Clero y Religiosidad en El Decameron de
Clero y Religiosidad en El Decameron de
Clero y Religiosidad en El Decameron de
DE MÉXICO
T E S I S
QUE PARA OBTENER EL TÍTULO DE
LICENCIADA EN HISTORIA
P R E S E N T A :
Agradecimientos
A Pablo, la persona que más quiero en el mundo, motor y dirección de todo lo que hago.
A mis abuelos, que no están físicamente, pero están presentes en todo momento.
A Caro, Mariana, Abril, Paco, Tavito y Juan Carlos por acompañarme siempre.
A mis tíos, sobrinos y primos de la nueva generación, que forman parte de la constancia que
A los amigos de toda la vida del CEPP, que a pesar del correr del tiempo siguen ahí.
A los amigos del CCH, en particular a mis hermanos del hexaedro regular y a las arpías.
A los amigos de la facultad, a quienes conocí cuando ya no era estudiante, pero más vale tarde
que nunca.
A los amigos del Seminario de Estudios Históricos sobre la Edad Media, con quienes dio
A aquellos que han compartido un momento, una sonrisa, un abrazo... soy muy afortunada por
ÍNDICE
Introducción 5
Conclusiones 96
Anexos 100
Misceláneas 104
Fuentes 107
Bibliografía 107
INTRODUCCIÓN
Las investigaciones históricas sobre el Medioevo no abundan en México, sin embargo, se trata
de un campo de estudio vastísimo, no sólo por el amplio lapso que comprende,1 sino también
Los estudios medievales pueden realizarse a partir de distintos puntos de vista, desde
cotidiana. Para esta última vertiente existe una gran variedad de fuentes, además de las
Aunque los valores e ideologías europeos que cruzaron el Océano Atlántico con los
inclusive algunos de ellos persisten hasta hoy día, la validez de un trabajo como el presente no
El Decamerón fue escrito dentro de un contexto particular que debe ser tomado en
cuenta al momento de analizarlo. Se trata de una obra literaria y, como tal, ha sido revisado
muchas veces. Por su parte, en el campo histórico ha sido utilizado para conocer aspectos de
la vida cotidiana, y recurrentemente ha sido citado como fuente para el estudio de la Gran
Peste que azotó Europa a mediados de la decimocuarta centuria. En épocas tan tempranas
1
La “Edad Media” abarca más de mil años (siglos V-XV). La utilidad de dividir la historia en etapas para su
estudio es innegable, pero hay que mantener la mente abierta, ya que, tratándose de procesos humanos es
complicado determinar fechas precisas para procesos de larga duración. Cabe señalar que, entre los estudiosos no
hay acuerdo acerca del principio y el final de este periodo.
2
Vid. Flocel Sabaté, Fin del mundo y Nuevo Mundo. El encaje ideológico entre la Europa medieval y la América
moderna en Nueva España (siglo XVI), México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2011, 80 p.
6
como el siglo XV, Nicolás Maquiavelo retomó en su Historia florentina lo dicho por
Mi planteamiento es que, del mismo modo en que el Decamerón ha brindado luz a los
historiadores sobre la Muerte Negra en Florencia, puede ser utilizado para recabar
información acerca de otros temas, tales como costumbres y modo de vida de los mercaderes,
artesanos, banqueros y demás miembros de la sociedad florentina; así como de ciertas culturas
ligadas al Occidente cristiano, entre otras causas, por su relación comercial.4 Y lo que resulta
primordial para los propósitos de esta investigación: usos y creencias de los hombres
vinculados a la Iglesia.
Una visión desde el exterior de Europa hacia su pasado, que a fin de cuentas no es
construcción, de una época que resulta por demás atractiva. Evidentemente el acceso a la
información proporcionado por las nuevas tecnologías resulta fundamental para conocer y
protagonistas y situaciones ligadas con el clero, sus costumbres y sus creencias. No se trata de
menciones aisladas, ya que hay cuentos enteros dedicados a estos personajes, acompañados, a
veces, de juicios morales del autor, en ocasiones con un dejo de burla, en otras con un franco
tono crítico.
3
Nicolás Maquiavelo, Historia de Florencia, Madrid, Alfaguara, 1979, pp. 145-146.
4
Es claro que las formas interculturales de convivencia variaban dependiendo de la geografía; por ejemplo, en la
parte sur de la península ibérica los musulmanes estaban asentados, no iban de paso como en el caso de Génova,
Venecia o Nápoles. Por otro lado, la presencia judía y su interacción con la mayoría cristiana también dependía
de factores regionales.
5
La historia religiosa abarca más elementos que la historia de la Iglesia, tradicionalmente institucional; por
ejemplo religiosidad y creencias. Precisamente el tema de esta tesis. Vid. Jaume Aurell, La escritura de la
memoria. De los positivismos a los postmodernismos, Valencia, Universitat de València, 2005, pp. 168-175.
7
Con respecto a su uso como fuente histórica, vale la pena recordar que la mayoría de
los estudios elaborados sobre la obra de Boccaccio, se han enfocado en los aspectos
del Decamerón como parteaguas entre la narrativa medieval y la renacentista.7 Por supuesto
hay que tener presentes también, los acercamientos realizados desde la perspectiva de los
estudios de género que han analizado la imagen de mujer que plasmó Boccaccio en sus
escritos.8
Pero no sólo la obra, sino también el hombre, ha sido motivo de interés. Su recorrido
vital fue muy interesante, y de algún modo, representativo del intelectual de su época, por lo
Así pues, la pregunta que rigió esta tesis estaba encaminada a determinar de qué
en materia de doctrina, liturgia y disciplina, y las prácticas populares. Considerando que este
texto permite conocer cómo eran percibidos el clero y ciertas prácticas vinculadas a éste,
Cabe destacar que la escritura del Decamerón no fue un fenómeno aislado, por el
en diversas regiones de Europa. Los cuentos de Canterbury de Chaucer,9 así como el El libro
de buen amor del Arcipreste de Hita10 manifiestan una situación similar y con una narrativa
6
Vid. María Cristina Azuela Bernal, Del Decamerón a las Cent Nouvelles nouvelles. Relaciones y
transgresiones en la nouvelle medieval, México, UNAM, Instituto de Investigaciones Filológicas, 2006, 288 p. /
Claude Cazalé Bérard, “La strategia della parola nel Decameron”, en MLN, vol. 109, no. 1, The Italian Issue,
The Johns Hopkins University Press, enero de 1994, pp. 12-26 / Carmelo Gariano, Juan Ruiz, Boccaccio,
Chaucer, Sacramento, California, Hispanic-California State University, Department of Foreign Languages,
1984, 174 p.
7
Martín de Riquer, “Ensayo preliminar”, en G. Boccaccio, Decamerón, Barcelona, Vergara, 1962, pp. 9-10.
8
Vid. Margaret Franklin, Boccaccio’s heroines. Power and virtue in Renaissance society, Burlington, Ashgate,
2006, 206 p.- Brigitte Buettner, Boccaccio’s Des cleres et nobles femmes. Systems of signification in an
illuminated manuscript, Seattle, College Art Association-University of Washington Press, 1996, 139 p.
9
Vid. Geoffrey Chaucer, Cuentos de Canterbury, Cátedra, Madrid, 2001, 645 p.
10
Vid. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, El libro de buen amor, Cátedra, Madrid, 2001, CXXX-600 p.
8
igual de picaresca, en las regiones inglesa e ibérica, respectivamente. Por lo tanto, es claro que
la Literatura aporta a la Historia información muy valiosa en cuestiones tales como ideología
y costumbres.
península itálica durante el siglo XIV, a través de la pluma de Giovanni Boccaccio, señalando
características de la religiosidad del entorno, así como de la del propio autor. Mi objetivo
principal es conocer de qué modo eran percibidos clero y ritualidad durante la primera mitad
del llamado trecento en Florencia, por medio del Decamerón, un texto que trascendió el
y a los hombres que la representaban. Y, por qué escribió sobre esto, aunque claramente le
realidades, y valorar las repercusiones que tuvo el Decamerón, sobre todo en el ámbito
religioso.
tradicional de que las obras literarias proporcionan información escasa y poco fiable. 11 Esta
contemporáneas a su surgimiento.
11
François Perus, “Introducción”, en F. Perus (comp.), Historia y literatura, México, Instituto Mora, 1997, p. 8.
9
En este ámbito destacan los trabajos pioneros de Robert Darnton12 y Mijail Bajtin13.
búsqueda de desentrañar algo diferente. Sobre sus trabajos cabe decir que el interés de
Bajtin en cambio, era conocer elementos de cultura cómica por medio de la obra de François
Rabelais.
Para la elaboración de este trabajo, he retomado algunos aspectos del llamado giro
cultural, que se nutrió de postulados ofrecidos por Michel de Certeau y Hayden White, entre
otros. He recurrido a ellos debido a que los considero de utilidad para sustentar mi propuesta.
Del llamado giro cultural han surgido propuestas muy interesantes y variadas. 14
Mención especial merece la vanguardista aproximación realizada, desde este lado del
Por otro lado, considero que la corriente de estudios lingüísticos denominada Literacy
En ese sentido, el libro Oralidad y escritura de Walter J. Ong, 16 postula, entre otras
cosas, que los textos expresan más de lo que aparentemente pretenden, y que no hay que
perder de vista, como un factor fundamental, al público receptor de cada obra. En otras
12
Vid. Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa,
México, Fondo de Cultura Económica, 1994, 270 p.
13
Vid. Mijail Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François
Rabelais, Madrid, Alianza, 2003, 432 p.
14
Vid. Martín F. Ríos Saloma, “De la historia de las mentalidades a la historia cultural. Notas sobre el desarrollo
de la historiografía en la segunda mitad del siglo XX”, en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de
México, no. 37, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, enero-junio de 2009, pp. 97-137.
15
José Gaos, “La idea medieval del mundo según la Divina Comedia”, en Historia de nuestra idea del mundo,
México, Fondo de Cultura Económica-El Colegio de México, 1983, pp. 50-66.
16
Walter J. Ong, Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, México, Fondo de Cultura Económica, 2002,
192 p.
10
palabras, propone efectuar una lectura del escrito más allá de lo que dice literal y
literariamente.
En cuanto al giro cultural, me parece que vale la pena mencionar algunos elementos
que, en retrospectiva, lo han caracterizado y me han sido de provecho: primero, la idea de que
que a través de los siglos se había ignorado por las distintas corrientes historiográficas
predominantes, y que cobró importancia hasta el siglo XX; asimismo, el interés por procesos
grupales, es decir, en oposición a la historia de los grandes personajes; también, el uso del
como de la teoría literaria. Ambas disciplinas han influido en la historia cultural, que en una
inversa, como sugiere otra rama de esta misma corriente historiográfica. La historia de la
cultura promueve también, que las colectividades sean estudiadas a través de sus
manifestaciones culturales. En este caso particular, se haría por medio de una obra de
literatura.
Por otra parte, me interesa específicamente la asociación del giro cultural con la
microhistoria, debido a que en esta tesis retomo elementos formulados por dos reconocidos
del mundo, tomando como punto de partida un elemento singular, que bien puede ser un texto
17
Un magnífico resumen de estos elementos puede consultarse en J. Aurell, op. cit. pp. 178-179.
11
o un personaje. En otras palabras, se caracteriza por el afán de incluir cuantos aspectos le sean
y su contexto, que puso en práctica a lo largo del libro El queso y los gusanos.19 En cuanto a
Natalie Zemon Davis expuso hace pocos años la necesidad de ensanchar la visión de los
Por otro lado, Gabrielle M. Spiegel entretejió de algún modo los postulados anteriores
de evaluar varias teorías lingüísticas y su casi nula relación con la Historia, sugirió la
medida de lo posible cada ángulo de un escrito, para poder extraer de él todo lo que puede
México de El Decamerón22 por razones de accesibilidad, para que quien se interese en rastrear
alguna de las referencias, pueda hacerlo con facilidad. Además, creo que se trata de una
Especificado lo anterior, sólo resta decir que este trabajo se encuentra dividido en tres
18
J. Aurell, op. cit., p. 184.
19
Carlo Ginzburg, El queso y los gusanos. El cosmos según un molinero del siglo XVI, México, Océano, 2004,
258 p.
20
Natalie Zemon Davis, Pasión por la historia. Entrevista con Denis Crouzet, Valencia, Universitat de
Valencia-Universidad de Granada, 2006, p. 43.
21
Gabrielle M. Spiegel, “Historia, historicismo y lógica social” en Perus, François (comp.), Historia y literatura,
México, Instituto Mora, 1997, pp. 123-161; y The Past as Text. Theory and Practice of Medieval
Historiography, Baltimore, Johns Hopkins University Press, 1999, 320 p.
22
Giovanni Boccaccio, El Decamerón, México, UNAM, Coordinación de Humanidades, 2003, 915 p.
12
manera general la denominada Baja Edad Media 23 y sus principales características, así como
un panorama sobre la Iglesia, ya que éste es el factor a rastrear en el Decamerón, por último
puede quedar fuera de esta mirada la vida del autor, que también merece un apartado
El tercer capítulo, que conllevó el análisis más amplio, trata sobre los aspectos que del
clero y la religiosidad de los laicos son perceptibles en el Decamerón; desde las cosas
hasta las creencias religiosas tales como la existencia de espíritus, el purgatorio, los pecados,
historiográfica, pero también se aspira a que el análisis aquí presentado pueda volverse una
23
Se considera el inicio de la Baja Edad Media alrededor del siglo XIII, relacionado con el auge urbano; en
oposición a la etapa anterior, es decir la Plena Edad Media (siglos X-XII), vinculada al apogeo feudal.
13
Entre los especialistas existen discrepancias acerca de dónde se ubica la separación entre Alta,
Plena y Baja Edad Media. El propósito de esta tesis no es definir dichas líneas divisorias; sin
embargo, hay características generales que vale la pena señalar para comprender la situación
La Plena Edad Media, periodo precedente al que compete a este trabajo, estaría
dividida a su vez en dos edades feudales. 24 Después de esta etapa, es decir, hacia finales del
siglo XII, y a lo largo del XIII, Europa fue escenario de adelantos tecnológicos sustanciales en
comparación con los siglos anteriores; en este contexto se sitúa el inicio de la Baja Edad
Media.
señalado que el molino, por ejemplo, significó simplificación del trabajo, lo que a su vez
monjes cistercienses, que consideraron necesario reducir el tiempo dedicado a la liturgia, para
24
La primera edad feudal (s. X al XI) se caracteriza por un radical descenso demográfico. Con gente organizada
en grupos no muy grandes, alrededor de un señor, en relativo aislamiento a causa de los caminos abandonados,
con una economía agrícola de subsistencia. La segunda edad feudal (s. XI al XII) se define por cierta prosperidad
comercial, crecimiento demográfico, mejoras en la seguridad de los caminos, restauración de rutas y puentes, y,
rasgo fundamental, cierta bonanza económica que incluyó también a la agricultura, sin la cual el comercio era
impracticable. Este esbozo de la división realizada por Marc Bloch, cumple con la finalidad de señalar los
elementos que precedieron el despegue de las ciudades y el desarrollo de novedosas formas económicas,
políticas y sociales. La categoría Plena Edad Media es de reciente acuñación, Bloch no denominó al periodo
como “plenomedieval”, no obstante, describió muy bien sus características. Marc Bloch, “Condiciones de vida y
atmósfera mental”, en La sociedad feudal. La formación de los vínculos de dependencia, México, UTEHA,
1958, pp. 70-142
25
Jacques Le Goff, La Baja Edad Media, México, Siglo XXI, 2006, pp. 177-180.
14
Con estos avances, las hambrunas quedaron atrás y con ellas la mortandad que
provocaban. Así pues, el panorama cambió y las ciudades comenzaron a poblarse con el
Una incipiente clase urbana dedicada a los negocios desplazó a las antiguas ferias
necesario extender las murallas, de modo que las urbes se ampliaron gradualmente. En su
península itálica surgieron grupos de banqueros de tal relevancia que Joan Evans considera
que “la principal aportación de Italia a la Edad Media fue lo más opuesto al feudalismo: la
banca”.29 Para ilustrar la importancia del comercio, basta señalar la existencia en cada capital
de tablas de conversión monetaria o de pesos y medidas.30 Fue durante esta época también,
26
George Zarnecki, “El mundo monástico”, en Joan Evans (coord.), Historia de las civilizaciones 6. La Baja
Edad Media: el florecimiento de la Europa medieval, México, Alianza-Labor, 1989, p. 55.
27
Donald King, “Corrientes del comercio. Industria, mercados y dinero”, en J. Evans (coord.), Historia..., op.
cit., p. 349.
28
J. Le Goff, La baja..., op. cit., pp. 180-183.
29
J. Evans, “El legado final. Epílogo de la Edad Media”, en J. Evans (coord.), Historia..., op. cit., p. 432.
30
D. King, op. cit., p. 349.
31
J. Le Goff, La baja..., op. cit., pp. 204-208.
15
Hay que abrir un paréntesis para recordar que la constitución de las primeras
universidades ocurrió durante el siglo XIII, y que de manera inmediata se volvieron las
administración pública. Estas nuevas entidades contaban con privilegios como autonomía y
subsidios económicos.32
A fines del siglo XIII e inicios del XIV, la explotación desmesurada de recursos
social. Se llegó a un punto en que la producción superó las necesidades del mercado. 33
Para principios del siglo XIV la situación era crítica en la mayor parte de Europa. El
hambre azotó al continente entre 1315 y 1317; muchas cosechas se perdieron debido a
algunos lugares, la moneda comenzó a escasear y devaluarse.34 En las ciudades italianas, por
otro lado, la crisis pudo sobrellevarse, debido a que el comercio se extendía por regiones
apartadas de la península.
Para terminar este breve balance resulta de primordial importancia indicar el lugar de
ligada por intereses económicos a las principales casas comerciales italianas de la época,
algunas de las cuales se vieron afectadas por la crisis.35 En el siguiente apartado se explica por
qué algunos banqueros florentinos quebraron durante la crisis y otros, en cambio, lograron
prosperar.
32
Richard Hunt, “Suma de conocimientos. Universidades y cultura” en Evans, Joan (coord.), Historia…, op. cit.,
pp. 243-245
33
J. Le Goff, La baja..., op. cit., pp. 264-269.
34
Ibid., pp. 272-275.
35
Vid. Capítulo 2 del presente trabajo, particularmente el apartado 2.1, donde se aborda con mayor detenimiento
la biografía del autor del Decamerón.
16
En el año 1300, había en Europa seis ciudades con más de 50 mil habitantes, treinta con más
de 20 mil y casi ochenta con más de 10 mil almas.36 Las ciudades dejaron de ser la excepción
y su demanda de alimentos y de mano de obra las hizo florecer. Las más importantes como
Florencia, Venecia y Génova “construyeron sus pequeños imperios y, así, pudieron
pequeña piratería de la aristocracia feudal”. 37
En la península itálica, a raíz del predomino urbano, los burgueses y los antiguos
quitaron propiedades, facultades políticas y privilegios a los viejos señores laicos, aunque
propietaria.39
encontrarse en lo más alto, pusieron freno a la posibilidad de elevación de otros, para evitar
36
Robert Fossier, “Crisis de crecimiento en Europa (1250-1430)”, en R. Fossier (coord.), La Edad Media 3. El
tiempo de las crisis 1250-1520, Barcelona, Crítica, 1988, p. 27.
37
Christopher Brooke, “Introducción. Estructura de la Sociedad medieval”, en J. Evans (coord.), Historia..., op.
cit., p. 41.
