Capitulomarina Beia
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All content following this page was uploaded by Beatriz Rivela on 03 September 2015.
La verdadera respuesta a la crisis ecológica solo podrá hacerse a escala planetaria y a condición de que se
realice una auténtica revolución política, social y cultural que reoriente los objetivos de la producción de los
bienes materiales e inmateriales. Así pues esta revolución no sólo deberá concernir a las relaciones de
fuerzas visibles a gran escala, sino también a los campos moleculares de sensibilidad, de inteligencia y de
deseo.
Félix Guattari
Las crisis que estamos viviendo están relacionadas con una errada concepción de desarrollo: es necesario
y urgente reequilibrar el sistema-mundo, partiendo de una nueva concepción de las ideas de cooperación
internacional, desarrollo, cultura y medio ambiente. Un análisis comparativo de la normativas existentes
pone de manifiesto que, a pesar de haberse reflejado de forma teórica en el marco legal, en la práctica de
los proyectos y de las intervenciones en cooperación, tanto el medio ambiente como la cultura siguen
siendo tratados como dos ámbitos independientes. Mas allá de formular un marco teórico, las ideas que se
exponen a continuación persiguen el abordar el planteamiento de propuestas concretas para la aplicación e
implementación de la cultura de la sostenibilidad en las políticas de cooperación, como punto de partida
para abrir la reflexión sobre posibles vías de actuación.
Estas crisis, que llamaremos ecosociales, están relacionadas con la matriz cultural heredada de
la Modernidad y su errada concepción de desarrollo, que ha traído consigo una configuración
geopolítica profundamente injusta. Es en este contexto donde surge la necesidad de reequilibrar
el sistema-mundo con una intensa actividad de cooperación internacional.2 La clásica concepción
*
Marina Mantini es Doctora en Cooperación Internacional y Políticas para el Desarrollo Sostenible. Beatriz Rivela es
investigadora en el grupo de Arquitectura Bioclimática en un Entorno Sostenible (ABIO) de la Universidad Politécnica
de Madrid.
1
Véase en este sentido el número «La(s) crisis. La civilización capitalista en la encrucijada», Papeles de
Relaciones Ecosociales y Cambio Global, CIP-Ecosocial/Icaria, nº. 105, primavera, 2009.
2
La cooperación internacional para el desarrollo nace después de la Segunda Guerra Mundial y en un principio fue
puesta en marcha principalmente por Estados Unidos que, gracias a que los Estados europeos dejaron el campo libre
en su empeño por la reconstrucción, se ha dedicado a exportar su sistema económico, contando así con los recursos de
1
de desarrollo ha resultado ser a todas luces poco eficaz, hasta el punto de que hoy en día
podríamos decir que se ha producido su quiebra y se plantea la necesidad de proponer una
visión distinta del mundo, un cambio radical en nuestra forma de relacionarnos entre sociedades
y entornos. En esta nueva visión, cultura y entorno (preferimos esta palabra a medio ambiente,
aunque sucesivamente seguiremos utilizando este término por ser de uso común) constituyen
dos caras de la misma moneda, dos conceptos indisolubles que nos muestran la forma en que se
relacionan las sociedades y los individuos.
Este cambio de perspectiva nos conduce directamente a una concepción diferente de las ideas
de cooperación internacional, desarrollo, cultura y medio ambiente, conceptos en torno a los que
se articula el eje central de este artículo: la necesidad de considerar conjuntamente, como
factores y variables interrelacionados, los aspectos culturales en las intervenciones ambientales
en el ámbito de la cooperación internacional para el desarrollo, y la importancia de introducir la
temática ambiental en las políticas y en los programas culturales en este sector.
Partiendo de estas dos afirmaciones, resulta evidente que las múltiples formas de desarrollo
sostenible, al que aspiran muchos países en el mundo, objetivo de las ayudas y programas
internacionales, deberían ser definidas, acompañadas y sustentadas a partir de las
características y problemáticas específicas del lugar, identificadas tanto por los aspectos
biofísicos y ambientales, como por los culturales. Por lo tanto, resulta erróneo hablar de una única
cultura de la sostenibilidad, sino de culturas de la sostenibilidad, y de diferentes formas de
entender la sostenibilidad. Esto no quiere decir, obviamente, que se justifiquen, en nombre de un
relativismo eco-cultural, prácticas contrarias a la vida o que perjudiquen la dignidad humana. Sin
los países más pobres. Con la expansión de su capitalismo salvaje disfrazado de único modelo de desarrollo posible,
Estados Unidos pudo abrir el camino a sus empresas. Con su concepción de la cooperación, creó, además, una relación
de endeudamiento y dependencia que todavía permanece en muchos Estados del Sur del mundo, y que Europa, una
vez terminada la reconstrucción, ha imitado rápidamente creando los mismos lazos de neocolonialismo y dependencia.
2
embargo, es necesario construir una base de entendimiento común, tanto de conocimientos
teóricos como de líneas estratégicas, dejando abierto el máximo espacio posible a las diferencias
entre las ideas y sus interacciones, para la difusión y la construcción de la(s) cultura(s) de la
sostenibilidad en las prácticas de cooperación internacional para el desarrollo.
3
Utilizamos la expresión marco normativo en un sentido amplio, como hacen F. Marcellesi e I. Palacios,
«Integración de consideraciones de sostenibilidad en la cooperación para el desarrollo», en Cuadernos Bakeaz 88.
Políticas de Cooperación, 2008, p. 9.
4
Ibidem
3
conciernen una explotación del Norte hacia el Sur, violación de los derechos humanos, problemas
de pobreza extrema causados por el cambio climático, políticas estatales de depredación, etc. En
las últimas décadas, el Derecho ambiental internacional se ha desarrollado de forma espectacular
y ha impulsado muchas acciones y políticas, tanto estatales como internacionales.
Reenviando al trabajo desarrollado en el marco del proyecto “La dimensión cultural en los
problemas ambientales como herramienta de cooperación al desarrollo”5 para un recorrido
detallado, aquí consideramos suficiente señalar la constatación de que, a partir de la Declaración
de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano celebrada en Estocolmo en
junio de 1972 y hasta el acuerdo final de la Cumbre contra el Cambio Climático celebrada en
Copenhague en 2009, existe todo un abanico de planes y estrategias para guiar las políticas de
cooperación medioambiental, tanto a nivel internacional como nacional, actuando en línea con el
desarrollo sostenible. No obstante, la realidad es que los proyectos y las acciones realizadas hoy
en día están lejos de cumplir con estas declaraciones y principios. Como recogen González,
Montes, Santos y Monedero (2008)6, tras el análisis de las estadísticas oficiales de la Ayuda
Oficial al Desarrollo relativas al monto de dinero asignado a sectores relacionados con el medio
ambiente, sorprende observar cómo se produce una tendencia a la baja, en términos relativos, en
cuanto a inversión en este sector: la tendencia resulta descendiente en un 0,9% desde el año
2000. Lo cual resulta paradójico, como subrayan los autores, «teniendo en cuenta la magnitud de
la crisis ecológica que afronta actualmente el planeta y sus efectos sobre los países donde actúa
la cooperación». Una de las causas que estos autores imputan a la escasa reacción de los países
donantes es la ambigüedad y la indefinición de los conceptos clave de estos marcos legales y
sobre todo, el hecho de que el paradigma dominante sigue siendo un término medio entre
conservación y desarrollo, considerando la naturaleza, la sociedad y la economía (y la cultura,
añadimos nosotros) como tres esferas separadas.
Si la introducción del concepto de medio ambiente nos hace retroceder a los años setenta -
aunque los conceptos de sostenibilidad relacionados con el desarrollo y la ayuda internacional en
cooperación no aparecerán hasta los primeros años noventa-, en cooperación cultural el proceso
es todavía más reciente, a pesar de que ya en 1948 la UNESCO había propugnado la cultura
como valor básico para el desarrollo humano. Habrá que esperar hasta el 1982, con la
Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales celebrada en México, en cuya Declaración se
afirmarán los nuevos pilares de la cooperación cultural. Como para el medio ambiente,
5
Véase «La cultura y el medio ambiente en la cooperación internacional al desarrollo», parte 2 del Informe final del
proyecto La dimensión cultural en los problemas ambientales como herramienta de cooperación al desarrollo: líneas
estratégicas de actuación, Cip-Ecosocial, Madrid, 2010.
6
González, J.A., Montes, C., Santos, I., Monedero, C. «Invirtiendo en capital natural: un marco para integrar la
sostenibilidad ambiental en las políticas de cooperación», en Ecosistemas, vol 2, n.17, mayo 2008, p.52.
4
evitaremos citar todos los documentos y las declaraciones que conforman el cuadro normativo en
cooperación cultural7, pero sí es necesario señalar la existencia de una amplia literatura de
naturaleza legal y normativa sobre la importancia de la diversidad cultural como instrumento y fin
del desarrollo, que a lo largo de los años ha ido adquiriendo la connotación de sostenibilidad,
abriendo paso a unas estrechas relaciones y vínculos entre los sectores cultural y medio
ambiental, especialmente en el marco de la cooperación internacional. No obstante, es preciso
destacar que el único texto legal realmente vinculante (calificable como “hard law”) es la
Convención de París de 2005, en vigor desde 2007 gracias al trabajo de la UNESCO, que ha
servido de guía fundamental para los otros organismos internacionales, en coherencia con el
papel y la misión de esta institución. Al mismo tiempo, se ha ido incorporando la necesidad de un
punto de vista holístico sobre las diversas dimensiones del desarrollo, afirmando la
transversalidad de los ámbitos culturales y medio ambientales, y poniendo de manifiesto la
importancia y la necesidad de elaborar estrategias de cooperación, en armonía con los principios
de cooperación internacional ratificados por la Declaración de París de 2005 y reforzados en el
Programa de Acción de Accra de 2008, sobre los que se basan las actuales políticas de
cooperación internacional para el desarrollo.
-se percibe claramente la tendencia, a partir de los años '90 y más aún a partir del año 2000,
hacia una perspectiva holística e interdisciplinaria en las políticas de cooperación internacional,
especialmente con el objetivo de afianzar el concepto de desarrollo sostenible;
-la cultura ha tenido la tendencia a ir a “remolque” del medio ambiente, siguiendo los pasos de
éste para consolidar su posición como sector prioritario para el desarrollo;
-el medio ambiente ha sido pionero en abrirse a variables, principios y factores socio-económicos,
cuando no explícitamente culturales;
-no obstante y a pesar de haberse reflejado de forma teórica en el marco legal, tanto el medio
ambiente como la cultura, en la práctica de los proyectos y de las intervenciones en cooperación
7
Para una revisión exhaustiva de los textos más relevantes, reenviamos a la Estrategia de Cultura y Desarrollo de la
Aecid, 2007, http://www.aecid.es/web/es/publicaciones/Documentos/estrategias/
5
internacional, siguen siendo tratados como dos ámbitos separados.
Creemos por lo tanto útil e imprescindible abrir una reflexión que, más allá del ámbito teórico,
plantee propuestas concretas para la aplicación e implementación real de la cultura de la
sostenibilidad en las políticas de cooperación internacional para el desarrollo.
Teniendo presente este punto de partida, para lograr el objetivo que nos proponemos es
necesaria la contribución de la cultura no sólo en el sentido general de defensa de las identidades
y de la diversidad cultural en convenciones y planes directores, sino a partir de las acciones de
gestión cultural que se promueven en cooperación para el desarrollo. Es a partir de estas
pequeñas, quizás invisibles, revoluciones culturales, que se hace posible la implementación de
nuevos modelos y paradigmas de intervención realmente sostenibles.
-defensa de los derechos culturales y ambientales: atender de manera especial, con medidas
urgentes, a todas aquellas expresiones culturales en cada región9, del ámbito social y natural,
que corren riesgo de extinción o se encuentran amenazadas, recordando la importancia del papel
8
Estas reflexiones son parte y fruto del trabajo realizado por las autoras como expertas invitadas en el Foro Cultura y
Ambiente del 25 y 26 de enero de 2010 en Sevilla, organizado por la Carta Cultural Iberoamericana.
9
Señalamos que estas situaciones de violación de derechos culturales y ambientales no ocurren sólo en países
subdesarrollados o en vías de desarrollo, sino también en nuestros países del primer mundo. En España,
recordamos la situación del tradicional barrio del Carbanyal (Valencia), amenazado con desaparecer en nombre de
la especulación.
6
de la participación ciudadana para su preservación;
-experimentar desde un punto de vista procesual: el proceso de gestión cultural (en medio
ambiente) es en sí un resultado, y no solo un medio; el proceso debe ser multidimensional,
participativo, endógeno, ético y multidireccional.
A partir de estos principios generales, describimos a continuación algunas posibles acciones, que
en un intento de sistematización hemos agrupado en distintos niveles: un nivel normativo, relativo
a las políticas y a las medidas legales necesarias para reforzar el marco institucional existente;
otro nivel científico, referido a los estudios y las investigaciones que permitan avanzar en las
vinculaciones teóricas sobre cultura y medio ambiente; y, finalmente, un tercer nivel más práctico,
definiendo algunas acciones que creemos urgentes, empezando por la de dar a conocer a los
diferentes actores el estado de avance sobre esta cuestión fundamental en el campo de la
cooperación al desarrollo.
Nivel normativo
1. Adopción, por parte de los Estados, de medidas legislativas para el refuerzo de las garantías
jurídicas e institucionales de la protección del patrimonio natural, cultural y paisajístico y para la
promoción de la biodiversidad y la diversidad cultural.
3. Introducción del principio de precaución como medida legal de apoyo al estudio de impacto
cultural en las intervenciones ambientales, y hacer obligatorios estos dos principios (de precaución
y de impacto cultural) para todos los agentes que intervengan en este campo.
Nivel científico
1. Realización de estudios sistemáticos sobre los obstáculos que dificultan la comprensión de la
relevancia de esta materia por parte de la ciudadanía –incluyendo sus representantes políticos.
7
2. Análisis y estudio de impacto cultural para las intervenciones en territorios habitados,
especialmente en aquellos ocupados por colectivos portadores de culturas tradicionales.
3. Estudio y análisis de las reformas legales y las medidas existentes en materia medioambiental
para el refuerzo de las garantías jurídicas en este sector.
Nivel práctico
1. Puesta en marcha de campañas de difusión para hacer llegar a la ciudadanía los conocimientos
elaborados por la comunidad científica en torno a los problemas interconectados que caracterizan
la actual situación de emergencia planetaria y las medidas necesarias para hacerles frente,
mostrando la inconsistencia de los argumentos “negacionistas”.
5. Promoción del conocimiento del ambiente como parte integrante del patrimonio cultural a través
del proceso creativo y artístico como campo y práctica de experimentación donde plantear
soluciones y perspectivas novedosas sobre desarrollo sostenible.
8
herramienta esencial para poder intervenir en su resolución. Sin la pretensión de que las ideas
aquí expuestas respondan a una propuesta definitiva y elaborada exhaustivamente, sirvan como
punto de partida para abrir una reflexión sobre posibles vías de actuación. En palabras de Gabriel
Celaya: «Son palabras […]. Son gritos en el cielo, y en la tierra, son actos».