Teoria General de Las Obligaciones v3
Teoria General de Las Obligaciones v3
Teoria General de Las Obligaciones v3
OBLIGACIONES
FUENTES DE LAS OBLIGACIONES.
• Son los hechos o actos jurídicos que generan o producen las
obligaciones, los antecedentes de donde éstas emanan.
Fuentes tradicionales.
• Tres disposiciones conforman la “trilogía” de las fuentes de las
obligaciones:
1437 (obligaciones emanadas de las cinco fuentes)
2284 (obligaciones no convencionales)
2314 (obligaciones derivadas de los delitos y cuasidelitos).
• A ellas podemos agregar el artículo 578, que al definir los derechos
personales, deja en claro que los sujetos se obligan, ya por su voluntad (al
celebrar un contrato), ya por disposición de la ley (tratándose de las demás
fuentes).
• De ellas se desprende la enumeración tradicional: contratos,
cuasicontratos, delitos, cuasidelitos y la ley.
• Contrato es la convención que crea obligaciones. Como acto jurídico,
es bilateral (requiere la manifestación de dos o más voluntades para
nacer), y como acto jurídico bilateral, es aquél que genera
obligaciones. El artículo 1438 hace sinónimos a la convención y al
contrato, pero la doctrina las distingue netamente. El objeto del
contrato, son las obligaciones que genera; a su vez, el objeto de las
obligaciones, es una prestación que puede consistir en un dar, hacer o
no hacer.
• Cuasicontrato es un hecho voluntario, lícito y no convencional, que
impone obligaciones. No está definido por el Código, pero de los arts.
1437 y 2284 se desprende el concepto. Su diferencia fundamental
respecto a los contratos, reside en el rol que juega la voluntad. El
concurso de voluntades es de la esencia del contrato; el
cuasicontrato, en cambio, excluye la idea de un concierto de
voluntades. El artículo 2285 dispone que hay tres principales
cuasicontratos: la agencia oficiosa, el pago de lo no debido y la
comunidad.
• Delito es un hecho ilícito, cometido con la intención de dañar. Lo que
lo caracteriza es que se trata de un acto doloso.
• Cuasidelito es un hecho ilícito culpable, cometido sin la intención de
dañar. La culpa lo caracteriza.
• La ley es la última fuente de las obligaciones, en la clasificación
tradicional. Son obligaciones legales, aquellas que no tienen otra
fuente que la sola disposición de la ley (artículo 578). Tienen por ende
un carácter excepcional. Es necesario un texto expreso de la ley que
las establezca (artículo 2284).
Fuentes no tradicionales.
• La doctrina, particularmente en Alemania, ha venido ocupándose de una nueva
fuente de las obligaciones: la declaración unilateral de voluntad. Se trata de
averiguar si una persona puede resultar obligada por su propia voluntad, sin que
intervenga aún la voluntad de la persona en cuyo beneficio se contrae la
obligación. La aceptación del beneficiario será indispensable para que nazca su
derecho de crédito, porque a nadie puede imponerse un derecho contra su
voluntad; pero tal aceptación no sería necesaria para la formación de la
obligación. En nuestro Derecho, se ha dicho que tendría aplicación, por ejemplo,
en la formación del consentimiento: la sola oferta liga al autor y le obliga a
esperar una contestación (artículo 99 del C. de C.) y a indemnizar los gastos y
perjuicios ocasionados al destinatario, a pesar de retractarse antes de la
aceptación (artículo 100 del C. de C.). Otro caso encontramos en el artículo 632,
inciso 2°, en las normas de la ocupación, cuando el dueño de una cosa perdida,
ofrece recompensa por su hallazgo y en el artículo 2489, tratándose de un crédito
valista subordinado, cuando la subordinación emane de la sola voluntad del
acreedor.
• Otra fuente sería la reparación del enriquecimiento sin causa,
considerando la amplia recepción que tiene en nuestro Derecho civil, lo
que queda de manifiesto, por ejemplo, en la accesión, arts. 658; 663; 668;
669; en las prestaciones mutuas, arts. 905 al 917; en la nulidad de los actos
de un incapaz y con igual criterio, en la nulidad del pago: arts. 1688; 1578;
en la lesión en la compraventa: arts. 1889; 1890, 1893; en la acción de
reembolso del comunero contra la comunidad: art. 2307; en la acción de
restitución del pago de lo no debido: arts. 2295; 2297; y 2299; en la
obligación de indemnización por los responsables civiles por hechos de
terceros: art. 2325. Considerando la diversidad de materias en que puede
operar la reparación del enriquecimiento sin causa, se ha concluido que se
trata de uno de los principios fundamentales del Derecho civil.
Críticas a la clasificación tradicional de las
fuentes de las obligaciones.
• Se dice que carece de base científica y que ha llegado al derecho moderno
a través de una equivocada interpretación de las fuentes romanas. Se
agrega que se aprecia claramente una diferencia entre el contrato y las
demás fuentes de las obligaciones. En el contrato, es el concierto de las
voluntades de los contratantes la causa generadora de la obligación. En las
demás fuentes de las obligaciones, no es la voluntad la que genera la
obligación. Esto es evidente en los delitos y cuasidelitos; la comisión del
acto es voluntaria, pero no lo son sus consecuencias. Las obligaciones que
emanan de estos hechos ilícitos, son impuestas por la ley. Del mismo
origen es la obligación resultante de un cuasicontrato. La ley impone la
obligación para impedir un enriquecimiento injusto. No es otro el motivo
de que debe restituirse lo que indebidamente se recibió en pago o de
cumplir por el interesado las obligaciones que en su nombre pero sin
mediar mandato, contrajo el agente oficioso.
• En suma, se dice que las fuentes de las obligaciones se reducen a dos:
el contrato y la ley.
CLASIFICACION DE LAS
OBLIGACIONES.
Según su objeto.
• a) Obligaciones positivas y negativas. Las obligaciones positivas son
aquellas en que el deudor debe efectuar una prestación, que consiste
en un dar o en un hacer. Las obligaciones negativas son aquellas que
imponen un deber de abstención, un no hacer. Esta clasificación tiene
importancia para determinar cuándo el acreedor puede demandar
perjuicios al deudor. En las obligaciones positivas, el deudor debe
encontrarse en mora; en las obligaciones negativas, basta la
contravención, debiéndose los perjuicios desde que el deudor,
infringiendo su deber de abstención, ejecutó el hecho a que se había
obligado a abstenerse (arts. 1538 y 1557).
• b) Obligaciones de dar, hacer y no hacer: arts. 1438 y 1460.
• En un sentido tradicional, obligación de dar es la que tiene por objeto
transferir el dominio o constituir un derecho real. Por ende, la
obligación de dar se origina en aquellos contratos que constituyen
títulos traslaticios de dominio (art. 703). Se cumplen tales contratos
mediante la tradición. La obligación de dar contiene la de entregar. En
efecto, la obligación de transferir el dominio implica que debe
ponerse la cosa a disposición del acreedor. Tanto en los muebles
como en los inmuebles, se requiere la entrega material al adquirente:
arts. 1548 y 1526 Nº 2.
• La entrega, sin embargo, puede ser autónoma de la obligación de dar,
no siempre es una consecuencia de una obligación de dar, sea ello: ●
Porque no implica cumplir con ninguna obligación, como en el caso
de los contratos reales (pues la entrega es la que hace nacer el
contrato, y no consiste por ende en el cumplimiento de una
obligación derivada del contrato); o ● Porque implica cumplir con una
obligación de hacer, como ocurre en el contrato de arrendamiento.
Por ello, la doctrina califica la obligación de entregar como una
obligación de hacer, puesto que consiste en la ejecución de un hecho.
• En estos casos, quien recibe la cosa, sólo adquiere la mera tenencia
(salvo en el caso del contrato de mutuo). En nuestra legislación, sin
embargo, se suelen confundir ambas obligaciones: así ocurre en los
arts. 1443, 1793 y 2174 y a juicio de algunos en el 1824, aunque
resulta discutible la confusión en este último caso. La obligación de
hacer tiene por objeto la ejecución de un hecho cualquiera, material
o jurídico (art. 1554, inciso final).
