El Desplazamiento Interno Por La Violencia Politica en El Perú

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TÍTULO III

EL DESPLAZAMIENTO INTERNO
POR VIOLENCIA POLÍTICA EN EL
PERÚ

La violencia política no es un comportamiento instintivo, o una conducta refleja, sino que surge cuando los
impulsos agresivos de las personas, potenciados por las frustraciones que se derivan de la pobreza y la
injusticia, son reunidos y moldeados por ideologías y organizaciones que argumentan que la violencia es la
única posibilidad de cambio efectivo. Aparece cuando se divulga la idea de que la actuación del odio es la
única forma de trascender lo indeseable. Se puede encarnar entonces en las personas convocadas, un
convencimiento absoluto sobre la fertilidad de la violencia 25

CAPÍTULO I

LOS PERIODOS DE LA VIOLENCIA

El conflicto armado interno vivido por el Perú entre 1980 y el 2000 ha sido el de mayor duración, el de
impacto más extenso sobre el territorio nacional y el de más elevados costos humanos y económicos de toda
nuestra historia republicana. El número de muertes que ocasionó este enfrentamiento supera ampliamente las
cifras de pérdidas humanas sufridas en la guerra de la independencia y la guerra con Chile (los mayores
conflictos en que se ha visto comprometida la nación).

Así, conjuntamente con las brechas socioeconómicas, el proceso de violencia puso de manifiesto la gravedad
de las desigualdades de índole étnico-cultural que aún prevalecen en el país. Y es que la violencia impactó
desigualmente distintos espacios geográficos y diferentes estratos de la población. Una tragedia humana de
estas proporciones puede resultar inverosímil, pero es la que sufrieron las poblaciones del Perú rural, andino
y selvático, quechua y asháninka, campesino, pobre y poco educado, sin que el resto del país la sintiera o la
asumiera como propia.

1.1.- EL CONTEXTO DEL CONFLICTO.

La causa inmediata y fundamental del desencadenamiento del conflicto armado interno fue la decisión del
PCP-SL de iniciar una guerra popular contra el Estado peruano. Por un lado, la violencia armada en contra
de la población civil la inicia el principal grupo subversivo, el Partido Comunista Peruano - Sendero
Luminoso, utilizando de manera sistemática y masiva métodos de extrema violencia y terror sin guardar
respeto a normas básicas sobre la guerra y los derechos humanos. Por otro lado, dicha violencia subversiva
estuvo dirigida contra los representantes y partidarios del «antiguo orden en las áreas iniciales del conflicto
armado (Ayacucho, Apurímac) por lo que la mayor parte de víctimas de las acciones senderistas estuvieron
entre campesinos o pequeñas autoridades locales y no entre miembros de las elites políticas o económicas
del país. Desde entonces fue responsable del uso sistemático y masivo de métodos de extrema violencia y
terror sin guardar respeto por las normas básicas sobre la guerra y los derechos humanos.

Frente a la guerra desatada por el PCP-SL, el Estado tuvo el derecho y el deber de defenderse, siempre
garantizando la defensa y vigencia de los derechos fundamentales de sus ciudadanos. Sin embargo, se
constata que, paradójicamente, las etapas más duras del conflicto en lo que a violaciones de los derechos
humanos se refiere, transcurrieron en democracia. El mayor número de víctimas, muertes y desapariciones
25
Portocarrero Maisch, Gonzalo; “Razones de sangre: Aproximaciones a la violencia política”; Fondo Editorial PUCP; Lima 1º
Edición; Pág. 11.
forzadas, incluyendo los tres picos de 1984, 1989 y 1990, ocurrieron cuando el país tenía gobiernos
democráticos, surgidos de elecciones libres, sin exclusión de partidos ni fraudes electorales, por lo menos
antes del autogolpe del 5 de abril de 1992. Asimismo, entre 1980 y 1990, se dio una de las etapas con mayor
número de procesos electorales democráticos a nivel nacional, regional y municipal de toda la historia
republicana, con la excepción puntual de las áreas directamente afectadas por la violencia que atravesaron
por circunstancias particulares.

