Catálogos Concepto Clases 1

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CATÁLOGOS: CONCEPTO Y CLASES

El catálogo es el instrumento de información bibliográfica por excelencia de la


biblioteca; el más antiguo, además, resultando ser el nexo de unión esencial entre la
colección y l@s usuari@s.
Concepto
Derivado del término latino catalogus, que, a su vez, proviene del griego
katalogos, la ALA lo define como “un conjunto de descripciones bibliográficas, creado
conforme a principios específicos y uniformes de realización, y siguiendo las
directrices de una lista oficial de encabezamientos, que describe el material de la
colección, biblioteca o grupo de éstas”. A cada una de estas descripciones la llamamos:
asiento, ficha o registro. El catálogo ha sido un documento secundario de sumo valor.
Por ello, resalta su función mediadora: conduce al documento.
El catálogo es, así, el conjunto ordenado de todos los asientos bibliográficos (de
libros, publicaciones periódicas, folletos, vídeos, etc.), que constituyen los fondos de
una biblioteca. Es, en definitiva, la memoria de la biblioteca, reflejo de lo que la
biblioteca contiene en su colección. Varios son los términos que se han aplicado para
definir su papel mediador, entre ellos: ‘llave o clave’, ‘ojo’, ‘hilo de Ariadna’,
‘ventana’… Y para la biblioteca: ‘corazón”. Todos ellos, acertados.
El catálogo es el resultado de las operaciones centrales que se realizan en el
proceso técnico (análisis formal y de contenido, que se hacen conforme a unas normas:
Reglas de catalogación, Listas de encabezamientos, Sistemas de clasificación) y de
algunas operaciones auxiliares (siendo la signatura la más importante [¡ojo!, el catálogo
no tiene tejuelo]).
Elementos
Como elementos del catálogo, hemos de señalar tres:
a) el asiento bibliográfico que describe el documento: es una representación
codificada y económica de un documento, que nos permite identificar el original.
Los asientos bibliográficos pueden ser: 1) principales (el que lleva el
encabezamiento principal); 2) secundarios (reproducciones del principal, en los
que se superponen los encabezamientos necesarios de: títulos, colaboradore/as,
materias, etc.); 3) de referencia (remiten a encabezamientos admitidos: de
orientación o equivalencia –“véase” = “v.”-; de relación –“véase además” =
“v.a.”-; o explicativos –notas de alcance-); 4) y analíticos (describen partes o
capítulos de una obra).
b) los puntos de acceso o encabezamientos: una vez descrito el documento, la
siguiente operación es la asignación de los puntos de acceso, entre los que
destaca el encabezamiento principal, que es el que sirve para ordenar el catálogo.
Pueden ser: de autor personal, de autor corporativo (entidades, congresos, etc.) o
por el título (propiamente dicho o uniforme).
c) la signatura, que permite la localización del mismo.
Ignacio C. Soriano Jiménez
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Tienen dos características:


- Identifican los documentos (con la descripción)
- Los localizan (con la signatura)
Conviene distinguirlos de las bibliografías:
- Bibliografías: sólo contienen descripciones bibliográficas físicas (sin
secundarias, ni materias, ni signaturas). Describe documentos abstractos
- Catálogos: contienen los datos para localizar lo descrito, con lo cual
podemos consultarlo. Describe documentos concretos: los que hay en una
determinada biblioteca
No obstante, debemos de decir que, en la actualidad, los catálogos (en especial
los colectivos y los de las grandes bibliotecas) se utilizan como bibliografías: con la
intención de saber algo sobre un documento concreto, pero sin intención de consultarlo.
Es decir, son un instrumento de información en sí mismos.
Breve historia
El catálogo ha sido desde antiguo uno de los elementos más característicos de la
biblioteca, aunque su configuración y funciones han ido variando, pasando de ser un
simple inventario que reflejaba los libros que la biblioteca poseía y el lugar en donde
se encontraban, a ser, en los últimos siglos, un instrumento de recuperación de la
información. Estas dos funciones son las que le asigna Cutre en 1876 (y repiten los
Principios de la Conferencia de París de 1961).
Suelen distinguirse cuatro épocas en el devenir de los catálogos a través de la historia:
1) Los catálogos en la Antigüedad (hasta 1100)
Tenían una clasificación rudimentaria por temas y, de forma simple, el contenido
de los estantes (o equivalentes). El más antiguo data de unos 2.000 años antes de nuestra
era, de época sumeria; se trata de una pequeña tabla de arcilla que contiene la lista de
“títulos” (las primeras líneas, pues no había título) de unas 60 obras. Otros testigos
importantes son los del rey asirio Asurbanipal. Se considera que eran inventarios. De
Egipto, no se guardan evidencias, simplemente la suposición de que fueran catálogos
los “títulos” hallados en las paredes de algunas habitaciones de templos concretos.
De Grecia, no encontramos catálogos hasta llegar a la obra de Calímaco:
Pínaques o Tablas de todos los que fueron eminentes en cualquier género literario y de
sus obras en 120 volúmenes. Esta obra se consideraba que era el catálogo de la
Biblioteca de Alejandría, de la que Calímaco habría sido director. Al parecer, es toda
una historia literaria de Grecia, en la que a los títulos de los libros y de sus autores, se
añadió sus biografías. De Roma, nos queda la noticia de sus importantes bibliotecas
públicas y privadas, pero no disponemos de sus catálogos.
2) Los catálogos monásticos medievales
Los monasterios, depositarios del saber, contaban con bibliotecas no muy
voluminosas, debido a la carestía de la elaboración de los libros y a la del pergamino. El
armarius o bibliotecario se ocupaba de su catalogación y, según la Regla de San Benito,
había obligación de inventariar los libros como un bien más del monasterio. De ahí, que
los catálogos monacales eran más utilizados por el armarius que por el público.
Contenían el nombre de los autores y el título de las obras, y se organizaban a veces
por materias, por orden alfabético o por el lugar ocupado en las estanterías.

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En el siglo XIII se fundan las universidades, las cuales contarán con bibliotecas,
que, a su vez tendrán un inventario o catálogos de libros. De la misma forma, se realizan
inventarios de bibliotecas privadas, en especial cuando se venden o donan.
3) Los catálogos académicos (1500-1700)
La llegada de la imprenta propició el que los catálogos también se imprimieran
(eran catálogos tipo libro). Pero aumentó el volumen de las bibliotecas y varió el
contenido de los libros, por lo que, sobre todo desde el siglo XVII, las bibliotecas
académicas utilizaron un orden sistemático (Naudé, Bodley). Y apareció también, en la
Biblioteca Bodleyana (Oxford), el primer catálogo diccionario (con obras de autores,
títulos anónimos, materias). No obstante, todavía tenían carácter de inventario: a un
libro correspondía una sola noticia bibliográfica.
4. Los catálogos de las bibliotecas a partir de 1700
Hasta bien entrado el siglo XIX, se siguieron elaborando en forma de libro, lo
cual dificultaba la recuperación (se intercalaban pocos asientos secundarios; era difícil
acceder por materias…) y eran costosos de actualizar. (De esta forma-libro proviene el
término ‘asiento’). La solución vino con el catálogo de fichas. Ya Gessner las había
propuesto en sus Pandects (1548). Y Rozier, en la preparación del catálogo de la
Academia de Ciencias de París (publicado en 1775), había utilizado naipes para anotar
las descripciones de libros, precisamente por su carácter intercambiable (además de por
ser baratos y de tamaño uniforme). De ahí surgió la recomendación que daba el código
nacional francés de 1791 para elaborar los catálogos de las bibliotecas utilizando naipes
(entonces su verso era blanco), que en esa nación se extienden en la década de 1830.
La facilidad de intercalar fichas, hizo que Cutter lo diera a conocer en los
Estados Unidos, junto a las reglas en las que definió el propósito de los catálogos [el
cual se han venido repitiendo en todos los temas y manuales]: a) facilitar la localización
de un libro del que se conoce: o el autor o el título o la materia; b) mostrar lo que
posee la biblioteca: de un autor, de una materia, de un tipo de literatura; c) ayudar a la
elección de un libro por su edición o por sus características. El fichero multiplicó las
entradas secundarias, creó la necesidad de normalizar los encabezamientos de materia e
introducir la clasificación. Su actualización era tan fácil como intercalar las fichas. Se
normalizaron en 1895 (7,5 x 12,5 cm).
También mostraba sus desventajas: al crecer la colección, se redujo al mínimo
los puntos de acceso (secundarias), y, por otra parte, no podía ser difundido. La
primera desventaja trató de paliarse diversificando el catálogo diccionario en varios
distintos (de autores y obras anónimas, de títulos, de materias, sistemático), que fueran
más manejables. Ante lo segundo, en la década de 1950, se comenzaron a editar las
fichas en microforma utilizando el ordenador (COM), y en la década siguiente a
experimentar con el acceso en línea, dando paso a las distintas generaciones de OPAC
que veremos en su momento. Quedaba abierta la puerta: al acceso remoto a los
catálogos (incluso cuando cierra la biblioteca), a la posibilidad de formar catálogos
colectivos, a multiplicar los criterios de búsqueda, a la consulta simultánea, a la
puesta al día rápida, al conocimiento de la disponibilidad para el préstamo y a la
posibilidad de imprimir inmediatamente cada noticia.
La evolución de los catálogos en el último medio siglo pasa por una seria
normalización internacional, iniciada en la Conferencia de París en 1961, seguida de
la edición de las ISBD (más tarde de FRBR) y del formato MARC (más tarde de
Dublin Core), que unifican el modo en el que aparecen los datos, y culminada por las
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indicaciones de IFLA sobre la presentación del OPAC. A este catálogo automatizado,


