Medidas para Asegurar La Percepción de La Cuota Alimentaria

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Título: Medidas para asegurar la percepción de la cuota alimentaria


Autor: Belluscio, Claudio A.
Fecha: 08-05-2013
Publicación: Revista de Derecho de Familia y Sucesiones
Cita: IJ-LXVIII-110

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Medidas para asegurar la percepción de la cuota alimentaria

Claudio A. Belluscio[1]

Frente al flagelo del incumplimiento de la cuota alimentaria, dispondremos de diversos remedios jurídicos.
Unos son de aplicación para prevenirlo, mientras que otros para revertirlo una vez producido.
De ambos, nos hemos ocupado en nuestra última obra[2].

En esta oportunidad, nos abocaremos a las primeras de ellas, es decir, las que tienen la finalidad de prevenir el incumplimiento alimentario.

I. Medidas cautelares [arriba] -


a) Principios generales.

La prolongación que -por lo general- tienen los procesos judiciales, conlleva el riesgo de que al momento en que se dicte la sentencia, se alteren las
circunstancias fácticas existentes cuando la acción fue iniciada[3], tornando así ineficaces las resoluciones judiciales y resultando imposible, en
consecuencia, que se aplique la norma legal que sirve de fundamento a la petición y a la sentencia[4].

Ante ello, manifiesta Kielmanovich[5] que se impone el dictado de medidas cautelares para asegurar los bienes y las personas, y mantener el estado de
hecho vigente, de manera que la sentencia pueda resultar de cumplimiento posible.

Estas medidas tienden a la obtención de una resolución judicial que asegure el cumplimiento de una eventual sentencia de mérito a dictarse en un
proceso de conocimiento o ejecución[6].

En forma congruente con lo expresado con anterioridad, podemos señalar que, la finalidad de estas medidas es impedir que el derecho cuyo
reconocimiento se pretende obtener a través del proceso pierda su eficacia durante el lapso que transcurre entre su iniciación y el pronunciamiento de
la sentencia definitiva[7].

b) Medidas cautelares aplicables a los alimentos.

1) Sus características.

Además de participar de las particularidades de las medidas cautelares que se interponen en los procesos de familia, las que se solicitan en el juicio de
alimentos tienen características propias, sobre todo en la que respecta a su admisibilidad cuando lo que se quiere asegurar es el cumplimiento de la
sentencia que condena al pago de los alimentos.

Parte de la doctrina[8] entiende que las medidas cautelares, podrán ser aplicadas con eficacia no sólo para asegurar los alimentos que se deban al
momento de la sentencia condenatoria[9] (v. gr., alimentos devengados entre la interposición de la demanda y la sentencia, alimentos provisorios
atrasados), sino también para garantizar los alimentos futuros, es decir, los que se devenguen con posterioridad, siempre que se den determinadas
circunstancias.

Las medidas cautelares que tienen por finalidad asegurar que la sentencia a dictarse va a tener un posterior cumplimiento, en materia de alimentos son
concedidas con carácter restrictivo por parte de la jurisprudencia, por lo cual su admisión dependerá de que se acredite determinada circunstancia
fáctica que habilite la petición (v. gr., cuando existe un cierto riesgo de que el obligado enajene sus bienes para eludir en el futuro el pago de la cuota
alimentaria[10]).

La jurisprudencia tiene entendido que estas medidas cautelares se deberán imponer con carácter restrictivo, pues será procedente siempre que se
acrediten determinadas circunstancias: incumplimientos anteriores reiterados[11], o temor fundado a que no se cumpla con el pago de la cuota y que
la misma no pueda ser cobrada mediante la vía ejecutoria (v. gr., cuando se constate o haya indicios suficientes, de que el alimentante se encuentra
realizando actos para insolventarse fraudulentamente o para reducir su patrimonio, a fin de eludir el pago de la cuota[12]).

En cuanto a la aplicación de las medidas cautelares por alimentos futuros, si bien ninguna norma legal autoriza la traba de medidas cautelares por estos
alimentos, pues el art. 648 del CPCCN no contempla un supuesto de embargo preventivo sino ejecutivo, igualmente resultan viables en los términos del
art. 195 del Código de rito, siempre que se acrediten los extremos que tornan procedentes esas medidas: verosimilitud del derecho y peligro en la
demora.

Pero, en materia de alimentos, a estos extremos se le deberá agregar algunas de las siguientes situaciones fácticas: que existiere el riesgo de que el
obligado enajene sus bienes para eludir el pago de las cuotas futuras, o cuando ante las reiteradas faltas de cumplimiento del alimentante cabe
presumir que éste incumplirá nuevamente[13].

En cambio, las cautelares que tienen por objeto mantener una determinada situación fáctica o la tutela de la integridad física de las personas y la
satisfacción de sus necesidades más urgentes, tratándose de lo que atañe a la prestación alimentaria, a diferencia de las enumeradas con anterioridad,
son receptadas en forma amplia por la jurisprudencia[14].

Ello es lo que ocurre con la designación de un interventor judicial o la fijación de los alimentos provisorios.

2) Intervención judicial. El interventor informante.

La intervención judicial se encuentra regulada en el art. 222 del C.P.C.C.N..

Consiste en una medida precautoria, en virtud de la cual una persona designada por el juez, en calidad de auxiliar externo de éste, interfiere en la
actividad económica de alguna persona física o jurídica, para asegurar la ejecución forzada o impedir que se produzcan alteraciones perjudiciales en el
estado de los bienes[15].

Al igual que el resto de las medidas cautelares en general, su admisión exige la concurrencia de los presupuestos de verosimilitud del derecho y del
peligro en la demora.

El C.P.C.C.N. establece sólo dos tipos de intervención judicial: el interventor recaudador (art. 223) y el interventor informante (art. 224).

El interventor, es un auxiliar externo del juez, cuya función es intervenir en la actividad económica de una persona física o jurídica, con la finalidad de:

1º) garantizar la ejecución forzada (interventor recaudador o colector)[16].

2º) impedir que se produzcan modificaciones patrimoniales perjudiciales a la persona intervenida[17] o alteraciones en el estado de los bienes
(interventor informante).

El art. 225 del C.P.C.C.N., establece algunas disposiciones comunes a ambos tipos de intervención: criterio restrictivo de admisión de la medida,
idoneidad profesional, determinación de la función que se debe cumplir, contracautela y autorización previa del juzgado.

Sin embargo, tratándose del juicio de alimentos algunos de estas disposiciones no se aplican (contracautela), o han sido atenuadas (criterio de
admisibilidad de la medida).

