la


promulgación de la Ley 98 de 1920 por medio de la cual se crean juzgados, casas de reforma y
corrección para menores (Congreso de Colombia, 1920).

Finalmente, continuando con el desarrollo de un análisis a lo planteado por Galvis (Galvis


G. N., 2012), encontramos el tercer momento en el siglo XXI (2001) generado a causa de la
influencia de la Convención Internacional sobre los derechos del niño (Naciones Unidas, 1989) y
las directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil “Directrices
de Riad” (Naciones Unidas, 1990), convención aprobada en Colombia por medio de la Ley 12 de
1991 (Congreso de Colombia, 1991) e implementada en la legislación colombiana lenta y
paulatinamente quince años después mediante la Ley 1098 de 2006 Código de Infancia y
Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006).

Así las cosas, este primer capítulo se dividirá en tres partes: 1.1 Indiferencia de la sociedad
y el Estado colombiano frente a los derechos y garantías de los niños, niñas, y adolescentes en el
siglo XIX; 1.2 El menor infractor de la ley penal colombiana en situación de irregularidad: objeto
de cuidado, protección y defensa social por parte del Estado durante el siglo XX; 1.3 Los niños,
niñas, y adolescentes infractores de la ley penal colombiana sujetos titulares de derecho en el siglo
XXI bajo la doctrina de la protección integral

1.1 INDIFERENCIA DE LA SOCIEDAD Y EL ESTADO COLOMBIANO FRENTE A LOS


DERECHOS Y GARANTÍAS DE LOS NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES EN EL
SIGLO XIX

1.1.1 Prácticas sociales que orientaron la formación y educación de los niños en Colombia

Según Galvis (Galvis G. N., 2012) dentro de las prácticas sociales que estructuraron el
“discurso de verdad del niño”, se encuentra la importante participación que tendría la iglesia
católica en el estado colombiano y su fuerte influencia en las normas de comportamiento de la
época. Respaldada jurídicamente por la Constitución de Cundinamarca de 1811 (Colegio
Constituyente y Electoral de Cundinamarca, 1811) que consagraba la religión católica como la
12

única religión, por el Decreto Orgánico de 1828 (Presidencia de Colombia, 1828) y la Constitución
de 1886 (Poder Ejecutivo Nacional de Colombia, 1886) conforme a las cuales se estableció que el
gobierno protegería a la religión católica, apostólica y romana, como la religión de los
colombianos, lo cual le permitiría a la iglesia funcionar con ciertos privilegios que le consentiría
tener sus propias leyes de gobierno independientes de la autoridad temporal y subsistir por medio
de la acumulación de bienes, capitales y tierras.

De tal modo que, según lo expresado por Galvis (Galvis G. N., 2012) independientemente
del partido político al que se perteneciera, conservadores y liberales practicarían los lineamientos
y ritos de la iglesia católica en su vida pública y privada. Por ende, la iglesia católica incidiría en
la vida cotidiana de las personas por medio de prácticas y reglas de comportamiento,
convirtiéndose así en un instrumento del estado para la construcción de un sujeto determinado.

Bajo ese escenario, Galvis (Galvis G. N., 2012) afirma que era la familia, según la
institución eclesiástica, el primer contacto del niño con la religión, convirtiéndose en
adoctrinadora, facilitando así el posterior control religioso y social que ejercería la misma
institución en espacios el templo y la escuela. De lo que se traduce, que la familia constituiría el
primer espacio a través del cual se podría comenzar a gobernar a cada uno de los miembros
involucrados en el esquema de una sociedad jerarquizada y sumisa. Por ende, la iglesia definiría
la composición de las familias y los roles que debían llevar a cabo cada uno de sus miembros.

En ese sentido, según Galvis (Galvis G. N., 2012) acorde a los prelados católicos las
familias deberían estar compuestas por un padre, una madre y unos hijos, en donde el padre es
quien está encargado de la administración de los bienes, la madre del manejo de los fondos del
hogar y que ambos debían ocuparse de la educación de los hijos. Hijos para quienes la iglesia
católica también tenía asignados unos roles, entre ellos, honrar, obedecer y socorrer a sus padres,
deberes cuyo cumplimiento los llevaría a una recompensa, así como su incumplimiento los llevaría
al castigo y la desdicha.

Por su parte, la escuela también se encargaría de reforzar esta enseñanza sobre el amor
hacia el trabajo y a las buenas costumbres, con el propósito de formar un sujeto acorde con
13

determinados fines de un Estado capitalista. Todo ello, en busca de producir un sujeto acorde con
determinados principios, principios que a su vez resultaban funcionales para los fines de un Estado
capitalista: un niño que primero llegaba a la familia donde le infundían cierta educación como el
amor a las virtudes y al trabajo, educación que posteriormente sería reforzada por los
establecimientos educativos y que terminaría construyendo un sujeto, que cuando llegara a adulto
fuera sumiso y funcional para el Estado.

Deberes morales que, atendiendo a la influencia de la iglesia católica, eran llevados al plano
normativo, lo que nos conduce hacia una de las primeras normas jurídicas que pretendieron
direccionar el comportamiento de los hijos por el camino del bien y de obediencia, para apartarlos
de la desobediencia, la vagancia, y la delincuencia, toda vez, que no todos los menores se sometían
a dichos procedimientos de subjetivación.

Pensamientos y posturas que no se apartan por completo de los actuales ideales y principios
de las familias modernas, las cuales de cierta forma aun propenden porque el respeto y la
obediencia de los hijos hacia los padres siga siendo una norma de conducta que impera en los
hogares, y que paralelamente se acompaña del direccionamiento ideal del futuro de los niños, niñas
y adolescentes que se enfoca en verlos convertidos en personas de bien, en profesionales que se
hagan parte de la sociedad y que hagan aportes al desarrollo económico y cultural del país.

Sin dejar de lado, que actualmente algunos de nuestros niños, niñas, y adolescentes, al igual
que sucedía en el siglo XIX, van en contra de las buenas costumbres y el comportamiento ejemplar
que desde el hogar se les inculca, la misma situación se presenta en la actualidad y cada día va en
incremento por los pensamientos modernistas y liberales de los niños. Sin embargo, como veremos
a continuación las sanciones que recibían los niños rebeldes en el siglo XIX por desobedecer a sus
padres no se asemejan desde ningún punto de vista a los “castigos” hoy en día impuestos por los
padres de familia a los niños, niñas, y adolescentes que no acatan las instrucciones de sus
superiores.
14

1.1.2 Tratamiento jurídico del “niño rebelde” en el siglo XIX y la permisibilidad del maltrato
físico hacia los niños, niñas, y adolescentes bajo el poder de la patria potestad

En contra del propósito de la iglesia y el Estado de formar desde el hogar niños sumisos y
obedientes para que se convirtieran en ciudadanos dóciles, como lo afirma Galvis (Galvis G. N.,
2012), se encontraban aquellos menores de edad rebeldes, perezosos, indóciles y desobedientes
que no atendían a las instrucciones de sus padres, eventualidad ante la que el padre como máxima
autoridad en el hogar, dotado de todo el reconocimiento legal, tenía el poder y la facultad de tomar
las medidas correctivas que fueren necesarias para reprender a su hijo. Por ende, la iglesia católica
instaba al padre de familia para que corrigiera y castigara corporalmente a sus hijos evitando así
que no se convirtieran en personas vagas sino virtuosas.

Concepto que eran respaldado por la Ley 27 de junio de 1837 Código Penal colombiano
(Poder Ejecutivo Nacional de Colombia, 1837) ley que disponía en su artículo 465 lo siguiente:

Los hijos que hallándose bajo la patria potestad se ausentaren de la casa sin
licencia de sus padres, ó cometieren excesos graves, ó notables desacatos contra sus
padres ó fueren de tan mala inclinación que no basten á corregirlos las amonestaciones
y los moderados castigos domésticos, serán apercibidos a solicitud de los padres. Si no
se enmendaren podrán los jueces, según la calidad de las faltas, y á solicitud de los
padres, ponerlos en alguna casa de reclusión hasta por un año. En defecto de padres,
tendrán los abuelos la misma autoridad. (Poder Ejecutivo Nacional de Colombia,
1837)

Apartado normativo del que se puede colegir, que la ley dotaba de toda facultad al padre
para que reprendiera a sus hijos por ausentarse de sus casas sin consentimiento de sus padres, y
por cualquier otra conducta que a criterio del padre de familia significara un exceso grave o
desacato, consintiendo de este modo cualquier tipo de maltrato que pudiere ocurrírsele al padre,
sin prever responsabilidad penal alguna de los padres por maltratar físicamente a sus hijos, pues
la Ley 27 de junio de 1837 Código Penal en sus artículos 687 y 689 (Poder Ejecutivo Nacional
de Colombia, 1837), solo limitaba al padre a no causarle a sus hijos agresiones que los dejaran
15

lisiados de manera vitalicia, o que les acarrearan la pérdida de un miembro de su cuerpo, o les
provocara una enfermedad de por vida.

Adicional a ello, de conformidad a lo establecido en el artículo 637 Ley 27 de junio de


1837 Código Penal, en el evento de que los padres castigando a sus hijos los llegaren a matar, se
les preveía una sanción no tan gravosa que consistía en una pena de 3 a 6 años de trabajo forzado
más cuatro años de destierro a 20 leguas de donde se cometió el delito.

Y no siendo ello suficientemente, desproporcional y barbárico, según la investigación


realizada por (Galvis G. N., 2012) en el siglo XIX, también se le permitía a los profesores castigar
corporalmente a sus estudiantes. En efecto, esta sanción no estaba justificada en la retribución, en
infringir dolor a cambio de dolor, o en virtud de que el niño se mereciera el castigo, sino en el
hecho de evitar un mal mayor, ya que castigando al niño se evitaría corregir al adulto, así lo
manifiesta Horacio Mann, en su artículo “Castigos en las escuelas” publicado en el Periódico “La
Escuela Normal” del 30 de agosto de 1872:

No aplicamos, pues el castigo porque sea merecido, sino para precaver un mal
mayor con uno menor, un mal permanente, con otro temporal. Lo administramos como
dan a veces los médicos un veneno a la persona que está enferma, no porque el veneno
conlleve al estado de salud, ni tampoco porque convenga en manera alguna a una
constitución enferma, sino porque promete detener una enfermedad fatal hasta tanto
pueda ocurrirse a las medidas convenientemente curativas. (Galvis G. N., 2012)

Finalmente, si las medidas de represión no funcionaban y el menor reincidía en la


desobediencia y desacato, se encontraba prevista la expulsión por parte de ciertos actores:
directores de colegios, padres de familia, etc, las cuales consisten en descalificar, exiliar, rechazar,
es decir, todo un arsenal de mecanismos negativos de exclusión.

Con lo que se evidencia que durante la vigencia de la Ley 27 de junio de 1837 Código
Penal (Poder Ejecutivo Nacional de Colombia, 1837) los simples desacatos a la autoridad
domestica podrían tener el mismo valor punitivo que el delito de hurto, y era sancionado con
16

castigos corporales, privativos de la libertad y de exclusión considerablemente drásticos e


inhumanos para los niños, niñas, y adolescentes. Por lo que estoy de acuerdo con la consideración
de Galvis (Galvis G. N., 2012) conforme a la cual estaríamos al frente del discurso de verdad
“niño” es indiferente para el Estado.

Por otra parte, siguiendo la investigación histórica de (Galvis G. N., 2012) encuentro que
el Código de Policía de 1859 en su Art. 490 consideraba a la vagancia como un delito y como
vagos a los hijos de familia que se entregaran a la ociosidad y que no cumplieran satisfactoriamente
con sus deberes escolares, o que, aunque ocuparan bien su tiempo, causaran frecuentes escándalos
por su insubordinación o por sus malas costumbres.

Ahora bien, de lo expuesto anteriormente también es necesario tener presente que este
antecedente es una prueba más de que la solución al problema actual de delincuencia juvenil no es
la mayor punibilidad, porque es evidente que ni las medidas correctivas de castigos físicos, que
eran avaladas por la ley en el siglo XIX, contribuyeron a la debida formación de los niños, niñas,
y adolescentes, quienes por algún motivo escogieron inclinarse por el camino de la rebeldía y de
la delincuencia.

Lo que ha cambiado años después, ha sido la forma de reprender a esos pequeños rebeldes,
que por desobediencia incurren en lo que anteriormente se denominaban atentados contra la
autoridad doméstica, dado que actualmente desobedecer a los padres no es un delito tipificado en
el Código Penal, contrario a ello, el Estado a través del Instituto Colombiano del Bienestar Familiar
propende por la protección de los hijos de las reprensiones y castigos que los padres infringen a
sus hijos por la desobediencia.

1.2.3 Indecencia de la “ilegitimidad de los hijos” en la mendicidad, vagancia, y en la


delincuencia juvenil durante el siglo XIX

Acorde a lo plateado por Galvis (Galvis G. N., 2012), si bien existían hijos concebidos
dentro de las uniones religiosas y legalmente constituidas, también había hijos concebidos por
fuera del matrimonio, lo que estructuro un gran problema que se denominó por muchos años
17

“ilegitimidad de los hijos” un problema de tal magnitud, que la situación de más de la mitad de
los niños en Colombia durante la colonia, el siglo XIX y principios del siglo XX era desalentadora,
ya que debido a que eran hijos habidos por fuera del matrimonio, muchas veces, desde su gestación
eran objeto de desprecio por parte de su familia y de la sociedad. En ese sentido, Galvis (Galvis
G. N., 2012) cita a la antropóloga Ximena Pachón, quien manifiesta que los hijos naturales solían
ser rechazados por los centros educativos, el ejército y el sacerdocio, convirtiéndose en un
problema para los padres y en una vergüenza para la sociedad. Toda vez, que se tenía el
pensamiento de que el contacto con ellos era pecaminoso y vedado para los “hermanos legítimos”
y para los “hijos de hogares legalmente constituidos”, lo que hacía que el futuro de estos niños
fuera incierto.

Así las cosas, según lo expresado por Galvis (Galvis G. N., 2012) cuando los niños no
gozaban de una familia, eran abandonados, en ese sentido, el Código de Policía de 1888
manifestaba que se consideraban niños desamparados a los infantes que recién nacidos, o antes de
salir del periodo de la lactancia, eran abandonados o expuestos en algún lugar en que podían ser
hallados sin tener noticias de sus padres y se consideraban niños expósitos (1) a los infantes
abandonados después de haber salido de la lactancia, pero incapaces de dar noticia de sus padres
o de su paradero (2) los infantes abandonados antes de la edad de diete años y que podían dar razón
de sus padres o de las personas que los habían abandonado y (3) los infantes menores de siete años,
que quedaran huérfanos ni parientes que se hicieran cargo de ellos.

Y también los niños y adolescentes sin domicilio, los menores de edad y mayores de siete
años, que se encontraban por fuera de la casa de sus padres o de quien legalmente dependieran,
por haber sido abandonados por sus padres, o porque hayan quedado huérfanos. Estos niños
desamparados, expósitos y sin domicilio, en caso de no contar con una persona que se hiciera cargo
de ellos, eran envidos a una Casa de Refugio. La Casa de Refugio funcionaba como una “fábrica”
en donde los niños eran sometidos a la enseñanza de un oficio por medio de una disciplina similar
a la de los adultos. Por ende, los niños abandonados y llevados a asilos o casa de refugio eran
vinculados a un modo de producción, un oficio, labor o trabajo en donde desarrollaban tareas
similares a las de los adultos.
18

Al respecto, Galvis (Galvis G. N., 2012) cita el trabajo de la historiadora Estela Restrepo
Zea titulado “El concertaje laboral de los niños abandonados de Bogotá (1642-1885)” basado en
el trabajo adelantado por el historiador Andrés Mauricio Escobar Herrera en el que se muestra que,
en Colombia, durante el Siglo XIX, los niños abandonados eran instruidos en la enseñanza de un
oficio desde los 6 años de edad, es decir, que los niños abandonados eran rápidamente ingresados
al concertaje laboral toda vez que por medio de la enseñanza de un oficio, se buscaban purificar el
alma del niño abandonado y transformarlo en un individuo funcional al sistema capitalista.

Siguiendo este ideal, Galvis (Galvis G. N., 2012) expone que en 1878 se creó uno de los
centros modelos para preparar a los menores abandonados al trabajo, la Sociedad Protectora de
Niños Desamparados, que el 15 de marzo de 1882 abrió sus puertas en la Quinta de Lleras, lugar
en el que los internos concurrían tres horas a la escuela y ocho horas a los talleres. En la escuela
aprendían a leer, escribir, contar, los mandamientos, sacramentos, etc. Y en los talleres, aprendían
a tejer, a fabricar elementos en latonería, platería, etc., fabricar aperos, gruperas y fundas para
encauchado, así mismo eran instruidos en zapatería, carpintería, sastrería, etc. En efecto, la
Sociedad Protectora de Niños Desamparados funcionaba como una fábrica, en las cual los jóvenes
se les enseñaba un oficio; como zapatería, joyería, herrería, tejidos, sombraría, entre otros, con el
objetivo de que fueran útiles para la sociedad. Así las cosas, por medio de un modo de producción,
el niño se transformaba en “adulto”, asumiendo roles y tareas similares a la de un mayor de edad.

Afirmación que es corroborada con una carta que envió la Sociedad Protectora de Niños
Desamparados el 28 de noviembre de 1878, representada por Soledad Acosta de Samper y Silveria
Espinosa, en la que invitan al señor Aron Liborio Cantillo a participar económicamente con la
beneficencia para brindar protección a los niños desamparados y alejarlos del vicio y de la miseria,
escrito con el que se permite entrever que la situación de los niños, niñas, y adolescentes no era
completamente ignorada por los adultos, pues en medio de este discurso de beneficencia, un grupo
de la sociedad se interesaba con desesperación en restaurar la vida de esos pequeños abandonados.
La carta de la Sociedad Protectora de Niños Desamparados rogaba caridad con el siguiente
argumento:
19

Mediante la eficaz y decidida cooperación de personas piadosas i llenas de


espíritu de caridad se ha establecido una “Sociedad protectora de niños
desamparados”; pero apenas se ha conseguido la formación del núcleo que ha de tomar
la iniciativa para la realización de una obra fecunda en beneficios para la sociedad
entera, porque dar trabajo a los niños desamparados es alejarlos del vicio, es redimirlos
de la miseria, es hacer de ellos hombre útiles i honrados, y tal es el objeto de la
institución que se ha fundado. (…) Todos convencidos que estamos al borde de u
abismo i a punto de hundirnos en él, porque la desmoralización crece por instantes i
amenaza consumirlo todo. (Sociedad protectora de niños desamparados, 1878)

En consecuencia, según Galvis (Galvis G. N., 2012), respecto a la construcción de las


categorías: “niño”, “niño huérfano” y “adolescente” afirma que: en el primero de los casos,
hablamos de un niño que tiene una familia y cuya construcción de sí mismo depende de una serie
de prácticas promovidas por la iglesia católica como la confesión, sermones, comportamientos,
roles, etc. que intervienen con el objetivo de formar individuos útiles a un sistema capitalista. Sin
embargo, hay una relación consigo mismo que se resiste a los códigos y a los poderes de definición,
allí se presenta el niño rebelde, desobediente e indócil, al cual se le debe aplicar prácticas de castigo
en la familia y en la escuela para encausar su mala conducta.

En relación con los niños sin familia, las prácticas sociales girarían en torno al aprendizaje,
talleres en donde se les infundiría la enseñanza de un oficio útil y así prepararlo para ser un
individuo útil al sistema capitalista y de esta forma se buscaba corregir las malas costumbres por
medio del trabajo, haciéndolos personas útiles y funcionales a un mundo capitalista.

Y por su parte, el discurso de verdad en torno al “adolescente” tal y como hoy lo


concebimos no existía en el Siglo XIX, incluso era confundido con la noción de adulto, por ende,
asumía funciones, trabajos y responsabilidades similares a las de los adultos. Así las cosas, tanto
“los niños huérfanos” como “los adolescentes” asumían parámetros de conducta, funciones y
trabajos útiles a un sistema capitalista.
20

1.2.4 El “adulto menor” en el Siglo XIX en Colombia

Según la investigación realizada por Galvis (Galvis G. N., 2012) una vez el individuo
pasaba por las instituciones de control informal como la familia, la escuela, la iglesia, los orfanatos,
etc., antes de ingresar al sistema capitalista se convertía en un individuo funcional para la
protección de la seguridad del país. Porque en Colombia, durante el siglo XIX, el discurso de
verdad “adolescencia” era indiferente para el estado, situación que se evidencia en las prácticas
sociales en torno a la guerra, puesto que, cuando estallaban las guerras, los niños y adolescentes
eran incorporados sin el menor reparo a las filas de los combatientes, en donde llevaban a cabo
tareas dispuestas para adultos.

Como lo afirma Carlos Arturo Reina Rodríguez en su publicación titulada “Reclutamiento


y vida cotidiana de niños y jóvenes en Colombia durante el siglo XIX: aproximaciones generales”
(Rodriguez, 2012) la historia registra de manera temprana la presencia de niños en los ejércitos
libertadores, uno de los aspectos que permitía la vinculación de niños en las milicias era la
autorización de los padres, los cuales veían en el Ejército un sustituto de autoridad de la familia o
de la Iglesia. El cuartel era una amenaza cuando no una realidad, porque ir al Ejército implicaba
asumir un cambio físico y emocional casi obligado de los aspectos corporales masculinos que
separan y unen a la niñez con la etapa adulta, quienes tenían suerte iban a la escuela. Los otros
quedaban a la intemperie y, generalmente, eran reclutados por cualquier fuerza armada.

Rodríguez (Rodriguez, 2012) cita a Cordovez Moure, cronista de la época, quien realizó
una descripción de los niños del siglo XIX, que vivían en las casas destinadas para los arrendatarios
en las grandes haciendas:

Los niños, a medio cubrir con mugrientos harapos, ocupan la misma posición
que la de los ham-brientos perros, con los cuales se rozan de continuo. Saben que
tienen madre, porque viven con ella; pero ignoran lo que quiere decir la palabra padre,
pues, por lo general, no es el matrimonio el origen de su existencia, y ya se sabe cuál
es el comienzo de la vida para aquellos que tienen la desgracia de llamarse hijos
naturales. (1999, p. 180)
21

Expresiones de odio, discriminación, e insensibilidad que permiten dejar en evidencia la


falta de amor que enfermaba la sociedad en el siglo XIX originada de la supuesta ilegitimidad del
origen de los niños.

Incluso, como lo afirma Galvis (Galvis G. N., 2012) en caso de que los niños o adolescentes
en calidad de combatientes, incurrieran en un delito como traición a la patria, eran juzgados como
adultos y sometidos a pena capital, porque para esta clase de delitos no se atendía a las condiciones
especiales de edad del niño sino que se le daba el mismo tratamiento que a una persona adulta. La
disminuida edad solo era un atenuante para la imposición de una sanción en determinados casos.
Según Galvis (Galvis G. N., 2012) “la adolescencia” en el siglo XIX, no fue vista como una etapa
con un tratamiento especial y diferenciado de los adultos sino que era una categoría indiferente
para el Estado colombiano. Y precisa que incluso la ley, en el Art. 34 del Código Civil de 1887,
definía al “adolescente” bajo la denominación de “adulto” y lo que hoy consideramos “adulto” era
definida como una persona mayor de edad, así:

Llámese infante o niño, todo el que no ha cumplido siete años; impúber el varón
que no ha cumplido catorce años y la mujer que no ha cumplido doce; adulto, el que
ha dejado de ser impúber; mayor de edad, o simplemente mayor, el que ha cumplido
veintiún años; y menor de edad, o simplemente menor, el que no ha llegado a
cumplirlos. (Congreso de Colombia, 1887)

Bajo ese entendido, Galvis (Galvis G. N., 2012) concluyo que el discurso de verdad
“adolescente” no existía expresamente, era definido como un “adulto pequeño”, no se atendía a
sus condiciones especiales de desarrollo; ésto conllevó a que no existieran tampoco unas
normatividades específicas para esta categoría. De hecho, cuando los adolescentes infringían la
ley penal durante el siglo XIX (niños mayores de diez años y medio-1837- o mayores de 12 años
-1890- ), no había un tratamiento jurídico que atendiera a sus condiciones especiales físicas y
sicológicas de desarrollo, tampoco había establecimientos de encierro especializados para menores
de edad. Era como si el discurso de verdad menor de edad, durante el siglo XIX, fuera indiferente
para el Estado Colombiano. Por ende, en caso de infringir la ley penal, recibían el mismo
tratamiento que los adultos.
22

1.2.5 Tratamiento jurídico de los menores de edad “niño”, “niño huérfano” y “adolescente”
derivado de las prácticas sociales del siglo XIX

Sobre el tratamiento jurídico de los menores de edad “niño”, “niño huérfano” y


“adolescente” derivado de las prácticas sociales del siglo XIX Galvis (Galvis G. N., 2012) asegura
que la legislación penal basaba su responsabilidad en el libre albedrio, esto es, en la capacidad de
las personas para escoger el camino que desearían elegir, noción que se convirtió en uno de los
elementos que incidieron en el concepto de responsabilidad en la Escuela Clásica del delito, así
las cosas, Francisco Carrara, representante de la Escuela Clásica del delito en Italia, define al
hombre como una persona a la cual Dios dota de inteligencia y de libre voluntad, esto es, de libre
albedrío, aquello que le permite discernir entre el bien y el mal y hacer una elección.

En ese sentido, para Galvis (Galvis G. N., 2012) la responsabilidad del individuo frente a
su conducta ilícita se fundamentaría en el libre albedrío, y para que éste se llevara a cabo se requería
voluntad e inteligencia libres. Sin embargo, en el caso de un menor de edad, la inteligencia estaba
afectada por la edad, y no gozaban de ese libre albedrío, por ende, no se le podía adelantar una
imputación moral frente a determinada conducta.

Bajo ese entendido, Galvis (Galvis G. N., 2012) sostiene que la escuela clásica del derecho
penal influyo en el Código Penal de Santander de 1837, en el Código Penal del Estado de
Cundinamarca y en el Código Penal de 1890 (Congreso de Colombia, 1890), sin embargo, el
tratamiento jurídico que se les otorgaría como consecuencia de la conducta ilícita de los menores
de edad estaría determinado por los discursos de verdad en torno al “niño”, al “niño huérfano” y
al “adolescente” derivados de las prácticas sociales.

De otra parte, al hacer una revisión del Código Penal de 1890 (Congreso de Colombia,
1890) puedo denotar en su artículo 1° que conforme a la definición de delito, en 1890 por regla
general se presumía que quien incurría en un delito lo hacía conforme a su voluntad y viciado de
la malicia mientras no se probara lo contrario, aparte normativo que consagraba expresamente:
23

Es delito la voluntaria y maliciosa violación de la ley, por la cual se incurre en


alguna pena. En sentido más lato, la palabra delito se extiende a todo acto u omisión
que apareje pena al responsable, y entonces comprende las culpas, las tentativas, las
conjuraciones y las propuestas para delinquir. (…). En toda violación de la ley se
supone voluntad y malicia, mientras no se pruebe o resulte claramente lo
contrario. (Negrilla fuera de texto) (Congreso de Colombia, 1890)

Sin embargo, existía una excepción a la norma citada, dado que, según lo establecido en el
artículo 29 del Código Penal de 1890 (Congreso de Colombia, 1890) el menor de siente años que
incurría en un delito no estaría sujeto a cumplir pena alguna. De esta forma, así como lo expresa
por Galvis (Galvis G. N., 2012) el Código Penal de Santander de 1837, el Código Penal del Estado
de Cundinamarca y en el Código Penal de 1890 (Congreso de Colombia, 1890) al ser los códigos
penales del siglo XIX, dividen en tres periodos el tratamiento jurídico que se le va a otorgar a los
menores de edad que infringen la ley penal, así: “los excusables” son los considerados menores de
siete (7) años, “el niño” que se encuentra ubicado entre los siete (7) y los doce (12) años de edad
y “los adultos menores” que se encontraban entre los trece (13) y veintiún (21) años de edad.

En ese sentido, acorde a lo planteado por Galvis (Galvis G. N., 2012) los niños menores de
siete (7) años eran “excusables”, es decir, estaban justificados frente a la imposición de una sanción
y la base de la exclusión se fundamentaba en la falta de capacidad para comprender y obrar de
manera libre.

Por otra parte, para Galvis (Galvis G. N., 2012) si el niño que delinquió estuviera en una
etapa de impubertad próxima a la infancia, esto es, en una edad entre los siete (7) y diez (10 ½)
años y medio para el Código penal de 1837; y entre los siete (7) y los doce (12) años para el Código
Penal de 1890, podía ocurrir dos cosas: 1. Que en caso de que el niño contara con una familia, que
garantizara su corrección, se le recomendara al padre de familia la corrección de su hijo. 2. O que
a pesar de que el niño contara con una familia, ésta no pudiera garantizar su corrección, por ende,
sería enviado a la casa de reclusión o de trabajo.
24

Tal como lo expresaba el Art. 108 del Código Penal de 1837 y el Artículo 31 del Código
Penal de 1890:

Art. 108 del Código Penal de 1837. En ningún caso se impondrá pena al menor
de diez años y medio, y solamente se prevendrá a los padres, abuelos ó curadores
cuiden de él, le den educación, y lo corrijan convenientemente. Pero si hubiere fundado
motivo para desconfiar de los padres, abuelos o curadores lo corrijan, ó se comprobare
que es incorregible, se le pondrá en una casa de reclusión por el término que se estime
conveniente según su edad y circunstancias del caso, con tal de que no pase de la época
que cumpla diecisiete años. (Galvis G. N., 2012)

Art. 31 del Código Penal de 1890. Cuando cometa un delito un menor de doce,
y mayor de siete, no se le impondrá la pena que para ese delito ha fijado la ley; pero
se prevendrá a sus padres tutores lo corrijan convenientemente. Pero si hubiera
fundado motivo para desconfiar de que los padres o tutores lo corrijan, o si se probase
que es incorregible, se le pondrá en una casa de reclusión por el tiempo que esteme
conveniente, según su edad, la gravedad del delito y las demás circunstancias, con tal
que no pase la época en que cumpla dieciocho años. (Congreso de Colombia, 1890)

De allí Galvis (Galvis G. N., 2012) concluye que la eximente de punibilidad para el mayor
de siete años y menor de diez años y medio (Código Penal de 1837), y doce años (Código Penal
de 1890), únicamente operaria cuando los niños tuvieran padres, abuelos o curadores que los
pudieran corregir. Es decir, que el menor que no contara con dicho apoyo de su familia, tendría
que ir a una casa de reclusión. Así las cosas, cuando no operaba un eximente de punibilidad para
el menor de diez años y medio (1837) o menor de doce años (1890), se le aplicaba la reclusión en
casa de trabajo, en las mismas condiciones que para los adultos. Los niños que no gozaban de una
familia, eran llevados a orfanatos donde aprenderían y desarrollarían oficios de adultos para
aprender a ganarse la vida, y en caso de que infringieran la ley, a su vez serian tratados como
adultos, porque ellos no gozarían de la eximente de responsabilidad, al no gozar de una familia.
Así las cosas, mientras que el control de los menores impúberes que gozaban de una familia, se
25

encontraba en el campo privado, el control de los menores impúberes que no gozaban de una
familia se encontraba en los establecimientos de encierro.

