La Fortuna de Tu Amor - Sophie Saint Rose
La Fortuna de Tu Amor - Sophie Saint Rose
La Fortuna de Tu Amor - Sophie Saint Rose
La fortuna de tu amor
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Epílogo
Capítulo 1
Naia dejó caer la mandíbula del asombro porque no podía tener más
mala suerte ni aunque lo intentara con fuerza. Leyó el titular con los ojos
mueca. —Leche…
—¡Mierda! —Se levantó volviéndose y llevándose las manos a la
cabeza.
—¿En primera plana del Times? —Se giró pálida. —No tenemos
cuello. —Caput.
ironía.
—¿Quieres dejar de decir eso? ¡No puedo hacer nada! Buscaré otro
trabajo y cruzaré los dedos para encontrar algo que nos dé para comer
aparte de pagar el alquiler. —Gimió pasándose la mano por la frente. —No
—Es falta de previsión. Tenía que haber buscado otro trabajo mucho
antes porque sabía que se jubilaría tarde o temprano.
puedes ni pagar la gasolina! ¿En serio creías que te darían un crédito, papá?
indemnización o algo.
—Papá, llevo tres meses en ese trabajo. ¡No creo que me den nada
Naia entrecerró los ojos. —Es cierto. Alguna solución tendrán que
Sean sonrió. —Anda vete, que seguro que el estado les da pasta o
algo así. Una subvención de esas que solo dan a los ricos.
estaba en el patio.
resto de tu existencia!
—Pero dos sueldos son mejor que uno. Voy primero y si después
—Sé positiva.
portero abriendo la puerta a un ejecutivo sonrió. —Sí, sí. Al menos otro día
más que cobras y tienes seguro dental. —Cruzó la calle entre los coches que
había llevado por delante aceleraba a tope para salir a toda pastilla.
mejores.
—No se mueva —dijo una voz grave a su lado. Sin aliento giró la
cabeza y vio unos ojos verdes rodeados de unas largas pestañas negras que
su vida. —Lesión interna. —Volvió a repetir cuando sus ojos llegaron hasta
sus finos labios. Con el tobillo roto y todo se imaginó lo que serían que esos
emergencias.
—Exacto.
—Jefe, ya llegan —dijo el hombre que había salido del coche para
ayudarla.
¿Era su jefe? Pues si llevaba chófer era un tío con pasta. Le miró sin
ningún disimulo estirando el cuello. Sí, su traje era de los caros. Se dejó
caer desilusionada porque ese tío no la hubiera mirado dos veces si no fuera
así respeta!
por el móvil como si le fuera la vida en ello. Sin salir de su asombro vio que
varios la estaban grabando, aunque a una prudente distancia.
que es genial?
—Oye, que hace un año que no me ves el pelo, así que no te quejes.
—La última vez que te vi, te rompiste la cadera cayendo por una
escalera en Macy´s
—Dichosas rebajas.
¿qué tenemos?
—Vaya…
—Por supuesto.
Casi sin aliento salió del metro y caminó con las muletas hasta la
puerta. Menos mal que tenía práctica. La lata es que tendría que llevar eso
un mes y le mataba la cadera que es donde la moto había impactado. Menos
mal que no se la había cascado porque era lo que le faltaba. Cuando llegó al
ascensor suspiró del alivio apoyándose en la pared para pulsar la segunda
planta. El hombre que tenía al lado estaba a punto de llorar y ella le miró de
reojo. —¿Un mal día? —preguntó suavemente.
exasperada.
Sentada tras una mesa en el sótano con los cascos puestos, estaba
comiendo una hamburguesa que le había enviado su padre. Masticando
trabajo de sus sueños! Sentadita, con música y solo tenía que mover una
mano. Cogió otro montón para meter los papeles por la ranura y dio otro
llegó en ese momento con un carrito lleno de cajas. Las dejó apiladas con
las demás y le guiñó un ojo antes de irse. Cuando dieron las cinco lo
recogió todo y se cruzó el bolso sobre el pecho para coger las muletas. —
cuarto que estaba al fondo del sótano que era donde guardaba las
herramientas.
—¡Claro, te traeré magdalenas! —Pulsó el botón del ascensor
escuchándole reír.
—¿De veras?
—¿No qué?
—Oh… —Sin saber por qué eso la excitó muchísimo. —¿Y qué
más? Porque no está casado, ¿no?
—¿Cómo lo sabe?
—Está casado.
—¿Rechazarme?
—¿Es gay?
—¡No!
—Es homófobo.
verla se detuvo en seco y dijo algo fríamente que hizo que se alejaran cada
uno en una dirección en un visto y no visto. —Vaya, hace magia.
—Oh, ¿eres uno de esos genios que reflotan empresas cuando están
a punto de quebrar?
—Uff, deja, deja. ¿Quieres cenar? —La miró a los ojos fríamente y
se sonrojó porque era evidente que no le había sentado bien la pregunta. —
Es para agradecerte tu ayuda. Mi padre también quiere darte las gracias por
no demandarme.
—¿Demandarte?
—Un caradura que creyó que podía sacar algo después de que
—Vaya, ¿y mañana?
—¿Toda la semana?
—Todo el mes.
Naia sin darse por vencida sonrió a Bolton. —No tiene fe, pero yo
soy positiva. Esta mañana me creía en el paro y aún conservo el trabajo.
Además, te he conocido.
—Naia…
—Esperarán.
—No tanto.
—Tengo a Roy.
—Claro, claro.
—Allí estará.
—Eso seguro.
—¿Naia?
—Pues nada.
—Exageras.
—¿Eso crees?
—Ponme un ejemplo.
—Joder…
metros de altura.
—¿Cuántos huesos se ha roto? —preguntó Roy desde delante
mirándola por el espejo retrovisor.
—Dieciocho.
—¡Naia!
—Tu madre…
—Lo siento.
—Siete.
—Tengo un hermano.
—No nos vemos mucho. Vive fuera del país —dijo mirándola
fijamente.
—Lo siento.
ocasión. Era evidente que era un hombre que no daba una segunda
oportunidad y ella se moría por conocerle. Conocerle muy a fondo. Sonrió
intentando que se relajara de nuevo. —Sí, hoy ha sido un día estupendo.
—Eso parece.
Él sacó su teléfono del bolsillo interior de la chaqueta y Naia se
mordió el labio inferior viendo como leía un mensaje. Volvió la vista hacia
Roy que a través del espejo retrovisor la animó con la cabeza. Tomó aire
por la nariz dándose ánimos y gimió por dentro porque ya estaban llegando
a Brooklyn. ¿Dónde estaba el tráfico cuando se necesitaba? —Tengo tres
pezones.
desvalida con una triste historia sobre tu mala suerte cuando nadie en sus
—dijo fríamente.
—Tú te ofreciste y…
acera y se volvió para mirar esos ojos que le alteraban el corazón, pero él
entró en el coche cerrando de un portazo. Sintiendo una decepción enorme
una pena que estuviera tan paranoico. ¿Y todo por preguntarle si tenía
hermanos? Menos mal que no le había preguntado si había estado casado, la
hubiera lanzado del coche en marcha y todo. Quizás era lo mejor. Había
apuntado muy alto, pero es que era tan guapo e interesante… Y hacía
Capítulo 2
visto el aspecto de los morados y era toda una hazaña haberse levantado de
la cama. Bueno, había estado peor así que no había que quejarse. Su padre
entró en ese momento vestido con unos pantalones negros y una camisa
azul que le había planchado en el fin de semana. Asombrada preguntó —
¿Vas a misa?
—¿Quién?
—Ese hombre.
momento crítico. Tuvo que ver algo raro para reaccionar como lo hizo.
Seguro que la prensa está como loca por enterarse de cómo piensan
consigan.
bastante aire, distraída miró los papeles que tenía en la mano y entrecerró
los ojos al ver unos números distribuidos en una fila. Con curiosidad les
en el Royal Bank. Qué raro. Ella no tenía ni idea, ¿pero esa información no
mordió su grueso labio inferior. A ver si se iba a meter en un lío por eso
que cuando habían puesto su mesa allí estaba encantada, pero ahora lo
empezaba a ver todo muy raro. Ay, madre… ¡Ay, madre!
Se escuchó el click del ascensor y las puertas se abrieron. Suspiró
del alivio al ver a Bill con su maletín de las herramientas. El hombre que
Pues ella seguía viéndolo con una pinta horrible. —Yo soy una
cien. Piensa Naia, piensa. Entrecerró los ojos y sacó su móvil. En cuanto
pulsó el botón verde se lo puso al oído. —¿Es la policía? Tengo una duda
pecadores.
—¿Y?
preguntaba si a mí puede caerme algo por eso. Yo soy una mandada, ¿no?
Solo sigo órdenes. Es como si me mandaran hacer fotocopias, pero al revés.
sería cómplice.
diría si era legal o no. Ni corta ni perezosa cogió el móvil de nuevo y llamó
a su padre porque no pensaba buscarle por toda la empresa ni loca con lo
Remington?
—Hija, si no te lo da él…
Enseguida te llamo.
—Gracias.
—¿Estás en la empresa?
—Ah, ¿no?
—Tengo una duda laboral y necesito que me ayudes. Por favor, por
sótano en mangas de camisa con una cara de cabreo que la hizo gemir por
dentro, pero en cuanto vio las cajas se detuvo en seco. —¿Qué coño es
esto?
—¿Tú no lo sabes?
punto de mira.
y vio que era un desvío de fondos a una cuenta en Perú. Dejó caer la
mandíbula del asombro porque eran más de cincuenta millones de dólares.
—Dios mío…
pudo y pulsó el botón. —Ya decía yo que este trabajo era demasiado bueno
para ser verdad…
pegarlas! Se me dan genial los puzles. —Salió del ascensor a toda prisa. —
Un poco de celo y… ¿Dónde estará el celo? —Abrió uno de los cajones
observaba con los brazos cruzados. —¿Qué haces ahí parado? ¡Vete a
llamar al FBI o a la CIA! A la policía no llames, que no te hacen mucho
caso.
