Etica Humana y Ética Racionalizada - Protágoras y Platón
Etica Humana y Ética Racionalizada - Protágoras y Platón
Etica Humana y Ética Racionalizada - Protágoras y Platón
Protágoras y Platón
Anales del Seminario de W de la Pilosolja, t IV. Ed. Univers. Complutense. Madrid, 1984
46 Theo Gerará Sinnige
alada (249C), y que los filósofos que siguen el cortejo del mejor de
los Dioses> Zeus, además de filósofos son también gobernadores
(252E). Aquí también percibimos un rasgo adelantado de lo que será
en la República el filósofo-rey. Platón construye una jerarquía. Aún
reconociendo el valor de la inspiración poética, hace culminar el co-
nocimiento humano en la contemplación filosófica. El Eros que im-
pulsa a los sabios a subir la ardua cuesta del conocimiento> este Eros
divino es la prerrogativa en exclusiva de los filósofos verdaderos.
Este desplazamiento del equilibrio entre inspiración y argumento
culmina en la República. En la sociedad utópica de Platón, los Poe-
tas están fuera de lugar. Lo único que se puede permitir una ciudad
bien ordenada es una poesía de índole pedagógica para sustentar la
moral pública. Los poetas que hacen otra clase de poesías, siguien-
do sus fantasías, son severamente censurados e incluso perseguidos.
En el libro tercero dice con mucho sarcasmo que a los poetas y rap-
sodas entusiasmados hay que echarles perfumes en la cabeza y ex-
pulsarles fuera de la ciudad (398AB).
En el libro décimo repite esta sentencia> acompañándola de una
nota personal muy signifiéativa (607-8). Dice que existe una vieja di-
sensión entre la filosofía y la poesía, y ofrece vados ejemplos. «Con
todo», añade, «hay que decir que si la poesía pudiera ofrecernos una
justificación de su existencia dentro de nuestra ciudad, la aceptaría-
mos con gusto, porque somos conscientes del particular encanto que
ejerce sobre nosotros mismos. Pero no está permitido traicionar la
verdad que se nos hace evidente... Por amable que nos parezca la
‘poesía, tenemos que resistirla y hechizamos con el cántico este de
nuestros argumentos, ante el peligro que corre nuestra república in-
terior del alma». En este texto Platón confiesa que no ha podido Ii-
brarse del encanto de la poesía a pesar de sus convicciones filosófi-
cas y formula unás teorías como quien tiene miedo del poder de
seducción de la poesía. Parece que se trata de una lucha interior en
el pensaiñiento de Platón. Las afirmaciones que ofrece acerca de la
poesía y el arte en general dan fe de un miedo pánico ante el poder
de seducción de la poesía. Está claro que en la República Platón ha
seguido completamente sus inclinaciones filosóficas> desechando la
intuición y las emociones no razonadas de nuestra naturaleza humana.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platrin 47
En 340 DE asegura incluso que en cuanto técnico, el que posea un arte no puede
cometer faltas. Como en las artesanías y en las artes médicas y arquitectónicas,
el técnico dispone de conocimientos que hacen que su trabajo sea eficiente y
el juicio seguro. Esta calidad es postulada tanto para el médico como para el
gobernador.
Como, p. e., lo prueba el comportamiento de Xantippe, que estaba con
Sócrates en la cárcel la noche anterior a su muerte (Feddn, ÓOA). Xantippe ha
sido víctima de una tradición calumniadora que arranca de Xen. Simp. II, 9-10.
Véase John BURNET, GreeN Philosophy, Thales to Plato, London, 1914, reprint
1964> p. 104: «There is no hint in Plato that Xanthippe wass a sbrew., (<en
Platón no I¡ay indicación de que fuera un arpía»).
Véase, p. ej., el Symposion 220D, donde> después de una noche de medita-
ción, eleva aus plegarias en dirección al sol naciente.
5 Así lo explica A. E. Taylor, Socrates, Tite Man and ¿Us Thought, 1933, re-
print 1954> p. 79.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 49
6 Gorgias SOOA: ‘para formar juicios éticos, hace falta un técnico’. Esta ver-
tiente de la ética de Platón ha merecido la denominación de cética del modelo
técnico>.
‘Rep. S9ODE y cf. 431CD. Es el principio de la ‘esclavitud tajo una teo-
cracias.
52 Theo Gerard Sinnige
hace vivir el alma y que la hace vivir bien (353E). Esta explicación
se encuentra al final del libro primero, y preludia lejanamente al li-
bro décimo> en que esta descripción de la justicia en el alma es el
punto de arranque de un argumento para probar la inmortalidad del
alma (609-6111). Es éste un argumento curioso y heterogéneo, cons-
truido según el modelo muy gastado de la analogía. Como en el cuer-
po la muerte es el mal connatural> así en el alima la injusticia es el
«mal propio», que podría incluso amenazar su inmortalidad, si fue-
ra posible.
Sin embargo, Platón dice sin más explicación que en el alma el
mal propio no puede hacer lo que la muerte física hace en el cuerno,
es decir, destruirlo (609D). Probablemente lo dice refiriéndose a lo
que vemos en la vida: los malvados no mueren por causa de sus
maldades. A pesar del argumento, tampoco mueren en la otra vida
porque, según el mito, son afligidas de penas eternas después de la
muerte, pero no son aniquiladas las almas malvadas ‘~.
Otra confusión en el argumento consiste en que los conceptos de
«vivir» y «vivir bien» reciben el mismo tratamiento. La función pro-
pia del alma es hacer vivir. Ejercer bien esta función significa tener
la virtud propia> es decir, vivir bien y según las normas de la justi-
cia. La virtud y la salud del alma coinciden porque ambas significan
tener una vida interior bien ordenada. Poseer la vida y poseer la vir-
tud de la justicia viene a ser lo mismo, y ofender contra la justicia
seria una ofensa a la vida misma (353DE). Una afirmación opuesta
leemos en 6lODE: «me parece», dice Glaucón con el asentimiento de
Sócrates, «que es todo lo contrario: la injusticia proporciona muchos
impulsos de vivir al malvado».
Con todo, en la línea general de su doctrina, Platón se atiene al
principio de que la justicia y la salud del alma se acompañan, y des-
cribe la justicia y la injusticia en términos de bienestar del alma. Man-
tener sana la vida del alma supone la jerarquización de sus partes,
que deben comportarse como las distintas capas sociales en una re-
pública bien ordenada. Cuando Platón pone en guardia contra una
vida desarreglada, lo hace con la misma metáfora: los mal educados
llevan dentro una mala república, en la que los instintos perversos
se hacen cómplices de los impulsos mal guiados “. Esta valoración
abarca hasta el campo de la poesía. Las emociones desmesuradas que
suscita la poesía trágica despiertan en el alma los deseos menos acep-
tables y les entregan e] gobierno de nuestras vidas. Es como si en
una ciudad se entregara el gobierno a los malvados. Por eso puede
decirse que un poeta dramático introduce un mal sistema político
‘o Parece probable que aquí se encuentre la raíz histórica del concepto con-
fuso de «pecado mortal..
Ii Rep. 574DB, con fuertes alusiones a la conducta criminal de Alcibiades.
54 Titeo Gerará Sinnige
Eric A. Havelock, Vm Greelc Concept of Justice> From its Shadow, Froin frs
Homer to its Substance hz Plato. Cambridge, Mass.~London, 1978. J. R. S. Wilson,
Ihe Argument of Republic TV, The Phitosophicat Quarterly, 26, 1976, pp. 1)1-124.
John 1v!. Cooper, Tbe Psychology of Justice in Plato, American Phitosophical
Quarterly, 14, 1977, pp. 151-157.
14 En los libros VIII y IX de la República.
56 Theo Gerará Sinnige
‘~ La teoría de
9ue la i,ersonalidad bien formada sea la última garantía del
comportamiento ético ha dejado su proyección en la teoría ética de Aristóteles,
cuando afirma que el hombre sabio (A «pou8ato) es el último criterio (Rica
a Nicómaco, 1 7, 1098 a 9 - III 4, 1113 a 26 - X 5>1176 a 17 - X 6, 1176 b 26).
