Un Foco Infeccioso El Puerto Del Callao Durante Los Estragos de La Fiebre Amarilla de 1868 Versión Final

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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES


ESCUELA PROFESIONAL DE HISTORIA

Un foco infeccioso: El puerto del Callao durante los


estragos de la fiebre amarilla de 1868

TESIS

Para optar el Título Profesional de Licenciado en Historia

AUTOR

Sally Rosas Elizabeth Inga Rumiche

ASESOR
Carlos Carcelén Reluz

Lima - Perú
2022

1
A aquellos que miran el pasado
para poder comprender mejor su presente.

A Erasmo y Erlinda, mis padres,


por su apoyo incondicional.

2
RESUMEN

Con el auge económico del guano, se evidencio la necesidad de contar con mano de
obra para la extracción de este fertilizante. Debido a ello se contrató a trabajadores de origen
chinos para que realizaran esta labor. Tras coincidir el arribo de ellos al Perú con la aparición
de la fiebre amarilla, se esparció la idea de eran los responsables de haber traído la
enfermedad al país. Ya que serían los agentes portadores de los miasmas, microrganismos
orgánicos que se encontraban en el aire y que ocasionaban la enfermedad tras entrar en
contacto con el cuerpo humano. Una de las epidemias de fiebre amarilla que causó los
mayores estragos del siglo XIX fue la de 1868. Los primeros casos fueron registrados en el
Puerto del Callao. Debido a ello las autoridades pusieron en práctica una serie de medidas
sanitarias en el primer puerto, lugar donde arribaban navíos con tripulación asiática, situación
que lo convertía en un potente foco de infección.

PALABRAS CLAVES: Fiebre Amarilla, Puerto, Callao, Siglo XIX, Foco de Infección,
Miasmas.

3
AGRADECIMIENTOS

Sí bien cierto la elección de un trabajo de investigación parte de un interés propio,


este interés, no deja de ser una simple inquietud, sin el apoyo de una infinidad de personas
que, a través de sus acertados comentarios y recomendaciones, permiten que dichas
inquietudes se cristalicen en preguntas, que nos ayudan no solo a ingresar al tema, sino
también a desarrollarlo y concluirlo. Es así como las presentes líneas que se escriben a
continuación, pretenden ser un gentil agradecimiento a todas aquellas personas que de forma
directa o indirecta me han servido de apoyo en la elaboración de la presente tesis.

En primera instancia, quiero comenzar agradeciendo al Vicerrectorado de


Investigación y Posgrado de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, por haberme
otorgado en el año 2018, una beca para la elaboración de esta tesis. Gracias por el respaldo
brindado a este proyecto.

Asimismo, quiero agradecer a mi asesor de tesis, el magister Carlos Carcelén Reluz,


por haberme inculcado a través de talleres como el de Historia Ambiental, la importancia de
estudiar la relación existente entre el medio ambiente y el hombre. De igual forma, le
agradezco el haber acogido este proyecto desde sus inicios y haberme guiado a través de sus
valiosas observaciones y recomendaciones en la elaboración y culminación de esta tesis.

De igual modo, agradezco las recomendaciones de la doctora Patricia Palma,


historiadora peruanista. A quien tuve la oportunidad de conocer en el año 2019, en el “II
Taller de Historia de la Ciencia, la Tecnología y Salud desde y sobre el Perú”. Gracias, por
la recomendación de fuentes y bibliografía, así como por su predisposición para leer buena
parte de la primera versión de esta tesis. Asimismo, expresó mi agradecimiento al historiador
José Ragas, por permitirme llevar clases de manera virtual como alumna libre en el Seminario
“Pandemias, Globalización y Sociedad” del Instituto de Historia de la Universidad Católica
de Chile. Ello fue muy enriquecedor, no solo por las lecturas sino también por los debates e
intercambio de ideas.

Agradezco también a los profesores Ruth Borja Santa Cruz, Marcel Velázquez Castro
y Franco Lobo Collante, por haber leído el borrador de la tesis y haberme realizado una serie
de recomendaciones y sugerencias, que han sido de gran utilidad para mejorar este trabajo.

4
Extiendo también mi agradecimiento a la doctora María Emma Manarelli, quién a
través del curso de Seminario de Investigación V y VI me asesoró constantemente y me hizo
ver la importancia que tiene la fiebre amarilla de 1868 como estudio de caso para el Callao.
Gracias por haberme guiado hacia la elección del tema. Asimismo, a los diversos profesores,
con los que he tenido la oportunidad de llevar clases en la Facultad de Ciencias Sociales, que
han sido determinantes en mi formación. De igual forma, a mis compañeros de carrera por el
constante apoyo, especialmente a Yenisa Guizado Mercado, Daniela Roca Ventura, Víctor
Andrés Medina, Miller Molina Gutiérrez, Renzo Loza Livia.

También, extiendo mi agradecimiento al historiador naval Michel Laguerre Kleiman,


no solo por haberme apoyado con la recomendación de documentación y bibliografía, sino
también por haberme guiado desde el año 2015 (fecha en la que inicié mis prácticas pre –
profesionales) en el campo de la investigación y tratamiento de fuentes. Permitiendo de esta
forma complementar la enseñanza teórica que me brindaba la universidad con la práctica.

Por otro lado, también quiero agradecer a todas aquellas personas que laboran en los
siguientes archivos y bibliotecas, que gentilmente me permitieron revisar la valiosa
información que custodian en cada uno de estos recintos: Archivo Histórico de la Facultad
de Medicina de San Marcos, Archivo Histórico de la Municipalidad de Lima, Archivo
Histórico de la Marina de Guerra del Perú, Biblioteca Nacional del Perú, Biblioteca del
Congreso de la República, Biblioteca Central de San Marcos (área de hemeroteca y Fondo
Reservado), Biblioteca Museo Temple Radicati, Biblioteca Central de Marina, Biblioteca del
Instituto Riva – Agüero.

Finalmente, quiero expresar mi gratitud a mi familia, los Inga Rumiche, por haber
sido un soporte fundamental durante toda la elaboración de la tesis y mi carrera.

5
ÍNDICE

RESUMEN.......................................................................................................................................... 3
AGRADECIMIENTOS ...................................................................................................................... 4
ÍNDICE ............................................................................................................................................... 6
ÍNDICE DE CUADROS ..................................................................................................................... 9
INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................ 10
a. Planteamiento del problema .................................................................................... 11
a.1.- Problema principal ....................................................................................................... 11
a.2.- Problemas secundarios ................................................................................................. 11
b. Estado de la cuestión ............................................................................................... 11
b.1. Políticas sanitarias en el Perú del siglo XIX ................................................................ 12
b.2. La fiebre amarilla .......................................................................................................... 13
b.3. Puertos y epidemias ...................................................................................................... 17
c. Objetivos ................................................................................................................................... 19
c.1.- Objetivo principal ......................................................................................................... 19
c.2.- Objetivos secundarios .................................................................................................. 19
d. Planteamiento de la hipótesis .................................................................................................... 20
d.1. Hipótesis principal ......................................................................................................... 20
d.2. Hipótesis secundarias .................................................................................................... 20
e. Justificación ............................................................................................................................... 20
f. Marco teórico ............................................................................................................................. 21
f.1. Foco de infección ........................................................................................................... 21
f.2. Xenofobia ....................................................................................................................... 22
f.3. Discriminación ............................................................................................................... 22
f.4. Prejuicio ......................................................................................................................... 22
g. Metodología .............................................................................................................................. 22
I. LA REPÚBLICA DEL GUANO Y EL ARRIBO DE LOS CULÍES ........................................... 26
1. El paso del virreinato a la república ........................................................................ 26
1.1. Salubridad.................................................................................................................. 27
1.2. Política de puerto cerrados: El proteccionismo económico ...................................... 28
2. El boom guanero ...................................................................................................... 29

6
2.1. Características, uso, método de extracción y concesionarios .................................... 29
2.2. Repercusiones sociales .............................................................................................. 31
3. Llegada de los culíes al Perú ................................................................................... 33
3.1. ¿Migración europea o asiática? ................................................................................. 33
3.2. Escenario internacional chino ................................................................................... 35
3.3. Una aproximación a los oficios, costumbres y tradiciones de culíes en China ......... 36
3.4. De Macao al Callao: traslado de los culíes y las condiciones sanitarias ................... 37
3.5. Costumbres, hábitos y prejuicios............................................................................... 42
II. EL PUERTO DEL CALLAO EN LOS ALBORES DE 1868 ..................................................... 47
1. Generalidades .......................................................................................................... 47
1.1. Fundación .................................................................................................................. 47
1.2. Geografía y clima ...................................................................................................... 48
2. La Provincia Constitucional: Jurisdicción y configuración ..................................... 49
2.1. El Callao .................................................................................................................... 50
2.1.1. Una descripción panorámica del Puerto .................................................................... 51
2.1.2. La Junta de Sanidad del Litoral ................................................................................. 52
3. Actividad económica ............................................................................................... 54
3.1. Del barco a vela al barco a vapor .............................................................................. 54
4. Sociedad .................................................................................................................. 55
4.1. Cosmopolitismo ........................................................................................................ 56
4.2. Entre las colonias, los hábitos y las tradiciones ........................................................ 56
4.3. Demografía ................................................................................................................ 59
5. Estado Sanitario ....................................................................................................... 62
5.1. Esfera pública ............................................................................................................ 62
5.1.1. Hospitales .................................................................................................................. 65
5.1.1.1. Hospital de San Juan de Dios .................................................................................. 66
5.1.1.2. Hospital de Guadalupe ............................................................................................ 69
5.1.2. Cementerios............................................................................................................... 72
5.1.2.1. Cementerio Británico............................................................................................... 75
5.1.2.2. Cementerio del Callao ............................................................................................. 77
5.1.3. Mercado..................................................................................................................... 78
5.1.4. Escuela ...................................................................................................................... 79
5.2. Esfera privada............................................................................................................ 80

7
III. DISCURSOS, TRATAMIENTOS MÉDICOS, Y OTRAS PERSPECTIVAS ACERCA DE LA
FIEBRE AMARILLA ....................................................................................................................... 83
1. Discursos Médicos................................................................................................... 84
1.1. Del Anfiteatro Anatómico a la Facultad de Medicina ............................................... 84
1.2. Debates médicos sobre el origen de la fiebre amarilla .............................................. 90
1.3. El enfoque miasmático .............................................................................................. 97
1.4. La idea de foco infeccioso ....................................................................................... 100
1.5. Etapas y síntomas de la fiebre amarilla ................................................................... 103
2. Tratamientos médicos y populares ........................................................................ 104
2.1. Tratamientos médicos ............................................................................................. 104
2.1.1. Métodos curativos ................................................................................................... 105
2.1.1.1. Método Antiflogístico ........................................................................................... 105
2.1.1.2. Método medicación vomitiva ................................................................................ 105
2.1.1.3. Método racional ..................................................................................................... 106
2.1.2. Cuarentenas, limpieza, y visitas médicas ................................................................ 107
2.1.2.1. Cuarentenas ........................................................................................................... 107
2.1.2.2. Limpieza del espacio público ................................................................................ 111
2.1.2.3. Visitas médicas ...................................................................................................... 113
2.2. Tratamientos populares ........................................................................................... 114
2.2.1. El febrífugo Guerrero .............................................................................................. 116
2.2.2. Herbolarios chinos................................................................................................... 120
IV. UN FOCO INFECCIOSO: EL PUERTO DEL CALLAO DURANTE LOS ESTRAGOS DE
LA FIEBRE AMARILLA DE 1868 ............................................................................................... 126
1. Los inicios de la epidemia ..................................................................................... 126
2. Concepción del Puerto del Callao como foco de infección ................................... 128
2.1. Arribo de embarcaciones provenientes del extranjero ................................................ 128
2.2. El caso de los inmigrantes chinos............................................................................ 131
2.3. Estado sanitario del Puerto ...................................................................................... 134
2.4. El problema de aglomeración, de los hábitos y las tradiciones ............................... 139
3. Los estragos de la epidemia ................................................................................... 142
4. El fin de la epidemia .............................................................................................. 149
CONCLUSIONES .......................................................................................................................... 154
BIBLIOGRAFÍA............................................................................................................................. 160

8
ÍNDICE DE CUADROS

Tabla 1. Actividades económicas de los culíes en Macao antes de migrar al Perú ........................... 36
Tabla 2. Acontecimientos suscitados en los barcos que iban de Macao al Callao ............................ 39
Tabla 3. Inmigración de culíes al Callao en la década de 1860 ........................................................ 41
Tabla 4. Horas de viaje en barco a vela y a vapor ............................................................................. 55
Tabla 5. Número de pobladores en el Callao hacia el año 1836 ....................................................... 60
Tabla 6. Entierros realizados en el Cementerio Británico del Callao entre 1835 - 1838 .................. 76
Tabla 7. Lista de personas curadas con el "Febrífugo de Guerrero" ............................................... 116
Tabla 8. Cantidad de enfermos y personas fallecidas en los hospitales y lazaretos de Lima durante la
epidemia de 1868 ............................................................................................................................ 143
Tabla 9. N° de Personas sepultadas en el Callao víctimas de la fiebre amarilla de 1868 ............... 144
Tabla 10. Cantidad de personas fallecidas en el Callao por fiebre amarilla, entre febrero – marzo de
1868 ................................................................................................................................................. 146
Tabla 11. Lugar de procedencia y oficios de los fallecidos por fiebre amarilla en 1868 ................ 147
Tabla 12. Mortalidad del mes de mayo de 1868 a consecuencia de la fiebre amarilla ................... 150

9
INTRODUCCIÓN

Antes que el químico francés Louis Pasteur; descubriera que las enfermedades eran
ocasionadas por microorganismos como bacterias y virus, estas solían ser explicadas como
un castigo divino, o incluso la venganza de Dios. Hipócrates, el padre de la medicina,
entendía las enfermedades como un desequilibrio de los cuatro humores (sangre, bilis negra,
bilis amarilla y flema) en el cuerpo humano. Las causas de dicho desequilibrio eran variadas.
No obstante, según esta interpretación, el medio ambiente tenía una particular influencia. La
relación entre clima y enfermedades se puede resumir en que existen “lugares más saludables
que otros y que los cambios del clima en un lugar determinado predisponen o vuelven
susceptible al hombre a ciertas enfermedades” (Goberna, 2004, p. 49).

El presente trabajo de investigación titulado Un foco infeccioso: el puerto del Callao


durante los estragos de la fiebre amarilla de 1868, analiza la forma cómo el desequilibrio en
el medio ambiente (atmósfera) ocasionó el surgimiento de miasmas (descomposiciones
orgánicas), lo cual causaba la fiebre amarilla, según los discursos médicos de entonces. Esta
investigación además reconstruye la forma en que las autoridades y población en general
actuaba, reaccionaba y expresaba sus emociones ante una crisis sanitaria.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX, el Perú experimentó un gran auge económico
producido por la venta del guano, lo que hizo notar la necesidad de contratar mano de obra
para su extracción. Ante dicha necesidad se inició un proyecto de importación de trabajadores
chinos para esta labor y otras labores agrarias. Al coincidir el arribo de estos trabajadores al
territorio peruano con la primera aparición masiva de casos de fiebre amarilla en 1852,
comenzó a formase la creencia de que ellos podían haber importado el mal (aunque debe
precisarse que durante esta epidemia los discursos médicos responsabilizaban de forma
generalizada a cualquier pasajero que provenga del extranjero). Se pensaba que cualquier
persona podría ser portador de los miasmas (descomposiciones orgánicas que causaban la
enfermedad) y que estas se contraían fácilmente al respirar el aire infectado.

Una de las epidemias de fiebre amarilla que causó mayores estragos en el siglo XIX
fue la que asoló a Lima y Callao en 1868. Tras identificarse el primer caso en el Callao, el
Estado peruano a través de diversas instituciones puso en marcha una serie de medidas que
tenían por finalidad frenar el avance de la enfermedad. Estas medidas fueron aplicadas con

10
gran intensidad en el primer puerto, no solo porque aquí se identificó el primer caso de fiebre
amarilla sino también porque el puerto era (como lo es hasta hoy) una de las puertas
principales del Perú al resto del mundo en un nuevo contexto de globalización. Es decir, por
aquí ingresaban las mercancías y; los pasajeros, al igual que las enfermedades y costumbres.

Al ser el Callao el primer lugar donde los inmigrantes chinos (supuestos portadores de la
fiebre amarilla) tomaban contacto con Perú al igual que pasajeros provenientes de zonas
donde la epidemia era endémica (tales como Guayaquil o Panamá), se consideró a este
espacio un foco de infección. Debe precisarse que durante esta crisis sanitaria comienzan a
evidenciarse en el espacio público los primeros actos discriminatorios hacia los inmigrantes
chinos basándose en los preceptos higiénicos.

a. Planteamiento del problema


En el presente trabajo de investigación analizamos cómo se construyó la percepción de
que el Callao fue un foco de infección durante la epidemia de fiebre amarilla de 1868.

a.1.- Problema principal


▪ ¿De qué manera se construyó la percepción del puerto del Callao como foco
infeccioso durante la epidemia de fiebre amarilla de 1868?

a.2.- Problemas secundarios


▪ ¿Por qué los discursos médicos señalaron a los trabajadores chinos como los
responsables de importar y propagar la fiebre amarilla al Perú en 1868?
▪ ¿Cuál era el estado sanitario del puerto del Callao antes de la aparición de la epidemia
de fiebre amarilla de 1868?
▪ ¿Bajo qué enfoque médico se explicaba el origen de enfermedades como la fiebre
amarilla durante el siglo XIX?
▪ ¿Cuáles fueron las principales medidas que las autoridades adoptaron en el puerto del
Callao durante la epidemia de fiebre amarilla de 1868?

b. Estado de la cuestión
Antes de pasar a plantear nuestros objetivos e hipótesis de investigación, revisaremos
previamente la literatura producida para este período, con la finalidad de conocer los
enfoques que ya se han abordado entorno al tema que planteamos. Para ello, dividiremos el
presente estado de la cuestión en tres puntos. En el primero veremos cuáles fueron las

11
principales políticas sanitarias que se dictaron en el Perú en el siglo XIX; en el segundo punto
revisaremos los trabajos hechos sobre la fiebre amarilla, esto con el objetivo de aproximarnos
a la perspectiva que se tenía por entonces sobre las formas de contagio de esta enfermedad
(trabajo del siglo XIX) y la metodología usada por los investigadores para abordar este tema
(trabajos contemporáneos). Finalmente, en el punto tres abordaremos los principales trabajos
realizados con respecto a la relación existente entre enfermedades y puertos.

b.1. Políticas sanitarias en el Perú en el siglo XIX


El trabajo de Alejandro Salinas, Medicina y salubridad en el siglo XIX (2000) describe
cómo a partir del establecimiento del Real Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando
en 1808 este fue reestructurando hasta convertirse en la moderna Facultad de Medicina
(1856). A partir de ello analiza cómo a lo largo del siglo XIX han existido ciertas tensiones
entre la comunidad médica, los herbolarios chinos y la Municipalidad. Se menciona además
que las enfermedades más recurrentes fueron la viruela y el cólera, razón por la cual se fundó
la Junta de Sanidad del Litoral. Esta institución puso en marcha una serie de medidas que
tenían por finalidad evitar la propagación de enfermedades, tales como el establecimiento de
cuarentenas en la isla San Lorenzo y la fumigación de embarcaciones con azufre.

En el libro de Carlos Enrique Paz – Soldán y Sebastián Lorente, titulado Cien años de
política sanitaria marítima en el Perú (1924), se compilan todas las leyes, decretos y
reglamentos que ha emitido el Estado con el objetivo de regular la salubridad en el ámbito
marítimo durante el siglo XIX. Se menciona por ejemplo que una de las principales políticas
de la naciente República fue la instauración de la Junta de Sanidad del Litoral. Asimismo,
reconstruye el constante debate suscitado en torno a las cuarentenas, debido a que al momento
de “cerrar el puerto” se perjudicaba al comercio.

En Los inicios de la higiene en Lima. Los médicos y la construcción de la higiene


(2006) de Eduardo Zárate, se menciona que una de las primeras políticas de sanidad en
ponerse en práctica en el Perú, tuvo lugar durante el reinado de la dinastía borbónica, cuando
el virrey Abascal, con el apoyo de su consejero de salud Hipólito Unanue, mandó construir
en 1807 el Cementerio General de Lima en las afuera de la ciudad. El objetivo era que ya no
se enterrasen a los muertos en las iglesias, pues se pensaba que la descomposición orgánica
de los cuerpos; producía enfermedades. Con la instauración de la República se expidió el

12
primer decreto sobre vacunas en 1822, con el cual se establece una alianza entre el Estado y
la Iglesia. Esta alianza establecía que el Estado producía leyes, mientras que la Iglesia debía
llevar la vacuna a las localidades mediante sus párrocos. Se señala además que de acuerdo
con el imaginario de la época las epidemias eran vistas como castigos de Dios. Asimismo, el
autor explica cómo hacia 1826 se estableció una organización central llamada Junta Suprema
de Sanidad mientras que a nivel local se estableció la Junta Municipal de Salud. Las
atribuciones de la Junta Suprema de Sanidad eran prescribir normas para regular la higiene a
nivel publicó y doméstico. En lo que respecta a las Juntas Municipales estas se encargaban
de limpiar las calles, acequia, letrinas, y otros espacios; asimismo, vigilaban las ventas de
alimentos y verduras.

b.2. La fiebre amarilla


Antecedentes

El trabajo de Carlota Casalino, La muerte en Lima en el siglo XIX: una aproximación


demográfica, política, social y cultural (2001), menciona que la epidemia de fiebre amarilla
se ha presentado en el Perú hasta en seis oportunidades: 1836 – 1837, 1842, 1851 – 1852,
1853 – 1855, 1857 y 1868 – 1869. En América ha sido conocida con el nombre “distemper
de bárbaros”, “fiebre hemorrágica”, “malaria de Siam”, “peste”, “vómito negro”, entre otros
nombres. La autora señala que 1854, esta epidemia causó la muerte de 810 personas,
convirtiéndose en la segunda enfermedad con mayor mortalidad en ese año.

En la tesis de bachiller del médico Juan Corrali llamada El cólera morbo asiático y
la fiebre amarilla ¿son contagiosos? (1858) se indica que la fiebre amarilla es una
enfermedad endémica y propia de ciertos países. Al presentarse esta en países en donde no
es originaria lo hace de forma epidémica. Menciona además que esta no es contagiosa, se
contraen por infección, es por ello por lo que el establecimiento de cordones sanitarios,
lazaretos y cuarentenas son inútiles y pueden perjudicar a los pobladores.

El trabajo de José Toribio Polo llamado Las epidemias en el Perú (1913) menciona
que, hacia el año de 1852, se desató una epidemia de fiebre amarilla que se inició en el mes
de enero en el Callao y llegó a la ciudad de Lima a mediados de febrero. Esta enfermedad se
extendió en todos los puertos del Perú que iban desde Paita hasta Iquique. Asimismo, se

13
indica la existencia de brotes epidémicos en los años 1853 y 1854, hecho que produjo la
muerte de 4475 y 4573 personas respectivamente.

El trabajo de Bustíos y Salaverry llamado La salud en la historia del Perú (2009)


menciona que de acuerdo con lo que planteó el médico Valdizán a inicios del siglo XX, hacia
el año 1871 apareció en el Callao una epidemia de tifus icteroides que era la denominación
de fiebre amarilla. No obstante, este diagnóstico era utilizado con excesiva frecuencia para
determinar otras enfermedades. Se alude además que hacia 1851 apareció un brote de fiebre
amarilla en el Callao, la cual se inició con un pasajero proveniente de Panamá y continuó con
diversos casos en Lima en 1852. En 1853 los casos aumentaron por lo que se tuvo que
implementar un lazareto para los epidemiados.

Epidemia de 1868

En el trabajo del doctor Julián Arce, titulado Sobre la supuesta endemicidad de la


fiebre amarilla en la Costa de Perú (1919) se menciona que en febrero de 1868 apareció la
fiebre amarilla, primero en el Callao y luego en Lima, causando en estas poblaciones la
hecatombe más pavorosa que registra su historia. La fiebre amarilla se extendió rápidamente
por todo el litoral desde Tumbes hasta Iquique. Se precisa además que el primer caso de
fiebre amarilla se le atribuye a un enfermo al que asistió el Dr. Almenabas. Se trataba de un
señor de iniciales N.N. quién se encontraba alojado en la casa del comerciante Tadeo Terry,
la cual estaba situada en la calle de Melchor Malo en el Callao, quién fue atendido por el
doctor Almenabas el 18 de febrero. Según lo relatado por el paciente, él había llegado tres
días antes en el vapor del Norte, proveniente de Santa y desde su llegada a la capital se había
sentido mal, con dolores de cabeza y vómitos, atribuyendo estos malestares consecuencias
de la navegación. No obstante, al ver que su salud no mejoraba, decidió llamar al médico,
quién le diagnosticó fiebre biliosa de mal carácter. Durante la segunda visita médica, notó
que la medicación había cesado por completo los vómitos, pero en cambio el paciente había
entrado en un estado de adinamia más complejo y a pesar de los medicamentos más
estimulantes terminó falleciendo. El doctor Almenabas tras practicar un examen póstumo al
enfermo, reafirma que el paciente estaba enfermo de fiebre biliosa y no de fiebre amarilla.
No obstante, este caso será considerado oficialmente como el primer caso de fiebre amarilla.

14
El trabajo del médico Luis Carranza llamado La ciencia en el Perú en el siglo XIX
(1988) menciona que la fiebre amarilla, tiene cierta predilección destructiva hacia lo que
entonces se denominaba la “raza blanca” y “los aborígenes de las regiones andinas”,
excluyendo de sus estragos a las personas provenientes del África y de otros lugares cálidos
del planeta, ya que la intensidad con la que ataca esta enfermedad a las personas aumenta en
proporción a la baja temperatura del país de donde ellos preceden. Es así como la mortalidad
causada por esta epidemia en el Perú es mayor entre los migrantes del norte de Europa que
en los del centro y de aquellos provenientes de la zona meridional.

En el trabajo de Jorge Lossio titulado Acequias y gallinazos. Salud ambiental en Lima


del siglo XIX (2003) se plantea que, tras iniciarse la comercialización del guano, hacia el año
1840, se incrementó el arribo de vapores procedentes de las ciudades como Panamá y
Guayaquil, lugares donde la enfermedad de la fiebre amarilla era endémica, llegando por esta
vía al territorio peruano. La enfermedad apareció en 1850, cuando las condiciones ecológicas,
así como las sociales y económicas se mostraban favorables para su desarrollo.

Otro trabajo de Lossio llamado Fiebre amarilla, etnicidad y fragmentación social


(2002), menciona que durante el siglo XIX existía la creencia que las enfermedades no
impactaban de la misma forma a todos los grupos étnicos. Además, se indica que los sectores
más acomodados eran víctima de la poca higiene y la poca moral de un creciente sector de la
población que con sus malos hábitos estaban afectando negativamente la atmósfera de los
ciudadanos y haciéndolas más propensas a los brotes epidémicos. Es por ello que durante la
epidemia de fiebre amarilla de 1868 surgieron una serie de prejuicios, en los que se culpaban
a los migrantes chinos o las clases más marginales (mendigos y ebrios) como los responsables
de que apareciera la enfermedad. Dichos prejuicios se vieron reflejados de diversas formas,
por ejemplo, a través de la prensa escrita, donde se realizaba una serie de denuncias hacia los
pobladores chinos y otras clases menesterosas. Por otro lado, las autoridades municipales
emitieron una serie de leyes y reglamentos en los cuales se buscaba regular la conducta de
los sectores marginales. Durante esta crisis sanitaria, los intelectuales, médicos y autoridades
políticas, reafirmaron la convicción de que el Estado debía intervenir en dichos sectores para
modificar los hábitos higiénicos de estos grupos sociales (a través de campañas educativas y
campañas sanitarias que incluían intervención a sus domicilios) o en casos extremos aislarlos

15
en lazaretos o hospicios, pues de lo contrario continuarían constituyendo una amenaza para
la salud pública.

La tesis de bachiller de Isaías Morales Pacheco llamada La fiebre amarilla del Callao
en los años de 1888 y 1889 (1891) indica que la variabilidad del clima y el contacto de objetos
o personas provenientes de lugares infectados, producían un medio atmosférico miasmático
o foco de infección que generaba la situación propicia para el surgimiento de la fiebre
amarilla.

El trabajo de Daniel Núñez del Prado llamado Fiebre amarilla: su origen, causas,
síntomas, tratamientos, etc. (1870) describe cómo se originó y desarrolló la epidemia de
fiebre amarilla en el año 1868, las fases de la enfermedad y los principales tratamientos para
esta enfermedad de acuerdo con la fase en la que se encontraba el paciente.

Por su lado, el trabajo de Gabriel Ramón Joffré, La muralla y los callejones.


Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX
(1999), enuncia que inicialmente cuando aún no existía la certeza de que hubiese ingresado
la enfermedad de la fiebre amarilla al territorio, no se controlaban los posibles focos de
infección. No obstante, cuando la epidemia apareció en la ciudad, se recurrió al aislamiento
y al registro, puesto que se llevó a los enfermos y sospechosos a los extremos de la ciudad o
(en su defecto) fuera de ellos. En el caso del Callao se impuso la cuarentena a los navíos
provenientes de las zonas contaminados, esta consistía en aislar a la tribulación durante siete
días (cuarentena preventiva) y en el caso de encontrarse alguna anomalía mayor se sometía
a una cuarentena más rigurosa.

El trabajo de Jan Marc Rottenbacher titulado Emociones colectivas, autoritarismo y


prejuicio durante una crisis sanitaria: la sociedad limeña frente la epidemia de fiebre
amarrilla de 1868 (2013) señala que durante la epidemia de la fiebre amarilla las elites
tomaron una postura ambivalente frente a los sectores menos favorecidos: puesto que su
cultura, costumbres y hábitos los hacían parecer personas incivilizadas. Este hecho,
legitimaba a su vez la intervención y control de las autoridades sobre ellos. El autor señala
además que este tipo de intervención y autoritarismo se puede denominar desde un enfoque
psicológico como “psicología política”. Puesto que ella justifica la segregación con respecto
al otro. La cual se vio expresada en este caso a través de la forma como se trataron a los

16
pacientes, las intervenciones domiciliarias, las cuarentenas de embarcaciones, entre otras
medidas que buscaban amortiguar el avance de la enfermedad.

Por otro lado, el trabajo del médico Casimiro Ulloa titulado Origen de la fiebre
amarilla en Lima. Discurso pronunciado en la sociedad de medicina de Lima, el 25 de
octubre de 1856 (1924) menciona que para que la fiebre amarilla sea importada a nuestro
país deben coexistir cuatro condiciones, la 1° que esta enfermedad no se haya presentado
con anterioridad, 2° que su aparición coincide con la llegada de pasajeros o mercaderías
procedentes de otros lugares donde ella existiera de forma epidémica o endémica, 3° que las
primeras personas en contraer la enfermedad son aquellas que estuvieron en contacto con los
pasajeros o mercaderías procedentes de los lugares donde existía la fiebre amarilla, 4° las
personas que se enferman siguen el mismo orden de sucesión en el que se relacionaron con
las personas o mercaderías infectadas. Debido a que ninguna de estas cuatro condiciones
coexistió, para Ulloa era imposible acreditar la teoría de la importación. Por otro lado,
argumenta que para que la enfermedad surja de forma espontánea deben existir grandes
cambios como inundaciones, terremotos, huracanes. Fenómenos que desde su perspectiva
estaban sucediendo y ocasionando cambios imperceptibles en la atmósfera.

El trabajo de Eduardo Zárate Cárdenas titulado La mayor epidemia del siglo XIX.
Lima, 1868 fiebre amarilla (2014) plantea la idea que al ser Lima el centro político del país,
presentaba una población en constante crecimiento. No obstante, este no se daba hacia afuera
sino hacia adentro. Es decir, había una mayor concentración (tugurización) de personas en
una vivienda. Lo que dio paso a la forma de callejones. Desde la perspectiva del autor esta
situación favoreció la rápida expansión de la fiebre amarilla. En lo que respecta al puerto del
Callao señala que este sitio era el lugar introductorio de la epidemia por lo cual toman
medidas preventivas como la cuarentena.

b.3. Puertos y epidemias

El trabajo de Ricardo Camuñas llamado Las epidemias en el siglo XIX y la formación


de políticas de salud pública. Una visión sobre Puerto Rico (2014) describe el contexto en
el que se fueron formando las políticas de salud en Puerto Rico a lo largo del siglo XIX. Para
ello comienza mencionando que las políticas de salud públicas surgen por primera vez en
Francia (al trasladar desde el centro de la ciudad hacia sus extremos a los cementerios y

17
mataderos). Se menciona además que hacia el año 1796, en Inglaterra, el médico Eduardo
Jenner descubrió la vacuna contra la viruela. Dicho descubrimiento hizo que el 1 de
septiembre de 1803, el monarca de España Carlos IV, ordenara la organización de un
transporte naval para conducir la vacuna (por medio de niños) a las Islas Canarias y otras
colonias de España en América. No obstante, al llegar a este sitio, el gobernador ya había
impartido la vacuna, gracias a una delegación danesa que había llegado meses antes con la
vacuna desde Inglaterra. Es así como nace la primera política de salud pública en Puerto
Rico. Menciona además que las epidemias venéreas (contraídas por encuentros sexuales)
eran muy comunes en los puertos, por la misma naturaleza de estos espacios, hecho que
motivó a que las autoridades de Puerto Rico desplazaran una serie de medidas preventivas
que iban desde emisión de reglamentos, pasando por visitas médicas y llegando hasta
sanciones.

Por otro lado, encontramos el artículo de Diego Galeano titulado Médicos y policías
durante la epidemia de fiebre amarilla (Buenos Aires, 1871) (2009), el cual describe cómo
hacia la segunda mitad del siglo XIX, el pensamiento médico empezó a reemplazar la idea
de que el clima era el causante de las enfermedades, y pasó a indicar que era más bien el
medio urbano el causante de las enfermedades. Es así como empieza a tener mayor acogida
la idea de que los miasmas (descomposiciones orgánicas que se encontraban en el aire) eran
los responsables de causar enfermedades cómo el cólera o la fiebre amarilla. De allí que las
políticas sanitarias se enfocarán en enviar a los extremos de la ciudad a aquellos
establecimientos que contaminaban el ambiente (cementerios, hospitales, mataderos) y en
realizar inspecciones mediante la Comisión de Higiene a las casas de inquilinato, con el
objetivo de evitar la tugurización y llenado de las letrinas. El autor analiza además cómo tras
aparecer la fiebre amarilla de 1871, existieron diversas querellas entre los médicos y policías
(ya que cada una de estas autoridades reclamaba ser la que guíe las medidas que evitarían el
avance de la fiebre amarilla).

Asimismo, encontramos la investigación de Valeria Silvina Pita denominada


Intromisiones municipales en tiempos de fiebre amarilla: Buenos Aires, 1871 (2016). La
autora menciona que las principales políticas que puso en práctica la Municipalidad de
Buenos Aires para combatir esta enfermedad consistieron en nombrar inspectores de higiene.

18
Su labor consistía en inspeccionar el estado sanitario de las viviendas y hacer cumplir los
reglamentos municipales relacionadas con la higiene, tales como la limpieza de las letrinas o
el blanqueamiento de las paredes con cal. Durante las visitas higiénicas existieron diferentes
formas de fiscalizar y hacer cumplir las normas, dichas diferencias se basaron en prejuicios
y estigmas, por ejemplo, el tratamiento que recibió el cónsul del imperio del Brasil tras
encontrarse en su domicilio una letrina sucia no fue el mismo que recibieron otros hombres
que carecían de credenciales políticas. Cabe mencionar además que desde el principio de la
epidemia existieron querellas entre quienes, desde la municipalidad, intentaron delimitar las
competencias y las intervenciones.

c. Objetivos
c.1.- Objetivo principal
▪ Reconstruir y analizar los discursos médicos decimonónicos que asociaron la llegada
de los inmigrantes chinos al Perú y la repentina aparición de la fiebre amarilla, y cómo
estos fueron claves en la construcción de la idea que el puerto del Callao fue un foco
de infección durante la epidemia de fiebre amarilla de 1868.

c.2.- Objetivos secundarios


▪ Exponer la relación entre la llegada de trabajadores chinos y la expansión de la fiebre
amarilla. Asimismo, explicar cómo su estilo de vida fue un factor determinante para
la formación de discursos anti-chinos basado en prejuicios higiénicos.
▪ Demostrar que la carencia de limpieza en los espacios públicos y privados y la
tugurización de personas, habían producido el colapso sanitario del puerto del Callao
antes de que apareciera la fiebre amarilla de 1868.
▪ Analizar los discursos médicos que explicaban el origen de las enfermedades a través
de los miasmas y ver cómo ellos contribuyeron a formar la percepción del puerto
como foco de infección.
▪ Explicar por qué las leyes y medidas adoptadas durante la epidemia de fiebre amarilla
de 1868 fueron ineficientes debido a que el origen de la enfermedad no lo producían
los miasmas sino la picadura del Aedes aegypti.

19
d. Planteamiento de la hipótesis
d.1. Hipótesis principal
▪ El enfoque médico basado en la teoría miasmática sumado a las condiciones
higiénicas y sociales, generaron la percepción que el puerto del Callao fue un foco
de infección durante la epidemia de fiebre amarilla de 1868.

d.2. Hipótesis secundarias


▪ Los discursos médicos decimonónicos señalaron a los trabajadores chinos como los
responsables de traer la fiebre amarilla al Perú debido a que sus hábitos y estilo de
vida diferente favorecían el surgimiento de miasmas.
▪ Antes de que surgieran los primeros brotes de fiebre amarilla en 1868, el estado
sanitario del Callao ya había colapsado lo que produjo las condiciones necesarias para
el rápido desarrollo de la enfermedad.
▪ El principal enfoque médico que explicaba el origen de las enfermedades en el siglo
XIX fue el miasmático, debido a que en el puerto del Callao arribaban los portadores
de dichos miasmas, fue señalado este espacio como un potente foco de infección.
▪ Las principales medidas adoptadas durante la epidemia de 1868 en el puerto del
Callao fueron ineficientes ya que no se contrarrestaba al mosquito Aedes aegypti
verdadero vector trasmisor de la enfermedad.

e. Justificación

Al evocarse en la historiografía a los puertos, suele señalarse a dichos espacios como


aquellos lugares donde arriban y zarpan barcos (a cargo del traslado de personas o
mercancías), encallan buques de guerra o en su defecto se les recuerda como el escenario de
algún combate. Muy pocas veces se ve al puerto como aquel lugar por donde hace su ingreso
tradiciones, costumbres o hábitos1. Los puertos, especialmente antes de la masificación del
transporte aéreo, eran la puerta del país, ciudad o pueblo al mundo, y por ende también
estaban más expuestos al ingreso de enfermedades.

1
Por ejemplo, según el historiador José del Busto Duthurburu, señala que los hombres de mar introdujeron al
puerto del Callao el culto a la virgen del Rosario durante la época virreinal, el cual se expandió con el pasar de
los años a todo el Perú. Del Busto Duthurburu, José (1973)- Historia Marítima del Perú. Siglo XVI – Historia
Interna. Tomo III, vol. 1. Lima: Instituto de Estudios Históricos – marítimos, p. 224.

20
Debido a ello, al momento de detectarse una enfermedad en el extranjero, las
autoridades solían ejercer más control sobre este espacio. Por ejemplo, se ordenaba examinar
a los tripulantes de las embarcaciones que arriban a su territorio con el objetivo de descartar
que alguno de ellos sea portador de la enfermedad. O en situaciones más extremas se prohibía
la llegada de naves procedentes del lugar donde se originó la enfermedad. No obstante,
durante la aplicación de estas políticas de control, las autoridades solían caer en actos
discriminatorios o xenofóbicos, tal como viene sucediendo en varias ciudades del mundo en
las que en el intento de frenar el avance del coronavirus se vienen registrando actos de esta
índole contra ciudadanos chinos.

La presente investigación tiene como finalidad exponer la importancia que tienen los
puertos al momento de buscar controlar una enfermedad como la que asoló al Perú en 1868.
Asimismo, quiere mostrar cómo reaccionaban y expresaban sus preocupaciones hace 150
años las autoridades y pobladores durante una crisis sanitaria, con el fin de hacer paralelos
con el presente.

f. Marco teórico
Los conceptos teóricos que se emplearan para la presente investigación son los siguientes:

f.1. Foco de infección

En el libro El Perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social siglo XVIII y XIX


(1987) se aborda la historia científico-médica de los siglos XVIII y XIX que se centra en el
reconocimiento de lo pútrido, el aire por entonces es considerado como un caldo espantoso
donde se mezclan humaredas, azufres; vapores acuosos, oleosos y salinos, los cuales son
exaltados por la tierra, también tiene aire mefíticos que se desprenden de los pantanos, de los
insectos y de sus huevos, además de los miasmas que surgen de los cuerpos en
descomposición. Todo ello en su conjunto generaban un foco de infección

De acuerdo con el Dicctionary of epidemiology (2008) un foco infeccioso es: A defined


anda circumscribed locality containing the epidemiological factors needed for transmisión: a
human comunity, a source of infection, a vector population, and appropriate environmental
conditions

21
Una definición más actual y amplia, la brinda el Ministerio de Salud Pública de Cuba
(2012) el cual define un foco infeccioso como el espacio físico donde se encuentran los
reservorios o fuentes de infección de una enfermedad transmisible. Las características
epidemiológicas de este lugar son las siguientes: 1. incubación de larvas de mosquitos
transmisores de la enfermedad; 2. pródromos, síntomas iniciales que preceden al desarrollo
de una enfermedad: 3. manifestaciones clínico – epidemiológicas de la enfermedad: 4.
recuperación de los pacientes infectados; 5. extinción del vector transmisor de la enfermedad.
La extinción del foco se da cuando todas las fuentes de infección o reservorios han
desaparecido, es decir no existen agentes biológicos viables. Asimismo, cuando después de
haber transcurrido el período máximo de incubación de la enfermedad no se han registrado
nuevos casos, aunque no se haya corroborado la no existencia de agentes biológicos en el
medio.
f.2. Xenofobia
Según Ulloa (2002) la xenofobia es la intolerancia hacia personas de otras naciones,
razas o grupos étnicos distintos al propio. La xenofobia ha servido muchas veces como
pretexto para someter a pueblos arguyendo razones religiosas, culturales, raciales, etc. La
mayoría de las veces la xenofobia se justifica en el sentimiento exacerbado de protección de
una nación.

f.3. Discriminación
Rodríguez (2006) define a la discriminación como aquella conducta de desprecio hacia
una persona o grupo de personas, teniendo como base un prejuicio negativo o estigma que
tiene relación con una desventaja inmerecida. Dicha conducta tiene por efecto (intencional o
no) atropellar sus derechos y libertades fundamentales.

f.4. Prejuicio
Según del Olmo (2005) el prejuicio es la idea que se forma sobre una persona antes de
un juicio. Es decir, es una idea que se construye o adquiere mediante otras personas y no en
base a una experiencia personal. El prejuicio construido puede tener connotaciones positivas
al igual que negativas.

g. Metodología
Tradicionalmente al escribir sobre la historia de la medicina, las investigaciones
suelen abordar temas que van desde la elaboración de biografías de doctores ilustres hasta el

22
cambio de tratamientos médicos, mostrando con esto último el inevitable avance de la
ciencia. No obstante, tal como lo plantea Diego Armus en La enfermedad en la historiografía
de América Latina Moderna (2002) la nueva historia de la medicina, que surge en la década
de 19802, ha cambiado el foco de investigación y se ha centrado en estudiar aquellos
tratamientos médicos que no prevalecieron en el tiempo, asimismo, analiza el proceso de
formación de la salud pública, estudiando para ello la interacción de la política, el estado y
la profesión médica. Y principalmente, busca evidenciar sobre el impacto social que tuvieron
las enfermedades en la sociedad, es por ello por lo que centra su estudio en actores
tradicionalmente no analizados en el proceso de sanación, como pacientes o sanadores no
profesionales.

Dentro de este último campo se encuentra el estudio de las epidemias. La


investigación sobre estos flagelos que han aquejado constantemente a la humanidad, muestra
(como hemos dicho antes) el impacto que las enfermedades han tenido sobre la sociedad.
Paralelamente a ello van exhibiendo, el panorama social en el que surge la enfermedad, las
políticas implementadas para frenar su avance, así como las reacciones de los gobiernos, la
élite, los grupos de profesiones y el resto de la ciudadanía. Exponiendo así el vínculo entre
el estado de salud de la sociedad y la infraestructura sanitaria3.

El presente trabajo pretende seguir la línea de investigación planteada por la nueva


historia de la medicina, es por ello por lo que a través de los cuatro capítulos que componen
esta investigación, intentará reconstruir y mostrar a partir de las fuentes primarias y
secundarias el impacto que tuvo la fiebre amarilla de 1868 en el Callao. De forma particular,
expondrá las ideas, creencias y prejuicios de las autoridades y la población en general, así

2
De precisarse que según Armus, los estudios sobre la historia de las enfermedades en la historiografía de la
América Latina moderna se han dado de forma desequilibrada, mientras que en Brasil existe un subcampo, en
el resto de América Latina es un proceso aún en consolidación, muchas veces las investigaciones responden a
iniciativas individuales. Armus, Diego (2002). “La enfermedad en la historiografía de América Latina
Moderna”. En Asclepio, Vol. LIV, pág. 60. Recuperado de
http://asclepio.revistas.csic.es/index.php/asclepio/article/viewFile/140/137.
3
Para trabajos respecto a la historia social de la salud en el análisis de epidemias ver: Cueto, Marcos (2000).
El Regreso de las epidemias. Salud y sociedad en el Perú del siglo XX. Lima: Instituto de Estudios Peruanos;
Armus, Diego (2007). La ciudad impura. Salud, tuberculosis y la cultura en Buenos Aires, 1870 – 1950. Buenos
Aires: Edhasa; Azevedo de Brito, N. (1997) “La dansarina: a gripe espanhola e o cotidiano
na cidade do Rio de Janeiro”. En História Ciências Saúde, Manguinhos, IV, (1), pág. 11-30.

23
como las medidas adoptadas para amortiguar el avance de la epidemia. A continuación,
pasaremos a ver de forma más detallada el desarrollo de cada capítulo.

En el capítulo uno, abordaremos cómo a raíz del auge económico del guano iniciado
en la segunda mitad del siglo decimonónico, se producen una migración masiva de
trabajadores chinos a nuestro país. Asimismo, describiremos cuáles fueron las condiciones
sanitarias en las que fueron trasladados y cuáles eran sus principales costumbres y hábitos.
Esto con la finalidad de comprender cual era la percepción que tenía la población peruana
sobre ellos. Para esto consultamos la sección documental Prefecturas (1867, 1868) del
Archivo Histórico de Marina, lo cual fue complementado con bibliografía especializada
referente a este periodo.

En el capítulo dos, reconstruimos la manera cómo se encontraba configurado el


Callao hacia la década de 1868, ello con el objetivo de analizar en qué condiciones sanitarias
se encontraba el primer puerto al momento de surgir el brote epidémico de fiebre amarilla de
1868. Para ello utilizamos las memorias de viajeros y personajes ilustres del siglo XIX como
Ernst Middendorf, (1973), George Squier (1977), Juan Jacobo Von Tschudi. (1966). Esta
información fue complementada con notas periodísticas de los diarios de la época, tales como
El Comercio (1868), El Amigo del Pueblo. Periódico Universal (1861) y estudios
especializados como el de Rosendo Melo (1919), Eleuterio Vigil Peláez (1946) y Francisco
Quiroz (1990, 2007).

En lo que respecta al tercer capítulo revisaremos las principales posturas médicas del
siglo XIX, poniendo énfasis en la teoría miasmática, ello con el objetivo de comprender cómo
comprendía la sociedad el origen de las enfermedades y sus posibles formas de contagio,
asimismo, veremos cómo se formó la idea de foco de infección. Para ello consultamos las
tesis decimonónicas de Isaías Morales Pacheco (1891), Juan Corrali (1858), Lisandro
Maúrtua (1885), Rufino López (1858), empleamos además las publicaciones hecha por la
comunidad médica en La Gaceta Médica (1856, 1865, 1868) y otros trabajos especializados
como la de los médicos Casimiro Ulloa (1924) y Daniel Núñez del Prado (1870).

