0% encontró este documento útil (0 votos)
91 vistas

Pintura Vasca

Este documento resume la evolución de la pintura en el País Vasco entre los siglos XIX y XX, describiendo las distintas generaciones de artistas y los estilos que cultivaron. La primera generación entre 1800-1840 incluyó artistas vascos que emigraron a otras regiones de España para estudiar debido a la falta de infraestructura artística en el País Vasco. La segunda generación entre 1844-1878 se centró más en el academicismo aunque comenzó a explorar temas más naturalistas, y algunos artistas como Bringas y Lecuona se

Cargado por

Mecha Ercila
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
91 vistas

Pintura Vasca

Este documento resume la evolución de la pintura en el País Vasco entre los siglos XIX y XX, describiendo las distintas generaciones de artistas y los estilos que cultivaron. La primera generación entre 1800-1840 incluyó artistas vascos que emigraron a otras regiones de España para estudiar debido a la falta de infraestructura artística en el País Vasco. La segunda generación entre 1844-1878 se centró más en el academicismo aunque comenzó a explorar temas más naturalistas, y algunos artistas como Bringas y Lecuona se

Cargado por

Mecha Ercila
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 22

Introducción

El objetivo de este trabajo es dar a conocer la evolución de la pintura en el País Vasco entre
los siglos XIX y XX. Abordaremos así las distintas generaciones de artistas que
construyeron un arte nacionalista en torno a lo vasco.
“Lo vasco” simboliza tres ámbitos de sentido: el primero comprende a la comunidad
lingüística euskaldun, el segundo a la comunidad política vasca como proyecto a conformar
desde el reconocimiento de la sociedad real y su pluralidad de procedencias, culturas y
sentimientos de pertenencia, y el tercero hace referencia a la cultura también plural de esa
comunidad política. El escenario del arte vasco revela una gran complejidad social, política
y cultural, aunque se han atemperado gran parte de los conflictos que se avivaron en el
régimen franquista. El reconocimiento del autogobierno, la recuperación del euskera, la
afirmación de emblemas de su identidad por toda la sociedad, son algunos logros políticos
que han reducido la intensidad dramática del arte de épocas pasadas. El destino de la
pintura se presenta especialmente relacionado al de la política y la economía y las
transformaciones de tipo sociológico e ideológico en la sociedad vasca de la época.
Siglo XIX
DEL ACADEMICISMO1 AL NATURALISMO2

Primera generación: 1800-1840


La actividad pictórica en el País Vasco era prácticamente nula a principios de siglo. Los
motivos son variados como ser la falta de un mercado artístico y la carencia de una clientela
que consumiera productos de arte, ya que el habitante vasco solía volcar su sentido estético
en el cultivo de lo artesanal, en el decorativismo de objeto de uso cotidiano y así la pintura
(de carácter más mental que físico) no respondía a una estética adecuada. Y no menos
importante, había una carencia de una infraestructura artística ya que, según Sáinz Gil
(1993)
La actividad intelectual del País Vasco se centraba en los estudios lingüísticos y en las ciencias
naturales. El análisis del Euskera por su carácter peculiar, absorbía la atención no sólo de los
intelectuales del país sino de los lingüísticos extranjeros, quienes acudían a estudiarlo desde sus
respectivos países. Se dio un fenómeno de moda, que desplazó la posibilidad de creación de
academias de Bellas Artes en el territorio vasco.
En este contexto, en el 1800 era muy difícil para cualquier artista poder destacar en su
propio territorio. El artista, para alcanzar formación y luego poder seguir con su labor, tenía
que trasladarse a las provincias españolas en donde se pudiera desarrollar. Así es como se
desarrolla esta primera generación de artistas: vascos de orígenes que emigraron hacia
Castila, Levante y Aragón, estableciendo allá su actividad. Entre ellos, podemos nombrar a
Michel Echegaray natural de San Juan de Luz (1733), pintor de varias obras religiosas
para las iglesias del Sur de Francia; Leonardo Albidur, grabador de cámara de Carlos IV,
en Madrid (1802) y José Odriozola: nacido en Cestona (1785) quien estudió y obtuvo
premios en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.
En el año 1833 tras la muerte de Fernando VII, el panorama económico y social del País
Vasco comenzará a cambiar: el General Castañón convierte el País Vasco en provincias y
las guerras Carlistas ocupan el protagonismo social. En 1839, finalizada la primera Guerra
Carlista, ocurren dos hechos significativos para el resurgir artístico en el País Vasco: Juan

1
Se habla de obras académicas cuando en estas se observan unas normas consideradas «clásicas»
establecidas, generalmente, por una Academia de Artes.
2
Estilo artístico basado en reproducir la realidad con una objetividad documental en todos sus aspectos.
Angel Sáez llega a Vitoria para ocupar una cátedra de dibujo y educó así a abundantes
pintores vitorianos. Cultiva una pintura urbana, cuadros religiosos y retratos.