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 57
293AE. Paralelas: Gorgias 464, 501, 521DE. Re¡. 345C (médico/pastor). Leyes 720,
735-6. Fritz Webrli, Dar Arztvergleieb bei Plato, Museum Helveticum 8, 1951,
177-184. Con esta parábola médica puede compararse la parábola del capitán de
navío (Rep. 488) y lo que dice el autor del escrito ‘sobre la medicina antigua»>
cap. IX sobre el control empírico.
~ E. R. DODÓS> Plato Gorgio.s, A Revised Tea with Introduction and coinentary,
Oxford, 1959> Pp. 14 y 387-391. Mario UNTERSTEINER, Solist4 Tormo, 1949, p. 397,
n. 40: ‘Cálicles y Sócrates representan dos vertientes de una personalidad..
Werner JAEGER, Paideia, Berlin, 1934, 1, p. 410: «Con toda la negatividad con que
Platón traza la figura de Cálicles, se barrunta en la descripción una capacidad
de simpatía de parte de Platón.. W. K. C. Gurnun, A History of Greek Phito-
sophy, vol. III, The Fifth-Century Englightenment, Cambridge, 1969, pp. 106-107.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 61
23 Teeteto 17W: ‘Lo que diría Protágoras, si pudiera levantar la cabeza del
suelo».
62 fleo Gerard Sinnige
no, hace ver que lo que a Platón le interesa es la teoría del conoci-
miento con sus anexos de ontología. Probablemente pasa por alto un
aspecto importante de las teorías de Protágoras, de manera que más
o menos oblicuamente estas teorías son trasladadas a otro contexto,
recogiendo matices que en el original no les eran propios. La célebre
sentencia «el hombre es la medida de todas las cosas» se colocaría
así en el campo de la gnoseología. Como veremos> esto falsifica la
teoría.
En el curso de la argumentación la duda surge tenuemente> y va-
rias veces (1MB, lÓlE, 162A, 162C), como tomándoles el pelo a sus
interlocutores, Sócrates señala unas consecuencias imposibles. Inclu-
so en 1621=toma la defensa del sofista24 y formula una primera pro-
testa en nombre de Protágoras. Sin embargo> siguen tratando el mis-
mo problema gnoseológico, sólo que con otros ejemplos, siempre
suponiendo qqe discuten teorías de Protágoras. Al final han sacado
tantas contradicciones de las supuestas teorías del sofista, que se
plantea la cuestión de qué diría él mismo en defensa de su doctrina
(lÓSE). Así se introduce la ya aludida retractatio, una larga explica-
ción que se supone pudiera ser pronunciada por Protágoras, si estu-
viera presente en persona. La detallada recantatio se extiende a lo
largo de las páginas 166A-168C. Queremos demostrar en este estudio
que, dentro del contexto del diálogo> escrito en tono juguetón y un
poco antiguo> la interpretación más aceptable de esta recantatio con-
siste en suponer que contiene los verdaderos criterios del sofista.
Los argumentos para admitir que tanto el mito protagóreo en el
diálogo que lleva su nombre (Prot., 320C-324C), como la reconsidera-
ción de las teorías protagóreas en el Teeteto, representan el verda-
dero pensamiento del sofista> son de dos clases. La primera clase
es de índole hermenéutica. El análisis textual y literario hace ver que
la figura de Protágoras es tratada con mucha circunspección y casi
reverencia> y que en el curso de los argumentos se introducen bas-
tantes cautelas en cuanto a la cuestión de la correcta interpretación
de las teorías de Protágoras. La segunda clase de argumentos se
basa en el contenido de éstos propiamente. Comparándoles con lo
que se sabe del movimiento humanista, resulta poco probable que
Protágoras se hubiera empeñado en desarrollar una teoría del cono-
cimiento muy abstracta. Además hay que tener en cuenta la costum-
bre platónica de trasladar los problemas de otros sistemas al contex-
to del suyo, enjuiciándolos desde los propios puntos de vista. Los
análisis que da Platón por boca de Sócrates siempre parten de la su-
24 Más adelante (l71B) y un poco en tono juguetón, Sócrates dice: «Al fin
y al cabo, no es- posible escapar de nosotros mismos, y por eso no podemos por
menos que decir lo que cada vez nos parezca». Esta expresión Sócrates la toma
prestada de Protágoras.