• La obligación de no hacer consiste en que el deudor se abstenga de
un hecho que, de otro modo, le sería lícito ejecutar (por ejemplo, la
que se contrae conforme al pacto de no disponer de la cuarta de
mejoras, artículo 1204 del Código Civil).
• * Importancia de esta clasificación:
• 1º En el ámbito de la obligación de dar, si la cosa es una especie o
cuerpo cierto, el deudor está obligado a conservarla hasta el
momento de la entrega: arts. 1548 y 1549
• 2º Varía la ejecución forzada de la obligación: son diversas las normas
para el juicio ejecutivo, según se trate de obligaciones de dar
(artículos 434 a 529 del Código de Procedimiento Civil) o de hacer o
no hacer (artículos 530 a 544 del Código de Procedimiento Civil). En el
Código Civil también difieren las normas sobre ejecución forzada de
las obligaciones de hacer (art. 1553) y de no hacer (art. 1555). En
cambio, la ejecución forzada de las obligaciones de dar no está
regulada en el Código Civil.
• 3º En la calificación de muebles o inmuebles de los derechos y
acciones correlativos. En las obligaciones de dar, los derechos y
acciones tienen una u otra calidad según la cosa debida (art. 580); los
derechos y acciones que emanan de obligaciones de hacer y de no
hacer son siempre muebles (art. 581). Esta calificación tiene
importancia para los efectos de determinar la competencia de los
tribunales.
• 4º Sólo en las obligaciones de dar y hacer es preciso que el deudor
esté en mora para que el acreedor tenga derecho a reclamar
indemnización de perjuicios; en las obligaciones de no hacer, se
deben los perjuicios desde que se infringen.
• 5° Sólo en las obligaciones de dar, en que se deba recíprocamente
dinero u otras cosas fungibles o indeterminadas de igual género y
calidad, puede operar compensación legal. No así en las restantes
obligaciones de dar ni en las obligaciones de hacer y no hacer.
• 6° En las obligaciones de dar, originadas de un contrato bilateral, no se puede demandar
indemnización de perjuicios como pretensión principal, por regla general, sino que en
forma complementaria. La petición principal debe ser demandar el cumplimiento de lo
pactado o la resolución del contrato, y conjuntamente con una u otra, indemnización de
perjuicios (artículo 1489 del Código Civil). Así ocurre, por ejemplo, en el caso de un
contrato de compraventa, en el que el vendedor no ha cumplido su obligación de
entregar la cosa o el comprador su obligación de pagar el precio. Con todo, fallos
recientes de la Corte Suprema han acogido una interpretación en virtud de la cual podría
deducirse directamente acción indemnizatoria, cuando el contrato ya expiró o se
cumplió, pero imperfectamente. En las obligaciones de hacer y de no hacer, así como en
el caso de un contrato unilateral, se puede demandar indemnización de perjuicios como
pretensión principal (respecto de las obligaciones de hacer y de no hacer, atendido lo
dispuesto en los artículos 1553 y 1555 del Código Civil y respecto de los contratos
unilaterales, porque a ellos no se les aplica el artículo 1489 del Código Civil). Revisaremos
los pormenores de esta materia, al tratar de la indemnización de perjuicios, en el marco
de los “Efectos de las obligaciones”.
• c) Obligaciones de especie o cuerpo cierto y de género. Se clasifican
de esta forma, según la mayor o menor determinación del objeto
debido.
• Son obligaciones de especie o cuerpo cierto aquellas en que se debe
determinadamente un individuo de una clase o género también
determinado.
• Obligaciones de género son aquellas en que se debe
indeterminadamente un individuo de una clase o género
determinado (art. 1508).
• * Interés de la clasificación:
• 1º Son distintos los efectos y la forma de cumplirse. La obligación de
dar una especie o cuerpo cierto debe cumplirse entregando
exactamente la cosa debida, que el deudor debe conservar y cuidar
hasta que se verifique la entrega. Tratándose de las obligaciones de
género, el deudor las cumple entregando cualquier cosa del género,
de una calidad a lo menos mediana. Por la misma razón, no está
obligado a conservar la cosa originalmente adeudada, pudiendo
disponer de la misma, siempre que subsistan otras para el
cumplimiento de la obligación (arts. 1509 y 1510).
• 2º Las obligaciones de especie o cuerpo cierto se extinguen por la
pérdida fortuita de la cosa debida (art. 1670); en las de género no
ocurre tal: el género no perece.
• d) Obligaciones de objeto singular y de objeto plural. El objeto de la
obligación puede ser uno o múltiple. Las obligaciones de objeto plural
pueden ser de simple objeto múltiple, alternativas y facultativas.
• De simple objeto múltiple es aquella obligación en que se deben
varias cosas.
• Son obligaciones alternativas aquellas en que se deben varias cosas,
pero de tal manera que la ejecución de una exonera de la ejecución
de las otras (art. 1499).
• Obligación facultativa es aquella en que se debe una cosa, pero se le
concede al deudor la facultad de pagar con esa cosa o con otra que se
designa (art. 1505).
• * Interés de la distinción entre obligaciones alternativas y facultativas:
• 1º En las obligaciones alternativas se deben varias cosas, mientras
que en las facultativas se debe una sola y en estricto rigor éstas
últimas no son obligaciones de objeto plural.
• 2º En las obligaciones facultativas, el acreedor sólo puede reclamar el
pago de la única cosa debida (art. 1506); en las obligaciones
alternativas, el acreedor puede pedir una cosa determinada de las
varias que se deben, cuando a él le corresponda la elección, aunque
por regla general dicha elección es del deudor (art. 1501).
• 3º La pérdida fortuita de la cosa debida extingue la obligación
facultativa (art. 1506); la obligación alternativa, en cambio, sólo se
extingue ante la pérdida fortuita de todas las cosas debidas
alternativamente (art. 1504).
Según el sujeto.
• Se clasifican en obligaciones de sujeto único y de sujeto múltiple.
• Normalmente, el vínculo jurídico que constituye la obligación, existe
entre un solo acreedor y un solo deudor. Nada impide sin embargo
que sean varios los acreedores y los deudores (art. 1438).
• La pluralidad de acreedores y deudores exige analizar cómo
concurren los deudores al cumplimiento de la prestación y de qué
manera los acreedores pueden exigir dicho cumplimiento. Para ello,
debemos precisar si la obligación de sujeto múltiple es simplemente
conjunta, solidaria o indivisible.
• La regla general en las obligaciones de sujeto múltiple es que sean
simplemente conjuntas: cada acreedor sólo puede demandar su parte
o cuota en el crédito y cada deudor sólo está obligado a pagar su
parte o cuota en la deuda (arts. 1511, inciso 1º y 1526, inciso 1º).
• Si nada se estipula, la obligación de sujeto múltiple se divide, tanto
desde el punto de vista de los acreedores como de los deudores, en
cuotas iguales o “viriles”. Por ello, se dice que bajo la apariencia de
una obligación, existen varias, tantas como acreedores y deudores.
• La regla general deja de aplicarse, cuando se dispone por la ley o por el
testador o cuando se pacta por las partes que la obligación es solidaria o
cuando conforme a su naturaleza, es indivisible. En ambos casos, cada
acreedor tiene derecho a demandar el pago total de la obligación, y cada
deudor está colocado en la necesidad de satisfacer íntegramente la
prestación. Pero estas dos clases de obligaciones son diferentes: en la
obligación solidaria el objeto es divisible, susceptible de ejecutarse
parcialmente, pero por voluntad de las partes, por disposición
testamentaria o por mandato de la ley, los deudores están obligados a
cumplirla en su totalidad y los acreedores están facultados para exigir su
íntegro cumplimiento. En cambio, tratándose de las obligaciones
indivisibles, la causa que impide una prestación parcial es la naturaleza
indivisible del objeto debido.
Según sus efectos.