Situación que se traduce en la falta de importancia que irrogaba la infancia para el Estado,
puesto que es evidente la ausencia de una regulación especial de sus derechos.

Ahora bien, atendido a las consideraciones de Galvis (Galvis G. N., 2012), en caso de que
los hoy “adolescentes” se encontraran en una etapa de impubertad próxima a la minoría de edad,
esto es, entre los 13 y los 18 años, estaban obligados a dar cuenta de sus actos y, por ende, en este
caso tenían una responsabilidad disminuida y esto era considerado un atenuante frente a su
responsabilidad, tal y como lo establecía el artículo 118 del Código Penal de 1890 (Congreso de
Colombia, 1890) sin embargo, debido a que en aquella época no se había diseñado una jurisdicción,
ni un procedimiento especial para los “adultos menores infractores de la ley penal”, y tampoco se
habían construido establecimientos de encierro especializados, eran tratados como los adultos y el
procedimiento al que se sometían era el mismo que para los adultos, que se caracterizaba por ser
oral, público, de tendencia acusatoria, con doble instancia y con penas corporales para algunos
delitos.

En consonancia con lo anterior, encuentro que según una publicación del Archivo de
Bogotá titulada “Los menores delincuentes” (Archivo de Bogota , 2018) el tema de la delincuencia
juvenil concitó la atención de las autoridades finalizando el siglo XIX, cuando se planteó el dilema
de cómo enfrentar su socialización y dónde debían ser recluidos. Publicación en la que además se
cita el registro del Concejo Municipal de 1° de octubre de 1892, número 539, en el que llamaba la
atención a la necesidad de construir “edificios destinados a prisión de menores de edad”, anotando
que ya la propuesta se la habían hecho a la Prefectura General de la Policía desde 1889, sin
respuesta alguna, y aducían que lo que hoy conocemos como delincuencia juvenil estaba en
aumento; cada día había más “pilluelos”, sin que se hubiera planteado alguna solución, un asunto
de relevancia, por el atraso que implicaba para la ciudad y el país, ya que para 1899, Inglaterra
prohibió encerrar a los menores de 16 años en las mismas cárceles con los adultos.
26

Aunado a ello, en la publicación del Archivo de Bogotá (Archivo de Bogota , 2018) se


precisa que en ese primer informe de 1889 presentado por la Prefectura General de la Policía
(según lo traen a colación en esta publicación de 1892) se puntualizaba que a los menores se les
hacía más mal confundiéndolos en las prisiones comunes con los criminales verdaderos, porque se
les causa con ello un mal mayor desde luego que se les coloca en un medio pervertido en que se
aleccionan para la inmoralidad y el delito. En ese sentido, concluyen que pesar de que ya para
principios de siglo XX, la niñez y la juventud se consideraban etapas diferentes en la vida de las
personas, aún en el campo penal eran tratados como adultos.

Sobre esto Galvis (Galvis G. N., 2012) cita a García y Carranza (1990) quienes consideran
que en Colombia, en el siglo XIX, los conflictos de menores no fueron recogidos por un sistema
especial de juzgamiento, porque ni siquiera se planteaba como problema social, ya que la
existencia de una férrea autoridad paterna y religiosa y el predominio de una moral católica hacían
de esto un problema social inexistente; además, las reformas en pro de los menores fueron
resultado de un movimiento que surgió hasta finales del siglo XIX y principios del XX, con el
Tribunal especial para el juzgamiento de menores en Estados Unidos.

Sin embargo, ya se levantaban las voces que creían en el discurso que imperó en el periodo
de entreguerras que la niñez y la juventud a pesar de ser un problema eran ellos la esperanza del
futuro y base del progreso.

Iniciado de este modo un largo proceso de cambios sociales y legales entorno a la situación
de la criminalidad juvenil, considerada a finales del siglo XIX, con el propósito central de sacar al
menor delincuente del sistema penal común. En consecuencia, como veremos a continuación así
como expresa la publicación del Archivo de Bogotá (Archivo de Bogota , 2018), fue hasta 1920
que en Colombia se legisló sobre este asunto con la Ley 98 de 1920 “por la cual se crean juzgados
de reforma y corrección para menores”, y como ley específica solo hasta 1968 en la que se creó
un instituto específicamente para atender a la niñez y la juventud, esta es la Ley 75 de 1968 “por
la cual se dictan normas sobre filiación y se crea el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar”.
27

1.2 EL MENOR INFRACTOR DE LA LEY PENAL COLOMBIANA EN SITUACIÓN DE


IRREGULARIDAD: OBJETO DE CUIDADO, PROTECCION Y DEFENSA SOCIAL
POR PARTE DEL ESTADO EN EL SIGLO XX

1.2.1 De la beneficencia y la pedagogía moral a la necesidad de controlar y reformar a los


menores delincuentes

Según lo descrito por Galvis (Galvis G. N., 2012) en su investigación, a principios del siglo
XX, el mayor problema que afrontaba la niñez de Bogotá era en términos de salud, ya que había
muy poca esperanza de vida durante sus primeros años de vida, situación que se hacía evidente
por las tasas de mortalidad infantil que llegaban casi al 50%, es decir, que del 100% de niños que
nacían, 50% morían durante sus primeros dos años a causa de enfermedades, higiene, insalubridad
y en muchas ocasiones a manos de sus padres, quienes veían el infanticidio como una solución a
sus problemas económicos.

Sobre este último fenómeno, indica Galvis (Galvis G. N., 2012) que los casos de
infanticidio, muertes intencionales o violentas de niños en Bogotá durante el siglo XX,
especialmente durante la época de los 20s era abundante, y en los periódicos se narraban los casos
cuando se encontraban los cadáveres en los basureros, como el caso narrado por el periódico El
Tiempo en su edición del 10 de Julio de 1926:

…El 29 de diciembre de 1925[…] una mujer salió con su hijo de un mes y


medio hacia Fontibón […] por la vía férrea la vieron pasar unos trabajadores, con el
niño aún vivo y después la vieron pasar sola. A alguno se le ocurrió preguntarle por el
niño, y ella dijo que lo había dejado […] con su cuñada. Pero como dudaron de tal
afirmación, los trabajadores la detuvieron y la llevaron ante el alcalde de Fontibón,
quien tenía noticia de que se había encontrado el cadáver de un niño, en una zanja, a
la orilla de la carrilera[…]se dirigió allí con la mujer encontrando el hijo de esta
ahogado[…]ella dijo que había ido a Fontibón a dejarle el niño a su cuñada porque no
tenía como alimentarle, que ésta no se lo había recibido; que al devolverse a Bogotá
se había sentido cansado y que en un momento de desesperación lo había arrojado a
28

una zanja[…]que había intentado sacarlo y no había podido[…]El veredicto fue: no es


responsable de haber cometido el hecho en su momento de inconsciencia por una grave
causa de necesidad… (Galvis G. N., 2012)

Aunado a ello, continua Galvis (Galvis G. N., 2012) con su descripción de esta situación
indicando que cuando el padre cometía el infanticidio era declarado enfermo mental, pero si era la
madre tendía a considerarse como una asesina, sin embargo, en la mayoría de los casos era
justificada por el acto ejecutado, ya que se aducía que se había hecho en un terrible momento de
necesidad, y cita a las investigadoras Cecilia Muñoz y Ximena Pachón (Muñoz & Pachon, 1988)
quienes afirman que en aquella época el infanticidio podía haber sido en Colombia una práctica
para deshacerse de los hijos no deseados, así como el abandono de los niños por parte de sus padres
era algo cotidiano a principios de siglo.

Escenario que me permite afirmar que aun a inicios del siglo XX se tenían pensamientos e
ideales similares a los del siglo XIX conforme a los cuales los niños, niñas y adolescentes en
algunos casos eran tratados con el mismo amor y valor con el que se trataba a los animales, al no
existir valor o respeto alguno por la vida y mucho menos por los derechos de los niños. No había
argumento válido para justificar o aceptar actividades sociales que permitieran el infanticidio,
ningún estado de necesidad es válido para deshacerse de un niño, ciertamente me toma por sorpresa
saber que en nuestro país se tuvo este tipo de pensamiento en algún momento, actos tan barbáricos
y absurdos no tenían cabida en mi pensamiento, pero es precisamente este tipo de antecedentes los
que deben motivarnos a seguir investigando y a seguir propendiendo por la defensa de los derechos
de los niños hasta llegar a ese estado social de derecho en el que los derechos de los niños
efectivamente prevalezcan sobre los derechos de los adultos.

Sin embargo, se observa en el artículo publicado en 1888 por las investigadoras Cecilia
Muñoz y Ximena Pachón (Muñoz & Pachon, 1988) sobre la historia de la infancia en Bogotá en
el siglo XX que durante la década de 1900 a 1909, eran pilares de la defensa de los niños los
médicos y era en la Revista Médica, que se publicaba periódicamente en Bogotá, donde se
encontraban los informes sobre la mortalidad, y la mortalidad infantil. Eran los médicos, los que
exponían la necesidad de controlarlas condiciones de salubridad de la población en general y de
29

los niños en particular, y eran los médicos también los que le llamaban la atención al Estado sobre
la necesidad de mejorar la condición de vida de la población pobre, víctima de la insalubridad, la
ignorancia y la miseria. Ellos señalaban las costumbres que perjudicaban la salud física y
psicologica de los niños, escribían sobre la necesidad de protegerlos dentro de los hogares mismos,
y sobre la necesidad de llevarlos en caso de necesidad a un lugar seguro. -el hospital-, para que
pudieran ser bien atendidos, ya que sus madres por ignorancia y pobreza no podían darles las
condiciones necesarias para su mejoría.

De lo que se concluye que ya se escuchaban los primeros gritos de auxilio en defensa de la


vida de los niños. Así como lo indica Galvis (Galvis G. N., 2012) quien precisa que ante esta difícil
situación de los niños de enfermedades, abandono, infanticidio, etc, hace que, producto de
iniciativas privadas, se desarrolle todo un esquema de caridad y protección en torno a la infancia,
y a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, unas cuantas señoras de clase acomodada
formaron una Sociedad que empieza a recoger a los niños que dormían abandonados en las puertas
de las casas, esta sociedad estuvo auxiliada por los Padres Salesianos y contaba con un edificio
que podía albergar alrededor de mil niños, igualmente, las damas de la alta sociedad fundaron en
Bogotá el Club Noel, y es a partir de estas manifestaciones de caridad, que se les brindo asistencia
y atención a la niñez desamparada de Bogotá.

Paralelamente señala Galvis (Galvis G. N., 2012) que luego de estas manifestaciones,
expresiones de caridad y atención para los menores, en el siglo XX el menor aparece como un
objeto susceptible de atención, cuidado y protección sanitaria, de allí que, a nivel normativo, se
cree un modelo tutelar proteccionista que convierta al “menor” en un objeto de protección. En
efecto, a partir de la segunda década del siglo XX, se incrementarían las normas, políticas e
instituciones tendientes a preservar al niño como un objeto que se debe cuidar y proteger, sin
embargo, este tratamiento era dirigido especialmente a aquellos niños con sus necesidades básicas
insatisfechas, total o parcialmente, quienes era vistos como objetos de cuidado y protección. De lo
que se derivó la existencia de dos tipos de infancia: la primera, con sus necesidades básicas
satisfechas, eran los niños y adolescentes, y la segunda, con sus necesidades básicas insatisfechas,
total o parcialmente, los denominados “menores”, vistos como objetos de cuidado y protección,
no como personas.
30

Bajo ese entendido, coincido con las consideraciones de Alexandra Mancera Carrero en su
investigación titulada “Niños expósitos y menores en Bogotá: 1791-1920” (Carrero, 2012) quien
concluyo que la categoría de infante expósito y menor en Bogotá constituyeron el escenario
normativo para la emergencia del menor de la irregularidad a comienzos del siglo XX, en tanto
que ambos fueron concebidos como sujetos abandonados moral y socialmente, potenciales
criminales, necesitados de alimento del alma y educación moral y, por tanto, sujetos que debían
ser tutelados-controlados, en razón de un germen que podría ir en contra de la sociedad.

Acorde a lo expresado por Carrero (Carrero, 2012) a inicios del siglo XX aumentaron las
compañías y hermandades católicas que incidieron en la creación de instituciones de caridad para
la infancia expósita y menesterosa, también favorecidas por el plan de reeducación en el marco del
Concordato, como por ejemplo, el asilo-taller de la Asociación Obra del Niño Jesús en Favor de
la Infancia Desamparada era administrado en principio por los salesianos y luego por las Hermanas
de la Caridad, las mismas responsables de la administración de la correccional de Paiba.

Estado de beneficencia y atención que según Ximena Pachón (Pachon, 2012) y María del
Carmen Castrillón V (Castrillon, 2014) fue promovido por la conflictividad que Colombia había
vivido a finales del siglo anterior, principalmente después de la guerra de los Mil Días. Según
María del Carmen Castrillón V (Castrillon, 2014) el Estado colombiano durante los primeros
treinta años del siglo XX (al igual que otros estados latinoamericanos), realizaría esfuerzos por
definir una política social para dar cuenta de los diversos problemas que se tornaron agudos con
los efectos de la Guerra de los Mil Días (pobreza, criminalidad y mortalidad infantil, entre otros).

Bajo ese entendido, tomando como referente la investigación realizada por Ximena Pachón
(Pachon, 2012) corroboro que la Casa de Corrección de Paiba fue una de las dos instituciones que
caracterizaron el devenir de la infancia pobre de Bogotá a inicios del s. XX. Funcionó en una “vieja
casona” en las orillas y hacia el occidente de la ciudad, en un sector denominado Paiba, de ahí su
nombre. Inicios de esta correccional que según Pachón (Pachon, 2012) se relacionan con las
dimensiones que adquirió el problema de la vagancia y la delincuencia infantil en la capital al final
de las guerras civiles, especialmente al finalizar la Guerra de los Mil Días, y la Bogotá que a inicios
31

de siglo XX vio con preocupación cómo día con día ingresaban nuevos niños delincuentes,
estimulados por la pobreza, la orfandad y la ociosidad que imperaba en las cárceles.

1.2.2 Transición entre el discurso de la caridad pastoral y la beneficencia estatal, a la


emergencia de los discursos de la criminalidad

Según Pachón (Pachon, 2012) a comienzos del siglo XX, los diarios señalaban la peligrosa
situación de la ciudad a causa de la desmoralización de la juventud, como ejemplo de ello en el
periódico El Tiempo de septiembre de 1920, el director de la Policía escribía al ministro de
gobierno sobre el problema de las madres viudas de la guerra, cuyos hijos huérfanos eran víctimas
del desborde moral, la degradación y los vicios, queja a la que se sumaba la ausencia de medios
legales y de establecimientos de corrección de menores, pues, en palabras del director, sólo existía
uno que era imperfecto e insuficiente, diseñado para menores de doce años, refiriéndose a la Casa
Correccional de Paiba, creada en 1905, época en la cual se entretejían varios aspectos en relación
con la vagancia, la corrección y los infantes menesterosos y delincuentes.

Casa correccional de Piba, que según Pachón (Pachon, 2012) fue creada por medio de un
Decreto proferido por el alcalde de Bogotá Tadeo Prieto Solano en 1905, con el que estableció una
serie de determinaciones de reclusión sobre los vagos y ociosos; y ello implicó la recogida de las
calles de aquellos clasificados dentro esta población, entre los que estaban los niños de la infancia
expósita y menesterosa.

Sin embargo, precisa Pachón (Pachon, 2012) que la criminalización comienzo a tener
mayor relevancia sobre los discursos de caridad y beneficencia, al constituirse una percepción
colectiva sobre el aumento de los rateros, lazarillos y abandonados. Situación que permitió el
surgimiento de la persistencia por el control social y penal, de entreverar indigencia y menesteroso
como disposiciones para la delincuencia, lo que resultó de una especialización de las formas
jurídicas sobre lo que se tipificaría como actos delictivos, lo que llevaría a que la Casa de
Corrección de Paiba, bajo la administración de las Hermanas de la Caridad, recluyera a los infantes
menesterosos considerados como pequeños delincuentes.
32

En consecuencia, según la investigación de Pachón (Pachon, 2012) las prácticas en la Casa


de Paiba empezaron a denotar una pedagogía correccional que buscaba las causas de los actos de
delincuencia infantil en el cuerpo del niño, al ser considerados aquellos como manifestación de la
degeneración de la inocencia del buen infante, ya que el informe presentado por los médicos
Bejarano y Sanmartín, publicado en el Tiempo del 12 de diciembre de 1923 permite evidenciar las
transiciones entre el discurso de la caridad pastoral y la beneficencia estatal, y la emergencia de
los discursos de la criminalidad, soportados en ciencias como la medicina e instituciones como la
Asociación de Pediatría o la Academia de Medicina, que trajeron consigo la invención de
categorías como reeducación, enfermedad, patología, anormalidad, degeneración cerebral y moral,
sifilíticos, etcétera.

Siguiendo con este referente historio, Pachón (Pachon, 2012) indica que según el informe
presentado por los médicos Bejarano y Sanmartín era necesario que establecimientos del carácter
de la Casa Correccional no estuvieran bajo la dirección de una comunidad religiosa, ya que los
castigos estaban bajo la férula de un maestro que no conocía “la naturaleza enferma de un niño
anormal”. Por tanto, según los médicos el sistema correccional era imperfecto, pues no brindaba
ningún provecho moral, en la medida en que, sumado a lo anterior, la educación sólo exigía rezar
oraciones, es decir que, además de la lectura y la escritura, no se contaba con estrategias que
encauzaran las voluntades enfermas por un buen sendero.

Otro inconveniente, según Bejarano y Sanmartín (Pachon, 2012) tenía que ver con la
mirada de las Hermanas de la Caridad, quienes contemplaban la vida desde aspectos distintos a los
que eran en realidad, asumiendo que los infantes menesterosos delincuentes eran verdaderos
criminales a quienes nada salvará de sus inclinaciones.

Bajo ese entendido, según (Pachon, 2012) empezaron a cobrar mayor relevancia los
discursos sobre la enfermedad de una población, producto de la degeneración cerebral y moral,
cuyas anormalidades formarían parte de las patologías individuales, que la simple consideración
de reformar y limpiar los vicios de la vagancia y la ociosidad. Por ello, la sociología de la
criminalidad infantil y la estadística proveían la tipificación de las diversas causas que contribuían
al aumento del delito en niños/as:
33

[...] las estadísticas del movimiento de adolescentes y niños que pasan y han
pasado por la cárcel de Paiba es algo que contrista el alma, y que llama a ser serias
meditaciones del porvenir que se les espera a todos aquellos niños a quienes ahoga la
miseria, y a quienes se les ofrece el mal ejemplo del hogar, agravado por factores
heredo-alcohólicos, específicos (Pachon, 2012).

Y en la medida en que se expande la consideración sobre los riesgos sociales de los


ahogados en la miseria, como se le denominaba a los menores abandonados, (Pachon, 2012) afirma
que crece la consideración sobre la necesidad de la reclusión por los crímenes, y la razón que le
imprime el dolo a las acciones de los pequeños delincuentes, y en consecuencia, se da un aumento
en el número de penados en Paiba: en 1908 estaban recluidos 66 niños, dos años después eran 331.

Consideraciones a partir de las cuales se puede evidenciar que a inicios del siglo XX la
delincuencia juvenil además de ser vista como un problema social que requería de manera urgente
atención por parte del Estado, era estigmatizada como una enfermedad y a los niños se les
consideraba anormales - enfermos a causa del abandono y por la presunta degeneración moral y
cerebral propia de un ambiente social de relaciones viciadas. Es por ello, que según (Pachon, 2012)
la Casa de Corrección de Paiba y el Decreto de 1905 marcaron un tratamiento diferencial de la
reclusión de una infancia anómala, siendo la semilla para que más adelante, en 1920, se diera el
tratamiento jurídico dirigido exclusivamente al control de menores.

1.2.3 Creación de la jurisdicción especial para menores. Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean
Juzgados y casas de reforma y corrección para menores”

Tras años de abandono e indiferencia del Estado en relación a los derechos de los niños,
niñas, y a adolescentes, constato que en 1920 se promulga en Colombia la primera ley que atendía
el tan evidente problema social de la delincuencia juvenil, problema que años atrás, tal vez tuvo
su origen en el maltrato y abandono de los padres hacia los hijos. Una ley que, si bien no era del
todo garantista con los derechos de los menores, fue el primer paso del legislador colombiano y de
la sociedad entera, en lo que sería un largo camino de construcción normativa en pro de
salvaguardar los derechos de los menores como anteriormente se les denominaba.
34

Al respecto, María del Carmen Castrillón en su investigación titulada “Los niños de la


minoridad y sus lugares de “reforma y corrección” en Colombia (1900-1930)” (Castrillon, 2014)
resalta que en 1920 los niños de la minoridad se convierten en un asunto importante, ya que
fragiliza el proyecto político regenerador, a partir del cual se buscaba erigir un Estado-nación. Y
añade, que en medio de las disputas entre quienes defendían la necesidad de legislar sobre menores,
para santificar su alma del ciudadano futuro y limpiarlos de toda mancha o vicio, se hacía evidente
una sensibilidad social sobre la niñez que enfatizaba situaciones críticas, de las que se destacaba
con fuerza la mortalidad infantil, asociadas a las precarias condiciones de higiene, generando así
alocuciones venidas de personas notables de la política, de la beneficencia y del derecho,
interpelando la necesidad de la “protección infantil”.

Es así, como a partir de ese sentimiento de culpa y necesidad de proteger a los menores que
la autoría cita las palabras de Agustín Nieto Caballero, escritor, educador y defensor permanente
de la infancia, que desde tiempo atrás ya venía solicitando al “elevado espíritu filantrópico” de la
capital, una coordinación de las “obras protectoras” que se encontraban dispersas y según él con
escasa eficacia:

Todos vosotros (…) habéis visto los infelices chiquillos que vagan por las
calles exhibiendo desnudez y miseria. Los habéis visto también, de noche,
amontonados en los quicios de las puertas, en las vecindades mismas de las
inspecciones de policía (…) Las criaturas desvalidas cuya vida nos aprieta el corazón,
son más desdichadas de lo que su misma apariencia miserable parece relatarnos. Nos
apiadamos de ellas porque sienten frío, y son más dignas de lástima por los vicios que
pesan sobre su débil estructura: han aprendido a mentir y a robar, y saben ya de
abyectas degeneraciones. Debían ser los renuevos de la raza y son sus desechos (…)
Nuestro sentimiento compasivo puede ir más lejos todavía: multitud de estos seres que
s e inician en la vida por oscuros caminos —y sin más guía que el vicio— son
pervertidos y explotados por sus mismos padres”. Sólo orientándose por una “causa
común”, “¡Cuántos seres salvaríamos así, para el hogar sano, para la ciudad alegre,
para la patria próspera! (El Tiempo, agosto 22 de1922: Por la infancia desamparada).
(Castrillon, 2014)
35

Llamado de auxilio en favor de la niñez que según Castrillon (Castrillon, 2014) hacia parte
de un sin número de consideraciones, conceptos, y posturas entorno a las cuales se discutía la
mejor forma de dar un tratamiento jurídico a este problema social comprendidos en exposiciones
de antecedentes o motivos de la Ley 98 de 1920. Escenario en el que finalmente, según Castrillón
(Castrillon, 2014) predomino la opinión que busca una combinación de la intervención educativa
con la intervención judicial, justificada en nombre de una moralización a ser recuperada en la vida
del menor, una vez transite por los juzgados y por sus servicios. Como ejemplo de esta postura
Castrillón (Castrillon, 2014) cita la presentación que la Comisión de Legislación Penal hace el 22
de octubre de 1920, en la que se expone:

No tenemos para qué entrar en análisis de las múltiples causas que han
determinado una mayor criminalidad en los tiempos que alcanzamos. Bástanos anotar
que entre nosotros la delincuencia infantil asume caracteres inquietantes que
preocupan con razón a sociólogos y moralistas. ¿No se han visto casos de niños
impúberes acusados de homicidio, reos de atentados contra la propiedad y
responsables de delitos graves contra la moral pública? Aún es quizá tiempo de poner
cortapisas al mal y de prevenir sus fatales proyecciones sobre nuestro desarrollo
colectivo (…) Pensando tal vez en estos arduos problemas, el Sr. Ministro de Gobierno
, autor del proyecto, propone que en los juicios contra menores, el Magistrado que se
crea por esta Ley tendrá siempre presente que se trata no tanto de castigar culpas cuanto
de formar el sentido moral del niños por los medios que da la educación, entre los
cuales puede figurar el castigo; por eso mismo dispone el proyecto que el veredicto del
Tribunal sea considerado como un proceso educativo y no como una condena criminal
que envuelva inhabilitación presente o futura e materias civiles o de otro orden (…)
(Castrillon, 2014)

Posteriormente, según Carrero (Carrero, 2012) el 20 de noviembre de 1920, el periódico El


Tiempo publicó la creación de los Tribunales Infantiles, aprobada por el Congreso de la República,
por medio de la Ley 98 de 1920, presentada por el ministro de gobierno Luis Cuervo Márquez, a
propósito de la protección de menores, sobre la base de la educación y corrección para la
36

readaptación social. El discurso presentado por el ministro señalaba que el interés de la Ley era la
protección vinculada, como lo cita Carrero:

[...] al porvenir no solamente moral, sino físico de las nuevas generaciones,


porque un niño recargado de trabajo y en malas condiciones higiénicas, no podrá ser
un hombre robusto y apto para los trabajos fuertes, ni una niña rodeada de una
atmosfera corruptora podrá sustraerse a la corrupción y nunca llegará a ser un elemento
sano y apto para formar una familia. (Carrero, 2012).

Bajo ese entendido, fue entonces a partir de la Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean
Juzgados y casas de reforma y corrección para menores” (Congreso de Colombia, 1920) que en
Colombia empezó la caracterización jurídica de un sujeto “el menor” que contenía a aquella
población infantil en situación irregular. Según su artículo 1 eran:

Artículo 1°. Los menores de diez y siete años y mayores de siete, que
ejecuten actos definidos por el Código Penal como delitos, o castigados por el Código
de Policía como infracciones, quedan sometidos a la jurisdicción de un funcionario
especial, que se denominará Juez de Menores, y sustraídos a la acción de los
sistemas de investigación y de penalidad aplicados a los mayores de edad, en
cuanto se opongan a las disposiciones de esta Ley. (Negrilla y subrayado fuera de
texto) (Congreso de Colombia, 1920)

Apartado normativo, del que se traduce que la Ley 98 de 1920 tenía como principal objetivo
someter a los menores que incurrieran en la comisión de conductas punibles o en infracciones, a
una jurisdicción especial en cabeza de un Juez de menores para sustraerlos del sistema penal que
regía para los adultos.

Propósito para el cual, se creó un procedimiento especializado dirigido por un Juez de


Menores que debía ser un hombre casado, padre de familia, y gozar de buena reputación; quien
además contaba con el apoyo de un médico versado en las enfermedades de los niños y con
conocimientos especiales de psicología infantil. Empleados para quienes la ley disponía la
37

prohibición de ejercer ningún otro cargo público, y la obligación de destinar todo su tiempo al
estudio y resolución de los asuntos que cursaran en el juzgado. Con lo que se deja en evidencia la
importancia que para la ley revestían los casos de los menores.

Ahora bien, conforme a lo dispuesto en los artículos 10 y 11 de la Ley 98 de 1920 el proceso


podía iniciarse de oficio en los siguientes casos:

Artículo 10° El Juzgado de Menores podrá proceder de oficio en todos los


casos en que se presente un menor que pueda estar comprendido dentro de las
prescripciones de la presente Ley. Los Inspectores de Policía, los Jueces y los
Tribunales remitirán al Juzgado de Menores las causas o procesos o denuncios en que
compete a este intervenir en virtud de la presente Ley.

Artículo 11° Además de los casos previstos en los artículos anteriores, el


Juzgado tendrá intervención en los siguientes casos que afecten a menores de diez y
siete años: a) Los que se encuentren en estado de abandono físico o moral, vagancia
prostitución o mendicidad; b) Los que sean hijos de persona o personas que estén
en cárcel o presidio por delito cometido y que carezcan de medios de educación o
de subsistencia. Negrilla fuera de texto (Congreso de Colombia, 1920)

Es decir que el juez podía intervenir en la vida del menor no solo cuando éste cometiera un
delito sino también cuando se encontrara en una situación irregular como abandono, vagancia,
prostitución, mendicidad, con necesidades básicas insatisfechas como la educación y la salud.

Adicional a ello, haciendo un análisis de la Ley 98 de 1920 (Congreso de Colombia, 1920)


se observa que se el proceso adelantado en contra de los menores (delitos o infracciones) o en
favor de estos (irregularidad), era un proceso verbal, breve, sumario y privado con total reserva
que se desarrollaba en una sola etapa, la del juicio, es decir, que no había etapa de investigación.
Dicha audiencia iniciaba con la práctica de la información necesaria, en presencia del menor y de
sus padres, o acudientes, o de personas interesadas en el asunto, o a falta de estos, de un curador
que el Juez nombrará de oficio.
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Inicialmente antes de la audiencia el Médico debía rendir un dictamen sobre el estado físico
y mental del menor, en el que informaría al juez de la condición de irregularidad en la que se
encontrara el menor a fin de determinar si esos factores pudieron influenciar al menor para cometer
los actos punibles por los que se juzgaba, dicho en otros términos correspondía al médico
determinar si la acción ejecutada por el menor, tipificada como delito o infracción, había sido
cometida por este en razón de la condición de abandono o necesidad en la que se encontrara. Así
como lo establecía el artículo 13° de la Ley 98 de 1920 (Congreso de Colombia, 1920):

Artículo 13° En todos los casos que se presenten, el Médico deberá informar
sobre el estado físico y mental del menor, y dará dictamen sobre la influencia que tal
estado pueda ejercer en los actos punibles que se juzgan. Este concepto, con los otros
documentos del juicio, será tenido en cuenta por el Juez para dictar su fallo. (Congreso
de Colombia, 1920)

En consecuencia, según lo establecido en el artículo 14 de la Ley 98 de 1920 (Congreso de


Colombia, 1920) era obligación del juez informarse sobre las condiciones que rodearan al menor,
el ambiente de moralidad en que viva, de los medios de subsistencia, de los hábitos alcohólicos de
las personas con quienes viva, etc., para dictaminar lo más conveniente para el menor por medio
de una sentencia con la que se pretendería, de conformidad a lo establecido en el artículo 15 de la
Ley 98 de 1920 (Congreso de Colombia, 1920) “el mejoramiento” del menor en forma tan sencilla
como fuere posible, evitando las controversias y complicados formulismos de otros
procedimientos judiciales.