le acompañan otros dos tipos de catálogos: los colectivos y los de autoridades.
Tipos de catálogos
La variedad de catálogos es muy numerosa, tanto como pueden serlo las
características y puntos de vista de los fondos que se hallen en una biblioteca. Veamos,
ahora, una tipología de catálogos, atendiendo a diversos criterios:
1. Por su extensión
- Colectivos: con los asientos de fondos pertenecientes a varias bibliotecas
- Generales: pueden ser entendidos como catálogos integrados, que contienen
los asientos de toda clase de materiales existentes en la biblioteca, o como
universales, que contienen todos los fondos impresos de la biblioteca
- Especiales: contienen asientos de una única clase de materiales (libros,
revistas, vídeos, etc.), asientos de fondos que ya están contenidos en otro
catálogo general (de incunables, de impresores, etc.). Destaca el catálogo de
publicaciones periódicas. Los especiales todavía se utilizan por las grandes
bibliotecas (BN, BCyL). Y también los incluyen los OPAC.
2. Por su uso
- Internos: son utilizados por el personal bibliotecario (ej., el topográfico)
- Públicos: destinados a la/os usuaria/os
3. Por su sistema de ordenación
- Topográfico: se basa en la signatura topográfica, punto de acceso externo a
la descripción
- Alfabéticos, numéricos o mixtos: los puntos de acceso están constituidos
por elementos que pueden formar parte de una secuencia: autores, ISBN,
depósito legal, materias, etc.
- Sistemáticos: se atienen a un sistema que divide los asientos en clases
4. Por su forma
- En fichas: por fichas normalizadas de tamaño internacional (75 x 125 mm)
- En forma de lista o de listado: pueden adoptar la forma de libro impreso
(hojas intercambiables), o la de listas en microforma. El libro impreso se
suele utilizar, sobre todo, en fondos especiales, colecciones históricas de
escaso o nulo crecimiento (manuscritos o incunables). La microforma aplica
a las fichas convencionales un simple procedimiento de reducción, o sale de
la elaboración electrónica de datos (COM: Computer Output Microfilm)
- En línea (OPAC): en él, el catálogo propiamente dicho deja paso a un
conjunto de datos y de órdenes, que presentan la información en el momento.
Es el sistema que todas las bibliotecas están adoptando, que permite formar
parte de redes bibliotecarias o sistemas bibliográficos cooperativos.
5. Por su función
- Catálogo de autores/as y obras anónimas: capaz de responder a las
siguientes cuestiones:
. Si la biblioteca tiene una obra de la que se conoce autor/a o título anónimo
. Qué obras hay de un/a autor/a o responsable determinado
. Qué ediciones existen de una obra y si hay una edición determinada
- Catálogo de materias: contesta a qué obras hay sobre un tema determinado.

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De entre ellos, veremos en primer lugar los más representativos desde que las
bibliotecas se han concebido como lugares públicos de consulta y han utilizado las
fichas; para pasar después a la época en la que se introducen los ordenadores.
El catálogo alfabético de autora/es y de obras anónimas
Es el catálogo indispensable y obligado de la biblioteca pública. Es un catálogo
técnico y difícil, porque tiene múltiples funciones informativas. Se ordena por el
encabezamiento, formado por nombre de persona, de una entidad, o por el título, según
indica en cada caso las normas respectivas. Los asientos pueden ser: principales,
secundarios, de referencia o analíticos.
La ordenación del catálogo de autores es alfabética. En España, sus reglas están
contenidas en el capítulo 9 de las Reglas de Catalogación, redactadas por el Ministerio
de Cultura, 1.ª edición, 1985. La alfabetización se hace por unidades de ordenación:
signos, palabras, bloques…, teniendo algunas reglas especiales a considerar:
- no se cuentan los signos diacríticos, ni las conjunciones <<y>> o <<i>>
- no se cuentan como tales las consonantes dobles
- el signo & se traduce por la palabra correspondiente en cada idioma
- no se cuentan los indicadores de función
El catálogo alfabético de materias
Se distingue de los otros porque los asientos bibliográficos se encuentran
ordenados y encabezados por las materias de que tratan las obras. Los encabezamientos
deben de estar elegidos de entre una lista que la biblioteca ha adoptado para el caso
(Autoridades). Son los mismos que se han consignado en la ficha principal, debajo de la
descripción física, precedidos de números árabes.
El encabezamiento puede estar constituido: por una sola palabra (es la forma
ideal y, generalmente, se trata de un nombre); por nombre + apellido; nombre +
complemento (términos compuestos que no admiten formulación más simple); nombre
+ nombre (para designar materias que se entrecruzan); encabezamiento +
subencabezamiento (de materia, topográficos, cronológicos, de forma).
El catálogo diccionario
Es el resultado de mezclar en un solo bloque alfabético todos los asientos del
catálogo alfabético de autores/as (incluidas las secundarias), de títulos y de materias.
Debe su nombre al hecho de que, como sucede en los diccionarios, la ordenación de las
entradas se hace alfabética, siendo, a la vez, el reflejo del carácter enciclopédico de los
fondos de una biblioteca. Ha sido muy utilizado. Su desdoblamiento, por comodidad de
uso, ha dado origen a los otros que comentamos.
El catálogo topográfico
Es el resultante de colocar las fichas según el orden de los libros en los estantes.
Si los libros están colocados siguiendo una numeración correlativa, las fichas se
ordenarán en el catálogo por la misma numeración. Cuando los libros están colocados
en los estantes siguiendo la CDU, las fichas se ordenarán conforme a los números de
aquélla y, dentro de un mismo número, por orden alfabético de autores (en este caso,
coincide con el sistemático).
La notación o número de orden se denomina «signatura». Es un signo compuesto
de cifras o letras, o una combinación de ambas, que sirve para identificar el lugar de un

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libro dentro de una colección y, por ello, debe figurar tanto en el lomo del libro como en
el asiento bibliográfico que lo describe.
El catálogo topográfico es imprescindible para los recuentos periódicos de los
libros, dado que éstos en los estantes y las fichas en el catálogo siguen el mismo orden.
Es de uso interno de la biblioteca.
El catálogo sistemático
Tan útil como los anteriores, el catálogo sistemático indica el lugar donde se
encuentra la obra, además del número de obras que tiene una biblioteca sobre una
materia o materias determinadas.
La disposición de las fichas, aquí, no sigue un orden alfabético de palabras, sino
que se ordenan por un símbolo (signatura o notación), cuya significación y valor vienen
determinados por un código elaborado de antemano. El método que, normalmente,
siguen todas las bibliotecas españolas en sus catálogos sistemáticos es la Clasificación
Decimal Universal (CDU), que divide los conocimientos humanos en 10 grupos.
Los catálogos automatizados (OPAC = Online Public Access Catalogue)
Los Catálogos de Acceso Público en Línea tienen la particularidad de que son un
catálogo diccionario que se nos presenta como una serie de datos en la pantalla de un
ordenador, a la que damos unas órdenes para que nos devuelva la información. Lo que
antes se denominaba ‘asiento’ y ‘ficha’, ahora se llama ‘registro’ (que puede ser
reproducido y distribuido con facilidad). El OPAC es un módulo de los SIGB, que se
alimenta de las descripciones bibliográficas que se han introducido en formato MARC.
Los catálogos en línea requieren un cambio fundamental en el modo de interacción
del/a lector/a frente al catálogo de la biblioteca. El acceso a los catálogos en línea
implica que el/a usuario/a aprenda la forma de diálogo del sistema.
Tienden a tener un diseño amigable e intuitivo. Al ser colgados en Internet,
permiten ser consultados desde lugares lejanos, incluso cuando cierra la biblioteca (el
famoso 24 x 7). A ello añade: la facilidad con que son actualizados, la consulta
simultánea que pueden hacer varias personas, la posibilidad de formar catálogos
colectivos, la de consulta única a varios catálogos a través de Z39.50, y la posibilidad
de imprimir inmediatamente cada registro o guardarlo en un disquete o enviarlo por
correo electrónico. Entre otras virtualidades que conllevan, destacamos:
 integran en una sola herramienta los diferentes
catálogos de fichas
 cada registro bibliográfico puede ser recuperado
desde cualquiera de sus elementos (autoría, título, materias, etc.)
 permiten realizar búsquedas avanzadas, utilizar
operadores booleanos (‘y’, ‘0’, ‘no’) y de comparación (entre determinados
años), elegir idioma, etc.
 dan información sobre el estado de circulación de los
ejemplares del documento (si están prestados o no) y sobre su consideración
(si se pueden prestar o no)
 permiten realizar ciertas operaciones al/a usuario/a
(reservas, renovaciones)
 han multiplicado las descripciones analíticas (las
partes de un todo)

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 permiten acceder, en su caso, al texto completo


(etiqueta 856 del MARC)
 permiten buscar sólo en un determinado material
(audiovisuales, mapas, etc.; útil, sobre todo, para consulta de publicaciones
periódicas)
 incorporan, para uso público, el catálogo de
Autoridades (autor/a, materias…)
 presentan el registro en distintos formatos a elegir
(etiquetas, isbd, marc, xml)
Para que exista una cierta uniformidad en la que se cumplan unos mínimos, la
IFLA ha editado unas Directrices para las visualizaciones de los catálogos en línea, en
las que remarca que el objetivo final de las pantallas es la facilidad de uso (no
olvidemos el calificativo public = dirigido a l@s usuari@s). En estas directrices tiene en
cuenta las cuatro funciones que las FRBR asignan a los OPAC:
 Hallar (find) los documentos que se buscan
 Identificar (identify) un documento (ej., entre dos textos con el mismo título)
 Seleccionar (select) un documento apropiado (ej., en el idioma que comprende)
 Obtener (obtain): adquirir u obtener acceso al documento descrito
Las generaciones de OPAC
La adopción generalizada, por parte de las bibliotecas, de los catálogos en línea
ha tardado en producirse. A mediados de los años sesenta, algunas bibliotecas de
vanguardia empezaron a hacer experimentos con el acceso en línea a sus bases de datos
catalográficas. La mayoría de estos catálogos en línea eran claramente limitados en sus
posibilidades, pero su existencia confirma, por lo menos, el gran potencial que suponía
el ordenador para los servicios de una biblioteca. Los primeros catálogos en línea ni
siquiera eran de acceso público, en el sentido de que, aunque las/os lectoras/es podían
realizar sus consultas al sistema, la búsqueda era llevada a cabo realmente por el
personal de la biblioteca. Era la primera generación de OPAC.
Una segunda generación mejoró las técnicas de recuperación (permitiendo
utilizar booleanos, limitar fecha e idioma, presentación en distintos formatos, etc.) y
presentaba un intefaz de usuario con pantalla de texto con un menú en el que se podían
elegir las distintas opciones (autor, título, materia, etc.).
La tercera generación va ligada a la incorporación del catálogo en la Web, lo
cual de reporta considerables avances:
 Interfaz gráfica de usuario/a amigable (IGU)
 Hipertexto: puede navegar entre información relacionada (otros libros
de un autor, otros títulos semejantes, etc.)
 Posibilidad de guardar el registro o enviarlo por correo electrónico
 Acceso al texto completo, si lo hay (dejan de ser secundarios)
 Inclusión de un breve resumen del documento y del sumario (LC)
 Describen recursos que no son propios (revistas con suscripción…)
Pero no todas las bibliotecas presentan el mismo OPAC. El potencial económico
de cada una también tiene su reflejo aquí. Buena parte de las posibilidades de esta
tercera generación se hallan en proceso de experimentación y están disponibles sólo en
las grandes bibliotecas o en las de investigación. La tendencia es hacia el llamado
OPAC-portal, que integran los diversos recursos electrónicos en línea de estas
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bibliotecas (bases de datos, revistas electrónicas, recursos en Internet, etc.) en un portal