Finalmente, en el cuarto capítulo analizamos cómo el enfoque médico basado en la


teoría miasmática, sumado al arribo de los trabajadores chinos (quienes se caracterizaban por
tener un estilo de vida que disociaban de los patrones comunes de la población) y la

24
coincidente aparición de fiebre amarilla en el Perú, construyeron en el imaginario social la
idea de que el puerto del Callao es un foco de infección (lugar donde se centraba la
enfermedad) durante la epidemia de fiebre amarilla de 1868. Asimismo, se expone como
empieza a formarse y evidenciarse los primeros discursos anti - chinos basándose en los
preceptos higiénicos. Además, veremos cuáles fueron los estragos que causó la epidemia en
el Callao. Para ello empleamos los diarios como El Comercio (1868), la memoria que dejó
Manuel Pardo como encargado de la Beneficencia en 1868 y la memoria del cónsul británico
H. Hutchinson (1976). Asimismo, utilizamos la documentación de Prefecturas del Callao
(1867, 1868) custodiada por el Archivo Histórico de la Marina.

25
I

LA REPÚBLICA DEL GUANO Y EL ARRIBO DE LOS CULÍES

En los preludios de 1840, fueron redescubiertas las propiedades fertilizantes del guano,
el cual fue altamente cotizado por países europeos en vías de desarrollo. Lo que trajo como
consecuencia un incremento económico para el Estado peruano, ello permitió a los
gobernantes de turno llevar a cabo “una generosa política fiscal” (Mücke: 2010, p. 40). Puesto
que fue cancelada la deuda interna y externa, abolido el tributo indígena y pagada la
manumisión de los esclavos. Asimismo, se llevaron a cabo la construcción de una serie de
obras públicas tales como las líneas ferroviarias, el panóptico de Lima, el Hospital Dos de
Mayo (Ramón, 2000). “Asimismo, se adquirieron embarcaciones como el Rímac – primer
barco a vapor- la cañonera Pilcomayo, los monitores Manco Cápac y Atahualpa entre otros
para la modernización de la Armada Peruana” (Inga & Carcelén, 2020, p.185).

Para extraer este producto solo era necesario contar con mano de obra no calificada, pese
a ello existieron grandes limitaciones. Es por ello por lo que se trajeron trabajadores de origen
chino para esta labor. En el presente capítulo buscamos reconstruir el contexto social en el
cual se llevó a cabo la migración masiva de culíes hacia el Perú, para ello explicaremos
previamente como el redescubrimiento de las propiedades fertilizantes del guano en la década
de 1840, generó en el país una serie de cambios en la esfera política, económica y social.

1. El paso del virreinato a la república

Tras emanciparse el Perú de la corona española, la naciente república carente de


instituciones fuertes que remplazaran a las antiguas instituciones virreinales ingresó en un
periodo de anarquismo político:

Revisando la lista de los gobernantes de las primeras cuatro décadas de la república, se puede observar:
su carácter básicamente militar, la brevedad de sus mandatos y la constante simultaneidad de
gobiernos. De los cincuentaisiete encargados que el gobierno del Perú tuvo entre 1821 y 1858,
prácticamente todos fueron militares y sólo dos pudieron cumplir con el plazo establecido de sus
mandatos. En estos treinta años se sucedieron cuarentaisiete ministros de Hacienda y cuarentainueve
de Guerra y Marina. El promedio general de duración de cada ministro en su cartera (doscientos uno
en total) no superó los dos meses y quince horas. Estas cifras no sorprenden si se considera que ni
siquiera el territorio peruano estaba claramente definido […] (Ramón, 1999, p. 42).

26
Como consecuencia de ello durante los primeros años de la república, existieron
escasas políticas por parte de los gobiernos de turno para mejorar la administración del país:

[…] una escasa inversión en el rubro del ornato urbano, y específicamente en las denominadas obras
públicas. El régimen republicano inicial, ante de construir edificaciones se limitó a adoptar viejos
edificios para las nuevas funciones, tal como sucedió con la cámara de diputados, para la cual se
aprovechó parte de la Universidad de San Marcos, o la Biblioteca Pública, para la que se usó el antiguo
Colegio del Príncipe, expropiado a los Jesuitas […] (Ramón, 1999, p. 42).

1.1.Salubridad

Esta dejadez del gobierno peruano, también se hizo notar en las precarias medidas
sanitarias adoptadas para mejorar la salubridad del país. Puesto que se limitaron
principalmente a mantener las reformas sanitarias hechas durante el virreinato. Por ejemplo,
se conservaron las medidas adoptadas, durante el gobierno del virrey Francisco Abascal
(1806 - 1816) las mismas que prohibieron los entierros en las Iglesias e impulsaron la
creación del Cementerio General de Lima en 1807. Otra de las reformas, que introdujo la
dinastía borbónica y se mantuvo en el tiempo, fue la inoculación de vacunas.

La aplicación de la vacuna en las colonias de España se llevó a cabo entre 1806 –


1809, para el caso concretó del Virreinato del Perú, la campaña de vacunación estuvo a cargo
del médico José Salaverry y Lleopart (Casalino, 2001). No obstante, antes de que se llevara
a cabo dicha expedición, Lima ya había experimentado la inoculación de la vacuna. “Cuando
en 1802 se produjo la epidemia de viruela en Lima, Hipólito Unanue ya había vacunado a
varias con el fluido que un barco mercante transportaba a Filipinas” (Casalino, 2001, p. 225).

Como se ha mencionado anteriormente, con la caída del Virreinato y la instauración


de la república, algunas de estas medidas implementadas por las reformas borbónica
siguieron en pie, como la de prohibir los enterramientos dentro de los monasterios o iglesias,
o la de llevar a cabo campañas de vacunación para evitar la propagación de enfermedades.

Una excepción a esta política de mantener las medidas sanitarias dadas durante el
virreinato se dio en 1826 durante el Consejo de Gobierno liderado por el Mariscal don Andrés
de Santa Cruz. Puesto que el médico, político e ideólogo Hipólito Unanue, en su rol de
consejero de gobierno, elaboró juntó a su compañero de la Cartera del Interior, José María
Pando, El Primer código Americano de Sanidad. Con el cual se colocó las bases de nuestra

27
organización sanitaria y se señaló los derroteros primarios de nuestra política sanitaria
exterior. Dentro de este tratado se establecía la creación en la capital de una Junta Suprema
de Sanidad, de forma simultánea debía establecerse en cada departamento del Perú una Junta
Superior de Sanidad. Y en aquellos lugares donde existiese una población considerable debía
establecerse una Junta Municipal de Sanidad.

Dentro de este reglamento también se estipuló la creación de las Juntas de Litorales,


las cuales debían funcionar en los “puertos de mar y poblaciones marítimas por donde puedan
introducirse contagios exóticos” (Paz Sóldan & Lorente, 1924, p. 8).

1.2.Política de puerto cerrados: El proteccionismo económico

Otra de las particularidades de la naciente república, consistió en seguir manteniendo


como centro geopolítico a Lima, lugar desde donde se seguía llevando a cabo actividades
comerciales. Las misma que trataban de hacer evitando la competencia económica de agentes
extranjeros. Para lograr este cometido pusieron en práctica el proteccionismo económico,
política que consistía en colocar una serie de trabas a los comerciantes extranjeros, lo que
generaba una competencia desigual:

Entre sus prácticas rudimentarias, de hechura doméstica, encontramos aranceles elevados, la


prohibición de las importaciones, la exclusión de los comerciantes extranjeros, los tratados comerciales
discriminatorios y monopolios y privilegios nacionales. Los voceros justificaban estas políticas con un
nativismo puro y simple, con la necesidad de promover una “clase capitalista nacional” para un Estado
endeble, ventajas compensatorias para los asediados empresarios “hijos del país” (Gootenberg, 1998,
p. 44 – 45).

Además de las medidas extremadamente proteccionistas, la falta de una red de vías


basadas en el transporte de animal de montura o rueda impidió desarrollar un mercado
interno. Ello a causa del dificultoso acceso del agua y al forraje, por lo que solo podían
realizarse viajes por tierra a corta distancia (Monsalve, 2011). Cualquier producto que
quisiera ser trasladado hacía la serranía debía ser desarmado en fragmentos que no superarse
de manera individual los cien kilos, de manera que pudieran cargarse sobre el lomo de algún
animal de montura (Contreras, 2012).

Debido a ello, cuando se quería transportar mercancías a larga distancia y a una


mediana o gran escala, debían realizarse en embarcaciones, para ello se utilizó a los diversos

28
puertos y caletas que se encontraban ubicados a lo largo de la costa peruana desde el
virreinato. Debe precisarse que el Puerto del Callao era el único que contaba con
embarcaderos, almacenes y la infraestructura adecuada para atender el comercio nacional e
internacional (Monsalve, 2011).

Además, debido a las leyes extremadamente proteccionistas, la actividad comercial


en la costa se encontraba limitada a las embarcaciones que llevaban la bandera peruana. Este
hecho lejos de favorecer a la creación de un mercado interno a través de la edificación de
embarcaciones ocasionó que el comercio marítimo fuese más pausado, puesto que, al no
contarse con la madera suficiente y apropiada en el Perú, los empresarios peruanos se vieron
en la obligación a comprar embarcaciones en el extranjero de segunda mano que tenían un
tonelaje mayor al que se requería por lo que se sobrepasaban las capacidades de las pequeñas
caletas costeras (Monsalve, 2011). Estos inconvenientes no permitieron desarrollar un
mercado interno en nuestro país durante los primeros años de la república.

2. El boom guanero

El panorama dibujado por el anarquismo político (falta de políticas que mejoren la


administración del país) y el proteccionismo económico comenzó a cambiar hacia la década
de 1840 partir del descubrimiento de las propiedades fertilizantes del guano. Para poder
entender cómo este fertilizante produjo un revuelo en el Perú, describiremos a continuación,
las características, uso, método de extracción y concesionarios de este producto.

2.1.Características, uso, método de extracción y concesionarios

El guano es la deposición seca de las aves marinas. Las condiciones naturales sumada a
la corriente del Humboldt, produjo con el paso de los siglos, “depósitos asombrosos de
excrementos, ricos en nitrógeno y fósforo no lixiviado, que lo convirtieron en el mejor
fertilizante natural que la humanidad conoce” (Gootenberg, 1998, p. 17).

Su color por lo general es amarillento, pero se puede alterar de blanco a un amarillo con
tonalidad rojiza, y de este a un pardo. Ello debido a la cantidad de agua que absorben (ya que
esta es una sustancia higrométrica). “En efecto se nota que el guano sacado de las capas
inferiores presenta un color mucho más claro que el que ha quedado expuesto al aire por
algún tiempo el cual tiene un color oscuro” (UNMSM, 2003, p. 148).

29
Una de las primeras personas en dar a conocer las propiedades fertilizantes de este
producto en Europa fue el naturalista Alexander Von Humboldt, quién tras su breve estadía
en el Perú en 18024

[…]remitió muestras de este “estiércol de ave” que tanto le llamó la atención, para ser analizadas en
París. A su regreso a Europa, Humboldt recurrió a sus amigos Vauquelin y Fourcroy, quienes habían
recibido las muestras de guano enviadas desde el Perú para ser analizadas. Los resultados señalaron
que el guano peruano era más rico en nitrógeno y fosfatos que cualquier otro fertilizante utilizado hasta
la fecha y que, sin duda, revitalizaría los terrenos agrícolas afectados por una larga e intensiva
explotación (O'Phelan 2010, p. 3).

No obstante, a pesar de conocerse tempranamente en Europa, el beneficio de este


fertilizante recién comenzó a emplearse en la década de 1840. Los elementos que pueden
explicar la tardanza en la exportación y explotación de este producto son “el carácter
restringido del mercado británico de fertilizantes, los altos costos de transporte oceánico y
cierto grado de timidez por parte de los comerciantes peruanos” (Mathew, 2009, p. 52).

Debe precisarse además que para la extraer el guano “no se necesitó contar con una
tecnología especial o efectuar una gran inversión de materiales e infraestructura, simplemente
había que palearlo en sacos y llevarlo a las naves que lo esperaban” (Mücke, 2010, p. 38),
“de allí que se diga que el guano fue un monopolio sin costo de producción” (Hunt, 2011, p.
100). Los investigadores Rory Miller y Robert Greenhill, señalan a este sistema de extracción
y comercialización como cadenas de mercancías.

Durante los primeros años de la comercialización del guano este estuvo en manos de
varias casas o agentes comerciales extranjeros. Uno de los concesionarios más importantes
sin lugar a duda fue la casa comercial Gibbs, quién ejerció durante estos primeros años de
exportación una especie de monopolio comercial en el mercado británico. Tras vencer su
contrato en 1862, el gobierno peruano liderado por el Mariscal Ramón Castilla decidió no
renovar con ellos, pasando de este modo la concesión a los comerciantes peruanos, quienes

4
Alexander Von Humboldt, recorrió el Perú entre el 1 de agosto de 1802 y el 25 de diciembre del mismo año.
Durante su travesía recorrió unos mil doscientos kilómetros, atravesando los pueblos de Huancabamba, San
Felipe, Jaén, Montán y Hualcayoc. Lo acompañaron el botánico francés Aimé Bonpland y su amigo de Quito,
don Carlos Montúfar. Sus apuntes de viaje abarcaron todos los conocimientos: desde la botánica, la zoología,
la geología, la geografía, la etnografía y la arqueología hasta la economía y la industria, la minería y la situación
social y política. Núñez, Estuardo (2013). Viajes y viajeros extranjeros por el Perú. Fondo editorial de la
Universidad Ricardo Palma, pág. 165 – 166.

30
se encontraban asociados bajo el nombre de Compañía de Consignatarios Nacionales.
Posteriormente esta concesión pasó a las manos de la casa comercial Dreyfus.

2.2.Repercusiones sociales

Las ganancias producidas por la comercialización del guano permitieron al Estado


peruano tener estabilidad económica y con ello tomar cartas en el asunto con respecto a una
serie de problemas que habían dejado de lado durante los primeros años de la república.
Asimismo, permitió la eliminación de una serie de impuestos y se pagaron las deudas
adquiridas durante el proceso de independencia. Por ejemplo, en el año 1854 se eliminó la
contribución indígena, uno de los impuestos más importantes por entonces “Las
recaudaciones anuales de este impuesto se mantuvieron más o menos constantes de 1.
4000.000 pesos en los años anteriores a su eliminación” (Hunt, 2011, p. 104).

Debe precisarse además que el 16 de marzo de 1850 fue aprobada la ley denominada
consolidación de la deuda interna. La que reconocía el pago de las deudas contraídas por el
Gobierno peruano durante el proceso de independencia y que favorecía a los prestatarios
nacionales, por ejemplo “fueron declarados con derecho a indemnización los dueños de
esclavos enrolados en el ejército, los propietarios de ganado y sementeras que sirvieron para
sostener las tropas” (Bonilla, 1984, p. 21).

El pago de la deuda interna y sobre todo la entrega de la consignación del guano, generó
que un grupo de comerciantes acumulará cierto capital y desplegará un consumo suntuario
dado sus altos ingresos. El consumo de este tipo de artículos tenía por finalidad remarca la
diferencia entre la élite respecto al resto de la sociedad. Se expresaba en la importación de
productos mobiliarios domésticos, bebidas y prendas de vestir (Contreras, 2012). Mientras
que un 90% de la población estaba privada de esté consumo comercial por su aislamiento
geográfico, su género rural de vida, su sometimiento servil y sus bajos ingresos (Contreras,
2012).

De forma simultánea, los gobiernos de turno comenzaron a invertir en la edificación de


obras públicas, que permitieran mejorar las vías de comunicación y con ello el comercio:

Se desató, entonces, un frenesí en la contratación de obras públicas para la construcción de


ferrocarriles, proyectos de irrigación, puentes embarcaderos, muelles, edificios públicos y mejoras

31
públicas sin un cálculo solido de rentabilidad y factibilidad. La mayoría de estos proyectos no se
terminaban o ni siquiera comenzaban. Sin embargo, estas obras públicas anunciaban a la ciudadanía
como la varita mágica que llevaría a la riqueza y el desarrollo (Quiroz,2013, p. 167).

Asimismo, se comenzó a invertir en diferentes áreas del sector público, aunque como
lo señala el historiador Carlos Contreras esté no fue equitativo puesto que mientras que en el
Ministerio de Gobierno se invirtió entre los años 1847 – 1867, un 13% del presupuesto anual,
lo que evidencia la gran importancia que tenía mantener el orden interno. Al ministerio de
Justicia, Instrucción, Beneficencia y Culto, tan solo se le proporcionó un 5% del presupuesto
entre los años 1847 – 1878, lo que hace notar el irrisorio interés que se tenía a la educación
y la salud por parte de los gobiernos (Contreras, 2012).

Esta bonanza también hizo posible poder llevar a cabo la “liberación” de los esclavos,
aunque debe precisarse que este gesto responde más a una rencilla política que aún consenso
por parte del Estado:

En 1854 se produce un levantamiento armado dirigido por Ramón Castilla (quién había sido presidente
en el período 1845 – 1851), contra la administración de Rufino Echenique, quien aparecía acosado por
denuncias sobre corrupción vinculadas al pago de la deuda interna. De forma simultánea a este hecho
Echenique, buscando atraer el apoyo de la población esclava, emitió un decreto en el cual, ante la
necesidad de “asegurar el triunfo de las instituciones y del orden social”, disponía que todo esclavo
doméstico o de hacienda que se presentase al servicio del Ejército obtendría su libertad y la gracia se
hará extensiva a su mujer legítima. La única condición era llevar a cabo un servicio mínimo de dos
años. Asimismo, se anunciaba una indemnización para los propietarios (Aguirre, 2005, p. 185 – 186).

Por otro lado, la respuesta de Castilla no se hizo espera y el:

[…] 3 de diciembre de 1854 emitió un decreto en el cual, después de aclarar que esta medida ya se
había pensado hacer para cuando triunfase la “revolución”, anuncia que el gobierno “restituyese, sin
condición alguna, la libertad de los esclavos y siervos libertos, cumpliendo solemnemente un deber
de justicia nacional” […] Castilla también anunció la indemnización a los propietarios, una promesa
que los dineros del guano garantizaban que se podía cumplir” (Aguirre, 2005, 185 – 186).

Como se desprende la cita anterior la “liberación” de los esclavos en realidad fue una
manumisión puesto que el gobierno de turno pago por la libertad de cada uno de ellos.
Además, se nota que el gesto fue una respuesta política más que una ley planificada y
debatida desde los poderes públicos del Estado. Lo cierto es que tras la caída del régimen
esclavista hubo la necesidad de reemplazar esta mano de obra, la cual había sido empleada
32
durante siglos en diversos trabajos manuales dentro de las haciendas, talleres, pequeñas
industrias, entre otros.

3. Arribo de los culíes al Perú

Tal como se ha señalado líneas arriba para la extracción del guano, no era necesario contar
con una sofisticada tecnología, solo era necesario emplear obreros para que la extrajeran.
Pese a ello existieron grandes limitaciones, puesto que se carecía de trabajadores, situación
que se agudizó aún más con la manumisión de los esclavos. Debido a ello se buscó nuevas
fuerzas de trabajo; en un principio se pensó en emplear a los pobladores de la sierra, pero las
“barreras sanitarias como el paludismo o la malaria que se cebaban en los migrantes serranos
al llegar a la costa, sumada a la ausencia de una presión demográfica sobre la tierra que
empujara a los campesinos de la sierra a la migración” (Contreras & Cueto, 2007, p. 140)
hacían complicado emplearlos. Ante esta situación la clase política vio conveniente fomentar
la migración de extranjeros hacia el Perú. Los cuales trabajarían no solo en la extracción del
guano sino también para otras labores como la agricultura, la industria y el comercio.

3.1.¿Migración europea o asiática?


Al momento de debatirse la migración de extranjeros al Perú, existió el consenso de que
estos migrantes debían ser de origen europeo ya que al ser una raza superior ayudarían a
mejorar a la sociedad peruana la cual era predominantemente indígena. Es decir, la
migración se pensó bajo la lógica de la eugenesia, aunque debe precisarse que por entonces
ni los médicos, ni los políticos, ni los ilustrados, empleaban dicho término. Este recién es
introducido al Perú con la llegada del siglo XX de la mano del médico Carlos Enrique Paz
Soldán, quién describió la eugenesia como:
La Eugénica estudia el bienestar físico de la raza y la influencia que en todo orden determina su
mejoramiento y degeneración. Esfuerzos por descubrir y practicar el arte de mejorar la descendencia
humana han sido hecho desde épocas primitivas […]” (como se citó en Yzu, 2016, p. 56).
Como se ha señalado líneas arriba el ideal de eugenesia estuvo presente en los debates
de las autoridades políticas decimonónicas, hecho que se puede cristalizar con
correspondencias como la enviada de la Casa del Supremo Gobierno en Lima al Gobernador
de la Provincia Litoral del Callao el 9 de junio de 1848:
Con el motivo de los sucesos ocurridos á principios de este año en varios Estados y capitales de Europa,
se presenta una buena oportunidad para atraer á la república la inmigración de brazos y capitales que

33
tanto necesita para el progreso de la agricultura, de la industria y del comercio nacional, y deseando
S.E. facilitar la relación de esta importante mira, me manda á decir á V.S. que se sirva á reunir á las
personas notables dedicadas á la agricultura y les exponga este propósito, como también favorable de
la ocasión que se ofrece; pues [es] mui natural que en la época de transición en que se hallan aquellos
estados escasee el trabajo á muchos brazos de la clase laborosa […] 5.
Como se desprende de la cita anterior, la intención de los gobernantes de turno era
atraer inmigrantes europeos al Perú, no solo por su superioridad racial sino también por ser
una clase laboriosa de buenas virtudes para la agricultura. No obstante, debe precisarse que
los “europeos no veían con entusiasmo a un país que ofrecía menos oportunidades
económicas que los Estados Unidos y que el Cono Sur del continente” (Gonzales, 2016, p.
139). Es bajo este panorama como durante el primer gobierno de Ramón Castilla (1845 –
1851), se aprueba el 17 de noviembre de 1849, una ley que señalaba:

Que ante la postración que se halla la agricultura del país por la falta de brazos, es de necesidad remover
este mal, protegiendo la inmigración extranjera; que la representación nacional debe fomentar este
nuevo género de industria premiando á los empresarios y con especialidad á los primeros introductores
de colonos en atención á los mayores riesgos á que se hallan expuestos […] 6.
Tal como se cita líneas arriba con la aprobación de esta ley se permitía traer
trabajadores extranjeros al Perú, asimismo, se señalaba que los primeros comerciantes en
introducir dichos trabajadores debían recibir un incentivo por correr riesgos económicos. En
adición a ello se indicaba que estos podían ser hombres o mujeres, cuyos rangos de edad
oscilaran entre los 10 y 40 años. Asimismo, se señalaba que el número de colonos
introducidos no debía bajar de 50 individuos (Rodríguez, 2012).

Esta ley además otorgaba a los comerciantes Domingo Elías y Juan Rodríguez la
exclusividad de ser los únicos introductores de colonos por un período de cuatro años. Los
cuales debían desembarcar en las regiones de Lima y la Libertad. Al ingresar al Perú estos
quedaban “extensos de pagar contribuciones y de hacer servicio militar por un lapso de diez
años, para lo cual se tendría en cuenta su fecha de ingreso al país” (Rodríguez, 2012, p. 67).

5
Correspondencia enviada de la Casa del Supremo Gobierno en Lima al Gobernador de la Provincia Litoral del
Callao el 9 de junio de 1848. Archivo Histórico de la Marina de Guerra del Perú, sección Prefecturas del Callao
1848, caja 16, sobre 138, folio 76.
6
Archivo digital del Congreso, ley de 17 de noviembre de 1849. Recuperada de internet de
http://www.leyes.congreso.gob.pe/Documentos/LeyesXIX/1849071.pdf.

34
De acuerdo con lo planteado por especialista Humberto Rodríguez en su artículo El
inicio de la trata amarilla al Perú y sus actores (2012) esta ley fue promulgada inicialmente
con la finalidad de atraer migración en general a nuestro país (con cierta preferencia hacia
los migrantes europeos). No obstante, darse la introducción de chinos en gran cantidad se le
comenzó a llamar la “ley china” aunque desde su punto de vista debió nombrarse “ley
chinera” ya que inició el tráfico amarillo a nuestras costas.

3.2.Escenario internacional chino

Tras aprobar el Congreso la ley que fomentaba y facilitaba la migración extranjera en


general, se empezó a introducir al territorio peruano una gran cantidad de trabajadores chinos.
Para poder comprender cuáles fueron las razones que impulsaron a estos trabajadores a
migrar a nuestro país, dejando de lado a sus familias y costumbres, explicaremos brevemente
cuál era el contexto político por el que pasaba China durante los años de la migración.
Entre 1839 y 1842 el imperio chino gobernado por la dinastía Manchú, se enfrentó a
Inglaterra durante la conocida Primera Guerra del Opio. Como consecuencia de ello China
debió aceptar la imposición de un tratado desigual, que conllevó a la entrega de isla de
Hong Kong, la apertura de puertos para el comercio extranjero y el pago de una
indemnización por la guerra (Valladares, 2012).
Posteriormente, entre los años 1856 y 1860, ambos países se volvieron a enfrentar durante
la Segunda Guerra del Opio. Este conflicto finiquitó tras la firma de un nuevo tratado en el
cual se obligaba a China aceptar la libre comercialización de los ingleses en su territorio.
Asimismo, se les obligaba volver legal la venta del opio, asumir los gastos de la guerra entre
otras medidas (Valladares, 2012).
A este panorama desolador se sumó las guerras internas que tuvieron lugar en el sur de
China entre los años 1849 y 1864. Las cuales cobraron alrededor de 20 millones de vidas.
Esta situación empeoró aún más con las sequías que se esparcieron a lo largo del país, que
produjeron el “el empobrecimiento de campesinos, cargadores, artesanos, empleados y
servidores públicos, obligaban a muchos de ellos a escapar de sus localidades de origen para
convertirse en trabajadores migrantes o en bandoleros […]” (Anguiano, 2018, p. 239). Es
bajo este contexto social en el que los chinos comienzan a migrar a diversos países de
América.

35
3.3.Una aproximación a los oficios, costumbres y tradiciones de culíes en China

Los trabajadores chinos, que llegaron al territorio peruano durante la segunda mitad
del siglo XIX provenían de las ciudades Amoy, Swatow, Catón y Macao, siendo el puerto de
esta última ciudad el lugar desde donde partían.
En lo que respecta a su fisionomía estos se caracterizaron por ser de “rostro carnudo,
labios gruesos, nariz achatada, poca o ninguna barba, cabellos negros, los ojos se hallan
distanciados entre ellos, son semiabiertos, y en su mayor parte oblicuos, labios trompudos,
tez bronceada” (Rodríguez, 2017, p. 25 – 27). Solían rasurarse el cabello con cuchillas
excepto en la zona de la nuca, sitio donde se dejaban hacer crecer una larga trenza.
Por otro lado, su alimentación, estaba compuesta de dos dietas al día, siendo el arroz
parte principal de ellas, el cual se cocina sin condimentos; se terminaban de cocinar cuando
se convertían en una masa compacta (Rodríguez, 2017). A ello se le sumaba pequeñas
raciones de carnes rojas o de aves. Como bebida principal tenían té o cha.
Adicionalmente a su alimentación, una gran cantidad de chinos consumía opio, hecho
que los conducía a un estado de anorexia. Los hacía adelgazar de forma extrema, perdiendo
de este modo una gran cantidad de fuerzas. Este hecho les impedía muchas veces poder
realizar trabajos físicos. En lo que respecta al ámbito religioso en China se practicaba por
aquellos años tres tipos de religiones: el Juchian, el budismo y el Tauchián (Rodríguez,
2017). Es decir, no practicaban el catolicismo, de allí que sus costumbres religiosas hayan
sido consideradas por la sociedad peruana del siglo XIX idolatras.
En el ámbito laboral, notamos que la gran mayoría de culíes antes de emigrar al Perú
ofertaban sus servicios en empresas privadas. En el siguiente cuadro, tomado del artículo
Macao en tiempos de la trata amarilla de Humberto Rodríguez, exponemos de forma más
detallada dichas actividades económicas.

Tabla 1. Actividades económicas de los culíes en Macao antes de migrar al Perú


ACTIVIDAD ECONÓMICA N° DE %
PERSONAS

EMPRESAS (miembros de asociaciones comerciales, empleados de 4 599 21.3


estas asociaciones)
Semindustria (empleados de fábricas de té, cigarreros) 711 3.5

36
COMERCIO (ambulantes, vendedores de opio cocido, panaderos, 1 587 7.4
libreros, carboneros, porqueros, carniceros)
SALUD (boticarios, herbolarios) 314 1.5
RELIGIÓN (en 12 pagodas, con bonzos y empleados) 66 0.3
DIVERSIÓN (casas de juego, lotería china, taberneros) 354 1.6
EMPLEADOS PÚBLICOS (casas de emigración china, iluminación 318 1.5
pública, policía de mar)
TRATA DE CULÍES (corredores de culíes) 413 1.9
SERVICIOS (empeñadores, caleseros, caleseros de entierro, 7 226 33.5
conductores de carretas, lectores de la suerte, sirvientes de europeos,
sirvientes de chinos, meretrices)
OFICIOS Y PROFESIONES (pescadores, calafateros, fotógrafos, 5 525 25.7
pintores, ebanistas, carpinteros, relojeros, orfebres, costureras, zapateros
para gusto chino, zapateros para gusto europeo, barberos, profesores,
constructores de loza, cereros, dulceros, pedreros, músicos, hojalateros,
sombrereros al gusto de europeos, alijibeles, tejedores, sogueros,
criadores de ganado, criadores de cabras, matadores de ganado,
capadores, agricultores, jornaleros, engominadores de lavanderías,
toneleros, cerrajeros, sastre al gusto de chino, curtidores
OTROS (mendigos y presos) 425 2.0

TOTAL 21 594 100.0

*Cuadro tomado del libro: RODRÍGUEZ PASTOR, Humberto (2017). Presencia, influencia y alcances. Chinos
en la sociedad peruana 1850 – 2000. Lima: Fondo editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
pág. 31- 33.

Algunas de las peculiaridades que se infiere del cuadro anterior es que, durante los años
de la trata amarilla, existió un modesto grupo de chinos que se dedicaban en China a la venta
de hierbas y de plantas medicinales. Motivo por el cual recibieron el nombre de médicos o
boticarios. Debe precisarse que algunos de los aprendices de este oficio, tras llegar al Perú,
seguirán practicando este tipo de medicina ancestral, causando una serie de controversias y
querellas entre la comunidad médica concentrada en la Facultad de Medicina de Lima, tal
como lo analizaremos con más detalle en el capítulo tres.

3.4.De Macao al Callao: traslado de los culíes y las condiciones sanitarias

Antes de que los culíes partieran de Macao hacia el Callao, firmaban un contrato en el
cual se comprometían a trabajar por un período de ocho años a cambio de ello se le “prometía
un salario mensual de 4 pesos, un adelanto del mismo, comida y cuidado médico gratuito,
más el pasaje al Perú” (Gonzales, 2016, p. 141). Estos contratos fueron firmados en idioma
castellano y en chino. Posteriormente a ello se les embarcaban en un navío, a bordo del cual

37
realizaban un viaje que duraba aproximadamente de “120 a 150 días, se trataba de un viaje
de cerca de 17 000 kilómetros” (Rodríguez, 2017, p. 73).

Debe precisarse que antes de zarparan las naos, estas tenían que ser visados por el capitán
de puerto antes y posteriormente al embarque de los culis. Quienes verificarían que los culíes
que ya habían firmado contrato por ocho años no acepten un nuevo contrato hasta que finalice
el primero. A parte de este trámite, el cónsul debía entregarle al capitán del barco un
certificado o patente de sanidad, en el que se especificaba las condiciones higiénicas de la
embarcación.

Las condiciones higiénicas en las que viajaban eran muchas veces precarias, aunque esto
no se veía reflejado necesariamente en los certificados de sanidad expedidos por el
consulado. Según lo planteado por el doctor Víctor Alzamora Castro, durante la travesía, los
culíes eran tratados como mismos animales:

[…] “Se embarcaron cuantos chinos era posible almacenar con seguridad”. Eran tratados como si
fueran animales, se les daba de comer en pailas y se repartía agua en cántaros. Por temor a las revueltas,
las puertas que los guardaban estaban reforzados con hierros y sólo se habría cuando era indispensable
la limpieza de los hediondos recintos. Varios fallecían durante el viaje, este acontecimiento ya estaba
previsto. Se encostalaba al difunto y amarraba una gran piedra, se decían unas cortas oraciones y se
fondeaba el cadáver (Alzamora, 1963, p. 145).

Por otro lado, en la novela Nurerdin Kan7 la cual fue publicada en 1872 a manera de
folletín en el semanario El Correo (cuando aún estaba vigente la inmigración china a nuestro
país) se narra la forma como eran trasladados estos migrantes al Perú. Además, en uno de
estos pasajes literarios se cuenta la epidemia que se vivió a bordo de la embarcación Doria:

La peste, que acabó por declararse a bordo, venía diezmando el número de los chinos, y aunque para
el capitán era cosa harto fácil echar al agua diariamente tres o cuatro cadáveres, temía sin embargo que
los marineros, la gente del buque, cómo él lo llamaba, se viesen acontecidos de repente por la terrible
enfermedad. El bergantín por otro parte, separado constantemente de la costa por vientos contrarios,
no había podido arribar a ningún puerto, de manera que los víveres escaseaban y más de quince o
veinte chinos habían muerto por falta de agua, que, en pequeñísimas raciones se les distribuía

7
Esta novela se publicaba de manera anónima en el diario El Correo. No obstante, se adjudica la autoría a
Trinidad Manuel Pérez. Para más información se recomienda revisar: Pérez, Trinidad (2020). Nuredin- Kan.
Edición crítica de Johnny Zevallos. Lima: Ediciones MYL.

38
diariamente, no pudiendo aumentar la porción que tocaba a cada uno de los enfermos (Pérez, 2020, p.
24 – 25).

Cómo se desprende de las dos citas anteriores, las paupérrimas condiciones


higiénicas, sumadas a la falta de una alimentación adecuada, hicieron que un gran número de
migrantes chinos fallecieran en su trayecto hacía el Perú. El siguiente cuadro tomado del libro
Presencia, influencia y alcances. Chinos en la sociedad peruana 1850 – 2000 (2017) de
Humberto Rodríguez Pastor, nos brinda una idea de cuáles eran las principales causas de
muerte en el trayecto de Macao al Callao.

Tabla 2. Acontecimientos suscitados en los barcos que iban de Macao al Callao


BARCA BANDERA FECHA DE PARTIDA N° DE SUCESOS
CULÍES
Claire Francesa Diciembre 1862 297 Viajé duró 123 días. Murieron de diversas
enfermedades 15 chinos. El resto se encontraba
en perfecto estado de salud con excepción de 12
que luego de desembarcar los llevaron al
lazareto. Antes del desembarco el buque fue
fumigado.

Teresa Chilena Diciembre 1861 100 4 chinos murieron de forma natural, y otros 5
fueron arrebatados por un golpe de agua en una
tempestad.

Petronila Peruana Julio 1861 300 En este viajé hubo muchas desgracias por eso
demoró 300 días; llegaron 297 chinos. La barca
fue tomada por un temporal en el Mar de la
China, maltratada llegó a la isla de Sándich,
tuvo que detenerse en Honolulu pues hacía
mucha agua. De ahí al Callao fueron 85 días de
viaje.

Camilo Italiana Diciembre 1863 586 El 17 de diciembre falleció de muerte natural el


Cavour capitán del buque.

Bacalán Francesa Junio 1864 310 Murieron durante el viaje 100 chinos como
causa de mucho uso de opio.

Cristina Peruana Junio 1865 603 148 migrantes murieron de disentería.


Liguria Italiana Artículo de 3 de febrero de 1866 informa una
gran mortalidad de chinos. Un intérprete
declara que los sobrevivientes señalaban que ni
el trato ni la comida habían sido buenas. La
prefectura puso multa al consignatario pues en
la baja de los chinos tenían mucha culpa los
capitanes pues por ahorrar reducían las
raciones.

Karl Hamburgo Abril 1866 201 Llegaron al Callao 200 culíes en buen estado de
salud, solo uno fallecido.

39
Camilo Italiana Abril 1866 634 Viaje lleno de sucesos: motín de chinos; tifón
Covour de seis horas y el viento se llevó tres gavias
bajas y la trinquetilla pasó a popa; casi choca
con un arrecife cerca de las islas Moisés.

Dolores Portugal Setiembre 1866 670 Ya en el Callao el capitán de la nave no quise


Ugarte presentarse ante el capitán de puerto, solo se
mostraron de mala manera y displicencia piloto
contramaestre. Durante el viaje hubo 170
muertos incluyendo tripulantes, no se conoce
motivos. De los 500 restantes 1 murió en el
hospital, 11 tenían tifoidea, 11 en estado de
extrema flacura, 80 con escorbuto y otros con
enfermedades leves. No hubo contagiosos.
Barca llegó sin médico ni intérprete. Había en
la nave españoles con inexplicable presencia.

Julián Portugal Setiembre 1866 467 Solo llegaron 318 chinos y cinco españoles de
carácter sospechoso.

Pratolongo Italia Octubre 1866 455 Solo tuvo una pérdida de 6 chinos, el resto son
inmigrantes vigorosos y sanos.

Asia Italia Julio 1866 500 Luego de 142 días de viaje, solo llegaron al
Callao 397. La pérdida de 103 se debía a la
pésima calidad de los alimentos y por embarcar
más chinos de lo establecido.

Amelia Bremen Octubre 1866 256 Viaje de 193 días con 21 culíes que
sobrevivieron, de éstos 10 con escorbuto.
Travesía sin precauciones.

Galileo Italiana Diciembre 1867 413 De Macao pasó por Japón. Del tramo de Paita
al Callao mueren 111 chinos. Pérdida si
humanitariamente sensible también lo es desde
el punto de vista comercial.

Uncowak Italiana Enero 1868 505 Viaje de tan solo 95 días que solo tuvo 7 chinos
fallecidos y el resto viene por completo en el
mejor estado de salud de robustez.

Luisa Peruana Enero 1874 766 Solo hay indicación del número de culíes que
Canevaro llegaron, entre ellos 10 muchachos. Se informa
que esta es la última expedición de culíes
contratados por 8 años. Lo que no fue cierto.

Manco Peruana Marzo 600 Solo fallecieron 9 de enfermedad natural y 2


Cápac que se arrojaron al agua. Muchos saben hablar
castellano antes trabajaron en Cuba, hay
calafates y carpinteros competentes.

Florencia Peruana Julio 1874 Salió de Hong Kong con carga general y 20
pasajeros chinos, primero llegó a Paita y luego
al Callao, algo que sucedía algunas veces. Esta

40
nave era de un sistema mixto, esto es vapor y
velas.

Lola Peruana Julio 1874 375


En la travesía solo murieron 6. Este fue el
último viaje de barcas chineras.
*Cuadro tomado del libro: RODRÍGUEZ PASTOR, Humberto (2017). Presencia, influencia y alcances. Chinos
en la sociedad peruana 1850 – 2000. Lima: Fondo editorial de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos,
p. 39.

Como se desprende del cuadro anterior, durante el periodo de navegación hubo una
gran cantidad de culíes fallecidos. La gran parte de ellos a causa de enfermedades cómo la
disentería, escorbuto o cólera. Para tener una idea aún más detallada de la cantidad de chinos
que fallecieron durante el viaje, citaremos a continuación la memoria dejada por el cónsul
británico H. Hutchinson, en la que se detallada el número de chinos que zarparon, fallecieron
y arribaron al Callao en la década de 1860.

Tabla 3. Inmigración de culíes al Callao en la década de 1860


EMBARCADOS MUERTOS
AÑO LLEGARON DESDE EN EL
MACAO VIAJE
1860 1,413 2,007 594
1861 1,440 1,860 420
1862 1,003 1,716 713
1863 1,628 2,301 673
1864 6,410 7,010 600

1865 4,540 4,794 254

1866 5, 929 6, 543 614

1867 2, 184 2, 400 216

1868 4, 266 4, 387 121

1869 2, 291 2, 366 75

1870 7, 544 7, 917 373

38, 648 43, 301 4, 653


Totales
*Cuadro tomado del libro: Bonilla, Heraclio. “Gran Bretaña y el Perú 1826 – 1919. Informes de los cónsules
británico” Volumen III. Lima: Instituto de Estudios Peruanos – Fondo del libro del Banco Industrial del Perú,
1976, pág.

41
De acuerdo con el cuadro anteriormente citado del 100% de chinos viajaron al Perú
en la década de 1860 un 7% de ellos fallecieron durante el viaje. Debido a ello era común
encontrar en la correspondencia remitida por la capitanía al Prefecto del Callao, con noticias
como estas:

En la mañana de hoy ha fondeado en este puerto la fragata Portuguesa Pedro 1° procedente de Macao
en cuyo puerto embarco 680 colonos asiáticos de los cuales vienen a su bordo 653 y de estas 14 se
hallan con escorbuto8.

Con la fecha del 4 de setiembre último, me dice el Cónsul de la República de Macao que se ha
despachado para el Callao la fragata italiana “Dea del More” conduciendo quinientos seis (506)
colonos chinos contratados en esa ciudad por cuenta de los señores Canevaros y Ca de Lima. En “El
Nacional” del 22 del presente aparece y es notorio que aquel buque ha llegado solamente con 268, lo
cual acredita que ha fallecido casi la mitad de los que salieron de Macao 9.
En el “Comercio” de ayer se leé la noticia de que colonos asiáticos que conducían al Perú la Barca
“Amalia” han muerto 231 y que de los 21 que quedan con vida, había 10 atacados con escorbuto 10.

Cómo lo evidencian las fuentes, la principal enfermedad que contraían los colonos
durante el viaje era el escorbuto. Aunque debe precisarse que, en la mayoría de las
embarcaciones, llegaban culíes, qué como consecuencia de los accidentes ocurridos durante
el viaje, quedaban incapacitados para realizar labores. Por lo cual debían mendigar para
poder subsistir:

No hay un solo buque que venga de Canton trayendo chinos, que no cuente entre ellos algunos ciegos
e inutilizados por otras causas. Como estos no pueden ser objeto de ganancia para los especuladores
que trafican con dichos chinos, vendiéndolos á muy crecido precio, abandonan á su suerte á los
inválidos, llenándose la población de estos nuevos desgraciados, y sirviendo su vista de un triste
espectáculo, sin que la piedad pública tenga medios de remediar el mal que deplora por ser muchos
los chinos que se hallan en el estado que he indicado. Yo creo, y no sin fundamentos, que á quienes
toca asistir y cuidar á los infelices referidos, es á los mismos traficantes […] 11.

8
Informe del Capitán de Puerto al Prefecto del Callao del 2 de febrero de 1868. Archivo Histórico de Marina,
sección Prefectura del Callao, 1868, caja 3, sobre 25, folio 5- 6.
9
Correspondencia al señor secretario de Relaciones Exteriores, fechado el 25 de enero de 1866. Archivo
Histórico de Marina, 1866, Caja 20, sobre 163, folio 126.
10
Correspondencia enviada al Prefecto de la Provincia constitucional del Callao, fechada el 10 de abril de 1867.
Archivo Histórico de Marina, 1867, caja 20, sobre 166, folio 199.
11
Correspondencia al Prefecto de la Provincia Constitucional del Callao, fechada el 25 de septiembre de 1866.
Archivo Histórico de Marina, Fondo Prefectura,1866, caja 20, sobre 164, folio 5

42
3.5.Costumbres, hábitos y prejuicios

Como se ha mencionado líneas arriba, antes de que los trabajadores chinos partieran de
Macao, firmaban un contrato de 8 años a cambio de una remuneración. “Una vez llegado al
Perú, es vendida la contrata por el introductor al patrón peruano, quién eventualmente, puede
venderla a otro tercero” (Trazegnies, 1994, p.151). Posterior a esto, los trabajadores chinos
eran trasladados hacia la hacienda donde realizarían trabajos de agricultura, artesanía,
industria o servicio doméstico. “El patrón decide de manera absoluta el uso que le dará al
chino, con la única excepción contractual (a partir de 1860) de que no puede destinarlo a la
extracción del guano de las islas” (Trazegnies, 1994, p. 151 – 152).

Durante estos años de servicios, los chinos eran obligados a trabajar en jornadas que
comenzaban con la salida del sol y concluían con la puesta de él. Por las noches descansaban
en galpones, construcciones bastantes primitivas que se cerraban con llaves para evitar que
se escaparan en la oscuridad. En compensación a estas labores y de acuerdo a lo estipulado
por sus contratos recibían “[…] en principio una paga semanal, alimento diario, dos vestidos,
una camisa de franela, una frezada al año […] atención médica y vivienda” (Trazegnies,
1994, p. 151). Debido a sus precarias condiciones de trabajos se puede aseverar que ellos
trabajaban bajo condiciones de semi esclavitud.

Con el arribo de los chinos al territorio peruano se resolvió el inconveniente de la


mano de obra, puesto que alrededor del 90% de ellos fueron destinados a las haciendas
costeñas, para el cultivo del algodón y la caña de azúcar. Se sabe incluso que al culminar sus
contratos alrededor del 30 al 40% fueron recontratados. No obstante, con su llegada surgieron
nuevos problemas, puesto que sus costumbres y hábitos, disociaban de los patrones comunes
de la población. Lo que generó una serie de estigmas entorno a ellos. Sobre todo, en aquellos
chinos que tras cumplir su contrato no fueron recontratados por lo que quedaron libres y
buscaron nuevas formas de subsistencia. Empleándose así en actividades como la
construcción de ferrocarriles, agricultura (algunos eran recontratados), talleres y comercio.

De acuerdo con los testimonios de la época, los chinos se inclinaron a tres oficios
especialmente: el de garitero, fondero y usurero. En lo que respecta a las fondas chinas,
según Atanasio Fuentes, aquí se comía gato por liebre. Para el caso de los garitos, ellos se
jugaban hasta sus ropas. En cuanto a la usura “los chinos la llevan hasta donde no la llevaron

43
nunca los judíos. El interés mínimo que exigen por las sumas prestadas es el cincuenta por
ciento; y no solo usan sino que también alquilan las especies que reciben en prenda”
(Atanasio, 1985, p. 90).

A consecuencia de sus nuevos oficios se establecieron en pueblos que se encontraban


ubicados cerca de las haciendas en donde trabajaban o en su defecto en las ciudades. Para el
caso de Lima, la comunidad china se estableció en los alrededores del Mercado Central
“cerca del Mercado de la Concepción, cuya base y eje principal era la Calle del Capón (actual
Jirón Ucayali) y el Jardín Otaiza” (Palma & Ragas, 2018, p. 166). Lugar que prontamente se
conocería como Barrio Chino. Debe precisarse que en este lugar la comunidad china no solo
residía sino también tenía negocios, siendo uno de los más controversiales, las boticas o
droguerías.

La concentración de la población china en este espacio público hizo que prontamente


los vecinos y autoridades de la ciudad, desplegaran una serie de reclamos y prejuicios hacía
ellos. Por ejemplo, se cuestionó que residieran una gran cantidad de personas en una sola
casa, puesto que al existir aglomeración12, con la que podrían surgir algunas enfermedades,
situación que se agudizaba aún más con la falta de higiene:

Los chinos son muy aficionados á la cocina y muchos se han hecho en Lima, excelentes cocineros: sin
embargo, es preciso desconfiar mucho del aseo en sus operaciones. A este intento referimos a una
anécdota, ocurrido á uno de nuestros amigos. Tenia este un chino que preparaba el puchero Limeño á
la perfección: un dia que convite para la comida criolla, entre otras personas de confianza, entró nuestro
amigo a la cocina para inspeccionar el puchero; al destapar la cacerola vé con horror, sobre las coles,
una hermosa rata; reconvenido acremente el chino contestó con la mayor frialdad: no tengas cuidado;
puchero para ti, rata para mi (Atanasio, 1985, 89 – 90).
En adición a ello, algunos de los hábitos de la comunidad china como el de fumar
opio, fueron catalogados como vicios que corrompían a la sociedad peruana. A esta crítica
se sumaba también su predilección por los juegos de azar, motivo por el cual en más de una
ocasión fueron sancionados por las autoridades locales:

12
Debe precisarse que de acuerdo con lo planteado por la historiadora Carlota Casalino en su artículo: Casalino,
Carlota (2005). “De cómo los chinos se trasformaron y nos transformaron en peruanos. La experiencia de los
inmigrantes y su inserción en la sociedad peruana, 1849 – 1930”. En Investigaciones Sociales, IX (15), pág.
109 - 132. La austeridad practicada por la comunidad china era parte de las costumbres de este grupo social,
asimismo ello le permitía ahorrar dinero a largo plazo, lo cual le permitía invertir en un futuro.

