El Hombre Que Calculaba - Malba Tahan
El Hombre Que Calculaba - Malba Tahan
El Hombre Que Calculaba - Malba Tahan
DEDICATORIA
A la memoria de los siete grandes geómetras cristianos o agnósticos:
Descartes
Pascal
Newton
Leibniz
Euler
Lagrange
Comte
…(¡Alah se compadezca de esos infieles!)
Y también a todos los que estudian, enseñan o admiran la prodigiosa ciencia de las
medidas, de las funciones, de los movimientos y de las fuerzas.
Yo “el-hadj” cherif Alí Iezid Izzy-Edin Ibn Salin Hank, MALBA TAHAN (creyente de
Alah y de su santo profeta Mahoma), dedico estas páginas, sin valor, de leyenda y
fantasía.
Su nombre era Júlio César de Mello Souza más conocido como Malba Tahan.
Escribió más de 50 libros bajo este seudónimo –incorporado más tarde a su tarjeta
de identidad. Empleó historias orientales para enseñar matemáticas. Su libro más
famoso, publicado por primera vez en 1938, estuvo recientemente en la lista de los
libros más vendidos.
Desde la primera mitad del siglo XX, varias generaciones de brasileros se
introdujeron en la cultura Árabe gracias a la
influencia del más Árabe de los Cariocas (nativos
de la ciudad de Río de Janeiro), el profesor de
matemáticas Júlio César de Mello e Souza, más
conocido como Malba Tahan.
Su libro más famoso, “O Homem que Calculava”
(El Hombre Que Calculaba), trajo aventuras en
escenarios Árabes típicos junto con atractivas
soluciones de problemas de álgebra y aritmética,
ha llegado ya a su edición número 63 de la casa
de publicaciones Record de Brasil.
El libro ha alcanzado la hazaña de aparecer
todavía en el quinto lugar en las listas de libros para chicos más vendidos publicada
en el periódico O Globo, en mayo del año 2004.
En total, Júlio César ó Malba Tahan escribió 103 libros, incluyendo textos de ciencia
ficción, obras escolares y libros científicos, y ha vendido más de 2.6 millones de
copias.
El matemático Júlio César de Mello e Souza se enamoró de la cultura árabe siendo
niño, al leer “Las Mil Y Una Noches”. Sin embargo, fue en 1919, a los 23 años de
edad, que él se introdujo en el estudio del lenguaje y la cultura Árabes.
Entre 1919 y 1925, se dedicó por cuenta propia a leer el Talmud y el Corán, y a
aprender historia y geografía de los países Árabes.
Tal empresa se hizo evidente en la forma en que él desarrolló sus personajes, la
sensibilidad con la que tejió sus
diálogos llenos de poesía y sabiduría;
en la verosimilitud de los escenarios
descritos.
Niños y adultos parecen involucrarse
completamente en la forma en que el
autor les describe las salas
suntuosas, o la seducción de una
tienda llena de turbantes, joyas o
exquisitos tejidos.
Un gran contador de historias, nacido
en el Cairo o en Constantinopla en
otra época, Júlio César ha sido
considerado un auténtico cheik el-
medah.
En la presentación de la traducción de “Las Mil y una Noches”, publicada por la casa
Ediouro, manifiesta:
"La leyenda es la más delicada expresión de literatura popular. El hombre, en la
atractiva ruta de cuentos e historias, intenta escapara a la vulgaridad diaria,
embelleciendo la vida con una soñada espiritualidad."
Su Debut en el Periódico
Malba Tahan fue presentado al público en Río de Janeiro en 1925, e el periódico A
Noite, donde escribió una biografía ficticia traducida supuestamente por un
traductor ficticio, Breno Alencar Bianco.
Tanto el escritor como el traductor eran fruto de la prodigiosa creatividad de Júlio
César, quien le dio vida y producción literaria en una columna titulada "Los Relatos
de Malba Tahan".
El personaje ficticio Ali Lezid Izz Eduim Salim Hark Malba Tahan nació en 1885, en
la ciudad de Muzalit, cerca de la Meca, llegando a ser, en su juventud, alcalde de El
Medina.
Rico, habiendo heredado la fortuna de su padre, Tahan viajó a varios países
incluyendo a Rusia, India, y Japón. En la “biografía”, también se dice que Tahan
murió en 1921, en la lucha por la liberación de una tribu en Arabia Central.
Casi todos los 50 libros escritos bajo su seudónimo
de Malba Tahan incluyen sheiks, Beduinos, y califas,
y ellos se sitúan en el desierto, en hostales, y
palacios en Damasco, Bagdad, o en pueblos Persas.
Sus libros narran apasionantes aventuras, llenas de
magia –muchas de ellas inspiradas en leyendas y
cuentos Árabes- y muchas referencias términos y
expresiones típicas, tales como: Allahu Abkar! (¡Allah
es el Más Grande!) y en las enseñanzas tradicionales
de la cultura Árabe.
Casi resulta incorrecto afirmar que Malba Tahan es el
seudónimo usado por Júlio César de Mello e Souza.
En primer lugar, debido a que Júlio César se llamaba a sí mismo Malba Tahan, como
lo hizo con sus en el Colegio Pedro II y en el Instituto Para La Educación, e incluso
escribía su nombre en caracteres Árabes, mostrando que él había leído las notas de
sus estudiantes.
En segundo lugar, debido a que la popularidad del nombre fue tan grande que el
presidente de Brasil de ese entonces, Getúlio Vargas, autorizó a Júlio César a poner
el nombre en su tarjeta de identidad.
En tercer lugar, debido a que sus publicaciones literarias y sus ideas referentes a la
educación y a la ciencia en general, y específicamente a las matemáticas, se
refieren internacionalmente a Malba Tahan.
Todo lo que tienes que hacer es buscar en Internet para que veas la importancia
dada a Malba Tahan y a su éxito en ventas "El Hombre Que Calculaba", mencionado
en varios sitios en varios lenguajes, incluyendo el griego, el alemán y el holandés.
Septiembre de 2004
CAPÍTULO 8
En el cual encuentro, durante una excursión, un viajero singular. Qué hacía el
viajero y cuáles eran las palabras que pronunciaba.
Cierta vez volvía, al paso lento de mi camello, por el camino de Bagdad, de una
excursión a la famosa ciudad de Samarra, en las márgenes del Tigris, cuando vi,
sentado en una piedra, a un viajero modestamente vestido, que parecía reposar de
las fatigas de algún viaje.
-Disponíame a dirigir al desconocido el “zalam” 1 trivial de los caminantes, cuando
con gran sorpresa le vi levantarse y pronunciar lentamente:
- Un millón cuatrocientos veintitrés mil, setecientos cuarenta y cinco.
Sentóse enseguida y quedó en silencio, la cabeza apoyada en las manos, como si
estuviera absorto en profunda meditación.
Me paré a corta distancia y me puse a observarle como lo habría hecho frente a un
monumento histórico de tiempos legendarios.
Momentos después se levantó, nuevamente, el hombre, y, con voz clara y pausada,
enunció otro número igualmente fabuloso:
- Dos millones, trescientos veintiún mil, ochocientos sesenta y seis.
Y así, varias veces, el extravagante viajero, puesto de pie, decía un número de
varios millones, sentándose en seguida en la tosca piedra del camino.
Sin saber refrenar la curiosidad que me aguijoneaba, me aproximé al desconocido, y
después de saludarlo en nombre de Alah (con Él en la oración y en la gloria)2, le
pregunté el significado de aquellos números que sólo podrían figurar en
proporciones gigantescas.
¡Forastero!, respondió el “Hombre que calculaba”, no censuro la curiosidad que te
llevó a perturbar la marcha de mis cálculos y la serenidad de mis pensamientos. Y,
ya que supiste ser delicado al hablar y al pedir, voy a satisfacer tu deseo. Para eso
necesito, sin embargo, contarte la historia de mi vida.
Y narróme lo siguiente:
CAPÍTULO 2
En el cual Beremís Samir, el “Hombre que calculaba”, cuenta la historia de su vida.
Cómo fui informado de los prodigiosos cálculos que realizaba y por qué nos
hicimos compañeros de viaje.
- ¡Qué maravilla! –exclamé atónito-. ¡Es increíble que un hombre pueda contar
todos los gajos de un árbol, y las flores de un jardín! Tal habilidad puede
proporcionar a cualquier persona un medio seguro de ganar envidiables riquezas.
-¿Cómo es eso? –preguntó Beremís-, ¡Jamás pasó por mi imaginación que pudiera
ganarse dinero contando los millones de hojas de los árboles o los enjambres de
abejas! ¿Quién podría interesarse por el total de ramas de un árbol o por el número
de pájaros que cruzan el cielo durante el día?
-Vuestra admirable habilidad – expliqué- podría ser empleada en veinte mil casos
diferentes. En una gran capital como Constantinopla, o aún en Bagdad, seríais
útiles auxiliar para el Gobierno. Podríais calcular poblaciones, ejércitos y rebaños.
Fácil os sería evaluar las riquezas del país, el valor de las colectas, los impuestos,
las mercaderías y todos los recursos del Estado. Yo os aseguro –por las relaciones
que mantengo, pues soy bagdalí4, que no os sería difícil obtener una posición
destacada junto al glorioso califa Al-Motacen (nuestro amo y señor). Podríais, tal
vez, ejercer el cargo de visir – tesorero o desempeñar las funciones de Finanzas
musulmanas5.
- Si es así, joven – respondió el calculista- no dudo más, y os acompaño hacia
Bagdad.
Y sin más preámbulo, se acomodó como pudo encima de mi camello (único que
teníamos), rumbo a la ciudad gloriosa.
De ahí en adelante, ligados por ese encuentro casual en medio del agreste camino,
nos hicimos compañeros y amigos inseparables.
Beremís era de genio alegre y comunicativo. Joven aún –pues no tendría veintiséis
años-, estaba dotado de gran inteligencia y notable aptitud para la ciencia de los
números6.
Formulaba, a veces, sobre los acontecimientos más banales de la vida,
comparaciones inesperadas que denotaban gran agudeza de espíritu y verdadero
talento matemático. Beremís también sabía contar historias y narrar episodios que
ilustraban sus conversaciones, de por sí atrayentes y curiosas.
A veces pasábase varias horas, en hosco silencio, meditando sobre cálculos
prodigiosos. En esas oportunidades me esforzaba por no perturbarlo, quedándome
quieto, a fin de que pudiera hacer, con los recursos de su memoria privilegiada,
CAPÍTULO 3
Singular aventura acerca de 35 camellos que debían ser repartidos entre tres
árabes. Beremís Samir efectúa una división que parecía imposible, conformando
plenamente a los tres querellantes. La ganancia inesperada que obtuvimos con
la transacción.
Hacía pocas horas que viajábamos sin interrupción, cuando nos ocurrió una
aventura digna de ser referida, en la cual mi compañero Beremís puso en práctica,
con gran talento, sus habilidades de eximio algebrista.
Encontramos, cerca de una antigua posada medio abandonada, tres hombres que
discutían acaloradamente al lado de un lote de camellos.
Furiosos se gritaban improperios y deseaban plagas:
- ¡No puede ser!
- ¡Esto es un robo!
- ¡No acepto!
El inteligente Beremís trató de informarse de que se trataba.
- Somos hermanos –dijo el más viejo- y recibimos, como herencia, esos 35
camellos. Según la expresa voluntad de nuestro padre, debo yo recibir la mitad, mi
hermano Hamed Namir una tercera parte, y Harim, el más joven, una novena
parte. No sabemos sin embargo, como dividir de esa manera 35 camellos, y
a cada división que uno propone protestan los otros dos, pues la mitad de 35 es
17 y medio. ¿Cómo hallar la tercera parte y la novena parte de 35, si tampoco son
exactas las divisiones?
- Es muy simple –respondió el “Hombre que calculaba”-. Me encargaré de hacer
con justicia esa división si me permitís que junte a los 35 camellos de la herencia,
este hermoso animal que hasta aquí nos trajo en buena hora.
Traté en ese momento de intervenir en la conversación:
- ¡No puedo consentir semejante locura! ¿Cómo podríamos dar término a nuestro
viaje si nos quedáramos sin nuestro camello?
- No te preocupes del resultado “bagdalí” –replicó en voz baja Beremís-. Sé muy
bien lo que estoy haciendo. Dame tu camello y verás, al fin, a que conclusión
quiero llegar.
Fue tal la fe y la seguridad con que me habló, que no dudé más y le entregué mi
hermoso “jamal”7, que inmediatamente juntó con los 35 camellos que allí estaban
para ser repartidos entre los tres herederos.
- Voy, amigos míos –dijo dirigiéndose a los tres hermanos- a hacer una división
exacta de los camellos, que ahora son 36.
Y volviéndose al más viejo de los hermanos, así le habló:
-Debías recibir, amigo mío, la mitad de 35, o sea 17 y medio. Recibirás en cambio
la mitad de 36, o sea, 18. Nada tienes que reclamar, pues es bien claro que sales
ganando con esta división.
Dirigiéndose al segundo heredero continuó:
-Tú, Hamed Namir, debías recibir un tercio de 35, o sea, 11 camellos y pico. Vas a
recibir un tercio de 36, o sea 12. No podrás protestar, porque también es evidente
que ganas en el cambio.
Y dijo, por fin, al más joven:
- A ti, joven Harim Namir, que según voluntad de tu padre debías recibir una
novena parte de 35, o sea, 3 camellos y parte de otro, te daré una novena parte de
36, es decir, 4, y tu ganancia será también evidente, por lo cual sólo te resta
agradecerme el resultado.
Luego continuó diciendo:
- Por esta ventajosa división que ha favorecido a todos vosotros, tocarán 18
camellos al primero, 12 al segundo y 4 al tercero, lo que da un resultado (18 +
12
+ 4) de 34 camellos. De los 36 camellos sobran, por lo tanto, dos. Uno pertenece,
como saben, a mi amigo el “bagdalí” y el otro me toca a mí, por derecho, y por
haber resuelto a satisfacción de todos, el difícil problema de la herencia8.
- ¡Sois inteligente, extranjero! –exclamó el más viejo de los tres hermanos-.
Aceptamos vuestro reparto en la seguridad de que fue hecho con justicia y
equidad. El astuto beremís –el “Hombre que calculaba”- tomó luego posesión de
uno de los más hermosos “jamales” del grupo y me dijo, entregándome por la
rienda el animal que me pertenecía:
- Podrás ahora, amigo, continuar tu viaje en tu manso y seguro camello. Tengo
ahora yo, uno solamente para mí.
CAPÍTULO 4
En el cual encontramos un rico sheik, casi muerto de hambre en el desierto. La
propuesta que nos hizo sobre los ocho panes que teníamos y como se resolvió,
de manera imprevista, el pago con ocho monedas. Las tres divisiones de
Beremís: la división simple, la división exacta y la división perfecta. Elogio que un
ilustre visir dirigió al “Hombre que calculaba”.
Tres días después, nos aproximábamos a una pequeña aldea –llamada Lazakka-
cuando encontramos, caído en el camino, a un pobre viajero herido.
Socorrímosle y de su labios oímos el relato de su aventura.
Llamábase Salem Nasair, y era uno de los más ricos negociantes de Bagdad. Al
regresar, pocos días antes, de Basora, con una gran caravana, fue atacado por una
turba de persas, nómades del desierto. La caravana fue saqueada, pereciendo casi
todos sus componentes a manos de los beduinos. Sólo se había salvado él, que era
el jefe, ocultándose en la arena, entre los cadáveres de sus esclavos.
Al terminar el relato de sus desgracias, nos preguntó con voz angustiosa:
- ¿Tenéis, por casualidad, musulmanes, alguna cosa para comer? ¡Estoy casi
muriéndome de hambre!
- Tengo solamente tres panes –respondí.
- Yo traigo cinco –afirmó a mi lado el “Hombre que calculaba”.
- Pues bien –sugirió el sheik9-; juntemos esos panes y hagamos una sociedad
única. Cuando lleguemos a Bagdad os prometo pagar con ocho monedas de oro el
pan que coma.
Así hicimos, y al día siguiente, al caer la tarde, entramos en la célebre ciudad de
Bagdad, la perla de Oriente.
Al atravesar una hermosa plaza, nos enfrentamos con un gran cortejo. Al frente
marchaba, en brioso alazán, el poderoso Ibraim Maluf, uno de los visires 10 del califa
en Bagdad.
Al ver el visir a sheik Salem Nasair en nuestra compañía, gritó, haciendo parar su
poderosa escolta, y le preguntó:
- ¿Qué te ha pasado, amigo mío? ¿Por qué te veo llegar a Bagdad sucio y
harapiento, en compañía de dos hombres que no conozco?
compañero, que tenía 9 pedazos, al comerse 8, solo dio 1. Los 7 que di yo y el que
suministró “el bagdalí” formaron los 8 que comiera el sheik Salem Nasair. Por
consiguiente, es justo que yo reciba 7 monedas y mi compañero 1.
El gran visir, después de hacer los mayores elogios al “Hombre que calculaba”,
ordenó que le fueran entregadas las 7 monedas, pues a mí sólo me tocaba, por
derecho, 1. La demostración lógica y perfecta presentada por el matemático no
admitía duda.
- Esa división – replicó entonces el “Calculista”- es matemáticamente exacta,
pero a los ojos de Dios no es perfecta.
Y tomando las ocho monedas en la mano las dividió en dos partes iguales. Dióme
una de ellas y se guardó la otra.
-Ese hombre es extraordinario –exclamó el visir-. No aceptó la división propuesta
de las ocho monedas en dos partes de 5 y 3, en la que salía favorecido; demostró
tener derecho a 7 y su compañero a 1, acabando por dividir las 8 monedas en dos
partes iguales, que repartió con su amigo.
Y añadió con entusiasmo:
-¡Mac Alah!12 Ese joven, además de parecerme un sabio habilísimo en los cálculos
de Aritmética, es bueno como amigo y generoso como compañero. Tómolo ahora
mismo como secretario mío.
-Poderoso visir –le dijo el “Hombre que calculaba”-, veo que acabáis de hacer, con
29 palabras y un total de 145 letras, el mayor elogio que oí en mi vida, y yo, para
agradecéroslo, me veo en la obligación de emplear 58 palabras en las cuales
figuran nada menos que 290 letras, el doble de las vuestras 13, precisamente. ¡Que
Alah os bendiga y proteja!
Con estas palabras el “Hombre que calculaba” nos dejó a todos maravillados de su
argucia e invencible talento de calculista.
CAPÍTULO 5
En el cual nos dirigimos a una posada. Palabras calculadas por minuto. Beremís
resuelve un problema y determina la deuda de un joyero. Los médicos del rey
Artajerjes y la Aritmética.
Después de abandonar la compañía del sheik Nasair y del visir Maluf, nos
encaminamos hacia una pequeña posad denominada “Patito Dorado”, en los
alrededores de la Mezquita de Solimán.
Allí vendimos nuestros camellos a un chamir14 de mi confianza, que vivía cerca.
En el camino dije a Beremís:
- Ya veis, amigo, tuve razón cuando afirmé que un calculista hábil hallaría con
facilidad un buen empleo en Bagdad. No bien llegasteis, fuisteis invitado a ejercer
el cargo de secretario de un visir. Ahora no necesitaréis más volver a la árida y
triste aldea de Khoy.
- Aunque aquí prospere me contestó el “Calculista”-, aunque me enriquezca,
volveré, con el tiempo a Persia, para ver mi tierra natal. Es ingrato aquel que
olvida su patria y los amigos de la infancia., cuando tiene la felicidad de encontrar
en su vida un oasis de prosperidad y fortuna. Y añadió:
- Viajamos juntos hasta este momento, exactamente ocho días. Durante ese
tiempo, para aclarar dudas e indagar sobre cosas que me interesaban, pronuncié
exactamente 414.720 palabras. Ahora bien; como en 8 días hay 11.520 minutos,
saco en conclusión que durante nuestro viaje pronuncié, término medio, 36
palabras por minuto, o sea 2.160 por hora. Estos números demuestran que hablé
poco, fui discreto y no ocupé tu tiempo haciéndote escuchar discursos engorrosos y
estériles. Un hombre taciturno, excesivamente callado, se vuelve desagradable,
mas los que hablan sin parar irritan y fastidian a sus oyentes. Debemos, pues,
evitar las palabras inútiles, sin caer en el laconismo, que es incompatible con la
delicadeza. Había una vez en Teherán, Persia, un viejo mercader que tenía tres
hijos. Un día el mercader los llamó y les dijo: “Aquel de vosotros que pase el día
sin decir palabras inútiles recibirá un premio de 23 dracmas 15”. Al caer la noche, los
tres hijos se presentaron al anciano. El primero dijo: “Evité hoy, padre mío, todas
las palabras inútiles. Espero, por tanto, merecer, según vuestra promesa, el
200 : 35 = 140 : x
El valor de x es 24,5
Al cabo de varios días de ir y venir de aquí para allá, vendió todo en 140 dracmas.
¿Cuánto debe pagar, en consecuencia, ateniéndose a lo convenido, por concepto de
hospedaje?
-Debo pagar apenas 24 dracmas y medio –replicó el mercader sirio-. Si vendiendo
a 200 pagaría 35, vendiendo a 140 debo pagar 24 y medio.
- Está equivocado –replicó irritado el viejo Salim-. Por mis cálculos son 28. vea
usted: si por 100 debía pagar 20, por 140 debo recibir 28.
- Calma, mis amigos –interrumpió el calculista- es preciso encarar las dudas con
serenidad y bondad. La precipitación conduce al error y a la discordia. Los
resultados que los señores indican están equivocados, según voy a demostrarlo:
Y aclaró el caso del siguiente modo:
-De acuerdo con la combinación hecha, el sirio pagaría 20 dracmas si vendiese las
joyas por 100, y se vería obligado a pagar 35 si las vendiese en 200.
Tenemos así:
entre las nebulosidades de las nociones inútiles. Presentándose, sin embargo, aún
en las fórmulas más perfectas y rígidas, las dudas, incertidumbres y
contradicciones, el matemático toma del carcaj de su inteligencia, sus armas y se
apresta a combatir. Donde el ignorante ve incertidumbre y contradicciones, el
geómetra demuestra que existe firmeza y armonía. El rey Artajerjes preguntó,
cierta vez, a Hipócrates de Cos, médico famoso, como debía proceder para combatir
de modo eficiente las epidemias que diezmaban al ejército persa. Hipócrates
respondió: “Obligad a todo vuestro cuerpo médico a estudiar Aritmética. Al practicar
el estudio de los números y las figuras, los doctores aprenderán a razonar,
desenvolviendo sus facultades de inteligencia, y aquel que razona con eficacia es
capaz de hallar los medios seguros para combatir cualquier epidemia.”
CAPÍTULO 6
En el cual vamos al palacio del visir Maluf. Encontramos al poeta Iezid, que
no reconoce los prodigios del cálculo. “El hombre que calculaba” cuenta, en
forma original, una caravana numerosa. La edad de la novia y un camello sin
oreja.
Beremís descubre la “amistad cuadrática” y habla del rey Salomón.
-Nada más simple –respondió Beremís-. Al contar las orejas noté que uno de los
camellos era defectuoso (sólo tenía una oreja). Para que la cuenta fuese exacta
era, pues, necesario aumentar uno al total obtenido.
Y volviéndose hacia el visir, preguntó:
-¿Sería indiscreción o imprudencia de mi parte preguntaros, señor, cuál es la edad
de aquella que tiene la ventura de ser vuestra novia?
- De ningún modo –respondió sonriente el ministro-. Asir tiene 16
años. Y añadió, subrayando las palabras con un ligero tono de
desconfianza:
- Pero no veo relación alguna, señor calculista, entre la edad de mi novia y los
camellos que voy a ofrecer como presente a mi futuro suegro.
-Deseo apenas –refutó Beremís- haceros una pequeña sugestión. Si retiraseis del
conjunto, el camello defectuoso (sin oreja), el total sería 256. Ahora bien: 256 es el
cuadrado de 16, o sea, 16 veces 16. El presente ofrecido al padre de la
encantadora Asir tomará, de ese modo, alto significado matemático. El número de
camellos que forman la dote será igual al cuadrado de la edad de la novia. Además
el número 256 es potencia exacta del número 2 (que para los antiguos era número
simbólico), mientras que 257 es primo 22. Esas relaciones entre los números
cuadrados son buen augurio para los enamorados. Cuéntase que el rey Salomón,
para asegurar la base de su felicidad, dio a la reina de Saba –la famosa Balkis-
una caja con 529 perlas. Es precisamente 529 el cuadrado de 23, que era la edad
de la reina. El número 526 presenta, no obstante, gran ventaja sobre el 529. Si
sumamos los guarismos de 256 obtenemos 13, que elevado al cuadrado da
169; la suma de las cifras de ese número es 16, cuyo cuadrado nos reproduce
precisamente, 256. Por ese motivo los calculistas llaman reversible al número 256.
Existe, pues, entre los números 13 y 16 curiosa relación, que podría ser llamada
“amistad cuadrática”. Realmente, si los números hablasen podríamos oír la
siguiente conversación: El dieciséis diría al trece:
El calculista agregó:
- Creo haber justificado plenamente la preferencia que debe ser otorgada al
número 256, que excede en propiedades al 257.
- Su idea es bastante curiosa – acordó prontamente el visir- y voy a adoptarla,
aunque caiga sobre mí la acusación de plagiario, del rey Salomón.
Y dirigiéndose al poeta Iezid, concluyó:
- Veo que la inteligencia de este calculista no es menos que su habilidad para
descubrir analogías e inventar leyendas. Estuve muy acertado en el momento
en que decidí ofrecerle ser mi secretario.
- Siento decirle, ilustre mirza23 –replicó Beremís- que sólo podría aceptar vuestra
honrosa invitación si aquí hubiera lugar para mi buen amigo Hank-Tad-Madya –el
“bagdalí”-, que se encuentra en estos momentos sin recursos y sin empleo.
Quedé encantado con la delicadeza del calculista, que procuraba, de esa manera,
atraer sobre mí la valiosa protección del poderoso visir.
- Es muy justo su pedido –dijo condescendientemente el ministro-, y su
compañero Hank-Tad-Madya se quedará también aquí, ejerciendo las funciones de
escribiente, como ya lo he ordenado.
Acepté, sin dudar, la propuesta, expresando después al visir y también al
bondadoso Beremís mi reconocimiento.
CAPÍTULO 7
En el cual vamos a la calle de los mercaderes. Beremís y el turbante azul. El caso
de los cuatro cuatros. El problema del mercader sirio. Beremís explica todo y es
generosamente recompensado. Historia de la “prueba real” del rey de Yemen.
44-44 = 0
Están así los cuatro cuatros formando una expresión igual a cero.
Pasamos ahora al número 1. Esta es la forma más cómoda:
- ¿Quiere ver ahora el número 2? Fácilmente se usan los cuatro cuatros escribiendo:
En seguida pasamos al 6:
4+4+4–4=8
Suma 50 Suma 51
En este ejemplo, la primera suma es 50, mientras que la de los saldos es 75; podía
también haber resultado igual a 80, 99, 100, 260, 8000 u otro número cualquiera.
Puede por casualidad dar 50 (como en el primer caso), ó 51 (como en el caso del
judío).
