Instituciones. Conceptos Generales

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Instituciones

Conceptos Generales

El estudio de las Instituciones es una temática que podría abordarse desde distintos
enfoques o marcos conceptuales, aunque los más difundidos provienen del campo de la
Sociología o la Psicología.
Comenzaremos haciendo un abordaje desde el primer punto de vista para intentar,
en un segundo momento, una aproximación de tipo psicológico a la dinámica de las
Instituciones.
De un modo general podríamos definir a las Instituciones como sistemas de normas,
de reglas, que organizan la vida de los individuos.
John Rowls, un teórico de las Ciencias Jurídicas, dice en su texto “Teoría de la
Justicia”: “​Por institución entiendo un sistema público de reglas que define cargos y
posiciones, con sus derechos y deberes y con sus poderes e inmunidades”.
J. Bleger, por su parte, menciona a Fairchild, quien en su Diccionario de Sociología
incluye dos acepciones del término Institución:
1) “Configuración de conductas duradera, completa, integrada y organizada, mediante
la que se ejerce el control social, y por medio de la cual se satisfacen los deseos y
necesidades sociales fundamentales”;
2) “Organización de carácter público o semipúblico, que supone un cuerpo directivo y,
de ordinario, un edificio o establecimiento físico de alguna índole, destinada a servir
a algún fin socialmente reconocido y autorizado”.
No obstante, el mismo Bleger en un trabajo posterior, y probablemente con el objeto
de evitar confusiones, expresa: ​“...utilizaré la palabra institución en cuanto me refiera al
conjunto de normas, pautas y actividades agrupadas alrededor de valores y funciones
sociales. Aunque institución también se define como organización, en el sentido de una
disposición jerárquica de funciones que se realizan generalmente dentro de un edificio, área
o espacio delimitado, utilizaré para esta segunda acepción exclusivamente la palabra
organización”.

Desde un punto de vista sociológico, algunos autores afirman que, la realidad social
se nos presenta a través de tres niveles diferentes de organización, estrechamente
interdependientes: los grupos, las organizaciones y las instituciones.
Con respecto al grupo podríamos decir que es la base del sistema social; es lo más
inmediatamente dado. Como ejemplo de este nivel mencionaremos a la familia, los amigos,
los compañeros de trabajo. En estos grupos ya encontramos determinadas “instituciones”
incluídas (en tanto normas que regulan los intercambios). Existen horarios, modalidades de
relación entre los miembros, formas de organizar el aprendizaje (modelos internos). Y es
justamente a través de estos modelos o matrices de aprendizaje, que la familia ( y las
instituciones sociales en general) reproduce el sistema social en el que está inmersa, y se
interiorizan pautas (funcionales a ese sistema social) que organizan.
El segundo nivel sería el de las organizaciones. Este nivel, (llamado por algunos
“grupo de grupos”), aparece como mediatizador entre grupo y la institución, y expresaría las
relaciones que los sujetos establecen para articularse e incluirse dentro de esa norma
general que es la institución. Es el lugar donde aparece la organización burocrática y las
formas jurídicas de las instituciones. Ejemplo de estas organizaciones sería la Universidad,
la empresa, la fábrica, etc.
El tercer nivel, el institucional, correspondería a lo que está en la cumbre, a lo
“establecido”: el Estado (la institución dominante). Estado es el que hace la ley, el que
establece aquello que, salvo en los momentos de crisis, está prohibido cambiar.
El surgimiento de esta institución dominante (el Estado), aparece allí donde una
sociedad empieza a organizarse en gran escala. Y allí donde este proceso se da, se
produce una ruptura que aleja a los sujetos y/o grupos que conforman esta sociedad, de los
sistemas de poder que toman decisiones sobre ellos. Este fenómeno es la llamada
“institución de la separación”, que está relacionada con un determinado sistema de
organización productiva.
La posibilidad de modificar este tipo de organización, eliminar esta rígida separación
entre dirigentes y dirigidos y transformar la sociedad en una “sociedad autogestionada” tiene
que ver con la posibilidad de movilizar la capacidad de todos sus miembros para participar.
Esta participación incluye también una revisión crítica de los modelos internos de
aprendizaje y vínculo (con la realidad, consigo mismo y con los otros) y de la concepción de
las Instituciones sociales como algo “dado”, “natural”, y no como producto de un proceso
histórico.
Aplicando conceptos de Félix Guattary, esto sería equiparable a la transformación
del “grupo objeto” en “grupo sujeto”. Guattary denomina “grupo objeto”, a aquel que se
encuentra a merced de las circunstancias externas, sometido a lo que determinan los que
ejercen el poder. El “grupo sujeto” sería, por el contrario, aquel que es protagonista, que
decide acerca de su futuro.
Aquí sería conveniente mencionar los conceptos introducidos en las Ciencias
Sociales por C. Castoriadis, que aportan nuevos y valiosos elementos para comprender la
dinámica institucional (generadora de estas transformaciones) y la concepción de la
Historia, como movimiento mismo de lo social.
Castoriadis concibe a la Institución (a través de los conceptos del materialismo
dialéctico), como el fruto o producto de dos fuerzas en pugna, presentes siempre en todo
proceso de institucionalización: “lo instituído” (sinónimo de lo establecido, el “status quo”
que lucha por perpetuarse), y “lo instituyente” (lo nuevo, que pugna por llegar a ser
“instituído”).
La lucha o juego dialéctico entre estas dos fuerzas, configura la dinámica interna de
las instituciones y posibilita procesos de cambio, aunque a nuestra experiencia aparezcan
como imperturbables o inmodificables.
La sociedad se mueve en un proceso en el que intervienen, por un lado, la
dimensión de lo instituído y, por otro lado, la dimensión de lo instituyente. Este proceso
supone que lo instituído registra, absorbe y metaboliza lo instituyente, o lo instituyente
puede aparecer como alteración de lo instituído (produciéndose desajustes y conflictos).
Esto implica que la sociedad posee un mecanismo interno de autoalteración, que le permite
transformarse a sí misma. Castoriadis expresa: ​“sólo porque es tanto instituída como
instituyente, la sociedad es intrínsecamente HISTORIA”.
Relacionando esto con los conceptos de Guattary, podríamos ubicar al “grupo
sujeto” en la dimensión de lo instituyente. Es el grupo que está en condiciones de generar
desprendimientos de la jerarquía institucional. A través de él la institución enuncia algo, y se
puede permitir transformarse a sí misma.
El “grupo objeto” sería, en cambio, representante de lo instituído, el que repite al pie
de la letra las consignas institucionales, el que soporta la jerarquización.
Sin embargo no hay que llamarse a engaño y pensar que existen grupos “objeto” y
grupos “sujeto” puros. En una institución ambos están estrechamente ligados, como dos
polos de una misma dinámica. El mismo grupo oscila entre ambas posiciones, no puede
mantenerse en forma permanente en la dimensión instituyente. A veces tiende hacia un
polo, a veces hacia otro.
Refiriéndose a la sociedad como totalidad, Castoriadis ubica a la fuerza instituyente
generadora del cambio, en la base del sistema social. Pero cuando esta fuerza instituyente
llega a la cumbre y se transforma en lo “instituído”, ella misma lleva en su seno la semilla de
otra crisis, y de otro nuevo orden instituyente. Y esto porque lo nuevo instituído va a señalar
la existencia de una realidad que es parcial (porque es una “versión” de ella). Cuando una
verdad es expresada, hay otra verdad que queda oculta. Y esa otra realidad no develada, la
que se expresará a través de las nuevas fuerzas instituyentes.
Ana Quiroga, en sus trabajos sobre matrices de aprendizaje, relaciona estas duchas
y contradicciones que recorren el sistema social, con las contradicciones y discontinuidades
que (como reflejo de esta situación externa) aparecen en los modelos internos de
aprendizaje y vínculo de los sujetos individuales.
Aquí podría plantearse el interrogante de si son los individuos producto de las
Instituciones, o las Instituciones producto de los hombres. Existen autores que, lejos de
considerar esta relación como contradictoria, la plantean como complementaria. E. Pichón
Riviere concibe al sujeto como “instituyente” u organizador de lo grupal, pero al mismo
tiempo a lo grupal como “instituyente” del sujeto, planteando una interacción dialéctica entre
grupo y sujeto, entre mundo interno y mundo externo.
Fenichel por su parte afirma que: ​“Las instituciones sociales actúan determinando las
influencias ambientales a que estará sometida una generación dada. (...) Pero ¿de dónde
provienen las instituciones sociales? ¿No será en última instancia de los esfuerzos
realizados por el género humano para satisfacer sus necesidades? Esto es innegable. Pero
las relaciones entre los individuos se convierten en realidades externas relativamente
independientes de los individuos. Estas relaciones externas modelan las estructuras
individuales, y los individuos, a su vez, mediante su conducta, modifican las instituciones. Y
esto en un proceso histórico ininterrumpido.”
En este sentido, es bastante difícil trazar una línea demarcatoria neta entre sujeto,
grupo e institución: el grupo siempre está en estrecha relación con el tejido o contexto
institucional en el que está funcionando, y los sujetos que participan en el grupo, son
portadores del orden o sistema social al que pertenecen.

Bleger, a partir de su trabajo en el campo de la Psicología Institucional, afirma que


“el ser humano encuentra en las distintas instituciones un soporte y un apoyo, un elemento
de seguridad, de identidad y de inserción social o pertenencia”. ​Según este autor, cuanto
más integrada es la personalidad del sujeto menos depende del soporte institucional. Por el
contrario, cuando se trata de una personalidad inmadura, la relación que establece con la
institución es más dependiente, y se torna más difícil la separación de la institución y la
adaptación a los cambios operados en la misma. “​De esta manera todo institución no es
sólo un instrumento de organización, regulación y control social, sino que al mismo tiempo
es un instrumento de regulación y de equilibrio de la personalidad”​ .
Esto último se debe a que los sujetos utilizan a las instituciones como depositarias
de pares de su propia personalidad, y en especial de las ansiedades paranoides y
depresivas de naturaleza psicótica ( en el sentido kleiniano). Por lo tanto la institución se
convierte ​“en un sistema externo de control de estas mismas ansiedades​”, y por lo tanto su
funcionamiento se encuentra regulado, no sólo por sus leyes objetivas, sino también por lo
que sus miembros proyectan en ella. En este sentido las instituciones pueden representar
un factor de enriquecimiento para los sujetos que la componen, como también un factor de
empobrecimiento de los mismos, dependiendo esto de la envergadura de las
depositaciones, y del grado de dependencia que tengan de la organización institucional
como sistema de control de lo depositado.
Estas depositaciones se efectúan en el encuadre de funcionamiento, que representa
los mecanismos más estereotipados. Por esta razón son estos mecanismos los que
presentan la mayor resistencia al cambio, porque este significa, al mismo tiempo que un
cambio en la institución, un cambio en la personalidad en los individuos que la componen.
“Cuanto más regresión existe en una institución, es decir, cuanto más ella es
depositaria de las partes inmaduras de la personalidad de sus integrantes, más intensa
encontraremos en ella la estereotipia y más predominio habrá (...) de roles no discriminados
y de una estructura similar a la de los grupos primarios”.
En relación con el grado de madurez con que se manejan las relaciones de los
individuos con la institución y de sus miembros entre sí, Bleger distingue tres tipos de
Instituciones: las que se manejan como grupos primarios, las que se mueven como grupos
muy formales y estereotipados, y las que funcionan como grupos secundarios, con un buen
grado de dinámica y sin caer en la estereotipia.
En el grupo primario existe una notable ambigüedad de roles y status, un déficit en la
diferenciación e identidad de sus miembros y un predominio de lo emocional. Se presenta
como ​“un grupo de pertenencia fuerte, pero como un grupo de tarea muy débil” ​. Su modelo
es el grupo familiar.
En el grupo estereotipado la ambigüedad en general es compensada con una rígida
formalización de las relaciones, que trae aparejados problemas en la comunicación.
Los grupos secundarios por su parte son aquellos donde entra en juego el nivel más
maduro de la personalidad y se generan intercambios enriquecedores.
Debemos subrayar que, el ser humano necesita tanto de grupos primarios como de
grupos secundarios, ya que coexisten en su personalidad distintas estructuras que buscan
gratificación, compensación o control, a través de distintos tipos de relación.
Pueden existir dentro de la misma institución, al mismo tiempo, grupos y relaciones
de tipo primario, secundario o estereotipado. Como también puede ocurrir que, frente a
situaciones de crisis, un grupo con una modalidad de funcionamiento madura, pueda sufrir
regresiones a una modalidad de grupo primario. Tal regresión, si presenta un carácter
dinámico, puede ser positiva.

En relación a los conflictos institucionales y las respuestas de la Institución frente a


los mismos, Bleger afirma que ​“el mejor “grado de dinámica” de una institución, no está
dado por la ausencia de conflictos, sino por la posibilidad de explicitarlos, manejarlos y
resolverlos dentro del marco institucional. (...) El conflicto es un elemento normal e
imprescindible en el desarrollo y en cualquier manifestación humana: la patología del
conflicto se relaciona, más que con la existencia del conflicto mismo, con la ausencia de los
resortes necesarios para resolverlos o dinamizarlos”. ​Una de las defensas institucionales
frente al conflicto es, precisamente, la estereotipia en el funcionamiento, que impide que el
mismo se manifieste.

Para finalizar esta primera parte del trabajo, no podemos dejar de hacer referencia
(aunque no lo desarrollemos con profundidad) a un tópico sumamente importante como es
“lo imaginario” en las instituciones, aquello que no se ve, o que no es tan perceptible, pero
que, sin embargo es tan eficaz y productivo como aquello que es visible o tangible.
Según F. Ulloa toda estructura institucional representa para el sujeto que la integra
un objeto real, con el cual mantiene una relación explícita de naturaleza racional y,
simultáneamente, en tanto objeto interno, mantiene con la Institución una vinculación
implícita, de naturaleza fantástica (o fantasmática). Esta doble pertenencia del sujeto a la
Institución y de la Institución al sujeto (a través del doble juego de la identificación
proyectiva-introyectiva) podríamos relacionarlo con la coexistencia en una Institución de
objetivos explícitos e implícitos o, en otros términos, de contenidos manifiestos y latentes.

Bibliografía consultada:

1. Clases dictadas por el Lic. Enrique Rodriguez sobre el tema “Grupo e Instituciones”
en la Escuela de Psicología Social de Belgrano. Año 1989.
2. Clases dictadas por el Prof. Gregorio Kaminsky sobre el tema “Instituciones”, en la
Cátedra de Psicología Social de la Fac. de Psicología de la Univ. de Bs. As. Año
1995.
3. Bleger, J. “Psicohigiene y Psicología Institucional”. Ed. Paidós. Año 1966.
4. Fenichel, O. “Teoría psicoanalítica de las neurosis”. Ed. Paidós.
5. Quiroga, A. P. de. “El sujeto en el proceso de conocimiento. Modelos internos o
matrices de aprendizaje.” En “Enfoques y perspectivas en Psicología Social” Edic.
Cinco. Año 1986.
6. Ulloa, F. “Análisis psicoanalítico de las Instituciones”. Publicaciones de la Facultad
de Psicología de la Univ. de Buenos Aires.
7. Bleger, J. “El grupo como Institución y el grupo en las Instituciones”. En “Temas de
Psicología. Entrevista y, Grupos”. Ed. Nueva Visión. Año 1971.
8. C. Castoriadis. “La Institución imaginaria de la sociedad”. Traducción del francés al
español en 1965.
9. Guattary, Félix “Psicoanálisis y Transversalidad”. Edit. Siglo XXI.

Síntesis elaborada por la porf. Silvina Elena Pérez.

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