del que forma parte principal el catálogo.
Es de señalar que en estas bibliotecas punteras se están elaborando catálogos
alimentados desde formatos de metadatos (Dublin Core…), en los que se describen
documentos de Internet: páginas web de instituciones, redes, bases de datos (TESEO),
otros catálogos (PABI), revistas electrónicas (Bid, Espéculo, etc.), libros electrónicos,
etc. Es decir, describen documentos que no pertenecen a la biblioteca. Tienen la
particularidad de que los registros de estos catálogos pueden ser encontrados por
buscadores comerciales (Google…), cosa que no ocurre en los OPAC. Uno de los
escasos ejemplos en nuestro país es Complured, de la Complutense.
Cuando hablamos de catálogo automatizado, hemos de referirnos a dos
modalidades que van estrechamente unidas a él: catálogos colectivos y catálogos de
autoridades.
Catálogos colectivos
Es el conjunto de descripciones documentales comunes a varias bibliotecas. Se
consulta desde un único formulario. Su existencia responde al principio de que ninguna
biblioteca es autónoma con sus propios recursos para satisfacer todas las necesidades
de sus usuari@s. Según la cobertura, la identidad y las características de las
instituciones participantes, existe una constelación de catálogos colectivos por todo el
mundo, todos ellos con el fin prioritario de facilitar a sus usuaria/os la localización del
documento buscado, cada uno en su ámbito geográfico, temático o de tipología
documental. Pueden ser internacionales, nacionales, regionales o locales.
Cuando se trata de catálogos colectivos a nivel nacional (PABI), podemos hablar
de auténticas bibliografías nacionales retrospectivas, en las que el volumen de la
información es muy extenso, ya que incluyen no sólo los fondos de grandes bibliotecas,
sino de muchos pequeños centros, lo que convierte a estos catálogos en una valiosa
fuente de información, que evita a quienes investigan el peregrinaje por ciudades y
bibliotecas distintas, cuando desean hallar documentos determinados. Además, facilitan
el acceso al documento primario, al establecer un vínculo de préstamo
interbibliotecario entre los centros colaboradores en el catálogo colectivo.
Para la realización de los catálogos colectivos son necesarias dos condiciones:
a) Normalización catalográfica: que las bibliotecas participantes utilicen los
mismos modos de descripción y de control de autoridades
b) Normalización tecnológica: que utilicen sistemas informáticos compatibles,
Internet, estándar Z39.50, transferencias FTP…
Existen diversas fórmulas para su elaboración. Una es volcar todos los catálogos
individuales en una base de datos común. Otra, es instalar la posibilidad técnica de
consulta única en todos los catálogos individuales, sin tener que volcarlos, lo cual se
realiza con el protocolo Z39.50. Esta segunda opción es la que parece más apetecible en
la actualidad, la cual nos daría un catálogo colectivo virtual, ya que para quien lo
consulta aparecería como único.
Estos catálogos son fruto de la cooperación en catalogación. No se olvida que
el catálogo es el producto y el servicio más caro que ofrece y elabora una biblioteca, que
necesita esfuerzo, tiempo, dinero y personal para tenerlo a punto. De ahí la cooperación,
en la que el formato MARC ha sido indispensable al permitir la captura e intercambio
de registros bibliográficos. Esta cooperación presenta diversas modalidades:
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 Catalogación centralizada: una biblioteca distribuye los registros (asientos) al