El Estado no tuvo capacidad para contener el avance de la subversión armada, que se expandió en unos años
a casi todo el país. Los gobernantes aceptaron la militarización del conflicto, abandonando sus fueros y
prerrogativas para dejar la conducción de la lucha contra subversiva en manos de las Fuerzas Armadas
(FFAA). En relación a este punto, los gobiernos elaboraron hipótesis equivocadas sobre las organizaciones
subversivas y procedieron a dar una respuesta fundamentalmente militar que terminó por agravar el
conflicto, propiciando su escalada tal como el PCP-SL buscaba. Si bien, dada la gravedad de los hechos, era
inevitable que el Estado utilizara a sus fuerzas armadas para hacerle frente declarando además los estados de
excepción, los gobiernos lo hicieron sin tomar las previsiones del caso para impedir atropellos a los derechos
fundamentales de la población. Peor aún, a la abdicación de la autoridad civil en la conducción de la
respuesta estatal contra subversiva se sumó la desatención a las denuncias de violación de los derechos
humanos e incluso, en varios casos, la garantía de impunidad que se facilitó a los responsables de las
mismas.

Otra de las peculiaridades del conflicto armado interno es que hubo importante información, denuncias e
investigación sobre los hechos de violencia y las violaciones a los derechos humanos. A diferencia de lo
acontecido en otros lugares, el país contó con una cobertura amplia de los hechos y con libertad de prensa
hasta para las organizaciones subversivas. En las áreas de conflicto, sin embargo, hubo hostigamiento a la
prensa y hasta asesinatos de periodistas. Por su parte, las organizaciones defensoras de los derechos
humanos realizaron numerosas denuncias especificas y acopiaron información sobre la guerra interna.

Es importante analizar el conflicto peruano corno parte de un proceso en el que las acciones de violencia
transcurrieron a lo largo de varios años, con incrementos graduales de intensidad y extensión geográfica,
afectando principalmente a zonas marginales al poder político y económico y dejando a los campesinos
indígenas como símbolos por excelencia de las víctimas. En varios de estos lugares, una vez controlada la
amenaza subversiva armada las poblaciones quedaron bajo control militar por extensos períodos. La
aparente lejanía de] poder y de los núcleos de decisión, en un país fuertemente centralizado, permitió que el
«problema de la violencia», crucial y cotidiano para cientos de miles de peruanos, se mantuviese como un
tema secundario para las agendas pública y privada del país por varios años.

La gravedad de la situación peruana, sin embargo, no se limitó a un conflicto no convencional entre


organizaciones subversivas armadas y agentes del estado, sino que incluyó en el mismo período 1980-2000
la peor crisis económica del siglo que desembocó en un proceso hiperinflacionario inédito en el país;
momentos de severa crisis política que incluyeron el debilitamiento del sistema de partidos y la aparición de
liderazgos providenciales, un autogolpe de Estado y hasta el abandono de la Presidencia de la República en
medio de uno de los mayores escándalos de corrupción de la historia peruana; el fenómeno del narcotráfico
coincidió tanto con el surgimiento y expansión del fenómeno subversivo armado como con su represión.

El crecimiento de las áreas de cultivo de coca destinadas al narcotráfico, principalmente en la ceja de selva,
facilitó la aparición de espacios muy particulares en los que había retrocedido la presencia estatal mientras
crecía la de grupos armados irregulares vinculados a dicha actividad ilícita. De esta manera, la zona del Alto
Huallaga se convertiría, desde mediados de los ochenta, en uno de los escenarios de mayores
enfrentamientos de todo el conflicto interno, quedando convertido el río Huallaga en la fosa de restos
humanos más grande del país. En tales circunstancias, todos los actores que intervinieron en la zona
terminaron siendo afectados por el narcotráfico y la corrupción que de éste se deriva. Por último, el conflicto
armado interno coincidió también con una coyuntura de relaciones exteriores delicada, dado que el país
enfrentó dos conflictos bélicos externos contra Ecuador en 1981 y 1995.
1.2.- ANTECEDENTES.

El Perú no había sufrido conflictos armados internos significativos antes de 1980. Los momentos de mayor
agitación política y convulsión social con estallidos de violencia armada duraron poco tiempo, tuvieron un
carácter local antes que nacional y no registraron un gran número de muertes o desapariciones forzadas.
Todos los casos vistos en perspectiva histórica parecieron circunscritos a coyunturas muy específicas, de
corta duración y nunca tuvieron un despliegue nacional. Las respuestas estatales fueron muy violentas, en
ocasiones, pero no se consolidó un modelo de Estado represivo a gran escala, que tuviese extensas áreas del
territorio controladas bajo algún régimen nacional de excepción, entre otras razones porque no hubo
recursos para sostener un régimen de ese tipo.

