Repoblación de Juan Fernández X Chauca - García

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La repoblación de las islas de Juan Fernández


en el siglo XVIII:
frontera marítima y defensa imperial

Jorge Chauca García


Universidad de Málaga

Las islas de Juan Fernández, frente a la fachada continental chilena, constituían un encla-
ve de importancia para la defensa de la frontera marítima del Pacífico sur americano. La
Corona española, a pesar de tener que atender a múltiples frentes durante el Setecientos, no
olvidó al archipiélago. Foco de piratería y corso, base de escala para los balleneros extranje-
ros y las expediciones europeas, núcleo desde donde poder hostigar a la América española, se
convirtió en un punto de atención de las autoridades metropolitanas e indianas de cara a su
defensa y repoblación. El presidio militar, las familias pobladoras, las comunicaciones y el
factor «distancia», el imaginario fruto de la literatura de viajes, y el choque entre fronteras
imperiales en expansión en un Océano Pacífico internacionalizado, son factores que genera-
ron un espacio singular, estratégico y revalorizado por el reformismo borbónico en Indias.
Centramos la atención en los cauces de la repoblación y las necesidades defensivas de la
Capitanía general chilena y virreinato peruano, en una centuria en la que lo marítimo cobró
especial significación en unas costas tan dilatadas y objeto de apetencias foráneas en la ruta
hacia la India o como catapulta al continente junto a la meridional Chiloé y las septentriona-
les Galápagos.

1. El escenario insular y sus pobladores

Si las distancias constituyen un eje interpretativo del mundo hispanoamericano, en el caso


del espacio insular del Mar del Sur se acrecienta la idea de lejanía e incomunicación. Las
islas de Juan Fernández, descubiertas en la segunda mitad siglo XVI, contaban con unas
costas y mares ricos en lobos marinos y ballenas. El archipiélago estaba compuesto por tres
islas y algunos islotes: la occidental llamada «Más Afuera» –adentrándose al Pacífico–, y la

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oriental «Más a Tierra» –próxima a Chile–, eran las principales1. La primera, de forma ovala-
da, rehuía el asentamiento humano por ser elevada, escarpada e inaccesible; sin puerto útil a
embarcaciones propias o enemigas. La segunda y más importante, contaba con maderas y
agua, básicas para un establecimiento, así como perros, puestos por los españoles para exter-
minar las abundantes cabras y evitar el aprovisionamiento de piratas y enemigos. La isla
contaba con tres puertos, dos sólo hábiles para embarcaciones pequeñas; mientras el tercero,
intermedio y de vertiente norte, lo formaba una ensenada fría y ventosa a tenor de su localiza-
ción, con una rada pequeña y no muy seguro fondeadero. Sus principales visitantes eran los
piratas en busca de refugio para reparar sus naves después de cruzar el cabo de Hornos,
reponer la aguada y obtener leña y abundante pesca, en especial bacalao. En su periplo, el
almirante inglés Anson estuvo en la isla, una muestra de su potencial como escala. De hecho,
siempre fueron «refugio de los piratas que han entrado al mar del Sur, para refrescar sus
tripulaciones»2. Años antes de su poblamiento, se constataba la necesidad de enviar navíos de
guerra españoles a su puerto con ocasión de enfrentamiento con alguna potencia marítima y
recelos de que «puedan pasar a aquella mar enemigos, porque es el puerto en donde todos
ellos toman asilo y se refrescan, para continuar después sus hostilidades en aquellas costas»3.
Se hacía necesaria la guarda de islas y costas en la lucha contra el comercio ilícito junto a la
defensa, que requería «una armada competente o, por lo menos, dos navíos, que crucen con-
tinuamente entre las islas de Juan Fernández y la costa de Chile, para evitar la entrada o la
unión de los enemigos», cuestión difícil de lograr e imposible de mantener4.
Una real orden de 7 de mayo de 1749, recibida en Lima en octubre, informaba al virrey de
las intenciones inglesas por establecerse en Juan Fernández y la isla de Inche, del archipiéla-
go de Chonos, a tal efecto se recelaba que una fragata con catorce cañones montados y de
mayor capacidad se dirigiera al Mar del Sur. Debía poblarse y fortificarse la isla, además los
navíos de guerra «Castilla» y «Europa», de regreso a España y a cargo del jefe de escuadra
Francisco de Orozco, debían reconocer las islas y caso de encontrar la fragata inglesa, y
apresada, conducirla a Concepción o España. Por su parte, comunicó al presidente de Chile
que se preparaba la fragata de guerra la «Esperanza» con el mismo cometido de reconoci-
miento, que además transportaría víveres a las islas desde Concepción. Se hizo a la vela

1
En 1966 cambiaron el nombre por Alejandro Selkirk y Robinson Crusoe, respectivamente. El islote de
Santa Clara e islas menores conservaron su denominación. En 1704 el marino escocés Selkirk fue aban-
donado en la isla, una vez rescatado en 1709 originó el personaje de Crusoe novelado por Daniel Defoe.
El archipiélago todavía inspiraría la centuria siguiente a Ross Browne y la historia de Archibald Osborn,
con ciertos paralelismos, y la familia de los Maurelio; una vez más se sirvió del relato de un refugiado,
Guillermo Pearce. El escritor chileno Jorge Inostroza aumentó su carga romántica.
2
El viagero universal, ó noticia del mundo antiguo y nuevo. Obra recopilada de los mejores viageros por
DPEP, XVI, Imprenta de Villalpando, Madrid, 1798, 22.
3
RAMOS GÓMEZ, J. L., Las «Noticias secretas de América», de Jorge Juan y Antonio de Ulloa (1735-
1745), II, CSIC, Madrid, 1985, 556-557.
4
Biblioteca Nacional del Perú, Ms. F-372, Relación de lo acaecido en las provincias del Perú durante el
gobierno del excelentísimo señor don José de Armendáriz, y Relación del Gobierno de aquellos reinos,
fols. 153v-154. En MORENO CEBRIÁN, A., El virreinato del marqués de Castelfuerte 1724-1736. El
primer intento borbónico por reformar el Perú, Catriel, Madrid, 2000, 496.
LA REPOBLACIÓN DE LAS ISLAS DE JUAN FERNÁNDEZ EN EL SIGLO XVIII 103

Plano particular de las islas de Juan Fernández en la Mar del Sur, fragmento de Carta Geográfica.
Biblioteca Nacional de Chile, Sala Medina, Mapoteca, Lámina 38.

Dibujo de la Isla de Juan Fernández. ESPINOZA, E., Geografía descriptiva de la República de Chile,
Imprenta y Encuadernación Barcelona, Santiago de Chile, 1897.
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desde el puerto del Callao el 14 de enero de 1750. Mientras el virrey mandó a las islas armas
y municiones5, el presidente de Chile envió en la fragata las «Caldas», el 11 de marzo de 1750
desde Concepción, sesenta y dos soldados de tropa arreglada, incluido el estado mayor, cien-
to sesenta y un pobladores de todos sexos, edades y oficios, y veintidós desterrados para los
trabajos de la isla6. Igualmente, ganado mayor y menor, bastimentos para la subsistencia y
herramientas para labor y cultivo. Contó con dos capellanes y los ornamentos para el culto
divino y un cirujano con suficiente botica. El virrey peruano Manso de Velasco no sólo debía
tomar posesión, sino también disponer guarnición; el primer gobernador fue el teniente coro-
nel Juan Navarro Santaella. Los navíos mercantes de la carrera de Chile debían arribar a las
islas con ganado menor, arroz y demás necesario para los progresos de la nueva población así
como informar de su estado7. Ya adelantada la población y defensa, tuvo lugar el temblor del
25 de mayo de 1751, que alcanzó a las islas con la irrupción del mar y la muerte del goberna-
dor, su mujer y otras 35 personas, perdiéndose todo lo construido y la mayoría de las armas,
municiones, bastimentos y pertrechos. El presidente chileno despachó una nueva provisión
de víveres y semillas bajo la dirección del nuevo gobernador Francisco Espejo, además del
envió de las correspondientes municiones8. Con la llegada de los suministros, «se consoló el
resto de aquella gente y con vigor se dio principio a una nueva población» en un emplaza-
miento más resguardado y elevado, experimentándose «favorables progresos» con la remi-
sión de las Cajas de Lima a las de Chile de los caudales necesarios para el socorro y aprovi-
sionamiento. Presidente chileno, gobernador y pobladores solicitaron una embarcación
dedicada exclusivamente al comercio con el continente, pues cada envío de víveres y tropa a

5
Para la defensa de la nueva población se condujeron del Callao 75 fusiles con sus bayonetas, 25 mosque-
tes y otros tantos arcabuces, 1.000 balas de todos los tamaños, 500 piedras de chispa y 50 frascos, 2
cañones de bronce del calibre 16, reforzados; 6 de hierro del 12; 4 de a 8 y 6 de a 6; así como sus aperos
y 6.400 bolas de todos los calibres.
6
La Relación de Gobierno ofrece un montante de 275, que no se corresponde con la suma. La Memoria de
Gobierno del virrey Amat, su sucesor, corrige parcialmente la diferencia: una Compañía de infantería con
su plana mayor, 171 pobladores y no menos de 22 desterrados, junto a bastimentos para siete meses y
mulas, cerdos, gallinas, y semillas. Cantidad que reafirma el virrey Gil y Lemos.
7
Los elevados costos de la empresa ascendían, asignados los sueldos del gobernador, oficiales y soldados
e incorporada la dotación en el Reglamento y ordenanzas de los situados del reino de Chile, a un importe
anual de 6.768 pesos; cantidad ascendida a 7.140 por Amat que concreta dos cabos, un tambor, cuarenta
y tres soldados, dos artilleros, un cirujano y un barbero con sus mensualidades correspondientes. Valdivia
y Juan Fernández mantenían guarnición gracias al situado anual de Lima. Todas las plazas y fuertes del
reino de Chile, excepto Valdivia, se comprendieron bajo un mismo reglamento, que destinaba a las islas
una compañía de infantería de 50 hombres y un estado mayor formado por un gobernador político y
militar, un capitán de infantería, un teniente, un alférez, dos sargentos y dos capellanes y sus correspon-
dientes sueldos. Archivo Histórico Nacional, Diversos-Colecciones, 44, N. 4. Reglamento para la guar-
nición de las plazas, y fuertes de la frontera de la Concepción, Valparaíso, y Chiloé del Reyno de Chile,
y de las Islas de Juan Fernández. Lima, 1753; Archivo General de Indias, Chile, 433 e Indiferente Gene-
ral, 1885; Archivo General Militar de Madrid, Ministerio de la Guerra, Sección Ultramar, Capitanía
General de Chile, Correspondencia sobre organización de fuerzas, 5357.19.
8
Para la repoblación se enviaron: 200 arcabuces, 200 fusiles, 100 pares de pistolas, 3.000 piedras de
chispa, 4 quintales de plomo para balas y 20 botijas de pólvora.
LA REPOBLACIÓN DE LAS ISLAS DE JUAN FERNÁNDEZ EN EL SIGLO XVIII 105

la isla «era un pleito»; acogida la idea por el virrey se destinó un barco «que ha de hacer dos
viajes, precisamente en cada año, a las islas, para abastecerlas de víveres y mudar los desta-
camentos de su guarnición»9.
La repoblación llevada a cabo por el nuevo gobernador generó una descripción inserta en
las relaciones geográficas compiladas por el fiscal de la audiencia José Perfecto de Salas,
destinado presidente de la comisión por el gobernador chileno Domingo Ortiz de Rozas. La
corta bahía del puerto estaba compuesta de dos puntas: al sur una elevada y riscosa penetran-
do al mar e intransitable; la septentrional, menos elevada, tratable por la parte del presidio,
sin playa y precipicio frente al mar. De la medianía de la espalda de la sierra desciende una
alta loma hasta cerca del mar, limpia de piedras, deja en dos quebradas el presidio; el poblado
se sitúa en la del norte. La fortificación se emplazó en la cima de la loma, rebajada y apta para
su muralla y evitar una nueva inundación. Trabajada, se recogieron cañones y recuperaron
del mar, montados se colocaron en los antemuros. Todos hacían fuego a la bahía, pero podían
a la tierra en caso de desembarco por el norte. Para evitar que el almacén de pólvora se
humedeciese, se elevó la muralla del costado norte y se formó un armero cubierto, con 560
balas de todos los calibres y al fondo un garitón para los soldados, con un piquete de seis
hombres y un cabo artillero en vigilancia permanente del mar. Se habían evitado las corrien-
tes y goteras y el riesgo de fuego. Frente a la artillería se construyó un sólido muelle con
fondo suficiente a su costado para la descarga de barcos; igualmente, almacén de víveres y
posible refugio de los habitantes. El poblado constaba de calle principal, fragua con sus hor-
nillos de adobes, elevación del terreno a la manera de Valparaíso, y casas de un lado a otro
con huertas hasta la inmediación de la plaza. La guardia tenía en la esquina de la entrada un
cuarto para el oficial y otro pequeño para el tambor y una hornilla de adobe donde mantenían
fuego los soldados. Para evitar incendios, se sustituyó la techumbre de paja por tejas. Dos
calabozos con puertas de reja para que el soldado centinela tuviera a la vista a los reos; un
altar con dosel de tabla a puntas, con la imagen de María Santísima con su lamparita de luz a
base de aceite de lobo marino para rezar el rosario todas las noches. Respecto al cuartel de los
desterrados, con puerta y llave, y hornillo para el fuego, se pasaba revista todas las noches, el
cabo de guardia echaba la llave y quedaban dentro con el cabo que los gobernaba. En relación
a la iglesia, de buen porte externo, el altar con un sagrario decente, «que solo le falta ser
dorado», todo blanqueado y pintado de colores finos de la isla; un lienzo de San Juan Bautis-
ta, el Santísimo Sacramento en una custodia dorada, incensario y cruz alta de plata, entre
otros ornamentos enviados por el conde de Superunda. La sacristía con puerta a la calle real
como la principal de la iglesia y techumbre de tablas de alerce de Chiloé. Casa del goberna-
dor frente a la fortaleza para ver la guardia y muelle; casa del cura; 41 casas y más en cons-
trucción. No permitió enlosar las casas unas con otras, pues al ser de paja se temía un incen-
dio del presidio, como sucedía en Valdivia. El cómputo total de la población ascendía a 297,

9
Biblioteca Nacional, Ms. 3133. Relación que escribe el conde de Superunda, virrey del Perú, de los
principales sucesos de su gobierno de orden de S. M., comunicada por el excelentísimo señor marqués de
la Ensenada, su secretario, del despacho universal, con fecha de 23 de agosto de 1751, fols. 274v-279.
En MORENO, A., Conde de Superunda. Relación de Gobierno, Perú (1745-1761), CSIC, Madrid, 1983.
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entre soldados, pobladores y desterrados10. El siguiente virrey continuó la repoblación, reno-


vando las construcciones, apartándolas de la orilla a mejor situación y destinando de gober-
nador al capitán Manuel de Castelblanco11.
Respecto a los presidiarios, se observa una variada procedencia de origen y órgano juris-
diccional, así como tipología delictual. Desde delitos comunes de orden social y económico
a los atentatorios al Trono y al Altar –motines y blasfemias–, y de contenido político emanci-
pador12. El 4 de septiembre de 1773, Miguel Manuel de Arrieta, presbítero secretario del
secreto del Santo oficio de la Inquisición de los Reyes, certificó que por la sentencia pronun-
ciada en la causa criminal de fe seguida en el tribunal limeño contra el cajamarquino Santiago
Álvarez, se le desterró por cinco años de Piura, Lima y Madrid, contados retroactivamente
desde el 28 de octubre de 1771 en que fue a prisión, los que debía cumplir en las islas de Juan
Fernández, sirviendo al rey a ración y sin sueldo, «y por dicho tiempo reze todos los dias un
terzio de Rosario a la Santissima Virgen haga una confession general, y por tiempo de dos
años confiesse, y comulgue en las tres Pasquas de Resurreccion, Espiritu Santo, y Navidad de
cada un año»13.
De la calidad de los presidiarios nos informa la representación al rey hecha por Fray
Domingo Barreda, del orden de predicadores de la provincia de Chile, que individualizaba su
mérito para destino, con una justificación legalizada del gobernador del presidio Eduardo de
Cáceres. El religioso, nombrado en 1787 cura y primer capellán de la isla y plaza de Juan
Fernández, sufrió las molestias y fatigas propias de un lugar «poblado de presidiarios y gente

10
Real Biblioteca, II/2424, vol. 1. Manifiesto que hace Don Francisco Gutiérrez de Espejo del estado de
fortificación, y población del nuevo presidio de San Juan Bautista Isla de Juan Fernández que ha cons-
truido como gobernador de ella a que fue remitido en la pronta expedición que se hizo de sus socorro en
la ruina que experimentó la noche del día 24 de mayo ocasionado de haberla inundado el mar dejando
en total ruina fortificaciones y edificios en que le destinó en la ocasión el excelentísimo señor conde de
Poblaciones, caballero del orden de Santiago, teniente general de los Reales Ejércitos, presidente gober-
nador y capitán general de este reino, fols. 63-67 y Matrícula de las personas, estantes y habitantes del
presidio de San Juan Bautista, isla de Juan Fernández, que comprenden sus soldados, pobladores y
desterrados fecha el primero día enero del año de 1755, fols. 70-72. SOLANO, F. de (ed.), Relaciones
geográficas del reino de Chile. 1756, CSIC/SEK, Santiago de Chile, 1995, 276-284. Hemos consultado
el manuscrito al cotejar incorrecciones de diversa índole en la edición impresa. Igualmente, respecto al
cómputo total de 297 debe, a tenor de la documentación existente, revisarse a la baja; el desfase viene en
el cálculo del sector militar y familia, por ejemplo: teniente Agustín del Canto, mujer y ocho hijos,
computa 8 en lugar de 10. Otra posibilidad es la pérdida parcial de documentación.
11
RODRÍGUEZ CASADO, V. y PÉREZ EMBID, F. (eds.), Manuel de Amat y Junient, Virrey del Perú
(1761-1776). Memoria de Gobierno, EEHA, Sevilla, 1947, 668-670.
12
La tradición de presidio de la isla se prolongó en el tiempo: entre los penados destacan varios condenados
entre 2 y 10 años a ración y sin sueldo por su participación en la revuelta de Tupac Amaru; con las guerras
civiles de la Independencia recibió presos políticos, especialmente tras la batalla de Rancagua y la recon-
quista realista. El brigadier fidelista Mariano Osorio ordenó reabrir el presidio, ya desmontado. En 1817
Morris, enviado por Bernardo O´Higgins, logró la rendición del último gobernador español, Ángel del
Cid, los desterrados volvieron al continente, permaneciendo de forma voluntaria tres individuos. Fueron
sus inquilinos partidarios de los Carrera, acusados de sublevarse contra el gobierno.
13
Archivo Franciscano de Santiago de Chile, Chillán, Asuntos Varios (1770-1775), vol. 3, fol. 59.
LA REPOBLACIÓN DE LAS ISLAS DE JUAN FERNÁNDEZ EN EL SIGLO XVIII 107

indócil» que pusieron a prueba su paciencia robándole en dos ocasiones ropa y dinero14. En
otra ocasión, el bergantín «El Carmen» llevó a la isla junto a dos religiosos algunos senten-
ciados, entre los que se incluían «algunas mujeres prostituídas»15. Lorenzo Calvo de la Can-
tera, del Consejo de la Inquisición, pidió para su sobrino Juan Calvo, capitán graduado del
real cuerpo de Artillería y a la sazón gobernador político y militar de las islas de Juan Fernández,
el gobierno de Valdivia. En el entramado familiar era uno de diez hermanos, todos en la
carrera de las armas –ejército– o las letras –administración–, en servicio al rey. Llevaba más
de cuatro años defendiendo la apartada plaza con sólo los presidiarios enviados desde Lima y
Chile y un corto número de tropa, contando con la satisfacción de su superior Ambrosio
Higgins, a quien había remitido mapas del lugar. Solicitaba Valdivia o cualquier otro destino
vacante en la tierra firme chilena, recordando sus servicios bajo las órdenes del inspector y
comandante general de artillería conde de Lacy en el sitio de Gibraltar y la toma de Mahón.
El gobierno de la plaza de Valdivia, que ejercía por comisión más de siete años el teniente
coronel de ingenieros Mariano Pusterlá, no estaba vacante16.

TABLA 1

Militares y sus familias (221)


Gobernador: Francisco Gutiérrez de Espejo (1)
Cura capellán: Juan Manuel Mardones (1)
Cura capellán: Domingo Eslava (1)
Capitán: Diego Recio, su mujer Faustina Figueroa e hijas Melchora y Gregoria (4)
Teniente: Agustín del Canto, su mujer Eulalia Astorga y ocho hijos (10)
Alférez: Luis de la Cervela (1)
Médico: Juan José Monteduño, su mujer Severina Zabala y una huérfana (3)
Sargento: Francisco Manuel Romero, su mujer María Rosa Santos y seis hijos (8)
Sargento: Isidro Salas, su mujer Josefa de la Torre y una hija (3)
Lorenzo Salamanca, su mujer Francisca Ripete y cinco hijos (7)
Agustín Moreno y su mujer (2)
José Coronel, su mujer Juana Lobato y dos hijos (4)
Francisco Carrasco, su mujer Juana Torralba y un hijo (3)
Pedro Valencia, su mujer Francisca Mesa y un hijo (3)
Francisco Mellado, su mujer Micaela Lara y cuatro hijas (6)
Juan Ceuras, su mujer y tres hijos (5)

14
Archivo Nacional Histórico de Chile, Capitanía General, vol. 741, fols. 193-194. Pedro Acuña al presi-
dente y capitán general del reino de Chile, San Lorenzo 1º de octubre de 1792.
15
SANTFELIÚ ORTIZ, L., 62 meses a bordo. La expedición Malaspina según el diario del Teniente de
Navío Don Antonio de Tova Arredondo, 2º Comandante de la «Atrevida» 1789-1794, Editorial Naval,
Madrid, 1988, 97.
16
Archivo General de Simancas, Secretaría de Guerra, 6885, 53, fols. 205-207v. Lorenzo Calvo al rey,
Madrid 9 de octubre de 1791. Se contestó negativamente el 31 de octubre del mismo año.
108 JORGE CHAUCA GARCÍA

Andrés Arévalo (1)


Ignacio Correa, su mujer Martina Correa y una hija (3)
Joaquín Picar, su mujer Juana Haedo y dos hijos (4)
Antonio Vargas, su mujer Josefa Illescas y una hija (3)
Miguel Hinostroza (1)
Bartolomé Gatica (1)
Pascual Fuentes, su mujer Josefa Elgueta y cinco hijos (7)
Fermín Sanmartín, su mujer Catalina Mora y dos hijos (4)
Francisco Sanmartín, su mujer Josefa Padilla y un hijo (3)
José Ludueña, su mujer María Muñoz y dos hijos (4)
Juan Fernández, su mujer Polinarda Cuevas y dos hijos (4)
Ignacio Ortiz, su mujer Josefa Sotelo y cinco hijos (7)
Domingo Rivera (1)
Pedro Silva (1)
Lorenzo Mora, su mujer Juana Mora y tres hijos (5)
Agustín Martínez, viudo, y tres hijos (4)
José Villagra, su mujer Clara Acosta y dos hijos (4)
Manuel Sobarzo, su mujer Josefa Sobarzo y cuatro hijos (6)
Juan Bilubaun, su mujer María Urbina y tres hijos (5)
Justo Carrasco (1)
Juan Crisóstomo Villagra, su mujer María Mercedes Meneses (2)
Juan Ortega (1)
Juan Jofre (1)
Juan de Dios Fonsalida (1)
Francisco Cornejo (1)
Bernardo Torrejón (1)
Andrés Ávila (1)
Simón Olivares (1)
Francisco Bobadilla (1)
Felipe León (1)
Javier Cuevas (1)
Gaspar Albornoz (1)
Javier Fernández (1)
Manuel Flores (1)
Domingo Villagra, su mujer Bernarda Aguayo y cuatro hijos (6)
Santiago de la Rosa, su mujer y tres hijos (5)
Leonardo Tapia, su mujer Juana Muñoz (2)
Pobladores (46)
Esteban Albornoz, su mujer Rosa Falcón y una hija (3)
Félix Uribe, su mujer Juana López y una hija (3)
Juan José Salazar, su mujer María Matamala y un hijo (3)
Pedro González, su mujer Pascuala Mellado y una hija (3)
LA REPOBLACIÓN DE LAS ISLAS DE JUAN FERNÁNDEZ EN EL SIGLO XVIII 109

Juan Antonio Leiva, su mujer Pascuala Salamanca y dos hijos (4)


Mateo Rodríguez, su mujer Margarita Matamala y un hijo (3)
Isidro Matamala, su madre María Ana Matamala y tres hijas (5)
Matías Sola, su mujer Margarita Godoy (2)
Catalina Torralba, viuda con dos hijas (3)
Josefa Salas, viuda con dos hijos (3)
Catalina Muñoz, viuda (1)
Juan José Molina y una hija (2)
Domingo Molina (1)
Basilio Oria (1)
Juan Carrasco (1)
Cristóbal de la Cruz, su mujer Francisca, india, y dos hijos (4)
Domingo Carreño (1)
Miguel Chamelo (1)
Pascual, indio (1)
Agustín Quesada (1)
Desterrados (30)
Total (297)

1. Matrícula de pobladores del presidio de San Juan Bautista. R.B. II/2424, fols. 70-72.

2. El sistema defensivo militar

Finalizando el siglo XVIII se establecía una reflexión perspicaz desde la alta administra-
ción borbónica sobre la situación de los dominios americanos de vertiente pacífica en rela-
ción a Inglaterra. Los establecimientos californianos, la navegación por el Mar del Sur y la
libertad de pesca hacia el estrecho de Magallanes eran nuevas pretensiones inglesas proyec-
tadas con anterioridad, al menos con ocasión de las expediciones marítimas que recorrieron
la centuria. A esto había que unir que la pérdida de las trece colonias «ha estimulado al
gobierno Britanico a subrogar al sur de la America lo que perdieron al norte (...) poblando
islas y costas con que hacer alredor del globo el comercio de las dos indias»17. Las islas de
Juan Fernández contaban con una consagrada injerencia inglesa: en 1720 las correrías del
buque corsario «Speedwell»; en 1767 las embarcaciones «Dolphin» y «Swallow» dejaron
constancia de la presencia española, lo que impedía el otrora lugar para recalar. Con motivo
de la guerra de 1762, el presidente chileno intentó despoblar la isla, a lo que el virrey de Lima
Amat contestó que la reforzara con una compañía de más graduación, remitiéndole pólvora,
balas y demás pertrechos «conducentes a una vigorosa y esforzada defensa». Lo ocurrido con
Anson, que de exhausto se recuperó, le determinó a no desamparar la isla18. Desde Santiago

17
Fundación Universitaria Española, Archivo Campomanes, Doc. 26/14. Papeles de política exterior relati-
vos a la exposición leída en el Consejo de Estado del día 30 de abril de 1792.
18
RODRÍGUEZ CASADO, V. y PÉREZ EMBID, F. (eds.), op. cit., 669.
110 JORGE CHAUCA GARCÍA

se reafirmó la decisión de defensa del enclave. Félix de Berroeta reunió a la audiencia y se


acordó dar aviso al gobernador de Valparaíso para que evitara la venta de charquis, carne
desecada, depositados en bodegas en prevención de su envío a la isla19.
En 1790 se adoptaron medidas defensivas ante la posible ruptura con Inglaterra. El virrey
de Lima Gil y Lemos destacaba que a partir del temblor de 1751 la población decayó, conser-
vándose con los penados y los 50 hombres de tropa veterana «destinados más bien a la sugecion
de ellos que a la defensa de la Ysla». Contaba entonces la pequeña guarnición con sus corres-
pondientes oficiales y uno más de artillería procedente del batallón de Concepción, donde se
cambiaban cada bienio; el poblado consistía en 25 ó 30 chozas de paja, en las que habitaban
además del gobernador y oficiales, cinco o seis familias «infelices del continente» y ochenta
o cien presidiarios mantenidos por el rey como el resto, «sin que hasta ahora se haya conse-
guido mayor fomento», enviándose los víveres desde Chile. Ante esta lamentable situación,
«la menor tentativa que el enemigo haga contra un establecimiento semejante parece imposi-
ble pueda resistirse», teniendo en cuenta que los presidiarios, mayoría, «son otros tantos
enemigos con quienes debemos contar», a modo de quinta columna. Consideraba a Juan
Fernández punto de posesión y no de defensa, pues «no podemos contar con su conservación
si no somos dueños del mar», a tenor de lo reducido, aislado y distante del continente y sin
víveres20. El Capitán general de Chile, contestando a la real orden de 24 de mayo de 1790
anunciando la guerra con Gran Bretaña, tomó las providencias necesarias para preparar la
defensa. Hizo circular órdenes, incluido Juan Calvo de la Cantera de la isla de Juan Fernández,
para que en las dependencias bajo su mando se establecieran planes de defensa «asequibles a
las proporciones de estos paises, y adecuados a mantener el honor de las Armas de S. M. y su
propia reputacion en caso de qualquier invasion»21. Se recibieron desde El Callao municiones
y pertrechos de guerra, los destinados a Juan Fernández: dos cañones de bronce del calibre de
a 8; dos cureñas para cañones de a 8; trescientas balas de a 8; dos cucharas; dos sacatrapos;
tres cureñas para cañones de a 24; cinco para cañones de a 18; dos para cañones de a 16; un
braguero de 10 varas y 8 pulgadas; una beta de 20 varas y 2 pulgadas; y tres ampolletas22.
De nuevo con la guerra de 1796 se puso en estado de alerta Juan Fernández. En preven-
ción de la ruptura de hostilidades, desde Lima se mandaba al gobernador de la isla examinar
el estado y operatividad de las baterías y medios necesarios para una defensa activa, recor-

19
MEDINA, J. T., Cosas de la Colonia. Apuntes para la crónica del siglo XVIII en Chile, Fondo Histórico
y Bibliográfico José Toribio Medina, Santiago de Chile, 1952, 410.
20
AGMM, Ministerio de la Guerra, Sección Ultramar, Virreinato del Perú, Correspondencia sobre obras y
fortificaciones, 5591.15: Medidas para la defensa de las costas del Virreinato del Perú ante un posible
ataque británico (1789-1779), fols. 1-11. Francisco Gil al conde de Campo Alange, Lima 29 de octubre
de 1790.
21
AGMM, Ministerio de la Guerra, Sección Ultramar, Capitanía General de Chile, Correspondencia sobre
movimiento de fuerzas y operaciones, 5357.5: Preparativos para la defensa de las costas chilenas ante un
posible ataque británico (1790-1791), fols. 1-6. Ambrosio Higgins al conde del Campo de Alange, San-
tiago de Chile 9 de septiembre de 1790.
22
Ibídem, fols. 20-21. Noticia de los efectos que conduce desde el puerto del Callao y destinados a las
plazas del Reyno de Chile la fragata de guerra La Liebre. Tomás Geraldino y Geraldino, Fragata Liebre
en el puerto de Valparaíso 19 de noviembre de 1790.
LA REPOBLACIÓN DE LAS ISLAS DE JUAN FERNÁNDEZ EN EL SIGLO XVIII 111

dando los ya remitidos y los venideros, a saber, cureñas y 10.000 libras de pólvora. Reafir-
mando la decisión de defensa del enclave a toda costa, debía evitar la rendición o capitula-
ción, únicamente en caso de no poder defender el apostadero y sus fortificaciones, debía
clavar e inutilizar la artillería pesada y retirarse con los habitantes y tropa a lo más alto y
escarpado de la isla para hostigar al enemigo hasta su reembarco: «la toma y rendición de
este inútil peñasco haría tanto ruido en Europa como daría de gloria al que lo defendiera y
conservara»23.
Si los enfrentamientos con los ingleses son un elemento estructural del XVIII, respecto a
los franceses, la guerra de la Convención constituyó una coyuntura desafiante al entendi-
miento que representaron los Pactos de Familia, no tardaría en rectificarse24. Dentro del con-
junto de medidas defensivas chilenas, se tomaron providencias para la defensa de los puertos
marítimos y Juan Fernández, en atención a que «han sido siempre un punto de reunion a
quantas fuerzas maritimas de Enemigos han pasado a este Mar», proporcionando agua, leña
y alimentos; además, podía interceptar la comunicación entre Perú y Chile, y servir de abrigo
a corsarios durante meses sin tener conocimiento de ello. El capitán general reforzó su guar-
nición con dos compañías del batallón de infantería de la Concepción, ordenando al coman-
dante general de la provincia, brigadier Francisco de la Mata Linares, que embarcaran en
Talcahuano con sus víveres. Atendía a evitar los abusos de «manejo y pago» de la tropa
consentidos por los gobernadores del presidio. Por último, comunicaba que había solicitado
al virrey que los navíos que navegaban del Callao a Valparaíso exploraran continuamente las
islas, de modo que con el conocimiento de su estado sería más eficaz la actuación en un
establecimiento «recomendado especialmente por la Real Orden de 8 de junio de 1790 dirigi-
da con ocasion del recelo de rompimiento con Inglaterra»25. A Lima realizaba las mayores
peticiones para «poner en regular estado» puertos, islas y demás resguardos de la costa.
Consideraba a Valdivia y Juan Fernández especialmente expuestas por ser posiciones avan-
zadas «y separadas de todo pronto socorro», además de apuntar lo extraordinario de los gas-
tos necesarios, se lamentaba de la escasez de tropa y oficiales útiles, específicamente artille-
ros e ingenieros, así como de buques de transporte. Era previsible la presencia de corsarios,
que podrían tomar la isla «y publicar su conquista como importante para nuestro desayre», no
así de una armada. Recordaba el enfrentamiento británico de 1779, cuando se auxilió a Valdivia
con más de quinientos hombres de tropa veterana de la Concepción y milicias, y a Juan
Fernández con una compañía de Morenos de Lima relevada por otra de milicias. El socorro

23
Informe reservado del marqués de Osorno, virrey del Perú, al gobernador de la isla de Juan Fernández.
Lima, 27 de octubre de 1796. En MARTÍN RUIZ, J. M., «La hostilidad hispanobritánica a finales del
siglo XVIII y sus repercusiones en el Nuevo Mundo», en Temas de Historia Militar, II, Madrid, 1988,
135-136.
24
CHAUCA GARCÍA, J., «La defensa de la América meridional durante la segunda mitad del siglo XVIII:
entre la amenaza inglesa y el impacto revolucionario francés», en GUIMERÁ, A. y PERALTA, V. (coords.),
VIII Reunión Científica de la Fundación Española de Historia Moderna, II, Madrid, 2005, 631-645. La
toponimia testifica la presencia franco-británica en la isla.
25
AGS., Secretaría de Guerra, 6826, Exp. 10. Ambrosio Higgins Vallenar al conde del Campo de Alange,
Santiago de Chile 11 de septiembre de 1793.
112 JORGE CHAUCA GARCÍA

del virrey Agustín de Jáuregui contempló doscientos mil pesos. Solicitaba pólvora, ya consu-
mida en su mayor parte la proveída para los preparativos de 179026.
De la importancia dada a las providencias relacionadas con Juan Fernández baste citar
que el transporte de las tropas de refuerzo a bordo del navío mercante «La Begoña», debía
ejecutarse allanando «qualquier dificultad que pueda ofrecerse, sin permitir demora ni escusa»,
para reforzar y poner en estado de defensa la isla27. Con la misma fecha, el capitán general de
Chile comunicaba al gobernador de la isla las gestiones realizadas: refuerzo de dos compa-
ñías de infantería veterana y cuatro artilleros de profesión con caudal y víveres para cinco
meses, hasta que llegara el situado ordinario. Tras informar daba consejos de orden interno:
con esta tropa auxiliada de los obstáculos naturales podría «hacer una rigurosa defensa en
caso de ser invadida», contando con la disciplina necesaria y un protocolo de actuación en el
pago y suministro de víveres. Reencargaba «muy estrechamente no consienta negociaciones
ni grangerias en estas materias», de modo que la tropa se encuentre «bien asistida en libre
uso de sus haveres», y evitara igualmente el precio excesivo de los abastos. Le advertía que
no diera «nota que perjudique a su honor», pues desde la superioridad se estaría atento «a no
disimular la menor quexa o noticia»28. Junto a la defensa terrestre del archipiélago había que
contar con la fragata de guerra «Santa Bárbara» destinada por el virrey de Lima a proteger el
comercio y resguardar los mares hasta la altura de Chiloé29. Su misión de reconocimiento se
centró en las costas e islas de Chiloé y Juan Fernández30. El envío, a requerimiento del presi-
dente chileno, cuidó la presencia de pescadores extranjeros31. Las fragatas balleneras ingle-
sas llegaron incluso al puerto del Callao32. A fines de siglo se enviaron barcos armados a las
islas de Juan Fernández, fueron capturadas embarcaciones inglesas y otras se refugiaron en
las Galápagos33. A principios del XIX el virrey del Perú daba cuenta del desalojo de extranje-
ros de varias islas, entre ellas la de «Más Afuera» de Juan Fernández34.
La frecuente navegación de buques extranjeros por el Chile insular era nota común finali-
zando el XVIII. Así lo había comunicado el presidente chileno, en especial con referencia a

26
Ibídem. Ambrosio Higgins a Francisco Gil y Lemos, Santiago de Chile 13 de agosto de 1793. El virrey
envió a la isla una compañía de 50 Morenos libres con otros tantos fusiles y 2.700 cartuchos, así como un
sargento y un cabo de artillería de la dotación del Callao. CONTRERAS, R., Agustín de Jáuregui, Rela-
ción de Gobierno. Perú (1780-1784), CSIC, Madrid, 1982, 216 y 214.
27
Ibídem. Ambrosio Higgins al gobernador intendente de Concepción, Santiago de Chile 22 de agosto de
1793.
28
Ibídem. Ambrosio Higgins al gobernador de las islas de Juan Fernández, Santiago 22 de agosto de 1793.
29
Ibídem. Ambrosio Higgins al conde del Campo de Alange, Santiago de Chile 10 de enero de 1794.
30
AGS, Secretaría de Guerra, 7099, 80, fol. 431-431v. Francisco Gil al conde del Campo de Alange, Lima
20 de febrero de 1792.
31
Archivo General de Marina Álvaro de Bazán, Expediciones a Indias, Legajo 13, doc. 1. El virrey Fran-
cisco Gil a Antonio Valdés, Lima 5 de junio de 1791.
32
AGMAB, Expediciones a Indias, legajo 13, doc. 4. Francisco Gil a Antonio Valdés, Lima 20 de abril de
1792.
33
AGI, Estado, 73, N. 86, 1, fol. 13. El virrey del Perú al Ministro del despacho universal, Lima 26 de junio
de 1799.
34
AGI, Estado, 73, N. 155 (1). El virrey del Perú al Negociado de Estados Unidos, Lima 23 de julio de 1805.
LA REPOBLACIÓN DE LAS ISLAS DE JUAN FERNÁNDEZ EN EL SIGLO XVIII 113

los avisos que había recibido del gobernador de Juan Fernández, por lo que se hizo necesaria
la colaboración de Lima35. Arribadas, so pretexto de la pesca de la ballena, de las que se tuvo
constancia en la Corte36. Ante tal circunstancia, se mandaba extremar el celo para evitar el
contrabando, caso de la fragata inglesa ballenera «Hércules» y la angloamericana «Birming-
ham»37. Amenazas bélicas y percepciones de riesgo entorpecían el comercio marítimo y na-
vegación por el Mar del Sur, recurriéndose al «corso activo y vigoroso contra los súbditos del
Rey de Inglaterra en los mares de America» en 1779, como respuesta a idéntica medida
contraria38.
En Junta de Guerra celebrada en Madrid, tras haber contado con informaciones comple-
mentarias y en especial la relación fidedigna de un sujeto que había estado en la isla, se
acordó para Juan Fernández y dentro del sistema general defensivo, conservar fortificado y
guarnecido el enclave, procurando su reparación, en prevención de refugio enemigo. Se exa-
minó en perspectiva la situación del archipiélago39. La isla principal contaba con una guarni-
ción de 50 hombres de infantería y dos artilleros en los años 1771 a 1773, aunque se había
mandado poblar y pasaron algunas familias, tuvieron que retirarse por la esterilidad de unos
«terrenos pedregosos, escarpados, y producir solo cabras monteses, y perros silvestres». De
1773 a 1774 tenía sólo una fortificación para defender la entrada del puerto, consistía en un
rectángulo artillado con dieciséis cañones de varios calibres, diez montados y el resto no.
Finalmente, puesto que en muchas ocasiones las embarcaciones que hacen el giro en aquellos
mares no pueden tomar continuas noticias de su estado, se añadía a esta providencia que cada
seis meses se despachase un barco para proveer a la guarnición «por lo mucho que interesa»40.
Algunos ilustrados contemplaron la realidad del archipiélago en su totalidad. El arraigo
de los pobladores los convertía en sus mejores defensores, práctica llevada a cabo en la
frontera meridional chilena. La política de poblaciones requería colonos que defendieran sus
propios intereses frente a los araucanos, en la frontera marítima imperial frente a potencias

35
ANHCh, Capitanía General, vol. 741, fols. 130-130v. El marqués de Bajamar al presidente de Chile,
Aranjuez 25 de mayo de 1792.
36
Ibídem, fol. 181. Pedro Acuña al presidente de la Audiencia de Chile, San Ildefonso 1º de septiembre de
1792.
37
ANHCh, Capitanía General, vol. 743, fol. 153. El duque de la Alcudia al capitán general del reino de
Chile, San Ildefonso 13 de septiembre de 1794.
38
ANHCh, Capitanía General, vol. 744, fols. 144-158v. Real Ordenanza de corso dada en Madrid el 15 de
julio de 1779.
39
La plaza contaba con la siguiente tropa: gobernador (estado mayor: capitán Juan Calvo de la Cantera),
dos capellanes, cirujano, 50 soldados y 4 artilleros para disciplinar. Estado, que contiene la tropa vetera-
na existente en la jurisdicción Real del Reyno de chile el presente año de 1792. En MOLINA, J. I.,
Compendio de la Historia civil del Reyno de Chile, II, Imprenta de Sancha, Madrid, 1795. AGMM,
Ministerio de la Guerra, Sección Ultramar, Capitanía General de Chile, Correspondencia sobre organiza-
ción de fuerzas, 5357.21: Reyno de Chile. Relación del Estado Militar en el año de 1792. Ambrosio
Higgins, Santiago 18 de agosto de 1792.
40
Real Biblioteca, II/2761, fols. 187v-189v. Consulta de una junta de generales a Carlos IV en 13 de marzo
de 1793 en vista de voluminosos expedientes relativos a la defensa y fortificación de la ysla grande de
Chiloé, Valdivia, Concepción de Chile, Valparaíso, Callao de Lima, y sus incidentes.
114 JORGE CHAUCA GARCÍA

europeas. El pragmatismo del proyecto chocaba con los límites del reformismo. Las instruc-
ciones del capitán general Higgins, fechadas el 23 de octubre de 1788, al nuevo gobernador
teniente de artillería Juan Calvo de la Cantera, traslucen esta preocupación. Junto a las cues-
tiones estrictamente militares del presidio –inventario, revista de artillería, examen de las
obras de defensa y fortificación–, resultaba imprescindible para la seguridad y comercio la
ocupación efectiva, que se lograría con «el fomento de los objetos civiles de aquella pobla-
ción para su perpetuidad». Entre las medidas: procurar que los pobladores enlazaran por
matrimonio, buena edificación de sus viviendas, reparto de tierras de labor y herramientas y
semillas, «de modo que, aseguradas con bienes raíces y con el producto de la agricultura,
puedan alguna vez subsistir por sí con sus familias». Además, la explotación de las potencia-
lidades, como la siembra y cosecha en el escaso terreno cultivable de pimienta «de calidad de
la Chiapa, que se dice fructificar en dichas islas», labor que ejecutó a satisfacción de la
superioridad; y el aumento de la pesca y su comercio, especialmente el salazón de bacalao.
Reafirmaba con determinación el exclusivo imperial: cualquier embarcación extranjera, aun-
que sea aliada, que se acerque sin licencia y orden del rey «se ha de tratar como enemiga y
perseguirla del modo que autoriza el derecho de la guerra»41. Del mismo parecer Malaspina:
fomento de la pesca de la ballena en alta mar mediante paquebotes, y bacalao y congrio en
Juan Fernández42. Respecto a la defensa se mostraba crítico ante un desembarco enemigo
contrarrestado únicamente «por medio de baterías y tropa arreglada», a tenor de las vastas
costas y múltiples puertos «y a las islas de la Mocha, Santa María y Juan Fernández, en las
cuales puede no sólo desembarcar si no también anidarse»43. Con anterioridad, el futuro vi-
rrey Agustín de Jáuregui había formado un reglamento estructurando cuerpos y guarniciones
y actualizando sueldos, una reorganización reformista del ejército regular o de línea. Entre el
articulado de ordenanza tenía un gran peso el gobierno y repoblación de la isla: en relación a
la calidad de los víveres y suministros de la guarnición y deportados; custodia y conservación
de armamento y pólvora; a las familias de los soldados de la compañía fija se les suministra-
rían raciones para su subsistencia, al resto por una vez las semillas necesarias para sus huer-
tas; auxilio del gobernador a los míseros pobladores –mano de obra presidiaria, herramientas
para construir casas, desbroce del terreno para chacras–; para evitar fugas de forzados se
prohibía la construcción de embarcaciones, en caso necesario se recurría a la real, encomen-
dada a un guarda de confianza44.

41
MEDINA, J. T., op. cit., 266-267.
42
Archivo Museo Naval, Ms. 590. Examen político del país comprendido entre Chiloé y Coquimbo, fols.
74v-75.
43
Ibídem, fols. 77-77v.
44
AGI, Lima, 655. Reglamento que en cumplimiento de las Reales Órdenes (...) propone el Mariscal de
Campo, D. Agustín de Jáuregui, actual Gobernador y Capitán general del mismo Reyno y Presidente de
su Real Audiencia al Excmo. Sr. Virrey del Perú. Santiago 25 de abril de 1776. En ZUDAIRE, E., D.
Agustín de Jáuregui y Aldecoa (I). Presidente, Gobernador y Capitán General del Reino de Chile, Dipu-
tación Foral de Navarra/Institución Príncipe de Viana/CSIC, Pamplona, 1978, 139-143.

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