Nagel Introducción Justicia

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¿Qué significa todo esto?

Una brevísima introducción a la filosofía

Thomas Nagel

México, FCE, 1995

Colección: Cuadernos de la gaceta


ISBN: 9789681644581
Primera edición: 1995
Última edición: 1995
THOMAS NAGEL (Belgrado, antigua Yugoslavia,
4 de julio de 1937) es un filósofo estadounidense,
actualmente Profesor de Filosofía y Derecho en la
Universidad de Nueva York (NYU). Sus trabajos se
han centrado en filosofía de la mente, filosofía
política y ética. Es conocido por su crítica de los
estudios reduccionistas sobre la mente en su ensayo
"What Is it Like to Be a Bat?" (1974) y por su
contribución a la teoría político-moral liberal y
deontológica en "The Possibility of Altruism"
(1970). (Fuente: Wikipedia)

LA FILOSOFÍA es entendida como el estudio, la indagación racional, sobre el


pensamiento humano y, por supuesto, sobre las cosas que ocupan más
trascendentemente su atención. Es por eso que la mayoría de la gente suele
asociarla con algo muy difícil de desentrañar, sobre todo por el alto nivel de
abstracción que comporta. De ahí el gran mérito de este libro de Thomas Nagel que
el Fondo de Cultura Económica hace llegar a sus manos. '¿Qué significa todo esto?'
tiene la rara virtud de adentrar al lector en el mundo de la filosofía con un tono
ameno, a partir de un singular enfoque que contribuye a despejar incógnitas y
dudas en torno a algunos problemas fundamentales del hombre.

Éste no es un libro para especialistas en la materia filosófica -aunque


posiblemente también puede ser de interés para ellos-, sino para estudiantes y todo
aquel que tenga cierta inclinación por las ideas y argumentaciones teóricas. En el
presente texto se abordan, siempre en forma de introducción a la materia, nueve
problemas filosóficos. Cada uno de ellos se presenta de forma tal que pueda ser
comprendido en sí, sin necesidad de un conocimiento previo de la historia del
pensamiento y de las complejas interacciones y referentes de la praxis filosófica
erudita.

Nagel parte del criterio de que la mejor manera de estudiar -en un inicio- el
fenómeno filosófico es pensar directamente en aquellas cuestiones plenas de
enigmas ontológicos que siempre han inquietado al hombre, profundizando en su
multiplicidad y enfrentándose a aproximaciones inusitadas a fin de que cada cual
saque sus propias conclusiones.
ÍNDICE

I. Introducción ....................................................................2
II. ¿Cómo sabemos algo? ....................................................5
III. Otras mentes ............................................................... 11
IV. El problema mente-cuerpo ......................................... 16
V. El significado de las palabras .......................................22
VI. Libre albedrío ..............................................................27
VII. Bueno y malo .............................................................34
VIII. Justicia......................................................................43
IX. Muerte ........................................................................ 49
X. El significado de la vida................................................53
I. INTRODUCCIÓN 

ESTE LIBRO ES UNA BREVE INTRODUCCIÓN a la filosofía para personas


que no saben lo esencial del tema. Por lo común la gente estudia filosofía
sólo cuando va a la universidad, y supongo que la mayoría de los lectores
tendrá al menos edad universitaria; pero eso no tiene nada que ver con la
naturaleza del tema, y yo estaría muy contento si el libro también interesara
a estudiantes de bachillerato inteligentes, con inclinación por las ideas
abstractas y las argumentaciones teóricas.
A menudo nuestra capacidad analítica está altamente desarrollada
antes de que poseamos un gran conocimiento del mundo, y alrededor de los
catorce años mucha gente comienza a pensar por su cuenta sobre problemas
filosóficos: sobre lo que realmente existe, si podemos saber alguna cosa, si
algo es realmente bueno o malo, si la vida tiene algún significado, si la
muerte es el final. Se ha escrito acerca de estos temas durante miles de años,
pero la materia prima filosófica proviene directamente del mundo y nuestra
relación en él, no de los escritos del pasado: Ésa es la razón de que estos
problemas se los planteen una y otra vez quienes jamás han leído sobre
ellos.
La presente es una introducción directa a nueve problemas filosóficos,
cada uno de los cuales puede ser entendido de suyo, sin referencia a la
historia del pensamiento. No examinaré los grandes escritos filosóficos del
pasado ni sus antecedentes culturales. El núcleo de la filosofía consiste en
ciertas cuestiones que la reflexiva mente humana encuentra naturalmente
embrolladas, y la mejor manera de iniciar el estudio de la filosofía es pensar
en ellas de manera directa. Una vez que lo hayas hecho, estarás en mejor
posición para apreciar la obra de otros que han tratado de resolver los
mismos problemas.
La filosofía se distingue de la ciencia y de las matemáticas. A
diferencia de la ciencia, no se apoya en la experimentación o la observación,
sino sólo en el pensamiento. Y, a diferencia de las matemáticas, no tiene
métodos formales de comprobación. La filosofía se hace únicamente
planteando preguntas, razonando, poniendo a prueba ideas y pensando en
posibles argumentos en contra de las mismas, y reflexionando en cómo
funcionan realmente nuestros conceptos.
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Thomas Nagel

