3 - Los Hundidos y Los Salvados

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LOS HUNDIDOS Y

LOS SALVADOS

Primo Levi
SINOPSIS

Los Hundidos y los Salvados constituye el testamento vital de primo Levi.

Mientras sus anteriores libros (Si esto es un hombre (1945), La tregua (1963))
constituyen testimonios acompañados de algunas reflexiones respecto a sus vivencias
como sobreviviente en Auschwitz, los Hundidos y los Salvados es el resultado final de
años de leer, pensar, dar conferencias, recibir cartas, ser preguntado e intentar contestar,
contrastar… para al final llegar a conformar una opinión de las preguntas claves que,
desde un punto de vista psicológico y sociológico, rodean a lo que fue el Holocausto nazi.
En el libro Primo Levi desgrana ordenadamente una por una esas ideas con la claridad, la
sencillez y la rotundidad del docente que las ha narrado miles de veces y, por ello, está en
capacidad de expresarlo de modo conciso y nítido, de anticipar las dudas y de
responderlas.

Los Hundidos y los Salvados es quizás el mejor libro jamás escrito sobre los
mecanismos psicológicos que subyacen al fenómeno de los campos de concentración
nazi, y en tanto en cuanto estos han sido la forma más refinada y brutal de destrucción
sistemática física y psicológica de seres humanos de la historia contemporánea,
constituye un texto capital para entender al ser humano y a las formas de opresión y
resistencia.
PREFACIO.

¿Quién nos va a creer? "La gente dirá que los hechos que contáis son demasiado
monstruosos para ser creídos: dirá que son exageraciones de la propaganda aliada" (…)
"Es curioso que esa misma idea aflorara, en forma de sueño nocturno, de la
desesperación de los prisioneros" (pág. 11).

"El vencedor es dueño de la verdad, puede manipularla como quiere, ya se


justificarían las fosas comunes de alguna manera. Se harían desaparecer o se atribuirían a
los soviéticos (…). Pero tras la derrota de Stalingrado lo pensaron mejor: más valía no
dejar huellas" (pág. 13). ¿Quién sabía qué?. "Tanto para oprimidos como opresores (…)
eran muchos los que sabían poco y pocos los que sabían todo" (pág. 14).

"Los numerosos hornos crematorios habían sido proyectados, construido,


montados y verificados por una empresa alemana, la Topf de Wiesbaden (que aún estaba
activa a finales de 1975: construía hornos crematorios para uso civil y no había
considerado necesario hacer cambios en su razón social). Es difícil pensar que el personal
de estas empresas no se diese cuenta del significado exacto de la calidad y de la cantidad
de las instalaciones que les encargaban los mandos de las SS" (pág. 15).

"En las condiciones inhumanas en que se mantenía a los prisioneros es raro que
éstos pudiesen adquirir una visión de conjunto de su universo. Podía suceder, sobre todo
para quienes no entendían el alemán, que los prisioneros no supiesen siquiera en qué
punto de Europa se encontraba el Lager donde estaban y al que habían llegado después
de un viaje agónico y tortuoso en vagones sellados. No conocían la existencia de otros
Lager aunque estuviesen a pocos kilómetros de distancia de ellos. No sabían para quién
trabajaban. No entendían el significado de ciertos cambios imprevistos en las condiciones
ni los traslados en masa. Rodeado por la muerte, muchas veces el deportado no estaba en
condiciones de valorar la magnitud de la aniquilación que se estaba llevando a cabo ante
sus ojos. El compañero que hoy trabajaba a su lado, mañana había desaparecido: podía
estar en la barraca de al lado o borrado del mapa; no había posibilidad de saberlo. Se
sentía, en resumen, dominado por un enorme edificio de violencia y de amenaza, pero no
podía formarse una imagen de él porque tenía los ojos pegados al suelo por las vitales
necesidades cotidianas de cada minuto". (Pág. 16) ¿Quién pudo dar su testimonio?. "Esta
carencia de visión general ha condicionado los testimonios, orales o escritos, de los
prisioneros «normales», de los no privilegiados, es decir, de aquellos que constituían el
nervio de los campos y escaparon a la muerte sólo gracias a una combinación de sucesos
fortuitos. Eran mayoría en el Lager, pero una minoría exigua entre los sobrevivientes:
entre ellos son mucho más numerosos los que en la prisión gozaron de algún privilegio.
A1 cabo de los años se puede afirmar hoy que la historia de los Lager ha sido escrita casi
exclusivamente por quienes, como yo, no han llegado hasta el fondo. Quien lo ha hecho
no ha vuelto, o su capacidad de observación estuvo paralizada por el sufrimiento y la
incomprensión (…) Los privilegiados por excelencia, los que habían accedido al privilegio
por haberse sometido a las autoridades del campo, no han testimoniado en absoluto, por
motivos obvios, o bien han dejado testimonios llenos de lagunas, distorsionados o
totalmente falsos (…) Era lógico que estos historiadores hayan sido casi todos prisioneros
políticos: porque los Lager eran un fenómeno político; porque los políticos, mucho más
que los judíos y los criminales (éstas eran, como se sabe, las tres categorías principales de
los prisioneros), podían recurrir a un fondo cultural que les permitiese interpretar los
hechos que presenciaban; porque, precisamente como ex combatientes, o incluso como
combatientes antifascistas, se daban cuenta de que su testimonio era un acto de guerra
contra el fascismo; porque tenían un acceso más fácil a los datos estadísticos; y, en
resumen, porque con frecuencia, además de ocupar puestos importantes en los Lager,
pertenecían a las organizaciones secretas de la defensa. Al menos en los últimos años sus
condicionamientos de vida eran tolerables, hasta el punto de permitirles, por ejemplo,
escribir y conservar sus apuntes; cosa que no era imaginable que ocurriese con los judíos,
y que los criminales no tenían ningún interés en hacer" (pág. 16-17).

"Los que quedan y todavía están dispuestos a dar testimonio (superando sus
remordimientos o sus heridas), tienen recuerdos cada vez más borrosos y distorsionados.
Con frecuencia, sin darse ellos mismos cuenta, están influidos por noticias de las que se
han enterado más tarde, por lecturas o relatos ajenos. En algunos casos, naturalmente, el
olvido es simulado, pero los muchos años transcurridos lo hacen verosímil" (pág. 18) La
culpa / los hundidos y los salvados. "Hay que tener cuidado con las simplificaciones
llevadas al extremo. Toda víctima debe ser compadecida, todo sobreviviente debe ser
ayudado y compadecido, pero no siempre deben ponerse como ejemplo sus conductas.
(…) No hay prisionero que no lo recuerde, y que no recuerde su estupor de entonces: las
primeras amenazas, los primeros insultos, los primeros golpes no venían de las SS sino de
los otros prisioneros, de "compañeros", de aquellos misteriosos personajes que, sin
embargo, se vestían con la misma túnica a rayas que ellos, los recién llegados, acababan
de ponerse". (Pág. 19).
1

EL RECUERDO DE LOS ULTRAJES

Sesgos y engaños (positivos y negativos) de la memoria. Disonancia emocional.


Disonancia cognitiva. Consolidación y construcción de justificaciones.

"La memoria es un instrumento maravilloso, pero falaz. (…). Un recuerdo evocado


con demasiada frecuencia y, específicamente, en forma de narración, tiende a fijarse en
un estereotipo, en una forma ensayada de la experiencia, cristalizada, perfeccionada,
adornada, que se instala en el lugar del recuerdo crudo y se alimenta a sus expensas"
(pág. 21-22).

"Quien ha sido torturado lo sigue estando (…) la fe en la humanidad, tambaleante


ya con la primera bofetada, demolida por la tortura luego, no se recupera jamás" (pág.
22).