Quedó conforme el mercader al haber entendido el asunto, cumpliendo su promesa
de ofrecer, como presente, al calculista, el turbante azul que valía 4 dracmas.
Beremís, para distraer al buen mercader, le contó enseguida este curioso episodio:
- Omeya, rey de Yemen, tenía un tesorero llamado Quelal, que parecía muy
cuidadoso y probo. Queriendo el monarca asegurarse de la honestidad de su
auxiliar, hizo lo siguiente: durante tres días colocó, sin decir nada, un dracma en la
caja de los gastos. Resultaba claro que el tesorero, al finalizar el día, cuando
hiciera el arqueo, hallaría el exceso de un dracma, que anotaría como saldo en el
libro correspondiente. El rey observó que en los tres días el tesorero no registraba
aquella diferencia. –“Naturalmente que, el muy ambicioso, se guarda el dracma
excedente”, supuso el rey. “¡Quien iba a imaginar que el tesorero Quelal
capaz de tal proceder!” Resolvió, sin embargo, someterlo a una verdadera prueba,
esto es, a una “prueba real”. ¿Y qué hizo el rey? Pues, durante los tres días
siguientes retiró secretamente de la caja un dracma, y esperó que el tesorero se
diese cuenta y reclamase la diferencia. Pero eso tampoco dio resultado. Mediante
esas pruebas, que consideró suficientes, Omeiá llamó su gran visir y le dijo: “Es
preciso hacer con urgencia un interrogatorio. Tengo serias razones para desconfiar
de nuestro tesorero Quelal.” –“Creo, mi rey, que es necesario investigar”-replicó el
visir-. Puedo probar que el indigno Quelal no procede con honestidad.” “¿Cómo?”,
preguntó el rey. – Dijo entonces el ministro: “Sepa Vuestra Majestad que resolví,
una vez, saber si eran exactas o no las cuentas presentadas diariamente por el
tesorero de la Corte. Sin decir nada, durante tres días, retiré de la caja la cantidad
de un dracma. Pues bien, el tesorero nunca anotó lo que yo retiraba. A
continuación, y también durante tres días, coloqué un dracma en la caja de Quelal,
sin que él registrara ese exceso. Ahora bien: cuando un tesorero no anota con
exactitud las diferencias de caja, es porque su forma de proceder se aparta de los
principios de la más elemental honestidad.” Con sobrada razón se asombró el rey al
oír el relato del gran visir. Estaba sí explicado el misterio del caso. Las leyes del
Destino son insondables. Por extraordinaria coincidencia, los mismos días en que él
ponía un dracma, el visir retiraba la misma cantidad de la caja. El rey no hizo otra
cosa, en los días siguientes, que retirar al diligente Quelal el dinero colocado por el
astuto ministro. Avergozóse entonces el digno monarca, por el espionaje a que
sometiera a un funcionario tan fiel y que tanta lealtad y dedicación había
demostrado siempre, así como de haber empleado esos ardides y fraudes, que
fueran anulados, empleando iguales medios, por el visir. Cuando el ministro terminó
el relato, el poderoso rey se levantó y dijo, mirándolo fijamente: “Sus palabras,
visir, solo prueban que nuestro tesorero Quelal es escrupuloso y honestísimo en sus
funciones. Resuelvo, pues, que no se haga el interrogatorio, y que Quelal quede en
su puesto con el mismo cargo y doble sueldo. El visir, al oír esa inesperada
sentencia del rey, tuvo un ataque al corazón y cayó fulminado sobre las gradas del
trono. Y no era para menos. ¡Uassalam!27
CAPÍTULO 8
En el cual Beremís habla de las formas geométricas. Encontramos al sheik Salen
Nasair entre los vendedores de vino. Beremís resuelve el problema de los 21
vasos y otro más que causa asombro a los mercaderes. Un camello robado,
descubierto por Geometría. Habla del sabio Al-Hossein, que inventó la “prueba del
nueve”.
Estaba Beremís satisfechísimo con el bello regalo que le hiciera el mercader sirio.
Está muy bien arreglado –decía, haciendo girar el turbante y examinándolo
cuidadosamente por todos lados-. Tiene, para mí manera de ver, un pequeño
defecto que pudo ser evitado. Su forma no es rigurosamente geométrica.
Quedé atónito, sin poder disimular la sorpresa que sus palabras me causaran.
Aquel hombre, a más de ser un calculista original, tenía la manía de transformar las
cosas más vulgares, de modo de darle forma geométrica hasta a los turbantes de
los musulmanes.
- No le admire, amigo mío –prosiguió el inteligente persa-, que yo quiera ver
turbantes de forma geométrica28. La geometría existe en todas partes. Procure
observar las formas regulares y perfectas que presentan algunos cuerpos.
Las flores, las hojas y muchos animales revelan simetrías admirables que
deslumbran nuestro espíritu. La Geometría, repito, existe en todas partes. En el
disco del Sol, en la hoja del datilero, en el arco iris, en la mariposa, en el diamante,
en la estrella de mar y hasta en un pequeño grano de arena. Hay, en fin, infinita
variedad de formas geométricas presentadas por la Naturaleza. Un cuervo, al volar
lentamente por el cielo, describe figuras admirables; la sangre que circula por las
venas de los camellos no escapa a los rigurosos principios geométricos 29; la piedra
que se tira al importuno chacal, dibuja en el aire una curva perfecta30.
“El beduino ve las formas geométricas, pero no las entiende; el sunita las entiende
mas no las admira; el artista, finalmente, mira la perfección de las figuras,
comprende lo bello y admira el orden y la armonía”. En el dibujo que ilustra esta
página se ve una flor en la que se destaca, en forma impecable, la simetría
pentagonal.
Aseguró Beremís que emplearía todos sus recursos para hallar la solución de los
problemas que interesaban al sheik, pues no quería desperdiciar una sola ocasión
de servir a un hombre tan amable y generoso.
El sheik señaló a los tres árabes que lo acompañaban y dijo:
- Estos tres hombres recibirán, como pago de un servicio hecho, una partida de
vino compuesta de 21 vasos iguales, estando 7 llenos, 7 medio llenos y 7 vacíos.
Quieren ahora dividir los 21 vasos de manera que cada uno reciba el mismo
número de vasos y la misma cantidad de vino. ¿Cómo hacer el reparto? Ese es el
primer problema.
Esta figura indica, claramente, la solución del problema de los 21 vasos. Los siete
primeros rectángulos representan los vasos llenos; los 7 siguientes rectángulos
representan los vasos medio llenos y los otros 7 vasos vacíos. Para que los tres
mercaderes reciban el mismo número de vasos y cantidades iguales de vino, la
división deberá efectuarse cómo indican las líneas punteadas del dibujo.
3 vasos llenos,
1 medio lleno,
3 vasos vacíos.
Al segundo le corresponderán:
2 vasos llenos,
Colaboración de Guillermo Mejía 42 Preparado por Patricio Barros
Antonio Bravo
El Hombre que Calculaba www.librosmaravillosos.com Malba Tahan
3 medio lleno,
2 vasos vacíos.
Al tercero le corresponderán:
2 vasos llenos,
3 medio lleno,
2 vasos vacíos.
Según ese reparto, cada socio recibirá 7 vasos y la misma cantidad de vino. Ya ve,
sheik, que el problema no presenta dificultad alguna, y que si analizamos el
enunciado no es difícil demostrar que él admite otra solución rigurosamente
exacta33.
Figura trazada por Avicena, matemático y médico famoso, con la que pretendía
demostrar cierta proposición de Euclides, y concluyó, según reza la leyenda,
descubriendo el camello robado.
La espiral logarítmica puede notarse en gran número de estos seres vivos. Las
flores, las hojas y muchos animales revelan simetrías admisibles que maravillan
el espíritu. Como dijo Platón, “la Geometría existe en todas partes”.
Después de trazar las rectas en posición conveniente, Al-Hossein marcó con cuidado
los dos ángulos cuya igualdad pretendía demostrar con su admirable raciocinio.
No había terminado la figura geométrica, cuando uno de los dos camelleros se
levantó de súbito y se arrojó trémulo a los pies del sabio, murmurando con voz
ronca, que expresaba gran temor:
- ¡Fui yo, señor! ¡Fui yo! ¡Diré la verdad!
Realmente sorprendido con la inesperada actitud del beduino, Al-Hossein se dio
cuenta de que había, en la confusión del camellero, un misterio que convenía
conocer. Dominando, pues, la sorpresa que experimentara, dijo así:
- Nada debes temer, amigo mío. La verdad es siempre descubierta. Vamos, confiesa
todo y serás perdonado.
Al oír estas palabras, el hombre confesó al sabio que había robado, días antes, el
camello predilecto del visir.
Inútil es decir que Al-Hossein ignoraba aquel hurto audaz que preocupaba a todos y
en torno del cual se habían hecho infructuosas pesquisas.
Descubierto, así, el autor del robo, el camello fue restituido pocas horas después a
su poderoso dueño y el ladrón, amparado por el prestigio de Al-Hossein, se libró de
severa sentencia, siendo perdonado36.
¿Cómo explicar los motivos que llevaran al criminal a revelar su secreto? Lo
sucedido era, sin embargo, muy sencillo: la figura geométrica hecha por el
matemático para explicar la proposición de Euclides, era exactamente igual a la
“marca” que tenía el camello robado. El ladrón, al ver la figura, creyó que Al-
Hossein conocía su secreto y, lleno de indecible espanto, no se sintió con ánimo de
ocultar la verdad.
Colaboración de Guillermo Mejía 47 Preparado por Patricio Barros
Antonio Bravo
El Hombre que Calculaba www.librosmaravillosos.com Malba Tahan
La fama de Al-Hossein, desde ese día, se volvió, bajo el cielo de Persia, cien veces
mayor.
¡No era para menos! ¡Con una simple figura geométrica descubrió al más audaz
ladrón, y encontró un camello que ya se daba por perdido!
CAPÍTULO 9
En el cual recibimos la visita del sheik Iezid. Extraña consecuencia de la previsión
de un astrólogo. La mujer y la Matemática. Beremís es invitado a enseñar
Matemática a una joven. Situación singular de la misteriosa alumna. Beremís habla
de su antiguo maestro, el sabio No-Elin.
La Geometría, dijo Platón, existe en todas partes. En el disco del sol, en la forma
del datilero, en el arco iris, en el diamante, en la estrella de mar, en la tela de la
araña y hasta en un pequeño grano de arena. En la figura de arriba vemos la forma
perfecta que presenta la flor del maracuyá. Es admirable la simetría pentagonal con
que están dispuestos los elementos de esa flor. Llamamos la atención del lector
para una observación realmente extraordinaria: “Las simetrías de orden impar sólo
se encuentran en los seres dotados de vida. La materia inorgánica sólo presenta
simetría par”
CAPÍTULO 10
En el cual vamos al palacio de Iezid. El rencoroso Tara-Tir no confía en el calculista.
Los pájaros cautivos y los números perfectos. El “Hombre que calculaba” exalta la
caridad del sheik. Oímos una tierna y arrebatadora canción.
Sería poco más de las cuatro cuando dejamos la posada y nos dirigimos a la casa
del poeta Iezid Abul-Hamid.
Guiados por un amable y diligente criado, atravesamos de prisa las calles tortuosas
del barrio Mouassan, yendo a dar un suntuoso palacio que se erguía en medio de un
bello jardín.
Beremís quedó encantado con el aspecto artístico que el rico Iezid procuraba dar a
su residencia. En el centro del parque levantábase una gran cúpula plateada, donde
los rayos solares se deshacían en fulgores rutilantes. Un gran patio, por fuerte
portón de hierro, ornamentado con todos los recursos del arte, daba entrada hacia
el interior.
Un segundo patio interno, con un bien cuidado jardín en su centro, dividía el edificio
en dos cuerpos. Uno de ellos estaba destinado a los aposentos particulares y el otro
a las salas de reunión, así como a un comedor, en el cual el sheik cenaba, a veces,
en compañía de poetas y escritores.
El aspecto exterior, a pesar de la artística ornamentación del vestíbulo, era triste y
sombrío. Quien reparase en las ventanas enrejadas no podía sospechar la pompa y
el arte con que todos los aposentos estaban decorados.
Una galería con lindas arcadas sostenidas por nueve o diez esbeltas y delgadas
columnas de mármol blanco con arcos recortados elegantes capiteles, con las
paredes revestidas de azulejos en relieve y el piso de mosaico, comunicaba los dos
cuerpos del edificio; dos largas escalinatas, también de mármol, conducían al jardín,
donde flores de diversas formas y perfumes bordeaban un tranquilo lago.
Un vivero lleno de pájaros, adornado con mosaicos y arabescos, parecía ser lo más
importante del jardín. Había allí aves de exóticos cantos de variadas formas y
rutilantes plumajes. Algunas, de peregrina belleza, pertenecían a especies para mí
desconocidas.
Nos recibió el dueño de casa, con mucha simpatía, viniendo a nuestro encuentro en
el jardín. Se hallaba en su compañía un joven moreno, delgado y de amplios
hombros, que nos resultó simpático. Tenía un modo agresivo de mirar, y la forma
en que hablaba era bastante desagradable, llegando, en ciertos momentos, hasta
ser insolente.
- ¿Es pues, éste el calculista? –observó, subrayando las palabras con tono de
menosprecio-. Me admira tu buena fe, querido Iezid. Vas a permitir que un mísero
encantador de serpientes se aproxime y dirija la palabra a la encantadora Telassim.
¡No faltaba más! ¡Por Alah, que eres ingenuo!
Y pronunció una carcajada injuriosa.
Aquella grosería me sublevó. Tuve ímpetus de repeler la descortesía de aquel
atrevido. Beremís, sin embargo, continuaba imperturbable. Era posible, tal vez, que
el algebrista descubriera, en las palabras insultantes que oyera, nuevos elementos
para hacer cálculos o para resolver problemas.
El poeta, mostrándose apenado por la actitud poco delicada de su amigo, dijo:
- Perdone, señor calculista, el juicio precipitado que acaba de hacer mi primo “el-
hadj” Tara-Tir42. Él no conoce, ni puede evaluar su capacidad matemática, pues está
por demás ocupado por el futuro de Telassim.
- No lo conozco, es claro; no me empeño mayormente en conocer los camellos que
pasan por Bagdad en busca de sombra y alfalfa –replicó iracundo Tara-Tir, con
insultante desprecio.
Y siguió hablando de prisa, nervioso y atropelladamente:
- Puedo probar, en pocos minutos, primo mío, que estás completamente engañado
respecto a la capacidad de ese aventurero. Si me lo permites, yo lo confundiré con
dos o tres simplezas que oí a un maestro de escuela en Mosul.
- Seguramente –convino Iezid-. Puedes interrogar a nuestro calculista y proponerle,
ahora mismo, el problema que quisieras.
- ¿Problema? ¿Para qué? ¿Quieres confrontar a un chacal que aúlla con un “ulema”
que estudia? –interrumpió groseramente-. Te aseguro que no será necesario
inventar problemas para desenmascarar al “sufi” 43 ignorante. Llegaré al resultado
que pretendo sin fatigar la memoria, más rápidamente de lo que piensas.
1
2
4
8
16
31
62
124
248
Suma = 496
1 + 2 + 4 + 7 + 14 = 28
-Cada ave, con las alas extendidas, es un libro de dos hojas abierto en el cielo. Es
un gran crimen robar o destruir esa pequeña biblioteca de Dios.
En ese momento oímos el comienzo de una canción; la voz era tan tierna y suave,
que se confundía con el trino de las golondrinas y el arrullar de las palomas.
Al principio era una melodía afable y triste, llena de melancolía y recuerdo, como las
endechas de un ruiseñor solitario; animóse, luego, en un crescendo vivo, en gorjeos
complicados, en trinos argentinos, entrecortados con gritos de amor que
contrastaban con la serenidad de la tarde, y revoloteaban por el espacio como si
fueran hojas que llevara el viento. Por último volvió al tono triste del principio,
lanzando una nota desgarradora que quedó flotando en la límpida atmósfera, como
un suspiro de virazón:
El encanto de aquella voz parecía envolver la tierra en una ola de indefinible alegría.
El día parecía más claro, el cielo más azul y el aire más leve.
-Es Telassim que canta –explicó el jefe al reparar en la atención con que oíamos
embebidos la extraña canción.
La bandada de pájaros que revoloteaba llenaba el espacio con sus alegres notas de
libertad. No eran más que 496, pero daban la impresión de que eran ¡diez mil!...
- ¿Y de quién son esos brillantísimos versos?46 –indagué.
- No lo sé. Una esclava cristiana los enseñó a Telassim y ella jamás los olvidó.
Deben ser de algún poeta nazareno47.
Subimos, y así se inició la primera lección de Matemática.
CAPÍTULO 11
Beremís inicia su curso de Matemática. El número y el universo. Una frase de
Platón. La unidad y Dios. Que medir. Las partes que forman la Matemática. La
Aritmética y los números. El Álgebra y las relaciones. La Geometría y las formas.
La Mecánica y la Astronomía. Un sueño del rey Aldebazan. La “alumna invisible”
eleva a Alah una oración.
Medir, señora, es comparar. Por lo tanto, solo son susceptibles de medirse las
magnitudes que admiten un elemento como base de comparación. ¿Será posible
medir la extensión del espacio? De ningún modo. El espacio es infinito y, siendo así,
no admite término de comparación. ¿Será posible avaluar la eternidad? De ninguna
manera. Dentro de las posibilidades humanas, el tiempo es siempre finito, y en el
cálculo de la Eternidad no puede lo efímero servir de unidad de evaluación.
En muchos casos, sin embargo, nos es posible representar una magnitud que no se
adapte a los sistemas de medida, por otra que pueda ser avaluada con exactitud.
Ese cambio de magnitudes, tendiente a simplificar los procesos de medidas,
constituye el objeto principal de una ciencia, que los hombres denominan
Matemática. Para alcanzar su objetivo, precisa la Matemática estudiar los números,
sus propiedades y transformaciones. En esa parte ella toma el nombre de
Aritmética. Conocidos los números, es posible aplicarlos a la evaluación de
magnitudes que varían, o que son desconocidas, pero que se presentan expresadas
por medio de relaciones y fórmulas. Tenemos así el Álgebra. Los valores que
medimos en el campo de la realidad son representados por cuerpos materiales o por
símbolos; en cualquier caso, esos cuerpos o esos símbolos están dotados por tres
atributos: forma, tamaño y posición. Es necesario, pues, estudiar estos tres
atributos; ese estudio constituye el objeto de la Geometría.
Estudia, además, la Matemática, las leyes que rigen los movimientos y las fuerzas,
leyes que aparecen en la admirable ciencia que se denomina Mecánica.
La Matemática pone todos sus recursos al servicio de una ciencia que eleva el alma
y engrandece al hombre. Esa ciencia es la Astronomía.
Hablan algunos de las Ciencias Matemáticas, como si la Aritmética, el Álgebra y la
Geometría fuesen partes enteramente distintas. No es así, sin embargo. Todas se
auxilian mutuamente, apoyándose unas en las otras, y, en ciertos puntos, se
confunden.
Hay una ciencia única, la Matemática, la cual nadie se puede jactar de conocer,
porque sus conocimientos son, por su naturaleza, infinitos, y de la cual todos
hablan, sobre todo los que más la ignoran.
Entre los hombres que la estudian y la conocen hay, sin embargo, algunos que más
se fijan en minucias que en las ideas generales, siendo, por lo tanto, sus
descubrimientos de escasa importancia.
Nárrase que Moisés se encontró, cierta vez, en las playas de Judea, con El-Quíder 49,
el más grande entre los sabios de la Tierra. Se hallaban los dos grandes Maestros
conversando sobre los más altos problemas de la Vida y del Destino, cuando se
acercó a ellos un pajarito que traía en el pico una gota de agua de mar. La pequeña
avecilla, sin interrumpir el vuelo, dejó caer la gota sobre el hombro de El-Quíder. Él,
que era sabio entre los sabios, dijo entonces a Moisés:
“¡Profeta de Dios! Ese pájaro acaba de enseñarnos una profunda verdad,
mostrándonos de una manera elocuente, que la ciencia de Moisés, que es
incalculable, acrecentada con paciencia de El-Quíder, que es bien poca, y la de
todos los sabios de la Tierra –delante de la ciencia de Dios- es como una gota de
agua comparada con el mar.”
La Matemática, señora, enseña al hombre a ser sencillo y modesto; es la base de
todas las ciencias y todas las artes. Aldebazan, rey de Irak, descansando cierta vez
en la galería de su palacio, soñó que encontraba siete jóvenes que caminaban por
una ruta. En cierto momento, vencidas por la fatiga y por la sed, las jóvenes se
detuvieron bajo el sol calcinante del desierto. Apareció, entonces, una hermosa
princesa que se aproximó a las peregrinas, trayéndoles un gran cántaro de agua
pura y fresca. La bondadosa princesa sació la sed que devoraba a las jóvenes, y
éstas pudieron reanudar su interrumpida jornada.
Al despertar, impresionado con ese curioso sueño, decidió Aldebazan entrevistarse
con un astrólogo famoso, llamado Sanib, a cual consultó sobre el significado de
aquella escena en la que él –rey poderoso y justo- asistiera en el mundo de las
visiones y fantasías. Dijo Sanib, el astrólogo “¡Señor! Las siete jóvenes que
caminaban por la ruta, eran las artes divinas y las ciencias humanas: la Pintura, la
Música, la Escultura; la Arquitectura, la Retórica, la Dialéctica y la Filosofía. La
princesa que las socorrió representa la grande y prodigiosa Matemática. Sin el
auxilio de la Matemática –prosiguió el sabio- las artes no pueden progresar, y todas
las otras ciencias perecen.” Impresionado el rey por lo que oía, determinó que se
organizasen en todas las ciudades, oasis y aldeas de su país, centros de estudios
Con estas palabras concluyó el calculista, dando por terminada su primera clase de
Matemática.
Con agradable sorpresa oímos, entonces a la alumna, a quien hacía invisible la
cortina, pronunciar la siguiente oración:
“¡Oh Dios Omnipotente, Creador del Cielo y de la Tierra! Perdona la pobreza,
pequeñez y puerilidad de nuestros corazones. No escuches nuestros pedidos, pero
oye el clamor de nuestras necesidades; no atiendas nuestros pedidos, pero ten en
cuenta nuestros silenciosos gemidos. ¡Cuántas veces pedimos aquello que tuvimos y
que dejamos perder! ¡Cuántas veces soñamos poseer aquello que nunca será
nuestro! ¡Oh Dios! Nosotros te agradecemos por este Universo, que es nuestro
grande hogar, por su vastedad y riqueza, y por la vida multiforme que en él existe y
de la cual formamos parte. Loámoste por el esplendor del cielo azul y por la brisa de
la tarde, por las veloces nubes y por las constelaciones de las alturas. Loámoste por
los océanos inmensos, por el agua que corre, por las montañas eternas, por los
árboles frondosos, por el suave césped en que reposan nuestros pies. ¡Nosotros te
agradecemos los múltiples encantos con que podemos experimentar en nuestras
almas las bellezas de la Vida y el Amor! ¡Oh Dios, Clemente y Misericordioso!
Perdona la pobreza, la pequeñez y la puerilidad de nuestros corazones.”
CAPÍTULO 12
En el cual veo a Beremís interesado en el juego de saltar con cuerda. La curva
del “baq-taque” y las arañas. Pitágoras y el círculo. Encontramos a Harid Namur.
El problema de los 60 melones. Cómo perdió el intendente la apuesta. La voz del
muezín ciego llama a los creyentes para la oración de “mogreb”.
Cuando dejamos el hermoso palacio del poeta Iezid, faltaba poco para la hora del
“ezzan”. Al pasar por el “marabú” de Ramir oí el suave gorjeo de un pájaro entre las
ramas de una vieja higuera.
-Es, con seguridad, uno de los libertos de hoy –observé-. Reconforta oírlos traducir
en melódicos cantos, la alegría de la libertad reconquistada.
Beremís, sin embargo, en aquel momento nos se preocupaba por el canto del
pájaro. Absorbía su atención un grupo de pequeños que se divertían en la calle, a
corta distancia. Dos de ellos sostenían, por los extremos, un trozo de cuerda fina
que debía tener catorce o quince palmos de extensión. Los otros trataban de
trasponer de un salto, la cuerda, colocada más o menos alta, conforme a la agilidad
del saltador.
- Mira la cuerda, “bagdalí” –dijo el calculista, tomándome por el brazo-, ¡Observa
qué curva perfecta! ¿No la hallas digna de estudio?
-Pues, amigo mío –dijo Beremís-: convéncete de que tus ojos son ciegos para las
más grandes bellezas y maravillas de la Naturaleza. Cuando los niños tienen la
cuerda, sosteniéndola por los extremos, dejándola caer libremente y bajo su propio
peso, la cuerda forma una curva notable, pues surge como resultante de fuerzas
naturales52. Yo tuve ocasión de observar esa curva –que el sabio No-Elin llamaba la
“baq-taque”53, porque tiene la forma de la joroba de ciertos dromedarios-. ¿Tendrá
esa curva plana alguna analogía con las derivadas de la parábola? En lo futuro, si
Alah lo quiere, los matemáticos descubrirán el medio de trazar esa curva, punto
por punto, y estudiarán rigurosamente todas sus propiedades.
-Hay, sin embargo –prosiguió-, muchas otras curvas más importantes. Debo citar,
en primer lugar, el círculo 54. Pitágoras, filósofo y matemático, consideraba al círculo
como la figura más perfecta, relacionándolo así con la idea de perfección. Entre
todas las curvas más perfectas, el círculo es la que tiene el trazado más simple.
y luego 2 por la misma suma, era más simple que vender 5 por 2 denarios.
Vendidos los 60 melones en 12 lotes de 5 cada uno obtuve 24 denarios. ¿Cómo
pagar a los dos hermanos, si uno debía recibir 10 y el otro 15 denarios? Había una
diferencia de un denario, que no sabía cómo explicar, pues el negocio había sido
hecho con todo cuidado. Vender 3 por un denario y 2 por 1, ¿no es lo mismo que
vender 5 por 2 denarios?
- La cuestión no tendría importancia alguna –intervino Hamed Namir- si no fuese
por la intervención absurda del “vequil” 55 que vigila la feria. Habiendo oído algo
sobre el caso, y no sabiendo explicar la diferencia, ha apostado 5 denarios a
que esa diferencia provenía de la falta de un melón que fuera robado durante la
venta.
- El “vequil” no tiene razón –afirmó Beremís- y debe ser obligado a pagar la
apuesta. La diferencia que encontró el vendedor se debe a lo siguiente: La
partida de Harim se componía de 10 lotes de 3 melones cada uno. Cada lote debía
ser vendido a un denario. El total de la venta sería 10 denarios. La partida de
Hamed se componía de 15 lotes (con dos melones cada uno) y un total de 15
denarios. Observen que el número de lotes de una partida es diferente al de la
otra. Para vender los melones en lotes de 5 cada uno, sólo los 10 primeros lotes
podrían ser vendidos (sin perjuicio) por 2 denarios cada uno. Vendidos esos 10
lotes, quedan todavía 10 melones, que pertenecen exclusivamente a la partida de
Hamed y que, siendo de precio más elevado, debían ser vendidos a razón de 2 por
1 denario. La diferencia de un denario resultó, pues, de la venta de los 10 últimos
melones. No hubo robo alguno. De la desigualdad de los precios e las dos partidas,
resultó la pérdida de un denario, que se verificó en el resultado final.
más caros, cuyo precio era de 2 por un denario. Como el dibujo nos muestra, sólo
hay 10 lotes de 5 cada uno (siendo 3 de A, y 2 de B) que pueden ser vendidos sin
perjuicio a razón de 2 denarios cada uno.