El principal interés de la filosofía es cuestionar y entender las ideas


más comunes que todos usamos a diario sin pensar en ellas. Un historiador
puede preguntarse qué ocurrió en algún tiempo pasado, pero un filósofo
preguntará: "¿Qué es el tiempo?" Un matemático puede investigar las
relaciones entre lo números, pero un filósofo preguntará: "¿Qué es un
número?" Un físico puede preguntar de qué están hechos lo átomos o qué
explica la gravedad, pero un filósofo preguntará cómo podemos saber que
existe algo fuera de nuestras mentes. Un psicólogo puede investigar cómo
aprenden un lenguaje los niños, pero un filósofo preguntará: "¿Qué hace
que una palabra signifique algo?" Cualquiera puede preguntar si es malo
entrar furtivamente en un cine sin haber pagado, pero un filósofo
preguntará: “¿Qué hace que una acción sea buena o mala?"
No podríamos arreglárnoslas en la vida sin dar casi siempre por
sentado las ideas de tiempo, número, conocimiento, lenguaje, bueno y
malo; pero en filosofía investigamos esas cosas de suyo. El objetivo es hacer
un poco más profundo nuestro entendimiento del mundo y de nosotros
mismos. Obviamente, no es tarea fácil. Entre más básicas sean las ideas que
trates de investigar, menos serán las herramientas de que dispongas para
trabajar. No hay mucho que puedas presuponer o dar por sentado. Así, la
filosofía es una actividad bastante vertiginosa, y pocos de sus resultados
permanecen incuestionables por mucho tiempo.

Como creo que la mejor manera de aprender sobre filosofía es pensar


acerca de cuestiones particulares, no trataré de decir más sobre su
naturaleza general. Los nueve problemas que consideraremos son:
Conocimiento del mundo más allá de nuestras mentes
Conocimiento de otras mentes aparte de la propia
La relación entre mente y cerebro
Cómo es posible el lenguaje
Si tenemos libre albedrío
La base de la moralidad
Qué desigualdades son injustas
La naturaleza de la muerte
El significado de la vida

Son sólo una selección: hay muchos, muchos otros.


Lo que yo diga reflejará mi opinión sobre estos problemas y no
necesariamente representará lo que piensa la mayoría de los filósofos. De
cualquier modo, probablemente no haya nada de estas cuestiones en que la
mayoría de los filósofos concuerde: los filósofos discrepan, y toda cuestión
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¿Qué significa todo esto?

filosófica tiene más de dos aspectos. Mi opinión personal es que los más de
estos problemas no han sido resueltos, y que tal vez algunos de ellos nunca
lo serán; pero aquí el propósito no es dar respuestas (ni siquiera aquellas
que yo pueda considerar correctas), sino presentártelos en una forma muy
preliminar, de modo que puedas meditarlos por cuenta propia. Antes de
aprender muchas teorías filosóficas, es mejor plantearse primero el
problema sobre las cuestiones filosóficas que dichas teorías tratan de
contestar. Y la mejor manera de hacerlo es observar algunas posibles
soluciones y ver qué falla en ellas. Intentaré dejar abiertos los problemas,
pero aunque diga lo que pienso, no hay razón para que lo creas, a menos
que te parezca convincente.
Hay muchos excelentes textos introductorios que incluyen selecciones
de grandes filósofos del pasado y de escritos más recientes. Este breve libro
no pretende sustituir esa vía de acceso, pero espero que proporcione un
primer vistazo al tema de lo más claro y directo que me sea posible. Si tras
leerlo decides echarle otro vistazo, advertirás cuánto más hay que hablar
acerca de estos problemas de lo que yo lo hago.

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VIII. J USTICIA  

¿ES INJUSTO QUE UNAS PERSONAS NAZCAN RICAS Y OTRAS POBRES?


