Evaluación Psicológica

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Evaluación Psicológica

1- ¿Qué significa evaluar en psicología?


Popularmente, el término "evaluar" en psicología se asocia a la aplicación
de tests, cuestionarios y otros instrumentos con los que los psicólogos
efectuamos un psicodiagnóstico. Evidentemente, la evaluación es un
proceso mucho más complejo que requiere además, por parte del
profesional, el estudio, integración e interpretación de la diferente
información recogida para efectuar el diagnóstico psicológico.

Según definición de Fernández Ballesteros (1.983), la Evaluación


Psicológica: "es aquella disciplina de la Psicología que se ocupa del
estudio científico del comportamiento (a los niveles de complejidad
necesarios), de un sujeto o de un grupo de sujetos determinado, en su
interacción recíproca con el ambiente físico y social, con el fin de
describir, clasificar, predecir, y, en su caso, explicar su
comportamiento".

La evaluación o psicodiagnóstico es el paso previo para construir la


intervención o tratamiento psicológico ante un trastorno clínico.

2- Objetivos de la Evaluación
1- Conocer las causas y factores que intervienen en el origen, desarrollo y
configuración del problema. Identificar los factores de riesgo en su entorno
familiar-escolar y social.
2- Conocer el desarrollo psicobiológico del niño. Cuáles son los signos,
síntomas, síndromes o enfermedades que presenta o ha presentado. Para
ello es necesario la recogida de datos mediante la entrevista y cuestionarios
para los padres. Deberán también aportar aquellos informes médicos u
psicológicos relevantes que hayan sido efectuados hasta la fecha.
3- Formular el juicio clínico en base a los datos obtenidos:
Psicodiagnóstico.
4- Preparar y aplicar el plan de Intervención (Tratamiento).
3- Peculiaridades de la Evaluación infanto-juvenil
-La evaluación o psicodiagnóstico infanto-juvenil, mantiene algunas
similitudes con la de los adultos, especialmente en lo referente a la
necesidad del estudio científico de conductas y de contar con instrumentos
fiables (que sean precisos en la medición) y válidos (que midan la variable
que pretenden medir y no otras). Sin embargo, la evaluación con niños
supone un gran desafío para el clínico y requiere de conocimientos y
técnicas especiales. El niño es un "ser en desarrollo", en permanente
cambio y, aunque dicho desarrollo puede considerarse que se da a lo largo
de toda su vida, es en la etapa infantil y adolescente cuando se dan los
cambios biológicos y comportamentales que mayor trascendencia van a
tener en la "construcción" de la persona adulta. La maduración va a ser el
resultado de su dotación genética en interacción con el ambiente.

-A continuación se exponen algunas de las peculiaridades de la evaluación


en niños y que le confieren una identidad propia respecto a la de los
adultos:

a) Características específicas evaluación niños:


1- El niño no acude a consulta por propia iniciativa ni se percibe a sí
mismo como sujeto susceptible de evaluación y/o tratamiento psicológico.
Son los adultos los que lo remiten y, por tanto, el planteamiento del
problema, motivo de consulta, vendrá condicionada por los valores de los
adultos y las expectativas que éstos tengan sobre el niño
2- El problema se evaluará teniendo en cuenta que los adultos forman,
en menor o mayor grado, parte de la génesis, evolución y mantenimiento
del problema, por tanto, su forma de afrontar el problema va a condicionar
el proceso diagnóstico y de intervención psicológica. A menor edad, mayor
necesidad de recurrir a personas allegadas al niño para la buena marcha del
proceso terapéutico.
3- La imprevisible remisión o no de algunos trastornos infantiles
provoca, con frecuencia, cierto desconcierto en el sentido de que se puede
esperar a que se produzca un cambio natural, a medida que el niño se haga
mayor y, consecuentemente, no se intervenga tempranamente, con lo que se
puede haber perdido un tiempo precioso (sobretodo en los casos más
severos).
4- La información que nos puede transmitir un niño es mucho más
limitada. Puede tener dificultades de expresión verbal, deficiencias
cognitivas, etc... También pueden aparecer miedos o distorsiones en sus
explicaciones al interactuar con un adulto que no conoce.
5- El pronóstico evolutivo del trastorno varia en función de las
diferentes edades en las que se ha iniciado el mismo, condicionando, a su
vez, la gravedad y posible cronicidad de los síntomas.
6- Resaltar la importancia de las variables ambientales. La razón es que
el niño está sometido a un mayor control por parte del entorno físico y
social que el adulto, siendo, por tanto, más susceptible a estos factores. Aún
cuando el trastorno tenga un componente orgánico identificado, las
variables ambientales deben ser tenidas en cuenta. Hay que recordar al
respecto que organismo y ambiente interactúan constantemente. A menor
edad se supone mayor influencia de las variables situacionales.
7- Es evidente que la evaluación en niños y adolescentes deberá
también hacerse con "perspectiva de futuro", es decir, el niño no tan solo se
ve en su medio y circunstancias actuales, sino con proyección hacia los
retos o cambios vitales a los que se enfrentará.
Además de las características señaladas anteriormente, el evaluador
infanto-juvenil deberá tener en cuenta tres principios generales para
abordar con éxito la evaluación e intervención dentro de esta población.
Estos principios se agrupan bajo las siglas CAP (Creatividad-
Asesoramiento-Prudencia).

b) Tres principios fundamentales: CAP


CREATIVIDAD Cuando tratamos de evaluar mediante las diferentes
pruebas a niños y adolescentes, no basta con contar con la correspondiente
formación profesional y el conocimiento técnico de cada una de las
pruebas. Las peculiaridades de esta población hace necesario que seamos lo
suficientemente hábiles para adaptarnos a las características de cada niño y
sepamos envolver cada prueba de un color y una forma específica para que
le resulte lo más atractiva posible. Debemos ser creativos. No es
incompatible mantener el rigor de cada prueba con la aportación de
elementos novedosos y motivadores a efectos de que el niño se implique
más. Introducir el juego, utilizar el refuerzo, respetar los tiempos de cada
niño son algunas de las formas de hacerlo.
ASESORAMIENTO Cuando se trata de evaluar e intervenir en niños,
no hay que perder de vista que parte fundamental de nuestro trabajo, tanto
en tareas de evaluación como de intervención, debe dirigirse al
asesoramiento de padres, maestros u otros. Por tanto, el profesional debe
tener una alta capacidad para sintetizar los resultados de las diferentes
pruebas, trasladarlas a los familiares y ser capaz de dotarles de las
herramientas necesarias para un funcionamiento autónomo. A medida que
el niño es más pequeño (más dependiente de los padres) esto se hace más
necesario.
PRUDENCIA La Evaluación infantil y juvenil tanto en su parte
evaluativa como en la de tratamiento debe estar presidida también por el
principio de prudencia. Ello hace referencia a que el niño es un ser en
desarrollo y que puede haber cambios fisiológicos o en su entorno que
puedan hacer variar el diagnóstico y los pronósticos efectuados. Por tanto,
incluso en casos muy obvios, debemos ser muy cautos a la hora de
establecer afirmaciones contundentes acerca del desarrollo futuro de
cualquier transtorno, esto sirve igual para pronósticos buenos como para los
malos.
4- La interacción niño-psicólogo en la evaluación
En algunas ocasiones, el primer encuentro se puede producir con la familia
y sin la presencia del niño si las circunstancias así lo aconsejan (por
ejemplo niños con trastornos emocionales que no quieren salir de casa).
Ello permite la recogida de información previa y preparar mejor el primer
encuentro con el niño. De todas formas, lo habitual es que padres y niño o
joven vengan juntos el primer día. Tras una breve presentación del
psicólogo ante todo el grupo y roto el hielo podemos invitar al niño con la
excusa de que realice alguna actividad (dibujo, juego u otro) a que vaya a
otra sala. Esto permite que los padres se expresen más libremente evitando
al niño que escuche como se explica su problema al psicólogo.
Posteriormente podemos ya traer de nuevo al niño para iniciar con él
alguna actividad y que se vaya familiarizando con el profesional en
ausencia de los padres.
Es, en el proceso terapéutico, donde aquello de que cada niño es un mundo,
cobra un especial significado. Algunos niños se abren enseguida, de forma
espontánea, informándonos de manera abundante. En otros casos, las
dificultades para obtener información se complica con resistencias o
temores.
En los primeros contactos, debemos intentar sintonizar con el niño y tratar
de buscar un canal comunicativo eficaz. Esto puede llevar algún tiempo.
Debemos intuir cual es el mejor camino poniéndonos a su altura y
utilizando medios, según su edad, que sabemos que son eficaces como, por
ejemplo, el juego y el dibujo. Estas actividades el niño las vive de forma no
intrusiva y sin riesgo.
No forzar las situaciones. Si un niño no desea dibujar o realizar cualquier
actividad no obligarle. Mire de plantear un juego a partir de los elementos
de interés natural del niño
El juego, como medio comunicativo, es el preferido hasta los 7 u 8 años de
edad. Acompañado de diálogo imaginario donde el niño puede expresarse a
partir de dibujos, objetos o juguetes es especialmente útil.

5- La importancia del juego: romper resistencias


-Con cierta frecuencia hay niños tímidos que acuden a consulta con
temores acerca de lo que el terapeuta les preguntará o hará. Ello es
especialmente notorio en el caso de niños que han sufrido abusos o
maltratos físicos y/o psíquicos. El juego libre con cualquier objeto (pelota,
cartas infantiles, juguetes, puzzles, etc..), suelen ayudar al niño y terapeuta
en el establecimiento de un primer contacto donde lo importante será ganar
confianza y seguridad. En el contexto del juego, el terapeuta será visto
como un compañero lo que propiciará un ambiente más idóneo para la
auto-revelación y la expresión emocional con menos resistencias.

-Por medio del juego, el terapeuta puede, no tan sólo evaluar y potenciar un
buen vínculo afectivo con el niño, sino empezar a modelar en él nuevas
formas de comportarse en diferentes situaciones. Aprovechando las reglas
del propio juego que se está efectuando, podemos ensayar técnicas de
respetar los turnos (control impulsividad), aceptar las reglas o normas
(entrenamiento de habilidades sociales), tolerar mejor la frustración (si le
ofrecemos un marco diferente de consecuencias cuando pierde la partida),
mantener un comportamiento organizado (podemos enseñarle estrategias
para ganar la partida) y la atención sostenida (permanecer un tiempo en una
tarea sin pasar a otra). Todo ello son recursos básicos que deben
potenciarse como base de cualquier aprendizaje educativo o social. El
practicarlo en un ambiente lúdico ofrece una mayor motivación al niño, si
bien, el reto será después que lo generalice al ambiente externo.

-En definitiva, mediante el juego con el terapeuta, el niño va interiorizando


una relación interpersonal sana, de respeto mutuo, donde se le escucha
pero, a la vez, aprende a escuchar, en donde su opinión nos importa y no se
hace necesario el uso de conductas como las de mentir, engañar o emitir
conductas agresivas para reclamar la atención ya que no van a ser
reforzadas. Pese a todo, hay que tener siempre en cuenta el nivel cognitivo
y conductual del niño que tenemos delante. En casos de trastornos del
espectro autista o los que cursan con deficiencia mental moderada o severa
deben tener un tratamiento especial y personalizado por razones obvias.

6- Evaluación en etapa infantil


-El dibujo, como parte del juego, puede aportarnos información valiosísima
desde el primer momento. Es probable que las claves de sus problemas o
conflictos queden de una manera u otra reflejada en el papel. El dibujo
libre, hecho con una hoja en blanco y un simple lápiz es, a veces, la mejor
manera de proyectarse el niño. Al finalizarlo, el psicólogo puede
adentrarse, con la ayuda de las explicaciones del niño, en su mundo
particular, sus miedos, anhelos y frustraciones.

-Otra herramienta fundamental, incorporada en los últimos años, es la del


ordenador. Mediante juegos educativos podemos establecer la interacción
con el niño, al tiempo que tenemos una primera impresión de sus posibles
destrezas en ámbitos concretos. La presentación en pantalla con gran
colorido y sonido, propician un entorno visualmente más atractivo y
motivador. De efectuar un problema mediante papel o lápiz a realizarlo en
una pantalla a todo color, en la que además, nos van a reforzar mediante
halagos verbales o musicales nuestras destrezas, la elección es clara. Es, sin
duda, una gran herramienta utilizada con el control y supervisión de padres
o educadores.

-Independientemente de la prueba o instrumento utilizado, el niño nos


aportará, indirectamente, otros datos interesantes: su actitud, sus
verbalizaciones, su psicomotricidad, sus expresiones faciales, etc...Todas
ellas deben ser valoradas en el conjunto de la evaluación.

-El trabajo con niños requiere creatividad, capacidad para sorprenderle, de


cambiar sobre la marcha cuando se descubre algún elemento de interés. Es
un constante aprendizaje mutuo en el que, muchas veces, es el niño quien
nos sorprende a nosotros.

-Esta riqueza del paisaje psicológico infantil solicita paciencia, saber


esperar, no agobiar. No se puede pretender que se abra en el primer
momento con un simple juego. Los resultados requieren una labor
efectuada de forma sutil, con respeto, una gran capacidad de observación y
sabiendo motivar de forma auténtica (sin engaños o falsas promesas o
expectativas). La compensación llegará en forma de una relación de
colaboración y confianza mutua.

-Otras pruebas proyectivas que utilizan el dibujo como base son las
conocidas como Árbol-Casa y Familia, donde al niño se le dan unas
instrucciones concretas para que formalice un dibujo determinado. Estas
pruebas está más estructuradas que las del dibujo libre y constituyen
también una buena fuente de datos.

Cuando el niño se niega a dibujar o es demasiado pequeño para hacerlo o


no dispone de las destrezas necesarias, pueden también utilizarse figuritas
de animales o personajes de una familia para que el niño efectue su propio
juego y verbalize situaciones y emociones de forma espontánea.

-En definitiva, el juego como canal comunicativo y el dibujo en particular,


como técnica proyectiva, suponen un primer recurso para la creación de un
vínculo niño-psicólogo adecuado. Esto nos abrirá el camino hacia la
evaluación más específica con instrumentos adecuados a las áreas de
interés concretas.
7- Evaluación con adolescentes
-A partir de la preadolescencia y posterior pubertad, en los canales
comunicativos con el niño empieza a tomar relieve progresivamente el uso
de la palabra. A estas edades se suele tener una imagen peyorativa y
distorsionada de la figura del adulto a la que se suele cuestionar como
medio de buscar su propio "yo", su identidad, en un marco social que es
visto como hostil. Probablemente, el adolescente que viene a consulta, lleva
ya, una carga de emociones negativas fruto de alguna de sus experiencias
familiares, escolares o sociales no resueltas. Los padres, como modelos,
pierden influencia en favor de los grupos de iguales que pasan a ser los
referentes principales de los adolescentes.

-Establecer los canales comunicativos con el adolescente en la relación


terapéutica, va a requerir también, de la puesta en marcha, por parte del
profesional, de una serie de habilidades concretas adecuadas a la edad
evolutiva del niño. El psicólogo será visto, en primer momento, como un
adulto más que va querer indagar en aspectos de su vida que puede estar
dispuesto a no desvelar.

-Creemos, que la relación con el adolescente y, salvando las peculiaridades


o gravedad de cada caso, puede empezar a construirse a partir de las
siguientes pautas generales:

1º- Saber escuchar y comprender su punto de vista. Desarrollo de la


empatía. Debemos ser sensibles a su percepción de las cosas y procurar
entender los factores que producen y/o mantienen el problema. Estamos
para proponerle estrategias para superarlo no para imponerle nuestros
valores o creencias.
2º- Establecer una relación de cordialidad y franqueza. Sin sermones, sin
reproches. No le vamos a obligar al "cambio". Le vamos a proporcionar
otros puntos de vista para que él construya su propia elección. El
adolescente está en proceso de maduración a la etapa adulta y debemos, de
entrada, "respetar" sus preferencias, tendencias, etc...Su personalidad se
está forjando. Desde la psicología, no debe haber imposiciones morales
sino la voluntad de acompañar a los jóvenes en sus tomas de decisiones
ante un problema. No decidiendo por ellos, sino dándoles instrumentos
para que ellos mismos las puedan tomar con mayor conocimiento de causa,
siempre desde el respeto a sí mismo y a los demás.
3- Entorno de Privacidad. El adolescente puede informarnos de
situaciones que no desea sean conocidas por sus allegados. Esto puede
provocar un serio problema profesional. Los padres tienen derecho a ser
informados acerca de todos los aspectos de la evaluación. Sin embargo,
pueden producirse situaciones en las que la confianza (que es vital para la
buena marcha del proceso terapéutico) dependa de nuestra discreción. El
profesional deberá valorar cada situación en concreto y actuar en
consecuencia. En el caso de que lo informado entrañe riesgo para la
integridad física o psíquica del niño u otros, evidentemente, debe ser
informado a los padres o tutores, estableciendo el plan de actuación
pertinente.
4- Complicidades. Dependiendo del problema, puede hacerse necesario
recurrir a algún amigo o persona de su confianza, principalmente aquellos
que sean de su misma edad, para colaborar en la dinámica terapéutica. En
tareas de control de actividades, aprendizaje de habilidades sociales,
relaciones interpersonales o retraimiento, pueden ser de gran ayuda.
8- Consideraciones finales
-En esta sección esperamos haber aportado un poco de conocimiento acerca
de cómo introducirnos en la tarea de la evaluación psicodiagnóstica en
población infanto-juvenil. Como se ha expuesto, ésta se basa en la
observación clínica y en la aplicación de diferentes instrumentos,
cuestionarios, tests, etc... que nos proporcionaran datos validos y fiables del
problema que queremos analizar. Pero antes, debemos haber desarrollado
un vínculo de comunicación eficaz y honesto con el niño.

-Se han comentado también algunas de las dificultades de este proceso


pero, creemos que las gratificaciones que supone trabajar con niños y
adolescentes, supera con mucho, el reto clínico que nos exige cada caso.

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