Perspectiva de Género en Tribunales

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Perspectiva de género en tribunales, comisiones de la verdad, reparación de víctimas y el

efecto transformador de las garantías de no repetición

Manifestación de mujeres en contra de la violencia contra la mujer

Luis Manuel Madrigal. (2014). Violencia contra la mujer [fotografía]. Tomada de


https://www.flickr.com/photos/60167885@N04/16648981819/

Ya sea durante dictaduras, conflictos armados o períodos de violencia desbordada, las mujeres
han sido continuamente víctimas de violencia de género. Aunque este tipo de violencia no
constituye un fenómeno de reciente existencia en el mundo, desde el siglo pasado las mujeres
han experimentado de forma desproporcionada diferentes y nuevos tipos de violencia de
género, particularmente de violencia sexual. Estas situaciones son usualmente la
manifestación de la presencia de persistentes prácticas de discriminación contra las mujeres
en pleno siglo veintiuno. Es por eso que el Comité para la Eliminación de la Discriminación
contra la Mujer ha sostenido que la discriminación contra la mujer “incluye la violencia basada
en el sexo, es decir, la violencia dirigida contra la mujer porque es mujer o que la afecta en
forma desproporcionada” (CEDAW, 1992). De igual manera, ha indicado que tal violencia
“inhibe gravemente la capacidad de la mujer de gozar de derechos y libertades en pie de
igualdad con el hombre” (CEDAW., 1992).

Lo descrito en el párrafo que antecede lleva a concluir que los derechos de las mujeres son
violados en formas diferentes que los de los hombres y, por ende, esta situación debe tenerse
en cuenta en procesos de Justicia Transicional si se quiere producir una verdadera
transformación de la sociedad; sin embargo, en los inicios de la aplicación de esta materia,
esto no fue así, ya que estos procesos estaban controlados mayoritariamente por hombres y,
por lo tanto, su abordaje era predominantemente patriarcal y androcéntrico. En ese sentido, el
padecimiento de las mujeres era visto de forma secundaria o accesoria al de los hombres, pues
las primeras se consideraban principalmente madres, hermanas, esposas y era alrededor de
tales demandas que se organizaban y luchaban.

La violencia sexual era considerada como un daño colateral de los conflictos armados y no
como una violación de derechos humanos en sí misma. Por ejemplo, tal como menciona
Salazar (2006), cuando las mujeres en Perú hablaban de los impactos de la violencia en sus
vidas, hablaban de la detención, tortura o desaparición de sus compañeros/as, pero no de lo
que les había sucedido a ellas mismas.

Sombra de un hombre y una mujer mirándose de frente

(s. a.) (2017). Violencia sexual [ilustración]. Tomada de https://pxhere.com/es/photo/1105672


En materia de verdad, una de las primeras comisiones de la verdad que abordó el tema de
violencia sexual contra las mujeres fue la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de
Guatemala. En su informe, la misma señala que la violencia sexual ejercida por las fuerzas
represivas del Estado guatemalteco “no se trató de actos aislados y excesos esporádicos, sino
sobre todo de una planificación estratégica dirigida especialmente contra las mujeres mayas”
(Hayner, 2014: 166). Contrario a su antecesor, la Comisión de la Verdad para El Salvador, la
Comisión para el Esclarecimiento Histórico, decidió que la violencia sexual en Guatemala sí
había tenido motivaciones políticas, estableciendo así un claro precedente que las demás
comisiones de la verdad intentarían seguir.

En materia de reparaciones y garantías de no repetición, es preciso tener en cuenta que la


violencia de género en contra de las mujeres durante un conflicto no puede ser vista de forma
aislada de las condiciones socioeconómicas y culturales preexistentes de un determinado país.

De acuerdo a Janie Leatherman (2011), el alcance de la violencia de género preexistente en


una sociedad constituye una situación precondicionante para la violencia sexual y, además,
una de las principales razones por las que las mujeres y las niñas en países con altos niveles de
discriminación de género y desigualdad son mucho más propensas a la victimización y
revictimización de violencia sexual desde el principio hasta el final del conflicto.

Al respecto, el Relator Especial (2014) sobre la promoción de la verdad, la justicia, la


reparación y las garantías de no repetición hace hincapié ́ en que el principal objetivo de los
programas de reparación consiste en hacer frente y, en la medida de lo posible, perturbar los
patrones de discriminación estructural preexistente contra las mujeres y las desigualdades que
éstas sufren.

Es por eso que, sin conocimiento de las dinámicas del funcionamiento de la sociedad de un
país determinado, un esquema de reparaciones bien intencionado puede terminar
exacerbando las injusticias ya existentes.
Por ejemplo, en algunos escenarios, pagar grandes sumas de dinero en una sola exhibición
puede ser en detrimento de las condiciones de las mujeres, ya que puede ser que no sean
capaces de conservarlo para ellas.

En estos casos, los programas de reparación han optado por apoyar programas de desarrollo
que les generen ingresos mensuales como una forma de compensación. También se ha
elegido, en los casos de violencia sexual, apuntalar servicios médicos y psicosociales, como
operaciones de fístula, terapias psicológicas, préstamos crediticios, capacitaciones, vivienda,
entre otras medidas que les ayuden a las mujeres a construir poco a poco su independencia,
conllevando así un efecto transformador (Björkdhal & Mannergren, 2017).

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