Etica Humana y Ética Racionalizada - Protágoras y Platón

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Etica humana y ética racionalizada.

Protágoras y Platón

Iheo Gm~min SINNIGE


Universidad de Nimega

En una obrita de juventud> el diálogo Ion, Platón, por boca de


Sócrates propone, en tono juguetón y un poco ambiguo, un problema
acerca de la creación artística: los poetas> y con ellos los oradores
y todos los que se ocupan de la expresión artística, evidentemente
manifiestan una gran sabiduría, y con igual evidencia son incapaces
de explicar de dónde les viene esa sabiduría. El problema estriba>
para Platón, en la exigencia filosófica de dar cuenta con argumentos
de que la inspiración de que gozan los artistas garantiza que están
en lo cierto. La oposición entre inspiración creadora y argumentos
racionales ha sido un factor constante y fundamental a lo largo de
toda la trayectoria filosófica de Platón.
La inspiración creadora es el tema central en los - discursos de
que se compone el Banquete, sobre todo en el discurso de Sócrates
sobre el Eros filosófico. Aquí muy poco se trasluce la oposición en-
tre argumentos y poesía. El filósofo debe seguir la viáión de lo Bello>
que se le revela primero en las cosas• visibles, después en la contem-
plación de los conceptos generalizados. Así participará en un proceso
de iniciación, que le pondrá en condiciones, cuando la iniciación se
completa, de contemplar la Forma Suprema de perfección y amabi-
lidad (211DE). En el diálogo, la intervención añadida de Alcibiades
nos propone a Sócrates como el símbolo de una filosofía viva. Esto
suena como un lejano preludio al filósofo de la República.
Otros diálogos describen el mismo sendero de contemplación y
subida, pero con un cambio de acente notable. En el Fedón, después
de demostrar con una batería de argumentos la inmortalidad del
alma, Sócrates dice que con estas razones «hay que encantarse a sí
mismo» (114D7). La expresión traduce una ligera duda sobre la legi-
timidad y el valor de las pruebas aducidas. La duda corresponde a

Anales del Seminario de W de la Pilosolja, t IV. Ed. Univers. Complutense. Madrid, 1984
46 Theo Gerará Sinnige

la posición ya antes señalada entre• la inspiración creadora, por una


parte> y el valor de los argumentos filosóficos, por otra.
En el Fedro el acento se desplaza notablemente. Platón distingue
cuatro especies de locura: la profética, la ritual, la artística y, la me-
jor> la locura filosófica. Es de notar que, en contraste con la Repú-
blica, Platón reconoce todavía lo bien fundado y lo legitimo de la
manía de los poetas> aunque hay qué dar precedencia a la inspiración
filosófica (245A y 249D). Dice que sólo el alma de los filósofos es - —

alada (249C), y que los filósofos que siguen el cortejo del mejor de
los Dioses> Zeus, además de filósofos son también gobernadores
(252E). Aquí también percibimos un rasgo adelantado de lo que será
en la República el filósofo-rey. Platón construye una jerarquía. Aún
reconociendo el valor de la inspiración poética, hace culminar el co-
nocimiento humano en la contemplación filosófica. El Eros que im-
pulsa a los sabios a subir la ardua cuesta del conocimiento> este Eros
divino es la prerrogativa en exclusiva de los filósofos verdaderos.
Este desplazamiento del equilibrio entre inspiración y argumento
culmina en la República. En la sociedad utópica de Platón, los Poe-
tas están fuera de lugar. Lo único que se puede permitir una ciudad
bien ordenada es una poesía de índole pedagógica para sustentar la
moral pública. Los poetas que hacen otra clase de poesías, siguien-
do sus fantasías, son severamente censurados e incluso perseguidos.
En el libro tercero dice con mucho sarcasmo que a los poetas y rap-
sodas entusiasmados hay que echarles perfumes en la cabeza y ex-
pulsarles fuera de la ciudad (398AB).
En el libro décimo repite esta sentencia> acompañándola de una
nota personal muy signifiéativa (607-8). Dice que existe una vieja di-
sensión entre la filosofía y la poesía, y ofrece vados ejemplos. «Con
todo», añade, «hay que decir que si la poesía pudiera ofrecernos una
justificación de su existencia dentro de nuestra ciudad, la aceptaría-
mos con gusto, porque somos conscientes del particular encanto que
ejerce sobre nosotros mismos. Pero no está permitido traicionar la
verdad que se nos hace evidente... Por amable que nos parezca la
‘poesía, tenemos que resistirla y hechizamos con el cántico este de
nuestros argumentos, ante el peligro que corre nuestra república in-
terior del alma». En este texto Platón confiesa que no ha podido Ii-
brarse del encanto de la poesía a pesar de sus convicciones filosófi-
cas y formula unás teorías como quien tiene miedo del poder de
seducción de la poesía. Parece que se trata de una lucha interior en
el pensaiñiento de Platón. Las afirmaciones que ofrece acerca de la
poesía y el arte en general dan fe de un miedo pánico ante el poder
de seducción de la poesía. Está claro que en la República Platón ha
seguido completamente sus inclinaciones filosóficas> desechando la
intuición y las emociones no razonadas de nuestra naturaleza humana.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platrin 47

Cuando nos proponemos describir la ¿tica platónica, tropezamos


con un problema de la misma índole. Dentro de la obra escrita se
manifiesta un marcado contraste. En este caso incluso se puede ha-
blar de dos capas superpuestas. Hace tiempo se ha advertido’ que
existen diferencias notables entre el Sócrates de los primeros diálo-
gos, más fieles a la figura histórica del maestro, y el Sócrates de la
República y las obras tardias. En estas últimas Sócrates más bien
se hace portavoz de las teorías de Platón. Pierde su carácter de in-
vestigador independiente, buscador de una verdad todavía escondida
y experto en la duda dialéctica. En la República> el filósofo, gober-
nador del Estado, debe poseer conocimientos seguros y, por lo tan-
to, autoridad suprema. Este Sócrates platónico y autoritario está muy
lejos del Sócrates histórico que fue maestro de Platón. El cambio de
perspectiva trae consecuencias que en e] campo de la ética son con-
siderables.
El Sócrates histórico se caracterizaba por un cierto escepticismo,
muy bien puesto de relieve en la Apología, cuando dice Sócrates que
incluso se le ocurrió, como la cosa más natural del mundo, descon-
fiar del testimonio del oráculo de Delfos y ponerlo a prueba. La Pi-
tonisa había afirmado, a petición de un cierto Querefonte, que en el
mundo no había persona más sabia que Sócrates. Al filósofo le pa-
reció que no podía ser verdad. Reaccionó llevando a cabo un examen
de sus conciudadanos para ver si en efecto no había otros superio-
res en sabiduría. Los resultados fueron negativos. No cuenta la his-
toria si esto fue muy del agrado de los conciudadanos, pero en todo
caso demuestra que el Sócrates histórico no quería aceptar sin más
las afirmaciones de una autoridad espiritual, incluso si se le presen-
taban como veredictos del oráculo. Tenía costumbre de formarse un
juicio personal. Con este Sócrates histórico hace contraste el Sócra-

‘ No fue Popper el que primero advirtió la diferencia entre el Sócrates bis-


tóxico y el platónico (K. A. POPPER, La sociedad abierta y sus enemigos, Barce-
lona, edit. Paidos, 19681, pp. 189-191. La primera edición inglesa es de 1945.)
Wamer Pite, en 1934, ya señalaba que el Sócrates de la República> enemigo de
la libertad de opinión, no se compagina con la imagen tradicional que tenemos
de un Sócrates liberal y librepensador (W. Fn~, The Platonic Legeud, New York-
London, 1934> Pp. 76-78 y 97-112). El problema toma otra forma cuando se pre-
gunta si el Sócrates histórico y maestro de Platón fue en realidad defensor del
pensamiento libre o ya tenía las convicciones autoritarias y antidemocráticas
que observamos en las descripciones de la República. A esta última cuestión
A. E. Taylor da una respuesta afirmativa (A. E TAYLOR, Sócrates, the Man anO
His Thought, 1933 reprint 1954 en Doubleday Anchor Books, p. 150): ‘Mi pare-
cer en esta cuestión es que el rigor de estas sentencias (del Político y de las
Leyes) más probablemente sea originario de Sócrates y no de Platón». El con-
traste entre el Sócrates de los diálogos tempranos y de la República es consi-
derado por Winspear and Silverberg como un desarrollo en la persona histórica
de Sócrates mismo: con los años Sócrates vino a adherir más a las ideas axis-
tocráticas de los círculos en las que Labia sido aceptado (Alban D. WINSPBAR
and Tom S’Lvnnmtc, Who was Sócrates?, New York, 1939, reprint 1960, p. 54).
48 fleo Gerard Sinnige

tes platónico, que en la República nos explica el ideal del sabio en


la figura del filósofo-rey (473D). Este filósofo debe disponer de un
conocimiento seguro e infalible (340DE) 2 para, con ello, dirigir a los
ciudadanos por la senda de la rectitud. Debe poseer una verdad in-
dudable como de una ciencia absolUta y> por lo tanto, también una
autoridad bastante para dirigir y censurar la mentalidad de los súb-
ditos.
No sólo como escéptico se presentaba el Sócrates histórico. En
nuestras fuentes> en primer lugar los escritos de Platón y Jenofonte,
se encuentran muchos indicios de que era buscador sincero y abierto,
que no se alejaba de las motivaciones humanas. Tenía gran rectitud
de carácter además de un sentido religioso profundo que no le im-
pedía ser muy perspicaz acerca de las convicciones de sus contempo-
ráneos. Con anterioridad al período en que Platón conoció al maes-
tro> Sócrates se había dedicado a la investigación física, siguiendo
las huellas de Anaxágoras. Cuando, posiblemente a través de una cri-
sis espiritual t se dirigió al campo de la ética, se proponía esquema-
tizar el método de sus investigaciones> como lo había hecho en la físi-
ca. Otra explicación dice que trasladaba al campo filosófico una téc-
nica de hacer definiciones que había aprendido en la matemática pi-
tagórica, y que así quería conceptualizar los conceptos éticos. De
hecho, en los diálogos platónicos del primer período siempre se tra-
ta de establecer una definición valedera, para, con ayuda de ésta, sa-
car en limpio un problema moral. En la persona de Sócrates iba de
par en par con esta técnica el darse cuenta de la responsabilidad
personal en las decisiones por tomar. Como lo testimonian los diálo-
gos, importunaba así a las personas con quienes comentaba los asun-
tos del día, pero está claro que tanto en el juicio ético como en la
decisión por tomar se dirigía por valores humanos.
Nada de esto aparece en la física de la República. Bajo el gobier-
no de los filósofos nadie puede pensar por su cuenta ni decidir con

2 El llamado ‘modelo técnico» es fundamento de la eficiencia del obrar.

En 340 DE asegura incluso que en cuanto técnico, el que posea un arte no puede
cometer faltas. Como en las artesanías y en las artes médicas y arquitectónicas,
el técnico dispone de conocimientos que hacen que su trabajo sea eficiente y
el juicio seguro. Esta calidad es postulada tanto para el médico como para el
gobernador.
Como, p. e., lo prueba el comportamiento de Xantippe, que estaba con
Sócrates en la cárcel la noche anterior a su muerte (Feddn, ÓOA). Xantippe ha
sido víctima de una tradición calumniadora que arranca de Xen. Simp. II, 9-10.
Véase John BURNET, GreeN Philosophy, Thales to Plato, London, 1914, reprint
1964> p. 104: «There is no hint in Plato that Xanthippe wass a sbrew., (<en
Platón no I¡ay indicación de que fuera un arpía»).
Véase, p. ej., el Symposion 220D, donde> después de una noche de medita-
ción, eleva aus plegarias en dirección al sol naciente.
5 Así lo explica A. E. Taylor, Socrates, Tite Man and ¿Us Thought, 1933, re-
print 1954> p. 79.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 49

responsabilidad personal en cuestiones de ética. El argumento se de-


sarrolla en el sentido de que la gran mayoría de los ciudadanos van
a desviarse del recto camino cuando se ponen a pensar (S9ODE). El
texto dice literalmente que, como no todos pueden ser gobernados in-
teriormente por el principio divino que es la razón, hace falta que
sean gobernados por los filósofos que en tierra representan este prin-
cipio divino. En el Sócrates histórico el primer peldaño de la inves-
tigación ética consistía en un no-saber. Hay que empezar con una duda
metódica acompañada de una convicción profunda de la responsabi-
lidad ciudadana. Está claro que este procedimiento está fuera de lu-
gar en e] contexto de la República. La mentalidad abierta y crítica de]
Sócrates histórico ha desaparecido por completo en el Sócrates pla-
tónico. No se compagina este espíritu de investigación libre con pa-
sajes como e] ya citado arriba (Rep., X 607-8), en e] que se le propone
al filósofo el deber primordial de «encantarse a sí mismo con la can-
ción de sus teorías», con el fin de asegurar que los principios filosó-
ficos sean llevados a la práctica, pasando por encima de la emotivi-
dad personal. En el gobierno platónico el ejercicio de la autoridad
suprime tanto la emotividad humana como la responsabilidad perso-
nal de los súbditos.
En el presente estudio queremos comentar dos puntos correlacio-
nados con el cambio señalado, e investigar las consecuencias para la
hermenéutica de algunos diálogos platónicos. En primer lugar se pre-
senta el problema de delimitar con un poco de exactitud la índole de
la ética platónica en contraposición a la del Sócrates histórico. En
otro punto también se nos presenta un problema de demarcacióñ: es
en la interpretación que nos ofrece Platón de la ética humanitaria de
Protágoras.
En el desarrollo de la ¿tica platónica pueden discernirse dos ver-
tientes que, prácticamente desde los primeros comienzos, se hacen
compañía: la vertiente intelectual y técnica, y la que vamos a llamar
la vertiente de la «salud del alma».
Los diálogos que cronológicamente son primeros en la obra de
Platón y que se ha dado en llamar diálogos socráticos, nos presentan
el problema ético en el cuadro de un método de definiciones. En el
Eutifrón se formula el problema de definir qué es el sentimiento
religioso. Después de fracasar algunos intentos, Sócrates sugiere que
ser religioso debe ser parte de la virtud de la justicia, y que se debe
buscar qué parte. Añade irónicamente que si Eutrifón, teólogo ofi-
cial y experto en estas cosas, le puede enseñar de esta manera el con-
cepto y la esencia de la religiosidad, sin duda los atenienses no van
a condenarle. En el Laques se discute la definición del valor. Lo de-
finen como un conocimiento o un estar al tanto de lo temible y su
50 Titeo Gerard Sinnige

contrario. Así el valor será parte de la virtud en general, como lo son


también la prudencia y la piedad (199D). No alcanzan a una definí-.
ción completa, para la cual haría falta determinar la distinción es-
pecífica del valor dentro del conjunto de todas las virtudes. El mé-
todo consiste en que el valor, la piedad, la prudencia, la justicia, son
clasificadas en el marco de un sistema de las virtudes principales
como más tarde se elabora en el libro cuarto de la República (432-3).
Según el mismo método procede la conversación en el diálogo Lysis
sobre la amistad. En el Cármides el concepto tratado es el de la tem-
planza (sofrosine) -
Es probable que Sócrates proyectara sistematizar así el campo de
la ética humana porque le habían impresionado los éxitos de la téc-
nica definitoria en el campo de las matemáticas. Esta técnica innova-
dora, sin embargo, no lo es todo. En muchos lugares de los diálogos
encontramos a un Sócrates que, desde posturas meramente intuitivas
y humanas, enjuicia una situación. En el Eutifrón, por ejemplo, an-
tes de emprender la investigación de los conceptos, Sócrates manifies-
ta su extrañeza ante la seguridad que aparentemente posee el joven
Eutifrón cuando denuncia por homicidio a su propio padre. Lo hace
Sócrates apelando a los sentimientos intuitivos y humanos que deben
ponerle sobre aviso en un asunto tan delicado.
Aún en el Gorgias, cuando por medio de una dialéctica complica-
da y en una discusión muy agresiva ha sido analizado el problema
de la ley del más fuerte, Sócrates imparte unos consejos humanos y
amables a Calicles, defensor del poder. Mejor> dice, no dominar con
la fuerza, sino, muy al contrario, adaptarse a la moralidad del pue-
blo y del estado en que vives, si quieres tener prestigio aquí en Ate-
nas (512E-5133). El carácter humano de Sócrates parece tener rasgos
de la tradición humanitaria griega, que había reunido en la Atenas
de Pendes a tantos espíritus abiertos y progresivos. Esto de «adap-
tarse a la moralidad del ambiente» suena como si viniera de las teo-
rías de Protágoras. Sobre la interacción de estas teorías con la de
Platón hemos de investigar más adelante en este estudio. Por el mo-
mento tenemos que notar que estos rasgos humanos del Sócrates his-
tórico contrastán agudamente con el Sócrates que aparece en la Re-
pública.
Platón ha seguido a su maestro ‘en la empresa de intelectualizar
la ética. En los diálogos más largos que vienen después de estos pri-
meros diálogos socráticos, los principios éticos siempre son tratados
con el método de la dialéctica y el análisis. Muchas veces el análisis
se apoya en la llamada «analogía de las técnicas». Una técnica, como
la del constructor de navíos y el médico> se caracteriza por el hecho
de que pone a su poseedor en condiciones de saber con certeza lo
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 51

que tiene que hacer 6 Es un postulado de esta vertiente de la ética


platónica que, como la ética es una de las cosas de mayor importan-
cia en la vida humana, debe ser una ciencia y estar cimentada en
principios tan seguros y más que las normas y reglas según las cua-
les se rigen las artesanías. Así se pueden distinguir dos factores en
esta ética conceptualizada: el método dialéctico> por una parte, y,
por otra, la certeza y fiabilidad del resultado obtenido.
En su desarrollo filosófico Platón hace eclipsar paulatinamente el
factor de la duda metódica para con más fuerza acentuar la necesi-
dad de que los filósofos-gobernadores mantengan en los ciudadanos
una moralidad y una ética completamente certeras. Así en la Repú-
blica afirma que hay mucha gente que no sabe gobernarse a sí misma
y se dirige por las exigencias de la parte inferior de su naturaleza.
A personas de una tal índole les conviene ser esclavos de una perso-
na de bien, que lleva el principio de la razón por dentro. Deben ser
gobernados por los filósofos para obtener la situación, mejor incluso
para el súbdito> en que cada uno está bajo el gobierno de un princi-
pio sabio y divino. Sería preferible que cada persona llevara este prin-
cipio dentro de si, pero como la naturaleza no ha repartido sus dones
de manera igualitaria, hay que buscar otra autoridad divina para go-
bernar desde afuera a estas personas. Lo mejor es que todos estén
bajo un gobierno sabio y divino, para completar nuestras deficiencias
y para que todos seamos iguales y amigos> siendo gobernadas por
una misma autoridad, es decir, por la razón ~.

Esta frase incorpora una de las ideas más centrales de la República.


Es una última consecuencia del principio de intelectualidad. La ¿tica
debe estar fundada en la razón, según lo suponía Sócrates, y en este
punto Platón seguía a su maestro. Sin embargo, entre los dos media
la diferencia del método. Para Sócrates la razón era investigadora
y se manifiesta cuando analizamos los problemas, poniendo al des-
cubierto los argumentos contrastantes. Para Platón la razón filosó-
fica consistía en la posesión segura de la verdad, por lo menos en
el marco de la construcción jerarquizada de la República. Cuando
los filósofos tienen que gobernar, tienen que impartir los beneficios
de esta infalibilidad (340DE) a todos> sobre todo a los que por sus
propias fuerzas no son capaces de ver la verdad, porque no poseen
la luz del espíritu.
La consecuencia última de esta ética de los filósofos hace ver
con mayor claridad cómo se ha desviado el proyecto inicial de Sócra-

6 Gorgias SOOA: ‘para formar juicios éticos, hace falta un técnico’. Esta ver-
tiente de la ética de Platón ha merecido la denominación de cética del modelo
técnico>.
‘Rep. S9ODE y cf. 431CD. Es el principio de la ‘esclavitud tajo una teo-
cracias.
52 Theo Gerard Sinnige

tes. Lo que debía asegurar una mayor responsabilidad del individuo,


despertando la conciencia personal del hombre, se ha vuelto principio
de autoridad para los filó&ofos y funciona como técnica del poder.
Para hacer funcionar debidamente la ciudad, los filósofos tienen que
complementar la falta de juicio que es constitucional en los ciudada-
nos, garantizando así que sean cumplidos los dictámenes de la razón.
En esta tarea la dialéctica del Sócrates histórico ya no entra en
juego. Los súbditos, por su parte, deben aceptar los dictámenes sa-
biendo que así son conducidos a una mayor conformidad con el ideal
y> por tanto, a un mayor bienestar. Es de notar que a los súbditos
les falta la libertad de decidir, lo que suprime de raíz toda posibili-
dad de tomar decisiones áticas.
La otra vertiente de la ática platónica es la que se centra en la
«salud del alma». Platón describe en la República esta salud interior
como una armonía entre las tres pafles del alma: la razón, el alma
pasional y los instintos bajos. La armonía supone que la razón diri-
ja los movimientos de las otras dos partes. Paralelamente a esta razón
gubernativa, la de los filósofos> debe garantizar una constitución equi-
librada. El alma humana y la ciudad bien ordenada tienen una com-
posición paralela (435B). Tanto la una como la otra tienen que ser
organizadas de tal manera que las tres partes se unan lo más posible,
formando así un acorde musical Ofender contra el orden se descri-
be tanto en uno como en otro caso como dar pie a una guerra civil
(440E), en el alma individual si se trata de comportamientos desho-
nestos> en la ciudad si se desencadena la rebelión de los intereses
vulgares.
En el sistema de las virtudes platónicas la justicia es algo así
como una virtud dominadora, abarcando mucho más que sólo las
normas de conducta. Su descripción en gran parte coincide con la
de la salud del alma, tanto en la persona individual como en el orga-
nismo de la ciudad. Es el factor causante de unificación, como su
contraria, la injusticia, divide a un hombre consigo mismo. Platón
introduce su doctrina de la justicia con el modelo corriente de la
analogía técnica (352-354) apoyándose en el concepto de función ~.
Como la función de un cuchillo es cortar y de los ojos es el ver, así
la justicia es la función específica del alma> en el doble sentido de que
Rep. 443DE. La metáfora del acorde musical hace suponer que la teoría
tiene raíces pitagóricas. Sin embargo> la teoría de la salud del alma como equi-
libio entre las partes componentes del alma está también inspirada en tradi-
ciones de las escuelas médicas. Véase Jerome NEU, .Plato’s Analogy of State
ané Individual: me Republic and the Organic Theory of the State., Philosophy
46, 1971.
9 El concepto de función sigue en la línea de la llamada «analogfa técnica>,
corriente en los diálogos de Platón. Esta analogía estaba al parecer muy viva
en la Academia. Se encuentra todavía en la Etica a Nicómaco de Aristóteles,
1, 7, 1097b, 25.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platdn 53

hace vivir el alma y que la hace vivir bien (353E). Esta explicación
se encuentra al final del libro primero, y preludia lejanamente al li-
bro décimo> en que esta descripción de la justicia en el alma es el
punto de arranque de un argumento para probar la inmortalidad del
alma (609-6111). Es éste un argumento curioso y heterogéneo, cons-
truido según el modelo muy gastado de la analogía. Como en el cuer-
po la muerte es el mal connatural> así en el alima la injusticia es el
«mal propio», que podría incluso amenazar su inmortalidad, si fue-
ra posible.
Sin embargo, Platón dice sin más explicación que en el alma el
mal propio no puede hacer lo que la muerte física hace en el cuerno,
es decir, destruirlo (609D). Probablemente lo dice refiriéndose a lo
que vemos en la vida: los malvados no mueren por causa de sus
maldades. A pesar del argumento, tampoco mueren en la otra vida
porque, según el mito, son afligidas de penas eternas después de la
muerte, pero no son aniquiladas las almas malvadas ‘~.
Otra confusión en el argumento consiste en que los conceptos de
«vivir» y «vivir bien» reciben el mismo tratamiento. La función pro-
pia del alma es hacer vivir. Ejercer bien esta función significa tener
la virtud propia> es decir, vivir bien y según las normas de la justi-
cia. La virtud y la salud del alma coinciden porque ambas significan
tener una vida interior bien ordenada. Poseer la vida y poseer la vir-
tud de la justicia viene a ser lo mismo, y ofender contra la justicia
seria una ofensa a la vida misma (353DE). Una afirmación opuesta
leemos en 6lODE: «me parece», dice Glaucón con el asentimiento de
Sócrates, «que es todo lo contrario: la injusticia proporciona muchos
impulsos de vivir al malvado».
Con todo, en la línea general de su doctrina, Platón se atiene al
principio de que la justicia y la salud del alma se acompañan, y des-
cribe la justicia y la injusticia en términos de bienestar del alma. Man-
tener sana la vida del alma supone la jerarquización de sus partes,
que deben comportarse como las distintas capas sociales en una re-
pública bien ordenada. Cuando Platón pone en guardia contra una
vida desarreglada, lo hace con la misma metáfora: los mal educados
llevan dentro una mala república, en la que los instintos perversos
se hacen cómplices de los impulsos mal guiados “. Esta valoración
abarca hasta el campo de la poesía. Las emociones desmesuradas que
suscita la poesía trágica despiertan en el alma los deseos menos acep-
tables y les entregan e] gobierno de nuestras vidas. Es como si en
una ciudad se entregara el gobierno a los malvados. Por eso puede
decirse que un poeta dramático introduce un mal sistema político
‘o Parece probable que aquí se encuentre la raíz histórica del concepto con-
fuso de «pecado mortal..
Ii Rep. 574DB, con fuertes alusiones a la conducta criminal de Alcibiades.
54 Titeo Gerará Sinnige

en el alma (605B), destruyendo la razón. Las palabras que usa Platón


contra la influencia incontrolada de la música y la poesía revisten
un carácter agrio y casi de miedo obsesivo. Parece que se siente in-
seguro ante el peligro de que sus teorías filosóficas no sean atendidas.
Con las mismas palabras describe las consecuencias nefastas de una
educación malograda, como las de entregarse a las emociones de la
poesía. Los ciudadanos, cuando viven según las normas de la justi-
cia y la salud del alma> deben guardar en buen orden la constitución
interior del alma (590E, 608AB), para salir al paso de una tal seducción.
En un libro aparecido en 1981 la cuestión se plantea si Platón en
realidad alcanzó lo que se proponía escribiendo la República: indi-
car los motivos por los que nos decidimos a seguir los principios ex-
puestos en la teoría ética. El libro> escrito por Julia Annas, lleva como
título «Introducción a la República de Platón » 12 y contiene una exce-
lente serie de análisis de los argumentos de Platón llevada a cabo
con una técnica muy perspicaz. La autora parece que trata los pro-
blemas con métodos divergentes en los 14 capítulos de su libro. De
vez en cuando presenta sus conclusiones con una circunspección que
no hace plena justicia a la lucidez de su análisis, probablemente a
raíz de las muchas discusiones que> según su prólogo, ha sostenido
con algunas celebridades en el campo del platonismo. A pesar de es-
tas vacilaciones de poca envergadura, emerge muy clara de los análi-
sis una línea consecuente en cuanto al problema central de la justi-
cia platónica. En el curso del libro metódicamente se busca una res-
puesta a las cuestión: ¿Es que Platón prueba lo que quiere probar, es
decir, que la justicia lleva su recompensa consigo misma> de manera
que vale la pena ser justo? Esta cuestión se nos presenta en el libro
de Julia Annas bajo dos formas: 1) ¿Cuál es el motivo por el que
yo tengo que comportarme con arreglo a las normas de la justicia?,
y 2) si la justicia consiste en la armonía y salud del alma, ¿ es que
esta salud del alma puede garantizar el comportamiento correcto y
justo de los ciudadanos entre sí? -

En cuanto a 1) es muy obvia la respuesta de Platón: el motivo es


que con una vida malvada introducimos enfermedades en nuestra
alma, hasta tal punto que está amenazado el sobrevivir feliz en otra
vida. Platón probablemente consideraba este motivo como fundainen-
tal y definitivo”. Julia Minas no se da por contenta con esta afirma-

12 Julia Amin, An Introduction to Plato’s Repubiic. Oxford, 1981. Después


ha ampliado sus conclusiones en un artículo: Plato’s Myths of Judgement, en:
Pitronesis 27, 1982, Pp 119-143.
13 Julia Annas, op. cit.; p. 151: .the focus is turned from outward behaviout
to infler regulatioti».
Hans Kelsen, Platonisehe Gerechtigkeit, Kant-Stwlien 38, 1933> pp. 91-117;
en versión inglesa: Platonic Ju~tice, Ethics 48, 1937-38, pp. 367-400. E. A. Havelock,
Dikaiosune, An Essay iii Greek Intellectual History, Phoenix 23> 1969, pp. 49-70.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 55

ción y aduce los siguientes argumentos (pp. 160-169). El problema


planteado en el libro primero por Trasímaco estaba formulado a base
de la «justicia corriente», es decir, ¿cuáles son las normas a partir de
las cuales se puede garantizar que nuestras acciones sean justas? Pla-
tón no da una respuesta dentro de los términos de la cuestión> porque
en el problema se trata de las acciones y en la respuesta se da una
descripción del yo moral. En esta forma la oposición está un poco
agudizada, probablemente como consecuencia del pragmatismo laten-
te de la autora. Subraya muchas veces el contraste entre lo que llama
act-centered ami agent-centered ethics, entre una ética centrada en
el acto moral y una ética centrada en el yo. La ¿tica de Platón es
agent-centered, y esto deja en pie la cuestión del arreglo de la socie-
dad humana. Si toda nuestra preocupación debe dirigirse hacia la sa-
lud de nuestra alma, ¿cuáles son las normas según las que arregla-
mos nuestra conducta dentro de la ciudad> nuestro comportamiento
para con los otros?
Por más que el filósofo se desinterese por muchas cosas que pue-
dan suponer una tentación para e] ciudadano corriente, no es cier-
to que esté libre de toda posible tentación. Esto vale sobre todo en
el campo de la razón misma. Lo que racionalmente seria una decisión
por tomar, puede resultar ofensivo e injurioso para los ciudadanos
que no piensen como ellos. Es verdad que en la ciudad ideal todas
las cosas están arregladas de manera que problemas de esta clase no
se presentarán. Pera la cuestión que ponía Trasímaco se refería pre-
cisamente a estos puntos prácticos y de justicia corriente. Así se pone
de manifiesta un segundo punto en que la respuesta de Platón se
mueve en un terreno donde no se halla el problema. La justicia plató-
nica está proyectada para una sociedad ideal, los problemas se mani-
fiestan en esta sociedad muy humana. Parece que Platón haya cambia-
do de tema> dice Julia Armas (p. 156-7). Añade que Platón nos ofrece
muchas explicaciones acerca de los factores y circunstancias que pue-
den producir caracteres humanos buenos y malos. Describe amplia-
mente los ambientes sociológicos, la educación> las propensiones ar-
tísticas y las bases psicológicas que contribuyen a la formación de los
distintos caracteres con sus cualidades morales “. Hay que reconocer
que del carácter emanan los actos, pero, con todo> queda abierto el
problema de que, si todo se reduce a la formación del carácter del
yo moral, no se pueden dar normas para el comportamiento social.