"El opresor sigue siéndolo, y lo mismo ocurre con la víctima: no son intercambiables
(…) pero ambos, ante la impudicia del hecho que ha sido cometido irrevocablemente
necesitan un refugio y una defensa (…). No todos, pero sí la mayoría; casi siempre durante
toda la vida. (…)" (pág. 23) "Expresadas de distinta manera, y con mayor o menor
soberbia de acuerdo con el nivel mental y cultural del hablante, todas vienen a decir
esencialmente lo mismo: lo hice porque me lo mandaron, otros (mis superiores) han
cometido actos peores que los míos; dada la educación que he recibido y el ambiente en
que he vivido no podía hacer otra cosa; si no lo hubiera hecho yo, lo habría hecho otro en
mi lugar, con más brutalidad". (…) "Conforme se lo va repitiendo a los demás, pero
también a sí mismo, las distinciones entre lo verdadero y lo falso pierden
progresivamente sus contornos y el hombre termina por creer plenamente en el relato
que ha hecho tantas veces" (pág. 23-24).

"Si leen las declaraciones hechas por Eichmann (…) y de Rudolf Höss (el penúltimo
jefe de Auschwitz, inventor de las cámaras de ácido cianhídrico) (…) los argumentos son:
nos han educado en la obediencia absoluta, en la jerarquía, en el nacionalismo; nos han
atiborrado de eslóganes, embriagado de ceremonias y manifestaciones; nos han
enseñado que lo único justo era lo que favorecía a nuestro pueblo y que la única verdad
eran la palabras del jefe. (…) Hemos sido ejecutores diligentes y, por nuestra diligencia,
hemos sido elogiados y ascendidos.

Las decisiones no las hemos tomado nosotros, porque en el régimen en que hemos
crecido no se permitían decisiones autónomas; son otros quienes han decidido por
nosotros". (Pág. 25).

"Tres armas fundamentales: la propaganda (…), la educación (…) el terror. Sin


embargo no es lícito admitir que esta presión sea irresistible, y mucho menos en el breve
espacio de los doce años del Tercer Reich (…). Está clara la exageración y más clara
todavía la manipulación del recuerdo" (pág. 26).

"Es difícil negar que se ha cometido determinada acción (…) pero por el contrario,
es muy fácil alterar los motivos que nos han conducido a una acción y las pasiones que
dentro de nosotros la han acompañado (…) Los estados de ánimo son lábiles por
naturaleza y aún más lábil su recuerdo (…)". "La mayor deformación del recuerdo de un
crimen cometido es su supresión (…). Es imposible saber si detrás de los "no sé", "no
recuerdo" hay la voluntad de mentir (…) [o si] a fuerza de negar su existencia ha
expulsado de sí el recuerdo nocivo, como se expulsa una secreción o un parásito (…). No
podemos distinguir si el sujeto sabe o no sabe que miente" (pág. 27).

"El mejor modo para defenderse de la invasión del recuerdo es impedir su entrada
(…). Para eso servirán muchos de los artificios elegidos por los jefes nazis para proteger la
conciencia de quienes estaban dedicados a los trabajos sucios (…) se les distribuía alcohol
a voluntad, de manera que la matanza fuera velada por la embriaguez (…) los bien
conocidos eufemismos ("solución final",

"tratamiento especial", (…) "unidad de Emergencia"..)" (pág. 28).

"El mismo Hitler (…) se había rodeado de barreras para impedir saber la verdad. (…).
Como todos los jugadores de azar se había armado un decorado (…) en el que había
terminado por creer con la misma fe fanática que pretendía de todo alemán" (pág. 28).

"Quien recibe una ofensa o una injusticia (…) sus recuerdos pueden sufrir también
alteraciones (…), tienden a filtrar conscientemente sus recuerdos: cuando los rememoran
entre ellos o se los cuentan a terceros, prefieren detenerse en las treguas, en los
momentos de respiro, en los intermedios grotescos, extraños o distendidos, y sobrevolar
por encima de los episodios más dolorosos" (…) "También en la vida "civil" olvidamos con
facilidad los detalles de una enfermedad grave o de una operación quirúrgica que ha
salido bien" (pág. 29) "Apenas fui repatriado, sentí el deber de ir inmediatamente a la
ciudad de Alberto para contar a su madre y a su hermano todo lo que sabía (…). Me
acogieron con afectuosa cortesía pero apenas hube empezado mi relato la madre me
pidió que no continuase: ya lo sabía todo, al menos en lo que a Alberto se refería. (…) Ella
"sabía" que su hijo, sólo él, había logrado alejarse de la columna sin que las SS le
disparasen, se había escondido en el bosque y estaba a salvo a manos de los rusos…"
(pág. 30).

"Necesito disculparme. Este mismo libro está empapado de recuerdos, de


recuerdos lejanos. Procede, por consiguiente, de una fuente sospechosa" (pág.31).
2

LA ZONA GRIS

"El mundo en el que uno se veía precipitado era efectivamente terrible pero
además indescifrable (…) Se ingresaba creyendo, por lo menos en la solidaridad de los
compañeros en desventura, pero éstos, a quienes se consideraba aliados, salvo en casos
excepcionales, no eran solidarios: se encontraba uno con incontables mónadas selladas, y
entre ellas una lucha desesperada, oculta y continua". (Pág. 33).

"Era tan dura que podía derribar de un solo golpe la capacidad de resitencia. (…) es
difícil defenderse de un ataque para el cual no se está preparado". (Pág.34).

"Todo el ritual siniestro, (…) pero el mismo en esencia, que acompañaba el ingreso;
las patadas, los puñetazos inmediatos, muchas veces en pleno rostro, la orgía de las
órdenes gritadas con cólera real o fingida, el desnudamiento total, el afeitado de las
cabezas, las vestiduras andrajosas. Es difícil precisar si todos estos detalles fueron
proporcionados por algún especialista o perfeccionados metódicamente basándose en la
experiencia. Pero con toda seguridad, premeditados o no, no casuales: había una
dirección centralizada y se notaba". (Pág. 34).

"El nuevo era envidiado porque parecía tener todavía el olor de su casa. (…).

Era ridiculizado y expuesto a bromas crueles, como sucede en todas partes con los
reclutas y con las ceremonias de iniciación en los pueblos primitivos". (Pág.34-35).

"Es probable que, como todas las intolerancias, la hostilidad contra el Zugang
tuviese en esencia origen en el intento inconsciente de consolidar el nosotros a expensas
de los otros, para crear, paradójicamente, la solidaridad entre oprimidos, cuya ausencia
era fuente adicional de sufrimiento aunque no se percibiera así claramente. Se ponía en
juego también la busca del prestigio, que en nuestra civilización, parece ser un objetivo
imposible de suprimir: la multitud despreciada de los antiguos tendía a ver en el recién
llegado un blanco en quien desahogar su humillación, a encontrar a su costa una
compensación, a crear a su costa un individuo de menor rango a quien arrojar el peso de
los ultrajes recibidos de arriba". (Pág. 35).

"Un sistema infernal (…) las degrada, las asimila a él, y tanto más cuanto más
vulnerables sean ellas, vacías, privadas de un esqueleto político y moral". (Pág.35).
"Los prisioneros privilegiados (…) debemos recordar que la ración alimenticia era
del todo insuficiente incluso para el prisionero más sobrio. (…) la muerte por hambre (…)
era el destino habitual del prisionero. Sólo podía evitarse con un suplemento alimenticio
y, para obtenerlo, se necesitaba tener algún privilegio, grande o pequeño; es decir, un
modo conferido o conquistarlo, astuto o violento, lícito o ilícito, de elevarse por encima
de la norma". (Pág. 36).