Según el análisis de la norma realizado hasta este momento, es claro que la Ley 98 de 1920
(Congreso de Colombia, 1920) más que investigar, juzgar y castigar a los menores por las
conductas punibles o infracciones en las que incurrieran, pretendía proteger al menor delincuente
que se encontraba en una grave situación de irregularidad que no le permitía discernir entre lo que
era o no era correcto hacer, porque se encontraba cegado por la necesidad que atentaba contra su
propia existencia. Conclusión a la que llego, luego de estudiar las normas citadas anteriormente en
las que se evidencia que el juzgador no se planteaba interrogantes entorno al ¿quién? ¿como? Y
¿dónde? De la conducta cometida porque, contrario a ello, estaba más interesado en la situación
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en la que se encontraba el menor de edad y en consecuencia se formulaba interrogantes sobre el


estado físico y mental del menor, para luego tomar una decisión por medio de sentencia con la que
se buscaba mejorar las condiciones de vida del menor delincuente. Propuesta normativa que
considero fue un gran avance en el tratamiento jurídico de los menores en el siglo XX, puesto que
no se miraba al menor como delincuente sino como víctima de la sociedad y tal vez del Estado.

La Ley 98 de 1920 (Congreso de Colombia, 1920) describía un proceso en el que, la


intención inicial no era reprender y castigar a los menores puesto que lo primordial, según lo
establecido en el artículo 16 de la aludida ley, era orientar el sentido moral de los menores por
medio de la educación, tomado unas medias entre las cuales el castigo podía figurar. Sobre este
asunto, la ley es clara al definir en artículo 22 el concepto de fallo y lo que se pretendía con este:

Artículo 22° El fallo del juzgado debe ser considerado como un proceso
educativo y no como una condena criminal que envuelva inhabilitación presente o
futura en materias civiles o de otro orden, pues esta Ley debe interpretarse en la forma
más conveniente para el estado físico y moral de los menores, y es con ese criterio con
el que debe resolverse cualquiera duda que pueda suscitarse para su aplicación. El Juez
y sus subordinados deben obrar en forma paternal y sin desviar el espíritu de esta Ley
por un mal entendido formulismo judicial. (Congreso de Colombia, 1920)

Aunado a ello, el artículo 17 de la Ley 98 de 1920 enunciaba las siguientes posibilidades


de fallo:
Artículo 17° El fallo que se dicte puede ser:
a) Absolución plena y total;
b) Absolución, previa una amonestación al menor o a sus padres o tutores;
c) Dejarlo en su hogar bajo la vigilancia del Juzgado;
d) Separación de sus padres o cuidadores y colocación en una casa de familia, o en un
establecimiento industrial o agrícola, que de plenas garantías de buen trato para el menor
y de ejemplo de moralidad y de buenas costumbres;
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e) Internarlo a una casa de reforma y corrección por tiempo indeterminado hasta que
se obtenga el resultado de mejoramiento o de formación del sentido moral que se
persigue. (Congreso de Colombia, 1920)

Casas de reforma que de conformidad al artículo 24 de la Ley 98 de 1920 (Congreso de


Colombia, 1920) estarían a cargo de personas versadas en esta clase de tareas, y de preferencia al
de una comunidad religiosa, y tendrían las mejores condiciones de higiene, salubridad, y en ella se
atendería a la educación religiosa y moral del menor, a su desarrollo físico, a su cultura intelectual,
al aprendizaje de oficios manuales, y por sobre todo, al desarrollo de su sentido moral. Así mismo,
la ley precisaba que para las casas de reforma el gobierno dispondría lo conveniente a fin de que
fueren y se les consideraren como casas de educación, y no como cárceles o presidios.

Sin embargo, pese a la buena intención del legislador a simple vista logre avizorar los
inconvenientes de aplicación normativa que comprendieron la Ley 98 de 1920 (Congreso de
Colombia, 1920), el primero de ellos en relación a la ausencia de una etapa de investigación que
permitiera recolectar pruebas de la conducta punible por la que se investigaba al menor, porque
ello se traduciría en la ausencia de garantías procesales para los menores, quienes además de la
situación de irregularidad en la que se encontraban, por su escasa edad ya se encontraban en
desventaja frente a la parte denunciante, me pregunto entonces si tan solo bastaba la acusación de
un adulto o de otro menor para iniciar el proceso, en el que como ya vimos, el menor es sometido
a un examen físico y mental para luego ser objeto de una medida correctiva y orientadora. Podría
entonces considerarse que, con la Ley 98 de 1920 (Congreso de Colombia, 1920) el menor acusado
de haber cometido un delito o una infracción estaría siempre destinado a “pagar” de una u otra
forma por un acto que tal vez no habría cometido.

Por otra parte, surge un segundo cuestionamiento en torno a las medidas adoptas en el los
literales d y e del artículo 11° (Congreso de Colombia, 1920), toda vez, que no preveían un límite
de tiempo para el resguardo del menor en una casa de familia, o en un establecimiento industrial
o agrícola, o para el internamiento del menor en una casa de reforma y corrección, dado que la
misma norma indicaba que sería “por tiempo indeterminado” hasta que se obtuviera resultado de
mejoramiento o de formación del sentido moral del menor que se perseguía. Eventualidad ante la
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cual, según el artículo 19° (Congreso de Colombia, 1920) el Juzgado podía reformar o modificar
su fallo en vista de las nuevas condiciones en que se encontrara el menor, bien fuere para regresarlo
a su hogar con su familia, o dejar al mayor de edad en libertad.

Dicho procedimiento obligaba a los funcionarios públicos y a las personas que hacían parte
de las casas de reforma corrección de llevar un estricto seguimiento de los casos de cada uno de
los menores, seguimiento que debía ser adelantado por el juez, para ello citando lo consignado en
el artículo 20° (Congreso de Colombia, 1920) encuentro que las casas de corrección, las colonias
agrícolas, y, en general todas las instituciones que guardaran menores, rendirían mensualmente al
juez un informe nominal y detallado sobre el estado de cada uno de los menores. Y así mismo, el
juez, de conformidad a lo establecido en el artículo 21° (Congreso de Colombia, 1920) debía visitar
mensualmente a los menores que se encontraran en la capital, y anualmente, por lo menos, a los
que se encuentren fuera de la ciudad.

Con lo que se evidencia que le proceso creado por medio de la Ley 98 de 1920 (Congreso
de Colombia, 1920) no finalizaba con el fallo como si ocurre actualmente, desde 1920 en Colombia
era obligación del juez hacer un seguimiento del estado en el que se centraba el menor y de su
mejoría para proceder a modificar la sentencia, imponiendo de esta forma una gran carga a los
servidores públicos que parecería imposible cumplir, en vista del sinnúmero de obligaciones a
cargo de una sola persona: 1. Juzgar a los menores que incurrieran en la comisión de conductas
punibles o infracciones; 2. Procesar a los menores que se encontraban en situación de irregularidad;
3. Hacer un seguimiento del estado de cada uno de los menores por tiempo indefinido, lo que hacía
que el proceso penal en contra del adolescente se extendiera por tiempo indeterminado.

Igualmente, para mi significo motivo de preocupación el hecho de que, la Ley 98 de 1920


(Congreso de Colombia, 1920) ordeno en el artículo 2° la creación de un Juzgado de Menores en
la capital de la Republica y en consecuencia acode a lo expresado en el artículo 32° de la misma
norma, las disposiciones de la Ley 98 de 1920 regirían solamente en el Municipio de Bogotá, y
ese mismo juzgado conocería de los delitos cometidos por menores en el Departamento de
Cundinamarca, sobre esto cabría preguntarse qué sucedía con la situación de los menores que se
encontraban en otros departamentos.
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Sin embargo, la Ley 98 de 1920 dispuso en su artículo 30° que en las capitales de los
Departamentos en donde estuvieren ya establecidas casas de reforma para menores, el Gobierno
establecería Juzgados, siempre y cuando, acorde a lo consignado en el artículo 31° (Congreso de
Colombia, 1920) el Poder Ejecutivo estudiara y comprobara que la aplicación de la Ley 98 de 1920
había generado resultados convenientes.

Luego de ello, en 1923 fue aprobada la Ley 15 del 03 de febrero de 1923 (Congreso de
Colombia, 1923) “sobre casas de menores y escuelas de trabajo” por medio de la cual se faculto a
las asambleas departamentales para disponer lo conveniente en el sentido de crear y sostener casas
destinadas a la protección y corrección de varones menores, que serían dirigidas por pedagogos,
de conformidad con lo que se practicaba en las escuelas anormales europeas y norteamericanas,
denominadas “casas de menores y escuelas de trabajo."

1.2.4 Análisis de la implementación de la Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean Juzgados y


casas de reforma y corrección para menores”.

Sobre el análisis de la implementación de la Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean Juzgados


y casas de reforma y corrección para menores”, me permitiré citar las consideraciones expuestas
por la doctora María del Carmen Castrillón en su investigación titulada “Los niños de la
minoridad y sus lugares de “reforma y corrección” en Colombia (1900-1930)” (Castrillon, 2014),
toda vez que en la misma, a través de la revisión de prensa realizada por la autora con la que es
posible hacer una aproximación a los debates que se dieron en las esferas del gobierno, puesto que,
en aquella época el periódico registraba los debates de la Cámara de Representantes, en los que se
publicaban las discusiones alrededor de la creación de los tribunales infantiles en todo el país.

De modo que según el criterio de Castrillon (Castrillon, 2014) la puesta en marcha del
juzgado de menores en Bogotá, a pesar de haber sido el primero en instalarse y al que se le dio
mayor esfuerzo institucional, demostrando la eficacia administrativa y simbólica del país, no fue
un proceso lineal y ascendente, en camino hacia la deseada perfección de los dispositivos judiciales
y asistenciales de intervención. Al contrario, según la autora (Castrillon, 2014) las tensiones fueron
permanentes, tanto por la carencia de los recursos como por las cualidades profesionales y
43

personales de quienes estaban a cargo de los juzgados. Los impulsos jurídicos de innovación en la
asistencia y protección de la infancia por parte de sus precursores políticos e intelectuales, se
confrontaban no sólo con un panorama diferenciado de agentes y discursos a veces desligados, a
veces incongruentes entre sí, sino también con unas condiciones financieras y edilicias
insuficientes o precarias para llevar a cabo tamaña empresa regeneradora de “la infancia
abandonada/delincuente” como lo denomino Castrillon.

Como lo afirma de Castrillon (Castrillon, 2014) la idoneidad del juez de menores y de la


gestión en el juzgado fue uno de los asuntos objeto de crítica y debate en la prensa, sobre ello, hace
referencia al cruce de palabras entre el jurista José Arturo Andrade y el entonces juez de menores
Nepomuceno Bernal Méndez, que inicio por una denuncia del jurista, en la que recuerda al juez la
misión inicial del juzgado y el trabajo arduo de discusión del contenido de la Ley 98 de 1920, y
además hace una crítica que se extiende al señalamiento de los gastos onerosos “sin honra ni
provecho” del juzgado, y la esperanza perdida de haber podido posicionar a un mejor jurista como
candidato a ocupar el cargo de juez de menores, argumentando lo siguiente:

Porque el legislador afrontó de lleno la cuestión, y sentó de una vez el principio


que para los delincuentes comprendidos entre los siete y los diez y siete años no existía
propiamente un sistema punitivo sino un proceso de educación, basado en el estudio
de las posibles anormalidades del pequeño culpable, en el que asignaba toda la labor
de reforma al tratamiento pedagógico y no a la eficacia de la pena (…)

No obstante, fue transcurriendo el tiempo sin que aquella novísima institución


comenzase a dar sus frutos, y ya, desde el tribunal superior de Bogotá, nos propusimos
seguir de cerca sus trabajos cuya lentitud y poco brillo atribuimos a falta de
preparación de los encargados del juzgado. Al acercarse una nueva elección pusimos
de nuestra parte cuanto fue posible por lograr, aunque sin éxito, que fuera a esa oficina
un especialista en la materia (…) Cuando en meses pasados fue elegido el juez de
menores el Dr. Miguel Aguilera, renació en nosotros la lejana ilusión de que aquella
entidad viniera ahora sí a cumplir la plenitud de sus fines, porque el designado unía a
sus claros talentos y a su entusiasmo por la obra, una preparación cuidadosa metódica
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y completa (…) pero el Dr. Aguilera, consciente de la responsabilidad que iba a echar
sobre sus hombros, no quiso decidir su aceptación sin estudio previo, del que sacó la
triste convicción de que el juzgado de menores es, hoy por hoy, una institución inútil,
y así lo declaró al Tribunal en su excusa en la que llegó a esta penosa conclusión, que
coincide con lo que nosotros hemos expuesto en estas líneas: En cuatro años de
presupuesto de gastos del juzgado no ha servido sino para confortar el ocio amable de
un juez sin proceso, de un médico sin pacientes y sin drogas, y de cuatro empleados
más que ven discurrir los días bajo la paz de un silencio costoso(…) (El Tiempo, julio
21 de 1925: Ante el fracaso del Juzgado de menores).

Así las cosas, según Castrillon (Castrillon, 2014) el jurista José Arturo Andrade le exigió
al Congreso de la República que se ocupara de ese problema, no sólo para controlar que los
empleados devengaran “sueldo sin trabajo”, sino también para frenar las graves consecuencias del
mal manejo del juzgado, que se veía reflejado en “el aumento indiscutido de la criminalidad infantil
de la que dan fe las estadísticas y los funcionarios públicos que conocen de ella”.

Critica como la que se evidencia, que efectivamente la implementación de la Ley 98 de


1920 significaba un gran esfuerzo de los funcionarios a cargo de los juzgados y en la misma medida
una gran destinación de recursos por parte del Gobierno. Fácil era entonces cuestionar la labor del
juez Nepomuceno Bernal para quien la Ley 98 de 1920 había designado un gran número de
funciones que requerían no solo de dedicación y conocimientos jurídicos, sino además exigían una
gran disposición de tiempo y de medios. Ante esta percepción personal, observo que Castrillon
(Castrillon, 2014) permite en su investigación conocer el informe que rinde el juez de menores
Nepomuceno Bernal ante la Cámara y el ministro de Gobierno, un informe sobre el Juzgado de
menores y la Casa de corrección de Paiba.

En este informe, según Castrillon (Castrillon, 2014) el juez Nepomuceno Bernal explica la
situación de la cárcel de Paiba, en un intento de resaltar el buen funcionamiento de la cárcel en
correspondencia con la Ley 98 de 1920. Menciona la organización del juzgado, los funcionarios a
cargo, el médico que asiste a los internos, y explica con los registros que dan cuenta de la cantidad
45

de menores y del delito asignado, demostrado con ello cierto esfuerzo de rigor estadístico y
científico del juez, quien había sido fuertemente criticado por su trabajo en el juzgado de menores.

Como evidencia de ello, Castrillon (Castrillon, 2014) trascribe uno de los cuadros
estadísticos del juez Nepomuceno Bernal, en el que se observa el movimiento de los asuntos
ventilados por el juzgado de menores del 1 de julio de 1925 al 1 de julio de 1926, reflejando un
total de 482 delitos cometidos por menores de edad, dentro de los cuales se encuentran: Hurto
hombres 220, mujeres 60; heridas hombres 58, mujeres 14; robo hombres 33, mujeres 5; daño en
cosa ajena hombres 21, mujeres 2; abuso de confianza hombres 22, mujeres 3; vagancia hombres
47, mujeres 5; maltratos hombres 5, mujeres 3; homicidio hombres 3, mujeres 1, entre otros.

Adicionalmente, Castrillon (Castrillon, 2014) expone como en el informe del juez


Nepomuceno Bernal, el funcionario describe con detalles cómo funcionaba el juzgado de menores,
y precisa las medidas correctivas que según su criterio y experiencia como juez de menores debían
tomarse para mejorar el funcionamiento del mismo, sin embargo en el desarrollo de la
investigación, más que describir el funcionamiento del juzgado, el juez se encargó de hacer una
exposición de como funcionaban las casa de reforma, las fallas, los errores, y los aspectos con los
que se podría realmente, lograr la restauración de la vida de los menores.

Según Castrillon (Castrillon, 2014) Nepomuceno Bernal en su informe indico, que


realizaba visitas semanales a los establecimientos que hacían parte del circuito de atención, con el
objetivo de valorar las condiciones y el comportamiento de los menores, para determinar la
continuidad o la terminación de la reclusión como lo indicaba la Ley 98 de 1920. Menciona que el
intento de crear condiciones especiales para los menores, diferentes a las que tenían los adultos,
era insuficiente e incompleto; de ahí que el juez anexara al informe un bosquejo de proyecto de
ley que permita poder edificar un establecimiento para menores con todas las condiciones
requeridas para la atención de ellos, según la ley. Sobre la Casa de Corrección de Paiba, menciona
el juez que se encontraban entre 80 y 90 menores recluidos. Si bien el local podía recluir hasta
200, indicaba el funcionario:
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El juzgado se ha visto en la necesidad de hacer una selección y al mismo tiempo


que se le da aplicación al artículo 17 de la Ley 98 de 1920, en relación con los distintos
castigos que pueden imponerse a los menores acusados, se ha logrado establecer en la
casa de corrección que solamente sean recluidos aquellos muchachos incorregibles, es
decir, aquellos que, por su condición individual, no tienen otra manera de reforma
moral, que la separación total de su medio social y familiar. (Castrillon, 2014)

Sobre la reclusión, cita Castrillon (Castrillon, 2014) que el juez explicaba que los menores
generalmente eran recluidos por tiempos bastante largos, lo que podría ser útil si se pudieran
capacitar en algún oficio o profesión, dándoles también nociones básicas de enseñanza primaria,
como lo menciona en el mismo informe sobre el Juzgado de menores y la casa de corrección de
Paiba:

Pero acontece que en virtud de los escasos recursos que se han apropiado para
el servicio de esta, los menores recluidos tan solo reciben muy ligeros rudimentos de
enseñanza, y en cuanto a oficios, solo se dedican a laborar el fique o a aprender
nociones de zapatería, en un taller que no cuenta con ningún instrumental, y que ha
sido establecido allí por cuenta particular de las hermanas directoras de la casa (El
Tiempo, julio 24 de 1926). (Castrillon, 2014)

Continúa el mismo informe describiendo la organización de las casas de corrección y


reforma estaban muy lejos de ser competentes para adelantar una misión pedagógica, a pesar de la
buena voluntad de las personas encargadas. Por otro lado, precisa el juez, que la carencia de local
y elementos necesarios ponía a la casa de Piba en imposibilidad absoluta para darle una
organización ligeramente aceptable. En consecuencia, el juez en su informe planteaba que:

Es necesario contratar un pedagogo especializado, reemplazar a los guardianes


por maestros graduados, con facultades para reglamentar la Casa con criterios
educativos, pues los primeros “acostumbrados a dirigir presidiarios, no son las
personas llamada a cultivar y reformar el espíritu de los menores recluidos. (…) Se
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necesita contar también con un taller manejado por técnicos para la enseñanza de
carpintería, zapatería y mecánica. (Castrillon, 2014)

Finalmente, según las consideraciones de Castrillon (Castrillon, 2014) fue evidente la


imposibilidad de llevar a cabo una tarea reformadora y educativa, tal como se lo planteaba la
legislación y los propios agentes interesados en la “causa de los niños” (en su “salvación”), era
fruto entonces no sólo de la escasez de recursos financieros, lo cual ciertamente era decisivo. El
asunto era más complejo, pues allí se cruzaban otras consideraciones políticas e ideológicas, no
siempre unificadas en un discurso homogéneo sobre la modernidad y el progreso: para unos ese
discurso implicaba una singularización de la condición infantil, a través de la protección y
asistencia pedagógica y moral, para otros solamente era necesaria la contención punitiva sin
jurisdicción especial o con una, pero con estrategias iguales a las que se destinaban para los adultos.

Por otra parte, resalta Castrillon (Castrillon, 2014) que los diversos actores que apostaron
por la “salvación” de los niños-menores buscaban legitimar una nueva división de la vida social
en la que la niñez sería una punta de lanza histórica, sobre la cual recaerían tanto los miedos
morales frente a las situaciones de mortalidad, delincuencia y abandono infantil, como los
proyectos políticos que intentaban trazar un camino hacia otras maneras de racionalizar y gestionar
el Estado y lo público.

1.2.5 Surgimiento del discurso de “niños peligrosos” que oriento el enfoque jurídico del
Código Penal de 1936 y el Código de Procedimiento Penal de 1938

En medio de los constantes debates sobre la implementación de la Ley 98 de 1920 tras diez
años de su promulgación, se presenta en Colombia una compleja situación en torno al tratamiento
jurídico de los menores que se habían vinculado a la ilegalidad y que se encontraban delinquiendo
por las calles de Bogotá sin control alguno, conformando incluso pandillas, lo que ocasionó que la
sociedad e incluso la presa denomina a los menores como “niños peligrosos”. Momento crítico
que según Galvis (Galvis G. H., 2012) inicio en la década de los 30s cuando una o varias pandillas
de “gamines” asesorados por experimentados delincuentes se dedicaron a saquear casas, atracar
solitarias mujeres y robar a los transeúntes que ingenuamente caminaba por las calles de la ciudad.
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Bajo ese escenario, precisa Galvis (Galvis G. H., 2012) que a partir de las manifestaciones
de la prensa no se trataba de una cuadrilla, sino de varias cuadrillas que generalmente trabajan en
Bogotá, conformadas por niños criados para el crimen por los más hábiles ladrones, siendo un total
de no menos 500 menores enrolados en todo tipo de crímenes. Como evidencia de esta situación,
Galvis (Galvis G. H., 2012) cita la publicación del periódico El Tiempo del 6 de Junio de 1935
con la que se hace pública la captura de algunos miembros de la banda, en la que se relataba lo
sucedido de la siguiente forma:

“Niños” peligrosos una nueva organización de “niños” peligrosos, fue


sorprendida infraganti y capturada anoche por la policía de vigilancia. A eso de la una
de la madrugada de hoy el agente de servicio en la calle 17 con carrera 19, fue avisado
por algún vecino de que un grupo de maleantes menores, distraía sus ocios rompiendo
las cerraduras de la puerta de la residencia de una distinguida familia. El policía se
apercibió en el lugar indicado y, en efecto, vio que cuatro menores, usando berbiquios,
palancas y llaves falsas, con toda habilidad y desenfado practicaban un agujero en la
puerta, seguramente con el propósito de perpetuar un robo. Pistola en mano, el
policial intimó prisión a los menores. Eran estos Luis E. Ortiz (Caramacho), Roberto
Ortegon (Muelaburro), Manuel Tenjo (Peloefique), y Arcesio Bernal (El Pecoso),
todos cacos reconocidisimos, peligrosisimos reincidentes y estudiantes
aventajados de la ciudad de Paiba [casa de corrección de la época] Fueron
encalabozados y hoy pasarán al juzgado de menores. (Negrilla y subrayado fuera de
texto) (Galvis G. H., 2012)

Descripción policial en la que se muestra el repudio social a estos menores por los actos
criminales en los que incurrían, así mismo se percibe la falta de garantías en la captura de los
menores, puesto que por medio de la agresión eran intimidados con armas de fuego, y más aún
llama la atención que según la crónica los menores eran reconocidos estudiantes de la correccional
de Paiba, quienes en esta publicación fueron expuestos a la opinión pública con nombre completo
y alias.
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Panorama que acorde con Galvis (Galvis G. H., 2012) resulto ocasionando un cambio del
concepto de menor como “objeto de protección” a menor como “objeto peligroso”, cambiando con
ello la legislación puesto que ya no sería la protección del menor que se pretendía con la Ley 98
de 1920, sino la búsqueda de la defensa social, es decir, la protección de la sociedad, aislándola de
lo anormal, de lo diferente, de lo que no conocemos, de lo peligroso con la Ley 95 de 1936 Código
Penal (Congreso de Colombia, 1936). En esa medida Galvis (Galvis G. H., 2012) asegura que:

Así las cosas, se va a abandonar la noción jurídica de la responsabilidad, de


plantear como cuestión principal el grado de libertad del menor, y ahora se va a mirar
el nivel de peligrosidad que constituye el individuo para la sociedad. Es decir, que no
se juzgara si lo que hacían los menores era conforme o no a la ley, sino lo que podrían
hacer, en virtud de unas condiciones que los determinaban a delinquir. (…) el sistema
empareja, según unas relaciones múltiples, las dos series largas, de lo punitivo y lo
anormal. Permitiéndose doblar el delito, es decir, que se produce un doble (una
sombra) al delito mismo, que son unas condiciones o maneras de ser, que se presentan
como una causa, origen, motivación y punto de partida del delito. (Galvis G. H., 2012)

En atención a ello, al hacer una revisión de la Ley 95 de 1936 Código Penal (Congreso de
Colombia, 1936) logre corroborar que el sistema penal en 1936 estuvo orientado a la determinación
de la mayor o menor punibilidad del delincuente, incluyendo a los menores y los adultos, es decir,
que contrario a lo expresado por Galvis el Código Penal de 1936 no tomo como referente u objetivo
principal la conducta anormal de los menores, dado que, direcciono el derecho penal de manera
general para todos los delincuentes, enunciando aspectos particulares para la imposición de las
sanciones, tales como la gravedad del delito, los motivos del delincuente, y la personalidad del
sujeto activo, tal y como lo establece el artículo 36 de la Ley 95 de 1936 Código Penal:

Artículo 36. Dentro de los límites señalados por la ley, se aplica la sanción al
delincuente según la gravedad y modalidades del hecho delictuoso, los motivos
determinantes, las circunstancias de mayor o menor peligrosidad que lo acompañen y
la personalidad del agente. (Congreso de Colombia, 1936)
50

En cuanto al tratamiento jurídico del menor conforme a la Ley 95 de 1936 Código Penal
(Congreso de Colombia, 1936) se puede observar según lo enunciado en el artículo 30 de la citada
ley, los menores de diez y ocho años que incurrían en las infracciones previstas en Código Penal
eran sometidos a las medidas de seguridad de que trataba el Capítulo II del Título II,
específicamente a las enunciadas en el artículo 61 de la siguiente forma:

Artículo 61. Son medidas de seguridad: a) Para los delincuentes a que se refiere el
artículo 29: La segregación en un manicomio criminal o en una colonia agrícola
especial; La libertad vigilada; El trabajo obligatorio en obras o empresas públicas; La
prohibición, de concurrir a determinados lugares públicos. b) Para los delincuentes a
que se refiere el artículo 30: La libertad vigilada; La segregación en una escuela de
trabajo o en un reformatorio. (Congreso de Colombia, 1936)

Libertad vigilada que según lo normado en el artículo 67 (Congreso de Colombia, 1936),


tratándose de menores de diez y ocho años consistía en confiarlos a su propia familia o a otra
familia que fuere honorable, o a un instituto de educación, taller, fábrica o establecimiento
privado, con la prohibición de que concurrieran a lugares públicos donde moralmente pudieran
correr peligro, en las condiciones adecuadas al caso que el Juez señalare, bajo la inspección del
mismo Juez o de sus agentes.

Adicional a ello, conforme al artículo 73 si al llegar a la edad de veinticinco años se obtenía


la corrección y mejora del menor, se le pondrá en libertad condicional; pero si no se hubiere
obtenido dicha corrección y mejora, pasaría al establecimiento de presidio correspondiente para
adultos por el tiempo que le falte para cumplir la sentencia.

Normas atreves de las cuales se puede apreciar que las medidas de seguridad que se
imponían a los menores delincuentes no eran tan severas como lo habría esperado la sociedad en
aquel entonces, o por lo menos no reflejaban la angustia generalizada que sentía la sociedad
colombiana por frenar a toda costa la delincuencia juvenil, como si se puede observar en los
reportes periodísticos citados anteriormente. Según Galvis (Galvis G. H., 2012) estas medidas no
eran impuestas con el objeto de una compensación retributiva por la trasgresión culpable del
51

Derecho, sino para la seguridad futura de la comunidad frente a las posibles violaciones del
derecho por parte del autor.

Por su parte, la Ley 94 de 1938 (Congreso de Colombia, 1938) regularía el procedimiento


aplicable a los menores infractores de la ley penal. Así las cosas, según lo dispuesto en el artículo
34 en cada capital de Departamento habría un Juez de Menores, que tendría jurisdicción en el
respectivo Departamento, y en las Intendencias y Comisarías que determine el Gobierno,
encargado de direccionar el procedimiento penal en contra de los pequeños delincuentes,
desarrollado en tres etapas: la primera de investigación de los hechos, la segunda de estudio de las
condiciones físicas, psíquicas del menor y de su personalidad, y la tercera de juicio, todas
adelantadas por el juez de menores.

Como veremos, a diferencia de la Ley 98 de 1920 (Congreso de Colombia, 1920), la Ley


94 de 1938 (Congreso de Colombia, 1938) si obligaba al servidor público a adelantar una etapa de
investigación, en la que de conformidad a lo establecido en el artículo 294, el funcionario debía
practicar todas las investigaciones conducentes al esclarecimiento de la verdad sobre los hechos
materia del proceso, para determinar si realmente se había infringido la ley penal; quién o quiénes
eran los autores o participes de la infracción; los motivos determinantes y los demás factores que
influyeron en la violación de la ley penal, en qué circunstancias de lugar, tiempo y modo se había
realizado la infracción; las condiciones que caracterizan la personalidad del procesado; como había
sido su conducta antes del proceso; sus condiciones 'de vida individuad, familiar y social, y qué
daños y perjuicios de orden moral y material causó la infracción.