38
Las comunas surgieron como asociaciones de ayuda mutua, en el seno de la clase mercantil citadina, para
defenderse de los poderes señoriales. De acuerdo a Bonnassie, las comunas italianas se volvieron “auténticas
repúblicas urbanas”; éstas eran dirigidas por consejos compuestos de ciudadanos. Vid. Pierre Bonnassie,
Vocabulario básico de la historia medieval, Barcelona, Crítica, 1984, pp. 53-53.
39
Ruggiero Romano y Alberto Tenenti, Los fundamentos del mundo moderno. Edad media tardía, reforma,
renacimiento, México, Siglo XXI, 2005, p. 17.
17
por esta razón no fueron tan afectadas como el resto de Europa durante los momentos de crisis
ocurridos a principios del siglo XIV. Sin embargo, no hay que olvidar que la prosperidad
residía exclusivamente en los estratos altos de la sociedad, y que hubo excepciones, como en
el caso de las familias Peruzzi y Bardi que quebraron inminentemente en 1343 y 1345
respectivamente, al dejar de percibir los pagos de los monarcas a los que habían financiado
La guerra no era algo ajeno a la península itálica; las ciudades italianas habían estado
inmiscuidas en las disputas entre papado e Imperio. Ambos poderes pretendían dominar los
formadas en territorio italiano, estaban divididas igual que en el resto de Europa, en dos
partidos principales, por un lado se agrupaban aquellos que apoyaban al Papa, y por el otro,
intervención extranjera como método para restaurar el orden. Los güelfos se oponían a dicha
divididos; el partido blanco pugnaba porque el Papa asumiera el control y el partido negro se
40
Entiéndase por “ciudades-Estado italianas” otra forma de designar a las comunas o ciudades localizadas en la
península itálica. De ningún modo se les confunde con los actuales Estados-Nación.
41
D. King, op. cit., p. 349.
42
Pierre Antonetti, Historia de Florencia, México, Fondo de Cultura Económica, 1985, pp. 21-32.
18
desarrollo de las comunas, ya que posibilitó que los ciudadanos se dedicaran a sus negocios u
localización geográfica, esto es, en el área denominada Toscana. 44 Florencia fue establecida
junto a uno de los cuatro cruces principales del río Arno y tenía el típico trazado romano,45 en
otras palabras, era un asentamiento rectangular amurallado, atravesado por dos vías
perpendiculares, que se cruzaban en la plaza principal. La primera muralla tenía unos mil
Fundada en tierra fértil, Florencia contaba con recursos naturales tales como “piedra y
madera de la montaña, vino y aceite de las colinas, arcilla, cereales, legumbres y ganado del
valle”. 47 Recursos que le permitieron progresar. La producción de grano, por otro lado, era
1125.50 El primer gobierno del pueblo que se instituyó funcionó desde 1250 hasta 1260, el
43
Yves Renouard, Historia de Florencia, Buenos Aires, Eudeba, 1968, pp. 72-73.
44
La Toscana limita al norte y al este con los Apeninos, al oeste con el mar Tirreno y al sur con el monte
Amiano y los lagos Trasimeno y de Bolsena; asimismo es atravesada por el río Arno.
45
El asentamiento romano se remonta al año 50 o 59 a.C. P. Antonetti, op. cit., p. 11.
46
Ibid., p. 15.
47
Ibid., p. 14.
48
Frederick Antal, El mundo florentino y su ambiente social. La república burguesa anterior a Cosme de
Médicis: Siglos XIV-XV, Madrid, Guadarrama, 1963, p. 37.
49
P. Antonetti, op. cit., p. 15.
50
Y. Renouard, op. cit., p. 7.
51
Ibid., p. 55.
19
florines de oro, moneda que era aceptada en otros lugares. 52 La nobleza, atraída por la
1266 la burguesía rica consiguió la igualdad de derechos con los nobles iniciando un proceso
El crecimiento de Florencia fue tal que entre 1200 y 1330, pasó de diez mil a noventa
se limitaba a los paños que se importaban, teñían y exportaban. Los mercaderes aprovechaban
los viajes a Oriente para adquirir especias, drogas, perlas, piedras preciosas y pieles que
proteger sus intereses mutuos, en una agrupación denominada Arte de los mercaderes,
de actividades permitieron que a principios del siglo XIII, las llamadas Artes mayores se
declarada por Felipe el Hermoso de Francia, sus integrantes lograron escalar a cargos de
contratación sin pasar por el control de estos magnati, que, además son regidores o
cónsules”. 58
52
Ibid., p. 42.
53
F. Antal, op. cit., pp. 41-47.
54
J. Le Goff, La baja..., op. cit., p. 205.
55
P. Antonetti, op. cit., p. 17 y F. Antal, op. cit., p. 37.
56
Denominado así por la calle donde estaban ubicados sus locales. Y. Renouard, op. cit., p. 33
57
Las siete Artes mayores eran: el Arte de los mercaderes o de Calimala; el Arte del cambio; el de la lana; el de
la seda; el de los merceros, médicos y almaceneros; el de los peleteros; y, el de los jueces y notarios. Idem.
58
R. Fossier, “Crisis...”, op. cit., p. 37.
20
talleres que atravesaban dificultades económicas: “en Florencia los talleres de paños pasaron
de trescientos veinticinco a cincuenta entre 1235 y 1300”. 59 Pero no desaparecieron, los
negocios más grandes absorbieron a los menores, con lo que los sueldos de los trabajadores
permanecían muy bajos. Durante este periodo se congregaron cinco nuevos gremios
nombrados Artes medias. 60 Finalmente las nueve Artes menores se establecieron entre 1288 y
1299.61
Cada Arte tenía su propia organización interna, contaba con estatutos, funcionarios
había que cubrir una cuota, de modo que sólo los comerciantes más acaudalados podían ser
miembros.62
En 1293 los mercaderes habían adquirido tanta importancia en Florencia que emitieron
las Ordenanzas de Justicia, fue así que tomaron el poder y excluyeron a los magnati de los
asuntos de gobierno; no hubo distinción de bandos, tanto güelfos como gibelinos fueron
alejados de la política, los viejos aristócratas y los nuevos ricos, que apenas se distinguían
Para 1300 las Artes mayores contaban cinco mil miembros en sus filas. En la
59
Idem.
60
Las cinco Artes medias eran el Arte de los prendedores y lanceros, el de los albañiles y carpinteros, el de los
calceteros y boneteros, el de los artesanos del hierro y el de los carniceros Y. Renouard, op. cit., p. 41.
61
Las nueve Artes menores concentraban a los mercaderes de vino en la primera, en la segunda a los hoteleros,
en la tercera a los mercaderes de la sal, aceite y queso, en la cuarta a los curtidores, en la quinta a los fabricantes
de corazas y espadas, en la sexta a los cerrajeros, herreros y caldereros, en la séptima los comerciantes al por
mayor, en la octava los horneros y en la última los panaderos. Ibid., p. 61.
62
Ibid., p. 62.
63
P. Antonetti, op. cit., p. 29.
21
lo más bajo de la pirámide social estaban los sottoposti,64 que no pertenecían a ningún gremio,
del buen lenguaje y de lo retórico, así como unos cristianos sinceros que aspiraban, como
todos sus contemporáneos, a la reforma de la Iglesia”. 66
ciudad-Estado italiana. Fueron las viejas ciudades episcopales como Florencia, es decir, las
antiguas urbes romanas constituidas como cabezas administrativas, las que se consolidaron de
esta manera. Aunque el gobierno comunal y la asociación gremial tenían fuertes vínculos, no
que, como Génova, Pisa y Venecia, acogían a todo tipo de gente: mercaderes y sabios de
64
A falta de una traducción precisa al español se utiliza el término en italiano. Los sottoposti eran una suerte de
trabajadores de temporada, también los desempleados pertenecen a esta categoría. Vid. “Glosario”, en R. Fossier
(coord.), La Edad…, op. cit., p. 460.
65
Y. Renouard, op. cit., pp. 70-71.
66
R. Fossier, “Crisis...”, op. cit., p. 146.
67
Christopher Dawson, Historia de la cultura cristiana, México, Fondo de Cultura Económica, 2006, pp. 258-
261.
68
Ibid., pp. 261-264.
22
“obligado punto de encuentro de la civilización y de la cultura provenzal francesa con la
árabe-bizantina, vivaz y riquísimo emporio de los intercambios entre Occidente y Oriente”. 69
joven Boccaccio.
Florencia había estado bajo la protección del rey Roberto en el periodo 1313-1321
ante la latente amenaza de una invasión imperial. El título de señor de Florencia le fue
concedido a dicho monarca por un lapso de cinco años. Condiciones favorables propiciaron
que en 1318 se renovara el nombramiento por cuatro años más. 70 Así pues, tanto la figura del
Queda claro que la importancia de los vínculos mercantiles entre Oriente y Occidente
va más allá del mero intercambio económico. Su desarrollo acarreó además, un apogeo de la
palabra escrita, que marcó los principios del derecho comercial, así como la introducción de
las operaciones con fracciones en las cuentas de uso diario de los mercaderes. Otra novedad
del periodo fue la adopción del papel, proveniente de los musulmanes residentes en España y
Sicilia.71
A pesar de que “la legislación de las cruzadas estipula[ba] la prohibición del comercio
con el enemigo y decreta[ba] el embargo de los productos estratégicos”, 72 existía una
69
V. Branca, “Prólogo”, en G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., p. 11.
70
P. Antonetti, op. cit., pp. 44-45.
71
J. Le Goff, La Baja..., op. cit., pp. 183-190.
72
J. Le Goff, Mercaderes y banqueros de la Edad Media, Buenos Aires, Eudeba, 1963, p. 81.
23
solidaridad entre comerciantes, que provocó que en ciertas disputas de negocios, los
Las prohibiciones de dicha legislación eran más teóricas que prácticas, pues a causa de
sus propios intereses, la Iglesia había protegido a los mercaderes desde tiempos tan tempranos
como 1074.74
En este sentido, la religión y los negocios eran cuestiones independientes para los
amplio debate con el mundo musulmán y tampoco un profundo contacto con la Iglesia
oriental”.75 Ninguno trataba de convencer al otro, prevalecía el interés comercial por encima
de las creencias.
Este repliegue, consecuencia del cese de la pax mongolorum, que había permitido la libre
circulación hacia Asia, canceló el paso por los viejos caminos y terminó con la seguridad para
los viajeros. Como las cruzadas habían cesado, el tránsito se interrumpió inevitablemente.76
cualquier institución, de reformas constantes. Por lo tanto esta necesidad no fue privativa de
73
Georges Duby, Año 1000, año 2000. La huella de nuestros miedos, Barcelona, Andrés Bello, 1995, p. 64.
74
J. Le Goff, Mercaderes..., op. cit., p. 82.
75
R. Romano y A. Tenenti, op. cit., p. 77.
76
Ibid., p. 32.
24
Uno de los problemas internos que la Iglesia 77 enfrentó fue el de la arraigada práctica
de comprar cargos, denominada simonía. Ésta duró varios siglos. Otro problema que data del
mismo periodo era el nicolaísmo o el hábito de los curas de tener mujer e hijos.78 Su
Los afanes renovadores eran tan antiguos como los problemas mismos; la reforma de
Cluny en el año 909 o 910,80 por ejemplo, respondía a los excesos señalados. Con la
Si bien la organización de Cluny y sus prioratos fue plenamente feudal, los monjes
desprecio hacia la vida terrenal y los bienes materiales. Esto no implicaba que las casas de
Dios en la tierra estuvieran desprovistas, así que había iglesias sumamente lujosas. A pesar de
su desdén por lo terreno, los monjes no se aislaron del mundo, se ocupaban de una limitada
Los abades de Cluny eran aristócratas y cultos, de ahí que el trabajo manual, precepto
fundamental para San Benito, fuera sustituido por más ceremonial; inventaron nuevos cantos
77
Utilizo el término “Iglesia” para designar a la institución, a diferencia de “iglesia” en referencia al espacio
físico, es decir al edificio.
78
Charles Seignobos, Historia de la civilización en la Edad Media. Y en los tiempos modernos, México, Librería
de la Vda. de C. Bouret, 1922, p. 111.
79
Enrique Denzinger, El magisterio de la Iglesia, Barcelona, Herder, 1955, p. 133 (n. al p. 3)
80
De acuerdo con Glauco Maria Cantarella, el documento de fundación de Cluny tiene tachaduras en la parte
que indica la fecha. Él lo atribuye al nulo interés de los monjes por consignar este dato. Lo cierto es que el año,
permanece indeterminado. G. M. Cantarella “Cluny, el fracaso de la perfección”, en El siglo XI, marcas de
identidad. Actualmente en prensa. Agradezco al Dr. Martín Ríos Saloma y al Dr. Cantarella por facilitarme copia
del texto.
81
André Vauchez, La espiritualidad del occidente medieval. Siglos VIII-XII, Madrid, Cátedra, 1985, p. 33.
82
Ibid., pp. 40-46.
83
G. Zarnecki, op. cit., p. 55.
25
XI inició la reforma gregoriana. Los Cánones de 1059, entre otras cosas, reprobaban a los
clérigos casados o que tuvieran concubinas. Además se restituían todas las contribuciones que
los laicos84 debían hacer a la Iglesia con carácter de obligatoriedad, como los diezmos. Las
iglesias, parroquias, abadías, etcétera, ya no podían ser otorgadas por cualquier señor, en
Fue durante este periodo que se fijaron los siete sacramentos. Cada sacramento tenía
una finalidad distinta: el bautismo, la de ayudar al hombre a llevar una vida cristiana; la
simbolizar así la unión mística de los cristianos; la penitencia, que ocurría en tres etapas
espíritu; la extremaunción comunicaba la gracia del Espíritu Santo; el matrimonio, que asocia
al hombre y la mujer, de algún modo significaba la unión de Cristo y la Iglesia; y por último,
Mientras tanto, los lujos en la abadía de Cluny y algunas de sus filiales suscitaron una
escisión, la de los denominados cistercienses, que se separaron en 1098. Cîteaux fue el lugar
donde un conjunto de monjes fundó la nueva orden, menos ostentosa que la cluniacense.
84
El término “laicos”, hace referencia a las personas que no se encontraban dentro del orden eclesial. Del mismo
modo que: fieles, creyentes, cristianos y parroquianos.
85
Dominique Iogna-Prat, “Orden / Órdenes”, en J. Le Goff y Jean-Claude Schmitt (eds.), Diccionario razonado
del Occidente medieval, Madrid, Akal, 2003, p. 619.
86
E. Denzinger, op. cit., pp. [44]-[60]
26
introdujeron el trabajo agrícola, lo que a la larga ofreció adelantos técnicos para toda la
cristiandad.87
estableció sus parroquias y abadías en lugares aislados, y trabajó sin aceptar rentas, aunque
completaba sus ingresos con limosnas. 88 Su decadencia comenzó en la segunda mitad del
siglo XII, cuando empezó a enriquecerse con la venta de los excedentes producidos por el
En el siglo XII surgió el anhelo entre los fieles de un acercamiento directo a Dios, pero
el contacto con la divinidad era un monopolio que los eclesiásticos no estaban dispuestos a
compartir. La razón de que herejías como la cátara y la valdense se hicieran de tantos adeptos
fue que pusieron en tela de juicio la necesidad de mediación de la Iglesia entre Dios y su
rebaño.90
recién surgidas herejías91 que amenazaban la anhelada unidad cristiana, este tribunal fue uno
derecho a los señores a elegir a sus obispos y que limitó las prerrogativas de éstos. Así, los
bandos se definieron: por un lado, y a favor de la Santa Sede se encontraban los monjes y en
87
G. Zarnecki, op. cit., p. 71.
88
G. Duby, Economía rural y vida campesina en el Occidente medieval, Barcelona, Península, 1991, p. 262.
89
A. Vauchez, op. cit., pp. 85-88.
90
Ibid., pp. 100-102.
91
Las herejías eran una amenaza para la estabilidad de la Iglesia, en tanto, disensiones de una parte de los
valores admitidos por la comunidad cristiana. Vid. P. Bonnassie, op. cit., pp. 113-117.
92
Girolamo Arnaldi, “Iglesia y papado”, en J. Le Goff y J-C. Schmitt (eds.), Diccionario…, op. cit., p. 358.
27
general los partidarios de los cambios, por el otro, en apoyo al emperador se hallaban los
En los siglos XII y XIII hubo una manifestación de autoritarismo papal con “el
establecimiento de la Curia romana como tribunal supremo de apelación para las cuestiones
las distancias, y constantemente entraba en contradicción con los tribunales locales y laicos. A
A partir del siglo XIV los papas tuvieron que conseguir dinero para el sostenimiento
de sus cortes. Tradicionalmente la Iglesia había mirado con recelo a los comerciantes, los
consideraba un mal necesario, pues condenaba los intereses y la usura y sólo consentía en
permitir el intercambio mínimo inevitable. Esta noción tuvo que modificarse dada la relación
entre papado y banqueros. Fue un cambio gradual pero definitivo; algunos clérigos se
así que el enriquecimiento se efectuó de forma paralela. La relación era tal, que la Iglesia
A la vez, casi todos los obispos y abades eran propietarios de haciendas que les
proporcionaban ingresos pecuniarios. Algunos clérigos lo eran para vivir de las rentas de las
tierras que venían con el cargo. Prueba de ello es que había obispos y abades con múltiples
93
C. Seignobos, op. cit., p. 124.
94
C. Brooke, op. cit., p. 26.
95
Ibid., p. 34.
96
F. Antal, op. cit., p. 111.
28
obispados y abadías, cada cual con sus respectivas entradas; en algunos casos los religiosos97
Las órdenes mendicantes surgieron en el ambiente urbano del siglo XIII, como respuesta ante
contra la opulencia, pues consideraban que los apartaba de los ideales evangélicos. 99 Los
integrantes de estas órdenes se denominaron frailes debido a que adoptaron la vida en común,
en fraternidad.100
Una diferencia fundamental entre monjes y frailes, es que los primeros al ingresar a un
ingresar a una orden podían ir de un convento a otro con libertad. Otro aspecto destacado es
que los antiguos monasterios se encontraban fuera de las ciudades, mientras que los frailes
Los frailes grises, u Orden Franciscana de frailes menores, fueron reconocidos por el
papa Inocencio III en 1210. Francisco de Asís, su fundador, consideraba que la caridad como
penitencia era insuficiente, había que ir más allá y abandonar los bienes propios. La pobreza
era una virtud en las ciudades por hallarse enmarcada en la prosperidad económica; sin la
presencia de los ricos como contraste, la elección individual no tendría relevancia, pues no
97
El término “religioso” hace referencia a cualquier hombre o mujer perteneciente al clero, ya sea regular o
secular, de cualquier nivel dentro de la jerarquía eclesiástica. La tercera acepción del Diccionario de la lengua
española de la Real Academia a la letra dice “[persona] que ha profesado en una orden o congregación
religiosa.”
98
C. Seignobos, op. cit., p. 224.
99
Jacques Verger, “Valores y autoridades diferentes”, en R. Fossier (coord.), La Edad…, op. cit., pp. 109-121.
100
Lester K. Little, “Monjes y religiosos”, en J. Le Goff y J-C. Schmitt (eds.), Diccionario…, op. cit., p. 574.
101
Idem.