—¿Has llamado a la policía?
—Estupendo.
te lo acabo de decir?
—¿Claro qué?
Naia se quedó en shock. ¿Su jefe, jefe? ¿Era el dueño de todo eso?
Miró las cajas. —Ahora ese dinero es tuyo, ¿no? Tienes derecho a
reclamarlo.
será fácil, por supuesto. —Miró hacia la mesa y cogió un expediente. —El
expresidente de la empresa se va a pasar muchos años en la cárcel.
—Vete a casa.
—¡No!
Gracias.
labios—. ¿Y el ascenso?
tienes que estudiar. Debería ser un trabajo que te permita ir a clase y que no
te canse demasiado.
Se acercó a él. —Eso sería perfecto. —Cerró los ojos y cuando sus
manos bajaron hasta su trasero suspiró de placer.
noches son para mí. ¿Qué me dices? —Pasó la lengua por su labio inferior.
—Tendrías tu apartamento y nos veríamos cuando pudiera.
—Puedo hacer las dos cosas. ¡Yo no soy una mantenida! —Pulsó el
botón del ascensor de nuevo cuando se dio cuenta de que no llevaba las
—¿Y?
—El uno para el otro no lo sé… Pero sí que consigues que cuando
Lo dijo como si fuera algo imposible, pero para ella fue como si le
hasta que se sintió llena. Cerró los ojos porque jamás en la vida se sintió
más completa que en ese momento y Bolton besó su cuello antes de lamer
su piel hasta el lóbulo de su oreja. Sintió como salía de su interior y gimió
rodeando su cadera con la pierna intentando retenerle. Y lo consiguió
sus ojos. Él parecía confundido por su reacción. —¿Eso ha sido para ti?
¿Un polvo en el recreo?
—Pero…
Capítulo 3
relajas conmigo.
noche, nena.
en ese momento en la cocina con las sábanas para lavar y apretó los labios
minutos. Eso no es justo. Para otra puede, que estaría encantada con el
lujoso apartamento que le paga, pero para ti… —Negó con la cabeza
que le quieres y qué harías lo que fuera por seguir a su lado. Eres
enamoradita de él. Y el señor puede ser cualquier cosa, pero te conoce muy
notas.
estudiado. Que te dejas las pestañas todo el día entre libros para ser la
mejor.
Gimió apoyando los codos sobre la mesa y se pasó las manos por la
trabajar para ti y verte todos los días. —Salió del cuarto cerrando la puerta.
—Sí.
no le dirías nada.
—¡Largo!
egocéntrico!
—No sé quién se cree que es para meterse en nuestras vidas y
aconsejar a mi mujer que me deje, pero esto se acabó. ¡Largo de una puta
vez!
furiosa yendo hacia la puerta—. Pero no me voy hasta decirle algo. —Se
giró hacia él. —Tiene una mujer preciosa e inteligente que está tan
enamorada que ignora sus defectos. ¡Pero los demás no somos ciegos,
guapo! ¿Por qué no le dice dónde pasó esa semana hace dos meses?
hacia Bolton que apretó los puños furioso. —Ahora sí que estás despedida.
—¡Qué le den!
—Fue…
—¿Es cierto?
ayudante vino conmigo tres días por unos temas que teníamos pendientes,
eso es todo!
Dio un paso atrás sin poder creérselo y Bolton se acercó. —Te juro
—Necesitabas un respiro.
—¿Y yo?
—¿Tú qué?
cerca y…
Negó con la cabeza. —No puedo creer que me hayas dicho eso. —
—¡Naia!
está aquí.
—No es él.
Estaré en la cocina.
—Gracias, Sean.
—¿Ahora soy Sean? Porque hasta el día de hoy era el señor Hudson,
el chófer de tu madre. Pero al parecer todo ha salido a la luz, ¿no? Ha
debido venirte fatal que me enterara de lo que le has hecho a mi hija.
—Ya era hora de que lo hiciera, ¿no crees? Estaba harta de mentirle
ironía. —Me lo contó encantada para demostrarme que soy un cabrón sin
sentimientos. —Naia agachó la mirada y él apretó los labios. —Lo siento
nena…
—Eso no es cierto.
te hablas con tu hermano ni con tu padre y yo solo era una amante que
visitabas cuando querías desahogarte. Me mantenías para que cuando
levantándose.
—Sí, es así.
golpe después de un año en que todo eran sonrisas como si fuera perfecto!
—Claro que era perfecto. ¡Para ti! ¡Me esforzaba en que te sintieras
a gusto para conseguir estar más tiempo a tu lado! —gritó desgarrada.
—No lo entiendes.
—Claro que lo entiendo. —Le miró a los ojos. —Y tú también lo
entiendes. Me has utilizado. Has utilizado lo que siento por ti a tu
conveniencia, sabiendo que yo te amaba y que tragaría con lo que fuera. Por
Dios, si hasta me pediste que no le dijera nada a mi padre para no enturbiar
su relación laboral con tu madre. ¡Nadie fuera de ese piso sabe que estamos
juntos!
—Eso no es cierto.
Mañana pasaré a recoger mis cosas. Dejaré las tarjetas de crédito que tan
amablemente me diste en la mesilla de noche.
—Ese ya no es tu problema.
—Vete de mi casa.
—No lo creas.
dolor pasará.
—Papá…
—Nunca le olvidaré.
Capítulo 4
—Dos cafés con hielo, dos con leche de soja y un café expreso —
dijo colocándolos en la bandeja y sonriendo a su clienta—. Doce cincuenta.
—Marchando.
dificultades con la suya, así que agarró el manguito y tiró de él. Dafne
sonrió. —Gracias.
—De nada.
sobre un plato cuando vio a través del escaparate un coche negro que se
detenía ante la cafetería. No, no… Estiró el cuello con el plato en la mano y
el cliente quiso cogerlo, pero ella pasó de largo intentando ver la matrícula.
—¡Eh!
Vio que Bolton se bajaba del coche hablando por teléfono y juró por
Cuando Bolton con una sonrisa en los labios se puso tras la chica a
dólares.
—Gracias. ¡Siguiente!
Bolton llegó hasta ella y sin que le dijera nada le sirvió un café solo.
guapo.
quieres?
—Mi especialidad.
no me gusta.
—¡Largo de mi vida!
dentro.
—No, señor Preston. Claro que no. Este cliente ya se va.
Varios miraron sus tazas con cara de asco y quiso gritar de la rabia
—¿Y mi imagen?
de una vez!
Le señaló con el dedo. —No puedes hacer esto. ¿Hace un mes que
no te veo y me montas este numerito?
minutos, Roy.
—¿Qué pasa?
—Claro.
ERT.
—¿No tienes detectives para eso?
—¿Te crees que no lo he intentado ya? Llevan dos meses en esto sin
conseguir nada de nada. Pero una chica de los recados puede meterse en
cualquier sitio.
—Fueron treinta y dos. —Él gruñó antes de decir algo por lo bajo.
—¿Qué?
—Que te den.
jefe.
Se le quedó mirando y se dio cuenta de que hablaba muy en serio.
—¿Qué dices?
presentar los informes anuales y como no esté todo en las cuentas rodará mi
—No será tonto. Ese dinero estará en algún paraíso fiscal y esperará
a recogerlo cuando se jubile que no debe quedarle mucho.
aparentemente y no puedo decir nada sin pruebas, nena. —Puso los brazos
en jarras mirándola. —¿Me vas a ayudar o no?
—Es por si oyes algo o ves algo… Con la habilidad que tienes para
esperanza.
—A esa no. En esa se mete un diez por ciento de los beneficios para
evitar posibles problemas financieros. Es lo único que no se invierte por si
una nota, ¿crees de veras que con tanto dinero en juego no han pensado en
eso?
—¡Pero te la llevaste!
Bolton sonrió de esa manera que la volvía loca, pero se hizo la tonta
—Pues a ver qué hacemos porque como me haya visto en las fotos
no se va a creer que soy la chica de los recados.
Morena de pelo por la barbilla. Y con gafas. —Naia levantó una ceja
interrogante. —Tenía una profesora que era así y… —Carraspeó.
chico. Hizo una mueca porque aquel edificio decía a gritos que les sobraba
la pasta. Se acercó a la mesa que estaba ante la puerta como él le había
dicho y vio el móvil sobre unos papeles. Lo cogió a toda prisa escuchando
como hablaban en el interior del despacho. Le estaba dictando una carta.
móvil envió el mail que tenía preparado desde una dirección que había
abierto para la ocasión. Cuando vio el sobrecito en la parte de arriba del
móvil lo abrió a toda prisa para ver que era la cara sonriente que ella había
enviado. La muy zorra filtraba los mensajes que él recibía. Lo eliminó a
toda prisa y dejó el móvil sobre la mesa en la misma posición que lo había
sin llamar la atención. —Dime, nena. Sheryl puedes irte a comer. Cierra la
puerta al salir.
—Enseguida, señor Remington.
—Sí.
—No fastidies.
diario!
—No.
—Dile a ese inútil que los consiga. —El ascensor se detuvo y entró
un hombre moreno de traje que le sonrió comiéndosela con los ojos, lo que
la sonrojó por su descaro. —Tengo que dejarte, ciao papá.
—Da Vinci.
—No creas. Hay papeles muy importantes aquí que tengo que
entregar.
cuando están firmados hay que archivar los originales y… —Se le cortó el
aliento antes de mirar el carrito. Todos los originales pasaban por sus
manos. Las posibilidades se abrían de manera infinita porque cualquiera
podía coger un sobre de allí si estaba distraída. —Leche…
y él con descaro bajó la vista hasta su trasero marcado por los vaqueros.