• a) Obligaciones civiles y naturales.
• El artículo 1470 distingue entre unas y otras.
• Obligaciones civiles son aquellas que dan al acreedor acción contra el
deudor, derecho a exigir su cumplimiento. Constituyen la regla
general.
• Obligaciones naturales son aquellas que no dan derecho a exigir su
cumplimiento, no confieren acción al acreedor. Sin embargo, si el
deudor las cumplió voluntariamente, el acreedor está autorizado por
la ley para retener lo que el deudor le dio o pagó. Constituyen casos
excepcionales.
• b) Obligaciones principales y accesorias.
• El artículo 1442 clasifica de tal forma los contratos, pero la distinción
puede extenderse a las obligaciones.
• Obligación principal es la que tiene una existencia propia, puede
subsistir por sí sola, independientemente de otra obligación.
• Las obligaciones accesorias son aquellas que no pueden subsistir por
sí solas y que suponen una obligación principal a la que acceden y
garantizan. Se les denomina “cauciones” (artículo 46).
• Son obligaciones accesorias las derivadas de la fianza, la prenda, la
hipoteca, la cláusula penal y la anticresis (artículo 2435).
• * Importancia de la clasificación:
• Se sintetiza en el principio de que lo accesorio sigue la suerte de lo
principal, lo que a su vez trae consigo: 1º Que la validez de la
obligación accesoria depende de la validez de la obligación principal
(artículo 1536). 2º Que la extinción de la obligación principal,
extingue la obligación accesoria (arts. 2381 Nº 3 y 2434).
• c) Obligaciones puras y simples y sujetas a modalidad.
• Son obligaciones puras y simples aquellas que producen los efectos
normales, propios de toda obligación.
• Las obligaciones sujetas a modalidad son aquellas que tienen un
particular contenido que altera los efectos normales de toda
obligación.
• Son modalidades la condición, el plazo, el modo, la solidaridad, la
indivisibilidad, el carácter alternativo de las obligaciones, la cláusula
penal, la representación, etc.
• En un sentido más restringido, son obligaciones puras y simples las
que producen sus efectos desde que se contraen, para siempre y sin
limitaciones; y obligaciones sujetas a modalidad aquellas cuyos
efectos regulares se alteran al pactarse ciertas cláusulas que afectan
el nacimiento, el ejercicio o la extinción de la obligación.
• d) Obligaciones reales y personales.
• Esta clasificación se desprende del artículo 2465 del Código Civil, que
al consagrar el derecho de prenda general de todo acreedor, alude a
“Toda obligación personal…”. Tal es aquella en virtud de la cual, el
obligado compromete la totalidad de su patrimonio embargable.
• En cambio, “obligación real” (o sea, en razón de la cosa) es aquella en
que el obligado sólo compromete determinados bienes, como
acontece con el garante hipotecario o prendario, que no está
personalmente obligado, y por ende, no se encuentra afecto al
derecho de prenda general del acreedor.
• e) Obligaciones de medios y de resultado.
• Esta distinción fue planteada por René Demogue.
• No todo deudor se obliga a lo mismo.
• En algunos casos, el obligado se compromete a desplegar todas las
conductas que razonablemente pueden exigírsele a cualquiera que esté en
su situación, pero sin que pueda asegurar un determinado resultado. Tal
ocurre con un médico que asume la responsabilidad de efectuar una
intervención quirúrgica o un abogado que asume la representación de su
cliente en un litigio. Entonces, nos encontramos ante obligaciones “de
medios”.
• Se las define como “aquellas en que el deudor asume el deber de observar
una conducta diligente para alcanzar el resultado deseado por las partes,
que cede en beneficio del acreedor.
• El deudor cumple su obligación, sea que se cumpla o no la prestación
convenida, a condición de que su comportamiento haya sido prudente y
diligente”.
• En cambio, la obligación “de resultado” supone que el obligado debe
cumplir efectivamente con la prestación convenida.
• Así, por ejemplo, el arquitecto que se obliga a construir una casa y
entregarla “llave en mano” en cierto plazo; o el transportista que se
obliga a trasladar ciertas mercaderías a determinado lugar; o el
vendedor que se obliga a entregar al comprador la cosa objeto del
contrato. Se las ha definido como “aquellas en que el deudor se
compromete a obtener la prestación deseada por el acreedor, de
manera que si ese fin no se realiza el deudor incurre en
incumplimiento.”
• Las obligaciones de medios corresponden a una clasificación aplicable
especialmente a los profesionales. Contraen una obligación de
medios cuando el deber profesional consiste en aplicar conocimientos
y capacidades en servicio de la contraparte, pero sin asumir el deber
de proporcionar el beneficio o resultado final perseguido por la
contraparte. Son de resultado, si el profesional se obliga a
proporcionar al cliente el beneficio preciso que éste pretende
obtener.
• La regla general, es que las obligaciones profesionales sean de
medios. Estas obligaciones dan lugar a deberes de prudencia y
diligencia, pues usualmente se exige del experto el empleo del
cuidado debido para procurar el interés que se persigue. Pero la
circunstancia de no obtener ese beneficio no supone incumplimiento
de la obligación.
• El fin que pretende el acreedor de una obligación de medios es
contingente, de modo que su frustración no puede ser tenida por
incumplimiento. Del profesional se espera que adopte las medidas de
seguridad que exige su actividad de acuerdo con los criterios
generales de la responsabilidad por culpa.
• Atendido lo anterior, a falta de una convención que precise los
deberes de quien se obliga a prestar un servicio, se afirma que el
contenido de una obligación contractual de medios es equivalente a
los deberes de prudencia y diligencia que rigen en sede
extracontractual. En uno y otro caso, por regla general, estos deberes
no tienen por antecedente una convención que los determine, sino
que emanan de las exigencias de cuidado impuestas por el Derecho.
• Las obligaciones de medios –señala E. Barros-, plantean preguntas
respecto del alcance de las normas reguladoras de la prueba de los
arts. 1698 y 1547 del Código Civil. Conforme a estas normas, probada
la existencia de la obligación contractual por el acreedor, el deudor
debe a su vez acreditar que las ha cumplido o que el incumplimiento
obedece al caso fortuito o fuerza mayor. Y en caso contrario, su
incumplimiento se presume culpable.
• Tales normas operan sin problemas respecto de las obligaciones de
resultado, pero plantean dificultades de aplicación tratándose de
obligaciones de medios.
• Así, en el caso de la responsabilidad médica, puede ocurrir que el
paciente y víctima del daño argumente que un descuido erróneo, por
una descuidada lectura de los respectivos exámenes, le impidió
sanarse de una enfermedad que luego le ha provocado severos daños
corporales.
• Conforme al art. 1698, el paciente deberá probar la existencia del
contrato de prestación de servicios, lo que no será muy difícil, pues
aunque falten formalidades como un contrato escrito, se podrá
acreditar el consentimiento a partir de actos de ejecución
demostrativos de una voluntad tácita por parte del profesional.
Probada la obligación, le corresponderá al médico acreditar su
extinción, usualmente por haberla cumplido (es decir, por el pago,
por la ejecución de la prestación debida).
• El médico probará como hechos extintivos de su obligación
profesional las prestaciones médicas efectivamente realizadas y
argumentará que no se le puede hacer responsable por el solo hecho
de que el paciente no haya sanado, porque el médico tenía una
obligación de medios.
• A falta de otra prueba proporcionada por el demandante, a partir de
la cual pueda deducirse la negligencia del profesional, los actos de
ejecución, debidamente probados por el médico, serán prueba
suficiente de que él cumplió su obligación.
• De ahí que, una vez probados los actos de ejecución, la discusión
relevante en un juicio de responsabilidad contractual por
incumplimiento de una obligación de medios recae en si tales actos
de ejecución pueden ser considerados como el cumplimiento de lo
debido.
• Y esta cuestión, inevitablemente, exige preguntarse si el profesional
hizo prestación diligente o negligente de lo debido. En consecuencia,
a pesar de lo dispuesto en el inc. 3° del art. 1547 del Código Civil, en
cuanto a que “La prueba de la diligencia o cuidado incumbe al que ha
debido emplearlo”, la pretensión del demandante sólo prosperará si
logra que el juez tenga por probado que la conducta invocada por el
médico como un acto extintivo de la obligación no ha observado los
estándares de cuidado requeridos.
• En otras palabras, agrega E. Barros, la situación estratégica de las
partes es análoga en un juicio de responsabilidad contractual por
incumplimiento de una obligación de medios a la de un juicio de
responsabilidad extracontractual regido por el estatuto general de la
culpa probada, porque en uno y otro caso, quien demanda soporta el
riesgo de que no sea posible acreditar la negligencia del demandado.
• Lo anterior, afirma la doctrina, se explica por la naturaleza de la
obligación de medios, donde la prestación debida no es un hecho
preciso y determinado, como ocurre con las obligaciones de
resultado. En el marco de la doctrina francesa, se sostiene que las
obligaciones de medios son indeterminadas, porque no comprenden
una prestación precisa, sino que exigen aplicar genéricamente el
cuidado debido, de modo que para probarlas es necesario mostrar la
diligencia exigible al deudor. En cambio, en las obligaciones de
resultado la prestación está perfectamente determinada, lo debido es
por completo inequívoco (el vendedor, por ejemplo, debe entregar
una determinada cosa).
• Por el contrario, afirma Barros, la disputa central entre el acreedor y
el deudor de una obligación de medios radica precisamente en si los
actos alegados por el demandado como actos de ejecución de la
obligación constituyen en efecto la conducta debida. Por ello, la
cuestión de la diligencia debe dirimirse por la aplicación del art. 1698
y no conforme a la norma del inc. 3° del art. 1547.
• En conclusión, la prueba de la culpa no se plantea siempre de la
misma manera en los distintos tipos de obligaciones. En las
obligaciones de resultado, la culpa se presume. En las obligaciones de
medios, usualmente debe ser probada. Por tal razón, no hay tampoco
diferencias esenciales en la prueba de la infracción a un deber general
de cuidado en sede extracontractual y la prueba de la negligencia en
el cumplimiento de una obligación contractual de medios.
• Excepcionalmente, sin embargo, las obligaciones que contrae un
profesional pueden ser de resultado y no de medios. Ello ocurrirá,
cuando de acuerdo con los estándares de la respectiva actividad, el
acreedor tiene derecho a obtener el beneficio perseguido.
• Esto ocurrirá cuando el deudor debe controlar de tal modo el riesgo,
que la experiencia enseña que el error se debe a su culpa.
• Así, por ejemplo, cuando se contrata a un abogado para que estudie
los títulos de un inmueble y una vez aprobados por éste profesional,
redacte el contrato de compraventa y finalmente obtenga la
inscripción respectiva en el Registro Conservatorio. Lo mismo
ocurriría, se ha dicho, tratándose de un cirujano plástico.
LAS OBLIGACIONES
NATURALES.
• De acuerdo al artículo 1470, obligación natural es el vínculo jurídico
entre personas determinadas, en cuya virtud una se encuentra en la
necesidad de ejecutar en favor de la otra una determinada
prestación, pero que no confiere al acreedor acción para demandar
su cumplimiento, sino únicamente excepción para retener lo que se
ha dado o pagado en razón de ella.
• Las obligaciones naturales son excepcionales, puesto que por regla
general, la obligación otorga al acreedor acción para exigir su
cumplimiento. Por lo tanto, no hay obligación natural sino en virtud
de un texto expreso de la ley. Cabe diferenciar la obligación natural
del deber moral.
• En la obligación natural se encuentran perfectamente determinados
las partes y la cosa debida. En el deber moral, en cambio, hay
completa indeterminación al respecto. Quien cumple un deber moral,
cuya prestación fija la conciencia individual, realiza una liberalidad,
hace una donación desde el punto de vista jurídico. El que cumple
una obligación, sea civil o natural, verifica un pago.
Casos de obligaciones naturales
• Si examinamos la enumeración del artículo 1470, se observa que las
consignadas en los números 1 y 3 son obligaciones que proceden de
actos que adolecen de nulidad.
• Son obligaciones civiles defectuosas por omisión de los requisitos de
forma del acto que las origina, atendida su naturaleza, o de las
normas que aseguran la protección de los incapaces.
• A su vez, las obligaciones consignadas en los números 2 y 4 del mismo
precepto, nacieron perfectas, pero circunstancias posteriores les
restaron eficacia. En los casos de los números 1 y 3, pudo existir una
obligación civil y se frustró; en los casos de los números 2 y 4, existió
una obligación civil y degeneró.
• Sintetizando, siguiendo a Alessandri, “sólo hay obligación natural
donde existió o pudo existir una obligación civil”.
• ¿Es taxativa la enumeración del artículo 1470? No hay acuerdo en la
doctrina. Mientras que para algunos es taxativa (Claro Solar), para
otros no lo es, y habrá una obligación natural cada vez que la ley
señale efectos que son propios de estas obligaciones.
• Algunos señalan como razones de texto que demostrarían que se
trata de una enumeración taxativa, el inciso final del artículo 1470, en
relación con el artículo 2296.
• En esta última norma, a propósito del cuasicontrato del pago de lo no
debido, se indica que “No se podrá repetir lo que se ha pagado para
cumplir una obligación puramente natural de las enumeradas en el
artículo 1470”.
• La referencia al artículo 1470 indicaría, para quienes postulan esta
doctrina, que no existirían otros casos de obligaciones naturales.
Primer grupo de obligaciones naturales:
obligaciones nulas.
• “Las contraídas por personas que teniendo suficiente juicio y
discernimiento, son, sin embargo, incapaces de obligarse según las
leyes, como los menores adultos” (artículo 1470, número 1): se trata
de obligaciones contraídas por ciertas personas relativamente
incapaces, con infracción de las formalidades establecidas por la ley,
destinadas a su protección. Deben descartarse las obligaciones
contraídas por los absolutamente incapaces, pues el artículo 1447
establece que sus actos no producen ni aun obligaciones naturales.
• Se excluyen asimismo, las obligaciones que adolecen de nulidad
relativa por error, fuerza o dolo y las contraídas por personas afectas a
las incapacidades especiales a que alude el último inciso del artículo
1447.
• En estos casos, mientras la nulidad no se declare, habrá obligación
civil, y cuando se declare, no habrá ni obligación civil ni natural.
• Nótese que el numeral, si bien alude a personas incapaces, les exige al
menos tener el “suficiente juicio y discernimiento”.
• La expresión “juicio” admite varios significados, siendo el primero de ellos,
conforme el Diccionario de la Lengua, la facultad del alma por la que el
hombre puede distinguir entre el bien y el mal y lo verdadero y lo falso. Por
“discernimiento”, a su vez, se entiende algo similar: distinguir algo de otra
cosa.
• Ahora bien, dado que entre ambas palabras existe una conjunción,
parecería lógico entender que no aludirían a lo mismo (como sí lo entiende
Claro Solar, según veremos seguidamente). Por ello, creemos que el
término “juicio” quiere aludir más bien a una persona juiciosa, entendida
en el Diccionario como aquél “que procede con madurez y cordura”.
• Se ha discutido en la doctrina si los actos del disipador interdicto,
están o no incluidos en el número 1 del artículo 1470.
• Para la mayoría de la doctrina, no lo están, puesto que el pródigo, es
una persona que ha demostrado no tener suficiente juicio y
discernimiento; sus actos de dilapidación manifiestan una falta total
de prudencia.
• En consecuencia, derogada por la Ley Nº 18.802 la incapacidad
relativa de la mujer casada en sociedad conyugal, el Nº 1 del artículo
1470 quedaría circunscrito exclusivamente a los menores adultos. En
apoyo de esta tesis, podríamos agregar que el disipador si bien puede
tener suficiente discernimiento, no ha demostrado haber actuado con
la suficiente madurez y cordura, y por ende, no completaría a su
respecto la exigencia legal del numeral.
