Entrevista A Mario Montalbetti El Poema Es El Viaje

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“El poema es el viaje”, entrevista con el

poeta peruano Mario Montalbetti


NOV 20 • CONEXIONES, DESTACAMOS, PRINCIPALES • 10100 VIEWS • NO HAY COMENTARIOS EN “EL
POEMA ES EL VIAJE”, ENTREVISTA CON EL POETA PERUANO MARIO MONTALBETTI

En entrevista, el lingüista y poeta peruano Mario Montalbetti habla sobre la


importancia del lenguaje al hacer a sus hablantes, del movimiento propio de un
poema y de las dificultades que implica la reinvención del material no sólo
poético, sino también aquel que pertenece a otras narrativas, como la literatura
infantil

POR CARLOS VICENTE CASTRO


Adentrarse a la obra del poeta peruano Mario Montalbetti es una experiencia
gozosa, aunque no fácil. El lector tradicional ha de dejar de lado sus prejuicios
respecto a lo que espera de la poesía y disponer sus sentidos a sumergirse en un
torbellino de sonoridades, ritmos y asociaciones, entre otros múltiples recursos
que evaden la significación. Doctor en lingüística por el Instituto Tecnológico de
Massachussets y autor de libros como Lejos de mí decirles (Matadero, 2019), El
pensamiento del poema (Cinosargo-Marginalia, 2019) o Cabe la forma (recién
publicado este año por Pre-textos), Montalbetti se considera lingüista antes que
poeta, una afirmación por demás curiosa por parte de uno de los poetas
mayores y lingüistas más importantes de su país. La diversidad de su obra es un
continuo cuestionamiento a la materia misma con la que escribe: el lenguaje.
Por cierto que también cuenta en su haber con un libro para niños, El
vigía (MALI, 2013).

Mario, tu obra ha circulado desde hace años en México de mano en mano. El


primer ejemplar que conseguí fue Cinco segundos de horizonte, en una edición
clonada. ¿Cuál es tu opinión sobre este tipo de distribución? ¿La poesía debe
estar, gratuitamente, al alcance de quienes la busquen en la red?

¿Las novelas deberían estarlo? ¿Los ensayos? ¿Los programas de ajedrez? ¿Los
partidos de futbol? ¿El cine? El que podamos hacer impunemente la pregunta por la
poesía es síntoma de su ubicación dentro del sistema en el que vivimos. A diferencia
de los otros ejemplos, el trabajo que requiere hacer un poema no es considerado
trabajo “productivo”. ¿Es la solución asimilar la poesía al sistema para que goce de las
mismas protecciones y abusos que otras actividades? No lo creo. Prefiero que se
mantenga al margen. La médula de la poesía consiste en ser antisistema;
anticualquiersistema.

¿Cuál ha sido tu experiencia con los lectores mexicanos?

Siempre me ha sorprendido que mi poesía tenga lectores. Lo digo en serio. Nunca


escribo pensando en lectores ni para lectores. Dicho eso, ha sido un lujo tener lectores
como Alberto Blanco y Eduardo Milán. Pero sigue sorprendiéndome.

Eduardo Milán afirma en la contraportada de Simio meditando (ante una lata


oxidada de aceite de oliva): “Se trata de ver el lenguaje en acto y de darlo al
poema después de pasarlo por la mediación del pensar pero sin caer en su red,
encendido en su brasa todavía viva”. Este pensar, ¿en qué consiste?

Primero, es acto, no producto; no es pensamiento ya acabado (lo que Milán llama “caer
en su red”). Segundo, pensar es un movimiento de ida y vuelta. Es cuando regresas al
punto de partida que el acto de pensar se perfecciona. Igual con el poema: si te vas
siguiendo una metáfora y nunca vuelves a la literalidad del poema, no estás pensando.
Tercero, es pensar el lenguaje. Si solamente piensas el mundo te pierdes pensar las
contradicciones y las negaciones.

¿Qué poemas o libros de poetas mexicanos te entusiasman?

José Emilio Pacheco, Alberto Blanco, Pura López Colomé, Inti García Santamaría, David
Huerta, Coral Bracho, los Cardencheros de Sapioriz. La lista sigue.