29
habría distinción entre ser desposeído por elección o como resultado de condiciones
adversas. 102
y 1219.104 La vida monástica no era atractiva para la sociedad urbana, ya que los monasterios
estaban localizados lejos de las ciudades. La rama femenina de los franciscanos, la orden de
las clarisas, tuvo su primer convento en Florencia, lo que ejemplifica el éxito de las
fraternidades entre la burguesía En esta ciudad apareció también la Tercera Orden de San
Francisco, también denominada Orden Franciscana Seglar, 105 a la que Boccaccio se uniría en
su madurez.
pobreza, en común tenían su propia orden de terciarios, pero en general se dedicaban más al
estudio, ya que algunos frailes menores consideraban que estudiar era una traición a sus
orígenes. 106
Para el siglo XIV los franciscanos y dominicos obtuvieron autorización papal para
visitar a las familias en sus casas. Esta actividad facilitaba las prácticas como la confesión, la
102
En un principio, San Francisco predicaba sin permiso del Papa. En 1209 visitó Florencia por primera vez.
Cada vez que podía se acercaba a pobres y enfermos, pues le gustaba convivir con ellos. Antonio Rubial García,
La hermana pobreza. El franciscanismo: de la Edad Media a la evangelización novohispana, México, UNAM,
Facultad de Filosofía y Letras, 1996, pp. 15-17.
103
La Orden de Predicadores fue fundada entre 1206 y 1216, se extendió mucho más allá del ámbito de la herejía
que combatía. G. Zarnecki, op. cit., p. 100.
104
P. Antonetti, op. cit., p. 21.
105
F. Antal, op. cit., p. 93.
106
F. Antal. op. cit., p. 99.
30
dirección de conciencias y la predicación, todo lo cual tendía a controlar la vida privada. Los
Muchas de las prácticas devocionales que se realizaban regularmente durante el siglo XIV
tenían sus orígenes varias centurias atrás. Desde el siglo VIII, esto es, insertas en el contexto
carolingio fueron establecidas costumbres tales como la prohibición de trabajar los domingos,
Del siglo VIII data, de igual modo, la importancia atribuida a ángeles y santos como
intermediarios ante Dios. Asimismo, en esta época las penitencias pasaron al ámbito de lo
vinculaba a las tentaciones y al pecado, al castigarlo se expiaban las faltas. Otra innovación
fue el paso de una modalidad en que había una única posibilidad de absolución en la vida, a
la absolución, sino la penitencia, o mejor dicho, la Iglesia le hace gracia de ella”. 111
107
Charles de la Roncière, “La vida privada de los notables toscanos en el umbral del renacimiento”, en Philippe
Ariès y G. Duby (coords.), Historia de la vida privada 2. De la Europa feudal al Renacimiento, Madrid, Taurus,
2001, p. 313.
108
A. Vauchez, op. cit., pp. 14-17.
109
Vid. Capítulo 3 de esta tesis, particularmente el apartado 3.3.
110
A. Vauchez, op. cit., pp. 17-23.
111
C. Seignobos, op. cit., p. 114.
31
En la mentalidad de las personas, tanto laicas como religiosas, la forma más efectiva
de acercarse a Dios era seguir o imitar al monacato y sus valores; la labor de los monjes era la
lucha contra el mal, lo que atrajo a varios miembros de la clase caballeresca. Muchos
célibes. Los oblatos113 disminuyeron de forma gradual, ya que se consideraba una decisión
impacto entre los fieles, ya que aminoró el miedo popular a la condena eterna, pues brindó la
relevante es que los castigos asignados eran proporcionales a los pecados cometidos. 115 La
intervención de los vivos podía acelerar la expiación de las penas del difunto. El Purgatorio
tuvo tal aceptación que para mediados del siglo XIII se hallaba sumamente arraigado en la
conciencia colectiva.116
una repercusión indirecta, ya que impulsó la movilidad geográfica de los monjes que tenían
112
A. Vauchez, op. cit., p. 23.
113
Los oblatos eran niños entregados por sus padres a algún monasterio, para ser formados en el seno de la
Iglesia y convertirse en monjes eventualmente. Es acertado decir que se trataba de una ofrenda a Dios.
114
A. Vauchez, op. cit., pp. 46-51.
115
Harold J. Berman, La formación de la tradición jurídica de Occidente, México, Fondo de Cultura Económica,
2001, pp. 181-183.
116
J. Le Goff, El nacimiento del purgatorio, Madrid, Taurus, 1981, pp. 14-15
32
que ser enviados a administrar aquellas posesiones, usualmente localizadas en lugares lejanos:
Los ricos mercaderes pudieron ganar su lugar en el cielo por medio de cuantiosas limosnas.118
La Gran Peste se extendió por casi todo el continente europeo entre 1347 y 1349. 119 Este mal
era una combinación de peste bubónica y pulmonar. La variedad respiratoria era más severa y
acabó con la totalidad de los infectados, en cambio un 25% de los que padecieron la otra
variante sobrevivió. Aquellos individuos que resistían más allá de la cuarta noche quedaban
inmunizados, impidiendo que los brotes recurrentes cobraran tantas víctimas como sucedió
los europeos no tenía anticuerpos. La epidemia causó estragos en casi toda Europa, sin
embargo, ciertas regiones, como la actual Hungría, apenas se vieron afectadas. 121
aparición de pústulas que cubrían el cuerpo del aquejado, luego se le ennegrecían las
extremidades, después sufría convulsiones y vómitos con sangre, por último llegaba la
muerte. La contaminación se efectuaba a través del aliento, inclusive a metros de distancia, así
117
Ibid., pp. 75-77.
118
C. de la Roncière, op. cit., p. 313.
119
Vid. Anexo 3.
120
R. Fossier, Gente de la Edad Media, Madrid, Taurus, 2008, p. 37.
121
R. Fossier presenta la interesante teoría de que el tipo sanguíneo fue determinante en aspectos de inmunidad
regional. Vid. Ibid., p. 24.
33
como por el tacto y la proximidad con la ropa y pertenencias personales de los contagiados.
práctica de sangrar los bubones resultaba peligrosa tanto para el paciente como para el
El patrón del contagio fue el siguiente: primero los adultos y luego los niños. Al
principio sucumbieron los pobres, mal alimentados y hacinados, posteriormente los ricos. Es
destacable la merma que sufrió el ambiente de juristas, médicos y religiosos, puesto que sus
Cuando la plaga se propagó por Europa, se dijo que los mongoles la habían provocado
genovesa Caffa, en Crimea. Cierto o no, es un hecho que en octubre de 1347, naves
cundió por toda la península itálica. En diciembre, un barco llevó el mal a Marsella, en junio
de 1348 llegó a París, en diciembre al Canal de la Mancha y los Países Bajos, en 1349 se
propagó por Gran Bretaña, Alemania y Austria, en diciembre de ese año alcanzó a Escocia,
Las precarias condiciones higiénicas en que vivían las personas fueron determinantes
Peste Negra arribó al continente europeo, la población estaba muy mal alimentada. La
consiguiente hacinamiento en las urbes que tan propicio era para la transmisión de la
infección. Muchos campesinos al huir del hambre hallaron su fin en las ciudades.126
Los índices de mortalidad de la Muerte Negra no tenían precedente: “las grandes
pandemias de 1348, 1360 y 1374 terminaron en algunos meses con la cuarta o la tercera parte,
hasta entonces se manifestó; una urgencia por vivir la vida. Las representaciones de la muerte
la mente humana, de un juicio que implicaba todos sus pecados, y por tanto, la amenaza del
infierno”.128
El azote de la peste fue tal que forzó una tregua de ocho años –hasta 1356- entre
ingleses y franceses que por entonces se encontraban en medio de la Guerra de los Cien
Años.129
El Papa expidió una bula en 1348, según la cual se perdonaría a los sacerdotes de
todas sus culpas y pecados, siempre y cuando se dedicaran a cuidar a los infectados, ya que
muchos curas habían huido de sus parroquias por temor al contagio, y muchos enfermos no
estaban recibiendo la asistencia adecuada en su lecho de muerte.130 Durante esa época se creía
que los desastres eran castigos de Dios, así que la Gran Peste debía ser culpa de grandes
126
R. Romano y A. Tenenti, op. cit., pp. 3-4.
127
J. Verger, op. cit., p. 106.
128
T. S. R. Boase, “La reina muerte. Agonía, juicio y recuerdo”, en J. Evans (Coord.), Historia..., op. cit., p. 307.
129
José Luis Romero, La Edad Media, México, Fondo de Cultura Económica, 1951, p. 85.
130
Emilio Mitre Fernández, Fantasmas de la sociedad medieval. Enfermedad. Peste. Muerte, Valladolid,
Universidad de Valladolid, 2004, pp. 129-130.
131
Ibid., pp. 131-132.
35
bastardos se multiplicaron tanto que el Derecho ya no pudo excluirlos del acceso a carreras ni
a herencias. Tal parece que, el hecho de no poder financiar nodrizas dilató el espacio entre
nacimientos, y “se sospecha la vuelta a la práctica del abandono de los hijos, de las niñas
sobre todo”.132
La enfermedad tuvo consecuencias muy variadas, en opinión de Duby una de ellas fue la
mecenazgo decayó, aquellos hombres que solicitaban artistas de la talla de Giotto fueron
sustituidos en el poder por hombres más toscos, cuyas exigencias artísticas eran minúsculas.
Una crónica de la peste en Sicilia detalla el rechazo general que había hacia los
infectados, tanto por sus propios familiares, como por los clérigos. Por supuesto algunos curas
y frailes sí atendieron a los moribundos y por eso sufrieron contagios y bajas. 134 El mismo
[...] Y no hablemos del ciudadano que evitaba al otro, de que ningún vecino recibía ayuda de
otro vecino, de que los parientes no se visitaban nunca, o sólo de lejos. Tanto era el espanto
alojado en el pecho de los hombres y las mujeres, que un hermano abandonaba al otro
hermano, el tío al sobrino, la hermana al hermano y, muy a menudo, la mujer al marido; y aún
132
R. Fossier, La Edad…, op. cit., p. 55.
133
G. Duby, Europa en la Edad Media, Barcelona, Paidós, 1990, pp. 130-131.
134
Ibid., pp. 134-135.
36
más (algo que parece inconcebible), los padres a los propios hijos, como si no fueran carne de
su carne, y no los visitaban ni les prestaban ayuda alguna. 135
En aquellos tiempos se creía que con penitencias podía apaciguarse la cólera divina,
así que, tras la epidemia, surgieron en los territorios italianos, grupos de auto-flagelantes, que
pronto proliferaron y se esparcieron. En menos de dos años, es decir, hacia 1350, la Iglesia
tuvo que ofrecer como alternativa a esta recién denominada herejía la peregrinación mayor
económicas de la ciudad. Los cargos y propiedades abandonados por los muertos fueron
Las intrigas entre facciones florentinas, es decir las pugnas entre güelfos y gibelinos,
no tardaron en resurgir. Del mismo modo las disputas territoriales con las demás ciudades-
la península. 138
epidemia. En ese sentido, los mendicantes eran la vanguardia de la lucha contra la opulencia,
manifestaron de formas variadas, una de ellas fue la ansiedad por disfrutar lo inmediato, lo
terrenal. 139
135
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Introducción, p. 45.
136
E. Mitre Fernández, Fantasmas…, op. cit., pp. 133-134.
137
R. Fossier, La Edad…, op. cit., p. 55.
138
Vittore Branca, “Juan Bocacio. Perfil biográfico”, en V. Branca, Bocacio y su Época, Madrid, Alianza, 1975,
pp. 238-239.
139
Esto se aprecia, por ejemplo, en la transformación de ciertas representaciones artísticas, como las llamadas
“danzas de la muerte”.
37
Giovanni Boccaccio 140 nació durante la segunda mitad del año 1313,141 su padre, llamado
Aunque era un hijo ilegítimo fue llevado a vivir con la familia de su padre desde una edad
Boccaccio creció en una casa del barrio mercantil San Pierre Maggiore de Florencia,
alternando con periodos de residencia en Certaldo. De ahí la creencia generalizada entre sus
biógrafos sobre su probable nacimiento en alguna de estas dos ciudades. Existe otra postura,
que considera la posibilidad de que en realidad esto hubiera ocurrido en París, pues su padre
Así que es apropiado señalar que una parte de sus orígenes permanece incierta. En
cambio sobre su educación hay mucha luz, ofrecida por el mismo Boccaccio, que en algunos
de sus escritos asentó los datos sobre los personajes que influyeron en su enseñanza.
Su formación intelectual fue vasta; aprendió a leer con Giovanni Mazuoli da Strada.142
Este dato es fundamental, pues además de situarlo en el ambiente letrado, representa el primer
acercamiento que Boccaccio tuvo con la literatura. Se instruyó también en matemáticas para
140
Esta semblanza está basada en la información que Vittore Branca, su biógrafo por excelencia, puntualizó
tanto en “Juan Bocacio...”, op. cit., pp. 169-343, como en “Prólogo” a El Decamerón, op. cit. pp. 7-32.
141
La fecha precisa del nacimiento de Boccaccio se desconoce, sin embargo, como señaló Natalino Sapegno, el
año se sabe por una carta de la correspondencia entre Boccaccio y Francesco Petrarca: “la data si ricava con
sicurezza da un’ epistola del Petrarca”. Vid. N. Sapegno “Introduzione”, en G. Boccaccio, Decameron.
Filocolo, Ameto. Fiammetta, Milano-Napoli, Riccardo Ricciardi Editore, 1952, p. VII.
142
Giovanni Mazuoli da Strada era un profundo admirador de Dante Alighieri, y fue el encargado de enseñar a
Boccaccio los primeros rudimentos de gramática latina. La información en notas al pie de página de este
capítulo, principalmente la referente a personajes que influyeron en Boccaccio, proviene de V. Branca, “Juan
Bocacio...”, op. cit., excepto en aquéllas en que se específica otra fuente.
38
Ya que el padre de Boccaccio era miembro del Arte del Cambio, de los catorce a los
dieciocho años se preparó para serlo también. Como aprendiz realizaba únicamente tareas
menores y bajo supervisión. Estudió derecho canónico en el Studio napolitano, durante cinco
negocio en la corte del rey Roberto de Anjou. El padre de Boccaccio era colaborador de los
Bardi, los Peruzzi y los Acciaiuoli, familias-compañías mercantiles que habían acaparado los
asuntos financieros del reino desde 1312. La vida cortesana144 le brindó la oportunidad de
consultar la biblioteca real y acercarse a los eruditos que rodeaban al monarca. La corte
angevina era multicultural, fue así que Boccaccio entabló amistad con Andalò del Negro145 y
situación había cambiado, Florencia y Nápoles se alejaban cada vez más, tanto económica
como políticamente. Esto modificó todo el panorama de Boccaccio; además, como su padre
había dejado de trabajar con los Bardi desde 1338, se encontraba en aprietos financieros, al
grado de que debió vender algunas propiedades para poder liquidar sus compromisos. Las
diferencias de Florencia con el rey Roberto se agudizaron en 1342, para entonces Boccaccio
143
Cino da Pistoia era un poeta, jurista y profesor en el Studio napolitano, como se le denominaba a la
Universidad de Nápoles. Fue quien guió a Boccaccio, mientras estudiaba con él, hacia una lectura crítica de
Dante.
144
Esa no fue la única ocasión en que Boccaccio residió en una corte, tuvo breves estancias a lo largo de su vida.
Permaneció en la de Ostagio de Polenta, en Rávena de 1345 y 1347. Luego, entre 1347 y 1348 se trasladó a
Forlì, a la corte de Francesco Ordelaffi.
145
Andalò del Negro era un astrónomo genovés, a quien Boccaccio consideraba su maestro.
146
Paolo da Perugia era el bibliotecario real, gracias a su influencia Boccaccio se interesó por las culturas griega
y bizantina.
39
juventud, y de la influencia de las obras a las que tuvo acceso tanto a través de sus maestros
textos de tema pastoril, como la Comedie delle Ninfe (1341-1342) y el Ninfale Fiesolano
(1344-1346), este último mezcla de tema pastoril con personalidades coetáneas a él. Este
periodo fue de creación más variada que el anterior, ya que en 1342 elaboró un compendio en
latín, De Canarias, con la información existente acerca del descubrimiento de dichas islas; y
una obra de mayor alcance, la novela psicológica Elegia di madonna Fiammetta (1344).149
Como ha sido señalado, la Peste Negra asoló Florencia en 1348. Para entonces
Boccaccio había vuelto a establecerse ahí. Su padre trabajó durante la epidemia como oficial
Como la mayoría de los sobrevivientes, Boccaccio perdió amigos cercanos, así como a
patrimonio familiar y de sus hermanos. En este periodo empezó a bosquejar la idea del
Decamerón.
Francesco Petrarca en su casa de Florencia. De este encuentro surgió una estima que perduró
hasta el final de sus días. Esta amistad a su vez, le permitió convivir con los amigos de
Petrarca, y además, acceder a sus manuscritos. Su propia casa se volvió foco de sabiduría,
147
Desafortunadamente se desconocen las fechas de algunas de sus obras.
148
Vid. el Anexo 2 de esta tesis, que consiste en un recuento de las obras conocidas de Boccaccio, con la
información de su origen cuando ha sido posible rastrearlo.
149
Idem.
40
patrocinó, entre otros, a Leonzio Pilato.150 En el año de 1350 Boccaccio inició su Zibaldone
Magliabecchiano.151
Boccaccio siempre consideró a Petrarca su maestro, y cada vez que iba a visitarlo se
dedicaba a copiar todos los textos que podía. Las visitas a lo largo de los años fueron mutuas.
Asimismo, mantenían una relación epistolar. A pesar de sus diferencias políticas, ya que
Petrarca estaba de parte del emperador Carlos IV y Boccaccio en contra, su amistad no sufrió.
Giovanni Boccaccio fue un autor prolífico, como ha sido mencionado, además del
tanto en latín como en italiano. 152 Frederick Antal afirmó que Petrarca y Boccaccio
consideraban vulgar escribir en lengua vernácula, y que de hecho escribían en latín para
diplomática entre 1351 y 1358,154 hasta que una rebelión contra los güelfos en el poder, en la
que estuvieron implicados muchos amigos y conocidos suyos, lo dejó fuera de la esfera
pública.
diplomáticos y dolencias físicas. Su salud se fue deteriorando con la edad, para 1365
150
Leonzio Pilato era un griego al cual Boccaccio hospedó en su casa. Durante ese periodo tradujo a Homero,
Eurípides y Aristóteles. Además le enseñó la lengua griega a su anfitrión.
151
El zibaldone era una especie de cuaderno de notas, con versiones preliminares y copias de textos de otros
autores. Se conoce las existencia de dos de éstos pertenecientes a Boccaccio. Vid. Anexo 2 de esta tesis, en
particular la sección de obras miscélaneas.
152
Vid. Anexo 2 de esta tesis “Obras de Boccaccio”.
153
F. Antal, op. cit., pp. 128-129.
154
Las misiones diplomáticas lo llevaron entre otros lugares a Padua y Aviñón. Aunque, al margen de su
actividad pública, Boccaccio era un hombre que acostumbraba viajar.
41
manifestaba los primeros síntomas de hidropesía. Ese mismo año volvió a ser requerido para
formó un ambiente cultural notable, que incluía a la reina Giovanna. Sin embargo, en 1371
Decamerón, en sus últimos años. Según la leyenda negra, durante la primavera de 1362 habría
eterna si no abandonaba la poesía y sus estudios profanos. De acuerdo a esta versión habría
destruido y quemado muchos manuscritos. También habría sido el motivo principal para su
Empero, con el hallazgo realizado por Vittore Branca en 1963, de una copia autógrafa,
la soledad de la casa de Certaldo, su obra maestra, es el mismo clérigo Bocacio [sic]157 de las
concepción existente acerca de las razones de Boccaccio para incorporarse a los terceros
155
En esa época la sede papal se encontraba en Aviñón. Urbano V volvió a la península en junio de 1367 y llegó
a Roma en octubre.