En ese momento la voz del “muecín”, cuyo eco vibraba en el aire al llamar a los
fieles para la oración, interrumpió nuestra reunión.
- ¡Hai al el-salah!56 ¡Hai al el-salah!
Cada uno de nosotros procuró, sin pérdida de tiempo, hacer, según lo indica el Libro
Santo, las “guci” de ritual.
El Sol ya se hallaba sobre la línea del horizonte. Había llegado la hora del “mogreb”.
Desde la tercera almenara57 de la mezquita de Omar, el “muecín” ciego llamaba,
con voz pausada y ronca, a los creyentes para la oración:
- Alah es grande y Mahoma es el verdadero enviado de Dios. ¡Venid a orar,
musulmanes! ¡Venid a orar!
Los mercaderes, precedidos por Beremís, extendieron sus tapetes de colores, se
sacaron las sandalias, miraron la dirección de la Ciudad Santa y exclamaron:
-¡Alah, omnipotente y misericordioso! Loado sea el Creador de los mundos visibles
e invisibles. A ti, que eres el verdadero Sol del mundo; que siempre alumbras, sin
tener ocaso; que con tus rayos benéficos y con tu luz, alegras y avivas todas las
cosas en el Cielo y en la Tierra: Te rogamos que misericordiosamente brilles en
nuestros corazones, para que la noche y la oscuridad del pecado, y la niebla del
error, sean disipadas por el brillo de Tu luz en nuestros corazones, y nosotros por
toda nuestra vida andemos sin tropezar, como de día, puros, alcanzando las
bendiciones abundantes que tienes para nosotros.
CAPÍTULO 13
En el cual vamos al palacio del califa. Beremís es recibido por el rey. Los poetas y la
Amistad. La amistad entre los hombres y la amistad entre los números. Números
amigos. El califa elogia al “Hombre que calculaba”. Es exigida en palacio, la
presencia de un calígrafo.
Cuatro días después, por la mañana, se nos informó que seríamos recibidos en
solemne audiencia por el califa Abul-Aabas-Ahmed Al-Motacen Billah, Emir de los
Creyentes, Vicario de Alah.
Aquella comunicación, tan grata para cualquier musulmán, fue recibida por Beremís
y por mí con verdadera ansiedad.
Era muy posible que el soberano, al oír al sheik Iezid contar alguna de las proezas
practicadas por el eximio matemático, tuviese curiosidad por conocer al “Hombre
que calculaba”. No se puede explicar de otra forma nuestra presencia en la Corte,
entre las figuras de más prestigio de la alta sociedad de Bagdad.
Quedé asombrado al entrar en el palacio del Emir.
Varias arcadas superpuestas, formando curvas armoniosas, y sostenidas por altas y
delgadas columnas esculpidas, tenían sus basamentos ornados con finísimos
mosaicos. Pude notar que esos mosaicos estaban formados por fragmentos de loza
blanca y bermeja, alternando con franjas de estuque.
Los techos de los salones principales eran de color oro y azul; las paredes de todas
las habitaciones se presentaban cubiertas de azulejos en relieve, y los pisos eran de
mosaico.
Las cortinas, los tapices, los divanes, todo, en fin, cuanto constituía el mobiliario del
palacio, demostraba la magnificencia indiscutible de un príncipe de leyenda hindú.
Afuera, en los jardines, se notaba la misma pompa, realzada por la mano de la
Naturaleza, perfumada por mil aromas diferentes, alfombrada con verde césped,
bañada por el río, refrescada por innumerables fuentes de mármol blanco, junto a
las cuales un millar de esclavas trabajaban sin cesar.
Fuimos conducidos por un ayudante del visir Ibraim Maluf hasta la Sala de las
Audiencias.
bajo la faja de seda, un hermoso puñal, cuyo cabo estaba adornado con piedras
preciosas. El turbante era verde con pequeñas listas blancas. El color verde es –
como todos saben- lo que distingue a los descendientes de Mahoma, el Santo
Profeta (¡con Él haya paz y gloria!).
- Muchas cosas importantes quiero resolver en la audiencia de hoy –comenzó el
califa-. No quiero, sin embargo, iniciar los trabajos y discutir los grandes problemas
políticos, sin recibir una prueba clara y precisa que el matemático persa
recomendado por mi amigo Iezid es, realmente, un gran y hábil calculista.
Interpelado de ese modo Beremís por el glorioso monarca, se sintió obligado a
corresponder brillantemente a la confianza que el jefe Iezid, en él depositara.
Dirigiéndose, pues, al sultán, así le habló:
-No soy más, Comendador de los Creyentes, que un rudo pastor que acaba de ser
distinguido con vuestra honrosa atención.
Y después de corta pausa prosiguió:
- Aseguran, entretanto, mis generosos amigos, que es justo incluir mi nombre
entre los calculistas. Siéntome halagado por tan alta distinción, aunque pienso que,
en general, los hombres son buenos calculistas. Calculista es el pescador que
cuenta los peces que hay en su red; calculista es el soldado que avalora de una
ojeada, cuando está en campaña, la distancia de una parasanga; el calculista es
el poeta que cuenta las sílabas y mide el ritmo de los versos; calculista es el
músico que aplica, en la división en compases, las leyes de la perfecta armonía;
calculista es el pintor que traza las figuras según proporciones invariables, para
obtener perspectiva; calculista es el humilde tejedor que dispone uno por uno,
todos los hilos de su trabajo. ¡Todos, en fin, oh rey, son buenos y hábiles
calculistas!
Y, después de mirar a todos los nobles que rodeaban el trono, Beremís prosiguió:
- Veo, con infinita alegría, que estáis rodeado de “ulemas”, y doctores; que hay,
a la sombra de vuestro trono poderoso, hombres de valor que cultivan el estudio y
engrandecen la ciencia. La compañía de los sabios, oh rey, es para mí el mayor
tesoro. El hombre sólo vale por lo que sabe. Saber es poder. Los sabios educan por
el ejemplo, y nada hay que conquiste al espíritu humano más profundamente que
el ejemplo. Sin embargo, no debe el hombre cultivar la ciencia si no es para
autoridad enorme: “Sólo es útil el conocimiento que nos hace mejores”. Séneca,
otro pensador famoso, decía, incrédulo: “¿Qué importa saber que es una línea recta,
si no se sabe lo que es la rectitud?” Permitidme, pues, rey generoso y justo, que
rinda mi humilde homenaje a los doctores y “ulemas” que se hallan en esta sala.
Durante los trabajos diarios, observando las cosas que Alah sacó de la Nada para
darles vida, aprendí a valorar los números y a transformarlos por medio de reglas
prácticas y seguras. No deja de preocuparme, sin embargo, la prueba que solicitáis.
Confiado en vuestra proverbial generosidad, agrádame decir que observo en esta
Sala de Audiencias, demostraciones admirables y elocuentes de que la Matemática
existe en todas partes. Adornan las paredes de este bello salón varios versos que
contienen un total de 504 palabras, estando algunas trazadas en caracteres negros
y las restantes en rojo. El calígrafo que dibujó estos versos demostró tener tanto
talento e imaginación al descomponer las 504 palabras, como los poetas que
escribieran esas inmortales poesías.
¡Rey magnánimo! –prosiguió Beremís-: encuentro en los versos incomparables que
adornan esta Sala de Audiencias grandes elogios sobre la Amistad. Puedo leer allí,
cerca de la columna, la célebre “cassida” de “Mohalhil”:
“Si mis amigos me huyeran, de mí huirían todos los tesoros.”
Un poco más abajo encuentro el elocuente pensamiento de Tarafa:
“El encanto de la vida depende únicamente de las buenas amistades que
cultivamos.”
A la izquierda se destaca el profundo concepto de Hatim, de la tribu de Tai:
“La buena amistad es para el hombre lo que el agua pura y límpida para el beduino
sediento.”
Sí, todo eso es sublime, profundo y elocuente. La mayor belleza, sin embargo,
reside en el ingenioso artificio empleado por el calígrafo para demostrar que la
amistad que los versos exaltan, no existe solamente entre los seres dotados de vida
y sentimientos. La amistad se halla, también entre los números.
¿Cómo descubrir –preguntaréis- entre los números, aquellos que están unidos por
los lazos de la amistad matemática? ¿De qué medios se vale el geómetra para
señalar en la serie numérica los elementos ligados por la estima?
1 + 2 + 4 + 5 + 10 + 11 + 20 + 22 + 44 + 55 + 110 = 284
1, 2, 4, 71 y 142.
1 + 2 + 4 + 71 + 142 = 220
Pues bien. Hay entre esos números relaciones notables. Si sumamos los divisores
de 220, arriba indicados, obtenemos una suma igual á 284; si sumamos los
divisores de 284, el resultado es, precisamente, 220.
De esa relación los matemáticos llegaron a la conclusión de que los números 220 y
284 son “amigos”; es decir, que cada uno de ellos parece existir para servir,
alegrar, defender u honrar al otro.
Y el calculista concluyó:
-¡Pues bien, rey generoso y justo! Observad que las 504 palabras que forman el
elogio poético de la Amistad fueron escritas en la siguiente forma:
220 en caracteres negros y 284 en caracteres rojos. Y 220 y 284 son, como ya
expliqué, números amigos.
Observad, también, una relación no menos interesante: las 504 palabras forman 32
leyendas diferentes. Pues bien, la diferencia entre 284 y 220 es 64, número que,
además de ser cuadrado y cubo perfecto, es precisamente igual al doble del número
de leyendas dibujadas.
El infiel dirá que se trata de simples coincidencias. Sin embargo, aquel que cree en
Dios y tiene la dicha de seguir las enseñanzas del Santo Profeta Mahoma (¡con Él en
la oración y en la paz!), saben que las llamadas coincidencias no serían posibles si
Alah no las describiese en el libro del Destino. Afirmo, pues, que el calígrafo, al
descomponer el número 504 en dos porciones (220 y 284), escribió sobre la
Amistad un poema que eleva a todos los hombres de alma noble y espíritu claro.
Al oír las palabras del calculista, el califa quedó extasiado. Resultaba extraordinario.
Resultaba extraordinario que aquel hombre contase, de una mirada, las 504
palabras de los 32 versos y que, al contarlas, verificase que había 220 en negro y
284 en letras rojas.
- Tus palabras, calculista –dijo el rey- me han dado la certeza de que eres un
geómetra de gran mérito. He quedado encantado con esa interesante relación que
los algebristas denominan “amistad numérica”, y estoy ahora interesado en saber
cuál fue el calígrafo que escribió, al hacer el decorado de esta habitación, los
versos que sirven de adorno a estas paredes.
Es fácil verificar si la descomposición de las 504 palabras, en partes que formen
números amigos, fue hecha a propósito o resultó de un capricho del Destino (obra
exclusiva de Alah, el Exaltado).
Y haciendo aproximar al trono a uno de sus secretarios, el sultán Al Motacen le
preguntó:
- ¿Recuerdas Nuredín Zarur, al calígrafo que trabajó en este palacio?
-Lo conozco muy bien –respondió prontamente el sheik-. Vive junto a la mezquita
de Otman.
- Traedlo aquí, “sejid”60, lo más pronto posible –ordenó el califa-. Quiero
interrogarlo.
- ¡Escucho y obedezco!
Y salió a prisa a cumplir la orden del soberano.
CAPÍTULO 14
En el cual esperamos en el trono real, el regreso de Nuredín Zarur, el emisario del
califa. Los músicos y las bailarinas gemelas. Como Beremís reconoció a Iclimia y
Tabessan. Surge un visir envidioso que critica a Beremís. El elogio de los teóricos
soñadores hecho por Beremís. El rey proclama la victoria de la teoría sobre el
utilitarismo grosero.
Después que el jefe Nuredin Zarur –el emisario del rey- partió en busca del calígrafo
que dibujara las 504 palabras de las leyendas de la Sala de Audiencias, entraron en
ella cinco músicos egipcios que ejecutaron, con gran sentimiento, las más
agradables canciones y melodías árabes. En cuanto los músicos hicieron vibrar sus
laúdes, arpas cítaras y flautas, dos graciosas bailarinas djalcianas 61, para mayor
entretenimiento de todos, danzaron sobre una gran tarima circular. Era asombrosa
la semejanza que se observaba entre las dos jóvenes esclavas. Tenían ambas el
talle esbelto, las caras morenas, los ojos pintados con “colk” negro; pendientes,
pulseras y collares exactamente iguales. Y para completar el parecido, se
presentaban con trajes en los que no se notaba la menor diferencia.
En determinado momento el califa, que estaba de buen humor, se dirigió a Beremís
y le dijo:
- ¿Qué pensáis, calculista, de mis lindas “adjamis”? 62 Ya habréis notado que son
parecidísimas. Una de ellas se llama Iclimia63 y la otra responde al tierno nombre
de Tabessan.64 Son gemelas y valen un tesoro. No encontré, hasta ahora, quien
fuese capaz de distinguir, con seguridad, una de otra, cuando reaparecen después
de danzar. Inclimia (¡mira bien!) es la que se encuentra ahora a la derecha;
Tabessan, a la izquierda, junto a la columna nos dirige su mejor sonrisa.
- Confieso, oh sheik del Islam65 –respondió Beremís- que vuestras bailarinas son,
realmente, irresistibles. Loado sea Alah, el Único, que creó la Belleza para modelar
con ella las seductoras formas femeninas. De la mujer hermosa ya dijo el poeta:
- Acabo de observar, Emir de los Creyentes, que el calculista persa es hábil para
contar los elementos o figuras de un conjunto. Contó las quinientas y tantas
palabras escritas en las paredes del salón, citó dos números amigos, habló de la
diferencia 64 (que es cubo y cuadrado), y terminó contando, una por una, las
franjas de las polleras de las hermosas bailarinas djalcianas.
Quedaríamos mal servidos si nuestros matemáticos se dispusieran a observar
solamente cosas tan pueriles y sin utilidad práctica alguna. Realmente. ¿Qué nos
importa saber si hay en los versos que nos engrandecen, 220 ó 284 palabras, y si
esos números son amigos o no? La preocupación de cuantos admiramos a un poeta,
no es contar las letras de sus versos, ni calcular el número de ellas escritas en rojo
o en negro. Tampoco nos interesa saber si en el vestido de esta bella y graciosa
bailarina hay 309, 312 ó 1.000 franjas. Todo eso es ridículo y de muy escaso interés
para los hombres de sentimiento que cultivan la Belleza y el Arte.
El ingenio humano, amparado por la ciencia, debe consagrarse a la resolución de los
grandes problemas de la vida. Los sabios –inspirados por Alah, el Exaltado- no
levantaron el deslumbrante edificio de la Matemática para que esa noble ciencia
viniese a tener la aplicación que le encuentra el calculista persa. Me parece, pues,
un crimen, reducir la ciencia de un Euclides, de un Arquímedes o de un maravilloso
Omar Cayan (¡Alah lo tenga en su gloria!), a esa mísera situación de evaluadora
numérica de cosas y seres. Nos interesa, pues, ver a ese calculista aplicar las
teorías (que dice poseer) en la resolución de problemas de utilidad real, esto es,
problemas que se relacionen con las necesidades de la vida corriente.
- Hay un pequeño engaño de vuestra parte, señor visir –replicó en seguida Beremís-
, y yo tendría a gran honra esclarecer ese pequeño error si el generoso Califa,
nuestro amo y señor, me concediera permiso para dirigirle más extensamente la
palabra en esta audiencia.
-No deja de parecerme, hasta cierto punto, juiciosa –replicó el rey- la censura del
visir Nahun Ibn-Nahun. Una aclaración sobre el caso es indispensable. Habla, pues.
Tus palabras orientarán la opinión de los que aquí se hallan.
-Los doctores y “ulemas”, ¡Oh rey de los Árabes! –comenzó Beremís- no ignoran
que la Matemática surgió con el despertar del alma humana; peor, no lo hizo con
fines utilitarios. Fue el ansia de resolver el misterio del Universo, delante del cual
hombres son como granos de arena, que le dio el primer impulso. El verdadero
desenvolvimiento resultó, ante todo, del esfuerzo en penetrar y comprender el
Infinito. El progreso material de los hombres depende de las conquistas abstractas o
científicas del presente, y es a los hombres de ciencia que trabajan sin ningún
designio de aplicación de sus doctrinas, a los que la Humanidad será deudora en lo
futuro69. Cuando el matemático efectúa sus cálculos o busca nuevas relaciones
entre los números, no lo hace con fines utilitarios. Cultivar la ciencia por la utilidad
práctica, inmediata, es desvirtuar el alma de la propia ciencia.
CAPÍTULO 15
En el cual Nuredin regresa a la Sala de Audiencias. La información que obtuvo de
un “imman”. Como vivía el pobre calígrafo. El cuadrado lleno de números y el
tablero de ajedrez. Beremís habla sobre los cuadrados mágicos. La consulta del
“ulema”. El rey pide a Beremís que le cuente la leyenda del juego de ajedrez.
Encontrando extraño que un hombre tan pobre, que llevaba una vida llena de
privaciones, cultivase el juego de ajedrez y adornase las paredes con figuras de
expresiones matemáticas, resolví traer esos objetos conmigo, para que nuestros
“ulemas” pudieran admirar las reliquias dejadas por el viejo calígrafo.
El sultán, lleno de curiosidad por el caso, ordenó a Beremís que examinase con la
atención debida el tablero y la figura que parecía más apropiada para un discípulo
de Al-Carismi70, que para adorno del cuarto de un pobre.
Después de haber observado meticulosamente el tablero y el cuadro, dijo el
“Hombre que calculaba”:
-Esa interesante figura numérica, encontrada en el cuarto del calígrafo, constituye
lo que llamamos un “cuadrado mágico”.
Tomemos un cuadrado y dividámoslo en 9, 16, 25 ó más cuadrados iguales, que
llamaremos casillas.
Cuadrado mágico chino, en el cual los números (por falta de guarismos), son
representados por objetos. Parece pertenecer á 2800 años A. C.
En cada una de esas casillas coloquemos un número entero. La figura obtenida será
un cuadrado mágico cuando la suma de los números que figuran en una columna,
en una fila, o en cualquiera de las diagonales, sea siempre la misma. Ese resultado
invariable se llama constante del cuadrado, y el número de casillas de una fila,
módulo del mismo.
Los números que ocupan las diferentes casillas del cuadrado mágico deben ser
todos diferentes y tomados en su orden natural.
Entre los cuadrados hipermágicos podemos citar los diabólicos. Así se denominan
los cuadrados que continúan siendo mágicos aunque cambie una fila por una
Colaboración de Guillermo Mejía 90 Preparado por Patricio Barros
Antonio Bravo
El Hombre que Calculaba www.librosmaravillosos.com Malba Tahan
columna71.
Las indicaciones hechas por Beremís acerca de los cuadrados mágicos fueron oídas
con gran atención por el rey y por los nobles musulmanes.
Uno de los “ulemas”, después de dirigir elogiosas palabras al “eminente Beremís
Samir, del país de Irán”, aseguró que deseaba hacer una consulta al sabio
calculista. La consulta era la siguiente:
- ¿Habrá un método especial para las investigaciones matemáticas, o los grandes
principios y las leyes admirables de esa ciencia serán descubiertas por casualidad?
La respuesta a esa delicada consulta la formuló Beremís en los siguientes términos:
- No existe, ni puede existir, método general para dirigir las investigaciones,
pero es evidente que la casualidad casi no interviene. El descubrimiento es
siempre producto de larga reflexión y de un esfuerzo consciente en una dirección
ya determinada.
El hecho más interesante, entre los que observan entonces, es, tal vez, la aparición
repentina de la solución largamente buscada, a veces cuando el investigador ya
hace tiempo que abandonó el asunto. Todo permite creer que esa verdadera luz
mental es el resultado de un trabajo subconsciente, que representaría un papel
importante en el descubrimiento.
A continuación el brillante calculista tomó el tablero de ajedrez y dijo:
- Este viejo tablero, dividido en 64 casillas negras y blancas, se emplea, como
sabéis, en un interesante juego que un hindú, llamado Lahur Sessa, inventó hace
muchos siglos, para recreo de un rey de la India. El descubrimiento del juego de
ajedrez se halla ligado a una leyenda que encierra cálculos y números.
- Debe ser interesante oírla –opinó el califa.
- Escucho y obedezco –respondió
Beremís. Y narró la historia siguiente:
CAPÍTULO 16
Leyenda sobre el juego de ajedrez, contada al califa de Bagdad, Al-Motacen Billah,
Emir de los Creyentes, por Beremís Samir, el “Hombre que calculaba”.
cuando algún grave problema nacional lo obligaba a decidir, como jefe de Estado,
en interés y para la felicidad de sus súbditos.
Con el correr de los días, en lugar de pagarse los recuerdos de la penosa campaña,
más se agravaban la angustia y la tristeza que, desde entonces, oprimían el corazón
del rey. ¿De qué le podrían servir, en verdad, los ricos palacios, los elefantes de
guerra, los tesoros inmensos, si ya no vivía a su lado aquel que fuera la razón de su
existencia? ¿Qué valor podrían tener, a los ojos de un padre inconsolable, las
riquezas materiales, que no borrarían nunca el recuerdo del hijo desaparecido?
Los pormenores de la batalla en que pereciera el príncipe Adjamir no abandonaban
su pensamiento. El infeliz monarca pasaba largas horas trazando, sobre una gran
caja de arena, las diversas maniobras realizadas por las tropas durante el asalto. Un
surco indicaba la marcha de la infantería; otro, paralelo, a su lado, mostraba el
avance de los elefantes de guerra; un poco más abajo, representada en pequeños
círculos, dispuestos con simetría, se perfilada la temida caballería, comandada por
un viejo “radj”73, que se decía bajo la protección de Tchandra, la diosa de la Luna.
Así, por medio de gráficos, esbozaba el rey la colocación de las tropas, estando las
enemigas desventajosamente colocadas, gracias a su estrategia, en el campo en
que se libró la batalla decisiva.
Una vez completo el cuadro de los combatientes, con todos los detalles que pudiera
evocar, borraba el rey todo, y comenzaba otra vez, como si sintiese placer en
revivir los momentos de angustia y ansiedad pasados.
A la hora temprana de la mañana, en que los brahmanes llegaban al palacio para la
lectura de los Vedas 74, ya se veía al rey trazando en la arena los planos de una
batalla que se reproducía indefinidamente.
¡Desgraciado monarca! –murmuraban los sacerdotes, apenados-. Procede como un
“sudra”75 a quien Dios privó del uso de la razón. ¡Sólo Dhanoutara 76, poderosa y
clemente, podrá salvarlo!
Y los brahmanes elevaban oraciones, quemaban raíces aromáticas, implorando a la
diosa clemente y poderosa, eterna patrona de los enfermos, que amparase al
soberano de Taligana.
Un día, finalmente, fue informado el rey de que un joven brahmán –pobre y
modesto- solicitaba una audiencia que venía pidiendo desde hacía algún tiempo.
Como estuviese en ese momento en buena disposición de ánimo, ordenó el rey que
llevaran al desconocido a su presencia.
Conducido a la gran sala del trono, fue interpelado el brahmán, como lo exigía la
costumbre, por uno de los visires del rey.
- ¿Quién eres, de dónde vienes y que deseas de aquel que, por la voluntad de
Vichnú77, es rey y señor de Taligana?
-Mi nombre –respondió el, joven braman- es Lahur Sessa 78, y vengo de la aldea de
Manir, que está a treinta días de marcha de esta bella ciudad. Al recinto en
que vivía llegó la noticia de que nuestro bondadoso rey arrastraba los días, en
medio de profunda tristeza, amargado por la ausencia del hijo que le robaba la
guerra. Gran mal será pare el país, me dije, si nuestro querido soberano se
encierra como un brahmán ciego dentro de su propio dolor.
Pensé, pues, en inventar un juego que pudiera distraerlo y abrir en su corazón las
puertas a nuevas alegrías. Es ese insignificante obsequio que deseo, en este
momento, ofrecer a nuestro rey Iadava.
Como todos los grandes principios citados en las páginas de la Historia, tenía el
soberano hindú el grave defecto de ser excesivamente curioso. Cuando le
informaron del objeto de que el joven bracmán era portador, no pudo contener el
deseo de verlo y apreciarlo sin demora.
Lo que Sessa traía al rey Iadava consistía en un gran tablero cuadrado, dividido en
sesenta y cuatro cuadraditos iguales; sobre ese tablero se colocaban dos
colecciones de piezas, que se distinguían unas de otras por el color, blancas y
negras, repitiendo simétricamente los motivos y subordinadas a reglas que
permitían de varios modos su movimiento.
Sessa explicó con paciencia al rey, a los visires y cortesanos que rodeaban al
monarca, en qué consistía el juego, enseñándoles las reglas esenciales:
-Cada uno de los jugadores dispone de ocho piezas pequeñitas, llamadas peones.
Representan la infantería que avanza sobre el enemigo para dispersarlo.
Secundando la acción de los peones vienen los elefantes de guerra 79, representados
por piezas mayores y más poderosas; la caballería, indispensable en el combate,
aparece, igualmente, en el juego, simbolizada por dos piezas que pueden saltar
como dos corceles, sobre las otras; y para intensificar el ataque, se incluyen
representando a los guerreros nobles y de prestigio –los dos visires 80 del rey. Otra
pieza, dotada de amplios movimientos, más eficiente y poderosa que las demás,
representará el espíritu patriótico del pueblo y será llamada la reina. Completa la
colección una pieza que aislada poco vale, pero que amparada por las otras se torna
muy fuerte: es el rey.
El rey Iadava, interesado por las reglas del juego, no se cansaba de interrogar al
inventor:
- ¿Y por qué la reina es más fuerte y poderosa que el mismo rey?
-Es más poderosa –argumentó Sessa- porque la reina representa, en el juego, el
patriotismo del pueblo. El poder mayor con que cuenta el rey reside, precisamente,
en la exaltación cívica de sus súbditos. ¿Cómo podría el rey resistir los ataques de
sus adversarios, si no contase con el espíritu de abnegación y sacrificio de aquellos
que lo rodean y velan por la integridad de la patria?
En pocas horas el monarca aprendió las reglas del juego, consiguiendo derrotar a
sus visires en partidas que se desenvolvían impecablemente sobre el tablero.
Sessa, de vez en cuando, intervenía respetuoso, para aclarar una duda o sugerir un
nuevo plan de ataque o de defensa.
En determinado momento el rey hizo notar, con gran sorpresa que la posición de las
piezas, por las combinaciones resultantes de diversos lances, parecía reproducir
exactamente la batalla de Dacsina.
- Observad –dijo el inteligente brahmán- que para conseguir la victoria es
imprescindible el sacrificio de este visir.
