La Dama o El Tigre
La Dama o El Tigre
La Dama o El Tigre
A DAMA O EL TIGRE?
Frank Stockton
de autoridad tan irresistible que convertía en hechos y a voluntad, sus variadas fantasías.
fantasías.
Era muy dado a conversar consigo mismo; y cuando él y él mismo estaban de acuerdo
sobre algo, la cosa estaba hecha; cuando sus sistemas políticos y domésticos marchaban
bien, su carácter era suave y afable; pero siempre que se producía algún pequeño
tropiezo, era todavía más suave y afable; pues nada le agradaba tanto como enderezar lo
La arena del rey, con las galerías que la circundaban, sus bóvedas misteriosas y
sus pasajes ocultos, era un medio de poética justicia en el que el crimen era castigado o
persona acusada se decidiría en la arena del rey. Reunido ya todo el pueblo en las
galerías, el rey, rodeado de su corte y sentado en su alto trono, hacía una señal, se abría
una puerta bajo él y el acusado salía al anfiteatro. En frente, al lado opuesto del recinto,
había dos puertas exactamente iguales y contiguas. Era deber y privilegio del sujeto a
quien se juzgaba dirigirse a aquellas puertas y abrir una de ellas. Podía abrir la puerta
que se le antojaba: no estaba sometido a ninguna guía ni influencia; sólo dependía del
en castigo a su culpa. En el momento en que así quedaba decidida la causa del criminal,
doblaban fúnebres campanas de hierro, se elevaban grandes lamentos proferidos por los
con las cabezas inclinadas y los corazones llenos de pesadumbre, tomaba lentamente el
camino de sus casas, doliéndose profundamente de quien tan joven y hermoso, o tan
Pero si el acusado abría la otra puerta, salía por ella una dama, la más adecuada a
sus años y posición que Su Majestad había podido elegir entre sus hermosas vasallas y a
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rey se abría otra puerta y un sacerdote, seguido por una banda de cantantes y danzarines
que tocaban alegres melodías en cuernos de oro, avanzaba hacia la pareja, que estaba de
pie, uno al lado del otro; y la boda se celebraba rápida y gozosamente. Entonces las
profería gozosos vítores y el inocente, precedido por niños que esparcían flores a su paso,
su perfecta equidad. El criminal no podía saber por cuál de las puertas saldría la dama;
abría la que quería, sin tener la más leve idea de si, en el instante que seguiría, iba a ser
devorado o casado. En ocasiones el tigre salía de una puerta, en otras ocasiones salía de
la otra. Las decisiones de aquel tribunal no solamente eran justas, sino efectivas: el
La institución era muy popular. Cuando el pueblo se agolpaba el día de uno de los
manera no hubiera tenido. De este modo las masas se divertían y quedaban satisfechas,
satisfechas, y
la gente capaz de pensar no podía tildar de injusto el procedimiento, pues ¿no tenía el
con un alma tan ardiente e imperiosa como la suya. Como suele suceder en tales casos, la
hija era para él como sus ojos y la amaba por encima de toooodo. Entre sus cortesanos
había un joven con aquella nobleza de sangre y baja posición que son comunes a todos
los héroes convencionales de las historias románticas que se enamoran de las reales
doncellas. Aquella real doncella estaba muy enamorada de su enamorado, porque era
ardor suficientemente
suficientemente bárbaro para hacer excesivos su fuego y su fuerza.
Aquellos amores
amores se desarrollaron felizmente
felizmente durante muchos meses,
meses, hasta que un
día el rey descubrió su existencia. No dudó ni vaciló sobre su deber en aquel caso. El
rey. Por supuesto, era una ocasión especialmente importante y Su Majestad, así como
todo el pueblo, estaba enormemente interesado por el desarrollo de aquel juicio. Nunca,
hasta entonces, se había presentado un caso como aquel; nunca, hasta entonces un
Las jaulas de los tigres del reino fueron examinadas para buscar las bestias más
salvajes y más bravas, entre las que sería elegido el monstruo más feroz, destinado a la
todo el país con el fin de que el joven tuviera una desposada digna de él en el caso de que
el azar no le reservara una suerte distinta. Naturalmente, todo el mundo sabía que el
acusado era efectivamente culpable del acto que se le imputaba. Había amado a la
princesa, y ni él, ni ella, ni nadie pensaba en negarlo. Pero el rey no estaba dispuesto a
permitir que un hecho de esa clase interfiriera en el funcionamiento del tribunal que le
a la princesa.
Llegó el día señalado. La gente acudió de cerca y de lejos y llenó las grandes
galerías de la arena; y una multitud que no pudo entrar se apretujaba contra los muros
exteriores. El rey y su corte ocupaban sus lugares, frente a las puertas gemelas, los
Se abrió una puerta bajo el grupo real y el amante de la princesa salió a la arena.
y ansiedad. La mitad del público ignoraba que un joven tan espléndido viviera entre
ellos. ¡No es extraño que la princesa lo amara! ¡Que cosa tan terrible había de ser para él
encontrarse allí!
Mientras avanzaba por la arena, el joven, de acuerdo con la costumbre, se volvió
para hacer una reverencia al rey. Pero no pensaba en absoluto en aquel real personaje...,
sino que sus ojos estaban fijos en la princesa, sentada a la derecha de su padre.
dama no se encontrase allí; pero su alma intensa y férvida no le había permitido estar
ausente de un acto que le interesaba de un modo tan terrible. Desde el momento en que
rey, no había pensado en nada más, día y noche, que en aquel gran suceso y en las
casos, hizo lo que nadie más había podido hacer; posesionarse del secreto de las puertas.
Sabía en cuál de aquellos dos recintos situados detrás de las puertas estaba la jaula del
A través de aquellas gruesas puertas forradas de pieles por la parte interior, era
imposible que ruido ni indicio llegara desde dentro hasta la persona que se acercaría
para levantar el cerrojo de una de ellas; peeeero el oro y el poder de una voluntad
Y no solamente
solamente sabía en que recinto estaba la dama dispuesta a surgir, rubosa y
radiante, si su puerta se abría, sino que sabía también quién era la dama. Era una de las
más
más bell
bellas
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encant
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damise
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cortee la que
que habí
había
a sido
sido eleg
elegid
ida
a para
para
aspirar a una mujer situada tan por encima de él, y la princesa la odiaba. Con frecuencia
había visto, o había imaginado ver, que aquella hermosa criatura dirigía miradas de
admiración a la persona de su amante, y alguna vez creyó que aquellas miradas eran
durante unos momentos pero mucho puede decirse en breve tiempo; quizás se habían
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referido
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trivial,
al, pero
pero ¿cómo
¿cómo podía
podía ella
ella saberl
saberlo?
o? La mucha
muchacha
cha era
encantadora, pero se había atrevido a levantar los ojos hacia el amado de la princesa y
ésta, con toda la intensidad de la sangre salvaje que le habían transmitido numerosas
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antepas
asado
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absolutam
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bárbaros
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odiaba a la mujer
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Cuando el amante se volvió y la miró, y sus ojos se encontraron con los de ella,
que estaba más pálida y blanca que nadie en el vasto océano de rostros ansiosos que la
rodeaba, comprendió por ese poder de percepción rápida que es dado a aquellos cuyas
almas se funden en una sola, que ella sabía detrás de qué puerta se agazapaba el tigre y
poseer
poseer el secre
secreto
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oculto
o a todos
todos los demás
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tadore
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s, inclus
incluso
o al rey.
rey. La única
única
esperanza del joven con algún contenido de certeza se basaba en el éxito de la princesa
Para ella fue tan claro como si el joven hubiese gritado la pregunta desde donde
estaba. No había un instante que perder. El hizo la pregunta como un relámpago, debía
mano e hizo un ligero y rápido movimiento hacia la derecha. Nadie más que su amante la
Todos los corazones dejaron de latir, todas las respiraciones se retuvieron, todas
dama?
Cuanto más reflexionamos sobre la cuestión, más difícil nos resulta responder a la
pregunta. Ello requiere un estudio del corazón humano que nos conduce a un intrincado
como
como si la decisi
decisión
ón depend
dependier
iera
a de ti, sino
sino de esa
esa princ
princesa
esa semibár
semibárbar
bara
a de sangre
sangre
ardiente, con el alma al rojo blanco bajo los fuegos combinados de la desesperación y de
horror y se había cubierto el rostro con las manos, al imaginar a su amado abriendo la
puerta del otro lado de la cual esperaban las crueles fauces del tigre!
¡Pero cuánto más a menudo lo había visto a la otra puerta! ¡Cómo había rechinado
los dientes y se había tirado de los pelos, en sus dolorosos sueños, al ver el arrebato de
delicia del joven cuando abría la puerta de la dama! ¡Cómo se había quemado de
angustia su alma al verlo correr al encuentro de aquella mujer, con el sonrojo de sus
mejillas y el brillo triunfal de sus ojos! ¡Cuando lo había visto adelantarse con ella, todo
él radiante por el gozo de la vida recobrada, cuando había oído los gritos de contento de
la multitud, y el loco repique de campanas de la dicha, y había visto al sacerdote y su
alegre séquito avanzar hacia la pareja y unirlos en matrimonio ante sus propios ojos! ¡Y
cuando los había visto alejarse juntos, andando sobre el camino de flores, seguidos por
se perdería y ahogaría!
¿No sería mejor que él muriese al instante y fuese a esperarla en las benditas
¡Y, sin embargo, aquel horrible tigre, aquellos gritos, aquella sangre!
Su decisión fue indicada en un instante, pero había llegado a ella a través de días y
noches de angustiosa deliberación. Sabía que sería interrogada, había decidido cuál sería
no pretenderé ser la única persona capaz de resolverlo. Por lo tanto, dejo que respondan
todos ustedes: