Mellizo
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Resumen
El artículo contribuye al estudio de las representaciones sobre los jóvenes y los procesos de
subjetivación juvenil de chicos infractores de la ley penal vinculados a programas de
reeducación en Colombia. Presenta resultados de una de investigación en el campo de los
estudios culturales, organizados en tres partes: inicialmente, un contexto de los imaginarios
dominantes sobre los jóvenes infractores de la ley penal en nuestro país; luego, el núcleo
central del artículo: los sistemas de representaciones que sobre los jóvenes se construyen en
los programas de reeducación y, finaliza con reflexiones que interpelan las prácticas de
educativas y de atención.
Abstract
The article contributes to the study of representations about young people and processes of
juvenile subjectivation of boys who violate criminal law related to reeducation programs in
Colombia. Ppresents results of a research in the field of cultural studies, organized into
three parts: a context of the dominant imaginaries about young offenders of the criminal
law in our country; then introduces the central nucleus of the article: the systems of
representations that are built on reeducation programs for young people, and ends with
reflections on the practices of education and care.
Presentación
1
La investigación se denominó “Estudio de prácticas educativas con jóvenes transgresores de la ley penal:
Modos de gubernamentalidad, biopolitica del poder”, adelantada como Trabajo de Grado por el autor en el
marco de la maestría en Estudios Culturales de la Universidad Nacional de Colombia (2014).
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orientaciones formuladas por el Estado en cabeza del Instituto Nacional de Bienestar
Familiar – ICBF y de los religiosos que lo administran cuyo carisma pedagógico se orienta
a reeducar o “salvar ovejas descarriadas”. Es un programa especializado en aplicar la
medida socio legal de libertad vigilada. Allí los jóvenes infractores aprehendidos llegan
remitidos por los Juzgados de Menores para asumir esta medida de obligatorio
cumplimiento, por un período entre tres meses y un año.
Ahora bien, son tres grandes partes las que componen el artículo: la primera
presenta un breve contexto a los imaginarios dominantes sobre los jóvenes infractores de la
ley penal en el mundo contemporáneo; la segunda, da cuenta de las representaciones que
sobre los jóvenes se construyen en estos programas de reeducación, organizadas en cinco
sistemas de representación: a. la semejanza entre descarriados/desadaptados; b. la
oposición: los jóvenes como sujeto u objetos de intervención; c. los jóvenes entre el cambio
y la reincidencia; d. los jóvenes como víctima o victimarios, y finalmente, los jóvenes entre
la homogeneidad y la heterogeneidad. La tercera parte contiene un balance de la discusión
y señala retos y desafíos de los programas educativos que les atienden.
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El contexto e imaginarios dominantes sobre los problemas juveniles asociado a la
infracción a la ley penal
Enrique Martin Criado sostiene que “la definición de los problemas sociales no
depende de las características objetivas de los mismos, sino de dinámicas de construcción
donde juegan un papel fundamental los intereses de los actores que intervienen en esta
construcción2” (Martin Criado, 2005, p.86); a su vez esta definición ocasiona efectos
políticos, tal como acontece con los problemas juveniles relacionados con la infracción a la
ley penal en las sociedades contemporáneas.
Con esta idea en mente encontramos que una editorial de El Tiempo de enero de
2015 se preguntaba con enorme preocupación ¿Qué está pasando con los jóvenes?, pues la
delincuencia juvenil crece y se constituye en el 9,8% de delitos cometidos en el país. En
realidad sobre el tema son serios los asuntos que señala el editorial, pues como sostiene
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Esto no quiere decir que se desconozca la existencia de hechos objetivos pre existentes.
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En este marco, la editorial se sustenta en un informe del mismo diario en donde días
anteriores se afirmaba que más de 500 pandillas azotan a las principales seis ciudades del
país: Cali, Medellín, Bogotá, Barranquilla y Cartagena, e incluso en ciudades como
Bucaramanga donde las bandas de mujeres se han robado la calma y se pelean los
territorios y las extorsiones se incrementan sin parar en Cali y Medellín (El Tiempo,
2015a).
Así mismo, las localidades que eran señaladas como nichos de la delincuencia
juvenil según los estudios que el periódico refiere eran Kennedy, Suba, San Cristóbal,
Rafael Uribe Uribe, Bosa, Fontibón y Ciudad Bolívar. Son localidades o sectores populares
de la ciudad con serios problemas sociales y económicos cuya población vive en medio de
la injusticia social y la sobrevivencia cotidiana. Los ojos eran puestos sobre los jóvenes de
estas localidades quienes aparecen con mayores reportes de vinculación al Sistema de
Responsabilidad Penal para Adolescentes (SRPA). Más aún, esta nota periodística lanza
otro grave señalamiento y denuncia al afirmar que “[...] resulta preocupante que cerca
del 25% de los menores que ingresan al SRPA reinciden y de ellos, la mayoría lo hace bajo
el mismo delito. Por eso denunciamos nuevamente las fallas que presenta el Sistema, ya
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que más del 80% de ellos son dejados en libertad” (El Espectador, 2016). Por su parte en
otro titular un periódico regional revelaba que años atrás, en el 2013, la cifra de
reincidencia era mucho mayor pues alcanzaba al 42 % de menores infractores (Vanguardia
Liberal, 2014).
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Si hablamos de corresponsabilidad podemos afirmar que aún existe precariedad en
el conjunto de respuestas y oportunidades que estamos generando a los adolescentes y
jóvenes. Por ejemplo frente a las oportunidades de trabajo para los más jóvenes el déficit es
muy grande en el país: “[...] la tasa más alta de desempleo la tienen los jóvenes entre 14 y
26 años, con un 17%” (DANE). Las mujeres jóvenes tienen una tasa de desempleo aún más
alta: 23%. La de desempleo del país es del 9,8%. Es decir, el desempleo de las mujeres
jóvenes es más del doble que el desempleo promedio de Colombia (El Espectador, 2016).
Como se menciona en otros trabajos (Mellizo, 2008; 2009) junto con la creciente
visibilización de los jóvenes y su enfrentamiento al statu quo, la sociedad conformó una
serie de dispositivos especializados de naturaleza jurídica, moral y educativa mediante el
cual opera un sistema de administración de justicia, vigilancia y control de la juventud
“disidente”: centros de internamiento, tribunales especializados, programas de atención
institucional, lineamientos técnicos y técnico-administrativos, términos de referencia para
contratación de servicios de atención, equipos técnico profesionales, estándares de calidad
en readaptación y reinserción de los jóvenes infractores, etc.
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simbolizar algo, pero la manera como se le otorga sentido a las cosas es a través del
lenguaje, por tanto, sostiene Hall que es el vínculo entre los conceptos y el lenguaje el que
nos capacita para referirnos al mundo `real´ de los objetos, la gente o los eventos (1997, p.
4).
Por ello, volviendo al Club, tampoco es posible hablar en singular del joven
infractor. Habría diversos tipos de muchachos como maneras de nombrarlos. Los conceptos
o representaciones mentales que son usadas en el programa (o Club) permiten no solo
designarlos sino que es ahí donde aparecen las representaciones o la producción de sentido
sobre los chicos. Sin embargo hay que advertir, que estas maneras no son arbitrarias, ni
meros conceptos individuales de cada profesional o directivo. El sentido de ellas es
producido a través del lenguaje, como resultado de las prácticas significantes que se
adelantan en el Club y más allá de él. Dice Hall (1997) que son las prácticas significantes
las que producen el sentido que hace que las cosas, las personas o en este caso los jóvenes
signifiquen.
Pues bien, esto nos lleva a entender que son diversas las representaciones que
circulan en el Club sobre los chicos: ellas se complementan, refuerzan, oponen o rechazan
entre sí y es precisamente por ello que su agrupamiento, organización o clasificación y el
establecimiento de relaciones entre ellas nos permite constituir lo que Hall (1997, p. 4)
denomina sistemas de representación, en este caso hablamos de sistemas de representación
sobre los chicos del programa.
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semejanza, diferencia, secuencia y/o causalidad que fueron propuestos por Hall (1997, p.4-
5) para instaurar relaciones entre conceptos o para distinguirlos unos de otros. Dicho esto,
miremos a continuación los cinco sistemas de representación, junto con las
representaciones que sobre los jóvenes hemos tipificado:
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Lo “amigoniano” se refiere al nombre del carisma y modelo pedagógico de los Religiosos Terciarios
Capuchinos – RTC, administradores del Programa de reeducación que se estudió.
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desvergonzados, en pecado, o “en la mala”, se han se apartado del camino moral y las
buenas costumbres o se han desviado de las normas, conductas y comportamientos de la
sociedad en general, o como subraya una profesional “ellos están arrastrados, o sea están
perdidos en la vida, siguen consumiendo, robando…, los chinos no están en nada…”. Ellos
son fin de la pedagogía reeducativa, cuyo objeto es precisamente la inadaptación social
como lo propone Vélez de la Calle (2008).
Dice uno de los jóvenes: “a mí siempre me han viso como la oveja negra, y nada,
suerte, esto es lo mío”. Hemos visto que ser descarriado o inadaptado ubica al joven en el
mismo lugar: el de la perdición, pero no por el mismo sentido atribuido. El sentido se
construye o desde los discursos de la moral religiosa propia del catolicismo que alimenta el
carisma amigoniano (Vives, 1997; Vélez de la Calle, 2008), o desde los discursos de la
psicología cognitivo conductual, la sociología positivista que fundamentan la llamada
pedagogía reeducativa (Quintana 1996; Petrus, 1998; Vélez de la Calle 2008). Sin embargo,
en ambos casos, existe un patrón articulador: ambos hablan de un sujeto proscrito y
tutelable, que se penaliza y se gobierna.
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En el club el legado del padre fundador de los RTC es mantenido como principio
rector, que sigue vigente, pero que es reeditado en la propuesta de “resocializar” o
“reeducar” jóvenes. Un legado que se sustenta en el llamado humanismo cristiano desde el
cual se construye una relación reeducativa basada en el amor y respeto hacia los jóvenes en
dificultad. De hecho, en Seguridad, territorio y población dice Foucault “el dios pastor
sabe dónde están las praderas fértiles, cuáles son los caminos apropiados para llegar a ellas
y cuáles serán los lugares de descanso favorables” (2006, p. 154). Un legado que sin
embargo, no logra despojar las prácticas de representación del carácter reformista y
punitivo de los que están investidos el educador y la institución y que según Holguín (2010)
es lo que Foucault llamaría la “ortopedia del menor": la creencia en el castigo como forma
de disciplina y de encauzamiento.
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complementariedad, que dan lugar a otras representaciones que son semejantes,
complementarias entre sí o en algún caso, alguna incluye a otra. En realidad la llegada al
programa a nivel denotativo muestra un joven que necesita reeducarse, pero a nivel
connotación muestra un joven que es objeto de la legalidad, objeto de la ley. Es también
objeto de reeducación. En este sistema de representación, la representación de objeto da
lugar o se materializa en otra serie de representaciones: los jóvenes son clientes, son
usuarios, son una estadística, son un cupo o una mercancía. Clientes y usuarios de un
servicio de reeducación; pero también -lo dicen los profesionales- “el chico es un cupo y
una estadística”, es un cupo que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar - ICBF le
asigna al programa mediante el contrato suscrito y que debe atender; y es también una
estadística que como lo afirma otro miembro de uno de los equipo técnicos “se reporta a
fin de mes con el propósito de mostrar resultados” en la gestión del servicio y en la
caracterización de los usuarios que se atienden bajo el contrato.
Profesional: -“yo lo veo como un joven, pero para la institución él es una estadística o
un número”
Entrevistador: -¿y eso que implica?
Profesional: -que si el chico no viene nosotros tenemos que hacer lo que sea para que
él venga, para que esté en las intervenciones.
Entrevistador: ¿para que venga…?
Profesional: -Si, es un cupo que no podemos perder. A ellos no les importa el proceso
del chico… les importa que estemos cumpliendo el cupo, lo que interesa el pago del
cupo.
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Los jóvenes son clientes. Representarse a los jóvenes desde este concepto es
complejo en la medida que éste es flotante pues puede tener varias connotaciones 4. La
primera de ellas se puede referir a una persona que solicita o contrata un servicio, en tal
sentido el chico se constituye en un usuario o consumidor del mismo: como lo señalan los
especialistas de marketing, puede haber clientes asiduos (que hacen uso frecuente del
servicio) o clientes inactivos (hacen poco uso o han dejado de hacer uso del servicio). En el
caso de club podríamos pensar que los clientes asiduos son de dos tipos: jóvenes
reincidentes que llegan no solo una, sino dos o más veces más a la institución y por
diferentes procesos, o también muchachos funcionales, que como los define un profesional,
son “aquellos que cumplen fielmente cada una de las actividades de su proceso”, en este
caso hablamos de aquellos chicos que no desisten o no desertan.
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Pero en tensión (al confrontar, negar o resistirse) y coexistiendo con la primera
representación (de este segundo sistema de representación), los jóvenes son sujetos de
derechos, lo cual tiene una connotación positiva, publicitada y deseable para el programa.
Esta representación de los jóvenes infractores como sujetos de derechos aparece por
doquier: Desde lo establecido en el artículo 40 de la Convención Internacional de los
Derechos del Niño - CIDN que los considera titulares de derechos, pasa por la Directrices
de Riad (1990) que plantea las Reglas para la protección de los derechos de los menores
privados de libertad, hasta lo consagrado en el Código de la Infancia y la Adolescencia -
Ley 1098 de 2006 y en el Documento Conpes 3629 de 2009 que buscan protegerlo,
garantizar y restablecer sus derechos. Pero esto también sale en el Contrato de Prestación
de Servicios suscrito entre los RTC y el ICBF, o en el Pacto de Convivencia del Club y en
otros documentos de la modalidad de Libertad Vigilada. Es un asunto que se hace visible y
que obviamente forma parte de las prácticas, relaciones y discursos que atraviesan al Club:
“los objetivos del programa son fortalecer los procesos de los jóvenes a través de la misión
institucional, que son restablecer derechos y mejorar la calidad de vida”.
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cuando se les vulneran los derechos, por ejemplo, dice un joven “a mí los tombos me
esposaron y eso ellos no lo pueden hacer” En este sentido recordamos que el sujeto, tal
como lo plantea Foucault (1980, p. 10), “no es ajeno a la constitución del discurso”.
5
El educador se refiere a la medida de libertad vigilada que establece el Código de Infancia y Adolescencia.
La medida establece un plan de reeducación que el joven infractor debe cumplir en un programa correccional
de medio ambulatorio.
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Para los profesionales esto ocurre con ciertos chicos que llegan al programa. Se
refieren a aquellos que ubican en la primera representación, la del cambio. Son muchachos
generalmente sin trayectoria delictiva o sin haber pasado por otras instituciones de
protección o de reeducación. Afirman que esa experiencia límite es un “choque terrible”
para ellos, pero no dudan en calificarla, de manera restringida, como un “choque personal”;
evidentemente es mucho más que solo la trasgresión. En un nivel menos estrecho, más
amplio, estamos hablando de un choque cultural, pues lo que se ha cuestionado es el
sentido del propio orden social. En cuanto a los profesionales, sigue siendo un choque a
partir del cual el chico paradójicamente puede reflexionar y descubrir de manera
heterónoma la “voz del bien”: “no profe, yo aprendí; yo no quiero parar a El Redentor o
más adelante a La Modelo. Acá caí en cuenta que lo que hacía no estaba bien”, aquí obra
aquello que Foucault muestra: que la penalidad coacciona, priva, prohíbe y obliga o en
términos generales que “el castigo es una economía de los derechos individuales”
(Foucault, 1976, p. 18). En otras palabras, en el paso por el programa, se puede afirmar que
los habitus juveniles cambian en función de las experiencias nuevas provistas por el
programa pues como afirma Bordieu “las disposiciones están sometidas a una especie de
revisión permanente, pero que nunca es radical, porque se lleva a cabo a partir de las
premisas instituidas en el estado anterior” (1999, p. 211). Ser aprehendidos, retenidos,
procesados, haber sido objeto de audiencias y de una medida socio legal, permanecer y ser
sometidos a los dispositivos reeducativos del programa, es para ellos un ejercicio de
conversión y de aprendizaje.
Pero para los otros jóvenes, los ubicados en la segunda representación de este
sistema, la de la reincidencia, el programa es un lugar de paso. A ellos el programa “no les
servirá”, “no cambiarán”, estarán allí en medio de “sus vueltas”, como a un lugar que “les
tocó” en esas trayectorias profundas de vida al margen de la ley y en medio del agite pues
como lo sentencia un miembro del equipo: “con ese tipo de muchachos que ya están a la
puerta de la adultez, ya no hay nada que ver, algunos tristemente terminarán en la cárcel
de La Modelo o muertos por ahí”
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Nos indica Hall que “las palabras individuales funcionan como signos dentro del
lenguaje” (1997, p. 25), pero también dentro de la cultura; en este sentido ampliado el
significante reincidencia adquiere sentido dentro del club y su modelo de tratamiento para
representar al joven, a aquel que recae en el mismo error, la misma falta o el mismo delito.
En una entrevista lo constata otra profesional: “de esos hay bastantes en este programa.
Hay uno que hace poco llegó, XXX… A él lo estamos entregando el Juez porque él siguió
con el consumo de sustancias psicoactivas, en la calle y sigue robando, ese ya no cambia.
En ese caso ya se ha abordado en muchas ocasiones… ahí no hay nada que hacer, se oficia
al Juzgado”
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Finalmente, hablamos de continuum porque la línea divisoria entre cambio y
reincidencia es frágil, el cambio termina siendo un referente escurridizo. Si bien es cierto
que los discursos jurídicos, religiosos o reeducativos, pretenden referirse a él, sus lenguajes
fracasan en captar aquello que insistentemente quieren denotar. Este sistema de
representación cambio/reincidencia propuesto para leer lo que acontece hacia los jóvenes
del club, ubica de manera refinada ese bastión de disputa absoluta entre las demandas de los
discursos y su materialidad, pero a la vez destapa otra rejilla, aquella que deja ver los
horrores de la domesticación, pero también los de la abyección.
¿Son los jóvenes infractores víctimas o victimarios? Este dilema instala el siguiente
sistema de representación de los jóvenes que hemos llamado: la oposición binaria
víctima/victimario, constituida por dos formas de representar a los chicos: como víctimas o
como victimarios. Son dos conceptos que nos permiten comprender en el club, no sólo la
denotación del sentido que se otorga a los jóvenes como víctimas, sino también las
connotaciones de victimario que se asocian con ellos.
Los jóvenes que ingresan al programa son victimarios. En esta connotación son
varios los asuntos que entran en juego. Si bien es cierto que los muchachos que acuden al
programa son sujetos de derechos, son a la vez víctimas de la suspensión de los mismos,
precisamente con el propósito de garantizar la existencia y continuidad del derecho mismo.
Inscritas en esta suspensión encontramos también que sus condiciones sociales,
económicas, culturales y política de vida contrarían las prescripciones de la legislación de
infancia que propugna por la protección integral de los derechos de los niños, niñas y
adolescentes. Pero es la agencia de prácticas que simbólica, social o jurídicamente lo sitúan
en la ilegalidad la que genera las condiciones que propician el viraje de su condición de
víctima a victimario. La apropiación y uso de la violencia y el desacato al contrato social.
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La fractura “consciente” y “calculada” de la convivencia y el lazo social. Todas estas
acciones que destapan la cámara de los horrores por su estilo 6, se ubican en un sistema de
representación que se configura en la idea de la peligrosidad juvenil que lo ubica como
victimario y peligroso. Ello contribuye a justificar ideológicamente su intervención, socio-
educativa pero también policial.
6
Pensemos por ejemplo en aquellos jóvenes que agreden “robando o apuñaleando a sus propios padres”, que
comenten abusos sexuales con niños o niñas pequeños/as de sus propias familias o que queman sus casas
cuando los padres los denuncian porque “ya no aguantan más” o el joven que mató a un taxista por robarle su
producido y ahora está en libertad vigilada por hurto a residencia.
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Alborotar los ánimos, azarar el ambiente, instaurar su ley, amedrentar e intimidar
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victimario es o podría ser un cuerpo que no importa. En este caso, una vez más la
abyección no sería a través de una realidad previamente dada, sino instituida
discursivamente (Burgos, 2006, p.5).
Contrario a ello, en el otro lugar de este mapa de representación sobre los jóvenes,
en el nivel denotativo, encontramos códigos compartidos hacia ellos que los muestran bajo
una representación que hemos denominado víctimas. En los relatos de los profesionales es
recurrente hablar de los chicos desde esta representación, por ejemplo al afirmar que “son
chicos maltratados, que vienen de familias pobres y disfuncionales” o que son jóvenes
“que no han tenido oportunidades”, y que en algunos casos si “la embarraron fue por
evadir su realidad”, o que en otros casos son muchachos que “meten (consumen sustancias
psicoactivas) para tomar aliento”.
Desde lo denotativo se puede afirmar que esta representación se refiere a los jóvenes
como sujetos afectados por una forma de violencia o sufrimiento socialmente producido y
violatorio de su dignidad humana o como sujetos pasivos de la realización de un tipo de
delito particular -la violación de sus derechos- por parte de otro, generalmente su familia o
el Estado: “sí claro, hay jóvenes que aunque quieren mejorar su proyecto de vida, la
familia no los deja, los mantiene en el vicio, en el robo”. En todo caso, en esta
representación se establece una relación directa con el concepto de dignidad del joven
como sujeto de derechos.
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al interior del programa. Tal vez es por ello que pensar los sentidos, lenguajes y
representaciones sobre los jóvenes resultan ser asuntos críticos para comprender el
programa. En todo caso se trata de dos maneras bien distintas de reaccionar a la infracción:
“reconstruir el sujeto jurídico del pacto social, o formar un sujeto de obediencia plegado a
la forma a la vez general y escrupulosa de un poder cualquiera” (Foucault, 1976, p.. 136).
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comparativos que sobre el tema se han realizado en diversos países de América Latina
(Mellizo, Vélez de la Calle, & otros, 2005).
Desde esta óptica en las carpetas donde se consigna la historia social de cada joven
el diagnóstico se repite, una y otra vez. Basta leer una carpeta en profundidad para tener la
sensación, al revisar la siguiente, que eso ya se había leído como lo muestran algunos
fragmentos de dichas carpetas:
“Joven de XX años de edad que vino remitido del juzgado tercero, vive en el barrio
Arabia, de Ciudad Bolívar. Vive con XXX. Ingreso por hurto agravado calificado y
atenuado. Antes había estado en Cajicá y en Casa Taller. Según el formato, dos veces
ha reincidido. Consumidor de marihuana. Se identifica figura materna débil y ausencia
de figura paterna, selectividad negativa, visión catastrófica respecto a su vida e
inestabilidad emocional”.
Dicha imaginación lleva a la reducción del otro a una característica esencial que
produce la ilusión de su control imaginario; por ello Vich (2005) afirma que “si en buena
parte el tema de la cultura remite a la problemática de la identidad, esta, a su vez, se
relaciona casi siempre con la imaginación de un otro amenazante” (p. 266). Este es el
motivo por el cual toda identidad es problemática puesto que depende de otros y porque ha
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sido instituida sobre la base de “un antagonismo siempre amenazante: un impedimento, una
castración o, simplemente, la imposición de una ley” (Vich, 2005, p. 266).
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centro del debate la diferencia y la diversidad, pero más allá de esto, Vich afirma que la
heterogeneidad aparece “cuando nos damos cuenta de que las cosas ya no pueden continuar
pensándose totalmente como esencias (o en todo caso, necesitaríamos una definición "no-
esencialista de las esencias") sino más bien en términos de diferencia, de lo diferente. Vich
sostiene que “la heterogeneidad funciona cuando tenemos cierto respeto por lo que es
diferente y no queremos dejar que la forma (hegemónica) lo invada totalmente” (Vich,
2001, p. 6).
Los chicos son diferentes entre sí, no solo por sus condiciones de vida, personal o
familiar, por sus lugares de procedencia, por la composición de sus familias, por la
pertenencia a culturales juveniles o barras de futbol, tampoco solo por los tipos de
infracciones cometidas o por la duración de sus medidas, tampoco solo por las maneras en
que cada uno vive y tramita todo lo anterior, sino también y sobre todo por sus sueños,
aspiraciones, y expectativas diversas, por las lógicas que atraviesan sus modos de ser y de
estar; la heterogeneidad atraviesa también sus modos de “habitar” el programa, algunos son
`funcionales´, otros `anómicos´, algunos –como lo hemos dicho- con el interés de cambiar,
otros sobreviviendo en medio de su carrera delincuencial. Algunos de ellos son hijos pero
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además padres o hermanos, hay también estudiantes o desertores, trabajadores o
desempleados, ´ñeros‟ o `sanos´, los ´institucionalizados´ y los desertores, creativos o
soñadores.
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objeto de diversos tratamientos “nada” efectivos; chicos que son reincidentes, agresivos y/o
manipuladores; son chicos “fritos”, “caspas” y saboteadores; chicos que están “paila”, en la
“olla” y son difícil de atender, preparar o “cocinar”; en términos generales son aquellos
jóvenes a quienes el poder disciplinario no ha logrado enderezar sus conductas.
Podemos decir que esta es la manera como se les da sentido a estos jóvenes, como
se expresa la complejidad de sus subjetividades y de su trato en el programa. Es una
representación del chico en cuestión que se entiende y se comparte aún por quienes no
conocen al joven o son ajenos a la institución; es una representación que se aplica en vez
de entrar en profundos diagnósticos técnicos, que los puede obviar hasta cierto punto, pues
allí son representados.
Otra representación sobre los jóvenes es aquella que los ubica como anómicos. Si se
8
rastrea el concepto de anomia en el campo de la sociología, particularmente en Durkheim
en La División social del Trabajo y El suicidio, éste se refiere a una desviación o ruptura de
las normas sociales, también a la incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos
individuos lo necesario para lograr las metas de la sociedad. Los relatos de los
profesionales hablan de jóvenes anómicos, como aquellos en los cuales acontece un colapso
de gobernabilidad. Es decir, se trata de chicos que no pueden controlar las situaciones que
experimentan y ello les provoca una situación desorganizada de sí de la cual resulta en un
comportamiento no social o una conducta desviada de la norma, tales como el robo, la
delincuencia, las drogas o el crimen. En este colapso, los jóvenes transforman la visión real
de sí mismos, por una visión errónea. Esta representación coincide de manera significativa
con algunos estudios adelantados por Méndez y Barra (2008), FES (1994), (Mirón & Otero,
2005) y (Sánchez, 2004), en donde se representa al joven como la morada del problema
pues centran la atención en la relación juventud-desviación- reeducación.
Mediante estos sistemas de representaciones sobre las identidades de los jóvenes se
construyen mapas de sentido y maneras de tratarlos dentro del club. Están los jóvenes
“anómicos”, pero también aquellos que llegan con sus miedos; de vez en cuando llegan o
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Se habla de rastrear pues no es interés de la investigación adelantar un estudio en profundidad lo cual excede
los márgenes de este trabajo.
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aparecen remitidos al club, uno que otro joven al que los otros chicos llaman “los duros”.
Conclusiones
A manera de balance de lo tratado en este artículo podemos decir que hemos visto
que los jóvenes que infringen la ley penal e ingresan a los dispositivos de control
(instituciones o programas que los atienden) son colocados por diferentes discursos en
diferentes posiciones. Es decir, los sujetos son fragmentados y en este sentido, los discursos
institucionales interpelan a los muchachos, los colocan en determinadas posiciones.
Considerar esto nos permite señalar que de lo que se trató en este artículo al hablar de
representaciones sobre estos chicos, es de hacer un recorrido por el yo juvenil que emerge
en los encuentros y desencuentros con los dispositivos de control que se diseñan en el Club.
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evolución en la que el "yo" hablante o representado se forma en virtud de pasar por ese
proceso de asumir la representación.
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