156
L. Thoorens, op. cit., p. 54.
157
Branca llamó clérigo a Boccaccio porque creía posible que en algún momento de su vida se hubiera ordenado
como tal. Pese a admitir que no eran sino conjeturas al respecto, lo designó así en este párrafo. Hay que recalcar
que, a la fecha, no existe documento alguno que sustente sólidamente su teoría.
158
V. Branca, Bocacio..., op. cit., p. 29.
42
franciscanos. Lo cierto es que unirse a una orden en los años de madurez era una práctica
común en el entorno del autor. Pero, sin duda, hay una diferencia radical entre haberlo hecho
por convencimiento y no por culpa; máxime, si la causa del remordimiento era el texto que
Giovanni Boccaccio era más que un comerciante. Aunque sí perteneció a la clase mercantil y
fue cortesano en Nápoles, se destacó como hombre de letras. Es fundamental señalar que él no
se asumía a sí mismo como mercader, sin embargo, fue su temprana formación como tal, la
Boccaccio era un hombre que se ajustaba a los modelos vigentes entre los intelectuales
de la época, aprendidos de los escritores que le precedieron, así como de sus contemporáneos;
del Hijo de Dios habían llegado al número mil trescientos cuarenta y ocho.” 160 Este tipo de
entre culturas y la influencia que tuvo en la formación de Boccaccio. Fue gracias a su estancia
allí, que pudo conocer de cerca a judíos y musulmanes, y por tanto, adentrarse en el
a sabios letrados, miembros de la realeza y cristianos de otras regiones. Así pues, su paso por
159
Las fechas de la leyenda negra no coinciden, ya que la supuesta aparición habría ocurrido en 1362 y el
ingreso de Boccaccio a la Tercera Orden de San Francisco se dio en 1360.
160
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Introducción, p. 41.
161
Por ejemplo la Crónica de Giovanni Vilani, señala en las primeras líneas que empezó “a compilare nelli anni
della incarnazione di Iesù Cristo MCCC”. Giovanni Vilani, Nuova Cronica, ed. G. Porta, Parma, Fondazione
Pietro Bembo-Guanda, 1991, p. 1. (Letteratura italiana Einaudi) Libro electrónico. Otro ejemplo es el de
Maquiavelo, que dató con una fórmula similar en el proemio de su Historia de Florencia: “partiendo del año
1434 de la era cristiana”. N. Maquiavelo, op. cit., p. 21.
43
la corte angevina amplió sus horizontes culturales, lo que a su vez, le permitió retratar en sus
En ese sentido, por ejemplo, el autor aprovechó el marco de la tercera cruzada para
cuento de la décima jornada describió a Saladino como un hombre bueno y agradecido, pero
también sagaz; un sultán, que ante la inminencia de la guerra, viajó a Lombardía disfrazado de
mercader, para conocer de primera mano a los soldados que se le enfrentarían en batalla. No
Boccaccio juzgaba valiosas en un líder. De acuerdo a esta narración, Saladino tomó prisionero
quien era, lo liberó y colmó de atenciones, pero además, lo ayudó a volver cuanto antes a
Europa para que no perdiera a su esposa, quien se creía viuda, por algunas confusiones
desarrolladas en el relato.162
Por esto, es adecuado afirmar que había reconocimiento de virtudes entre individuos
cultos con creencias religiosas diferentes. Esto ocurriría en ambos sentidos, es decir, así como
Boccaccio celebró el proceder de Saladino en uno de los cuentos, en otro narró la historia de
un sultán dispuesto a escuchar las sugerencias de un cristiano, quien gracias a sus acertados
caso era el sultán quien aceptaba, y aprovechaba, el sentido común del cristiano.
eran tratados los mercaderes en tierras ajenas, así como el hecho de que su exotismo, por
llamarlo de alguna manera, si bien podía generar extrañeza, no provocaba rechazo. Los
comerciantes eran recibidos con el mismo respeto que cualquier otro huésped. Ciertamente el
162
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada X, Cuento 9, pp. 876-893.
163
Ibid., Jornada V, Cuento 2, p. 456.
44
otras palabras, a lo largo del Decamerón aparecen estas relaciones interculturales como algo
En cuanto a las motivaciones de Boccaccio para realizar una obra como el Decamerón,
ese tema es tratado con mayor profundidad en el apartado dedicado a la obra y su contexto
literario. Por ahora basta apuntar que un texto no puede desvincularse del lector a quien va
dirigido, es decir, para comprender su contenido a cabalidad hay que saber para quién y por
qué fue escrito. Por supuesto, a quien se dirige una obra y quien en efecto la lee no
necesariamente coinciden.
Siguiendo esta línea de ideas, vale la pena señalar que Boccaccio sí explicitó para
quién y por qué escribió el Decamerón, de hecho lo hizo en las primeras líneas de la
introducción:
Cuando pienso, graciosas mujeres, que todas sois piadosas por naturaleza, considero una y otra
vez que la presente obra tendrá para vuestro criterio un grave y enojoso principio, como lo es
el del doloroso recuerdo de la pestífera mortandad pasada, para todo aquel que la vio o supo de
ella, y que todavía, por perniciosa y deplorable, conserva en su mente. Mas no quiero que por
esto os amedrentéis antes de leer, como si al leerme tuvierais siempre que hacerlo entre
suspiros y lágrimas. Que este horrido principio sea para vosotras no más que la empinada y
áspera montaña para el caminante, tras la cual hay un bello y deleitoso valle […] A decir
verdad, si hubiese podido llevaros honestamente adonde deseo por otro camino menos áspero
que éste, lo habría hecho de buen grado; pero como él fue el motivo de que ocurrieran las
cosas que luego se leerán y dado que no podían mostrarse sin esta rememoración, casi por
necesidad me veo obligado a escribir de tal modo. 164
Por lo tanto, es apropiado decir que su escrito tenía fines edificantes,165 por medio de
entretenidos cuentos transmitió valores morales, que al mismo tiempo alertaban a sus lectoras
del peligro que representaban algunos religiosos sin escrúpulos. Temas recurrentes en la
164
Ibid., Jornada I, Introducción, p. 41.
165
La literatura edificante se caracteriza por una intencionalidad pedagógica en sentido moralizante. Un ejemplo
muy claro puede verse en Jorge E. Traslosheros, “Utopía inmaculada en la primavera mexicana. Los sirgueros de
la virgen sin original pecado. Primera novela novohispana, 1620”, en Estudios de Historia Novohispana, vol.
30, UNAM, Instituto de Investigaciones Históricas, enero-junio de 2004, pp. 93-116.
45
literatura edificante como virtud, pecado y salvación del alma están presentes en el
Decamerón.
Hay que tener claro que no todas las féminas sabían leer, así es que por damas
Boccaccio debía entender al selecto grupo de las que tenían esta habilidad, por lo general
pertenecientes a la burguesía urbana; ya que las primeras escuelas en admitir al sexo femenino
Al margen de haber escrito una obra de carácter literario, Boccaccio tenía nociones de
“verdad” histórica, y lo manifestó así: “asombroso sería escuchar lo que debo decir si mis
propios ojos y los de muchos no hubiesen visto lo que vieron, y no me atrevería a creerlo, y
menos a escribirlo, aunque mucha gente digna de fe me lo hubiese dicho”. 167
Entonces, el Decamerón se concibió como un libro recreativo, que fue escrito por un
excepto en la parte tocante a la Muerte Negra, donde Boccaccio sí perseguía dejar testimonio
de lo acontecido en su ciudad.
Por el hecho de tratarse de un libro de cuentos, podría pensarse que es sólo eso, que no
hay manera de obtener nada más. El asunto es que Boccaccio retrató elementos, que eran vox
lo mismo que él. En la naturalidad de haber dicho algo que todos sabían, se demuestra esta
aseveración, sus cuentos no trataban de dañar la imagen de la Iglesia. Las críticas y burlas que
166
Walter J. Ong, op. cit., p. 155.
167
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Introducción, p. 43.
46
señalamientos críticos que efectuó se encuentran articulados con las demás piezas que
conforman el texto. Es así que la condena a la falta de piedad de los ciudadanos florentinos
para con sus parientes contagiados, a los que abandonaron por temor a infectarse, se entrelazó
con el reconocimiento que hizo de los frailes sobrevivientes, que continuaron con la labor de
oficiar misas y enterrar a los muertos. Esta declaración es trascendente porque revela un
En ese sentido, es interesante que tanto el contenido como el estudio sistemático del
especialistas han podido rastrear sus influencias y fuentes para escribir, que cabe decir, son
El Decamerón fue escrito por Giovanni Boccaccio entre 1349 y 1351; 168 su título completo es
La palabra de origen griego decameron significa “diez días”, y fue utilizada por
decir verdad, la permanencia de los jóvenes en el campo habría durado catorce días, es decir
dos semanas, no diez días; debido a que los viernes y sábados suspendían sus actividades
segunda jornada:
168
V. Branca, “Prólogo”, op. cit., p. 14.
47
El viernes es día de guardar porque en dicho día murió por nosotros nuestro Salvador, por lo
cual estimo conveniente que no lo dediquemos a los cuentos sino a la oración; el sábado es el
día en que las mujeres acostumbran lavarse la cabeza y quitarse de encima el polvo y toda la
mugre acumulada en la semana; en dicho día también acostumbran reverenciar a la Virgen
Madre de Dios, ayunar, y dejar toda clase de trabajos para honrar el domingo venidero.169
Sobre el subtítulo, lo primero que hay que indicar es que Galeotto es la italianización
de Gallehault, el nombre de un caballero del ciclo artúrico que intervino y alentó los amores
de su fiel amigo Lancelot y la reina Guinevere. No hay que confundir, por lo parecido de sus
nombres, a Gallehault con Galahad, el caballero del Santo Grial. Se trata de personajes
cultural del papel de Gallehault como incitador de relaciones prohibidas.172 Boccaccio, por su
parte, esclareció de esta manera el porqué del subtítulo, en el proemio del Decamerón:
Es cosa humana, y norma para todos, sentir compasión por los afligidos, máxime por aquellos
que, necesitados de consuelo, conocieron sus efectos al hallarla en los demás. Si alguien ha
habido con mayor necesidad de ella y la ha obtenido a plenitud, ése soy yo. Desde mi primera
juventud hasta el tiempo presente, he abrigado un amor noble y de muy alta condición, acaso
mucho más de lo que parecería conveniente para mi baja condición, puesto que yo mismo lo
digo; sin embargo, de los discretos que han estado al tanto de ello, sólo he recibido alabanzas,
169
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada II, Conclusión, pp. 237-238.
170
Ibid., Jornada VII, Conclusión, p. 642.
171
Vid. Paul Patrick Rogers, “Why el Gran Galeoto?”, en Hispania, vol. 6, no. 6, diciembre de 1923, pp. 372-
377.
172
En el segundo círculo del infierno, Dante encontró a un par de amantes, Francesca de Rimini y Paolo
Malatesta, ella le cuenta que el libro sobre Lancelot que leían juntos, fue como un Gallehault para ellos, es decir,
que los impulsó a seguir sus pasiones, lo que más tarde los llevó a la muerte. Vid. Dante Alighieri, La Divina
Comedia, Infierno, Canto V.
48
pues me han visto sufrir no por culpa de la mujer amada, sino por el excesivo fuego concebido
en la mente por un poco regulado apetito, que nunca me tenía contento ni me daba tregua. 173
amoroso relatado. Además, remató con la idea de que su libro podría fungir como compañía
en situaciones semejantes, es decir, hacer las veces de guía o incluso de galeoto 174 con las
ofrecerían una amplia gama de sugerencias, que podían seguirse o no, de acuerdo al sentido
El hecho de que Boccaccio haya escrito un libro para esparcimiento de las mujeres,
para qué público fue concebida una obra. Cuando se evalúa el caso del Decamerón, surgen
algunas interrogantes. Por ejemplo, por qué razón Boccaccio lo escribió en lengua vulgar, si
consideraba que el latín era un lenguaje más rico, con el que podía expresarse mejor.
Para responder a esta cuestión, hay que recordar que, aunado al hecho de que el
Decamerón fue pensado como entretenimiento femenino, hay otro factor fundamental y es
que el latín era la lengua culta de la época, pero esa no era su única característica; su uso se
173
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Proemio, p. 35.
174
El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia define “galeoto” como: “alcahuete (hombre que
concierta una relación amorosa).” El proceso de asimilación es equiparable al ocurrido con la palabra
“celestina”.
175
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Proemio, p. 37.
49
mercantil, entre hombres que no podían comprender el sinfín de lenguas existentes. Otro
elemento cardinal es que el latín, al ser la lengua utilizada para la formación académica, era
prácticamente de uso exclusivo del sexo masculino.176 Por lo tanto, si Boccaccio aspiraba a
ser leído por mujeres, debía escribir en el idioma que éstas pudieran leer.
Esta idea se sustenta también, con la teoría que el propio Boccaccio ofreció acerca de
las razones de Dante para escribir la Divina Comedia, obra de alta materia, en lengua
vernácula, pudiéndolo haber hecho en latín, como tantos poetas lo habían hecho hasta
entonces. Boccaccio sostuvo que el propósito de Dante era que la “obra pudiera ser leída por
sus conciudadanos y por los demás habitantes de Italia, puesto que si la hubiera escrito en
enfatizando la importancia de Dante y su obra, ya que “al escribirla en vulgar, hizo algo que
jamás se había hecho: una obra que podían leer no sólo los hombres cultos, sino también los
incultos, nunca antes tomados en cuenta por los primeros [...].”178 Boccaccio sin duda siguió
las mujeres dentro de su audiencia; las cuales como se ha señalado, estaban marginadas del
Siguiendo este orden de ideas, otro detalle original del Decamerón es que fue pensado
para ser leído a solas, a pesar de que antes de la invención de la imprenta, los manuscritos
solían leerse en voz alta.180 No obstante, fue el mismo Boccaccio quien dejó constancia de que
176
W. Ong, op. cit., pp. 112-114.
177
G. Boccaccio, Breve tratado en alabanza de Dante, en Dante Alighieri, Vida nueva. Seguido de G.
Boccaccio, Breve tratado en alabanza de Dante, México, UNAM, Coordinación de Humanidades, 2000, pp.
184-185.
178
Ibid., p. 185.
179
Boccaccio llamó “idioma florentino” a la lengua con la que Dante configuró su magna obra. Opté por utilizar
el genérico “italiano” a lo largo del capítulo para no generar confusiones durante la lectura.
180
W. Ong, op. cit., pp. 137-138.
50
las mujeres florentinas que sabían leer, acostumbraban hacerlo en casa, es decir en la órbita de
lo privado:
¿Y quién negará que dicho consuelo, por pequeño que pueda ser, es preferible dispensarlo en
mayor medida a las gentiles mujeres que a los hombres? Ellas, temerosas y avergonzadas,
ocultan bajo su delicado pecho las amorosas llamas, mucho más intensas cuanto más ocultas,
cosa que bien saben quienes las han disfrutado y disfrutan. Además, restringidas sus
voluntades y en sus placeres por las órdenes del padre y de la madre, del hermano o del
marido, viven la mayor parte del tiempo encerradas en el estrecho círculo de sus alcobas,
donde pasan las horas casi siempre ociosas, pensando en cosas ora deseables, o rechazables,
casi siempre tristes.181
textos con esta característica, no fue pensado para su lectura en público. Paradójicamente, los
cuentos incluidos en él fueron verbalmente expresados por los protagonistas de las diez
jornadas, siendo el hilo conductor de toda la obra; además, Boccaccio apareció como
narrador, tanto en el proemio e introducción, como en la conclusión; este rasgo destaca ciertas
Decamerón, se ha encontrado que algunas copias de éste fueron encargadas por miembros de
la nobleza cortesana francesa e italiana, y se sabe que en estas cortes las mujeres se reunían
A las bibliotecas francesas fueron a parar numerosos códices lujosos de mano italiana.
Asistimos así, primero en Francia y luego en Italia, al empleo del libro como refinado
entretenimiento para lectura en grupo, ante damas, en las cortes renacentistas, atestiguado por
los ejemplares de formato lujoso que suelen resaltar gráficamente a la brigata para propiciar la
analogía especular entre ésta y la reunión de damas cortesanas.”182
181
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Proemio, p. 36.
María Hernández Esteban, “Decamerón o Centonovelle, el título del libro y su difusión” en Magdalena León
182
Gómez (coord.), La literatura en la literatura. Actas del XIV Simposio de la Sociedad Española de Literatura
General y Comparada, Madrid, Sociedad Española de Literatura General y Comparada, 2004, p. 279.
51
El uso que tuvo el Decamerón en las cortes, ejemplifica que al margen del público al
que va dirigida una obra originalmente, su destino permanece incierto. Si bien el Decamerón
no se concibió para lecturas públicas, como las que Boccaccio realizaría de la obra de Dante,
terminó siendo referente en algunas cortes. Esto de ningún modo demerita la utilidad de
repartidos en diez jornadas temáticas con una decena de relatos cada una. Las narraciones se
reunión, estos cierres incluyen un poema o balada. Los días transcurrían, de acuerdo con el
aparece un sinnúmero de sujetos, todos y cada uno de ellos pertenecientes a estratos sociales,
la peste, ésta fue la motivación del viaje y al mismo tiempo, la columna vertebral del libro. En
La ciudad tuvo que ser limpiada de inmundicias por operarios nombrados a tal efecto; se le
prohibió la entrada a cualquier apestado y se dieron muchos consejos para conservar la salud;
y se hicieron no una sino muchas rogativas a Dios, en procesiones de la gente devota, y al
principio de la primavera de dicho año, los dolorosos efectos de la peste comenzaron a
manifestarse de horrible manera. Y no como en Oriente, 183 donde la sangre que salía de la
nariz era manifiesto signo de muerte inevitable. Aquí, al empezar la enfermedad, a hombres y
mujeres les aparecían, en las ingles o bajo las axilas, ciertas hinchazones que a veces
183
Seguramente Boccaccio tenía conocimiento de la evolución de la enfermedad en Asia por testimonio de los
mercaderes que solían viajar por negocios a ese continente.
52
alcanzaban el tamaño de una manzana; otras tenían, más o menos, el tamaño de un huevo, y el
vulgo los llamaba bubones.184
El autor fue testigo de la desolación de Florencia y los intentos de sus habitantes por
contener la epidemia; obviamente todo esfuerzo fue inútil. Poco a poco la ciudad fue
vaciándose; los que podían huían, pero la mayoría había enfermado y muerto, las personas
sanas no quería hacerse cargo de sus familiares infectados y menos de los restos de los
suspendida, había brigadas organizadas por la Comuna, que recogían los cuerpos y los
llevaban a fosas comunes. De acuerdo con Boccaccio la corrupción en el ambiente era tal, que
los perros que mordisqueaban a los muertos caían fulminados ahí mismo. En las zonas más
pobres de Florencia la mortandad fue mayor debido a las bajas condiciones de vida que de por
vez que el tema de la peste fue tratado en una obra de historia, la introducción al Decamerón
salió a colación.186 El autor registró lo que observó con la consciencia de que al fijarlo por
El cuadro descrito por Boccaccio remite a quien lo lee, a la Florencia azotada por la
Santa María Novella. Era un grupo de diez jóvenes; tres varones: Pánfilo, Filóstrato y Dioneo,
y siete mujeres: Pampinea, Fiammetta, Filomena, Emilia, Lauretta, Neifile y Elisa; cada uno
184
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Introducción, p. 42.
185
Ibid., Jornada I, Introducción, pp. 41-60.
