Cocina Francesa
Cocina Francesa
Historia de la cocina
francesa (Parte 3)
Finales del XVIII y XIX
Los métodos y usos culinarios van a sufrir una nueva revisión con la irrupción
durante las últimas décadas del siglo XIX de otra figura de la gastronomía
gala, el chef Georges Auguste Escoffier. Durante su paso al mando de las
cocinas de los restaurantes de algunos de los hoteles más prestigiosos del
continente (como el Savoy o el Carlton de Londres, el Grand Hôtel de
Montecarlo o los Ritz de París y Nueva York), Escoffier crea un sistema de
división del trabajo en equipos llamados brigades de cuisine.
De esta forma cada plato, en vez de ser preparado íntegramente por un único
cocinero, lo es por un grupo de ellos donde cada uno se encarga únicamente
de la parte en la que está especializado.
Del mismo modo Escoffier reordenó la estructura de los menús a través de una
serie de artículos en revistas especializadas y finalmente con su obra Livre des
menus 1912. Adoptó el servicio a la rusa (previamente popularizado en la
década de 1860 por Félix Urbain Dubois), donde los alimentos se preparan en
grandes piezas, se llevan en un carro a la mesa bien decorados y se cortan
delante de los comensales permitiéndoles comerlos calientes.
Pero la obra que le inmortaliza es sin duda Le Guide culinaire 1903, escrito en
colaboración con otros autores y considerado como uno de los libros de cocina
más importantes de la historia.
Pese a sus 5.000 recetas y las 4 reediciones a las que lo sometió durante su
vida, Escoffier no consideraba Le Guide Culinaire un trabajo exhaustivo, o al
menos "no podía serlo durante mucho tiempo" debido "al continuo progreso
que vive la gastronomía".
Paul Bocuse.
Siglo XX
Historia de la cocina
francesa (Parte 2)
Cocina Francesa en el Antiguo Régimen
Historia de la cocina
francesa (Parte 1)
Fruto de la evolución centenaria de la nación francesa, su gastronomía ha ido
reinventándose sucesivamente con el paso de la historia, los movimientos
sociales, políticos o artísticos, la evolución en el tipo de jornada laboral y el
acceso a nuevas y diversas materias primas.
Edad Media
La comida diaria del hombre de a pie durante la Edad Media era repetitiva, de
subsistencia y totalmente dependiente de las materias disponibles en el
entorno más cercano. Es sólo durante los banquetes servidos a la aristocracia
cuando se trata de desarrollar platos más elaborados, base de la gastronomía
medieval. En estos banquetes los platos se servían todos al mismo tiempo
(service en confusion) y eran comidos con las manos.
Primaban las carnes, acompañadas de pesadas salsas y mostazas y las tartas,
que servían más a consideraciones prácticas y de manejo que culinarias (hasta
la Baja Edad Media no aparece la pasta brisa). Otra forma habitual de preparar
los alimentos era machacarlos hasta reducirlos a purés o pastas, basándose en
la creencia muy extendida de que eso facilitaba la asimilación de los
nutrientes.
Los banquetes terminaban con un issue de table que con el tiempo evoluciona
hacia el concepto actual de postre. Típicamente se podía tratar de grajeas o
peladillas, queso o vinos especiados como el hipocrás.
Los ingredientes variaban con el flujo de las estaciones (y las restricciones del
calendario eclesiástico), existiendo métodos rudimentarios para la
conservación de alimentos. El ganado era sacrificado a principios del invierno
y su carne ahumada o salada, mientras que las frutas, semillas o raíces se
hervían en miel.
Ave asándose en un espetón. Bajo el mismo hay una vasija para recoger los
jugos y reutilizarlos para salsas. Ilustración del Decamerón, Flandes, 1432.
Las especias como pimienta, canela, nuez moscada o clavo ya eran empleadas
pese a que su precio era muy elevado y se conservaban como auténticos
tesoros. Además se daba el uso de otras más infrecuentes hoy en día como
hisopo, poleo, ruda o tanaceto y de algunas completamente desaparecidas de
la cocina actual como cubeb, granos del paraíso o pimienta larga. Por otro
lado, se utilizaba para condimentar vinagre o verjus combinado con azúcar o
miel.
Una señal de refinamiento muy apreciada era el uso de colores llamativos.
Esto se fomentaba por ejemplo con preparados de zumo de espinaca y puerro
para el verde, azafrán y yema de huevo para el amarillo, girasol para el rojo o
verrucaria para el púrpura. En la decoración se empleaban láminas de oro y
plata, lo que permitía construcciones muy vistosas.
Sin embargo, hay que tener en cuenta que los franceses no comen o no
preparan esta cocina en su vida diaria. Generalmente los ancianos tienden a
consumir platos típicos de su región, mientras que los más jóvenes son
propensos a comer especialidades de otras regiones o incluso comida
extranjera.
Pero hay otros productos, más cercanos al consumidor de a pie que la llamada
haute cuisine, que están universalmente identificados con la gastronomía gala.
Es el caso de la baguette, del paté o de los vinos y quesos franceses, que con
su amplia variedad y elevada calidad forman el buque insigna de la
gastronomía del L'Hexagone.
Así mismo, determinadas materias primas menos conocidas por los legos en
materia culinaria están asociadas irremediablemente con la cocina francesa, al
ser elementos clave en la elaboración de numerosísimas recetas. Un ejemplo
serían la crème fraiche, el bouquet garni o las hierbas de Provenza.