Si lo es, ¿debería hacerse algo al respecto?
El mundo está lleno de desigualdades, dentro de los países, y de un
país a otro. Algunos niños nacen en hogares confortables y prósperos, y
crecen bien alimentados y educados. Otras nacen pobres, no tienen comida
suficiente y nunca tienen acceso a buena educación ni asistencia médica. Es
claro que ésta es cuestión de suerte: no somos responsables del país ni de la
clase social o económica en que nacemos. La pregunta es: ¿qué tan malas
son las desigualdades que no son culpa de la gente que las padece?
¿Deberían los gobiernos usar su poder para tratar de reducir desigualdades
de este tipo, de las cuales las víctimas no son responsables?
Ciertas desigualdades son impuestas deliberadamente. La
discriminación racial, por ejemplo, excluye deliberadamente a la gente de
una raza de los empleos, vivienda y educación disponibles para gente de
otra raza; o a las mujeres pueden negárseles empleos y privilegios al alcance
sólo de los hombres. Ésta no es meramente cuestión de mala suerte. La
discriminación racial y sexual es claramente injusta: son formas de
desigualdad causadas por factores que no deberíamos permitir que
influyeran en el bienestar básico de la gente. La equidad exige que las
oportunidades estén abiertas a quienes estén calificados, y es bueno que los
gobiernos traten de imponer dicha igualdad de oportunidades.
Pero es más difícil saber qué decir sobre las desigualdades que surgen
en el curso normal de los acontecimientos, sin discriminación racial o
sexual deliberada; porque, aun cuando haya igualdad de oportunidades, y
cualquier persona calificada pueda ingresar a la universidad, obtener un
empleo, comprar una casa o postularse para un puesto público (sin
importar raza, religión, sexo o nacionalidad), siempre quedarán bastantes
desigualdades. Normalmente, las personas de origen más acomodado
tendrán mejor educación y más recursos, y tenderán a competir con ventaja
por los buenos empleos. Incluso en un sistema de igualdad de
oportunidades, algunas personas tendrán ventaja desde el comienzo y
terminarán con mayores beneficios que otras cuyos talentos natos son los
mismos.
¿Qué significa todo esto?

Y no sólo eso, sino que las diferencias en talento nato producirán


grandes diferencias en los beneficios resultantes en un sistema competitivo.
Quienes tengan habilidades que gocen de gran demanda podrán ganar
mucho más que quienes no tengan capacidades ni talentos especiales.
También estas diferencias, en parte, son cuestión de suerte. Aunque las
personas tienen que desarrollar y hacer uso de sus habilidades, ningún
esfuerzo hará que la mayoría llegue a actuar como Meryl Streep, pintar
como Picasso, ni fabricar automóviles como Henry Ford. Algo similar
sucede con dones menos deslumbrantes. Tanto la suerte del talento natural
como la del ambiente familiar y de clase son factores importantes para
determinar nuestra influencia y posición en una sociedad competitiva. La
igual de oportunidades produce resultados desiguales.
Estas desigualdades, a diferencia de las que resultan de la
discriminación racial y sexual, son producidas por decisiones y acciones que
no parecen malas en sí. La gente trata de dar a sus hijos lo suficiente para
vivir y una buena educación, y para este propósito algunas personas tienen
más dinero que otras. La gente paga los productos, servicios y
entretenimientos que quiere, y algunos proveedores se hacen más ricos que
otros porque lo que ofrecen es deseado por más gente. Los negocios y
organizaciones de toda clase tratan de contratar empleados que trabajen
bien, y pagan mayores salarios a los que tienen habilidades poco comunes.
Si un restaurante está lleno de gente y al lado hay otro que está vacío porque
el primero tiene un jefe de cocina talentoso y el segundo no, los clientes que
eligen el primero y evitan el segundo no han hecho nada malo, aunque su
decisión tenga un infausto efecto sobre el propietario y los empleados del
segundo, así como sobre sus respectivas familias.
Tales efectos son más perturbadores cuando dejan en muy mala
situación a cierta gente. En algunos países, grandes segmentos de la
población viven en la pobreza generación tras generación; pero incluso en
un país rico como los Estados Unidos, muchas personas empiezan la vida
con la soga al cuello, debido a desventajas económicas y educativas. Algunos
pueden superar esas desventajas, pero es mucho más difícil que triunfar a
partir de un punto de partida superior.
Las más preocupantes son las enormes desigualdades de riqueza,
salud, educación y desarrollo entre países ricos y pobres. La mayoría de la
gente en el mundo no tiene la menor oportunidad de obtener el bienestar
económico de las personas más pobres de Europa, Japón o los Estados
Unidos. Estas grandes diferencias de buena y mala suerte en efecto parecen

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Thomas Nagel

injustas; pero, ¿qué debería hacerse al respecto, en caso de que se requiera


hacerse algo?
Tenemos que pensar tanto en la desigualdad misma, como en el
remedio que se necesitaría para reducirla o deshacerse de ella. La principal
pregunta respecto a las desigualdades mismas es: ¿Qué tipos de causas de
desigualdad son malas? La principal pregunta sobre los remedios es: ¿Qué
métodos de interferir con la desigualdad son buenos?
En el caso de la discriminación racial o sexual deliberada, las
respuestas son fáciles. La causa de la desigualdad es mala porque el
discriminador hace algo malo. Y el remedio es simplemente impedir que lo
haga. Si un propietario se niega a rentar a negros, debe ser enjuiciado.
Pero las cuestiones son más difíciles en otros casos. El problema es
que las desigualdades que parecen malas pueden surgir de causas que no
implican que la gente haga algo malo. Parece injusto que la gente que nace
mucho más pobre sufra desventajas por culpas inexistentes en ella; pero
tales desigualdades existen porque algunas personas lograron ganar mucho
más dinero que otras y trataron de ayudar a sus hijos en cuanto pudieron; y,
como la gente tiende a casarse con miembros de su propia clase económica
y social, la riqueza y posición se acumulan y pasan de generación en
generación. Las acciones que se combinan para formar estas causas
(decisiones, compras, matrimonios, legados y esfuerzos por educar y
alimentar a los hijos) no parecen malas en sí. Lo que está mal, de ser así, es
el resultado: que algunos empiezan la vida con desventajas inmerecidas.
Si objetamos que es injusto este tipo de mala suerte, se debe a que
objetamos que las personas sufran desventajas sin tener culpa alguna,
meramente como resultado normal del sistema socioeconómico en que
nacen. Algunos de nosotros podemos pensar que toda la mala suerte que no
es culpa de la persona, como la de haber nacido con una disminución física,
debería ser compensada en lo posible; pero dejemos de lado estos casos en
la discusión. Quiero concentrarme en las desigualdades inmerecidas que
surgen del funcionamiento de la sociedad y la economía, particularmente en
una economía competitiva.
Las dos fuentes principales de estas desigualdades inmerecidas, como
he dicho, son las diferencias en las clases socioeconómicas en que nace la
gente, y las diferencias en su habilidad o talento natural para tareas que
gozan de gran demanda. Tu puedes pensar que no hay nada malo en la
desigualdad originada por tales causas; pero si crees que sí lo hay, y que la

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¿Qué significa todo esto?

sociedad debería tratar de reducirlo, debes proponer un remedio que


interfiera con las causas mismas, o directamente con los efectos desiguales.

Ahora bien, las causas mismas, como hemos visto, implican decisiones
relativamente inocentes de mucha gente sobre cómo gastar su tiempo y
dinero y cómo llevar su vida. Interferir en las elecciones de la gente sobre
qué productos comprar, cómo ayudar a sus hijos o cuánto pagar a sus
empleados, es muy diferente de interferir cuando alguien trata de robar un
banco o discriminar a los negros o a las mujeres. Una interferencia más
indirecta en la vida económica de los individuos es el gravamen, en especial
de ingresos y herencias, y algunos impuestos sobre el consumo, que pueden
planearse para tomar más de los ricos que de los pobres. Ésta es una forma
en que el gobierno puede reducir el desarrollo de grandes desigualdades de
riqueza al paso de las generaciones: no dejar que la gente conserve todo su
dinero.
Sin embargo, sería más importante usar los recursos públicos
obtenidos mediante los impuestos para proporcionar algunas de las
ventajas de educación y apoyo que faltan a los hijos de las familias que no
pueden pagarlas por sí solas. Los programas de bienestar público tratan de
hacer esto usando ingresos fiscales para suministrar los beneficios básicos
de asistencia médica, alimentación, vivienda y educación. Esto ataca
directamente las desigualdades.
Cuando se trata de las desigualdades de diferencias en habilidad, no
hay mucho que pueda hacerse para interferir con las causas, si no se quiere
abolir la economía competitiva. Mientras haya competencia para contratar
gente, competencia entre esta gente para obtener los empleos y
competencia entre las empresas por los clientes, ciertas personas van a
hacer más dinero que otras. La única opción sería una economía
centralmente dirigida en la que todos recibieran un salario
aproximadamente igual y fueran asignados a su empleo por una especie de
autoridad centralizada. Ya se ha intentado aplicar este sistema, pero tiene
un alto precio tanto en libertad como en eficiencia: demasiado elevado, en
mi opinión, para ser aceptable, aunque otros estén en desacuerdo.
Si se quieren reducir las desigualdades resultantes de las diferentes
capacidades sin librarnos de la economía competitiva, será necesario atacar
las desigualdades mismas. Esto puede lograrse mediante mayores
impuestos a los ingresos más altos, y cierta proporción gratuita de servicios
públicos a todos, o a la gente de menor ingreso. Podrían incluirse pagos en
efectivo a quienes tengan el más bajo poder adquisitivo, en la forma del así
llamado "impuesto negativo al ingreso". Ninguno de estos programas nos
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libraría completamente de las desigualdades inmerecidas, además de que


todo sistema impositivo tendrá otros efectos en la economía, incluyendo
efectos en el empleo y en los pobres, que pueden ser difíciles de predecir;
así, la aplicación de un remedio siempre es delicada.

Pero, para concentrarnos en la cuestión filosófica: las medidas


necesarias para reducir las desigualdades inmerecidas que surgen de las
diferencias en el origen de clase y talento innato implicarán interferir con
las actividades económicas de la gente, sobre todo a través de los impuestos:
el gobierno toma el dinero de unas personas y lo emplea para ayudar a
otras. Éste no es el único uso de los impuestos, ni siquiera el principal:
muchos impuestos se gastan en cosas que benefician más a los acomodados
que a los pobres; pero los gravámenes redistributivos como se les llama,
son el tipo relevante para nuestro problema. Implican el uso del poder
gubernamental para interferir con lo que la gente hace, no porque lo que la
gente hace sea malo en sí, como el robo o la discriminación, sino porque
contribuye a un efecto que parece injusto.
Hay quienes piensan que los impuestos redistributivos no son
correctos, porque el gobierno no debería interferir con la gente a menos que
haga algo malo, y las transacciones económicas que producen todas estas
desigualdades no son malas, sino perfectamente inocentes. También
pueden sostener que no hay nada malo en las mismas desigualdades
resultantes: que, si bien son inmerecidas y no son culpa de la víctima, la
sociedad no está obligada a repararlas. Así es la vida, dirían: algunas
personas son más afortunadas que otras. La única ocasión en que tenemos
que hacer algo al respecto es cuando la desgracia es resultado de que
alguien perjudique a otro.
Éste es un controvertible asunto político y existen sobre ello muy
diversas opiniones. Algunas personas objetan más las desigualdades
provenientes de la clase socioeconómica en que nace un individuo que las
resultantes de las diferencias en talento o capacidades. No les agradan los
efectos en que una persona haya nacido rica y otra en un barrio bajo; pero
sienten que un individuo merece lo que pueda ganar con su propio esfuerzo
de modo que no hay nada injusto en que una persona gane mucho y otra
muy poco, porque la primera tiene un talento vendible o una facilidad para
adquirir notables habilidades, mientras la segunda sólo puede realizar un
trabajo no calificado.
En lo particular, pienso que las desigualdades resultantes de
cualesquiera de estas causas son injustas, y que es claramente inicuo que
un sistema socioeconómico resulte en que cierta gente viva con grandes
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desventajas económicas y sociales sin haber hecho nada para merecerlas,


cuando un sistema de impuestos redistributivos y programas de bienestar
social podría impedirlo; pero para que puedas crearte una opinión sobre el
asunto, debes considerar tanto las causas de desigualdad que te parecen
injustas como los remedios que encuentres legítimos.
Hemos estado hablando principalmente sobre el problema de la
justicia social en una sociedad. El problema es mucho más difícil a escala
mundial, tanto porque las desigualdades son tan grandes, como porque no
están claros qué remedios sean posibles, a falta de un gobierno mundial
que pudiera recaudar impuestos y vigilar que se usaran efectivamente. No
hay gobierno mundial a la vista, lo que puede ser preferible, pues
probablemente sería en muchos aspectos un gobierno horrible. Sin
embargo, subsiste el problema de la justicia global, aunque es difícil saber
qué podemos hacer al respecto en el sistema de estados soberanos
independientes que tenemos ahora.

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