Etica humana y ática racionalizada. Pro tágoras y Platón 63
der fue tratado frecuentemente por los poetas trágicos ~‘ sobre todo
Eurípides, el poeta-filósofo. El problema ya está presente en el Pro-
¡neteo de Esquilo. Aquí el inventor de las artesanías desafía al dios
supremo> acogiéndose al argumento de que robando el fuego, privi-
legio de los dioses, había amparado a la humanidad indefensa. En la
Antígona de Sófocles la protagonista se niega a cumplir las órdenes
malvadas de la autoridad establecida, porque, dice: «no he nacido
para odiar a mis prójimos sino para amarles» (Ant., 523). El tema
fundamental de todo el movimiento residía en la defensa de los de-
rechos humanos.
Tenían los sofistas de este siglo una teoría acerca del origen de
la sociedad y la moral, que pudiéramos llamar prehistoria de la
ética ~‘. La humanidad había evolucionado desde un nivel primitivo
gracias al uso del fuego y la invención de las técnicas y artesanías.
Cuando los habitantes de la tierra consiguieron un cierto nivel de
seguridad frente a los peligros materiales y de la naturaleza, les ame-
nazaban el desorden social, matanzas, incursiones y delincuencia. Te-
nían que arreglar su convivencia introduciendo leyes y compromisos
mutuos. Como ésta, sine para explicar que las normas de conviven-
cia social no tienen sus raíces en principios eternos y absolutos. En-
contramos esta arqueología de la moral perfectamente elaborada en
el mito que el propio Protágoras, a petición de Sócrates, explica en
el diálogo que lleva su nombre. Cuando la humanidad está a punto
de desaparecer porque falta la seguridad civil, Zeus envía a Hermes
para distribuir los dones de ~L&% y S¿ni, es decir respeto hacia
uno mismo y respeto hacia el prójimo. Hermes duda y pregunta si
estas cualidades deben ser repartidas lo mismo que las capacidades
para ejercer un arte: para muchos hombres basta un solo médico,
un solo carpintero. Zeus le da una respuesta terminante: hay que re-
partir estos dones entre todos, y todos deben participar en ellos, por-
que de otra manera es imposible que existan ciudades. Con esta
parábola quiere decir Protágoras que no puede existir una sociedad
~‘ GvrnRTE, vol. III, p. 265: ‘El respeto con el que Platón explica los puntos
de vista de Protágoras es tanto más impresionante en cuanto que se halla en
discrepancia profunda con estos puntos de vista». Cf. vol. IV, pp. 232-4. En
caso general el respeto que hacia la figura humana de Protágoras profesan los
áutores modernos. Guthrie (III 265) sex3ala que, ya hace más de un siglo, el
historiador Grote había concluido que <Platón, a pesar de su animosidad des-
leal hacia los sofistas, no muestra desprecio por las teorías de Protágoras, y
que incluso el texto (del diálogo Protágoras) ostenta un código moral muy su-
perior a las opiniones del Sócrates platónico”. Kurt von Fnirrz (Real-Enzyklo-
pddie s.v. Pro tógoras, 45 Halbband, col 917) llama la atención sobre los textos
en los cuales Platón advierte que Protágoras nunca defendió posturas que su-
pondrían agresividad frente a la moral corriente. Son los textos del Menon
(91E) y del diálogo Protágoras (333C). Gregorí Víastos <Protágoras’, en C, J.
Classen (cd.), Sophistik, Darmstadt, 1976, pp. 271-289) escribe (p. 288): «Los cri-
terios morales de Protágoras corresponden a todo lo que hay de mejor en la
moralidad ateniense y griega: justicia, dominio de sí mismo (sofrosine), piedad.
Etica humana y ática racionalizada. Protágoras y Platón 67