Recursos Tecnicos Aplicados Al Saxofon para Iniciarse en La Improvisacion de Jazz
Recursos Tecnicos Aplicados Al Saxofon para Iniciarse en La Improvisacion de Jazz
Recursos Tecnicos Aplicados Al Saxofon para Iniciarse en La Improvisacion de Jazz
EN LA IMPROVISACION DE JAZZ
EN LA IMPROVISACION DE JAZZ
Directora
MARIA DEL PILAR BUSTAMANTE
________________________________
MARIA DEL PILAR BUSTAMANTE
Directora
________________________________
FELIX DARIO MORGAN
Jurado
________________________________
LIONEL HARMAN FERER
Jurado
pág.
INTRODUCCIÓN 1
PARTE I
1. LA IMPROVISACIÓN 5
2. EL JAZZ: ORIGEN Y EVOLUCIÓN 7
3. EL SAXOFÓN EN EL JAZZ Y SUS PROTAGONISTAS 13
4. EL SWING 18
4.1 EL SWING COMO ELEMENTO FUNDAMENTAL DEL JAZZ 19
4.2 EL SWING Y EL RITMO : PROCESO EVOLUTIVO 21
4.3 EL SWING EN FUNCIÓN DEL TEMPO Y EL ESTILO 25
PARTE II
5. LA ARTICULACIÓN EN EL JAZZ 30
5.1 LA ARTICULACIÓN: EL ELEMENTO VITAL DEL SWING 30
5.2 LA FONÉTICA ARTICULATORIA COMO RECURSO
TÉCNICO INSTRUMENTAL 31
5.3 POSTURAS CONSONÁNTICAS TRASLADADAS A LA
BOQUILLA DEL SAXOFÓN 35
PARTE III
6. TÉCNICAS ARTICULATORIAS PARA OBTENER EL EFECTO
SWING CON UN SAXOFÓN 39
6.1 RECONOCIMIENTO DE LA LENGUA 39
6.1.1 Ejercicio # 1: sensibilidad y control de lengua 39
6.2 ARTICULACIÓN DE LENGUA PARA EL EFECTO SWING 42
6.2.1 Ejercicio # 2: articulación sobre una nota 43
6.2.2 Ejercicio # 3: articulación sobre una escala 47
6.3 EFECTO SWING PARA TEMPI LENTOS Y MODERADOS 50
6.3.1 Ejercicio # 4: swing a tempo lento
(articulación de lengua más inflexión de aire) 53
6.3.2 Ejercicio # 5: swing a tempo moderado
(articulación de lengua) 54
6.3.3 Ejercicio # 6: swing a tempo moderado
(inflexión de aire) 55
6.4 EFECTO SWING PARA TEMPI RÁPIDOS 57
6.4.1 Ejercicio # 7: swing a tempo rápido
(inflexión de aire) 57
6.4.2 Ejercicio # 8: swing a tempo rápido
(articulación de lengua) 60
7. EJERCICIOS GENERALES DE APLICACIÓN 63
PARTE IV
8. TRANSCRIPCIÓN DE TRES FRAGMENTOS IMPROVISADOS
DE JAZZ Y ANÁLISIS ARTICULATORIO 67
8.1 BODY AND SOUL – COLEMAN HAWKINS (1939) 68
8.2 COBBWEB – JULIAN CANNONBALL ADDERLEY (1957) 74
8.3 DELTA CITY BLUES – MICHAEL BRECKER (1998) 79
RECOMENDACIONES 83
CONCLUSIONES 86
BIBLIOGRAFÍA 87
INTRODUCCIÓN
Desde los blues rurales, ásperos y cargados de ironía, hasta las orquestas de Swing
con su ritmo vertiginoso, desde los románticos cantantes de baladas hasta los
obstinados improvisadores, desde sus orígenes en el sur de los Estados Unidos hasta
sus simientes dispersas alrededor del mundo, el jazz ha estado presente y ha crecido
junto al cine, los bailes de moda, la industria discográfica y la radiodifusión
internacional. Despreciado muchas veces por el arte oficial, éste ha sido uno de los
acontecimientos más imaginativos y llenos de inspiración del siglo XX.
El jazz es una manifestación cultural dinámica, y por tanto una producción donde
intervienen intereses, gustos y representaciones de los sujetos inmersos en ella, que
implica cambios de acuerdo a los influjos del tiempo, los avances modernizadores,
las necesidades concretas de sus protagonistas y del mismo entorno. Es un arte que
ha experimentado tantas transformaciones que los aficionados a una de sus facetas
usualmente no reconocen otras como de la misma familia. Cada estilo de jazz
representa un legado histórico que se renueva permanentemente en el tiempo.
Sin embargo, todos los estilos guardan una misma esencia, aquella que imprime el
sello distintivo a la música jazz, coloquialmente conocida como swing. Diferentes
autores han buscado decodificar de manera inteligible los aspectos característicos
que enmarcan el concepto, brindando herramientas que permiten entenderlo de
manera formal. Desafortunadamente, no se cuenta con alguna publicación conocida
que explique en detalle cómo se puede generar técnicamente el swing con un
saxofón.
2
Y es que el asunto no es tan fácil como decirle al saxofonista: «hágalo con swing» y
ya. Quienes desconocen las particularidades propias del saxofón, no alcanzan a
entender que lograr el efecto swing con dicho instrumento es algo más complejo que
hacerlo con un piano, por ejemplo. Factores como el aire y la articulación son
cruciales en la obtención de un buen swing, por lo que es imprescindible entender de
qué manera afectan, y cuándo y cómo deben ser aplicados.
Aunque el jazz ha logrado filtrarse en la esfera musical local, es muy poco lo que se
conoce respecto a los fundamentos técnicos para lograr un swing efectivo con el
saxofón, dado que es un género ajeno a nuestra riqueza musical autóctona. Además,
son escasos los saxofonistas residentes en la ciudad que lo han abordado seriamente.
Debido a esto, no es raro que saxofonistas novatos inquietos por el jazz e incluso
profesores del instrumento, se frustren al no entender cómo hacer para que sus
aproximaciones musicales suenen a jazz, y puesto que no se tiene alguna guía de
referencia impresa conocida, dejan aplazada su inquietud.
Así mismo, aparecen otros dos trabajos de grado: La música de Bach y Debussy y su
relación con géneros musicales actuales, jazz y góspel (Murillo 2006) y 5 arreglos
de piezas colombianas para banda de jazz (Ardila 2006). En el primero, se
establecen las similitudes musicales que relacionan el jazz y el góspel con la música
de dos grandes compositores de la historia. En el segundo, el autor toma elementos
del jazz y los fusiona con algunas melodías del repertorio tradicional colombiano,
creando cinco arreglos musicales donde se funde la esencia de dos culturas.
Como se puede ver, a nivel local existe un interés latente por el jazz, sin embargo,
ningún autor ha relacionado éste con el saxofón. Ahora bien, después de haber
revisado el material pedagógico de jazz disponible en internet, no se encontró
alguno que muestre gráfica y sistemáticamente lo que debe hacer técnicamente un
saxofonista para lograr el efecto swing.
Muchos buenos trabajos como Mel Bay´s jazz sax studies (Bay 1979), 14 jazz and
funk etudes (Minzter 1994), 14 blues and funk etudes (Minzter 1996), 15 easy jazz,
blues and funk etudes (Minzter 2000), 12 contemporary jazz etudes (Minzter 2004) e
Intermediate jazz conception for saxophone (Niehaus 2006), contienen ejercicios y
estudios de jazz bien elaborados, acompañados con audios de práctica, pero por
ninguna parte indican cómo se hace la articulación de swing en el saxofón. Pareciera
que los autores asumen que los principiantes no son tan principiantes y que ya saben
cómo generar el efecto swing.
4
Por otro lado, hay métodos como Boots Randolph´s rock and roll saxophone.
Techniques and fundamentals for today´s players (Randolph & Shannon 1998), que
tocan el tema de la articulación interpretativa y describen algunas técnicas
extendidas para saxofón, tales como growl tone (gruñido), slap tongue (latigazo de
lengua) y altissimo (sobreagudos). Sin embargo, no se habla de alguna técnica para
lograr el efecto swing.
Así pues, entendiendo el valor que tendría para un saxofonista con sed de jazz, un
material escrito que pueda acortar su proceso de aprendizaje, se decidió desarrollar
el presente documento. El objetivo principal es «explicar en detalle los recursos
técnicos para saxofón que permiten que una improvisación musical se sienta y se
entienda como una improvisación de jazz». Los objetivos específicos son: ilustrar
gráficamente aquellos recursos necesarios para generar el efecto swing, incluyendo
la relación de éstos con la notación musical; describir la forma en que el swing debe
ser producido, dependiendo de la velocidad de ejecución, la época y el estilo de jazz;
y por último, analizar fragmentos improvisados de importantes saxofonistas de jazz,
extraídos de trabajos discográficos disponibles en el mercado, para dar cuenta de la
aplicación en casos reales de los recursos descritos e ilustrados, de modo que los
conceptos puedan ser leídos, escuchados y entendidos.
PARTE I
1. LA IMPROVISACIÓN
Willy Apel define la improvisación como «el arte de hacer música espontáneamente,
sin ayuda de una notación, bosquejo o memoria». H. C. Colles dice que la
improvisación «es la forma primitiva de hacer música, y existe desde el momento en
que el individuo no instruido obedece al impulso de expresar sus sentimientos
mediante un canto. Por lo tanto, en todos los pueblos primitivos la composición
consiste en una improvisación que posteriormente se memoriza» (Nettl y Russell
2004, 19). Esta última sin duda relega el arte de la improvisación a la más baja
categoría.
La compacta geografía del primer jazz, tal y como suele ser descrita, es de una
simplicidad engañosa. Se toma a New Orleans como punto de partida, por ser la
ciudad más importante durante su surgimiento. Sin embargo, los elementos que
constituyeron su desarrollo, no brotaron de manera tan conveniente en esa única
ciudad (Berendt 1998, 22; Fordham 1994, 16; Gioia 1997, 98; Tesser 2000, 11).
New Orleans fue, durante mucho tiempo, un puerto comercial de gran escala,
destino de inmigrantes extranjeros y tráfico de esclavos. Gracias a su enorme
pluralidad cultural, que se combinaba y competía de manera vertiginosa, se convirtió
8
en el lugar propicio para que los ragtimes, spirituals, work songs, blues rurales y la
música europea, se integraran con la energía suficiente como para engendrar un
nuevo concepto musical (Berendt 1998, 23-27, 29; Fordham 1994, 14-15; Tesser
2000, 18-20).
Durante la primera década del siglo XX empezó a condensarse lo que más adelante
se conocería como el estilo de New Orleans. En aquel entonces el jazz era una
música de conjunto al servicio del baile y el entretenimiento. En sus primeros años
no podía considerársele como música improvisada, pues nunca se alejaba demasiado
del tema original (Fordham 1994, 134). Sin embargo, rápidamente empezaron a
aparecer los primeros destellos de improvisación, concebidos de manera grupal a
modo de contrapunto libre. Las contadas intervenciones individuales no eran
demasiado largas y no se le daba preeminencia a ningún solista (Berendt 1998, 34;
Fordham 1994, 97, 134; Jones 1977, 195; Tesser 2000, 21). Dentro de los músicos
destacados de este periodo se encuentra el pianista y compositor Jelly Roll Morton,
y los cornetistas Joe King Oliver y Charles Buddy Bolden.
interpretada por los afroamericanos (Berendt 1998, 28, 34; Fordham 1994, 15). Se
destacan personalidades como el director de banda Papa Jack Laine, activo ya desde
el cambio de siglo; y Nick LaRocca, cornetista y director de la Original Dixieland
Jazz Band, que en 1917 se convertiría en la primera agrupación de la historia del
jazz en realizar grabaciones comerciales (Shadwick 1998, 252).
Todo lo acontecido durante las tres primeras décadas del siglo XX, desde New
Orleans hasta Chicago, es lo que corresponde al primer gran periodo de la historia
del jazz, normalmente referenciado como jazz temprano o jazz tradicional (Tesser
2000, 21).
10
Finalizando la tercera década del siglo, se produjo una segunda gran migración de
músicos, pero esta vez de Chicago a New York. La popularidad del jazz iba en
ascenso y su demanda en los salones de baile se acrecentaba, lo cual llevó al auge de
las big bands en la década de 1930. Florecería entonces el segundo gran periodo de
la historia del jazz: la Era del Swing, una época boyante para el negocio de la
música. Dentro de sus más importantes representantes se encuentra el clarinetista
Benny Goodman, quién llegó a ser proclamado el «Rey del Swing». Es una
contradicción sólo aparente que junto a la formación de grandes orquestas, el solista
fuera adquiriendo cada vez mayor importancia (Berendt 1998, 39-42).
El revolucionario estilo bebop tenía un sonido demasiado incisivo para la época, que
provocó confusión entre el público e incluso llegó a rayar el ego de los músicos de la
vieja guardia. Cab Calloway definió al jazz moderno como «música china»; Louis
Armstrong arremetió contra «todos esos acordes extraños que no significan nada
[…] no hay ninguna melodía que se pueda recordar ni ningún ritmo que se pueda
bailar»; según Benny Goodman, los intérpretes de jazz moderno «no son verdaderos
músicos», sino que «sólo lo fingen», aunque él mismo, más adelante, se viera
tentado a explorarlo (Gioia 1997, 290).
La energía que generó el bebop eclipsa a todas las otras de la historia del jazz. Una
era dorada que tuvo el efecto de una gran inyección de adrenalina de la que todos
sus herederos produjeron colectivamente una asombrosa variedad de música. Las
décadas siguientes vieron crecer a docenas de músicos importantes, quienes
exploraron y expandieron el material que contenía este incisivo lenguaje, haciendo
que sus implicaciones reales se hicieran evidentes y concretas más adelante (Tesser
2000, 118).
Para la década de 1960 el free jazz planteó una nueva revolución, que buscaba
liberar al jazz de todas aquellas fórmulas y clichés que el bebop le había inyectado,
robándole gran parte de ese espíritu rebelde. Todas las relaciones que conectan los
elementos básicos de la música: melodía, armonía y ritmo, se habían transfigurado.
Puede decirse que éste es el estilo más abstracto de la historia del jazz. Entre los
músicos que lo ejemplifican se encuentra el saxofonista Ornette Coleman, el pianista
Cecil Taylor y, aunque no se le puede enfrascar sólo en este estilo, el también
saxofonista John Coltrane (Gioia 1997, 453; Tesser 2000, 179, 188).
A pesar del mensaje de liberación promulgado por el free jazz, el hecho de que éste
presentara estructuras confusas y sonidos poco ortodoxos, generó un distanciamiento
entre la música y el público, pues provocaba reacciones de horror y desdén ante lo
que se percibía como una histeria no musical, carente de belleza y de swing (Tesser
2000, 194).
Lo que hoy en día se conoce como fusión, en realidad no surgió con la vaga etiqueta
de esa sola palabra: es una abreviación de la frase fusión jazz-rock (Tesser 2000,
234). Esta simplicidad idiomática término acuñándose para referirse a la integración
del jazz con cualquier otro tipo de música.
Así pues, desde la fusión hasta nuestros días, los músicos han buscado mezclar el
jazz con un sin número de estilos populares, étnicos y eruditos, de tradiciones
musicales de todo el mundo: funk, hip hop, rock puro, hard rock, acid rock, soul,
pop, rap, house, bossa nova, samba brasilera, son cubano, tango, salsa, y la lista
pudiera llegar a ser interminable.
Sería muy extenso incluir a todos los saxofonistas que han moldeado un estilo y una
forma de tocar. Por tal razón y para poder hacer entendible el proceso evolutivo del
saxofón en el jazz de manera satisfactoria, resulta inevitable entrar en el campo de la
generalización. Así pues, en las siguientes líneas se hablará en torno a los
protagonistas que la historia ha decidido destacar como pilares influyentes u
originales innovadores.
14
Adolphe Sax inventó el saxofón en 1846 para bandas militares. A principios del
siglo XX, el instrumento era una novedad en el vaudeville y sustituto del violín en
las agrupaciones de baile (Fordham 1994, 64; Gioia 1997, 150). La escena jazzística
contaba sólo con unos cuantos saxofones, que eran apreciados más por su rareza
exótica que por sus cualidades sonoras. Aún no puede hablarse de que existiese un
estilo saxofonístico reconocido, tanto que, durante las dos primeras décadas del siglo,
la tendencia estuvo más bien orientada a adaptar la tradición jazzística del clarinete
en el saxofón (Berendt 1998, 396).
Bechet, quien tuvo sus inicios en el clarinete, tocaba el saxofón soprano con la
fuerza de la trompeta de Louis Armstrong, dejando boquiabiertos tanto a músicos de
jazz como a maestros de música erudita. Llegó a crear un vocabulario imperecedero
para el saxo soprano; sin embargo, no fue un músico que influyera fuertemente en
los jóvenes talentos de la época, con la excepción de Johnny Hodges (Fordham
1994, 99; Larkin 2004, 49).
Por otro lado, Coleman Hawkins, cuyo estilo hacia 1922 no tenía aún, ni mucho
menos, la presencia del de Armstrong o el de Bechet, logró consolidarlo
rápidamente de una manera tan implacable, que en pocos años adquirió tanto
impacto como el par mencionado. Hawkins fue el responsable de hacer del saxofón
un instrumento respetable dentro del jazz; sin él, la posterior evolución de la
15
tradición jazzística de los saxofones podría haber sido muy diferente (Fordham
1994, 102-103; Gioia 1997, 150-151).
Un músico que precedió en sus efectos a Hawkins fue Bud Freeman, saxo tenor del
estilo de Chicago, a quien Lester Young, la siguiente gran figura estilística, tomó
como modelo en sus inicios profesionales (Berendt 1998, 424; Shadwick 1998,
113). Young empezó a resaltar hacia la década de 1930, formulando un estilo de
tocar el saxofón tenor absolutamente original, radicalmente opuesto al de Hawkins.
El joven tenía un sonido seco y ligero, con un sentido rítmico emplazado detrás del
beat; sus solos eran etéreos, introspectivos y relajados. Fue la fuente de la que se
nutrieron muchos de los músicos que en la década de 1940 crearon el denominado
bebop (Berendt 1998, 426; Jones 1977, 38, 77; Tesser 2000, 69-85).
16
El saxofón alto, del cual no se ha hablado hasta el momento, recién empezó a tener
relevancia en la Era del Swing, donde dos aventajados músicos, Johnny Hodges y
Benny Carter, fueron sus abanderados. Después de estos dos, ya en la década de
1940, el desarrollo del saxo alto se concentró en la personalidad insigne de Charlie
Parker, quien con su sonido ligero y sus improvisaciones desbordantes, impulsó la
desenfrenada revolución del bebop. A partir de Parker, este portentoso instrumento
tomó gran fuerza y empezó a ser usado masivamente por los músicos de jazz, entre
los que se destaca a Sonny Stitt (igual de bueno en el tenor), Lee Konitz, Art Pepper,
Paul Desmond, Julian Cannonball Adderley, Sonny Criss y Phil Woods (Berendt
1998, 407-412; Tesser 2000, 73).
limitara, podía enviar la música a donde fuera que su febril creatividad lo llevara.
Aquellos fueron los primeros aires del free jazz (Tesser 2000, 154-156).
Por otro lado, John Coltrane, grande entre los grandes, es una figura singularmente
inclasificable. Generó controversia, casi desde el principio, imponiéndose con sus
rupturas estilísticas; incluso, en la época en que cada vez más jazzistas comenzaban
a demostrar interés en él, un comentarista calificó de «antijazz» su manera de tocar
el saxo tenor (Tesser 2000, 132). Su voraz imaginación armónica le permitía crear
improvisaciones arremolinadas, llenas de notas y portentosamente densas. El
concepto de improvisación modal promovido por el trompetista Miles Davis ganó
muchos adeptos, siendo Coltrane el más prominente. Él utilizó este recurso como
vehículo para convertirse en uno de los exponentes más visibles del free jazz (Tesser
2000, 191).
Hasta aquí se tiene una visión muy general de la evolución del saxofón en el jazz y
de sus protagonistas a través de la historia. Obviamente, se han quedado por fuera
grandes exponentes, que sin duda han contribuido al crecimiento del jazz y al
desarrollo del sonido del saxofón. No se habló, por ejemplo, de un Harry Carney,
saxofonista barítono, quien desde que Duke Ellington lo llevara a tocar en su
orquesta en 1926 hasta bien entrada la década de 1940, dominó regiamente el
escenario de este colosal instrumento (Berendt 1998, 448); tampoco se habló de
Gerry Mulligan, saxo barítono, importante impulsador e ícono indeleble del cool
jazz; ni del saxofonista tenor Stan Getz, uno de los más importantes músicos de piel
blanca en toda la historia del jazz; ni de Wayne Shorter, quien, en los comienzos de
la fusión, emergería como uno de los más grandes en el saxo soprano (Berendt 1998,
404; Shadwick 1998, 297); y así se podría seguir creando un listado de cientos de
saxofonistas, cada uno de ellos con algo especial por nombrar, pero claramente se
necesitaría escribir muchas más líneas y el panorama se vería avocado al terreno de
lo particular.
4. EL SWING
Así pues, el swing del que se habla en el presente documento hace referencia al
swing de jazz, pero entendido éste desde una perspectiva formal. Sin desconocer la
existencia de esa parte etérea que rodea el término, es necesario aterrizar el concepto
para lograr decodificar los aspectos técnicos inherentes a él. De esta manera, el
término swing lo dejaremos enmarcado dentro de un contexto teórico-académico.
Es común que este término pueda llegar a generar cierta confusión dentro del jazz
mismo. Esto es debido a que se usa para referirse a dos cosas diferentes: el swing
como aquella tensión subyacente de sensación sincopada que le otorga el sabor
característico a la música jazz; y el Swing como aquel estilo de jazz tan popular y
comercialmente exitoso de la década de 1930. Por convención tipográfica se
establece: swing para la tensión subyacente de sensación sincopada, y Swing para el
estilo.
De este modo, resultaría diferente decir que una pieza de jazz tiene swing a decir que
una pieza de jazz es un Swing. Cualquier tonada de jazz que sea un Swing también
tiene swing, si realmente está bien hecha; pero no todo el jazz que tiene swing es
necesariamente un Swing (Berendt 1998, 41).
Es algo complejo definir de manera absoluta lo que es el swing. Quizá tenga esto
algo que ver con la circunstancia de que en torno a él oscila un sentido del tiempo
que no tiene paralelo en la música europea (Berendt 1998, 342). Lo que se puede
decir es que aquella tensión subyacente del swing se produce a partir de sutiles
diferencias en el acento, que generan un ambiente rítmico peculiarmente flotante y
balanceado, concepto del cual deriva su nombre (Berendt 1998, 41, 332; Fordham
1994, 131). El swing es ese elemento que le da al jazz su empuje único y pertenece
tan necesariamente a él que puede decirse que sin swing no hay jazz (Berendt 1998,
40).
20
No hace falta aclarar que el swing está íntimamente asociado al sentido africano del
ritmo, aunque en el África tradicional no haya swing, tal y como lo ha señalado
Marshall Stearns (Berendt 1998, 331). El swing ha sido el producto de un largo y
complejo proceso de fusión y maduración, que empezó cuando el sentido rítmico
africano se aplicó al compás regular de la música europea. Puede aceptarse que su
naturaleza se encuentra en la superposición de dos sentidos del tiempo
diametralmente diferentes (Berendt 1998, 342).
No fue sino hasta entrada la década de 1920 que el trompetista Louis Armstrong
convirtió el swing en la cualidad obligatoria del jazz (Berendt 1998, 124-125; Gioia
1997, 82). Armstrong había aprendido a desplegar sus ritmos entre los beats de una
manera especial, que, sumado a su gran virtuosismo y su sorprendente dominio de la
improvisación, hizo que se convirtiera muy pronto en el personaje que todos querían
imitar (Tesser 2000, 23-24). Es probable que el término haya sido acuñado por
Louis Armstrong, afirmación que resulta creíble dado que el swing se alimentó
directamente de sus logros (Tesser 2000, 50-52).
Así pues, con esta innovación estilística el jazz continuaría su evolución durante los
años venideros. A mediados de la década de 1920, los músicos empezaron a pulir los
crudos ritmos de New Orleans y Chicago, haciéndolos más asequibles a mayores
audiencias. También comenzaron a transferir la música de las pequeñas
agrupaciones (5-7 integrantes) a grupos progresivamente numerosos, que terminaron
transformándose en las grandes orquestas de jazz, popularmente conocidas como big
bands (Tesser 2000, 51-52).
21
Toda agrupación de jazz, pequeña o grande, está compuesta por una sección
melódica y una sección rítmica: la melody section y la rhythm section. A la primera
pertenecen instrumentos como la trompeta, el trombón, el clarinete y la familia de
los saxofones. A la segunda corresponden la batería, el contrabajo, la guitarra y el
piano, aunque estos últimos únicamente mientras no pasen a primer plano con sus
respectivas improvisaciones solistas. Sin embargo, en el jazz actual no es raro que
los instrumentos melódicos adopten funciones rítmicas, mientras que los
instrumentos que estructuran el ritmo adquieran un protagonismo melódico,
haciendo que dichas funciones queden entremezcladas (Berendt 1998, 329; Jones
1977, 75).
Haciendo una revisión de las primeras etapas del jazz, se tiene que en el estilo de
New Orleans, los beats aparecen en los tiempos fuertes del compás, es decir, el
primer y tercer tiempo en un compás de cuatro cuartos. No es coincidencia que se
asemeje al ragtime y a la música de marcha, pues éstos lo influenciaron al punto de
que las primeras agrupaciones de jazz utilizaban tambores y técnicas de banda
militar. En este estilo, los beats están a cargo del bombo (tambor grave o de piso), el
cual es acompañado por el redoblante y unos pocos platillos; estos últimos usados
fundamentalmente en resoluciones y conclusiones (Berendt 1998, 331; Fordham
1994, 131; Tesser 2000, 52).
Los estilos de New Orleans, dixieland y de Chicago presentan ritmos two beats (de
dos golpes), en cuanto que el bombo, encargado de la marcación fundamental,
recibe dos golpes por compás. Pero existieron excepciones: Louis Armstrong exigía
a su baterista Baby Dodds que tocara uniformemente cuatro golpes (Berendt 1998,
332). El estilo Swing introdujo después, por principio, cuatro golpes por compás,
uno en cada tiempo, pero tendiendo a acentuar el segundo y el cuarto (Berendt 1998,
332; Fordham 1994, 131; Tesser 2000, 53).
Hasta aquí los ritmos de jazz son tocados casi staccato y el portador de la marcación
guía siempre es el bombo (Berendt 1998, 332; Tesser 2000, 53).
cuasi staccato por un modo más legato. El platillo se hace sonar continua e
ininterrumpidamente, suscitando una atmósfera fluida que sostiene y recubre la
totalidad del desarrollo musical. En las otras partes de su instrumento, el baterista
toca una enérgica multiplicidad de acentos que rodean y resaltan el ritmo conductor
(Berendt 1998, 332-333; Fordham 1994, 131).
Con el ánimo de apaciguar las aguas rítmicas revueltas por el bebop, la generación
de músicos del hard bop y el cool jazz buscaron combinar elementos de los ritmos
del Swing con los del bebop, mientras que para el free jazz no hay ninguna fórmula
básica que pueda anotarse. En adelante, toda clase de fusión emergente dejaría
entrever una pluralidad de elementos combinados del jazz y sus ritmos agregados,
por lo que la existencia de un principio rítmico de observancia general en lo
estilístico está prácticamente ausente (Berendt 1998, 333).
Un músico de jazz que no tenga swing por sí solo, sin el apoyo de algún grupo
rítmico, no es un músico de jazz. De aquí el razonamiento que circunda en los
ambientes jazzísticos: sin batería se puede producir tan bien el swing como con ella.
La capacidad de tener swing debe encontrarse en primer lugar en cada músico por
separado (Berendt 1998, 334).
En este punto puede haber aflorado en el lector una primera gran inquietud: ¿en un
instrumento como el saxofón se debe acaso entonces acentuar el segundo y cuarto
tiempo para lograr hacer swing? La respuesta tal vez parezca obvia para un músico
experimentado, pero para quien se inicia en el mundo del jazz probablemente es una
gran incertidumbre. Lo primero es que esa acentuación efectivamente está presente,
pero la hace la rhythm section de la manera explicada en los párrafos anteriores: es
la forma con la que ellos dibujan la dinámica rítmica del swing. Sin embargo, para
hacer swing con un instrumento como el saxofón se requiere tener en consideración
otros aspectos que serán explicados más adelante.
Este desarrollo estilístico sustentaría la evolución del jazz hasta la década de 1930.
Es importante resaltar que los tempi utilizados hasta entonces normalmente no eran
muy rápidos, pues el jazz había estado a merced del espectáculo desde sus inicios y,
por tanto, los ritmos debían poder ser bailados y las improvisaciones debían
responder en igual medida.
deslizarse libremente sobre la ola de los urgidos ritmos (Pietro 2010). Obviamente,
ésta es una conclusión llevada a un contexto académico intelectualizado, pues, muy
seguramente, la mayoría de los músicos de jazz de aquel entonces pensaban
simplemente en lograr hacer un buen swing.
En este punto es posible que el lector se esté preguntando: ¿Cómo se logra entonces
hacer swing en cualquier contexto si la idea de los tresillos sólo sirve cuando el
29
5. LA ARTICULACIÓN EN EL JAZZ
Esto, aunado al sonido particular de cada músico, configura un elemento del cual
puede decirse no existe una verdad absoluta, pero que, sin embargo, es vital para que
el jazz suene a jazz (Aebersold 1992, 48).
Tal vez pueda parecer una contradicción afirmar que la articulación en el jazz no
tiene una única receta, al mismo tiempo que se dice que es un elemento vital para
configurar dicha música. En este sentido, se puede hacer un paralelo con el lenguaje
hablado. Si se compara, por ejemplo, a dos personas nativas de España, lo más
probable es que la una no hable idénticamente igual que la otra, pero, sin embargo,
ambas muestran rasgos similares en su manera de hablar que las distinguen de
personas de cualquier otra procedencia. Lo mismo ocurre en el jazz, pues éste es un
lenguaje donde cada músico se expresa de manera diferente, pero, aún así, exhibe
rasgos que dejan muy en claro que su interpretación es de jazz.
No es casual haber dado este ejemplo. En realidad existe una relación muy estrecha
entre el lenguaje hablado y la interpretación musical con instrumentos de viento: el
instrumento musical actúa como una extensión que amplifica y suma recursos a un
primer instrumento que es el intérprete mismo; las características físicas de la
persona hacen parte del sonido que se emite con el instrumento. Por eso no es raro
que personas distintas con técnicas similares hagan sonar un mismo instrumento de
manera diferente.
Una característica importante de las lenguas humanas es que al mismo tiempo que
permiten expresar un número ilimitado de enunciados con significados diferentes,
todas las palabras y todos los enunciados posibles se pueden descomponer a su vez
en un número relativamente pequeño de sonidos contrastivos que se conocen como
fonemas, los cuales, en sí mismos, carecen de significado (Hualde. et al. 2009, 45-
46).
En música, es común que los maestros de instrumento utilicen los fonemas como
recurso creativo para explicar aspectos técnicos e interpretativos a sus estudiantes,
especialmente relacionados con entonación, color, proyección y cuerpo del sonido;
además de las correctas formas de ataque y articulación. Los fonemas más
frecuentemente usados son /a/, /e/, /i/, /o/, /u/, /d/ y /t/. Los dos últimos serán sobre
los cuales se entrará en detalle para aclarar el tema de la articulación en el jazz.
punto de articulación del alófono aproximante [ð] llegue a ser ligeramente diferente
al del alófono oclusivo [d] (Hualde. et al. 2009, 52, 62, 69).
De esta manera, se tiene entonces que desde el criterio del modo de articulación las
consonantes [t] y [d] son oclusivas, mientras que la consonante [ð] es aproximante.
El tercer parámetro que se utiliza para clasificar los sonidos consonánticos tiene que
ver con la actividad de las cuerdas vocales. Éstas son un par de repliegues
musculares y ligamentos simétricos situados a ambos lados de la laringe, que pueden
juntarse o separarse al paso del aire. Cuando las cuerdas vocales están juntas, al salir
el aire de los pulmones entran en vibración, separándose y cerrándose rápidamente,
produciendo así una onda sonora periódica. Los sonidos producidos con vibración
de aire en las cuerdas vocales se llaman sonidos sonoros, mientras que los
producidos con las cuerdas vocales separadas y sin vibración son sonidos sordos.
Completando la cualificación de las consonantes analizadas se tiene entonces que
los sonidos [d] y [ð] son sonoros, mientras que el sonido [t] es sordo (Hualde. et al.
2009, 64-65).
Llevando esto al plano instrumental se tiene que, por ejemplo, para una articulación
tipo staccato el sonido [d] será una buena alternativa si el contexto musical exige
notas cortas separadas, pero si lo que se requieren son notas sutilmente articuladas
dentro de una frase ligada más conveniente será usar [ð]. Por otro lado, para una
entrada que requiera un sonido de acometida acentuada será muy útil pensar en [t] si
la intención es obtener un ataque de irrupción explosiva, pero si lo que se espera es
una iniciación de sonido menos agresiva y más controlada lo más conveniente será
usar [d]. Para generar la sensación sincopada del swing se puede utilizar [ð] cuando
se requiera mayor fluidez, o bien [d] cuando se busque mayor acentuación del
efecto.
Para el caso de los sonidos [t] y [d] el punto de articulación es el mismo (Figura 5),
tal como sucede en el lenguaje hablado, y se encuentra en el borde frontal de la caña.
La forma más aceptada de aproximarse con la lengua a ese punto es utilizando una
pequeña porción de la zona que queda ligeramente detrás de su punta o ápice
(Bergonzi 2009; McAllister 2009; Teal 1963, 79-80).
destacar sutilmente notas sucesivas dentro de una frase ligada y fluida (staccatos
bajo una ligadura de expresión), dado que se alcanzaría a presentar un leve grado de
oclusión, que en el sonido del saxofón resulta amplificado. Así pues, el punto de
articulación para [ð] está sobre la superficie de la caña a una distancia de más o
menos medio centímetro de su borde frontal, y la forma de aproximarse es con la
punta de la lengua, de la manera que al ejecutante le resulte más cómoda y relajada
(Figura 6).
PARTE III
Para lograr el efecto swing con un saxofón se tienen básicamente dos opciones:
articulando con la lengua o haciéndolo por inflexión de aire. Estas dos alternativas
se pueden mezclar, intercalar y combinar.
1. Se escoge un sonido del registro medio del saxofón cómodo de emitir; por
ejemplo, la nota la sin portavoz (en inglés, octave key).
4. Una vez se logre hacer sonar el saxofón con la lengua puesta en la superficie de
la caña, se debe buscar un sonido estable, con un color ligeramente asordinado,
parecido a como cuando un bebé llora con la boca entrecerrada. Para esto, la
punta de la lengua debe ponerse muy sutilmente sobre la caña, de modo tal que
no impida la vibración de la misma. De hecho, se debe sentir que la lengua vibra
con la caña.
Para empezar, lo mejor es hacerlo con sonidos largos sin un pulso específico,
concentrándose en conservar el volumen y la entonación de la nota. Lo único
diferente debe ser el efecto sordina generado por la adhesión de la lengua
(Figuras 7 y 8). Este ejercicio puede hacerse también usando solamente boquilla
y tudel, es decir, sin el cuerpo del instrumento, conservando los mismos
principios de ejecución.
Se trabaja la articulación de lengua antes que la inflexión de aire, dado que, gracias
al efecto natural acentuado que imprimen los sonidos consonánticos, ayuda a
entender más fácil el concepto de lo que se está buscando.
su atención en buscar una buena articulación. Más adelante, cuando ésta ya se tenga
afianzada, se podrán perfeccionar los otros detalles inherentes.
Este ejercicio es de iniciación en la práctica del lengüeto. Se realiza sobre una sola
nota con el propósito de poder focalizarse netamente en la articulación.
Paso 3: se desliza la lengua hacia atrás sin hacer mucha presión sobre la caña.
Inicialmente debe hacerse lento, sin estar tan pendiente de un pulso específico y,
más bien, concentrándose en ir puliendo la articulación. Es importante no perder
volumen y tratar de mantener la entonación.
Este ejercicio ha sido diseñado y esquematizado de forma tal que resulte entendible
procedimentalmente para el ejecutante. Sin embargo, aunque ya se dijo algo
referente, es necesario remarcar un detalle importante: cuando el ejercicio se
desarrolla a tempo lento, por ejemplo negra igual a 60, los pasos 2 y 3 de la
secuencia (Figuras 9 y 10) deben hacerse más cortos que el resto, mucho más
cercanos al paso 4, de modo que la articulación no suene frenada. En cambio, si se
ejecuta el ejercicio a una velocidad mayor, por ejemplo a tempo de negra igual a 160
pulsaciones por minuto, la esquematización puede interpretarse tal y como se ha
formulado, dado que el tiempo que se invierte en pasar de una nota a otra (en este
caso el mismo la) es más estrecho y proporcional a la velocidad articulatoria, por lo
cual el esquema coincide sin problema.
Otro aspecto a considerar es que puede ocurrir que para algunos el pensar en da-a
como sonido resultante no arroje el efecto esperado o llegue a ser incómodo. Así
pues que se recomienda explorar con otras vocales, por ejemplo de-e ó du-u, hasta
encontrar aquella con la que mejor salga el efecto, sea cómoda y ofrezca el mejor
sonido.
El solo hecho de ignorar que la lengua toma partido en la consecución del efecto
swing, ya es un obstáculo muy grande. Por tal razón, la posibilidad que ofrece el
presente trabajo de aprender cómo debe ser usada la lengua para lograr el efecto, sin
duda es de altísimo valor, pues acorta significativamente el proceso de aprendizaje,
independientemente de la manera en que cada individuo decida desarrollar luego su
propia técnica de jazz.
48
El ejercicio propuesto por Rollins (Figura 11), debe ejecutarse con el mismo
procedimiento visto en el ejercicio #2, pero esta vez pasando de una nota a otra. Hay
un elemento adicional y es el acento marcado en cada una de las corcheas de mitad
de tiempo; en el argot jazzístico, el acento marcado en los upbeats.
Cuando se habló de swing se dijo que éste era producido a partir de sutiles
diferencias en el acento que creaban una sensación sincopada. Pues bien, cada vez
nos vamos acercando más al concepto. En las improvisaciones de jazz es
característico que aparezcan notas en serie con la misma figuración rítmica
– corcheas o semicorcheas – las cuales navegan fluidamente sobre una base rítmica
conducida por la rhythm section. Al estar el improvisador desplegando su discurso
musical con una articulación que destaca los upbeats dentro de un ritmo que marca
los beats, se genera un efecto particularmente flotante de sensación sincopada que se
reconoce como swing.
La inflexión de aire no debe generarse desde el diafragma. Éste no tiene por qué
moverse abruptamente con cada nota, sino que debe estar firme, soportando la
columna de aire para darle estabilidad. La inflexión se produce aumentando
ligeramente la presión de aire en la boca al momento mismo en que la lengua
articula, con el fin de obtener un mayor volumen en la nota acentuada.
Hay que tener cuidado de no caer en el típico error de cortar el flujo de aire cada dos
corcheas, por ponerse a pensar en el efecto acentuado. Es muy importante hacer
consciencia de mantener permanente y estable la columna de aire, para que la
articulación tenga un piso sobre el cual soportarse y con éste un desarrollo fluido.
Otro punto importante es asegurarse que la lengua esté lo más relajada posible
durante todo el ejercicio, por lo que el ejecutante deberá acomodarla de acuerdo a
50
sus características físicas. Con el tiempo, se irá dando cuenta por sí solo, si
realmente es necesario deslizar la lengua sobre la caña o simplemente ponerla y
retirarla de manera controlada. Lo que debe precisar es que la articulación sea lo
más clara posible y el sonido no salga apretado; debe buscar siempre buen volumen,
cuerpo y color de sonido.
Tal como se indicó en la sección 4.3, la manera en que se debe ejecutar el swing está
en función del tempo. Cuando éste es lento o moderado, es completamente certero el
planteamiento de pensar en subdivisión de tresillos para acentuar la sensación
sincopada (Pietro 2010).
Suponiendo que se tiene una canción propuesta a tempo de negra igual 132, que en
un contexto jazzístico corresponde a un medium tempo (tempo medio o moderado).
Si el solista decide improvisar en corcheas, cada corchea viajaría a una velocidad de
264 pulsaciones por minuto, por lo que el pensamiento atresillado cabría
perfectamente, ya que la velocidad ejecutoria sería inferior a 480. Ahora bien, si en
la misma canción el improvisador decide exponer su discurso musical con series de
semicorcheas, cada semicorchea viajaría a una velocidad de 528 pulsaciones por
minuto, y estando este valor por encima de 480, el tempo improvisatorio se
consideraría entonces rápido y el pensamiento atresillado no tendría cabida.
por 2 (tempo de la canción por el número de corcheas que abarcan una negra). El
valor 528 resulta de multiplicar 132 por 4 (tempo de la canción por el número de
semicorcheas que abarcan una negra).
Es necesario decir que el efecto swing que se ha venido trabajando en los ejercicios
previos y el que se seguirá practicando en los ejercicios posteriores, es aplicable sólo
a figuración de corcheas y semicorcheas. El lector debe saber que cuando aparezcan
otras figuras como negras, blancas o redondas, no hay que ponerse a pensar si tienen
alguna técnica especial de jazz. Simplemente, deben ser vistas como las figuras que
son dentro del fraseo propio del estilo de jazz al que pertenezcan.
Figura 12. Notación musical del efecto swing para tempi lentos y moderados, con
articulación de lengua y pensamiento atresillado, aplicado sobre la
escala de Sol mayor
Como se dijo anteriormente, después del bebop la forma de tocar se tornó más
relajada y fluida. Por eso, en este punto del proceso es importante saber que cuando
a una nota se le aplica lengüeto, ésta se enfatiza o acentúa de manera natural gracias
54
Quien hasta este punto aún no haya entendido el objetivo de los ejercicios previos,
es necesario que empiece a escuchar saxofonistas de jazz como Coleman Hawkins,
Dexter Gordon, Sonny Rollins y Wayne Shorter, para que pueda comprender cuál es
el efecto sonoro que se está buscando. El jazz sigue siendo una forma de arte
auditiva y las probabilidades de llegar a ser un verdadero músico de jazz sin
escuchar la música que ha existido antes son muy escasas (Aebersold 1992, 48).
Figura 13. Notación musical del efecto swing para tempi lentos y moderados, con
inflexión de aire y pensamiento atresillado, aplicado sobre la escala de
Sol mayor
Es importante remarcar que la inflexión no se hace con el diafragma. Éste debe estar
soportando firmemente la gran columna de aire, sin moverse agitadamente con cada
nota. La inflexión debe hacerse generando un ligero cambio de presión de aire en la
boca de manera intermitente, tratando de impulsar más aire hacia la boquilla justo en
las notas acentuadas, de modo que su volumen sea mayor al de sus notas vecinas.
Hay que tener cuidado de no confundir «aumentar la presión de aire en la boca» con
«aumentar la presión de los labios sobre la boquilla». Son dos cosas distintas. La
embocadura debe estar firme y la colocación de los labios ligera y estable, lo que
cambia es la presión del aire dentro de la cavidad oral. En un principio puede que
haya una tendencia natural a querer morder la boquilla o aprisionarla fuerte con los
labios para conseguir el efecto, pero mientras se tenga clara la forma de trabajar, con
57
el tiempo y la práctica se podrá ver cómo este proceso resulta más relajado y dicho
conflicto desaparece.
Con la llegada del bebop los ritmos empezaron a tornarse más rápidos y perfilados.
La percusión recurrió más al empleo de pequeños golpes y fintas que de golpes
rotundos. A diferencia de las síncopas directas y acentuadas de las décadas
anteriores, esta música se hizo menos nítidamente articulada (Gioia 1997, 271- 273).
El ejecutante pudo haber notado, desde la sección anterior, que a medida que se
aumenta la velocidad, el pensamiento atresillado va perdiendo utilidad y empieza a
entorpecer la fluidez ejecutoria. Ya no es más un recurso provechoso; es un
obstáculo. De hecho, ya desde un tempo de negra de 200 pulsaciones por minuto, se
puede sentir cómo los dedos tienden a hacer corcheas simétricas, y al llegar a tempo
de negra 240, las corcheas físicamente se emparejan (corchea igual corchea). Así
pues, resulta incongruente que en la cabeza se tenga una subdivisión de tresillos
mientras los dedos buscan seguir una tendencia natural binaria debida a la velocidad.
Lo que se busca remarcar con todo esto es que cuando se pretende tocar swing a
velocidad, la manera de pensar no debe estar en subdivisión de tresillos, porque
sencillamente tal abordaje obstruye la fluidez ejecutoria. La inflexión de aire que
acentúa los upbeats permite dejar viva la sensación de swing, sin tener que recurrir a
un cambio en la figuración. Así pues, el enfoque debe estar sobre la articulación; es
el elemento sobre el cual hay que concentrar la atención.
Figura 14. Notación musical del efecto swing para tempi rápidos, con inflexión de
aire, aplicado sobre la escala de Sol mayor
Algo que suele pasar es la lucha del intérprete para lograr que la inflexión de aire
responda al mismo tiempo que los dedos accionan las llaves. La solución a este
problema es trabajar las notas primeramente ligadas y a velocidad, buscando
precisión rítmica, y posteriormente aplicar la articulación.
La práctica hará ver este ejercicio cada vez más fácil, por lo que el tempo puede ir
aumentándose en la medida que el ejecutor evolucione con su instrumento. No hay
que entrar a desesperarse; éste es un proceso que toma su tiempo y saber esto debe
dar tranquilidad.
60
Este ejercicio trabaja una técnica que requiere de mucha práctica, usada por
numerosos saxofonistas importantes. Involucra la articulación de lengua a alta
velocidad y permite que el fraseo suene más nítido, dándole un carácter puntillista a
las interpretaciones. Al igual que en el ejercicio #7 aquí tampoco se incluye el
pensamiento atresillado.
Figura 15. Notación musical del efecto swing para tempi rápidos, con articulación
de lengua, aplicado sobre la escala de Sol mayor
61
Figura 16. Ciclo articulatorio de lengua para el efecto swing a tempi rápidos
62
Esta forma de articular dará rapidez a la ejecución, sin embargo, es probable que se
presente el conflicto de hacer que la articulación responda al mismo tiempo que los
dedos accionan las llaves. Frente a esto, el único camino es practicar. La lengua es
un músculo y como tal se agota, así que el proceso de lograr una buena articulación
toma su tiempo, mientras ésta se pone en forma y se habitúa al nuevo movimiento.
Algo que ayuda bastante cuando se pretende tocar a velocidad es pensar que la
articulación se hace flotar a lo largo de una gran columna de aire, mientras los dedos
accionan las llaves con ligereza (Minzter 2004, 40). Otra cosa que ayuda mucho es
pensar en términos de unidades grandes. Es decir, en lugar de ponerse a marcar los
tiempos de negra de todos los compases, pensar más bien en un gran beat marcado,
por ejemplo, cada compás, imaginando que todo dentro de ese gran beat es ligero y
está sutilmente interconectado. Esto hará que el cerebro esté más cómodo con el
paso rápido de las notas (Minzter 1994, 38).
63
1. Con notas ligadas. Primero lento y luego rápido, para asegurarse de que sin
ningún tipo de articulación, hay precisión rítmica y el sonido está unificado.
forma automática y natural. Para esto, el ejecutante tiene que escucharse a sí mismo
mientras toca. Es posible que en el registro grave del instrumento se presente algo de
dificultad; si es necesario, los ejercicios pueden empezarse en el registro medio.
La canción Body and Soul está incluida en el álbum del mismo nombre, de la casa
disquera RCA, que reúne grabaciones del periodo entre 1939 y 1956. Además de
haber obtenido un implacable éxito comercial, se convirtió en un clásico del jazz y
en una obra maestra de la improvisación, con un aplomo, un equilibrio, una forma y
una relajación en los tempi dobles y en el registro agudo, que han sido motivo de
admiración entre los entendidos. Se le considera uno de los mejores registros de
antesala hacia el bebop, pues la improvisación se sucede en series de semicorcheas
dentro del tempo lento de la pieza, rasgo muy característico del jazz en la década de
1940.
Tiene forma estructural AABA, que consiste en una melodía A de 8 compases que se
repite, para luego pasar a una parte B de también 8 compases, y finalmente retornar
a la melodía inicial, sumando un total de 32 compases. En este caso particular,
prácticamente toda la pieza está improvisada y se encuentra cimentada sobre la
misma progresión armónica original; sólo un esbozo inicial del tema planteado por
Hawkins permite reconocer que se trata de Body and Soul. Se analiza, pues, la
primera vuelta improvisada, que en el audio corresponde a la sección entre 0:08 y
1:29 (minutos:segundos).
El saxofonista expone el tema los primeros 8 compases, pero a partir del compás 9
despliega su talento improvisatorio, abriendo con swing en semicorcheas. Nótese
que, dado el tempo lento, emplea un pensamiento rítmico atresillado que aplica de
allí en adelante. Es importante resaltar que no utiliza ataque de lengua; sus sonidos
69
son iniciados sólo con aire. De la misma manera, la articulación que utiliza es por
inflexión de aire, con un swing relajado y un sonido dulce, enalteciendo el carácter
ligero de la pieza.
El efecto swing para tempo lento, tal cual ha sido explicado en el presente
documento, aparece en los compases 13 (tercer y cuarto tiempo), 24 (tercer y cuarto
tiempo) y 25 (primer tiempo).
Se presenta swing sin más que un cambio de figuración rítmica en los compases 9
(cuarto tiempo), 10 (primer tiempo), 17 (primer y segundo tiempo), 18 (del primer al
tercer tiempo), 19 (del segundo al cuarto tiempo), 26 (primer y segundo tiempo), 27
(cuarto tiempo) y 30 (tercer y cuarto tiempo). Téngase en cuenta la época; aún el
pensamiento atresillado por sí solo llegaba a ser efectivo.
Se formula un swing con desplazamiento de acentos hacia los tiempos fuertes en los
compases 12 (primer y segundo tiempo), 14 (segundo y tercer tiempo), 15 (tercer y
cuarto tiempo), 16 (cuarto tiempo), 18 (cuarto tiempo), 20 (del segundo al cuarto
tiempo), 28 (segundo y tercer tiempo), 29 (primer tiempo) y 31 (cuarto tiempo). En
el jazz es común encontrar que mientras la rhythm section acentúa los tiempos
débiles, el improvisador tiende a subrayar los tiempos fuertes, otorgándole mayor
presencia a la intervención improvisada (Gioia 1997, 187).
71
72
73
74
La pieza está planteada en tempo de negra igual a 276 pulsaciones por minuto y la
improvisación se desarrolla sobre figuración de corcheas, por lo que el tempo
improvisatorio se clasifica como rápido (cada corchea viaja a una velocidad de 552
75
Adderley combina los dos tipos de articulación, con lengua y por inflexión de aire.
Su improvisación está fundamentada en series largas de corcheas a alta velocidad:
empieza con una avalancha de corcheas ininterrumpidas hasta el compás 10, donde
hay un respiro; luego una sucesión de corcheas durante 4 compases, desembocando
en una elocuente frase en los compases 15 y 16; de allí en adelante se desencadena
otra nueva avalancha de corcheas durante otros 10 compases, salvo por dos negras
emergentes y un silencio.
Este solo es un ejemplo del jazz de la tendencia hard bop, estilo que destaca y
acentúa el material desarrollado en el bebop. Nótese la importancia de la
articulación de lengua para matizar los acentos, haciendo que el fraseo sea más
articulado de lo que se puede encontrar en un solo de Charlie Parker. Sin embargo,
el discurso musical de Adderley es aún fluido y puede deslizarse sin problemas
sobre el ritmo desenfrenado de la percusión. Esto es porque las articulaciones de
lengua que él utiliza para generar el efecto swing son del tipo [ð], que como ya se
explicó, ofrecen acentuaciones sutiles con fluidez.
El efecto swing para tempo rápido, tal cual ha sido explicado en el presente
documento, Adderley lo utiliza muy seccionado; aparece fielmente en los compases
2 y 4. Por otro lado, formula un desplazamiento de los acentos hacia los tiempos
fuertes en los compases 5 y 13, empleando inflexión de aire. Hace uso del sonido
consonántico tipo [d] para destacar tiempos fuertes (compases 3, 4, 5, 8, 9, 11, 15,
17, 22, 25 y 26) y acentos de expresión en tiempos débiles (compases 8 y 23),
aprovechando la naturaleza explosiva de dicho sonido. En conclusión, este genio de
la improvisación ha buscado mezclar, intercalar y combinar diferentes posibilidades
articulatorias en el saxofón para darle vida a sus ideas musicales.
77
78
79
Viajando un poco más adelante en la historia del jazz, tras una evolución técnica
instrumental en el saxofón jazzístico, se analiza un fragmento improvisado de uno
de los músicos más respetados de los últimos tiempos: Michael Brecker.
La canción Delta City Blues está incluida en el trabajo discográfico Two blocks from
the edge, de la casa Impulse Records, grabado en 1998. Su forma estructural
corresponde a un blues de jazz de 12 compases. Se analiza la tercer vuelta del solo,
que en el audio es la sección entre 3:18 y 3:39 (minutos:segundos). Se ha escogido
básicamente a fin de hacer una comparación con el fragmento previamente
analizado de Adderley (sección 8.2).
Adderley, es capaz de sostener series de corcheas articuladas con lengua mucho más
prolongadas (compases 3 y 4; 5 y 6; 9 y 10). Su estilo es más puntillista, con
articulaciones más sutiles y nítidamente contorneadas. Por supuesto, Brecker tuvo la
fortuna de absorber los conceptos articulatorios de todo un siglo de jazz y el talento
para perfeccionarlos.
Entrando a analizar particularmente este fragmento, se tiene que el efecto swing para
tempo rápido, tal cual ha sido explicado en el presente documento, aparece en los
compases 3 (del segundo al cuarto tiempo), 4 (tercer y cuarto tiempo), 5 (del
segundo al cuarto tiempo), 6 (del segundo al cuarto tiempo), 8 (primer tiempo), 9
(segundo y tercer tiempo), 10 (tercer y cuarto tiempo), 11 (cuarto tiempo) y 12
(primer y segundo tiempo).
Se formula un swing desplazando los acentos hacia los tiempos fuertes en los
compases 4 (segundo tiempo), 5 (primer tiempo), 7 (cuarto tiempo), 8 (segundo
tiempo), 9 (segundo tiempo), 11 (segundo y tercer tiempo) y 12 (tercer y cuarto
tiempo).
A partir del compás 3, las series de corcheas no tienen descanso, excepto entre el
cuarto tiempo del compás 6 y el segundo tiempo del compás 7; y entre el cuarto
tiempo del compás 8 y primer tiempo del compás 9.
Brecker hace uso generoso de las conocidas como ghost notes (notas fantasma),
cuyo sonido es ligero y sirve de pivote para resaltar las notas siguientes.
Usualmente, la cabeza de la nota en cuestión se pone entre paréntesis. Aparecen en
los compases 4, 6, 7, 8 y 11.
82
RECOMENDACIONES
Si bien es necesario tomarse el tiempo de estudiar lento para pulir los detalles,
también lo es tratar de tocar a gran velocidad, con el fin de que la mente y el cuerpo
vayan respondiendo progresivamente hasta que empiece a parecer fácil. La práctica
hará que cada vez los dedos se muevan más rápido, las articulaciones más
coordinadas y todo resulte más fluido.
No hay que limitarse a practicar sólo una escala mayor o la escala cromática. Se
deben practicar los ejercicios de articulación propuestos con todas las escalas en
todas las tonalidades, pues se improvisa en todas, no sólo en las fáciles.
La improvisación debe ser practicada de todas las maneras posibles: con alguna pista
de jazz (play-along), con metrónomo, con alguna base rítmica, con algún grupo de
amigos con quienes se pueda conformar un ensamble instrumental, o simplemente
improvisar en solitario, sin base rítmica, ni armónica, dejándose llevar por lo que la
inspiración sugiera. Cumpliendo estos procesos es la forma en que se puede saber
qué cosas se deben mejorar y hacia dónde debe ir enfocando el estudio diario.
Es preciso escoger piezas que sean buenos trampolines para los solos. Standards de
jazz que no sean muy rápidos, ni de armonía tan cambiante, por ejemplo, Autumn
leaves, Beautiful love, Black Nile, Doxy, Just friends, Little sunflower y
Summertime. También practicar blues de jazz mayores, como Billie´s bounce, Blue
Monk, Straight no chaser y Tenor madness; y menores, como Equinox y Stolen
moments.
Para quienes empiezan en el mundo del jazz y todavía lo ven como algo muy difícil,
es bueno que conozcan la historia de Charlie Parker, una de las leyendas del jazz.
Parker no era un prodigio del saxofón y aún así se lo reconoce como uno de los más
grandes. Los diversos relatos de sus primeras actividades musicales hacen más
hincapié en el entusiasmo que en la profundidad de su talento. Una famosa anécdota
acaecida en una jam session presidida por el baterista Jo Jones, cuenta que éste lanzó
un platillo de su batería por el aire para hacerlo caer con estrépito a los pies de
Parker, cuando el joven saxofonista pugnado por el tempo, titubeó en su
improvisación. Entre risas y mofas, Parker salió del escenario. En lugar de
desanimarse ante este fracaso público, se puso a estudiar con mayor determinación
(Gioia 1997, 276). Se dice que practicó de 11 a 15 horas diarias durante un periodo
de entre 3 y 4 años (Aebersold 1992, 9). Parece un tiempo exagerado, pero al final
obtuvo un envidiable resultado. La idea de ponerse a estudiar todo el día, puede no
ser necesaria, siempre y cuando exista la disciplina de un aprendizaje inteligente. Lo
que sí es definitivo es que la práctica es la única manera de alcanzar los resultados
esperados.
Por último, es necesario decir que todo lo depositado en este trabajo es sólo una guía
de iniciación y que resulta importante que el músico busque desarrollar y madurar
sus propias percepciones. «Los artistas tienen que aprender a pensar y sentir por sí
mismos y descubrir nuevas formas. No deben contentarse nunca con lo que haya
hecho otro» (Stanislavski 1975, 15).
CONCLUSIONES
Para que una improvisación musical se sienta y se entienda como una improvisación
de jazz, debe contener el coloquialmente denominado swing. Este elemento puede
ser decodificado para aplicarlo efectivamente en la técnica del saxofón, entendiendo
que está en función del tempo y el estilo de jazz.
Un swing efectivo, ya sea lento, moderado o rápido, se logra con una adecuada
articulación; es el recurso técnico que le da vitalidad. Para lograr el efecto swing se
tienen básicamente dos opciones – articulación de lengua e inflexión de aire – las
cuales se pueden mezclar, intercalar y combinar, buscando expresión y sentido en el
discurso musical.
AEBERSOLD, Jamey. How to play jazz and improvise. 6ª ed. Vol. 1. New Albany,
Indiana, USA, 1992.
BAY, Bill. Mel Bay´s jazz sax studies. Mel Bay Publications. Missouri, USA, 1979.
BERGONZI, Jerry. Developing a jazz language. Inside improvisation series for all
instruments, Vol. 6. Advance Music Press. Westwood, Massachusetts, USA,
2003.
GIOIA, Ted. Historia del jazz. Turner: Fondo de Cultura Económica. México, 1997.
JONES, LeRoi. Música negra: Jazz / rhythm'n blues. Ediciones Júcar. Madrid,
España, 1977.
LARKIN, Philip. All what jazz: Escritos sobre jazz. Ediciones Paidós Ibérica.
Barcelona, España, 2004.
MINZTER, Bob. 14 jazz and funk etudes. Warner Bros. Publications. Miami,
Florida, USA, 1994.
—. 14 blues and funk etudes. Warner Bros. Publications. Miami, Florida, USA,
1996.
—. 15 easy jazz, blues and funk etudes. Warner Bros. Publications. Miami, Florida,
USA, 2000.
RANDOLPH, Boots & SHANNON, Mike. Boots Randolph´s rock and roll
saxophone. Techniques and fundamentals for today´s players. Hal Leonard
Corporation Press. Milwaukee, Wisconsin, USA, 1998.
RIZZO, Jacques. Reading jazz: The new method for learning to read written jazz
music. Studio 224, c/o CPP/Belwin. Miami, Florida, USA, 1989.
SHADWICK, Keith. Jazz: Legends of style. Chartwell Books. Edison, New Jersey,
USA, 1998.
TEAL, Larry. The art of saxophone playing. Birch Tree Group. Summy-Birchard
Music. Princeton, New Jersey, USA, 1963.
TESSER, Neil. Guía Playboy de jazz. Emecé Editores. Buenos Aires, Argentina,
2000.