Se destaca el carácter instrumental de esta medida -propio de las cautelares, a las que pertenece- ya que el interventor actúa en forma subsidiaria,
garantizando el resultado de un proceso principal de conocimiento o de ejecución[18].

Si bien las dos clases de intervención que regula el Código de rito, serán de gran utilidad en materia de alimentos, nos interesa -para el presente
trabajo- tratar lo atinente al interventor informante.

Establece el art. 224 del C.P.C.C.N. que de oficio o a petición de parte, el juez podrá designar un interventor informante para que brinde noticia -con la
periodicidad que se establezca en la providencia que lo designe- acerca del estado de los bienes objeto del litigio o de las operaciones o actividades que
realice el demandado.

Se desprende de ello que, el interventor informante puede ser nombrado tanto para verificar la manera en que realiza su actividad una persona física o
jurídica, como también, para comprobar el estado de los bienes objeto del juicio.

Si el demandado por alimentos es titular de un fondo de comercio, de un consultorio[19], de un establecimiento industrial, o ejerce una profesión
liberal, esta intervención no sólo se ha reputado procedente[20], sino que -desde nuestro punto de vista- será de gran utilidad a fin de comprobar los
ingresos reales que percibe el demandado.

Consideramos que esta herramienta que nos brinda el Código procesal, podrá ser utilizada en forma efectiva por quien peticiona alimentos, bajo tres
objetivos, a saber:

1º) Verificar las actividades del demandado -e inclusive, solicitar que se exhiban los libros de una sociedad anónima de la cual forma parte[21]- para
comprobar su caudal económico o ingresos, lo cual influirá al momento de fijar la cuota alimentaria.

2º) Para dar noticias de los bienes, a fin de que el demandado no se insolvente en forma fraudulenta o quiera disminuir su patrimonio, mediante la
enajenación u ocultación de sus bienes.

3º) El informe que efectúe esta intervención, permitirá la adopción de otras medidas cautelares solicitadas o, por el contrario, la denegación de aquellas
[22].
Al respecto, si el interventor informa que el demandado se encuentra realizando actos preparatorios para insolventarse o para ocultar sus bienes, con la
finalidad de evadir el pago de la cuota de alimentos a fijarse, se podrá hacer lugar al embargo preventivo, al secuestro de bienes o a la inhibición —
también preventiva— que hubiere sido solicitada.

Por el contrario, si han sido solicitadas estas medidas cautelares y el interventor informante no comprueba ninguna anormalidad, el órgano judicial se
encontrará facultado para denegarlas.

3) Embargo preventivo.

Nos adentramos al tratar este punto, en aquellas medidas cautelares que tienden a asegurar o garantizar el cumplimiento de lo establecido en la
sentencia.

Esta medida cautelar, tiene por finalidad individualizar determinados bienes y conservarlos, para que sirvan de garantía a una eventual sentencia
condenatoria.

El art. 213 del C.P.C.C.N. establece que, mientras no se dispusiere el secuestro o la administración judicial de lo embargado, el deudor podrá continuar
en el uso normal de la cosa.

Ello determina que esta medida no se traduce en la toma de la posesión del bien por parte de quien la hubiere solicitado, sino la sujeción del bien al
proceso judicial en el cual se decretó.

Por eso, se manifestó[23] que, si bien el embargo tiene por objeto la sujeción de los bienes a un régimen jurídico especial que tiende a cumplir una
función de garantía, no importa la constitución de un derecho real, ni la atribución al acreedor alimentario de un poder sobre la cosa embargada.

Quien solicite esta medida, deberá fijar su monto, así como los bienes sobre los cuales recaerá.

Con relación a ello, cabe señalar que se rechazó[24] un embargo preventivo, que era solicitado en el juicio de alimentos, al considerar que un embargo
sin monto sujeto a las contingencias de dicho juicio no puede ser admitido.

Si bien la contracautela es uno de los requisitos para la procedencia del embargo preventivo, en las medidas cautelares que se interpongan en un
proceso de familia no se exigirá, extendiendo tal excepción a las que se soliciten en un juicio de alimentos.

En materia de alimentos, tampoco rige la inembargabilidad establecida para ciertos bienes que determina el art. 219 del C.P.C.C.N..

Es que, cede la inembargabilidad que establece el art. 219 del C.P.C.C.N. -respecto de ciertos bienes que se consideran elementos necesarios para vivir
decorosamente y los instrumentos imprescindibles para el ejercicio de su profesión u oficio- frente a una deuda alimentaria, pues se trata de responder
a una necesidad impostergable y ante la cual debe ceder toda otra consideración.

Asimismo, no se podrá invocar la inembargabilidad de las jubilaciones y pensiones, porque -tratándose de una obligación alimentaria- tal protección no
rige.

En otro orden, ya hemos dicho que, en materia de alimentos, las medidas cautelares cuya finalidad es garantizar el cumplimiento de lo establecido en
la sentencia, como resulta ser el embargo preventivo, son admitidas con criterio restrictivo por parte de la jurisprudencia cuando tienden a asegurar el
cobro de las cuotas futuras, que se devengan con posterioridad a la sentencia que las fija.

Es decir que, el problema se plantea en un juicio de alimentos, cuando se solicita el embargo no para atender a las cuotas ya devengadas al momento
de la traba[25], sino para las que se devenguen con posterioridad.

Pero, si bien no existe una norma legal que disponga el embargo por cuotas futuras[26] (a diferencia de lo que establecen alguna legislación extranjera
[27]), pues el art. 648 del C.P.C.C.N. refiere al embargo ejecutivo, se autoriza jurisprudencialmente tal temperamento cuando existan circunstancias de
cierta gravedad, a saber:

1°) Reiterados incumplimientos por parte del deudor alimentario[28] o atrasos en el pago, que obligaron a sucesivas intimaciones[29], o cuando
particulares circunstancias permitan inferir que no habrá un cumplimiento voluntario[30].

2°) Cuando es posible suponer -a través de las actitudes de alimentante- la intención de insolventarse[31] mediante la enajenación u ocultamiento de
sus bienes[32], o menguar de tal manera su patrimonio que pueda hacer ilusorio el derecho del beneficiario de la pensión[33], o el hecho de enajenar
el único bien de su propiedad[34], o disponer a título gratuito del bien más importante de su patrimonio[35].

3°) También se admite la procedencia de esta medida cautelar, cuando se presume la intención del deudor de abandonar el país[36] y radicarse en el
exterior, con la finalidad de no ser localizado y, por ende, evitar el pago de la cuota alimentaria[37].