Un rasgo característico del país ha sido su frágil integración nacional, expresada en la gran fragmentación de
sus espacios regionales y la falta de reconocimiento cabal de la diversidad étnica de sus habitantes. En ese
contexto, se constata la imposición de patrones culturales. occidentales y la tendencia a marginar a los
demás sectores, especialmente a los rurales indígenas. Sin un sistema educativo nacional e integrador ni
revoluciones populares como la mexicana o boliviana, los procesos de integración social y cultural más
radicales del país han surgido de proyectos autoritarios como el del General Velasco (1968-1975) o a través
del impulso de los mismos actores bajo la forma de desborde popular.

Los acelerados cambios demográficos y las transformaciones en el aparato productivo ocurridos a partir de
la década del cuarenta transformaron radicalmente el perfil poblacional del país. En pocos años el acelerado
crecimiento demográfico y la migración del campo a la ciudad, produjeron un país más poblado y más
urbano. De los 6.2 millones de habitantes de 1940 se pasó a 17 millones en 1981. Las políticas económicas
aplicadas, mientras tanto, contribuyeron a ampliar la brecha entre ricos y pobres, aumentando el número de
estos últimos, especialmente en las áreas rurales andinas, cuyos habitantes de menores ingresos son los más
pobres del país. El gobierno de Velasco transformó radicalmente la sociedad peruana anterior a 1968 y creó
un nuevo escenario militar en el que se desenvolvieron los principales actores del proceso de violencia. De
las numerosas medidas realizadas por este gobierno, tienen particular importancia para dicho proceso la
reforma agraria, la expansión industrial, el reconocimiento de sindicatos, la reforma educativa y la
radicalización de discursos. El gobierno militar impulsó una corriente de opinión en contra de los partidos
políticos y la democracia parlamentaria. Persiguió a los miembros de Acción Popular, el partido del ex
presidente Belaúnde, alentando más adelante un régimen al que denominaba del «no partido». Asimismo,
incentivo el contacto directo con la población al que denominó «binomio pueblo-fuerza armada».

Hasta la década del setenta la economía peruana se caracterizó por presentar una industrialización escasa y
tardía, a la que correspondió una clase obrera de reducido tamaño y sin mayor presencia en la escena política
nacional. La abundancia y diversidad de materias primas, en un país casi desprovisto de servicios públicos,
permitió relegar por varias décadas la industrialización. No obstante, este carácter primario de la economía
peruana no implicó una dependencia total del capital norteamericano como ha ocurrido en varios casos
latinoamericanos de economías similares. La inversión norteamericana en el Perú no ha sido permanente
sino concentrada en algunos períodos de la historia republicana.

No ha existido en el país una tradición de organizaciones subversivas armadas De las excepciones


registradas, el aparato militar y clandestino aprisco prefirió la toma de ciudades y las acciones de
propaganda armada urbana a la creación de focos guerrilleros permanentes y siempre estuvo subordinado a
una estrategia política general orientada a lograr la inclusión del partido en la escena política legal.

1.3.- LOS PERÍODOS DEL CONFLICTO ARMADO INTERNO.

Ante la complejidad del escenario en el que se desarrolló la violencia, se reconstruye los contextos de las
principales acciones y decisiones, viendo las distintas opciones al alcance de los actores para evitar
anacronismos al interpretar hechos del pasado a partir de conocimiento no disponible en el momento de su
ocurrencia. Por lo cual s establece una periodización que divide al conflicto armado interno en cinco etapas
definidas por puntos de quiebre que no coinciden con las fechas de inicio y culminación de los gobiernos
que tuvo el país entre mayo de 1980 y noviembre del 200026 porque el proceso analizado no siempre sufrió
modificaciones sustanciales al producirse los relevos presidenciales y, en varias oportunidades, las
decisiones adoptadas por alguna administración en materia de contra subversión tuvieron consecuencias que
abarcaron a los siguientes períodos presidenciales.

De esta manera, se han establecido los siguientes períodos:

1. El inicio de la violencia armada (mayo 1980-diciembre 1982).


Comprende desde la primera acción cometida por el Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso en
Chuschi, Cangallo, el 17 de mayo de 1980 hasta la disposición presidencial del 29 de diciembre de 1982 que
dispone el ingreso de las fuerzas armadas a la lucha contra subversiva en Ayacucho.

2. La militarización del conflicto (enero 1983-junio 1986).


Abarca desde la instalación el 1 de enero de 1983 del Comando Político-Militar de Ayacucho a cargo del
general Roberto Clemente Noel Moral, hasta la matanza de los penales del 18-19 de junio de 1986.

3. El despliegue nacional de la violencia junio 1986-marzo 1989). Es la etapa que va desde la mencionada
matanza de los penales de junio de 1986 hasta el 27 de marzo de 1989, fecha del ataque senderista, con
apoyo de narcotraficantes, al puesto policial de Uchiza en el departamento de San Martín.

4. La crisis extrema: ofensiva subversiva y contraofensiva estatal (marzo 1989 septiembre de 1992).
Se inicia inmediatamente después del asalto senderista al puesto de Uchiza y culmina el 12 de septiembre de
1992 con la captura en Lima de Abimael Guzmán Reinoso y algunos de los principales dirigentes de su
organización realizada por el GEIN.

5. Declive de la acción subversiva, autoritarismo y corrupción (septiembre 1992 noviembre 2000).


Este último período comienza con la captura de Guzmán y otros líderes senderistas y se extiende hasta el
abandono del país del ingeniero Alberto Fujimori.

1.3.1. Primer período: el inicio de la violencia armada (mayo de 1980-diciembre de 1982).-.

El conflicto armado interno que padeció el Perú se inicia con la decisión del Partido Comunista Peruano-
Sendero Luminoso (PCP-SL) de declarar la guerra al Estado peruano que deseaba destruir. La acción
simbólica que caracteriza este comienzo de la lucha armada fue la quema pública de las ánforas electorales
en el distrito de Chuschi (Cangallo-Ayacucho) el 17 de mayo de 1980, con ocasión de las elecciones
generales. Con ello, el PCP-SL se automarginó del proceso democrático abierto con los comicios celebrados
ese día, luego de diecisiete años, y dio inicio a una violenta campaña para destruir el Estado peruano y
someter a la sociedad peruana a un régimen autoritario y totalitario bajo su conducción. Esta etapa finalizará
cuando, a fines de 1982, entren a tallar en el conflicto las Fuerzas Armadas.

El conflicto armado interno fue percibido inicialmente como un hecho marginal, enfocado con una
combinación de subestimación y desconcierto que permitió el crecimiento de la presencia senderista, en
ciertas áreas del departamento de Ayacucho y Huancavelica. El PCP SL no apareció de inmediato en los
medios de comunicación nacional como el único responsable de las acciones sino recién cuando se le
atribuyó directamente la autoría de las mismas. Aun así, se trataba de una agrupación muy pequeña dentro
26
El proceso analizado por la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR) comprende los gobiernos del General Francis co
Morales Bermúdez en su fase final (del 17 de mayo al 28 de julio de 1980), del Arquitecto Fernando Belaúnde Terry (del 28 de
julio de 1980 al 28 de julio de 1985), del Doctor Alan García Pérez (del 28 de julio de 1985 al 28 de julio de 1990) y del Ingeniero
Alberto Fujimori Fujimori (del 28 de julio de 1990 al 05 de abril de 1992; del 5 de abril de 1992 al 28 de julio de 1995; del 28 de
julio de 1995 al 28 de julio del 2000 y de esta fecha al 20 de noviembre del mismo año.
de un conglomerado de organizaciones radicales izquierdistas difíciles de identificar por alguien que no
estuviese familiarizado con ellas. Los temas vinculados a la transferencia de poder a los civiles después de
doce años de dictadura militar atrajeron mayor atención de la opinión pública, pero, al mismo tiempo,
despertaron suspicacias entre los círculos izquierdistas que atribuyeron a las fuerzas del orden la autoría de
los atentados, al igual que en otros países de América Latina.

Si en años anteriores no se descartaba el alzamiento en armas de algunos grupos radicales de izquierda, el


fenómeno particular iniciado por el PCP-SL desconcierta a las fuerzas del orden. Al tener muchas
dificultades para definir con claridad a qué tipo de adversario se enfrentaban, los trabajos de inteligencia del
período previo e inicial estuvieron erróneamente dirigidos. Las posibilidades de evitar el curso de los
acontecimientos a partir del trabajo de este tipo fueron escasas debido al muy reducido tamaño de la
organización, a su similitud con muchas otras agrupaciones de izquierda radical que postulaban la lucha
armada y a su mínimo equipamiento militar antes de 1980.

En los dos años y medio que duró la fase inicial del conflicto, Sendero Luminoso tuvo un terreno
inmejorable para desarrollar sus planes y corregir sus errores. El tratamiento exclusivamente policial que dio
el presidente Belaúnde a las primeras acciones senderistas correspondía, en buena medida, a la respuesta de
un gobierno civil que no podía delegar inmediatamente el problema a las fuerzas armadas sin dar una
imagen de debilidad y sin ceder prerrogativas constitucionales propias de un régimen democrático.

El PCP SL inició su autodenominada guerra popular contra el Estado peruano mediante una serie de
atentados con explosivos contra instalaciones públicas en diversas partes del país, aunque desplegando más
recursos en Ayacucho.

En las semanas que siguieron al ataque del 17 de mayo de 1980, grupos de senderistas arrojaron bombas
incendiarias contra el local de la municipalidad de San Martín de Porres, destruyendo documentación y
enseres, y contra la tumba del general Velasco. Hasta el 28 de julio, día del cambio de gobierno, hubo
diversas acciones de propaganda, robo de cartuchos de dinamita y armas. No hubo, en ese lapso, una
respuesta estatal directa contra Sendero Luminoso de parte del gobierno militar. El mismo día de la
juramentación de Femando Belaúnde Terry se produjo un apagón parcial por el derribo de una torre en
Huancavelica y un ataque con explosivos al local de Acción Popular en Pasco. En general, los medios de
comunicación cubrieron escasamente las primeras acciones de propaganda armada senderistas,
prácticamente irrelevantes ante la trascendencia de los debates propios de la transferencia del poder a los
civiles.

El Presidente entrante encontró un país radicalmente distinto al que dejó. En el plano social, Belaúnde
enfrentaba por primera vez fuertes organizaciones gremiales y sindicales con presencia nacional, tales como
el SUTEP, la CGTP, la CCP o la Federación Minera, que venían de la experiencia reciente de las luchas
contra el gobierno militar y mantenían estrechos lazos con la izquierda parlamentaria y amplia cobertura en
medios opositores.

En cuanto a la respuesta a la lucha armada, el gobierno de Acción Popular, al igual que la mayoría de actores
en el país, no terminó de comprender lo que implicaba el desafío planteado al Estado por Sendero y su
guerra popular. Por varios años el tema no ocupó un lugar prioritario dentro de la agenda estatal ni de las
preocupaciones sociales fuera de las zonas de emergencia. Fue tratado como un problema de delincuencia
común susceptible de ser resuelto mediante la neutralización de individuos (los «delincuentes terroristas»).
En ese momento, sin embargo, factores ajenos a la guerra interna afectaban el desempeño policial. Entre los
más importantes, la extensión de la corrupción vinculada al narcotráfico y las disputas y tensiones entre
institutos policiales (Guardia Civil, Guardia Republicana y Policía de Investigaciones), propiciadas por
arraigadas y contrapuestas identidades corporativas. A lo largo del quinquenio, además, se va a insistir en la
vinculación entre Sendero Luminoso y parte de la izquierda legal, al punto que el gobierno se resistirá a
liberar a militantes de Izquierda Unida encarcelados por acusaciones de terrorismo.
La principal fuerza política de oposición, el Partido Aprista Peruano (PAP), también subestimó la
emergencia y el desarrollo inicial de la llamada guerra popular senderista. Desde su papel opositor a lo largo
del quinquenio 1980-85, el PAP no dio señales concretas de contar con alguna alternativa a la política contra
subversiva aplicada por las fuerzas del orden. Representantes del PAP fueron duros críticos de lo hecho por
AP pero evitaron una confrontación radical con las fuerzas armadas, especialmente el Ejército, debido a su
tradicional rivalidad.

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