La Delicuancia y La Discapacidad Social

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LA DELICUENCIA Y LA DISCAPACIDAD SOCIAL

Al igual que en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe en la Republica


Dominicana los problemas de la delincuencia y la violencia y, por lo tanto, la
inseguridad ciudadana son problemas sociales de gran importancia y gravedad en los
últimos años.

Los homicidios y suicidios, los robos, los secuestros, el consumo y tráfico de drogas, el
maltrato y abuso de menores, la violencia intrafamiliar y las muertes accidentales, entre
otros, aumentan de forma tan alarmante que demandan una urgente atención por parte
del estado.

En Republica dominicana el estado no ha lograron detener la delincuencia y la


violencia. Fracasaron por su falta de políticas públicas preventivas y programas
dirigidos a controlar el aumento acelerado de la violencia criminal en la isla.

La violencia y sobre todo la delincuencia en Latinoamérica crecieron a la par de la


profunda crisis económica de la década de los años ochenta, y ha seguido aumentado
año con año.

Dos factores que contribuyen a entender la expansión de la violencia y la delincuencia


de los últimos años en República Dominicana, al igual que en otros países como
México, es la proliferación de las armas de fuego y el aumento de las actividades
relacionadas con el narcotráfico.

Para enfrentar el problema de la violencia, el gobierno tiene que impulsar además del


desarrollo de las reformas y modernización del sistema policial y judicial; una fuerte
inversión económica que contribuya a evitar pérdidas humanas y materiales.

Al abordar la delincuencia criminal desde un diagnóstico objetivo y preciso, que le


permita poner en marcha una gran estrategia nacional.

No debe de seguir enfrentando la problemática de manera dispersa, tomando en cuenta


más los aspectos coyunturales, ya que los resultados a mediano plazo han sido
contraproducentes.
No debe de perder de vista que las bandas y carteles tienen la capacidad para competir
con los gobiernos por el control de territorio y la población convirtiéndose en amenazas
con un grave efecto político y estratégico.

El Caribe se ha convertido en una zona violenta y está erosionando la estabilidad de


algunos de los gobiernos de la región.

Los países de la cuenca del Caribe (de México a Venezuela y de Colombia a Jamaica),
se enfrentan desde hace años a nuevas formas de criminalidad que se distinguen de
fenómenos anteriores de delincuencia organizada.

Desde finales del siglo pasado América Latina y el Caribe fueron invadidos por los
carteles de la droga.

La posición clave de la República Dominicana contribuye al tránsito de los envíos de


cocaína hacia Estados Unidos y Europa.

La reforma anunciada por interior y la Policía Nacional es un primer paso para hacer
frente a los problemas de la delincuencia y la violencia, pero la perspectiva de la
situación dominicana sigue siendo poco alentadora.

El costo económico, social, político, humano y ético crecerá si no se cambian las


políticas públicas que se han llevado a cabo hasta la fecha.

EN LA REPUBLICA DOMINICANA
74.6% dice delincuencia es mayor problema RD; 41.4% limita su vida

 
A pesar de que la tasa de homicidios bajó a un promedio de 16 homicidios por
cada 100,000 habitantes en el 2016, el 74.6% de los dominicanos entiende que
la delincuencia es el principal problema de la República Dominicana y el 41.4%
asegura que ha limitado alguna actividad por temor a ser víctima de la
delincuencia.

Estas son algunas estadísticas que presenta el informe “Seguridad Ciudadana


en la República Dominicana: percepción y realidad desde un enfoque de
derechos”, realizado por el Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo.

El informe, que utiliza los datos arrojados en el módulo especial sobre


seguridad ciudadana que presentó la Encuesta Nacional de Hogares de
Propósitos Múltiples (Enhogar) para el año 2015, sostiene que junto a la
delincuencia los problemas que más preocupan a los dominicanos son el
desempleo, con un 42.3%; y la corrupción, con un 26.5%.

No hay confianza. El 62.4% de las personas que han sido víctimas de


agresiones o amenazas no denunciaron el acto, algo que es más frecuente en
las zonas urbanas, donde paradójicamente se registran mayores niveles de
delincuencia.

A causa de ello, indica, existe un importante subregistro de la criminalidad en


todas sus manifestaciones.

¿Por qué no se denuncia? Por la desconfianza que los ciudadanos sienten


hacia la Policía Nacional, las Fuerzas Armadas y el Poder Judicial: más de un
50% de la población encuestada por el Latinobarómetro, resalta el informe,
posee una confianza nula y/o poca en estas instituciones, entre las que
“sobresale de manera alarmante la Policía Nacional, con un 72.8%”. Apenas un
27.2%, establece, tiene algo y/o mucha confianza en la Policía Nacional.
En cuanto a las Fuerzas Armadas, el 55.2% le tiene una confianza nula y/o
poca confianza, mientras que el 44% dice que tiene algo y/o mucha confianza.
En el Poder Judicial los números son los siguientes: un 60.5% de los
ciudadanos le tiene nula y/o poca confianza, mientras un 38.9% le tiene algo
y/o mucha confianza.

¿Qué se está haciendo? El informe señala que a partir del 2012 el Gobierno
lleva a a cabo un conjunto de acciones, destinadas a garantizar el derecho a la
seguridad de los ciudadanos. Entre ellas destaca el Plan Nacional de
Seguridad Ciudadana, la Reforma Institucional de la Policía Nacional, la
implementación del Sistema Integrado de Emergencias 9-1-1, la creación de la
Mesa Nacional sobre Seguridad, Ciudadanía y Género y el Plan Estratégico
Institucional de la Policía Nacional.

Estas acciones, resalta, ha tenido indudables efectos positivos, marginales o


no, sobre la realidad de la violencia en el país, tal como lo demuestra el
descenso registrado en la tasa de homicidios en los últimos cuatro años: de
22.4 homicidios por cada 100,000 habitantes que había en el año 2012 se bajó
a 16 homicidios por cada 100,000 habitantes el año pasado.

Esta tasa, sostiene, es menor al promedio de la región y de las subregiones de


América Central, el Caribe y Sudamérica, según los datos del Observatorio de
Seguridad Ciudadana del Ministerio de Interior y Policía.

“No obstante y no menos cierto o importante, es que no se han obtenido los


resultados esperados en relación a cómo las personas perciben los niveles de
inseguridad en el país y cómo el miedo aún permea en la dinámica social y
económica de los ciudadanos”, lamenta el informe. Por ello, establece que la
percepción debe ser abordada bajo el mismo criterio de importancia que la
realidad misma del fenómeno.
El Observatorio. El Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo es una
iniciativa de la vicepresidenta Margarita Cedeño de Fernández, a través del
Gabinete de Coordinación de Políticas Sociales (GCPS).

DISCAPACIDAD Y DELINCUENCIA. AYUDA A PERSONAS CON DISCAPACIDAD PSÍQUICA EN EL


SISTEMA PENITENCIARIO ESPAÑOL

Introducción

En el ámbito académico el tema de la delincuencia juvenil y adulta ha dado lugar a una amplia
base de literatura que recoge investigaciones y experiencias prácticas sobre diversos aspectos
que nos informan de las causas y factores influyentes. Por ejemplo, se analizan características
de personalidad de los sujetos, elementos como la edad, sexo, historial educativo,
circunstancias sociofamiliares, etc.), los ámbitos donde sucede (familiar, escolar, social, etc.),
los índices de ocurrencia en ciertas poblaciones o contextos. Igualmente podemos encontrar
trabajos que describen y discuten programas de acción con población de riesgo, y enfoques y
programas desarrollados con población que ha pasado al sistema penitenciario.
Indudablemente, el conocimiento de los distintos elementos intervinientes en el fenómeno
permite establecer orientaciones para diseñar planes de acción e intervenciones concretas en
casos determinados. Así mismo, estos planes de intervención son objeto de valoración,
reorientando su curso y organizando la planificación futura de tipo preventivo.

Sin embargo, hay un área específica que parece haber recibido menor atención en la
investigación y en la intervención práctica: se trata de la situación de personas con
discapacidad psíquica que han infringido la ley, han pasado a disposición judicial y
posteriormente al régimen penitenciario. De hecho, podemos afirmar que esta realidad, hasta
muy recientemente, ha pasado inadvertida y, en consecuencia, desatendida, tanto por parte
de los ámbitos académicos y profesionales, como por la sociedad en general.

Es preciso advertir que, puesto que con el término discapacidad psíquica se pueden producir
equívocos, al incluir tanto a personas con retraso mental o déficit intelectual, como a personas
con alteraciones o disturbios mentales y comportamentales (aunque en ocasiones pueden
darse conjuntamente), en este trabajo nos referimos a ambas situaciones, pero
fundamentalmente al primer grupo.

Algunas posibles razones sobre la "invisibilidad" de esta realidad en nuestro contexto, y el


reciente planteamiento de la intervención práctica.

En nuestro país contamos con distintas instituciones, dependientes de administraciones


públicas, que disponen de servicios y equipos de profesionales en cuyas funciones figura
(incluso algunos servicios se centran específicamente) la atención de las necesidades de las
personas con discapacidad. Desde el ámbito sanitario, con programas de prevención,
detección, diagnóstico y atención global y específica en temas de salud (en algunas
comunidades autónomas se encargan también de la atención temprana); desde el ámbito
educativo, con cometidos como la evaluación psicopedagógica, el diseño y desarrollo de
adaptaciones curriculares, la orientación educativa familiar, la disposición de apoyos
personales y materiales para facilitar el progreso escolar del alumnado en las distintas etapas
educativas, etc.; desde el ámbito social y laboral, proporcionando la expedición del certificado
oficial de minusvalía, ofreciendo recursos económicos, desarrollando acciones para el acceso a
los mismos servicios y bienes de la comunidad (eliminación de barreras arquitectónicas, de
transporte, de comunicación, etc.), facilitando la integración social y laboral, etc.

Igualmente, desde la iniciativa privada se han emprendido acciones en diversos campos, que
han supuesto un importante soporte para las personas con discapacidad y sus familiares, en
aquellas áreas que las instituciones públicas no cubrían suficientemente, por no contar con los
recursos suficientes, o por plantearse situaciones y necesidades nuevas en relación con la
discapacidad, que desde los planes y actuaciones institucionales aún no se habían previsto. De
hecho, es una de las razones del apoyo político al movimiento asociativo y las organizaciones a
favor de personas con discapacidad.

Podemos afirmar, por tanto, que en el contexto de nuestro país contamos con un buen
sistema de apoyo a las personas con discapacidad, a lo largo del ciclo vital de la persona, como
corresponde debido al derecho y los principios de justicia y solidaridad que orientan nuestra
sociedad.

No obstante hay que reconocer que, tradicionalmente, cada servicio y grupos de profesionales
ha desarrollado su trabajo en el ámbito de sus competencias, lo que ha supuesto una excesiva
compartimentalización de áreas de trabajo, produciéndose en ocasiones solapamientos o
interferencias y también lagunas (necesidades no cubiertas por ningún servicio, por no entrar
en las competencias propias, o no advertirse tales necesidades, al tratarse de un área o
problema anteriormente no definido, como la realidad que nos ocupa). Considerando que las
necesidades de las personas con discapacidad a menudo no se resuelven desde un solo ámbito
(con frecuencia hay diversos factores causales interrelacionados y necesidades en diversos
aspectos), y que debe haber continuidad en la ayuda personal a lo largo de la vida, desde hace
tiempo se viene trabajando (no sin dificultades) en la coordinación interinstitucional y la
colaboración interprofesional, que permite ofrecer un apoyo con mayores garantías de eficacia
y rentabilizar el trabajo. Así, en el ámbito educativo, por nuestro parte más conocido, a nivel
local o sectorial (zonas o barrios en poblaciones de más habitantes, o comarcas en población
rural), desde hace tiempo se tratan de establecer encuentros interprofesionales con personas
de otros organismos y servicios para orientar y apoyar en determinados casos (generalmente
la coordinación se establece por propia iniciativa de los profesionales de los distintos servicios
intervinientes). Por ejemplo, en el tema de prevención de desadaptación social y delincuencia,
es común el contacto de profesionales de la orientación psicopedagógica (sistema educativo)
con trabajadores sociales, psicólogos y educadores del sistema de justicia, y también con
servicios sociales de ayuntamientos, con el fin de colaborar en casos de chicos y chicas
menores de edad que han tenido problemas judiciales o que presentan conductas de riesgo.

Pero ha habido un terreno desatendido hasta muy recientemente: los casos de personas con
discapacidad psíquica, mayores de edad, que, tras la comisión o participación en acciones
delictivas, han sido juzgadas, declaradas culpables y han pasado al régimen penitenciario. No
se trata de desatención intencional o "consciente". Diversas circunstancias han provocado la
"invisibilidad" de este problema, el desconocimiento de este colectivo que obviamente
requiere atención especial. Del mismo modo, la confluencia de una serie de factores ha dado
lugar a la "visibilización" de la realidad que referimos y a la progresiva incorporación de
acciones para dar respuesta a la misma, como veremos.