44
Jugadores asiáticos. - En número de 58 fueron conducidos ante[ayer] á la Intendencia de policía, por
habérseles encontrado jugando. Después que se les detuvo en el calabozo algunas horas, se les puso
en libertad, abonando antes una multa de dos soles en libertad, abonando antes una multa de dos soles
por cada asiático […]13.

Por otro lado, debemos mencionar que la comunidad china, no profesaba la religión
oficial del Perú es decir la religión católica. Tal como lo hemos señalado líneas arriba, durante
los años de la migración en el país oriental se tenía como principales religiones el Juchian, el
budismo y el Tauchián, motivo por el cual al migrar los culíes a tierras peruanas serán
señalados herejes o idolatras. No obstante, debe precisarse que con el paso de los años
algunos de ellos se fueron convirtiendo al cristianismo. Por ejemplo, en el censo que se llevó
a cabo en Lima en el año 1860, se evidencia que apenas el 10% de los culis que residían en
la capital habían recibido el sacramento del bautismo. Los mismos que se realizaron a
petición de los patrones, quienes se sentían más tranquilos al saber que tenían a su servicio a
chinos civilizados por el sacramento del bautismo (Wang, 2017).

A los hechos descritos anteriormente se sumaron discursos como el del médico César
Borja, quién sustentó en su tesis: La migración china es un mal necesario de evitar (1887),
que la raza amarilla era una raza inferior, puesto que sus genes transmitían una serie de vicios
como la adición a los juegos de azar. O en su defecto enfermedades, por lo cual era necesario
evitar matrimonios entre las peruanas y chinos:

Las leyes de la herencia son inflexibles y al mezclarse la raza china con las nuestras, no hace más que
prestar un elemento más al desarrollo y generalización de terribles enfermedades, demasiado comunes
entre nosotros […] situación que comprueba al observar las estadísticas del hospital 2 de mayo, donde
más del 30% de muertes por disentería y tuberculosis son asiáticos (Como se citó en Paroy, 2016, p.
184).
Como podemos inferir hasta aquí, la colonia china no solo fue estigmatizada por sus
costumbres, hábitos, creencias tales como las de fumar opio, practicar juegos de azar, o el
hecho de no ser católicos, sino también se cuestionó su esencia biológica. Pues se les señaló
como una raza inferior, capaz de generar la declinación de la sociedad peruana mediante de
su reproducción. Es decir, según la percepción de entonces la educación o conversión al
cristianismo no eran elementos suficientes para mejorar esta raza. Puesto que ella estaba

13
El Comercio, Lima, lunes 17 de agosto de 1868, segunda edición, jugadores asiáticos, pág. 2

45
predestinada al fracaso por su propia naturaleza, de allí que cuestione su existencia en sí. Las
secuelas de estas incidencias se vieron reflejados en la estigmatización y prejuicios con el
que fueron tratados los chinos dentro de la sociedad peruana.

46
II

EL PUERTO DEL CALLAO EN LOS ALBORES DE 1868

En la segunda mitad del siglo decimonónico, el medio de transporte por excelencia


entre una nación y otra eran los barcos, los cuales tenían como lugar de partida un puerto y
lugar de llegada otro. Al arribar una embarcación comercial a algún puerto esta solía
desembarcar sus mercancías y venderlas, iniciando así toda una cadena comercial. De allí
que estos sitios hayan sido un atractivo foco comercio para las personas de diversas
nacionalidades y credos. Debido a ello los comerciantes en su afán de estar más cerca a sus
negocios, comenzaron a construir sus viviendas en las zonas aledañas a estos espacios,
edificándose así (claro está que es de manera involuntaria) una nueva ciudad.

Esta lógica no fue ajena al surgimiento del Callao, puesto que hacia 1537, tras
otorgarle el Cabildo de Lima una licencia a don Diego Ruiz, para la construcción de un
tambo, que sirviera como almacén de las mercancías desembarcadas (Rodríguez, 2018), se
comenzó a edificar alrededor de esta una serie de viviendas. Por ello se considera al año de
1537, como la fecha de fundación del Callao ya que es la primera vez que aparece este
nombre en los libros de cabildo. No obstante, antes de este año ya existían poblaciones
residiendo en este espacio.

Lo cierto es que cuando inicia el boom del guano en el Perú, el Callao ya había dejado
de ser conocido como el puerto de Lima, tras haber alcanzado su autonomía política en 1836
al ser declarada provincia. Hecho que se rectificó en 1857 con su nombramiento como
provincia constitucional. En el presente capítulo abordaremos los aspectos geográficos,
políticos, sociales y de salubridad del Callao en los albores de 1868, ello con el objetivo de
ver cuáles eran condiciones con las que tuvo que enfrentar la epidemia de fiebre amarilla de
1868.

1. Generalidades

1.1. Fundación

Tras la invasión española y el establecimiento de Jauja como capital del virreinato,


los conquistadores notaron prontamente que el acceso a esta zona era dificultoso, motivo por
lo que buscaron una nueva capital. La que debía tener un rápido acceso al mar, es así como

47
tras analizar las características de la bahía que se encontraba rodeada de la comunidad
indígena Piti Piti, se informó que:

su amplia y apacible rada podían albergar gran cantidad de embarcaciones durante mucho tiempo, sin
necesidad de un tratamiento especial para los barcos dado que la frialdad de sus aguas impedía el
desarrollo de la broma y otros moluscos que perforaban la madera de los cascos (Quiroz, 2007, p. 27).
Estas condiciones hicieron que, tras el establecimiento de Lima, como la capital del
virreinato, el 18 de enero de 1535, este lugar se convirtiera en el puerto de Lima, el puerto de
los Reyes, el Callao de Lima. Hecho lo que lo convirtió prontamente en un atractivo foco
comercial:

El Callao era una de las entradas de los visitantes al país. La gran actividad comercial que en él se
efectuaba era un atractivo especial para captar inmigrantes del interior y exterior del país. Esto hizo
al puerto un lugar de variada población, donde se encontraba gente de todas las razas, nacionalidades
y oficios (Quiroz, 2007, p. 70).
Esta dinámica se mantendría a lo largo del virreinato. Con la instauración de la
república, dicha situación no cambiaría puesto que el Callao, seguiría manteniendo su
condición de primer puerto, llegando a su máximo apogeo en la segunda mitad del siglo XIX
con el boom del guano.

1.2. Geografía y clima

A nivel geográfico, el Callao se encuentra ubicado a los “12° 3” 53” de latitud S. y 77°
13” de longitud O. de Greenwinch, es segura y limpia de bajos y arrecifes; su fondo
progresivo, de una á veinticinco brazas, es de greda y piedra menuda. […]” (Cisneros &
García, 1898, p. 21).

A pesar de la gran frialdad de sus aguas (hecho que impedía el desarrollo de broma)
durante los meses de verano, surgía en ellas un fenómeno llamado pintor:

[…]diciembre á abril, un fenómeno singular que consiste en emanaciones fétidas de gas sulfhídrico,
acompañado en cambios más o menos notables en el color del agua. Se conoce bajo distintos nombres
como el de Aguje y los de Callao Barber ó Callao Painter (Barbero ó Pintor del Callao) por la propiedad
que tiene de teñir de un color negrusco plateado, la parte de los buques pintadas de blanco por medio
del albayalde […] (Cisneros & García, 1898, p. 21).
En lo que respecta al clima, de acuerdo con lo planteado por el médico Lisando
Maúrtua en su tesis de bachillerato Estudio médico– sociales del Callao (1885) este espacio

48
no tenía grandes variaciones climáticas, por lo que se podría hablar de dos estaciones “[…]
una estación de verano y otra que más bien puede llamarse primavera que de invierno”
(Maúrtua, 1985, p. 3), ya que pocas veces podían notarse durante la estación de invierno
grandes vientos y las copiosas lluvias como las que habían en otras regiones del Perú:
“mientras en Lima llovía con gran fuerza, al Callao calentaba un sol de estío” (Maúrtua,
1985, p. 3). No obstante, lo cálido de su clima no impedía su alto nivel de humedad:

[…] pues siendo como es el fondo de su suelo esencialmente pedregoso las filtraciones de las aguas
del mar, del rio y de las acequias inmediatas se realizan con facilidad, y por su constante evaporación
como consecuencia, engendren una humedad ecesiva [sic] en toda la llanura chalaca (Maúrtua, 1985,
p. 3).
Como dato adicional debe mencionarse que frente al Callao se encontraban ubicadas
las islas Palomino y San Lorenzo. En lo que respecta al suelo, según el médico Maúrtua, su
peculiar estructura geológica lo convertía en uno de los lugares más insalubre que podía
habitar el hombre, de allí que, para él, haya sido este elemento, el causante de una serie de
enfermedades como la fiebre amarilla:

El suelo del Callao es uno de los más insalubres que puede habitar el hombre. Su estructura geológica,
como ya se ha dicho favorece las filtraciones del mar, del rio Rímac y de las acequias de las chacras
inmediatas, dando lugar estas filtraciones á los pantanos y lagunas que se encuentran alrededor en
conservación perpetua. Siendo indudablemente estos focos de emanaciones telúricas los que proceden
en el apogeo del verano la fiebre amarilla (Maúrtua, 1885, p. 5 – 6).

2. La Provincia Constitucional: Jurisdicción y configuración

Al no formar la provincia Constitucional del Callao, parte de Lima, esta se encontraba


fuera de los cuarteles y las murallas. Por lo que tenía su propia jurisdicción y configuración.
Debido a que no contamos con una referencia exacta de cuáles eran los límites que tenía la
Provincia Constitucional del Callao hacía la década de 1860, o de forma más específica hacía
el año 1868, hemos visto conveniente tomar como referencia lo planteado en el año1885 por
estudiante Maúrtua en su tesis sobre el Callao. Si bien es cierto esta tesis fue sustentada 17
años después de nuestra fecha de interés, intuimos que el declive en la venta del guano
sumado al estallido de la guerra con Chile, hicieron que este lugar no tuviera un crecimiento
demográfico sostenible como el que había experimentado en las últimas décadas, por lo que

49
su extensión territorial tampoco debió haber variado mucho. Explicado esto, indicamos que,
en la segunda mitad del siglo decimonónico, la Provincia Constitucional del Callao limitaba:

[…]por el N. el río Rímac, por el Sur el océano Pacifico que limita la península, por el Oeste el mismo
océano, con su muelle y dársena y por el Este la multitud y chacras y haciendas que forman parte del
valle de Lima (Maúrtua, 1885, p. 2).
A nivel jurisdiccional la Provincia Constitucional del Callao, tenía bajo su
administración dos zonas o en términos contemporáneos dos distritos; el primero conocido
con el nombre Callao, abarcaba las viviendas, negocios y espacios públicos que se habían
edificado alrededor de la bahía o puerto, es decir era el producto de la actividad comercial
que se había forjado desde los primeros años del virreinato.

La segunda zona conocida con el nombre de Bellavista era consecuencia del


terremoto y maremoto que asoló al Perú, el 28 de octubre de 1746. Tras haber quedado
destruida la zona del Callao, el virrey José Antonio Manso de Velasco, conocido también
como el Conde de Superunda, fundó una nueva ciudad a un cuarto de legua del puerto, ello
con el objetivo de salvaguardar la vida de los habitantes ante un nuevo siniestro. El ingeniero
Louis Godin, fue el encargado de trazar esta planta.

Pese a las restricciones que existieron de habitar o colocar sus negocios en los
espacios aledaños al puerto, este lugar fue nuevamente poblado. Para fines de la presente
investigación, la cual busca analizar el desarrollo de la epidemia de fiebre amarilla en el
Puerto del Callao hacía el año 1868, hemos visto conveniente reconstruir (hasta donde las
fuentes nos lo permitan) como se encontraba configurado el Callao.

2.1.El Callao

La zona del Callao se extendía “[…] desde la actual plaza Grau hasta el inicio del distrito
de La Punta” (Quiroz, 2007, p. 156) es decir abarcaba parte de lo que hoy conocemos como
Callao Cercado y Chucuito. Según el testimonio del filósofo y médico alemán Ernest
Middendorf, se encontraba dividido en dos zonas, una nueva y otra antigua:

El Callao está compuesto por una parte antigua y una nueva. En la primera, situada más cerca de la
orilla, se encuentran las tiendas comerciales, las oficinas del puerto y de los agentes de la Aduana,
otros locales de negocio, como hoteles y cantinas. Con excepción de dos calles – la Calle del Comercio
y la Calle de la Aduana – casi todas son estrechas y torcidas; la mayor parte de las casas son de

50
materiales ligeros y están mal construidas, aunque por lo general bien pintadas. La nueva ciudad está
situada detrás de la antigua, tiene calles más anchas, que se cortan en ángulos rectos. Con muchas
casas bien construidas y de agradable aspecto (Middendorf, 1973, p. 28).
En lo que respecta a la parte antigua, aquí se encontraban ubicados los muelles o
desembarcaderos, por lo que era conocido como la zona del puerto, debe señalarse además
que en este espacio se encontraban establecidos la gran mayoría de instituciones, así como
negocios. Para poder elaborar un análisis más detallado hemos visto conveniente describir en
el siguiente punto, los muelles y la Junta de Sanidad del Litoral que se encontraban en la zona
del puerto.

2.1.1. Una descripción panorámica del Puerto

Al momento de arribar un barco al puerto del Callao, este anclaba en un muelle


“construcción de piedra, ladrillo o madera realizada en la mar que permite a barcos y
embarcaciones atracar a efectos de realizar las tareas de carga y descarga de pasajeros o
mercancías” (Vega, 1870, p. 20). Los cuales eran administrados o bien por el Estado o por
alguna empresa o compañía privada.

Aunque desconocemos el número exacto de muelles que existían en el Callao para el año
1868, de acuerdo con las descripciones hechas por el comandante Aurelio García y García,
en su libro Derrotero de la Costa del Perú, publicado en 1863, hemos logrado identificar
cuatro muelles. Dos de estos pertenecían al Estado, el primero de ellos recibía el nombre de
muelle del Estado, estaba destinado a desembarcar personas y mercancías en general,
mientras que el segundo llamado Chucuito era usado exclusivamente para el desembarque
de trigos y harinas.

En lo que respecta a los otros dos muelles, estos eran administrados por la empresa
privada, el primero de ellos pertenecía a la compañía del dique, mientras que el segundo a la
compañía de vapores:

Hay además sobre la misma costa los muelles de la compañía del dique, de la antigua empresa de nieve
y de los de la Compañía Británica de Vapores, que sirven estos últimos también para la descarga. Tiene
a sus inmediaciones los almacenes de depósito, casas habitaciones, factorías y otros establecimientos
de las empresas respectivas (Como se citó en Quiroz, 1990, p. 19).
A parte de los muelles o desembarcaderos en la zona del puerto existían también
instituciones como la Fortaleza de la Independencia o Castillo de la Independencia, la
51
Aduana, la Capitanía del Puerto, la estación del ferrocarril y la Junta de Sanidad del Litoral.
Para fines de la siguiente investigación pasaremos más detallada de esta última institución:

2.1.2. La Junta de Sanidad del Litoral

Se encontraba establecida en el Callao (y en general en todos los puertos del Perú) era la
Junta de Sanidad de Litoral. Fue fundada en 1826, mediante El Primer Código Americano
de Sanidad (el cual tendrá vigencia hasta el año 1887). Su misión consistía en velar por la
salubridad del puerto. Las personas que conformaban esta institución eran “comandante de
marina, donde lo haya capitán de puerto, administrador de aduanas, un médico y un vecino
[…]” (Paz Soldán & Lorente, 1924, p. 9). En lo que respecta a sus funciones estas estaban
especificadas entre los artículos 15 y 33 del código anteriormente mencionado (véase anexo
1).

La principal función de la Junta del Litoral consistió en inspeccionar a los barcos


procedentes de algún puerto donde existiesen enfermedades. Esto con la finalidad de verificar
que ninguno de los tripulantes o pasajeros se encuentre enfermo y por ende introduzca este
mal al territorio peruano. En el caso de que la referida junta encontrará un enfermo o
sospechoso, esta tenía la potestad de someter a tripulación completa a cuarentena.

Como ya hemos mencionado, durante las primeras décadas de la república existió una
gran dejadez por parte del Estado, lo que se vio reflejado en la falta de atención de varias
demandas que aquejan por entonces a la sociedad y sus instituciones. Una de ellas fue la
desatención hecha a la Junta Litoral de Sanidad, quien solicitó en 1840, la designación de un
médico para la Junta establecida en el Callao, que le permitiera llevar a cabo una adecuada
inspección de sanidad:

Sabedor el Gobierno de que la visita de sanidad que[es] para la capitania[sic] de este puerto á [sic] los
buques extranjeros [sic] que arriban á el, se practican sin la precisa asistencia del medico [sic] que
debe componer esa junta con el fin de precaver que introduzca en el país alguna enfermedad cuyo
contajío [sic] debe procurarse evitando con toda la escrupulosidad que demanda precauciones de tan
vital importancia, dispondrá U.S. [sic] que de los médicos facultativos que reciden [sic] en ese pueblo
nombren uno que se encargue de visitar a los buques […] 14

14
Archivo Histórico de Marina, Prefectura del Callao. Correspondencia enviada a la Casa de Gobierno de
Lima, el 20 de octubre de 1840. Año 1840, caja 27, sobre 206, folio 120.

52
Como se desprende de la cita anterior, si hacia 1840, el Estado aún no podía atender
demandas no tan complejas como la designación de un médico, deducimos que aún más, no
poseía el poder suficiente para aplicar las cuarentenas de manera rigurosa. Sobre todo,
durante los meses en que existió la amenaza de introducirse alguna enfermedad en el puerto
del Callao u otro puerto peruano. Puesto que, dichas medidas afectaban inevitablemente el
comercio proveniente del exterior, colisionando, de este modo, con algunos sectores sociales
(Inga, 2020).

Lo cierto es que, de haberse aplicado dicha política, esta no tuvo tanta repercusión en
materia económica durante las primeras décadas de la república, ya que esta favorecía el
proteccionismo económico puesto en práctica por las élites peruanas. Debe anotarse que,
según lo planteado por Jorge Lossio, por entonces podría identificarse dos tipos de médicos,
de acuerdo a la relación que guardaban estos con las cuarentenas:

[…] los contagionistas (que propiciaban las cuarentenas) eran acusados de ser proteccionistas (es decir,
apoyaban el desarrollo industrial local vía los altos aranceles o la prohibición de importar productos
foráneos) mientras que a los anti – contagionistas (en cualquier tipo de cordón sanitario o control
portuario) se les relacionaba con los intereses de las grandes casas comerciales (Lossio, 2002, p. 81).

No obstante, al cambiar el panorama comercial hacía la segunda mitad del siglo XIX
con el boom del guano, se incrementó el número de barcos que arribaban al Callao y con ello
aparecen “nuevas” enfermedades como la fiebre amarilla (como lo veremos más adelante).
Por lo que se ordenó que todos los buques antes de desembarcar sean sometidos a una
inspección, por parte del capitán de puerto y un médico. Por lo que podríamos imaginar que
hubo un mayor control con respecto al ámbito sanitario.

Sin embargo, estas visitas, desde nuestro punto de vista, no eran nada más que una
formalidad, ya que como lo hemos expuesto en el capítulo uno, al momento de arribar una
embarcación con culíes al Callao, las cuales se caracterizaban por poseer pésimas
condiciones higiénicas (por lo que perecían varios culis durante el viaje), estas no eran
sometidas a cuarentenas. Es decir, los referidos inspectores no hacían más que elaborar su
informe, a pesar de existir evidencias suficientes como para someter a la embarcación a
cuarentena, o quemar sus mercancías tal como lo indicaba el reglamento. Puesto ello
significaba chocar con los intereses económicos del país. Debido a ello al momento de

53
estallar la fiebre amarilla de 1868, existieron grandes controversias de sí cerrar o no el puerto
o someter a cuarentena a tal o cual embarcación.

3. Actividad económica

Con en el boom de guano, las actividades económicas incrementaron en la zona del


Puerto y espacio aledaños, dicha situación se vio reflejada con la presencia de pequeños
negocios:

Para la primera quincena de noviembre de 1865, más de un chino había ya asentado su situación
económica emprendiendo modelos de negocios tan populares en el puerto como lo eran las chingadas
y las fondas, que combinaban el servicio de alojamiento con la preeduría de alimentos y bebidas. Ese
era el caso de “José Mercedes Mendoza” (35 años, soltero), natural de Cantón, residente en esta,
fondero, católico […] (Flórez -Zúñiga, 2017, p. 849).
Asimismo, se establecieron grandes negocios, como las casas comerciales
extranjeras, las que en su mayoría eran de origen británico y se dedicaban principalmente a
la exportación e importación de todo tipo de productos, para ello “se valían del alquiler de
sus propias flotas de barcos para traer todo tipo de artículos de Gran Bretaña del mismo modo
que trasportaban hasta allá los principales productos del Perú (oro, plata, cuero y algodón”
(Linares, 2012, p. 56).

Sí bien es cierto el establecimiento de estos pequeños y grandes negocios, son


consecuencia de la fluidez comercial que experimentó el país durante era del guano, debe
tenerse en cuenta este no fue el único factor que aceleró proceso. Puesto que, a raíz del
descubrimiento y perfeccionamiento del barco a vapor, las comunicaciones y con ello el
intercambio comercial entre un país y otro se transformaron completamente.

3.1.Del barco a vela al barco a vapor

La primera embarcación de este tipo que arribó al puerto del Callao fue el vapor Perú (4
de noviembre de 1840) de la compañía inglesa Pacific Steam (Denegri, 1981). Desde
entonces comenzaron a acelerarse las comunicaciones y con ello las actividades comerciales
entre un puerto y otro, sobre todo con el inicio del auge exportador del guano. En el siguiente
cuadro comparativo veremos cuánto tiempo se invertía al viajar en un barco impulsado a vela
y a vapor.

54
Tabla 4. Horas de viaje en barco a vela y a vapor
VIAJE A VELA VIAJE A VAPOR

DESTINO DÍAS HORAS DÍAS HORAS

Del Callao a Valparaíso 22 7 12

Del Callao a Iquique 18 3 12

Del Callao a Arica 18 3

Del Callao a Islay 18 2

Del Callao a Huanchaco 4 1 3

Del Callao a Paita 6 2 5

Del Callao a Guayaquil 8 3 2

De Valparaíso al Callao 11 6 6

De Iquique al Callao 7 3

De Arica al Callao 6 2 12

De Islay al Callao 4 12 1 18

De Huanchaco al Callao 7 1 12

De Paita al Callao 15 2 7

De Guayaquil al Callao 21 3 4 21”

*Cuadro tomado del libro: Denegri Luna, Félix. “Los primeros buques a vapor”. En historia marítima del Perú.
La república 1826 a 1851. Tomo VI, Volumen 2. Lima: Instituto de estudios histórico – marítimo del Perú,
1981, pág. 43.

4. Sociedad

El Callao en su condición de primer puerto atrajo desde tiempos virreinales a diversos


grupos sociales, quienes veían en este lugar una buena oportunidad para hacer negocios.
Estos grupos en su mayoría no compartían ni la lengua, ni la religión, ni las costumbres, el
único lazo en común que tenían, como ya lo hemos dicho, era su interés por el comercio. Esta
lógica convirtió al puerto en uno de los lugares más cosmopolitas del mundo.

55
4.1.Cosmopolitismo

A consecuencia del boom guanero, se acentuaron el Callao al igual que otras ciudades
portuarias de la costa peruana, un sinfín de pobladores, que hicieron aún más diverso, de lo
que ya era, este lugar. Es quizás por eso, que los diversos viajeros que llegaron al Perú por
aquellas décadas al momento de describir al Callao lo señalaban como un espacio complejo
y pintoresco. Un claro ejemplo de ello nos los brinda el testimonio de George Squiner, quién
tras arribar al Perú 1863, describe a la población chalaca de la siguiente forma “Habían chinos
y cholos, ingleses y franceses, suecos y genoveses, que vociferaban de consumo en la libre
jerga de todos los puertos marítimos del mundo: “Havee Boatee?” “Much bueno boatee”
“Ver good embarcation, sare! […]” (Squiner, 1977, p. 15).

Otro testimonio acerca del cosmopolitismo nos los brinda Ernst Middendorf, quién,
hacía 1865, describe a lo chalacos de la siguiente manera:

Las tripulaciones de las lanchas peruanas del Callao, ofrecen un muestrario bastante complejo de las
poblaciones peruanas de la costa. Quizás en ninguna otra parte del mundo se ven juntas tantas y
variadas razas humanas y facciones. Marineros de todas las naciones marítimas de Europa, que aquí
abandonaron sus buques, negros, indios, chinos y los mestizos productos de la unión de todas las razas,
con tez de todos los matices en tono oscuro, y con pelo castaño, lanoso, ondulado e hirsuto. Sin
embargo con excepción del color de la cara y de las características del cabello, estos voncingleros
mozos se diferenciaban poco de sus compañeros de gremio de otros lugares, ya que los lancheros y
cocheros de todo el mundo tienen las mismas costumbres (Middendorf, 1973, p. 122).
Debe precisarse que los tres principales grupos sociales que se encontraban en el puerto
eran los británicos, italianos y franceses.

4.2.Entre las colonias, los hábitos y las tradiciones

A pesar de que, en el puerto del Callao, existían colonias muy marcadas, no obstante,
creemos que esta clasificación, aunque útil no nos permite entender del todo la complejidad
social del puerto.
Es por ello, que siguiendo la idea de Agustín Guimerá Ravina, quien plantea en su
artículo Puertos y ciudades portuarias (Ss. XVI – XVIII): una aproximación metodológica
(2002) que en los puertos coexisten dos grupos sociales. El primero de ellos vendría a ser la
élite portuaria cuyas actividades económicas gira en torno al comercio, la industria en gran
escala, se caracterizan por tener un alto nivel educativo que muchas veces es desarrollado en

56
el extranjero y tienen como pasatiempo disfrutar de las pinturas, la música, las tertulias,
además suelen desarrollar una arquitectura muy particular. En lo que respecta al segundo
grupo, este está conformado por la cultura de las clases menesterosas como es la de los
hombres de mar cuyos hábitos consisten en practicar una religión mezclada entre el
catolicismo, anticlericalismo y la superstición, además de ser sociables y solidarios, pero al
mismo tiempo tender a la violencia y ser proclives a la soledad (Gumerá, 2002).
Planteamos que, para el caso del puerto del Callao, este postulado se cumple, puesto que,
al margen de la nacionalidad, color de piel, religión o idioma; coexistieron marcadamente
dos grupos sociales. Uno que vendría a ser el de los grandes comerciantes, empresarios,
profesionales liberales (médicos, ingenieros, técnicos) quienes se caracterizaron por ser los
vecinos ejemplares del primer puerto, ya que practicaban la filantropía y tenían buenos
hábitos y costumbres. Un caso bastante curioso, sí se tiene en cuenta que al ser la mayoría de
ellos al ser extranjeros y cristianos no católicos, era fácil catalogarlos como herejes, idólatras,
tal como sucedía con otras colonias como la china.
En lo que respecta al segundo grupo aquí se encontraban básicamente aquellos
trabajadores de estratos muy bajos, quienes empleaban por lo general sus manos como fuerza
de trabajo. Entre estos destacaban los hombres de mar, cuyos oficios eran los de pescadores,
estibadores, playeros, lancheros, arrumadores, guardines. Practicaban un catolicismo entre
mezclado con el anglicanismo y la superstición y eran proclives a los juegos. Razón por la
cual era necesario regular su conducta. Debe precisarse que algunos hombres de mar eran
ex – marineros, quienes tras haber desertado de sus barcos optaban por ejercer dichos oficios,
ante la imposibilidad de ser incorporados a la Marina Peruana. Puesto que para formar parte
de ella era necesario presentar papeletas firmadas por los cónsules de su país:
No se permitirá el enganche de marineros extranjeros, sino en vistas de papeletas firmadas por los
cónsules o agentes consulares de sus respectivas naciones y constancia de los roles que acrediten haber
quedado libres de anteriores obligaciones y aptos para celebrar nuevas contratas; y á falta de tales
agentes consulares […] (Flores, 1862, p. 11).
De aquí deducimos que aquellos marineros extranjeros que llegaron a formar parte
de la Armada Peruana, rompieron de manera diplomática con sus países, puesto que lograron
que se le emitieran sus respectivas papeletas. Debe precisarse además que, con el propósito
de evitar la presencia de marinos desertores en el territorio peruano, el gobierno ordenó que
cada vez que llegara una embarcación extranjera a nuestro país está entregase a cada uno de

57
sus tripulantes, un permiso expedido “por los cónsules de las naciones á que pertenezcan, á
fin de que con la constancia que en ella pongan la capitanía, los posaderos reciban sin
embarazo á esos individuos” (Flores, 1862, p. 9). Con esta medida lo que se buscaba era
evitar que aquellos marinos que hayan desertado al momento de llegar al Callao pudieran
hospedarse en algún posadero del primer puerto:

El capitán del puerto cuidará de que no se hospeden ningún marinero que no tenga papeleta dada por
el capitán del buque á que pertenezca y visada por la Capitanía […] El posadero que admitiese
marineros sin este requisito, será penado por cada persona que admita, con una multa de 50 pesos que
señala el reglamento de policía (Flores, 1862, p. 9).
El plazo máximo de días que estos marineros podían estar en el posadero era de diez,
pues se estimaba que, pasado esta fecha, ellos junto a sus embarcaciones deberían estar
zarpando hacía otro destino:

Los capitanes de puerto ordenarán y harán observar estrictamente, que no se de posada á marinero por
más de diez días, excepto en los casos de enfermedad, en cuya circunstancia, el posadero, dará
inmediatamente aviso a la Capitanía, para que mande a reconocer a la capitanía, para que mande
reconocer al enfermo; y resultando estarlo, podrá permanecer en la posada hasta su establecimiento,
ó hasta que sea su traslado al hospital ó su buque (Flores, 1862, p. 10).
Todo esto se realizaba con la finalidad de evitar que estos marineros desertaran. Es
por ello por lo que la capitanía pasaba inspección a estos establecimientos, un ejemplo de
esto lo podemos ver en la correspondencia remitida por el oficial de la Marina Peruana Pedro
Jon Carreño al Prefecto del Callao, el Callao, abril de 6 de 1864:

Con esta fecha se ha pasado una revista escrupulosa, en todas las posadas de marineros, y no se ha
encontrado otra falla que la de haber sorprendido en la Duch Jack al marinero Fred Arns desertor, de
la fragata N.A. “Juliet Trundy” y al que he puesto á disposición del Cónsul de los E. U. en este puerto,
asi como impuesto al posadero, la correspondiente multa de reglamento15.

Como hemos señalado líneas arriba, este grupo tuvo una gran afición por los juegos
de azar. Lo que ocasionó que diversos viajeros que llegaron al Perú, durante este periodo,
percibieran al puerto como un espacio donde reinaba el vicio y las malas costumbres:

15
Correspondencia enviada al Prefecto del Callao el 6 de abril de 1864. Archivo Histórico de Marina, Prefectura
del Callao – Capitanía del Callao 1864, caja 3, sobre 24.

58
Ruschenberger contaba que los salones de billar y las pulperías eran el refugio de marineros, negros y
lo más bajo de la población. Estos lugares son escenarios de todo tipo de vicios […] (Quiroz, 2007, p.
246).
La práctica de estos juegos no solo se llegaba a cabo en las pulperías sino también en los
hospedajes de marineros. Debido a ello la capitanía realizaban constantemente inspecciones:
“en estas visitas, cuidará el capitán de puerto […] que no se propine á los marineros bebidas
dañosas, de que haiga juegos prohibidos y que se observe un buen orden en general” (Flores,
1862, p. 10). Como se ha visto existió una serie de políticas que buscaban regular la estadía
y el comportamiento de los marineros que llegaban al Callao, pues se creían que sus vicios y
malos hábitos perturbaban a la población, aunque como ya se ha señalado, ellos no eran los
únicos en poner en práctica dicho hábitos, no obstante, al encontrarse los marinos sujetados
a una serie de protocolos era un poco más manejable que la capitanía pudiese regular su
conducta.

4.3.Demografía

Al estallar la enfermedad en 1868, no se sabía de manera exacta cuántos pobladores


residían en el Perú y mucho menos en el Callao. Los últimos dos censos que se habían llevado
a cabo eran los de 1860 y 1866, los cuales habían sido elaborados por el periodista Manuel
Atanasio Fuentes. Según muchos ilustrados de la época, el modelo de censo creado por
Fuentes era “Una verdadera revolución en los conocimientos estadísticos […]” (Peloso &
Ragas, 2001, p. 280. Puesto que utilizo categorías antes no usadas como sexo, edad, estado,
civil, profesión, culto y propiedades. No obstante, pese haber sido una innovación para la
época, dicho censo presenta serias limitaciones en lo que respecta al presente estudio. Estas
limitaciones radican en el hecho que, al ser solo censados los residentes de los cuarteles de
Lima, los habitantes del Callao no fueron incluidos en él, debido a que pertenecían a otra
jurisdicción.

Antes esta situación hemos visto conveniente recurrir al trabajo de José María Córdova
y Urrutia, titulado Estadística histórica, geográfica industrial y comercial de los pueblos que
componen las provincias del departamento de Lima (1839). El autor quien era ex – secretario
de la prefectura de Lima y del gobierno político militar del Callao, plasma a partir del padrón
de 1836, un cuadro en el que detalla cuántos pobladores residía en el primer puerto, hacia
mediados de la década de 1830:

59
Tabla 5. Número de pobladores en el Callao hacia el año 1836
HOMBRES MUJERES TOTAL

Blancos 272 219 491


Indígenas 309 360 669
Castas intermedias 472 545 1,017
Esclavos 65 59 124
1,118 1,183 2,301
*Cuadro tomado del libro: Córdova Y Urrutia, José María (1992). Estadística histórica, geográfica,
industrial y comercial de los pueblos que componen las provincias del departamento de Lima, edición
facsimilar Lima: Sociedad “Entre Nous”, pág. 103.

A pesar de que el cuadro anteriormente expuesto, nos da luces al respecto de la


cantidad de pobladores que residían en el Callao a mediados de 1830, este presenta también
una serie de limitaciones, una de ellas radica en que la data recogida no considera a los
pobladores extranjeros. Los cuales residían (aunque no de manera numerosa) desde tiempos
virreinales. Otra limitación consiste en que al haber sido extraída la data de un padrón que
fue elaborado por el gobierno del Callao, es probable que este haya tenido fines económicos
(mejor recaudación de impuestos). Y a consecuencia de ello algunos de los pobladores del
Callao hayan ocultado información con el objetivo de no pagar más tributos. A ello se suma
la falta de especificidad en lo que respecta a edades y oficios.

Lo cierto es que según este cuadro residían en el Callao un total de 2,301 personas de
los cuales 1,118 eran varones mientras 1,183 eran mujeres. Es decir, la población femenina
era mucho mayor a la masculina. Este hecho que puede ser explicado en base al desbalance
se produjo a consecuencia de las “pérdidas humanas en las guerras de independencia”
(Quiroz, 2007, p. 241).

Debe precisarse además que, de acuerdo con la clasificación hecha por Córdova y
Urrutia, el distrito de Bellavista que se encontraba dentro de la jurisdicción del Callao
albergaba hacia finales de esta década un total de 306 personas:

Hasta el indicado año residían en el pueblo mas de cuatro mil personas y en la actualidad solo existen
trescientos seis individuos de todas castas: ciento veinte y cuatro hombres, ciento setenta y seis mujeres
y seis esclavas (Córdova y Urrutia, 1992, p. 117).
Sumado a los pobladores que residían en el Callao con los de Bellavista, notamos que
a mediados de la década de 1830 residían en esta jurisdicción un total de 2,607 personas. Este

60
número de pobladores incrementó durante los primeros años de la década de 1840 (periodo
en que inicia la venta del guano) según el Calendario y guía de forasteros de la República
Peruana para el año bisiesto de 1844 “La población del Callao consta de 4 á 5 mil habitantes,
y la de Bellavista 200; pero en la primera no es fijo este número por la continua movilidad
de estos siendo una gran parte los extranjeros transeúntes […]” (De Carrasco, 1843, p. 66).
Como se desprende de esta cita hacia el año 1844 residían entre el Callao y Bellavista
aproximadamente entre 4,200 y 5, 200 habitantes, un número bastante elevado si lo
comparamos con los 2, 607 que residían en este sitio hacia el año 1836.

De acuerdo con esta misma fuente, para el año de 1848 la población chalaca estaba
compuesta 6,000 habitantes y la Bellavista por 300, lo que daba un total de 6,300 habitantes,
número al que se sumaba los extranjeros transeúntes. Como podemos inferir de estos datos,
en 4 años habían incrementado alrededor de 1,000 habitantes. En lo que respecta al año de
1850, el número de pobladores que vivían en el Callao no había sufrido mayores alteraciones
mientras que los que residía en Bellavista había incrementado al número de 306 “Hasta el
año 1825 existía en el pueblo más 4,000 personas, pero al presente solo cuenta con 306
individuos de todas las castas, 124 hombres, 176 mujeres y 6 esclavos” (De Carrasco, 1843,
p. 130). Con la llegada de la década de 1860 y la explosión de boom guanero el número de
moradores de la provincia Constitucional del Callao, incrementó aún más:

Los empadronamientos oficiales muestran que en 1859 el Callao albergaban a 18. 700 habitantes. Para
1862 la Provincia Constitucional cuenta con 17.539 habitantes. De ellos 10.294 eran varones (58%) y
7.245 mujeres (41,3%). De los varones, más de las dos terceras partes eran adultos (7.340 vs. 2.954
menores). Esto es, la población era no solo predominantemente masculina sino también
predominantemente adulta. En 1866 se calculaba en sólo 14,800 población en la provincia (Quiroz,
2007, p. 245).
Para el año que nos concierne, 1868, no existen cifras exactas de cuántas personas
radicaban en el Callao, no obstante, para fines de la presente investigación hemos visto
conveniente trabajar sobre el número de 14, 800 pobladores (cifra estimable de habitantes
para el año de 1866). Aunque somos conscientes por los datos expuestos con anterioridad,
que la población chalaca tenía una tendencia a crecer, sobre todo al estallar el boom guanero,
consideramos que en lapso de dos años el número de pobladores no pudo haber variado
drásticamente.

61
5. Estado Sanitario

Como hemos señalado en el capítulo número uno, hacia finales del siglo XVIII y durante
los primeros años del siglo XIX, la corona española liderada por la dinastía borbónica realizó
reformas sanitarias, que tenían como objetivo mejorar el erario público y frenar la aparición
de enfermedades. No obstante, tras la independencia, la joven república peruana, cayó en el
anarquismo político, hecho que impidió que se sostuvieran y mejoraran las políticas sanitarias
iniciadas unos años antes.

5.1. Esfera pública

Durante los primeros años republicanos era común percibir en diversos sitios de Lima y
del primer puerto, acopios de basura, excremento de animales y barro, situación que atraía a
mosquitos y otros animales transmisores de enfermedades. Razón por la cual era común
encontrar en la ciudad una gran cantidad de gallinazos. El viajero Juan Jacobo Von Tschudi,
nos brinda un testimonio sobre la presencia de este animal hacia la década de 1830:

El extranjero que pisa por primera vez la Costa del Perú, se sorprende por la cantidad enorme de buitres
negros que ve en toda la calle sobre todo en los techos. En el Callao, como en los demás puertos, se
encuentra principalmente los gallinazos de cabeza colorada (cathartes aura jllig), más al interior, se ven
con más frecuencia el gallinazo negro (cathartes foetens jllig). El primero es un pardo oscuro, casi negro,
con cabeza y cuello desnudos, rojos. El segundo se le parece en tamaño y forma pero su cabeza y cuello
son grises. El gallinazo negro es flojo y pesado y no vuela mucho; busca su alimento saltando sobre la
tierra con las patas juntas, si quiere avanzar más rápido se ayuda con las alas pero sin volar. Durante el
tiempo caluroso de mediodía, estos gallinazos se sientan sobre los techos o los muros, en fila de hasta
sesenta y aun ochenta ponen las cabezas de bajo de las alas y duermen, son muy voraces y tragan todo lo
que encuentran de sustancias y saltan en las calles más concurridas entre la gente y los animales […] El
gallinazo negro por lo general anida en techos de casas, Iglesias, ruinas y muros altos (Tshudi, 1966, p.
53).

La presencia de estos animales adquirió “un simbolismo especial en el imaginario social


limeño por sus peculiares costumbres alimenticias (daban cuenta de los restos de los animales
muertos que encontraban abandonados en las calles y las acequias)” (Lossio, 2003, p. 22).
Para muchos pobladores “los gallinazos eran un mal necesario, ya que permitía la eliminación
de basura y cadáveres de animales abandonados en la calle” (Lossio, 2003, p. 22).

62
Este panorama desolador e infeccioso no cambió para el Callao con el auge del guano,
puesto que seguía habiendo presencia de basura en las calles, asimismo, el agua seguía
transportándose por acequias o en su defecto esta era transportada en el lomo de burro por
los aguadores. Ante el constante problema ocasionado por el agua, el gobierno del Mariscal
Ramón Castilla intentó remediar la situación sin éxito alguno:

En este afán, el Mariscal Castilla, llegó a muchos acuerdos con el Dr. Gallagher, quien tuvo
compromiso especial con el Gobierno de Castilla, para proveer de mayor cantidad de agua a la
población, por medio del puquio “El Chivato”. El referido Dr. Gallagher, intervino ante la señora
Ramírez de Orellana, propiedad del fundo “Baquíjano”, a fin de poder construir acequias y demás
facilidades para el mejor cometido de dicho contrato. Parece que el Dr. Gallagher, no triunfó en sus
propósitos, y fue necesario por parte del Mariscal Castilla, celebrar un nuevo compromiso con el
Ingeniero Prentice, en agosto de 1859, para aumentar el caudal de agua y para conseguirlo se ahondó
más el puquio y sacando unas acequias algo profundas, pues llegaron a tener de profundidad más de
seis varas. En esta obra se gastó la suma de S/. 6.000,000, y sin resultado práctico pues fracasó la obra
(Vigil, 1946, p. 300 – 301).
La presencia de basura en las calles y una inadecuada distribución del agua generaban
una serie de problemas para la higiene pública del Callao. Al momento de estallar la fiebre
amarilla en 1868, el panorama de insalubridad que había descrito Jacobo Von Tschudi en la
década de 1830, aún prevalecía. Tal como se expone en la libreta que escribió el doctor
Cecilio Velázquez en 1868:

Al mencionar al Puerto del Callao, no se pude menos que recordar, lo pantanoso de su área las cuatro
quintas partes de su población, muy particularmente en el vecindario que se extiende de la calle del
Peligro para Pueblo Nuevo, Cruz Verde, Casa de Gallos, Beneficencia, Camal, etc. Y la que hay por
la calle de Lima, Colón, Condesa y Jardín de Boza, las lagunas, basureros y la práctica fatal de hacer
la baja policía de doscientos abrómicos cuando menos diariamente por la mar brava (barlovento de la
ciudad) unida al pestilente carro de aguas puercas que atraviesa todo el día la población; dan grandes
y poderosos motivos para una atmósfera fétida y corrompida de millares de peces muertos en cierta
época del año, se introduzcan en las casas estrechas, bajas y mal ventiladas y produzcan fiebres
perniciosas y trasmisibles (Velázquez, 2016, p. 45).

Como se desprende de la cita anterior, los problemas de higiene que presentaba el


Callao, no solo se debía a sus características naturales, geográficas como es la presencia de
un terreno pantanoso o su cercanía al mar, sino también el arrojo de abrómicos (residuos
fecales) al mar por parte de la Baja Policía. Lo que a la larga terminaba corrompiendo la

63
atmósfera y con ello infectando la población debido a la propagación de miasmas. Otro
trabajo donde se da a notar la insalubridad del primer puerto es en la tesis Estudio médico–
sociales del Callao (1885) del doctor Lisandro Maúrtua:

Hablar señores, de la higiene pública del Callao se lamenta hondamente la ignorancia, la incuria y el
olvido mas completos de los preceptos de la higiene por parte de las autoridades […] Sabido de
notoriedad es cuanto influye en la salubridad pública de un lugar un sistema bien ordenado de
canalización ó de alcantarillas, que arrastrando por diferentes canales las agua de las lluvias, las aguas
sucias de los sumideras, las materias escrementicias, los residuos líquidos de las industrias, los
desperdicios de las fábricas de bebidas, fermentadas [ilegible] lleven al mar ó sea al río, estos
elementos de alteración de la vida y de la salud humana. Pues bien señores el Callao, el primer puerto
de la república, la primera de las poblaciones industriales del Perú carece absolutamente de
canalización, circunstancia que origina los inconvenientes de este estado de cosas. Asi pues, el
matadero, la plaza de abastos, los hospitales, los colegios y escuelas en general, todos los
establecimientos públicos, donde por la naturaleza de las cosas tiene que aglomerarse materias
organicas, tienen que soportar la presencia de esas y absorver [sic] sus emanaciones mefíticas, hasta
que la mano tardía del basurero municipal las viene á levantar cada veinticuatro horas, para arrojarlas
á un lugar poco distante de la misma (Maúrtua,1885, p. 7 – 8).
Como se desprende de la cita anterior (la cual, aunque pertenece a un trabajo de
investigación que es posterior a nuestro período de estudio, nos da a notar que a pesar del
tiempo la higiene pública no había cambiado mucho) el mal tratamiento del agua y el arrojo
de basura en las calles del Callao creaban las condiciones necesarias para el desarrollo de
enfermedades. Ya que mucha del agua que llegaba a las casas se encontraba contaminada por
basura, excrementos humanos o de animales, puesto que era común emplear la “mismas
fuentes de agua para beber y para des – hacerse de los desechos tuvo nocivos efectos sobre
la salud de los pobladores” (Lossio, 2003, p. 30). De allí que las principales causas de muerte
durante la era decimonónica estuvieran vinculadas a enfermedades como la tifoidea y
disentería.

A esto se sumaba el hecho que en las acequias se anidaban el mosco Aedes aegypti,
principal transmisor de la fiebre amarilla. Debe precisarse que por entonces ni la comunidad
médica ni las autoridades asociaban este mosquito con el origen de la fiebre amarilla, se
pensaba más bien que ello era causado por los miasmas o la contaminación o corrupción de
aire.