• Sin embargo, algunos autores incluyen también a los actos de los
disipadores interdictos, entre aquellos que pueden generar
obligaciones naturales. En esta línea, Luis Claro Solar, Vial del Río y
David Stitchkin. Claro Solar no ve inconveniente para que los
disipadores interdictos, si contraen obligaciones sin la intervención de
su curador, queden obligados solo naturalmente, como lo estaría un
menor adulto.
• Agrega que “No nos parece aceptable considerar excluidas las
obligaciones del pródigo, porque precisamente, según se dice, está en
interdicción por no tener juicio ni discernimiento para la
administración de sus bienes; pues la interdicción se decreta por
disipación, por hechos repetidos del interdicto que manifiesten una
falta total de prudencia, como el juego habitual en que se arriesguen
porciones considerables del patrimonio, donaciones cuantiosas sin
causa adecuada, gastos ruinosos.
• Tener juicio suficiente y discernimiento en el sentido que indica el
artículo 1470, significa tener inteligencia suficiente y estar en
posesión de las facultades necesarias para apreciar la declaración de
voluntad que ha de dar origen a la obligación. El pródigo, a diferencia
del demente, no pierde con la interdicción, ni su inteligencia ni su
voluntad.”
• Vial del Río considera que tras la reforma del año 1989, que otorgó
plena capacidad a la mujer casada en sociedad conyugal, “hoy día,
cuando existen sólo dos incapaces relativos, parece prácticamente
imposible que el legislador hubiera conservado esa referencia amplia
y genérica a las personas con juicio y discernimiento suficientes si
hubiera pensado que sólo se encontraban en tal condición los
menores adultos y no el pródigo; en tal caso, lo razonable hubiera
sido decir en el número 1 del artículo 1470 que son naturales las
obligaciones contraídas por los menores adultos.”
• Stitchkin señala que no siendo el disipador un enajenado mental, sino
un individuo que administra sus bienes en forma imprudente, no
puede excluírsele del número 1 del artículo 1470. A pesar de la
imprudencia exhibida por él, tiene suficiente juicio y discernimiento.
• Cabe consignar que la obligación natural puede transformarse en una
obligación civil, mediante la ratificación de la nulidad relativa o por su
saneamiento por el tiempo. Se discute a su vez en la doctrina si es
necesario declarar la nulidad por sentencia judicial, para estar ante
una obligación natural.
• Algunos sostienen que tal declaración es indispensable para que
exista obligación natural. Argumentan que la nulidad no produce
efectos sino en virtud de su declaración por sentencia ejecutoriada
(arts. 1684 y 1687), de manera que mientras el acto no se declare
nulo debe reputarse válido, y por tanto, quien paga una obligación
que no se ha declarado nula, paga una obligación civil.
• Se argumenta también que hay casos en los que, siendo anulable el
acto por incapacidad relativa, permanecerá válido, porque la nulidad
no podrá ser alegada, como ocurre en la hipótesis prevista en el
artículo 1685, cuando de parte del incapaz ha habido dolo para
inducir al acto o contrato.20 En tal caso, ni el incapaz (ni sus
herederos ni cesionarios) ni el capaz que contrató con él podrán pedir
la nulidad del contrato.
• Existirían por lo tanto tres etapas para esta doctrina:
Antes de la declaración de nulidad, la obligación es civil, aunque expuesta al
peligro de rescindirse;
Declarada la nulidad, la obligación se convierte en natural; esta situación es
obviamente irreversible, pues ya no cabe saneamiento, ni por ratificación ni
por el tiempo;
Saneada la nulidad (que no se declaró) por ratificación o por el tiempo, la
obligación es civil (En esta línea, Arturo Alessandri, Fernando Fueyo, Hugo
Tapia, David Stitchkin).
• Para otro sector de la doctrina (Ramón Meza Barros, Luis Claro Solar,
René Abeliuk, René Ramos Pazos) la declaración de nulidad no sería
necesaria, existiendo la obligación natural desde que se contrae con
el vicio. Meza Barros señala los siguientes argumentos:
• 1º El art. 1471 dispone que la sentencia que absuelve “al
naturalmente obligado” (se asume por ende que el demandado era
deudor de una obligación natural) no extingue la obligación natural.
De este modo, demandado el que contrajo la obligación nula y
desechada la demanda -precisamente porque la obligación adolece
de nulidad-, la obligación natural subsiste. La sentencia es inocua;
antes y después de dictada, existe una obligación natural.
• 2º El art. 2375 número 1 dispone que el fiador que paga tiene
derecho para que el deudor le reembolse lo pagado, menos cuando la
obligación principal es puramente natural. Antes, por ende, de que se
sanee o declare la nulidad la obligación es natural (pues de haberse
declarado la nulidad, el acreedor no habría tenido acción contra el
fiador).
• 3º Si la declaración de nulidad fuese necesaria, nunca el saneamiento
daría lugar a una obligación civil; para que el saneamiento tenga lugar,
es preciso que no se haya declarado la nulidad. El acto no puede
sanearse si fue declarado nulo por sentencia ejecutoriada.
• Se distinguen entonces tres situaciones para la segunda doctrina:
Antes de declararse la nulidad, la obligación existe como natural por el solo
hecho de adolecer de un vicio que la hace rescindible;
Si la nulidad se sanea por la ratificación o por el lapso de tiempo (o sea, por la
prescripción), la obligación se convierte en civil;
Declarada la nulidad, la obligación sigue siendo natural, porque la sentencia
que la declara no extingue la obligación natural.
• René Ramos Pazos adhiere a la segunda doctrina, señalando que el
artículo 1470 número 1 no habla de obligaciones nulas, empleando
además la expresión “Las contraídas...”, lo que demostraría que la
obligación se contrajo como natural.
• La jurisprudencia se ha inclinado por la segunda corriente.
• Peñailillo plantea el siguiente ejemplo, según cada una de las partes del
contrato invoca una u otra doctrina: A es menor adulto y vende (y entrega)
a B una cosa, sin la autorización de su representante legal. Luego, A
demanda la nulidad relativa del contrato por incapacidad relativa y pide
que B le restituya la cosa. Se declara la nulidad, pero B sostiene que no
restituye, porque la obligación de A era natural y la cumplió, y cumplida,
puede retener (aduce B entonces la segunda doctrina, en virtud de la cual
la obligación es natural desde el momento en que se celebró el contrato). A
(sosteniendo la primera doctrina), afirma que sólo hay obligación natural
desde que se declara la nulidad del contrato, de modo que cuando entregó
la cosa la obligación era civil.
• Por ende, deben aplicarse las reglas de la nulidad, y concretamente, la de
restituirse las partes al estado anterior (artículo 1687).
• “Las que proceden de actos a que faltan las solemnidades que la ley
exige para que produzcan efectos civiles; como la de pagar un
legado, impuesto por un testamento que no se ha otorgado en la
forma debida” (art. 1470, N° 3): se trata de obligaciones nulas por
omisión de requisitos formales establecidos en consideración al acto
mismo. Son obligaciones absolutamente nulas.
• En relación a este numeral, cabe recordar el distingo que se ha
planteado entre solemnidades exigidas para la existencia del acto
jurídico, y aquellas exigidas para su validez. No hay duda que las
solemnidades cuya omisión puede originar una obligación natural
sólo son las segundas. En efecto, de omitirse una solemnidad
indispensable para la existencia del acto jurídico, mal puede nacer
obligación alguna, ni siquiera natural, pues no hay acto jurídico del
cual emane.
• Señala al efecto Vial del Río: “es indudable que las solemnidades a
que se refiere el número 3° del artículo 1470 son aquellas requeridas
para la validez de un acto, lo que justifica que no obstante la
declaración de nulidad por la omisión de una solemnidad de esta
clase, el legislador considere que la obligación que ese acto engendró
y que en estricto rigor deba estimarse extinguida por la mencionada
declaración de nulidad, subsista como natural para el solo efecto de
legitimar el pago que hiciera el deudor.
