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Arausi Parte5

Surabta le pide matrimonio a la princesa Huitzillin tras romper su compromiso con Amuisi Yaina. Holcatl se niega a apoyarlo por considerarlo un acto absurdo que pondría a Surabta en peligro. Surabta decide retirarse de los guerreros si el monarca no aprueba el matrimonio. Más tarde, el Nacón le informa a Xochitl sobre la decisión de Surabta mediante una carta, lo que la deja profundamente afectada.

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Arausi Parte5

Surabta le pide matrimonio a la princesa Huitzillin tras romper su compromiso con Amuisi Yaina. Holcatl se niega a apoyarlo por considerarlo un acto absurdo que pondría a Surabta en peligro. Surabta decide retirarse de los guerreros si el monarca no aprueba el matrimonio. Más tarde, el Nacón le informa a Xochitl sobre la decisión de Surabta mediante una carta, lo que la deja profundamente afectada.

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198 A n A U 1

compañera, le hace zalema con la cola, y ruge quedo


enviándole dulces lamentos de amor apa ionado.
-E~o es amor: una con tan te melodía de alma a
alma, de pecho a pecJlO, en la que el hombre hace
re onar la má belJa cuerda del entimiento, con
la esperanza de que u nota puedan de pertar acor-
de en el alma de u amada.
De. pué de e ta palabra e quedó urabta il n-
CJO o, pero iempre acariciando la fina mano de la
pnncesa .

.,

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CAPITULO XI

Al atardec r del día 'iguiente e encontraba Deyé


en el cuarto de ,urabta. De ' de temprano taba al
lado de su j f Y el muti ' mo en que ' te ~e había
mantenido todo 1 tiempo lo tenía alarmado. Varia'
vece' había tratado de llamar.. a Rolcatl, p ro él lo
impidió. La hora ' iban pa 'ando lentam nt , siguiendo
urabta l nditlo n n lecho, in querer hablar ni
t.omar alimento alguno.
De propto se levantó y ' e pI' paró para escribir
y asi e qu dó por largo rato umido en un profundo
pen::>amiellto, lla ' ta qu poco despué' y como a im-
}1u1. o de un e -fuerzo, comenzó la carta.
Cuando la hubo terminado e la entregó a Deyé
diciéndole: -Entrégala en la propia' mano del Na-
eón' y al alir el guerrero, e reco'tó de nuevo que-
dándo e Ulnido en la mi ma quietud.
Poco tiempo de pué llegó el Nacón y e le acercó
al lecho. Llevaba retratada en la cara la eJia del
e. panto y n u mano e trujaba la arta de , urabta.
Al verlo entrar le dijo é te: -Por lo dio e Na-
eón : lleva a carta a u de tino y no me preguntes
nada, pue ba tante ha ufrido en e te día mi pobre

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200 A R A U 1

corazón. -Ll va e 'a carta, y irve a la vez de COll-


'uelo a la pobre niii.a: nada má puedo decirte.
Deyé e había quedado cerca de la puerta y mi-
raba a lo do ávido de entender la can a de la pen
de u jefe.
-Permíteme iquiera, le dijo el Nacón, leer de
nuevo la carta en. tu pr . neia, pue dudo i e oy
en mi cabal juici . Y como urabta no conte tara
comenzó a leerlel :
"De ura bta Qual ni. a u amada Amu i Yaina.
«Adió para iempre, Arau i mía. Tu temore re-
ul taron cierto, pue ] mi e pontánea voluntao
acabo de pedir la mano d la prince a Huitzillin.
«Juzga con algo de clemencia al que hoy muere
para el di"ino amor de u adorada, y pien a cuán
terrible será u ufrimiento.
«Lo dio e lo han querido: acatemo u manda-
to y no trate de inquirir la razone que he tenido
para romper el dulce lazo que ante no unía.
«Quiero que con te, que ha ta el último momento
de la noche pa ada que recuerda mi memoria, mi
pen amiento e tuvo fijo en ti, y que ólo igo vi-
viendo porque me alienta la ilu ión de poder algún
día comprobar que tengo derecho a la venganza».
El acón había ido leyendo lo párrafo lenta-
mente con la e peranza de que urabta e retractara
de us coi1cepto, pero é te guardó un ilencio de
a entimiento durante toda la lectura.
Entonce e acentuó en la cara del Nacón su pro-
fundo entimiento y diciendo,-que lo dio e te pro-
tejan, e retiró de la estancia.

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A It A U [ 201

Surabta le ordenó a Deré que bu ca e a Holcatl


con toda urgencia y cuando el jefe del ejército entró
en su cuarto le habló en la 'iglúente forma :
-Antes de nada quiero hacerte pre ente, mi buen
amigo Holcatl, que cualquiera que ea el re 'ultado de
lo que te voy a decir, yo te prometo por mi honor
que iempre seré fiel al rey Akmekat-Tutulxiu y a
la casta de guerrero, de la que eguramente dontro
de pocos momento quedaré excluido. -Nece ito qu
interponga ' tu valiosa influencia ante el monarca
para que permita mi matrimonio con la prince'a
Huitzillin, cuya mano pedí e ta mañana al Gran a-
cerdote Huenac.
-¡Pero tú e tá loco, urabta, o no he entendido
bien lo que me dice ! -¡Tú, ca arte con la prillce~a
Huitzillin! - (1\í. caer en la rede' del enemigo con -
ciente como e tá de u ·lara intencionc! -Nunca
pediría yo al monarca tal absurdo. - Prefiero romper
contigo para iempre ante que dar un 010 pa~ o en
fa,or de tu egura perdición.
- Pero cuéntame, querido amigo: le 'iguió di-
ciendo: cuéntame qué podero a iniluencia pueden haber
ejercido contra ti para decidirte a tomar una re 'olu-
ción tan de cabellada.
- Ni una palabra más, dijo 'urabta: -Mi jefe
Rol atl no debe oh-idar que aun pertenezco a la
ca ta de lo guerrero y guardarme por con iguiente
la con 'ideracione debidas a mi jerarquía. - i el
monarca no me concede el permi o que olicito, me
retiraré del ej' rcito, e inm ediatamente me ca 'ar' con
la prince a.

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202 ARA ,'1

Entonce 'e retiró Holcatl de la 'tancia "in hacer


ningún aludo a urabta y é ' te le dijo a Dey': -V á-
mono del palacio, pue dentro de poco' momento'
habré caído en de gracia on el monarca. -Recoge
sólo la arma que traj de la patria y deja todo lo
(lemá , pues quiero de ligarm cuan o ante le lo~
ob equio que recibí en mi' día' de felicidad ya pa-
ado para iempre.
D nuevo e e -tableció urabta n ~ u ca ' ita a
orilla del Otolum. Por má de una 'emana ~e pa 'ó
aco tado en su lecho in querer recibir a nadie uando
un día llegó un oficial con orden t nninante de Hol-
catl de que se pre entara. en el palacio cuanto autes.
Obedeció rápido nrabta temeroso de que éste
10ma e alguna di ' po ' ición violenta y e pre 'entó en
1 d partamento de n jef .
- Ya han ido varia la vece: que te he llamado,
dijo, pero tu de obediencia la pa o por alto in
ca tigo. -Te llamaba para decirte, que el monarca,
como yo e peraba, se ni ga a dar u con entimiento
para tn matrimonio con la prince a y me ha mani-
fe ,tado que i in i te, rá retira lo inmediatamente
de la ca ta de los guerr ro . - Era tan grande 1 ca-
riño que te había tomado el r y, que todavía in i te
en que pongamo todo nue tro mpeño, el :racón y
yo, n hacerte volver a la razón.
- Yo comprendo más que nadie, querido jefe, cuán
ingrato e mi proceder con el rey y contigo. La con-
te tación bm ca que te di 1 otro día no debía tener
perdón y ólo alma nobl pueden olvidar tale'
ofen a ; pero debe comprender que el hombre que

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A R A U 1 203

e decide a acrificar el lÍnico amor de u vida, debe


haber tenido podero a razone para hacerlo. Para
obedecer la orden del monarca, como sería mi deber,
tendría que matarme sin remedio, pero como aun me
queda una e peranza obre un de iguio que guardo en
secreto y que e la ünica ilu ión que me resta para
vivir, prefiero de obedecerlo y retirarme de la casta
de lo guerrero.
Como había circulado por la ciudad con inu itada
v locidad la noticia del ca amiento de urabta con
la prince a, deciclió entonce el Nacón entregar a
Xochitl u carta, temero o de que llega e ella a co-
nocerla por otro conducto, y fué a bu carla al templo.
No tuvo nece ' idad de prepararla para el golpe,
pue ' ólo al verlo comprendió que el terrible uce~o
prado por tanto tiempo e había ya efectuado.
La palidez de la cara de Xochitl y su albo traje r
daban a su expresión una apariencia de dio a.
-No tenga re erva , le dijo al acón, pue on
tal de que la vida de urabta e t' a salvo, cualquier
otra noticia que me traiga erá recibida por mí
tranquilamente.
- Nada le afecta a 'u vida, elijo el acerdote, pero
para nue tro cariúo e como i hubiera muerto.-Lée
c ta carta.
La cogió con mano firme, pero conforme la iba
leyendo e comprendía por u temblor, lo mucho que
le afectaba la pérdida del lÍnico amor de u vida, y
al terminarla dijo: -Aqui termina mi bella leyenda
y ahora ólo me re ta ufrir.
-Mi amada dio a lo ha querido, pero es muy

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204 ARA U '1

duro saber' que he de renunciar para 'iempre a ml


mayor ilusión. -Temía mucho por la vida de u-
rabta, pero nunca pen é en la muerte de su amor.
-¿Qué podero a influencia puede haber 'ido capaz
de obreponerse al amor que me tenía? -Un día me
e cribió que,
« ólo lo' dictado del honor o lo deben" con u
patria erían capace de romper el dulce lazo con que
nuestra diosa no había unido» .
-E O e cribía, y e toy cierta que ólo una de
e ta dos razone podero a' pueden haber quebran-
tado u agrado compromi '0.
-¿Por qué la dio a con agró nue ·tro · amore
para de pué de trozar mi corazón? -¿Por qué me
ah'ó él la vida en la montaña para de 'pué de trozar
m i entimiento'? -¿Por qué, dio a mía, alenta ·tes
mis florida ilu ione para de pué cubrir de e pina
mi sendero?
-Olvida mis queja y prote ·ta , querido Nacón,
pue ellas on impropia ' del alma fuerte que d biera
tener la hija del gran Quetzal. -¡Quién me dijera
que el amor pudiera hacer ufrir tanto! -¿Qué e
hizo aquel valor de que ante me preciaba? - óLo
fueron pre igio vano que rápido cayeron al primer
golpe del mal de amore ?
-Pero vete, Nacón, pue má me duele el que
me "ean ufrir, y vuelve cuando haya podido domi-
nar e te martirio. -Déjame entregada a mi recuerdo,
para a i recuperar algo de la tranquilidad que ne-
ce ito.
Durante todo e te tiempo el Nacón guardaba

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.i1 nClo, pero u mente e taba absorta en una fer-


viente plegaria a los dio es, en demanda de paz y de
consuelo para iodos los afligidos de la tier¡·a.

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CAPITULO XII

Con toda rapidez e hicieron lo preparativo nc-


' . . ario para el ca 'ami nto de urabta y la pn.llce a.
El haber 'e negado el rey a autorizar este enlace,
ignificaba un tácito rompimiento entre la monarquía
y la ca ·ta acerdotal, máxime cuando el Gran acel'-
dot había manife tado, que no olamente daba u
('onscntimiellto para el matrimonio como el má cer-
('uno pariente de la princ'e 'a, ino que también en u
calidad de .J cfe upremo de la ca, tao
En tal virtud fueron xclnido de las invitacione'
a lo. fe ·tine ' todo lo personaje d la ca 'a real, a 'i
como lo jefe de los guerrero .
urabta casi no pre ' taba atención a lo prepara-
tivo de la boda y ólo un día salió algo de . u apatía
con motivo de una conveniación que tuvo con Huenac
en pre cncia d al!'!uno d u· amigo .
Había ido llamado al palacio d 1 Gran acerdote
para tomar alguno antecedente referente a ,u fa-
milia. e coméntaba una vez má la negativa del
rey, cuando Huenac dijo: -Habiéndo e retirado u'
rabta de la ca. ta guerrera, Tutulxiu no tenía ningún
derecho a interyenir en e te matrimonio y ólo ha

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in i tido en dar u negativa, para a i inferimos una


nueva ofen a. - y ha hecho bien, continuó, pue
ahora e tán lo campo de lindados y tanto u tede
como yo quedamos por completo de ligado de u
dominio.
-Yo no quedo de ligado del monarca, interrumpió
urabta, pue mi lealtad me obliga a inclinar mi
frent ante él, a pe ar del de aire recibido.
- E na ural que pien e ahora en a forma, dijo
Huenac, pero llegará el momento en que harto de
recibir ofen a , como a no otro no ha pa ado, co-
rrerá a nue tro bando li to a la venganza.
Entonce urabta, haciendo r erva mental de u
verdadero p n ' amien o, que era de eterna lealtad
para el rey, conte tó: - E muy po ible, y volvió a
caer en u apatía.
Ocho día duraron la fi sta ' preliminare' <.l 1 ma-
trimonio, con i tent . n diario fe tine untuo o
n la ca a de lo pariente y amigo de la prince a y
todo a porfía. trataron d darle la mayor e plenclidez.
erían la doce de la noche del día anterior al
matrimonio. uizá debido al viento, la tea le la
mayor parte de lo edificio e taban apagada . A la
hora aco tumbrada llamó el ayudante del Nacón a la
puerta del cuarto de Xochitl y cuando alió ta
acompaiiada de u tigre, la iguió en ilencio ha ta
la grada del Templo del 01 y allí la e peró mien-
tra que ella iba a atender el fuego agrado.
Cuando hubo de apar cido, e :fijó atento en va-
rio lugare a di tancia donde parecía notar e la apa-

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ARA 20D

riencia de extraños bulto , y e to, en vez de cau arle


miedo, parecía que lo tranquilizaba.
Poco de pués apareció Xochitl y por má que
ella trataba de avivar el paso, en tía que el acer-
dote caminaba cada vez má lentamente, y también
notaba una rara inquietud en u fiel tigre. Al llegar
a la primera grada del Templo de las Ve tale VlO
que el acerdote vacilaba y entonces lo cogió por un
brazo y le preguntó: -¿Qué te pa a?; poro é te, en
vez de contestarle, e envolvió la cabeza con el
manto y doblando las rodillas, lentamente e desplomó
en la grada.
Entonces Xochitl le descubre la cara rápidamente,
y se queda paralizada al realizar quo es Surabta.
Por un momento se quedó indeci a no sabiendo
i correr al templo, como único medio de salvar la
vida del que amaba o quedarse para socorrerlo, y con
un destello veloz de inteligencia, notó lo anormal de
aquellas teas apagadas y percibió aquello bultos re-
gularmente di tanciado , compr ncliendo que urabta
'e había hecho rodear de u fiolo' guerrero, lo
que en cualquier momento darían la voz do alarma,
"i hubiera algtm peligro.
Entonce~ e inclinó ante el cuerpo de su amado y
dejó repo. al' en u regazo la cabeza. E taba conven-
cida de que Surabta acrificaba u grande amor por
un deber de conocido, y renació por un momento en
ella la ilu ión de que entonces podría arrancarle su
'ecreto y quizás convencerlo para que renunciara a
~e matrimonio.
Pen ando en e to y alisándole el cabello e taba,
u