Tradicionalmente el sistema penitenciario ha sido un sistema bastante "cerrado", es decir, se


ha regido por sus correspondientes normas, conforme al derecho y la orientación política de
cada país, algo en absoluto objetable, pero teniendo poca relación con otras instituciones y
servicios de la sociedad. Los ciudadanos hemos confiado en el buen hacer de estas
instituciones que consideramos necesarias y protectoras de la convivencia. Progresivamente la
orientación de la justicia y la acción en el sistema penitenciario ha ido tomando en cuenta los
principios de rehabilitación y de inserción en la sociedad, así como el trato personalizado a
cada sujeto para lograr hacer realidad estas orientaciones. Son precisamente estas
orientaciones, junto con la sensibilidad y buen hacer profesional de muchos trabajadores de
estas instituciones (que paulatinamente también se han ido dotando de equipos de
profesionales titulados en trabajo social, psicología, etc.) aspectos que es preciso reconocer
como facilitadores de la detección de la realidad que describimos y de la intervención práctica
en la misma.

Pero, como elemento clave en la llamada de atención social sobre la realidad de las personas
con discapacidad en prisiones, es preciso destacar a la iniciativa privada, que con su acción
insistente y su trabajo práctico ha conseguido que, en la actualidad, ya se plantee, y
progresivamente se contemple desde un marco normativo e institucional, la intervención en el
ámbito que nos ocupa. Decimos que ha propiciado esta intervención la acción conjunta de
varios frentes: las asociaciones de personas con discapacidad, la denuncia de familiares de
personas con discapacidad afectadas, la sensibilización sobre el tema de profesionales del
ámbito de la justicia (abogados, fiscales, jueces), personal de prisiones (psicólogos,
funcionarios, etc.), y la importante acción de instituciones como el Real Patronato sobre la
Discapacidad, el Defensor del Pueblo Andaluz (en el caso de nuestra comunidad autónoma),
etc., lo que ha dado lugar al compromiso de los organismos e instituciones políticas superiores,
a nivel autonómico y estatal.

Cómo se han desarrollado los cambios. Algunos aspectos del proceso de apoyo

Como decimos, la situación actual es producto de un largo proceso de acciones, intervenciones


particulares, en casos concretos, que, una vez comprobados su adecuado planteamiento y sus
resultados, se han ido extendiendo y aplicando en otros lugares. El análisis de este proceso
desde una perspectiva organizacional es de interés, ya que se trata de un proceso de cambio
de sentido ascendente, al comenzar en un nivel básico, el nivel práctico y a pequeña escala, lo
que ha ido provocando cambios en niveles superiores, estructurales. En la actualidad, el hecho
de existir ya alguna normativa legal que apoya la acción en este campo, de acuerdo con las
intervenciones que se han ido desarrollando, es también de gran relevancia, en el sentido de
favorecer y asentar estos cambios, tanto porque proporciona un marco legal para la acción,
como por el reconocimiento institucional de la importante labor de los profesionales y otras
personas colaboradoras. De forma sucinta referimos cómo se han introducido los cambios.

En nuestro país, en la actualidad, se vienen desarrollando ya de forma sistemática programas


de intervención de carácter rehabilitador para personas reclusas y ex reclusas con
discapacidad intelectual. En la mayor parte de estos programas interviene FEAPS (Federación
Española de Organizaciones a favor de Personas con Discapacidad Intelectual), bien
coordinando, o bien participando y colaborando en su desarrollo. De hecho, esta entidad, cuyo
trabajo en el tema que tratamos ha sido premiado con la Medalla de Plata al Mérito
Penitenciario en 2001, ha elaborado y publicado recientemente una "Guía de intervención
para personas con discapacidad intelectual afectas por el régimen penal penitenciario" (FEAPS,
2006). Esta guía constituye un instrumento de ayuda y gran utilidad práctica para profesionales
y familiares de jóvenes y adultos con discapacidad en esta situación (y de ella hemos obtenido
documentación en algunos aspectos que referimos en este trabajo).