186
La figura de Boccaccio también se ha utilizado para caracterizar al humanista del siglo XIV. Ofrezco dos
ejemplos, el primero es una obra de gran calado, el segundo una obra de síntesis. Vid. R. Fossier (coord.), La
Edad…, op. cit., p. 157. Y José Luis Romero, op. cit., pp. 192-194.
53
de los cuales presidió una jornada, en calidad de rey o reina, y eligió la temática de ésta; por
lo tanto, cada día debía haber diez historias relativas al tópico seleccionado.
fortuna, la lucha contra la adversidad, los engaños, principalmente entre parejas, los amores
frustrados, las burlas, e incluso los grandes hechos de hombres o mujeres magnánimos. Hay
historias felices, así como tragedias; el espectro es ancho. En cada introducción el rey o reina
La primera reunión fue regida por Pampinea, y como las reglas acababan de
establecerse el tema de las narraciones fue libre, se dejó a criterio de cada uno de los jóvenes.
La segunda jornada tocó reinar a Filomena, quien eligió como tópico la lucha de los hombres
contra la adversidad con felices resultados. El tercer día fue el turno de Neifile, que decidió
que los cuentos tratarían sobre éxitos logrados a base de persistencia. Filóstrato mandó que
durante la cuarta sesión se platicara de amores con finales infelices. Fiammetta presidió la
quinta asamblea y optó por historias de amor con finales afortunados. La sexta tarde fue
gobernada por Elisa quien decidió discurrir acerca de lo que el ingenio puede lograr contra la
adversidad. Dioneo fue el jefe del séptimo turno y la temática de su elección fue la burla,
principalmente la referente a las mujeres infieles. Las bromas, como asunto general, fueron
tratadas durante la octava sesión, que fue encabezada por Lauretta. Emilia mandó que en la
penúltima reunión se hablara libremente, de nuevo. Y Pánfilo, el último rey, decidió discutir
inmediatamente anterior al de la vida del autor. Si bien los cuentos que incluye son una
época.187
187
V. Branca, “Prólogo”, op. cit., pp. 15-23.
54
Las fuentes estilísticas de la obra son extensas, de acuerdo con el tipo de narración de
que se trate; algunos cuentos tenían versiones previas en obras de juventud del propio
valía Boccaccio constantemente, para expresar sus propias reflexiones a través de alguno de
sus personajes. Por ser el Decamerón un escrito literario, las declaraciones de sus
protagonistas provenían de una única fuente: el marco referencial del autor. Asimismo, se
trata de una obra literaria, que entre otras cualidades tiene la de haber retratado de manera
Michel de Certeau, sobre que un texto adquiere significado al ser leído, y de Paul Ricoeur,
acerca de la confluencia que ocurre durante la lectura entre “el mundo del texto”, es decir, su
contexto de origen, y “el mundo del lector”.189
En esta línea de ideas, hay que tener en cuenta los factores mencionados en párrafos
no en lengua latina, del mismo modo hay que recordar que su texto cabe dentro de la
categoría de literatura edificante, y que además estaba dirigido a un público femenino urbano.
fue uno de los primeros trabajos en lengua vernácula que se tradujo y difundió por Europa
188
V. Branca, “Juan Bocacio...”, op. cit., p. 237.
189
Guglielmo Cavallo y Roger Chartier “Introducción” en Cavallo, Guglielmo y Roger Chartier (dirs.), Historia
de la lectura en el mundo occidental, Madrid, Taurus, 2004, pp. 15-17.
55
uno de 1360, probablemente supervisado por él, 191 y otro, mucho más interesante por tratarse
de una copia autógrafa, 192que data de 1370;193 este último sería el mencionado en el apartado
referente a la vida del autor, descubierto en 1963 por Vittore Branca, es decir, aquel del que se
Decamerón.
de historias, se hicieron muchas versiones de relatos sueltos. Hay indicios de que a lo largo
del tiempo hubo una tendencia a copiar únicamente los cuentos, dejando de lado a la brigata,
conductor. Tal parece que los manuscritos encargados por individuos con mayor presupuesto,
tenían la factura más fiel, en cambio, los realizados por mercaderes, se elaboraron de forma
novelas”, en alusión directa al contenido, debido a que los copistas no entendían su
significado.194
Sobre los manuscritos del Decamerón en otras lenguas, cabe señalar que Laurent de
1411 y 1414, bajo el patrocinio del duque de Berry, 195 tomando como base una traslación del
190
M. Hernández Esteban, “Decamerón o Centonovelle...”, op. cit., p. 276.
191
Códice Italiano 482, Biblioteca Nacional de Francia.
192
Códice Hamilton 90, Staatsbibliothek de Berlín.
193
M. Hernández Esteban, “Decamerón o Centonovelle...”, op. cit., p. 276.
194
María Hernández Esteban elaboró un listado representativo d estos manuscritos, ofreciendo detalles sobre los
cambios e inconsistencias de cada uno. Vid. Ibid., pp. 276-278.
195
Patricia M. Gathercole, “The French Translators of Boccaccio”, en Italica, vol. 46, no. 3, American
Association of Teachers of Italian, otoño de 1969, pp. 300-301.
56
italiano al latín, elaborada por Antonio d’Arezzo. El códice de Premierfait sirvió a su vez, de
Boccaccio. Para 1440, la biblioteca del conde de Benavente, Rodrigo Alfonso Pimentel ya
contaba con un ejemplar en español de Unos cuadernos del libro de las Cien Novelas en
papel celtimenor, una copia parcial de la obra, como su nombre lo indica. Hacia 1469
apareció en Sevilla la primera traducción castellana completa bajo el título Las Ciento
En cuanto a las primeras ediciones conocidas, la más temprana es una italiana de 1470
conocida como Deo gratias ya que propiamente no tiene título; le sigue una veneciana salida
conocen dos ediciones; la primera es la del impresor Günther Zainer de 1473, traducida por
Arrigo, y la segunda, impresa en 1490, por el editor Anton Sorg; ambos libros aparecieron en
Augsburgo.199
París en 1485, estaba basada en la traducción al francés realizada por Laurent de Premierfait
comiença el libro de las cient novellas de micer Juan Bocacio de Certaldo poeta eloquente”,
196
M. Hernández Esteban, “Decamerón o Centonovelle...”, op. cit., p. 280.
197
Francisco José Alcántara, “Prólogo del traductor”, en G. Boccaccio, Decamerón, op. cit., p. 54.
198
M. Hernández Esteban, “Decamerón o Centonovelle...”, op. cit., p. 281.
199
Idem.
200
P. Gathercole, “The French Translators...”, op. cit., p. 300.
57
Florentino, poeta eloquente, en las cuales se hallará notables ejemplos y muy elegante estilo,
vio la luz en Toledo el año de 1524 y posteriormente fue reeditado regularmente, ya que
En comparación con las ediciones evaluadas en los párrafos anteriores, puede decirse
que la primera traducción inglesa fue bastante tardía, se realizó hasta 1620 y su estudio
presenta ciertas complicaciones debido a que apareció después de la inclusión del Decamerón
en la edición del italiano Leonardo Salviati de 1582, autorizada por la Iglesia, que
supuestamente habría servido de base al traductor inglés, por lo que se sospecha que éste tuvo
emisión de dicho Index, es decir, en el año 1558 a instancias del papa Paulo IV, en el marco
que no se retiraron las “obscenidades”, sino aquello que podía propiciar cuestionamientos
dogmáticos, como la historia de los tres anillos,205 o sea, el tercer cuento de la primera
jornada, en que refería una metáfora sobre las tres religiones principales.206
201
M. Hernández Esteban, “Decamerón o Centonovelle...”, op. cit., p. 281.
202
F. J. Alcántara, op. cit., p. 55.
203
Vid. Herbert G. Wright, “The First English Translation of the ‘Decameron’”, en The Modern Language
Review, vol. 31, no. 4, Modern Humanities Research Association, octubre de 1936, pp. 500-512.
204
F. J. Alcántara, op. cit., p. 51.
205
Esta fue una de las historias que leyó Menocchio, por lo que Ginzburg dedujo que tuvo acceso a una edición
previa a la purga. C. Ginzburg, op. cit., p. 100.
206
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Cuento 3, pp. 81-83.
58
reconocer públicamente haberlo leído sin el temor a sufrir severas represalias, mucho menos
sección de los escritores cuya obra total estaba prohibida, el Decamerón aparecía en la parte
revisa con detenimiento este primer Index, se puede constatar que, en general, las causas de la
inserción de una obra no se explicaban. El caso del Decamerón es notable, por la breve
Hoy por hoy el Index no existe; desapareció en 1966 por orden del papa Paulo VI. Sin
embargo vale la pena destacar que en la edición de 1632, el Decamerón seguía prohibido en
intolerancia hacia la obra, ya que varios ejemplares fueron quemados en las hogueras
instigadas por el fraile dominico Girolamo de Savonarola a finales del siglo XV.210
207
Nada mejor para ejemplificar este peligro que el caso de Menocchio, quien leyó, entre otros libros prohibidos,
una versión no expurgada del Decamerón alrededor de 1583, poco más de dos siglos después de su aparición. Y
en efecto, pagó las consecuencias. C. Ginzburg, op. cit., p. 62-73.
208
El Index a la letra dice: “Boccatii Decades, seu Nouellæ centum quæ hactenus cum intollerabilibus erroribus
i[m]pressæ sunt, & quæ in posterú cum eisdem erroribus imprimétur.” Index Librorum Prohibitorum, 1559,
Bavarian State Library, Index of Prohibited Books from the Roman Office of the Inquisition,
http://www.aloha.net/~mikesch/ILP-1559.html.
209
En el Novus Librorum se lee: “Giovani, Boccacio, Novelle, no siendo de las corregidas, é impressas del año
de 157[...] a esta parte.” Novus Librorum Prohibitorum & Expurgatorum Index. Pro Catholicis Hispaniarum
Regnis, Philippi IIII. Reg. Cath. An. 1632, 1632, Universidad de Sevilla, Fondos digitalizados,
http://fondosdigitales.us.es/fondos/libros/462/10/nouus-index-librorum-prohibitorum-et-expurgatorum/
210
J. M. de Bujanda, “Los libros italianos en el índice español de 1559”, en Bibliothèque d'Humanisme et
Renaissance, t. 34, no. 1, Librairie Droz, 1972, p. 93.
59
Durante la Edad Media los hombres creían que las calamidades provenían del cielo como
castigo por los pecados cometidos,211 ahora bien, si el desastre era proporcional al enojo
cuerpos superiores, o por nuestros actos inicuos, que suscitaron la justa ira de Dios, fue
enviada para enmienda de los mortales.” 212
Estas líneas contienen de manera implícita dos aspectos notables; el primero, una
crítica a la humanidad corrupta, que incluye a la Iglesia como componente más; y el segundo,
la responsabilidad que Boccaccio asumía dentro del grupo de los pecadores, al emplear el
En esta obra se puede advertir cómo la vida de una poderosa ciudad se paralizó, cómo
tuvo que transformarse y cómo la gente, por medio de enormes peregrinaciones, intentó
A los florentinos, como a cualquier cristiano de la época, les resultaba lo más lógico
marchar a lugares santos, puesto que existía la creencia de que Dios había elegido lugares
211
G. Duby, Año 1000…, op. cit., p. 80.
212
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Introducción, pp. 41-42.
60
Para Boccaccio fue muy impactante el cambio que sufrieron las costumbres funerarias
después de la Muerte Negra. Describió con un cierto dejo de nostalgia de qué modo solían
llevarse a cabo los velorios antes de la catástrofe, ya que, eventualmente, tuvieron que
Era usanza que las mujeres, parientes y vecinas, se reunieran en la casa del muerto, y que las
más allegadas a este lloraran; y que, en la casa de enfrente, se reunieran los deudos más
próximos del finado, junto con los vecinos, el grupo de ciudadanos y, de acuerdo con el rango
del difunto, también los clérigos. El muerto era llevado luego, a hombros de los suyos, rumbo
a la iglesia que éste había elegido, con funeral, pompa de cera y cantos. 214
Se sabe por el Decamerón que con el avance del contagio los cuerpos tuvieron que ser
arrojados a fosas comunes sin mayor ceremonia, debido a la gran cantidad de cadáveres y a
que los mermados religiosos no se daban abasto. El cambio en las prácticas fúnebres ocurrió
por una necesidad de carácter pragmático, no había otra opción; asimismo, una vez que la
plaga hubo retrocedido, las representaciones en las tumbas se tornaron un tanto descarnadas,
la danza de la muerte.215
muerte. Fue común que los sobrevivientes dieran rienda suelta a sus impulsos, e inclusive
habló de monjas que “recluidas en los monasterios, pónense a pensar que les conviene a ellas
lo que hacen las demás, y rota ya la obediencia a las leyes, entréganse a los placeres carnales
y se tornan lascivas y disolutas.” 216
213
Ibid., Jornada I, Introducción, p. 42.
214
Ibid., Jornada I, Introducción, p. 46.
215
T. S. R. Boase, op. cit., p. 307.
216
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Introducción, p. 52.
61
Una declaración de esta naturaleza tendría serias implicaciones, pero a lo largo del
Decamerón, Boccaccio diluyó su tono severo, e incluso justificó las necesidades del cuerpo de
todo ser humano. Entonces, es acertado decir que, sí hay en su escrito cierta condena moral,
Abundantes son los hombres y mujeres cuya necedad les hace creer que en cuanto una joven
se ha puesto la toca blanca y echado encima la cogulla, deja de ser mujer y de sentir femeniles
apetitos, como si el hecho de ser monja la convirtiera en piedra. Y cuando llegan a oír algo
contrario a tal creencia, montan en cólera como si se hubiese cometido un perverso crimen
contra natura, sin ponerse a pensar que ellas no tienen la libertad de poder hacer lo que
quieran, ni vencer las fuertes tentaciones del ocio y la soledad. 217
Más que un ataque, puede considerarse una crítica al estilo de vida de los religiosos
eclesiásticos.
benevolencia de Dios, ésta era una práctica común en la literatura. En el epílogo del
Decamerón argumentó, tanto el por qué del lenguaje utilizado como el de la temática del
libro, expuso que su intención era simplemente distraer, hacer reír u olvidar, para dejar atrás
la tragedia de la peste:
Nobilísimas damas, para el solaz de quienes me propuse escribir este libro tan largo: paréceme
que vuestros gentiles ruegos y el auxilio de la Divina Providencia, más que mis méritos
lleváronme a terminar lo que os prometí. […] Algunas de vosotras tal vez dirán que me tomé
demasiadas licencias al escribir estos cuentos, y que en ellos, a menudo, las mujeres oyen o
dicen cosas que no deberían oír ni decir […] Estos cuentos pueden beneficiar o perjudicar,
como todas las cosas de este mundo, y el beneficio o el perjuicio dependerá de la sensatez de
los lectores. […] Ninguna mente corrompida entiende sanamente las palabras y las palabras
217
Ibid., Jornada III, Cuento 1, p. 247.
62
honestas en nada pueden serle provechosas; por el contrario, las palabras deshonestas no
pueden contaminar a la mente pura.218
El hecho de que Boccaccio haya justificado así su escrito, no tiene que ver con su
condición de creyente, sin duda lo era; hay que tener en consideración que en 1360 recibiría
las Órdenes Menores.219 Por si esto fuera poco, cuidó de precisar la autenticidad del dogma
cristiano: “ya se ha dicho bastante, y muy bien, acerca de la veracidad de nuestra fe.”220
Afirmaciones parecidas a esta pueden hallarse a lo largo de las diez jornadas que componen el
Decamerón.
posibilidad de que cristianismo, judaísmo e islam fuesen igual de sagrados, no así verdaderos.
De algún modo reconocía validez a cada uno de ellos; en dicha historia Saladino preguntaba a
un judío que cuál fe era la legítima, el hebreo respondía con la narración de una breve leyenda
sobre tres anillos, uno original y los otros dos copias perfectas, estos anillos representaban a
las tres creencias, y concluía así: “acerca de las tres religiones que Dios les dio a los tres
pueblos; cada uno de ellos recibió esa herencia, su verdadera religión y sus mandamientos,
por directo mandato divino.” 221
judaísmo y el islam eran copias perfectas del cristianismo. Luego entonces, los creyentes de
otras fes no tendrían la culpa de creer en algo equivocado. Incluso, como ya se señaló, asumió
que la epidemia sí podía haber sido ocasionada como castigo divino, pero no culpó a los
218
Ibid., Conclusión del autor, pp. 911-913.
219
F. J. Alcántara, op. cit., p. 34.
220
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Cuento 3, p. 81.
221
Ibid., Jornada I, Cuento 3, p. 83.
63
que a ella le gustaba el sabor del vino, al que no estaba acostumbrada por prohibírselo su
no todos eran cristianos, en el primer cuento de la quinta jornada, una mujer musulmana se
apiadó de una cristiana caída en desgracia, la acogió en incluso le enseñó su idioma. 223
Boccaccio sabía que los musulmanes también acostumbraban peregrinar a sus propios
lugares santos. Consideraba que podían ser piadosos, caritativos, y algunos hasta sabios. Por
otro lado, los judíos fueron retratados en el Decamerón como hombres piadosos, de mucha
notables en una época en que se perseguía y relegaba a aquel que fuera diferente.
Como fue señalado anteriormente, los judíos y los musulmanes, al lado de los
leprosos, fueron acusados en muchos lugares de ser los causantes de la peste, motivo por el
cual fueron masacrados; por supuesto eran explosiones populares de furia incitados por
religiones, no podía ser la causa de la ira divina. Es decir, ya que no lo hacían con mala
intención.
222
Ibid., Jornada II, Cuento 7, p. 179.
223
Ibid., Jornada V, Cuento 2, p. 454.
64
Ya se ha establecido que los peregrinajes eran muy populares por aquellos días, debido
a que la gente quería acercarse a las reliquias que yacían en estos puntos particulares. 224 Al
respecto, el punto de vista de Boccaccio es singular, ya que le causaban gracia los devotos de
reliquias, que, en muchos casos eran falsas, algo de lo que él era consciente.
Antonio, que viajaba de pueblo en pueblo presentando unas reliquias para conseguir
donativos. El fraile, víctima de una broma, perdió la pluma de cola de loro, que pretendía
mostrar a los feligreses, como si fuera del ángel Gabriel. Al haber encontrado en la caja, unos
carbones sustituyendo dicha pluma, muy campante inventó una historia para presentarlos en
reverente admiración, se apresuraron todos a darle a fray Cipolla sus diezmos y limosnas, que
fueron más ricos y abundantes que nunca, y le rogaron que les permitiera tocar aquellos
carbones.”225 Cabe mencionar que sobre las plumas de loro Boccaccio especificó que “siendo
ahí casi desconocidos los loros, buen pasto eran para la credulidad de aquellos aldeanos
antiguos”.226
Boccaccio era un intelectual hasta cierto punto sarcástico, pero cristiano a fin de
cuentas. Si se burlaba de los hombres simples, era por su ingenuidad. Aunque en el cuento
no habrían sido embaucados. Además, calificó a estos hombres de antiguos, por lo tanto,
puede inferirse, que una estafa como la narrada no sería tan factible en su entorno.
224
A. Vauchez, op. cit., p. 122.
225
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada VI, Cuento 10, p. 563.
226
Ibid., Jornada VI, Cuento 10, p. 559.
65
personas diferentes más allá que la mayor parte de sus contemporáneos. En ese sentido,
dejó testimonio sobre una de las catástrofes más significativas, por sus repercusiones a largo
El autor poseía una mente crítica. Tenía opiniones propias y a veces disentía de la
eclesiástico, que como fue señalado, consideraba que iba en contra de la naturaleza humana.
No obstante, hay que tener claro que Boccaccio no cuestionaba a la institución, únicamente el
diversas de información sobre múltiples cuestiones; entre las cuales y por el interés de esta
tesis, resaltan las cotidianas, particularmente las relativas a creencias y costumbres, que a
La importancia del Decamerón como fuente histórica en el tema de la Gran Peste ha sido
señalada en repetidas ocasiones a lo largo del presente trabajo. Ahora bien, al respecto se han
durante la epidemia.
que su testimonio es de primera mano y fundamental para el caso florentino, sin embargo, por
otros testigos se sabe que las reacciones entre la población fueron equivalentes en otras
al Decamerón, que corroboran lo dicho por Boccaccio; la de Michele della Piazza, 227 situada
en Sicilia; la escrita por Giovanni Villani, 228 florentino que sucumbió ante la enfermedad; la
de Jean Venette229 referente a la región francesa de Nangis; la que Agnolo di Tura 230 escribió
sobre Siena; y por último, la obra del médico provenzal Gui de Chauliac.231
sufrido por los enfermos a raíz del temor al contagio de sus familiares y allegados; así como,
227
La Historia secula ab anno 1337 ad annum 1361 de Michele della Piazza, puede consultarse en: Alfonso
Corradi, Annali delle epidemie occorse in Italia dalle prime memorie fino al 1850, compilati con varie note e
dichiarazioni dal cav. Alfonso Corradi, Bolonia, Gamberini, 1865.
228
Vid. Giovanni Villani, Cronica. Con le continuazioni di Matteo e Filippo Villani, selecc., introd. y notas
Giovanni Aquilecchia, Turín, G. Einaudi, 1979, 346 p.
229
Vid. Jean de Venette, Chronique dite de Jean de Venette, París, Librairie générale française, 2011.
230
Vid. Agnolo di Tura, Cronaca Senese Attribuita ad Agnolo di Tura del Grasso, Detta la Cronaca Maggiore.
231
Gui de Chauliac, La grande chirurgie de M. Gui de Chauliac, Médecin très-fameux de l'Université de
Montpellier, composée l'an de grâce 1363. Restituée nouvellement à sa dignité, par M. Laurens Joubert,
Médecin ordinaire du Roy, et du Roy de Navarre, premier Docteur régent stipendié, chancelier et Juge de
ladicte Université. Voyez au prochain feuillet, ce que M. Joubert à faict (outre sa nouvelle traduction) et fourny
du sien, en recognoissant cest’ œuvre, Lyon, Héritiers Simphorien Beraud, 1592.
67
llamados flagelantes que se tomaron muy a pecho la cuestión de la peste como castigo
divino.232
ideas asociadas al cristianismo del siglo XIV. Muchas de ellas relacionadas directamente con
ciertos ritos, tal es el caso de las oraciones, o algunas formas de devoción como las
puede identificarse en el relato de San Arrigo233 el proceso habitual por el que la gente
consideraba santo a alguien, no así, el proceso formal de canonización, que no fue aludido por
la devoción de los demás. La encarnación del embaucador sin escrúpulos es sin duda
Ciappelletto, que ejemplifica a lo largo de este capítulo diversos aspectos que enfadaban al
autor del Decamerón. Algunas historias son ilustrativas de varios temas, y por tanto se citan
las creencias, las costumbres y la forma en que éstas se desarrollaban a su alrededor. Si bien
en su introducción y epílogo, que son las secciones en que se expresó con voz propia, no hizo
mención explícita, a lo largo de las narraciones abundan las referencias, que como ya se ha
232
E. Mitre Fernández, Fantasmas…, op. cit., pp. 99-101.
233
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada II, Cuento 1, pp. 117-122.
68
indicado, no podían provenir de otro lugar más que del imaginario de Boccaccio, ya que la
haga siempre en el admirable y santo nombre de Aquel que es el hacedor de todo.”234 No se
siguiente ejemplo aseveró el poder del Espíritu Santo a través de un judío, que en la narración
había visitado Roma y presenciado la corrupción predominante en la Santa Sede: “vuestra
religión aumenta y se vuelve más clara y lúcida cada día, me parece que el mismo Espíritu
Santo tiene que ser fundamento de ella, y que es la más verdadera y las más divina porque el
Claramente, la del judío era una afirmación cargada de sarcasmo, pero aun así expresa mucho
intermediación de los santos entre la gente y Dios. La noción de la “comunión de los santos”,
extraída del “Credo de los apóstoles”, sería precisamente la intercesión de éstos, en razón de
234
Ibid., Jornada I, Cuento 1, p. 61.
235
Ibid., Jornada I, Cuento 2, pp. 79-80.
69
su pertenencia a la comunidad de fieles, aunque en otro nivel, quienes gracias a sus buenas
corriente. El pueblo creía en los milagros y si se corría la voz de que había un santo en la
impedidos a causa de otras enfermedades, seguros de que sanarían con sólo tocar aquel cuerpo
bendito.237
Además, Boccaccio dejó explícito testimonio sobre su concepción personal acerca del
papel de enlace que tenían los santos con la Divinidad. Lo expresó por medio de Pánfilo, uno
Manifiesta cosa es que todas las cosas del tiempo son transitorias y mortales, y que en sí
mismas y fuera de ellas se hallan tan llenas de enojos, de angustia, de fatigas e infinitos
peligros, de las cuales nosotros, que vivimos mezclados y formamos parte de ellas, no
podríamos escapar sin la especial gracia de Dios. Y no creamos que dicha gracia desciende a
nosotros por mérito nuestro, sino por la benignidad de Él y por los ruegos de quienes, como
nosotros, fueron mortales y, aun habiendo vivido en medio de placeres, como Él son ahora
eternos y bienaventurados. Nosotros, acaso poco audaces para presentar nuestro ruego ante tan
grande Juez, los invocamos a ellos para que, como abogados conocedores de nuestra
fragilidad, lo hagan por nosotros. 238
identificación con los santos, ya que en vida también fueron seres humanos, ejemplares, eso
sí, pero tan humanos como el autor. Boccaccio sí consideraba legítima su veneración, ya que,
236
Vid. Francis X. Lawlor y Keith Lemna, “Communion of Saints”, en Robert L. Fastiggi (ed.), New Catholic
Encyclopedia Supplement 2010, Vol. 1. Detroit, Gale, 2010, pp. 353-356.
237
Ibid., Jornada II, Cuento 1, pp. 117-118.
238
Ibid., Jornada I, Cuento 1, p. 61.
70
en efecto intervenían en favor de sus seguidores. En ese sentido, es notable la forma en que
Y tanta es la piadosa liberalidad que nos concede [Dios], que no pudiendo en modo alguno la
mirada de los mortales penetrar en el secreto de la mente divina, sucede a veces que, ante
tamaña majestad, tomamos como intercesor a quien de ella ha sido para siempre expulsado.239
Eso fue precisamente lo que ocurrió en la narración que iniciaba con las reflexiones de
Pánfilo: un “mal hombre en vida, pasa por santo y luego es llamado San Ciappelletto.”240 De
acuerdo al razonamiento de Boccaccio, a pesar de la gravedad que tenía semejante acto, éste
discernir la sinceridad de los ruegos. Así, Dios pasaría por alto el hecho de que el pretendido
mediador no fuera honesto, ya que sería una injusticia de su parte dejar de atender las súplicas
Por lo tanto es acertado afirmar que Boccaccio daba crédito a la efectividad de las
plegarias. Él tenía conocimiento de ciertos santos, que ayudaban a sus fieles en situaciones
en los inseguros caminos del amor, en los cuales, a quien no ha rezado la oración de San
Julián el Hospitalario, pese a encontrar buena cama, muy a menudo puede ir a dar a una mala
posada.”241 Este santo debió ser popular entre los comerciantes, a causa de la movilidad
[...] cuando voy a viajar, tengo la costumbre de rezar en la mañana, al salir de la posada, un
padrenuestro y un avemaría por las almas del padre y de la madre de San Julián, y después le
ruego a Dios y San Julián que me den buena posada para la noche siguiente. Y ya muchas
veces me he encontrado durante el día en grandes peligros, de los cuales he podido librarme y
encontrar buena posada para la noche siguiente. Por eso le tengo tanta fe a San Julián, y no me
239
Ibid., Jornada I, Cuento 1, p. 62.
240
Ibid., Jornada I, Cuento 1, p. 61.
241
Ibid., Jornada II, Cuento 2, p. 123.
71
siento seguro en mi camino ni confiado en hallar buena posada si en la mañana no digo tales
oraciones.242
quien, a pesar de las peripecias del comerciante, terminó brindándole buena posada y mejor
suerte que a los bandidos que intentaron despojarlo en el camino, y que además se habían
burlado de su fe en el santo.243
en el caso de San Julián, y del mismo modo, el proceso de consagración popular de algún
personaje, como San Arrigo, de quien Boccaccio describió el motivo por el que se le
No hace mucho tiempo, vivía en Treviso un tudesco llamado Arrigo, que, por ser muy pobre,
desempeñaba el trabajo de cargador y tenía fama de ser un hombre muy bueno y piadoso.
Merecida o no aquella fama, lo cierto es que cuando él murió, según cuentan los pobladores de
esa ciudad, a la hora de su muerte comenzaron a repicar todas las campanas de la iglesia
mayor de Treviso, sin que nadie las tocara. Todo el mundo creyó que aquello era un milagro, y
empezaron a decir que Arrigo había sido un santo”244
cualidad taumatúrgica de los santos, es decir, su facultad curativa. Boccaccio no criticó esta
idea, por el contrario, le molestaba que algunos individuos intentaran abusar de los fieles,
tanto como la falta de juicio que tenían algunos al considerar santos a hombres impíos, como
relacionadas. Boccaccio consideraba exagerada su manifestación: “no hubo nadie que no
fuera a besar los pies del cadáver. Y tanta fue la devoción de los allí presentes, que hicieron
242
Ibid., Jornada II, Cuento 2, p. 124.
243
Para leer una versión novelada de la historia de San Julián vid. Gustave Flaubert, La leyenda de San Julián el
Hospitalario.
244
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada II, Cuento 1, p. 117.
72
trizas las ropas que lo cubrían, y diose por bienaventurado quien pudo llevarse un jirón de las
indicado, nada tenía de santo, simplemente había engañado al cura que lo confesó en su lecho
Boccaccio no sólo retrató a los laicos abusivos, como Ciappelletto, también presentó el
caso de frailes conscientes de la falsedad de alguna reliquia que llevaban ante los feligreses,
para obtener mayores limosnas: “los ingenuos parroquianos reunidos en la iglesia volvieron a
sus casas después de la misa, felices de haber oído que esa misma tarde verían una pluma del
ángel Gabriel.”246 Esta pluma era en realidad de loro egipcio, y el fraile lo sabía. Boccaccio
creía que si los pobladores de pequeños pueblos y aldeas conocieran más sobre aves exóticas,
Se ha dicho ya que Boccaccio creía que Dios no podía ignorar a los ingenuos que
volcaran sus esperanzas en la mediación de un falso santo, esto se vincula directamente con
una noción que aparece frecuentemente lo largo del Decamerón: la Justicia Divina.
A diferencia del Dios del Antiguo Testamento, que era más severo, la imagen del Dios
paternalista y protector de los inocentes del Nuevo Testamento se había consolidado. Por lo
tanto, es acertado afirmar que Boccaccio creía que el Señor, en su omnipotencia, cuidaba y
se vio envuelto en una serie de intrigas que lo obligaron a alejarse de la corte en la que residía,
colocando a sus hijos en hogares respetables, pero en calidad de recogidos. Pasaron los años,
y sus hijos crecieron, pero al margen de sus virtudes, se les consideraba de baja condición; por
245
Ibid., Jornada I, Cuento 1, p. 74.
246
Ibid., Jornada VI, Cuento 10, p. 559.
73
ello, aquellos que se habían encargado de su cuidado buscaron encaminarlos hacia el futuro de
que justiprecia los merecimientos de todos, sabiendo que ella era una mujer noble y que
padecía sin culpa un pecado ajeno, [...] dispuso lo contrario, para que la gentil joven no fuera
a convertirse en mujer de un hombre de baja condición.” 247
En cuanto al vástago del mismo señor, Boccaccio relató que siendo igual de noble e
inocente que su hermana, había sido acogido por un mariscal y su familia, compuesta por su
Y así como Dios no había olvidado a su hermana, mostró que tampoco se había olvidado de él,
pues hizo que saliera indemne de una terrible peste que dejó sin vida a la mitad de los
habitantes de esa región, [...] A causa de tal peste murieron el mariscal, su mujer y su hijo[...]
Al ceder un poco la peste, aquella joven [la hija del mariscal], sabedora del mérito y la valía de
Perotto, lo tomó por esposo, siguiendo de buen grado el consejo de los pocos allegados que
aún vivían, y lo hizo señor de todo cuanto a ella le correspondía por herencia. 248
Resulta doblemente informativo este pasaje, en primer lugar por la mención acerca del
amparo de Dios a los justos, sin distinción de sexos, ya que protegió tanto al muchacho como
misma que sobrevivió Boccaccio, implícitamente dice mucho acerca de su propia experiencia,
es decir, si Perotto no sucumbió por designio divino, fue por la misma razón que Boccaccio se
Dentro del marco referencial medieval destaca también la visión que se tenía del ser
mofa de una familia florentina de rasgos toscos y desagradables, Boccaccio, de nueva cuenta
a través de uno de los jóvenes protagonistas, en esta ocasión de Fiammetta, expuso que Dios
247
Ibid., Jornada II, Cuento 8, p. 204.
248
Ibid., Jornada II, Cuento 8, p. 209.
74
creó a ese linaje antes que a otros, a manera de ensayo y antes de perfeccionar su técnica.249
Ciertamente no era más que un chiste, pero implicaba, de manera involuntaria, la falibilidad
humana.
Otra idea de la época a la que Boccaccio otorgaba validez era la de los sueños
Ya hemos hablado, gentiles damas, de las verdades que contienen los sueños y de las burlas
que muchos hacen de éstos; sin embargo, quiero contaros un cuento muy breve acerca de lo
que le sucedió hace no mucho tiempo a una vecina mía, por no haber dado crédito a un sueño
que tuvo su marido en el que aparecía ella. 250
El cuento era una advertencia a poner atención al mundo onírico. En este caso si bien,
el ataque de los lobos del que fue víctima la mujer, no causó su muerte, sí la dejó desfigurada;
y todo por no hacer caso del sueño que su esposo había tenido.
En esa misma línea de ideas, hay que señalar las dos vertientes presentes en el
los hermanos de su amada, después de varios días sin saber de él, ella se encontraba
desconsolada, hasta que una noche “luego de haber llorado mucho a su Lorenzo, que no
maltrecho, con las ropas destrozadas y sucias.”251
condiciones en que estaban sus restos, en ese sentido, la escena es pavorosa, lo que da a la
narración cierto toque de realismo. El joven quería informarle a la muchacha del crimen
249
Ibid., Jornada VI, Cuento 6, pp. 544-546.
250
Ibid., Jornada IX, Cuento 7, p. 787.
251
Ibid., Jornada IV, Cuento 5, p. 393.
75
los restos de su amado. Pero más allá de la anécdota, el cuento denota la posibilidad de
Hay que aclarar que Boccaccio no creía que todos los sueños eran proféticos o avisos
Antes de dar paso a otro tema, vale la pena resaltar el disgusto que le generaba a
Boccaccio que la ignorancia popular provocara el achaque de cosas al diablo, cuando no podía
encontrarse una mejor explicación para ellas. Una muestra de este enfado se encuentra en el
relato sobre un cuerpo que desapareció de una tumba, durante la narración hay una
Y aun peor que esta situación, en que la espontaneidad y la ignorancia hacían culpable
al demonio de cosas inexplicables, era que al atribuírselas alguien con toda la mala intención,
se aceptara por la gente como verdadera excusa, como de hecho ocurrió en una historia, donde
una mujer al verse burlada, terminó encerrada en el techo de una torre, desnuda, quemada por
que era una mentirosa redomada, inventando una fábula que nada tenía que ver con lo que le
había sucedido a ella y a a su criada, hizo creer a sus hermanos, a sus hermanas y a todo el
252
Ibid., Jornada IX, Cuento 1, p. 758.
253
Ibid., Jornada VIII, Cuento 7, p. 710.
76
además, esta característica le permitía percatarse de cómo la ingenuidad de otros les hacía
El establecimiento del Purgatorio en el imaginario cristiano fue más bien tardío, como ya se
el siglo XI, ofreciendo la posibilidad de redimir los pecados en un lugar intermedio entre el
Reino de los Cielos y el Infierno. La ayuda de los vivos a la salvación de las almas de los
La idea del más allá que Boccaccio retrató en el Decamerón es muy similar a la que
Dante transmitió con la Comedia. Ambos autores relacionaban el purgatorio con un fuego
purificador, a diferencia del fuego eterno del infierno. En un relato del Decamerón se describe
vivos.
Siguiendo esta línea de ideas, hay que hacer una aclaración; aunque es cierto que la
representación de Dante del infierno y del purgatorio se había fijado en el imaginario popular,
existen diferencias entre el dogma cristiano y la Divina Comedia. Por lo tanto, es necesario
explicar que los pecados mortales y los veniales se distinguen entre sí, en que los mortales
aunque pueden ser perdonados, sólo lo son por medio de “la caridad perfecta con el deseo del
sacramento, [...] o por el sacramento de la penitencia”. 254 En cambio, los pecados veniales
pueden perdonarse de muchas maneras, ya que se dan naturalmente, y nadie está exento de
cometerlos.
254
E. Denzinger, op. cit., p. [63].
77
Teóricamente, el purgatorio surgió como el espacio para pagar las penas ocasionadas
por los pecados veniales. Sin embargo, Dante omitió en la Comedia toda alusión a dichas
faltas en el purgatorio, y en su lugar colocó niveles de expiación para los pecados capitales, a
pesar de haberlos situado también en el infierno.255 Según Dante, tanto en el infierno como en
Una vez aclarado el punto, se puede entrar en materia. En el cuarto cuento de la tercera
jornada, se narra la historia de un hermano terciario que fue engañado por un monje, quien le
hizo creer que siguiendo una penitencia inventada por él, sus pecados mortales no serían
escritos para su condena eterna, “sino que podrán ser borrados con agua bendita, como sucede
con los pecados veniales.”256 En estas líneas queda claro que Boccaccio creía que los pecados
algunos pecados capitales y su correlación con el infierno. Esta clase de pecados se categoriza
así porque se considera que son el punto de partida para la comisión de más pecados, en otras
palabras, favorecen la propensión del individuo a caer en todo tipo de tentaciones. Entre ellos
Sobre la lujuria, en una narración un fraile le dijo a una mujer casada que debía dejar a
su amante, ya que: “[...] si persistía en mantener tal relación, iría a parar a la misma boca del
al fuego eterno, mencionado en párrafos previos, en otras palabras, eran sufrimiento perpetuo.
255
Vid. J. Le Goff, El nacimiento del purgatorio, op. cit., pp. 384-410.
256
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada III, Cuento 4, p. 273.
257
Ibid., Jornada III, Cuento 7, p. 298.
78
cuento que muestra dos tipos de religiosos ambiciosos, el primero un alto jerarca que se hizo
enterrar ataviado con sus joyas, el otro el de un clérigo dispuesto a saquear su tumba.258 Dos
perfiles de un mismo pecado. Uno poseía riquezas que prefirió llevarse consigo al morir, el
Acerca de la gula, es decir, el tercer pecado capital al que Boccaccio hizo referencia,
su opinión es clarísima. Además, en este fragmento el autor puntualizó que la gente se daba
cuenta de esto:
embargo, sí era conceptualizado como una falta sumamente grave, sobre la cual hay una
alusión en el cuento del muchacho asesinado por los hermanos de su amada; ésta, después de
enterarse de su destino, consideró quitarse la vida; sin saber que era escuchada expresó el
Hijita mía, por nada del mundo se te ocurra decir que te quieres matar, porque al perderlo en
este mundo, matándote lo perderías para siempre en el otro, pues irías al infierno, a donde
segura estoy de que su alma no ha ido, porque fue un buen joven. Mucho mejor es que te
resignes y ayudes a su alma con buenas obras y oraciones, en caso de que las necesite por
algún pecado cometido.260
mayor. También queda exhibida la idea de que la intercesión de los vivos podía mejorar la
258
Ibid., Jornada II, Cuento 5, pp. 146-159.
259
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada VII, Cuento 3, p. 586.
260
Ibid., Jornada IV, Cuento 6, p. 400.
79
situación de los suyos después de la muerte, por supuesto, tratándose de pecados menores.
Para las almas de los suicidas no había penitencia que modificara en algo su castigo.
En ese sentido, Boccaccio esbozó una diferencia entre los pecados naturales y los
cometidos con maldad, de este modo justificó, los primeros, puesto que no podían evitarse.
De acuerdo a su clasificación, entre los naturales se encontrarían las culpas de los incautos
que cedieron a los impulsos del amor, y en cambio, los cometidos con maldad serían el robo,
el asesinato y el destierro.261
Un factor que disminuía las sanciones escatológicas era -y es- el remordimiento por
los males perpetrados. Al respecto hay una historia, en la que una reina francesa que provocó
muchos males sobre un buen hombre, por haber rechazado sus insinuaciones amorosas, cayó
enferma y:
[...] al ver ella misma que su muerte se acercaba, arrepentida de todos sus pecados, se confesó
con el arzobispo de Ruan, a quien todos consideraban un hombre bueno y gran santo, y , entre
otros muchos pecados, le confesó lo que realmente había sucedido en el caso del conde de
Angers. Y no se contentó con decírselo solamente al arzobispo, sino que repitió dicha
confesión delante de muchos hombres de valía, a quienes suplicó que pidieran al rey que
restituyera al conde a su antiguo estado, si aún vivía, o a los hijos de éste. Poco después dejó
esta vida y fue honrosamente sepultada.262
santificado a pesar de su bajeza. Se trata de un ejemplo muy ilustrativo del temor a morir con
cuento de la tercera jornada, 263 mediante la narración del engaño de un religioso a un hombre
simple. Lo hizo a grandes rasgos, por supuesto, no con lujo de detalle como lo hiciera Dante.
Este hombre fue encerrado por un abad con fama de santo en una celda de castigo, y con
261
Ibid., Jornada III, Cuento 7, p. 301.
262
Ibid.., Jornada II, Cuento 8, p. 212.
263
Ibid., Jornada III, Cuento 8, pp. 311-322.
80
ayuda de un amigo proveniente de otras tierras, y por ende desconocido para el embaucado,
castigó a azotes al hombre durante algunos meses. El propósito era quitarle lo celoso con una
mezcla de castigo físico y con los sermones del monje que lo acompañaba. Tras el ardid, el
abad “regresó al hombre a la vida”. El énfasis puesto en que la víctima del engaño era un
hombre de pocas luces, desempeña un papel importante, es decir, no cualquiera hubiera creído
que había ido al purgatorio, y además retornado. Y para colmo de males, después de
semejante burla, aumentó la fama del abad por haber regresado a alguien a la vida.
Un último asunto que vale la pena señalar es que del siglo XIII data el énfasis contable
el pasado en los tormentos del purgatorio, el tiempo de los sufragios ofrecidos por los difuntos
En otras palabras, la expiación y reparación estaban regidas por un orden de justicia, en otras
muerte, ya que sus protagonistas volvían con la intención de prevenir a los vivos lo que les
esperaba en el más allá;265 también existía la creencia de espíritus atados a este plano. En el
Desesperado, me maté con esta espada que en mi mano miras; desde entonces condenado
estoy a las penas eternas. Poco tiempo después, esta hembra, que mucho se había alegrado con
mi muerte, murió también por el pecado de su crueldad y la alegría que le daban mis
tormentos; y en vista de que ningún arrepentimiento tuvo de tal pecado creyendo que éste era
264
J. Le Goff, El nacimiento del purgatorio, op. cit., p. 262.
265
El Decamerón, op. cit., Jornada VII, Cuento 10, pp. 638-641.
81
más bien mérito, fue y está igualmente condenada a las penas del infierno. Y en cuanto hubo
bajado al infierno, se nos impuso como castigo, a ella huir delante de mí, y a mí, que tanto la
amaba en otro tiempo, ir detrás de ella, no como amante, sino como enemigo mortal. Y todas
las veces que la alcanzo, otras tantas la mato con la espada con que yo me di la muerte; le abro
el costado y le arranco el corazón duro y frío, en el cual nunca pudieron entrar ni el amor ni la
piedad; y junto con las otras entrañas, como ahora mismo podrás verlo, se lo doy como pasto a
los mastines. 266
fue descrito por el espectro, se reiteraba cada semana, pero además, les ocurrían penurias
adicionales en cada lugar en el que ella hizo o pensó maldades hacia el joven. El infierno no
era suficiente para expiar el daño hecho por los jóvenes. En este pasaje además, reaparece la
el deseo de transmitir algo a sus seres queridos. De manera similar a la aparición en sueños
De este modo lo expresó el autor, en un relato sobre dos amigos que tenían un trato,
consistente en que el primero que muriera debía volver a contarle al otro cómo era el más allá:
“Al tercer día de haber muerto (tal vez por no haberle sido posible hacerlo antes), se apareció
en el cuarto de Meuccio, que dormía profundamente.”267 Según la historia, el fantasma le
informó a su amigo los detalles que sabía sobre penas y pecados, y antes de despedirse,
acordaron de que el vivo mandaría “decir misas y rosarios y dar limosnas para el sufragio de
las almas, porque estas cosas ayudan mucho en el más allá.” 268
contribución pecuniaria de los fieles para salvar las almas de los fallecidos y disminuir sus
penas.
266
Ibid., Jornada V, Cuento 8, p. 498.
267
Ibid., Jornada VII, Cuento 10, p. 640.
268
Idem.
82
Claramente la religiosidad era una cuestión cotidiana. Aunque algunos días tenían mayor
relevancia que los demás en cuestiones litúrgicas. En ese sentido, los viernes y los sábados,
por ejemplo, debían dedicarse a asuntos piadosos. Inclusive los protagonistas de la huída a la
Mañana será viernes y pasado mañana sábado, días que resultan tediosos para algunos a causa
de los ayunos. El viernes es día de guardar porque en dicho día murió por nosotros nuestro
Salvador, por lo cual estimo conveniente que no lo dediquemos a los cuentos sino a la oración;
el sábado es el día en que las mujeres acostumbran lavarse la cabeza y quitarse de encima el
polvo y toda la mugre acumulada en la semana; en dicho día también acostumbran reverenciar
a la Virgen Madre de Dios, ayunar, y dejar toda clase de trabajos para honrar el domingo
venidero. 269
Asimismo se sabe que los domingos había misas y en definitiva se trataba de un día de
relajación: “Porque hasta el mismo Dios descansó de todas sus fatigas el séptimo día, como lo
quieren las leyes sagradas y las civiles, las cuales considerando la honra debida a Dios y el
bien común, distinguen muy bien entre los días de trabajo y los días de descanso.”270
tanto en los cuentos como en la narración estructural sobre los miembros de la brigata. Éstos
descansaban los domingos, como se aprecia en la cita de las líneas anteriores, No obstante, al
buscar la mención al otro domingo que pasaron en el campo, salió a relucir una asunto
curioso, y es que los jovenes acudieron a misa el segundo domingo (jornada VIII) de su
olvidó de escribirlo; aun cuando la introducción correspondiente es una de las más largas del
269
Ibid., Jornada II, Conclusión, pp. 237-238.
270
Ibid., Jornada VII, Cuento 5, pp. 596-597.
83
libro, ya que en ella se describió con detenimiento una villa vecina, a la que los protagonistas
decidieron viajar para pasar ese día, a no más de dos mil pasos de distancia de su refugio. 271
especificó: “cerca de la hora de tercia hallaron una iglesita cercana y en ella asistieron al
como las procesiones y peregrinaciones, que no podían realizarse con la misma habitualidad
debido a su magnitud.
peste. Las marchas a Tierra Santa eran comunes por diversas causas. En el noveno cuento de
la novena jornada, Boccaccio presentó la historia de dos hombres que se dirigían a Jerusalén
Por otro lado, la práctica de la confesión era muy valorada por la Iglesia, sobre todo
restó total importancia a esta usanza. Así se retrata en la historia de Ciappelletto, quien como
271
Ibid., Jornada III, Introducción, pp. 243-245.
272
Para esta referencia utilicé la edición de editorial Vergara, puesto que en la de la UNAM, por lo que presumo
fue un error tipográfico, no aparece la referencia a la hora tercia. G. Boccaccio, Decamerón, op. cit. Jornada
VIII, Introducción, p. 757.
273
Vid. Umberto Eco, El nombre de la rosa, México, Editorial Lumen-Representaciones Editoriales S.A., 1985,
p. 15.
274
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada IX, Cuento 9, pp. 795-800.
275
Ibid., Jornada I, Cuento 1, pp. 61-75.
84
Cabría la aclaración de que no fue Boccaccio quien sustrajo el valor a este deber, sino,
más bien aquellos hombres y mujeres, que como Ciappelletto, mentían a los frailes en sus
confidencias.
En otro cuento, Boccaccio relató la historia de una joven que contaba mentiras a su
confesor, para usarlo como su mensajero de amor, sin que él se percatara de lo que ocurría.276
La mera descripción del contenido de la historia lo dice todo: “Bajo secreto de confesión y
religioso, sin que éste se dé cuenta, a procurarle el medio de satisfacer sus deseos.” 277 Este
clérigo destaca por su ingenuidad, de los que en general presentaba Boccaccio, pero el punto
principal es señalar el poco valor que algunos individuos daban al acto de la confesión.
Además, hay que reiterar la presencia en el Decamerón de las versiones masculina y femenina
acostumbraba realizar en ciertas fechas solemnes, como la Navidad, así, el autor relata que
una mujer que vivía prácticamente recluida en su hogar, debió pedir permiso especial a su
ideas, vale la pena recordar que en 1215, el cuarto Concilio de Letrán determinó la
obligatoriedad de la confesión auricular, es decir de boca a oreja, por lo menos una vez al año
276
Ibid., Jornada III, Cuento 3, pp. 261-270.
277
Ibid., Jornada III, Cuento 3, p. 261.
278
Ibid., Jornada VII, Cuento 5, p. 598.
279
J. Le Goff, El nacimiento del purgatorio, op. cit., p. 248.
85
ideal a seguir y la que debería ser erradicada, ambas de acuerdo al criterio de Boccaccio. 280
Ciertamente, Boccaccio no formuló estas categorías de manera explícita, pero podemos inferir
a quién admiraba y a quién despreciaba por la forma en que hizo referencia a determinadas
Dentro de su obra aludió en varias ocasiones a que era de conocimiento popular “la
viciosa y sucia vida de los clérigos.”281 Afirmaciones de esa clase, como se ha señalado, eran
comodidades, tal como hiciera San Francisco: curiosamente presentó este ideal de alejamiento
[...] pero al servicio de Dios. Por lo cual, después de regalar todos sus bienes a los
menesterosos, subió sin demora al Monte Senario, donde comenzó a vivir con su hijo en una
cueva; y allí, viviendo de limosnas, ayunos y oraciones, evitaba hablarle a su hijo de las cosas
mundanas, a fin de que éstas no pudieran alejarlo de tal servicio. Sólo le hablaba de la gracia
de Dios, de los santos y de la vida eterna, sin enseñarle otra cosa que las oraciones. Y en esta
clase de vida muchos años lo mantuvo, sin dejarlo salir de la cueva y evitando que viera a
nadie más.282
280
Esta clase de oposición entre miembros del clero virtuosos y pecadores puede apreciarse también en El libro
de buen amor. Juan Ruiz, op. cit.
281
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada I, Cuento 7, p. 95.
282
Ibid., Jornada IV, Introducción, p. 349.
86
que, aun alguien educado sin “malas influencias” sufría la misma vulnerabilidad con
influencias de esta especie. No hay que pensar sólo en las cuestiones materiales, sino también,
Y en segundo lugar, lo que interesa más del fragmento para los fines de este trabajo es
la visión idealizada, expuesta por Boccaccio, sobre el abandono del mundo y lo que se
Asimismo, en otra narración dilucidó el ideal piadoso femenino, que como puede
[...] una vieja, una especie de Santa Verdiana, la que alimentaba serpientes en su casa. Dicha
vieja, siempre con el rosario en la mano, andaba en pos de indulgencias y nunca hablaba de
otra [cosa] que de la vida de los santos y de las llagas de San Francisco, y era considerada por
casi todos como santa.284
sido posible percibir sus nociones sobre actividades y actitudes en ambos sexos. A fin de
cuentas, la mujer de la historia no era tan santa como aparentaba, empero, lo que importa es
El concepto del abandono de lo temporal era más acusado en los eremitas, que
radicalmente se apartaban de todo; de acuerdo con Boccaccio, los que más sirven a Dios son
“los que más se alejaban de las cosas del mundo, como lo hacían los que vivían retirados en
los soledosos desiertos de la Tebaida.” 285
283
Uno de los aspectos que designa el concepto “pecado original” es precisamente esta debilidad humana. Vid. I.
Hunt, C. J. Peter y K. McMahon, "Original Sin", en New Catholic Encyclopedia, Vol. 10, Detroit, Gale, 2003,
pp. 664-672.
284
Ibid., Jornada V, Cuento 10, p. 511.
285
Ibid., Jornada III, Cuento 10, p. 335.
87
pueden hallar casos de religiosos que de verdad eran virtuosos, ciertamente eran la minoría y
Los clérigos son mucho más avaros que las mujeres y enemigos mortales de la generosidad.
[...] sabemos bien que los clérigos, pese a predicar la paciencia y recomendar el perdón de las
ofensas, se arrojan a la venganza con más rencor que los demás hombres. La historia que voy
a contaros trata de un magnífico clérigo. 286
específico es el del papa Bonifacio VII287 y su mediación entre güelfos negros y blancos.
identidad desconocida, que solicitaba el favor para un hombre caído en desgracia que lo había
ayudado, el Papa “pudo reconocer en él a un hombre de gran valía, no sólo le concedió su
perdón, sino que lo nombró caballero de los Hospitalarios y le dio un gran priorato de esa
orden.”288
Entre las prerrogativas papales, además de otorgar esa clase de cargos, estaba la
gran alcurnia, como los hijos de reyes y los propios monarcas. Como sucedió en el relato de la
286
Ibid., Jornada X, Cuento 2, p. 817.
287
Bonifacio VIII fue pontífice de 1294 a 1303. Vid. E. Mitre Fernández, Iglesia, herejía y vida política en la
Europa medieval, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2007, p. 205.
288
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit., Jornada X, Cuento 2, p. 822.
88
princesa de Inglaterra, disfrazada de abad, que buscaba una dispensa para que su padre no la
su alma se perdiera por tener la religión equivocada. El judío le dijo a su amigo, que antes de
hacer tal cosa debería ir a Roma a ver por sí mismo al vicario de Dios en la tierra, lo que en
lugar de generar alegría en el cristiano lo hace pensar que “si [su amigo] va a la corte de
sino que, siendo cristiano, abrazaría al punto la fe judaica.” 290 La descripción de lo
Comenzó a observar las costumbres del Papa, de los cardenales, de los demás prelados y de
todos los cortesanos. [...] vio que desde el mayor hasta el menor de todos allí, generalmente,
pecaban de lujuria con enorme deshonestidad, y no sólo en la manera natural, sino también en
la sodomita, sin freno alguno de remordimiento o de vergüenza, y hasta tal punto, que ningún
puesto se conseguía allí sin la poderosa influencia de las meretrices y los efebos. Además de
eso, todos eran glotones, borrachos y más servidores de su propio vientre y de la lujuria que de
cualquier otra cosa, como si fueran bestias brutas. Y más adelante, vio también que eran tan
avaros y codiciosos que eran capaces de traficar con la sangre humana y con los beneficios
divinos, y que vendían y compraban indulgencias como si fueran simples objetos comerciales
[...] A esa desvergonzada simonía llamábanla “procuraduría”, y a la gula “sustentamiento”,
como si Dios prescindiendo del significado de las palabras [...] se dejara engañar por los
nombres de tales cosas.291
sectores sociales, es así que la princesa que debía viajar de incógnito en búsqueda del Papa, lo
hizo disfrazada de abad para mantenerse a salvo, iba resguardada por un par de monjes y con
289
Ibid., Jornada II, Cuento 3, pp. 130-139.
290
Ibid., Jornada I, Cuento 2, p. 77.
291
Ibid., Jornada I, Cuento 2, pp. 78-79.
89
una pequeña comitiva. 292 Por supuesto, la elección de un disfraz masculino tiene relevancia, si
no, simplemente se hubiera disfrazado de abadesa; así que probablemente no sólo buscaba el
amparo de la Iglesia; quizá las abadesas no tenían la misma movilidad que los abades, lo que
eclesiástica no era universal, variaba regionalmente y por tipos de gente. En este contexto, el
líder de un grupo de sieneses renegados por Roma, debido a cuestiones meramente políticas,
manifestó al mismísimo abad de Cluny que no los atemorizaba: “habéis llegado a un lugar
donde sólo le tememos a Dios, y donde las excomuniones y los interdictos carecen de todo
valor”.293 Claramente, la Santa Sede solía valerse de dichas herramientas para someter a quien
Además del poder político, los altos funcionarios de la Iglesia tenían poderío
económico. Boccaccio aprovechó una narración, dentro de otra, para retratar la imagen que la
de Dios, exceptuado el Papa.”294 En otro cuento, se reafirma la idea de que “el abad de Cluny
[...] era uno de los más ricos prelados del mundo [...]”295
Parece ser una figura emblemática y contradictoria la del abad de Cluny, pues se ha
visto que Boccaccio se sirvió de él en varias ocasiones para simbolizar a la alta clerecía. En
económica.
292
Ibid., Jornada II, Cuento 3, pp. 130-139.
293
Ibid., Jornada X, Cuento 2, p. 818.
294
Ibid., Jornada I, Cuento 7, p. 97.
295
Ibid., Jornada X, Cuento 2, p. 818.
90
Curas y frailes se valían de cualquier artimaña para seducir mujeres, incluso convenciéndolas
de que se hacía un favor a Dios al ceder a sus deseos. Para ejemplificar esto, nada mejor que
la historia de un fraile de muy dudosa reputación en su lugar de origen, que decidió mudarse a
Venecia para seguir con sus pillerías impunemente, donde nadie lo conociera; se hacía llamar
fray Alberto y convenció a una mujer en extremo vanidosa de que el ángel Gabriel se había
enamorado de ella, por lo que únicamente debió presentarse en casa de la mujer por la noche,
Los cuentos sobre engaños de religiosos a laicos aparecen recurrentemente, pero hay
uno que destaca por la forma en que se realizó el ardid y el hecho de que la mentira fuese
aceptada por el defraudado. Se trataba de un clérigo comerciante y “hechicero”. 297
Precisamente la parte de la brujería es la que contrasta con la figura del religioso, que no
mismos por encima del resto de los hombres. A lo largo de este capítulo se ha señalado que
los eclesiásticos abusaban constantemente de su posición para lograr satisfacer sus deseos. Sin
este ejemplo es excepcional, ya que usualmente los laicos eran las víctimas y no los
victimarios de los engaños: “Quiero contaros una burla hecha realmente por una hermosa
dama a un célebre religioso; una burla placentera a todo secular, porque los religiosos, con sus
costumbres nuevas, con su creencia de que valen más y saben más que los otros, a la postre
296
Ibid., Jornada IV, Cuento 2, pp. 366-376.
297
Ibid., Jornada IX, Cuento 10, pp. 801-805.
91
resultan ser unos reverendos tontos”.298 Esta declaración denota algo más: la molestia
sobre un monasterio famoso por su santidad, en el que “un monje, que cometió un pecado
merecedor de muy severo castigo, escapa a éste al reprender hábilmente al abad por haber
hecho lo mismo.”299 Esto significa que las faltas se cometían en todos los niveles jerárquicos.
Por supuesto no podían faltar en el muestrario las monjas y abadesas con vida sexual.
Hay un cuento en el que ocurre algo similar al ejemplo precedente. Incluso se repite la
fórmula del relato: “existió en Lombardía un monasterio muy famoso por la devoción y
severidad de su regla, en el cual entre otras monjas, había una joven de sangre noble y de
capturarla infraganti, salió aprisa de su celda, con los calzones de un sacerdote en la cabeza.
Tras la vergüenza de ser descubierta, terminó dando permiso a todas las monjas de que
hicieran lo que les placiera. La diferencia con el cuento anterior, es que en este relato la doble
Existe otro asunto relacionado con las monjas promiscuas, se trata de la discreción con
que en una narración se manejaron sus embarazos y el nacimiento de sus “monjecitos”.
Además muestra que la lujuria no distingue estamentos. Ciertamente era éste un relato chusco,
en el que un hombre llamado Masetto, haciéndose pasar por mudo, fue aceptado en un
convento de monjas como jardinero, Masetto terminó enredado con todas las monjas,
298
Ibid., Jornada III, Cuento 3, p. 261.
299
Ibid., Jornada I, Cuento 4, p. 84.
300
Ibid., Jornada IX, Cuento 2, p. 759.
92
de este modo fue que tuvo muchos hijos, conjuntamente a las monjas. 301
daban una vida llena de lujos, es así, que se hacían enterrar con sus riquezas, lo que lleva
entierro fastuoso, intentaron saquear la tumba para enriquecerse ellos mismos. 302
En otros tiempos, los frailes eran unos hombres muy buenos, prudentes y santos; los actuales,
de frailes sólo tienen el hábito, y muchos de ellos ni siquiera eso. Mientras los antiguos se
impusieron la pobreza y la demostraban usando toscos sayales, y mostraron su espíritu que
despreciaba las cosas temporales al cubrir su cuerpo con tan vil indumento, los de hoy usan
holgados ropajes de brillantes y finísimos paños, en formas tan elegantes y estrambóticas, que
con ellos se pavonean en las iglesias y las plazas […]303
Hay dos aspectos en relación con este párrafo que vale la pena resaltar. El primero es
El segundo es de una naturaleza totalmente distinta, puesto que tiene que ver con
Boccaccio y sus recursos narrativos. Tal como se ha venido señalando, se valía de sus
personajes para transmitir lo que pensaba acerca de algún asunto. Si bien, nuevamente se trata
de una acusación muy grave, la realizó resguardado por sus personajes, como si la molestia e
irritación fueran de ellos. De tal modo podía deslindarse, en cierta medida, de dichas
301
Ibid., Jornada III, Cuento 1, pp. 248-254.
302
Ibid., Jornada II, Cuento 5, pp. 146-159.
303
Ibid., Jornada III, Cuento 7, p. 299.
93
Ahora bien, Boccaccio hizo alusión a frailes de distintas órdenes, pero al parecer los
que más le atraían e interesaban eran los franciscanos. Como ya ha sido mencionado, estaba al
corriente del principio básico de renunciar a la riqueza para dedicar la vida al servicio de
Dios.304 Y en este tenor comunicó cómo, poco a poco, los miembros que ingresaban a dichas
corrompiéndose también: “mientras los antiguos frailes procuraban la salvación de los
El disgusto iba más allá de percibir lo corrupto del clero, era también la irritación ante
la simulación de que los monjes cubrían sus deberes monásticos, cuando a todas luces era
evidente que no lo hacían. Boccaccio presentó otro caso, muy significativo por tratarse de un
fraile miembro de la Inquisición, institución precursora del Tribunal del Santo Oficio, además
de ser franciscano:
Vivía en nuestra ciudad un fraile menor que era inquisidor de las heréticas maldades; el cual,
como lo hacen todos, se las ingeniaba muy bien para parecer santo y tierno amante de la fe
cristiana, y no menos buen investigador de quienes cometían alguna falta en contra de la fe,
sobre todo si éstos tenían las bolsas repletas de dinero. 306
Con todo, Boccaccio no señalaba únicamente errores, también era capaz de reconocer
los religiosos:
[...] cuyo número es ya muy escaso”, 307 que no huyeron de la ciudad o murieron durante la
peste. Los pocos que permanecieron en la ciudad, aun arriesgando su vida, apenas se daban
abasto para los oficios fúnebres, ocurrió “muy a menudo […] [que] yendo dos sacerdotes, con
304
Probablemente Boccaccio estaba más al tanto de los franciscanos que de otros frailes, debido a que esta orden
surgió en Florencia.
305
G. Boccaccio, El Decamerón, op. cit.,Jornada III, Cuento 7, p. 299.
306
Ibid., Jornada I, Cuento 6, p. 91.
307
Ibid., Jornada I, Introducción, p. 51.
94
Se ha tratado el caso de los frailes y los clérigos que resistieron la enfermedad. Pero no
epidemia, Boccaccio, a través de Pampinea contó: “[…] las recluidas en los monasterios
pónense a pensar que les conviene a ellas lo que hacen las demás, y rota ya la obediencia a las
leyes, entréganse a los placeres carnales y se tornan lascivas y disolutas”. 309 Su parecer es
muy claro, y nuevamente lo enuncia por medio de uno de sus personajes, curiosamente uno
femenino. Cabe destacar que en el caso de las religiosas, no mencionó ningún aspecto
Estos son sólo algunos ejemplos, en el Decamerón abundan las historias de monjes,
que reconocer que la necesidad y la intención de cambiar han estado presentes en muchas
308
Ibid., Jornada I, Introducción, p. 47.
309
Ibid., Jornada I, Introducción, p. 52.
95
de su tiempo. Sin embargo, no se atrevió a sugerir explícitamente una reforma. Lo que sí hizo,
Y eso fue precisamente lo que realizó al narrar la historia de la visita del judío
Abraham a Roma, bosquejada en líneas previas. Boccaccio por medio de Abraham describió
eclesiástica eran numerosos, pero este comportamiento no era privativo de los habitantes de la
Santa Sede. En ese sentido, destaca el caso del inquisidor franciscano, que aun perteneciendo
a una orden consagrada a la pobreza, adolecía de los mismos males, iniciando procesos contra
personas de buena posición económica para obtener de ellos la mayor riqueza posible, sin
concedía a la mediación de los santos, del mismo modo que el apoyo de los vivos a los
pecadores en el más allá. Y en el eje de toda mediación, la Iglesia tenía el papel central y
dominante, pues es quien acercaba a los fieles con las reliquias de los santos, y se hacía cargo
de oficiar las misas por las almas de los muertos, entre otras acciones.
No hay que olvidar que Boccaccio respondía a ciertos cánones y estilos. Tenía
su carácter de mercader, destaca la creencia en un santo como San Julián, así como su visión
del purgatorio más parecida a la de Dante que a la propuesta por la propia Iglesia.
310
Ibid., Jornada I, Cuento 6, pp. 91-94.
96
CONCLUSIONES
Al iniciar este trabajo, uno de mis objetivos era averiguar, por medio del Decamerón, de qué
modo eran percibidos el clero y la ritualidad en Florencia a mediados del siglo XIV, sin
Por tanto se puede concluir que el Decamerón retrata los valores de un autor
característico de su entorno. Boccaccio nació en medio de una crisis europea, pero en una
Es claro que la Iglesia de su época requería reformar ciertas prácticas, pero este
proceso no era novedoso, ya había ocurrido en diversas ocasiones siglos antes, y seguiría
ocurriendo después del siglo XIV. Boccaccio presenció y dejó testimonio acerca de aspectos
Por otro lado, la Peste Negra merece mención aparte ya que se trata del marco
Esta enfermedad tuvo repercusiones en todos los sectores sociales y económicos de Florencia
sin distinción
En ese sentido hay que señalar que en ningún momento dejé de considerar que se
Decamerón se haya hecho mención de personajes o lugares reales, no fue escrito para fijar
acontecimientos “dignos de ser recordados”, sino para entretener a un público específico, que
La elección del Decamerón como fuente en este tema se debe, en gran medida, a que
Además, considero que los excesos dentro de la Iglesia, narrados por Boccaccio, son
eclesiástica
Por otro lado, la cualidad edificante de un texto como el Decamerón, que presenta un
en un referente singular acerca de las opiniones sobre el clero de Florencia en el siglo XIV.
implican un intento de apego histórico por parte del autor. Es probable que esta tendencia de
Boccaccio fuera realizada de manera inconsciente, y se puede agregar que si el texto careciera
cotidianas.
Ahora es más claro que nunca, por qué al realizar el estudio de una obra no puede
deslindarse de la vida de su creador, así como tampoco puede dejarse de lado el contexto en
que fue escrita. En el caso particular de Boccaccio el mundo mercantil y cortesano en que se
formó, así como los cambios sociales a raíz de la Peste Negra, enmarcan la creación del
de este trabajo. El hecho de su prohibición y censura por la Iglesia fue fundamental, como
concretos sobre religiosidad apuntados en el Decamerón; una revisión de todos y cada uno de
los temas que pueden extraerse de la obra sería el trabajo de una vida. La forma en que llevé a
cabo esta investigación, fue situando lo dicho por Boccaccio en el Decamerón dentro del
Es notable que el autor del Decamerón haya suministrado en su obra una gran
variedad de descripciones de distintos tipos sociales. Para los fines de este estudio destacan
los monjes, frailes y abadesas que no eran precisamente un manojo de virtudes. Sin embargo,
que los laicos tenían de relacionarse con la religión. Es interesante que Boccaccio no haya
bajos.
Un factor más es la religiosidad del propio Boccaccio, quien, como es fácil extraer de
su escrito, era un creyente. Hecho que se confirma con su ingreso a la Tercera Orden de
Frailes Menores algunos años después de haber escrito el Decamerón. Pero Boccaccio
también era un humanista, y eso le hizo tener una mirada crítica ante las prácticas que
Hay que recordar que la mayor parte de los señalamientos y comentarios con respecto
a cualquier asunto, no aparecieron en la obra como salidas de boca del autor, sino más bien
como si hubieran sido dichas por los actores de las diez jornadas en el campo o, en ocasiones,
99
por los personajes de alguno de los relatos. Esta herramienta narrativa, facilitó la realización
religión, lo que irritaba a Boccaccio era la perversión de los miembros de la Iglesia, como
Es por eso necesario reiterar que no puso en duda el cristianismo, sino la forma en que
comportamiento clerical.
Otro aspecto que resalta es que Boccaccio no era el único que se quejaba de la doble
laicos como clericales, durante el siglo XIV. De ahí, probablemente, uno de los elementos de
tardías (s. XVI). Pese a lo que podría creerse, el libro no fue editado en las secciones que
criticaban al clero corrompido, las preocupaciones de los censores más bien se daban en
relación con pasajes como el “cuento de los tres anillos” que podían provocar, y de hecho
carácter teológico.
Sin duda Boccaccio fue un hombre que, desde su sitio en el mundo, contó lo que vio,
lo hizo asequible para muchos, y de algún modo esperó lo mejor. En ese sentido vale la pena
enfatizar que no hay propuestas concretas sobre un cambio, sólo señalamientos críticos.
100
pertinente señalar que el modelo ideal se encontraría más bien en un pasado idealizado, los
rasgos más valiosos aparecen en las narraciones sobre eclesiásticos de tiempos anteriores; tal
es el caso de los franciscanos originales. Los religiosos coetáneos a Boccaccio, que retrató en
No hay que olvidar que Boccaccio estaba fuertemente influido por los preceptos de
San Francisco de Asís. De ahí la constante crítica a la opulencia de la Iglesia. Tal parece que
percibía más defectos que virtudes en los religiosos de su época, ya fueran hombres o
convivía con cristianos que a su vez conocían sus deberes ante Dios, asimismo, fue testigo de
cómo algunos representantes de la Iglesia eran los primeros en desobedecer estos principios.
Boccaccio tenía una postura de molestia ante los religiosos promiscuos, le disgustaba
que rompieran los votos realizados, así es que era más bien la doble moral que la
concupiscencia misma lo que no soportaba, es decir, era la Iglesia quien postulaba esos
Ocurría algo similar con la avaricia, y esto era de particular interés para Boccaccio,
puesto que, como se ha señalado previamente, era un admirador de San Francisco de Asís,
desdeñable.
101
Así pues, es claro que el Decamerón aporta datos muy valiosos en cuestiones tales
Para terminar, me gustaría agregar que espero que este trabajo despierte interés y sea
general, que se sigue abriendo paso; como para el estudio de la religiosidad en el siglo XIV,
ANEXOS
cuadro se incluyeron versiones en varios idiomas, dado el interés que pueden generar, y, en
cambio, se descartaron las antologías por razones de espacio. Los títulos se especificaron ya
ESCRITOS LITERARIOS
x Caccia di Diana. Poema en dieciocho cantos breves en forma de tercetos. Elaborado en 1334
aproximadamente.314
x Comedia delle Ninfe. Conocida como Ninfale d’Ameto. Conjunto de fábulas pastoriles, con
x Corbaccio. Breve escrito surgido tras una decepción amorosa, en 1365 aproximadamente.317
x Esposizioni sopra la Comedia di Dante. Notas y apuntes inconclusos sobre la obra maestra de
311
A pesar de que la mayoría de las obras de Giovanni Boccaccio se hallan en ediciones modernas, no todas son
accesibles en México. Con un asterisco (*) señalé aquellas ediciones que no pude localizar en la ciudad de
México. Su existencia puede verificarse en http://www.worldcat.org/
312
Le rime. L’Amorosa Visione. La Caccia di Diana, ed. Vittore Branca, Bari, G. Laterza, 1939. (Scrittori
d’Italia. G. Boccaccio, opere 6, 169)
313
Opere latine minori: Buccolicum carmen carminum et epistolarum quae supersunt, scripta breviora, ed. Aldo
Francesco Massera, Bari, G. Laterza & figli, 1928. (Scrittori d’Italia. G. Boccaccio, opere 9, 111)
314
Le rime. L’Amorosa Visione. La Caccia di Diana, op. cit.
315
*Rime. Carmina. Epistole e lettere. Vite. De Canaria,ed. Vittore Branca, Milán, Mondadori, 1992. (I Classici
Mondadori. Tutte le opere di Giovanni Boccaccio. Vol. V. Tomo I)
316
L’Ameto. Lettere. Il Corbaccio, ed. Nicola Bruscoli, Bari, G. Laterza, 1940. (Scrittori d’Italia. G. Boccaccio,
opere 5, 182)
317
L’Ameto. Lettere. Il Corbaccio,op. cit.
318
Elegia di Madonna Fiammetta, eds. Carlo Salinari y Natalino Sapegno, Turín, G. Einaudi, 1976.
319
*Esposizioni sopra la Comedia di Dante, ed. Giorgio Padoan, Milán, Mondadori, 1965. (I Classici
Mondadori. Tutte le opere di Giovanni Boccaccio. Vol. 6)
320
Il Filocolo, ed. Salvatore Battaglia, Bari, G. Laterza, 1938. (Scrittori d’Italia. G. Boccaccio, opere 1, 167).
Existe versión española: Filócolo, trad. Carmen F. Blanco Valdés, Madrid, Gredos, 2004. (Clásicos medievales)
106
1344-1346. 322
x Teseida. Doce cantos en octavas compuestos de 9,898 versos. Escritos entre 1339-1341.324
MISCELÁNEAS
x Zibaldone Laurenziano. Textos de Dante, Petrarca y otros autores, mezclados con anotaciones
retomado en 1373-1374.327
321
The Filostrato of Giovanni Boccacio, introd. y trad. Nathaniel Edward Griffin, trad. Arthur Beckwith Myrick,
Filadelfía, University of Pennsylvania, 1929.
322
Il ninfale fiesolano, ed. Aldo Francesco Massera, Turín, U. T. E. T., 1926. (Collezione di Classici Italiani,
XIII). Existe traducción al español: Las ninfas de Fiésole, trad. María Hernández Esteban, Madrid, Gredos,
1997. (Clásicos medievales)
323
Le rime. L’Amorosa Visione. La Caccia di Diana, op. cit.
324
La Teseida. Traducción castellana del siglo XV, ed., introd. y notas de Victoria Campo y Marcial Rubio
Arquez, Frankfurt-Madrid, Vervuert-Iberoamericana, 1996. (Medievalia Hispánica, 2)
325
*Elegia di Madonna Fiammetta. Corbaccio. Consolatoria a Pino de' Rossi. Bucolicum carmen. Allegoria
mitologica,ed. Vittore Branca, Milán, Mondadori, 1994. (I Classici Mondadori. Tutte le opere di Giovanni
Boccaccio. Vol. V. Tomo II)
326
*Rime. Carmina. Epistole e lettere. Vite. De Canaria, op. cit.
107
x De mulieribus claris. Ciento seis biografías de mujeres, tanto antiguas, como contemporáneas
a Boccaccio. Iniciado en 1361 y finalizado en 1375, tras nueve fases de redacción. 329
x Genealogia deorum gentilium. Tratado mitológico en quince libros. Iniciado antes de 1350,
x Vita et moribus Francisci Petracchi. 335 Biografía de su amigo y maestro Francesco Petrarca.
327
*De casibus virorum illustrium, ed. Pier Giorgio Ricci y Vittorio Zaccaria, Milán, A. Mondadori, 1983. (I
Classici Mondadori)
328
*Libro de los montes & ríos & selvas. Traducción castellana del siglo XV del De Montibus, silvis, fontibus,
lacubus, fluminibus, stagnis seu paludibus et de diversis nominibus maris, ed. José Blanco J., Santiago de Chile,
Universidad de Las Américas, 2008.
329
*Mujeres preclaras, ed. y trad. Violeta Díaz-Corralejo, Madrid, Cátedra, 2010. (Lecturas Universales, 420)
330
*Opere minori: La Fiammetta. L’Ameto. Il Corbaccio. Lettera consolatoria a M. Pino de’ Rossi, ed.
Francesco Costero, Milán, s.p.i., 1932. (Biblioteca Classica Economica, 34)
331
L’Ameto. Lettere. Il Corbaccio, op. cit.
332
Genealogía de los dioses paganos, Madrid, Editora Nacional, 1983. (Clásicos para una biblioteca
contemporánea. Literatura, 30)
333
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334
*Rime. Carmina. Epistole e lettere. Vite. De Canaria,op. cit.
335
*Rime. Carmina. Epistole e lettere. Vite. De Canaria,op. cit.
108
336
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http://www.brown.edu/Departments/Italian_Studies/dweb/images/maps/decworld/plaguetraderoutes.jpg,
consultado el 18 de marzo de 2013.
109
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