Madre mía, qué hombre. Debía hacer que se desmayaran a su paso si a
todas las miraba así.
de gentes y los calaba enseguida. Así que cuando conoció al señor Donetti,
el jefe de contabilidad, lo descartó de inmediato porque hasta le había
hablado de la nieta que estaba por llegar y le había enseñado una ecografía
como el abuelo orgulloso que era. No, ese hombre no tenía nada que ver,
—Estarás solo.
—¿Quién?
—Ábrelo, nena.
—¿Has comido?
Capítulo 5
pongo?
sobre.
acercó aún más. —Hay una rubia que habla de transacciones y esas cosas
que no me gusta un pelo, sobre todo porque una vez la oí decir desvío de
Y habla fatal de su jefe. Se ríe de él con un tío que se llama Alex que está
loco por ella. Están liados, eso seguro, pero ella no le quiere. A veces
aparece otro que debe ser hermano de ese pringado porque son como dos
—Gracias.
después tenía que entregárselo a ese tal Alex, se daría cuenta de que lo
habían abierto. Miró a su alrededor, pero el local estaba casi vacío porque
favorito. Trabaja mucho. Apenas sale del despacho. Pero es lógico tiene
mucho detrás.
dijo una compañera de Lucy sirviéndole otra cola—. Se cree superior a los
—¿Y eso?
y ahora son todo cuchicheos. Y viene un tipo muy raro con el que la
acompaña siempre.
alguien. Le dijo que podía empezar, que Sheryl estaba preparada —dijo el
Naia leyó los papeles dejando caer los hombros decepcionada. —No
es nada. Unas facturas para contabilizar.
de pasar la hoja. —Allí alquiló un coche y volvió cinco días después. Las
Los ojos de Naia brillaron. —Puede ser, pero Liechtenstein está muy
miraron sin comprender. —Da igual. —Miró a Lucy. —¿Tienes algo más
—Hace un par de semanas les oí discutir. Ese Alex decía que había
que dejarlo, pero ella insistía en que no se había dado cuenta y que podían
desesperado?
trabajo. Que les oyó hablar en el despacho y que se echaba la culpa porque
lógico que se retrase de vez en cuando. Esa mujer debería ser un poco más
comprensiva.
Lo que le faltaba por oír. Como toda la información fuera tan veraz
harían los informes para los accionistas o algo así. En ese momento ella se
El resto negó con la cabeza. —No, no han vuelto por aquí. De eso
hace mañana dos semanas, ¿no Lucy? —preguntó su compañera.
humor y sus secretarias, las otras, han venido a comer hoy. Dicen que
estaba muy contento. Que le va a pedir matrimonio.
equivocados.
foto que les envió la joyería. Talla dieciocho. Al parecer tiene los dedos
delgaditos.
¡Pero si no nos hablábamos desde hace un mes! —chilló sin darse cuenta.
—¡Pues por eso no me caso con él! ¿Sabes lo que es esperar una
semana a que te llame para poder verle? —Lucy apretó los labios. —¿No,
verdad? ¡Tu novio te llama veinte veces al día! ¡No es que quiera tanto,
pero no estaría mal una llamada diaria para saber que respiro! ¿Queréis
saber más?
Los tres asintieron. —¡Sí! —gritó el cocinero desde su puesto al
—Dejaron caer la mandíbula del asombro. —Al parecer tenía que relajarse
y conmigo no debe conseguirlo porque se fue con esa…—dijo con rabia—.
—Pero eso no puede ser, hace siete meses ella ni se veía con ese
tenemos que hacer esto como la policía, por orden cronológico. ¿Cuánto
tiempo estuviste con él?
deberías saber. ¿No crees que si esos están robando el dinero como
pensamos, no están demostrando mucha inteligencia? Les has pillado
enseguida.
—¿Pero entonces por qué Sheryl conspira contra él…? —Se le cortó
el aliento. —Sí que debo tener habilidad para atraer líos. ¡Esa cabrona sí
que le está robando y Bolton todavía no se ha dado cuenta!
aprovechó. Seguro que esa víbora intentó ligárselo durante esas vacaciones
para comprobar si sabía algo o para ser la señora Remington. Cualquiera de
Pensó en ello. Bolton era muy capaz de irse de vacaciones solo para
desconectar. De hecho no era la primera vez que se iba de fin de semana sin
decirle nada. Menudo cabreo se había pillado las dos veces que lo había
hecho en el pasado. Igual se llevó a Sheryl porque tenía algo pendiente
sido hechas por él y estaba casi segura de que ese dinero ya no estaba donde
él lo había dejado. Si alguien reclamaba el dinero, le echarían la culpa a
Bolton porque había sido él mismo quien había desviado los fondos y si le
pillaban acabaría en la cárcel como su antiguo jefe. Naia se levantó como
un resorte. —Tengo que irme
—¡Esperaré la invitación!
Capítulo 6
los pelos de loca que tenía. Bueno, tenía días peores. Iba a tirar la peluca a
la basura, pero se lo pensó mejor recordando a esa profesora. Sonrió
de quien era llamaron de inmediato y la dejaron subir. Claro que sí, cariñito.
Aquí estoy. Se subió en el ascensor y pulsó el botón cuando le sonó el
apartamento.
—Cielo, son ellos. Tenemos que llamar al FBI como hiciste la otra
—Naia no…
—Menudo recibimiento.
—¡Si te ha encantado!
—Los recibe para filtrar lo que no quiero leer. Es parte de su trabajo. Tiene
—¿De veras?
—Nena…
—¿A dónde?
encantar.
final de la calle.
querida ayudante. ¡Pero claro, se lo has puesto muy fácil dándole toda la
últimos meses. La primera casi del total y después dos de casi un millón de
seguras.
fortuna!
empresa mueve tres billones al año! —Se quedó sin color en la cara y
Bolton preocupado la cogió del brazo. —Nena, ¿te encuentras mal? Ven,
siéntate.
—¿De veras?
—Claro.
—Y con razón.
hacemos?
—¿Funciona?
—¡No! —Furiosa fue hasta la salida, pero cuando iba a abrir él cerró
aprisionándola con su cuerpo contra la puerta. —Déjame Bolton.
—No puedo olvidarte. Sé que no soy bueno para ti, que soy un
que dejarlo.
—No mientas.
Besó su cuello y Naia suspiró de placer cerrando los ojos. —Te echo
de menos, preciosa. —Sus manos subieron hasta sus pechos y se los
del anillo.
—Sí que hubiera sido una sorpresa, sí. —Hizo una mueca. —
Aunque habría dicho que no.
—Sí.
—¡No!
—¿Cómo?
—La naturaleza es muy sabia y tenía que ser así. Tu caída no tuvo
haber estado contigo, pero eso no volverá a pasar, preciosa. Te lo juro por
mi vida.
—No es nada —dijo el doctor Madison después de reconocerla—.
Tendrá que llevar ese apósito unos días y después deberá tener cuidado de
no pegarse otro golpe durante un tiempo. Si todo va bien quedará como
nueva.
y ella que estaba sentada en la cama asintieron con vehemencia. —No será
para tanto.
puerta de cristal.
soporte.
ducha y ahora esto. Eso sin contar los incidentes sin peligro de por medio
como las dos detenciones o que al salir de casa se topó con un ladrón que
estaba robando a una vecina. Por eso puse la alarma y por eso la detuvieron
en una de esas ocasiones. Porque se me olvidó llamarla y los de servicio de
buenos para desahogarse. Y con el novio que tienes tendrás que desahogarte
mucho. —La besó suavemente en los labios intentando no tocar la nariz y
robaba a su abuela.
Bolton sonrió. —Claro que sí, nena. Porque tú seas feliz soportaré lo
que haga falta.
estás a prueba.
—Eso hija. Que este pijo no se crea que puede hacer contigo lo que
le dé la gana. ¡Yo besaba el suelo que pisaba mi esposa! ¡Jamás discutimos
en veintidós años!
sacarme información? Me moría por verte. Por saber lo que tenías que
decirme. Por eso en cuanto descubrí que no tenías nada que ver porque te
empeñabas en pegar aquellos papelitos me alegré tanto. Ahí supe que no
podía dejarte escapar. Sabía que te gustaba, nunca lo has disimulado, así
Ella entrecerró los ojos. —Si estudio una carrera es porque quiero
trabajar.
—Y lo entiendo perfectamente. —Como le miraba fijamente
—Y lo hará.
Dejó caer la mandíbula del asombro y su padre dijo —Uy, uy… con
este.
preguntaba por tus estudios! ¡Para no saber con quién andabas! ¡Y te juro
que me moría por saberlo!
—No lo entiendo.
cabeza.
acordaba. ¿Dónde coño están para hacerte esa radiografía? —Salió como
una tromba y se puso a pegar gritos.
—Y se la vas a dar.
—No, papá. Me la voy a dar a mí. Quiero ser feliz y lo soy cuando
siempre de mi parte.
Capítulo 7
enamorada. Si le hubiera dicho que el cielo era rosa se lo hubiera creído sin
dudar.
en el niño y su carrera.
para descubrir a ese supuesto ladrón. Oliver no sabía nada de lo que estaba
negaba a coger mis llamadas. Tenía que verme en peligro de alguna manera
estaba. Ya me subía por las paredes pensando en todo lo que había perdido.
tres años para terminar la carrera. Más que suficiente para solucionar el
a los ojos muy serio. —Siempre he confiado en ti, pero esto no termina de
convencerme.
Debería matarle por poner en riesgo algo por lo que hemos trabajado tanto.
Tenía que hacer algo y cuando la vi tan inocente queriendo pegar aquellos
folios me vino la idea. Es una mujer que no tiene ninguna maldad. Es
transparente. Era perfecta para hacerla dueña de nuestras acciones y que esa
—No me podía creer que aún hubiera gente como ella por el mundo.
Tenías que ver cómo me comía con los ojos. Era como llevar en la frente un
cartel luminoso que decía que se moría porque la quisiera y me hizo gracia.
preguntó por ti… Ahí me mosqueé debo admitirlo y ella lo tomó como que
—Eso si no la cagas.
que pasar por esto, me lo dará ella. Así no perderemos el tiempo del todo.
Nos casaremos, no tengo otra opción si quiero tenerla contenta e ilusionada
hasta después de que me ceda las acciones de nuevo. —Apretó los labios.
prometida?
eran nuestras para hacer con ellas lo que nos viniera en gana. Y puesto que
hay en las cuentas de papá. Será lo que saque que ya es mucho según mi
punto de vista. Demasiado por cinco años de matrimonio y dos renacuajos.
—Al abuelo. Menos mal que nos legó ese poder notarial para
mando. Es evidente que sabía que padre no iba a ser capaz de llevar el
—Por supuesto que no. Ya había tenido tres esposas y cinco hijos.
fiestas. —Su hermano apretó los labios. —Joder, cómo echo de menos al
viejo.
que he hecho?
escrúpulos.
chocar su vaso.
marido le había regalado cuando habían estado en Italia por la luna de miel
prensa. —Buenos días, amor —dijo medio dormida acercándose para darle
un beso en los labios.
para sacar el zumo. Recordó la píldora y se volvió para abrir el cajón donde
las había metido la tarde anterior para tomarlas en el desayuno. Al ver el
—¿Eso crees?
Sí, debía ser eso. Sonrió. —Tienes razón. No nos va a pasar dos
veces tomando la píldora. Sería muy raro.
sabe. —Miró su reloj y juró antes de levantarse. —Tengo que irme. —Se
acercó y la besó en los labios. —Que tengas un buen día.
—Lo tendré.
Él le guiñó un ojo antes de sacar su móvil y ponérselo al oído. —
¿Roy? Ya bajo.
Solo llevaba viviendo allí tres meses, pero ya la sentía su casa. Era increíble
lo rápido que se había acostumbrado a su nueva vida.
Se volvió para ver a Carmen ante ella. —Oh, solo un poco de fruta.
No me encuentro muy bien.
—Entendido, señora.
mismo que con la señora Morton, que se creía con el derecho de meter las
narices en todo. Y había seguido su consejo porque no quería provocar una
discusión cuando todo era perfecto. Desde que habían vuelto Bolton no
podía estar más atento con ella y la luna de miel había sido perfecta. Le
había mostrado sus lugares favoritos de Italia y lo habían pasado tan bien
que le había prometido que en cuanto se lo permitiera el trabajo irían a
píldoras, señora.
—Eso ha dicho.
mirarla como si algo oliera muy mal. Todos los demás, incluso la abuela,
parecían encantados con el enlace. Pero ella no. Era evidente que no la
refuerzos si su suegra venía con ganas de guerra. —La cena que sea para
cuatro, Carmen.
—Sí, señora.
—Ajá…
trámites son muy engorrosos. —Se apretó las manos como si temiera que la
fueran a echar por eso.
—Claro que sí. De hecho, puedes cogerte todos los días que quieras.
señor no se molestará?
todo bien, así que como todavía tenía tiempo cambió de receta. Los
escalopines con queso roquefort le quedaron de miedo. Literalmente porque
cena. ¡No lo entendía, si a ella eso se le daba bien! Bah, era un queso muy
fuerte seguro que no se notaba. Preparó la ensalada y después de dejar los
escalopines en el horno al mínimo para que no se enfriaran fue a ducharse.
Estaba enjabonándose el cabello cuando escuchó un pitido. Entrecerró los
ojos. ¿Qué sería eso? El teléfono no. Se aclaró lo más rápido que pudo y
cuando salió de la enorme ducha cogió una de las toallas beiges rodeando
su cuerpo con ella. El pitido era de lo más insistente y mojando el suelo
salió a la habitación. —Cariño, ¿estás en casa? —Entonces se dio cuenta.
Era la alarma de la entrada.
puerta. —¡No, no! —Fue hacia allí y al empujar la puerta una bola de humo
la rodeó haciéndola toser. Al ver las llamas en la cocina sobre la sartén que
había utilizado para hacer la salsa roquefort se quitó la toalla y abriéndola
todo lo que podía la tiró encima del fuego. Las llamas se redujeron y corrió
reacción se volvió con cara de susto para ver que su marido estaba a punto
de soltar cuatro gritos. —Creí que la había apagado. Lo siento.
Él cogió sus manos mirando sus brazos. —¿Estás bien? ¿Te has
quemado?
—Lo siento.
—¿De veras?
—¿No me digas?
todo lo que haces. ¿Vas a cruzar? Miras dos veces. ¿Vas a subirte en una
tirolina? ¡Pues lo piensas de nuevo porque no es buena idea!
—Los necesitaba.
Cuando la pille…
—¡Todo!
Capítulo 8
cena. Margaret miró a Bolton que estaba a la cabecera e iba a decir algo
cuando Sean comentó sirviéndose más rosbif —Esto está buenísimo.
encogieron de hombros. —Pues está muy bien. Hoy he ido a verla y estaba
encantada jugando a la petanca. Hasta yo he jugado con sus amigos. No
que tiene gusto para todo. —Apoyó los codos sobre la mesa. —Obviamente
—Nena…
van estos jueguecitos. —Miró los ojos verdes de su suegra. —Yo soy más
de ir de frente. Estoy casada con él, ¿tienes algo que decir, Margaret?
—Pues ya que lo mencionas sí.
va a salir bien.
momento va de perlas!
—¡Eso dices tú, pero lo que yo veo es una cena de segunda en una
estarás a su altura!
Bolton apretó los labios y Naia le miró. —¿No vas a decir nada?
meterme?
lo que piense?
—Es obvio que me da igual porque sino no me hubiera casado
contigo.
—¡No me he desahogado!
—¡Cómo su padre!
he olido!
—¡Pues existe un estudio que dice que nos tiramos de media diez
pedos al día!
cena.
para quedar por encima. Puede que seas rica, pero eso no te da derecho a
que están cerca, intento llevarme bien con él porque es el hombre que mi
lugar de fastidiar y fastidiar hasta que se nos indigestan todas las comidas
callaré.
cambie de tema?
—Es que me acabo de dar cuenta de algo que me intriga. Mamá, ¿si
estabas tan molesta con este tema como es que no has despedido a Sean?
vino y bebió dos sorbitos antes de limpiarse los labios con la servilleta. —Y
metió el tenedor en la boca con tanto rosbif que podría ahogarse. —¿Papá?
después al otro.
—Sí, tiene unas manos… —Al darse cuenta de lo que había dicho
—Nena…
le guiñó un ojo con picardía haciéndola sonreír. —¿Y qué tal el sexo? —
Robert se atragantó y empezó a toser con fuerza.
—¡Naia!
—¿Por qué?
me lo ocultaste.
Apretó los labios porque sabía que eso le había dolido. —Lo siento,
papá.
—En nuestra familia sí, pero ellos son distintos. ¿No ves que casi no
se hablan?
Todos los meses nos vemos para la cena. Bueno con Robert no porque está
la mayoría del tiempo en Londres, pero con Bolton siempre.
—¡Sí!
—¿Cuándo, Margaret?
Después vino el viaje a Hong Kong que tuve que hacer y antes de darme
cuenta llegó la semana de la boda.
fueran un desastre.
—Si me disculpáis…
—Hijo…
normal, Bolton. No es una actitud lógica y espero que busques una excusa
mejor que lo que acabas de decir aquí, porque empiezo a pensar que mi hija
te importa muy poco, tan poco como para no presentarle a tu familia para
integrarla como deberías haber hecho. Si te hubieras comportado de otro
—No, suegro. Creo que habría hecho todo lo posible para que no me
casara y esa boda iba a celebrarse con ella o sin ella. Diciéndoselo el día
antes no le di capacidad de reacción. ¿Lo entiendes ahora?
azul que había ante la ventana. Bolton se sentó a su lado. —Nena, fue lo
mejor que pude hacer. Mi madre hubiera hecho cualquier cosa para que no
nos casáramos.
entendido?
Bolton apretó los labios molesto, pero aun así la abrazó por los
hombros. —Para eso te tengo a ti, para que me pongas en mi sitio.
Le miró a los ojos. —No quiero que nuestra familia sea como lo que
has tenido hasta ahora. Quiero confianza, cariño, respeto y mucho diálogo.
Quiero que mis hijos me cuenten sus ilusiones, sus problemas…
puercoespín.
que la quería desde aquel día en el hospital. Sabía que no era de mostrar sus
sentimientos, pero un te quiero de vez en cuando… Empezaba a sentirse
algo insegura y eso no le pasaba desde que había sido su amante meses
atrás, porque desde que habían vuelto se había sentido tan bien a su lado,
había sido tan perfecto que no había tenido tiempo a tener dudas. Tranquila
Naia, esto ha sido por la discusión. Todo volverá a ser perfecto en cuanto se
te olvide. ¿Cómo se le iba a olvidar? ¿Acaso era tan poco importante como
para no decirle a la mujer que le había parido que iba a casarse con ella? ¿A
quién se le ocurría decirlo el día antes? A nadie que ella conociera. Excepto
su marido, claro.
—¿El abuelo?
—Su padre nunca se encargó de ellos, así que fue su abuelo el que
asumió su crianza cuando su padre formó otra familia. Fueron los nietos
con los que tuvo mayor contacto. Eran su orgullo. El futuro de los
Remington. Y precisamente porque su padre terminó siendo un imbécil con
la educación que le había dado, con ellos fue muy duro y los envió a
estudiar en internados. No quería que se repitiera la historia.
dejó llevar y cuando se dio cuenta había perdido a sus hijos. Intentó
arreglarlo con eso de la cena mensual, pero consiguió poco. Cree que le
guardan rencor por no ser una buena madre.
—Lo siento por ella, pero a mí no me los habrían quitado —dijo con
rabia.
—No me lo contaste.
un hombre como él. —La advirtió con la mirada. —No digas que sí a todo,
pero tampoco intentes cambiarle de la noche a la mañana porque se
resistirá. Tienes que ser paciente al igual que tiene que serlo él. Y después
de lo de la cocina creo que ha reaccionado bien. Otro hubiera puesto el grito
en el cielo.
Capítulo 9
abdominales. Algún día tendría que darle las gracias a su preparador físico.
padres?
—¿A ti sí?
—Bastante.
—Nada.
mirarle bien. —Quizás deberíais pasar algo más de tiempo juntos para que
independiente, pero a las madres les gusta meter la nariz en nuestras vidas.
con ella antes no habría reaccionado de manera tan radical. —Hizo una
niños! Tienes que cambiar, Bolton —dijo con burla—. No quiero que se
—¡Eso no significa que sea así con mis hijos! ¡Igual tú eres más
mundo!
color de la cara viendo como iba hacia la puerta fuera de sí, pero antes de
salir se detuvo. —¿Y sabes qué? ¡Mi abuelo nos quiso por encima de todo y
hayamos salido tan mal cuando somos dos de los mejores empresarios de
este país y somos respetados! ¡Puede que mi familia no fuera perfecta, pero
no eres nadie para darme lecciones sobre cómo debo comportarme sobre
todo cuando todavía no hay ningún niño ni he cometido ningún error!
¿Quién coño te crees que eres? —preguntó con desprecio. Pálida por el
dolor no abrió la boca—. ¿Ahora no tienes nada que decir? —gritó fuera de
sí—. ¿Ahora te quedas callada? ¡Joder, qué pena que no te quedaras callada
náuseas la invadían corrió hacia el baño y vomitó la cena con unas arcadas
tan virulentas que hubo momentos en los que pensó que se desmayaba.
vientre. Dios, ¿con qué hombre se había casado? ¿Con ese que no dudaba
en herirla con tal de conseguir tener la razón, con la que la había utilizado
un año o con el que había compartido los mejores tres meses de su vida?
piernas con fuerza intentando calmarse mientras las lágrimas rodaban por
sus mejillas. Esa frase, esa maldita frase… No era capaz de proteger a sus
hijos para traerlos al mundo. Cerró los ojos con fuerza. Sabía que lo había
dicho simplemente para hacerle daño porque se sentía atacado, ¿pero cómo
podía amar a un hombre que hacía algo así? ¿Cómo podía él decirle esas
terrible verdad cayó como una losa sobre ella y sollozó desgarrada
apretando sus piernas con tal fuerza que se hizo daño en los brazos.
—¿Nena?
Odiando que la viera así se cubrió la cabeza con los brazos sin dejar
Bolton pálido la observó sin saber qué hacer. —He reaccionado mal,
pero me ha jodido que compararas tu familia que parece tan perfecta con la
mía. Sé que tienes razón, pero… Naia por favor, mírame. —Alargó la mano
y cogió la suya con delicadeza. Cuando ella sollozó casi sin respiración se
hablaba en serio. Sé que solo quieres ayudarme. Sé que quieres que todo sea
Le dijo mil veces que lo sentía, pero Naia tenía sus palabras tan
desesperado la cogió por las mejillas para que le mirara. —Tienes razón, mi
familia era una mierda. Mi abuelo hizo de nosotros los hijos que siempre
idiota de su hijo que había sido una decepción tras otra. Y lo sabíamos,
que creas que voy a criar mal a mis hijos por cómo me he criado yo, me
sacó de quicio. ¿Me perdonas? Joder nena, no llores. Te he hecho daño con
Si estoy seguro de algo en la vida es que serás la mejor madre que se puede
tener.
—¿Eso crees?
—Te lo juro por mi vida. —Intentó besarla en los labios, pero ella
giró la cabeza haciendo que la besara en la mejilla. —¿Me perdonas?
cama. La tapó con las sábanas. —¿Quieres una pastilla para dormir? Me las
recetó el médico.
—Sí.
Él fue al baño a toda prisa y regresó con una pastilla y un vaso de
agua. —Toma.
abrazándola por la cintura, algo que nunca había hecho. Una lágrima corrió
por su nariz.
algo en la boca del estómago que no supo definir. Algo que le molestó
muchísimo. Salió en silencio de la habitación y entró en su despacho. Cogió
Apretó los labios. —Hay frases que duelen más que los golpes. Que
papá llame a sus abogados ya —dijo antes de colgar. Se sentó en su sillón y
apoyando los codos sobre la mesa se pasó las manos por la cara varias
veces sintiéndose un cabrón al recordar a su mujer llorando tirada en el
baño. Igual era cierto lo que decían algunos sobre que no tenía corazón,
porque para hacerle daño a su esposa había que ser un auténtico desalmado.
—Que ya está firmado. Ahora tienes que hacer que tu mujer firme el
traspaso de acciones y asunto liquidado.
—Sí, claro. —Bebió su whisky de golpe y le hizo un gesto al
que empezamos me envía al menos uno para saber cuándo llego a casa o si
quiero salir… Incluso antes de casados cuando pasaba de ella me enviaba
—Está cabreada.
por supuesto ni un solo beso. —Miró el móvil de nuevo, pero no debía ser
el mensaje que esperaba. —Joder.
preciosa. Y buena gente. Alegre que es algo que faltaba en tu vida y para
colmo es inteligente.
—Cierra el pico.
de tus planes.
empleados en Londres.
—Has limpiado.
cena? Tengo mucho que estudiar. Con la luna de miel estoy muy retrasada.
hoja él vio un corte muy feo en su dedo índice. —¿Te has cortado?
Se sonrojó con fuerza. —Sí, el cuchillo estaba al revés en el
lavavajillas y no me he dado cuenta.
cuando llegue.
Salió del despacho y apretó los labios yendo hasta el salón. Se sentó
en el sofá y sacó su móvil. Apoyando los codos sobre sus rodillas miró
hacia el pasillo antes de mirar su maletín preguntándose si ese era el
momento adecuado y era obvio que sí porque firmaría con tal de perderle de
vista, pero algo en su interior se resistía a hacerlo. Su teléfono vibró en su
mano y vio que era un mensaje de su hermano preguntándole si había
—¡Estoy en el baño!
—Nada, ¿cenamos?
Bolton entrecerró los ojos. —Sí, claro. La he pedido de carbonara
con huevo y beicon como a ti te gusta.
—¿Qué, preciosa?
—No. Por una frase dicha con maldad a la persona que se supone
que amas. Y eso me demuestra que en realidad no me amas en absoluto.
Parecía tan frágil que le retorció las tripas ser tan cerdo. Se sentó en el
sillón intentando que se sintiera cómoda. —Me disculpé.
—No es suficiente.
—No lo sé. —Se apretó las manos demostrando que estaba de los
nervios. —Hay palabras que no se pueden borrar por mucho que se intente.
Él suspiró pasándose la mano por la nuca porque parecía decidida.
lágrimas. —Llamó esta mañana cuando estabas en la ducha. Creía que era
la asistenta. Me extrañó cuando me preguntó si yo estaba en casa y le dije
que no porque como entenderás no tenía ganas de hablar con nadie.
Entonces me dio un recado con la orden explícita de que no se lo dijera a su
señora. —Se levantó y sacó el papel del bolsillo trasero del pantalón. —
Dile que el divorcio está firmado. Hemos llegado a un acuerdo, así que ya
puede recuperar las acciones. Dile que su esposa debe firmar hoy mismo.
—Le miró a los ojos. —¿Realmente qué he firmado, Bolton? —Él enderezó
—Nena…
querías que nos casáramos y por eso las promesas de que cambiarías! ¡Todo
para convencerme y tenerme cerca! ¿Qué pensabas hacer, divorciarte en
cuanto firmara esos documentos?
—No. —Decidió ser sincero de una maldita vez porque sabía que la
estaba perdiendo. —Quería que me dieras un hijo.
Atónita dio un paso atrás. —Estás loco. —Se llevó la mano al pecho
dándose cuenta de algo. —Has vuelto a hacerlo, ¿no? ¡Por eso no me baja
la regla!
—La idea de tener un hijo contigo cada vez me gustaba más. Joder
quiso arañarle la cara, Bolton la cogió por los brazos. —¡Cerdo mentiroso!
ponerlas a salvo!
aquel sótano pensé que eras perfecta para salvar la empresa y sí, te pedí que
fueras mi amante para traspasar las acciones, pero también porque me
moría por estar contigo… ¡Me vuelves loco, pero no quería sentir nada por
ti! —le gritó a la cara haciendo que abriera los ojos—. No, nena... No podía
—E hiciste esa charada del desfalco para que volviera a tu lado. Has
mentido todo este tiempo y has fingido que me querías por la maldita
empresa. Me das asco.
—Lo sé.
¿No era lo que querías? ¿Una familia? ¿Unos padres que le comprendan?
Antes de conocerte cuando pensaba en tener un hijo siempre surgía la
misma idea de criar el niño solo, pero ahora lo quiero todo. Incluida tú.
tenías tan mala leche. Si me cuesta darte un segundo hijo la culpa será tuya.
responsabilidad tuya. Pero estás viendo solo el lado negativo, has hecho que
cambiara mucho desde entonces. —Sonrió como si hubiera descubierto la
penicilina. —Y de querer solo acostarme contigo ahora quiero que
compartas mi vida. Es un avance enorme, preciosa. Te aseguro que lo es
cuando antes no habría pensado en casarme en la vida con mis antecedentes
familiares. —Ella frunció el ceño. —Y me preocupo por ti, antes me
importabas un pito.
nosotros. De los dos. Estés conmigo o no él siempre nos unirá. Pero quiero
que estés a mi lado. —Bolton entrecerró los ojos. —¿A ver si tiene razón
mi hermano y me estoy enamorando de ti?
¡Encima se cabreaba! ¡Es que estaba de atar! Mirándole con los ojos
como platos él siguió diciendo —Esto no me gusta, Naia. ¡Me haces
—¡Cabrón!
debe ser bueno para el bebé. —Soltó el marco de golpe y él sonrió. —Así
me gusta. Ahora tomarás una de esas pastillitas para dormir y mañana lo
verás todo de otro modo. Es que estás agotada después de todo el día
dándole vueltas al asunto de las acciones. Claro, es eso.
nuevo hacia la puerta con tan mala suerte que tropezó con la alfombra
cayéndose de bruces. Bolton suspiró a su lado con los brazos en jarras. —
Preciosa, ¿estás bien? Ha sido una buena caída. ¿Qué ha sido esta vez?
¿Otro dedo?
Ella levantó el dedo del medio haciendo que elevara una ceja
mientras Naia se incorporaba a toda pastilla para correr por el pasillo. —Ese
lo tienes perfecto. —Corrió tras ella y la pilló abriendo la puerta que había
cerrado con llave después de que le entregaran la pizza. La alarma saltó y él
gruñó cogiéndola por la cintura para apartarla. Ella chilló alargando el brazo
para intentar pulsar el botón rojo, pero la apartó lo suficiente para que él
—¡Nena, deja eso! ¡Me vas a obligar a tomar medidas extremas! —Con
paso firme fue hasta la cocina y al mirar a un lado y a otro no la vio. Corrió
hasta el cuarto de la limpieza y allí estaba intentando desbloquear su móvil,
pero estaba tan nerviosa que no atinaba con los puntitos. —¡Naia, ya está
—¡No te acerques!
Miró hacia atrás por instinto y cuando lo hizo él se tiró sobre ella
—Déjame.
calmarte!
mano, pero antes de darse cuenta volvía a tenerle encima y con las muñecas
sobre su cabeza no le costó atarlas juntas. Ella abrió la boca con intención
de morderle un brazo, pero Bolton se apartó por un pelo. —Me vas a
—¡Quiero el divorcio!
madre?
resultaba que tenía una crisis. —Te voy a… —Alargó la pierna intentando
darle una patada y él hizo una mueca.
—Yo no entiendo mucho de estas cosas. Sí, creo que voy a llamarla.
pulsar varios números. —¿Mamá? Sí, soy Bolton. ¿Puedes venir a casa? Sí,
casada, así que sabe lo que hay que hacer. ¿Tienes sed? Has gritado mucho,
seguro que tienes la boca seca.
Suéltame.
—Mejor que no, que te da por hacer cosas que no son normales.
—Bolton, cariño…
—¡Qué te den!
—Ah, ¿sí?
—Vaya, gracias.
—¿Pesada yo?
exacta y tendremos que ver cómo es cada uno. Así que si necesitan
disciplina la tendrán.
aquí.
—¡Ja! —La miró fijamente. —Me conoces, sabes que nunca me doy
por vencido. Me dejo la puta piel en la empresa y si tengo que ser igual para
Él apretó los labios. —Lo siento, nena. Tenía que decirte eso porque
creía que era lo que querías oír. No podía perderte.
—Por la empresa.
—Sí, por la empresa. Pero te juro que estos tres meses han sido los
mejores de mi vida. Puede que al principio fingiera, pero poco a poco todo
se volvió tan natural como respirar y no quiero perder la sensación que
dejaré que tú te rindas cuando también has luchado lo tuyo para que te
espalda.
mucha.
—Muy graciosa.
—¡Suéltame!
agua.
Cuando salió de la habitación ella se arrastró por el colchón
empujándose con los talones y cogió el teléfono inalámbrico antes de correr
hacia el baño. Cerró la puerta sin hacer ruido y levantando ambas manos
giró el pestillo, pero el teléfono se le cayó abriéndose por la mitad. Maldijo
su mala suerte y a toda prisa fue hasta el mueble que había al lado del
lavabo. Abrió el cajón donde tenía las tijeritas que Bolton utilizaba para
cortar los pelos de la nariz y les dio la vuelta. Era difícil cortar con aquello
porque las hojas eran muy pequeñas y tenía que forzar mucho las muñecas.
Frustrada se hizo daño en los dedos y se pinchó varias veces con la puñetera
tijera, pero no se dio por vencida.
acto reflejo chillando del dolor cuando se cortó la carne. —¿Nena? —Dio
un golpe a la puerta que la abrió del todo y se acercó a ella furioso cogiendo
las tijeras para tirarlas sobre el lavabo. —¡Te has hecho daño! —Levantó
sus manos. —¡Mira que corte te has hecho! —Cogió una toalla que mojó a
toda prisa y la acercó a la herida. —¡Te quedará cicatriz! ¡A este paso
cuando tengas cincuenta estarás hecha una pena! —Apartó la toalla para ver
nudo para liberar sus muñecas y ver bien la herida. —Creo que necesitas
puntos.
iba a decir algo cuando ella la cortó. —Me voy al médico, me he cortado.
puertas.
Capítulo 10
verdad, ¿qué es más importante la empresa o yo? Aunque no hace falta que
compromiso apretó los labios mientras Oliver le entregaba los papeles del
divorcio a su abogado.
Ver su firma al lado de la suya fue una decepción enorme. Otra más
como las que había tenido durante el tiempo que le había conocido. Pero
familia.
cariñito.
—Naia…
Cuando Naia salió de su despacho sin mirarle ni una sola vez Bolton
cerró los ojos sin poder soportarlo. Oliver le dio una palmada en el hombro.
—Lo solucionaréis.
niña toda la cláusula del alejamiento queda sin efecto porque a ella sí que
puedes acercarte.
—Yo invito.
—¿Qué has dicho? —gritó Naia al teléfono sobresaltando a su padre
ciudad? ¡Has dejado que Oliver te tome el pelo y he perdido lo único con lo
que podía negociar! ¡Debería ir ahí y quemarte ese despacho de mierda que
tienes! ¿Que soy muy grosera? ¡Y me quedo corta! ¡Mi niña no va a tener
siempre decía que era uno de los mejores abogados del país. —Su padre
seguía sin entender y Naia gimió sentándose en el sofá. —Me han tendido
una trampa.
positiva.
siempre.
algo entre las piernas, que tenga algo entre las piernas…
siguiente ocasión porque vas a tener una niña. Una niña que ya pesa lo suyo
de su vida. —Las niñas son monísimas. Yo tengo tres y no las cambio por
que es el padre del bebé, viene con un mandamiento judicial para saber el
sexo.
—Puede decírselo.
—Qué abogado tan eficiente tiene —susurró su padre haciendo que
labios que la puso de los nervios. —¿De qué te ríes? —preguntó agresiva.
—Una niña, nena. ¡Vamos a tener una niña! ¿A que es una noticia
estupenda?
mano para que no se cortara. —Pues muy bien. —Sonrió a Bolton y soltó
una risita como una colegiala. —Naia tiene un embarazo perfecto.
pasmada. Ella intentó soltarse, pero nada que no la dejaba. —¿Es ella? —
preguntó mirando la pantalla—. Quiero una foto bien grande.
que tenían las vitaminas. Naia miró pasmada a su padre que tampoco salía
de su asombro. —Así que Naia deberá seguir esas pautas al pie de la letra.
—¿Qué ha dicho?
que estaba pasando se apoyó en los codos para coger los pañuelos de la
caja. —Oh, permíteme. —Él cogió unos cuantos y empezó a limpiar el gel
que tenía sobre el vientre con una delicadeza que la dejó atónita. ¿Quién era
ese tío? —Ya está. ¿Te bajo la camiseta? —Le miró como si quisiera
matarle. —Vale, hazlo tú.
¿asistirá al parto?
acuerdo. Prefiero que las madres hayan asistido a unas cuantas clases para
que tengan más asumido el tema de la respiración y otras cosas que son
madre e hijo.
primeriza puede tener un parto muy largo. De todas maneras, todavía hay
tiempo para decidirlo. —Cogió unos folletos. —Aquí os doy la información
necesaria y si tenéis dudas me llamáis. Pero como digo eso se puede decidir
el mismo día del parto. Sobre el cursillo…
cogió su bolso de la silla. Bolton apretó los labios por su expresión antes de
acercarse a la mujer extendiendo la mano. —Gracias por su ayuda.
—De nada. Y que camine mucho. Me gusta que estén fuertes y que
En cuanto los tres salieron Sean siseó —Qué poca vergüenza tienes.
—Pues entonces también sabrá que estoy loquito por ella. —Se
sonrojó de gusto sin poder evitarlo y más cuando se la comió con la mirada.
—Muérete.
—Eso es mentira.
—Hija, que debe haber casos de todos los gustos. Que no te líe que
seguro que contra ese hay millones de sentencias que te darán la razón.
divertido.
—Ni hablar.
—Nena, eso que acabas de decir no está nada bien. Te puede oír la
niña.
él…
Sean sonrió malicioso. —¿Sabes que solo hay una persona que
—¿Sí? ¿Quién?
—Su abuela. Si su abuela dice que pare, tendrá que parar.
—¿Esa ancianita?
hierro. No estuvo casada con el abuelo por nada, era la esposa perfecta para
él porque tenía su misma mala leche. Palabras de Margaret, que le guarda
algo de rencor por lo que ocurrió con sus hijos, a mí me cayó muy bien en
la boda.
Entrecerró los ojos. —Le gusto. Mucho. Fue evidente cuando fui a
visitarla a la residencia. Estaba encantada de verme y más aún después de
—Ahí puedes tener una aliada. Yo que tú le haría una visita esta
tarde para ver hacia dónde va el viento. Tienes la excusa de decirle que será
una niña. Con lo que hablan entre ellos en esa familia, te apuesto lo que
quieras a que ni sabe que estás en estado.
Capítulo 11
—Treinta años.
aplacarla.
ella misma la puerta deteniéndose en seco al ver a su nieto tras una mesa
enorme llena de papeles. —¿Has cambiado la decoración? —preguntó
aquí?
—Sí, Eli.
innecesaria.
divertido.
levantando la voz.
mirándole fijamente con sus ojos castaños. —¡Cómo has podido ser tan
idiota!
recuperarás?
—¿Acaso lo dudas?
—Me gusta Naia. Se notaba que te quería por encima de todo, pero
—Padre nos puso en un aprieto y tenía que salvar sus acciones. Para
evitar problemas se las transferí todas. Y fue lo mejor. No pudo meter mano
en ellas.
—Es correcto.
—¿Te enamoraste?
—Cosa que no harás porque quieres a esa niña tanto como yo.
—Espero que no le hayas dicho eso, es muy suya con ese tema.
—Si quieres que vuelva no puedes obligarla, tiene que hacerlo por
voluntad propia.
lógico después de lo ocurrido. Y lo del bebé… Eres igual que tu abuelo que
convencerla?
amas?
corteje?
Chasqueó la lengua. —Lo que decía, igual que tu abuelo. Pero hasta
él me cortejó, ¿sabes?
de ella?
piensa que todo lo hiciste por las acciones y por puro egoísmo. Y tiene
razón. Querías salvar la empresa y tener un hijo. Sus sentimientos nunca te
importaron.
—¿Qué esperabas?
—¿Ella?
nunca?
—Abuela…
hecho daño —dijo con rabia—. Ahí demuestra que no te amaba como
merecías.
¿no?
cometió errores como los has hecho tú. Y me demostró mil veces que me
quería. Le perdoné y no me arrepiento. Demuéstrale que te arrepientes,
en las rodillas.
intentado acostarme con ella. Puede que no la amaras como lo haces ahora,
pero ya la querías para ti. De eso no tengo ninguna duda y te conozco mejor
que nadie.
—¿Y? Eso no significa nada. Hice lo que hice sin pensar en cómo se
sentiría.
—¿Y de eso sí te arrepientes?
casarte. Ese maldito viaje en barco solo era para demostrarte a ti mismo que
no era importante en tu vida y la cagaste, hermano, porque se ha convertido
abrigo azul y un ramo de rosas rojas enorme. Parpadeó mirando las flores.
—¿Qué es eso?
quitaba el precinto para encenderla. —Es que tengo abierta la puerta del
patio
—A mí no me des órdenes.
—¿Quieres resfriarte?
—Cuando te calces.
—¡Si se caen a trozos! ¿La suela está pegada con cinta aislante?
—Qué va.
—Si crees que con esto vas a impedir que hablemos, lo llevas claro.
¡Abre! —Como no contestaba bufó mirando el ramo de flores.
—Déjalo en la puerta.
Una pedorreta al otro lado le hizo poner los ojos en blanco, pero se
agachó y dejó el ramo ante la puerta. Se volvió para irse y Naia pegada a la
mirilla vio cómo se alejaba hasta el portal. En cuanto salió, abrió la puerta a
toda prisa y cogió el hermoso ramo de flores. Acercó uno de los capullos a
su nariz y aspiró el aroma. Qué bien olían y eran preciosas. Emocionada fue
hasta la cocina y buscó algo para ponerlas. Su madre tenía un viejo jarrón
de cristal que había comprado en un mercadillo y cuando las sacó de su
muchísimo. Bolton”
Capítulo 12
Cuando llegó a casa dejó caer la mandíbula del asombro por las
cajas que estaban ante la puerta y que su padre estaba metiendo en casa. —
¿Qué es eso?
Le puso delante una nota. —No devolver por mucho que les digan.
Soltó una risita y miró a su padre que también sonreía. —Es un detalle.
sobre el respaldo de la silla metió la mano en la que tenía más cerca y sacó
—¿De veras?
Ábrelo.
—Voy a meter el resto de los radiadores antes de que nos los roben.
puntilla. Era evidente que le hacía ilusión y que se había dado por vencido
respecto a que fuera a vivir con él. Seguro que había sido un farol y pensaba
que como era tonta se lo tragaría. Al mirar todas aquellas bolsas suspiró.
¡Ni se te ocurra pensar que estás siendo muy dura con él! Entrecerró los
ojos. Hace esto para ablandarte, no seas tonta. Cerró la tapa y empezó a
encender el enchufe.
—Ya.
—Por la niña.
—Claro, por la niña. ¿Esa que no nace hasta dentro de cinco meses?
¿Esa niña?
nuevas.
—Menudas zapatillas, hija… Son de piel con…
dejar la universidad.
—Sí, pero esa beca me paga los estudios no los gastos y como has
dicho tenemos que comer. —Entrecerró los ojos. —Igual si hablo con
Margaret te readmite.
que hasta le encogió los dedos de los pies. Cuando la soltó encantado de sí
hambre.
Antes de que pudiera reaccionar había entrado en el salón y se
—Ajá…
Ella abrió la boca para decir algo, pero Bolton se volvió para entrar
en la cocina como si estuviera en su casa. —¡Eh! —Corrió hacia allí para
ver como saludaba a su padre con una palmada en la espalda y este gruñó
sacó una cerveza. Tan tranquilo quitó la chapa para tirarla en el fregadero y
sentó a la mesa como si nada. —Hubiera venido antes, pero estaba en una
Hizo una mueca. —Últimamente está algo pesado con los negocios. Joder,
tiempo libre para mis chicas, así que le he dicho que se traslade a Nueva
no tenía cubiertos se levantó a toda prisa para coger unos del cajón con una
niña.
—Me desgrava.
—Ah…
—¿Qué?
—Sí, pero…
Una de sus alumnas ha sido admitida por Julia nada menos y empezó
tocando el piano allí.
Le miró interrogante.
Volvió la cabeza y se levantó a toda prisa para ver que los botones
Bolton llegó en ese momento con un extintor que había cogido del
pasillo y juró por lo bajo al ver que el cierre de seguridad ya estaba abierto.
Pulsó la palanca, pero no salió nada.
cabeza. —¡No, no! —Intentó entrar, pero ella se lo impidió. —Hija déjame
pasar.
cogerla en brazos para sacarla del piso. Varios vecinos estaban gritando y su
vecino de arriba les siguió gritando a los demás —¡Los bomberos ya vienen
Vuelvo enseguida.
edificio. Muy nerviosa se apretó las manos sin dejar de mirar la puerta. A
medida que pasaban los minutos sus ojos se llenaron de lágrimas
¿Dónde estáis? —Dio un paso hacia la casa, pero las palabras de Bolton la
retuvieron y se echó a llorar llamándoles a gritos. Cuando vio a su padre
con una maleta en la mano que debía pesar muchísimo porque casi la
arrastraba corrió hacia él para abrazarle. —¿Dónde está Bolton?
hija, seguro que está bien. Los bomberos van a apagar el fuego.
cuanto bajó los escalones un sanitario se acercó a toda prisa con una
mascarilla de oxígeno.
Fue hasta él y preocupada cogió su brazo. Él sonrió tras la
mascarilla.
¡Ahí quieta!
—Vaya…
—Denos el informe igual porque mi mujer va a demandar al
administrador y al propietario —dijo Bolton muy serio—. Ni calefacción
les daba y es obvio que el edificio no cumple con los requisitos mínimos.
Quiero un informe completo.
—Sí, aunque aún hay algo de humo. Dudo que puedan dormir ahí en
varias semanas mientras se arreglan los desperfectos.
nuevas. Al llegar ante la puerta abierta se le cayó el alma a los pies por el
estado del salón. Las ventanas estaban abiertas y pudo ver por la luz de la
luna que el fuego había llegado hasta allí y había quemado el mueble de la
televisión. Las paredes estaban ennegrecidas y solo se había librado su
habitación y la cocina.
va a ir bien.
casa.
—Marchando.
encendiendo la luz. Se quitó las zapatillas y jadeó por sus pies negros. Al
parecer el hollín había traspasado la tela. —Rayos. —Cogió las zapatillas y
fue hasta el baño intentando manchar lo menos posible. Se quitó el abrigo y
gimió porque era de muy buena calidad. —Habrá que llevarlo al tinte, por
probar no perdemos nada. —Lo llevaría al día siguiente y como había
hecho otras veces revisó los bolsillos no fuera a ser que Bolton tuviera en
ellos algo importante. Cuando sacó unos papeles del bolsillo interior frunció
el ceño. Qué raro. No los había notado. Los abrió y vio que era la reserva de
un hotel en París para las pasadas Navidades a nombre de los dos. Eran de
una agencia del viaje a Roma. Los había comprado en su luna de miel. Se
quedó en shock recordando que haciendo las maletas le había preguntado
por qué se llevaba ese abrigo y él le había dicho que en algunas zonas de
Italia puede que hiciera frío y que ella también metiera alguno. Miró de
nuevo los papeles sintiendo que su corazón se aceleraba. Le había dicho que
la llevaría a Francia en cuanto pudiera y lo hubiera hecho si en aquel
momento aún hubieran estado juntos. Y era evidente que quería darle una
sorpresa porque no le había dicho nada.
—¡Sí! —Se quitó el viejo jersey que llevaba tirándolo al lado del abrigo. —
Es que lo voy a dejar todo perdido.
—Es más dura de lo que pensaba —dijo él con la voz ronca pasando
la mano hacia su costado.
De repente los dos se miraron con los ojos como platos y Naia se
echó a reír. —¿Lo has sentido?
—Se ha movido. —Fascinado miró hacia abajo y acarició la zona de
nuevo. Su mirada subió hasta sus pechos que casi desbordaban su sujetador.
—Nena, creo que esto del embarazo tiene sus ventajas.
—Ayudarte.
trasero amasándoselo por encima del pantalón. —El cierre está más arriba.
—Aquí a las seis todos los días laborables y los fines de semana son
para mí.
—¿Todos?
—¿Aquí?
Soltó una risita cuando pasó su mano por su trasero y cuando llegó a
por venir. El dorso de su índice bajó hasta su pezón y lo rozó haciendo que
se le cortara el aliento. Naia mirando sus ojos sintió como ese dedo rodeaba
su pezón hasta que toda la palma acunó su pecho. —¿Demasiada espuma?
Capítulo 13
sentirla. —Tenía que hacerlo, ¿no lo entiendes? ¡No, Naia! —De repente se
quiere!
Se asustó porque empezó a sudar y a moverse mucho en la cama.
abiertamente lo que a plena luz del día tanto le costaba expresar. Acarició
su brazo y notó como se relajaba a su lado. Pero era extraño porque nunca
nada.
profundamente de nuevo. Y en él, que le costaba tanto dormir, era muy raro.
Rarísimo. Preocupada por si le pasaba algo no pegó ojo en toda la noche.
—Algo inquieta.
nos hayan robado, pero sí, creo que sí. Creo que ya habré vuelto a esa hora.
¿Por qué?
hay obras de arte muy valiosas —Cogió su mano. —Sobre todo tú.
—Muy gracioso.
impresión. —Las tomo desde hace una semana porque no pegaba ojo y
desde entonces me levanto como nuevo. Y que hayas vuelto ayuda mucho.
como si fuera una faena tener que irse. —Me voy a trabajar.
echa de menos!
—Sabía que se estaba haciendo la dura. —Miró a su hija que parecía
—Habla en sueños.
palabra. —Deben ser esas pastillas nuevas. Dice que soy perfecta y cosas
a pierna suelta el muy cabrito mientras ella llevaba días en los que no
pegaba ojo. Menos mal que se tomaba unas siestas de campeonato. Se giró
para mirarle. Vamos, vamos. Puede que hoy tuviera suerte y le tocara el
quería. Entrecerró los ojos. Sé positiva, lo dirá. Esos días a su lado habían
demostrado que estaba encantado por su regreso y esta vez sin acciones por
que la amaba igual podía haber una discusión que era lo que menos quería
—Eo…
Ella al darse cuenta de lo que había hecho dijo suavemente —Cielo, creo
—¿De veras?
cama sobresaltado y se pasó las manos por el rostro. —Uy cariño, tenía
hambre y se me ha caído. ¿Estás bien?
—Tenía hambre…
dormir.
—¿Qué tal eres un imbécil que sueñas con otras mientras duermes
Le señaló con el dedo. —Ándate con ojo que esta vez no te voy a
pasar ni una. —Furiosa se tumbó de nuevo tapándose hasta la barbilla. —
¡Estás advertido!
Pasmado miró a su mujer. —Nena tienes las hormonas un poco
revolucionadas, ¿no?
celosa?
—¿La de la biblioteca?
—¿De veras? —La abrazó a él. —¿Y te dije que contigo era mil
veces mejor?
mientras ella leía uno de sus libros de la universidad. Naia pasó la hoja. —
Cielo, hoy no lo hemos hecho.
dijo a punto de reírse—. Hasta te has puesto una calcomanía que espero que
se quite del todo.
solo.
—Que más vale que te haga el amor para que se te quiten esas ideas
raras de la cabeza. —Dejó los papeles sobre la mesilla y se volvió hacia ella
—Pues hala, que así duermes mucho mejor. —Él entrecerró los ojos
—No me lo recuerdes.
—Que descanses, nena. —Le dio un beso en los labios y ella abrió
un ojo para ver cómo se tumbaba a su lado.
por la postura. Bolton se volvió hacia ella dejando caer su brazo por encima
de sus muslos. Masticando tiró de la revista hasta sacarla por completo. —
Sí, nena... Ahora te hago el amor. —Levantó ambas cejas tragando de golpe
y él acarició su muslo al descubierto por el pantaloncito corto del pijama.
agotado. ¿Ya? Sí que había sido rápido. —Te amo, nena. Eres la persona
que más me ha importado en la vida.
En shock porque esas palabras las había oído cuando habían roto la
primera vez se le quedó mirando mientras dormía profundamente. No podía
ser. ¿Ya la quería en aquel momento? Entonces recordó mil detalles. Como
le había pedido que fuera su amante cuando apenas la conocía. La manera
en que la besaba o le hacía el amor cuando estaba con ella en su antiguo
apartamento. Su risa por las tonterías que le decía. Miles de momentos
pasaron ante ella y fue consciente de como los había olvidado porque los
malos era lo que recordaba siempre. Y si se había enamorado de él era por
esos buenos momentos. Por lo que tenían cuando estaban juntos. La alegría
la invadió y cogiendo sus mejillas le plantó un beso en la boca. Bolton abrió
—Ja, ja. Estaba pensando que ya que papá se fue ayer a vivir con tu
madre podíamos celebrar una noche juntos.
reojo se enderezó en su silla. —¿Y para qué? —Cerró los ojos como si
estuviera harto. —No me jodas.
pusiste la empresa en peligro una vez! ¡Estoy harto de tus líos en tu vida
privada!
bien, como no protejas las acciones… ¡Cómo voy a estar tranquilo! ¿Sabes
lo que tuve que hacer por tu última metedura de pata? ¿Sabes las
¿quieres?
mucho tiempo?
—Lo aprendí de ti. Hala, vete a trabajar que tienes que ganar mucho
dinerito para timar a tu padre.
Encendió las velas y pensó dos veces si era buena idea pasándose
las manos por sus caderas estirando el sexy vestido negro que enfatizaba su
vientre. Miró a su alrededor e hizo una mueca por el mantel de lino, así que
sopló sobre ellas. Ya las encendería cuando llegara. Colocó la servilleta
como a ella le gustaba y a toda prisa fue hasta la cocina para asegurarse de
que la cena estaba en su punto. Había descartado el pescado por las espinas,
así que Carmen había hecho una deliciosa pierna de cordero que olía de
maravilla. Sus tripas rugieron y se acarició el vientre. —Eres un pozo sin
fondo, hija. Espera un poco. —Para entretenerse se metió en la boca un
—Nena, tranquilízate.
Ella olió los canapés y como no estaba segura fue hasta la nevera
abriendo las dos puertas. Al ver el camembert perdió todo el color de la
cara. —Dios mío.
—Nena, tranquilízate. —La cogió por los brazos para que le mirara.
—No va a pasar nada.
dijiste. Soy un peligro para ella y no voy a ser capaz de traerla al mundo.
—Eh, eso no es cierto. En ese momento estaba furioso y quise
atacarte, pero no lo decía en serio, cielo. Vas a ser una madre estupenda y
esto no es culpa tuya. —La besó en la sien. —Ya verás como no es nada. —
diciendo que seguramente no pasaría nada, pero que con las muestras que le
habían extraído le harían un cultivo por si acaso y empezaría de inmediato
un tratamiento con antibiótico. Si el cultivo era negativo dejaría la
medicación.
La doctora sonrió. —Me alegro de que hayáis sido tan rápidos, eso
es que os preocupáis de veras y estáis atentos por el bienestar de la niña. Ni
—Gracias doctora.
Epílogo
que pasa.
—Que esperen.
—Quien no puede esperar más es él, Naia. Está de los nervios —
estaba de los nervios. Pobrecito, menudas pesadillas tenía todas las noches.
Se imaginaba que le ocurría algo y claro, todo eso le estaba pasando factura.
—¿Al hospital?
Margaret y a la abuela que estaban allí para vigilarla de cerca. —Ya viene.
universidad.
semanas.
—Papá, ¿puedes llamar a Roy para que suba el aire acondicionado del
coche? Hace un calor espantoso.
¿Nerviosa?
—¿Te ha llamado?
Se echó a reír por lo bajo. —Cielo, casi mejor que no porque era
algo especial.
Le guiñó un ojo. —Sobre todo el de mi nieto y no puedo ser más feliz por
ello.
¿Mamá?
—Nos vamos.
desheredo!
Empezaron de amantes.
los nervios.
los ojos y dijo —A las siete, ni se te ocurra llegar tarde y traerás un ramo de
aprovéchala.
Naia ofendida.
de una maldita vez! Esto pasa porque la inflas a dulces y está ahí muy
cómoda.
Le fulminó con la mirada. —¡Te veo muy quejica cuando tengo que
parirla yo!
¡Ya habíamos hablado de esto y no vas a sufrir horas! —le gritó a la cara—.
una monitorización le dijo que estaban de parto. Seis horas después el parto
era muy real y los gritos de su mujer le tenían con los nervios destrozados.
Los demás estaban en una salita anexa y Sean muy preocupado caminaba
Pamela sentada en el sofá con Robert miraba la puerta con los ojos
—¡Nena, empuja!
—Ah…
mordió el labio inferior antes de decir —No tiene pinta de ser la placenta.
pasando.
partida doble.
estar ocupado.
—¿Papá?
engordando mucho.
—Sí, hija... Menuda sorpresa.
—La pobre mujer dice que algo así no le había ocurrido en la vida.
Gracias por darme tantas oportunidades para poder vivir este momento a tu
lado.
tengo tu amor.
FIN
Sophie Saint Rose es una prolífica escritora que lleva varios años
publicando en Amazon. Todos sus libros han sido Best Sellers en su
1- Vilox (Fantasía)
55- Mi refugio
56- Todo por la familia
57- Te avergüenzas de mí
Orden de serie época de los amigos de los Stradford, aunque se
pueden leer de manera independiente
1. Elizabeth Bilford
2. Lady Johanna
3. Con solo una mirada
4. Dragón Dorado
5. No te merezco
6. Deja de huir, mi amor
7. La consentida de la Reina
8. Lady Emily
9. Condenada por tu amor
10. Juramento de amor
11. Una moneda por tu corazón
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