4º) Parte de la jurisprudencia[38] entiende que se podrá aplicar el embargo de cuotas futuras, cuando la actitud del alimentante permita suponer que
el cumplimiento forzado de la condena alimentaria podría tornarse imposible.

5º) Un supuesto especial de embargo por cuotas futuras, se verifica cuando el alimentante ha sido despedido sin causa de su empleo bajo relación de
dependencia, y ha cobrado la indemnización laboral correspondiente[39].

4) Inhibición general de bienes.

La inhibición general como medida cautelar la hallamos en el art. 228 del C.P.C.C.N., el cual dispone que en todos los casos en que siendo procedente
el embargo, éste no pudiere hacerse efectivo por no conocerse bienes del deudor o por no cubrir éstos el importe del crédito reclamado, podrá
solicitarse contra aquél la inhibición general de vender o gravar sus bienes, la cual podrá ser dejada sin efecto si se presentaren a embargo bienes o
caución suficiente.

Ha sido definida por la jurisprudencia[40], como la medida precautoria sucedánea del embargo, que se halla condicionada a la circunstancia de no
conocerse bienes del deudor, siendo su efecto típico la interdicción de vender o gravar cualquier bien registrable del que sea propietario el deudor.

Esta medida cautelar tiene una doble finalidad: por una parte, proteger la integridad del patrimonio del deudor; por la otra, garantizar una eventual
sentencia condenatoria.

En materia de alimentos, algunos fallos permitieron que se trabara la inhibición sin que previamente se hubiere frustrado el embargo.

Al respecto, una sentencia de antaño[41] hizo lugar a la inhibición solicitada, pese a que se habían embargado los alquileres de un inmueble del deudor
para garantizar la pensión alimentaria, al entenderse que ello era un complemento directo del embargo, que permitiría que el deudor no pudiese
enajenar dicho inmueble.

Otro fallo[42] -de la misma época- sostuvo el igual criterio, pues a pesar del embargo trabado sobre las rentas del alimentante, la resolución expresó
que la inhibición general de bienes decretada impedía que se enajenaran los bienes productores de esas rentas.

5) Anotación de litis.

Dicha medida cautelar se encuentra establecida en el art. 229 del C.P.C.C.N..

Es una medida cautelar cuya finalidad es dar a publicidad la existencia de un litigio, inscribiendo para ello dicha medida sobre los bienes registrables
que posea el deudor.

De esta manera se informa a terceras personas, ajenas al litigio de que se trata, sobre la pretensión del actor y las diversas circunstancias que rodean
a esa litis.

Esta medida, aunque parezca menor, será de gran utilidad en un proceso de alimentos pues no permitirá que el deudor enajene sus bienes con
absoluta facilidad, a fin de insolventarse para luego no pagar la cuota que se le fije.

Es que, el tercero al solicitar un informe de dominio sobre el bien registrable conocerá la existencia de un litigio (en el caso, sobre alimentos), que
podrá tener incidencia sobre dicho bien.

Por lo tanto, no podrá luego aducir su desconocimiento y buena fe en la adquisición, frente al acreedor alimentario.
6) Prohibición de innovar.

Consiste en la medida cautelar dictada por el órgano judicial, a fin de que cualquiera de las partes se abstenga de alterar, mientras dure el proceso, el
estado de las cosas al momento de notificarse dicha medida[43].

Esta medida cautelar, se halla contemplada en el art. 230 del C.P.C.C.N..

De lo preceptuado en esta disposición legal, surge que la finalidad de la prohibición de innovar es la de impedir el cambio de la situación existente, para
que la sentencia a dictarse en el proceso principal tenga efectividad práctica.

Dado que el art. 230 del C.P.C.C.N. establece -en forma específica- que esta medida puede ser interpuesta “en toda clase de juicio”, se la admitió en
los juicios de divorcio y de liquidación de bienes de la sociedad conyugal[44] y, por ende, se podrá hacer uso de ella en un proceso por alimentos[45],
pero siempre que la cautela no pudiese lograrse a través de otra medida precautoria[46].

En este ámbito, se manifiesta[47] que la medida de no innovar puede apuntar al resguardo de la integridad física de las personas y la satisfacción de
sus necesidades más urgentes.

En tal sentido, parte de nuestra jurisprudencia la consideró procedente en materia alimentaria, en cuanto determinó la suspensión de la tramitación del
incidente de reducción de la cuota de alimentos hasta que no se verifique el pago de la cuota adeudada.

Ello constituye un medio de coerción, que admite tal jurisprudencia para lograr que el alimentante cumpla con su obligación.

Pero, dado el carácter excepcional que la doctrina y la jurisprudencia le asignan a esta sanción, ella no procederá si el deudor cuenta con otras medidas
que permitan el cobro de su crédito[48] (v. gr., si el alimentante cuenta con bienes embargables y se ha podido concretar dicho embargo).

7) Prohibición de contratar.

Se ha dicho[49] que esta medida cautelar es una especie de la prohibición de innovar, que su uso no es frecuente en el ámbito tribunalicio, y que su
finalidad es asegurar que una determinada persona no pueda contratar respecto de ciertos bienes que se relacionan con la litis.

La prohibición de contratar -al igual que la inhibición general de bienes- tiene como efecto proyectar una incapacidad sobre determinada persona,
siendo su aplicación excepcional[50] por la gravedad que reviste.

Por lo establecido en el texto del art. 231 del C.P.C.C.N., esta medida sólo procede cuando surge de la ley, cuando se ha estipulado en el contrato, o
cuando se propone asegurar la ejecución forzada sobre determinados bienes[51].
Somos contestes con cierta jurisprudencia[52] en que, para que la medida sea admitida por el juez, se deberá de acreditar -además de la verosimilitud
del derecho y el peligro en la demora- la imposibilidad de obtenerse la cautela por otra medida precuatoria.

Respecto de ello, si bien la norma legal que regula específicamente esta medida no enumera este requisito de admisibilidad, al ser la prohibición de
contratar una especie de la prohibición de no innovar, entendemos que resulta procedente esa exigencia.

En cuanto a los alimentos se refiere, la prohibición de contratar podrá aplicarse para garantizar la prestación alimentaria pero en forma excepcional,
cuando -en el caso- no haya otra medida precautoria que cumpla con ese cometido.