Eric A. Havelock, Vm Greelc Concept of Justice> From its Shadow, Froin frs
Homer to its Substance hz Plato. Cambridge, Mass.~London, 1978. J. R. S. Wilson,
Ihe Argument of Republic TV, The Phitosophicat Quarterly, 26, 1976, pp. 1)1-124.
John 1v!. Cooper, Tbe Psychology of Justice in Plato, American Phitosophical
Quarterly, 14, 1977, pp. 151-157.
14 En los libros VIII y IX de la República.
56 Theo Gerará Sinnige

No existen garantías contra la arbitrariedad y no se puede predecir


qué decisiones van a tomar las personas responsables. Platón esboza
un criterio cuando dice (443E) que el justo decidirá lo que sea favo-
rable a una condición saludable del alma 15 Esto no da mayor re-
sultado que el de un razonamiento circular: la salud del alma es de-
cisiva en la decisión por tomar> y ésta se dirige por las exigencias
de la salud del alma. Así nos quedamos con el problema bajo la for-
ma; 2) ¿ es que la salud del alma basta para arreglar la conducta de
los ciudadanos según las normas de la justicia?
Que éste sea un problema central y decisivo para la ética bajo
cualquier forma y en cualquier sistema resulta de un simple análisis
del actuar ético. En cada decisión moral se trata, primero, de un cam-
po de acción determinado por hechos concretos, segundo, un conjun-
to de teorías y convicciones que forman y determinan el juicio de
la persona concreta, y, tercero> una decisión concreta, tomada por la
persona concreta con vistas a un caso concreto. El primero de estos
factores puede llamarse el factor externo: comprende los hechos de
índole social y personal sobre los que hay que formar un juicio. E]
segundo abarca la formación intelectual y consciente del individuo>
que debe permitirle pronunciarse sobre la situación de hecho. El fac-
tor tercero es el más decisivo, porque es posible que, con las mismas
premisas de factores externos y de juicio> una misma persona se de-
cida sea en una> sea en otra dirección. En esta decisión confluyen
tanto una valoración de las posibles consecuencias como los impul-
sos subconscientes e instintivos que se hacen valer en nuestras vi-
das. El factor tercero es el más fundamental en sentido ético, porque
supone una libertad para decidir. La disminución o ausencia de esta
libertad elimina en parte o completamente el carácter ético de la de-
cisión tomada.
Cuando valoramos la teoría platónica con arreglo a este análisis,
nos encontramos con dos contextos distintos, según se plantee el
problema de acuerdo con el modelo conceptual o según el principio
de la salud y la armonía psíquica. En cuanto al modelo conceptwal he-
mos visto que Platón se ha alejado gradualmente del método socráti-
co de enjuiciamiento crítico hasta llegar a una posición en que la in-
tuición del filósofo lo decide todo. Con esta consecuencia última de
la ética racionalizada viene a faltar el margen de libertad necesario
para formar un juicio ético y tomar decisiones ¿ticas. Tenemos que
volvernos al otro contexto para buscar una solución al problema, en
qué punto reside el fondo esencialmente ético de la teoría platónica.

‘~ La teoría de
9ue la i,ersonalidad bien formada sea la última garantía del
comportamiento ético ha dejado su proyección en la teoría ética de Aristóteles,
cuando afirma que el hombre sabio (A «pou8ato) es el último criterio (Rica
a Nicómaco, 1 7, 1098 a 9 - III 4, 1113 a 26 - X 5>1176 a 17 - X 6, 1176 b 26).
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 57

En ésta la decisión ética está determinada exclusivamente por moti-


vos de índole subjetiva, dicho más concretamente, por la valoración
de parte de la persona activa de su propia salud del alma. La ¿tica
platónica en esta vertiente es una moral determinada por el interés
del yo subjetivo. Es verdad que es una forma muy noble de interés
personal. Sin embargo, no rebasa los límites de la propia salud del
alma. La teoría pasa por alto todo intento de arreglar la vida social
de los ciudadanos. Además deja pendiente el problema de cómo con-
seguir esta perfecta salud del alma. Es decir que, como lo formula
Julia Annas, es «subject-centered», está determinada por los intere-
ses psíquicos del autor del acto moral ‘t
Aumentando un poco la hipótesis de que una persona determina-
da pueda haber alcanzado esta perfecta salud del alma, todavía queda
en pie la cuestión de] comportamiento social. ¿Es que, dado un per-
fecto equilibrio y salud interior de una persona en concreto, puede
garantizarse que esta persona actuará de una manera aceptable en la
convivencia con sus conciudadanos? Dependerá del temperamento de
la misma. Puede darse el caso de que se sentirá con una salud mejor>
si no se rige precisamente por los preceptos de los filósofos.
En los dos diálogos en que más ampliamente se trata el problema
de la justicia> el Gorgias y la República> encontramos dos figuras
paralelas que se nos presentan como personas ejemplares para la
cuestión: Cálicles y Trasimaco. Cálicles es campeón de la teoría del
derecho del más fuerte ~ y la defiende con toda convicción, con el
argumento de que para desarrollar su própia persona según las leyes
de la naturaleza, hay que dominar a los demás e imponer su volun-
tad. Es fácil imaginar un caso en que Cálicles, en vez de seguir con
el equilibrio filosófico que pudiera existir en su alma, quisiera dar
rienda suelta a sus emociones, por desequilibradas que fuesen “. Pu-

16 Es significativo que Platón necesita un mito con penas y recompensas

eternas para fundamentar la moral. Los tres grandes mitos escatológicos en el


Feddn, Gorgias y República, tienen este motivo común, y en los tres mitos se
insiste en que estas recompensas en la otra vida deben ser el motivo para com-
portarnos según la justicia. Feddn 1130-II4DE: <en el otro mundo son purifi-
cados de sus injusticias los que hayan cometido faltas curables —los que están
lo bastante purificados vivirán eternamente sin el peso del cuerpo— y este es
el motivo por el que tenemos que sforzarnos para consguir la virtud y la sa-
biduría. Gorgias 525B: ‘los que hayan cometido pecados veniales pueden expiar-
los, los incurables sirven sólo de ejemplo atemorizadors; 527C: «por eso sígueme
en el camino que te llevará a la sabiduría y justicia, para vivir feliz en ésta
y la otra vida. República 62W: <vamos a entrenarnos en la justicia y la sabi-
duría, siendo amigos unos de los otros y de los dioses, para en ésta como en la
otra vida recibir nuestra recompensa.
l~ Es probable que Nietzsche haya encontrado en esta figura del diálogo
platónico la inspiración para su teoría del super-hombre.
~ En la descripción que da Platón de la figura de Cálicles suenan notas que
traicionan un cierto grado de simpatía de parte de Platón para con este defensor
de los derechos del yo. Julia ANNAS, An Introduction to Plato>s Republic, Oxford,
58 fleo Gerará Sinnige

hacerlo así incluso enfermase, y que estaría mu-


diera ser que de no
cho más contento y con más salud siguiendo sus inclinaciones, sin
conformarse demasiado con una teoría filosófica acerca de la armo-
nía y paz interior. Pudiera ser también que el súbdito de la República
de Platón se sintiera impulsado en la misma dirección, y no sólo por
un momento, sino que con decisión y motivación estable prefiriera el
ideal de vida que propone Cálicles. Cuando se interpretan los impul-
sos de la naturaleza o la energía vital como los presupuestos necesa-
nos para un proceso de desarrollo personal, resulta difícil imaginar
con qué argumentos Sócrates podría hacer desviarse a Cálicles de
estos impulsos instintivos. Tanto Sócrates como su opositor seguirían
en este caso el idéntico principio de la salud del alma. ¿Cuál seria
la postura más filosófica? Si el problema viene a ser el de escoger
entre dos formas de vida: ¿cuál seria el criterio para enjuiciar la op-
ción? Quizás lo más congruente seria decir que no existe tal criterio
y que es imposible trazar una línea de demarcación adecuada; Cada
uno seguiría la pista que le indiquen sus inclinaciones temperamenta- -
les y dotes de inteligencia> para así desarrollar su propia salud del
alma. Es cuestión, de realismo reconocer que la diferencia entre las
dos opciones corresponderá a una divergencia entre caracteres hu-
manos.
La imposibilidad de separar los impulsos del instinto de poder de
lós impulsos filosóficos para alcanzar el equilibrio interior> probable-
mente fuera muy echada en falta por Platón. Cuando la diferencia
estriba en rasgos temperamentales, casi no existen argumentos de
índole ética que puedan tener alguna vigencia para decidir la alter-
nativa. En la contraposición de las dos opciones hay, aparentemente,
un factor común: el de la salud del alma, pero esta fórmula verbal
indica dos cosas muy distintas entre sí.
Por razones como éstas es posible que Platón haya llegado a sos-
pechar la inviabilidad de su ética en la comunidad humana. Esto ya
se trasluce en el diálogo que puede considerarse como el precursor
de la República, el Gorgias. Aquí, curiosamente, Platón apoya el ar-
gumento en favor de una vida justa y templada en la ausencia de argu-
mentos en sentido contrario. Casi retando a sus adversarios dice
(527B) que se han quedado conos en sus pruebas para hacer acepta-
ble una vida amoral. Sin embargo, para ofrecer la prueba positiva>
que pondrá en claro los motivos para vivir con arreglo a una moral,
el mismo Platón se queda corto. Los motivos que aduce soñ de tipo
externo. En el mito que pone al final del Gorgias traza el retablo de

1981, p. 56: Natán se da cuenta de la fuerza emocional de la idea de que racio-


nalmente sea preferible la injusticia. Se da cuenta también de que una persona
que estuviera impregnada de esta idea nunca s daría por vencida ni convencida
por los argumentos puramente racionales que propone Sócrates.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 59

un juicio final, con recompensas y penas para justos y malvados.


