Depetris - El Relato de Viaje Moderno
Depetris - El Relato de Viaje Moderno
Depetris - El Relato de Viaje Moderno
Resumen: Este artículo tiene por objeto analizar cómo el cruce de discursos de estatutos
y epistemologías diferenciadas es un rasgo claro de posmodernidad que, en el género del
relato de viaje, estaba ya presente en plena modernidad. Me centraré para demostrar este
supuesto en Voyage pittoresque et archéologique dans la Province de Yucatán, texto que
testimonia una empresa arqueológica y etnográfica realizada entre 1832 y 1836 por
Frédéric de Waldeck, viajero nacionalizado francés, en el área maya. Analizaremos cómo
Waldeck intercala en este texto estrategias propias del hacer literario en un discurso que
insiste en su valor científico.
Palabras claves: Relato de viaje; Ciencia; Literatura; Yucatán.
Abstract: The purpose of this article is to analyze the way in which the interaction
between the discourses of statutes and differentiated epistemologies becomes a clear
feature of postmodernism. This characteristic, regarding travelwritings, was already
present in full modernism. In order to demonstrate this assumption I shall focus on Voyage
pittoresque et archéologique dans la Province de Yucatán. This text is a testimony
produced by an archeological and ethnographic enterprise. It was carried out in he Mayan
area between 1832 and 1836 by Frédéric de Waldeck. We shall examine how, in this text,
Waldeck interpolates typical strategies of literary work into a discourse which insists upon
its own scientific value.
Keywords: Travel writing; Science; Literature; Yucatán.
1
Investigación realizada gracias al Programa UNAM-DGAPA-PAPIIT IG400113.
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Sin embargo, en la convivencia moderna entre ciencia y literatura esta última tiene, al
cabo, una importancia auxiliar. En la larga tradición estética y filosófica occidental lo
meramente deleitable ha cargado con una valoración dudosa frente a un uso
sistemático de la razón, de modo que lo realmente sustantivo no será afianzar lo
agradable sino ampliar los campos del saber. Esto aplica, incluso, para la misma
literatura que con autores como Chateaubriand, Sue, Scott, Cooper o Dumas procura
trascender la mera construcción ficcional de una novela para transmitir a sus lectores
enseñanzas de orden moral. En el prólogo de una obra paradigmática del XVIII como es
Les liaisons dangereuses, se lee: “El mérito de una obra se compone de su utilidad o del
agrado que procura, o de ambas cosas cuando es capaz de reunirlas; pero el gustar […]
a menudo depende más de la elección del asunto que de la ejecución” (2009: 28); y la
elección del tema, como aclara poco más adelante Choderlos de Laclos, tiene que
“hacer un servicio a la moral” (2009, 29). Lo que opera aquí, creo, es el germen de un
rasgo que la posmodernidad luego hará suyo: el entrecruzamiento discursivo y, con
ello, el de las matrices epistémicas que soportan y definen esos discursos. Lo cierto es
que tanto en la modernidad como en la posmodernidad, cuando rasgos literarios
2
La fórmula es textual en El Registro Yucateco, periódico literario editado en México a mediados
del siglo XIX.
3
“Ciertamente que la geografía, tomada como ciencia, tiene la desventaja común a todas las otras
ciencias, que es la de resultar, cuando se trata en forma abstracta, árida y nada interesante para
todas las personas, excepto para aquellas que la aman por lo que en sí misma representa. En
consecuencia, como todas las otras ciencias, sería cultivada solamente por unos pocos si no la
adornara con accesorios atractivos, de los cuales el principal es la descripción pintoresca”. La
traducción es mía.
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Sigo en parte a Beatriz Colombi en el artículo citado.
5
Me pregunto aquí si no habría que considerar también al tiempo. Hay relatos de viaje como el
que veremos aquí, que buscan recomponer el tiempo pretérito de una civilización desaparecida,
viajes de imaginación histórica en donde el tránsito temporal es tan importante como el espacial.
6
Ver Depetris, 2007: 15 y ss.
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“Esta orientación se preocupa sobre todo de analizar críticamente los recursos retóricos y
‘autoritarios’ de la etnografía convencional y de tipificar nuevas alternativas de escritura
etnográfica. […] Su objeto de estudio no es ya la cultura etnográfica, sino la etnografía como
género literario por un lado y el antropólogo como escritor por el otro” (Reynoso, 2003: 28).
8
Las cursivas son mías.
9
Destaco aquí que todos estos principios están igualmente presentes en los relatos de viaje de los
siglos XVIII y XIX (ver: Depetris, 2007, especialmente el capítulo I).
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Entendido el término en sentido bajtiniano, como un concepto que refiere lo opuesto a las
tendencias significantes y hermenéuticas centrípetas y homogeneizantes.
11
También en el sentido que Bajtin le atribuye al término, como opuesto a una concepción
monológica y descontextualizada del lenguaje.
12
Waldeck es un viajero excepcional por tardío: llega a México con 59 años y regresa a Francia con
70. Muerte en Paris a los 109 años.
13
Uso, para este trabajo, la edición en español citada en la bibliografía. No he logrado aclarar el
motivo por el que Waldeck decide modificar en el título de su libro las fechas de su viaje ni he
acertado hasta el momento con una conjetura probable.
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“Se mencionó que el famoso centenario, el Conde Jean Frédéric Waldeck, murió en Paris el día
29 del mes pasado. Descendía de una antigua familia de Praga y había nacido el 16 de Marzo de
1766. En 1785 viajó al Cabo de Buena Esperanza con Levaillant e hizo varias exploraciones en el
sur de África. Luego de regresar a Paris en 1788 estudió pintura bajo la dirección de David y
Prudhon; se unió en 1794 a la Expedición Italiana como voluntario y participó del sitio a Toulon,
siguiendo después al ejército hasta Egipto en calidad de civil. Resolviendo no quedar incluido en la
capitulación, partió desde Assouan con cuatro compañeros y cruzó el desierto en Dongola. El
agotamiento y las enfermedades terminaron con la vida de sus cuatro compañeros, pero luego de
cuatro meses de privaciones y peligros, él logró llegar a los asentamientos portugueses. En 1819
estuvo en Chile con Lord Cochrane. Con posterioridad llevó a cabo exploraciones arqueológicas en
Guatemala, luego se estableció en Londres, y en 1822 realizó unas litografías de los bosquejos de
las ruinas de Palenque y Chiapas hechos por el Capitán del Río. Desconfiando, sin embargo, de la
veracidad y exactitud de estos dibujos, viajó como ingeniero a las minas de plata de Italpuxahua
(sic), pero muy pronto abandonó este encargo y viajó para visitar las ruinas y antigüedades de
Sudamérica. En un principio obtuvo el apoyo del gobierno y pasó tres años estudiando las ruinas,
la flora y la fauna de Palenque, pero Santa Ana lo despojó de la mayor parte de sus dibujos y
manuscritos. Regresó a Francia y allí le vendió al gobierno el remanente de sus dibujos sobre
Palenque. Su publicación comenzó en 1863, habiendo realizado él mismo el trabajo litográfico
correspondiente. En el salón de 1869 exhibió dos cuadros arqueológicos titulándolos Ocio del
Centenario. Recientemente celebró su centésimo noveno cumpleaños”. La traducción es mía.
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A estos avatares hay que sumar otros que transmitió a Smith: acompañó a Napoleón en
su campaña a Egipto no como civil, según dicta la esquela, sino como savant; cenaba
frecuentemente con el rey George III; fue compañero de hospedaje de Lord Byron en
Escocia; conoció a Beau Brummel, al conde d’Orsay, a Robespierre, a Marat y a María
Antonieta, a quien visitó cuando estaba en prisión y de quien deja un retrato 15.
Claude Baudez, en Waldeck, peintre. Le prémier explorateur des ruines mayas, hace
referencia al historiador Howard Cline quien se ocupó de verificar la información sobre
las aventuras de nuestro viajero. En 1785, año en que Waldeck sostiene haber viajado
con Le Vaillant, 16 no hay registro de que el naturalista partiera a ningún viaje; muy por
el contrario, regresó de uno. No aparece su nombre en la lista de personas que
visitaron a María Antonieta en la cárcel, no está registrado entre los alumnos de David y
Prud’hon, no figura tampoco en la expedición a Egipto. Es probable que fuera a Chile
con Cochrane y que de allí pasara a Perú pero no lo es que llegara a Honduras y
Guatemala inmediatamente después. En síntesis, los primeros 59 años de vida de
Waldeck antes de llegar a México están plagados de sucesos notables pero de veracidad
dudosa. Ya en México, donde llega en 1825 huyendo de una situación económica muy
precaria y dejando a su familia instalada en Londres, realiza numerosos trabajos (es,
por ejemplo, ingeniero en una mina, ofrece espectáculos de fantasmagoría, hace
litografías, canta en óperas y decora muchas de ellas) hasta que consigue vender al
gobierno mexicano una empresa científica: viajar a Palenque para obtener noticias e
imágenes fiables de la región. El Registro Oficial del Gobierno de los Estados Unidos
Mexicanos, con fecha del 14 de noviembre de 1831, deja constancia de la oferta que
Waldeck hace al gobierno: “una expedición científica a los Estados de Yucatán y
Chiapas, con el interesante objeto de hacer descubrimientos a que convidan las
preciosas antigüedades en que abunda aquel suelo”. 17 Desde su origen, la empresa de
Waldeck lleva el rótulo de “científica”. En una carta dirigida ala Société de Géographie
de Paris fechada en Filadelfia el 8 de agosto de 1832, el cónsul general de Francia en
América Central, M. Cachelet, anuncia que “l’expédition scientifique” de Waldeck había
salido de Veracruz el 5 de abril de ese año y para agosto ya estaba rumbo a Palenque
desde Tabasco. Sostiene además el cónsul que gracias a este viaje se obtendrían “des
faits plus positifs sur ces ruines mystérieuses” (Cachelet, 1832: 189 y s.).
Esta condición “científica” del viaje de Waldeck empata con un premio convocado por la
Société de Géographie de Paris en 1826 para quien aportara noticias y “vistas
pintorescas” de la región mayanse, premio que él espera ganar 18. Esta zona de América
Central era, en los primeros años del siglo XIX, uno de los grandes misterios históricos
15
Ver: Smith, 1878: 63 y s., 76.
16
Ver: Smith, 1878: 80.
17
Citado en: Mestre Ghigliazza, 1996: 29.
18
Ver: “Cinquième prix”, 1826: 595-596.
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de la humanidad: ¿cuál era el origen de la civilización que había dejado tan espléndidas
construcciones? Años antes Carlos III, quien a la sazón, siendo rey de las dos Sicilias
entre 1734 y 1759, había impulsado también las excursiones arqueológicas en
Herculano y Pompeya, había comenzado a enviar algunas expediciones a la zona de
Palenque, siendo la primera la de José Antonio Calderón. El carácter arqueológico de
estas expediciones queda manifiesto en el “Oficio de José de Estachería a José Antonio
Calderón”, fechado en Guatemala el 28 de noviembre de 1784:
[ . . .] prevengo a VM que sin perdida de momento me informe de todas aquellas
circunstancias que sirvan al previo conocimiento que necesito para formar idea del metodo,
reglas, è instrucciones sobre qe. debo providenciar una exacta revision de todo aquel lugar,
para la coleccion de los monumentos, epgrafes, inscripciones, estatuas y demas piezas qe.
indiquen mas clara, y proximamente la antiguedad, particularidades, y fundacion de
aquella Ciudad (en Caballero Carro, 1992: 78).
Para el momento en que la Société de Géographie convoca el premio, las noticias sobre
la zona maya continúan siendo muy escasas en Europa y persistía sin solución el
misterio de cuál era el origen de los edificios que allí se encontraban en ruinas y el
origen de la civilización que los había construido 19. Dilucidar este enigma es,
precisamente, lo que promueve la convocatoria al premio y es, en consecuencia, el
incentivo para la expedición de Waldeck por Yucatán.
Su viaje a Palenque y a Uxmal, que comienza el 12 de mayo de 1832 cuando él tiene 66
años, tiene un objetivo cognitivo claro que, en fondo y forma, empata con el dictum
ilustrado. El viajero ilustrado, viajero “moderno” por antonomasia, es científico y por
“científico” debemos comprender aquí a quien, siguiendo los principios epistémicos que
relevamos más arriba, procura alcanzar explicaciones abarcadoras que redundan en un
mayor progreso benéfico para la humanidad. A partir de Essay sur les moeurs (1756),
libro en donde Voltaire seculariza la historia de la humanidad y la desprende, además,
de historias dinásticas para abordarla en término de civilizaciones, el problema de
“pensar el pasado” de los hombres y sus sociedades comienza a formar parte de todo
un programa de análisis crítico que durante los siglos XVIII y XIX irá de la mano del
desarrollo de la filosofía de la historia y que, desde esta plataforma, comenzará a
cuestionar y a indagar sobre el “ser histórico”, sobre el origen y destino de la historia y
cómo se desarrollan los procesos históricos. Preguntas tales como si es la humanidad el
sujeto de la historia o son los individuos en su particularidad, si lo son las distintas
culturas y civilizaciones, si hay una norma o ley constante que sigue el devenir del
sujeto histórico en las diferentes épocas, si el paso del tiempo que define toda historia
se concreta en la idea de progreso, si este progreso tiene una finalidad positiva o
negativa, subyacen en la episteme de los viajeros ilustrados. Las grandes empresas
colonizadoras y exploratorias de esta época como son, por ejemplo, la campaña a
Egipto de Napoleón o el viaje de Humboldt por América, están relacionadas al gran
19
Ver: Depetris, 2009.
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La historia natural sigue, a su vez, el modelo de la física moderna que había logrado extraer de
la experimentación y del análisis de fenómenos particulares leyes generales (ver: Foucault, 1993:
126). Al hablar del sistema de la naturaleza Pratt, en su libro, se apoya, entre otras fuentes, en
Foucault.
21
Cada ser de la naturaleza, según Linneo, puede ser afectado por cuatro variables que conforman
su “estructura”: la forma de los elementos, la cantidad de esos elementos, la manera en que se
ubican en el espacio los unos con relación a los otros, y la magnitud de cada uno (ver: Foucault
1993: 134).
22
Pratt insiste en que esta conciencia planetaria no es esencialmente global, sino europea: “Como
constructo ideológico, la sistematización de la naturaleza representa al planeta apropiado y
reorganizado desde una perspectiva unificada, europea” (1997: 73).
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Es importante aquí señalar que esta consideración global de las civilizaciones es con frecuencia
una mera fórmula retórica insoslayable en el buen hacer del viajero, ya que suele entrar, como en
el caso de Waldeck, en fuerte contradicción con el impulso imperialista que arranca en la segunda
mitad del XVIII. Waldeck sustenta toda la aproximación a Yucatán en esta episteme universalista
pero siempre marcando las pautas de la diferencia a través del binomio “Europa/ Yucatán”.
24
De hecho, en la lista Waldeck no especifica de qué obra se trata; sólo menciona que son dos
volúmenes. Hasta donde he podido indagar, la única obra de Montesquieu publicada en dos
volúmenes es ésta (primera edición en Ginebra, 1748). Lettres persanes está compuesta por dos
tomos pero ambos publicados en un mismo volumen.
25
Waldeck, British Library, Add 73163 y 73164.
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La reproducción gráfica de esa información, a su vez, debe estar sometida a “la más
escrupulosa exactitud” (1996, 46). De esta manera, una observación imparcial y directa,
un procesamiento de datos que va de lo particular a lo universal, y una reproducción de
dicha observación en imágenes exactas y fieles, son los tres principios metodológicos
que Waldeck esgrime para defender y promocionar la condición “científica” de su
testimonio.
A pesar de este propósito cognitivo tan aludido, Waldeck decide estructurar su relato en
torno a tres componentes temáticos: uno es el científico (arqueológico), otro es el
etnográfico, que tiene como eje organizador el interés curioso por los modos y
costumbres de las sociedades yucatecas que visita, y un tercero que, en síntesis,
constituye el relato de una serie de sucesos que le ocurrieron en su viaje. Con este
último componente decide comenzar su libro y esto, en un texto con pretensiones de
cientificidad y que tiene este objetivo cognitivo reiteradamente evocado, es llamativo.
Pienso que pudo, por ejemplo, haber comenzado con la exposición de un estado de la
cuestión acerca de las antigüedades mexicanas mucho más minucioso del que zanja en
su introducción y que, por lo que se desprende de sus diarios, él había examinado de
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manera prolongada y minuciosa 26. ¿Por qué Waldeck decide incorporar a Voyage el
relato de unos sucesos que lo tienen a él por protagonista pero que no mantienen
conexión alguna aparente con el objetivo de su viaje? Todavía más: ¿por qué decide
comenzar su libro con estas historias?
Rivas Nieto señala que una característica retórica de los relatos de viaje ilustrados es
que en ellos impera un estilo directo, claro, libre de cualquier señal de artificio literario o
lucimiento estético (2006: 151). Pierini matiza esta aseveración: sostiene que en el siglo
XVIII el género del relato de viaje aparece ya incorporado a la literatura y esto hace
que, además de informar, un texto de este tipo atrape (o deba atrapar) la atención del
lector por medio de descripciones exóticas, anécdotas ilustrativas, escenas
costumbristas y pintorescas que exciten la fantasía de los receptores. Pero apunta que
los elementos literarios deben estar supeditados a la función informativa (lo bello, en
los términos expuestos al comienzo de este trabajo, debe estar siempre supeditado a lo
útil). Voy a repasar, entonces, los sucesos de viaje con los que Waldeck decide
comenzar su libro, ver cuál es la carga semántica que tienen, su funcionalidad retórica y
el papel que asume nuestro protagonista en ellos porque aquí, estimo, está concentrado
el elemento literario y, por ende, problemático de su escrito.
El libro comienza situándonos el 5 de diciembre de 1833 en el pueblo de Frontera,
actual estado de Tabasco, muy cerca de donde Cortés fundó en 1519 la villa de Santa
María de la Victoria, primera población española en México. Todo el curso del río
Grijalva está invadido por el cólera. Este acontecimiento impide a Waldeck regresar a
las ruinas de Palenque, de donde había salido enfermo dos meses después de su
llegada. 27 Quiere proseguir con sus estudios pero no consigue llegar a la zona debido a
que se ha establecido un cordón sanitario. Planea, entonces, seguir rumbo cuanto antes
a Campeche para escapar de la epidemia. Del 1 al 6 de diciembre, día en que puede
finalmente embarcarse, Waldeck está prisionero en un pueblo sumergido en la peste,
rodeado de muerte. Ya a bordo del barco pero sin poder zarpar hasta el día 8, su
“espíritu” está sometido al “recuerdo de las escenas fúnebres de que acababa […] de
ser testigo” (1996: 52).
El viaje en barco a Campeche está teñido de nuevos peligros y sucesos extraños desde
su origen: al zarpar, el barco casi naufraga por tocar fondo nueve veces. Luego, el día
12, “un inmenso meteoro, venido del este, pasó sobre nuestras cabezas y haciendo
explosión de repente dejó escapar de sus flancos, con el ruido de un trueno, regueros
luminosos que producían el efecto de candelas romanas” (1996: 52). Llegan el 15 a
26
Los diarios inéditos de Waldeck se encuentran actualmente en la British Library y en la Newberry
Library de Chicago. El fondo más completo es el de Chicago que cuenta con originales y también
con copias de lo que se resguarda en Londres.
27
De los dos años que promete permanecer en Palenque estudiando las ruinas sólo permanecerá
esos meses.
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Campeche pero, desde un bote, el Consejo de Sanidad les ordena volver sobre su
rumbo “so pena de ser despiadadamente cañoneados” (1996: 52). Sin agua y sin
víveres, deben regresar a Tabasco. “La posición, dice Waldeck, era cruel” (1996: 53). El
viaje de retorno era un viaje hacia la muerte, sin agua ni comida para la travesía y,
además, en medio de una tempestad:
La única solución ante tamaño apuro la propone Waldeck al capitán: ir costeando para
bajar durante la noche a tierra y proveerse de agua y alimento, empresa riesgosa ya
que eran perseguidos por una chalupa con veinte soldados que tenían orden de no
dejarlos desembarcar. Así y todo, deciden varar cerca de Champotón y aquí Waldeck se
ocupa solo (esto lo puntualiza) de hacer frente a los soldados mientras los demás se
nutren de víveres en un rancho vecino. Y añade:
[…] sabía que estos últimos [los veinte soldados] eran muy torpes y muy lentos para
cargar; en consecuencia, yo podía, con mi fusil Robert, matarlos antes de que tuviese
tiempo de hacerme ningún mal […]. Sólo un golpe de audacia podía salvarnos, y me había
yo resuelto a él atrevidamente (1996: 53).
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Desembarcan sin mayor incidente, los soldados hacen fuego desde muy lejos,
consiguen juntar provisiones y volver a bordo sin problemas. No fue necesario,
realmente, entablar un combate al que, aclara Waldeck, “por lo demás, yo no temía,
seguro como estaba con mi arma” (1996: 54). Inmediatamente, en una breve digresión,
puntualiza: “todo viajero gusta de recordar las circunstancias en las cuales ha dado
pruebas de sangre fría” (1996: 54).
Regresan a Frontera asolado por el cólera y habitada sólo por el terror: “las calles
estaban desiertas y silenciosas; el espanto y la desesperación hacían mudo a este pobre
burgo” (1996: 54). Ya expandida la peste, Waldeck decide viajar a San Juan Bautista, la
actual ciudad de Villahermosa, para lograr obtener un certificado de buena salud que le
permitiera seguir viaje a Palenque, pero lo que encuentra allí no sólo es la epidemia
recrudecida sino también una guerra civil a punto de estallar que tenía al gobernador
Santiago, duque de Estrada, y al inspector de la milicia, Nicolás Maldonado, por rivales.
La lucha, que Waldeck define como una farsa, lo coloca, no obstante, en un escenario
de tensión política que estallaría dos meses después de su llegada, cuando Maldonado
decide atacar la ciudad. Junto con dos amigos que allí habitaban, Waldeck, en su
calidad de “antiguo militar”, toma el mando de la plaza (la casa de sus amigos que
ofrecía un bastión bastante sólido) y se prepara “a mostrar serenidad ante el enemigo”
(1996: 61). Entretanto, el cólera “azotaba más mortífero que nunca” (1996: 62). La
situación era crítica: “de un lado la perspectiva de caer en manos de un enemigo que
no nos daría cuartel; del otro, la probabilidad de sucumbir a la enfermedad” (1996: 62).
El ánimo de Waldeck decae y se expresa en una reflexión lúgubre:
Dije adiós con el pensamiento a mi familia y a Europa; después me puse a lamentar que
hubiese dejado inconclusos los trabajos emprendidos con ardor y destinados a proyectar
nueva luz sobre una parte interesante de América. Pensé en los caprichos de la suerte que
después de haberme arrojado sobre tantas playas diversas, me había llevado a la tierra del
Nuevo Mundo para hacerme morir en ella, lejos de mi esposa y de mis hijos (1996:62 y s.).
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epidemia de cólera la posibilidad de morir es real, como se desprende del diario AYER
MS 1265, fojas 31 y 32, en donde nuestro héroe deja incluso testamento. 28 No
obstante, otros riesgos son exagerados en el relato. No es muy factible morir de
hambre o sed en una navegación de cabotaje desde Campeche a Frontera, ni perder la
vida en una revuelta civil de poca monta. Pero eso es algo que muy probablemente
ignoraran sus lejanos contemporáneos de Europa y es factible, en cambio, que
conservaran en la lectura del testimonio aquello que Waldeck destaca: su audacia y
arrojo a la hora de sortear las dificultades que se le presentan en tierras lejanas, la
pericia que demuestra para librarse de la muerte y su sangre fría ante tamaño enemigo,
sangre fría que él mismo asimila a la condición de todo viajero que se precie. Y todo
esto en una celosa primera persona de sólidos rasgos superlativos. No es poca cosa,
entonces, comenzar un relato, como lo hace Waldeck, con la historia de cómo logró
escapar del insistente cerco que le tendía la muerte en tierras mayas.
En términos estructurales, abrir un relato de viaje con la narración de una serie de
peligros a los que el viajero se enfrenta y que ponen en riesgo su vida refuerza, sin
duda, la atención de sus lectores; es un recurso conocido y útil para asegurar la alta
expectativa de la recepción. Pero no lo es tanto contar al comienzo de un relato, y
hacerlo en pocas páginas, que el viajero logra sortear esas dificultades con éxito. El
suspense que abre estos peligrosos incidentes es rápidamente resuelto, los conflictos
cesan, la peripecia se detiene y la atención, en términos literarios, inmediatamente
decae. Waldeck parece ratificar en esta apertura del relato de su viaje por Yucatán que
se trata de un viaje ilustrado porque la aventura dramática que supone confrontar a la
muerte se pierde rápidamente en el desarrollo de su objetivo científico.
Sin embargo, puede también suceder que este comienzo no sea un mero recurso
literario mal usado. Estimo que se trata, en realidad, no de un procedimiento narrativo
sino de uno descriptivo en donde Waldeck, a través del relato de una serie de sucesos
amenazantes, se está componiendo y presentando a sus lectores. Es más, se está
presentando no a todos sus lectores sino a sus lectores ideales que no son otros que los
diferentes círculos de saber, principalmente el francés, ocupados en temas de anticuaria
americana. Esta presentación asume como canal expresivo al viaje mismo porque según
haya sido éste, así será el viajero; de modo que una cosa es decir que se viaja para
aportar conocimiento nuevo a la humanidad y otra muy diferente decir que se ha
puesto en riesgo la vida para aportar conocimiento nuevo a la humanidad. El
compromiso es infinitamente mayor y el corolario, en términos epistemológicos,
redunda en un refuerzo de la veracidad de las noticias transmitidas porque se infiere
que nadie va a poner en riesgo su vida para tomarse el trabajo de falsear las cosas. Si
se ha esquivado la muerte es para volver con verdades categóricas porque el
compromiso en esa empresa de saber ha sido extremo.
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El testamento está tachado.
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Bajtin, 2005: 22.
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Cuadernos del CILHA - a. 14 n. 19 - 2013 - ISSN 1515-6125 (versión impresa)
v. 14 n. 2 – 2013 - ISSN 1852-9615 (versión electrónica)
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