El Amor

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AMOR

Queridos hermanos vamos a iniciar una serie en la que


reflexionaremos sobre el fruto del Espíritu. Leamos Gálatas 5:22
y 23 “En cambio, lo que el Espíritu produce es amor, alegría, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio
propio. Contra tales cosas no hay ley”.
Al hablar del amor lo esencial es:
Mat 22:37-39 “Jesús le dijo:
—‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y
con toda tu mente. Este es el más importante y el primero de los
mandamientos. Pero hay un segundo, parecido a este; dice: ‘Ama a
tu prójimo como a ti mismo.’”
Aquí tenemos el resumen de nuestra vida, este el desafío más
significativo a realizar cada día. Es un reto que no depende del
lugar donde hayas nacido, ni de la edad que tengas, ni del sexo, ni
de tus capacidades, no depende nada más que de ti y de tu decisión
de amar a Dios y a los demás allá donde estés. El amar a Dios con
todo lo que somos es la aventura más apasionante que podrás
encontrar en la vida porque se genera en tu interior que es donde
mora el Espíritu Santo y se visualiza en el exterior como resultado del
cambio que forja en nosotros. Dios y tú emprendéis una renovación
cada día, se ve que eres una persona más amorosa, más
bondadosa, más alegre, más paciente, con más fe y con mayor
dominio propio.
Recientemente hemos celebrado la resurrección de Jesucristo, lo
cual nos enmarca en una vida y muerte por amor y en el hecho más
trascendental de su vida: su resurrección como prueba de su
divinidad.
Lo que hizo Dios por nosotros

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Génesis nos explica que el ser humano eligió desobedecer a Dios,
optó por el pecado y ante este hecho Dios actuó de forma
contundente y definitiva. No nos dejó hundidos y perdidos. Nos tendió
la mano y con su fuerza nos levantó del lodazal. Jesucristo, entregó
su vida por nosotros y no dudó en morir para que todo aquel que le
acepte como su salvador tenga vida eterna.
“Pero Dios demuestra su amor por nosotros en esto: en que cuando
todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”. (Romanos
5:8)
1Jn 4:10 “El amor consiste en esto: no en que nosotros hayamos
amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo,
para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran
perdonados.”
El amor que marcó la vida y la muerte de Jesucristo es todo el
ejemplo que necesitamos para vivir. Sin ese amor estaríamos
absolutamente devastados en la miseria espiritual más absoluta.
Al comprender el acontecimiento de la cruz y ser conscientes del
gran regalo que nos ofreció no podemos más que actuar conforme a
nuestra absoluta y total gratitud. Dios que regaló su vida por cada
uno de nosotros tiene que ver que sus hijos también le quieren, tiene
que comprobar que sus hijos le tienen en cuenta en cada instante de
su vida. Por el amor que Dios nos tuvo, nosotros le correspondemos
mediante nuestro particular sacrificio. Le damos nuestra vida entera:
el tiempo, los pensamientos, las decisiones, la forma de hablar,…
Dios se dio a los demás para evitar el dolor y nosotros como hijos
agradecidos también podemos aliviar el sufrimiento, las
contrariedades de la vida que padecen otras personas.
Imaginemos que vivimos una circunstancia en la vida que es injusta o
vemos que la viven los demás. Si nosotros nos ofrecemos a paliar
esa situación seremos imagen de Cristo, claro que para esto

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debemos “pagar un precio”. Posiblemente sea dinero, esfuerzo o
tiempo. Evidentemente también puede ser una combinación de los
tres componentes mencionados. Pero siempre debemos pensar que
lo que lo más importante es que lo hacemos por el amor que le
tenemos a nuestro Padre celestial.
El amor de Dios
Dios es un Padre que nos ofrece amor incondicional y eterno.
“Nosotros amamos porque él nos amó primero” (1 Jn 4:19).
1Jn 4:16-18 “Así hemos llegado a saber y creer que Dios nos ama.
Dios es amor, y el que vive en el amor, vive en Dios y Dios en él. En
esto se ha perfeccionado el amor entre nosotros para que tengamos
confianza en el día del juicio: en que como él es, así somos nosotros
en este mundo. En el amor no hay temor sino que el perfecto
amor echa fuera el temor. Porque el temor conlleva castigo, y el
que teme no ha sido perfeccionado en el amor”.
El Señor nos perfecciona para que en nuestra convivencia amemos a
los demás. Cuando en el camino tropezamos Él nos pone a las
personas adecuadas para que podamos seguir adelante. En el
momento de las decepciones no nos está castigando, nos está
haciendo madurar para que abramos caminos de amor donde antes
no los había. Debemos ser conscientes que cada día de nuestra vida
es una prueba o una oportunidad para demostrar cómo se desarrolla
nuestro amor hacia los demás y por tanto cómo evoluciona la gratitud
hacia Dios. Debemos hacerlo con las palabras adecuadas para que
no molesten a los demás y por supuesto en el momento conveniente
y en el tono correcto. Es evidente que no hay nada de
improvisación, nuestro amor hacia Dios y hacia los demás es
sensato, meditado y ejercitado con sabiduría.
Dios es nuestro Padre celestial que nos enseña a alcanzar la
sabiduría de la vida en Proverbios 3:12 “porque el Señor corrige a

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quien él ama, como un padre corrige a su hijo favorito.” (Ap 3:19) “Yo
reprendo y disciplino a todos los que amo. Sé, pues, celoso y
arrepiéntete”
En ningún caso Dios tolera nuestras debilidades. Él nos advierte que
podemos gozar de temporadas buenas y otras menos buenas en las
que nos enseña a esperar su voluntad y nos va limando las aristas de
nuestro carácter con el fin de que seamos más amorosos con
quienes nos rodean. Esto es un aprendizaje que fortalece nuestra
relación con el Señor y aumenta nuestra seguridad personal frente a
la sociedad en la que vivimos.
Lo maravilloso del mensaje de Dios es que su amor va dirigido a todo
ser humano. “¡Cuán precioso, oh Dios, es tu gran amor! Todo ser
humano halla refugio a la sombra de tus alas”. Salmo 36:7
El amor se materializa de diferentes formas una de ellas es en el
matrimonio.
Si somos capaces de llevar adelante estos tres versículos no habrá
quien nos pare:
Gen 2:24 Por eso el hombre deja a su padre y a su madre para
unirse a su esposa, y los dos llegan a ser como una sola persona.
El matrimonio es como una sola persona cuando tiene proyectos en
común, mantiene un mismo criterio para los asuntos importantes de
vida y sirven a Dios sólidamente.
Pro 19:14 De los padres se reciben casa y riquezas; del Señor, la
esposa inteligente. Y somos más fuertes con Dios
Ecl 4:12 Uno solo puede ser vencido, pero dos podrán resistir. Y
además, la cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente.
La cuerda de tres hilos es la formada por el matrimonio y Dios. Se
dice que en la unión está la fuerza y esto es aun más cierto en el

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matrimonio. Un matrimonio unido es un maravilloso ejemplo en un
mundo que celebra tanto el individualismo. Si ambos sirven a Dios
contarán con su ayuda en los momentos difíciles, recibirán su
sabiduría para tomar las decisiones correctas y la fuerza para superar
las pruebas. No solo se apoyarán y animarán el uno al otro en los
momentos de tentación o de dificultad sino que buscarán la dirección
de Dios y perseverarán hasta obtener el resultado deseado.
El amor es mucho más que un sentimiento es una DECISIÓN. Y
por lo tanto es una actitud que se ve reflejada en una conducta.
Los sentimientos pueden cambiar a lo largo del tiempo, dado que los
matrimonios pueden atravesar diferentes problemas. Por lo tanto
leamos que nos dice el Señor en 1 Co 13: 4-8 (4) “Tener amor es
saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser
presumido, ni orgulloso, (5) ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni
guardar rencor; (6) es no alegrarse de las injusticias, sino de la
verdad. (7) Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo,
soportarlo todo. (8) El amor jamás dejará de existir”.
El amor es algo más que sentir emoción, alegría o cosquillas en el
estómago, es una condición en la que decidimos movernos y
mantenernos. El amor hay que trabajarlo, cuidarlo, cultivarlo,
mantenerlo vivo, hay que “decidir” vivir en amor. Si no lo crees
pregúntale a una pareja que tenga muchos años de matrimonio.
Lo que Dios nos dice sobre el amor y el pecado
“Sobre todo, tengan entre ustedes un ferviente amor, porque el
amor cubre una multitud de pecados (1 Pedro 4:8).” “El odio
despierta contiendas, pero el amor cubre todas las faltas” (Pr
10:12). El amor es el que tapa todas las faltas, no estamos de
hablando de algunas en particular sino de todas las faltas.
Podemos imaginar un hermano que visita a otro. Estando tomando
un café, de repente el invitado con el codo empuja una taza y cae al

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suelo. La taza que era de una buena vajilla se rompe en muchos
trozos. La reacción del anfitrión puede ser:
-Esa vajilla es buena, oh ¡qué pena que se haya roto la taza!
O también podría ser:
-¿Te has hecho daño? Bueno ¡solo es una taza!
Cada frase marca un sentir diferente. Y cada frase indica un camino
diferente en la futura relación con ese hermano. Si lo que importa es
la taza de la vajilla buena, el hermano que la tiró se sentirá ignorado.
Ahora bien, si lo que importa es el hermano le preguntaremos cómo
está él y la taza pasa a un segundo o tercer plano. Realmente el
hermano que tiró la taza se sentirá muy incómodo en sucesivos
encuentros si se le plantea que lo importante es la taza, en cambio se
sentirá feliz si sabe que nos preocupamos por él.
Tanto las palabras duras como las amorosas tienen sus efectos en
los demás, en nosotros y en la vida que entre todos vamos tejiendo.
Mira que nos dice la Palabra en el libro de Santiago 1:19
“Recuerden esto, queridos hermanos: todos ustedes deben
estar listos para escuchar; en cambio deben ser lentos para
hablar y para enojarse”.
Escucha lo que te están expresando, porque no solo te transmiten un
mensaje, también te exponen un estado de ánimo. Responde con
sosiego, selecciona tus palabras y comunica tus pensamientos
con amor.
Debes tener en cuenta que cuando los demás te recuerden no lo
harán por tus éxitos en el trabajo, ni por tu dedicación en la obra de
Dios, ni por lo bien que desarrollaste tus dones. Los demás te
recordarán por el amor con el que hacías cada una de estas
tareas.