II. Cláusulas para asegurar la percepción de la cuota alimentaria, cuando ésta es fijada en un convenio o acuerdo entre las
partes [arriba] -

Cuando la cuota alimentaria sea fijada en un convenio o un acuerdo entre las partes, éstas podrán incluir ciertas cláusulas que tienden a asegurar la
percepción de la cuota alimentaria

Al respecto, trataremos lo referente a la cláusula penal y al otorgamiento de garantías, como formas de prevenir el posible incumplimiento y, a la vez,
asegurar la percepción de la cuota alimentaria.

a) Claúsula penal.

La cláusula penal, se encuentra prevista en los arts. 652 a 666 del Cód. Civ.

La definición de dicho instituto, nos la brinda el art. 652 del cuerpo legal citado: “La cláusula penal es aquella en que una persona, para asegurar el
cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena o multa en caso de retardar o de no ejecutar la obligación”.

Sintéticamente, podemos decir que la misma consiste en convenir por adelantado, el monto que se deberá pagar frente al incumplimiento o el
cumplimiento tardío de una obligación[53].

Se la ha definido como la estipulación accesoria a una principal, por la cual el deudor deberá satisfacer una cierta prestación si no cumpliere lo debido,
o si lo cumpliere tardíamente[54].

La agregación de esta cláusula en un acuerdo o convenio, fijará en forma convencional y anticipada, cuál será el daño que puede sufrir el acreedor
frente al incumplimiento, con lo cual por una parte se exime a éste de probar en un proceso la existencia y cuantía del mismo[55] (art. 656 Cód. Civ.,
párrafo 1°) y por el otro estará limitada la responsabilidad del deudor al monto convenido.

La cláusula penal, además de su función resarcitoria cumple -también- una compulsiva[56].


Así se ha dicho, que la cláusula penal tiene una doble finalidad, pues no sólo importa una liquidación convencional por anticipado de los daños y
perjuicios que el incumplimiento causa al acreedor[57], sino también tiene una función compulsiva en cuanto agrega un estímulo que mueve
psicológicamente al deudor a cumplir la prestación principal para eludir la pena[58].

Somos contestes con la doble finalidad de la cláusula penal: tiene una función compulsiva que tiende a asegurar el cumplimiento de la obligación
principal y, asimismo, tiene una función resarcitoria que se realiza a través de una valuación económica anticipada de los daños que el incumplimiento
ocasiona al acreedor[59].

Este instituto puede ser aplicado al incumplimiento de la obligación alimentaria[60].

Así en el acuerdo, convenio o contrato sobre alimentos, se podrá fijar una suma de dinero compensatoria para el caso en que la cuota -o parte de ella-
directamente no se cumpla, o un interés o multa frente al atraso en el cumplimiento de la cuota.

Dichos resarcimientos operarán en carácter de indemnizaciones por el daño compensatorio o moratorio respectivamente causado.

Por nuestra parte, recomendamos la implementación de éstas cláusulas en los acuerdos o convenios de alimentos, a fin de que la sanción pecuniaria
esté prevista, por lo cual el alimentante tiene la certeza de cuál es el límite de la responsabilidad económica que le demandará su incumplimiento y el
alimentado no tendrá necesidad de probar el perjuicio sufrido[61], más allá de su función conminatoria para prevenir dicho incumplimiento.

b) Otorgamiento de garantías.

Es otra de las posibilidades para asegurar la percepción de la cuota alimentaria.

Si las partes han arribado a un acuerdo o a un convenio en materia de alimentos, es conveniente que aseguren su cumplimiento mediante la
constitución de garantías.

Si bien, ello no siempre será posible, es importante -al menos- intentar garantizar la obligación alimentaria, debido al alto número de cuotas que -una
vez fijadas- no se pagan.

Es que, puede ser que el alimentante al suscribir un acuerdo o convenio, ya sepa en su fuero íntimo que no va a abonar la cuota que se ha determinado
en alguno de aquellos.

También puede suceder que tenga la intención de cumplir con la obligación a la cual se ha comprometido, y de hecho la cumpla por algún tiempo, pero
circunstancias atinentes a su economía personal no le permitan seguir haciéndolo.

En cualquiera de estos casos, la garantía que se pueda incluir en un acuerdo o convenio, será fundamental para que el alimentado continúe percibiendo
la cuota alimentaria.

Era de la misma opinión el Proyecto de 1993 de Unificación de la Legislación Civil y Comercial -que fuera aprobado por la Cámara de Diputados-, en
cuanto disponía, en su art. 329, la posibilidad de constituir garantías sobre los alimentos convenidos.

Nuestro actual legislación no contempla la posibilidad de que el juez pueda exigir la constitución de garantías para asegurar el cumplimiento de la
obligación alimentaria, ni en oportunidad de analizar la homologación de un convenio presentado por las partes, ni tampoco cuando dicta sentencia
condenatoria.

Sin embargo, el actual Proyecto de Reforma del Código Civil en su art. 440 decreta que “el juez puede exigir que el obligado otorgue garantías reales o
personales como requisito para la aprobación del convenio”.

1) Garantías personales.

Se ha dicho[62] que “las garantías son de carácter personal en todos aquellos casos en que se confiere al acreedor un derecho de naturaleza personal o
una facultad que no se dirige hacia una cosa concreta y determinada, sino hacia la misma persona del deudor o hacia un tercero”.

La forma típica de garantía personal, resulta ser la fianza.

Orgaz[63] ha definido a la fianza, como la “obligación accesoria por la que un tercero garantiza a un acreedor el debido cumplimiento de la obligación
principal, por parte del deudor”.

Sobre la obligación alimentaria cabe constituir fianza, pues como lo determina la parte pertinente del art. 1993 del Cód. Civ.: “toda las obligación puede
ser afianzada, sea obligación civil, o sea obligación natural, sea accesoria o principal derivada de cualquier causa, aunque sea de un acto ilícito;
cualquiera que sea el acreedor o deudor”.

Pero, la fianza brindada por una tercera persona conlleva el siguiente inconveniente: la solvencia económica de aquella, se debe mantener inalterable
durante todo el lapso en que se devengan las cuotas alimentarias.

Por lo cual, resultará preferible la constitución de una garantía real por sobre una personal, ya que la primera (hipoteca, prenda, etc.) estará asentada
sobre un bien cuyo valor -si bien, con las fluctuaciones lógicas del mercado- se mantendrá mucho más estable -a través de los años- que el caudal
económico de una persona.

2) Garantías reales.

Con acierto, se ha dicho[64] que, las garantías reales son aquellas por las cuales se concede al acreedor un poder jurídico sobre bienes concretos y
determinados.