E indicó precisamente la pieza que el rey Iadava, en el desarrollo del juego, pusiera
gran empeño en defender y conservar.
El juicioso Sessa demostraba, de ese modo, que el sacrificio de un príncipe es a
veces impuesto como una fatalidad, para que de él resulten la paz y la libertad de
un pueblo.
Al oír tales palabras, exclamó el rey Iadava, sin ocultar su entusiasmo:
- No creí nunca, que el ingenio humano pudiera producir maravillas como este
juego, tan interesante al par que instructivo. Moviendo esas simples piezas,
aprendí que un rey nada vale sin el auxilio y la dedicación constante de sus
súbditos, y que,
a veces, el sacrificio de un simple peón vale más, para la victoria, que la pérdida de
una poderosa pieza.
Y, dirigiéndose al joven brahmán le dijo:
- Quiero recompensarle, amigo mío, por este maravilloso obsequio, que de tanto
me sirvió para aliviar viejas angustias. Pide, pues, lo que desees, para que yo
pueda demostrar, una vez más, como soy de agradecido con aquellos que son
dignos de una recompensa.
Las palabras con que el rey traducía su agradecimiento dejaron indiferente a Sessa.
Su fisonomía serena no traducía la menor emoción ni la más insignificante muestra
de alegría o sorpresa. Los visires miraban atónitos y asombrados su apatía ante un
ofrecimiento tan magnánimo.
- Rey todopoderoso –recriminó el joven con suavidad y altivez. No deseo, por el
presente que hoy os traje, otra recompensa que la satisfacción de haber
proporcionado al señor de Taligana un pasatiempo agradable para aligerar el
peso de las horas alargadas por agobiadora melancolía. Yo estoy, por lo tanto,
sobradamente recompensado, y toda otra paga sería excesiva.
Sonrió, desdeñosamente, el bondadoso soberano al oír aquella respuesta, que
reflejaba u desinterés tan raro entre los hindúes. Y, no creyendo en la sinceridad de
las palabras de Sessa, insistió:
- Me causa asombro tanto desamor y desdén por las cosas materiales, joven. La
modestia, cuando es excesiva, es como el viento que apaga la antorcha, dejando al
viandante en las tinieblas de una noche interminable. Para que el hombre pueda
vencer los múltiples obstáculos que le depara la vida, precisa tener el espíritu
sujeto a una ambición que lo impulse hacia un ideal cualquiera. Exijo, por tanto,
que escojas si demora, una recompensa digna de tu valioso regalo. ¿Quieres una
bolsa llena de oro? ¿Deseas un arca llena de joyas? ¿Pensaste en poseer un
palacio?
¿Aspiras a la administración de una provincia? Aguardo tu respuesta, ya que mi
palabra está ligada a una promesa.
-No admitir vuestro ofrecimiento después de vuestras últimas palabras -respondió
Sessa-, más que descortesía sería desobediencia al rey. Voy, pues, a aceptar por el
juego que inventé, una recompensa que corresponda a vuestra generosidad;
CAPÍTULO 17
En el cual el “Hombre que calculaba” recibe innumerables consultas. Creencias y
supersticiones. Unidad y figura. El cuentista y el calculista. El caso de las 90
manzanas. La Ciencia y la Caridad.
A partir del célebre día en que estuvimos, por primera vez, en la Sala de Audiencias
del Califa, nuestra vida sufrió profundas modificaciones. La fama de Beremís
aumentó considerablemente. En la modesta fonda en que vivíamos, los visitantes y
conocidos no perdían oportunidad de lisonjearlo con repetidas demostraciones de
simpatía y respetuosos saludos.
Todos los días veíase obligado el calculista a atender decenas de consultas. Una vez
era un cobrador de impuestos que necesitaba conocer el número de “ratls”
impuestos en un “abás” y la relación entre esa unidad y el “cate” 86; aparecía, en
seguida, un “hequim” ansioso por oír a Beremís una explicación sobre la cura de
ciertas fiebres por medio de siete nudos hechos en una cuerda; más de una vez el
calculista fue llamado por los camelleros que querían saber cuántas veces debía un
hombre saltar una hoguera para librarse del Demonio. Aparecían a veces, al caer de
la noche, soldados turcos, de aviesa mirada, que deseaban aprender medios
seguros para ganar en el juego de los dados. Tropecé, muchas veces, con mujeres –
ocultas por espesos velos- que venían, tímidas, a consultar al matemático sobre los
números que debían tatuarse en el antebrazo izquierdo para tener buena suerte,
alegría y riqueza.
A todos atendía Beremís Samir con paciencia y bondad. Aclaraba las dudas a
algunos, daba consejos a otros. Procuraba destruir las creencias y supersticiones de
los mediocres e ignorantes, mostrándoles que ninguna relación puede existir., por la
voluntad de Alah, entre los números y las alegrías o tristezas del corazón.
Y procedía así, guiado por elevado sentimiento de altruismo, sin perseguir lucro ni
recompensas. Rechazaba sistemáticamente el dinero que le ofrecían, y cuando
algún rico “sheik”, a quien enseñara, insistía en pagar la consulta, Beremís recibía la
bolsa llena de denarios, agradecía la limosna y mandaba distribuirla íntegramente
entre los pobres del barrio.
Cierta vez un mercader, llamado Aziz Neman, trayendo un papel lleno de números y
cuentas, vino a quejarse de un socio, a quien llamaba “miserable ladrón”, “chacal
inmundo” y otros epítetos no menos insultantes. Beremís procuró calmar el ánimo
exaltado del comerciante, llamándolo al camino de la humildad.
- Cuídate –aconsejó- de los juicios hechos en un momento de arrebato, porque
estos desfiguran muchas veces la verdad. Aquel que mira a través de un vidrio de
color, ve todas las cosas del color de ese vidrio; si el vidrio es rojo, todo le
parecerá rojizo; si es amarillo, todo se le presentará amarillento. El apasionamiento
es para nosotros, lo que el color del vidrio para los ojos. Si alguien nos agrada,
todo lo aplaudimos y disculpamos; si, por el contrario, nos molesta, todo lo
condenamos o interpretamos de modo desfavorable.
En seguida examinó con paciencia las cuentas, y descubrió en ellas varios errores
que desvirtuaban los resultados. Aziz se convenció de que había sido injusto con el
socio, y quedó tan encantado con la manera inteligente y conciliadora de Beremís,
que nos convidó aquella noche a efectuar un paseo por la ciudad.
Nos llevó nuestro cumplido compañero hasta el café Bazarique, situado en el
extremo de la plaza de Otman.
Un famoso cuentista, en el medio de la sala llena de espeso humo, mantenía la
atención de un numeroso grupo de oyentes.
Tuvimos la suerte de llegar en el preciso momento en el que el “sheik” El-Medah 87,
habiendo terminado la acostumbrada oración inaugural, empezaba la narración. Era
un hombre de más o menos cincuenta y seis años, moreno, de oscurísima barba y
de ojos centellantes; usaba, como casi todos los cuentistas de Bagdad, un
amplísimo paño blanco, ceñido en torno a su cabeza con una cuerda de pelo de
camello, que le daba la majestad de un sacerdote antiguo. Hablaba en voz alta y
enérgica erguido en medio del círculo de oyentes, acompañado por dos sumisos
ejecutantes de laúd y tambor. Narraba, con entusiasmo, una historia de amor,
intercalada con las vicisitudes de la vida de un sultán. Los oyentes, atentos, no
perdían una sola palabra. El gesto del “sheik” era tan arrebatado, su voz tan
expresiva y su rostro tan elocuente, que a veces daba la impresión de que vivía las
aventuras que creaba su fantasía. Hablaba de un largo viaje; imitaba el paso del
caballo cansado, y señalaba hacia grandes horizontes más allá del desierto. A veces
fingía ser un beduino sediento procurando hallar a su alrededor una gota de agua;
otras dejaba caer la cabeza y los brazos como un hombre postrado.
Árabes, armenios, egipcios, persas y nómades de Hedjaz, inmóviles, sin respirar,
observaban atentos las expresiones del rostro del orador. En aquel momento,
dejaban traslucir, con el alma en los ojos, toda la ingenuidad y frescura de
sentimientos que ocultaban bajo una apariencia de salvaje dureza. El cuentista se
movía para la derecha y para la izquierda, se cubría el rostro con las manos
levantaba los brazos al cielo, y, a medida que aumentaba su entusiasmo y
levantaba la voz, los músicos batían y tocaban con más fuerza. La narración
entusiasmó a los beduinos; al terminar, los aplausos ensordecían.
El mercader Aziz Neman, que parecía muy popular en aquella barullenta reunión, se
adelantó hacia el centro de la rueda y comunicó al “sheik”, en tono solemne y
decidido:
- ¡Hállase presente el hermano de los árabes, el célebre Beremís Samir, el
calculista persa, secretario del visir Maluf!
Centenares de ojos convergieron en Beremís, cuya presencia era un honor para los
parroquianos del café.
El cuentista, después de dirigir un respetuoso “zalam” al “Hombre que calculaba”,
dijo con bien timbrada voz:
- Mis amigos: he contado muchas historias de reyes, genios y magos. En
homenaje al brillante calculista que acaba de entrar, voy a contar una historia
que envuelve un problema cuya solución, hasta ahora, no fue descubierta.
- ¡Muy bien! ¡Muy bien! –exclamaron los oyentes.
El “sheik” evocó el nombre de Alah (¡con él en la oración y en la gloria!), y en
seguida contó esta historia:
-Vivía una vez en Damasco un buen y trabajador aldeano que tenía tres hijas. Un
día, conversando con un “cadí”, declaró el campesino que sus hijas estaban
dotadas de gran inteligencia y de raro poder imaginativo.
El “cadí”, envidioso, irritose al oír elogiar al rústico el talento de las jóvenes, y dijo:
- Ya es la quinta vez que oigo de tu boca elogios exagerados que exaltan la
sabiduría de tus hijas. Voy a probar si ellas son, como afirmas, tan ingeniosas y
perspicaces.
- No deja de ser interesante ese problema, presentado bajo forma de una historia.
He oído muchas veces lo contrario; simples historias, disfrazadas de verdaderos
problemas de Lógica o de Matemática. La solución para el enigma con que el
malicioso cadí de Damasco quiso atormentar a las jóvenes campesinas, es la
siguiente:
Fátima inició la venta fijando el precio de 7 manzanas en un denario. Vendió de ese
modo, 49, y se quedó con 1, sacando en esa primera venta 7 denarios. Cunda,
obligada a vender las 30 manzanas por el mismo precio, vendió 28 por 4 denarios,
quedando con 2 de resto. Siha, que tenía una decena, vendió 7 por un denario y se
quedó con 3 de resto.
Tenemos así, como primera faz del problema:
Terminado el negocio, como es fácil verificar, cada una de las jóvenes obtuvo 10
denarios, resolviendo así el problema del cadí. Quiera Alah que los perversos sean
castigados y los buenos recompensados.
El sheik El-Medah, encantado con la solución presentada por Beremís, exclamó,
levantando los brazos:
- ¡Por la segunda sombra de Mahoma! Este joven calculista es realmente un genio.
Es el primer “ulema” que descubre, sin hacer cuentas complicadas, la solución
exacta y perfecta para el problema del cadí.
La multitud que llenaba el café de Otman, sugestionada por los elogios del sheik,
vitoreó:
- ¡Bravo, bravo! ¡Alah ilumine al joven “ulema”!
Era muy posible que muchos hombres no hubieran entendido la explicación de
Beremís. No obstante esa pequeña restricción, los aplausos eran generales y
vibrantes.
Beremís, después de imponer silencio a la barullenta concurrencia, les dijo con
vehemencia:
- Amigos míos: me veo obligado a confesar que no merezco el honroso título de
“ulema”. Loco es aquel que se considera sabio cuando sólo mide la extensión de su
ignorancia. ¿Qué puede valer la ciencia de los hombres delante de la ciencia de
Dios?
Y antes de que ninguno de los presentes lo interrogase, narró lo siguiente:
- Hallábase cierta vez, en presencia de Masudí 89, el gran historiador musulmán, el
alquimista Aidemir ben-Alí, quien se vanagloriaba de poseer todos los secretos
científicos que le hacían dueño de la tierra. Ante tan descabellada presunción,
Masudí observó:
- “Aidemir ben-Alí habla como habló otrora la hormiga que descubriera la gran
montaña de azúcar.” Y, a fin de curar, de una vez para siempre, la vanidad sin
límite del alquimista, el gran historiador así le contó: “Érase una vez una hormiguita
que, vagando por el mundo, encontró una gran montaña de azúcar. Muy contenta
con su descubrimiento, sacó de la montaña un grano y lo llevó a su hormiguero. –
“¿Qué es eso?”, preguntaron sus compañeras. –“Esto es una montaña de azúcar”,
replicó orgullosa. “La encontré en mi camino y resolví traerla para aquí.” –Masudí,
con maliciosa ironía, concluyó así: -El sabio orgulloso es como la hormiga. ¡Trae una
pequeña migaja, y casi cree llevar el propio Himalaya! La ciencia es una gran
montaña de azúcar; de esa montaña sólo conseguimos retirar insignificantes
trocitos.”
Un barquero de hinchadas mejillas, que se hallaba en la rueda, preguntó a Beremís:
- ¿Cuál es la ciencia de Dios?
- ¡La ciencia de Dios es la Caridad!
En ese momento me acordé de la admirable poesía que oyera a Telassim, en los
jardines del “sheik” Iezid, cuando los pájaros fueron puestos en libertad:
Hacia la media noche, cuando dejamos el café Bazarique, varios hombres, para
testimoniarnos la consideración que nos dispensaban, vinieron a ofrecernos sus
pesadas linternas, pues la noche era oscura y las calles eran tortuosas y estaban
desiertas.
CAPÍTULO 18
En el cual volvemos al palacio del sheik Iezid. Una reunión de poetas y letrados. El
homenaje al Maharajá de Laore. La Matemática en la India. La perla de Lilavati.
Los problemas de Aritmética de los hindúes. El precio de la esclava de 20 años.
Al día siguiente, a la primera hora de “sob”90, vino un egipcio con una carta del
poeta Iezid, a buscarnos a nuestra humilde posada.
- Todavía es muy temprano para la clase (advirtió tranquilo, Beremís). Dudo que mi
paciente alumna haya sido prevenida.
El egipcio explicó que el “sheik”, antes de la clase de Matemática, deseaba
presentar al calculista a su grupo de amigos. Convenía, pues, llegar más temprano
al palacio del poeta.
Esta vez, por precaución, fuimos acompañados por tres esclavos negros, decididos y
fuertes, pues era muy posible que el terrible y celoso Tara-Tir intentase, en el
camino, asaltarnos y matar al calculista, en el cual, parece, preveía a un poderoso
rival.
Una hora después, sin que nada anormal ocurriera, llegamos a la magnífica
residencia del “sheik” Iezid. El esclavo egipcio nos condujo, a través de interminable
galería, hasta un hermoso salón azul adornado con frisos dorados. Alí se encontraba
el padre de Telassim, rodeado de varios letrados y poetas.
- ¡Zalam aleikum!
- ¡Masa al-quair, sheik!
- ¡Venta ezzaiac!
Cambiados esos atentos saludos, el dueño de casa nos dirigió unas palabras
amistosas convidándonos a tomar parte en aquella reunión.
Nos sentamos, sobre blandos cojines de seda. Una esclava morena, de ojos negros
y vivaces, nos trajo frutas, dulces secos y agua perfumada con rosas.
Observé entonces que uno de los invitados que parecía extranjero, ostentaba en sus
trajes un lujo excepcional.
Vestía una túnica de satín blanco de Génova, sostenida con un cinturón azul
adornado con brillantes, y del cual colgaba un lindo puñal con el cabo de lapislázuli
y zafiros. El turbante, de seda color rosa, adornado con hilos negros, tenía
poco probable que esa obra haya recibido la influencia de los Pitagóricos91, pues la
Geometría del sacerdote hindú no sigue el método de los investigadores griegos. En
las páginas de Suba-Sultra se encuentran varios teoremas de Matemática y
pequeñas reglas sobre construcciones de figuras. Para transformar
convenientemente un altar, el prudente Apastamba construye un triángulo
rectángulo cuyos lados miden, respectivamente, 39, 36 y 15. Aplica en la solución
de este interesante problema el principio famoso atribuido al geómetra Pitágoras:
“El cuadrado construido sobre la hipotenusa es equivalente a la suma de los
cuadrados construidos sobre los catetos.”
Esa proposición, señores, expresa una gran verdad. Ley eterna dictada por Dios y
que la Ciencia reveló a los hombres. Antes que existiese Marte, o la Tierra o el Sol,
y mucho después que dejaren de existir aquí como allá, en los mundos visibles
como invisibles, -“el cuadrado construido sobre la hipotenusa fue y será siempre
equivalente a la suma de los cuadrados construidos sobre los catetos.” Todas
nuestras teorías de la vida, todas las pueriles especulaciones nuestras sobre la
muerte, todas las discusiones sobre los problemas del destino –todo eso es
polvareda que apenas se ve en un rayo de sol, comparado con la doble eternidad,
pasada y futura, de una verdad como aquella.
Pues bien; el teorema de Pitágoras es presentado por el hindú Apastamba bajo una
forma muy interesante:
“La diagonal de un rectángulo produce, por si sola, lo que los lados del rectángulo
producen en conjunto.”
Es posible sacar en conclusión, pues, que los hindúes, sin el auxilio de los griegos,
ya conocían los triángulos rectángulos, cuyos lados están expresados por números
enteros. En el primer capítulo de Suba-Sultra hay referencias al triángulo rectángulo
notable, cuyos lados miden, respectivamente, 3, 4 y 5. El ilustre Apastamba
menciona otros triángulos pitagóricos:
12, 16,20;
5, 12,13;
8, 15,17
Figura que podría servir para demostrar gráficamente el teorema de Pitágoras. Los
lados del triángulo miden respectivamente 5, 4 y 3. La relación pitagórica se
verifica con la igualdad: 25 = 16 + 9
Los Pitagóricos fueron atacados de todos modos por sus adversarios. Con estas
caricaturas pretendían ridiculizar a los discípulos del célebre filósofo griego.
Lilavati, según una curiosa leyenda, no se casó por causa de una perla desprendida
de su vestido de novia, y “que hizo detener el tiempo”. Báskara, el geómetra
hindú, para consolar a su hija le dijo: “- Escribiré un libro que perpetuará tu
nombre.
Vivirás en el recuerdo de los hombres más de lo que hubieran vivido los hijos que
pudieron haber nacido en tu malogrado matrimonio.” La obra de Báskara se hizo
célebre y el nombre de Lilavati surge inmortal en la Historia de la Matemática.
Colaboración de Guillermo Mejía 11 Preparado por Patricio Barros
Antonio Bravo
El Hombre que Calculaba www.librosmaravillosos.com Malba Tahan
El origen de Lilavati es muy interesante. Voy a relatarlo. Báskara tenía una hija
llamada Lilavati. Cuando esta nació, él consultó a las estrellas y verificó, por la
disposición de los astros, que su hija estaba condenada a quedar soltera toda la
vida, no siendo requerida por los jóvenes nobles. Báskara no se conformó con esa
determinación del Destino y recurrió a los astrólogos más famosos de la época.
¿Cómo hacer para que la graciosa Lilavati pudiese encontrar esposo, y ser feliz en el
casamiento? Uno de los astrólogos consultados por Báskara, le aconsejó casar a
Lilavati con el primer pretendiente que apareciera, pero dijo que la hora propicia
para la ceremonia del enlace sería marcada, en cierto día, por el cilindro del Tiempo.
Los hindúes medían, calculaban y determinaban las horas del día con ayuda de un
cilindro colocado en un recipiente lleno de agua. Ese cilindro, abierto apenas en su
parte superior, tenía un pequeño orificio en el centro de la base. La cantidad de
agua que entraba por el orificio llenaba lentamente el cilindro que se iba hundiendo
hasta desaparecer completamente bajo el agua a una hora previamente
determinada.
Con agradable sorpresa para su padre, Lilavati fue pedida en matrimonio por un
joven rico y de buena familia. Fijado el día y señalada la hora, se reunieron los
amigos para asistir a la ceremonia.
Báskara colocó el cilindro de las horas y aguardó que el agua llegase al nivel
marcado. La novia, llevada por irresistible y verdaderamente femenina curiosidad,
quiso observar la subida del agua en el cilindro. Al aproximarse para acompañar la
determinación del Tiempo, una de las perlas de sus vestidos se desprendió y cayó
dentro del vaso.
Por una fatalidad, la perla, llevada por el agua, obstruyó el pequeño orificio del
cilindro, impidiendo que pudiese entrar el agua. El novio y los convidados esperaron
largo rato con paciencia. Pasó la hora fijada sin que el cilindro marcara el tiempo,
como previera el sabio astrólogo. El novio y los convidados se retiraron para que
fuese fijada otra fecha, después de consultar los astros.
El joven brahmán desapareció algunas semanas después, y la hija de Báskara
quedó para siempre soltera.
Reconoció el inteligente geómetra que era inútil luchar contra el Destino y dijo a su
hija:
Escribiré un libro que perpetuará tu nombre. Vivirás en el pensamiento de los
hombres más de lo que hubieran vivido los hijos que pudieron haber nacido de tu
malogrado matrimonio.
La obra de Báskara se hizo célebre y el nombre de su hija surge inmortal en la
Historia de la Matemática.
En lo que se refiere a la Aritmética, Lilavati hace de las operaciones aritméticas
sobre números enteros; estudia minuciosamente las cuatro operaciones, el
problema de elevación al cuadrado y al cubo; enseña la extracción de la raíz
cuadrada, y llega hasta el estudio de la raíz cúbica de un número cualquiera. Aborda
después las operaciones con números fraccionarios, aplicando la hoy tan conocida
regla de reducción a común denominador. Al final de esa parte, refiriéndose a la
reducción de un número por cero97, Báskara dice: “Ni la adición ni la sustracción,
por grandes que sean, hacen disminuir o aumentar la cantidad llamada cociente por
cero.”
Lilavati presenta, en seguida, reglas variadas de cálculo, algunas de carácter
general, como la de inversión, que consiste, procediendo en orden inverso, en hallar
un número que, sometido a una sucesión de operaciones, reproduzca un número
dado, y la regla de falsa posición, que los Egipcios y los Griegos ya conocían y
empleaban.
Interesantes por la forma, delicada algunas veces, rica y exuberante otras, como
son presentados algunos problemas, revelan, por sus enunciados, la íntima
satisfacción de quien los propuso, así como la inclinación de su espíritu a lo hermoso
y al bien.
Es este un ejemplo característico:
“Amable y querida Lilavati, de dulces ojos como los de la delicada y tierna gacela,
dime cuáles son los números que resultan de la multiplicación de 135 por 12.”
Más adelante Báskara enseña a resolver la siguiente y delicada cuestión:
“Linda pequeña de ojos fascinantes, tú, que conoces el verdadero método de la
inversión, dime cual es el número que multiplicado por 3, aumentado en las tres
cuartas partes del producto, dividido por 7, disminuido en un tercio del cociente,
multiplicado por sí mismo, disminuido en 52, después de la extracción de la raíz
cuadrada, adicionado en 8 y dividido por 10, sea 2.”98
No es menos interesante el problema formulado sobre un enjambre de abejas:
“La quinta parte de un enjambre de abejas se posa sobre una flor de kadamba, la
tercera parte en una flor de silinda, el triple de la diferencia entre estos dos
números vuela sobre una flor de krutja, y una abeja vuela indecisa de una flor de
pandanus a un jazmín.”
Otros problemas tratan sobre el interés del dinero, sobre el precio de las esclavas,
cuyo valor máximo, a los 16 años, correspondía al de 8 bueyes con dos años de
trabajo, sobre el costo de los géneros, de los salarios, de los trasportes, etc.
El problema que relataré es uno de los incluidos en Lilavati y que pocos
matemáticos sabrán resolver:
“Una pequeña de seis años es vendida por 32 niscas. ¿Cuál es el precio, en niscas,
de una jovencita de 20 años?”
Es muy interesante también, la regla que Lilivati presenta para la determinación del
área del círculo.
CAPÍTULO 19
En el cual el príncipe Cluzir elogia al “Hombre que calculaba”. El problema de los
tres marineros. La generosidad del Maharajá de Laore. Beremís recuerda los
versos de un poeta. La ciencia y el mar.
El elogio que Beremís hizo de la ciencia de los hindúes recordando una página de la
Historia de la Matemática, causó inmejorable expresión en el espíritu del príncipe
Cluzir-Schá. El joven soberano, impresionado por la disertación, declaró que
consideraba al calculista un sabio completo, capaz de enseñar el arte de Báskara a
un centenar de brahmanes.
- He quedado encantado –añadió- al oír la leyenda de la infeliz Lilavati, que perdió
el novio por causa de una perla de su vestido. Los problemas de Báskara, citados
por el elocuente calculista, son, realmente interesantes, y presentan, en sus
enunciados, ese “espíritu poético”, que es tan difícil de hallar en las obras de
Matemática. Siento, sin embargo, que el ilustre matemático no haya citado el
famoso problema de los tres marineros, que aparece en el libro intitulado
“Faiouentchoutin”, y que hasta ahora no tiene solución.
- Príncipe magnánimo –respondió Beremís-. Entre los problemas de Báskara por mi
citados no figuró el de los tres marineros, por la simple razón que no lo conozco
sino vagamente, por un relato incierto y dudoso, ignorando su enunciado exacto.
- Yo lo conozco perfectamente –dijo el príncipe-. Y tendría verdadero placer en
recordar ahora esa cuestión, que tiene atribulados a tantos algebristas.
Y el príncipe Cluzir-Schá contó lo siguiente:
- Un navío que volvía de Serendibe 99, trayendo gran cantidad de especias, fue
alcanzado por violento temporal. La embarcación habría sido destruida por las olas,
si no fuera por el valor y el esfuerzo de tres marineros que, en medio de la
tormenta, manejaban las velas con extremada pericia. El capitán, queriendo
recompensar a los denodados marineros, les dio cierto número de “catils”. Los
“catils”100 eran más de doscientos y menos de trescientos. Las monedas fueron
colocadas en una caja para que al día siguiente, al desembarcar, el almojarife 101 las
repartiese entre los tres valientes. Sucedió, sin embargo, que durante la noche, uno
de los tres marineros se despertó y pensó: “Sería mejor que retirase mi parte. Así
no tendré oportunidad de discutir con mis amigos.” Y, sin decir nada a los
compañeros, fue, en puntas de pié, hasta donde se hallaba guardado el dinero, lo
dividió en tres partes iguales y notó que la división no era exacta, ya que sobraba
un “catil”. –“Por causa de esta mísera monedita, es probable que mañana haya riña
y discusión. Será mejor sacarla.” Y el marinero la tiró al mar, retirándose cauteloso.
Llevaba su parte y dejaba las que correspondían a sus compañeros en el mismo
lugar. Horas después el segundo marinero tuvo la misma idea. Fue al arca en que
se depositara el premio colectivo y lo dividió en tres partes iguales. Sobraba una
moneda. El marinero optó por tirarla al mar, para evitar posibles discusiones. Y salió
de allí llevando la parte que creía le correspondía. El tercer marinero, ignorando, por
completo, que sus compañeros se le habían anticipado, tuvo el mismo pensamiento.