Vale decir que no podemos encontrar los fundamentos para vivir con
arreglo a una moral dentro de esta moral misma. Part la vida en
esta tierra los impulsos que en la República se nos proponen son más
bien de carácter autoritario. Los impulsos éticos> por lo menos en
cuanto toman la forma de recompensas y penas> son impuestos al su-
jeto ético desde fuera. El argumento del Gorgias alude a una tarea
que a cada hombre se le exige: cultivar su propia alma y hacerla cre-
cer en salud, para que pueda resistir el juicio cuando, después de la
muerte, sean reveladas sus injusticias y bondades.
La República estaba proyectada para investigar el concepto de jus-
ticia, es decir, poner en claro cómo se separan las vías de la justicia
e injusticia> y por qué en nuestra existencia humana debemos compor-
tarnos con arreglo a una ética. La respuesta central a la primera cues-
tión reside en la descripción de la salud del alma con la hipótesis
gratuita de que esta salud del alma garantizará el comportamiento
social correcto. La respuesta al segundo problema no se da hasta el
final del libro en el mito de los castigos que esperan a los malvados
en la otra vida. Después de los extensos textos donde expone los ras-
gos característicos de la justicia> Platón no puede hacer más que
comprobar que ha dejado a los ciudadanos sin los incentivos necesa-
rios y que le hace falta un mito para inducirles a atenerse a las normas.
No sólo al final de la obra, sino también en el curso de la mis-
ma a veces interrumpe sus explicaciones para formular sus dudas.
En el libro quinto, cuando propone en tres «oleadas» sus teorías más
atrevidas> dice que quizás no sea demostrable con argumentos que
semejante ciudad pueda realizarse. Hay que tomar la teoría como des-
cripción de un ejemplo idealizado, o, como hoy diríamos, una utopía
(Rep., 472-3). Insiste varias veces sobre esta duda, aludiendo a la tor-
menta de risa 19 que pudiera desencadenarse sobre su cabeza de parte
de «muchos y no precisamente los de menor importancia» (473E). La
expresión «tormenta de risa» ha dado pie a la hipótesis de que nos
encontramos con una alusión a ciertas escenas de Aristófanes, sobre
todo escenas de las «Eclesiazusai» ~.La hipótesis no puede ser des-
cartada> porque se ve reforzada por paralelismos en el lenguaje, pero
tampoco puede ser probada decisivamente, por razones de índole
cronológica.
Tres son los puntos innovadores que Platón considera centrales
en su teoría política: la equiparación de hombres y mujeres, la pro-
miscuidad de la vida sexual y, sobre todo, la figura del filósofo rey.
19 Rep. 452D, 457B, 473C.
20 «Las bromas de los refinados» 452B - «Las comedias de los pícaros de
entonces» 452D. Véase James ADAM, Vm Republic of Plato, cd. witb crítica]
notes, etc., Cambridge, 1965. vol. 1, pp. 345-357, Appendices to book y.
60 Theo Gerard Sinnige

Platón introduce estas teorías con muchas perífrasis y las describe


como otras tantas oleadas de escándalo para sus lectores> oleajes
tremendos Ile críticas furiosas que van a sumergirle por completo.
En la categoría de dudas acerca de la viabilidad de las teorías entra
también la conocida afirmación de que será ineludible mucha menti-
ra y mucho engaño por parte de los gobernantes para llevar a la
práctica tales arreglos (389BC y 459C). La duda se trasluce de igual
modo en el fuerte acento que pone Platón en la muy reiterada «pa-
rábola médica», con la que quiere explicar el nivel de autoridad que
le compete al filósofo en el gobierno de los súbditos, autoridad infali-
ble y parecida a la del médico cuando toma decisionés sobre sus pa-
cientes 21, Todo esto parece indicar que incluso el autor de las teorías
haya sentido la necesidad de explicaciones y disculpas por lo que de
irresponsabilidad y falta de realismo supone su República.
Una cosa que también ha llamado la atención es la marcada dife-
rencia en cuanto al tono de la conversación entre las páginas donde
se rebaten las opiniones sofísticas> y otras páginas donde la discu-
sión, agresiva en muchos puntos> desemboca en una conversación más
bien amable. En el Gorgias asistimos a un debate en tono violento
y mordaz entre Cálicles y Sócrates con motivo de la ley del más fuer-
te. No se ahorran los ataques, casi todos lanzados por Sócrates con
ironía y sarcasmo, que casi degeneran en insultos. A pesar del des-
precio que manifiesta Sócrates hacia la teoría de Cálicles se nota en
el estilo del diálogo una cierta simpatía> reprimida de parte de Platón,
para con este defensor de los derechos del yo. Se ha dado en llamar
a este fenómeno el «anti-Platón dentro de Platón». Un autor tan en-
tendido y ponderado como E. R. Dodds, en su comentario al Gorgias,
señala a Cálicles como el antepasado más lejano de las teorías de
Nietzsche. Al mismo tiempo dice que no puede deshacerse de la «sos-
pecha de que Cálicles representa algo que estaba sin desarrollar den-
tro de Platón » Al final del diálogo la conversación se ablanda y
Sócrates imparte consejos de buen amigo al bueno de Cálicles, por-

21 La ‘parábola médica» se encuentra en su forma elaborada en el Político

293AE. Paralelas: Gorgias 464, 501, 521DE. Re¡. 345C (médico/pastor). Leyes 720,
735-6. Fritz Webrli, Dar Arztvergleieb bei Plato, Museum Helveticum 8, 1951,
177-184. Con esta parábola médica puede compararse la parábola del capitán de
navío (Rep. 488) y lo que dice el autor del escrito ‘sobre la medicina antigua»>
cap. IX sobre el control empírico.
~ E. R. DODÓS> Plato Gorgio.s, A Revised Tea with Introduction and coinentary,
Oxford, 1959> Pp. 14 y 387-391. Mario UNTERSTEINER, Solist4 Tormo, 1949, p. 397,
n. 40: ‘Cálicles y Sócrates representan dos vertientes de una personalidad..
Werner JAEGER, Paideia, Berlin, 1934, 1, p. 410: «Con toda la negatividad con que
Platón traza la figura de Cálicles, se barrunta en la descripción una capacidad
de simpatía de parte de Platón.. W. K. C. Gurnun, A History of Greek Phito-
sophy, vol. III, The Fifth-Century Englightenment, Cambridge, 1969, pp. 106-107.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 61

que, a pesar de todo, Platón le describe como persona bienintencio-


nada y casi simpática, aunque de opiniones divergentes.
Algo similar me parece que puede observarse en el tratamiento
que Platón da a la figura de] sofista Protágoras. Con esto llegamos al
segundo punto que nos hemos propuesto tratar en este estudio. Pla-
tón le ha dedicado a Protágoras dos textos bastante extensos> y tam-
bién un poco complicados: el diálogo que lleva el nombre del célebre
sofista, y el Teeteto. Este último diálogo, muy posterior en el desarro-
llo cronológico de la obra de Platón, se mueve alrededor del tema
del conocimiento, pero en el fondo es un diálogo prolongado con
Protágoras. Abundan las alusiones a sus teorías, siempre en la for-
ma de: «ateniéndonos a las teorías de Protágoras, tendríamos que
sacar la conclusión de que...». Estas conclusiones, sin excepción, se
refieren a la teoría del conocimiento en sentido estricto. La discu-
sión se mueve entre Sócrates> un cierto Teodoro, y Teeteto el mate-
mático; de Protágoras hablan como de quien ya ha muerto en tan- ~,

to que en el diálogo que lleva su nombre está presente en persona. En


ambos diálogos se perciben notas de simpatía hacia el sofista. El
Teeteto incluso contiene una especie de retractatio (166-168)> cuando
Sócrates se da cuenta de que hasta aquí no ha tratado las teorías
del sofista abierta y honradamente. Fingiéndose en el papel de Pro-
tágoras, se empeña en reformular con mayor acierto y honradez el
sentido y alcance de las teorías comentadas. El mito en el primero
de los diálogos> así como la retractatio en el Teeteto, abundan en in-
dicios de una viva simpatía de Platón hacia el protagonista del mo-
vimiento ilustrado.
Más de la mitad del Teeteto está dedicada a la discusión de las
teorías de Protágoras, o por lo menos a lo que se insinúa que sería
su doctrina. La primera alusión viene en 152A, cuando Teeteto af ir-
ma que todo conocimiento es un percibir y Sócrates le adviene que
esta afirmación casi equivale a lo que decía Protágoras. Añade que el
texto escrito del sofista lleva otra forma, pero que en el fondo viene
a ser lo mismo. En lo que sigue (152E) al sofista se le adjudica un
puesto en el coro de los relativistas, al que también pertenecen He-
ráclito y Empédocles. En 155D las palabras de Sócrates dan a enten-
der lo mismo: los argumentos de Teeteto suponen una doctrina
como la de Protágoras, en todo caso según la interpretación de Só-
crates (9agv lSSD). Toda la discusión se centra sobre el problema
de si conocer y percibir son una misma cosa, lo que en caso afirma-
tivo, supondría que no podemos atribuir un ser estable a las cosas,
porque estarían en perpetuo cambio. La argumentación, correcta o

23 Teeteto 17W: ‘Lo que diría Protágoras, si pudiera levantar la cabeza del
suelo».
62 fleo Gerard Sinnige

no, hace ver que lo que a Platón le interesa es la teoría del conoci-
miento con sus anexos de ontología. Probablemente pasa por alto un
aspecto importante de las teorías de Protágoras, de manera que más
o menos oblicuamente estas teorías son trasladadas a otro contexto,
recogiendo matices que en el original no les eran propios. La célebre
sentencia «el hombre es la medida de todas las cosas» se colocaría
así en el campo de la gnoseología. Como veremos> esto falsifica la
teoría.
En el curso de la argumentación la duda surge tenuemente> y va-
rias veces (1MB, lÓlE, 162A, 162C), como tomándoles el pelo a sus
interlocutores, Sócrates señala unas consecuencias imposibles. Inclu-
so en 1621=toma la defensa del sofista24 y formula una primera pro-
testa en nombre de Protágoras. Sin embargo> siguen tratando el mis-
mo problema gnoseológico, sólo que con otros ejemplos, siempre
suponiendo qqe discuten teorías de Protágoras. Al final han sacado
tantas contradicciones de las supuestas teorías del sofista, que se
plantea la cuestión de qué diría él mismo en defensa de su doctrina
(lÓSE). Así se introduce la ya aludida retractatio, una larga explica-
ción que se supone pudiera ser pronunciada por Protágoras, si estu-
viera presente en persona. La detallada recantatio se extiende a lo
largo de las páginas 166A-168C. Queremos demostrar en este estudio
que, dentro del contexto del diálogo> escrito en tono juguetón y un
poco antiguo> la interpretación más aceptable de esta recantatio con-
siste en suponer que contiene los verdaderos criterios del sofista.
Los argumentos para admitir que tanto el mito protagóreo en el
diálogo que lleva su nombre (Prot., 320C-324C), como la reconsidera-
ción de las teorías protagóreas en el Teeteto, representan el verda-
dero pensamiento del sofista> son de dos clases. La primera clase
es de índole hermenéutica. El análisis textual y literario hace ver que
la figura de Protágoras es tratada con mucha circunspección y casi
reverencia> y que en el curso de los argumentos se introducen bas-
tantes cautelas en cuanto a la cuestión de la correcta interpretación
de las teorías de Protágoras. La segunda clase de argumentos se
basa en el contenido de éstos propiamente. Comparándoles con lo
que se sabe del movimiento humanista, resulta poco probable que
Protágoras se hubiera empeñado en desarrollar una teoría del cono-
cimiento muy abstracta. Además hay que tener en cuenta la costum-
bre platónica de trasladar los problemas de otros sistemas al contex-
to del suyo, enjuiciándolos desde los propios puntos de vista. Los
análisis que da Platón por boca de Sócrates siempre parten de la su-