Con este tipo de garantías, se gravará un bien del deudor (alimentante) o de un tercero, con una hipoteca (en el caso de inmuebles) o con una prenda
(en el caso de bienes muebles registrables, v. gr., un automóvil), para garantizar el cumplimiento de la obligación (en este caso, la alimentaria).

El art. 329 del Proyecto de Unificación de la Comisión Federal de 1993, establecía que este tipo de garantías podían disponerse para garantizar
alimentos.

Será preferible la constitución de esta garantía antes que la personal, porque la podrá prestar el propio alimentante.

Asimismo, como expresamos con anterioridad, la garantía real estará asentada sobre un bien cuyo valor —con las fluctuaciones lógicas del mercado—
se mantendrá más estable, a través de los años, que el caudal económico de una persona que garantice determinada deuda con éste (en el caso, que
garantice con su caudal económico el pago de las cuotas por alimentos).

III. Fideicomiso de garantía [arriba] -

Esta es otra de las formas de garantizar el cumplimiento de la cuota alimentaria, o de asegurar su percepción.

La Ley N° 24.441 permite dentro de los fideicomisos constituidos por contrato el de administración, pero también el de garantía.

El fideicomiso de garantía, resulta aplicable en la materia (ya que este instituto se puede destinar para asegurar una deuda presente o futura), cuando
las partes acuerden la prestación de alimentos a través de cualquiera de sus modos (acuerdo en sede judicial, convenio en ese mismo ámbito o fuera
de él), como forma de garantizar esa prestación.

Se ha dicho[65] que, este tipo de fideicomiso, resulta ser en la actualidad un excelente mecanismo para asegurar la rápida satisfacción de las
obligaciones incumplidas, siendo, por ello, superior a las llamadas garantías tradicionales (hipoteca, prenda, etc.).

Parte de la doctrina[66] que se ocupó de este instituto, lo ha definido de la siguiente manera: el contrato mediante el cual el fiduciante transfiere la
propiedad (fiduciaria) de uno o más bienes a un fiduciario con la finalidad de garantizar con ellos -o con su producido- el cumplimiento de ciertas
obligaciones a cargo del primero, designando como beneficiario a una persona en cuyo favor -en caso de incumplimiento- se abonará la obligación
garantizada.

Expresa Guastavino[67] que -en este tipo de fideicomiso- el derecho transmitido con la finalidad de asegurar la obligación, brinda al acreedor la
facultad de satisfacer el crédito por la liquidación de la “res fiduciae” en caso de incumplimiento del deudor (fiduciante).

Agrega este destacado doctrinario[68] que: “en tal hipótesis no puede el fiduciante modificar unilateralmente la destinación del bien o exigir su
retransmisión en tanto subsista la deuda”.

La ventaja de adoptar esta clase de fideicomiso para garantizar obligaciones (entre las cuales podemos ubicar a la de alimentos), rige tanto para el
acreedor como para el deudor.

En ese sentido, compartimos la opinión de Kiper y Lisoprawski[69]: en tanto, el acreedor se evitará tener que iniciar un proceso de ejecución judicial
por la obligación incumplida (con la demora que ello ocasiona), para el deudor significará también la ventaja de no ser demandado en ese proceso
evitando, así, los costos que le acarrearía tal circunstancia.

Por nuestra parte, agregamos, que para el primero de los mencionados esta garantía resulta ser ventajosa pues se evitará la dificultad -que muchas
veces se verifica en la práctica profesional- de localizar los bienes del deudor sobre los cuales hacer efectivo su crédito.

En tanto, para el segundo de los precitados, resulta -asimismo- conveniente que otorgue esta garantía, pues sabrá con certeza los bienes o los frutos
con los que deberá responder ante un incumplimiento de su parte.

Al igual que sucede con el fideicomiso de administración, los bienes fideicomitidos quedan a resguardo de cualquier otra deuda asumida por el
fiduciante, con excepción de los supuestos de fraude (art. 15, Ley N° 24.441).

Tampoco, estos bienes podrán ser atacados por las deudas del fiduciario.

IV. Fideicomiso testamentario [arriba] -

La Ley N° 24.411, que ya hemos citado con anterioridad, al tratar el tema del fideicomiso de garantía, contempla -en forma específica- al fideicomiso
testamentario en su art. 3.

Esta norma legal preceptúa que el fideicomiso podrá constituirse por testamento, extendido en algunas de las formas previstas en el Código Civil
(ológrafo, por acto público, cerrado, o por cualquier tipo de testamentos especiales).

Señala autorizada doctrina[70] que el fideicomiso testamentario permite designar al fiduciario para que, a la muerte del causante, reciba todo o parte
de sus bienes -según haya o no herederos forzosos- con el objeto de destinarlos a cierta finalidad, en beneficio de otros.

Por lo cual, esta clase de fideicomiso carecerá de efectos inmediatos, pues su eficacia dependerá de la muerte del testador[71].

Pese a las críticas que se le han efectuado a este instituto, Lambois[72] manifiesta que el fideicomiso testamentario debe ser receptado cuando tiende a
la protección de los intereses de la familia, aunque entiende que el plazo de afectación de los bienes fideicomitidos no debería de extenderse más allá
de los diez años.
En lo que atañe a los alimentos, y más allá de las observaciones que se han formulado a este instituto por parte de la doctrina, resulta posible que el
causante constituya un fideicomiso de este tipo para asegurar el pago de una pensión alimentaria a una persona, sobre todo, cuando ésta pertenece a
su entorno familiar más cercano.

Un ejemplo de ello, lo señala Ferrer[73]: el padre de un insano interdicto que instituye al curador como legatario fiduciario de un capital o de un bien
determinado para que atienda con las rentas las necesidades del insano y con la carga de transmitir dichos bienes, cuando fallezca el insano, a la
institución que proporcionó los cuidados necesarios a este último.

Por otra parte, autorizada doctrina[74] que abordó el tema del fideicomiso testamentario, ha propuesto la adopción de este instituto como forma de
proteger económicamente a los hijos durante su minoría de edad, como -asimismo- a los que han alcanzado la mayoría de edad pero que sufren alguna
incapacidad y, aun, a los que han sido concebidos pero que todavía no han nacido.

Desde ese punto de vista, el fideicomiso testamentario será una herramienta útil para proporcionar alimentos a los hijos concebidos pero no nacidos
(dado que la obligación alimentaria nace desde la concepción, conforme al art. 264 del Cód. Civil), a los hijos menores de edad o a los mayores pero
incapaces, en caso de que el progenitor que provee los alimentos fallezca, no se cuente con otros obligados (el progenitor supérstite o parientes) que
los puedan satisfacer, y siempre que la renta de los bienes fideicomitidos cubran la extensión que señala el art. 267 del Cód. Civ.

Asimismo, en materia de alimentos, este instituto cobra importancia si se constituye en beneficio de la esposa que se encuentra embarazada -o de la
concubina en la misma situación- para que sea asistida económicamente durante ese lapso si el testador fallece, dado que nuestro derecho vigente no
contempla en forma específica alimentos para la mujer embarazada, a diferencia de lo que sucede en la mayor parte de las legislaciones
latinoamericanas.

En tal supuesto, como ha manifestado una especializada doctrina[75], una vez que el hijo ha nacido, los bienes fideicomitidos (con cuyos frutos se
atendieron los gastos que irrogaron el embarazo y el parto) podrán ser entregados al hijo -a través de su representante legal- como destinatario final.

Por lo expresado, consideramos que una de las posibilidades que nos ofrece la legislación vigente para proteger, en materia de alimentos, a las
personas más débiles de la familia (entre las que se cuentan los hijos por nacer, los menores o incapaces, y la mujer embarazada), es a través del
instituto que hemos analizado.

V. Seguro de vida del alimentante [arriba] -

Una de las causas por la cual cesan los alimentos es por la muerte del alimentante (con excepción de la prestación establecida en el art. 208 del Cód.
Civ., que se transmite como carga a la sucesión del causante), debido a que aquellos son inherentes a la persona que se encuentra obligada a
proporcionarlos.

Tratándose de los debidos a los hijos menores de edad cuyos progenitores no conviven, el fallecimiento de quien tenía fijada una cuota de alimentos (el
progenitor no conviviente) puede complicar seriamente la continuidad de la prestación alimentaria, si aquellos no cuentan con otros obligados (el
progenitor supérstite o parientes) que puedan satisfacerla.

Para evitarlo, resultaría adecuada la contratación de un seguro que cubra esta circunstancia, si bien ello deberá ser acordado por las partes al momento
fijar la cuota alimentaria o con posterioridad.

En ese caso -mediando acuerdo de partes- no vemos inconveniente para la contratación de un seguro de vida con tal finalidad, pues ello no hará más
que favorecer al alimentado si el alimentante fallece, no admitiendo que se considere nulo ese convenio, so pretexto de que viola la inherencia personal
de la obligación alimentaria.

Pero, otra cosa es que el alimentado -o su representante legal, tratándose de hijos menores de edad- pretendan imponer al demandado por alimentos
la contratación de un seguro de vida, a fin de garantizar la percepción de las cuotas con posterioridad al fallecimiento de este último.

Cuando ello se ha reclamado judicialmente, la demanda ha sido rechazada en forma categórica.

En tal sentido, esa jurisprudencia[76] ha dicho: “No es admisible imponerle al alimentante la contratación de un seguro de vida a favor de sus hijos
menores, pues con posterioridad a su fallecimiento no se devengan nuevas cuotas alimentarias, por lo que se debe accionar contra los obligados
subsidiarios. Lo contrario importa otorgar al deber asistencial carácter transmisible ‘mortis causa’, cualidad que expresamente veda el art. 374 del Cód.
Civ.”

Agrega el fallo precitado: “La imposición al alimentante de contratar un seguro de vida a favor de sus hijos menores implica obligar a realizar una
inversión cuyos frutos recogerán los menores ‘iure propio’, luego del fallecimiento. Por lo tanto, no se traduce en un beneficio económico inmediato,
para atender las necesidades y urgencias actuales de aquellos, con lo cual se le impondría al demandado una contratación que, en sí misma, carece de
entidad alimentaria”.

Coincidimos con lo determinado en este fallo.

VI. Corolario [arriba] -

Hemos enunciado, y analizado, las diversas medidas que nos proporciona nuestra legislación actual para prevenir el incumplimiento alimentario.

