Epistemes - 02 Políticas Sociales, Ciudadanía y Subjetividad. Consideraciones para Una Praxis Crítica en Salud Mental

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Capítulo 2

Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad.


Consideraciones para una praxis crítica en salud mental*

Graciela Zaldúa

1. Estado, cuestiones sociales y modos de vida

Estado, modos de vida y construcción de ciudadanía son dimensiones


que se articulan en la constitución del campo de las políticas sociales, con
su centralidad en la legitimación del Estado capitalista y la lógica de pro-
ducción de mercancías. Las políticas públicas abocadas a la cuestión social
se enuncian como estrategias para garantizar la protección de derechos de
las comunidades, aunque direccionan sus acciones hacia la reproducción
material y simbólica de la fuerza de trabajo y en la etapa actual se focalizan
hacia los sectores vulnerabilizados y excluidos del sistema social.
Las políticas públicas constituyen en general los objetivos, decisiones
y acciones gubernamentales para enfrentar los problemas estimados como
prioritarios y tienen consecuencias sociales. Expresan la modalidad del
Estado y los intereses de diversos actores a través de la implementación de
acciones o su falta de decisión para resolver cuestiones de la sociedad civil.
Las políticas sociales son parte de las políticas públicas y enuncian como
finalidad la provisión del bienestar individual y colectivo.

* Texto relacionado con la clase pública de defensa del cargo de profesora titular de Psicología
Preventiva, UBA (2000).

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Ilari (2006) señala que la gestión social constituye un ámbito de la polí-


tica estatal en donde tradicionalmente se espera que estén concentrados los
esfuerzos por el logro de la equidad, la solidaridad y la justicia social. Pero
las políticas sociales no pueden estar escindidas de las económicas y, como
afirma Fleury (2002), debe reconocerse la intersectorialidad y la metapolí-
tica en cuanto arbitra sobre cuestiones cruciales que hacen a la inclusión
y/o exclusión social. Para la autora, toda política social efectiva tendría que
ser una política distributiva y, a su vez, “como un campo de la política, la
política social se trata, en última instancia, de las reglas y mecanismos que
permiten el ejercicio, manuntención o cambio, concentración o distribución
del poder” (ídem).
Las operatorias instrumentadas frente a las desigualdades sociales son
altamente diferenciadas históricamente y se relacionan con las formas de
reproducción social, los modos y las condiciones y estilos de vida. La diver-
sidad de los modos de vida de los grupos sociales se da en totalidades sociales,
como existencias vividas a través de sus prácticas y saberes particulares, con
intereses contrapuestos y contradictorios entre los modos subordinados y
los dominantes. Esta diversidad cuyos componentes en su devenir se hallan
sometidos a determinaciones generales permite comprender que los modos
de vida de un grupo social no obedecen únicamente a su propia historia, sino
que están relacionados con la historia más amplia o general de la sociedad y
se dan en el movimiento dialéctico entre lo macro y lo microsocial.
Para Breilh (2003), el Modo de Vida es la praxis que una sociedad realiza,
con sus elementos, su movimiento productivo y reproductivo, sus relaciones
organizativas, su movimiento cultural y sus relaciones ecológicas, y asigna a
la cultura la expresión de ese vivir concreto en las huellas y expresiones de
esa praxis. La creación social histórica de bienes, conocimientos, símbolos,
técnicas, creencias, costumbres, hábitos, reglas epistémicas, paradigmas,
modelos forman parte de la cultura y, en términos de Foucault, son “reglas o
presupuestos inconscientes que rigen el discurso general de la cultura”.
Las políticas sociales tradicionales se vincularon con los campos educa-
tivos y sanitarios, interviniendo con tecnologías ideológicas de moralización
y sociabilidad de la vida cotidiana, definiendo las formas de pensar, conocer,
ser y decir en determinados momentos históricos.
Los escenarios del poder y las formas de hegemonía constituyen las
epistemes dominantes que operan ideológicamente y opacan las causas de las
inequidades sociales, las subordinaciones de género y las diversas opresiones

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Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

a las diversidades étnicas, sexuales, etarias, etc. En la complejidad del mo-


vimiento dialéctico de lo micro y lo macro se confrontan interpretaciones
de las cuestiones sociales que tienden a asociar o disociar el objeto/sujeto
del conocimiento, entre lo determinado y lo contingente, entre general,
particular y singular, entre la teoría y la ideología, entre los contextos y
los actores sociales, entre legitimación y hegemonía, entre producción y
reproducción.
Si nos referimos a esta última tensión, el lugar de mujeres y de hombres
en la familia y la división del trabajo en las sociedades industriales no pueden
disociarse como esferas aisladas de lo productivo y reproductivo. Las trans-
formaciones demográficas, la incorporación femenina en la producción y sus
diversas posibilidades de participación generan impactos en las identidades
genéricas y exigen interrogarse sobre las transformaciones y tensiones desde
una perspectiva relacional. Desde este enfoque, numerosas investigaciones
sobre la división del trabajo en la familia coinciden en la carga desigual que
impone a las mujeres el trabajo remunerado y el doméstico, la segregación
genérica entre las tareas del hogar y el cuidado de los hijos y los procesos
actuales de cambio en la masculinidad en el compromiso de la crianza de
los hijos, más que sobre lo vinculado a las tareas domésticas (Wainerman,
2005). Las relaciones de clase y género en el mundo productivo y repro-
ductivo como construcción social sexuada de hombres y mujeres desde la
escuela y la familia son diferenciales tanto en su cualificación como en su
capacitación para el ingreso al mercado de trabajo. Las contradicciones de
la inclusión de gran cantidad de mujeres al trabajo implican, por una parte,
el ingreso al mundo productivo y las posibilidades de emancipación, pero,
por otra parte, una organización que incorpora el trabajo femenino de modo
desigual y diferenciado en su división social y sexual y es tributario de una
mayor explotación. La inclusión de las categorías de género y clase involucra
una interpretación del metabolismo social y las distintas fuentes de subor-
dinación y opresión históricas sociales. Esta doble modalidad de opresión
permite sostener que las acciones que lleven a la supresión de la sociedad de
clases no significarán la conclusión de la opresión de género, sino que sólo
posibilitará las condiciones igualitarias para la construcción de existencias
libres y autónomas.
Las transformaciones relacionales y de la sociabilidad –señala Samaja, J.
(2004)– se configuran de manera estratificada. Define tres grandes estratos: 1)
las relaciones comunales, originadas primariamente en la trama de alianzas