64
5.1.1. Hospitales

Otros espacios públicos que tenían serios problemas de salubridad en el Callao eran
los hospitales. A comienzos de 1800, Hipólito Unanue realizó un diagnóstico con respecto a
los hospitales ubicados en la capital. En este concluyó que las principales amenazas que
aquejaban a dichos centros eran la sobrepoblación de pacientes, así como la escasa
ventilación e iluminación en las habitaciones y la carencia del personal sanitario (Lossio,
2003, p. 82). Debe tenerse en cuenta que los hospitales a los que se refería Unanue eran los
heredados del virreinato, los mismos que a nivel de infraestructura se caracterizaban por:

contar con un gran claustro o patio central, y en uno de sus lados se asomaban el frontis de su capilla,
mientras que en los tres lados restantes se encontraban diferentes ambientes (cocina, vivienda del
capellán, ropería, etc.). Los enfermos estaban alojados en extensas salas de planta rectangular, que
presentaban en sus muros grandes ventanas ciegas u hornacinas, que estaban ocupadas por los
pacientes y que se conocían como “covachas”. A su vez las salas se cruzaban entre sí, estando
regentadas por un altar, el cual las presidía, lo que permitía al enfermo oír misa desde su lecho, en sus
covachas. Por otro lado los pisos eran simples apisonados de tierra, sobre el cual los enfermos botaban
sus desperdicios, lo que en continuo tránsito de personas, se iba compactando (Coello, 2018, p. 83).
Este tipo de hospital prevalecerá en el Perú a lo largo del siglo XIX, a pesar de que
Europa y en otros lugares del mundo ya se habían remplazado los hospitales claustro por los
de pabellón, inspirados en el modelo panóptico16 desde finales del siglo XVIII. Los hospitales
de pabellón en comparación a los de claustro se caracterizaban por tener:

16
Antes del siglo XVIII los hospitales se caracterizaban por ser una institución que brindaba asistencia social a
los pobres, pero que paralelamente a ello separaba y excluía. El pobre, en su condición de pobre requería ser
atendido y en su condición enfermo se convertía en un vector trasmisor y propagador de enfermedades. Debido
a ello era necesario la existencia de hospitales pues ellos los acogían para proteger al resto del peligro que
representaba. Hasta el siglo XVIII, el principal actor de un hospital no era el enfermo sino el moribundo. Se
trataba de un ser humano que requería ayuda material y espiritual. Esta era la función esencial del hospital. De
allí que estos sitios hayan sido percibidos como un lugar para morir, asimismo, esto explica por qué el personal
encargado de ellos no eran médicos sino órdenes religiosas. Según Michel Foucault, esta percepción cambia a
fines del siglo XVIII. Puesto que alrededor de 1760, se crea una conciencia de que el hospital puede y deber ser
un instrumento destinado a curar enfermos, idea que refleja una nueva práctica: la visita y la observación
sistemática y comparada de los hospitales. Es bajo este precepto que se inicia una reforma en el sistema
hospitalario. La cual se da con la construcción de nuevos centros hospitalarios, que tenía como ideal permitir la
observación constante del paciente. Es bajo este contexto como el panóptico de Bentham se convierte en una
figura arquitectónica idealizada. Este modelo panóptico aplicado a la infraestructura hospitalaria permite
establecer las diferencias entre los enfermos, observar los síntomas de cada cual, sin que la proximidad de las
camas produzca que un paciente contagie a otro. Foucault, Michel (2002). Vigilar y castigar. Buenos Aires:
Siglo veintiuno, pág. 197, 201. Recuperado de http://latejapride.com/IMG/pdf/Foucault_Michel_-
_Vigilar_y_castigar.pdf; Foucault, Michel (1996). “Incorporación del hospital a la tecnología moderna”. En La

65
[…]ambientes separados que obedecían al tipo de enfermedad y sexo. Asimismo, presentará recintos
separados de acuerdo a su función, tales como la cocina, lavandería, depósitos para el carbón y
comestibles, guardería de ropa, comedor para criados, barchilones y pacientes, biblioteca, sala de
cirugía, sala de medicina, botica, dormitorios e incluso hasta una capilla (Coello, 2018, p. 65).
Uno de los primeros hospitales en ser edificado en el Perú bajo el modelo de hospital
de pabellón fue el Hospital Dos de Mayo. Por otro lado, debe mencionarse que a lo largo del
siglo XIX los hospitales que existían estuvieron administrado generalmente por órdenes
religiosas, las cuales no solo tenían por objetivo manejar las rentas del hospital o abastecer a
estos centros con medicinas e implementos sino también brindar apoyo espiritual a los
enfermos. Puesto que al considerarse las enfermedades como un designio divino “era
contraproducente el ir contra la enfermedad e intentar curarla” (Coello, 2018, p. 85). De allí
que los hospitales hayan sido concebidos como lugares destinados para morir y no como
espacios donde uno se podía curar las dolencias corporales. Debe precisarse además que en
estos centros de salud solían atenderse personas de estratos económicos muy bajos, gente
olvidada y sin parentela; las personas de mayor poder adquisitivo preferían llamar a un
médico y atenderse en sus casas.

Hacía la década de 1860, en la Provincia Constitucional del Callao, existían dos


hospitales. El primero de ellos llamado San Juan de Dios se encontraba ubicado en el distrito
de Bellavista mientras que el segundo era el hospital de Guadalupe, el cual estaba ubicado
en la calle Bolívar en el Callao. A continuación, haremos una descripción general acerca del
estado sanitario de estos hospitales:

5.1.1.1. Hospital de San Juan de Dios

El hospital de San Juan de Dios tiene su origen en el antiguo Colegio de Bellavista,


institución que pertenecía a la orden religiosa de los padres jesuitas. Tras ser expulsada esta
congregación del Perú por disposición real del 9 de setiembre de 1746, los bienes de esta
orden sacerdotal pasaron a depender de la “Junta de Aplicación de Temporalidades, presidida
por el Virrey, que debía proceder a la gestión, administración y liquidación de todo
patrimonio existente, en cumplimiento de las instrucciones dictadas” (Rabi, 2003, p. 32).

Vida de los hombres infames. La Plata: Editorial Altamira, pág. 70 – 71. Recuperado de
http://www.pensamientopenal.com.ar/system/files/2015/01/doctrina29343.pdf

66
Ante la ausencia de un hospital apropiado para la atención de los enfermos que
residían o trabajan en el Callao o Bellavista, la referida Junta de Aplicación de
Temporalidades, con fecha 7 de junio de 1770, decidió convertir al citado Colegio de
Bellavista en el Hospital General de Bellavista, para ello se dictaron los siguientes órdenes:

a) Dedicar el Colegio de Bellavista de los Jesuitas expatriados a Hospital General, para


ponerlo al servicio de la población y de las fuerzas militares
b) Remodelar convenientemente el edificio que se encontraba en buenas condiciones,
haciendo las salas necesarias y agregando los servicios básicos (botica, ropería,
cocinas, almacenes, asilados, contagiosos, etc) para su pronto funcionamiento
c) Entregar la administración y manejo del Hospital a la Religión Betlemita, con la
experiencia de su buen desempeño en los Hospitales del Refugio de Incurables y de
la Convalecencia de Indígenas Nuestra Señora Del Carmen
d) Aplicar las rentas que disponía el Colegio (especialmente la Hacienda Bocanegra)
para atender los gastos de funcionamiento del Hospital.
e) Entregar a la Religión Betlemita en explotación la Hacienda Bocanegra con todos sus
cultivos de azúcar, trapiches, trabajadores, bienes y equipos, para que con el producto
de sus rentas financiara el Hospital
La orden religiosa Betlemitas, conocida también como los “Barbones”, fue designada
por la Junta de Aplicación de Temporalidades como la institución encargada de administrar
el nuevo hospital debido a que tenían experiencia en la atención de hospitales como los del
Refugio de Incurables y de la Convalecencia de Indígenas Nuestra Señora Del Carmen. Sin
embargo, su falta de conocimientos en lo que respecta a la administración de haciendas,
hicieron que las ganancias obtenidas del Fundo Bocanegra (las cuales estaban destinadas a
sostener el mantenimiento del Hospital) fueran mal distribuidas lo que impedía el adecuado
mantenimiento del Hospital. Debido a ello el 5 de julio 1775 la Religión Betlemita devolvió
la administración del citado hospital a la Junta de Aplicación de Temporalidades.

Años más tarde ante la falta de recursos económicos para su mantenimiento, el virrey
Gil de Taboada Lemus, mandó a cerrar temporalmente el recinto un 16 de julio de 1790. No
obstante, tiempo después, durante las batallas de independencia, se hizo evidente la necesidad
de abrir un centro de salud en el Callao para atender a los soldado y marinos heridos.

67
Debido a ello el encargado del ministerio de Guerra y Marina Tomas Guido ordenó
en 1822 la reapertura del hospital. Para ello trasladó el Hospital del Espíritu Santo de los
Marinos17 que se encontraba ubicado en Lima a las instalaciones del antiguo Hospital de
Bellavista. La institución encargada de administrar este lugar era el Ministerio de Guerra y
Marina, la cual se encargó de asignar como director de dicho establecimiento a un Cirujano
Mayor del Cuerpo Político.

Durante sus primeros años de funcionamiento, el reinaugurado hospital se dedicó


atender principalmente personal militar, específicamente a marinos peruanos. Por otro lado,
debe señalarse que a pesar de que el hospital fue equipado con los elementos del desaparecido
hospital del Espíritu Santo de los Marinos, existieron fuertes carencias de materiales, lo que
impedía el adecuado mantenimiento del hospital:

Según el que verbalmente me ha instruhido [sic] se necesitan traer mas camas por que las [ilegible]
que las que hay habilitadas estan todas ocupadas […] Oy [sic] se ha devuelto dos enfermos en la
“Limeña” por falta de tener donde resivirlos” 18.
Este hospital funcionó de manera casi interrumpida hasta el año 1833, fecha en la
que “se consideró conveniente rematar el edificio en subasta pública, siguiendo la política de
liberación adoptada, que aspiraba a restringir la actividad estatal a lo estrictamente
indispensable” (Rabi, 2003, p. 52). Es bajo este contexto que un grupo de filántropos
conscientes de las necesidades sociales que aquejaban a los vecinos del primer puerto,
deciden establecer una Sociedad de Beneficencia en el Callao19. La cual tuvo como una de

17
El Hospital del Espíritu Santo de los Marinos fue fundado en 1573, siendo el primero de su género en toda
América. Su objetivo era curar marineros y gente de mar, pese a ello este no fue establecido en el Callao sino a
dos leguas de él (entre el río y la parroquia San Sebastián) debido a que en este lugar por entonces no había
mucha población española, así como médicos y boticas. La renta que sustentaba los gastos de este hospital no
era otra que la que los marineros y la gente de mar contribuían. Puesto que por cada viaje que realizaba un barco
hacía el puerto del Callao, el capitán de dicho navío pagaba un impuesto para el hospital, el cual variaba de
acuerdo con la distancia que había recorrido, posteriormente este monto era descontado del salario de la gente
de mar. Del Busto Duthurburu, José (1973) Historia Marítima del Perú. Siglo XVI – Historia Interna. -tomo
III, vol. 1. Lima: Instituto de Estudios Históricos – Marítimos, pág. 425 – 427.
18
Correspondencia enviada al ministro de Guerra y Marina, en el Callao 15 de mayo de 1822. Archivo Histórico
de Marina, sección Personales, año 1822, folio N° 26, correspondencia
19
La sociedad de Beneficencia del Callao se fundó el 29 de marzo de 1834, con el objetivo de asistir a los
enfermos en el Hospital de Bellavista y atender en cuanto sea posible las necesidades de los pobres. Esta
institución en sus inicios estuvo compuesta por: el gobernador de las fortalezas, el comandante general de la
Armada, el capitán del puerto chalaco, el párroco de la ciudad del Callao y el gobernador político. Para más
información véase: Archivo Digital del Congreso, decreto del 29 de marzo de 1834. Recuperado
http://www.leyes.congreso.gob.pe/Documentos/LeyesXIX/1834023.pdf

68
sus primeras tareas dejar sin efecto el remate del edificio del Hospital de Bellavista. Para ello
se hicieron cargo de manera momentánea del inmueble hasta el año de 1848, fecha en la que
pasó a ser administrado por una nueva orden religiosa.

Durante esta nueva gestión, el hospital adoptó el nombre de San Juan de Dios, en
recuerdo de los Juandedianos, hermandad que inició la asistencia sanitaria en el Puerto del
Callao. Con esta nueva denominación y dedicada de manera exclusiva a la asistencia de
mujeres, el citado hospital subsistió con alternancias hasta el 24 de mayo de 1940, fecha en
la que un terremoto de gran magnitud terminó de destruir el inmueble, motivo por el que se
edificó un nuevo hospital, el cual se dedicaría esta vez a la asistencia de varones, bajo el
nombre de Daniel Alcides Carrión.

5.1.1.2. Hospital de Guadalupe

El segundo centro médico que funcionó en el Callao durante el siglo XIX fue el
Hospital de Guadalupe. Sus orígenes se remontan al año 1831, fecha en la que un religioso
franciscano llamado José Manuel Prieto, que atendía y curaba a marineros y gente de mar
que residían en el sitio, hizo notar la necesidad de fundar un nuevo hospital en el Callao, ya
que el existente que era el de Bellavista, no se encontraba en condiciones óptimas para asistir
a nuevos pacientes, y el hecho de trasladar al enfermo hasta algún hospital en Lima lo ponía
en riesgo constante.

A la iniciativa planteada por el padre franciscano José Manuel Prieto se sumó la


colaboración del Fray José Ramón Rojas, quienes de manera conjunta se encargaron de
recolectar limosnas y donativos para la obra “gestionando la colaboración y participación
posible de la comunidad del Callao y también de la ciudad de Lima, con la finalidad de
establecer el servicio de atención sanitaria bajo la protección de Nuestra Señora de
Guadalupe, así como su correspondiente capilla” (Rabia, 2003, p. 58). No obstante, pese a
los esfuerzos la construcción de este recinto no se materializó hasta el año 1834, fecha en la
que el General de la Republica Luis José de Orbegozo mediante un decreto supremo expedido
en octubre de 1834, hizo entrega a los hermanos franciscanos de un terreno para el
levantamiento del hospital:

En sus comienzos, el hospital de Guadalupe atendía entre seis y diez pacientes ingresados, en una
amplia sala con grandes ventanales, pisos de madera y camas separadas por cortinas y pequeñas

69
divisiones de madera, además de los servicios de consulta externa, botica, un reducido laboratorio,
cocina, sanitario, almacenes, etc. Contaba con un médico, un cirujano, dos enfermeros, auxiliares,
boticarios, personal de servicio y limpieza (Rabi, 2003, p. 58).
La hermandad de los franciscanos estuvo a cargo del hospital hasta el 1° de diciembre
de 1848, año en que traspasó la administración de este centro de salud a la Sociedad de
Beneficencia del Callao. Por otro lado, debe señalarse que hacía inicios de la década de 1860,
el número de personas que residían en el Primer Puerto había incrementado de manera
considerable a consecuencia del boom guanero que estaba experimentado el país desde hace
algunos años. Lo que hizo notar la necesidad de trasladar o reubicar el hospital a una zona
más grande en donde pueda atenderse las creciente demandas de la población. Debido a ello
se demolió el primitivo local ubicado en la calle Bolívar, y se edificó un nuevo hospital en la
llamada Plaza Guadalupe (entre las calles Moyobamba y Manco Cápac), un lugar continuó
al Terminal Marítimo, al Ferrocarril, la maestranza y otros importantes centros industriales
que conformaban en su conjunto el barrio chalaco denominado Chacaritas.

La inauguración de este nuevo hospital se realizó el 8 de diciembre de 1865; durante


la ceremonia estuvieron presentes el presidente de la república, coronel Mariano Ignacio
Prado, el director de la Beneficencia don Joaquín Soroa y el inspector del hospital don Martín
Minglorra. En lo que respecta a su infraestructura:

El nuevo hospital se hizo con mayor amplitud y mejor distribución, se fabricaron dos grandes
enfermerías o departamentos; uno para hombres con cuatro ambientes y capacidad de 150 camas; y el
segundo para mujeres con capacidad para 34 camas en dos salas o ambientes. Dos destacados
profesionales prestaban servicios en este nuevo establecimiento. D. Casimiro González en la parte
clínica; y D. José Redondo, como cirujano, junto con los enfermeros, asistentes, boticarios, personal
de servicio y de limpieza indispensable (Rabi, 2033, p. 59).
Como se desprende de la cita anterior en el renovado hospital se había incorporado
durante su construcción algunos preceptos del hospital de pabellón, ya que edificaron
diferentes espacios, tanto para los pacientes como para los servicios que se brindaba. Durante
el combate del 2 de mayo (1866) y la guerra con Chile (1879), el hospital de Guadalupe
brindó eficientes servicios a los heridos y víctimas de la guerra, dada su inmediata cercanía
al puerto y por consiguiente al teatro de operaciones. Con la llegada del siglo XX y el
incrementó de la población, se decidió reubicar nuevamente el hospital, siendo trasladado

70
esta vez a la avenida Unión (hoy Argentina). El cambió de local implicó la desarticulación
de algunos espacios y servicios del hospital:

El trazo proyectado de la Av. Unión destruía los servicios básicos fundamentales del Hospital de
Guadalupe, como la ropería de los enfermos, las lavanderías, la ropería de la Comunidad de Hermanas
de la Caridad, la planta eléctrica, el pozo artesiano, la sala de San Sebastián y uno de los grandes
salones del Colegio de niños, además de arrasar con la huerta y sus árboles frutales (Rabi, 2003, p.
61).
Pese a ello se realizó el traslado, no obstante, una gran explosión de dinamita que
tuvo lugar en el Callao el 10 de septiembre de 1920 produjo la destrucción de este nuevo
local. Por lo cual fue necesario reconstruir diversos ambientes del hospital. Superado el
impase este centro de salud subsistió hasta el año 1966, fecha en la que fue demolido.

Como se desprende de los casos anteriormente expuestos hacia 1868, año en que es
asolado el primer puerto con la enfermedad, sólo funcionaban en la Provincia Constitucional
dos hospitales. El primero de ellos era de San Juan de Dios, estaba dedicado al cuidado de
damas y poseía una infraestructura bastante obsoleta para la época. Puesto que el edifico en
donde se ubicaba tenía sus orígenes en el antiguo Hospital de Bellavista que de data de
tiempos virreinales de allí que la inmueble haya sido construido bajo la lógica hospital de
claustro. Es decir, no contaba con los ambientes necesarios para segregar a los enfermos de
acuerdo con sus dolencias y género. En lo que respecta al segundo hospital este era el de
Guadalupe, estaba dedicado a la atención de varones y mujeres y si bien es cierto había sido
remodelado unos años antes de la epidemia bajo los preceptos del hospital pabellón, al no ser
tan grande su infraestructura, terminó por colapsar junto con el de San Juan de Dios (y otros
hospitales de Lima tales como: San Andrés, Santa Ana, San Bartolomé) durante la crisis
sanitaria de 1868. Debido al colapso del sistema sanitario, a inicios del mes de abril de dicho
año, diversos directivos de la Beneficencia comenzaron a recoger las siguientes comentarios
e ideas de la comunidad médica:

“[…] la idea de la comunidad médica sobre un nuevo establecimiento debido a las experiencias
cotidianas del mayor número de epidemiados, y la constatación que la capacidad de los antiguos
hospitales era desbordada; la idea que empieza a tomar cuerpo es la de tener un nuevo local que
remplazara al antiguo Hospital de San Andrés, con mayor capacidad de camas y una ubicación
diferente” (Zárate, 2014, p. 154).

71
Ante este panorama el gobierno de turno, presidido por el Segundo Vicepresidente
Pedro Diez Canseco, ordenó el 1 de mayo de 1868 (en plena ebullición de la epidemia) la
construcción de un nuevo hospital, el cual llevaría por nombre 2 de mayo en conmemoración
al combate que se lidio dos años antes en el Callao. Este hospital fue inaugurado el 28 de
febrero de 1875, fue considerado en su momento como el primer hospital del Perú y de
América (Alzamora, 1963). Cabe acotar, también que fue el primer hospital en nuestro país
en ser construido en su totalidad bajo los preceptos del hospital de pabellón. Por otro lado,
debe mencionarse que de acuerdo a algunos investigadores20 la construcción del Hospital no
fue consecuencia de la epidemia sino más bien era un proyecto que se venía debatiendo con
anterioridad.

Por otro lado, debe mencionarse que, tras el fallecimiento del enfermo, surgían otros
tipos de problema, que acechaba la salud pública del Callao y general del Perú, el cual era el
tratamiento de los cadáveres.

5.1.2. Cementerios

“Durante casi mil años – desde la Edad Media hasta los siglos XVI y XVII – el mundo occidental
mantuvo la práctica de enterrar a los muertos en las Iglesias” (Carlota, 2001, p. 349). Se pensaba que
si las personas eran sepultadas cerca se escaparían más rápido del purgatorio (Warren, 2009). Según
los estudios de Pamela Voekel “esta práctica proviene de la creencia de que los templos eran espacios
sagrados, que el altar era una extensión de la divinidad de Dios, y que los santos representados en
dichos espacios actuaban como intermediarios en favor de dichos muertos” (Warren, 2009, p. 49).

Esta concepción respecto a la muerte no fue ajena al virreinato peruano, ya que en


varios Monasterios e Iglesias se solían llevar a cabo estas prácticas funerarias. Un ejemplo
de esta situación fue el Monasterio de San Francisco: “Los fuertes olores dentro de San
Francisco y otras iglesias se esparcían a las calles, donde se fusionaban con las pobres
condiciones higiénicas, las aguas estancadas, el estiércol y los cadáveres de los animales
abandonados originando un terrible hedor” (Warren, 2009, p.51). Se sabe que los cuerpos

20
Existe una controversia entre Eduardo Zárate y Oswaldo Salaverry con respecto a la construcción del Hospital
2 de Mayo. El primero planeta que este recinto fue construido a consecuencia de la fiebre amarilla, mientras
que el segundo señala que antes de estallar la epidemia de 1868, ya se venía debatiendo la construcción de este
hospital. Agradezco la proporción de esta información al profesor Marcel Velázquez Castro.

72
sepultados en los templos están contaminando el agua y con ello esparciendo enfermedades
mediante las acequias (Warren, 2009, p. 51).

Como se desprende la cita anterior, el hecho de enterrar a los muertos dentro de las
iglesias, producía una serie de problemas a la salud pública que no sólo aquejaban a los
peregrinos de estos recintos sino también a cualquier transeúnte o vecinos que pasara o
residiera en un lugar aledaño a este.

Debido a ello esta tradición comenzó a ser cuestionada en Europa hacia la segunda
mitad del XVIII, a través de la difusión de ideas ilustradas. Las cuales argumentaban que
sepultar a los muertos en las iglesias o monasterios era convertir a estos espacios en focos de
infección. Es bajo este contexto que la Corona española envió a Lima un decreto real en 1789
“prohibiendo los entierros al interior de las iglesias y ordenando la construcción de un
cementerio extramuros, es decir ubicado fuera de los muros de la ciudad” (Warren, 2009, p.
56). No obstante, esta ordenanza no llegó a ser ejecutada por las autoridades, ya que ello
conllevaba afrontar unas series de querellas con la iglesia y con sus propias creencias
religiosas.

La iniciativa de prohibir los entierros en las iglesias y monasterios y construir un


cementerio a las afueras de la ciudad nació más bien de la comunidad médica que
influenciada por las ideas ilustradas, expresó mediante una serie de discursos y debates
vertidos en el Mercurio Peruano. Uno de sus principales representantes de este movimiento
fue el médico Hipólito Unanue, quien escribió en 1803 que en San Francisco “El pavimento,
incluso el presbítero, está lleno de bóvedas y sepulturas, que no bien se cierran, cuando
vuelven a abrirse, para echar los cuerpos recién muertos sobre los podridos” (Warren, 2009,
p. 52). Para Unanue al igual que para muchos intelectuales de su época, la putrefacción de
los cuerpos ocasionaba la contaminación del aire, el clima originando una serie de
enfermedades las “condiciones del clima alteraban el funcionamiento del cuerpo humano y
los humores que los componen, generando un desequilibrio corporal que llevaba a la
aparición de las enfermedades”. (Murillo, 2009, p. 27).

Es por eso que Unanue señalaba que la construcción del citado cementerio debía
ejecutarse en “los extramuros de la ciudad, una zona distante del centro y con la dirección de
los vientos adecuadas para no contaminar a la población urbana” (Ramón, 1999, p. 36).

73
La tan aclamada reforma, finalmente fue aprobada por el gobierno del virrey
Francisco Abascal en 1807. Quién ordenó la edificación del Cementerio General de Lima, el
cual sería construido en los extramuros de la ciudad. El arquitecto encargado de edificar este
recinto fue Matías Maestro Alegría, quién tomo como referentes el neoclasicismo y la
ilustración.

La inauguración de este recinto se llevó a cabo el 31 de mayo de 1808, previo a ello


se promulgó un Reglamento Provisional, el cual fue elaborado por el virrey Abascal y el
arzobispo Bartolomé de las Heras, con las recomendaciones de Hipólito Unanue. De acuerdo
con este reglamento quedaban “prohibidos todos los entierros al interior de las iglesias a
partir del día anterior a la apertura del cementerio, y se ordenaba la destrucción o la
inhabilitación de los espacios para entierros que existían en las iglesias” (Warren, 2009, p.
57). Otro de los requisitos para poder enterrar a sus difuntos en este recinto era el acreditar
que el fallecido había practicado la religión católica. El primer entierro que se realizó en este
lugar fue el arzobispo Juan Domínguez Gonzales de la Requena, debe precisarse que este
eclesiástico había fallecido algunos años atrás, sin embargo, con el fin de ganar adeptos a la
idea de enterrar a los difuntos en los extramuros de la ciudad, se decidió exhumar sus restos
y trasladarlos del panteón de la catedral al cementerio (Zárate, 2006, p. 462).

De acuerdo con lo planteado por la historiadora Carlota Casalino, el llevar a cabo este
tipo de entierro producía la […] individualización de los muertos: ya no integrarían los
osarios anónimos. El recuerdo de sus muertos ya no sería sólo a través de sus misas, sino que
existía la posibilidad de ir a visitar los restos a un lugar específicamente destinado” (Casalino,
2001, p. 349).

Como se ha mencionado líneas arriba para poder llevar a cabo un entierro en el


Cementerio General de Lima, era necesario que las autoridades eclesiásticas emitieran un
boleto, el cual sólo podía ser despachado en el caso de que el difunto hubiera profesado la
religión católica. Debido a ello la gran mayoría de extranjeros que residían en el Perú, tras
fallecer eran enterrados en la isla San Lorenzo, puesto que ellos eran cristianos, pero no
católicos.

74
5.1.2.1. Cementerio Británico

Ante la imposibilidad de los extranjeros y en especial de la colonia británica de


sepultar a sus difuntos en el Cementerio General de Lima, por su condición de cristianos no
católicos, se vieron en la necesidad de solicitar al gobierno peruano un permiso para la
construcción de su propio cementerio. Es así como el Cónsul George T. Sealy realizó las
gestiones pertinentes con el gobierno del General José Luis Orbegoso, para la compra de un
terreno ubicado en Bellavista, el cual estaba tasado en once mil pesos (Carrasco, 2013).

La adjudicación de dicho terreno se dio el 12 de noviembre de 1833. El lugar donde


está ubicado actualmente este cementerio es la avenida Prolongación Zarumilla s/n., a la
espalda de la Comisaría de Guardia Chalaca en Bellavista.

El citado proyecto estuvo a cargo de don Tomás Gil, su construcción estuvo


valorizada en 10,545 pesos. Los cuales fueron recaudados a través del gobierno británico y
donaciones de ciudadanos británicos en el Perú (Casalino, 2001). Asimismo, el rey Jorge IV,
a través del Acta del Parlamento Británico donó una importante cantidad de dinero para la
administración del cementerio, bajo la supervisión del consulado.

Si bien es cierto este terreno fue adjuntado a la colonia británica en 1833, la creación
formal de este cementerio por parte del Supremo Gobierno Peruano se dio el 22 de agosto de
1834 siendo ratificado por el Decreto Presidencial del 5 de mayo de 1836.

Debe precisarse, además, que, si bien el Cementerio Británico del Callao fue
inaugurado formalmente en 1838, años previos a su apertura se llevaron a cabo algunos
entierros en este recinto, debido a las gestiones y apoyo de don Andrés de Santa Cruz. Los
primeros entierros en ejecutarse este cementerio fueron el de los ingenieros de la Peruvian
Corporation fallecidos a consecuencia de la verruga (Tácunan,2011).

Por otro lado, debe precisarse que si bien el cementerio fue concebido para enterrar
a los miembros de la colonia británica en la práctica también se llevaron a cabo entierros de
otros colonos extranjeros que no profesaban la religión católica, puesto que este era el único
cementerio protestante ubicado en la capital por entonces.

Es así como en este Camposanto encontramos los cuerpos de alemanes, polacos,


suecos, austríacos, daneses, húngaros, finlandeses, australianos, franceses, neozelandeses,

75
belgas canadienses, checoslovacos, yugoslavos, rusos, suizos, chinos, japoneses y
estadounidenses. Una idea acerca de los primeros entierros que se llevaron a cabo en este
espacio nos las brinda el trabajo de José Córdova y Urrutia, quien detalla la cantidad de
muertos que fueron enterrados en este sitio entre 1835 -1838:

Tabla 6. Entierros realizados en el Cementerio Británico del Callao entre 1835 - 1838
NACIONALIDAD 1835 1836 1837 1838 TOTAL
Ingleses 1 2 5 5 13
Norte – americanos 0 0 0 3 3

Genoveses 0 0 0 1 1
Alemanes 0 0 0 1 1
Párvulos 0 2 1 1 4
Total 1 4 6 11 22
*Cuadro tomado del libro: Córdova Y Urrutia, José María (1992). Estadística histórica, geográfica, industrial
y comercial de los pueblos que componen las provincias del departamento de Lima, edición facsimilar Lima:
Sociedad “Entre Nous”, pág. 119.

Esta situación sólo comenzaría a cambiar en 1868 cuando el gobierno de turno


expidió el 20 de noviembre de dicho año, una resolución en la cual ordenaba a las
municipalidades en donde residieran una gran cantidad de foráneos que no practicaran el
catolicismo, se construyan camposantos para ellos. Al año siguiente específicamente el 19
de enero, expidió otra resolución en la que se ordenaba agregar a los cementerios que ya
existían una zona destinadas para los protestantes y otros cristianos no católicos (Basadre,
1961, p. 1818).

La edificación de un cementerio protestante en el Callao es quizás la máxima


expresión del cosmopolitismo que reinaba en el primer puerto. A propósito de ello
Middendorf, hizo la anotación siguiente:

Bellavista es frecuentemente visitada por los miembros de las colonias europeas, pero casi siempre por
tristes motivos, pues allí se halla el cementerio protestante (Ernst, 1973, p. 113).
En lo que respecta a la distribución interna del cementerio, una idea acerca de ello
nos llega mediante la memoria de Dora Mayer:

Este cementerio de Bellavista es más acogedor que los Panteones de Lima y Baquíjano por que no
tiene hileras de nichos, sino cada tumba en la tierra y generalmente adornada con un jardincito. En
cada tumba caven tres ataúdes sobrepuestos, conforme se suceden las defunciones en la familia que ha

76
adquirió el sitio. Se abona una modesta mensualidad a los parteoneros para cuidar las plantas, y éstos
quizás ni hoy podrían ser muy careros por que los deudos acabarían por no pagar nada. Para que el
derecho de la tumba expira solamente con la desaparición de todos los familiares de los enterrados
(Seminario de Historia Rural Andina, 1992, p. 24 – 25).
Como un dato adicional, respecto a los cementerios protestantes, debe señalarse que,
hacia el año de 1869, los judíos residentes en el Callao asociados bajo la Beneficencia Hebrea
comenzaron a realizar trámites para la adquisición de un terreno en donde construirían un
cementerio para su comunidad. El sitio escogido fue el valle de la Legua, el cual pertenecía
al empresario Enrique Meiggs. Dicho recinto fue inaugurado el 29 de marzo de 1875.

5.1.2.2. Cementerio del Callao

Antes de que se construyera el Cementerio del Callao, los chalacos católicos que
fallecían en esta localidad eran enterrados en el Cementerio General de Lima o en su defecto
en huacas cercanas como la denominada Chacaritas. Es por eso que 1857 Don Gregorio
Hurtado, encargado por entonces de la Beneficencia Pública del Callao, planteó la idea de
construir un nuevo cementerio en el primer puerto. El lugar pensado para construir este
recinto era el barrio de Chacaritas, espacio que albergaba una huaca que también recibía este
nombre. No obstante, el lugar no era el más apropiado debido a la constante filtración de
agua que ocasiona un gran lodazal, lo que convertía a este sitio en un potente foco de
enfermedades.

Debido a ello se buscó un lugar más apropiado para la edificación del cementerio,
es así como se ubicó un terreno en el antiguo camino de Lima – Callao (actualmente avenida
Oscar R. Benavides - ex Colonial). El costo total de la obra fue tasado en S/. 200 mil pesos.
Gracias a los auspicios de la Municipalidad del Callao de 10, 000, la donación del señor
Manuel M. Ugarte de 20, 000, así como la venta de una parte del terreno de la Chacaritas
(que ascendió 34, 562) y otros aportes; la Sociedad de Beneficencia del Callao logró comprar
algunas hectáreas de la hacienda Baquíjano, para levantar allí el camposanto. La primera
piedra de esta obra fue colocada el 24 de octubre de 1859 (Vigil, 1946).

El Cementerio General de Baquíjano fue inaugurado el 12 de diciembre de 1861,


durante la ceremonia inaugural se contó con la presencia del Mariscal Ramón Castilla, quién
dijo que la edificación respondía a las necesidades de la higiene pública. “El bautismo de esta

77
obra estuvo a cargo del Párroco José Tomás Mateus en representación del Vicario General
del Arzobispo de Lima” (Tácunan, 2011, p. 269).

A parte de las calles, los hospitales y cementerios, existieron otros espacios públicos
que representaba un verdadero problema para salubridad en el Callao, nos referimos al
mercado central del Callao y a las escuelas, a continuación, haremos una descripción general
de estos sitios:

5.1.3. Mercado

Los mercados o centros de abasto que existieron en el Perú decimonónico no estaban


edificados tal como lo conocemos en la actualidad. Por entonces se denominaban mercados
a un conjunto de vendedores que ofrecían sus productos en una plaza de la ciudad. Para ello
armaban una especie de tiendas provisionales conocidas coloquialmente como ramadas, las
cuales se caracterizaban por tener “un techo formado por troncos o ramas, que serían la
cubierta, dando así sombra a los productos a vender; en otros casos se utilizaría telas de
algodón y vestimentas vetustas para dar sombras a los productos que ofrecían” (Coello, 2014,
p. 371).

En lo que respecta al mercado del Callao este se encontraba ubicado desde el año
1826 en lo que conocemos actualmente como la plaza José Gálvez. Este espacio público se
caracterizaba por aglomerar a diversos vendedores de comestibles. Una idea acerca de cómo
se encontraba constituido dicho espacio hacia la década de 1830 nos llega mediante la
memoria del viajero Williams Ruschenberger:

El mercado consiste en un campo abierto donde se han levantado unos cuantos puestos de carne y
verduras. Las placeras, mayormente indias y mulatas, extienden sus frutas y verduras en palletas o
ponchos sobre el piso, donde separan en pequeñas porciones equivalentes a un real cada una. Las papas
se venden de tres a ochos por un real, los huevos de tres a seis, los frejoles son medidas en vasijas
hechas de calabazas (mates) de un tamaño arbitrario, de acuerdo al criterio del vendedor. A veces las
escenas son divertidas. […] Los montículos de fruta de todo tipo son en ocasiones tan numerosas y
dispuestas irregularmente en el suelo que se requiere mucho cuidado al andar para no pisar un cerrito
de huevos o una canasta de chirimoyas […]. Se vende gran variedad de excelente pescado en el
mercado: la corvina, el lenguado y el pampano son los mejores […] la carne tiene más sabor y es, tal
vez, mejor que en cualquier otro lugar de la costa. El carnero es excelente. Las aves son caras y, a
excepción de los patos, son inferiores en sabor […] Los alrededores del mercado están poblados de

78
perros y busardos merodeadores que llevan todo lo que encuentran a su paso. Los bueyes son
beneficiados en la vía pública, justamente al salir de la población, y su carne ya aderezada es llevada
al mercado en jumentos o carretas (Como se citó en Quiroz, 2007, p. 237 – 238).
Como se desprende de la cita anterior el mercado del Callao hacia la década de 1830,
tenía un serio problema de hacinamiento, lo que impedía el libre tránsito entre los
concurrentes. Sí a este panorama le sumamos la falta de agua (la cual era necesaria para lavar
los carnes, aves o pescados que se vendían) y desagüe (eliminar los residuos) podemos
deducir que las condiciones higiénicas no eran las mejores. Este panorama no cambiaría
mucho hacia el año 1868, año en el estalló la enfermedad, tal como lo veremos en el capítulo
cuatro.

5.1.4. Escuela

En la mitad del siglo decimonónico, existían dos escuelas públicas en el Callao. Las
cuales impartían instrucción primaria, una para niños a cargo del preceptor Rojas y otra para
niñas a cargo de la preceptora Doña Mariana Bustamante (De Carrasco, 1843, p. 97).
Asimismo, existían algunas escuelas particulares. En lo que respecta a la infraestructura,
desconocemos si estos inmuebles contaban con diversos salones y ventanas que permitieran
la adecuada ventilación del aire o más bien todos los servicios de la escuela se encontraban
aglomerados en un solo ambiente.

Lo cierto es que, al margen de la infraestructura, las escuelas decimonónicas del


Callao representaron un verdadero problema para la salud pública. Puesto que aquí la
mayoría de los estudiantes adquirían enfermedades. Un ejemplo de ello es que hacía el año
1867, se elevó al Prefecto de la Provincia Constitucional del Callao, un documento en que se
le pedía ordenar no recibir a ningún estudiante que no haya sido vacunado:

El número de individuos vacunados de algún tiempo al presente no está con proporción con el de
habitantes, lo que procede en gran parte de que los padres de familia no concurren á esta casa trayendo
a sus hijos y domésticos, como debían hacerlo, en cumplimiento de los varios acuerdos dictados por
la Junta con ese importante objeto.
Para evitar en lo sucesivo que sigan cometiendo faltas, que tan perjudiciales pueden ser á la salud,
pública, especialmente en la estancion actual, convendría mucho que se sirviese US recite la órdenes
mas eficaces para que en todos los establecimientos de instrucción pública escistentes en la provincia

79
no se admíta ningún alumno sin que presente el certificado medico encargado de la propagación del
fluido, en que conste que ha sido inoculado […]21”.
Hasta aquí hemos visto como la carencia de una adecuada infraestructura que
permita la canalización del agua, eliminación de residuos y ventilación de espacios, fue un
problema constante en los diversos espacios públicos que existieron en el Callao a lo largo
del siglo XIX. No obstante, este problema de salubridad también estuvo presente al interior
de las viviendas, por lo que en tiempos de epidemia fue necesario regular la higiene también
en las esferas privadas.

5.2. Esfera privada

Según la tesis Estudio médico - sociales del Callao del doctor Lisandro Maúrtua, las
viviendas del Callao estaban clasificadas en tres clases “la primera ocupada por la gente rica
y acomodada: la segunda por la clase media y la tercera por la gente pobre, que ocupa la que
generalmente se llaman callejones o conventillos” (Maúrtua, 1885, p. 8).

En lo que respecta a las viviendas de las familias más acomodadas, estas se


caracterizan por tener varias habitaciones espaciosas y bien ventiladas. Por lo que
excrementos y residuos, se encuentran en un espacio aparte, hecho que evitaba que los
moradores de dichas viviendas absorbieran, olieran, convivieran, con las descomposiciones
orgánicas, mientras ingerían sus alimentos, dormían o realizaban alguna de sus actividades
cotidianas.

Una situación bastante distinta fue la que experimentaron los vecinos del Callao de
estratos económicos medios y bajos, puesto que al ser sus casas muy pequeñas aglomeraban
en una sola habitación diversos espacios (cocina, dormitorio, baños) situación a la que se le
sumaba el hecho de que en ella convivían muchas personas, lo que conllevaba a serios
problemas de tugurización:

No sucede lo mismo con la clase media y muy especialmente con la clase inferior de la sociedad,
cuyas gentes ocupan generalmente una sola habitación, á lo mas con un pequeño corral, y en donde se
aglomeran junto con los padres, los hijos, los animales domésticos, el brasero que les sirve de cocina,
las aguas sucias y sus propios escrementos. [sic] (Maúrtua, 1885, p. 9).

21
Archivo Histórico de Marina, Sección Prefectura, año 1867, folio n° 35.

80
Por otro lado, debe mencionarse que existió un problema que aquejo de manera
universal a las viviendas de estratos económicos altos, medios y bajos. Este era la eliminación
de los residuos fecales, los cuales representaban una verdadera amenaza para la salud, no
sólo porque estos se mezclaban en muchas ocasiones con el agua que consumían, sino
también por que emanaba pútridos olores. Asumimos que la eliminación de las excretas debió
haber sido un problema tan recurrente que hacía el 1861; hecho que impulsó al señor Joaquín
Miro Quesada, junto a un grupo de personas a fundar la empresa Sociedad Higiénica, cuyo
servicio consistía en instalar un recipiente para el depósito de los residuos fecales (una
especie de letrina o silo) en las casas. Este recipiente evitaba la emanación de olores,
asimismo, se encargaban de limpiar estos depósitos cuando el usuario lo creía conveniente.

Una aproximación más detallada del servicio que brindaba la Sociedad Higiénica
nos las da el diario chalaco El Amigo del Pueblo. Periódico Universal, el que pública un
comunicado de esta sociedad bajo el título de abromicos:

Con el permiso de la Honorable Municipalidad de esta ciudad, bajo la denominación “Sociedad


Higiénica”, consagrada únicamente, á hacer el servicio y limpieza de todas las casas, sujetándose á las
condiciones siguientes:
1. La empresa colocará en las casas de los suscriptores, un recipiente, en el cual se depositarán las
materias fecales.
2. Este recipiente estará construido de tal manera, que impida la percepción de las exhalaciones
inmundas.
3. Cada vez que sea necesario se hará la limpieza, cambiándose los recipientes con otros que estarán
completamente aseados.
4. Las personas que deseen suscribirse pagaran tres pesos mensuales por cada recipiente, importe de la
suscripción.
Se admiten las suscripciones en el escritorio del Sr. D. Joaquín Miro Quesada – Calle de Barboza
n°252. Nos proponemos a rebajar el precio de la suscripción más tarde, cuando estemos completamente
establecidos22.

Tal como se señala líneas arriba la Sociedad Higiénica cobrara tres pesos mensuales
por cada recipiente que instalaba, por lo que inferimos que las familias que adquirían dichos
recipientes eran de estratos económicos medios y altos, mientras que las familias de menos
recursos eran las que no podían instalarlos debido a su precariedad económica,

22
Diario El Amigo del Pueblo. Periódico Universal, año I, N° 5, miércoles 17 de abril de 1861, p. 4.

81
convirtiéndose así en las más vulnerables de contraer alguna enfermedad. Es por ello quizás
que durante los diversos brotes de epidemia que asolaron al país, este grupo económico fue
el primero en contraer enfermedades, lo que producía una serie de estigmas en torno a ellos,
ya que se señalaba como personas poco higiénicas. Cuando en realidad por más cuidado que
tuvieran con respecto a su higiene personal, el lugar y las condiciones en las que vivían eran
bastante susceptibles para el desarrollo de cualquier enfermedad.

A estos problemas, se sumó el hecho que al no existir en todos los lugares habitables
del Callao o Bellavista acequias por donde corriera el agua, mucho de los pobladores tenía
que comprarla a los aguadores. El agua que adquirían por lo general era almacenada en
recipientes, un ambiente ideal para el desarrollo del mosquito Aedes aegypti, el cual es
responsable de transmitir la fiebre amarilla, no obstante, como ya hemos mencionado antes,
por entonces ni la población, ni la comunidad médica, asociaba la trasmisión de esta
enfermedad con la presencia del mosquito Aedes aegypti. Se creía más bien que la
enfermedad se producía por la respirar aire contaminado, de allí que las acciones que se
tomaron para frenar la fiebre amarilla hayan estado dirigidas a la ventilación y purificación
del aire.

Hasta aquí hemos hecho una aproximación de cómo se encontraba constituido el


Callao hacía la década de 1860 a nivel social, político, económico y de salubridad, ello con
la finalidad de saber las condiciones con que enfrentó el Callao la epidemia de fiebre amarilla
de 1868.

82
III

DISCURSOS, TRATAMIENTOS MÉDICOS, Y OTRAS PERSPECTIVAS


ACERCA DE LA FIEBRE AMARILLA

A mediados del mes de diciembre de 1851, desembarcó en el Callao, procedente de


Panamá, un pasajero enfermo, por lo que tras ser trasladado a Lima y alojado en una posada,
fue asistido por el doctor Miguel de los Ríos. Quién ante la gravedad del caso, lo envió al
hospital de San Andrés, en donde murió diagnosticado con fiebre amarilla (Arce, 1919). Por
entonces se sabía en la capital, que esta enfermedad estaba asolando a las Antillas, Panamá
y Guayaquil. Según el estudio realizado por el médico Julián Arce, titulado Sobre la supuesta
endemicidad de la fiebre amarilla en la costa del Perú (1919), así como desembarcó
libremente este pasajero enfermo procedente de Panamá, también desembarcaron otros
pasajeros en estado crítico, que terminaron por “infectar, primero en el Callao, en enero de
1852 y 20 o 25 días después Lima, dando origen a la primera invasión amarilla que ha existido
en el Perú” (Arce, 1919, p. 119).

Es de este modo es cómo aparece a inicios de la década de 1850, por primera vez en
el país, la fiebre amarilla, enfermedad que por cierto existía en América desde tiempos
virreinales, pero nunca antes había surgido en nuestro país. Debido a ello se creyó que ella
había sido importada del extranjero, como consecuencia del fluido comercio que existía entre
el Callao y otros puertos del pacífico. Especialmente el de Guayaquil, producida por el auge
comercial de la venta del guano y el reciente empleo de naos a vapor en la navegación. A
partir de este hecho surgieron en el espacio público una serie de debates y creencias con
respecto al origen de esta enfermedad y sus modos de contagios.

En el presente capítulo, con el objetivo de comprender mejor esta enfermedad,


desarrollaremos los principales discursos médicos con respecto al origen de la fiebre amarilla,
sus modos de contagio, el papel que jugaron los miasmas en la trasmisión de las
enfermedades y cómo se va construyendo en torno a los espacios donde surgen los miasmas,
la idea de foco de infeccioso. Hemos creído conveniente que para comprender mejor el origen
de estas ideas médicas es necesario abordar brevemente los orígenes y antecedentes de la
Facultad de Medicina de Lima y con ello ver las principales influencias que tuvieron estos
médicos en su formación. Asimismo, se expondrá acerca de los tratamientos y

83
recomendaciones propuestos por los médicos para contrarrestar la enfermedad y cómo estos
no fueron del todo bien recibidos por la población, puesto que ellos recurrieron a otros
tratamientos alternativos para curarse.

1. Discursos Médicos

1.1. Del Anfiteatro Anatómico a la Facultad de Medicina

El 21 de noviembre de 1792, con motivo de la apertura del Anfiteatro Anatómico,


Hipólito Unanue pronunció el discurso “Decadencia y restauración del Perú” en presencia
del virrey Gil de Taboada y Lemus. En dicho discursó mencionó que la decadencia social y
económica por la cual atravesaba el virreinato peruano era producto de la falta de brazos.
Para él esto era consecuencia de la influencia del clima sobre los pobladores, por ello indicaba
que era necesario estudiar el clima, al momento de explicar el origen de las enfermedades

“[…] El calor y la humedad combinados disponen nuestros cuerpos a las enfermedades, la variación
del calor al frío es quien las excita […] el calor aboca la traspiración a la superficie, y el frío que
sobreviene la reprime y desordena. […]” (Seiner, 2018, p. 169 – 175).

Para introducir este nuevo enfoque médico, Unanue, creó en el marco de su cátedra
de anatomía las “Conferencias Clínicas” (1794), las cuales proponían dejar a un lado la
tradición galénica - qué respondía más a realidad europea - y pasar a estudiar e interpretar las
enfermedades desde la realidad americana:

Frente al carácter escolástico de la enseñanza médica de la universidad virreinal, las “conferencias


clínicas” marcaron un giro hacia la enseñanza práctica […] la medicina escolástica dependiente de la
tradición galénica y de sus conceptos y obras clásicas, infinitamente comentadas y ampliadas a lo largo
de siglos, correspondía a la realidad europea o metropolitana. La realidad americana con sus
características propias en raza, climas, enfermedades e incluso en recursos terapéuticos, se mostraba
diferente a los ojos de los médicos criollos, y a la influencia de los factores que daban origen, en su
interpretación, a una morbilidad diferente, a un curso de enfermedad distinto al descrito en los tratados
clásicos y por consiguiente a la necesidad de una terapéutica diferente (Salaverry, 2006, p. 122).
Este nuevo enfoque médico no fue bien recibido por los tradicionalistas de la
Universidad de Lima (San Marcos), por lo que “Unanue y sus colaboradores debieron aceptar
que, pese al apoyo que los sucesivos virreyes brindaron a la introducción de la medicina
ilustrada […] estos eran insuficientes, y no lograrían la formación de un nuevo tipo de medico

84
[…]” (Salaverry, 2006, p. 122). A no ser que se llevará a cabo una reforma de la enseñanza
médica lo que sería difícil dentro de la Universidad.