Ello no significa que lo logremos, pues como hemos dicho en otra oportunidad[77], este incumplimiento obedece a varias causas que exceden el tema
exclusivamente jurídico, siendo un problema de compleja solución y que se viene produciendo desde hace décadas hasta la actualidad.
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[1] Abogado, egresado de la Universidad del Salvador (USAL). Especialista en Derecho de Familia, título de postgrado emitido por la Universidad
Nacional de Rosario (UNR). Docente de la Carrera de Postgrado de Especialización en Derecho de Familia, Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional de La Plata (UNL). Docente de la Diplomatura en Derecho de Familia, Niñez y Adolescencia, Facultad de Derecho de la Universidad de Morón
(UM). Docente de la Diplomatura en Derecho de Familia, Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Salta (UCS). Ex docente de la Maestría en
Derecho de Familia, Infancia y Adolescencia, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ex docente de la Actualización de Postgrado
en Derecho de Familia, Infancia y Adolescencia, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Ex docente de la Escuela de Postgrado
del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal (CPACF). Ex docente de Derecho de Familia y Sucesiones de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Buenos Aires (UBA). Ex integrante de la Comisión Asesora Titular para los Concursos de Profesor Ordinario Titular de Derecho Civil V,
Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de La Plata (UNL). Socio Honorario del Círculo de Abogados, Funcionarios, e Investigadores del Derecho
de Familia de la ciudad de Rosario. Autor de más de una decena de libros y de varias obras en coautoría. Ha elaborado numerosos artículos de doctrina
para revistas de la especialidad. Disertante en diversas conferencias y cursos, brindadas/os en la Ciudad de Buenos Aires y en varias provincias de
nuestro país.
[2] Belluscio, Claudio A.: “Incumplimiento de la cuota alimentaria”, Tribunales Ediciones, Buenos Aires, 2013.
[3] CCiv. y Com. Santa Fe, Sala I, 19/10/90, Juris, 87-33 y Zeus, 56-206, Sec. Jurisprudencia.
[4] CNCiv., Sala A, 12/5/88, LL, 1988-E-573 (caso 5890); Quevedo Mendoza, Efrain I.: Juicio de alimentos provisorios urgentes, JA, 1979-IV-722.
[5] Kielmanovich, Jorge L.: Medidas cautelares en el proceso de familia, LL, 1996-A-1199.
[6] CNCiv., Sala G, 31/7/89, LL, 1989-E-529 y DJ, 1990-1-761.
[7] CNCiv., Sala A, 12/5/88, LL, 1988-E-573 (caso 5890).
[8] Lombardi, César A.: La prestación alimentaria: su protección, JA, 1991-II-684.
[9] CApel. Concepción del Uruguay, Sala Civ. y Com., 16/5/89, DJ, 1990-1-379 y Rep. DJ, 1990-1996, p. 109, sum. 175.
[10] CNCiv., Sala F, 16/3/83, , LL, 1983-C-146, Rep. LL, 1983-158, sum. 116 y Rep. ED, 20-A-214, sum. 363.
[11] CNCiv, Sala B, 10/7/98, ED,187-701; CApel. Concepción del Uruguay, Sala Civ. y Com., 16/5/89, DJ, 1990-1-379 y Rep. DJ, 1990-1996, p. 109,
sum. 175.
[12] CNCiv., Sala G, 27/5/86, ED, 119-194; ídem, íd., 31/7/89, LL, 1989-E-529, DJ, 1991-1-761 y Rep. DJ, 1990-1996, p. 109, sum. 172; ídem, Sala
B, 10/7/98, ED,187-701; ídem, CNCiv., Sala F, 16/3/83, LL, 1983-C-146, Rep. ED, 20-A-214, sum. 363 y Rep. LL, 1983-158, sum. 116.
[13] CNCiv,Sala B, 10/7/98, ED,187-701.
[14] Kielmanovich, Jorge L.: Medidas…cit., p. 140.
[15] CNCiv., Sala C, 30/4/96, DJ, 1996-2-1270 (SJ 1176) y Rep. DJ, 1990-1996, p. 900, sum. 1.
[16] CNCiv., Sala A, 28/6/94, LL, 1995-C-143.
[17] Gonzalez, Atilio G.: La intervención judicial cautelar, LL, 1992-B-1097.
[18] Fenochietto, Carlos E.: Código…cit., p. 787.
[19] CCiv. 2ª Cap., 13/3/42, JA, 1942-II-266 y Digesto Jurídico: Jurisprudencia-Bibliografía, t. I: Derecho Civil-Parte General-Derecho de Familia-
Derecho Sucesorio, Ed. La Ley, Buenos Aires, 1965, p. 143, sum. 1273.
[20] CNCiv., Sala E, 9/9/70, ED, 35-386.
[21] CNCiv., Sala B, 9/5/75, JA, 28-344.
[22] Gonzalez, Atilio G.: La intervención…cit., p. 1109.
[23] CNCiv., Sala D, 7/6/99, LL, 1999-F-355.
[24] CNCiv., Sala D, 7/6/99, LL, 1999-F-355.
[25] CCiv. 1° Cap., 31/7/39, JA, 69-17.
[26] CNCiv., Sala C, 1/9/65, LL, 120-930 (12.690-S) y Actualización en Jurisprudencia, Derecho de Familia y Derecho Sucesorio, t. I, Ed. La Ley,
Buenos Aires, 1972, p. 51, sum. 157; ídem, íd., 19/9/57, LL, 90-519; ídem, Sala D, 20/5/83, Rep ED, 20-A-215, sum. 367; ídem, Sala F, 14/8/79,
Rep. JA, 1980-65, sum. 56; ídem, Sala K, 11/4/89, LL, 1989-E-94.
[27] Código del Menor de Colombia de 1989 (art. 153, inc. 2º).
[28] CNCiv., Sala E, 30/11/64, LL, 118-898 (12.023-S) y Actualización…cit., p. 51, sum. 155; ídem, Sala C, 26/10/67, LL, 130-739 (17.239-S) y
Actualización…cit., p. 52, sum. 159; ídem, íd., 6/12/84, Rep. JA, 1985-78, sum. 38; ídem, íd., 23/4/93, JA, 1995-I-55; ídem, Sala B, 31/7/61, LL, 106-
982 (7744-S) y Digesto Jurídico...cit., p. 141, sum. 1255; ídem, íd., 2/4/97, JA, 2001-IV-síntesis, sum. 48; ídem, íd., 7/6/01, JA, 2002-III-síntesis,
sum. 38; ídem, Sala K, 11/4/89, LL, 1989-E-94; ídem, Sala H, 2/11/00, LL, 2001-B-763 JA, 2001-IV-35; ídem, Sala A, 23/9/96, JA, 1997-IV-46; ídem,
Sala F, 25/6/76, ED, 74-608, sum. 227; ìdem, íd., 5/9/78, LL, 1978-D-415; CApel. Concepción del Uruguay, Sala II Civ. y Com., 16/5/89, LL, 1995-D-
880, sum. 380; ídem, íd., 28/12/94, JA, 1996-II-síntesisi, sum. 56; CCiv. 2° Cap., 6/12/93, JA, 44-693.