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1Co 13:13 Tres cosas hay que son permanentes: la fe, la
esperanza y el amor; pero la más importante de las tres es el
amor.
1 Jn 4:18 “Donde hay amor no hay miedo. Al contrario, el amor
perfecto echa fuera el miedo, pues el miedo supone el castigo.
Por eso, si alguien tiene miedo, es que no ha llegado a amar
perfectamente”.
En otras palabras si alguien tiene miedo es que no ha comprendido el
amor de Dios no lo ha llegado a experimentar o no lo ha visto a su
alrededor. La tradición católica muestra en los belenes o es las
imágenes con María a un niño Jesús rosado y hermoso que goza de
buena salud. Otra imagen que muestran es a Jesús crucificado
desangrándose y sufriendo. Cuando cometen un pecado y tienen que
confesarse con el párroco quien les impone una penitencia. Pasado
este trámite ya está todo resuelto y tienen posibilidad de volver a
pecar para después volver a confesarse y así de forma continua. Dios
solo aparece como alguien que pone reglas y que te cae encima si
por tus debilidades no las cumples. Es un Dios castigador. No
aparece el inmenso y continuo amor que Dios nos muestra día a día.
Esa falta de conocimiento del amor hace que el temor aparezca entre
muchos católicos, por ejemplo, el temor a morir porque no saben si
irán al cielo con Dios.
En esta pandemia según la OMS (02/03/22) han aumentado los
casos de depresión y ansiedad en un 25 %. El informe concluye que
afectó más a las mujeres que a los hombres y más a los jóvenes, que
a los adultos. Afectó concretamente a los jóvenes entre 20 y 24
años.
Una de las principales causas de esta subida fue el estrés que causó
la prohibición de salir de casa, las limitaciones a la hora de estudiar y
trabajar, restricciones y dificultades para recibir el apoyo de sus seres
queridos y para participar en sus grupos de amigos. Todo ello causó
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soledad, miedo a la infección propia, a la infección de seres queridos,
miedo al sufrimiento, a la muerte, al dolor tras el duelo y a la pobreza
generada por el cierre de empresas sumado al agotamiento general
del personal sanitario.
Hay una palabra que genera estrés y es incertidumbre mientras que
hay otra que provoca seguridad: certeza o certidumbre. La
incertidumbre la sufríamos solamente con ver o escuchar las noticias
sobre como el coronavirus estaba infectando a miles y miles de
personas. De hecho muchas personas vivieron en estrés y su
organismo se intoxicaba de cortisol. Hoy muchas personas siguen
intoxicadas por cortisol y no son conscientes.
El cortisol es una hormona que en la mayoría de los casos nos ayuda
a adaptarnos a los retos de la vida. Si tenemos un nivel medio y
equilibrado nos ayuda a mantenernos despiertos y activos durante el
día y durante la noche se reducen los niveles en sangre para que
podamos dormir. Lo cierto es que a través de nuestros pensamientos,
creencias y sentimientos podemos influir en el nivel de cortisol que se
libera. Es decir, que si tengo pensamientos de angustia mi cerebro y
mi cuerpo interpretan que estoy viviendo realmente esa angustia y
generan cortisol mientras que si tengo pensamientos de amorosos mi
cerebro y mi cuerpo interpretan que estoy viviendo una situación
maravillosa y generan serotonina que es la hormona que genera
felicidad y bienestar.
¿Cómo nos afecta un aumento de nivel el cortisol en el organismo?
- Las defensas bajan, lo cual puede derivar en enfermedades
respiratorias, alergias, o enfermedades autoinmunes como el Lupus.
- Se dificulta la digestión, se produce indigestión, irritación e
inflamación de la mucosa intestinal lo que puede generar úlceras,
síndrome de colon irritable,...

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- El estrés es una de las causas del sobrepeso ya que el alto nivel de
cortisol en las células ocasionan retención de grasa. También crea
mayor antojo por alimentos altos en azúcar, grasas y carbohidratos.
- Aumenta la presión arterial y por lo tanto se desarrollan
enfermedades crónicas del corazón, infartos y problemas
cardiovasculares.
- No se puede conciliar el sueño, y menos tener un sueño profundo.
Lo cual deriva en falta de memoria y concentración.
- Se nota en la piel que es el órgano más grande del cuerpo. Hay un
evidente envejecimiento, piel opaca o grasa, resequedad,
descamación, psoriasis.
Está demostrado que cuando modificamos nuestra forma de
pensar, nuestro cuerpo modifica la actividad del cerebro y pasar
de producir cortisol a producir serotonina. Cuando una persona
siente felicidad o bienestar es porque se ha activado la
serotonina.
Por lo tanto según como tratemos a los demás y reaccionemos
en nuestra vida generaremos cortisol o serotonina. Y
consecuentemente dañaremos a los demás y a nosotros mismos
o viviremos todos en amor.
La relación que tenemos con los demás si amamos a Dios
Mucho más allá de la explicación biológica, el amor da sentido a
nuestra existencia como individuos y a la relación entre nosotros.
El Señor nos requiere lo siguiente en Juan 13:34 “Les doy este
mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así
como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos
a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se
dará cuenta de que son discípulos míos”.