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familiares, y las reglas exogámicas y sus posteriores inclusiones territoriales del


vecindario o de diversos vínculos o grupos de pertenencia; 2) la pertenencia
al Estado-Nación, como comunidad simbólica suprema, el investimento
del ciudadano y los derechos que lo consagran; 3) las relaciones societales,
contractuales, interindividuales que se constituyen en los actos explícitos de
asociación, movimiento de mercado y de sus subsociedades como expresión
del Estado capitalista.
El modo de comprender el tránsito social y el advenimiento de la so-
ciedad civil lleva al autor a afirmar que el Sujeto es posterior al ciudadano
estatal y a las relaciones comunales. Para entender la aparición del Estado, es
necesario reconocer que existieron sociedades sin división de clases, ni orga-
nizaciones estatales, ni dinero, ni capital. Los conflictos sociales vinculados
con el desarrollo de las fuerzas productivas y de relaciones de producción que
implican apropiaciones condicionaron el surgimiento del Estado. El Estado
moderno capitalista incorpora las otras formas de sociabilidad y posibilita
la constitución de la sociedad civil, constituida por la persona individual y
la libre disposición de su propiedad. En este sentido la sociedad civil está
constituida por las normas jurídicas estatales y los poderes políticos, y a su
vez el Estado está constituido por los elementos comunales y por las fami-
lias y los organismos vivientes. Estas maneras de constitución a su vez son
reguladas, la sociedad civil regula al Estado, el Estado regula a la comunidad
cultural y ésta a la biocomunidad. La sociedad civil, en especial las grandes
corporaciones capitalistas, dirigen y ponen condiciones a los Estados, y éstos
a las comunidades y éstas a las relaciones biocomunales, integradas por las
sexuales, de crianza, de cohabitación, etc.
Las cuestiones sociales comprendidas en su historicidad permiten analizar
las articulaciones con el Estado y la constitución de ciudadanía. Las políticas
sociales se instalan como modalidades del Estado interviniendo en las cuestio-
nes sociales y en las condiciones de posibilidad de derechos de ciudadanía. Esta
intervención estatal, característica del Estado capitalista, se implementa con el
fin de regular o propiciar las condiciones de manutención o reproducción de un
sector poblacional y se constituye en función intrínseca para la configuración
de los patrones de derechos sociales propios de cada nación (Fleury, 1997).
Si pretendemos interrogar el recorte del objeto teórico y su finalidad
práxica, las políticas sociales son una invención capitalista para resolver la
necesidad de gobernabilidad de sociedades estructuralmente desiguales en
el acceso a la riqueza y las oportunidades sociales.

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Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

Los perfiles de desigualdad en las condiciones de vida y salud son el


epifenómeno de las brechas de inequidades acrecentadas con la hegemonía
neoliberal.
En particular los países periféricos –durante las últimas décadas de
nuestro mundo globalizado– son el territorio de extremas pobrezas y rique-
zas; desigualdades que muestran el crecimiento diferencial entre sectores
poblacionales, expresadas en metáforas posicionales: abajo o sobre la línea
de la pobreza o la indigencia.
El Estado de bienestar y sus beneficios sociales y de seguridad social,
en particular en los países centrales, se fundamentó en el compromiso de
abandono del proyecto histórico societal de los trabajadores y a expensas de
la subordinación de aquellos que trabajaban en el llamado Tercer Mundo. El
hecho que se fortaleciera la imagen del Estado en su visión colectiva, arbitral
y exterior al capital y al trabajo, generó y aún genera un fetichismo del Estado
y el fortalecimiento de prácticas y organizaciones negociadoras, que favorecen
formas corporativistas y burocráticas (Meszáros, 1995). El papel de los gran-
des sindicatos en las mutaciones del modelo y en las crisis se visibiliza, por
ejemplo, en la forma contractualista que favorecía el acceder a ciertos bienes
y posponer demandas de mejores condiciones de vida o trabajo. Enfrentando
a este modelo grupos antagónicos de autonomía obrera, estaban dispuestos a
no dar supremacía al tener por el ser, cuestionar las relaciones de propiedad
y las relaciones sociales que enajenaban a los sujetos. Esta radicalidad de las
demandas, propia de los setenta, hoy toma otras formas de autonomía y son
en otro contexto de reorganización del capital.
Ese llamado Estado garante de la seguridad social y de la regulación sa-
larial aparece en las últimas décadas como culpable por sus crisis fiscales y se
reclama el ajuste de gasto público social y la transferencia al capital privado.
La crisis del keynesianismo lleva a otras formas de reorganización del capital
y de su sistema ideológico de dominación, cuyos elementos salientes fueron
la privatización del Estado, la desregulaciónde los derechos del trabajo y de la
producción estatal. Los modos de acumulación y la reestructuración neoliberal
se imponen a partir de la competitividad y el aumento de la productividad
e impacta en los estatutos de ciudadanía. El Consenso de Washington y las
aceptaciones de la reformas impulsadas por los organismos internacionales
para América Latina desde los inicios de los noventa imponen una serie de
instrumentos políticos de: a) disciplina fiscal; b) prioridad de gasto público
en educación y salud; c) reforma tributaria; d) tasas de interés determinadas

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por el mercado; e) tipos de cambio competitivos; f) políticas comerciales


liberales; g) apertura a la inversión extranjera; h) privatización de empresas
públicas; i) desregulación y protección de la propiedad privada. Estas políticas
conmovieron la estructura y dinámica de los mecanismos de producción y el
mercado de trabajo (Wainerman, 2005).
Las políticas sociales en la hegemonía neoliberal responden al sistema
económico nacional, internacional y del mercado de trabajo y no a una
evaluación y diagnóstico de la cuestión social, es decir, de las necesidades
y demandas sociales (Rozas Pagasa, 2002). Se naturaliza que las políticas
sociales se orienten hacia los sectores carenciados de recursos básicos, defi-
nidos por la pobreza y la indigencia. Son los llamados “beneficiarios” de las
políticas sociales, en la etapa neoliberal, distorsionando los principios de la
universalidad e integralidad de derechos y controlando con las compensa-
ciones a algunos sectores.
Nuestro país concentra a más de la mitad de su población entre la pobreza
y la indigencia. La desocupación estructural y los bajos ingresos de cuasiin-
clusión precipitan la catástrofe social. Los procesos de exclusión social se
aceleraron con los planes económicos de la última dictadura militar, la cual
disciplinó por el terror. Los procesos democráticos, por su parte, continuaron
los endeudamientos sistemáticos, la desocupación y la vulnerabilidad laboral y
social. Estas operatorias de destitución de ciudadanía afectan las condiciones
de vida y las subjetividades. Ya en 1986, la OMS afirmaba que el desempleo es
una catástrofe epidemiológica de origen social con responsables y víctimas.
Frente a las problemáticas emergentes en este tiempo histórico, debemos
interrogarnos sobre la viabilidad de políticas públicas y/o socioeconómicas y
los dilemas y desafíos de la universalidad de derechos y las particularidades
de las necesidades a satisfacer de los sectores socialmente excluidos. Interro-
gación que implica la historicidad de los escenarios políticos y las relaciones
de poder y hegemonía.

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Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

2. Ciudadanía y subjetividad

2.1 Generación de derechos de ciudadanía

Las condiciones de precarización y flexibilización de las condiciones de


trabajo y el aumento de los desempleados constituyen un campo de tensiones
y contradicciones que imponen nuevas reglas de sobrevivencia y modulan las
existencias. Las modalidades de vulneración del lazo social y de fragilización
subjetiva marcan las trayectorias singulares y colectivas y se vinculan con las
afectaciones subjetivas y las rupturas intersubjetivas. Los efectos de ajuste
y reducción del gasto social, de la reconversión y privatización impactaron
catastróficamente en el tejido social y denegaron la garantía de los derechos
de ciudadanía. Aquello que constituía un patrimonio, una estabilidad con
vista a futuro se suprime y millones de ciudadanos quedan expuestos a la
exclusión social.
Ciudadanía se define, históricamente, como la persona que vivía al am-
paro del Derecho de civitas del Derecho Romano. La Revolución Francesa,
acontecimiento enunciante de los atributos de igualdad y libertad del ciu-
dadano, continuó excluyendo de los mismos a las mujeres, invisibilizadas en
el campo de los derechos civiles y políticos. La condición jurídica, entonces,
vincula al Estado y a los miembros de la Sociedad con deberes y derechos.
Marshall (1967) define la ciudadanía por la presencia de tres elemen-
tos: civil, político y social. El primero de ellos se instala con los derechos de
libertad individual; por ejemplo: de movimiento, de prensa, de tribunales
(siglo XVIII). El segundo propone la participación política como miembro o
elector, la institución del Parlamento (siglo XIX) y el elemento social propone
el bienestar económico y seguridad, los servicios sociales (siglo XX). Se debe
integrar a estos derechos los llamados personalísimos y solidarios y advertir,
lo ya señalado, que su vigencia depende de los contextos sociohistóricos y
el componente social se enfatizó, en particular, en los Estados de bienestar
de los países desarrollados. Por tanto, esta ciudadanía del capitalismo debe
ser analizada en sus modalidades de ejercicio y garantía.
Las posibilidades de garantía de los derechos humanos a nivel individual
como social actualmente incluyen la posibilidad de acceder a contextos
tecnológicos y científicos y plantean desafíos éticos y políticos en nuevos
ámbitos de realización y resignificación de valores que sostengan los principios

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de libertad, igualdad, solidaridad, dignidad. Analizar la configuración actual


tecno-científica y su incidencia en las realidades sociales y las construcciones
subjetivas nos enfrenta a nuevos problemas y desafíos en los ámbitos de la
comunicación, del trabajo, de la sociabilidad, de la bioética. En este sentido
surgen nuevas exigencias políticas tecno-científicas, llamadas de cuarta
generación de derechos.
Los derechos civiles y políticos son definidos como de primera gene-
ración. El derecho a la dignidad de la persona y su autonomía y libertad
frente al Estado, su integridad física, las garantías procesuales, tienen
su fundamento en la filosofía de la Ilustración y las teorías del contrato
social. Fueron incluidos en las constituciones de los Estados nacionales
europeos durante el siglo XIX, propiciando la universalización de los
derechos civiles y políticos básicos, entre ellos la universalización del
sufragio. Estos derechos de primera generación civiles (S. XVIII) y po-
líticos (S. XIX) impregnados de la tradición liberal son promovidas por
la Revolución Americana en 1776 y la Revolución Francesa en 1789.
Como promotores de la ciudadanía moderna en relación a derechos
individuales de libertad, igualdad, propiedad, tránsito, de asociación y
reunión, de participación política, de sufragio universal, y la constitución
de las democracias liberales. Estos derechos se ratifican en la Declaración
Universal de los Derechos Humanos de 1948.
Los derechos de segunda generación se incorporan a partir de los prin-
cipios socialistas y humanistas y son definidos como económicos y sociales y
postulan la igualdad de los ciudadanos. Los tratados que lo ratifican se vinculan
con los pactos internacionales de 1966 de los derechos económicos, sociales
y culturales. El Estado es obligado a intervenir, no como en los anteriores que
se le limitaba su influencia, para compensar las desigualdades de clase, etnias,
religiones. El acceso al trabajo, a la educación, a la salud, a la protección social
crea las condiciones sociales para el ejercicio real de libertades en sociedades
donde todos no nacen iguales. Así se extendió la necesidad de garantizar esos
derechos a la educación, el trabajo y la salud por el Estado. Estos derechos de
segunda generación son efecto de las luchas obreras y se considera el Manifiesto
Comunista y la Comuna de París fundantes de una praxis emancipadora. Los
Estados socialistas se proponían transformaciones estructurales para transitar
hacia una sociedad sin clases y de universalidad de derechos.
Los llamados derechos de tercera generación son los llamados de soli-
daridad y se afianzan en la mitad del siglo XX. Se trata de la protección de

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los derechos colectivos afectados por la discriminación por edad, minorías


étnicas o religiosas o los países del Tercer Mundo. En las últimas décadas,
algunos de los derechos fueron adquiriendo relevancia, como los de género, o
protección del medio ambiente, o de los patrimonios culturales de la huma-
nidad. En este sentido se reconocen nuevas necesidades humanas y nuevos
derechos para proteger a la ciudadanía y la calidad de vida. A su vez, en un
mundo cambiante las nuevas inclusiones de derechos deben contemplar los
hoy conculcados, en particular a los migrantes o a las diferentes formas de
trata de personas o las violaciones de derechos en diferentes conflictos ar-
mados. La existencia de un Tribunal Internacional que juzga los crímenes de
lesa humanidad y genocidios es un síntoma de esos efectos supranacionales.
Asimismo, surgen derechos a escoger modelos sostenibles que garanticen
la diversidad, preserven el medio ambiente y los patrimonios culturales,
el derecho a la multiculturalidad y que se preserven las minorías étnicas,
lingüísticas, religiosas y el libre tránsito no sólo de bienes y capitales, sino
en particular de migrantes. Estos derechos solidarios de tercera generación
promovidos por organismos internacionales, implican una responsabilidad
compartida por la comunidad internacional. En referencia a la titularidad de
estos derechos no se sustenta en individuos, sino en colectividades, pueblos,
naciones o diversos públicos-ciudadanos. Estos derechos son considerados
como de intereses difusos y son promovidos por distintos movimientos:
ecologistas, feministas, de minorías sexuales, de la infancia, de la vejez, de
discapacitados, etc. La emergencia de minorías activas llevó a fundamentar
la paradoja de la “discriminación positiva” y a enfrentar las discriminaciones
y el derecho a la diferencia.
El límite a estos derechos se relaciona con las condiciones técnicas,
económicas, culturales y plantea nuevas formas de discriminación más in-
visibles pero sí reales de quienes tengan acceso o no a medios informáticos
y temáticos o se transmitan contenidos racistas o sexistas que socaven las
identidades culturales o sexuales, etc.
Los derechos de la cuarta generación, propios del desarrollo científico
y tecnológico, se vinculan por otra parte con la Bioética, en particular con
las tecnologías de la salud, la continuación de la vida, la genética, la repro-
ducción asistida, la prevención de epidemias, etc. En los contextos actuales
de la mundialización capitalista algunos de los derechos como los sociales
entran en contradicción, por ejemplo, con el Consenso de Washington y
el papel de los Estados que deben garantizarlos. A su vez, en lo referente a

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los derechos de tercera generación, la fuerte presencia del patriarcado y los


estados confesionales, obstaculizan el derecho de las mujeres. Por tanto, es
necesario proponer diferentes garantes y pensar en nuevas formas societales
democráticas que amplíen las formas participativas igualitarias y posibiliten
otras subjetividades autónomas.
Los de cuarta generación, definidos como nuevos derechos, pueden abrir
expectativas de democratización de las sociedades por el acceso a medios
tecnológicos. Pero al igual que los anteriores, por mecanismos de dominio
y violencia, puede ser impedido el acceso a las libertades, al ciberespacio
o a las diferentes formas de intercambio y participación. La lucha entre
los poderes que intentan monopolizar el acceso a la tecnología y las
nuevas prácticas comunicativas plantean desafíos y oportunidades de
control social por autogestión y otras formas participativas en las redes
que abren a otras universalizaciones de acceso a la tecnología, a la in-
formación, a la libertad de expresión. Las dimensiones de lo social y lo
singular nos interrogan alrededor de las condiciones de determinación
y condicionamiento político, económico, ideológico y sus mediaciones
culturales, institucionales, grupales, de género que operan en los procesos
subjetivantes y desubjetivantes.

2.2 Afectaciones subjetivas, lazo social y autonomía

La exclusión social remite a la expulsión y los modos constitutivos ex-


tremos fueron los campos de exterminio o las formas actuales de indigencia
extrema. Las condiciones de exterminio transformaron a la muerte en lo
cotidianoy extendieron a poblaciones a un estado de excepción. Se les des-
poja de su estatuto ciudadano y se los condena no sólo a morir sino a tocar
fondo, a no ser sujeto, a una pura sobrevivencia. Los límites de situaciones
extremas plantean márgenes de libertad y elección nulas y los sujetos son
sacrificables sin implicar delito.
En este sentido, Giorgio Agamben (2000) ubica la figura romana del
Homo Sacer, sacrificable, matable por violar las leyes de la ciudad y perder
sus derechos de ciudadanos, y a los campos de concentración como espa-
cios biopolíticos. También extiende su interpretación a las periferias de las
ciudades posindustriales en el sentido de semejanza con los espacios y los
procesos desubjetivantes.

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Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

Los mecanismos actuales de exclusión se materializan en la expulsión


del trabajo, de la escolaridad, de la protección social. Se relacionan con la
invisibilidad, la pérdida de nominación, de la palabra. La “nuda vida”: no se
espera nada de ellos. Para Agambem (2000) la vida humana son los modos,
actos y procesos singulares del vivir que nunca son plenamente hechos; sino
posibilidades y potencialidades. Ser de posibilidades y potencias múltiples
indeterminadas. En los procesos de desubjetivación se le priva de la realización
de formas múltiples, determinándolo desde la privación.
Las múltiples violencias sobre las subjetividades producen angustias
traumatizantes y la eficacia sintomática del terror. S. Freud señalaba en 1930
que: “(...) el trauma de origen social produce estupor inicial, paulatino em-
botamiento, anestesia afectiva, narcotización de la sensibilidad, abandono
de toda expectativa y alejamiento de los demás (...)”. Lo traumático irrumpe,
interrumpe y desestabiliza los anclajes de la vida social, adviniendo el exceso
que no puede sostenerse ni tramitarse con los recursos previos. Los efectos
de lo catastrófico, como más allá del exceso, se ven cuando la destitución
subjetiva desmantela, desestabiliza y ataca al ser.
Los efectos de la exclusión se expresan en problemáticas que cuestio-
nan la legitimidad de las políticas o la declinación del papel de garante del
Estado y, como señala P. Bourdieu (2000): “(...) no se puede jugar con la ley
de la conservación de la violencia: toda la violencia se paga y, por ejemplo,
la violencia estructural ejercida por los mercados financieros en las formas
de despidos, pérdida de seguridad, etc. se ve equiparada, más tarde o más
temprano, en forma de suicidios, crimen, delincuencia, adicción a las dro-
gas, alcoholismo, un sinnúmero de pequeños y grandes actos de violencia
cotidiana (...)”.
Las subjetividades en indefensión frente a la expulsión del trabajo, o
de condiciones de vida anteriores a la irrupción de lo catastrófico, suelen
culpabilizarse o autorreprocharse, apelando en ocasiones a defensas de des-
entendimiento, abandonos y montos de agresión.
Las cuestiones sociales y los problemas emergentes pueden ser abordados
por diversas interpretaciones científicas, desde su complejidad o reforzando
los reduccionismos y las fragmentaciones tanto colectivas como singulares.
La comunis doctorum opinio de la escolástica se reactualiza en la ciencia
oficial. La eficacia simbólica asegura la delimitación particular del campo de
problemas, de los métodos y de las teorías que pueden ser consideradas como
científicas y confieren legitimidad, autoridad –inseparablemente definida

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como capacidad técnica y poder social, o, si se prefiere, monopolio de la


competencia científica (Bourdieu, 2000).
Revisar las estrategias explicativas científicas y de intervenciones profe-
sionales frente al conflicto social y sus afectaciones subjetivas nos permiten
cuestionar los términos cristalizados de marginalidad, desviación o perversión;
es decir, privilegiar la reflexividad crítica.
Ante la globalización y disolución del Estado Nación, se instala el merca-
do como garante de promesa, pero no de ciudadanía, sino de consumidor.
La ilusión de ciudadanía se diluye cada vez más y el mercado instituye
relaciones de objetos, no de sujetos. El nuevo lugar imaginario instala nuevos
ideales, horizontes, aspiraciones, consumos, y potencia la gestión del sí mis-
mo. Los incluidos desdibujan los valores solidarios relacionales, los aplanan
y culpabilizan a los excluidos de sus destinos.
Asimismo, otras prácticas ponen en juego operaciones subjetivantes de
lazo social. Son actos que nos hablan de los sujetos, de los modos de significa-
ción de lo cotidiano, de las situaciones límite. Ante las crisis en curso, también
las resistencias colectivas se despliegan y reclaman límites a la exclusión con
estrategias de resistencia y organización en movimientos sociales.
Frente a estos actores sociales son implementadas diversas modalidades
de subsidios al empleo, a la alimentación, como paliativos no resolutivos de
problemas.
Las formas tradicionales de beneficencia o los planes sociales media-
dos por los agentes partidarios o religiosos construyen representaciones y
valores con efectos de subjetivación, ligados a la dependencia de quienes
constituyen su poder político en las gestiones de los mismos. La captura
encubridora vela las contradicciones y el acceso al derecho de ciudadanía e
instala una realidad de dependencia a las instituciones y sus significaciones.
Los movimientos de trabajadores desocupados confrontan esas prácticas
clientelares y, a su vez, esas lógicas también los atraviesan en diferentes
formas. Estas tentativas de control social a través de la serialidad confron-
tan con procesos de diferenciación y otros modos de subjetivación y otras
formas de vivir.
En este sentido es necesario considerar en la producción de las subjeti-
vidades la relación entre la psique y lo social en función de la constitución
imaginaria. El imaginario o las construcciones imaginarias como momento
constituyente de la psique, que por una parte se aliena o distorsiona en
el narcisismo del sujeto y, por otra, tiene sus posibilidades y alternativas

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Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

emancipatorias de los discursos dominantes. Castoriadis (2006) señala que


la identificación del saber y el poder, central en la ideología dominante,
es parte de las significaciones imaginarias del capitalismo que se imponen
desde la heteronomía. La apuesta a la autonomía implica la supresión de
las instituciones que encarnan e instrumentan la dominación, e implica un
verdadero autogobierno de la sociedad, una autoorganización que significa
la autoinstitución explícita de la sociedad. Esta manera implica que las re-
presentaciones que se dan de sí mismas no son exteriores, ya sea de Dios o
la Razón, sino que se dan en un proyecto de autonomía y de cambio de la
existencia social de dominación.
Bleichmar (2006) analiza los efectos del modelo devastador neoliberal de
los noventa en la subjetividad, en el plano de los sentimientos, valores y en
la maneras de concebir nuestra sociedad y las relaciones entre sus miembros.
Asimismo plantea la posibilidad de una nueva etapa no sólo basada en el
crecimiento económico sino en la construcción de un nuevo sujeto social,
de un nuevo modo de pensar los vínculos y nuestra historia, saneando la
corrupción y atacando la inmoralidad pública y privada. Esa inmoralidad
que es aceptar la desigualdad que impone la expulsión humana y la supervi-
vencia biológica a expensas de la vida psíquica. Bleichmar encuentra en la
esperanza, como cumplimiento de un deseo y racionalidad para planificar,
las condiciones que posibilitan esa nueva etapa.. Dice: “a diferencia de un
iluso, pariente demenciado de un ingenuo, la esperanza implica una eva-
luación de las condiciones de realización futura de un logro no alcanzado”.
Apela a la utopía, como horizonte ético que rechaza a la desigualdad como
destino y al sufrimiento de las mayorías como única opción como, también,
el rendirse y olvidar. Horizonte que le da sentido a la vida y la vida tiene
sentido. Convoca a rechazar la exclusión social y a la deshumanización que
impone la reducción a la sobrevivencia biológica, despojando a millones
de dignidad y autorrespeto. En esta dimensión de rechazo ético a la caridad
recupera la potencia de la condición humana relacional del semejante con
identidad y futuro.

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3. Fetichización, reproducción y políticas sociales

Analizar las mediaciones que se imponen como permanentes, no con-


tingentes y fetichizadas en la reproducción de la vida humana es un camino
para comprender la transformación del valor de uso –correspondiente a la
necesidad– en la expansión de valor de cambio, expresado en los medios
de producción alienados y sus personificaciones: el dinero, producción para
el intercambio, el mercado mundial, que se sobreimponen a la realidad
productiva esencial de los individuos sociales y a las mediaciones primarias
existente entre ellos (Meszáros, 1995).
El capitalismo es estructura y sistema. Las relaciones entre individuos
en la época moderna son mediadas por relaciones (estructurales) de clase y
por relaciones (sistémicas) globalizadas e imperialistas.
La declaración de Estado de derecho, de seres libres, iguales y racionales
y de tratados que pueden o no cumplirse muestran la negación de una uni-
versalidad de igualdad. En relación al Estado social y la supuesta finalidad
de liberar al individuo del Estado, deja a la luz la imposición de un Estado
de clase; la aparente invisibilidad velada por la hegemonía discursiva del
fetichismo de la mercancía, cuya lógica deja ver sin ser vista la relación de
los trabajos humanos y de las clases sociales.
El concepto de fetichismo está presente en Marx (1973) como inversión
de la relación entre las personas y las cosas, entre el sujeto y el objeto. No sólo
condena a la miseria el capitalismo sino a la fetichización de las relaciones
sociales. El poder de clase que se ejerce tanto a través de las instituciones
públicas como de las privadas (escolares, mediáticas, bancarias, etc.) como
poder de Estado de clase está asegurado en lo cotidiano. No sólo se separa
al trabajador o a la trabajadora del objeto que produce, sino que al estar los
haceres mediados por el mercado todo el capitalismo es un “(...) mundo
encantado, invertido y puesto de cabeza, siendo la separación el verdadero
proceso de generación del Capital (...)” (Marx, 1973).
El por qué las personas aceptan esas condiciones de violencia y miseria
y un empeoramiento de sus condiciones de vida es clave para continuar
desplegando interrogantes sobre las apropiaciones y las reproducciones de las
relaciones sociales. El Estado es una garantía para canalizar el conflicto social
y convertirlo en político, separado de las verdaderas estructuras económicas
del poder. Escenarios de avasallamiento de soberanía como las invasiones

58
Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

actuales imperiales, o represiones de los reclamos, o, a veces, proporcionando


algunos cambios o integrando a modalidades de cooptación, muestran el
orden dominante. Por otra parte, aparecen, a nivel de programas de acción,
otra gestación de ciudadanías, con proyectos de solidaridad, de equidad en
la disposición de recursos y conocimientos y de autoorganización.
Es un escenario enmarcado por la polarización de un centro dominante y
unas periferias dependientes con desarrollo desigual, por lo tanto, la satisfac-
ción de los derechos para una ciudadanía plena es puesta en cuestión. Aunque
sean fundamentales los derechos civiles y políticos, éstos no garantizan los
económicos, ya que no son condición suficiente para la equidad ni para el
logro del bienestar individual y colectivo.
Las mediaciones entre sociedad y Estado, las esferas de lo público y pri-
vado, del poder territorial y la soberanía, del poder político y el estatuto de
ciudadanía son campos de tensión y de inequidades en relación a los recursos
materiales y simbólicos.
La construcción de sistemas de bienestar social, como producto de las
políticas públicas orientadas a la reproducción social y económica de las
clases, conduce al surgimiento de una esfera social, repolitizada; para Haber-
mas (1980) ésta se expresaría de forma jurídica en el Derecho Social dando
cuenta de un espacio entre el Derecho Público y el Privado.
Espacio que supone la garantía de las relaciones donde el Estado en su
intervención no neutra –a través de la regulación del trabajo y de la imple-
mentación de políticas sociales– repone en el proceso productivo a la clase
trabajadora como clase dominada.
La política social se inscribe por necesidad o posibilidad en el interior del
Estado capitalista como parte de las relaciones históricas. Las contradicciones
entre capital y trabajo constituyen un campo de intereses contradictorios y
de actores equiparados como ciudadanos. El capitalismo tiene necesidad de
crear al ciudadano en la medida en que es el correspondiente jurídico y polí-
tico del trabajador libre, capaz de vender su fuerza de trabajo. La ciudadanía
es la abstracción necesaria a la constitución, fundamento y legitimidad del
poder político. Al negar la existencia de actores colectivos, las clases socia-
les con intereses contradictorios y antagónicos, constituye al Estado como
representante de la voluntad colectiva.
La reproducción social de las relaciones de clase y de poder en la esfera
de lo público se realizan por la legitimidad o el consenso y se reservan la
coerción para reprimir las demandas que cuestionan el orden dominante. Este

