Pintura Vasca
Pintura Vasca
El objetivo de este trabajo es dar a conocer la evolución de la pintura en el País Vasco entre
los siglos XIX y XX. Abordaremos así las distintas generaciones de artistas que
construyeron un arte nacionalista en torno a lo vasco.
“Lo vasco” simboliza tres ámbitos de sentido: el primero comprende a la comunidad
lingüística euskaldun, el segundo a la comunidad política vasca como proyecto a conformar
desde el reconocimiento de la sociedad real y su pluralidad de procedencias, culturas y
sentimientos de pertenencia, y el tercero hace referencia a la cultura también plural de esa
comunidad política. El escenario del arte vasco revela una gran complejidad social, política
y cultural, aunque se han atemperado gran parte de los conflictos que se avivaron en el
régimen franquista. El reconocimiento del autogobierno, la recuperación del euskera, la
afirmación de emblemas de su identidad por toda la sociedad, son algunos logros políticos
que han reducido la intensidad dramática del arte de épocas pasadas. El destino de la
pintura se presenta especialmente relacionado al de la política y la economía y las
transformaciones de tipo sociológico e ideológico en la sociedad vasca de la época.
Siglo XIX
DEL ACADEMICISMO1 AL NATURALISMO2
1
Se habla de obras académicas cuando en estas se observan unas normas consideradas «clásicas»
establecidas, generalmente, por una Academia de Artes.
2
Estilo artístico basado en reproducir la realidad con una objetividad documental en todos sus aspectos.
Angel Sáez llega a Vitoria para ocupar una cátedra de dibujo y educó así a abundantes
pintores vitorianos. Cultiva una pintura urbana, cuadros religiosos y retratos.
3
Movimiento artístico que tenía como base la renovación de los valores filosóficos y estéticos de la
Antigüedad Clásica y el culto a la razón, interpretados como modelos para la construcción de la modernidad.
4
Grupo de pintores del Romanticismo alemán. A este estilo de principios del siglo XIX también se le conoce
como Purismo nazareno. Pretendían revivir la honradez y espiritualidad del arte cristiano medieval.
1863) de San Sebastián, también discípulo de Madrazo y de Antonio Gómez y Cros en
Madrid, se dedicó al género histórico5 y al retrato burgués con un estilo que se desenvuelve
en una paleta oscura y ciertos efectismos retóricos propios de la época; León Bonnat
(1833-1922) nacido en Bayona, recibe su formación académica de Madraza (en Madrid) y
de Lepan Cagnet, (en París). Su estilo juvenil causó escándalo, al alejarse del
Academicismo derivado de Ingres6 a favor de un estilo más naturalista o verosímil,
inspirado en Caravaggio7 y José de Ribera8. Su manera de tratar los temas bíblicos causó
rechazo, pues representaba a los personajes sacros como gente de la calle, de aspecto
rústico y en ocasiones desagradable.
5
Género pictórico que se inspira en escenas con eventos de la historia cristiana, de la historia antigua
(mesopotámica, egipcia, griega, romana), de la mitología o de los acontecimientos históricos recientes.
6
Pintor francés del Neoclásico.
7
Pintor italiano del Barroco (período cultural, científico, tecnológico, filosófico, político y económico del
siglo XVII)
8
Pintor, dibujante y grabador español del Barroco.
Otros artistas de esta generación son Salustiano Asenjo Arozarena (1834-1897),
natural de Pamplona, con estudios y actividad artística profesional de catedrático de
Historia en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos, Valencia. Mantiene aun así contactos
con el País Vasco y se dedica al cultivo de la pintura histórica, a la vez que desarrolla sus
dotes de caricaturista y dibujante; Ramón Elorriaga (1836-1898) de Bilbao quien estudió
en Madrid y en Roma y pintó cuadros históricos y religiosos. Elorriaga se considerará como
un precedente en una práctica habitual en el arte vasco posterior, tanto por su amistad con
artistas catalanes como por la búsqueda y apertura de mercado artístico en América y
Eduardo Zamacois y Zabala (1841-1871) nacido en Bilbao donde cultivó una pintura de
género francés y de género histórico, en formatos pequeños de clara intención comercial.
Frente al carácter historicista general de estos artistas, los que les siguen encaminarán
unos tímidos pasos naturalistas-realistas hacia el paisaje si bien seguirán las bases plásticas
de sus antecesores: nazarenismos de Elorriaga y la pintura histórica. Así, podemos
mencionar a Roberto Laplaza y Muncig (1842-1930) de Bilbao, quien ejecuta algunas
pinturas decorativas para numerosos palacios, así como participa en la restauración de San
Francisco el Grande, realizando sus vidrieras; José Echenagusia (1844-1912), de
Fuenterrabia, quien gana en 1892 en el País Vasco el premio en los Juegos Florales
Eúskaros con su cuadro "Irrintzi" y Alejandro Irureta (1854-1912), natural de Tolosa,
quien fue profesor en la Escuela de Artes y Oficios de San Sebastián y cultivó en su pintura
el retrato, el paisaje y el costumbrismo. Sufre fuerte influjo italiano en su oficio realista.
Luego, tenemos otro grupo de artistas que destaca por buscar lo típico, lo costumbrista,
lo popular, en escenas abiertas al aire libre; intentando reflejar un mayor movimiento
escenográfico y una mayor alegría por medio de un color más vivo. Aquí podemos nombrar
a Francisco “Pancho” Bringas (1827-1855) quien si bien nació en México, a la edad de
un año se fue a vivir a Bilbao y se crio allí. Produjo abundantes obras y plasmó en sus
cuadernos apuntes de aldeanos vascos, convirtiéndolos a éstos en temas explotables para el
futuro arte vasco. Su pintura se caracteriza por una paleta clara y una búsqueda del
movimiento, utilizando escenarios abiertos al aire libre; Gustave Collín (1828-1910) de
Arras (Francia), quien en 1858 se establece en el País Vasco-francés, en Ciboure donde
produjo una gran cantidad de paisajes. Luego, en 1862 se trasladó a San Juan de Luz donde
pintó muchas escenas del País Vasco; y Antonio M. Lecuona Echániz (1831-1907) nacido
en Tolosa, quien realizó retratos y cuadros de historias y leyendas vascas; en sus cuadros de
paisaje utilizó gamas de colores grises y verdes, colores que posteriormente se erigirán en
los colores de paisaje vasco. Lecuona es considerado como el viejo maestro de la pintura
vasca, él destaca por ser uno de los precursores del costumbrismo y por haber sido maestro
durante tres décadas de toda una generación de artistas nacidos durante la segunda mitad
del siglo XIX.
9
El Impresionismo es una corriente arte surgida en el siglo XIX, principalmente vinculada a la pintura: los
pintores impresionistas retrataban objetos de acuerdo a la impresión que la luz produce a la vista y no según
la supuesta realidad objetiva.
elegantes líneas, influencia del pintor francés Degas. En sus obras desarrolla el paisaje y la
escena costumbrista sobre la burguesía y las clases populares del Bilbao del cambio de
siglo.
Llegado a este punto, podemos apreciar que la pintura de la Escuela Vasca se caracteriza
por su temática, escenas rurales y marineras que permiten conocer los tipos y costumbres
vascos desde un punto de vista casi antropológico. Al llegar la modernidad, la pintura que
se hace en el País Vasco empieza a tener una entidad diferenciada y a adquirir un mayor
protagonismo cultural en la propia sociedad vasca.
La estela realista se prolonga en la obra de otros pintores que también podrían ser
calificados como regionales, dada su escasa significación para el resto de la Península o el
extranjero, así como al hecho de que tampoco se involucren activamente en la renovación
del arte local, sobre el que ejercen una influencia no demasiado significativa. En sus obras
pueden encontrarse algunas influencias de las novedades técnicas en circulación mezcladas
con un realismo académico del que no supieron desprenderse totalmente y que les vincula a
las tendencias más conservadoras que existían en el arte español. Algunos de ellos, como
José Echenagusía (1844-1912), Pedro Alejandrino Irureta (1851-1912), Macario
Marcoartu (1858-1905) o Vicente Berrueta (1867-1909), desarrollan la mayor parte de su
obra en el siglo XIX y la que realizan a principios del XX no innova ya que, aunque traten
de asimilar las innovaciones, su espíritu y sensibilidad se mantendrán fieles al siglo
anterior.
También tenemos a Ignacio Ugarte (1858-1914), que estudió en Madrid y en Roma donde
entraría en contacto con la vertiente luminista10 del realismo que, sin embargo, nunca llegó
a seguir estrictamente, si bien, en algunas de sus composiciones se percibe cómo nace un
sentido del color más vivo y alegre y una mayor atención a los efectos lumínicos. Ugarte
cultivaría esta vertiente quizá más comprometida en obras en las que retrata ambientes de
marginación. No obstante, esta temática convive con las amables representaciones, llenas
de tipismo y sin ningún afán crítico, de los personajes populares entre los que representa
tanto a los tipos vascos como a aquellos otros que formaban parte de la imaginería habitual
en la España de entonces: gitanas, manolas, floreras, etc.
10
El luminismo es un estilo artístico que surge a mediados del siglo XIX y que se caracteriza por su tendencia
a proyectar espacios iluminados jugando con la luz a través de la pintura y pinceladas sueltas.
Siglo XX
Puede deducirse que la única tendencia que parece afianzada en la pintura del País
Vasco es la que se suele designar como costumbrismo, denominación que, más arriba,
proponía sustituir por regionalismo. Una tendencia cuya continuidad se basa, sobre todo, en
la consideración del asunto del que se ocupan las pinturas. De Impresionismo sólo podría
hablarse en relación con Regoyos y Guiard que son quienes parecen asumir con más
continuidad y consciencia el alcance de este movimiento.
11
Movimiento pictórico originado en Francia que generalmente es caracterizado por un empleo provocativo
del color.
12
Corriente artística que se caracteriza por sus composiciones fragmentadas y deconstruidas que pueden
ser vistas desde múltiples perspectivas a la vez.
13
Sentimiento de apego al entorno vasco y su cultura, que existe en personas, grupos sociales y zonas de los
territorios vascos.
Jesús Olasagasti, Sin título (1929)
Cabe señalar una fecha emblemática en el contexto ibérico: 1925, cuando se celebra en
Madrid la Primera Exposición de Artistas Ibéricos que cuenta con una heterogénea
participación vasca (Arteta, Arrúe, Echeverría, los hermanos Zubiaurre, Tellaeche,
Guezala, Ucelay, Urrutia, Bicandi, García, Pérez Orúe, Sáenz de Tejada, Quintín de la
Torre y Dueñas, junto a la compañía de artistas españoles como Dalí, Benjamín Palencia,
Alberto, Bores, Ferrant, Gutiérrez Solana, Vázquez Díaz). Mientras en ese contexto se
celebraba ese ímpetu renovador, en Europa aparecían los primeros síntomas de decadencia
e institucionalización del espíritu vanguardista.
El realismo, con el ascendiente notable de Dalí, fue una muy imponente veta expresiva
que se localizó sobre todo en Zaragoza, Santa Cruz de Tenerife y Madrid. En Euskadi,
tendrá un eco débil aunque se puede reconocer en obras de Nicolás Lekuona y de Carlos
Ribera. La conflictiva situación histórica que precedió a la Guerra Civil, impidió que se
consolidasen las tramas vanguardistas más allá de la rutilante presencia de algunas
individualidades en el contexto internacional.
Las primeras vanguardias representaron una fase o estadio de la propia modernidad. No
es posible separar la experiencia moderna de la vanguardista. Algunos rasgos que han
definido el modernismo y que también fueron recreados por las primeras vanguardias desde
su origen son: la defensa de la autonomía del arte, la escisión entre arte y cultura cotidiana,
o entre arte y política, y la pulsión de lo nuevo. No obstante, los programas estéticos de las
vanguardias han sido siempre contradictorios y ambiguos ya que la disolución de los
lenguajes artísticos y la experimentación e instauración de un orden nuevo está lleno de
contrasentidos y puntos ciegos. Y así pasa también en el acontecer de las vanguardias
vascas, aunque con modulaciones propias determinadas por el específico contexto histórico,
cultural y político. La sociedad GU, fue fundada en el año 1934 en Donostia, y sus eventos
reunían a los más sobresalientes de la emergente vanguardia vasca. Es sabido que acogió a
artistas de sensibilidades artísticas e ideológicas de índole diversa y antagónica. Tal
coexistencia de postulados estéticos y políticos antagónicos no dejaba de expresar una
paradoja más en el origen de tales vanguardias. Aquí destacan las figuras de Nicolás
Lekuona y de José Manuel Aizpúrua, dos artistas que tuvieron un reconocimiento tardío e
insuficiente en la valoración de las primeras vanguardias ibéricas. Su muerte prematura en
la Guerra Civil, truncó sus respectivas trayectorias que tal vez hubieran elevado su
consolidación al grado de genios. Junto a Oteiza hubieran constituido la tríada por
excelencia del vanguardismo vasco.