"Pobre de ti si esta dignidad te empuja a responder: hay una ley no escrita pero
férrea (…) es una transgresión intolerante que sólo puede ocurrírsele precisamente al
recién llegado. Quien la comete debe ser ejemplarmente castigado. Los demás
funcionarios acuden en defensa del orden amenazado y el culpable es golpeado con rabia
y método hasta que se lo doma o se lo mata".(Pág. 37).

La ascensión de los privilegiados, no sólo en el Lager, sino en todo lugar de


convivencia humana, es un fenómeno angustioso pero inevitable: sólo en las utopías no
existe. (…) pero no debemos olvidar que se trata de una guerra sinfín.

Donde hay poder ejercido por pocos, o por uno solo, contra muchos, el privilegio
nacd y prolifera, aun contra el deseo de poder mismo; pero es normal que el poder lo
proteja y lo estimule". (Pág. 37).

"La clase híbrida de los prisioneros- funcionarios es su esqueleto (…). Es una zona
gris, de contornos mal definidos, que separa y une al mismo tiempo a los dos bandos de
patrones y siervos". (Pág. 37).

"No basta con relegarlos a las tareas marginales; la mejor manera de atarlos es
cargarlos de culpabilidad, ensangrentarlos, comprometerlos lo más posible; así habrán
contraído con sus jefes el vínculo de la complicidad y no podrán volverse nunca atrás".
(Pág. 38).

"Cuanto más dura es la opresión, más difundida está entre los oprimidos la buena
disposición para colaborar con el poder. Esa disposición está teñida de infinitos matices y
motivaciones: terror, seducción ideológica, imitación servil del vencedor, miope deseo de
poder (aunque se trate de un poder ridículamente limitado en el espacio y en el tiempo),
vileza e, incluso, un cálculo lúcido dirigido a esquivar las órdenes y las reglas establecidas.
Todos estos motivos, cada uno por separado combinados entre ellos, han sido en parte el
origen de esta franja gris, cuyos componentes, en su confontamiento, con los no
privilegiados, se habían unido en la voluntad de conservar y consolidar sus privilegios".
(Pág. 38).

"Ante casos humanos con éstos es imprudente precipitarse a emitir un juicio moral.
(…) la culpa máxima recae sobre el sistema, sobre la estructura del Estado totalitario; la
participación en la culpa de todos los colaboradores individuales, grandes o pequeños (…)
es siempre difícil de determinar. Es un juicio que querríamos confiar sólo a quien se haya
encontrado en situaciones similares y haya tenido ocasión de experimentar por sí mismo
lo que significa vivir en una situación apremiante". (Pág. 38).
"El poder existe en todas las diversas organizaciones sociales humanas, más o
menos controlado, usurpado, investido desde las alturas o reconocido desde abajo,
conferido por el mérito o por la solidaridad corporativa, o por la sangre, o por el
consenso: es verosímil que cierta dosis de dominio del hombre sobre el hombre esté
inscrita en nuestro patrimonio genético de animales gregarios (…) el poder del que
disponían los funcionarios de quienes hablamos (…) era sobre todo ilimitado o, por
decirlo mejor, a su violencia se le imponía un límite por abajo, ya que eran castigados o
destituidos si no se mostraban suficientemente duros, pero ningún límite por arriba".
(Pág. 40).

"Solo en el Lager el control desde abajo era inexistente y el poder de los pequeños
sátrapas era absoluto. Es comprensible que un poder de tal amplitud atrajese con
preponderancia a ese tipo humano ávido de poder, que aspirasen a él también otros
individuos de moderados instintos, atraídos por las múltiples ventajas materiales de sus
cargos". (Pág. 41).

"¿Quién llegaba a ser Kapo?, (…) aquellos a quienes se les ofrecía tal posibilidad (…)
los individuos en los cuales el comandante del Lager o sus delegados (…) entreveían la
posibilidad de que fueran colaboradores". (Pág. 41).

"Muchos (…) aspiraban al poder espontáneamente: lo buscaban los sádicos (…) la


posición de privilegio coincidía con la posibilidad de infligir, a quienes les estaban
sometidos, sufrimientos y humillaciones. (…) los frustrados (…) por encima de la
capacidad y el mérito, el poder se otorga generosamente a quien esté dispuesto a rendir
homenaje a la autoridad jerárquica y de este modo consigue una promoción social que en
cualquier otro caso no hubiese alcanzado nunca. Lo buscaban, por fin, aquellos que, entre
los oprimidos, sufrían el contagio de los opresores e inconscientemente tendían a
identificarse con ellos". (Pág. 42).

"La mayor parte de los opresores (…) se han dado cuenta de cuanto hacían o habían
hecho era inicuo (…) pero estos sufrimientos suyos no son suficientes para incluirlos entre
las víctimas". (Pág. 43).

"Las Escuadras Especiales no escapaban al destino común; por el contrario, las SS


realizaban todas las diligencias oportunas para que ninguno de los hombres que habían
formado parte de ellas pudiese sobrevivir y contarlo. En Auschwitz hubo doce escuadras;
cada una de ellas actuaba durante algunos meses, luego era suprimida (…) la escuadra
que la sucedía, como iniciación, quemaba los cadáveres de sus predecesores". (Pág. 44).

"Algunos han testimoniado que a aquellos desdichados se les daba gran cantidad de
alcohol y que estaban permanentemente en estado de embotamiento y de postración
total. En ese trabajo, o uno enloquece desde el primer día, o se acostumbra". (Pág. 46).

"Mediante esta institución se trataba de descargar en otros, y precisamente en las


víctimas, el peso de la culpa, de manera que, para su consuelo no les quedase ni siquiera
la conciencia de saberse inocentes". (Pág. 47).

"Escuadras y no dudaban en suprimir instantáneamente a quienes se negaban, o


resultaban incapaces de cumplir con su misión". (Pág. 48).
"Estos esclavos embrutecidos por el alcohol y por la matanza cotidiana se han
transformado; delante de sí no tienen ya a una masa anónima, el río de gente espantada,
atónita, que baja de los vagones: lo que hay es una persona". (Pág.49).

"La piedad y la brutalidad pueden coexistir, en el mismo individuo y en el mismo


momento, contra toda lógica". (Pág. 49).

"Nadie puede saber cuánto tiempo, ni a qué pruebas podrá resistir su alma antes de
doblegarse o de romperse. Todo ser humano tiene una reserva de fuerzas cuya medida
desconoce: puede ser grande, pequeña o inexistente. (Pág. 52).

"La misma dureza con que se precipitó a reprimir los movimientos de


insubordinación de sus súbditos (había en Lódz, como en los demás ghettos, núcleos de
temeraria resistencia política (…) no procedía tanto de una actitud servil hacia los
alemanes como de lesa majestad, de indignación por la ofensa contra su real persona".
(Pág. 56).

"El síndrome del poder permanente y certero: la visión distorsionada del mundo, la
arrogancia dogmática, la necesidad de adulación, el aferrarse convulsivamente al puesto
demando, al desprecio de las leyes". (Pág. 59).

"Igual que Rumkowski, también nosotros nos cegamos con el poder y con el
prestigio hasta olvidar nuestra fragilidad esencial: con el poder pactamos todos, de buena
o mala gana, olvidando que todos estamos en el ghetto, que el ghetto está amurallado,
que fuera del recinto están los señores de la muerte, que poco más allá espera el tren".
(Pág. 60).
3

LA VERGÜENZA

Las consecuencias de lo inenarrable, lo incontable, lo impensable.