24 Más adelante (l71B) y un poco en tono juguetón, Sócrates dice: «Al fin
y al cabo, no es- posible escapar de nosotros mismos, y por eso no podemos por
menos que decir lo que cada vez nos parezca». Esta expresión Sócrates la toma
prestada de Protágoras.
Etica humana y ática racionalizada. Pro tágoras y Platón 63

posición previa de que hay que entender la teoría de Protágoras


como una teoría del conocimiento.
Es este último punto el que más despierta las sospechas una vez
que se comparan las explicaciones que nos brinda Platón con las in-
tuiciones eminentemente éticas y políticas del humanista que fue Pro-
tágoras ~. Pertenece al gran movimiento de la ilustración griega, como
se ha dado en llamar el fenómeno. Este movimiento hasta ahora ape-
nas ha recibido un tratamiento adecuado en la historiografía de la
filosofía griega> probablemente como consecuencia de los constantes
ataques de Platón contra los sofistas. Platón se irrita en presencia
de cualquier relativismo, precisamente porque su teoría de las For-
mas eternas necesita fundamentos seguros para el conocimiento. No
son los sofismas en el sentido lógico la piedra de escándalo, porque,
gustosamente, el mismo Platón hace uso de estas estratagemas. Para
él el interés central estaba en la teoría del conocimiento, y este in-
terés central debe de haber obscurecido por completo la antropolo-
gía que acompañaba, en el sistema de Protágoras, al relativismo gno-
sológico.
El movimiento ilustrado y humanista del siglo y era demasiado
extenso para que pudiera caracterizarse como una escuela filosófica
nada más. Abarca tanto las personalidades de la política como los
poetas de las tragedias> los historiadores y los filósofos. Muchos de
ellos se agrupaban alrededor de Pendes. Su casa era frecuentada por
el gran Anaxágoras, el primer filósofo en nuestra historia europea
que tuvo el honor de ser condenado por un tribunal y exiliado de
Atenas por xazón de sus opiniones liberales y empíricas. Amigo de
Pendes fue también el historiador Heródoto, viajero incansable que
describió el comportamiento moral y las maneras de pensar de los
llamados bárbaros.
El método usado en estas investigaciones hoy se llamarla antropo-
logía comparada, y con este método se hacía resaltar el carácter re-
lativo de la moral tradicional. Este tema de la relatividad y casi ar-
bitrariedad de las tradiciones> junto con el de la legitimidad del po-

23 Sobre el movimiento humanista y la llamada <ilustración griega> véase la

impresionante obra de W. K. C. Guthnie en el vol. III de su fflstory of Greek


Philosophy. subtitulado The FifthCentury Entighteninent, Cambridge, 1969.
En las pp. 164-175 trata de la relatividad de las normas ¿ticas, y pp. 181-191
de la célebre sentencia de Protágoras sobre el <hombre medida de todas las
cosas». En la introducción al tercer volumen dice Guthrie que ‘la mayor parte
de los problemas tratados por los filósofos presocráticos no tienen pan nósotros
otro valor que el puramente histórico, en vez que el gran movimiento de ideas
del siglo y presenta todos los rasgos de los problemas candentes que se debatían
en el siglo xviii, y que todavía en nuestro siglo siguen sin solución>. Otra expo-
sición de conjunto, muy a la altura de la investigación actual, se encuentra en
el libro de G. B. KnFsPn, Tite Sophistic Movement, Camnbnidge, 1981.
64 Titeo Gerard Sinnige

der fue tratado frecuentemente por los poetas trágicos ~‘ sobre todo
Eurípides, el poeta-filósofo. El problema ya está presente en el Pro-
¡neteo de Esquilo. Aquí el inventor de las artesanías desafía al dios
supremo> acogiéndose al argumento de que robando el fuego, privi-
legio de los dioses, había amparado a la humanidad indefensa. En la
Antígona de Sófocles la protagonista se niega a cumplir las órdenes
malvadas de la autoridad establecida, porque, dice: «no he nacido
para odiar a mis prójimos sino para amarles» (Ant., 523). El tema
fundamental de todo el movimiento residía en la defensa de los de-
rechos humanos.
Tenían los sofistas de este siglo una teoría acerca del origen de
la sociedad y la moral, que pudiéramos llamar prehistoria de la
ética ~‘. La humanidad había evolucionado desde un nivel primitivo
gracias al uso del fuego y la invención de las técnicas y artesanías.
Cuando los habitantes de la tierra consiguieron un cierto nivel de
seguridad frente a los peligros materiales y de la naturaleza, les ame-
nazaban el desorden social, matanzas, incursiones y delincuencia. Te-
nían que arreglar su convivencia introduciendo leyes y compromisos
mutuos. Como ésta, sine para explicar que las normas de conviven-
cia social no tienen sus raíces en principios eternos y absolutos. En-
contramos esta arqueología de la moral perfectamente elaborada en
el mito que el propio Protágoras, a petición de Sócrates, explica en
el diálogo que lleva su nombre. Cuando la humanidad está a punto
de desaparecer porque falta la seguridad civil, Zeus envía a Hermes
para distribuir los dones de ~L&% y S¿ni, es decir respeto hacia
uno mismo y respeto hacia el prójimo. Hermes duda y pregunta si
estas cualidades deben ser repartidas lo mismo que las capacidades
para ejercer un arte: para muchos hombres basta un solo médico,
un solo carpintero. Zeus le da una respuesta terminante: hay que re-
partir estos dones entre todos, y todos deben participar en ellos, por-
que de otra manera es imposible que existan ciudades. Con esta
parábola quiere decir Protágoras que no puede existir una sociedad

~ Véase la discusión acerca de las ‘leyes escritas y no-escritas’ en


History of Greek Philosophy, vol. III, p. 117-131.
27 Evolución cultural y moral era un concepto corriente en la filosofía griega.
Eur. Suppl. 201-213. Esquilo, Prometeo 442-468. Kritias, en: Diels.Kranz fr~ 88 B 25.
W. Kb C. GuTHRIE, Itt tite Reginning. Sorne Greek views on rite origins of lije
ami tite early state of man, Cornelí Universtiy Press, 1957, Pp. 80-94; Thomas
Cow, Detnocritus ami tite Sources of Greek Anthropology, Western Reserve
Ijniversity, 1967; A. D. LovEJov and George BoAs, Prirnitivism and Related Ideas
itt Antiquity, NewYork, 1935, reprint 1973; E. R. DoDDs, Tite Ancient Concept of
of Progress, Oxford, 1973. Protágoras habla escrito una obra «acerca del estado
de las cosas en el principio», probablemente el tema que hoy llamaríamos
«antropología prehistórica». Véase la introducción de W. K. C. Guthne a su
traducción del Protágoras y Menón, p. 31 (Penguin Classics). Gutbrie piensa
que el mito en el diálogo Protágoras puede ser un resumen de las teorías de
esta obra.
Etica humana y ática racionalizada. Protógoras y Platón 65

si el comportamiento de los ciudadanos no se dirige por principios


éticos (322D). Para comprobar que de hecho es así como se constitu-
yen las ciudades existentes es suficiente la observación empírica. Del
comportamiento efectivo de los ciudadanos atenienses Protágoras de-
duce que se apoyan en principios éticos. En todas las técnicas, por
ejemplo en la arquitectura, tienen la costumbre de consultar a los
profesionales y no toleran que fuera del reducido número de los pro-
fesionales alguien se atreva a dar consejos. Pero cuando se reúnen
con finalidad política> entonces aceptan que cada uno hable, y está
claro que piensan que todos los ciudadanos deben tener parte en es-
tos principios éticos, sin los cuales sería imposible la existencia de
ciudades (322E-323A). En esta sentencia se muestra a la vez el méto-
do empírico y el espíritu demócrata de Protágoras.
Toda la historia de la ilustración griega demuestra que la preo-
cupación fundamental era de índole ética y es en esta perspectiva
donde mejor encaja la figura de Protágoras. Por eso la interpreta-
ción del famoso dictunz ha de entenderse en primera instancia en
sentido ético. Que cada hombre sea el primer responsable de sus
acciones, y por eso la medida primera de todo, es un fundamento pri-
mordial a la hora de construir una teoría ética. La decisión ética
en el sentido más estricto se constituye en el centro del yo respon-
sable. No hay decisiones auténticamente ¿ticas si no existe libertad
y responsabilidad de parte de la persona actuante. Además, sin deci-
siones y actos no se puede hablar de ética en el sentido más funda-
mental. Esto significa que en sentido primario la ¿tica presupone la
persona individual, con sus puntos de vista personales y sus decisio-
nes autónomas. Resulta, pues, que, sin detrimento de las teorías y
doctrinas filosóficas formuladas, la ética como tal se desarrolla en
el nivel de la persona autónoma> y como tal va acompañada de un
grado no previsible de arbitrariedad. Tanto los juicios acerca del cain-
po de acción como las decisiones por tomar están sujetas a las limi-
taciones inherentes a la existencia humana. Esto quiere decir que pre-
cisamente en el nivel ético> que supone tantas decisiones fundamen-
tales, el elemento ético está inseparablemente ligado al elemento
personal, tanto en la formación de los juicios como en las decisiones
en las que desembocan. Dicho en términos más técnicos: la teoría
del conocimiento y la teoría ética se suponen recíprocamente. Este
punto de vista de la teoría de los sofistas abre nuevas perspectivas.
El elemento humano es reconocido en su función ineludible. Las con-
secuencias alcanzaban hasta la teoría política y social. Como lo de-
mostraba Protágoras en su mito, una sociedad no puede funcionar
sin una moral enraizada. Conectando este principio con el análisis
antes expuesto del actuar ético, se abre paso a un reconocimiento
amplio y fundamental de los elementos personales y muy humanos
66 Theo Gerard Sinnige