Nicolás Lekuona, Sin título (1935)
En los años cincuenta, se inicia una recuperación de la modernidad que no surge de cero,
sino que establece una conexión con las experiencias más vanguardistas del final de la
República interrumpidas bruscamente por la fractura que supuso la guerra. El proceso
evolutivo de la pintura se hace más complejo por el ansia de realización personal y de
originalidad se agudiza entre los artistas. Las mayores cotas de libertad, el aperturismo y el
deseo de incorporarse a las corrientes de vanguardia procuran un panorama artístico más
estimulante. Se crean así numerosos grupos de vanguardia con la intención de afrontar en
común la lucha y reducir las resistencias institucionales y ambientales que habría sido
difícil emprender individualmente.
En el País Vasco, la tan traída y polémica cuestión de una pintura con identidad propia,
de una escuela vasca, fue reivindicada o negada por muchos. El apego a la tradición se fue
transmitiendo de generación en generación, y con la vista puesta en un pasado sublimado
que va adquiriendo un poso muy difícil de superar, esgrimido como bandera identitaria
frente a las nuevas corrientes por los artistas más tradicionales. Pero no es sólo en los
sectores más conservadores en los que se plantea esta cuestión de la identidad porque
muchos de los artistas más renovadores sostienen esa voluntad de autoafirmación cultural
de lo autóctono, en la que sin renunciar a las vinculaciones con las vanguardias
internacionales se mantengan esas referencias a lo que se considera propio basadas en unas
raíces comunes. La incorporación a la vanguardia incide con fuerza removiendo los
cimientos del arte vasco. Son vientos de renovación recibidos en medio de una fuerte
polémica porque la inercia y el apego a la tradición generan fuertes resistencias a toda
novedad. Vanguardia y tradición se convierten en parámetros opuestos.
Frente al debate sobre si existe o no un estilo o forma específico de expresión del “alma
vasca” uno de los aspectos que desde los años noventa mejor define el ámbito de la
creación en Euskadi es la pura y simple realidad institucional: las redes institucionales de
enseñanza, producción y exposición, generalmente más tupidas y de mejor calidad que las
del resto del Estado, fueron las que confirmaron la presencia de lo vasco en el contexto
español e internacional. Por otra parte, el número de agentes en el terreno de las artes
plásticas amplió y diversificó, dando lugar al surgimiento de espacios y colectivos
alternativos.
Las viejas figuras del pintor, aun con excepciones, van quedando disueltas en el trasvase
de diferentes procedimientos creativos que erosionan las prácticas tradicionales y se
orientan hacia un campo difuso y mezclado. Competentes en múltiples campos, los artistas
en este final de siglo producen frecuentemente sus obras como cruce de disciplinas. Pero
incluso cuando optan por una cierta estabilidad disciplinar tienden a llenarla de impurezas y
referencias dispares.
Luis Candaudap
Uno de los legados que ha llegado hasta el arte actual hace referencia a la pulsión de lo
nuevo que emerge de la estética de la originalidad postulada por las diversas corrientes
vanguardistas. Difiere con el modo de innovar en el arte clásico y en el romántico. Lo
nuevo, en arte, es también cuestión de contemplación y de recepción. Se plantea una
posición recurrente y paradójica que se reconoce en las vanguardias: el arte nuevo no
puede nacer más que de la exigencia de nuevas ideas que piden ser expresadas; pero estas
nuevas ideas son ideas del arte y nada más que del arte. Así, los estilos que no dejan de
cambiar nunca pueden morir.
Bibliografía
Aguirre, P. (2018). Después del 68. Arte y prácticas artísticas en el País Vasco. Bilbao: Museo de
Bellas Artes de Bilbao.
Alonso Pimentel, C. (2005). La pintura y las artes gráficas en el País Vasco entre 1939 y 1975.
Golvano Gutiérrez, F. (s.f.). Merodeos Sobre Las Primeras Vanguardias Vascas, Sus Paradojas Y
Aporías. Obtenido de Hiru: https://www.hiru.eus/es/arte/merodeos-sobre-las-primeras-
vanguardias-vascas-sus-paradojas-y-aporias
Golvano, F. (2000). ¿De qué hablamos cuando hablamos de arte vasco? Obtenido de Euskonews:
http://www.euskonews.eus/0089zbk/gaia8907es.html
González de Durana Isusi, J. (s.f.). Los Orígenes De La Modernidad En El Arte Vasco: Arte Vasco Y
Compromiso Político. Obtenido de Hiru: https://www.hiru.eus/es/arte/los-origenes-de-la-
modernidad-en-el-arte-vasco
Sáinz Gil, A. M. (1993). La pintura del siglo XIX en el país Vasco: Períodos y generaciones de
pintores. Bilbao: KOBIE (Serie Bellas Artes).