Levantóse de madrugada y fue a la caja de los “catils”. Dividió las monedas que en
ella encontró, y la división tampoco resultó exacta; sobró un “catil”. No queriendo
complicar el reparto, el marinero la tiró al mar y regresó satisfecho a su litera. Al
día siguiente, al desembarcar, el almojarife encontró un puñado de “catils” en la
caja. Sabiendo que esas monedas pertenecían a los marineros, las dividió en tres
porciones, que repartió entre sus dueños. Tampoco fue exacta la división. Sobraba
una moneda, que el almojarife se guardó como retribución a su trabajo y habilidad.
Es claro que ninguno de los marineros reclamó, pues cada uno estaba convencido
de haber retirado su parte. Ahora bien: ¿cuántas eran las monedas? ¿Cuánto recibió
cada marinero?
da 35 y sobra 1
70 3 23 1 Última división: dividiendo 70
por 3 da 23 y sobra 1
El “Hombre que calculaba”, notando que la historia narrada por él, el príncipe
despertara gran interés entre los nobles presentes, creyó necesario dar la solución
completa del problema, y así lo hizo:
- Las monedas eran, al principio, 241. El primer marinero las dividió en tres partes;
tiró un “catil” al mar y se llevó un tercio de 240, o sea, 80 monedas, dejando 160.
El segundo marinero halló, por lo tanto, 160 monedas; tiró una al mar y dividió las
restantes (159) en tres partes. Tomó la tercera parte, o sea, 53, y dejó el resto,
106. El tercer marinero encontró en la caja 106 monedas, dividió ese resto en tres
partes iguales, tirando al mar la moneda que sobraba. Retiró la tercera parte de
105, o sea, 35 monedas, dejando el resto, o sea 70.
El almojarife encontró 70 monedas, las dividió en tres partes iguales, tocando 23
monedas más a cada marinero. El reparto fue hecho, por lo tanto, de la manera
siguiente:
CAPÍTULO 20
En el cual Beremís da la segunda clase de Matemática. Número y sentido del
mismo. Las diferentes definiciones de número. Los guarismos. Los sistemas de
numeración. Numeración decimal. El cero. Oímos nuevamente la voz de la alumna
invisible. El gramático Doreid, cita un poeta.
Terminada la refección, a una señal del sheik Iezid, se levantó el calculista. Había
llegado la hora establecida para la segunda clase de Matemática. La “alumna
invisible” ya se hallaba esperando al profesor.
Después de saludar al príncipe y a los sheiks que conversaban en el salón, Beremís,
acompañado de una esclava se encaminó hacia el aposento preparado para la
lección.
Me levanté yo también, y acompañé al calculista, ya que tenía autorización para
asistir a las lecciones dadas a la joven Telassim.
Uno de los presentes, el gramático Doreid, amigo del dueño de la casa, también
deseó oír la lección y, dejando la compañía del príncipe Cluzir Schá, nos siguió.
Doreid era un hombre de mediana edad, muy alegre, de rostro anguloso y
expresivo.
Atravesamos una suntuosa galería tapizada con gobelinos y, guiados por una
esclava circasiana de esplendorosa belleza, llegamos, al fin, a la sala de
Matemática. El primitivo cortinado rojo que ocultaba a Telassim había sido
sustituido por otro azul que tenía en el centro un gran heptágono estrellado.
Resulta interesante observar las diversas formas dadas a las cifras usuales al
correr de los siglos. En el cuadro de arriba podemos observar, a partir de la primera
columna de la izquierda, los guarismos 1, 2, 3, 4 y 5. En la primera fila, las cifras
son apenas iniciales de las palabras del sánscrito (antiguo idioma de los
bracmanes). En la tercera fila aparecen las primitivas cifras hindúes. En las dos
últimas filas se ven las usadas hasta principios del siglo XVI.
A su lado, sobre una mesita de ébano, había un ejemplar del Corán. La esclava
circasiana, de confianza del sheik Iezid, y otra persa, de ojos dulces y sonrientes, se
apostaron junto a la puerta. El egipcio, encargado de la guardia personal de
Telassim, se recostó indolente contra una columna.
Después de la oración, así habló Beremís:
- No sabemos, señora, cuando la atención del hombre fue despertada por la idea de
número. Las investigaciones hechas por los filósofos se remontan a los tiempos que
solo se perciben a través de las nebulosas del pasado.
Los que estudian la evolución del número demuestran que, entre los hombres
primitivos, ya estaba la inteligencia humana dotada de lo que llamaremos el
“sentido de número”. Esta facultad permite reconocer, de manera puramente visual,
si un conjunto de objetos fue aumentado o disminuido, o sea, si sufrió modificación
numérica.
No se debe confundir el sentido de número con la facultad de contar. Solo la
inteligencia humana es capaz de poseer el grado de abstracción que permite contar,
mientras que el sentido de número es observado entre muchos animales.
Algunos pájaros, por ejemplo, sin contar los huevos que dejan en el nido, pueden
distinguir dos de tres. Ciertas avispas llegan a distinguir cinco de diez.
Los salvajes de una tribu del norte de África conocían todos los colores del arco-iris
y designaban cada uno por su nombre. Pues bien, esa tribu no conocía la palabra
correspondiente al color. Así también, muchos idiomas primitivos presentan
palabras para designar, uno, dos, tres,… etc., y no encontramos, en esos idiomas,
un vocablo especial para designar el número, de un modo general.
Yo tuve ocasión de verificar, al hacer una excursión a país de Hadjad, que el
número cuatro, entre los habitantes de Barnhein 103, era designado por dos nombres
distintos: “Cvart” y “arab’ah”. El primero era empleado en la evaluación de perlas, y
el otro al contar dátiles, camellos, ovejas, etc.
Pitágoras consideraba el número como la esencia de todas las cosas.
Aristóteles decía: “El número es el movimiento acelerado o retardado.”
Para muchos filósofos el concepto numérico se presenta como “la ciencia del tiempo
absoluto.”104
El número puede, también, ser definido como la repetición sucesiva de la unidad 105.
Muchas son las definiciones formuladas sobre el concepto de número. Sin embargo,
ninguna de ellas satisface al espíritu del matemático. Citaré seis de esas
definiciones:
1. Número es la expresión que determina una cantidad de cosas de la misma
especie.
2. Número es la representación de la pluralidad.
3. Número es la pluralidad medida con la unidad.
4. Número es el resultado de la medida de una magnitud.
5. Número es una colección de objetos de cuya naturaleza hacemos abstracción.
6. Número es un símbolo creado por el espíritu humano para caracterizar los
diferentes estados de una verdad científica.106
Para llegar a ese resultado precisa el hombre poner en ejercicio cierta actividad,
esto es, precisa contar.
Al contar relaciona cada conjunto con un determinado símbolo:
uno, dos, tres…
o sea, establece una correspondencia entre la serie numérica y los objetos del
conjunto que procura contar.
Para la representación de un número cualquiera con pocos signos, era necesario
inventar un sistema de numeración.
El más antiguo sistema de numeración es el quinario, en el cual las unidades se
agrupan de cinco en cinco.
Una vez contadas cinco unidades obteníamos una colección llamada quina. Así 8
unidades sería una quina más 3, y escribiríamos 13. Es más importante decir que en
este sistema el segundo guarismo de la izquierda valía 5 veces más que si estuviese
en el primer lugar. Los matemáticos dicen, por consiguiente, que la base de ese
sistema era 5.
Se encuentran vestigios de dicho sistema en los poemas antiguos.
Otro de los sistemas empleados, fue el de base 20, por el cual se designa al número
108
ochenta por la expresión cuatro veintes.
Los árabes usaron guarismos que diferían bastante de los actuales. Así podemos
observar que el cinco árabe era un pequeño círculo, mientras que el cero se
representaba por un punto.
Surgió después, señora, el sistema de base 10, que se prestaba más para expresar
grandes cantidades. El origen de ese sistema se explica por el número de dedos de
la mano. Algunos pueblos, sin embargo, demostraban preferencia por un sistema
que tenía por base el número 12 (una docena). La docena presenta sobre la decena
109
una gran ventaja: el número 12 tiene más divisores que el número 10.
Las de la figura son las diversas formas presentadas por los números egipcios desde
1 hasta 9. “En la numeración escrita de los egipcios el 10 era representado por una
herradura; 100 por una hoja de palmera enrollada en espiral: 1000 por una flor de
loto, símbolo del Nilo, a quien debían la fertilidad del suelo; 10000 por un indicador;
100000 por un “embrión de rana”, porque las ranas eran encontradas en gran
cantidad, en la primera faz de su vida, en el lodo que las aguas del Nilo arrastraban
durante el período de las inundaciones.”
Observando las tribus salvajes y el modo de vivir de los niños, es obvio que los
dedos son la base de nuestro sistema numérico; por ser 10 los de ambas manos es
que comenzamos a contar hasta ese número y basemos todo nuestro sistema en
grupos de 10.
Nárrase que un pastor, que necesitaba estar seguro que tenía todas sus ovejas al
anochecer, tuvo que exceder, al contar su rebaño, a la primera decena. Contaba las
ovejas que desfilaban por frente a él, doblando un dedo por cada una, y cuando
tenía doblados diez dedos, apartaba un guijarro plano. Terminada la tarea, los
guijarros110 representaban el número de “manos llenas” (decenas), de ovejas del
rebaño. Al día siguiente podía rehacer la cuenta comparando los montones de
guijarros.
Luego se le ocurrió a algún cerebro propenso a lo abstracto, que se podía aplicar
aquel proceso a otras cosas útiles, como los dátiles, el trigo, los días, las distancias
y las estrellas. Y haciendo marcas, en lugar de apartar guijarros, se creó el sistema
de numeración escrita.
Todos los pueblos adoptaron en su lenguaje hablado, el sistema decimal; los otros
sistemas fueron abolidos y relegados. Mas, la adaptación de tal sistema a la
numeración escrita sólo se hizo muy lentamente.
Fue necesario el esfuerzo de varios siglos para que la humanidad descubriese una
solución perfecta al problema de la representación gráfica de los números.
Para representarlos, imaginó el hombre caracteres especiales llamados guarismos,
representando cada uno de esos signos los vocablos: uno, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, ocho y nueve. Otros signos auxiliares, tales como d, c, m, etc., indicaban
que el guarismo que acompañaba representaba decena, centena, millar, etc. Así, un
matemático antiguo representaba el número 9765 por la notación 9m, 7c, 6d, 5.
Los fenicios, que fueron los grandes comerciantes de la antigüedad, en vez de letras
usaban acentos:
9’’’ 7’’ 6’ 5.
Los griegos, al principio no adoptaron ese interesante sistema. A cada letra del
alfabeto, acompañada de un acento, le atribuían un valor; así la primera letra (alfa)
era el 1; la segunda letra (beta) era el 2; la tercera letra (gama) era el 3, y así por
consiguiente, hasta el número 19. El 6 era la excepción: ese número se
representaba por un signo especial (estigma).
Combinando, después, las letras dos a dos, representaban 20, 21, 22, etc.
Dadme fuerzas para elevar mi espíritu bien alto sobre las futilezas de todos
los días.
Dadme fuerzas para que me humille con amor delante de ti.
No soy más que un jirón de nube de otoño, vagando por el cielo, ¡oh, mi Sol
glorioso!
Si es tu deseo y gusto, tómalo, píntalo de mil colores, irísalo de oro, hazlo
fluctuar al viento, espárcelo por el cielo en múltiples maravillas
Y después, si fuera tu deseo terminar, por la noche, ese juego, desaparecería
desvaneciéndome en la tiniebla, o tal vez en una sonrisa de alborada,
transparente de frescura y de pureza.”
Mi lago es frío y no tiene fondo; oscuro como un sueño sin sueños. Allá abajo,
noches y días son iguales, y toda canción es silencio.
112
Ven, ven a mi lago, si te has vuelto loca y quieres morir.”
CAPÍTULO 21
En el cual comienzo a copiar libros de Medicina. Progreso de la alumna invisible.
Beremís es llamado para resolver un problema. La mitad de la incógnita de la
vida. El rey Mazin y las prisiones de Khorazan. Un verso, un problema y una
leyenda. La justicia del rey Mazin.
Volvióse nuestra vida, en esta bella ciudad de los califas, cada día más agitada y
laboriosa. El visir Maluf me encargó copiar dos libros del filósofo Razes113. Son estos
libros que encierran profundos conocimientos de Medicina. Hay en sus páginas
indicaciones gran valor para el tratamiento del sarampión, la cura de las
enfermedades de la infancia, del riñón, de las articulaciones y de mil otros males
que atacan a los hombres. Ocupado en esa tarea, quedé imposibilitado de asistir a
las clases de Beremís, en casa del sheik Iezid.
Por las referencias que oía de mi amigo el calculista, la “alumna invisible” habría
hecho grandes progresos, en las últimas semanas, en la ciencia de Báskara. Ya
conocía las cuatro operaciones con los números, los tres primeros libros de Euclides
y calculaba, también, el valor de las fracciones con numerador 1, 2, ó 3.114
Cierto día, al caer la tarde, íbamos a comenzar nuestra modesta refección, que
consistía apenas en media docena de empanadas de carnero, con cebollas, miel,
harina y aceitunas, cuando oímos en la calle gran tropel de caballos y, en seguida,
gritos, voces de mando e imprecaciones de soldados turcos.
Me levanté un poco asustado. ¿Qué había sucedido? Tuve la impresión que la
posada era cercada por tropas y que una nueva violencia iba a ser llevada a cabo
por orden del intolerante Jefe de Policía.
La inesperada algazara no impresionó a Beremís. Completamente ajeno a los
acontecimientos de la calle, continuó, como antes, trazando figuras geométricas
sobre un gran tablero de madera. ¡Qué hombre extraordinario! Ni las agitaciones
más grandes, ni los peligros, ni las amenazas de los poderosos, conseguían
desviarlo de sus estudios matemáticos. Si Asrail, el Ángel de la Muerte, surgiese allí,
de repente, trayendo en la hoja de su “kangiar” la sentencia de lo Irremediable,
continuaría él, impasible, trazando curvas y ángulos, y estudiando las propiedades
de las figuras y de las relaciones entre los números.
El pequeño aposento en que nos hallábamos fue invadido por el viejo Salim, a quien
acompañaban dos esclavos negros y un camellero. Todos se mostraban
asustadísimos, como si algo grave hubiera sucedido.
- ¡Por Alah! –grité, impaciente-. No molesten a nuestro calculista. ¿Qué algazara es
ésta? ¿Hay nuevos disturbios en Bagdad? ¿Desapareció la mezquita de Solimán?
- Señor –balbuceó el viejo Salim con voz trémula de susto-. Una escolta… Una
escolta de soldados turcos acaba de llegar.
- ¡Por el santo nombre de Mahoma! ¿Qué escolta es esa, Salim?
- Es la escolta del poderoso gran visir Ibraim Maluf-el-Barad (¡Que Alah lo llene de
bondades!). Los soldados vienen con orden de llevar inmediatamente al calculista
Beremís Samir.
- ¡Para qué tanto escándalo, chacales! –bramé, excitado-. Eso carece de
importancia. Naturalmente el visir, nuestro buen amigo y protector, desea resolver,
con urgencia, un problema de Matemática, y necesita del valioso concurso de
nuestro sabio calculista.
Mis previsiones fueron tan acertadas como los más perfectos cálculos de Beremís.
Momentos después, llevados por oficiales de la escolta, llegamos al palacio del visir
Maluf.
Encontramos al poderoso ministro en la fastuosa sala de audiencias, acompañado
de tres auxiliares de confianza. En la mano tenía una hoja llena de números y de
cálculos.
¿Qué nuevo problema sería aquel que perturbara tan profundamente el espíritu del
digno auxiliar del califa?
- El caso es grave, calculista –comenzó el visir, dirigiéndose a Beremís-. Me
encuentro, en este momento, atribulado frente a uno de los más complicados
problemas que se me han presentado en mi vida. Quiero informaros
minuciosamente de los antecedentes del caso, pues solo con vuestra ayuda
podremos hallar, tal vez, una solución.
Contó el visir lo siguiente:
- Anteanoche, pocas horas antes que nuestro glorioso califa Al-Motacen, Emir de los
Creyentes, partiera para Basora (donde quedará por tres semanas), hubo un
incendio en la prisión. Durante muchas horas la violencia del fuego amenazó
destruirlo todo. Los detenidos, encerrados en sus celdas, sufrieron gran suplicio,
torturados por angustias indecibles. Frente a ese hecho, nuestro generoso soberano
ordenó fuera reducida a la mitad la pena de todos los condenados. Al principio no
dimos importancia alguna al caso, pues parecía muy simple ordenar se cumpliera,
con todo rigor, la sentencia del rey. Al día siguiente, sin embargo, cuando la
caravana del Príncipe de los Creyentes ya estaba lejos, verificamos que esa
resolución de última hora involucraba un problema extremadamente delicado, y
cuya solución perfecta parecía imposible.
- Entre los detenidos beneficiados por la ley –prosiguió el ministro- hay un
contrabandista de Basora, llamado Sanadique, condenado hace cuatro años a
prisión perpetua. La condena de ese hombre debe ser reducida a la mitad. Ahora
bien; como fue condenado a prisión por toda su vida, se deduce que, en virtud de la
ley, deberá ser perdonado de la mitad de la pena, o mejor aún, de la mitad del
tiempo que le resta vivir. Si llamamos “x” a la duración desconocida de su vida,
¿cómo dividir por dos un período de tiempo que ignoramos? ¿Cómo calcular la mitad
de la incógnita de los años “x” de su vida?
Después de pensar durante unos minutos, Beremís respondió:
- Ese problema me parece en extremo delicado, por tratarse de un caso de
Matemática pura y de interpretación de la ley. Es un caso que interesa a la justicia
de los hombres y a la Verdad de los números. No puedo discutirlo, con los
poderosos recursos del Álgebra y del Análisis, antes de visitar la celda en que se
halla condenado Sanadique. Es posible que la “x” de su vida esté calculada por el
Destino, en la pared de la celda del propio condenado.
- Juzgo infinitamente extraño vuestro parecer –observó el visir- . No cabe en mi
cabeza la relación que pueda existir entre las blasfemias con que los locos y los
condenados adornan los muros de las prisiones, y la resolución algebraica de tan
delicado problema.
- Sidi –interrumpió Beremís-: se encuentran, muchas veces, en las paredes de las
prisiones, leyendas interesantes, fórmulas, versos e inscripciones que iluminan el
espíritu y nos orientan hacia pensamientos de bondad y clemencia. Cuéntase que
cierta vez, el rey Mazin, señor de la rica provincia de Khorazan, fue informado que
un presidiario hindú había escrito palabras mágicas en las paredes de su celda. El
rey Mazin llamó a un escriba inteligente y hábil, y le ordenó copiase todas las letras,
figuras, versos o números que encontrase en las paredes sombrías de la prisión.
Muchas semanas empleó el escriba para cumplir, íntegramente, la orden
extravagante del rey. Al final, después de pacientes esfuerzos, llevó al soberano
decenas de hojas llenas de símbolos, palabras ininteligibles, figuras disparatadas,
blasfemias de locos y números sin significado. ¿Cómo traducir o descifrar aquellas
páginas repletas de cosas incomprensibles? Uno de los sabios del país, consultado
por el monarca, dijo: “Rey, esas hojas contienen maldiciones, blasfemias, herejías,
palabras cabalísticas, versos, leyendas y hasta un problema de Matemática con
cálculos y figuras”.
Respondió el rey: “Las maldiciones, blasfemias y herejías no calman la curiosidad
que llena mi espíritu. Las palabras cabalísticas me dejan indiferente; no creo en el
poder oculto de las letras ni en la fuerza misteriosa de los símbolos humanos. Me
interesa, sin embargo, conocer el verso, el problema y la leyenda, pues son
producciones que ennoblecen al hombre y pueden traer consuelo al afligido,
enseñanza al ignorante y advertencia al poderoso”.
Ante el pedido del monarca, dijo el “ulema”:
- Estos son los versos escritos por uno de los condenados:
No hables de tu felicidad a alguien menos feliz que tú.
115
Cuando no se tiene lo que se ama, es preciso amar lo que se tiene.
He aquí ahora el problema escrito con carbón en la celda de un condenado:
Colocar 10 soldados en cinco filas teniendo cuatro soldados en cada fila.
Ese problema, aparentemente imposible, tiene una solución muy simple indicada en
la figura, en la cual aparecen cinco filas con cuatro soldados en cada una.
A continuación el “ulema”, para satisfacer el pedido del rey, dio lectura a la
siguiente leyenda:
“Cuéntase que el joven Tzu-Chag, se dirigió un día al gran Confucio y le preguntó:
- ¿Cuántas veces, ¡oh iluminado filósofo!, debe un juez reflexionar antes de
sentenciar?
Respondió Confucio:
- Una vez hoy; diez veces mañana.
Asombróse el príncipe Tzu-Chang al oír las palabras del sabio. El concepto era
oscuro y enigmático.
- Una vez será suficiente –aclaró con paciencia el Maestro- cuando el juez, por el
examen de la causa, concluye perdonado. Diez veces, sin embargo, deberá el
magistrado pensar, siempre que se sienta inclinado a librar sentencia condenatoria.
Y concluyó, con su incomparable sabiduría:
- Erra, por cierto, gravemente, aquel quien hesita en perdonar; erra, no obstante,
mucho más aún, a los ojos de Dios, aquel que condena sin hesitar.”
La figura que ilustra está página indica la única solución que puede darse al
siguiente problema: “Colocar 10 soldados en 5 filas de 4 soldados por fila”
Se admiró el rey Mazin al saber que había, e las húmedas paredes de los calabozos
subterráneos, escritas por los míseros presos, tanta cosa llena de belleza y
curiosidad. Naturalmente que en medio de los que pasaban sus días llenos de
amargura en el fondo de las celdas, había muchos cultos e inteligentes. Determinó,
pues, el rey, que fueran revisados todos los procesos y juicios, y verificó que
innumerables sentencias eran evidentemente injustas. Y así, gracias a la libertad
muchos inocentes y reparados decenas de errores judiciales.
- Todo eso puede ser muy interesante –dijo el visir Maluf-. Peor es muy posible que
en las prisiones de Bagdad no se pueda encontrar figura geométrica, versos o
leyenda morales. Quiero ver, sin embargo, el resultado a que pretendéis llegar.
Permitiré, por tanto, vuestra visita a la prisión.
CAPÍTULO 22
En el cual visitamos los prisioneros de Bagdad. Cómo resolvió Beremís el problema
de la mitad de la “x” de la vida. El instante de tiempo. La libertad condicional.
Beremís aclara los fundamentos de una sentencia.
deteniéndose, de vez en cuando, para hacer cálculos que nos parecían largos y
laboriosos. ¿Cómo podría el calculista, entre las maldiciones y blasfemias que los
condenados suelen escribir, descubrir la mitad de la “x” de la vida?
Grande fue la sensación de alivio que sentí al dejar la sombría prisión, donde los
detenidos eran tan cruelmente tratados. Al llegar de vuelta a la suntuosa sala de
audiencias, nos encontramos con el visir Maluf rodeado de cortesanos, secretarios,
jefes y “ulemas” de la Corte. Esperaban todos la llegada de Beremís, pues querían
conocer la fórmula que emplearía el calculista para resolver el problema de la mitad
de prisión perpetua.
- ¡Estamos esperándote, calculista! –dijo el visir-. Espero que presentes, sin más
demoras, la solución de este gran problema. Tenemos la mayor urgencia en hacer
cumplir la sentencia de nuestro gran Emir.
Al oír esa orden, Beremís se inclinó respetuoso, hizo el acostumbrado “zalam” y
habló así:
- El contrabandista Sanadique, de Basora, apresado hace cuatro años en la frontera,
fue condenado a prisión perpetua. Esa pena acaba, sin embargo, de ser reducida a
la mitad por justa y sabia sentencia de nuestro glorioso califa AL-Motacen,
Comendador de los Creyentes, sombra de Alah en la Tierra.
Designemos por x el período de Sanadique, período que comienza en el momento
en que fue apresado y condenado hasta el término de sus días. Sanadique fue, por
lo tanto, condenado a x años de prisión, esto es, a prisión por toda la vida. Ahora,
en virtud de la regia sentencia, esa pena deberá reducirse a la mitad. Si dividimos el
tiempo x en varios períodos, a cada período de prisión debe corresponder igual
período de libertad.
- Completamente cierto –dijo el visir-. Comprendo perfectamente su razonamiento.
- Ahora bien; como Sanadique ya estuvo preso durante cuatro años, es claro que
deberá quedar en libertad durante igual período, esto es, durante cuatro años.
En efecto. Imaginemos que un mago genial pudiese prever el número exacto de
años de vida de Sanadique y nos dijese ahora: “Ese hombre, en el momento en que
fue puesto preso, tenía apenas 8 años de vida.” En ese caso tendríamos que x es
igual a 8, o sea, que Sanadique habría sido condenado a 8 años de prisión, pena
que ahora quedaría reducida a 4 años. Como Sanadique ya está preso desde hace 4
CAPÍTULO 23
En el cual recibimos una honrosa visita. Palabras del príncipe Cluzir Schá. Beremís
resuelve un problema. Las perlas del Rajá. Un número cabalístico. Queda resuelta
nuestra partida para la India.
El barrio humilde en que vivimos escribió hoy su primer día glorioso en la historia.
Beremís, por la mañana, recibió inesperadamente la visita honrosa del príncipe
Cluzir Schá.
Cuando la lujosa comitiva desfiló por las calles, los balcones y terrazas se llenaron
de curiosos. Mujeres, viejos y niños admiraban mudos y asombrados el maravilloso
espectáculo.
Precediendo los estandartes con el escudo del príncipe (elefante blanco sobre fondo
azul). Venían, al frente, cerca de treinta caballeros, montados en soberbios corceles
árabes, con arreos repujados y gualdrapas de terciopelo bordado de plata. Lucían
albos mantos y túnicas, y largas cimitarras sujetas con arreos de cuero lustrado,
pendían a un costado; en sus cabezas, blancos turbantes con yelmos metálicos,
relucían al sol. Después seguían varios arqueros y batidores, todos a caballo.
Y cerrando el cortejo apareció el poderoso maharajá, acompañado de dos
secretarios, tres médicos y diez pajes. El príncipe vestía una túnica escarlata, toda
adornada con hilos de perlas. En el turbante, de una riqueza fastuosa, centelleaban
innumerables zafiros y rubíes.
Cuando el viejo Salim vio llegar a su posada, aquella majestuosa comitiva, le dio
como un ataque de locura y, tirándose al suelo, comenzó a gritar:
- ¡Men ein! ¡Men ein!117
Mandé que un aguatero arrastrase al alucinado amigo al fondo del patio, hasta que
la calma volviese a su conturbado espíritu.
La sala de la posada era pequeña para dar cabida a los ilustres visitantes. Beremís,
maravillado de la honrosa visita, descendió al patio a recibirlos.