Adicional a ello, conforme al artículo 614 para los juicios e menores de diez y ocho años,
el juez de menores, en la investigación sumaria, además de la comprobación de los elementos
exigidos en el artículo 294, estaba en la obligación de investigar especialmente lo siguiente:

a) La edad, lugar de nacimiento, nombre de los padres, hermanos y demás


familia del menor, si éstos viven i no, etc.; b) La ocupación actual y anterior del menor
y la de sus padres, o la de sus parientes, o de las personas con quienes viva o de quienes
dependa o con quienes trabaje o haya trabajado; c) La conducta y el comportamiento
52

del menor en la escuela, taller, casas, empresas y sitios que hubiere frecuentado o
donde hubiere residido; d) El actual estado físico y psíquico del menor y sus
antecedentes de la misma especie, así como los de sus ascendientes y hermanos; e) La
capacidad económica del menor y la de sus padres, parientes o personas de quienes
legalmente dependa o deba depender, y, f) Si se trata o no de un menor moralmente
abandonado. (Congreso de Colombia, 1938)

Posteriormente, si como resultado de la investigación se comprobara que efectivamente se


encontró el cuerpo del delito y resultare, por lo menos, una declaración de testigo que ofreciera
serios motivos de credibilidad conforme a las reglas de la crítica del testimonio o graves indicios
de que el procesado era responsable penalmente, como autor o participe, del hecho que se
investigaba; de conformidad al artículo 617 (Congreso de Colombia, 1938) el juez ordenaría el
internamiento del menor en una casa de observación científica o en una sección de observación de
un reformatorio, por un tiempo no menor de noventa días (90), para que allí se hiciera un estudio
completo de las condiciones físicas y psíquicas del menor y, en general, de su personalidad.

Seguido de ello, acorde a la Ley 98 de 1920 (Congreso de Colombia, 1920) una vez
oobtenidos los estudios, datos e informes que se requerían, el juez fijaría día y hora para la
audiencia, la cual se practicaba sin la presencia del menor y con asistencia del médico del Juzgado
de menores, del Director del reformatorio o de la escuela de trabajo, del Director del
establecimiento donde se hubiere observado al menor, y de los padres o hermanos o parientes más
próximos del menor si concurrieren. Precedido de la práctica de las pruebas, el juez luego de haber
oído el concepto de las personas que asistían a la audiencia, si era comprobado que el menor era
autor o participe de la infracción, si bien lo consideraba dictaría el fallo correspondiente, o lo haría
dentro de los tres días siguientes.

De lo que se concluye que con la Ley 94 de 1938 (Congreso de Colombia, 1938) el proceso
penal en contra de los menores empezó a ser garantista a diferencia del procedimiento estudiando
con la Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean Juzgados y casas de reforma y corrección para
menores” en la que no existía una etapa de investigación por medio de la cual se determinada la
culpabilidad del menor.
53

1.2.6 Ley 83 de 1946 ley orgánica de la defensa del niño

Posteriormente, en un escenario procesal más garantista de los derechos de los menores se


promulga la Ley 83 de 1946 (Congreso de Colombia, 1946) ley orgánica de la defensa del niño
por medio de la cual se acogen algunos ideales de las normas que la antecedían, tanto de la Ley 98
de 1920 “Por la cual se crean Juzgados y casas de reforma y corrección para menores”, como de
la Ley 95 de 1936 Código Penal (Congreso de Colombia, 1936), y la Ley 94 de 1938 (Congreso
de Colombia, 1938), se rige bajo los mismos preceptos legales la edad de diez y ocho años para
ser sujeto de atención por medio de la jurisdicción de menores, los requisitos para ser juez,
ubicación de juzgados para menores en cada capital de Departamento, procedimiento penal, y
medidas correctivas.

Por tal motivo, con la expedición de la Ley 83 de 1946 (Congreso de Colombia, 1946) se
reafirma el ideal del Estado de brindar asistencia y protección al menor por medio de un proceso
penal en el que no se pretendía sancionar para castigar, sino corregir para reintegrar al menor a la
sociedad, tal y como lo expuso la Corte Constitucional en la Sentencia de 1953 (Corte
Constitucional , 1953).

Sin embargo, encuentro que en esta oportunidad, en la que se demandó la exequibilidad del
artículo 30 de la ley 83 de 1946 por considerarse que se vulneraba el derecho de defensa en juicio
y el alcance del derecho de litigar a favor de los abogados, toda vez que el articulo demandado
disponía que el proceso en contra del menor se adelantaría sin la presencia de una abogado; la
Corte Constitucional hace unas consideraciones respecto de las cuales aclara que el proceso penal
adelantado en contra de los menores distaba del proceso penal que se adelantaba en contra de los
adultos en el que se requería la presencia de una bogado pues el presunto delincuente si habría de
necesitar la defensa jurídica de un abogado, caso contrario sucedería entonteces en el caso de los
menores, puesto que para ellos el proceso penal implicaba la imposición de una medida con la que
se pretendía educar para reformar, mas no sancionar como reproche por la falta cometida, concepto
que se aparta de lo que sería el ejercicio mismo del derecho a la defensa de cualquier persona a la
que se acusare de haber incurrido en la comisión de una conducta punible sin tener en cuenta la
finalidad de la consecuencia judicial derivaba de la misma.
54

Al respecto la Corte preciso:

Las leyes dictadas a favor de la niñez no pueden reputarse de índole


estrictamente penal, no puede tomarse el sustantivo "defensa" usado en aquellas,
como sinónimo de la "defensa" que pueden ejercer los delincuentes mayores del límite
de 18 años que fija la ley para ser sujetos al derecho penal común y en los cuales es
obvio presuponer la existencia de un juicio. La ley 83 de 1946 no ordena al Juez formar
un proceso para imponer sanciones penales al menor que ha violado la ley, sino que lo
obliga a tomar una información detallada del hecho y de las circunstancias en que se
ha consumado, de los motivos determinantes, de la conducta de los padres o de las
personas de quienes ha dependido el menor, del ambiente social en que ha vivido, de
sus enseñanzas y ejemplos y de todas las condiciones de índole personal, familiar y
social en que ha nacido el pequeño transgresor, a fin de prestarle "la asistencia y
protección" a que tiene derecho y para reeducarlo con la finalidad primordial de
reintegrarlo a la sociedad como elemento sano y eficaz.(Negrilla y subrayado fuera de
texto)

Y si lo importante no es sancionar las infracciones penales de los menores, sino


el propender por todos los medios imaginables para que ese estado delictual nunca se
presente; si el espíritu y propósito final de esta ley es eminentemente preventivo y
pedagógico, como corresponde a toda sociedad consciente de sus obligaciones morales
y materiales, la Corte no encuentra que la disposición demandada quebrante en forma
alguna el artículo 16 de la Carta, o el derecho de defensa que les asiste a todas las
personas residentes en Colombia. (Corte Constitucional , 1953)

Por otra parte, la particularidad o aporte jurídico realizado por la Ley 83 de 1946 (Congreso
de Colombia, 1946) comprendió el reconocimiento y salvaguarda de los derechos de los menores
propendiendo la protección no solo de los menores que incurrían en la comisión de conductas
punibles, sino además protegiendo a los menores que se encontraran en estado de abandono, para
quienes la ley describió un proceso especifico de atención, medida con la que puedo presumir, se
trataba de evitar que esos mismos niños se dedicaran a delincuencia.
55

Además de ello, la Ley 83 de 1946 (Congreso de Colombia, 1946) dispuso el derecho que
tenían los niños de disfrutar de las condiciones necesarias para alcanzar su desarrollo corporal, su
educación moral e intelectual y su bienestar social, por lo que según lo establecido en el artículo
69 los padres estaban obligados al sostenimiento de sus hijos, y de conformidad a lo establecido
en el artículo 70 cuando el padre de un menor de diez y ocho años se negada a prestarle alimentos,
la madre, o el pariente más cercano del menor, o el menor mismo, podían acudir ante el Juez de
Menores, verbalmente o por escrito, en solicitud de que se obligara al padre al cumplimiento de su
deber. Así como también se reconoció el derecho de los menores de la paternidad.

De igual forma, vale la pena resaltar que gracias a la Ley 83 de 1946 (Congreso de
Colombia, 1946) por primera vez en Colombia se empezó hablar de “protección infantil”, dado
que, esta ley dispuso la creación del Consejo Nacional de Protección Infantil, integrado por cinco
miembros, elegidos para un período de tres años, así: uno nombrado por el Presidente de la
República que debía ser abogado especializado en ciencias penales; uno nombrado por el
Arzobispo Primado que debía ser sacerdote experto en sociología; uno por el Comité Nacional de
la Cruz Roja que debía ser muy versado en cuestiones médico-sociales de la infancia; uno
nombrado por la Sociedad Colombiana de Pediatría, que debía ser médico pediatra; y el quinto,
por el Juez de Menores de Bogotá, que debía ser especializado en ciencias de la educación de
díscolos y anormales.

Consejo Nacional de Protección Infantil que de conformidad a lo establecido en el artículo


99 tendría a su cargo lo referente a la prestación y organización de los servicios sociales para
brindar asistencia de la mujer embarazada, a la madre y del recién nacido, al niño lactante y al
infante, al niño anormal y enfermo, a los niños abandonados o en peligro, y protección a los niños
infractores de las normas penales. Teniendo a su cargo las funciones escitas en el artículo 101 Ley
83 de 1946 (Congreso de Colombia, 1946) de la siguiente forma:

El Consejo Nacional de Protección Infantil tiene además las siguientes


funciones: 1ª Estudiar todas la medidas encaminadas a lograr la protección infantil y
proponerlas al Gobierno; 2ª Aunar todas las iniciativas de entidades públicas o
privadas encargadas de la protección del niño y de la madre, a fin de que se obtengan
56

la protección y asistencia del niño desnutrido, enfermo, abandonado, en peligro o


delincuente; 3ª Velar por el estricto cumplimiento de las disposiciones legales vigentes
o de protección infantil, en especial de las relacionadas con la instrucción, el trabajo y
la preservación moral y física de los menores; 4ª Crear los comités departamentales,
de protección infantil en las capitales de los Departamentos, dependientes del Consejo
Nacinal; 5ª Mantener relaciones con instituciones similares extranjeras con el fin de
adaptar a nuestro país los adelantos mundiales. (Congreso de Colombia, 1946)

De forma que se observa la forma en que el estado colombiano ya empieza a priorizar los
derechos de los niños, niñas, y adolescentes y se preocupaba con las necesidades básicas
insatisfechas de los menores que de una u otra forma los conducían, en muchas ocasiones, a la
delincuencia. Teniendo ello en cuenta, continuaremos con el estudio del compendio de normas que
regularon la delincuencia juvenil en Colombia y que son hoy en día los antecedentes históricos o
el origen de la actual legislación.

1.2.7 Ley 75 de 1968 por la cual se dictan normas sobre filiación y se crea el Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar

Luego de la expedición de la Ley 83 del 26 de diciembre de 1946 (Congreso de Colombia,


1946) es promulgada la Ley 75 del 30 de diciembre de 1968 (Congreso de Colombia, 1968) por la
cual se dictan normas sobre filiación y se crea el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar como
una entidad dotada de personería jurídica, autonomía administrativa y patrimonio propio, con el
propósito de proveer a la protección del menor y, en general al mejoramiento de la estabilidad y
del bienestar de las familias colombianas.

Actuar del Estado colombiano con el que se permite entrever que una de las prioridades
del Gobierno era proteger a los menores y sus familias, y que sin lugar a duda se convierte en un
punto de partida de lo que fueron los antecedentes del tratamiento jurídico de los menores y el
desarrollo normativo que surgió luego de estas leyes.
57

Pese a ello, dejando de lado los aspectos positivos con la entrada en vigencia de la ley,
tenemos que según lo consagrado en el artículo 48 la Ley 75 de 1968 (Congreso de Colombia,
1968) redujo la edad penal de los 18 a los 16 años, hasta la expedición del Decreto 2737 de 1989.
Norma que expreso taxativamente:

Artículo 48. (Derogado por el Artículo 353 del Decreto 2737 de 1989). Para
todos los efectos legales de orden penal relacionados con menores de edad, ésta queda
reducida al máximo de dieciséis años. Quedan así modificados los artículos 30 del
Código Penal y 12 y 14 de la Ley 83 de 1946.

1.2.8 Código del Menor con el Decreto 2737 de 1989

Veintiún años más tarde se expide el Código del Menor con el Decreto 2737 de 1989
(Congreso de Colombia, 1989) en marco del modelo de situación irregular. Norma que dispuso en
su artículo 1° que los menores de dieciocho (18) años que cometieran alguna infracción de la ley
penal, serían sometidos a las medidas de asistencia, y protección preceptuadas en esta Ley,
derogando de esta forma la disposición de la Ley 75 de 1968 que había reducido la edad a los
dieciséis años (16).

Según lo planteado por el Ministerio de Justicia y del Derecho (Ministerio de Justicia y del
Derecho, 2015) el Concepto de situación irregular aparece con ocasión de la Declaración de
Ginebra en 1924 y de la Declaración Universal de los Derechos del Niño (Naciones Unidas, 1959),
permitiendo con él, legitimar una acción judicial indiscriminada frente a todo “menor difícil”,
definida como toda condición de dificultad en la que se encontraban los menores de edad sin
discriminarlas o discernir entre ellas, razón por la cual, bajo este modelo, el tratamiento era el
mismo cuando el menor de edad se encontraba en abandono que cuando había infringido una ley.
Por ende, bajo el concepto de situación irregular los niños y adolescentes son concebidos como
objetos de protección sólo cuando se encuentran incursos en una situación que los hace “no saber”,
“no tener” o “no ser capaces”.
58

De esta manera, según el Ministerio de Justicia y del Derecho (Ministerio de Justicia y del
Derecho, 2015) mientras que la situación irregular permitía a los niños y adolescentes
desprotegidos, en abandono o peligro, una tutela permanente, en los adolescentes encontrados
penalmente responsables implicó un invasivo control y dominio que llevó a separarlos del
ambiente al que se atribuía la causa de sus desviaciones, y a un aislamiento que impidiese su
transformación en auténticos delincuentes una vez alcanzaran la vida adulta. No había diferencia
alguna en el tratamiento que una y otra población recibe, equiparando, como se dijo, el abandono
a la delincuencia, y termina por “criminalizarse la pobreza”.

Del mismo modo, en consideraciones del según el Ministerio de Justicia y del Derecho
(Ministerio de Justicia y del Derecho, 2015) el término que, quizás, mejor describe al modelo de
situación irregular es la de “los eufemismos”, pues bajo conceptos como “tutela”, “medidas” o
“educación”, se disfrazó a un sistema represivo, invasivo y desconocedor de los derechos
fundamentales que asistían a los menores de edad que cometían delitos, se tapó “un sistema
punitivo sin límites ni garantías”.

Aunado a ello, según las consideraciones de Galvis (Galvis G. N., 2012) el Código del
menor ubico al adolescente en el discurso de verdad de inimputable, como aquella persona que no
tenía la capacidad de comprender la ilicitud de su conducta y por ende, de determinar su
comportamiento de acuerdo con dicha comprensión, por falta de madurez sicológica, y como
consecuencia, se le imponían medidas de seguridad fundamentadas en el peligrosismo.
Procedimiento que según Galvis (Galvis G. N., 2012) se caracterizó por ser escrito, privado e
inquisitivo, en el cual, el juez adelantaba la etapa de instrucción y juzgamiento, y la sentencia que
dictaba era de única instancia.

Teniendo en cuenta tales consideraciones, para estructurar un concepto personal del Código
del Menor procederé a hacer un análisis de los apartados normativos del Decreto 2737 de 1989
(Congreso de Colombia, 1989) a efectos de determinar cuál era el tratamiento jurídico que recibían
los menores desde 1989 hasta 2006.
59

En esa medida, tenemos que según el artículo 30 del Decreto 2737 de 1989 un menor se
halla en situación irregular cuando:

1. Se encuentre en situación de abandono o de peligro; 2. Carezca de la atención


suficiente para la satisfacción de sus necesidades básicas; 3. Su patrimonio se
encuentre amenazado por quienes lo administren; 4. Haya sido autor o partícipe de
una infracción penal; 5. Carezca de representante legal; 6. Presente deficiencia física,
sensorial o mental; 7. Sea adicto a sustancias que produzcan dependencia o se
encuentre expuesto a caer en la adicción; 8. Sea trabajador en condiciones no
autorizadas por la Ley; 9. Se encuentre en una situación especial que atente contra sus
derechos o su integridad. (Negrilla y subrayado fuera de texto)

Aparte normativo del que se puede concluir, que se entendía por situación irregular, todas
aquellas circunstancias de necesidad económicas, sociales, físicas, morales, y psicológicas que
afectaban el entorno normal del menor y que le impedían vivir en paz y armonía bajo el amparo
de sus derechos fundamentales, y que en algunos casos lo conducían, como víctima de la situación
de irregularidad a incurrir en conductas punibles. Para este último caso, por ser el que nos interesa
específicamente, se expondrá el trabamiento jurídico que recibían los menores que habían sido
autores o participes de una infracción penal, al respecto el Decreto 2737 de 1989 (Congreso de
Colombia, 1989) desde su artículo 163 hasta el artículo 219 disponía un proceso especial en el que
para todos los efectos, se consideraba penalmente inimputable el menor de dieciocho (18) años.

Bajo ese entendido, de conformidad a lo establecido en el artículo 178 del Decreto 2737 de
1989 (Congreso de Colombia, 1989) cuando el Juez de Menores o el Promiscuo de Familia del
lugar donde ocurriera el hecho tuviere conocimiento de oficio, o por denuncia o informe de
terceros, que un menor de dieciocho (18) años y mayor de doce (12) años, habría incurrido en
cualquiera de las conductas señaladas por la Ley como delito, debía iniciar la correspondiente
investigación, con el objeto principal de lograr su plena formación y su normal integración a la
familia y a la comunidad a través de una serie de medidas con carácter eminentemente pedagógico
y de protección. En cuanto a los casos de infracciones a la Ley penal en las que intervinieran como
autores o partícipes los menores de doce (12) años, eran competente los Defensores de Familia,
60

con la finalidad de ofrecerles la protección especial que su caso requiera y procurar su formación
integral.

Un proceso especial en el que conforme al artículo 164 del Decreto 2737 de 1989
(Congreso de Colombia, 1989), se respetarían las garantías procesales consagradas en la
Constitución y en las Leyes, especialmente las que se refieren a la presunción de inocencia, al
derecho de defensa y a ser informado de las circunstancias de su aprehensión. Es por ello que el
Decreto 2737 de 1989 prohibió la conducción de los menores inimputables mediante la utilización
de esposas o amarrados o por cualquier otro medio que atentara contra su dignidad. Así como
dispuso, que el menor infractor de doce (12) a dieciocho (18) años debía estar asistido durante el
proceso por el Defensor de Familia y por su apoderado, permitiendo además la intervención de los
padres en el proceso. Proceso en el que además el juez contaba con un equipo al servicio de los
juzgados de menores y los promiscuos de familia integrado por un médico, un sicólogo o un
sicopedagogo y un trabajador social.

En cuanto a la actuación procesal descrita en el Decreto 2737 de 1989 (Congreso de


Colombia, 1989) la misma se desarrollaba en cinco etapas: 1) Etapa de indagación preliminar; 2)
Etapa de observación del menor; 3) Etapa de investigación; 4) Etapa de cierre; 5) Etapa de
pedagogía y protección del menor, las cuales estudiaremos en detalle seguidamente.

1.2.8.1 Etapa de indagación preliminar

Inicialmente, el artículo 179 del Decreto 2737 de 1989 (Congreso de Colombia, 1989)
preveía que el juez tenía la facultad si así lo determinaba de ordenar la práctica de diligencias
previas a la apertura formal del proceso con la finalidad de determinar si realmente se estaba frente
a la comisión de una conducta punible y si habían serios indicios para atribuir al menor la autoría
o participación en ella.

Por ende, si de la indagación preliminar se lograba determinar que no había mérito para
iniciar la investigación, el Juez, mediante auto, se abstendría de iniciar el proceso, contrario a ello,
si encontraba que el menor era “responsable” seguiría el curso de la investigación correspondiere.
61

1.2.8.2 Etapa de observación del menor

En cuanto a la etapa de observación, descrita en el artículo 179 Decreto 2737 de 1989


(Congreso de Colombia, 1989) encontramos que de cierta forma guardaba similitud con la etapa
de observación que se surtía en la Ley 94 de 1938 Código de Procedimiento Penal (Congreso de
Colombia, 1938), norma conforme a la cual el juez ordenaría el internamiento del menor en una
casa de observación científica o en una sección de observación de un reformatorio, por un tiempo
no menor de noventa días (90), para que allí se hiciera un estudio completo de las condiciones
físicas y psíquicas del menor y, en general, de su personalidad.

Sin embargo a diferencia de lo dispuesto en la Ley 94 de 1938, el Decreto 2737 de 1989


(Congreso de Colombia, 1989) dispuso en su artículo 185 la exposición de motivos del menor,
momento en el que se presentaba al menor ante el Juez, y se procedía a escucharlo en presencia
del Defensor de Familia y su apoderado, con el objeto de establecer en forma sumaria las causas
de su conducta y las circunstancias personales del menor. Después de ello, dentro de los cinco (5)
días siguientes a la recepción de la exposición del menor, el Juez, con base en los elementos de
juicio resolvería de plano la situación del mismo y adoptaría en forma provisional las medidas de
rehabilitación que estudiaremos más adelante y, si fuere el caso, ordenaría el envío del menor a un
centro de observación.

Etapa de observación que conforme a lo dispuesto en el artículo 188 no podía ser superior
a sesenta (60) días, y se cumplía en un lugar en el que se le practicarían por el equipo
interdisciplinario los exámenes pertinentes y se llevaría a cabo el informe social relativo al medio
familiar. No obstante, la misma norma contemplaba una excepción conforme a la cual el Juez, de
oficio o a solicitud del Director del Centro de observación podía prorrogar la medida por causa
justificada hasta por treinta (30) días. Igualando de esta forma el termino dispuesto en la Ley 94
de 1938 Código de Procedimiento Penal (Congreso de Colombia, 1938).
62

1.2.8.3 Etapa de investigación

Ahora bien, de manera simultáneamente a la etapa de observación, se alentaba la etapa de


investigación, la cual, conforme al artículo 182 del Decreto 2737 de 1989 tenía como propósito,
determinar específicamente:

1. Si realmente se infringió la Ley penal y si el menor es autor o partícipe; 2.


Los motivos determinantes de la infracción; 3. El estado físico, mental, edad del menor
y sus circunstancias familiares, personales y sociales. 4. La capacidad económica del
menor y de sus padres o personas de quienes dependa y la solvencia moral de éstos. 5.
Si se trata o no de un menor en situación de abandono o peligro. (Congreso de
Colombia, 1989)

Con ese propósito, según lo dispuesto en el artículo 190 del Decreto 2737 de 1989
(Congreso de Colombia, 1989) desde la apertura de la investigación o de la indagación preliminar,
el Juez podía ordenar la práctica de todas las pruebas que estimare convenientes o que los
interesados solicitaran dentro del proceso, siempre y cuando no atentaran contra la dignidad del
menor. Caso en el que serían admisibles todos los medios de prueba autorizados por el Código de
Procedimiento Penal y ellos tendrán el valor que en él se les asigna.

1.2.8.4 Etapa de cierre

Posteriormente, conforme al artículo 191 del Decreto 2737 de 1989 (Congreso de


Colombia, 1989) cuando se hubieren surtido todas las diligencias anteriores, se correría traslado
por el término de cinco (5) días al Defensor de Familia y al apoderado, para que emitieran por
escrito su concepto. Una vez surtido el traslado se declaraba el cierre de la investigación de la
siguiente forma:

Surtido el traslado se declarará el cierre de la investigación y dentro de los tres


(3) días siguientes el Juez señalará día y hora para la audiencia, diligencia privada en
la cual se harán las consideraciones, alegatos y peticiones que los interesados estimen
63

pertinentes en relación con los hechos que originaron la investigación. La audiencia se


celebrará con la asistencia del menor, del Defensor de Familia, del apoderado del
menor, de sus padres o las personas de quienes dependa y, cuando sea el caso, del
Director de la Institución a cuyo cargo se encuentra el menor. PARÁGRAFO. Cuando
sea necesario tratar asuntos que puedan afectar al menor, el Juez podrá disponer su
retiro transitorio de la diligencia. Oídos el concepto y las peticiones de los presentes,
en el mismo acto de la audiencia o dentro de los ocho (8) días siguientes, dictará el
Juez la sentencia en la que tomará una de las medidas consagradas en este Código.
Decreto 2737 de 1989 (Congreso de Colombia, 1989)

Bajo ese entendido, acorde a lo establecido en el artículo 195 del Decreto 2737 de 1989
(Congreso de Colombia, 1989) en la sentencia, el Juez establecería sin formalismos y con
precisión:

1. Los hechos que han quedado probados; 2. La responsabilidad del menor.


3. Los fundamentos de derecho que considere adecuados a la calificación y
demostración de la infracción o de la investigación; 4. Las conclusiones de los estudios
sobre la personalidad y situación socio-familiar del menor; 5. La medida o medidas
de rehabilitación que se adopten en relación con el menor. (Negrilla y subrayado
fuera de texto) (Congreso de Colombia, 1989)

En consecuencia, corroboro como desde la vigencia del Decreto 2737 de 1989 (Congreso de
Colombia, 1989) ya se hacía referencia a la responsabilidad del menor, pero no con la misma
connotación que se tiene con la Ley 1098 de 2006 “Por la cual se expide el código de la infancia
y la adolescencia”.

1.2.8.5 Etapa de pedagogía y protección del menor

En cuanto a la etapa pedagogía y protección del menor, con la que se pretendía la


rehabilitación el menor infractor de la ley penal, se observa que el artículo 204 del Decreto 2737
de 1989 enunciaba, que establecida plenamente la infracción, el Juez competente podía aplicar una
64

o varias de las siguientes medidas, procurando, en cuanto fuere posible, que éstas se cumplieran
en el medio familiar o dentro de la jurisdicción a la cual perteneciera el menor, y con carácter
eminentemente pedagógico y de protección:

1. Amonestación: Esta medida consistió en el llamado de atención que hacia el juez


al menor y a sus padres o a las personas de quienes dependía, sobre la falta cometida,
exhortándolos para que en lo sucesivo acataran y respetaran las normas familiares y de
convivencia social.

2. Imposición de reglas de conducta: Por su parte la medida de imposición de reglas


de conducta, podía ejecutarse conjuntamente con la amonestación o la libertad asistida.
Estas consistían en obligaciones y prohibiciones de carácter pedagógico como: a) La
obligación de asistir a determinados centros educativos o de trabajo; b) La obligación de
realizar determinadas tareas de reconocido interés comunitario; c) La obligación de
participar en organizaciones creativas para el manejo del tiempo libre; d) La prohibición
de acudir a determinados lugares o tratar con determinadas personas.

3. Libertad asistida: La medida de libertad asistida consistía en la entrega del menor


a sus representantes legales, parientes o personas de quienes dependiera, con la obligación
de aceptar los programas, la orientación y el seguimiento del Juzgado o del Instituto
Colombiano de Bienestar Familiar, por conducto de funcionarios delegados para el efecto
y el compromiso de presentarse periódicamente ante el Juez.

4. Ubicación institucional: En cuanto a la ubicación institucional seria decretada por


el Juez cuando no fuere recomendable aplicar alguna de las otras medidas, por las
características de la personalidad del menor y su medio familiar, la naturaleza de la
infracción y las circunstancias en que se cometió. Esta medida se cumpliría en una
institución pública o privada, con régimen abierto, semicerrado o cerrado, según el caso.
Sin embargo, el artículo 209 del Decreto 2737 de 19 (Congreso de Colombia, 1989)
disponía que sería obligatoria la ubicación del menor en una institución de carácter
cerrado, cuando se tratare de una infracción a la Ley penal cometida mediante grave
65

amenaza o violencia a las personas, por reiterada comisión de infracciones penales, o por
incumplimiento injustificado de la medida anteriormente impuesta.

Con ese propósito, el Estado establecería las instituciones cerradas en las cuales se
adelantarían los programas de rehabilitación para los menores infractores, de tal manera que su
ubicación debía obedecer a criterios de edad, madurez sicológica y otros que garantizaran la
eficacia de las medidas correctivas y de readaptación que se adopten.

Aunado ello, la misma norma disponía que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar,
el Servicio Nacional de Aprendizaje y las entidades territoriales cofinanciarán la creación,
organización y funcionamiento de instituciones y servicios necesarios para la reeducación del
menor infractor y el cumplimiento de las medidas impuestas por el juez competente.

Medidas de rehabilitación, que de conformidad a lo establecido en el artículo 201 en ningún


caso podían ser superiores a tres (3) años y que además se modificarían o suspenderían por: 1. Por
el cumplimiento del objetivo propuesto (rehabilitación); 2. Por la imposición de una medida
posterior dentro de diferente proceso; 3. Por haber llegado el menor a la edad de dieciocho (18)
años; o 4. Por haber quedado a disposición de la justicia ordinaria, en razón de una infracción penal
cometida después de cumplida la edad de dieciocho años.

Por lo que, las decisiones del Juez, no tenían carácter definitivo y podían ser modificadas
o dejadas sin efecto por el mismo Juez competente, de oficio o a instancia del Defensor de Familia,
de su apoderado, de sus padres o del Director del Centro donde se centrará el menor. En
consecuencia, era obligación del Juez revisará de oficio, al menos cada tres (3) meses, las medidas
impuestas, solicitando para ello la colaboración de los equipos interdisciplinarios del Juzgado o de
las entidades del Sistema de Bienestar Familiar.

Finalmente tenemos que según el artículo 217 del Decreto 2737 de 1989 (Congreso de
Colombia, 1989) si estando vigente la medida el menor cumpliere dieciocho (18) años, ésta
continuaría en vigor hasta obtener su rehabilitación, pero no se podía prolongar más allá de la
fecha en que éste cumpla veintiún (21) años. Pese a ello, la misma norma consagraba que
66

dependiendo de las circunstancias, se podrá prolongar la estancia del infractor en el


establecimiento especial, hasta los veintiún (21) años, tomando en cuenta la naturaleza de la
infracción, la conducta del mismo y su condición personal.

De lo que se concluye que el proceso descrito por medio del Decreto 2737 de 1989
(Congreso de Colombia, 1989) si bien tenía toda la intención normativa de proteger a los menores
en situación de irregularidad, comprendía puntos de quiebre conforme a los cuales los derechos de
los menores podrían verse afectados, como lo fue el debate en torno a ser un proceso especial de
única instancia. Asunto que fue objeto de análisis por la Corte Constitucional en la Sentencia C-
019/93 (Corte Constitucional, 1993) al estudiar una demanda de inconstitucionalidad en contra del
articulo 167 conforme al cual, los Jueces de Menores o los Promiscuos de Familia conocerían en
única instancia de las infracciones a la ley penal en que intervinieran como autores o partícipes
los mayores de doce (12) años y menores de dieciocho (18) años.

Demanda que fue promovida por considerar, que esa norma atentaba contra el derecho
fundamental de toda persona a impugnar las sentencias condenatorias, que consagra el artículo 29,
inciso 4 de la Constitución Política.

En esa oportunidad la Corte Constitucional (Corte Constitucional, 1993) al hacer un


análisis del cargo sobre la doble instancia en los procesos relativos al menor infractor, sostuvo que
el concepto de "sentencia condenatoria" no se predicaba de las infracciones penales cometidas por
menores, pues a ellos no se les condena, sino que se les impone una medida rehabilitadora y
protectora. Por lo tanto, agrega que también en principio, la providencia judicial en la que se le
imponga al menor una medida de esa índole podría, por precepto legal, carecer de una segunda
instancia, pues no encaja dentro del concepto de "sentencia condenatoria" que consagra la
Constitución Nacional. Adicional a ello, la Corte agrega:

Sin embargo, es necesario reconocer aquí que el artículo 167 del Código del
Menor está parcialmente modificado, (…) mediante la ley 12 de 1991, el Congreso
Nacional aprobó la Convención Internacional de Derechos del Niño, la cual en su
artículo 37 otorga a los niños privados de su libertad el derecho a un pronto acceso a
67

la asistencia jurídica y otra asistencia adecuada, así como derecho a impugnar la


legalidad de la privación de su libertad ante un tribunal u otra autoridad competente,
independiente e imparcial y a una pronta decisión sobre dicha acción". Norma que al
igual que el resto del articulado de la Convención, hace ya parte del ordenamiento
interno y, por lo tanto, modifica, en lo pertinente, el artículo 167 del Código del Menor.
(Negrilla y subrayado fuera de texto)

El concepto de "sentencia condenatoria” contradice la filosofía y naturaleza de


la legislación de menores, a cuyo amparo, el juez puede imponerle medidas al menor
infractor de carácter protector y pedagógico, pero nunca de naturaleza condenatoria.
Sin embargo, si alguna de esas medidas es privativa de la libertad, podrá ser siempre
impugnada a la luz de la Convención sobre los Derechos del Niño, que, se repite, ha
sido incorporada a nuestra legislación interna. (Corte Constitucional, 1993)

Consideraciones de la Corte Constitucional de la que se puede colegir que fue esta 1991
que el derecho a la doble instancia fue incorporado al proceso descrito en el Decreto 2737 de 1989
(Congreso de Colombia, 1989)

Por otra parte, sobre el Código del Menor Galvis (Galvis G. H., 2012) preciso que en el
siglo XX el discurso de verdad en torno al “menor”, se unió con el discurso de verdad “niños
peligros”, entonces, si un menor roba, no se miraba el delito mismo del robo, sino unos
comportamientos, es decir "la inmadurez sicológica"," la personalidad poco estructurada", "la mala
apreciación de lo real", "si los padres son alcohólicos" "si padece enfermedades mentales", “Si se
encuentra en situación de irregularidad”.

Sobre este planteamiento, argumenta Galvis (Galvis G. H., 2012) que este planteamiento
hace que se pase de la conducta del delito a la manera de ser, y hacer ver que esta última es el
delito mismo, ya que se espera el estado de generalidad en la conducta del sujeto. Desplazándose
la infracción, pues esta conducta si bien no infringe la ley, ya que ninguna ley prohíbe tener padres
alcohólicos, por ejemplo, lo que se quiere corregir es un nivel de desarrollo óptimo de tipo moral,
ético. Entonces lo que se va a construir es un doblete psicólogo ético del delito, es decir,
68

deslegalizar la infracción tal como la formula el código para poner detrás de ella un doble que es
lo anormal al sistema de reglas; psicológicas o morales. Lo que el juez tiene enfrente no será el
sujeto-menor sino un objeto: el objeto resultado de una tecnología y de un saber, readaptación,
corrección, Así las cosas, el menor se convierte en objeto de protección y al mismo tiempo
peligroso. Lo que conlleva a que una noción en donde se busca juzgar unos comportamientos
anormales de los niños, que no son el delito mismo, sino una situación irregular en que se
encontraba el menor.

Esta categoría de “menor” como objeto de cuidado, protección y al mismo tiempo peligroso
se verá reflejada en diferentes discursos normativos, como la Ley 98 de 1920, el Código Penal de
1935, el Código Procesal Penal de 1938 y el Código del Menor (Decreto 2737 de 1989), concepto
que cambia con la expedición de la Ley 1098 de 2006 “Por la cual se expide el código de la infancia
y la adolescencia”.

1.3 LOS NIÑOS, NIÑAS, Y ADOLESCENTES INFRACTORES DE LA LEY PENAL


COLOMBIANA: SUJETOS TITULARES DE DERECHO EN EL SIGLO XXI BAJO
LA DOCTRINA DE LA PROTECCIÓN INTEGRAL

1.3.1 La transición de la “doctrina de la situación irregular” a la “doctrina de protección


integral” desde 1989 hasta 2006: Ley 1098 de 2006 “Por la cual se expide el código de la
infancia y la adolescencia”

Casi simultáneamente a la Convención sobre los Derechos Del Niño adoptada por la
Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989 (Naciones Unidas, 1989)
fue promulgado el Código del Menor con el Decreto 2737 del 27 de noviembre de 1989 (Congreso
de Colombia, 1989). Luego de ello, doce (12) años más tarde, la convención es aprobada por el
Congreso de Colombia por medio de la Ley 12 del 22 de enero de 1991 (Congreso de Colombia,
1991).

Y en el mismo año, es publicada en la Gaceta Constitucional No. 116 de 20 de julio de


1991, la Constitución Política de Colombia (Asamblea Nacional Constituyente, 1991) carta magna
69

con la que Colombia paso de ser un estado de derecho a ser un estado social de derecho en el que
se reconoce por primera vez a la familia como núcleo fundamental de la sociedad, y como resultado
de ello, se ordena al Estado y la sociedad garantizan la protección integral de la familia, siendo
prevalente los derechos de los niños sobre todos los demás integrantes de la familia.

Pese a ello, fue hasta expedición de la Ley 599 de 2000 Código Penal (Congreso de
Colombia, 2000) en la que se ordenó al Gobierno Nacional, la Fiscalía General de la Nación, la
Procuraduría General de la Nación y la Defensoría del Pueblo, la integración de una Comisión
Interinstitucional encargada de estudiar, definir y recomendar al Congreso de la República la
adopción de un proyecto de ley relativo al sistema de responsabilidad penal juvenil para personas
menores de dieciocho (18) años, toda vez, que según lo establecido en el artículo 33 de la citada
ley, los menores de dieciocho (18) años estarán sometidos al Sistema de Responsabilidad Penal
Juvenil.

Aparte normativo de la Ley 599 de 2000 Código Penal (Congreso de Colombia, 2000) que
fue demandado por ser considerado inconstitucional, ante el temor que le asistía al demandante,
de que la comisión constituida por el artículo 475 transitorio de la Ley 599 de 2000, para diseñar
el sistema de responsabilidad penal juvenil, replicara en el proyecto de ley los vicios en que
incurrió el Congreso cuando se pretendió regular la justicia de menores en el año de 1997, análisis
que hizo la corte en la Sentencia C-839/01 (Corte Constitucional, 2001).

En esta oportunidad, la Corte Constitucional (Corte Constitucional, 2001) expuso que la


comunidad internacional ha reconocido ampliamente la necesidad de crear un sistema judicial
especializado que permita resolver el problema de la delincuencia juvenil desde la perspectiva de
la resocialización, la tutela y la rehabilitación, evitando que el menor desvíe su proceso de
adaptación y trunque su desarrollo físico y moral, base del desarrollo de la sociedad moderna. Y
además resalto que:

Es esta la razón de ser de la jurisdicción de menores y la filosofía que, a juicio


de la Corte, debe inspirar el trabajo del legislador cuando emprenda la tarea de
regularla. Mientras la ley se ajuste a los principios constitucionales que guían el
70

juzgamiento de los menores y conserve los objetivos que marcan su derrotero, la


existencia misma de esta jurisdicción no merece reproche de constitucionalidad
alguno; por el contrario, ésta debe ser avalada como el mecanismo propicio para
armonizar los derechos de los menores infractores y la conservación de la
seguridad pública.

Se espera que el legislador recoja las normas y principios constitucionales e


internacionales al momento de regular este apartado jurisdiccional, por lo que, sólo
después de dicha tarea, será posible determinar su avenencia o descuerdo con los
cánones constitucionales. Hacerlo a priori, como pretende el demandante, es una labor
imposible a esta altura del desarrollo legislativo. (Negrilla y subrayado fuera de texto)
(Corte Constitucional, 2001)

Así las cosas, el 08 de noviembre de 2016 es promulgada la Ley 1098 de 2006 “Por la cual
se expide el código de la infancia y la adolescencia” (Congreso de la Republica, 2006). Al respecto,
exponer Galvis (Galvis G. N., 2012) que la Ley 1098 de 2006 es una norma inspirada en la
Doctrina de la Protección Integral a los estándares internacionales, la cual está orientada al
reconocimiento de los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho y que implica que los
adolescentes no simplemente actúen como sujetos pasivos portadores de unos derechos
circunscritos a los objetivos y prioridades del mundo de las personas adultas, sino que puedan
gozar autónomamente de sus derechos y participen en la construcción de su realidad social y en
ese sentido hagan parte de las decisiones que sobre la misma, como en los procesos que se siguen
contra ellos con ocasión a su responsabilidad penal, en los cuales puedan manifestar su opinión en
el ámbito de la medida penal y de las políticas públicas que versen en la esfera de sus derechos.

Y agrega que por medio de este tipo de normar se han hecho un esfuerzo por posicionar el
discurso de verdad sobre “el adolescente” como sujeto de derecho, y en ese orden de ideas, se
proponen como un instrumento para la “adolescencia” y no solo para aquellos que tienen sus
necesidades básicas insatisfechas como ocurría en el Siglo XX con los “menores” que cuando se
encontraban en una situación irregular eran sometidos a un proceso judicial. Como consecuencia
de ello, se eliminan las internaciones que no estén vinculadas a la comisión comprobada de un
71

delito, y se busca crear un procedimiento más acorde con ese nuevo discurso en torno a la
adolescencia.

Así las cosas, la Ley 1098 de 2006 supera el sistema penal educativo protector del
tratamiento del adolescente infractor, en el cual el niño es tratado como objeto de protección y es
sometido a medidas de seguridad, para desarrollar ahora un sistema de responsabilidad, donde los
niños son considerados responsables de sus conductas punibles y son sometidos a un
procedimiento similar al de los adultos influenciado por el Sistema Penal Acusatorio, como
estudiaremos más adelante.
72

CAPITULO II

MODELO DE PROTECCIÓN INTEGRAL DE LOS NIÑOS, NIÑAS, Y


ADOLESCENTES CONFORME A LOS CONVENIOS Y TRATADOS
INTERNACIONALES RATIFICADOS POR COLOMBIA

Respecto a la protección especial reforzada del ordenamiento constitucional a la


salvaguarda de los derechos de los niños, niñas, y adolescentes, el Estado colombiano también se
encuentra comprometido con dichos fines en virtud de las normas internacionales que regulan la
materia por disposición expresa del artículo 93 de la Carta, conforme al cual, los tratados y
convenios internacionales ratificados por Colombia que reconocen derechos humanos y prohíben
su limitación en los estados de excepción, prevalecen sobre el orden interno y sirven como criterio
de interpretación de los derechos y deberes consagrados en la Carta.

De tal manera, en este capítulo se hará un análisis del modelo de protección integral de los
niños, niñas, y adolescentes, acorde a los convenios y tratados internacionales ratificados por
Colombia, específicamente la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989
ratificada en Colombia por medio de la Ley 12 de 1991 (Congreso de Colombia, 1991), la cual es
complementada por las disposiciones de las Reglas Mínimas de Naciones Unidas para la
Administración de Justicia de Menores del año 1985 (Reglas de Beijing); Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos aprobada mediante la Ley 74 de 1968; la convención internacional
sobre los derechos del niño de 1989; las Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los
Jóvenes Privados de Libertad de 1990; y las Directrices de Naciones Unidas para la Prevención de
la Delincuencia Juvenil de 1990 (Directrices de Riad).

Referencias suficientes para comprender la particular preocupación de la comunidad


nacional e internacional por atender a la protección de los derechos de los niños y promover su
incorporación a la sociedad. La Corte ha dicho a este respecto en la sentencia C-839/01 (Corte
Constitucional, 2001) que el Estado social de derecho colombiano constituye un fin esencial
adelantar precisas acciones que permitan a los menores de edad alcanzar un desarrollo armónico e
73

integral, en los aspectos de orden biológico, físico, síquico, intelectual, familiar y social. Porque
la población infantil es vulnerable y la falta de estructuras sociales, económicas y familiares
apropiadas para su crecimiento agravan su indefensión.

2.1 MARCO NORMATIVO INTERNACIONAL SOBRE JUSTICIA JUVENIL

2.1.1 Reglas Mínimas de las Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores
del año 1985 (Reglas De Beijing)

Las resoluciones de la Asamblea de las Naciones Unidas mediante las cuales se


promulgaron los parámetros mínimos de regulación para los sistemas de administración de justicia
de menores contenidas en las llamadas Reglas Mínimas de Naciones Unidas para la
Administración de Justicia de Menores “Reglas de Beijing” (Resolución 40/33 del 29 noviembre
1985), hacen parte de los instrumentos internacionales adoptados por la comunidad mundial y por
Colombia para proteger los derechos de los menores, e implantar dispositivos para la prevención
del delito y el tratamiento de los ofensores, como lo indica la Corte Constitucional en la sentencia
C-839/01 (Corte Constitucional, 2001).

Adicional a ello, sobre la incorporación de las Reglas de Beijing en el bloque de


constitucionalidad de Colombia, la Corte Constitucional en la Sentencia C-203/05 (Corte
Constitucional, 2005) expreso que el objeto principal de estas reglas, es el de regular la situación
del “menor delincuente” , tal y como lo indica su título, se trata de estándares mínimos que reflejan,
en conjunto, a las diversas garantías que el ordenamiento internacional de los derechos humanos
reconoce a los menores de edad, y además argumenta que:

No sólo son plenamente compatibles con las disposiciones constitucionales


sobre derechos fundamentales de los niños, sino que han sido acogidas en
múltiples oportunidades por la jurisprudencia constitucional, y de hecho se ven
reflejadas en varios aspectos de la legislación nacional vigente sobre el
procesamiento de menores infractores.
74

En suma, las Reglas de Beijing (que en sí mismas no son obligatorias por


tratarse de una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas) codifican
y sistematizan estándares mínimos que, al provenir de tratados ratificados y normas
consuetudinarias internacionales sobre derechos humanos vinculantes para el
país – que en su mayoría forman parte del bloque de constitucionalidad-, son
obligatorios como parte del ordenamiento interno colombiano, en virtud de lo
dispuesto en los artículos 9, 44, 93 y 94 de la Constitución Política, y deben en
consecuencia ser respetados en todos los casos de procesamiento de menores de edad
por violación de la ley penal. (Corte Constitucional, 2005)

En consecuencia, a continuación se expondrá la revisión de las Reglas Mínimas de


Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores “Reglas de Beijing” (Asamblea
de las Naciones Unidas, 1985) cuyos principios orientadores instaron a los estados miembros
promover el bienestar del menor y de su familia, fomentando desde los primeros años de la
adolescencia en los que el menor es más propenso a un comportamiento desviado, un proceso de
desarrollo personal y educación lo más apartado de delito y delincuencia posible, con el objeto de
promover el bienestar del menor, a fin de reducir la necesidad de intervenir con arreglo a la ley
(justicia de menores), y de someter a tratamiento efectivo, humano y equitativo al menor que tenga
problemas con la ley.

En consecuencia, se puede resaltar que otro de los principios orientadores de las Reglas de
Beijing (Asamblea de las Naciones Unidas, 1985) consistía en concebir la justicia de menores
como una parte integrante del proceso de desarrollo nacional de cada país que debía administrarse
en el marco general de justicia social para todos los menores, de manera que contribuyera a la
protección de los jóvenes y al mantenimiento del orden pacífico de la sociedad.

Justicia de menores que acorde a la regla 2.3 (Asamblea de las Naciones Unidas, 1985)
debía ser direccionada por cada jurisdicción nacional con la promulgación de un conjunto de leyes,
normas y disposiciones aplicables específicamente a los menores delincuentes, orientadas por
órganos e instituciones encargados de las funciones de administración de la justicia de menores,
enunciadas de la siguiente forma: 1.Responder a las diversas necesidades de los menores
75

delincuentes, y al mismo tiempo proteger sus derechos básicos; 2. Satisfacer las necesidades de la
sociedad; 3. Aplicar cabalmente y con justicia las reglas.

Todo ello, por medio de un proceso especial que según lo dispuesto en las Reglas de Beijing
(Asamblea de las Naciones Unidas, 1985) regla No.2 se aplicarían a los menores delincuentes con
imparcialidad, sin distinción de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política, origen nacional
o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición; menores definidos como todo
niño o joven al que se le hubiere imputado la comisión de un delito o se le considerare culpable,
que podía ser castigado por la comisión de ese delito en forma diferente a un adulto.

Por otra parte, se observa en la regla No.3 que se extiende el ámbito de aplicación de la
protección otorgada por las Reglas mínimas para la administración de la justicia de menores de
modo que abarcara los delitos previstos en diversos sistemas jurídicos nacionales y aquellas
conductas que no fueren punibles tratándose del comportamiento de los menores como por ejemplo
las ausencias injustificadas, desobediencia en la escuela y en la familia. Incluyendo la extensión
de los principios contenidos en las Reglas a todos los menores comprendidos en los procedimientos
relativos a la atención al menor y a su bienestar.

En cuanto a la edad de los menores responsables por haber incurrido en conductas punibles
las Reglas de Beijing (Asamblea de las Naciones Unidas, 1985) recomendaron a los Estados
Miembros no fijar a una edad demasiado temprana en atención de las circunstancias que
acompañan a la madurez emocional, mental e intelectual. Puntualmente se agrega:

La edad mínima a efectos de responsabilidad penal varía considerablemente en


función de factores históricos y culturales. El enfoque moderno consiste en examinar
si los niños pueden hacer honor a los elementos morales y sicológicos de
responsabilidad penal; es decir, si puede considerarse al niño, en virtud de su
discernimiento y comprensión individuales, responsable de un comportamiento
esencialmente antisocial. Si el comienzo de la mayoría de edad penal se fija a una edad
demasiado temprana o si no se establece edad mínima alguna, el concepto de
responsabilidad perdería todo sentido. En general, existe una estrecha relación entre el
76

concepto de responsabilidad que dimana del comportamiento delictivo o criminal y


otros derechos y responsabilidades sociales (como el estado civil, la mayoría de edad
a efectos civiles, etc.). Por consiguiente, es necesario que se hagan esfuerzos para
convenir en una edad mínima razonable que pueda aplicarse a nivel internacional.
(Asamblea de las Naciones Unidas, 1985)

Al respecto, debo aclarar que sin haber previsto el hacer aquí un análisis comparativo de
normas, me encuentro de frente con una realidad que me obliga a traer a colación las normas que
regularon las conductas delictivas de los menores en el siglo XX, toda vez que, a criterio personal,
en Colombia se acogió el concepto de edad mínima de responsabilidad penal desde la promulgación
de la Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean Juzgados y casas de reforma y corrección para menores”
(Congreso de Colombia, 1920) año en el que inicio en el país la caracterización jurídica de un sujeto
“el menor” que contenía a aquella población infantil en situación irregular. Norma conforme a la
cual los menores de diez y siete años y mayores de siete, que ejecutaran actos definidos por el
Código Penal como delitos, quedarían sometidos a la jurisdicción de un funcionario especial, que
se denominaba Juez de Menores.

En cuanto al procedimiento penal de menores, luego de hacer una revisión del texto, se
corrobora que en las Reglas de Beijing (Asamblea de las Naciones Unidas, 1985) no se enuncia
un proceso específico a seguir, dada la complejidad de elaborar una definición de órgano o persona
competente para dictar sentencia que goce de aceptación universal.

En atención a ello, con las Reglas de Beijing (Asamblea de las Naciones Unidas, 1985) se
direcciona el proceso y se dejan claras unas pautas y reconocimiento de derechos para los menores,
conforme a las cuales se tiene que el procedimiento aplicable a los menores delincuentes debía
ceñirse a las reglas mínimas que se aplicaban en casi todo el con arreglo al procedimiento penal
conocido como «debido proceso legal», siendo un juicio imparcial y equitativo con garantías tales
como las enunciadas en la regla No.7; norma conforme a la cual, en todas las etapas del proceso
se respetarían las garantías procesales básicas tales como la presunción de inocencia, el derecho a
ser notificado de las acusaciones, el derecho a no responder, el derecho al asesoramiento, el
77

derecho a la presencia de los padres o tutores, el derecho a la confrontación con los testigos y a
interrogar a éstos y el derecho de apelación ante una autoridad superior.

Así como en la regla No.8 se dispuso la protección a la intimidad del menor para evitar que
la publicidad indebida o el proceso de difamación perjudicaran a los menores, por lo que se
prohibió la publicación de información que pudiera dar lugar a la individualización de un mejor
delincuente.

Por otra parte, según las Reglas de Beijing (Asamblea de las Naciones Unidas, 1985) regla
No.14 todo menor delincuente será puesto a disposición de la autoridad competente (corte,
tribunal, junta, consejo, etc.), que decidirá con arreglo a los principios de un juicio imparcial y
equitativo, en curso de un procedimiento que favorecerá los intereses del menor y se sustanciará
en un ambiente de comprensión, que permita que el menor participe en él y se exprese libremente.

Según la regla No.17 los principios rectores de la sentencia y la resolución


serán los siguientes:

1. La respuesta que se dé al delito será siempre proporcionada, no sólo a las


circunstancias y la gravedad del delito, sino también a las circunstancias y necesidades del
menor, así como a las necesidades de la sociedad; 2. Las restricciones a la libertad personal
del menor se impondrán sólo tras cuidadoso estudio y se reducirán al mínimo posible;
3. Sólo se impondrá la privación de libertad personal en el caso de que el menor sea
condenado por un acto grave en el que concurra violencia contra otra persona o por la
reincidencia en cometer otros delitos graves, y siempre que no haya otra respuesta
adecuada; 4. En el examen de los casos se considerará primordial el bienestar del menor;
5. Los delitos cometidos por menores no se sancionarán en ningún caso con la pena capital;
Los menores no serán sancionados con penas corporales. (Asamblea de las Naciones
Unidas, 1985)

En cuanto a las sanciones, según la regla No.18 de las Reglas de Beijing (Asamblea de las
Naciones Unidas, 1985) para mayor flexibilidad y para evitar en la medida de lo posible el
78

confinamiento en establecimientos penitenciarios, la autoridad competente podrá adoptar una


amplia diversidad de decisiones. Entre tales decisiones, algunas de las cuales pueden aplicarse
simultáneamente, figuran las siguientes: 1. Ordenes en materia de atención, orientación y
supervisión; 2. Libertad vigilada; 3. Ordenes de prestación de servicios a la comunidad;
4. Sanciones económicas, indemnizaciones y devoluciones; 5. Ordenes de tratamiento intermedio
y otras formas de tratamiento; 6. Ordenes de participar en sesiones de asesoramiento colectivo y
en actividades análogas; 7. Ordenes relativas a hogares de guarda, comunidades de vida u otros
establecimientos educativos.

Reglas que sin lugar a duda se convirtieron en los pilares de los procesos adelantos en
contra de menores, y específicamente en el caso de Colombia, sobre ello la Corte Constitucional
en la Sentencia C-684/09 (Corte Constitucional, 2009) sostiene que las Reglas de
Beijing codifican, sistematizan y desarrollan estándares mínimos en la investigación y
juzgamiento de personas menores de edad reconocidos en el derecho internacional de los derechos
humanos, los cuales deben ser respetados en todos los casos de procesamiento de menores de edad
por violación de la ley penal. Puntualizando además que:

Si bien no se trata de un tratado internacional de derechos humanos, en todo


caso es un instrumento internacional adoptado en el seno de las Naciones Unidas, que
tiene una finalidad compiladora de las garantías recocidas en tratados, la costumbre,
los principios generales, la doctrina y la jurisprudencia internacional en la materia, al
cual la jurisprudencia constitucional de manera reiterada le ha reconocido un carácter
vinculante cuando se trata del examen de constitucionalidad de las leyes que regulan
la investigación y el juzgamiento de menores. (Corte Constitucional, 2009)

Sin embargo, llama la atención en Colombia se creó la jurisdicción de menores por medio
de la Ley 98de 1920 (Congreso de Colombia, 1920) “Por la cual se crean Juzgados y casas de
reforma y corrección para menores”, es decir sesenta y ciño años (65) antes de la aprobación de
las Reglas Mínimas de Naciones Unidas para la Administración de Justicia de Menores “Reglas
de Beijing” por parte de la Asamblea de las Naciones Unidas por medio de la resolución
(Resolución 40/33 del 29 noviembre 1985).
79

Una ley que, si bien no reflejaba todos los principios orientadores de las Reglas de Beijing,
permiten evidenciar que Colombia atendía de manera oportuna al problema de la delincuencia
juvenil y se preocupada por proteger a los menores en esa situación de irregularidad. Dejando con
ello una línea de tiempo normativa a través de la cual podemos conocer los avances legislativos
del tratamiento a la delincuencia juvenil, con el propósito de mejorar la protección que el Estado
brinda los niños, niñas y adolescentes desde 1920, sin retroceder con intenciones de mayor
punibilidad.

2.1.2 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos

Mediante la Ley 74 de 1968, Colombia suscribió el Pacto Internacional de Derechos Civiles


y Políticos, en el cual se dice que todos los niños tienen derecho, sin discriminación alguna por
motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, origen nacional o social, posición económica o
nacimiento, a las medidas de protección que su condición de menor requiere, tanto por parte de su
familia como de la sociedad y del Estado.

Y en el que además se encuentran contenidas varias disposiciones relativas a los menores


que han violado la ley penal, en su artículo 6.5., establece que “no se impondrá la pena de muerte
por delitos cometidos por personas de menos de 18 años de edad”; (ii) en el artículo 10.2.b.,
relativo a la privación de la libertad, dispone que “los menores procesados estarán separados de
los adultos y deberán ser llevados ante los tribunales de justicia con la mayor celeridad posible
para su enjuiciamiento”; (iii) el artículo 10.3., referente al régimen penitenciario, establece
que “los menores delincuentes estarán separados de los adultos y serán sometidos a un tratamiento
adecuado a su edad y condición jurídica”; (iv) el artículo 14.1. Ordena que “toda sentencia en
materia penal o contenciosa será pública, excepto en los casos en que el interés de menores de
edad exija lo contrario...”; y (v) el artículo 14.4. Dispone que “en el procedimiento aplicable a los
menores de edad a efectos penales se tendrá en cuenta esta circunstancia y la importancia de
estimular su readaptación social”.

Normas o principios que en Colombia ya hacían parte de la jurisdicción de menores, con


la entrada en vigencia de la Ley 83 de 1946 (Congreso de Colombia, 1946) ley orgánica de la
80

defensa del niño por medio de la cual se acogen algunos ideales de las normas que la antecedían,
tanto de la Ley 98 de 1920 “Por la cual se crean Juzgados y casas de reforma y corrección para
menores”, como de la Ley 95 de 1936 Código Penal (Congreso de Colombia, 1936), y la Ley 94
de 1938 (Congreso de Colombia, 1938), ley con la que se reafirma el ideal del Estado colombiano
de brindar asistencia y protección al menor por medio de un proceso penal en el que no se pretendía
sancionar para castigar, sino corregir para reintegrar al menor a la sociedad.

2.1.3 Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989

Finalmente, como lo expresa la Corte Constitucional en la Sentencia C-839/01 (Corte


Constitucional, 2001) mediante la aprobación de la Ley 12 de 1991, Colombia suscribió la
Convención Internacional sobre los Derechos del Niño adoptada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas el 20 de noviembre de 1989.

Oportunidad en que la ONU tuvo en cuenta que el niño se encuentra en un estado de


inmadurez física y mental que necesita "protección y cuidado especiales, incluso la debida
protección legal, tanto antes como después del nacimiento", y dispuso que es deber de los Estados
Partes, respetar los derechos a que se refiere dicha convención, asegurando su aplicación para cada
niño sujeto a la jurisdicción de aquellos, "sin distinción alguna, independientemente de la raza, el
color, el sexo, el idioma, la religión, la opinión política o de otra índole, el origen nacional, étnico
o social, la posición económica, los impedimentos físicos, el nacimiento o cualquier otra condición
del niño, de sus padres o de sus representantes legales".

Precisando específicamente entorno a la delincuencia juvenil que ningún niño podía ser
sometido a torturas ni a otros tratos o penas crueles, inhumanas o degradantes. Así como también
prohíbe la imposición de pena capital ni la de prisión perpetúa sin posibilidad de excarcelación por
delitos cometidos por menores de 18 años de edad.
81

2.1.4 Reglas de las Naciones Unidas para la Protección de los Jóvenes Privados de Libertad
de 1990

Las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad
(Asamblea General de la Naciones Unidas , 1990), adoptadas por la Asamblea General de la
Naciones Unidas mediante Resolución 45/113 del 14 de diciembre de 1990, se inspiraron en las
Reglas de Beijing, como lo sostiene la Corte Constitucional en la Sentencia C-839/01 (Corte
Constitucional, 2001), con el objetivo fundamental de establecer un conjunto de normas mínimas
aceptadas por las Naciones Unidas para la protección de los menores privados de libertad en todas
sus formas, compatibles con los derechos humanos y las libertades fundamentales, con miras a
contrarrestar los efectos perjudiciales de todo tipo de detención y fomentar la integración en la
sociedad", para lo cual " el sistema de justicia de menores deberá respetar los derechos y la
seguridad de los menores y fomentar su bienestar físico y mental"."

Todo ello, en atención a la preocupación de la Asamblea General por el hecho de que


muchos sistemas no establecían una diferenciación entre adultos y menores en las distintas fases
de la administración de justicia y, en consecuencia, los menores estaban siendo detenidos en
prisiones y centros junto con adultos, tal como lo firmo UNICEF – Panamá (UNICEF Panama ,
2018). Con ese propósito las Reglas de las Naciones Unidas para la protección de los menores
privados de libertad (Asamblea General de la Naciones Unidas , 1990) previeron como primer
disposición que el objetivo principal de los Estados partes debía ser brindar la protección necesaria
a los niños con el objetivo de prevenir que los mismos incurrieran en la comisión de conductas
punibles, por ello según las reglas como última medida de represión los Estados deberían acudir a
las medidas restrictivas de la libertad, indicando taxativamente que el encarcelamiento deberá
usarse como último recurso.

Adicional a ello la misma norma consigna que los programas de prevención de la


delincuencia deberán planificarse y ejecutarse sobre la base de conclusiones fiables que sean
resultado de una investigación científica, y periódicamente deberán ser supervisados, evaluados y
readaptados en consonancia con esas conclusiones.
82

Al respecto, tenemos que en Colombia gracias a la Ley 83 de 1946 (Congreso de Colombia,


1946) se empezó hablar de “protección infantil”, dado que, esta ley dispuso la creación del Consejo
Nacional de Protección Infantil, integrado por cinco miembros, elegidos para un período de tres
años, así: uno nombrado por el Presidente de la República que debía ser abogado especializado en
ciencias penales; uno nombrado por el Arzobispo Primado que debía ser sacerdote experto en
sociología; uno por el Comité Nacional de la Cruz Roja que debía ser muy versado en cuestiones
médico-sociales de la infancia; uno nombrado por la Sociedad Colombiana de Pediatría, que debía
ser médico pediatra; y el quinto, por el Juez de Menores de Bogotá, que debía ser especializado en
ciencias de la educación de díscolos y anormales.

Consejo Nacional de Protección Infantil que de conformidad a lo establecido en el artículo


99 tendría a su cargo lo referente a la prestación y organización de los servicios sociales para
brindar asistencia de la mujer embarazada, a la madre y del recién nacido, al niño lactante y al
infante, al niño anormal y enfermo, a los niños abandonados o en peligro, y protección a los niños
infractores de las normas penales.

2.2.5 Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil de


1990 (Directrices de Riad)

Las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil de


1990 (Directrices de Riad) aprobadas en el seno de la Asamblea General de la Organización de
Naciones Unidas (ONU) mediante Resolución 45/113 del 14 de diciembre de 1990 han sido
consideradas por la jurisprudencia de la Corte Constitucional como la codificación de las
principales obligaciones internacionales de Colombia en la materia, y como los parámetros de
control de las disposiciones legales que regulan la problemática de la delincuencia juvenil, tal
como lo expreso la Corte Constitucional en la Sentencia C-684/09 (Corte Constitucional, 2009).

Bajo ese entendido, considere pertinente traer a colación los principios y parámetros
definidos en las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil
de 1990 (Directrices de Riad) (Organización de Naciones Unidas - ONU, 1990), en las que ese
enuncia claramente, como principios fundamentales, los siguientes:
83

1. La prevención de la delincuencia juvenil es parte esencial de la prevención


del delito en la sociedad. Si los jóvenes se dedican a actividades lícitas y socialmente
útiles, se orientan hacia la sociedad y enfocan la vida con criterio humanista, pueden
adquirir actitudes no criminógenas.

2. Para poder prevenir eficazmente la delincuencia juvenil es necesario que


toda la sociedad procure un desarrollo armonioso de los adolescentes, y respete y
cultive su personalidad a partir de la primera infancia. En la aplicación de las
presentes Directrices y de conformidad con los ordenamientos jurídicos nacionales,
los programas preventivos deben centrarse en el bienestar de los jóvenes desde su
primera infancia.

3. La conciencia de que, según la opinión predominante de los expertos,


calificar a un joven de "extraviado", "delincuente" o "predelincuente" a menudo
contribuye a que los jóvenes desarrollen pautas permanentes de comportamiento
indeseable.

Principios conforme a los cuales se puede precisar, que según las Directrices de Riad la
solución a la problemática de delincuencia juvenil es la prevención del delito desde las normas de
conducta básicas en la sociedad para evitar que los niños, niñas y adolescentes crezcan para
convertirse en sujetos objeto de reproche social por incurrir en la ilicitud, propósito conforme al
cual la política criminal del país debe abordar la delincuencia juvenil para regular o definir
mecanismos de prevención del delito por medio de programas con los que se propenda el bienestar
de los niños y niñas, función que exclusivamente recae en el Estado; de otra parte conforme a las
directrices la sociedad también desempeña un impórtate papel a la hora de prevenir la delincuencia
juvenil, puesto que el entorno en el que crecen los menores orientara el futuro de los pequeños
niños y niñas. Por otra parte las Directrices de Riad sugieren que no es correcta la estigmatización
de los jóvenes como delincuentes o criminales porque este tipo de denominaciones afectan de
manera negativa a los menores influyendo significativamente en la orientación permanente a su
conducta ilegal o indeseable.
84

2.2.6 Convención de los Derechos del Niño, Ratificada por Colombia por Medio de la Ley 12
de 1991

La Convención sobre los Derechos del Niño, incorporada al ordenamiento interno


colombiano mediante Ley 12 de 1991 (Congreso de Colombia, 1991), incluye importantes reglas
sobre el tratamiento jurídico que deben recibir los niños, niñas, y adolescentes que comenten
delitos. Resultan particularmente relevantes los artículos 37 y 40, los cuales señalan entre otras las
siguientes garantías procesales en el juzgamiento de los niños:

1. El derecho a un pronto acceso a la asistencia jurídica y otra asistencia adecuada. El


derecho a impugnar la legalidad de la privación de su libertad ante un tribunal u otra
autoridad competente, independiente e imparcial y a una pronta decisión sobre dicha
acción.

2. El principio de legalidad, la presunción de inocencia, el derecho a ser informado sin


demora y directamente o, cuando sea procedente, por intermedio de sus padres o sus
representantes legales, de los cargos que pesan contra él y que dispondrá de asistencia
jurídica u otra asistencia apropiada en la preparación y presentación de su defensa.

3. El derecho a que la causa será dirimida sin demora por una autoridad u órgano
judicial competente, independiente e imparcial en una audiencia equitativa conforme a la
ley, en presencia de un asesor jurídico u otro tipo de asesor adecuado y, a menos que se
considerare que ello fuere contrario al interés superior del niño, teniendo en cuenta en
particular su edad o situación y a sus padres o representantes legales.

4. El derecho a no ser obligado a prestar testimonio o a declararse culpable.

5. El derecho a interrogar o hacer que se interrogue a testigos de cargo y obtener la


participación y el interrogatorio de testigos de descargo en condiciones de igualdad; (ix)
el derecho a una segunda instancia.
85

CAPITULO III

DISPOSICIONES NORMATIVAS QUE REGULAN EL TRATAMIENTO JURÍDICO


DE LA DELINCUENCIA JUVENIL EN COLOMBIA CONFORME AL MODELO DE
PROTECCIÓN INTEGRAL

De lo expuesto con anterioridad en los capítulos precedentes, se tiene que la protección


concedida por el ordenamiento jurídico a los niños, niñas, y adolescentes a nivel nacional e
internacional, conforme a lo expuesto en la Sentencia C-839/01 de la Corte Constitucional (Corte
Constitucional, 2001) es más amplio que el que pudiera otorgarse a cualquier otro sector de la
población, visto que por voluntad del propio constituyente, sus derechos priman sobre los de los
demás.

No obstante, como lo indica la Corte Constitucional en la Sentencia C-839/01 (Corte


Constitucional, 2001) debido a la fragilidad e inmadurez física y sicológica, los niños constituyen
una población sensiblemente vulnerable a los efectos nocivos de los fenómenos sociales. La
circunstancia de no estar preparados para asimilar los avatares de un ambiente social agresivo,
hace que en muchos casos los menores se vean puestos en situaciones irregulares que frenan su
proceso de integración humana y atentan contra su integridad -física, mental y moral-, así como
contra su formación y su patrimonio.

Siendo la incursión en conductas penalmente reprochables una de las situaciones


irregulares más dramáticas en que pueda encontrarse a los menores de edad, pues, como lo indica
la Corte Constitucional en la Sentencia C-839/01 (Corte Constitucional, 2001) la delincuencia
juvenil compromete el proceso de formación social y amenaza con truncar la participación activa
del menor dentro de la comunidad. Corresponde determinar, en este orden de ideas, cuáles son los
mecanismos con que cuenta el estado para lograr la rehabilitación e integración del menor, que por
problemas de comportamiento, infringe las normas de conducta sociales, específicamente debemos
preguntarnos ¿Es efectivo el tratamiento jurídico de la delincuencia juvenil en Colombia conforme
al principio de protección integral? Bajo ese entendido a continuación procederé hacer un análisis
de las disposiciones normativas y las rutas institucionales que actualmente regulan el tratamiento
86

jurídico de la delincuencia juvenil en Colombia conforme al sistema doctrinal de protección


integral.

3.1 SISTEMA DE RESPONSABILIDAD PENAL PARA ADOLESCENTES (SRPA)

El Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes, tal como se encuentra concebido


actualmente, es el producto de un gran proceso de cambios y modificaciones normativas a través
de las cuales ha variado significativamente la manera de comprender la delincuencia juvenil como
el fenómeno que ha afectado la vida de los más pequeños de manera negativa. Cuyo cambio, en el
caso colombiano, se ha manifestado en la variación normativa que hubo entre el código del menor,
donde justamente los niños, niñas y adolescentes (NNA) eran considerados “menores infractores”
hasta el código de la infancia y la adolescencia, que procura incorporar la visión de la Convención
Internacional de los Derechos de los Niños, de 1989; la cual fue ratificada por Colombia. Los
adolescentes pasan de ser considerados “menores” a ser sujetos de derechos, aun cuando estén “en
conflicto con la ley”.

En consecuencia, años más tarde de la promulgación de la Ley 1098 de 2006 Código de la


Infancia y la Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) el Estado colombiano ha tomado una
serie de medidas normativas con las que se ha reforzado el Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes, como ejemplo de ello, por medio de la Ley 1450 de 2011 “Por la cual se expide el
Plan Nacional de Desarrollo, 2010-2014” (Congreso de Colombia, 2011) se contempló que en
desarrollo del principio de corresponsabilidad y protección integral de los derechos de niños, niñas
y adolescentes, el Gobierno Nacional, con el concurso de los gobiernos territoriales, daría prioridad
al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA), iniciando la construcción de
Centros de Atención Especializada (CAES) e internamiento preventivo de acuerdo con criterios
de demanda del SRPA, de cobertura regional y de cofinanciación de las entidades territoriales.

Conforme a ello, el parágrafo 1° del citado artículo señaló que las entidades que hacen parte
del SRPA, tanto de las diferentes ramas del poder público como de niveles de gobierno, sumarian
esfuerzos para contar con un Sistema de Información Unificado e interinstitucional del SRPA, para
87

que se convirtiera en fuente de información estratégica para el seguimiento, monitoreo y


evaluación de la atención del SRPA, de manera que permita la toma de decisiones adecuadas.

En ese sentido el parágrafo 2° del artículo 201 de la Ley 1450 de 2011 (Congreso de
Colombia, 2011) dispuso que el Gobierno Nacional tendría como uno de los ejes centrales en su
agenda de cooperación, los asuntos relativos al SRPA, tratándose de una prioridad en la gestión
técnica y financiera en la materia e incentivará la participación activa de la sociedad civil
organizada y del sector privado en los propósitos establecidos.

Situación que consecuentemente dejo en evidencia la necesidad de crear el Sistema


Nacional de Coordinación de Responsabilidad Penal para Adolescentes (Sncrpa) en el nivel
nacional y regional, con el fin de que se convirtiera en una instancia de coordinación, evaluación
y articulación interinstitucional, intersectorial e intersistémica con el compromiso de todas las
ramas del poder público y las entidades territoriales, en desarrollo de la Ley 1098 de 2006.

Proyecto que se materializo con el Decreto 1885 de 2015 (Congreso de Colombia, 2015)
por medio del cual se creó el Sistema Nacional de Coordinación de Responsabilidad Penal para
Adolescentes (Sncrpa) conformado por El Ministro de Justicia y del Derecho, el Ministro de Salud
y Protección Social, el Ministro de Educación Nacional, la Ministra de Cultura, el Presidente de la
Sala Administrativa del Consejo Superior de la Judicatura, el Presidente de la Sala Penal de la
Corte Suprema de Justicia, el Fiscal General de la Nación, el Director del Instituto Colombiano de
Bienestar Familiar, el Director del Departamento Administrativo de Planeación Nacional, el
Director de la Policía Nacional, el Director del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), y el
Director del Sistema Nacional de Juventud o su delegado.

Lo anterior, en el marco de la protección integral y en cumplimiento de la finalidad


pedagógica y restaurativa que garantice el carácter especializado y diferenciado del SRPA, con los
siguientes objetivos:

1. Orientar, coordinar y articular a nivel nacional el diseño de las políticas públicas


relacionadas con la responsabilidad penal para adolescentes.
88

2. Desarrollar el principio de corresponsabilidad, en la garantía del interés superior del


niño y de la protección integral de los y las adolescentes y jóvenes para fortalecer la
participación y articulación de las entidades que hacen parte del SRPA y de este con
otros sistemas.

3. Articular, acompañar y validar la definición de criterios para la implementación de un


modelo de justicia restaurativa, en el marco del proceso de restablecimiento de derechos
de los y las adolescentes y en virtud de la resocialización, la inclusión social y las
garantías de no repetición, la verdad y la reparación del daño.

4. Coordinar, dirigir y proponer las recomendaciones que se requieran para fortalecer el


Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA).

En suma, coincidiendo con lo planteado por el Ministerio de Justicia y del Derecho en su


estudio denominado “Sistema de responsabilidad penal para adolescentes, hacia la protección
integral y la justicia restaurativa” (Ministerio de Justicia y del Derecho, 2015) se tiene que el
tratamiento otorgado a los adolescentes en conflicto con la ley ha sufrido importantes
modificaciones a través de la historia nacional e internacional; transformaciones que se
manifiestan en leyes cambiantes y, a veces, contradictorias, pero siempre insuficientes para el
abordaje de la problemática , toda vez, que parecerían fracasados todos los intentos normativos del
Estado por garantizar la protección integral a los niños, niñas, y adolescencia, ante el sin nuevo de
quejas, denuncias, y dudas normativas que se expondrán más adelante.

En esta oportunidad, el Ministerio de Justicia y del Derecho (Ministerio de Justicia y del


Derecho, 2015) también agrega que el éxito o fracaso de las políticas públicas en materia de
delincuencia juvenil, los planes y programas de atención de las diferentes instituciones estatales,
los esfuerzos individuales de los funcionarios y las familias, dependerán de la capacidad de todos
estos para comprender las verdaderas dimensiones del fenómeno y sus aristas, en aras de la
consecución de una congruencia que armonice las filosofías y principios, con las normas y
actividades encaminadas a su atención. Vale la pena mencionar que, si bien el ICBF tiene
lineamientos precisos sobre la ruta del SRPA, sus actores y roles; es importante destacar que se
89

trata de un “sistema” y, por tanto, debe ser abordado desde un enfoque integrador. Los esfuerzos
individuales de los funcionarios son muy importantes y en muchos casos constituyen buenas
prácticas, sin embargo, el buen funcionamiento de un sistema depende de la articulación y de la
forma.

Concepto con el que evidentemente me encuentro en acuerdo, por ello, tenido estas
consideraciones en cuenta más adelante se hará un análisis de las normas fundamentales del de la
Ley 1098 de 2006 Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) para
luego dar una mirada a los Centros de Atención Especializada, puesto que es en esta instancia en
la que el tratamiento jurídico de los menores se cumple a cabalidad convirtiéndose en la única
oportunidad del Estado para brindar la atención necesaria a los niños, niñas, y adolescentes
vinculados a investigaciones penales.

Según lo consagrado en el artículo 136 de la Ley 1098 de 2006 Código de la Infancia y la


Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) el sistema de responsabilidad penal para
adolescentes es el conjunto de principios, normas, procedimientos, autoridades judiciales
especializadas y entes administrativos que rigen o intervienen en la investigación y juzgamiento
de delitos cometidos por personas que tengan entre catorce (14) y dieciocho (18) años al momento
de cometer el hecho punible. Cuya finalidad es la de tomar medidas de carácter pedagógico,
específico y diferenciado respecto del sistema de adultos, conforme a la protección integral,
garantizando en todo momento la justicia restaurativa, la verdad y la reparación del daño.

Procedimiento del sistema de responsabilidad penal para adolescentes que conforme a lo


establecido en el artículo 144 de la Ley 1098 de 2006 Código de la Infancia y la Adolescencia
(Congreso de la Republica, 2006) se rige por las normas consagradas en la Ley 906 de 2004
(Congreso de Colombia, 2004) que reglamenta el Sistema Penal Acusatorio de los adultos,
exceptuando aquellas que sean contrarias al interés superior del adolescente.

Por otra parte se observa que conforme a lo establecido en el artículo 142 de la Ley 1098
de 2006 Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) las personas
90

menores de catorce (14) años, no serán juzgadas, declaradas responsables penalmente, ni privadas
de libertad, bajo denuncia o sindicación de haber cometido una conducta punible.

Contrario a ello, la persona menor de catorce (14) años deberá ser entregada
inmediatamente por la policía de infancia y adolescencia ante la autoridad competente para la
verificación de la garantía de sus derechos de acuerdo con lo establecido en la ley.

Así como tampoco serán juzgadas, declaradas penalmente responsables ni sometidas a


sanciones penales las personas mayores de catorce (14) y menores de dieciocho (18) años con
discapacidad psíquico o mental, pero se les aplicará la respectiva medida de seguridad.

Acorde a lo normado en el artículo 143 la Ley 1098 de 2006 Código de la Infancia y la


Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) cuando una persona menor de catorce (14) años
incurra en la comisión de un delito sólo se le aplicarán medidas de verificación de la garantía de
derechos, de su restablecimiento y deberán vincularse a procesos de educación y de protección
dentro del Sistema Nacional de Bienestar Familiar, los cuales observarán todas las garantías
propias del debido proceso y el derecho de defensa.

Conforme a ese precepto, dispone la misma norma citada, que si un niño o niña o un
adolescente menor de catorce (14) años es sorprendido en flagrancia por una autoridad de policía,
esta lo pondrá inmediatamente o a más tardar en el término de la distancia a disposición de las
autoridades competentes de protección y restablecimiento de derechos. Y si es un particular quien
lo sorprende, deberá ponerlo de inmediato a disposición de la autoridad policial para que esta
proceda en la misma forma.

Propósito para el cual, el mismo artículo dispuso que el Instituto Colombiano de Bienestar
Familiar establecería los lineamientos técnicos para los programas especiales de protección y
restablecimiento de derechos, destinados a la atención de los niños, niñas o adolescentes menores
de catorce (14) años que han cometido delitos. Sin embargo tras la entrada en vigencia de la Ley
1098 de 2006, transcurrieron tres (3) años para que dichos lineamientos fueren aprobados por
medio de la Resolución No.4594 del 20 de octubre de 2009 (ICBF, 2009). En atención a ello,
91

pasaremos a estudiar cual es el tratamiento jurídico que recibe un niño o niña menor de catorce
(14) años que han cometido delitos y un adolescente de catorce (14) y dieciocho (18) vinculado a
un proceso de responsabilidad penal.

3.2 PROCESO DE PROTECCIÓN DE NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES MENORES


DE 14 AÑOS QUE SE PRESUMA O HAYAN INCURRIDO EN LA COMISIÓN DE UN
DELITO

El lineamiento técnico administrativo para la atención de niños, niñas y adolescentes


menores de 14 años que se presuma o hayan incurrido en la comisión de un delito (ICBF, 2009),
aprobado por medio de la Resolución No.4594 del 20 de octubre de 2009 (ICBF, 2009) describe
el procedimiento y la actuación a seguir cuando un niño, niña o adolescente menor de catorce (14)
años que se presuma o hayan incurrido en la comisión de un delito. Lineamiento regido por un
marco conceptual (ICBF, 2009) conforme al cual se propende la protección y reflexión sobre sus
deberes ciudadanos, lo que implica que, para esta población, la Protección Integral adquiere un
carácter educativo, de aprendizaje, así como de reparación y de reflexión sobre las consecuencias
de los daños causados, de su rol como ciudadano, de respeto hacia ellos y finalmente del
fortalecimiento de los lasos familiares, sociales y de la democracia.

3.2.1 Proceso Jurídico

El lineamiento técnico administrativo para la atención de niños, niñas y adolescentes


menores de 14 años que se presuma o hayan incurrido en la comisión de un delito (ICBF, 2009)
define el procedimiento y la actuación a seguir cuando se presuma o hayan incurrido en la comisión
de un delito:

(i) Cuando es sorprendido en flagrancia por un particular o por la autoridad de


policía.

Según lo descrito en el lineamiento (ICBF, 2009) cuando el niño, niña o adolescente menor
de catorce (14) años sea sorprendido en flagrancia por una autoridad de policía, deberá ponerlo
92

inmediatamente o a más tardar en el término de la distancia a disposición de las autoridades


competentes de protección y restablecimiento de derechos. Por otro lado, en el evento en que sea
un particular el que lo sorprenda en flagrancia éste deberá ponerlo a disposición de la autoridad
policial de manera inmediata.

En cumplimiento de lo anterior y para hacer efectivo el objeto de la Ley 1098 de 2006 se


enuncia en la directiva (ICBF, 2009) que la Policía de Infancia y Adolescencia, de acuerdo con
las disposiciones previstas contenidas tanto en los tratados internacionales, como en el Código de
la Infancia y la Adolescencia y demás disposiciones internas referentes al tema; deberán respetar
los derechos y las garantías de los niños, niñas y adolescentes menores de catorce (14) años que
se presuma o hayan incurrido en la comisión de un delito. Con ese propósito la Policía Nacional -
Policía de Infancia y Adolescencia deberá:

1. Poner al niño, niña o adolescente menor de catorce (14) años de manera inmediata
o a más tardar en el término de la distancia a disposición del Defensor de Familia,
Comisario de Familia, Inspector de Policía, según sea el caso. Si llegado el caso la puesta
a disposición se efectuare en horas de la noche o incluso en la madrugada, la Policía
Nacional - Policía de Infancia y Adolescencia deberá coordinar con la Autoridad
Administrativa competente (Defensor de Familia, Comisario de Familia, Inspector de
Policía, según sea el caso), lo referente al traslado del niño, niña o adolescente menor de
catorce (14) años a su Medio Familiar, al Centro de Emergencia más cercano a la
localidad o cualquier otra medida que garantice su protección integral.

2. Informarle el hecho que se le atribuye.

3. Informarle claramente el motivo del procedimiento.

4. Ubicar e informarle a los padres o representantes legales.

5. Darle buen trato físico, psicológico y moral en todo momento.


93

6. Proceder a la identificación del niño, niña o adolescente, y a la recolección de datos


de la conducta punible. En el evento en que no porte documento de identidad y en todo
caso el niño, niña o adolescente manifieste tener menos de catorce (14) años, la autoridad
policial presumirá la minoría de edad.

7. Indagar las circunstancias de tiempo, modo y lugar en que se llevaron a cabo los
hechos y recolectar los elementos o materiales probatorios y la evidencia física con
cadena de custodia. Trasladar y entregar las evidencias a la Fiscalía General de la Nación.

8. Levantar un acta en la misma escena del delito, en la que se relacionen todos los
elementos de prueba o evidencias utilizados por el niño, niña o adolescente menor de
catorce (14) años para la comisión del delito o de todos aquellos elementos a los que haya
llegado a tomar posesión durante la comisión del mismo.

9. Entregar copia de la misma a la autoridad administrativa competente (Defensor de


Familia, Comisario de Familia, Inspector de Policía, según sea el caso), a fin de que éste
pueda conocer los alcances del delito cometido por el niño, niña o adolescente menor de
catorce (14) años

(ii) Cuando es denunciado por hechos delictivos.

Según el proceso descrito en la directiva (ICBF, 2009) una vez llegue a su conocimiento
por medio de la Fiscalía General de la Nación, por medio de denuncia, querella, petición especial
o por cualquier otro medio idóneo, esta realizará la indagación e investigación de los hechos que
revistan características de delito, la Fiscalía General de la Nación deberá:

1. Investigar los móviles o las causas de la conducta punible, para lo cual deberá
determinar claramente la presencia o no de posibles autores, determinadores y/o
partícipes que eventualmente tengan parte en la comisión de la(s) conducta(s) y la(s)
consecuencia(s) jurídica(s) del delito que fueron desplegadas por el niño, niña o
adolescente menor de catorce (14) años.
94

2. Se llevará a cabo, una investigación por la comisión del delito, cuando se tengan
indicios sobre la participación de una persona llamada a responder penalmente;
recordando que de acuerdo con el artículo 29 de nuestro Código Penal, quien se vale de
menores de edad para cometer delitos se hace acreedor a la pena prevista en dicho Código
para el delito correspondiente en calidad de autor, esto es como si él mismo lo hubiera
ejecutado y adicionalmente la pena será agravada.

3. Una vez iniciado el programa metodológico de investigación por el cual se logra la


individualización de autores y partícipes del delito, si la Fiscalía General establece que la
edad del niño, niña o adolescente es menos de catorce (14) años, realizará el archivo de
las diligencias y remitirá copia de lo actuado a la Autoridad Administrativa competente
(Defensor de Familia, Comisario de Familia o Inspector de Policía, según el caso) para
que esta adelante la actuación administrativa correspondiente.

(iii) Cuando de manera voluntaria se entrega a las autoridades.

En caso de entrega voluntaria del niño, niña o adolescente menor de catorce (14) años la
Policía Nacional - Policía de Infancia y Adolescencia, a la mayor brevedad posible deberá proceder
a:
1. Dejar constancia por medio de acta de lo manifestado libre y espontáneamente por
el niño, niña o adolescente en el primer contacto tenido; siempre que no sea producto de
una entrevista formal.

2. Lograr la identificación y edad del niño, niña o adolescente.

3. Ubicar e informarle sobre la situación a los padres o representantes legales del niño,
niña o adolescente.

4. Darle buen trato físico, psicológico y moral en todo momento.


95

5. Llevar a cabo las labores de recolección y aseguramiento de la evidencia física con


cadena de custodia. Así mismo dispondrá de este material probatorio mediante el traslado
y entrega a la bodega de evidencias de la Fiscalía General de la Nación.

6. Poner a disposición de la Autoridad Administrativa competente: Defensor de


Familia, Comisario de Familia, Inspector de Policía, según sea el caso, al niño, niña o
adolescente menor de catorce (14) años que se presuma o haya incurrido en la comisión
de un delito, con el fin de la referida Autoridad lleve a cabo la actuación administrativa
en el marco del Proceso Administrativo de Restablecimiento de derechos, tal y como lo
ordena el artículo 142 en concordancia con los artículos 52, 53 y 99 de la Ley 1098 de
2006.

3.2.2 Proceso administrativo

Una vez la Policía Nacional - Policía de Infancia y Adolescencia haya llevado a cabo la
primera parte del proceso, la Autoridad Administrativa competente: el Defensor de Familia, o el
Comisario de Familia, el Inspector de Policía, según sea el caso, deberá:

1. Constatar en el acta de entrega (emitida por la Policía Nacional - Policía de Infancia


y Adolescencia) el hecho de que efectivamente el niño, niña o adolescente menor de
catorce (14) años es puesto a disposición de la Autoridad Administrativa competente por
haber cometido una conducta considerada como delito. Con esto se busca dejar desde el
inicio de la actuación, la constancia de ausencia de responsabilidad penal del niño, niña o
adolescente menor de catorce (14) años, al mismo tiempo que de manera oportuna al
percatar la situación, podrá direccionar adecuadamente la atención que requiere el niño,
niño o adolescente menor de catorce (14) años.

2. Constatar las diligencias anexas al caso como son: (i) La identificación del niño o
niña o adolescente. (ii). El acta de buen trato físico, psicológico y moral. (iii). El informe
de policía en el que se indique día, hora y lugar en que se efectuó el procedimiento. (iv).
El acta de levantamiento de elementos de prueba o evidencias utilizados por el niño, niña
96

o adolescente menor de catorce (14) años para la comisión del delito, o de aquellos a los
cuales accedió a la posesión con la conducta delictiva.

3. Dar apertura a la Historia de Atención.

4. Llevar a cabo la verificación de derechos de acuerdo con los artículos 20, 52 y 138
del Código de la Infancia y la Adolescencia.

5. Lograr la identificación del niño, niña o adolescentes, de sus padres o representantes


o personas con las cuales conviva o de quienes de hecho lo tuvieren a su cuidado. En caso
necesario, deberá solicitar la práctica y ampliación de las pruebas que realiza el Instituto
Nacional de Medicina legal y Ciencias Forenses.

6. Citar y realizar reuniones periódicas con el niño, niña o adolescente menor de


catorce (14) años que se presuma o haya incurrido en la comisión de un delito, con sus
padres o representantes legales o de quienes dependa.

7. Dar aplicación de medidas provisionales de urgencia a favor del niño o niña para
su protección integral. Si el caso lo amerita.

8. Visitar periódicamente las Instituciones y Programas de atención, logrando tener un


contacto cercano con los niños, niñas o adolescentes menores de catorce (14) años que se
presuma o hayan incurrido en la comisión de un delito. Lo anterior, a fin de poder tomar
decisiones con base en los resultados del proceso de atención llevado a cabo por la
Institución o Programa.

Por otra parte, conforme a la directiva (ICBF, 2009) los niños, niñas y adolescentes
pertenecientes a grupos étnicos gozan de derechos especiales consagrados en los Tratados
Internacionales, la Constitución y la Ley, los cuales deben ser respetados durante todos los
procesos que adelante la autoridad administrativa competente. Cuando un niño, niña o adolescente
97

menor de catorce (14) años, pertenezca a un grupo étnico, además de la verificación y


restablecimiento de derechos, las autoridades administrativas competentes deberán:

1. Tomar en consideración especial los antecedentes culturales, las tradiciones y la


cosmovisión particular del niño, niña o adolescente.

2. Informar por el medio más expedito del caso a la Autoridad Tradicional competente,
quien deberá, en primera instancia, realizar el restablecimiento de los derechos según las
normas y procedimientos propios de la comunidad.

