Riot Rules. Callie Hart. Book 2

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 502

¡Importante!

¡Esta traducción fue hecha sin ánimo de lucro!

Ningún miembro de este foro recibe compensación


económica por esto.

Por lo que te pedimos que no vayas a la página de la


autora a comentar que ya has leído esta historia. Si no
hay una traducción oficial de la misma. No subas
screenshots de este libro. No comentes que existe esta
versión en español.
Las autoras y sus fans no les gusta ni apoyan esto. Así
que por favor no lo hagas. No subas nuestras
traducciones ni otras a Wattpad.

De esta manera podremos seguir dándote a conocer más


historias, que no están en nuestro idioma.
Apoya a los foros y blogs siendo discreta.

Disfruta de la lectura…

Just Read.

Justreadforo.blogspot.com

@wearejustread
Staff

Traducción Corrección y
Revisión Final

Corrección Lectura Final

Diseño
Índice

Sinopsis 10 22

Las Reglas 11 23

Prólogo 12 24

13 25
1

14 26
2

15 27
3

16 28
4

17 29
5

18 30
6

19 31
7

20 32
8

21 33
9
34 44 54

35 45 55

36 46 56

37 47 57

38 48 Epilogo

39 49 Escena Extra

40 50 Escena Extra

41 51

42 52

43 53
Sinopsis
Carrie
Crees que me conoces, pero te equivocas.
Me miras y ves a Carrie, la chica del cabello y la ropa salvaje.
La Carrie fiable. Simpática. Extravagante. Tal vez un poco extraña.
Sin embargo, ¿qué sabes realmente de mí?
Los detalles de mi pasado son objeto de debate.
He tenido cuidado de ocultar mis pecados, y aún más de seguir las reglas.
Hago lo que me dicen. Soy muy reservada. No me meto con los chicos y
siempre estoy dispuesta a correr.
Al menos eso es lo que me digo a mí misma.
Desde que lo conocí, he roto todas las reglas del libro.
Es imposible. Arrogante. Aterrador.
Si no tengo cuidado, el chico de oro de Wolf Hall hará algo más que hacerme
romper las reglas. Acabará rompiéndome a mí.

Dash
Primero me odian, luego se odian a sí mismos por quererme. Así es como va
siempre.
Yo soy el inteligente. El encantador. El tipo con el acento que hace que a las
chicas se les debiliten las rodillas. Como residente de Riot House, estoy
destinado a gobernar Wolf Hall. No importa de dónde vengas. Cuánto dinero
tienes. Lo que te depara el futuro. Si te cruzas en el camino de un chico de
Riot House, te aseguras de pagar el precio.
La chica no es especial. Ella es sólo otro engranaje, girando en la rueda.
Entonces, ¿por qué la estoy protegiendo? ¿Y por qué la mantengo en secreto?
Llámame monstruo.
Llámame desalmado.
Llámame reprensible.
Llámame Lord Dashiell Lovett IV.
Las Reglas
Regla no. 1: Si alguien te pregunta quién eres, miente. Incluso la más pequeña
semilla de verdad deshará nuestro arduo trabajo. Una fracción de verdad lleva
a otra. Ten cuidado con lo que dices.

Regla no. 2: Los amigos son para los débiles, chica. No los quieres. No los
necesitas. Un amigo es una vulnerabilidad y una distracción. No puedes
permitirte ninguna de las dos cosas.

Regla no. 3: Nada de chicos. Repito, absolutamente ningún chico. Nada de


citas. Nada de enamorarse. Nada de tonterías de ningún tipo. Lo digo en serio.
¡NADA DE CHICOS!

Regla no. 4: Si te descubren, no lo dudes. Ni siquiera por un segundo. CORRE.


Prólogo
El señor oscuro.
El dios del sol.
El anarquista.

Se está muriendo, lo sé. La saliva teñida de rosa alrededor de su boca lo


confirma. Vasos sanguíneos, como hilos de algodón rojo, como tela de araña en
el blanco de los ojos. Sus manos agarran el aire, como si estuviera tratando de
aferrarse a la vida misma, pero sus dedos con garras se cierran alrededor... de
nada.

“Maldita perra. Voy a... jodidamente… matarte”.

—¿Carina?

Dejo caer mi teléfono celular, jadeando.

Delante de mí, Wolf Hall lleva un manto de niebla matutina, sus torres
oscuras y cubiertas por la hiedra se elevan hacia arriba de la bruma,
delimitando la ala occidental y oriental de la academia. El rocío cubre el
césped que se extiende entre la curva en el camino de entrada de grava y la
imponente entrada al edificio, y las resbaladizas briznas de hierba brillan
como si estuvieran cubiertas de diamantes.

A mi lado, Mara Bancroft, la chica amada de Wolf Hall, arquea una ceja y me
entrega el teléfono que acabo de dejar caer. Son las seis y media de la mañana,
pero lleva el rostro lleno de maquillaje y ni un mechón de su cabello negro
azabache está fuera de lugar, como siempre, está perfecta. —Whoa, chica.
Solo te preguntaba si ibas a casa para las vacaciones de primavera —Sonríe
fácilmente, porque para ella, volver a casa significa reunirse con su familia
repugnantemente rica en los Hamptons. Para mí, volver a casa… bueno, no
hay vuelta a casa. Wolf Hall, con sus pasillos polvorientos, escaleras
estrechas e interminables, macabras vidrieras y habitaciones escondidas es
mi hogar ahora.

Mientras que la mayoría de los estudiantes de secundaria sueñan con tirarse


al sol en Cabo durante las vacaciones de primavera, yo tengo todo lo que
puedo esperar aquí mismo: Alguna apariencia de normalidad. Seguridad. Un
refugio.
Puede que New Hampshire esté entrando de puntillas en la primavera, pero
la academia, situada en la cima de una montaña en medio de un parque
nacional, tarda un poco más en descongelarse que el resto del estado. Acerco
mi taza de café para llevar al pecho, usando su calor para evitar el frío de la
mañana. Las normas no me resultan extrañas; estoy acostumbrada a vivir
según ellas. Pero hay reglas que se pueden doblar de vez en cuando, y hay
reglas que se pueden romper de plano. Wolf Hall tiene una política estricta
sobre la permanencia de sus estudiantes en los terrenos de la academia
durante la semana. Cuando llega el fin de semana, se nos permite ir a
Mountain Lakes, el pueblo al pie de la montaña en el que vivimos, pero de
lunes a viernes se supone que debemos quedarnos donde el profesorado
pueda vernos.

Sin embargo, generalmente se pasa por alto ir por un café furtivamente cuesta
abajo en el G-Wagon de Mara. Cualquier maestro que se levante lo
suficientemente temprano como para sorprendernos saliendo del
estacionamiento de estudiantes por lo general no dice nada. Negarnos la
cafeína solo garantiza que estaremos de mal humor hasta el mediodía, y
preferirían hacer la vista gorda antes que lidiar con eso.

—Me quedaré aquí —digo—. Mi hermano pequeño es una pesadilla. No podré


terminar ninguna de mis asignaciones en Wichita.

—Jesucristo, hace frío —Mara pasa su brazo por el mío y tira de mí,
instándome a caminar más rápido. La grava cruje debajo de las suelas de
nuestras zapatillas—. Las vacaciones de primavera no se tratan de hacer las
tareas. Se trata de beber en exceso y besarse con extraños en alguna playa.
¿No has leído el manual?
—¿Qué manual?

Me guiña un ojo. —Esa es la cuestión. Todavía no hay uno, pero debería


haberlo. ¿Qué te parece esto para un título? —Pone voz de sería y
refinada—. La guía esencial del adolescente para sobrevivir al internado sin
dejar de divertirse.

Mara lleva una vida encantadora. Como la mayoría de los estudiantes de Wolf
Hall, ella nunca ha tenido que desear nada. Ponis, niñeras, viajes de esquí y
tutores privados: todo lo que siempre quiso se le ha entregado en bandeja de
plata. En lo que a ella respecta, Wolf Hall es el lugar más aburrido y desolado
de la tierra.

—Suena como un bestseller —digo. Su manual ficticio es el tipo de cosas que


los niños de dónde vengo toman de una caja registradora y hojean,
fantaseando con una vida que nunca podrán permitirse.

—Deberías venir conmigo a Los Ángeles —dice Mara—. No voy a volver a


Nueva York. Lo digo en serio. Jemimah está tan embarazada ahora. Todo el
mundo puede hablar sobre el bebé. Bebé esto. Bebé aquello. Actúan como si
el embarazo de mi hermana fuera lo más emocionante del mundo. No se dan
cuenta de que una vez que saque a ese niño, será mierda de bebé, vómito de
bebé, gritos de bebé. Lo juro por Dios, no voy a cambiar ni un solo pañal.

—Sí. Los bebés son los peores.

—Tú lo sabrías ¿No tenías como doce cuando nació Marcus? Apuesto a que
todavía estás traumatizada por el mar de mierda.

Marcus es mi hermano menor.

Marcus no existe.

Es solo otro elemento ficticio en el panorama de la vida ficticia que he creado


para mí. El diablo está en los detalles. Cualquier buen narrador sabe que,
para enganchar a un lector, necesitas las minucias: las historias y
experiencias, y los pequeños detalles que completan el esqueleto de tu cuento.
Le ponen carne a los huesos de una historia. Marcus es la pieza clave de
muchas de mis historias. ¿Cuántas veces he obsequiado a Mara y a mi otra
amiga, Presley, con clásicos como "El día en que Marcus se rompió el brazo" y
"El día en que Marcus se tragó un centavo"?

Llegamos a los escalones que conducen a la entrada de la academia. Arrugo


la nariz, pretendiendo recordar el caos y la destrucción que acompañaron la
llegada de mi falso hermano recién nacido. —Sí. Odio decirlo, pero los niños
no son divertidos. Son lindos como el infierno durante los primeros días, pero
después de eso todo es cuesta abajo.

—¿Crees que alguna vez tendrás uno?

—Diablos no. ¿Tú?

Mara finge vomitar. —No hay manera amiga. Me gusta mi vagina como está,
muchas gracias. Oh, Dios, Dios mío. ¿Viste eso?

Mara me da un codazo en las costillas. Me giro, entrecerrando los ojos hacia


la débil luz del sol que se filtra sobre las copas de los árboles del bosque, y mi
visión se ajusta. Allí, al final del camino de entrada en la distancia, tres
pequeñas figuras emergen de la niebla, sin camisa y cubiertos de sudor.
Corren a toda velocidad por el camino de entrada, empujándose y gritando
como idiotas mientras corren entre ellos colina arriba.

Mara ronronea su aprobación. —Maldita sea, lo que no daría por una probada
de eso.

Me protejo los ojos con la mano libre y contemplo cómo las figuras se acercan
a la enorme fuente al pie del camino. Durante el invierno, los jardineros sellan
el agua para evitar que las tuberías se congelen. Ahora que los días se hacen
más largos y no hay escarcha en el suelo, recientemente volvieron a encender
la fuente. Sus chorros se elevan tres metros en el aire, salpicando la enérgica
mañana de otoño con una fina niebla que arroja arcoíris en todas direcciones.

—¿Cuál? —Pregunto.

Mara resopla, tomando un sorbo de su café. —Wren. Daría mi brazo derecho


por media hora en el asiento trasero de un auto con él.

El señor Oscuro.
El Dios del Sol.

El anarquista.

El Dios del Sol llega primero a la fuente. Dashiell Lovett, cuarto Lord del
patrimonio Lovett en Surrey (Inglaterra), grita a pleno pulmón, espantando
una bandada de estorninos de uno de los árboles desnudos junto al lago. Los
diminutos pájaros levantan el vuelo, revoloteando por el cielo desnudo y sin
nubes. El Señor Oscuro y el Anarquista empujan a su amigo, el Señor Oscuro
con una amplia sonrisa comemierda en la cara. La expresión de El Anarquista
es salvaje mientras intenta hacer una llave a la cabeza a Dashiell, con sus
brazos llenos de tatuajes.

—¿Has visto alguna vez sonreír a Pax? —pregunta Mara.

Niego con la cabeza.

—Yo lo hice. Fue aterrador.

Ni siquiera puedo imaginarlo. Lo intento, y un escalofrío incómodo recorre


toda mi espalda, la piel de gallina brota en la parte posterior de mis brazos.
El tercer chico del grupo, El Señor Oscuro, detiene su ataque a Dashiell, y de
repente se da cuenta de que estamos al pie de las escaleras de la escuela,
mirándolos. Los tres muchachos se vuelven y nos miran, entonces, mi primer
instinto es lanzarme de costado al banco de rosales para evitar su mirada.
Soy una gallina de mierda. Se necesita un esfuerzo sublime, pero me
mantengo firme.

—Wren Jacobi. —Mara suspira su nombre como si el tipo curara el cáncer


sin ayuda. Se lleva el borde de la taza de café a la boca y sonríe
maliciosamente—. Apuesto a que folla como un demonio.

Hay muchas chicas en Mountain Lakes que podrían confirmar o negar esa
sospecha. Se rumorea que Wren no tiene reparos en follar con mujeres mucho
mayores que él, o casadas, o inapropiadas por una gran cantidad de otras
razones.

—¿Con cuál lo harías? —Mara pregunta—. Ya sabes. ¿Si pudieras elegir?


Haz esta pregunta a cualquier mujer del cuerpo estudiantil de Wolf Hall. Si
te dicen que no les importa nada, entonces son unas sucias mentirosas. Sin
embargo, ahora he tenido tanta práctica mintiendo que cuando lo hago,
suena como la verdad de Dios. —Jacobi. Definitivamente Jacobi.

Mara asiente, tragándose esta falsedad como si fuera la única respuesta


natural. Ella eligió a Wren. La mayoría de la gente lo haría. Pero yo no. Todos
los sábados durante el año pasado, me levanté de la cama y bajé de puntillas
a la sala de la orquesta en las primeras horas de la mañana para escuchar al
Dios del Sol tocar. Nadie habla de su talento. No creo que nadie sepa que
incluso toca. Al principio, verlo sentarse al piano en la oscuridad, sus largos
dedos subiendo y bajando con pericia por las teclas, fue algo que hice por la
música. Las piezas que eligió eran tan sombrías y tristes que me dolían el
alma. En algún momento, eso cambió. Me di cuenta de que me estaba
escabullendo allí porque al verlo me dolía el alma también.

Entonces sí. Elegiría al Dios Sol cualquier día de la semana. No es que pudiera
tenerlo alguna vez, por supuesto. Aparte de que Dashiell es rico, arrogante
como el infierno y al menos un ochenta por ciento malvado… no soy el tipo
de chica que llega a tener cosas.

Mira, los viajes de café son una cosa. Pero hay reglas que se pueden doblar y
reglas que se pueden romper. Y luego están las reglas que no se pueden
alterar bajo ninguna circunstancia. Las reglas inflexibles con las que no
puedes darte por vencido en absoluto. Estoy acostumbrada a seguir esas
reglas al pie de la letra… y me he acostumbrado mucho a querer cosas que
no puedo tener.
1

—¡Dios mío, me voy a morir!

Wren me entrega un paño de cocina a cuadros rojo y blanco y empuja mi


mano sobre mi polla, riendo suavemente por su nariz. —Jesús lloró, Lovett,
no seas tan melodramático. No vas a morir.

—Eso es mucha sangre —Desde la parte delantera del auto, Pax, con su
camiseta sin mangas ajustada y sus gafas de aviador doradas, parece dirigirse
al aeropuerto para tomar un vuelo a México. Se pasa una mano por su cabeza
muy afeitada y luego levanta el brazo para inclinar el espejo retrovisor,
presumiblemente para poder verme mejor en el asiento trasero de su Charger
de los años 70, con los pantalones por los tobillos y la sangre salpicada por
los muslos—. Mucha sangre —repite—. Tanta sangre no debería salir de la
polla de un hombre.

—Deja de mirarlo y acelera a fondo —gruño—. Mi abuela puede conducir más


rápido que esto y está muerta.

—¿Lady Margaret Elspeth Decatur Lovett? ¿Conducir? No seas


estúpido —Wren se ríe desde el asiento del pasajero delantero—. Esa bruja ni
siquiera sabía cómo operar un abrelatas. Menos conducir.

Es inquietante que Wren sepa tanto sobre mis parientes. Es un investigador.


Un fisgón. Su nariz siempre está firmemente metida en asuntos que no tienen
absolutamente nada que ver con él. No se le puede detener, disuadir,
engatusar o sobornar para que deje este pequeño pasatiempo suyo. Es una
parte de él, firmemente adherida, al igual que su cabello ondulado y oscuro o
sus inquietantes ojos verdes. Su necesidad de saber cosas a menudo es útil
y trabaja a nuestro favor. Otras veces, es jodidamente molesto.

Pax sonríe, jugueteando con el dial de la radio, rastreando la estática. —¿Qué


le estabas haciendo, de todos modos? Sé que te gustan las mierdas
pervertidas, hombre, pero hay límites. Si tienes que lastimarte para correrte,
tal vez solo... ¿Ve un poco más tranquilo la próxima vez?

—¡No estaba tratando de correrme! —Presiono el paño de cocina hacia abajo,


aplicando presión contra mi polla, y una sensación de ardor y escozor viaja
por todo el eje, baja por ambas piernas, hasta las plantas de mis pies, donde
da un giro de ciento-ochenta y regresa por mi cuerpo a mi cerebro, haciendo
que se me humedezcan los ojos. Santa dulce María y el puto José, eso
duele. —Yo estaba… sólo tratando de… —Oh. Oh Dios. Esto es
malo— lavarme.

—¿Lavarte? ¿Usaste alambre de púas en lugar de un paño? Porque esa


mierda está hecha un desastre.

Wren golpea a Pax en la parte superior del brazo. —No ayuda, hombre. Tiene
mucho dolor. Su polla podría caerse. Estás asustándolo...

—¡Los dos me están asustando! ¡Mi polla no se va a caer! Dios mío, solo
conduce, por el amor de todo lo que es santo. Estoy mareado como la mierda.

—Qué dije. Demasiada sangre —Pax anuncia esto de manera directa, como
si acabara de ganar una discusión muy importante—. Parece que tus días de
tocar el banjo han terminado, hermano. Esa cuerda realmente se rompió.

—No te estreses, hombre. Ellos podrán volver a coserlo —Wren transmite esto
por encima del hombro, pero no lo dice con mucha convicción. Está sonriendo
como el mismísimo diablo.

—No puedo tener una polla jodida, chicos. No puedo andar por ahí con una
polla jodida en mis pantalones. Si no pueden hacer que vuelva a ser bonita,
díganles que me dejen ir. No quiero ninguna medida drástica. Firmen un
DNR1 si tienen...

Ambos chicos en la parte delantera del auto comienzan a aullar de risa, y me


doy cuenta de que podría estar exagerando un poco. Todavía. Podrían ser un
poco más solidarios. —Pendejos. Ninguno de ustedes, imbéciles, sabe lo que
es tener una parte vital de su hombría solo... solo... ¡solo quebrada!

Pax aúlla aún más fuerte. —Dios, el acento lo hace más divertido.

Wren se cubre la boca con una mano, tratando de ocultar su sonrisa y


controlarse. Hace un valiente intento de convertir sus rasgos en una cara
seria, pero bien podría no molestarse, sus ojos todavía bailan con diversión.
—Relájate, amigo. Estamos entrando en el estacionamiento ahora. Nos
ocuparemos de esto en poco tiempo.

Mountain Lakes, New Hampshire, es una pequeña ciudad, ubicada en lo alto


de las colinas del Bosque Estatal Black Mountain. Como consecuencia a su
población de pequeña dimensión, su hospital también es pequeño.
Honestamente, es un milagro que el lugar incluso tenga un hospital. Hubiera
sido más probable que hubiera un centro de atención de urgencia, o la oficina
de un médico de cabecera glorificado, pero parece que la suerte me está
sonriendo a mí y a mi polla rota hoy. Veré a un médico adecuado y ellos
podrán arreglar esta terrible injusticia genital.

Una vez que Pax ha estacionado, Wren me ayuda a salir del auto. Pax va
detrás de nosotros con las manos en los bolsillos, su rostro contraído en un
rictus de dolor. Eso es lo que pasa con una herida en la polla: todos los
hombres se compadecen y gimen de dolor cuando sucede algo así, porque es
muy fácil imaginar que es tu polla la que ha sido destrozada. Un chico de un
equipo de fútbol recibe una patada accidental en las pelotas y todo el equipo
lo siente.

Se me ocurre que estoy cojeando por un estacionamiento en mis bóxers,


agarrando un paño de cocina en mi entrepierna, algo muy poco digno,

1
Orden de No Resucitación.
completamente falto de decoro, pero el decoro es la menor de mis
preocupaciones en este momento.

A través de las puertas corredizas.

Al otro lado de una enorme extensión de linóleo.

Alrededor de la pista de obstáculos de sillas de madera tambaleantes y


desiguales que constituyen la sala de espera.

Entonces, los tres estamos parados frente a una enfermera con los ojos muy
abiertos y que no parece impresionada. La pequeña etiqueta de plástico
clavada en su uniforme azul pálido revela que su nombre es Tara.

Arquea una ceja hacia Wren. Siempre hacen eso: suponer que es él quien se
encarga de nuestro desigual y extraño equipo. No se equivocan, per se. Es
sólo que tampoco tienen razón. Sus ojos se dirigen al paño de cocina
ensangrentado que aún sostengo contra mi herida. —¿Aspiradora?

—¡No! ¡Ninguna aspiradora! ¡Qué diablos, señora! —Si sueno un poco


indignado, es porque lo estoy. Esto ya es suficientemente humillante. ¿Ahora
hay mujeres de mediana edad que piensan que soy una especie de desviado
que mete su polla en electrodomésticos? Joder, que alguien me dispare ahora.

Como un gato depredador, Pax se apoya en la enfermería, apoyando un codo


sobre el mostrador. A veces la gente lo reconoce cuando salimos en público.
Últimamente ha sido modelo de las principales casas de moda, y la mayoría
de sus trabajos son campañas internacionales. Sin embargo, esta enfermera
no parece conocerlo. Apenas le mira, y él apenas la mira a ella. Inspecciona
la pila de papeles y la calculadora frente a la pantalla del ordenador de la
mujer. La colección de bolígrafos junto a su teclado. El Tupperware vacío y
manchado de boloña abandonado junto al teléfono. Sonríe ante la foto del
gato esponjoso que está clavada bajo la pinza del portapapeles de la
mujer —Tenemos un pequeño dilema —murmura—. Nuestro amigo, aquí,
estaba… —mira hacia el techo— …lavándose, y rompió algo vital. Y ahora,
como ves, está derramando la sangre de su vida de su órgano favorito.
Esperábamos que ustedes pudieran hacer algo al respecto.
Tara saca lentamente la foto del gato horriblemente esponjoso de debajo de
la abrazadera del portapapeles y la desliza en un cajón, fuera de la vista. Más
tarde, se preguntará por qué hizo eso. No tendrá ningún sentido para ella.
Aunque sé por qué lo hizo. Ella ama a ese gato. Haría cualquier cosa para
protegerlo. Ese gato, para todos los efectos, es tan importante para esta
enfermera como un niño de carne y hueso. La parte primitiva y animal de su
cerebro reconoció a Pax por la peligrosa criatura que es, y su primer instinto
fue proteger a su bebé para que este monstruo de colmillos afilados no
intentara comérselo.

Ella frunce el ceño. Me arroja un documento grapado a través del mostrador.


—Completen esto y tráiganlo de nuevo aquí cuando haya terminado.

A mi derecha, Wren niega con la cabeza. —Tratamiento primero. Después el


papeleo, señora.

Una cierta cantidad de encanto no estaría mal en este momento. Una sonrisa
cálida y un contacto visual prolongado probablemente me pondrán frente a
un médico de inmediato. Sin embargo, Pax no sabría cómo encantar a alguien
si su vida dependiera de ello. Wren es perfectamente capaz de afectar el
carisma cuando le apetece, pero eso es todo. Su estado de ánimo rara vez lo
lleva a serlo. Es la persona más obstinada y conflictiva que he conocido, y es
más probable que intente aterrorizar a esta mujer para que se someta en
lugar de tomar una ruta más fácil y agradable. Desafortunadamente para mí,
resulta que soy el miembro encantador de nuestra sociedad de tres personas,
y no estoy en condiciones de coquetear con Tara. No con la voz imaginaria de
mi polla gritando agudamente desde la parte superior de sus pulmones
imaginarios pidiendo ayuda. Es un maldito milagro que aún esté de pie.

Tara fija a Wren con una mirada siniestra. —Necesitamos conocer su historial
médico. Alergias, Lesiones pasadas. Ese tipo de cosas —Ella pronuncia cada
palabra lentamente, como si pensara que él es un poco lento y que tal vez no
pueda comprender lo que está diciendo—. También debemos asegurarnos de
que tenga un segu...

—Si dices seguro, que Dios me ayude, romperé todos los muebles de este
lugar —gruñe Pax—. Si alguien está herido y con dolor, debe recibir ayuda
antes de que ustedes, buitres, se aseguren de que sus bolsillos estén llenos.
Tara suspira; la ráfaga de aire suena como si hubiera subido desde el sótano
de su alma cansada. —Mira. Soy una enfermera. No me estoy llenando los
bolsillos con nada más que facturas sin pagar, amigo. Ahora. ¿Quieres
quedarte aquí, discutiendo sobre un sistema sanitario corrupto que no tengo
absolutamente ningún poder para arreglar? ¿O quieres ir a sentarte allí y
ayudar a rellenar esos formularios para que podamos reimplantar el pene de
tu amigo? —Ella lo mira fijamente a los ojos, con mala cara.

Pax le muestra los dientes mientras agarra los papeles y se inclina sobre el
mostrador, robando uno de sus bolígrafos, uno dorado llamativo con un troll
de pelo rosa pegado al final. —Dos minutos. Toma más tiempo que eso y
estamos asaltando el lugar.

—Haz lo tuyo, chico.

Me siento en una silla destartalada con los ojos cerrados, sudando, con el
torso desnudo y mortificado, mientras mis amigos discuten sobre las
respuestas en el formulario. Proporciono información cuando me piden, pero
dejo que sigan adelante. Todo lo que puedo pensar es la sensación pesada,
húmeda y palpitante entre mis piernas, y la forma en que la habitación parece
balancearse.

Finalmente, los chicos terminan el papeleo y se lo llevan a Tara, dejándome


tirado en la silla, gimiendo miserablemente como un animal herido.
Desciendo a un estado de trance extraño, solo que este trance no es del tipo
pacífico y relajante. Es más, una parálisis mental, en la que estoy rodeado
por un pánico sin fin y siento que el mundo está a punto de terminar, pero
mi cuerpo está completamente congelado y no hay nada que pueda hacer al
respecto.

—Guau. Parece que estas tendiendo un mal día.

Una voz.

Femenina.

Un poco sexy, en realidad.

El sonido un poco áspero e inusual interrumpe los insultos que me he estado


lanzando. Abro los ojos, miro hacia arriba y espera ¡whoa! Mi columna se
endereza como si alguien me hubiera dado una descarga eléctrica por el culo.
Piernas por días. Hermosos ojos almendrados que son de un marrón intenso
y rico, el color de la tierra después de un aguacero. Son tan fascinantes que
me olvido de la sangre que corre por mis piernas por un segundo y todo lo
que puedo hacer es mirar.

Su cabello es salvaje, con rizos en espiral. El puente de su nariz está salpicado


de pecas, lo que le da un aspecto de niña que contradice sus curvas muy
notables, que se muestran en una camiseta ajustada de la NASA y una falda
de mezclilla negra. Su piel es pálida como crema recién vertida. Las manzanas
de sus mejillas lucen un rubor intenso, como si acabara de salir de una
habitación demasiado calurosa. Nunca había visto algo tan jodidamente
hermoso en mi vida.

—Nunca pensé que encontraría a Lord Lovett sentado en la sala de espera de


un hospital en ropa interior, cubierto de sangre. Dios, tú… —Ella mira mi
entrepierna—. No fuiste mutilado, ¿verdad?

Ella sabe quién soy. Y no dijo mi título con ningún tipo de emoción. Eso no
es normal. Es imposible para la mayoría de la gente decir las palabras 'Lord
Lovett' sin una mueca de desprecio en la boca o asombro en sus ojos. Esta
chica dice las palabras como si eso fuera todo lo que son: palabras. Una serie
de cartas encadenadas y nada más, sin implicación de tierra, riqueza o
privilegio que se les atribuya.

—¿Lo siento? ¿Nos conocemos?

Arquea una ceja, evaluando mi extraña apariencia. Me doy cuenta


tardíamente de lo que está viendo. Dios, esto es un jodido desastre. —Oh, sólo
una o dos veces —dice—. Al día, durante los últimos tres años. Estás
bromeando, ¿no? —Ella se ríe, subiendo la correa de su bolso hasta su
hombro. No puedo hacer nada más que reírme junto con ella.

—Por supuesto. Totalmente jodiendo contigo —estoy de acuerdo—. Ya sabes


como soy.

—Sí, siempre estás haciendo cosas y liándola en inglés, ¿no?


¿Inglés? ¿Clase de inglés? ¿Esta afro-jodida-dita va a Wolf Hall y no la había
notado antes? ¿Cómo puede ser eso siquiera remotamente posible? ¿Tres
años? ¿He pasado por alto a esta chica durante tres años? No lo creo. —Sí.
Bueno... inglés es aburrido, ¿verdad? Tengo que entretenerme de alguna
manera.

La sonrisa desaparece del rostro de la chica. —Deja la mierda, Dash. No tienes


idea de quién soy, ¿verdad? Dios, eres un idiota. Tú y tus amigos imbéciles
de Riot House piensan que son tan especial. ¿Y tú? ¿Tú? —Su voz se eleva,
esa calma fría de hace un momento se ha ido. Sus rasgos están tensos ahora,
los ojos entrecerrados, el puente de su nariz arrugado, rompiendo sus pecas
en un nudo, sus putos labios llenos e increíbles presionando juntos en una
línea tan fuerte que casi desaparecen. Estoy tan confundido por su salvaje
cambio de humor que retrocedo hacia el asiento de madera, tambaleante,
presionando el paño de cocina contra mi polla un poco más fuerte en caso de
que ella tenga alguna idea. ¿Cómo puede ser aún más hermosa ahora que
está furiosa?

Cristo, ¿tenía razón Pax? ¿He perdido demasiada sangre? Quizás conozco a
esta persona, y esta amnesia es un efecto secundario temporal de la falta de
oxígeno en mi cerebro. —Mira…

—Tú —continúa, señalando con su dedo índice en mi dirección—. Con tu


acento inglés elegante y adinerado, tu auto elegante y tu ropa elegante...

—¡Oye! ¡Compro mi mierda en American Apparel! —Es imperativo que me


defienda de este ataque, aunque no tengo idea de dónde viene y estoy
trágicamente desarmado por mi lesión. La chica resopla, y ahí está: la burla.
Viva y bien, después de todo. Por un momento, pensé...

—No mientas. Tu papá te envía tu ropa de Brook's Brothers of London, ¿no?


¿Tienes incluso un par de jeans, Dashiell? ¿O cualquier otro tipo de pantalón
normal que no necesite lavarse en seco?

—Estaría mejor equipado para responder si estuviera usando algún tipo de


pantalón en este momento.
—Gracioso —Cruza los brazos frente a su pecho, el cálido marrón de sus ojos
se vuelve pétreo y duro. El peso de su mirada sobre mi piel desnuda aumenta
a niveles incómodos.

—¿Cuál es tu tipo de sangre? —Wren grita.

Jesús, vamos. Se lo acabo de decir. —¡O negativo!

La boca de la chica se vuelve hacia abajo, brevemente impresionada. —O


negativo es raro. Hoy van a hacer una campaña de donación de sangre.
Deberías donar. Por eso estoy aquí, en caso de que te lo preguntes.

Miro el paño de cocina empapado en sangre. —Dudo que eso sea posible.
Cualquier exceso de sangre que pudiera haber tenido está en el suelo.

En el mostrador de recepción, Pax está agarrando el borde del mostrador con


ambas manos, las venas sobresalen de su cuello. Parece que está a punto de
saltar sobre el escritorio y empujar a Tara fuera del camino para poder
ingresar mis datos en la computadora él mismo. —¡No estoy siendo estúpido!
¡Ese es su nombre real! —chasquea.

Tara le da una mirada de muerte. —No nací ayer, está bien. Solo porque es
inglés...

—Hombre, los problemas los persiguen como un mal olor, ¿no es así? —dice
la chica con la piel deslumbrante y el gran cabello—. Ustedes tres andan
alrededor de este pequeño pueblo de montaña como si les perteneciera.

—Wren posee una cantidad considerable. Compró Cosgrove's el año pasado.


¿Ya sabes, el bar? Pongo la mayor parte de mi dinero en acciones y
participaciones. Parecía más... prudente...

Las fosas nasales de mi misteriosa compañera de clase se ensanchan. —Sí,


realmente no me importa tu portafolio. Tal vez deberías reconocer el mundo
más amplio fuera de tu trío tóxico de vez en cuando. Tal vez de esa manera
no termines ofendiendo a todos todo el tiempo. Dios, deberías ir a ayudarlos.
Esa enfermera está a punto de llamar a seguridad por Pax.

Incluso mientras dice esto, Pax se aleja del escritorio, sus ojos brillan como
mercurio líquido. Ahhh, mierda. Conozco esa mirada. El hijo de puta está a
punto de volverse nuclear. —Da… oh, vamos. ¿Carrie? Joder, déjalo en paz.
El hombre está herido. Dash, ven aquí y enséñale tu licencia de conducir.
Esta mujer está haciendo la vida realmente difícil.

—¿Dónde diablos crees que tengo mi licencia de conducir escondida? —Digo


esto, pero en el fondo de mi mente, estoy dando vueltas al nombre de esta
chica en mi cabeza como si fuera una piedra preciosa y lisa. Carrie. Pax la
miró y la reconoció. Pax, el tío que se folla a una chica y se olvida de que
existe treinta minutos después. Llamó a esta hermosa criatura por su
nombre. ¿He entrado en un universo paralelo, donde todo es idéntico a mi
realidad, excepto que hay una persona extra aquí? ¿Qué diablos está
pasando?

Me doy la vuelta para decirle algo agudo e ingenioso a esta chica, Carrie, pero
cuando miro hacia arriba, ella ya está saliendo por la salida del hospital.

Se siente como si el eje de la tierra se hubiera movido. Ligeramente. Una


fracción imperceptible. Lo suficiente para que pueda notar la diferencia, y
ahora todo se siente... fuera de lugar.

Finalmente, el papeleo se resuelve.

Finalmente, puedo ver a un médico.

Un poco de lidocaína, una pequeña puntada y una bolsa de hielo más tarde,
y salgo del hospital (como John Wayne), todavía con mi bata de hospital.

Cuando me dejo caer en el asiento trasero, sintiendo que acabo de sobrevivir


a un combate de primera línea, solo hay una cosa en mi mente. —Esa chica.
Carrie. ¿Qué pasa con ella?

Desde el asiento delantero, Wren se ríe sin alegría, saca una botella de
prescripción naranja del bolsillo de sus jeans y la agita en su mano. —Hay
que esperar cinco días para que esos puntos se disuelvan antes de dejar que
tu pene se endurezca. No querrás desgarrando de nuevo, hombre. Hasta
entonces, es mejor que no sueñes despierto con Carina Mendoza.

Pax arrebata el frasco de prescripción de la mano de Wren. —¿Percocet? Bien,


amigo. Será mejor que tengas ganas de compartir.
Wren habla, riendo con Pax, pero ya no estoy en el auto con ellos. Estoy de
vuelta en la sala de espera, mirando a un par de enfurecidos ojos marrones y
sintiéndome como una pulgada de altura. Carina Mendoza. Carrie, con ojos
como canela oscura. Carrie, que ya me puso dura la polla regañándome como
si fuera un niño travieso.

Todavía estoy de regreso en la sala de espera, repitiendo la interacción que


tuve con la chica en mi cabeza en un ciclo, cuando Pax se detiene en el camino
de entrada que conduce a Riot House y escupe una serie de maldiciones tan
coloridas que soy tirado de nuevo al presente.

La cara de Wren es una imagen de consternación. —¿Qué diablos?

Inclinarse hacia adelante es complicado. Estoy muy adormecido con los


analgésicos, pero puedo decir que pagaré por el movimiento más tarde, una
vez que el Percocet haya desaparecido. Riot House es una obra maestra
arquitectónica. Construido con vidrio, pizarra y gruesas vigas de fresno, el
edificio de tres pisos es una belleza. Una belleza que actualmente se ve
empañada por la polla gigante y las bolas muy peludas que han sido
garabateadas en la impresionante puerta de entrada con pintura azul en
aerosol.

El barro se levanta de los neumáticos del Charger cuando Pax detiene


bruscamente el auto. Tanto él como Wren se arrojan fuera del auto y suben
los escalones como si sus culos estuvieran en llamas. Levanto la parte
posterior lo más rápido que puedo, es decir, no muy rápido en absoluto.

Wren mira sus dedos, que están teñidos de azul brillante. —Todavía húmedo.
Simplemente los acabamos de perder.

—Voy a matarlos, joder —Pax camina arriba y abajo por el porche como un
animal enjaulado—. ¿Quién es tan estúpido? Lo digo en serio. ¿Quién es tan
estúpido?

Limpiándose los dedos en los pantalones, los ojos de Wren tienen un brillo
feroz y despiadado. —No lo sé, pero estamos a punto de averiguarlo —Señala
la cámara, montada en los aleros del techo del porche que sobresale—. Y
cuando lo hagamos, habrá mucho que pagar.
2

CUATRO DÍAS DESPUÉS

—¿Hiciste qué?

Al ser pelirroja, la tez blanca de Presley tiende a sonrojarse cada vez que tiene
la más mínima reacción a algo. Sus mejillas están en llamas ahora mismo.
Estaba tumbada a los pies de mi cama como un perro faldero de metro y
medio, pero en el momento en que mencioné el nombre de Pax Davis, se sentó
como un rayo y empezó a mirarme como si le hubiera dicho que había
asesinado al Dali Lama.

—¿Qué quieres decir con que le gritaste a Dashiell Lovett?

Wolf Hall es un lugar viejo y misterioso, lleno de ángulos torcidos y rincones


oscuros. El lugar fue construido a mediados del siglo XIX y, a diferencia de
muchas otras academias privadas, sólo ha llevado un nombre. Era una
academia cuando abrió sus puertas, y seguirá siéndolo hasta que las cierre.
En el tercer piso de la escuela, en el ala de chicas de la casa principal, mi
habitación es una de las más pequeñas. Algunas de las otras chicas tienen
habitaciones lo suficientemente grandes como para tener un sofá y un
escritorio adecuado para estudiar, pero mi pequeña caja de habitación apenas
es lo suficientemente grande para que quepamos mi cama, Presley y yo dentro
de ella.

Me froto el rostro, gimiendo mientras me deslizo por la insignificante franja


de espacio libre en el suelo entre mi cama y la pared, en dirección a la
ventana. Al menos tengo una vista decente, el observatorio que da a Wolf Hall
es mi lugar favorito en los terrenos de la escuela. Por la noche, el edificio de
bloque pequeño se ilumina, silueteando su grueso techo abovedado contra
una multitud de estrellas.

Pongo mis manos en mis caderas y suspiro. —Fue hace cuatro días, Pres. No
es gran cosa.

—Definitivamente es un gran problema. ¿Me voy a un funeral y tú te metes


con un chico de Riot House? ¡Qué carajo! Necesito hasta el último detalle.

Su asombro está totalmente justificado; mi comportamiento en el hospital


estaba fuera de lugar. Presiono mi frente contra la ventana, deseando que
podamos hablar de algo, cualquier cosa. —No lo sé. Lo vi sentado allí y me
enojé mucho. Me miró fijamente con esa expresión de asombro en su rostro,
como si tuviera dos cabezas. Ni siquiera preguntó por qué estaba en el
hospital. Tenía que decírselo.

—Dijiste que estaba en ropa interior, cubierto de sangre —señala Presley.


Odio cuando ella señala cosas. Su lógica se interpone en el camino de mis
escandalosas reacciones exageradas todo el tiempo. Si fuera algún tipo de
amiga, estaría de acuerdo conmigo y mantendría la boca cerrada, con su
'razón' y 'beneficio de la duda'. Sin embargo, soy consciente de que ella tiene
razón. Sí, Dashiell Lovett, Dios del sol de Wolf Hall, resultó herido. Su rostro
estaba tan pálido que parecía que estaba a punto de derrumbarse.

Pres frunce el ceño. —Espera. ¿Me vas a decir por qué estabas en el hospital?

—Tenían una donación de sangre, eso es todo. Fui allí para donar.

—Bien por ti. Dash debe haber pensado que eras dulce por hacer eso.

—No me importa lo que Dashiell Lovett piense de mí. —Qué. Jodida. Broma.
Hasta yo me parto de risa con eso. Internamente. Todavía no he renunciado a
toda la autoestima. Si admito abiertamente que estoy enamorada del chico
ante Presley, la farsa se acabará. Tendré que reconocer que soy tan
susceptible a su cara bonita como todas las demás idiotas desmayadas que
caen rendidas a sus pies.
Presley se ríe. Ella está trenzando el borde de la manta de mi cama en
pequeñas trenzas. —Odio decirlo, pero estás un poco obsesionada con este
enfrentamiento en el hospital. Como dijiste, esto sucedió hace cuatro días.
¿Crees que Dash está en su habitación, enfurecido por su breve encuentro
contigo?

De todos los estudiantes de Wolf Hall Academy, solo tres de ellos no son
residentes. Solo a tres de ellos se les permite vivir solos fuera del campus. Los
estudiantes de primer año se apiñan en los dormitorios, diez por habitación,
durante el primer año de su internamiento en Wolf Hall. Una vez que haya
completado su primer año en la academia, se le dará su propia habitación,
gracias a Dios. ¿Pero Pax Davis, Dashiell Lovett y Wren Jacobi? Son casos
especiales.

Individualmente, sus familias son más ricas que el resto de las familias del
resto del alumnado combinado. Ese tipo de riqueza te otorga increíbles
ventajas en un lugar como este. Y así fue como Dash, Pax y Wren llegaron a
vivir en Riot House, y cómo ellos, a su vez, se convirtieron en los chicos de
Riot House. Se supone que tienen un tutor adulto viviendo en la casa con
ellos, pero todos saben que son solo ellos tres, incluso Harcourt, la directora
de la escuela.

Qué tontería.

Puedo ver las luces de Riot House si me doy la vuelta y miro al este y me
asomo un poco por la ventana. Aunque no es que quiera hacer eso. Eso sería
raro.

—Bien —Presley dice, dejando caer el flequillo—. Es casi la hora de irse.

—¿Segura que todavía quieres ir?

—¿A la fiesta? —Ella me mira como si estuviera planeando dar marcha atrás
con ella—. Sí, por supuesto que quiero ir. No he hecho nada divertido en
meses. Además, realmente no creo que tengas nada de qué preocuparte. Dash
ni siquiera estará allí. Sabes que odian ir a fiestas en la ciudad.

Se supone que sus palabras son tranquilizadoras, pero suenan sombrías;


desearía que lo que acaba de decir no fuera cierto. A los chicos de Riot House
no les gusta colarse en las fiestas de los pueblerinos. Dashiell no estará allí,
lo que significa que Pax tampoco. Soy terca por negarme a reconocer mi
enamoramiento de Lovett, pero Presley no es como yo. Ella no se rige por las
mismas reglas. Ella es tan verdadera como una flecha. Cuando anunció que
estaba enamorada de Pax hace dieciocho meses, frente a la lavandería de
monedas y la sala de videojuegos de Gilbertson, le creí sin dudarlo. Una vez
que Presley se decide por algo, o por alguien, eso es todo. El fin. Será leal a
esa persona hasta el fin de los tiempos, sin importar si sus sentimientos son
recíprocos o no. Ella ha estado enamorada de Pax Davis durante casi dos
años, y no puedo por mi vida razonar por qué. El tipo necesita ser
lobotomizado.

—Si estás tan segura de que ninguno de ellos estará allí, ¿por qué llevas
puesto el vestido? —pregunto.

Ahhh, el vestido. Me recuerda al espacio: un azul real profundo, atravesado


por un fino hilo plateado que parece estrellas fugaces. Pres mira la prenda
muy ajustada y muy corta que se puso hace media hora, sonrojándose de
nuevo. Hace seis meses, escuchó a Pax decirle a alguien en el comedor que
su color favorito era el azul real. Pres ha estado usando este vestido en lo que
ella considera fiestas y reuniones sociales 'clave' desde entonces, con la
esperanza de que Pax la vea con este trozo de tela azul y se ponga de rodillas.
Hasta ahora, ha estado ausente de todos los eventos antes mencionados.

—Es mi uniforme de fiesta. Mi armadura de fiesta. Lo he usado tanto que no


puedo usar nada más ahora —dice.

Paso mis ojos de arriba abajo por su alta y esbelta figura. Ella es clásicamente
hermosa, con una mirada majestuosa. Es pura locura que Pax no se haya
fijado en ella todavía.

Ni una sola vez intenté vestirme de una manera que pudiera llamar la
atención de Dash. ¿Cuál sería el punto? Escucho la voz ronca de Alderman
en el fondo de mi cabeza, recitando la regla número tres en un tono inflexible,
como siempre lo hace cuando llama: Sin chicos. Repito, absolutamente
NINGÚN chico. Sin citas. Sin enamorarse. Sin tonterías de ningún tipo. Lo digo
en serio, chica. ¡HOMBRES NO!
Se supone que no debo fantasear con Dashiell Lovett. Se supone que ni
siquiera debo pensar en su nombre. El problema es que es increíblemente
difícil no pensar en Dashiell. Es un colonial de cabello rubio y ojos color
avellana en una escuela privada estadounidense, y desciende de la nobleza,
por el amor de Dios. Nobleza inglesa. Orgullo y prejuicio, nobleza de sentido y
sensibilidad. Incluso si no estuviera viviendo bajo el edicto de Alderman,
realmente no importaría lo que eligiera usar. Podría vestirme con el atuendo
más estrecho y ridículo aprobado por Jane-Austen conocido por el hombre y
aun así no importaría. Todavía sería indignada y pasada por alto. Lo demostró
el otro día cuando me miró como si nunca me hubiera visto antes en toda su
mimada existencia. Hijo de puta arrogante.

La ira me corroe por dentro y, como siempre, me impulsa. Apretando la


mandíbula, levanto la barbilla hacia el vestido de Presley. —Quítatelo, Pres.
Nos vamos a vestir. Bien vestidas. Vamos a ponernos lo que queramos y que
se jodan esos tipos.

—No puedo creer que te dejé convencerme de esto.

La fiesta se lleva a cabo en las afueras de Mountain Lakes, una extensa granja
ubicada en un terreno al sur del mismo Upper Mountain Lake. Nunca había
estado aquí antes, pero muchos otros estudiantes de Wolf Hall sí lo han
hecho. Siempre he estado demasiado ocupada cumpliendo con las reglas de
Alderman como para soltarme. Las fiestas siempre han sido prohibidas. Pero
últimamente, me he sentido un poco... sofocada. Hago todo lo que pide
Alderman. Mantengo la cabeza gacha. No hago preguntas. Trabajo duro. No
me he desviado del plan que formulamos juntos tan meticulosamente antes
de llegar a la escuela. ¡Me he hecho pequeña, cuando todo dentro de mí grita
para ser GRANDE! Y así, esta noche, solo por una noche, he decidido que
puedo tener solo esto para mí. Una fiesta sencilla. No es como si fuera a tomar
un montón de drogas y ser arrestada.
Alderman diría que no existe una simple fiesta. A él se le habían ocurrido un
millón de razones para que me quedara en la academia y me encerrara en mi
habitación con mi pequeño telescopio. ¿Pero sabes qué? Alderman no está
aquí. Está de regreso en Seattle, haciendo lo que sea que hace en esa oscura
oficina suya. Yo soy la que está atrapada aquí en New Hampshire, así que él
puede chuparlo.

La niebla se adhiere a nuestra respiración mientras nos dirigimos hacia el


clamor de luz y sonido que se derrama fuera de la casa. A nuestra derecha,
una hoguera arde en el patio, llamas anaranjadas brillantes saltan hacia el
cielo nocturno. La gente grita, alejándose del fuego cada vez más fuerte, pero
no Pres y yo. Estamos en una misión, en dirección a la cocina de este infierno
olvidado de Dios. Ahí es donde encontraremos la bebida.

—Es purpura. Y grande —se queja Presley. Llegamos a la entrada de la


casa—. Amiga, esto fue un error.

Hago una pausa, con la mano apoyada en el pomo de la puerta y le miro con
calma. —¿El qué? Ese tutú salió de tu armario. ¿Lo odias?

—¿Uh no?

—¿Crees que es horrible o algo así?

—No —Un poco más segura esta vez—. Creo que es asombroso. Yo solo...
bueno, otras personas pensarán que es extraño.

Suelto el pomo de la puerta y la miro, colocando una mano en cada uno de


sus hombros. —Escucha. Solo diré esto una vez —Me aclaro la garganta para
añadir seriedad—. A quién le importa una mierda lo que piensen los
demás —Realmente lo digo en serio también. Esto no es solo una mierda
diseñada para hacerla sentir mejor. No me importa lo que piensen de mí.
Cada persona que conozco en la calle, en un pasillo o en un salón de clases
hacen su idea acerca de mí en la amplitud y el espacio de tiempo que se
necesita para que un corazón sano lata. Van a pensar lo que quieran pensar.
Eso es lo que hace la gente.

Alderman preferiría que yo siguiera la línea. Su política es la de todos los


padres preocupados: quiere que me conforme. Volar por debajo del radar. Sin
embargo, los cárdigans de muy buen gusto y los jeans azules no son una
armadura eficaz para mí. Intenté usar esa mierda y no ayudó. Traté de
alisarme el cabello y domarlo, para que no fuera tan salvaje. Llevaba el tipo
de ropa que las futuras chicas de Yale y Harvard podrían usar en sus
entrevistas universitarias, y lo único que logré fue sentirme incómoda. Ahora,
me pongo lo que sea que me apetezca. Presley, por otro lado, no es tan
impermeable al juicio de otras personas.

—¿A quién le importa una mierda si la gente piensa que es extraño? Llevo un
mono de corduroy amarillo brillante. Nuestros conjuntos no podrían chocar
más si lo intentáramos. ¿Y qué? Vinimos a divertirnos en una fiesta. Hagamos
eso, y que se joda lo que piensen los demás.

Presley se endereza y luego levanta la cabeza. —Tienes razón. Al diablo con lo


que piensen los demás.
3

HACE SEIS AÑOS

Soy pequeña para tener once años, lo que lo hace enojar.

—¿Y bien? —Me golpea la cabeza contra el colchón manchado—. ¿Lo estás?
¿Ya estás sangrando? Responde a la puta pregunta.

El novio de mi madre se chupa el labio inferior en la boca, mojándolo, y la


repentina mirada de hambre en su cara me hace entrar en pánico. —N-no,
señor. No lo he hecho.

Su labio superior se retuerce y deja al descubierto sus amarillentos dientes


delanteros. Son como roedores. Todos los detalles de Jason tienen algo de rata,
desde su cabello fino y grasiento hasta sus ojos brillantes, demasiado oscuros
e inhumanos, pasando por la forma en que se encorva al caminar. Parece
molesto.

—Será mejor que no me mientas, zorrita escurridiza.

—No, señor, lo prometo. No mentiría.

Rápido como una serpiente que ataca, me agarra por el cabello, tirando de mi
cabeza hacia la suya, fuera del colchón. —Si descubro que estás... —La
amenaza queda suspendida en el centímetro de espacio entre su cara y la mía,
afilada como un cuchillo. Asiento como puedo, con él agarrando mi cabello con
tanta fuerza.
—Te lo diré, lo prometo. Cuando empiece —suelto un hipo aterrado— te lo diré,
¡lo juro!

Su agarre se intensifica. El dolor me recorre la nuca y las raíces de mi cabello


protestan. —Bien —Me suelta y me empuja la cabeza hacia el colchón con tanta
fuerza que mi cráneo rebota en él y mis dientes chocan como
castañuelas—. Ahora mueve el culo y baja las escaleras. Hazme algo de
comida, joder.
4

Lovett Estates
< [email protected] >
Viernes 6.38 PM
Responder a: [email protected]
Para: Dashiell Lovett
< dlovett @ wolfhallacademy.edu>

Su artículo de economía fue decepcionante. Vuelva a escribir y envíelo a


Hansen antes de fin de semana. Incluya referencias más relevantes.
Elimine todo lenguaje coloquial erróneo. Recuerde, usted representa no
solo el apellido de la familia Lovett, sino también un linaje real sagrado
y respetado. Nos avergüenza a todos cuando se comporta de esta manera.
Sus profesores pueden estar satisfechos con este tipo de desempeño
mediocre, pero usted me demostrará que puede hacerlo mejor.

-Dashiell Lovett III, Rt Hon. Duque de surrey

Un maldito A menos. Eso es lo que tengo en ese papel. Lamento el día en que
la academia actualizó su sistema de informes a un tablero en línea.
Obtenemos nuestras calificaciones temprano y podemos realizar un
seguimiento de nuestras presentaciones, sí, pero ¿a quién le importa una
mierda? La directora Harcourt también les dio acceso a nuestros padres. Mi
padre, que rara vez se condesciende en utilizar la tecnología “Sólo la gente
pobre tiene teléfonos móviles, muchacho. No hay nada de malo en utilizar una
secretaria” ahora Hansen, su asistente personal, ha comprobado mi trabajo.
Si es algo menos que perfecto, puedes apostar tu puto culo a que estoy
recibiendo un correo electrónico al respecto. Ese es el único momento en que
el hipócrita utilizará la tecnología.

Aquí estamos. Es viernes por la noche. Sentado en el viejo piano vertical en


la esquina de mi habitación, estoy rodeado de partituras en blanco,
obsesionado con la compleja melodía que está dando vueltas en mi cabeza.
Todo lo que quiero hacer es quedarme aquí y terminar la pieza, pero no. He
decepcionado al viejo una vez más, y ahora tengo que volver a escribir un
artículo de economía que no necesita ser reescrito, y...

—¡VAMOS, POLLA FLÁCIDA! ¡TENEMOS QUE IRNOS!

No voy a tener tiempo de reescribir mi estúpido trabajo porque ¿adivinen qué?


Tengo que ir a una fiesta.

Pax, que tan encantadoramente me gritó desde el pie de las escaleras hace
un momento, está conduciendo este tren, lo que automáticamente significa
que terminará descarrilado, pero no tengo nada que decir en esto. Los chicos
del equipo de lacrosse de Edmondson High pintaron una polla en nuestra
puerta de entrada, y ahora esto está sucediendo. Ellos van a hacer una fiesta,
así que vamos a joder su mierda. Los humillamos y luego volvemos a casa.
Fin de la historia.

Demuéstrame que puedes hacerlo mejor...

Dios, odio a mi padre. Como, jodidamente lo ODIO.

—¡AHORA, LOVETT! ¡Trae tu culo de inglesito aquí, hombre! No estoy


jodiendo.

Puede que también odie a Pax. Solo un poco.

El equipo de Lacrosse de Edmondson tiene muchas razones para pintar una


polla en nuestra puerta. En algún momento, los tres hemos hecho algo para
cabrear a los chicos de la escuela secundaria vecina. Pax se ha follado a la
mitad de su equipo de animadoras. Wren se folló a la otra mitad. Me propuse
follarme a la novia del capitán del equipo de lacrosse el semestre pasado, así
que...
Bien, bien. Bien. Comprensión retrospectiva. Soy al menos el setenta por
ciento responsable de la descuidada polla azul que fue pintada en la puerta
de nuestra casa, pero no nos detengamos en eso, ¿de acuerdo? Vamos a una
fiesta. Todavía estoy 'lesionado', así que no participaré en la pequeña
escapada de esta noche. Mi trabajo es brindar apoyo moral y estar atento
para asegurarme de que no nos atrapen. Yo puedo manejar eso. Sería bueno
si pudiéramos quedarnos en casa, tomar una botella de whisky y jugar a
Xbox; estas fiestas de Edmondson son las peores.

En el auto, al llegar a la finca, Pax está tan preparado que estoy esperando
que saque un mapa y comience a hablar de movimientos de tropas. Ninguno
de sus padres es militar, pero él juega demasiado a Call of Duty. —Bien, Wren.
Dividir y conquistar. En el momento en que atravesemos la puerta principal,
nos separamos. Yo tomo el piso de arriba. Tú toma la planta baja. Una vez
que encontremos a nuestro objetivo, nos encargamos del asunto y luego nos
largamos. Lovett, si ves algo sospechoso, envíanos un mensaje de 911.
¿Entendido?

—Si. Lo tengo —Sarcasmo 101, chicos y chicas. Pongo los ojos en


blanco—. Gracias por la recapitulación número quince mil. Sé lo que se
supone que debo hacer.

Pax llega a la casa y encuentra un sitio en el estacionamiento improvisado en


la parte trasera de la casa. Apaga el motor del Charger y me mira; es la mirada
característica de Pax Davis. La que utiliza para destruir a sus enemigos. Abre
la boca, sin duda a punto de decir algo mordaz y malicioso, pero se detiene.
Me echa un vistazo y su nariz se arruga, como si acabara de registrar el sabor
de algo estropeado en el aire. —Oye, ¿Qué estas usando?

—¿Qué? —Paso las manos por la parte delantera de mi chaqueta negra de


aviador—. He tenido esto durante años —Esto no es una mentira. Soy dueño
de la chaqueta, la camiseta y los jeans durante más de un año. Nunca me he
puesto ninguno de ellos.

—Parece que estás tratando de encajar —dice Pax con desaprobación.

—Ese es el punto. ¿Se suponía que debía aparecer con una camisa abotonada
y un pañuelo? Estoy seguro de que habría pasado totalmente desapercibido
con un traje de Tom Ford en una maldita fiesta.
Él gruñe. Wren, que ha estado mirando hacia la casa de campo, resopla con
fuerza. —Salgan. Vámonos —Tenía la esperanza de que él pudiera decir algo
en esta situación sin sentido, pero debería haberlo sabido mejor. Él prospera
con este tipo de caos.

Los tres salimos del Charger. El olor a humo y carne cocida flota cuesta abajo
desde la casa y mi estómago retumba, recordándome que me olvidé de comer
antes. Sin embargo, no importa. Crucemos los dedos, saldremos de aquí en
la próxima hora y podremos comer algo de Screamin 'Beans de camino a casa.

Estos pensamientos son todo ruido de fondo. Todavía estoy pensando en los
comentarios de Pax sobre mi ropa. Fue intencional, mi elección de vestimenta
para la salida de esta noche. Sí, quería asegurarme de no sobresalir como un
pulgar dolorido, y tengo una forma de hacerlo la mayor parte del tiempo.
Pero... Dios, el comentario que Carrie Mendoza hizo en el hospital hace cuatro
días se alojó dentro de mi cabeza y ha estado dando vueltas allí desde
entonces, irritándome como la mierda.

Tengo ropa normal.

Ropa informal.

Ropa que no fue enviada desde Brooks Brothers de Londres, en prolijas bolsas
de ropa para evitar que se arruguen.

Al menos la mitad de mi ropa es casual.

Sí, tu ropa deportiva, me recuerda una voz engreída.

Estúpido.

—Bueno. Esta será una pelea de mierda, así que prepárate —dice Pax—. La
mitad de los cabrones en esta fiesta están en ese equipo de lacrosse. Van a
armar un infierno si descubren que estamos entrando en su territorio. Ambos
saben lo que eso significa, ¿verdad?

Algunas personas siempre están listas para el desastre. Algunas personas


siempre están preparadas para una emergencia. Pax Davis siempre está listo
para una pelea. Sus manos son puños más a menudo de lo que no lo son.
Sus dientes se muestran permanentemente al mundo.
—Significa que debería estar de vuelta en la casa, en mi cama, con una bolsa
de hielo descansando sobre mi pene. Si me rompo los puntos...

—Puntadas —me corrige Wren.

—Me voy a poner lívido. Y no solo un poquito. Un montón.

Pax mira a Wren con el ceño fruncido. —¿Siempre ha sido así? No recuerdo
que fuera tan pequeño.

Lo tengo inmovilizado contra el costado del auto en un instante, un puñado


de su camisa en mi puño, mi antebrazo a través de su garganta, cortando su
suministro de aire. —Si estás tan interesado en una pelea, todo lo que tenías
que hacer era decirlo, hombre. Será realmente molesto tener que ir a que lo
arreglen en el hospital nuevamente, pero podría valer la pena si terminan
admitiéndote a ti también.

—Por el amor de Dios. Ambos son jodidamente ridículos. —Con una expresión
muy aburrida, Wren me aparta de Pax, suspirando mientras me acorrala
colina arriba hacia la fiesta—. Estamos aquí para provocar a Edmondson, no
entre nosotros. No necesitamos traer nada de esta mierda a nuestra casa.
¿Sí? —Me mira con dureza. Está esperando una respuesta, así que le doy
una.

—Ya sabes como soy. Probablemente seré designado Papa cuando muera el
actual.

Satisfecho, asiente. —¿Y tú? ¿Te vas a portar bien?

Pax no es fanático de las palabras. Le muestra a Wren una sonrisa con dientes
de tiburón, encogiéndose de hombros con indiferencia mientras camina
penosamente colina arriba.

—No seas un idiota —advierte Wren—. Dilo. En voz alta. Quiero escucharlo:
Te prometo que no seré un psicópata.

La expresión del rostro de Pax no es muy prometedora, ni su sonrisa de


comemierda ni la mirada malvada en sus ojos inspiran mucha esperanza de
que vaya a comportarse. Aun así, repite las palabras como se le indica. —Lo
prometo. Lo juro por mi vida. No seré un psicópata.
5

Napoleón Bonaparte fue un mal hijo de puta. Cuando fue exiliado, escapó de
su prisión en la isla y comenzó a crear problemas para los ingleses
nuevamente. Después de perder la batalla de Waterloo, fue exiliado por
segunda vez, a Santa Elena, y ese fue su fin. A los ingleses les gusta exiliar a
la gente cuando se porta mal.

Cuando llegó el momento de castigarme por mis pecados, mi padre decidió no


exiliarme a una isla tropical. Eligió Wolf Hall, porque pensó que no podría
meterme en ningún problema a mitad de camino de una montaña en el medio
de New Hampshire. Pensó que estaría confinado en una habitación, tan
desesperado por hacer algo que de hecho me lanzaría a hacer a mis tareas
escolares. Si hubiera investigado, se habría dado cuenta de que había otra
escuela pública dentro de los límites de la ciudad de Mountain Lakes. Y si
hubiera sabido absolutamente algo sobre los adolescentes, varados en
pueblos pequeños con muy pocas comodidades, habría sabido que los niños
aburridos encuentran formas de entretenerse.

Todos los fines de semana, en algún lugar de Mountain Lakes, alguien


organiza una fiesta como esta. Entramos en la casa de campo y nos recibe
una espesa nube de humo de marihuana. —Cristo. La mitad del maldito
condado está aquí —dice Wren.

Pax gruñe. —Funciona a nuestro favor. Si hay tanta gente aquí, nadie se dará
cuenta de nosotros.
El chico que es dueño de este lugar viene de dinero. El lugar apesta a riqueza.
De las paredes cuelgan obras de arte originales enmarcadas. Mires donde
mires, hay muebles lujosos y suntuosos y jarrones llenos de lirios. Un
mosaico de fotografías se extiende a lo largo de la pared de la entrada: un tipo
con cabello gris y traje a medida estrechando la mano de gente como Warren
Buffet, Jeff Besos y... oh no. Vamos. Tienes que estar bromeando.

Wren se para debajo de una de las fotos, sonriendo como un monstruo.


—¡Ja, ja! Mira, Lovett. ¡Es tu viejo!

¿Cómo puede el mundo ser tan pequeño?

Demuéstrame que puedes hacerlo mejor.

Escucho la voz del hijo de puta fuerte y clara, como si estuviera de pie junto
a mí, susurrando las palabras en mi oído. No he podido deshacerme del
sentimiento de inutilidad que me consumió cuando leí su correo electrónico;
la sensación solo empeora cuando veo su expresión de desaprobación
frunciendo el ceño en la foto. Nunca podré escapar de su juicio. Nunca podré
escapar de él.

A regañadientes, sigo a los chicos al interior de la casa. En el salón formal


hay un enorme Steinway, quizá uno de los pianos más bonitos que he visto
nunca. Enseguida me pican los dedos por recorrer las teclas y ver cómo
suena, pero es imposible. El lugar está lleno y yo no toco delante de otras
personas. Además, Wren y Pax están en una misión, y apenas puedo oírme a
mí mismo por encima del ruido de la música electrónica que sale del caro
sistema de altavoces. De ninguna manera sería capaz de oírme tocar. Mi
padre pondría los ojos en blanco ante el impresionante instrumento si lo viera
aquí. Cree que la música es una pérdida de tiempo.

Esfuérzate más, chico.

Una luz roja, de las luces estroboscópicas gigantes improvisadas al otro lado
de la sala de estar, pintaba como una mancha carmesí los rostros de las
personas que bailaban y chocaban entre sí cubiertos de sudor.

Hazlo mejor, chico.


Al cruzar la improvisada pista de baile hacia la cocina, miro hacia abajo y
descubro que el suelo de mármol Carrera está alfombrado de palomitas de
caramelo que crujen bajo las suelas de mis zapatillas cada vez que doy un
paso.

Intenta no ser tan decepcionante, muchacho.

Pax escudriña las caras de los fiesteros cuando pasamos por delante de ellos.
—La mayoría de estos hijos de puta están drogados.

—¿Y? ¿Vas a delatarlos? —Wren le pregunta.

Pax gruñe, su labio se curva hacia arriba, una expresión que es la antesala a
una serie de violentos desacuerdos entre los miembros de nuestro grupo en
el pasado. Al menos no está dirigida hacía mí esta vez. —Que te jodan,
hombre. Me pregunto de dónde diablos sacaron la Molly.

La cocina está llena de gente. Hay gorras de béisbol giradas hacia atrás,
camisas, pantalones cortos y gafas de sol Ray Ban por todas partes. Mi
reacción inmediata es marcharme lo antes posible, pero mi plan de huida se
ve frustrado cuando Wren me agarra por la nuca y me empuja al alboroto.

—Ni se te ocurra. Si yo tengo que lidiar con esta mierda, entonces no hay
ninguna posibilidad de que tú no lo hagas. Vamos. Vamos a tomar una
cerveza. Hablaremos con algunas chicas. Hacemos el trabajo y nos largamos
de aquí. Maldita sea, amigo, sonríe ya. Parece que estás en la sala de espera
de una funeraria.

—La sala de estar de una funeraria sería preferible a esto —me quejo, incluso
cuando fuerzo una sonrisa de diez mil megavatios en mi rostro. Cuando una
pequeña morena se sube a la isla en medio de la cocina y comienza a bailar,
pasando sus manos por todo su cuerpo, yo aplaudo y grito junto con todos
los demás, golpeando la mano de un chico cuando la sostiene en alto para
chocar los cinco. Para un forastero, debo parecer que soy uno de ellos, solo
otro joven privado de sus derechos con demasiado tiempo en sus manos,
demasiado asustado por el futuro para admitir que se siente perdido.

Por dentro, no podría ser más diferente a estos rechazados. Nunca me he


sentido perdido ni un día en mi vida. La incertidumbre es un concepto extraño
para mí. Siempre supe lo que me deparará el futuro. Mi educación y mi
posterior carrera como administrador de propiedades se me presentaron
como una jodida alfombra roja el día de mi nacimiento, acordonada a la
izquierda y a la derecha para evitar cualquier pensamiento de desviarme del
rumbo.

Soy un Lovett.

Lord Lovett. Un día seré el duque Lovett.

Nací en el seno de generaciones de orgullo y tradición, y se espera que


mantenga y defienda ambas cosas con todas mis fuerzas hasta mi último
aliento. Si mi padre supiera que estoy en la cocina de un chico de la escuela
pública, participando en lo que esencialmente se reduce a una fiesta de
fraternidad, le daría un improvisado ataque al corazón, moriría y luego se
levantaría de entre los muertos para poder reprenderme por mis malas
decisiones. Aunque conozca al padre del chico lo suficientemente bien como
para darle la mano en una foto, hay cierto tipo de personas con las que no
debo confraternizar.

Un tipo alto y desgarbado con el inicio de un bigote de mierda se da la vuelta


y camina hacia mí. —¡Oye! ¡Oye, hombre! ¿Nos grabas un vídeo? Vamos a
tomar estas cervezas —Me da un teléfono móvil con la pantalla
estupendamente destrozada y le hace un gesto a su amigo, un tipo mucho
más bajo y con la cara llena de acné, que está preparado y listo con una
cerveza en la mano.

—Voy a destruirte, Travis —dice su amigo.

Wren grita, agarrando la cabeza del chico bajo, lo sacude como si su cráneo
fuera un cascarón sin agrietar y estuviera haciendo sonar la nuez por dentro.
—¡Sí amigo! ¡Destrúyelo! Tú puedes.

El bajito está demasiado borracho para darse cuenta de que Wren le está
tomando el pelo. Cree que realmente está tratando de animarlo, lo cual es
jodidamente ridículo. Conozco a mi amigo; preferiría aflojar unos cuantos
dientes al bajito con un gancho de derecha que participar en este tipo de
tonterías machistas. Sin embargo, tenemos una fachada que mantener, y eso
significa que tenemos que seguir el juego.
Yo puedo hacerlo.

Wren puede hacerlo.

Pax es físicamente incapaz de fingir nada. No sería capaz de actuar de manera


convincente si su vida dependiera de ello. Acecha hacia la multitud,
abandonándonos a nuestro destino como el bastardo desmedido que es.

Grabo a los idiotas chupando sus latas de cerveza, preguntándome


distraídamente si se han puesto las vacunas contra el tétanos.

—¡Yeeeewwww! ¡Sí! ¡Maldito ASESINO! —Travis gana la absurda exhibición.


Arroja su lata de PBR aplastada sobre los azulejos de la cocina, echa la cabeza
hacia atrás y aúlla como un lobo rabioso—. ¡Ustedes dos! ¡Vamos! ¡Estamos
haciendo tragos!

Con ojos salvajes y protestando mentalmente (puedo escucharlo gritar dentro


de su propia cabeza), Wren golpea al tipo en la parte superior del brazo con
la fuerza suficiente para dejar un moretón, riendo como un loco. Tanto bajito
como Travis han sido agredidos por mi amigo ahora, pero ninguno de ellos es
lo suficientemente astuto para darse cuenta. —¡Sí! ¡Abre el camino, hombre!
—Wren grita—. ¡Malditos TRAGOS!

Cuatro medidas irracionalmente grandes de Jim Beam más tarde y he llegado


a mi punto de ruptura. Agarro a Wren por la parte de atrás de su camiseta y
comienzo a retroceder.

—Lo siento, chicos. Tenemos que encontrar a nuestro amigo. Tiene un


trastorno de comportamiento antisocial. Va a clavar a alguien en una pared
si no lo mantenemos controlado —La multitud nos traga. Dos segundos
después, estamos al otro lado de la cocina y nuestros nuevos amigos no
aparecen por ningún lado—. Joder, necesito una ducha —siseo entre dientes
apretados—. Odio fingir esta mierda. Necesito lavarme de mí mismo. De mí
mismo, Jacobi. Hiciste que no me gustara a mí mismo, y siempre me gusto a
mí mismo. Es una de las muchas cosas en las que soy especializado.

—Deja de quejarte, amigo. Tu casa solariega del siglo XVII en la campiña


inglesa se está mostrando.
Nadie puede bajarle los humos a un tipo como Wren Jacobi. Excepto yo,
cuando me pongo a ello de verdad. Le doy una mirada obstinada, poniendo
los ojos en blanco. —¿Alguna vez te han cateado?

—¿Cateado?

—Sí. Te han metido un catéter por el agujero de la polla. Realmente apesta,


amigo. Duele mucho. Así es como me siento ahora mismo. Como si me
hubieran metido un catéter con alambre de púas y estuviera meando hojas
de afeitar. Y eso es sólo cuando estoy parado. Cuando camino, siento como si
alguien hubiera metido un vidrio roto en mi uretra y estuviera usando un
cepillo de botellas para meterlo bien...

—Oh, Dios mío, ¿qué diablos te pasa? ¡Detente! —Sus ojos están
legítimamente llorosos—. Pareces un puto dios griego. Estamos en una fiesta
llena de chicas semidesnudas y borrachas. Encuentra a alguien para besarla
mejor. Buscaré a Pax y nos encargaremos de esto. Prepárate para salir en
treinta —Se funde en el mar de cuerpos que se retuercen, lo cual es perfecto
y al mismo tiempo es una mierda.

La gente hace suposiciones sobre mí. Asumen que soy un buen chico.
Asumen, por mi herencia y mi educación, que soy un caballero, y no podrían
estar más equivocados. Yo, señoras y señores, me gusta joder. Me gusta hacer
travesuras. Me gusta follar. Me gusta prender fuego a las cosas sólo para
verlas arder. Nada me haría más feliz que ir arriba para unirme a los chicos
en el siguiente nivel de mierda que han planeado, pero realmente estoy en
una cantidad seria de dolor.

Me consuela saber que me enteraré de todos los detalles cuando vuelva a la


casa. Mientras tanto, agarro una botella de vodka no adulterada y un Sharpie
del estante del pasillo.

—¿Qué diablos está haciendo ese tipo?

Levanto un dedo corazón al grupo de idiotas que se ha reunido para verme


trabajar y vuelvo a ello. No soy Picasso, pero me alejo de mi obra maestra
cuando termino sintiéndome bastante orgulloso de mí mismo. Los chicos
Edmondson no son los únicos a los que les gusta dibujar pollas en las cosas,
y la que he dibujado en la foto de mi padre es un monstruo venoso y peludo,
dirigido justo a la boca del imbécil.

—Ahí está —Lanzo el Sharpie sobre mi hombro, sonriendo—. Toma eso, hijo
de puta.
6

—Ahh mierda. Llegando. Veo a Mara. Se dirige hacia aquí.

Mara nunca se pierde una fiesta, independientemente de dónde se celebre.


Los dos tipos más o menos guapos con los que Pres y yo hemos estado
jugando al beer pong se dan codazos, riéndose en voz baja mientras un viento
helado sopla contra mi espalda, haciéndome temblar. El viento no es real. Es
sólo el humor helado de Mara. —¿Qué demonios, Carrie?

Me doy la vuelta y la miro, ya encogida. Mara, con su largo cabello negro


azabache, sus brillantes ojos azules y sus pómulos increíblemente altos, es
extraordinaria a la vista. Ella es hermosa de la misma manera que lo son las
avalanchas y los huracanes: notable e impresionante desde la distancia, pero
increíblemente peligrosa de cerca.

Era curvilínea y bonita cuando nos hicimos amigas por primera vez, su nariz
de botón y sus ojos de dibujo animado sobredimensionados la hacían parecer
un poco infantil. Sin embargo, su grasa de adolescente se quemó hace dos
años y sus rasgos se volvieron angulosos. Afilados. Sus ojos, antes inocentes
y llenos de curiosidad, adoptaron una mirada más depredadora. Ahora, ella
es un verdadero espectáculo de sexo.

—Estás aquí y ni siquiera me enviaste un mensaje —se queja.

Debería haberle hecho saber que habíamos llegado de inmediato. A veces,


Mara puede ser un poco intensa en estas cosas. Hambrienta de chicos. Solía
ser encantadora, pero después de un tiempo se volvió agotador.
Honestamente, necesitaba un momento para relajarme con Pres antes de
localizarla.

—Lo siento, nena. Nos dejamos llevar por el juego. ¿Perdónanos? —Presley le
ofrece la botella de Fireball que trajo en su bolso. No planeamos la pequeña
demora en encontrar a nuestra amiga. No es necesario. Sin embargo, Presley
es cómplice de este pequeño engaño; ama mucho a Mara, pero la energía de
Mara la agota aún más que a

Mara nos mira a las dos y luego mira a la botella de whiskey. Ella toma la
botella y nos arquea una ceja. —Bien. Estás perdonada. Pero ustedes me
deben mucho, y tengo toda la intención de pagar la deuda.

Oh, no lo dudo ni por un segundo. Cuando estás en deuda con Mara,


realmente estás en ello. Ella te despertará en medio de la noche y te sacará
de la cama para llevarla por el estado, porque quiere tomar una foto de una
formación rocosa al amanecer para su cuenta de Instagram. Ella te hará
rechazar una cita con el chico del que has estado enamorada durante los
últimos seis meses porque no es lo suficientemente genial. Luego saldrá a
una cita con el chico y se lo follará ella misma, porque nunca se había dado
cuenta de lo guapo que era hasta que tú lo mencionaste.

Pero, ¿qué puede hacer una chica? Ella es mi amiga.

—¿Viniste por tu cuenta? —Pres pasa su brazo por el de Mara, guiándola de


regreso a la mesa de cerveza pong.

—Oh, Dios no —Mara, con el vestidito negro más ajustado y sexy que he visto
nunca, se ríe, sacudiendo la cabeza—. No soy tan patética. No, me trajo
alguien muy inesperado —Bebe profundamente de la botella de whiskey.
Cuando ha terminado, se limpia la boca con el dorso de la mano y luego
señala hacia el otro lado de la habitación. A donde Mercy Jacobi está
inmovilizando a un chico contra la pared, pasando sus manos por todo su
pecho desnudo.

Mercy Jacobi, estrella del departamento de teatro. También estrella de dos


espectáculos de Broadway dignos de mención. Además, la hermana melliza
de Wren Jacobi. En todas las buenas historias, un mellizo es bueno y el otro
oscuro. Uno bueno, el otro malo. Dos lados de la misma moneda. Espejos
reflejados el uno del otro. No es así con Wren y Mercy Jacobi. Ambos son
malos. Realmente, realmente malos. Y una vez que estás en una de sus listas
de mierda, felicitaciones, acabas de llegar a la del otro por defecto. He hecho
todo lo posible para mantenerme alejada de Wren desde el primer día en Wolf
Hall. Sin embargo, ha sido más difícil evitar a Mercy. Estábamos juntas en el
mismo dormitorio, el primer año. Y ahora que nuestras habitaciones están en
el tercer piso del ala de chicas en la casa principal, puedo escuchar su queja
sobre la falta de agua caliente en los baños todas las mañanas. Sin embargo,
mantengo la boca cerrada. Me mantengo fuera de su camino, debido a que la
chica es todo un personaje.

—¿Mercy? ¿Viniste aquí con Mercy? —Presley silba una nota baja y larga, sus
cejas subiendo por su frente—. Atrevida. No habría pensado que ustedes dos
se llevarían bien. Las dos son tan...

Dogmática. Ardiente. Reactiva. Impulsiva.

Mara suspira dramáticamente. —El hecho de que dos chicas sean populares
y bonitas no significa que no puedan ser amigas, Pres. Y además... —Ella
sonríe en secreto.

—¿Además qué? ¿Qué significa esa mirada? —Significa problemas. ¿Por qué
me molesté en preguntar?

Tiene una risa hermosa, ligera y despreocupada. Suena como puro deleite,
como una campana de plata tintineante. —Y, además, Mercy es lo más
cercano que una chica puede llegar a tener a Wren. No tiene amigas.
Entonces…

Ohhhh chica. Abróchense el cinturón, damas y caballeros, nos espera un


viaje difícil. Claro, Mara dijo que le encantaría intentarlo con Wren hace unas
semanas, pero nunca pensé que realmente lo haría. Solo la miro. —Tienes
que estar bromeando.

—¿Qué? ¿Por qué? La gente siempre le está dando una mala reputación, pero
no es un mal tipo, está bien. Simplemente está mal...

—Si dices que lo malinterpretan, voy a voltear esta mesa ahora mismo,
arrancarme toda la ropa y correr por la fiesta, desnuda y gritando.
Una risa tonta y juvenil interrumpe la conversación. —Amiga, deberías hacer
eso.

Los chicos con los que estábamos jugando al beer pong todavía están parados
en el otro extremo de la mesa, escuchando nuestra conversación. Mara les da
una mirada aburrida, coloca las manos sobre la mesa, se inclina hacia ellos
y dice —Lárguense.

Los chicos se largan.

Se levanta para sentarse en el borde de la madera, balanceando las piernas


mientras acepta de nuevo la botella de fireball de Pres y da un profundo trago.
Cuando termina de beber, me da la botella y me sonríe. —Parece una
estupidez, pero no es tan terrible como todo el mundo cree. Sólo le he visto
hacer llorar a una persona desde que me enamoré de él, y ese tipo se lo
merecía.

—No estás enamorada de Wren Jacobi. Estabas enamorada de Joshua


Rathbone la semana pasada —le recuerda Pres.

—Pueden pasar muchas cosas en una semana. Tengo un corazón tierno.


Siento las cosas muy profundamente. Puede que a ustedes les lleve tanto
tiempo enamorarse de alguien que sus coños se llenen de polvo y de arena,
pero fui bendecida con un intelecto emocional acelerado. Necesito
estimulación constante.

¿Estimulación constante? ¡Ja! Eso suena bien. Mara se cansa de sus


encaprichamientos cada tres o cuatro días. En este caso, ese rasgo de la
personalidad en realidad es un buen presagio. Este tonto enamoramiento por
Wren se acabará antes de que empiece de verdad. Aun así, no puedo creer lo
que estoy escuchando. Que Mara se enamore de Wren equivale a que un ratón
de campo se enamore de una serpiente de cascabel. Ella va a correr hacia él
con corazones de amor de dibujos animados en sus ojos. Él le echará un
vistazo, le clavará los colmillos, la llenará de veneno y se la tragará de un
bocado. No puedo contar las veces que lo he visto pasar. Mara ha sido
imprudente antes, pero nunca la he visto ser jodidamente estúpida. Wren
Jacobi nunca es una buena idea.
—Puedes dejar de mirarme así ahora, Carrie. Difícilmente eres alguien para
hablar. Sé que te gusta el rubio —La ceja de Mara se arquea en un desafío.
Mierda. No he escondido mi pequeña obsesión tan bien como esperaba. Mara
me desafía a negarlo, cuando sabe muy bien que no puedo.

Entonces no lo hago.

—Dashiell no se parece en nada a Wren.

—¡Ooooh! Dashiell! —ella grita—. Dashiell, Dashiell, Dashiell. Has practicado


eso, pequeña zorra. ¡Oh, Dashiell! —Echa la cabeza hacia atrás, frotando sus
manos sobre su pecho, gimiendo indecentemente—. Fóllame, Su Señoría. ¡Haz
que me corra sobre esa hermosa polla inglesa!

La sangre sube a mi rostro. De repente estoy muy, muy caliente. Debe haber
vapor saliendo de mis mejillas. Agarro las manos de Mara, tratando de
sujetarlas a los costados, para evitar que se toque a sí misma mientras actúa
como si estuviera siendo follada por Dash, pero ella está cubierta de una
especie de crema hidratante brillante que huele a coco y sigue deslizándose
fuera de mi alcance.

—¡Dash! ¡Santo cielo, Dash! ¡Joder, dámelo!

—¡Mara! ¡Dios, déjalo!

—¿Por qué parar ahora? La exhibición se está poniendo interesante.

Las tres nos damos vueltas al oír la voz grave y baja. Mara se desliza fuera de
la mesa, maldiciendo obscenamente cuando ve a Pax, entintado y
amenazador, de pie allí, mirándonos con esos tormentosos ojos grises suyos.
Pres... Oh, mierda, pobre Presley. Su rostro se ha vuelto blanco como una
sábana. Da un paso atrás y se sienta con fuerza. Milagrosamente, por un
golpe de suerte, hay una silla para atrapar su trasero. —Pax. Estás
aquí —murmura—. Mira, Carrie. Es Pax. Él está aquí.
Joder. Nos turnamos para asegurarnos mutuamente que no habría forma de
que ninguno de ellos apareciera esta noche. Lo repetimos mil veces y alguna
más. Fue la única manera de convencerla de que se pusiera el tutú. Y ahora
mira el espumoso tul púrpura que se le ha metido entre las piernas como si
fuera un animal carnívoro que está a punto de comérsela. Aprieta las franjas
de tela hacia abajo, intentando que se note menos, pero por cada manojo que
empuja hacia abajo, surgen tres más. Parece que está jugando al escondite.

Pax nos examina a las tres con indiferencia, su mirada acerada e ilegible
rebotando de mí, a Mara, a Pres. Aterriza sobre Mara de nuevo con una
sonrisa maliciosa que se extiende lentamente por su hermoso rostro. —Está
por aquí en alguna parte, ¿sabes? Estoy seguro de que ayudaría a una chica.

—Yo... yo no... —Mara nunca tartamudea. Ella tartamudea ahora—. No estoy


interesada en…

Pax da un paso hacia adelante, los músculos de su mandíbula hacen tictac y


Presley deja escapar un gemido ahogado. —Sonaba como si estuvieras
bastante interesada… —dice—. Parecía que estabas muy interesada en...

—Me estaba burlando de Ca...

Oh diablos, no. No puedo dejar que diga mi nombre. La pellizco, fuerte y


rápido, y ella grita, frotándose el brazo.

Pax nos mira como si estuviéramos locas. —Son chicas de Wolf Hall —Lo dice
como si fuera una amenaza. Sólo Dios sabe cómo lo consigue.

Cuadro mis hombros, gimiendo en voz baja. Es una mala idea, pero aun así
lo voy a hacer. —Sabes que lo somos, amigo. Me viste en el hospital hace
como cuatro días. ¿Qué quieres?

Pax parpadea. Cambia su peso sobre su cadera derecha. Inclina la cabeza


hacia un lado. —No quería nada. Estaba ocupándome de mis propios
asuntos, cuando escuché a una gatita hambrienta de sexo ronroneando el
nombre de mi amigo como si la estuviera follando en público —Él se encoge
de hombros—. Perdón por preguntarme qué diablos estaba pasando.

Una vez vi en el canal National Geographic que siempre debes hacer contacto
visual con un oso o un lobo si están a punto de atacar. Hazte lo más grande
posible. Haz todo el ruido que puedas. No te des la vuelta y corras. Viendo
que sólo mido 1,65, y que Pax mide 1, 80 o algo así de estúpido, dudo que lo
asuste con mi escasa contextura. Tampoco voy a empezar a gritar delante de
un grupo de desconocidos. Eso sería una locura. Pero puedo mantenerme
firme. Puedo mirar al bastardo a los ojos y negarme a retroceder.
—Estábamos jugando, eso es todo. No hay daño, no hay falta. Ya puedes irte.

Riendo por la nariz, Pax se pasa una mano por la cabeza afeitada, frotando la
palma contra la base del cráneo, como si disfrutara de la sensación.
—¿Despachándome, Carina Mendoza? No creí que tuvieras las agallas
necesarias para tener ese tipo de actitud. Siempre pensé que eras más del
tipo ‘cabeza abajo’.

—¿Qué? ¿Ahora tienes algo en contra de las chicas tranquilas, Pax


Davis? —Uso su nombre como arma de la misma manera que él arma el mío,
las dos palabras salen duras y poco amistosas, lo que lo hace reír aún más.

—Lejos de eso. Me gustan las chicas con la cabeza hacia abajo. Por lo general,
las chicas con el 'culo arriba'. Saben cuándo deben contener la lengua. Lo que
no me gusta es cuando una chica tranquila se convierte de repente en una
bocazas. Eso —sacude la cabeza— no me gusta nada.

Mara se ha recuperado de la conmoción de que Pax la haya encontrado


follando a su falso Dashiell Lovett el Cuarto entre un mar de vasos de cerveza
pong. Ella cruza los brazos frente a su pecho, levantando la barbilla hacia
Pax desafiante. —¿Quién te soltó, de todos modos? ¿Estás perdido? ¿No estás
normalmente detrás de Wren como un buen niño?

Maldita sea, Mara. No podías quedarte callada, ¿verdad?

Yo estaba enemistando al chico, no provocándolo abiertamente. Él muestra


los dientes en una salvaje aproximación a una sonrisa. —Tienes una pequeña
lengua desagradable en la cabeza, ¿no es así, cariño?

—Deberías verla —dice—. Es bífida y todo.

Ante esto, ya sea porque este comentario bien podría ser una invitación
abierta para que Pax haga del resto de nuestro tiempo en Wolf Hall una
pesadilla viviente, o el hecho de que el tipo ha estado parado a cuatro pies de
nosotras, lo suficientemente cerca como para extender la mano y tocar,
inclinarse y oler, durante dos minutos enteros ahora, Presley deja escapar
otro gemido mal sincronizado.

Pax señala con la cabeza en su dirección. —¿Cuál es su problema?


—Nada. Ella está bien. Hipo —La respuesta se me escapa un poco demasiado
rápido.

Esos ojos volubles de tormenta invernal se entrecierran de nuevo. —Presley


Maria Witton-Chase... ¿tiene hipo? —No parece convencido—. Pobre Presley.
¿Necesitas un susto? —Se acerca a ella—. ¿Necesitas un buen susto?
Deberías probar mi tamaño, Red. Te garantizo que estarás aterrorizada.

Estoy bastante segura de que la única otra vez que Pax habló directamente
con Presley fue cuando le entregó una hoja de trabajo en la clase de inglés.
El escueto 'gracias' que le dio la ha estado sosteniendo durante los últimos
dos años. Una gran cantidad de palabras suyas ahora, todas dirigidas
directamente a ella, seis oraciones completas, aunque cortas, la envían a un
colapso total. Se cubre la boca con una mano, solloza al azar, se sonroja como
una remolacha, luego toma su tutú morado en sus brazos y sale corriendo de
su asiento a la puerta de entrada como una liebre cruzando un campo.

Pax la ve irse con una mirada plácida y completamente imperturbable en su


rostro. —Bien. Eso fue raro.

—Déjanos en paz, por el amor de Dios —murmuro, empujándome a su lado.

—¡Oye! Carrie! ¿A dónde diablos vas? —Mara grita. No debería necesitar


preguntar; presenció el acto de alucinación de Presley y su posterior acto de
desaparición al igual que yo. A medio camino de la puerta, veo a Wren
caminando por la amplia escalera alfombrada a la derecha, limpiando algo
rojo de sus manos con lo que parece una toallita. Un espectro de cabello
oscuro y piel pálida. Algún fantasma. Algún dios cruelmente hermoso y
desalmado. Sus ojos se deslizan sobre mí como si no fuera nada. Como si
fuera menos que nada. Estará a la vista de Mara en cualquier momento, lo
que significa que cualquier esperanza de que mi amiga se uniera a mí en la
búsqueda de Pres salió volando por la ventana.

Perfecto. Seriamente. Jodidamente genial.


¡PRESLEY! ¡PREEEEEEEZZZZ!

El camino que conduce al campo lateral donde están estacionados todos los
autos es estrecho y rocoso. Una chica con zapatillas de deporte tendría
problemas para caminar con seguridad sin caer de culo y terminar con un
bocado de grava. Con zapatos de cuñas, es básicamente un tobillo roto
esperando a que ocurra.

—¡PRESLEY! —Por el amor de Dios, ¿a dónde diablos se fue? Mis ojos se han
adaptado después de salir de la casa bien iluminada, pero todavía todo lo que
puedo ver son las formas oscuras, abultadas y borrosas de los autos a mi
derecha y una mancha perezosa de negro en el horizonte (mucho más oscuro
que el gris indeterminado de la pradera que se extiende lejos de la casa) que
marca la entrada al bosque que nos rodea.

Me abro paso a través de una fila tras otra de automóviles, entrecerrando los
ojos en la noche turbia, tratando de recordar dónde demonios he estacionado
mi auto y, al mismo tiempo, dudando mucho de que Pres tenga los medios
para llegar hasta allí en su estado ligeramente borracho y muy mortificado.

¿Por qué él tenía que ser tan idiota con ella? Ella ha estado obsesionada con
el malvado pedazo de basura durante tanto tiempo. Dios sabe por qué, pero
él es todo lo que ella come, duerme y respira. Y en tan poco tiempo, se las
arregló para ser increíblemente desagradable con ella. Qué idiota de mierda.

—¡PRESLEY!

Casi caigo en picada por un terraplén a mitad de camino gritando su nombre.


Solo logro salvarme de una caída dolorosa lanzándome de costado, contra la
puerta del conductor de una F-150 monstruosa y mejorada.

—Tranquila, amor —advierte una voz educada—. No quieres rayar la pintura.


He estudiado mucho ese acento inglés. Conozco su cadencia. El ascenso y la
caída. La sutil inflexión ascendente que implica más condescendencia que
indagación. Es pura suerte que me volviera a encontrar con él, por segunda
vez en una semana, aquí, en un campo oscuro. Miro hacia arriba y bam. Está
descansando sobre el capó de un Charger que reconozco como el de Pax. El
golpeado Firebird Alderman que compré para mi decimosexto cumpleaños
está solo a un par de autos abajo. El Charger no estaba aquí cuando llegamos
antes. Lo habría notado si lo fuera.

Si Pax pudiera ver cómo Dash está tumbado en su orgullo ahora mismo, con
la espalda apoyada en el parabrisas, las piernas cruzadas por los tobillos y la
suela de sus zapatillas de deporte en el centro del capó del Charger,
probablemente le daría una embolia.

El auto me importa un carajo. Todo lo que puedo ver es el chico sentado


encima de él. El cabello rubio arenoso convertido en oro bruñido en la
oscuridad. La fuerte línea de la mandíbula, y una nariz recta como una flecha
de perfil. Ojos oscuros, recorriendo el mar de autos mientras mira hacia la
casa, resoplando suavemente.

Lleva... wow, lleva jeans y… ¿una chaqueta sobre una camiseta? Nunca lo
había visto sin sus camisas y pantalones de vestir bien planchados. Aparte
del hospital el otro día. Donde, estaba desnudo, aparte de un par de bóxers y
un paño de cocina empapado en sangre, apretado contra su polla. No es que
vaya a olvidar eso pronto.

—Supongo que no has visto a dos perdedores dentro, ¿verdad? —Tiene algo
en la mano. Lo levanta, una botella de algo transparente, y presiona la boca,
tragando una, dos y una tercera vez antes de volver a bajar la botella y hacer
una mueca—. Uno de ellos tiene el cabello oscuro y ondulado. Parece que lo
han enviado para acabar con el mundo. El otro parece que acaba de escapar
de un campo de prisioneros. Pero... ya sabes. De los buenos, donde estaba
bien alimentado y hacía ejercicio todo el día.

—Sé quiénes son Wren y Pax —digo lentamente—. Ya hemos hablado de esto
una vez esta semana. He ido a la escuela contigo durante casi tres años,
Dash. ¿Crees que no conozco todos sus nombres? ¿Crees que hay un solo
estudiante en Wolf Hall que no sabe sus nombres?
Mueve la cabeza hacia un lado, arqueando las cejas. —Supongo que hemos
causado una gran impresión, ¿no es así? —Toma otro trago de la botella, su
garganta se mueve mientras traga más del licor claro del interior. Tiene que
ser licor. Nadie tragaría agua así. Dashiell considera la botella, entrecierra los
ojos y luego me la tiende por el cuello.

Solo lo miro. —¿Me estás ofreciendo alcohol?

—Alguien debería quitármelo. Ya no siento la cara. Haz lo que quieras, Carina


Mendoza.

Cierro la mano alrededor de la botella, tomándola de él, tentada a reír. En


cambio, bebo, y la vil quemadura del vodka puro abre un camino por mi
esófago. Con un pasado como el mío, una chica aprende a lidiar con este tipo
de calor sin reaccionar externamente. Dash dice, "eh", como si estuviera
impresionado, asintiendo con la cabeza mientras toma la botella.

Me apoyo en el costado del auto, mirándolo. Parece... raro. De mal humor.


Enojado. Quizás es como él dijo. Quizás, solo está borracho. —Entonces. En
serio, no sabías mi nombre hasta hace cuatro días —digo.

Sin un rastro de vergüenza o de pudor, responde inmediatamente con un "no"


que me hace querer gritar. —Wolf Hall es un gran colegio. No voy a
aprenderme los nombres y las caras de todos los alumnos que asisten. Tengo
una cantidad muy limitada de folladas que dar, y mi padre ha dejado muy
claro que deben ser cobradas con mis tareas —Sus palabras son tan amargas
que corroen.

—¿Cómo puedes estar con el mismo grupo de personas, día tras día durante
años y no saber quiénes son? Tendrías que hacerlo a propósito. Como,
bloquear a todos voluntariamente. Eso requiere esfuerzo.

Levanta las piernas, doblándolas por las rodillas, con las suelas de las
zapatillas planas contra el capó. Apoya los codos en las rodillas, haciendo
girar lentamente la botella de vodka entre sus manos. —¿Y qué si lo hago?
¿Qué sentido tiene hacer contactos con personas que no van a influir en tu
vida de ninguna manera? Me parece una pérdida de tiempo y energía.

—Vaya. Eso es... realmente deprimente.


—Suelo tener ese efecto en la gente —coincide Dash—. Ves. Si me hiciera
amigo de todos en Wolf Hall, todo el cuerpo estudiantil sería miserable. Les
estoy haciendo un servicio a todos al olvidarlos. Toma —Me tiende la mano,
inclinándose hacia mí, y tardo demasiado en comprender lo que está
haciendo. Está tratando de ayudarme a subir al capó. A sentarme allí. Con
él. A su lado.

Santa mierda.

No puedo moverme.

Dash inclina la cabeza hacia un lado con un gesto de "oh, bueno". Se ríe en la
boca abierta de la botella de vodka mientras sostiene el vidrio biselado contra
sus labios. —No es contagioso, ya sabes. La melancolía. Este nivel de
profunda infelicidad proviene de más de una década de presión, negligencia
y juicio intenso. No se transfiere con un poco de contacto con la piel.

—No pensé que tomar tu mano me convertiría en una pesimista.

Dashiell se encoge de hombros de nuevo, su respuesta indiferente a todo no


hace ninguna diferencia para mí. Es irritante, ese estúpido encogimiento de
hombros suyo. La chispa de molestia que encendió en mí en el hospital se
fortalece, como una brasa, soplada y revivida. Realmente cree que está tan
apartado de todo esto. Se considera un forastero. Un turista, observándonos
al resto de nosotros a medida que avanzamos en los trámites de obtener una
educación, comer, dormir, respirar, sacar buenas y malas notas, extrañar
nuestra casa y romper nuestros corazones. Cree que está por encima de todo,
como si nada de eso le estuviera pasando al mismo maldito momento.

Con el ceño fruncido, pongo las manos sobre el capó del Charger y planto el
pie sobre el neumático del auto, usándolo para impulsarme. Lo siguiente que
sé es que estoy sentada tan cerca de Dashiell Lovett que puedo sentir el suave
roce del calor de su cuerpo cuando su brazo entra en contacto con el mío. Oh,
joder. Me he subido aquí sin pensarlo, y ahora mi brazo está apoyado en el
suyo, y no puedo hacer nada al respecto porque no tengo espacio para
moverme. Dash tiene mucho espacio. Tiene un metro de espacio a su derecha.
Podría desplazarse y poner un poco de espacio entre nosotros, para que
estemos a una distancia cómoda el uno del otro, pero ¿lo hace?
No lo hace, ni mucho menos.

Se ríe sin ganas. Sé lo que está pensando, el malvado bastardo. Actuaste por
impulso y te metiste en esta situación, cariño. Ahora tienes que lidiar con las
consecuencias. Maldita sea, incluso su voz falsa en mi cabeza tiene un acento
inglés muy molesto y sexy.

Mueve la barbilla en mi dirección. —¿Qué se supone que son? ¿Piedras?

Tardo un segundo en darme cuenta de que está hablando de los pendientes


de tipo colgante que elegí antes de venir a la fiesta. Los toco con mis dedos de
manera protectora. —No, ¡qué demonios! Son los planetas. Mercurio, Venus,
la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno: las piedras preciosas
alineadas a lo largo de la cadena de oro representan los cuerpos celestes más
importantes de nuestro sistema solar —Dash las mira con los ojos
entornados.

—¿Sin Plutón, entonces?

—Plutón ya no es un planeta.

Su labio se curva hacia arriba. —Discutible.

Dios, cállate, Carrie. ¿De qué diablos estás hablando?

No parece ofendido de que me haya revelado como un nerd espacial. Me ofrece


el vodka de nuevo, esta vez apoyando el fondo de la botella en la parte superior
de mi muslo, que también está peligrosamente cerca de entrar en contacto
con su pierna. Gira la cabeza cuarenta y cinco grados y me mira directamente.
—¿Qué te importa si no me preocupo por mis compañeros de clase? Actúas
como si mi indiferencia fuera una especie de insulto personal.

—No me importa. No me importa ni un poco —Tiro de la botella con más


fuerza de la que me propongo y casi me ahogo con el alcohol rancio. Sin
embargo, al forzar el monstruoso trago me da un segundo para
recomponerme. Cuando termino de convencerme de que mis ojos no lloran,
miro a mi derecha y le devuelvo la mirada demasiado cerca—. Es que no me
gusta la gente maleducada. No me gusta la gente que se cree mejor que los
demás. Y esa es la impresión que das, Lord Dashiell Lovett Cuarto.
En la oscuridad, sonríe, mechones de cabello caen sobre su rostro,
oscureciendo sus hermosos rasgos, y mis dedos de los pies se doblan en mis
zapatos. Maldita sea, se suponía que esto no iba a pasar. No se suponía que
debía acercarme a él y luego derretirme al primer signo de una sonrisa. Se
suponía que debía mantenerme alejada de él. Alderman se volvería loco si
pudiera verme ahora mismo. Si hubiera mantenido mi rumbo y hubiera
pasado junto a él en el hospital, este increíblemente atractivo destructor de
bragas todavía no tendría ni idea de que yo existía. Y eso hubiera sido más
seguro. Eso habría sido mucho más seguro que esto.

—Ese es el problema, ¿no? —dice, riendo.

Oh mierda. ¿He dicho eso en voz alta? No, no hay manera. No soy tan
estúpida. —¿Qué cosa? —Chillo.

Se sienta derecho, echa los hombros hacia atrás y se aclara la garganta.


—Lord Dashiell August Richmond Belleview Lovett IV. Cuando naces con un
nombre así, todo lo que hace la gente es decirte que eres mejor que los demás.
Cuando te inculcan ese tipo de narcisismo desde una edad tan temprana,
solo puedes convertirte en una cosa, pequeña Carrie Mendoza.

Soy una antorcha humana. Una llama viva, respirando, dolorida.

Pequeña Carrie Mendoza...

—¿Qué? —susurro.

Los ojos de Dashiell se fijan en mi boca. Va a apartar la mirada en cualquier


momento. En cualquier segundo ahora. —Un narcisista —murmura—. Es una
de mis muchas fallas.

—Entonces... ¿por qué no cambias? —Las palabras brotan entrecortadas y


nerviosas. Por dentro, me estremezco de lo patética que estoy siendo, solo
porque un chico sexy está estudiando mis labios como si estuviera
imaginando cómo se sentirían aplastados contra los suyos. Hablando en
serio. Es difícil mantener la cabeza fría cuando es Dashiell Lovett quien está
mirando.

Una sonrisa arrogante y calculadora se dibuja en la comisura de su boca.


—¿Por qué querría? ¿Qué pasa si me agrado tal como soy?
Esta declaración, llena de arrogancia, me devuelve a mis sentidos. Guau. Qué
idiota de mierda. —¿Cómo puedes gustarte a ti mismo tal como eres?

—Eso es exactamente lo que hacen los narcisistas. Se aman a sí mismos más


que a nada ni a nadie. Odio defraudarte, pero encajo magníficamente en el
estereotipo. Soy una decepción inútil y de bajo rendimiento —Ahí está esa
amargura de nuevo. Hay tanto resentimiento en sus palabras que tengo la
sensación de que se está burlando de algo que no tiene nada que ver conmigo
o con mis críticas a su comportamiento.

—Eres el primero de casi todas las clases. Ten cuidado con la autocrítica,
amigo. ¿Por qué intentas convencerme de que eres tan idiota? —Tomo el
vodka y se lo quito de la mano, justo cuando estaba a punto de tomar un
trago. Deja escapar un gruñido de risa sorprendido, pero renuncia a su
agarre.

—Porque tienes esa mirada en tus ojos, cariño —dice—. Esa, '¿Conseguiré un
título cuando me case con él? ¿Tendrán nuestros hijos pequeños acentos
lindos? mirada. Y estoy sentado aquí diciéndote que nunca me casaré con
nadie y que nunca tendré hijos, porque soy físicamente incapaz de amar a
nadie más de lo que me amo a mí mismo.

Me he preguntado esto durante mucho tiempo. En mi cabeza, cuando


fantaseaba con el día en que Dash finalmente se fijará en mí, un día muy
parecido al de hoy, me preguntaba si él sería capaz de ver cuán
desesperadamente me agrada con solo mirarme a los ojos. He pasado
semanas practicando la perfecta cara de póquer en el espejo. De hecho, han
pasado más como meses. Pensé que había perfeccionado todo lo del exterior
tranquilo, frío y sereno, pero esa creencia acaba de ser aplastada en la palma
de Dashiell Lovett. Él lo ve, y me ve a mí perfectamente. Odio ser tan obvia.

—Eres un cerdo, ¿lo sabías? ¿Qué te da derecho a hacer suposiciones sobre


gente que ni siquiera conoces? Puede que te quieras a ti mismo, ¿pero asumes
que todos los demás están enamorados de ti también? Eso es simplemente...
¡Ugh! —Empujo la botella de vodka con demasiada fuerza. El fondo duro de
la botella se clava en sus costillas, pero Dash apenas se mueve. Me arrebata
la botella y la arroja a la hierba al otro lado del auto, y luego su mano me
rodea la muñeca y la otra me sujeta la nuca.
Se mueve rápido, cerrando el pequeño espacio que hay entre nosotros, tirando
de mí hacia adelante para encontrarlo, de modo que nuestros rostros están
separados por tres diminutos, insignificantes e intrascendentes milímetros.
Sus ojos están en llamas, su aliento caliente y abanicando mi rostro mientras
gruñe —Te besaré, entonces. Detenme si no lo quieres. Solo di la maldita
palabra.

En una fracción de segundo, mi corazón era un músculo sano y en


funcionamiento. Es cierto que estaba trabajando un poco bajo la presión de
este extraño encuentro, pero todavía estaba haciendo su trabajo. En el
momento en que los dedos de Dash hacen contacto con la parte posterior de
mi cuello y su voz áspera y enojada golpea mis tímpanos, tira la toalla y me
abandona. Simplemente renuncia, como si no lo necesitara para seguir
latiendo para poder vivir.

¿Qué…?

¿Qué diablos se supone que debo hacer ahora?

—Eso es lo que pensé —murmura Dash. Y luego su boca está aplastando la


mía, y sus dedos se enredan en mi cabello, y las estrellas sobre mi cabeza
dan vueltas, y no puedo recordar cómo respirar. Sus labios, labios que se ven
tan llenos y suaves cuando habla, o que agrietan al mundo con una sonrisa,
son contundentes y exigentes. Este no es el tipo de beso tierno y amoroso con
el que he soñado despierta en nuestras clases de inglés. Este es un tipo de
beso abrasador, devastador y devorador de almas, y es más caliente de lo que
jamás podría haber imaginado. ¿Porque es esto? Este es mi primer beso.
Punto. No tengo otro ejemplo para compararlo.

¿Se supone que debo sentirme así? ¿Como si una pequeña parte de mí
hubiera estado fuera de balance toda mi vida, pero simplemente encajó en su
lugar en el segundo en que su lengua se deslizó en mi boca? ¿Como si todas
las cosas que no han tenido sentido hasta este momento exacto de mi vida se
enfocan de repente con una claridad cristalina?

¿Qué haces, Carrie? ¿Qué te dije? ¡Hombres no! Este es un territorio peligroso
y estás caminando a ciegas...
La advertencia de Alderman me paraliza. Esto es precisamente lo que diría si
supiera lo imprudente que estoy siendo. Debería detener esto ahora. Debería
alejar a Dash y volver corriendo a la fiesta. Esta locura no conduce a nada
bueno. Pero... joder. Es Dash. Él está aquí, y es real, y me está besando.

Le devuelvo el beso. ¿Qué más va a hacer una chica cuando el chico del que
ha estado enamorada durante tanto tiempo la besa tan profundo y tan fuerte
que olvida las leyes básicas del universo?

No puedo seguirle el ritmo. Mi espalda se arquea cuando él presiona su pecho


contra mí, y mi respiración se escapa en pequeños jadeos tartamudeados. El
concepto de tener la lengua de otra persona en mi boca siempre ha sido algo
repulsivo, pero ahora lo entiendo. Es la cosa más íntima, vertiginosa y
deliciosa que he experimentado en mi vida, y no puedo tener suficiente.
Dashiell acaricia y explora mi boca con una confianza alucinante. Sigo su
ejemplo, imitando sus movimientos, y es tan natural como respirar. Sin
dientes chocando. Sin golpes incómodos en la frente. Sin sondeos raros y
desagradables. Es perfecto.

Me dejo llevar. Mis manos se dirigen a su pecho, un músculo duro bajo una
camiseta suave como la mantequilla, y mi mente se tambalea ante su solidez.
Lo siento como una constante. Como una seguridad y un hogar, aunque sea
todo lo contrario. Me meto su labio inferior en la boca, mordiendo ligeramente
con los dientes, y un gruñido bajo y sorprendido sale de la boca de Dash y
entra en la mía. En un instante, se retira, sus manos retiran suavemente las
mías de su pecho y se desliza hacia abajo, fuera del capó del auto.

Qué carajo. Yo... siento como si me hubieran arrojado un balde de agua


helada sobre la cabeza. Las zapatillas de Dashiell golpean el césped. Se queda
de espaldas a mí por un segundo, sus hombros se mueven hacia arriba y
hacia abajo. Se frota la nuca con una mano y la otra apoyada firmemente en
la cadera. Toma una respiración profunda, escucho el tirón y empuje del aire
entrando y saliendo de él, antes de que finalmente se enfrente a mí de nuevo.

Frío. Plano. Vacío. —Y así, el misterio se ha ido —dice. Agachándose,


doblando la cintura, hurga en la hierba alta y luego se pone de pie con la
botella de vodka en las manos. La sostiene, inspeccionándola, pero incluso
yo puedo ver desde mi posición aturdida en el capó del auto que está
vacía—. Jodidamente perfecto —Lanza la botella sobre la cerca esta vez,
arrojándola con todas sus fuerzas, y la cosa gira antes de desaparecer en la
oscuridad, aterrizando sólo Dios sabe dónde.

No puedo moverme. Quiero desesperadamente bajarme del auto y alejarme


de este horrible momento, pero mis traidores miembros no obedecen. La
mitad de mí sigue tonta por las endorfinas, todavía siente sus manos en mi
piel y en mi cabello, su lengua en mi boca, su respiración frenética
abanicando mis mejillas. La otra mitad de mí está mortificada por la forma
en que me rechazó tan fácilmente.

Y así, el misterio se fue. Las palabras resuenan en mis oídos. Los escucharé
repetidamente hasta que cumpla treinta y cinco años. Los últimos cinco
minutos pasarán oficialmente a la historia como los mejores y los peores
momentos de mi vida.

Dash no me mira. Entrecierra los ojos hacia la casa, como si la estructura


fuera un espejismo surgiendo de la oscuridad y estuviera tratando de decidir
si realmente está allí o no. —Será mejor que bajes. Hay ciertas cosas con las
que puedo salirme con la mía y cosas que tú definitivamente no puedes. Si
Pax te ve allí, las consecuencias no serán divertidas para ti.

Tiesa de vergüenza, me deslizo del capó y me dejo caer en la hierba. Tengo


que pasar junto a él para poder escapar. Dejo tanto espacio entre nosotros
como lo permite el auto y la cerca de alambre de púas, pero no es suficiente;
Dash agarra mi muñeca.

—No es que no crea que estés caliente —Su tono es más frío que la
tumba—. Simplemente no estamos hechos de la misma tela, Carina. No hay
nada que hacer al respecto. Continúa. Deberías irte.

La expresión de horror en mi rostro empeora. Debo lucir patética, pero me


está costando toda mi energía no llorar. No tengo ninguna esperanza de
canalizar la misma indiferencia con la que me está tratando, así que
finalmente hago lo correcto y sigo la regla más importante de Alderman.
Libero mi muñeca de su agarre y corro.

Si el Firebird estuviera más lejos. Al menos entonces, podría desvanecerme


en la oscuridad, fuera de la vista, y él no podría presenciar cómo tanteo el
pomo de la puerta con mis manos entumecidas e inútiles. Puede que no oiga
mi grito ahogado de miseria cuando por fin consigo abrir la maldita puerta y
me lanzo al asiento del conductor. Y puede que no oiga mi grito de sorpresa
cuando me doy cuenta de que hay alguien sentado a mi lado.

—No parecía que hubiera ido bien.

—¡Maldito Cristo! —Sostengo una mano en mi pecho, considerando un


desmayo rápido. Mi pulso palpita como si todo mi cuerpo fuera una especie
de corte de papel infectado—. ¡Pres, me asustaste!

—¿Supongo, que después de ese pequeño incidente, quieres ir a casa? —ella


susurra.

La miro con recelo, el cabello revuelto y ardiente, los dos mechones de rímel
en las mejillas, el rasguño en el brazo y la expresión de desdicha en el rostro,
y mi corazón tropieza y cae por las escaleras. Aterriza con un triste revolcón
en el hueco de los pies del auto, justo entre mis zapatos. —Tú te ves de la
manera en cómo me siento —Saco las llaves del Firebird de mi bolso. Las
sostengo, y un pensamiento terrible se me presenta—. No querrás volver a
entrar ahí, ¿verdad?

Presley se ríe un poco maniáticamente. —Dios no. Tenemos que volver a tu


habitación y sacar el alijo secreto de chocolate. Declaro que esto es un estado
de emergencia.

Asiento sombríamente mientras enciendo el auto y lo pongo en reversa. —No


podría estar más de acuerdo.

Aprieto el acelerador, hago girar el auto y salgo de allí, sin importarme una
mierda que acabo de destrozar la mitad del campo. No miro hacia atrás para
ver si Dashiell todavía está de pie junto al Charger de Pax, pálido y hosco a la
luz de la luna. Yo sé que lo está. Puedo imaginar la mirada melancólica y
arrogante en su rostro muy bien sin...

—¿Carrie?

—¿Sí?
Presley se desliza hacia abajo en su asiento, cubriéndose el rostro con ambas
manos. —Sabía mi nombre. Presley Maria Witton-Chase. Dijo las cuatro
palabras. En voz alta y todo.

Oh Señor.

Debajo de sus manos, creo que está sonriendo.


7

No voy a hacerlo.

Me digo a mí misma que no lo haré, pero cuando llegan las dos de la


madrugada, me levanto de la cama, como todos los sábados.

Resulta que el Dashiell que fue tan grosero conmigo en el capó de ese auto y
el Dashiell que veo en la sala de orquesta todos los fines de semana son dos
personas muy diferentes en mi cabeza. El Dash que me besó fue descarado y
horrible. Rompió algo dentro de mí y me dolió. El Dash que toca el piano en
la oscuridad es un fantasma silencioso. No habla. No se burla. Me hace revivir
como lo hizo fuera de la fiesta, sí, pero nunca me ha rechazado después.
Simplemente toca. Yo simplemente escucho. Así que tengo que ir.

Todavía me duele la forma en que me despidió anoche mientras avanzo por el


pasillo de puntillas. Es estúpido que incluso quisiera verlo tan pronto después
de lo que me dijo, pero esta peregrinación semanal es un ritual en el que no
he intervenido en tanto tiempo. Se sentiría mal hacerlo ahora.

Cuando llegué a la sala de la orquesta, él ya estaba allí, sentado en el banco


bajo frente al antiguo nieto de bebé del Sr. Linklater. Sus manos golpean las
teclas, su toque es más pesado y enojado que de costumbre. El enorme oleaje
de la música no es un problema, la sala de la orquesta está insonorizada,
pero el rugido hace que mi corazón salte mientras me deslizo por la pequeña
puerta lateral y subo la estrecha escalera que conduce a la galería.
Tengo tanta experiencia en colarme aquí que encuentro el camino a mi
asiento favorito con facilidad, en la más oscura de las sombras. Dash nunca
mira hacia arriba. ¿Por qué lo haría? La mayoría de los estudiantes
abandonan Wolf Hall los fines de semana si pueden, y los que se quedan no
se molestarían en irrumpir en la sala de orquesta en medio de la noche. Están
demasiado ocupados metiendo alcohol de contrabando en las habitaciones de
los demás para eso. Por lo que Dash sabe, está solo aquí, y nunca le he dado
una razón para creer lo contrario.

La primera vez que me lo encontré tocando, había pasado el toque de queda


viendo a las Perseidas. La lluvia de meteoritos fue particularmente brillante
ese año, y regresé a escondidas después de ver el impresionante espectáculo
de luces. No había necesitado mi pequeño telescopio. Tampoco habría sido
capaz de volver a enfocar el alcance del observatorio para disfrutarlos de una
manera efectiva, es muy, muy, muuuuy grande, pero sentarme en el césped
en pijama una noche de agosto había sido suficiente. El espectáculo fue
asombroso, innumerables cometas cruzando el cielo. Tan malditamente
hermoso. Regresé adentro, muy ilusionada por lo que acababa de presenciar,
solo para ver a Dash desaparecer en la sala de la orquesta.