• La omisión de una solemnidad requerida para la existencia de un acto
impide que el acto produzca efectos, por lo que mal podría nacer una
obligación de un acto inexistente.
• Por ello, en caso que una persona, atribuyéndose la calidad de
deudor de una obligación que no llegó a nacer porque le faltaba al
acto una solemnidad requerida para su existencia, pague al supuesto
acreedor, siempre podrá repetir lo pagado ya que nunca existió una
obligación que pudiera servir de fundamento a dicho pago y sin que
tampoco la ley pueda fingirla”.
• Menciona este autor, a modo de ejemplo del último caso, la
“celebración” de una compraventa de un bien raíz, pero sin que el
consentimiento se manifieste por intermedio de una escritura
pública. En tal caso, no hay en verdad compraventa, y menos
obligación natural cuyo pago pueda retenerse. En todo caso, no hay
obligación natural si el acto adolece de nulidad absoluta por objeto o
causa ilícita o por haber sido ejecutado o celebrado por un
absolutamente incapaz.
• No basta entonces con cualquier causal de nulidad absoluta.
• Como en el caso anterior, para algunos no sería necesaria la
declaración de nulidad del acto jurídico.
• En cuanto al alcance de la expresión “actos” que emplea el Nº 3 del
art. 1470, se concluye por una parte de la doctrina que no estaría
restringida a los actos jurídicos unilaterales, abarcando también los
bilaterales, pues el texto es genérico y no distingue (Luis Claro Solar,
Ramón Meza Barros). Por lo demás, en ocasiones, la ley emplea sólo
la voz “actos” (por ejemplo, artículos 10, 11, 49, 138, 140, 142, 1445,
1447, 2467, 2468). En cambio, en otras ocasiones, se emplea la frase
“actos y contratos” (por ejemplo, 161, 1453, 1469, 1681, 1701, 1706,
1709), caso en el cual no hay duda que la primera de estas palabras
alude a los actos jurídicos unilaterales.
• Con todo, el punto no es unánime.
• En un fallo de enero de 1988, de la Corte Pedro Aguirre Cerda (hoy
San Miguel), se afirma que la alusión es a los actos unilaterales,
porque a juicio de la Corte, en esa acepción restringida se ha
entendido siempre la expresión “actos”, quedando excluidos los
contratos, actos bilaterales.
• René Ramos Pazos también está por la tesis de restringir el caso sólo a los actos jurídicos
unilaterales, fundamentando su opinión en los siguientes argumentos:
• 1º Normalmente, la expresión “actos” se emplea para referirse a los actos unilaterales;
• 2º El ejemplo que pone el Código también corresponde a un acto unilateral y según el
Mensaje, los ejemplos “ponen a la vista el verdadero sentido y espíritu de una ley en sus
aplicaciones”;
• 3º Hay una razón histórica: la norma fue tomada de Pothier, quien, a su vez, la había
tomado de la tradición romana; también fue tomada del proyecto de García Goyena.
Estos autores entendían el ejemplo referido sólo a los actos unilaterales; y
• 4º Sería injusto aplicar la norma a los actos bilaterales, como se puede apreciar con el
siguiente ejemplo: si se vende un bien raíz por un instrumento privado, el comprador no
podría obtener la tradición de la cosa, porque el Conservador no inscribiría el título y
tampoco podría obtener la restitución del precio (por tratarse de una obligación natural).
• Este último argumento le parece definitivo a Ramos Pazos.
• En nuestra opinión, la segunda doctrina parece ser la correcta, y
agregamos otro argumento: aceptar una hipótesis como la que
ejemplifica Ramos Pazos, implicaría amparar un enriquecimiento sin
causa o injusto, lo que pugna con uno de los principios fundamentales
del Código Civil. Además, en el campo de la compraventa, en realidad
estaríamos ante un acto inexistente, que jamás podría generar una
obligación natural. Esta sólo podría nacer de un acto existente aún
cuando nulo.
• La jurisprudencia no ha sido uniforme.
Segundo grupo de obligaciones naturales:
obligaciones civiles “desvirtuadas” o
“degeneradas”.
• Se trata de obligaciones que habiendo nacido como civiles o
perfectas, circunstancias posteriores hacen que se desvirtúen o
degeneren en obligaciones naturales.
• “Las obligaciones civiles extinguidas por la prescripción” (artículo
1470, número 2): cabe consignar que si la prescripción deja
subsistente una obligación natural, en definitiva extingue acciones,
antes que obligaciones.
• Se plantea nuevamente la discusión acerca de si es necesario una
sentencia judicial que declare prescrita la obligación o más bien la
acción, o si por el contrario, la obligación civil se convertirá en
natural desde que concurren los requisitos de la prescripción. Si se
opta por la segunda posición, el deudor que paga una obligación
prescrita no ejecuta una liberalidad, sino que paga una obligación
natural, renunciando a una excepción perentoria.
• Por el contrario, si se concluye que siempre se requiere dictar
sentencia que declare prescrita una obligación, quien paga antes de
tal declaración judicial, paga una obligación civil y no natural, pues
sólo tendrá este último carácter después de dictada y ejecutoriada la
sentencia.
• René Ramos Pazos opta por esta última doctrina, señalando que de
seguir la tesis contraria, se confunden dos instituciones: la renuncia
de la prescripción y el cumplimiento de una obligación natural.
• Cita al efecto a Hugo Tapia, quien afirma: “la lógica nos está
evidenciando que el deudor que paga una obligación sin hacer valer
la excepción de prescripción que la ley le otorga, no está pagando una
obligación natural, sino renunciando a la prescripción”
• “Las que no han sido reconocidas en juicio por falta de prueba”
(artículo 1470, número 4): se trata de obligaciones que nacieron
perfectas, pero demandado el deudor, el acreedor no logró acreditar
su existencia.
• Debemos precisar que el rechazo de la demanda ha de ser por razón
de prueba y no por otra causa. Así, por ejemplo, cuando la obligación
se originó en un contrato consensual, y su monto excede de dos
unidades tributarias mensuales, y el acreedor no puede probar la
existencia de aquella, al no disponer de otra prueba que la de
testigos, excluida por la ley en tal hipótesis. Con todo, si se paga dicha
obligación, no obstante haberse desconocido en juicio por falta de
prueba, se paga una obligación natural.
Efectos de las obligaciones naturales.
• a) Autorizan al acreedor para retener lo que se ha dado o pagado en
razón de ellas. Se trata del principal efecto. El principio fundamental
en juego es el siguiente: el cumplimiento de una obligación natural no
es un acto de liberalidad, sino un pago. La obligación natural sirve de
causa eficaz al pago, que por lo mismo no puede reputarse indebido:
arts. 2296 y 2297.
• El pago debe reunir ciertos requisitos:
• * Debe ser voluntario: debe hacerse libre y espontáneamente; no
debe adolecer de un vicio del consentimiento. Algunos pretenden
que además, el pago debería hacerse a sabiendas, con conocimiento
de causa, con la conciencia que se satisface una obligación natural
que el acreedor no tiene derecho a demandar; por tanto, si el pago se
efectuó en la creencia equivocada que el acreedor tenía acción para
exigirlo, habría derecho a repetición (Claro Solar; Barros Errázuriz;
Abeliuk Manasevich).
• En tal caso, podría invocarse error para exigir la restitución de lo
pagado. Refiere sobre el particular Claro Solar: “El pago debe ser
hecho voluntariamente. ¿Cuál es el sentido de la palabra
voluntariamente? Esta palabra es empleada por Pothier para explicar
el efecto de las obligaciones naturales, y él la emplea en el sentido de
con conocimiento de causa, a sabiendas.
• Paga voluntariamente el que paga sabiendo que no se halla obligado
civilmente y teniendo, en consecuencia, la voluntad de hacer
libremente el pago de una obligación natural, para descargar su
conciencia; el que paga libre y espontáneamente una obligación que
sabe que no se le puede exigir por el acreedor. Por eso el art. 2296,
concordando con el art. 1470, dice que no puede repetirse lo que se
ha pagado para cumplir una obligación puramente natural.