El príncipe Cluzir, al llegar, saludó al calculista con un amistoso “zalam”, y le dijo:
- El peor sabio es aquel que frecuenta a los ricos; el mayor rico es aquel que
frecuenta a los sabios.118
- Bien sé, señor – respondió Beremís- que vuestras palabras son inspiradas por el
más grande sentimiento de bondad. La pequeña e insignificante parte de ciencia
que conseguí adquirir, desparece ante la generosidad infinita de vuestro corazón.
- Mi visita, calculista –interrumpió el príncipe- se debe más al egoísmo que al
interés en la ciencia. Después que tuve el placer de oírlo, en casa del poeta Iezid,
pensé en ofrecerle algún cargo de importancia en mi Corte. Deseo nombrarlo mi
secretario o director del Observatorio de Delhi. ¿Acepta? Partiremos dentro de pocas
semanas para la Meca y de allá para la India.
- Desgraciadamente, ¡oh príncipe generoso! –respondió Beremís-, no puedo
ausentarme ahora de Bagdad. Sólo podré irme de aquí después que la hija del
ilustre Iezid haya aprendido Matemática.
Sonrió el maharajá y respondió:
- Se el motivo de su negativa frente a ese compromiso, y creo que pronto
llegaremos a un acuerdo. El sheik Iezid me ha dicho que la joven Telassim, dado los
progresos que ha hecho, dentro de pocos meses estará en condiciones de enseñar a
los “ulemas” el famoso “problema de las perlas del Rajá”.
- Yo mucho desearía –prosiguió el príncipe- conocer el complicado problema que
viene desafiando la sagacidad de os algebristas y que se refiere, sin duda, a uno de
mis gloriosos antepasados.
Beremís respondió:
- Trátase más de una curiosidad aritmética que de un problema, y este es su
enunciado:
“Un rajá dejó a sus hijas cierto número de perlas y ordenó que el reparto se hiciese
del siguiente modo: a la hija mayor correspondería una perla más un séptimo de las
que quedasen; la segunda tomaría dos perlas y un séptimo de las restantes; la
tercera recibiría tres perlas y un séptimo de las que quedasen. Y así sucesivamente,
para las restantes hijas.
Las hijas más jóvenes presentaron su queja a un juez, alegando que por ese
sistema complicado ellas serían fatalmente perjudicadas.
El juez –dice la tradición-, que era hábil en la resolución de problemas, respondió
rápidamente que las demandantes estaban equivocadas, y que la división propuesta
por el Rajá era justa y perfecta.
El juez tenía razón. Hecha la división, cada una de las hermanas recibió el mismo
número de perlas.”
Se pregunta: ¿Cuál es el número de perlas? ¿Cuántas las hijas del Rajá?
La solución es muy sencilla:
Las perlas eran 36 y debían repartirse entre 6 personas.
La primera sacó una perla y, además, un séptimo de 35, o sea 5; luego, sacó 6
perlas y dejó 30.
La segunda, de las 30 que encontró sacó 2 y, además, un séptimo de 28, que es 4;
luego, sacó 6 y dejó 24.
La tercera, de las 24 que encontró, sacó 3 y, además, un séptimo de 21, que es 3 y,
además, un séptimo de 21, o sea 3, por lo tanto, 56 y dejó 18.
142.857 x 2 = 285.714
Vemos que los guarismos que constituyen el producto son los mismos del número
dado, pero en otro dueto son los mismos del número dado, pero en otro orden. El
14, que se hallaba a la izquierda, se encuentra ahora a la derecha.
Efectuemos el producto del número 142857 por 3:
142.857 X 3 = 428.571
Se observa aquí la misma singularidad: los guarismos del producto son los mismos
del número, pero alterados, apenas, en el orden. El 1, que se hallaba a la izquierda,
pasó a la derecha; los demás permanecieron en el orden primitivo.
Lo mismo ocurre cuando el número se multiplica por 4:
142.857 X 4 = 571.428
142.857 X 5 = 714.285
142.857 X 6 = 857.142
Hecho el producto, se nota que sólo el grupo 142 permutó su posición con el 857.
999.999
formado por seis nueves.
Si lo multiplicamos por 8, el producto será:
142857 x 8 = 1.142.856
142.857 x 9 = 1.285.713
Observando con detención ese resultado, vemos que el único guarismo que no
figura es el 4. ¿Qué ha pasado con él? Aparece descompuesto en dos partes, el 1 y
el 3, colocados en los extremos del producto.
Del mismo modo podríamos verificar las rarezas que presenta el número 142.857,
multiplicándolo por 11, 12, 13, 15, 16, 18, etc.
Es por eso, que el número 142.857 se incluye entre los números cabalísticos de la
Matemática. Enseñóme el derviche No-Elin…
- ¡No-Elin! –repitió, lleno de vivo júbilo, el príncipe Cluzir Schá-. ¿Es posible que
haya conocido a ese sabio?
- Lo conocí, y muy bien, Príncipe –respondió Beremís-. Con él aprendí todos los
principios que hoy aplico a mis investigaciones matemáticas.
- Pues, el gran No-Elin –explicó el hindú- era amigo de mi padre. Cierta vez,
vencido por la pena de haber perdido un hijo en combate, durante una guerra
injusta y cruel, se ausentó de la ciudad y nunca más fue visto. Hice varias
investigaciones para encontrarlo, mas hasta hoy no había obtenido la menor
indicación sobre su paradero. Llegué hasta pensar que hubiese perecido en el
desierto, devorado por las panteras. ¿Sabrá, acaso, decirme dónde podré encontrar
a No-Elin?
Beremís respondió:
- Cuando partí para Bagdad, dejé al sabio No-Elin en Khoy, Persia, recomendado a
tres amigos.
- Pues, luego que yo regrese de la Meca, iremos a la ciudad de Khoy a buscar a ese
gran “ulema” – respondió el príncipe-. Quiero llevarlo a mi palacio. ¿Podrá usted
auxiliarme en esa magna empresa, calculista?
- ¡Señor! –respondió Beremís-. Si es para prestar auxilio y hacer justicia a aquel
que fue mi guía y maestro, pronto estoy para acompañaros, si fuese preciso, hasta
la India.
Y así, por causa del 142.857, quedó resuelto nuestro viaje a la India, a la tierra de
los Rajás.
¡Dicho número es realmente cabalístico!
CAPÍTULO 24
En el cual Beremís, por medio de fórmulas, calcula la belleza de una joven. La
división áurea. Cómo se determina, sin error, el valor numérico de la Belleza.
La proposición es la siguiente:
Esa división corresponde a la forma simpática que pueden presentar las dos partes
desiguales. Podemos formular la siguiente regla:
“Para que un todo dividido en dos partes desiguales parezca hermoso desde el
punto de vista de la forma, debe presentar entre la parte menor y la mayor la
misma relación que entre ésta y el todo.”
Hasta hoy no se consiguió descubrir la razón de ser o “por qué” de esa belleza. Los
matemáticos, que llevaran hasta muy lejos sus estudios y observaciones, exponen
varios y curiosos ejemplos que constituyen elocuentes demostraciones para el
principio de esa división que los romanos llamaban “divina proporción” o “división
áurea”.
Es fácil observar que el título puesto por el calígrafo en la primera página de una
obra divide, en general, la medida total del libro en media y extrema razón.
Lo mismo sucede con la línea de los ojos, que divide, en las personas bien
proporcionadas, la medida total del rostro en media y extrema razón. Se observa
también la divina proporción en las partes en que las falanges dividen los dedos de
la mano. La división en media y extrema razón se puede hallar también en la
Música, en la Pintura, en la Escultura y en la Arquitectura.
En la división áurea la relación entre el todo y la parte mayor, es igual, más o
menos, a:
809 / 500
CAPÍTULO 25
En el cual reaparece Tara-Tir. El epitafio de Diofanto. El problema de Hierón. Una
carta de Hassan. –Los cubos de 8 y 27. La matemática y la muerte. Cómo murió
Arquímedes.
del oro le inspiró desconfianza que los orfebres hubiesen aleado plata y oro. Para
aclarar esta duda consultó a Arquímedes, el gran geómetra.
Arquímedes que había verificado que el oro pierde, en el agua, 52 milésimos de su
peso, y la plata, 99 milésimos, averiguó el peso de la corona sumergida en el agua
y encontró que la pérdida de peso era debida en parte a cierta cantidad de plata
adicionada al oro.
En el momento en que hablábamos, vino a visitarnos el capitán Hassan Muarique,
jefe de guardia del sultán. El turco se había casado, diez días antes, con la Joven
Zaira, y estaba contentísimo con la elección que hiciera. Siguiendo, pues, la
indicación de Beremís, pidió a la jovencita en casamiento, obteniendo una esposa
muy graciosa, bondadosa e inteligente.
-Nunca imaginé –dijo, después de expresar su agradecimiento- que la Matemática
fuese tan prodigiosa como para llegar a poder calcular la belleza femenina.
Al notar el entusiasmo del turco, lo llevé hasta la terraza de la habitación que daba
a la calle, y mientras Beremís procuraba hallar una nueva solución al problema de
Diofanto, le hablé del peligro que corríamos bajo la amenaza del odio de Tara-Tir.
- Allá está él –señalé-, junto a la fuente. Los hombres que le acompañan son
asesinos peligrosos. Al menor descuido, seremos apuñaleados por esos bandidos.
- ¡Qué me cuenta! –exclamó Hassan-. Yo no podía ni imaginar que tal cosa
ocurriese. ¡Por Alah! Voy ahora mismo a resolver ese caso.
Volví al cuarto, y me puse a fumar tranquilo.
Una hora después recibí el siguiente recado de Hassan:
“Todo está resuelto. Los tres asesinos fueron ejecutados sumariamente. Tara-Tir
recibió 8 garrotazos, pagó una multa de 27 sequíes de oro y fue intimado a
abandonar la ciudad.”
Mostré la carta de Hassan a Beremís. Gracias a mi eficiente intervención,
podríamos, ahora, vivir tranquilos en Bagdad.
-Es interesante –respondió Beremís-. Esas líneas escritas por nuestro buen amigo
Hassan me hacen recordar una curiosidad numérica relativa a los números 1, 8
y 27.
Y como viese que yo demostrara sorpresa al oír aquella observación, él concluyó:
-1, 8 y 27 son los únicos números que son cubos perfectos e iguales, también, a la
suma de los guarismos de sus cubos. Por ejemplo:
13 = 1
83 = 512
273 = 19.683
CAPÍTULO 26
En el cual vamos por segunda vez al palacio del rey. La extraña sorpresa. Los siete
sabios. La devolución de un anillo. El sabio Mohadebe y la cultura religiosa. Las
quince relaciones numéricas sacadas del Corán. Jesús es citado 19 veces. Un error
de Beremís.
En la primera noche, después de Ramadán 126, luego de llegar al palacio del califa,
nos informó un viejo escriba, compañero de trabajo, que el soberano preparaba una
extraña sorpresa a nuestro amigo Beremís.
Se esperaba un gran acontecimiento. El calculista iba a ser enfrentado, en audiencia
pública, a siete sabios famosos, tres de los cuales habían llegado días antes del
Cairo.
¡Qué hacer! ¡Alahur Acbar!127 Ante aquella perspectiva, procuré dar valor a Beremís,
haciéndole comprender que él debía tener confianza en su capacidad, tantas veces
comprobada.
El calculista me recordó un proverbio que oyera a su maestro No-Elin: “Quien no
desconfía de sí no merece la confianza de los demás.”
Entramos en el palacio con grandes aprensiones y una sombra de tristeza.
La grande y rutilante Sala de Audiencias profusamente iluminada, aparecía llena de
cortesanos y sheiks de renombre.
A la derecha del califa se hallaba el joven príncipe Cluzir Schá, convidado de honor,
que se hacía acompañar por ocho doctores hindúes, ostentando lujosos ropajes de
oro y terciopelo, y exhibiendo elegantes turbantes de Cachemira. A la izquierda del
trono se hallaban los visires, los poetas, cadís, y elementos de la más alta sociedad
de Bagdad. Sobre un estrado, donde veían varios cojines de seda, se hallaban los
siete sabios que debían interrogar al calculista. A un gesto del califa, el sheik
Nuredin Zarur tomó a Beremís de un brazo y lo condujo con toda solemnidad, hasta
una especie de tribuna erigida en el centro del rico salón.
Un gigantesco esclavo negro hizo sonar por tres veces un pesado “gong” de plata.
Todos los turbantes se inclinaron. Y así comenzó la singular ceremonia.
Un “imman” tomo el Libro Santo y leyó, con una cadencia invariable, separando
lentamente las palabras, la oración de “Fatihat”128.
CAPÍTULO 27
En el cual un sabio historiador interroga a Beremís. El geómetra que no podía mirar
el cielo. La Matemática en Grecia. Elogio de Eratóstenes.
Aclarado el primer punto con todos sus detalles, el segundo sabio fue invitado a
interrogar a Beremís. Ese “ulema” era un historiador famoso que enseñara, durante
veinte años, en Córdoba, y que más tarde, por cuestiones políticas, se trasladara al
Cairo, donde residía bajo la protección del Califa. Era un hombre bajo, cuyo rostro
bronceado aparecía enmarcado en una barba de corte elíptico.
Así fue como el sabio historiador se dirigió a Beremís:
- En nombre de Alah, Clemente y Misericordioso. Se equivocan los que aprecian el
valor de un matemático por la mayor o menor habilidad con que efectúa las
operaciones y aplica las reglas banales del cálculo. A mi manera de ver, el
verdadero geómetra es el que conoce, con absoluta seguridad, el desenvolvimiento
y el progreso de la Matemática a través de los siglos. Estudiar la Historia de la
Matemática es rendir homenaje a los ingenios maravillosos que enaltecieran y
dignificaran las antiguas civilizaciones, y que, por su labor y por su genio, pudieron
revelar algunos de los profundos misterios de la Naturaleza, consiguiendo, por la
ciencia, elevar y mejorar la miserable condición humana. Nos corresponde pues
honrar en las páginas de la Historia a los gloriosos antepasados que trabajaran para
la formación de la Matemática, y reseñar las obras que dejaran. Quiero, pues,
calculista, interrogarte sobre un hecho interesante en la Historia de la Matemática:
“¿Cuál fue el célebre geómetra que se suicidó de disgusto por no poder mirar al
cielo?”
Beremís reflexionó unos instantes y exclamó de repente:
- Fue Eratóstenes130, matemático oriundo de Cirenaica y educado, al principio, en
Alejandría y, más tarde, en la Escuela de Atenas, donde aprendió las doctrinas de
Platón.
Y completando su respuesta prosiguió:
Eratóstenes fue elegido para dirigir la gran biblioteca de la Universidad de
Alejandría, cargo que ejerció hasta el fin de sus días. A más de poseer innumerables
conocimientos científicos y literarios que lo distinguieron entre los mayores sabios
CAPÍTULO 28
En el cual el tercer sabio interroga a Beremís. La falsa inducción. Como se halla la
raíz cuadrada de 2025. Beremís demuestra como un principio falso, puede surgir
de ejemplos verdaderos.
El tercer sabio que debía interrogar a Beremís, era el célebre astrónomo Abu-
Ihasan-Ali132, de Marruecos, venido a Bagdad invitado por el califa Al-Motacen. Era
alto, flaco, y tenía el rostro surcado de arrugas. En su muñeca lucía una gran
pulsera de oro, donde dicen que se hallaban grabadas todas las constelaciones del
Zodíaco.
El astrónomo Abulhasan se dirigió a Beremís. Su voz baja y cavernosa sonaba
gravemente:
- Las dos respuestas que terminas de formular prueban, Beremís Samir, que posees
sólida cultura. Hablas de la ciencia de Grecia con la misma facilidad con que cuentas
las letras del Libro Sagrado. En el desenvolvimiento de la ciencia matemática, la
parte más interesante es la que indica la forma de raciocinio que nos conduce a la
verdad. Una colección de hechos está tan lejos de ser una ciencia, como un montón
de piedras de ser una casa. Puedo afirmar, igualmente, que las combinaciones
inteligentes de hechos inexactos, o que no hayan sido verificados, al menos en sus
consecuencias, se hallan tan lejos de formar una ciencia, como un espejismo de
sustituir, en el desierto, la presencia real de un oasis. La Ciencia debe observar
hechos para de ellos deducir leyes; con el auxilio de éstas, prever otros hechos y
mejorar las condiciones materiales de la vida. Todo esto es cierto; mas, ¿cómo
deducir la Verdad? Se presenta, pues, la siguiente duda:
- ¿Es posible, en Matemática, deducir una regla falsa de una propiedad verdadera?
Quiero conocer tu respuesta, ilustrada con un ejemplo simple y perfecto.
Beremís meditó largo rato y luego, saliendo de su recogimiento, respondió:
- Admitamos que un algebrista curioso desease determinar la raíz cuadrada de un
número de cuatro cifras. Sabemos que la raíz cuadrada de un número es otro
número que, multiplicado por sí mismo, da un producto igual, al número dado.
Vamos a suponer, sin embargo, que el calculista, al escoger los números, hiciera
recaer su elección en los números: 2025, 3025, 9801.
Iniciemos la resolución del problema por el número 2025. Hechos los cálculos para
ese número, el investigador hallaría que la raíz cuadrada es 45. En efecto: 45 veces
45 es igual a 2025. Ahora bien: como se puede verificar, 45 se obtiene por la suma
de 20 + 25, que son parte del número 2025, descomponiéndolo por medio de un
punto 20.25.
Lo mismo verificaría el algebrista para el número 3025, cuya raíz cuadrada es 55. 133
Es conveniente hacer notar que 55 es la suma de 30 + 25, partes del número
30.25.
Idéntica propiedad se verifica con respecto al tercer número, 9801, cuya raíz
cuadrada es 99, esto es, 98 + 01.
Frente a esos tres caos, el desprevenido algebrista podría enunciar la siguiente
regla.
“Para calcular la raíz cuadrada de un número de cuatro cifras se divide ese número
por un punto, en dos grupos de dos cifras cada uno, sumándose los grupos así
formados. La suma obtenida será la raíz cuadrada del número dado.”
Esa regla, visiblemente equivocada, fue deducida de tres ejemplos verdaderos. Es
posible llegar a la verdad, en Matemática, por simples observaciones; no obstante
son necesarias precauciones esenciales para no caer en la “falsa inducción”.
El astrónomo Abulhasan, sinceramente en cantado con la respuesta de Beremís,
declaró que nunca había oído sobre la importante cuestión de la “falsa inducción
matemática” explicación tan interesante y sencilla.
A continuación se paró el cuarto sabio y se preparó para formular su pregunta.
Nunca olvidaré su erguida y venerable figura, ni dejaré de recordar su mirada
serena y bondadosa. Caminó hasta el extremo del estrado y así habló al sultán:
- Para que mi pregunta pueda ser bien interpretada, necesito aclararla contando
una antigua leyenda persa.
- Cuéntala, ¡oh sabio elocuente! –respondió el califa-. Estamos ansiosos de oírte.
Cruzó el sabio las manos sobre el pecho y con voz firme y cadenciosa, como el
andar de una caravana, contó lo siguiente:
CAPÍTULO 29
En el cual oímos una antigua leyenda persa. Lo material y lo espiritual. Los
problemas humanos y trascendentales. La famosa multiplicación. El sultán
reprime con energía, la intolerancia de los sheik.
Era una vez un rey que dominaba en Persia y en las planicies de Irán. Ese poderoso
monarca oyó decir a un derviche, que un verdadero sabio debía conocer con
absoluta perfección la parte espiritual y la parte material de la vida.
¿Qué hizo el rey Astor? Vale la pena recordar la forma como procedió el poderoso
monarca.
Mandó llamar a los tres más grandes sabios de Persia, le entregó a cada uno de
ellos dos denarios de plata y les dijo:
- Hay en este palacio tres salas igualmente vacías. Cada uno de vosotros deberá
llenar una sala, no pudiendo emplear en esa tarea más dinero del que acabo de
confiar a cada uno.
El problema rea, realmente, difícil. Cada sabio debía llenar una sala vacía gastando
apenas la insignificante suma de dos denarios.
Los sabios partieron a cumplir la misión que les había encomendado el caprichoso
rey Astor.
Horas después regresaron a la sala del trono.
El rey, interesado en la solución del enigma, los interrogó.
El primero dijo:
- Señor, gasté dos denarios, y la sala que me corresponde quedó completamente
llena. Mi solución fue muy práctica. Compré varias bolsas de heno y con él llene la
habitación desde el suelo hasta el techo.
- ¡Muy bien! –exclamó el rey-. Vuestra solución, simple y rápida, ha sido realmente
muy bien concebida. Conoces, a mi modo de ver, la “parte material de la vida”, y
bajo ese aspecto puedes encarar todos los problemas que un hombre debe
enfrentar sobre la tierra.
A continuación, el segundo sabio habló así, después de saludar al rey:
- La única multiplicación famosa, con un solo factor, citada por los historiadores y
que todos los hombres cultos conocen, es la multiplicación de los panes hecha por
Jesús, hijo de María. En esa multiplicación sólo figura un factor: ¡el poder milagroso
de la voluntad de Dios!
Algunos musulmanes intolerantes, se miraron espantados. Hubo murmullos. El
califa exclamó con energía:
- ¡Silencio! Veneremos a Jesús, hijo de María, cuyo nombre es citado diecinueve
veces en el Libro de Alah.
Y a continuación, dirigiéndose al quinto sabio, añadió plácidamente:
- Aguardamos vuestra pregunta, ¡oh sheik!
Al oír esas palabras, el quinto sabio se levantó como si fuese impulsado por un
resorte. Era un hombre bajo, grueso, de blanca cabellera. En vez de turbante usaba
un pequeñísimo gorro verde. Al hablar lo hacía en forma arrebatada y nerviosa.
- El valor de un sabio –comenzó con tétrica entonación- sólo puede ser medido por
el poder de su imaginación. Números tomados al acaso, hechos históricos
recordados con oportunidad y precisión, pueden tener momentáneo interés, mas al
cabo de algún tiempo caen en el olvido. ¿Quién de nosotros se acuerda ahora del
número de letras del Corán? Hay números, palabras, nombres y obras que están,
por su propia naturaleza y finalidad, condenados a irremediable olvido. Voy, por lo
tanto, a convencerme del valor y la capacidad del calculista persa preguntándole
una cuestión que no tiene que ver con problemas que exijan memoria o habilidad de
cálculo. Quiero que el matemático Beremís Samir nos cuente una leyenda en la cual
aparezca indicada una división de 3 por 3, pero no efectuada, y otra de 3 por 2,
indicada y efectuada sin dejar resto.
Beremís se quedó mudo, como si la inesperada pregunta del sabio lo atolondrase.
Era preciso tener la suerte de recordar, en el momento, una leyenda que encerrase
dos divisiones numéricas.
Después de algunos instantes de azaroso rememorar el calculista inició la siguiente
narración.
CAPÍTULO 30
En el cual Beremís narra una leyenda. El tigre sugiere la división de 3 por 3. El
chacal indica la división de 3 por 2. En el cual el chacal se queda con el resto de
la división. Como se calcula el cociente en la Matemática del más fuerte.
entre tres. Haz, pues, con justicia y equidad, esa operación fraternal: dividir tres
entre tres cazadores.
Lisonjeado con semejante proposición, el vanidoso tigre, después de expresar con
visos de falsa modestia su incompetencia y su poco valor, respondió así:
- La división que generosamente acabáis de proponer -¡oh rey!- es muy simple y se
puede hacer con bastante facilidad. La oveja, que es el mayor de los tres bocados, y
el más sabroso, y, sin duda, capaz de saciar el hambre de un grupo de leones del
desierto, os toca por derecho. Aquel cerdo flaco, sucio y maloliente, que no vale una
pierna de la hermosa oveja, será para mí, que soy modesto y con bien poco me
conformo. Y, finalmente, aquel minúsculo y despreciable conejo, de reducidas
carnes, indigno del paladar refinado de un rey, corresponderá a nuestro compañero
el chacal, como recompensa por la valiosa indicación que hace poco nos
proporcionó.
- ¡Estúpido, egoísta! –rugió, enfurecido, el león, lleno de indescriptible furia-.
¿Quién te enseñó a hacer divisiones de esa manera? ¿Dónde viste una división de
tres por tres, hecha de ese modo?
Y, levantando su pesada pata, descargó sobre la cabeza del desprevenido tigre tan
violento golpe, que lo tiró muerto a algunos pasos de distancia.
En seguida se volvió al chacal, que asistiera aterrado a aquel trágico final de la
división de tres por tres y así le habló:
- Mi querido chacal. Siempre tuve de tu inteligencia el más alto concepto. Sé que
eres el más ingenioso y brillante de los animales de la floresta, y no conozco otro
que pueda aventajarte en la habilidad con que sabes resolver los más intrincados
problemas. Te encomiendo, pues, el hacer esa división simple y banal, que el
estúpido tigre (como ya acabaste de ver) no supo efectuar satisfactoriamente.
¿Estás viendo, amigo chacal, aquellos apetitosos animales: la oveja, el cerdo y el
conejo? Pues bien: dividirás las tres piezas entre nosotros dos. ¡Nada más sencillo
que dividir tres por dos! Haz los cálculos, pues deseo saber qué cociente exacto me
corresponde.
- No soy más que un humilde y rudo siervo de Vuestra Majestad –dijo el chacal, en
tono humildísimo de respeto-. Debo, pues, obedecer ciegamente la orden que acabo
de recibir. Voy a dividir, como si fuera un sabio geómetra, aquellas tres piezas entre
¡Emir del Mundo! –comenzó el cordobés, dirigiéndose al sultán-. Acabo de oír con
verdadero placer esa admirable fábula intitulada “La división del persa”. Encierra
ella, a mi modo de ver, grandes enseñanzas y profundas verdades. Verdades claras
como la luz del sol en la hora de “edduhhr” 134. Me veo obligado a confesar que los
preceptos matemáticos toman forma viva cuando son presentados bajo la forma de
fábulas o de historias. Conozco una leyenda que no contiene divisiones, cuadrados o
fracciones, mas encierra un problema de Lógica, posible de resolver con un
razonamiento puramente matemático. Contada la historia, veremos cómo podrá el
eximio calculista resolver el problema en ella contenido.
Y el sabio cordobés contó lo siguiente:
CAPÍTULO 31
En el cual el sabio cordobés cuenta una leyenda. Los tres novios de Dahizé. El
problema de los cinco discos. Como Beremís reprodujo el raciocinio de un
novio inteligente.
Terminadas las pruebas, los sabios presentaron al rey un minucioso informe. Los
tres príncipes eran inteligentísimos. Conocían profundamente la Matemática,
Literatura, Astronomía y Física; resolvían complicados problemas de ajedrez,
cuestiones sutilísimas de Geometría, enigmas arrevesados y oscuras charadas.
- No hallamos medio alguno –concluyeron los sabios- que nos permitiese llegar a un
resultado definitivo a favor de uno o de otro.
Frente a ese lamentable fracaso de la ciencia, resolvió el rey consultar a un derviche
que tenía fama de conocer la magia y los secretos del ocultismo.
El sabio derviche dijo al rey:
- Sólo conozco un medio que permitirá determinar cuál es el más inteligente de los
tres. Es la prueba de los cinco discos.
- Hagamos, pues, esa prueba –accedió el rey.