3. Velar porque al niño, niña o adolescente le sean respetados y garantizados los


mínimos jurídicos consagrados por la Corte Constitucional en la sentencia T-349 de 1996,
y en el documento Marco General, Orientaciones de Política Pública y Lineamientos de
Atención Diferenciada ICBF en Materia de Familia, Infancia y

3.2.3 Medidas establecidas por las Autoridades Administrativas y Modalidades

De conformidad con el artículo 53 del Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso


de Colombia, 2006), la Autoridad Administrativa competente, a fin de lograr el restablecimiento
de los derechos vulnerados, puede tomar una o varias de las siguientes medidas:

1. Amonestación con asistencia obligatoria a curso pedagógico;

2. Retiro inmediato del niño, niña o adolescente de la actividad que amenace o vulnere
sus derechos o de las actividades ilícitas en que se pueda encontrar y ubicación en un
programa de atención especializada para el restablecimiento del derecho vulnerado.

3. Ubicación inmediata en medio familiar;

4. Ubicación en Centros de Emergencia, para los casos en que no procede la ubicación


en los Hogares de Paso.
98

Medidas con las que se pretende brindar protección integral a los niños, niñas, y
adolescentes que se vean incursos en esta clase de procesos, es por ello, que en la implementación
y ejecución de esta clase de medidas se convierten en el eje central del éxito o fracaso de todo el
proceso de protección. Bajo ese entendido, pasaremos a analizar cada una de estas medidas así
como la ruta de atención, a fin de determinar de qué forma se brinda protección integral a nuestros
niños.

3.2.3.1 Amonestación

Según lo establecido en el artículo 54 del Código de la Infancia y la Adolescencia


(Congreso de Colombia, 2006), la medida de amonestación consiste en la conminación a los padres
o a las personas responsables del cuidado del niño, niña o adolescente sobre el cumplimiento de
las obligaciones que les corresponden o que la ley les impone. Comprende la orden perentoria de
que cesen las conductas que puedan vulnerar o amenazar los derechos de los niños, las niñas y los
adolescentes, con la obligación de asistir a un curso pedagógico sobre derechos de la niñez, a cargo
de la Defensoría del Pueblo, so pena de multa convertible en arresto.

Pese a ello, el Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de Colombia, 2006) no


especifica en situaciones o para que delitos aplica esta medida.

3.2.3.2 Centros de Atención Especializados

Conforme se encuentra descrito en la directiva (ICBF, 2009) los centros de atención


especializada son instituciones de protección en internado (24 horas del día), de carácter abierto,
que no se constituye en privativo de la libertad, dado que, el mismo debe ser abierto a la vida en
comunidad, permitiéndole al niño, niña y adolescente su participación en ella, a través de su
vinculación a los servicios que esta ofrece tales como salud, educación, recreación, cultura y
deporte entre otras, con el objetivo de:

1. Restablecer los derechos vulnerados de los niños, niñas y adolescentes y brindar las
condiciones para su pleno ejercicio durante la permanencia en el servicio.
99

2. Acompañar a los niños, niñas y adolescentes y sus familias y facilitar espacios para la
elaboración de situaciones traumáticas y duelos de su historia de vida.

3. Desarrollar un proceso pedagógico especializado de acuerdo con la edad y las


circunstancias particulares, orientado a su formación como sujeto de derechos y
responsabilidades, procurando que los niños, niñas y adolescentes menores de catorce
(14) años cumplan con las normas de convivencia y disciplina dispuestas al interior de
los Centros, en todo caso minimizando la probabilidad de reincidencia en
comportamientos de carácter delictivo dentro y fuera de las instituciones.

4. Prevenir nuevos comportamientos que en cualquier momento puedan poner al niño,


niña o adolescentes en conflicto con la ley penal.

Con ese propósito, según lo establecido en la directiva (ICBF, 2009) la permanencia del
niño o niña está supeditada a la consideración de la autoridad competente, quién según el artículo
103 del Código de la Infancia y la Adolescencia sobre el carácter transitorio de las medidas
“….podrá modificarlas o suspenderlas cuando esté demostrada la alteración de las circunstancias
que dieron lugar a ellas.” Sin embargo, se estima una rotación de un (1) niño por cupo al año, sin
desconocer que en situaciones excepcionales, será necesario prolongar esta permanencia por el
tiempo que sea necesario.

3.2.3.3 Centro de Atención Especializado Semi-Internado

Acorde a lo descrito en la directiva (ICBF, 2009), el centro de atención especializado semi-


internado es un servicio de protección integral en medio socio-familiar, que consiste en una jornada
de atención de ocho (8) horas diarias. Los niños, niñas y adolescentes ubicados en este servicio
viven con sus propias familias y asisten a las jornadas que brindan la institución o programa.
100

3.2.3.4 Centro de Atención Especializado - Externado

Por otra parte, se corrobora que también se emplean centros de atención especializados –
externado, los cuales, según la directiva (ICBF, 2009) son un servicio de protección integral en
medio socio-familiar consiste en una jornada de atención de cuatro (4) horas diarias, alterna a la
jornada escolar. Para esto, los niños y adolescentes ubicados en este servicio vivirán con sus
propias familias y asistirán a las jornadas que le brinden la Institución o Programa.

3.2.3.5 Hogares gestores

Conforme a la directiva (ICBF, 2009), los hogares gestores hacen parte de una modalidad
de servicios para la protección integral de niños, niñas y adolescentes y sus familias que se
encuentran en situación de vulnerabilidad socioeconómica y al tiempo cumplen condiciones y
factores protectores mínimos en sus relaciones familiares. Por lo tanto esta modalidad de atención
puede ser adoptada como respuesta a una medida de ubicación en medio sociofamiliar para
restablecimiento de los derechos, por parte de la autoridad administrativa competente sobre los
niños, niñas y adolescentes menores de catorce (14) años que se presuma o hayan incurrido en
comisión de un delito.

Acorde a la directiva (ICBF, 2009) en esta modalidad se brinda acompañamiento y


formación temporal a la familia, con acciones que ayuden a fortalecer su capacidades de
integración a los programas sociales y a la red de protección social, complementado a un apoyo
económico transitorio. Acciones con las que se busca igualmente favorecer que los niños, niñas y
adolescentes crezcan en el seno de sus propias familias, y propiciar el fortalecimiento de los
vínculos al interior de las mismas.

3.2.3.6 Centros de Emergencia

Finalmente, otro de las medidas descritas en la directiva (ICBF, 2009) son los centros de
emergencia, instituciones de protección en internado (24 horas del día) para la ubicación inmediata
101

y provisional del niño, niña o adolescente menor de catorce (14) años que se presuma o haya
incurrido en la comisión de un delito.

Centro que conforme a la directiva (ICBF, 2009) es de carácter abierto, lo cual significa
que no impide la salida voluntaria de los, niños, niñas y adolescentes allí ubicados y por lo tanto
NO existe privación de la libertad. Pueden ser enviados los niños y niñas menores de catorce (14)
años, cuando habiendo sido sorprendidos en flagrancia en la comisión del delito o cuando la
autoridad administrativa competente lo determine. Medida procedente en los casos en que no
procede la ubicación en los hogares de paso. Por lo que la misma directiva indica que esta medida
NO es indispensable, por ende las autoridades administrativas competentes deberán privilegiar la
ubicación de los niños, niñas y adolescentes en su red familiar nuclear o extensa.

Medidas con las que en teoría se garantiza la protección integral de los niños, niñas y
adolescentes menores de 14 años que se presuma o hayan incurrido en la comisión de un delito,
por lo que será necesario, más adelante, hacer un análisis de la situación actual de los centros de
atención especializados, dado que, es en esa instancia que la que el proceso de protección debe
cumplir con sus objetivos.

3.3 PROCESO DE RESPONSABILIDAD PENAL PARA ADOLESCENTES

Como se indicó anteriormente el procedimiento del sistema de responsabilidad penal para


adolescentes, conforme a lo establecido en el artículo 144 de la Ley 1098 de 2006 Código de la
Infancia y la Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) se rige por las normas consagradas
en la Ley 906 de 2004 (Congreso de Colombia, 2004) que reglamenta el Sistema Penal Acusatorio
de los adultos, exceptuando aquellas que sean contrarias al interés superior del adolescente.

En atención a ello, el artículo 145 del Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso


de la Republica, 2006) preceptúa, que en los procesos en que estén involucrados niños, niñas o
adolescentes como autores o partícipes de un delito, hará las veces de policía judicial la policía de
infancia y adolescencia, o en su defecto los miembros de la policía judicial que sean capacitados
en derechos humanos y de infancia. Así como el artículo 146 de la citada norma específica que en
102

todas las actuaciones del proceso y en las etapas de indagación, investigación y del juicio, el
adolescente deberá estar acompañado por el Defensor de Familia, quien verificará la garantía de
los derechos del adolescente.

Disposiciones normativas con las que sin lugar a duda, se pretende proteger la integridad
de los niños, niñas y adolescentes, a quienes a pesar de estar vinculados a una investigación penal,
se les deben respetar todos y cada uno de sus derechos con especial cuidado y atención. Al igual
que se propende por la protección psicología de los niños, niñas y adolescentes, a favor de los
cuales el artículo 147 del Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de la Republica,
2006) restringe la asistencia de público a las audiencias del sistema de responsabilidad penal para
adolescentes en caso de que el juez llegara a considerar que la publicidad del procedimiento expone
a un daño psicológico al niño, niña o adolescente.

Aunado a ello, el Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006)


dispone que los adolescentes que cometan delitos tienen derecho al debido proceso penal, a las
garantías procesales básicas tales como: la presunción de inocencia, el derecho a ser notificado de
las imputaciones, el derecho de defensa y de contradicción, el derecho al asesoramiento, el derecho
a la presencia de los padres o tutores, el derecho a guardar silencio, el derecho a la confrontación
con los testigos e interrogar a estos, el derecho de apelación ante autoridad superior y, las demás
garantías consagradas en la Constitución, la ley y los tratados internacionales.

En cumplimiento de ello, conforme al artículo 158 del Código de la Infancia y la


Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) los adolescentes sometidos a procesos judiciales
por responsabilidad penal no serán juzgados en su ausencia, dado que la norma dispone, que en
caso de no lograrse su comparecencia se continuará la investigación y el defensor público o
apoderado asumirá plenamente su defensa hasta la acusación o la preclusión. Si hay acusación, se
notificará al defensor público o apoderado y al Defensor de Familia, y el proceso se suspenderá
mientras se logra la comparecencia del procesado, termino durante el cual, en el evento de
prescripción de la acción penal se aumentará en una tercera parte.
103

Por otra parte, encontramos que en el artículo 159 del Código de la Infancia y la
Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) se prohíbe la estructuración de antecedentes,
según la norma las sentencias proferidas en procesos por responsabilidad penal para adolescentes
no tendrán el carácter de antecedente judicial, porque los registros son reservados y solo pueden
ser utilizados por las autoridades judiciales competentes para definir las medidas aplicables cuando
se trate de establecer la naturaleza y gravedad de las conductas y la proporcionalidad e idoneidad
de la medida.

3.3.1 Autoridades y Entidades del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes

Según lo establecido en el artículo 163 del Código de la Infancia y la Adolescencia


(Congreso de la Republica, 2006) forman parte del sistema de responsabilidad penal para
adolescentes:

1. Los Fiscales Delegados ante los Jueces Penales para adolescentes, quienes se ocuparán
de la dirección de las investigaciones en las cuales se encuentren presuntamente
comprometidos adolescentes, como autores o partícipes de conductas delictivas.

2. Los Jueces Penales para adolescentes, Promiscuos de Familia y los Municipales


quienes adelantarán las actuaciones y funciones judiciales que les asigna la ley.

3. Las Salas Penales y de Familia de los Tribunales Superiores de Distrito Judicial que
integrarán la Sala de Asuntos Penales para adolescentes en los mismos tribunales, ante
quienes se surtirá la segunda instancia.

4. La Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, ante la cual se tramitará el


recurso extraordinario de casación, y la acción de revisión.

5. La Policía Judicial y el Cuerpo Técnico Especializados adscritos a la Fiscalía delegada


ante los jueces Penales para adolescentes y Promiscuos de Familia.
104

6. La Policía Nacional con su personal especializado quien deberá apoyar las acciones de
las autoridades judiciales y entidades del sistema.

7. Los Defensores Públicos del Sistema Nacional de Defensoría Pública de la Defensoría


del Pueblo, quienes deben asumir la defensa técnica del proceso, cuando el niño, niña
o adolescente carezca de apoderado.

8. Las Defensorías de Familia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, y las


Comisarías de Familia, o los Inspectores de Policía, cuando deban tomar las medidas
para la verificación de la garantía de derechos, y las medidas para su restablecimiento.

9. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar quien responderá por los lineamientos


técnicos para la ejecución de las medidas pedagógicas dispuestas en este Libro.

10. Las demás Instituciones que formen parte del Sistema Nacional de Bienestar Familiar.

Entidades que tiene la función de garantizar el respeto por los derechos de los adolescentes
inversos en conductas punibles; situación con la que se evidencia que el tratamiento jurídico que
recibían los niños, niñas, y adolescentes ha cambiado significativamente, toda vez que el mismo
hoy en día a obligado al Estado a direccionar su actuar por medio de un grupo de funcionarios y
dependencias, a brindar los medios y mecanismos necesarios a fin de proteger a los jóvenes que
se encuentran vinculados a investigaciones penales.

3.3.2 Sanciones en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes

Uno de los errores comunes en los que incurrimos algunos estudios del derecho, es el de
idealizarnos un sistema de responsabilidad penal para adolescentes en el que no hay cabida para
las sanciones como consecuencia jurídica por incurrir en un delito, contrario a ello, lo cierto es,
que en el sistema de responsabilidad penal para adolescentes si se hace referencia a las sanciones.
105

Conforme al artículo 189 del Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de la


Republica, 2006) concluidos los alegatos de los intervinientes en la audiencia del juicio oral el juez
declarará si hay lugar o no a la imposición de medida de protección, citará a audiencia para la
imposición de la sanción a la cual deberá asistir la Defensoría de Familia para presentar un estudio
que contendrá por lo menos los siguientes aspectos: Situación familiar, económica, social,
psicológica y cultural del adolescente y cualquier otra materia que a juicio del funcionario sea de
relevancia para imposición de la sanción. Escuchada la Defensoría de Familia el juez impondrá la
sanción que corresponda.

Ahora bien, teniendo en cuenta lo establecido en el artículo 177 del Código de la Infancia
y la Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) son sanciones aplicables a los adolescentes a
quienes se les haya declarado su responsabilidad penal:

1. La amonestación.

2. Imposición de reglas de conducta.

3. La prestación de servicios a la comunidad.

4. La libertad asistida.

5. La internación en medio semicerrado.

6. La privación de libertad en centro de atención especializado.

Sanciones que según el artículo 178 del Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso
de la Republica, 2006) tienen una finalidad protectora, educativa y restaurativa, y se aplicarán con
el apoyo de la familia y de especialistas. Razón por la cual la ley obliga al juez a tener en cuenta
las siguientes situaciones:

1. La naturaleza y gravedad de los hechos.


106

2. La proporcionalidad e idoneidad de la sanción atendidas las circunstancias y gravedad


de los hechos; las circunstancias y necesidades del adolescente y las necesidades de la
sociedad.

3. La edad del adolescente.

4. La aceptación de cargos por el adolescente.

5. El incumplimiento de los compromisos adquiridos con el Juez.

6. El incumplimiento de las sanciones.

3.3.2.1 Internamiento Preventivo

Según lo establecido en el artículo 181 del Código de la Infancia y la Adolescencia


(Congreso de la Republica, 2006) en cualquier momento del proceso y antes de la audiencia de
juicio, el juez de control de garantías, como último recurso, podrá decretar la detención preventiva
cuando exista:

1. Riesgo razonable de que el adolescente evadirá el proceso.

2. Temor fundado de destrucción u obstaculización de pruebas.

3. Peligro grave para la víctima, el denunciante, el testigo o la comunidad.

4. El internamiento que no puede exceder de cuatro meses, prorrogables con motivación,


por un mes más.
107

3.3.2.2 Amonestación

La primera sanción definida en el Código de Infancia y Adolescencia es la amonestación,


enunciada en el artículo 182, aparte normativo que define esta sanción como la recriminación que
la autoridad judicial le hace al adolescente sobre las consecuencias del hecho delictivo y la
exigencia de la reparación del daño. Casos en los que deberá asistir a un curso educativo sobre
respeto a los derechos humanos y convivencia ciudadana que estará a cargo del Instituto de
Estudios del Ministerio Público.

3.3.2.3 Imposición de reglas de conducta

Otra de las sanciones definidas en el Código de Infancia y Adolescencia son las reglas de
conducta, definida en el artículo 183 como la imposición por la autoridad judicial al adolescente
de obligaciones o prohibiciones para regular su modo de vida, así como promover y asegurar su
formación. Sanción que no podrá exceder los dos (2) años.

3.3.2.4 Libertad vigilada

En cuanto a la libertad vigilada el Código de Infancia y Adolescencia en su artículo 185


especifica que es la concesión de la libertad que da la autoridad judicial al adolescente con la
condición obligatoria de someterse a la supervisión, la asistencia y la orientación de un programa
de atención especializada. Medida que no podrá durar más de dos años.

3.3.2.6 Internamiento en medio semi-cerrado

Por otra parte, el Código de Infancia y Adolescencia en su artículo 186 adopta como
sanción el internamiento en medio semi – cerrado, consistente en la vinculación del adolescente a
un programa de atención especializado al cual deberán asistir obligatoriamente durante horario no
escolar o en los fines de semana. Sanción que según el código no podrá ser superior a tres años.
108

3.3.2.7 Privación de la libertad

Contraria a la concepción que comúnmente se tienen sobre las medidas adoptadas en el


Sistema de Responsabilidad Penal, tenemos que el Código de la Infancia y la Adolescencia
(Congreso de la Republica, 2006) si hace referencia al privación de la libertad para los menores,
sin embargo, en cumplimiento de la Convención sobre los Derechos del Niño, incorporada al
ordenamiento interno colombiano mediante Ley 12 de 1991 (Congreso de Colombia, 1991) y las
Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Delincuencia Juvenil de 1990
(Directrices de Riad). El Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006)
dispone en su artículo 161 la excepcionalidad de la privación de libertad, indicando que para los
efectos de la responsabilidad penal para adolescentes, la privación de la libertad sólo procede para
las personas que al momento de cometer el hecho hayan cumplido catorce (14) y sean menores de
dieciocho (18) años. Eventualidad ante la cual, la privación de la libertad sólo procederá como
medida pedagógica.

En ese sentido, el artículo 160 (Congreso de la Republica, 2006) define como privación de
la libertad, toda forma de internamiento, en un establecimiento público o privado, con personal
adecuado, instalaciones suficientes, medios idóneos, y experiencia probada; ordenada por
autoridad judicial, del que no se permite al adolescente salir por su propia voluntad. Lugares que
por disposición normativa deben cumplir con las condiciones de seguridad para evitar la evasión
de los adolescentes.

En ese mismo sentido el artículo 187 del Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso
de la Republica, 2006) dispone que la privación de la libertad en centro de atención especializada
se aplicará a los adolescentes mayores de dieciséis (16) y menores de dieciocho años (18) que sean
hallados responsables de la comisión de delitos en cuyos casos la privación de libertad en centro
de atención especializada tendrá una duración desde un (1) año hasta cinco (5) años.

Por otra parte, la privación de libertad en Centro de Atención Especializada se aplicará a


los adolescentes mayores de catorce (14) y menores de dieciocho (18) años, que sean hallados
responsables de homicidio doloso, secuestro, extorsión en todas sus formas y delitos agravados
109

contra la libertad, integridad y formación sexual. Casos en los que la privación de libertad en centro
de atención especializada tendrá una duración desde dos (2) hasta ocho años (8), con el
cumplimiento total del tiempo de sanción impuesta por el juez, sin lugar a beneficios para redimir
penas.

Ahora bien, si estando vigente la sanción de privación de libertad el adolescente cumpliere


los dieciocho años de edad, el Código de Infancia y Adolescencia consagra que el adolescente
continuará cumpliendo su sanción hasta su terminación en el Centro de Atención Especializada de
acuerdo con las finalidades protectora, educativa y restaurativa establecidas en la citada ley.

Bajo ese entendido, el Código de Infancia y Adolescencia aclara que los Centros de
Atención Especializada prestarán una atención pedagógica, específica y diferenciada entre los
adolescentes menores de dieciocho años de edad y aquellos que alcanzaron su mayoría de edad y
deben continuar con el cumplimiento de la sanción. Esta atención deberá incluir su separación
física al interior del Centro, así como las demás garantías contenidas en la Constitución Política y
en los Tratados o Convenios Internacionales de Derechos Humanos ratificados por Colombia, en
especial, la Convención sobre los Derechos del Niño.

Sin embargo, se debe tener en cuenta que en los casos en que el adolescente haya sido
víctima del delito de constreñimiento de menores de edad para la comisión de delitos o
reclutamiento ilícito no se aplicará privación de la libertad.

3.3.3 Derechos de los adolescentes durante la ejecución de las sanciones

Según reza el artículo 180 del Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de la


Republica, 2006) durante la ejecución de las sanciones, el adolescente tiene los siguientes
derechos, además de los consagrados en la Constitución Política:

1. Ser mantenido preferentemente en su medio familiar siempre y cuando este reúna las
condiciones requeridas para su desarrollo.
110

2. Recibir información sobre el programa de atención especializada en el que se


encuentre vinculado, durante las etapas previstas para el cumplimiento de la sanción.

3. Recibir servicios sociales y de salud por personas con la formación profesional idónea,
y continuar su proceso educativo de acuerdo con su edad y grado académico.

4. Comunicarse reservadamente con su apoderado o Defensor Público, con el Defensor


de Familia, con el Fiscal y con la autoridad judicial.

5. Presentar peticiones ante cualquier autoridad y a que se le garantice la respuesta.

6. Comunicarse libremente con sus padres, representantes o responsables, salvo


prohibición expresa de la autoridad judicial.

7. A que su familia sea informada sobre los derechos que a ella le corresponden y respecto
de la situación y los derechos del adolescente.

Además de ello, el artículo 188 del Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de


la Republica, 2006) dispone que el adolescente privado de libertad tiene los siguientes derechos:

1. Permanecer internado en la misma localidad, municipio o distrito o en la más próxima


al domicilio de sus padres, representantes o responsables.

2. Que el lugar de internamiento satisfaga las exigencias de higiene, seguridad y


salubridad, cuente con acceso a los servicios públicos esenciales y sea adecuado para
lograr su formación integral.

3. Ser examinado por un médico inmediatamente después de su ingreso al programa de


atención especializada, con el objeto de comprobar anteriores vulneraciones a su
integridad personal y verificar el estado físico o mental que requiera tratamiento.
111

4. Continuar su proceso educativo de acuerdo con su edad y grado académico.

5. Que se le mantenga en cualquier caso separado de los adultos

6. Derecho a participar en la elaboración del plan individual para la ejecución de la


sanción.

7. Derecho a recibir información sobre el régimen interno de la institución, especialmente


sobre las sanciones disciplinarias que puedan serle aplicables y sobre los
procedimientos para imponerlas y ejecutarlas.

8. No ser trasladado arbitrariamente del programa donde cumple la sanción. El traslado


sólo podrá realizarse por una orden escrita de la autoridad judicial.

9. No ser sometido a ningún tipo de aislamiento.

10. Mantener correspondencia y comunicación con sus familiares y amigos, y recibir


visitas por lo menos una vez a la semana.

11. Tener acceso a la información de los medios de comunicación.

3.4 PRESTACIÓN DEL SERVICIO EDUCATIVO EN EL MARCO DEL SISTEMA DE


RESPONSABILIDAD PENAL PARA ADOLESCENTES

Considerando que de acuerdo con los artículos 44 y 45 de la Constitución Política de


Colombia, los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a la educación y a recibir protección y
formación integral. Y que en consecuencia, el Código de la Infancia y la Adolescencia establece
en los artículos 180 y 188, que el adolescente tiene derecho a continuar su proceso educativo
durante la ejecución de la medida o sanción, de acuerdo con su edad y grado académico, incluso
si se trata de una medida privativa de la libertad. El Gobierno nacional, por medio del Decreto
2383 de 2015 (Presidente de la Republica, 2015) con el ánimo de garantizar el goce efectivo del
112

derecho a la educación de los adolescentes y jóvenes en conflicto con la ley penal, armonizo y
adecuo una oferta educativa en el marco del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes
(SRPA) y, así mismo, definió los requisitos generales para que las entidades territoriales
certificadas centraran el servicio educativo para la atención de la población que ingresa al sistema
de Responsabilidad Penal para Adolescentes por la comisión de delitos, a quienes se les imponen
medidas o sanciones privativas de la libertad.

3.4.1 De la atención educativa en el Sistema de Responsabilidad Penal para


Adolescentes

De conformidad a lo establecido en el Decreto 2383 de 2015 (Presidente de la Republica,


2015) cuando el adolescente o joven sea ingresado al Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes (SRPA) por la autoridad competente, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
(ICBF) comunicará a la correspondiente entidad territorial certificada en educación sobre su
ingreso, e informará, además, si la sanción o medida impuesta es o no privativa de la libertad. La
entidad territorial certificada en educación realizará las acciones respectivas, dispuestas en esta
Sección, en los lineamientos educativos que disponga el Ministerio de Educación Nacional, para
cumplir con su función de asegurar que al adolescente o joven se le preste el servicio educativo.

Ahora bien en caso de la prestación del servicio educativo para los adolescentes o jóvenes
que se encuentren en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) con medidas
no privativas de la libertad, el Decreto 2383 de 2015 (Presidente de la Republica, 2015) prevé que
las instituciones educativas que tengan adolescentes o jóvenes matriculados, que formen parte del
sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) con medidas o sanciones no
privativas de la libertad, deberán asegurar la permanencia y continuidad del estudiante en su
plantel, y garantizar la prestación del servicio educativo con observancia de los lineamientos
educativos que disponga el Ministerio de Educación Nacional para esta población.

Así mismo el Decreto 2383 de 2015 (Presidente de la Republica, 2015) dispone que en
caso de que el adolescente o joven que forme parte del Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes (SRPA) con medida o sanción no privativa de la libertad, se encuentre fuera del
113

sistema educativo, la entidad territorial certificada en educación respectiva deberá asignarle un


cupo en una institución educativa oficial de su jurisdicción, atendiendo las particularidades propias
del estudiante, e iniciará junto con el establecimiento educativo las acciones respectivas para
asegurar la permanencia y continuidad del estudiante en su plantel y garantizar la prestación del
servicio educativo.

Por otra parte, conforme a lo establecido en el el Decreto 2383 de 2015 (Presidente de la


Republica, 2015), sobre la prestación del servicio educativo para los adolescentes o jóvenes que
se encuentran en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) con medidas
privativas de la libertad, la norma citada dispone que la entidad territorial certificada en educación
con jurisdicción en el lugar en que se encuentre interno el adolescente o joven realizará las
gestiones y acciones necesarias de acuerdo con los lineamientos educativos que expida el
Ministerio de Nacional, para garantizar la prestación del servicio, así como la permanencia y
continuidad educativa de los adolescentes o jóvenes que pertenezcan al Sistema de
Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA) con medidas y sanciones privativas de la
libertad. La entidad territorial certificada en educación definirá la institución educativa oficial cuyo
Proyecto Educativo Institucional (PEI) y experiencia estén acordes con la prestación del servicio
educativo a dicha población.

Bajo ese entendido, la institución educativa seleccionada por la entidad territorial


certificada en educación atenderá a los adolescentes y jóvenes internos en los Centros de Atención
Especializada y los Centros de Internamiento Preventivo, para lo cual deberá adoptar y desarrollar
estrategias pedagógicas y/o modelos educativos pertinentes, de acuerdo con los lineamientos
educativos establecidos por el Ministerio de Educación Nacional para la prestación del servicio
educativo en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA), los cuales deberán
garantizar el desarrollo de las competencias básicas y ciudadanas de la población beneficiaria.

Sin embargo, según afirmación del Ministerio de Educación en la guía de orientaciones


pedagógicas para la prestación del servicio educativo en el marco del sistema de responsabilidad
penal para adolescentes (Ministerio de Educación, 2017) el estudio de campo que soporta el marco
educativo del SRPA evidencio la ausencia de un referente legal para la atención educativa de los
114

jóvenes en tensión con la ley, de ahí que, antes del Decreto 2383 de 2015, la preferencia era atender
esta población con modelos de educación para adultos, oferta que es insuficiente frente a las
necesidades de educación integral de los estudiantes. Por lo anterior, según el Ministerio de
Educación, las propuestas educativas para adolescentes en conflicto con la ley deben pensarse
según los parámetros de una oferta educativa “regular”. Esta ha de reconocer la condición de
extraedad, pues la intencionalidad de reglamentación específica es ofrecer al estudiante del SRPA
una oportunidad de reingresar a un sistema escolar que facilita la orientación de proyectos de vida
en la legalidad.

Lo que requiere, según el Ministerio de Educación, una articulación del sistema educativo
con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) y otras instancias del Sistema de
Responsabilidad Penal para Adolescentes; por ello, las secretarias de educación y las instituciones
educativas deben gestionar y desarrollar acciones conjuntas con el Sistema Nacional de Cultura,
Coldeportes, el Sena, entre otros. Consideración con la que coincido por ser esta la etapa más
importante dentro del proceso de atención de los jóvenes en conflicto con la ley, de modo tal, que
a continuación se expondrá cuáles fueron los hallazgos encontrados luego de dar una mirada a los
centros de atención especializada en Colombia para niños, niñas, y adolescentes, porque es en ese
punto en el que el SRPA puede empezar a transformar la vida de estos pequeños, es la educación
la oportunidad de los niños de tener un mejor futuro.

3.5 MIRADA A LOS CENTROS DE ATENCIÓN ESPECIALIZADA EN COLOMBIA


PARA NIÑOS, NIÑAS Y ADOLESCENTES

Tras un largo proceso de investigación jurídica que deja como resultado un esquema
general del tratamiento jurídico de la delincuencia juvenil en Colombia, logre corroborar que en
teoría contamos con los postulados normativos necesarios para contrarrestar este flagelo en nuestro
país, porque la ley nos ha dado las herramientas necesarias para atender a los jóvenes que por una
u otra razón se han visto inmersos en la comisión de conductas punibles. Pese a ello, con gran
angustia me permito afirmar que más allá de la reglamentación del tratamiento jurídico de la
delincuencia juvenil en Colombia, nos encontramos con una realidad que dista de la atención y
protección integral descrita la Ley 1098 de 2006 Código de la Infancia y la Adolescencia
115

(Congreso de la Republica, 2006), toda vez, que el Sistema de Responsabilidad para Adolescentes
se encuentra en una evidente crisis que ha afrontado altibajos por más de cinco (5) años, si tenemos
en cuenta que desde el año 2012 se escuchaban las primeras voces sobre los inconvenientes que
enfrentaba el sistema.

Evidencia de ello, fue la publicación realizada por El Universal (El Universal, 2012) en la
que se afirmó que el Gobierno Nacional, en cabeza del entonces director del Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar (Icbf), Diego Molano, reconoció los problemas de hacinamiento en los
centros de reclusión para menores de edad del país, que obedecía al incremento de menores
vinculados a delitos con responsabilidad penal; al respecto Molano afirmo (El Universal, 2012)
que dicho incremento afecto el número de cupos que el Bienestar Familiar había designado
copando su capacidad, por lo que implementaría un plan de choque para poder tener mayor
capacidad.

Adicional a ello, en la misma publicación del El Universal (El Universal, 2012) se expuso,
que el director de Infancia y Adolescencia de la Policía, general Nicolás Muñoz Martínez, admitió
que se habían tenido casos de policías involucrados en maltrato en contra de adolescentes,
eventualidades ante las cuales, según Muñoz, de manera inmediata se habían asumido las acciones
disciplinarias y en coordinación con la Fiscalía se han llevado las acciones penales pertinentes.

Irregularidades que también fueron señaladas por la procuradora delegada para la Infancia,
Ilva Myriam Hoyos, quien dijo en entrevista con El Universal (El Universal, 2012) que habían
malos tratos en los centros de reclusión para los menores infractores, afirmando que era tan
lamentable la situación que se habían tenido que interponer acciones de tutela por la violación de
Derechos fundamentales en esos centros penales. Oportunidad en la que la procuradora señalo que
el centro El Redentor no habían completas instalaciones sanitarias y además que en algunos centros
juveniles se estaba vulnerando el derecho a la salud y la dignidad.

Así mismo Hoyos (El Universal, 2012) manifestó que algunos jóvenes tenían que dormir
en el piso uno o varios días y que la alimentación era precaria para los jóvenes recluidos. Por esa
116

razón, la Procuraduría estaba a espera de que se pudieran establecer mecanismos para adecuar
recursos por las serias falencias en el sistema.

Contrario a ello, las denuncias por irregularidades en los centros de atención especializada
no secaron, y los problemas que afrontaba el sistema eran noticia en los reconocidos medios de
comunicación del país, fue el caso de publicaciones como la realizada por El Espectador en 2015
titulada “El infierno de los menores infractores” (El Espectador , 2015) en la que se publica un
informe de la Defensoría del Pueblo, tras una investigación en la que se incluyeron entrevistas
a 260 jóvenes y visitas a 18 centros de Bogotá, Cali, Villavicencio, Ibagué, Neiva y Cartagena;
investigación con la que se evidencio el pésimo estado de algunos centros de reclusión para
adolescentes en el país, concluyendo que en Colombia operan centros que constituyen una afrenta
a la dignidad humana” y en “los que se constataron síntomas de violación a los derechos
fundamentales”.

Lo anterior, en atención a que como se expone en la publicación del (El Espectador , 2015)
el panorama que encontró la Defensoría en este tipo de establecimientos era preocupante, y en todo
el país las quejas eran similares. Hallaron hacinamiento, infraestructuras deficientes, problemas en
la atención de salud, malas condiciones de salubridad, falta de dotación para la resocialización,
escasez de programas efectivos de formación académica, el uso de celdas de castigo como
aislamiento y sanción, así como falencias en los servicios públicos. Y para hacer una más compleja
la situación se encontraron casos de maltrato durante la captura y estadía en el centro por personal
de la Fuerza Pública.

Sobre las evidencias de la infraestructura deficiente de los centros de atención, según el


artículo del Espectador (El Espectador , 2015) al hacer la inspección de los 18 centros estudiados,
la Defensoría encontró que ni siquiera como cárceles cumplían los estándares mínimos
internacionales. Algunos centros funcionaban en antiguas cárceles, en locaciones improvisadas en
viviendas o en construcciones hechas a manera de celdas compartidas, encerradas en rejas y con
precariedad de servicios. Se encontraron incluso celdas de castigo en los establecimientos, como
mecanismo de aislamiento y sanción.
117

En cuando a los centros de detención transitoria, la Defensoría corroboro (El Espectador ,


2015) que el panorama era menos alentador porque a pesar de ser estos los lugres usados para que
los menores permanezcan mientras se les define su situación jurídica, se encontró por ejemplo,
que en Bogotá hay un centro con una sala de espera, con cinco sillas y en la que en promedio
permanecen encerrados 15 jóvenes (algunos de ellos hasta 10 días), sin servicios sanitarios
adecuados ni colchonetas, a la espera de que se les asigne cupo en Centro Especializado, por lo
que la defensoría resalto que era evidente la ausencia de locaciones adecuadas para la detención
transitoria.

Por otra parte, siendo aún más preocupante en el artículo El Espectador (El Espectador ,
2015) expone graves problemas sobre el modelo de atención, aduciendo que la crítica va más allá
de las precarias condiciones de reclusión. Al respecto, señala que una de las obligaciones de estos
centros es desarrollar programas de formación académica, ocupacional y recreativa, con miras a
brindarles a los menores infractores oportunidades de una vida productiva en la legalidad. Sin
embargo, dice el informe, que salvo excepciones, brilla por su ausencia la dotación tendiente al
desarrollo de este tipo de programas y resaltan que, por el contrario, el modelo pedagógico y de
atención dista mucho del que exige la ley.

Por ejemplo, ponen en evidencia situaciones como el maltrato del que son víctimas algunos
menores “por la Policía, al momento de la captura, y por los educadores, durante el internamiento,
en especial aquellos con exfuncionarios del INPEC”; también, la imposición de sanciones como
la suspensión de visitas familiares y el aislamiento en celdas de castigo, o la especie de presión de
algunos Defensores de Familia y Defensores Públicos para que los menores acepten delitos.

De igual forma la Defensoría (El Espectador , 2015) denuncio que, en ocasiones, el


concepto de peligrosidad de los menores lo analizaban a la luz de la precariedad de las
oportunidades de su vida familiar, lo que terminaba en la restricción de la libertad como
mecanismo para supuestamente garantizar sus derechos, “concepto que se constituye en
criminalización de la pobreza”, dice la Defensoría. Esto, sin contar la falta de seguimiento al
cumplimiento de la sanción por los jueces, lo que impide la gestión de medidas sustitutivas y
118

ajustes en el proceso pedagógico, y falta de seguimiento y gestión pos egreso, que permita verificar
el sostenimiento en la garantía y condiciones de no reincidencia.

Con base en ello, La Defensoría del Pueblo (El Espectador , 2015) advirtió que los
hallazgos encontrados representaban grave vulneración a derechos reconocidos expresamente por
la Convención de los Derechos del Niño (y de la niña) y por la ley 1098 de 2006, entre ellos la
dignidad humana, la salud, la educación, la participación, la intimidad y un trato diferenciado. En
conclusión, según se muestra en la publicación del Espectador (El Espectador , 2015) no se
encontró evidencia de cumplimiento de los fines del SRPA ni de las medidas, llamadas a un
carácter pedagógico, específico y diferenciado.

Años más tarde la crisis en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes


enfrentaría tal vez su peor momento ante la opinión pública, un hecho con el que se dejaría en
entredicho la credibilidad de autoridades que lo integran.

Sin lugar a duda, en el mes de octubre del año 2018 como espectadores de la vida de los
jóvenes que se encuentran en líos con la justicia, vimos en redes sociales y en noticieros una escena
completamente lamentable y desgarradora que le mostro a todo el país, la realidad y el día a día de
los jóvenes que se encuentran bajo el amparo del estado, presuntamente para ser atendidos en
“centros de atención especializada”. Escena que fue enunciada por los medios con titulares como
“Jóvenes de correccional El Redentor fueron brutalmente golpeados por uniformado” “Violento
caso de maltrato en El Redentor”.

Una noticia publicada por la mayoría de los medios de comunicación del país, que narraba
y dejaba en evidencia por medio de un video, un acto de maltrato y tortura por pate de un grupo
de policías a unos jóvenes internados en El Redentor, como demostración de poder y autoridad
previo a un intento de fuga. En el video publicado por Noticias Caracol (Noticias Caracol, 2018)
se muestra a veinte (20) jóvenes aproximadamente, acostados en el piso en ropa interior, mientras
que un uniformado de la policía los insulta y golpea con lo que pareciere ser un tubo, video que se
hace aún más desgarrador cuando uno de los jóvenes usa sus manos para cubrirse y suplica que no
lo golpeen más. De igual forma se observa en el video, al lado del joven que suplica no seguir
119

siendo maltratado, otro joven con múltiples marcas en su espalda del violento maltrato del que fue
víctima.

Sobre este decepcionante acontecimiento Noticias Caracol (Noticias Caracol, 2018)


publico en su momento las declaraciones del brigadier Ricardo Alarcón, comandante (e) de la
Policía de Bogotá, quien afirmo en su momento que los siete uniformados relacionados con los
actos de violencia habían sido separados de sus cargos por la Policía afirmando: "El video es muy
disidente, allí observamos claramente que están siendo objeto de maltrato físico, maltrato verbal.
La justicia será la que entre a determinar los hechos".

De igual forma, manifestó el fiscal de infancia y adolescencia Mario Gómez que desde la
Fiscalía se habían iniciado las primeras investigaciones, precisando: "Esta Fiscalía ha abierto
noticia criminal para investigar tales eventos, en el marco de una posible práctica de tortura”.

Como era de esperarse, tras conocerse la noticia de este caso, por medio de RCN radio
(RCN Radio, 2018) el procurador general de la Nación, Fernando Carrillo Flórez, anunció que la
entidad aplicaría el poder preferente para asumir de manera inmediata la investigación por el
maltrato y los abusos a que habrían sido sometidos el pasado 28 de septiembre cerca de 20 jóvenes
de la escuela de formación integral para menores infractores, que opera Ipsicol. Sobre la agresión
el entonces procurador afirmo: “Esto que ha pasado hace unas semanas y que se ha revelado hasta
el día de hoy, no solo es inaceptable, sino una afrenta contra una sistema que dice proteger los
derechos de los menores. Hay que caer con toda la drasticidad en este análisis”.

Sumado a ello, resulto ser más inaceptable cuando se conoció la noticia que desde el 23 de
mayo del 2018 la Procuraduría había requerido al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar
(Procuraduria, 2018) tomar las medidas necesarias a fin de poner fin a las irregularidades que
estaban siendo denunciadas. En dicha oportunidad la Procuraduría expreso (Procuraduria, 2018)
que el Ministerio Publico seguía siendo informado por el Centro de Servicios Judiciales para los
Juzgados Penales de Adolecentes, de las irregularidades que se presentan al interior de las
instituciones EFIR Adolescentes, CREE Jóvenes y últimamente Centro de Internamiento
Preventivo, el primero operado por FEI y los últimos por IPSICOL en las que se informaban sobre
120

las constantes agresiones presentadas al interior de las instituciones que ponían en peligro la vida
e integridad de los adolescentes y jóvenes allí ubicados. Oportunidad en la que el Ministerio
Público preciso:

Para el Ministerio Publico la situación mencionada reviste suma gravedad, toda


vez, que la privación de la libertad de un adolescente no suspende la garantía de sus
derechos, por el contrario, su situación procesal los convierte en sujetos en especial
situación de sujeción, máxime cuando por su condición de menores de edad, son
sujetos de especial protección, siendo sus derechos prevalentes, por lo que se
recomienda que de manera urgente se adelanten todas las gestiones necesarias en
coordinación con los operadores, a fin de dar solución a la problemática que se presenta
en dichas instituciones, con el fin de salvaguardar la vida e integridad personal tanto
de los adolescentes y jóvenes, como del personal que allí laboral. (Procuraduria, 2018)

Lo que genero aún más descontento en atención al reciente llamado de atención que había
recibido el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar por parte de la Procuraduría General de la
Nación, que sugería falta de atención de la entidad en el asunto. En consecuencia, como era de
esperarse, conforme a la publicación del Herlado (Heraldo, 2018) se hicieron públicas las
declaraciones de la directora del ICBF, Juliana Pungiluppi sobre lo sucedido, quien rechazó el uso
excesivo de la fuerza policial contra los jóvenes del centro de reclusión para menores El Redentor,
puntualizando: “El ICBF considera relevante revisar las conductas sancionables a los adolescentes
entre 14 y 18 años de edad y las medidas correctivas que se deben aplicar en cada caso. También
se estudiarán las condiciones bajo las cuales, de manera excepcional, se privará de la libertad a los
adolescentes".

Al respecto de las pesquisas iniciadas ante la golpiza de la Policía contra los menores,
Pungiluppi (Heraldo, 2018) aseveró que la entidad acompañaría las investigaciones anunciadas
por la Procuraduría y que impondría las sanciones respectivas en caso de encontrarse alguna
irregularidad en los protocolos de atención.
121

Así mismo, por medio del Herlando (Heraldo, 2018) anunció Pungiluppi que se
contemplaba modificar la Ley 1098 de 2006, en relación con los adolescentes que cumplen la
mayoría de edad en privación de la libertad y la posibilidad de brindarles un tratamiento
diferenciado.

Al respecto, en torno a la pregunta formulada por el periódico El Tiempo (El Tiempo, 2018)
¿Qué hacer con los centros de reclusión para menores de edad? la directora del ICBF, Juliana
Pungiluppi volvió hacer mención a la posibilidad de reformar el Sistema de Responsabilidad Penal
para Adolescentes (SRPA), indicando que era hora de realizar cambios urgentes en el sistema,
aseverando que la situación más preocupante se da cuando el menor infractor se evade, y con el
paso de los años siendo adulto lo capturan, lo envían a una cárcel de mayores que es una escuela
del delito, y cuando termina su condena, de allí lo envían a los CAE para que terminen de cumplir
la sanción impuesta cuando eran menores de edad. Llegan a contaminar a los jóvenes que están en
un proceso real para desarrollar metas personales en el futuro.

En ese escenario, meses más tarde gracias a la FM (LA FM, 2018) se anunció que el Distrito
de Bogotá prepararía la construcción de un centro integral de justicia en la localidad de Bosa, con
el que reemplazaría El Redentor, noticia con la que se calmó un poco la tempestad generada con
la noticia publica de maltrato de jóvenes en el centro de atención especializada.

No obstante, los cuestionamientos hacia el Sistema de Responsabilidad para Adolescentes


no cesaron durante ese año, y los medios de comunicación al igual que todos los Colombianos
empezaron a preguntarse “Menores en líos con la justicia: ¿en qué se está fallando?”, puntualmente
fue el interrogante que se formuló El Espectador (El Espectador, 2018) por medio de un artículo
en el que afirmaban, que los frecuentes motines e intentos de fuga en centros como El Redentor
son, para expertos, muestra de que no se está aplicando un modelo de atención diferencial y
pedagógico. Un problema que insisten, no es punitivo, sino de falta de oportunidades para los
niños, niñas y adolescentes.
122

En dicha publicación El Espectador (El Espectador, 2018) narra la historia de David, un


menor de apenas 17 años, que fue judicializado cuando no superaba los 15 años y que para
entonces recordaba con vergüenza las situaciones que lo llevaron a responder ante la justicia:

Me pillaron robando. Ese día había consumido, intenté robar a alguien, lo


apuñalé y me capturaron. Me cogieron unos taxistas que me agredieron y luego me
rescató la Policía. ¿Cómo llegué a eso? Tenía problemas familiares, me dejé llevar por
las adversidades y por energías negativas. Claro, también por malas amistades. Llegué
a un punto en el que no pude controlar mi intolerancia ni mi carácter. Terminé
haciéndole daño a la gente porque sí. (El Espectador, 2018)

Explica El Espectador (El Espectador, 2018) que David forma parte de los más de 234.000
menores que, entre 2006 y 2018, han sido atendidos por el Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes (SRPA). En su caso, la sanción de David fue de 30 meses en el Centro de Servicios
Judiciales para Adolescentes (Cespa). Inicialmente, tras ser capturado y mientras se investigaba el
caso, duró cuatro meses allí. Luego, una vez se definió su proceso, fue recluido por siete meses en
el centro Bosconia, en la localidad de Santa Fe. Asegura que, gracias a su buen comportamiento,
“se salvó” de terminar confinado en El Redentor, considerado para la mayoría de jóvenes
infractores como el sitio más severo e inclemente de los que hay en la ciudad.

Se relata en la publicación del Espectador (El Espectador, 2018) que quien no corrió con
la misma suerte fue Joseph Luna, de 19 años, que prefiere no hablar de lo que hizo, pero que es
enfático en advertir los malos tratos e irregularidades que se presentan en El Redentor, el mismo
donde meses atrás se había presentado un caso de abuso de autoridad protagonizado por policías
que, con palos, golpearon a un grupo de menores que intentaron fugarse. Según el Espectador el
joven relato:

Tomé malas decisiones y terminé cogiendo el camino equivocado, explica


Joseph, quien fue cobijado por el SRPA cuando tenía 14 años. Fue sancionado a tres
años y aunque solo permaneció dos meses en El Redentor, ese tiempo bastó para
conocer de cerca las dificultades en el centro de reclusión. Allá todo es muy delicado.
123

Hay mucho ‘cacique’, es decir, pelados que mandan la parada en consumo de drogas,
porte de armas y hasta la forma de relacionarse. Por ejemplo, a alguien que ‘sapeara’
un intento de fuga lo amenazaban con acuchillarlo (…) Allá hay secciones y los
educadores son los responsables de nosotros. La mayoría son buenas personas, que nos
educan, nos tienen paciencia y nos tratan bien. Pero también hay otros que, cuando ya
se sienten muy maltratados, reaccionan mal. (El Espectador, 2018)

Según el joven, (El Espectador, 2018) en los intentos de motín y de fuga se presentan la
mayor parte de maltratos y abusos. Cuenta que, en una ocasión, los mismos educadores arrojaron
gas lacrimógeno para intentar disuadir a quienes querían fugarse durante una revuelta. Al no lograr
su cometido, la situación fue atendida por la Policía. Y la policía era más agresiva, narra el joven
(El Espectador, 2018) que había uno que tenía un palo y decía ‘con este es con el que le rompo las
piernas a cualquiera que se intente volar (…)’. Los pelados que agarraban terminaban en algo que
llaman ‘marraneras’, celdas en el mismo Redentor, que son pequeñas y huelen horrible. Era el
castigo”.

Finalmente, ante tan preocupantes relatos el columnista del El Espectador Javier González
Penagos (El Espectador, 2018) concluye que aunque el Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes está orientado a resocializar y brindar educación a jóvenes que terminan
delinquiendo, pero a consideración de los expertos el modelo no se está aplicando correctamente
y desemboca en abusos, pese a que la ley establece que los menores son sujetos de derechos con
interés superior y merecen un enfoque diferencial.

Ante tal aseveración, cita a Alejandro Ruiz, miembro de la organización Aldeas Infantiles
–especializada en la atención a la infancia y la adolescencia– quien precisa (El Espectador, 2018),
que los operadores a los que contrata el ICBF para manejar estos centros no aplican las directrices,
ni tratan a los menores con un enfoque pedagógico. Para ellos son delincuentes, peligrosos, que
deben ser encerrados y tratados “a la brava”. Y agrega que otra de las fallas del sistema es que se
aplica un modelo represivo y no restaurativo, que les brinde oportunidades.
124

Opinión con la que coincide la jueza Diana Marcela Cruz (El Espectador, 2018) quien
asegura que las organizaciones contratadas para los centros de menores, generalmente, no son las
adecuadas ni tienen el conocimiento y la experticia para lograr que un joven sea efectivamente
resocializado. Al respecto afirma para El Espectador (El Espectador, 2018) que hay operadores
que están violando y vulnerando los derechos de los adolescentes. Lo que se ve en noticias es
cierto: hay maltrato, golpes con cadenas y hasta complicidad para el microtráfico.

En ese escenario, fueron tantas las declaraciones de jóvenes recluidos en El Redentor que
se hicieron públicas gracias a los medios de comunicación, que las mismas motivaron a la opinión
pública a abrir un debate sobre la situación del Sistema de Responsabilidad Penal para
Adolescentes, hasta el punto de haber influenciado a los Representantes a la Cámara de
Representantes Jhon Arley Murillo Benitez , Henry Fernando Correal Herrera , Mauricio Andrés
Toro Orjuela , Norma Hurtado Sánchez , Juan Carlos Reinales Agudelo , y Faber Alberto Muñoz
Cerón para que en aplicación del artículo 233 de la Ley 5 de 1992 se citara a la doctora Juliana
Pungiluppi Leyva en su calidad de Directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, por
medio de la proposición No.21 del 21 de noviembre de 2018 (Camara de Representantes, 2018)
sobre la situación actual del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes con respecto a
los Centros de Atención Especializada (CAE).

Proposición que específicamente fue promovida por los hechos ocurridos en El Redentor,
dado que según los mismos proponentes (Camara de Representantes, 2018) en dicho suceso se
presentaron actos de agresión física en contra de varios internos, lo cual fue conocido a través de
diferentes medios de comunicación y redes sociales, por lo que se determinó la necesidad que
dentro del ejercicio de control político se estudiara los asuntos relacionados con las funciones del
ICBF dentro del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes, a fin de establecer la
situación actual y las acciones propuestas para solucionar los inconvenientes.

Con ese claro objetivo, por medio de la proposición No.21 del 21 de noviembre de 2018
(Camara de Representantes, 2018) sobre el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes,
se formularon a la doctora Juliana Pungiluppi Leyva veintitrés (23) preguntas relacionadas con el
Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes, atendidas punto por punto por la citada el
125

día 09 de enero de 2019 (ICBF, 2019), sin embargo se observa que el cuestionario se limita de
manera general a indagar por la infraestructura de los centros de atención especializada y los
centros de internamiento preventivo, así como los recursos de inversión con los que cuenta el
ICBF. Para finalizar precisando el origen real de la problemática de delincuencia juvenil en
Colombia, según lo expresado por la doctora Juliana Pungiluppi:

A nivel nacional aún no se cuenta con una política Nacional de Prevención que
atienda de manera directa y especializada la vinculación de adolescentes y jóvenes a
la delincuencia y las economías ilegales. Esta realidad es agravada por las condiciones
de pobreza multidimensional que vive parte de la población en Colombia, y donde
adolescentes y jóvenes constituyen un sector especialmente vulnerable, tal como
demuestran las tasas de desempleo juvenil, el incremento en el uso y abuso de SPA,
las restricciones en las oportunidades en materia educativa que viven ciertas regiones,
configuran algunas de las condiciones estructurales asociadas al ingreso de
adolescentes y jóvenes al SRPA.

Consideración con la que me encuentro en total acuerdo, dado que la solución efectiva al
problema de la delincuencia juvenil no es crear más centros de atención especial ni más centros de
internamiento preventivo para internar a los adolescentes que incurran en la comisión de conductas
punibles, contrario a ello, encontraremos la solución en la creación de una política de prevención
que nos permita brindar a los niños, niñas, y adolescentes de escasos recursos nuevas
oportunidades de estudio, para que logren convertirse en ciudadanos de bien porque la educación
les proporcionara las herramientas necesarias para ello.

Contrario a ello, la discusión en torno al Sistema de Responsabilidad Penal para


Adolescentes se sigue estructurando en torno a los problemas con los centros de atención especial
y en los centros de internamiento preventivo, limitándose de esta forma a atender a los jóvenes que
hoy en día ya hacen parte del sistema, dejando de lado a los niños, niñas, y adolescentes que aún
están en sus hogares y barrios incursionando en pequeños actos de ilicitud.
126

CONCLUSIONES

Al finalizar este trabajo de investigación es enormemente gratificante para mi exponer aquí


a mis docentes y compañeros, las conclusiones a las que logre llegar en el desarrollo de este
proceso de investigación jurídica, así, como las reflexiones personales sobre este problema social
y jurídico que aqueja diariamente y año tras año a nuestra sociedad. De tal forma, a continuación
relacionare las conclusiones de esta monografía de grado confiando que serán objeto de estudio,
análisis y discusión.

Al inicio de la investigación, considere pertinente ahondar en los antecedentes históricos


de la delincuencia juvenil en Colombia y el tratamiento jurídico otorgado a los menores que
infringía la ley penal desde el siglo XIX hasta el siglo XXI, porque solo de ese modo identificaría
cual había sido el desarrollo jurídico de esta temática en el transcurso del tiempo. Con ese
propósito, estudie detenidamente cada una de las normas y acontecimientos que hicieron parte de
la historia jurídica del tratamiento a la delincuencia juvenil en Colombia; estudio a través del cual
logre avizorar que el desarrollo normativo de este problema social ha sido aceptable, porque una
vez es dejado de lado la indiferencia de la sociedad y el estado colombiano frente a los derechos y
garantías de los niños, niñas y adolescentes en el siglo XIX, el menor infractor de la ley penal
colombiana en situación de irregularidad empieza a ser objeto de cuidado, protección y defensa
social por parte del Estado en el siglo XX.

Momento en el que es expedida la Ley 98 de 1920 por la cual se crean Juzgados y casas de
reforma y corrección para menores (Congreso de Colombia, 1920), y la Ley 83 de 1946 (Congreso
de Colombia, 1946) por medio de la cual se reafirma el ideal del Estado de brindar asistencia y
protección al menor por medio de un proceso penal en el que no se pretendía sancionar para
castigar, sino corregir para reintegrar al menor a la sociedad. Bajo ese entendido, es claro entonces
que desde el año 1920 en Colombia ya se tenía la concepción, de que para atender y proteger a los
niños, niñas, y adolescentes inmersos en la comisión de conductas punibles, debían ser acogidos
por un Estado que buscara los medios y estrategias para “corregir” a los jóvenes y reintegrarlos a
la sociedad, dado que era claro que la Ley 98 de 1920 (Congreso de Colombia, 1920) más que
investigar, juzgar y castigar a los menores por las conductas punibles o infracciones en las que
127

incurrieran, pretendía proteger al menor delincuente que se encontraba en una grave situación de
irregularidad, y el juzgador estaba más interesado en la situación en la que se encontraba el menor
de edad y en consecuencia se formulaba interrogantes sobre el estado físico y mental del menor,
para luego tomar una decisión por medio de sentencia con la que se buscaba mejorar las
condiciones de vida del menor delincuente. Propuesta normativa que considero fue un gran avance
en el tratamiento jurídico de los menores en el siglo XX, puesto que no se miraba al menor como
delincuente sino como víctima de la sociedad y tal vez del Estado.

Seguido de ello, hice un análisis del modelo de protección integral de los niños, niñas, y
adolescentes conforme a los convenios y tratados internacionales ratificados por Colombia que me
permitió corroborar que el tratamiento jurídico otorgado a los niños, niñas, y adolescentes en
Colombia se ajusta completamente a los estándares internacionales conforme a los cuales se
estructura la doctrina de la protección integral, como las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas
para la Administración de Justicia de Menores del año 1985, el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño de 1989, y las Reglas
de las Naciones Unidas para la Protección de los Jóvenes Privados de Libertad de 1990.

Sin embargo, pude evidenciar que la única norma de carácter internacional con la que no
se alinean nuestras normas sobre delincuencia juvenil, son las Directrices de las Naciones Unidas
para la Prevención de la Delincuencia Juvenil de 1990 (Directrices de Riad) toda vez que como su
nombre lo indica preceptúa una serie de normas orientadas a la prevención de la delincuencia
juvenil, y es este precisamente el trabajo del que carece nuestra desarticulada política criminal, tal
como lo expreso la doctora Juliana Pungiluppi.

Luego de ello, al hacer un estudio y análisis de las disposiciones normativas y rutas


institucionales que regulan el tratamiento jurídico de la delincuencia juvenil en Colombia
conforme al modelo de protección integral, logre corroborar que por medio de la Ley 1098 de 2006
Código de la Infancia y la Adolescencia (Congreso de la Republica, 2006) el Estado colombiano
creo todo un Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes con los postulados normativos
necesarios, integrado por todas las entidades administrativas competentes para el caso, que a pesar
de estar orientado a brindar protección integral a los niños, niñas y adolescentes que acuden a la
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ilicitud incurriendo en conductas punibles, y propender por su resocialización y educación, dirige


un modelo de protección que en la práctica no se está implementando porque a la luz pública han
que dado expuestas las denuncias de abusos de los que han sido víctimas los niños, niñas, y
adolescentes que hacen parte del sistema.

La realidad del país nos indica que el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes
actualmente se encuentra en una crisis, y no se le está dando la importancia que este tema ha de
merecer, esta es una afirmación que hago con fundamento en los problemas que actualmente
impiden que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar logre cumplir con los objetivos de un
modelo de protección integral para los niños, niñas y adolescentes.

Dentro de ellos podemos resaltar los siguientes: 1. Deficiencias en la infraestructura de los


centros de atención especializada y en los centros de internamiento preventivo.; 2. Hacinamiento
en los centros de atención especializada y en los centros de internamiento preventivo; 3. Denuncias
a nivel nacional de maltrato y agresiones de los que están siendo víctimas los niños, niñas, y
adolescentes que se encuentran en los centros de atención especializada y en los centros de
internamiento preventivo; 4. Vulneración al derecho a la educación en algunos centros de atención
especializada y en los centros de internamiento preventivo en los que no se está implementando el
Decreto 2383 de 2015.

Con base en lo anterior se concluye que el tratamiento jurídico de la delincuencia juvenil


en Colombia partiendo de la base teórica del modelo de protección integral no es efectivo, a pesar
de que la ley colombiana para el tratamiento jurídico de la delincuencia juvenil se encuentra
articulado con las directrices internacionales de respeto de los derechos humanos, se convierte en
un gran problema a la hora se hacerse efectivo y de aplicarse como lo indica la norma, esto es,
garantizando el respeto por los derechos de los jóvenes y adolescentes.
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RECOMENDACIONES

Sin lugar a duda, la delincuencia juvenil es una problemática que requiere de toda la
atención del Estado por medio de los organismos de control, quienes tienen la facultad de
investigar, sancionar, y corregir las irregularidades que afectan hoy en día al Sistema de
Responsabilidad Penal para adolescentes. Dado que contraria a la hipótesis formulada en un inicio,
nuestra legislación es del todo garantista con los derechos de los menores, bajo ese entendido lo
único que haría falta para que estos postulador normativos puedan llegar cumplirse, es la atención
y seguimiento del estado y de la sociedad en cumplimiento del principio de correlatividad,
conforme al cual todos somos garantes de los derechos de los niños, niñas, y adolescentes.

Adicional a ello se requiere con urgencia que se defina una política pública clara de
prevención contra la delincuencia juvenil, porque no podemos cerrarnos a la posibilidad de que
este será un problema que nunca tendrá un fin, y es deber del estado garantizar la seguridad de
todos los ciudadanos, direccionando la política pública a la prevención del delito.
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