• El pago debe ser hecho, por lo tanto, libre y espontáneamente para
solucionar la obligación natural que liga al deudor en conciencia; no
para pagar una deuda a que el que paga se crea obligado civilmente y
que paga porque cree que se le puede exigir el pago”. Otros estiman
que tal criterio, sin embargo, es inadmisible, atendido el texto del art.
2297, en cuanto este artículo no plantea dicha exigencia (Peñailillo;
Meza Barros).
• * Debe hacerse por quien tenga la libre administración de sus
bienes: por regla general, el pago (en el caso de las obligaciones de
dar) importa una enajenación, y por tanto, quien paga debe tener la
facultad de disponer del objeto del pago. Y quien puede disponer, por
regla general ha de ser también plenamente capaz.
• Expresa al efecto Claro Solar: “… si la obligación natural proviene de la
incapacidad para obligarse del deudor que celebró el acto o contrato
de que procede esa obligación sin llenar los requisitos legales
necesarios para salvar su incapacidad, no podría ser válido el pago
que adolece del mismo defecto.
• La ley no habla de libre disposición sino de libre administración. Mas
por libre administración debe entenderse que la ley ha querido
expresar, libre disposición de bienes, que lleva envuelta la facultad de
enajenar; es decir, el pago debe ser hecho por una persona de
capacidad plena y a quien no está prohibida la enajenación de sus
bienes”.
• Por ello, tratándose de la obligación contraída por un menor adulto,
será necesario que el pago se verifique al alcanzar la mayoría de edad
o en su defecto, que el menor cuente con la debida autorización de su
representante legal. A su vez, la cosa pagada no deberá estar sujeta a
prohibición o a un embargo.
• * Debe cumplir con los demás requisitos generales del pago:
pago íntegro;
• En estos dos últimos casos sin embargo, se dice que hay verdaderas
obligaciones civiles y una renuncia del heredero o deudor a las
limitaciones de su responsabilidad.
OBLIGACIONES SUJETAS A
MODALIDAD.
Generalidades.
• Cabe formular dos reglas generales al respecto:
• * Primera regla general: normalmente, las obligaciones son puras y
simples y las modalidades son excepcionales.
• Por regla general, las modalidades no se presumen, requiriéndose
una declaración expresa de voluntad.
• Sin embargo, en ciertos casos, la ley subentiende la existencia de
modalidades:
Condición resolutoria tácita (art. 1489);
Compraventa de cosa que no existe pero se espera que exista (art. 1813): condición
suspensiva;
Fideicomiso (art. 738): condición suspensiva.
• * Segunda regla general: puede señalarse que todos los actos, en principio,
admiten modalidades.
• Excepcionalmente, no las admiten:
El contrato de matrimonio (art. 102);
El testamento, en cuanto no puede sujetarse la legítima rigorosa a una modalidad o gravamen (art.
1192);
La aceptación o repudiación de las asignaciones (art. 1227);
La aceptación o renuncia a los gananciales de la sociedad conyugal (aplicando por analogía el artículo
1227 en relación al artículo 956, inciso 1º)32;
No se puede constituir un usufructo bajo una condición o un plazo cualquiera que suspenda su ejercicio
(artículo 768).
La promesa de no disponer de la cuarta de mejoras, no admite modalidades (artículo 1204).
El reconocimiento de un hijo es un acto puro y simple (artículo 189, inciso 2º).
El pacto por el cual los cónyuges sustituyen el régimen patrimonial vigente es puro y simple (artículo
1723, último inciso).
Las capitulaciones matrimoniales celebradas en el acto del matrimonio (artículos 1715, inciso 2º y 1723,
último inciso).
Las obligaciones condicionales.
• Concepto de obligación condicional.
• Se encuentra en el art. 1473, que la define en los siguientes términos: “Es
obligación condicional la que depende de una condición, esto es, de un
acontecimiento futuro que puede suceder o no”.
• A su vez, el art. 1070, inc. 2°, define lo que se entiende por asignación
condicional: “Asignación condicional es, en el testamento, aquella que
depende de una condición, esto es, de un suceso futuro e incierto, de
manera que según la intención del testador no valga la asignación si el
suceso positivo no acaece o si acaece el negativo”.
• El inciso 3° agrega que “Las asignaciones testamentarias condicionales se
sujetan a las reglas dadas en el título De las obligaciones condicionales, con
las excepciones y modificaciones que van a expresarse”.
• Recordemos que condición es un hecho futuro e incierto del cual
depende el nacimiento o la extinción de un derecho.
• Clasificación de las condiciones.
• Expresas y tácitas.
• Las condiciones sólo cabe subentenderlas en los casos señalados por la ley.
• Positivas y negativas (art. 1474).
• Las determinadas son aquellas en las que se sabe cuando el hecho puede
suceder (te doy $ 1.000.000.-, si apruebas tu examen de grado, que darás el
15 de mayo próximo); en las indeterminadas, se ignora si el hecho ha de
ocurrir y cuando (te dono un departamento, si te casas).
• Determinadas e indeterminadas.
• Las determinadas son aquellas en las que se sabe cuando el hecho puede
suceder (te doy $ 1.000.000.-, si apruebas tu examen de grado, que darás el
15 de mayo próximo); en las indeterminadas, se ignora si el hecho ha de
ocurrir y cuando (te dono un departamento, si te casas).
• Para precisar los efectos de la imposibilidad, debemos distinguir entre
condiciones positivas o negativas, suspensivas o resolutorias.
• 1. La condición positiva y suspensiva que es física o moralmente
imposible o concebida en términos ininteligibles, se reputa fallida:
art. 1480, inc. 1º. El derecho, por ende, no llega a nacer (condición
suspensiva físicamente imposible: te daré $ 1.000.000.-, si haces
llover con la sola fuerza de tu mente; te daré $ 100.000.000.-, si viajas
al planeta Marte y vuelves en 30 días; condición moralmente
imposible: o si das muerte a X).
• 2. La condición positiva y resolutoria física o moralmente imposible
o ininteligible, se tiene por no escrita, la obligación es pura y simple:
art. 1480, inc. 4º. Esto significa que el derecho, que ha nacido, en
verdad no se extinguirá (condición resolutoria físicamente imposible:
te doy por este acto $ 1.000.000.-, pero deberás devolverme esa
suma, si mi perro comienza a hablar; te doy $ 100.000.000.-, pero si
viajas al planeta Marte y vuelves en el plazo de 30 días, me deberás
devolver tal suma; condición resolutoria moralmente imposible: te
doy por este acto $ 100.000.000.-, pero me deberás devolver esa
suma, si das muerte a X).
• 3. La condición negativa y suspensiva, cuando es físicamente
imposible, se tiene por no escrita la condición: art. 1476, la
obligación es pura y simple. El derecho nace puro y simple y por ende
puede reclamarse (te daré $ 1.000.000.-, si Pedro no da a luz un niño;
te daré $ 100.000.000.-, siempre y cuando no viajes al planeta Marte
y vuelvas en el plazo de 30 días).
• 4. La condición negativa y suspensiva moralmente imposible o
concebida en términos ininteligibles, se tendrá por fallida, pues vicia
la disposición: arts. 1476 y 1480, inc. 2º. Por ejemplo, te daré $
5.000.000.-, si no das muerte a X. Nada puede reclamarse por el
acreedor condicional, pues se trata de abstenerse de la comisión de
un hecho ilícito.
• 5. La condición negativa y resolutoria física o moralmente imposible
o ininteligible, se tiene por no escrita, la obligación es pura y simple
(te doy $ 100.000.000.-, pero si no viajas al planeta Marte y vuelves
antes de un mes, me devolverás esa suma; te doy $ 100.000.000.-,
pero si no das muerte a Pedro antes de un año, me devolverás esa
suma).
• En síntesis:
Ahora bien, ese plazo de 30 años, era el originario del artículo 739, el que
después bajó a 15 años, coincidiendo en ambos casos con el plazo de la
prescripción extraordinaria (que comenzó en 30 años y luego se rebajó
también a 15 años).