El trabajo de FEAPS en el ámbito que nos ocupa ha sido pionero, ya que desde el año 1987
comenzó a interesarse por la situación de los presos y presas en los centros penitenciarios
españoles de carácter especial existentes en el momento: centros psiquiátricos penitenciarios
(Madrid, Alicante) y el centro penitenciario asistencial (León). En esta época empezó el estudio
de la situación y las primeras intervenciones. Así se pudo constatar el tratamiento inadecuado
que recibían las personas con discapacidad intelectual en los centros penitenciarios,
observando la falta de personal funcionario especializado, la carencia de espacios separados
del resto de las personas internas, su desarraigo familiar, la falta de alegación en el juicio de la
condición de inimputables y las estancias indefinidas en los centros de reclusión.

En años sucesivos se han emprendido y llevado a cabo sucesivas acciones de carácter


rehabilitador y de reinserción para estas personas, una vez excarceladas. Progresivamente se
ha ido ampliando la actuación con el objetivo de evitar el ingreso en prisión, y apoyar el
cumplimiento de medidas alternativas. Además, se ha incluido también en este marco de
acción la atención a personas con discapacidad intelectual que presentan situaciones de riesgo
delictivo.
En 1995, tras unas jornadas de estudio celebradas en Alicante sobre derecho penal y
deficiencia psíquica, se constituyó, con el apoyo del Real Patronato sobre Discapacidad, el
Grupo de Apoyo a la Rehabilitación de Personas con Deficiencias afectas por el Régimen Penal
Penitenciario. La actividad de este grupo ha permitido el avance en varias líneas de trabajo:

Realización de estudios sobre el tema

Mejora de la situación de las personas con deficiencia mental que se hallen cumpliendo
sentencias.

Prevención de sentencias y cumplimiento de las mismas

Promoción de reformas legales

Sintetizamos las realizaciones fundamentales de estas líneas de trabajo.

Estudios

Se han llevado a cabo varios estudios sobre la situación de la población con discapacidad
reclusa, (a nivel nacional y en comunidades autónomas: Cataluña, Andalucía). Los estudios
realizados en nuestra comunidad (Andalucía), por la asociación Paz y Bien y la Fundación TAU,
sirvieron de base para el Informe presentado en el año 2000 por el Defensor del Pueblo
Andaluz "Deficientes mentales internados en centros penitenciarios andaluces" (En 1998 el
Defensor del Pueblo Andaluz presentó otro "Informe especial sobre la situación de los
enfermos mentales internados en centros penitenciarios andaluces"). Este trabajo ha
permitido constatar la existencia de un elevado número de personas con discapacidad en tal
situación, además de indicarse la gran dificultad para identificar otros casos, al carecer de
diagnóstico y de instrumentos o protocolos de identificación. Algunos datos destacables del
informe se refieren a:

- El perfil mayoritario de los afectados muestra un cuadro de retraso mental ligero o leve, son
varones y menores de 35 años.

- Los delitos imputados son: ilícitos contra la propiedad, pequeños robos y hurtos o delitos
menores contra la salud pública. No de trata de delitos graves, pero es habitual la reincidencia
o multi-reincidencia, lo que les acarrea condenas elevadas.

- Su presencia en módulos ordinarios de prisión provoca conflictos de relación con otros


presos. Habitualmente son objeto de burla y de manipulación por los otros internos. Esto
genera tensiones y frecuentes incidentes disciplinarios
- Con frecuencia padecen trastornos duales. También es muy elevado el porcentaje de
toxicómanos (75%).

- El 64% carece totalmente de ingresos económicos. Un mínimo número recibe pensión no


contributiva o asistencial por minusvalía

- La mayoría mantiene alguna relación con la familia, pero sólo un 15% tiene contacto con
asociaciones o entidades solidarias.

Estos rasgos son comunes en la población reclusa con discapacidad psíquica de otras
comunidades y, en general de todo el país, según se ha constatado en otros trabajos, como el
elaborado a finales de 2002 por un grupo de profesionales del gabinete técnico de
Instituciones Penitenciarias. Así en este otro estudio se ha constatado que de un total de 700
presos con discapacidad (de distintos tipos) identificados, solamente 135 tenían el certificado
oficial de reconocimiento de discapacidad (documento requerido para la consideración de su
situación particular en los juicios y para la recepción de diversas prestaciones sociales,
económicas, etc.).

Mejora de la situación de las personas con discapacidad intelectual que están cumpliendo
sentencias. En este ámbito se han establecido cuatro frentes de acción:

- Revisión de sentencias de aquellos casos en los que la discapacidad intelectual no hubiera


sido considerada en el juicio

- Promoción de alternativas en el cumplimiento de sentencias condenatorias o de


internamiento cuando se aprecien condiciones inadecuadas

- Propuesta de régimen de participación en actividades de integración social y laboral

- Programas de acogimiento excarcelario

Prevención de sentencias y cumplimento de las mismas:

Para que la persona con discapacidad se pueda beneficiar de las medidas especiales es preciso
que su discapacidad sea conocida. Como es precisamente la inadvertencia de la discapacidad
en todo el proceso lo que ha llevado a la persona a su ingreso en prisión, se deben emprender
acciones para el conocimiento de la condición de discapacidad al inicio del proceso judicial,
incluso antes si aparecen conductas de riesgo. Estas acciones se dirigen hacia dos ámbitos:

- A las familias y a los profesionales: para informarles sobre los riesgos de conductas
antisociales de algunas personas con discapacidad intelectual.
- A entidades públicas y privadas que conozcan a personas con discapacidad con alto riesgo de
conductas antisociales: para que informen a las familias y a los cuerpos de seguridad sobre la
conveniencia de advertir la condición de discapacidad en caso de detención.

Promoción de reformas legales

El trabajo continuado y persistente de personas y entidades empeñadas, desde hace años, en


mejorar la situación de las personas con discapacidad que se ven involucradas en situaciones
delictivas, tratando de garantizar sus derechos y su protección al ser personas más vulnerables,
está obteniendo sus frutos.

Las iniciativas de FEAPS que hemos mencionado en relación con la discapacidad intelectual,
pero también de otras entidades (por ejemplo, en relación con la enfermedad mental, en
Andalucía FAISEM: Fundación Andaluza para la Integración Social del Enfermo Mental, o
FEAFES: Federación Andaluza de Familiares de Personas con Enfermedad Mental.), grupos de
profesionales (como el departamento de Trabajo Social y Servicios sociales de la Universidad
de Alicante), y personas particulares del ámbito jurídico y de otros ámbitos (como el
coordinador del Foro Andaluz del Bienestar Mental, D. Fernando Santos Urbaneja, durante
muchos años fiscal de la discapacidad en Córdoba), han conseguido la sensibilización pública y
política, y el compromiso en el tema que ha llevado a la ejecución de reformas legales de
interés.

En este sentido, el nuevo Código Penal (1995) ha supuesto un avance en la mejora de las
personas con discapacidad psíquica que han cometido un delito, ya que en diferentes
preceptos se hace referencia a aspectos que contemplan la situación particular de
discapacidad:

- La exención de responsabilidad criminal para personas con anomalías psíquicas o alteraciones


de la percepción.

- La atenuación de la responsabilidad criminal.

- La consideración de incapaz a efectos penales.

- La suspensión de pena en supuestos de trastorno mental grave posterior a la sentencia.

- El posible internamiento en centros de personas declaradas exentas de responsabilidad, o en


supuestos de eximente incompleta.

- Las medidas no privativas de libertad.


Del mismo modo, la aprobación del Reglamento Penitenciario (1996), el capítulo VII, que
regula la participación y colaboración de las Organizaciones no Gubernamentales, también ha
supuesto un paso adelante, al contemplar la intervención de instituciones o asociaciones
colaboradoras en el medio penitenciario. Esta intervención de colaboración se realizará de
acuerdo con un programa y debe seguir un proceso para su aprobación en el ámbito de la
administración penitenciaria.

En estas referencias sobre reformas legales, de manera destacada es preciso mencionar una
reciente normativa de aplicación en nuestra comunidad. Se trata de la Resolución de 5 de junio
de 2006, de la Secretaría General Técnica del Ministerio de Interior, por la que se dispone la
publicación del Acuerdo sectorial que regula la cooperación entre la Consejería para la
Igualdad y Bienestar social y la Dirección General de Instituciones Penitenciarias, para la
atención a la población con discapacidad interna en centros ubicados en la comunidad
autónoma de Andalucía. Algunos de los aspectos que recoge este Acuerdo se refieren a:

La valoración de cada persona con previsible discapacidad que proponga el establecimiento


penitenciario.

El estudio de la situación actual de los programas de atención a las necesidades de salud


mental de la población reclusa.

El estudio de actuaciones para que las personas con discapacidad estén debidamente
atendidas.

Analizar la situación de cada persona con discapacidad y, en su caso, preparar su salida del
centro penitenciario

Los centros penitenciarios deben facilitar el desarrollo de las anteriores actuaciones

Deben coordinarse las intervenciones de los servicios sociales penitenciarios con las de
servicios sociales dependientes de las administraciones andaluzas.

Para el seguimiento del Acuerdo se constituyen dos comisiones. Una comisión de seguimiento
y evaluación del acuerdo, y comisiones técnicas provinciales. Es de destacar la composición de
estas comisiones (incluyendo representantes de la administración penitenciaria y
representantes de la administración autonómica, entre los que figuran representantes
institucionales y de entidades de apoyo a personas con discapacidad (FAISEM, FEAFES y
FEAPS).
Realizaciones más recientes. Consideraciones finales

Hemos visto avances importantes en España y algunas concreciones en la Comunidad


autónoma de Andalucía, pero esto no significa que todo ya esté resuelto. De hecho, queda
mucho por hacer, y es precisamente en el abordaje y actuación con cada caso donde se
plasman las dificultades, poniéndose de manifiesto la vulnerabilidad y la indefensión del
colectivo que nos ocupa, y la necesidad de seguir trabajando en diversos frentes. Además del
ámbito penitenciario, donde vemos que se están introduciendo interesantes cambios a favor
de las personas con discapacidad, es preciso intensificar la actuación en prevención y en
reinserción social.

Hemos de tener en cuenta que la mayor parte de la población con discapacidad psíquica que
se ve involucrada en actos delictivos, además de la discapacidad, en su vida ha tenido otros
condicionantes adversos. Es frecuente la procedencia sociofamiliar de entornos
desfavorecidos, la desestructuración familiar, la falta de recursos económicos, etc., llegando a
esta situación de problemas con la ley tras una historia de fracaso escolar, desatenciones,
relaciones sociales "inconvenientes" (a menudo las personas con discapacidad psíquica son
utilizadas por delincuentes por su fácil manejabilidad) (María López, 2006). Posiblemente estas
circunstancias han intervenido también en la no percepción de su disminución intelectual o
alteración mental (con frecuencia se considera que sus dificultades de aprendizaje,
inadaptación, etc. son debidas a la procedencia de un entorno empobrecido y marginal),
careciendo de diagnóstico. También en relación con estos aspectos del medio hemos de
considerar las grandes dificultades que se plantean cuando se pretende la reinserción tras el
paso por el sistema penitenciario cuando el entorno de procedencia es inadecuado, por lo que
no es infrecuente la reincidencia, problemática que emerge en las diversas discusiones sobre el
tema, (como tenemos constancia en nuestras reuniones del Foro Andaluz del Bienestar
Mental), y se plasma en las reseñas de conferencias y reuniones de expertos (Pedro Fernández,
2004).

Por otra parte, de ninguna manera debemos pensar que las personas con discapacidad
psíquica tienen proclividad al delito o que son potencialmente peligrosas. Aunque la visión
popular y la leyenda atribuya a la perturbación mental la comisión de delitos violentos, se trata
de una creencia absolutamente errónea, que perjudica la imagen social y la integración social
de las personas con discapacidad (María López, 2006). Cuando las personas con discapacidad
psíquica viven en un entorno normalizado y siguen el tratamiento adecuado no tienen
problemas de infracción legal. Así, diversos estudios, revisiones de investigaciones y trabajos
de metaanálisis del tema han constatado que aunque entre un 30% y un 60% de las tasas de
incidencia en delincuencia juvenil corresponda a chicos y chicas con discapacidad (problemas
de aprendizaje, retraso mental, alteraciones emocionales o de conducta), la relación entre
discapacidad psíquica y delincuencia es aparente, al intervenir de forma decisiva diversos
factores de la historia personal y familiar del sujeto y de su entorno (Rutheford et al., 2001,
2002; Morris y Morris, 2006).

Como hemos indicado, en la actualidad se sigue trabajando en múltiples frentes al ser el tema
complejo y multidimensional. Señalamos algunas acciones concretas. En cuanto a los
instrumentos materiales o documentales, profesionales del departamento de Trabajo Social y
Servicios Sociales de la Universidad de Alicante han elaborado un protocolo informatizado que
permite la recogida de información sobre diversos aspectos relativos al proceso de
intervención en cada caso, facilitando así el seguimiento estadístico de la situación del
colectivo de personas con discapacidad psíquica que han pasado por el sistema penal
penitenciario (presentado en el Seminario de expertos en reinserción social, celebrado en
Alicante, el 17 noviembre de 2006).

Con relación a la adopción de medidas alternativas al internamiento en prisión, en el caso de


personas con discapacidad intelectual (o posible discapacidad) detenidas por la policía, por la
comisión de un delito, se ha establecido un convenio entre la Comisaría Provincial del Cuerpo
Nacional de Policía de Córdoba y FEAPS Andalucía. Se informa y orienta a las autoridades sobre
la condición de discapacidad de la persona detenida, con el fin de adoptar medidas de
rehabilitación. Por parte de la Comisaría se comunica los familiares de la persona detenida la
existencia del programa, para que consideren si desean acogerse al mismo.

En el caso de personas que han pasado al sistema penitenciario, respecto a las medidas
alternativas no privativas de libertad para facilitar la reinserción, teniendo en cuenta la
atención adecuada a la discapacidad se ofrecen diferentes medios, en coordinación con
asociaciones y centros especiales de empleo protegido y talleres ocupacionales, saliendo la
persona a dicho centro, o bien entrando en el centro penitenciario los profesionales que
dirigen y tutorizan este tipo de talleres y actividades alternativas (como se ha indicado, la
normativa penitenciaria admite la colaboración, fundamentada en un programa aprobado por
el centro).

Como advertimos al comienzo de nuestra exposición, nos hemos referido fundamentalmente


al colectivo de personas con discapacidad intelectual, aunque la situación de las personas con
enfermedad mental, como se ha indicado, presenta características muy semejantes. También
esta población se contempla en muchos aspectos de las acciones emprendidas. En caso de
enfermedad mental, las personas que cuentan con diagnóstico y sus circunstancias así lo
requieren, cumplen su condena en unidades o centros psiquiátricos penitenciarios (Cataluña,
Alicante y Sevilla). Hay que señalar que la alternativa de pisos protegidos y comunidades
terapéuticas aún no cuenta con la infraestructura necesaria. En estos casos también es muy
difícil la reinserción social, laboral y familiar. El doble estigma de la discapacidad psíquica y la
consideración de su paso por el sistema penitenciario explican el rechazo social. El apoyo
psicológico y el trabajo social tienen, por tanto, un gran campo de intervención.

Como vemos, es enorme la amplitud y complejidad del tema. Por nuestra parte solamente
hemos pretendido referir sucintamente algunos de los planteamientos básicos, líneas de
trabajo y acciones realizadas, y la indicación de algunas otras que en la actualidad se están
desarrollando. Debemos señalar que no nos consideramos en absoluto expertas en el tema.
Nuestro ámbito específico de trabajo es la formación del profesorado para la respuesta
educativa a las necesidades especiales que plantea la discapacidad, pero el interés e inquietud
por nuestra propia actualización y mejora profesional nos lleva a participar en grupos
interdisciplinares interesados en el ámbito de la atención de las personas con discapacidad
desde diversos campos, participar en actividades e investigaciones, solicitar documentación,
etc. que nos enriquece y ayuda a mejorar nuestro trabajo formativo universitario. En este
sentido debemos manifestar nuestro reconocimiento a los compañeros y compañeras
integrantes del Foro Andaluz del Bienestar Mental, en cuyas reuniones de la comisión ejecutiva
se abordan diversas temáticas, conforme a la planificación prevista, pero también
espontáneamente se comentan y discuten incidencias profesionales, siendo un tema
recurrente la problemática abordada en este trabajo, particularmente en los intercambios con
los profesionales pertenecientes al ámbito jurídico y la abogacía, y en especial el coordinador
del Foro, quienes han motivado nuestro interés en este tema. Del mismo modo, debemos
agradecer a FEAPS Andalucía la facilitación de su Guía (FEAPS, 2006). Estamos convencidas de
que la información, el conocimiento compartido de un tema y el trabajo colaborativo
interprofesional contribuyen a mejorar cualquier situación.

Por nuestra parte deseamos, en esta ocasión, compartir nuestra visión del tema abordado con
las personas participantes en este congreso, y enriquecernos mutuamente con las
aportaciones que otras personas puedan ofrecer en este evento, desde otras perspectivas,
campos o temas abordados, y los distintos contextos donde desarrollen sus actividades.
Referencias bibliográficas

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