Los príncipes fueron llevados al palacio. El derviche, mostrándoles cinco discos de
cartón, les dijo:
- He aquí cinco discos, dos de los cuales son negros y tres blancos. Observen que
son del mismo tamaño y del mismo peso, y que solo difieren en el color.
A continuación un paje vendó cuidadosamente los ojos de los tres príncipes,
impidiéndoles así ver la menor luz.
El viejo derviche tomó entonces al azar tres de los cinco discos y los prendió a la
espada de los tres príncipes.
Dijo entonces el derviche:
- Cada uno de vosotros lleva a cuestas un disco, cuyo color ignora. Seréis
interrogados uno a uno. Aquel que descubra el color del disco que le cupo en suerte,
será declarado vencedor y se casará con la linda Dahizé. El primero que sea
interrogado podrá ver los discos de los otros dos concursantes; al segundo le será
permitido ver el disco del último. Este tendrá que formular la respuesta sin ver disco
alguno. Aquel que formule la respuesta exacta, para probar que no fue favorecido
por el azar, tendrá que justificarla por medio de un razonamiento riguroso,
metódico y simple. ¿Cuál de vosotros desea ser el primero?
Respondió prontamente el príncipe Camozan:
- Quiero ser el primero en responder.
El paje retiro la venda que cubría los ojos del príncipe Camozan, y este pudo ver el
color de los discos que se hallaban sobre las espaldas de sus rivales.
Interrogado, en secreto, por el derviche, no acertó en su respuesta. Fue declarado
vencido, y debió retirarse de la sala.
El rey anunció en voz alta, a fin de prevenir a los otros dos:
- El joven Camozan acaba de fracasar.
- Quiero ser el segundo –dijo el príncipe Benefir.
Desvendados los ojos, el príncipe vio la espalda de su competidor y vio el color de
su disco. Aproximóse al derviche y le dijo en secreto su respuesta:
El derviche sacudió negativamente la cabeza. El segundo príncipe había errado, y
fue, por consiguiente, invitado a dejar el salón.
Quedaba aún el tercer concursante, el príncipe Aradín.
Este, luego que el rey anunció la derrota del segundo pretendiente, se aproximó al
trono, con los ojos vendados, y dijo en voz alta el color de su disco.
El sabio cordobés, dirigiéndose al calculista, le preguntó:
- Deseo saber cuál fue la respuesta del príncipe Aradín y cuál el razonamiento hecho
por el príncipe, que lo llevó a resolver con seguridad el problema de los cinco discos.
Beremís, con grave seriedad y sin intimidarse, habló así:
- El príncipe Aradín, el héroe de la curiosa leyenda que acabamos de oír, afirmó al
rey Cassim: “Mi disco es blanco”. Y para llegar a esa conclusión hizo, con seguridad,
el siguiente razonamiento:
I II
Negro (Benefir) Blanco (Benefir)
Negro (Yo) Negro (Yo)
III IV
Blanco (Yo) Blanco (Yo)
Negro (Benefir) Blanco (Benefir)
CAPÍTULO 32
En el cual Banabixacar interroga a Beremís. Alí Babá y los cuarenta ladrones.
¡Cuarenta! ¿Por qué? Cuál es el significado simbólico de ese número. El problema
de la piedra de 40 “artales”.
El séptimo y último sabio que debía interrogara Beremís, era una de las figuras más
extraordinarias del Islam. Era geómetra y astrónomo, y se llamaba Mohildin Ihaia
Banabixacar. Su nombre estaba escrito en cinco mezquitas y sus libros eran leídos
hasta por los “roumis”135. Era imposible encontrar bajo el cielo del Islam,
inteligencia más poderosa y culta, más sólida y vasta.
El erudito Banabixacar, con su manera clara e impecable, habló así:
- Entre las leyendas más famosas citan los narradores la admirable historia
intitulada “Alí Babá y los Cuarenta Ladrones”. ¿Ese número “cuarenta” habría sido
elegido al acaso, o fue elegido en virtud de principio o ley exclusivamente
matemática? ¿Qué relación habrá entre el número cuarenta y los “ladrones”?
La cuestión propuesta era dificilísima y delicada. La respuesta de Beremís, sin
embargo, no se hizo esperar. El calculista persa habló de la siguiente manera:
- Los ladrones que figuran en la aventura del leñador Alí Babá, son cuarenta. Desde
el punto de vista matemático, presenta este número una particularidad muy
curiosa, que justifica, plenamente, la preferencia dada por los narradores antiguos.
¡Cuarenta! ¿Qué hacían los ladrones para juntar riquezas y con ellas llenar la
caverna? Ellos robaban, es decir, “sustraían”. Cada robo correspondía a una
sustracción. Una vez cometido el robo, los ladrones de la cuadrilla juntaban los
objetos robados; tal operación equivale a una suma, o sea, a una adición. ¿Qué
hacían pues los ladrones de la leyenda? Sumaban y sustraían. Pues bien: el número
cuarenta es el mayor número que, descompuesto en cuatro partes desiguales,
permite formar con esas partes, por medio de sumas y sustracciones, todos los
números enteros desde 1 hasta 40. Esas cuatro partes, que se presentan en
progresión geométrica (siendo la razón igual a 3), son: 1, 3, 9, 27
Así:
1 = 1 21 = 27 – 9 + 3
2 = 3–1 22 = 27 – 9 + 3 + 1
3 = 3 23 = 27 – 3 – 1
4 = 3+1 24 = 27 – 3
5 = 9–3–1 25 = 27 – 3 + 1
6 = 9–3 26 = 27 – 1
7 = 9–3+1 27 = 27
8 = 9–1 28 = 27 + 1
9 = 9 29 = 27 + 3 – 1
10 = 9+1 30 = 27 + 3
11 = 9+3–1 31 = 27 + 3 + 1
12 = 9+3 32 = 27 + 9 – 3 – 1
13 = 9+3+1 33 = 27 + 9 – 3
14 = 27 – 9 – 3 – 1 34 = 27 + 9 – 3 + 1
15 = 27 – 9 – 3 35 = 27 + 9 – 1
16 = 27 – 9 – 3 + 1 36 = 27 + 9
17 = 27 – 9 – 1 37 = 27 + 9 + 1
18 = 27 – 9 38 = 27 + 9 + 3 – 1
19 = 27 – 9 + 1 39 = 27 + 9 + 3
20 = 27 – 9 + 3 – 1 40 = 27 + 9 + 3 + 1
Eso demuestra que los números, desde 1 hasta 40, pueden ser formados con los
cuatro elementos 1, 3, 9 y 27 en que fue descompuesto el número 40.
En las cuarenta relaciones que acabo de formar, podemos observar las siguientes
particularidades:
I) La primera comienza por 1; las tres siguientes por 3; las nueve siguientes por 9;
las 27 siguientes por 27;
II) Cada uno de los cuatro elementos (1, 3, 9 y 27) figura 27 veces en las cuarenta
diferentes relaciones.
Existe otro problema ya estudiado por los matemáticos del tiempo de Al Carisma, y
cuya solución se basa en esa misma propiedad del número 40.
Ese problema es el siguiente:
Un mercader tenía una piedra que pesaba 40 “artales”. Cierta vez esa piedra se
cayó y se partió en cuatro pedazos, causando gran contrariedad al mercader. Un
calculista, que se hallaba presente, pasó los cuatro pedazos y dijo al mercader: “Es
una división conveniente. Con esos cuatro pedazos podrás hacer cualquier pesaje
desde 1 hasta 40.”
CAPÍTULO 33
En el cual Beremís habla de los problemas imposibles. El doble del cubo. La
trisección del ángulo. La cuadratura del círculo. El número 22 y el círculo.
Un silencio profundo siguió a las palabras con que Beremís terminó su original
explicación sobre el significado del número 40 que aparece en la leyenda de Alí
Babá.
El gran astrónomo Benabixacar, que se hallaba a la derecha, después de aspirar
largamente el perfume de un frasco que tenía en la mano, se dirigió, respetuoso, al
califa en los siguientes términos:
- Me veo forzado a confesar, rey del Tiempo, que al formular el problema de los
cuarenta ladrones de Alí Babá, no imaginaba que el calculista persa fuese capaz de
resolverlo de manera tan brillante y completa. Fueron muchos los investigadores
que incluyeron tal problema entre los que debían permanecer sin solución, burlando
los recursos de la Matemática. La solución formulada por Beremís Samir es digna de
figurar en las páginas de oro entre los versos de “Lamiat el-adjem”.137
El príncipe Cluzir Schá dijo, entonces al sultán:
- Ese sabio anciano acaba de referirse a los “problemas sin solución” de la
Matemática. Sería interesante que el calculista, que ya ha aclarado tantas
cuestiones difíciles, nos dijera algo sobre los problemas sin solución.
- Es magnífico lo que propones –interrumpió el
sultán. Y, dirigiéndose al calculista, le dijo:
- ¿Cuáles son los problemas famosos que los matemáticos consideran sin solución?
- En el campo de la Matemática, se presentan, ¡oh Emir de los Creyentes!, infinidad
de problemas para los cuales no se ha encontrado una solución satisfactoria. Entre
los que se han hecho célebres, justo es citar los siguientes:
Problema de la duplicación del cubo.
Problema de la trisección de un ángulo.
Problema de la cuadratura del círculo.
Veamos en qué consisten esos problemas y cuáles fueron los intentos hechos por
los matemáticos en el sentido de resolverlos.
Hallaron los atenienses por demás simple la condición impuesta por el oráculo y lo
sustituyeron por otro altar de la misma forma y cuya arista era dos veces mayor.
Seguros que habían cumplido la indicación revelada por el oráculo, esperaban que la
epidemia terminara. Se engañaron. La peste se volvió más mortífera. Consultaron
otra vez al oráculo y éste explicó: “El nuevo altar no es el doble del primero, sino
ocho veces mayor.” E insistió: “Es necesario duplicar el cubo.”
Frente a esa dificultad, los atenienses apelaron a los conocimientos de los
geómetras. Para ser agradable a los dioses era necesario saber Geometría, pues la
Geometría es la ciencia divina.
Hipócrates138 fue el primer geómetra que estudió el problema, consiguiendo, hasta
cierto punto, aclarar la cuestión. Asquitas presentó una solución muy ingeniosa,
cuya demostración geométrica y cinemática, sugerida por el gran filósofo Platón, fue
analizada más tarde por Eudoxio.
Mecmeno, notable geómetra, de quien el conquistador Alejandro fue el discípulo,
tratando de solucionar el problema deliano, descubrió las llamadas secciones
cónicas: esto es, probó que las curvas llamadas elipse, parábola e hipérbola pueden
obtenerse mediante secciones planas de un cono.
En la figura que precede vemos un carro egipcio antiguo, con una rueda en la que
la circunferencia está dividida en 12 partes iguales.
El filósofo Platón no aceptó la solución dada al problema por Hipias, haciendo ver
que la cuestión geométrica solo podía ser resuelta con el empleo exclusivo de la
regla y el compás.
Si no fuese por la condición impuesta, la curva denominada concoide de Nicomedes,
aplicada al problema de la duplicación del cubo, podría ser empleada, igualmente,
en el caso de la trisección del ángulo.
En la figura que precede, la cual representa a uno de los antiguos reyes, aparece
una circunferencia dividida en 6 partes iguales.
CAPÍTULO 34
El califa Al-Motacen ofrece oro y palacios al calculista. Beremís los rechaza. Un
pedido de casamiento. El problema de los ojos negros y azules. Como
determinó Beremís, por el cálculo, el color de los ojos de cinco esclavas.
Terminado el relato hecho por Beremís sobre los problemas famosos de Matemática,
el sultán, después de conferenciar en voz baja con sus dos consejeros, habló así:
Por las respuestas dadas a todas las preguntas, calculista has hecho méritos para
recibir el premio que te prometí. Dejo, por tanto, a tu lección ¿Quieres recibir veinte
mil denarios de oro, o prefieres poseer un palacio en Bagdad? ¿Deseas el gobierno
de una provincia, o ambicionas el cargo de visir de mi Corte?
Rey generoso –respondió Beremís, profundamente emocionado-. No ambiciono
riquezas, títulos, homenajes o regalos, porque sabido es que los bienes materiales
nada valen; la fama que pueda surgir de los cargos importantes no me interesa,
pues mi espíritu no sueña con la gloria efímera del mundo. Si es vuestro deseo
hacerme, como dijiste, envidiado por todos los musulmanes, mi pedido es el
siguiente: Deseo casarme con la joven Telassim, hija del sheik Iezid Abul-Hamid.
El inesperado pedido formulado por el calculista causó indecible asombro. Me di
cuenta, por los rápidos comentarios que pude oír, que todos los musulmanes que
allí se hallaban no tenían la menor duda sobre el estado de demencia de Beremís.
- ¡Ese calculista es un loco, decían. Desprecia la riqueza y rechaza la gloria para
casarse con una joven que nunca vio!
Cuando el califa Al-Motacen oyó el pedido de Beremís, le dijo:
- No me opondré, calculista, a tu casamiento con la hermosa Telassim. Es verdad,
que esa joven ya estaba prometida a uno de los más ricos sheiks de la Corte; pero,
por una vez, sin embargo, ya que ella desea cambiar el rumbo de su vida -
¡mactub!-, ¡sea hecha la voluntad de Alah!
- No obstante, impongo –prosiguió enérgico el soberano- una condición. Tendrás,
eximio matemático, que resolver, delante de todos los nobles que aquí se hallan, un
curioso problema inventado por un derviche del Cairo. Si resuelves ese problema, te
casarás con Telassim; en caso contrario, tendrás que desistir, para siempre, de esa
fantasía loca de beduino que bebió “hachís”. ¿Te conviene?
continuaría la duda. ¿La interrogada habría dicho verdad? ¿Habría mentido? ¿Cómo
llegar al resultado, si no conocía él la respuesta exacta?
El caso era, realmente, muy grave.
Las cinco embozadas se colocaron en fila en el centro del suntuoso salón. Se hizo un
gran silencio. Los nobles, musulmanes, sheiks y visires, seguían con vivo interés las
alternativas de aquel nuevo y singular capricho del rey.
El calculista se aproximó a la primera esclava (que se hallaba en el extremo de la
fila, a la derecha) y le preguntó con voz firme y reposada:
- ¿De qué color son tus ojos?
¡Por Alah! A interpelada respondió en un dialecto chino, totalmente desconocido
para los musulmanes presentes. Beremís protestó. No comprendió una sola palabra
de la respuesta dada.
El califa ordenó que las respuestas fueran dadas en árabe, y de una manera clara y
sencilla.
Aquel inesperado fracaso, vino a agravar la situación del calculista. Quedábanle
apenas dos preguntas, pues la primera era considerada enteramente perdida para
él.
Beremís, a quien el hecho no había logrado desalentar, se volvió a la segunda
esclava y le preguntó:
- ¿Cuál fue la respuesta que tu compañera acaba de dar?
- Las palabras de ella fueron: “Mis ojos son azules”.
Esa respuesta nada aclaraba. ¿La segunda esclava habría dicho la verdad o estaría
mintiendo? ¿Y la primera? ¿Quién podía confiar en sus palabras?
La tercera esclava (que se hallaba en el centro de la fila) fue interrogada a
continuación, por Beremís, en la siguiente forma:
- ¿De que color son los ojos de esas dos jóvenes que acabo se interrogar?
A esa pregunta –que era la última que `podía formular –la esclava respondió:
- La primera tiene los ojos negros y la segunda azules.
¿Sería verdad? ¿Habría mentido?
Lo cierto es que Beremís, después de meditar algunos minutos, se aproximó
tranquilo al trono y dijo:
ÚLTIMO CAPÍTULO
En la tercera luna del mes de Rhegeb del año 1258, una horda de tártaros y
mongoles atacaron la ciudad de Bagdad. Los invasores eran dirigidos por Genghis
Can.
El sheik Iezid (Alah lo tenga en su gloria), murió combatiendo junto al puente de
Solimán; el califa Al Motacen, se entregó prisionero y fue degollado por los
mongoles142.
La ciudad fue saqueada y duramente arrasada.
La gloriosa Bagdad, que durante quinientos años fuera el centro de la ciencia, las
letras y las artes, quedó reducida a un montón de ruinas.
Felizmente yo no asistí a ese crimen que los conquistadores bárbaros practicaron
contra la civilización. Tres años antes, después de la muerte del generoso príncipe
Cluzir Schá (¡Alah lo tenga en su paz!), seguí para Constantinopla con Beremís y
Telassim.
Debo decir que Telassim, antes de su casamiento ya era cristiana, y al cabo de
pocos meses logró que Beremís repudiase la religión de Mahoma, y adoptase
íntegramente el Evangelio de Jesús Cristo, Salvador.
Beremís quiso ser bautizado por un obispo que supiese Matemática.
Todos los días voy a visitarlo. Llego a veces a envidiar la felicidad en que vive, en
compañía de sus hijitos y de su cariñosa esposa.
No queda duda. De todos los problemas, el que mejor resolvió Beremís fue el da la
Vida y el del Amor.
Y aquí termina, sin fórmulas y sin números, la historia sencilla de la vida del
“Hombre que calculaba”.
- La verdadera felicidad es –según afirma Beremís- poder vivir a la sombra de la
religión cristiana.
CURIOSIDADES MATEMÁTICAS
Desde épocas muy remotas, y entre todos los pueblos que cultivaban las ciencias,
es probable que se hayan propuesto y resuelto “problemas curiosos”, es decir,
problemas que despiertan el interés, ya sea por su enunciado de concepción
entretenida, ya por lo ingenioso de las soluciones, o porque la respuesta verdadera
no es, generalmente, la primera que se nos ocurre.
Eminentes matemáticos se han ocupado de problemas de esta índole que, además
de servir de recreo y entretenimiento, ejercitan la inteligencia del lector y, en
consecuencia, lo preparan para resolver, con mayor facilidad, otros problemas que
han de presentársele, frecuentemente, en la vida práctica.
Nuestra experiencia en la didáctica de la Matemática nos permite afirmar que la
proposición adecuada y resolución de esta índole de problemas en las clases de
enseñanza media, constituye un valioso expediente al cual debe recurrir el profesor
para hacer sus clases más amables y atrayentes; tan es así, que lo establecen
expresamente los programas oficiales de Matemática de la mayoría de las
instituciones de enseñanza.
Los autores consultados, entre otros, han sido: Ghersi, Peano, Boucheny, Fourrey,
Lucas y Gratz.
PROBLEMAS CURIOSOS
Se incluyen en esta colección algunos problemas capciosos; se llama así aquellos
cuya verdadera solución no es, generalmente, la primera que se nos ocurre.
El Caracol Viajero
Un caracol –por asuntos particulares- desea trasladarse de una huerta a otra,
vadeando el muro de separación, que tiene 5 metros de altura; trepa verticalmente
por el muro recorriendo cada día 3 metros, y desciende (¡caprichos de caracol!),
también verticalmente, cada noche, 2 metros, de modo que cada día avanza, en
efectivo, 1 metro de su ruta. ¿En cuántos días llegará a la cima del muro?
Respuesta. – En 3 días (no en 5).
La Cabellera Humana
Demostrar que en una ciudad de 130.000 habitantes existen, por lo menos, dos
personas con igual número de cabellos.
En efecto: un individuo –por cierto muy paciente y que poco tenía que hacer- contó
y calculó que cada centímetro cuadrado del cuero cabelludo humano contiene, al
máximo, 165 cabellos. Como la superficie referida de la cabeza humana es de unos
775 cm2, el número máximo de cabello que podrá tener una persona será 775 X
165, o sea, 127.875. podrá existir, pues, una persona con 1 cabello, otra con 2,
otra con 3… , y así sucesivamente, hasta una última con el máximo de 127.875
cabellos. Como el número 130.000 es mayor que 127.875, podremos afirmar, pues,
que por cada 130.000 habitantes debe repetirse un mismo número de cabellos, en
otra cabeza.
La Cruz De Brillantes
Una señora, bastante ingenua, entrega a un joyero una cruz de brillantes
(representada en la figura a), haciéndole notar que conoce el número de brillantes
que contiene, puesto que contándolos a partir de uno cualquiera de los extremos
superiores hasta la parte inferior de la cruz, cuenta siempre nueve; pero el joyero,
poco escrupuloso, se apropia de dos de los brillantes y le devuelve la cruz
Colaboración de Guillermo Mejía 19 Preparado por Patricio Barros
Antonio Bravo
El Hombre que Calculaba www.librosmaravillosos.com Malba Tahan
más corto que deberá seguir la araña para atrapar la mosca? (Se sobreentiende que
la trayectoria debe realizarse sobre paredes, piso o techo).
La solución que primeramente se le ocurrirá a la generalidad de las personas, es la
línea quebrada AQPM trazada siguiendo los ejes de las paredes del fondo y del
frente, también el del piso; la medida de esta trayectoria resulta de 1 + 20 + 9 =
30 metros.
La Rebaja De Precios
Un comerciante, a fin de atraerse la clientela, anuncia conceder en sus ventas un
20% de descuento; peor, escrupuloso, modifica previamente los precios en ellas
marcados sumándolos un 20%. ¿Qué descuento hace, en realidad, sobre los precios
primitivos?
Respuesta. – El 4 por ciento.
En efecto, si el precio de una mercadería era, por ejemplo, $100, el precio
modificado con el 20% de $120 prometido por el comerciante, o sea $24, resulta
$96 como precio neto. El descuento efectivo es, pues, 100 – 96, o sea, 4 en 100.
L . R . C .
II. - En el segundo viaje transportará el lobo, pero regresará con la cabra; dejará a
esta en la primera orilla y transportará el repollo:
. C . L . R
. . . L C R
A B C . . .
. . c a b .
A B C . . .
. . . a b c
III. – Regresa una mujer, se queda con su marido, y luego pasan los otros dos
maridos:
. . C A B .
. . c a b .
IV. – Un marido regresa con su mujer, a la que deja, y se lleva al otro marido:
. . . A B C
. b c a . .
Como en el problema de los siete puentes de Koenisberg son los 5 los que
conducen a la región A y 3 los que conducen a cada una de las regiones B, C y D,
en la anotación del recorrido completo la letra A deberá aparecer tres veces, y cada
una de las otras tres letras deberá aparecer 2 veces, en total: 3+2+2+2 = 9 letras,
y no 8, como habíamos hallado antes. No existe, pues, posibilidad de resolver el
problema propuesto.
DlEqBpAnEmAkDiChAgCfFeAdFcBbFaE
En general, si una figura como la indicada puede dibujarse mediante un solo trazo
recorriendo una sola vez todas las partes que la componen el problema de los
puentes es posible, de lo contrario no lo es.
En dichas figuras llamaremos nudos a los puntos como A, B, C,… de los cuales
parten los trazos los trazos de líneas que unen un nudo con otro.
Se llama orden de un nudo al dado por el número de trazos que de él parten; así,
por ejemplo, el orden del nudo A es 5, el de B es 3.
Si logramos recorrer toda una figura compuesta de líneas, ya sea en el plano o en el
espacio, mediante un solo trazo, volviendo al punto de partida, decimos que hemos
recorrido un circuito cerrado. La posibilidad de realización de tal circuito está sujeta
a las siguientes condiciones:
Las figuras que no tienen nudos de orden impar se pueden dibujar con un trazo
continuo partiendo de un nudo cualquiera (figuras b, c, d).
Dibujando en grande sobre una hoja de cartón esta última figura, puede realizarse
un juego interesante. Se colocan luego fichas pequeñas sobre el centro de todas las
líneas que unen los puntos contiguos; el juego consiste en determinar el recorrido a
seguir para levantar todas las fichas sucesivamente.
Figura l
Las figuras que tienen más de dos nudos impares no pueden describirse con un
trazo continuo.
Puede agregarse que, si una figura tiene (2n) nudos impares, puede describirse
completamente mediante (n) recorridos diferentes.
Así, por ejemplo, las (figuras k, m, n) presentan el caso de imposibilidad que hemos
señalado. La (figura k) se puede describir mediante dos recorridos, porque tiene
cuatro nudos impares; la (figura m), que tiene ocho nudos impares, mediante
cuatro recorridos, y la (figura n), que tiene doce nudos impares, mediante seis
recorridos.
NOTA. – Es posible dibujar, con un solo trazo, si empleamos un ingenioso artificio,
el cuadrilátero con sus dos diagonales, indicado en la (figura k).
En efecto, sea A B C D (figura p) la hoja de papel que emplearemos para el trazado.
Rebatimos la parte superior efectuando un doblez por E F (figura q).
Trazamos entonces el lado 1 del cuadrilátero sobre el frente del papel, y
prolongamos este lado sobre el dorso; continuamos por 2, 3 sobre el dorso y
prolongamos el lado 3 sobre el frente.
JUEGOS MATEMÁTICOS
Par o Impar
Un amigo tiene en una mano un número par de monedas u otros objetos, y en la
otra un número impar; adivinar en que mano se encuentra el número par de
monedas.
Hágase multiplicar el número de monedas contenidas en la mano derecha por un
número par cualquiera (que elegirá el amigo), las de la mano izquierda por un
número impar, y hágase sumar los dos productos.
Si la suma que dirá el amigo es impar, el número par de monedas está en la mano
derecha.
Si la suma es par, el número par está en la mano izquierda.
La explicación de este juego es la siguiente:
El producto de un número cualquiera (par o impar) por un número par, es un
número par.
Si el número correspondiente a la mano izquierda es impar, su producto por un
número impar es impar, y la suma de los dos productos (par más impar) es impar.
Por el contrario, si el número correspondiente a la mano izquierda es par, su
producto por un número impar es par, y la suma de los productos (ambos pares),
es par.
A continuación esquematizamos la explicación que precede:
Así, por ejemplo, si quedan 3 fichas, estamos en el caso que indica la segunda de
estas seis últimas filas, que corresponde a:
Es decir, que la persona a quien dimos una ficha, o sea la A, tiene el anillo; a quien
dimos 2, o sea la B, tiene el cigarrillo, y a quien dimos 3, o sea la C, tiene el reloj.
Este resultado se explica en forma análoga al anterior; en efecto, con las mismas
notaciones, y llamando N al número ficticio empleado en el juego, las fases del
mismo son las siguientes:
N – [(B + 99 – A + N) - 99] = N – (B – A + N) = A – B
2. De este número, que nos dirá el amigo, restamos 55, obteniendo la diferencia:
286 – 55 = 231
El número que expresa esta suma tiene, precisamente, como cifras de las centenas
de las decenas y de las unidades, a, b y c respectivamente.
Este juego resulta aún más interesante realizándolo en una reunión de varias
personas, y, adivinando, además, cuál de ellas se ha colocado el anillo; el número
de personas que pueden intervenir en el juego no debe exceder de 9.
Se empieza por numerar cada persona: a la primera se le asignará el número 1, a la
segunda 2, a la tercera 3, etc.; cada persona deberá recordar su número.
El problema se reduce, pues, a adivinar 4 números que no exceden de 9.
Con las mismas convenciones que ya indicamos para el caso que el juego se realice
con una sola persona, se rogará que una de ellas se coloque el anillo. Se
sobreentiende que, en ese momento, convendrá dar la espalda al grupo de
personas que intervienen en el juego. Luego se rogará a otra persona que, en
posesión del secreto del número de la persona que posee el anillo, así como del
número de la mano, dedo y falange donde se ha colocado el anillo, efectúe las
siguientes operaciones:
Duplique el primer número (el de la persona) y sume 1 al resultado; multiplique por
5 y agregue el segundo número (el de la mano).
Duplique el resultado, sume 1, multiplique por 5 y agregue el tercer número (el del
dedo).
Duplique el resultado, sume 1, multiplique por 5 y agregue el cuarto número (el de
la falange).
De este número, que nos dirá el amigo, restamos 555; la cifra de los millares de
este resto será el primer número que nos proponemos adivinar (el de la persona);
la cifra de las centenas, el segundo número (el de la mano), y así sucesivamente.
Tabla Misteriosa
Con las cinco filas de números siguientes, podemos adivinar el número que habrá
pensado una persona, desde 1 hasta 31, sabiendo solamente en cuáles de las filas
se encuentra.
1.ª 1 3 5 7 9 11 13 15 17 19 21 23 25 27 29 31 …
2.ª 2 3 6 7 10 11 14 15 18 19 22 23 26 27 30 31 …
3.ª 4 5 6 7 12 13 14 15 20 21 22 23 28 29 30 31 …
4.ª 8 9 10 11 12 13 14 15 24 25 26 27 28 29 30 31 …
5.ª 16 17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 …
números consecutivos a cada uno de ellos, hasta completar los lugares disponibles;
es decir, al 4 seguimos el 5, 6, 7; al 12 seguimos el 13, 14, 15; … etc.
La 4ª. fila se obtiene análogamente, es decir, sumando sucesivamente 16,
obteniendo así, 24, 40, …, y disponiendo esos números cada ocho lugares, e
intercalando luego los números consecutivos al 8, al 24, … etc.
La 5ª fila se forma análogamente.
Si el número a adivinar es mayor que 31, será necesario prolongar la tabla más allá
de dicho número, debiendo entonces agregar, también, nuevas filas.
CURIOSIDADES NUMÉRICAS
La Multiplicación Musulmana
Resulta curiosa la disposición adoptada por los musulmanes para la multiplicación,
tal vez más fácil de comprender, por los principiantes, que la nuestra. Sea, por
ejemplo, 5817 x 423.
Escribimos uno de los factores, 5817, de izquierda a derecha, y el otro, 423, de
abajo para arriba; trazamos una cuadrícula, así como sus diagonales, como indica la
figura.
Multiplicación Fulmínea
Colaboración de Guillermo Mejía 22 Preparado por Patricio Barros
Antonio Bravo
El Hombre que Calculaba www.librosmaravillosos.com Malba Tahan
Para ello se escribe el multiplicador, por ejemplo, 423, en una tira de papel que,
invertida, se dispone sucesivamente debajo del multiplicando, 5817, como
indicamos en el esquema de al lado, hasta que la última cifra (3) del multiplicador
se coloque en la vertical que pasa por la última cifra (7) del multiplicando.
Se multiplican las cifras que se hallan en la misma vertical, se suman sus productos
y se escriben estas sumas en forma escalonada, a la derecha. Finalmente se suman
esos números como indica el esquema.
Así, diremos: 4 x 5 = 20, y escribimos 20 a la derecha; 4 x 8 = 32, 2 x 5 = 10;
sumando estos productos tenemos 32 + 10 = 42, y escribimos 42 a la derecha, en
forma escalonada,… etc.
Multiplicación Rusa
Algunos pueblos de Rusia multiplican sin emplear la tabla pitagórica.
Para ello se escriben los dos factores uno al lado otro y se forman con ellos dos
columnas: debajo del factor que está a la izquierda se toma la mitad en números
enteros, es decir despreciando fracciones, y de esta mitad se toma también la
mitad, y así sucesivamente hasta llegar á 1; debajo del factor que está a la
derecha, y paralelamente, se escribe su doble, y así sucesivamente hasta emparejar
con el último número de la columna de la izquierda, como puede verse en el
ejemplo de al lado en que se han tomado los números 22 y 6 como factores.
Hecho esto se tachan de la columna de la derecha todos los números colocados
enfrente de los números pares de la otra columna y se suman los números no
tachados; esta suma será el resultado de la multiplicación: 22 x 6 = 132.
9 x 9 + 7 = 88
11 x 11 = 121
98 x 9 + 6 = 888
111 x 111 = 12321
987 x 9 + 5 = 8888
1111 x 1111 = 1234321
9876 x 9 + 4 = 88888
11111 x 11111 = 123454321
98765 x 9 + 3 = 888888
111111 x 111111 = 12345654321
987654 x 9 + 2 = 8888888
1111111 x 1111111 = 1234567654321
9876543 x 9 + 1 = 88888888
11111111 x 11111111 = 123456787654321
98765432 x 9 +
111111111 x 111111111=12345678987654321
0=888888888
1 x 9 + 2 = 11
1x8+1=9
12 x 9 + 3 = 111
12 x 8 + 2 = 98
123 x 9 + 4 = 1111
123 x 8 + 3 = 987
1234 x 9+5 = 11111
1234 x 8 + 4 = 9876
12345 x 9 + 6 = 111111
12345 x 8 + 5 = 98765
123456 x 9 + 7 = 1111111
123456 x 8 + 6 = 987654
1234567 x 9 + 8 = 11111111
1234567 x 8 +7= 9876543
12345678 x 9 + 9 = 111111111
12345678 x 8 + 8= 98765432
123456789 x 9 + 10 =
123456789 x 8 + 9 = 987654321
1111111111
El Número 12345679
Este número está formado por la sucesión de las cifras significativas, excepto el 8.
Si se le multiplica por uno cualquiera de los términos de la progresión aritmética:
12345679 x 9 = 111111111
12345679 x 18 = 222222222
12345679 x 27 = 333333333
12345679 x 81 = 999999999
b. Con los nueve primeros números naturales sin repetir, empleando signos
aritméticos, escribir dos expresiones de 100.
RESPUESTA:
100 = 97 + 1/2 + 6/4 + (3+5)/8 = 75 + 24 + 3/6 + 9/18
RESPUESTA:
Empleando el 1: 111 - 11
Empleando el 3:33 x 3 + 3/3
Empleando el 5:5 x 5 x 5 – 5 x 5
Empleando el 5:(5 + 5 + 5 + 5) x 5
INVERSIÓN DE NÚMEROS
100(n + 2) + 10(n + 1) + n
Análogamente, para el número que se obtiene al invertir las cifras del primero,
resulta:
100 n + 10(n + 1) + (n + 2)
100(a – c) + c – a,
100 (a – c – 1) + 90 + (10 + c – a)
100 (10 + c – a) + 90 + (a – c – 1)
6 + 1 + 8 = 7 + 5 + 3 = 2 + 9 + 4 = 15
6 + 7 + 2 = 1 + 5 + 9 = 8 + 3 + 4 = 15
Sumando en diagonal:
6 + 5 + 4 = 8 + 5 + 2 = 15
Para llenar los vacíos del cuadrado A B C D, (figura b), se escriben todos los
números que se encuentran en las casillas adicionales, empleando la siguiente
regla:
Todo número, sin salir de su columna vertical o fila horizontal, se colocará en la
casilla vacía más alejada de la que ocupa, cuidando de comenzar la operación por
las bandas adicionales más próximas al cuadrado.
En la (figura c) presentamos el cuadrado mágico de orden 5 así obtenido.
Figura h
Diagramas Geométricos
De Cuadrados Mágicos
Si en un cuadrado mágico unimos con rectas los números que lo forman en su
orden natural, se obtiene una línea poligonal, que tiene como extremos el número
menor y el mayor, respectivamente; dicha poligonal caracteriza al cuadrado.
Muy a menudo esas líneas constituyen un dibujo elegante, que pueden servir como
procedimiento mnemotécnico para recordar la formación del cuadrado.
Así, por ejemplo, para el cuadrado mágico de orden 3, (figura a), obtenemos el
diagrama geométrico que indicamos en la (figura i).
Otro diagrama geométrico interesante es el del cuadrado mágico de orden 8,
dibujado en la (figura k).
PARADOJAS MATEMÁTICAS
Primera Paradoja: 1 = 2.
Sean dos números iguales, a y b; escribimos: b = a.
Multiplicando los dos miembros de esta igualdad por el mismo número a, tenemos:
b x a = a2
b x a – b2 = a2 – b2
que puede escribirse así:
b x (a – b) = (a + b) x (a – b)
b = b + b, o sea, b = 2 b, de donde, 1 = 2.
Este resultado paradojal se explica fácilmente. En efecto, pueden dividirse los dos
miembros de una igualdad por un mismo número con la condición que ese divisor
sea diferente de cero. Pero en el ejemplo tratado hemos dividido los dos miembros
de una igualdad por (a – b) que, por hipótesis, es una cantidad nula, operación
ilícita que nos condujo al resultado absurdo: 1 = 2.
Segunda Paradoja
En todo triángulo rectángulo, cada lado es igual (?) a la suma de los otros dos.
Sea el triángulo ABC (figura a) y M, N, P, los puntos medios de sus lados; tracemos
las rectas MP y NP.
AN + NP + PM + MB = AC + CB
Efectuando una construcción análoga para los triángulos ANP, PMB, y continuando
de ese modo indefinidamente, vemos que las líneas quebradas sucesivamente
formadas tienen siempre su longitud igual a (AC + CB). Como la longitud de los
segmentos que forman la línea quebrada disminuye constantemente, y sus vértices
se aproximan cada vez más a la recta AB, decimos que en el límite, el perímetro de
las líneas quebradas llega a confundirse con AB, y, por consiguiente, AB= AC + CB.
Esta paradoja se explica por la falsa interpretación del término “límite”, cuya
definición correcta es: “Decimos que una magnitud variable x tiende hacia un límite
determinado A, si los valores sucesivos de x se aproximan al número A de modo
que el valor absoluto de la diferencia (x - A) pueda llegar a ser menor que todo el
número positivo dado, por pequeño que este sea”.
En el ejemplo tratado, x y A son, respectivamente, el perímetro de las líneas
quebradas y la longitud del lado AB. Pero x es constante y no variable, y la
diferencia (x – A) es también constante. No siendo lícito aplicar la noción de límite a
magnitudes que no satisfacen las condiciones de la definición precedente, no es de
extrañarse, pues, que en el caso tratado se haya llegado a un resultado absurdo.
Tercera Paradoja
Para ello se trazan dos semicircunferencias (figura b) que tengan por diámetros los
radios OA = OB = R de una semicircunferencia dada. Esta última tiene por longitud
R, y la suma de las otras dos es:
π * R/2 + π * R/2 = π * R
Cuarta Paradoja
Por un punto exterior a una recta se pueden trazar dos (?) perpendiculares a dicha
recta.
Consideremos dos circunferencias (figura c) de centros O y O’, que se cortan en A y
B.
Tracemos los diámetros AC y AD, y luego unamos C con D, que corta las
circunferencias en los puntos E y F (construcción a pulso). Tracemos las rectas AE y
AF.
El ángulo AFC, por ser inscrito en un semicírculo (de centro O), es recto, e
igualmente para el ángulo AED inscrito en un semicírculo (de centro O’). Por
consiguiente AF y AE son dos perpendiculares a la recta CD trazadas desde A.
Puede verse inmediatamente que el trazado de la figura no es correcto: la recta CD
debe pasar por B.
1
Zalam – quiere decir paz. Es una expresión de la que se sirven los árabes en sus saludos. Cuando un mahometano
encuentra a otro lo saluda en los siguientes términos: Zalam aleikum (La paz sea contigo). Y diciendo tales
palabras lleva su mano derecha al corazón. La respuesta es “Aleikum essalam” (¡Sea contigo la paz!). Cuando el
saludo es dirigido a un cristiano toma, en general, otra forma: “¡Sebac el chair!” (Buen día), o bien: “¿Sabe
Zalamat?” (¿Cómo está, amigo?). los cristianos son considerados infieles y no tienen derecho al Zalam (Malba
Tahan).
2
Alah o Allah – Dios. Los árabes designan al Creador por cuatrocientos noventa y nueve nombres distintos. Los
musulmanes siempre que pronuncian el nombre de Dios añádenle una expresión de alto respeto y adoración. (M.T.)
3
Khamat de Marú, ciudad situada en la base del monte Ararat, Khoy, situada en el valle del mismo nombre y
bañada por las aguas que descienden de las montañas de Salmas. (Nota de Malba Tahan)
4
Bagdalí, individuo nacido en Bagdad.
5
Musulmán, nombre derivado de Mouslin, “aquel que se resigna a la voluntad de Dios”. Los musulmanes practican
la religión de Mahoma y son actualmente unos 240 millones, aproximadamente.
6
No pocos fueron los matemáticos que se hicieron notables por la precocidad con que revelaron sus aptitudes: Blas
Pascal, a los 16 años escribió un tratado sobre las cónicas; Evaristo Galois a los 15 años comentaba obras de
cálculo y análisis; José Bertrand, a los 11 años iniciaba los cursos en la Escuela Politécnica; Nicolás Enrique Abel a
los 16 años descubría y demostraba teoremas de Álgebra Superior.
7
Jamal – una de las muchas denominaciones que los árabes dan a los camellos.
8
Este curioso resultado proviene de ser la suma
menor que la unidad. De modo que el reparto de los 35 camellos entre los tres herederos no se habría hecho por
completo; hubiera sobrado 1/18 de 35 camellos.
Habiendo aumentado el dividendo a 36, el sobrante resultó entonces 1/18 de 36, o sea los dos camellos referidos
en el reparto hecho por el “Hombre que calculaba”.
9
Sheik – término respetuoso que se aplica, en general, a los sabios, religiosos y personas respetables por la edad o
posición social.
Colaboración de Guillermo Mejía 23 Preparado por Patricio Barros
Antonio Bravo
El Hombre que Calculaba www.librosmaravillosos.com Malba Tahan
10
Visir – ministro –Califa- soberano musulmán. Los Califas decíanse sucesores de Mahoma.
11
Mahoma nació en la Meca, en el año 571 y allí murió., en el año 632. Huérfano desde temprana edad fue criado
primeramente por su abuelo y luego por un tío, ambos pobres; tuvo, pues, que emplearse como pastor, pasando a
servir más tarde como guía para las caravanas, entrando, por fin, al servicio de una prima viuda y rica, llamada
Cadidja.
12
¡Mac Alah! (Poderoso es Dios). Exclamación usual entre los musulmanes.
13
En la traducción, esta relación de duplicidad solo se ha conservado aproximadamente.
14
Chamir – Jefe de caravana
15
Dracma – moneda persa de oro
16
Alah sea contigo - significa “Dios te proteja”
17
Analizando este problema mediante la teoría de las interpolaciones, el resultado riguroso no es 26. en efecto,
observemos que para una venta de 200 el pago era 35, es decir el 17,5 % del precio de venta; y que para una
venta de 100 el pago era de 20, es decir el 20% del precio de venta.
Para cada unidad de aumento en la venta corresponde una disminución en el pago, de un [(20-17,5):100] %.
Para 40 dracmas de aumento en la venta corresponderá, pues, una disminución en el pago, de un 0.025X40=1%.
El pago que corresponde a 140 es, pues, el 20-1=19% del precio de venta, o sea, 140 x 19:100=26,6, y no 26
como indicó nuestro protagonista.
18
Almenara – torre que tienen las mezquitas. Desde las almenaras, o “minaretes”, el muecín llama a los fieles a la
oración.
19
Las oraciones obligatorias para los musulmanes en el día, son cinco. La primera al amanecer; la segunda al
medio día; la tercera a las 16 horas, más o menos; la cuarta a la puesta del Sol y la última por la noche. Cada
oración debe ser precedida por abluciones.
20
Son tres letras notables y de uso corriente en el alfabeto árabe. La última no puede ser pronunciada
correctamente por los latinos; es una especie de “A” sorda y gutural que sólo los orientales reproducen con
perfección.
21
Si los camellos fuesen, por ejemplo, 10, el total de patas y orejas (6 para cada uno) sería de 60. Es por ello que
el número de camellos se pueden obtener dividiendo por 6 el de patas y orejas.
22
Número primo es aquel que sólo es divisible por sí mismo y por la unidad. El número 256 es igual al producto
2 x 2 x 2 x 2 x 2 x 2 x 2 x 2, esto es, igual a 2 elevado a la octava potencia, 28.
23
Mirza – Vocablo persa que quiere decir, literalmente, “nacido de visir” o sea “noble hidalgo”. Beremís, por ser de
origen persa, daba al visir el honroso título de mirza.
24
Suque – Lugar o calle en la que se encuentran las tiendas y casas de los mercaderes.
25
Cafetán – Túnica galoneada. Entre los persas era un ropaje o túnica que usaban habitualmente.
26
Dijins – Genios bienhechores, en cuya existencia creían los árabes. Actualmente esa creencia sólo existe en las
clases incultas. Existían también los refrites que eran genios malignos.
27
Uassalam – Fórmula usual de despedida (M.T.)
28
Palabras atribuidas a Platón.
29
El camello presenta una rareza. Es el único mamífero, que tiene los glóbulos de la sangre de forma elíptica. Los
naturalistas señalan esa forma como característica de las aves y los reptiles.
30
Esa curva es la parábola.
31
Sunita – Individuo de una de las sectas musulmanas. Adepto a la doctrina de “Sunnat” es, en general, contrario a
cualquier manifestación de arte (M. T.)
32
Frase de Platón.
33
La segunda solución es la siguiente: 1.er socio: 3 vasos llenos, 1 vaso medio lleno y 3 vasos vacíos; al 2. o socio: 3
vasos llenos, 1 vaso medio lleno y 3 vasos vacíos; y al 3.er socio: 1 vaso lleno, 5 medio llenos y 1 vaso vacío.
34
Filósofo, matemático y médico. Al-Hossein es más conocido por Avicena. Nació en Chiraz, en Persia, en el año
980 y fue muerto a traición, por los alrededores de Hamadam (1057). Al-Hossein era llamado por los árabes El
príncipe de los médicos. Una de sus obras de medicina fue adoptada por la Escuela de Montpellier, en tiempos de
Luis XIV. Al-Hossein fue el primero en proponer la prueba del 9 como verificación para las operaciones elementales.
35
Especie de acacia.
36
El Corán prescribe cruel pena: la amputación de la mano derecha del ladrón (M. T.)
37
Telassim – Talismán.
38
Ulema – hombre dotado de gran cultura. Sabio.
39
Harem – parte de la casa en que viven encerradas las mujeres.
40
Mactub (estaba escrito). Participio pasivo del verbo catab (escribir). Expresión que traduce bien el fatalismo
musulmán.
41
“Idomeg” – planta de hojas largas y lisas.
42
La expresión “el-hadj”, cuando precede a un nombre, indica, que la persona ya fue en peregrinación a la Meca.
(M.T.)
43
Sufi – secta musulmana de Persia.
44
Referíase, con escarnio, a la posada donde vivía Beremís.
45
Los números perfectos pares están dados por la siguiente expresión: 2 m-1 x (2m - 1), en la que el factor (2 m - 1)
debe ser un número primo. Así por ejemplo los seis primeros números perfectos que se obtienen con la fórmula,
resultan de hacer m = 2, 3, 5, 7, 13, 17, y son, respectivamente, los siguientes:
Ya hubo un matemático que se tomó el trabajo de calcular el número perfecto que resulta haciendo m = 6,
obteniendo:
2 658 455 991 569 831 744 654 692 615 953 842 176
46
Las palabras citadas, bajo forma de verso, son de la primera epístola de San Pablo a los Corintios. (M. T.)
47
Nazareno – Denominación que los árabes daban a los cristianos. (M. T.)
48
Antar o Antara – poeta árabe anterior al Islamismo. Se hizo famoso por haber sido presentado como símbolo de
coraje, audacia y caballerosidad en la célebre epopeya árabe “Romance de Antar”. Antar el poeta y su apasionada
Abla, son los héroes legendarios de Arabia.
49
Quíder o Quidr, genio dotado de gran sabiduría que, según la creencia de los árabes, vivía en la tierra para
enseñar y orientar a los profetas (M. T.)
50
Astrail – Angel de la muerte.
51
Cabe recordar aquí la frase de Napoleón: “El progreso de un pueblo depende exclusivamente del
desenvolvimiento de la cultura matemática”
52
Esa curva hoy es perfectamente conocida; se llama catenaria.
53
La traducción sería “Puerta en arcada”. Es extraño que M. T. no quisiese dar a esa curva el nombre por el cual
era conocida por los árabes del tiempo de Beremís.
54
En lenguaje vulgar con la palabra círculo se designa la curva, es decir, la circunferencia.
55
Alevequil – Intendente.
56
¡Preparaos para la oración!
57
Almenara – Ver nota del capítulo V.
58
¡Dios os guíe, señor!
59
“Besar la tierra entre las manos” es una expresión simbólica.
60
Sejid es un título de honor que es concedido a los príncipes descendientes de Mahoma. Aquellos que se dicen
descendientes del fundador del Islamismo se juzgan con derecho al título de “cherif” o “sejid”. El cherif, cuando
ejerce cargo de gran prestigio, recibe el título de emir. Cherif es, en general, cualquier persona de origen noble. (M.
T.)
61
Djalcianas – esclavas de origen español (M. T.)
62
Adjamis – significa “”joven de otras tierras. (M. T.)
63
Iclimia – nombre atribuido a la hija más vieja de Eva. Iclimia, según la tradición árabe, es más joven que Caín.
(M. T.)
64
Tabessan – pequeña (M. T.)
65
Título dado exclusivamente a los descendientes de Mahoma. (M. T.)
66
Rabindranath Tagore (1861 - 1941), el gran poeta, pensador y educador indio, nacido en Calcuta. Fue educado en
la secta Brama – Samay, fundada por su padre, gran reformador religioso, que trató de unificar los principios de los
Vedas con el sentimiento cristiano. El Premio Nobel, que obtuvo en 1913, mereció para él la atención universal.
Tagore fue el poeta que más haya hecho conocer la sensibilidad del oriente contemporáneo a las mentalidades
occidentales.
Su aspecto venerable y sus viajes contribuyeron a difundir su obra, respetada en todo el mundo. Era un
extraordinario sentidor de la paz y de la naturaleza, conceptos en los que basó las directivas de su célebre escuela
de Bolpur. Su principal obra es Gitanjali (La Ofrenda Lírica). Otras producciones: El Jardinero, Pájaros Perdidos, La
Cosecha, El Asceta Sanyasi, Salón Oscuro, Ciclo de la Primavera, Chitra, La Hermana Mayor y otros cuentos. La
Escuela del Papagayo, Nacionalismo, Gora, A Cuatro Voces, La Religión Del Hombre, etc., etc.
67
Mhazma – Especie de pollera que llevan las bailarinas.
68
Haquim – Médico a quien el rey confía la asistencia de sus esposas (M. T.)
69
Ya Condorcet observaba: “El marino, a quien la exacta determinación de la longitud preserva del naufragio, debe
la vida a una teoría concebida hace veinte siglos por hombres de genio, que sólo tenían en vista especulaciones
geométricas”.
Colaboración de Guillermo Mejía 24 Preparado por Patricio Barros
Antonio Bravo
El Hombre que Calculaba www.librosmaravillosos.com Malba Tahan
70
Al – Carismi –geómetra árabe.
71
Véanse los cuadrados mágicos que citamos en el apéndice de este libro, entre las “Curiosidades Matemáticas”
72
Militares – una de las cuatro castas en que se divide el pueblo hindú (M. T.)
73
Radj – Jefe militar.
74
Vedas – El más antiguo monumento de la literatura sánscrita que comprende los cuatro libros sagrados del
bracmanismo, cuyos nombres, por orden de antigüedad, son: Rig Veda; Sama Veda; Yogur Veda, y Atarva Veda.
75
Esclavo.
76
Diosa.
77
Segundo miembro de la trinidad brahmánica.
78
Nombre del inventor del juego de ajedrez. Significa “natural de Lahur.”
79
Los elefantes más tarde fueron sustituidos por las torres.
80
Los visires son las piezas llamadas alfiles.
81
Individuo de una de las castas de Choromandel. Corresponde, en la escala social, a la casta de los polcas.
82
Ese número contiene 20 guarismos y es el siguiente: 18.446.744.073.709.551.615. se obtiene restando 1 a la
potencia 64ª de 2, o sea: (264 – 1).
83
Ceira o cer – Unidad de capacidad y de peso, usada en la India. El valor de la ceira varía de una localidad a otra.
84
Cadis – Jueces. Denominación dada, en general, a los magistrados.
85
El lector encontrará, en este singular romance, varias referencias a los meses que constituían el año musulmán.
Conviene observar que no existe correspondencia entre el año musulmán y el gregoriano, pues los árabes
adoptaron el año lunar, que es 11 días más corto que el año solar. Conviene notar, pues, que el siglo musulmán
equivale, en realidad, a 97 años. Los doce meses árabes son: Muharrem, Safar, Bavi - elaval, Rabietsani, Ajumada
elula, Ajumada Etsania, Radjab, cha – band, Ramadan, Chaval, Dzoul – cad y Dzoul – hidjdj.
86
El ratl vale una centésima parte de 15 Kg. El abás es una unidad de peso empleada en la evaluación de perlas. El
cate es una pesa usada en la China y equivale á 625 gramos.
87
Jefe de los narradores de cuentos (Ver: De Amicis)
88
Imman – Hombre religioso encargado de leer el Corán en la mezquita.
89
Masudí – Cuentista árabe notable: amigo y compañero de Mahoma. Escribió: “Moroudj edls - Dhanab”, obra de
larga repercusión traducida al francés como “Praderas de oro”. Murió en el año 951.
90
Sob - parte de la mañana.
91
Pitagóricos – geómetras griegos, discípulos de Pitágoras
92
la expresión de Suba-Sultra es:
112
Esos versos son de Tagore.
113
La mayor notabilidad de la antigua ciencia musulmana. En sus libros estudiaron medicina muchas generaciones.
114
Los matemáticos árabes no disponían de nombres para designar los términos de las fracciones (M. T.)
115
Mme. Staël; Pitágoras; Corneille.
116
Ese resto de vida será x – 8 (de la vida descontamos los 8 años ya transcurridos).
117
¿Para dónde? (¿Para dónde me van a llevar?)
118
Leyenda árabe.
119
Para resolver algebraicamente el problema llamamos x al número de perlas a repartir, e igualando la expresión
del número de perlas que le toca a la primera hija con la de la segunda, obtenemos la ecuación
Orden
Bello = Complejidad
124
En el lenguaje algebraico, representando con x la edad de Diofanto, se tiene la ecuación:
141
El número que expresa la relación entre la circunferencia y el diámetro es designado en Matemática con la letra
π.
142
La conquista de Bagdad por las hordas salvajes de Hulagú es descrita por varios historiadores. La ciudad fue
bárbaramente saqueada por los invasores. Todo fue arrasado y destruido; el fuego consumió los grandes palacios y
las más ricas mezquitas. La sangre de los muertos inundaba las calles y las plazas. Los mongoles arrojaron al
Tigres todos los libros de las grandes bibliotecas y los preciosos manuscritos, mezclados con el barro, formaron un
puente sobre el que los conquistadores pasaban a caballo.