Es curioso que contestes con nombres de poetas y no con los de libros o poemas.
Me gustaría, si estás de acuerdo, insistir un poco…

Pacheco (No me preguntes cómo pasa el tiempo), Blanco (El corazón del instante),
López Colomé (Poemas reunidos), García Santamaría (Évelyn), Huerta (La mancha en el
espejo), Bracho (Cuarto de hotel), Cardencheros (Un amor pendiente). Me disculpo por
hacer trampa e incluir en algunos casos poesías reunidas.

Tu obra tiene gran solidez de conjunto. Tal parece que en cada libro encuentras
nuevos recursos para poner en jaque al lenguaje. Por ejemplo, en el caso
de Cajas los límites entre poesía y ensayo están felizmente difuminados. ¿Cómo
llegaste a este tipo de exploración?

Creo que soy lingüista antes que poeta, si entendemos por lingüista alguien que está
interesado primordialmente en el lenguaje más que en la literatura. Me interesa lo que
el lenguaje hace con nosotros y lo que nosotros le hacemos a él. Mi impresión es que
en nuestra época ese conflicto se define mejor y de manera más radical en el poema y
en el ensayo. No es extraño, entonces, que haya tratado de confluir ambos
acercamientos. Lo sigo haciendo.
Crédito: Hugo Pérez /Cortesía de El Comercio

En una entrevista mencionaste que los dos extremos puros del poema son la
experimentación y la literalidad. En tu caso, ¿desde qué punto del lenguaje
escribes? ¿Desde cuál quisieras escribir?

La tradición crítica suele describir el siglo XX poético peruano en base a dos polos,
César Vallejo y José María Eguren. Mi propio panorama se queda con Vallejo (con el
Vallejo de Trilce y de los poemas de 1937-1938) y cambia a Eguren por Blanca Varela
(la de sus dos últimos libros). En términos atómicos, Varela sería un protón nuclear
con carga positiva y Vallejo un electrón periférico con carga negativa. Es mi propio
mapa. Personalmente, me contento con orbitar en torno a alguno de los dos los días
que tengo suerte.

¿Qué elementos conceptuales, de composición o incluso intuitivos consideras al


conformar un libro? Los distintos recursos que vas utilizando, ¿son
reflexionados con anterioridad o los descubres al escribir?

No, no tengo una idea predeterminada. Escribo mientras pienso y no al revés.


Tampoco tengo un método fijo, pero es cierto que mientras escribo suele aparecer un
centro gravitacional muy fuerte que atrae a los textos. Trato de que los libros no se
repitan, que sean distintos, organizados por gravedades distintas. No siempre lo logro.

Este centro gravitacional, ¿cómo se diferencia del sentido?


Gran pregunta: es lo mismo, visto desde perspectivas opuestas. El sentido te saca del
poema (tal como si se tratara de una fuerza centrífuga), el centro gravitacional te
devuelve a él.

En una de tus clases de lingüística disponible en YouTube expones tres ideas


equivocadas sobre el lenguaje. Respecto a la poesía, ¿podrías mencionar una o
dos ideas que te parezcan equivocadas actualmente?

No sé si es una idea equivocada, pero creo que si ves en un poema un montón de


palabras que deben ser descifradas, empiezas mal. La idea misma de signo como
unidad que conecta sonido y significado es una idea muy tramposa al enfrentarnos a
un poema. Prefiero la vía a-semántica, a-semiótica, fijarme en la sonoridad, en el
ritmo, en la prosodia, en fin, en el movimiento del poema. El primer verso del poema
“Los heraldos negros” de Vallejo es “Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé”. Si
Vallejo hubiera escrito “No hay golpes en la vida tan fuertes, yo lo sé”, ¿hubiera
cambiado algo? No lo creo. Y eso debería darnos una pista.

Me gustaría que profundizaras un poco más respecto al movimiento del poema,


¿hacia dónde se mueve? ¿Tiende al vacío?

No necesariamente. Más bien, tiende a no parar, a continuar indefinidamente, a no


detenerse. Son las operaciones semánticas/semióticas las que detienen el movimiento
tratando de “cobrar” significado. Es como salir de viaje y preocuparse exclusivamente
en llegar a destino. Hay más cosas en un viaje. El poema es el viaje. Te puedes bajar
cuando quieras.

¿Cuál es la materia prima del poema? ¿De qué manera se relaciona la memoria
con el poema?

Respondo en términos personales: la materia prima del poema es el lenguaje y dentro


del lenguaje, todo aquello que se oye pero que no se escucha, todo aquello que pasa
desapercibido si reduces todo a signo, a ver qué significa. Claro que hay significados y
claro que trabajamos con objetos (palabras) que dicen cosas, pero poner eso por
delante del ritmo, del movimiento, al menos a mí no me funciona. La memoria, como
tema, no me interesa mayormente; como instrumento puede ser útil, tanto para
cometer el mismo error dos veces como para no hacerlo.

¿Cómo es tu relación, ya no con el lenguaje, sino con las palabras?

Pregúntale a un halcón que se lanza sobre una bandada de pájaros lo mismo. Quiero
decir: si el halcón se concentra en un ave en particular probablemente se morirá de
hambre. Primero debe entender el movimiento de la bandada y luego, con suerte,
atrapará algo. Pero nunca atrapará a la bandada entera.

¿El valor de la poesía reside en “hacerle algo al lenguaje”?

Digamos que el poema que me interesa es el que no se contenta, ni se siente cómodo,


con el lenguaje heredado. Hay algo en explorar los límites de un objeto (que no
sabemos si los tiene o no) que me resulta intrigante.

¿Un ensayo y un poema son equiparables en términos de valor para cuestionar


el lenguaje?

Sí, pero también una novela (pienso en Moby Dick, por ejemplo) o, para tal caso,
cualquier texto. Pero mi impresión es que hoy en día el trabajo de cuestionamiento no
pasa por la novela, sino que se define mejor en los poemas y ensayos y en los híbridos
que son especialmente interesantes (pienso en Quignard, Carson).

Ha habido un creciente interés por escribir poesía social en México, debido a


nuestra situación cada vez más violenta… ¿La poesía debe responder,
reaccionar a las urgencias sociales de un país?

No más, ni menos, que la medicina, la pesca, la fabricación de bicicletas… Si quieres


ayudar a alguien que no tiene qué comer, no escribas un poema; dale un pan. Si
quieres tomar el poder no escribas poemas, sal a la calle. Tenemos responsabilidades
como ciudadanos y como poetas —y no siempre son las mismas.
Crédito: Leaslie Searles/Cortesía El Comercio

¿Estás de acuerdo con la denominación “poesía del lenguaje”? Siendo la poesía


lenguaje, ¿hasta qué punto la etiqueta es una perogrullada?

Las formas de encasillamiento (“poesía del lenguaje”, “poesía social”, “poesía de


género”, etc.) les son útiles a los burócratas de la literatura. Para mí la cosa es más
simple (o más complicada, como se la mire): trata de escribir un buen poema. Sí, no es
fácil definir “un buen poema”, pero creo que cada uno tiene una idea más o menos
clara de qué poemas salieron bien y qué poemas fallaron.

¿La falla en un poema puede convertirse en el acierto de otro poema?

Sí, por dos razones: muchas veces las fallas son contextuales, de tal manera que en
otro poema, rodeado de otros ritmos, palabras, las fallas pueden, por así decirlo,
repararse. La segunda razón es que las fallas también revelan ellas mismas algo
importante (así sea por vía negativa), algo que puede asimilarse al mismo poema
mediante lecturas distintas. Es como la revaloración de las fallas en las piezas de
cerámica. Muchas son, en efecto, fallas o errores, pero que finalmente pueden
integrarse a la pieza.

¿Cuáles deberían ser los temas fundamentales en poesía a abordar por la crítica
literaria hoy en día?

Tal vez el tema fundamental de la crítica hoy en día debería ser: ¿por qué es tan difícil
hablar de poesía? No sólo hablar, sino decir algo.
Me sorprendió encontrar en internet un libro tuyo para niños, El vigía, basado
en una antigua pieza mochica.

Es muy complicado escribir un libro álbum o un libro para niños. Son géneros que
tienen reglas y márgenes más bien estrictos. Pero está de moda y a muchos escritores
les tienta la idea de escribirlos y creen que pueden hacerlo sin problema si al
personaje principal lo llamán “Fonchito” y luego dicen alguna bobería. En mi caso, el
libro se benefició enormemente de que Micaela Chirif le metió mano. No lo hubiera
podido hacer solo.

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FOTO DE PORTADA: El poeta y lingüista Mario Montalbetti/ Crédito: Marina
García Burgo.
Entrevista publicada en el suplemento Confabulario de El Universal en noviembre de
2021.

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