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Cuando una persona tiene un buen sistema inmunitario, crece de
forma adecuada, los órganos desempeñan sus respectivas funciones
y es porque tanto las vitaminas como los minerales han hecho su
efecto. Esa persona está sana por el efecto equilibrado de vitaminas
y minerales. De igual forma todo el mundo sabrá que somos
discípulos de Cristo por el efecto que hace el amor entre
nosotros.
1Pe 4:8  Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por
los otros, pues el amor cubre multitud de pecados. 
El prisma con el que miramos a los demás es decisivo, cuando un
hermano tiene una debilidad podemos explicar la con amor o con
antipatía. Si le mostramos nuestra comprensión y ayuda estaremos
sembrando un camino de mejoría.
1Co 13:2 Y si tengo el don de profecía, y entiendo todos los
designios secretos de Dios, y sé todas las cosas, y si tengo la fe
necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada.
Lo que cosecharemos si amamos a Dios y a los demás
Colonsenses 2:2 “Para que unidos en amor, sus corazones sean
reanimados hasta lograr toda la riqueza de la plena certidumbre
de entendimiento, para conocer el misterio de Dios; es decir,
Cristo mismo.”
Seremos capaces de conocer el misterio de Dios que es el mismo
Jesucristo para que unidos en amor nuestros corazones sean
reanimados y ya no tendremos incertidumbre sino todo lo contrario.
Tendremos la certeza de que hemos entendido a Cristo y esa será
nuestra riqueza.
En el año 88 Galo dejó Ecuador y viajó a España, para estudiar con
beca un master de dos años en el Institut Químic de Sarrià (IQS) en
Barcelona. Llegado el verano del 89 cuando ya estaba terminando el

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master y tenía pensado regresar a Quito donde le esperaba una
cátedra en la Universidad, decidió hacer un tour en autobús por
Europa. Yo vivía y trabajaba en Valencia y en aquel verano me había
presentado a las oposiciones de Magisterio porque deseaba dejar mi
escuela concertada para trabajar en la pública y así hacer una
carrera que me llevaría hasta ser inspectora de educación. En varios
días calurosos de julio hice los tres exámenes de oposición, saqué
muy buena nota en los dos primeros pero el último que era de
Legislación educativa (materia que nunca había estudiado) no lo
pude aprobar. El 21 de julio del 89 decidí hacer un tour en autobús
por Europa.
Exacto! hicimos el mismo viaje y nos conocimos en París en la ciudad
del amor. Recorrimos la torre Eiffel, el barrio latino, el Louvre,… aquel
“encuentro inesperado” nos llevó a otras ciudades: Berna, Bruselas,
Amsterdam, Colonia, Luxemburgo. Nos casamos nueve meses
después, el 5 de mayo del 1990. Empezamos caminando juntos por
las calles de Europa y hoy 32 años después seguimos disfrutando de
todos los lugares en los que estamos.
1 Co 2:9 Sin embargo, como está escrito: «Ningún ojo ha visto,
ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha
concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman».

Queridos hermanos vamos a terminar con estas tres conclusiones:


1Juan 4:7-8 “Queridos hermanos, debemos amarnos unos a
otros, porque el amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de
Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios,
porque Dios es amor”.
Juan 15:12- 14 “Mi mandamiento es este: Que se amen unos a
otros como yo los he amado a ustedes. El amor más grande que
uno puede tener es dar su vida por sus amigos. Ustedes son mis
amigos, si hacen lo que yo les mando”.
11
Rom 8:38-39 “Estoy convencido de que nada podrá separarnos
del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los
poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, ni lo
más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas
creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios
nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!”
¡Qué el Señor os bendiga!
¡Gloria a Dios!

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