El problema se produjo cuando los 15 años para cumplir la condición en el
fideicomiso bajaron a 5, mientras que los 15 años de la prescripción
extraordinaria bajaron a 10, rompiéndose de esta forma la igualdad en los
plazos entre el fideicomiso y la prescripción extraordinaria. Por ende,
concluye Ramos Pazos, “No merece duda que el plazo de caducidad de las
condiciones es de 10 años, pues ése es el tiempo máximo establecido por el
Código para dar estabilidad a todas las situaciones jurídicas.
No hay razón para seguir aplicando la regla del artículo 739, claramente
excepcional, y en tal sentido debe entenderse la referencia del Mensaje.
Curiosamente, Ramos Pazos no refuerza su argumentación aludiendo al
artículo 962, inc. 3º, que a nuestro juicio, sería la regla más directamente
vinculada con la materia que nos ocupa.
En todo caso, debemos aclarar que es necesario que la condición se cumpla; si falla, no hay
contrato ni problema de los riesgos, pues en tal caso, la pérdida pertenecerá al dueño, al
frustrado vendedor (en cambio, si el contrato no fuere condicional, la pérdida deberá
soportarla el comprador).
• Efectos de la condición suspensiva fallida: el derecho no llega a nacer,
se extingue el germen de derecho del acreedor.
Las enajenaciones que el deudor hubiere realizado de las cosas que debía, se consolidan
definitivamente.
• Efectos de la condición suspensiva cumplida: el germen de derecho se
transforma en un derecho perfecto.
• Nace el derecho y la obligación correlativa. Cabe indicar que la condición
opera retroactivamente: los efectos de la condición cumplida se retrotraen,
salvo excepciones, al tiempo en que se contrajo la obligación condicional.
• En consecuencia, cumplida la condición suspensiva, se entenderá que el
derecho del acreedor habrá nacido desde que se contrajo la obligación,
como si hubiera sido una convención pura y simple.
• Por el contrario, fallida la condición suspensiva, se reputa que el acreedor
no tuvo derecho alguno, y que sobre el deudor condicional nunca pesó
obligación alguna. Lo mismo cabe decir de la condición resolutoria.
• La ley aplica el principio de la retroactividad en los siguientes aspectos:
La transmisión del derecho y de la obligación condicionales, no se explican sino por el efecto
retroactivo de la condición cumplida. De otra manera, ¿cómo podría transmitirse a los
herederos del acreedor un derecho del que carecía el causante? y ¿por qué entonces los
herederos del deudor deben cumplir una obligación que no pesaba sobre el causante?
El mismo principio opera generalmente, cada vez que la ley subordina los efectos de un acto
a circunstancias posteriores a su celebración. Así, en el caso del art. 2413 (hipoteca); art. 77
(derechos eventuales del que está por nacer). Cabe considerar sin embargo, algunas
excepciones al principio de la retroactividad:
Respecto de los frutos, art. 1488: no pertenecerán al acreedor, salvo disposición expresa en contrario (el
mismo principio se establece en el art. 1816, en la compraventa, cuando ésta se celebra sujeta a
condición);
Respecto de las enajenaciones efectuadas en el tiempo intermedio (entre la celebración del contrato y el
cumplimiento de la condición): arts. 1490 y 1491. La condición cumplida únicamente afecta a los
terceros de mala fe. Es decir, la condición no opera retroactivamente en perjuicio de los terceros de
buena fe. Se entiende que el tercero estaba de mala fe, cuando conocía la existencia de la condición
resolutoria pendiente (que pesaba sobre quien le enajenó) y que al mismo tiempo era suspensiva
pendiente (en favor del acreedor de quien enajenó).
La condición resolutoria.
• Distinguimos tres formas que puede asumir la condición resolutoria:
la condición resolutoria ordinaria; la condición resolutoria tácita y el
pacto comisorio.
• Condición resolutoria ordinaria.
Es la que consiste en un hecho cualquiera, futuro e incierto, que no sea el
incumplimiento de una obligación, del que pende la extinción de un derecho
(por ejemplo, cuando en una compraventa se incorpora el pacto de
retroventa, art. 1881; o cuando se estipula en un contrato de compraventa de
10.000 acciones de Entel que el contrato se resolverá o quedará sin efecto si
en el plazo de 30 días, contados desde su celebración, el valor por acción
cotizado en la Bolsa de Comercio, disminuyese al final de dicho período en
más de un 25%).
Produce sus efectos de pleno derecho, por el solo ministerio de la ley.
El derecho se extingue ipso iure por el cumplimiento de la condición: art.
1479.
No es necesario, entonces, pedir al tribunal que declare la resolución del
contrato, pues ella se produjo en el momento mismo en que se cumplió la
condición resolutoria ordinaria.
Ello explica que el artículo 1487 establezca que “Cumplida la condición
resolutoria deberá restituirse lo que se hubiere recibido bajo tal condición”.
En consecuencia, toda persona que tenga interés en ello puede alegar que ha
operado la resolución del contrato y puede oponerse a toda persona, parte o
terceros, con las limitaciones de los arts. 1490 y 1491. Cabe advertir que el
cumplimiento de una condición resolutoria ordinaria no autoriza al acreedor
para demandar indemnización de perjuicios, pues como se dijo, no hubo de
por medio Incumplimiento de obligaciones, de manera que nada cabe
reprocharle al deudor (salvo si se hubiere estipulado una pena, para el caso
de incurrir en mora en la restitución).
• Condición resolutoria tácita.
• Concepto: consiste en no cumplirse lo pactado en un contrato
bilateral. El hecho futuro e incierto es el incumplimiento de una
obligación. Es una condición negativa y simplemente potestativa. Se le
llama “tácita”, porque se subentiende en todo contrato bilateral, no
es necesario pactarla: art. 1489. Se fundamenta en el principio de la
equidad de las prestaciones: si una parte no cumple con su
obligación, la otra que cumplió con la suya o está llana a cumplirla sin
estar en mora, puede demandar la resolución del contrato, con la
indemnización pertinente.
• Aplicación: del tenor del art. 1489, parece desprenderse que la
condición resolutoria tácita sólo opera en los contratos bilaterales. La
doctrina nacional y extranjera no tiene una opinión unánime al
respecto. Alessandri sigue la conclusión apuntada, mientras que Claro
Solar sostiene que operaría en todo contrato a título oneroso. El
Código Civil la contemplaría en todo caso a propósito del comodato
(art. 2177) y la prenda (art. 2396), ambos contratos unilaterales.
• Abeliuk no admite la posibilidad de que la resolución en general y la
condición resolutoria tácita en particular, pueda operar en los contratos
unilaterales. Expresa que en el caso de los contratos unilaterales, pueden
operar el término anticipado o caducidad o el derecho legal de retención,
pero no la resolución: “En general, la resolución no puede tener lugar en
los contratos unilaterales, y normalmente se traducirá en una anticipación
en el cumplimiento de la obligación, una especie de caducidad del plazo
por el incumplimiento. Y así, en el comodato si el comodatario infringe su
obligación de emplear la cosa de acuerdo al contrato o su uso ordinario, el
comodante puede exigir la restitución anticipada e inmediata de ella,
aunque se haya estipulado plazo para la devolución (Art. 2177);
igualmente, si el acreedor prendario abusa de la cosa dada en prenda, el
deudor puede pedir su inmediata restitución (Art. 2396, inciso final).
• Se trata, pues, de obligaciones accesorias cuya infracción permite
exigir el cumplimiento inmediato, más no la resolución (…) Tampoco si
el contrato unilateral llega a ser sinalagmático imperfecto, tendrá
aplicación la resolución, porque en tal caso el acreedor debe
indemnizaciones, y el deudor querrá retener la cosa que las ha
producido y no devolverla como ocurriría con la resolución. Para el
primer objeto la ley le otorga el derecho legal de retención”.
• Efectos: el contratante diligente puede pedir, a su arbitrio: