Ensayo Dios Como Misterio

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EL MISTERIO DE CONOCER

Desde los orígenes más oscuros de la humanidad existe una idea central que ha
persistido y se ha expresado en multitud de creencias, formas y rostros según las
distintas culturas, la idea de Dios. El hombre al ser dotado de facultades que le
permiten la adaptabilidad en esta realidad llamada, mundo, y que a su vez hacen
que el hombre sea hombre se ha de resaltar una, el conocimiento. El acto del
conocimiento aparece, en una primera instancia, como un lugar de encuentro de
espíritu y universo, teatro de comunicación entre ambos, un modo de presencia
para sí mismo y los demás, que privado de esta abertura al mundo, el hombre
estaría condenado a una rigurosa soledad, encerrado en el silencio de la noche. 1
El acto de conocimiento plantea delicados problemas. Todo hombre piensa como
respira. Al conocer se ejerce el arte de discernir lo verdadero de lo falso y de
disociar lo real de lo ficticio. Aristóteles en su metafísica en el libro primero
menciona que el hombre por naturaleza desea saber, buscar es precisamente una
característica inequívoca de una vida verdaderamente humana. El hombre no se
colma buscando y se pregunta por los afanes de su vida, del sentido y finalidad,
de su inserción en el mundo, de su ser. Mas ¿por qué tiene que buscar y
preguntar, porque no está ya contento con lo que dicen y ofrecen las cosas de su
contorno inmediato? Evidentemente, porque percibe y sabe que todas las cosas
no son portadoras de sí mismas, de su sentido en sí mismas, sino que señalan
algo más allá de sí mismas, el hombre vive una relatividad interna… se pregunta a
través de ellas por una razón absoluta, independiente, ilimitada e imperecedera de
su ser y sentido, razón que soporta y hace posible todo. 2

El hombre busca el absoluto; como lo expreso Jaspers: <<Si suprimo algo que es
absoluto para mí, automáticamente otro absoluto ocupa su puesto>>. 3

Dios es el concepto más difícilmente alcanzable, pero al mismo tiempo el más


inevitable a la razón especulativa humana. 4 Tomas de Aquino señala que conocer
1
Cfr. Etcheverry A., el hombre en el mundo, “el conocimiento humano y su valor”, SIGUEME, Salamanca,
1969.
2
Beck, H., El Dios de los sabios y pensadores, Madrid 1968, pp. 14-15.
3
Jasper, K., Filosofía, I, p. 385.
4
Kant, I., Reflexión, no 6.282, en AK, XVII, 548.
la verdad es lo que nos anima nuestra vida intelectual, ya que nos impulsa a
conocer la causa final de todos nuestros conocimientos. 5 El hombre que busca por
las solas fuerzas de la razón de manera espontánea o filosófica, ha logrado una
deducción, que, en este primer grado de conocimiento, aunque imperfecto hizo
que el hombre llegue a tener una noción que es expresada por medio del lenguaje
y conceptualizada, Dios. El hombre identifica razón con inteligencia, poniendo de
relieve la inclinación natural de nuestro entendimiento a cuantificar e inmovilizar
las cosas; lo que cambia, lo que deviene, se le escapa, tiene que disecar aquello
que quiere comprender. De ahí la ilusión de las ciencias que toman por realidad lo
que no es más que una secreción de la misma hecha por el entendimiento. El
objeto formal y propio de nuestro entendimiento es la materia sólida con su
extensión e inmovilidad; el intelecto toma lo inextenso por lo extenso y lo mutable
por lo estático; el resultado de esta actuación es la fabricación de conceptos los
cuales no dicen que sea la cosa en sí, sino que muestran a ésta en símbolos que
traducen y desfiguran la realidad. Pero el conocimiento conceptual no es una
función puramente teórica o especulativa, sino que se inspira en exigencias
prácticas multiformes de la vida; es decir, está al servicio práctico de un sujeto
individual o social.6

Cuanto mayores sean nuestras exigencias críticas en el conocer humano, más


estrechos serán los límites de nuestro conocimiento y viceversa. Por tanto, hay
que hablar de límites.7 Donde hay límites hay misterio. Al hablar de misterio nos
referimos a una realidad que no es accesible a la razón de manera total. Existen
misterios que la inteligencia humana no puede alcanzar ni siquiera su existencia.
Pero hay otros que, aunque el hombre no pueda comprender, sin embargo, es
consciente de que está ante una realidad que existe. Por lo tanto, sobre todo
cuando nos referimos a estos últimos, no debemos olvidar que el concepto de
misterio hace relación a la posibilidad de su conocimiento racional, no a su
existencia. La razón es bien sencilla: si algo no es real, es decir, no existe, es

5
Luis Gonzales, A., Teología natural, EUNSA, Navarra, 5ta edición, 2005.
6
Suances Marcos, A. Manuel: “El irracionalismo: la razón bajo sospecha”, en González García, M. (comp.),
Filosofía y cultura, Madrid, Siglo XXI, 1992.
7
Cfr. Locke, J., Ensayo sobre el entendimiento humano, México, FCE
absurdo plantearnos la posibilidad de su conocimiento o comprensión, puesto que
no existe...Si pensamos, por ejemplo, que las brujas montadas en su escoba no
existen, sino que son pura fantasía, ¿qué sentido tiene plantearnos si podemos o
no conocerlas? ¡No existen y se acabó la cuestión!

Hablar de misterio no se significa desde luego en modo alguno algo


exclusivamente negativo, no se refiere sólo a la oscuridad. Bien mirado, misterio
no significa en absoluto oscuridad. Significa luz, pero una luz de tal plenitud que el
conocimiento humano y el lenguaje humano no la pueden “percibir en su
totalidad”. Así pues, la aspiración y la ventaja de la filosofía cristiana se apoya en
que se siente llamada a conseguir una visión más profunda tanto en la plenitud de
la verdad como en la inagotabilidad de la misma. Cuanto más profunda sea la
penetración en la plenitud, tanto más profunda será la visión de la inagotabilidad.
La convicción de la insuficiencia del conocimiento humano crece en la misma
medida que este mismo conocimiento. La ciencia puede establecer, por sí misma,
límites en el terreno del conocimiento positivo. Sin embargo, la filosofía, cuya
naturaleza es cuestionarse las raíces de lo real y con ello penetrar en la dimensión
de su carácter de criatura, se enfrenta formalmente con lo incomprensible, con la
criatura en cuanto misterio.8
Al decir que todo hombre encierra un misterio, estamos afirmando que hay
aspectos en el hombre que escapan a nuestro conocimiento o comprensión. Y
esto lo sabemos por nuestra propia experiencia personal. El siguiente paso de
este razonamiento nos lleva preguntarse dónde radica ese aspecto de misterio
que encierra todo ser humano. Pero ante esta pregunta la sola razón humana
encuentra un obstáculo casi insalvable. Sabe que está, pero no dónde ni en qué
consiste. Todas las ideologías ateas, aunque han presumido siempre de lo
contrario, llevan consigo esta frustración, que no queda asilada en la pura reflexión
intelectual, sino que inevitablemente se plasma en la conducta y en la convivencia
social. ¿En qué se diferencia de una mentalidad atea? Que, al negar ésta
8
Cfr. González, Roberto Andrés. (2015). Pensar el misterio como límite, o acerca de las tres facetas del
misterio a partir de la obra de Eduardo Nicol. Signos filosóficos, 17(33), 78-97. Recuperado en 26 de enero de
2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1665-
13242015000100078&lng=es&tlng=es.
necesariamente la existencia del misterio por simple coherencia con su propio
pensamiento, reduce al hombre a una realidad puramente material, sin nada que
transcienda la lleva a tomar la condición de un animal, aunque, eso sí, en un
proceso de evolución.
La fe no desvela la profundidad de ese misterio. Pero certifica que en cada ser
humano hay un misterio.9

9
Folia Humanística, XVIII, nº 207; marzo, 1980.

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