"Releo ahora un fragmento de La tregua. El libro no se publicó hasta 1963 (Turín:


Einaudi) pero estas palabras las había escrito a finales de 1947; se refieren a los primeros
soldados rusos que contemplaron nuestro Lager, donde se amontonaban los cadáveres y
los moribundos: No nos saludaban, no sonreían; parecían oprimidos, más que por la
compasión, por una timidez confusa que les sellaba la boca y les clavaba la mirada sobre
aquel espectáculo funesto. Era la misma vergüenza que conocíamos tan bien, la que nos
invadía después de las selecciones, y cada vez que teníamos que asistir o soportar un
ultraje: la vergüenza que los alemanes no conocían, la que siente el justo ante la culpa
cometida por otro ".

"Muchos (y yo mismo) han experimentado «vergüenza», es decir, sentido de culpa,


durante la prisión y después, es un hecho cierto y confirmado por numerosos
testimonios" (pág. 63).

Culpa y suicidio. "Creo que precisamente a este volverse atrás para mirar «las aguas
peligrosas» se hayan debido los muchos casos de suicidio posteriores (a veces
inmediatamente posteriores) a la liberación. Se trataba siempre de un momento crítico
que coincidía con una oleada de reflexión y de depresión. Como contraste, todos los
historiadores del Lager, también de los soviéticos, están de acuerdo en observar que los
casos de suicidio durante la prisión fueron raros. A este hecho se le han buscado varias
explicaciones pero por mi parte no propongo sino tres, que no se excluyen unas a otras.

Primera: el suicidio es cosa humana y no de animales, es decir, es un acto meditado,


una elección no instintiva, no natural; y en el Lager había pocas ocasiones de elegir, se
vivía precisamente como los animales domesticados, que a veces se dejan morir pero que
no se matan. (…) Segunda: «había otras cosas en que pensar. (…) Tercera: en la mayoría
de los casos el suicidio nace de un sentimiento de culpabilidad (…) que ningún castigo ha
podido atenuar; ahora bien, la dureza de la prisión era percibida como un castigo, y el
sentimiento de culpa se relegaba a segundo plano para emerger de nuevo después de la
liberación: es decir, no necesitábamos castigarnos con el suicidio por una (verdadera o
presunta) culpa que estabamos ya expiando con nuestros sufrimientos diarios. ¿Qué
culpa? En resumidas cuentas, emergía la conciencia de no haber hecho nada, o lo
suficiente, contra el sistema por el que estábamos absorbidos" (pág. 66) Carácter absurdo
(¿o no?) de la culpa y la vergüenza. " Por todo eso, en el plano racional, no se podría
encontrar de qué avergonzarse, pero a pesar de ello se sentía la vergüenza, y
especialmente ante los pocos y lúcidos ejemplos de quienes habían tenido la fuerza y la
posibilidad de resistir; a ello he aludido en el capítulo «El último» de Si esto es un
hombre, donde se describe el ahorcamiento público de un resistente ante la aterrorizada
y apática multitud de los prisioneros.

Es un pensamiento que entonces sólo nos insinuábamos, pero que ha vuelto


después: «también tú habrías podido, habrías debido»; es un juicio que el ex prisionero
ve, cree ver, en los ojos de quienes (y especialmente los jóvenes) escuchan su relato y
juzgan con la ligereza de quien juzga después; o que tal vez siente que despiadadamente
le reprochan. Conscientemente o no, se siente imputado y juzgado, empujado a
justificarse y a defenderse.

Más realista es la autoacusación, o la acusación, de haber fallado en el plano de la


solidaridad humana. Pocos sobrevivientes se sienten culpables de haber perjudicado,
robado o golpeado deliberadamente a un compañero: quien lo ha hecho rechaza el
recuerdo; por el contrario, casi todos se sienten culpables de omisión en el socorro. La
presencia a tu lado de un compañero más débil, o más indefenso, o más viejo, o
demasiado joven, que te obsesiona con sus peticiones de ayuda, o con su simple «estar»
que ya en sí es una súplica, es una constante de la vida en el Lager. La necesidad de
solidaridad, de una voz humana, de un consejo, incluso sólo de alguien que escuchase,
era permanente y universal, pero se satisfacía raramente. Faltaba tiempo, espacio,
condiciones para las confidencias, paciencia, fuerza; en la mayoría de los casos aquel a
quien uno se dirigía estaba también él en estado de necesidad, de apremio. (..) Recuerdo,
con cierto alivio, que en una ocasión intenté dar ánimos a un adolescente italiano
acabado de llegar (…) Pero recuerdo, también, y con desasosiego, que muchas más veces
me alcé de hombros impacientemente a otras solicitudes, y precisamente cuando ya
estaba en el campo hacía casi un año y había acumulado una buena dosis de experiencia:
pero también había asimilado bien la regla principal de aquel lugar, que ordenaba
ocuparse de uno mismo antes que de nadie". (pág. 67-68).

Culpa por sobrevivir. " ¿Es que te avergüenzas de estar vivo en el lugar de otro? .Y
sobre todo ¿de un hombre más generoso, más sensible, sabio, más útil, más digno de vivir
que tú? No puedes soslayarlo: te examinas, pasas revista a tus recuerdos, esperando
encontrarlos todos, y que ninguno se haya enmascarado ni disfrazado; no, no encuentras
transgresiones abiertas, no has suplantado a nadie, nunca has golpeado a nadie (pero
¿habrías tenido fuerzas para hacerlo?), no has aceptado aún cargo (pero no te los han
ofrecido), no has quitado el pan a nadie; y sin embargo no puedes soslayarlo. Se trata sólo
de una suposición, de la sombra de una sospecha: de que todos seamos el Caín de
nuestros hermanos, de que todos nosotros (y esta vez digo «nosotros» en un sentido muy
amplio, incluso universal) hayamos suplantado a nuestro prójimo y estemos viviendo su
vida. Es una suposición, pero remuerde; está profundamente anidada, como la carcoma;
por fuera no se ve, pero roe y taladra. (…).Los «salvados» de Auschwitz no eran los
mejores (…) Preferentemente sobrevivían los peores, los egoístas, los violentos, los
insensibles, los colaboradores de «la zona gris», los espías. No era una regla segura pero
era una regla. Yo me sentía inocente, pero enrolado entre los salvados, y por lo mismo en
busca permanente de una justificación, ante mí y ante los demás. Sobrevivían los peores,
es decir, los más aptos; los mejores han muerto todos" (pág. 71-72).

Necesidad insoportable de hacer algo. " No podré decir si lo hemos hecho, o lo


hacemos, por una especie de obligación moral hacia los que han enmudecido, o por
librarnos de su recuerdo, pero lo cierto es que lo hacemos movidos por firme y
persistente impulso. No creo los psicoanalistas (que se han arrojado con avidez
profesional sobre nuestros conflictos) sean capaces de explicar este impulso. Su saber ha
sido elaborado y probado «fuera», en el mundo que para simplificar llamamos «civil»: a él
pertenece la fenomenología que describe y trata de explicar; son sus desviaciones las que
estudia y trata de curar. Sus interpretaciones, aun las de quienes como Bruno Bettelheim
han atravesado la prueba del Lager, me parecen imprecisas y simplistas, como de quien
quisiera aplicar los teoremas de la geometría plana a la resolución de los triángulos
esféricos. Los mecanismos mentales de los Hätftlinge eran distintos de los nuestros;
curiosa, y paralelamente, era distinta también su fisiología y su patología. En el Lager, se
desconocían los catarros y las gripes, pero se moría, a veces de repente, de enfermedades
que los médicos nunca han tenido ocasión de estudiar. Se curaban (o desaparecían sus
síntomas) las úlceras gástricas y las enfermedades mentales, pero todos padecíamos un
malestar incesante que nos envenenaba el sueño y que no tenía nombre. Llamarlo
«neurosis» es simplista y ridículo. Tal vez sería más justo ver en él una angustia atávica,
aquella de la cual se siente el eco en el segundo versículo del Génesis: la angustia
inscripta en todos del tóhu vavóhu, del universo desierto y vacío, aplastado bajo el
espíritu de Dios, y del que el espíritu del hombre está ausente: no ha nacido aún y ya está
extinguido". (pág. 73-74) "No pudimos dejar de ver. El mar de dolor, pasado y presente,
nos circundaba, y su nivel ha ido subiendo de año en año hasta casi ahogarnos. (…)
remordimiento, vergüenza, dolor en resumen, por culpas que otros y no ellos habían
cometido, y en las cuales se han sentido arrastrados" (pág. 75).
4

LA COMUNICACIÓN

"Que nunca nos encontremos ante un ser humano con quien tengamos que
establecer desesperadamente una comunicación, bajo pena de perder la vida, y no
logremos hacerlo" (pág.77).

"Con quien los entendían y les contestaban en forma articulada, establecían una
apariencia de relación humana" (pág. 79).

"Eso de sentirse seres a quienes no les hablaba tenía efectos rápidos y


devastadores. A quien no te habla o se dirige a ti con alaridos que te parecen
inarticulados, no osas dirigirle la palabra"…"La lengua se te seca en pocos días y con la
lengua el pensamiento"…"La mayor parte de los prisioneros que no conocían el alemán,
es decir, casi todos los italianos, murieron en los primeros diez o quince días después de
la llegada: a primera vista de hambre, frío, cansancio, enfermedad; en un examen más
cuidadoso, por falta de información" (pág. 81).

"La carencia de sufrimiento, la aceptación del eclipse de la palabra, era un síntoma


fatal: señalaba que la diferencia definitiva se estaba aproximando. Había algunos,
solitarios por naturaleza o acostumbrados al aislamiento en su vida civil, que no daban
señales de sufrimiento, pero la mayoría de los prisioneros que habían superado la fase
crítica de la iniciación trataban de defenderse, cada cual a su modo: ya mendigando
migajas de información, ya propalando sin discernimiento noticias triunfales de
desastrosas, verdaderas o falsas o inventadas, a aguzando ojos y oídos para captar e
interpretar cualquier especie de signos ofrecidos por los hombres, la tierra o el cielo"
(pág. 88).

"Otros Lager estaban aislados del mundo"… "Se tenía la sensación clara de estar
olvidados, como los condenados a quienes se dejaba morir en las oubliettes
medievales"… "se les vedaba la comunicación más preciosa: con sus países de origen y su
familia: quien ha experimentado el exilio en cualquiera de sus múltiples formas saber
cuánto se sufre cuando se corta ese nervio. Nace de ello una forma mortal impresión de
abandono y también un resentimiento injusto: ¿por qué no me escriben, por qué no me
ayudan, ellos están libres?" (pág. 89).

"Yo tuve (lo he contado en Lilít, Turín: Einaudi, 1981) la rarísima fortuna de poder
intercambiar algunas cartas con mi familia. Se lo debí a dos personas muy distintas entre
sí: a un albañil anciano, casi analfabeto y una valerosa joven, Blanca Guidetti Serra, que
hoy es una abogada conocida. Sé que eso ha sido uno de los factores que me ha
permitido sobrevivir; pero, como antes he dicho, cada uno de quienes hemos sobrevivido
somos, en muchos sentidos, una excepción; cosa que nosotros mismos, para exorcizar el
pasado, tendemos a olvidar" (pág.90).
5

LA VIOLENCIA INÚTIL

"Yo creo que los doce años hitlerianos han compartido su violencia con muchos
otros espacio - tiempos de la historia, pero que se han caracterizado por una generalizada
violencia inútil, que ha sido un fin en sí misma, que ha estado dirigida exclusivamente a
causar dolor"…"¿hemos asistido al desarrollo racional de un asunto inhumano o a una
manifestación, hasta ahora la única en la historia y aún mal explicada, de locura
colectiva?". (Pág. 91).

"Como suele suceder con las cosas humanas, las dos alternativas coexistían". (Pág.
92).

"Era una constante la desnudez absoluta de los vagones: las autoridades alemanas,
para un viaje que podía durar dos semanas (el caso de los judíos deportados de Salónica)
no proporcionaban literalmente nada: ni víveres, ni agua, ni esteras o paja para colocar
sobre el suelo de madera, ni recipientes para las necesidades corporales, y ni siquiera se
preocupaban de advertir a las autoridades locales o a los dirigentes"… " Un aviso no les
habría costado nada: pero precisamente esa negligencia sistemática se resolvía con una
crueldad inútil, con una deliberada creación de dolor que era un fin en sí misma". (Pág.
94).

"Para todos, pero para éstos especialmente, evacuar en público era angustioso e
imposible, un trauma para el que nuestra civilización no nos prepara, una herida profunda
en la dignidad humana, un atentado obsceno y lleno de malos presagios, pero también la
señal de una perversidad deliberada y gratuita"…

"Después de dos días de viaje, encontramos unos clavos metidos en una de las
paredes de madera, trasladamos dos a una esquina y con una cuerda y una manta
improvisamos un retrete, al menos simbólico: todavía no somos animales, no lo seremos
mientras tratemos de resistir"… "Las SS de la escolta no ocultaban su diversión al ver a los
hombres y a las mujeres ponerse en cuclillas en donde podían, en los andenes, en mitad
de las vías; y los viajeros alemanes expresaban abiertamente su disgusto: gente como
ésta mereces el destino que tiene, basta ver cómo se comportan. No son Menschen, seres
humanos, sino animales, cerdos; está claro como la luz del sol". (Pág. 96).

"Se arraigaba (¡aunque no para todos!) la costumbre, lo cual es una manera


caritativa de decir que la transformación de los seres humanos en animales iba por buen
camino"…" No creo que esta transformación hubiese sido planificada nunca ni formulada
claramente en ningún nivel de la jerarquía fascista, en ningún documento, en ninguna
reunión de trabajo. Era la consecuencia lógica del sistema: un régimen inhumano difunde
y extiende su inhumanidad en todas las direcciones, y especialmente hacia abajo, a
menos que haya resistencias o temperamentos excepcionales, corrompe tanto a las
víctimas con a sus victimarios"… "Semejante al apremio de los excrementos era el de la
desnudez. Al Lager se entraba desnudo; incluso, más que desnudo, privado no sólo de
vestidos y de los zapatos, sino también de cabello y de todo vello. Lo mismo se hace, o se
hacía, al entrar en un cuartel, es cierto, pero aquí el afeitado era total y semanal, y la
desnudez pública y colectiva era una cosa repetida, característica y llena de significado."…
"Las ropas, (…) son una defensa débil pero indispensable. Quien no la tiene se deja de
percibir a sí mismo como un ser humano y se siente como una lombriz"…"La misma
sensación (…) por la falta de cuchara… Sin cuchara el potaje diario no podía tomarse más
que a lametazos, como hacen los perros (…) en la liberación (…) encontramos (…) millares
de cucharas nuevas. (…). No era, por consiguiente una cuestión de ahorro sino deliberada
intención de humillar". (Pág.97-98).

"Pasar lista (…). Cuando llovía o nevaba, y el frío era intenso, se convertía en una
tortura peor que la del mismo trabajo, (…) era interpretada como una ceremonia vacía y
ritual, pero probablemente no lo era. No era inútil, como, por otra parte, y en esta clave
de interpretación, no eran inútiles ni el hambre ni el trabajo extenuante, ni siquiera (…) la
muerte por gas". (Pág. 99).

"Herencia del cuartel era también el rito de hacer la cama". (Pág. 100).

"El colchón, hediendo de moho y cubierto de manchas (…) tenía que ser sacudido:
para ello había dos aberturas en el forro, por lo que había que meter las manos. Una de
las dos mantas tenía que ser rebatida sobre el colchón y la otra extendida sobre la
almohada de manera que hiciese una escalerita bien definida, de aristas claras."…"Quien
hacía mal la cama, o se olvidaba de hacerla, era castigado publica y ferozmente; además,
en cada barracón había una pareja de funcionarios, los Bettnachzieher (los ajustadores de
camas: término que no creo que exista en el alemán normal y que (…) cuya tarea era
inspeccionar todas y cada una de las camas y ocuparse de su alineación transversal. Para
tal fin estaban provistos de una cuerda tan larga como el barracón: la extendían por
encima de las camas hechas y rectificaban cada centímetro las posibles desviaciones. Mas
que agobiante, ese orden de maníacos resultaba absurdo y grotesco". (Pág. 101).

"Marchas extenuantes impuestas a muchachos y muchachas adolescentes dentro,


del marco de ejercicios preliminares; hasta 50 kilómetros diarios, con la mochila al
hombro y sin piedad para quienes se retrasaban. Los padres y los médicos que se atrevían
a protestar eran amenazados con sanciones políticas"…

"Otra historia es la del tatuaje, invento autóctono de Auschwitz. (…) el número de


matrícula de los prisioneros que no sólo se cosía en las ropas sino que se tatuaba en el
antebrazo izquierdo"… "La operación era poco dolorosa y no duraba más de un minuto
pero era traumática. Su significado estaba claro para todos: es signo de indeleble, no
saldréis nunca de aquí. (…) el tatuaje está prohibido por la ley mosaica."… " En mi convoy
había dos moribundas de más de noventa años que habían sido arrancadas de la
enfermería de Fòssoli. (…) todo induce a pensar que, bajo el Tercer Reich, la mejor
elección impuesta desde arriba, era la que llevaba consigo la mayor aflicción, la máxima
carga de sufrimiento físico y moral.

El enemigo no sólo debía morir sino morir en el tormento"…" Las mujeres de


Ravensbrück hablan de jornadas interminables (…) paleando la arena de las dunas; en
corro, bajo el sol de julio, cada deportada tenía que desplazar la arena de su montón al de
la vecina de su derecha, en una rueda sin objetivo y sin fin, ya que la arena volvía al lugar
de donde había venido"… "Pero parece que este tormento del cuerpo y el espíritu, (…)
hubiera sido elegido para impedir la formación de núcleos de autodefensa y de
resistencia activa: las SS de los Lager eran más bien animales obtusos que demonios
sutiles". (Pág.102-103-104).

"Humillar, hacer sufrir al enemigo era su oficio de cada día; no pensaban en ello, no
tenían segundos fines: el fin era aquel. No quiero decir que estuviesen hechos de una
sustancia humana perversa, distinta de la nuestra (sádicos y psicópatas los había también,
pero eran pocos), sencillamente habían estado sometidos durante algunos años a una
escuela donde la moral corriente había sido subvertida"…" el trabajo podía, por el
contrario, convertirse a veces en una defensa. Era así para quienes, pocos en Lager,
conseguían insertarse en su propio oficio: sastres, zapateros, carpinteros, herreros,
albañiles. Éstos, al encontrar su actividad habitual recuperaban, en cierta medida, su
dignidad humana. Pero también, era una defensa para muchos otros, como ejercicio
mental, como evasión del pensamiento de la muerte, como manera de vivir una jornada;
por lo demás, es un hecho conocidos que las preocupaciones cotidianas, aunque sean
penosas o fastidiosas, ayudan a apartar la mente de amenazas mayores pero más
lejanas"… "la ambición del trabajo bien hecho está tan enraizada en uno que empuja a
hacer bien hasta los trabajos enemigos, nocivos para uno y par los suyos, hasta el punto
de que hay que hacer un esfuerzo consciente para hacerlos mal". (Pág.105).

"El uso impío que se hizo (…) no del cuerpo humano como de un objeto, com de un
objeto sin duelo (…) experimentos médicos". (Pág. 106).

"Cabellos (…). Las cenizas humanas provenientes de los crematorios, toneladas


diarias, eran fácilmente reconocibles como tales pues con gran frecuencia contenían
dientes o vértebras"… "se emplearon como arena para cubrir los caminos". (Pág. 107).

"Para preparar a los tenían que ejecutar materialmente las operaciones.

Para que pidiesen hacer lo que tenían que hacer. Es decir: antes de morir, la víctima
debe ser degradada, para que le matador sienta menos el peso de la culpa. Es una
explicación que no está desprovista de lógica, pero que clama al cielo: es la única utilidad
de la violencia inútil". (Pág. 108).
6

EL INTELECTUAL EN AUSCHWITZ

"Este ensayo mío, querría ser, al mismo tiempo, un resumen, una paráfrasis, una
discusión y una crítica de un ensayo suyo amargo y gélido, que tiene dos títulos (El
intelectual en Auschwitz y En los confines del espíritu). Lo he tomado de un volumen que
desde hace muchos años querría ver traducido al italiano y que también tiene dos títulos,
Mas allá de la culpa y de la expiación y Tentativa de superación de un derrotado (Jenseits
von Schuld und Sühne, Munich: Szczesny, 1966). Como se ve por el primer título, el
ensayo de Améry está delimitado con precisión. Améry estuvo en varias prisiones nazis".
(Pág. 112).

"No obstante, a diferencia de Améry y de los otros, mi sentimiento de humillación


por el trabajo manual ha sido moderado: evidentemente no era todavía lo bastante
intelectual". (Pág. 114) "Aparte del trabajo, la vida en el barracón también era más
penosa para el hombre culto". (Pág. 115).

"Quien se enfrenta a puñetazos con el mundo entero recupera su dignidad, pero la


paga a un precio altísimo, porque está seguro de que será derrotado". (Pág. 117).

"Donde he escrito daría el potaje de hoy por poder rematar "no tenía ninguna" con
el final, no mentía ni exageraba"…"Me permitían volver a atar un nudo con el pasado,
salvándolo del olvido y reforzado por mi identidad. Me convencían de que mi mente,
aunque acosada por las necesidades cotidianas, no había dejado de funcionar. Me
valoraban, a mis ojos y a los de mi interlocutor. Me proporcionaban una tregua efímera
pero no necia, también liberadora y diferencial: un modo, en fin, de encontrarme a mí
mismo". (Pág. 119).

"El muestrario que Auschwitz había desplegado ante mí era abundante, vario y
extraño; compuesto de amigos, de neutrales y de enemigos, cebo, en cualquier caso, de
mi curiosidad, que algunos, entonces y después han juzgado de destacada. Un cebo que
ha contribuido en verdad a mantener viva una parte de mí, y que posteriormente me ha
proporcionado materiales par pensar y para componer libros (…) actitud naturalista
(…)para mí, como para Lidia Rolfi y para muchos otros sobrevivientes afortunados, el
Lager ha sido una universalidad; nos ha enseñado a mirar a nuestro alrededor y a medir a
los hombres"… "Améry (…) En sus escritos (…) su mirada está dirigida hacia lo alto, y se
detiene raramente en el vulgo del Lager y en el personaje típico, el musulmán el hombre
agotado cuyo intelecto está moribundo o muerto"…" La razón, el arte, la poesía no
ayudan a descubrir el lugar del que han sido proscritas. En la vida cotidiana de allá, hecha
de tedio salpicado de horror, era saludable olvidarlas, de la misma manera que era
saludable aprender a olvidar la casa y la familia". (Pág. 120-121).

"A esta operación eran más proclives los incultos que los cultos. Se adaptaban antes
a ese no tratar de comprender que era el primer dicho sabio que había que aprender en
el Lager. Tratar de entender allí, sobre el terreno, era un esfuerzo inútil, incluso para los
muchos prisioneros que llegaban de otros Lager o (…) un desperdicio de energías que
habría sido más útil emplear en la lucha cotidiana contra el hambre y el cansancio"… "El
hombre sencillo acostumbrado a no hacerse preguntas, estaba a salvo del inútil tormento
de preguntarse por qué, además, solía poseer un oficio o una habilidad manual que
facilitaban su integración". (Pág.122).

"No sólo en los momentos cruciales de las selecciones o de los bombardeos aéreos,
sino también en el suplicio de la vida diaria, los creyentes vivían mejor (…). Sacerdotes
católicos o protestantes, rabinos de las distintas ortodoxias, sionistas militantes marxistas
ingenuos o maduros, testigos de Jehová, estaban unidos por la fuerza salvadora de su fe".
(Pág. 125) "La división entre cultos e incultos no coincidía completamente con la de
creyentes y no creyentes, más bien, cortaba en ángulo recto y formaba cuatro cuadrantes
bastante bien definidos: los cultos creyentes, los cultos laicos, los incultos creyentes y los
incultos laicos"… la Muerte en Auschwitz era trivial, burocrática y cotidiana. No era objeto
de comentarios, no eraconfortada con llanto. Ante la muerte, la costumbre de la muerte,
el límite entre cultura e incultura desaparecía". (Pág. 126) "Casi nunca tuve tiempo que
dedicar a la muerte; tenía otras cosas en las que pensar, encontrar un poco de pan,
descansar del trabajo demoledor, remendarme los zapatos, robar una escoba, interpretar
los gestos y las caras que me rodeaban. Los objetivos de la vida son la mejor defensa
contra la muerte: no sólo en el Lager". (Pág. 127).
7

ESTEREOTIPOS

"Quienes han experimentado el encarcelamiento (y, mucho más en general, todos


los individuos que han pasado pro experiencias crueles) se dividen en dos categorías bien
diferenciadas, con raros matices intermedios: lo que se callan y los que hablan. Ambos
tienen razones validas: callan los que sufren más profundamente ese malestar que, para
simplificar, he llamado vergüenza, los que no se sienten en paz con ellos mismos, o cuyas
heridas sangran todavía. Hablan y con frecuencia hablan mucho, obedeciendo a
diferentes estímulos"… "al hacer esto, se diferencian de los otros, afirman su identidad
con la pertenencia a una corporación, y sienten aumentado su prestigio"… "Norberto
Bobbio ha escrito hace años que los campos de extermino nazis han sido no uno de los
acontecimientos, sino el acontecimiento monstruoso, tal vez irrepetible, de la historia
humana". …Entre las preguntas que se nos hacen hay una que nunca falta; mejor dicho,
conforme pasan los años se nos hace cada vez con más insistencia, y con un cada vez
menos disimulado tono de acusación. (…) ¿Por qué no os habéis rebelado?"… "El primer
comentario a estas preguntas, y su primera interpretación, son optimistas. (…) en los
países donde las necesidades elementales están satisfechas, se siente la libertad como un
bien al que en ningún caso, se debe renunciar: no se le puede quitar importancia, es un
derecho natural y obvio, y además gratuito, como la salud y el aire que se respira. Los
tiempos y los lugares en que es negado este derecho congénito son sentidos como
lejanos, extraños". (Pág. 128 - 129).

"Con la misma frecuencia, y aun con más duro acento acusatorio, se nos pregunta:
¿Por qué no os rebelasteis?. (…) no es verdad que en ningún Lager haya habido
rebeliones" (Pág. 135) "Pero en cualquier caso hubo insurrecciones; fueron preparadas
con inteligencia e increíble valor por minorías decididas y todavía indemnes físicamente.
Costaron un precio espantoso en términos de vidas humanas y de sufrimientos colectivos
infligidos a títulos de represalia, pero sirvieron y sirven para demostrar que es falso
afirmar que los prisioneros de los Lager alemanes no intentaron nunca rebelarse. En la
intención del os insurgentes, debían conducir hacia un resultado concreto: poner en
conocimiento del mundo libre, el terrible secreto de la matanza. En efecto, los pocos que
tuvieron éxito, y que después de otras extenuantes peripecias pudieron tener acceso a los
órganos de información hablaron: pero, como he dicho en la introducción nunca fueron
escuchados ni creídos. Las verdades incómodas tienen que recorrer un difícil camino".
(Pág. 136) "En segundo lugar, al igual que la ecuación prisión - fuga, la ecuación opresión -
rebelión es un estereotipo. (…) La historia de las rebeliones, es decir, las revueltas desde
abajo, de los muchos oprimidos contra los pocos poderosos es tan vieja como la historia
de la humanidad y tan variada y trágica como ella. Ha habido unas pocas rebeliones
victoriosas, muchas han sido derrotadas, otras innumerables, han sido sofocadas apenas
empezadas. (…). Sin embargo, en cualquier caso, se observa que a la cabeza del
movimiento no figuran los individuos más oprimidos". (Pág. 136-137).

"El hecho no puede asombrar. Un jefe debe ser eficiente: debe poseer fuerza moral
y física, y la opresión, si traspasa cierto límite, deteriora la una y la otra. (…) es preciso,
que la opresión exista, pero que sea de magnitud modesta, ejercida con escasa eficiencia.
La opresión en los Lager era de extremada magnitud, y era efectuada con la conocida, y
en otros asuntos, encomiable, eficiencia alemana". (Pág. 137).

"La rebelión de Birkenau a la cual me he referido fue desencadenada por el


Kommando Especial que trabajaba en los crematorios: eran hombres desesperados y
exasperados, pero bien alimentados, vestidos y calzados. La rebelión del ghetto de
Varsovia fue una empresa digna de la más reverente admiración, fue la primera
resistencia europea, y la única realizada sin la mínima esperanza de victoria o de
salvación; pero fue obre de una élite política que, justamente, se había reservado ciertos
privilegios fundamentales con objeto de conservar su fuerza". (Pág. 137).

"Esta moral, sedentaria y casera más que activamente patriótica, no se habría


sostenido si el judaísmo europeo hubiese podido prever el futuro. NO es que faltasen
síntomas premonitorios de la catástrofe: desde sus primeros libros y discursos, Hitler
había hablado claro, los judíos (no sólo los alemanes) eran parásitos de la humanidad y
debían ser eliminados como se eliminan los insectos nocivos. Pero, precisamente, las
deducciones inquietantes tienen una vida difícil: ni siquiera las incursiones de los
sectarios nazis (y fascistas) de casa en casa, fueron reconocidas como señales, se
encontró la manera de ignorar el peligro de elaborar esas verdades útiles de las cuales he
hablado en las primeras páginas de este libro". (Pág. 140).

"Los judíos alemanes eran casi todos burgueses y eran alemanes: como sus casi
compatriotas arios, amaban la ley y el orden, y no sólo preveían, sino que eran
orgánicamente incapaces de concebir un terrorismo de Estado, incluso cuando lo tenían a
su alrededor". (Pág. 140).

"¿Y entonces?. Los miedos de hoy ¿están mejor o peor fundados que los de
entonces?. Somos tan ciegos ante el futuro como nuestros padres. Los suizos y los suecos
tienen refugios antinucleares, pero ¿qué se encontrarán cuando salgan al aire libre?.
Existe la Polinesia, Nueva Zelanda, Tierra del Fuego, la Antártida, que tal vez queden
indemnes. Tener un pasaporte y un visado de entrada es ahora mucho más fácil de lo que
lo era entonces: ¿por qué no salimos de nuestro país, por qué no huimos antes?".(Pág.
140).
8

CARTAS DE ALEMANES

"La venganza no me interesaba; me había sentido íntimamente satisfecho con la


(simbólica, incompleta, parcial) sagrada representación de Nuremberg y me parecía bien
que en las justísimas condenas hubiesen pensado otros, los profesionales". (Pág. 144).

"Me acuerdo muy bien de aquel tipo y de aquel clima, y creo poder juzgar a los
alemanes de entonces sin prejuicios y sin cólera. Casi todos, aunque no todos, habían sido
sordos, ciegos y mudos: una masa de inválidos en torno de un núcleo de fieras. Casi
todos, aunque no todos, habían sido viles". (Pág.144).

"En cuanto a las ofensas y a las agresiones espontáneas, su misma frase resulta
ofensiva. Ante los millones de muertos, me parece ocioso y odioso discutir si se trató o n
de agresiones espontáneas: por lo demás, los alemanes están poco inclinados a la
espontaneidad. Pero puedo recordarle que nada obligaba a los industriales alemanes a
servirse de esclavos hambrientos más que de su propio provecho; que nadie obligó a la
sociedad Topf (hoy floreciente Wiesbadem) a construir los enormes crematorios múltiples
de los Lager; que puede que a los SS se les ordenase que mataran a los judíos, pero que el
enrolamiento en las SS era voluntario; que yo mismo encontré en Katowice, después de la
liberación, montones de paquetes impresos en los cuales se autorizaba a los padres de
familia alemanes a retirar gratis vestidos y zapatos de adultos o y de niños de los
alemanes de Auschwitz; ¿es que nadie se preguntaba de dónde procedían tantos zapatos
de niños?. ¿Y nunca ha oído hablar de una Noche de los Cristales?. ¿O cree que todos los
crímenes cometidos aquella noche fueron impuestos por la ley?". (Pág. 154).

"No hay posibilidad de rebelión en un Estado totalitario; pero también sé que hay
mil maneras, mucho menos peligrosas, de manifestar la solidaridad propia para con el
oprimido". (Pág. 154).

"Este personaje singular que es el lector que escribe al autor. Puede pertenecer a
dos constelaciones diferentes: la agradecida o la enojada: los casos intermedios son
raros". (Pág. 155).

"Los alumnos se interesan mucho por esa época, pero se pasan inmediatamente a
la oposición si se habla de una culpa colectiva en Alemania.

Y muchos llegan a afirmar que están hartos de los mea culpa de la prensa y de sus
maestros" (…)…precisamente de la resistencia de los muchachos, al mea culpa puede
deducirse que para ellos el problema del Tercer Reich sigue estando sin resolver, y que
resulta tan irritante y típicamente alemán como para todos aquellos que lo han vivido
antes de ellos. Sólo cuando esta emotividad cese será posible razonar de modo objetivo".
(Pág. 162).

"Esto puede aceptarse en los jóvenes que comprensiblemente quieren disculpar a


toda la generación de sus padres; no en los ancianos comprometidos, y falsamente
penitentes, que quieren echar la culpa a un hombre solo". (Pág. 163).

"A esta primera carta suya respondí que era verdad que mi libro había tenido
resonancia en Alemania, pero precisamente entre los alemanes que menos necesidad
tenían de leerlo: me habían escrito cartas de arrepentimiento lo inocentes, no los
culpables. Ellos, como era lógico, se callaban". (Pág. 165).

"Su segunda mujer era una prófuga de la Prusia Oriental quien, a través de sus dos
hijos, tuvo cierta relación con Hety. Una vez le dijo, a propósito de su padre, de Dachau y
de los Lager:

No te parezca mal que yo no soporte ni leer ni oír esas cosas tuyas.

Cuando tuvimos que huir fue tremendo; y lo peor fue que tuvimos que salir por la
carretera por donde habían sido evacuados antes los presos de Auschwitz. El camino se
abría entre dos murallas de muertos. Querría olvidar aquellas imágenes y no puedo: sigo
soñando con ellas". (Pág. 166).

"Su padre acababa de volver cuando Thomas Mann, por la radio, habló de
Auschwitz, del gas y de los crematorios.

Lo escuchamos todos conmocionados, y nos quedamos callados largo rato. Papá iba
de aquí para allá, taciturno, enojado, hasta que le pregunté:

Pero, ¿te parece posible que se envenene a la gente con gas, que se la queme, que
se utilicen sus cabellos, su piel y sus dientes?, y él, que había estado en Dachau, me
contestó: No, es impensable. Un Thomas Mann no debía dar fe a tales horrores. Sin
embargo, todo era verdad: unas semanas más tarde pudimos tener pruebas que nos
convencieron. (Pág.167).

"políticos: las cosas eran distintas para nosotros y tuvimos suerte a pesar de los
muchos peligros por los que pasamos. Nunca me olvidaré de la tarde que aquella señora
vino a casa, ya cuando estaba oscuro, para decirnos:

Por favor, no volváis a buscarme, y perdonadme si yo dejo de venir a veros.


Comprended que es que os pongo en peligro… Naturalmente, seguimos yendo a verla
hasta que fue deportada a Theresienstadt. No la vimos más, y no hicimos nada por ella:
¿qué hubiésemos podido hacer?.

Pero la idea de que no pudiésemos hacer nada todavía nos atormenta: le pido que
intente comprendernos".

Me contó que en 1967 había asistido al juicio sobre la eutanasia. Uno de los
imputados, un médico, había declarado públicamente que le habían ordenado que
inyectase el veneno personalmente a los enfermos mentales, y que se había negado por
conciencia profesional; pero abrir el grifo del gas le había parecido tolerable, aunque
desagradable. Al volver a casa, Hety encontró allá a la asistenta, una viuda de guerra
ocupada en su trabajo, y a su hijo que estaba cocinando. Los tres se sientan alrededor de
la mesa y ella le cuenta a su hijo lo que ha visto y oído en el proceso. En determinado
momento, …la mujer dejó el tenedor en la mesa e intervino agresivamente: ¿De qué
sirven todos esos juicios que están haciendo ahora?. ¿Qué podrían hacer nuestros pobres
soldados si les daban esas órdenes?. Cuando mi marido vino con permiso de Polonia me
contó: "No hemos hecho casi nada más que fusilar judíos. De tanto disparar me dolía el
brazo". Pero ¿qué podía hacer, si le habían dado aquella orden (…). La despedí,
venciendo, la tentación de decirle que me alegraba que su pobre marido hubiese caído en
la guerra… Así que, dése cuenta, aquí en Alemania vivimos todavía hoy entre personas de
esa clase." (Pág. 167-168).

Albert Speer (…) libro de Langbein sobre Auschwitz (…) Diarios de Spandau. (Pág.
169).
CONCLUSIÓN

"Para nosotros, hablar con los jóvenes es cada vez más difícil. Lo sentimos como un
deber y a la vez como un riesgo: el riesgo de resultar anacrónicos, de no ser escuchados.
(…) Ha sucedido y, por consiguiente, puede volver a suceder: esto es la esencia de lo que
tenemos que decir". (Pág. 172-173).

"Son argumentos capciosos y sospechosos. Satanás no es necesario: no tenemos


ninguna necesidad de guerras ni de violencias, en ningún caso". (Pág.174).

"Tampoco puede aceptarse la teoría de la violencia preventiva: de la violencia sólo


nace la violencia, en un movimiento pendular que va ampliándose con el tiempo en lugar
de disminuir". (Pág. 174).

"Debe quedar bien en claro que responsables, en grado menor o mayor, fueron
todos, pero que detrás de su responsabilidad, está la de la mayoría de los alemanes, que
al principio, aceptaron, por pereza mental, por cálculo miope, por estupidez, por orgullo
nacional, las grandes palabras del cabo Hitler, lo siguieron mientras la fortuna y la falta de
escrúpulos lo favoreció, fueron arrollados por su caída, se afligieron por los lutos, las
miserias y el remordimiento, y fueron rehabilitados pocos años más tarde pro un juego
político vergonzoso". (Pág. 176).

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