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NECRODERECHO

El cuento describe una situación de injusticia donde un cacique ha abusado de su poder y cometido crímenes contra la comunidad. Los pobladores acuden a las autoridades estatales en busca de justicia, pero éstas no pueden o no quieren actuar. Finalmente, la asamblea de la comunidad les da permiso a los pobladores para hacer justicia por mano propia contra el cacique. El documento analiza la tensión entre la justicia popular y el monopolio estatal de la violencia legítima, y propone que el Estado debe asumir su respons

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NECRODERECHO

El cuento describe una situación de injusticia donde un cacique ha abusado de su poder y cometido crímenes contra la comunidad. Los pobladores acuden a las autoridades estatales en busca de justicia, pero éstas no pueden o no quieren actuar. Finalmente, la asamblea de la comunidad les da permiso a los pobladores para hacer justicia por mano propia contra el cacique. El documento analiza la tensión entre la justicia popular y el monopolio estatal de la violencia legítima, y propone que el Estado debe asumir su respons

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NECRODERECHO

XVI. ¿QUÉ HACER FRENTE AL NECRODERECHO? EL


VITALISMO JURÍDICO
En el relato “La muerte tiene permiso”, que da nombre a la compilación de
cuentos de Edmundo Valadés, un grupo de campesinos –indígenas puede
suponerse– comparecen en una audiencia frente a un grupo de ingenieros
que al parecer tienen ciertas facultades para permitir al grupo algunas
cuestiones relativas a la organización política de su comunidad. Los
campesinos tienen dificultad para hablar, no se organizan; finalmente
deciden por un representante, quien tímidamente se dirige al consejo o
tribunal. Primero habla con uno de ellos, le expone las vejaciones del
presidente municipal, un cacique que lo controla todo y que incluso ha
violentado a dos chicas de la comunidad y asesinado al hijo del que habla.
Han hecho de todo para buscar justicia: ésta es la última instancia, quieren
sólo un permiso, para poderlo ajusticiar ¿Es eso justo? Se preguntan los del
consejo, la ley no lo permite dicen unos, otros dudan ante la injusticia.
El tema central del cuento es qué hacer ante la injusticia extrema. Los
campesinos al menos han acudido a esta instancia, quizá exista esperanza
para que las instituciones del Estado asuman su papel como catalizador de
la violencia legítima como la llamó Weber; aunque también es cierto que
“la violencia es, por naturaleza, instrumental..., siempre precisa de una guía
y una justificación”, como sugirió Arendt. Quien ya conoce el desenlace
del relato “La muerte tiene permiso” podría generar algunas hipótesis a
propósito: la justicia que proporciona el Estado debería tener una matriz
social, no es un privilegio, no es propiamente un poder, en el sentido
material del término; es una facultad delegada, por ello las instituciones
estatales deben asumir la función con responsabilidad social e incluso con
cierta conciencia de saber que la propia sociedad en muchos de los casos
puede resolver sus problemas, convertirse en un facilitador más que en un
proveedor de servicios. Lo cual nos resulta sencillo, porque eso supone, en
principio, que el Estado comience a adelgazarse y que ciertas funciones se
democraticen; aunque el Estado siempre tendrá la tentación de
institucionalizarlas, la medicación ha corrido esa suerte: se socializa para
después institucionalizarse. Detrás seguramente seguirá primando la
paradoja de la institución como fenómeno sociopolítico. El caso es que
necesitamos que la sociedad comience a resolver sus conflictos con una
actitud pacificadora, por eso hemos titulado a este apartado amigable
composición, para tener toda la fuerza simbólica de este binomio: amistad
y compostura.
En un sentido intercultural, la amigable composición tiene mucho de
antropológico. En muchas de las culturas, el origen de la civilización se
halla en la palabra, la palabra es creadora. Por eso existe un gran respeto
hacia el lugar mismo (asamblea) en el que se “habla”, hacia el “hablante” y
al resultado propio de los acuerdos, al grado que la idea de derecho está
íntimamente ligada, como etimología, al acuerdo. Esta actitud
componedora se encontraría implícita en el derecho a la consulta, cuando
éste tiene vigencia de manera real y no sólo formal porque así como
muchas culturas asignan un gran valor a quien sabe escuchar; ven como un
peligro a quien no sabe hacerlo.
El vitalismo jurídico, propuesta infrarrealista, se desarrolla a partir de una
dialéctica necesaria con el Necroderecho. Si la indiferencia nos ha llevado
a generar una teoría del derecho obtusa, abstracta, indiferente y formalista,
la posibilidad que tenemos se basa en reconsiderar la pulsión vital, las
ganas de vivir, por decirlo de un modo más coloquial. Primero hay que
asumir el miedo, como un sentimiento humano y necesario, de hecho el no
sentir miedo es un buen parámetro para presumir que se está del lado
equivocado, es decir, generándolo. Normalmente cuando uno cobra
conciencia del daño que ha originado la indiferencia y de la falta de
respuesta de la teoría del derecho tradicional, suele venir la rabia, otro
sentimiento imprescindible para el ejercicio catártico. ¿Cómo es posible
que sigamos tan preocupados por las operaciones lógicas del sistema
cuándo esto se cae a pedazos?
Y ese coraje interior debe reconducirse como fuerza vital para gritar, para
denunciar, para explicitar la violencia y los lugares en los que ésta se finca,
para evidenciar las prácticas y a los practicantes del sometimiento y la
esclavitud; es necesaria fortaleza, porque en los primeros momentos esta
teoría sonará a locura:
Así, la fuerza del conocimiento no depende de su grado de verdad, sino en
su edad, en el grado en el cual ha sido incorporada, en su carácter como una
condición de vida. Donde la vida y el conocimiento parecían oponerse,
nunca hubo una disputa real, sino que la negación y la duda fueron
consideradas simplemente locura […].
Cuando el derecho supone que hay un margen justificable de muerte y eso
constituye ciencia y verdad, sólo la vida misma puede servir de
contraargumento: no quiero morir aún, tengo un proyecto de vida, quiero
ver crecer a mis hijos y amar a mi esposa, quiero compartir mis ideas sobre
el derecho y escuchar las de otros… Esto debería constituir un derecho, del
cual se desglosan infinidad de libertades que deberían tener un mecanismo
para poder ser salvaguardadas cuando son limitadas por alguien más y cuya
garantía fundamental no es un ente llamado Estado sino la nostreidad, la
necesidad de vivir en un colectivo que quiere lo mismo vivir su propio
proyecto de vida al lado de otros.
*En el cuento la asamblea les da permiso a los pobladores a hacer
justicia por mano propia*
Instituciones que no sirven para lo que son creadas, justicia popular que no
es satisfecha, la ley como un símbolo de un paraíso perdido que se enfrenta
a una cruda realidad ¿quién es el bárbaro? Entonces sólo alguien que
tenuemente recuerda sus raíces tiene la fuerza suficiente para poner orden;
legitimidad, racionalidad y otros términos modernos no funcionan en este
contexto, la muerte llegó a través del abuso de autoridad, a través de la
perversión de las instituciones y el derecho; sólo queda esperar una
reacción igual de humana y en el mismo nivel de coherencia. La justicia no
es más asunto de la ley
XVII.-LA MEMORIA Y LA VERDAD COMO CONTRAPESOS DEL
NECRODERECHO
Parece que la memoria en ciertos momentos es el único signo sensible de
coherencia. Cuando una mentira mil veces repetida se ha convertido en
verdad, se torna indispensable echar mano de la memoria para evitar un
nuevo acto de injusticia. El primer enemigo que encontraremos es el
progreso, que nos impele a la reforma y evita que hagamos una reflexión
retrospectiva en nombre de los sin nombre.
El orador concebido por Cicerón es el profesionista encargado entre otras
cosas de demandar justicia en el foro. Simónide de Cea o Ceos,
presocrático eminente, es recordado entre otras cosas por haber sido el
primero en mencionar la noción de justicia como el acto de dar a cada uno
lo suyo. Luego parafraseado por muchos hasta la actualidad, es conocido
como el primer poeta en distinguir el arte poética de la pintura y por tanto
hablar de espacio simbólico; memoriza la posición física de los comensales
y por ello es posible que los familiares los reconozcan y, por ende, les
puedan ofrecer las exequias de rigor, y así hacer justicia y a la vez
continuar con su vida. Testimonios periciales, técnicas innumerables para
corroborar narraciones variopintas, criminología avanzada, teoría de la
prueba, principio de la inmediatez, técnicas de argumentación
sofisticadas… de nada sirven sin un derecho a la memoria y a la verdad.
La memoria es una facultad del ser humano, la cual ayuda a estandarizar,
sistematizar y resguardar experiencias vividas, con la finalidad de mejorar
en el futuro, la capacidad de respuesta ante los dilemas de la vida como
sentido interno; se hace acompañar de otros dos sentidos, la imaginación y
la estimativa, una proyecta las imágenes de la memoria, la otra pondera y
valora las experiencias. El decir que la memoria es un elemento
constitutivo de la persona humana significaría mucho para el derecho
porque cada persona –en la construcción de su identidad y a través de un
ejercicio de autodeterminación– tiene derecho a establecer los elementos de
su pasado que quiere considerar en la construcción de su personalidad. En
términos muy generales, el derecho a la conciencia –en sus variantes de
libertad de pensamiento, expresión, credo religioso– contendría esta
premisa.105 Además, tenemos un derecho a la memoria como comunidad,
un derecho que hay que decirlo es considerado de los nuevos, situado entre
las generaciones de derechos humanos; comenzó a cobrar importancia a
raíz de la discusión sobre algunos genocidios que habían tenido un gran
impacto en ciertas sociedades.
De hecho, el propio concepto de memoria fue variando con el paso del
tiempo y estos hechos atroces del siglo xx dieron matices muy especiales a
la noción de memoria. Quizá debamos aclarar que se trata de un derecho
colectivo que se relaciona íntimamente con otros como el derecho a la
verdad y el derecho a la protección del patrimonio cultural, lo cual deriva
en obligaciones específicas para los Estados como la generación de
políticas archivísticas, que tienen que ver con la transparencia y el derecho
de acceso a la información. El derecho a la memoria surge en el ámbito del
denominado derecho internacional de los derechos humanos, y está
estrechamente ligado al derecho a la verdad, ambos son necesarios
presupuestos de una vida democrática:
El derecho a la verdad ha surgido como respuesta frente a la falta de
esclarecimiento, investigación, juzgamiento y sanción de los casos de
graves violaciones de derechos humanos e infracciones al Derecho
Internacional de los Derechos Humanos por parte de los Estados. Es a
través de los esfuerzos para combatir la impunidad que los órganos del
sistema han desarrollado estándares regionales que dan contenido al
derecho a la verdad, y los Estados y la sociedad civil han desarrollado
enfoques e iniciativas para implementarlos en una amplia gama de
conceptos.
El derecho a la memoria, el cual consistiría en un patrimonio histórico
representado por los documentos que garanticen una verdad objetiva sobre
cierto hecho que fue determinante para la sociedad. En este punto, Todorov
nos advierte que debemos ser cautos porque existen abusos en el uso de la
memoria como podrá entenderse, muy ligados a la manipulación de la
información. Los autoritarismos, nos dice el búlgaro, generan historias
oficiales sobre las que sedimentan principios como el de la unidad,
institucionalidad e incluso nacionalismo, criminalizando toda memoria
contraria al estándar oficial.
Por lo cual, al lado de este derecho debe considerarse además una cultura
de la paz y –por qué no– una responsabilidad social y hermenéutica
respecto de la enunciación del contenido de la memoria como sugiere Paul
Ricoeur. Quien tiene una posible participación en la elaboración de la
memoria debería ser responsable sobre el cómo refleja los hechos, es decir,
cualquier funcionario judicial que tendría que acertar hechos y plasmarlos
en documento oficial deberá tener presente que su interpretación constituirá
la verdad sobre lo que una generación posterior utilizará para construir una
cultura democrática.
Algunos pensadores han opinado que, si bien el pasado no debería
manipularse, la memoria implica procesos de catarsis y, en su caso, sirve
como válvula de escape para tensiones sociales, por lo que de alguna
manera la información que conforma la memoria requiere de un
tratamiento particular.
De este modo, la memoria debe ser “negociada” como expone Pollak, una
“memoria encuadrada” que es trabajo de profesionales, con un perfil
intercultural que tome en cuenta a las “memorias subterráneas” y se trate de
una arqueología de los objetos que contienen la memoria –como el archivo,
el espacio, el cine– para conformar una economía de la historia del
derecho.
Ahora bien, los fondos estatales para resguardar la memoria van en
aumento, pero no existen muchos profesionales capacitados para poder
integrar este concepto social en su labor diaria; en principio porque se
requiere una actitud multidisciplinaria y este trabajo de capacitación es
urgente, porque –sin exagerar– la memoria hoy se necesitaría para
cualquier actividad proyectiva dentro de un Estado Democrático
Constitucional de Derecho: porque no se entendería cómo un Estado puede
diseñar, leyes, políticas públicas y sentencias sin conocer el pasado.
La memoria como derecho es entonces un área de oportunidad, un espacio
que hoy ocupan derecho-humanistas, antropólogos, psicólogos sociales e
incluso historiadores. Pero como dije antes, implica un fuerte compromiso
humanista, un interés por la cultura de la paz y una altísima responsabilidad
social. Todos sabemos que una tarea de toda ciencia debe ser la búsqueda
de la verdad, pero también sabemos muy bien que hay muchas formas de
decir la verdad. Esto no debe interpretarse como verdades sesgadas o a
medias, sino como una tarea prudencial de quien trabaja con la memoria.
Este compromiso debe ser en primer lugar con la sociedad que espera una
interpretación veraz pero también que le permita continuar, y esta doble
labor debe ser realizada con la metodología adecuada. La memoria sería un
antídoto para el Necroderecho.

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