que pueden observarse en el funcionar concreto de los principios


éticos.
Parece que precisamente el elemento individual y variable en este
fundamento de la ética ha suscitado desconfianza de parte de Platón,
que a la vez apreciaba los rasgos envidiablemente humanos que ofre-
cía la teoría protagórea. Platón necesitaba normas absolutas e irnnu-
tables, según los principios de su teoría de las formas eternas.
Como hemos visto, la responsabilidad individual en el comporta-
miento de los ciudadanos casi desaparece en la república platónica
frente a la autoridad decisiva de los guardianes y filósofos. Esta auto-
ridad Platón la quiere infalible como la de los artesanos y médicos>
y por tanto no funciona en manera alguna como motivo para asumir
responsabilidades personales. Es verdad que pone el acento sobre el
principio de la salud del alma de cada uno. Un estado de equilibrio
psíquico y salud del alma, es decir un carácter éticamente bien for-
mado, lo considera como garantía de un comportamiento social co-
rrecto. Hemos visto que esto es para Platón una evidencia que no
necesita explicación, pero que para sus lectores es una hipótesis gra-
tuitamente que no convence. Hay que figurars~ lo que para Cálicles
significa la salud del alma para ver que inevitablemente el elemento
personal se mezcla en el enjuiciamiento moral. Platón no ha visto
que precisamente este elemento personal garantiza el funcionar de la
ética en la sociedad.
Platón se ha dado cuenta de que le faltaba a su teoría el contacto
con la realidad, como lo testimonian las muchas dudas puestas de
relieve en el texto de la República. Se ha dado cuenta de la imposi-
bilidad de llegar a una certeza absoluta en forma de argumentos ra-
zonados y aceptables. Es en este punto donde puede haber experi-
mentado una admiración mezclada con una cierta envidia hacia el
sofista que tan certeramente explicaba los principios de la conviven-
cia humana en una forma comprensible para todos 2¡~

~‘ GvrnRTE, vol. III, p. 265: ‘El respeto con el que Platón explica los puntos
de vista de Protágoras es tanto más impresionante en cuanto que se halla en
discrepancia profunda con estos puntos de vista». Cf. vol. IV, pp. 232-4. En
caso general el respeto que hacia la figura humana de Protágoras profesan los
áutores modernos. Guthrie (III 265) sex3ala que, ya hace más de un siglo, el
historiador Grote había concluido que <Platón, a pesar de su animosidad des-
leal hacia los sofistas, no muestra desprecio por las teorías de Protágoras, y
que incluso el texto (del diálogo Protágoras) ostenta un código moral muy su-
perior a las opiniones del Sócrates platónico”. Kurt von Fnirrz (Real-Enzyklo-
pddie s.v. Pro tógoras, 45 Halbband, col 917) llama la atención sobre los textos
en los cuales Platón advierte que Protágoras nunca defendió posturas que su-
pondrían agresividad frente a la moral corriente. Son los textos del Menon
(91E) y del diálogo Protágoras (333C). Gregorí Víastos <Protágoras’, en C, J.
Classen (cd.), Sophistik, Darmstadt, 1976, pp. 271-289) escribe (p. 288): «Los cri-
terios morales de Protágoras corresponden a todo lo que hay de mejor en la
moralidad ateniense y griega: justicia, dominio de sí mismo (sofrosine), piedad.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 67

En la historiografía de la filosofía griega se ha pensado poco en


la posibilidad de que Platón en algunos de los puntos fundamentales
de su filosofía se hubiera inspirado en doctrinas de Protágoras. En
esta historiografía ha prevalecido un cierto menosprecio de todo lo
que era sofista, seguramente a raíz del juicio que el mismo Platón
en general les imparte a los sofistas. Me parece que por lo menos
pueden señalarse dos puntos vitales de las teorías de Protágoras,
que> con idénticos acentos y en contextos no menos vitales, encon-
tramos también en los diálogos de Platón. Hay que tener en cuenta
que Protágoras, maestro venerado también por Platón> le llevaba
- 29
por lo menos 40 anos
El primer punto del paralelismo se encuentra en el principio fun-
damental de que una convivencia humana es imposible sin una ética.
Protágoras lo formula en los símbolos de su mito, cuando Hermes
tiene que repartir entre todos sin excepción los dones de aLS~ y
&x~. Platón también pone un mito> el de los cuatro metales> cuando
empieza la descripción de su república> y acentúa en muchos lugares
la necesidad de implantar convicciones morales muy fuertes en los
ciudadanos (Rep.> 4l4D-415C). El desarrollo dado a este principio
toma rumbo distinto en lás dos pensadores. Protágoras piensa que
el fundamento de la ética social debe hallarse en sentimientos mora-
les, en el respeto hacia sí mismo y hacia el prójimo, sentimientos
implantados por los dioses, pero funcionando como impulsos huma-
nos. Platón no tiene confianza en los impulsos humanos y trata> des-
de el comienzo de su trabajo de pensador, de construir un sistema
razonado de definiciones. En la República y en las Leyes abundan
las descripciones de la censura estatal sobre la poesía> el teatro e in-
cluso sobre la música. Lo más importante en las constituciones mo-
rales del estado ideal es la autoridad decisiva de los filósofos gober-
nantes> y no la moralidad espontánea de los ciudadanos.
El segundo punto es la teoría sobre el castigo de los crímenes.
Dice Protágoras en el mito (324AB) que el castigo sólo puede tener
el sentido de corrección> tanto para el malvado como para los otros
que tomarán ejemplo. Admite un caso único en el que puede ser in-
dicada la pena de muerte (3221=).Es el caso de los incorregibles> que
son incapaces de arreglar su conducta en cualquier principio ético.
Una persona tal debe ser considerada como la peste dentro de la ciu-
dad> y tiene que ser eliminada de la convivencia humana. Estos dos
componentes de la teoría los encontramos también en la obra de

Si en algún punto se separa de la tradicióD, es con la intención de bumam-


zarla más>.
29 En cuanto a la cronología véase Platón Prot. 317C: ‘ya llevo muchos años

en la profesión y por mi edad podría ser padre de cualquiera de vosotros».


Guthrie, vol. III 262. Platón> Menón 91 E.
68 Titeo Gerard Sinnige

Platón. En el Gorgias dice que el castigo tiene función de curar a


una persona de la injusticia> como la función del médico consiste
en curar las enfermedades del cuerpo (478AB, 480A). El motivo que
da Platón no es en primer lugar el de la adaptación al ambiente so-
cial, como lo veía Protágoras, sino el de la «curación en salud’>, es
decir de la salud del alma de la persona individual. Sin embargo,
describe un poco más adelante una finalidad social, cuando dice que
«es un servicio a la ciudad conseguir que los ciudadanos sean lo más
justos posible, y que su manera de pensar sea la de hombres de
bien». (513E-514A). En general> Platón considera que la tarea de la
legislación tiene una finalidad moral: educar a los ciudadanos
(p. e. Leyes 862CD). En esto sigue las huellas de Protágoras ~«.
En las leyes Platón reafirma las posturas del Gorgias. El castigo
tiene como razón y finalidad la corrección del individuo, y en el caso
de ser incurable, hay que imponerle la pena capital, para que así
sirva de ejemplo (854DE, SÓ2DE). En los dos puntos: corrección de
la persona individual y pena capital para los incurables> se repiten
las opiniones de Protágoras. El tema de los incurables halla su eco
en los mitos del Fedón (ll3DE), Gorgias (525BC), República (615E).
Hemos visto que Platón, a pesar de no compartir los principios
del gran sofista, admiraba a Protágoras y tomaba prestadas algunas
de sus teorías. Esto nos puede corroborar la interpretación que he-
mos dado tanto del mito de Protágoras como de la retractatio que
en el Teeteto pronuncia Sócrates-Protágoras para corregir las críti-
cas de Sócrates-Platón (Prot., 320-323, Teeteto, 166-168). Basándose
en los argumentos arriba expuestos consideramos estos dos textos,
intercalados por Platón en los respectivos diálogos> como reproduc-
ciones fieles de las opiniones del sofista. No parece absurdo suponer
incluso que los textos aludidos hayan sido compuestos en gran parte
con alusiones a textos de Protágoras y con material original Q Una
vez planteada esta premisa, podemos sacar sin más la consecuencia
de que> cuando en el Teeteto se critica a la teoría protagórea como una
teoría del conocimiento completamente subjetivista, es el mismo Pla-
tón quien> intencionadamente o no, ha desplazado oblicuamente las
teorías del humanista ilustrado. Lo que> en su contexto original, era
un relativismo acerca de las opiniones humanas con base en las limi-
taciones de nuestra inteligencia, es criticado en el Teeteto como si

30 G. B. Kerferd (Sophistic Movernent, p. 146) enumeraotras paralelas, y dice


en conclusión: « En todo esto parece bastante probable que el pensamiento de
Platón estaba bajo una inspiración general que le proporcionaba Protágoras».
~ El <mito» probablemente resume las ideas expuestas por Protágoras en
su obra «del estado de las cosas en el principio» (.Diog. L IX 55). Véase la nota
27. Adolfo Levi <Storia della Sofística, a cura di D. Pesce, Napoli, 1966, p 86,
nota 9) piensa que también la teoría antropológica de Demócrito trae su origen
de Protágoras.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 69

fuera una teoría subjetivista acerca del mecanismo de nuestros co-


nocimientos y percepciones en un sentido estrictamente técnico.
Para convencemos más de este estado de cosas no hay mejor ma-
nera que analizar el texto de la retractatio, y ver si lo que nos brinda
Protágoras son opiniones acerca del funcionamiento de nuestra per-
cepción o más bien puntos de vista acerca de la convivencia humana
y el fundamento del comportamiento moral.

1. (1661=2)El texto empieza con la célebre sentencia de Protágo-


ras: «de todas las cosas es medida el hombre> de las cosas que son
y de las que no son». La expresión «el hombre» ha dado lugar a dis-
cusiones sobre si indica el hombre en general o el hombre individual
y concreto. Lo más probable es que Protágoras haya querido decir
simplemente: cada uno de nosotros. Para explicarlo mejor señala que
precisamente en este punto existe una diferencia infinita entre las
distintas personas, porque para uno existen y se manifiestan unas
cosas y para otro otras. En la teoría de Protágoras no se trata de que
dos personas perciban una misma cosa y luego emitan un juicio ya
sea adecuado o equivocado> sino que para cada uno se manifiestan
y son percibidas cosas distintas y, consecuentemente> emiten juicios
distintos. Es esta la única interpretación que concorde con lo que
sigue un poco más adelante (167A7): «no es posible tener opiniones
acerca de lo que no es, u opiniones distintas a lo que efectivamente
se dibuja en la percepción», es decir, opiniones acerca de lo que para
esta persona no existe ~. A renglón seguido añade: considero como
sabia aquella persona que pueda conseguir que otra persona, que
piensa ver y percibir cosas malas, comience a ver y percibir cosas bue-
nas. Esta explicación hace ver que desde el primer momento la sen-
tencia protagorea se plantea en una perspectiva ética.
La sabiduría, pues> no supone para Protágoras la existencia de una
verdad absoluta> como la postulaba Platón para sus filósos. El sabio
tiene que comparar opiniones y maneras de ver> juzgando lo que sea
mejor opinar. Al emitir este juicio ya está en juego un mecanismo de
escoger y preferir, es decir, un mecanismo de índole ética. La teoría
protagórea en este punto puede interpretarse como antepasado lejano
de la teoría estoica sobre el asentamiento subjetivo en la formación
de las percepciones y juicios (ovyxa-r&Oscbc, adsensio). Puede tam-
bién compararse con la teoría de la escuela fenomenológica moderna.
Protágoras fue> - con toda probabilidad, históricamente el primero en
descubrir la vertiente subjetiva en el mecanismo de nuestro pensa-
miento.

32 Así también lo explica G. B. Kerferd en unas páginas lúcidas de su libro


Tite Sopitistio Movement, pp. 89-91.
70 Theo Gerard Sinnige

2. (167A3) En la pedagogía y en la vida social la formación de los


juicios depende de la condición (W~t~) buena o mala del yo moral.
Por eso ni el médico n>i el pedagogo deben plantearse la cuestión de
si h verdad es esta u otra, sino que su tarea consiste en sustituir
una mala condición psíquica por una buena. Esta tarea puede compa-
rarse con la del agricultor en su cuidado por las plantas y la del mé-
dico por sus pacientes. No se trata de establecer una verdad, como
lo piensan los inexpertos> sino de conseguir que gracias a una condi-
ción mejor sé empiecen a formar juicios mejores. Así se pone de ma-
nifiesto que la formación del juicio debe ser el resultado de la acción
retroactiva del sentido de respónsabilidad social. En este punto otra
vez se hace visible la inspiración humanista e ilustrada en el pensa-
miento de Protágoras. Separar la teoría del conocimiento de las inten-
ciones éticas, como lo hace Platón cuando comenta las teorías que
considera como protagóreas, supone una injusticia hacia la verdad
del sistema ~.

3. (167c4) Lo que sea justo y lo que no, sólo puede determinarse


en el contexto de las opiniones válidas dentro de cada ciudad. Protá-
goras. como su contemporáneo Herodoto, parte del supuesto de que
la moral es distinta de una ciudad a otra. Esta observación etnológi-
ca era muy corriente en el movimiento humanista del siglo y. A la ob-
servación empírica de los historiadores, Protágoras, como filósofo mo-
ral, añade que no por ser distinta es menos válida la moral dentro de
cada ciudad. El relativismo no puede conducir al desprecio para con
los valores reinantes, porque de ellos depende el bienestar de la ciu-
dad. «Lo que a cada ciudad le parece justo, esto vale como justo («lo
es»). Aún estando caracterizadas como relativas al ambiente social, las
normas éticas tienen carácter obligatorio.

4. (167E1) Añade Protágoras una reprensión a Sócrates con moti-


vo de su manera de argumentar. Es Sócrates mismo quien habla, pero
interpretando el papel de Protágoras. Esta disposición literaria deja
traslucir el carácter medio ambiguo medio juguetón de la manera de
escribir de Platón. Dice que, cuando Sócrates quiere hacer alarde de
dar caza a una definición de la virtud (16W!), es contraproducente
y poco lógico obrar con palabrería y abusar de fórmulas y definicio-
nes, como está acostumbrado a hacer. «Tú, Sócrates, créeme y déjate

33 Una formulación técnicamente perfecta de esta doctrina ya la encontramos


en la célebre Historia de Grecia> que escribiera el historiador inglés George
Grote. Dice que «según leemos en el Teeteto, Protágoras consideraba la distin-
ción entre verdad y falsedad como resoluble en la distinción entre bueno y
malo» (vol. VIII, p. 172, en la edición de 1869; la edición primera es de 1846).
Etica humana y ática racionalizada. Protógoras y Platón 71

convencer cuando te digo que es mejor llevar la discusión sin animo-


sidad ni intención combativa, sino con una actiud benévola y prestan-
do atención a lo que realmente decimos. Con todo eso> ten en cuenta
que todas las cosas están en movimiento continuo, y que lo que le
parece a cada uno, esto es para cada uno.»
Este trozo (167D8-lÓSBÓ) presenta desde otra perspectiva los prin-
cipios de convivencia humana que animaban al gran sofista. Lo más
curioso aquí es el doble sentido con que Platón escribe estos párrafos>
que contienen una especie de autocrítica del mismo Platón. El caso
es que muchas veces Platón, aunque fuera sólo por razones dialécti-.
cas, se ingenia en construir argumentos falaces. Aquí es Sócrates
quien> disfrazándose de Protágoras, le proporciona al Sócrates plató-
nico una animadversión amable y a la vez muy justificada. A pesar
de ser aceptada la corrección, en las páginas que siguen no ha cam-
biado mucho. Se repiten los análisis verbales con que Sócrates, aho-
ra hablando por Platón, arremete contra la teoría del conocimiento
de protágoras (o lo que por tal se tome). Para rematarlo todo, y pue-
de ser que para poner en claro las intenciones de Platón, viene una
exclamación de Teodoro, el otro interlocutor al lado de Teeteto. Este
Teodoro, que figura en el diálogo como defensor asiduo de Protágo-
ras, no acaba de maravillarse sobre lo que dice Sócrates> porque le
parece auténticamente protagóreo, más de lo que se pudiera esperar.
Se deja escapar: <‘estás bromeando, Sócrates» (lÓSCÓ), acentuando
así que la exposición de las teorías es verdaderamente protagórea y
totalmente distinta a lo que suele argumentar Sócrates. La composi-
ción literaria confinna otra vez que Platón tenía la intención> aunque
con mucho enredo y algo de ambigliedad, de presentamos la figura
auténtica de Protágoras.
El resultado de nuestro análisis es que en el sistema de Protágo-

ras la teoría del conocimiento no estaba desligada de la teoría ética.


sino que, por el contrario, la ética se presenta en el sistema como
consecuencia lógica y natural de la teoría del conocimiento. Cualquier
acto de conocer y de enjuiciar sólo puede realizarse dentro del alcan-
ce de la percepción y sentir del individuo. Por eso> cualquier decisión
ética está marcada por características individuales y subjetivas. Una
decisión ética exige, por lo menos implícitamente, un juicio previo
acerca del estado de cosas, observable por el sujeto actuante. El jui-
cio se forma dentro de los límites de la conciencia individual, y por
tanto tiene carácter individual y concreto. Así en la doctrina de Pro-
tágoras la teoría del conocimiento no puede separarse de la teoría
ética, ni la ética del conocimiento. Las dos se relacionan como funda-
mento y superestructura. Sin embargo, en el Teeteto, Platón les da
un tratamiento separado, un poco a pesar suyo y bromeando.
12 Titeo Gerard Sinnige

Las conclusiones de este estudio pueden resumirse en los siguien-


tes puntos:

1. Platón se proponía buscar para la ética un fundamento seguro


y absoluto, que no cambiase con las circunstancias. Dentro de su sis-
tema estatal rígido, 4e fue imposible penetrar hacia este fundamento
inquebrantable que, por ser conocido de todos, obligaría a todos por
su misma índole. Lo que en la teoría de Platón más se aproxima a un
motivo que desde dentro y por su propia fuerza pueda impulsar a cada
persona humana> es el motivo de la salud del alma. Sin embargo, ade-
más de este motivo los ciudadanos también necesitarán de sus direc-
tores espirituales, los filósofos> para explicarles cómo conseguir esta
salud. La autoridad de lo~ filósofos se prolonga con las sanciones y
penas que en los mitos sobré la otra vida se describen. Ambas cosas
son elementos externos al verdadero fondo ético de la persona hu-
mana.
2. La ética de Protágoras se basa en el sentimiento de conviven-
cia de los ciudadanos, tal y como se manifiesta y funciona en la vida
social. Este sentimiento Protágoras lo formula con los términos aLSó~
y Sbcq, respeto para consigo mismo y respeto para con los demás.
Las leyes y las normas según las cuales se rigen los estados cambian
de pueblo a pueblo y de ciudad en ciudad, pero no por eso son me-
nos válidas en cuanto a la responsabilidad de los ciudadanos ~. Pro-
tágoras sigue un método realista y optimista en cuanto al funciona-
miento de estos «sentimientos de ciudadanía», en contraste con Pla-
tón, quien muchas veces expone sus dudas acerca de la posibilidad
de que se realizase su Estado utópico.
3. Platón describe con mucho respeto y casi veneración la persona
y las teorías de Protágoras. Leyendo entre líneas se puede observar
un ingrediente de admiración ambigua. Platón no resiste la tentación
de arremeter sofísticamente contra la teoría del conocimiento que es-
tá presente en las doctrinas de Protágoras, pero separa esta teoría
de sus consecuencias éticas Cuando se acuerda de las cualidades ad-
-

miradas y quizás un poco envidiadas de estas vertientes éticas, inter-


caía en el diálogo Protágoras el mito sobre la prehistoria de la ética,
y en el Teeteto la recantatio, en ambos casos para hacer justicia ál
gran sofista. En la literatura de los dos últimos decenios se ha discu-
tido mucho la cuestión de la autenticidad protagórea de estos dos tro-
zos de texto. La cuestión es complicada porque es Platón quien por

34 0. B. Kerferd (Tite Sophistic Movement, p. 144) señala a Protágoras como


el padre ideológico de la democracia: «Fue el primer pensador que haya ela-
borado una teoría base para la democracia».
Etica itumana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 73

boca de Sócrates, y además un Sócrates figurando de Protágoras, ex-


plica las teorías del sofista. En base a los argumentos aducidos en el
cuerpo de este estudio parece razonable afirmar que ambos trozos>
tanto el mito como la recantatio pueden considerarse como auténti-
camente protagóreos.

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