Juan Ángel Sáez, Plaza Vieja (1854)


La otra razón es que el alavés Pablo Bausac se instala en Bilbao y lleva el aprendizaje
académico de la Corte, estudiando en San Femando, y ejerciendo de pintor para Carlos VI.
Bajo su didáctica, Pancho Bringas (de quien hablaremos más adelante) recibirá sus
primeras lecciones de dibujo y pintura.

Segunda generación (1844-1878)


Sigue adelante un proceso de industrialización de la zona, y de este enriquecimiento
nace una práctica artística que aunque está centrada en el academicismo, forma parte de la
evolución que sufre la pintura vasca. En ella se incluye un grupo de artistas bastante
heterogéneo que manejan datos de diferentes orígenes: del Neoclasicismo3, del género del
retrato, de los pintores de Historia y los Nazarenos4. Se traslada así a la pintura un sentido
eléctrico en temáticas y conceptos. Roma es la madre espiritual de estos artistas: la Roma
del Neoclásico y de la Mitología histórica.
Algunos de estos artistas son: Francisco Sainz (1823-1853) natural de Lanestosa, quien
cursó sus estudios en Madrid con Luis de Madrazo. Se dedicaba a realizar cuadros de
costumbres, retratos y composiciones históricas; Luis Brochetón y Muguruza (1826-

3
Movimiento artístico que tenía como base la renovación de los valores filosóficos y estéticos de la
Antigüedad Clásica y el culto a la razón, interpretados como modelos para la construcción de la modernidad.
4
Grupo de pintores del Romanticismo alemán. A este estilo de principios del siglo XIX también se le conoce
como Purismo nazareno. Pretendían revivir la honradez y espiritualidad del arte cristiano medieval.
1863) de San Sebastián, también discípulo de Madrazo y de Antonio Gómez y Cros en
Madrid, se dedicó al género histórico5 y al retrato burgués con un estilo que se desenvuelve
en una paleta oscura y ciertos efectismos retóricos propios de la época; León Bonnat
(1833-1922) nacido en Bayona, recibe su formación académica de Madraza (en Madrid) y
de Lepan Cagnet, (en París). Su estilo juvenil causó escándalo, al alejarse del
Academicismo derivado de Ingres6 a favor de un estilo más naturalista o verosímil,
inspirado en Caravaggio7 y José de Ribera8. Su manera de tratar los temas bíblicos causó
rechazo, pues representaba a los personajes sacros como gente de la calle, de aspecto
rústico y en ocasiones desagradable.

León Bonnat, Campesina egipcia y su hijo (1869-1870)

5
Género pictórico que se inspira en escenas con eventos de la historia cristiana, de la historia antigua
(mesopotámica, egipcia, griega, romana), de la mitología o de los acontecimientos históricos recientes.
6
Pintor francés del Neoclásico.
7
Pintor italiano del Barroco (período cultural, científico, tecnológico, filosófico, político y económico del
siglo XVII)
8
Pintor, dibujante y grabador español del Barroco.
Otros artistas de esta generación son Salustiano Asenjo Arozarena (1834-1897),
natural de Pamplona, con estudios y actividad artística profesional de catedrático de
Historia en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, Valencia. Mantiene aun así contactos
con el País Vasco y se dedica al cultivo de la pintura histórica, a la vez que desarrolla sus
dotes de caricaturista y dibujante; Ramón Elorriaga (1836-1898) de Bilbao quien estudió
en Madrid y en Roma y pintó cuadros históricos y religiosos. Elorriaga se considerará como
un precedente en una práctica habitual en el arte vasco posterior, tanto por su amistad con
artistas catalanes como por la búsqueda y apertura de mercado artístico en América y
Eduardo Zamacois y Zabala (1841-1871) nacido en Bilbao donde cultivó una pintura de
género francés y de género histórico, en formatos pequeños de clara intención comercial.
Frente al carácter historicista general de estos artistas, los que les siguen encaminarán
unos tímidos pasos naturalistas-realistas hacia el paisaje si bien seguirán las bases plásticas
de sus antecesores: nazarenismos de Elorriaga y la pintura histórica. Así, podemos
mencionar a Roberto Laplaza y Muncig (1842-1930) de Bilbao, quien ejecuta algunas
pinturas decorativas para numerosos palacios, así como participa en la restauración de San
Francisco el Grande, realizando sus vidrieras; José Echenagusia (1844-1912), de
Fuenterrabia, quien gana en 1892 en el País Vasco el premio en los Juegos Florales
Eúskaros con su cuadro "Irrintzi" y Alejandro Irureta (1854-1912), natural de Tolosa,
quien fue profesor en la Escuela de Artes y Oficios de San Sebastián y cultivó en su pintura
el retrato, el paisaje y el costumbrismo. Sufre fuerte influjo italiano en su oficio realista.
Luego, tenemos otro grupo de artistas que destaca por buscar lo típico, lo costumbrista,
lo popular, en escenas abiertas al aire libre; intentando reflejar un mayor movimiento
escenográfico y una mayor alegría por medio de un color más vivo. Aquí podemos nombrar
a Francisco “Pancho” Bringas (1827-1855) quien si bien nació en México, a la edad de
un año se fue a vivir a Bilbao y se crio allí. Produjo abundantes obras y plasmó en sus
cuadernos apuntes de aldeanos vascos, convirtiéndolos a éstos en temas explotables para el
futuro arte vasco. Su pintura se caracteriza por una paleta clara y una búsqueda del
movimiento, utilizando escenarios abiertos al aire libre; Gustave Collín (1828-1910) de
Arras (Francia), quien en 1858 se establece en el País Vasco-francés, en Ciboure donde
produjo una gran cantidad de paisajes. Luego, en 1862 se trasladó a San Juan de Luz donde
pintó muchas escenas del País Vasco; y Antonio M. Lecuona Echániz (1831-1907) nacido
en Tolosa, quien realizó retratos y cuadros de historias y leyendas vascas; en sus cuadros de
paisaje utilizó gamas de colores grises y verdes, colores que posteriormente se erigirán en
los colores de paisaje vasco. Lecuona es considerado como el viejo maestro de la pintura
vasca, él destaca por ser uno de los precursores del costumbrismo y por haber sido maestro
durante tres décadas de toda una generación de artistas nacidos durante la segunda mitad
del siglo XIX.

Antonio María Lecuona Echaniz. Romería en Salbatore (1886)

Siguiendo con la segunda generación, tenemos a la corriente paisajista donde se le


prestó especial atención a los espacios abiertos y al paisaje como escenarios de las
composiciones que desemboca en una práctica consciente del paisajismo como género
explotable. Artistas como Eugenio Arruti y Pola (1845-1889) realiza al paisaje con
atención naturalista, fondos difuminados y figuras abundantes, destierra el negro pleno de
su paleta y evitará el recurso de línea para dibujar sus escenas. También es necesario
nombrar a Isaac Amann y Bulfy (1851-1925), natural de Bilbao y a Julián Arzadun y
Zabala, nacido en Bermeo.
Eugenio Arruti y Pola, Recogiendo arena en la playa de Zurriola.

Tercera generación (1878 – 1880)


Es importante destacar que a lo largo de estos últimos años el centro del arte
internacional pasa de estar en Roma a ubicarse en París y es precisamente de allí de donde
vienen las características técnicas que se mezclan con temas de tradición vasca. Estas son
las dos características centrales de esta Escuela, que no cumple unas premisas plásticas
concretas, sino que centra su atención más en reflejar tipos, costumbres y escenas populares
centradas en la identidad vasca. Esta temática de la que hablamos se desarrolla dentro de
unas circunstancias históricas que llevarán a la consolidación del espíritu nacional vasco y
es por esto que encontraremos obras muy modernas en técnica, que han evolucionado del
Academicismo al Naturalismo.
La modernidad pictórica llega con Adolfo Guiard (1860-1916), Darío de Regoyos
(1857-1913) y Anselmo de Guinea (1855-1906), que vuelven de París a vivir en la zona, y
cuyos cuadros comprará la clientela vasca que comienza a enriquecerse gracias a la
industrialización. Esta escuela llegará hasta los años veinte del siglo XX.
Adolfo Guiard, nacido en Bilbao, viaja a París de 1878 a 1882 donde conoce el
Impresionismo9. Fue así uno de los más influyentes difusores de esta nueva tendencia
pictórica en Bilbao. En sus obras, se conjuga la paleta clara con el predominio del dibujo de

9
El Impresionismo es una corriente arte surgida en el siglo XIX, principalmente vinculada a la pintura: los
pintores impresionistas retrataban objetos de acuerdo a la impresión que la luz produce a la vista y no según
la supuesta realidad objetiva.
elegantes líneas, influencia del pintor francés Degas. En sus obras desarrolla el paisaje y la
escena costumbrista sobre la burguesía y las clases populares del Bilbao del cambio de
siglo.

Adolfo Guiard, Aldeanita del clavel rojo (1903)


Los símbolos de Guiard serán ya arquetipos en la pintura vasca, así como sus paisajes
vascos. Abrirá así una brecha en el mundo artístico vasco, teniendo abundantes seguidores
directos, especialmente Anselmo de Guinea pero que, sin embargo, cultivará su propia
estética.
Darío de Regoyos, artista nacido en Ribadesella (Asturias) pero que, sin embargo, le
gustaba tanto el País Vasco que llegó a inventarse un antepasado vasco para ganarse la
simpatía de los artistas locales. Llegó a esta región en 1882, luego de pasar por una
formación en Bruselas, París y Bretaña. Del País Vasco, lo que le atraía a Regoyos eran los
efectos atmosféricos, los paisajes y la integración de elementos modernos (como el tren) en
la naturaleza. Le gustaba reflejar con pinceladas sueltas y coloridas cómo cambiaban los
paisajes con las luces, influenciado por los Impresionistas. Regoyos era vasco de filiación,
desarrollando en el País Vasco su arte y conviviendo con su gente, asimilando sus
costumbres y su cultura; cuando partía al extranjero, o cuando viajaba a otras regiones,
manifestaba añorar "su" país. Por eso me parece importante destacarlo como artista vasco,
además de que su influencia en la pintura vasca es evidente, teniendo seguidores directos
como Rochelt, Manuel Moreno y Enrique Rentería, que conforman una tradición
paisajística que llega hasta el presente.
Darío de Regoyos, Irún por la mañana (1900)

Anselmo de Guinea, pintor bilbaíno, comenzó su instrucción en Madrid, asistiendo al


taller de Federico de Madrazo. Al regresar en 1876 a su ciudad natal, optó a la cátedra de
dibujo de la Escuela de Artes y Oficios. En uno de sus viajes a Roma conoció a Adolfo
Guiard, quien tuvo gran influencia en su obra. Además, en 1895 va a París y toma contacto
con las corrientes impresionistas que se afianzan en la capital francesa. Así, comenzará a
buscar la luz en escenas típicas vascas que, sin embargo, resolvía según convenciones
académicas de las que le era difícil alejarse. Guinea influirá, desde su puesto en la Escuela
de Artes y Oficios, en las generaciones más jóvenes.
Anselmo de Guinea, Grupo de gente (1904)

Llegado a este punto, podemos apreciar que la pintura de la Escuela Vasca se caracteriza
por su temática, escenas rurales y marineras que permiten conocer los tipos y costumbres
vascos desde un punto de vista casi antropológico. Al llegar la modernidad, la pintura que
se hace en el País Vasco empieza a tener una entidad diferenciada y a adquirir un mayor
protagonismo cultural en la propia sociedad vasca.
La estela realista se prolonga en la obra de otros pintores que también podrían ser
calificados como regionales, dada su escasa significación para el resto de la Península o el
extranjero, así como al hecho de que tampoco se involucren activamente en la renovación
del arte local, sobre el que ejercen una influencia no demasiado significativa. En sus obras
pueden encontrarse algunas influencias de las novedades técnicas en circulación mezcladas
con un realismo académico del que no supieron desprenderse totalmente y que les vincula a
las tendencias más conservadoras que existían en el arte español. Algunos de ellos, como
José Echenagusía (1844-1912), Pedro Alejandrino Irureta (1851-1912), Macario
Marcoartu (1858-1905) o Vicente Berrueta (1867-1909), desarrollan la mayor parte de su
obra en el siglo XIX y la que realizan a principios del XX no innova ya que, aunque traten
de asimilar las innovaciones, su espíritu y sensibilidad se mantendrán fieles al siglo
anterior.
También tenemos a Ignacio Ugarte (1858-1914), que estudió en Madrid y en Roma donde
entraría en contacto con la vertiente luminista10 del realismo que, sin embargo, nunca llegó
a seguir estrictamente, si bien, en algunas de sus composiciones se percibe cómo nace un
sentido del color más vivo y alegre y una mayor atención a los efectos lumínicos. Ugarte
cultivaría esta vertiente quizá más comprometida en obras en las que retrata ambientes de
marginación. No obstante, esta temática convive con las amables representaciones, llenas
de tipismo y sin ningún afán crítico, de los personajes populares entre los que representa
tanto a los tipos vascos como a aquellos otros que formaban parte de la imaginería habitual
en la España de entonces: gitanas, manolas, floreras, etc.

Ignacio Ugarte, Vistas del puerto de Santurce (1904-1910)

10
El luminismo es un estilo artístico que surge a mediados del siglo XIX y que se caracteriza por su tendencia
a proyectar espacios iluminados jugando con la luz a través de la pintura y pinceladas sueltas.
Siglo XX

La convivencia entre tradición y modernidad en la pintura del País Vasco, por


consiguiente, es un hecho cierto que no parece alterarse tampoco en las primeras décadas
del siglo XX. No obstante, es justamente con el nuevo siglo cuando los impulsos
renovadores de los pioneros parecen, por fin, cuadrar en la importante iniciativa que supone
la organización de las Exposiciones de Arte Moderno, que se celebrarían en Bilbao.
Las exposiciones, que se celebraron en 1900, 1901, 1903, 1905, 1906 y 1910, marcaron un
antes y un después en la evolución y el desarrollo del arte en el País Vasco porque
constituyen la primera manifestación de la voluntad de los artistas modernos de incidir
directa y activamente en la vida cultural introduciendo un elemento que propicia el debate e
impulsa la modernización que no terminaba de producirse. La agitación cultural y los
impulsos renovadores que podrían derivarse de las exposiciones, de publicaciones como El
Coitao (1908) e, incluso, de las nuevas propuestas vanguardistas europeas que empezaban a
darse a conocer, no parecen variar el rumbo de muchos pintores cuya vida, aunque iniciada
en el XIX, se prolonga a lo largo de las tres o cuatro primeras décadas del siglo XX.
Por ejemplo, Ignacio Díaz de Olano (1860- 1936) nunca renunciaría a su formación
académica y al realismo asimilado desde su juventud. Las poéticas representaciones que
ofrece del mundo rural vasco contrapuesto a la ciudad junto a su tendencia a la anécdota
costumbrista, cargada a veces de tintes moralizantes, significan la pervivencia, bien dentro
del siglo XX, de un tipo de pintura que ya parecería superada. Y que, sin embargo,
continuaría siendo del gusto de las mentalidades burguesas y conservadoras.
La influencia de Guiard sobre Ignacio Zuloaga (1870-1945), Pablo Uranga (1861-
1934) y Manuel Losada (1865-1949) no impide que la obra de estos vacile entre la
tradición y la modernidad y que no sea vinculada netamente a las posiciones más
innovadoras de la primera mitad de siglo. Los tres siempre aparecen más vinculados a los
intentos de regeneración histórica, social y cultural planteados por la Generación del 98,
movimiento que tradicionalmente se ha entendido contrapuesto a la verdadera modernidad.
Un factor esencial sería el interés que muestran por el pasado artístico español (sobre todo
destacan El Greco, Velázquez, Ribera y Goya). En la obra de Zuloaga las interpretaciones
sobre de temas propios de lo español se expresarán en cuadros de gran formato tratando de
situar el género, a la manera del Realismo, a la misma altura que la gran pintura de historia.
El peso del tema es tan destacado en Zuloaga, su protagonismo es tan evidente, que dejó en
un segundo plano los planteamientos novedosos que pudieran existir en el conjunto de su
obra. Su obra obedece y da continuidad más a la tradición del XIX que a cualquier
planteamiento de la modernidad del XX. Que podría ser un buen ejemplo de la pervivencia
del espíritu del fin de siglo, con toda su carga de ambivalencia, una pervivencia que
también se apreciará en otros artistas que, bien entrado el siglo XX, continúan cultivando la
pintura regionalista.
Dentro de los intentos por crear la tradición de un arte específicamente vasco y en el
contexto de los primeros debates serios sobre su existencia, pertenece la obra de algunos
pintores como los hermanos Valentín (1879-1963) y Ramón Zubiaurre (1882-1969), los
Arrúe, especialmente, Alberto (1878-1944), José (1885-1977) y Ricardo (1890-1978), y
también Ángel Larroque (1874-1961). Serán ellos, entre otros, los que, sin renunciar a la
herencia de la pintura española, se empeñarán en dar forma a un arte moderno que, sin
embargo, pueda ser reconocido como vasco. Por ello, tratan en su pintura las costumbres,
los paisajes, los ambientes y los tipos populares vascos, reflejándolos de manera realista,
aunque en ocasiones con un cierto tinte nostálgico o épico, o con alusiones simbólicas. En
consecuencia, su pintura puede enmarcarse dentro de aquel regionalismo que tan
ampliamente se estaba desarrollando en el arte español. Por otra parte ese apego a lo
propio, a lo vivido y conocido, sería utilizado por el pensamiento nacionalista, ya más
formalizado y consolidado políticamente, que intentará convertir sus pinturas en icono
representativo de su ideología.
Ángel Larroque, La chica del gato (1895)

Puede deducirse que la única tendencia que parece afianzada en la pintura del País
Vasco es la que se suele designar como costumbrismo, denominación que, más arriba,
proponía sustituir por regionalismo. Una tendencia cuya continuidad se basa, sobre todo, en
la consideración del asunto del que se ocupan las pinturas. De Impresionismo sólo podría
hablarse en relación con Regoyos y Guiard que son quienes parecen asumir con más
continuidad y consciencia el alcance de este movimiento.

Las primeras vanguardias vascas


Se conoce con el nombre de vanguardia al conjunto de manifestaciones artísticas que se
produjeron en las primeras décadas del siglo XX y que se caracterizan por el énfasis puesto
en la innovación y en la confrontación con las normas estéticas canonizadas. Desde sus
orígenes, el concepto de vanguardia unió el ámbito del arte y el de la acción política
transformadora.
No se puede hablar con propiedad en el caso vasco de una vanguardia hasta el inicio de los
años treinta. Como ya se mencionó anteriormente, fue muy importante como precedente la
aportación de dos pintores que pudieron acceder a los focos de renovación artísticas que
eran París y Bruselas: Adolfo Guiard y Darío de Regoyos.
La vanguardia artística tendrá que esperar, pero nace en parte alentada por esos pintores
modernos que asumen los lenguajes artísticos de la modernidad pre-vanguardista. Tales
eslabones artísticos serán, entre otras figuras emergentes, los pintores fauves11 Francisco
Iturrino (1864-1924) y Juan Echeverría (1875-1931), así como Aurelio Arteta (1879-
1940) miembro fundador de la asociación de Artistas Vascos (1911-1936). El cubismo12
tuvo una excéntrica resonancia en el pintor de Hernani, Alfonso de Olivares (1898-1936),
quien incluso teorizó sobre ese movimiento en su ensayo Arte moderno (1934). Entre los
años 1923 y 1932 vivió en París, donde trabó amistad con Picasso, Gris, Durrio y otros.
La peculiar tensión entre esa modernidad y la tradición artística en el País Vasco, muy
condicionada por las cuestiones de la identidad colectiva y determinadas ideologías
etnicistas, muestra la ambivalencia que el arte vasquista13 mantuvo desde sus orígenes con
el vanguardismo: mientras Regoyos, Durrio y Guiard lo conectaron con el impresionismo y
el simbolismo, otros como Iturrino y Echeverría se distanciaron de esa estética vasquista
debido precisamente a las exigencias renovadoras y cosmopolitas de su propio
vanguardismo.
Entonces, podemos situar la irrupción genuina de las primeras vanguardias artísticas
vascas al periodo comprendido entre 1925 y 1936. La generación de Narkis Balenciaga
(1905-1935), Jesús Olasagasti (1907-1955), Juan Cabanas Erauskin (1907-1979),
Carlos Ribera (1906-1976), Nicolás Lekuona (1913-1937) integrarán la primera tentativa
consciente de renovación vanguardista.

11
Movimiento pictórico originado en Francia que generalmente es caracterizado por un empleo provocativo
del color.
12
Corriente artística que se caracteriza por sus composiciones fragmentadas y deconstruidas que pueden
ser vistas desde múltiples perspectivas a la vez.
13
Sentimiento de apego al entorno vasco y su cultura, que existe en personas, grupos sociales y zonas de los
territorios vascos.
Jesús Olasagasti, Sin título (1929)

Juan Cabanas Erauskin, Naturaleza muerta (1928)

Cabe señalar una fecha emblemática en el contexto ibérico: 1925, cuando se celebra en
Madrid la Primera Exposición de Artistas Ibéricos que cuenta con una heterogénea
participación vasca (Arteta, Arrúe, Echeverría, los hermanos Zubiaurre, Tellaeche,
Guezala, Ucelay, Urrutia, Bicandi, García, Pérez Orúe, Sáenz de Tejada, Quintín de la
Torre y Dueñas, junto a la compañía de artistas españoles como Dalí, Benjamín Palencia,
Alberto, Bores, Ferrant, Gutiérrez Solana, Vázquez Díaz). Mientras en ese contexto se
celebraba ese ímpetu renovador, en Europa aparecían los primeros síntomas de decadencia
e institucionalización del espíritu vanguardista.
El realismo, con el ascendiente notable de Dalí, fue una muy imponente veta expresiva
que se localizó sobre todo en Zaragoza, Santa Cruz de Tenerife y Madrid. En Euskadi,
tendrá un eco débil aunque se puede reconocer en obras de Nicolás Lekuona y de Carlos
Ribera. La conflictiva situación histórica que precedió a la Guerra Civil, impidió que se
consolidasen las tramas vanguardistas más allá de la rutilante presencia de algunas
individualidades en el contexto internacional.
Las primeras vanguardias representaron una fase o estadio de la propia modernidad. No
es posible separar la experiencia moderna de la vanguardista. Algunos rasgos que han
definido el modernismo y que también fueron recreados por las primeras vanguardias desde
su origen son: la defensa de la autonomía del arte, la escisión entre arte y cultura cotidiana,
o entre arte y política, y la pulsión de lo nuevo. No obstante, los programas estéticos de las
vanguardias han sido siempre contradictorios y ambiguos ya que la disolución de los
lenguajes artísticos y la experimentación e instauración de un orden nuevo está lleno de
contrasentidos y puntos ciegos. Y así pasa también en el acontecer de las vanguardias
vascas, aunque con modulaciones propias determinadas por el específico contexto histórico,
cultural y político. La sociedad GU, fue fundada en el año 1934 en Donostia, y sus eventos
reunían a los más sobresalientes de la emergente vanguardia vasca. Es sabido que acogió a
artistas de sensibilidades artísticas e ideológicas de índole diversa y antagónica. Tal
coexistencia de postulados estéticos y políticos antagónicos no dejaba de expresar una
paradoja más en el origen de tales vanguardias. Aquí destacan las figuras de Nicolás
Lekuona y de José Manuel Aizpúrua, dos artistas que tuvieron un reconocimiento tardío e
insuficiente en la valoración de las primeras vanguardias ibéricas. Su muerte prematura en
la Guerra Civil, truncó sus respectivas trayectorias que tal vez hubieran elevado su
consolidación al grado de genios. Junto a Oteiza hubieran constituido la tríada por
excelencia del vanguardismo vasco.
Nicolás Lekuona, Sin título (1935)

Años posteriores y conclusión

En los años cincuenta, se inicia una recuperación de la modernidad que no surge de cero,
sino que establece una conexión con las experiencias más vanguardistas del final de la
República interrumpidas bruscamente por la fractura que supuso la guerra. El proceso
evolutivo de la pintura se hace más complejo por el ansia de realización personal y de
originalidad se agudiza entre los artistas. Las mayores cotas de libertad, el aperturismo y el
deseo de incorporarse a las corrientes de vanguardia procuran un panorama artístico más
estimulante. Se crean así numerosos grupos de vanguardia con la intención de afrontar en
común la lucha y reducir las resistencias institucionales y ambientales que habría sido
difícil emprender individualmente.

En el País Vasco, la tan traída y polémica cuestión de una pintura con identidad propia,
de una escuela vasca, fue reivindicada o negada por muchos. El apego a la tradición se fue
transmitiendo de generación en generación, y con la vista puesta en un pasado sublimado
que va adquiriendo un poso muy difícil de superar, esgrimido como bandera identitaria
frente a las nuevas corrientes por los artistas más tradicionales. Pero no es sólo en los
sectores más conservadores en los que se plantea esta cuestión de la identidad porque
muchos de los artistas más renovadores sostienen esa voluntad de autoafirmación cultural
de lo autóctono, en la que sin renunciar a las vinculaciones con las vanguardias
internacionales se mantengan esas referencias a lo que se considera propio basadas en unas
raíces comunes. La incorporación a la vanguardia incide con fuerza removiendo los
cimientos del arte vasco. Son vientos de renovación recibidos en medio de una fuerte
polémica porque la inercia y el apego a la tradición generan fuertes resistencias a toda
novedad. Vanguardia y tradición se convierten en parámetros opuestos.

La década de los setenta supone el desarrollo y madurez de los artistas que se


constituyeron en Escuela Vasca (grupos Gaur, Hemen, Orain). También los más jóvenes
que se unieron a ese impulso colectivo consolidaron en esta década un vocabulario
personal. Los artistas mayores dejaron de hablar con los jóvenes y la pintura informalista
que se había desarrollado en los años sesenta tuvo escasa continuidad. También se ha
señalado la falta de entendimiento entre los artistas de los diferentes territorios como dato
clave del fracaso de las iniciativas de colaboración. Todo ello hizo que ese aislamiento
tuviera en algunos casos un carácter de auténtica confrontación vanguardista, sobre todo en
Bizkaia. Desde comienzo de la década surgieron nuevas formas de pintura narrativa, entre
un pop testimonial o simplemente cercano al fenómeno urbano, y escenarios más afines a la
psicodelia o las mitologías personales. Gipuzkoa y Pamplona fueron los focos de este
nuevo tipo de pintura. Los artistas vascos supieron constituir un frente más en la lucha de la
cultura contra la dictadura franquista y al finalizar el régimen, los artistas perdieron en parte
su carácter ejemplar, antagonista, y tuvieron que adaptarse a un contexto diferente, en el
que las prioridades dejaron de ser políticas para convertirse en más llanamente
profesionales.

La llamada crisis de lo moderno se produjo en el contexto vasco de manera muy diferente a


otros lugares. La incidencia de las corrientes internacionales fue especialmente significativa
aquí. Se produjo, en los años ochenta, una recuperación de la cultura autóctona pero en el
marco del arte contemporáneo. Por otra parte, adquirieron auge diferentes versiones más o
menos próximas al neoexpresionismo que se había asentado en la escena internacional
desde finales de los años setenta. Algunos artistas ya asentados se acercaron a ella dando un
giro importante a su trabajo, mientras que simultáneamente aparecieron nombres nuevos,
que ofrecieron versiones muy diferentes de esta revalorización de la pintura de corte
narrativo.
Alfonso Gortázar, Sin título (1985)

Frente al debate sobre si existe o no un estilo o forma específico de expresión del “alma
vasca” uno de los aspectos que desde los años noventa mejor define el ámbito de la
creación en Euskadi es la pura y simple realidad institucional: las redes institucionales de
enseñanza, producción y exposición, generalmente más tupidas y de mejor calidad que las
del resto del Estado, fueron las que confirmaron la presencia de lo vasco en el contexto
español e internacional. Por otra parte, el número de agentes en el terreno de las artes
plásticas amplió y diversificó, dando lugar al surgimiento de espacios y colectivos
alternativos.

Las viejas figuras del pintor, aun con excepciones, van quedando disueltas en el trasvase
de diferentes procedimientos creativos que erosionan las prácticas tradicionales y se
orientan hacia un campo difuso y mezclado. Competentes en múltiples campos, los artistas
en este final de siglo producen frecuentemente sus obras como cruce de disciplinas. Pero
incluso cuando optan por una cierta estabilidad disciplinar tienden a llenarla de impurezas y
referencias dispares.
Luis Candaudap

Uno de los legados que ha llegado hasta el arte actual hace referencia a la pulsión de lo
nuevo que emerge de la estética de la originalidad postulada por las diversas corrientes
vanguardistas. Difiere con el modo de innovar en el arte clásico y en el romántico. Lo
nuevo, en arte, es también cuestión de contemplación y de recepción. Se plantea una
posición recurrente y paradójica que se reconoce en las vanguardias: el arte nuevo no
puede nacer más que de la exigencia de nuevas ideas que piden ser expresadas; pero estas
nuevas ideas son ideas del arte y nada más que del arte. Así, los estilos que no dejan de
cambiar nunca pueden morir.
Bibliografía
Aguirre, P. (2018). Después del 68. Arte y prácticas artísticas en el País Vasco. Bilbao: Museo de
Bellas Artes de Bilbao.

Alonso Pimentel, C. (2005). La pintura y las artes gráficas en el País Vasco entre 1939 y 1975.

Golvano Gutiérrez, F. (s.f.). Merodeos Sobre Las Primeras Vanguardias Vascas, Sus Paradojas Y
Aporías. Obtenido de Hiru: https://www.hiru.eus/es/arte/merodeos-sobre-las-primeras-
vanguardias-vascas-sus-paradojas-y-aporias

Golvano, F. (2000). ¿De qué hablamos cuando hablamos de arte vasco? Obtenido de Euskonews:
http://www.euskonews.eus/0089zbk/gaia8907es.html

González de Durana Isusi, J. (s.f.). Los Orígenes De La Modernidad En El Arte Vasco: Arte Vasco Y
Compromiso Político. Obtenido de Hiru: https://www.hiru.eus/es/arte/los-origenes-de-la-
modernidad-en-el-arte-vasco

Gutiérrez del Campo, I. (2020). Darío de Regoyos. Obtenido de Historia-Arte!: https://historia-


arte.com/artistas/dario-de-regoyos

Rodríguez-Escudero Sánchez, P. (s.f.). Costumbrismo, Impresionismo Y "Art Nouveau" En La Pintura


Vasca. Obtenido de Hiru: https://www.hiru.eus/es/arte/costumbrismo-impresionismo-y-
art-nouveau-en-la-pintura-vasca

Sáinz Gil, A. M. (1993). La pintura del siglo XIX en el país Vasco: Períodos y generaciones de
pintores. Bilbao: KOBIE (Serie Bellas Artes).

También podría gustarte