El Pueblo Que Caminaba en Tienieblas

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«El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz» (Is 

9,1).

Esta profecía de Isaías, que luego retoma el evangelista Mateo en el


capítulo 4, hace referencia a que después de la muerte de Juan, Jesús se
retira a Galilea a los pueblos de Zabulón y Neftalí, que eran parte de la
Galilea pagana, así precisamente se cumple la profecía, Dios que es la
salvación misma se asienta en medio de un pueblo que andaba en tinieblas;
no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la
Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo,
sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos
un pueblo en camino, un pueblo peregrino y a nuestro alrededor –y también
dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el
espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que
siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz.
Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y
de ver lo que antes no veíamos. Fíjense que, para ver, hay que caminar, una
cosa no va sin la otra. (explicar)

Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo


camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro
padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la
tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes
es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre
esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas.
Porque es fiel, «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del
pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad
y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo
peregrino y momentos de pueblo errante. (explicar)

También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y


oscuros, luces y sombras. Momentos en los que caminamos y otros en los
que parece nos detenemos. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos
en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la
mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean
por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol
San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va,
porque las tinieblas han cegado sus ojos» (1 Jn 2,11). Somos Pueblo en
camino, sobre todo pueblo peregrino que no quiere ser un pueblo errante.

2. En esta noche la del nacimiento de Cristo, como un haz de luz clarísima,


resuena el anuncio del Apóstol: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae
la salvación para todos los hombres» (Timoteo 2,11).
La gracia que ha aparecido en el mundo es Jesús, nacido de María Virgen,
Dios y hombre verdadero. Ha venido a nuestra historia, ha compartido
nuestro camino. Ha venido para librarnos de las tinieblas y darnos la luz.
En Él ha aparecido la gracia, la misericordia, la ternura del Padre: Jesús es
el Amor hecho carne. No es solamente un maestro de sabiduría, no es un
ideal al que tendemos y del que nos sabemos por fuerza distantes, es el
sentido de la vida y de la historia que ha puesto su tienda entre nosotros.

3. En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando
por turno su rebaño. Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los
envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor. El ángel les dijo: «No teman, Les
traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de
David, les ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tienen la señal:
encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» De pronto, en
torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo:
«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.»     Lucas
2,1-14

¿Por qué Dios se aparece a unos pastores?: Por qué esta manifestación de su Luz,
ocurre a unos pastores del campo.

1. Para el Señor, los humildes son importantes. (ejemplos)


Para Dios, la piedad es de mucha más importancia que la prosperidad.
Si buscamos la prosperidad, muchas veces no la alcanzamos.
Si buscamos a Dios, hallamos su gloria y la prosperidad no siempre. Por
eso Dios siempre ha asistido a su pueblo, sin dejar que nada le falte, pero
sin hacerlo opulento; pero siempre y cuando el pueblo lo haya estado
buscando.

2. Dios los tuvo por dignos de recibir el anuncio de los ángeles. Dios no
había mandado el ángel para anunciar esto a los pastores si ellos iban a
tenerlo a poco o como algo ridículo. Pero prefirió manifestarse él mismo en
la vida de los pastores, por eso envió al ángel, en cambio a los reyes magos,
envió una estrella, para que pudiesen interpretar las señales, los pastores
eran muy sencillos y en los más sencillos (ignorantes) creen con mayor
fuerza, así creían ya en la llegada del Mesías, ya en su corazón esperaban la
salvación. (comparativo con la oración personal).

Hay muchos hoy en día a los cuales este anuncio es una cosa aburrida.
Como un ruido desagradable, sin mayor importancia.

3. Los pastores eran obedientes.


El egoísta no quiere abnegarse de nada. Se pone enojado y rezonga. Elige
su comodidad, su propio yo.
Algunos se jactan de su amor para Dios, pero cuando llega el momento de
hacer algún sacrificio para él, se niegan a hacerlo.

Estos pobres pastores tenían muy poco, pero estaban dispuestos a dejarlo
todo (menos sus ovejas) para poder acercarse a Jesús.
Era verano muy probablemente, (julio o agosto) pues los pastores no
hubieran podido estar cuidando a las ovejas a la intemperie en invierno.

No, no fue en diciembre. Si un gobierno planifica un censo que implica una


movilización de la gente no va a hacerlo en invierno, estación en la cual el
frío y la lluvia obstaculizarían el traslado de la gente. De hecho el 25 de
diciembre fue una fecha pagana, la fiesta del sol invicto, “bautizada” por la
Iglesia. Lucas no menciona la fecha exacta, pero los humildes pastores nos
dan la clave de que fue en verano. Si hubiera sido invierno estarían
durmiendo en las cuevas junto a sus ovejas. En las noches invernales, los
campos de Belén eran lo suficientemente fríos para que las ovejas y sus
pastores se murieran de hipotermia.

Y si. Los pastores sabían muy bien de los apuros y problemas que
ocasionaba la pobreza. Sus hijos habían nacido en esas cuevas, hogares
para sus familias y establos para sus animales. No es de extrañar que ellos
fueran los que alojaran a José y María, para que el niño naciera bajo techo.

Los pastores fueron los primeros que vieron esta “tienda”, que recibieron el
anuncio del nacimiento de Jesús. Los pastores andaban sucios, y con “olor
a oveja” y …. rara vez les admitían en alguna sinagoga. Estaban al margen
de la sociedad. Muchos olvidaban que el famoso rey David, había
comenzado su vida siendo nada más que un humilde pastor, que, en esas
mismas llanuras de Belén, ciudad en la que había nacido desempeñaba su
oficio.

Los pastores no vivían en casas confortables ni mucho menos. Las llanuras


de Belén, el lugar donde ellos cuidaban a sus ovejas es un paisaje bastante
agreste y en el cual hay cuevas y grutas naturales. Estas eran utilizadas
como viviendas y también como establos para las ovejas.

Todavía hoy cerca de Belén, los pastores viven en cuevas y siguen


apacentando a sus ovejas en ese mismo lugar. Incluso hay una cueva
transformada en Iglesia, que recuerda a los pastores de Belén.

Fueron los primeros porque eran de los últimos, de los marginados. Y


fueron los primeros porque estaban en vela aquella noche, guardando su
rebaño. Es condición del peregrino velar, y ellos estaban en vela. Con ellos
nos quedamos ante el Niño, nos quedamos en silencio. Con ellos damos
gracias al Señor por habernos dado a Jesús, y con ellos, desde dentro de
nuestro corazón, alabamos su fidelidad: Te bendecimos, Señor, Dios
Altísimo, que te has despojado de tu rango por nosotros. Tú eres inmenso,
y te has hecho pequeño; eres rico, y te has hecho pobre; eres omnipotente,
y te has hecho débil.

El momento del descubrimiento de lo divino se le llama: "iluminación". Por


eso cuando Mateo escribe: "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una
luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte les brilló una
luz" Mateo 4,12, usa la metáfora de la luz, símbolo de vida y de felicidad,
que les trae la luz de la Palabra encarnada.

Muchas veces andamos dormidos y en nuestros asuntos. En esa noche,


mucha gente estaba dormida o en sus asuntos. Sólo los pastores estaban
vigilantes. Hoy pasa lo mismo, muchos duermen, y unos pocos recuerdan y
están atentos.

Entonces, cuando el ojo espiritual ha estado débil por largo tiempo, y nos
hemos lamentado y llorado por el pecado, nos hemos arrepentido, la luz es
dulce e inefable y ya no permanecerá oculta a nuestros ojos. De hecho,
después de la profecía de Isaías, Jesús anuncia: arrepiéntanse que el reino
de los cielos está cerca. Y por ser tan dulce, la Luz de Cristo en el interior
del alma iluminada existe una necesidad de contar las gozosas buenas
nuevas a los demás. Cuando un hombre ha sentido profundamente el mal
del pecado y ha obtenido por fin misericordia, exclama como David:
“Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se
convertirán a ti” A veces esta parte de nuestra vida como Pueblo de Dios
nos la saltamos, pasa indiferente, me conformo con mi oración personal, ir
a Misa, mi Rosario, todos instrumentos para estar en comunión con Dios,
pero nos olvidamos de la misión que tenemos de llevar a los demás a Dios.
De ayudarlos a reconocer la luz.

Que, en estos días de Adviento, hermanos, compartamos la alegría del


Evangelio: Dios nos ama, nos ama tanto que nos ha dado a su Hijo como
nuestro hermano, como luz para nuestras tinieblas. El Señor nos dice una
vez más: “No teman” (Lc 2,10). Como dijeron los ángeles a los pastores:
“No teman”.  Y también yo les repito a todos: “No teman”. Nuestro Padre
tiene paciencia con nosotros, nos ama, nos da a Jesús como guía en el
camino a la tierra prometida. Él es la luz que disipa las tinieblas. Él es la
misericordia. Nuestro Padre nos perdona siempre. Y Él es nuestra paz. Por
intercesión de María nuestra Madre, que se cumpla su proyecto en nuestra
vida. ¡Amén!

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