resto de bibliotecas pertenecientes a la red. Es lo que hace a nivel nacional el
servicio de Control Bibliográfico de la BNE. Fiable y con uniformidad.
 Catalogación compartida: varias bibliotecas conectan sus ordenadores entre sí,
facilitando la consulta de sus respectivos catálogos y el intercambio de registros
 Catalogación cooperativa: cada biblioteca alimenta el catálogo colectivo en el
que puede haber varios registros sobre un mismo libro (Rebiun)
 Catalogación derivada: las bibliotecas capturan de otras bibliotecas o bases los
registros de los documentos que van a describir. Útil en la catalog. retrospectiva.
 Catalogación en publicación (CEP o CIP): se trata de copiar la ficha que traen
algunos libros. Es, más bien, una forma de agilizar la catalogación.
Catálogos de Autoridades
Hay quienes piensan que la automatización ha solucionado los problemas de
búsqueda y recuperación en los catálogos, y claman por que en los registros se
introduzca el mayor volumen de información posible. Otro sector defiende que
introducir información sin normalizar solo proporciona errores y ambivalencias en los
resultados de las búsquedas. Debate recurrente. Lo cierto es que los ordenadores no
siempre “entienden” lo que el/a usuari@ les pregunta. Y que ahora hemos de manejar
términos como: pertinencia, relevancia, y ruido y silencio documental. El problema es
que la normalización (autoridades) es un proceso lento, complejo y caro.
Autoridad es el encabezamiento normalizado de nombre de persona, entidad
(organizaciones, congresos…), título, serie, nombre geográfico o materia, establecido
por la Agencia Nacional para ser utilizado en registros bibliográficos. Su trascendencia
actual es tal que los SIGB incorporan un fichero específico para albergar sus registros, y
las Agencias Nacionales (en España, la BN) se ocupan de elaborar y mantener una base
de datos con ellos. Además, IFLA está trabajando en la elaboración de VIAF: el
fichero virtual internacional de autoridades.
Posibilita que las distintas personas que catalogan utilicen la misma
denominación para cada nombre (para dar coherencia y consistencia al catálogo), y que
quienes recuperan la información hagan lo mismo. Su elaboración está sujeta a unas
directrices de IFLA (GARR, 2001, para personas, entidades…; y GSARE para materias), y
existe un formato UNIMARC-Autoridades, 1991. Una vez que las bibliotecas adoptan una
lista o base de datos de autoridades, podrá adaptarla a sus circunstancias particulares,
siempre que esté conforme a las normas mencionadas. Estas listas estarán a disposición
de quienes catalogan y –esto es la novedad- de l@s usuari@s, pues se hallan
incorporadas al OPAC, por lo general en los formularios de interrogación, junto a los
campos de autor, título y materia.

Algunos catálogos automatizados


1.- Puede considerarse a la Library of Congress (LC), de Washington, como la
primera biblioteca en abordar la realización de un catálogo nacional centralizado, al
imprimir fichas de sus fondos y ofrecerlas a otras bibliotecas, allá por el año 1901. Con
posterioridad, entre 1942 y 1946, se publicaron 167 volúmenes de este catálogo y dos
suplementos. A partir de 1950, el catálogo contaba con periodicidad mensual, trimestral
y anual, así como con recopilaciones quinquenales. Organizadas alfabéticamente por

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autores/as, las referencias cuentan con los datos necesarios para identificar y localizar
un documento, incluido el código de clasificación LC y el código interno del catálogo.
En 1956, la LC recibió las fichas catalográficas de varios cientos de bibliotecas
estadounidenses, con lo que el catálogo adoptó la forma de catálogo colectivo, y su
versión impresa cambió de nombre: National Union Catalogue (NUC). Desde entonces,
a través de programas de catalogación cooperativa, más de 150 bibliotecas de USA y
Canadá están representadas en este catálogo, que se ha convertido en una excelente
fuente bibliográfica, debido a la amplitud de su cobertura (incluye material librario,
registros musicales y films) y a la calidad de su descripción. En 1983 comenzó una
edición en microfichas de algunas secciones (audiovisuales y sonoro).
2.- Ámbito supranacional. El catálogo colectivo más extenso de este
ámbito es el World-Cat (Online Union Catalog), elaborado por la red Online Computer
Library Center (OCLC), con sede en Ohio, en la que se agrupan más de 30.000
bibliotecas. Tiene una bibliografía de gran alcance y de gran consulta en el mundo, con
más de 67 millones de registros bibliográficos, que representan 400 idiomas [consultado
en julio de 2006]. Incluye los encabezamientos de materia de la Library of Congress. La
red OCLC permite que las bibliotecas suscritas a ella, enlacen sus propios OPAC en las
bases de datos incluidas en su suscripción, con lo que lo/as usuario/as son dirigido/as
hacia los recursos de la biblioteca suscrita. Todo ello puede verse en: www.oclc.org, en
donde se incluye la versión de búsqueda en español.
Otra gran red bibliotecaria supranacional es RLIN (Research Libraries
Information Network), que dispone de más de 88 millones de referencias de libros,
materiales audiovisuales, mapas y otros documentos ubicados en distintas bibliotecas, y
fundado inicialmente como apoyo al RLG (Research Libraries Group). Es un catálogo
colectivo masivamente utilizado por cientos de bibliotecas como sistema de información
para la catalogación y el préstamo interbibliotecario.
En el ámbito europeo, tenemos el proyecto The European Library (TEL)
(antiguo GABRIEL), que proporciona, desde un único punto, acceso en línea a
catálogos de bibliotecas nacionales europeas, entre ellas la Biblioteca Nacional
Española.
3.- En España, hemos de destacar el catálogo automatizado de la Biblioteca
Nacional, de nombre Ariadna, que permite la consulta de: libros anteriores y posteriores
a 1831 (división que hace entre fondo antiguo y moderno), manuscritos y documentos,
revistas y periódicos, colección de calcografía, mapas y planos, videograbaciones,
partituras, grabaciones sonoras, y recursos electrónicos, así como la consulta simultánea
de todos los fondos nombrados. De este catálogo se extrae la Bibliografía Nacional.
Cuenta también nuestro país con catálogos colectivos. Nombramos en primer
lugar: el Catálogo Colectivo de Publicaciones Periódicas (CCPP), alojado en la página
de la Biblioteca Nacional. Otro proyecto en marcha es el Catálogo Colectivo del
Patrimonio Bibliográfico Español (PABI), en él participan tanto bibliotecas públicas
como privadas, y es elaborado conjuntamente por el MECyD y las CC.AA. El Catálogo
se realiza en cumplimiento de la Ley 16/1985, del Patrimonio Histórico Español. Se
halla en proceso continuo de ampliación y depuración; tiene hoy en día 722.539
registros, que describen en su mayor parte distintas ediciones de obras impresas entre
los siglos XV y XX, depositados en cerca de 500 bibliotecas [consultado en julio 2006].
A destacar, también, el CIRBIC, catálogo de la red de bibliotecas del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) <www.csic.es>. Y el constituido por
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Catálogos. Concepto y clases

REBIUN, la Red de Bibliotecas Universitarias. www.crue.org. Asimismo, tenemos que


nombrar el Catálogo de las Bibliotecas Públicas del Estado (BPE), consultable
conjuntamente o de forma individual en cada una de las 51 bibliotecas de que consta. Y
CCUC, catálogo colectivo de universidades catalanas.
A nivel regional y provincial, tenemos los conocidos: Catálogo Colectivo de
Castilla y León y Catálogo de la Red Provincial de Bibliotecas de Burgos.
Otros catálogos colectivos de nuestro país, son: DOCUMAT, de revistas de
matemáticas; MECANO, de revistas de ingeniería; C17, de publicaciones periódicas en
bibliotecas de Ciencias de la Salud; ARCANO, de revistas de arquitectura
4.- Si nos detenemos en otros países, en Portugal se halla el Catálogo
Colectivo en Línea de las Bibliotecas Portuguesas (PORBASE), que reúne recursos
documentales de 150 bibliotecas cooperantes. Al mismo tiempo, sirve de base para la
elaboración de la Bibliografía Nacional portuguesa. www.porbase.org
Francia también cuenta con un catálogo colectivo (CCFr.), que engloba: el
catálogo de la Biblioteca Nacional (OPALE), el de las bibliotecas universitarias
(SUDOC), y el de bibliotecas municipales y especializadas (BMR). www.ccfr.bnf.fr
Italia dispone del ICCU, Catálogo colectivo de bibliotecas italianas.
En el Reino Unido e Irlanda, está COPAC, que contiene los fondos de las
bibliotecas universitarias más importantes de ambos territorios.
En Alemania, el Karlsruhe Virtual Catalog presenta una interface, que permite
la consulta simultánea en catálogos colectivos de diversas instituciones académicas y de
investigación alemanas.
En Suiza, elaboran el catálogo colectivo de bibliotecas denominado RERO.

Burgos, julio de 2006.

Ignacio C. Soriano Jiménez

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