La Experiencia Del Retorno
La Experiencia Del Retorno
La Experiencia Del Retorno
Sin duda este es el poder de la palabra, que puede mover nuestro sistema
emocional con una sola frase, y desordenar la memoria entera que teníamos
de un tiempo, un lugar o un hecho, para reconstruirlo con los mecanismos que
hemos adquirido más adelante, en la ruta de la vida.
Luis José Oropeza, ganador de premios literarios en la región andina, fue una
referencia para muchos de los jóvenes que en aquellos días de formación
literaria, queríamos seguir un camino más abierto, sin la influencia limitadora de
la llamada “literatura comprometida” que buscaba imponer la corriente
marxistas, como sinónimo de verdadera escritura.
No digo que tal mito sea un Juicio final antes de la muerte, pero se le parece, si
aceptamos que nuestra vida es cíclica, y que la mayoría de nuestras
experiencias quedan abiertas, sin que alcancemos a comprender en toda su
fuerza, el significado esencial de lo que vivimos: las personas que se cruzaron
en nuestro camino, la carrera que terminamos o dejamos a un lado por la razón
que sea; un libro o una película que nos marcó para siempre; o los amigos que
en la infancia creíamos que estarían al lado para siempre, para sólo indicar
algunos ejemplos.
Un día, y más en las edades límites, un encuentro fortuito nos regresa sin
defensas a aquél pasado de imágenes, y nos vemos enfrentados a una historia
que no dejamos crecer, porque la detuvimos en una memoria muerta, un
instante, un recuerdo, del que nos desentendimos y al que ahora regresamos
con todo nuestro asombro y casi siempre nos negamos a reconocer como algo
que forma parte importante de nosotros mismos. Quien encuentra, es el objeto
encontrado
Igual ocurre cuando nos topamos con alguna pareja de juventud, que nos
revela de forma indiscreta nuestro propio envejecimiento, a través de la otra
persona. Una forma distinta pero de igual impacto, es la experiencia de los
sueños, en la que nos encontramos con figuras conocidas y ausentes desde
hace mucho. Pero lo importante de estas retrospectivas es que anuncian
algunos cambios, que nos toca vivir y de los que seguimos huyendo, para no
mudarnos a otro lado de la casa.
Esos ciclos que se cierran para abrirnos a otros caminos, forman un destino
inapelable. Los sabios de todos los tiempos nos advierten que debemos
colaborar con lo inevitable, que nos toca soltar, apartarnos, dejar atrás cada día
lo que ya está digerido y reconciliarnos con las nuevas opciones, como la oruga
antes de la mariposa, o la piel de la serpiente, para hacerse adulta.
Vale la pena contar un encuentro que tuve con una señora amiga hace algún
tiempo. Ella regresó a Los Teques, después de 30 años sin venir ni siquiera
una vez. Un amigo común le dijo cómo ubicarme. Ella me pidió que fuera su
guía y lo hice con gusto por un rato, hasta que comprendí que ella sin saber, se
estaba despidiendo de sus fantasmas, para aceptarse a sí misma: estaba
entrando en el retorno final, de su vejez.
Por eso, en algunos pueblos que conservan sus antiguas costumbres, cuando
alguien muere, traen a los más viejos para que cuenten su historia, y de ese
modo el espíritu del difunto, que permanece por un tiempo entre los suyos,
escuche el relato, y se haga un juicio de quién fue, para comprender por qué lo
llevan a donde le toca.
César Gedler