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210 ARAU:,I¡

cuando de pronto levantó urabta la cabeza, que-


dando u vi ta emb le ada en la ontemplación de la
dulce mirada con que lo veía Arau i.
Aquel su mirar e pecial, parecía que se hubiera
acrecentado con el sufrimiento y e to produjo en u-
rabta tanta impre ión, que ocultó de nu vo la cabeza.
Ella entonces con uave voz le fué dicicndo:-
Acuérdate de aquella vez que en paí s lejano tú
acunaba mi terrore . Oomo ahora, tábamo :m to-
diado por tu fiele guerrero pero yo e taba o te-
nida por tu brazo pod ro o', y tú te empeñaba en
darme valor y con uelo envolviéndome en efluvio de
cariño, de pu' do haborme arrancado de la garra
de las furia. Pues n recuerdo de aguel tiempo deja
que yo ahora te alve del peligro en que te halla y
cuélltame cuál e el mi terio que te a ola.
- o, tú ere pura, dijo de pronto urabta in-
corporándo e, y nunca ería yo capaz de pedir auxi-
lio a una dio a para que me levantara d la ima en
que he caído, o bien para que comprobara el indigno
complot en que me han envuelto.
-Sólo te pido que no de precie mi memoria y
que cuando mi venganza me conduzca a ta puerta
de la muerte, epa yo que alguien me compadece, y
a i, quizá en otra vida podremo er felice .
Despué' de e ta palabras e levantó pre to y rá-
pido e perdió en la sombra de la noche.
La gran fie ta de los de po orios fue en el palacio
de Huenac, durante la cual, la princesa Huitzillin
cumplió con lo rituales mayas, dando de comer y de
beber a Surabta en pre encia de todos lo invitados,

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ARAUSI 211

con lo que quedaron consagrados los espon ales.


Poco después le decía la princesa: - Recordarás
amado mío, que de igual manera que ahora, yo me
anticipé a consagrar esta ceremonia cuando te e tuve
dando de comer y de beber en la fiesta de mi pala-
cio; y e te recuerdo produjo una impresión tan terri-
ble en Surabta, que sin contestarle se retiró de su
lado, y en un rincón apartado se abismó en el re-
cuerdo de aquella otra divina consagración que había
tenido con u adorada Arau i en el Templo del Sol
y bajo la intervención de la diosa Xochiquetzalli.
- i había de tener mi vida tan horrendo de en-
lace, pensaba Surabta, ¿por qué con agra tes, diosa
del amor, aquella unión? -¿Por qué alumbra te mi
vida con un rayo de esperanza para de pués hacerme
caer en la ima de la aflicción? Y, como en
forma de plegaria, iguió diciendo: -En e te po trer
momento de libertad van para ti, Arau i mía, mi
alados pensamientós. -Que los dioses castiguen obre
mi frente de perjuro las hondas penas que te cau o
y que rápido e borre de tu mente el inmenso amor
que me tenía .
Y a la vez que él hacía esta plegaria, en el Tem-
plo del 01 e hallaban reunidos Xochitl y el N acón.
-La hora es muy propicia, le decía é te. - i Surabta
piensa en ti en e te último momento, como e pero,
el conjuro podrá fácilmente efectuarse. -Quédate en
ilencio sin tocarme y ten sólo cuidado de avivar el
fuego, y de que yo esté envuelto en una con tante
nube de incien o.
En aquella imponente oledad del templo comenzó

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212 ARAUSI

a e cucharse la tembloro a voz del anciano acerdote


recitando tilla plegaria cabalí tica dirigida a la dio a
Xochiquetzalli y después e fueron oyendo ta pa-
labra:
-Tú que con agra te lo amore de urabta y
la ve tal Xochitl, e cucha: entonce el acón comenzó
a lanzar con la palma de la mano el humo del
incien o a las altura y continuó: -Ello con truye-
ron una guirnalda de flore con la que nlazaron us
corazones a tu divino trono. -Ellos te brindaron los
má b 110 pen amiento y confiaron u amores a tu
santa guarda. -Hoy que epara e tos amore por
voluntad de tu sabiduría divina, de ciende a mí por
la mi ma e 'cala que ellos te teji ron, e ilumina mi
mente o curecida para hacerme comprender el mi te-
rio de tu arcano. Entonce 'e quedó el acón en un
profundo éxta i .
-Ya he sido iluminado, dijo de repente: -E te
martirio vue tro ha ido nece ario para dar un golpe
mortal y d finitivo a los acrificio humano, omo
veremo próximamente, y a i e confirma una vez
má el horó copo que de u tede hice.
-¿Yen tu iluminación no ha vi to, querido Na-
cón, la uerte que ha de correr la princesa?
-N o fue mi de eo el profundizar en la vida de
otros ere, le conte tó pue e peligro o el querer
interpretar lo de ignio oculto de lo dio e . -En
tu ca o levanté el velo, porque creí que era otro el
plan que la dio a me había indicado.
-Ce a de sufrir, hija queriua, pues tu mi ión es

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ÁRAU.I 213

"" nde, y el día e acerca en que habrá de nece itar


. toda tu serenidad y energía para colaborar con
arabta en la ublime misión que lo dioses o han
d . tinado.

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OAPITULO XIII

Lo días e uceden en medio de una tranquilidad


ficticia. Lo' do. bandos enemigo e ob'ervan con
cuidado. Oomi ione de guerreros salen con tan te-
mente para rumbo' ignorado y cierto noble y a-
cenloie' también alen de la ciudad en misión 'ecreta:
mientra _tanto, en su ca 'as e celebran ollstantc
fie ta .
urabta vive ahora en el palacio de la prince. a.
omprende que allí e con pira abiertamente contra
1 rey y que e re 'ervan de él con todo cuidado.
Parece que por fin e ha aco tumbrado al balché y
ya no encuentra que e te sea una bebida infemal,
como dijo la primera vez que lo probó.
e comentaba cierto día en el palacio n'lal la vida
e candalo a que e taba llevando. mabta, el cual, con
una pléyade de amigo, iempre estaba en constante
fiestas, la' que frecuentemente acababan en grandes
al~rcado promovido por ex ce os de licor. Entonce
1 rey 01' 1enó a Holcatl que fuera urabta amone-
tado por última vez y que i reincidía, que fue e
recluido en una pri ión.
El N acón pidió al monarca que se le confiara a él

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216 A R A U 1

e ta mi ión y habiéndole sido concedida, lo hizo lla-


mar al Templo de la In cripcione .
Cuando llegó urabta le dijo el viejo acerdote:-
¡Cuánta pena siento le ver cómo de truye tu vigo-
roso cuerpo entregado como e tás al efecto destructor
del más terrible de los vicio ! -¿Dónde e tán aque-
llas energías de que ante' te preciabas y dónde el
orgullo por tu obria raza? -Ha de aber, que el
monarca ha ordenado que ea. encerrado en una pn-
sión, si contimí.a en e a villa crapulosa.
-Con tan te per de cn mí el orgullo por mi
raza, y e 'a vida escandalo a de que e me acu a,
sólo exi te en apari neia. - ólo una vez he perdido
la noción del e1', tra tomado por la infernal bebida,
y e a experiencia fue ele tan fatales re ultado en mi
vida, que nunca más voh'eré a probarla: tenlo por
cierto.
-Al alternar con e os amigo, per igo un plan
premeditado y ya ólo me falta poder salir fuera de
la ciudad por unos día para poder obtener cierta
declaraciones que comprueben el inicuo complot en
que fui envuelto.
-Con igue con el monarca un permi o para poder
alir con mis guerrero, y en pocos día te pre en taré
la prueba de la ignominia que conmigo cometieron.
-Lo que me pides es impGsible, le conte tó el
N acón: - i yo supiera los planes que per igue y
las razones que tuvistes para unirte al enemigo, to-
maría empelio en secundarte y en con eguir ese
permiso; pero no debe olvidar que la nación arde
en una vorágine de intriga que puede conducirnos

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A R A U 1 217

al más terrible de los choques. - ¿Por qué no te con-


fía a mí y me cuenta cuál e tu secreto?
- unca, querido acón: el honor me veda dar
publicidad a cierto hechos que aun no puedo com,
probar. -A mí me con 'tan las con piraciones que se
hacen contra el rey, pero yo prote to que iempre he
guardado una ab oluta fidelidad para el monarca.
- E pérame aquí un momento, le dijo el acón,
y pa ando al cuarto fronterizo, e engolfó por largo
rato en el recitado de cierta oraciones, quemando a
la vez incien o de copal.
Cuando entró de nuevo al cuarto do urabta es-
taba éste completamente dormido . Se le acercó el
J acón y le dijo con voz dominadora: Cuéntame
ahora el mi terio que me oculta .
urabta e e tremeció como si se debatiera contra
el cumplimiento de e ta orden y por :fin comenzó
a decir:
-«En aquella fio ta que la princesa me <lió en u
palacio, de pué de haber 'e retirado el rey, todos a
porfía se empeñaron en que yo tamara balché en ex-
ce o: De pué no é lo que pa ó y e lo que quiero
averiguar. ólo recuerdo, que al amanecer me en-
contré aco tado en un cuarto de conocido. -Al abrir
lo ojos, vi que la prince a Huitzillin e taba a mi
lado entada en el borde del sitial y que en u cara
tenía retratado el más terrible ufrimiento.
- « Yo entia en todo mi cuerpo una paralización
casi completa, cuando de pronto vi que apareció en
la puerta de la e tancia la figura del Gran acer-
dote. - La princesa al entirlo e enderezó rápida y

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218 ARA U 1

se arrojó a sus plantas, y yo mi mo me extrañaba de


e tar viendo toda esta escena como cosa natural. -Oía.
al Gran Sacerdote que con un tono de la mayor in-
dignación parecía que increpaba a la prince a en
nombre de lo dio e ,cuando de pronto entí una.
fuerte sacudida en todo mi cuerpo a influjo de una.
palabra hiriente que me dirigió el Gran acerdote, y
de un alto me levant·.
-«Tú ha dicho, Huenac, le dije al sacerdotA, que
pertenezco a nna raza de canalla?
-«Algo f roz debió leer en mi mirada, pue
rectificó al punto, con voz que ya no ra tan altiva
como antes. -No fueron esa mi palabra: decía,
que ólo una raza ,d e canalla podría dejar in repa-
ración la terrible ofen a inferida a la princ a, pues
al haber pasado tú la noche en la cámara de ella,
ha incurrido en un delito que e ca tiga con la
muerte, y para ella, con la infamia pública.
-«Recuerdo, que al e cuchar esta palabra e
apoderó de mí un horror inconcebible, y que alzando
del uelo a la princesa le prometí ampararla contra.
todo.
- «Pues si me juras hacerla tu e po a, dijo enton-
ces uenac, yo te prometo guardar e te ecr to, con
tal de que tú a tu vez prometas no d cír nada de lo
que aqui ha pasado, pue e a es la única manera ele
poder alvar a la prince a del escarnio y tú e capar
con vida.
-«Lo juro por mi fe de guerrero, le contesté; y
comprendiendo en seguida el horror de mi prome a,
salí inmediatamente del palacio.

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A R A U 1 21!r

El Nacón le dijo entonces: -Ahora quiero que-


. cuenles lo que pa ó de pués que terminó la cena.-
Aun no he podido averiguarlo, dijo él, pero creo que
n poco día tendré la clave del asunto.-P ues in-
i to en ello, d ¡jo el N acón.
-Ya veo, comenzó a decir Surabta. -«Veo que
el ex-canciller e acerca a mí y que ríe al ver mi
cuerpo caído, con la cabeza recostada en el üial de·
la prince a. -Veo también que ésta y el Gran Sa-
cerdote se ríen de mi estado y que de pué me cogen
y me llevan a otro apartamento, y que al dejarme
tendido en un lecho, e ríen lo tres inten amente.
urabta dejó de hablar y el Nacón se quedó pro-
fundamente ab traído.
Al poco rato e despertó Surabta y preguntó:-
¿Me quedé dormido?
- í, le cante tó el Nacón, y durante ese sueño
lo dio e me han contado tu secreto y he podido-
comprobar que fue el ex-canciller Xolotl el que en
unión de Huenac te llevó al lecho de la prince a r
como tú 10 ospechaba .
-He sabido también, siguió diciendo que lo dio-
es te tienen de tinado para fine de infinita tra ceu-
dencia, y en tal virtud tiene que abandonar tus
plane de venganza.
- ólo por voluntad divina, le dijo urabta, ha
podido averiguar el eer to que yo tenía tan oculto
y al cual acri.fiqué mi más caro amore, y ahora,
Nacón, mándame lo que guste, pue yo me inclino-
reverenLe ante el alto mandato de los dioscs.
El Nacón con ¡guió del monarca un permiso para.

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220 A R A U I

que pudiera urabta y us guerrero alir del perí-


metro de la ciudad y pocos día de pué volvieron de
su expedición.
Al llegar a la capital fué urabta en bu ca del
Nacón y le pre entó el documento que le había arran-
cado al ex-canciller, en el cual con taba el complot
que habían preparado ntre el ran acerdote y
Xolotl para obligarlo a ca arse con la prince a.
-Yo ospechaba que Xolotl había intervenido en
e te a I.mto, por cierta insinuaciones que había sor-
prendido entre us amigo durante la bacanale que
yo mi IDO provocaba, y principalmente me confirmé
en la idea, al ver que Xolotl había de aparecido de
Na-chan-caan y despué de averiguar que había sido
mandado por el Gran ac rdote a una finca lejana.
El acón e ntía rejuvenecido por la alegría y
le auguró a Surabta que e e documento ería un
arma podero a en el futuro .
De de su vuelta de la expedición, urabta no ha-
bía vuelto al palacio de la princesa y ólo e peraba ,
el nacimiento de su hijo para pedir al Con ejo Real
que dictara su divorcio.
Se había instalado de nuevo en la ca ita de junto
al río y allí le llevaba el N acón las noticia cada vez
má alarmantes sobre el alzamiento que estaban fra-
guando los sacerdotes y alguno noble .
-Tutulxill, le decía el Nacón, trata por todos lo
medios de evitar el derramamiento do angre, y a
pe ar de lo con tan tes informe que recibo, de que
en las fincas vecinas a la capital tienen los enemigo
grande contingentes de tropa e igualmente en la

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A RA U 1 2-21

y cindade de las otras capitales, n o se decide a apri-


ionar a los promotores.
- Dice el rey, que e lá tima grande, que de pués
del inmen o e fuerzo hecho para la conqui ta pací-
fica de la nación, tenga que venir a la po tre una
hecatombe. -'liene una ab oluta fe en el poderío de
'u ejército, pero no ob. tantc, la situación e muy de-
licada, porque lo ' acerdote tienen dominado al
pueblo, haciénoole creer que lo dioses e tán indig-
nado por haber T utulxiu prohibido los acrificios,
iendo é te el motivo de la gran equía, y que ólo
ello tienen el poder de aplacar su ira. -E a ma a
ignorante de entre la cual toman lo acerdote la
primera víctima, e tá tan ciega, que prefiere ha-ta
el acrificio ele u hijo, con tal de que la co echas
no se pierdan.
-Dentro de vario días, le iguió diciendo el Na-
cón a urabtft, e tarán la luna y vario a tro en
condición favorable para que la lluvias se pre enten,
y conociendo el rey e to, trata de evitar hasta e
momento cualquier rompimiento, pue cuando co-
mience a llover ce ará pOl; completo el peligro de un
choque con el pueblo .
-También quiero advertirte, por encargo cxpre o
de Holcatl, que tenga ahora mucho cuidado con el
Gran acm'dote. -Ya debe haber sabido del docu-
mento que con egui te arrancarle a Xolotl, y ten
por seguro que ya debe de e tar fraguando una ven-
ganza contra ti, y no hay que olvidar que en e te
momento no podría recibir protección ningtma del
rcy, por la mi ma razone que ante te he indicado.

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CAPITULO XIV

n día llegó urabta al Templo de la Hi toria en


bu ca del Nacón) para anunciarle que al dE: puntar
la aurora había nacido u hijo) y venía también con
el de 'eo de que hiciera su horóscopo.
Larga hora o pa ó Surabta allí ob ervando 10 M

complicado cálculo del Nacón y las con tan tes con-


uIta que hacía de gran ntÍ.mero de anaht' ) ha ta
que por fin le dijo: -E ' co a curio a) pue he en-
contrado en el horó copo de tu hijo el mi mo ¡gno
que precedió a tu nacimiento) lo que in lica, que am-
bo serán factore de gran importancia en la prospe-
ridad de e ta raza. -He encontrado también una
intercepción de a 'tro que ensella) que tu hijo) poco
despué ele nacer e tará n grave peligro de morir y
que ólo un gran acrificio podrá alvarlo.
-¿Por qué me ha dicho) Nacón, tan tri ·te augu-
rio? -¿ erá que mi e trolla e tan fatal que todos
mis cariños han de morir?
-E para eso) le dijo el Nacón) que e hacen los
horóscopos: para tratar de corregir el ino de los
hombre) cuidando de los peligros o defectos que
traen con igo y aplicando a tiempo los correctivos

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224 A R A U 1

necesarios, pue que la ley del morir no es inflexible.


-E o me con uela grandemen te y corro a verle
para tratar de alvarlo de u ino, dijo urabta.
Un mes había pa ado in que cayera una ola
gota de agua ni en los má remotos confine de la
nación.
Tutulxiu tuvo que ir reconcentrando en la ciudad
a lo guerreros que vivían en lo campo, para poder
evitar cualquier di sturbio oca, ionaelo por la con tan-
te amenaza que el pu ·blo le dirigía. Lo 'acerdote
hablaban al populacho de elo lo, templo" al parecer
para calmarlo, pero realm enlo qu e dab~ má exaltado
de pués do e tos cliscur o , pl1e en forma volada
siempre culpaban a Tutulxiu de la terrible equía, por
haber suprimido los grande acrificio. , permitiendo
sólo que fue e acrificado un niIlo ca ~a aIlo al dio
de las cosecha .
Ya habían HeO'ado a la plaza del palacio real al-
guna manile tacione pidiendo el re tablecimiento de
los acrificio, siendo por toda conte tación reforzada
las puerta del palacio por mayor número de 'guerrero .
Por fin un día corrió la noticia de que el Gran
'acerdote había acordado la cel bración ele la fie ta
del sacrificio y e to, aunque calmó la exaltación, pro-
dujo a la vez un sentimionto de pavor en toda
la ciudad.
En 01 palacio real e taba reunida la Cámara de
Guerra cuando llogó la noticia, e inmediatamente fue
su pendida la e ión,
-Mo considero criminal, decía el monarca, al ha-
ber con entido este último igno de barbarie que me

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2'26 A R A U 1

amoro O fervor pedía a lo dio e protección para el


pequeño.
n imponente , ilencio r inaba en el ,alón. Aque-
llo guerrero aguerrido en ciento el combat llO
e atrevían a mirar e' cuadro de inten o dolor y
u robn to pecho eran acn lidos por 1 a. mos
pue todo e ntíall hermano del guerrero.
El monarca mi 'mo) abrumado por la pena) o 'te-
nía su frente on la mano y u pon ami llto bu caba
ávido una olución qu pudiera dar algUlla e,pcranza
al pobre urabta.
- ¡Salva a mi hijo) monarca clement ! pudo el cir
al fin) y en eguida e e cuchó la voz del acón di-
cien lo: -Lo dio. e habrán ele iluminar a Tu ran-
deza porque i nelo fuert ) ama a tu en mlgo ..
Entonce e vió a Tutulxiu como i de 1 ronto
hubiera concebido una id a alvadora y con voz tran-
quila) dijo: - Vet en paz) amigo urabta) pue yo te
prometo que la vida de tu hijo erá 'alvada.
urabta e irguió radiante y conte tó: -Ya me 10
había dicho Xochi ti alhí, en la elva de mi patria)
que el rey Tutulxiu era en el combate cual tigre
feroz) pero que en la paz era un alma delicada. - y
en cambio) e. o anguinario acerdot) cual fiera
carnicera) les arrancan con us propIa mano la'
entrai'ias a su víctima y se gozan feroce n lo
cruento sacrificio . -¡Raza maldita) capaz de matar
ha ta los má tiernos entimiento !
-Noble mior) quiero decirte) que ante de venir
aquí juré con mi guerrero) ante lo dio e. de mi
patria) que i mataban a mi hijo) el Gran Sacerdote

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ARAUSI 2'27

y toda su ca ta moriría a nuestra manos, con tal


aña, que habría tenido que ordenar nue tro exter-
minio como si fuéramo fiera salvajes de lo bo que.
-No tendréi que llegar a tal sacrilegio, dijo el
monarca, y a tus fieles guerreros los tengo de tinados
a empresa de mayor gloria; y ahora, vete en paz.
El N acón acompañó a urabta hasta su casita a
orilla del río, pue estaba ansioso de comunicar a
u guerrero la esperanza que le había dado el mo-
narca. Todo lo e peraban con su caras consterna-
da . -Mira cómo sufren mis valientes, le dijo al
Nacón, y cuando se enteraron de la esperanza que el
rey le había dado, vivaron a Tutulxiu.
En seguida se fueron rápidos al palacio de la
princesa. El Nacón le había acon ejado que le diera
la noticia con toda cautela para que no e fuera a
enterar ninguno de los servidores del palacio de la
e peranza que le había dado Tutulxiu, y al entrar
e extraI1aron de ver que é to no daban efial de
pena al igual que u guerreros.
-Aun no deben aber nada, pen aron, y al entrar
en el alón de las columnas encontraron a la prin-
cesa, la cual al ver a Surabta corrió hacia él y le
echó el brazo obre el hombro, que era 01 igno de
mayor carillo entre lo maya. Así se quedó por largo
rato y al ver que la prince a no daba mue tra de
congoja, se afirmó en la idea de que aun no le ha-
bría llegarlo la noticia, y en e e momento oyó que
ella le decía:
-¿Por qué tanta afEcción, valiente guerrero, cuando
deberíamos recibir como alto honor el que nuestro

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2'28 ARAUSI

hijo fuera acrmcado a los dio e, pues a i ü'Ía al


delicio o lugar donde está el árbol de la leche mien-
tra que de nuevo vuelve a la vida?' y no pudo decir
más la princesa, pues urabta intió un fuerte choque
en el corazón y cogiéndola por un brazo la rechazó
bru camente a la vez que le gritaba:
¡Madre feroz!, ¡fiera sanguinaria!: ¡te repudio!' y
fue tan fuerte su rechazo, que si la prince a no se
so tiene del Jacón hubiera rodado por el uelo.
ólo faltan tres día para la celebración ' de la
fie ta del acrmcio y urabta ha llegado a una ex-
trema exaltación porque aun no ha podido averiguar
la forma en que el rey ha de alvar a su pequello.
Infinitas veces se lo ha pr guntado al Nacón y
é te iempre le contesta que confíe en Tutulxiu, pue
nunca ha faltado a un agrado compromiso.
on lo guerrero terbi con su impaciencia los
que ponen en e te e tado a su jefe, pue ello ~ querrían
a altar de una vez el palacio de la prince a Huitzillin
y arrebatarle al pequello' y di cutiendo estos plane
se pa an el día entero, hasta que con iguen que 8u-
rabta e vuelva ca i loco.
Acaba de llegar el Jacón a la ca ita y entonce
Deyé e empeña en presentarle el nuevo plan que
han concebido para arr batar al hijo de urabta, pero
. te no quiere oírlo, a egurando que no deben p erder
la fe por un momento.
-Cuéntarne qué e de Xochitl, le dice urabta al
acerdote: tiene ella un alma tan delicada, que seguro
e toy que habrá ufrido terriblemente con mi pena.
- o te engalla, le conte tó: y sólo al tuyo pudo

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ARAUSI 2-29

ser comparado el ufrimiento que ella tuvo. -Algún


día podrá aber de cuán portento os acrificio e
capaz el alma de una mujer; pero dejemo e ta co a ,
pues traigo una orden de Holcatl para ti.
-La monarquía corre en este momento un gra-
vísimo peligro, y e te llegará a u punto álgido,
cuando e extienda la 110ticia ae que tu hijo ha des-
aparecido.
-¡Pero qué!, interrumpe urahta, ¿mi hijo ha des-
aparecido?
- í, le re ponde el N acón: ya e ·tá en lugar se-
guro y ha llegaJo el momcnto d· que tú y tus gue-
rrero e reconcentren en 1 palacio, pue' cuando
llegue al pueblo e ta noticia, la.' o, pe has recae!'án
sobre vosotro y es muy seguro que lo ' enemigos
azucen a la turba para que eái pa 'ado a cuchillo.
-Pero yo qui 'iera, dijo lu'abta, que por lo meno
alguno de mi guerrero ' quedaran en la cu todia de
mi hijo en el lugar en que ha ido recluído.
- Jo te preocupes por él, dijo el acón, pue
está más seguramente defendido que por todos tu
guerreros juntos. -Tú te vendrá conmigo al palacio,
y tus guerreros saldrán inmediatamente a esconderse
fuera de la eiudad, y cuando caigan la sombras de
la noche, irán lentamente reconcentrándo e en el pa-
lacio, pues e muy seguro, dijo por fin, que de e tas
casas no ha de quedar piedra obre piedra.
Rápido e dirigieron a ca a de Holcatl. En el
inmenso patio del palacio e veía un inu itado mOVI-
miento de guerrero.
Este le comunicó, que por las últimas noticias

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230 ARAUSI

que se habían recibido se sabía que una inmen a


muchedumbre armada se iba acercando a la ciudad.
-Llegais a tiempo, le dijo, pue en este momento e
acaba de pre entar el Gran Sacerdote ante el monarca
para pedirle que seas inmediatamente apre ado en
unión de tus guerreros, convicto de haber robado la
víctima que ellos tenían de tinada al sacrificio.
-Lástima que no hayas podido pre enciar la
conferencia, dijo dirigiéndose a Surabta. -E tanta
la soberbia de uenac al ver que le han arrebatado
su presa, y tanta la confianza en la próxima caída de
Tutulxiu, que no ha tenido inconveniente en dirigir
al rey claras amenaza, a egurando que el pueblo
habrá de .levantarse imponente, ana ando la ciudad
entera, si inmediatamente no te manda apre ar con
tu guerrero para que seáis sacrificado en ma a y
a i borrar el inmenso acrilegio que habéi cometido.
Entonces Tu tul xiu, con gran calma contestó al
furioso sacerdote: -Ya he dado la orden de que Su-
rabta y us guerreros ean reconcentrado en el pa-
lacio y no debes olvidar, que la ley sólo permite el
sacrificio de un infante cada año' por consiguiente,
se cometería un crimcn vulgar i condenáramo a
urabta y su guerrero al sacrificio. -Los sacerdote
tienen el santo deber de calmar la exaltación del
pueblo: y después iguió diciendo con voz vibrante:-
Si vosotros no tenéis suficiente poder para ello, aquí
estoy yo que dispongo de los elementos necesarios
para acallar a sangre y fuego, ·i e preci o, a esas
ma as ignorante. Y para terminar dijo: -He man-
dado reconcentrar los guerreros de Surabta, porque

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ARAUSI 231

supe del juramento que prestaron a us dio e , de


pasar a cuchillo a toda la ca ta acerdotal, en ven-
ganza del proyectado sacrificio del hijo de u jefe.
De de la torre del palacio pudo apreciar urabta
la inmensa muchedumbre que iba de cendiendo por
las cordillera en dirección a Na-chan-caan. No podía
comprender cómo era posible que el jefe del ejército
estuviese tranquilo viendo acercar e aquella gran can-
tidad de guenero , contando el palacio con tan poco
defensore. A i e lo hizo pre ente a llolcatl y é te
le contestó: -Tenemo grandes cantidade de gue-
rreros nahua e condido en los Mano de lo tem-
plo y también en la ca a grande (cuartele ), lo
que hemo ido reconcentrando en ecreto durante
la noche.
Cuando la o curidad envolvía a la ciudad comen-
zaron a llegar los guerrero terbi ' al palacio, faltando
sólo Deyé, al cual e tuvo e perando urabta ha ta el
amanecer. inguno le daba noticia de él y por e to
temía que u buen compai'i ro hubiera caído en una
emboscada.
Seguramente habían e tado durante la noche re-
partiendo balché entre el pueblo, pue al amanecer
éste se entregó enloquecido a la de trucción de las
casita que habían e tado ocupada por los terbi .
Los acerJotes ya no se recataban le presentarse
como promotores de la rebelión y d sde la gradas
de los templo incitaban a la ma as a levantarse
contra la monarquía, como único medio de calmar la
ira de los dio e .
Se comenzaron a oír gritos aislado pidiendo la

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232 A R A U 1

entrega de urabta y poco después una inmen a mul-


titud invadió n tropel la plaza del palacio, la que a
grande grito pedía la inmediata entrega de todo
lo guerrero terbis.
Holcatl ordenó a una ección de nahua que cu-
brieran el frente del palacio y e ta exhibición de
fuerza lo indignó má .
Durante todo 1 día . e tuvo e perando por mo-
mento, 1 inc\'itabl rompimicllto de la' 'ho ·tilidade
y ape al' de la continua provocacione que el pue-
blo hacia contra los guerrero. el rey e empeñaba
en no dar orden d que fuc e tocado el tambor de
guerra.
Ya a la caída de la tarde, hablaba urabta con
IIolcatl y le decía: --. iento un cierto remordimiento
al comprender que de c. ta sangrienta batalla que e
avecina yo oy algo r pon, able, pue e muy cierto
que Tutub.::iu hubi ra podido conseguir calmar al
pueblo y evitar 1 derramamiento de angre, si hu-
biera con enti]o en el sacrificio de mi pequeilo; y
más me aflijo, al ver la repulsión que iente el mo-
narca a dar la orden de ataque. .
-N o, urabta, no te apenes por ello, pues Tutul-
xiu per igue un ideal al que hace poco había jurado
ofrendar ha ta u vida, que es el de acabar para
siempre con los acrifieio humanos, y con la impo-
ición de lo partidarios del ran Sacerdote; y u
mpeí'ío por evitar el rompimiento con i te, en que
su gran clemencia llega ha ta el punto de con iderar,
que esa ma a de pueblo incon ciente no e la culpa-
ble en ab oluto de c ta rebelión, y inembargo, ería

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A R A U 1 233

la única diezmada por nuestras flechas y, en cambio,


lo promotore de ella quedarían a salvo y muy tran-
quilos mientras que no otros aniquilamos a esos po-
bres eres que on la fuerzas productivas de la
nación . -Si al frente de e a ma a aparecieran u
<!audillos, ya habría Tutulxiu dado la on1en de ataque.
Poco ante de ocultar e el 01 avi, aron lo vigía
de la torre, que hacia occidente se distingtúan nue-
vo contingente de guerrero que de cendían por las
falda de la cordillera con dirección a la ciudad .
ubieron Holcatl y urabta a comprobar la noticia,
}' su ánimos quedaron en u pen o al comprobar las
inmensas falange de guerreros que e acercaban.

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·.

CAPITULO XV

La ciu hd parecía como dormida. Un silencio que


producía pavor reinaba en toda ella.
urabta e taba reclinado en el lecho del antiguo
departamento que ocupaba en el palacio. La puerta
exteriore e taban guardadas por alguno de u gue-
rrero terbi . E taba pensando en la extraña de apa-
rición de Deyé, cuando en e e momento e e cuchó
el grito de un coyote. Corrió urabta a la puerta en
el preci o momento que lm guerrero también entra-
ba a darle cuenta de que algún terbi había dado el
grito de llamada, ord nando que conte tara ensegui-
da con otro igual.
Pqco despué entraba Deyé ostenido por do
guerr ro . Por u expre ión e veía que había e tado
ometiclo a grande ufrimiento, y al el' interrogado
por urabta, ólo dijo: -E, hambre mi única enfer-
medad. Rápidamente le trajeron alguno alimentos y
cuando ya pudo hablar le dijo a urabta.
-De obedecí tu orden de reconcentrarme en el
palacio, pue anteriormente a ella, me había jurado
buscar a tu pequeño y ervirle de defensa, lo que me
de ligaba de cualquier otro compromi o, egún la cos-

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236 ARAU i I

tumbre de la patria. - Durante el día me quedaba


e condido en cualquier parte y por la noche me de -
lizaba cuidadosamente, pues abía la aña con que el
pueblo había de truído nue tras ca a .
- inglÍ.n indicio podía encontrar, cuando de re-
pente e cuché una noticia que me 11 nó de horror.-
Esto fue en la noche de ayer. - -Decían que Xochitl
había ido llevada por lo acerdote al Templo de
lo acrmcio '. -Yo e tuve rondando por e te tem-
plo, pero como toda la noche estuvo r pleto ele po-
pulacho, no me fue posible averiguar nada.
-Me intern' en el bo que donde e tá el profundo
pozo del cenl'te, porque ya se acercaba la aurora,
cuanelo al pa ar junto a él creí percibir el débil llanto
de un nií'ío, pero era tan tenue el ruido, que a veces
creía que era ilu ión y que lo que oía no era más
que el murmullo del torrente que pa a por el fondo,
y otra me convencía de que era un llanto.
-Fue vamo en eguida y bajaremo al fondo
del cenote. Cogieron unos rollos de mecate de los
que habían recibido lo guerrero para ca o de asalto
y llevando sólo su arco y una tea e fueron de li-
zando por la inmen a ciudad que parecía dormida.
Cuando llegaron al cenote e cucharon atentamente
y sólo e percibía el lejano "rumor del agua. Entonce
encendió urabta la tea y con ella agarrada con los
dientes, fue bajando de pacio hacia aquella gran pro-
fl~ndidad de conocida. Iba calculando por brazada la
profundidad y cuando ya había bajado má de treinta,
dió un tirón del mecate, que era la afia convenida
-con Deyé para su pender el descen o. Entonces ob-

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ARAUSI 237

'ervó que el torrente pa aba a un lado y a poco


pie , y que hacia el fonuo eguían varias profunda
concavidade ; pero de pronto u horror no tuvo lí-
mite, al ob ervar que reco 'tado en los muros había
infinidad de ere que lo aguardaban con su mirada
penetrante fija en él. Rápida le vino la idea de la
defen a, pero o. cilú un momcnto entre ubir o bajar
o apagar]a tea, cuau(lo en e'o intió que se la arran-
cabal1 de un flechazo.
En aquella horrenda oscuridad se intió perdido,
pue sabía que e taba rodeado de mu chos enemigos
y entonces se oltó del cable, y al caer se quedó ten-
dido para servir de menor blanco mientras que pre-
paraba una flecha, pero ante de que la tuviera li ta,
u experto oído percibió la carrera de una fiera que
e acercaba. Pu o rápido la flecha en el arco y de
pronto e cuchó el rugido de un tigre, y cuando e -
peraba que é te se ac rcara algo má para di parar
ca i por in tinto, oyó el grito ele un nmo y que la
fiera 'e alejaba veloz.
Entonce e fue arra lrando con u :flecha siempre
li ta, con ánimo ]e internar e en las concavidade
que había vi to, para refugiar e en ella y poder de-
fender e mejor, extral1ándo e de que ya no hubieran
tratado de atacarlo lo que e taban recostado a los
muros.
Largo rato hacía qu eguía avanzando y com-
prendía que se iba ango lando el paso, porque ya
tenía que replegar lo codo para que no tropezaran
con lo tajante filo de la' roca de los muro.
En e o ll~gó a un recodo que hacía el túnel yal

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238 ARAUiSr

fondo vió una luz, y aun con mayor cuidado fue


aeercándo e a ella. Terminaba e te túnel en una am-
plia ala y con toda su cautela llegó a ella y ob ervó
que en un ángulo del lado e taba un precio o tigre
-cuidando a un nmo. Se quedó ab orto contemplán-
dolo, y ha ta uavizaba todo lo posible u re piración
para que la fiera no e diera cuenta de u pre encia,
pue aquel bello cuadro lo tenía arrobado. De pronto
'intió que le pa aban un brazo por el cuello y al
rebullir e veloz, reconoció a la incierta luz de la tea
el bello ro tro de u amada Arau i.
- Te he orprendido contemplando con delicia a
tu pequci'ío. -¿Pero e mi hijo?, elijo urabta, y al
dar un pa o hacia él fue detenido por el gruiiido del
felino.
Entonce apretó a Arau i contra u pecho y le
-dijo.
-¿De mo lo que fui te tú la protectora de mi
pequei'ío amor? -Te a ocia te a mi dolor de tal
manera que no tuvi te: temor de bajar a e te antro
infernal para esconder a mi hijo J e valido? .
-Amor de mi amore', continuó: ¿dime i lo has
hecho por carÍli.o a mí o por alvar a mi pequei'ío?
y entoncc comenzó a e cuchar de lluevo u me-
lodio a voz que iba diciendo: -Al aber la noticia
de que había sido él el elegido para el acrificio, e
-despertó en mí un amor inmenso para el hijo del
que tanto había amado y desde e e momento me
prometí salvarlo.
-Poco de pués llegó el Nacón a decirme que yo
..había sido la elegida por el monarca para la salva-

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ARAUSI 2.

-ción y cu todia de tu hijo y que había dispue to que


nos escondieramos aquí, como único lugar eguro.
-E a noche, de pués de avivar el fuego del templo
y encomendar el feliz re ultado de la empresa a mi
dio a, nos dirigimo al palacio de la prince a. El
Nacón entonces de plegó u inmen a ciencia, y las
puerta del palacio nos fueron abiertas por los ser-
vidores sin dar e la menor cuenta de lo que hacían,
y sacando a tu hijo nos refugiamo en esta cueva.
Cuando llegaba Arau i a e te punto de la relación,
e oyó de pronto el rugido amenazador del tigre y
egnic1amente el llanto del pequeño .
-Pobre hijo mío, dijo ella, aun no ha llegado a
acostumbrar e a e 'e rugido y siempre que lo oye llora.
-Pue no hay duda, dijo urabta, que mi hijo
con su llanto me acaba de alvar la vida pue cuando
e taba el tigre a punto de lanzar. e obre mi, fue al
e cuchar su lamento qu dejó u egura pre a para
correr a la lefen a de mi pequeño cachorrito.
De nuevo rugió el tigre y entonces dijo Arausi:
-Alguien e aproxima al pozo.
-Debe el' Dcyé, elijo urabta, que e impa-
cienta por mi larga au encia. -Acompáiiame para
que lo que t cuidan n el fondo elel pozo no e
preocupen le mi.
-Ello no te harán daIlo, dijo Arau i, pue de.de
hace tiempo pa aron a otra vida, víctima de lo ho-
rrendo acrificio .
-Pue entone ,¿quién me apagó la tea de un
flechazo?
-Fui yo, dijo Arausi, que dudosa de qmen pu-

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240 A R A U 1

diera ser el extraño visitante te apagué la luz y de -


pué te vine siguiendo ha ta reconocerte a la luz de
e a antorcha.
Entonces ella alzó al pequelio y al entregár elo a.
urabta, é te lo estrechó amoro amente entre u
brazos.
Arausi sentía el inten o gozo de ver a us amore
reunido, y mientra tanto, el tigre batía ati fecho
su hermo a cola.
- P ero había olvidado por completo, dice de pronto
urabta, el sagrado deber que se me había ncomen-
dado, que era la cu todia de una de la puerta del
palacio. -Te dejo con mi pequeíi.o amor. Y alió co-
rriendo con el corazón henchido de cariño.
Al alir encontró a Deyé en el colmo de la impa-
ciencia, pue había e tado e cuchando lejana vocc
de mando y el ruido acompa ado de grande contin-
gente de guerreros.
- eguramente ya ha comenzado la batalla, dijo
Surabta, y tendremo que llegar a toda co ta al pa-
lacio para que no no crean desertore .
-Yo no he cumplido aun mi juramento, dijo D eyé.
-Puedes confiar en la palabra de tu jefe. - Mi
hijo e tá perfectamente cu todiado y defendido por
Arau i en el fondo del cenote; y sin pronunciar otra
palabra corrieron veloce ha ta llegar a los lindero
del bo que y de pués, dando un rodeo, e fueron acer-
cando al palacio.
Comenzaba a amanecer, y a aquella tenue claridad
iban viendo el inusitado movimiento que se notaba
en la ciudad e igualmente en el palacio.

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A RA U 1 241

Al en trar Surabta a n departamen to le avi aran


que en ese momento lo acababa de mandar a llamar
Holcatl.
Fué en u busca presuroso) y al encontrarlo le
dijo é ' te:
- Te he mandado de pertar para avi arte, que
aquello' guerrero que vimo al atardecer que de'-
cendían de la montai'ia, eran los re tos del ejército
que mandaba Quetzal) al que se han unido fuerte
contingente' de la tropa que 'e habían ido dejando
on lo paí es conquistados: y con sólo la entrada de
las primeras avanzada, todo los que azuzaban a la
ma a han huído. -Vente conmigo, pue va a cele-
brart!e una ámara PIona donde será oído el jefe que
manda e o contingente ele guorreros.
Al eutrar en el alón oyeron que decía el monarca:
-E lá tima que el ran acerdote y parte de
la Cámara de Ju ticia no hayan concurrido a e ta
A amblea, para que oyeran la relación que este jefe
pre ·tigiado va a hacer ue los motivo que ocasiona-
ron el tremendo fraca o del ejército. Entonces a una
eña del monarca comenzó a decir el jefe:
-Por mucha declaraciolle que tracmo , se com-
prueba, que cuando alió Tuxpan de e ta ciudad, ya
llevaba in trucciones del Gran Sacerdote y de otros
nobles de ir dejando en lo paí e conqui tados las
tropas má adictas a Quetzal y reponiéndolas por
guerrero mercenarios, con doble paga, que ería ub-
vencionada por lo nobles.
-Mucho ante e hubiora levantado Tuxpan en
rebelión, si hubiera con eguido su proyecto de ca-
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212 A R A U 1

sarse con ochiU, y cuando e convenció por último


de que era odiado por ella, entonce dió el golpe.
-Yo confirmo que ni uno solo de lo bravo nahua
se unió a Tuxpan, y que todos prefirieron la muerte
cierta en la montaña a seguir al traidor.
Eran tale lo rumore de indignación que e
e cuchaban en todo el ámbito del alón del trono,
que tuvo que callarse el jefe, y entonces dijo Tutul-
xiu: -Ba tan lo poco detalles que hemo oído para
comprobar la verdad de la terrible traición, y en tal
virtud, pido a la Cámara Real, que despué que ean
estudiado los documento e aprueben la iguiente
di posiciones:
-Enviar a la demá ciudade, inmediatamente,
a los guerrero que tenemos reconcentrado, dejando
aquí los contingentes que acaban de llegar:
-Modificar la Constitución en el entido de que
los jefes guerreros puedan ser también elegidos como
caClque :
-Que la Cámara de Guerra levante inmediata-
mente un proce o para sentar las re pon abilidade
con iguientes en la traición de Tuxpan y en las agi-
tacione interna que acaban de efectuarse, ca tigan-
do duramente a los responsable .
-Declarar la inmediata libertad de Xochitl y a -
cenderla al cargo de jefe de guerrero , en premio del
merecido castigo que dió a los traidore y que 8u-
rabta ea reconoci 10 otra vez como miembro ele la
ca ta guerrera; y al llegar a este punto vió el mo-
narca la con tante eila que é te hacía para que le
concedieran la palabra y dijo:

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244 ÁRAUSl

mente percibió el potente lazo de amor que lo unía


a su ama.
¡Oaye1'on pO?' fin los dioses anguina,-íos!-dijo rápido
al entrar: La Cámara Plena te ha nombrado jefe de
guerreros, pues las tropas que acaban de llegar han
confirmado plenamente la traición de Tuxpan' pero
la mejor noticia que te traigo, e la de haber . ido
también decretada la supresión de los sacrificios.
A esto conte tó Arausi: -Los dioses nos eligieron
a nosotros como medio de dar el golpe mortal a esos
sacrificios y para ello tuvimos que acrificar nue tros
amore . -«¡Dichosos los que sufren por el bien de los
demás!»
y Surabta terminó diciendo: -Pues habiendo nos-
otros cumplido ya con el deber para que fuimo des-
tinados, y habiéndome sido concedido el permi o
para repudIar a la princesa, pidamos de nuevo a la
diosa Xochiquetzalli que bendiga nuestro amor, yen
cambio yo te prometo que he de adorarte por muchas
vidas.

Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional “Miguel Obregón Lizano” del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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SE HA EDITADO ESTE LIBRO CON EL APOYO
DEL SEÑOR MINI TRO DE EDUCACIÓN PÚBLICA,
DON LIDS DOBLES SEGREDA, EL CUAL ES UN
EFECTIVO PROTECTOR DE LAS LETRAS.

EL AUTOR.

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