[29] CNCiv., Sala C, 19/9/57, LL, 90-519; ídem, Sala E, 30/11/64, LL, 118-898 (12.023-S).
[30] CNCiv., Sala K, 7/5/97, LL, 1998-D-934 (caso 13.071) y JA, 1998-IV-síntesis, sum. 54; ídem, Sala H, 2/11/00, JA, 2001-IV-síntesis, sum. 50 y JA,
2001-IV-35.
[31] CNCiv., Sala G, 31/7/89, LL, 1989-E-528.
[32] CNCiv., Sala E, 30/11/64, LL, 118-898 (12.023-S) y Actualización…cit., p. 51, sum. 156; ídem, Sala B, 31/7/61, JA, 1961-V-172, LL, 106-982
(7744-S) y Digesto Jurídico...cit., p. 141, sum. 1255; ídem, íd., 2/4/97, JA, 2001-IV-síntesis, sum. 48; ídem, íd., 7/6/01, JA, 2002-III-síntesis, sum.
38; ídem, Sala G, 27/5/86, ED, 119-194 y Rep. ED, 20-A-215, sum. 369; ídem, Sala H, 2/11/00, LL, 2001-B-763; ídem, Sala F, ED, 74-608, sum. 227;
CApel. Concepción del Uruguay, Sala Civ. y Com., 28/12/94, JA, 1996-II-síntesis, sum. 56.
[33] CNCiv., Sala G, 27/5/86, LL, 1987-B-584 (37.577-S) y ED, 119-194; ídem, íd., 26/1/87, LL, 1989-A-722, sum. 76; ídem, íd., 31/7/89, LL, 1989-
E-528.
[34] CNCiv., Sala H, 2/11/00, JA, 2001-IV-35.
[35] CNCiv., Sala F, 16/3/83, ED, 117-302, sum. 327.
[36] CApel. Concepción del Uruguay, Sala Civ. y Com., 28/12/94, JA, 1996-II-síntesis, sum. 56; CCiv. y Com. Junín, 2/10/97, JA, 2001-IV-síntesis,
sum. 55, CNCiv., Sala B, 7/6/01, JA, 2002-III-síntesis, sum. 38.
[37] Novellino, Norberto J.: Los alimentos y su cobro judicial, Ed. Nova Tesis, Rosario, 2002, pp. 319 y 321; CNCiv., Sala H, 2/11/00, LL, 2001-B-763.
[38] CNCiv., Sala H, 2/11/00, LL, 2001-B-763.
[39] Tal es la solución impetrada en Chile, por la actual ley sobre Pago de Pensiones Alimenticias nº 19.741 (art. 13).
[40] CNCiv., Sala B, 31/3/77, Rep. ED, 11-449.
[41] CCiv. 1° Cap., 11/9/31, JA, 36-949.
[42] CCiv. 2° Cap., 6/12/33, JA, 44-693.
[43] CNCiv., Sala F, 12/4/76, LL, 1976-C-433 (33.685-S).
[44] CNCiv., Sala G, 3/5/88, LL, 1988-D-526 (38.038-S) , y JA, 1988-III-síntesis.
[45] Guahnon, SilviaV.: Medidas cautelares en el juicio de alimentos. Alimentos provisorios, JA, 2005-III-935.
[46] CNCiv., Sala C, 5/5/88, JA, 1988-IV-síntesis; CFed. Civ. y Com., Sala II, 30/11/97, LL, 1998-C-250; CFed. Rosario, Sala B, 30/8/82, JA, 1983-II-
638; CFed. Córdoba, Sala A, 1/3/96, LL Córdoba, 1996-921.
[47] Kielmanovich, Jorge L.: Medidas…cit., pp. 373-374; CCiv. y Com. Bahía Blanca, 25/7/72, LL, 67-711.
[48] CNCiv., Sala A, 9/4/85, LL, 1985-C-195.
[49] Kielmanovich, Jorge L.: Medidas…cit., p. 401.
[50] CNCiv., Sala F, 2/2/82, ED, 115-480, sum. 151; ídem, íd., 12/7/84, JA, 1985-I-síntesis; Kielmanovich, Jorge L.: Medidas…cit., pp. 406-407.
[51] CNCiv., Sala C, 29/3/94, LL, 1995-C-682, caso 10.346.
[52] CNCiv., Sala F, 12/7/84, ED, 111-119, y JA, 1985-I-síntesis.
[53] CNCiv., Sala A, 31/5/93, JA, 1994-II-310; CNFed. Civ. y Com., Sala II, 11/11/94, DJ, 1995-2-1219 (SJ 859).
[54] CFed. Civ. y Com., Sala III, 28/2/90, Rep. JA, 1990-II-133.
[55] CNCiv., Sala J, 14/4/89, DJ, 1990-I-265.
[56] CNFed. Civ. y Com., Sala II, 11/11/94, DJ, 1995-2-1219 (SJ 859); ídem, Sala III, 28/2/90, Rep. JA 1990-133, sum. 1; CNCiv., Sala A, 14/9/94,
DJ, 1995-2-71; ídem, íd., 21/5/96, Rep. JA, 1999-486, sum. 111; ídem, íd., 5/3/92, Rep. JA, 1993-181, sum. 6; ídem, íd., 31/5/93, JA, 1994-II-310;
ídem, íd., 9/9/93, ED, 157-117; ídem, Sala B, 5/4/95, DJ, 1995-2-888.
[57] CNCiv., Sala A, 14/9/94, DJ, 1995-2-71.
[58] CNCiv., Sala B, 4/9/90, Rep. JA 1991-142, sum. 2; ídem, Sala A, 9/9/93, ED, 157-117; ídem., Sala B, 5/4/95, DJ, 1995-2-888; CApel. Civ. y
Com. Concordia, Sala III, 28/3/95, DJ, 1995-2-344.
[59] CNFed. Civ. y Com., Sala III, 10/10/96, ED, 173-94.
[60] CNCiv., Sala C, 30/11/81, LL, 1982-B-463.
[61] CNCiv., Sala J, 14/4/89, DJ, 1990-I-265.
[62] Cárdenas Quirós, Carlos: Fianza y responsabilidad del fiador, en: Revista de Derecho Privado y Comunitario, Ed. Rubinzal-Culzoni, Buenos Aires,
1996, p. 58.
[63] Orgaz, Arturo: Diccionario de derecho y ciencias sociales, Ed. Assandri, Córdoba, 1952, p. 180.
[64] Cárdenas Quirós, Carlos: Fianza…cit., p. 58.
[65] Kiper, Claudio M., y Lisoprawski, Silvio V.: Teoría y práctica del fideicomiso, Ed. Desalma, Buenos Aires, 1999, p. 1.
[66] Kiper, Claudio M., y Lisoprawski, Silvio V.: Teoría y práctica del fideicomiso, Ed. Depalma, Buenos Aires, 1999, p. 1.
[67] Guastavino, Elías P.: Fideicomisos, “leasing”, letras hipotecarias y otros aspectos de la ley 24.441, LL, 1995-B-1066.
[68] Guastavino, Elías P.: Fideicomisos, “leasing”, letras hipotecarias y otros aspectos de la ley 24.441, LL, 1995-B-1066.
[69] Kiper, Claudio M., y Lisoprawski, Silvio V.: Teoría…cit., p. 3.
[70] Kiper, Claudio M., y Lisoprawski, Silvio V.: Teoría...cit., p. 129.
[71] Lambois, Susana E.: El fideicomiso y la legítima, JA, 1998-III-806.
[72] Lambois, Susana E.: El fideicomiso…cit., p. 810.
[73] Ferrer, Francisco A. M.: El fideicomiso testamentario y la flexibilización del derecho sucesorio, JA, 1999-III-1040.
[74] Loyarte, Dolores: Fideicomiso testamentario: instrumento eficaz para la protección de los “concebidos” dentro o fuera del seno materno, JA, 1999-
III-1064.
[75] Loyarte, Dolores: Fideicomiso…cit., p. 1064.
[76] CNCiv., Sala A, 17/2/97, LL, 1997-D-882 (casos 11.796 y 11.797), JA, 2001-IV-44 (índice), sum. 11, ED, 172-543 (con nota aprobatoria de
Alvarez, Osvaldo O.).
[77] Belluscio, Claudio A.: “Incumplimiento de la cuota alimentaria”, Tribunales Ediciones, Buenos Aires, 2013.

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