Sólo Dios sabe por qué lo había seguido, pero la música que sangraba de sus
dedos esa noche me afectó incluso más que la lluvia de fuego en el cielo. Me
hizo algo que todavía no entiendo. Regresé a la sala de orquesta todas las
noches durante una semana. Domingo: nada. Lunes: nada. Martes,
miércoles, jueves... viernes... Nada. Y luego, el sábado siguiente, regresó.

No sé por qué viene todos los sábados, pero lo hace. Y me uní a él, medio
dormida, cansada y decidida. Sé que no tiene sentido. Si alguna de mis
amigas confiesa que está involucrada en este tipo de comportamiento
obsesivo, me preocuparía mucho. Alderman... ¡ja! Me niego a pensar siquiera
en lo que diría Alderman. Nada de eso marca la diferencia. Vengo porque
tengo que venir.

Cabeza inclinada.

Espalda recta.

Ojos cerrados.
La mandíbula apretada.

La música que toca es a menudo pacífica, pero Dashiell nunca parece estar
en paz. Parece que le cuesta algo cuando se sienta en ese banco y coloca sus
manos. No puede quedarse quieto mientras sus dedos se mueven para tocar
cada nota.

Esta noche, la música que está tocando es una tormenta de verano. Está
incluso más agitado de lo habitual. Empieza en el extremo bajo del piano y la
música retumba como un trueno. Un sueño febril. Sube las teclas, la
complejidad de las notas y los acordes que toca aumenta con cada segundo,
un salvaje, una pesadilla, un huracán, y sé que esto no es obra de Beethoven
o Bach. Dashiell ama a Bach. Antes de tropezar con él tocando esa primera
noche, no podía haber identificado a Bach en una alineación, pero aprendí a
reconocerlo con el tiempo.

Shazam2 ha ayudado. Siempre verifico tres veces que mi teléfono esté en


silencio antes de sostenerlo para detectar lo que se está reproduciendo a
través de la aplicación. Las interpretaciones de Dash de los grandes son
típicamente tan precisas, incluso sin la partitura, que se necesitan cinco
segundos para que el título y el compositor de la música aparezcan en la
pantalla de mi teléfono. Pero esta noche, cuando sostengo mi teléfono,
bajando el brillo al mínimo mientras lo sostengo para escuchar, la aplicación
no arroja resultados. Sin título. Ningún artista.

Esto es algo nuevo.

Esta música pertenece a Dash.

Es salvaje y frenética. Es eléctrica y aterradora. Es una efusión de su alma,


una evacuación, un escape, y se me llenan los ojos de lágrimas. La música es
dolor, frustración y desesperación, y surge de él como un maremoto. ¿Cómo
es esta criatura salvaje, enérgica y temible la misma persona que me echó a
un lado anoche? No tiene ningún parecido con él. Esa versión de él no sintió
nada cuando me dijo que me bajara del capó del auto de Pax. Esta versión de
él claramente lo siente todo. Intento unir a los dos, y las piezas simplemente
no parecen encajar. Son fuerzas diametralmente opuestas, anulando la

2
Aplicación de reconocimiento musical.
existencia del otro, pero esto es una falacia, un truco de la luz, porque son lo
mismo...

Simplemente no he descubierto cómo encajan todavía.


8

Lovett Estates
< [email protected] >
Lun 4.47 a. M.
Responder a: [email protected]
Para: Dashiell Lovett
< [email protected] >

¿Estás tratando de ofenderme, chico? O estás holgazaneando a propósito


o tu trabajo está sufriendo porque eres, de hecho, profundamente
estúpido. Me preocupa tu disminución de la agudeza mental. ¿Debería
hacer que Hansen te transfiera a una escuela para estudiantes con
discapacidades de aprendizaje?

Reúne tu mierda.

-Dashiell Lovett III, Rt Hon. Duque de Surrey.

Los exploradores de ubicaciones visitan Wolf Hall todo el tiempo. Llegan en


sus camionetas negras brillantes con sus ventanas polarizadas, y se paran
frente al edificio con gorras descoloridas y desaliñadas de atrás hacia
adelante, con la boca abierta ante la fachada de la escuela como si acabaran
de ganar la jodida lotería. Te explico, Wolf Hall es el sueño húmedo de un
cineasta. Torres almenadas en las alas este y oeste. Un techo central inclinado
con una ventana de aspecto espeluznante, el tipo de ventana en la que uno
esperaría que apareciera una figura siniestra y sombría en cualquier
momento, solo para desvanecerse en el aire al siguiente. La enorme piedra
gris está salpicada por una espesa hiedra verde, sus hojas teñidas de rojo
manzana envenenada.

Cuando tienes en cuenta los enormes ventanales, las columnas caídas y


derrumbadas, los jardines impecablemente cuidados que conducen a la
entrada gótica que se avecina y las pesadas puertas de roble repletas de
aldabas de gárgolas obscenas, estás viendo la perfecta ubicación para
cualquier tipo de película de terror.

Por supuesto, la directora Harcourt ha rechazado todas las ofertas que


llegaron a su escritorio. Ella opina que su escuela no es una especie de
trampa para turistas. Mientras esté respirando y tenga algo que decir al
respecto, no habrá producciones torpes de Hollywood filmadas en los terrenos
de la escuela.

Pax sube los escalones de la escuela con la cabeza inclinada, colgando de los
hombros como si el mundo estuviera a punto de acabarse. Wren le sigue, con
su contoneo siempre presente y confiado que le da el aire de un hombre a
punto de subir al escenario de los Oscar para aceptar su premio. En algún
lugar entre los dos, me pongo en la retaguardia, tratando de no rechinar los
dientes.

Nunca me ha importado un carajo este lugar. Nunca ha supuesto una gran


diferencia para mí si tengo que venir aquí y cumplir mi tiempo durante el año
académico. He estado con Wren y Pax, y eso es todo lo que importa. Pero
maldita mierda si no estoy enojado como el infierno por tener que venir aquí
hoy.

Pax se niega a mantenernos la puerta abierta de la misma manera que


deliberadamente se niega a hacer cualquier cosa que pueda ser útil para
cualquier otra persona. Wren se ríe mordazmente mientras abre la puerta de
nuevo y entramos. Apenas he dado tres pasos cuando un brazo se aferra a
mi garganta y estoy siendo doblado por una llave de cabeza. —¿Qué diablos
te pasa, Ígor?

Me quedo quieto. —Quítate de encima, Pax.

Se ríe mientras susurra en mi oído. —No hasta que lo admitas. Tu polla se


encogió y se cayó, ¿no?
Joder. Está en uno de esos estados de ánimo. No me dejará ir hasta que le dé
lo que quiere. Esto requiere una acción rápida y decisiva. En un movimiento
rápido, engancho mi pie detrás del suyo, doblo mi rodilla para que su rodilla
tenga que doblarse, llevo mi brazo hacia adelante y luego empujo con fuerza
mi codo hacia sus costillas.

Un segundo después, está de espaldas, tendido sobre el mármol.

—¡MIERDA! —Pax suelta la maldición. Parece que no puede respirar—. ¡Hijo


de puta!

Me paro frente él, mirando sus brazos y piernas doblados en ángulos extraños
por un momento, antes de ofrecerle una mano. —Mejor si no te metes
conmigo hoy, hombre —le digo.

—Ya lo veo —Acepta mi mano tan a regañadientes como una persona. Me


frunce el ceño profundamente una vez que se pone de pie—. Y la gente
siempre dice que yo soy el reactivo.

—No. Tú eres el molesto —corrige Wren.

—Ja —Pax no está contento con esto—. ¿Y eso en qué te convierte?

—El caliente. Naturalmente.

Esto le gana los ojos en blanco tanto de Pax como de mí. La verdad es que
Wolf Hall está compuesto por tres facciones de estilo novela juvenil. Está
Team Wren, Camp Pax, y luego están las Dashettes. Es imposible saber qué
chicas son miembros de qué facción. No se puede decir por la forma en que
se viste una chica, o lo inteligente, amigable, tímida o engreída que es. Lo
único que puedes garantizar sobre una estudiante en Wolf Hall es que es
miembro de una de las facciones, y probablemente un miembro fanático.

Ha habido peleas a puñetazos en Wolf Hall sobre qué chico de Riot House es
el más caliente.

Y Pax solo instigó a una de ellas.

Me da una mirada de muerte. Aparentemente, no se va a olvidar del hecho de


que solo lo puse de culo. —Si vas a ser un pedazo de mierda amargado todo
el día, no seré solo yo quien te arrincone. Jacobi también estará sobre tu culo
y no podrás rechazarnos a los dos.

Wren gruñe ante esto. —Él tiene un punto.

No quiero mencionar lo jodido que estoy por el correo electrónico de mi padre.


Mi viejo es lo último de lo que quiero hablar, así que hago lo único que tiene
sentido: miento. —Estoy bien. No tuve tiempo de masturbarme esta mañana,
eso es todo. Estaré bien para el almuerzo. Vamos. ¿Qué tal si ambos dejan de
darme una mierda y llegamos a clase antes de que Fitz nos despelleje vivos
por llegar tarde?

Wren arquea una ceja oscura, soltando una carcajada. —Fitz nos ama. No
hará una mierda si llegamos tarde.

Nuestro profesor de inglés, el Dr. Fitzpatrick, ha sido un poco más indulgente


con nosotros últimamente. Todavía nos fastidia cuando hacemos mierda en
su clase, pero es más ladrador y menos mordedor estos días. Dios sabe qué
podría estar inspirando este nivel de tolerancia para nuestras tonterías, pero
no me quejo.

Llegamos al estudio, oficina/biblioteca/aula de Fitz, justo después del


hombre mismo. Comparado con el resto de dinosaurios que enseñan en Wolf
Hall, el chico es prácticamente un bebé. Viste bien, camisas y pantalones a
medida que mi padre probablemente aprobaría. Sin embargo, se arregla el
cabello hacia atrás como un hipster, y sus lentes lo hacen ver como el maldito
Clark Kent. Hay algo demasiado pulido en él que no me gusta. Pax lo entiende.
Gruñe en voz baja mientras entramos en el salón y el profesor comienza a
aplaudirnos lentamente.

¿Un jodidamente aplauso lento? Te daré un aplauso lento, hijo de puta.

—Como siempre, haciendo una entrada tardía a la moda. Por favor tomen
asiento, caballeros. Tenemos mucho que cubrir hoy. Odiaría tener que
llamarlos a todos aquí a la hora del almuerzo para asegurarnos de que
revisamos el material.

Sonrío con una sonrisa despiadada. La misma que mi padre solía blandir a
un oponente político cada vez que hacía un comentario mordaz. Es una
inclinación casual hacia arriba de la boca que dice: Me callaré porque soy un
caballero. Pero una advertencia justa. Una incursión más y te abofetearé en
público como la putita que eres.

Fitz se ríe, como si tuviera un asiento en primera fila para ver mi monólogo
interior y lo encontrara encantador. Un día, voy a borrar esa sonrisa de
satisfacción de la cara de ese imbécil. Espero que llegue lo suficientemente
rápido.

La guarida no es un salón de clases de inglés promedio. Es casual. Cómodo.


No hay filas de escritorios y sillas para los estudiantes. El espacio de techos
altos es enorme. En la parte trasera del salón, filas de pilas de libros contienen
de todo, desde los clásicos hasta las obras literarias contemporáneas, sin
mencionar una gran cantidad de textos históricos aleatorios. Hay una gran
chimenea de ladrillo y un conducto de humos en la pared trasera que Fitz
enciende en invierno. La pared de la derecha se compone principalmente de
ventanas abatibles. Mire donde mire, hay sillones y otomanas mullidos, pufs,
taburetes, sillones de dos plazas y sofás gastados. Wren se sienta en su sofá
de cuero favorito. Me siento con el culo en el suelo debajo de la ventana que
da a los jardines. Pax suele sentarse en el viejo escritorio victoriano a mi
derecha, pero esta mañana se hunde junto a mí en el suelo, dándome una
sonrisa grosera. Lo fulmino con la mirada; ha estado tratando de provocarme
una pelea toda la mañana. —Vamos hombre. Suficiente.

Hace pucheros, sacudiendo la cabeza con fingida sorpresa. —No estoy


haciendo una mierda. Estoy sentado junto a mi amigo.

—Claro. Y soy el rey de Inglaterra.

—Eres el primo segundo del futuro rey de Inglaterra, tres veces


destituido —murmura Wren desde el sofá. Ya está acostado, con el brazo
sobre la cara para protegerse los ojos de la luz de la mañana que entra por
las ventanas.

—¿Por qué te sientas aquí de todos modos? —Pregunta Pax—. Hay lugares
mucho más cómodos para descansar tu culo mimado.
¿No sería genial, solo tener un momento de paz? ¿Como uno?
suspiro. —Porque soy el primo segundo del futuro rey de Inglaterra, tres veces
destituido. Y no quiero que nadie aquí piense que soy mejor que ellos.

—Eres mejor que ellos —murmura Wren—. Hasta el último...

—¿Vas a compartir ya por qué estás de tan mal humor? —Pax me está
pinchando. No dejará de pinchar hasta que le dé lo que quiere.

—Bien. Bien, hijo de puta persistente. Mi padre me ha estado molestando de


nuevo. Recibí tres correos electrónicos la semana pasada y estoy enojado por
eso. ¿Feliz ahora?

Pax se pasa la lengua por los dientes. —¿De verdad? ¿Por eso has estado tan
amargado?

—¿Qué, quieres leerlos?

Un júbilo puro brilla en sus ojos. Una lenta y sugerente sonrisa se extiende
por su rostro que no me gusta. —¿Estás seguro de que no tiene nada que ver
con cierta chica llamada Carrie?

—¿Carrie?

—Ahhh, déjalo. Te vi hablando con ella fuera de la fiesta. Te gusta ella, ¿no?
—Hay un tono demasiado ligero y demasiado emocionado en la voz de Pax.
No puede saber lo del beso. Si lo supiera, no me estaría haciendo esta
pregunta. Ya estaría haciendo planes. Si no juego con cuidado, se va a dar
cuenta de que algo pasó y eso será todo. Tan pronto como termine la clase,
se convertirá en un huracán de categoría cinco lleno de planes viciosos
diseñados para poner a Carina de rodillas. ¿Porque somos los chicos de Riot
House? No se nos permite que nos guste una chica. Si uno de nosotros
desarrolla algún tipo de sentimientos cálidos o confusos por una estudiante
en Wolf Hall, entonces es un puto juego. Es una de nuestras reglas. La
atracción por una chica es una distracción de nuestra amistad, así como una
amenaza para nuestro reinado como gobernantes indiscutibles de la escuela.
Hace mucho tiempo que hicimos un pacto de que no permitiríamos que las
chicas nos crearan problemas. Decidimos que les causaríamos problemas.
Cuando desarrollé algo por Sadie Rothmore en el primer año, los tres la
aterrorizamos hasta la mierda. Sus padres la mudaron de regreso a Wisconsin
y la inscribieron en una escuela pública. La polla de Pax se ponía dura el año
pasado cuando estaba cerca de Collette Bridger. Se negó a admitir que estaba
enamorado de ella y sostuvo que su polla estaba realmente rota, pero aun así
estuvo de acuerdo cuando Wren y yo lo acorralamos en su habitación y le
dijimos que había que ocuparse de Collette. Había cumplido su papel sin
quejarse. Wren sedujo a la chica en los vestuarios y la manoseó hasta que se
corrió. Pax luego compartió el video del acto con todos los de la lista de
notificación de emergencia de Wolf Hall. Una lista que había incluido a los
padres de Collette, por el amor de Dios.

¿Confesar que dejé que Carina se metiera debajo de mi piel la otra noche? ¿A
Pax? Eso sería una pesadilla. De nosotros tres, Pax ideó las formas más
hirientes de joder con la gente. Aprieto los dientes, concentrándome
demasiado en el cuaderno que tengo en equilibrio sobre mis piernas. —Está
bien, amigo. Cálmate. No tengo nada por ella. No hay necesidad de gastar
energía en alguien que no tiene absolutamente ninguna importancia.

Mierda. Creo que la vena de mi sien está pulsando. Pax se muerde los
nudillos, tratando de no reír. —Mierda, Jacobi. Lord Lovett parece estar
jodidamente culpable por aquí. Lo tiene muy mal por Mendoza.

Ante esto, Wren hace algo que anuncia cierto desastre: se sienta rápidamente
como una mierda.

Con ojos muy verdes, muy interesados, me da una mirada que significa
desastre. Luego sonríe con la propia sonrisa del diablo. —¿Carina
Mendoza? —Pregunta—. ¿Esa Carina Mendoza? —Señala directamente...
mierda, directamente a la chica en cuestión. ¿Cómo no la había visto antes en
esta clase? Ella está sentada en un sofá con estampado floral en el lado
opuesto de la habitación, junto a Mara Bancroft. Lleva una camisa verde
brillante de aspecto sedoso y una corbata marrón (¿qué diablos?) Junto con
un par de pantalones cortos de mezclilla recortados que muestran una gran
extensión de muslo tan deliciosa y tonificada que quiero arrastrarme por la
habitación en mis manos y rodillas y lamerla.
Carina mira hacia arriba, justo cuando Wren la señala, que es simplemente
estelar.

—Pensé que sentí un escalofrío de tensión entre ustedes dos en el


hospital —dice Wren, moviendo las cejas oscuramente—. Sin embargo, no
estaba seguro. Pensé que tal vez era la cantidad de sangre que salía de tu
polla. Por cierto, ¿cómo esta eso ahora?

Pax responde antes de que yo pueda. —La gangrena ha comenzado.

Frunzo el ceño a Pax. —Está bien, gracias. Y no hubo escalofríos de tensión.


Sin escalofríos de nada. Estaba en una posición muy comprometedora y
trataba de recordar el nombre de una chica. Maldita sea, demándame.

—Lo suficientemente justo —Wren vuelve a caer en el sofá, volviendo a su


posición horizontal—. Iremos a Cosgrove's el viernes por la noche. Si no te
follas al menos a una cliente y la tienes gritando tu nombre antes de cerrar,
empieza el juego con Mendoza. ¿De acuerdo?

Pax aplaude tan fuerte que al menos otros tres estudiantes casi saltan fuera
de su piel. —¡Sí! Jodidamente de acuerdo.

La cabeza de Wren se levanta una pulgada del cojín del sofá. —¿Dashiell?

Joooderr. —De acuerdo.

Su cabeza cae hacia abajo. —Me parece un fin de semana perfecto, de


cualquier manera.

Miro hacia arriba y Carina sigue mirando en nuestra dirección. Sus ojos,
hermosos, llamativos, amplios, me miran fijamente y están llenos de
preocupación. Es como si supiera exactamente qué tipo de bomba está a
punto de estallar en su cara y se está preparando para las consecuencias.
9

—Ves, te dije que estaba interesado —sisea Mara. Levanto la vista sin
pensarlo, es una reacción automática, y ahí está Wren Jacobi, tumbado como
un rey de mierda en el sofá de cuero junto a las ventanas, apuntando a Mara.
Solo que, desde este ángulo, parece que me está señalando. Lo último que
necesito es a Wren Jacobi apuntándome con un dedo. Mi mirada revolotea
hacia la izquierda, hacia donde Dash está sentado en su lugar habitual en el
suelo con la espalda apoyada contra la pared, y por un breve y tenso
momento, nos miramos directamente a los ojos.

Una expresión distante y gélida transforma su cara de lo que creo que era
preocupación a lo que estoy segura que es molestia. Una parte de mí espera
que haya desarrollado milagrosamente una pérdida de memoria a corto plazo
y haya olvidado todo lo que ocurrió entre nosotros en el capó del Charger de
Pax la otra noche.

Sin embargo, no parece que vaya a tener tanta suerte.

Mara se pasa un dedo por la boca, untando su brillo favorito Kiss Me, Kill Me
sobre sus labios. Ella hace pucheros, frunce el ceño y le lanza un beso a Wren.
Diría que no puedo creer que lo haya hecho, pero estamos hablando de Mara.
Es una coqueta descarada, incluso cuando el chico que le interesa es una
maldita víbora. Wren podría haber visto su pequeña exhibición exagerada.
Puede que no. Es difícil de decir con la expresión en blanco y poco
impresionada que usa en todo momento. No importa qué, el tipo se ve
permanentemente enojado.
Sin embargo, te diré quién ve el beso en el aire.

—Señorita Bancroft. No estoy seguro qué espera lograr con exhibiciones como
esa, pero es mejor que busque un pretendiente más inteligente. Creo que el
que eligió está defectuoso.

Wren dirige una mirada tan gélida y fría al profesor que podría apagar el
maldito sol. Entonces, vio el beso. Si sabe que Fitz está hablando de él,
entonces debe haberlo hecho. —Estoy lejos de ser defectuoso, Doc. Uno solo
puede imaginar que ella esperaba llamar mi atención. En cuyo caso… —Él
nos mira, pasando su lengua por su labio inferior—. Ella la tiene.

La clase estalla en un coro de gritos tan fuertes y ruidosos que el doctor


Fitzpatrick tiene que golpear con el puño la pizarra blanca para que todos se
calmen.

—Está bien, está bien, pequeños sinvergüenzas. Acomodémonos y


aprendamos algo antes de que vomite sobre mí mismo. Vayan a la página
ochenta y tres de sus libros. Carina, ya que te estás sonrojando tan
hermosamente allí, puedes empezar leyendo el primer párrafo.

Estoy mirando a Dashiell, de la forma en que lo he estado mirando durante


el año pasado. Solo que esta vez hay una diferencia. Esta vez, él me está
devolviendo la mirada.

—¿Señorita Mendoza?

Mara me da un codazo en el costado y casi me deslizo del sofá. —¿Eh?

—Página ochenta y tres. Primer párrafo. Te toca —sisea mi amiga.

Ahhhh, mierda. Ni siquiera he sacado el libro de mi bolso. Mara empuja el


suyo hacia mí, sus ojos muy abiertos, sus cejas subiendo por su frente.
—Lee, bicho raro.

Su maltrecho ejemplar de El Conde de Montecristo promete desmoronarse en


mis manos cuando lo abro y encuentro la página correcta. El silencio llena la
habitación, rebosante de aburrimiento, anticipación y vergüenza, mientras
me aclaro la garganta y comienzo a leer. —Decidió que era el odio humano y
no la venganza divina lo que lo había hundido en este abismo. Condenó a estos
hombres desconocidos a todos los tormentos que su enardecida imaginación
pudo concebir, sin dejar de considerar que los más espantosos eran demasiado
suaves y, sobre todo, demasiado breves para ellos: a la tortura siguió la muerte,
y la muerte trajo, si no el reposo, al menos una insensibilidad que se le parecía.

—¡Maldición! —El doctor Fitz declara desde el frente de la


habitación—. Gracias, Carrie. Bien hecho. ¿Y qué, chicos? ¿De qué se está
dando cuenta Edmond aquí?

Grillos.

Fitz gime, dejando caer la cabeza hacia atrás. —Está ahí, gente. En la página.
En inglés simple. Venga. Alguien. Cualquiera. Solo di las palabras.

Mara es la que ofrece la respuesta. —Él dice que, después de todo lo que le
hicieron sus captores, incluso matarlos no fue suficiente para
satisfacerlo —comenta—. Y que comenzó su búsqueda creyendo que era justa
y recta. Que estaba repartiendo venganza por los crímenes que habían
cometido contra él. Pero en el meollo del asunto, se dio cuenta de que sus
acciones no eran rectas o justas. Lo impulsaba el odio puro. Y eso es algo
completamente diferente.

El doctor Fitzpatrick hace clic en la parte superior del bolígrafo que tiene en
la mano, mientras mira fijamente a Mara. —Así es, señorita Bancroft. A veces
un hombre se enfurece tanto por los crímenes que otros cometen contra él,
que su furia lo lleva a cometer las cosas más perversas. Incluso a matar. ¿Qué
piensas? ¿Crees que Edmond estaba justificado en sus acciones? ¿Crees que
los que pecaron contra él merecían morir?

Mara responde sin dudarlo. —Absolutamente. Esos cabrones le robaron a


Edmond. Le robaron tanto. Si alguien me hiciera eso, yo también querría
destruir a esos bastardos.

El doctor sonríe suavemente. —¿De cualquier manera que pudieras?

Ella asiente. —De cualquier manera que pueda.

El bolígrafo vuelve a hacer clic en su mano. Y otra vez. Luego, el profesor


sonríe, echando una mirada conspiradora por el salón al resto de sus
alumnos. —Bien. No le digan a nadie esto, chicos, se supone que los
profesores y los conferencistas somos un poco más reservados en nuestros
juicios y definitivamente no debemos condonar el asesinato de ninguna
manera, pero estoy de acuerdo con Edmond. Y la señorita Bancroft. Si alguien
me robara de la forma en que lo robaron los carceleros de Edmond, lo
acabaría sin pensarlo dos veces. Si alguien me quitara algo...

Un golpe fuerte en la puerta lo detiene en seco. El doctor Fitzpatrick suspira


profundamente. Señala la habitación, balanceando el brazo de izquierda a
derecha. —¿Cuál de ustedes, idiotas, se ha estado portando mal ahora?
Confiesa y haré lo que pueda para salvarte.

La clase se ríe, porque tiene razón, alguien debe haber hecho algo. Las clases
de Fitz solo se interrumpen si la directora Harcourt necesita ver a un
estudiante en su oficina de inmediato. Sin embargo, nadie levanta la mano
para confesar nada. No hay sorpresas ahí. Fitz responde al golpe, la sorpresa
lo obliga a retroceder un paso cuando ve que es la directora Harcourt en
persona parada en la puerta. Su cabello castaño oscuro está recogido en un
moño apretado. Como siempre, está vestida con un traje de pantalón negro
sencillo. Su camisa es blanca hoy, el cuello rígido y alto, abotonado justo
debajo de su barbilla. Solo tiene cuarenta años, pero la forma en que se viste,
habla y se sostiene hace que parezca que tiene más de sesenta años.

Parpadeando como una lechuza, se quita las gafas de la punta de la nariz y


las sostiene ansiosamente con ambas manos, como si fuera a romperlas en
dos. —Disculpas por la intrusión, doctor Fitzpatrick. Me temo que acabo de
recibir una llamada telefónica inquietante de alguien en la ciudad. Necesito
un momento con la clase, si te parece bien.

No es una pregunta. Suena tímida y temblorosa, pero también hay un tipo


diferente de temblor en su voz: está hirviendo de locura. El doctor Fitz
reconoce su estado de ánimo y da un paso atrás, haciéndole un gesto para
que entre. —Por supuesto. Por favor, sea mi invitada.

La directora entra en el salón con sus tacones bajos y se para al frente de la


clase, con el rostro pálido y apretado. —No me andaré por las ramas. Iré
directo al grano. Y voy a tener que pedirles que disculpen parte del lenguaje
que voy a usar, pero no hay otra forma de discutir esto con ustedes. Créanme.
Me senté en mi oficina durante los últimos treinta minutos y traté de
encontrar una manera de hacerlo, y no había una, así que… —Infla sus
mejillas, sacudiendo la cabeza—. Estoy segura de que todos saben que hubo
una fiesta en Mountain Lakes el viernes por la noche. Una fiesta en casa. En
uno de los lugares de los chicos de Edmondson. En primer lugar, siempre he
animado a los estudiantes de Wolf Hall a ser corteses y educados con los
estudiantes de Edmondson High cuando se cruzan con ellos. A nadie le sirve
si hay rivalidad o animosidad entre nuestras escuelas. Pero también he
dejado muy claro que la junta de la academia Wolf Hall, junto con sus padres,
sienten que fraternizar con los estudiantes de Edmondson es un mal consejo.
Sus padres pagan mucho dinero por la excelente educación que reciben aquí
en Wolf Hall. Vienen de familias respetadas con una reputación que defender.
Y aunque ciertamente no fomentamos el fanatismo en Wolf Hall, Edmondson
High es una escuela pública y sus estudiantes son... bueno... —Busca a
tientas la palabra adecuada. No lo encuentra—. De todas formas. Todos saben
lo que estoy tratando de decir. Sí, la vida aquí en Wolf Hall puede parecer
sofocante a veces, pero siempre deben recordar comportarse con dignidad y
decoro. Asistir a una 'fiesta' en la casa de un adolescente en las afueras no es
el tipo de comportamiento que esperaríamos de buenos hombres y mujeres
jóvenes como ustedes.

Ja. Esta mujer no nos conoce en absoluto.

—Ahora, la razón por la que tuve que venir aquí esta mañana es porque el
padre del chico que organizó la fiesta afirma que dos de nuestros estudiantes
varones encontraron a la madre del chico arriba en la fiesta, un poco, ah,
ebria...

—Oh, Dios mío. ¿La madre de ese chico estaba en la fiesta? Qué
desastre —susurra Mara.

—…Y, ah, aparentemente estos estudiantes sedujeron a la madre del chico.


Ellos… —la directora Harcourt mira al cielo, como si el mismo todopoderoso
pudiera echarle una mano si se demora el tiempo suficiente. Que no lo
hace—. Ambos tuvieron relaciones sexuales con la madre del chico, y luego,
cuando terminaron, uno de los chicos se cortó la mano y pintó una serie de
maldiciones muy gráficas en la pared de su habitación que, francamente…
no quiero repetir. Le he asegurado al caballero que se equivoca en todo esto.
Le dejé muy claro que no había forma de que ninguno de nuestros estudiantes
se hubiera comportado de una manera tan atroz. Ciertamente no estarían
teniendo relaciones sexuales en grupo con una mujer de cuarenta y seis años,
y nunca serían tan irrespetuosos como para garabatear blasfemias en una
pared con su propia sangre. No cuando tal acción sería altamente idiota,
considerando que la policía ahora tiene su ADN, y puede ir a buscar al dueño
de ese ADN con facilidad.

—No sin una orden judicial —dice Wren con frialdad—. Somos menores de
edad, directora Harcourt. Con padres muy influyentes, como tan
acertadamente señaló. La policía no va a derribar la puerta principal de la
academia en un corto plazo. Además, me parece que este tipo, sea quien sea,
tiene cosas más importantes de las que preocuparse. Me suena como si su
esposa se follara a dos chicos menores de edad. ¿No se consideraría eso una
violación de menores? Mujer adulta en una fiesta, borracha, supuestamente
supervisando las festividades inocentes. Si se aprovechara de esos pobres
chicos...

—Usted sabe perfectamente que la edad de consentimiento en New Hampshire


es dieciséis, Sr. Jacobi —escupe la directora Harcourt. Su comportamiento
sereno y tranquilo, que era bastante frágil desde el principio, se esfuma—. Y
ustedes, muchachos… —Mira a los chicos de Riot House, porque por
supuesto que eran ellos. Wren casi lo confirmó cuando habló hace un
momento—. Los tres tienen diecisiete años, lo que hace que cualquier
conducta sexual que pueda tener o no sea legal. Por suerte para ti, el padre
del chico no quiere presentar cargos.

Lentamente, Dashiell se pone de pie, sacudiéndose las manos en los


pantalones. —Le ruego que me disculpe, directora Harcourt. ¿Qué cargos
podría presentar contra estos estudiantes? ¿Se violaron las leyes? ¿Estamos
siendo acusados de algo en este momento?

—Yo... —Harcourt vuelve a parpadear—. La descripción de los chicos fue muy


específica. Y no te incluía a ti, Dashiell.

—Lord Lovett —dice.

—¿Disculpa?
—Lord Lovett. Ese es mi nombre. Lord Dashiell August Richmond Belleview
Lovett IV. Mi padre fue muy específico acerca de que se refiriera a mí de esa
manera cuando me dejó en la puerta hace tres años. ¿Pagó por reemplazar el
techo de la academia ese verano, o fue el siguiente? No lo recuerdo.

Nerviosa, la directora Harcourt mira sus lentes en sus manos, abriendo y


cerrando los brazos dos veces antes de ponérselos lentamente. —Creo… creo
que eso fue el verano después de su llegada, Lord Lovett. De todas formas.
Como estaba diciendo. Le dije al caballero que debía haberse equivocado y
que no había forma de que ninguno de nuestros muchachos hiciera tal cosa.
Quería advertirles a todos que podría haber algunos rumores difamatorios
flotando por la ciudad, y que hicieran todo lo posible por no prestarles
atención si escuchan algo perturbador. Creo... —Ella retrocede, dirigiéndose
hacia la salida—. Sí. Creo que eso es todo.
10

El cabello de Dashiell es el tipo de rubio que destaca; es todo miel, luz solar
y oro brillante y bruñido. Junto con el hecho de que mide más de 30
centímetros que la mayoría de la gente de la Academia Wolf Hall, su altura y
su color de cabello hacen que sea bastante fácil seguirle la pista. Lo sigo por
el pasillo hacia el bloque de ciencias, preguntándome a dónde demonios va.
Ahora no tiene clase allí. Sé que no las tiene, porque está en Física, Biología
y Química, y yo también. No tendrá que pisar el departamento de ciencias
hasta mañana por la mañana.

Pax y Wren no aparecen por ningún lado. Ambos se dirigieron al exterior del
edificio, hablando animadamente mientras se deslizaban por la salida
principal de Wolf Hall. Es como si no se hubieran dado cuenta de que Dash
no estaba con ellos, y él no se despidió. Simplemente... se separó y comenzó
a abrirse paso a través de la corriente de estudiantes, acechando hacia el
norte con la sombría determinación de alguien con un propósito, dirigido a
un lugar específico.

Me esperan en mi habitación. Mara va a aparecer allí en cualquier momento,


entusiasmada con Wren, o quizá incluso con el doctor Fitzpatrick ahora que
le ha prestado algo de atención en clase, y yo no voy a estar allí. Para bien o
para mal (definitivamente para mal, he perdido claramente la puta cabeza),
estoy siguiendo a un chico de Riot House de lengua afilada por el campus de
la academia como una maldita fangirl. ¿Qué mierda me pasa?

Dashiell no mira atrás ni una vez. Por un breve momento, creo que se dirige
hacia la sala de orquesta. Pero entonces no. Pasa por delante de la entrada
del departamento de música, pasa también por los laboratorios de ciencias y
dobla la esquina, que es cuando me doy cuenta de adónde va. Está saliendo.
La puerta de la salida de emergencia todavía se está cerrando lentamente
cuando doy la esquina detrás de él. Creo que vislumbro la luz del sol
rebotando en su cabello rubio brillante.

Vuelve a tu habitación, chica. No estoy bromeando. Esta es una


insubordinación deliberada. ¿Por qué burlar las reglas cuando todo ha ido tan
bien?

El buen Alderman, interviniendo justo cuando necesito una dosis de sentido


común. Es una pena que no esté aquí para imponer su mando, ¿no? Quiero
saber qué diablos fue todo eso con Harcourt. ¿Wren y Pax realmente se
follaron a la madre de ese chico? Parece poco probable, pero vi a Wren bajar
esas escaleras y se estaba limpiando algo rojo de la mano. Por encima de todo,
quiero saber si Dash tocó a la madre de ese chico. Harcourt dijo que la
descripción de los dos chicos no coincidía con la de Dashiell, pero tengo una
sensación desagradable, incómoda y apretada en el estómago y no podré
descansar hasta que me mire a los ojos y me dé una respuesta.

¿Por qué eso importa? No es así, supongo. No es como si estuviera besando a


Dash de nuevo. Dejó bastante claro que no tiene ningún interés en mí.

“Y así, el misterio se ha ido”.

No olvidaré esas palabras o la expresión mordaz que tenía cuando las dijo en
un futuro cercano. Cortaron tan profundo que golpearon el hueso y se
hundieron hasta la médula. Entonces, ¿por qué no puedo solo dejar esto?

Luché con uñas y dientes para venir aquí. Desde mi primer día en Wolf Hall,
he hecho todo lo que estaba a mi alcance para evitar problemas. He evitado
cualquier tipo de comportamiento que pudiera hacerme notar de alguna
manera. Así tiene que ser. Cuando estás dejando atrás tu pasado, a veces es
necesario minimizar el presente para que sea seguro. Involucrarse en
cualquier cosa remotamente relacionada con Riot House es una mala
decisión, y equivale a una locura total. Necesito lavarme las manos de
Dashiell Lovett y correr en la dirección opuesta como si un enjambre de abejas
asesinas me acechara, pero...
Maldita sea, pero.

Odio ese pero.

Es la raíz de todos mis problemas.

No puedo lavarme las manos y salir corriendo, porque hay algo en Lord
Dashiell Lovett IV que hace que mi corazón lata más rápido. Cuando se sienta
al piano, es una persona completamente diferente. Estoy buscando a ese
Dashiell, lo he estado buscando durante mucho tiempo, y parece que no
puedo dejarlo ir. Y evitar los problemas, el desamor y la atención no deseada
tiene sus ventajas, pero también hace que la existencia sea muy aburrida. Y
eso es precisamente lo que he estado haciendo. Existiendo. Sólo me las
arreglo. Haciéndolo de un día para otro, felicitándome a mí misma cuando
logro una hazaña tan pequeña sin contratiempos. ¿Viviendo así?
¿Haciéndome tan intrascendente? Un pedazo de mí se marchita y muere cada
día que cumplo las reglas y juego a lo seguro. He comenzado a preguntarme
cuánto tiempo pasará antes de que no quede nada de mí. Me gusta escucharlo
tocar. Me gusta el calor en la boca del estómago cuando lo miro. Me gusta la
forma en que el mundo se siente como si estuviera ardiendo cuando nuestros
ojos se encuentran.

Sé lo que diría Alderman. Me mirará de esa manera tan seria que tiene y me
haría una pregunta. —¿Desde cuándo un mundo en llamas ha sido algo
bueno? ¿Te hace sentir como si todo fuera brillante y ardiente, chica? Corre por
las malditas colinas —Lo dijo antes. Me sentó a la mesa del comedor en el
ático en Seattle y me miró con tristeza, pero firmeza—. Es mejor tener una
vida tranquila, cómoda y fácil que meterse con nada de eso. Créeme. Hice el
mismo sacrificio hace veinte años y nunca miré atrás.

Le he preguntado dos veces qué pasó hace veinte años. En ambas ocasiones,
cerró la boca con fuerza y se enojó tanto que se hundió en un silencio hosco
que rugió a través de los espacios silenciosos de nuestra casa y resonó en las
paredes durante días después. Rápidamente me di cuenta de que nunca me
iba a contar su secreto, a pesar de que conoce el mío, y empujarlo no me iba
a llevar a ninguna parte.

Sigo a Dashiell fuera de la salida de emergencia, rezando en voz baja para que
no se haya deslizado ya dentro del laberinto. Si lo ha hecho, entonces él ha
huido. De ninguna manera voy a entrar en esa cosa. Me perdí vagando por
los senderos estrechos y cercados durante mi primera semana en Wolf Hall,
y me tomó dos horas salir. No hay suficiente dinero en el estado de New
Hampshire para atraerme de regreso allí.

Al principio creo que se ha metido dentro, no lo veo por ninguna parte, pero
entonces vuelvo a captar el dorado de su cabello, como las escamas de un pez
que brillan bajo la superficie del agua en calma, y me giro justo a tiempo para
verlo desaparecer ladera abajo, hacia la vieja capilla en ruinas.

Ya no queda mucho del edificio, solo los cimientos desmoronados de lo que


alguna vez fue un edificio muy grande. En su punto más alto, las paredes de
la capilla solo llegan hasta la mitad del muslo. A veces se encuentran
pequeños y extraños artefactos entre los escombros: un libro viejo y gastado,
un par de lentes de lectura antiguos, un candelabro, pero la mayoría de los
estudiantes dejan las baratijas abandonadas entre la hierba cubierta de
maleza, medio enterradas y olvidadas. Para empezar, la capilla está "fuera de
los límites" en el sentido más estricto del término. Lo último que necesita la
directora Harcourt es que la hija de un general de la Armada se meta en un
lío y quede atrapada bajo una losa de ladrillo de culo viejo. El acuerdo
requerido para satisfacer una demanda como esa llevaría a la escuela a la
bancarrota en poco tiempo. En segundo lugar, este lugar es espeluznante
como la mierda. El viento gime entre los árboles de forma extraña aquí. El
aire siempre se siente un par de grados más fresco que en cualquier otro lugar
en los terrenos de Wolf Hall.

Espero que Dash rodee el sitio de la capilla y siga caminando, hasta el lago
artificial en el borde del bosque, pero no lo hace. Camina directamente a
través de la superficie de la capilla, dando grandes zancadas para esquivar
las paredes irregulares, y no se detiene hasta que llega al cementerio.

¿Cuántas personas deben ser enterradas en un lugar antes de que un lugar


pueda llamarse oficialmente cementerio? No es algo que me haya preguntado
antes. Solo hay ocho lápidas en el cementerio de Wolf Hall, lo que no parece
mucho al principio. No hasta que consideras que este lugar siempre ha sido
una escuela, y seguramente no es normal que la gente muera en una escuela
y quede enterrada allí.
Dashiell se detiene frente a una de las lápidas y la mira. Ha elegido la lápida
más elaborada, todo volutas y flores talladas. El tiempo ha comido el mármol;
lo que una vez fue blanco ahora es un tono lúgubre de amarillo, con un toque
de verde liquen en las grietas y hendiduras de su superficie lisa y gastada.

No he decidido cómo voy a abordar la cuestión de la fiesta. Ni siquiera sé cómo


voy a romper el silencio y hacerle saber que estoy detrás de él, pero...

—Mil novecientos veintitrés. Salvaje, ¿eh? —Dash dice en voz alta.

Me congelo. Umm… ¿Me está hablando?

—Ella tenía diecisiete años. Nuestra edad. Eliza Monroe


Bishop-Quarterstaff. —Él silba—. Joder. Y pensé que tenía un nombre
pretencioso.

Entonces, él sabe que estoy detrás de él; su voz es demasiado fuerte para
hablar solo. Me molesta que me haya superado, pero también me alivia no
tener que interrumpirlo. El suelo todavía está embarrado por el aguacero que
tuvimos la semana pasada. Dejo mi bolso en el césped y lo uso como asiento
improvisado. —¿De qué murió? —Pregunto.

Dashiell todavía no se ha dado la vuelta para mirarme. —Aburrimiento,


probablemente. Sin celulares. Sin laptops. Imagínate estar atrapado aquí sin
WIFI.

¿Cuándo diablos se dará la vuelta? Mira algo en sus manos, su cabeza


inclinada hacia un lado como si estuviera escuchando detrás de él. No puedo
dejar de mirar la parte de atrás de su cuello, sus hombros tensos y el cabello
rapado en la base de su cráneo.

—¿Hay algo específico en lo que pueda ayudarla, señorita Mendoza? ¿O de


repente te atrapó la paralizante necesidad de saber los nombres de los
muertos enterrados en nuestro patio trasero?

Mierda. ¿Tiene que ser tan obtuso? —Vine a averiguar qué pasó en esa fiesta.
La mitad de la escuela habla de eso.

—Bueno... —Se aclara la garganta y se lleva a la boca todo lo que tiene entre
las manos. La luz del sol rebota en la superficie rayada de una petaca plateada
mientras bebe de ella. Geeeniaaal. Son las once de la mañana y está bebiendo.
Por fin, se da la vuelta y sus mejillas se sonrojan. Sus ojos son salvajes y
furiosos, su expresión angustiada, y es todo lo que puedo hacer para
mantenerme firme ante una emoción tan repentina—. Todos pueden irse a la
mierda —continúa. Su tono implica que yo puedo hacer lo mismo.

Las nubes se forman en el horizonte sobre las copas de los árboles, pesadas,
furiosas, del color del acero, prometiendo lluvia. Una ráfaga de viento débil
suspira a través de la pequeña cañada detrás de la capilla, alborotando el
cabello de Dash. Sopla los largos mechones en sus ojos, ocultándolos de la
vista, pero todavía puedo sentir la presión de su mirada aguda en mí. Me
sentiría así en la oscuridad y todavía tendría el sentido común de tener miedo.
Y seamos realistas. Le tengo miedo a este chico. Tiene el poder de hacer un
daño tan terrible. Ya sé que lo hará. Así que, por qué demonios, entonces,
pregunto —¿Qué te pasa? ¿Qué ha pasado?

Su boca adopta un toque petulante. Se quita el cabello de la cara, se desliza


la petaca en el bolsillo y luego se pone a trabajar muy lentamente,
arremangándose las mangas de la camisa hasta los codos. —Charlamos fuera
de una fiesta durante diez minutos, Carina. No estoy obligado a compartir
contigo todos los detalles íntimos de mi vida. Mis pensamientos ahora no son
de dominio público.

Lo que pasa con Dash es que es muy inteligente. Aterradoramente. Puede


mirar a una persona, abrir la boca y hacer que se sientan como una mierda
en menos de diez segundos. Bueno, que se joda. No me dejaré intimidar por
él. Me aseguro de encontrar su mirada y sostenerla. —Hicimos más que eso.

Él frunce el ceño. —¿Disculpa?

—Hablar durante diez minutos fuera de una fiesta. Me besaste.

Una sonrisa en su rostro puede ser lo más hermoso, pero también puede ser
lo más cruel. Da un paso adelante, riendo en voz baja, como si se tratara de
una broma privada de la que no estoy al tanto. —¿De eso se trata esto? ¿El
hecho de que metí mi lengua en tu garganta? Hombre. Tú caes fácil, ¿eh?

—¿De qué diablos estás hablando? No he caído...


Se pone en cuclillas frente a mí. Una cosa era estar tan cerca de él en el capó
de ese auto el viernes por la noche, pero estaba oscuro y había tomado tres o
cuatro tragos. Mi visión no era la mejor. A la luz del día, Dashiell Lovett es un
espectáculo para la vista. Pax siempre ha sido el modelo residente de Riot
House, pero con una mandíbula como la suya, es un milagro que Dash no
modele también para alguna casa de moda de Londres. Sus labios son llenos
y enfadados de una manera hosca. Sus ojos son feroces y afilados como el filo
de una navaja, un hermoso color avellana, azul un segundo, luego marrón,
luego verde mientras inclina la cabeza. Me mira con tanta seriedad que tengo
que luchar para no apartar la mirada.

—Déjame decirte cómo va a resultar esto —dice lentamente—. Si no tienes


cuidado, decidiré que me gustas. ¿Y sabes qué es eso, cariño? —Se lame los
labios, humedeciéndolos rápidamente—. Eso es algo muy, muy malo para ti.
No soy el tipo de chico al que quieres que guste de ti, Carrie. Soy el tipo de
chico que no quieres que vuelva a pensar en ti. Mira, cuando me gusta algo,
quiero hacerlo mío. Lo quiero todo. Necesito saber que lo sostengo en la palma
de mi mano y que nunca intentará escapar —Levanta la mano y me muestra
la palma, en cuyo centro hay una mariquita. Rápido como un rayo, cierra el
puño y casi salgo de mi piel—. Lo rodearé con los dedos y… —Aprieta la mano
y aprieta el puño.

—¡Estúpido! ¡Déjala ir! —Agarro su mano y trato de abrir sus dedos, pero él
niega con la cabeza y aprieta más fuerte hasta que sus nudillos se ponen
blancos.

—Rompo las cosas que me gustan, cariño. Créeme. No quieres que guste de
ti. —Sus ojos son insensibles. Fríos. Duros. Y en este momento, le creo,
desear cualquier tipo de atención de él sería realmente muy tonto. Le suelto
la mano y me balanceo un poco hacia atrás para poder poner algo de espacio
entre nosotros.

—¿Te follaste a la mamá de ese chico en la fiesta? —Pregunto rotundamente.

Entrecierra los ojos. —No. ¿Tú lo hiciste?

—Hablo en serio, Dash.


—Yo también —Es exasperantemente inexpresivo—. Si me hacen preguntas
personales y absurdas, es justo que pueda hacerlas a cambio.

—Excepto que no es descabellado que te pregunte eso, ¿verdad? Porque Pax


y Wren follaron...

Se endereza a su altura completa, pasando sus manos contra sus pantalones.


—No soy responsable de lo que ellos elijan hacer con sus pollas —Él se
aleja—. Has hecho tu pregunta, Carina. ¿Mi respuesta ha satisfecho tu
curiosidad?

—Lo hizo.

—¿Y te sientes mejor? ¿Ahora que sabes que no tenía mi polla en otra mujer
justo antes de tener mi lengua en tu boca?

—No actualmente. No me siento mejor.

—¿Por qué?

—Porque la idea de que alguno de ustedes, idiotas, follen alguna mamá de


fútbol de Edmondson es tan patética y vil que me dan ganas de vomitar.

—Ella era una mamá de lacrosse de Edmondson. Ese chico estaba en el


equipo de lacrosse.

Oh Dios mío. Eso es. Ya he desperdiciado suficiente aliento aquí. No voy a


desperdiciar más. Mis piernas están rígidas cuando me pongo de pie. Mi bolso
está cubierto de barro, pero no puedo preocuparme. —Lo que sea amigo.
Disfruta bebiendo hasta el olvido antes del puto mediodía, ¿Bien? Algunos de
nosotros nos preocupamos por nuestra educación aquí. Tengo que llegar a
clase.

Como si se hubiera olvidado por completo de su petaca, Dash la saca


sonriendo. Lo sostiene y me guiña un ojo. —Salud, amor. No me importa si lo
hago.

—Amigo, en serio. ¿Qué demonios estás haciendo? ¿Te hace sentir bien estar
absolutamente intoxicado en medio de..?
—Sí —dice—. Me hace sentir jodidamente fantástico. Y no es que importe,
pero no estoy intoxicado. No soy una chica de secundaria remilgada que no
puede manejar su licor. Podría beber desde ahora hasta la puesta del sol y
estar perfectamente bien.

—Ooooh —Pongo los ojos en blanco—. Estoy tan impresionada. Apuesto a


que tomas pastillas como si fueran dulces, ¿no es así, grandulón?

No reacciona a mi incitación. Solo asiente. —Pastillas. Speed. Coca. Tú dilo.


Participo de forma regular.

—Oh. Claro. Por supuesto. Supongo que también te estás inyectando heroína
de forma regular, ¿verdad? —Estoy siendo sarcástica, pero una parte de mí
sigue como un cadáver, entumecido, temiendo su respuesta. No lo haría. No
podría.

—Si se siente bien y reduce toda esta mierda a ruido blanco, entonces estoy
dentro, princesa.

Wow.

Y así, cualquier sensación de conflicto que pudiera haber tenido sobre él se


derrite como la escarcha que se descongela al amanecer. Solo que mucho,
mucho más rápido. Si hay algo que me apaga más rápido que un balde de
agua helada sobre mi cabeza, es una adicción a la heroína a medio cocer.
—¿Vas en serio? ¿Heroína?

—No hay necesidad de lucir tan atónita, Mendoza. No es tan importante.

—Dios, tú... —Niego con la cabeza—. Eres jodidamente patético, Dash. ¿Lo
sabes? Jodidamente estúpido también. Ya no tienes que preocuparte por
ignorarme en clase. No volveré a molestarte.

Estoy enferma del estómago. Honestamente, realmente siento que estoy a


punto de vomitar. Me pregunto si puede sentir el desprecio que irradia de mí
mientras me alejo. No creo que le importe mucho. No le afecta nada, es
impermeable a su entorno. Los meteoritos podrían estar lloviendo desde el
cielo y el mundo podría estar en llamas, y Dash no se dignaría a notarlo
mientras estuviera sintiendo un decente subidón. En la cima de la colina,
miro hacia él por la pendiente. Un momento de debilidad, pero lo permito.
Esta es oficialmente la última vez que me desmayaré por Lord Dashiell Lovett
IV. Todavía está allí, mirando las lápidas, bebiendo de su petaca. Demasiado
tarde, se me ocurre que no le pregunté por qué había venido al cementerio.
Algo lo había molestado.

Nunca sabré qué lo puso de tan mal humor. Una cosa que sí sé es esto: si
aprisiona esa mierda y la mantiene reprimida dentro de él durante un período
de tiempo, eventualmente querrá salir. Emociones como esa tienen una
manera de morderte el culo cuando no las liberas. Yo debería saberlo. Por
supuesto, nada de eso importará cuando muera con una aguja colgando de
su brazo. Y lo hará, porque así es como terminan la mayoría de las historias
que cuentan con heroína.

Me vuelvo hacia el norte, a punto de volver a subir la pendiente hacia la


academia, cuando algo gris y veloz llama mi atención: un movimiento borroso
y un color oscuro con el rabillo del ojo. Me doy la vuelta y... espero. Allí. Los
veo. Al principio, creo que son una jauría de perros. Perros salvajes, tal vez.
Pero luego veo su tamaño y su gracia lupina, y los reconozco por lo que son:
son lobos. Hay cinco de ellos, sombras oscuras y borrosas que entran y salen
de los árboles, a lo largo del borde del bosque donde terminan los terrenos de
la academia y comienza el desierto.

No se detienen. No miren hacia la pendiente cubierta de hierba hacia el


edificio, o hacia la capilla vieja y en ruinas, donde un chico de cabello rubio
brillante también está mirando su paso por la montaña. Vuelan,
inquietantemente silenciosos, corriendo como uno solo, y me sorprende el
inesperado dolor de anhelo que me golpea. Algo como esto no debería
presenciarse solo. Es un tipo de secreto, algo especial que debe compartirse…

…Y no quiero compartirlo con él.


11

HACE SEIS AÑOS

Sé que es heroína.

No sé cómo lo sé, pero lo sé. Nunca la había visto antes, nunca había visto a
nadie inyectarse, así que estoy fascinada y aterrorizada a la vez cuando los
hombres del salón empiezan a quemar el polvo en las cucharas del juego de
plata de las bodas de Mimi. Una vez que el polvo se ha convertido en líquido y
parece alquitrán burbujeante, sacan el líquido marrón quemado en un conjunto
de agujas sucias.

Los rasgos del primer tipo se aflojan cuando arroja la droga en el hueco de su
brazo. Otro de los amigos de Jason toma el trozo de manguera de goma que el
primer tipo usó como torniquete de su brazo y lo aprieta alrededor de su propio
bíceps, luego se pincha y presiona el émbolo de su aguja, vaciándolo en sus
venas. Uno por uno, los amigos de Jason administran su veneno, cada uno de
ellos encorvados en la conciencia crepuscular en el sofá, sonrisas flojas se
extienden por sus rostros hasta que solo quedan Jason y Kevin.

Kevin es el que trajo la heroína.

—Ya sabes —dice en voz baja—. Podría darte tu dosis gratis. ¿Si deseas
utilizar un método de pago alternativo?

Jason levanta la vista del encendedor, la cuchara y la heroína en sus manos.


—¿Eh?
Los ojos inquietos y preocupantes de Kevin se posan en mí durante un breve
instante, y ahí. Está hecho. Se hace la propuesta. Su significado queda
perfectamente claro. La bilis sube por la parte posterior de mi garganta, una
sacudida candente de pavor subiendo y bajando por mi columna. Jason se ríe,
volviendo su atención a su tarea, haciendo girar la rueda del encendedor para
que la llama lame el fondo de la cuchara.

—Ese método de pago vale más que todos los H en el condado de Clarke, amigo.
Estás apuntando un poco alto.

El miedo que atravesó mis costados hace un segundo cede… pero no por mucho
tiempo.

—Siempre hay espacio para la negociación —dice Jason.

Realmente pensé que iba a protegerme. No porque realmente se preocupe por


mí, no, no. Pensé que iba a proteger su premio. Ha estado esperando mucho
tiempo para ponerme las manos encima, lo sé, y algún sentido enfermizo de la
propiedad lo ha mantenido a raya, esperando a que me llegara la regla. Me ha
codiciado, esperando su momento. Pero la promesa de la heroína gratis...

Nos enseñaron lo adictiva que era la droga en la escuela, cuando apenas


teníamos la edad suficiente para entender qué era una droga. El problema de
la heroína en el condado de Clarke siempre ha sido malo, por lo que nos educan
desde jóvenes. Nunca antes había visto a Jason consumir drogas, pero la
mirada ansiosa en sus ojos me permite saber que estas cosas ya tienen sus
garras en él.

—Producto gratis durante una semana —ofrece Kevin.

—Pssshhh. ¿No sabes nada sobre oferta y demanda? —Jason se acerca y saca
la aguja que usó el primer hombre de la mesa de café, llenando el cilindro con
el líquido de la cuchara. Estoy de pie con la espalda contra la pared,
presionando mis palmas contra la textura quebradiza y con hoyuelos de la
pintura descascarada, el terror me atraviesa con cada inhalación de aire—. Un
mes —dice Jason—. Por el valor de un mes de H, puedes pasar un par de horas
con ella.
Un rayo de miedo atraviesa mi pecho. Kevin sonríe, encogiendo un hombro. La
forma en que sus pupilas se han dilatado lo hace parecer demoníaco. —Hecho.

Jason gruñe cuando la punta de la aguja atraviesa su piel. Presiona lentamente


el émbolo, con la boca abierta y los ojos vidriosos, y la heroína se abre paso en
su organismo. Una vez que se ha desplomado en su sillón andrajoso, me hace
un gesto para que me acerque. —Quítate la ropa, perra. También podría... ver
lo bueno si no... voy a ser el primero en... probarlo —Se esfuerza con cada
palabra, con los ojos dando vueltas en su cabeza como si fueran piedras.

Cada vez está más jodido. ¿Será capaz de perseguirme si salgo corriendo?
¿Podrá agarrarme antes de que llegue a la puerta? Incluso si no puede, Kevin
lo hará. Kevin no se ha inyectado, lo que significa que aún está lúcido, y me
mira como un gato a punto de abalanzarse sobre un ratón lisiado.

—Mejor haz lo que dice —se burla—. No querrías faltarle el respeto a tu viejo
ahora, ¿verdad?

—Yo no soy... su viejo, idiota —insulta Jason—, no estoy jodidamente


enfermo… de la cabeza. No querría... follarla... si fuera su papá.

Kevin lo ignora. —Vamos, cariño. Cuanto antes comencemos, antes todo


terminará. Sé buena conmigo y yo seré bueno contigo. ¿Entiendes lo que estoy
diciendo?

No parece que vaya a ser bueno conmigo. Parece que está tramando todas las
formas en que me va a lastimar. Nunca antes había estado tan asustada. No
cuando he pillado a Jason mirándome lascivamente cuando mi madre está
distraída, y ni siquiera en ese terrible punto de inflexión, donde la presión
alrededor de un hueso se vuelve demasiado y comienza a romperse.

Kevin da un paso hacia mí, sonriendo perezosamente. La sonrisa crece cuando


mira hacia abajo y ve lo jodido que está Jason ahora. Ya no tiene ni idea de
qué diablos está pasando. Su cabeza se balancea de izquierda a derecha como
si se hubiera soltado sobre su eje. Sus párpados se agitan, luchando por
permanecer abiertos. Va a estar inconsciente en cualquier momento, y luego
Kevin y yo estaremos solos.
—Vamos, chica —gesticula Kevin, seductor ahora—. Te prepararé un poco de
diversión. Te hará sentir mejor, lo juro. No te importará nada después de eso.
Probablemente tampoco recordarás una mierda después. Seguirás siendo
virgen. No cuenta si no lo recuerdas. Eso es lo que siempre digo.

Mi estómago se retuerce, tratando de encontrar algo para vomitar, sólo que no


hay nada más que bilis. El trozo de pan tostado seco que comí en el desayuno
fue digerido hace horas. Mi visión se estrecha cuando Kevin cierra su mano
alrededor de mi muñeca, tirando de mí hacia él.

—No es un problema para mí, cariño. Para mí funciona en ambos sentidos.


Siempre he disfrutado de un poco de resistencia. ¿Quieres esta mierda o no?

Vuelve al sofá y se sienta al lado de uno de los hombres inconscientes, todavía


sujetándome por la muñeca. Con la mano libre, empieza a desabrocharse el
cinturón, deslizando el cuero por la gran hebilla de Budweiser barata y
llamativa que tiene en la cintura.

Entro en pánico, y el pánico me hace soltar —¡Sí! Lo quiero. Yo también quiero


sentirme bien —Aceptaré cualquier cosa, siempre que pueda ganarme algo más
de tiempo.

Kevin se pasa la lengua por los dientes, sus ojos brillan como diamantes negros
y fríos. —Eso es una buena chica. Entonces trabajaré en eso. Te desnudas
hasta la piel. No puedo esperar a ver lo que tienes debajo de esa gran camisa
que estás usando.

Agarro mi camiseta y la levanto de mala gana por mi cuerpo. Me estoy


quemando viva de vergüenza. Aparte de un par de chicas en el vestuario de la
escuela, nadie me ha visto nunca desnuda. Ni siquiera mi mamá. Si pudiera
doblarme por la mitad, y luego por la mitad una y otra vez, lo haría, incluso si
nunca pudiera volver a desplegarme.

El aire es punzante y eléctrico en mi estómago desnudo. Dejo caer la camiseta


al suelo a mis pies, un sollozo se acumula en la parte posterior de mi garganta.

Kevin, hambriento y vil, asiente con la cabeza y luego se pone a trabajar, dando
golpecitos con el polvo marrón en la cuchara sucia que usó uno de los otros
hombres. Sostiene un encendedor debajo, pasando la llama sobre el vientre de
la cuchara, de modo que el resplandeciente parpadeo del fuego calienta
uniformemente el metal.

—Sigue, cariño. Pantalones a continuación.

Me quito los jeans con manos temblorosas, sabiendo lo que tendrá que pasar a
continuación: mi sostén y mis bragas. El polvo ya se ha licuado y burbujea en
la cuchara. Kevin recorre con su mirada mi cuerpo demasiado delgado,
deteniéndose en mi pecho y en el punto entre mis piernas donde se encuentran
mis muslos.

—Hija, te desnudaré yo mismo si es necesario. Mejor si haces el trabajo tu


misma y sin problemas. No quiero marcar nada de esa hermosa piel.

Boom.

Boom.

Boom.

Boom.

BOOM.

Mi corazón está firme cuando me desabrocho el sujetador. No tropieza ni salta


cuando bajo mis bragas sobre mis caderas y las deslizo por mis piernas,
saliendo de ellas con piernas temblorosas una vez que el material de algodón
se amontona en mis pies. Me paro frente a él, desnuda y temblando, cruzando
los brazos sobre mi pecho para ocultar mi pecho plano, y Kevin resopla por la
nariz.

—Bien. Puedo ver por qué Jason quería guardarte todo para él —La aguja está
lista, el líquido casi negro visible en su cavidad. La deja sobre la mesa de café
y luego se palmea el muslo—. Vamos. Ven, siéntate aquí. Deberíamos
conocernos, ¿no crees? —Cuando me siento, gritando internamente y presa del
miedo, me pregunta— ¿Alguna vez te ha besado un chico, Hannah?

—No señor.

Kevin está complacido con esto. Radiante. —Y... —Sus dedos, ásperos y
manchados de nicotina, recorren el interior de mi pierna, vacilando en la mitad
del muslo—. …¿Qué hay de tocar? ¿Alguna vez dejaste que un chico te tocara...
aquí? Su mano se mueve más alto. Mucho más alto aún, por mi costado, sobre
mi caja torácica. Muerdo un aullido de animal asustado cuando pellizca mi
pezón entre sus dedos.

—N-no, señor.

—Eso es bueno. Eso es muy bueno. ¿Y qué hay de…? —Empieza a deslizar su
otra mano hacia abajo, entre mis piernas, y por un momento distorsionado,
todo se siente tranquilo. Luego, sus dedos sondean, se retuercen, exploran
partes de mi cuerpo que nunca, nunca debería tocar, y reacciono.

Todo se difumina y se extiende. La habitación se convierte en nada más que


color, luz y un zumbido agudo. Me muevo rápidamente y mis pensamientos no
pueden seguir el ritmo de mi cuerpo. Estoy fuera de mí mientras me inclino
hacia un lado y mi mano se cierra alrededor de la jeringa completamente
cargada en la mesa de café...

... y la hundo en los ojos de Kevin.

Presiono, presiono, presiono, presiono, y el émbolo no tiene adónde ir, el cilindro


está vacío, y Kevin está gritando, gritando, GRITANDO...

Entonces ya no grita. Su cabeza se echa hacia atrás, su cuerpo tiembla, se


paraliza, sus manos se curvan en garras cerradas y una espuma blanca
empieza a salir de su boca.

Sus movimientos espasmódicos me arrojan de su rodilla al suelo. Me raspo el


costado con la mesa de café. Más espuma blanca sale de la boca de Kevin. Con
los ojos muy abiertos y atragantado, se acerca a mí, como si quisiera agarrarme
si pudiera, o tal vez está buscando mi ayuda, pero, en cualquier caso, estoy
demasiado lejos y sus dedos contorsionados se mueven de izquierda a
derecha, cantando en el aire. El tipo tose, se ahoga, balbucea, la espuma
blanca que sale de su boca ahora se tiñe de rosa, salpicada de sangre.

—Maldita perra. Voy a... ¡matarte… joder! —Como una escena de una película
de terror, la columna vertebral de Kevin se arquea lejos del respaldo del sofá y
se desliza por el suelo. Se quita la aguja del ojo, temblando como un monstruo
de una pesadilla, y toda la escena es demasiado, demasiado grotesca,
demasiado inquietante.

Yo vomito. Un chorro de bilis naranja caliente sale disparado de mi boca y


golpea la alfombra, salpicándome los pies descalzos. Nuevamente, los
músculos de mi estómago se tensan, enviando otra ola de bilis ardiente hacia
arriba y fuera de mi boca, esta vez rociando todas mis piernas.

Cuando recupero el aliento, Kevin ya no está temblando. Está muy quieto, con
las piernas abiertas, los ojos fijos, mirando al techo y la parte delantera de su
camiseta del equipo John Deere está cubierta de saliva y sangre. ¿Está... está
muerto? Creo que debe estarlo. Corro a través de la sala de estar, agarro la
apestosa sudadera con capucha de Jason de donde está colgando del gancho,
abro la puerta de entrada y corro.

Está lloviendo. Mis pies están descalzos. Estoy desnuda salvo por la
repugnante sudadera con capucha que he envuelto alrededor de mis hombros.
El frío y la oscuridad no importan. Todo lo que importa ahora es mi escape.

Me lanzo a la noche y no me detengo.


12

Bueno. ¿Y qué? Soy un mentiroso. Gran puto problema.

He tomado mi cuota de pastillas. Bebo, y cuando he bebido lo suficiente, he


fumado. Mary Jane y yo somos los mejores amigos. Me he tropezado con el
ácido y las setas, e incluso me he metido una vez en una pipa de crack, sólo
para divertirme (cero estrellas, NO lo recomiendo). ¿Pero he tomado heroína?
Por supuesto que no he tomado heroína. No soy tan jodidamente estúpido.

Sin embargo, soy capaz de tomar mis propias decisiones y estoy seguro de
que no necesito que un buen hacedor me diga el desastre que estoy haciendo
con mi vida. He estado estresado. El tacón de los zapatos italianos de cuero
talla once de mi padre en la parte posterior de mi cuello es una fuente
constante de presión, y un trago de una petaca justo antes del almuerzo es
una manera perfecta de aliviar la tensión. No dejaré que Carina Mendoza me
reprenda como una niña incompetente, solo porque tiene su mierda bien
cerrada y todo es rosas para ella.

Si hubiera tenido Molly encima, lo habría hecho. Xanax habría sido aceptable.
Un Valium o dos. Pero no tenía acceso a ninguna de esas drogas, ¿verdad?
Entonces, tomé un trago de vodka, que es un jodido juego de niños en
comparación, y, sin embargo, ella se quedó allí, mirándome como si yo fuera
el mayor perdedor de la faz del planeta. Sí, no lo creo, amor.

¿Por qué le importa a ella, de todos modos? No es de su incumbencia si quiero


cultivar un ligero subidón entre períodos. Quiero decir, ¿quién diablos se cree
que es? Ella no es nadie, metiendo la nariz en donde no pertenece. Si no tiene
cuidado, terminará tratando de involucrarse en algo que cae estrictamente
bajo el dominio de Riot House, algo que realmente no es de su incumbencia.
Que el cielo la ayude entonces.

Me abro paso por la parte trasera del edificio principal, despotricando enojado
para mí mismo en voz baja mientras me acerco a la entrada del laberinto
detrás de Wolf Hall. El laberinto fue diseñado y construido por un erudito
matemático en 1903. Es notoriamente difícil de resolver, con sus muros de
cobertura excesivamente altos y sus exasperantes curvas, pero los chicos de
Riot House nos propusimos resolverlo durante nuestro primer mes en la
academia. En 1957, la cabeza desmembrada de uno de los conserjes de la
academia fue descubierta en el mismo centro del laberinto. A los estudiantes
de Wolf Hall les encanta contar historias sobre ese desafortunado conserje,
afirmando que el fantasma de su cuerpo deambula por los estrechos pasillos
cubiertos de maleza, en busca de su cabeza. Las historias son una mierda.
Todo el mundo sabe que lo son, pero aun así nadie entra voluntariamente en
el laberinto en estos días. Nadie excepto Wren, Pax y yo.

Sigo el camino que he grabado en mi mente, siguiendo las izquierdas y


derechas memorizadas sin siquiera prestar atención a donde voy. Y mientras
tanto, pienso en Carrie. Furioso por Carrie. Obsesionado con Carrie. Ardiendo
por Carrie.

La chica debería haberse mantenido alejada de mí. Debería haber escuchado


los rumores y haber hecho todo lo posible para evitarme como la plaga, no
seguirme, joder. Ahora ella piensa que soy un maldito adicto a la heroína, y
los chicos están a punto de hacer de su vida un infierno si no puedo
convencerlos de que ella me importa una mierda, y...

—Ella es veneno. Si no le dices que retroceda, una palabra amable de mi parte


en su oído podría persuadirla de que no te acose.

Me detengo. Estoy a una vuelta de entrar al claro en el centro del laberinto.


Hay una glorieta allí, donde los chicos y yo pasamos el rato cuando tenemos
un tiempo libre y no podemos regresar a la casa. Con su chimenea abierta,
muebles cómodos y libros gastados, el pequeño lugar de reunión con muchas
ventanas me recuerda mucho a la sala de estar de mi antigua institutriz en
la casa Lovett. Pasar tiempo allí me hace sentir incómodo y sentimental, pero
también a gusto, razón por la cual estaba planeando pasar la tarde allí de
mal humor. Pero parece que alguien ya se me adelantó.

Otra voz rompe el silencio. —Es inofensiva. Sólo estaba jodiendo con ella
antes —dice Wren, yo reconocería esa voz en cualquier lugar, en un tono
aburrido—. Estás empezando a sonar como una perra celosa, ya sabes. Y yo
que pensaba que sólo estábamos matando el tiempo.

La otra voz vuelve a hablar, tan familiar pero tan fuera de lugar que tardo un
segundo en reconocerla. —Quítale importancia todo lo que quieras. Esto te
gusta tanto como a mí. Adelante. Niégalo. La cosa es que he pasado mucho
tiempo viéndote actuar en tus pequeños espectáculos. Ya me he dado cuenta.
Si dejo de llamarte... —burlándose, sin aliento, jugando— …todavía vendrías
corriendo.

Me retraigo, escandalizado.

¿Qué carajo?

No. No estoy escuchando bien.

Al otro lado del muro del seto, escucho algo más que me obliga a retroceder
un paso: una cremallera que baja. —Mira —dice esa voz—. Te gusta mirar,
¿no? Te enciende. Te gusta verme tocarme. Te gusta verme correrme.

Doy la vuelta y me devuelvo por donde vine. Mientras me alejo del centro del
laberinto, tomando un giro equivocado tras otro en mi confusión, maldigo en
voz baja por una razón completamente diferente. No porque mi amigo
estuviera ahí atrás coqueteando con un chico, cuando siempre asumí,
siempre supe que era hetero...

...pero porque mi amigo estaba allá atrás coqueteando con nuestro profesor.
13

Alguien está en el observatorio. Desde mi cama, el cálido resplandor amarillo


que proviene de las ventanas de la estructura abovedada en la distancia es
difícil de pasar por alto: brillante, como la llama de una cerilla encendida que
arde en un mar negro. Aparte del profesor Leidecker, soy la única persona
que tiene la llave del lugar. ¿Debería levantarme y averiguar qué está
pasando? El club de astronomía no tenía nada programado para esta noche.
Estoy a cargo del cronograma de gráficos, así que lo sabría.

Sin embargo, para llegar al observatorio hay que recorrer el empinado y


resbaladizo camino de tierra que sube por la ladera de la colina detrás de Wolf
Hall, y la subida puede ser traicionera en la oscuridad.

Debería asegurarme de que el lugar no está siendo allanado, supongo...

Oh.

La luz se apaga abruptamente, sumergiendo la línea de la cresta en la


oscuridad.

Eso resuelve eso, entonces.

Fue Alderman quien me enseñó sobre las estrellas. No estaba interesada en


nada cuando me acogió por primera vez. Trató de enseñarme matemáticas,
inglés e historia, pero todo lo que me importaba eran los cuentos que contaba
sobre las constelaciones. Con el tiempo, logró relacionar la mayoría de las
materias con la astronomía, y así fue como supe que amaba las matemáticas.
No solo amaba las matemáticas. Yo era muy buena en eso. Lo suficientemente
buena como para conseguirme una beca para cualquier escuela privada en
América del Norte. Sin embargo, Alderman eligió Wolf Hall. Dijo que estaría
más segura aquí. Pagó mi matrícula completa por adelantado y no discutí.
Estaba feliz de que me dejara ir a cualquier parte para recordar que la
academia estaba en el medio de la nada.

Al otro lado de mi pequeña habitación, mi reloj marca suavemente en el


silencio, marcando los segundos y los minutos que debería usar para dormir.
Sin embargo, el sueño no vendrá. Todo en lo que puedo pensar es en una
aguja imaginaria colgando del brazo de Dash y no puedo manejarlo. Todo ese
talento, tan celosamente guardado, desperdiciado. La idea de no volver a oírle
tocar nunca, todos los sábados por la noche ahora es un recipiente vacío,
resonando con el silencio. Incluso imaginarlo es abrumador hasta el pánico.
He visto de primera mano lo que puede hacer esa droga y no es bonito.

Pasaron muchas cosas en la fracción de segundo cuando se rio y dijo que,


claro, intentaría cualquier cosa si eso hacía su vida más llevadera. Estaba de
pie en esa sala sucia, mi cuerpo expuesto, y Kevin estaba preparando una
aguja para mí. Yo era una llama viva de miedo y estaba hundiendo el acero
en su ojo.

Yo no era yo misma.

Yo era Hannah Rose Ashford y estaba aterrorizada por mi vida.

Me pongo de lado y me froto los ojos con los dedos. El cansancio me tira, pero
no hay posibilidad de que pueda caer en la inconsciencia ahora. Estoy
demasiado nerviosa. Los fantasmas del pasado acechan en las sombras de mi
habitación, con la intención de perseguirme hasta que salga el sol. Además,
si duermo, soñaré, y los sueños tienen la mala costumbre de convertirse en
pesadillas. Nunca he sido buena para salir de ellas. Yo…

El sonido viene del exterior.

En el pasillo.

Un suave sonido de silbido, y un espeluznante crujido.

Me han asignado esta habitación durante casi dos años. No hay una tabla del
piso en ese pasillo con la que no esté familiarizada, y la tabla del piso que
crujió es la que está justo afuera de la puerta de mi habitación. Mi pulso se
acelera, aunque no es necesario. La gente se levanta para usar los baños al
final del pasillo todas las noches. Es común que otras chicas en mi piso se
muevan por la noche. Pero... esto se siente diferente. Este no es el ruido sordo
medio dormido de alguien que se abre paso a ciegas en la oscuridad para ir a
usar el baño, o el paso apresurado de uno de los otros estudiantes de Wolf
Hall que se cuela en la habitación de alguien para ver Netflix después de
horas.

Esto... es un acecho.

Esto es un merodeador.

Esto es alguien parado en el pasillo, proyectando su larga sombra debajo de


la puerta de mi habitación...

Rap. Rap. Rap.

El golpe es silencioso, tan suave que apenas puedo oírlo.

Jesucristo, ¿qué diablos me pasa? ¿Por qué mi corazón se acelera de repente?


Estoy a salvo aquí. Estoy rodeada de gente. Si grito, otras diez chicas saldrán
volando de sus habitaciones en un instante.

—Son las tres de la mañana —siseo en la puerta—. Hablaré contigo en la


mañana, Pres —Sin embargo, ese no fue el golpe de Presley. Tampoco era de
Mara. Ninguno de las dos es tan sutil, y además tenemos nuestro propio toque
característico. Sabría inmediatamente si era alguna de ellas, y no lo era.

Un pesado silencio se acumula en mis oídos mientras mi reloj marca otro


puñado de segundos. Entonces: una voz al otro lado de la puerta.

—No me hagas abrir la cerradura, Mendoza.

Una ola fría de alarma se precipita desde las plantas de mis pies hacia arriba,
azotando el interior de mi cabeza, haciendo que la habitación se balancee. Es
él. De alguna manera, sin ninguna razón para creer que lo sería, supe que
era el momento en que escuché ese crujido. Aparto las mantas y me dirijo a
la puerta, apoyándome contra la madera, como si tuviera miedo de que
intentara derribar la maldita cosa. —¿Qué diablos estás
haciendo? —Siseo—. Te van a expulsar. Deberías estar al otro lado de la
montaña.

—Abre la puerta, Carina.

Hay una advertencia en su voz. Él estará perfectamente feliz de cumplir con


su amenaza de abrir la cerradura de mi puerta, y luego, ¿dónde estaré yo?
Dash no solo estará en mi habitación de todos modos, sino que también
estará enojado.

Abro la puerta, fulminado con la mirada a la figura sombría que se cierne


sobre el otro lado. Mis ojos tardan un segundo en adaptarse a la penumbra
del pasillo, pero cuando mi visión se corrige sola, realmente desearía que no
lo hubiera hecho. Dash está empapado, ni siquiera sabía que estaba
lloviendo, y el color de su cabello ha cambiado de ceniza brillante a miel
quemada. Hay sombras debajo de sus ojos, oscuras y como moretones. Lleva
una camiseta fina pegada al pecho, el color gris jaspeado es tan oscuro y
húmedo que casi parece negro sobre los hombros. La parte baja de sus jeans
están doblados, pero todavía están cubiertos de barro y agujas de pino, lo que
me dice que tomó el camino forestal hasta la academia desde Riot House, y
no el camino principal asfaltado. Su mandíbula se tensa, sus ojos severos y
penetrantes mientras me mira de arriba abajo.

Llevo una camisa de dormir de gran tamaño y ningún sostén. Fantástico. Mis
pezones están puntiagudos debajo de la tela, muy, muy, visibles en el aire frío
del pasillo.

—¿Entonces? —dice, dilatando sus fosas nasales.

Me río en voz baja, aunque el sonido está lejos de ser feliz. —¿Entonces?
Entonces ¿Qué demonios estás haciendo? Estaba durmiendo.

Él sonríe, mirando sus sucias zapatillas (¿dónde diablos están sus zapatos de
vestir?) La cabeza girada hacia un lado, y un rayo de energía eléctrica me
golpea justo en el pecho. Me deja extrañamente sin aliento cuando presencio
la forma en que sus ojos se arrugan en las esquinas. —No, no lo estabas.
Estabas acostada en tu cama, mirando al techo, negándote a tocarte, aunque
quisieras…
Bastardo inglés engreído. El descaro de él. —Oh, y supongo que iba a
masturbarme mientras pensaba en ti, ¿verdad, Lord Lovett?

Su sonrisa se desvanece una fracción, atenuándose como un interruptor de


luz que se enciende, pero solo por un segundo. Vuelve con toda su fuerza un
segundo después. Se apoya contra el marco de la puerta. —No te castigues
por eso. Eres solo un humano.

Podría pegarle. Nunca he golpeado a nadie antes, pero me imagino lo bien que
me sentaría apretar la mano, cerrar el puño y lanzarlo contra la definida
mandíbula de este hijo de puta engreído. ¿De dónde demonios saca que
piense tan bien de sí mismo? Quiero decir, ¡vamos! —Vete a casa, Dash. Ahora
no es un buen momento para una visita social.

—Yo diría que ahora es un momento perfecto —Huelo alcohol en él. Del tipo
fuerte. Whisky, creo. Los chicos nunca se aventuran a subir al ala de las
chicas. Es muy fácil que te atrapen y las consecuencias son nefastas, debe
estar bastante perdido para siquiera considerar un comportamiento tan
imprudente.

—¿Por qué no vuelves cuando no hayas bebido? —le digo—. No estoy de


humor para discutir contigo...

—Tuve un maldito día realmente extraño. Bebí un poco. Demándame. Y...


aquí estaba, pensando que querías afrontar mi lanza —Él hace pucheros.

Odio que mis mejillas se sonrojen. —Mira. Esto es lindo, pero estoy enojada
contigo, recuerda. Estabas siendo ...

—Realmente jodidamente tonto —Él asiente, de repente muy sobrio—. Sí.


Sobre eso. Yo solo… —Sus mejillas se hinchan, sus ojos se agrandan. Él se
encoge de hombros—. Sí —Está luchando por encontrar palabras adicionales,
lo cual es extraño, nunca he visto a Dash sin algo que decir. Siempre ha
investigado y preparado completamente lo que va a decir antes de que abra
la boca, así que esta... versión nerviosa de él es fuera de lo común.

Me incomoda que de repente se sienta tan incómodo. —¿Estás tratando de


disculparte o algo así?
Él resopla. —Apenas. Supuse que te merecías una mejor explicación. Ahora
que no estoy tan enojado, ya sabes.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho, luego los desdoblo inmediatamente cuando
me doy cuenta de que estoy llamando una atención innecesaria a mis pezones
erectos. Dash Lovett no es un caballero. Si lo fuera, no se habría quedado
mirando mis tetas a través de mi delgada camisa de dormir, y tampoco estaría
sonriendo como un bastardo total en este momento. —Estabas enojado
porque te pillé bebiendo vodka —digo con los dientes apretados—. Y atacarme
se sintió mejor que admitir que estabas siendo un idiota.

Dash apoya un brazo sobre su cabeza contra el marco de la puerta. Trato de


no notar el hecho de que las puntas de sus dedos están a solo un par de
pulgadas de mi mejilla y que están goteando agua sobre las tablas del piso.
He visto la magia que puede hacer con esos dedos. Escuché su música en mis
sueños. Mirándolo ahora, es difícil imaginar que fuera capaz de crear algo tan
hermoso. Parece que todo lo que quiere hacer es destruir. Sus ojos brillan
intensamente cuando me mira. Y chico, lo siento cuando me mira. Se me pone
la piel de gallina. Yo... de la nada, estoy jodidamente dolorida bajo su mirada.

Los dinosaurios no pudieron evitar su prematura desaparición; ese meteoro


iba a golpear la Tierra sin importar qué. Las estrellas no pueden evitar
quemarse. Cada luz en el cielo eventualmente se desvanecerá y morirá. Es
una inevitabilidad que no se puede detener ni se detendrá. Mi posición es
igual de indefensa cuando me encuentro descendiendo, cayendo más abajo
por el enorme agujero en el suelo etiquetado, Precaución: de esta manera se
encuentra la angustia.

Dashiell deja escapar un suspiro constante y audible, y su calidez patina


sobre la piel en la base de mi cuello, aire que ha estado dentro de él,
tocándome y acariciándome. Santo Dios, estoy tan condenada. —No sabía
que eras una psicóloga en formación —murmura.

—No lo soy.

Sonríe hasta tal punto que se forma un solo hoyuelo en su mejilla derecha,
que me sorprende como el infierno. Dashiell Lovett tiene un hoyuelo. ¿Un
hoyuelo bendecido por los santos? ¿Cómo puede el destino ser tan cruel?
—Parece que sabes mucho sobre mis motivaciones para alguien que no es un
psicólogo en formación —Se chupa el labio inferior con la boca y luego lo
suelta lentamente. Capto el destello de su lengua, y me arrastran de regreso
al capó del Charger de Pax, a sus labios chocando contra los míos, y su lengua
sondeando mi boca, sus manos en mi cabello y mi corazón latiendo con un
ritmo demente contra mi caja torácica.

Es como Jason. Como Kevin. Está usando. Él nunca puede significar nada para
ti.

La voz de advertencia en mi cabeza tiene razón. Si Dash pone ese veneno en


su cuerpo, entonces es veneno. Clavo mis uñas en el marco de la puerta,
luchando por imbuir mi voz con cierto sentido de autoridad. —Tienes que irte
a casa, Dash.

—¿Y que si estaba enojado contigo porque me sentía estúpido? —se apresura
a decir—. Mira, sé lo que estás pensando.

Esto debe ser bueno. —¿Y qué es eso exactamente?

—Que soy un adicto —Lo dice con facilidad, como si adicto no fuera una
palabra problemática, mientras yo me estremezco.

—¿Estás diciendo que no?

Parpadea. Apoya su cadera contra el marco de la puerta, cambiando su peso.


Me mira a los ojos, realmente mirándolos, así que los dos estamos fijos y
alineados. Y luego dice: —No del tipo que estás pensando. Nunca toco las
cosas realmente duras. Tengo muchos vicios, pero nada importante. No jodo
con mierda que acabará jodiéndome a mí.

—¿Entonces mentiste?

—Embellecí la verdad —dice—. Estaba enojado.

¿Se supone que debo creerle? Los adictos tienden a mentir. Ellos también son
muy buenos en eso. Jason podría haber convencido a mi madre de que el
cielo estaba verde la mayoría de los días de la semana. De pie allí frente a
esas lápidas, le creí a Dash antes. Si tuviera que dedicar una cantidad
significativa de tiempo a sumar todas las razones por las que no debería
creerle ahora, todavía estaría parado en mi puerta al amanecer. Pero… el
resentimiento llena mis venas mientras doy un paso atrás, abriendo la puerta
de mi habitación un poco más. Los ojos de Dashiell se abren un poco,
claramente, no esperaba que yo le tomara la palabra.

Le arqueo una ceja. —¿Qué? ¿Quieres que te diga que te vayas a casa por
cuarta vez? —En un mundo perfecto, se daría la vuelta, caminaría por el
pasillo y saldría de la academia. Se iría y no miraría atrás.

—¿Puedo entrar?

Alderman tendrá mi pellejo si se entera. —Sí. Puedes entrar. Por un


minuto. —Destaco la última parte.
Dash no reconoce la limitación de tiempo que he puesto a nuestra reunión de
medianoche. Entra en mi pequeño cuarto como si estuviera entrando en el
salón de baile de una gran mansión, con la cabeza alta y la mandíbula
arrogante, como si estuviera dispuesto a enfrentarse a la élite de la Costa
Este.

La energía de derecho, dinero y seguridad en sí mismo que desprende


mientras observa mi humilde y patético dormitorio me hace querer meterme
bajo las sábanas y desaparecer. Sin embargo, no parece darse cuenta de lo
incómoda que estoy. Señala el extremo de mi cama individual, con las dos
cejas levantadas. Su cabello sigue empapado, apartado de la cara, pero ahora
un par de largos mechones rubios y sucios le caen hacia delante. —¿Te
importa si...?

Tan cortés. ¡Ja! Que broma.

Hace lo que quiere. Dice lo que quiere. Toma lo que quiere. ¿Qué importaría
si rechazara su solicitud? Lo haría de todos modos con una sonrisa pícara en
su rostro, porque no es una palabra que Dashiell Lovett ha escuchado a
menudo durante su vida.

Le doy una sonrisa tensa, tratando de controlar mis emociones. En un


momento, me tambaleo por el hecho de que el chico con el que he estado tan
obsesionada desde que aparecí en Mountain Lakes está sentado en el borde
de mi cama. Al siguiente, deseo con cada gramo de fuerza que poseo que se
levante y se vaya. Nunca he estado tan en conflicto. Ni siquiera cuando
Alderman me dijo que Jason había muerto de una sobredosis y que mi madre
finalmente se liberó de ese hijo de puta enfermo. Mi rescatador había venido
a mí con la información con cautela, preguntándose si querría volver a Grove
Hill, planteando la pregunta con los hombros tensos, temeroso de cuál sería
mi respuesta. Admito que darle una respuesta me causó problemas.

No porque quisiera volver con mi madre. Ser acogida por Alderman fue lo
mejor que me pasó. Pero estaba la culpa. La culpa del superviviente, lo llama
Alderman. Salí de Grove Hill y nunca miré atrás. Mi madre no tuvo tanta
suerte. Mientras me convertía en una nueva persona con un futuro
prometedor y brillante, mi madre estaba atrapada en esa casa con Jason,
siendo golpeada hasta los huesos, trabajando sus dedos hasta el hueso para
alimentar las muchas adicciones de su novio de mierda. Aunque ella me dejó
con él. Ella sabía lo que él quería hacerme, y aun así me dejaba con él todas
las noches, cuando podría haberme llevado con ella al trabajo. Siempre solía
hacerlo, antes de que llegara Jason.

Dashiell se planta encima de mi edredón, apoyado contra la pared, mirando


alrededor de la habitación, y yo resisto el impulso de reír a carcajadas. Está
tan fuera de lugar aquí. Él observa todos mis libros y la ropa que olvidé doblar
antes de acostarme, colgada del respaldo de la silla en mi escritorio, mi
telescopio en su soporte en la esquina y las fotos polaroid, clavadas en la
pared junto a mi estrella. gráficos...

—Tienes muchas cosas para un espacio tan pequeño.

—Lo siento. ¿Debo tirar algunas cosas? ¿Hacer espacio para tu ego?

Sonríe, pero no llega a sus ojos. —Sólo una observación. No hace falta que te
pongas a gritar. Nunca mantendremos una conversación civilizada si me
agredes verbalmente cada vez que abres la boca.

—¿Y por qué estamos tratando de mantener una conversación civilizada de


nuevo? Porque creo que lo dejé perfectamente claro esta tarde. No quiero tener
nada que ver con un tipo que... ¡uh, whoa, whoa, whoa! —Casi caigo muerta
cuando Dash agarra la parte inferior de su camiseta húmeda y se la pasa por
la cabeza. Seguro que pierdo el hilo de mis pensamientos—. Uh… disculpa…
qué… ¡jaja! Um. No. No, ponte eso de nuevo. Vuelve a ponerte eso en este
instante.
Wolf Hall es muy relajado en lo que respecta al código de vestimenta, pero la
administración de la academia insiste en que sus estudiantes usen ropa en
todo momento. Vi a Dash en calzoncillos en el hospital, pero estaba
demasiado aturdida por toda la sangre como para verlo. Ahora estoy
prestando atención. Su pecho está repleto de músculos, su piel de un cálido
color dorado. Trato de no dejar que mis ojos vaguen hacia abajo, pero pronto
mi mirada se desplaza de su clavícula, sobre sus pectorales, deslizándose
impotente sobre sus abdominales, directamente hacia...

Oh Dios mío. Oh, Dios mío, solo miré directamente a su polla.

La risa llena mi pequeño dormitorio. —¿Todo bien, Mendoza? Pareces un poco


nerviosa.

¿Cómo se atreve a estar tan complacido consigo mismo? En mi habitación.


¿Aparece aquí en medio de la noche, empapado, engreído como el infierno, se
pone cómodo y luego se quita la camisa? En serio, ¿en qué plano de realidad
estoy viviendo? Muevo la cabeza hacia atrás, mirando al techo con tanta
fuerza como puedo físicamente. —Vuelve a ponerte la ropa, Dash. No estoy
bromeando. Estás... ¡Espera! ¿Qué demonios estás haciendo?

Te diré lo que está haciendo. Se puso de pie; él está parado a solo cuarenta y
cinco centímetros de mí, y se desabrocha los jeans y se los baja por las
piernas.

—¡Whoa, whoa, whoa! No puedes simplemente aparecer en la puerta de mi


habitación, desnudarte y esperar que yo solo… —Me agito un poco. Debo
parecer una idiota, abriendo y cerrando la boca así, pero evidentemente no
estoy lidiando muy bien con lo que está pasando.

Piernas tonificadas.

Boxers negros ajustados.

Hablamos de una piel firme.

Puedo ver el contorno de su polla a través de la tela y no puedo dejar de mirar.


¡Jesús, Carina, deja de mirar!
—¿Qué? —Dash se ríe sin piedad, pisa el material arrugado a sus pies y se
quita los pantalones a patadas—. Espero que tú solo... ¿qué?

—Duerma contigo —siseo—. Dejar que me penetres.

Ante esto, Dashiell se derrumba de nuevo en la cama, sofocando una risa.


—No te preocupes. No planeo penetrarte.

Bieeennn. Me balanceo sobre las puntas de los pies, esforzándome contra mi


necesidad de abrir la puerta de mi dormitorio y salir corriendo del edificio y
caer bajo la lluvia. Mis niveles de vergüenza aumentan a cada segundo.
Llegan a niveles de déjame aquí para morir cuando recupera la compostura
suficiente para sentarse y mirarme, y dice: —Maldita sea, chica. Me estás
matando.

Lo estoy matando. Como si la perspectiva de que él se acueste conmigo es tan


divertida e increíble que la sola mención lo hace reír hasta la muerte.

¡Tan grosero!

En un intento por disimular mi vergüenza, me acerco y le doy un golpe en el


pecho con el dedo índice. —Explícate entonces, o llamaré al monitor de piso.

—¿Christy? —Dashiell se seca los ojos—. ¿Vas a traer a Christy Deidrick


aquí? Ella es la persona más religiosa que he conocido y fui a una escuela
católica antes de venir aquí. Monjas y todo. Ella hará que nos expulsen a
ambos, créeme. Lo sé por experiencia propia —Sin embargo, tiene que ser
capaz de ver cómo aumenta mi ira, porque extiende una mano y pone los ojos
en blanco—. Muy bien. Cálmate, cariño. Sólo te estoy mostrando algo. Mira
—Gira las manos con las palmas hacia arriba y las saca, bajando la cabeza
hacia ellas. Específicamente, en el pliegue de sus codos—. No hay marcas de
agujas. Ninguna —dice, mirándome con cara de satisfacción.

—Eso no significa nada.

—¿Por qué crees que estoy parado aquí en ropa interior? Tampoco
encontrarás marcas de huellas en ningún otro lugar de mi cuerpo, amor.
Intenta encontrar una sola marca de aguja, te reto.
Así que... mintió. No debería hacer ninguna diferencia para mí. Si quiere
suicidarse con drogas duras, entonces es asunto suyo. Entonces, ¿por qué
me siento tan aliviada?

Dash voltea sus manos. —Nada en el dorso de mis manos. Nada entre mis
dedos. Nada en mis piernas ni en mis pies —Me muestra cada miembro y,
como una tonta desconfiada y equivocada, miro para asegurarme de que me
está diciendo la verdad. No tiene una marca en él. Ningún sitio de inyección.

—¿Qué esperas lograr al venir aquí y mostrarme esto? —susurro—. ¿Cuál es


el punto?

Él piensa. O se queda callado, de todos modos, mirando al suelo, presionando


la punta de su lengua contra la hinchazón de su labio inferior. Después de
un tiempo, dice: —A la gente le gusta creer todo tipo de cosas sobre mí,
Carina. Me importa un carajo la mayor parte del tiempo. ¿Pero creer eso de
mí? No podría soportar que creyeras eso.

Recoge sus jeans y los sacude. Lo veo ponérselos lentamente, mordiendo el


interior de mi mejilla. No es hasta que mete sus brazos en su camiseta mojada
que me permito hablar. —¿Entonces eso es todo? Me has convencido de que
no eres adicto a las drogas. ¿Ahora te vas? ¿Ahora eres libre de volver a
ignorarme y fingir que no existo?

Dashiell se pasa las manos por el cabello, que está un poco más seco que
cuando entró por primera vez en mi habitación, pero aún lo suficientemente
húmedo como para que los mechones se junten. —¿Cuál es la alternativa?
¿Se supone que nos vamos a conocer? ¿Compartir todos nuestros secretos
más profundos y oscuros? ¿Quieres salir conmigo, Carina Mendoza? —Se ríe
con frialdad—. Ya hemos pasado por esto. No soy factible. Soy follable. Soy
odiable. Soy muchas cosas... pero no quieres salir conmigo, Carrie. Puedo
prometerte eso.

—¿Y me conoces tan bien? —Estoy hirviendo, viva de ira, con la sangre
revolviéndose en mis venas, odiando el hecho de que este sentimiento
enfermizo y miserable de decepción brote en la boca de mi estómago. Me está
rechazando de nuevo—. No me digas lo que quiero y no quiero, idiota. No
sabes una mierda sobre mí. Si no estás interesado en mí, entonces ten las
pelotas para decir eso y ser claro en lugar de todo este baile, y eludir, y... y
ser tan malditamente inglés.

—La mayoría de la gente encuentra encantador mi inglés.

—Bueno, yo no. Es molesto. Siempre estás eludiendo lo que quieras decir.


Nunca puedes tomar una línea recta y directa del punto A al punto B en una
conversación.

—Las líneas rectas son aburridas. ¿Dónde está la diversión en líneas rectas?

—Tienes que deambular y tomar la ruta más larga y oscura posible. Y además
de todo eso, no tienes tan claro tus motivos u objetivos que nadie puede
aclarar la cabeza...

—No puedo ser directo como ustedes. Lo he intentado. Me provoca un dolor


físico tan abrupto. Pero bien. Si insistes, lo intentaré —Se endereza, se pone
de pie y hace crujir los dedos mientras me mira fijamente, con los ojos llenos
de llamas heladas—. Te follaría, amor. Me gustaría. Pero probablemente
nunca volvería a hablar contigo. Y me odiarías. Y no me importaría, lo que
solo haría que me odiaras aún más. La graduación eventualmente llegará y
haré algún tipo de discurso. Te sentarás en tu silla de la segunda a la última
fila y te llenarás de un odio ardiente por mí. Y yo... no notaré nada de eso. No
sentiré nada. No me importa Será un milagro si siquiera recuerdo que existes.

» Así que, como dije. Es mejor que te olvides de mí, amor. Una vez que te
hayas corrido en mi polla, pasaré a la siguiente chica linda con un busto de
tamaño decente, y eso será todo. No sabrás nada de mí. No habrá ningún
mensaje. No iremos saltando, de la mano, por los pasillos de este basurero.
Te habré arruinado. Seré esta fea llaga de un recuerdo que nunca se va,
supurando en la parte posterior de tu cabeza, envenenando cada relación
futura que tengas porque hice imposible que confiaras en todos los demás
hombres. Y entonces estaré de vuelta en Inglaterra, sentado en mi mimado
culo, releyendo los clásicos y follando con las amas de casa porque no tengo
nada mejor que hacer. Sin pensar en ti... —Se acerca, toma un mechón de mi
cabello suelto y lo enrolla pensativamente alrededor de su dedo—. No te
recordaré. Sin importarme que te haya hecho daño —Hace una pausa, y aquí
es cuando finalmente llego a lo más bajo y despreciable. Porque sus palabras
duelen más que el filo de una navaja de afeitar, nunca me he sentido tan mal
como en este momento, pero sigo inclinándome hacia él. Sigo deseando que
me toque. Sigo mareada por su cercanía, y por el hecho de que puedo oler la
noche y la lluvia en su cálida piel, y por mucho que me odie por ello, sigo
deseándolo, joder.

Se acerca unos centímetros. Más cerca, todavía. Dios, su boca está tan cerca
de la mía que podría besarme. No se necesitaría mucho. Solo un par de
milímetros. —No se trata de conocerte, o de lo que quieres,
Carrie —susurra—. Me conozco. Soy una mala noticia para cualquiera,
cariño. No vayas pensando que eres especial.

Un calor preocupante me quema en el fondo de la garganta; los ojos me


escuecen como locos. Por fin me doy cuenta de lo débil que estoy siendo y
reúno una pizca de autoestima. Retrocedo y miro hacia otro lado,
obligándome a tragar saliva. —Vete. Lo digo en serio. Es hora de que te vayas.

Oigo su risa silenciosa. Afortunadamente, evito ver la ruinosa sonrisa que sin
duda lleva puesta. —Buena chica. Me hiciste creer esa vez —Se dirige a la
puerta y la abre, pero no sale de inmediato. Por supuesto, tiene que dar un
último golpe de despedida—. Me perdonarás si no te saludo la próxima vez
que nos crucemos.

—¿Se supone que debo estar molesta por eso? —Siseo—. Actúas como si
hubieras arruinado mi vida. Odio tener que decírtelo, pero he sobrevivido a
cosas mucho peores que tú, Dashiell Lovett.

—Oh, cariño —musita él—. Te equivocas. No hay nada peor que yo.

La puerta se cierra suavemente tras él.


14

Sí.

Ahora lo estás entendiendo.

Soy un idiota.

Un maldito cabrón, pedazo de mierda, que te romperá el corazón, grosero como


el infierno, maldito maldito coño de grado A.

Lo pienso mientras me siento en inglés a la mañana siguiente, con una


expresión tan aburrida y arrogante que incluso Wren me da una mirada
burlona de "¿quién se ha cagado en tus cereales?" desde su posición tumbado
en el sofá de cuero bajo la ventana.

Me siento sucio. No se me puede llamar hombre a estas alturas; es un título


demasiado generoso. Soy un golem, construido con bolsas de mierda y basura
en llamas. En el otro lado de la habitación, Carina se sienta junto a Mara
Bancroft. Puedo sentirla palpitando de vergüenza y rabia; su estado de ánimo
genera un calor que se puede sentir desde el otro lado de la Guarida de Fitz.
Me hace ampollas en la piel, me envenena con la radiación, me chamusca las
terminaciones nerviosas y, sin embargo, a nadie más parece afectarle. Nadie
más parece haberse dado cuenta.

No me ha mirado desde que entró en la habitación y dejó su bolso a sus pies.


Tal como le prometí anoche, tampoco la he mirado. No directamente. Sin
embargo, soy muy bueno observándola en mis periféricos. Mis ojos han
vagado por el salón, saltando desde el pizarrón blanco al frente de la clase, al
techo, a la ventana, pero lo único en lo que he podido concentrarme es en la
chica que usa los jeans morados brillantes al otro lado de la habitación.

Se supone que pronto me follaré alguien al azar en Cosgrove's, para convencer


a mis amigos de que esta chica me importa una mierda. Aunque lo hago.
Realmente lo hago. No puedo dejar de pensar en ella. No puedo dejar de estar
enojado con su culo entrometido. No puedo dejar de pensar en lo linda que
es cuando está enojada. Le pagaría a alguien un buen dinero si pudiera
decirme cómo sacarme de la cabeza la imagen de sus pequeños y apretados
pezones asomando a través de esa camiseta. Eso sería jodidamente bueno.

No puedo estar interesado en ella. Simplemente no puedo. Así que finjo.

Mi desinterés me obliga a ser convincente. Bostezo. Clavo la punta de mi


bolígrafo en mi libreta. Pateo con los pies y cruzo las piernas a la altura de
los tobillos, y no miro a Carina Mendoza.

Fitz sigue hablando de El Conde de Montecristo. No le presto atención. Cuando


me tomo un momento para volver a la realidad, no puedo evitar imaginarme
lo que ocurrió entre mi amigo y ese hijo de puta en el laberinto el otro día, y
mis entrañas se hacen un nudo. Mi aversión a Fitz, que antes podía ser un
poco injustificada, ahora se siente perfectamente justificada. Demasiado
bueno. Demasiado pulido. Demasiado jodidamente genial. Es profesor de
inglés en una escuela para niños ricos mimados, por el amor de Dios, y se
pasea por este lugar como si hubiera escrito el puto El guardián entre el
centeno. No es genial. Es una puta rata, y no me gustan las putas ratas.

Si hace algo para meterse con Wren, y me refiero a cualquier cosa que tenga
un impacto negativo en mi amigo, lo destruiré.

Wren nunca ha sido de los que toman decisiones seguras. Es inteligente como
el infierno, pero eso a menudo no se traduce en cuidadoso. Realmente podría
estrangular al tonto bastardo. Si hubiera querido tener una cita ilícita con un
miembro de la facultad de Wolf Hall, podría haber elegido literalmente a
cualquier otra persona y hacer una mejor elección. ¿La señorita Naismith del
departamento de informática? Ella tiene un palo de una milla metido en el
culo, pero de nuevo, diciendo eso, es un buen puto culo. Podría haberse
divertido mucho con ella.
Y si todo esto se trataba más de experimentar con un tipo, entonces está bien.
No tengo ningún problema con eso en absoluto. Pero, ¿qué pasa con Sam
Levitan? Levitan es el jefe del departamento de matemáticas. Mucho más
caliente que Fitz. La demografía femenina de Wolf Hall está constantemente
meando y gimiendo por el hecho de que Levitan es realmente gay y ninguno
de ellas tiene ninguna posibilidad con él.

Fitz suele salir con mujeres. O debería decir chicas. Es de conocimiento


común que solía follar con chicas mayores en la glorieta todo el tiempo
cuando éramos estudiantes de primer año. Es tan inesperado e improbable,
esta extraña conexión entre este idiota y Wren, que algo al respecto
simplemente no se siente bien.

A mitad de la clase, Fitz se da cuenta de que lo estoy mirando y se sube las


gafas por la nariz, entrecerrando los ojos. —Lo siento, ¿tengo algo en mi cara,
Lord Lovett? Has estado perforando agujeros en mi cráneo desde hace
bastante tiempo.

Oooh, mírate, siendo todo observador y mierda. Wren, que ha estado fingiendo
dormir durante los últimos treinta minutos, abre un ojo y me mira. Todos me
miran. Todos menos Carina, que mantiene los ojos fijos en la puerta, como si
estuviera fantaseando con escapar.

—Me das una mierda cuando no estoy prestando atención. Me das una
mierda cuando le presto demasiada atención. No hay nada agradable para ti,
Wesley.

—Bueno... —Fitz sonríe—. Dado que estamos siendo tan diligentes en el uso
de los títulos correctos de los demás en esta clase, creo que el doctor
Fitzpatrick está bien. No es realmente apropiado que un estudiante use mi
primer nombre.

Mi turno para sonreír. —Y odiaríamos que hubiera alguna falta de decoro


entre un estudiante y un maestro ahora, ¿no es así?

Wren cierra el ojo que abrió, echando su brazo hacia atrás sobre su cara, él
está totalmente indiferente por mi pequeña excavación. Fitz, por otro lado, no
tiene el mismo tipo de cara de póquer que tiene mi amigo. Sus mejillas se
sonrojan. Se pasa una mano por el cabello en una acción que puede parecer
casual al resto de la clase, pero que a mí me parece muy agitado.

—Sigamos con nuestro trabajo, ¿de acuerdo? Ya que está tan fascinado con
mi clase de hoy, Lord Lovett, ¿por qué no viene aquí y juega un pequeño
juego? Dame un punto de conversación sobre El Conde de Montecristo. Creo
que deberíamos tener un pequeño debate.

Elección incorrecta de palabras. No quieres jugar conmigo.

La mayoría de mis compañeros discutirían por ser encargados de esta tarea,


pero yo no digo ni pío. Me levanto y me dirijo al frente de la clase, dedicándole
a Fitz una sonrisa fría y distante mientras me coloco a su lado. Con todos
nosotros sentados en cómodos sofás o en los apolillados sillones de respaldo,
debe ser muy fácil para Fitz sentir que tiene el control. Con sus dos metros
de altura, debe sentirse como un gigante mientras se eleva sobre todos
nosotros. Bueno, ahora estoy de pie junto a él, y no tiene nada que ver
conmigo. Puede que tenga la mitad de tu edad, pero mido dos metros, hijo de
puta, y soy mucho más ancho que tú.

Fitz se aclara la garganta. Se dirige a su escritorio y se sienta en el borde,


cruzando las manos frente a él con una mirada expectante en su rostro. —
¿Bien? ¿Tienes un tema de debate en mente? ¿Has leído el libro, Dash, o...
estás parado aquí, perdiendo el tiempo de todos?

Las garras están saliendo, ¿verdad? Al pobre bastardo no le gusta que le esté
haciendo pasar un mal rato. Probablemente, tiene miedo de lo que cree que
yo sé, y está tratando de intimidarme para que me comporte. Bueno, no soy
de los que se dejan intimidar. Tal vez sea hora de que Wesley Fitzpatrick se
dé cuenta.

Lo miro hacia abajo, una sonrisa suelta formándose en las comisuras de mi


boca. —¿Quieres un tema de debate? ¿Qué hay del concepto de inevitabilidad
en el libro? Creo que es inevitable que los enemigos de Edmond
eventualmente sucumban a su ira. Edmond se dispersó antes de que lo
encerraran en esa celda. Pero una vez que se encontró atrapado, no tenía
nada mejor que hacer que planear su venganza. Sus circunstancias eran tales
que no tenía nada mejor que hacer que concentrarse en ese impulso
desesperado. Se necesita la desgracia para sondear ciertas profundidades
misteriosas en la comprensión de los hombres —cito—. Se necesita presión
para hacer explotar la carga. Mi cautiverio concentró todas mis facultades en
un solo punto. Antes se habían dispersado, ahora chocaban en un espacio
estrecho, y, como saben, el choque de nubes produce electricidad. La
electricidad produce rayos... y los rayos dan luz —Lo inmovilizo con una
mirada helada—. ¿Debo seguir?

Fitz masajea sus dedos en su sien, riendo con demasiado entusiasmo.


—Maldita sea. Muy impresionante. Debería haberlo sabido mejor antes de
desafiar a un hombre de tu raza por su conocimiento de los clásicos. Habías
memorizado todas las obras de Alejandro Dumas antes de los seis años, ¿no
es así? —Sacude la cabeza, todavía sonriendo como un idiota—. De hecho,
me siento mal por ti. Probablemente no tenías muchos amigos cuando eras
niño, ¿eh?

Oh. ¿Pasivo agresivo? Imprudente, amigo. Imprudente. Le enseño los dientes.


—Supongo que no lo hice. Supongo que por eso mis amigos son tan
importantes para mí ahora. Soy ferozmente protector con ellos.

Mis amenazas ya ni siquiera están veladas. Elegí esa cita del Conde de
Montecristo por una razón; mi atención no estaba enfocada antes. No estaba
enfocada en él, pero ahora que lo está, solo se necesitará un pequeño empujón
para impulsarme a la acción. El choque de nubes produce electricidad. La
electricidad produce rayos... y los rayos dan luz. Sus acciones tendrán
consecuencias, y yo soy una consecuencia con la que no quiere tener que
lidiar.

—Dios, Lovett, ¿qué diablos estás haciendo? —Mara Bancroft, extraordinaria


bocazas, está sentada en un sofá con estampado de flores junto a
Carina—. Nos has dado el tema. Siéntate ya. Ninguno de nosotros se inscribió
por un sello distintivo tuyo: Caramba, quiero tanto a mis amigos.

El falso acento inglés que repite como un loro es ofensivo. Para empezar, es
un acento británico, que no se parece en nada al acento de la BBC que mi
padre me inculcó cuando era niño. Si nos basamos en la impresión de Mara,
no sabe la diferencia entre un miembro lejano de la familia real y un extra en
el reparto del maldito 'Oliver'. Nunca había pensado en su existencia, pero
ahora lo hago... y decido rápidamente que no me mearía en ella ni, aunque
estuviera ardiendo.

—¿Por qué no te vas a la mierda con un consolador infectado con hepatitis,


Bancroft? —Pronuncio para asegurarme de que ella pueda entenderme a
través de mi jodido acento inglés.

Todo el infierno se desata. Mara se queda boquiabierta. Se lleva la mano al


pecho, con una expresión de escándalo en el rostro, y las chicas sentadas en
la primera fila comienzan a chillar.

—¡Oh Dios mío! Fitz! ¡No puedes dejar que diga eso! ¡Oh Dios mío!

Siguen más oh-mi-dios. Un par de "¡eso es-acoso-sexual!" Y "¡qué cosa


enfermiza decir!" Se agregan en buena medida. Los chicos se ríen y se codean
entre sí, gritando y lanzando bolas de papel a Mara.

Wren está sentado ahora, con las manos entrelazadas casualmente detrás de
su cabeza como si estuviera sentado en un sillón reclinable en la playa,
esperando que llegue la Piña Colada que ordenó hace cinco minutos. Hay una
pequeña y divertida sonrisa en su rostro. El júbilo de Pax es más abierto. Está
tirado en el suelo, apuntándome con el dedo como si acabara de hacer todo
su maldito año. —Salvaje, Lovett. ¡Maldito salvaje!

—Sí, eso fue jodidamente salvaje —Fitz suspira dramáticamente—. Muy bien,
su señoría. Soy un tipo liberal la mayor parte del tiempo, pero vamos. Eso fue
demasiado. Deberías disculparte con Mara.

—Gracias por la oferta, pero creo que la rechazaré.

Fitz parece sorprendido. —¿Sin disculpas?

Niego con la cabeza. —Nop.

—Bien entonces —Camina por el otro lado de su escritorio y saca una libreta
rosa brillante del cajón superior. La clase se amotina mientras él garabatea,
arroja el bolígrafo, arranca la hoja superior del bloc y me la
entrega—. Felicidades. Ahora eres el destinatario de la primera detención
oficial que tuve que emitir en todo el año. Espero que estés orgulloso de tu
logro.
Acepto el trozo de papel, inclinándome con una floritura. —Estoy jodidamente
extasiado.
15

—Qué idiota. ¿Puedes creer que me dijo eso? ¿Y qué diablos estaba haciendo
Wren, de todos modos? Se quedó allí sentado, sonriendo como un loco.
Debería haberlo noqueado o algo así. Eso es lo que habría hecho cualquier
chico normal.

El almuerzo casi ha terminado, y Mara sigue despotricando sobre Dash


diciéndole que se vaya a la mierda con un consolador infectado con hep. La
única vez que ha dejado de despotricar es cuando se ha metido un poco de
ensalada Waldorf en la boca y no puede hablar porque está masticando.

Bebo mi jugo deseando con todas mis fuerzas que cambie de tema, pero estoy
segura de que no lo hará. —Sin embargo, Wren no es normal, ¿verdad? Ese
es el punto. Ninguno de ellos es jodidamente normal. Dash es grosero como
el infierno y cree que puede decir lo que le dé la gana. Así que sí —Asiento
con la cabeza para enfatizar—. Sí, puedo creer que te dijo eso. Porque es una
mierda. Y Wren es una mierda. Y Pax es una mierda.

—¿Pax qué? —Los ojos de Pres están muy abiertos mientras se sienta junto
a Mara. Uno pensaría que se habría hartado de Pax Davis después de la forma
en que él le habló en esa fiesta, pero no. Ella está tan enamorada de él ahora
como siempre. Incluso escuchar su nombre en el comedor de la academia
hace que se le pongan los oídos aguzados y se le dilaten las pupilas.

—Pax nada. No estamos hablando de Pax —espeta Mara. Suena como una
niña, irritable y petulante—. Estamos hablando de Dashiell Lovett y de lo
absolutamente detestable que fue conmigo en la clase de inglés de esta
mañana. ¿Dónde estabas, de todos modos? —Mara le da una mirada
acusatoria a Presley, como si estuviera personalmente ofendida por no haber
estado en clase para defender su honor.

Las mejillas de Presley cambian de color. —Mi mamá está en la ciudad. Ella
me llevó al médico y... —Ella se sonroja—. Ella me dio la píldora. Hackeó mi
cuenta de correo electrónico y leyó algunos de los fanfics que le he estado
enviando a mi amiga en casa.

Le digo, —¿Fanfic?

Mara dice: —¿La píldora?

Presley parece que está a punto de morir de vergüenza. —Bueno. Sí. ¿Y qué?
Escribo fanfic. No es que lo publique en línea ni nada. La única persona que
lo lee es Sarah, y nunca se lo mostraría a nadie.

—Te estás saltando la parte en la que tu mamá te recetó anticonceptivos,


Pres —repite Mara.

—¿Por qué es tan importante? Ambas están tomando la píldora.

—Lo estamos, tienes razón. Pero tengo mucho sexo y la menstruación de


Carrie aumentó. ¿Por qué necesitarías tomar la píldora debido a una historia
que escribiste?

A pesar de toda su experiencia e inteligencia callejera, Mara puede ser un


poco torpe a veces. —Porque la historia estaba llena de sexo —digo—. Sexo
gráfico. Y la mamá de Pres no quiere que su única hija quede embarazada en
la escuela secundaria. Y… oh… oh no. Presley. ¿De qué trata tu fanfic? Dime
que no está protagonizada por un tipo llamado Pax.

—No —dice con altivez—. Su nombre, si deberías de saber, es Dax, y toda la


historia no tiene nada que ver con mi vida aquí en Wolf Hall —Si así es como
sonaba cuando trató de venderle esta mentira a su madre, no es de extrañar
que ahora esté tomando anticonceptivos.

Los ojos de Mara bailan con picardía. Se acerca a Pres de forma conspirativa.
—¿De qué color es el cabello de la chica en esta historia tuya, pequeña zorra?
—Es rojo. ¡Lo que sea! ¡Dejar de reír! ¡El cabello rojo es mucho más común de
lo que piensas!

—Quiero leer esta escandalosa obra de obscenidades —declara Mara.

—No. De ninguna manera. Absolutamente no —Pres sacude la cabeza tan


violentamente que casi se cae de su asiento—. Mamá me hizo borrar los
correos electrónicos de todos modos. Se han ido ahora.

—No soy tan crédula como tu mamá, amiga. Sacas esa mierda de la papelera
en este instante.

—¡No!

Pobre Presley. Desde el primer año, hemos sido presionadas y obligadas a


darle a Mara todo lo que Mara quiere y hacer lo que Mara quiere. Es admirable
que se defienda a sí misma y diga que no esta vez, pero también me pregunto
cuánto durará. Cuando Mara pone su mirada en algo, es como un perro con
un hueso; ella no se rendirá.

—Disculpa.

Miro hacia arriba y me quedo sin aliento. Mi sonrisa desaparece. Wren Jacobi
está de pie junto a nuestra mesa con una taza de café para llevar en la mano
y me mira directamente. Mi lengua se siente como si estuviera hecha de papel
de lija. Sus ojos son de un inquietante tono verde, tan vívidos que no parecen
reales. Una pluma al azar se asoma del bolsillo en el pecho de su camisa de
botones negra medianoche. —Carina, ¿verdad? —Inclina la cabeza en un
ángulo, como si fuera un extraterrestre, todavía tratando de descubrir cómo
funciona el lenguaje corporal humano.

—Uhh... ¿Wren? —Mara agita una mano frente a mi rostro, tratando de llamar
su atención. Él la mira tan en blanco que hace que un escalofrío me recorra
la espalda. Mara sonríe coquetamente, sin embargo, eligiendo ignorarlo—. Oh
hola. Sí, ¿me recuerdas? Soy la chica con la que has estado enviando
mensajes de texto. ¿Mara? Tenemos una cita esta noche. ¿Me invitaste a
pasar el rato?

Wren parece confundido. Toma un sorbo de su taza de café. —Sé quién eres.
—Bueno. ¿Entonces…? —Mara se encoge de hombros, sosteniendo sus
manos en el aire—. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué estás coqueteando con mi
amiga justo en frente de mí?

Un ladrido retorcido de risa sale volando de su boca. —¿Ligar con ella? No


estoy coqueteando con ella. Le pregunté si se llamaba Carina.

—Sabes que sí —le digo con los dientes apretados—. ¿Qué quieres, Wren?

Su mirada regresa a mí, de repente más concentrada. —No mucho. Me acabo


de dar cuenta de que realmente no nos conocíamos, tú y yo. ¿Cuál es tu
historia?

—¿Cuál es mi historia? —Si sueno algo incrédula, es porque lo estoy.

—Sí. ¿De dónde eres? ¿Por qué estás aquí? ¿Tus padres son militares?

Bien, ¿qué está pasando ahora mismo? Hago la pregunta en mi cabeza. Mara
lo pregunta en voz alta. —¡Oye! ¡Jacobi! ¡Que carajo! No me has hecho una
sola pregunta sobre mí. ¿Le estás dando a Carrie el tercer grado y de alguna
manera no estás coqueteando con ella?

—Ya sé todo lo que necesito saber sobre ti.

Ella se arroja hacia atrás en su silla. —¿Es eso así? ¿De dónde vengo
entonces? ¿Por qué estoy aquí? ¿Mis padres son militares?

—Nada de eso es relevante.

—¿Por qué no? —Su voz es tres octavas demasiado altas, la gente en la mesa
de al lado nos está mirando.

—Porque has dejado tus intenciones perfectamente claras —Él le apunta con
su taza de café—. Quieres que te folle. Quieres mi polla en tu boca y mis dedos
en tu coño. Eso es todo lo que necesito saber sobre ti.

Su mandíbula golpea el suelo por segunda vez hoy. Esta vez, mi mandíbula
se une a la de ella. Pres mira su comida, su cuello y su pecho se convierten
en manchan rojas. —¿Que…? —Mara jadea.
—¿Has preguntado una mierda sobre mí? —pregunta—. ¿Sabes algo sobre mí
que hayas aprendido a través de una conversación que hemos tenido, en la
que estabas tratando de conocerme?

Mara se pone nerviosa.

—Porque los mensajes de texto que me has enviado son casi pornográficos.
No es una charla muy educada. No digo que haya nada de malo en eso. Me
encanta una buena foto de un coño tanto como cualquier otro chico...

Mara se levanta de su asiento, con dos círculos de humillación que manchan


sus mejillas. Su labio inferior se tambalea de una manera preocupante que
deletrea lágrimas. —¿Qué es, el día de meterse con Mara? Eres repugnante.
¡Te envié eso en privado!

Wren permanece desprovisto de toda emoción. Bebe otro sorbo de café. —No
es inteligente, enviar fotos íntimas de tu cuerpo a chicos que apenas conoces.

—¡Me enviaste una foto de tu polla! —Mara cruzó oficialmente la línea hacia
la histeria: población uno—. Si no soy inteligente por enviarte un desnudo,
¿en qué te convierte eso?

Él le lanza una sonrisa de lobo. —Esa era en realidad la polla de Mark


Wahlberg. Lo encontré en Internet.

—¿Quién diablos es Mark Wah? ¡Dios mío! —Mara se aleja de la mesa,


dejando atrás su teléfono, su bolso y su ensalada Waldorf.

Wren la mira irse con un nivel de apatía sociópata. Sin embargo, parece
decepcionado cuando intenta dar otro trago de café y se da cuenta de que su
taza para llevar está vacía. La deja en la mesa y vuelve a centrar su atención
en mí. —Entonces, ¿de dónde eres?

Santo infierno. Tienes que estar bromeando. —¿Por qué demonios querrías
saber eso?

—Dash ha sido bastante amigable contigo recientemente. Pensé que sería


bueno si yo también conociera un poco más sobre ti. Dado que uno de mis
mejores amigos se ha interesado por ti, ¿sabes?
Esto tiene que ser una especie de broma. —Dash no ha sido amigable
conmigo, créeme. Y la forma en que le hablaste a Mara fue jodidamente
horrible. Lo sabes, ¿verdad? ¡Vete!

Solo sonríe.

Sonríe y se aleja.

Presley se aclara la garganta. —Puede que este no sea el mejor momento para
sacar esto a colación... pero tengo que decir que siempre me siento tan
invisible cuando este tipo de cosas pasan.

'Al límite' no se acerca a describir mi estado de ánimo durante el resto de la


tarde. Estoy agitada. Ansiosa. Neurótica. En pánico. Y no porque Wren Jacobi
fuera un poco grosero conmigo. Tengo cosas mucho más importantes de las
que preocuparme.

Sufro en mi camino a través de Historia y español. Dash no está en ninguna


de esas clases, lo cual es genial y también muy inconveniente al mismo
tiempo, porque temo verlo, pero también necesito hablar con él más y más
con cada segundo que pasa. Afortunadamente, sé dónde estará una vez que
termine mi última clase del día. Mientras todos mis compañeros de clase se
apresuran a salir, emocionados de que sea viernes y se les permita salir de la
academia, soy la única tonta que intenta llegar a la biblioteca.

La Sra. Lambeth está cerrando cuando llego. En el proceso de tratar de afinar


la cerradura de la puerta, la bibliotecaria anciana salta cuando aparezco al
otro lado del cristal. —Señor en los cielos arriba, niña. Maldita sea, casi grité.
¿Qué diablos estás haciendo, saltando sobre una persona así?

—Lo siento, señora Lambeth. Quería tener una ventaja en mis asignaciones.
Si las hago todas ahora, podré disfrutar de mi fin de semana —Técnicamente,
se supone que la biblioteca permanecerá abierta hasta las seis de la tarde
durante la semana, pero es raro que alguno de nosotros la use una vez que
suena la campana. Tenemos acceso en línea a la mayor parte del material que
necesitamos para nuestras tareas y escritorios para estudiar en la privacidad
de nuestras propias habitaciones. Además, la biblioteca está supuestamente
súper encantada, y admitiré que estoy muy asustada aquí una vez que
oscurezca.

La Sra. Lambeth no está impresionada. —Estoy catalogando nuevas


incorporaciones, señorita Mendoza. Entras y será medianoche antes de que
yo llegue.

—¡Puedes catalogar! Estaré leyendo e investigando, lo juro. Sólo soy yo. No


necesito una niñera. ¿En qué lío podría meterme?

Ella carraspea. —Es curioso que preguntes. Joseph Quentin usó


computadoras de la academia para pagar la metanfetamina en la web oscura
el mes pasado.

Joder. Si no me deja entrar a la biblioteca, no será el fin del mundo, pero


significará que tendré que esperar una hora y media más para obtener
respuestas. No creo que pueda esperar tanto. Mi cabeza explotará y los
conserjes limpiarán la materia cerebral del suelo si me veo obligada a tolerar
este nivel de ansiedad durante mucho más tiempo.

La bibliotecaria gruñe, mirándome a través de sus lentes de botella de coca-


cola. —No puedo confiar en nadie en los ordenadores, niña. No si no puedo
vigilarte. Necesito asegurarme de que no estás pidiendo las metanfetaminas.

Creo que ni siquiera sabe lo que es la metanfetamina; seguro que no quiere


que compre nada de eso. No en su guardia. Le doy lo que espero que sea una
sonrisa ganadora. —No necesito usar un ordenador. Necesito un lugar
tranquilo para trabajar y espacio para extender mis libros. Eso es todo.

Ella piensa en esto. Contra todo pronóstico, gira el extremo de la llave de


bronce que sale de la cerradura hacia la derecha, abriendo la puerta en lugar
de cerrarla. —Si escucho un pío, niña, habrá un infierno que pagar. No puedo
catalogar si hay algún tipo de tontería.

—Gracias, gracias, gracias. Ni siquiera me oirás respirar.


La política de Wolf Hall es que cualquiera que reciba un castigo tiene que
presentarse en la biblioteca después de la última clase del día para expiar sus
pecados. Personalmente, nunca me han dado una papeleta de castigo, así que
nunca he tenido que sufrir la indignidad de sentarme en "La mesa de los
traviesos", como se refieren a ella la señora Lambeth y las otras dos decrépitas
bibliotecarias. Sin embargo, sé exactamente dónde está y quién se sentará en
ella hoy.

A través de las pilas de referencias, pasando la sección de Biología y a la


vuelta de la esquina donde se encuentra la sección AV, la mesa se coloca en
un rincón oscuro de la biblioteca. Aquí es donde la directora Harcourt asumió
que los estudiantes que se portan mal mejor cumplirían su castigo sin
molestar a nadie. No consideró el hecho de que nadie puede ver realmente lo
que está pasando aquí, o que el Sr. Joplin (sin relación con Janice, hemos
preguntado) literalmente nunca se queda con los chicos que se supone que
debe cuidar. Este es, sin lugar a dudas, el peor lugar de toda la biblioteca
donde podrían haber puesto la mesa de detención. Sin embargo, este
descuido del profesorado de Wolf Hall juega a mi favor esta tarde.

Dashiell está de espaldas a mí. Su cabeza se balancea hacia arriba y hacia


abajo a un ritmo que solo él puede escuchar. Veo los pequeños AirPods
blancos en sus oídos, estrictamente prohibidos, cuando me acerco a la mesa,
exhalando un suspiro de alivio porque no puede oír mi acercamiento. Sin
embargo, mi corazón late con tanta fuerza que debe sentir el trueno
sacudiendo el suelo bajo sus pies. Realmente tengo que controlar la loca
reacción física que desencadena en mí, no puedo dejarme caer en pedazos
cada vez que estoy a seis metros del tipo.

Casi estoy en la mesa.

Oh, carajo, ya casi estoy en la mesa. ¿Qué diablos voy a decir? ¿Qué diablos
va a decir? Estoy tan nerviosa que casi me doy la vuelta y retrocedo por donde
vine, pero me preparo en el último segundo, forzándome hacia adelante. Dejo
mi bolso en la mesa junto al libro de texto de matemáticas abierto de Dash, y
luego saco una silla y me siento antes de tener un momento de ansiedad y
huir.
De manera molesta, Dashiell ni siquiera levanta la vista del libro. Se pone
rígido, mirando fijamente a la mesa, con los párpados abiertos y sin
parpadear. Espera un segundo, suspira con cansancio y luego comienza a
ignorarme y continúa con su lectura.

—No vamos a hacer esto, Dash. Mírame.

No lo hace.

Estúpido.

—Dash, quítate los malditos auriculares. Necesito t… —Mi impaciencia se


apodera de mí. Me acerco y le quito el AirPod de la oreja derecha. La mirada
que me da cuando levanta la cabeza es lo suficientemente fría como para
volver a congelar los casquetes polares que se derriten. Bueno para el cambio
climático. No tan bueno para mi ansiedad.

—Devuélvemelo, Mendoza. Estas cosas solo funcionan si tienes las dos.

—Estoy al tanto —Cierro mi mano alrededor del AirPod, luego deslizo mi mano
debajo de la mesa. No creo que me agarre de la muñeca y me abra los dedos,
pero no me arriesgaré—. No te preocupes. Esto solo tomará un minuto y luego
podrás recuperarlo. Necesito toda tu atención por un segundo.

—Buena suerte con eso. He estado luchando por concentrar incluso la mitad
de mi atención en cualquier cosa desde dos mil diez —Como para probar su
punto, vuelve a mirar su libro, arrugando la nariz—. ¿Sabías que los daneses
no tienen palabras para por favor? Extraño, ¿verdad? Surge la pregunta,
¿cómo podría pedirte que me dejes en paz ahora mismo si, por algún
inexplicable giro del destino, nos encontramos con que somos daneses?

Dios, lo voy a matar. —Eres literalmente la persona más frustrante con la que
me he encontrado, ¿lo sabías? Un segundo tienes tu lengua en mi boca, y al
siguiente...

—Esa palabra se usa demasiado.

—¿Qué? Qué demonios estas…


—Literalmente. La palabra "literalmente" se usa de la manera más
inapropiada. Oh, Dios mío, eres el peor aliado —hace mímica con su mejor
acento de chica del valle—. Sean quienes sean, no son los peores. Hitler fue
el peor. O Stalin. El noventa por ciento de las veces, hay un término mucho
más preciso que debería usarse. La gente es tan hiperbólica....

—No estoy siendo hiperbólica, Dash. Eres, literalmente, la persona más


frustrante que he conocido. Ahora cierra la boca —Está tan asombrado que
me concede mi deseo y su boca se cierra de golpe. Me inclino hacia él a través
de la esquina de la mesa, tratando de mantener una mano firme sobre mi ira.
Si no tengo cuidado, terminaré gritando aquí y causando el tipo exacto de
payasadas que harán que la Sra. Lambeth eche humo por los oídos—. Tuve
un encuentro con Wren Jacobi en el comedor esta tarde.

Dash se sienta derecho, entrecerrando los ojos. Bien, bien, bien. Parece que
tengo al menos el ochenta por ciento de su atención. Eso será suficiente.

—Estaba actuando realmente raro. Ignoró a Mara, pero ¿adivinen qué? Tenía
un montón de preguntas para mí. Extraño. ¿Puedes pensar por qué podría
ser eso? —Alderman odia el sarcasmo. Dice que es la forma más baja de
ingenio. Ha tratado de entrenarme para que me salga de eso a lo largo de los
años, pero no ha tenido mucha suerte. Si estuviera aquí en este momento,
pondría los ojos en blanco con tanta fuerza que se dañaría un jodido músculo.

Dashiell cierra su libro y se recuesta en su asiento. —¿Qué quería


saber? —Incluso, firme y completamente desprovisto de emoción: la pregunta
se plantea con calma, pero hay algo en los ojos multifacéticos de Dash que
me dice que está experimentando mucha emoción. Sus dedos se contraen
contra la superficie de la mesa.

—Quería saber si mis padres estaban en el ejército. Quería saber de dónde


vengo.

—¿Y? Esas son preguntas bastante normales. Aquí, de todos


modos —añade—. El setenta y cinco por ciento de los estudiantes de la
escuela provienen de familias militares. Nadie es de Mountain Lakes. No es
que pueda hacer algo extraño con ese tipo de información. Ahora, si te
preguntara si tienes alguna alergia potencialmente mortal... eso podría haber
sido un poco preocupante.
Él tiene un punto. En circunstancias normales, las preguntas que hizo Wren
no habrían sido motivo de preocupación. Sin embargo, ese no es el caso aquí,
¿verdad? Mis circunstancias no son normales. No he sido normal desde que
huí de Grove Hill. Lo último que necesito es que alguien como Wren Jacobi se
meta en mis asuntos. —Mira. Soy una persona privada, está bien. No quiero
que todos sepan todo sobre mí. Es, simplemente no es quien soy. Si pudieras
decirle que se ocupara de sus propios asuntos...

—Si quieres mantener tu mierda en privado, lo último que debes pedirme es


decirle a Jacobi que retroceda. Eso es como agitar una bandera roja frente a
un toro. Un toro trastornado que no está del todo bien en la cabeza. Ya sabes.
Mentalmente.

—Sí, sí, ya sé que está fuera de sí. Por favor, Dash. No estoy bromeando,
¿bien? Si está planeando desenterrar la suciedad de mí para ti porque piensa
que está haciendo su deber como un buen amigo o algo así, tienes que ponerlo
en claro. Dile que no hay nada entre nosotros.

De la nada, Dash ensancha sus fosas nasales y aprieta la mandíbula, sus


ojos brillan con electricidad. Se inclina hacia mí, mostrando los dientes. —No
pasa nada con nosotros. ¿No crees que le he dicho eso? Wren y Pax... harán
lo que sea que hagan, Carina. No estamos tirando de las correas del otro,
controlando al otro. Ya tenemos suficiente de esa mierda de nuestros padres.
No es así como funciona nuestra amistad. Simplemente no te involucres con
Wren. Será inofensivo una vez que descubra lo que quiere saber. Nada le
gusta más que descubrir a la gente. Ustedes son como cajas de rompecabezas
fascinantes para él. Si no respondiste a sus preguntas, probablemente irá a
leer tu expediente académico. Él leerá sobre tus padres y verá de dónde
vienes, y eso será el final.

—Tú y yo sabemos que las palabras 'inofensivo' y 'Wren Jacobi' no van de la


mano. No cuando tiene algo en la cabeza. Debe querer saber sobre mi mierda
por una razón. ¿Ustedes no hablan de estas cosas? ¿Qué es lo que quiere?

Al otro lado de la biblioteca, un fuerte golpe interrumpe el silencio, seguido


de un tenso "¡Rayos!". Puedo imaginarme la alta pila de libros sobre el carro
de la señora Lambert, tambaleándose, vacilando, y luego estrellándose contra
el suelo. Debería ir a ayudar a la pobre mujer, pero Dash ya habrá salido de
la biblioteca como Houdin para cuando vuelva.

Nos miramos el uno al otro. —Él no quiere nada. Él está aburrido. Si no


reaccionas, se aburrirá aún más y luego se rendirá. Eso también se aplica a
Pax. Si Pax hace o dice algo...

Voy a tener un genuino ataque al corazón. —¿Quién dijo algo sobre Pax? ¿Por
qué Pax está involucrado ahora?

Dash se sube las mangas de la camisa hasta los brazos, exhalando un suspiro
irritado, y tengo que contenerme. Me mostró su piel sin huellas en mi
habitación anoche, cuando se quitó la ropa y se quedó allí en bóxers. Estaba
demasiado distraída por su pecho y su estómago para prestar mucha
atención a sus antebrazos, pero no puedo dejar de mirarlos ahora. ¿Qué me
pasa? Todo este tiempo, he tenido mucho cuidado, he sido tan diligente para
no arruinar y dejar que nada se me escape, pero Wren Jacobi está a punto de
descubrir mi mayor y más condenatorio secreto, ¿y yo estoy sentada aquí
maravillándome de los antebrazos de Dash?

Estoy enferma.

Soy una depravada.

Estoy categóricamente, absolutamente, positivamente en problemas. Si no


consigo poner las cosas en orden, toda mi vida se va a desenredar, y no será
un desenredo majestuoso e impresionante. Será un hilo solitario,
deshilachándose y rompiéndose de una manera realmente estúpida. La
policía me arrastrará de vuelta a Grove Hill más rápido de lo que puedes
gritar, "homicidio". Tendré mucho tiempo para pensar en los fuertes
antebrazos de Dash después de eso, cuando esté en la cárcel por el asesinato
de un maldito traficante de heroína.

Recupérate, Carina. Por el amor de Dios, controla tu mierda, chica.

Miro hacia arriba y me está mirando. Por primera vez desde que nos
encontramos en esa sala de emergencias, me está mirando y no veo hostilidad
en sus ojos. —Carrie... —Traga saliva—. Mira, no sé a qué está jugando Wren,
está bien, pero haré lo mejor que pueda. Me aseguraré de que se mantenga
alejado de ti. Pero tienes que hacer una cosa por mí a cambio.

—¿Qué? —susurro, porque cualquier cosa por encima de un susurro se


sentirá como un sacrilegio, esta tensión inesperada que está aumentando
entre nosotros está creciendo rápidamente, y no quisiera hacer nada para
empeorarlo.

—Tienes que mantenerte alejada de mí.

Lo ha dicho una y otra vez, pero esta es la primera vez que realmente duele.
Falta la postura y la arrogancia. Solo está el color suave y cambiante de sus
ojos cuando la luz incide en sus iris a través de las ventanas a su derecha. El
color me recuerda al mar, tan cambiante, brillante y cristalino en un segundo,
oscuro y de mal humor al siguiente. He albergado tal rabia hacia él durante
las últimas dos semanas, que este cambio repentino en... todo... me está
haciendo girar la cabeza. No puedo respirar a su alrededor. No puedo salir de
debajo. Me tiene atrapado.

—No digo eso porque no… —Él aparta la mirada—. Parece que todo lo que
hago es advertirte lo mucho que te van a lastimar si no me dejas de lado,
Mendoza. Pero no importa cuán mierda sea para ti, no parece que prestes
ninguna maldita atención. ¿Por qué es eso? Estoy tratando de salvarte...

—Detente.

Él me mira. Sus ojos se cierran.

—Deja de intentar salvarme, por el amor de Dios. Solo... quiero que seas real
conmigo. Eso es todo lo que quería desde el principio. Todo es una fachada
contigo. Un argumento. Un juego. Una mentira. Estoy tan harta de eso. Solo
quiero la verdad. Solo quiero... solo te quiero a ti —Me sonrojo furiosamente,
porque la verdad de esa declaración es tan abrumadora y aterradora que
quiero correr y esconderme de ella. Quiero retroceder y explicarle que no lo
quiero. Así no. Lo que quise decir es que solo quiero algo de sinceridad de él
y un vistazo de quién es realmente. Nada más. Nada menos. Me detengo de
tropezar torpemente con esa mentira desnuda solo porque vi lo hipócrita que
sería si lo dijera. Lo quiero así. Y si no puedo ser real u honesta con él, al
menos en esta pequeña cosa, entonces, ¿qué derecho tengo a sentarme aquí
y regañarlo por no darme la misma cortesía?

Los ojos de Dashiell se clavan en los míos durante mucho tiempo. Es como si
estuviéramos llegando a un acuerdo silencioso, pero todavía hay cosas que
deben resolverse. El músculo de su mandíbula se mueve, un músculo en la
sien. Él simplemente se sienta allí, claramente en conflicto.

En algún lugar detrás de nosotros en las estanterías, la Sra. Lambeth


comienza a cantar desafinando.

De repente, Dash está hablando. Gira su bolígrafo sobre su dedo índice. —Mi
padre es el pedazo de mierda más grande que camina sobre la faz de este
planeta. Es un duque...

—Espera. ¿Pero tú eres un Lord?

—Los hijos de los duques son Lords hasta que sus padres mueren y heredan
el título. Esa no es la parte importante. Mi padre es un maldito duque. ¿Tienes
idea de la presión que eso ejerce sobre una persona? Tiene todo mi futuro
planeado para mí. Una vez que termine en Wolf Hall, seré desterrado a Oxford,
donde tendré que estudiar política y economía mundial como él. Luego tendré
que convertirme en ministro del gabinete, como él también lo hizo. ¿Has oído
alguna vez el término, no puedes servir de una taza vacía, Carrie?

No estoy segura de adónde va con esto. —¿Sí?

—Las tazas de mis padres estaban vacías incluso antes de que yo naciera. Mi
madre tenía una hermana, Penny. Ella era realmente hermosa. Ella fue la
primera esposa de mi padre y él la amaba mucho. Estuvieron casados durante
siete años, pero luego ella se enfermó y murió. Mi padre se casó con mi madre
porque ambos pensaron que los haría sentir mejor de alguna manera. No fue
así. Sus corazones todavía estaban rotos. No hizo nada mejor. Así que
pensaron, lo sé, ¡tengamos un hijo! Eso resolverá todos nuestros
problemas. —Se ríe amargamente—. Nací, el día de Año Nuevo, su bebé
milagroso. ¿Y adivina qué? ¿Me parezco a él? No. ¿Me parezco a ella? —Él
niega con la cabeza—. Nací, y sin culpa mía, a través de una puta lotería
genética de mierda, termino luciendo exactamente como ella. Maldita Penny.
La tía que ni siquiera conocí. Es extraño, realmente lo es. Algún día te
mostraré una foto. Me han castigado todos los días de mi vida y me han dado
una paliza por algo que no tenía absolutamente nada que ver conmigo. No
soy una buena persona.

—Dash…

Niega con la cabeza de nuevo. —Soy una taza vacía, Carina. No hay nada de
valor aquí —Se golpea el pecho con el puño—. Mis padres están muertos por
dentro, y yo también. Es de dónde vengo. Es quien me enseñaron a ser. Quien
quiera que estés buscando que sea... lo que sea que estés esperando que
pueda darte... no soy él. No soy ese chico. Simplemente... no puedo.

Lo miro tan fijamente, se siente como si estuviera mirando a través de él. Sus
ojos, su nariz, su boca, su cabello, la forma en que su camisa gris se tensa
sobre su pecho y la forma en que huele a menta y lluvia. Recuerdo la forma
en que gimió cuando me besó en la parte superior del auto de Pax, y recuerdo
la forma en que su corazón martilleaba en su pecho, y sé que no está diciendo
la verdad. Exhalo lentamente, me siento con la espalda recta y digo
—Mentiroso.

—¿Disculpa?

Esperaba que yo comprara toda esa perorata, anzuelo, línea y plomada.


Dashiell Lovett no está ni de lejos tan atrofiado emocionalmente como él
quiere que crea que es.

—¿Lo inventé, entonces? —Me fulmina con la mirada—. ¿Mi tía no está
muerta? ¿Mis padres no son idiotas?

—Oh, estoy segura de que tus padres son unos idiotas. Tenías que aprender
a ser un idiota absoluto de alguien, y eres tan bueno en eso, Dash. Debes
haber perfeccionado esa habilidad a una edad muy temprana. Creo que tu tía
también está muerta. Pero sientes cosas, Dash. Lastimas. Quieres. Necesitas.
Te importa.

Ante esta última afirmación, se aleja de mí como si le hubieran picado. Debe


de haberle dolido bastante por la forma en que empieza a meter los libros en
su bolsa. —Maldita sea, Mendoza. Sí que hablas mal. Siéntate aquí y cavila
sobre todas tus fantasías hasta el lunes por la mañana, por lo que me
importa. La detención ha terminado y tengo un lugar donde estar. Me voy.

—De acuerdo. —¿Cuál es el problema de este tipo? Anoche fue más duro que
el infierno. No le importó nada. Se deshizo de mí como si no fuera nada.
Ahora, huye de la biblioteca como si yo hubiera pateado su cachorro y se
fuera a llorar.

Lord Lovett se da la vuelta y camina apresuradamente hacia la salida de


emergencia que conduce a la escalera de incendios. Incluso si hay pocas
esperanzas de que funcione, necesito intentarlo una última vez y lograr que
hable con sus compañeros de casa. —Bien. Llama a los lobos, Dash. Lo digo
en serio. Te daré lo que quieras. Me mantendré fuera de tu camino. ¡Nunca
más tendrás que volver a ver mi cara!

Hace una pausa, pero no mira hacia atrás. No tengo ninguna razón para creer
que va a intentar ayudarme, pero tengo esperanza. Si no lo hago, entonces
también podría irme de Wolf Hall esta noche. Alderman podría tener un auto
aquí para mí en una hora si lo necesito.

Aunque no quiero irme. Para la mayoría de los estudiantes de Wolf Hall, las
paredes de la academia se sienten como si se estuvieran cerrando sobre ellos.
El lugar puede sentirse como una prisión, encaramado en su mirador en la
cima de nuestra pequeña montaña. Aunque no para mí. Este lugar ha sido
mi santuario durante los últimos tres años. Mi hogar. Decidí hace mucho
tiempo que solo me iría si mi vida dependiera de ello. Y podría llegar a eso si
Wren no se preocupa por sus propios asuntos.
16

SEIS AÑOS ANTES

—Pareces medio muerta de hambre. ¿Y dónde, por el amor de Dios, está tu


ropa, niña?

Me siento en el asiento del pasajero del auto, tiritando, mirando fijamente por
la ventana. Maté a ese hombre. Lo apuñalé en el ojo con una jeringa llena de
heroína y murió. Y ahora es medianoche y he hecho algo aún más estúpido. Me
dejé llevar por el costado de la carretera, luciendo como un animal medio
muerto, y hay un hombre sentado a mi lado, mirándome con esa mirada
extraña y curiosa en su rostro que me hace...

Ni siquiera sé en qué me convierte. Lo único que sé es que su expresión sigue


siendo la misma desde que me sentó en el asiento contiguo al suyo, y estoy
demasiado entumecida, y fría, y cansada para hacer algo al respecto. Después
de todo lo que ha pasado esta noche, mi madre dejándome en esa casa con
esos salvajes respirándome en la nuca, Jason vendiéndome a su amigo por
drogas, teniendo tanto miedo de lo que me iba a pasar, luego la aguja, y el
pánico, y la huida... Dios, ahora he acabado aquí, casi desnuda, sentada junto
a un hombre vestido con un traje elegante que bien podría violarme y matarme
de todos modos. Qué lío.

—¿Cómo te llamas, chica? —me pregunta el hombre. Parece sólido. Su piel, que
era de un marrón claro/dorado a la luz de los faros del auto, es más oscura y
rica ahora que la única luz es la que desprenden los instrumentos del
salpicadero del auto. Le miro a los ojos -Ohh tan, tan azules- por un momento,
respirando, aspirando entre los dientes como si él no pudiera descubrirme
haciéndolo. Como si no estuviera permitido. —Hannah —le digo—. Hannah
Rose Ashford.

—Está bien, Hannah. Puedes llamarme Alderman. ¿Quieres decirme cómo


terminaste corriendo por el costado de la carretera en medio de la noche?

Niego con la cabeza.

Alderman tamborilea con los dedos contra el volante. —Bueno. Supongo que
nos acabamos de conocer y eso podría considerarse una pregunta personal.
¿Me dirás de dónde vienes para que pueda llevarte a casa?

Niego con la cabeza.

—¿Quieres que te deje con la policía?

Niego con la cabeza. Enfáticamente.

—Creo que tal vez… deberíamos detenernos y traerte algo de ropa, Carina. Esa
sudadera con capucha que llevas está empapada. Y si la policía me detiene
ahora mismo, me meterán en la cárcel. Van a pensar que te lastimé.

Es demasiado amable para mencionar el hecho de que estoy claramente


desnuda debajo de la capucha. Él tiene razón; si un policía lo detuviera y me
viera, mostrando toda esta piel desnuda, los dientes castañeteando, solo una
niña pequeña, entonces lo arrestarían en el acto. Por un segundo no digo nada.
Y luego digo: —Hannah.

—¿Disculpa?

—Es Hannah. Me acabas de llamar Carina.

—Oh. Lo hice. Lo siento. Me recuerdas a una chica que solía conocer. Su nombre
era Carina. Tenía ojos como los tuyos.

Un silencio denso y paciente inunda el auto después. Miro por la ventana,


escuchando el rítmico wom, wom, wom de los neumáticos mientras giran sobre
el asfalto, preguntándome mientras los segundos pasan por la distancia que
he puesto entre el cadáver de ese hombre aterrador y yo. Las luces que
atraviesan la noche negra, revoloteando entre los árboles, me hipnotizan,
aquietan mis pensamientos.

—Estaba visitando a mi familia allá atrás. Conozco esta zona bastante bien.
Cerca hay un CVS3 de veinticuatro horas —dice Alderman—. Entraré corriendo
y te agarraré algo cálido y seco para ponerte. Será suficiente por ahora.
Podemos conseguirte algo mejor por la mañana, ¿de acuerdo?

¿Realmente no me va a entregar a la policía? El alivio me invade. Estuve


esperando que él fuera en contra de su palabra ...

—Voy conduciendo hasta la costa oeste. No me detendré mucho —dice—. Si


quieres venir conmigo, puedes. Si quieres que te lleve a algún lado, lo haré. Pero
voy a necesitar saber qué pasó si quieres que te ayude más que esto, Hannah.
¿Tenemos un trato?

Es como si pudiera leer mi mente. Me atrevo a mirarlo de reojo, y esta vez él no


está mirando por el parabrisas hacia la carretera. Me está mirando. Nuestras
miradas se encuentran y él arquea las cejas, esperando que responda.

—Sí, señor —le digo en voz baja—. Entiendo.

Él asiente. —Entonces supongo que tenemos un trato.

3
"Crappy Variety Store"; una cadena de farmacias que almacena suministros de salud y belleza, aperitivos, kitsch de
vacaciones, accesorios fotográficos y artículos de conveniencia que son de baja calidad ("crappy").
17

No hablo de mi familia.

Con nadie.

Los chicos saben que mi padre es un imbécil. Lo conocieron en persona, y es


bastante fácil deducir ese pequeño detalle en persona. De hecho, es imposible
ignorarlo. Saben que me envía correos electrónicos constantemente sobre mis
calificaciones, o un millón de otras cosas por las que está cabreado, y saben
que me preocupan sus tonterías. No saben nada sobre mi tía muerta, o el
hecho de que tanto mi madre como mi padre no se odian ‘en secreto’. Me
odian. Odian todo sobre el mundo, ahora que Penny no está en él.

Escuché a mi viejo decirle a mi madre que a veces le gusta soñar despierto


que fue ella quien murió y que todavía estaba casado con Penny. Había
seguido ese embrollo con la revelación de que era fácil hacer creer que yo era
el hijo de Penny porque tenía sus ojos, la forma de su rostro y la misma nariz,
pero que siempre arruinaba la ilusión cuando abría mi boca para hablar
porque mi personalidad era débil, como la de ella.

Los chicos no saben nada de eso.

Estoy furioso de que Carina lo sepa ahora, pero cuando abrí la boca, no pude
forzarla a que se cerrara de nuevo.

Después de evitar con éxito a Pax y Wren toda la noche, me drogo tanto que
me desmayo boca abajo en el sofá de mi habitación y me despierto horas
después con un bolígrafo clavándose en la mejilla. Bajé el termostato cuando
entré antes y ahora mi habitación está tan fría como una tumba. Estoy en
bóxers, tiritando incontrolablemente, todavía jodidamente drogado, es la una
de la mañana y estoy tan desorientado que no sé quién soy ni dónde estoy.

Regresa en fragmentos.

Soy Dash Lovett.

Estoy en la casa.

Riot House.

Mis amigos están en sus habitaciones, durmiendo, espera, no. Escucho algún
tipo de música de metal fuerte a través de la estática que sale del televisor
montado en la pared de mi habitación, lo que significa que Pax todavía está
despierto.

Estoy en New Hampshire.

Hay una chica que me gusta durmiendo en su habitación en la cima de la


montaña.

Yo... whoa. Hombre, la vida es rara a veces. Soy el heredero de una puta
propiedad en Inglaterra. ¿Qué tan raro es eso?

Mi boca se siente como si alguien le hubiera arrojado la mitad del desierto del
Sahara mientras dormía, y mi polla está tan dura que realmente duele. Esto
siempre sucede cuando me drogo, una respuesta fisiológica extraña que es
más un obstáculo que entretenido. No es que tenga problemas para ponerme
la polla dura cuando no estoy drogado, pero que me jodan si no estoy duro
inmediatamente en el momento en que la cantidad más pequeña de THC llega
a mi torrente sanguíneo. Sentándome, me aprieto para ver si eso atenúa el
latido entre mis piernas, pero solo lo empeora. He estado duro durante horas.
Lo puedo decir porque me duelen las bolas como si fueran sacos de boxeo y
Connor McGregor acaba de irse a la puta ciudad con ellas.

Tendré que correrme. Sin embargo, moriré si no tomo un poco de agua


primero. Estoy en el pasillo, todavía agarrando mi polla erecta, cuando la
puerta del dormitorio de Pax se abre de golpe y aparece en el rellano con una
máquina de afeitar en la mano. Me mira, arqueando una ceja cuando observa
mi mano en mi polla, luego resopla. —¿Mary Jane vuelve a sus viejos trucos?

Mi extraña reacción a la marihuana es de conocimiento común dentro de las


paredes de Riot House. Me encojo de hombros, soltándome mientras paso
junto a él hacia el baño. —Ella es un capataz implacable.

Pax se para en el marco de la puerta, mirándome tomar un vaso del fregadero


y llenarlo con agua. No dice nada mientras yo trago, un dulce alivio me inunda
mientras el agua me revive. Cuando he vaciado el vaso y vuelvo a tomar aire,
me dice: —Pregúntame dónde está Wren.

Lo miro. Pax siempre tiene una expresión cautelosa y pétrea, pero esta noche
es aún más pétrea. Se ve realmente jodidamente infeliz. Él lo sabe.
Lentamente coloco el vaso en el soporte junto al fregadero. —¿No con Mara
Bancroft, supongo?

Mueve lentamente la cabeza.

—Entonces... está en la glorieta —Con nuestro profesor de inglés Haciendo


algo estúpido. Con un chico que a ninguno de los dos nos gusta. Todo está
implícito y todo se confirma cuando Pax asiente.

—Ven conmigo —dice, alejándose del marco de la puerta—. Necesito ayuda


con la parte de atrás.

—¿La parte de atrás de qué?

Levanta la máquina de afeitar acciona el interruptor para que suene. —Mis


bolas. ¿Qué piensas, hombre, la parte de atrás de mi maldita cabeza?

Nunca antes había pedido ayuda. Lo sigo de regreso a su habitación,


maravillándome del estado del lugar. Apenas se ve una pulgada cuadrada de
piso debajo del desorden. No hay platos o vasos sucios que desarrollen moho
en ninguna parte, gracias a Dios, pero la gran cantidad de ropa, libros y cosas
por todas partes es abrumadora.

La música de metal fuerte y rechinante se agita mientras se sienta


pesadamente en una silla giratoria y me tiende la maquinilla. —No hay
necesidad de ser elegante. Solo asegúrate de que todo tenga la misma
longitud. Y juro por Dios —gruñe por encima del hombro— si me das un
empujón en la espalda con tu jodida erección, te arrancaré la polla y se la
daré de comer a los cuervos.

—No te preocupes. Mi polla se ha retraído hasta el fondo de mi cuerpo —digo


sarcásticamente—. Estar cerca de ti tiene un efecto muy solemne en un
chico —El ruido de la máquina de afeitar se hace cargo entonces. El zumbido
enojado incluso ahoga la música vibrante. Hago un trabajo rápido de la parte
de atrás de la cabeza de Pax, pasando la maquinilla por su cráneo hasta que
su cabello está muy corto, limpio y ordenado.

Pax se sacude como un perro y se aparta los mechones de cabello de sus


hombros desnudos cuando termino. —Entonces, ¿qué vamos a hacer al
respecto? —él dice.

No tiene sentido fingir que no sé a qué se refiere. De hecho, me alegro de que


lo sepa. Al menos ahora no tengo que sentir que estoy albergando un secreto
a este hijo de puta y no tengo a nadie con quien hablar de eso. —¿Es necesario
hacer algo?

Pax toma un control de Xbox, arrojándose sobre lo que pensé que era una
montaña de ropa, pero resulta ser un sofá debajo de una montaña de ropa.
Reacciono instintivamente cuando me lanza otro control, atrapándolo en el
aire. Un segundo después, empuja una pila de camisetas dobladas del sofá al
suelo y estoy sentado a su lado, jugando Call of Duty.

Sus ojos están fijos en el juego, su mandíbula trabaja, sus pulgares golpean
ferozmente los botones del control, pero todo es un acto. Tengo toda su
atención. —Tal vez. —Levanta un hombro—. Está siendo un maldito idiota,
pero podría ser que lo tenga bajo control. ¿Qué piensas?

Esta es la conversación más profunda que he tenido con Pax. Alguna vez.
Hemos vivido juntos durante casi tres años y nos hemos provocado el uno al
otro, nos hemos enojado el uno al otro, nos hemos lamentado, hemos luchado
y luego hemos luchado un poco más por el placer de hacerlo. Sin embargo,
nunca hemos hablado realmente. Sorprendentemente, no es tan incómodo.

—Creo que él también está siendo un idiota. Pero no nos ha dicho lo que está
haciendo, por lo que no es como si pudiéramos decir nada.
—Por supuesto que podemos. Podemos sentar a ese cabrón y tener una
intervención —señala Pax.

—¿Oh sí? —Saco al francotirador que estaba a punto de matar a Pax en el


juego—. ¿Y qué harías si te sentáramos y te enfrentamos por un secreto que
has estado guardando? No es un secreto cualquiera. Un secreto como este.

Él resopla. —Te golpearía los dos dientes delanteros.

—Exactamente.

—Justo. —Balanceando su cabeza de lado a lado, Pax explota hacia adelante,


golpea el control, maldiciendo entre dientes al juego en la televisión—. No se
trata del hecho de que sea un chico —dice. Él es firme en esto. Lo dice claro
y fuerte, para que pueda escucharlo por encima de la música y el ruido de los
disparos—. No me importa eso. Solo quiero dejar eso en claro. No soy un
maldito homófobo. Simplemente no me agrada él.

Pax es una persona dura. Enojado. Distante. Propenso a la agresión. Se enoja


en un abrir y cerrar de ojos y tiene opiniones firmes y agresivas sobre muchas
cosas, pero ni por un segundo pensé que él estaría incomodo porqué Wren
estuviera con un tipo. Eso ni siquiera se me ocurrió. Sin embargo, estoy feliz
de que él tenga la misma opinión que yo en lo que a Fitz se refiere. Es un
alivio saber que no estoy solo allí. —Wren puede joder a RuPaul si eso lo hace
feliz. Sin embargo, Fitz es una mala noticia. No hay dos formas de hacerlo. El
solo…

—¿Te asusta como la mierda?

—Sí.

—Entonces ... ¿qué?

Lo pienso un rato. No me toma mucho tiempo encontrar una respuesta. —Le


enviamos una advertencia. Nos aseguramos de que entienda que habrá
consecuencias si jode con nuestro amigo. Venga. Ponte algo de ropa, pagano.

Pax pausa el juego. —¿Qué, ahora mismo?

—Sí. Ahora. Tenemos trabajo que hacer.


Pax sonríe como un pirata.

Sudaderas con capucha negras. Guantes de cuero. Parece que estamos a


punto de robar un maldito banco.

Tomamos la carretera secundaria embarrada para no cruzarnos con Wren


bajando de la montaña. Vamos a pie, el motor del Charger de Pax es tan
agresivo como la mierda y lo suficientemente fuerte como para despertar a los
muertos. Si subiéramos la colina gritando con esa cosa ahogándose y
gruñendo en la oscuridad, todo el alumnado estaría fuera de sus camas y en
sus ventanas para cuando llegáramos al maldito camino de entrada. Sin
embargo, estamos acostumbrados a recorrer la carretera secundaria a pie.
Así venimos corriendo todas las mañanas. Conocemos cada curva cerrada y
cada cruce, cada roca y cada árbol. Incluso en la oscuridad, llegamos a la
academia sin ni siquiera equivocarnos.

Como es habitual a esta hora de la madrugada, el edificio principal de la


escuela está en completa oscuridad. No hay luces en las ventanas. Ninguna
sugerencia de vida en el interior. Apenas puedo distinguir la forma imponente
de la estructura cuando nos acercamos a través de la oscuridad, pero puedo
sentir su presencia amenazante. Tiene vida propia, Wolf Hall. Las grietas a lo
largo de las cornisas, al igual que las murallas, y las torres en las alas este y
oeste, proyectan sombras ultra negras que podrían albergar cualquier
cantidad de criaturas de pesadilla. La hiedra que consume lentamente la
mampostería exterior, generalmente un lavado de verde jade brillante y rojo
de camión de bomberos durante las horas del día, parece los tentáculos de
algún monstruo horrible que está tratando de abrir el edificio y entrar por la
fuerza. Encima de cada uno de los contrafuertes que están por los lados del
edificio, las gárgolas se posan, sus garras se clavan en la mampostería,
mirándonos mientras nos apresuramos a través de las rosaledas y nos
acercamos desde el oeste.
—Vamos, entonces —murmura Pax en la oscuridad—. ¿Cuántas formas
conoces de colarte en este lugar después de horas?

—Alrededor de unas malditas cien —respondo.

Él ríe. —Buen hombre. ¿La lavandería?

Asiento con la cabeza, de acuerdo. —La lavandería —Tiene más sentido. La


lavandería está en la planta baja y la rejilla que instalaron el año pasado para
ventilar el vapor y la condensación de las secadoras nunca se cerró. John, el
conserje residente de la escuela/obrero, generalmente hace un buen trabajo
con cosas como esa, pero por alguna razón pasó por alto ese pequeño detalle.
Afortunadamente para nosotros, de verdad. Cuando llegamos a la esquina
occidental trasera del edificio, Pax trepa por la maleza que ha brotado desde
la última vez que regresé aquí, reteniéndola para que pueda seguirlo. Él tiene
la rejilla fuera de la ventilación y se desliza por la abertura de dos pies por
dos pies segundos después. Estoy justo detrás de él.

La ropa tiene un olor similar al que esperarías: a detergente y lejía, reforzado


por un leve olor a almidón. A diferencia de la mayoría de los internados, las
máquinas no funcionan con monedas. Muchos de los estudiantes de Wolf Hall
provienen de familias extremadamente ricas y tienen padres que se
avergonzarían ante la idea de que su hijo haga algo tan vulgar como introducir
monedas sueltas en un cargador superior industrial. Las filas de lavadoras y
secadoras aquí son de primera línea, cosas de aspecto elegante con luces
intermitentes, programables desde una aplicación. El resplandor azul que
desprenden proporciona algo de luz mientras Pax y yo salimos de la
lavandería y nos dirigimos al pasillo.

Estamos en el lado equivocado del edificio ahora mismo. Un silencio meloso


flota en el aire mientras bajamos con cuidado los escalones, pasando la
oficina del guardia nocturno. Aguanto la respiración, esperando que Hugh
salga furioso de la pequeña habitación donde ve SNL toda la noche. Agarro a
Pax por la nuca de su camisa y le digo que espere, lo cual no le hace feliz.

Necesito prestar atención. Necesito escuchar...

Una tos entrecortada; Un bufido; El nudo seco en la garganta de alguien,


justo antes de comenzar a roncar: Hugh está durmiendo en el trabajo.
—¡Aléjate de mí! —Pax sisea.

—Sólo muévete.

Corremos tan silenciosamente como podemos hacia la entrada del edificio,


hacia la sala de la derecha donde asistimos a nuestras clases de inglés. La
puerta está cerrada. ¿Puedo abrir dicho candado? Sí, seguro que puedo. Sin
embargo, no soy tan competente en eso como Pax, así que se lo dejo a él.

La puerta se abre.

Justo antes de entrar, algo a mi derecha me llama la atención: una alarma


de incendio. Y debajo, una caja de madera, pintada de rojo brillante con un
hacha de fuego colgando dentro.

Es demasiado jodidamente perfecto.

Tengo la caja abierta en un instante, y luego el mango pulido del hacha se


asienta maravillosamente en mi mano enguantada; el cuero cruje cuando
cierro los dedos alrededor de él. Cuando ve lo que tengo, la cara de Pax se
ilumina. —Si hombre. Joder, sí. Me gusta tu estilo —Sus ojos destellan
plateados a la luz monocromática de la luna que entra a raudales por las
ventanas del estudio, llenos de loca emoción.

Estas son las situaciones en las que Pax cobra vida, cuando consigue destruir
algo. Lo he visto demoler suites de hotel con sus propias manos. No hay una
sola marca de televisores de pantalla plana que haya resistido a Pax Davis.
Nos ponemos manos a la obra rápidamente, conscientes de que lo que
estamos a punto de hacer generará mucho ruido. Habrá graves
consecuencias si nos atrapan aquí esta noche. Probablemente no nos
expulsarían, pero la vida sería mucho menos complaciente para nosotros, eso
es seguro. Llamarían a nuestros padres. Hecho. Estaríamos detenidos hasta
la graduación. Hecho. Y nunca se nos permitiría fraternizar con gente
después del horario escolar o los fines de semana. Hecho. Estaríamos
confinados en la casa. Hecho. Podría ser que realmente nos obliguen a salir
de la casa y regresar al edificio principal para poder vigilarnos.

Ninguno de estos resultados es aceptable, lo que nos deja con una sola
opción.
No te dejes atrapar.

Tengo el primer golpe del hacha. El peso se siente tan bien. Canta, silba
mientras corta el aire, ¡y el fuerte crujido! Que lo sigue es tremendamente
satisfactorio. ¡Siento esa grieta! en todas partes a la vez, mis dientes chocan,
y me tambaleo hacia atrás, mirando el agujero gigante que acabo de crear en
el antiguo escritorio de caoba de Wesley Fitzpatrick. Las astillas se levantan
en todos los ángulos; fragmentos más pequeños de madera llueven en el aire,
aterrizando en las mangas y las capuchas de las sudaderas negras que
usamos en nuestra aventura matutina.

Retiro el hacha, la balanceo sobre mi hombro y la vuelvo a estrellar contra el


escritorio. Y otra vez. Y otra vez. Balanceo el hacha hasta que mis brazos me
matan, deshuesados como fideos, y ya no puedo levantar la cosa por encima
de mi cabeza.

Maldición. El escritorio está hecho pedazos. Parece que la maldita cosa


explotó espontáneamente. —Amigo —dice Pax—. Eso fue jodidamente
increíble.

Realmente lo fue. Normalmente, solo me siento vivo cuando tengo una


sustancia ilegal corriendo por mis venas.

—¿Te imaginaste que ese era su rostro? —Pregunta Pax.

—Algo como eso —¿A quién estoy engañando? Fue exactamente así. El capullo
trató de humillarme frente a la clase. Me habló como si fuera una pequeña
perra. Desde que mi padre me envió a Wolf Hall, Fitz se ha burlado de mí por
mi título. Y está jugando un puto juego peligroso con mi amigo. Si tuviera un
control más flojo sobre mi cordura, el escritorio habría sido la cara del hijo de
puta.

Pax me quita el hacha de las manos y sonríe como el demonio de corazón


negro que es. —Mi turno.

—Eso fue demasiado ruidoso.

—No te preocupes —me asegura—. Esto no tomará mucho tiempo.


La pizarra blanca llama su atención primero. Pax la destruye con cuatro
poderosos movimientos del hacha. El escritorio donde se sienta Damiana va
a continuación. Un sillón. Un estante. Los libros caen en cascada al suelo,
las hojas sueltas de papel revolotean libres de sus encuadernaciones. El caos,
la destrucción y la locura... esto es para lo que fui construido. He sido
reprimido por mi madre, reprimido por mi padre, reprimido por el peso de la
responsabilidad sobre mis hombros. Reprimido por esta escuela. Reprimido
por Fitz. Pero esto... esto es lo que realmente soy.

Pax y yo tenemos una cosa en común.

Nacimos para romper cosas.

Debajo de las estancias de una infancia increíblemente estricta, siempre he


sido un equipo de demolición de un solo hombre. Simplemente nunca he sido
capaz de destrozar…

Pax se congela, el hacha en alto sobre su cabeza. Me mira, sus ojos brillan
como charcos de mercurio desde las profundidades de su capucha. —¿Qué
diablos fue eso? —sisea.

—¿Qué diablos fue qué?

Un fuerte golpe resuena en el pasillo, seguido por el sonido de botas


golpeando el piso de mármol pulido. —¡Eso! —Mi compañero de cuarto
derriba el hacha por última vez y la hoja se incrusta en las ruinas del
escritorio de Fitz. La dejamos ahí, con el mango levantado en el aire como un
puto dedo del medio, y salimos disparados del estudio.

Un pilar de luz atraviesa la oscuridad, de regreso por donde vinimos. La voz


de Hugh Paulson rebota en las paredes. —¡Pequeños cabrones! ¡Alto ahí!

—¡Separémonos! —Pax me empuja hacia el ala oeste del edificio. Toma el este.
Ninguno de los dos se queda para debatir si esto es una buena idea. Hugh
tiene 50 años y duerme mucho, pero está en muy buena forma. La vacilación
no es una opción. Hacemos una pausa de más de un segundo y uno de
nosotros estará siendo atrapado.

Mi corazón nunca había latido tan rápido antes.


Detrás de mí, Pax grita a todo pulmón mientras corre hacia el comedor. Los
increíbles improperios que está gritando se desvanecen cuando llego a las
escaleras de la izquierda y las tomo de cuatro en cuatro, volando hasta el
segundo piso.

—¡Detente! ¡Hijo de puta! —Hugh grita—. Espera a que te ponga las manos
encima, pequeño... —No puedo decir si viene detrás de mí o de Pax, pero no
me quedo para averiguarlo. Estoy corriendo. Estoy corriendo tan rápido, mis
pies, mi corazón y mi cerebro no tienen esperanza de seguirme. Me muevo
por instinto. Es solo el instinto lo que me hace detenerme, alcanzar la manija
de una puerta, girarla y entrar en la habitación.

Oscuridad.

Pero solo por un segundo.

Se enciende una luz y luego Carrie Mendoza está frente a mí, su expresión es
una mezcla de conmoción, miedo y furia. Hay un ladrillo en su mano.

El dolor ilumina el interior de mi cráneo. Oh ... oh dios mío. ¡Ay! Ella me lo


lanzó. Joder me lanzó un ladrillo a la cabeza y me golpeó con él.

—¡Qué Mierda estás haciendo, Dash!

No era un ladrillo. ¿Era un... libro?

Está a mis pies, el conde del maldito Montecristo.

—¡DASH! —Se lanza hacia mí, empujándome contra la puerta, y no tengo


tiempo para averiguar qué diablos está tratando de hacer. Pasos laboriosos
resuenan a lo largo del pasillo, los pasos de un fanático de los Patriots de
cincuenta y tres años de Nueva Jersey. Se dirigen hacia aquí. Agarro a Carrie,
rodeándola con mis brazos, inmovilizándola a los costados y tapándole la boca
con la mano.

Ella está pegada a mí, de espaldas a mi pecho, y se retuerce como una...


bueno, una chica que está siendo retenida por un tipo que lleva una sudadera
con capucha, que acaba de entrar en su habitación en medio de la noche.
Mierda. —¡Miieerdaa! Lo siento, bien. Carrie, está bien. Soy yo. Shhh. Soy
Dash.
—¡Se quién eres! —ella gruñe—. ¡Sal... de mi... maldita... habitación!

Aprieto mi agarre, presionando mi frente contra su sien. —Por el amor de


Dios, deja de pelear conmigo y cállate. Hugh está ahí fuera. Si me encuentra,
estoy oficialmente jodido.

Ella se queda quieta.

Gracias a las estrellas, se queda quieta.

Los gruñidos y gemidos de Hugh se pueden escuchar perfectamente a través


de la puerta del dormitorio de Carrie. Avanza pesadamente por el pasillo,
deteniéndose cada dos pasos... y se detiene fuera de la habitación. ¡Hijo de
puta! Hay un golpe suave en la puerta. —¿Carina?

Ella muerde mi pulgar. Retiro mi mano de un tirón, sofocando un grito, y ella


aprovecha la oportunidad para escaparse de mi agarre. Dando la vuelta, ella
me mira con saña. Toda mi puta vida en Wolf Hall está en sus manos ahora
mismo. Si dice una palabra, estoy en el próximo avión de regreso a Inglaterra
y al mismo tiempo mi padre me deshereda. No soy fanático de las súplicas,
pero lo hago, en silencio, con una desesperación que no sabía que sentiría en
esta posición. Ni siquiera sabía que me importaría...

Su ceño se profundiza. —¿Hola?

¡Maldita sea, estoy tan jodido!

—Em. Mendoza, ¿puedes abrir la puerta, por favor?

Niego con la cabeza.

Carrie parece que está a punto de hacer que todo mi mundo se derrumbe
sobre mi cabeza... pero luego suspira. —Métete debajo de la cama y no hagas
un solo sonido.

No hay nada digno en meterse debajo de una cama. Nada. Sin embargo,
prefiero deslizarme debajo de la estrecha cama individual de Carina que ser
arrastrado fuera de aquí por Hugh, así que me acuesto boca abajo y me meto
debajo.
Abre la puerta bostezando dramáticamente. —Oh… ¿Sr. Paulson? ¿Es... qué
hora es? ¿Está todo bien?

Bueno, que me jodan si no suena como si acabara de despertar. La pequeña


Carina debería llegar a Broadway con Mercy este año, si esta actuación es
algo por lo que pasar.

—Son casi las cuatro y media —gruñe Hugh—. ¿Por qué estás levantada?

—Yo-yo no lo estaba —Su voz está llena de sueño—. Estaba inconsciente. Los
golpes me despertaron.

—Tu luz estaba encendida, chica. ¿Estás diciendo la verdad?

—Uh, sí, estoy diciendo la verdad —Menos cansada ahora. Más


ofendida—. Me quedé dormida mientras leía. Disculpa por dejarla encendida,
pero creo que la cantidad que mi tío paga en la matrícula de aquí me
permitiría leer un poco más, ¿no crees?

—Hmm —No está convencido—. ¿Te importa si echo un vistazo a tu


habitación?

—Estoy en la junta de la Organización de Modestia y Modales para Mujeres


Cristianas Jóvenes. No puedo tener un hombre en mi habitación después del
anochecer. Solo. Podría interpretarse como una especie de... avance sexual.
Mi moral podría ser cuestionada. Y te podrían despedir —Ella se lo está
poniendo tan difícil ahora. Quizás demasiado difícil. Hugh se mueve
incómodo; Veo que las puntas de sus botas negras retroceden hacia el pasillo.

—Bueno… ahh, no querría eso. No, no. Supongo que subió corriendo el
siguiente tramo de escaleras antes de que pudiera verlo. Vuelve a la cama
ahora. Te vas a resfriar. Y apaga la luz cuando termines de leer, ¿de acuerdo?
A la directora no le gusta desperdiciar energía, no importa cuánto dinero
paguen por estar aquí.

Carina bufa malhumorada. —No se preocupe. Lo haré.

La puerta se cierra y Carrie apaga la lámpara de su mesita de noche. Me


quedo muy quieto, conteniendo la respiración hasta que escucho los pasos
pesados de Hugh que se alejan por el pasillo. Lo siguiente que sé es que Carrie
está de rodillas y me mira debajo de la cama.

—Afuera. Ahora. Tienes que dar algunas serias explicaciones.


18

—Vine a buscar mi AirPod.

Él se para junto a la ventana, con una expresión distante que me dan ganas
de gritar. ¿Cómo puede verse tan aburrido después de eso? Pensé que iba a
tener un infarto. —Lo siento. ¿Qué?

—Mi AirPod —repite—. Me sacaste el derecho de la oreja en la biblioteca. Te


lo dije. Necesitas tanto el izquierdo como el derecho para que funcionen.

Furiosa. Sí, diría que es una manera bastante buena de describir cómo me
siento en este momento en particular. Yo... podría... jodidamente... matarlo.
Mecánicamente, cruzo la habitación, todos los once pies de espacio, y agarro
mi bolso de donde está colgando del gancho detrás de la puerta. Saco su
estúpido AirPod del pequeño bolsillo con cremallera en la parte delantera, lo
golpeo en su palma abierta y luego hago un gesto hacia la puerta. —Bien
entonces. Tienes lo que viniste a buscar. Vete.

Si sonríe, lo juro por Dios, voy a perder la puta cabeza.

Por suerte para él, sus labios permanecen estáticos, presionados en una línea
plana. —Y… ¿Eso es todo? Me devuelves el auricular. Yo me voy. ¿Fin?

—Sí, el final absoluto, Dashiell. He tenido suficiente. La próxima vez que estés
corriendo por los pasillos de esta escuela en medio de la noche, siendo
perseguido por los de seguridad, asegúrate de olvidar qué puerta me
pertenece. Estoy harta de esta mierda. Ni siquiera estoy bromeando. Deberías
irte.
Hace crujir los nudillos, sus ojos saltan sobre mis rasgos como si estuviera
tratando de leer algo en mí. Se pasa la lengua por los dientes. —Lo
suficientemente justo.

Se dirige hacia la puerta, pero justo cuando está a punto de girar la manija,
hay un fuerte estruendo en el piso de arriba, seguido rápidamente por tres
golpes más fuertes y... ¿una bocina?

—¿Qué carajo? —Se vuelve hacia mí—. Necesito quedarme. Solo media hora,
hasta que se largue abajo.

—Dash...

—Lo digo en serio. Salgo ahora y no voy a llegar a cinco pies antes de que me
atrape. Me enviarán de regreso a Surrey antes de mañana por la noche, y es
abril, Carrie. ¿Has estado en el Reino Unido en abril? Hace frío, es húmedo y
miserable. ¿De verdad eres tan cruel?

La audacia de este chico. Lo juro, no tiene ni puta idea. —Yo no soy cruel.
Ese título está reservado específicamente para ti, idiota.

Se balancea sobre sus talones, arqueando una de sus cejas rubias. —Te lo
sigo diciendo. Si he sido grosero, ha sido por tu propio bien. Si estás lastimada
porque sientes que te he rechazado, entonces debes saber que lo hice por tu
propio bien.

—Oh detente. Estoy harta de escucharlo. Tus excusas se debilitan cada día
más. No soy una niña tonta que se hará añicos en un millón de pedazos en
el momento en que decidas que no quieres pasar más tiempo con ella. No
tienes idea de lo que he pasado o con lo que me he enfrentado en esta vida.
Si de verdad crees que serás lo que me romperá después de haber sobrevivido
a todo lo demás que ya me han lanzado, entonces me siento mal por ti.

Dash suelta el pomo de la puerta. —¿De verdad?

Cruzo los brazos frente a mi pecho, apretando la mandíbula. El desafío sale


de mí, reforzando mi confianza. —Sí.

—¿Crees que eres más fuerte que yo, Mendoza?


—Sí.

—¿Crees que eres lo suficientemente fuerte para manejar cualquier cosa que
pueda lanzarte?

—Absolutamente —¿Estoy jodidamente loca? No debería hacer afirmaciones


como esas. Soy fuerte porque tuve que serlo. No es lo mismo. No tengo que
hacer nada de esto. Podría alejarme. Me ha dicho en términos inequívocos
que debería hacerlo, y ¿qué he hecho? Lo he llamado arrogante por eso y he
hecho exactamente lo contrario. Corro hacia él a cada paso. Es el
comportamiento más masoquista y estúpido que he mostrado en mi vida.

—¿Entonces quieres que sea cruel? —dice. El timbre de su voz ha adquirido


una cualidad completamente nueva. Su voz profunda y áspera es una caricia
física, acariciando mi espalda, rozando entre mis muslos, presionando una
parte de mí allí que hace que mi cuerpo tiemble. Mi fina camisa de dormir no
proporciona mucho calor, pero ya no es el frío en el aire lo que me hace
temblar. Es la mirada feroz en sus ojos, y la forma en que la punta de su
lengua sale para mojar su labio inferior.

—Estoy diciendo que puedes hacer lo que quieras, Dash —Señor, ¿por qué
mi voz se tambalea tan fuerte?— Puedes hacer lo que quieras. No tendrá
ninguna influencia en mi vida. Ninguna en absoluto.

—¿Estás segura de eso?

—Sí —Mentiras, mentiras y más mentiras. ¿Ya sabría la verdad? Si se


levantara de un salto y me abofeteara, ¿lo reconocería siquiera?

Dash me mira. Sus cejas se juntan en un nudo, las líneas se vuelven más
profundas, más profundas... y luego su frente se suaviza abruptamente. Sin
líneas. Sin fruncir el ceño. Nada. —Bien entonces. Como tú quieras. Ven
aquí —gruñe.

Me río nerviosamente. —¿Disculpa?

—Ven aquí.

Sus ojos están ardiendo. Su mandíbula ya es fuerte, cuadrada y masculina


como el infierno; cuando aprieta y los músculos se flexionan allí, me hace
algo de lo que realmente no estoy orgullosa. Literalmente, sí, literalmente, me
debilita las rodillas. Ojalá fuera mejor que esto. Le di tanta mierda antes
cuando pensaba que era un drogadicto, pero resulta que soy yo la que tiene
un problema. Sé que es veneno. Es tan malo para mí, en todos los sentidos
imaginables. Ya me advirtió que arruinará mi vida y cualquier posibilidad que
tenga de ser feliz en el futuro, pero no puedo detenerme.

Cuando era niña, toqué la plancha y me quemó. Nunca volví a tocar la


plancha. Jugué con cuchillos y me corté. Me mantuve bien alejada del acero
afilado desde ese momento. Dashiell ya me lastimó fuera de la fiesta de
Edmondson y me dolió como el infierno. Entonces, ¿por qué no puedo
implementar aquí las lecciones que aprendí tan fácilmente cuando era
pequeña?

No es tan simple esta vez. Dash es una enfermedad. Estoy infectada por él.
La única forma de recuperarse es tomando el antídoto. Deja algo de espacio
entre nosotros. Pero no quiero el antídoto. Quiero el puto dolor, y no puedo
convencerme de lo contrario.

La boca de Dash se levanta hacia un lado. Parece que está al borde de la


decepción. Lentamente, con mucho cuidado, se lleva el dedo índice izquierdo
a la boca, muerde la punta del guante de cuero negro que lleva puesto y se lo
quita de la mano. Sigue el de la derecha. —Carina. Ven aquí.

¿Alguna vez trataste de evitar caer? Extender las manos, tratar de agarrarse
a algo, claro, pero una vez que ya has tropezado y tu centro de gravedad
cambia, no hay mucho que puedas hacer para evitar la caída hasta que
golpees el suelo. Te preparas para el impacto y esperas lo mejor.

Eso es lo que hago mientras cruzo lentamente mi pequeña habitación y me


detengo frente a él: me preparo para el impacto. Espero lo mejor.

Respirar solía ser tan fácil, algo en lo que ni siquiera pensaba, pero una gran
parte de mi cerebro se concentra en recordar cómo introducir y sacar oxígeno
de mis pulmones. Está tan cerca. Estoy empequeñecida por él. Es un pie más
alto que yo y fácilmente el doble de ancho. El olor fresco y frio del océano, la
menta y la hierba cortada asaltan la parte de atrás de mi nariz. También huele
a otra cosa. No puedo por mi vida señalarlo. El aroma único sustenta todos
los otros toques, uniéndolos de una manera adictiva. Siento que estoy al
borde de un gran desplome de azúcar, temblando de la cabeza a los pies.

Dashiell mira mi boca, respirando suavemente por la nariz. No me he dado


cuenta de que levanta la mano, así que cuando me lleva los dedos a la boca,
salto. —Tranquila —murmura—. Si no tienes cuidado, podría pensar que
estás nerviosa —Este pensamiento parece divertirlo—. ¿Yo, Carrie? ¿Hago que
tu pulso se acelere?

—Mi pulso está bien, gracias.

—¿Es eso así?

—Mm-hm —El sonido sale en un chirrido tenso que no engaña a nadie.

Dash sigue el juego. —Bueno. Así que, si tuviera que... —Retira los dedos de
mi boca, arrastrándolos a lo largo de la línea de mi mandíbula, hasta la curva
de mi garganta.

Reacciono, agarrándolo por la muñeca, deteniéndolo antes de que pueda


llegar a un punto en el que pueda descubrir que soy una pequeña mentirosa
miserable y avergonzada. Él se ríe entre dientes, sin inmutarse. En lugar de
retirar su mano, se agacha, tortuosamente lento, y acaricia su cara en mi
cuello. Es su boca la que encuentra mi pulso. La punta de su lengua,
lamiendo la piel sensible justo encima de mi carótida, envía mi latido ya
acelerado a toda marcha. Dashiell tararea mientras presiona sus labios
contra mi piel.

—Carrie —Su aliento es caliente contra mi piel, la sensación que se abre en


abanico sobre mi cuello y mi clavícula hace que mis ojos rueden a mi
cabeza—. No te preocupes —susurra—. Mantén la mentira si te hace sentir
mejor. No lo diré —Se echa hacia atrás y sus ojos son tan feroces que mi
habitación se desvanece. La gélida noche al otro lado de la ventana se ha ido.
El pasillo al lado de mi puerta y las otras diez chicas que duermen en sus
habitaciones ya no existen. Solo está Dash, atrapándome con una mirada tan
cruda que estoy hechizada por él.

—¿Qué tal esto? —Enrolla un mechón de mi cabello alrededor de su


dedo—. ¿De aquí en adelante, haremos un trato?
—¿Qué tipo de trato? —Es un milagro que no se me quiebre la voz.

—De aquí en adelante, me das lo que quiero, Mendoza.

—Eso suena como... un trato muy unilateral. —Respira, maldita sea. Respira.

Dash en realidad sonríe. —Bien. He estado pensando mucho en lo que dijiste


en la biblioteca, ¿sabes? Y…

—Y…

—Y tal vez no sea de mi incumbencia si eres masoquista, amor. Quizás


también te dé lo que quieres. Dejar que las fichas caigan donde puedan.

—¿Qué... qué significa eso?

Se inclina y roza mi boca con sus labios. De alguna manera, se ha acercado


tanto que su pecho está al mismo nivel que el mío. Todavía hay un pelo de
espacio entre nosotros, lo suficiente como para que mis pezones rocen su
pecho cada vez que alguno de nosotros respira. Cada vez que sucede, siento
que podría morir.

—Significa que ganas, Carrie. Me rindo. Me tienes. Sin devoluciones.


Cualquiera que sea la maldita locura que suceda a continuación... no puedes
decir que no te lo advertí.

El beso es vértigo y adrenalina, menta y caos. Su boca choca contra la mía,


reclamándome. Estoy a la deriva de la realidad. Al igual que la primera noche
en el capó del auto de Pax, Dash explora mi boca tan ferozmente que pierdo
toda función motora. Mis miembros me abandonan. La narrativa interior que
parloteaba en el fondo de mi mente, recordándome las reglas de Alderman,
advirtiéndome que tuviera cuidado, se queda en un silencio sepulcral. Dash
destierra todos los pensamientos en el momento en que palmea mi pecho a
través de mi camisón y hace rodar mi pezón entre sus dedos.

—Quiero ver —gruñe. No hay duda. Sin ordenar. Solo esta declaración. Me
dice lo que quiere y espera a que cumpla. Ha sido perfectamente claro, y esto
es parte de nuestro trato recién forjado, ¿verdad? Ambos conseguimos lo que
queremos, pase lo que pase. Desabrocho la camisa larga de seda negra que
me puse en la cama, mis dedos trabajando aturdidos en los botones, pero
Dash no puede esperar tanto. Solo consigo deshacerme de los dos primeros
antes de que se agache, deslice el material delgado por mi hombro, me
exponga y se lleve mi pezón duro a la boca.

—¡Oh... Santa... mierda! —La electricidad sube y baja por mi columna, mi


espalda se arquea. Dash me destruye con su boca, moviendo su lengua sobre
el pico hinchado y apretado, agarrando la hinchazón de mi carne en sus
manos mientras me mantiene quieta, succionándome y lamiendo hasta que
un calor punzante comienza a acumularse en mis piernas. Cuando me mira
y nuestros ojos se fijan, su boca se abre, su lengua se arrastra alrededor de
mi areola, dejo escapar un gemido desesperado y necesitado que hace que las
pupilas de Dash se encojan hasta convertirse en alfileres.

—¿Eso te enciende, cariño? ¿Eso te moja?

Escuchar a cualquier chico decir eso, merodeando sobre tu pezón con las
manos en tu cuerpo, haría que una chica se desmayara. ¿Pero Dash? Dios,
¿escucharlo decirlo con su acento y ese tono áspero y posesivo en su voz? Es
tremendamente sexy.

—No fue retórico, amor —gruñe—. Dime —Trabaja rápido, desabrochando los
botones que olvidé hace un segundo—. ¿Estás mojada para mí? Si deslizo mis
dedos entre tus piernas ahora mismo, ¿qué voy a encontrar?

—Yo-yo no sé.

Entrecierra los ojos y se endereza en toda su altura. Con un movimiento de


sus manos, quita el camisón de mis hombros para siempre, enviando el
material endeble flotando al suelo. Ahora estoy oficialmente desnuda, y Dash
todavía está completamente vestido con su sudadera con capucha, jeans
negros y zapatillas de deporte. Inclina la cabeza con curiosidad hacia un lado,
haciendo un trabajo magnífico al no mirar hacia abajo a mi cuerpo. —¿No
sabes lo que está pasando entre tus piernas en este momento,
Mendoza? —pregunta—. Sé lo que pasa en mis pantalones. Por si acaso te lo
estás preguntando. No, no, no. —Él mete un dedo debajo de mi barbilla,
inclinando mi cabeza hacia atrás para que no pueda mirar hacia abajo—. Si
quieres averiguarlo, usa tus manos.
Amenaza. Desafío. Pulla. Sea lo que sea, trae una sonrisa salvaje a su rostro
y me hace sudar frío. ¿Quiere que me acerque y agarre su polla? Muchas
chicas en Wolf Hall se romperían el cuello en su prisa por hacer precisamente
eso. Las cosas que he escuchado en el vestuario de las chicas, no solo sobre
los chicos de Riot House sino sobre Dashiell específicamente, han sido lo
suficientemente gráficas como para hacer sonrojar a un marinero. Pero yo no
soy como ellas. Nunca lo he sido. Me pongo lo que quiero, y digo lo que quiero,
pero cuando se trata de tomar lo que quiero, soy una cobarde del más alto
nivel.

—¿Ayudaría si cerrara los ojos? —Dash susurra.

Está jugando conmigo. Esta es una especie de prueba. ¿No cree que yo esté
preparada para esto? Le demostraré que está equivocado. Pero tal vez…

Me encuentro con su mirada, resentida por el hecho de que estoy a punto de


hacer esto. —Sí.

El chico que nunca me ha mostrado misericordia antes me hace este acto de


bondad. Sus párpados revolotean cerrados, sus pestañas se abren en abanico
contra sus mejillas, tan largas y mucho más oscuras que el rubio ceniza de
su cabello. Sus manos se mueven nerviosamente a los costados mientras
espera que haga algo. Voy a desabrocharle los jeans. Voy a… pero verlo
parado así frente a mí con los ojos cerrados me afecta de una manera que no
esperaba.

Es tan jodidamente hermoso. Dash tiene una frialdad que nunca se derrite.
Puede congelar a una chica desde veinte pasos con una mirada mordaz. La
forma arrogante en que se comporta y el gran nivel de desinterés que emite
es intimidante como el infierno.

Con los ojos cerrados, todo eso desaparece.

No tiene un título. No es una criatura de la que hay que tener miedo, de la


cual huir, asustado, con el corazón latiendo fuera de su pecho.

Es solo un chico.

Tiene la nariz rota. No está mal. Sin embargo, hay un pequeño nudo en el
puente que cuenta una historia. Tiene una cicatriz en la barbilla, una delgada
línea blanca que corre a lo largo de la línea de la mandíbula y que solo se
puede ver correctamente desde este ángulo, mientras estás más cerca,
mirándolo.

Está muy quieto. Su pecho apenas sube y baja con su respiración. Espera
pacientemente, completamente a gusto, hasta que levanto la mano y toco su
mejilla con los dedos... y se estremece. Me congelo, demasiado asustada y
demasiado terca para retirarme. —¿Qué, está bien que toque tu polla, pero
no tu cara?

Unas líneas iguales toman forma entre sus cejas. Las aplana, pero yo ya las
he visto como lo que eran: molestia.

—¿No te gusta eso?

Traga. —Es solo... íntimo.

—¿Crees que hacer eso es más íntimo que tocar tu polla?

—Absolutamente.

—Te das cuenta de lo jodido que es eso, ¿verdad?

—La gente suele querer tocar mi polla mucho más de lo que quieren tocar mi
cara. Pero si quieres tocar mi frente, hazlo.

—No quiero tocar tu frente... —Niego con la cabeza—. No importa —Es


sorprendente la facilidad con la que puede provocarme, incluso cuando está
tratando de complacerme. Todavía no ha abierto los ojos. Frustrada y aún
más obstinada ahora, toco con mis dedos su mejilla de nuevo, lista para su
reacción esta vez. Sin embargo, no hay ningún estremecimiento. Ninguna
reacción en absoluto. Se queda allí, inmóvil como una estatua de mármol,
mientras yo paso los dedos por sus rasgos, uno a la vez. Su mandíbula fuerte,
sus pómulos, su nariz, sobre cada ceja. Él exhala un fuerte suspiro cuando
acaricio suavemente la cicatriz de su barbilla, y no puedo decir si está riendo
o irritado. Sigo adelante, usando un toque ligero como una pluma para trazar
el caparazón de su oreja.

Copiando su acción anterior, presiono mis dedos en su boca, y la suave


hinchazón de sus labios hace que mi corazón salte por todos lados. Lo beso.
He soñado despierta con besar a este chico durante más de dos años, pero
esas fantasías nunca se han desarrollado así. Nunca he sido yo quien se pone
de puntillas y coloca mis labios contra los suyos. Eso habría sido demasiado
atrevido. Loco. Insano. Estúpido. Sin embargo, no se siente así cuando lo
hago. Se siente natural, como si tuviera todo el derecho a reclamar un beso
del chico más sexy que existe.

Dash bufa de nuevo. Es mucho más fácil averiguar en qué está pensando esta
vez; él se acerca y coloca sus palmas contra mis mejillas, acunando mi rostro
entre sus manos. Sus labios se mueven contra los míos, y este es un tipo de
beso totalmente nuevo. Hasta ahora, hemos mantenido los ojos abiertos,
mirándonos el uno al otro, demasiado cautelosos para perdernos de vista.
Nuestros intercambios han sido agresivos, un tira y afloja por el poder. Pero
los ojos de Dash ya están cerrados ahora. Deja escapar un suspiro de
resignación que me hace temblar. Es amable conmigo. No hay urgencia. No
pelea.

El beso es una rendición.

Cierro los ojos y caigo sobre él, sobresaltada por el giro que ha tomado. No lo
sabía. No tenía ni idea de que pudiera ser así. Mojo mi lengua en su boca y
su respiración se acelera, una de sus manos se mueve para sostener la parte
de atrás de mi cuello, la otra se desliza por mi brazo, rozando mi costado
hasta que me agarra de la cadera. Él me devuelve el beso, reclamando mi
boca, todavía ordenándome, pero tiene cuidado. Me sostiene como si me fuera
a romper o me desvaneciera en una bocanada de aire y se quedaría sin nada
más que mi recuerdo.

—Mierda. Jesucristo, Carrie —Él retrocede, tomando una respiración


profunda. Yo también tengo que jadear por una. Nos paramos juntos, sus
brazos a mi alrededor, mis manos contra su pecho, y pasa un momento entre
nosotros que sé que volveré a reproducir y sobreanalizar obsesivamente hasta
que me dé una migraña más tarde. Me mira a los ojos, apoya su frente contra
la mía y dice— Al diablo con esto. Tienes razón. No más juegos. No más
tonterías. Estamos haciendo esto.

Una ráfaga de movimiento. Manos arrancando su ropa, tanto la suya como la


mía. La capucha golpea el suelo. Se quita los zapatos, maldiciendo mientras
trata de mantener el equilibrio, lo cual es sorprendentemente atractivo, y
luego se quita los jeans por las piernas y su ropa interior se une a la ropa
desechada. Los dos estamos desnudos, entonces, y respiramos con dificultad.
Espero a que me ordene ponerme de rodillas para poder deslizar su polla en
mi boca, parece algo que haría, pero no. Él me observa con avidez, y la
moderación que mostró antes se ha ido. Hago lo mismo, mordiéndome el labio
mientras observo la imagen completa: los hombros anchos y fuertes; su pecho
y estómago definidos; el corte en V que desciende entre sus piernas. Su metro
ochenta y cinco en toda su gloria. Parece un dios bronceado.

Jesús, su polla... Nunca antes había visto una en persona. He visto


pornografía, pero las que he visto en Internet han sido venosas y aterradoras:
apéndices monstruosos, que se mueven como si tuvieran una mente propia.
La polla de Dash no se parece en nada a eso. Es dura. Realmente dura. La
cabeza de su polla es de un tono ruborizado de rosa pálido. No hay venas
gruesas ni abultadas a la vista. Está tan empalmado. Dudo que sea capaz de
cerrar mi mano a su alrededor.

Dios mío, voy a tener que tocarlo.

Dios mío, quiero tocarlo.

No me esperaba eso. Aunque lo quiero a él. Lo deseo jodidamente tanto y no


puedo esperar un segundo más.

Debe estar pensando lo mismo. Salto a sus brazos al mismo tiempo que nos
empuja hacia la cama. No hay tiempo para los juegos previos. Sus manos
están sobre mí, ásperas y firmes, y yo respondo con amabilidad. Mi cuerpo le
responde tan perfectamente. Encajamos tan fácilmente. Cuando se coloca
sobre mí, mis piernas ya se están separando, haciendo espacio para él,
envolviéndolo alrededor de su cintura, tirando de él hacia adelante. Me besa,
gimiendo cuando mis senos se aplastan contra su pecho.

—¿Estás tomando la píldora? —jadea.

Asiento con la cabeza.


Empuja, levantando sus caderas, y lo siento por una fracción de segundo, la
cabeza de su polla sólida como una roca presionando contra mi coño. Al
momento siguiente, él está dentro de mí, y... Dios mío. ¡Oh, Dios mío!

El dolor es como un rayo.

Me tenso, brazos y piernas bloqueados, el cuerpo rígido como una tabla. Dash
retrocede, con una expresión angustiada en su rostro. —No —dice.

—¿Qué?

—Dime que no me dejaste hacer eso. Dime que no eres una jodida virgen.

El calor se eleva en mis mejillas, aunque es poco probable que vea mi


profundo sonrojo en la oscuridad. Todavía tengo dolor. Está congelado,
todavía encima de mí, todavía dentro de mí. Puedo sentir que me estiro para
acomodarme a él, pero es algo gradual, y el ardor entre mis piernas me hace
llorar. Palpita dentro de mí, involuntariamente, creo, y trata de alejarse, pero
lo agarro y aprieto las piernas alrededor de su cintura. —Bueno, ahora no lo
soy, ¿verdad? Ya no —Me río sin aliento, tratando de restarle importancia a
la situación, pero Dash no se ríe. Su rostro es serio, su frente fruncida, sus
cejas juntas.

—Deberías haber dicho algo —Su voz está controlada, pero está temblando.
Puedo sentir su corazón palpitando bajo su caja torácica de nuevo, como la
noche de la fiesta, sentado encima del Charger—. No deberías… yo no
debería… —dice, corrigiéndose a sí mismo, pero lo interrumpo.

—No lo hagas. Por favor no lo hagas. Solo bésame, por el amor de Dios. Lo
estás haciendo raro.

—Carrie. ¡No es así como se supone que debes perder tu maldita virginidad!

—¿No puedo elegir cómo lo pierdo?

—¡No! ¡No si me eliges a mí! Solo una loca...

Suficiente. Lo agarro por la nuca y lo beso. Él está equivocado. Depende de


mí, y lo elegí a él. Eso es todo al respecto. Me sorprende que esté tan molesto
por lo que acaba de pasar. Me habría imaginado que quitarle la virginidad a
una chica habría sido una insignia de honor para un miembro de Riot House,
pero por la forma en que Dash se está comportando, pensarías que lo engañé
con una promesa de matrimonio o algo así.

Se resiste al beso al principio. Su vacilación se desvanece cuando me levanto


de la cama, aplastando mis senos contra su pecho, enrollando mis dedos en
su cabello. Quiero sentir su calor en mi piel. Estoy embriagada con su olor.
Puede que todavía me duela como una perra, pero estoy saboreando la
sensación de él dentro de mí, duro y palpitante a pesar de su horror. Besar a
Dash es como beber de un frasco de veneno. Cada sorbo que tomo de él, cada
roce de mis labios, cada movimiento tentativo de mi lengua, cada sabor
saboreado de su boca me condena aún más. Cuanto más tome, más sufriré
por ello, pero no hay nada que hacer al respecto ahora. Solo tomó una
probada para sellar mi destino. Bien podría beber mucho y beber
profundamente ahora.

Gimo, el sonido es una súplica sin aliento, y los músculos tensos de la espalda
de Dash se relajan. Se agacha una pulgada, su boca trabajando lentamente
contra la mía, la presión de sus labios firme y cada vez más insistente. Los
dientes de Dash se aprietan alrededor de mi labio inferior, y un brillante
chasquido de dolor me obliga a abrir los ojos. Me mira fijamente, la lujuria y
la ira cruzan su rostro, y es hermoso y aterrador.

—Yo también debería haber podido elegir, Mendoza —Su voz es baja, llena de
emociones conflictivas—. Esa es una responsabilidad que no habría asumido
a la ligera. No contigo.

De repente, soy tan consciente de cada punto donde mi cuerpo se encuentra


con el suyo. Mis muslos se pegan a sus costados. Mi brazo rozando el suyo.
La palma de una mano en su espalda, la otra en la base de su cuello, mis
dedos en su cabello. Mis senos contra su pecho. Nuestras caderas alineadas
y la dureza de él hinchada dentro de mí. Y es mucho. Santo infierno, es
mucho. Estaba tan desesperada por experimentar esto antes de que ya no
estuviera sobre la mesa que no consideré cómo sería realmente. Para él o para
mí. Y tiene razón. Entró en esta persiana, porque le oculté algo realmente
importante, y... oh, mierda. ¿En qué diablos estaba pensando?
—Mierda ¡Lo siento mucho! —Trato de rodar por debajo de él, pero eso no es
posible. Dash es mucho más grande que yo, mucho más pesado, y descansa
lo suficiente de su peso sobre mí como para que no pueda ir a ninguna parte.

—Whoa. Ve más despacio. —Se apoya sobre un codo y lleva su mano a mi


rostro. Sus dedos casi tocan mi mejilla. Se detiene, exhala un suspiro
frustrado, luego mueve la cabeza de lado a lado, como si estuviera tratando
de aflojar un nudo de tensión en su cuello. Oh Dios mío. Esto es terrible. Se
está volviendo loco. Sin saberlo, engañé a un tipo para que tomara mi tarjeta
V, ¿y ahora ni siquiera se atreve a tocarme? Intento otro escape, tratando de
deslizarme hacia un lado para salir de debajo de él, pero...

—Carina. Oye, oye, oye, espera. Maldita sea, detente —Me agarra, su pulgar
en mi barbilla, sus otros dedos curvados debajo de mi mandíbula, guiando
mi rostro hacia arriba para que no tenga más remedio que mirarlo—. ¿Te
estoy lastimando?

Trago el nudo en mi garganta. —No.

—Bueno. Entonces relájate un segundo. No esperaba esto. Solo estoy


averiguando… —Él mira hacia la pared, frunciendo el ceño.

—¿Cómo salir de aquí sin herir mis sentimientos? —Mi risa es débil.

—No —Me mira y la frustración sigue ahí, pero también hay algo nuevo. Algo
que se parece mucho a una preocupación—. Estoy tratando de averiguar
cómo hacer que esto sea bueno para ti, Mendoza. Jesucristo. No hay
repetición en esto. Solo tienes una primera vez, y soy el peor pedazo de mierda
del mundo. No quiero joderlo para ti.

Oh. El pavor que se ha apoderado de mi corazón se alivia un poco. —¿Todavía


me quieres entonces?

Deja escapar una carcajada dolorida, sacudiendo la cabeza. —Joder,


Carrie. —Gira sus caderas por primera vez desde que se metió dentro de mí,
aunque mucho más suave esta vez, y jadeo por la forma en que mi cuerpo se
eleva para encontrarse con él. Estoy tan jodidamente llena de él. No tenía ni
idea de que sería así. Mi mente nunca habría conjurado una sensación tan
agridulce por sí sola—. ¿Qué piensas? —susurra en mi cuello—. ¿Puedes
sentirlo verdad? Lo duro que estoy. Por supuesto que te deseo. Eres lo más
hermoso que he visto en toda mi vida. Quiero corromperte tan jodidamente
que duele. Se necesita cada gramo de fuerza que poseo para no regañarte
como una mierda. Te deseo sin aliento, temblando y pintada con mi semen.

Mi sangre se convierte en napalm4 líquido, rugiendo en mis venas. Esto es lo


que se siente querer. Esto es lo que se siente al arder. —Entonces hazlo. Dios,
por favor.

Se hunde encima de mí, gruñendo, descansando su frente contra mi sien


mientras toca mi pecho con fuerza. Me arqueo para alejarme de la cama,
curvándome hacia él, balanceando cautelosamente mis caderas contra él,
sorprendida cuando el dolor se desvanece un poco con el movimiento. Dash
inhala con fuerza, su espalda se tensa de nuevo. —Por el amor de todas las
cosas santas, quédate jodidamente quieta —gruñe.

—Pero…

—Muévete, y no podré detenerme. Te follaré sin sentido y no seré gentil. Me


odiaré a mí mismo por eso.

Busco su boca. La encuentro. Responde a mi beso, su respiración se acelera


mientras su lengua barre y se enreda con la mía. Una pregunta y una
respuesta. El beso alimenta mi alma y me da vida. ¿Cómo no sabía que había
estado durmiendo hasta ahora? Todo este tiempo, he estado viviendo mi vida
en un blanco y negro opaco y difuso, cuando podría haber sido esto: tecnicolor
ardiente, claro como el cristal, enfocado de la manera más nítida, y todo lo
que hubiera necesitado era un beso. Su beso.

Dash se balancea contra mí, atreviéndose a ir un poco más profundo, una


sensación de urgencia se apodera de él, pero todavía se está conteniendo, me
doy cuenta. No lo quiero atado. Lo quiero libre y sin límites, y haré cualquier
cosa para salirme con la mía.

El aguijón penetrante se ha transformado en un latido sordo ahora, ya no es


una pizca brillante de dolor. Es manejable, incluso un poco de calor dentro

4
Sustancia inflamable , a base de gasolina en estado de gel, usada en lanzallamas y en bombas incendiarias
de mí. Nada que no pueda manejar. Por segunda vez, aprieto mis piernas
alrededor de la cintura de Dash y lo atraigo hacia mí.

—Mierda. ¡Carina! —Muestra los dientes, gruñendo como uno de los lobos
que vimos revoloteando como sombras a través del límite del bosque, y no
puedo soportar más. Lo quiero crudo. Lo quiero salvaje. No quiero ni la mitad
de él. Lo quiero todo de él, incluso si eso significa dolor.

Me preparo contra él y me preparo para lo que voy a pedirle. No en voz alta,


con palabras. Las palabras no serán lo suficientemente buenas. No me dará
lo que quiero si se lo pido. Necesito preguntar con mi cuerpo, para mostrarle
que puedo tomar todo lo que él sea capaz de dar. Lo beso profundamente,
deleitándome con la calidez y el peso de él encima de mí. ¿Cuántas veces lo
he visto correr? ¿Lo vi avanzar, sus piernas fuertes, sus brazos moviéndose,
su cuerpo como una máquina perfectamente diseñada, impulsándolo hacia
adelante? Está lleno de músculos, esbelto, ancho y fuerte, y no puedo tener
suficiente de él mientras lo sostengo, balanceándome y retorciéndome contra
él.

—Carrie —De nuevo, la advertencia. Terminé con las advertencias. Terminé


con las reglas. Ya terminé con que me digan lo que es bueno y lo que es malo
para mí. Soy capaz de conocer mi propia mente... saber lo que quiero... y
quiero esto.

—Deja de salvarme —Le dije esto ayer en la biblioteca. Entonces era una
súplica, pero ahora es una orden. Dash debe escuchar la finalidad en mi tono,
porque me mira con una expresión inquisitiva y escrutadora que me roba el
aliento. Y luego sonríe con una sonrisa salvaje y desgarradora.

—Bien. Lo pediste, amor.

Él se va. Cualquier cosa gentil o cautelosa en él se desvanece. Se convierte en


una fuerza de la naturaleza. Una tormenta dentro de una tormenta. Con
manos firmes y ásperas, me aplasta contra él. Él me sujeta. Me retiene con
su propio cuerpo, su boca y su polla, mientras empuja contra mí una y otra
vez.
Esto es mejor que suave. Esta es la verdad. Así folla Dashiell Lovett. —Carina.
Carina. Joder, Carrie. Mierda —Canta mi nombre como si fuera una oración
y una maldición—. Eres perfecta. Eres hermosa. Eres increíble. Eres mía.

Nunca me sentí como si perteneciera a nadie antes. Mi madre no pudo


protegerme. Mi padre ni siquiera quería conocerme. Kevin y Jason querían
ser dueños de mí, pero no les permití que me tuvieran. Alderman se propuso
devolverme a mí misma. Pero cuando Dash susurra esas palabras, reverentes
y posesivas, me entrego voluntariamente.

Pronto, se está poniendo tenso de nuevo, temblando mientras se muele contra


mí. —Jesucristo, Carrie. Mierda. Oh Dios mío —Él se retira, acariciando su
mano arriba y abajo a lo largo de su polla, y observo, fascinada, mientras cae
por el borde. Chorros calientes de semen brotan de él, derramándose sobre
mi estómago y entre mis muslos. Echa la cabeza hacia atrás, exponiendo su
garganta como si estuviera desnudo frente a mí... y es la cosa más caliente,
más exasperantemente sexy que he presenciado en toda mi vida.

—Mierda, Dash.

Jadea, cae de lado, sus ojos se cierran, pero solo por un segundo. Está de pie
y arrodillado entre mis piernas de nuevo en un santiamén.

—¿Qué estás haciendo? —Intento cerrar las piernas, pero no me deja.


Agarrando los bóxers que arrancó de su cuerpo antes, cuidadosamente limpia
su semen de mi cuerpo. No estoy segura de sí se supone que debo estar
mortificada por esto, o si el deseo ardiente que palpita por mi cuerpo mientras
me limpia es normal.

Sus ojos encuentran los míos y noto el borde oscuro y peligroso en ellos.
—Oh, no hemos terminado, amor —ronronea—. Ni por asomo. Es normal que
no te corrieras la primera vez. Aunque lo harás. Me aseguraré de eso. Te
mostraré cómo. Te entrenaré, cariño. Por esta noche, me conformaré con que
te corras en mi lengua.

Se agacha, y el repentino calor húmedo entre mis piernas me hace gritar. He


planeado cómo iba a ir esto en mi cabeza. En el momento en que mi futuro
amante sugiriera que bajaría, iba a declinar cortésmente y decirle que no era
necesario porque 'no estaba en eso'. Ese era el plan. Pero Dashiell no
preguntó, y en el momento en que comienza a acariciar mi clítoris con la
punta de la lengua, me doy cuenta de que estoy muy interesada. Muy en eso
de hecho.

—¡Santo -oh mi d- Jod- DASH!

Me he masturbado mucho. También he gritado su nombre en voz alta


mientras lo hacía, pero nunca se sintió así. Nunca se sintió como si el mundo
se acabara y se reconstruyera al mismo tiempo. Lame y golpea mi clítoris,
gruñendo como si estuviera perdiendo la cabeza, y yo pierdo la mía junto con
él.

—Cristo, Carrie. Sabes tan jodidamente bien —Muerde el interior de mi


muslo, con fuerza, y jadeo. Sin embargo, no se detiene. Muerde de nuevo, y
luego otra vez en el otro muslo, y me balanceo contra él, enterrando mis
manos en su cabello, inclinándome hacia él, tan desesperada por la presión
de su lengua de nuevo.

—Oh, eso es jodidamente hermoso —grita—. La pequeña Carrie necesitada.


¿Te gusta cuando me como tu coño?

—Sí. ¡Sí! ¡Dios!

—Enséñamelo, entonces. Abre tus piernas para mí. Extiéndete bien.

Santa mierda. Me voy a morir de vergüenza más tarde, pero por ahora la
vergüenza no se acerca a cancelar mi deseo. Abro las piernas para él,
mostrándole lo que quiere y él tararea de satisfacción. —En caso de que
todavía no sepas lo que está pasando entre tus piernas —dice Dash, su voz
áspera como el papel de lija— estás mojada como el infierno y tu coño es el
tono de rosa más hermoso que jamás haya visto —Vuelve a caer sobre mí,
alternando entre sus dedos y su lengua, lamiendo y explorando cada
centímetro de mí. Estoy tan fuera de control que me balanceo contra su cara,
pidiendo más, más, más, y él me lo da. Cuando me corro, trato de alejarme
de él, tratando de salvarlo de la humedad que se extiende entre mis piernas,
pero él me agarra y me clava salvajemente en el colchón por las caderas.

—No lo creo, amor. Eso es mío. Joder, me lo gané.


Me lame hasta dejarme limpia, y me estremezco y tiemblo contra él mientras
lo hace.
19

En una escala del uno al diez, ¿qué tan estúpido eres?

Me despierto con la espalda desnuda pegada a la pared helada del dormitorio


de Carrie. Su cama es pequeña, así que no hay mucho espacio. Sin embargo,
ella es pequeña, acurrucada contra mí, su cabeza descansando en mi brazo,
la curva de su culo desnudo acurrucado contra mi erección matutina.

En una escala del uno al diez, ¿en cuánta mierda estás ahora?

Mi respiración agita su cabello. Me ha estado haciendo cosquillas en la


barbilla y en la boca durante la última hora, pero no he movido un músculo.
El brazo en el que está acostada murió en algún lugar alrededor del amanecer,
pero de nuevo, ni siquiera me he movido.

Si tuvieras que calificar tu nivel de 'jodido' en una escala del uno al cinco, uno
no está totalmente jodido, cinco está tan jodido que estarás lidiando con las
consecuencias de anoche hasta el final de los tiempos, ¿cómo calificarías tu
situación actual?

Hice lo mejor que pude para negarlo, pero vamos. ¿A quién estaba
engañando? Esto iba a pasar. Era sólo cuestión de tiempo. A pesar de toda la
mierda que traté de convencerme a mí mismo, de tener el control total. No
estoy interesado en ella, Carrie Mendoza no es más que una espina clavada en
mi costado; era plenamente consciente de que eventualmente terminaría en
esta posición. Bien, tal vez no en esta posición exacta. Me imaginé que
acabaríamos durmiendo en mi cama, que es mucho más cómoda que una
maldita individual, pero da igual. Lo sabía.

Entonces, ¿por qué, entonces, este giro de los acontecimientos es tan


jodidamente sorprendente? ¿Por qué, escuchando la respiración entrecortada
y silenciosa de Carrie, no me impresiona cómo sucedió esto?

En una escala del uno al diez, ¿cuán insoportables serán tus amigos cuando
descubran que no solo te acostaste con la chica que dijiste que no te
importaba, sino que, de hecho, has desarrollado algunos sentimientos fuertes
por ella?

Deben ser cerca de las siete de la mañana. Ha habido movimiento en el pasillo


desde hace un tiempo, otras chicas del piso, dirigiéndose al baño, caminando
por el pasillo y hablando. Carrie durmió durante todo ese tiempo. La
despertaré pronto. Tendré que esperar hasta que todas las demás estudiantes
bajen a clase antes de que pueda escaparme de aquí. Probablemente llegaré
tarde, pero no...

La puerta del dormitorio de Carina se abre de golpe y entra una chica con el
cabello rojo en llamas.

No hay tiempo para agacharse y esconderse. No hay tiempo para hacer nada.
Carrie se despierta instantáneamente, luchando por las sábanas.
Afortunadamente, ella ya estaba cubierta, hace mucho frío aquí. Me aseguré
de que estuviera cálida, aunque eso significaba que yo no lo estaba, y nada
de ella estaba a la vista. —¡Presley! Mierda. ¡Cierra la puta puerta! —ella grita.

La pelirroja, Presley, parece que acaba de encontrarse cara a cara con un


extraterrestre. Sus ojos se le salieron de la cabeza y abrió la boca. Y... Dios,
no lleva nada más que una toalla, por el amor de Dios. Usa su pie para patear
la puerta que se cierra detrás de ella. Sus ojos van de Carina a mí, luego de
nuevo a Carina. Lentamente, se deslizan hacia abajo, momento en el que sus
mejillas se vuelven de un rojo brillante y comienza a tartamudear. —Uh oh.
Esto es vergonzoso, pero... eh... puedo ver las bolas de Dashiell Lovett ahora
mismo... y... eh...

—¡Dios, date la vuelta, Presley! —Carrie suena horrorizada. Personalmente,


creo que todo esto está resultando entretenido.
Presley gira cuarenta y cinco grados para mirar hacia la ventana, abriendo y
cerrando la boca, parpadeando como si tuviera arena en los ojos. —Uh... sólo
vine a decirte que, bueno, todo el mundo está hablando de eso.

Carrie salta de la cama, agarra su camisón y se abre camino dentro de él. No


se molesta en abrocharlo. Se envuelve en la camisa de dormir y luego me
arroja la ropa de una manera muy poco femenina. —¿Hablando sobre qué?

—Fitz. Él salón de Fitz —dice, todavía parpadeando—. Uh… su salón fue


asaltado anoche y un montón de sus muebles fueron destruidos. O algo así
—Presley se encoge de hombros, lo cual es un error de su parte. La acción
afloja su toalla y ella tiene que agarrarla antes de que caiga al suelo. Me río
en voz baja.

Carrie se gira hacia mí, mirándome.

—¿Qué? —Levanto las caderas para poder levantar mis bóxers—. Lo siento.
Nunca pensé que me encontraría en este ala de la academia con dos chicas
semidesnudas.

Me golpea en el brazo. En realidad, me golpea. —¿Alguien irrumpió en la


habitación de Fitz anoche? ¿Y destrozó el lugar?

—Oh. Oh sí. Wow. ¿Quién hubiera hecho tal cosa?

—¿De verdad estás tratando de fingir que no tuviste nada que ver con eso?

—No lo soñaría. Pero yo no soy de los que confiesan mis pecados frente a
extraños —Muevo la cabeza en dirección a Presley—. Sabes lo tímido que
puedo ser.

—¡Ja! ¿Tímido? ¿Tímido? Estás loco. ¡Pre-Presley! ¡Dios mío, detente!

Miro a la chica a tiempo para verla mirándome. A mi torso desnudo en


particular. Afortunadamente ya me he puesto los pantalones, de lo contrario
mis bolas habrían sido la menor de sus preocupaciones. Ella habría estado
echando un vistazo a la erección que actualmente está tratando de escapar
de mi ropa interior. La amiga de Carrie se pone roja cuando sus ojos se
mueven rápidamente para encontrarse con los míos.
—Lo siento, eh, no estoy segura de dónde se supone que debo mirar.

—¿Quizás deberías ir a vestirte? —Sugiere Carina—. Vuelve a tu habitación.


Pasaré y podemos ir a clase juntas en un minuto.

Presley asiente. —Sí. Por supuesto. Por supuesto —Ella sale por la puerta,
agarrándose a su toalla, dejando a Carina y a mí solos de nuevo.

Carrie me ataca como un gato infernal. —¿Rompiste la oficina de Fitz?

—Sí —No puedo usar la sudadera con capucha que usé anoche. Nunca antes
había usado una sudadera con capucha en clase. Aparecer en una esta
mañana sería realmente tonto, considerando que los dos vándalos que
irrumpieron en la escuela anoche llevaban sudaderas negras. Por suerte para
mí, anoche estuvo fría como el infierno y usé un suéter ligero debajo de la
estúpida cosa para mantener el calor. Me puse mi camiseta y el suéter,
pasando mis manos por mi cabello. Carina todavía me mira
fijamente—. ¿Qué? Se lo merecía. ¿Nunca has querido bajarle los humos al
hijo de puta?

—¡No! Fitz es el mejor maestro de la academia. ¿Cómo es posible que se lo


mereciera?

Ahh. Claro. Quiero decir... para los otros estudiantes de Wolf Hall, Fitz
probablemente parecería un tipo sólido. Él hace todo lo posible para que
nuestras clases sean divertidas y se muestra amable con nosotros cuando no
tenemos tiempo para completar nuestras tareas. Pero lo ha intentado
demasiado desde el puto principio, dejándonos maldecir y decir lo que nos da
la gana, como si pudiéramos ser nosotros mismos a su alrededor porque es
genial. Porque es esencialmente uno de los nuestros. Es patético.

Y eso fue antes de toda la mierda con Wren también. Ahora, tengo una razón
adicional para que no me guste el bastardo. —Le estábamos enviando un
mensaje —digo—. Está jodiendo con la casa. Pax y yo pensamos que era hora
de que recibiera una pequeña advertencia sobre su comportamiento. Eso es
todo. Parece que la gente de abajo está exagerando todo el asunto. Era solo
un escritorio y un par de sillas. Y la pizarra. Y el sofá gris.
—Solo su escritorio y… —Ella toma una respiración profunda—. Dios, Dash.
¿Es esta una extraña retribución por haberte castigado?

Una carcajada sale de mi boca antes de que pueda tragármela. Como si me


hubiera torcido tanto por un pequeño descuido de detención.

—Vas a tener que decirme qué es tan gracioso. Estoy tan confundida en este
momento.

Casi le digo. El secreto de Wren casi se escapa de mi boca como si fuera mío
para compartirlo, pero me salvó el penetrante chillido de la campana,
llamando a los estudiantes al primer período. —Mierda. Será mejor que me
vaya —dice Carina. Sin embargo, todavía no ha terminado conmigo—. ¿Nos
vemos en el observatorio esta noche? Creo que tenemos que hablar.
20

—Esto es lo que obtengo por ser un jodido caballero —Pax masajea su mano
derecha, mirándome como si fuera mi culpa que él tenga tanto dolor.

—Vivimos en una montaña, hombre —murmuro—. No es inteligente agarrar


plantas sin comprobar primero si son venenosas.

—Me agarré para que pudieras bajar por ese puto conducto de vapor. Estaba
siendo cortés, y ahora tengo la maldita lepra. ¿Se supone que tiene que salir
una ampolla así? —Me pone la mano debajo de la nariz, mostrando una
roncha de aspecto bastante asqueroso que, efectivamente, ha empezado a
ampollarse.

—Ponle un poco de crema, amigo. Vas a estar bien.

—No hay jodido zumaque venenoso en Nueva York —Él se baja la manga,
cubriendo la irritada erupción—. Nunca habría pasado si fuéramos a una
escuela en la civilización.

—Agradece no haber entrado en esa maleza para orinar. ¿Alguna vez te


metiste esa mierda en la polla? Eso es lo peor.

Parece consternado. —¿Tienes algo contra tu polla, hombre? No parece que


la cuides muy bien.

—Está bien, clase. Sí, sí, sí, está bien. Lo sé. Cálmense —Fitz ha entrado en
el salón. Va a arrojar su elegante maletín sobre su escritorio, luego se ríe
tristemente cuando recuerda que ya no tiene uno. Cuelga la correa de su
bolso de la esquina de una estantería en la parte delantera del salón, una que
hubiéramos hecho añicos anoche, si hubiéramos tenido tiempo, y se vuelve
hacia la clase—. Parece que algunos de ustedes tuvieron una noche agitada
anoche —dice. Con las manos en los bolsillos de sus jeans desteñidos y las
mangas de su camisa negra a medida dobladas hasta los codos, parece que
hizo un esfuerzo extra para vestirse para nuestra lección de hoy.

—Disculpa —Damiana Lozano se ve completamente molesta—. ¿De dónde


sacas eso, culpándonos por esto? No destruiríamos nuestra propia mierda.
No cuando esta es la única aula donde podemos sentarnos en sillas que no
nos entumecen el culo. No tiene ningún sentido. Probablemente fue un
estudiante de primer año. O uno de esos chicos de Edmondson, que tomó
venganza por follarse a la madre de ese chico.

¡Ja! No había pensado en eso. Pax no tiene expresión, pero deja escapar una
risa perpleja. Desde la perspectiva de un extraño, esto definitivamente podría
ser una venganza para los chicos que se follan a la madre de ese chico. La
administración va a tener dificultades para culparnos de esto de cualquier
manera.

Wren no ha dicho una palabra sobre esta infracción. Estaba tirado en su sofá
de cuero cuando entré al salón hace cinco minutos, y en realidad parecía
entretenido por todo el asunto. Sin embargo, no salí a correr con ellos esta
mañana y tampoco conduje por la carretera con ellos. Al menos debe
sospechar que yo tuve algo que ver con esto.

—Voy a optar por creer que no fue ninguno de ustedes —dice Fitz—. Sería
bastante doloroso si lo fuera. Siempre pensé que compartía un entendimiento
con esta clase. Pero diré esto. Si alguno de ustedes tiene un hacha para
picar… —me mira fijamente— entonces realmente espero que vengan y
discutan su problema conmigo directamente en el futuro. No planeo
reemplazar mi escritorio, pero el resto de muebles, las cosas que reemplazaré,
no son baratas y lo estoy pagando de mi propio bolsillo, así que...

Mi maldito héroe. Puede llorarme un río. Gana seis cifras trabajando aquí y
todos sus costos están cubiertos. Tiene un gran apartamento en Mountain
Lakes que sé que es propiedad de la academia, y come aquí gratis de lunes a
viernes. Puede permitirse reemplazar un par de sillas y una pizarra. Mi
corazón no sangra por el hombre.

—Oye. ¿Dónde diablos dormiste anoche, de todos modos? —Pax


susurra—. Volví y te busqué cuando Hugh fue a buscar a Harcourt. Pensé
que el pobre bastardo iba a tener un ataque al corazón.

—El ático —Afortunadamente, he tenido tiempo de planificar mi respuesta a


esta pregunta. Es natural que pregunte. El ático sobre la academia es un
secreto bien guardado. Se puede subir a través del armario del conserje en el
cuarto piso del ala de chicas, o hay una escalera real que conduce allí desde
el ala de chicos. Pax ha estado allí una o dos veces, pero no en años.
Probablemente olvidó que existía el lugar. No me habría buscado allí.

Gruñe, pareciendo aceptar mi explicación. —¿Alguien te vio subir allí?

Niego con la cabeza.

Fitz tose con fuerza. —Odio interrumpir su pequeño tête à tête5, muchachos,
pero estamos en medio de algo, así que podrían cerrar la boca y prestar
atención —Sus palabras gotean con veneno. Nuestros compañeros de clase
se ríen nerviosamente en voz baja y detrás del dorso de las manos, queriendo
burlarse y reírse de un profesor que nos ordena que nos callemos, pero saben
que es mejor no pensar que se saldrían con la suya.

—Lo siento —Pax le da una palmada en el pecho, una disculpa fingida—. Solo
estábamos tratando de averiguar qué tipo de mensaje se suponía que enviaba
este acto verdaderamente atroz.

Baja el tono, amigo. Nos pones en una situación complicada.

Pax es excelente para leer señales. Si elige actuar en base a esas señales es
otra cosa. Sin embargo, ni siquiera me está mirando en este momento, por lo
que se pierde mi advertencia de ojos abiertos. Atraviesa a Fitz con una mirada
tan aguda que el otro chico comienza a sudar agitado. —No parece una
represalia de Edmondson —dice—. Probablemente habrían pintado un
montón de pollas en la parte delantera del edificio.

5
Frente a frente
Excelente. No en la nariz en absoluto. Buen trabajo, Pax.

—No, esto fue un ataque personal. Desde donde estoy sentado, parece que
quien hizo esto estaba tratando de enviarte un mensaje a ti y solo a ti.

Fitz mira a Pax hacia abajo, ensanchando las fosas nasales. Rebota sobre la
punta de los pies. —Sí. Bueno, como dije. Si alguien tiene un problema
conmigo, es mucho más inteligente venir y discutirlo cara a cara. Un
comportamiento como este es inmaduro. Habla de serios problemas de
desarrollo que deben manejarse con terapia —Continúa antes de que Pax
pueda responderle. Algo bueno también. Por el calor que irradiaba de él, Pax
habría dicho algo incendiario que nos habría metido en problemas.

—Terapia de mierda —gruñe mi amigo—. Le daré terapia.

Fitz continúa con nuestra lección del día. Afortunadamente, pasamos de El


Conde de Montecristo. Pasamos los siguientes cincuenta minutos abriendo la
tierra sobre Romeo y Juliette. —Cliché como el infierno, lo sé, pero es parte
del plan de estudios, niños y niñas. The Bard6 es imprescindible, y si tenemos
que dedicar nuestro tiempo a Shakespeare, entonces bien podría ser el de la
película enferma, ¿verdad?

Nos dice que veamos la película de Baz Luhrmann en lugar de leer el libro y,
por una vez, nadie se queja ante la perspectiva de la tarea. Hago lo mejor que
puedo para no mirar al otro lado de la habitación hacia el sofá debajo de 'El
beso' de Gustav Klimt. Casi lo logro también. Vi a Carrie ponerse los ajustados
jeans azules y el suéter gris esta mañana, así que ya sé lo bien que se ve. Sin
embargo, todavía me deja sin aliento. Sus jeans son ajustados, sí. El suéter
también. Sus tetas se ven jodidamente fenomenales tirando contra la lana.
Ahora que he visto lo increíble que se ve desnuda, es imposible mirarla y no
recordar...

Anoche fue increíble. Su piel. Su boca. Su coño, por el amor de Dios. Tan
apretado, tan húmedo, tan dulce. Tan perfecta. No tenía idea de cuán perfecto
hasta que hundí mi polla dentro de ella y encontré resistencia. Intenté
detenerme, pero ya era demasiado tarde. Ya estaba tomando algo que no me
pertenecía y...

6
Referencia a William Shakespeare
Mierda.

He estado mirando a Carrie todo este tiempo.

Sus mejillas están enrojecidas, su labio inferior succionado dentro de su


boca. Ella está mirando el bloc de notas que descansa sobre su rodilla como
si tuviera las respuestas a los misterios del universo. Ella sabe que la he
estado mirando, y por la forma en que está trabajando ese labio inferior, ella
también sabe exactamente en lo que estaba pensando.

Peligroso. Eso es lo que es esto. No me pueden atrapar mirándola. Parece que


Wren está profundamente dormido en el sofá de cuero, pero lo conozco mejor
que eso. Está asimilando todo lo que sucede a su alrededor, incluso con ese
brazo sobre su rostro, bloqueando la luz. Se da cuenta de las cosas más
pequeñas. Y Pax está sentado a mi lado, por el amor de Dios. Sin embargo,
no parece prestarme mucha atención. Oscila entre fulminar con la mirada a
Fitz y acariciar tristemente su mano ampollada. Parece que me he salido con
la mía esta vez.

Soy mucho más cuidadoso durante el resto de la clase. Y cuando veo a Carrie
en el pasillo antes de biología, finjo que estoy preocupado con mi teléfono.
Fuera del comedor durante el almuerzo, cuando nos cruzamos en el pasillo,
miro a través de ella como si ni siquiera existiera, y eso es mucho más difícil
de lo que jamás podría haber soñado. Ahora que he sentido su piel sobre mi
piel, y he estado dentro de ella, y he mantenido su delicado cuerpo dormido
dentro del círculo de mis brazos, estoy oficialmente jodido. Durante tres años,
caminé por los pasillos y las aulas de esta academia sin darme cuenta de ella
ni una sola vez. Ahora, Carina Mendoza es todo lo que puedo ver.
21

—Has perdido la maldita cabeza. Lo he estado pensando durante horas y esa


es la única explicación que se me ocurre. Te has vuelto loca oficialmente.

Presley está roja desde la raíz de su cabello hasta el cuello de su camiseta. El


dorso de sus manos también está manchado. —¡Estaba en tu habitación,
Carrie! Alguien podría haber irrumpido directamente.

Empujo la puerta del comedor para abrirla, dándole una mirada mordaz.
—Alguien irrumpió directamente. Tú lo hiciste. Recuerdas cómo tocar,
¿verdad?

—Yo no cuento. Soy una de tus mejores amigas, y como una de tus mejores
amigas, puedo entrar en tu habitación sin llamar si ha sucedido algo
escandaloso. De todas formas, no cambies de tema. No puedes tener una
fiesta de pijamas con Da... —Baja la voz a un susurro tenso—. ¡Con Dash
Lovett en tu habitación, Carina! ¡Te echarán!

—No te preocupes. Fue un accidente. No volverá a suceder —Nos unimos al


final de la fila para agarrar nuestras comidas, y mientras tanto espero que
sea el final de la conversación. ¡Ja! Como el infierno que será.

Presley sostiene su carpeta, usándola para cubrirse la boca, como si temiera


que alguien pudiera leer sus labios. —¿No volverás a tener fiestas de pijamas
en tu habitación? ¿O no volverás a tener sexo con Dash?
—En serio. ¿Podemos simplemente...? —Miro a mí alrededor, señalando a
todas las personas que están en la fila delante de nosotras, así como detrás
de nosotras ahora.

Pres asiente. —Claro. Claro.

Tomamos nuestra comida y buscamos una mesa para sentarnos en el


perímetro exterior de la habitación. Presley salta arriba y abajo en su asiento,
desesperada por hacerme preguntas. Parece que podría explotar por la
necesidad de saber. Pongo los ojos en blanco. —Continúa, entonces.
Terminemos con esto.

—¿Fue asombroso? —ella espeta—. ¿Qué tan grande era su polla?

Dejo caer mi tenedor. —¡Pres!

—¡Lo siento! No puedes culparme por preguntar. ¿Cuánto tiempo hemos


estado deseando a esos tipos? ¿Y ahora te has acostado con uno de ellos?
Una chica tiene que hacer las preguntas importantes.

Ugh. Probablemente también estaría haciendo las mismas preguntas. No


estoy orgullosa de admitirlo, pero tiene razón. —Sí, fue asombroso. Y no, no
te voy a decir lo grande que era su polla. Algunos detalles son simplemente
sagrados.

Ella hace pucheros, pero luego se ilumina rápidamente cuando mira su plato.
Un segundo después, sostiene una salchicha empanizada en un palo,
moviendo las cejas. —¿Estamos hablando más grande que esto? O… —Su
rostro sonriente se convierte en una cara triste—. ¿Más pequeño que esto?

Dios, ella no va a renunciar. —¿Qué piensas? —Me meto un bocado de


ensalada en la boca.

—Más grande. Muuucho mucho más grande —Ella ríe.

Bien, estoy un poco mareada por lo que pasó anoche. Quiero hablar de eso.
Ni siquiera sé por dónde empezar. —No puedo confirmar ni negar... —bromeo,
callándome.
—¡Whoa! ¿Qué pasa con esa sonrisa de comemierda? —Mara deja su
almuerzo en la mesa al lado de Presley, escupiendo su chicle en una servilleta.
Ella nos mira expectante, esperando el chisme, pero mi sonrisa se ha
marchitado por completo. No puedo contarle a Mara sobre Dash. Aún no. No
hasta que sepa qué diablos está pasando...

—Le mostré este lindo video de un perro en TikTok —dice Presley. Lo dice con
tanta facilidad, la mentira debe haber estado en equilibrio en la punta de su
lengua, lista y esperando. Abro los ojos, un poco sorprendida de lo
convincente que fue.

Presley le da un mordisco a su salchicha empanizada y la nariz de Mara se


arruga. —Miles de dólares en matrícula cada mes. Decenas de miles de
dólares y todavía nos sirven salchichas empanizadas en el comedor. ¿Qué
diablos, chicas?

—Me gustan —dice Pres con la boca llena de comida—. Son deliciosas. A ti
también te gustan las salchichas empanizadas, ¿no es así, Carrie? No te
importa una buena salchicha empanizada de vez en cuando.

Que Dios me ayude, voy a matarla. Si Pres no tiene cuidado, Mara va a oír la
insinuación en su voz y sabrá que algo pasa. Si no tengo cuidado, Mara va a
echarme un vistazo y ver que soy diferente. Tiene que ser visible. Es como si
hubiera un cartel de neón sobre mi cabeza, parpadeando: "¡No virgen! No
virgen".

Sin embargo, Mara no es la persona más perspicaz que he conocido. Está


demasiado distraída con sus propias tonterías como para notar las de los
demás. —Escucha esto. Y no quiero que ustedes se asusten ni nada,
pero... —Se inclina, susurrando—. Estaba con Fitz esta mañana cuando se
enteró del vandalismo.

—¿Qué quieres decir con que estabas con él? —pregunta Pres—. Estaba en
casa cuando le dijeron. Damiana dijo que estaba en la oficina, pidiendo algo
de Aleve para los cólicos menstruales. Dijo que podía oírlo gritar al otro lado
del teléfono en la oficina del director Harcourt.

—Oh, él gritó bastante. Estaba furioso. Nunca había visto a nadie tan enojado
antes.
—Espera. Entonces, ¿estabas... en su casa?

Mara pone los ojos en blanco. —Sí. Anoche me sacó a escondidas y me quedé.
Su departamento es hermoso. El hombre tiene un gusto excelente.

Entonces es verdad. Esta es su forma de decirnos que se ha estado follando


a Fitz. Tenía mis sospechas. Hacer que Mara lo confirme es otra cosa.

Presley solo me mira, la parte superior mordida de su salchicha empanizada,


que ahora cuelga suelta en su mano. —Disculpa. De repente necesito
vomitar. —Se levanta de la mesa y cruza el comedor, tirando la salchicha
empanizada a la basura antes de abrir la puerta y desaparecer por ella.

Mara roba una de las patatas fritas que dejó Presley. —¿Qué pasa con ella?

—Nada. Creo que ha sido un día un poco extraño, eso es todo.


22

Las tormentas de primavera en New Hampshire son comunes. Esta noche, el


horizonte es plomo fundido: oscuro, gris furioso, atravesado por grietas de un
blanco abrasador, un oro brillante y un carmesí furioso donde el sol poniente
atraviesa las nubes de tormenta.

¿Viene siquiera?

La pregunta resuena dentro de mi cráneo mientras camino por el empinado


sendero que conduce al observatorio. La lluvia cae en capas, golpeándome en
el rostro cada vez que me atrevo a mirar hacia arriba. Si Alderman supiera
que estoy desafiando este tipo de clima para escalar el costado de un
acantilado en la oscuridad total para ver a un chico, él haría mis maletas y
yo estaría en mi camino de regreso a Seattle en poco tiempo. Es cierto que
este es un comportamiento bastante estúpido. El suelo está formado por
pedregal suelto y trozos de barro. Tampoco soy la chica de diecisiete años más
ágil. Podría resbalar e ir a toda velocidad cuesta abajo en cualquier momento,
y ni siquiera sé si el bastardo vendrá. Esa sería una gran manera de morir,
¿no? ¿Romper mi cuello como una idiota por un tipo que podría decidir que
no quiere volver a verme ahora? Mierda.

Es húmedo como el infierno y demasiado caliente. Debajo de la fina chaqueta


impermeable que agarré de mi habitación antes de salir de la academia, solo
llevo una camisa suelta y sedosa. Mis jeans están empapados. Mis zapatos
están empapados. Mis calcetines... uf, ni siquiera quiero hablar de mis
calcetines.
Subo con dificultad los últimos quince metros del camino, teniendo mucho
cuidado y mirando dónde pongo los pies. He reducido el haz de mi linterna a
su posición más tenue para que no me vean subiendo la colina, pero la luz
débil es lo suficientemente brillante como para señalar cualquier peligro obvio
con que pueda tropezar.

Cuando llego a la puerta del observatorio, tomo la manija, su peso de bronce


sólido contra mi palma, y... está bloqueada. Y olvidé mi maldita llave. —Tienes
que estar bromeando.

He recorrido todo este camino por nada. Bajo la lluvia torrencial, con truenos
sobre nuestras cabezas. La maldita puerta está cerrada y Dash ni siquiera
está aquí, y...

La puerta se abre. La luz se adentra en la noche, atravesando la oscuridad y


la lluvia, y luego está Dash, vestido únicamente de negro, tan
devastadoramente guapo y tan seco. Su boca se arquea en una media sonrisa.
—Te tomo bastante tiempo.

Me apresuro a pasar junto a él, muy consciente de lo terrible que me veo con
este horrible impermeable. Ni siquiera puedo bajar la cremallera de la
chaqueta.

Unas manos fuertes se posan sobre las mías, tranquilizándome. —Whoa,


whoa, whoa. ¿Te ha perseguido un oso por la colina o algo así? Tranquila,
cariño. Deja que te ayude.

Lo miro, temiendo la diversión que sé que estará en su rostro. Y ahí está. Sin
embargo, no es tan engreído como podría ser, lo cual es una pequeña victoria.
En lugar de desabrochar la cremallera, Dash baja lentamente mi capucha,
limpiando una gota de agua de lluvia de la punta de mi nariz. —Te ves...

—¿Como una rata ahogada?

Su ceja izquierda se arquea hacia arriba. —Iba a decir adorable, pero ahora
que lo mencionas…

Le doy un golpe, luego vuelvo a luchar furiosamente con la cremallera. De


nuevo, sus manos aterrizan en las mías, deteniéndome. —Dios. Le quitas la
virginidad a una chica y de repente está bien que te ataque —Con un
movimiento hábil y suave, baja la cremallera. Sería de buena educación
agradecerle la ayuda, pero lo disfruta demasiado. Me quito la chaqueta y
aterriza en el suelo del observatorio con un golpe húmedo. Me agacho, me
quito los zapatos empapados y me saco los calcetines empapados, y luego lo
miro de nuevo. Me mira con una intensidad constante y seria que hace que
mis mejillas se enciendan.

—Tu cabello está loco —ofrece.

—Gracias —Ahh, sarcasmo, mi fiel viejo amigo. Agarro la cinta para el cabello
de mi muñeca, lista para ir a la guerra con mis rizos, pero Dash me detiene.

—No lo hagas. Me gusta. Es sexy.

¿Sexy? Siempre he odiado mi cabello. Lo alise, lo trencé e hice todo lo que


estaba en mi mano para hacerlo 'normal'. Nunca consideré que alguien
pudiera considerarlo sexy. Está mojado, lo que significa que los rizos están
desordenados por todas partes. Dash enrolla una de las hebras alrededor de
su dedo, tarareando, su voz tan baja como una línea de bajo resonante.
—Podrías haber elegido un lugar más fácil para encontrarnos, ya
sabes —murmura—. Dado el hecho de que el cielo se está cayendo.

Está más cerca. El dorso de su otra mano roza la mía, y mi respiración se


queda atrapada en mi garganta. Puedo olerlo: la menta salvaje y el aroma
fresco del invierno combinado con el olor a lluvia. Sus ojos son un
caleidoscopio de color: azul pálido que se oscurece a verde, sus iris están
rodeados por un grueso borde de ámbar.

—He pensado en ello. Pero…

Inclina la cabeza hacia un lado. —¿Pero?

—No tenía tu número de celular. Y no pensé que conducir hasta la casa


hubiera sido una buena idea...

—Definitivamente no —asiente.

—Entonces…

Extiende su mano. —Dame tu teléfono.


Dios. ¿Cómo lo olvidé en tan poco tiempo? Él es extraordinario. Es un sol
explosivo. Es un cable vivo, zumbando con electricidad. Una inyección de
epinefrina directamente al corazón. ¿Y me olvidé?

No... no es eso. He estado tan concentrada en llegar a este punto, seguro de


que él no iba a aparecer, que realmente no consideré cómo sería si él
apareciera. Y ahora aquí está, a centímetros de mí, y mi corazón no puede
soportar la realidad.

No recuerdo haberle dado mi teléfono. Sin embargo, debí haberlo entregado,


porque está en sus manos y está tocando la pantalla. Me lo devuelve y un
nuevo contacto aparece en la pantalla: LDL IV.

Le doy una mirada sarcástica de reojo en su dirección. —¿Era realmente


necesario el cuarto?

Se encoge de hombros. —No quisiera que se confundiera con todos los demás
LDL.

—Porque hay muchos de ellos.

No dice nada a eso. Se aleja, cruza el suelo del observatorio, hacia el


telescopio. Es un leviatán, uno de los telescopios privados más grandes del
país. Solo hay dos más grandes que el en Estados Unidos, pero ninguno de
ellos es tan preciso como nuestra Mabel. Dashiell se detiene frente a él con
las manos en los bolsillos, la cabeza inclinada mientras lee la inscripción en
el costado de la protección de bronce que alberga los espejos.

—Solo he estado aquí una vez —reflexiona—. Parece un gran esfuerzo llegar
aquí cuando está demasiado nublado para usarlo la mayor parte del tiempo.

Él tiene un punto. —Sin embargo, siempre hay pausas en las nubes. —Paso
la mano por el cañón del visor y lo saludo con cariño como a un viejo
amigo—. Solo tienes que esperar.

—Toda la noche —añade.

—A veces. Pero cuando se aclara, si se aclara, vale la pena.


Aprieta la mandíbula. No me mira, pero tengo la extraña sensación de que
quiere hacerlo. —¿Por qué las amas tanto?

—¿Las estrellas?

Él asiente.

—¿Por qué te encanta tocar el piano?

Su estoico estudio del telescopio termina abruptamente. Sus ojos están fijos
en mí, escaneando mis rasgos. —¿Y quién te dijo sobre eso, me pregunto?

—No me di cuenta de que era un secreto —Oooh, es por eso que te escabulles
en la oscuridad, espiándolo, entonces. Si pudiera golpear mi monólogo
interior, iría un paso más allá. Le golpearía su culo sarcástico—. ¿No se
supone que yo sepa nada sobre ti, Dash? ¿Se supone que debes seguir siendo
este enigma distante desconocido? ¿Un fantasma, atrapado detrás de mil
puertas cerradas?

Él sonríe. —Poético. Pero no soy un fantasma. Simplemente no toco frente a


nadie, eso es todo.

Pienso en la primera mañana que lo escuché tocar, fuera de la sala de


orquesta, cuando toda Wolf Hall estaba silenciosa y quieta y los suaves
acordes de la música inundaron los pasillos de la academia abandonada. Fue
una pieza inquietante. Se quedó conmigo durante semanas después de que
lo escuché tocar. Me desperté con un zumbido en mis oídos en los días
siguientes.

No queriendo seguir con la mentira, al menos esta, digo: —Te he escuchado.


Tocas en la sala de orquesta. Temprano en las mañanas, antes de que salga
el sol. La primera vez... pude escuchar la melodía desde el otro extremo del
edificio. Fue este dulce, ascenso… baile… —No puedo pensar en otra forma
de describirlo—. No puedo recordar la melodía específicamente, pero recuerdo
la forma en que me hizo sentir.

Su expresión es pétrea, pero sus ojos… No puedo decidir si sus ojos han
cobrado vida porque estamos hablando de algo que le importa
profundamente, o si es porque está enojado que invadí su privacidad. —¿Y
cómo te hizo sentir? —Su voz es tan suave como la seda, suave como una
caricia, pero todavía parece que su estado de ánimo podría estar volcando
hacia los reinos de la molestia.

—Como si estuviera pérdida dentro de un sueño despierta —le digo—. Me


sentí embriagada y feliz, como si tuviera cuatro años. Me hizo
sentir… —Busco una palabra que haga justicia a la música, pero
simplemente no la hay. Me las arreglo con— Viva. Me hizo sentir viva.

Dashiell mira sus manos. —También me hace sentir así.

—Cuando miro a las estrellas, me siento intrascendente —le digo en voz


baja—. Cuando miro a través de la lente de ese telescopio, es imposible no
maravillarme de mi propia existencia. Entre toda esa nada, de alguna manera
vine a existir. Todos estamos hechos de elementos que fueron forjados en los
hornos ardientes de las estrellas. Siete octillones de átomos forman el cuerpo
humano. Siete octillones. Todos esos átomos vinieron de allí —Muevo la
cabeza hacia el cielo—. Bastante impresionante si me preguntas.

Mira hacia el techo abovedado del observatorio. No sé puede ver el cielo, el


obturador de la cúpula está firmemente cerrado contra la lluvia, pero el techo
sigue siendo una belleza. Estaba pintado mucho antes de que me matriculara
en Wolf Hall. En los años cuarenta, dice el profesor Leidecker. Los arcos de la
cúpula, las nervaduras y los paneles son de un profundo azul real. Alguien
se tomó la molestia de trazar un mapa de las estrellas a través de ellas. La
plata metálica de las constelaciones pintadas brilla con fuerza sobre el rico
azul marino y, aunque no es tan impresionante como el verdadero cielo
nocturno, está muy cerca de serlo. Dash lo contempla, con una sonrisa suelta
en los labios.

—¿Has estado alguna vez dentro de Riot House? —pregunta.

—No —La oportunidad ha estado ahí. Me han invitado a través de otras


personas. Simplemente nunca tuve las pelotas para ir.

Dash vuelve su atención hacia mí, mirándome con esos ojos color avellana.
—Vamos a tener una fiesta pronto. Deberías venir. Creo que a ti también te
gustaría el techo allí.
Pasé por Riot House un millón de veces. Cada vez que bajé de la montaña,
miré a través de los árboles, tratando de vislumbrar claramente el lugar. La
estructura alta de vidrio, acero y piedra me ha inspirado una ardiente
curiosidad desde el momento en que supe que estaba allí. Tener la
oportunidad de explorar el lugar es muy parecido a ganar un boleto dorado
para la fábrica de chocolate de Willy Wonka. Pero…

Apreté la mandíbula, armándome de valor. Necesito valor para esta pregunta.


—¿Me estás pidiendo que vaya como tu cita, Dash? ¿O simplemente me estás
diciendo que debería aparecer? Porque esto… —hago un gesto entre
nosotros—. Esto se está volviendo confuso y no se siente bien.

—¿De verdad? —Se inclina hacia atrás contra el telescopio, con las manos
aún en los bolsillos y una sonrisa pícara se dibuja en la comisura de su
boca—. Parece que se sintió bien anoche.

Ugh. Lo juro por Dios. El tipo puede ser tan exasperante. —Eso no es lo que
quise decir, y lo sabes.

Deja que la sonrisa se desvanezca. —Bien, bueno. No, lo siento. No te estoy


pidiendo que vayas como mi cita, amor. Si te pidiera que vinieras como mi
cita, la vida como la conoces en Wolf Hall se volvería una mierda más rápido
de lo que puedes decir 'sácame de aquí'. Nunca conocerás la paz de otro
momento. Wren y Pax harían su misión personal arrasar con tu vida y se
espera que yo también me una a la acción. ¿Eso es lo que quieres?

Dejo su pregunta sin respuesta y hago una de las mías. La única que tiene
sentido. —¿Por qué se molestarían?

—Porque Riot House es más importante que cualquiera de nosotros. La vida


que nos hemos construido es importante para nosotros. Es un santuario. Nos
defendemos de todas las amenazas externas, y las chicas definitivamente se
consideran una amenaza.

—¿Es por eso que ustedes tres nos tratan como una mierda?

—Wolf Hall es una academia privada, pero esta todavía es la escuela


secundaria. Aquí hay una cadena alimenticia, como en cualquier otro lugar,
y estamos en la cima de ella. Somos una especie depredadora, Carrie, y tú
eres nuestra presa. Te perseguimos. Te follamos. Seguimos. Esos son los
términos en los que pensamos aquí sobre el alumnado femenino. Harías bien
en recordar eso.

—Entonces… nunca podremos ser nada para ninguno de ustedes. ¿Ninguno


de ustedes puede tener novias?

Él sonríe ante esto. Como si le estuviera pidiendo que se mantuviera firme


con él o algo así. —No. No podemos. Es el dogma de los principios de Riot
House.

—Esa es la cosa más estúpida que he escuchado.

—Es una regla estricta y rápida, Carrie. Sin evadirse. Sin soluciones.

Una risa amarga me sube por la garganta. —Créeme. No es necesario que


expliques cómo funcionan las reglas. Estoy limitada por muchas.

¿Segura sobre eso? Alderman refunfuña en mi oído. Desde donde estoy


sentado, parece que te vendría bien un recordatorio, idiota.

—Entonces sabrás que una regla como esa no se puede alterar. Y créeme. No
querrás que la rompa. Romper esta regla te haría daño. Y a pesar de cómo
todo esto pueda parecer y sentirse para ti... no quiero lastimarte, amor.

Falta la arrogancia que suele adornar sus palabras. El tono burlón también.
Es sincero en esto. Por primera vez, siento que me está dando la verdad, y
realmente apesta porque le creo. Rompí una regla por él. Regla número tres,
para ser precisos. Pero romperla nunca le haría daño. Solo me hará daño a
largo plazo. Espero que no llegue a eso, pero seamos sinceros. Probablemente
lo hará. Si rompe una de las reglas de Riot House, no será él quien sufra. Seré
yo, en manos de Wren y Pax, y por la expresión de su rostro eso sería muy,
muy malo.

Una horrible sensación de hundimiento tira de mis entrañas. —¿Y qué? ¿Eso
es? ¿Nos mantenemos alejados el uno del otro? ¿Descartamos anoche como
un error y nos evitamos hasta la graduación? —Por eso accedió a reunirse
conmigo aquí esta noche, para poder decirme que lo que pasó entre nosotros
en las primeras horas de esta mañana nunca más volverá a suceder.
Se aleja del telescopio y suspira con fuerza mientras se dirige hacia mí. Sin
embargo, aún no estoy preparada para enfrentarme a esas palabras. Debería
ser más valiente. Debería ser más fuerte, por el amor de Dios. Esto entre
nosotros ni siquiera ha empezado. No debería estar tan disgustada por su
final, pero no puedo evitarlo. Lo estoy. Retrocedo un paso, y luego otro, hasta
que Dashiell me acompaña hasta la pared curva del observatorio y mi espalda
se apoya en el antiguo yeso. Apoya sus manos a ambos lados de mi cabeza,
con una luz hambrienta y nueva en sus ojos.

—De ninguna maldita manera, Mendoza. Tu destino está sellado. Me


perteneces ahora. Tendrás que aprender a vivir detrás de unas pocas puertas
cerradas, eso es todo.

Mi corazón es un conejo, pateando mi esternón. —¿Y qué pasa si no me gusta


esconderme detrás de puertas cerradas?

—Oh, lo harás.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque estarás encerrada detrás de ellas conmigo.

Este es un compromiso. Uno de mierda, pero lo haré con gusto. Si


mantenemos esto en secreto, Carina se mantendrá a salvo, no habrá disputas
en casa con mis hermanos, y aun así podremos tener esto.

Ella es tan jodidamente hermosa que duele. Sus ojos son como chocolate. No
es chocolate con leche dulce, sino oscuro, como el cacao amargo y ácido que
te duele la boca. Sus labios están llenos y tan jodidamente suaves que mi
boca todavía zumba por el recuerdo de ellos en mi piel anoche. Soy un hijo
de puta estúpido y enfermo. Supe en el momento en que cedí y me quité el
guante con mis malditos dientes que me estaba metiendo en un mundo de
dolor aquí, pero estaba tan emocionado de correr por la academia, y estaba
tan harto de sentir que mis manos estaban atadas... y pensé ¡que se joda!

Estuve esperando que llegara el arrepentimiento y me pateara el culo, pero


me di cuenta a la hora del almuerzo que no me arrepiento. No me arrepiento
de nada. Aunque mis manos todavía están teóricamente atadas, ahora las
tengo en el rostro de Carina Mendoza, y puedo sentir la humedad de su
cabello, y puedo oler el dulce aroma floral de su piel, y no puedo dejar de
sentir que esto está bien.

Parpadea hacia mí, un animal salvaje asustado que aprende lentamente a


confiar, y joder si mi polla no se pone dura al instante. Encendí un par de
pequeñas lámparas de pie cuando llegué al observatorio. Corrí las cortinas
opacas de las dos pequeñas ventanas. El espacio cavernoso está tenuemente
iluminado, pero las lámparas proyectan un hermoso resplandor fresco sobre
su piel. Es luminosa, pálida y hermosa como la luna.

—Si prefieres acabar con esto, entonces di la palabra y me iré —le


digo—. Pero tú y yo sabemos que no quieres que me vaya. Quieres mis manos
sobre ti. Quieres que te quite esta ropa mojada y quieres mis dedos dentro de
ti, ¿no es así, amor?

Parpadea, un poco nerviosa. Oh, mi bonita y ardiente Carina. Hablas mucho.


Quieres que la gente piense que tienes el control, que eres muy sabia, cuando
en realidad eres tan dulce e inocente como ellos. —Yo... —Ella agacha la
cabeza, pero no sirve. Todavía estoy tomando su rostro entre mis manos y no
la voy a dejar tan fácil. La sostengo en su lugar, pidiéndole en silencio que me
dé lo que necesito. Se ruboriza y el delicado rubor rosado de sus mejillas hace
que mi corazón se acelere como un pistón.

Veo su determinación formándose. Ella toma una respiración profunda y


asiente. —Sí. Quiero eso.

Valiente, valiente, Carrie. No hay temblor en su voz. No hay vacilación ahora.


Podría gruñir, estoy tan jodidamente satisfecho con ella, pero vuelve a hablar,
y mi atención se dirige a su boca. —Quiero más que eso. Quiero tu sudor y
tu corrida. Quiero tu cuerpo. Lo quiero todo. Pero también quiero el resto de
ti, Dash. Quiero tu mente. Quiero tus pensamientos, y tus sentimientos, y tu
música, y... y... todo de ti. Si no puedo tener eso también, entonces no quiero
nada de esto. ¿Qué sentido tendría?

Bueno, joder. No estoy preparado para esto. He sido codicioso, tanteando en


mi cabeza todas las cosas que quiero de ella. Yo tampoco quiero solo su
cuerpo. Quiero cualquier cosa y todo lo que la convierte en Carrie. Quiero su
sonrisa. Su risa. Quiero la forma en que frunce el ceño cuando mira a lo lejos,
pensando en algo. Quiero su inteligencia y su agudeza, y la forma en que
tararea en voz baja cuando trabaja en la biblioteca y cree que no hay nadie
alrededor para escuchar. No he contemplado, ni por un segundo, que ella
pudiera querer más de mí a cambio. No he considerado que habría un costo,
y este es un costo.

Si le entrego todas esas partes de mí mismo, me dejo muy abierto y


vulnerable. Tendría que derribar los muros que se construyeron hace años si
voy a intentar dejarla entrar, y quién sabe si eso es posible. Las paredes son
una parte tan importante de mí que puede que no quede mucho una vez que
se hayan ido.

—No estoy en el negocio de hacer promesas que no puedo cumplir —El cambio
en Carrie es pequeño. Veo cuando su decepción la golpea y me afecta más de
lo que debería—. Dicho esto, nunca he sido un derrotista, Mendoza. Daré lo
que tenga que dar. ¿Será suficiente?

Soy un mendigo que intenta comprar la luna con un dólar. Este es el peor
comercio en la historia del trueque; no hay posibilidad de que ella acepte.
Solo que ella lo hace. Aunque soy indigno, Carrie asiente con la cabeza y
extiende su mano. —Todo lo que tienes para dar es suficiente.

Necesito mantener mi boca traidora cerrada, pero esto se siente mal, como si
la estuviera engañando con algo. Salí de restaurantes con demasiado cambio
en mi bolsillo y mentí descaradamente para obtener una mejor calificación,
pero no puedo dejar que Carrie entre en este acuerdo sin estar segura de que
sabe lo que está haciendo. Nunca podría vivir conmigo mismo. —¿Cómo
puedes estar tan segura?

Me mira sombría como un juez y habla despacio. —Todo aquello a lo que le


des luz crecerá, Dash. Alimenta algo y florecerá. Que te importe lo suficiente
y lo frágil en tus manos se fortalecerá. Tengo fe en que me darás lo que puedas
hasta que haya más para dar. Eso es todo.

Jesús, maldito Cristo. Estoy muy por encima de mi cabeza aquí, y no he sido
lo suficientemente bueno en esta vida como para haberme ganado un
segundo de la atención de esta chica, pero lo voy a aprovechar, porque una
oportunidad como esta no se presenta dos veces. Tengo suerte de estar aquí
experimentando eso ahora, por el amor de Dios, y no estar atrapado en
Inglaterra, ya prometido a una torpe potra pura sangre con la que mi padre
me tendió una trampa.

Así que la beso, y lo hago con más intención que nunca en mi vida. Su boca
es dulce y tentativa, pero no por mucho tiempo. Un movimiento de mi lengua
y la chica se enciende como si fuera una caja de yesca y yo la cerilla. Me pasa
los dedos por el cabello, enredando las manos en los mechones, y me pilla
desprevenido cuando me echa la cabeza hacia atrás. Me encuentro con su
mirada, con la boca ligeramente abierta, luchando por contener una sonrisa
ante su atrevimiento, y ella hace algo que hace arder una llama en la boca de
mi estómago: se pone de puntillas y me roza el labio superior con la punta de
la lengua, lamiéndome como si fuera la espuma de un puto chai latte.

—Oh, no acabas de hacer eso —le digo—. No lo hiciste —La agarro por la
cintura y la levanto, y ella grita de sorpresa. Dios, podría acostumbrarme a
ese sonido. Con mucho gusto sacaría ese pequeño grito de sorpresa de ella
todos los malditos días y todavía querría escucharlo de nuevo. Sus piernas se
envuelven alrededor de mi cintura. La llevo al otro lado del telescopio,
demasiado complacida para las palabras cuando ve el nido de mantas que
coloqué allí para nosotros antes de que ella llegara y sonríe.

—Presuntuoso —susurra.

—Preparado —respondo—. Estaba lloviendo. No querría que te resfriaras en


pleno verano cuando te desnude —Después de lo que pasó entre nosotros
anoche, pensé que existía la posibilidad de que volviera a tenerla, pero no
estaba confiando en eso. Estaba diciendo la verdad cuando dije que solo
quería asegurarme de que estuviera caliente. Lo supe, en el segundo en que
abrí la puerta y la vi parada allí bajo la lluvia, con el cabello mojado y sus
grandes ojos marrones llenos de sorpresa y alivio, que no iba a poder
mantener las manos quietas.

Joder, ella es pura perfección. La dejo sobre las mantas, apartando su cabello
de su rostro, y la visión de ella acostada debajo de mí, con los pezones rígidos
y asomando a través de la fina tela de su camiseta, saca el aire de mis
pulmones.

Se supone que no debo tener esto. Se supone que no debo sentirme así. Me
he acostumbrado tanto a saber que mi padre me regateará como una ficha de
póquer en algún momento que no me he permitido imaginar cómo sería
realmente preocuparme por alguien. Parecía un ejercicio inútil. Y ahora aquí
estoy, arrodillado junto a una diosa, a punto de darme un festín con ella, y
mi estúpido corazón está haciendo todo tipo de gimnasia inesperada. Lo que
pasa con la gimnasia es que necesitas entrenamiento para realizar los
movimientos correctamente, y no tengo ni idea de lo que estoy haciendo.
Probablemente voy a terminar rompiéndome algo mucho más doloroso que
un hueso.

Intento ser cuidadoso cuando le subo la camiseta, pero no soy muy bueno en
eso. Mis manos no están hechas para eso. Jadea cuando le arranco la tela
húmeda del cuerpo. En un santiamén tengo mi propia camisa desabrochada
y tirada en un montón en el suelo. Me quito los zapatos. Los pantalones a un
lado. Carina ya se ha quitado los zapatos y los calcetines, empapados como
estaban, así que sólo le quedan los jeans y la ropa interior. Levanta las
caderas para que pueda quitarle los pantalones empapados de sus hermosas
piernas, y entonces dejo de hacer lo que estoy haciendo y me quedo
mirándola. —Mierda, Carrie. Eres la cosa más increíble que he visto nunca
—El cumplido se queda tan corto de lo que realmente quiero decir, pero me
he vuelto estúpido. Sus tetas, que se tensan contra el encaje naranja
quemado de su sujetador, son fenomenales. El cremoso oleaje de su piel se
desborda bajo el encaje, el rosa intenso de sus pezones se asoman por los
huecos, haciendo que mi polla palpite entre mis piernas. Sus bragas son
diminutas y negras, el material le llega hasta los huesos de la cadera, y quiero
arrancárselas con los malditos dientes.

Merodeo por su cuerpo, mi polla oficialmente duele ahora, presionando contra


mis bóxers. Está suplicando que se ponga en uso, pero no tengo prisa. Quiero
darme un festín con ella y disfrutarla. La quiero jadeando, suplicando y
retorciéndose, y eso llevará tiempo. Ayer perdió su virginidad. Ella todavía
estará adolorida. No tengo expectativas de que me monte como una estrella
del porno.

¿Me convierte en un maldito pervertido y enfermo que su inocencia me excite?


Sí, seguro que lo hace. No me importa una mierda. No me avergüenza
admitirlo: el hecho de que soy el único chico con el que ha estado me hace
sentir como un rey. Un mano a mano hubiera estado bien ayer, pero he
pasado de eso ahora. Mi polla es la única que ha tomado. Mi boca es la única
boca que la ha probado. Mis dedos son los únicos dedos que se han sumergido
en su interior.

Ayer la hice mía de muchas formas diferentes. A la parte primitiva y


neandertal de mi cerebro le gusta eso. Lo aprueba muchísimo. Ella toma una
bocanada de aire cuando bajo mis caderas dejando que el peso de mi polla
golpee su clítoris a través de sus bragas.

Espero antes de aplicar más presión. —¿Está bien? —Joder, mi voz es tan
áspera, parece que me fumé dos paquetes de Marley Reds antes de salir de
casa para encontrarme con ella.

Carina asiente con los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas. Con cuidado,
coloca sus manos en mi pecho, sus palmas descansando sobre mis
pectorales, y está tan vacilante y tímida que tengo que contener un gruñido
de satisfacción. Ella me desea, pero todavía está un poco intimidada por mi
tamaño y mi peso, descansando sobre ella. Dios me ayude, pero soy malvado
por disfrutar la pequeña chispa de pánico que veo en sus ojos.
—Sí —susurra—. Estoy bien. Es... —Ella traga, y estoy hipnotizado por los
músculos en la curva de su garganta trabajando—. Se siente bien.

La tierna Carrie. Con los ojos tan abiertos. Tan ingenua.

Ella es todo lo bueno del mundo.

Soy un enfermo y retorcido, sucio hijo de puta. Voy a terminar


corrompiéndola, ¿y qué podría ser más hermoso? Voy a ver a esta chica
descubrir su rareza. Va a pasar de ser inexperta, tímida y cautelosa, a ser
atrevida, exigente y friki ante mis ojos. No hay duda de ello. Desde su ropa, a
su cabello, a su personalidad, no hay nada de vainilla en esta chica. Es
ruidosa, brillante y valiente, y no puedo esperar a ser testigo de su
transformación.

Deslizo los tirantes de su sostén sobre sus hombros con manos firmes y
posesivas. —¿Cuál es tu fantasía más oscura? —pregunto.

—Yo no... yo no... —Ella jadea cuando bajo y tomo su pezón en mi boca.

Paso mi lengua por su areola, mojándola hasta que la piel está resbaladiza y
reluciente. El monstruo dentro de mí gruñe su aprobación cuando sus muslos
se aprietan debajo de mí. —El hecho de que no hayas follado hasta ayer no
significa que no tuvieras fantasías, Carrie.

Ella me está mirando. Sus mejillas están moteadas y sonrojadas de la manera


más bonita, parece que tiene fiebre, pero ese no es el caso. Ella está sonrojada
por mi boca sujeta alrededor de su pezón y mi mano deslizándose entre sus
piernas. Puedo sentir su clítoris a través de la tela de sus bragas, el pequeño
brote hinchado rodando bajo la yema de mi dedo medio. Su cabeza se inclina
hacia atrás, sus labios se abren mientras deja escapar un delicioso suspiro
celestial. —Mi fantasía más oscura... siempre has sido tú.

Mierda.

¡MIERDA!

Ella podría haber dicho cualquier cosa. Trío. Doble penetración. Chica a
chica. Vergüenza y humillación. Dominación. Cualquiera habría estado
caliente.

¿Pero ella me eligió a mí?

La cosa salvaje y oscura dentro de mí canta con deleite. Ella todavía no sabe
en qué se está metiendo, pero está a punto de descubrirlo. Le sonrío,
ahuecando su teta para poder sostenerla con fuerza mientras muerdo...

Carrie gime. Sus manos arañan las mantas, desgarrándolas, pero no me dice
que pare. Agarro su bonito pezón rosa entre los dientes y aprieto, esperando
a que ceda. Todo el mundo tiene su umbral. No se trata de superar la línea
en la que el placer desaparece y el dolor se impone. Se trata de encontrar el
punto en el que no puedes diferenciar entre ambos, y luego mantener el
equilibrio en esa cuerda floja durante todo el tiempo que te sientas bien.

Preciosa Carrie. Aún no ha aprendido nada. Ella no sabe nada. Pero ella me
tiene. Voy a mostrarle cómo se ve su oscuridad, y una vez que la enfrente,
será libre de abrazarla o huir de ella. Espero por Dios, por mi bien y por el de
ella, que ella la abrace. Ya puedo decir cuánto podríamos divertirnos juntos...

Su espalda se arquea sobre las mantas. —¡Ahh! ¡Ahh, joder, Dash! ¡AHH!

Ahí, damas y caballeros. Tenemos nuestra primera línea fronteriza, dibujada


en la arena. Me relajo hasta que no uso los dientes en absoluto, y solo estoy
lamiendo y chupando...

—Carina.

Sus ojos se abren de golpe.

—Dame tu mano.

Aturdida, obedece, me ofrece su mano y la guío hacia abajo, entre sus muslos.

—¿Sientes? ¿Ves lo húmeda que estás por mí, amor? Te has empapado toda
la ropa interior.

Intenta apartar la mano, pero la tengo por la muñeca. —No lo hagas. ¿No se
siente bien? —Aplico un poco de presión, empujando sus propios dedos hacia
abajo sobre la tela mojada, y se estremece.

—Sí —susurra.

—Entonces, ¿por qué parar? —Me siento sobre mis talones,


soltándola—. Acaríciate para mí, Carrie. Quiero ver cómo te corres.

Está indecisa, puedo decirlo. Oh, ella quiere correrse. Quiere tanto. Pero…

—La masturbación no es… —susurra—. No es exactamente algo que la gente


deba admitir. Y mucho menos hacerlo frente a una audiencia.

Me río. —¿Quién diablos te dijo eso?


—No lo sé. Yo solo… —Ella se muerde el labio.

—Es ilegal hacerlo frente a alguien si no ha dado su consentimiento. Pero


entre dos partes dispuestas, es jodidamente caliente.

Ella parece insegura.

—Quítate las bragas, Carrie.

Ella se sonroja, pero escuchó el tono de mi voz. Ella sabe que no estoy
jodiendo. Levanta el culo y desliza la pequeña tanga negra sobre sus caderas.
Gimo en voz baja mientras la veo deslizar el material por sus piernas, y
luego...

Lo admito, es astuta. Las bragas se convierten en una bola y luego


desaparecen por completo. Tomo un momento en darme cuenta de que los
escondió debajo de una de las mantas. Tomo nota para recogerlas más tarde.
Son jodidamente mías.

Carrie junta sus rodillas, balanceándose de un lado a otro. Ella no se da


cuenta de que lo está haciendo, pero me muestra lo agitada y excitada que
está con su exhibición inquieta.

—Abre —le digo.

Ella deja caer sus piernas abiertas, y maldita sea. Pensé que tal vez había
recordado la noche anterior con lentes de color rosa. Estaba oscuro y mis
sentidos funcionaban a toda máquina. Sólo la he visto a la luz de la luna.
Esta tarde pensé que podría haber imaginado que su coño era tan hermoso,
pero ahora que tengo luz real para trabajar, es aún más magnífico.

—Dios, amor. Toca tu clítoris por mí. Extiéndete abierta.

Ella duda. —A los chicos normalmente no les gusta...

Esto debería ser interesante. —¿Les gusta qué? —Aprovecho para ponerme
de pie y quitarme los bóxers. Carina se queda mirando mi polla mientras se
libera, sus ojos ocupan la mayor parte de su rostro; parece aturdida.

—Uhh... —Ella traga—. Porno...


—Sí, nos gusta el porno —Todavía no ha apartado la mirada de mi polla.
Debería ser suave con ella, pero esto es demasiado entretenido. Me agarro a
mí mismo y paso mi mano arriba y abajo del eje, temblando de placer—. Aquí
es donde se supone que debo preguntar si está bien si toco mi polla frente a
ti —gruño—. ¿Te estoy ofendiendo, Carrie? ¿Quieres que me detenga? —Lo
digo en serio a medias. Creo que hemos pasado la etapa en la que los motivos
de Carrie no están claros. Sin embargo, no está de más comprobarlo.

—No. No estoy ofendida estoy…

—¿Impresionada? ¿Caliente? ¿Hambrienta? —Sí, me gusta eso—. ¿Estás


hambrienta por mí, Carina Mendoza?

Ella asiente con la cabeza a todo eso.

—Bueno. Entonces haz lo que te dije que hicieras. Tócate a ti misma también.
Extiéndete. Quiero verte abrirte como una flor para mí.

Esto hace que el color vuelva a sus mejillas. Recuerda lo que iba a decir hace
un momento. —A los chicos no les gustan las chicas con… —Dios, es tan
jodidamente adorable cuando se siente avergonzada—. Con coños porno muy
bonitos. No... no extra... um ...

No puedo verla sufrir más. Es doloroso quedarse parado y ser testigo de sus
tropiezos. Pronto será capaz de decirme cualquier cosa. No habrá ni una sola
palabra, por muy sucia que sea, que la haga sonrojarse. Todo a su tiempo,
sin embargo. —¿Estás tratando de preguntarme si me gustan los coños que
parecen pertenecer a un cabbage patch kid7, Carrie? ¿Una pequeña abertura
con un pequeño agujero debajo?

Si antes parecía avergonzada, ahora parece que está a punto de explotar. Ni


siquiera puede hablar. Sin embargo, puedo decir que he dado en el clavo. Me
río. —No. Me gusta que un coño parezca que pertenece a una mujer adulta.
Quiero labios. Labios de mierda adecuados. Quiero arrugas y pliegues. Quiero
un coño hermoso y natural. Algo para lamer. Algo para chupar. Algo para
probar.

7
Muñeca de plástico.
—Oh Dios mío —Ella trata de juntar sus rodillas, horrorizada por lo que acabo
de decir, pero encajo mi cuerpo entre ellas en el último momento.

—Estoy jodidamente obsesionado con tu cuerpo. ¿No te das cuenta? —Miro


mi polla. Tuve que soltarme para poder plantarme entre sus muslos.
Mantengo mi peso de encima de ella, mis manos se apoyan a ambos lados de
su cabeza, manteniendo un espacio entre nuestros cuerpos, sin embargo, lo
que significa que ambos podemos ver mi dura polla descansando
pesadamente sobre su estómago. La respiración de Carrie se acelera cuando
la mira.

—No eres el único que... quiere algo para chupar —dice sin aliento.

Santo cielo.

¿De verdad acaba de decir eso? Repito sus últimas palabras en mi cabeza y,
sí, lo hizo. Parece que se está volviendo más valiente a cada segundo. —Oh
amor. ¿Quieres mi polla en tu boca? —Mi sangre ya no son plaquetas, células
y plasma; es gasolina de alto octanaje y está en llamas. Es un milagro que no
suba en una bola de llamas y humo negro cuando ella asiente.

—Quiero saber cómo es —jadea.

Siento el movimiento entre sus piernas, su brazo moviéndose contra mi


estómago y… sí. ¡Si! Ella está acariciando su clítoris. Joooooodeeer, es la cosa
más sexy que he visto en mi vida. —Buena niña. Eso es. Haz que se sienta
bien —Acurruco mi cara en su cabello, gimiendo. Necesito calmarme, joder.
Me mareo al ver su pequeña mano moviéndose arriba y abajo entre sus
piernas, así que me tomo un tiempo y respiro, saboreando el perfume fresco
y floral de su cabello.

Una vez que siento que vuelvo a controlarme, me bajo de ella y me muevo,
girando en la posición perfecta. Tumbado de lado, tengo un asiento en
primera fila para el espectáculo de "Carina Mendoza, metiéndose los dedos en
el coño". A Carrie no parece importarle que la esté mirando; está demasiado
fijada en la proximidad de mi polla. Me rodea con la mano con cautela.

Qué idiota he sido. Pensé con seguridad que podría aceptarla tocándome. Dejé
que muchas chicas me pajearan. Demasiadas. Una mano es una mano. Solo
que la mano de Carrie es diferente. Su toque vacilante y suave es curioso.
Inocente. Dulce, casi.

Una vez más, la cosa oscura y corrupta de mi interior ruge. Le gusta la forma
en que explora el tronco de mi polla. Pierde la cabeza cuando pasa sus dedos
por mis bolas, y luego las toma con la palma de la mano, juzgando su peso y
su tacto. Y cuando se inclina vacilante hacia delante y pasa la punta de su
lengua por la cabeza de mi erección, él ve putas estrellas.

Qué apropiado, dada nuestra ubicación.

Observo, fascinado, mientras ella envuelve lentamente sus labios carnosos


alrededor de la cabeza, y luego se desliza gradualmente por mi eje, el calor
húmedo de su lengua acariciando y arremolinándose contra mi carne rígida
a medida que avanza.

Siempre me he enorgullecido de no haber disparado mi carga antes de tiempo.


Ni una puta vez. Pero cuando la boca de Carrie se extiende alrededor de mí,
sus labios mojados con saliva, y ella gime...

Piernas cerradas.

Mandíbula apretada.

Manos apretadas.

Ojos cerrados.

¡Respira! Respira, hijo de puta. No te atrevas, joder.

Freno la creciente explosión de placer antes de que sea demasiado tarde. Pero
apenas. —¡Mierda! Joder, Carrie. Jesús. Dios mío.

Ella tararea, complacida, creo, y la vibración junto con el calor y el sonido


casi me catapulta de nuevo al borde. Necesito algo que me distraiga. Mierda.
La agarro por la cadera y tiro de ella con fuerza. Ella gime de nuevo, protesta
esta vez, pero no me detiene de tirar de ella sobre mí. Entonces, el dulce sabor
de su coño está cubriendo mi lengua, y tengo mis dedos dentro de ella, y ella
se balancea contra mi boca, cabalgando mi cara...
Ella es buena en esto. Natural. Está haciendo lo que su cuerpo le ordena que
haga, no lo que cree que se supone que debe hacer, y es jodidamente hermoso.
Lamo y chupo su clítoris, masajeándolo profundamente, cerrando toda mi
boca alrededor de él para que pueda trabajar correctamente, y Carina solloza
con mi polla en su boca.

Hago una pausa lo suficiente para preguntar —¿Está bien? —Dos palabras.
Una pregunta. Es todo lo que tengo. Ni siquiera sube a tomar aire. Ella
asiente, e incluso ese movimiento casi me lleva al límite.

Empiezo a hacer aritmética en mi cabeza. Normalmente, me gustaría hacer


algo un poco más complicado, pero incluso las sumas y restas básicas me
superan con ella así, con su cabeza subiendo y bajando sobre mi polla, sus
tetas aplastadas contra mi estómago y su dulce coño restregándose contra mi
cara...

Ella solloza de nuevo. Me quedo muy, muy quieto, quiero sujetarle la cabeza
y follarle la boca TAN mal, pero no es así como necesita que sea su primera
mamada. Soy un caballero y mantengo mis movimientos de cadera para mí.
Sin embargo, Carrie se hunde más profundamente en mi eje ella sola. De
nuevo, ella solloza, sus caderas se mueven más rápido, y leo las señales, está
a punto de correrse.

Ella exhala, soplando fuerte y rápido por la nariz, gimiendo, y yo hago lo que
hay que hacer. Saco su orgasmo con mis dedos y mi lengua, usando ambos,
acariciando, frotando su clítoris con la punta de mi lengua cuando comienza
a temblar encima de mí, y pronto se cae a pedazos encima de mí.

Ella aparta su boca, jadeando. —¡Joder! Oh... ¡Córrete! Quiero... que tú


también te corras.

De ninguna manera me corro en su boca. De ninguna maldita manera. Pero


ella vuelve a envolver sus labios alrededor de la punta de mi polla, chupando
y lamiendo, gimiendo mientras llega al clímax, y todo se va de mis manos.

No puedo detenerme.

Primero se acumula en mis muslos, luego en mis bolas y en la boca del


estómago. Antes de que pueda hacer algo al respecto, me correré justo donde
juré que no lo haría. Y Carrie no se está alejando. Ella se hunde más
profundamente, succiona más fuerte, su lengua lame y lame...

Una bomba nuclear detona en mi cabeza. —Oh Dios. ¡Mierda! ¡MIERDA!

Ruido blanco. Estático. Mi cabeza está hecha jodidos pedazos.

—¡Carrie! Carrie! Oh Dios. Detente. ¡Detente!

Me suelta, sus hombros se mueven hacia arriba y hacia abajo, con una
expresión de alarma en su rostro. —¡Lo siento! Oh, mierda, ¿te hice daño?

No puedo recuperar el aliento. Dejo escapar una risa estupefacta, negando


con la cabeza. —No. No me hiciste daño. Me acabas de dar el mejor orgasmo
de toda mi puta vida.

Desnudos, envueltos juntos en las mantas, yacemos enredados el uno en el


otro hasta que nuestra respiración se vuelve menos urgente y el sudor se
enfría en nuestra piel. El sexo es un riesgo laboral cuando eres extranjero,
tienes acento y eres dueño de la mitad de un condado inglés. Atravesé varios
países durante las vacaciones con Wren y Pax el año pasado. Pero ni una sola
vez he hecho esto. Siempre ha sido una carrera para ver qué tan rápido puedo
levantarme y salir por la puerta una vez que haya terminado de correrme,
pero ¿acostado aquí con Carina en mis brazos, mientras ella traza círculos en
mi pecho con sus dedos, respirando en silencio? No puedo imaginarme
tratando de alejarme de esto. Tengo la sospecha de que en realidad dolerá
separarnos cuando tengamos que irnos. Me quedaría aquí y me la follaría
durante días si pensara que los chicos no se darían cuenta.

Existimos en una burbuja feliz de silencio satisfecho por un tiempo. Ninguno


de los dos se apresura a llenar los huecos con ruido. El suave empujón y tirón
de su respiración es suficiente para mí. Estoy somnoliento, entrando y
saliendo del sueño, cuando ella susurra —¿Tienes frío?
Niego lentamente con la cabeza.

—Entonces... —Ella sonríe con picardía—. ¿Quieres ver algo genial?

—Siempre.

Odio que se levante y se vaya. Sin embargo, verla caminar descalza y


completamente desnuda a través del observatorio tiene sus beneficios. Paso
mis dientes sobre mi labio inferior, ahogando un gemido mientras veo sus
caderas y su culo balancearse, y Carina me da una mirada sonrojada por
encima de su hombro.

—Animal —acusa. Se detiene frente a la puerta y se ríe—. Prepárate. Puede


que te mojes un poco.

¿No le dije eso antes?

El frente de un pequeño panel montado en la pared sube y Carrie presiona el


botón que está adentro. El chirrido fuerte y rechinante del acero sobre el acero
llena el observatorio y los cielos se abren. O, mejor dicho, el techo lo hace.

Una lluvia de agua cae en nuestro pequeño santuario, mientras la persiana


sobre nosotros se retrocede, revelando el cielo nocturno sobre nuestras
cabezas. El breve chorro de agua desaparece rápidamente; eran solo los restos
de la lluvia de antes que se habían acumulado en el techo del observatorio.
El gran rectángulo de azul medianoche que nos desvela Carina está libre de
nubes ahora, un color tan profundo y rico que parece que podrías alcanzar y
tocar el terciopelo. Al principio, solo veo cinco puntos brillantes en la pequeña
instantánea del espacio, pero mis ojos se adaptan rápidamente y hay más.
Tantos más. Un mar de estrellas. Es asombroso.

Carina se apresura a cruzar el observatorio. Sus tetas rebotan, los pezones


se tensan hasta convertirse en pequeños signos de puntuación a pesar del
aire húmedo de la noche, y me cuesta decidir dónde mirar. Luego, ella está
de vuelta debajo de las mantas, acurrucada a mi lado como si fuera algo
perfectamente normal, como si el círculo de mis brazos fuera un puerto
seguro y no un lugar terriblemente peligroso para estar.

Ella señala hacia arriba, su índice flotando en mi campo de visión. —¿Eso,


ahí mismo? Eso es Marte.
—Pura mierda.

—¡Lo es! —ella ríe—. ¿Cómo puedes llamarlo mierda? ¡Es rojo brillante!

—Eso... —La beso, porque puedo, y se siente jodidamente bien— ...es un


Boeing 7478.

Su boca se abre. Ella me empuja sin entusiasmo, y todo esto de repente se


siente tan normal y bien que necesito apretar mi mano derecha en un puño
tan fuerte como pueda debajo de las mantas, donde ella no puede ver. —Eso
no es un avión —insiste—. Eso es un planeta. ¿Cómo puedes pensar que es
un avión? ¡El avión se mueve!

Me encojo de hombros. —Lo siento, Stella. No se pueden ver planetas a simple


vista —El punto rojo en el cielo es Marte. Puedes ver muchos planetas sin un
telescopio con solo mirar hacia arriba, dependiendo de la época del año que
sea, pero ¿qué tiene de divertido admitir esto cuando Carrie se ve tan linda
en toda su indignación?

Ella me mira en silencio por un segundo, luego dice: —¿Stella? ¿Qué es eso,
un nuevo apodo del que no me has hablado?

Suspiro, arrepintiéndome de haber dejado que el nombre se me escapara de


la boca. Lo he estado pensando desde que empezó a hablar de su pasión por
la astronomía antes, y simplemente... se quedó. —Stellaluna. Estrellas y luna.
Eres mucho más hermosa que el cielo nocturno, Carrie. Y... no sé. Carrie
simplemente no parece encajar contigo de alguna manera.

Sus ojos se agrandan. —¿Qué quieres decir con que no me queda bien?

—No lo sé. Simplemente... no pareces una Carina. No para mí. No puedo


poner el dedo en la llaga. —Ahhh, mierda. Me estoy cavando una tumba
temprana aquí. Se ha quedado muy callada, muy quieta, y no puedo culparla.
Acabo de decirle que no creo que su nombre le convenga. Es hora de hacer
algunas maniobras de última hora—. O... podría haberte llamado Stella por

8
El Boeing 747, comúnmente apodado «Jumbo», es un avión comercial transcontinental de fuselaje ancho fabricado
por Boeing. Es conocido por su gran tamaño, y está entre los aviones más famosos del mundo.
accidente, porque ese era el nombre de la última chica con la que me acosté,
y te confundí.

Ella me pellizca con fuerza. Me pellizca de nuevo. —¡Oh Dios mío! ¡Será mejor
que bromees!

—¡Estoy bromeando! ¡Estoy bromeando!

—Quieres que pelee contigo, ¿no? —Me golpea en las costillas, riendo, y así,
una parte fundamental de la codificación que me hace ser yo se sobreescribe.
Me doy cuenta de que estoy sonriendo. La agarro por las muñecas y la
inmovilizo contra las mantas, haciéndola girar para quedar encima de ella, y
estoy sonriendo, y ella está sonriendo. ¿Qué mierda es esto?

Nuestros cuerpos están ruborizados. Sus tetas se agitan, sus pezones sólo
piden que los chupe de nuevo. Santa mierda. Con sus manos restringidas
sobre su cabeza, muchos pensamientos oscuros y sucios comienzan a
formarse en mi mente. Las cosas que podría hacerle así.

Joder.

Mi sonrisa comienza a desvanecerse. Ella debe ser capaz de sentirme


excitarme, mi polla cada vez más dura contra su estómago. Se retuerce un
poco, lamiendo sus labios, su respiración se acelera un poco. Ella me desea.
Ella me desea, joder. Podría pasar una eternidad así, deslizando mi polla
dentro de ella, frotando mis dedos en su clítoris, burlándome de ella,
enseñándole, mostrándole lo bien que se siente ser mi juguete. Al diablo con
la gestión de la propiedad y convertirse en un aburrido ministro del gabinete.
Sólo un hijo de puta loco le daría la espalda a esto.

Sin embargo, ella ya se tragó mi semen esta noche. Mañana habrá tiempo
para más. La mitad de la diversión de esto es querer, y quiero mantener a
esta hermosa criatura hambrienta. Quiero que se despierte en medio de la
noche, desesperada por mi lengua en su clítoris y mis dedos en su coño. La
quiero en un estado permanente de excitación, hasta el punto en que, no
importa cuántas veces se corra por su propia mano, nunca será suficiente.
Ella siempre me querrá.
La suelto, rodando sobre ella, y Carrie suelta un pequeño gemido petulante
que casi me hace replantearme mi decisión y volver a subirme encima de ella.
—Es una burla —se queja.

—Créeme, cariño. Aún no nos hemos acercado a la parte de las burlas.

Entierra su rostro en las mantas y gime. Una esquina de la manta baja, de


modo que solo se ve un ojo oscuro y la mitad del ceño fruncido, y casi muero.
Ella es el equilibrio perfecto entre lo lindo y lo sexy. —Eres el peor —murmura.

Suspiro, riéndome de la ironía de la acusación. —¿No te lo dije?


23

Recuerdo mi primer día en Wolf Hall como si fuera ayer. Era mediados de
agosto y las temperaturas eran tan altas en New Hampshire que sufrí un
golpe de calor arrastrando mi maleta por el largo y sinuoso camino hacia la
academia. Alderman se había negado a llevarme más allá del pie de la
montaña. Lloré mientras cargaba la maleta detrás de mí, las tres millas bajo
el sol abrasador del mediodía. Alderman había sido la encarnación misma de
la bondad conmigo desde el día en que me recogió en el lado de la carretera
en Grove Hill, Alabama, por lo que no podía entender por qué me había dejado
a tres millas de mi destino. Un destino que eligió para mí, sin llevarme a salvo
hasta la puerta principal. No tenía sentido.

No respondí sus llamadas ni respondí a sus mensajes de texto durante el


primer mes de escuela, todavía amargada por el hecho de que me había
tratado con tanta crueldad, pero finalmente me rompí. Quería saber qué
había hecho para disgustarlo tanto que me hubiera abandonado, así que
finalmente levanté el teléfono y le grité la pregunta en un ataque de rabia.
Durante el largo momento de silencio que siguió, comencé a pensar que
accidentalmente le había colgado en medio de todos los gritos. Pero luego dijo
—No te abandoné, chica. Te llevé tan lejos como pude. Necesitabas darte
cuenta de que eras capaz de tomar el resto del camino.

Tenía muchas ganas de ir antes a la escuela secundaria. Alderman lo sabía,


pero también sabía lo asustada que estaba de dejarlo después de lo que pasó
con Kevin. Acababa de empezar a sentirme segura de nuevo, y él quería que
supiera que todavía era lo suficientemente fuerte para arreglármelas por mí
misma. Entonces no le agradecí la lección. Todavía me estaba pelando por la
quemadura de sol y estaba lejos de aprobar su comportamiento, pero desde
entonces he llegado a reconocer que había un método para su locura.

Me ha cuidado de todas las formas posibles desde aquella terrible noche en


Grove Hill. Me vistió, me alimentó y me protegió, y me dio acceso a la mejor
educación que el dinero puede comprar. Todo lo que ha hecho ha sido por mi
propio bien. Incluso las reglas que creó y me hizo prometer que las cumpliría,
aunque me han irritado y desgastado en los últimos tres años, fueron por mi
propio bien. ¿Y qué he hecho para agradecerle toda su bondad? Le he
desobedecido. Desobedeciendo sus reglas. No era lo suficientemente fuerte
para sobrevivir sin amigos.

Y ahora... hay un chico.

Sonrío como una idiota mientras me apresuro a entrar en la academia.


Todavía estoy sonriendo, helada, aunque ahora casi seca mientras cruzo la
entrada y llego a las escaleras. No puedo esperar a meterme en la cama y
cubrirme la cabeza con las mantas para poder volver a reproducir todos los
momentos de esta noche, dándoles vuelta lánguidamente en mi cabeza como
si fueran trozos de chocolate derretido, para saborearlos en...

—Muy irregular, señorita Mendoza.

¡Mierda!

Soy una estatua viviente, una mano en la barandilla un pie levantado entre
el primer y segundo escalón de las escaleras. Un frío golpe de adrenalina me
golpea como una ola. Oh Dios, creo que voy a vomitar.

Los tacones bajos de la directora Harcourt hacen clic en el piso de mármol


pulido mientras se acerca lentamente por detrás. Me doy la vuelta, rígida
como una tabla, con los hombros levantados alrededor de las orejas, y allí
está ella, todavía inmaculadamente vestida con su traje de pantalón
planchado, con el cuello tan almidonado que parece que podría cortar. Es
pasada la medianoche y la mujer parece recién planchada y lista para
comenzar una nueva jornada laboral. No me sorprendería descubrir que
duerme con un maldito traje pantalón.
Con una mirada fulminante de decepción en su rostro, cruza los brazos sobre
su pecho y me mira. —Es muy tarde para travesuras, Carina. Este tipo de
tonterías es algo que espero de las otras chicas, pero no de ti. Siempre pensé
que éramos del mismo parecer, tú y yo. Sin tonterías. Sin escándalos. Sin
problemas. Y, sin embargo, aquí estás, en medio de la noche…

—Lo siento mucho. Yo… yo… —Nunca antes había estado en problemas en
mi vida. No tengo ninguna excusa para este tipo de comportamiento. ¿Qué
diría Mercy Jacobi? Probablemente algo sobre sacrificar gatitos a la luna de
sangre. Joder, no, eso no va a funcionar...

—Odiaría pensar que hubo alguna coerción involucrada aquí —dice la


directora Harcourt con rigidez—. Eso sería muy decepcionante.

—¿Coerción? —Qué carajo ¿Cree que Dash me obligó a hacerlo? No, eso no
tiene sentido. ¿Cree que forcé a Dash a...

—El cuarto piso no es el más cálido, lo sé, pero las habitaciones son
significativamente más grandes que las habitaciones de los otros pisos. La
mayoría de los padres de las niñas pagan más por ese lujo. Alderman... —Ella
baja la voz—. Hace mucho tiempo, Alderman fue un buen amigo para mí. Me
aseguré de que mi gratitud por sus servicios se reflejara en su factura de
matrícula. Odiaría pensar que estaba tratando de, ahh, impulsar la amistad,
por así decirlo.

—¿Cuenta de matrícula? —Espera. Estoy confundida. ¿El cuarto piso? Estoy


luchando por mantenerme aquí. Mi cerebro está demasiado lento. Nada de
esto tiene sentido.

La directora Harcourt frunce los labios, golpeando el suelo con el pie con
impaciencia, como si dijera: Sigue. Ya es tarde. No tengo tiempo para esto.

—Hablé con la otra chica y me aseguró que todo era mutuo y franco. No tengo
más remedio que creer en su palabra. Sin embargo, ambas me dejaron en
una situación difícil. Chloe era el enlace alumno-maestro del cuarto piso.
Ninguna de las otras chicas es adecuada para el papel, lo que significa que
tendrás que asumir el trabajo, entre tus otras tareas para el club de ciencias.
¿Supongo que no será un problema?
—Uhh... —Todavía no tengo ni idea. Como, ninguna en absoluto—. ¿Por
supuesto?

—Bueno —La directora Harcourt suspira con cansancio—. Hubiera sido


mejor hacer esto durante las horas del día, Carrie, pero lo hecho, hecho está.
¿Asumo que todo está bien en el observatorio?

Oh, mierda. Mierda, mierda, mierda. ¿Ella sabe que yo estaba ahí arriba?
Esto es realmente jodidamente malo. —¿Sí? —Espero a que caiga el hacha,
pero ella simplemente asiente con la cabeza de manera superficial y
profesional y hace crujir el nudillo del pulgar.

—Excelente. Ese maldito telescopio es un estorbo. Asegurarse de que el


edificio sea hermético es un desafío durante todo el año. Cuando revises si
hay fugas la próxima vez, recuérdele a John que necesita cavar una zanja de
drenaje...

Ella sigue hablando. Sigo asintiendo. El zumbido agudo del ruido blanco ruge
en mis oídos, ahogando las palabras de Harcourt. Por un lado, estoy tan
agradecida de que parezca que me estoy saliendo con la mía con mi excursión
de medianoche cuesta arriba que tengo demasiado miedo para hacer
preguntas. Por el otro, solo... ¿qué? ¿Qué diablos está pasando?

—Buenas noches. Le pediré a Bea que te envíe por correo electrónico el


manual de enlace alumno-maestro por la mañana. Revísalo cuidadosamente.
Y asegúrate de tomarte en serio esta nueva responsabilidad. Es un papel
importante y necesito que lo trates como tal. ¿Estamos en la misma página?

¿Me he deslizado hacia una realidad alternativa? ¿Estoy perdiendo la cabeza?


¿Acepté algo mientras dormía esta mañana? Sonrío, grande y brillante. —Sí,
por supuesto, directora Harcourt.

Harcourt gira y se aleja por el pasillo, en dirección a su oficina; incluso el tap,


tap, tap de sus tacones mientras se aleja suena desaprobado.

—¿Qué demonios fue todo eso? —Subo las escaleras de dos en dos mientras
corro de regreso a mi habitación, tratando de desenredar la información
forzada que recibí en esa extraña interacción. Muy anormal. ¿Coerción? Tasas
de matrícula. ¿La amistad de Alderman con Harcourt? ¿Amistad? Sabía que
se conocían, pero por lo que parece, su conexión va mucho más allá. En el
tercer piso, abro la puerta de mi habitación, me quito la chaqueta húmeda y
me detengo a trompicones cuando encuentro a Chloe Khan dormida en mi
cama. O estaba dormida. Se despierta con una sacudida y se sienta, sus ojos
del tamaño de la luna—. ¡Oye! ¿Qué demonios estás haciendo?

Agrego esta nueva curiosidad a la lista de cosas raras que han tenido lugar
desde que volví a colarse a la academia. —No —respondo—. ¿Qué diablos
estás haciendo, Chlo?

Ella se frota los ojos. —¿Tienes idea de cuánto tiempo me tomó mover toda
esta mierda? Horas. Acabo de meterme en la cama y tengo que levantarme
temprano para el club de ajedrez. Lo tengo todo. Si falta algo de tu mierda,
ven a buscarlo por la mañana. Estoy cansada y necesito dormir. Vete, fuera
ahora.

Me avergüenza cuánto tiempo me ha costado encajar estas piezas. Aunque lo


entiendo ahora. De alguna manera, sin mi conocimiento o consentimiento,
sin darme cuenta cambié de habitación con Chloe Khan. Mirando alrededor
de mi pequeño trastero, no reconozco ninguno de los muebles. El vestidor. El
escritorio y la silla. La estantería o los libros. La cama en la que duerme Chloe
es mía, pero está hecha con las sábanas de Chloe, el edredón de Chloe y la
propia Chloe, cuidadosamente metida entre los dos. Esta ya no es mi
habitación.

—¿Qué... cuál era el número de tu habitación de nuevo?

Chloe se golpea la cabeza contra la almohada, gimiendo de frustración. Su


cabello se levanta por todas partes cuando vuelve a levantar la cabeza y me
mira. —Cuatro diecinueve. Quinta puerta a la derecha. Directamente encima
de este. Tiene una vista increíble del observatorio. Ahora por favor. Estoy
agotada...

—Está bien, está bien, me voy.

Estaba en el cuarto piso esta noche, visitando la habitación de Mara, pero me


siento como una intrusa mientras subo las escaleras adicionales. Espero que
la puerta de la habitación 419 esté cerrada cuando la intento, pero la manija
gira fácilmente hacia la derecha y se abre.
En los tres años que he vivido aquí, nunca he estado en esta habitación. Chloe
es agradable, pero es una persona reservada. No somos amigas. Ella no es
realmente amiga de nadie. A menudo me he preguntado cómo era su
habitación y ahora lo sé: es enorme.

Un enorme ventanal domina la pared de enfrente, los tres paneles de vidrio


de gran tamaño son tan altos como yo y de dos pies de ancho cada uno.
Pesadas cortinas anaranjadas los enmarcan, colgando hasta el suelo. La
cama a mi izquierda no es solo una cama doble o una queen. Es un maldito
king. Las sábanas verde lima son tan brillantes y chillonas que me enamoro
de ellas de inmediato. Mi pequeño mono de peluche, Archie, se sienta encima
del edredón entre cinco o seis pequeños cojines amarillos y mullidos. Mis
libros están todos aquí, cuidadosamente organizados a lo largo de una
estantería de madera de mango que es mucho más grande que la que tenía
abajo. Mi viejo tocador está aquí. Mi ropa está colgada en el vestidor (¿tengo
un vestidor ahora?). La alfombra gris oscuro que cubre la mayor parte del
piso es nueva y todavía se encrespa un poco en las esquinas de donde se
desenrolló.

Dos pufs de color mostaza; un pequeño televisor montado en la pared; dos


mesitas de noche grises y plateadas; lámparas de vidrio plateado moteado con
bombillas Edison; un escritorio de altura ajustable y una nueva silla giratoria
tapizada de color verde pálido. Aparte de mi tocador, todo es nuevo. Todo ello.

Nunca soñé con tener una habitación como esta. No parece real que nada de
esto sea mío. Se vuelve real cuando encuentro el pequeño sobre blanco en la
mesita de noche de la izquierda, marcado con una elaborada C.

En el interior, una nota sobre cartulina costosa y flocada dice:

Un soñador necesita espacio para soñar.

LDL IV

LDL IV. Lord Dashiell Lovett el cuarto. Dejo la tarjeta en la cama, dando
vueltas, tomando todo por segunda vez. ¿Cómo logró esto en el espacio de
cuatro cortas horas? Debe haber estado planeando esto todo el día. Lo más
importante, ¿cómo consiguió que Chloe se cambiara? El comentario de la
directora Harcourt sobre la coerción tiene sentido ahora. Nadie en su sano
juicio cambiaría este increíble espacio por mi pequeño trastero en la planta
de abajo, y, sin embargo, Dash de alguna manera logró que Chloe lo hiciera.

Oh Dios.

¿Qué hizo él?

Las náuseas tiran de mi estómago. Saco mi teléfono de mi bolsillo, recordando


que ahora tengo su número de celular

YO: ¿La chantajeaste?

Un momento después, aparecen tres puntos en la pantalla de mi celular.


Luego:

LDL IV: ¿Entonces te gusta?

YO: Por favor, dime que no amenazaste a Chloe Khan.

LDL IV: Yo nunca lo haría.

YO: ¡Sí, lo harías!

LDL IV: Razonable. Quizás lo haría. Sin embargo, no se requieren


amenazas.

YO: ¿Cómo hiciste esto?

LDL IV: ¿De verdad quieres saberlo?

YO: ¡Dime!

LDL IV: La familia de Chloe está arruinada. Iba a tener que dejar WH.
Pagué su matrícula hasta la graduación. Ella estaba muy agradecida. Se
ofreció a intercambiar habitaciones.

Oh Dios mío. ¿Hizo qué?

YO: ¡Dash! ¡Eso es extorsión!

LDL IV: SOBORNO. En su forma más suave. Ayudé a Chloe. Ella te ayudó.
Sin daño, sin falta.
Ugh. ¿Cómo se supone que me sienta con esto? La familia de la pobre Chloe
está luchando y Dash se aprovechó del hecho. Por otra parte... sin este
pequeño trato que hicieron, ¿Chloe tendría que dejar Wolf Hall e ir a otra
escuela?

LDL IV: Puedo escuchar tu indignación moral a mitad de camino de la


montaña.

YO: Es difícil sentirse bien al beneficiarse de la desgracia de otra persona.

LDL IV: Habla con Chloe por la mañana.

Y eso es todo lo que dice.

Estoy lista para la cama. Voy y me lavo el rostro en el baño del cuarto piso,
debatiendo la ética de esta bendición. En algún lugar entre cepillarme el
cabello y cepillarme los dientes, una arruga de culpa se forma en mi mente,
como las arrugas en mi nueva alfombra que simplemente no se quedan
planas. Sigo tropezando con ella mientras navego por mis pensamientos, y no
desaparecerá. Mi reacción fue ingrata. Cuando regreso a la habitación
desconocida y me subo a mi nueva cama muy cómoda, le envío un mensaje
a Dash por última vez.

YO: Gracias. Es bonito. Me encanta.

Él responde una última vez.

LDL IV: Elegí los colores más fuertes y feos que tenían, solo para ti.
Buenas noches, Stella.
24

DOS MESES DESPUES

Los escucho aullar.

Smoke. Shadow. Snow. Ink. Rasputin.

Nunca los nombré intencionalmente. Sus nombres simplemente surgieron en


mi cabeza con el tiempo, como si fueran plantados allí por otra persona. No
creo que Wren y Pax sepan sobre los lobos. Nunca los he mencionado. No me
importa compartir la mayoría de las cosas con los chicos, pero de alguna
manera no me atreví a compartir a los lobos. La primera vez que los vi, me
estaba acercando al lago. Luego por el cementerio. A veces, los veo en el
camino forestal que serpentea alrededor de la parte trasera de la montaña.
Una vez, encontré a Rasputin realmente dentro del laberinto, solo. Rasputín,
con su pelaje áspero, gris acero y el hocico teñido de plata, es el miembro más
viejo de la manada, creo. Le falta la mitad de la oreja izquierda. Sus ojos están
nublados por el reumatismo.

El invierno pasado, siguió a los demás cuando corrieron por el borde del
bosque, favoreciendo su pata trasera derecha, herida de alguna manera, y me
preocupé. Seguí esperando que él no estuviera allí la próxima vez que los
viera. Pero incluso si llegaba un par de minutos después que los demás,
cojeando y mirándome siniestramente desde los árboles desde una distancia
saludable, siempre venía.
Rasputin es el más feo de los cinco elegantes animales que rondan los
bosques que rodean Wolf Hall, pero también es mi favorito.

Cazan montaña abajo por la noche, razón por la cual, tal vez, nadie en la
escuela realmente los haya notado. Siempre estoy solo cuando los encuentro.
Que yo sepa, nadie más los ha visto nunca. Aparte de Carrie.

Pasan dos meses, y todas las noches me escabullo a la nueva habitación de


Carrie para verla. Hablamos. Follamos. Nos acostamos acurrucados en los
brazos del otro y respiramos en la oscuridad. Y todas las noches corro de
regreso por el camino forestal con el canto de los lobos aullando.

Están inquietos, hambrientos y sé cómo se sienten. Mis sentimientos reflejan


los de ellos cuando subo las escaleras de Riot House todas las noches y me
derrumbo en mi cama. Cuando Pax golpea mi puerta por la mañana, todavía
me levanto y corro. Estoy agotado. Encuentro la energía, aunque de dónde
diablos viene es un misterio.

Tengo más sexo del que he tenido en mi vida. Debería sentirme en paz, pero
no lo estoy. Merodeo por los pasillos de Wolf Hall, revolviéndome en la piel,
trepando las malditas paredes. Nunca antes había experimentado algo como
esto; cuando no estoy con Carina, paso cada momento buscándola. Escaneo
el mar de rostros de los estudiantes mientras pasan junto a mí, esperando
que uno de ellos finalmente sea el suyo.

Cuando nos cruzamos en público, al principio nos ignoramos. Eso se vuelve


insoportable después de un tiempo. Lo hago primero: extiendo la mano y rozo
el dorso de mi mano contra la de ella. A veces, es un dedo. Nuestros brazos
se rozan el uno contra el otro. Es un juego peligroso, ya que casi siempre
estoy con Wren o Pax, pero no puedo detenerme.

Estoy inquieto, sabiendo que está tan cerca y no puedo besarla. Estoy
hambriento de más de ella. Ahora conozco las curvas de su cuerpo
íntimamente. Sé a qué sabe cada parte de ella. Soy un adicto, esperando su
próxima dosis. Cada momento prolongado es una auténtica tortura.

—Jesucristo, Lovett. Te ves como una mierda, hombre. ¿Necesitas pastillas


para dormir o algo? Conozco un chico —Esto, de Pax, no es una sorpresa. Por
supuesto que conoce un chico.
—Por supuesto. Eso sería dulce. —Si quieres mantener una mentira, tienes
que aceptar el hecho de que te consumirá. Requiere alimentación en todo
momento. Nunca puedes olvidar que se supone que hay otras explicaciones
para tu ausencia, tu cansancio o el hecho de que has estado distraído durante
semanas. La mentira que les he dicho a Pax y Wren es creíble,
afortunadamente. Les dije que mi padre está aumentando la presión,
instándome a mejorar en mis asignaciones, lo cual es cierto. Sin embargo, no
he estado quemándome las pestañas para hacer feliz a mi viejo. He estado
saliendo de la casa de puntillas como un maldito perdedor para ver a una
chica.

—Solía tener terrores nocturnos —admite Pax. Me arroja las llaves de la casa
y luego sale del auto. Saqué la pajita corta para ir con él a Mountain Lakes
en busca de suministros. Esta fiesta se ha estado preparando durante mucho
tiempo. Pax se ofreció a sí mismo como maestro de la caza. Como maestro de
caza, podría haber ideado cualquier cantidad de juegos de fiesta jodidos y
extraños para que todos suframos. Sin embargo, Wren insistió en hacerse
cargo de las festividades esta vez. En circunstancias normales, yo mismo
habría luchado por el título, pero me alegro de que Pax y Wren lo quisieran.
Significa que puedo pasar a un segundo plano y no meterme en problemas.
Espero que eso sea lo que suceda, de todos modos.

—Fueron bastante duros —continúa Pax—. Meredith trató de ponerme en


terapia.

—¡Ja! ¿Cómo fue eso? —Puedo imaginarlo ahora: Pax, esperando a que su
psicólogo salga de la habitación, y luego sosteniendo un encendedor contra
las cortinas y quemando todo el edificio.

Se ríe como si estuviera recordando exactamente lo mismo. —¿Cómo crees?


De todas formas. Mi punto es que comencé a robarme el Ativan de mi mamá.

—¿Ativan? Jesús, ¿cuántos años tenías?

Él se encoge de hombros. —¿Nueve?

—¡Mierda!

—Esa mierda me dejó inconsciente. Deberías intentarlo.


Se podría argumentar que esta es la razón por la que Pax se comporta como
lo hace la mayor parte del tiempo. Si comenzó a joder con los medicamentos
recetados cuando tenía nueve años, no es de extrañar que ahora tenga
cambios de humor tan erráticos.

Llevamos las bolsas de decoraciones a la casa para encontrar a Wren de pie


al pie de la escalera abierta, mirando hacia el enorme tragaluz en el techo.

—Oye. Mira esto —Sin mirarnos, sostiene una caja de madera del tamaño de
una biblia con un mandala grabado en la parte superior. Pax se lo quita y
abre la tapa. En el interior hay decenas y decenas de pequeñas bolsitas con
una variedad de polvos de diferentes colores en el interior. Pax y yo silbamos
al mismo tiempo—. Mierda, Jacobi. ¿Cuánto te costó esto?

—Cuarenta mil. Mi regalo de cumpleaños del general. He estado sentado en


el dinero durante un tiempo, tratando de pensar en algo atroz qué hacer con
él. Creo que mi compra lo horrorizaría adecuadamente, ¿no crees?

Hace un par de meses, me habría entusiasmado ver tanta coca en un solo


lugar. Mirándola ahora, me pregunto cómo de salados se pondrán mis
compañeros de piso cuando se den cuenta de que no voy a tocar ninguno de
los narcóticos de alto grado que hay dentro de esa caja. Quiero estar lúcido
cuando vea a Carrie esta noche. Me acerco y cierro la tapa de la caja,
cambiando de tema. —¿Qué estás haciendo ahora mismo?

Wren hace un puchero, levantando la barbilla. —¿Alguna vez se preguntaron


si la caída está lo suficientemente lejos como para suicidarse? —Pax y yo
miramos hacia arriba, mirando al techo también. Desde aquí podemos ver las
cuatro plantas de Riot House; las escaleras suben y dan la vuelta hasta el
pasillo abierto de la segunda planta, y luego la tercera, y después la cuarta,
donde se encuentra la habitación de Wren. Entrecierro los ojos para ver la
brillante luz del sol matutino que entra por la claraboya.

—Tal vez. Si te aseguras de aterrizar de cabeza.

—Estarías bien —dice Pax—. Tu cráneo tiene como cinco pulgadas de grosor.

Hay muchas réplicas amargas que podría lanzarle, pero realmente no puedo
estar molesto. Una melodía inquietante se ha estado repitiendo en mi cabeza
durante las últimas dos horas y quiero subir a mi habitación para poder
escribirla antes de olvidarla.

Dejando las bolsas al suelo, le doy una palmada en la parte posterior de la


cabeza a Pax y lo paso corriendo por las escaleras. —Vuelvan pronto. Tengo
que encargarme de algo muy rápido.

—No seas tan brusco —me grita Pax—. No creo que puedas romper tu banjo
dos veces, pero nunca se sabe.

Que se joda ese tipo. Seriamente. En el tercer piso, entro en mi habitación y


cierro la puerta de golpe. Sin embargo, un grito de sorpresa sale volando de
mi boca cuando me vuelvo hacia mi cama. Allí, tendida sobre el edredón, con
los pies cruzados a la altura del tobillo y un libro en las manos, está Mercy
Jacobi.

—¡Qué Mierda!

Ella deja el libro, dándome una sonrisa cordial que se ve y se siente con púas.
—Oye, Lovett. —Se da la vuelta, rodando sobre su estómago, y puedo ver
directamente su pequeña camisa negra ajustada. Lleva una diminuta falda
escocesa de cuadros como una especie de actriz porno: el trozo de tela plisada
roja, azul y verde ni siquiera cubre sus nalgas.

Presiono mis dedos en mi frente, cierro los ojos y suspiro. —Merce. ¿Qué
diablos estás haciendo?

—Wren me invitó. Quería algunos consejos sobre decoración para esta


pequeña velada que estás planeando. Suena muy travieso.

—Entonces deberías estar ahí fuera con él, no aquí conmigo.

—No seas tan chico. Abre tus ojos. Ahora eres un chico grande. ¿Por qué
diablos te alejas de una carne pequeña como una virgen de doce años?

—Supongo que Wren no te vio vestida así.

Ella ríe. —Puede que haya manipulado un poco mi atuendo para tu beneficio.

—No deberías haberlo hecho —Por Dios, lo digo en serio. Si Wren entra aquí
ahora y encuentra a su hermana tendida en mi cama con sus tetas y su culo
a la vista, solo viviré para arrepentirme por unos segundos. Estaré muerto
antes de que mi cabeza golpee el suelo—. Tengo algunas cosas que necesito
hacer, Merce. De verdad. Me encantaría quedarme y charlar, pero…

—Te he estado observando, sabes, Lovett. Has estado actuando… diferente.


Casi como si hubieras estado llevando una especie de doble vida.

Abro los ojos y la fulmino con una mirada fría y dura. Mercy es una jugadora
de juegos. Es tan aguda y astuta como su hermano, pero también es mucho
más egoísta. Este pequeño comentario suyo tiene un propósito, y su subtexto
es claro: sé algo que no te gustará que sepa, y quiero saber qué puedo sacar
de ti así lo aprovecho en tu contra.

—Mercy. Tú, mejor que nadie, deberías saber hasta dónde llegarás conmigo,
tirando de una línea como esa.

Ella sonríe, su boca es una barra roja, su lápiz labial resaltando contra la
pálida crema de su piel. Pasa la punta de la lengua por la base de los dientes.
—No sé de qué estás hablando.

—No trato con terroristas. Nunca. Si crees que tienes algo sucio mío, joder.
Ve a por ello. Dile a Wren. Dile a mis padres. Consíguelo impreso en el New
York Times si crees que lo publicarán. No me importa. No te acuestes en mi
cama y finjas que todo esto es una charla social inocente, de acuerdo. Te
conozco desde hace casi cuatro años. Sé cómo funciona tu mente y no tengo
el tiempo ni la energía para ello.

Mercy hace pucheros. —Boo. Eres aburrido. ¿Cuándo decidiste que divertirte
era un crimen?

—Esto no es divertido. Esto es patético. Solo dime lo que quieres y


terminemos con la farsa lo más rápido posible.

Ella levanta la barbilla, haciendo un rostro severo. —Dash. Vamos, ¿de


acuerdo? Rah rah.

Su falso acento inglés siempre fue una mierda. No ha mejorado nada. Ignoro
su triste intento de provocarme. Mantiene la expresión estúpida en su rostro
por un segundo, pero luego deja caer los hombros y pone los ojos en blanco.
—Bien. Bien. Lo haremos a tu manera. Quiero mudarme aquí.
Me río antes de que pueda detenerme. —¿Aquí? ¿En Riot House?

Parece que está a punto de arrojarse sobre mí y sacarme los ojos. —Sí, aquí,
en Riot House. ¿Dónde más crees que significa aquí?

Me siento pesadamente en el banco junto a mi pequeño piano vertical,


suspirando profundamente. —Amiga. Conoces la posición de Wren en esto.
Ya te ha dicho que no, como once millones de veces.

Sus ojos verdes brillan de ira. Se parece a su hermano en muchos aspectos,


pero no es tan buena para ocultar sus sentimientos. —¿Sabes lo ofensivo que
es para mí que ustedes tres puedan vivir aquí en esta casa de enfermos sin
un monitor de pasillo que respire en sus cuellos, mientras yo tengo que
enjuagar el vello púbico de otras personas del plato de la ducha cada
mañana? Necesito un baño privado, Dashiell. Merezco un baño privado.
Merezco estar con mi hermano, y no debería tener que codearme con un grupo
de plebeyos...

—Difícilmente llamaría plebeyos a los hijos de algunas de las mentes


militares, políticas y creativas más importantes del mundo.

—¡Cállate! Dios. En serio. No dirías eso si tuvieras que vivir entre ellos.

Tomo un lápiz de encima de la pila de partituras en las que estaba trabajando


anoche y lo hago girar entre los dedos. —¿Qué quieres que haga, Mercy?
¿Hacer que te deje mudarte aquí?

Ella se burla. —Sí claro. Como si cualquiera pudiera hacer que Wren hiciera
cualquier cosa. Necesitas plantar la semilla disimuladamente. Dile lo genial
que crees que soy. Menciona que crees que el lugar necesita algo de energía
femenina para equilibrar toda la testosterona.

—No está pasando.

—Bien, bien —Ella aprieta la mandíbula y me mira con los ojos


entrecerrados—. Si consigues convencerlo de que me deje mudarme aquí... te
dejaré follarme como recompensa.

Me concentro en ella, mirándola fijamente. —¿Oh sí?


—Sí —Pone mala cara y se pone de espaldas. Se apoya en los codos y me mira
de arriba abajo—. Suenas como un idiota cuando hablas y eres un simpático
total, pero lo haría. Dejaría que me follaras.

Oh, esto es demasiado. Mercy, Mercy, Mercy. Ella no ha cambiado. Era una
mocosa mimada el día que la conocí, y lo seguirá siendo hasta el día de su
muerte. Me levanto lentamente, dejando el lápiz, y me pongo de pie al final de
mi cama, justo a sus pies. —Es una propuesta interesante.

Ella sonríe, satisfecha de sí misma. —Supuse que podrías pensar eso —Tiene
las piernas cruzadas a la altura de los tobillos. Es decir, hasta que los
descruza lentamente, deslizando seductoramente las piernas. Solo un poco.
Un par de pulgadas. Lo suficiente como para ver la entrepierna de sus bragas
de algodón blanco liso.

Qué inocente es la colegiala.

Sonriendo, me subo al final de la cama, con una pierna a cada lado de la de


ella para arrodillarme sobre ella. Ella me mira, agitando sus pestañas (pensé
que las mujeres solo hacían eso en los dibujos animados) y prácticamente
ronronea cuando dice —Oh, ¿crees que te lo voy a dar ahora, antes de que
termines el trabajo?

—Sí. Creo que me lo darás siempre que tengas la oportunidad —Me muevo
más arriba de su cuerpo, de modo que mis rodillas están entre sus rodillas.
Tiene los ojos muy abiertos y las pupilas dilatadas hasta convertirse en
túneles negros. Se lame los labios, su respiración se acelera. Desliza su mano
por la parte exterior de mi pierna hasta llegar a mi cintura, donde engancha
su dedo índice a través de una de las presillas de mis pantalones. No he
llevado traje en semanas.

—Bien. Supongo que... puede que tengas razón —Ella traga grueso, tratando
de aclarar su garganta.

La ayudo cayendo hacia adelante, envolviendo mi mano alrededor de su cuello


y apretando. No muy apretado. Ni siquiera lo suficientemente apretado para
asustarla, y mucho menos dejar una marca. Lo suficiente para dejarla
boquiabierta. Intenta abofetearme, pero la agarro por la muñeca y le sujeto la
mano sobre la cabeza. Mis dos manos están ocupadas ahora, mientras que
Mercy todavía tiene una libre. Ella la levanta, girando hacia atrás para
abofetearme con esa, pero la sacudo con fuerza, solo una vez, sacudiéndola
para que su cabeza rebote en el edredón.

—No —Enseño los dientes, agachándome hasta que estoy lo suficientemente


cerca para que ella vea el blanco de mis putos ojos—. Si quieres mi ayuda con
algo, Mercy, ven y pídemela. Hablaré con Wren por ti, pero no lo estoy
manipulando para que te permita mudarte aquí. Yo tampoco le voy a mentir.
Lo juro por Dios, si alguna vez intentas sacar esta mierda de nuevo...

Una lenta y sádica sonrisa se extiende por el rostro de la hermana melliza de


Wren. —¿Qué vas a hacer, Lord Lovett? ¿Vas a azotarme?

Me bajo de ella y la agarro por los tobillos. La arrastro hacia adelante y se cae
del borde del colchón; su culo golpea el suelo con un fuerte golpe.

La peor parte para Mercy, el mayor insulto de todos —¡Idiota! Me has


estropeado el peinado —Se alisa las manos sobre su larga melena negra,
furiosa—. ¿Crees que no vas a pagar por eso? —reprocha.

—Estoy seguro de que lo haré. Mil veces.

—Hay ciertas cosas que podría decirle a mi hermano. He visto de qué


habitación has salido a escondidas en mitad de la noche.

Agachándome frente a ella, me río fríamente en voz baja. —Yo sé que lo sabes.
Me lo imaginé cuando empezaste todo el asunto del chantaje. Pero también
sé que no le dirás nada a Wren. Pregúntame porqué.

Ella me mira con odio. —¿Por qué?

—Piensa en todos los secretos que he guardado para ti a lo largo de los años,
idiota. ¿Quién le puso la llave al auto de Wren en Nueva York cuando estaban
borrachos? ¿Quién le dijo al general Jacobi que Wren hizo un agujero en su
pintura favorita? ¿Quién tiró la Medalla de Honor del General Jacobi por un
inodoro sucio en una gasolinera y luego culpó a su hermano?

Si la gente pudiera respirar fuego, yo sería un montón de cenizas. Mercy


tiembla de rabia. —No lo harías —escupe. Sin embargo, sabe que está
derrotada. Está ahí en sus ojos.
—Lo haría —le aseguro—. Ahora lárgate de aquí. Para empezar, sabes muy
bien que estoy saliendo con alguien. E incluso si no lo estuviera, estás
jodidamente borracha si crees que alguna vez me follaría a la hermana de mi
mejor amigo.
25

Nunca antes había visto a tanta gente caminando por la montaña. Es el


crepúsculo, el sol se hundió por debajo de la línea de árboles hace unos
buenos veinte minutos, pero los últimos rayos de luz se aferran, atravesando
las montañas hacia el oeste, haciendo que el horizonte brille de un fuerte
naranja. Hay un zumbido de emoción en el aire. La última vez que me sentí
así, tenía siete años y mi madre me acompañaba a los jardines del gobernador
en Ebony Briar para ver los fuegos artificiales del 4 de julio. Los fuegos
artificiales siempre fueron un asunto importante en Grove Hill, y ella nunca
quiso ir, pero este año en particular, cedió por alguna razón y me llevó.

Estaba hirviendo de emoción. Toda nuestra calle se dirigió allí al mismo


tiempo, y todos se reían y charlaban. La gente sonreía. Delante de nosotros,
alguien tenía un saxofón y tocaba mientras caminaba al frente de nuestra
pequeña procesión. La emoción revoloteó en mi estómago al pensar en la
pequeña feria que el gobernador organizó en los terrenos de su casa. Hubo
juegos y perros calientes. Algodón de azúcar y cereza. Esto fue antes de Jason.
Mi madre solía reír todo el tiempo. Ella y yo solíamos hacer cosas juntas.
Cuando lo conoció, todo cambió. Justo después de mi noveno cumpleaños,
mis recuerdos van de instantáneas vibrantes y vívidas de mis experiencias
felices con ella, a imágenes fijas en blanco y negro atenuadas, oscuras y llenas
de dolor.

Esta noche, todo es tan vibrante como cuando tenía siete años. Presley
camina a mi lado, mordiendo ansiosamente el interior de su mejilla. Mara ha
estado tratando de ser una mejor amiga para las dos últimamente; apareció
en mi puerta alrededor de las seis y anunció que se estaba preparando con
nosotras, lo cual no ha hecho desde hace mucho tiempo. Sacó su
estúpidamente cara colección de maquillaje y se puso manos a la obra con
Pres, aplicando una sombra de ojos negra ahumada con una raya verde
metálica justo en el centro del párpado, y el efecto es hipnotizante. Le peiné
el cabello en un mar de ondas castañas. El vestido que eligió para sí misma,
uno corto de color negro con paneles recortados en los laterales, que deja al
descubierto una buena cantidad de piel. Está fenomenal.

El vestido de Mara es completamente de encaje negro. Le cubre los brazos


hasta las muñecas y le sube por el cuello hasta casi llegar a la barbilla. Sin
embargo, es corto como el infierno y prácticamente transparente. Lleva un
diminuto slip debajo que apenas le cubre las tetas y el culo.

Va en contra de todo lo que represento, pero también estoy de negro de pies


a cabeza. Las chicas me rogaron que me alejara de mis colores brillantes, solo
por esta vez, para que todas coincidiéramos, y difícilmente podría decir que
no. Se sintió bien estar juntas de nuevo, las tres, brincando y riendo como
solíamos hacerlo cuando llegamos por primera vez a la academia. Llevo una
camisola negra ceñida, pantalones negros de lino de cintura alta y un
cinturón ancho y enorme con una elaborada hebilla dorada que Mara insistió
en que me pusiera para terminar mi atuendo. También insistió en que la
dejara maquillarme también, lo que significa que llevo mucho más de lo
habitual. Mis ojos están bordeados con un delineador oscuro y ahumado, mis
mejillas brillan con el rubor "Orgasm" de Nars. Rechacé rotundamente el
labial rojo que Mara intentó aplicarme en la boca, por lo que nos conformamos
con un brillo rosa pálido.

Las tres caminamos juntas por la montaña, tomadas del brazo, y siento que
somos los personajes de 'The Craft': brujas, nuevas en su poder, a punto de
levantar un infierno.

—Santa Miér... —Delante de nosotros, un tipo que camina con un grupo de


amigos se da vuelta y casi tropieza con sus propios pies cuando nos ve. No
puedo distinguir quién es en la penumbra, pero parece
alto. —¿Carrie? —sisea. Y luego— Joder, amigo. ¡Esa es Carrie Mendoza!
—Oh, Dios mío —Mara pone los ojos en blanco. En parte porque piensa que
es patético que un chico esté babeando por una de nosotras, creo, pero
también porque está irritada por el hecho de que él no esté babeando por
ella—. ¿Tienes mucha sed? —grita—. Deja de jadear y ponte a caminar,
imbécil. Estás bloqueando el camino.

Me sonrojo, porque no tengo ni idea de qué más se supone que debo hacer.
Nadie se ha sorprendido nunca antes por mí. Confundido, sí. Desconcertado,
definitivamente. Sin embargo, en mi época como estudiante en Wolf Hall,
ningún chico se ha abalanzado sobre sus propios pies por mi culpa.

Presley se ríe temblorosamente en voz baja cuando los chicos de delante se


dan la vuelta y comienzan a aplaudir, silbar y animarnos. Mara se anima con
esto, ya que las tres estamos siendo aplaudidas, pero Presley no sabe qué
hacer consigo misma. Ella agacha la cabeza.

—Nop. No te escondas detrás de tu cabello, amiga —le ordeno—. Eres un


zorro glacial. Todos los chicos de esta fiesta te estarán mirando. ¿Vas a pasar
toda la noche mirando tus zapatos?

—Tienes que mirarlos a los ojos —dice Mara—. Muéstrales de qué estás
hecha. No puedes desperdiciar un escote espectacular como ese siendo
tímida, Pres.

—Tus tetas se ven magníficas esta noche —confirmo—. Incluso yo les di una
mirada.

Mara sonríe. —Pax se fijará en ti en cuanto entres por la puerta. Sabes que
lo hará. ¿Qué vas a hacer si intenta lanzarse sobre tu cabeza y arrastrarte a
su cueva? Así es como lo hacen los neandertales, ¿verdad?

—¡No es un neandertal!

—Odio decirlo, pero esta vez tendré que estar de acuerdo con Mara. En
realidad, no parece ser la bombilla más brillante de la caja.

Indignada, Presley aprieta la mandíbula, mirando hacia arriba y hacia


adelante, el color de sus mejillas se desvanece. —Es realmente inteligente, en
realidad. Él escribe. Y le gusta la fotografía. Es muy creativo. Apuesto a que
no sabías eso de él, ¿verdad?
—¿Cómo sabes eso de él? —Mara pregunta.

—Yo… yo sólo lo hago.

—¡PRES!

—Está bien, está bien. Revisé sus solicitudes universitarias. Harcourt tiene
copias de todos ellos en el gabinete fuera de la recepción. Ella me dio la llave
para que pudiera agregar algo a mi archivo y, bueno, ya sabes, Chase y Davis
están uno al lado del otro. Alfabéticamente. Vi su expediente junto al mío y
no pude evitarlo. ¡Ni siquiera estoy arrepentida!

—¡Muy astuta! Lo apruebo —dice Mara—. Sin embargo, ya basta de


Davis —Nos detiene en lo alto de un camino corto y pavimentado, instándonos
a mirar hacia arriba con un movimiento de cabeza.

Llegamos a Riot House.

Otros estudiantes de Wolf Hall nos rodean, todos caminando hacia la entrada
principal del gran edificio que acaba de aparecer en la oscuridad que se
avecina delante de nosotras. Realmente es una casa hermosa, todos ángulos
únicos, líneas de filo de cuchillo y mucho vidrio. La luz resplandece a través
de las numerosas ventanas, haciendo retroceder la noche invasora. En el
interior, la música a todo volumen se derrama por las enormes puertas
abiertas de fresno.

Presley aprieta mi brazo. —¿Alguna de ustedes ha estado alguna vez


dentro? —pregunta.

Niego con la cabeza y me maravillo de la estructura. —¿Tú?

Mara solo se ríe. —Claro que lo estuve. Si crees que el exterior es


impresionante, esperen hasta que vean el interior. Es jodidamente ridículo.

Mara no estaba bromeando.


La casa pertenece a Wren, pero los Lovett son tan ricos como los Jacobis, si
no más. Dash podría permitirse comprar un lugar como este si quisiera. Tres
veces más. Siempre que pasamos tiempo juntos, ha sido en mi habitación o
en el observatorio. Ni siquiera consideré pasar el rato con él en Riot House,
no con Pax y Wren cerca, así que no se me ha ocurrido todo el asunto del
dinero. Hasta ahora. Ahora, es dolorosamente obvio y me siento bastante
tonta. ¿Cómo no me había dado cuenta de que esto sería un problema antes?

Vengo de un pueblo de mala muerte en Alabama. Mi madre nunca tuvo dos


centavos para frotar. Alderman tiene dinero y en abundancia también, pero
ya ha hecho mucho por mí. No espero que me mantenga de por vida. Me está
dando una educación estelar, que es mucho más de lo que hubiera esperado
si me hubiera quedado en Grove Hill. Espero que mis calificaciones sean lo
suficientemente buenas para poder ir a la universidad en algún lugar con una
beca. Alderman discutirá. Querrá que asista a una institución de la Ivy
League, pero no puedo dejar que gaste esa cantidad de dinero en mí. Una
beca aún podría llevarme a una gran escuela, pero ¿Dash? Dash regresará al
Reino Unido para estudiar en Oxford. Y una vez que esté allí, entre un montón
de bellas y ricas chicas inglesas que pertenecen a la nobleza como él, solo
será cuestión de tiempo antes de que se enamore de una de ellas.

No seré más que un recuerdo lejano de aquella vez en que se fue a vivir a los
barrios bajos de New Hampshire.

Todo esto me golpea cuando entro en el vestíbulo de Riot House.

—Santa mierda —respira Pres—. ¿Qué demonios? Este lugar parece un hotel.

Ella está en lo correcto. Y tampoco un hotel barato. Un hotel de cinco estrellas


con una piscina olímpica, un gimnasio completamente equipado, un
restaurante con estrella Michelin y un spa de día adjunto. Las monstruosas
escaleras dominan la entrada y conducen a lo que parece un rellano abierto,
que conduce a otro y luego a otro. Todo atrae la atención hacia arriba, arriba,
hacia un techo abovedado muy por encima de nosotras, que no es tanto un
techo como un tragaluz enorme. Qué vista del cielo nocturno se podía obtener
a través de esa cosa, si ninguna de las luces estuviera encendida. Dash
mencionó esto cuando nos encontramos en el observatorio por primera vez.
No había pensado mucho en eso, pero ahora, al verlo, me asalta la envidia.
—Escuché que Wren hizo todas las pinturas —dice Presley.

La obra de arte en cuestión ciertamente parece algo que podría haber salido
de la mente de Jacobi. Oscuros, arremolinados, de mal humor y enojados, los
cuadros que cuelgan de las paredes son definitivamente todos de la misma
mano. Ellos son buenos. Más que buenos. Son brillantes, en realidad, cada
uno es una tormenta furiosa capturada en un lienzo. Puedo ver que algún día
valdrán dinero. No es que lo admita nunca al alcance del oído del artista.

Mara baila el vals por el vestíbulo, abriéndose paso entre la multitud como si
fuera la dueña del lugar. Presley la sigue. Me quedo ahí por un minuto,
todavía tratando de asimilarlo todo: la sala de estar sumergida; los enormes
sofás seccionales; los lirios en jarrones caros; la gigantesca televisión de
pantalla plana; la mesa de centro de cristal que parece una obra de arte. Nada
es demasiado llamativo o ridículo. Sin embargo, hay un matiz sutil de riqueza
estupenda aquí, y me está volviendo loca.

Maldición.

Me he quedado atrás.

Intentando rápidamente tragarme los grandes sentimientos de ineptitud que


han empezado a surgir, me apresuro a seguir a Mara y a Pres, abriéndome
paso entre la multitud de gente que baila en el enorme salón. Finalmente, me
abro paso entre la locura y termino en la cocina, donde Mara está celebrando
la fiesta. Impresionante, realmente. Sólo me lleva sesenta segundos de
ventaja, pero ya ha localizado el licor de alta gama y ya ha servido tres
chupitos. Me ofrece uno a mí y a Presley el otro, con una sonrisa de lo más
perversa. —Por evitar a los anfitriones durante el mayor tiempo posible y por
emborracharse con su dinero —dice.

Pres choca su vaso con el de Mara sin dudarlo. Necesitaba algo de coraje
holandés en la academia solo para caminar hasta aquí. No tengo ninguna
duda de que evitará a Pax toda la noche, el tequila no ayudará con eso, pero
podría ayudar a calmar un poco sus nervios. A mí, en cambio, me gustaría
encontrarme con uno de los anfitriones de la fiesta.

Hay limitaciones en el tipo de interacción que Dash y yo podemos tener aquí.


No espero que se abra camino a través de una habitación llena de gente, me
abrace, me levante y empiece a besarme. Pero hay algo que decir sobre el
contacto visual cargado. El peso de sus ojos sobre mí en los pasillos de la
academia es como una caricia. En tres ocasiones distintas, me encontré
ardiendo y excitada por una mirada persistente de reojo que me envió. Me
busca, inquisitivamente, luego aparta la mirada. Cualquiera que no estuviera
prestando atención nunca notaría la forma en que su mirada cambia
constantemente, dirigiéndose hacia mí cada dos minutos. Lo hago, sin
embargo, porque hago lo mismo, siempre buscándolo, siempre apoyándome
en él.

Las tres bebemos el tequila de un trago, temblando contra el rastro de fuego


que se abre paso por nuestras gargantas. Pres chupa un trozo de lima que
saca de un cuenco de cristal en medio de la isla de la cocina, poniendo mala
cara. —Ugh, eso es asqueroso.

—Herradura Selección Suprema en realidad —dice una voz baja detrás de


nosotras—. Cuatrocientos dólares la botella. Esa mierda es tan suave como
la nalga de un bebé, Red.

La mano de Presley se aprieta alrededor del vaso de chupito. Parece una de


esas chicas que se desmayan, justo antes de que les dé un ataque y se caigan.
La pobre chica no se da la vuelta, lo cual es bueno porque Pax Davis lleva
una camisa negra con botones, jeans negros y una corbata negra, e incluso
puedo admitir que se ve muy sexy. No es de extrañar que tenga tanto trabajo
de modelaje. Sus tatuajes están a la vista, deslizándose por sus brazos y hacia
arriba, fuera del cuello de su camisa. Me guiña un ojo, hace un agujero en la
espalda de Pres, parece que en realidad le está mirando el culo, y luego sigue
caminando, desapareciendo en la sala de estar.

La boca de Mara está arrugada como el culo de un gato. —Él se fue. Puedes
respirar —dice con amargura. La pobre Pres permanece inmóvil, sin embargo,
el vaso de chupito en su mano tiembla. Mara abre los ojos como
platos—. ¡Respira! Oh, ¡Dios mío, chica, toma un puto respiro!

Presley inhala, el aire tira de sus cuerdas vocales, creando el tipo de sonido
teatral que hacen los actores cuando respiran después de casi ahogarse.
Tomo su vaso y nos sirvo otro trago. —Joder, Pres. ¿Estás segura de que
incluso te gusta? Creo que estás confundiendo la atracción con el terror ciego.
Con mal humor, acepta el vaso de chupito y bebe el caro licor. Ella se lo toma
mucho mejor esta vez. —Son ambos —dice ella—. Las dos emociones están
intrínsecamente vinculadas ahora. Me excitaré durante las películas de terror
hasta el día de mi muerte. ¿Qué tan jodido es eso?

Es difícil no reírme, pero me las arreglo.

Nuestra conversación se detiene por un grito emocionado en algún lugar de


la planta baja. Un segundo después, Damiana Lozano se precipita hacia la
cocina, tambaleándose sobre tacones de diez centímetros, con un vestido
plateado metálico que no deja nada a la imaginación. —Vamos, idiotas. Wren
está a punto de hacer la cosa. No empezará hasta que estemos todos allí.

No sé qué es la 'cosa' o dónde está 'allí', tampoco, pero nuestros compañeros


de clase merodeando en la cocina sí. Todos corren hacia la puerta que
conduce a la sala de estar. Mara agarra la mano de Pres y luego la mía, y nos
arrastra detrás de ella mientras sale corriendo de la cocina también.

La música sigue resonando en la sala de estar, el bajo pesado repiqueteando


mis dientes en mi cabeza, pero todas las personas que estaban bailando hace
un momento se han ido. Todos están reunidos al pie de la impresionante
escalera en el vestíbulo, donde Wren, Pax y Dash están parados en el séptimo
u octavo escalón, lo suficientemente alto para que puedan verse por encima
de la cabeza de todos.

Mi estómago da un triple salto, resbala y se estrella contra un muro de


hormigón cuando veo a Dash. Su cabello parece cobre bruñido bajo las luces
naranjas. Esperaba que llevara una camiseta abotonada como Pax y Wren,
pero en lugar de eso lleva una camiseta negra con pequeñas motas de pintura
blanca en el lateral. Los jeans que lleva están rotos por las rodillas y tiene
unas zapatillas rojas desgastadas en los pies. Es la versión más personal que
he visto nunca; esta versión desaliñada, informal y relajada de sí mismo es el
Dash que he llegado a conocer. Tiene las manos en los bolsillos y su peso
descansa sobre un pie. Ya no tiene la espalda recta y los hombros rígidos. Sin
embargo, sus ojos siguen siendo fríos cuando recorren a la gente reunida a
sus pies. Después de todo, es el Dios del Sol de Riot House.

—Bien —Wren se aparta el cabello oscuro de la cara, evaluando el mar de


rostros que tiene ante él como un dios benévolo dirigiéndose a su
pueblo—. Bienvenidos. Seré su maestro de caza esta noche. Para aquellos de
ustedes que han asistido a una de estas fiestas antes, saben lo que viene
después. Para aquellos de ustedes que no lo han hecho, escuchen
atentamente. Al venir aquí esta noche, están dando su consentimiento en las
festividades de esta noche. No te retienen aquí contra tu voluntad. La puerta
está ahí. Siéntete libre de irte si necesitas acobardarte. Pero... si te quedas...
eres cómplice de lo que viene después.

—¿Que viene después? —grita alguien desde el fondo de la habitación.

Los ojos de Wren destellan. —El juego de esta noche se llama 'Bag and Tag’
Las reglas son sencillas. Alrededor de la casa, hay bolsas como estas
escondidas, esperando ser encontradas —Sostiene una bolsita de plástico
diminuta para que todos la vean: plástico transparente, una pulgada
cuadrada y en la parte inferior, una pequeña cantidad de polvo blanco.

—Oh, Dios —murmura Mara—. Aquí vamos.

—¿Qué hay ahí dentro? —grita uno de los chicos de la escuela.

La mirada inexpresiva de Wren es ácida. —Si me dejaras hablar, lo


descubrirías —Sostiene otra bolsita pequeña en la otra mano, y esta vez el
polvo del interior es azul—. Bolsas como ésta también se han escondido. El
polvo blanco es talco. O Molly. O coca —Mira la bolsa, moviendo la cabeza de
un lado a otro—. Quizás sea speed. Quién diablos sabe. Lo azul
probablemente sea solo polvo de hornear con un poco de colorante
alimentario. Pero existe la posibilidad de que sea Viagra. Las probabilidades
son una división del cincuenta por ciento. Su desafío, si deciden aceptarlo, es
encontrar una de estas bellezas y tomar su contenido.

—¿Y entonces qué? —pregunta Boyd Lowrey, capitán del equipo de debate.

Pax salta a la palestra. —Y luego Bacchanalia, imbécil. Engancharse. Mojar


tu polla.

—O coño —agrega Wren—. Esta es una orgía de igualdad de oportunidades.


Gana la persona que se folle a más gente cuando salga el sol.
—¿Y qué ganaremos, Wren? —Al fondo de la habitación, pregunta una voz
masculina autoritaria—. ¿Una vez que nos hayamos tragado un montón de
narcóticos indescriptibles y follado a la mayoría del último año?

Una onda de silencio recorre la multitud, porque la mayoría de nosotros


reconoce la voz. Pasamos una hora con su dueño todos los lunes y jueves por
la mañana, recientemente estudiando a Romeo y Julieta.

—Oh Dios mío. De ninguna manera —Mara se ríe detrás de su mano. Ella
está encantada incluso antes de darse la vuelta y verlo: el Dr. Fitzpatrick,
apoyado contra la puerta principal cerrada, con las manos en los bolsillos de
sus jeans. Los lados de su cabello se han peinado recientemente. Lleva una
sudadera con capucha negra con una raya gris que me resulta extrañamente
familiar.

Hasta ahora, la expresión de Dash ha estado perfectamente en blanco. En el


momento en que ve a Fitz, eso cambia. Su boca se vuelve hacia abajo, sus
ojos están llenos de acero. Le da una mirada a Pax, quien se ve igualmente
infeliz. Wren es el único chico de Riot House que no parece perturbado por la
presencia de nuestro profesor de inglés.

—Nuestro respeto, inicialmente —dice—. Y luego... inmunidad.

Fitz sonríe tímidamente, mirando sus zapatos. —¿Inmunidad de qué


exactamente?

—De mí —dice Wren. Asiente con la cabeza hacia Dash—. De él —Un guiño a
Pax—. Y él.

—Hmm. Bien. No veo como eso es un premio. ¿Inmunidad a las atenciones


de tres chicos adolescentes? —Fitz niega con la cabeza, los ojos arrugados en
las esquinas—. No es algo de lo que deba preocuparme.

—¿Estás seguro de eso? —Pax desciende un escalón, los tendones de su


cuello se tensan debajo de su piel, como si estuviera a punto de lanzarse
contra el bastardo, pero Wren niega un poco con la cabeza.

—No te preocupes, hombre. Fitz no está jugando nuestro pequeño juego esta
noche.
—¿Es eso así? —El profesor sonríe—. ¿Y por qué es eso?

—Porque no fuiste invitado aquí esta noche. Es una muy mala etiqueta
aparecer en la casa de alguien sin ser invitado, Wes. Muy grosero.

—Pero fui invitado. ¿No es así, Mara? —Fitz mira a Mara. Todos en la
habitación se vuelven para seguir su mirada. Y gracias al hecho de que Mara
está parada a tres pulgadas de mí, de repente descubro que hay doscientos
pares de ojos mirándome también. Incluyendo los de Dash.

Si yo fuera Mara, estaría roja como una remolacha y balbucearía bajo el peso
del ceño fruncido de Wren, pero parece que en realidad está disfrutando de
la atención. —¿Qué? No pensé que vendría —dice ella—. No hay nada de malo
en ser cortés de vez en cuando. Tal vez deberías probarlo, Jacobi.

Esto es una venganza por avergonzarla en el comedor. La humilló cuando


anunció al alcance del oído de cinco mesas diferentes que ella le había enviado
un montón de desnudos. Eso fue hace dos meses, y ella todavía sigue
hablando de ello. Joder quién sabe su proceso de pensamiento, pero que el
profesor de inglés se presente en una fiesta de Riot House definitivamente
interrumpe los planes de Wren para la noche. Quiero decir, acaba de admitir
tener un montón de drogas escondidas en la casa. Ahora tendrá que cancelar
todo el asunto.

Pero Wren solo sonríe. —Supongo que fue un buen trabajo, aplastar esa
Viagra —dice—. Cualquiera que encuentre un paquete azul, asegúrense de
dárselo al viejo imbécil la parte de atrás. Su polla probablemente no ha estado
dura en un siglo.

—¿Qué? —Pres sisea— ¿Dejas que se quede?

El júbilo de Mara se desvanece un poco. Claramente estaba esperando los


fuegos artificiales de Wren y su pequeño truco no obtuvo la más mínima
reacción de él. Fitz se ríe en silencio, encogiéndose de hombros. —No puedo
decir que haya tenido alguna queja sobre la dureza de mi polla, pero qué
diablos. Adelante, Jacobi.
—Ya está en tu boca. Bien podrías tragarlo.

Mara resopla ante la mirada de Pres. Sus ojos duplican su tamaño normal y
sus labios se arrugan en un nudo apretado. Sacude la cabeza y se niega a
tomar el vodka con jalapeño que Mara acaba de verter en su boca.

Me alejo un poco de mis amigas, aun tratando de entender qué diablos está
pasando. Fitz se apoya en la encimera, con los codos apoyados en el mármol,
perfectamente como en casa. —Cuanto más tiempo lo tengas ahí, más tiempo
te va a quemar —Ofrece este sabio consejo como si no estuviera infringiendo
un puñado de leyes estatales ahora mismo. Lo está haciendo, ¿verdad? Debe
estarlo.

Presley gime, luego traga saliva, chillando cuando finalmente toma el maldito
chupito. —¡Mierda! ¿Quién…? —Traga saliva de nuevo, ahogando una arcada,
sus ojos llorosos como locos—. ¿Quién trae vodka jalapeño a una fiesta? Eso
es... jodidamente... cruel.

Ya ha tomado cinco tragos de varios otros tipos de vodka y está empezando a


arrastrar las palabras. Traté de interrumpirla antes de que el vodka con
jalapeño fuera siquiera una opción, pero Mara me ahuyentó, animándola.

Estoy a dos segundos de agarrar a Pres y correr hacia la salida cuando Mercy
Jacobi se pasea hacia la isla de la cocina, con tacones de rascacielos y una
camisa suelta de seda negra que apenas le llega a la parte superior de los
muslos. Oh. Mierda. Definitivamente tampoco tiene sostén. Sus pezones son
muy visibles a través de la tela transparente de su vestido. Tengo que admitir
que estoy un poco impresionada cuando la mandíbula de Fitz no golpea el
suelo.

Él todavía mantiene la calma cuando ella se inclina hacia adelante, dándole


una vista clara de su vestido, y golpea una bolsita llena de polvo azul en el
mármol frente a él. —Sospecho que Wren estaba bromeando, pero... ya sabes.
En caso de que lo necesites —Ella guiña sugestivamente.

Fitz mira fijamente la bolsita, luego la levanta, la abre y vacía el contenido en


su boca.

¡¿Qué diablos?!

El profesor de inglés hace una mueca y se rasca la lengua con los dientes.

—¿Bien? ¿Qué piensas? ¿Vas a lucir madera en veinte minutos? —Mercy


ronronea.

—Supongo que lo averiguaré.

Mercy hace un bonito puchero, su labio inferior sobresale. —Por tu bien,


espero que haya sido un fracaso. Todo el mundo sabe que juegas con chicas
en Wolf Hall, pero ¿te follas a una de nosotras aquí? —Ella dice, pasando su
mano por su brazo—. Tu carrera terminaría más rápido de lo que puedas
decir relaciones inapropiadas con una estudiante.

Él toma su mano con cuidado y la coloca sobre el mostrador. —Me tienes


confundido con alguien más. Si insinúas que tengo algún tipo de relación con
Mara...

—¡Dios no! —Mercy se ríe—. No, Mara es actualmente el plato de segunda


mesa de mi hermano, ¿no es así, nena?

Mara mira a la hermana de Wren.

Presley deja escapar un hipo de sorpresa.

El color desaparece del rostro de Fitz. —Wren, ¿eh? —Dirige su atención a


Mara—. Pensé que había oído algo sobre eso.

Las mejillas de Mara se tiñen de rojo. —¿Qué? Nunca pretendí ser exclusiva
con nadie. Nadie ha afirmado nunca ser exclusivo conmigo
tampoco —agrega—. Hasta que no haya una conversación y se discutan las
reglas, no se me puede culpar por mantener abiertas mis opciones.
El momento de sorpresa de Fitz ha quedado atrás. Está haciendo un gran
trabajo actuando con calma, pero no tiene energía. Él puede sonreír y
empujarla todo lo que quiera, pero el hombre está enojado. Me atrevería a
decir que está furioso. —Por supuesto —dice—. Eres una mujer joven. Puedes
dormir con quien quieras. Sabía que se estaba acostando con alguien.
Sospeché que eras tú. Ahora todo ha sido confirmado. Vaya cosa. Sigamos
con la noche y divirtámonos un poco, ¿eh? —Cada declaración sale recortada.
Demasiado corta. Demasiado dura.

Sé a ciencia cierta qué Mara no se ha acostado con Wren. Si hubiera estado


a punto de acostarse con él, me lo habría dicho de inmediato, la chica no
puede guardar un secreto para salvar su vida, entonces, ¿por qué, después,
deja que Mercy ponga esta semilla de fealdad en la cabeza de Fitz? Debería
defenderse, no dejar que él piense que está ni remotamente interesada en
Jacobi.

—Tengo que ir al baño. Vuelvo enseguida —Fitz toma el trago de whisky que
ha estado bebiendo y golpea la isla con el vaso. Se marcha como una
tormenta, abriéndose paso entre la multitud sin decir una palabra más.

Y ahí es cuando recibo la respuesta a mi pregunta.

Mara me agarra del brazo y chilla como una niña emocionada de ocho años.
—Oh Dios mío. ¿Viste eso? ¡Estaba tan celoso!

—¿Qué? —Mercy y yo lo decimos al mismo tiempo.

—¿Quieres que esté celoso? —Mercy agrega.

Yo tampoco puedo creerlo. Mara ha jugado algunos juegos estúpidos en el


pasado, pero esto es una locura.

—Trata de juzgar menos —dice Mara—. ¿Qué estás haciendo, derramando


esa mierda delante de Fitz, de todos modos? ¿Estás tratando de causar
problemas entre nosotros?

Uh oh. Están saliendo las garras. No quiero estar aquí para esto. —Pres, ¿por
qué no vamos a echar un vistazo afuera? ¿Ves qué estrellas son visibles esta
noche? —Hago todo lo posible para alejarla de esta conversación que se está
gestando, pero Mara me agarra y me sostiene con fuerza.
—Oh no. No, no, no —dice ella—. Ustedes necesitan presenciar esto. Mercy
Jacobi está a punto de disculparse por ser una idiota.

—¡Ja! —Los ojos de Mercy brillan como dagas afiladas—. No me disculpo,


Bancroft. Especialmente cuando no tengo nada de qué disculparme. Me
dijiste que querías salir con mi hermano. Ha estado actuando muy raro
últimamente. Puse dos y dos juntos y descubrí tu pequeño secreto tonto.
Demándame.

—¡Oye!

Miro a la derecha y Dash está apoyado en el arco curvo que conduce a la sala
de estar, sosteniendo un vaso de whisky en sus manos. Dios, es tan
jodidamente guapo.

Mercy y Mara discuten.

Pres ha encontrado una silla para sentarse y descansa la cabeza en la isla de


la cocina, apoyada en su brazo. Parece que está a dos segundos de quedarse
dormida.

—Oye, sólo estoy corriendo al baño —le digo a Mara. Ni siquiera reconoce que
he hablado, así que aprovecho mi oportunidad y me voy.

Siento mi pulso por todo mi cuerpo cuando paso junto a Dash. Me sigue.
Puedo sentir su presencia en mi espalda, la forma en que sientes el calor
saliendo de una llama en encendida. Cuanto más se acerca, mientras me abro
paso entre la multitud que baila en la sala de estar, más caliente se vuelve mi
piel. Me estoy quemando cuando su mano rodea mi muñeca y me tira hacia
la derecha, guiándome hacia una puerta pequeña y estrecha, ubicada en un
hueco empotrado.

No dice nada mientras desaparecemos entre las sombras. Me da su bebida,


saca un juego de llaves de su bolsillo y utiliza una de ellas para abrir la
puerta. En el espacio de diez segundos, he dejado a mis amigas, he atravesado
la planta baja, he sido arrastrada por una puerta y ahora estoy de pie en la
oscuridad. Es increíble lo bien que la puerta amortigua el dum, dum, dum de
la música.

—Dame tu mano, Stella —susurra Dash.


Hago lo que me dicen. El agarre de Dash es cálido y reconfortante en la
oscuridad. Pasa sus dedos por los míos y todo mi cuerpo se enciende. ¿Cómo
puede algo tan pequeño hacerme sentir tan bien? Estar tan cerca de él, solos,
sus fuertes brazos cerrándose alrededor de mí, acercándome a él, cuando lo
único que nos impide ser descubiertos por nuestros amigos es el ancho de
una puerta.

—Hay escaleras —susurra—. Justo a nuestra derecha. Yo iré primero. Solo


tienes que seguirme ¿Está bien?

Asiento con la cabeza antes de que termine de hablar. —Sí.

—Bien. Pero hay algo que tengo que hacer primero —Sus manos me tocan el
rostro y su boca me pilla desprevenida. Llevo toda la noche vislumbrándolo,
desesperada por estar cerca de él, deseando tanto que me bese, pero nunca
estoy preparada para la realidad. No es algo a lo que te acostumbres. En el
momento en que su boca se encuentra con la mía, mi sangre se convierte en
fuego líquido. Su lengua se desliza entre mis labios, tanteando y saboreando,
caliente y dulce, teñida del ardor del whisky que estaba bebiendo, y siento
que me derrito en él. Una de sus manos se posa en mi nuca y la otra se desliza
por mi costado hasta detenerse en mi cadera. Me atrae hacia él, de modo que
ya no hay espacio entre nosotros, y la firmeza, el calor y la solidez de su pecho
contra el mío hacen que mi cabeza de vueltas.

Y estaría mintiendo si la presión de su erección, clavándose en la parte baja


de mi estómago, no tuviera cierto efecto en mí también.

Todo lo que necesitas es una mirada. Un beso. Un toque. La parte más


pequeña y escasa de la atención de Dashiell Lovett es capaz de convertirme
en un montón de ceniza y humo. Lo quiero. Después de negar esa verdad,
incluso a mí misma, durante tanto tiempo, se siente aún más asombroso
poder reconocerlo tan fácilmente ahora.

Su respiración se vuelve agitada cuando sus manos comienzan a vagar de


nuevo. Gime cuando desliza una mano por mi caja torácica y luego por mis
pechos, ahuecándolos y apretándolos. Un segundo después, separa su boca
de la mía, jadeando, y da un paso atrás. —Dios mío —Parece aturdido—. ¿Qué
demonios me has hecho? Nunca he sido tan... tan... —Hace una pausa. Se
recompone. Entonces, me toma de la mano y la coloca sobre el centro de su
pecho, para que pueda sentir el errático latido de su corazón—. Nunca soy
esto.

—¿Seguro que no son las drogas? —pregunto en voz baja, disimulando la


pregunta detrás de una suave risa.

—¿Qué? Dios no. Estoy limpio. No he tomado nada y no voy a hacerlo. Ya no


necesito esa mierda. Tomé un par de tragos, pero eso es todo, lo juro.

El alivio se hunde en mis huesos. No le he pedido que deje de consumir


drogas. Si le pido que haga eso, querrá saber por qué es un problema para
mí, y no puedo contarle lo que pasó en Grove Hill. Arruinará todo si se entera
de lo que le hice a Kevin. No querrá volver a hablarme nunca más. Sin
embargo, al renunciar a las drogas por su propia voluntad, me hizo las cosas
mucho más fáciles.

Su pulso me canta. Coincide con el mío, demasiado rápido, temerario y


salvaje. Todo parece unirse y desmoronarse al mismo tiempo. Los dedos de
Dash encuentran mi mejilla en la oscuridad; recorre con la punta de sus
dedos mi pómulo y luego la línea de mi mandíbula, suspirando suavemente.

—Deberíamos quedarnos aquí para siempre —dice—. Que se jodan esos tipos.
¿Quién necesita amigos, de todos modos?

—Realmente.

Su frente descansa contra la mía, y de repente me invade la ardiente


necesidad de ver su rostro. Quiero ver la intensidad en sus ojos. Quiero ver
cómo se ve cuando comparte un momento como este conmigo. Se siente
demasiado importante para perdérmelo —¿A dónde van las escaleras, Dash?

Deja escapar un largo y tenso suspiro. —Tercer piso —dice.

—¿Qué hay en el tercer piso?

—Mi dormitorio.

No lo dudo. —Llévame allí.

Las escaleras son estrechas y muy empinadas. Lo sigo, con mi puño


agarrando su camiseta en mi mano mientras me lleva arriba, arriba y arriba
un poco más. —La casa está llena de pequeños pasillos y escaleras
extrañas —explica Dash—. El tipo que era dueño de este lugar antes de que
Wren lo comprara era un recluso paranoico. Pensó que la CIA estaba tratando
de matarlo. Tenía todas estas pequeñas rutas de escape integradas en la casa
en caso de que alguna vez fuera asaltado y necesitara escapar rápidamente.

Abre la puerta y me ayuda a entrar en lo que deduzco rápidamente que es un


armario de ropa: el olor a detergente para ropa permanece en el aire. Mis
sospechas se confirman cuando un penetrante punto de luz entra en erupción
en las manos de Dash. Encendió la luz de su teléfono celular, iluminando las
pilas y pilas de sábanas y toallas en los estantes a nuestro alrededor. —Cerré
mi puerta para que ninguno de estos idiotas pudiera follar en mi cama. Iré a
desbloquearla. Dame diez segundos y luego sal. Sigue por el pasillo y
atraviesa la primera puerta a su izquierda. ¿Bueno?

Asiento con la cabeza.

Dash sale sigilosamente del armario de ropa y desaparece, cerrando la puerta


detrás de él. Espero en la oscuridad, contando lentamente hasta diez en mi
cabeza, y luego lo sigo. No he dado dos pasos antes de chocar directamente
contra el pecho de alguien.

—Bien, bien. Si no es... mierda. Eres tú.

Es Wren. Tenía que ser, ¿no es así? Está parado en medio del pasillo desierto
con una botella de vodka en la mano. Sus pupilas se han tragado sus iris.
—Si estás buscando... el baño... —Parece perder el hilo de sus pensamientos.

—¿Estás drogado?

Me señala con el dedo, entrecerrando los ojos. —Tal vez. Eso explicaría los
extraños alfileres y agujas. Y por qué todo sabe a laca para el cabello. Creo...
creo... —Frunce el ceño y se frota los ojos con rudeza—. Creo que tomé la
ketamina. Lo que significa... que estoy a punto de estar realmente jodido.

—Deberías ir a buscar un lugar para acostarte entonces.

Me mira. Parpadea. Luego me abraza. Nunca he estado tan asustada en toda


mi vida. El contacto es breve y brusco, termina tan rápido como comienza,
pero estoy temblando como una hoja cuando me deja ir. Me entrega su botella
de vodka. —Tienes razón. Voy a ir... a tumbarme —Avanza por el pasillo,
rebotando desde la barandilla hasta la pared. Debería ayudarlo a bajar las
escaleras. Pero, de nuevo... tal vez una pequeña caída por un tramo de
escaleras podría ser justo lo que Wren Jacobi necesita. Nunca sabes. Las
personalidades enteras de las personas han cambiado después de un
traumatismo craneal contundente; podría caer en coma y despertarse bien.

Me aseguro de que se haya ido antes de abrir la puerta de la habitación de


Dash, donde encuentro a Dash mordiéndose la uña del pulgar, haciendo un
agujero en la alfombra al final de una cama tamaño king muy cómoda. La
habitación es enorme, aunque no es exactamente lo que esperaba. Es mucho
más largo que ancho. Las paredes interiores son sólidas y enlucidas, pero las
dos paredes exteriores que forman la esquina del edificio son de vidrio de piso
a techo. Es como si estuviéramos en un tanque de vidrio, mirando
directamente hacia el bosque nocturno. Solo puedo imaginar cómo se ve la
vista durante el día: el verde brillante de los árboles y gran parte del cielo en
exhibición mientras la montaña desciende, lejos de la casa. Probablemente
puedas ver por millas.

Hay un piano en el rincón más alejado: hermoso, gastado y viejo. El barniz de


la madera está agrietado y gastado en algunos lugares, y el banco tapizado
frente a él está un poco raído. Es mucho más pequeño que el piano de cola
de la sala de orquesta. Es el tipo de piano donde aprendes cuando eres niño,
sentado en las rodillas de tu abuelo, el mismo instrumento con el que
aprendió cuando era niño.

Hay libros esparcidos por todas partes. Un televisor montado en la pared


adyacente a la cama, junto a la puerta. Un sofá gris pálido apoyado contra el
cristal, una manta descartada al azar sobre el brazo y un montón de
partituras al lado, como si Dash se hubiera arropado allí recientemente para
garabatear algo. En la parte superior de una pequeña biblioteca en la esquina,
cerca del piano, tres plantas de vid crecen como malas hierbas de sus
macetas, verdes, vibrantes y saludables.

Dash parece desconcertado. Quizás un poco incómodo también. Se sienta en


el borde de su cama, mirándome por debajo de las cejas levantadas.
—¿Entonces me vas a decir por qué estás sonriendo?
—Nada. Yo solo, uh ... no pensé que serías un tipo de plantas, ¿sabes?

Él hace una mueca. —¿Por qué no? Las plantas ayudan con la creatividad.
Les gusta la música.

—Realmente no puedo imaginarte... ya sabes... Cuidando nada.

—Me ofende mucho eso —dice con gravedad—. Soy muy bueno en la crianza.
Y, de todos modos. Son filodendros. Casi imposible de matar.

Me río, asimilando la habitación, notando, catalogando, guardando cada


detalle en mi memoria. Se siente paz aquí. Tranquilo. Realmente, es simple,
minimalista y hermoso. Los colores son neutros y masculinos: crema y arena,
acentuados con grises oscuros y negro. Veo lo difícil que habría sido para él
elegir todos los colores salvajes y vibrantes para mi habitación ahora, cuando
esta es su paleta de colores. Me sorprende lo mucho que me encanta, dado lo
tenues que son todos los tonos. Se siente como… él.

Dash me mira fijamente desde la cama mientras deambulo, inspeccionando


todo. —¿Que estabas esperando? Union Jacks y cabinas telefónicas
rojas? —pregunta en voz baja—. ¿Quizás un miembro de la Guardia de la
Reina con todas sus insignias militares, vigilando junto a la puerta?

Reprimo una risa. —¿Son ellos los de las chaquetas rojas y los sombreros
divertidos?

—Son pieles de oso, Stella. Y sí. Son los que tienen las chaquetas rojas y los
sombreros graciosos —Habla en voz baja, reprendiéndome, con un afecto
familiar que hace que mi corazón se hinche. Me encanta cuando me habla
así, tan a gusto.

—Deja mi mierda en paz y ven aquí —dice.

Dejo el rompecabezas de la cruz de madera que había estado dando vueltas


en mis manos, todavía conteniendo una sonrisa mientras cruzo su habitación
y me acerco a él. Planeo sentarme a su lado, pero él niega con la cabeza,
colocando sus manos en mis caderas y girándome para que esté frente a él,
de modo que me sienta a horcajadas sobre él en el borde de la cama.
Es mucho más alto que yo que incluso sentado, conmigo en su regazo, apenas
tiene que inclinar la cabeza hacia atrás para poder mirarme. Toma mis brazos
y los coloca sobre sus hombros, de modo que mis manos estén detrás de su
cabeza, y luego desliza sus manos alrededor de mi cintura, para que
descansen en la parte baja de mi espalda, casi en mi culo. —Hola —dice en
voz baja.

—Hola.

Él sonríe, la sonrisa más abierta y genuina que he presenciado en su cara,


sospechosamente tímido, y mi corazón da un salto en el aire. Es tan
jodidamente guapo. Olvídate de su habitación, los detalles de él me fascinan.
Su mandíbula fuerte. La pequeña hendidura en su barbilla. La más leve
torcedura en su nariz que de otro modo sería muy recta. Sus hermosos ojos
color avellana. Esta noche se ven casi verdes, con un estallido dorado de color
miel alrededor de su pupila, salpicado de tres manchas marrones mucho más
oscuras.

—¿Todo a tu gusto? —él susurra.

Lo he estado mirando de nuevo. Sin embargo, no parece importarle. El más


leve indicio de una sonrisa pícara baila en las comisuras de su boca. —¿De
verdad está disfrutando de mi atención, Lord Lovett?

—Sí —responde. Sin artificio ni arrogancia—. Se siente bien ser visto por ti.

De repente, soy tímida. Él me está estudiando de nuevo, sus ojos brillantes e


inteligentes moviéndose sobre mi rostro, y todo lo que puedo pensar es en mis
defectos. Mis pecas raras. Mi cabello rebelde. El pequeño lunar en mi pómulo.
Intento agachar la cabeza, pero Dashiell me agarra de la barbilla y la levanta
con suavidad. —Si las chicas aquí son lo suficientemente tontas como para
llamarme Dios del Sol, entonces eres la diosa de la luna. Diana. Selene.
Artemis. Luna. Mi pálida y etérea reina —Sonríe suavemente, reconociendo
mi sonrisa burlona, pero sin ceder a ella—. Ya sabes, durante siglos, solían
pensar que la luna enloquecía a los hombres. Como si las fases de la luna
afectaran la cordura de una persona. Lunático. De ahí vino la palabra. Puedo
ver cómo llegaron a esa conclusión, Carrie. Tú me vuelves loco. Te necesito
tan jodidamente mal.
Oh Dios mío. No está mintiendo. La necesidad en su voz. El borde áspero de
sus palabras. La dureza de él, presionándome contra mí, entre mis piernas.
Su reacción hacia mí me hizo responder de la misma manera, mi pulso se
aceleró en el hueco de mi garganta.

—Pero ¿qué pasa si no quiero ser la luna? El sol y la luna siempre se


persiguen por el cielo, sin poder alcanzarse nunca —Hay muchos mitos y
leyendas exactamente sobre esto: el sol y la luna como amantes
desafortunados y desventurados, que nunca pudieron estar juntos, la suya
es una historia de tragedia y esperanza perdida. No quiero pensar en mi
relación con Dash en esos términos.

Dash sonríe, rozando su boca contra la mía. —Está bien, Stella. Seremos un
eclipse permanente. De esa manera, siempre estaremos juntos.

—De esa manera, el mundo siempre estará en tinieblas —argumento.

Se encoge de hombros, moviendo mi labio con la punta de su lengua. —A


quién le importa un carajo el resto del mundo. Solo me preocupo por ti y por
mí.

Sus manos se deslizan por el interior de mi camisola y mis oídos comienzan


a sonar. Deja llamas a su paso, el calor lamiendo mi piel donde sus dedos se
arrastran por mis caderas y a ambos lados de mi columna. Él sonríe, con la
boca abierta, las pupilas dilatadas cuando me arqueo contra su mano, mi
respiración tartamudea fuera de mí.

—Dios, realmente eres algo —Me besa—. Sigo esperando que esto se vuelva
normal. Pero eres jodidamente demasiado. Siento que no puedo recuperar el
aliento a tu alrededor.

El cumplido trae ese calor arrastrándose sobre mis hombros y hasta mis
mejillas; puede encenderme con un toque, pero me quemo con la misma
facilidad con sus palabras. Enrollando mis dedos en su cabello, enredo su
suavidad alrededor de ellos, deleitándome con la sensación. Gime, sus
párpados se cierran lentamente, su cabeza se balancea hacia atrás. Se abren
de golpe un segundo después, cuando uso mis uñas para rascarle ligeramente
la nuca.
A él le gusta esto. Es uno de los desencadenantes de Dash. Gruñe,
acariciando mi cuello, aplicando la cantidad perfecta de dientes a la piel
sensible allí, lo suficiente para hacerme balancearme hacia adelante contra
él, jadeando en voz alta.

Sus manos recorren mi caja torácica, los dedos recorren los aros de mi
sujetador, y la expectación es casi excesiva. Lo deseo tanto, joder. —Pareces
un poco agitada, Stella —reflexiona. Su aliento es caliente en mi cuello. Me
estremezco en sus brazos, lo que parece complacerle aún más—. ¿Necesitas
que te dé la vuelta y te folle, cariño? —susurra en mi cabello—. ¿Es eso? ¿Te
has excitado?

Asiento con la cabeza, acunando ligeramente su cara entre mis manos,


devorando el hambre voraz que puedo ver en sus ojos. Ambos hemos sido
consumidos por esta cosa entre nosotros. Los dos estamos atrapados por el
ardor, los dos anhelamos el tacto, el sabor, y las súplicas jadeantes y sin
aliento del otro. Nos permitimos la adicción desesperada del otro, y ninguno
de los dos quiere que se detenga.

La tensión aumenta a niveles sofocantes ...

...y se rompe.

Retira una mano de debajo de mi camisa y me agarra bruscamente por la


nuca, tirando de mí hacia él. Nuestros labios se encuentran, y me abro a él,
demasiado necesitada y deseosa de su lengua para besarlo suavemente. Dash
sonríe contra mi boca -puedo sentir la forma de su diversión contra mis
labios-, pero responde a mi necesidad con una urgencia propia. Su lengua
roza la mía, su boca es posesiva, se adueña de la mía. Resopla, su respiración
es rápida y frenética, lo que no hace sino avivar las llamas de mi pecho hasta
convertirlas en un infierno. Retira su boca de la mía y se inclina, succionando
mi pezón en su boca a través de mi camisa. Su boca está caliente, mojando
el material sedoso, su lengua lamiendo el apretado brote de carne a través de
la tela. Sus dedos se clavan en la plenitud de mi cuerpo, manteniéndome en
el sitio mientras lame y chupa. Grito, sin importarme el ruido. Hay una fiesta
en el piso de abajo. Nadie nos va a oír por encima del fuerte pulso de la
música.
Dash me mira, ojos firmes, y aprieta mi pezón entre sus dientes desnudos.
¡Oh... oh mierda! Un dardo agudo de placer con bordes de dolor se dispara
entre mis piernas, haciéndome molerme contra él, y los ojos de Dashiell se
oscurecen con deseo. —Voy a hacer que te corras con mis dedos primero —
promete—. Y una vez que hayas hecho eso, te pondré de rodillas para mí,
amor. Voy a follar tu boca hasta que esté listo para reventar. ¿Me vas a dejar?

—¡Sí! ¡Joder, sí!

Él ensancha sus fosas nasales agarrando mi blusa. Veo lo que planea hacer
demasiado tarde. El material ya comenzó a romperse cuando grito. Medio
segundo después, desaparece, al igual que mi sostén.

—Arriba —ordena—. Sobre tu espalda.

Hago lo que me dicen y él también me arranca los pantalones negros del


cuerpo. Le gusta tomarse su tiempo para quitarme la ropa, pero no esta
noche. Ninguno de los dos tiene la paciencia de alargar más esto. Se desnuda
con rabia, la mandíbula apretada, los ojos feroces, inmovilizándome contra la
cama con su mirada intensa.

Me maravillo de su cuerpo desnudo, la excitación aumenta con cada


centímetro cuadrado de carne que está expuesta. Es jodidamente glorioso; no
hay otra forma de decirlo. No tiene una libra de grasa extra. Tiene piel
perfecta, músculos tensos y líneas impecables. No puedo evitar gemir cuando
toma su polla dura en su mano y la mueve de arriba a abajo a lo largo de ella.
—Te voy a arruinar, cariño. Espero que estés lista.

Oh…

Mi…

Dios…

A Dash Lovett le gusta follar. Le gusta burlarse. Le gusta hacerme gritar.

No le gusta apresurarse.

Durante la siguiente hora, me hace correrme tan fuerte que olvido en qué
planeta estoy.
Acaricia mi rostro, susurrando y animándome mientras tomo su polla en mi
boca. Y cuando finalmente me folla, hundiéndose tan profundo como puede
dentro de mí, me agarra por las caderas y me destroza.

Se corre dentro de mí, jadeando, con la frente pegada a la mía, aplastándome


contra él de modo que apenas puedo respirar, y estoy exactamente donde
quiero estar.

Me acaricia mientras nuestra piel se enfría, salpicando mis labios, mi frente,


mis mejillas y mi cuello con besos ligeros como plumas.

Abajo, la fiesta continúa. Dibujamos círculos perezosos en el cuerpo del otro,


disfrutando del tiempo que pasamos juntos. Finalmente, Dash se mueve y
puedo sentir la energía regresando a su cuerpo. Es hora de que bajemos las
escaleras. Antes de que pueda decirlo en voz alta, le pido algo que he anhelado
durante mucho tiempo. Vuelvo mi rostro hacia su cabello, cierro los ojos y le
susurro. —¿Tocas para mí?

Se queda muy quieto.

—¿Por favor, Dash?

Oh Dios. No lo va a hacer. No lo va a hacer. Hemos pasado todas las noches


juntos durante dos meses, y en secreto me he perdido mis misiones
encubiertas de espionaje de los sábados por la noche para verlo tocar. No
cambiaría su compañía o el sexo épico que hemos tenido por nada del
mundo... pero a veces considero cambiarlo por la música. Solo por una noche.

Dash se apoya en un codo y me mira. Abro un ojo y le devuelvo la mirada. No


dice nada, y yo tampoco, pero me doy cuenta de que está sopesando.
Midiendo. Decidiendo. Respirando profundamente, se baja de la cama y se
pone los boxers, gimiendo sin ganas, pero luego se acerca al piano. Dios, soy
literalmente la perra más afortunada del mundo. La vista mientras se aleja
es... es simplemente... me río en silencio en voz baja, no lo manejo en
absoluto.

Se sienta al piano. —Cierra los ojos, Stella.

—¿Qué pasa si no quiero?


Toca un acorde dramático y siniestro, mirándome oscuramente por encima
del hombro.

Me río. —Bueno. Bueno. Cerrando mis ojos.

Empieza a tocar. La música comienza tranquila y lenta. Una nota brillante.


Otra. El ritmo se acelera muy lentamente, aumentando gradualmente, una
nota llamativa y luego un acorde, una melodía que se presenta tímidamente
a medida que emerge la forma de la pieza.

Es hermosa.

Aguanto la respiración, escuchando con cada célula de mi cuerpo.


Escuchando con mi alma.

La música se acelera, se presenta correctamente, y la nota menor extraña se


arrastra, pero los elementos discordantes no son discordantes.
Curiosamente, solo complementan el aspecto ascendente, edificante y elevado
de la canción. La música sube y sube, asciende a alturas vertiginosas, hasta
que me ahogo en una cascada de sonido y emoción. Cada vez más rápido,
cada vez más complejo. Abro los ojos por fin, porque ¿qué clase de tonta sin
oído musical podría sentarse entre este tipo de belleza y resistirse a buscar
su fuente?

Dash está inclinado hacia adelante, su cabeza inclinada hacia un lado, y


puedo decir por la forma en que está sentado que sus ojos todavía están
cerrados. Los músculos de su espalda se mueven mientras sus manos se
mueven con gracia arriba y abajo de las teclas, sus dedos golpean cada nota
con perfecta precisión.

Me embarga una oleada de emoción tan abrumadora que mis ojos arden, las
lágrimas comienzan a formarse...

Aun así, se eleva. La música se dobla sobre sí misma, repitiéndose, repitiendo,


pero cambiando sutilmente cada vez, haciéndose más compleja y maravillosa,
y mi corazón vuela.

Es enloquecedor por su brillantez. Se apodera de mí y arde.


Y justo cuando creo que la creciente oleada de sonidos me robará la mente,
comienza a disminuir. La complejidad comienza a desmoronarse,
descomponiéndose en sus partes más simples. Una pequeña pieza a la vez,
Dash desarma la imponente obra maestra que ha creado, hasta que,
finalmente, los acordes que saltan se vuelven gemas que saltan, notas únicas,
brillantes y esperanzadoras...

Espaciadas como respiraciones...

Pequeños jadeos...

Florece...

En la oscuridad…

Y luego silencio.

Dash se aparta del piano, suspirando como si un peso que había estado
cargando durante mucho tiempo hubiera sido levantado inexplicablemente.

—¿Qué fue eso? —susurro.

El banco debajo de él cruje cuando se da la vuelta y me mira. —¿Qué crees


que fue, chica tonta? —Dice—. Fuiste tú.
26

Déjame decirte, no soy un mojigato, pero es difícil sentirse cómodo con otros
siete tipos, corriendo con sus pollas afuera. Esto nunca sucedería en
Inglaterra. Incluso en los vestuarios, los tipos británicos usan toallas
sincronizadas alrededor de sus cinturas para preservar su modestia. Los
estadounidenses son mucho más libres con sus cuerpos, pero este tipo de
exhibición va más allá de los límites. Reconozco sus caras, mientras los tipos
atraviesan el vestíbulo, completamente desnudos, pero no puedo decirte sus
nombres. Todo lo que sé es que son estudiantes de Wolf Hall, están
jodidamente drogados y probablemente han estado follando con chicas (o
entre ellos) en el comedor formal.

Carina murmura, —Oh, Dios —y agacha la cabeza cuando pasan volando


junto a nosotros. Me preparo para un asalto total si alguno de ellos la mira
de reojo, pero ninguno lo hace. Salen por la puerta principal abierta y se
adentran en la noche, chillando y gritando a todo pulmón como animales. Por
qué Wren pensó que esto era una buena idea, nunca lo sabré.

Hablando de Wren…

Lo encontramos tendido en la alfombra frente a la chimenea, con un sombrero


de fiesta rosa atado a la cabeza, el elástico debajo de la barbilla, sus rizos
oscuros formando un halo alrededor de su rostro. Está cata-jodidamente-
tónico.

—Se perdió toda la fiesta —Carina lo empuja con el pie descalzo. Hago una
mueca de dolor, esperando a que sus ojos se abran de golpe y nos apunten
con láser, pero ni siquiera se mueve—. Dios, no está muerto,
¿verdad? —susurra, inclinándose para estudiarlo más de cerca.

Me agacho junto a mi amigo, comprobando su pulso, que lo encuentro de


inmediato, un poco rápido, pero por lo demás constante. Su pecho sube y
baja, confirmando que él también respira. Tengo que moverlo, pero primero
tendré que encontrar a Pax. De ninguna manera puedo llevar al hijo de puta
arriba por mi cuenta.

Afortunadamente, la mayoría de la gente ya ha vuelto a Mountain Lakes o ha


subido a la academia. Habrá un puñado de personas que deberán reunirse y
salir, pero Riot House está casi desierta. Hay vidrios rotos por todos lados.
También hay una mancha de color rojo brillante en el sofá seccional, que
podría ser sangre, pero espero que sea vino. Tazas, vasos, platos. Rebanadas
de pizza medio roídas, boca abajo sobre el mármol. ¿Un condón usado, ¡uf!
¿Un condón usado tirado en la puta mesa de café? ¿Qué diablos le pasa a la
gente?

—Parece que ustedes muchachos tendrán que hacer una limpieza —Carina
se ve horrorizada mientras gira, asimilando la destrucción—. ¿Podría
quedarme y ayudar?

Dios, es jodidamente perfecta. Su color está un poco elevado. Brillantes


salpicaduras de rojo tiñen las manzanas de sus mejillas. Su brillo de labios
rosa bebé desapareció hace mucho tiempo, se desvaneció en el momento en
que comenzamos a besarnos, y ahora sus labios son de un rojo rubí natural,
hinchados y carnosos por toda la atención que les he dado. Sus pantalones
negros fluidos están bien, pero el pequeño top negro con el que apareció no
sobrevivió a la noche. Lleva una de mis camisetas, con la tela anudada en un
nudo sobre la cadera izquierda, y se ve tan sexy que casi quiero llevarla arriba
y follarla de nuevo.

Le acomodo los rizos salvajes detrás de las orejas, sonriendo al ver sus
pezones a través de la camisa. Ni siquiera pudimos encontrar su sujetador.
—No pasa nada. Tenemos un equipo de limpieza reservado para las seis de la
mañana. Normalmente bajamos a desayunar a Screamin' Beans mientras
limpian el lugar, pero no creo que esta vez sea posible. Wren está fuera de
combate, y Pax... —Echo un vistazo a mi alrededor—. A saber, dónde está.
Probablemente desflorando a una virgen en algún lugar. ¿Dónde están tus
amigas?

Saca el teléfono de su bolso y toca la pantalla, gimiendo cuando no se


enciende. —Muerto. Oh, mierda. La pobre Pres estaba prácticamente
desmayada cuando la dejé en la cocina. Espero que Mara la cuide.

—Mara no me parece del tipo de Florence Nightingale.

—Ella no lo es. Y ella también estaba peleando con Mercy. No creo que ella se
estuviera enfocando realmente en Pres.

¿Mara vs Mercy? Ahora hay una pelea en la que me hubiera costado apostar.
—Lo último que supe es que esas dos eran como uña y carne.

Carina me da una mirada. —Bueno, se pelearon por algo. Mercy se acercó y


le dijo a Fitz que Mara se estaba follando a Wren y… —Frunce el ceño—. ¿Qué
tan extraño fue eso, por cierto? Fitz estuvo aquí. Simplemente... apareció y
comenzó a tomar shots con nosotros como si estuviera totalmente bien que
estuviera teniendo sexo con un estudiante.

Me congelo, los vellos de la nuca se me erizan. —¿Mercy le dijo qué?

Carina me mira sin comprender. —Quiero decir, sí. Está jodido, lo sé. Jugó
con lo que Mercy estaba diciendo porque le gustaba lo celoso que se ponía
Fitz, pero...

—Mierda. Mierda. Oh, Dios, esto no es bueno. —Paso mis manos por mi
cabello—. Espera. ¿Qué dijo exactamente Fitz cuando Mercy le dijo que Mara
se estaba follando a Wren?

La alarma se apodera de su rostro. Ella no tiene ni idea de lo mala que es esta


situación todavía, pero mi reacción debe estar alertándola hasta cierto punto.
—Uhh, no lo sé. Mara dijo que no sabía que eran exclusivos o algo así, y Fitz
estuvo de acuerdo. Parecía tranquilo, pero se puso muy pálido y luego se fue
al baño. Esa es la última vez que lo vi antes de que aparecieras y nos
largáramos. Dash, ¿qué diablos está pasando? ¿Por qué parece que estás a
punto de sufrir un infarto?
Miiieeerdaaa. Aprieto la mandíbula. No le he dicho ni una palabra a Carrie
sobre las actividades extraescolares de Wren. Quería asegurarme de que no
se viera arrastrada a este lío incómodo si era evitable, pero ahora no estoy
seguro de tener otra opción. Wren sigue desmayado a mis pies, con un
aspecto ridículo en su sombrero de fiesta rosa, y por primera vez quiero
estrangular a ese imbécil seguramente le ha encantado la forma en que Fitz
y Mara han estado compitiendo por su atención. Le encanta el caos. Joder,
es el rey del caos. Y ahora parece que las cosas están a punto de estallar en
su cara.

Ugh ¿por dónde empiezo con esta mierda? Probablemente sea mejor salir y
decirlo. No tiene sentido endulzarlo. Va a sonar mal, no importa cómo lo
exprese.

Respiro hondo y lo escupo. —Mara no ha estado follando a Wren, Carrie. Fitz


lo ha hecho.
27

Fitz y Wren ¿Fitz y Wren? Sigo dándole vueltas a la idea en mi cabeza y no


tiene sentido. Solo que… supongo que explica la forma en que Fitz reaccionó
antes en la cocina. Al igual que todos los demás, pensé que estaba celoso de
que Mara saliera con otro chico. Ni siquiera había considerado que podría
haber estado celoso por el otro tipo que se estaba follando a Mara. Qué
maldito lío, los tres encerrados en este venenoso triángulo amoroso, y Wren
justo en el medio de él.

Dash encuentra a alguien que lo ayude a llevar a su amigo a su habitación.


Espero abajo en el vestíbulo, caminando de un lado a otro frente a la puerta
con los zapatos en la mano, preguntándome qué tipo de consecuencias épicas
surgirán de esta jodida situación. Pase lo que pase, no va a ser bueno.

Finalmente, Dash baja corriendo las escaleras con un juego de llaves en la


mano. —Ven. Yo te llevaré.

Al principio, creo que 'tomó prestadas' las llaves del Charger de Pax. Nunca
he visto a ninguno de ellos en un automóvil además del Charger, así que me
sorprende cuando Dash me lleva por la parte trasera de Riot House y hay un
gran garaje separado entre los árboles.

Hace calor para los estándares de New Hampshire, pero todavía es antes del
amanecer. Envuelvo mis brazos a mi alrededor, temblando mientras él da
marcha atrás pasando un Mercedes SUV negro fuera del garaje. Solo cuando
Dash ha girado el auto y lo ha estacionado a mi lado, puedo ver que es un
Maybach. Cristo. Eso es un auto por valor de ciento cincuenta mil dólares allí
mismo. Solo lo sé porque Alderman siempre está pensando en comprar uno.

Voy a entrar, pero Dash corre para llegar a la manija de la puerta antes de
que pueda. —Puede que sea un pedazo de mierda, pero al menos déjame fingir
que soy un caballero —Me besa rápidamente en la sien mientras me coloca
de manera protectora en el asiento delantero.

—No tenía ni idea de que tuvieras auto —le digo, mientras se aleja de la casa.

Él frunce el ceño. —Lo odio. Mi padre lo hizo entregar en mi último


cumpleaños. Lo he conducido tres veces. En la historia.

Miro el odómetro y me río a carcajadas al ver la cifra que se muestra en el


dial. Quince. Hay quince millas en el registro. Mi viejo Firebird se está
acercando a la marca de las ciento veinte mil millas.

El viaje por la montaña es corto. Se necesitan tres minutos para subir por la
carretera en zigzag. Antes de que me dé cuenta, Wolf Hall se materializa en la
penumbra del amanecer como un barco fantasma abandonado, flotando en
un mar de niebla.

Dash detiene el auto frente a la entrada de la academia, dejando el motor en


reposo. Me besa de nuevo, y esta vez el contacto entre nosotros es profundo,
suave y significa algo. —Envíame un mensaje de texto cuando tu teléfono
vuelva a estar encendido —susurra—. Dime que estás bien.

Me río. —Dudo que me vaya a pasar algo entre aquí y mi habitación.

Hace una mueca, fingiendo llorar. Creo que es la cosa más entrañable que he
visto en mi vida. —Mierda. Quiero colarme allí y abrazarte. Ojalá
pudiera —Aunque no puede. Tiene que ir y asegurarse de que los limpiadores
hayan aparecido en la casa y que Wren no se ahogue con su propio vómito
mientras duerme. Sé todo esto, pero eso no me impide gemir también. Lo beso
por última vez y salgo del auto.

—Lo digo en serio. ¡Escríbeme!

Lo despido con la mano mientras subo los escalones de la academia, con mi


aliento floreciendo a mi alrededor en el aire frío de la mañana. Los neumáticos
del Maybach levantan un aluvión de grava mientras Dash se aleja,
recorriendo el largo camino de entrada. Estoy cansada y dolorida, y sigo
mareada por Dash cuando abro la puerta de la academia, y por eso no lo veo
hasta que es demasiado tarde.

—Bastardo podría haberme dado un aventón.

Pax está apoyado contra la pared con un cigarrillo a medio fumar colgando
de su boca. Me guiña un ojo, y me golpea la sensación más fuerte de déjà vu:
con la rodilla doblada y la suela de su zapato izquierdo apoyada contra la
pared, y su cabeza echada hacia atrás con esa característica sonrisa de Pax
Davis en su rostro, se ve exactamente igual a como estaba en un Calvin Klein
que vi el mes pasado.

Da una larga calada al cigarrillo y retiene el humo en los pulmones antes de


soplarlo por la nariz. —Eso se veía muy amigable —Lo dice casualmente, pero
su tono se siente peligroso—. Ojalá mis conductores de uber se besaran
conmigo así cuando me dejan.

—Pax...

Se aparta de la pared. —No te preocupes. No voy a decir nada. Literalmente


no es de mi maldita incumbencia —Él baja los escalones y se aleja de la
academia. Mirando su espalda, busco algo que decirle, pero me quedo
totalmente en blanco. ¿Qué se supone que debo decir? No hay forma de que
lo convenza de que no solo fue testigo de cómo Dash me besaba.

Así que lo dejé ir.

Sigue caminando, el humo de su cigarrillo se hace cada vez más débil a


medida que desaparece por el camino de entrada hacia Riot House.
28

Por error, creo que al principio son los lobos.

Estoy medio dormido y el gemido agudo suena como la inquietante y


misteriosa bahía de Rasputin. Pero luego noto el cambio Doppler y la
sensación de que se acerca, una fatalidad inminente, y me lanzo de la cama
tan rápido que me golpeo la cabeza contra —¡ahh, mierda! —contra la mesa
de café de mi habitación. Ni siquiera llegué a la cama antes de desmayarme.
Me estrelle contra el maldito suelo.

No importa.

El zumbido en mi cabeza no importa.

Hay policías corriendo por la carretera.

En el rellano, Pax baja las escaleras, sombrío y listo para una pelea. Me ve y
se detiene. —¿Dónde está? —exige.

Está hablando de la droga que Wren compró para la fiesta. Encontrarla y


deshacerse de ella es nuestra principal prioridad en este momento, y solo
tenemos unos segundos para hacer el trabajo. Si llaman a la puerta antes de
que la encontremos, estamos jodidos.

—¡No lo sé! —Corro escaleras abajo en mis bóxers, tumbando frenéticamente


los cojines del sofá, tratando de ubicar la pequeña caja de madera en la que
Wren escondió cuarenta mil dólares en narcóticos anoche. Pax comienza en
los cajones de la consola debajo del televisor—. ¿Podría estar en su
habitación?

—¿Tal vez? ¡Mierda!

Pax se queda quieto. Las sirenas se acercan. —¿Podríamos haberlo terminado


todo anoche? —pregunta.

—¡NO! Todo el mundo estaría jodidamente muerto si acabara con tanta coca.

—Buen punto —Vuelve a rebuscar en los cajones.

¿Qué hora es? Es plena luz del día. ¿Tal vez las nueve? Me duele la cabeza
por la falta de sueño. Las limpiadoras han venido y se han ido, y el lugar está
impecable, aparte del desorden que estamos haciendo ahora mismo. Estoy
seguro de que han encontrado y eliminado las bolsas que Wren escondió y
que no fueron encontradas por nuestros compañeros. Probablemente
estemos limpios. O lo estaremos, una vez que encontremos esa maldita caja
de madera.

Pax corre hacia la ventana, apoyándose contra el alféizar. —Mierda. Ellos


están aquí. Ellos también tienen las luces encendidas. Vamos a ir a
la car… —Un ceño fruncido arruga su frente—. Espera. Ellos no se
detuvieron. Siguieron subiendo la montaña.

—Mierda. —Esto no augura nada bueno. Estamos a salvo por ahora, pero
¿cuánto durará eso? Si Harcourt descubrió drogas en uno de los chicos de la
academia, entonces solo será cuestión de tiempo antes de que derramen el té
y le digan a la policía de dónde lo sacaron. Pax y yo intercambiamos miradas
duras—. Necesitamos levantar a Wren. Ahora.

—Lo juro por Dios, si me abofeteas una vez más, te arrancaré el maldito brazo.
Déjame beber el café. Déjame pensar —Wren es tan gris como un cadáver. Ya
vomitó una vez, y estoy seguro de que se está preparando otro lote. Le tomó
tres minutos y una jarra de agua helada despertarlo, y ha estado furioso
desde entonces. Nos da miradas asesinas tanto a Pax como a mí,
despellejando mentalmente nuestros huesos. Sé que esto es lo que está
haciendo porque lo dijo, joder, cuando le di una palmada en la taza de café y
le ordené que se la bebiera.

—Tal vez alucinaron los autos de policía —se queja—. He visto algunas cosas
jodidas en las últimas doce horas.

Pax se inclina y coloca las manos en las rodillas para poder mirar a Wren a
los ojos. —Te amo como a un hermano, hombre, pero si no pones tu mierda
en orden, te voy a dar una paliza. ¿Dónde diablos has puesto la caja?

Hay muchas amenazas que se están transmitiendo en este momento y


ninguna de ellas está ayudando. Arrastro a Pax fuera del camino para que no
golpee al chico. —¿Dónde la tuviste por última vez, hombre? Quiero decir, ¿la
tenías aquí? —Hago un gesto hacia su habitación—. ¿O la cocina?

Wren trata de pensar en esto. Parece que le cuesta mucho. —Lo último que
recuerdo es que estábamos tomando una copa en Cosgrove's. Patterson me
preparó un long island con un paraguas.

Oh chico. Esto es maaalooo, malo, malo. Los ojos de Pax están más abiertos
de lo que nunca los había visto. —¡Eso fue en marzo! ¿Qué diablos tomaste?

Wren se levanta abruptamente. —Mira. Imbécil. Mi cabeza se siente como si


alguien hubiera perforado un agujero en la parte superior y vertido Drain-o
dentro. Es realmente malo. Entonces, hazme un favor y vete a la mierda.

Pronto se lanzarán los puños. Ha pasado una hora desde que la policía pasó
por la casa, y no tenemos ni idea de cuánto tiempo tenemos antes de que
aparezcan en nuestra puerta. Al menos hemos tenido la oportunidad de
ducharnos, por suerte, ahí es donde Wren decidió vomitar, y vestirnos ahora,
para no parecer degenerados y apestar a alcohol. Pero si la policía se presenta
aquí con una orden de registro...

Por tercera vez, saco el teléfono del bolsillo y le escribo a Carina. Por tercera
vez, ella no responde. El mensaje que me envió anoche después de que la
dejé: «Te extraño. Llámame cuando despiertes. Necesito decirte algo»
parece aún más siniestro ahora que no contesta su teléfono.

—Quizás es el momento —dice Pax—. Puedo llamarlo ahora mismo. Estará


aquí en un par de horas.

—No estás hablando de Rufu... —Wren se vuelve hacia él—. Será mejor que
no hables de Rufus.

—¡Por supuesto que estoy hablando del maldito Rufus! —Pax se frota la
cabeza con las manos y aprieta los dientes—. Se supone que Rufus está aquí
las veinticuatro siete. Se supone que es nuestro tutor legal mientras vivamos
en esta casa. Necesita estar aquí cuando la policía venga a hablar con
nosotros, de lo contrario, llamarán a nuestros padres. Quieres que el general
Jacobi se presente hoy más tarde, porque yo no. Tu viejo es un maldito
imbécil, amigo. El tuyo tampoco es mejor —dice, mirándome de reojo—. Lo
siento, pero hay que decirlo. Y nadie quiere que mi madre aparezca aquí...

—De hecho, me gusta tu mamá —interviene Wren.

—Sí, a también. Meredith es un amor.

—Ahora realmente no es el momento de empezar con esa mierda. Voy a llamar


a Rufus.

Wren se pone de pie. Está tan sombrío como la tumba cuando dice: —No estás
llamando a Rufus.

Diecisiete minutos después, llaman a la puerta.

Wren todavía está verde y Pax parece que acaba de escapar de su casa. Soy
la opción lógica. Vestido con una camisa negra y un pantalón de vestir negro,
abro la puerta. El policía es una mujer. Alta, de ojos afilados e irritada. Me
echa un vistazo y su actitud se deteriora. —¿Wren Jacobi?

—No. Dashiell Lovett. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarla, oficial? —¿Cuántos
años de cárcel conlleva la posesión de tantas drogas? Ni siquiera sé qué había
en la caja, pero apuesto a que es suficiente para alejarnos a los tres durante
mucho tiempo. Todavía somos menores de edad. No nos enviarán a prisión,
pero los menores de este país son igual de malos. Joder, joder, joder, joder,
JODER.

La mujer apoya su mano sobre la pistola que está en la funda de su chaleco.


—Tal vez puedas. Necesito hablar contigo y tus compañeros de cuarto sobre
la desaparición de una de tus amigas de la escuela.

Mi corazón es un trozo de roca en mi pecho.

—¿Qué?

—¿Desaparición? —Mierda. Carrie. Carrie no ha contestado su teléfono en


toda la mañana. Debería haberla acompañado hasta su habitación anoche,
por el amor de Dios. ¿Qué diablos me pasa?

La radio de la mujer chirría en su cadera, un estallido de estática seguido de


un estallido fuerte y agudo, pero ella lo ignora. —Recibimos una llamada esta
mañana de su directora, queriendo reportar la desaparición de una de sus
chicas. Una... —Ella revisa su libreta—. Mara Bancroft. No sabrías dónde está
ella, ¿verdad?
29

Cuando me despierto, hay un policía de pie junto a mi cama, iluminándome


los ojos con una linterna. Paso de medio dormida a puro terror en el punto
tres con cinco segundos planos.

Han venido por mí.

Me encontraron.

Saben lo que hice.

Debería haber escuchado a Alderman. Debería haberle prestado más atención.


¡Debería haber CORRIDO!

—¿Mendoza? ¿Carina Mendoza? —El policía me mira de reojo y vuelve a pasar


la luz sobre mi rostro.

—Jesús, Freddie, ¿qué diablos estás haciendo? Abre las cortinas, hombre. Le
vas a dar un infarto a la chica —Otro hombre vestido de uniforme entra en la
habitación, seguido de otro. La confusión de actividad, la repentina luz del
sol que entraba a raudales en la habitación; el balbuceo de voces, elevadas y
ansiosas en el pasillo, todo eso tiene mi pecho constreñido y mis pulmones
agarrotándose. No puedo respirar.

—Permiso. ¡Dije permiso! ¡Realmente no creo que esta sea una forma
apropiada de localizar a un estudiante! —La voz de la directora Harcourt es
un chillido agudo sobre el alboroto. Ella se abre paso hacia la habitación.
Tiene un teléfono celular pegado a la oreja y su cabello, normalmente tan
limpio y ordenado recogido en un moño, es un desastre. Lleva pantalones de
chándal y una camiseta, lo que simplemente no tiene sentido—. Espera un
minuto, Harry. ¿Puedo llamarte después? Tengo que lidiar con algo
rápidamente. Sí, sí, eso es correcto. No, no tardaré. Bueno. Adiós.

La directora Harcourt se coloca entre el borde de la cama y tres oficiales de


policía, de pie al otro lado de la habitación. —Caballeros, ¿pueden esperar
afuera mientras Carrie se viste? Ella estará lista para hablar con ustedes en
un segundo —La miran sin comprender, como si estuviera hablando en otro
idioma—. Ahora, por favor, caballeros. Tan rápido como puedan.

Se alejan, gruñendo por interferir con una investigación policial. Una vez que
se han ido, la directora Harcourt se vuelve hacia mí. —¿Hay algo que deba
saber, Carina?

—¿Qué... qué diablos está pasando?

Harcourt presiona el borde de su teléfono celular en su frente, los ojos


vagando por el piso mientras piensa. —Mara no estaba en su habitación esta
mañana. Algunas de sus pertenencias se han ido. Mercy Jacobi denunció su
desaparición. Hemos rastreado todo el lugar, buscándola. Olvidé que habías
cambiado de habitación por un minuto. Pensé que tú también faltabas, y
luego lo recordé. Tú y Mara todavía eran amigas, ¿verdad? ¿Qué pasó en esa
fiesta anoche? ¿Mercy dice que estaba molesta por algo?

Es una gran cantidad de información para asimilar. Niego con la cabeza.

No era Mara quien estaba molesta. Fue Fitz. Casi le digo eso a Harcourt, pero
capto las palabras antes de que salgan de mis labios. Necesito tener cuidado
aquí. Todavía me estoy recuperando del hecho de que me desperté con
policías de pie junto a mi maldita cama. Me alivia que no hayan venido a
buscarme, pero ahora parece que Mara ha desaparecido. Esto es demasiado
para asimilarlo de una vez. Necesito un momento para pensar. Di algo
incorrecto ahora mismo y alguien estará en la mierda.

Niego con la cabeza. Cierro los ojos. —No. No... lo creo. Lo siento. ¿Puedo
levantarme y juntar mis cosas? Le enviaré un mensaje de texto y averiguaré
dónde está. Estoy segura de que no habrá ido muy lejos.
Un estudiante perdido es un gran problema. Todos somos menores de edad,
y la directora Harcourt y el personal son nuestros tutores mientras estamos
aquí. No se supone que nos pierdan de vista. Sin embargo, una vez que
llegamos a los dieciséis años, tenemos privilegios y podemos irnos siempre
que registremos nuestros planes en el libro de la oficina. La madre de Mara
es una legisladora muy prominente en Nueva York. Si su hija se escapó de la
red, incluso para ir a visitar amigos o algo así, Harcourt está a punto de sufrir
un mundo de dolor.

—Sí, sí, por supuesto —Se pellizca el puente de la nariz y se muerde el labio
inferior—. Hablando en serio. Si hay alguna idea que puedas darme sobre lo
que está pasando aquí, sería de gran ayuda, Carina. Voy a tener que llamar
a Alderman y...

Me siento. —¿Por qué tienes que hacer eso?

—Porque eres una de las mejores amigas de Mara. La policía querrá


interrogarte a fondo si no podemos encontrarla. Alderman está registrado
como tu padre en tu documentación, que estoy obligada legalmente a entregar
a la policía. ¿Así que realmente sería de nuestro interés si pudieras decirme
algo que puedas saber...? —Ella se calla, esperando que le diga lo que quiere
escuchar: que Mara estaba enojada después de una pelea y decidió conducir
a Nueva York para pasar el rato con su hermana. ¿Qué se fue de la ciudad y
se dirigió a los Hamptons y se olvidó de llenar el libro de ausencias? No sé
qué quiere que le diga, pero todavía no puedo decirle nada. Primero necesito
hablar con Dash y averiguar qué demonios se supone que debo decir.

Mara probablemente se escapó a Mountain Lakes. Es temperamental y


fogosa, y si luchó con Fitz o Wren anoche además de hacerlo con Mercy, es
posible que haya decidido que necesitaba hacer una gran salida. Cualquier
cosa podría haber pasado después de que me fui con Dash y me dirigí a su
habitación.

—Presley —digo—. ¿Has hablado con Presley? Puede que sepa adónde ha ido.

Harcourt frunce los labios y niega con la cabeza. —Presley tiene un virus
estomacal —Ella no cree eso por un segundo; ella sabe que Pres tiene resaca
como la mierda—. Ella no puede recordar mucho de anoche, aparentemente,
y lo que puede recordar no tiene ningún sentido. Dijo que el doctor Fitzpatrick
estaba de fiesta en la casa de la colina, lo que obviamente es pura fantasía.
No hay forma de que Wesley haga algo tan estúpido como asistir a una fiesta
de estudiantes y beber con ellos —Ella observa mi reacción de cerca. Supongo
que espera captar algo en mi rostro que pueda decirle si esto es cierto o no,
pero tengo práctica en el arte de controlar mis rasgos cuando sea necesario;
No le doy nada.

—Lo siento. No sé nada ahora mismo. Pero si me dejas levantarme y echar un


vistazo a mi teléfono, yo...

Ella extiende su mano. —Dámelo por favor.

—¿Qué?

—Tu teléfono. La policía ha estado tomando los teléfonos celulares de todos,


por si Mara llama a uno de ellos. Definitivamente querrán el tuyo, y Alderman
no querría que tu dispositivo cayera en sus manos. Contiene información
confidencial.

—¿Qué tipo de información confidencial? —¿Cree que he estado discutiendo


secretos de estado allí o algo así?

—Número de teléfono de Alderman. Correo electrónico de Alderman.


Información que podría orientar a las partes interesadas directamente hacia
él. No... mira, confía en mí. No querrás entregar ese tipo de cosas a la policía.
Incluso policías normales, Carina. Si su teléfono termina con el FBI o la CIA...

—¿La CIA? —Estaba soñando hace cinco minutos. Estaba en una tienda de
bagels, tratando de comprar un bagel, pero seguían rociando polvo de hornear
sobre el queso crema. Eso fue extraño, pero esto es mucho más extraño. No
puedo entender nada de esto.

Harcourt agita sus dedos hacia mí. —Tu teléfono, Carina. Hay hombres
uniformados parados fuera de la puerta. Vamos. Lo digo en serio. Si te
importa una pizca Alderman, harás lo que te diga.

Esto es lo único que pudo haber dicho que me haría cumplir. Por supuesto
que me preocupo por Alderman. Él me protegió y se aseguró de que no me
metiera en problemas durante años. Si se mete en problemas porque yo
estaba siendo terca, nunca me lo perdonaré.
Le entrego el teléfono.

Ella mira la pantalla y pone los ojos en blanco. —Cristo, Carina. Tienes ocho
llamadas perdidas de Dashiell Lovett. Creía que eras más lista que eso.

—Es solo un amigo —Incluso puedo escuchar lo patético y falso que suena.

—Los chicos como él no tienen amigos, Carrie. Tienen conquistas y víctimas.


Empiezas como uno y terminas como el otro. Si sabes lo que es bueno para
ti, deberías...

Un fuerte golpe en la puerta le impide terminar la advertencia. Entra el policía


mayor que le dijo al joven que dejara de enfocarme con su linterna en los ojos.

—El tiempo es realmente esencial, directora. En casos como estos, las


primeras horas son vitales.

Ella inclina la cabeza, resoplando enojada mientras sale de la habitación.

Piden mi teléfono. Les digo que lo perdí, lo cual no creen, pero no hay nada
que puedan hacer al respecto. No pueden registrar mi habitación sin una
orden judicial. Me hacen una serie interminable de preguntas que van de lo
normal a lo indignante: ¿cuánto tiempo llevas siendo amiga de Mara? ¿Mara
te ha expresado alguna vez el deseo de suicidarse? ¿Mara y tú alguna vez han
tenido algún tipo de relación sexual?

Respondo a todas las preguntas con los dientes apretados, la ira creciendo
gradualmente dentro de mí a medida que pienso más y más en esta situación.
Voy a matar a Mara cuando finalmente regrese a la academia. Porque ella lo
hará. Aparecerá más tarde esta noche con el rabo entre las piernas, ¿y
adivinen qué? Ella sonreirá y hará pucheros y se le ocurrirá una historia a
medias sobre por qué tuvo que salir corriendo en medio de la noche, y todos
sentirán pena por ella. La policía se irá a casa. La facultad de Wolf Hall va a
ir por ahí alimentando a todos con la misma mierda: estamos tan aliviados
de que haya aparecido a salvo. Eso es todo lo que realmente importa.

Nadie le va a gritar por causar todos estos problemas. Nadie la regañará por
todo este pánico y confusión. Ella se saldrá con la suya y todavía estaré
recuperándome de la ansiedad de ser interrogada tan duramente por la
policía. Esta es mi peor maldita pesadilla. Todo lo que se necesita es un desliz,
una cosa incorrecta que no corresponda con el papeleo que sale de mi boca,
y estaré oficialmente jodida.

Sin embargo, milagrosamente logro pasar mi sesión con la policía sin


incidentes. Cuando salgo del comedor, que los policías secuestraron como un
área de interrogatorio temporal, ahí está Dash, apoyado en la pared, vestido
como si estuviera a punto de ir a una entrevista de trabajo. O un funeral. En
el segundo en que me ve, se dirige directamente hacia mí, pasando una mano
ansiosamente por su cabello. Mira a su alrededor, buscando sólo Dios sabe
qué mientras me toma del brazo y me lleva lejos de la multitud de cuerpos
que se han congregado allí: estudiantes, chismeando y teorizando sobre qué
tipo de mierda escandalosa en la que Mara podría haberse metido ahora. Me
aparta un poco por el pasillo, lejos de miradas indiscretas.

—Joder, Stella. Cristo. Que desastre —Se asegura de que nadie esté mirando,
y luego pasa sus manos por mis brazos y toma mi rostro rápidamente, sus
ojos saltan sobre mis rasgos uno a la vez.

—Oye, estoy bien —le digo—. Estoy bien. No te asustes. Estoy cansada y
molesta, no herida.

Sin embargo, actúa como si le estuviera ocultando una terrible enfermedad.


—¿Pasó algo después de que te dejé anoche? La policía llegó a la casa. Dijeron
que faltaba alguien e inmediatamente pensé que eras tú.

—No. No, no pasó nada. Bueno, espera. Me encontré con Pax, de hecho.
Estaba a punto de entrar y apareció de la nada. Te vio besándome. Traté de
hablar con él, pero se fue furioso.

La preocupación es evidente en la cara de Dash. Parece que se está hundiendo


de alguna manera, aunque todavía está erguido. Cierra los ojos, liberando un
suspiro forzado.
—Ustedes dos encontraron algo.

¡Mierda! Me alejo de Dash, mi corazón salta. Es Fitz y no parece feliz. Lleva


una camiseta de Wu Tang Clan y pantalones de chándal grises que lo hacen
parecer tan joven. A veces, la diferencia de edad de doce años entre él y
nosotros se siente como una vasta eternidad. En otras ocasiones, esa brecha
se siente jodidamente estrecha.

—¿Dónde está Wren? —Exige Fitz.

A mi lado, Dash se pone tenso, con sus ojos brillando. —Ocupado.

—Bueno, será mejor que le diga que levante su maldito teléfono. Necesito
hablar con él.

—Mejor para ti si no lo hago. Actualmente está siendo interrogado por la


policía porque tu novia ha desaparecido.

El exterior tranquilo de Fitz se resbala. Por un momento horrible, la rabia


furiosa y fea que hierve a fuego lento debajo de él es visible. Abre una mano,
como si pudiera extender la mano y agarrar a Dash por su camisa, pero luego
se detiene. La mano se cierra en un puño. —Ella no es mi novia. Ella es mi
alumna. Vamos a aclararlo ahora mismo —Sus fosas nasales se dilatan—. Y
bien. Si Wren no puede hablar conmigo, entonces tendrás que pasarle un
mensaje por mí. Será mejor que no le diga a la policía que anoche estuve en
esa fiesta. Será mejor que tú tampoco. Es mejor que todos ustedes, pequeños
cabrones, olviden que me vieron dentro de las paredes de esa casa, o las cosas
comenzarán a verse realmente mal para ustedes —Cualquiera que pasara por
allí vería la sonrisa preocupada de Fitz y su ceño fruncido y asumiría que el
profesor de inglés simplemente estaba verificando el bienestar de sus
estudiantes. durante un momento difícil y preocupante. Siempre que no
hayan escuchado el veneno en su voz, claro.

—¿De verdad crees que tienes algo que aprovechar contra nosotros con una
amenaza como esa? —Dash dice.

Fitz se lame los labios. —En realidad, sí, lo hago. ¿Ha desaparecido algo en la
casa por casualidad?

—¿De qué estás hablando?


—¿Quizás una cajita de madera? ¿Con una mándala grabada en la tapa?

No tengo ni idea de a qué demonios se refiere Fitz, Dashiell claramente lo


hace, la comprensión aparece en su cara —Hijo de puta —sisea.

—Juega a la pelota y todo saldrá bien. Si no mantienes la boca cerrada, esa


cosa terminará en manos de la policía. Y apuesto a que tiene el ADN de Riot
House por todas partes. El ADN de Wren como mínimo.

Dash lo mira con el ceño fruncido como un carbón ardiendo. Los roles están
invertidos ahora; parece que va a agarrar a Fitz. —¿Qué diablos te pasa,
hombre? Pensé que te preocupabas por él.

Fitz deja escapar un suspiro de cansancio. Mira a la derecha, saludando con


la mano y con una sonrisa tensa y profesional a uno de los policías que está
parado frente al comedor. —Lo hago —dice en voz baja—. Pero ha sido un
chico muy malo, Dashiell. Merece sufrir un poco por su comportamiento.
Estará bien. No pueden culparlo de nada. Nada importante. Mara es
caprichosa. No es de extrañar que se haya marchado sin decir una palabra a
nadie. Wren tendrá que sudar esto por un tiempo, pero pasará. Cuando todo
termine y las cosas se calmen, él puede disculparse conmigo y las cosas
pueden volver a la normalidad. Mientras tanto, mantén mi nombre fuera de
esos informes policiales. Sabes lo que pasará si no lo haces.

—Había doscientas personas en esa fiesta, Fitz —espeta Dash—. ¿Cómo


diablos se supone que vamos a asegurarnos de que nadie diga nada?

Fitz se encoge de hombros, coloca una mano sobre su hombro y le da un


fuerte apretón. —Ese ya no es mi problema. Lo descubrirás, Lovett. Tengo
toda la fe en ti. Eres un tipo ingenioso.

Doy un paso adelante, bloqueando el camino de Fitz. —Si hacemos esto por
ti, ¿prometes que será así? ¿Nos dejarás solos? Esa caja nunca verá la luz del
día, y nunca volverás a interferir ni molestar a ninguno de nosotros.

Él sonríe con una sonrisa ruinosa. —Por supuesto, señorita Mendoza. Lo juro
por mi vida.
30

—Deberíamos ponerlo en el puto suelo.

Pax está furioso. Ya hizo un agujero en la pared de la sala, que tendrá que
ser reparado. Wren simplemente se sentó allí y lo vio hacerlo. No gritó. No
vocifero. No le dio un ojo morado. Literalmente no hizo nada. Ha estado
mirando el daño en la pared como si fuera un agujero negro recién formado
que podría ser un portal a otro universo y se pregunta cómo pasará.

—Qué maldito personaje. ¿Tiene el descaro de venir a nuestra fiesta, robar


nuestras drogas y luego chantajearnos con ellas cuando su novia desaparece?
Eso es más que jodido.

Wren parpadea.

Pax y yo lo discutimos antes de que regresara de su entrevista con la policía,


y hemos decidido mantenernos firmes. O más bien nuestro silencio. Wren
todavía no ha admitido su relación con Fitz, y en este punto no podemos decir
nada al respecto sin empeorar todo esto. Solo tenemos que esperar hasta que
esté listo para decir algo. Lo cual empiezo a pensar que nunca lo hará. No
tengo ningún interés en obligarlo a confesar algo de lo que no quiere hablar,
y tampoco Pax, así que nos mantenemos en la línea de que Fitz solo está
preocupado por estar relacionado con la desaparición de Mara.

Después de un largo tiempo mirando el agujero que Pax hizo en la pared,


Wren dice, —Entonces… Mercy. Mercy hizo esto. Le dijo a Fitz que me estaba
follando a Mara. Aunque ella sabía que yo no lo hacía.
Le doy a Pax una mirada incómoda. —Yo no estaba allí, hombre. No sé lo que
se dijo.

Pax levanta las manos. —No me lo preguntes. Me chupaban la polla en el


baño de arriba.

Ese es un tema para otro momento, creo. Los ojos de Wren se ven realmente
vidriosos. —Ella está muerta para mí. Jodidamente muerta.

—Vamos hombre. Mara se presentará mañana. Todo esto se acabará. Mercy


se disculpará como siempre lo hace, y todo esto se olvidará en
Navidad —Sueno bastante convincente. No creo una palabra de lo que digo,
pero tengo que hacer algo para tratar de disipar la tensión que se acumula
como una nube de tormenta alrededor de nuestro amigo. Algo muy malo va a
pasar si no lo hago.

Solo resopla. —Me voy a la cama.

Una vez que ha desaparecido en el piso de arriba, Pax me mira con una
mirada oscura que atraviesa la piel, los músculos y los huesos. —¿Bien? —él
dice.

—¿Bien qué?

—Sabes qué —gruñe.

He estado esperando por esto. Temiéndolo. Carina dijo que él le dijo que no
iba a decir nada, pero he vivido con Pax desde hace bastante tiempo. Y
después de todas las tonterías por las que hemos pasado hoy, y todas las
demás tonterías de las que no podemos hablar con Wren, sabía que iba a
sacar esto a colación. Probablemente le ha estado comiendo todo el día.
Suspiro. —¿Qué quieres saber?

—¿Cuánto tiempo? ¿Y por qué mentir sobre eso?

—Dos meses —Espero los fuegos artificiales. Cuando no vienen, respiro


hondo e intento abordar su segunda pregunta—. Y mentí sobre eso porque
me gusta, Pax. Realmente me gusta ella. Y no quería hacer un juego de
romper su maldito corazón. ¿Eso es tan malo?
Pax nunca habla de sus tatuajes. No tenía ninguno cuando llegamos por
primera vez a Wolf Hall, cuando éramos unos flacuchos de catorce años. Hace
aproximadamente un año, nos dijo que se iría a su casa en Nueva York el fin
de semana, se subió a su automóvil y se fue. Cuando regresó, tenía el
contorno de su primera manga en su brazo derecho. Wren arqueó una ceja
ante la tinta fresca en esa forma muy parecida al estilo de Wren. Negué con
la cabeza, suspiré, pero no dije una palabra. Pax no es un partícipe. Ninguno
de nosotros lo es. No investigamos la mierda de los demás y no hacemos
preguntas. La tinta de Pax se ha deslizado lentamente por la extensión de su
cuerpo durante los últimos doce meses, y ahora ha comenzado a subir por su
cuello. Al mirarlo al otro lado de la sala, me doy cuenta de que no es la misma
persona que conocí cuando empezó la escuela. Ha sufrido algún tipo de
transformación, una metamorfosis, y no sé absolutamente nada al respecto.

Es jodidamente estúpido. Todo esto es jodidamente estúpido.

—No debería haber mantenido el secreto. Debería habérselo dicho a ustedes.


Tienes razón. Wren no debería mantener su mierda con Fitz en secreto. ¿Y
tú? A saber, lo que no nos estás contando. Tal vez es hora de que todos
pongamos nuestras cartas sobre la mesa. Quiero estar con Carina. Ya está.
Lo he dicho, joder. Voy a estar con Carina, y juro por Dios que te romperé el
puto cuello si la miras de reojo, hermano. No estoy bromeando.

Pax no dice nada. Cruza los brazos sobre el pecho, mirándome.

—¿Bien? ¿Qué? ¿Es aquí donde me llamas gilipollas y me dices que estoy
poniendo en peligro nuestra amistad? ¿Poner a una chica por encima de la
casa? —Estoy listo para estos argumentos. Estoy preparado para defenderme
de ellos. Para lo que no estoy preparado es:

—Mi papá murió. El invierno pasado. Simplemente... cayó muerto en medio


de la cena. Mamá dijo que era como algo salido de un sketch de comedia. Su
cabeza rebotó en la mesa. Casi aterrizo en su maldita sopa.

—¿Qué?

Se rasca la barbilla. —Embolia pulmonar. Dijeron que era porque estaba


volando todo el tiempo. Se formó un coágulo de sangre en su pierna o alguna
mierda y viajó por su cuerpo. Alojándose en sus pulmones. Algo salió mal y
él simplemente… —Chasquea los dedos—. Murió.

La relación de Pax con sus padres siempre ha sido difícil. Su madre en


particular. Le damos mierda por ella todo el tiempo, pero solo porque sabemos
que él se preocupa en secreto por ella. ¿Pero su padre? Su padre rara vez
aparece en una conversación. Y ahora... ¿está muerto? ¡Lleva muerto un
maldito tiempo! —Lo siento, hombre. No... no sé qué decir.

—No necesitas decir nada. El tipo se ha ido. No hay nada que hacer al
respecto. Así es la vida.

—¿Por qué me lo dices entonces? —Todavía estoy asombrado por esta


revelación.

—Sé algo sobre ti. Sabes algo de mí. Estamos empatados, Lovett. Mantén la
boca cerrada y no le digas nada a Jacobi al respecto. Haré lo mismo.

Camina hacia las escaleras y las sube sin decir una palabra más. Lo veo irse
con la cabeza dolorida en las sienes. Me dio una garantía contra él. Maldita
información colateral que no quería compartir. Ese no era el punto que estaba
tratando de hacer, y no se hizo con el espíritu del cambio. Esta información
que me ha dado solo ha provocado que las sogas que todos hemos hecho para
nosotros mismos nos aprieten más al cuello. Por un segundo, pensé que tal
vez el momento de los secretos había terminado, y el alivio fue enorme. No
más esconderse. No más mentiras. No más preocupaciones por lo que podría
pasar si no tengo cuidado. Ahora, tengo una herida más que cargar. Otra
verdad que se puede esgrimir como arma. Saber que el padre de Pax murió
no me ha hecho sentir mejor acerca de que Pax conozca mi secreto. Me ha
hecho sentir jodidamente peor.
31

Soy yo quien recibe la nota.

Sin embargo, no antes de que peinen el bosque. No antes de perder tres


noches de sueño y perder la mitad de mi maldita mente preocupándome por
ella. En el frente del sobre, la dirección del remitente es un motel de bajo
alquiler en Los Ángeles. En papel fino y barato, la letra chiflada de Mara me
dice que está bien. Que solo necesitaba un cambio de escenario. Que estaba
enferma y cansada de lo pequeña y patética que era su vida en Wolf Hall, y
de cómo ya se está divirtiendo mucho más ahora que es libre y vive según sus
propias reglas en Hollywood.

Lo leo y estoy tan llena de rabia que enrosco el papel de carta en una bola
antes de darme cuenta de que la policía va a querer verlo y tengo que
presionarlo contra mi escritorio de nuevo.

Estoy entumecida mientras Harcourt lee la nota. Entumecida mientras la


policía viene a recogerla. Entumecida cuando la directora llama a todos a una
asamblea y les explica que no han encontrado a Mara, pero sabemos que está
a salvo.

Esto es tan típico de Mara. Tan egoísta y tan ensimismada. El drama de la


despedida irlandesa más épica de todos los tiempos la atrajo, apuesto. ¿Pensó
que la policía se involucraría? ¿Pensó que me preocuparía, imaginando todas
las cosas que podrían haberle pasado a ella? ¿Y sus padres? Su pobre madre
y su padre hicieron un pedido en la televisión local, pidiendo ayuda para
encontrar a su hija. Su madre parecía desconsolada y pálida bajo las luces
del estudio. ¿Consideró Mara lo que su pequeño truco iba a hacer a sus
padres cuando ella misma desapareciera? No creo que lo hiciera.

Mara no es una mala persona. Pero ella es simplemente descuidada.


Desconsiderada. Las consecuencias de sus acciones no se le ocurren hasta
que es demasiado tarde y el daño ya está hecho. Mientras esté haciendo lo
que quiera hacer, Mara Bancroft no se da cuenta del resto del mundo y de
cómo sus acciones lo afectan.

Recuperé mi teléfono de Harcourt. Presley, que ha estado tan molesta por la


desaparición de Mara que no ha estado comiendo ni durmiendo, es retirada
de Wolf Hall por el resto del semestre por su madre sobreprotectora. La vida
avanza a trompicones. El único alivio de las consecuencias de la partida de
Mara es el momento en que apago la luz de mi dormitorio por la noche y
escucho el suave crujido de la puerta de mi dormitorio abriéndose y
cerrándose en la oscuridad. Dash viene todas las noches. Ya no se requiere
conversación o invitación. Sé que quiere venir a mí y sabe cuánto lo necesito.
Él es el ancla en la tormenta. El único punto de luz brillante en medio de una
tormenta muy oscura, guiándome lejos de las rocas, manteniéndome a salvo.

Esta noche, estoy sentada en el borde de la cama que me compró, mirando


hacia el observatorio, perdida en los pensamientos de las estrellas cuando él
entra silenciosamente en mi habitación. Casi grito de miedo cuando siento la
suave caricia sobre mis omóplatos.

—¿Perdida en el azul otra vez, Stellaluna? —Su voz es áspera y suntuosa, un


susurro cuidadosamente elaborado que hace que mis dedos de los pies se
enrollen en las mantas de la cama. He estado perdida en el azul durante años.
Más desde que llegó. Cuando miro hacia el cielo nocturno ahora, ya es difícil
ver las estrellas. Todo lo que veo es a él. Todo lo que siento es él. Sus manos
sobre mí. Su boca sobre la mía. El peso adictivo de él encima de mí,
empujando a mis piernas a abrirse, y luego la dureza de él empujándose
dentro de mí, trayendo el mundo a un enfoque brillante y nítido. He perdido
mi alma por este chico bajo un manto de estrellas cada noche, y he saboreado
cada segundo.

—Llegas tarde —le digo, tratando de no sonreír.


La cama se hunde cuando Dash se coloca detrás de mí; arregla sus piernas
para que yo me siente entre ellas, entre sus muslos, y el calor y la calidez de
él hace que mis músculos se relajen. Ni siquiera sabía que había estado tan
tensa hasta que mi cuerpo se funde con la seguridad de él. —Estás
equivocada. Llegué a tiempo. Nunca llego tarde. Mi padre me despellejaría
vivo si cometiera una infracción tan atroz en la etiqueta —Envuelve sus
brazos alrededor de mí, abrazándome con fuerza, de modo que mi espalda
está al ras de su pecho. Puedo sentir el thump, thump, thump constante y
sólido de su corazón latiendo a un ritmo contra mi columna.

—¿Cómo lo sabría tu padre?

—Él lo sabe todo —susurra en mi cabello. Él acaricia su rostro en el hueco


de mi cuello y me besa; el calor de su boca en mi piel me hace sentir como si
acabara de perder el equilibrio y caí en picado por el borde de un
acantilado—. Harcourt probablemente nos está vigilando e informando al
imbécil.

Me río; el sonido se convierte en un gemido entrecortado cuando sus dedos


suben por mi torso, subiendo por mi caja torácica como una escalera. Roza
sus pulgares contra la parte inferior de mis pechos, descansando el peso de
ellos en el dorso de sus manos, y gruñe profundo y bajo en el caparazón de
mi oído. —Me encanta cuando no usas nada más que una camiseta para mí
—gruñe. Girando sus manos, ahueca mis pechos en sus palmas a través del
material de mi delgada camisa de la NASA, frotando suavemente mis pezones
para que mi respiración se acelere.

No hemos tenido sexo desde la fiesta. Ambos hemos estado demasiado


preocupados y atrapados en lo que ha estado pasando como para pensar en
tocarnos. Pero ahora que Mara está a salvo, teniendo una aventura sola en
Los Ángeles, y Fitz se ha calmado, la válvula de presión debe soltarse entre
nosotros.

Me habían enseñado tanto antes que apenas podía quedarme quieta. Dejo
que mi cabeza se balancee hacia atrás para que descanse contra la clavícula
de Dashiell. Lentamente, desliza una mano por mi cuerpo mientras sigue
masajeando un seno con la otra. Cuando sus dedos se sumergen debajo de
la cintura de mis bragas y acaricia la suave y sensible carne entre mis muslos,
ambos dejamos escapar un suspiro desigual.

—¿Algo que quieras decirme? —Dash murmura—. Estás tan jodidamente


mojada. ¿Te tocaste mientras me estabas esperando?

Muerdo mi labio, negando con la cabeza. —Quería. Tenía tantas ganas de


correrme. Pero te quería...

—Querías que lo hiciera. Querías correrte en mi lengua —termina.

Girando la cabeza hacia la izquierda, levanto la barbilla y lo miro. Con la luz


de la luna entrando por los enormes ventanales, parece un ángel de mala
reputación, demasiado perfecto para las palabras. Sin embargo, hay algo muy
humano en él al mismo tiempo. Un lado defectuoso, vulnerable, que hace que
me duela el pecho. Podría ser un Nephilim, entonces. Me he topado con
decenas de mitos sobre la descendencia de ángeles y humanos al leer
historias sobre las constelaciones. Siempre hay una mezcla de folclore,
leyenda y mitología cuando se trata de la belleza del cielo nocturno, y los
hermosos hijos de los dioses y del hombre son siempre imposibles de resistir.

Con su cabello rubio brillante y la desconcertante variabilidad del color de


sus ojos, su mandíbula cuadrada y su cuerpo esculpido con arte, no tengo
ninguna duda de que fueron hombres como Dash quienes inspiraron ese tipo
de historias. Él es irresistible. Los polos podrían invertirse, el sol podría
colapsar y un horizonte de sucesos podría formarse y arrancar al planeta de
su órbita, y la fuerza con la que soy atraída hacia él aún sería infinitamente
más fuerte.

Dashiell me mira, sus ojos penetrantes ni marrones, ni azules, ni verdes, pero


más cerca del negro en la tenue luz de mi habitación, mientras continúa
acariciando sus dedos sobre mi coño. Él brilla de placer mientras me abre
con cuidado y desliza su dedo medio dentro de mí tan, tan, TAN lentamente
que tiemblo por necesitarlo. —Así es. Buena niña. Ábrete para mí —Agacha
la cabeza y coloca su boca a un milímetro de la mía, así puedo sentir el calor
de su boca, pero no la presión de sus labios. Este hermoso chico es cruel más
allá de las palabras. Gimo mientras frota su pulgar sobre mi clítoris en
círculos pequeños y apretados.
—Shh. No te preocupes. Lo voy a hacer mejor —murmura—. Voy a hacerte
sentir bien. Está bien —Me tranquiliza, hablando en un tono suave, gentil y
persuasivo mientras desliza su brazo alrededor de mi pecho y me abraza con
fuerza.

El beso finalmente llega, ardientemente caliente. Estoy tan codiciosa por su


boca, y el dedo que está bombeando dentro de mí, que una pizca de vergüenza
comienza a infiltrarse. ¿Qué diría Alderman si supiera lo desesperada y
hambrienta de sexo que me he vuelto por este chico? Estaría tan
decepcionado. Sin embargo, la vergüenza nunca se instala realmente. Se
desliza como la seda, aleteando hacia la nada, las hojas vuelan por un camino
vacío y todo lo que queda es el fuego.

Dios, duele mucho.

—Dash. Yo... joder, por favor.

—¿Por favor? —murmura—. ¿Estás rogando por mi polla como una buena
chica?

—Sí. ¡Sí!

Demuestra su aprobación mordiéndome el cuello, sus dientes tirando de mi


piel lo suficientemente fuerte como para caminar por la cuerda floja entre el
placer y el dolor. —Vas a tener que ser paciente un poco más, amor —Lame
donde acaba de morderme, ronroneando en mi oído—. No te preocupes. Está
bien. Puedes tomarlo.

Tiene más fe en mí que yo. Siento que estoy bajo demasiada presión y me
estoy deshaciendo por las costuras. Si no me da la vuelta y folla la viva mierda
en mi en los próximos sesenta segundos, no puedo ser responsable de las
cosas descaradas y sucias que haré a continuación. Me arrastraré por él. Haré
todo lo que me pida, le daré todo lo que me pida, siempre que me dé lo que
necesito a cambio.

La mano de Dash sigue moviéndose bajo mis bragas. Veo cómo me toca, el
calor que se desplaza por mi cuerpo y se acumula entre mis piernas. Suelta
su agarre sobre mí el tiempo suficiente para tirar bruscamente de mi camiseta
hacia arriba y tirarla sin contemplaciones por encima de mi cabeza. Lo dejo
hacerlo. Le dejo que me haga lo que quiera. Soy su muñeca, su juguete, y
nunca me ha gustado tanto ceder el control.

Me empuja hacia atrás contra su pecho de nuevo, de modo que estoy


recostada en la cuna de su cuerpo, sostenida por él, rodeada por él mientras
acaricia con su mano libre mi piel. Mi estómago, mis caderas, mis muslos,
mis senos. Dash se mueve de uno a otro, dejando un rastro de fuego detrás
de él a medida que avanza. Tengo frío con tanta piel desnuda, pero el calor
de las manos de Dash me calienta de adentro hacia afuera.

—Quiero mi corrida en estas tetas —murmura Dash—. La quiero pintado en


tus muslos. Quiero que tu coño esté resbaladizo, así sé que eres mía.

Mis ojos vuelven a mi cabeza cuando acelera el ritmo con los círculos que
dibuja en mi clítoris. Las crecientes olas de placer que están comenzando a
estrellarse a través de mí se vuelven más y más intensas con cada segundo,
y mis caderas actúan por sí solas, rodando, balanceándose, levantándose
para encontrar su mano, pidiendo más fricción.

—Hmm —Dash se ríe oscuramente—. ¿Quieres tomarlo por ti misma, amor?


¿Quieres usar mi mano para hacerte correrte?

Asiento tontamente. Es todo lo que soy capaz de hacer. Dash me besa con
rudeza contra el costado de mi cabeza. —Muy bien, cariño. A la mierda mi
mano. Te observaré mientras trabajas.

Soy una criatura sin sentido, desesperada por ser liberada. No es solo la
presión de querer y necesitar a Dash lo que se ha estado acumulando dentro
de mí, creando una acumulación de emociones. Es todo lo que pasó en la
fiesta. Es todo lo que pasó cuando era niña. Es Mara, huyendo y dejándonos
a todos preocupados durante días. Es Alderman, y todo lo que se espera de
mí. Es Fitz, Wren y Pax, y mis propias dudas paralizantes. La fuerza de la
presión que se ha estado construyendo dentro de mí se ha estado
acumulando durante años, ahora, y estoy tan frustrada que la liberación que
siento que viene es exactamente lo que necesito.

Ruedo mis caderas, aferrándome al brazo de Dash, y su boca se abre


ligeramente, sus dientes presionando su labio inferior. Qué excitación verlo
morderse el labio. Es tan malditamente sexy que no puedo soportarlo. Sus
ojos están llenos de pecado. Me mira y yo lo veo hacerlo. Sus ojos están
desenfocados, su respiración es irregular, entrando y saliendo de él. No
pasará mucho tiempo ahora. Puedo sentirlo: la presión caliente y apretada
que se acumula entre mis piernas y se eleva hasta mi centro. Me correré
pronto, con sus dedos dentro de mí y el talón de su palma trabajando contra
mi clítoris, y el mundo entero se derrumbará.

Dash palmea mi pecho, su expresión aturdida y llena de lujuria lo hace


parecer casi somnoliento. —Joder —Veo la forma de la palabra en su boca, y
un escalofrío me recorre todo el cuerpo. Dios, esto es... es...

Me balanceo contra su mano, mi ritmo se acelera, y Dash deja escapar un


gemido de dolor. —Joder, no puedo. Lo siento. Tengo que hacerlo —Rápido
como un rayo, se mueve detrás de mí, y luego sus pantalones son empujados
hacia abajo sobre sus caderas, y se acomoda entre mis piernas, y luego está…
oh… mierda, empuja dentro de mí.

Es tan malditamente grueso. Estoy llena de él, todavía estirándome para


acomodarme a su tamaño cuando comienza a mecerse contra mí. —Jesús,
joder, Carrie —gruñe—. Eres tan jodidamente hermosa —Se apoya, un brazo
a cada lado de mi cabeza, y me sostiene en el lugar, besándome
profundamente mientras me folla. El peso de él. El olor de él. Su susurro sin
aliento en mi oído. La leve salinidad de su sudor en mi lengua. La sola vista
de él, sus poderosos músculos moviéndose bajo una hermosa piel bronceada.
Dios, abruma todos los sentidos que tengo, dejándome incapaz de registrar
nada más que él.

Cuando me corro, me aferro a él y es demasiado. Estoy tan abrumada por él


y por la emoción que me invade, que extrañamente siento que estoy a punto
de romper a llorar. O reír. Ni siquiera sé cómo voy a reaccionar. Estoy
demasiado asustada para siquiera respirar.

Dash aprieta sus brazos alrededor de mí, su cuerpo se tensa cuando se corre
también. —Dios, Stella. Espera —Empuja profundo y fuerte, apretando los
dientes, y mi clímax se intensifica tres veces. Gruñe mientras me folla, sus
dedos se clavan en mi piel, sus dientes encuentran el hueco en mi cuello y mi
visión parpadea.
El descenso es tan dulce como el ascenso. Siento que estoy flotando, a la
deriva, hundiéndome en el colchón. Dash descansa encima de mí por un
momento, recuperando el aliento, y los dos simplemente estamos.

Estos son los momentos por los que vivo. Estos silencios gozosos, enredados
en la oscuridad, alimentan mi alma de una manera que nunca imaginé
posible. Después de un rato, Dash se apoya sobre un codo, moviéndose para
poder mirarme. Me quita los rizos húmedos de sudor del rostro, tarareando
en voz baja. Traza las yemas de sus dedos sobre mi frente, por mi sien, por el
puente de mi nariz. Y luego, muy suavemente, dice —Me gustaría decirte algo.

Mi pulso se acelera. —¿Es importante?

Él sonríe con una pequeña sonrisa, su voz muy tranquila. —Terriblemente.

—Entonces supongo que será mejor que sigas adelante.

Su mano descansa suavemente sobre mi cuello, su pulgar acariciando


reverentemente la línea de mi mandíbula. —Estoy tan enamorado de ti, Carina
Mendoza. Siento que podría morir.
32

—Yo también te amo.

No merezco las palabras, pero ella me las da de todos modos. Hablamos de


cosas de las que deberíamos haber hablado hace mucho tiempo. —Estaba
pensando… esperaba que tal vez quisieras venir conmigo. ¿A Inglaterra? Si
no quieres ir a Oxford, hay muchos otros lugares increíbles para estudiar. Y
sé que el clima es una mierda y la comida es aún peor, pero… —Busco su
rostro—. Es hermoso también. Hay algunos lugares realmente especiales que
me encantaría mostrarte. Y Europa está ahí. ¿Tienes idea de lo fácil que es
tomar un tren de Londres a París?

Ella simplemente me miró, estupefacta.

—Di algo. Estoy empezando a sudar de los nervios por aquí. ¿Te parece bien?
¿Vendrías? La cuestión de la visa no sería un problema. Y eres tan inteligente.
No hay forma de que no entres…

La sonrisa que se extendió por su rostro fue cegadora. —¡Sí! ¡Dios mío, sí! Eso
estaría más que bien para mí.

Ella lloró y yo la sostuve en mis brazos, preso de un miedo ridículo. Ella


estaba feliz. Tan jodidamente feliz que la carga de mi responsabilidad se hizo
muy evidente, muy rápidamente.

No puedo joder esto. Nunca me perdonaré si lo hago. Y Carrie se merece algo


mejor que ser ignorada en los pasillos. Le debo más que eso. Se merece a
alguien que la rodee con el brazo en público y se enorgullezca del hecho de
que incluso lo dejará. Ella merece que todos sepan que es amada y protegida,
y quiero ser yo quien le dé eso. Entonces tomo la decisión. Se lo voy a decir a
Wren. Pax ya lo sabe. No se alegrará de que yo elija seguir adelante con esto,
pero yo manejaré las consecuencias. Es hora de acabar con el subterfugio y
el engaño.

Ella está durmiendo ahora.

Mientras me visto y salgo de su habitación, repito sus palabras y la mirada


febril en sus ojos cuando me habló antes de quedarse dormida. “Yo también
te amo, Dash. Dios, traté de no enamorarme de ti, pero no pude detenerlo. No
puedo vivir sin ti ahora”

Yo también te amo.

El año pasado, pensé que las cuatro palabras más importantes del idioma
inglés eran 'solo un éxito más'. Sin embargo, no he fumado marihuana en
meses. Apenas he bebido nada. Carrie ha sido todo lo que necesitaba. Ahora,
ella es todo lo que necesitaré.

Cierro la puerta de su habitación detrás de mí lo más silenciosamente posible,


dándome la vuelta, todavía perdido en la repetición de ella diciéndome que
sentía lo mismo que yo, solo para caminar hacia una sólida pared de ladrillo
de músculos. Estoy tan sorprendido que mi cerebro sufre un cortocircuito al
principio. Pienso: Hugh, el guardia de seguridad, seguido de ¡Joder! Pero luego
miro hacia arriba, hay muy pocas personas en Wolf Hall a las que tenga que
mirar hacia arriba y me doy cuenta de mi error. El hombre de aspecto letal
con el que acabo de chocar es un completo extraño y no tiene por qué estar
en Wolf Hall Grounds.

Su piel es de un marrón claro, leonado. Sus ojos son tan azules, del color de
los icebergs, fríos y evaluadores. Su traje gris carbón está
extraordinariamente bien hecho y debe haber costado una pequeña fortuna.
Tal vez en sus treinta y tantos años, parece un banquero de inversiones de
alto poder, pero hay algo inquietante en él. Algo que no se siente bien. Cuando
cierra una mano alrededor de mi garganta y me aparta de la puerta, me doy
cuenta de que es porque tiene la muerte en los ojos.
—Lord Lovett, ¿supongo? —Me empuja lejos, dejándome ir. Mantengo los pies
debajo de mí, aunque retrocedo un par de pasos. Me tomó por sorpresa. No
soy un peleador como Pax, pero sé cómo poner a un chico en su culo cuando
lo necesito. Estoy listo para él cuando merodea hacia adelante y me agarra
por el cuello.

No lo creo, idiota.

No soy un perro para que me tomen con una correa.

Le quito la mano de un manotazo y me pongo en posición de equilibrio con


los hombros, con las manos cerradas en un puño mientras espero a ver qué
va a hacer a continuación. Sonríe, jugueteando con un gemelo por un
momento antes de hacer una maniobra hacia adelante, tratando de
engañarme para que retroceda un poco más. Pero no lo hago. Me acerco a él,
me agacho y le lanzo un gancho de derecha que lo toma por sorpresa. El golpe
aterriza justo en su mandíbula; no le he golpeado lo bastante fuerte como
para tirarlo al suelo. El puñetazo estaba diseñado para servir de disuasión,
para hacerle retroceder. Hacerle sonar un poco la campana. Creo que ha
servido de algo cuando el tipo deja de acechar y se endereza, llevándose los
dedos a la boca. Cuando baja la mano, con los dedos manchados de sangre,
sonríe, con los dientes cubiertos de rojo. —Vaya, vaya, vaya. He oído que eras
un chico guapo. Mimado de mierda. No estaba preparado para que pudieras
luchar de verdad.

Más rápido que un rayo de luz, su mano se extiende, con su propio puño, y
me golpea en la sien. Mi visión se tambalea, oscureciéndose en los bordes,
pero no caigo. Doy un salto hacia atrás, sacudiendo la cabeza, dispuesto a
enfrentarme a este hijo de puta.

Entonces, veo el arma en su mano.

Entonces, veo su dedo en el gatillo.

Sus ojos helados se entrecierran en furiosas rendijas. —Ven conmigo, idiota.


Ahora.
El Vanquish es una elegante bola negra, que se encuentra en reposo en la
entrada de la academia. El tipo me empuja en la parte trasera con la boca de
la pistola, ordenándome sin palabras que suba al asiento del copiloto. —Estás
bromeando, ¿verdad? Si me subo a ese auto, ¿qué te impide matarme?

—¿Quién dijo algo sobre matarte? —dice el extraño del traje elegante.

Me mantengo firme, literalmente clavando mis talones en la grava cuando él


me empuja hacia el auto nuevamente. —Supuse que para eso era el arma.

Su risa es ácida. —Las armas no solo sirven para matar. También son buenas
para causar una cantidad infinita de dolor. Pensé que empezaría con las
rótulas y seguiría desde allí.

—Deberías saber, si se trata de dinero, mi padre no es el tipo de hombre que


pagaría un rescate a un secuestrador. Realmente no le agrado mucho.

Se ríe más fuerte, el sonido lleno de genuina diversión. —Niño. Es un auto de


trescientos mil dólares al que te niegas a entrar. Tengo más dinero del que
nunca necesitaré. Ahora muévete, antes de que pierda los estribos.

—¿Y si no lo hago?

—Pruébame.

Soy terco. Siempre he sido terco. Contemplo darme la vuelta y retarlo a


cumplir su amenaza para ver qué hará… pero luego recuerdo a Carina arriba,
y la parte egoísta de mí, la parte que definitivamente quiere volver a verla, me
obliga a retroceder. Abro la puerta del lado del pasajero y subo al interior del
auto. El hijo de puta del traje entra.

—¿Me vas a decir de qué se trata esto?

Pone el auto en marcha y enciende el motor, arrancando de la academia.


—Cállate la boca.
Cierro la boca con fuerza. No para darle lo que quiere, que se joda este tipo,
sino porque necesito usar los próximos minutos para pensar. Tengo mi
celular en mi bolsillo. Podría intentar llamar de manera encubierta a Pax o
Wren, pero es la mitad de la noche. Wren probablemente se ha desmayado.
Pax podría estar despierto, pero estará drogado, borracho o escuchando metal
duro. Es notoriamente malo contestando su teléfono en el mejor de los casos.
De ninguna manera me responderá ahora. Entonces, le daré un puñetazo en
la garganta a este pedazo de mierda cuando me saque del auto. Le romperé
la puta nariz. Lo golpearé tan fuerte que al mismo tiempo se cagará y se
orinará.

—Lo que sea que estés planeando en esa bonita cabeza tuya… no lo hagas.
No terminará bien —El hombre me mira de reojo con desprecio.

Gruño. —Sí. Genial. Entonces trabajaré en desarrollar el Síndrome de


Estocolmo. Tú y yo podemos ir a vivir a un búnker en alguna parte. Te la
chuparé todas las mañanas. Puedes llamarme pastelito. Yo te llamaré cariño.
Olvidaré que me secuestraste a punta de pistola y aceptaré mi nueva realidad.
Compraremos una casa y adoptaremos un par de niñ...

¡DOLOR!

Es rápido y decisivo. Me agacho y me llevo la mano al pecho, y me sorprendo


al descubrir que hay un bisturí que sobresale de la parte de atrás de ella.

—Tienes una boca bastante desagradable, ¿no? —dice el tipo. Su voz es


tranquila. Aburrida. Se queda mirando por el parabrisas, con los ojos puestos
en la carretera mientras bajamos la montaña a toda velocidad. Su mirada se
desvía hacia el brillante implemento de acero enterrado en mi
carne—. Avísame cuando termines con eso. Me lo ha prestado un amigo.

Temblando, horrorizado, me quito el bisturí de la mano, lo dejo caer y hace


ruido en el reposapiés entre mis pies. La pequeña y pulcra incisión en mi piel,
metida entre el hueso y el tendón, apenas mide un centímetro de largo, pero
es profunda. La hoja estaba afilada. Tan aguda que la herida ni siquiera
sangra al principio. Pero cuando lo hace, brota...

—Toma —El tipo se balancea expertamente en una curva, controlando el


vehículo con una puta mano mientras me ofrece una toalla.
Qué carajo. Se la arrebato, envolviéndola alrededor de mi mano, siseando.
—¿Qué diablos está mal contigo?

—Estás familiarizado con el perro de Pavlov —dice.

—¡¿QUÉ?!

—Pavlov trabajó con caninos. Quería saber con qué facilidad se les podía
entrenar. Tenía esta campana, y cada vez que tocaba la campana, alimentaba
a su perro. Repitió esta acción una y otra vez, hasta que finalmente tocó la
campana y el perro comenzaría a salivar. Lo había condicionado para saber
que cuando sonaría la campana...

—¡SÉ SOBRE EL PERRO DE PAVLOV, imbécil!

El tipo no responde a mi furia. —Entonces comprenderás a lo que me refiero.


Ahora, esto podría ser muy presuntuoso de mi parte, y perdóname si me
equivoco —dice, levantando un dedo— pero supongo que eres más inteligente
que un perro. Espero que puedas hacer esta asociación sin que tenga que
repetirme dos o tres veces. Cuando te digo que cierres tu maldita boca,
maldita sea, cállate, o habrá consecuencias que no te agradarán.

Está jodidamente loco. Sin embargo, ha dejado claro su punto. Meto la mano
en la axila, haciendo una mueca de dolor. Y mantengo la boca cerrada.

Pasamos por Riot House, el edificio escondido entre los árboles, y el lugar está
en completa oscuridad. El tipo se ríe mientras veo desaparecer el desvío a la
casa en el espejo retrovisor del Vanquish. —Lo siento, amigo. Aún no es hora
de volver a casa. Pero no te preocupes. Esto no tomará mucho tiempo.

Me muerdo la lengua. Al pie de la montaña, el tipo gira hacia el pueblo de


Mountain Lakes, conduciendo cortésmente como si fuera una especie de
maldito ciudadano respetuoso de la ley. Me quedo de piedra cuando entra en
el estacionamiento del Cosgrove's, el bar de Wren.

El tipo se estaciona y sale, luego rodea el auto y me abre la puerta del


pasajero, arqueando las cejas. —Podemos hacer esto de la manera fácil o de
la manera difícil —me dice.
Salgo, todavía sujetando mi mano a un lado de mi cuerpo con mi brazo. El
tipo asiente hacia el edificio.

—Está cerrado —Incluso con la herida en mi mano y la promesa de más dolor,


no puedo evitarlo. Va en contra de mi propio ser facilitarle esto.

El tipo se pone a hablar. Pone los ojos en blanco como si yo fuera un niño
que se porta mal y no hace lo que se le dice. —La puerta está abierta. El
camarero se ha ido a casa a pasar la noche. Nadie nos va a molestar y necesito
un puto trago —Su cabeza se balancea hacia un lado—. Me aseguré de pasar
por alto todos los tendones importantes ahora mismo, pero no siempre soy
tan preciso, ya sabes. Entra antes de que haga algún daño serio.

Lo hago. Dentro de Cosgrove's, las luces están apagadas, aparte del tenue
resplandor naranja de la lámpara junto a la caja registradora. La máquina de
discos está encendida, tocando silenciosamente 'Burning Ring of Fire' de
Johnny Cash. El tipo da una palmada en el taburete al final de la barra,
indicando que debería sentarme. Mientras tanto, se dirige detrás de la barra
y agarra un par de vasos del estante junto a los refrigeradores. Deja los dos
en la mesa y toma una botella de whisky, Lagavulin, del estante superior, la
destapa y comienza a servir.

—Tienes preguntas —afirma el bastardo—. Quieres saber todo tipo de cosas,


pero empezaré con la información más importante primero. Mi nombre es
Alderman. Al menos, ese es el nombre con el que habrás oído de mí. ¿Suena
alguna campana?

Niego con la cabeza y el pedazo de mierda sonríe. —Estoy feliz de escucharlo.


Significa que está obedeciendo algunas de mis reglas. Bebe. Ayudará con el
dolor.

Tomo el whisky, mirándolo con furia, con la esperanza de que comprenda en


cuánta mierda se va a meter una vez que investigue un poco y descubra algo
de suciedad sobre él. Su sonrisa se ensancha. El niega con la cabeza. —Dios,
eres un libro abierto, ¿verdad, chico? Admiro la palabrería y el veneno. La
última persona que me miró así perdió un puto ojo.

—Sigue adelante —le espeto.


La sonrisa desaparece de su rostro. —Cuidaría ese tono si fuera tú —Toma
su trago sin pestañear—. Ahora. Se acabaron las presentaciones. Eres Lord
Dashiell Lovett IV. Soy Alderman.

—Alderman, ¿quién?

—Alderman, tu peor maldita pesadilla, ese es quién soy —No puedo decir lo
que está pensando. Supongo que no es nada bueno—. Soy personalmente
responsable del bienestar de la chica de cuya habitación te escapaste —me
informa.

Oh…

…Mierda.

Me sonríe. —Sí. Así es. Carina Mendoza es mi pupila. Me tomo muy en serio
la responsabilidad de su cuidado —Se sirve otro trago y luego desliza la botella
de whisky a través de la barra hacia mí, sugiriendo en silencio que ahora
puedo servirme a mí mismo—. Carrie es muy importante para mí. Es una
buena chica. Inteligente. Amable. Leal. Por eso no me sorprende que no hayas
oído hablar de mí. No te ha contado mucho sobre su pasado, ¿verdad? ¿De
dónde es? ¿Su familia? ¿Ningún detalle real sobre su procedencia antes de
llegar aquí?

Envuelvo mi boca alrededor del cuello de la botella, vertiendo el whisky


directamente en mi boca. No justificaré su pregunta con una respuesta. Si
está tratando de sugerir que no conozco a Carrie, entonces está ladrando al
árbol equivocado. Yo la conozco. Ella no me ha dado todos los detalles de su
pasado, pero ¿y qué? Eso no significa nada.

Alderman cruza los brazos sobre el pecho, mirando las alfombras de goma
sucias en el suelo detrás de la barra. Si no supiera nada mejor, pensaría que
lo asquearon. —Voy a hacer algo con lo que no me siento muy cómodo ahora,
Dashiell —dice—. Voy a romper la confianza de Carina, porque sé que nunca
lo hará.

—No tienes idea de qué diablos estás hablando.

—¿Oh? —Sus cejas se elevan una pulgada—. Entonces, ¿sabes que su


nombre no es Carina, entonces?
Este bastardo está tratando de meterse en mi cabeza. No sé por qué, cuando
algo como esto puede ser refutado tan fácilmente, pero lo es. —Estás
mintiendo.

—Es Hannah. Hannah Rose Ashford.

Mentiras. Mentiras, mentiras y más mentiras.

—Hace seis años, la encontré al costado de la carretera en las afueras de


Grove Hill, Alabama. Era mediados de febrero, una noche fría y lluviosa, y
ella corría por el costado de la autopista. Completamente desnuda.

—¿Qué es esto, hombre? ¿Por qué demonios te has inventado algo así?

—¿Parece que te estoy mintiendo, idiota? —Sus ojos están parejos. Estable.
Concentrado y serio—. Le ofrecí llevarla a la policía, pero ella dijo que no.
Estaba cubierta de sangre.

Me aparto de la desagradable escena que está pintando. Yo no le creo. Él está


mintiendo. Por alguna razón desconocida, me está contando un montón de
tonterías que realmente quiere que crea, y es tan vil que ni siquiera puedo
tolerar imaginarlo.

—Ni siquiera se resistió cuando paré el auto y la puse en el asiento del


copiloto. Estaba en estado de shock. Sus ojos estaban desenfocados. Tenía
una sudadera con capucha en la mano que apestaba a humo de cigarrillo. Se
quedó sentada en silencio, escuchando durante mucho tiempo, y yo me limité
a conducir. Le dije que me dirigía a la costa oeste. Le dije que la llevaría
conmigo si quería. Tenía toda la intención de encontrarle un hogar seguro
una vez que llegara a mi destino, pero entonces, en algún lugar de la frontera
entre Wyoming y Montana, empezó a hablar. Abrió la boca y no pudo parar.
Su madre estaba con ese malvado llamado Jason. Un adicto. Todo lo que
podía conseguir, lo esnifaba, lo fumaba, lo tragaba o se lo metía en el brazo.
Su madre se va a trabajar una noche y Jason quiere que deje a Hannah en
casa. La mujer no puede decir nada, porque Jason le dará una paliza por
contestar. Así que se va. Deja a su hija de once años con este asqueroso
imbécil. Jason invita a sus amigos. Uno de ellos, Kevin, trafica con heroína.
Comienza a compartir sus productos. ¿Y Hannah? Está atrapada en medio
de todo esto, preguntándose cuándo va a pasar algo malo. Y lo hace.
—Detente.

Los ojos de Alderman se clavaron en mí. —Jason no puede pagar su heroína,


así que Kevin le hace un trato. Ofrece un intercambio. Hannah por las drogas.

—Mierda. Solo... Dios, estás enfermo. ¿Qué ganas, inventando esa mierda?
Eso es oscuro.

—Solo que Hannah es inteligente. El hijo de puta enfermo se ofrece a drogarla,


y ella dice que sí, porque estar drogada es mejor que estar completamente
consciente cuando estás a punto de ser violada, ¿verdad? Y luego el tipo la
está manoseando, tocando sus lugares en los que no quiere que la toquen, y
la aguja llena de heroína está ahí...

—¡DETENTE!

Está bien, le creo. No quiero admitirlo, pero le creo, e imaginándome esto,


sabiendo que Carrie pasó por eso, no puedo soportarlo. No puedo aceptar que
no estuve allí para protegerla. No podría haberlo estado. Todavía estaba en
Inglaterra. Yo todavía era un niño. Sin embargo, habría muerto salvándola de
ese tipo de horror si hubiera tenido la oportunidad.

Alderman se inclina hacia adelante y coloca las manos en la barra. —No he


terminado. Ella tomó la aguja y la clavó en el ojo de ese hijo de puta. Disparó
todo esa H directamente a su cerebro. Tardó cinco segundos en morir, pero
su cuerpo sólo... seguía... temblando. Lo busqué en las noticias locales un
par de días después, una vez que la tuve a salvo en Seattle. Me costó
encontrarlo. Incluso los sitios de noticias de Alabama no se molestan en
informar sobre los malditos sucios que mueren por sus adicciones. El tipo
tenía dos condenas previas por abuso de menores. Una por asalto y agresión.
También era un boxeador de peso welter. Podría haber dado a un hombre
adulto una paliza decente por su dinero, pero fue derribado por una niña
flaca de once años. Esa es la niña con la que te has estado acostando —dice,
mirando hacia otro lado mientras se pasa la lengua por los
dientes—. Supongo que te la has estado follando. No se me ocurre ninguna
otra razón por la que un chico de tu edad se escabulla de la habitación de
una chica en mitad de la noche, haciendo reverencias como si fuera una puta
estrella del rock.
¿Ella lo mató? Ella apuñaló a ese tipo en el ojo con una aguja llena de heroína.
No puedo envolver mi cabeza en nada más. Debería estar prestando atención
al borde peligroso en la voz de Alderman mientras habla de mí follando con
Carrie, pero mi mente está enganchada en esa información y se repite como
un disco rayado, incapaz de seguir adelante.

—¿Por qué me estás diciendo esto? —susurro.

—¿Por qué piensas? Hagamos una pequeña revisión, ¿de acuerdo? —Hace
una mueca, fingiendo pensar—. Recibo una llamada telefónica de su
directora, diciéndome que tu entrometido compañero de cuarto está
husmeando en registros que están sellados, que no tienen nada que ver con
él. Entonces, detecto una brecha en el firewall de la escuela. Probablemente
del mismo imbécil, ¿verdad? Y luego, ENTONCES —dice, enfatizando la
palabra— haces una fiesta en ese pequeño centro de sexo que compartes con
tus amigos. Hay drogas por todas partes, algo con lo que sé que Carrie no se
habría sentido cómoda por obvias jodidas razones, y luego una de sus amigas
desaparece. Hay policías arrastrándose por toda la academia. La gente está
empezando a mirar demasiado de cerca las cosas que no deberían mirar.
¿Sabes lo que le pasaría a Carrie si la policía la arrastrara de regreso a Grove
Hill?

Mi boca está seca como ceniza. No puedo respirar No puedo tragar. —Ella
tenía once años, por el amor de Dios. Ella se estaba defendiendo.

—Correcto. Pero habrá una inquisición. Una audiencia. Este es el sur


profundo, no Surrey, Inglaterra. Hay muchas posibilidades de que la
encuentren culpable de algún cargo de mierda y la envíen a la cárcel por al
menos un año. Un año puede que no sea mucho para ti o para mí, pero ¿qué
crees que le haría a Hannah un año en un lugar como ese? ¿La dulce, amable,
honesta, inteligente y leal Hannah? —Su expresión me da ganas de vomitar,
porque ya no se ve muy amenazador. Se ve horrorizado, como si supiera lo
que le hará a ella y no es nada bueno—. No quiero averiguarlo. Si estás
dispuesto a averiguarlo, entonces deberías estar muy, muy asustado, porque
eso significa que te has estado follando a una chica que me importa mucho y
no tienes ningún respeto por ella. Y eso, amigo mío, te llevará al cien por cien
a perder las dos bolas.
—¿Qué...? —Jesús, no puedo pensar con claridad. Mi mano está gritando de
agonía, pero el dolor apenas es ruido de fondo en este punto. La imagen de
Carrie, de once años, manoseada y maltratada por un matón. Tener que
actuar tan precipitadamente y defenderse a una edad tan joven, porque tenía
miedo...

Trago la bilis que sube por la parte posterior de mi garganta. —¿Qué quieres
que haga?

—Haz lo que los chicos de mierda como tú hacen mejor —espeta


Alderman—. Rompe su corazón. Sigue adelante. Asegúrate de que nunca más
quiera tener nada que ver contigo o tus amigos. Cuanto más lejos esté de ti y
de tus compañeros de cuarto, más segura estará.

Pienso. Proceso. Intentar hacerlo, al menos. Y cuando eso resulta imposible,


bebo profundamente de la botella de whisky. Un segundo. Un tercero. Cuando
salgo a tomar aire, digo —¿Por qué? ¿Por qué la recogiste en la carretera?
¿Por qué estás aquí ahora? ¿Estás enamorado de ella o algo así?

La repugnancia abierta recorre su rostro. —Deberías sentirte sucio por


preguntarme algo así. La ayudé porque me recordaba a otra amiga a la que
traté de ayudar una vez.

—Oh. Entonces, una historia de éxito, interpretando al buen samaritano, y


pensaste que estabas calificado para...

—Nunca dije que tuviera éxito —interrumpe Alderman—. Ella murió, idiota.
Y que me condenen si dejo que algo así vuelva a suceder.
33

Me despierto sonriendo. A pesar de todo lo que ha pasado últimamente, me


despierto con una sonrisa en el rostro y me siento feliz. Me duelen las
atenciones de Dashiell anoche. Mi cuerpo duele gratamente, recordándome
dientes y manos, besos feroces y orgasmos sin aliento. Durante un tiempo,
los recuerdos son demasiado agradables y reconfortantes como para
deshacerse de ellos, así que me acurruco de lado, arrojo el edredón sobre mi
cabeza y me permito el lujo de volver a reproducir la noche, desde el momento
en que Dashiell se coló silenciosamente en mi habitación, hasta el momento
en que salió sigilosamente.

Es mejor que el chocolate. Mejor que la música, las matemáticas o las


estrellas. Nunca volvería a mirar a través de la lente de otro telescopio si eso
significara que me sentiría tan delirante cada mañana cuando me despertara.

Sin embargo, pronto, no se podrá evitar más. Tengo que levantarme. Presley
insistió en exigir que desayunáramos esta mañana. Normalmente no me
molesto, pero Pres está hambrienta por las mañanas y ha desarrollado una
tendencia a marchitarse como una flor que necesita agua si no tiene al menos
un poco de avena. Supongo que tomar un café suena como una buena idea,
ahora que lo pienso. Me levanto, me ducho y me visto, todavía emocionada
por lo increíble que fue anoche, y él es todo en lo que puedo pensar. Lo único
que importa.

Vamos a la universidad juntos. Vamos a tener una vida y un futuro juntos.


Un año más en Wolf Hall y seremos libres: dieciocho, adultos, capaces de
tomar decisiones por nosotros mismos. Su padre provocará un infierno santo
una vez que se dé cuenta de que su hijo traerá a una americana ruda a
Inglaterra con él, pero lo superará a tiempo. Al menos espero que lo haga.

Presley golpea contra la puerta, aunque la dejé abierta para ella. Creo que
aprendió la lección la última vez que irrumpió en mi habitación y vio más de
lo que esperaba. Ella me sonríe. —Deja la brocha del rubor. Eres perfecta.
Vamos.

Mientras nos dirigimos al comedor, mi teléfono suena en mi bolsillo. Lo saco,


un poco mareada cuando veo de quién es el mensaje.

DASH: Hoy no iré. Dolor de cabeza. Nos vemos en el observatorio a las 8.

La decepción me envuelve. Tenía muchas ganas de verlo esta mañana. Me he


acostumbrado a nuestra comunicación silenciosa a través de los pasillos y
las aulas de Wolf Hall. Aun así. Una reunión más tarde en el observatorio es
mucho que esperar.

—¿Vas a decirme de qué te estás sonrojando, o tendré que adivinar? —Presley


gime.

—Probablemente sea mejor si tú tampoco lo haces —le digo—. Terminarás


marcada de por vida.

Ella finge estremecerse de disgusto, pero sé que solo está bromeando. —Bien.
Me alegro de que todo te esté saliendo bien, amiga. Tengo que decir que me
preocupé muchísimo cuando los encontré a los dos saliendo de esa pequeña
cama individual, pero estoy impresionada. Han pasado dos meses enteros y
Dashiell Lovett ha demostrado que es capaz de comportarse. Dudo que Wren
o Pax pudieran haber hecho eso.

Pres toma una magdalena de arándanos del comedor. Me doy el gusto de


tomar un café expreso doble, a pesar de que se supone que no podemos
servirnos el café de los mayores. Estoy animada, rebotando por todas partes
durante el resto del día. Cuatro profesores diferentes comentan mi buen
humor. Ni siquiera la visión de Fitz flirteando con Damiana Lozano fuera de
su estudio es suficiente para disminuir mi estado de ánimo. Para cuando
termina la última hora y termino todas las tareas en mi habitación, estoy a
punto de reventar. Sólo faltan dos horas. Dos horas hasta que tome el sinuoso
camino hasta el observatorio y vea al chico del que me he enamorado tan
imprudentemente.

Afuera, ya está oscuro y el viento sopla sobre la cima de la montaña. Gime a


través de los estrechos huecos en los marcos de las ventanas junto a mi
escritorio, pero el extraño sonido no me molesta. Estoy ansiosa por
envolverme en una chaqueta abrigada y subir la colina. El escalofrío y el
ejercicio combinados serán una excelente manera de quemar el exceso de
energía nerviosa que está saltando por mis venas.

Elijo lo que voy a usar para mi cita con Dash: jeans negros ajustados y un
suéter blanco fino con rayas azules. Me puse unas zapatillas Adidas en lugar
de las botas negras de tacón cubano que me llamaban cuando abría mi
vestidor, las zapatillas son una elección más inteligente que cualquier cosa
con tacón, dado el camino de tierra rocoso que voy a subir en la oscuridad en
breve.

Una vez que me he arreglado el cabello y me he aplicado la menor cantidad


de maquillaje, me acuesto en la cama y veo la televisión un rato, pero nada
puede llamar mi atención. Estoy demasiado emocionada para pensar con
claridad. Al final, me siento en el borde de mi cama, dando la vuelta al teléfono
en mis manos, pensando en hacer algo muy precipitado. No debería.
Definitivamente, al cien por cien, no debería hacer lo que estoy considerando
hacer... pero he tenido un peso sobre mis hombros durante semanas. Es
culpa. He estado ocultando esto durante demasiado tiempo, y cada día mi
remordimiento se ha vuelto más y más paralizante. Mi mente está decidida.
Desbloqueo mi teléfono y me dirijo a mis contactos, y el número que estoy
buscando está justo en la parte superior de la lista: A1.

No es su nombre, por supuesto. Se aseguró de que no ingresara su número


con el nombre de Alderman. A1 parecía la opción más fácil. Dado que él era
la persona a la que más le enviaba mensajes de texto cuando vine aquí por
primera vez, tener su número tan fácilmente disponible tenía sentido. No
recuerdo cuánto tiempo ha pasado desde que le envié un mensaje. Lejos, muy
lejos, demasiado tiempo. Va a tener tantas preguntas para mí, y esta vez he
decidido que le voy a decir la verdad. No va a aprobar esto. Probablemente,
pasará los próximos noventa minutos ensalzando las virtudes del celibato
hasta los veinticinco años, con lo que siempre estuve de acuerdo antes. Los
chicos no eran algo que me preocupara. Ninguno de ellos. No los necesitaba
complicando mi vida o arruinando mi capacidad de atención en la escuela.
Sin embargo, es fácil renunciar a algo cuando nunca has experimentado lo
increíble que puede ser. Y no es como si se tratara de un helado de chocolate
doble o una taza de café realmente buena. Este es Dashiell Lovett, el chico
más sexy del mundo. Ahora que ha estado en mi vida, no hay forma de que
pueda dejarlo de lado y volver a ser feliz. Siempre sabré lo que me estoy
perdiendo. Entonces, ha llegado el momento de ser honesta con Alderman.

Es de esperar una decepción. Va a tratar de convencerme de esta decisión


estúpida y peligrosa, de dejar entrar a alguien en mi vida, de enamorarme de
alguien, de confiar en alguien lo suficiente como para querer contarle mi
secreto más profundo y oscuro. Porque, al final del día, eso es lo que va a
suceder. Dash necesita saberlo. ¿Cómo diablos se supone que debo confiar
en nuestra relación si los cimientos mismos están construidos sobre arena?
Muchas medias verdades que no se acercan a formar un todo.

Mi corazón se me sube a la garganta mientras sostengo el teléfono en mi oído.


Suena, y el miedo casi me domina. Me mantengo firme, con las palmas de las
manos sudorosas, sabiendo que esto es lo mejor. La línea suena de nuevo, y
luego otra vez. Cada vez que suena el fuerte zumbido en mi oído, tengo que
evitar acobardarme y colgar. La línea se queda en silencio momentáneamente
y luego se escucha un clic.

—Ha llamado al Emporium Bridal and Formal Wear Center de Ashley, donde
sus sueños de boda se hacen realidad —dice una voz femenina brillante y
demasiado amigable—. No podemos comunicarnos con el teléfono en este
momento, pero si desea dejar su nombre, número y un mensaje corto, nos
aseguraremos de comunicarnos con usted tan pronto como podamos. ¡Ten un
día maravilloso!

La última vez que llamé y Alderman no contestó, el número me conectó con


un restaurante chino. El tiempo anterior a eso, era una agencia de viajes. El
Emporium Bridal and Formal Wear Center de Ashley es un frente nuevo para
mí tutor. Por millonésima vez, me pregunto quién consigue grabar mensajes
de voz tan convincentes.
—Oye —Jugueteo con el fleco de la manta al final de mi cama. Partes de ella
todavía están trenzadas donde Presley la trenzó hace meses, antes de la fiesta
cuando Dash me besó por primera vez—. Llámame cuando puedas. Me
interesa comprar un vestido —Se supone que no debo dejarle mensajes
detallados, por si acaso alguien está escuchando. Se supone que ni siquiera
debo dejar mi nombre. Sin datos personales. Nada que de alguna manera
pudiera llevarnos a él o a mí. Pero esta vez necesito decir algo. Siento que esta
cosa entre Dash y yo de repente es demasiado grande para guardar un
secreto.

—Hay un chico —digo en voz baja—. Sé que se supone que no debe haber un
chico, pero no pude evitarlo, está bien. Trata de no enojarte demasiado. Es
un buen chico. De hecho, creo que te va a gustar mucho.

Termino la llamada, llena de esperanza. Decirle a Alderman es lo correcto.


Quiero decir, no es estúpido. No pudo haber pensado que iba a estar soltera
toda mi vida. Alguien siempre iba a venir y hacerme perder el control. Sin
embargo, Dash ha hecho más que eso. Ha sanado la parte de mí que asumí
que estaba rota para siempre. Me ha dado una oportunidad hacia un futuro
real, donde puedo hacer más que simplemente sobrevivir. Uno donde
realmente pueda vivir.

Ya casi no noto la lluvia. Los años que pasé en Seattle antes de llegar a Wolf
Hall me acondicionaron para enfrentar un clima húmedo y miserable. Al
menos todavía hace calor. Eso es algo. Meto las manos dentro de los bolsillos
de mi impermeable, apresurándome por el sendero del acantilado hacia el
observatorio. ¿Cómo es posible que todavía pueda estar llena de mariposas
cuando pienso en su sonrisa? Dios, soy una maldita causa perdida. Es
vergonzoso cuánto amo a este chico.

Como de costumbre, Dash llegó antes que yo y cerró todas las cortinas opacas
de las ventanas. Esta vez, sin embargo, no ha cerrado la puerta desde
adentro. Me apresuro a entrar, luchando para cerrar la puerta, y...
¿Qué?

Dash mira hacia arriba y me sonríe, aunque hay algo mal en la sonrisa. Algo
de plástico, forzado y duro. Eso podría tener algo que ver con el hecho de que
no está solo aquí. Aquí hay una chica. Otra chica. Una chica que no soy yo...
y ella está de rodillas a sus pies, y su polla está en su boca.

Otra vez…

…¿QUÉ?

—¡Ahhh, mierda! —Inhala bruscamente a través de los dientes—. Lo olvidé


totalmente. Te dije que me encontraras aquí esta noche, ¿verdad?

Estoy... ¿dónde están mis palabras? Estoy sin palabras. ¿Qué demonios está
pasando?

Dash se ríe, pasando sus manos por el cabello de la chica. Su cabeza continúa
moviéndose hacia arriba y hacia abajo sobre su polla. ¿Quién ... quién es esa?

—No te preocupes. Si me puedes dar veinte minutos, habré terminado aquí y


estaré listo para continuar. Solo toma asiento o algo.

Sólo…

…toma…

…asiento…

…o….

…algo...

Una carcajada de risa sorprendida sale de mi boca. Una solitaria ráfaga de


sonido que rebota por el interior del observatorio.

La chica, Amalie Gibbons, creo, deja de hacer lo que está haciendo y mira a
Dash. No veo su cara, pero él sí. Acaricia su mejilla afectuosamente, de la
forma en que había acariciado la mía tantas veces antes. —Ella puede unirse
a nosotros totalmente. No me importa —Se limpia la boca con el dorso de la
mano y la realidad se deforma.
¿Cómo es que esto no tiene ningún sentido? No puedo... ¿quién...?

Dash me dijo que lo encontrara aquí. Nos hemos reunido aquí tantas veces.
El observatorio es mi lugar favorito en la academia. Entonces... ¿qué es esto?

Dash me mira y se encoge de hombros. —¿Has oído eso? La verdad es que no


le importa. Si quieres, podrías...

Me doy la vuelta y atravieso la puerta, de regreso a la lluvia.

Solo toma asiento o algo. Solo toma asiento o algo. Solo toma asiento o algo.
Solo toma asiento o algo. Solo toma asiento o algo. Solo toma asiento o algo.
Solo toma asiento o algo. Solo toma asiento o algo. Solo toma asiento o algo...

Ruedo mi tobillo contra la raíz de un árbol. Se me cae la capucha.

La lluvia se inclina horizontalmente, azotando, clavándose directamente en


mi rostro. No puedo ver a dónde voy. Todo lo que puedo ver es el cabello rubio
y ondulado de la chica que estaba de rodillas. La forma en que su cabeza se
balanceaba hacia arriba y hacia abajo. La forma en que los ojos de Dash
estaban vidriosos, llenos de lujuria...

Me tropiezo con una roca y un grito sale de mi boca. No fue real. No hay forma
de que eso fuera real. Él nunca jamás me haría eso. Él simplemente no lo
haría. Me dijo que me amaba anoche.

Tropecé, incapaz de detenerme esta vez. Me deslizo por la ladera de la colina,


gritando cuando el esquisto y el pedregal me muerden el culo. Me deslizo
hasta detenerme en un charco profundo, y el agua de lluvia empapa mis
jeans, inundando mis zapatos. Mi chaqueta, que era tan impermeable en el
camino cuesta arriba, ahora definitivamente no lo es. Estoy empapada hasta
la piel. El agua fría y estancada se filtra por mi espalda. Sin embargo, no
importa. Nada importa ya. ¿Cómo podría hacerlo?

Soy una maldita tonta.

¿Cómo no lo vi venir? ¿Cómo se me pasó esto por alto? ¿Dónde estaban las
señales de advertencia? He sido tan cautelosa. Precavida. Cuidadosa. Y justo
cuando estaba tan segura de él, cuando sabía con cada centímetro de mi ser
que no iba a hacerme daño...
Sería híper melodramático decir que esto es peor que lo que pasó con Kevin.
Estúpido, ¿verdad? Pero en este momento, sentada en cinco pulgadas de
agua, tan abatida que ya no puedo sentir nada, sí que me parece peor.

Jason y Kevin no mintieron sobre quiénes eran. No intentaron adormecerme


con una falsa sensación de seguridad. Eran quienes eran, monstruos
grotescos y malvados, y no tenían ningún reparo en que la gente lo supiera.
Para ser justos con Dash, me advirtió que esto iba a suceder. De hecho,
bastantes veces. Pero luego pasó dos meses robando besos en secreto,
dejándome entrar lentamente, sosteniéndome en sus brazos y haciéndome
correr. Me hizo olvidar todas las cosas que dijo que iba a hacer. Como una
tonta, dejé que me metiera en esta... esta traición épica, y ahora solo puedo
echarme la culpa a mí misma.

Un sollozo ahogado sale volando de mí, lo suficientemente fuerte como para


hacer eco en la ladera hacia la academia. Mi cabello está pegado a mi cuero
cabelludo. Mis manos están completamente entumecidas. Las ráfagas de
lluvia caen, las gotas frías patinan sobre mi rostro, mezclándose con mis
lágrimas.

—Tú ganas —le susurro. Las palabras se pierden bajo el rugido de la lluvia
que golpea la tierra y el viento que sacude los árboles, pero siento la
resignación en ellas, en lo más profundo de mi alma. Dashiell ha ganado. Me
dijo que me iba a romper, y lo ha hecho. ¿Fue este su plan desde el principio?
¿Ha pasado los últimos dos meses, poniendo los ojos en blanco cada vez que
tiene que estar conmigo, riendo a mis espaldas cada vez que regresa a Riot
House, contando a sus idiotas compañeros de habitación cuentos de lo
estúpida que soy?

¿Era todo esto un juego para él?

Esta sospecha es una daga que se retuerce una y otra vez en mi pecho. La
hoja corta profundamente y la miseria duele más que cualquier otro dolor que
haya experimentado. Pensé que podía confiar en él. Pensé…

Pensé…

Dios, voy a vomitar.


La vergüenza se acumula en mi estómago mientras me sumerjo en el charco
de agua de lluvia. Me inclino hacia los lados, tratando de salvar algo de mi
dignidad tratando de no vomitar sobre mí misma, pero ¿qué importa en este
momento? Ya estoy humillada.

Me dejo revolcarme por otros diez segundos, pero luego una telaraña de
relámpagos atraviesa el cielo, arrojando la ladera de la colina, los árboles y la
academia debajo de mí en relieve, y me doy cuenta de que tal vez estar sentada
en un charco de agua en la cima de una montaña no es el mejor lugar para
estar durante una tormenta.

Mi descenso a la academia es tortuoso. Me duele mucho el tobillo y no puedo


dejar de llorar. Cuando llego a la entrada principal de Wolf Hall, trato de girar
la gran manija de bronce y la maldita cosa no se mueve. Está cerrada.

Esto es realmente impresionante. ¿Cómo es posible que esta situación haya


empeorado de lo que ya era? Me recuesto y me hundo en la puerta, ahogando
un sollozo. Al menos estoy fuera de la lluvia. Me quedaré aquí hasta que
muera, creo.

Estoy agrietada.

Estoy vacía.

Estoy hecha añicos.

He terminado.
34

SIETE MESES DESPUÉS

Quien haya dicho que el tiempo es el mayor sanador es un maldito mentiroso.

Han pasado seis meses, casi cuatro veces la duración de la breve relación que
compartí con Dashiell Lovett, y todos los días me despierto con el mismo dolor
sordo en el pecho. Cuando todos se fueron de vacaciones de verano, me quedé
sola en Wolf Hall, vagando por los pasillos como un fantasma melancólico,
llenándome la boca de chocolate y viendo documentales en Netflix. Hubo un
programa en particular sobre amputados que sufrían del síndrome del
miembro fantasma. A pesar de que les faltaba la pierna o el brazo,
experimentaron un dolor muy real, muy horrible, que se originó en una
extremidad que ya no existía.

Eso es lo que se siente. Perdí a Dash. Fue separado de mí como un miembro


debilitado, pero todavía está allí. Más o menos. Desde entonces no hemos
intercambiado ni una palabra. Meses de silencio. Meses de contacto visual
evitado. Seis meses insoportables, en los que he caminado penosamente de
una clase a otra, sin levantar la cabeza, sin relacionarme con nadie más que
con Presley.

Ahora todos somos adultos mayores. La navidad vino y se fue. Ha comenzado


un año completamente nuevo. Mientras que otros se fueron al extranjero para
visitar a sus familias durante las vacaciones, yo decidí quedarme en la
academia y trabajar. Los tres chicos de Riot House dejaron la montaña, y
saber que ninguno de ellos se encontraba en un radio de cincuenta millas fue
un alivio.

Cuando Dash regresa del lugar donde pasó las vacaciones, oficialmente es un
año mayor. Dieciocho. Es difícil olvidar el cumpleaños de alguien cuando es
el día de Año Nuevo. Está más pálido que antes. Su cabello más oscuro.
Llevaba ropa más informal, incluso después de nuestro encuentro en el
observatorio, pero en su primer día de regreso a la academia, su atuendo
volvió a ser informal a negocios nuevamente. También lleva un par de
anteojos de montura negra que sigue quitándose y volviéndose a poner,
presumiblemente todavía se está acostumbrando a ellos. Ahora es menos
Dios del sol. Más pálido e interesante. Estos cambios en él no lo hacen menos
atractivo. Irónicamente, parece que ha crecido en sí mismo mientras estaba
fuera. Se graduó en la virilidad durante las vacaciones, y realmente,
realmente, le sienta bien.

Bastardo.

Necesito alejarme de él. Cuento los días hasta la graduación con la respiración
contenida. Cuanto antes pueda salir de New Hampshire, mejor. La idea de
ser aceptada en una universidad al otro lado del país y dejar este lugar
abandonado es todo lo que me mantiene en movimiento. Pero luego, cuando
trato de visualizar cómo será la vida una vez que eso suceda, parece que no
puedo imaginarlo.

Mi mente es incapaz de construirme una realidad en la que Dashiell Lovett


no existe. ¿La peor parte de todo esto? ¿La parte que me mantiene despierta
por la noche, ardiendo como ácido en la boca del estómago? Lo extraño.
Estuve exhausta durante los dos meses que Dash y yo pasamos juntos, pero
las horas que pasamos desnudos, enredados en mis sábanas, fueron más
valiosas que dormir. Extraño su risa. Extraño la aguda intensidad de su
mirada, bordeada de lujuria. Extraño la forma en que solía tocarme tan
posesivamente. Cómo pudo hacerme correr con nada más que la punta de un
dedo y un beso lento.

De manera muy real, siento que alguien cercano a mí ha muerto. El trauma


de mi pérdida es una fría astilla de hielo en mi corazón que nunca, nunca se
derrite. Sin embargo, Dashiell no ha muerto. Todavía tengo que verlo todos
los días. Se sienta al otro lado de la guarida del doctor Fitzpatrick durante
nuestras clases de inglés, con el aspecto de un Dios distante, indiferente y
arrogante, su mirada distante se desliza sobre mí como si yo no existiera, y
cada vez que ocurre, siento que me estoy muriendo.

Quiero que el dolor se detenga. Estoy segura de que me volveré loca pronto si
no lo hace. Alderman se ofreció a trasladarme a un colegio privado en
Washington, pero una rabia ilógica e irracional se apoderó de mí cuando
consideré aceptar la oferta. Un nuevo comienzo, lejos de toda esta mierda y
lejos de los tres chicos de Riot House tiene su atractivo, pero entonces ¿qué
diría eso de mí? Sería una cobarde, huyendo de mis problemas en lugar de
afrontarlos. Huir de Grove Hill y de mi pasado allí es una cosa; allí maté a un
hombre. Mi madre permitió que un drogadicto alcohólico me intercambiara
como si fuera su puta propiedad personal a cambio de una línea de crédito
con un demonio. Tenía once años. No me arrepiento de lo que le hice a Kevin,
hice lo que tenía que hacer para sobrevivir, pero ese no es el caso aquí. No
moriré si me quedo en Wolf Hall. Aunque me duela mucho, nada de esto está
fuera de mi control.

Puedo ser fuerte. Puedo elegir ignorar el dolor que paraliza mi alma cada vez
que veo a Dash, y puedo soportar esta pesadilla hasta que llegue la
graduación… porque me niego a hacerle saber lo mucho que me ha lastimado.

Una vez que hayas llegado a mi polla, pasaré a la próxima chica bonita con un
frente de tamaño decente, y eso será todo. No sabrás de mí. No habrá ningún
mensaje de texto. No iremos saltando de la mano por los pasillos de este
basurero. Te habré arruinado. Seré esta fea llaga de un recuerdo que nunca
desaparece, enconado en la parte posterior de tu cabeza, envenenando cada
relación futura que tengas porque hice imposible que confiaras en los hombres.

Tenía razón en todo. Eso es precisamente lo que hizo. Continuó con su vida
como si nada hubiera pasado. Como si yo no existiera. Presley quería
asesinarlo cuando le conté lo que había visto en el observatorio. Durante
semanas, fue difícil no romper a llorar cada vez que lo oía bromear con Wren
o pelearse con Pax en los pasillos.
Me sentí aliviada cuando la familia de Amalie se trasladó a Argentina en
octubre y se la llevó con ellos. No tener que mirarla y recordar lo que le hizo
a mi novio me ayudó un poco, pero el dolor nunca desapareció del todo.

Entonces, mi castigo interminable por no prestar atención a la advertencia de


Dash continúa. Quizás algún día, en un año o dos, cuando haya miles de
kilómetros entre nosotros, me despertaré y sentiré que finalmente puedo
respirar de nuevo. Pero por ahora…

—¿Carrie?

Levanto la cabeza y localizo a la persona que acaba de decir mi nombre. La


directora Harcourt cruza la biblioteca hacia mí a toda velocidad, con el rostro
muy serio como de costumbre. Sonríe con fuerza cuando llega a la mesa en
la que he estado estudiando, golpeando la madera con los nudillos de una
manera profesional.

—Alderman estaría encantado de verte estudiando tan duro —dice en voz baja
y cómplice—. No puedo imaginar por qué querrías hacer tu trabajo aquí,
cuando tienes tanto espacio arriba. Tengo que decir que creo que esa es mi
habitación favorita en toda la academia.

Ella todavía piensa que Chloe Khan cambió de habitación conmigo por la
bondad de su corazón. No tengo fuerzas para decirle la verdad: que Dash
sobornó a la chica. A las veinticuatro horas de haberlo visto en el observatorio
con su polla en la boca de Amalie Gibbons, le rogué a Chloe que volviera a
intercambiar habitaciones conmigo. Me miró como si estuviera loca, y luego
se negó rotundamente a retroceder. Ni siquiera lo consideraría. Me dijo que
le gustaba estar mucho más cerca de las duchas del segundo piso, pero
después de que la molesté y la molesté durante unos días, dejó escapar que
Dash le había dicho que no podía volver a cambiar bajo ninguna
circunstancia. Eso fue muy confuso. El tipo pisoteó descaradamente todos
mis sentimientos, aplastó mi corazón bajo sus talones, no le importaba una
mierda en absoluto, y luego le dijo que su trato estaba cancelado si ella
aceptaba su viejo, dormitorio mucho más grande de regreso. Quizás
obligarme a quedarme en la hermosa habitación, con todas las cosas
hermosas que me compró, fue solo otra forma de castigo de su parte. Uno que
fue realmente muy efectivo.
Odio la habitación ahora. Paso el menor tiempo posible allí, solo regresando
de la biblioteca o de la habitación de Presley para dormir, cuando mi cuerpo
exige absolutamente descanso.

Le sonrío rígidamente a la directora Harcourt. —¿Hay algo que pueda hacer


por usted, directora Harcourt? Estoy en medio de mi tarea de español.

Ella asiente. —Sí. Tenemos una chica nueva que comenzará en la escuela en
un par de días. Su nombre es Elodie. Tomará la antigua habitación de Mara
Bancroft, lo que significa que está en tu piso. Como enlace entre estudiantes
y maestros, será tú responsabilidad asegurarte de que ella se ubique y se
instale adecuadamente. Wolf Hall puede ser muy abrumador e intimidante
para los nuevos estudiantes. Me gustaría que le mostraras un poco los
alrededores. Hazla sentir bienvenida. Muéstrale dónde están sus clases. Ese
tipo de cosas. ¿Crees que estás a la altura de la tarea?

Hemos tenido una gran cantidad de estudiantes nuevos recientemente, pero


ninguno de ellos parece quedarse. Con las chicas entrando y saliendo
repetidamente, el dormitorio que solía ocupar Mara bien podría tener una
puerta giratoria. Algunas de las chicas del cuarto piso han comenzado a
cotillear sobre la habitación embrujada.

—Por supuesto. Claro. No hay problema —Mi voz es plana. La voz de alguien
que ha perdido la capacidad de importarle un carajo cualquier cosa. Harcourt
no se da cuenta de mi tono cáustico. Me toma al pie de la letra, de alguna
manera ignorando lo infeliz que parezco.

—Bueno. Gracias. Sabía que podía contar contigo, Carina. Y te expliqué que
el cambiar habitaciones implicarían responsabilidades adicionales a
principios de año.

Y vaya, vaya, ¿no se ha aprovechado ella de eso a cada paso? Le doy otra
sonrisa fragil. —Lo hizo.

—Maravilloso. Si pudieras estar segura de mostrarle los alrededores, llevarla


a la oficina para su horario, ese tipo de cosas, sería muy apreciado.

—Por supuesto.
La directora Harcourt parece que quiere decir algo más. Abre la boca, pero
luego se lo piensa mejor. —Bueno. Entonces te dejo. Hazme saber si necesitas
algo.
35

Como ateo acérrimo (para desesperación de mi madre), no he pensado mucho


en el cielo o el infierno. Siempre he sabido que ninguno de los dos existe, así
que he pasado muy poco tiempo imaginando el mejor o el peor de los lugares
en los que un alma podría languidecer durante toda la eternidad. Sin
embargo, recientemente he descubierto que podría estar equivocado. Tal vez
el cielo y el infierno existan. Después de todo, he estado viviendo en el
purgatorio desde el pasado mes de julio, atrapado en este mundo intermedio
en el que experimento el dulce alivio de ver a la chica que amo cada día, sólo
para ser castigado por el insoportable escozor de no poder hablar con ella,
tocarla o incluso mirarla de una puta vez.

He aprendido mucho sobre lo lejos que pueden llegar las exquisitas


profundidades del dolor. Al principio, pensé que tendría que tocar el fondo del
pozo en algún momento, pero después de hundirme más y más, semana tras
semana, en este pozo negro de desesperación, entendí que estaba equivocado.
El vacío dentro de mí podría seguir doliendo, podría y lo haría, y lo único que
podía hacer era aprender a soportarlo sin romperme.

Me odio a mí mismo.

ODIO.

Pero la historia que me contó Alderman era cierta. Después de que me dejara
en la casa, todavía sangrando profusamente por todo el cuerpo, saqué mi
portátil y escribí Hannah Rose Ashford, Grove Hill, en el buscador. La
información que apareció en la pantalla era aterradora. Una serie de
periódicos locales calificaban a la niña de desquiciada. Desquiciada.
Inestable. Otros afirmaban que era una sabia, madura para sus once años, y
sugerían que había habido alguna intención maligna por su parte. Indicaban
que el asesinato de Kevin Winthrope había sido planeado con antelación y
discutían la posibilidad de que la madre de la niña hubiera estado también
en el malvado complot para acabar con la vida del hombre.

Ni un solo artículo o relato habló de abuso o violencia doméstica. Nadie dijo


nada sobre agresión sexual ni propuso que la pequeña huyera del lugar del
crimen porque estaba asustada. A sus ojos, la niña se habría quedado si fuera
inocente. ¿Qué razón habría tenido para huir si hubiera actuado en defensa
propia?

Me quedé despierto esa noche, paseando de un lado a otro en mi habitación,


tratando de inventar una forma de lidiar con la nueva información que había
aprendido del tutor de Carrie que no implicaría romper su corazón. Pero no
importa qué diseño complejo, medio preparado y descabellado se me
ocurriera, los riesgos siempre eran demasiados inaceptables.

Mientras Carrie estuviera cerca de mí, también estaría cerca de Wren y Pax,
y la policía no había terminado de interrogarnos sobre Mara en ese entonces.
La estaban usando como excusa; con la carta de Mara colocándola en algún
lugar de California, la policía sabía que estaba bien. Mara fue una gran
excusa para interrogarnos sobre nuestro estilo de vida aquí en la casa, sin
embargo, el uso de drogas, las fiestas, la bebida de menores y lo que ellos
llamaban novatadas, lo que ofendía seriamente a Wren. Cuando Wren nos
contó lo que la policía le había dicho en su entrevista, días antes de la visita
de medianoche de Alderman, yo estaba muy consciente de que íbamos a vivir
bajo un microscopio durante mucho tiempo.

¿Y estar jugando con Carrie mientras pasaba todo eso? Para ponerla en
riesgo, si alguien la reconoce de alguna manera, o comienza a hacer
preguntas, recogiendo pequeños detalles que no tienen mucho sentido...

No podría hacerle eso. Me habría suicidado antes de ponerla en peligro.


Simplemente no valía la pena. Entonces, hice lo que Alderman me pidió y
arreglé algo tan atroz y terrible que supe que Carina nunca me perdonaría.
No era lo que parecía desde la perspectiva de Carrie. Amalie estaba demasiado
dispuesta a chuparme la polla de verdad, pero le recordé el trato y le pagué
cien dólares extra para que se quedara con sus pequeños guantes sucios. Lo
marqué todo. Hice las matemáticas. Medí los ángulos. Triangulé el lugar
perfecto para pararme y lo pegué en el suelo como si no fuera más que un
extra en una película de terror de mierda. Sabía que, desde donde estaba
parada en la entrada del observatorio, Carina vería a Amalie de rodillas,
cayendo sobre mí. Me bajé los pantalones por encima de las caderas, dejando
mi pretina a la mitad del muslo, exponiendo suficiente piel para que toda la
escena pareciera creíble.

Lo que Carrie no vio desde su posición ventajosa en la entrada fue lo patético


que se veía mi pene flácido colgando entre mis piernas. Cómo Amalie no podía
mirar a Carrie como se suponía que debía hacerlo, como yo le pagué, porque
estaba teniendo dificultades para reprimir la risa.

“Dios, esto es tan tonto. Ella nunca va a creer que así es como hago una
mamada, amigo. Todo el mundo sabe que se supone que debes hacer una
garganta profunda y luego masajear con la lengua”.

Amalie de hecho me chupo una vez, en una de las primeras fiestas de Riot
House. Me había emborrachado tanto que la recordé haciéndome esto, y yo
pensé que era una forma realmente extraña de darle la cara a alguien. Quería
que me la follara después de que no me corrí en su boca en la fiesta. También
había querido que me la follara en el observatorio. Una vez que nuestra
pequeña provocación terminó y Carrie huyó, Amalie cayó de espaldas en un
ataque de risa.

“Oh, Dios mío, eso fue muy gracioso. Pobrecita Carina Mendoza. No es tan
perfecta ahora, ¿verdad? Oye, ¿por qué no bajas aquí y juegas un rato?
¿Enseñarle realmente quién manda?”

Bajé allí. Me agaché a su lado, una rabia fría serpenteaba por mis venas
mientras la agarraba por la barbilla y hundía mis dedos en sus mejillas. —
Será mejor que nunca vuelva a escuchar su nombre en tu boca, perra.

Ella había hecho pucheros. Siguió jugando conmigo. Siguió pensando que era
un juego. —¿O qué?
—O te cortaré la puta lengua y se la daré a los lobos —Oyó la malicia en mi
tono, luego vio el odio en mis ojos y gimió en voz alta. Me odié en ese momento.
Estaba tan enojado conmigo mismo, y con ella, y con la posición audazmente
de mierda en la que me había colocado, que en realidad quería descargar mi
frustración con ella. No lo había hecho, por supuesto. Soy un pedazo de
mierda, pero si hay algo con lo que se puede contar que no haré, es golpear a
una chica. Salí furioso del observatorio, ardiendo por dentro. La expresión del
rostro de Carrie cuando me vio...

Podría vivir hasta los cien años y nunca olvidar la expresión de su rostro. Veo
su angustia en mis sueños. Cuando me cruzo con ella en los pasillos ahora,
con el brazo entrelazado a través del de Presley, su rostro está tan en blanco
y distante, apenas parpadea al reconocerme cuando nuestros ojos se
encuentran accidentalmente, que es extraño recordar tanto dolor y
conmoción en su rostro.

Para su crédito, se recuperó rápidamente. Solo fue cuestión de días después


del incidente en el observatorio que la vi reír y bromear con Presley en el
comedor. Su risa fue como un puñetazo en el estómago. Parecía tan
despreocupada y liviana, realmente feliz, como si se hubiera recuperado por
completo y ya hubiera seguido adelante después de verme jugando con otra
chica. Me había dolido oírla reír así. Estúpido, ¿verdad? Me cago en la
confianza que construí con ella. Por una buena razón, pero, aun así. La
lastimé, sé que lo hice. ¿Y luego tengo el descaro de molestarme cuando ella
se recupera de ese dolor?

—Vamos, idiota. Vamos a llegar tarde —Pax me da un codazo en las costillas.

—Necesitaba encontrar mis lentes.

—No debías haberte molestado.

—Me ayudan a ver.

—Te hacen ver como un idiota.

Estoy seguro de que tiene razón, pero que se joda. Parezco un idiota. Las
chicas siguen mirando. Las chicas todavía susurran. Carrie tampoco lo hace,
así que mi apariencia es irrelevante.
Pax me abre la puerta, literalmente por primera vez, y me ofrece un brazo.
—Déjame saber si necesitas una mano. Ya sabes. Si eres tan ciego.

Contemplo la posibilidad de darle un golpe en el brazo, pero últimamente las


cosas han sido un poco más fáciles entre nosotros. Seguimos discutiendo
como niños pequeños. Seguimos discutiendo y peleando cuando uno de los
dos está harto y explota, pero ahora también hay una especie de acuerdo
entre nosotros. Un frágil entendimiento. Preferiría no discutir con él hoy.

Todavía gruño un poco mientras lo sigo a la academia. —Maldito inglés.


Deberíamos hacer todas nuestras asignaciones con anticipación y terminar
el bloque temprano. Cada vez es más difícil no sacarle las entrañas a ese hijo
de puta cada vez que lo miro.

El hijo de puta al que me refiero es Fitz, por supuesto. En el momento en que


los policías desaparecieron, la máscara del bastardo se deslizó hacia abajo,
ocultando su verdadero rostro, y fue una vez más nuestro profesor de inglés
relajado, sonriente y demasiado frío. Nunca mencionó el hecho de que nos
amenazó. No me ha hablado fuera del salón de clases desde ese día afuera
del comedor. Sin embargo, el conocimiento todavía está ahí: tiene la pequeña
caja de golosinas de Wren de la noche de la fiesta, y mientras tenga las drogas,
todavía es capaz de causarnos una inmensa cantidad de problemas si lo
desea.

Pax se ríe siniestramente. —Estoy dispuesto a hacerle una visita en Mountain


Lakes. Sé dónde vive. Quizás podamos recuperar nuestra propiedad mientras
estamos allí.

Ya lo he pensado. —Sabes que es demasiado inteligente para mantenerlo en


su casa. Probablemente enterró la caja en el bosque o algo así.

Wren está dentro de la guarida cuando Pax y yo llegamos. Está justo donde
espero que esté, descansando en el sofá de cuero, vestido todo de negro. Ha
estado usando la misma ropa desde antes de Navidad, un castigo por una
apuesta tonta que hizo con Pax y luego se rindió. No vino con nosotros esta
mañana. Atribuí su humor salado al hecho de que Mercy, con quien Wren no
ha hablado desde hace meses, se ha acercado más y más, tratando de
reconciliarse. Dejó Wolf Hall el año pasado para estudiar en una escuela
elegante en Suiza, pero sé que quiere volver. Si Wren se enteró de los planes
de su hermana, entonces no es de extrañar que esté de tan mal humor. Está
acostado en el sofá con el brazo sobre los ojos como de costumbre; Apenas
gruñe cuando Pax le clava en las costillas mientras pasamos.

—Bastardo —gruñe.

—Imbécil —Pax responde.

Me siento debajo de la ventana y Pax se une a mí. Ha pasado mucho tiempo


desde que se sentó solo en el viejo escritorio victoriano que solía favorecer. A
veces, creo que se sienta a mi lado solo para molestarme hasta la mierda.
Sobre todo, creo que está contento de estar sentado junto a un amigo. No es
que alguna vez admitiera tal cosa.

Agarro mi bloc de notas y mi computadora portátil, y saco ambos de mi bolso.

—Bien, bien, bien. ¿Qué es esto?

Miro hacia arriba, no realmente interesado en lo que sea que haya llamado la
atención de Pax, pero luego veo a Carrie caminando hacia nosotros, sus ojos
ya fijos en el feo sofá floral en el que normalmente se sienta. Ella se ve
jodidamente hermosa. Su cabello es una confusión de rizos sueltos alrededor
de su rostro. Como de costumbre, el único maquillaje que usa es un toque de
rímel y un toque de brillo de labios. Su piel es impecable, pálida y perfecta,
como porcelana. Me duelen las manos al recordar cómo se sentía esa piel, fría
y suave como la seda. Casi me da un infarto cuando me doy cuenta de que
lleva una de sus camisetas de la NASA debajo de su chaqueta de aviador
amarillo brillante. No se ha puesto esa camisa desde la noche en que me
sorprendió con Amalie. Ella tampoco ha vuelto al observatorio. A veces reviso
la hoja de registro y su nombre nunca aparece en sus páginas.

Me arrepiento de eso. Tenía que romperle el corazón, pero debería haber


elegido un lugar diferente para llevar a cabo la tarea. Sabía lo que estaba
haciendo. Elegí el observatorio a propósito, porque era nuestro lugar y
habíamos compartido mucho allí. Sabía que todo el asunto dolería mucho
más por eso. Había olvidado que antes de que el observatorio fuera nuestro
lugar, había sido su lugar. Ella perdió más que yo esa noche de julio. Perdió
su pasión por la astronomía. Le robé sus malditas estrellas.
—Dios, lo que no daría por tener esos labios envueltos alrededor de mi
polla —gime Pax.

Casi lo mato. Mi mano se convierte en un puño, lista para balancearse, pero


luego veo a la chica detrás de Carrie, una linda cosita rubia con grandes ojos
azules y una mirada cautelosa en su rostro, y me doy cuenta de que no está
hablando de mi chica. Está hablando de esta nueva criatura.

Pax, siendo Pax, saca su pie cuando Carrie y esta chica pasan, y Carrie hace
algo que me sorprende muchísimo. Ella patea el pie de Pax fuera del camino,
mostrándole los dientes.

¡Whoa-ho-ho! La chica tiene algo de fuego en estos días.

Tan pronto como nos han pasado, Pax saca su teléfono y abre el portal de
estudiantes de Wolf Hall. —Maldito estúpido… ¿cómo diablos funciona esto?
¿Alguna vez usaste esto? —Me muestra la pantalla de su teléfono, que
muestra el inicio de sesión del sitio.

—Tu identificación de estudiante es tú nombre de usuario. Tu... ugh,


dámelo —Ingreso mis credenciales en su teléfono, sin importarme si el
bastardo se mete en mi mierda. Le devuelvo el teléfono—. Ahora déjame en
paz. Me duele la cabeza.

—Jesús. No estamos casados. No estoy tratando de follarte.

Le hago una mueca y luego cierro los ojos. Tengo que. No confío en mí mismo
para no mirar a Carrie. —¿Qué estás haciendo, de todos modos?

—Tienen perfiles de los nuevos chicos en la página de


noticias —explica—. Eh. Elodie Stillwater. Mocosa del ejército. Jesucristo,
mira la foto —Me empuja, tratando de devolverme el teléfono, pero mantengo
los ojos cerrados, suspirando profundamente por la nariz—. Está bien, hijo
de puta. Te lo estás perdiendo. Ella le está preguntando a tu ex sobre nosotros
ahora mismo. Deberías ver la expresión de su rostro. Sus mejillas están rojas
como el infierno.

Me duele el pecho. —Ella no es mi ex.


—Lo que sea —Pax bosteza—. Vete a la mierda, pedazo de mierda aburrido.
Voy a ir allí y joderla.

Mis ojos se abren de golpe. —¡No lo hagas! —Ya es demasiado tarde. Ya está
de pie y cruzando la habitación—. ¡Hijo de puta!

—...a la encantadora pequeña Elodie Stillwater una actualización de las


cosas —Ya ha comenzado a hablar con ella. Es demasiado tarde para
agarrarlo por el cuello y obligarlo a regresar a nuestro lado del salón.

La chica nueva mira a Pax como si fuera una aparición. Carina, por otro lado,
lo mira con un rostro lleno de odio desenfrenado. —Vete a la mierda, Pax.

No. Esto tiene que terminar, aquí y ahora. Si ella lo molesta, Pax
probablemente dirá algo que él no debería. Gimo mientras me pongo de pie.
Joder, sabe lo que voy a decir. Sin embargo, perderé mi mierda si Pax molesta
a Carrie. Supongo que es hora de poner mi cara de juego. —Lo siento,
señoritas. Pax no sabe cómo comportarse con tanta belleza. También bebió
demasiado café esta mañana, así que tendrás que entender si se está
portando un poco mal.

El odio en el rostro de Carrie se profundiza. Ella mira hacia la derecha,


concentrándose en una de las estanterías. Soy un enfermo, un maldito
enfermo. Ahora que estoy aquí y hablo con ella por primera vez en casi seis
meses. No puedo soportar el hecho de que ella no me esté mirando. Finjo una
voz educada y me aclaro la garganta. —¿Carrie? ¿No vas a presentarnos a tu
nueva amiga?

Ella no me mira. En cambio, la chica nueva interviene con un tono altivo en


su voz que realmente irrita. —Ya sabes quién soy. Wolf Hall no es exactamente
un lugar grande. Además, él me acaba de llamar por mi nombre —Sus ojos
parpadean en dirección a Pax—. Soy Elodie Stillwater. Me transferí desde Tel
Aviv. Padre militar. Madre muerta. Me gusta la pintura, la música y la
fotografía. Soy alérgica a la piña. Soy hija única. Me aterrorizan las tormentas
eléctricas y me encantan los mercados de pulgas. Allí. ¿Esa información es
suficiente para ti?

Bien. Puedo decir con seguridad que no me gusta esto. Ni un poco.


Le doy una sonrisa perfectamente agradable. —Encantado de conocerte,
Elodie Stillwater. Siempre es bueno hacer un nuevo amigo. ¿Quizás te
gustaría venir a Riot House alguna vez? Nos encantaría ofrecerte nuestra
hospitalidad.

Tan pronto como las palabras salen de mi boca, los ojos de Carina vuelven a
mí, llenos de sorpresa. —¡No puede!

Sin embargo, esto no es lo más sorprendente que sucede. Al mismo tiempo,


Wren grita detrás de mí: —No va a pasar, Dash —No tenía idea de que Wren
estuviera levantado, mucho menos despierto y prestando atención a lo que se
decía aquí.

Los hermosos y líquidos ojos marrones de Carrie me miran y el suelo se mueve


bajo mis putos pies. Por un latido, se siente como si la estuviera sosteniendo
en mis brazos y estuviera a punto de meter mi polla dentro de ella por primera
vez. —Sabes que se meterá en problemas si Harcourt se entera —susurra.

Jacobi prosigue con un gruñido —Ella no está invitada.

Puede que este exagerando un poco ahora, pero estoy paralizado por la forma
en que Carrie me está mirando, como si estuviera tratando de coquetear con
esta nueva rubia, cosa sin importancia sentada a su lado. ¿No me conoce ella?
¿La he jodido con tanta eficacia que no puede sentir lo mucho que la deseo
desde un metro de distancia? Suspiro dramáticamente, como si realmente me
importara una mierda que esta nueva persona no pase el rato en la casa
pronto. —No te preocupes, Stillwater. Jacobi cambia de opinión como cambia
de calcetines. A pesar de su estado actual de vestimenta, por supuesto. Suele
ser muy bueno para cambiarse los calcetines. Creo que eso es lo que más me
gusta de él.

—¡Muy bien, clase! ¡Culos sobre una superficie plana! ¡Muévanse, muévanse,
muévanse!

El sonido de la voz de Fitz desde el frente de la clase me devuelve a la realidad.


Pax frunce el ceño mientras regresa a nuestro lugar debajo de la ventana.
Requiere un esfuerzo monumental apartarme de Carina y seguirlo.

El resto de la clase se prolonga hasta el infinito.


Fitz critica a Wren por convertir nuestra última tarea en una excusa para
escribir porno victoriano. Damiana y Wren se enfrentan desde el otro lado de
la habitación. Fitz supervisa todo como si fuera un profesor de inglés normal
y no un capullo malvado con predilección por el chantaje. Y todo el tiempo
me concentro en mi respiración, solo en mi respiración, siguiendo el aire que
entra y sale de mis pulmones, y trato de no salir corriendo del salón.
36

Me gusta ella, esta chica nueva.

Es inteligente, y su ropa es enfermiza. Escucha cuando la gente habla y


entabla conversación en lugar de esperar su turno para decir algo. Veo la
academia a través de sus ojos, y el lugar pasa de ser un oscuro infierno lleno
de recuerdos dolorosos a un fantástico cuento de hadas gótico, lleno de
pasadizos ocultos y secretos. Ella se asombra cada vez que ve algo nuevo, y
yo empiezo a apreciar de nuevo mi entorno. Solía considerar este lugar como
mi hogar, un santuario, pero últimamente lo trato como una prisión. He
estado contando los días, esperando salir de aquí, pero con la nueva energía
que aporta Elodie (o Elle, como he empezado a llamarla), me doy cuenta de
que los meses que me quedan en la academia podrían ser soportables.

Presley está metida hasta el cuello en algunas clases de créditos adicionales


que está tomando para impulsar sus solicitudes universitarias, lo que
significa que está muy ocupada. Lo ha estado durante meses. Resulta que
tener a Elodie cerca es exactamente lo que necesitaba. Solo hay un problema.

Y ese problema se conoce con el nombre de Wren Jacobi.

Está mirando a Elodie. Mirando del mismo modo que un león mira a un ratón
antes de abalanzarse, y no dejaré que ese hijo de puta se abalance sobre esta
pobre chica. Incluso le advierto de ella. Verbalmente. En su estúpida cara de
niño bueno. No es que sirva de mucho, por supuesto. Verás, veo que Elodie
le devuelve la mirada. No es lo mismo que cualquiera de las miradas que Mara
solía enviar a Wren, pero puedo ver el enamoramiento en sus ojos. Puedo ver
lo que está pasando, y quiero gritar. Sacudirla. Advertirle que huya lo más
lejos y rápido posible de él. No hay mucho que pueda decirle. A fin de cuentas,
mucha gente me advirtió que me alejara de Dash. ¿Y escuché a alguno de
ellos? Como el infierno que no, demonios. Tuve que aprender ese error por mí
misma, un error que nunca, nunca repetiré. Una parte de mí piensa que Elle
también debería aprender esta lección por sí misma. Pero entonces recuerdo
lo mal que se pone la gente cuando se enamora de Wren Jacobi y doy un giro
de 180 grados.

Haré todo lo que pueda para evitar que Wren lastime a esta pobre chica.
Puede que no sea mucho, pero puede marcar la diferencia. Si puedo evitar
que alguien pase por el tipo de dolor que sufrí a causa de Dash, incluso si eso
significa revivir el pasado y abrir viejas heridas en el proceso, que así sea. Es
un precio que pagaré con mucho gusto.
37

Fue idea de Pax. En lugar de correr la misma ruta todos los días, exigió que
corriéramos en diferentes rutas los fines de semana para romper la
monotonía. Nos levantamos al amanecer, nuestros dientes castañeteando
contra el frío, y Pax nos lleva a un campamento al otro lado de la Cordillera
de Sullivan. Los tres corremos entre nosotros por el sendero rocoso y suelto,
nuestro aliento forma nubes de vapor bajo el sol de la mañana y, por una vez,
todo se siente normal.

Pax empuja a Wren. Wren me empuja. Los tiro a los dos y paso junto a ellos
colina arriba, disfrutando de la sensación de pulmones ardiendo y cuádriceps
doloridos mientras los dejo a ambos en el polvo. Mi cabeza palpita durante
los primeros diez minutos de la carrera, pero mi pseudo-resaca se evapora
cuando hago que mi sangre bombee. De todos modos, no fue una verdadera
resaca. Me drogué con Wren anoche y la hierba no me hace sentir tan
polvoriento como el alcohol. Fue bueno relajarse con él en el sofá y tomar la
mierda. Se sintió como si no hubiéramos hecho eso en tanto tiempo, y
reconectarnos se sintió bien.

Sin embargo, hubo algunas revelaciones. Wren ha cedido a Pax su tiempo en


el yate de su padre en Córcega a cambio de que se le conceda a Elodie
Stillwater. Resulta que le gusta esta nueva chica. Como, mal. Lo negó, como
sabía que lo haría, pero he vivido con el tipo durante años. Lo conozco. Pensé
que podría abrirse y decirme que ha captado sentimientos por la rubia, pero
oh no, eso habría sido demasiado fácil para el bastardo, ¿no? Cambió de tema.
Me dijo que me mantuviera alejado de Carrie, o me arriesgaba a que me
cortaran las bolas.

Este consejo, viniendo de él, me dio ganas de hacer un agujero en una pared,
pero mantuve la calma. En algún momento, Wren simplemente aceptó
abiertamente el hecho de que estaba saliendo con Carrie. Ni siquiera sé
cuándo sucedió. No hubo fuegos artificiales. No hubo reacción de él. Mi breve
relación con ella es un conocimiento común y corriente en Riot House ahora,
¿y eso, amigos míos? Eso está muy jodido. Después de todo el trabajo duro
que hice para ocultar lo que estaba pasando entre Carrie y yo, ambos
preocupándonos tanto por lo que iba a pasar si Wren o Pax se enteraban...
me irrita que ninguno de los chicos parece importarle que me la estaba
follando el año pasado. Todo eso de andar a escondidas, perder el sueño,
mentir, fingir, esconderse… Todo fue en vano.

No le dije nada de eso a Wren anoche. Esperaba que se abriera conmigo, le


pregunté si alguna vez había experimentado con chicos, tenía curiosidad por
ver si finalmente confesaría que se acostaba con Fitz, pero se mantuvo
frustrantemente vago. Parece que todavía no está listo para aclarar ese lío en
particular, a pesar de que ya es historia antigua.

Soy el primero en llegar a la cima del monte Sullivan. Vencí a Pax y Wren por
treinta segundos claros, y me aseguro de poner sal en sus heridas todo el
camino de regreso por la montaña. Y mientras hacemos uso del bloque de
duchas en el camping. Y luego todo el camino de regreso a Mountain Lakes.
Todavía les estoy dando una mierda cuando pasamos por delante de Screamin
'Beans y veo el viejo Firebird golpeado de Carina estacionado en el
estacionamiento.

—Oye —empujo a Pax en el hombro—. Vamos a desayunar.

Pax frunce el ceño. —Yo no desayuno.

—Sé que no, hombre, pero Wren y yo no somos vampiros como tú.
Necesitamos consumir alimentos sólidos. No todo el mundo puede sobrevivir
con la sangre de vírgenes inocentes. Puedes tomar un café o algo.

Sigue conduciendo, con una terquedad en la mandíbula.


—Lo juro, si no entras en ese estacionamiento...

—Hazlo, Davis —ordena Wren—. A todos nos vendría bien un poco de cafeína.

Pax puede ir contra uno de nosotros a la vez, pero no contra ambos. Esa es
una regla tácita. Gruñe con tristeza mientras entra al estacionamiento del
café, asegurándose de detenerse junto a un enorme banco de hojas mojadas
y podridas en mi lado del auto.

Resoplo por mi nariz. —Niño.

—Estúpido —responde, señalando con un dedo al Firebird negro tres autos


más abajo.

Salto sobre la pila de hojas rancias, sonriéndole con satisfacción a Pax, quien
me sorprende cuando entramos. Screamin 'Beans es bastante silencioso. Son
las nueve y media de un sábado por la mañana, por lo que la multitud que
estaba muy temprano ya se ha retirado, y la multitud del almuerzo no llegará
por un tiempo todavía. Es fácil localizar a Carina, sentada en un reservado,
escondida en un rincón.

Un tipo con chaleco gris nos saluda, ya sacando una libreta. —Buenos días
muchachos. ¿Para comer aquí o para llevar?

—Mesa para tres, por favor —le digo.

Wren parece que está alardeando mentalmente; la nueva chica también está
aquí con Carrie. Ambas nos han visto. Deben haberlo hecho. ¿Por qué si no
estarían deslizándose en sus asientos? —Dios, soy tan idiota —se queja
Pax—. Tacha eso. Ustedes dos son los putos idiotas. Debería haber sabido
que algo estaba pasando cuando querías tomar un jodido café —Él clava un
dedo acusador en el pecho de Wren.

—¿Qué? Me apetecen huevos.

—Sí, bueno, me siento como una maldita bolsa de vómito. Ya sabes. Una de
las que encuentras en el respaldo de los asientos en los aviones. ¿Crees que
tienen alguno de esas por aquí? —Se aleja en dirección al baño.
—Por aquí, por favor, caballeros —dice nuestro mesero, sonriendo muy
ampliamente mientras extiende una mano, guiándonos a un reservado en el
frente del café, justo en la ventana. Wren lo sigue, pero yo... no sé qué me
pasa. Necesito estar más cerca de Carrie. Me dirijo hacia su puesto, incapaz
de detenerme.

—¡Ja! —Ella niega con la cabeza, mirando al techo—. ¿Romántico? Sí.


Supongo que podrías llamarlo así. Era encantador y educado. Un verdadero
caballero. Me trató con respeto. Me invitó a cenar. Yo comí y bebí. Me hizo sentir
tan especial que pensé que era la única chica que le había interesado. Y ese
puto acento. Me entendió bien, Elle. Lo juro, siempre me he enorgullecido de ser
más inteligente que la chica tonta que es engañada por un chico guapo con
algunas frases cursis. Debería haberlo visto venir. Debería haberlo visto venir
a una milla de distancia, pero me tomó por sorpresa.

» Me estaba reservando. Ni siquiera había dejado que un tipo me rozara la puta


rótula con un dedo índice. Era virgen. Y hablo de virgen. Sin experiencia alguna.
Y entonces, por fin, llega Lord Dashiell Lovett el cuarto con su jodido título
familiar, y sus aires de grandeza, y me miró profundamente a los ojos y me
dijo que me amaba, y yo simplemente...

¿Qué... diablos...?

—Me abrí de piernas para él como si nada. Dos días después, me pidió que me
reuniera con él en el observatorio después de la cena. Así que fui, emocionada
por poder verlo, por poder besarlo, por poder decirle que me había enamorado
perdidamente de él... y entré y encontré a Amalie Gibbons de rodillas con su
polla hasta el fondo de su garganta.

Esa es una versión de los eventos, supongo. Redactado. Un poco manipulado,


y eso es ser generoso. No le envidio la hipérbole y el adorno. La jodí tan fuerte
que se merece hacerme sonar como un absoluto idiota. Soy un idiota
absoluto. Sin embargo, ¿por qué está minimizando la cantidad de tiempo que
pasamos juntos? Ella comprimió los dos meses que pasamos juntos en dos
días.

Sentada frente a Carina, Elodie hace un sonido de horror. Carrie continúa


con su relato. Está llorando, lo que habría hecho que mi polla se endureciera
como una roca en algún momento. Ya no. Se siente como si me hubieran
disparado en el pecho. Ojalá pudiera recuperarlo todo. Ojalá nunca hubiera
escuchado a Alderman. El hombre tenía mucho sentido en Cosgrove's, pero
al ver a Carrie llorar, empiezo a pensar que fui un puto idiota por dejar que
se me metiera en la cabeza.

—¿Y sabes la peor parte? —Carrie se enjuga los ojos—. La peor parte fue que
ni siquiera le importaba. No estaba avergonzado. No se apresuró a apartarla
de él, ni subirse los pantalones, ni venir detrás de mí. Me vio, parada allí en la
puerta, vio el dolor y el sufrimiento en mis ojos… y se rio, joder. Dijo... —Ella se
aclara la garganta. Respira—. Él dijo: 'Parece que podría haber cometido un
error de horario. ¿Puedes volver en una hora? Debería estar listo para ti
entonces'

—Vaya. Qué imbécil tan increíble.

Asiento, frotándome la mandíbula. No podría estar más de acuerdo. Elodie y


Carina siguen hablando y yo sigo escuchando a escondidas. Me muerdo la
lengua hasta que la chica nueva declara que probablemente seré infértil por
mis crímenes. Entonces, es hora de poner fin a esto.

—Jesús. Realmente espero que no.

Las chicas miran hacia arriba y me ven, el horror y la vergüenza van a la


guerra en el hermoso rostro de Carrie. Ella debe saber que escuché esa
pequeña versión interesante de nuestra historia de amor. ¿Espera que ahora
la corrija delante de su nueva amiguita? ¿Qué tan aplastada estaría si le dijera
a Elodie que fue Carrie quien me persiguió? ¿Que ella en realidad no me dijo
que era virgen antes de follar por primera vez? O que follamos mil veces
después de eso, y fuimos perfectamente felices juntos antes de que yo le
rompiera el corazón en pedazos.

Me meto un palillo en la boca y les sonrío.

La pequeña rubia me mira como si un portal del infierno se acaba de abrir


justo al lado de su mesa y yo salgo de allí. —¿Puedes tener la amabilidad de
irte a la mierda? —Ella sisea—. Esta es una conversación privada. No eres
bienvenido en esta mesa.
No puedo evitar reírme. Por Dios, ella es una luchadora. Ahora sé por qué
Wren está tan enamorado de ella. —Lo siento, mon amour. Estoy aquí en el
mostrador, ocupándome de mis asuntos. ¿Qué culpa tengo yo si hablas lo
suficientemente alto como para despertar a un hombre muerto y provocarle
una erección? Escuché algo sobre Amalie Gibbons de rodillas con la polla de
alguien en la boca y perdí todo sentido del decoro. Y luego… —Me siento mal
del estómago. Debería mantener la puta boca cerrada, pero no puedo. Es
mejor si Carrie sigue odiándome. Sigo mirando los senderos húmedos que
sus lágrimas han formado donde están recorriendo sus mejillas, y no puedo
soportarlo. Es mejor que llore un poco por mí ahora, que mucho más si su
pasado la alcanza. Mejor si ella realmente me desprecia—. …Y luego, recordé
que tenía a Amalie Gibbons de rodillas y mi polla estaba en su boca, y las
cosas se pusieron realmente complicadas. Porque fue un momento muy
divertido, chicas. Un momento realmente divertido. Me entristece que ya no
quieras jugar conmigo, Carrie. Supongo que debería haber dicho que lo sentía
o algo así. ¿Mejor tarde que nunca, cierto?

Los próximos minutos son borrosos. Llega una camarera con una actitud muy
mala y me regaña hasta la mierda. La provoco, jugando con ella solo para
demostrar lo genuino que soy, y todo el tiempo estoy mirando a Carina. La
recuerdo en el observatorio, acostada de espaldas bajo un revoltijo de gruesas
mantas, mirando el cielo nocturno con un mar de estrellas reflejado en sus
ojos.

Es ahora cuando me doy cuenta de lo poco que me importa si vivo o muero.

La camarera me persigue y estoy feliz de irme. En el momento en que salgo al


frío penetrante, aspiro una serie de inhalaciones irregulares de aire, incapaz
de recuperar el aliento. Luego, está Pax, parado frente a mí, ofreciéndome un
cigarrillo. Él ya tiene uno, por su aspecto lo acaba de encender. Aspira de él,
entrecerrando los ojos mientras inhala.

Normalmente no fumo cigarrillos. A veces, cuando estoy bebiendo, tal vez,


pero nunca a las nueve y media de la mañana después de una jodida carrera.
Sin embargo, me siento como si acabara de tragar un litro de ácido. ¿Qué
demonios? Agarro uno de los cigarrillos y lo enciendo con el mechero Zippo
de Pax. Los dos nos quedamos en silencio, apoyados contra la pared de
ladrillos, aspirando de nuestros cigarrillos. Wren llega poco después, sacando
su propio paquete de cigarrillos. Nadie dice nada.

Nos quedamos de pie, con el frío picándonos las manos y el humo


quemándonos los pulmones.
38

Lovett Estates
< [email protected] >
Jueves 8.31 PM
Responder a: [email protected]
Para: Dashiell Lovett
< [email protected] >

Dashiell,

La recaudación de fondos anual de la Fundación Lovett para mujeres


maltratadas se llevará a cabo en el Viceroy en Boston el próximo viernes
por la noche. Se requiere tu presencia. 7 pm en punto.

Por el amor de Dios, UTILIZA UN ESMOQUÍN.


39

La semana pasa apresuradamente. El miércoles está aquí antes de que me dé


cuenta, y las cosas comienzan a sentirse normales nuevamente. Más o
menos. Elle parece encajar perfectamente en Wolf Hall. Hace amigos
fácilmente. Desafortunadamente, hay algunos imbéciles en la academia que,
por sus propias razones, no son tan acogedores como deberían.

Su habitación es destrozada. Muchas de sus cosas son destruidas, y alguien


apuñala su cama con un cuchillo de caza, de todas las cosas; nadie podría
decir que los estudiantes de Wolf Hall no tienen una inclinación por el drama.
Damiana Lozano se ríe cuando me oye hablar con Presley en el pasillo sobre
los daños, y las probabilidades de quién cometió el acto de vandalismo se
reducen considerablemente. Dami ha estado persiguiendo a Wren -cuándo no
tiene alguien que lo persiga, por el amor de Dios- y no le gusta que Wren esté
más interesado en la chica nueva. Tiene sentido que ella actúe así, pero todo
el asunto es más que un poco patético

Elodie se toma los celos de Dami con calma, que es más de lo que puedo decir
que hubiera hecho.

Hago mis asignaciones.

Salgo con las chicas.

Hago todo lo posible por mantenerme ocupada y no pienso en Dash.


El lunes, la semana siguiente, salgo corriendo de Screamin 'Beans con un
bagel atascado en la boca, tratando de sacar las llaves de mi bolsillo, cuando
sucede:

— ¡Whoa! ¡Whoa, whoa, whoa! ¡Oh, Dios mío!

Alguien choca conmigo, golpeando mi teléfono celular y mi café fuera de mis


manos. Miro el rostro del extraño, con los ojos muy abiertos, el bagel todavía
atascado en mi boca, y todo lo que puedo hacer es parpadear. Mi teléfono se
ha deslizado por la mitad del estacionamiento. Mi café es ahora un charco
llamado Lake Robusta a mis pies.

El tipo que caminó directamente hacia mí todavía está inclinado, con la mano
cómicamente extendida, con un pie del suelo, una figura inmóvil de un
hombre que se abalanzó para intentar tomar un café y un teléfono y se perdió
ambos.

Él se encoge. —Dios. Lo siento. Eso estuvo mal, ¿no?

Saco el bagel de mi boca. —Oh, está bien. No es gran cosa. Yo solo...

Voy a agarrar mi teléfono, pero él levanta una mano. —Déjame


conseguirlo —Lo voltea para ver si todavía está en una sola pieza—. Sin
grietas. Gracias a Dios por eso. Uhh, necesito traerte otro café —dice, pasando
una mano por su cabello—. Lo siento. Estoy disperso esta mañana. No
debería… —Se ríe, sacudiendo la cabeza—. Ni siquiera debería estar
conduciendo ahora mismo. Tengo asignaciones pendientes, y no he dormido
como… —Sus ojos se agrandan. Sacude la cabeza de nuevo, riendo
nerviosamente.

Me doy cuenta, con una claridad repentina y alarmante, como una bombilla
que se enciende sobre mi cabeza, que este tipo con el cabello oscuro, rebelde
y espeso, los cálidos ojos marrones y la más leve sombra de barba está
ardiente como el infierno.

—Básicamente soy más cafeína que hombre en esta etapa —dice, frotándose
la parte posterior de su cuello con una mano—. Oye, ¿cuál fue tu pedido? En
serio. Déjame traerte otro.
—Oh, está bien. De Verdad. No es gran cosa. Tengo que ir a la escuela, así
que...

Me mira por primera vez, realmente me mira y su boca se abre. —Oh Jesús.
Eres muy bonita.

El calor que sale de mis mejillas podría alimentar una central térmica.
—Guau. Los chicos normalmente no... salen y le dicen algo así a la cara de
una chica.

Levanta las cejas. —¿Ellos no lo hacen? —Suena sorprendido.

Niego con la cabeza.

—Mierda —Con una mueca de dolor, se frota la cara con una mano. Cuando
baja la mano, él mismo está un poco sonrojado—. Bien. Disculpas por
eso —dice torpemente—. Voy a ir a buscarte otro café. Por favor espera aquí.
No tardaré un segundo, lo juro.

—Bueno —Realmente voy a llegar tarde a clase si no me dirijo a la academia


ahora, pero hay algo tan serio y malditamente lindo en este tipo que creo que
lo heriré mortalmente si digo que no.

Él sonríe con la sonrisa más amplia que he visto en mi vida. —Excelente. No...
sólo... —Extendió las manos—. Solo quédate.

Me río. —Me quedo. Promesa.

En el momento en que está dentro, quiero salir corriendo. El Firebird está ahí
y nunca antes había llegado tarde a una clase. Nunca, en mi carrera en Wolf
Hall. No quiero empezar ahora. Pero se lo prometí. No debería haberlo
prometido.

La mañana es más cálida de lo normal hoy, al menos no hay hielo en el suelo,


pero sigue siendo lo suficientemente fresca como para que me arrastre de un
pie a otro, tratando de mantener el calor mientras espero a que vuelva este
torpe misterioso. Me como el panecillo en un tiempo récord, sólo para
deshacerme de la maldita cosa. El tipo tarda más de lo que dijo. Pasan casi
diez minutos antes de que salga a toda prisa de la cafetería con cuatro tazas
de café para llevar con precario equilibrio en las manos.
Parece un poco tímido cuando se acerca. —Entonces, olvidé preguntarte qué
habías pedido otra vez. Aquí tengo un capuchino doble. Un latte. Un poco de
calabaza especiada… espumosa… no lo sé. A algunas chicas les gusta esa
mierda. Y uh... creo que en realidad es un té de algún tipo. Té caliente con
miel y limón.

Está tan disperso y por todos lados que me siento mal por él. Sus ojos, muy
parecidos a los míos ahora que los estoy mirando, son brillantes y nítidos.
—Tomaré el Cappuccino —le digo, sonriendo. Me las arreglo para tomarlo sin
que las bebidas restantes terminen en el suelo. Deja las otras tres tazas en la
pared baja junto a la entrada del café y selecciona la más cercana a él.

Toma un sorbo y hace una mueca. —Oh. Oh, Dios, no. La calabaza especiada
es... ¡ugh! —Saca la lengua, agarra una de las otras tazas y bebe de ella en su
lugar, suspirando aliviado—. Hombre, eso fue jodidamente repugnante.
¿Cómo puede la gente beber eso?

Trato de no sonreír demasiado. —Es una bebida muy polarizante. Yo mismo


soy miembro del club 'Pumpkin Spice is the Work of the Devil9'.

—¿Puedo completar una solicitud? Esa mierda fue desagradable —Se


estremece—. Oh Dios mío. No me he presentado. Soy Andre, el tipo que te
rompió tres costillas porque no estaba mirando hacia dónde se dirigía.

—Carina. Carrie, de hecho. Encantada de conocerte. Y no te preocupes por


las costillas. Están totalmente bien —Reviso mi teléfono, haciendo una mueca
cuando veo la hora. Son casi las ocho—. Lo siento mucho, pero realmente
tengo que irme.

—Espera, espera, espera —Andre se ríe nerviosamente de nuevo—. Mira, eh,


vas a la escuela elegante, ¿verdad? ¿El de la cima de la montaña?

Nunca antes había escuchado a nadie referirse a la academia como elegante,


pero supongo que a un extraño Wolf Hall podría parecerle de esa manera.
—¿Cómo supiste?

9
Calabaza especiada es trabajo del diablo.
—Mi prima vive aquí. Vengo a Mountain Lakes todo el tiempo y nunca te he
visto por aquí. Estoy bastante seguro de que te recordaría. Así que sí. Tiene
sentido que te hayan encerrado allí en la colina.

—Entonces… ¿no vas a la escuela aquí? ¿En Mountain Lakes? —No sé por
qué, pero esto me decepciona un poco.

— No. Estoy en la universidad. Albany State.

¿Eh? Chico universitario. Agradable.

—Mira. Sé que tienes que irte, pero... estoy aquí estudiando, se supone que
es más fácil concentrarme, pero... Dios, estoy divagando. ¿Te gustaría comer
algo conmigo este fin de semana? Específicamente, ¿te gustaría tener una cita
conmigo? Todavía me siento mal por haber chocado contigo, y ya hemos
superado el hecho de que creo que eres realmente bonita, así que...

Lo miro boquiabierta. —Uhhh… ¿una cita? Bueno… —La cara de Dash


aparece en mi cerebro, y las náuseas aumentan en mi estómago. ¿Por qué
diablos siento que estoy haciendo algo mal? Siento que lo estoy engañando o
algo así, traicionando su confianza. Sin embargo, no soy yo quien traicionó
su confianza. Él traicionó la mía. La quemó hasta los cimientos. ¿Y adivina
qué? Eso fue hace ocho putos meses.

Tomo una decisión. —¿Sabes qué? Por supuesto. Una cita suena genial.
Gracias.

Andre sonríe. Se mete una mano en el bolsillo de su gruesa chaqueta roja y


saca una servilleta de Screamin 'Beans. Ya tiene un montón de letras
ordenadas y en bloques, seguidas de un número de teléfono. —Esperaba que
dijeras que sí —Parece avergonzado—. Por eso tardé tanto allí. No pudieron
encontrar un bolígrafo.

Le quito la servilleta, riendo. Sopla sus mejillas, mirando a su alrededor.


—Tengo que revisar los arbustos. Asegurarme de que ninguno de mis amigos
me esté viendo hacer el ridículo —dice.

—No te estás poniendo en ridículo.

—¿No?
Niego con la cabeza. —Promesa.

—Las mejores noticias que he tenido en todo el día —dice—. Bueno. Ve. No
quieres llegar tarde, ¿verdad?

Me alejo de él, metiendo la servilleta en mi bolsillo. Me mira, tomando su café


con leche mientras entro en el Firebird y enciendo el motor. Me detengo en la
salida del estacionamiento, bajando la ventana.

—¿Oye, Andre?

Sus ojos se iluminan. —¿Sí?

—No más café, ¿de acuerdo?

Él sonríe. —No, señora. Palabra de Scout. No más café para mí.


40

Voy a la cita con Andre. También tengo una segunda cita con Andre la noche
siguiente. Es dulce y divertido, y cuando se inclina y me besa, no parece que
el mundo se acabe. Tampoco se siente como si estuviera en llamas, lo cual es
bueno, supongo. Me siento segura cuando sus labios se encuentran con los
míos, y la seguridad es algo que no he sentido desde que puedo recordar. La
seguridad tiene sus ventajas. Significa que no siento que me van a
decepcionar en cualquier momento. Andre tampoco tiene dos mejores amigos
hostiles y muy agresivos que quieren hacer de mi vida un infierno, lo que es
un punto a su favor.

En nuestra tercera cita, me invita a una fiesta que está dando el hermano de
su amigo y acepto. La semana pasa lentamente, y todos comienzan a hablar
sobre el hecho de que los chicos de Riot House se dirigen a Boston para un
baile benéfico que está organizando el padre de Dashiell. Sé que la fiesta de
Edmondson fue un golpe de suerte, no hay forma de que Dash se presente en
una fiesta organizada por un jugador de fútbol americano universitario, pero
saber que estarán fuera de la ciudad la noche de la fiesta es un alivio. No
habrá ninguna sorpresa con los tres a ciento sesenta millas de distancia en
la ciudad.

Elle no quiere ir a la fiesta al principio. Pres es ambivalente, porque


obviamente Pax no estará allí. Se necesita un poco de trabajo para convencer
a ambas chicas de que acepten ir. Sin embargo, muy pronto, estamos en la
casa del amigo de Andre, y todo se siente... bien. Libre. Así es como se supone
que debo sentirme: una adolescente normal, que asiste a una fiesta normal
con un chico normal que le gusta.
Las chicas y yo nos retocamos el maquillaje en el baño, y finalmente le dije a
Elodie y Pres sobre Andre. Ambas están tan felices por mí, secretamente
aliviadas, estoy segura, de que finalmente estoy superando a Dash. Sé que no
he sido exactamente un barril de risas últimamente. Lloré frente a Elodie en
Screamin 'Beans cuando Dash apareció de la nada, por el amor de Dios. Esta
melancolía que he estado arrastrando conmigo como una maleta llena de
ladrillos ha sido un lastre para mis amigas y para mí. Nunca lo dirían, son
demasiado educadas para eso, pero probablemente ha sido un infierno para
ellas tener que lidiar con mis emociones de montaña rusa.

Andre representa un nuevo capítulo en mi vida. Un nuevo comienzo y una


nueva perspectiva. Él es lindo. Es listo. Sin complicaciones. Puedo
imaginarme teniendo un futuro con él, mientras que un futuro con Dash
siempre se veía turbio en el mejor de los casos. Su título. Su familia. Su
dinero. Sus amigos. Había tantos obstáculos en nuestro camino. Con Andre,
no hay obstáculos.

Sondeo a Elodie suavemente mientras estamos en el baño sobre esta tensión


que todavía está aumentando entre ella y Wren, pero ella se niega a hablar.
He visto todas las señales. Sé cómo se ve la negación cuando veo a una chica
enamorarse de un chico de Riot House (solía verlo en el espejo todos los
malditos días) y no hay nada que pueda hacer para salvarla ahora.

Andre aparece a las once. Solo he tomado dos cervezas, así que tengo el
control total de mis facultades. Elodie y Pres me ahuyentan, diciéndome que
vaya a hablar con el chico guapo que me sonríe desde el otro lado de la
habitación, y no necesito que me lo digan dos veces.

Me saluda acercándome a él y besándome profundamente, algo que Dash


nunca habría hecho, y estar en sus brazos se siente cálido. Normal. Cuando
finalmente tomamos aire, me sostiene con los brazos extendidos, riendo.
—Wow. Overol de pana. Overol de pana morado. Y tréboles. Vaya atuendo,
cariño.

¿Cariño? Bueno, ¿no se siente cálido y confuso? Incluso sus términos de


cariño encajan muy bien. Son inofensivos. Cómodos. Como ponerse un suéter
favorito muy gastado. Los apodos de Dash para mí se sentían como un vestido
de seda ceñido y ajustado, bueno para probarme por la talla, pero nunca
fueron cómodos. Me hicieron sentir… electrizada. Fue una sensación que
siempre anhelé, pero ¿no es cierto que nuestras adicciones nunca son buenas
para nosotros? Quiero decir, ¿cuándo es algo bueno electrocutarse?

—Encontré este lindo saco de arpillera en la tienda, pero no lo tenían en mi


talla —le digo a Andre, fingiendo hacer pucheros.

Sigue el juego. —Maldita vergüenza. Los sacos de arpillera pican, claro, pero
son muy bonitos.

Me besa de nuevo, y su boca sabe a caramelo, tan, tan dulce. Dios, todo en
él es dulce.

Bailamos. André me abraza, me rodea con sus brazos, y no puedo imaginar


cómo se habría sentido con Dash. Bailar no parecía una actividad que le
pillara desprevenido. Suena una canción muy ruidosa y saltamos como
idiotas, riendo, intercambiando besos y sorbos de nuestras bebidas mientras
nos peleamos por el espacio en la pista de baile. Andre me toma de la mano
y me saca de la pista de baile. —Vamos. Busquemos un lugar para tomar un
respiro...

Mi teléfono suena en mi bolsillo trasero mientras me lleva afuera. Voy a


silenciarlo, quiero pasar esta noche disfrutando con Andre, no
desplazándome por las notificaciones de Instagram, pero luego veo el nombre
en la pantalla y la sonrisa desaparece de mi rostro.

Ashley's Emporium Bridal...

El nombre está cortado, pero reconozco el negocio: la última compañía falsa


de Alderman para su teléfono desechable. Estamos afuera ahora. Andre me
ha guiado con éxito hacia el aire helado de la noche sin dejarme chocar contra
nadie. Se quita el gorro de la cabeza y me lo pone con cuidado, apartando los
rizos de mi rostro. —Ahí —dice—. No quiero que te resfríes.

Hago una mueca de dolor en mi teléfono celular, y Andre nota por primera
vez que la pantalla se ilumina con una llamada entrante. —Oh demonios.
¿Necesitas atender eso?
Me acobardo. —Más o menos. —Alderman nunca llama a menos que sea
importante. Ignorarlo sería una idea tonta.
Andre no se inmuta en lo más mínimo. Besa mi frente rápidamente y
comienza a caminar de regreso a la casa. —Sin preocupaciones. Tomate tu
tiempo. Traeré algunos tragos más.

—Gracias —Realmente es perfecto. Al segundo que la puerta principal se


cierra detrás de él, contesto—. Oye. ¿Qué pasa?

La voz de Alderman es profesional y tan genial como siempre. —¿Dónde


estás? —Directo al grano. El hombre nunca ha sido bueno para las
conversaciones triviales.

—Estoy en una fiesta. Con mis amigas. Y un chico. Y también he tomado


cuatro cervezas —Una vez que surge una verdad, no hay forma de detener a
las demás. Siguen llegando, una tras otra. Debería haber amortiguado el
golpe de alguna manera, espaciarlo en lugar de hacer alarde del hecho de que
he perdido por completo la maldita mente y que he roto todas sus reglas, pero
lo hecho, hecho está.

Aprieto los dientes, esperando que empiecen los gritos... pero, de nuevo,
debería saberlo mejor. Alderman no grita. Eso no es lo que es. Se calla. Grave.
Decepcionado.

—Bueno. ¿Divirtiéndote?

Parpadeo y relajo los hombros. Espera. No suena callado, serio o


decepcionado. Suena ... ¿divertido? —¿Sí? —Mi tutor no es de los que
bromean. Si está tratando de adormecerme con una falsa sensación de
seguridad antes de que baje el hacha, diciéndome que tendré que estar en el
primer vuelo de regreso a Seattle por la mañana, entonces este es un cruel
intento de humor—. ¿Estás bien?

—Estoy bien. Solo pensé en llamar para darte buenas noticias.

—¿Buenas noticias?

—Como sabes, tengo familia en Grove Hill. Por eso estuve allí esa
noche —dice—. Cuando te encontré al costado de la carretera.

Frunzo el ceño, tratando de adelantarme a lo que va a decir a continuación.


—¿Correcto?
—Hay cosas que no te he dicho, Carrie. Cosas que tardarían demasiado en
explicarse por teléfono. Pero uno de los miembros de mi familia es un hombre
de considerable poder y riqueza. No es una buena persona, pero eso no viene
al caso. Él es importante. Él y yo no nos vemos cara a cara. He estado
trabajando con él durante mucho tiempo, tratando de que me haga este favor.

Por alguna razón, mi corazón late con fuerza. No tiene sentido. Nada de lo que
esté diciendo debería ponerme ansiosa y, sin embargo, todo mi cuerpo está
temblando. —Dios, ¿puedes escupirlo, Alderman? Me estoy volviendo loca
aquí. ¿Se trata de... se trata de...

Kevin.

El hombre que maté.

El crimen del que no puedo escapar.

Ni siquiera puedo decir su nombre en voz alta.

—Sí, se trata de lo que pasó —confirma Alderman—. Iré al grano. No pensé


que iba a poder conseguir que este hombre, mi tío, me ayudara a limpiar tu
nombre. Pero ciertos hechos han alterado sus circunstancias recientemente.
Desenterré algunas piezas de información de elección que lo ayudaron a ver
cuán beneficioso sería para él, personalmente, si se dedicara a limpiar tu
nombre.

—No… entiendo. Quiero decir... ¿cómo pudo limpiar mi nombre?

—Cuando digo que es importante, me refiero a que es muy importante. Es el


gobernador de Alabama. Supervisa todo el departamento de policía estatal.
Estaba en su poder perdonarte y eliminar toda mención del nombre de Kevin
Winthrope de tu archivo. Simplemente no lo haría porque es un hijo de puta
malvado. Sin embargo, ha cambiado de opinión. Finalmente. Solo me tomó
seis años, pero...

Pongo mi mano sobre mi boca, las lágrimas empañan mi visión. —¿Qué? ¿Qué
quieres decir? —Mi voz se quiebra. Intento mantenerme unida, pero es
imposible—. No entiendo —susurro.

—¿Estás llorando? —Alderman no es un gran fanático de las emociones.


—No —La mentira es patética. Ni siquiera sé por qué me molesto.

Él gruñe. —Bueno, podemos repasar los detalles en otro momento. Hay


muchas cosas de las que tenemos que hablar, pero por ahora es suficiente.
Todo finalmente se juntó. Tu nombre ha sido oficialmente limpiado, Hannah.
Ya no necesitas preocuparte. Estás a salvo, chica. Eres libre.

Cierro los ojos con fuerza, tratando de no hacer un sonido mientras sollozo
en silencio en mi mano.

¿Segura? ¿Libre?

Las palabras resuenan en mis oídos, dos términos simples que mucha gente
da por sentado. Nunca tuve muchos motivos para creer que ninguno de los
dos se aplicaría a mí y, sin embargo, el hombre que me salvó del costado del
camino me acaba de decir que ahora soy ambos.

—Ve y disfruta de tu fiesta, Hannah —dice.

Resoplo, limpiándome los ojos. —Sabes... —digo, mi voz temblando un


poco—. Creo que prefiero a Carina.

Alderman se ríe. —Lo suficientemente justo. Carina, lo es.

—¿Qué... qué hay de las reglas?

—La primera, segunda y cuarta ya no se aplican. La tercera sí, pero por lo


que he visto puede que no exista, así que...

Me echo a reír. No puedo detenerme. Nunca pensé que experimentaría este


sentimiento. El dolor y el horror que sufrí esa noche en Grove Hill nunca
desaparecerán. No completamente. Pero ya no tengo que mantenerlo en
secreto. No tengo que seguir mintiendo. Todo mi futuro se ha transformado
por completo en el lapso de una breve llamada telefónica. Hay tantas
posibilidades ahora. Y Alderman, a su manera paternal y torpe, todavía está
tratando de advertirme de los chicos.

—Solo ve, Carrie. Ten una buena noche. Tus registros policiales han sido
sellados. Se han firmado todos los documentos relevantes. Lo tengo todo aquí,
esperándote. Ya no tienes de qué preocuparte.
No puedo creerlo realmente no puedo. —Gracias. Yo... yo ni siquiera sé qué
decir.

—Una injusticia increíble finalmente se ha corregido. No necesitas decir una


palabra. Buenas noches, Carrie.

—Buenas noches.

Alderman desconecta la llamada. Todavía estoy mirando el teléfono cuando


una chica que no reconozco sale corriendo de la casa, gritando mi nombre a
todo pulmón. —¡¡Eh, Mendoza!! ¡Mete tu culo adentro! ¡Tu amiga está a punto
de comenzar una pelea!
41

Hay mil tipos de alcohol que prefiero al champán, pero mi padre es un capullo
pretencioso, así que eso es todo lo que se ofrece esta noche; hay suficientes
Möet & Chandon en este salón de baile para ahogar una puta flota naval.

Me tomo la tercera copa, tirando con rabia de mi corbata. Lo juro, la maldita


cosa está tratando de ahogarme. Todavía no he visto a mi viejo. Le gusta hacer
una gran entrada una vez que han llegado todos sus invitados y aún es
temprano. Sin embargo, estoy muy ansioso. Habrá fuegos artificiales esta
noche por más de una razón: Mercy Jacobi está aquí, y Wren aún no ha
perdonado a su hermana por el debacle de Fitz/Mara.

Junto a la mesa del buffet, le hablo del estado actual del mercado de valores
a un tipo con la cabeza muy brillante, la cabeza muy calva, cuando Wren
aparece con el vapor saliendo de sus oídos. Su traje es negro carbón, al igual
que su camisa y corbata de seda. Con su piel pálida y su masa de cabello
ondulado negro, él mismo parece la muerte. —¿Invitaste a Mercy? — se queja.

—Disculpe. Veo a mi esposa llamándome —Brad, el tipo calvo que me estaba


aburriendo hasta las lágrimas con un vol-au-vent de camarones, tiene el buen
sentido de escabullirse. Bastardo Suertudo.

Necesito andar con cuidado aquí. ¿Pero sabes qué? No debería tener que
hacerlo. Estoy pisando ligeramente porque el temperamento de Wren es
ridículo estos días. Está muy nervioso por la chica nueva, Elodie. Es tan
jodidamente obvio. Por derecho, debería convertir su vida en un infierno. ¿No
es eso lo que le habría hecho a Carrie, si yo hubiera sido honesto acerca de
verla? ¿No era ese el objetivo de arrastrarme, sentirme culpable, sentirme
como una absoluta mierda, en realidad, ocultar lo que sentía?

Dios.

¿Quién diablos lo sabe en este momento?

Todo lo que sé es que Wren está frustrado por todas las cosas equivocadas, y
yo soy la última persona con la que debería desquitarse.

Pax aparece con un puñado de camarones y una sonrisa arriesgada en su


rostro. Dice algo sobre Mercy luciendo sexy. Wren amenaza con matarlo o
algo así. Puedo sentir que mi boca se mueve, un intento de mantener la paz,
pero en mi cabeza, mis pensamientos agitados.

No he dicho una palabra. Debería estar tan enojado con él. Después de
mantener a Fitz en secreto, y el calor de la desaparición de Mara que llevó a
la policía a nuestra puerta, ahora tiene la audacia de enamorarse de una
chica justo debajo de nuestras narices. Debería noquear al cabrón, pero tomo
el camino más alto. Wren Jacobi me salvó una vez. Más que eso, me invitó a
vivir con él y me hizo su amigo. No puedo olvidar eso.

—Al diablo con esto. Me voy de aquí —Wren gira sobre sus talones y se aleja
como una tormenta.

Le grito, tratando de convencerlo de que se quede, pero no me escucha.

—Déjalo ir —Pax se mete otro camarón en la boca—. El bastardo


malhumorado quiere enfadarse, entonces deberíamos dejarlo.
Oh, mierda —Da un giro de 180 grados, masticando tan rápido como puede.
Traga y se limpia la boca con el dorso de la mano.

—¿Qué?

—Entrando. Seis en punto. Tu viejo se dirige directamente hacia nosotros.

Resisto la tentación de comprobar. Encontrarlo entre la multitud y ver cómo


es su estado de ánimo. En cambio, miro al lado de la cabeza rapada de Pax,
mi mente dando vueltas por todo el lugar.
—Bien, bien. Mira quién es. Buenas noches, caballeros. Qué placer verte aquí.
Incluso si me desobedeciste descaradamente, muchacho. Recuerdo
claramente que te dije que usaras un esmoquin.

Me vuelvo lentamente para mirarlo.

Alto y ancho, pero más delgado que yo. Nunca pudo acumular ningún
músculo cuando era un hombre más joven. Está incluso más delgado que
cuando lo vi en Navidad. Su cabello oscuro, una vez de un negro intenso, se
ha vuelto pimienta y acero. Su rostro es un rayado de líneas que se extienden
profundamente alrededor de su boca permanentemente hacia abajo.
Naturalmente, lleva su esmoquin. Esta es su gran noche, su oportunidad de
sorprender a los estadounidenses con su filantropía y su superioridad
inglesa.

Nos miramos y no hay indicio de familiaridad en su rostro. Sin amabilidad.


Sin compasión paternal. Ni siquiera un destello de placer por haberse reunido
con su único hijo. Solo hay el azul apagado, débil, absolutamente ordinario
de sus ojos, y la boca hacia abajo, entre corchetes, y la desaprobación por el
esmoquin.

Dejo mi copa de champán en la mesa del buffet y me quito el polvo de las


manos. —¿Sabes qué? A la mierda esto. Yo también me voy.
42

Imagínense mi sorpresa cuando corro de regreso a la fiesta, y bajo y he aquí,


está Elodie quien está a punto de volverse nuclear con uno de los nerds
tecnológicos de la academia. Tom Petrov. Tengo que despegarla de él. No es
hasta que le saco la historia completa que entiendo por qué está tan enojada.

Tom estaba arreglando el teléfono de Elodie por ella. El teléfono que Wren
rompió inadvertidamente cuando chocó con Elodie en el pasillo hoy
temprano, honestamente, lo había olvidado por completo, y luego Wren obligó
a Tom a darle el teléfono. En pocas palabras: Wren tiene el teléfono de Elle, y
Elle perdió su mierda cuando se enteró.

No me sorprende. Yo habría reaccionado exactamente de la misma manera.


Pero ahora Elle quiere subir a Riot House, en medio de la noche, para
recuperarlo. Sabe que los imbéciles están fuera de la ciudad y quiere
recuperar su propiedad.

Preferiría arrancarme los ojos antes que ir a Riot House ahora mismo, pero
¿qué opción tengo? No puedo dejarla ir sola.

Dejamos a Pres con Andre, quien promete cuidar de ella, y acepté a


regañadientes llevar a Elodie a la mitad de la montaña. Intento convencerla
de que salga de esta locura, pero no sirve de nada. Antes de que me dé cuenta,
estamos paradas frente a la casa de Dash en la oscuridad total, y la pequeña
Elodie Stillwater está abriendo la cerradura de la puerta principal.
Una vez que la puerta se abre con un clic, entra y reacciona exactamente
como uno esperaría que reaccionara: está asombrada por el lugar. La
hermosa decoración. La impresionante escalera. Las obras de arte en las
paredes. Admito a regañadientes que Wren es responsable de las pinturas
tormentosas, violentas y notables, y capto la admiración en sus ojos. Intenta
ocultarlo, pero es demasiado tarde. No estoy en posición de juzgarla al final
del día. Me desmayé con la música de Dash cuando lo escuché tocar por
primera vez. ¿Cómo es esto diferente?

Intento no mirar hacia el enorme tragaluz que hay sobre mi cabeza mientras
insto a Elodie hacia las escaleras, pero fallo. No he subido al observatorio
desde la noche en que encontré a Dashiell allí con su polla en la boca de
Amalie Gibbons. También arranqué mis mapas de estrellas de la pared esa
noche. Tiré mis pendientes planetarios. Enterré mis camisetas de la NASA,
mi telescopio y mis otras baratijas de astronomía en el fondo de mi armario.
Me dolía incluso pensar en algo relacionado con la astronomía, porque mi
amor por las estrellas se había vuelto tan intrínsecamente vinculado a él. Sin
embargo, cómo extraño el cielo nocturno. Y qué hermoso se ve a través de la
inmensidad del tragaluz de Riot House.

De repente me siento muy, muy enferma. Vacía y más triste de lo que me he


sentido en mucho tiempo.

—Vamos —Conduzco a Elodie hacia las escaleras—. No hay tiempo para


admirar la arquitectura. Necesitamos agarrar el teléfono y regresar a la
academia. Tengo un mal presentimiento sobre esto.

—¿Dónde está su habitación? Dímelo y lo buscaré yo misma.

Bueno, si eso no suena como una idea terrible, no sé qué lo hace. —Iremos
juntas. Es más fácil perderse aquí de lo que piensas.

Elodie sonríe. Aprieta mi mano. —Estaré bien. Quédate aquí y vigila. Si ves
luces en la carretera, grita y saldremos de aquí. Una de nosotras debe estar
en guardia.

Cobarde como soy, la dejo ir. Vi la pena en su rostro; ella sabe lo difícil que
es para mí estar aquí, en su casa. Dios, la última vez que estuve aquí...
Empujo el recuerdo hacia abajo, deseando no atraparlo y torturarme con una
repetición. ¿Cuál es el punto de hacerlo? ¿De qué sirve recordar algo de eso?
No fue real.

Espero en el espeso silencio, las paredes de Riot House respirando


silenciosamente a mi alrededor. Puedo sentirlo aquí. La chaqueta de Dash
está colgada del respaldo de una de las sillas del salón sumergido junto a la
ventana; sus zapatos para correr junto a la puerta; sus vasos nuevos en la
mesa de café. Respiro, preguntándome si seré capaz de percibir su olor en el
aire, decepcionada (y un poco avergonzada de haberlo intentado) cuando no
lo hago.

Mis nervios comienzan a dominarme. Espero un minuto, pasando de un pie


al otro, tratando de mantener la calma, pero no es nada bueno. Necesito irme.
—¡Elle! ¡Date prisa, por el amor de Dios! ¡Estoy sudando aquí abajo!

Ninguna respuesta. —¡Elodie! No estoy bromeando. ¡Vámonos! —Mi voz hace


eco en el centro de la casa, rebotando en las paredes, burlándose de mí. No
puedo estar aquí. No puedo. Voy a tener que ir a buscarla. Maldigo todo el
camino hasta las escaleras, pasando corriendo por el segundo piso. Cuando
llego al rellano del tercer piso, me detengo en seco, mi corazón latiendo
dolorosamente.

Su puerta está ahí. A menos de diez pasos.

Recuerdos de la noche en que Mara se fugó a Los Ángeles golpea con fuerza.
La fiesta en la planta baja. Wren, jodido y abrazándome, justo donde estoy
parada ahora. Y luego ver la habitación de Dash por primera vez,
maravillarme con el piano junto a la pared junto a la ventana, y la cama
enorme, baja en el suelo, y los libros, y todo tan innato e intrínsecamente de
él.

Gran parte del progreso que he logrado en los últimos ocho meses se está
reduciendo con el solo hecho de estar aquí. Si no me voy pronto, estaré de
regreso donde comencé, fatalmente herida y sangrando emocionalmente.

Me muevo de forma robótica, bordeando el rellano y me dirijo al último tramo


de escaleras. Solo cinco pasos más. Cuatro más. Tres. Pero luego estoy justo
frente a la puerta de Dash, y toda pretensión sale volando por la ventana.
Si su puerta está cerrada, eso será todo. Estaré a salvo. Subiré las escaleras,
agarraré a mi amiga y saldremos de aquí. Mi cabeza golpea cuando giro la
manija... y la puerta se abre.

Mierda.

Jadeo en una respiración irregular, agarrando el marco de la puerta. Sabía


que iba a ser difícil, pero… no me esperaba esto. Un dolor impactante
atraviesa mis costillas, perforando el centro de mi corazón. ¿Cómo puede
doler tanto?

Es asombroso cómo el dolor arma nuestros recuerdos y los convierte en


bombas. Me preparo un segundo más, luchando para que el dolor disminuya.
Se necesita más tiempo del que debería para que el relámpago cegador de la
agonía se apague y se queme. Cuando siento que he recuperado lo suficiente
de mí misma para estar de pie sin la ayuda del marco de la puerta, entro
lentamente en la habitación, con el miedo arremolinándose dentro de la
cavidad de mi pecho.

Su cama es un desastre. Sábanas arrugadas en un lío de algodón egipcio.


Edredón colgando de la cama, medio en el suelo. Hay una camisa en el suelo,
la que usó ayer -Dios, qué patético que yo sepa eso-, en una bola apretada,
como si él a propósito arrugara la costosa tela y la arrojara al suelo.

La vista desde sus ventanas es una vez más un lienzo de negro y gris, sombras
sobrenaturales que insinúan un dosel de árboles y la línea de la montaña,
elevándose en la distancia.

Al igual que la primera vez que vine aquí, me atrae el hermoso y querido piano
en la esquina de la habitación. Los objetos que más capturan nuestro corazón
resuenan con un eco de nosotros en nuestra ausencia. Cuando veo las suaves
teclas en blanco y negro, y el banco con la almohadilla naranja raída encima,
sobresaliendo en un ángulo, como si Dash se apartara de su composición y
abandonara la habitación a toda prisa, cada recuerdo que tengo de Dash se
precipita hacia mí, tan abrumador que mis piernas se doblan.

Dash, de pie entre las lápidas del cementerio de ocho tumbas de Wolf Hall,
enojado y frustrado...
Dash, sentado en un charco plateado de luz en la sala de la orquesta, con la
cabeza inclinada, los ojos cerrados, los dedos volando hacia arriba y hacia
abajo mientras toca...

Dash, mordiendo el dedo de un guante, sus ojos inundados de oscura


intención. —Bien entonces. Lo haremos a tu manera.

Dash, sosteniéndome en sus brazos, riendo. —Lo siento, Stella. No se pueden


ver planetas a simple vista.

Dash, en el observatorio, sus dedos entrelazados en el cabello de otra


persona...

Me alejo de la imagen, tambaleándome por la brillante punzada de dolor que


la acompaña. ¿Cómo? ¿Cómo pudo hacerlo? Lo sé, de todas las posibilidades
y probabilidades que podrían haberse desarrollado para nosotros a medida
que pasaba el tiempo, era probable que la cagara. La cruel reputación de Dash
y las verdades que me prometió cuando hablamos por primera vez me
prepararon para eso. Pero lo miré a los ojos y también vi la verdad allí. Una
verdad que sobrescribió todo lo demás.

No estaba mintiendo cuando me dijo que me amaba. Juró que nunca me haría
daño. Creí esas palabras porque eran un hecho. ¿Entonces qué pasó? ¿Qué
cambió para que él hiciera algo tan cruel e hiriente? Es... simplemente no
tiene sentido.

Las lágrimas corren por mis mejillas mientras me acerco al piano. Me duele
el alma. Hace meses que palpita con las preguntas que no puedo hacer, que
no voy a hacer, porque me duelen demasiado como para siquiera surgir en
silencio dentro de mi propia cabeza.

Paso mis dedos sobre las pilas desordenadas de partituras, estudiando las
anotaciones desordenadas y garabateadas de Dashiell en los pentagramas.
Dash siempre fue mucho mejor comunicándose en este elegante idioma de lo
que lo fue en su lengua materna. Mirando fijamente la variedad de notas,
cuyos nombres ni siquiera recuerdo correctamente, me encuentro deseando
haber prestado más atención en la clase de música. Ojalá pudiera leer el
significado detrás de cada racha de carbón de su lápiz y escuchar la belleza
de la música que ha creado.
Mis ojos se bloquean, negándome a mirar a ningún otro lado, cuando veo el
título que escribió Dash en la partitura que se encuentra en la parte superior
de la pila. Ni siquiera puedo parpadear.

Stellaluna.

Me tiemblan las manos mientras levanto la hoja de papel, mis ojos luchan
por comprender los complicados y frenéticos garabatos que recorren las
estrechas líneas negras. Mi pecho se aprieta aún más cuando veo que la
segunda página de la partitura está etiquetada con el mismo título. Y el
tercero. Y el cuarto. Agarro un buen trozo de la pila, comprobando una página
en la mitad de la pila, que también tiene la etiqueta Stellaluna. Sé lo que es
esto. Es la música que me tocó en la fiesta. Ampliado. Reorganizado. Reescrito
y reelaborado, una y otra vez.

Clic

Dejo caer la partitura. La pila cae, las hojas revolotean al suelo a mis pies.

Mi corazón se detiene.

En el pasillo, otro sonido rompe el plomizo silencio. Esta vez es un crujido.


Uno fuerte. Un pie pisando tablas del suelo.

¡MIERDA!

Me muevo. De alguna manera, mantengo mis pisadas ligeras. Nunca había


corrido tan rápido en mi vida. Subo las escaleras de tres en tres y casi me
rompo el cuello dos veces. Al pie de las escaleras, asomo la cabeza por la
puerta principal, escudriñando la oscuridad total, buscando señales de un
auto, pero no hay nada.

Cristo.

Trago, esforzándome por estabilizar mi errático pulso. Las casas crujen y se


agrietan, Carrie. Gimen con el viento. Ninguna casa está en perfecto silencio.
Aun así, es mejor comprobarlo. —¡Elodie! —Llamo desde el fondo de la
escalera—. ¿Eres tú? ¿Has oído eso?
Ella no responde, y mi imaginación se dispara. Está muerta. Ha sido
asesinada por el fantasma del viejo paranoico que vivía aquí antes de que
Wren comprara la casa. —¡Elodie! ¿Qué demonios?

—¡Ya voy! ¡Sólo un segundo! —Se inclina sobre la barandilla del último piso
de las escaleras. Echo un vistazo a su cabello rubio y luego desaparece de
nuevo.

Los segundos se prolongan, se convierten en minutos, y mi mente se


engancha en la partitura. Los trozos de papel sueltos se esparcieron por todas
partes, resbalaron por las tablas del suelo y se retorcieron en el aire,
aterrizando en la alfombra junto a la ventana. En el momento en que Dash
entre y vea el desastre, sabrá que alguien estaba en su habitación. De alguna
manera, sabrá que fui yo. Nunca podré soportar la mortificación si se da
cuenta. Eventualmente, no puedo soportar más la idea de eso. Contra todo
buen juicio, vuelvo a subir las escaleras. A mitad de camino, escucho una voz
y mi sangre se convierte en agua helada en el acto. Es la voz de Wren. La
reconocería en cualquier lugar.

Subo rápidamente los tramos restantes de escaleras, desesperada y en


pánico. —¡Elodie! ¡Dios mío, Elle! ¡Creo que está en la casa! ¡Muévete,
muévete, muévete! —Elodie aparece de nuevo por el lado de la
barandilla—. Escuché una voz. No puedo ver nada, pero creo que está en…
¡OH DIOS MIO! ¡MIERDA!

Casi me caigo de espaldas por las escaleras.

Wren Jacobi, un espectro vestido de negro, se encuentra en el rellano del


último piso, justo al lado de Elodie. —Hola, Carrie. Sí, estoy en la casa.

¿Cómo diablos no me di cuenta que había entrado? ¿Cuánto tiempo lleva


aquí? ¿Por qué mi frecuencia cardíaca aumenta en lugar de disminuir?
Respiro hondo, tratando de recomponerme. —Tú deberías estar avergonzado
de ti mismo. ¿Te digo que te alejes de ella y luego sales y le robas el teléfono?
Estás jodido de la cabeza.

—Jesús. Detente. Ya tuve suficientes chillidos por una noche, gracias. El viaje
de regreso desde Boston fue lamentable. Tuve que caminar todo el camino de
regreso desde la ciudad porque el conductor de Uber no subía a la montaña.
Y luego llego a casa y me encuentro con dos pequeñas ladronas aquí,
merodeando en la oscuridad.

Me lanzo hacia Elodie y la tomo de la mano, ignorando a Wren.


—¿Conseguiste lo que viniste a buscar?

Los ojos de Elodie están muy abiertos. Un poco aturdida. —Sí, lo tengo.

—Bueno. Entonces salgamos de aquí.

—Elodie, espera —Wren se aparta de la pared—. Aquí. Toma el libro. Quiero


que lo tengas —Tiene un libro en las manos, un pequeño artículo
encuadernado en cuero con bordes dorados que brillan a la luz de la luna.

Joder. Quizá aún esté a tiempo de salvar a mi amiga de esta pesadilla. Si tan
sólo Mara se hubiera quedado y me hubiera convencido de no enamorarme
de Dash, entonces no estaría tan jodida y rota ahora. Sé que es inútil, pero al
menos tengo que intentarlo. —¡No lo hagas! ¿Recuerdas a Perséfone? Ella
aceptó esas semillas de granada de Hades y se condenó a sí misma al maldito
inframundo —Bien, suena muy exagerado, ahora que ha salido de mi boca,
pero estamos hablando de Wren Jacobi. Como la criatura de pesadilla que es,
puedo verlo totalmente como el rey del inframundo.

Wren me sonríe, y mi piel se eriza por la malicia en su rostro. —Aprecio la


comparación, pero estás siendo un poco dramática. No es más que un libro.
No tiene nada de mágico. O... más bien, es mágico de la misma manera que
todos los libros son mágicos. Pero difícilmente la atará al infierno.

—Elodie —Tiro más de su brazo esta vez. No puede resistirse sin caer por las
escaleras y aterrizar sobre su trasero. Me siento aliviada cuando finalmente
se rinde y se da la vuelta por fin. Solo una vez que estamos afuera, con el
viento helado del norte golpeándonos en el rostro y corriendo hacia el Firebird,
es que veo el estúpido libro en su mano.
43

Mi teléfono suena dieciocho veces de camino a casa. Quince de esas llamadas


son de mi padre. Sus mensajes de voz son casi histéricos. El primero
comienza siendo halagador, pidiéndome que regrese y sea cortés por una vez
en mi malcriada existencia. Para el decimoquinto mensaje, ha terminado de
vociferar y los gritos de los mensajes del cinco al catorce aparecen tan
pesadamente, y se ha movido a una rabia silenciosa y mortal, fría como el
hielo.

—No más Wolf Hall. No más puesto en el Estate. No más título. No más auto
caro. Conduce el Mercedes a Boston a primera hora de la mañana, Dashiell.
Lo estoy tomando de vuelta. Estás oficialmente por tu cuenta, chico.

Pax hace una mueca de dolor, inhalando aire a través de los dientes cuando
le doy reproducir al altavoz en el auto, pero rechazo el mensaje por lo que es:
basura absoluta. Cumplí dieciocho años el día de Año Nuevo. No puede
obligarme a hacer nada ahora. Él mismo puede venir a buscar su feo culo
Maybach si quiere recuperarlo. El único lugar donde lo conduciré es por un
maldito barranco. Espera. Corrección. Lo empujaré al barranco. Si me voy a
suicidar en un auto pronto, seguro que no será en algo tan cliché como un
maldito Maybach.

Mientras Wren ha estado comprando bares y casas fuera del campus, yo he


invertido mi dinero sabiamente. Todas las diversas herencias que he
adquirido a lo largo de los años han sido puestas en bolsa. He obtenido un
rendimiento decente por cada centavo. Si mi viejo piensa que cortarme el
dinero hará que me arrastre de regreso a Surrey con la cola metida entre las
piernas, entonces está muy equivocado.

Las llamadas restantes son de un número que no reconozco. El identificador


de llamadas dice: Reequipamiento y reparación del tío Bob. Lo dejo ir al correo
de voz las dos primeras veces, pero la persona que llama no deja un mensaje.
La tercera vez que suena mi teléfono, Pax golpea el volante del Charger con
los dientes al descubierto. —Joder. Solo responde, hombre, o voy a tirar la
maldita cosa por la ventana. La vibración incesante me está dando migraña.

Pongo los ojos en blanco, pero también lo tomo en serio, Pax no hace
amenazas a menos que planee seguirlas. —¿Sí?

—Dashiell —La voz fría al otro lado de la línea hace que mi mano palpite
inesperadamente. Mi cuerpo recuerda al dueño de esa voz antes de
reconstruir a quién pertenece. Y luego recuerdo.

—Oh. Excelente. Tú.

—Sí, yo —concede Alderman—. Tío Bob. Su amable mecánico de automóviles


local, lo llama para recordarle que su cambio de aceite debe realizarse en
breve.

—Bien. Por mucho que me encantaría charlar, tío Bob, en realidad no lo hago.
Prefiero cortarme la lengua antes que tener otra conversación contigo...

—Está hecho —dice, suspirando en voz alta.

Arrugo la frente. —¿Qué quieres decir con que está hecho?

Alderman dice. —Y aquí estaba yo, con la impresión de que eras un astuto
joven de diecisiete años.

—Dieciocho.

—Felicitaciones —dice Alderman—. Llegaste a otro cumpleaños sin matarte


accidentalmente.

—¿Hay algún propósito en todo esto, o simplemente querías llamar para


insultarme?
—Llamé porque quería asegurarme de que todavía estamos en la misma
página, ahora que las circunstancias de Carina han cambiado.

Alderman no dice nada. Yo espero. Después de un largo y tenso silencio lleno


de resoplidos, habla. —Estoy seguro de que sabes exactamente de lo que estoy
hablando. Acabo de hablar por teléfono con Carrie. Le dije que su nombre fue
limpiado. El problema en Alabama ya no es un problema para ella. Su registro
está sellado. No tendrá ningún problema si la policía la detiene...

Me inclino hacia adelante, ignorando la expresión entrometida de Pax.


—Espera ¿Qué?

—¿Por qué me tomo las molestias? —Alderman gruñe—. Me acaba de decir


que estaba en una fiesta con un chico. ¿Esperas que crea que el chico no eras
tú?

—He estado en Boston toda la noche en un evento de caridad. Carrie y


yo… —Me interrumpo cuando recuerdo que Pax está sentado a mi lado. Sin
embargo, sabía que estábamos juntos al final, y es lo suficientemente astuto
como para haber reconstruido el hecho de que rompimos poco después de
eso—. Carrie y yo dejamos de vernos como lo prometí. Eso es todo al respecto.

Alderman se ríe secamente por teléfono. —Si. Muy bien, chico —Su voz gotea
sarcasmo. Creo que sospecha que le estoy mintiendo para evitar una
paliza—. De todas formas. Quería agradecerte por darme el espacio para
resolver las cosas por ella cuando lo necesitaba. Ahora que las cosas han
cambiado para Carrie, supongo que no tendría mucho que decir si volvieras
a verla.

Tienes que estar bromeando. Ojalá supiera dónde vive este cabrón. Aparecería
en su puerta y le patearía los dientes. —¿Ahora está bien que la vea?

Él gruñe. —Te he conocido. Sé qué tipo de chico eres. Mejor malo conocido.
Además, también me conociste. Sabes lo que te pasará si la tratas mal.

Estoy a punto de tener una embolia. —¡Ya la he tratado mal! Me convenciste,


'rompe su corazón completa e irrevocablemente'. Eso es lo que dijiste,
¿recuerdas?
Al otro lado del teléfono, Alderman se ríe. —Así es. Lo hice, ¿no es así?
Compénsalo con ella. Cómprale flores. Llévala a pasear un fin de semana.
Eres un tipo ingenioso, Lovett. Estoy seguro de que lo resolverás.

¿Por qué la gente sigue diciendo eso? No soy un tipo ingenioso. Soy un tipo
cabreado con un terrible dolor de cabeza y la abrumadora necesidad de
causar un daño físico duradero. Aprieto la mandíbula y exhalo con dureza
por la nariz.

—No vuelvas a llamarme —Cuando cuelgo el teléfono, Pax me mira fijamente,


esperando una explicación—. ¿Qué? —Le digo con brusquedad.

—Jesús, maldita sea, hombre. ¿Qué le hiciste a Mendoza? Me he estado


preguntando por qué te ha estado dando una mirada asesina durante la
mayor parte de un año.

—No es asunto tuyo.

—¿Quién era ese?

—Tampoco es de tu maldita incumbencia.

Pax frunce el ceño, dándome una mirada peligrosa. —Bien, hijo de puta. Tan
pronto como regresemos a la casa, te daré una paliza.

—No vamos a volver a la casa.

—Diablos, sí, lo haremos. Tengo que quitarme este traje.

Busco el directorio de la escuela en mi teléfono. Ya estoy buscando el número


de contacto de alguien que pueda darme la información que necesito.
Selecciono Presley Whitton Chase, presiono el botón de llamada y luego
acerco el teléfono a la boca de Pax. Él se estremece, alejándolo. —¡Qué carajo,
hombre!

—Juega bien y pregúntale a la linda pelirroja dónde está, Davis. Vamos a otra
fiesta.
El concepto de asesinato no es tan abominable. No cuando has tenido una
hora para pensar en algo y realmente has dejado que tu imaginación se haga
cargo. Llegamos a la fiesta infestada de hermanos y estoy listo para matar.
Me he imaginado la escena que encontraremos dentro: Carrie, vestida casi
sin nada, frotándose contra la polla de algún chico de fraternidad. Carrie,
montada a horcajadas sobre un tipo con un mal corte de cabello, besándose
con él como si no hubiera tenido sexo en meses. Carrie, inmovilizada en una
cama mientras un deportista y sus amigos se turnan con ella.

Los escenarios ficticios se vuelven más oscuros con cada nueva


interpretación. Pierdo el control de mí mismo cuando Pax apaga el motor del
Charger y salgo del auto.

—¡Guau! Más lento, idiota —Pax agarra mi brazo, tirando de mí hacia


atrás—. Tengo la sensación de que estamos a punto de rompernos algunos
huesos aquí. Normalmente estoy de acuerdo con eso, pero voy a necesitar
más información esta vez, idiota. ¿A quién golpearemos? ¿Y por qué tuve que
coquetear con la pelirroja para encontrar este lugar?

Aprieto la mandíbula, mirándolo. Pienso en golpearlo, solo golpearlo tan


fuerte como puedo y correr hacia adentro, pero luego me calmo un poco. Por
una vez, no ha hecho nada para merecer mi ira. Él ha seguido la corriente,
primero Wren abandonándonos, luego yo perdiendo los estribos con mi padre
y exigiendo que nos vayamos, y ahora esto. Es razonable que quiera saber
qué diablos está pasando. Yo solo... no me atrevo a decírselo.

Aprieto el puente de mi nariz. —Mira. Por favor. No pido mucho. ¿Puedes


entrar y seguir mi ejemplo?

—¿Sin explicación? ¿Ninguna en absoluto?

Niego con la cabeza.


Ensancha las fosas nasales y creo que va a ser terco (¿cuándo no es terco?),
Pero luego la agudeza de sus ojos desaparece y se encoge de hombros. —Bien.
Lo suficientemente justo. Supongo que no tengo nada mejor que hacer.

Dios, lo amo. Le debo al bastardo por esto. Dentro de la casa contemporánea


y elegante a la que Presley nos dirigió, la fiesta está en pleno apogeo.
Definitivamente estamos en el lugar correcto. Vasos individuales rojos.
Camisetas de fútbol universitario. Jodida música mala. Hay gente por todas
partes y no reconozco a ninguno.

—Supongo que estamos buscando a Carrie —dice Pax—. Será mejor que al
menos confirmes eso.

Asiento de mala gana.

—Bueno. Encontramos a la pelirroja, encontramos a Mendoza,


¿verdad? —Antes de que pueda estar de acuerdo con su lógica, se pone las
manos alrededor de la boca y grita— ¡PRESLEY!

La música sigue sonando, pero al otro lado de la sala de estar, un mar de


personas detiene sus conversaciones y nos mira boquiabiertos. Pax ha
salpicado las vallas publicitarias desde Times Square hasta Tokio. Caminó
agresivamente por algunas de las pasarelas más famosas del mundo. Le
importa una mierda cuando la gente lo mira. Yo, por otro lado, soy bastante
contrario a la experiencia. Hago una mueca de dolor bajo el peso de todos
esos ojos, pero mi amigo sonríe, gritando a todo pulmón de nuevo.
—¡PRESLEY MARIA WITTON CHASE! ¿DÓNDE CARAJO ESTÁS? —Los
extraños en la sala de estar intercambian miradas confusas. Presley Maria
Witton Chase no es un nombre que una persona olvida una vez que lo
escucha… pero nadie aquí parece haberlo escuchado. Y luego hay un tipo alto
que viene hacia nosotros con una chaqueta bomber azul marino, y está
sonriendo, y su cabello es jodidamente perfecto.

—Hola chicos —Nos sonríe a los dos—. Es Pax, ¿verdad? Pres te describió un
poco antes de irse.

—¿Ella se ha ido? —Pax parece irritado.


—Sí, se puso verde cuando se dio cuenta de con quién estaba hablando y
empezó a hiperventilar. De hecho, tuvo un pequeño ataque de nervios —El
tipo con las perfectas ondas de chocolate y los perfectos ojos de chocolate se
ríe—. Me sentí mal por ella, así que la llevé de vuelta a la escuela. Estaba un
poco achispada. Empezó a llorar. De verdad, no creo que ella vaya a recordar
la mayor parte de esto mañana.

Pax mira al chico con los ojos entrecerrados. —¿Y tú eres? ¿Novio de Pres?

— Oh no, hombre —Se ríe con facilidad, extendiendo la mano a Pax, sonriendo
como si fuera el puto Ryan Gosling o algo así—. Soy Andre. Soy el novio de
Carina.

Allí. ¿Qué dijo? Joder, lo sabía. Sin embargo, ¿de dónde saca esta maldita
charla de novio? De ninguna manera ya son lo suficientemente serios como
para intercambiar títulos de novio/novia. ¿Qué estoy diciendo? De hecho, no
tengo ni idea de lo serios que son ni de cuánto tiempo llevan viéndose. No sé
nada sobre su relación, y eso es jodidamente irritante.

Pax se vuelve hacia mí con los ojos muy abiertos. —¡Mira quién es! —Él sonríe
sugestivamente—. Andre. El novio de Carina. Este es Dashiell —dice,
volviéndose hacia Andre—. El ex de Carina.

El entusiasmo amistoso de Andre, al nivel de un labrador, no flaquea. Todavía


está radiante, imperturbable, cuando me ofrece su mano extendida a
continuación. —Oye, amigo. Encantado de conocerte. No sabía que Carrie
tenía un ex en la ciudad. Ella no te ha mencionado.

Le estrecho la mano de arriba a abajo, entumecido hasta la médula. Si esto


fuera una caricatura, el tipo simplemente habría tomado un cuchillo y me
habría cortado desde el talón hasta el esternón. Mis entrañas serían una
mancha roja y húmeda de sangre a mis pies. Él es completamente ajeno a lo
que acaba de hacer, pero estoy tan incapacitado que no hay forma de que
pueda pelear con esta persona ahora.

Ella no te ha mencionado.

Esa única oración sella el trato.


Si Carrie todavía estaba remotamente en conflicto conmigo de alguna manera,
¿no habría mencionado alguna angustia pasada a un nuevo interés amoroso?
¿No se habría mencionado mi nombre de pasada? Pero no. Esta dulce y
aparentemente agradable persona no tenía ni idea de que yo existía hasta
hace un segundo, lo que significa que ya no importo. Carrie siguió adelante.
Ella ya no siente dolor. Ha olvidado el dolor y el malestar que le causé, y ha
encontrado a alguien que ya sé que la tratará bien.

Andre dice algo acerca de que Carrie tuvo que irse hace horas para ayudar a
una amiga. Hace un gesto por encima del hombro, apuntando con el pulgar
en dirección al barril que puedo ver en el patio trasero. —¿Quieren una
cerveza? Es una mierda doméstica bastante débil, pero no me importa.
También hay un par de barriles de IPA local flotando en algún lugar.

—Me encanta una buena IPA —Pax se frota las manos, buscando los barriles
en cuestión, pero yo pongo una mano en su hombro.

—Eso es muy decente por tu parte para ofrecerlo, pero me temo que tenemos
que ponernos en marcha en realidad. Solo pasamos de camino a casa para
ver si Pres necesitaba que la llevaran.

Andre asiente. No bromeo, parece que está sinceramente decepcionado de que


no nos vayamos a quedar y pasar el rato con él. —Aww bien. No importa.
Quizás la próxima vez. En realidad, oye, espera aquí un segundo —Se agacha
por un pasillo.

Pax me golpea en el brazo. —¿Por qué tienes que rechazar pasar tiempo con
mi nuevo mejor amigo?

—Lo juro por Dios, te mataré...

Andre reaparece con dos botellas de cerveza. Los aprieta en nuestras manos,
asintiendo felizmente. —Ahí tienes. Dos para el camino. Espero volver a verlos
pronto, muchachos. Oh, qué pasa, James. ¡Oye! ¡Espera! Ya voy —Nos mira
a Pax y a mí, palmeándonos suavemente en los hombros—. En serio, chicos.
Son bienvenidos aquí en cualquier momento. Conduce con cuidado, ¿de
acuerdo? —Salta tras su amigo, desapareciendo entre la multitud.
Pax y yo miramos nuestras cervezas y luego nos miramos. —Golpearlo hasta
la mierda a ese tipo va a ser muy difícil —dice Pax, abriendo su cerveza—. Es
como si fuera un perro atrapado en el cuerpo de un hombre.

—Lo sé —digo malhumorado—. Estaba pensando exactamente lo mismo.


44

DOS SEMANAS DESPUÉS

Ya no tengo que mentir. Acerca de todo. Podría decir la verdad sobre mi


pasado a cualquiera que me escuchara y no habría consecuencias. Estoy libre
de toda la mierda que pasó en Grove Hill. Pero… todavía no me atrevo a hablar
de eso. Tampoco puedo decir la verdad en otras áreas de mi vida. Mira, una
vez que comienzas a mentir sobre pequeños detalles, es sorprendentemente
difícil detenerse.

Le digo a Elodie que me acosté con Andre. Ni siquiera sé por qué digo esta
mentira, cuando está tan claramente lejos de la verdad, pero supongo que
una parte de mí quiere que sea verdad. Decirlo en voz alta para ver cómo se
sienten las palabras saliendo de mi lengua. Elodie compra la falsedad sin
pensarlo dos veces. Está tan atrapada en su relación con Wren que no nota
la punzada de dolor en mi voz cuando le digo que me gusta tener sexo con él.

Al final del mes, los chicos e Riot House desaparecen de la montaña para el
cumpleaños de Wren, y Elodie está desconsolada, aunque finge lo contrario.
Revisa su teléfono celular veintitrés veces en el espacio de una hora antes de
que deje de contar y la dejo suspirar por el Señor Oscuro de Riot House.

La vida avanza con dificultad durante las siguientes semanas.

Mercy regresa a Wolf Hall, pavoneándose como si nunca se hubiera ido, lo


que Wren odia.

Estudio con Elodie y Pres.


Salgo a otras tres citas con Andre, y él me dice que está enamorado de mí en
la última fila del cine, tan dulce y sincero que me siento como un monstruo
cuando le agradezco y me olvido de decirlo.

Una noche, Mercy interrumpe a Elodie y a mí en su habitación, -en la antigua


habitación de Mara-, y revela que Mara tenía un escondite secreto. Un
cubículo en el ventanal, debajo del alféizar de la ventana. No sabía nada al
respecto, pero resulta que Mara solía llevar un diario y se olvidó de llevarlo
consigo cuando dejó Wolf Hall.

Convenzo a Elodie de que el diario está mejor conmigo. Le juro que lo llevaré
a la policía. Odio mentir, pero entregar el diario sería catastrófico. Dios sabe
qué hay dentro, cuántas leyes violadas escribió Mara antes de reservarlo para
Los Ángeles, y cuáles podrían ser las consecuencias de que sus confesiones
caigan en las manos equivocadas.

Y luego... menos de una semana después... el Doctor Fitzpatrick (luciendo un


labio partido muy notable) anuncia que tenemos que completar una tarea
conjunta con otro estudiante, alguien con quien normalmente no trabajamos,
y Dashiell Lovett declara que quiere trabajar conmigo.

En el segundo en que lo escucho ponerse de pie y decir esto, salgo de una


extraña niebla en la que simplemente he estado existiendo durante semanas
y regreso a mi cuerpo con un doloroso golpe.

Me zumban los oídos, un sonido espantoso y agudo que bloquea todo el


parloteo y el ruido de las sillas a mi alrededor.

Dash de alguna manera aparece frente a mí, con una camisa planchada y
zapatos de aspecto muy caro. Su expresión es ilegible mientras me mira. Su
boca se tuerce un poco cuando vuelve su atención a mi amiga, sentada en el
sofá a mi lado.

—Vamos. De pie, Elodie. Necesito sentarme junto a mi compañera.

—Te arrepentirás de esto —Elodie se queja.

—Lo dudo —Oh, cómo reconozco la mirada arrogante y segura de sí mismo


que lleva Dashiell en este momento. La he visto un millón de veces. La veo
ahora y quiero gritar. Le dice de nuevo a Elodie, algo sobre Wren, pero no
estoy escuchando. Estoy demasiado ocupada conteniendo ese grito.

Elodie parece miserable, pero se levanta y se va. Estoy congelada mientras


Dashiell se sienta a mi lado en el sofá. Durante los últimos seis meses, he
captado la extraña ráfaga de la esencia de Dash en el aire mientras nos
cruzamos en los pasillos, momentos inevitables en los que he hecho todo lo
posible para olvidar cuánto solía vivir por esos momentos que lo vería en los
pasillos de la academia, pero el leve y breve indicio del olor familiar era solo
una broma, que removían suavemente los recuerdos sin resucitarlos por
completo.

Ahora, el olor a cítricos, menta, y el océano es un asalto olfativo que me deja


con una mano en la garganta y tratando de no respirar. Los recuerdos no se
remueven. Se amotinan.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —Siseo por un lado de mi boca.

Dashiell tararea especulativamente. —La vida se vuelve tan aburrida a veces,


¿no crees? Lo mismo sucede todos los días. Es divertido mezclar un poco las
cosas.

—Entonces, ¿por qué no mezclarlo con Damiana Lozano y dejarme en paz?


Ya volteaste mi mierda una vez, idiota. Y una vez fue suficiente, en caso de
que te lo preguntes.

Se queda en silencio. A nuestro alrededor, todo el mundo habla y discute,


pone los ojos en blanco y se quita pedazos de papel de las manos. Parece que
nadie está contento con las parejas con las que han terminado. Wren parece
que está a punto de estrangular a Mercy con sus propias manos, y junto a la
ventana, Elodie… oh, Dios, no. De alguna manera, Elodie terminó
asociándose con Pax.

—No te preocupes. Es como un enema —dice Dash—. Desagradable en ese


momento, pero realmente te sientes vivo después. Ella estará bien.

—No estoy preocupada por ella. Estoy preocupada por él —espeto.

Dash se ríe de esto. —Sí, supongo que tienes razón. Ella es bastante fiera,
¿no es así?
—¿Y qué sabrías sobre eso?

—Oh. Ya sabes. No mucho. Sin embargo, recientemente le hicimos una visita


a su padre. Eso no fue muy bonito.

—¿De qué estás hablando? Su padre está en el ejército. Está destinado en


Israel —No me gusta la expresión de su cara, ahora. Parece cansado.
¿Preocupado? ¿Deprimido? ¿Resignado? No puedo decir qué mirada es o qué
representa, pero me incomoda.

Dash suspira, dejando que su cabeza caiga hacia atrás contra el sofá. Sus
ojos vagan hacia el techo, evitándome a toda costa. —No lo sé. Ignórame.
Estoy hablando mierda.

No puedo ignorarlo. La última vez que hablamos tanto, todo fue perfecto entre
nosotros. Él acababa de estar dentro de mí. Me acababa de decir que estaba
enamorado de mí. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve tan cerca de
él, y me tomó con la guardia baja la forma en que su proximidad me está
afectando.

—Ella es fuerte. Eso es todo lo que intento decir —concluye Dash—. Como tú.

No debería haber dicho eso. Rebusco mentalmente en el contenido de mi bolso


escolar, tratando de recordar si hay algo dentro de él que pueda usarse como
arma. —¿Y qué sabes tú de mi fuerza, Dashiell? Te follaste a otra chica
delante de mí y ni siquiera te molestaste en defenderte después. No intentaste
explicarte, ni disculparte, ni averiguar si aún respiraba. Simplemente te
largaste y ni siquiera volviste a hablarme. Tú... tú... —Me sacudo, sacándome
del oscuro agujero por el que estaba descendiendo. Joder, necesito respirar.
¿Por qué no puedo dejar de temblar tan fuerte?

Dash patea sus largas piernas frente a él, cruzándolas por el tobillo. Entrelaza
los dedos y apoya las manos en el estómago. No dice nada, y mi temperatura
se eleva tan rápido que mi ira se siente como si me estuviera cocinando de
adentro hacia afuera.

—Y odio tu camisa. Tus estúpidos pantalones y tus estúpidos zapatos. ¿A


quién diablos estás engañando? ¿Cómo puedes volver a vestirte así después
de que finalmente te diste cuenta de que no eras un maniquí y tenías algo de
personalidad?

Él se resiste un poco a eso, echando la cabeza hacia atrás, pero aún no dice
nada.

—Empezaste a conducir en ese auto que odias. Ya no tocas en la sala de la


orquesta. Estás completamente sin emociones, ¿no? Tú sólo... —Llevo las
manos en el aire— flotas como una maldita ameba sin sentido, esperando que
el mundo te diga qué hacer y cómo reaccionar. —Me encantaría decir que me
detengo aquí, pero una vez que empiezo, no puedo parar. Todas las emociones
reprimidas e irregulares que me han estado lacerando por dentro se abren
paso. Quieren salir y les duele demasiado mantenerse adentro.

Yo lo llamo mentiroso.

Lo llamo tramposo.

Le doy la reprimenda más contundente del siglo, y apenas me detengo a


respirar mientras lo hago.

Dash se sienta en silencio, mirando sus manos. Simplemente se sienta allí y


lo toma. No niega nada. De vez en cuando, él me mira, con los ojos abiertos y
claros, su expresión tan confusa que tropiezo en mi asalto, odiándolo por no
contraatacar.

Las lágrimas comienzan a rodar por mis mejillas y él reacciona por fin. Su
mandíbula se aprieta, una v profunda e infeliz formándose entre sus cejas.
—No lo hagas. No llores, Stella —susurra.

Me limpio las lágrimas errantes con enojo, agachando la cabeza. Ojalá nadie
se haya dado cuenta. —¿Y qué prefieres que haga? ¿Debería volver a cerrar
la boca y seguir sufriendo en silencio? Pensé que esto era lo que te gustaba.
Una chica, puesta de rodillas por ti. ¿No te gusta cuando las chicas lloran por
ti? Lo que pasa con esos proyectiles teñidos de veneno es que te hacen daño
al salir tanto como a la persona a la que los disparas.

Atrapo el sollozo que se forma en mi garganta y me cierro en torno a él,


abrazando lo bien que arde. Mis siguientes palabras son más suaves: —¿Y
bien? Responde a la pregunta —Necesito saberlo. Todo este tiempo, he
intentado consolarme con la idea de que lo que hizo Dash en ese observatorio
era una muestra de su propia ruptura y no de la mía. Pero nunca he estado
segura. Los hilos de todo esto nunca se han unido correctamente. Todo está
tan anudado y enredado, y por primera vez quiero oírle decir la verdad. Me lo
debe.

Toma una respiración profunda y deja que su cabeza ruede por el respaldo
del sofá para mirarme. —El poder es algo embriagador y adictivo, Stella.
Corrompe incluso a las mejores personas, y yo ni siquiera estaba cerca de ser
bueno. Yo era el más bajo de los bajos. Tomar el poder y dominar a los demás
solía hacerme sentir que tenía el control. Contigo, aprendí que el verdadero
poder es la confianza. Es una asociación. Vulnerabilidad. Amabilidad.
Amistad. Me mostraste todo eso. Me salvaste de toda una vida, atrapado en
un círculo vicioso y feo que nunca me habría hecho realmente feliz. Y por eso,
siempre estaré agradecido. Nunca quise hacerte llorar. Quería amarte, y
todavía lo hago.

Suena la campana, separando el aire y Dash se pone de pie.

—Pax está planeando otra fiesta en la casa pronto. Deberías tratar de


convencer a Elodie de que no venga si puedes. Y por mucho que me gustaría
verte allí, Stella, probablemente sería mejor que te mantuvieras alejada
también —Se dirige a la salida y hay una inclinación de resignación sobre sus
hombros. Sin embargo, se mantiene erguido. Orgulloso. Por una vez, no creo
que sea su arrogancia lo que mantiene su columna vertebral recta. Creo que
es una especie de alivio.
45

Pensé…

Joder, no sé lo que estaba pensando.

Pensé que si la dejaba destrozarme de nuevo me sentiría mejor. Si fuera


testigo de su ira, o su indiferencia, o su disgusto, me sentiría culpable y
entonces sería más fácil dejar de pensar en ella. Claramente, ese no ha sido
el caso. Viajo a través de la próxima semana como un zombi, apenas
consciente del mundo que me rodea.

Pienso mucho en mis errores y me doy cuenta de lo estúpido que he sido.


Wren está enamorado de Elodie Stillwater. Para su cumpleaños, viajamos por
todo el mundo y golpeamos a su padre hasta la muerte por las cosas horribles
que le hizo. Wren mostró su mano muy claramente cuando nos pidió a Pax y
a mí que hiciéramos esto por él. No tuvo miedo de preguntar, porque la
profundidad de sus sentimientos por la chica lo exigía. Debería haber hecho
lo mismo por Carina.

Debería haberla priorizado sobre todo lo demás. Debería haberla querido más
que a nada en este mundo, incluida mi amistad con Pax y Wren, porque eso
es lo que vale.

Me dije a mí mismo que la estaba manteniendo a salvo al ocultar nuestra


relación, pero ahora me he enfrentado a los hechos. Estaba asustado.

Patético.
Lo que daría por volver atrás en el tiempo y arreglar las cosas. Hacerlas bien
a la primera. La retrospectiva es una cosa muy jodida, ¿no?

En lugar de desvanecerse con el tiempo, el hermoso recuerdo que tengo de


estar con Carrie en mi habitación en Riot House se fortalece. Oscilo entre
componer música -obsesivamente, todo sobre ella-, a abandonar mi
instrumento y dejarlo intacto durante semanas. El piano está en un rincón,
pensativo y de mal humor, juzgándome en su silencio. Llega al punto en que
no puedo tolerar quedarme dentro de las cuatro paredes de mi habitación sin
experimentar un dolor aplastante en el pecho. Duermo mucho en el sofá.
Cuando estoy despierto, conduzco hasta Mountain Lakes, llevo mi
computadora portátil a Screamin 'Beans, para poder hacer mis tareas en
algún lugar alejado de Riot House.

También disfruto de las miradas de reojo disgustadas de los camareros,


quienes parecen amar a Carrie y odiarme mucho. Su desprecio es solo otro
castigo apropiado por mis crímenes.

El viernes, estoy trabajando en una mesa en la parte trasera del café cuando
siento que alguien se acerca a mi mesa. Pensando que es Jazzy, la camarera
que más me odia, no me molesto en levantar la vista de la pantalla. Resulta
que es alguien mucho más inesperado.

—¡Oye hombre! Eres Dash, ¿verdad? ¿El ex de Carrie?

Me alejo del tipo, física y mentalmente. Mi hombro golpea la ventana mientras


me deslizo lejos de él, y se ríe a modo de disculpa. —Whoa, lo siento, amigo.
No quise acercarme sigilosamente.

Cree que me hizo saltar. No tiene idea de que su sola presencia me duele tanto
como una marca.

—Es Andre, ¿recuerdas? ¿Nos conocimos en la fiesta? ¿Te importa si me uno


a ti?

Lo miro, el horror se refleja en mi rostro, pero Andre no ve nada de eso. Se


desliza en el reservado frente a mí, poniendo una taza de café para llevar
frente a él, sonriéndome. Guau. Completamente ajeno. Impresionante.

—¿Cómo estás, amigo? —Ahueca sus manos alrededor de su café.


—Genial —le digo con rigidez—. Lo estoy haciendo genial. Gracias por
preguntar.

—Genial —El asiente. Es tarde en la temporada, oficialmente primavera


ahora, pero todavía hace suficiente frío para que nieve esta noche, una última
ráfaga antes de que la temperatura suba y las flores silvestres comiencen a
dispararse por toda la montaña. Andre observa las pequeñas motas blancas
que se forman en el aire tranquilo de la noche a través del cristal, con la
mirada perdida—. Genial —repite.

—¿Cómo estás? ¿Estás bien? —No se me escapa lo extraño que es que le


pregunte al nuevo novio de Carrie si está bien, pero hay algo tan
malditamente agradable en Andre. Me vendría bien si pudiera odiarlo, pero
no puedo. Y algo está claramente mal con el chico.

Tamborilea sus dedos contra la mesa, asintiendo más rápido. —Sí. Sí, estoy
bien. Te vi sentado aquí, y pensé que se joda. Quería venir a preguntarte algo.
Sé que es extraño y todo eso, pero ¿te importa?

Oh chico. Aquí vamos. ¿A dónde diablos lleva esto? Me recuesto y me encojo


de hombros. —Por supuesto.

—¿Carrie te dijo alguna vez que te amaba?

—Wow. Solo vas a... salir con eso, ¿eh? —Lo admito, esto no es exactamente
lo que esperaba.

Se toca la uña del pulgar, evitando el contacto visual. —Supongo que


sí —dice—. Le dije que la amaba hace un tiempo...

No me gusta escuchar eso en absoluto. Una cosa es saber que la chica que
amas está con otra persona. Otra cosa en conjunto es descubrir que la otra
persona también está enamorada de ella. Me muevo incómodo, aclarándome
la garganta, y Andre recupera la tensión. Parece consternado.

—Ohh… lo siento, hombre. Carrie no me dijo mucho sobre ustedes al final.


Ella dijo que solo estuvieron juntos un par de meses y luego lo terminaron.
Supongo que pensé que ya no sentías nada por ella.

Hago una mueca, negando con la cabeza. —No lo hago.


La expresión de Andre cae. Se ve como si viento acaba de dejar de soplar en
sus velas. —Ahhhh joder. He sido tan estúpido, ¿no?

—Lo siento. No te sigo.

Me mira a los ojos. —Estás enamorado de ella, ¿no?

Le devuelvo la mirada, pensando. He fallado en hacer lo correcto en todo


momento recientemente. Sé lo que debo hacer ahora y lo haré. Es una mierda.
Respiro hondo. —No. No estoy enamorado de ella. Ni siquiera somos amigos.

Andre no parece alentado por esto. Agacha la cabeza, mirando abatido su


café. —Mi papá es un mentiroso profesional —dice en voz baja—. Nunca
puedo confiar en una palabra de su boca. No te lo tomes a mal, pero aprendí
a detectar una mentira hace mucho tiempo, y eso... no era la verdad.

¿Qué quiere que le diga? Hace poco quise clavarle una piedra en la cara, ¿y
ahora quiere que le mienta de forma más convincente sobre que no estoy
enamorado de su novia? Lo estoy intentando, gente. Lo estoy intentando,
joder. Pongo las manos sobre la mesa, deseando haberme quedado en la casa.
Los recuerdos no son ni de lejos tan malos como esto. —De
acuerdo —digo—. Déjame hacerte una pregunta. ¿Existe algún reino o
realidad en la que puedas saber lo hermosa, feroz, inteligente y descarada
que es Carrie y no amarla?

Andre se hunde, dejando que su cabeza cuelgue hacia atrás contra la


tapicería de piel sintética roja. Cierra los ojos.

—No lo creo. Escucha —Toco mi dedo contra el costado de mi computadora


portátil—. Carrie merece ser feliz. Quiero eso para ella. Ella es una buena
persona. Tan buena que no creo que te haya contado lo mal que la traté
cuando la tuve. No voy a interferir en lo que sea que tengan ustedes. Si ella
puede ser feliz contigo, que así sea. Lo odio, pero estoy haciendo las paces
con eso. Despacio. Simplemente no me invites a la boda ni nada.

Andre se frota la barbilla y gime. —No va a haber una boda.

—Es solo una forma de decir. Ella tiene dieciocho años. Sólo digo...
Entrecierra los ojos, pero no con intenciones maliciosas. Parece que se está
preparando para lo peor. —No respondiste a mi pregunta en este momento.
¿Alguna vez te dijo que te ama?

—¿Realmente necesitas saber?

Él espera.

—Sí. Ella lo hizo.

Andre asiente con tristeza. Se desliza hasta el final del banco y se levanta,
llevándose el café con él. —No importa que solo tenga dieciocho años. De
todos modos, le habría preguntado. Pero no lo haré, porque ella todavía está
enamorada de ti —Da una palmada en mi hombro, dándole un ligero
apretón—. Espero que tengas otra oportunidad con ella, hombre. Y realmente
espero que la trates mejor la próxima vez. Tienes razón. Ella merece ser feliz.
46

ANDRE: Hola, dulce niña. Odio hacer esto, pero estoy de camino de
regreso a Albany. Mi carga de trabajo simplemente se triplicó y conducir
desde y hacia el campus me hace la vida imposible. ¡Sin embargo, me he
divertido mucho saliendo contigo! Realmente espero que las cosas vayan
bien durante el resto de tu último año. Tómate un café por mí la próxima
vez que estés en la cafetería. X

Me quedo mirando el mensaje de texto (¿mensaje de texto?!) Tratando de darle


sentido. ¿Me está tomando el pelo? Las cosas se han ido moviendo lentamente
con Andre, pero no pensé que rompería conmigo. ¿Qué diablos está pasando
ahora mismo?

Releí el mensaje mil veces, separándolo palabra por palabra, tratando de


descifrar el código oculto dentro de unas pocas oraciones cortas, tratando de
sondear lo que realmente significa. Porque no puede ser tan simple, ¿verdad?
Tenemos mucho en común. Amamos las mismas cosas. Él me hace reír. ¡Me
dijo que estaba enamorado de mí, por el amor de Dios! ¿Qué pasa con los
chicos que me dicen que están enamorados de mí y luego se van?

Cierro la puerta de mi habitación y reprogramo la cita del almuerzo que había


programado con Pres. Durante el resto de la tarde, lloro, con cansancio, de
una manera extraña y resignada, y veo reality shows basura en Netflix. Todo
el tiempo, mi mente está dando vueltas, tratando de averiguar qué salió mal
con Andre. Pero ese es el problema. Nada salió mal. Sabía que no estaba lista
para tener sexo con él todavía, y estaba de acuerdo con esperar. Sé que lo
estaba. Nunca fue agresivo. Era un perfecto caballero cada vez que salíamos.
Me persiguió. Quería pasar cada momento de vigilia conmigo, y cuando
salíamos, era agradable.

Empiezo a buscar otras explicaciones. Explicaciones externas. Y ahí es


cuando el nombre de Lord Dashiell Lovett surge en mi cabeza. Básicamente,
me dijo que todavía estaba enamorado de mí en la clase de inglés, que es
posiblemente la mentira más malvada que jamás haya dicho. Me tomó horas
recuperarme hasta un punto en el que sentí que podía volver a respirar
después de eso. Ciertamente es lo suficientemente arrogante como para
entrometerse en mis asuntos. Pero, ¿por qué se molestaría? ¿No cree el
bastardo que ha hecho suficiente? Cuanto más lo reflexiono, más me
convenzo de que él ha intervenido en esto.

Para cuando visito la habitación de Elodie por la noche para contarle lo que
ha sucedido, estoy segura. Esto es culpa de Dashiell Lovett. Elodie es dulce y
quiere pasar el rato, pero no estoy de humor para compañía. Le digo que
quiero pasar la noche sola, enfurruñada y terminando algunas tareas, pero
cuando vuelvo a mi habitación, no puedo pensar. Las palabras impresas
dentro de todos mis libros de texto nadan en la página, dándome un dolor de
cabeza terrible.

Para cuando oscurece y las luces del observatorio se encienden, burlándose


de mí desde la cordillera por la ventana, estoy oficialmente lívida. Si Mara
estuviera aquí, sabría exactamente cómo darle una lección a Dashiell. Ella ya
tendría su venganza planeada con viñetas y todo.

Pensar en mi descarriada amiga me hace extrañarla por primera vez en una


eternidad. Ha sido fácil enfadarse con ella. Todavía duele que se haya ido sin
una palabra de despedida. ¿Y una postal desde que se fue? ¿Una? Habría sido
amable de su parte llamar. Déjarme saber que está bien.

Tumbada en mi cama, de repente recuerdo el diario de Mara. Todavía está en


el fondo de mi bolso. Me alegro de que Elodie confiara en mí lo suficiente como
para entregárselo, a pesar de que su curiosidad por el misterio de Mara está
creciendo ahora por eso. Todavía me siento culpable como el infierno por no
sincerarme y decirle todo lo que sucedió con Mara, Wren y Fitz, pero la
amenaza de Fitz no era algo para tomarse a la ligera. No dudaría en dejar a
los chicos en una mierda con Harcourt y la policía. Es perversa, está podrida
necesidad de proteger a Dashiell que todavía existe dentro de mí. Pero, ¿qué
diablos se supone que debo hacer? La emoción persistente que siento por él
es como un cáncer, que me enferma cada vez más con el tiempo, me causa
un dolor insoportable, pero no hay nada que pueda hacer al respecto. No
puedo cortarlo. Créeme. He intentado. ¿Debería dejar que Fitz acuse a los
chicos a la policía y dejar que los echen a todos de la academia? ¿Podría
sentarme y mirar sin un mínimo de remordimiento mientras Dash es enviado
de regreso al Reino Unido?

Joder, ya no puedo pensar en esto. Me levanto y agarro mi bolso, abro la


cremallera y vacío su contenido en mi cama. El diario de Mara es lo último
que cae sobre el edredón. Está ahí, la luz de la lámpara de mi mesita de noche
proyecta un brillo anaranjado cálido sobre la encuadernación de cuero
marrón.

Sería un error leerlo. Eso es lo que normalmente pensaría, si este fuera el


diario de otra persona. Pero Mara cedió el derecho a sus secretos cuando
abandonó su diario en Wolf Hall, y a Pres y a mí junto con él. No, no me siento
demasiado culpable por la idea de hojear las páginas del diario. Estudio el
cuero deslustrado durante un rato, preguntándome por su contenido. El
teléfono de Mara se apagó poco después de su rescate. Los mensajes de texto
que le envío nunca pasan. Las pocas veces que he intentado llamar, el número
nunca está en servicio. De todos modos, trato de localizarla a ella cada dos
semanas, por si acaso, pero nunca obtengo respuesta.

Tal vez…

Abro el diario y empiezo a leer. Mara siempre hablaba de ir a Los Ángeles.


Podría ser que mencionó algo sobre eso en su diario, adónde quería ir. Dónde
planeaba quedarse...

Empiezo a leer.

Pasa una hora.

Y luego otra.

Para cuando cierro el diario y lo dejo en la cama, estoy profundamente


preocupada.
Tomo el teléfono y hago algo que no he hecho desde julio pasado.

Le envío un mensaje de texto a Dash.


47

Stella: Tenemos que hablar.

Stella: AHORA.

Soy un pedazo de mierda tan patético. Esto lo prueba aquí mismo. Finalmente
comencé a ver cosas. Me giro hacia la derecha, sosteniendo el teléfono sobre
el costado del sofá, donde Pax no puede ver lo que estoy mirando. Las
palabras nadan por toda la pantalla, sin ningún sentido. Estoy iluminado
como una señal de bengala, las manos me tiemblan, los latidos del corazón
de repente se aceleran. De ninguna manera Carrie me envió un mensaje. De
ninguna manera esto es real.

—¡¡¡¡Dash!!!! ¡Qué carajo, hombre! Me están dando una paliza aquí. Deja de
joder.

Miro la pantalla del televisor, silbando entre dientes cuando veo en cuánta
mierda estamos. No es un buen momento para presionar el botón de pausa.
Sé exactamente cómo reaccionará Pax.

—¿ESTÁS JODIDAMENTE LOCO?

Mierda. Odio tener razón. Parece que está a punto de matarme. Salto del sofá,
sosteniendo mi teléfono. —Lo siento. Esto es importante. Mierda de
familia —le digo.

—¡Apenas está amaneciendo en el Reino Unido! —él grita.


—Exactamente. Es importante —Me apresuro a salir de su habitación antes
de que pueda arrojarme un zapato a la cabeza o algo así. Ni siquiera he
golpeado mi habitación y he cerrado la puerta antes de que suene un heavy
metal muy fuerte, muy enojado, explota de sus altavoces, haciendo que las
paredes vibren. Hombre, está enojado. Voy a recibir una respuesta real por
esto más tarde.

Sin embargo, no me importa una mierda.

El teléfono.

El mensaje en el teléfono.

Casi espero que el mensaje del espejismo desaparezca cuando miro la


pantalla de nuevo. Pero no. No solo sigue ahí, sino que se le han unido dos
mensajes más.

Stella: Hablo en serio, Dash.

Stella: No estoy jodiendo. ¡Responde con un texto!

Mis dedos golpean la pantalla por sí solos, pero me detengo. Tomo aire. Me
recompongo. Borro las sandeces que estaba a punto de enviarle y escribo algo
más conciso en su lugar.

Yo: ¿Cuándo? ¿Dónde?

Stella: Ahora. Comedor.

Yo: Es tarde. Harcourt nos asesinará a los dos si nos atrapa allí.

Stella: Sugiere algún sitio. No puedo bajar la montaña ahora. Oirán el


auto.

Tampoco puedo conducir hasta allí sin avisar a seguridad. Hugh ha estado
muy atento desde que Pax y yo destrozamos la guarida de Fitz. Solía caminar
o correr cuando pasaba todas esas noches con Carrie, y ahora voy a tener
que hacer lo mismo.

Yo: La glorieta.
Stella: De ninguna manera. No puedo completar el laberinto.

Mierda. Olvidé cuánto odia el laberinto.

Yo: Espérame en la entrada. Entraremos juntos.

Stella: Bien. Treinta minutos. No me hagas esperar.

Algunas imágenes están destinadas a arder en la mente durante toda la vida.


Doy la vuelta a la pared norte de Wolf Hall, activo por la carrera por el camino
forestal, la piel picada por el sudor, y allí está Carrie, pintada a la luz de la
luna, los bucles de los hermosos rizos que se derraman sobre sus hombros
resaltados en plata brillante. Su piel es pálida y radiante, sus labios carnosos
llenos de un rosa perfecto. Los ojos duros y distantes se vuelven hacia mí
cuando me acerco, y aunque las oscuras profundidades de ellos no tienen
calidez, una emoción de anticipación me recorre. Incluso con su odio tan
claramente expuesto, mi alma se regocija cuando esta chica me mira.

Se mueve incómoda cuando la alcanzo. —Llévanos a la glorieta. Podemos


hablar allí.

Dios, cada parte de mí duele. Felizmente cambiaría un año de mi vida por


cada segundo que tenga para tenerla en mis brazos. Escondo el lastimoso
anhelo en mi alma, apretando mi mandíbula. —Sígueme, entonces.

Me alegro de haber traído una linterna. La luna es lo suficientemente


brillante, el cielo está abierto y despejado, pero las paredes cerradas del
laberinto son altas y proyectan sombras profundas que dificultan la visión.
Lidero el camino a través del laberinto, caminando rápidamente, ansioso por
llegar a nuestro destino, mi mente dando vueltas. ¿De qué quiere hablar ella?
¿Qué era tan urgente para que tuviera que enviarme un mensaje tan tarde?
¿Qué era tan urgente que tenía que enviarme un mensaje, punto? Prefiere
morderse la lengua que tener que hablar conmigo. Sea lo que sea, debe ser
importante.
La glorieta está a oscuras cuando llegamos al centro del laberinto. El edificio
octogonal no es muy grande, tal vez solo trescientos pies cuadrados, pero es
cómodo por dentro. Abro la puerta con una de las tres llaves que existen
(adivinen quién tiene las otras dos), y le hago un gesto a Carrie para que entre
primero.

Ella está incómoda, puedo decirlo. Se mueve de un pie al otro mientras


enciendo la pequeña lámpara en la estantería y rápidamente comienzo a
encender un fuego en la chimenea.

Su voz pétrea y cortante rompe el silencio. —No te molestes con eso. No


estaremos aquí el tiempo suficiente para que marque la diferencia.

Yo la ignoro. Afuera, hace mucho más calor de lo que ha estado


recientemente, pero Carrie bajó aquí con nada más que pantalones de
chándal delgados, una camiseta y un cárdigan de gran tamaño. Ya soy
responsable de romperle el corazón. Tampoco seré responsable de que ella se
contagie de neumonía.

Ella resopla, pero no pone más objeciones. Me alegro de los segundos extra
de silencio, de tener algo que hacer con las manos y un objetivo en el que
concentrarme mientras intento no enloquecer. Hacía mucho tiempo que
Carrie y yo no estábamos a solas. Esto se siente estupendamente importante.
Tengo que tener cuidado de no hacer ni decir nada que lo arruine.

Pronto, llamas de fuego anaranjadas lamen la garganta de la chimenea,


saltando bastante alto, en realidad, y no queda nada más que hacer que
enfrentarla.

Ella mira a su alrededor, examina los libros de los estantes, la alfombra, las
lámparas y el espejo sobre la repisa de la chimenea, con expresión
beligerante. —Te das cuenta de lo ridículo que es esto,
¿no? —ella susurra—. Este lugar está en los terrenos de la academia y de
alguna manera pertenece a Riot House. Es un hecho tácito. Es solo... suyo.
Nadie más puede venir aquí.

—No si quieren los diez dedos de las manos y los pies intactos.
Con un bufido burlón, niega con la cabeza. —Ni siquiera vas a negar el trato
especial, ¿verdad?

—¿Por qué debería? Este era el territorio de Fitz hasta hace un par de años.
Trajo a personas mayores aquí para follarlas. Pax y yo empezamos a aparecer
aquí para que él no lo hiciera. Apostamos nuestro reclamo. Nadie nos desafió
por eso. Este lugar no nos fue dado, amor. Lo tomamos.

—No te atrevas —Su voz se quiebra en la última palabra—. No tienes ningún


derecho a llamarme así. Me importa una mierda si es un término desechable
que no significa nada para ti. Nunca puedes usar esa palabra cuando me
hablas. Nunca más.

—Carrie...

Arroja algo al suelo a mis pies. Aterriza con un fuerte golpe y resbala sobre la
alfombra, chocando con mi zapato. En lugar de mirar hacia abajo para ver
qué es, fijo mi mirada en ella, negándome a mirar hacia otro lado. —Nunca
fue un término desechable para ti. Sé lo que significa esa palabra —Está a
punto de responderme, pero la detengo antes de que pueda hablar—. ¿Por
qué le dijiste a Elodie que solo estuvimos juntos un par de días en el café?
Reescribiste toda nuestra historia.

Ella niega con la cabeza, la ira torciendo sus rasgos. Incluso furiosa como
esta, todavía es impresionante. —¿Por qué piensas? Estaba avergonzada. No
quería que supiera cuánto tiempo dejé que me manipularas.

—No te manipulé. Nunca te mentí ni una vez.

Ella aprieta la mandíbula. —Solo detente. Me engañaste durante meses. Te


deje hacer eso. Eso es culpa mía —Se aprieta el cárdigan alrededor del
cuerpo—. Pero ahora he aprendido mi lección. No puedes mirarme a los ojos
y hacerme... hacerme sentir... —Jadea, como si las cosas que no puede decir
le estuvieran causando un gran dolor—. Nunca volveré a creer una palabra
de tu boca, así que deja de perder el aliento y toma el libro.

Entonces es inútil. Desde la llamada telefónica de Alderman, cuando me dijo


que compensara a Carrie, he pasado cada momento de vigilia tratando de
averiguar cómo podría hacerlo. Una parte de mí estaba tan seguro de que si
la miraba a los ojos, le explicaba todo y le decía lo mucho que la amaba, ella
reconocería mi sinceridad y sabría que estaba siendo sincero. Sin embargo,
nunca lo hará. Ella verá la honestidad y el dolor en mis ojos, y atribuirá
ambos a impresionantes habilidades de actuación. Estoy jodido, no importa
cómo maneje esto.

Realmente se acabó.

Me agacho y tomo el libro, eso es lo que ella arrojó a mis pies, dándole la
vuelta en mis manos. Es pesado. Encadenado maravillosamente, el cuero
suave como la mantequilla y flexible bajo mis dedos. —¿Qué es esto? —Lo
abro. En el interior, las páginas están cubiertas de tinta negra y azul
descabellada, una letra muy femenina e infantil que cubre cada página.

—El diario de Mara. Las últimas páginas están arrancadas. No se leen como
el resto de las entradas. Nada de eso realmente tiene sentido. Se siente como
si estuviera tratando de implicar a Wren en algo —Carrie resopla, llevándose
el dorso de la mano a la boca. Sus ojos brillan con fuerza, mojados por
lágrimas que obviamente no quiere derramar.

—¿Wren? —Hojeo las páginas, volviéndome hacia atrás, tratando de


encontrar de qué está hablando—. Eso es una mierda. Deberíamos quemarlo.
¿Por qué habría intentado implicarlo en algo?

—¡No lo sé! Esto no tiene nada que ver conmigo. Nunca lo ha hecho. ¡Ni
siquiera debería estar aquí ahora mismo!

—Tienes razón. Lo siento —susurro—. Dios. Es solo que... después de todo,


las drogas, el trato con Fitz... simplemente no quiero que nada de esto vuelva
a lastimar a ninguno de nosotros en el futuro, ¿de acuerdo?

El rostro de Carrie se arruga en una mueca de tristeza. Da un paso hacia mí,


lo más cerca que ha estado en un tiempo, y me quita el libro. —No podemos
quemarlo. La policía necesita saberlo. ¿Y si hay algo importante aquí? Lo que
me estás pidiendo que haga ... No es justo. Tiene que haber consecuencias.
Él no puede simplemente… —Ella deja de hablar, un sollozo miserable se
libera de ella. Sus lágrimas finalmente se derraman, y revolotean por sus
mejillas—. No se le puede permitir que se salga con la suya de nuevo. Y si...
y si lastima a alguien más. ¿Y si lastima a Elodie?
—Tienes que estar bromeando —¿Cómo puede siquiera sugerir algo así? Ha
visto la forma en que el bastardo mira a Elodie. Ella sabe cuánto se preocupa
por ella. Para bien o para mal ahora, todos lo hacemos. Sé que Wren nunca
lastimaría a Elodie, y Carrie también lo sabe—. Sabes que Wren no le hizo
una mierda a Mara, además de llamarla puta en el comedor. Estás
arremetiendo contra él porque estás enojada conmigo, y por una vez, él no se
lo merece. Sabes que esto tiene más que ver con Fitz que con él.

La terquedad que solía encontrar tan entrañable cuando Carrie y yo


estábamos juntos asoma la cabeza, sus ojos son duros. Dos pequeñas líneas
surcan la piel entre sus cejas. La expresión, junto con sus lágrimas, me dan
ganas de morir. Quizás no sea así. —Aún más razón para informar esto a la
policía. Él también es peligroso, Dash. Sabes que lo es. Tampoco podemos
permitir que otra persona sufra por su culpa. No porque seamos demasiado
cobardes para hablar, por el amor de Dios.

Ella solo quiere pelear. Ella se balancea tan salvajemente de Wren a Fitz que
los dos bien podrían ser intercambiables. No se trata de ellos. Se trata de mí
y de lo que le hice. Por fin, estoy un poco molesto. —Mira, no tienes idea de
lo que estás hablando. ¿Cómo puedes saber que no estaba drogada cuando
escribió eso? Estaba loca el noventa por ciento del puto tiempo. Mercy se
encargó de eso. Tíralo al fuego y lavémonos las manos de todo esto.

—Pero Elodie...

—Sé que es tu amiga, Carrie, pero no conozco a la chica. Si te preocupas


tanto por ella, asegúrate de que se mantenga alejada de él. No debería ser
demasiado difícil. Pronto se olvidará de ella por completo, y entonces ya no
tendrás que preocuparte por su seguridad.

—¿Cómo puedes ser tan frío? ¿Cómo puedes ser tan indiferente a esto?

Bien. Eso fue frío. Pero no puedo gastar energía en nadie más en este
momento. De hecho, me gusta Elodie. A pesar de la hipocresía de la posición
de Wren, Elodie realmente ha sido buena para él. A continuación, digo algo
que probablemente no debería. —La única persona que me importa eres tú,
Carina. Creo que lo he dejado muy claro. Si no quieres escuchar eso, entonces
es asunto tuyo. Lo entiendo. La cagué. Sin embargo, podemos lidiar con eso
en otro momento. Ahora dámelo.
No dice una palabra sobre lo que acabo de decir. Ella reaccionó bastante mal
en la clase de inglés. Ahora ella me mira siniestramente. —Bien. Aquí, Lord
Lovett. Siempre te sales con la tuya, ¿no?

Ella golpea el diario de Mara en mi mano, lo suficientemente agresiva como


para que el cuero me hiera en la palma. —Rara vez, en realidad —susurro.

—¿Por qué lo estás protegiendo así? No es tu amigo. ¿Lo sabes bien? Puede
que actúe así, pero solo usa a las personas para conseguir lo que quiere.

Mi amistad con Wren es más complicada de lo que Carrie jamás sabrá. Nunca
llegué a decirle lo que hizo por mí. Ella mira nuestra amistad y no ve más que
fallas y fallas. Si tuviera alguna idea de cuánto le debo a Wren, no estaría
diciendo estas cosas. Enojada como está y buscando lastimarme de alguna
manera, tendría que encontrar alguna otra área jodida de mi vida para atacar.
No sería demasiado difícil.

Ahora no es el momento de contarle lo que pasó en Surrey. Eso fue hace


mucho tiempo y hay cosas más urgentes que atender. Entonces, no digo
nada, lo que solo la antagoniza aún más.

—¿Qué? ¿No lo vas a defender? —ella susurra—. ¿Y Fitz? El hombre es un


maldito psicópata. ¿Vas a dejar que mantenga este poder sobre tu cabeza por
el resto del tiempo? ¡Eso sería un desastre! Él nunca te dará un momento de
paz.

—Quizás tengas razón. Pero la escuela secundaria casi termina, Carrie. Todos
vamos a seguir nuestros propios caminos en la vida. Probablemente nunca lo
volveré a ver. Hasta entonces, tengo que verlo todo el maldito tiempo, y no me
arriesgo a que abra la boca y le cuente a todos lo que pasó esa maldita noche.

Las jodidas drogas. Si Wren no hubiera dejado esa maldita caja con todas
esas bolsitas dentro, no estaríamos en esta posición ahora. Mientras Fitz
tenga esa caja, estaremos todos jodidos. Y mientras exista este diario, existe
la posibilidad de que la policía lo encuentre y quiera hablar con nuestro
profesor de inglés sobre su relación con Mara Bancroft.

No se puede permitir que eso suceda.


—Oh, Dios mío, ¿qué vas a... —dice Carrie demasiado tarde. Ya tiré el diario
al fuego. Las llamas lo toman, lamiendo el cuero, chamuscando las páginas y
llenando la glorieta con el amargo olor a humo. Carrie me mira fijamente, con
los ojos clavados en mi cara, su boca es una línea plana y apretada, sus
mejillas están mojadas por las lágrimas. Parece que está pensando en
abofetearme. En lugar de atacarme, deja escapar un sollozo ahogado, y luego
se gira y sale disparada de la glorieta.

—¡Carina, espera!

El aire tranquilo de la noche resuena con mi grito.

Ella se detiene. Se gira.

—Todos hemos cometido errores, está bien. Grandes. No creo que debamos
tener que seguir pagando por ellos de esta manera.

Carrie aguanta más lágrimas. —¿Estás hablando de lo que él hizo? ¿O lo que


me hiciste?

No sé a qué se refiere ahora. Podría ser Wren o Fitz en esta etapa. ¿Qué
importa? Miro hacia el cielo nocturno, tratando de sacar algo de coraje del
cielo, algo que lo haga más fácil. —Sí. Estoy hablando de lo que te hice. Lo
odio, está bien. Odio haberte lastimado. Dejé que las cosas se salieran de
control y tomé un giro equivocado. Lo he lamentado todos los días desde
entonces. ¿Cuándo me vas a perdonar?

Es ridículo, lo sé. No tiene idea de que no dejé que Amalie me chupara la


polla. No tiene idea de que su tutor psicótico me obligó a tomar la mano y me
dio pocas opciones sobre lo que tenía que hacer a continuación, para poder
mantenerla a salvo. Entonces, ¿por qué me perdonaría? Desde su
perspectiva, soy un monstruo. Un imbécil infiel que le arruinó la vida. Debería
contarle todo lo que pasó, pero ahora no puedo. Es demasiado tarde. Han
pasado demasiadas cosas. Ha pasado demasiada agua por debajo del puente,
demasiados meses arrastrados por los dos con dolor. El dolor es parte de
nosotros ahora. Y decirle a Carina que su tutor me reveló sus secretos solo
causará más dolor, creo.
Ella encuentra mi mirada a la luz de la luna, su rostro se ilumina y brilla. Mi
hermosa Stellaluna. —No lo sé —dice ella—. ¿Cuándo vas a aprender que tu
posición en la vida no te da automáticamente derecho a una segunda
oportunidad cada vez que la cagas?
48

Tuve un tratamiento de conducto hace un par de años. Uno de los molares


que Jason rompió con el puño finalmente se infectó y tuve que arreglarlo. Fue
una de las experiencias más miserables y dolorosas de mi vida. Empiezo a
sudar frío cuando pienso en ir al dentista ahora, pero prefiero someterme a
diez procedimientos de conducto radicular consecutivos que ir a esta fiesta
esta noche.

Le dije a Elodie que no iba a ir, pero realmente no tengo elección. Si ella va,
entonces tengo que hacerlo. No puedo dejar que se meta a ciegas allí. Nunca
me perdonaría si ella se viera atrapada en alguna mierda de Riot House del
siguiente nivel.

Esta fiesta, por alguna razón impía, es de disfraces. Voy con Pres a Party
Empire y elijo un pequeño disfraz de Sombrerero Loco, sin prestarle atención
ni importarme lo que estoy eligiendo en lo más mínimo. Pres opta por un
atuendo grotesco de Beetlejuice que parece un pijama blanco y negro, no es
sexy de ninguna manera, pero parece emocionada por eso, así que no hago
preguntas.

Charlamos en la caja, esperando pagar nuestras cosas. —Mercy estaba


dejando el vestido de Elodie en su habitación antes. Es hermoso —dice
Pres—. Hay cristales por todo el corpiño. Ella se verá como una pequeña hada
en ella. Dijo que Wren se lo compró. ¿Crees que ...? —Ella frunce el ceño, se
interrumpe y me mira de reojo.

—¿Qué es?
—Nada.

Fuerzo una sonrisa, pasando mi brazo por el de ella. Ya casi estamos en la


caja registradora. Apenas he dicho más de dos palabras desde que dejamos
la academia. La pobre Pres ha estado hablando sola durante la última hora y
media, y me doy cuenta de que estoy siendo una amiga de mierda. —Lo siento
cariño. Sigue. ¿Qué ibas a decir?

—Bien. Todo ha estado sucediendo a puerta cerrada. Siempre lo hace aquí.


Pero... ¿no crees que Wren parece diferente? ¿Crees que tal vez... que sea
posible que los chicos de Riot House cambien?

Oh, Presley. Dulce niña. Es bastante obvio por qué pregunta esto. Quiere
creer que es posible, porque le da algo que esperar. Si Wren Jacobi, el chico
de Riot House más jodido de todos, puede reformarse y convertirse en una
buena persona, ¿qué impide que Pax haga lo mismo? Aprieto su brazo,
apoyando mi cabeza en su hombro. —Lo siento, nena. Sé que esto no es lo
que quieres escuchar, pero... no. No creo que ninguno de ellos pueda cambiar.
Creo que es solo cuestión de tiempo antes de que Wren haga algo para
lastimar a Elodie. Todo lo que podemos hacer ahora es estar allí para ella
cuando suceda —Odio esta cosa miserable y hastiada en la que me he
convertido. Odio aplastar la esperanza de Presley. Sin embargo, se ha
olvidado por completo de lo mucho que me aplastaron. Creí que Dash había
cambiado y mira a dónde me llevó eso. No podría soportarlo si a Pres también
le rompiera el corazón. Ella no es como yo o Elodie. Estamos hechas de
material más duro. Elodie sobrevivirá si Wren la decepciona, al igual que yo,
pero Presley es sensible. Su piel no es tan gruesa como debería ser si quisiera
enredarse con Pax. Joder, su piel podría estar hecha de Kevlar y todavía no
sería lo suficientemente dura...

—Se siente raro, ¿no? —Presley susurra en voz baja.

—¿Hmm?

—La última vez que fuimos a una fiesta de Riot House, estábamos con Mara.
Lo sé… —Pres suspira profundamente—. Ella no era la mejor amiga que una
persona podía esperar, pero todavía me encantaba tenerla cerca la mayor
parte del tiempo. Todavía la extraño.
Yo también suspiro, reflejando la melancolía de Presley. —Lo sé cariño.
Entiendo. Yo también la extraño mucho.

Me excuso y me dirijo a la fiesta antes que Presley, sabiendo que ella estará
lo suficientemente segura caminando con Elodie en una hora más o menos.
No quiero entrar sola en Riot House, pero realmente no tengo muchas
opciones si quiero encontrar a Wren y hablar con él antes de que llegue Elodie.
Cuando llego a la casa, me doy cuenta de que mi plan no va a funcionar de
todos modos, porque el lugar está abarrotado y ya hay muchos estudiantes
de Wolf Hall aquí, luchando por un espacio en la planta baja de la casa.
Tendré suerte si puedo encontrar a Wren antes de que aparezca Elodie, y
mucho menos tener una conversación con él.

Y, naturalmente, como el universo todavía me castiga por ser una tonta


ingenua el año pasado, la primera persona con la que me encuentro es Dash.
Lleva una camisa negra con botones y pantalones grises. Mi corazón se salta
varios latidos y cae en picada por un acantilado cuando lo miro. Se ve
jodidamente increíble.

Se pone rígido cuando me ve, un poco más alto, bajando la botella de bourbon
que estaba tratando de abrir hacia su costado. —No pensé que ibas a venir.

—¿Porque me advertiste que no lo hiciera? Esa fue la manera perfecta de


garantizar que vendría.

Su boca se contrae. Casi sonríe. —Siempre fuiste muy terca, ¿no?

—Y siempre fuiste aficionado a beber para olvidar tus problemas, ¿no es


así? —Nunca solía ser así. Mala. Furiosa. Esto es en lo que Dash me convirtió.
Sé que estoy siendo una perra, y las palabras que le dije no son realmente
ciertas. Dash solía beber antes de que él y yo fuéramos algo. Solía beber
mucho, y había una implicación de uso de drogas pesadas, también, pero
todo eso cambió cuando empezamos a vernos. Venía a verme todas las
noches, y estaba sobrio como un juez todo el tiempo. Sin alcohol. Sin drogas.
Y por mucho que me moleste admitirlo, lo he observado mucho desde que
rompimos. Ya no bebe en la academia. No sé lo que hace en la intimidad de
su propia habitación, pero dudo que beba allí, tampoco. Sus ojos están
siempre claros. Siempre que Wren y Pax parecen empolvados por sus
desventuras de medianoche, Dash siempre parece estar mentalmente agudo
y tranquilamente preparado para cualquier cosa.

Ahora sonríe, muy tristemente, mientras mira el bourbon. —No es para mí.
Es por el ponche. Pedí algunos putos vol-au-vents y bocadillos. Solo quiero
terminar con todo esto. Pensé que preparar algunos cócteles me mantendría
ocupado.

Por su forma de hablar, pensarías que estaba sufriendo, no yo. Han pasado
meses y meses desde el incidente en el observatorio. Estoy segura de que ha
estado follando y disfrutando desde entonces. Probablemente se ha acostado
con más chicas desde julio pasado que la cantidad total de hombres con los
que me acostaré en toda mi vida. Puede decirme que se preocupaba por mí y
decirme que todavía me ama tanto como quiera, pero todo son mentiras, ¿no?
Solo otra etapa en este juego doloroso que está jugando conmigo. Sin
embargo, odio que mi pecho se contraiga cuando veo la expresión de su
rostro, como si estuviera sufriendo.

—Genial. Bueno, espero que te funcione. ¿Has visto a Wren?

Él frunce el ceño. —¿Wren?

—Necesito hablar con él.

—¿Qué pasa?

—Ya no tienes que conocer mis asuntos, Dash. Es algo personal. ¿Lo has visto
o no? —Mis pulmones se sienten como si estuvieran llenos de cristales rotos.
Me odio a mí misma. Ni siquiera me reconozco. No tengo ni idea de quién es
este monstruo frío y odioso ni de dónde ha salido, pero no puedo frenarla
cuando estoy cerca de este tipo. Deseo que se vaya, pero también tengo miedo
de que se vaya. Ella es lo único que me mantiene unida desde hace mucho
tiempo.
—Él está en la cocina.

—Excelente —No le agradezco. Le muestro la espalda y me abro paso entre la


multitud, sin darle la oportunidad de decir nada más. Encuentro a Wren
parado frente al refrigerador en la cocina, justo donde Dash dijo que estaría.
Cierra la puerta de golpe y se pone rígido cuando me ve allí. Pensé que pondría
los ojos en blanco o algo así, pero la reacción frustrada y desinteresada no
llega.

—Mendoza —Me da una sonrisa tensa—. Me alegra que pudieras unirte a


nosotros.

—Realmente apestas mintiendo. Probablemente deberías salir con tu


hermana un poco más. O Dash. Ambos son excelentes mentirosos. Estoy
segura de que podrías aprender un par de cosas.

Wren desenrosca la tapa de un frasco de pepinillos diminutos que sostiene y


se mete uno en la boca. —En primer lugar, soy el mentiroso más consumado
de este lado de Boston. En segundo lugar, Dash es un mentiroso jodidamente
horrible. Cuando mintió sobre ligar contigo, por ejemplo. Vi esa mierda a una
milla de distancia —Me tiende el frasco abierto—. ¿Cornichon?

Lo rechazo. —No, no quiero un cor... ¡Dios mío! Ugh. Quiero hablarte de


Elodie.

—Apuesto que lo haces —Se aleja de mí, paseando hacia la sala de estar.

—Tuvo un pasado difícil, Wren. Ella no es un juguete para que lo uses y


deseches cuando estés...

Se detiene abruptamente y casi choco contra su espalda. Sus ojos son como
jade pulido, chispeando de ira cuando se vuelve hacia mí. —¿Quién dijo que
estaba jugando? ¿Quién dijo que alguna vez la iba a descartar? ¿Y no crees
que sé mucho más sobre su difícil pasado que tú?

—¿Así que no vas a hacer que se enamore de ti y luego romperle el corazón?


¿Ese no es el objetivo de todo esto?

—No. Pudo haber sido al principio, pero… —Él golpea el frasco contra la
encimera, gruñendo enojado en la parte posterior de su garganta—. No hice
que se enamorara de mí. Me enamoré de ella, está bien. Y estoy haciendo todo
lo posible para asegurarme de no perderla, pero gracias a ti y a ese maldito
diario...

—¿El diario?

—Sí, el que tú y Dash fallaron en quemar correctamente en la glorieta. Nos


reuníamos allí esa noche. Elodie lo encontró en la chimenea y leyó toda la
maldita cosa. Y ahora cree que yo tuve algo que ver con la desaparición de
Mara. Así que sí. Gracias por eso.

—¿Cómo se suponía que iba a saber que estaba intacto?

—Escucha. Mantente alejada de la mierda que no te concierne, Mendoza. Si


ves a Elodie esta noche, asegúrate de que no se vea atrapada en el juego, ¿de
acuerdo? Quería sacar de casa a tanta gente como pudiera, para que las cosas
no se volvieran locas. Yo…

—¡Oye, mira! ¡Ahí está ella! ¡Carina!

Wren y yo miramos hacia la puerta principal al unísono y.. .oh, joder. Bueno,
¿no es esto perfecto? Justo a tiempo. Elodie acaba de llegar con Pres, y, vaya...
apenas la reconozco. Le compré un tinte para el cabello hace semanas,
cuando mencionó que odiaba ser rubia, pero pensé que lo había tirado
cuando no lo usó de inmediato. Bueno, lo ha usado ahora. En la tenue
iluminación de la entrada, sus ondas largas y gruesas parecen casi negras.
Ella es absolutamente impresionante con el vestido blanco como la nieve y
fluido que lleva. Su corpiño brilla y atrapa la luz, tachonado de miles de
pequeños cristales: parece sacada de un cuento de hadas. Cuando nos ve a
Wren y a mí parados juntos, su rostro se oscurece como si fuéramos las
últimas personas en la Tierra a las que quiere ver. Pres saluda con la mano y
comienza a dirigirse hacia nosotros, pero Elodie se gira y sale directamente
en sentido contrario.

—Maldita sea.

—Carrie, déjame...

Si. Como si fuera a escuchar a Wren. Zigzagueo entre la multitud, tratando


de mirar por encima de la cabeza de la gente, pero Elodie ha desaparecido.
Pasan cinco minutos y maldigo y refunfuño, abriéndome paso de un lado a
otro de la casa, buscando por todas partes en las que puedo pensar. Otros
diez minutos. ¿A dónde diablos se fue? ¿Ella simplemente se fue?

—¡WREN JACOBI! ¿Dónde diablos estás?

Oh, genial. Vestido con un traje de La naranja mecánica y con un sombrero


de bombín atascado en la cabeza rapada, Pax se para al pie de las escaleras,
con Dash a su lado. Un Déjà vu me golpea fuerte, arrastrándome de regreso
a la noche de la última fiesta, cuando Wren anunció el estúpido desafío en el
que todos participaron. Parece que esta vez habrá otro. Sin embargo, no
pueden ser tan estúpidos como para haber comprado más coca. No pueden
haber sido tan estúpidos.

—¡WREEEEEEEENNNNN! ¡Tienes tres segundos, idiota! ¡Muestra tu fea cara!

Wren aparece un momento después, moviéndose enojado a través de la


presión de cuerpos hacia la escalera, y Elodie no está tan lejos detrás de él.
Debió haberla encontrado antes de que yo pudiera.

Dash realmente se ve aliviado, como si pensara que Wren podría haber


abandonado la fiesta por completo. —¡Estudiantes de Wolf Hall! ¡Ha llegado
el momento que todos estaban esperando!

Pax sonríe cuando agrega —Damas y caballeros, ¡podemos presentarles, el


maestro de la caza!

Los demás asistentes de la fiesta vitorean y gritan a todo pulmón. Su


entusiasmo hace que sea realmente difícil atravesar el espacio abarrotado
para llegar a Elodie. Cuando la alcanzo, estoy muy nerviosa. Encontró el
diario, después de que le dije explícitamente que se lo iba a dar a la policía.
Está enojada conmigo y tiene todas las razones para estarlo. No la culpo ni
un poco. —Elodie, ¿puedo hablar contigo afuera un momento?

Ella me mira con expresión helada. —No.

—Elle, por favor...

Wren comienza a hablar. —Todos conocen el trato. Como maestro de la caza,


esta noche tomo las decisiones. Y como siempre, tenemos un juego de Riot
House que elevará tu posición social durante el resto del año académico o
dejará a todos en la cuneta. ¡Su destino está completamente en sus manos!
El juego de esta noche se ha diseñado para acabar con los más inteligentes
entre ustedes. En el bosque que rodea Riot House, hay una serie de banderas
rojas como esta —Hace una pausa, levantando un trozo de tela roja en el aire
para que todos lo vean—. Hay cientos de ellas escondidos en un radio de dos
millas. Recojan todas las que puedan y tráiganlas a la base. La persona que
consiga traer de vuelta la mayor cantidad de banderas gana una habitación
en Riot House por el resto del año escolar.

¿Qué?

El santo infierno se desata. Dondequiera que miro, la gente intercambia


miradas de asombro y palabras emocionadas. ¿El ganador se mudará a Riot
House? ¿Y cincuenta de los grandes?

Supongo que el dinero que Wren ahorró en grandes cantidades de narcóticos


tenía que ir a alguna parte. No había forma de que la gente no participara en
el juego con esa cantidad de dinero en juego, pero ¿mudarse a la casa? Ese
es el verdadero premio aquí y todos lo saben.

—La persona que recoge la menor cantidad de banderas, sin embargo...

Todos guardan silencio.

—…Se convertirá en el lameculos de Riot House hasta la graduación.


Cocinarás para nosotros. Limpiarás para nosotros. Serás el más bajo de los
bajos. La elección es suya. Vive aquí, sin control, sin ataduras por reglas
estúpidas e inútiles, o conviértete en nuestro chivo expiatorio. No tienes que
jugar, pero si lo haces... habrá consecuencias.

—Bueno, eso es nuevo. El año pasado… —Espera. No debería terminar la


frase.

Sin embargo, Elodie me mira con dureza. —¿El año pasado qué, Carina?
¿Cuál fue el juego el año pasado?

—El año pasado, todo el mundo tuvo que follar con tanta gente como pudiera
antes del final de la fiesta. Estas cosas siempre involucran sexo. Esta es la
primera vez…
La decepción atraviesa el rostro de Elodie. Se aparta de mí y mi corazón se
desploma en mi pecho. Esto es un jodido desastre. No tengo idea de cómo voy
a solucionar esto, pero tengo que intentarlo.

—Tienen hasta las tres de la mañana —grita Wren—. Hasta entonces, feliz
caza. Y tengan cuidado. Habrá lobos esta noche, cazando a su presa —Toma
algo de sus pies: una cabeza de lobo realista, los labios de la criatura pelados
hacia atrás en un gruñido, su hocico arrugado, sus horribles dientes
cubiertos de sangre expuestos. Es tan convincente que por un segundo pienso
que es la cabeza mutilada de uno de los animales que vi corriendo por el
cementerio el año pasado. Pero luego Wren se lo coloca en la cabeza, el látex
se extiende sobre su cabeza, y no... es solo una máscara.

—Dios. Parece que me equivoqué —digo, encogiéndome.

—¿Te equivocas en qué?

Wolf Hall es una academia privada, pero todavía es secundaria. Aquí hay una
cadena alimentaria, como en cualquier otro lugar, y estamos en la cima de ella.
Somos una especie depredadora, Carrie, y tú eres nuestra presa. Te
perseguimos. Te follamos. Seguimos. Esos son los términos en los que
pensamos aquí sobre el alumnado femenino. Harías bien en recordar eso.

—Cuando un chico de Riot House habla de cazar presas, Elodie,


definitivamente está hablando de sexo —digo.

—Señor, ya no puedo lidiar con esta mierda. Me voy. Me voy a mi habitación


—Elodie sale corriendo hacia la puerta, pero desgraciadamente todos los
demás intentan salir al mismo tiempo, para dirigirse a la noche, a jugar al
juego, y nos separamos en el tumulto. Es un milagro, pero la localizo justo
cuando gira a la derecha del camino de tierra de Riot House, hacia la carretera
que lleva de vuelta a la academia.

—Más lento, Elodie.

Ella no lo hace. Puedo decir que necesita algo de tiempo para calmarse, así
que se lo doy, me quedo callada todo el tiempo que puedo, pero después de
un tiempo tengo que decir algo. No puedo seguir mirando su espalda,
tropezando tras ella en la oscuridad, esperando a que hable. —Puedo seguirte
el ritmo, ¿sabes? No importa lo rápido que camines. No voy a ninguna parte.

—Realmente desearía que lo hicieras.

—Elodie, vamos, ahora. Por favor. No estás siendo muy justa.

—¿JUSTA? —Gira tan rápido que casi pierde el equilibrio—. No puedes


sacarme la tarjeta de 'no estás siendo muy justa', Carina Mendoza. Pensé que
eras mi amiga, y has estado ocultando cosas y ocultándome secretos todo
este tiempo. Juraste que ibas a llevar ese diario a la policía. Ni siquiera me
dijiste nada sobre Mara en primer lugar. Dijiste que no ibas a venir aquí esta
noche. Y, sorpresa, sorpresa, ¿qué hiciste?

Bien. Ella tiene un punto ahí. No debería haberla acusado de ser injusta. Sin
embargo, ella no es inocente aquí. —No me dijiste que estabas saliendo con
Wren.

El remordimiento parpadea en sus ojos. —Sí. Sé que fue una mierda, pero no
sentí que pudiera decírtelo. Sin embargo, no había ninguna razón para que
me mantuvieras en la oscuridad sobre Mara, ¿verdad?

Estoy a punto de explicar la situación con Fitz, componiendo lo que diré en


mi cabeza lo mejor que pueda, cuando de la nada, un grito espeluznante
desgarra el aire de la noche.

Elodie envuelve sus brazos alrededor de sí misma, temblando. —¿Por qué


alguien saldría corriendo al bosque sin jodidas luces? No tiene ningún
sentido.

—La fiebre de la cabaña es algo muy real, Elle. Sólo llevas un par de meses
en la academia, pero prueba a vivir aquí unos cuantos años. Empiezas a
volverte un poco loca. No lo entiendes. Si eres un estudiante de Wolf Hall, los
chicos de Riot House son algo importante. Ellos marcan el tono de todo el
año. Si eres un chico, quieres ser ellos. Si eres una chica, quieres salir con
ellos. Siempre ha sido así. Así que cuando hacen estupideces como ésta, todo
el mundo se tropieza para participar.

—¿Eso es lo que pasó la noche en que Mara desapareció? ¿Estaba tratando


de unirse a cualquier juego tonto que estuvieran jugando?
—Sí —En cierto modo, eso es exactamente lo que estaba haciendo Mara.
Comprando la mierda de Riot House. Definitivamente atrapada en la mierda
de Riot House.

—¿Y qué? ¿Se supone que debo seguir ahí y hacer el ridículo como todos los
demás? ¿Es eso lo que esperan?

—Pax y Dashiell, probablemente. No Wren. Estaba hablando con él antes de


que aparecieras y él quería que estuvieras lo más lejos posible de esto, Elle.
Es bueno que vuelvas a la academia, ¿de acuerdo?

Sería mejor para las dos si volviéramos a la academia. La idea de volver a Riot
House y encontrarme con Dash de nuevo es tan dolorosa que ni siquiera sé
qué haré si tengo que volver allí y soportarlo. No podré hacerlo, y eso es un
hecho.

Por la forma en que Elodie me mira, dura y desafiante, tengo la sensación de


que no me van a gustar las siguientes palabras que salgan de su boca. —
¿Sabes qué, Carina? Quizás me uniré a este estúpido juego. De esa forma no
habrá más secretos. Sabré si se acuesta con la mitad de la academia. ¡Sabré
exactamente lo que sucedió, y nadie podrá ocultarme nada más!

—¡Elodie! ¿Qué diablos estás haciendo? ¡Espera! ¡Elle, no puedes ver


nada! —Oh Dios mío. Ella no me escucha. Se sale de la carretera y se adentra
en los árboles, la maleza y la oscuridad total. No tengo más remedio que ir
tras ella—. Esto es una locura. ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿A quién le
importa lo que Wren haga o no haga?

—A mí. Me importa. Me hizo enamorarme de él y ahora me importa. Es lo


peor que me ha pasado.

No estoy orgullosa de ello, pero dejo que mi frustración se apodere de mí.


—¡Entonces detente!

Elodie se ríe. —Oh sí. Por supuesto. ¿Así como dejaste de amar a Dashiell?
Es así de simple, ¿no? ¿Solo presionar un interruptor? Vi cómo lo mirabas
fuera de la glorieta la otra noche.

Entonces no solo encontró el diario en la glorieta. También escuchó la


conversación que tuve con Dash. La vergüenza y la humillación caliente y
metálica inundan mi lengua. —Bien, bien. Reduce la velocidad un poco,
¿quieres? Gracias a Dios que uso zapatos planos. ¿Cómo diablos sabes a
dónde vas?

Ella señala con un dedo hacia el cielo, negándose a hacer nada por el estilo.
—Sé leer las estrellas. El buen coronel Stillwater me enseñó, entre tantas
otras cosas. Quién sabía que eso sería útil. Nos dirigimos al suroeste. Si
quiero volver a la carretera, será fácil. Ahora guarda silencio o regresa a Wolf
Hall. De cualquier manera, he terminado de hablar.

Wow. Un dolor inesperado estalla en mi pecho. Elodie y yo nunca antes


habíamos hablado de las estrellas. No tenía idea de que le interesaba la
astronomía. Debería saber eso sobre ella. Tenemos eso en común. Tal vez
hubiera podido recuperar mi propia pasión por las estrellas si hubiera tenido
a alguien como Elodie con quien compartirla. Me doy cuenta, mientras
tropiezo tras ella en la oscuridad, que la he mantenido a distancia. He sido
una tonta. Dashiell me rompió. Mara me abandonó. He tenido tanto miedo de
ser lastimada por otra persona que no me he permitido confiar en Elodie de
la forma en que ella merecía que se confiara en ella… y eso es totalmente mi
culpa.

Me enfado en esto, reprendiéndome a mí misma mientras Elodie avanza


pisando fuerte, yendo en una dirección y luego cambiando de opinión, yendo
en otra. Unos cuarenta minutos después de que nos dirigimos al bosque, piso
una roca que creo que está encajada en el suelo, pero rueda, llevándome el
tobillo con ella. El dolor es agudo y se extiende desde el tobillo hasta la rodilla.

Joder. Esto es una locura. Tenemos que regresar a Wolf Hall ahora, antes de
que una de nosotras resulte realmente herida.

Eventualmente, tengo que decir algo. —Por el amor de Dios, ¿podemos


descansar un momento? Mi tobillo me está matando —A regañadientes,
Elodie, con su vestido de cuento de hadas ahora rasgado, se desploma sobre
una repisa plana de roca, resoplando infelizmente. Me siento a su lado,
agradecida de que finalmente me haya dejado un poco de holgura—. Mira.
Lamento no haberte dicho todo, está bien. Te quiero, Elle. Eres mi amiga. Me
preocupo por ti, y todo lo que pasó con Mara fue un desastre. No quería que
tu experiencia con Wolf Hall fuera tan jodida como la nuestra, ¿de acuerdo?
—Por eso me dijiste que me mantuviera alejada de Wren. No querías que me
hiciera nada malo —murmura.

—No. Quiero decir, te lo dije... Wren estaba en la casa la noche de la fiesta.


Realmente no se fue. Él y Mara terminaron antes incluso de empezar —Sigo
explicando, pero mi corazón no está realmente en eso. Estoy atrapada en esa
cocina, la noche de la otra fiesta, odiando las discusiones de Mara y Mercy.
Dejé a Mara allí. Incluso ahora, no puedo enfrentarme a esa verdad en
particular. La dejé, para poder pasar el rato con Dash.

Debo admitirle esto a Elodie, pero me siento demasiado estúpida por haberlo
elegido a él sobre mis amigas esa noche. Todo lo demás, sin embargo. Las
drogas, y Fitz, y la policía, e incluso mis secretos más antiguos, los que
todavía llevo de Grove Hill, ahora le daré toda esa información.

—Realmente lo siento, Elodie. Por favor, créeme que te mantuve en la


oscuridad por una razón. Te diré todo lo que descubrí después de esa noche,
¿de acuerdo? Ahora mismo. No más secretos, lo juro.

No hay razón para que Elodie me perdone. Pero creo que podría hacerlo. Ella
suspira. —Bueno. Entonces empieza por el principio. Y no dejes un solo
detalle fuera.

Comienzo, relatando el comienzo de esa fiesta, la noche en que Mara


desapareció, pero solo he pronunciado algunas palabras cuando un fuerte
chasquido atraviesa el silencio, congelando la historia a mitad de la oración.

Oh, santo... joder.

¿Qué demonios fue eso?

Los vellos de mi nuca se erizan. A mi lado, Elodie también se pone rígida.


Miramos fijamente el bosque negro, mientras la silueta sombría de un hombre
emerge de la oscuridad, usando una de esas horribles máscaras de lobo.

La voz que emerge de debajo es amortiguada, pero se proyecta perfectamente


a través del pequeño claro en el que estamos sentadas. —Vamos, Carrie. No
quisiera interrumpir la hora del cuento.
49

No recuerdo la última vez que peleamos los tres, pero peleamos esta noche. Y
chico, se pone feo.

¿Wren está planeando dejar que alguien más se mude aquí? De ninguna
maldita manera. Luego hace un comentario estúpido sobre su mudanza, y
todo se sale de control.

Finalmente, estoy tan enojado por el comportamiento de Wren con Elodie que
digo algunas cosas que no quiero decir. Él confiesa que ama a la chica, y estoy
tan sorprendido que me quedo ahí parado, repitiendo la misma frase una y
otra vez en mi cabeza.

¿Por qué la tiene él, cuando yo no pude tener a Carrie?

¿Por qué la tiene él, cuando yo no pude tener a Carrie?

¿Por qué la tiene él, cuando yo no pude tener a Carrie?

Todo se convierte en un caos.

Pax pierde la puta cabeza.

Wren golpea a Pax con tanta fuerza que es un milagro que no lo noquee, y
luego los tres salimos furiosos de la sala de juegos, enfurecidos y evitando la
violencia.

Tomo un minuto para enfriarme en mi habitación, pero enfriarme no es


realmente una opción. Carrie está abajo, con la falda más pequeña conocida
por el hombre, sus tetas se derraman sobre la parte superior del corpiño de
su disfraz, y mi mente enferma y rota no me deja olvidarlo.

Esta cosa entre nosotros es una herida infectada. Cada vez que se empieza a
formar una costra y cualquiera de los dos empieza a sanar, la toco. No puedo
dejarla sola. Ojalá pudiera. Quizás de esa manera, habría alguna esperanza
para nosotros. Podríamos seguir adelante. Encontrar la felicidad. Pero no. El
conocimiento de que Carrie está aquí, abajo, tan jodidamente cerca, me
conmueve hasta tal punto que ya no puedo contener mi frustración.

Golpeo el espejo sobre mi tocador. La cosa se fractura, las grietas dentadas


se extienden como telaraña alrededor del punto donde mi puño se encuentra
con el vidrio. Mis nudillos están sangrando. Me palpita la cabeza. Mi corazón
no deja de latir, aunque sigo suplicándole que tenga piedad de mí y
simplemente se detenga.

Es en este punto cuando salgo en busca de los demás. No podemos dejar que
esto se pudra. Si lo hacemos, la brecha que se está formando entre nosotros
se volverá demasiado amplia para cerrarse, y no puedo permitir que eso
suceda. No puedo perder a mis amigos. Abajo, la casa está destrozada. Hago
una búsqueda preliminar de la planta baja en busca de Pax, ya que Wren
probablemente esté con Elodie, pero el hijo de puta no está por ningún lado.
Era una posibilidad remota, considerando el desafío de Wren como Maestro
de la Caza. Falta la mitad de la academia. Están todos en el bosque, tratando
de encontrar las banderas rojas de Wren. Pax está ahí fuera con una máscara
de lobo, haciendo lo que mejor sabe hacer: aterrorizar a las chicas y follar con
tanta gente como pueda. Aunque probablemente esté furioso por el golpe que
Wren le dio, estoy seguro de que está pasando el mejor momento de su vida.

Intento enviarle un mensaje de texto a Wren, pero el mensaje no llega. Intento


llamarlo, e inesperadamente, la línea tampoco puede conectarse. Dudo que
esté ahí fuera, jugando a este estúpido juego suyo. Probablemente se haya
escapado con Elodie en alguna parte, lo cual es ridículo, considerando el
hecho de que él creó este lío. Sin embargo, lo presionamos para que fuera el
Maestro de la Caza esta vez. Traté de reprimirlo lo mejor que pude, pero mi
resentimiento finalmente me alcanzó. Estaba enojado porque parecía que las
cosas estaban encajando entre él y Elodie, cuando las cosas habían ido tan
mal para Carrie y para mí. ¿Y Pax? Pax estaba enojado porque ¿cuándo no
está enojado Pax? Obligamos a Wren a ser el maestro de la caza nuevamente,
pensando que de alguna manera eso arreglaría las cosas. Podríamos volver a
hacer todo el asunto y el viejo Wren volvería con nosotros. Que todo volvería
a ser como solía ser.

Irrumpí en la cocina y un grupo de chicas se dispersan como pájaros


asustados, chocando entre sí en su prisa por alejarse de mí. Es ridículo que
sean lo suficientemente valientes como para venir aquí y unirse a la fiesta,
pero están demasiado intimidadas para acercarse a cien pies de uno de los
residentes de Riot House. Una de las chicas, la reconozco. Ella me mira
mientras intenta salir de la cocina, y sí, es ella.

—¡Chloe! Chloe Khan, quédate ahí.

Ella se congela, sus amigas riendo detrás de sus manos mientras yo me


precipito. —Si quieres que vuelva a intercambiar con Carrie… no puedo —
dice rápidamente—. Ya le dije que no iba a hacerlo. La habitación más
pequeña es más fácil de calentar y está más cerca del baño. Además... ya
pagaste la matrícula de mi último semestre y no puedes obligarme a hacer
nada ahora. Harcourt no te va a dar una referencia...

—Cállate, Chloe. Me importa una mierda la habitación. ¿La has visto en


alguna parte?

Ella parpadea. —¿A quién?

—¡QUIÉN MIERDA CREES!

Chloe traga, avanzando poco a poco hasta que regresa al mostrador. Sus
amigas ya no se ríen. —Oh. Oh, sí. Claro. La vi irse con Elodie hace
aproximadamente una hora.

—¿Carrie estaba con Elodie?

Ella asiente rápidamente. —Las escuché hablar. Estaban discutiendo sobre


Mara Bancroft.
50

—Pax, deja de joder —Elodie se pone de pie, sacudiéndose el vestido—. Lo


siento si estás teniendo una noche de mierda, pero solo quiero encontrar a
Wren y largarme de aquí, ¿de acuerdo?

Ya sé que no es Pax. Elodie no piensa con claridad. No tengo idea de cuán


extensos son los tatuajes de Pax, pero sí sé que sus brazos están cubiertos
desde las muñecas hasta los hombros, ¿y este tipo? No se ve el más mínimo
indicio de tinta por ningún lado.

El tipo de la máscara da un paso hacia nosotras, inclinando extrañamente la


cabeza hacia un lado. —Wren. Sí, Wren. Todos estamos tan desesperados por
Wren, ¿no? —sisea.

—Bueno, ya sabes dónde duerme el chico por la noche —dice


Elodie—. Puedes resolver cualquier problema que tengas con él más tarde en
la casa. Creo que mis problemas con él son un poco más urgentes que los
tuyos.

El pánico baila por mi espalda, colocándose alrededor de mi cuello como una


soga. Doy un paso a la derecha, pero el monstruo de la máscara me copia,
bloqueando mi camino. —Uhh... ¿Elodie?

—Pax. Quítate del puto camino. ¿O quieres que te avergüence delante de


Carina? —Ella trata de rodearlo, pero él también se mueve con ella,
impidiendo que se las arregle.
Mierda, esto es malo. Realmente malo. ¿Cuántas veces me maravillé del
cuerpo desnudo de Dash? Pasé horas estudiándolo. Adorarlo. Este no es
Dash. Demasiado estrecho de hombros para ser Wren. Lo que deja solo una
opción. En el fondo de mi mente, sé quién es. Simplemente no quiero tener
razón. —Elodie. Elle... no creo que sea Pax.

Me apresuro hacia adelante, agarrándola de la mano.

—¿Quién? —ella susurra.

—Guardamos tu secreto, está bien —siseo—. Mantuvimos la boca cerrada.


Juraste que no volverías a hacer esto.

Fitz, porque por supuesto es Fitz, se muestra decepcionado. —Odio romper


promesas, Carrie, de verdad lo hago. Pensé que ya lo habría superado,
pero... —Lentamente, toma la cabeza del lobo por el hocico y se la quita—. No
puedo dejar de amarlo. Es una obsesión, lo sé. Pensé que podría soportar que
se preocupara por alguien nuevo, pero es imposible. La odio tanto como odié
a la otra —La mirada que lanza a Elodie hace que mi estómago se retuerza.
Tiene la boca abierta y los ojos muy abiertos por la sorpresa. Hicimos bien
nuestro trabajo, ocultando la participación de Fitz en todo esto, si su sorpresa
es tan genuina—. Él es mío, Elodie. Cuanto antes se metan eso en la cabeza,
perritas estúpidas, cuanto antes podrán dejar de morir.

Parece que una pluma podría derribarla.

—Awww. Pobre Elodie. No te lo dijo, ¿verdad? —se burla.

—¿Decirme que?

—Que él y yo estuvimos juntos por un tiempo. Un poco de tiempo, seguro,


pero solo necesitaba algo de tiempo para verlo. Él y yo somos almas gemelas.
Se supone que debemos estar juntos. Pero lo conoces. Es terco. A veces no
admite algo a menos que esté en su planificación. Por eso aún no te ha dicho
que te ama, Elodie.

—Me ha dicho que me ama —susurra.

Fitz retrocede como si lo hubiera golpeado y las campanas de alarma


comienzan a sonar en mi cabeza. ¿Esta posición en la que estamos ahora? No
estamos a salvo, y que Elodie le diga algo como esto solo empeorará las cosas.
—¿Qué? —sisea.

—Me ha dicho que me ama. Él me ama.

Joder, joder, joder. —No lo hagas, Elle.

Fitz reacciona salvajemente, golpeándose la frente repetidamente con las


manos, y… oh no. Tiene un cuchillo. Es algo terrible: un borde grueso y
brutalmente afilado que tiene una muesca desde la protección hasta la punta.
El acero destella, haciendo rebotar la luz de la luna sobre nuestro pequeño
claro, y el miedo se apodera de mí por el cuello.

—Él no dijo eso. Él nunca diría eso. No puede. Wren no es capaz de amar a
una chica como tú. Necesita algo más que unos tontos vestidos, unas
desaliñadas botas Doc Martin y unas estúpidas preguntas para el debate.
Simplemente no hay manera.

—Espera. Ese cuchillo. Reconozco ese cuchillo. ¡Ese es el cuchillo que


encontré sobresaliendo de mi cama! —Elodie grita.

Me toma un segundo descubrir de qué está hablando. Y luego recuerdo, su


habitación fue cambiada hace un tiempo. Así es. Por supuesto. Y ni siquiera
pensé en eso. Culpé a Damiana, pensando que estaba actuando mal, tratando
de asustar a la nueva chica lejos de Wren. Dios, soy tan idiota. ¿Cómo pude
haber estado tan ciega?

La risa perturbada de Fitz se eleva en la noche. —Dios, eres tan engreída,


¿no? Oh, mi cama. Mis preciosos libros. Mis cosas. Wah wah wah. La directora
Harcourt dejó esto en el cajón de su escritorio, así que lo recuperé. He tenido
este cuchillo durante mucho tiempo, ¿sabes? Realmente no tenía ganas de
dejar que se lo quedara para siempre.

Elodie me aprieta la mano con más fuerza. La miro, preguntándome cómo


está manteniendo su mierda unida, pero el miedo que espero ver en su rostro
no está ahí. Ella está enojada. —¿Por qué diablos destrozaste mi habitación?

—No tuve elección, ¿verdad? Esa habitación estuvo vacía durante meses, pero
luego apareciste tú. Todavía no había encontrado el estúpido diario de Mara
ni el suéter de Wren. Era sólo cuestión de tiempo antes de que te tropezaras
con ellos y empezaras a hacer preguntas. Así que lo destrocé todo. Busqué
por todas partes. Yo también los habría encontrado, pero entonces volviste a
tu habitación. Te oí hablar por teléfono quejándote de tu padre en la escalera,
y salí corriendo.

No puedo creer lo que estoy escuchando ahora mismo. No puedo creer lo lejos
que se ha alejado del camino de Fitz cuerdo. —Dios, estás tan jodido.

A mi lado, Elodie da medio paso hacia adelante, frunciendo el ceño. —Eres de


quien ella escribió en su diario. No Wren. Tú eres a quien ella le tenía miedo.

Sus ojos brillan locamente cuando da un paso adelante, extendiendo la punta


del cuchillo frente a él. —Puede que me haya metido un poco con ella, lo
admito. Ella no era mi tipo, pero fue divertido engañarla para que pensara
que quería estar con ella. Solo quería que se mantuviera alejada de Wren,
pero... era tan jodidamente crédula. No como tú, eh, Elodie. No, eres
inteligente. Sin embargo, es inútil juntar las piezas ahora. Es demasiado tarde
para eso.
51

Nos ata las manos.

Ahí es cuando me doy cuenta de que voy a morir.

El miedo oprime mi garganta mientras Fitz nos guía a través del bosque, y
todo el tiempo Elodie lo está hostigando, tratando de presionar sus botones,
tratando de... Ni siquiera sé lo que está tratando de hacer. Compruebo, mis
pensamientos dando vueltas en mi cabeza como hojas caídas en una
tormenta.

Vine a Wolf Hall para escapar de la muerte. Poco sabía yo, este es el lugar
donde me robarán la vida. Hay ocho lápidas en el cementerio junto a la
antigua capilla en ruinas. ¿Habrá nueve después de esta noche? ¿Vendrá
Alderman, reclamará mi cuerpo y lo llevará de regreso a Seattle, o decidirá
que es mejor dejarme aquí? Después de todo, la academia ha sido mi hogar
durante los últimos cuatro años. Me negué a irme cuando me dio la
oportunidad. ¿Y si piensa que prefiero Wolf Hall como mi lugar de descanso
final? Hay peores lugares para pasar la eternidad, supongo. Los jardines son
hermosos. Y seguiré estando cerca de Dash, al menos por un tiempo. Tal vez
baje al cementerio y me visite...

—Allí. Adelante —ladra Fitz, empujándome por la espalda—. A través de esa


abertura.

La boca de la cueva está incrustada en una pared de roca. Nunca lo había


visto antes, pero tampoco he explorado el bosque con una lupa. Si alguna vez
me hubiera topado con estas fauces en la roca, habría corrido hacia el otro
lado. Incluso desde aquí, parece malvado. Hay luces encendidas en el interior,
un cálido resplandor amarillo que rebota en la piedra mojada cuando entro
con vacilación.

Elodie echa humo detrás de mí, maldiciendo. Fitz se queda callado. Camino
por el estrecho corredor, deslizándome por todo el lugar en el suelo irregular
y resbaladizo bajo mis pies, y en cuestión de segundos doblo una esquina y
la cueva se abre.

Y allí, de pie frente a mí, con idénticas máscaras de horror, están Wren y
Mercy. De hecho, me siento aliviada por un segundo. Estúpida, estúpida de
mí. Si Wren y Mercy están aquí, Fitz no puede hacer nada. Seremos capaces
de dominarlo. Él volverá a sus sentidos y se dará cuenta de que está
jodidamente loco. Pero luego veo la enorme losa de piedra detrás de Wren. Y
veo lo que hay encima. Y mi corazón se detiene en seco.

Cabello espeso, oscuro y enmarañado.

Huesos, decolorados en blanco

Veo un par de zapatos de charol negros en el suelo, tirados por la pared, como
si alguien los hubiera pateado y se hubiera olvidado de ellos. Y lo sé.

La bilis me quema la parte posterior de la garganta.

Mis pensamientos luchan por formarse, como si estuvieran emergiendo a


través del alquitrán.

Mara.

Ella nunca llegó a Los Ángeles. Ella no me escribió esa carta. Ella nunca
abandonó los terrenos de la academia. Todo este tiempo, ella ha estado aquí,
pudriéndose, su piel desprendiéndose de sus huesos, y he estado tan enojada
con ella por algo que ni siquiera hizo. Pensé que se había ido sin decir adiós.
Pensé que había sido imprudente y se había ido a otra de sus alocadas
aventuras. Sabía que Fitz era un pedazo de mierda malvado, pero ni una sola
vez consideré esto...
El altar que lleva los huesos de Mara está frío y húmedo. Una araña se
arrastra por el borde de la roca tallada en bruto, y el único pensamiento que
puedo formular claramente es: esto no está bien. Mara odiaba las arañas.
Odiaba el frío. Odiaba la oscuridad. Ella ha estado aquí, sola, todo este
maldito tiempo...

Detrás de mí, Mercy y Elodie están hablando. Sus voces se alzan. Wren está
mirando a Fitz con horror en su rostro. No puedo concentrarme en nada más
que en los huesos desnudos del altar. Meses. Meses y meses abiertos a los
elementos. Ella ha estado aquí todo este tiempo...

—Espera. ¿Por qué no dejar que Carina se vaya con ella? Carina no tiene nada
que ver con esto. A ella no le importa Wren. Soy la única con la que tienes un
problema.

Levanto la cabeza al oír mi nombre. Elodie está hablando con Fitz. Mercy está
bordeando el borde de la cueva, tratando de regresar por el túnel. Debería
haber estado prestando atención. Me he perdido algo, y ahora no es el
momento de perderse nada. Mara está muerta por Fitz.

El profesor de inglés alza el cuchillo que está blandiendo en su mano,


sacudiendo la cabeza. —Ustedes son actores terribles. Mercy, esperaba más
de ti. Has recibido entrenamiento real en esto. Te avergüenzas. Vuelve con tu
hermano. Adelante, vamos —Él levanta el cuchillo, apuntando a Mercy, y ella
corre hacia el lado de Wren.

Fitz se ríe. —Parece que hemos llegado a un punto muerto, ¿no es así, clase?
Wren, no estás dispuesto a admitir tus verdaderos sentimientos. Mercy, no
se puede confiar en ti, aunque debes tener en cuenta los mejores intereses de
tu hermano. Carina, eres una víctima de las circunstancias, y Elodie, bueno,
Elodie simplemente necesita morir. ¿Entonces, dónde vamos desde aquí?

Víctima de las circunstancias. Tiene razón, ¿no? Desde que tenía once años
he sido víctima de las circunstancias, y ahora estoy aquí, atrapada en una
cueva, a punto de morir de la mano de Wesley Fitzpatrick. ¿Qué sentido tiene
eso?
—Nosotros somos cuatro —Dice Wren—. Y tú sólo eres uno. Las posibilidades
de que logres detenernos a todos antes de que te derrotemos son bastante
escasas—. ¿Cómo puede estar tan tranquilo ahora mismo?

La cara de Fitz cae. Parece herido. —¿De qué estás hablando? Nunca te
mataría, Wren. Te amo. Son todas estas chicas las que tienen que irse. —Él
se ríe—. No me preocupan tres niñas delgadas. Y no creo que me vayas a
hacer daño —El hombre suena loco. Desquiciado. Su obsesión con Wren está
tan fuera de control que no tengo idea de cómo no la vimos antes. ¿Cómo
podría haberlo escondido siquiera por un segundo sin que alguien se diera
cuenta de la profundidad de su locura y llamara a la policía?

Fitz se mueve hacia un lado, el cuchillo extendido frente a él... hacia mí. No
soy yo a quien busca. Se lanza hacia la persona que considera su mayor
competencia; percibió a Mara como una amenaza para su relación con Wren,
así que la mató, y ahora está a punto de hacerle lo mismo a Elodie.

—¡NO!

Wren, Mercy, Yo, lo gritamos todos al mismo tiempo, cada uno aterrorizado
cuando el doctor Fitzpatrick se lanza hacia Elle. Wren intenta llegar hasta
ella, pero ya puedo ver que hay demasiado espacio entre ellos. Elodie estará
muerta antes de que él pueda alcanzarla.

Es notable cómo un millón de pensamientos pueden comprimirse en un


instante. La última vez que vi a Mara, estaba discutiendo con Mercy en la
cocina de Riot House. La dejé porque quería estar con Dash. No vi las
complejidades de una situación muy jodida desarrollándose ante mis ojos.
Debería haberlo hecho. Debería haberlo visto. Debería haber protegido a mi
amiga. Mara todavía estaría aquí si un chico no me hubiera distraído tanto.
Estaba enojada con ella. Yo no la busqué. No la encontré. Ella estaba sola.

La decisión se toma sola.

Ya no seré víctima de las circunstancias.

Todavía tengo las manos atadas a la espalda, pero no estoy pensando. Corro
a toda velocidad hacia Fitz, un rugido monumental ahoga mis pensamientos.

Le pegué tan fuerte como pude.


Uso mi cuerpo porque es la única arma que tengo.

Y luego, el mundo se reduce a dos puntos fracturados.

Ahí está el cuchillo.

Ahí está el dolor.

Ahí está el cuchillo.

Ahí está el dolor.

Y luego... eventualmente... está el frío.


52

Esto es jodidamente estúpido.

Debería esperar en la casa. Alguien volverá a entrar por la puerta principal


en algún momento. Dependiendo de quién sea, al menos podré averiguar una
parte de lo que está pasando. Pero hay al menos cien personas en Riot House
en este momento, bailando, fumando, riendo, bebiendo todas las bebidas más
caras, y no puedo estar cerca de ese tipo de mierdas en este momento. Si
tengo que ver a una persona más entrar corriendo a la sala de estar con una
de esas banderas rojas atadas alrededor de la frente como si fueran el jodido
Rambo, entonces voy a hacer un agujero en la pared.

El bosque que rodea Riot House tiene un ambiente de Brother's Grimm. Todos
los bosques lo hacen, podrías pensar, pero esto es especialmente cierto en
nuestro bosque, y especialmente cierto esta noche. Una niebla baja se
encrespa entre los troncos delgados y apretados en la montaña por la noche.
La luz de la luna atraviesa el dosel en lo alto, arrojando rayos de luz plateada
sobre la hojarasca siempre presente. Y en algún lugar de la montaña, una
manada de lobos aúlla un coro lastimero. Conozco estos bosques como la
palma de mi mano, pero si no los conociera, estaría tremendamente asustado
en este momento.

Es más, de la una de la mañana. ¿Casi dos, tal vez? Balanceo la luz de mi


teléfono celular de izquierda a derecha a través de la espesa oscuridad,
silbando entre dientes cada vez que un estudiante de Wolf Hall con un disfraz
de idiota sale disparado de la oscuridad agarrando un puñado de banderas
rojas. Agarro a Theo Barber por el pescuezo de su camiseta mientras trata de
pasar borracho a mi lado, de regreso en dirección a la casa.

—¿Has visto a Carrie?

Me mira sin comprender. Joder, está tan borracho, sus ojos ni siquiera
funcionan en conjunto. Se va a romper el cuello aquí. —Carrie, ¿quién?

Lo suelto, disgustado.

Camino otros veinte minutos, maldiciendo y teniendo pensamientos violentos


e infelices, y solo me detengo cuando mi teléfono suena al azar en mi mano.
No he tenido servicio hasta ahora, pero el afloramiento rocoso en el que estoy
parado es aparentemente lo suficientemente alto como para obtener una
miserable barra. Miro la pantalla y...

¿Qué?

Mercy: 911. Fitz se volvió loco. Cuevas ¡Ahora!

Inmediatamente desbloqueo el teléfono y la llamo, sosteniendo el auricular en


mi oído. La línea se conecta, suena una vez y luego se desconecta. Ni siquiera
puedo conectarlo cuando lo intento de nuevo.

¿Qué cuevas? ¿Cuevas en la montaña? ¿De qué carajo está hablando?

Este podría ser otro de los gritos de atención de Mercy, pero la hermana de
Wren no es conocida por su brevedad. Si este fuera un texto que buscara la
atención, ¿no habría usado más palabras? ¿Palabras de mierda útiles que
podrían haberme dicho realmente lo que está pasando, o adónde quiere que
vaya?

No tengo más remedio que tratar esto como un verdadero grito de ayuda.
Descubrir cómo brindar esa ayuda será difícil. Ni siquiera puedo abrir un
mapa satelital de... ¡espera! ¡ESPERA! ¿Puedo abrir un mapa satelital? Puede
que no tenga Internet confiable aquí, pero he abierto mapas miles de veces
en la casa donde el WIFI es estelar. ¿Mi teléfono habrá guardado los datos?
¿Se abrirá en la montaña?

¡SI!
Se abre la aplicación y se ha guardado el punto azul que marca mi última
ubicación en la casa. Es un jodido milagro. Sin embargo, es la vista de la
calle. Vías y servicios señalizados sobre fondo blanco liso. No hay detalles
relacionados con el paisaje en sí. Solo obtendré eso una vez que presione la
opción 'satélite', y hay una posibilidad... hay una posibilidad...

¡Gracias a Dios! No perdí los datos. Un mar de verde llena la pantalla de mi


móvil, interrumpido por el tejado de pizarra gris de Riot House, visto desde
arriba. ¿Qué parte del paisaje ha guardado la aplicación? ¿Qué parte de la
montaña tendré que recorrer?

Llego todo el camino hasta la academia en el mapa antes de que la imagen se


convierta en un espacio en blanco pixelado. Deslizo cada centímetro cuadrado
del mapa, pellizcando y haciendo zoom, tratando de encontrar cualquier cosa
que parezca incluso una cueva ... pero no hay nada.

—¡Maldita sea!

Gran pérdida de tiempo.

Me meto el teléfono en el bolsillo trasero y continúo hacia el norte, hacia la


montaña, porque tengo que ir a alguna parte. Cada cien pies más o menos,
compruebo la señal, pero la barra nunca vuelve a aparecer.

¿Dónde diablos están estas cuevas?

Una sensación enfermiza y aceitosa se retuerce como una serpiente en la boca


de mi estómago. No puedo señalarlo, pero algo en esto se siente mal.
Incorrecto, de alguna manera. Necesito encontrar a Mercy. Esa única
declaración se repite en mi cabeza, saltando y saltando como un disco
rayado...

Tienes que encontrar a Mercy. Tienes que hacerlo.

Se siente como si algo realmente terrible sucedería si no lo hago, y todavía no


estoy listo para desempacar esta abrumadora sensación de aprensión. Pasa
otro minuto y luego otros diez. Y luego, más adelante, hay un pálido destello
de blanco entre los árboles. —¡HEY! —Grito a todo pulmón—. ¡Espera! ¿Quién
está ahí arriba?
Ninguna respuesta.

Acelero mi paso, apresurándome hacia el parche en el bosque donde vi el


destello de blanco y el movimiento. No veo la fuente de la perturbación entre
los árboles hasta que estoy casi encima de ellos. Lo que significa que tampoco
veo el cuchillo hasta que es demasiado tarde.

—¡RrraaaaAAAAAAAGHHH!

Una explosión brillante y deslumbrante se dispara en mi cráneo. Me dejo caer


sobre una rodilla, tambaleándome, tratando de alejarme del dolor, pero me
sigue. No hay escapatoria.

Sobre mí… risa desquiciada. —Oh, esto es demasiado bueno. ¿Debo


ocuparme de una molestia y ahora puedo deshacerme de otra? Ya sabes,
nunca antes había creído en la manifestación, pero… —Una mano me agarra
el cabello, tirando de mi cabeza hacia atrás. Elevándose sobre mí, el doctor
Fitzpatrick está sin camisa y cubierto de sangre. Hay una expresión
verdaderamente demente en su rostro que hace sonar las alarmas en mi
cabeza—. Recientemente descubrí que, si le pides algo al universo y realmente
crees que sucederá, entonces ¿adivina qué? ¡Lo hace!

Me lanzo hacia la derecha, liberándome de su agarre, justo a tiempo para


evitar un gancho de derecha dirigido a mi mandíbula. —¡Fitz! ¡Qué carajo!

—¡Qué mierda! ¡Qué carajo! —repite como un loro—. Nunca pude entender
por qué Wren eligió rodearse de tales idiotas. Tú y Pax son como... —Su boca
se convierte en un ceño fruncido—. Como putos lemmings, siguiéndole a
todas partes, deleitándose con su intelecto y su aspecto...

—Tranquilo ahora. Te oye hablar así de él y se pondrá insoportable. —La


broma tiene la intención de distraerlo, pero Fitz gruñe como un perro rabioso.

—Tú y esa boca inteligente tuya. Crees que eres jodidamente intocable.
Rompiendo la guarida con ese amigo neandertal tuyo. Hablarme y molestarme
durante la clase. Insinuando cosas que no eran de tu incumbencia. Bueno,
no eres la única persona en Wolf Hall que sabía algo que no debería. ¿Cómo
la pequeña señorita Mendoza? Hiciste un gran trabajo ocultando eso,
¿verdad, idiota? Toda la escuela… —De repente deja de hablar, sus ojos se
ponen en blanco.

¡Vaya!

Se tambalea de lado, apoyándose contra un árbol.

¿Qué diablos le pasa?

Veo la sangre goteando por un lado de su cara y a lo largo de su mandíbula,


entonces. La enmarañada sección de cabello a un lado de su cabeza, brillando
húmeda y negra a la luz de la luna. ¿Mercy le dio con un stiletto en la cabeza
al cabrón? No me extrañaría de ella. Si ese es el caso, lamento habérmelo
perdido.

—¿Es esto porque nadie te invitó a la fiesta esta vez, Fitz? Porque lo votamos,
ya sabes, y los tres decidimos que era un rotundo No —No debería
enemistarme con él, pero es difícil no hacerlo cuando ha sido un hijo de puta
de grado A desde el día en que lo conocí. Hay muy pocas personas a las que
odio en este mundo. Me atrevería a decir que solo hay dos personas que se
han ganado ese título, y el doctor Wesley Fitzpatrick es uno de ellos.

Se ríe de nuevo, y el sonido rasposo húmedo hace que se me ponga la piel de


gallina. —No sabes cuándo parar, ¿verdad? Simplemente no hay interruptor
de apagado. Bueno, no te preocupes, Lord Lovett. Soy bueno encontrando
interruptores de apagado en personas. Veamos si no puedo encontrar el tuyo.

La hoja brota de la nada, teñida de sangre y cruel. Apenas tengo tiempo para
retroceder antes de que Fitz arremeta con ella, balanceándola hacia mi
estómago. Parece decepcionado por no haberme destripado en el primer
intento. Decepcionado, pero no disuadido.

Avanza hacia adelante, de nuevo.

Desarmado, me retiro al principio, agachándome, esquivando, evadiendo


cada corte del afilado acero, pero luego dice algo que lo cambia todo.

—Eres rápido en tus pies, Lovett. Bien por ti. Es una pena que tu pequeña
novia no tuviera tu sentido de autoconservación en este momento. De hecho,
corrió hacia la hoja.
Me detengo, el aire húmedo de la noche espesa y sofocante en mis pulmones.
—¿Qué dijiste?

—Carina —Fitz se lame los labios—. Maldito metiche. Nunca me ha importado


una mierda, pero... —Se encoge de hombros, haciendo girar el cuchillo en su
mano—. Ella interfirió. Leía el diario de Mara. Siempre estaba pegada a esa
estúpida perra que ha estado siguiendo a Wren como un mal olor. Y me acusó
esta noche. Se llevó su merecido.

La sangre en el filo afilado del cuchillo de Fitz adquiere un significado


completamente nuevo. La salpicadura en su pecho, que era solo un rocío rojo
hace un segundo, de repente adquiere un significado mucho más macabro.
Mi cuerpo se queda quieto. Todo se ralentiza. Obligo a callar mis
pensamientos acelerados. Es vital que me concentre ahora. —¿Dónde está
ella, Fitz? —susurro.

—¿Cómo diablos debería saber? Esa perra de Stillwater me dejó inconsciente.


Me ataron, pero no puedo haber estado fuera mucho tiempo. Mis manos ni
siquiera se habían entumecido cuando desperté. No pueden haber llegado
muy lejos. No cambia nada, chico lindo. Dondequiera que estén, el resultado
sigue siendo el mismo. Tu preciosa Carrie está muerta. Y tú también lo
estarás, en cuanto dejes de hacer tantas preguntas infernales.

Carrie está muerta.

Carrie está muerta.

Carrie...

No. Carrie no está muerta. No lo creeré hasta que lo vea con mis propios ojos.
Y tampoco voy a dejar que Fitz acabe conmigo en un puto bosque. Si me
apuñalan y me desangro hasta morir, será en una urbanización de Londres
para fastidiar a mi padre y no aquí.

—Dame el cuchillo, Fitz.

Me apunta con la punta, sonriéndome como si yo fuera el loco. —La única


forma de conseguir esto es si se aloja en tus costillas o si me lo quitas.
—Como quieras —No estoy entrenado en artes marciales, pero vivir con Pax
me ha enseñado más sobre la guerra de lo que pensé que necesitaría saber.
Ahora mismo, me alegro mucho de todas las veces que el imbécil de mi
compañero de piso ha intentado saltar sobre mí y llevarme al suelo.

Fitz entra en acción. La forma en que sostiene el cuchillo bowie, con el lomo
apoyado en el antebrazo y la hoja proyectada hacia afuera, es una
advertencia. Sabe cómo luchar con esa cosa. Sin embargo, no tiene ni idea de
lo que soy capaz. Esta vez, no le cedo terreno. Él arremete. Se balancea.
Bloqueo su brazo mientras acerco mi puño izquierdo en un poderoso gancho,
golpeándolo en la mandíbula.

Aturdido, niega con la cabeza, en su rostro aparece una sonrisa loca. —Ohhh.
No solo una cara bonita, entonces. Estoy sorprendido. Pensé que tu...

Golpeo mi puño en su rostro de nuevo, gruñendo mi satisfacción cuando él


retrocede un paso. Su boca está sangrando; Le he abierto el labio inferior de
par en par. —¿Y dices que no tengo un interruptor de apagado?

Fitz viene por mí. Parece que he pateado el avispero, pero no tengo tiempo
para esto. Tengo que volver a la casa. Tengo que encontrar a Carrie. El
cuchillo sale, más rápido, más escurridizo, más imprevisible esta vez. Todavía
estoy muy por delante de él. Levanto la rodilla, bloqueando y atacando al
mismo tiempo otra vez. Fitz retrocede, pero lanza su brazo en un intento
salvaje de golpearme. El frío beso del dolor florece sobre mi muslo derecho.
Me ha hecho un corte, aunque no tengo ni idea de lo grave que es. El dolor
no es tan fuerte. No es nada que no pueda soportar, pero me motiva
muchísimo.

Estoy desperdiciando tiempo con este tonto. Cada segundo que paso aquí con
él es un segundo perdido, que debería dedicarlo a encontrar a Carina. Me
lanzo hacia adelante, lidiando con él, tratando de agarrar su brazo, pero
calculo mal la distancia en mi prisa, y...

Estoy girando.

Joder, yo... ¡ay!


Golpeo el suelo con fuerza. Fitz está sobre mí en un segundo. Su mano
izquierda se cierra alrededor de mi garganta, su derecha tirando hacia atrás,
el cuchillo destella salvajemente en el resplandor amarillo de la linterna en
mi teléfono celular, que está medio enterrado en la hojarasca justo al lado de
mi cabeza. Si me clava cosa, se acabó el juego. Si le doy la mitad de una
oportunidad, estoy jodidamente de...

Lo que sucede a continuación es surrealista. Un minuto, Wesley Fitzpatrick


se sienta a horcajadas sobre mí, a punto de apuñalarme justo en el puto
corazón, y al siguiente se tambalea de lado, derribado por...

¿Qué demonios?

Una racha de gris.

Una mancha de pelaje negro.

Un hocico teñido de plata, dejando al descubierto unos colmillos de color


blanco hueso.

Rasputin.

Dejo escapar un grito atónito y sin palabras, demasiado sorprendido para


hacer cualquier otra cosa, mientras el viejo lobo cojeante gruñe, acechando
hacia Fitz. El profesor de inglés está acostado de espaldas, tanteando entre
las hojas en busca de su cuchillo. Lo encuentra y lo pone en Rasputin, pero
el lobo no retrocede. Con los pelos de punta levantados y erizados, suelta un
rugido bajo y amenazador que me llena de miedo incluso a mí.

—Maldito chucho —Fitz se balancea hacia adelante, la punta de su arma


apunta directamente al pecho de Rasputin, pero el lobo astuto todavía tiene
vida en él. Baila fuera del camino y ataca más rápido que una cobra,
hundiendo los dientes chorreantes alrededor del hombro de Fitz.

No sé cuánto tiempo podré quedarme y ver esto. Todavía estoy tan aturdido
que hacer un movimiento de cualquier tipo se siente imposible, pero tengo
que irme. Fitz grita de agonía cuando el lobo lo muerde, girando su cabeza de
lado a lado, ganando más agarre. Sus lupinos, hermosos ojos amarillos se
encuentran con los míos, y ningún mensaje mágico silencioso pasa entre
nosotros.
Es un lobo hambriento y yo soy un hijo de puta afortunado.

Corro.
53

Riot House es lo más cercano.

Corro por el bosque, más rápido que nunca. No tengo idea de dónde están
Carrie y los demás. No tengo ni puta idea de quién estaba incluso con ella.
Mercy y Elodie, muy probablemente. ¿Pero quién más? Podrían estar de
vuelta en la casa. Podrían estar en la academia. Todavía podrían estar en el
puto bosque, caminando en círculos en la oscuridad. Carrie realmente podría
estar muerta, tirada en el suelo, carajo, no, basta con eso. No ayuda el pánico.
Mi cuerpo está gritando cuando llego a la casa.

Una vez más, la suerte está de mi lado: Pax está sentado en los escalones
junto a la puerta principal, fumando un cigarrillo. Está absolutamente
borracho, pero me responde inmediatamente cuando le grito. —¿Dónde
están? ¿Están ellos aquí? Carrie? ¿Carrie está aquí?

—¿No?

—¡Dame tus llaves!

—¿Qué?

—¡DAME TUS PUTAS LLAVES!

Las lanza al aire y yo las atrapo sin perder el ritmo. En tres segundos, estoy
al volante del Charger y me alejo a toda velocidad de Riot House, yendo a
setenta. Pax puede reprenderme más tarde. Probablemente me arranque un
par de dientes, en realidad, dada mi conducción temeraria en su orgullo y
alegría, pero qué carajo. Por mí, que me los arranque todos.

Por favor, que esté en la academia. Por favor, que esté bien. Por favor, que esté
en la academia. Por favor, que esté bien. Por favor, que esté en la academia.
Por favor, que esté bien. Por favor, que esté en la academia. Por favor, que esté
bien. Por favor, que esté en la academia. Por favor, que esté bien. Por favor, que
esté en la academia. Por favor, que esté bien...

Me aferro a la esperanza de encontrar a Wren y a la chica que amo, seguros


y completos en la cima de la montaña, de pie en los escalones que conducen
a Wolf Hall, discutiendo sobre algo sin sentido...

Sin embargo, ahí no es donde los encuentro. Los veo en la distancia: tres
figuras corriendo por el costado de la carretera. Una de ellas está por delante
de las otras dos, se mueve con torpeza, pero sigue corriendo tan rápido como
el viento.

Setecientos pies de distancia.

Quinientos.

Cuatro.

Dos.

Los faros del Charger iluminan las figuras correctamente por fin y mi corazón
hace un triple salto hacia atrás. Elodie y Mercy se vuelven y miran hacia el
auto, sus rostros pálidos y en blanco con lo que parece conmoción. Tienen
las manos enguantadas de rojo. Y más adelante… Wren, exhausto y
tambaleante… con Carina en sus brazos.

—No. No, joder, no —Pongo los frenos y salgo corriendo del auto. En una
milésima de segundo, la tengo en mis brazos, y está pálida, sus párpados
cerrados, sus labios de un espantoso tono azul. Ella parece muerta.

Llegue muy tarde.

Llegue demasiado tarde.


Pero entonces su mano se contrae, y mi propia sentencia de muerte es
conmutada, al menos por ahora. Por débil que sea, todavía está viva por
ahora. Y no voy a dejarla morir. De ninguna manera, de ninguna jodida
manera. La acuesto en el asiento trasero del Charger, odiando tener que
bajarla.

—¡Sube al auto, Wren! ¡Jodidamente ahora!

—Estoy bien. Sólo llévala. No esperes a la ambulancia. Ve —Intenta


apartarme, pero he hecho una breve evaluación de mi amigo y está muy claro
que él también está herido. Se deja caer sobre una rodilla, con las fuerzas
mermadas, y veo las horribles heridas de sus antebrazos: laceraciones
profundas, que rezuman demasiada sangre. Cierro de golpe la puerta del
Charger y maldigo entre dientes.

—Sube al puto auto en este instante, Jacobi. Estás a las puertas de la muerte.

—Estoy... bien... estoy... bien.

Ya lo tengo de los brazos, para que no caiga lejos cuando se desmaye. Él está
en el asiento del pasajero y dejo a Mercy y Elodie al costado de la carretera
dos segundos después. No muy caballeroso de mi parte, me doy cuenta,
mientras corro por la montaña, dado el hecho de que Fitz todavía está ahí
fuera. Pero tengo fe en que el bastardo se defenderá de Rasputín durante
algún tiempo. Con toda la sangre en el aire caliente de la noche, será sólo
cuestión de tiempo antes de que los demás también aparezcan, Humo,
Sombra, Nieve y Tinta, merodeando por la noche en busca de cualquier olor
tan dulce y vulnerable.

Wren vuelve a la vida, sacudiéndose en el asiento del pasajero a mi lado. Me


arriesgo a mirar de reojo para ver cómo está. Ojalá pudiera ver a Carrie
también, pero voy a noventa por un camino de montaña incompleto, y no me
estrellaré contra una barandilla y nos mataré a todos después de encontrar
milagrosamente a estos tipos a tiempo. Los ojos de Wren ruedan en su cabeza.
Gime, su respiración tartamudea.

—Oye. ¡Oye! Mantente despierto. Dime, ¿qué diablos pasó?


Ha perdido demasiada sangre para ser coherente. —Yo... yo ni siquiera
quise…

—Lo hiciste bien, hombre. La sacaste de ahí. No tardará mucho ahora. Un


par de minutos más y estaremos en el hospital —Espero que sean solo un par
de minutos. No sé cuánto tiempo le queda a Carrie. Ella estaba tan fría en
mis brazos. Sin vida.

—No debería haberlo hecho. No debería haber jodido con él —susurra—. Lo


siento. Realmente... lo siento mucho.

Está hablando de Fitz. Sin embargo, ahora no es el momento de gritarle por


sus errores, así que me concentro en el camino y trato de mantenerlo
despierto. —No te preocupes por eso ahora. Elodie vendrá pronto. Quédate
despierto, amigo, ¿de acuerdo?

Su cabeza da vueltas, chocando contra la ventana del lado del pasajero


cuando paso por la intersección que conduce a la ciudad. Son casi las tres de
la mañana y no hay autos en la carretera. El hospital es un tiro directo desde
aquí. Piso a fondo y acelero.

Cuando entro en el estacionamiento, ya hay personas reunidas afuera de la


entrada de la sala de emergencias con una camilla, esperándonos; Mercy o
Elodie deben haber logrado llamar antes. Los neumáticos chirrían cuando
patino hasta detenerme frente a las puertas corredizas bien iluminadas. La
gente en bata, tres médicos, no esperan a que salga. Ellos mismos abren las
puertas del Charger, tomando la custodia de mis amigos.

—¿Qué pasó? —uno de ellos exige.

—¡Ni siquiera lo sé! Tiene una herida en el estómago. Está muy mal. Tiene los
brazos cortados. ¡Por favor! ¡Ayúdenlos! —Conduje como un psicópata para
traerlos aquí. Ahora que hemos llegado, no hay nada que pueda hacer. Me
siento jodidamente impotente.

—No se preocupe. Los tenemos —Las tres son mujeres. Eficientes, tranquilas
y rápidas. Ni siquiera tengo tiempo de salir del Charger antes de que tengan
a Carina en una camilla y Wren en otra.
—El pulso es débil. La tensión está en el nivel más bajo —dice uno de ellos
sobre el cuerpo sin vida de Carina.

El alivio me golpea como una bola de demolición. Estaba aterrorizado de que


ella ni siquiera tuviera pulso cuando llegamos aquí.

—Este tipo no está mucho mejor. Sin embargo, no tiene heridas en la parte
superior del cuerpo. Vamos a meterlos.

Trato de seguirlos adentro, pero una de las mujeres se da la vuelta y grita por
encima del hombro mientras desaparece con Carrie en el edificio. —¡Mueve el
auto! ¡No puedes dejar eso ahí!

—¡A la mierda el auto!

—La entrada de emergencia debe mantenerse despejada. ¡Muévete ahora!

Maldiciendo violentamente, muevo el Charger, dejándolo en un lugar para


discapacitados junto a la entrada, y luego estoy en el edificio, corriendo por
el pasillo...

—…No hay otra alternativa. Estamos cortos. No podemos tratarlos a ambos.

Con los ojos desorbitados, me deslizo sobre el linóleo y me detengo frente a


una enfermera que está hablando con la doctora morena. —¿Qué? ¿Qué
quieres decir con que no puedes tratarlos a ambos?

La enfermera frunce el ceño, ignorándome. —Black Mountain General van a


traer algunos, pero eso va a tomar al menos una hora.

La morena entrelaza sus dedos detrás de su cabeza, su frente arrugada con


profundas líneas. —Bueno. Mierda. Dáselo al chico. Está en mejor forma.
Apenas.

—¡Whoa, whoa, whoa! ¿Estás priorizando seriamente una vida sobre otra en
este momento?

La enfermera ya se está alejando. La doctora se vuelve y me mira con


cansancio. —Eso es lo que hacemos aquí, chico. Bienvenido a urgencias. Lo
siento, sé que esto es difícil, pero nuestro suministro de sangre es nulo y...
—¡Espera! ¡Espera! Soy... soy un como se llame. ¡Universal! ¡Soy un donante
universal!

La doctora se queda quieta. —¿Hablas en serio?

—¡SI!

—Porque no tenemos tiempo para ponerte a prueba. Y si les damos a tus


amigos sangre incompatible, probablemente los matará.

—¡Si! ¡Sí, lo digo en serio! Estuve aquí el año pasado. ¡Revisa! Comprueba mis
registros. ¡Soy negativo, lo juro!
54

CUARENTA Y OCHO HORAS DESPUÉS

—No se preocupe. Ella solo está durmiendo.

La voz me hace saltar. Estaba tan obsesionado con el pequeño y frágil cuerpo
de Carrie debajo de las delgadas sábanas del hospital que no noté al hombre
de pie junto a la ventana. Sin embargo, ahora que lo he visto, es difícil no
verlo. No es Alderman. Es blanco, para empezar, su cabello de un castaño
arenoso o de un rubio muy oscuro, dependiendo de cómo lo golpee la luz.
Lleva una camisa negra con las mangas enrolladas hasta los codos y un par
de jeans grises descoloridos que sin duda alguna vez fueron negros. Tiene mi
estatura, pero hay una energía descomunal saliendo de él que lo hace parecer
mucho más alto. Sin embargo, sonríe cuando se aparta de la ventana y me
mira. Sin agresión u hostilidad en su rostro.

—Mi primo me advirtió sobre ti —dice.

—¿Oh?

El extraño asiente. —Dijo que habría un niño inglés con un palo metido en el
culo merodeando por la habitación de Carrie.

—No me estoy yendo —Las palabras carecen de desafío. Son simplemente un


hecho.

El extraño sonríe. —Dijo que tenía que ser amable contigo hasta que él
llegara. Y que debería estrechar tu mano por salvar su vida. Aparentemente,
¿donaste un montón de mierda de tu propia sangre? Sin ti, Carrie habría
muerto.

Me tiende la mano y espera pacientemente a que se la estreche, mientras yo


le miro mudamente, tratando de entender qué está pasando exactamente.
Después de no aprender nada estudiando las líneas del rostro del tipo, pongo
mi mano en la suya, sacudiéndola vacilantemente hacia arriba y hacia abajo.
—Lo siento. ¿Quién es tu primo de nuevo? ¿Eres... el padre de Carrie?

El chico se ríe. —Creo que conoces a mi primo como Alderman. Soy Jamie. Y
no, no soy el padre de Carrie. No pensé que pareciera lo suficientemente
mayor para tener un hijo de diecisiete años, pero gracias por eso. Resulta que
ella y yo compartimos al viejo.

—Espera... entonces... ¿eres su hermano?

Se encoge de hombros, arqueando las cejas de una manera atónita que


sugiere que esta noticia es tan sorprendente para él como para mí. —A mi
padre le gustaba follar. Un nombre elegante y un título elegante pueden hacer
que un chico tenga mucho sexo, ¿verdad?

Yo solo lo miro. ¿De verdad? ¿Espera que me identifique con eso? —Si estás
sugiriendo que he usado mi 'nombre elegante' para follar a Carrie, entonces
puedes irte a la mierda —espeto—. Mi padre me desheredo el mes pasado.
Ahora solo soy Dashiell Lovett.

Jamie, el hermano mayor perdido de Carina, se ríe con facilidad. Se inclina


sobre la cama de hospital de Carrie y me hace un guiño. —Dashiell Lovett
sigue siendo un nombre elegante, idiota. Siempre quise una hermana
mientras crecía. Ahora que de repente tengo una, tengo dieciocho años de
sobreprotección para salir de mi sistema. Asegúrate de no hacer nada para
lastimarla o…

—¿Vas a azotar mi culo mimado y titulado hasta que llore por mi madre?

Jamie se ríe. —No, idiota. Primero te sacaré todas las uñas. Luego te daré un
enema de lejía. Luego, te llevaré al desierto, te enterraré en la arena hasta el
cuello y dejaré que los buitres te saquen los putos ojos —Lo dice todo con
tanta amabilidad, como si estuviera recitando el itinerario de un crucero en
barco por el río europeo de tres días—. ¿Nos entendemos?

—Perfectamente.

—Excelente. Iré a traernos un café a todos. Dile que lamento haberla asustado
cuando deje de fingir estar dormida —Sale de la habitación del hospital como
si no tuviera ninguna preocupación en el mundo. En el momento en que la
puerta se cierra detrás de él, los ojos de Carrie se abren de golpe.

Ella me ve e inmediatamente estalla en lágrimas.

No es así como se suponía que iba a ir. —Joder —Está tan pálida, su piel del
color de la ceniza, sus mejillas pálidas, ojeras bajo los ojos. El llanto le da un
poco de color a sus mejillas, pero no ayuda a su apariencia general. Me
acerco, automáticamente voy a tomar su mano, pero luego me detengo.
Probablemente no quiere que la tome de la mano.

—Lo siento, Stella —le susurro—. Lo siento mucho. Debería... —Me tambaleo
un paso hacia atrás desde la cama—. Debería irme.

Tan pronto como la palabra sale de mi boca, ella se acerca y me agarra,


cerrando su mano alrededor de mi muñeca con un agarre sorprendentemente
fuerte. —¡No! No, yo... yo no... por favor, no te vayas —gruñe—. Solo estaba...
tenía miedo. No sabía quién era. Solo pude ver su espalda. Pensé... pensé que
era Kevin —Tiene problemas para sacar el nombre.

—Está bien, Stella. —Le aparto del rostro un rizo rebelde, crujiente de sangre
seca—. Kevin está muerto.

Ella se aparta de mi mano con los ojos muy abiertos. —Tú... no sabes acerca
de...

Dios, ¿dónde diablos está Alderman? ¿Por qué diablos no está aquí para esto?
Todo esto sería mucho más fácil si él estuviera presente para dar cuenta de
sus pecados. Respiro hondo y arranco la tirita. —Sé lo de Kevin. Lo sé desde
hace mucho tiempo. Alderman vino y me vio hace meses. Me lo contó todo...

Carina se sobresalta. Aturdida. Horrorizada. No puedo decirlo. Parece que es


ambas cosas, y muchas otras cosas también. Cierra los ojos y las lágrimas
corren por sus sienes y le corren por el cabello. —No se suponía que debías
saberlo —susurra.

—¿Y cómo eso iba a funcionar, Carrie? —Hay algo en mi tono, pero no puedo
evitarlo. Estoy frustrado, sin mencionar enojado—. El futuro del que
hablamos. Universidad. Viniendo a Inglaterra. ¿Cómo se suponía que íbamos
a construir una vida juntos cuando ni siquiera me diste la oportunidad de
conocer a tu verdadero yo? ¿Cómo se suponía que íbamos a crear o construir
algo juntos cuando había tantos malditos secretos entre nosotros? ¿Pensaste
que te iba a culpar? ¿Creer que eres una especie de monstruo por defenderte?
Es absurdo que alguna vez pudiera haber creído eso —Sin embargo, su
expresión rota confirma que eso es lo que ella creía.

—No lo entiendes. Estaba tan asustada. Todos los días de mi vida por los
últimos diez años. He vivido en un estado de terror perpetuo desde el día en
que mi madre trajo a Jason a casa con ella. Lo vi golpearla. Lo vi violarla.
Luego comenzó a golpearme y supe que era solo cuestión de tiempo antes de
que él también comenzara a violarme. Luego vinieron Kevin y la aguja. Y luego
estaba corriendo. He estado corriendo desde entonces. Todo este tiempo en la
academia, con mis amigas, contigo… seguía corriendo. Corriendo en el lugar.
Escondiéndome del pasado… petrificada del futuro. No tienes... ni idea de
cómo... fue eso. —Ella lucha por hablar, tirando el aire suficiente para sacar
cada palabra antes de tener que jadear por más.

Dios, nunca antes había experimentado un dolor como este. Nunca he


querido tanto curar a otra persona que me haya causado dolor físico.
—Deberías haber confiado en mí. Hubiera quemado el puto mundo para
protegerte, Stella.

—¡Pero no lo hiciste! —ella llora—. ¡Tú me engañaste!

La agonía en su voz es desgarradora. En silencio, comienzo a desvelar mis


mentiras. Esto... vaya, esto va a ser difícil. —No lo hice. Le pagué a Amalie
para que fingiera —Tantas explicaciones revolotean dentro de mi cabeza.
Versiones elaboradas y detalladas de lo que sucedió, que me pintan de mejor
manera, o minimizan la participación de Alderman. Sin embargo, esas
explicaciones son inútiles. Todo lo que importa son los hechos. Los saco lo
más rápido que puedo, con la menor cantidad de palabras
posible—. Alderman no creía que estuvieras a salvo con la policía mirando
tan de cerca de Riot House. Quería protegerte. Me pidió que rompiera los lazos
contigo. Sugirió el método. Lo seguí porque... porque era estúpido y quería
mantenerte a salvo. Amalie nunca me tocó. Hice que pareciera...

—Detente —El labio inferior de Carina se tambalea precariamente—. Estás


mintiendo.

Ojalá lo estuviera. Las cosas serían mucho más fáciles si ese fuera el caso. El
problema de decir la verdad es que, en la mayoría de los casos, hace la vida
más difícil en lugar de más fácil. Reabre viejas heridas y las hace sangrar el
doble de fuerte. Pero ya he tenido suficiente de guardar secretos. Estoy harto
de vivir a la sombra de los compromisos que hice para proteger a las personas
que amo. —No lo hago —le digo en voz baja.

Carrie se tapa la boca con las manos. Con su bata de hospital, con motas de
sangre seca aun despegándose de su piel y una cánula clavada en el dorso de
su mano, se ve tan frágil y rota. Quiero tomarla en mis brazos. Quiero
protegerla con mi cuerpo y protegerla de todas las palabras y las personas
que podrían lastimarla, pero ya es demasiado tarde para eso. Todo este
tiempo, he estado temiendo el momento en que confieso, esperando que ella
no me crea. Quiero decir, ¿por qué lo haría ella? Después de todo, parecería
conveniente que no traicionara su confianza. Pero puedo decir por la forma
en que me mira ahora que sí me cree.

—Fuera —susurra.

—Carrie...

—¡SAL! —Su frecuencia cardíaca se dispara en el monitor, su pulso aumenta.


El frenético pitido del monitor llamará a un médico o una enfermera en
cualquier momento. La miro por última vez, odiando el lío que hemos creado
juntos.

—Está bien. No te preocupes. Me voy —susurro—. Pero para que lo sepas…


te amaba en ese entonces. Tanto. Casi tanto como te amo ahora. Adiós, Stella.
55

DOS SEMANAS DESPUÉS

Algunas historias no tienen un final feliz.

Es difícil de aceptar, pero sucede con más frecuencia de lo que crees. Algunos
problemas son insuperables, el abismo demasiado ancho, el corte demasiado
profundo.

Alderman finalmente aparece en el hospital y lo confronto por lo que hizo.


Parece que somos una familia. Familia real, unida por sangre a través de
Jamie. Su tía era la madre de Jamie. Todo este tiempo lo ha sabido y nunca
dijo una palabra. Vestido como siempre con un impecable y hermoso traje a
medida, se para junto a la ventana de espaldas a mí, con los hombros tensos,
soportando mi ataque verbal en absoluto silencio. Lo maldigo. Me enfurezco.
Utilizo todas las palabras viles y crueles que se me ocurren, y todavía no es
suficiente. Le digo que lo odio con cada fibra de mi ser por arruinar lo que
tenía con Dash, y no hace ningún sonido. Ya ni siquiera sé si él fue el
responsable. No sé a quién culpar. ¿A mí? ¿Dash? ¿Alderman? ¿Wren? ¿Fitz?
¿Kevin? ¿Jason? ¿Mi madre? Podría cerrar los ojos, lanzar una piedra y
sentirme presionada para no golpear a alguien a quien pueda señalar con el
dedo.

¿Pero el juego de la culpa? Todo es tan... inútil.

Mi nuevo hermano, a quien todavía considero con una saludable sospecha,


tiene mucho que decir al respecto. Jamie, que vive en Nuevo México en una
especie de complejo, mastica un palillo de dientes mientras me dice: —El
amor nos vuelve estúpidos a todos, chica. Hacemos la mierda más tonta por
las personas que nos importan. Mentimos, engañamos, robamos —Mira hacia
el techo, como si examinara recuerdos—. Secuestramos. Asesinamos.
Cometemos fraude. Quemamos edificios federales...

—Creo que será mejor que te detengas allí, antes de que te incrimines
más —Agarro mi almohada de hospital de mierda, ultra grumosa,
cubriéndome el rostro con ella, y Jamie se ríe.

Él tira de la almohada, la confisca y me hace un gesto para que me siente


hacia adelante para poder meterla detrás de mi espalda. —Todo lo que digo
es que mi… —Se ríe entre dientes—. Alderman hizo lo que pensó que era
mejor. Tu pequeño juguete británico hizo lo que pensó que era mejor —Él
levanta las cejas, silenciándome con una mirada antes de que pueda
interrumpirlo—. Hiciste lo que pensaste que era mejor. Ninguno de ustedes
quería lastimar a nadie. Todos lo hicieron al revés, pero sus intenciones eran
buenas. La pregunta ahora es, ¿cómo superarlo? ¿Quieres superarlo?
¿Perdonas o te aferras a las tonterías por el resto de la eternidad, sufriendo y
sintiéndote como una mierda porque...?

—De acuerdo, de acuerdo. Ya te has explicado —gruño. Sus ojos no se


parecen en nada a los míos. Son llamativos, muy azules, como trozos de hielo.
Sin embargo, la forma de su cara es similar a la mía. Y esto es raro, pero
arrugamos la nariz de la misma manera cuando estamos pensando. También
he descubierto que, como yo, Jamie es muy bueno en matemáticas.
Realmente bueno. Mejor de lo que yo podría esperar ser. Su mente es un
ordenador veloz como un rayo, que procesa los problemas más difíciles y los
resuelve sin pausa. Según él, el problema al que me enfrento no requiere una
mente analítica, sin embargo.

—Es simple. Estás siendo terca. Y puedo decir eso porque ahora somos
familia —dice, entrelazando los dedos detrás de la cabeza. Está lleno de
tatuajes. Lleno de cicatrices también. Mi nuevo medio hermano tiene historia,
estoy segura, pero todavía soy demasiado tímida con él para preguntarle. Sin
embargo, Jamie no es tímido—. Una vez que hayas juntado tu mierda y te
hayas graduado de esa prisión allá en la montaña, te quedarás conmigo por
un tiempo —dice—. Voy a contarte sobre nuestro querido papá. Pero, por
ahora, aquí está el resumen. ¿Nuestro Padre? No es un buen tipo.

Ya sabía eso. Vivía en Grove Hill, por el amor de Dios. Toda mi vida, vivió a
siete millas de distancia, y nunca llegó a ver cómo estaba mi madre una vez.
Ni siquiera se comunicó con ella para ver si yo era un niño o una niña. No
tengo ningún interés en saber mucho sobre él. ¿Pero Jamie? Creo que me
gusta Jamie. Iré y me quedaré con él por un tiempo una vez que me gradúe.
¿La otra parte? ¿La parte de juntar mis cosas? No sé qué tan posible será eso.

Todavía tengo que ver a Dash todos los días. Faltan meses para la graduación.
Tendré las vacaciones de primavera para acostumbrarme a la idea de estar
cerca de él de nuevo, sentado frente a él en inglés, pero nada de eso va a ser
fácil.

Elodie me visita todos los días. Ella no me lo dice, pero sé que viene con Dash.
Es su letra la que veo en las notas adhesivas adjuntas a los deberes que me
trae. Tareas de las clases que comparto con él. Jamie vuela de regreso a Nuevo
México. Alderman, cuyo verdadero nombre es Michael, según me entere,
regresa a Seattle. Sigo sin hablar con él, pero le prometo a Jamie que lo
llamaré eventualmente, cuando esté menos enojada. Como si eso fuera a
suceder alguna vez.

Finalmente, dos semanas después de la noche en que casi me desangro y


muero, llega el día de regresar a la academia. Estoy tan harta de la comida
del hospital, las mismas cuatro paredes cerrándose a mi alrededor, y la
monotonía de la vida atrapada en una cama, que estoy subiendo por las
paredes, esperando a que Elodie aparezca y me lleve las cinco millas de
regreso a Wolf Hall. Estoy a partes iguales de ansiosa y emocionada cuando
veo que el auto entra en el estacionamiento del hospital. Elodie todavía no
tiene auto, así que prometió llevar mi Firebird montaña abajo para recogerme.

Cyndi, una de mis enfermeras favoritas, que solía coquetear descaradamente


con Jamie cuando estaba aquí, me ayuda a llevar mis maletas al maletero.
—Ahora. ¿De qué hablamos? No correr. Sin levantar peso. Sin doblarse. Sin
retorcer...

—No reír. No respirar. Nada de diversión de ningún tipo.


—Muy bien, sabelotodo —Abre el maletero y coloca mis maletas dentro—.
Estoy siendo seria. Si no quieres terminar aquí de nuevo con una hemorragia
interna… —La puerta del lado del conductor se cierra de golpe… Elodie sale
del auto para ayudar. Sin embargo, es demasiado tarde. Cyndi sea se encargó
de todo. Ella cierra el maletero de golpe...

…Y ahí está Wren Jacobi.

Él sonríe y un grito se acumula en el fondo de mi garganta. —No. No gracias.


¡Absolutamente no!

Wren suspira. —Tranquila, Mendoza. Vine a hacer las paces.

—¿Este no es a quien estabas esperando? —Cyndi me protege como el


infierno. Ella sabe todo sobre Fitz, y el ataque, y todo tipo de cosas que le he
dicho sobre Wolf Hall. Ha visto todos los informes sobre el arresto de Fitz en
las estaciones de noticias locales. Ella mira a Wren con abierta sospecha.

—Elodie tenía que encargarse de algo —dice Wren, ignorando a Cyndi—. Me


preguntó si podía ir a recogerte. Pensé que sería una buena oportunidad para
venir y disculparme.

—¿Disculparte? —Una disculpa de Wren es un concepto extraño. No puedo


envolver mi cabeza alrededor de eso—. Dile a Elodie que esperaré hasta más
tarde, cuando esté libre.

—Estarás esperando un rato. Regresó a Tel Aviv para empacar el resto de sus
cosas. No volverá en una semana.

—No te preocupes, Carrie. Te llevaré a la escuela cuando termine mi


turno —Cyndi frunce el ceño a Wren, abriendo el baúl de nuevo, pero Wren
le sonríe con sarcasmo, cerrándolo de nuevo.

—Vamos, Mendoza. ¿No estás un poco intrigada por lo que tengo que decir?

Cruzo mis brazos sobre mi pecho. —Ese siempre ha sido tu problema, ¿no?
Siempre has puesto demasiada importancia en lo que tienes que decir.

Asiente, mirando por encima del hombro, entrecerrando los ojos en la


distancia. —Eso es potencialmente cierto. Y lo siento por eso.
Sin palabras. Estoy sin palabras.

Mi boca se abre, pero no sale nada.

Wren se ríe nerviosamente, frotándose la nuca. —Vamos. Lo digo en serio.


Quiero hacer las cosas bien, Carina. Por favor... sólo entra en el auto.

Soy una persona creativa, mi imaginación es insuperable. Sin embargo,


nunca podría haber imaginado esto. Wren Jacobi: Arrepentido. Humilde.
Suplicando.

—Creo que será mejor que te vayas —dice Cyndi.

—Espera —Dios, voy a lamentar esto—. Tengo un testigo —le grito—. Cyndi,
si no te envío un mensaje de texto y te hago saber que estoy bien en media
hora...

Wren pone los ojos en blanco. —Jesucristo, y pensé que Mercy había
acaparado el mercado del melodrama. No te voy a hacer nada, Mendoza —Da
la vuelta al otro lado del auto y me abre el lado del pasajero.

—¿Estás segura? Realmente no me importa llevarte más tarde —dice Cyndi.

Pongo los ojos en blanco mientras me doblo con cuidado en el Firebird,


haciendo una mueca de dolor por la punzada de dolor que atraviesa mi
abdomen cuando me recuesto en el asiento. —Está bien. En todo caso, podría
terminar matándolo para cuando lleguemos a la academia.

Wren agita el puño. —Ese es el espíritu.

El hijo de puta no me lleva de vuelta a la academia. Se detiene a la mitad del


camino largo y sinuoso y gira a la izquierda, entrando en el camino de entrada
de Riot House. Gime cuando saco mi teléfono y empiezo a tocar la pantalla.
—¿Qué haces, Mendoza?
—Marcando el 911.

Maldice entre dientes, me arrebata el teléfono y bloquea la pantalla. —¡Por el


amor de Dios, relájate! ¿El hecho de que te cargué a través de un bosque
espeso mientras casi me desangraba no me da algunos puntos de mierda?
Sólo quiero hablar.

Confiaba en que él mencionaría eso. Le estoy agradecida por llevarme tan


lejos, cuando estaba tan malherida. Sin lugar a dudas, estaría muerta si no
lo hubiera hecho. Todavía estoy averiguando cómo procesar el hecho de que
le debo la vida no a uno, sino a dos chicos de Riot House. Sin embargo, eso
no significa que esté bien que me manipule así. —Mentira. Me engañaste para
que viniera aquí, para que no tuviera más remedio que verlo.

Wren sabe exactamente a quién me refiero. Me mira a los ojos y levanta la


mano como si estuviera a punto de hacer una promesa. —No está aquí,
Mendoza. Pax también está fuera. Sólo soy yo. Lo juro por mi vida.

Resoplo. —Tendrías más suerte de convencerme si juras por algo que


realmente me importa.

—Por Elodie, entonces —dice. Su rostro es muy serio. Puede que odie al chico,
pero creo que se preocupa por Elodie. Incluso la ama. No creo que él jamás
juraría algo por su vida y estaría mintiendo.

No tengo más remedio que confiar en él.

Me ayuda a entrar en la casa, me acomoda en el sofá de la sala de estar y


luego va a la cocina a prepararme una taza de té. Mientras tanto, trato de no
estremecerme ante los recuerdos de todo lo que sucedió aquí.

Wren regresa, sosteniendo con cautela una taza demasiado llena de líquido
lechoso, que deja en la mesa de café frente a mí. —Lo hice a la manera
inglesa —dice torpemente—. Me imaginé, no lo sé. Eso fue tonto. Puedo hacer
uno nuevo si tú...

—Dios, siéntate y di lo que quieras decir, Wren. Estás empezando a


asustarme —Esta versión extraña y ansiosa de Jacobi es nueva para mí, y no
sé cómo diablos lidiar con él.
Wren se derrumba en el sillón junto al sofá. —Bien. Lo siento mucho.

Le doy una mirada dura. —¿Por qué?

—No vas a hacer esto fácil, ¿verdad?

—¿Tú lo harías?

Cierra los ojos y exhala un largo y cansado aliento. —Buen punto. Bien.
Quería disculparme por no haberle dicho a la policía lo de Fitz. Y por ser una
mierda con Mara. Y —vuelve a suspirar con fuerza— quería disculparme por
haberles puesto las cosas difíciles a ti y a Dash. Estaba tan metido en mi
propia mierda que no tenía ni idea de lo que estaba pasando con él. He estado
desaparecido durante el último año. No hay excusas. Fui un amigo de mierda.

Guau. Hace un año, Wren Jacobi nunca se habría sentado a decirme esto.
Preferiría haberse cortado la lengua. Es extraño verlo así, tan abierto y
honesto, intentando genuinamente hacer las paces.

—¿Por qué es todo esto, Wren? ¿Estás tratando de ponerme de tu lado para
que no les cause problemas a ti y a Elodie? Porque si ese es el caso, entonces
no tienes que preocuparte. No estoy interesada en jugar juegos raros y
meterme entre la gente.

Me dedica una sonrisa de "se lo que acabas de hacer". No parece


impresionado. —No. Quiero que perdones a Dash, por el amor de Dios. No
quiero que uno de mis mejores amigos se vaya…

Espera, espera, espera. Espera un minuto. —¿Qué quieres decir con irse?

Wren se sienta muy quieto. Veo el momento en que se da cuenta de que no


tengo ni idea de lo que está hablando. —Se va a casa, Mendoza. Regresará a
Inglaterra.
56

Volar en clase turista es lamentable, pero ni siquiera me molesto en intentar


reservar un asiento en clase ejecutiva. Es de último minuto, por lo que
probablemente no quedarán lugares de todos modos, e incluso si los hay,
serán tres veces su precio normal. Apenas me falta dinero en efectivo,
especialmente ahora que acabo de vender el Maybach, un buen jódete para
mi padre, pero planeo tener cuidado con mi dinero de ahora en adelante.

Encontré un lugar para quedarme: un pequeño apartamento de dos


habitaciones, a menos de diez minutos a pie de la universidad.
Milagrosamente, ya he asegurado mi lugar allí. Tengo suficientes créditos
acumulados para garantizar mi ingreso, pero de todos modos regresaré a New
Hampshire para completar mis exámenes. Todo se ha discutido con Harcourt.
Ella se negó al principio, pero cuando le señalé que tendría un chico menos
de Riot House del que preocuparse, cambio de opinión rápidamente.

Todo lo que queda por hacer es empacar.

A los conductores de Uber no les gusta llevar a los estudiantes de Wolf Hall
montaña arriba. Tuve que ingresar un destino falso en la aplicación para
engañar a alguien para que incluso me recogiera. El tipo que aceptó mi viaje
se puso furioso cuando cambié el lugar llegada a Riot House. Empieza a
maldecir al pie de la montaña y no se detiene hasta que se detiene frente al
camino de tierra que conduce a la casa.

—Esto es lo mejor que puedo hacer —espeta—. Este es un Prius, no un


maldito cuatro por cuatro. Yo no salgo de la carretera.
—Bien por mí —El camino a la casa toma solo unos minutos, pero arrastro
mis pies, estirándolos lo mejor que puedo. Cuando entro, todo esto se vuelve
real. Mi mierda tiene que meterse en cajas. El piano... urgh, Dios, ¿qué
diablos voy a hacer con el piano? Estoy seguro de que Wren me dejará
resolverlo cuando vuelva para hacer mis exámenes.

Pateo mis zapatos embarrados en el pasillo. Puedo escuchar a Wren en alguna


parte, en la cocina, creo, probablemente hablando con Elodie por teléfono,
que es lo mejor. Cuando me senté y le dije lo que estaba planeando antes, él
se quedó mirándome sin comprender durante unos sólidos sesenta segundos,
luego sacudió la cabeza y dijo enfáticamente, —No —se levantó y salió por la
puerta principal sin otra palabra. No creo que se haya tomado bien la noticia.

Arriba, mi habitación es un desorden. Ropa por todas partes. Partituras


esparcidas por toda la cama. Libros apilados. Solo llegué hasta cierto punto,
clasificando lo que me iba a quedar y lo que iba a tirar antes de tener que
llevar el Maybach a su nuevo propietario en Albany. Ahora, mirando a mi
alrededor, desearía no haber empezado nunca. Debería haber dejado todo
dónde estaba y haberme ocupado de todo cuando regrese en un par de meses.
Hay tanto...

Las escaleras crujen. Y luego crujen de nuevo. Wren necesita una lección
sobre cómo escabullirse si está tratando de arrastrarse hasta aquí para
abalanzarse sobre mí. Suspiro, a punto de cerrar la puerta de mi dormitorio,
cuando lo veo subir al rellano… con su brazo alrededor de la cintura de Carina
Mendoza.

—¡Qué carajo!

No debería estar subiendo escaleras. Ella no debería estar de pie. Ni siquiera


debería estar fuera del hospital. Ella se estremece de dolor, tratando de quitar
el brazo del cuello de Wren, y estoy allí en un santiamén.

Mierda.

Ya no es mi trabajo ayudarla. Dejo caer mis manos, sintiéndome


absolutamente impotente. —¿Qué diablos está pasando? —Le gruño a
Wren—. Si la sacaste del hospital contra el médico...
—Relájate hombre. Ella fue dada de alta. Ella estará bien.

—Estoy aquí, ¿sabes? —Carrie murmura—. Jesús, Dash. Solo…


¿puedes…? —Me pone una mano en el hombro—. Ayúdame a entrar en tu
habitación. Consigamos algo de privacidad.

Quiere entrar a mi habitación. Ella está aquí por su propia voluntad. Wren
no la secuestró. No sé qué parte de esto es más sorprendente. Cierro la boca
con fuerza, apoyándola, sosteniéndola con cuidado mientras la ayudo a
entrar en mi habitación. Wren sonríe, de pie en la puerta. Me complace mucho
cerrarle la puerta en la cara.

Ya estoy hablando mientras me doy la vuelta. —Esto no tiene nada que ver
conmigo. Yo no lo incité a hacer esto...

Me detengo.

Sentada en el borde de mi cama, Carina está llorando. Tiene una mano a su


lado, la boca hacia abajo, su hombro temblando. Al principio, creo que está
sufriendo, pero luego me mira y me dice —No puedes irte.

Oh.

Entonces, ella lo sabe.

Por supuesto que sí. Esta es la gran obra de Wren. Le dije que no quería que
Carrie lo supiera hasta que ya estuviera en un vuelo de regreso a Londres,
pero ¿desde cuándo ese bastardo ha escuchado una palabra de lo que he
dicho? Suspirando profundamente, agarro el banco del piano y lo arrastro
para poder sentarme frente a ella.

Me miro las manos. —No tiene sentido quedarse, Stella. Creí que podría pasar
los próximos meses y luego irme, pero... —Sacudo la cabeza—. Soy un puto
desastre. Dondequiera que mire, hay recuerdos de ti. Incluso aquí, en esta
habitación...

Un rubor rosado se eleva en las mejillas de Carrie. Creo que su coloración


tiene más que ver con lo que pasó aquí entre nosotros que con sus lágrimas.
Se pasa las manos por el rostro, suspirando. —Imagina cómo me sentí,
durmiendo en la habitación que me diste, donde estuvimos juntos tantas
veces.

—Lo sé. Y lo siento mucho por eso. Si pudiera cambiarlo, lo haría. Daría
cualquier cosa por volver atrás y volver a rehacer todo. Le diría a Alderman
que se vaya a la mierda. Pero antes de eso, les diría a Pax y Wren que estaba
contigo. Se lo diría a todo el mundo. Te mostraría a todo el puto mundo, Stella.
Nunca me avergoncé de estar contigo. Sabes que no fue así, ¿verdad?

Se chupa el labio inferior con la boca, asintiendo lentamente. —Lo sé.

—Solo quería que todo fuera fácil.

—La vida nunca es fácil, Dash. No importa cómo la enfrentes —Carrie se toma
un segundo. Puedo decir que está tratando de averiguar qué quiere decir a
continuación—. Si pudiera regresar y hacer todo de manera diferente, les diría
lo que sucedió en Grove Hill. Te daría toda la verdad. No te escondería nada.
Presionaría más por nosotros desde el principio. No habría dejado que nada
se interpusiera entre nosotros. Ciertamente no Alderman —Ella se ve
arrepentida por esto—. No debería haber hecho lo que hizo. Sé que él tenía
mis mejores intereses en el corazón, pero en realidad terminó lastimándome
más que a todos.

Me río suavemente, levantando mi mano. —No sé nada de eso. También me


hizo bastante daño.

—¡Oh Dios mío! —Carrie se inclina hacia adelante, entrecerrando los ojos ante
la cicatriz plateada que ahora adorna mi piel—. ¿Te apuñaló?

—Con un bisturí.

—¡Voy a matarlo!

—Yo no me preocuparía por eso —Froto el nudo con muescas de tejido


cicatricial en el dorso de mi mano, y lo hago rodar bajo mi pulgar—. Estoy
acostumbrado ahora. Parece que siempre ha estado ahí. Y ayudó… —Me
quedo en silencio, no queriendo admitir la siguiente parte. Es un poco raro.

—¿Ayudó a qué?
—Siempre que te veía en la academia, o recordaba la expresión de tu rostro
cuando entraste en el observatorio… —Dios, ¿por qué mencioné esa parte?
Soy un jodido tonto— …me recordó que todo era por una razón. Que estabas
mejor lejos de mí por un tiempo. Solo quería que estuvieras bien. Incluso si
eso significaba que no podía tenerte. Cuando vuelva a Inglaterra, supongo
que también me recordará a ti allí.

—Dash...

—De verdad. No necesitas luchar contra eso. Es lo mejor. Siempre iba a tener
que irme en algún momento. La vida me habría llevado de regreso allí
eventualmente. Al menos de esta manera, voy por mis propios medios. Porque
yo quiero.

Carrie entrelaza los dedos en su regazo, sin mirarme a los ojos. —¿Y tú?
¿Quieres volver a Inglaterra? ¿Es eso realmente lo que quieres?

—En cierto sentido. Supongo —digo—. Un nuevo comienzo suena bastante


bien. Volveré a acostumbrarme al frío y a la lluvia. Y Londres no es del todo
malo. Estoy seguro de que vivir en una gran ciudad será un cambio agradable
de estar atrapado en una montaña en medio de la nada.

Carrie frunce el ceño. —Espera. ¿Londres? Pensé…

—Oh. Sí. Decidí no ir a Oxford. Oxford era cosa de mi viejo, no lo mío. No,
presenté mi solicitud para el Royal College of Music antes de Navidad. Decidí
que, si me iba a comprometer a otros tres años estudiando cualquier cosa,
sería para mí. Algo que me apasiona. Soñar en grande, ¿sabes?

Ella se ríe tranquilamente. —Me alegro, Dash. Me alegra. Te lo mereces.


Tienes demasiado talento para sentarte detrás de un escritorio por el resto de
tu vida.

—Nop. En su lugar, me sentaré detrás de un piano —digo, sonriendo con


pesar—. De cualquier manera. Mucho tiempo sentado.

Su sonrisa coincide con la mía. —Algo bueno está saliendo de esto, entonces.
Te diste cuenta de lo que querías.
—Siempre lo supe, Stella. Siempre te ame —Quizás no debería decirlo. Sin
embargo, lo he guardado durante tanto tiempo que es imposible contenerme.
¿Qué importa de todos modos? Me subiré a un avión en veinticuatro horas, y
luego será demasiado tarde para decir algo.

Carrie agacha la cabeza, escondiéndose detrás de su cabello. —Y yo siempre


te he amado a ti también.

—Quizás puedas ponerte a trabajar en algunas matemáticas teóricas.


Resuelve este pequeño problema del viaje en el tiempo. Si es así, asegúrate
de venir a buscarme, ¿eh, Mendoza? Dejaré todo para volver contigo y arreglar
lo nuestro.

Ella se ríe, aunque el sonido sale lleno de lágrimas. —Lo haré. Lo prometo. Te
encontraré.

La ayudo a bajar las escaleras, mi corazón se rompe de nuevo. Es gracioso,


pensé que ya lo habían triturado en un millón de pedacitos, pero resulta que
el trozo de carne hecho jirones en mi pecho tiene una capacidad infinita de
romperse.
57

—¿Eso será todo, señor?

Miro el ron y la coca que tengo en la mano, ni siquiera contento conmigo


mismo de que el camarero no me haya pedido una identificación. A mi
alrededor, mil personas entran y salen de las tiendas de la terminal,
comprando artículos y revistas de última hora para sus viajes.

Odio los aeropuertos.

—Sí, eso es todo, salud.

Me da la cuenta, pago y me trago la bebida de un tirón, apretando los dientes


mientras el frío líquido me congela la garganta.

Me registré en línea hace tres horas. Son solo las siete de la mañana, así que
hay muy pocas posibilidades de que los chicos se hayan levantado todavía.
Wren no se dará cuenta de que me fui hasta que sea demasiado tarde,
momento en el que ya estaré a la mitad del Atlántico. Ni siquiera me molesté
en traer una maleta de tamaño completo al final. Solo mi equipaje de mano.
Puedo agarrar cualquier cosa que necesite cuando llegue a Londres, pero por
ahora mi computadora portátil y un par de mudas de ropa son todo lo que
necesito. Y no, no hay una sola camisa formal dentro de mi bolso. Tampoco
pantalones de vestir. Un par de camisetas. Algunos pares de jeans.
Calcetines. Ropa interior. Un par de zapatillas. Lo juro por todo lo sagrado,
nunca volveré a usar un traje a menos que una situación lo requiera
específicamente. La vida no debería pasarse tan restringida, atada como un
pavo de Acción de Gracias.

Vago de tienda en tienda, mis ojos pasan ciegamente por todos los suéteres,
tazas, bolígrafos y calcetines de la marca Boston, retrasando lo inevitable,
pero pronto, no hay forma de posponerlo.

“Advantage Airlines desea invitar a todos los pasajeros que viajan a Londres,
Inglaterra, a abordar ahora en la puerta cincuenta y tres. Todos los pasajeros,
en la puerta cincuenta y tres”.

Me quedo atrás cuando llamaron a mi sección hace media hora, pero esta es
la última llamada. Es hora de irse. Saco mi tarjeta de embarque y mi
pasaporte y me uno al final de la corta fila reunida frente a los escritorios. Por
las ventanas del piso al techo me espera el avión que me llevará de Boston de
regreso a Inglaterra.

Debería estar emocionado por esto. ¿Un nuevo viaje? ¿Verdadera


independencia? ¿Mi propio lugar? Estoy seguro de que comenzaré a apreciar
todas las aventuras que se avecinan en el horizonte para mí, pero por ahora
todo lo que puedo sentir es... una mierda. Intento buscar un descriptivo
mejor, pero realmente no hay uno. Me siento como un montón de mierda de
perro humeante.

Dejo a mis amigos atrás. La Academia. Rasputin. Y Carrie. Lo peor de todo es


que dejo atrás a la chica que amo más que a nada en el mundo y no hay luz
al final de ese túnel. Imagino que así es como se sentiría un astronauta si se
dirigiera al espacio profundo, con la Tierra, la luna y el sol cada vez más
pequeño detrás de ellos. Me dirijo hacia lo desconocido, hacia tanta
oscuridad, y no hay luces familiares ni puntos de referencia más adelante que
me guíen. Odio sonar melodramático aquí, pero esto se siente como el fin del
mundo.
El tipo que está delante de mí entrega su billete y su pasaporte al empleado
de la aerolínea, haciendo malabarismos con una enorme mochila y una bolsa
llena de bebidas que debe haber comprado en el duty free. Oigo su acento
inglés y me doy cuenta. Esto está ocurriendo de verdad. Lo estoy haciendo de
verdad. Me voy de verdad.
Doy un paso atrás...

—¡Mierda!

...y tropiezo con alguien que se apresura a unirse al final de la línea.

—¡Oh, mierda, lo siento! Yo… —Me doy la vuelta y un brillante rayo de dolor
explota en mi sien. Wren me da un manotazo, maldiciendo en voz alta. Él
simplemente me golpeó. Sostengo un lado de mi cabeza, alejándome del dolor
de cabeza punzante que de repente he desarrollado.

—¿Qué demonios?

—No me digas qué demonios... Estoy jodidamente enfadado contigo, hombre.


¿Qué carajo crees que estás haciendo?

—Uhh, ¿disculpa? ¿Esta persona te acaba de agredir? —Aparece una mujer


con un moño perfecto, un lápiz labial rojo perfecto y un uniforme
perfectamente planchado, poniendo una mano en mi hombro.

—No, no —Intento sonreír para tranquilizarla, pero sigo viendo malditas


estrellas—. Fue un accidente.

—¡Ja! Accidente —dice Wren.

La mujer dice con desaprobación. —Estoy llamando a seguridad.

—¡No! De verdad. Mira. Ves. Estoy bien —Me enderezo, aparto la mano de mi
cara e intento esbozar una sonrisa alegre, pero la mujer palidece.

—Señor, está sangrando.

Cristo, lo estoy. Puedo sentir algo húmedo y cálido goteando por un lado de
mi cara. —No se preocupe. Como dije. Fue un accidente —Agarro a Wren por
el hombro y lo empujo lejos de los escritorios, arrastrándolo lejos de la puerta.

—Señor, el embarque cierra en tres minutos. No admitiremos pasajeros que


lleguen tarde después de esa hora.

—¡No, será un segundo! —Me vuelvo contra Wren y le enseño los


dientes—. ¿Qué mierda estás haciendo aquí? ¿Y por qué carajo me golpeaste?
Los ojos de Wren son bolas ardientes de fuego verde. —¿Por qué crees,
Poindexter? ¿Te levantas y te escapas de la puta casa a las tres de la mañana?
¿Sin decir adiós? No hay manera amigo. He sido un idiota durante mucho
tiempo, pero las cosas están cambiando. Estoy cambiando. Estás cambiando.
Le guste o no, Pax también tendrá que cambiar un poco.

—Joder, no lo trajiste contigo, ¿verdad?

—¡No! ¿Parezco estúpido? Tú, dejándolo a mitad del último año es como si
sus padres anunciaran que se van a divorciar en la puta mañana de Navidad.
Él no sabe nada de esto, y planeo mantenerlo así.

—Su padre está muerto.

—¡¿Qué?!

—Eso no importa ahora. Mira, no puedes ocultárselo para siempre.


Eventualmente sumará dos y dos, cuando se dé cuenta de que no he estado
por aquí durante un par de semanas.

—No vas a ir a ninguna parte, amigo. Solo agarra tu mierda y vámonos.

“Esta es una última llamada de embarque para el vuelo siete tres cero de
Advantage Airlines de Boston a Londres. ¿Podrían todos los pasajeros
restantes dirigirse inmediatamente a la puerta cincuenta y tres? Una vez más,
esta es la última llamada de embarque para el vuelo siete tres cero de
Advantage Airlines de Boston a Londres”.

—Wren, en serio. Lo digo en serio, hombre. Realmente tengo que irme —Lo
agarro y lo abrazo. Creo que lo sorprendí, porque al principio se queda parado
allí, como un poste de madera, rígido e incómodo. Lo aprieto, a punto de
soltarlo, y finalmente me abraza.

Me deja ir, sosteniéndome con el brazo extendido. —Sólo un segundo


más —dice.

—¡Wren! Yo...

Me hace girar y el mundo se detiene.


—Dashiell Lovett, por favor diríjase a la puerta cincuenta y tres. Dashiell Lovett
hasta la puerta cincuenta y tres. Esta es una última llamada de abordaje.

El puente de embarque que conduce al avión está a menos de seis metros de


distancia, pero mi mundo entero se interpone entre él y yo.

Rizos rebeldes.

Camiseta de la NASA.

Jeans granate.

Chucks de color amarillo brillante.

Mi Stella me mira con la frente arrugada, las cejas fruncidas, un mar de


pánico en sus hermosos ojos marrones líquidos. —Te busqué —susurra.

No puedo hablar. La miro en asombrado silencio.

—Las matemáticas. Yo... busqué las matemáticas —continúa—. Y, aunque


las curvas cerradas similares a las de tiempo teóricas y libres de paradojas
son técnicamente posibles... dudo que cualquier descubrimiento realizado en
los próximos cuarenta o cincuenta años lleve a la implementación práctica
del viaje en el tiempo.

—Oh —Estoy tan caliente de repente—. Bueno, eso apesta.

Carina asiente. —Y me puse a pensar de todos modos. No quiero perder la


vida trabajando en una solución para algo que ya sucedió. Yo creo que…

Mi pulso se ralentiza. —¿Qué piensas?

Ella pierde el aliento, frustrada. —Creo que la experiencia pasada es valiosa.


Una oportunidad para aprender de nuestros errores. Creo que volver es
imposible, y aunque fuera posible, no deberíamos hacerlo. Debemos avanzar
y crear nuevos comienzos en lugar de intentar recrear los viejos.

El aeropuerto sube y baja en mi visión. El logo de Advantage Airlines se


bambolea y se distorsiona sobre el hombro de Carrie. Wren se difumina y se
desvanece en una mancha oscura. Todo lo que veo es Carrie. Doy un paso
cauteloso y esperanzado hacia ella. —Tal vez podrías poner eso en términos
sencillos para mí. ¿Qué estás diciendo, Stella?

Ella se muerde la uña de su dedo pulgar, cambiando su peso de un pie al


otro. —Estoy diciendo… que soy egoísta. Estoy diciendo que no vayas a
Londres todavía. Quédate aquí y termina el año. Conmigo. Estoy diciendo...
aprendamos de nuestros errores y crezcamos. Estoy diciendo que creemos un
nuevo comienzo.

En el techo, sale otra llamada para el vuelo siete tres cero a Londres. Mi
nombre resuena a través de la explanada, sonando en mis oídos, pero nada
de eso se registra. Carrie se muerde la uña del dedo pulgar, mirándome con
el rostro lleno de miedo. —¿Bien? ¿No vas a decir algo...?

Acorto la distancia entre nosotros y la acerco a mis brazos, atrayéndola hacia


mí. Mi boca está sobre la de ella, el olor de ella llenando mi cabeza, el calor
de ella descongelando el bloque de hielo en mi pecho, y la estoy besando.
Joder, finalmente, la estoy besando.

Mierda, no tenía idea de cuán pesado era el peso de mi miseria hasta ahora.
Se levanta de mis hombros. Retrae sus garras. Me libera y mi corazón se
dispara.

Carrie gime contra mi boca, su espalda se arquea contra mi mano, sus tetas
aplastadas contra mi pecho, sus caderas contra mis caderas, nuestros
cuerpos alineados como uno. Durante dieciocho años, he caminado por esta
tierra. He comido, dormido y soñado, pero nunca me he sentido realmente
vivo hasta este momento.

La propiedad finalmente exige que suelte a Carrie, aunque ella no parece muy
feliz por eso. Sonrío con satisfacción ante el pequeño y malhumorado sonido
que hace cuando me aparto y la miro. —Un nuevo comienzo suena perfecto.
Siempre y cuando se me permita amarte desde el principio —Mi voz está llena
de emoción. Ni siquiera me importa si Wren lo oye, esto es lo más feliz que he
estado en toda mi puta vida.

Carrie se sonroja. Asiente. —Lo permitiré. Siempre que me permitas hacer lo


mismo.
Me río. —Permiso concedido.

—Bueno. Entonces, por los nuevos comienzos —Ella da un paso hacia atrás
exagerado, extendiendo su mano hacia mí, su espalda recta, sus ojos
brillando intensamente—. Hola, mi nombre es Hannah Rose Ashford. Y hay
muchas cosas que quiero contarte.

Sonrío tan fuerte que me duelen las mejillas. —Hola, Hannah. Es el honor de
mi vida finalmente conocerte.
Epilogo

Me paro en la puerta, preparándome. No estoy preparada para esto.

Afuera, la lluvia se inclina en un abrumador ángulo de cuarenta y cinco


grados, las gruesas gotas de agua chocan sin descanso contra el cristal,
transformando el mundo más allá del cristal en una mancha gris.

Lo curioso es que el mes pasado en Londres, mi primer mes en Inglaterra,


estuvo lleno de pintas de cerveza en los jardines de cerveza, tumbada en el
césped en Hyde Park y caminando por el Támesis con el sol cayendo sobre
mis hombros. Días largos, brumosos y melosos. Agosto en Londres fue tan
hermoso y como un sueño que comencé a preguntarme si toda la charla sobre
el mal tiempo de Inglaterra era una conspiración masiva, apoyada por toda la
nación para disuadir a los forasteros de visitar.

Pero ahora sé la verdad.

Los veranos pueden ser hermosos, pero no se puede negar: aquí llueve.
Mucho. Y el frío es diferente de alguna manera. Más omnipresente. Se hunde
en tus huesos, hasta el punto en que tu alma comienza a congelarse. Pero a
pesar de todo el frío y la lluvia, soy más feliz que nunca. Amo esta ciudad… y
estoy locamente enamorada del chico que me trajo aquí. No hay otro lugar en
el que prefiera estar.

—¿Vas a salir, señorita?

Detrás de mí, una mujer baja con vasos grandes, blandiendo un paraguas
enorme y su taza de café Costa hace un gesto hacia la puerta. Tiene ese
insondable aspecto inglés que he llegado a reconocer desde que me mudé
aquí. Puede que tenga un cuaderno escondido en el bolsillo de su chaqueta
impermeable Berghaus. Ella podría hacer frotamiento de latón el fin de
semana. Ella parece preparada.

—Lo siento —Me aparto arrastrando los pies, dándole una rápida sonrisa que
ella me devuelve casi disculpándose.

—Lo mejor es sacarlo del camino si me preguntas. Respira profundamente.


Abre el paraguas. Apóyate en el viento y te vas.

Me río, un poco dubitativa. La lluvia de New Hampshire nunca duró mucho.


La lluvia de Seattle era persistente, pero más como una llovizna ligera. La
lluvia feroz e interminable de Londres es enojada y viene hacia ti en un ángulo
tal que es difícil no pensar que personalmente está tratando de joderte. La
mujer sale por la puerta, el viento gime por la pequeña calle lateral de
Grosvenor Square, y me estremezco de frío. Apretando las dos bebidas
calientes que acabo de comprar contra mi pecho, me recompongo,
preparándome para el ataque... pero en el momento en que salgo, el viento
arroja mi capucha hacia atrás y la lluvia se intensifica, el agua helada se
desliza por la espalda. del cuello de mi camisa, forzando un grito ahogado de
mi boca.

¡Date prisa, date prisa, date prisa! ¡Mueve el culo, Mendoza!

Corro hasta el final de la calle, dando vueltas alrededor de los viajeros


matutinos que se dirigen a la estación de metro, todos charlando y riendo
entre ellos como si el cielo no quisiera ahogarlos. Otros treinta metros y estoy
en la puerta principal, tanteando con las llaves y maldiciendo cuando casi
dejo caer una de las tazas para llevar en los escalones de la entrada. Me siento
muy aliviada cuando abro la maldita cosa y me apresuro a entrar.

Ahhh, dulce, dulce y bendito calor.

Nuestro edificio es antiguo, una estructura georgiana con terrazas, pintada


de blanco, que alguna vez fue una gran casa única. El tipo de lugar que verías
en un drama clásico de época de la BBC. Ahora, cada piso del edificio es un
apartamento separado, o un piso si quieres ser británico al respecto. El lugar
es sólido, de techos altos e impresionante. De hecho, nunca he vivido en un
lugar tan hermoso. El último piso de 71 South Audley Street es enorme,
mucho más espacio del que Dash y yo necesitamos, en realidad, y ya se siente
como en casa.

No hay ascensor, pero estoy acostumbrada a subir escaleras. Mi tiempo como


residente del cuarto piso de Wolf Hall me preparó bien. Apenas me falta el
aliento cuando llego a la puerta principal. Deslizo la llave en la cerradura
superior, sujetando una de las tazas para llevar entre mi brazo y mis costillas;
este es un trabajo de dos manos. El antiguo mecanismo requiere algo de
persuasión, pero afortunadamente la pesada puerta tallada se abre y ahí se
encuentra Dash al otro lado.

Dashiell Lovett.

Señor del reino.

Pantalón de chándal gris.

Camiseta andrajosa.

Pies descalzos.

Rebanada de tostada con mantequilla en la mano.

Él sonríe y mi estúpido corazón se aprieta.

—¿Has estado parada junto a charcos de nuevo? —pregunta.

Ja. Dos veces he estado esperando para cruzar una calle y un conductor se
ha acercado a la acera para atravesar un charco y me ha empapado. A
propósito. Aparentemente, los ingleses son muy educados la mayor parte del
tiempo, pero si pones un enorme lago de agua en la cuneta al costado de la
carretera y no pueden evitarlo. Pura maldad.

—Oh, Dios mío, toma estos. Estoy empapada —Le entrego nuestras bebidas,
corriendo hacia el pasillo, mis dedos congelados se niegan a obedecer
mientras lucho para salir de mi chaqueta. Una vez que me quito la maldita
cosa y la cuelgo del perchero en el pasillo, corro hacia la sala de estar y me
paro frente al fuego, brincando: pie izquierdo, pie derecho, pie izquierdo, pie
derecho.
Dash me sigue, observando cómo me descongelo con una sonrisa torcida en
su rostro. Lo sorprendo mirándolo y arqueando una ceja. —¿Y por qué te
divierte tanto?

Abre la tapa de una de las tazas para llevar para comprobar cuál es su té, y
luego me pasa mi café con leche. —Sólo pensando —Toma un sorbo—. Ambos
pasamos nuestra primera semana en la universidad. Sobreviviste a la UCL
sin que uno de los conserjes se convirtiera en un sabio y te usurpara de tu
posición como el matemático más inteligente del país.

—¿No era esa la trama de Good Will Hunting?

Él guiña un ojo. —Y pasé cinco días enteros de extenuantes audiciones sin


que se me cayeran los dedos. Yo diría que estamos ganando en la vida ahora
mismo.

—¿Sabes qué? Yo diría que lo estamos.

—Además, nuestros amigos nos han perdonado por abandonarlos y dejar el


país. —Se aparta de la pared y se acerca a mí, tomándome en sus
brazos—. Wren y Elodie ya han confirmado su asistencia para Navidad. Pax
está... siendo Pax. Podría aparecer sin previo aviso ese día.

Pax ha estado actuando de forma extraña recientemente. Es comprensible,


dado todo lo que sucedió justo después de la graduación, pero aun así...

Extraño para Pax es extra extraño para los estándares de cualquier otra
persona.

Dash me toma en sus brazos, mirándome con lo que parece una excitación
perezosa en su rostro. —¿Presley ya se ha puesto en contacto contigo?

Me encojo de hombros. —¿Mas o menos? ¿Realmente no? Sabes lo


complicado que es todo...

Me interrumpe, salpicando besos contra un lado de mi rostro. —Tienes razón.


Es complicado. Todo es siempre complicado, así que a la mierda con esos
tipos. Todos ellos. La Navidad puede esperar, y ellos también. Ahora mismo,
somos solo tú... y yo. Exactamente como quiero que sea —Golpea la punta de
su nariz contra la mía, tarareando suavemente—. Por cierto, tardaste
demasiado en conseguir ese té. Casi pierdo mi erección matutina —Apoya sus
caderas contra las mías y demuestra ser un mentiroso sucio del más alto
nivel. Su erección matutina está viva y coleando y presionando con
entusiasmo en mi estómago de una manera que implica que podría haberse
mantenido duro mientras yo no estaba.

Me da una sonrisa sexy como el infierno con la boca abierta mientras tiemblo
contra él. —¿Ya te calentaste? —él susurra.

—Más o menos. Tal vez. Yo… —Pierdo el hilo de mis pensamientos cuando
comienza a besar mi cuello.

—Bien. Porque te quiero desnuda y debajo de mí en los próximos cinco


segundos, Han. ¿Crees que puedes hacer eso por mí?

Han.

Hannah.

Mi nombre verdadero. Un palíndromo. Técnicamente, sigue siendo mi nombre


legal. Alderman me registró con un nombre falso cuando me inscribí en Wolf
Hall, y entonces… supongo que Carina Mendoza ni siquiera existe. De
ninguna manera que se pueda sostener en un tribunal de justicia. Sin
embargo, Carina tiene un número de seguro social. Y un pasaporte, ahora.
Estoy en una encrucijada en mi vida, una que requiere una consideración
profunda de mi parte. Doblo a la izquierda y sigo siendo Carina.
Suficientemente fácil. He sido ella desde hace años. El tiempo suficiente para
que me sienta cómoda en su piel. Pero... podría girar a la derecha. Podría
volver a ser Hannah. No tengo idea de cómo sería esa vida. No tengo idea de
si alguna vez sería feliz con la piel de Hannah Rose Ashford. Sin embargo, me
gusta la forma en que el nombre abreviado sale de la boca de Lord Dashiell
Lovett Cuarto.

Muerdo suavemente su pectoral a través de su camiseta, sintiendo que su


corazón se acelera ante la implicación tanto del placer como del dolor.
—Traviesa —respira—. Muy muy mal.

—¿Qué tan mal? —susurro—. Sin azotes durante una semana, ¿mal?
—Peor —Recoge un puñado de mis rizos, tirando de mi cabeza hacia
atrás—. Sin orgasmos durante una semana, mal.

Dios, eso es realmente malo. Gimo ante la perspectiva. Porque no tener


orgasmo no significa que me llevará al borde de la locura antes de que se
retire y me deje sufrir. No puedo soportar no tener orgasmos. Hago un gemido
patético que hace que mis mejillas se pongan de un rojo brillante. Estoy tan,
tan jodidamente necesitada. Ni siquiera me reconozco en este punto. —Nooo.
Seré buena, lo prometo.

Sonriendo, Dash se inclina hacia atrás y me observa. —Honestamente, no


creo que seas capaz de ser buena en este momento, Stella. No tengo idea de
cómo vas a demostrar tu valía…

Este es el único juego que jugamos ahora. Sin secretos. Sin mentiras. Nos
burlamos uno de otro hasta que nos sometamos en el dormitorio, y eso es
todo lo que se refiere a nuestro juego. Somos abiertos y honestos, sobre todo.

—Siempre podría... —Muevo la cabeza en dirección a nuestro dormitorio, y


los ojos de Dash bailan, un hermoso caleidoscopio de color marrón, verde y
azul. Se chupa el labio inferior con la boca y lo suelta lentamente a través de
los dientes—. Me parece una idea prometedora. ¿Por qué no vas y te preparas?
Enviaré la pieza que acabo de terminar en el portal y luego podremos jugar.

Ya no tenemos sexo torpe e inexperto. Quiero decir, Dash nunca fue ninguna
de esas cosas, pero yo ciertamente lo fui. No sabía cómo tocarlo, acariciarlo o
chuparlo cuando empezamos a jugar. Aprendí rápidamente durante los dos
meses que pasamos juntos antes de la debacle del observatorio, pero todavía
era algo tímida con él. Cautelosa. Las cosas cambiaron cuando volvimos a
estar juntos después de que casi muero. Ahora, no estoy preocupada, ni soy
tímida ni cohibida. Soy valiente, asertiva y tan exigente como Dash.

Ahora, follamos.

Me pongo de puntillas, lamiendo su boca, pasando la punta de mi lengua


sobre la hinchazón de su labio superior. —No tardes.

Gime salvajemente, clavando sus dedos en la parte baja de mi espalda.


—Joder, Stella. Me estás matando.
—Envía tu pieza. Ven y Encuéntrame —Me escapo de sus manos, alejándome
del fuego. Mi cuerpo todavía frío protesta, pero sé que Dash me calentará por
completo demasiado pronto.

En nuestra habitación, me quito los zapatos en la puerta y me quito los


calcetines, los meto dentro de las botas, luego me acerco a la cómoda junto a
la ventana y abro lentamente el cajón superior. En el interior: una amplia
gama de elegantes encajes negros y rojos. Sujetadores y bragas. Tirantes y
medias. Body de encaje y enterizos. Cada pieza, la elegí con la intención de
poner a Dash de rodillas. Y no es que se trate de una aventura solitaria. Dash
tiene una gran cantidad de juguetes que eligió solo para mí; él sabe cómo y
cuándo usarlos.

Paso mis dedos por la deliciosa y resbaladiza textura de toda la seda y el


encaje, tratando de distinguir algo que se ajuste a mi estado de ánimo. Mi
temperatura ya está subiendo. Ya me estoy imaginando lo que está por venir.
Tantos deseos pelean entre sí dentro de mí que no sé a cuál atender primero.

Quiero arrastrarme por él. Quiero suplicar. Quiero jadear, gemir y temblar.
Sobre todo, quiero la lengua caliente y húmeda de Lord Lovett entre mis
piernas, y la quiero jodidamente mal. No puedo creer que hubo un momento
en el que pensé que no disfrutaría que un chico me diera sexo oral. Quizás
solo me gusta tanto como ahora porque Dash es excepcionalmente bueno
haciéndome correr con su lengua. ¿Quién sabe cómo sería la experiencia con
alguien más?

Selecciono un diminuto vestido baby doll confeccionado con encaje,


burbujeante de anticipación. Me desvisto y me pongo la prenda de gasa
lentamente; todo el proceso de preparación para estar con Dash se ha
convertido en un ritual para mí. Uno que debe saborearse, y definitivamente
no apresurarse.

Estoy en la cama, de espaldas, tan agitada y prematuramente nerviosa que


no puedo dejar de frotarme las piernas cuando Dash finalmente entra en la
habitación. Se detiene justo en el umbral de la puerta, mirándome de esa
manera suya. Parece que acaba de descubrir una especie de criatura rara y
en peligro de extinción y no puede creer lo que ve.
—Maldito infierno, amor. Eres una maldita obra maestra. ¿Alguien te dijo eso
alguna vez?

—Es posible que tú. Una o dos veces.

Se ríe suavemente mientras se saca la camiseta por la cabeza con una mano,
tirando de ella de su cuerpo y dejándola caer al suelo. —Creo que te dejaré
esa ropa interior mientras te follo —anuncia—. Voy a ensuciarte toda, Stella.
Espero que no te moleste.

Ohhh, mierda. Clavo los dedos de los pies en las sábanas, mis huesos están
calientes bajo la piel, como marcas dejadas demasiado tiempo en el fuego.
—Por favor cariño. Dios, te deseo tanto.

La lluvia golpea las ventanas, las gotas de agua corren por el cristal. Estamos
atrapados dentro de nuestra propia pequeña y acogedora burbuja, un mundo
dentro de un mundo ya extraño y desconocido con el que apenas me estoy
familiarizando. Sin embargo, estoy a salvo aquí. Feliz. La tenue luz de la
mañana golpea el pecho de Dash, resaltando cada curva y línea de sus
músculos mientras merodea lentamente hacia el final de la cama. Engancha
sus pulgares en la pretina de su chándal deportivo y mi corazón comienza a
latir al doble de tiempo. Observo, fascinada y sin vergüenza, mientras baja
los pantalones de chándal sobre sus caderas, acercándolos poco a poco hasta
que su polla se libera.

Está duro como una roca y pesado por su propio tamaño, por lo que su polla
se proyecta en un ángulo de noventa grados en lugar de hacia arriba en el
aire. Tiene la longitud, eso es seguro, pero siempre me ha impresionado más
su tamaño; el chico es gordo como el infierno. Incluso él no puede cerrar su
propia mano alrededor de sí mismo. Lo miro, vivo de lujuria, consumida por
el calor que arde dentro de mí como un horno, mientras él se agarra a sí
mismo y se masturba perezosamente.

Sé que es muy pervertido, pero me encanta verlo tocarse. Me encanta tanto


que, a veces, lo hago acostarse en la cama para mí y hacer un pequeño
espectáculo. Descansando sobre mis talones en el borde de la cama, con las
manos en mi regazo, jadeando breve, sin aliento, pequeñas exhalaciones
necesitadas mientras lo veo mover el puño hacia arriba y hacia abajo, cada
vez más rápido hasta que se inclina, la cabeza echada hacia atrás, sus ojos
mirando fijamente los míos, su mandíbula apretada mientras se corre. Me
arrastrare hacia él a cuatro patas una vez que haya terminado y lameré el
desastre que ha hecho, ronroneando como una gatita depravada y
hambrienta de sexo mientras él me acaricia.

—¿Quieres las riendas, amor? —Pregunta Dash—. ¿O vas a dejar que te use
esta mañana?

Me he dado cuenta de que a veces me gusta tener el control de Dash. Me


siento como un domador de leones en un circo, haciendo restallar mi látigo,
haciendo que la bestia con la que estoy enjaulada actúe y se incline ante mi
voluntad, sabiendo todo el tiempo que podría darse la vuelta y destruirme en
un abrir y cerrar de ojos. El poder es más intenso que cualquier cosa que
haya experimentado antes. Sin embargo, hoy no estoy de humor para darle
órdenes. Estoy de humor para que me posean. Quiero que juegue conmigo
hasta que yo me corra.

—Soy toda tuya —le susurro, y el deleite oscuro brilla en los ojos color
avellana de Dash.

—Esperaba que dijeras eso. ¿Por qué no eres una buena chica y te arrodillas
para mí, Stella?

Obedezco sin dudarlo. Me muevo hacia el final de la cama, mirándolo a través


de mis pestañas. Él sonríe salvajemente, lamiendo la yema de su pulgar, que
luego frota sobre mi boca, humedeciendo mi labio inferior. —Eres tan mala,
Stella. Sabes lo que estás haciendo, ¿no? Sabes lo jodidamente duro que me
pones cuando me miras así. Mi pequeño juguete recatado y tímido,
desesperado por llamar la atención...

Asiento con la cabeza, sacando la lengua y golpeándola contra su pulgar. Un


segundo más tarde, tengo mis labios envueltos alrededor y lo estoy
succionando lentamente en mi boca. Utilizo la más mínima cantidad de
dientes, y Dash muestra los suyos, gruñendo desde el fondo de su garganta.

—Ya veo —dice—. ¿Estás toda excitada? ¿Quieres que sea duro contigo?
¿Quieres que te haga gritar?
Asiento de nuevo, haciendo pucheros como la pequeña mocosa mimada que
me he convertido para él. —Por favor.

En un instante, su mano está alrededor de mi garganta y se deja caer de modo


que su rostro está a una pulgada de distancia del mío. Su boca choca contra
la mía, y el beso ardientemente abrasador que me da me roba el aliento. Ni
siquiera puedo pensar con claridad. Un segundo, me muerde el labio, explora
a fondo mi boca, y al siguiente se retira, gruñendo mientras empuja sus
caderas hacia adelante, frotando la punta de su polla contra mis labios.
—Abre —ordena—. Tómalo todo. Quiero verte chuparlo, Stella.

Santa mierda. Abro la boca, gimiendo por su tamaño mientras se empuja


hasta la parte posterior de mi boca. No haría esto por mucho tiempo. Tuvo
cuidado conmigo. No creía que pudiera soportarlo. Sin embargo, desde
entonces le he demostrado que estaba equivocado tantas veces que ahora
sabe que puedo. Clava sus manos en mi cabello, deslizándose hacia adelante
y tirando hacia atrás, saliendo de mi boca lo suficiente como para que pueda
respirar e inhalar por la nariz antes de que vuelva a avanzar. Lamo y chupo,
hambrienta de más y más de él mientras me folla la boca. Cuando deja
escapar un gemido tenso e irregular, mi coño reacciona, apretándose por sí
solo, pulsando, deseándolo. Necesitándolo.

—Maldita sea, Stella. Eres demasiado jodidamente buena —Dash retrocede,


alejándose para que su polla salte libre con un estallido húmedo. Su
expresión es cruda y hambrienta cuando me mira, agarrándome por la
barbilla—. Date la vuelta. Enséñame tu culo. Quiero ver ese hermoso coño
mojado.

La hoguera en mi estómago se prende aún más, las llamas en mi pecho saltan


aún más alto. Me doy la vuelta y miro a la cabecera, dándole lo que quiere sin
una palabra de queja. Dash coloca ambas manos en mis nalgas desnudas,
gimiendo mientras empuja el cordón negro hacia arriba sobre mis caderas,
exponiendo más de mi carne a él. Ligeramente, demasiado suave, pasa sus
dedos por entre mis piernas, sobre mi coño, acariciando el suave y sedoso
material de mis bragas. Quiero más presión, pero Dashiell conoce mi cuerpo
y es un experto en volverme loca estos días. Me da lo suficiente para hacerme
balancearme contra su mano, mis caderas se sacuden cuando siento la
dureza de su polla rozar contra mí.
—Paciencia, Stella —susurra—. No te preocupes. Ya viene, lo prometo.

Pero primero…

No lo dice, pero escucho las palabras no dichas en su tono. Me va a


atormentar. Me va a hacer trabajar hasta un punto álgido, hasta un punto
en el que ya ni siquiera sé mi propio nombre, y se va a reír como un maldito
diablo mientras lo hace.

Puedo suplicar y negociar todo lo que quiera; Mis peticiones caen en oídos
sordos cuando Dash está de humor para hacerme sudar.

—Ahh, pobre Stella —arrulla—. No te preocupes, cariño. Te tengo. Buena


niña. Shh, te tengo —Aumenta un poco la presión, pero no lo suficiente. Dejo
escapar un sollozo angustiado y lastimero, y Dash se ríe oscuramente entre
dientes, justo como sabía que lo haría—. ¿Quieres más? —pregunta
burlonamente.

—Sí. Joder, Dash, por favor. Te quiero a ti dentro de mí.

Debería saber que es mejor no pedir directamente lo que quiero. Fui y le


mostré cuánto poder tiene sobre mí en este momento, y vaya, le encanta
abusar de su poder. Tira de mis bragas a un lado, desnudándome ante él, y
dejo que mi cabeza cuelgue, el alivio me invade. Pero solo por un segundo. Se
agacha, me abre a él, explora y frota sus dedos a través de los pliegues de mi
coño, rodeando mi clítoris y la entrada de mi coño… pero sin tocarme donde
lo necesito.

—¡Dash! ¡Por el amor de Dios! Por favor…

—Shhh, está bien. Va a estar bien —murmura.

Mis brazos y piernas comienzan a temblar. Casi colapso cuando finalmente,


finalmente golpea mi clítoris, y una flecha de placer me atraviesa. El contacto
es tan breve que creo que es su dedo al principio, pero luego siento el calor y
sé que es su boca.

—¡Mierda! Oh Dios. Oh Dios. Eso se siente jodidamente increíble —No


puedo... necesito... Si pudiera alcanzar entre mis piernas y agarrar un
puñado de su cabello para poder sostenerlo en su lugar y montar su cara, lo
haría. Sin embargo, Dash me tiene justo donde quiere. En esta posición, no
tengo más remedio que quedarme quieta y esperar que él sea amable
conmigo.

Lo cual, por supuesto, no hace.

Para cuando me corro, han pasado veinte minutos y estoy tan mareada de
hiperventilar que siento que me va a explotar la cabeza. Apenas mantengo mi
mierda junta cuando se hunde dentro de mí y me folla tan fuerte y tan rápido
por detrás, estirando la mano para frotar mi clítoris sobreestimulado, que
inmediatamente me corro de nuevo, gritando a todo pulmón.

Dash se corre conmigo, mordiéndome el hombro con tanta fuerza que veo
estrellas, pero me inclino hacia el dolor mientras ruge, tan vivo y tan
jodidamente satisfecho que siento que estoy vibrando.

Tan perfecto.

Tan, tan perfecto.

Se necesita mucho tiempo para volver a la tierra. Mucho tiempo. Me quedo


dormida en sus brazos, hipnotizada por el sonido de la lluvia golpeando las
ventanas y el lento tirón de su respiración. Cuando me despierto, encuentro
a Dash sonriéndome.

—Pervertido. ¿Me estabas viendo dormir?

—Sí —Lo admite sin una pizca de vergüenza—. Haces esta cosa con tu nariz...

—¡No lo hago!

Él ríe. —Estaba esperando que dejaras de ser perezosa y regresaras a mí.


Tenía que entretenerme de alguna manera.

—Podrías haber revisado tu correo electrónico —Entierro mi rostro en su


pecho.

—Eso ya lo hice cuando fuiste a Costa. Y honestamente, desearía no haberlo


hecho.

Salgo de mi escondite, abriendo un ojo para poder mirarlo. —¿Por qué?


—Recibí un correo electrónico inesperado anoche —Se aclara la garganta con
torpeza—. De mi padre.

¡Vaya!

Me incorporo de una sacudida, apoyándome sobre un codo, girando para


poder mirarlo. —¿Tu padre? ¿Qué quería él? —Nadie en el Royal College sabe
sobre el linaje de Dash. Ni siquiera los profesores. Es la forma en que lo
quería. Tampoco es que él mencione el hecho de que está en la línea de uno
de los títulos más antiguos y prestigiosos del país todos los días. Ha sido muy
fácil olvidar que es un lord. Y esta mención de su padre lo trae todo de vuelta...

Su nuez de Adán se balancea mientras traga. Continúa mirando al techo,


parpadeando rápidamente, aunque sé que quiere mirarme. Quiere, pero no
puede por alguna razón. —Él... se disculpó —dice lentamente; es como si ni
siquiera pudiera creer que está diciendo la palabra—. Todo fue muy
superficial, pero él fue muy claro. Dijo que lamentaba mi fría educación. Que
se estaba aferrando al dolor en lugar de dejarlo ir. Que estaba demasiado
asustado para dejarse sanar —Dash niega con la cabeza, un pequeño gesto
de desconcierto—. De hecho, dijo que estaba asustado. El hombre que
conozco nunca admitiría tal cosa. Él simplemente... no lo haría.

—Entonces, tal vez no fue de él. Quizás fue secuestrado. Quizás los
extraterrestres se apoderaron de su cuerpo.

Se ríe en voz baja, pasando sus dedos por mis costillas y por mi cadera,
dibujando pequeños círculos sobre la piel en la parte superior de mi muslo.
—Dios sabe por qué se molestarían. Tiene que ser el ser humano más
aburrido del planeta.

Me acomodo contra él, hundiéndome para poder recostar mi cabeza en su


pecho de nuevo. —¿Que más dijo él?

—Me dijo que no creía que fuera correcto que yo estuviera de regreso en el
Reino Unido y que no estuviéramos hablando. Dijo que me perdonaba por
vender el Maybach...

—¿Te perdonaba?
Su risa es rígida esta vez. —Lo sé, verdad. El hombre no comprende el
concepto de regalo. De todas formas. Dijo que quería que nos reunamos. La
próxima semana —La mano de Dash todavía está en mi costado, la punta de
su dedo medio apenas hace contacto mientras se cierne sobre mi cadera.
Después de un segundo dolorosamente largo y tenso, dice— Quiere que
vuelva a la Propiedad. Y... quiere que te traiga conmigo.

Me elevo todo el camino esta vez, a una posición completamente sentada,


mirándolo con incredulidad. Dios me ayude, este chico está tratando de
darme un infarto. —¿Yo? ¿Por qué diablos querría que me trajeras?

Parece que Dash está tratando de reprimir una sonrisa, solo que eso no puede
ser correcto. Simplemente no puede ser. Lo juro por Dios, si él está sonriendo
ahora mismo...

—¿Quizás porque vivimos juntos? —él sugiere—. ¿O porque viniste hasta


Inglaterra para estar conmigo?

—¡No lo hice! ¡Vine por el programa de ciencia espacial!

Él resopla. —¿En serio vas a sentarte ahí y tratar de salirte con la tuya con
una mentira tan descarada en este momento?

Lo miro, considerando hacer exactamente eso, pero luego recuerdo que ya no


nos mentimos el uno al otro y renuncio a mi indignación. —Bien, está bien.
Vine aquí para estar contigo. Demándame. Estoy enamorada de ti.

La diversión de Dash se desvanece. Se ve muy serio de hecho mientras se


inclina lejos de la cama y me besa suavemente. —Y esa, ahí mismo, es la
razón más importante de todas… —susurra—. Me amas. Y te amo. Supongo
que podría considerarse una razón suficiente para conocer a los padres de
alguien.

—Espera, ¿estás… estás diciendo que realmente quieres que los conozca?
¿Tus padres? ¿Tu madre y padre?

—No hay necesidad de lucir tan sorprendida, Stella. No puedes decir que no
lo has pensado. Visitar la finca. Comprobar cuán... —arruga la nariz con
tristeza— ostentoso y completamente exagerado es el lugar.
—¿Qué tan mal estamos hablando? ¿Cuántas habitaciones tiene el lugar, por
el amor de Dios?

—Hay pavos reales en el terreno. Y ciervos. En cuanto a las habitaciones, no


podría decirlo. Ciertamente nunca he estado dentro de todas ellas.

Oh Dios mío. Esto no es... realmente no puede esperar que yo... ¿Por qué
demonios estoy tan abrumada de repente? —No puedo ir a conocer a tu padre,
Dash. No puedo ir a tu propiedad familiar. No encajo en un lugar como ese.

—¿Y crees que yo sí? —Pasa los dedos por mi brazo desnudo, frunciendo el
ceño ligeramente. Su cabello es mucho más oscuro que nunca, ahora casi
castaño. Todavía corre todas las mañanas, pero su bronceado casi ha
desaparecido. Así luce mi hermoso chico inglés en su hábitat natural, y yo
prefiero esta versión de él. Realmente lo hago. Se ve tan serio mientras dibuja
formas y remolinos en mi piel, mirando su obra invisible—. En algún
momento... heredaré su título —dice en voz baja—. Parece una eventualidad
imposible en este momento, pero en algún momento, querré volver a Surrey
y administrar la propiedad. Nunca encajé allí, pero eso... no significa que no
pueda. Qué no lo haré. No significa que no pueda hacer que el lugar me quede
bien —Piensa un segundo más—. Y para ese momento, tengo la sensación de
que las cosas pueden haber... progresado... un poco... entre nosotros, Stella.

Me quedo muy, muy quieta. —¿Qué quieres decir con progresado?

Resopla por la nariz y me mira. —Eres una persona inteligente. Sabes


exactamente lo que eso significa. Quiero que lo pienses un rato, está bien.
Antes de seguir este camino mucho más. Un día, no seré Lord Lovett. Seré
Duke Lovett, ¿y tú? Te convertirías en duque...

Pongo mi mano sobre su boca antes de que pueda terminar la palabra. Sus
ojos se abren, aunque están arrugados en las esquinas; Puedo decir que está
sonriendo contra mi palma. —No lo hagas. No digas esa palabra en voz alta.
No soy... no es... no lo haré...

Él asiente con la cabeza, hablando en mi mano. Sus palabras son


amortiguadas, pero aun perfectamente audibles. —Lo harás. Cuando llegue
el momento, creo que lo harás —Suavemente toma mi muñeca y aparta mi
mano—. Espero que lo hagas —enfatiza—. Pero no te asustes. La suerte aún
no se ha echado. Mi viejo todavía está vivo y coleando. Tienes que convertirte
en astrofísica y yo tengo que convertirme en el mejor compositor del mundo.
En algún momento, necesito hacerte una pregunta importante y debes dar
una respuesta importante. Todo lo que pido ahora es un high tea con mi
padre.

—¿Qué diablos es high tea? —Chillo.

Él sonríe. —Sándwiches muy pequeños. Pasteles muy pequeños. ¿Crees que


puedes manejar un poco de comida en miniatura y una hora de conversación
dolorosamente aburrida? ¿Para hacerme feliz, Stellaluna?

¿Cómo puedo negarme, cuando me mira así, como si yo fuera la luna y cada
una de las estrellas que iluminan su universo? Cristo. De mala gana, respiro
hondo, sabiendo de alguna manera que este es solo el primer paso en un viaje
largo y lleno de acontecimientos. —Bien. Supongo que soy fanática de los
bocadillos pequeños.
Escena Extra

COSGROVE'S

Cada vez que Wren quiere desahogarse, generalmente cierra el bar antes de
que empecemos a beber. Así es más fácil. Ningún problema con los lugareños.
No tenemos que preocuparnos de que las fuerzas del orden pongan sus
narices donde no las quieren. Después de todo, somos muy menores de edad,
y el hecho de que Wren sea el propietario de Cosgrove's no significa que sea
legal que nos emborrachemos aquí. Sigue siendo ilegal.

Sin embargo, esta noche es la excepción. Cerrar el bar esta noche anularía
toda la razón de venir y mostrar nuestras caras en primer lugar. Se supone
que debo juntarme con una chica cualquiera esta noche, con el único
propósito de convencer a Wren y Pax de que no siento nada por Carina
Mendoza. Si logro tener éxito, la dejarán en paz. Ella estará libre del abuso
que de otro modo sufriría en sus manos. Y seamos sinceros, también en mis
manos. No podré evitar participar en su caída. No después de todas las cosas
despreciables que les he hecho a las chicas en las que Wren y Pax han estado
interesados en los últimos años.

Así que aquí estoy, chocando hombros con Pax en el bar, frunciendo el ceño
sombríamente a cualquier mujer que tenga la audacia de caminar por la
entrada principal de Cosgrove, jugando un exasperante juego de tira y afloja
conmigo mismo. No pensé que sería justo que Carina se convirtiera en el
objetivo más reciente de Riot House. No parecía correcto que ella criticara mi
propio descuido: por lo general soy más mesurado y cuidadoso a la hora de
desarrollar algún tipo de interés en una estudiante de Wolf Hall. Pero después
de ese truco se detuvo en el cementerio, actuando tan decepcionada, al igual
que mi maldito padre, mis simpatías por la chica se han agotado bastante.

Podría ser que un pequeño tratamiento de Riot House sea exactamente lo que
Carrie necesita. Tal vez entonces se meta en sus propios asuntos y se guarde
su juicio mordaz para otras jodidas personas.

Soy más salado que el infierno, y mi estado de ánimo seguro que no ha sido
ayudado por la mierda extraña que escuché en el laberinto tampoco. Wren es
una caja de sorpresas. Mantiene sus cartas cerca de su pecho, pero
generalmente me dice las cosas grandes. Las cosas importantes. Si está
participando en el tipo de relación que sospecho que está teniendo, entonces
eso califica como grande e importante. Somos impetuosos, y por lo general no
nos importa un carajo el tipo de atención que atraiga Riot House, pero el tipo
de escrutinio bajo el que podríamos encontrarnos si las cosas van mal con el
pequeño experimento de Wren... mierda, ni siquiera quiero pensar en ello.

—Soy del tipo melancólico y silencioso. Me gusta una pausa incómoda en la


conversación mucho más que un tipo promedio, pero por el amor de Dios,
Lovett, ¿dirás algo? —Pax golpea la barra con su botella de cerveza
vacía—. Me estás dando una migraña. Puedo sentirte quejándote dentro de
esa cabeza tuya de chico dorado.

Se suponía que Wren se reuniría con nosotros aquí hace treinta minutos.
Llegamos tarde a propósito porque Pax y yo sabemos lo impuntual que es
nuestro amigo y, sin embargo, aún no muestra la cara. Pax y yo somos
amigos, en la medida en que Pax puede ser amigo de cualquiera, pero sin
Wren cerca, sus bordes afilados tienden a chocar contra mis bordes afilados,
causando una fricción inflamable que puede arrasar municipios enteros.

¿Sería amigo de Pax si no conociera a Wren?

Si. Indudablemente, lo haría.

¿Estaría feliz por eso?

Esa es una pregunta para otro día. En este momento, no estoy muy feliz por
nada. —¿Quieres hablar sobre el clima, idiota? Bien. Va a llover esta noche.
Mañana, nos espera vientos huracanados. Escuché a uno de los trabajadores
del terreno hablando con Harcourt sobre una posible inundación...

Pax pone los ojos en blanco. —Me retracto. Cállate la boca —Hace un gesto a
Patterson, pidiendo en silencio otra cerveza. El hombre bajo y rechoncho
detrás de la barra frunce el ceño oscuramente mientras cojea hasta el
refrigerador y saca otra IPA Elysian Spacedust para Pax. Patterson nunca
antes sonrió. Ni una sola vez en toda su vida. Las arrugas profundas de la
risa rodean su boca, lo que sugiere lo contrario, pero personalmente creo que
esas arrugas no son más que publicidad engañosa. El bastardo es incapaz de
reírse. Deja la cerveza de Pax con un gruñido de disgusto y vuelve cojeando
al otro extremo de la barra, donde ha estado completando rompecabezas de
sudoku desde que entramos.

—Ya sabes —Pax toma su cerveza y me mira de reojo—. Podrías admitirlo.


Estoy dispuesto a verte follar a una lugareña cualquier día de la semana. Es
mejor que hacer nuestra tarea de inglés. Pero todos conocemos esta pequeña
farsa aquí… —Él agita una mano abierta hacia el bar, y los pocos clientes
ruidosos apostados junto a la mesa de billar—. Este pequeño acto que estás
a punto de hacer es inútil. Me importa una mierda cualquier chica en Wolf
Hall, pero sigo siendo jodidamente humano. Mi cabeza se voltea de vez en
cuando. Tú caminas como si fueras insensible a la tentación. Has sido así
desde el día que te conocí. Excepto que te rompiste la polla y terminaste en el
hospital, ¿no? —él arrastra las palabras—. Y una chica linda con el cabello
rizado te dio unos azotes verbales. Ahora eres como un maldito cachorro
enamorado, caminando entre los muebles y follando en seco.

—¿De qué diablos estás divagando? No ando follando nada en seco —No
necesito esto. Honestamente, daría cualquier cosa por estar de vuelta en la
casa, encerrado en mi habitación, completando la tarea de inglés que Pax
acaba de mencionar. ¿Qué tan patético es eso? Mi temperamento tarda
mucho en hervir a fuego lento, pero una vez que comienza a burbujear un
poco, no se necesita mucho para que hierva. Si Pax dice una palabra más
sobre Carina (que definitivamente lo hará) voy a perder mi mierda y romperé
cada taburete en este bar hasta que no quede nada más que leña. No
requerirá mucho esfuerzo, ya que estos taburetes están deteriorados como la
mierda y se mantienen unidos con cinta adhesiva. Pero aun así. Wren no
estaría impresionado.
—Lo entiendo, hombre —Pax presiona la botella de cerveza contra sus labios,
pero todavía puedo ver la sonrisa que está tratando de reprimir en las
comisuras arrugadas de sus ojos—. Ella es caliente. Grandes tetas. Un
extraño sentido de la moda, pero lo que sea. Su ropa no importa cuando la
tienes desnuda. Y su culo es fenomenal. Jugoso como un maldito melocotón.
Ella debe ponerse en cuclillas para que Estados Unidos tenga un culo como
ese... ¡OYE!

Lo agarro por la nuca y clavo los dedos en su piel. Aparentemente, no es


fanático del trato. Sin embargo, me importa una mierda sus quejas. Me
inclino y presiono mi frente contra su sien, hablando en voz baja para que
solo él pueda oír. —Lo juro por Dios, Pax Davis. Si no te callas, te cortaré la
lengua con un cuchillo de mantequilla oxidado y terminarás como un tipo
silencioso y melancólico por el resto de tus miserables días.

—¡Whoa, whoa, whoa! Tranquilízate —Una mano golpea mi hombro, y mira,


nuestro compañero de cuarto ha llegado. Confíe en que Wren se presentará
justo cuando estoy a punto de aliviar algo de mi frustración reprimida. Él tira
de mi mano lejos, luego engancha un brazo alrededor del cuello de Pax,
tirando de él en una llave amistosa. Todo el tiempo, no me ha quitado los ojos
de encima—. ¿Has estado presionando sus botones, Davis? —le pregunta a
Pax.

Pax solo resopla. —Es difícil no hacerlo cuando está actuando como una perra
tan tensa.

—Sí. Pareces un poco fuera de lugar, hombre —observa Wren, una de sus
cejas oscuras arqueándose en un signo de interrogación—. ¿Las
patrocinadoras de Cosgrove no son de tu agrado esta noche?

Jodidamente hilarante.

Solo hay tres mujeres bebiendo en el bar. Dos de ellas llevan estampado de
leopardo y a la otra le falta un diente frontal. Wren se ríe mientras él mismo
examina las opciones. —Bien, bien. Estupendas esta noche. Sin embargo, es
temprano. Cuatro horas hasta el cierre. Nunca se sabe quién cruzará esas
puertas.
No me gusta la forma en que dice eso. Me hace pensar que ha planeado algo
y que Carina llegará en cualquier momento. No lo dejaría pasar por alto; Wren
vería eso como la prueba más verdadera. Si pudiera coquetear con una
extraña y desaparecer con ella en los baños, con Carina sentada en una de
las cabinas, viendo cómo se desarrolla todo el asunto, entonces podría
demostrar mi desinterés. Un escalofrío de irritación me recorre la espalda,
subiendo de una vértebra a la siguiente hasta llegar a la nuca.
Afortunadamente, me salvó de tener que responderle con la llegada de
Patterson. Le da a Wren, su jefe, una mirada que podría quitar la pintura y
cuajar la leche de una sola vez. —¿Qué será, su alteza?

Acostumbrado a la naturaleza cascarrabias de Patterson, Wren le da al


camarero una sonrisa ganadora. —Tomaré el mejor té helado de Long Island
en todo Mountain Lakes.

—Ese es en el que pongo tantos tipos diferentes de alcohol como pueda en un


vaso, ¿verdad?

Wren asiente. —Y sólo una pizcaaaa de cocaína. No querría que nadie pensara
que estoy machacando cinco tragos de bebidas espirituosas, ¿verdad?

Patterson irradia desaprobación. —No creo que a nadie le importe una


mierda —Se da vuelta para irse, pero deslizo mi cerveza a medio beber por la
barra y hago un pedido.

—Tomaré un Manhattan.

El viejo levanta una ceja. —¿Le gustaría a su señoría su Manhattan mezclado?

¿Realmente cree que puede ofenderme, con todo esto de su señoría? Perra,
por favor. He estado lidiando con esa mierda desde el día en que nací. Le
sonrío, plasmando una sonrisa que encantaría a las bragas con volantes del
culo mimado de la reina. —A las rocas está bien.

Pax arrebata mi cerveza a medio terminar antes de que Patterson pueda


tirarla a la basura. —¿Por qué diablos estás tratando de tirar una cerveza
perfectamente buena?

—Sabe a jabón, amigo. Relájate.


—No sabe a jabón. Sabe a lúpulo delicioso. Y cualquier tipo que prefiera beber
un Manhattan antes que una IPA no es, en realidad, un hombre.

Patterson regresa y deja un vaso en la barra frente a Wren, mirando a mi


amigo con todas sus fuerzas. El vaso está lleno hasta el borde de alcohol, a
punto de desbordarse; los tres Riot Boys estudiamos la bebida, ni una palabra
pasa entre nosotros. Estamos demasiado desconcertados por el paraguas de
papel rosa brillante que sobresale de la parte superior para saber qué decir.
Luego, Wren saca casualmente el paraguas de su bebida y desliza el delgado
palo de madera detrás de su oreja izquierda, de modo que lo lleva puesto como
una hermandad borracha en una fiesta de fraternidad.

—Aprecio el detalle —Le guiña un ojo a Patterson, que obviamente no era la


reacción que el camarero estaba buscando. Le hubiera encantado que Wren
se enojara. Enfurecerlo. Hacer que se mueva un poco con el insulto implícito
adjunto a ese paraguas, ¡Ahí tienes, pequeña perra malcriada!, pero como
siempre, Wren no se levanta. Wren sigue sin enojarse. Ni un solo pestañeo.

Patterson se queja amargamente mientras baja por la barra hacia su asiento.

Sin una pizca de timidez, Wren deja el paraguas rosa brillante escondido
detrás de su oreja y de alguna manera lo hace lucir jodidamente genial.
—Entonces, ¿qué dices, Lovett? ¿Tu polla sanó lo suficiente como para
soportar una buena follada esta noche? ¿O volveremos a la sala de
emergencias en un par de horas?

—Dios, ¿podemos cambiar de conversación, por favor? Mi polla está en


perfecto estado de funcionamiento. Puedes dejar de preguntar sobre eso
ahora —Sé que mi polla está bien porque la comprobé esta mañana. Y cuando
digo 'comprobada', me refiero a que me masturbé mientras imaginaba que los
deliciosos labios de Carina Mendoza estaban envueltos alrededor de mi eje,
su pequeña lengua rosada saliendo y lamiendo la cabeza, lamiendo mi pre-
semen. El experimento fue un éxito rotundo—. No, no necesito preocuparme
por mi capacidad de desempeño, Jacobi. Encuéntrame a alguien que valga la
pena follar y mantendré mi parte del trato.

Wren hace una mueca. —¿Seguro que no preferirías simplemente follar con
Carrie? No nos hemos metido con un objetivo en meses. La reputación de Riot
House está empezando a decaer.
Estaría mintiendo si intentara decirme a mí mismo que no he disfrutado los
pequeños juegos que hemos jugado con la gente en el pasado. Mi polla se ha
puesto bastante dura, jugando con las emociones de las chicas. A algunos
chicos les gusta el BDSM. A algunos les gusta follar en público, o los pies, o,
no sé, hentai o alguna mierda. Sin embargo, los tres chicos de Riot House
estamos de acuerdo en que no hay nada más sexy que hacer llorar a una
chica. Estuve a punto de soplar mi carga en mis pantalones en más de una
ocasión, viendo a Pax fracturar el corazón de una chica en dos, solo por el
gusto de hacerlo. Y cuando Wren publicó fotos desnudas de Heather Briers
por todo el tablero de mensajes de estudiantes de Wolf Hall, usando a
slackpussyfucker69 como su apodo, y ella se rompió y tuvo un ataque de
sollozos en el comedor, admito que tuve que pasar veinte minutos sólidos
detrás de una puerta con seguro en el baño de hombres, tirando de mi polla.
Me corrí tan duro esa vez que mi semen casi se dispara sobre la puerta y
sobre el tipo cagando en el siguiente cubículo. Somos muy inteligentes
cuando apuntamos a nuestros objetivos. Nos aseguramos de que no haya
pruebas que nos impliquen en actividades atroces... pero también nos
aseguramos de que quede muy claro que somos los perpetradores. ¿Cuál sería
el punto de otra manera?

Aparte del trío de Wren y Pax con la madre de Edmonson, nos hemos portado
relativamente bien recientemente. Ninguno de nosotros quiere que los otros
estudiantes de la academia olviden que no deberían joder con Riot House, lo
que significa que esto iba a suceder tarde o temprano. Uno de nosotros iba a
tener que traer algo jugoso y estimulante a la mesa. Normalmente, competiría
por la oportunidad de traer este tipo de mierda a la atención de los otros
chicos, pero no esta vez. Por alguna razón, se siente imperativo que los tres
nos mantengamos alejados de Carrie.

—Mira. Si quieres joder con ella, entonces, por supuesto, joderemos con
ella —digo en un tono aburrido—. Pero no la vamos a joder porque me guste,
hombre. Es solo una chica que no sabe cuándo meterse en sus propios
jodidos asuntos.

—Pero ella ha hecho que tu polla se mueva un par de veces —interviene


Pax—. No mientas. Arrugas la nariz cuando mientes.
—¡Bien! ¡Bien! Suficiente —Estoy tan harto de esta mierda. Harto de todo el
camino hasta mis dientes posteriores. Harto de pensar en Carina. Harto de
que ella esté allí cada vez que quiero un momento de paz. Harto de Pax y
ahora Wren hablen de ella sin cesar, sin ninguna maldita razón. Me tomo
todo el Manhattan que Patterson coloco frente a mí, parpadeando para
contener las lágrimas que el líquido ardiente me trae a los ojos—. Otro —Digo,
señalando al camarero. Murmura algo sobre el alcoholismo juvenil mientras
sube unos escalones para alcanzar una botella de whisky en el estante
superior. Los tres nos quedamos en silencio por un momento, todos
observamos con tristeza la grieta del culo peludo de Patterson mientras
alcanza al Johnny Walker y su camiseta se eleva hasta la mitad de su espalda.
Y cuando mirar esa horrible vista se vuelve demasiado, le digo a Wren— En
serio. Elige una chica para mí aquí. Decide que Carrie necesita que le bajen
los humos. Me importa un carajo, hombre. Todo es lo mismo para mí. Solo
toma la decisión y sigamos adelante, porque todo este hostigamiento es
realmente aburrido.

Wren me evalúa con frialdad. —¿Tu papá está siendo un idiota o algo así?

—¿Cuándo no lo es? —No es mi intención estallar, pero mi temperamento se


está apoderando de mí.

Patterson pone mi segundo Manhattan en la parte superior de la barra. Le da


a Wren una mirada cansada. —¿Estás delegando quién tiene sexo con quién
ahora? Jesucristo, el cielo nos ayude a todos.

Wren le dice. —Estoy poniendo en marcha mi propio servicio de búsqueda de


parejas. Creo que Dash y Damiana harían una buena pareja.

Me tambaleo hacia atrás en mi silla. Pax se atraganta con su IPA. Incluso


Patterson retrocede. —¿La rubia? ¿Con la boca sucia? —dice el camarero.

Wren se ríe. —¡Guau, Pat! No sabía que conocías ninguno de nuestros


nombres.

Él resopla. —Es difícil olvidarla. Tuve que buscar en Google algunas de las
cosas con las que ella salió la última vez que estuvo aquí.
Golpeo mi vaso medio lleno contra la barra. —No me estoy follando a Damiana
Lozano. De ninguna maldita manera. Mi polla recién se recuperó del último
trauma por el que pasó. No merece pasar por ese tipo de mierda.

Wren hace una mueca. —Acabas de decir que te follarías a cualquiera que
considere adecuada.

—Lo hice. Y Damiana no es jodidamente adecuada.

—¿Y si creo que lo es? —La sonrisa de Wren es burlona, pero no estoy de
humor. Me inclino hacia delante, apoyo el codo en la barra y entrecierro los
ojos—. ¿Y si no me gusta la persona con la que estás follando, Jacobi? ¿Qué
pasa si yo no creo que esa persona sea adecuada para ti?

Le doy con una mirada asesina. No se inmuta exactamente. Sin embargo, sus
ojos se endurecen, volviéndose de un verde oscuro y musgoso que casi oculta
la sospecha que atraviesa su rostro. Pero no del todo. —Yo diría que lo
hicieras, Lovett. Escúpelo. Si no apruebas a la persona con la que estoy
follando, entonces quiero escucharlo. Estamos todos juntos en esto, ¿verdad?

Pienso en decirle que lo sé. Por un segundo, trato de imaginarme cómo será
su expresión cuando nombre a la persona con la que le oí hablar en el
laberinto, pero la conmoción, el horror, la molestia, la vergüenza, la
humillación no se materializan en su rostro en mi cabeza. Solo puedo
imaginarlo con una expresión ilegible, ligeramente hostil, muy parecida a la
que está usando ahora mismo, y la satisfacción que pensé que sentiría no
llega. Siento que de alguna manera he perdido y ni siquiera sabía que
estábamos compitiendo.

Pax finalmente nota la extraña tensión entre Wren y yo y baja su botella de


cerveza. —¿Están a punto de besarse? Porque no vine aquí para verlos a
ustedes dos mirándose con nostalgia a los ojos toda la noche.

El labio superior de Wren se encrespa, dejando al descubierto los dientes.


—¿Cómo está tu madre, Davis? ¿Sigues intentando divorciarte de tu padre?

Salto antes de que esto se ponga realmente feo. —Mara Bancroft —El nombre
atrae la atención de ambos chicos de una vez. Una sonrisa lenta y cómplice
se extiende en el rostro de Pax, mientras que la fuerte sospecha que Wren
tenía ahora se desvanece un poco—. Ella es la peor —le digo con
gravedad—. Ella no deja de hablar. Su personalidad es más cáustica que
blanqueadora. Ten cuidado, amigo. Por la forma en que Fitz le estaba
hablando en clase hoy, probablemente ella también se lo esté follando.

—Asqueroso —se queja Pax—. Lo último que quieres es que Fitz manipule tus
bienes.

Miro a Wren a los ojos. —Correcto. No puedo pensar en nada peor que
enredarme en una situación extraña con Fitz.

Wren me estudia por un momento. De repente, toma el paraguas rosa detrás


de la oreja y lo arroja sobre la barra, alborotando su cabello ondulado con
una mano hasta que sobresale en todas las direcciones posibles.

—¿Sabes qué? Joder. Ya tuve suficiente de esta mierda —dice—. Llevemos


una botella de whisky a casa y bebamos allá. Tal vez le envíe un mensaje de
texto a Mara y le diga que venga o algo así. Toda esta charla sobre follar me
está poniendo la polla dura.

—¡Oye! ¿Qué pasa con Dash? —Pax parece que podría morir por la
injusticia—. ¡Se supone que debe contestar!

Wren se encoge de hombros. No mira a Pax cuando responde. Me mira


directamente. —Si Dash dice que le importa una mierda Carina, que así sea.
Le importa una mierda Carina. Ese es el final.
Escena Extra

INGLATERRA

HACE CUATRO AÑOS

—Vergonzoso. Ustedes dos. ¡Absolutamente vergonzoso!

—¿No puedo volver a mi habitación? —Heather suplica. Heather Heaton, con


quien estaba a tres segundos de perder mi virginidad, antes de que la
hermana Beth irrumpiera en el vagón del tren y nos atrapara a los dos con
las manos en los pantalones del otro.

La hermana Beth la agarra con fuerza alrededor del brazo. —Querida niña,
no vas a ir a ningún lado. Ustedes niños están malcriados más allá de toda
razón, de todos modos, ¿quién ha oído hablar de toda una clase de chicos de
trece años que fueron llevados a esquiar? Ninguno de ustedes se merece tal
regalo. Y claramente, tampoco se puede confiar en que ninguno de ustedes
se comporte de una manera moral temerosa de Dios —Ella niega con la cabeza
con remordimiento—. No, eres responsable de pervertir a este chico, Heather.
Vas a sufrir la misma suerte que él.

Estoy entumecido y humillado mientras recojo mis pertenencias, metiendo


mi ropa en la bolsa de lona que traje conmigo en el viaje de esquí. Me visto,
me pongo rápidamente los jeans y la sudadera que llevaba más temprano ese
día, y luego me llevan al vagón comedor, donde la hermana Ann-Marie, mi
favorita de todas las hermanas, está bebiendo chocolate caliente y leyendo un
periódico. Se ve atónita cuando levanta la vista y nos ve a mí y a Heather
siendo llevados por el pasillo en su dirección.

—Oh querido. ¿Qué es esto? ¿Problemas? —Deja su periódico con una


solemnidad que concentra la culpa que se forma en la cavidad de mi pecho.

—Peor. Fornicación —La hermana Beth dice la palabra con la misma gravedad
con la que también se podría decir, 'genocidio en masa'—. Los pillé en la
cabina de él. Su pecho estaba expuesto, y su... su... su...

—Sí, no importa, Beth. Lo entiendo bastante bien, gracias.

Sin embargo, la hermana Beth está decidida a pintar el cuadro escandaloso


en su totalidad para la otra mujer. —Semen —sisea—. Estaba en todas
partes. Prácticamente corriendo por las paredes.

No lo estaba. Ni siquiera había estado cerca de correrme.

—Beth —La hermana Ann Marie suspira y se frota los ojos—. Sé que te uniste
a la orden cuando eras muy joven, pero estoy segura de que sabes algo sobre
anatomía humana básica. Es un niño, no una manguera de jardín rota. Hay
límites para lo que puede producir…

—Señor, ten piedad —murmura la hermana Beth, santiguándose


rápidamente. Se ha puesto pálida, del color de la ceniza—. Creo que eso es
suficiente, hermana.

—Sí, no podría estar más de acuerdo. Llamaré a sus padres. Mientras tanto,
deberías terminar las rondas. Todavía hay muchos otros estudiantes que
requieren vigilancia. Dios sabe lo que están haciendo.

—¿Crees que más de ellos podrían estar en eso? —El mismo pensamiento
parece que repugna a la hermana Beth a nivel molecular; retrocede tres
pasos, con la mano apoyada en el pecho—. Todos deben mantenerse aislados
hasta que sus hormonas se calmen. No sé por qué el Señor me guió a enseñar,
lo juro, realmente no lo sé.
El clima es sombrío cuando llegamos a Londres. Sorpresa jodida sorpresa.
Las gotas de lluvia golpean el techo de la estación de St. Pancreas, el
tamborileo tan fuerte cuando me bajo del tren que suena como un trueno.
Heather es llevada rápidamente por una frágil mujer rubia, cuyos ojos
enrojecidos y fosas nasales moradas sugieren que estaba llorando mucho
antes de que nuestro tren llegara a la estación. La mirada de odio que me da
hace que se me ericen los vellos de la nuca.

No hay nadie en la estación para recibirme. Esto era de esperarse, por


supuesto. Mi padre está demasiado ocupado para viajar por la ciudad y venir
a buscar a su hijo rebelde y descarriado. He viajado desde y hacia la academia
por mi cuenta tantas veces ahora que conozco el mapa del metro de Londres
como la palma de mi mano. King's Cross a Guildford. Fácil.

El resto de mi clase llegó a Zermatt hace unas cuatro horas. Ya se habrán


registrado en sus habitaciones y desempacado sus maletas. En este
momento, se reunirán para que les tomen las medidas del equipo de esquí y
comenzar sus clases mañana temprano.

Y yo he sido enviado a casa en deshonra. No solo del viaje de esquí, sino de


la escuela a la que llamé hogar desde que cumplí once años. Mi padre me va
a despellejar vivo.

Han pasado meses desde que estuve en casa. ¿Pascua de Resurrección? Creo
que era Pascua y ahora es noviembre. Cuando me bajo del tren en Guildford,
Calvin me espera en el andén con una de mis viejas chaquetas de caza de
tweed en la mano. Sonríe con fuerza cuando me ve y me ofrece la prenda de
vestir. Sin embargo, ya llevo un abrigo y el que él trajo no me queda desde
que tenía diez años. Se encoge de hombros torpemente mientras procesa todo
esto, dejando que su mano caiga a su lado.

—Podrías haber elegido un mejor momento para ser expulsado, amigo —dice,
lanzando su brazo alrededor de mí y dándome un abrazo lateral—. Tu papá
se va a los Estados Unidos en tres días. Si hubieras esperado un par de días,
podrías haberlo perdido por completo.

—Así que, ¿está loco, entonces?

Calvin se ríe suavemente. —A su manera, supongo que lo está, sí.

No necesito explicaciones. Mi padre es un hombre frío, tan firmemente en


control de sus emociones que es difícil para la mayoría de la gente evaluar lo
que está pasando por su cabeza. Pero soy el hijo del hombre. Soy un experto
en leer sus estados de ánimo. Puedo decir por el entrecerrado fraccional de
un ojo y la más pequeña contracción en la esquina de su boca si una rabia
ardiente lo está comiendo vivo. Por lo general lo es. El duque Lovett tercero
es un hombre consumido por una ira gélida y ácida que congeló el páramo
yermo azotado por el viento de su corazón mucho antes de que yo naciera.

En el estacionamiento del tren, Calvin arroja mi bolsa de lona en la parte


trasera de un Jeep negro con el escudo de Lovett Estates. —Su nuevo socio
comercial está en la casa. Algún tipo militar estadounidense. Probablemente
deberías comportarte lo mejor posible mientras él está cerca.

—Excelente —Los socios comerciales de mi padre suelen ser tan sofocados y


socialmente atrofiados como el anciano. Tengo que pasar por el aro y actuar
como un mono bailando cada vez que mi padre tiene a sus socios en la casa.

Juega para nosotros, Dashiell.

Recita algunos Yeats para nosotros.

Explica la diferencia entre una oligarquía y una democracia.

Vamos, ¿en qué estoy gastando todo ese dinero en esa escuela privada si no
puedes sorprendernos con todo el conocimiento que están metiendo dentro de
esa bonita cabeza? Impresiónanos, chico.

Mi madre suele estar sentada en su silla junto a la ventana, sonriendo


dócilmente, sin pronunciar palabra alguna: un fantasma de mujer
descolorida y apagada, que parece que va a sucumbir a alguna enfermedad
fulminante en cualquier momento. No está enferma. Después de diecisiete
años de matrimonio con mi padre, está tan destrozada que no queda nada de
ella.

El campo fluye más allá de la ventana del lado del pasajero del Jeep con
pancartas de color verde, marrón y azul. Intento que el auto reduzca la
velocidad, para retrasar nuestra inevitable llegada a Lovett House, pero la
camioneta sólo parece moverse más rápido. Antes de que me dé cuenta, nos
estacionamos frente a la imponente casa señorial monstruosa, con torreones,
la grava crujiendo bajo los neumáticos del auto mientras Calvin se detiene al
pie de los escalones de piedra que conducen a la puerta principal. Él no
vendrá conmigo. Tendré que subir los escalones solo. Puede que sea el siglo
XXI, pero mi padre es un fanático del decoro y la tradición. Calvin es empleado
de Lovett Estates, por lo tanto, debe entrar a la casa por la entrada de
empleados por la parte trasera. La puerta de entrada está reservada solo para
familiares e invitados.

—No te preocupes, amigo. Tengo un par de recados que debo hacer para Cook,
pero volveré antes de la cena. Te llevaré a una sesión o algo así. Sacarte de la
casa.

Calvin siempre ha sido amable conmigo. Él ve lo miserable que soy cada vez
que regreso de la escuela y hace todo lo posible para alegrarme el humor. Sin
embargo, una sesión estará fuera de la mesa cuando regrese de la ciudad.
Nubes pesadas y cargadas del color del acero prensado se acumulan en el
horizonte hacia el oeste, prometiendo lluvia, y el Duque Lovett tiene algo con
las tormentas eléctricas. No se permite salir a la calle si hace mal tiempo. Ni
siquiera el personal. Su extraña decisión dificulta la vida de todos, dada la
frecuencia con la que el clima es inclemente.

Subiendo los escalones y atravesando la puerta principal, mi corazón es una


bola de carne apretada y palpitante en el hueco de mi garganta. No quiero
estar aquí. No quiero estar haciendo esto. Yo...

Me detengo, mirando a la extraña criatura en el vestíbulo.

Largo cabello negro.

Ojos verdes.
Labios rosados y carnosos con un pronunciado arco de Cupido, mejillas
delicadamente enrojecidas y color coral.

Absolutamente hermoso.

Sus ojos brillan cuando se da la vuelta y me ve de pie en el pasillo, a falta de


una palabra mejor, maravillándome de ella. —¿Quién eres tú?

Ahh. Acento americano. Su voz es un instrumento fresco, elegante y preciso,


diseñado para destripar a niños de trece años en tres palabras o tal vez
incluso menos. Ella no puede tener más de trece años, pero bien podría tener
veintiuno en lo que a mí respecta.

—Dash —Pronuncio la palabra con timidez, sin confiar en mí mismo para


pronunciar más de una sílaba sin joder de alguna manera mi propio
nombre—. ¿Y tú eres?

—Frustrada —dice teatralmente. Se da la vuelta, la falda de su vestido rojo


se ensancha hacia afuera mientras estira la cabeza hacia atrás, mirando
hacia el techo abovedado a diez metros por encima de nuestras cabezas—. Se
siente como si hubiéramos estado aquí desde siempre. ¿Entonces eres el hijo?
¿El que se folló a la chica en un tren?

El calor se enciende en mis mejillas, rugiendo por la parte posterior de mi


cuello en una fracción de segundo. Gracias a Dios no me ruborizo. Puedo
sentirme avergonzado sin medida y mi piel sigue siendo de un blanco
uniforme y pastoso. Buenos genes ingleses. —No me follé a nadie en un tren
—le digo.

Deja de girar, deja caer los brazos a los lados y baja la cabeza para que
nuestras miradas se vuelvan a encontrar. —Qué mal. Me impresionó por un
momento. Nunca me he follado a nadie en un tren.

—Nunca te has follado a nadie antes, punto.

Santa mier...

No lo habia visto sentado allí: otra criatura de cabello oscuro y ojos verdes,
tan extraña y americana como la primera. Sentado en el banco de mármol
que está apoyado en la pared junto a la entrada del pasillo oriental, el chico
se parece tanto a la chica del vestido rojo que hago una toma doble. Creo que
nunca había visto a nadie sentado en ese banco. La verdad es que había
olvidado que estaba ahí. El desconocido se sienta hacia delante, apoyando los
codos en las rodillas. —Dice todo tipo de cosas para escandalizar a la gente,
¿verdad, Mercy? La verdad es que no podría pagar a un chico para que se la
follara de dónde venimos. Todos tienen demasiado miedo de que les arranque
la polla a mordiscos.

—Que te jodan, Wren. Eres el leproso social que nadie quiere tocar —La chica
dice esto alegremente, con una amplia y entusiasta sonrisa en su rostro. Con
esa expresión, el insulto no parece tan malo. Sin embargo, lo dice en serio;
sus ojos verde jade destellan con una malicia aguda y puntiaguda que podría
destripar a un hombre a diez pasos—. Podría dormir con cualquiera de
nuestros amigos. Tus amigos —dice, aclarando rápidamente— y nunca lo
superarían. Pasarían el resto de sus vidas...

—En terapia.

—…deseando poder tenerme de nuevo. Podría romperlos así —Chasquea los


dedos, riendo tontamente mientras salta y se sienta junto al chico. Él se
queja, pero la deja tumbarse contra él, con la cabeza apoyada en su hombro.
Se ven tan naturales, su pierna sobre la de él, su brazo serpenteando
alrededor de la parte posterior de su cabeza, los dedos jugando con la manga
de su camiseta negra. Perfectamente formados. Extrañamente hermosos.
Extrañamente parecidos. Los dos podrían haber sido dibujados por un
artista, los sujetos de alguna pintura iconoclasta: ángeles querubines,
perfectos en todos los sentidos. Solo sabrías que eran el tipo de ángel caído
por el brillo conocedor, divertido y algo empañado en sus ojos casi idénticos.

El chico, Wren, me sonríe, su boca llena se inclina hacia arriba de manera


sugerente. —Dash, entonces —Parece estar considerando algo—. Nuestros
padres están discutiendo sobre nosotros, ya sabes.

—¿Nosotros?

—Somos muy decepcionantes. Tenemos una gran necesidad de disciplina. Al


menos eso es lo que dijo tu viejo sobre ti.
Dejo mi bolso en el mármol pulido a mis pies, un escalofrío me recorre la
espalda. He estado temiendo esto. ¿Qué dijo Calvin? ¿Algún tipo de militar
estadounidense? Así es como describió al nuevo socio comercial de mi padre.
Finalmente se rompió. Muchas veces me ha amenazado con una educación
militar, pero siempre ha mostrado tanto desprecio por los hombres del
Ejército con los que ha tratado en el pasado. No pensé que realmente lo haría.

—Mira su cara —dice la niña, jadeando—. Creo que lo estás asustando.

—Cállate la boca, Mercy. Él está bien.

—No, está entrando en pánico. Míralo —Ella me señala directamente, como


si pudiera haber alguna duda sobre de quién está hablando.

Wren inclina la cabeza hacia un lado y me mira con los ojos entrecerrados.
Después de un momento, debe decidir que la niña, Mercy, tiene razón.
Sonriendo, se encorva, inquietando a Mercy mientras su espalda se desliza
por la pared. —No hay necesidad de enloquecer, hombre. No planean enviarte
a Gitmo10.

Mercy hace pucheros. —Bien podría ser. New Hampshire es el medio de la


nada.

—Es solo otra escuela privada. Parece que sabes todo sobre eso.

—¿Me está enviando a la escuela en Estados Unidos? —Supongo que eso es


mejor que un aterrador campamento militar en el norte o algo así. Pero aun
así. Otra escuela privada de mierda. Ya. Ni siquiera me ha visto todavía y ya
ha encontrado la manera de hacerme desaparecer.

—Somos el apretón de manos que sella el trato —dice Wren, sonriéndome


locamente—. El broche final a la firma. El período al final de la oración. Tú y
yo... nos envían a New Hampshire para completar nuestra educación,
escondidos de la sociedad educada. Ya sabes, en el pasado, cuando dos
enemigos jurados firmaban un tratado de paz, tomaban como rehenes a los
hijos del otro. O un invitado de la familia. Lo que sea. Como garantía para
asegurarse de que ambos hombres cumplieran su parte del trato que habían
hecho. Esta situación es bastante similar a eso. Solo que nuestros padres son

10
Nombre informal de la base naval estadounidense o centro de detención en la bahía de Guantánamo, Cuba.
demasiado vagos para molestarse en tomar el hijo de otro hombre. Entonces,
nos están plantando en una montaña donde pueden olvidarse de nosotros
durante los próximos cuatro años. ¿Qué piensas sobre eso?

Proceso esta información. Sin embargo, la palabra 'enemigo' todavía resuena


en el interior de mi cabeza como una campana. El Duque Lovett es un hombre
duro, extremadamente bueno con el dinero. La gente lo adora por su
asombrosa habilidad de convertir una libra en cincuenta mil de ellos en un
abrir y cerrar de ojos. Tiene mucho sentido que haya tenido rivales o enemigos
comerciales, pero la forma en que Wren dijo "enemigo" sonaba como una
especie de venganza personal.

—¿Estaremos en New Hampshire? —Pregunto.

Wren asiente. —Sí.

—¿Y no lo volveré a ver por un tiempo?

—De la forma en que hablaban antes, ninguno de nosotros volverá a ver a


nuestras familias hasta que cumplamos los veinte —se queja Mercy.

Wren la aparta de su hombro. —¿Cuántas veces te lo he dicho, Merce? No te


está enviando lejos.

—Como si fuera a ir a una escuela diferente a la tuya. Tengo que estar


dondequiera que estés, lo que significa que yo también sufriré tu
castigo —Ella se ve casi herida, sus ojos brillan intensamente. El chico
extraño se suaviza con su tono. Cuando se gira para mirarla, sus rostros
están de perfil, tan casi idénticos (al menos, una versión masculina y
femenina del mismo animal, moldeada con el mismo tinte) que me doy cuenta
de que no son solo hermanos. Ellos son mellizos. El primer par de mellizos
que he conocido en la vida real.

—Será divertido, monstruo —dice Wren. Mercy parece consolada por esto. Su
hermano vuelve su atención hacia mí, arqueándome una ceja oscura—. ¿Bien
entonces? ¿Qué dices? ¿Academia Wolf Hall? ¿La trataremos como la prisión
que nuestros padres pretenden que sea? ¿O tomaremos el lugar y lo
administraremos juntos como dioses?
La sorpresa corre por mis venas. Este chico y yo somos polos opuestos. Ya lo
sé por la facilidad con la que se tumba en ese banco, descuidado, como si
fuera incapaz de enderezar la espalda. El banco es una sólida losa de piedra,
implacable y estrecha. No puede ser cómodo y, sin embargo, él hace que
parezca que está tumbado en la tumbona más lujosa que se pueda comprar.
Yo nunca podría hacer eso. Simplemente no podría. Mi padre me golpearía
por encorvarme.

Pienso en la ridiculez de las últimas veinticuatro horas, ser expulsado en un


tren, a medio camino de una estación de esquí suiza, y me encuentro
encogiéndome de hombros ante el chico que acabo de conocer hace cinco
minutos. —Claro —digo—. ¿Porque diablos no? Prefiero ser un dios que un
preso.

También podría gustarte