La oportunidad de Unanue, de concretar esta reforma educativa, solo llegaría en


1807, cuando fue nombrado Protomédico del Reino, desde su nueva posición sugirió la
construcción de un colegio independiente de la Universidad de Lima, para la formación de
futuros médicos. Los estudiantes de este colegio serían jóvenes becados de distintas partes
del virreinato, los cuales debían ser instruidos bajo los preceptos de la medicina ilustrada,
ello con el objetivo de que este nuevo enfoque permitiese mejorar el estado de salubridad del
virreinato. Una vez concluidos sus estudios debían regresar a su lugar de origen (Salaverry,
2006).

La iniciativa fue respaldada por el gobierno del virrey Fernando de Abascal, “[…]
quien no sólo acogió la idea, sino que personalmente apoyó su desarrollo enviando cartas a
diferentes estamentos civiles, eclesiásticos y económicos del virreinato solicitando su aporte
y sustento de becas para la creación del Colegio” (Salaverry, 2006, p. 122 – 123). A
excepción de los trabajadores de la mina de Hualgayoc, las donaciones fueron muy pocas, a
este panorama se sumó las trabas colocadas por los encargados del Hospital de San Ana,
recinto donde se planeaba originalmente construir el citado Colegio. Por lo que se tuvo que
buscar otra ubicación, siendo finalmente establecido en la esquina de las calles de San Andrés
y Sacramento de Santa Ana, frente a la plaza del mismo nombre (hoy plaza Italia) (Coello,
2015). El local fue construido por el presbítero Matías Maestro, siendo inaugurado en 1811,
no obstante, debe precisarse que esta institución funcionó desde 1808, fecha en la que es
instituida con el nombre de Colegio de Medicina y Cirugía de San Fernando. Es considerado
el primero de su clase en toda América del Sur.

El plan de estudios de este nuevo centro educativo dejó de lado las cátedras
tradicionales e incorporó 18 nuevos cursos, entre los que se encontraban los de Anatomía,
Fisiología, Cirugía y Farmacia. Adicionalmente, a ello preparaban a los alumnos en las
materias de Química, Física e Historia Natural, ya que por entonces estas materias abarcaban
cuestiones médicas debido al auge de productos minerales y vegetales al arte de curar. La
enseñanza del latín fue también una condición primordial para seguir la Medicina (Zárate,
2015). “El resultado esperado era un médico familiarizado tanto en las ciencias básicas como

85
en las ciencias naturales, sin descuidar la formación en materias clásicas y humanísticas […]”
(Salaverry, 2006, p. 123).

Hacia el año 1821 con la proclamación de la independencia, el Colegio de Medicina


y Cirugía de San Fernando fue rebautizado con el nombre Colegio de la Independencia, de
igual manera el Real Tribunal del Protomedicato se convirtió en el Protomedicato General
del Estado.

El funcionamiento del colegio de medicina al igual que el de todo aparato estatal,


fue afectado seriamente por el anarquismo político que reinó durante los primeros años de la
República. La situación llegó a ser tan crítica que en 1831 “las autoridades tuvieron que hacer
un llamado a los padres de familia para que enviaran a sus hijos a estudiar medición (Bustíos,
2006, p. 33). Las reformas que se llevaron a cabo durante este periodo fracasaron, ya que se
enfocaron principalmente en aspectos administrativos sin modificar el estado de la
organización de la profesión y su ejercicio (Salaverry, 2006).

En efecto desde el periodo virreinal, se mantenía el sistema de la coexistencia del Protomedicato, y el


Colegio de Medicina. El primero estaba encargado de autorizar el ejercicio de las profesiones médicas
y el segundo de formar y titular a los profesionales. La división era artificial y redundante, pues los
integrantes del Protomedicato era por necesidad los mismos profesores del Colegio, y su autorización
del ejercicio no era más que un trámite burocrático […] Esta división fue, sin embargo, la que permitió
que aun en las épocas en que estuvo cerrado el Colegio de la Independencia, se continuara otorgando
por el Protomedicato autorizaciones para ejercer la medicina y otras profesiones de la salud”
(Salaverry, 2006, p. 124).
El panorama del Colegio de la Independencia comenzaría a cambiar hacia finales
del año 1842, durante el mandato del general Francisco Vidal, cuando se ordenó mediante
Decreto del Gobierno, la formación de una Comisión Visitadora del Colegio de la
Independencia con el objeto de proponer con urgencia reforma en el plan de estudios y
organización (Salaverry, 2006). De forma simultánea a ello es nombrado el doctor Cayetano
Heredia, rector del Colegio.

Tras la presentación de las propuestas hechas por la Comisión Visitadora y su


posterior aprobación el 4 de marzo de 1843, se llevó a cabo los primeros cambios al interior
del Colegio, los cuales se iniciaron con la presentación de un nuevo plan de estudios, que
debía efectuarse en un plazo de 6 años.

86
Con el nuevo reglamento modificó también los requisitos para el ingreso al Colegio,
así como las condiciones a las que debían someterse los estudiantes. Asimismo, Heredia,
logró incorporar a la plana docente a renombrados profesores extranjeros como Antonio
Raimondi, José Eboli, Manuel Solari y Sebastián Lorente (Bustíos, 2006).

En adición a estos cambios, Heredia, financió un viaje de estudios de un grupo de


jóvenes a Paris, los cuales se habían graduado en el Colegio, ello con el objetivo de asegurar
para el futuro una dotación de personal docente adecuada a un plan de estudio moderno
“Entre los discípulos que se beneficiaron directamente del altruismo del “padre Cayetano”
se encuentran: José Casimiro Ulloa, José Pró, Francisco Rosas, Rafael Benavides y Camilo
Segura” (Bustíos, 2006, p. 34). Ellos enviaron desde Paris material bibliográfico para la
biblioteca de la Institución. Así como materiales para los gabinetes de “Física, Historia
Natural, y el laboratorio de Química” (Bustíos, 2006, p. 34). Estos estudiantes estuvieron en
París entre los años 1851 – 1854.

Éstos se encargaron de enviar desde París libros para la biblioteca del Colegio y materiales para los
gabinetes de Física y Historia Natural y el laboratorio de Química. Ulloa y sus compañeros estuvieron
en París entre 1851 – 1854 (Bustíos, 2006, p. 34).
Con los cambios suscitados por Cayetano Heredia en el Colegio de la
Independencia, iban “modelando una estructura educativa moderna, pero continuaba siendo
dependencia directa del poder ejecutivo, se mantenía aislado de la Universidad y esa era su
mayor vulnerabilidad, pues en última instancia dependía de los vaivenes de la política y
gobiernos de turno” (Salaverry, 2006, p. 126).

Por otro lado, debe precisarse que pese a los esfuerzos hechos por el doctor Cayetano
Heredia, desde su rol como decano del colegio y Protomédico General, hacia el año 1846, el
servicio médico no se daba abasto para atender a la población que se encontraba en constante
crecimiento. Tal como lo hizo notar en su informe presentado al Ministerio de Gobierno en
el que da cuenta del número de médicos existentes en el Perú.

Fueron registrados 94 profesionales médicos en todo el país, concentrándose en Lima y Arequipa 50


de ellos (52% del total). De este número 20 eran extranjeros, mayormente franceses (15) y españoles
(5). En el resto de ciudades se contaba con menor número de médicos en el siguiente orden: Ica (10),
Junín (6), La Libertad (5), Moquegua (5), Supe (3), Puno (2) y uno en ciudades como Chincha, Cañete,
Pisco, Huacho, Ancash y Ayacucho (Salinas, 2000, p. 3 – 4).

87
De forma simultánea a estos acontecimientos, el 30 de diciembre de 1848, durante
el gobierno de Castilla, se expidió el Decreto que creaba la Junta Directiva de Medicina, en
reemplazo del Protomedicato. La Junta constituida por el Rector y profesores del Colegio de
la Independencia, elaboró su reglamento, siendo este aprobado por el Gobierno el 13 de abril
de 1850. En él se asignaban las mismas funciones que había tenido el Protomedicato, es decir
todo lo referente a los permisos para ejercer las profesiones médicas. La Junta coexistió junto
con el Colegio de la Independencia hasta el año 1856, fecha en la que es desactivada, debido
a que se aprueba un decreto ley, mediante el cual se dispone la creación de la Facultad de
Medicina.

Debe precisarse, que la creación de esta institución responde a una reforma mayor.
Puesto que el 7 de abril de 1856, tras aprobarse un decreto ley que reformaba la Universidad
San Marcos conocida por entonces como la Universidad de Lima; se dispone a organizarla
en base a cinco facultades, siendo una de ella la facultad de medicina “Heredia presentó al
Gobierno de Castilla un Proyecto de Reglamento para la facultad de Medicina de la
Universidad de Lima, que había elaborado con la colaboración de sus discípulos,
especialmente Ulloa, quién había regresado de Paris” (Bustíos, 2006, p. 35).

Paralelamente a ello se formó una comisión, la cual estuvo conformada por los
galenos Miguel Evaristo de los Ríos, Julián Sandoval y Camilo Segura. Quienes se
encargarían de evaluar dicho proyecto. El informe requerido fue presentado el 30 de julio de
1856, en el se señalaba que “era una concordancia bien meditada de nuestros estatus actuales
con los de la Facultad de Medicina de Paris” (Bustíos, 2006, p. 35).

Es así como el 9 de septiembre de 1856, durante el segundo gobierno de Castilla, se


aprobó el Reglamento Orgánico para la Facultad de Medicina de la Universidad de Lima. La
organización de esta facultad estuvo inspirada en la Facultad de Medicina de París,
recordemos que un grupo de alumnos entre los cuales estaba Camilo Segura, había sido
enviado entre los años 1851- 1854, por el doctor Cayetano Heredia a Paris a adquirir nuevos
conocimientos.

El citado reglamento no solo estipulaba el nacimiento de esta institución, sino


también señalaba la incorporación del Colegio de Parteras a ella. Asimismo, indicaba la
disolución de la Junta de Farmacia (por lo que la enseñanza de este oficio y su control para

88
ejercerla, quedaban bajo su tutela). En adición a ello, se le encargaba evaluar a los postulantes
a obtener su título de dentista. “De esta manera, la Facultad de San Fernando centralizaba
en el país, la enseñanza, la expedición de grados y títulos, así como el control de las
profesiones médicas” (Bustíos, 2006, p. 36).

En el citado Reglamento Orgánico también fijaba el plan de estudios de la Facultad,


el cual debía desarrollarse en siete años, incluía quince cátedras a cargo de diecisiete
catedráticos titulares. La distribución de las materias en el currículo de estudio se dio de la
siguiente manera:

1er. año: Anatomía Descriptiva, Física Médica, Química, Asistencia a Cirugía, Asistencia a
la Cirugía en Hospitales. Disección en el Anfiteatro.

2do. año: Anatomía Descriptiva, Química Orgánica, Botánica, Asistencia a Hospitales y


Anfiteatro.

3er. año: Anatomía General, Física, Zoología, Mineralogía, Asistencia a Hospitales y


Anfiteatro.

4to. año: Anatomía Topográfica, Higiene, Patología General Asistencia a Hospitales y


Anfiteatro.

5to. año: Anatomía Patológica, Terapéutica y Farmacología; Patología, Clínicas Exteriores.

6to. año: Medicina Operativa, Patología Interna, Partos, Clínica Interna.

7to. año: Patología Interna, Medicina Legal, Clínica Interna y Externa.

Como se ha señalado anteriormente, con la creación de la Facultad de Medicina, se


centralizó en torno a ella la enseñanza médica, la expedición de grados y títulos, y la autoridad
para regular el ejercicio de esta. Debido a ello, esta institución “[…] logró rápidamente gran
prestigio social, cultural, político, y económico” (Coello, 2012, p. 169) y con esto sus
catedráticos y egresados. Puesto que empezaron a percibirlos como “[…] los nuevos
ilustrados de esta ciudad, una micro élite científica” (Coello, 2015, p. 398) sobre todo
aquellos que adquirieron cargos públicos (por ejemplo, en la Municipalidad de Lima,
Universidad de Lima, Congreso de la República) por lo que sus opiniones comenzaron a ser
escuchadas y respaldadas en los círculos de poder.

89
En paralelo a esto, un grupo de egresados inició la publicación de la “[…]prestigiosa
revista médica Gaceta Médica de Lima, la cual tuvo gran acogida y gozó de una amplia
distribución nacional (Callao, Arequipa, Tacna, Cerro de Pasco) e internacional (Chile,
Ecuador)” (Coello, 2012, p. 169 – 170). Dentro de las páginas de esta revista de circulación
quincenal, los médicos vertían sus opiniones:

[…] en sus páginas se mencionaban los avances científicos que ocurrían en el extranjero, así mismo
se dará noticia de las enfermedades que azolaban a la ciudad y diversos consejos para tratar a los
enfermos, situación hospitalaria de la ciudad de Lima (Coello, 2015, p. 399).
De esta forma, tras la creación de la Facultad de Medicina en 1856, esta institución
centralizó entorno a ella la enseñanza médica y la vigilancia del ejercer de la medicina y otras
profesiones vinculadas a la salud tales como la farmacia. Asimismo, la facultad intervino en
los proyectos que ejecutaba el Gobierno o las Municipalidades relacionados a la sanidad a
través de sus recomendaciones. También jugó un papel determinante durante las crisis
sanitarias. De allí que la Facultad de Medicina haya cumplido el rol de Ministerio de Salud
en el siglo XIX.

1.2. Debates médicos sobre el origen de la fiebre amarilla

Hacía la segunda mitad del siglo XIX, aparece por primera vez en el Perú, la fiebre
amarilla. Según los médicos esta enfermedad no era oriunda del Perú, ya que a pesar de haber
existido en diversas ciudades de América desde el siglo XVII, sólo surgió en Lima en el año
“1850 cuando las condiciones ecológicas, sociales se mostraron propias para ello” (Lossio,
2003, p. 67) de allí que se indicara que esta enfermedad había sido importada del extranjero.
Uno de los principales médicos que avaló esta teoría fue el doctor Miguel de los Ríos, quien
llegó a tener una gran injerencia en la comunidad médica, tras convertirse decano de la
Facultad de Medicina de Lima en el año de 1860:

[…] Cuando una epidemia se ocasiona espontáneamente en un país, es necesario estas causas aisladas
y las más veces reunidas: cambios atmosféricos, trastornos físicos, terremotos, erupciones volcánicas,
inundaciones, causas morales, como las, revoluciones, guerras, hambre & a. ¿En cuál de estas
situaciones se encontraba el Perú cuando la aparición de los primeros casos de la fiebre amarilla? El
Rímac no había desbordado de su cauce secular, las tempestades no habían alterado su cielo, los
terremotos no habían arruinado sus ciudades, su nivel sobre el mar no había sufrido ningún cambio,
sus condiciones atmosféricas no eran diferentes de las que existían, anteriormente. Si se observa su
marcha, se vé que viene de golpe, que se propaga […] a principios del año 52 con el Señor D. José

90
Maria Vazques, quien llegó enfermo de Panamá donde á la sazon grasaba la enfermedad, y desde
entonces se siguieron presentando casos aislados hasta el 54, en que fué una verdadera epidemia.
Empezó por casos aislados para comunicarse de individuo á individuo, de familia á familia. Ha
seguido, pues, la marcha patológica de las enfermedades importadas23.
Según lo planteado por el doctor de los Rios, para que la enfermedad de la fiebre
amarilla sea oriunda del Perú, tenía que haber existido en nuestro país una serie de cambios
drásticos vinculados al clima, naturaleza. Asimismo, manifestaba que de haber surgido de
forma espontánea lo más lógico es que ella se haya presentado primero entre las clases
menesterosas:

Hay que observar también, que si hubiese sido espontánea habría principiado por la clase desvalida y
trabajadora; se habría visto por primera vez entre los menesterosos, en los hospitales ó en las cárceles,
y no en la clase acomodada, en los viajeros, en las fondas, y antes en el Callao que en la Capital. Todas
estas considerac[i]ones inducen á creer, que la enfermedad ha sido importada, de las Antillas por
Panamá24.

Al no haber existido, desde su perspectiva, ningún cambio de esta índole, la


enfermedad sólo pudo haber sido importada del extranjero. En efecto, según su postulado la
enfermedad había sido introducida por don José María Vásquez, pasajero que llegó enfermo
de Panamá, localidad donde reinaba esta enfermedad desde hace varios años.

Para darle mayor veracidad a este argumento el doctor de los Ríos, señaló que a pesar
de haber existido comunicación con Panamá antes de 1852, fecha en la que ingresa al Perú
la fiebre amarilla, esta comunicación no habría producido antes la transmisión de este mal:

[…] ¿por qué no había sucedido esto antes, me diréis, cuando nuestra comunicación con Panamá es
tan antigua? Esta objeción se resuelve fácilmente, recordando que anteriormente el comercio de
Panamá se hacía por medio de buques de vela, cuya navegación era larga por los vientos contrarios
que reinan constantemente en esas latitudes, lo que obliga á los marinos á separarse al Sudoeste,
contribuyendo estas circunstancias á que los buques infectados pasasen por una verdadera cuarentena
y se purificasen antes de llegar á nuestras costas. La comunicación era además eventual-, y todo esto
ha servido de rémora para el contagio […] 25.

23
Gaceta Médica de Lima, 31 de agosto de 1856, año I, N° 2. Recuperado de
http://sisbib.unmsm.edu.pe/BVRevistas/gaceta_medica/a%C3%B1o1/N2ago30/disc_rios.htm
24
Gaceta Médica de Lima, 31 de agosto de 1856, año I, N° 2. Recuperado de
http://sisbib.unmsm.edu.pe/BVRevistas/gaceta_medica/a%C3%B1o1/N2ago30/disc_rios.htm
25
Gaceta Médica de Lima, 31 de agosto de 1856, año I, N° 2. Recuperado de
http://sisbib.unmsm.edu.pe/BVRevistas/gaceta_medica/a%C3%B1o1/N2ago30/disc_rios.htm

91
Como se desprende de la cita anterior, el doctor de los Ríos, aludía que la navegación
realizada en barco a vela por su naturaleza había evitado el ingreso de la fiebre amarilla al
Perú. Debido a que al ser la navegación más larga e ir contra la corriente de aire, las
embarcaciones iban ventilándose durante el viaje, haciendo una especie de cuarentena
durante el trayecto. Cosa que cambió con el empleo de barco a vapor, no solo porque ella ya
no realizaba en contra del viento necesariamente, sino también porque acortaba el tiempo de
navegación entre un puerto y otro. Como hemos visto en el capítulo número dos, a partir de
la década del mil ochocientos cincuenta se empieza a utilizar embarcaciones a vapor en la
Marina Mercante, así como en la Marina Peruana.

En efecto esta idea de que la enfermedad fue importada del extranjero prevalecerá
hasta finales del siglo decimonónico. Un ejemplo de ello lo podemos ver en la tesis titulada:
La fiebre amarilla del Callao en los años de 1888 y 1889, sustentada en 1891 por don Isaías
Morales Pacheco, en la que menciona que la fiebre amarilla es oriunda de México:

son verdaderamente su cuna como las Antillas, Golfo de Mejíco y costa occidentales del África donde
ella reinaba constantemente en los terrenos bajos de los puertos del litoral: en los que escinten un gran
número de influencia telurica y cósmica, ya sociales é individuales: lo insalubridad de estos puertos
por las malas disposiciones higiénicas, la acumulación y fermentación consiguiente de materias
orgánicas, favorecidas por la humedad y la alta temperatura de estos climas […] Todas estas causas
adunadas concurren indudablemente á la formación de un medio atmosférico miasmático – infeccioso
apropiado para el nacimiento del germen amarillo” (Morales, 1891, p. 3 – 4).
De acuerdo con el doctor Isaías Morales al no haber surgido de manera espontánea la
fiebre amarilla en el país la “importación de los objetos en contacto con los individuos
atacados, en los focos infecciosos, lo remiten fácilmente, siendo el mar su única vía y los
navíos focos móviles de infección con su personal y cargamento” (Morales, 1891, p. 5).

Debe precisarse por otra parte, la idea de que la enfermedad era importada no sólo
fue respaldada por gran parte de la comunidad médica peruana, sino también por algunos
doctores extranjeros. Tal como es el caso del médico francés C. Casset, miembro de la
facultad de Medicina de París, recordemos que la Facultad de Medicina de Lima, había sido
fundada bajo la influencia de ésta, de allí que una opinión vertida por algún miembro de esta
comunidad acreditaba aún más esta postura. El doctor Casset le envió al decano de la Escuela
de Medicina de San Marcos, don Miguel de los Ríos, un trabajo titulado De la fiebre amarilla

92
en el Perú, en el se analizaban por qué dicha enfermedad no podía ser originaria de nuestro
país, ya que el no tenía condiciones climáticas para ocasionarla, por lo que su surgimiento
sólo puede ser resultado de la importación:

La fiebre amarilla no es oriunda del Perú, ha sido importada en el año 1852. En razón de una situación
particular, y de circunstancias climatéricas especiales, el inmenso litoral del Perú, bañado por el
Océano Pacífico, no ofrece condiciones favorables al desarrollo espontáneo de esta enfermedad […]
No existía efectivamente en el Perú esta enfermedad antes del año de 1852, aunque hubiese tiempo
atrás, sido endémica en Panamá y periódica en Guayaquil. Por entonces, las comunicaciones eran
escasas entre localidades y aun suspendidas, en caso de epidemia. Las cosas mudaron completamente,
cuando estas comunicaciones se entablaron de un modo general por medios de los buques de vapor,
cuya navegación no ha sido interrumpida en adelante por ninguna consideración. A ellas solas, pues,
debe atribuirse la adquisición de este formidable huésped […] (Casset, 1868, p. 3 – 5).
Como se desprende de la cita anterior para el doctor Casset, la fiebre amarilla fue
introducida al Perú por el empleo del barco a vapor, puesto que atribuirlas a las condiciones
naturales era casi imposible, ya que ellas desde su perspectiva eran casi inalterables.
Mencionaba además que eran los emigrantes, los que traían la enfermedad:

los mismo emigrantes que sirven de vehículos á los gérmenes ó principios tósico de la fiebre amarilla,
que ellos van trasmitiendo á otras localidades, mejor tal vez, de lo que haría la atmósfera, pues esta
sola enfermedad, no pudo vencer las corrientes atmosféricas, hasta llegar al Callao, ó á cualquier puerto
del Perú, vecino del Ecuador; de suerte que, sin estas circunstancias, el Perú estaría, sin duda, todavía
libre del flagelo (Casset, 1868, p. 3 – 5).
A pesar de que existió un consenso generalizado de que la fiebre amarilla había sido
importada del extranjero, existieron algunos médicos que discrepaban con esta idea. Tal
como es el caso del doctor Casimiro Ulloa:

Para que tal cosa se verifique, dice, es necesario que sobrevengan grandes cambios: inundaciones,
terremotos, huracanes […] Ninguno de estos trastornos ha tenido por teatro a Lima; luego, concluye
el Dr. Ríos, no han existido causas capaces de engendrar la fiebre amarilla en ella. Pero, señores,
nuestro respetado colega comete aquí una grave omisión. Al lado de esos notables accidentes que se
producen en las condiciones físicas y morales de un pueblo, hay otros que, aunque no colosales por
sus proporciones, lo son por sus efectos […] Hablo de esas alteraciones desconocidas del aire, que dan
por producto epidemias mortíferas que tienen por itinerario el mapa todo, y en cuyos estragos los
pueblos conturbados miran los efectos de la ira de los cielos. (Ulloa, 1924, p. 8 -9).
Desde el punto de vista del doctor Casimiro Ulloa, la epidemia de fiebre amarilla se
originó por algunos cambios en el aire, en la atmósfera, los cuales eran imperceptibles a la

93
observación humana. Aunque el doctor Ulloa, mencionaba que estos cambios aún no habían
sido descifrados por la ciencia, deducía que ellos causaban alteraciones en el medio ambiente,
los cuales hacían que surgiera la fiebre amarilla de forma espontánea. De esta forma, negaba
toda posibilidad de que la enfermedad haya sido importada del exterior:

Para que haya importación se requiere la coexistencia de estas cuatro condiciones: 1ª, Que la
enfermedad que se supone importada, no se haya jamás presentado en ninguna otra época anterior; 2ª,
Que su aparición coincida con la llegada de pasajeros o mercaderías procedentes de los lugares donde
reina, epidémica o endémicamente; 3ª, Que los primeros atacados hayan sido las personas que
primeramente establecieron relaciones con ellos; 4ª, En fin, que pueda seguirse la filiación de los
hechos en el mismo orden de la sucesión en que se estableció el comercio de los sanos con los
enfermos. La omisión de cualquiera de estos requisitos desnaturaliza los hechos de importación y los
coloca en un orden aparte (Ulloa, 1924, p. 11 – 12).
Desde su punto de vista, las cuatro condiciones que debían cumplirse para que la
epidemia haya sido introducida desde el exterior no se cumplían. En primera instancia por
que los señores Vásquez y Ramírez, señalados como los responsables de haber traído la
enfermedad al país desde Panamá, tras fallecer uno en el hospital y el otro en una casa no
contagian a las personas que estuvieron en contacto con ellos, puesto que la enfermedad solo
resurgirá unos meses más tarde. Recordemos que estos casos surgen hacia finales de 1851
pero la enfermedad solo aparecerá de manera drástica y generalizada en los meses más fuertes
de verano de 1852 es decir en febrero y marzo.

Otro argumento que cuestionó el doctor Ulloa con respecto a la teoría de la


importación es que no existía la certeza absoluta que la enfermedad no haya existido antes
en el Perú:

Desde luego, ¿está demostrado que no haya existido antes de 1822? No lo pienso así. En sostén de
ello, ruego a la Sociedad fije su atención en los hechos siguientes, relativos a las epidemias sufridas
en Huaura y Chancay y en 1791, descrita por VILLALOBOS […]; en Lima, en 1818, descrita por
PAREDES […]; y en la del año 21, cuando la entrada da del ejercito libertador, descrita por VALDEZ
[…]. Si las descripciones por su imperfección no permiten formar un recto juicio sobre la verdadera
naturaleza de estas epidemias, muchas circunstancias establecen la posibilidad de que esta naturaleza
no se extraña a la del tifus amarillo (Ulloa, 1924, p. 12).
El planteamiento del doctor Ulloa, de que la epidemia de fiebre amarilla que asoló al
Perú y especialmente a Lima en el verano de 1852, no fue la primera en presentarse en nuestro
país, no es del todo erróneo, puesto que el hecho que esta enfermedad no haya sido registrada
94
en el pasado con ese nombre, no quiere decir que no existiera. Diversos investigadores
indican que esta enfermedad existió en el Perú con anterioridad al año 1852, no obstante, era
denominada de otras formas, tales como: tifus icteroide, tifus amarillo, fiebre biliosa de
América, fiebre biliosa de las Antillas, fiebre biliosa de la Martinica y vómito negro. Por
ejemplo, el historiador, biógrafo y periodista don José Toribio Polo en su libro Apuntes sobre
las epidemias en el Perú (1913) menciona que apareció la fiebre amarilla en el territorio
peruano en el año 1818, esta idea la sustenta empleando el relato del Dr. José Manuel Valdez,
médico entonces los hospitales de San Pedro y San Juan de Dios:

La epidemia del año 818 fue una fiebre efímera; que terminaba felizmente en tres ó cuatro días. Se
atribuyó por entonces á las variaciones de la atmósfera; mas no me parece fácil explicar por ellas solas
la suma languidez en que quedaban por quince días ó más cuantos la habían padecido (Polo, 1913, p.
42).
Por su parte la historiadora Carlota Casalino en su tesis La muerte en Lima en el siglo
XIX: una aproximación demográfica, política, social y cultural (2001), señala que la fiebre
amarilla se presentó hasta en 6 oportunidades en nuestro país, brotando la primera de ellas
en 183626.

Debe precisarse que, para fines de la presente investigación, hemos optado por seguir
lo planteado por el doctor Julián Arce, quién señala que la epidemia apareció por primera vez
en Lima en 1852. Esto debido a que, en su estudio realizado en 1919, analiza diversos casos
como el del doctor Valdez - quién señaló que la fiebre apareció en 1818 - entre otros, logrando
refutar estas ideas en base a conocimiento científico basado en el enfoque bacteriológico.

Por otro lado, debemos señalar que existieron algunos doctores que respaldaron la
teoría de la importación y la del surgimiento espontáneo al mismo tiempo. Asimismo,
plantearon que dicha enfermedad en el caso de haber sido importada del extranjero no tenía
como orígenes necesariamente las Antillas, tal como lo podemos analizar en las siguientes
ideas descritas por el doctor Daniel Núñez del Prado, sustraídas de su trabajo Fiebre
Amarilla. Su origen, causa síntomas, tratamientos, etc. (1870):

26
Según lo planteado por Casalino, a lo largo del siglo XIX, se presentó la fiebre amarilla en el Perú hasta en
seis oportunidades, el orden cronológico de estos brotes epidémicos es el siguiente: 1836 – 1837, 1842, 1851 –
1852, 1853 – 1855, 1857 y 1868 – 1869. Casalino, Carlota (2001). La muerte en Lima en el siglo XIX: una
aproximación demográfica, política, social y cultural (Tesis posgrado), Pontificia Universidad Católica del
Perú, Lima, pág. 319.

95
[… [...] la primera aparición de la fiebre en las Antillas francesas data de 1764, y por último, solo siglo
y medio después del descubrimiento de América se encuentran algunas relaciones vagas de la fiebre,
por cuya razón es claro que entonces no existía. La tradición nos demuestra que la fiebre amarilla es
endémica en las costas occidentales del Africa y nada tiene de extraño que se haya importado con las
cadenas de la esclavitud […] Sí nos limitamos á estudiar el vómito negro en el Continente Americano,
observamos que es endémica justamente en los países donde se encuentra mayor número de negros
[…] esto lo deben á la aclimatación de esos lugares por una parte y tal vez, también, por una inmunidad
especial á la raza impresa por la generación (Núñez del Prado, 1870, p. 9).
Como se deduce de la cita anterior, para el doctor Núñez, la fiebre amarilla, fue
introducida a América por medio del tráfico de esclavos provenientes de África. Para
defender su postura aludía que, al momento de la llegada de los españoles a América, está
enfermedad no existía, ni fue introducida tras el choque cultural, puesto que de haber sido
así, los síntomas de la enfermedad habrían sido registrados por alguno de los cronistas. Para
darle aún más sustento a su idea menciona que en las Antillas Francesas, lugar donde es
frecuente la presencia de esta enfermedad, se registra por primera vez en el siglo XVIII,
muchos años después de la conquista, en adición a ello asevera que la raza negra, tiene
inmunidad a la enfermedad, por provenir del lugar de donde es oriunda esta enfermedad.

Por otro lado, el doctor Núñez, menciona que, en condiciones precisas, la fiebre
amarilla puede surgir de también de manera espontánea:

[…] La epidemia del 68 es notable por el conjunto de circunstancias que se han reunido de la aparición
de la fiebre amarilla. En el mes de noviembre de 1867 las costas del Norte ofrecían fenómenos muy
curiosos, particularmente en Huanchaco. Durante las noches se sentían fuertes detonaciones […] que
coincidían con una especie de iluminación eléctrica muy intensa que alumbraba á grandes distancias.
Se notó igualmente que el agua tenía una temperatura mayor de la normal […] en cuanto a su color
rojo, debido a la presencia de una serie de corpúsculo; el olor era en extremo fétido parecido al lodo y
al pez en descomposición pútrida. A los pocos días se notaron infinidad de peces muertos en las orillas
del mar […] los fenómenos marítimos no tardaron en coincidir con un desequilibrio casi general en la
salud de los habitantes de Huanchaco […] Antes de la manifestación de la fiebre amarilla en el Callao
y Lima, se han notado igualmente alteraciones muy sensibles en las aguas del mar; tinte rojo, olor
fétido y alta temperatura […] (Núñez del Prado, 1870, p. 14 – 15).
No obstante, a pesar de estar a favor del surgimiento espontáneo mencionaba que no
por ello era opuesto a la teoría de la importación:
A pesar de lo que acabo de esponer [sic], no se crea que soy opuesto á la opinión de importación [sic];
de ninguna manera puesto que la ciencia manifiesta de un modo evidente este modo de transmisión

96
[sic]; pero al mismo tiempo creo que bajo la influencia de condiciones apropiadas puede desarrollarse
espontáneamente en algunos puntos de la costa […] Resumiendo lo que acabo de decir, es innegable
la presencia en el aire de un principio miasmático, gérmen, fermento, etc. Capaz de reproducrise á
expensas del organismo, y luego en suspensión en el aire ser llevado á distancia. En cuanto al foco
primitivo, creo positivamente que es la expresion de un “miasma especifico marino” (Núñez del Prado,
1870, p. 14 – 15).
Como hemos visto en esta cita, para el doctor Núñez, la fiebre amarilla también podría
surgir de manera espontánea, cuando las condiciones climáticas, ambientales, atmosféricas,
se alteraban y producían miasmas. Para este caso, mostró que, tras haberse presentado
irregularidades en el mar, esto ocasionó una serie de alteraciones en el medio que desató la
fiebre amarilla, por lo cual alude como lugar de origen el medio marítimo.

Hasta aquí hemos podido observar, que hacía la segunda mitad del siglo XIX el
principal debate entorno a la fiebre amarilla estuvo relacionado con su origen. Puesto que un
grupo de médicos encabezado por el doctor Miguel de los Ríos, planteaba que la enfermedad
había sido importada del extranjero específicamente de zonas como Panamá, Golfo de
México, las Antillas. Mientras que otro, liderado por el doctor Casimiro Ulloa, argumentaba
que la enfermedad había surgido de forma espontánea es decir era oriunda del Perú. Un tercer
enfoque, representado por el doctor Daniel Núñez Prado, respaldó ambas teorías, puesto que
mencionaba que la fiebre amarilla había sido exportada de África a América, mediante tráfico
de esclavos. Por otro lado, planteaba que en condiciones necesarias la enfermedad podría
surgir de forma espontánea en cualquier lugar donde se presente las condiciones precisas para
ello. Al margen de la posición que tuviesen la comunidad médica sobre el origen de esta
enfermedad, existió el consenso que los miasmas eran los que ocasionaron dicha enfermedad.

1.3. El enfoque miasmático

La comunidad médica decimonónica en el mundo y especialmente la heredera del


pensamiento de Unanue, aludía que las enfermedades al margen de donde se hubiesen
originado (en el territorio nacional o en el extranjero) eran producto del cambio del clima,
del cambio de la atmósfera. Es decir “basándose en la medicina hipocrática, entendían la
enfermedad como producto de las cambiantes condiciones atmosféricas y del influjo del
medio natural sobre la salud de las personas” (Zárate, 2014, p. 37).

97
Esta influencia de la medicina hipocrática prevalecerá hasta finales del siglo XIX27.
Debido a ello, los médicos plantearon que ese cambio suscitado en el medio ambiente produjo
la aparición de miasmas, efluvio dañino que se desprendía de la materia orgánica (animal o
vegetal) en descomposición o aguas estancadas:

Los miasmas eran concebidos como imperceptibles seres volátiles producto de la descomposición de
la materia orgánica, y que buscaban para su desarrollo lugares cálidos, húmedos y sombríos, los cuales
ayudados por el calor veraniego se elevaban en la atmosfera y eran transportados por el viento hasta
entra en contacto con un humano […] (Zárate, 2014, p.37).
Es decir, al producirse fenómenos naturales en el medio ambiente como terremotos,
maremotos, huaicos, lluvias, cambios drásticos de temperatura, entre otros, estos causaban
estragos como inundaciones, pantanos, muerte masiva de animales, entre otros fenómenos.
La descomposición de estas materias orgánicas generaba miasmas, los cuales tras ser
esparcidos por el aire y tomar contacto con los cuerpos humanos introducían en ellos
enfermedades.

A pesar de que estos miasmas eran imperceptibles a simple vista, las personas podían
deducir fácilmente cuáles eran esos lugares en donde se originaban. Puesto que ellos surgían
de cuerpos en descomposición (putrefacción) que emanaban malos olores. Bajo esta lógica
cualquier cuerpo que emanaba pútridos olores, era un potente foco de infección.

Para el doctor de los Ríos entre otros, que defendían la postura de que la fiebre
amarilla había sido exportada del extranjero, la manera como esta se introdujo al país fue la
siguiente: tras la llegada de algún pasajero proveniente del extranjero y específicamente de
alguna zona donde ya existía la fiebre amarilla, este individuo portador del mal comenzaba

27
En la mitad del siglo decimonónico el químico francés Louis Pasteur, descubrió que las enfermedades eran
causadas por microorganismos tales como las bacterias y virus. Este descubrimiento cuestionó el paradigma
médico que explicaba el origen de las enfermedades a través de los miasmas. El postulado en cuestión comenzó
a tomar fuerza en la comunidad científica de Europa en los últimos años del XIX. Para el caso del Perú sus
antecedentes más antiguos nos remontan al año 1889, fecha en la que Dr. Ricardo Flores hizo entrega de un
laboratorio de Bacteriología a la Facultad de Medicina de San Marcos. Además, dictó por el periodo de un año
el curso libre de Técnicas Microscópicas y Bacteriología. Un año más tarde la Universidad estableció de forma
permanente la catedra de Bacteriología, la cual le fue dictada por el galeno peruano David Matto, quién
recientemente se había graduado en Inglaterra. Para más información Véase: CUETO, Marcos (2000). “Sanidad
desde arriba: La fiebre amarilla, la costa norte y la fundación Rockefeller”. En El regreso de las epidemias.
Salud y sociedad en el Perú del siglo XX. Lima: Instituto de Estudios Peruanos, p. 63, 64, 70. Cueto, Marcos
(1989). “Tradición médica, bacteriología e intervención extranjera en el Perú: 1884 – 1930”. En Excelencia
científica en la periferia. Lima: Grupo de análisis para el desarrollo – Consejo nacional de ciencia y tecnología,
pág. 121.

98
a declinar hasta fallecer. Una vez muerto su cuerpo iniciaba un estado de descomposición
emanando así miasmas, los cuales al introducirse en el cuerpo de otras personas (con las que
había tenido contacto el enfermo) adquirían la enfermedad. Estas personas tras haber
adquirido el mal se convertían en portadores de los miasmas, así que, aunque no llegasen a
fallecer, ya eran considerados un verdadero peligro para la sociedad.

Por su parte, los médicos como Ulloa, que plantean que la fiebre amarilla era oriunda
del Perú, indicaban que los cambios producidos en el medio ambiente, en la atmósfera,
ocasionaron el surgimiento de miasmas los cuales al introducirse en los cuerpos humanos
causaron la aparición de la enfermedad.

En lo que respecta al doctor Núñez, planteaba que los individuos que se encontraban
en el foco de la epidemia al salir de él se convertían en un foco aislado es decir en un agente
propagador de los miasmas, ya que las portaban (Núñez del Prado, 1870).

Por otro lado, señalaba que, en el foco de la epidemia, todos los habitantes habían
absorbido este miasma que ocasionaba la enfermedad, solo que algunos habían logrado
expulsarla y eliminarla completamente mientras que otros la habían expulsado solo de forma
parcial. Por cuya razón comienzan a desarrollar los síntomas propios de la enfermedad
(Núñez del Prado, 1870).

Es decir, según el doctor Núñez, el hecho de que la enfermedad “atacara” a ciertas


personas y a otras no, se debía a que tras respirar todos los individuos de una determinada
comunidad el aire infectado, algunos con mejor organismo lograban expulsar los principios
tóxicos originados por los miasmas de manera total, mientras que otros con organismos más
débiles lo expulsaban de manera parcial o en el peor de los casos no lo expulsaban.

Como se puede deducir a partir de estos casos, la principal disyuntiva en la comunidad


médica era si la enfermedad había sido introducida o más bien originada en el Perú. Pese a
ello; no se ponía en cuestión el hecho de que los miasmas eran aquellos agentes que la
causaban, debido a ello el aire tenía un rol protagónico en la propagación de la enfermedad.
Razón por la cual las políticas sanitarias estuvieron enfocadas en atacar los miasmas y
purificar el aire.

99
1.4. La idea de foco infeccioso

Basándose en el enfoque miasmático, los médicos, las autoridades políticas,


eclesiásticas, la prensa y en general la población que habitó el Perú en el siglo XIX
comprendía que residir o inclusive pasar por algún lugar que olía mal, sobre todo en tiempos
de epidemia, era un verdadero riesgo para su salud. Ello, porque existía un consenso, que en
estos lugares se originaban los miasmas, los cuales causaban enfermedades tras alojarse en
el cuerpo, de allí que estos sitios hayan sido señalados lugares de infección puesto que aquí
uno podía contraer fácilmente la enfermedad.

También eran considerados lugares de infección aquellos espacios donde


permanecían personas portadoras de los miasmas (por haber adquirido la enfermedad) o en
su defecto aquellas que eran sospechosas de portarlos por provenir de lugares donde existía
esta enfermedad o en su defecto por carecer de hábitos higiénicos.

Bajo esta lógica los hospitales, lazaretos, barrios marginales (como por ejemplo
Barrio chino) o puertos, significaban un riesgo patente contra la salud pública. Debido a ello
estos sitios recibieron por parte de la comunidad médica, pero sobre todo de la prensa
decimonónica el título de foco infeccioso.

Para tener una idea más próxima de cómo era empleado este concepto en el siglo
XIX, nos hemos apoyado en los trabajos de investigación de los médicos de este periodo
intentado así reconstruir el concepto. Por ejemplo, en el trabajo del doctor Núñez del Prado,
se mencionó que los focos son aquellos lugares donde originan los gérmenes, miasmas:
“Siempre hay un foco determinado, de donde se origina el gérmen ó fermento icterode: de
preferencia se encuentra en los puertos del mar, sometidas á malas condiciones higiénicas, y
donde hay mucha acumulación de habitantes”. (Núñez del Prado, 1870, p. 15 – 16).

Como se desprende de la cita anterior, para el doctor Núñez del Prado, un foco es
aquel espacio donde se origina un germen o hay gérmenes debido a las malas condiciones
higiénicas del lugar y la excesiva población, tal como es el caso de los puertos. Recordemos
que para el doctor Núñez del Prado, el origen de los miasmas que producen la fiebre amarilla
y cualquier otra enfermedad podría surgir a causa de la exportación o debido a las condiciones
atmosféricas producidas por el estado sanitario del lugar. Por su parte la tesis de Isaías

100
Morales Pacheco, titulada La fiebre amarilla del Callao en los años de 1888 y 1889 (1891),
se menciona:

[…] Donde ella reina constantemente en los terrenos bajos de los puertos del litoral: en los que existen
un gran número de influencias ya telúricas y cósmicas, ya sociales é individuales: La insalubridad de
estos puertos por las malas disposiciones higiénicas; la acumulación y fermentación consiguiente de
materias y la alta temperatura de estos climas, sus bruscas variaciones en las estaciones de Estio; la
evoporacion y sequedad de los terrenos despues de las grandes lluvias por un grado escesivo de
colórico. Todas estas causas adunadas, concurren invibidualmente á la formacion de un medio
atmosferico miasmático – infeccioso apropiado para el nacimiento del gérmen amarillo.
Si á estas condiciones propias del desarrollo se agrega por otra parte la aglomeracion de individuos en
habitaciones estrechas húmedas y mal ventiladas, la miseria, los desordenes y escesos de todo genero:
el gérmen infeccioso franqueando sus limites habituales, hace su invasion de casa en casa de barrio en
barrio hasta convertirse en una verdadera epidemia […] (Morales, 1891, p. 10 – 11).
Cómo se desprende de la cita anterior, las condiciones climáticas sumadas a las
condiciones higiénicas ocasionaron que los puertos se convirtieran en focos de infección.
Debe precisarse además que estas enfermedades podían moverse hacia otros lados, a través
de los barcos, convirtiéndose de este modo en focos movibles:
otro carácter particular al germen amarillo es ser trasmisible no solo de un individuo a otro en dichas
condiciones de predisposición é inoculable como quieren algunos; sino que también se transporta a
distancia mas o menos remontas por importacion de los objetos que en contactos con los individuos,
atacados en los focos infecciosos, lo remiten fácilmente; siendo el mar su única vía y los navíos focos
movibles de infeccion con su personal y cargamento los agentes de ella. Y la proliferación germinativa,
dice un celebre autor, se realizara infaliblemente, si a las condiciones telúricas y cósmicas se unen al
mismo tiempo las receptibilidades individual y social en los lugares aportados (Morales, 1891, p. 10 –
11).
Para que esta enfermedad que se estaba movilizando hacia otros territorios pueda
desarrollarse era necesario que el germen encontrará las condiciones necesarias para su
desarrollo.

Tomando como referencias las ideas del doctor Isaías Morales y las del doctor Núñez
del Prado definimos foco infeccioso como a aquel espacio donde las condiciones naturales
(cambio de temperatura, humedad, fuertes vientos, terremotos, maremotos, huaycos, lluvias
entre otros) y las condiciones sociales (aglomeración de personas en precarias condiciones
higiénicas, paupérrimo estado de salubridad de la urbe producto de la acopio de basura,
quema de residuos y otros) unidas o por separado producen las condiciones necesarias para

101
el surgimiento de los miasmas, los cuales ocasionaron la aparición de enfermedades como la
fiebre amarilla.

Bajo esta lógica hospitales, lazaretos, barrios marginales, calles y acequias serán
considerados hacia el año 1868, como un foco de infección ya que reunían las condiciones
sociales necesarias para producir el surgimiento de miasmas y con ellos enfermedades. En lo
que respecta al puerto del Callao, este espacio también será señalado como un foco
infeccioso, no solo por las precarias condiciones higiénicas sino también por las propias
condiciones naturales del espacio.

Un foco infeccioso actualmente es definido como el espacio donde se encuentran los


agentes de infección de una enfermedad transmisible. Debemos precisar que una enfermedad
transmisible es aquella que se transfieren de un ser humano a otro o de un animal al hombre,
ya sea por vía directa (al toser o estornudar), o a través de vectores (organismos vivos como
insectos). Bajo esta lógica las enfermedades transmisibles sólo pueden propagarse hasta
aquellas áreas donde las condiciones ambientales o climáticas se los permitan. Por ejemplo,
durante los meses de verano hay un incremento constante del mosquito Aedes aegypti en cual
a través de picaduras transmite además de la fiebre amarilla, el dengue, el Zika y la
Chikungunya. Los lugares donde suele incubar sus larvas son principalmente los recipientes
artificiales ubicados en zonas no mayores a los 2200 msnm. Estos lugares donde se
reproducen y viven los mosquitos vendrían a ser focos de infección ya que aquí existe una
alta posibilidad de adquirir la enfermedad, estos lugares tienen por límite los 2200 msnm ya
que a mayor altura es imposible la existencia de este vector y con ello y la presencia de estas
enfermedades.

En lo que respecta a la extinción de este foco de infección esta se da cuando las


fuentes o agentes de ocasionaron la enfermedad se han extinguido. También se considera
desaparecida la enfermedad cuando tras haber pasado el periodo de incubación de los agentes
trasmisores no se han registrado nuevos casos. Pese a que no se ha corroborado la no
presencia de los agentes biológicos en el lugar (Ministerio de Salud de Cuba, 2012, p. 2).

Para que un espacio determinado deje de ser considerado un foco de infección tiene
que desaparecer previamente los agentes transmisores de la enfermedad (para el caso de la

102
fiebre amarilla debe de extinguirse el mosquito Aedes aegypti), así como los reservorios
donde se incuban. O en su defecto ya no deben reportarse nuevos casos.

Si comparamos esta definición actual, que señala a un foco de infección como


aquellos espacios donde están los agentes de infección de una enfermedad transmisible con
las brindadas por los médicos del siglo XIX, que señalaron a los focos de infección a aquellos
lugares donde las condiciones atmosféricas, naturales más las sociales producían las
condiciones necesarias para producir los miasmas que causaban enfermedades. Notamos que
con las distancias de los enfoques médicos (el miasmático y el bacteriológico) ambos
comprenden a un foco de infección como aquel espacio donde existen agentes: miasmas,
bacterias, vectores que producen una enfermedad o pueden producirla. De allí que en estos
espacios sean sitios contaminados y las personas tengan una probabilidad mayor de adquirir
dicho mal.

Somos conscientes que a pesar de que las definiciones actuales entienden al foco de
infección partiendo del enfoque bacteriológico y no el miasmático como se comprendía en
el siglo XIX, este concepto nos permitirá analizar cómo se construyó entorno al puerto
chalaco la percepción de foco infeccioso durante la epidemia de fiebre amarilla de 1868.

1.5. Etapas y síntomas de la fiebre amarilla

En lo que respecta a las etapas y síntomas de la fiebre amarilla, según lo planteado


por el doctor Núñez del Prado, esta enfermedad contaba con tres fases. En cada una de las
cuales se presentaban síntomas bastante particulares, en lo que respecta a la primera etapa
esta se tenía una duración aproximada de 24 horas y sus síntomas eran los siguientes: dolor
de cabeza, malestar corporal dolores recurrentes en la zona lumbar y en las partes inferiores.
En algunas ocasiones el rosto se torna de color pálido como amarillezco y la piel se seca. A
ello se sumas las náuseas y vómitos.

Hay un síntoma casi constante en los casos aun medianamente intensos, y es una anciedad precordial,
á consecuencia de ella, el enfermo no puede permanecer tranquilo, se mueve en todas direcciones, es
justamente la misma angustia que se siente cuando se está, bajo la acción de un vomito de de tárto
antes de hacer su efecto (Núñez del Prado, 1870, p. 20).
Después de que el enfermo ingresaba a este cuadro clínico, tenía dos posibilidades,
la primera era que tras haber transcurrido las 24 horas el paciente se restableciera

103
completamente. Mientras que la segunda posibilidad consistía en que su salud se deteriorara
aún más, por lo cual según el doctor Núñez, se ingresaba a la segunda fase de la enfermedad.

En la cual es enfermo experimentaba la aceleración de la respiración, dolores


musculares, insomnio o en algunos casos extremos el coma; el cuerpo comenzaba a tornase
de un color amarillo. Es por ello, que se le denominara a esta enfermedad como fiebre
amarilla, puesto que la presencia de esta fiebre causaba que la tez de las personas se pusiera
de color amarillo. Los enfermos que logran superar este cuadro por lo general se restablecían.
No obstante, los que no, entraban a la tercera fase de la enfermedad, cuadro clínico del que
difícilmente el enfermo lograba salir airoso:

Cuando la enfermedad pasa al tercer periodo, éste se sigue inmediatamente con la manifestación de
síntomas tan graves que pocas veces salvan en este estado […] la respiración es anahelosa [sic]; el
pulso suele vajar á 60; la piel generalmente fría al menos en las extremidades [sic]. La ictericia general
y muy pronunciada; unas veces los vómitos son repetidos con frecuencia, y otras muy raros, hasta el
estremos [sic] de presentarse uno solo pocos momentos antes de la muerte […] En este estado suelen
presentarse deposiciones variables, unas parecidas á la brea, otras sanguinolentas, ó lo que es más
común, parecidas al café concentrado. La orina se suprime completamente, ó solo se presenta una
dracma en las veinte y cuatro horas y muy cargadas de albúmina (Núñez del Prado, 1870, p. 21 – 22).
Mencionaba además que a estos síntomas se agrega escalofríos, salto de ligamentos,
respiración gruesa, sudorosa. En este período se observaba además un síntoma muy crítico y
común, parecido al grito encefálico. Este es uno de los síntomas casi siempre mortales, no
obstante, algunos enfermos habían logrado sobrevivir (Núñez del Prado, 1870, p. 21 – 22).
La mayoría de las personas que ingresaban a este cuadro clínico terminaban falleciendo,
no obstante, aquellas que lograban salir de él adquirían inmunidad de por vida. La fiebre
amarilla tenía una duración aproximada de 3 a 8 días, aunque según algunos médicos
decimonónicos esta podía durar entre 8 y 12 horas.

2. Tratamientos médicos y populares

2.1.Tratamientos médicos

A lo largo del siglo XIX, existieron diversos tratamientos para curar las
enfermedades. Los cuales eran aplicados en gran medida a todas las enfermedades, ya que,
según la ciencia médica de entonces, estas tenían un origen en común. Es decir, provenían
de la influencia del medio ambiente (siguiendo las enseñanzas de Hipócrates y la de Unanue)

104
sobre el hombre. Para el caso de la fiebre amarilla, se ha identificado principalmente tres
métodos curativos, asimismo, hemos podido identificar algunas recomendaciones como las
cuarentenas o visitas médicas, las cuales pasaremos a detallar.

2.1.1. Métodos curativos

Siguiendo los postulados del doctor Núñez del Prado, durante la epidemia de fiebre
amarilla de 1868, la comunidad médica empleo principalmente tres métodos curativos, los
cuales fueron el método antiflogístico, método medicación vomita y el denominado por él,
método racional.

2.1.1.1. Método Antiflogístico

El método antiflogístico, consistía en extraer del organismo una determinada cantidad


de sangre con el objetivo de que ella se purifique y expulse los tóxicos. Fue altamente
criticado por los médicos de la época, debido a que al ser considerada la fiebre amarilla una
enfermedad adinamia es decir que producía la debilidad del organismo debido a la
intoxicación y el desorden del sistema nervioso. Hacer sangrar al organismo no garantizaba
la expulsión de los miasmas, al contrario, causaba la mayor expansión en el cuerpo de los
miasmas y además la pérdida de glóbulos por lo que se debilitaba aún más el enfermo.

2.1.1.2. Método medicación vomitiva

Consistía en producir el vómito en el paciente a partir de la administración de vómitos


de tártaro estibiado o granos de tártaro y otros compuestos. Este método también fue
cuestionado ya que exponer a este tipo de medicación al paciente era someterlo doblemente
aun desgaste físico. A través de las fuentes se ha identificado un caso de un hombre que había
fallecido víctima de este tratamiento en uno de las pulperías de Santa Clara:

Los datos que puede recojer fueron los siguientes: el día anterior había tenido escalofrios muy violentos
y fiebre toda la noche, al ver que yo no podía asistirlo al momento, llamaron otro médico que pasaba
por allí – le propino un emérito de dos granos de tártaro, la nauseas se hicieron muy repetidas y vomitó
mucha bilis al principio y después enormes cantidades de sangre, hasta terminar con la vida ese
desgraciado (Núñez del Prado, 1870, p. 30).
Debe anotarse que existieron otros tratamientos tales como los brindados por el doctor
José María Macedo, los cuales consistían en la administración de sulfato de quinina o “las

105
bebidas gaseosas y heladas, las limonadas de ácidos vegetales y minerales, (ácido sulfúrico,
especialmente, el apio á dosis pequeñas o moderadas según el caso”28.

2.1.1.3. Método racional

Este método fue propuesto por el doctor Núñez del Prado, el cual puso en práctica en
el Lazareto del Refugio (lugar donde prestó servicios) tras surgir la epidemia de 1868. Él
brindaba tres tipos medicaciones distintas, según la necesidad del paciente, las mismas que
variaban de acuerdo con la etapa de la enfermedad en la que se encontraba. La primera
medicación se usaba si el objetivo era neutralizar acción de los miasmas sobre el cuerpo, para
ello recomendaba el uso de purgantes:

Los purgantes llenan la indicación principal y su acción es secundada por los sudoríficos. después de
la administración de un purgante, los síntomas generales son modificados favorablemente, la
purgación intestinal sostenida durante el periodo de la fiebre, favorece la depuración del organismo.
La sangre se desembaraza de los principios tóxicos sin perder fibrina ni glóvulos como sucede con el
sistema con el sistema de los antiflogisticos. La medicación purgante corresponde por sus efectos á la
naturaleza de la fiebre. Su eficacia consiste en secundar la eliminación gradual de los principios
morbíficos, y por último, en preservar todos los sistemas, aparatos y órganos de las causa toxica (Núñez
del Prado, 1870, p. 31 – 32).
Estos purgantes estaban compuestos básicamente de acetato de amoniaco, tintura de
acónito, guayaco y jarabe de sidra, y recomendaba agregar a esta mezcla unas gotas de jugo
de limón con el objetivo de hacerlo más agradable al paladar. Debía beberse una copa de este
medicamento cada hora en el caso de los adultos, de ser niños la cantidad variaba de acuerdo
con la edad y el sexo del paciente.

En el caso de que el paciente no mejorarse en el lapso de 24 horas e ingresara a la


segunda etapa de la enfermedad, el doctor Núñez del Prado mencionaba que, al no existir un
compuesto específico para atacar el mal, se debía revertir los principales síntomas de esta
fase de la enfermedad, los cuales consistían en el “[…]enfriamiento en el cuerpo, pequeñez
en el pulso y palidez general” (Núñez del Prado, 1870, p. 34). Es decir, se recomendaba
contrastar la adinamia tan característica de la fiebre amarilla a partir del restablecimiento de
la circulación del cuerpo, para lo cual debía usarse: sabanas empapadas con vinagre y

28
Archivo de la Municipalidad de Lima, Caja Higiene 1857 – 1869. Informe del doctor José María Macedo
sobre la fiebre amarilla y sus particularidades.

106
frezadas, ambas debían envolver al enfermo. Esto producía un estado agradable en los
enfermos y de forma simultánea generaba una reacción calorífica en la superficie del cuerpo
que favorecía la circulación de la sangre en los vasos sanguíneos. Mencionaba además que
en caso de pacientes muy débiles recomendaba se le:

practiquen fricciones con una franela impregnado de un lineamiento compuesto; de alcohol de romero
y alconforado […] aceite esencial de trementina y amoniaco líquido […] Estas fricciones originan
igualmente un alivio y reacción muy convenientes, produciendo una verdadera derivación en la piel
(Núñez del Prado, 1870, p. 34 – 35).

Sugería acompañar este tratamiento con una “[…] limonada nítrica, con el doble objeto
de apagar la sed y estimular las funciones del riñón que en todos los casos se pervierten”
(Núñez del Prado, 1870, p. 35). En el caso de que la limonada nítrica, sábanas impregnadas
con vinagre o las franelas con alcohol de romero alcanforado, aceite de trementinas y
amoniaco líquido; no diesen los resultados esperados y la salud del paciente se deteriorara
aún más, se indicaba combatir uno de los principales síntomas que adquiría el paciente, tras
ingresar a la tercera etapa de la enfermedad que era la falta de apetito. Ya que al no ingerir
alimentos y encontrarse el cuerpo con las defensas muy bajas por la pérdida de glóbulos, su
salud declinaba mucho más quedando altamente vulnerable. Recomendaba combatir esta
inapetencia con “[…] la administración de píldoras compuesta de estracto de ruibarbo […]
de colombo […] píldoras N° 12 tomadas una antes de comer y almorzar” (Núñez del Prado,
1870, p. 36). Muy pocas personas lograban superar este cuadro clínico puesto que más del
50 % fallecía. Aquellos que si lograban hacerlo iniciaban un proceso de convalecencia y
adquirían como ya lo hemos dicho la inmunidad de por vida.

2.1.2. Cuarentenas, limpieza, y visitas médicas

En adición a los métodos curativos que hemos explicado líneas arribas, la comunidad
médica puso en práctica una serie de medidas con el objetivo de contrarrestar los focos de
infección es decir los lugares donde había miasmas. Debido a ello las recomendaciones
giraron en torno al aislamiento y la limpieza.

2.1.2.1.Cuarentenas

Al ser considerada la fiebre amarilla una enfermedad causada por los miasmas era
necesario aislar aquellas personas que eran portadoras de ellos o se creía sospechosa de serlo.
107
Para evitar así que la enfermedad se propague. Este aislamiento fue conocido con el nombre
de cuarentena. Según lo planteado en la tesis de bachillerato del doctor Rufino López Torres,
titulada Cuarentenas (1858) se define a las cuarentenas como “[…] la detención de las
embarcaciones por un tiempo más o menos prolongado y a una distancia más o menos lejana
de los puntos de más accesibles a los navegantes [sic]” (López, 1858, p. 2). Asimismo,
mencionaba que su objetivo era:

[…] impedir por medio de la detension é impedimento que se pone al desembarque de individuos
y efectos la transmision de las enfermedades epidémicas y contagiosas, que partiendo de un puerto
del globo pueden transmitirse de un punto a otro bien sea impregnados los efectos mercantiles y
a los individuos con los miasmas ó ajentes que dan lugar a la presencia y desarrollo y al rápido y
a lento de las enfermedades conocidas en medicina con el nombre de epidemias y que
trasladándose a otro lugar pueden aclimatarse haí [ilegible] hacer endémicas y esporádicas, pues
sabido es que una enfermedad pueden variar de carácter según las condiciones del lugar en que se
encuentra […] (López, 1858, p. 2).
Al ser el Callao, en el siglo XIX, el principal puerto del Perú, aquí llegaban
constantemente embarcaciones provenientes del extranjero. Muchas de las cuales llegaban
de lugares donde existía de manera endémica la fiebre amarilla, de allí que haya sido
considerado el puerto un potente foco de infección. Por lo cual las embarcaciones que
arribaban aquí eran enviadas a hacer cuarentenas. Para el caso del Callao, el espacio escogido
por sus características como la de encontrarse a sotavento (contra el viento) era la San
Lorenzo, aquí se “ventilaba” la tripulación y de este modo tras culminar la cuarentena y tocar
tierra firme estaría libre de los miasmas y no contagiarían a la población.

Esta medida de someter a cuarentenas no tuvo grandes objeciones durante los


primeros lustros del siglo decimonónico. Puesto que como hemos explicado con anterioridad
durante este periodo existió un gran proteccionismo económico y la dinámica comercial no
era tan fluida. No obstante, hacia la segunda mitad del siglo XIX, esta situación cambió con
el boom comercial desatado por el guano y el empleo del barco a vapor en la navegación. Por
lo cual someter a las embarcaciones a cuarentenas no fue bien visto por algunos sectores de
la sociedad, ya que afectaba al comercio.

En las siguientes líneas veremos un caso donde se ve reflejado esta situación. Hacia
finales del año 1866, tras surgir un brote epidémico de fiebre amarilla en Panamá, el señor

108
Pedro José Tordoya, ministro de Justicia, Culto, Instrucción y Beneficencia, ordenó mediante
resoluciones supremas de fecha 8 de febrero y 9 de marzo de 1867, que, a partir del mes de
marzo, todos los barcos procedentes de Panamá debían permanecer siete días en cuarentenas,
con el objetivo de evitar el ingreso y la propagación de la fiebre amarilla en Lima y Callao
(Ramón, 1999). No obstante, esta situación generó molestias en las compañías navales. Por
lo que se desataron algunos conflictos de interés entre ellas y las autoridades.

[…] la poderosa Compañía de Vapores del Pacífico (Pacific Steam Nevegation Company) vio dañados
sus intereses de modo que comisionó al médico inglés James J. Watson – miembro del Colegio Real
de cirujanos de Inglaterra – para informar sobre el estado sanitario de Panamá. Como resultado de sus
observaciones, el galeno envió una carta al gerente de la compañía del Perú, Jorge Petrie, informándole
que la fiebre amarilla había concluido en Panamá. De un tenor semejante era la comunicación oficial
del cónsul de Panamá, quién habiendo afirmado inicialmente (26 de febrero) que en su jurisdicción se
había “generalizado la fiebre amarilla creciendo diariamente en desarrollo y causando estragos
fatales”; al mes siguiente (24 de marzo) remitía un – sorprendente- oficio a Lima señalando la
desaparición del mal (Ramón, 1999, p. 155).
A consecuencia de este informe médico y el oficio remitido por el cónsul de Panamá,
el ministro Pedro José Tordoya, dejó sin efecto las resoluciones supremas de fecha 8 de
febrero y 9 de marzo de 1867. Quedando de este modo suspendidas las cuarentenas. Como
se puede evidenciar en este caso, la epidemia de fiebre amarilla que asolaba Panamá desde
finales de 1866 desapareció radicalmente en unos días. Basándonos en los testimonios
encontrados en los documentos de la época y la experiencia actual, afirmamos que la fiebre
amarilla que asolaba a las poblaciones decimonónicas solo cesaba con el fin del verano,
puesto que con él desaparecían los mosquitos Aedes aegypti, vector transmisor de la fiebre
amarilla. Cualquier otro intento médico o popular puesto en práctica durante estos años fue
en vano, puesto que no combatía el verdadero agente transmisor de la enfermedad sino se
enfocaba en evitar la propagación de miasmas. Bajo esta lógica debemos preguntarnos
¿Existió algún tipo de injerencia por parte Compañía de Vapores del Pacífico hacia la política
nacional? En el libro compilado por Carlos Paz soldán, Carlos y Sebastián Lorente, llamado
Cien años de política sanitaria marítima en el Perú (1824) se hace la siguiente reflexión
sobre las cuarentenas:

[…] Estas medidas, perfectamente justificadas en un claro interés público, eran sin embargo el punto
de partida para protestas y reclamos de Cancillería, en los cuales muy a menudo se oscurecía la

109
cordialidad internacional. Las cuarentenas llegaron así a mirarse como actos de hostilidad al comercio
y a la economía de la nación que era objeto de sus providencias. Y como por otro lado muy a menudo
tales actos de rigor, no producían el ansiado objeto de poner a cubierto al país de la temida importación,
no es de extrañar las constantes que sufrieron los decretos sobre la cuarentena o la negligencia, con
que pasado el primer momento se cumplía (Paz Soldán & Lorente, 1924, p. 21 – 22).

Por otro lado, debemos mencionar que los individuos enfermos que se encontraban
dentro de la ciudad también eran aislados del resto de la comunidad. Puesto que se les enviaba
a los hospitales o lazaretos. Como hemos visto en el capítulo anterior, las personas que eran
enviadas a los hospitales eran por lo general aquellas pertenecientes a las clases menesterosas
es decir carecían de recursos para poder contratar los servicios de un médico que los pudiera
asistir en sus domicilios. Debe recalcarse que el hecho de que ingresara un enfermo a un
hospital significaba también (al margen de su estatus social) que su estado de salud era
bastante deplorable de allí que estos recintos hayan sido considerados como lugares para
morir más que para curarse. La capital del Perú a inicios de 1860 contaba con el hospital de
San Andrés (destinado a la atención de pacientes varones), el hospital de San Ana (destinado
a la atención de mujeres), el hospital de San Bartolomé (destinado a la atención de oficiales
y suboficiales de las fuerzas armadas). Estos tres hospitales sumados al de Guadalupe y el de
San Juan de Dios que existían en el Callao, no se dieron abasto por lo que terminaron
colapsando a consecuencia de la sobredemanda sanitaria.

En lo que respecta a los lazaretos, al interior de la ciudad se contaba solo con uno que
era el del Refugio. Este espacio estaba destinado para los pacientes que debían ser sometidos
a cuarentenas, aunque en la práctica también se realizaban atenciones médicas sobre todo en
los períodos en que la ciudad era asolada por epidemias. Aquí se atendían principalmente a
“[…] indios y a los provincianos pobres y las condiciones de infraestructura, higiene u
organización eran sumamente precarias” (Rottenbacher, 2013, p. 54). Debe precisar que los
lazaretos por su naturaleza no eran del todo bien visto por la población e incluso por algunos
miembros de la comunidad médica, tal como fue el caso del Doctor Cecilio Velázquez y
Rentería, quién en su libreta, que redactó durante la fiebre amarilla de 1868, hizo la siguiente
anotación:

La acumulación de enfermos en una casa o una habitación, es la peor y más funesta de las prácticas;
por esto es, que los lazaretos se convierten en enérgicos focos de infección, cuya aureola común de

110
contagio, satura el veneno al más a propósito o débil enfermo sucumbiéndolo pasmosamente en el
sueño eterno. El mejor preservativo para que no propague tan terrible mal es, la diseminación de los
enfermos a sotavento de las poblaciones, y la salida de las familias a los campos inmediatos, de modo
que no acumulen muchos habitantes en una pieza […] (Vélazquez, 2016, p. 34).

Otra fuente donde se aborda el problema de los lazaretos es en la siguiente nota


publicada por el diario El Comercio el 20 de febrero de 1868:

Pero si bien se conviene en la utilidad de un lazareto, no deja de tener sus inconvenientes causados
por la mala higiene [sic] , pues las mas veces se observa que se convierten en focos de infeccion aun
mas espantosos que la misma epidemia que se desea combatir […] Un lazareto propiamente dicho no
es solamente un hospital, sino un local que se destina para alojar tanto á los enfermos que llegan con
el mal contajioso que se trata de evitar, cuanto para las personas que vienen del lugar infecto ó
sospechoso y que son sometida a observación por los días de cuarentenas; por consiguiente un
establecimiento de esta clase debe presentar dos departamentos importantes, uno para enfermos y otro
para los que se quedan sometidos á la observacion […]29.
Como se puede ver de la cita anterior la población, consideraba de gran utilidad los
lazaretos, no obstante, su naturaleza de albergar a personas portadoras de la enfermedad o
sospechosas de estar enfermas convertía a este sitio en un potente foco de infección.
Convirtiéndose así en un riesgo latente para la salud pública.

2.1.2.2.Limpieza del espacio público

Otras de las recomendaciones de la comunidad médica durante los brotes de


epidemias fue la limpieza de los espacios públicos con el objetivo de evitar que se formen
focos de infección. Por ejemplo, se ordenó recoger la basura, barrer las calles y limpiar las
acequias. Con respecto a esta última medida, existieron ciertos médicos como es el caso del
doctor Miguel de los Ríos, que cuestionaron esta política. Puesto que desde su punto de vista
remover el lodo de las acequias, producía emanaciones pútridas es decir miasmas. Lo que
podía agudizar más la situación:

Hace varios días que ha comenzado á practicarse en esta Capital la limpieza de las acequias […] El
sistema que para eso esto se emplea, y que consiste en secarlas y estraer [sic] de ellas todo el cieno
que contienen, depositando en sus bordes por dos ó mas días, mientras puede ser recogido, si es
altamente nocivo á la salud pública en circunstancias ordinarias, lo es mas todavía en la actualidad en
que, una epidemia mortífera aflige la población de esta capital. Las emanaciones pútridas que se

29
El comercio, 20 de febrero de 1868.

111
desprenden de estos montones de lodo acumulado al borde de las acequias, no puede dejar de contribuir
poderosamente á empeorar mas el vicioso estado de la atmósfera y ayudar a la propagación de la
epidemia30.

Fue probablemente por opiniones, recomendaciones médicas como está que la Junta
de Sanidad, terminó por suspender la limpieza de las acequias31. Desde nuestra perspectiva,
dejar de limpiar las acequias (con la finalidad de evitar que se emanen miasmas al momento
de remover el lodo) agudizó aún más la situación sanitaria. Ya que se dejó de atacar el
verdadero foco de infección es decir el espacio donde se anidaban las larvas del mosquito
Aedes aegypti.

Otra de las medidas que se tomó durante esta crisis sanitaria, fue la de purificar el
ambiente, del aire. Para ello algunos ciudadanos por iniciativa propia comenzaron la quema
de alquitrán:

Anteanoche y anoche se ha repetido la operacion de quemar en las calles barriles de alquitran con el
objeto de desinfectar la atmosfera. La medida es acertada, no cabe duda; pero por otro lado, la rojiza
luz que el alquitran produce, reflejandose sobre los semblantes de las personas atemorizadas que
constantemente se agrupan alrededor de los barriles encendidos tiene algo de lugubre, algo de
consternador que si limpia la atmosfera infesta enferma en cambio los corazones 32.
Como se desprende de la cita anterior, se consideraba la quema de alquitrán como una
medida acertada ya que ello permitía purificar la atmósfera, sin embargo, durante la quema
de este producto, algunas personas solían asustarse por lo que podían presentar
complicaciones cardiacas. Por otro lado, existió un grupo de persona que consideraba que, la
quema del alquitrán en vez de purificar causaba mayor contaminación:

FIEBRE AMARILLA. ALQUITRAN CONTRA ESTA EPIDEMIA. Hemos sabido que en Callao se
quemaba de distancia á otra de las calles cantidades de alquitran como preservativo de la epidemia,
advirtiéndole la virtud de purificar el aire. Erro fácil de desvanecer. El humo del alquitran sube en
columna espesa, su accion es nula, comparada á la que ejercería él mismo repartido en multitud de
lugares, pues entonces la atmósfera se hallaría impregnada de su virtud salutífera 33.

30
La Gaceta Médica de Lima, N° 273, pág. 234.
31
La Gaceta Médica de Lima, N° 273, pág. 234.
32
El Comercio, jueves 26 de marzo de 1868, Crónica Interior – Callao, pág. 4
33
El Comercio, miércoles 25 de marzo de 1868, noticia fiebre amarilla, alquitrán contra esta epidemia, pág. 3.

112
Debe precisarse además que aparte de la combustión de alquitrán, también se llevó a
cabo la combustión de cuernos de animales, como medida para purificar el aire:

Combustión de cuernos
la combustión que se hace en todas las plazas y algunas calles de la población, de grandes acopios de
cuernos y otras sustancias animales. Ignoramos completamente á quién se la haya ocurrido tan
peregrina idea. De la combustión de estas sustancias, se desprenden gases carbonosos y amoniacales,
que lejos de desinfectar la atmósfera [como parece se propuso la autoridad que se dictó semejante
medida] pueden ser nocivas á la salud pública, empeorando la constitución epidémica actual. Por esta
razón la Facultad de Medicina, con la solicitud que la caracteriza, se ha dirigido por medio de su
Decano á la Honorable Municipalidad, para dicté las órdenes convenientes á fin de que inmediatamente
se suspenda dicha combustión34.

Otras formas de purificar el aire, fueron a través de los disparos de cañón, tal como
lo describe el historiador Jorge Basadre: “Para combatir los miasmas que infectaban la
atmósfera, según creencias de la época, la artillería estuvo haciendo disparos con pólvora en
las calles y esquinas de la ciudad durante quince días” (Basadre, 1961, p. 1717).

2.1.2.3. Visitas médicas

Junto con estas medidas, los médicos avalados por las autoridades políticas llevaron
a cabo visitas a las casas de los pobladores de la ciudad:

De todas las medidas dictadas por el Gobierno con el fin de prevenir ó atenuar los estragos de la
epidemia reinante, ninguna mas eficaz ni mas humanitaria, en nuestro concepto, que la organización
del servicio médico domiciliario á dar á los epidemiados los auxilios mas prontos y eficaces que
reclama su estado.
Conforme al decreto de su organización que publicamos en otro lugar, este servicio está construido
por la presencia en cada uno de los distritos de la ciudad, de un facultativo y practicantes, que unidos
al Médico municipal del Distrito, se dividen la asistencia gratuita de los indijentes atacados de la
epidemia, á quienes las boticas distribuyen tambien gratuitamente y por cuenta del Gobierno los
medicamentos recetando por los médicos. Practicado este servicio por profesores competentes y en
conformidad, no solo á las prescriciones 35.

Durante estas inspecciones si se encontraba alguna irregularidad que amenace a la


salud pública “los médicos estaban autorizados a realizar fumigaciones y a trasladar a los

34
La Gaceta médica de Lima, N° 270, 15 de abril de 1868, combustión de cuernos, pág. 194.
35
La Gaceta Médica de Lima, 272, 15 de mayo de 1868, Servicio médico domiciliario, pág. 218.

113
enfermos hacia los lazaretos, con o sin el consentimiento de las familias”36. Este hecho de
trasladar a un enfermo a un lazareto sin su consentimiento ni el de su familia aparte de ser
considerado un hecho autoritario también es discriminador puesto que “[…] en el contexto
epidémico se intervino casi exclusivamente los domicilios de aquellos grupos sociales
cargados de estigmas: los marginales, los indígenas […] asiáticos”37. Es decir, se intervino a
aquellas personas que desde la perspectiva de élite y las autoridades no compartían los
mismos hábitos, costumbres que ellos, hecho que los convertía en una amenaza latente,
evidenciándose de este modo un trato diferenciado entre un grupo y otro38.

Debe recalcarse que en muchos de los casos las diferencias entre un grupo social y
otro, no eran producto de los escasos hábitos higiénicos sino más bien el de los limitados
recursos que poseía. Lo que les impedía adquirir por ejemplo los servicios de la Sociedad
Higiénica o habitar inmuebles que les permita segregar espacios y tener una adecuada
ventilación.

2.2.Tratamientos populares

Si bien es cierto la comunidad médica había adquirido un gran prestigio social tras la
creación de la Facultad de Medicina de Lima en 1856. Este prestigio se legitimó sobre todo
entre los grupos de poder. Más no entre la población, puesto que ella aún seguía teniendo
recelo a la medicina occidental y sus particulares métodos curativos tales como el hacer
sangrar o administrar vómitos de tártaro o purgantes. Otro factor que influyó en las personas,
para no emplear este servicio fue que:

36
Lossio, Jorge (2002). “Fiebre amarilla, etnicidad y fragmentación social”. En Socialismo y participación, n°
93. Lima: CEDEP, pág. 86.
37
Lossio, Jorge (2002). “Fiebre amarilla, etnicidad y fragmentación social”. En Socialismo y participación, n°
93, pág. 86.
38
Debe señalarse que este tipo de situaciones no solo se dio en el Perú sino también en otros países de
Latinoamérica, tal como fue el caso de Buenos Aires - Argentina. Puesto que, tras ser asolado por la fiebre
amarilla en 1871, la Municipalidad mediante la Comisión de Higiene, ordenó inspeccionar las viviendas de los
vecinos de la ciudad, con el objetivo que ellas estén limpias (sobre todo las letrinas) y no causen perjuicios a la
comunidad. Durante la ejecución de esta ordenanza se puedo evidenciar tratos diferenciados entre los vecinos,
se sabe por ejemplo que el inspector Gonzalo Doblas, tras revisar las viviendas que se encontraban en la Calle
México, señaló que un corralón que se ubicaba en dicha calle tenía las letrinas muy sucias, indicó lo mismo de
la casa de señor Santiago de Calzadilla, miembro fundador del liberal Club del Progreso (el cual reunía a un
selecto grupo de porteños). Pese a que en ambos sitios las letrinas están sucias, el inspector solo le colocó la
multa al dueño del corralón. Silvina, Valeria (2016). “Intromisiones municipales en tiempos de fiebre amarilla:
Buenos Aires, 1871”. En Revista historia y justicia, n° 6, pág. 58.

114
[…] los médicos no estaban siempre disponibles, situación que se agravaba durante los brotes
epidémicos. Debido a que el número de médicos no era suficiente para una población en crecimiento,
parece que éstos optaban por atender solo los casos “curables” y no aquellos que consideraban
perdidos (Palma, 2016, p. 65).
A esto se sumaba “[…] el alto costo del servicio de estos profesionales” (Palma, 2016,
p.68). Debido a ello, una buena parte de la población optaba por recurrir a otras alternativas
de salud, conocidas comúnmente como medicina popular. Esto debido a que los instrumentos
que usaban como las jeringas, generaban miedo entre los pacientes. Asimismo, el lenguaje
que usaban se les hacía muy complicado. Es por ello que preferían recurrir a los curanderos
o herbolarios, personas que con hierbas o tratamiento simples los sanaban (Coello, 2012,
p.173).

Debido a ello la comunidad médica concentrada en la Facultad de Medicina, comenzó


a realizar persecuciones a aquellas personas que practicaban una medicina alternativa a la
indicada por la ciencia. Puesto que la consideraban un perjurio a la salud pública. Los
médicos profesionales solían emplear diversas categorías peyorativas para referirse a ellos
tales como “charlatanes”, “curanderos”, “impostores” e incluso “brujos”: “En el mejor de los
casos eran llamados “empíricos”, un término más neutral para referirse a aquellos que
poseían conocimiento y entrenamiento médico, pero no los títulos correspondientes” (Palma
& Ragas, 2019, p.4).

Entre nosotros existen numerosos charlatanes, de los que, unos se dicen ser poseedores de específicos,
y otros se titulan médicos, capaces de asistir toda clase de enfermos, y esto sin haberse dedicado antes
á una tan laboriosa carrera como la de la Medicina, que para su ejercicio necesita meditados y
profundos conocimientos39.
Para erradicar estas prácticas médicas alternativas, la Facultad de Medicina, recurrió
a la función que tenía de regularizar el ejercicio de la profesión farmacéutica. Función que
se le había otorgado en 1856 con el Reglamento Orgánico de la Facultad, la misma que se
ratificaba años más tarde con el Reglamento de Policía, para la ciudad de Lima publicado el
12 de julio de 1872. Para ello formó una alianza con la Municipalidad de Lima “con ella se
decide perseguir a los establecimientos que no cuenten con los títulos correspondientes y
obtenidos en la en la Universidad […] los mismo que los acreditaban como boticarios o

39
La Gaceta Médica de Lima. Órgano oficial de la Sociedad de Medicina, 30 de setiembre de 1865, año X, N°
200, nota: Charlatanismo en medicina, pág. 26.

115
farmaceuta, con los respectivos estudios y títulos” (Coello, 2012, p. 174). Esta persecución
abierta se consolidó hacia el año 1873, en el que forma la Comisión Inspectora de Boticas
también llamada la Comisión Vigiladora de los Establecimientos Farmacéuticos. Hacia el
año 1868, fecha en la que estalla la peste en Lima y Callao, existía también persecución hacia
estas personas. No obstante, ella no era tan abierta y directa como la que se puso en práctica
a partir del año 1873.

2.2.1. El febrífugo Guerrero

Durante la crisis sanitaria de 1868, una de las principales personas que ofertó este tipo
de medicina alternativa fue Juan Luis Guerrero. Él ofrecía a las personas enfermas de fiebre
amarilla un específico al que él mismo denominó “el febrífugo de Guerrero”, también
conocido como el “específico Guerrero” o el “cortante Guerrero”. El jueves 9 de abril 1868,
se publicó en el diario El Comercio, un artículo llamado Razón de los atacados de fiebre
amarilla que ha curado el que suscribe con su heroica preparación denominada “El
febrífugo de Guerrero”. En dicha publicación, Guerrero, hacía pública una lista con los
nombres de todas personas que se habían sanado (hasta entonces) tras habérsele suministrado
dos dosis de su específico. Tomando como base esta información hemos elaborado un cuadro
en el cual se clasifica los datos en base a tres ítems, los cuales son: nombre del paciente, edad
y síntomas y cantidad de días en curarse:

Tabla 7. Lista de personas curadas con el "Febrífugo de Guerrero"


NOMBRE DEL EDAD SÍNTOMAS Y CANTIDAD DE DÍAS EN CURARSE
PACIENTE
José Álvarez Tirado 2 años Constitución fuerte, temperamento sanguíneo pronunciado, primer
periodo, ataque fulminante de la fiebre; quedó completamente
curado después de dos días

Julio Raygada 8 años Temperamento sanguíneo, menos pronunciado, primer periodo,


fiebre más benigna; sanó en un solo día.

Francisco Aguirre Segundo periodo, fiebre, dolor de cabeza y en todo el cuerpo,


sofocación extrema, orina roja y difícil; se le administró el
“Febrifugo Guerrero” a las 12 del día y a las 3 del mismo orinó
natural, pidió que comer y se levantó sin volver á hacer cama.

Carlos Gerhart Desahuciado, último periodo, orina suprimida, vómitos repetidos,


inacción completa; tomó el cortante Guerrero; después de diez
minutos más o menos orinó, durmió apaciblemente, con lo que
recobró algo de sus fuerzas; curación completa y radical en tres días:
hoy desempeña su destino sin embarazo alguno.

116
J. Hahn Segundo período, síntomas ordinarios, desesperación continua,
calmado en el momento; sanidad completa en dos días.

Sra. Therson Primer período, síntomas ordinarios; sanidad completa en dos días.

Christian Louis Temperamento sanguíneo, fuertes ataques; sanó en dos días.


Ungrefroren

Luisa Horn Temperamento sanguíneo bilioso, horribles dolores de cabeza,


insufrible dolor a los ojos, inacción general; sanó radicalmente en
tres días habiendo tenido en su mayor gravedad 160 pulsaciones por
minutos.

Niño alemán 8 años Sanó en dos días

Ana Gonzales Síntomas comunes, dolor de cabeza, al estómago y al cuerpo, fiebre


fuerte cortada en dos días.

Luisa Angerrer Síntomas comunes, sano en dos días.

Niña alemana 14 años Sanó en un solo día.

Niño alemán Sanó en un solo día.

Antonio Novo Constitución fuerte, ataque tremendo capaz de alarmar al más


(italiano /arriero) intrépido, síntomas los comunes (no hay duda al máximum de su
fuerza); curado también con dos dosis y en dos días como los demás.

Un niño 1 ½ año Sanó con una sola dosis

Federico Stegmann Síntomas ordinarios.

Músico alemán Terrible ataque, tomó el cortante, al que se resistió: se cambió el


tratamiento y resultó que el enfermo se puso a la muerte, entonces
la Sociedad Alemana a que pertenece, apeló otra vez a mi
tratamiento y el paciente ha sido curado de la fiebre con el poderoso
febrífugo.
*Cuadro elaborado en base a la información publicada en El Comercio, el jueves 9 de abril 1868.

Algunos datos que se desprende de este cuadro son los siguientes: de las 17 personas
(12 adultos y 5 niños) a las que se les había suministrado el “específico guerrero” al menos
3 de ellas habían sanado en un solo día, 7 en 2 días y las otras 7 en el lapso de 1 a 3 días. Por
lo que se deduce que la efectividad de este específico comenzaba a contrarrestar la
enfermedad desde las primeras dosis en incluso podía curar con una sola sí el cuadro clínico
del enfermo no estaba muy avanzado. Al menos una de las personas que tomó el específico
se encontraba en la última fase de la enfermedad, etapa de la cual era muy difícil salir por lo
que eran generalmente desahuciados por los médicos, de allí que revertir este tipo de
situaciones daba mayor credibilidad a este tipo de tratamientos. Notamos también (a partir

117
de los apellidos) que más de la mitad eran extranjeros o tenía ascendencia extranjera, por lo
que deducimos que este tipo de desconfianza hacía la medicina occidental no solo provenía
de la población autóctona del país. La cual era considerada por la comunidad médica como
ignorante y la causante de los atrasos del Perú, recordemos que debido a esta percepción se
debatió mucho acerca de fomentar la migración de europeos, puesto que ellos al ser
considerados personas superiores ayudarían al progreso del Perú.

Posteriormente vuelve a parecer en el diario El Comercio, el jueves 23 de abril de


1868, una lista de 26 personas que se habían sido curadas tras suministrarles el Febrífugo
Guerrero, según lo señalado en la publicación, esta lista contemplaba sólo a las personas que
se habían sanado en el mes de abril desde el día 8 al 18. Sí a ellas le sumamos la lista anterior
y aquellos casos que no fueron publicados, podemos deducir que la acogida de este específico
fue bastante amplia y aceptada entre la población. En la siguiente carta, publicada por el
señor E – Krohn, el 30 de marzo de 1868 en el diario el Porvenir del Callao y que fue copiada
y publicada por el diario El Comercio, el jueves 2 de marzo, se puede evidenciar el
agradecimiento que se tenía hacia Guerrero y sus específicos:

El señor D. Juan Luis Guerrero ya es bastante conocido, y creo no le haré gran elogio con decir que es
el médico por excelencia con que cuenta el Callao en sus tribulaciones, por su acierto y presteza en
curar á sus enfermos, particularmente á los de fiebre amarilla […] Diez y nueve enfermos febricitantes
había visto morir sin interrupción en mi vecindad, y entre ellos tres de mis dependientes, que serían
cuatro, si el acertado médico Guerrero, no lo hubiera asistido con la confianza y entereza propias de
aquel que ésta convencido de su poder, lo que le impele á concluir, que si hay enfermos que deseen
conservar su vida, la pongan bajo la protección del acertado, fuerte y constante adversario, hoy de la
fiebre amarilla que nos diezma, y no tenga duda que en cualquier otro dia de mas temibles
enfermedades que se desarrollaran40.
Como se extrapola de la carta anteriormente citada, a Guerrero, sus pacientes no lo
consideraban un simple curandero, sino que le daban la categoría de médico, del mejor que
tenía por entonces el Callao. Consideramos que este tipo comentarios avivaron aún más las
rencillas entre los médicos de la facultad de medicina y los “médicos populares”. Asimismo,
notamos que en la carta se recomendaba recurrir a los servicios de Guerrero sí es que uno
deseaba seguir viviendo, como dando a entender que era el único tratamiento realmente

40
El Comercio, el jueves 2 de marzo.

118
efectivo que existía por entonces en la ciudad. No obstante, debe anotarse que existieron
algunas ocasiones en la cual este febrífugo no tuvo los efectos esperados en los pacientes:

Por este espediente consta que ha muerto de fiebre amarilla en el Hospital del Callao, Efrain Zevallos,
según reconocimiento hecho por los facultativos Don Alejandro Liveriero y Don Federico Dodero, e
igualmente que dicho Zevallos, fue asistido casi hasta el último día por el empirico Don Luis
Guerrero41

Por otro lado, debemos señalar que, aunque desconocemos la fórmula exacta de la
cual estaba compuesta el febrífugo de Guerrero y otros específicos que se ofertaban por
entonces en la ciudad, según el doctor Nuñez del Prado, todos ellos se componían de:

Un titulado médico chino y despues otros cuatro ó sesis cocineros que se hicieron tales, (poco costaba
el negocio) entraron en especulaciones infames con una de las boticas. Los medicamentos consistían
en el cocimiento de yerbas recojidas en los alrededores de Lima y unos papelitos de sulfato de
magnesia (sal de Ingleterra) teñidos de carmin para disfrazarlos. Cada papelillo costaba cuatro soles;
así es, que de un real que cuesta la onza de esta sustancia, sacaban cuarenta papeles y hacían reproducir
ciento sesenta soles!!! Estos papelillos lo hemos analizado con motivo de habernos entregado algunos
individuos, cuyos enfermos habían muerto sin concluir de tomarlos. […] (Núñez del Prado, 1870, p.
28).
Debido a que los específicos representaban desde la perspectiva de los médicos un
verdadero riesgo para la salud, se inició una persecución contra el principal y más reconocido
vendedor de específicos de entonces, el señor Juan Luis Guerrero. La Facultad de Medicina,
entabló un proceso judicial contra él, aludiendo que incumplía el Reglamento Orgánico de la
Facultad:

En el juicio criminal, el decano de la Facultad reclamó que la asistencia de dicho “curandero” no era
necesaria, “en una ciudad donde hay facultativos de mérito reconocido”. Pero Guerrero estaba lejos de
ser un simple “cuarandero” o un “charlatan ignorante” como busco presentarlo la Facultad. Pese a no
ser medico ni boticario, había estudiado dos años en la Escuela de Medicina, “donde hizo sus estudios
de Química y Farmacia, aunque no llegó a obtener el título de esta clase (Palma, 2016, p. 62).
A pesar de carecer de los títulos respectivos para poder ejercer esta profesión médica,
Juan Luis Guerrero, logró salir absuelto de este proceso, puesto que tal como lo señala la
historiadora Patricia Palma, por entonces “funcionaban de manera paralela y hasta opuesta

41
En respuesta al oficio de esa Prefectura de 1° del actual acerca del fallecimiento de Efrain Zevallos,
transcribo á V.S. el siguiente informe de la Facultad de Medicina Archivo Histórico de Marina, sección
Prefectura del Callao – Ministerio de Justicia, 1868, caja4 3, sobre 315, folio 30.

119
varios corpus legales sobre la farmacia” (Palma, 2016, p. 63). Tales como el Reglamento de
Policía (1839) que especificaba la destrucción de medicamentos en mal estado; el Código
Penal, en el que se abordaba un par de artículos sobre las faltas a la salubridad pública, y
finalmente la Constitución, que defendía el ejercicio de las profesiones liberales (Palma,
2016). Estas contradicciones legales, le permitieron a Guerrero, poder apelar, argumentando
que el Reglamento Orgánico de la Facultad no era una ley, por lo que solo tenía alcance sobre
los miembros adjuntos de la facultad.

[…] Guerrero hábilmente cuestionó las labores de la Facultad y su autoridad en temas de salubridad.
Según declaro en el juicio, él “solo ha hecho uso de sus remedios en personas incurables sobre los que
cree que la Facultad de Medicina no tenía jurisdicción. De esa forma, no solo desafiaba la supuesta
autoridad de la Facultad, sino que utilizaba dicho alegato para defender su derecho a vender medicinas
bajo el amparo de la Constitución, la cual sin duda estaba por encima de cualquier legislación
particular. La Carta Magna era muy clara en promover libremente todo oficio, o profesión […], que
no se disponga a la moral, a la salud ni a la seguridad púbica (Palma, 2016, p. 63 – 64).

Debe recalcarse que el Febrífugo Guerrero no fue el único remedio ofertado durante
la crisis sanitaria de 1868 existieron otros como el tónico del Dr. George Kavanangh

“Ambos líquidos embotellados se vendían en locales particulares y se publicitaban en avisos en los


diarios locales. Desde la segunda mitad del siglo XIX y hasta avanzado el siglo XX, la publicidad de
brebajes médicos poseía todavía resonancia de la venta de un objeto maravilloso. Estos medicamentos
formaron parte del fenómeno decimonónico de los remedios de patente, muchas veces producidos por
inventores o farmacéuticos que preparaban una secreta mezcla de sustancias, químicas u otras, y la
vendían como un remedio específico para dolencias” (Velázquez, 2020, p. p. 166).

2.2.2. Herbolarios chinos

Siguiendo este argumento (la libertad que otorgaba la Constitución para ejercer
cualquier oficio o profesión que no atente contra la salud, moral o seguridad pública) muchos
vendedores de drogas y hierbas de origen chino ofertaban sus servicios medicinales. Estos
fueron conocidos comúnmente con el hombre de boticarios o herbolarios chinos. Ofertar este
tipo de tratamientos médicos por parte de la comunidad china nos resulta un caso bastante
particular puesto que como hemos visto en el capítulo uno, existieron grandes prejuicios
hacia estos pobladores. De allí que ver que la misma sociedad que los cuestionaban
recurrieran a ellos para obtener sanaciones, resulta paradójico y contradictorio. Contra ellos

120
existió también fuerte crítica por parte de la comunidad médica, tal como se muestra en la
publicación hecha por la Gaceta Médica de Lima, el 15 de mayo de 1868:

Charlatanes.- Una plaga, más funesta que la epidemia misma de fiebre amarilla, ha aparecido casi
simultáneamente con ella en la Capital. Esta plaga es la de los charlatanes. Hasta los hijos del celeste
imperio han encontrado lucrativa esta nueva industria y se han consagrado á ella con ardor. La
credulidad pública, como siempre, ha corrido á arrojarse en sus brazos y á ofrecerse como voluntaria
víctima, sin que las decepciones mas crueles hayan bastado para desviarla de tan funesto camino. El
médico chino, importado las bárbaras prácticas de la rutina médica del celeste imperio, ha tasajeado
sin piedad á los pobres epidemiados y los ha torturado con sus estupendas agujas. La multitud ha
asistido – boqui-abierta á estas estrañas escenas y las víctimas de la ignorancia pública, van aumentado
los cuadros de mortalidad, con espanto de la jente [sic] sensata. Hasta un periódico liberal, cuya
redacción a dado pruebas de buen juicio, ha abrazado la causa del charlatanismo y formando en su
defensa todo género de argumentos […]42.

Como se desprende de la cita anterior, la principal crítica hacia los boticarios chinos
giraba entorno a los bárbaros métodos que ponían en práctica con los pacientes, los cuales
desde su perspectiva agobiaban aún más la salud de los enfermos. Dichos métodos consistían
en el empleo de agujas, lo paradójico es que muchos médicos egresados de la Facultad de
Medicina de Lima, también utilizaba agujas durante su tratamiento. Otros, hechos que se
denuncian en esta nota, es que varios diarios locales, publicitaban los servicios ofertados por
los boticarios chinos. Puesto que durante esta crisis sanitaria era común encontrar varios
anuncios de estos, ofreciendo remedios o tratamientos para curar la fiebre amarilla. Los
herbolarios chinos establecieron sus negocios principalmente al interior del Barrio Chino y
algunas zonas del Callao.

Otra de las acusaciones que hicieron los médicos hacia los boticarios chinos fue la de
ser los causantes de haber originado la enfermedad o en todo caso de ayudar a propagarla
más rápido. Ya que los lugares donde se concentraban eran considerados un lugar infeccioso.
Como hemos mencionado antes esta situación resulta realmente paradójica puesto que por
un lado se señala al Barrio chino o los lugares donde se concentraba la comunidad china
como un lugar infeccioso, mientras que por otro se recurría a él para obtener sanaciones de
algunas enfermedades que según la retórica de la época se habían iniciado aquí. Por su parte

42
La Gaceta Médica de Lima, N° 272, 15 de mayo de 1868, charlatanes, pág. 219.

121
el artículo de Patricia Palma y José Ragas, Enclaves sanitarios: higiene, epidemias y salud
en el Barrio chino de Lima, 1880 – 1910 (2018), señala que debemos entender al Barrio
Chino como un enclave sanitario (pese a su “naturaleza”) ya que aquí no sólo recurrían
personas de nacionalidad china o curarse sino también a otros grupos sociales, distintos a
ellos

Tras estallar, la epidemia de fiebre amarilla de 1868 existió una gran oferta de estos
servicios sanitarios por parte de los boticarios chinos. La cual fue correspondida por la
población, debido a que se pensaba que ellos tenían más experiencia en lo que respecta al
tratamiento de esta enfermedad, al ser esta aparentemente endémica en su país. Se había
extendido tanto esta creencia que el doctor Casimiro Ulloa en uno de sus trabajos sobre la
fiebre amarilla señaló que ello era mentira. Por lo que era falso que los “médicos chinos”
poseyeran más conocimiento que los médicos peruanos con respecto a este tema. Otra de las
razones por la que los pacientes preferían este tipo de tratamientos fue porque los
consideraban menos invasivo.

Una publicación hecha por el diario El Comercio, el 19 de setiembre, se mencionaba


que como consecuencia de la epidemia habían aparecido médicos chinos, que poseían
algunos conocimientos en ciencia médica y que valiéndose de eso realizaron sanaciones. Por
lo que obtuvieron permisos para abrir sus boticas y vender sus productos a sus compatriotas,
por lo que mandaron a traer hierbas y medicamentos de toda clase. En el artículo periodístico
también se señalaba que si bien es cierto las boticas se abrieron para satisfacer las demandas
de sus compatriotas chinos, en la practicas las visitaban personas de diversas nacionalidades.

Como se muestra en la nota, se creían que estas boticas eran similares a las que existían en
su país. Como señalamos en el primer capítulo (véase tabla N° 1) uno de los oficios que se
practicaban en Macao al momento de iniciarse la migración masiva de culíes al Perú era el
de herbolario. Según el cuadro había 314 boticarios o herbolarios, los cuales representaban
el 1.5 % del total de oficios de la población. En base a estos podemos deducir que la práctica
y consumo por parte de la comunidad china de insumos naturales como hierbas era algo
recurrente. Basándose justamente en este hecho es que los dueños de estas boticas planteaban
que sus negocios no eran boticas sino tiendas “siendo nuestras tiendas puramente industriales,
o comerciales, pues lo que se vende en ellas, es té, raíces y vegetales, mal se comprende que

122
la Facultad de Medicina quiera caracterizar como boticas o farmacias” (Coello, 2012, p. 184
– 185).

Lo cierto es que no solo la comunidad china, acudía a estos espacios a adquirir


específicos o a someterse a tratamientos que los puedan curar de la fiebre amarilla, sino
también personas que no pertenecían a este grupo étnico, este hecho fue el que generó que
las autoridades, los persiguieran ya que los consideraban una amenaza para la población en
general. Tal como se puede notar en el informe enviado el 20 de julio de 1868 por el Dr.
José María Macedo (médico municipal encargado del cuartel tercero) a la Municipalidad de
Lima:

[…] una falange de curanderos cuyo jefe es un médico chino, apareció súbitamente ofreciendo hacer
milagros. La inocencia de unos, y la curiosidad de otros y la ignorancia de muchos, hizo que se aceptara
como evangelio, la noticia que el chino resucitaba á los muertos. A tan plausible nueva que no tardó
en difundirse por toda la capital[…] Faltariamos á la verdad, sí dijéramos que no han salvado muchos
chinos enfermos asistidos por el celebre chino. Pero ¿cuales han sido estos? Aquellos casos mas
benignos en los que el médico o el enfermo por si solo se há recetado un sudorífico. Mientras tanto
todos aquellos enfermos desahuciados en consulta con los médicos mas respetables de la capital, los
hemos visto sucumbir inevitablemente. […]Todavía hay mas: al principio era un solo chino; hoy son
quince o veinte, por que en vista de la apreciable tolerancia de las autoridades, han salido á curar de
las zapaterias, de las fondas y hasta de las chacras […]43.
Una de las principales quejas que manifestaba el doctor Macedo hacia los boticarios
chinos era su falta de preparación, puesto que, según él, ellos habían salido de las zapaterías,
fondas y chacras a curar enfermos. Lo paradójico de esto es que no niega que algunas
personas se habían logrado curar con estos tratamientos. Por otro lado, alegaba que si bien es
cierto la población tenía cierta preferencia hacia estos tratamientos médicos, esto no era sólo
consecuencia de la ingenuidad de los pacientes sino también por la falta de regulación por
parte de las autoridades. Puesto que ellos a pesar de saber los servicios que se prestaban en
estos negocios chinos, no llegaron a cerrarlos.

Planteamos que este tipo de inacciones por parte de las autoridades no se dio por
desinterés sino más bien por dos razones que responden al propio contexto. La primera, al

43
Archivo de la Municipalidad de Lima, Caja Higiene 1857 – 1869. Informe del doctor José María Macedo
sobre la fiebre amarilla y sus particularidades. Debe precisarse que las palabras resaltadas se encontraban así
en el documento original.

123
ser conscientes que los hospitales al igual que los servicios médicos habían colapsado durante
la epidemia de 1868, o en todo caso eran inaccesibles para las clases menesterosas, cerrar
este tipo de negocios era terminar con los pocos recursos con que contaban las clases más
menesterosas para poder curarse. La segunda razón por la cual creemos que no se cerró este
tipo de negocios durante la epidemia, fue la falta de personal capacitado (tales como los
médicos) para llevar a cabo inspecciones en estos locales donde verifique que las personas
que atendían tuviesen sus respectivos títulos.

Debido a esta inacción por parte de las autoridades sobre todo en tiempos de
epidemia, los médicos tenían la sensación de que su profesión no era valorada, tal como lo
manifiesta el doctor José María Macedo “[…] nos duele el alma al ver la noble y hermosa
profesion [sic] á que pertenecemos, escarnecida y vilipendiada por una turba de
especuladores cuyos abusos pudieron reprimirse á tiempo”44 o en su defecto no eran
apoyados por las autoridades de turno, como lo expone el doctor Nuñez del Prado:

[…] Y sin embargo las autoridades, han apoyado a esos miserables que especulan con las lágrimas y
situación angustiosa del pueblo! Entre tanto, á los médicos que con abnegación han sacrificado su
reposo y salud por salvar á sus semejantes, ¿Qué premios, que consideraciones siquiera se les ha
guardado? … Ninguna! (Núuñez del Prado, 1870, p.28).
Hasta aquí hemos visto que, tras la creación de la Facultad de Medicina en el año
1856, ésta comenzó a centralizar diversas funciones en lo que respecta al ejercicio y
regulación de las ciencias médicas y farmacéuticas. Debido a ello, está élite científica,
empezó a tener cierto reconocimiento y estatus entre los grupos de poder, más no entre la
población, puesto que ellos recurrían a otros tipos de servicios médicos.

Esta situación se vio con más claridad durante la epidemia que asoló Lima y Callao
en el año 1868. Puesto que, si bien es cierto, los médicos fueron llamados por las autoridades
para brindar sus servicios en los hospitales o domicilios (a través de las visitas domiciliarias
auspiciadas por los gobiernos municipales), así como también brindar recomendaciones
(cuarentenas y limpieza de calles) que amortigüen la expansión de la enfermedad (la cual se
propagaba según la teoría de la época por los miasmas). Estos médicos no llegaron a tener el
respaldo por parte de las clases populares, ya que ellas preferían atenderse con los boticarios

44
Archivo de la Municipalidad de Lima, Caja Higiene 1857 – 1869. Informe del doctor José María Macedo
sobre la fiebre amarilla y sus particularidades.

124
o herbolarios chinos o cualquier otro tipo de medicina alternativa tal como las que brindaba
el señor Juan Luis Guerrero a través de sus específicos.

Este tipo de preferencia por la medicina alternativa creemos se dio debido a que los
médicos herederos de Unanue empleaban métodos un poco drásticos que amedrentaban a la
población, asimismo, la poca cantidad de médicos para atender a una creciente población, así
como los altos costos de sus servicios construyeron una valla entre los médicos y la
población.

Por otro lado, hemos visto que en la literatura actual un foco infeccioso es aquel
espacio donde están los reservorios o fuentes de infección de una enfermedad que tienen un
límite de expansión y que representa un problema de salud pública. Partiendo de este
concepto y otras fuentes del siglo XIX, hemos visto cómo los médicos del siglo
decimonónicos describían a los focos de infección a aquellos lugares donde las condiciones
naturales, así como las condiciones sociales, juntas o por separadas, producían el surgimiento
de los miasmas y con ello de una enfermedad.

Es así como se consideraban foco de infección, los lazaretos, hospitales, el Barrio


chino y las casas de las casas de las clases menesterosas. Es decir, se señalaba cómo un foco
de infección aquel lugar donde existía una alta posibilidad de contraer la enfermedad. Esta
percepción de foco infeccioso se construyó en torno al Puerto del Callao en el año 1868, tras
desatarse la epidemia de fiebre amarilla. En el siguiente capítulo analizaremos de qué forma
se construye esta percepción en torno al puerto.

125
IV

UN FOCO INFECCIOSO: EL PUERTO DEL CALLAO DURANTE LOS


ESTRAGOS DE LA FIEBRE AMARILLA DE 1868

1. Los inicios de la epidemia

A mediados del mes de febrero de 1868, durante la estación de verano, apareció en el


Callao, uno de los primeros casos que hicieron notar a los médicos la posible presencia de
fiebre amarilla en el país. Se trataba de un señor de iniciales N.N. que había llegado al primer
puerto a bordo del vapor del Norte el 16 de febrero, procedente del pueblo de Santa, localidad
perteneciente a la provincia de Áncash. El pasajero desde su llegada había comenzado a
sentirse mal, presentaba dolores de cabeza y vómitos, ante esta situación hizo llamar al doctor
José Almenavas a la casa donde se encontraba alojado (calle del Melchor Malo, tercer piso).
Durante la visita médica el doctor le diagnosticó una fiebre biliosa. Al realizar su segunda
visita por la noche, notó que la medicación había logrado cesar los vómitos, no obstante “[..]
el paciente había entrado en un estado de adinamia más completo, y á pesar de los
medicamentos más estimulantes preopinados en la noche, fue víctima en la mañana de
hoy”45. Este hecho hizo pensar al doctor Almenavas, que no estaba frente a un caso de fiebre
biliosa sino ante uno de fiebre amarilla46. Por ello recomendó, que alguna autoridad
competente ordenará realizar una autopsia. Días más tarde este caso sería registrado como el
primero de fiebre amarilla en darse en el Callao en 1868.

Como se puede desprender de este caso, la primera persona en fallecer aparentemente


víctima de fiebre amarilla en 1868 en el Perú fue un pasajero proveniente de Santa, localidad
perteneciente a la provincia de Áncash. Si bien en cierto esta persona no venía directamente
del extranjero, no podemos descartar la posibilidad de que lo haya hecho, ya que pudo haber
abordado una embarcación por ejemplo en Guayaquil, desembarcado en Santa y esperar aquí
la siguiente embarcación para venir al Callao. Mucho menos podemos descartar la

45
El comercio, 20 de febrero 1868., pág. 2 y 3.
46
Debe precisarse qué según el estudio Sobre la supuesta endemicidad de la fiebre amarilla en la costa del
Perú (1919). de Julián Arce, el doctor Almenavas, a partir de los exámenes practicados al paciente sostuvo que
este había fallecido causa de una fiebre biliosa, diagnóstico que no ratificó. Arce, Julián (1919) “Sobre la
supuesta endemicidad de la fiebre amarilla en la costa del Perú”. En Anales de la Facultad de Medicina de Lima,
tomo III, pág. 128. Recuperado de
https://revistasinvestigacion.unmsm.edu.pe/index.php/anales/article/view/10654/9465

126
posibilidad que el navío provenga del extranjero y aún más que haya estado en Panamá o
Guayaquil, zonas donde la fiebre amarilla era por entonces endémica. Ello, porque los navíos
tras partir de un puerto a otro; solían hacer paradas en algunos puertos ubicados en el trayecto
con el fin de abastecerse de recursos, despachar mercancías o embarcar o desembarcar
pasajeros. Lo cierto es que al margen del lugar donde provenía la embarcación o el pasajero,
era un hecho verídico que, para gran parte de la comunidad médica, autoridades y población,
la fiebre amarilla no había surgido en el Callao, sino que había sido importada.

En los siguientes días aparecieron en los diarios locales, más noticias que informaban
la presencia de casos similares a éste, con lo que se confirmaban la aparición de la
enfermedad en el puerto chalaco. Es por ello que la facultad de medicina destacó hacia el
puerto del Callao a los médicos Villar y Dulanto. Estos médicos junto a los doctores titulares
del puerto, señores Aranda, Dodero, Castañeda y Arnaiz, elaboraron un informe sobre el
estado de salubridad del Callao47.

Debido a que la fiebre amarilla, brotó primero en el Callao y luego en Lima, se creó
la percepción de que este lugar era un foco de infección:

[…] Como quiera que sea, de los datos que la observación ha podido recojer hasta hoy resulta: que los
primeros casos de fiebre amarilla se presentaron en el Callao, á mediados de febrero último. Los
corresponsales de la prensa de la capital en el Callao llamaron inmediatamente la atención sobre ellos
y esto dio lugar á que el 18 de ese mes una comisión de dos facultativos, designados por la Facultad
por mandato de Gobierno, se constituyese en el citado puerto, á fin de informar sobre su estado
sanitario.
En efecto, el 22 de febrero por la tarde, el Hospital de Santa Ana recibía á una pobre mujer, procedente
del Callao, atacada de la epidemia, que sucumbió en la mañana siguiente. El 23 ingresó otra
epidemiada en dicho Hospital, y otro igualmente al Hospital de San Andrés. Desde entonces las cosas
se fueron multiplicando, hasta que el 11 del corriente fue preciso abrir el Lazareto, preparado al efecto
en el antiguo Hospicio de incurables, que, aunque no reúne todas las condiciones apropiadas á su
destino ha presentado y está llamado á prestar útiles servicios48.

47
El Comercio, sábado 22 de febrero 1868, edición de la tarde, fiebre amarilla, pág. 4.
48
La Gaceta médica de Lima, N° 269, 31 de marzo de 1868, la epidemia, pág. 183.

127
2. Concepción del Puerto del Callao como foco de infección

Un foco de infección o foco infeccioso como ya lo hemos señalado anteriormente, es


aquel espacio donde se encuentran los reservorios o fuentes de infección de una determinada
enfermedad. Los agentes y/o vectores que forman estas fuentes de infección tienen un límite
de expansión. Estos focos de infección representan un verdadero problema para la salud
pública, puesto que las personas que se encuentran dentro o próximas a él, tienen una alta
posibilidad de adquirir la enfermedad.

Bajo esta lógica el Puerto del Callao, la puerta del Perú al mundo en el siglo XIX, el lugar
más cosmopolita de la ciudad, donde según algunos viajeros de la época se hablaba español
e inglés en simultáneo, será considerado durante la epidemia de fiebre amarilla que asoló al
Perú en 1868, un potente foco de infección. No solo porque en ella aparecieron los primeros
casos de fiebre amarilla sino también porque allí arribaron diariamente una gran cantidad de
pasajeros provenientes de lugares donde la enfermedad era endémica. Es por ello, que se
señalaba a estos pasajeros sospechosos de portar los miasmas. Asimismo, en este espacio
llegaban y habitan pobladores chinos que también fueron acusados de portar los miasmas.
Esto sumado al deplorable estado sanitario y la aglomeración de habitantes y costumbres
convertían al puerto en un potente foco de infección. A continuación, pasaremos a analizar
cada una de las situaciones que contribuyeron a construir esta percepción en torno al puerto:

2.1. Arribo de embarcaciones provenientes del extranjero

Como se ha explicado en el capítulo anterior, la gran mayoría de médicos respaldaban


el postulado de que la enfermedad de la fiebre amarilla había sido importada del extranjero,
debido a ello se pensaba que los pasajeros que llegaban al puerto eran portadores de los
miasmas. Es por ello por lo que una de las principales medidas que se tomó al estallar la
epidemia fue poner en práctica visitas médicas a las embarcaciones que arribaban al puerto.
Esta medida fue propuesta por una junta de médicos conformada por doctores de Lima y
Callao, la cual estaba bajo la dirección del doctor Domingo Castañeda. En el informe de la
junta donde se planteaba esta medida (junto a otras) fue elevada a la Municipalidad de Lima
el 29 de febrero de 1868, en ella presentaban sus observaciones y recomendaciones para
evitar el avance de la enfermedad.

128
Entre las principales medidas como ya se ha mencionado se planteaba controlar el
puerto chalaco, puesto que aquí llegaban y desembarcaban naos con tripulación, los cuales
según los postulados médicos de entonces eran portadores de la enfermedad es decir de los
miasmas. El control ejercido, en este espacio se cristalizó mediante de la inspección sanitaria
a los navíos que llegaban. A esto se sumó la exigencia de las patentes de sanidad y el
aislamiento a través de las cuarentenas en el caso sospecharse que algunos de los pasajeros
tuviesen la enfermedad.

El espacio propuesto por los médicos para llevar a cabo la cuarentena fue la isla San
Lorenzo, en el caso de las personas que provenían del exterior. Dichas recomendadas por la
Junta Médica fueron llevadas a cabo por el Servicio de Sanidad Marítimo, también conocido
como el servicio de Sanidad del Litoral (Cisneros & García, 1898). El mismo que había sido
establecido en el Perú, el año 1826, según el Primer Código Americano de Sanidad. Esta
institución trabajaba conjuntamente con los médicos asignados por la Facultad de Medicina.

Su función consistía en inspeccionar a los barcos que llegaban al puerto chalaco. Las
inspecciones sanitarias se realizaban de día y extraordinariamente de noche, en situaciones
excepcionales tales como llegadas forzosas, naufragios o llegada de correos urgentes. La
embarcación que durante su inspección ocultara a pasajeros o animales enfermos seria
multado con un monto que oscilaba entre los 100 o 500 soles, según la gravedad del caso. En
la situación que el navío llegará de un lugar donde la epidemia existiera de forma endémica,
la inspección sanitaria se realizaba a través de un interrogatorio, según lo estipulado en el
reglamento (Cisneros & García, 1898).

Una de las primeras medidas que ejecutó el servicio de sanidad marítimo, fue ordenar
el empleo de los “cuarteles del Norte para que sirvieran de lazareto á los epidémicos de la

129
población y la casa del señor Tadeo Terry49 ubicado en la isla de San Lorenzo para los que
vengan de afuera”50

La mecánica empleada para autorizar el desembarco, durante esta coyuntura, se llevó


a cabo de la siguiente forma, todo navío procedente de un país en donde existía la fiebre
amarilla “debía ponerse en facha, á dos tiros de cañón del puerto, para esperar la falúa de
sanidad” (Flores, 1862, p. 18). El cual debía ponerse a “barlovento, y á la voz, recibirá, bajo
palabra de honor del capitán, las noticias del puerto de donde viene, la tripulación y número
de pasajero que sacó y trae y las enfermedades que han padecido durante la navegación”
(Flores, 1862, p. 18).

Si el encargado del navío contestaba que todos los tripulantes se encontraban en buen
estado se salud, ingresaban al navío el personal sanitario del puerto que eran por entonces los
galenos don Marcelino Aranda y don J. Arnaiz, quienes llevaban a cabo la inspección
sanitaria. Esta consistía en revisar la patente de sanidad las cuales eran de dos clases: la
primera llevaba la calificación de limpias o de sucias, mientras que la segunda tenía la
calificación de sospechosa.

Una vez termina dicha inspección, los galenos escribían un informe al Capitán del
puerto quién era por entonces el capitán de navío graduado don Manuel Palacios51, para que
este autorizase el desembarco. Cabe mencionar que esta facultad que tenía el capitán de
puerto de dar o negar la autorización del desembarco, la poseía no solo por el cargo que
ostentaba sino también porque de acuerdo con el reglamento de puerto del 1° de setiembre
de 1826, los Capitanes de Puerto eran miembros de la Junta de Sanidad de Litoral.

49
El uso de la casa del señor Tadeo Terry como lazareto se originó en 1866, año en que las autoridades a través
de la prefectura del Callao comunicaron al comerciante que necesitaban usar su vivienda ubicada en la isla San
Lorenzo, de forma provisional para emplearla como cárcel, ahí cumplirían condena los jefes y oficiales
arrestados en el Callao. Tras aceptar esta petición el señor Terry, la tesorería de esta jurisdicción invirtió en la
restauración del inmueble. Terminado el juicio de estos oficiales en enero de 1867, la vivienda del señor Terry
pasó a manos de la Prefectura del Callao con el objetivo de ubicar en esta un lazareto donde debían hacer
cuarentena los epidemiados de fiebre amarilla que llegaban del extranjero. Tomado del libro copiador de notas
a diferentes autoridades, Elcorrobarrutia al Prefecto del Callao, 22 de enero de 1867. Archivo Histórico de
Marina, Dirección de Marina.
50
Diario: El Comercio, 21 de febrero de 1868.
51
Resolución firmada por el comandante Antonio de la Haza el 6 de febrero de 1868. Archivo Histórico de
Marina de Guerra del Perú, sección Prefectura del Callao 1868, Caja 4, sobre 38, folio 24.

130
En el caso de encontrar durante la inspección alguna embarcación sospechosa de portar
la enfermedad se les envía a realizar cuarentena a la isla San Lorenzo. Posteriormente al
periodo de cuarentena el médico encargado volvía a realizar una inspección sanitaria y
redactaba un nuevo informe el cual era enviado a la Junta de Sanidad de Litoral. Esta
institución tras revisar el diagnóstico médico ordenaba levantar la cuarentena o en todo caso
someter a los tripulantes a una más rigurosa, cuya duración se alargaba al tiempo que creyera
conveniente la junta (Flores, 1862, p. 18).

Durante el aislamiento se prohibió todo tipo de comunicación, incluso hasta para la


entrega de alimento existía un protocolo “Habrá un bote destinado para recibir los víveres de
tierra, atado á una distancia proporcionada, para que lo puedan tirar de á abordo, luego que
hay sido provisto” (Flores, 1862, p. 19). A partir de las fuentes hemos logrado identificar que
existió un particular trato con respecto a las embarcaciones que llegaban al puerto con
tripulación asiática durante esta crisis sanitaria.

2.2. El caso de los inmigrantes chinos

La mayoría de los culíes que llegaron al Callao provenía de Macao, lugar donde no existía
esta enfermedad. Por otro lado, no se sabía a ciencia cierta cuáles eran los puertos en donde
había arribado la tripulación durante el trayecto y mucho menos sí en alguno de esos puertos
existía fiebre amarilla. Esta falta de certeza no fue un impedimento para catalogarlos de ser
los portadores de los miasmas. Ya que no era extraño, ver de manera cotidiana en los diarios
o en la correspondencia enviada desde la capitanía del Callao a la Prefectura, noticias en las
cuales se señalaba que había fallecido en el trayecto de Macao al Callao, cantidades
considerables de culíes. Por lo que no se descartaba que alguna de estas muertes hayan sido
producto de la fiebre amarilla. Esto sumando a sus hábitos y estilo de vida que disociaba de
los patrones comunes de la población eran motivos suficientes para considerarlos portadores
del mal, tal como podemos ver en la siguiente correspondencia remitida a la Prefectura del
Callao, durante el desarrollo de la epidemia:

Ayer ha fondeado en este puerto la fragata italiana “Unncowah” procedente de Macao en 96 dias. Trae
á su bordo 491 colonos asiáticos de 498 con que salió del puerto de su destino, por haber muerto 7
durante la navegación. Practicada la visita de sanidad, solo se ha encontrado 4 enfermos por el abuso
del opio, según el certificado del médico titular, y el resto de pasajeros y tripulación se halla en el
mejor estado de salud. En tal virtud, se ha dejado en libre comunicación á dicha fragata, y he dispuesto

131
que no sea desembarcado ningún colono hasta que usted resuelva lo conveniente, con cuyo objeto
tengo el honor de poner lo ocurrido en su conocimiento de U.S. para los fines que crea convenientes 52
De la cita anterior se desprende que a pesar de que la embarcación italiana Unncowah
procedente de Macao con 491 chinos no había tripulantes con indicios de fiebre amarilla a
esta no se le permitió desembarcar debido a que eran chinos y ello era argumento suficiente
para ser sospechosos de portar la enfermedad.

Esta actitud hacia los culíes que llegaron al Callao durante la epidemia de 1868, no
sólo se evidenció al momento de impedirle su desembarco, como ya hemos visto, sino
también se dio al momento de estar ya autorizado para desembarcar:

Anoche á las siete y media, he recibido la nota de U. S. que ha dispuesto esa prefectura para evitar el
desarrollo epidémico á borde de los buques que estan fondeando en la bahia tomando la misma medida,
esto es la de mandar á esos infelices á la Ysla de San Lorenzo por unos dias para que pueda refrescarse,
pero como no tenia la autorización suficiente para ello, solo habia hecho que el Sr. Dr. Aranda pasara
una visita á todos los cinco buques y que me diera una razón minuciosa del número de Chinos que hay
en cada uno como igualmente el de los enfermos, para que esto me sirviera de base para el parte diario
que cada Capitán de los navíos me ha estado pasando, en el que me han puesto el número de los que
escisnte, de los que se venden y la persona que compra, como tambien los que los que se enferman y
mueren, tomando la precausion de mandar á un cabo de matricula hasta la Ysla con el objeto de que
presencie el que lo sepulten en una profundidad que no quede el cadáver sobre la superficie.
Ademas de esta medida he mandado entre dias á un ayudante á visitar esos buques, para tener seguridad
del aseo de estos y del personal de ellos.
Hoy mismo he ordenado, que los Capitanes de los cinco buques, ya sea embarcaciones menores ó con
sus mismos buques pasen los colonos á la Ysla, dando asi cumplimiento á lo que u. s. ha dispuesto y
dejando asi mismo contentada su citada 53.
Como se desprende de la cita anterior, a pesar de que las cinco embarcaciones que se
encontraban ancladas en los muelles del puerto ya tenían las autorizaciones para desembarcar
sus mercancías y pasajeros, puesto que de lo contrario hubiesen sido sometidas a cuarentena
durante la inspección médica. El Capitán del Puerto Manuel Palacios, con el objetivo de
cumplir la orden del Prefecto, que era evitar la propagación de la enfermedad, envió al
médico Marcelino Aranda a pasar inspección médica nuevamente a las naos. Esto no tendría

52
Informe del Capitán de Puerto al Prefecto del Callao del 30 de enero de 1868. Archivo Histórico de Marina
de Guerra del Perú, sección Prefectura del Callao 1868, caja 3, sobre 25, folio 3.
53
Archivo Histórico de Marina de Guerra del Perú, sección Prefectura del Callao 1868, caja 3, sobre 25, folio
16. Informe del Capitán del Puerto al Prefecto del Callao del 22 de marzo de 1868.

132
nada de raro en contexto que se estaba viviendo, puesto que se quería frenar el avance de la
epidemia. Sin embargo, podemos notar un particular prejuicio en esta petición, el cual va en
el sentido de que el referido capitán solicita al médico que haga dos listas, una del total de
culis y otra del total de epidemiados. Lo más más acertado era requerir una lista con la
cantidad total de personas epidemiadas. Para que estos vayan a la isla San Lorenzo a cumplir
su cuarentena. No obstante, se solicita una lista con el número de culíes ya que el objetivo
era enviar a esos “infelices” a realizar cuarentena a pesar de no encontrarse enfermos. Se
evidencia así que existió cierto prejuicio hacía los culíes.

Otra situación similar en la que se refleja estigma hacia los inmigrantes chinos es en
la petición hecha por la Capitanía al Prefecto del Callao. La cual consistía en autorizar el
desplazamiento de los chinos que estaban en la bahía (a bordo de los respectivos navíos que
los había traído de Macao) a la isla San Lorenzo, por un plazo de quince a veinte días:

Hace algun tiempo que exicste en la bahia varios buques con un excedido numero de asitaicos, cuya
larga permanencia á bordo, despues de un dilatado viaje, es sobre manera perjudicial á la salubridad
pública, especialmente en la situacion actual, en que se esta desarrollando de un modo [ilegible]
justamente alarmada en la poblacion, una epidemia que está cursando una gran mortalidad.
Por estas consideraciones, que no dejarán de pesar con el ánimo de US, es indispensable necesidad
que dicho buque vayan á fondear á la isla San Lorenzo, y regresen en tierra á esa gente, durante quince
ó veinte dias en que probablemente disminuirá el vigor del calor tan fuerte que ahora se siente54.

Como se desprende de esta cita, los inmigrantes chinos que se encontraban en la bahía
al igual que el caso anterior, ya habían sido inspeccionados por la Junta de Sanidad, de lo que
se desprende que estos se encontraban en óptimo estado de salud. Razón por la cual los navíos
en los que habían sido trasladados se les había permitido anclar en el Puerto.

Sin embargo, al encontrarse estos surtos ahí por un tiempo, debido quizás a que los
introductores de culíes todavía no encontraban transporte para transportarlos a las haciendas
donde trabajarían o en su defecto esperaban hacer un traspaso de contrato; la capitanía
comenzó a percibir a estos chinos como una amenaza contra la salud pública. Puesto que el
excesivo calor sumado a sus hábitos higiénicos favorecía la aparición de miasmas. Por esto
era necesario mandarlos a ventilarse por 15 o 20 días a la Isla San Lorenzo. En las diversas

54
Correspondencia enviada por la Capitanía del Callao al Prefecto del Callao, 20 de marzo de 1868. Archivo
Histórico de Marina, sección Prefectura – Comandancia General de Marina, folio 28.

133
fuentes consultadas, no hemos encontrado casos similares en el que se haya enviado a un
navío (que no transporten culíes) a realizar cuarentena a pesar de no tener dentro de sus
pasajeros a enfermos, aunque no podemos descartar esa posibilidad. No obstante, este tipo
de situaciones en la que se emplean calificativos como “infelices” desde nuestra perspectiva
expresan claramente discriminación hacia los inmigrantes chinos, de allí que planteamos que
durante esta epidemia comienzan a formarse los primeros prejuicios, estigmas hacia los
chinos basados en preceptos higiénicos.

2.3. Estado sanitario del Puerto

De forma paralela a la teoría que planteaba que la fiebre amarilla había sido importada
del extranjero, existía un grupo de médicos que aseveraba que ella había surgido de forma
espontánea debido a las condiciones naturales del ambiente tales como los cambios de
temperatura en la atmósfera y las deplorables condiciones sociales como el paupérrimo
estado sanitario y la aglomeración de personas (y con ello costumbres higiénicas y creencias).
Debido a que el puerto del Callao presentaba estas características naturales: cambio de
temperatura (sobre todo en la estación de verano), oleaje del mar, fuertes vientos. Tenía las
condiciones necesarias para producir la enfermedad de forma espontánea, por lo cual era
necesario contrarrestar aquellos espacios insalubres a través de la limpieza y la
reorganización, un claro ejemplo de ello lo podemos ver a través de lo suscitado en torno a
la plaza del mercado.

Al estallar la epidemia de fiebre en el Callao en 1868, las condiciones higiénicas de la


plaza del mercado del Callao no habían cambiado mucho a las descritas en la década de 1830
por el viajero Williams Ruschenberger, tal como lo da a mostrar la nota informativa del diario
El Comercio, publicada el 7 de marzo:

Como ésta á la vista, la plaza del mercado es sumamente estrecha é insuficiente para contener el crecido
número de vendedores que se hallan establecidos en ella; la pila y los pequeños espacios que de dejan
libres para el tránsito, están continuamente sucios por mas empeño que se tiene en su aseo; lo mismo
que en el de los sitios que hay debajo de las mesas, y que sirven de depósito de los individuos á quienes
ellas pertenecen, por cuyo motivo no se puede conseguir que estén limpios; además de esto, casi todo
el piso de la referida plaza por el contínuo tráfico de la gente que concurre á ella, esta húmedo.

134
Por otro parte, á consecuencia del rigor de la estación actual, las carnes y otros géneros de alimentos,
se corrompen muy pronto, disipiendo un mal olor insoportable y en un extremo dañoso; cuyas causas
es preciso evitar55.
Debido a estas condiciones de insalubridad las autoridades del municipio del
Callao compuesta por el alcalde Manuel Olivera y regidores Regimio Deustua, Bartolomé
Sánchez, Gregorio Castillo, Manuel Alcántara y Roque Unzueta, evaluaron la propuesta
realizada por este último, de trasladar la plaza del mercado a la plaza de la Cruz Blanco. Para
ello el alcalde solicitó a los galenos oficiales del Callao don Marcelino Aranda y don José
Arnaiz, elaborar un informe al respecto al estado sanitario del Callao y su plaza del mercado.
En dicho informe, señalaron que tres espacios eran los principales focos de infección, el
primero de ello las aguas; el segundo las acequias de las calles; y el tercero la plaza del
mercado:

[…] Para converse de lo primero basta saber que el lugar es pantanoso por su posición topográfica;
para lo segundo, el tener conocimiento de la corriente de la acequia, y que el único lugar de limpieza
publica en esta desgraciada población. Para juzgar lo tercero, es decir de la plaza del mercado basta
ponerse en ella á cualquier hora del día y en particular en la noche entonces las carnes encerradas en
recobas, las frutas, las hortalizas y demás vejetales, útiles de cocina y demás artículos de fácil
descomposición encerrados en los cajones formados debajo las mesas, y bajo la acción de un calor
como el actual que se ha subido á treinta grados de centrigrado no pueden dar otro resultado que la
fermentación pútrida, y como consecuencia la infección de la atmósfera 56.
En lo que respecta a la plaza del mercado, mencionaba que este espacio no cumplía
con las condiciones higiénicas mínimas, ello debido a la falta de espacio (lo que generaba
aglomeración), una buena ventilación y una corriente de agua para el aseo. Ante este
panorama, avalaban la idea de trasladar la plaza del mercado a la Cruz Blanca por estar a
barlovento de la ciudad y poseer las mejores condiciones higiénicas. Asimismo,
argumentaban que era preferible, sobre poner el bienestar general de la mayoría de las
personas:
Todo cuanto hemos dicho es relativo al estado actual de población, y no dudamos que si por el acto de
traslación de la plaza con derecho lejitimo de la Municipalidad, se creen perjudicados los
especuladores, es preferible siempre el bien general, y estos pueden sin embargo ingresar bajo las
condiciones que la Municipalidad imponga.

55
El Comercio, sábado 7 de marzo de 1868, edición mañana, crónica del interior – Callao, pág. 1
56
El Comercio, sábado 7 de marzo de 1868, edición mañana, crónica del interior – Callao, pág. 1

135
[…] Por fin, señor Alcalde; las plazas públicas como su nombre lo indica, son del público, y los
industriosos pueden espender sus artículos y como les convengan en casas particulares con tal que en
la pública sea donde la autoridad municipal se lo designe 57.
Como se desprende de este informe médico hecho por los señores Aranda y Arnaiz,
la plaza del mercado al carecer de tres condiciones higiénicas esenciales como eran, una
buena ventilación, una corriente de agua para el aseo y un espacio grande que evite la
aglomeración de personas; representaba un verdadero problema para la salud pública, puesto
que los alimentos que se encontraban en este espacio al descomponerse infectaban la
atmósfera, lo que generaba miasmas produciéndose así un foco de infección para la
población. Debido a ello, los referidos doctores apoyaban la propuesta de trasladar la plaza
del mercado a la plaza de la Cruz Blanca, aludiendo de que por estar esta última a barlovento
y ser más espaciosa tenían mejores condiciones higiénicas, asimismo mencionaba la
Municipalidad debía colocar por encima los intereses y bienestar de la población antes que
el de los particulares.

Tomando en cuenta este informe médico, el alcalde y sus regidores aprobaron


durante la sesión del 28 de febrero, la propuesta hecha por el regidor Unzueta de trasladar la
plaza del mercado a la plaza de la Cruz Blanco “[…] como una medida de higiene pública
reclamada imperiosamente por las circunstancias presentes, en que por los casos de la fiebre
amarilla que diariamente van ocurriendo, hay el fundado temor que se desarrolle rápidamente
una funesta plaga”58. Debe precisarse que dicha disposición fue aprobada basándose en la
atribución 1era del artículo 44 de la ley orgánica que hacía alusión a su rol de la
Municipalidad como reguladora y protectora de las ferias y mercados públicos, asimismo,
para ejecución de dicha medida se solicitó la aprobación del prefecto del Callao don José V.
Ampuero. El traslado de la plaza del mercado a plaza de la Cruz Blanco, se concluyó el 4 de
marzo.

No obstante, a pesar de que medida fue respaldada por los médicos y las respectivas
autoridades del Callao, el señor Tomas Ayllón, representante de los abastecedores es decir
de un grupo de comerciantes dedicados a la venta de productos de pan llevar, presentó un

57
El Comercio, sábado 7 de marzo de 1868, edición mañana, crónica del interior – Callao. Informe de los
doctores Marcelino Aranda y José Arnaiz al alcalde del Callao, de fecha 4 de marzo de 1868, pág. 1.
58
El Comercio, sábado 7 de marzo de 1868, edición mañana, crónica del interior – Callao, pág. 1.

136
recurso de apelación el mismo 4 de abril, en la que solicitaba dejar sin efecto esta medida.
Esta solicitud fue respaldada por el Supremo Gobierno, puesto que al día siguiente es decir
el día 5, la Municipalidad recibió una nota en la cual se le ordenaba restablecer el mercado a
la plaza donde estaba anteriormente ubicado. Cabe precisar que si bien es cierto esta orden
llegó a manos de las autoridades municipales el día 5, el traslado del mercado se dio en la
madrugada del día 5, es decir horas antes que las autoridades municipales recibieran la
ordenanza, impidiéndoles de este modo contestar y argumentar por qué se había tomado
dicha medida:

La Municipalidad, reflexionando sobre esto, antes que dedicarse á creer que el Gobierno trataba de
irrogarle un desaire inmerecido, habría juzgado que se había procedido con ella de un modo violento,
dando ascenso á algunos informes inexactos; por eso, ya que no se le oyó antes de espedir ese decreto,
como era natural, creyó conveniente hacerle, por el órgano de US, una sencilla y fiel relación de lo
ocurrido, esperando que con este conocimiento, lejos de contrariar la medida adoptada por la
corporación, en bien del público, se empeñara en sostenerla. Pero habiendo visto con sorpresa, que
desde la madrugada de hoy, sin esperar á recibir esta contestación, que fue acordada en la sesión de
anoche, se ha procedido á la traslación del mercado á la antigua plaza, de un modo precipitado,
infiriéndole así un nuevo vejamen, se ha reunido extraordinariamente en la mañana de hoy, y ha a
acordado quedar en receso, según consta de la acta que tengo el honor de acompañar á US. Por acuerdo
de la Junta, para que por su conducto llegue á conocimiento del supremo Gobierno. Dios guarde á US
– Manuel Olivera59.
Debido a esta injerencia del Gobierno Supremo en los asuntos municipales, esta se
vio en la obligación de acatar las órdenes expedidas sin cuestionarlas, dejando en receso todas
las ordenanzas que buscaban regular la higiene pública del citado mercado. Por su parte el
diario El Comercio, publicó un artículo el 6 de marzo de 1868, en donde cuestionaba
abiertamente esta medida adoptada por el Supremo Gobierno:

La cuestión del día es la plaza del mercado. Se recordará que en días pasados por disposición de la
municipalidad el mercado fue trasladado de la antigua plaza que ocupa en el centro de la población
¿estrecha y mal ventilada, á la de la Cruz del Blanco, espaciosas y al aire libre.
Esta media que tuvo por orijen el carácter mas amenazante cada día que iba tomando la fiebre amarilla,
fue como entonces dijimos, recibida con general agrado, exceptuando por supuesto á aquellas personas
que resultan directa ó indirectamente perjudicados en sus intereses, y que no son otros que los dueños

59
El Comercio, sábado 7 de marzo de 1868, edición mañana, crónica del interior – Callao. Correspondencia
enviada por el Señor coronel Prefecto de esta provincia constitucional
Callao, mar zo 6 de 1868, pág. 1.

137
de las fincas próximas al mercado viejo, quienes desde que se supo que la municipalidad se proponía
a dictar la acertada disposición que nos ocupa, comenzaron á poner en juegos sus influencias
consiguiendo por fin ayer una órden del gobierno desaprobando el procedimiento municipal y
disponiendo por consiguiente que el mercado volviera á la antigua y reducida plaza en que estaba
antes60

Como se desprende del artículo, se evidencia que la medida adoptada por el gobierno
municipal de trasladar la Plaza del Mercado a la Plaza de la Cruz Blanco era bien recibida
por la localidad, puesto de que esta forma estaría más ventilados los espacios evitando así la
aglomeración y con ello el surgimiento de miasmas que ocasionaba la fiebre amarilla. No
obstante, existió un grupo de personas cuyos negocios estaban ubicados cerca a este
“mercado viejo” por lo que rechazaron esta medida. Por lo cual recurrieron a un ente superior
para lograr revertir la situación, lo que fue visto con sumo desagrado por el gobierno
municipal. Asimismo, esto ocasionó que en la “[..] junta extraordinaria celebrada anoche,
resolvió por unanimidad elevar á la Prefectura una formal renuncia por todos los miembros
como efecto lo han hecho hoy”61

El articulista de El Comercio termina preguntándose cómo afectaría la falta de


autoridades a la población del Callao durante esta crisis sanitaria y la proximidad a las
elecciones. Como podemos ver en este caso, existió claramente un conflicto de interés por
parte de las autoridades con respecto a los comerciantes, puesto que al verse estos afectados
sus negocios por parte de la Municipalidad del Callao recurrieron a una autoridad mayor que
los respalde y vuelva retroactiva la medida tomada. Estos intereses se ven reflejados sobre
todo en la rapidez con la que actuó el Gobierno Supremo para regresar al mercado a su
antigua plaza, sí tomamos en cuenta, que para entonces la población le exigía tomar medidas
que amortigüen el inminente avance de la fiebre amarilla, tales como la limpieza del espacio
público que evitaba la formación de focos de infección (medida que curiosamente burlaban
al trasladar a su antigua plaza al mercado). Mientras que la comunidad médica por su parte
solicitaba implementar más lazaretos, hospitales o perseguir a los boticarios chinos o
charlatanes que ejercían medicina sin estar certificado para ello.

60
Diario El Comercio, 6 de marzo de 1868, edición de la mañana, crónica del interior - La plaza del Mercado,
pág. 2
61
Diario El Comercio, 6 de marzo de 1868, edición de la mañana, crónica del interior - La plaza del Mercado,
pág. 2

138
2.4. El problema de aglomeración, de los hábitos y las tradiciones

El puerto del Callao debido a su naturaleza comercial albergaba una gran cantidad
de personas de diferentes nacionalidades, lo cual no solo provocaba un problema de
aglomeración (propias de un crecimiento urbano sin planificación) sino también de
diversidad de hábitos y creencias. Esta mescolanza fue indicada como un elemento que
favorecía la aparición de la epidemia. Por ejemplo, los chinos por tener los hábitos y
costumbres de vida, que disociaban del común de la población, serán señalados por la prensa
como los responsables de la posible aparición de la fiebre amarilla:

Asiáticos- Es llegada la vez de que la Honorable Municipalidad proceda á desalojar á la gran cantidad
de asiáticos que existen en las tiendas situada entorno de la plaza del Mercado, en la calle de Paz
Soldan y en otros lugares, y que en las circunstancias peligrosas que cruzamos son una amenaza
constante para la población. Muy natural es que declarándose en esos barrios un caso de fiebre amarilla
se desarrolle con mas facilidad que en cualquiera otro punto y sea el foco donde tenga su asiento. La
atmósfera corrompida que allí se respira por los miasmas pestilentes é inmundos que se desprenden de
los alojamientos de los asiáticos, puede dar lugar á que se estanque allí la epidemia, tan luego que se
presente un caso de la que nos amaga entre los chinos.
En todo tiempo son un peligro repugnante tiendas de asiáticos, pero nunca mas que ahora, y sobre
todo cuando se sabe que aquellos son propensos á padecer y contagiarse de enfermedades como esta,
por el poco aseo y pésimo alimento que acostumbran 62.
En esta misma nota periodística el corresponsal del diario en el Callao denunciaba
que varios cadáveres de asiáticos que habían fallecido producto de la enfermedad fueron
arrojados al océano, debido a esto:

[…] el pescado no se podía comer. Esto debe influir particularmente en el ámbito de la autoridad
municipal para que á la mayor brevedad haga trasladar á los asiáticos á distintos lugares, pues la
acumulación en que ahora se encuentra, dando lugar á mil continjencias y dañado la salubridad pública,
dará por resultado, necesariamente, el desarrollo violento y rápido de la fiebre amarilla entre los
asiáticos que infestaran por consiguiente á todo el vecindario 63.

Esta nota periodística del diario El Comercio el 23 de marzo de 1868, es decir en


pleno ebullición de la epidemia, no solo expresa los prejuicios de un grupo de letrados sino
del colectivo de la población, puesto que la prensa a través de sus páginas recogía y exponía

62
El comercio, publicación del 23 de marzo de 1868, pág. 4.
63
El comercio, publicación del 23 de marzo de 1868, pág. 4.

139
las principales ideas, temores, prejuicios del colectivo ante determinados temas. Como se
desprende de esta nota existía una fuerte creencia que los chinos, ubicados alrededor de la
plaza del mercado (espacio que como ya hemos visto era considerado una amenaza para la
salud pública) generaban la corrupción de la atmósfera. Lo cual ocasionaba el surgimiento
de los miasmas, de allí que existiera una alta posibilidad que apareciera la fiebre amarilla y
se formará un foco de infección.

El prejuicio hacía estos habitantes no solo se ve reflejado en la acusación de


contaminar la atmósfera y producir con ello miasmas, sino también se daba al expresar que
todas aquellas cosas fueran tocadas por ellos, eran automáticamente contaminadas. Tal como
lo da a entender el corresponsal del Callao al expresar que debido a que han sido arrojados
varios cadáveres de chinos al mar, debía prohibirse el consumo del pescado. Somos
conscientes de que esta sugerencia se dio con el fin amortiguar los estragos que estaba
causando la epidemia, no obstante, nos parece un poco exagerado y prejuicioso considerar
que el inmenso mar del Callao, que se encontraba en constante movimiento haya sido
contaminado en su totalidad por el arrojo de dichos cuerpos.

Cómo podemos notar hasta aquí en la epidemia de 1868, comienzan a formarse y


evidenciarse en el espacio público; los primeros prejuicios hacia la población china usando
como principal argumento el tema de la higiene. Esta situación difirió con la epidemia
amarilla de 1852. Notamos, que, durante la crisis sanitaria de 1852, los médicos
responsabilizaron de forma generalizada a cualquier pasajero que proviniera del extranjero,
sobre todo aquellos que llegaban desde Guayaquil o Panamá, países donde la fiebre amarilla
era endémica. En esa primera epidemia observamos que a los inmigrantes chinos no se les
responsabilizó directamente de introducir y propagar la enfermedad. Ello porque el contacto
de la población local con los hijos del celeste imperio había sido esporádico, pues muchos
seguían en las haciendas del norte del país cumpliendo con sus contratos.

Esta situación cambió en 1868, ya que, por entonces, muchos chinos habían
terminado sus contratos, trasladándose a las principales ciudades. En ellas se congregaron en
torno a barrios, alrededor de mercados, donde convivían de forma cotidiana con otros grupos
sociales. Los mismos que observaron de cerca sus particulares hábitos de vida (tenían un

140
estilo de vida muy austero por lo que convivían varias personas en una sola habitación);
hábitos alimenticios, hábitos higiénicos, hábitos recreativos (fumar opio, juegos de azar).

Los cuales dieron paso a una serie de prejuicios, estigmas y actos xenofóbicos. Qué
saldrían a relucir durante la epidemia de 1868, en la que se les señaló como los sospechosos
de introducir y propagar la enfermedad, ya que sus costumbres higiénicas favorecían al
surgimiento de los miasmas. De allí la necesidad de inspeccionar los barcos en donde
llegaban o intervenir los espacios donde trabajaban o vivían.

Otros problemas que presentó en el Callao con respecto a sus habitantes, fue el de la
sobrepoblación y la diversidad de credos. Al estallar el boom del guano, el Callao (que era
un foco de comercio desde tiempos virreinales) atraerá a una gran cantidad de migrantes que
buscaban desarrollar en este espacio sus negocios o ejercer sus oficios o profesiones. Se
estima que hacia el año 1868, la cantidad de pobladores residentes en el Callao era de 14,
800, lo cual generaba un problema de aglomeración urbana es decir se comenzaron a habitar
espacios que están más allá de los límites permitidos. Recordemos que, tras el terremoto de
1746, se el virrey José Antonio Manso de Velasco, prohibió habitar las zonas aledañas al
puerto por lo cual fundó una nueva ciudad a la que bautizó como Bellavista, ubicada un
cuarto de legua de este sitio, no obstante, pese a las restricciones de habitar o colocar sus
negocios en los espacios aledaños al puerto, este lugar fue nuevamente poblado.

Este problema urbanización sin planificación, se agudizó como ya hemos


mencionado con el boom del guano, no solo por se seguían habitando espacios que estaban
más allá de los límites permitidos sino también porque se sobre habitaron las viviendas, casas,
posadas o corralones, generando así problemas de aglomeración, tugurización. A ello se
sumó, el hecho que, al ser la gran mayoría de personas de nacionalidad extranjera, se
practicaba en este sitio una infinidad de cultos tales como el luteranismo o anglicanismo. Es
decir, existía en el puerto una gran cantidad de cristianos no católicos, por lo cual se
consideraba que las epidemias eran castigos divinos, por practicar credos equivocados o en
todo caso por practicar juegos que declinaban la moral, la decencia, o fomentaban el pecado
de la usura como los juegos de azar (practicados principalmente por los marinos extranjeros
y chinos). Debido a ello, durante las epidemias era común que se realizaran plegarias,
rogativas o que se sacara en procesión a las diversas advocaciones marianas y otros santos:

141
No diremos lo mismo respecto á la procesión que en la tarde de ayer recorrio las calles de este puerto.
Centenares de personas seguian la imagen de Nuestra Señora del Cármen contestando en coro el
liberanos Dómine las letanias que los párracos rezaban. Actos de esta naturaleza tan imponentes, tan
solemnes, clamores de misericordia que en sus horas de pruva eleva un pueblo atribuido á su creador,
no puede menos que producir una profunda impresion en todo corazon cristiano 64.
Como hemos visto hasta aquí todos estos hechos en su conjunto es decir el arribo de
migrantes extranjeros provenientes de zonas donde la enfermedad era endémica, la llegada
masiva de culíes, las condiciones naturales del clima, el estado higiénico del puerto, la
sobrepoblación y con ello la aglomeración de ciudadanos extranjeros, producía una
mezcolanza de hábitos, costumbres y credos, que hicieron que se considerara al puerto como
un foco de infección.

No solo porque en este espacio se encontraban los reservorios o fuentes de infección


de la fiebre amarilla, es decir aquí se ubicaban las personas u objetos, que portaban los
miasmas o podían hacer que ellos surjan (los que causaban la fiebre amarilla). Sino también
por la presencia de vicios, por la carencia de moralidad y la práctica indiscriminada de cultos,
le daba al puerto doble responsabilidad; en el sentido de que la enfermedad era considerada
también una especie de castigo divino. De allí que recalquemos que durante los meses que
duró la epidemia de 1868 el puerto haya sido considerado un lugar altamente riesgoso para
contraer la enfermedad, lo que dio pie a actos discriminatorios y xenofóbicos como los
suscitados a la población china o las clases menesterosas.

3. Los estragos de la epidemia

Tras confirmarse la presencia de fiebre amarilla en el puerto chalaco y posteriormente


en Lima, las autoridades, pusieron en marcha una serie de medidas sanitarias que tenían por
finalidad frenar los estragos que estaba ocasionando esta enfermedad en la población. A partir
de las visitas médicas a los buques que llegaban al puerto, las cuarentenas en la isla San
Lorenzo (para las personas que llegaban del exterior), la quema de alquitrán, el recojo de
basura, limpieza de calles, acequias y visitas médicas domiciliarias que en algunos casos
terminaban con el traslado forzoso de enfermos a hospitales o lazaretos ubicados dentro de
la ciudad. No obstante, pese a estas medidas, la cantidad de personas fallecidas producto de

64
El Comercio, jueves 26 de marzo de 1868, Crónica Interior – Callao, pág. 4

142
la fiebre amarilla incrementaba diariamente. Según el informe del doctor Marcelino Aranda
de fecha 23 de marzo, publicado en La Gaceta Médica de Lima, existían aproximadamente
2,000 personas infectadas de fiebre amarilla (recordemos que los primeros casos de fiebre
amarilla fueron registrados aproximadamente el 20 de febrero de 1868):

[…] El número de individuos atacados desde que comenzó hasta la fecha, es difícil de averiguarlo de
una manera exacta; por que la clase menesterosa de la población no llamando un médico
inmediatamente en casos graves, parecen los enfermos sin que haya noticia de ello. Sin embargo por
un cálculo aproximado puedo decir á U.U. que en los 41 dias de llevamos de Epidemia, habrá habido
como dos mil atacados; siendo la proporción de hombres á mujeres de veinte á uno: siendo de notar
que hasta los niños lactantes han sido atacados, lo que jamás en identidad de casos se observado.
El número de inhumaciones tampoco se puede asegurar con facilidad de la “Fiebre”, no se había dado
razón exacta de los que habían muerto; y además, deben UU tener presente, que del panteón de
protestantes no se da noticia de los inhumados del “Tifus icteróides”; empero se puede calcular
aproximadamente el medio por ciento de mortalidad diaria de los atacados […] 65

Según la memoria de Manuel Pardo, encargado de la Sociedad de la Beneficencia


Pública en 1868, sólo en los establecimientos de salud se registraron 5, 974 casos de los
cuales fueron mortales 2,518.

Tabla 8. Cantidad de enfermos y personas fallecidas en los hospitales y lazaretos de Lima


durante la epidemia de 1868
ESTABLECIMIENTO ENTRARON MURIERON
Lazareto del Refugio 2,107 1,026
Lazareto de la Concepción 241 123
Hospital de San Andrés 1,368 613
Hospital de San Bartolomé 1,360 287
Hospital de Santa Ana 898 469
Total 5,974 2,518
*Cuadro tomado de la memoria de: Pardo, Manuel (1869). Memoria presentada por el director de la Sociedad
de Beneficencia Publica D. Manuel Pardo a la Junta General reunida el 17 de diciembre de 1868. Lima:
Imprenta Liberal, Calle de San Marcelo N° 55, pág. 36.

De este cuadro se desprende que casi la mitad de paciente ingresados a los diversos
hospitales o lazaretos que existían en Lima, terminaron falleciendo. A estas cifras deben
agregarse aquellos casos que no fueron registradas debido a que los pacientes hicieron llamar

65
La Gaceta Médica de Lima, N° 270, 15 de abril de 1868, informe Callao, marzo 23 de 1868, pág. 203 – 204.

143
a los médicos a sus propios domicilios (recordemos que para entonces los hospitales eran
percibidos como un lugar donde se iba a morir de allí la negativa de los pacientes de asistir a
estos centros de salud) o en su defecto optaban por tratamientos alternativos como los
brindados por los boticarios chinos o empíricos.

Para el caso del Callao, no hemos logrado ubicar la memoria del director de la
Beneficencia de este puerto, por lo que no tenemos un número aproximado de personas que
enfermaron de fiebre amarilla y mucho menos cuantas fallecieron a causa de ella. No
obstante, según la memoria del cónsul británico H. Hutchinson el número total de víctimas
sepultadas en el Callao a causa de esta enfermedad fue el siguiente:

Tabla 9. N° de Personas sepultadas en el Callao víctimas de la fiebre amarilla de 1868



CEMENTERIOS
PERSONAS
Enterrados de fiebre amarilla en el cementerio nativo 1, 354
Enterrados de fiebre amarilla en el cementerio protestante 157
Total 1, 511
*Cuadro tomado del libro: BONILLA, Heraclio (1976) “Informe sobre el movimiento comercial del Callao de
1867 a 1870 y parte de 1871 por H. Hutchinson”. En Gran Bretaña y el Perú 1826 – 1919. Informes de los
cónsules británicos. Volumen III. Lima: Instituto de Estudios Peruanos – Fondo del libro del Banco Industrial
del Perú, pág. 21.
De acuerdo con la información que hemos recogido hacia el año 1868, habitaban el
Callao aproximadamente 14, 800. Según, la memoria del cónsul británico H. Hutchinson, la
cantidad de personas que vivían en el primer puerto oscilaba entre 15,00 y 18, 00 “Muchas
personas están de acuerdo conmigo en el cálculo aproximado de que la población actual del
Callao no excede de 15, 00 a 18,00”66, sí redondeamos la cifra y trabajamos bajo el supuesto
que hacia el año 1868, el Callao tenía una población de 15,00 personas, podemos ver que al
ser el total de fallecidos 2,500 personas, la tasa de mortalidad producida por la fiebre amarilla
fue 10%.

Es altamente probable que la cantidad de personas perecidas producto de esta


enfermedad sea mucho mayor al registrado en la memoria Hutchinson ya que algunos

66
Bonilla, Heraclio (1976). “Informe sobre el movimiento comercial del Callao de 1867 a 1870 y parte de
1871 por H. Hutchinson”. En Gran Bretaña y el Perú 1826 – 1919. Informes de los cónsules británicos.
Volumen III. Lima: Instituto de Estudios Peruanos – Fondo del libro del Banco Industrial del Perú, pág. 11.

144
cuerpos no fueron enterrados en cementerios, sino se les aventaba al mar o en el mejor de los
casos se les sepultaba en la isla San Lorenzo. Una prueba de esta última afirmación nos llega
mediante el parte enviado por el capitán de puerto Manuel Palacios al Prefecto del Callao el
24 de marzo de 1868:

Habiendo tenido conocimiento esta Capitania de que el ponton ingles “Nayode” estaba sirviendo de
hospital á individuos epidemiados […] el medico en su visita ha encontrado tres enfermos graves y
uno que ya esta muerto, he dado la órden al sor. Petríe, agente de los vapores para que inmediatamente
saque el ponton á sotavento de todos los buques y en la direccion del Dique. Asi mismo he dado órden
para que se lleve á la Ysla de San Lorenzo al que ha muerto para que se le de sepultura 67.
Si sumamos la cantidad de personas fallecidas y enterradas en Lima y Callao,
producto de la fiebre amarilla, según lo indicado en las memorias del Manuel Pardo y la
cantidad y del cónsul Hutchinson respectivamente, notamos que la cifra asciende a 5,018
personas, no obstante, somos conscientes que algunas de las personas fallecidas en Lima,
pudieron ser enterradas en el cementerio protestante del Callao. Sobre todo, si eran católicos
no cristianos. De allí que podemos estar cayendo en el error de contabilizar dos veces a una
misma persona, la cual por vivir en Lima fue ingresado a uno de los hospitales de esta
jurisdicción y tras fallecer (ante la imposibilidad de ser enterrado en el Cementerio General
de Lima) fue enterrado en el Cementerio Británico del Callao por ser un cristiano – católico.

Por otro lado, debemos precisar que según la información consultada en el libro del
doctor Eduardo Zarate68, la cantidad de personas que falleció en el puerto chalaco durante
los meses de febrero, marzo, abril y mayo a causa de esta enfermedad, ascendió a 2,034. Una
cifra que se aproxima parcialmente a la planteada por cónsul Hutchinson en sus memorias.
En el siguiente cuadro que se ha elaborado en base a la investigación realizada por Eduardo
Zarate, podremos observar de manera detallada la cantidad las cifras de personas fallecidas
durante los meses anteriormente indicados en comparación a los fallecidos por otras
enfermedades:

67
Informe del Capitán de Puerto al Prefecto del Callao del 24 de marzo de 1868. Archivo Histórico de Marina,
sección Prefectura del Callao, caja 25, sobre 3, folio 18.
68
Para más información véase: Zárate, Eduardo (2014). La mayor epidemia del siglo XIX. Lima, 1868 fiebre
amarilla. Lima: Eduardo Zárate Cárdenas.

145
Tabla 10. Cantidad de personas fallecidas en el Callao por fiebre amarilla, entre febrero y
marzo de 1868
MES FALLECIDOS PROYECCIÓN DE TOTAL, DE FALLECIDOS EN
PRODUCTO DE FALLECIDOS FALLECIDOS EN EL MES POR
LA FIEBRE PRODUCTO DE LA EL MES POR LA OTRAS
AMARILLA EN FIEBRE FIEBRE ENFERMEDADES
HOSPITALES Y AMARILLA EN AMARILLA
OTROS CENTROS CASA
DE SALUD

Febrero 14 5 19 17
Marzo 460 138 598 540
Abril 598 175 760 669
Mayo 505 152 657 561
Total 2,034 1,787
*Cuadro tomado del libro: Zárate, Eduardo (2014). La mayor epidemia del siglo XIX. Lima, 1868 fiebre
amarilla. Lima: Impreso en los talleres gráficos de Novo Dezain SAC, pág. 69.

Como se desprende del cuadro anterior la cantidad total de personas muerta a causa
de la epidemia (2,034) entre los meses de febrero, marzo, abril y mayo excede en 247 a la
cantidad de personas fallecidas durante este período por otras enfermedades (1,787). Si
sumamos la cantidad total de fallecidos (por fiebre amarilla y otras enfermedades) nos da una
cifra de 3,821. Al fraccionar este número entre 2 nos da una cantidad aproximada de 1,910.
Al comparar esta cifra con el total de fallecidos por fiebre amarilla (2,034), podemos notar
que, durante el verano de 1868, más de la mitad de las personas fallecidas en el Callao
murieron producto de esta enfermedad es decir más de la mitad de la tasa de mortalidad fue
producida por la fiebre amarilla.

En base a la información anteriormente expuesta podemos aseverar que al menos


2,000 personas fallecieron en el Callao a causa de la fiebre amarilla, una cifra bastante
elevada para una población flotante, puesto que un buen porcentaje de sus habitantes residían
por cortas temporadas en el puerto (tal como fue el caso de los comerciantes o los marineros)
la misma que se contabilizaba al momento de calcular la población aproximada que residía
en el Callao. Una vez aproximados a estas cifras, cabe preguntarnos ¿Quiénes fueron las
víctimas de la fiebre amarilla? ¿A qué se dedicaban? ¿Cuál era su nacionalidad? A
continuación, insertamos un cuadro realizado en base a la publicación hecha por el diario El
Comercio, en el cual se muestra la cantidad de personas, oficios y lugar de procedencia de
los perecidos a consecuencia de la enfermedad desde el día 1° hasta el 14 de marzo en Lima.

146
Sí bien es cierto nuestro objeto de estudio es el Callao, esta información nos parece valiosa
en el sentido ayuda a tener una idea generalizada de quienes eran las personas que fallecían
por esta enfermedad.

Tabla 11. Lugar de procedencia y oficios de los fallecidos por fiebre amarilla de 1868
LUGAR DE N° DE VÍCTIMAS OFICIOS N° DE VÍCTIMAS
PROCEDENCIA

Chile 24 Marineros 24
Italia 8 Comerciantes 6
Alemania 4 Carpinteros 3
Francia 4 Militares 2
Chota 5 Agricultores 2
Arequipa 4 Zapateros 2
Ayacucho 4 Albañiles 1
Callao 3 Diferentes 47
profesiones
Lima 2
Otros lugares 29

Total 87 Total 87

*Cuadro elaborado en base a la publicación del realizada por el diario El comercio el sábado 14 de marzo de
1868

Del cuadro se desprende que en tan solo 14 días habían fallecido 87 personas, de las
cuales 53 eran varones y 34 mujeres, cabe mencionar además que al menos 40 de ellos eran
extranjeros, por lo que se deduce que su medio de transporte fue una embarcación, al igual
que el primer caso de fiebre amarilla registrado en el Callao. Un dato bastante interesante si
tomamos en cuenta que uno de los oficios más afectados por esta enfermedad fue el de la
marinería. Desde nuestro punto de vista la relación que existe entre las personas fallecidas y
su estadía en un barco no es arbitraria. Ya que en los barcos había estanques de agua de donde
se abastecían los pasajeros de agua (recordemos que el agua del mar necesita pasar por un
proceso de desalinización para estar acta para el consumo humano). Dicha agua estancada
era el lugar en donde dejaba sus larvas el mosquito Aedes aegypti, transmisor de la fiebre
amarilla.

147
De este modo el agua estancada se convertía en el verdadero foco de infección,
espacio en donde se transportaban y reproducían los vectores causantes de la fiebre amarilla.
No obstante, la falta de conocimiento científico hizo creer que los miasmas que
supuestamente transportaban los pasajeros eran los causantes de la enfermedad.

Por otro lado, debe precisarse que, si bien en cierto un grupo de personas pudo
adquirir la enfermedad en el navío donde viajaba o en su defecto se encontraban ya enfermos
antes de abordarlo, la gran mayoría de la población contrajo la enfermedad dentro del mismo
puerto. Esto debido a que algunos espacios públicos y privados tales como acequias,
estanques de aguas, eran lugares ideales para la reproducción del mosquito Aedes aegypti,
vector transmisor de la fiebre amarilla. Este mosquito habita sólo en climas cálidos y no vuela
a una altura mayor a los 400 msnm. De allí que su hábitat natural sea la costa. Como
observamos, el Callao presentaba las condiciones naturales para la supervivencia de este
mosquito. Pero si el puerto reunía las condiciones naturales y sociales para el desarrollo de
la enfermedad ¿Por qué la fiebre amarilla no se presentaba de manera recurrente en el Callao
durante la estación de verano? La respuesta a esta interrogante quizás radica en el hecho que
durante esta estación se solía limpiar las acequias, uno de los principales lugares donde solían
incubar las larvas del vector transmisor.

Bajo esta lógica cabe preguntarnos ¿Qué situación extraordinaria tuvo lugar durante
el verano de 1868 en el Callao qué favoreció la aparición de la fiebre amarilla en el Callao?
De acuerdo con lo planteado por Lorenzo Huertas en su libro Injurias del tiempo. Desastres
naturales en la historia del Perú (2009) hacia el año 1868 en el Perú se registró un fenómeno
de El Niño69, aunque cabe recalcar que por entonces no recibía esta denominación, era
descrito sólo como lluvias o fuertes lluvias. Pese a ello el autor en base a un minucioso trabajo

69
Es un fenómeno natural de características meteorológicas y oceanográficas que se produce
anualmente en la zona intertropical del océano Pacífico. El origen de su nombre se da a raíz de las
observaciones de pescadores del norte peruano. Ellos describían con la denominación El Niño al
fenómeno de intromisión de aguas cálidas provenientes del Ecuador hasta Punta Pariñas. Durante el
mes de diciembre que coincidía con la llegada del Niño Jesús y de la navidad. En el mundo científico
es conocido por su denominación en inglés El niño – Southem Oscilation o sus siglas ENSO. Chang,
Antonio (2014) “La cobertura periodística del Fenómeno El Niño de 1925 – 1926 en el diario El Comercio de
Lima” (Tesis posgrado). Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, pág. 12. Recuperado de
http://tesis.pucp.edu.pe/repositorio/bitstream/handle/20.500.12404/5609/CHANG_HUAYANCA_
ANTONIO_FENOMENO_NINO.pdf?sequence=1&isAllowed=y
148
de fuentes, logra elaborar un registro cronológico de este fenómeno. Una de las fuentes
empleadas es la de W.H. Quinn, quién usa tres categorías para describir las lluvias de este
período, las cuales son: débiles, moderadas y fuertes; siendo la de 1868 nivel moderado
(Huertas, 2009). Por su parte la fuente Hocqueghem – Ortieb, emplean una escala que va del
5 al 0 para describir este fenómeno, a continuación se detalla la intensidad de lluvias según
la escala: [5] El Niño, Muy Fuerte, presencia de “Lluvias Torrenciales”; [4] El Niño, Fuerte,
presencia de “lluvias extraordinarias”; [3] El Niño, Moderado se caracteriza por la presencia
de “fuertes aguaceros”; [2] El Niño, Débil, presencia de “Lluvias regulares”; [1] El Niño,
Débil, se caracteriza por presentar “Ligeras lluvias”; [0] Si no se produce un evento El Niño,
se teme una sequía, no hay cosecha en el desplomado y mueren los animales (Hocquenghem,
1992, p. 203). De acuerdo con esta escala las lluvias de 1868 fueron de nivel moderado
(Huertas, 2009).

Si cruzamos ambas fuentes podemos observar, que, durante el verano de 1868, se


registró un fenómeno de El Niño de intensidad moderada en el Perú es decir se registraron
fuertes aguaceros a lo largo del litoral. Lo que favoreció la presencia de charcos y lodazales;
escenarios ideales para la incubación y reproducción de los mosquitos Aedes aegypti. Este
fenómeno desde nuestra perspectiva explica el por qué aparece con tanta fuerza en el Callao
y en el resto de la costa peruana la fiebre amarilla. Asimismo, deducimos que, al aparecer
recurrentemente el fenómeno de El Niño en diciembre, la epidemia de fiebre amarilla es una
consecuencia directa de dicho fenómeno ya que los primeros casos comienzan a registrarse
en el mes de enero y febrero. A este hecho debe agregarse también que la epidemia de fiebre
amarilla se dio dentro del lapso crítico de 1855 – 1891, por lo que este no fue el único
fenómeno natural que se presentó durante este tiempo.

4. El fin de la epidemia

Hacia finales del mes de mayo, las temperaturas de la ciudad de Lima y su vecino
puerto de El Callao, comenzaron a descender y con ello empezó a reducirse paulatinamente
los casos de fiebre amarilla. Puesto que al descender la temperatura iban muriendo los
mosquitos Aedes aegypti (vector transmisor de la fiebre amarilla) ya que ellos necesitan
climas cálidos para su supervivencia. No obstante, por entonces ni la comunidad médica y
mucho menos la población asociaba la presencia de este mosquito con la temperatura, ni

149
mucho menos con la enfermedad. Sin embargo, intuían que existía una relación entre la
temperatura y la enfermedad. Tal como lo muestra el diario El Comercio, en su nota
publicada el 22 de mayo de 1868:

Con el cambio de temperatura esperimentado en estos últimos días, se nota visiblemente una gran
decrecencia en las proporciones de la epidemia. La mortalidad aminora notablemente y los casos de
peste no son tan numerosos como antes. Sabemos positivamente que hoy en el lazareto había bajado
el número de enfermos, y que en el Cementerio General se habían recibido menos cadáveres de fiebre
que en días pasados. Esto manifiesta, pues, de un modo incontestable que la presente estacion es
adversa al desarrollo del flajelo, y que muy pronto nos veremos desembarazados de él70.

A continuación, insertamos un cuadro en el que se detalla el número de personas


fallecidas durante el mes de mayo:

Tabla 12. Mortalidad del mes de mayo de 1868 a consecuencia de la fiebre amarilla
FECHA N° DE MUERTOS

1 de mayo 71
2 de mayo 83
3 de mayo 53
4 de mayo 79
5 de mayo 64
6 de mayo 88
7 de mayo 93
8 de mayo _
9 de mayo 81
10 de mayo 79
11 de mayo 51
12 de mayo 83
13 de mayo 75
14 de mayo 74
15 de mayo 74
16 de mayo 60
17 de mayo 69

70
El Comercio, viernes 22 de mayo de 1868, edición tarde, nota Fiebre amarilla, pág. 3.

150
18 de mayo 63
19 de mayo 53
20 de mayo 60
21 de mayo 60
22 de mayo 67
23 de mayo 66
24 de mayo 58
25 de mayo 51
26 de mayo 66
27 de mayo 60
28 de mayo 51
29 de mayo 52
30 de mayo 47
31 de mayo 51

Total 1982

*Cuadro elaborado en base a la publicación realizada por el diario El Comercio, sábado 9 de junio de 1868,
pág. 2; en el diario El Comercio, no se publica la cantidad de fallecidos el día 8 de mayo.

Como se desprende del cuadro anterior a medida que iban avanzando los días y con
ello descendiendo las temperaturas se iban reduciendo considerablemente los casos de fiebre
amarilla. Con el cambio de estación en el mes de junio, prácticamente había desaparecido la
enfermedad, tal como demuestra la publicación de El Comercio del 23 de junio “Parece que
nos abandona por completo la epidemia. La disminución de los muertos por motivo de la
epidemia es notable. Ayer solo habían fallecido 9”71. A inicios del mes de julio la enfermedad
había desaparecido completamente.

Como lo hemos señalado antes, la comunidad médica de entonces no asociaba del


todo la presencia de altas temperaturas con la fiebre amarilla, sin embargo, sabían que ambas
guardaban alguna relación. Tal como se muestra en el informe enviado por el doctor Manuel
Adolfo Olaechea al decano de la Facultad de Medicina, en el cual detalla sobre la aparición
de la enfermedad en Tumbes hacia finales de 1867 e inicios de 1868 con la llegada de la
estación de verano. Dicho informe fue publicado por La Gaceta Médica de Lima:

71
El Comercio, martes 23 de junio de 1868, fiebre amarilla, pág. 2

151
[…] la fiebre ha existido desde el 23 de diciembre del año pasado hasta principios del mes; y habiendo
muerto, durante la epidemia, veinticinco enfermos entre adultos y niños: trece en enero, diez en
febrero, y dos en marzo. (Estadística de muertos por la epidemia).
No seria estraño que la aparicion de la fiebre amarilla, coincidiese con el cámbio de estacion; la
variación diurna de temperatura; la humedad y varicacion de la noche; la disminución de las aguas del
rio; la cesación de las lluvias; la muerte de los innumerables insectos que desarrollan las aguas
estancadas, por todas partes de la población; la descomposición de las sustancias vejetales; y las
mismas aguas estancadas, por la mala distribución de ellas; la mala posición del pueblo en una
localidad en que no reina las condiciones geológicas que señala y precisa la higiene publica; así como
también la indiferencia y la parálisis completa de las autoridades, en asuntos que corresponden al
resorte de la salubridad pública. Todas estas causas hacen producir poderosamente las fiebres
palúdicas, cuyas desagradables emanaciones, obrando sobre la población, la hacen insalubre, y obligan
á sus moradores, en los meses de abril, mayo y junio á refugiarse en sus chacras, para librarse de la
epidemia palúdica72.

Como se desprende de la cita anterior para el doctor Manuel Adolfo Olaechea, con la
presencia de temperatura altas iniciadas en el mes de diciembre en Tumbes se comenzaba a
registrar los primeros casos de fiebre amarilla en esta localidad, los cuales finiquitaron en el
mes de junio, fecha en la que inicia la estación de invierno. Como se ha explicado
anteriormente para los médicos decimonónicos, la enfermedad se producía por los miasmas,
los cuales podrían haber sido exportados o en su defecto podrían desarrollarse de manera
espontánea cómo consecuencia de las condiciones cambiantes del clima. Debido a ello se
pensaba que la presencia de temperaturas altas que se registraban durante la estación de
verano originaba el surgimiento de los miasmas y hacían que se propaguen más rápido.

Por otro lado, debe anotarse como un dato curioso que en el informe del doctor
Olaechea, se menciona la muerte masiva de insectos, deducimos que entre estos insectos
estaba el mosquito Aedes aegypti, vector transmisor de la enfermedad, aunque por entonces
no se asociaba de manera directa la presencia de mosquitos con la enfermedad. En la
actualidad se sabe que la fiebre amarilla es causada por la picadura del mosquito Aedes
aegypti:

El ciclo de trasmisión urbano involucra a seres humanos y al vector A. aegypti, que crece en
acumulaciones de agua dulce y limpia. Prolifera importantemente durante la estación de lluvias en las

72
La Gaceta Médica de Lima, N° 271, 30 de abril de 1868, informe enviado de Tumbes el 27 de marzo de 1868
por el doctor Manuel Adolfo Olaechea al decano de la Facultad de Medicina Miguel de los Ríos, pág. 210.

152
zonas tropicales debido al apozamiento de las aguas […] La hembra mosquito tiene hábito de
alimentación diurna, se infecta al alimentarse de una persona virémica y trasmite el virus a otro
individuo (Comité de Infecciones emergentes, 2001, p. 65).

El mosquito Aedes aegypti, vector transmisor de la enfermedad requiere de un clima


cálido para su supervivencia, asimismo, no habita a más de 400 m.s.n.m., debido a ello los
hábitats donde se desarrolla por excelencia son la costa y la selva peruana. De allí que este
vector que causó y sigue causando la fiebre amarilla, haya desaparecido drásticamente con
la llegada de la estación de invierno, puesto que al descender las temperaturas es imposible
que siga existiendo. Por otro lado, debe mencionarse que, al margen de las teorías médicas,
esta epidemia expuso abiertamente varios problemas de salubridad y sociales del Perú de
entonces. En primer lugar, hizo notar el deplorable estado sanitario del puerto de El Callao.
En segundo lugar, dio a notar lo poco abastecidos que se encontraban los hospitales y otros
centros de salud, por lo que terminaron por colapsar durante la epidemia. En tercer lugar,
expuso el poco poder de regulación que tenía el Estado con respecto a las querellas suscitadas
entre los médicos y los boticarios chinos o vendedores de específicos. En cuarto lugar, mostró
las discordias entre las autoridades locales y ministeriales. Finalmente expuso los prejuicios,
creencias de un grupo mayoritario de la población con respecto a los otros.

153
CONCLUSIONES

El auge exportador del guano iniciado en los albores de 1840 y la mayor estabilidad
política, permitió al Estado peruano, llevar a cabo la ejecución de obras públicas, así como
también cancelar la deuda externa e interna y costear la manumisión de los esclavos. Esta
última política causó repercusiones en el sector agrario, puesto al ser liberada la principal
mano de obra de estas plantaciones, fue necesario reemplazarla por otra. Es así como se
intenta incentivar la migración de europeos, aludiendo que al ser ellos una raza superior,
ayudaría a mejorar a la sociedad peruana. No obstante, tras fracasar este proyecto, se optó
por introducir al Perú a colonos chinos, quienes provenían principalmente de Macao. Los
barcos en los que eran trasladados estos trabajadores hacia nuestro país (específicamente al
puerto del Callao) en su gran mayoría se caracterizaban por tener paupérrimas condiciones
sanitarias. Por lo que era común que fallecieran durante el viaje cantidades considerables de
inmigrantes chinos. Este hecho sumado a sus particulares hábitos y costumbres, como el
fumar opio, vivir en pequeños lugares hacinados, practicar juegos de azar y otros (patrones
que disociaban del común de la población) hizo que la población peruana formara una serie
de prejuicios negativos hacia ellos. Los que salieron a relucir en la epidemia de fiebre amarilla
de 1868.

A lo largo del siglo XIX, los médicos explicaban el origen de las enfermedades como
la fiebre amarilla basándose principalmente en el enfoque miasmático, de acuerdo con el cual
las enfermedades se originan tras alojarse un miasma (descomposiciones orgánicas) en el
cuerpo humano. Dichos miasmas surgían en el ambiente, según los doctores decimonónicos
de dos maneras, la primera era de forma espontánea (lo que ocurría por las constantes
variaciones en la atmósfera, el medio ambiente, las deplorables condiciones sanitarias y la
aglomeración de personas) y la segunda a causa de la exportación, es decir los miasmas
habían sido importados por los pasajeros o las mercancías que trasladaban los buques de un
puerto a otro. Este último enfoque tuvo un gran respaldo entre los galenos. La primera
epidemia de fiebre amarilla que se registró en el Perú se dio durante el verano de 1852.
Durante esta crisis sanitaria los médicos culparon de forma generalizada a todos los
extranjeros. Ya que se creían que ellos habían importado la enfermedad a nuestro país.
Asimismo, se culpaba al comercio iniciado con el boom guanero y el barco a vapor, ya que
a pesar de haber existido comunicaciones con otros puertos extranjeros desde tiempos
154
virreinales nunca se había registrado la enfermedad. Esta solo apareció con el auge comercial
y los barcos a vapor (antes del uso masificado del barco a vapor se empleaban los de vela
que hacían más larga la navegación e iban contra el viento, por lo que el barco venía haciendo
según los médicos una especie de cuarentena mientras navegaban) que aceleraban las
comunicaciones entre un puerto y otro. Por otro lado, debe precisarse que no se
responsabilizó de forma directa, abierta a los inmigrantes chinos. Esto quizás porque al no
haber terminado aún sus contratos de 8 años los primeros culíes que llegaron al Perú (el
primer barco con trabajadores chinos llegó en 1849) la población aún no había tenido
contacto directo con ellos. Puesto que los culíes vivían dentro de las haciendas donde
trabajaban, tampoco se había formado el Barrio Chino. Es decir, los culíes todavía no se
habían insertado a la sociedad a través de los oficios (cocineros, herbolarios, vendedores) que
desempeñaron tras finiquitar sus contratos. Por lo que la población sólo tenía ideas hacia
ellos, más no los habían corroborado en base a la experiencia propia.

Al estallar la fiebre amarilla de 1868, el primer caso en ser registrado tuvo lugar en
el Callao, por lo que fue señalado este espacio como el sitio donde se encontraban los
miasmas causantes de la enfermedad. Esto sumado al hecho que aquí arribaban los barcos
con inmigrantes chinos (y otros inmigrantes que provenían de zonas donde la fiebre amarilla
era endémica), el deplorable estado sanitario, la sobrepoblación, el hacinamiento, y los
constantes cambios del clima, hicieron que se percibiera al puerto del Callao como un foco
de infección. Puesto que aquí se encontraban los reservorios que causaban la enfermedad y
las condiciones ambientales y sociales que favorecían su rápida propagación.

Las principales políticas puesta en práctica, por parte del Estado, durante esta
epidemia consistieron en someter a cuarentena a las personas sospechosas de portar esta
enfermedad. Si estas provenían del extranjero, la embarcación en la que se hallaban era
inspeccionada por la Junta de Sanidad Litoral que a través de una visita médica al buque.
Durante la inspección se revisaba la patente de sanidad, la cual era de dos clases: la primera
llevaba la denominación de limpias o de sucias, mientras que la segunda tenía la
denominación de sospechosa. En el caso de encontrar durante la visita médica algún enfermo
o sospechoso de portar la fiebre amarilla, estos eran enviados a la isla San Lorenzo; por el
contrario, si el enfermo se encontraba ya dentro de la ciudad, se les envía a algún hospital o

155
lazareto ubicado en este espacio. Otras de las medidas que se aplicaron fue las visitas
domiciliarias, la limpieza de calles, acequias y la reubicación de algunos espacios públicos
que representaban una amenaza para la salud, tal como fue el caso de la plaza del mercado.
Cabe precisar que durante la aplicación de estas medidas se evidenciaron muchos conflictos
de interés, entre el gobierno central y los gobiernos municipales. Por su parte la población y
la iglesia también pusieron en práctica algunos peculiares métodos para frenar la epidemia,
tales como la quema de alquitrán (o cuernos) o sacar en procesión a algunos santos.

Durante la aplicación de estas medidas practicadas por el Estado se evidenciaron


actos xenofóbicos y discriminadores hacia los pobladores chinos y las clases menesterosas.
Desde nuestra perspectiva al aparecer en el espacio público la epidemia de fiebre amarilla de
1868, comienzan a evidenciarse en el espacio público, los primeros actos discriminatorios
hacia la población china basado en preceptos higiénicos. Esto debido a que durante esta
epidemia en comparación con la de 1852, un grupo considerable de inmigrantes chino ya no
vivían dentro de las haciendas donde trabajaban como culíes, puesto que habían terminado
sus contratos. Debido a ello habitaban y trabajaban dentro de la ciudad, además se
congregaban alrededor del Barrio Chino. Lo que dio pie a una convivencia cotidiana con
otros grupos sociales, los mismo que en base a su experiencia propia formaron una serie de
estigmas hacia ellos. Los cuales fueron expresados durante la epidemia a través de actos
discriminatorios puesto que se les señaló cómo los responsables de introducir y propagar la
enfermedad, ya que sus costumbres higiénicas favorecían el surgimiento de miasmas. De allí
la necesidad de inspeccionar los barcos en los que llegaban o intervenir los espacios donde
vivían o trabajaban. En lo que respecta a las clases menesterosas, a ellos se les acusó de ser
personas sucias, con muy pocos o nulos hábitos higiénicos, razón por la cual eran las personas
más propensas a ser atacadas por la enfermedad. No obstante, desde nuestra perspectiva esto
se debió a que al ser una población con muy poco poder adquisitivo les era imposible poder
comprar o alquilar una casa donde se puedan segregar los diversos espacios que la componen
(cocina, baño, comedor, dormitorio) por lo que habitaban generalmente un corralón que
carecía de divisiones y además se hacinaban en ella muchas personas, produciéndose así
problema de tugurización. Asimismo, la falta de recursos hacía imposible adquirir servicios
como el brindado por la Sociedad Higiénica, empresa que se encargaba de instalar un
recipiente para el depósito de los residuos fecales (una especie de letrina o silo) el cual evitaba

156
la emanación de malos olores. Además, se encargaban de limpiar estos depósitos cuando el
usuario lo creía conveniente. Al no contar con dicho servicio es fácil suponer que se
deshacían de los residuos fecales mediante las acequias, las mismas que utilizaban para
proveerse de agua.

En lo que respecta a tratamientos médicos, existieron principalmente tres: el


antiflogístico, la medicación vomitiva y el método racional (denominado así por el doctor
Prado Núñez), estos particulares métodos fueron vistos con recelo por gran parte de
población por lo que estos preferían optar por otro tipo de tratamientos tales como los
ofertados por los boticarios chinos o los empíricos (caso Luis Guerrero). Debido a ello la
comunidad médica exigió a las autoridades respectivas cerrar los negocios de aquellos que
ofertaban tratamientos alternativos de salud, ya que desde su punto de vista ponían en riesgo
la salud de los pacientes, no obstante, estos no fueron escuchados. Debemos precisar además
que, si algunos de los ofertaban medicina alternativa, contaban con algún tipo preparación
como fue el caso de los empíricos, igual se les tildaba de charlatanes. El simple hecho de no
contar con un diploma los respalde, era motivo suficiente para deslegitimarlos. Planteamos
que este tipo de inacciones por parte de las autoridades no se dio por desinterés sino más bien
por dos razones que responden al propio contexto. La primera, al ser conscientes que los
hospitales al igual que los servicios médicos habían colapsado durante la epidemia de 1868,
o en todo caso eran inaccesibles para las clases menesterosas, cerrar este tipo de negocios era
terminar con los pocos recursos con que contaban estos para poder curarse. La segunda razón
por la cual creemos que no se cerró este tipo de negocios durante la epidemia, fue la falta de
personal capacitado (tales como los médicos) para llevar a cabo inspecciones en estos locales
es decir que verifique que las personas que atendían estos negocios cuenten con sus
respectivos títulos. Cabe recalcar, que ninguno de estos métodos curativos puestos en practica
por la Facultad de Medicina o por los boticarios chinos, empíricos y otros, fue efectivo ya
que no se contrarrestaban la verdadera causa de la enfermedad que era la picadura del
mosquito Aedes aegypti.

Las epidemias de fiebre amarilla que asolaron al Perú en el siglo decimonónico, sólo
desaparecían con el fin del verano, puesto que, al descender las temperaturas, el mosquito
Aedes aegypti, vector transmisor de esta enfermedad, también desaparecía ya que requiere

157
de un clima cálido para su supervivencia. Cualquier método curativo o política puesta en
práctica desde el Estado no contrarrestaban el avance de la fiebre amarilla, ya que no se
atacaban los verdaderos focos de infección. Tales como el agua estancada existente en las
embarcaciones, en las acequias o en las aguas almacenadas en las casas. Asimismo,
planteamos que la fiebre de 1868 surge como consecuencia del fenómeno de El Niño, que
aparece en el país hacia finales del mes de diciembre de 1867. Ya que la presencia de lluvias
favoreció a la aparición de charcos y lodazales espacios idóneos para la incubación y
reproducción del mosquito Aedes aegypti. Por otro lado, debe precisarse que si bien es cierto
una de las medidas adoptadas durante la epidemia fue mandar a limpiar las acequias esta
medida fue suspendida según lo publicado por la Gaceta Médica, ya que promover el lodo
ocasionaba el surgimiento de miasmas. Razón por la cual desde nuestra perspectiva se hizo
más crítica la situación ya que se dejó de atacar el verdadero foco de infección.

El hecho que el primer caso de fiebre amarilla se haya registrado en el Callao,


evidencia que el Estado sanitario del primer puerto, había colapsado antes de que apareciera
la fiebre amarilla en 1868, generándose así las condiciones sanitarias necesarias para el
surgimiento y rápido desarrollo de la enfermedad. Las calles al igual que diversos espacios
públicos se encontraban sucios, acopiados de basura, de igual forma las acequias,
produciéndose así un verdadero problema de salud ya que la mayoría de las personas solían
utilizar las aguas que corrían por las acequias para abastecerse. Otro problema de salubridad
que presentaba el puerto fue la carencia de hospitales; hacia el año 1868, sólo existían en esta
jurisdicción dos hospitales, el primero de ellos era de San Juan de Dios, estaba dedicado a la
atención de mujeres y poseía una infraestructura bastante obsoleta para la época, puesto que
el edifico en donde funcionaba tenía sus orígenes en el antiguo Hospital de Bellavista que de
data de tiempos virreinales. De allí que el inmueble haya sido construido bajo la lógica del
hospital de claustro es decir no contaba con los ambientes necesarios para segregar a los
enfermos de acuerdo a sus dolencias y género. En lo que respecta al segundo hospital este
era el de Guadalupe, estaba dedicado a la atención de varones y mujeres, si bien es cierto
había sido remodelado unos años antes de epidemia bajo los preceptos del hospital pabellón,
al no ser tan grande su infraestructura, terminó por colapsar junto con el de San Juan de Dios,
durante la epidemia de fiebre amarilla. Estos problemas sanitarios sumados a la complejidad
social (coexistencia de credos, costumbres, hábitos, así como el hacinamiento) y el rol que

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tenía El Callao en su condición de puerto (arribo y zarpe recurrente de personas y mercancías)
hicieron que se formara entorno a él la idea de foco infeccioso es decir que se creara la
percepción de que el Callao era un lugar donde uno podía adquirir la enfermedad fácilmente.
Desde nuestra perspectiva consideramos que situaciones como está han contribuido a que se
construya una percepción negativa, marginal sobre Callao a lo largo de los años.

Según la memoria del cónsul británico H. Hutchinson el total de personas enterradas


en el Callao fue de 1,511. Aunque es altamente probable que hayan sido más, ya que algunos
cuerpos fueron sepultados en la isla San Lorenzo o en el peor de los casos arrojados al mar.
Lo cierto es que, al margen de las cifras, la tasa de mortalidad fue bastante elevada para una
población que albergaba alrededor de 15, 000 personas. De la cual una buena parte era
flotante, puesto que pasaban una corta temporada y luego migraban tal como fue el caso de
los comerciantes y sobre todo los marineros.

Una de las instituciones que jugó un papel fundamental en el Callao durante el


desarrollo de esta epidemia fue la Junta de Sanidad del Litoral (establecida en 1826 mediante
El Primer Código Americano de Sanidad, el mismo que tuvo vigencia hasta el año 1887).
Esta institución, en coordinación con la capitanía del puerto del Callao y los médicos titulares
del puerto, se encargaba de llevar a cabo las visitas médicas a los buques y enviaba a los
posibles portadores de la enfermedad a realizar cuarentena a la isla San Lorenzo).

A pesar de haber pasado más de 150 años desde que esta nefasta epidemia asoló a
Lima y Callao y buena parte de las regiones costeras, aún se mantiene la costumbre de culpar
a los otros (el extranjero, o aquel que no tiene hábitos, costumbres o un poder adquisitivo
igual a similar a nosotros) como los culpables de los principales problemas que existen en el
Perú. Asimismo, el estudio de este caso nos da a notar que pese al tiempo transcurrido las
respuestas de las autoridades no han cambiado mucho, puesto que hasta ahora se carece de
un gran plan de salud para prevenir la amenaza de una epidemia o en peor de los casos de
una pandemia. Su papel se restringe en aplicar políticas de amortiguamiento cuando la
enfermedad ya está en curso dentro del territorio nacional y está causando los primeros
estragos, tal como se observa desde inicios de marzo del 2020 con la expansión de la
enfermedad de la Covid – 19, ocasionada por el Sars-CoV- 2.

159
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166
ANEXO

Reglamento de la Junta de Sanidad del Litoral

Art. 15.- Todo buque procedente de los países en que se sepa se ha desarrollado la
fiebre contagiosa llamada amarilla, deberá ponerse en facha a dos tiros de cañón del puerto
para esperar la falúa de sanidad.

Art. 16.- Esta se pondrá a barlovento, y a la vez recibirá, bajo palabra de honor del
capitán, las noticias del puerto de donde viene, la tripulación y número de pasajeros que sacó
y trae, y las enfermedades que han padecido durante la navegación.

Art. 17.- Si en su contesto manifiesta estar sanos todos, y sin contagio, subirán a bordo
los individuos de la junta; examinarán el rol, y la patente de sanidad; y estando todo
conforme, se le permitirá entrada al puerto.

Art. 18.- Si de la contestación apareciese motivo para tener contagio, no se le


permitirá entra al puerto, y se le mandará pasar al lazareto, que se establecerá en sus
inmediaciones, según el plan que de la junta suprema para sufrir en él la conveniente
cuarentena.

Art. 19.- Esta se prolongará o abreviará a juicio del facultativo de la junta litoral.

Art. 20.- Si cualquier habitante del Perú, visitase un buque antes que la sanidad, será
multado en la cantidad de cien pesos, pues en incomunicación, a arbitrio de la junta; la
tripulación entera de cualquier buque extranjero que cometa esta infracción sufrirá una
incomunicación con tierra por espacio de treinta días.

Art. 21.- En los lazaretos que se establezcan, y particularmente en la isla San Lorenzo
habrá dos departamentos separados, uno para barracas desahogadas y grandes, para
habitación de los pasajeros y tripulación; y el otro departamento parapara fumigar y ventilar
los fardos.

Art. 22.- La guarda de sanidad tendrá una habitación cómoda y situada a barlovento
del lazareto.

167
Art. 23.- Todo barril de harina, carne, y todo comestible serán arrojados al agua, sin
abrirlo; las cartas se picarán y se fumigarán antes de pasarla a la estafeta.

Art. 24.- Habrá un bote destinado para recibir los víveres de tierra, atado a una
distancia proporcionada para que lo puedan tirar luego que haya sido provisto.

Art. 25.- La fumigación de géneros y demás, y demás especies de los barcos y todos
los métodos de desinfección se practicarán con arreglo al plan que debe prescribir la junta
suprema.

Art. 26.- Durante el tiempo de la cuarentena se observará una perfecta


incomunicación entre los contagiados, y los guardas, y demás empleados de sanidad

Art. 27.- El buque infestado deberá también ser sujeto a la fumigación, estar
incomunicado, y no poder entrar al puerto hasta concluida la cuarentena.

Art. 28.- Esta debe ser rigurosísima sin la menor dispensa, por cualquier descuido,
por ejemplo, que sea, suele causar males de mayor trascendencia.

Art. 29.- Por punto general no se permitirá desembarcar en el puerto ningún


cuadrúpedo sin sujetarlo antes a una cuarentena de observación de ocho días, a lo más, y de
dos a lo menos.

Art. 30.- Los fondos de sanidad constaran:

1° De los derechos de Sanidad que deben pagar todos los buques procedentes del
extranjero; estos derechos por reciprocidad serán igual a los que ellos exijan a mismo
título.
2°De las multas impuestas por contravenciones a la policía sanitaria.
3°De las patentes para la venta de medicamentos y drogas nuevamente introducidas
del extranjero, o inventadas en la república.
4°De los derechos que deben pagar por el registro de facturas de medicina.
5° De las cantidades complementarias que en caso de contagio de una población
deberá dar el gobierno.

168
Art. 31.- Estos fondos estarán a disposición de la Junta Suprema de Sanidad la cual
deberá arreglar con aprobación del Gobierno las dietas eventuales y sueldos de los agentes
de la policía sanitaria.

Art. 32.- De los mismos fondos deben costearse la construcción y la conservación de


los lazaretos, sueldos de sus guardas, compra de la falúa y botes de sanidad, y de los demás
necesario para el servicio de este ramo en los puertos.

Art. 33.- Igualmente se costeará la publicación de las cartillas sanitarias.

169

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