59
Graciela Zaldúa

ciudadano, sin embargo, representa un avance en la autonomía en relación


a las condiciones de esclavo o siervo.
Para acercarnos a la cuestión de las políticas sociales es necesario
deconstruir la perspectiva que toma a la ciudadanía descontextualizada
de su producción económica y su génesis en el interior de la lucha de
clases, reduciendo la misma a aspectos formales y empíricos-pragmáticos,
como a servicios a ser prestados a la población para su bienestar social y
a los espacios jurídicos institucionales. Así, la ciudadanía se expandería
por el crecimiento económico y la democracia política, oscureciendo las
relaciones de poder y de producción y las trayectorias de las demandas
sociales.
La política social, como gestión estatal de la reproducción de la fuerza de
trabajo, propicia la acumulación y su legitimación. Dice O’Connor: “(...) El
Estado ha de tentar mantener o crear las condiciones en que se haga posible
una lucrativa acumulación del Capital y mientras tanto el Estado también
debe mantener o crear condiciones de armonía social (...)”.
Los sectores considerados improductivos se desarrollaban en la esfera
estatal o privada de tipo asistencialista. Pero con los cambios en los procesos
de trabajo y en la modalidad de la extracción de excedentes, el capital se
introduce a través de la mercantilización de servicios en el interior de los
sectores sociales.
Para contribuir a la reproducción de la fuerza de trabajo, las políticas y
prácticas sociales deben, según Fleury: “(...) 1) favorecer la subordinación del
trabajo al Capital en más adecuadas condiciones de extracción de plusvalía,
a través de prácticas sociales como las médicas y educativas ejercidas sobre el
cuerpo productivo que reproducen la fuerza y su lugar de clase. 2) las políticas
sociales que inciden sobre las condiciones de reproducción como políticas
educacionales o sanitarias, nutrición, etc. o más indirecta transporte, vivien-
da, tiempo libre valorizan la fuerza de trabajo. El Estado por esta vía aumenta
la calificación o suministra bienes de consumo para su mantenimiento. 3)
Las políticas sociales tenderían a aumentar la productividad y así aumentaría
el excedente, pero en la etapa monopolista no todos los trabajadores son
incorporados de la misma manera: trabajadores de etapa concurrencial con
extracción de plusvalía absoluta, trabajadores de fase mercantil autónomos y
ejército de reserva. Por lo tanto la diferenciación de la inserción de la mano
de obra en el aparato productivo requerirá diferentes políticas sociales. 4)
las políticas sociales actuarían como contratendencia a la baja tendencial

60
Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

de tasa de ganancias. A la vez que hay menos capital variable, un mayor


valor de medios de producción (capital constante) genera sobreepoblación
excedente y baja de la tasa de lucro”.
Se interviene también en el consumo de mercancías a través del trabajo
en ramas de la industria, ligadas a prácticas sociales como medicamentos o
equipamientos, o por la mercantilización de los propios servicios. Este aspecto
plantea cuestiones diversas como que el Estado no se aparta sino que fomen-
ta formas de articulación, casi siempre regulando el mercado, comprando
servicios, abriéndose un juego de intereses, dando formato a las políticas
sociales de manera contradictoria. La capitalización de las prácticas sociales
tiene como consecuencia el creciente asalariamiento de los profesionales,
la caída de las profesiones liberales, contribuyendo a la sindicalización de
sectores medios.

4. La hegemonía y los campos discursivos

La política social se construye como estrategia de hegemonía para con-


cretar su proyecto societal. La clase dirigente articula la infraestructura y la
superestructura en un equilibrio de compromisos por la correlación de fuerzas
y a través del bloque histórico. Las políticas sociales son parte de este proceso
y permiten la incorporación de intereses materiales, contenidos ideológicos,
producción de sujetos, aparatos jurídicos.
Coerción/consenso, violencia/cultura, dominio/dirección son polariza-
ciones (Gramsci), pero las políticas sociales en el mantenimiento del orden
social y de la generación de consenso legitimará el ejercicio de poder recrean-
do el Estado de providencia como fetichismo del pacto social original.
Las demandas sociales desideologizadas pasan a ser tratadas como inge-
niería social de expertos y esto forma parte de la constitución de un campo de
construcción de sujetos y de proyectos hegemónicos y contrahegemónicos.
Las políticas sociales participan en la reproducción de la estructura social
como una red de micropoderes y desde la construcción de campos disciplina-
rios, instituciones prestadoras de servicios, prácticas normalizadoras.
Varios autores reflexionaron sobre las operatorias que construyen el
control social. Boltansky (1979) advierte sobre la mediación del orden de

61
Graciela Zaldúa

la cultura a través de reglas, obligaciones, prohibiciones, rechazos, deseos,


gustos y formas aversivas que actúan sobre el cuerpo y que generan las iden-
tificaciones.
Donzelot (1970) trata la cuestión social a partir de la familia en el
capitalismo; lo público y lo privado en la adaptación de los individuos.
Prácticas biopolíticas como la moralización, normalización, contrato, tutela.
Dimensiones pedagógicas de las prácticas de poder para el consenso activo,
reproducción de sujetos y lugares, de lo normal y anormal. La constitución
del modelo familiar patriarcal y el lugar del sintagma mujer-madre con-
tribuye a la construcción de la moralización burguesa. En el siglo XIX, en
tiempos de necesidades de mano de obra, despliega estrategias de sumisión
de la clase trabajadora y de las clases llamadas peligrosas: 1) la táctica de
topologización, a través de casas baratas, cercanas a los centros industriales,
además de los hábitos de ahorro, 2) la escuela como espacio privilegiado
para extender la moral más que los conocimientos entre los pobres y 3) el
manicomio, la prisión y la colonia de indigentes constituyen la estrategia
de máxima intensidad. La creación del Work House en Inglaterra es un lu-
gar de condena a la indigencia y una tentativa de delimitarla y suprimirla.
La propuesta es “reducir las malas inclinaciones del hombre, de corregir su
naturaleza viciosa”. Instalando coacciones disciplinarias sobre el tiempo y
regulando la existencia para ocuparlo sin ociosidad. Separan a los individuos
de las familias y de otros contactos, salvo el contractual. Y con una finalidad
adaptadora. La sujeción de lo económico por prácticas médicas y morales se
observa en la transformación de los requerimientos de salarios, empleo, en
cuestiones de inmoralidad, degeneración y la indigencia como ilegalidad. A
su vez el crimen y la enfermedad mental son psicologizados y patologizados.
Es así como el indigente se encuentra con esta operatoria en vecindad con
el enfermo mental y el criminal.
Michel Foucault participó del debate contemporáneo alrededor de la
constitución subjetiva, articulando el saber, el poder y las tecnologías del
yo. El objetivo central de su trabajo fue estudiar tres modos de objetivación
que transforman a los seres humanos en sujetos. El primero es el correspon-
diente a los estatutos científicos, por ejemplo: la objetivación del sujeto
hablante de la gramática, la filología y la lingüística, o el sujeto productivo
quien trabaja en el análisis del bienestar y la economía o el sujeto vivo de la
historia natural y la biología. El segundo tramo de su proyecto fue estudiar las
prácticas disociativas. El sujeto disociado de sí o de los demás sujetos, proceso

62
Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

que objetiva al loco y al cuerdo, al enfermo y al sano, los criminales y los


“buenos muchachos”. En tercer lugar se ocupó de la forma en que mujeres y
hombres se transforman en sujetos y el lugar de la sexualidad como dominio
constitutivo. Diagramas de poder o campos de visibilidad de cada sociedad
con un régimen de verdad, en función de sus discursos, los que hace funcionar
como verdaderos, los mecanismos para distinguir enunciados verdaderos o
falsos, cómo se sancionan unos y otros, las técnicas para la obtención de la
verdad y el estatuto de quienes se encargan de decir lo que funciona como
verdadero.
Bourdieu (1977) ha profundizado las relaciones entre cultura, poder,
estructura social y acción social, mediante los sistemas sociales estratificados
de jerarquía y dominación que se reproducen por generaciones, sin generar
resistencias ni reconocimiento, muchas veces. La Violencia Simbólica afir-
ma, es el procedimiento que a través de procesos simbólicos como palabras,
imágenes y prácticas reafirman los intereses dominantes, las jerarquías y
distinciones y la aceptación por el dominado. Es importante retomar este
concepto para operar en los complejos fenómenos que llevan a legitimar las
desigualdades, las discriminaciones, las estigmatizaciones y las posibilidades
de los grupos afectados, marginados, oprimidos, estigmatizados para resistir.
Las políticas sociales como técnicas y constitución de ciudadanos se
consolidan en un régimen de verdad, de derechos y obligaciones, técnicas
y saberes especializados, reglas de inclusión y exclusión, jerarquías sociales,
construcciones de identidades legitimadas o deslegitimadas.
Especialistas, construcción de indicadores, distribución de asignaciones
para planes fragmentados (ej.: para jefas y jefes de hogar, para madres, para
población con deficiencias nutricionales, para promoción y prevención fo-
calizadas, etc.); instalan dispositivos de verdad en los cuales se fundamentan
estrategias disciplinantes desde una exterioridad definida por los campos de
saber y poder. Pero, a su vez, aparecen espacios con lógicas de resistencia
generando prácticas con enunciados más autónomos y con autorreferencia a
esa posición que exige reconocimiento y no sujeción. Las asambleas barriales,
los movimientos de trabajadores desocupados, las redes de personas viviendo
con VIH/SIDA, los familiares de usuarios del sistema de salud mental, los
familiares por la verdad y la justicia que luchan contra la impunidad, tanto
de la represión dictatorial como de las catástrofes (Cromañón –194 jóvenes
muertos–, LAPA –60 pasajeros, 3 tripulantes y dos que transitaban en auto–)
son acontecimientos en los que emergen nuevos actores con demandas

63
Graciela Zaldúa

particulares obstaculizando los procesos de desubjetivación que se imponen


en la construcción del diferente, del excluido, de la víctima (i)responsable,
del otro, y favorecedores de procesos de negación e impunidad. Procesos de
estigmatización, discriminación y negación deben ser estudiados e incorpo-
rados a la reflexión de las políticas públicas y los programas de prevención
y promoción de salud. La presencia de estos actores en resistencia pone en
evidencia cuestiones del orden social y cómo la discriminación y la estigma-
tización se vinculan a “marcos de verdad” y a grupos sociales para producir
y reproducir la desigualdad social.
Históricamente los pobres fueron considerados como niños a quienes los
ricos deben suministrarles una moral y una ética, además de las condiciones
de protección social para el mantenimiento del orden laboral. Las relacio-
nes de autoridad se basaban en la creencia de la desigualdad natural de los
hombres y de las funciones a cumplir.
La relación paternalista estaba en la sociedad civil, pero con el Estado
moderno y el despotismo ilustrado se convierte en una ideología de gobierno
(Bendix, 1964). Surgen argumentos sobre los efectos morales de desestimular
el trabajo por la caridad o el malthusiano, y ubican a la protección como
origen del aumento de la crisis poblacional. Habla de obstáculos de dos tipos
positivos: el crecimiento de la mortalidad a través del hambre, la miseria,
las enfermedades; y los preventivos que contribuyen a reducir la natalidad:
contraconcepción, control moral, celibato. Las ideas de Summer y Spencer
del neodarwinismo social en EE.UU. –de mantener una no intervención en
la cuestión social para que el mercado elimine su propio excedente cuantita-
tivamente y mejorar la especie al sobrevivir los mejores de la especie– tam-
bién se inscriben en ese sentido. Estas perspectivas –ética y políticamente
repudiables–, sin embargo debemos interrogar porque con otras capilaridades
siguen operando en políticas y experiencias.
Las disciplinas, como saberes y prácticas desde una perspectiva de la
sumisión de los cuerpos para Foucault, son micropoderes esencialmente des-
igualitarios y asimétricos, sostenidos por mecanismos minúsculos, cotidianos,
capilares, como subsuelo de las libertades jurídicas formales.
Las políticas sociales se corporizan en instituciones que tienen un saber
específico, una cultura institucional y tecnologías disciplinares para reglar
normas y procedimientos; contribuyendo a la burocratización weberiana y a
consolidar una lógica y asignación de valores para la atención de demandas
sociales.

64
Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

Las políticas sociales como prestación de servicios sociales de educación,


salud, asistencia funcionan a través de servicios con tecnologías y procesos
propios y en cuyo consumo por el usuario media la relación con el profe-
sional prestador del servicio. Tecnología y trabajo humano que modulan las
relaciones y que, si se hace a través de la filantropía, se despolitiza la acción
en estrecho vínculo con los equipamientos colectivos.
La división sexual del trabajo se expresa en la masividad del trabajo
femenino en la prestación de servicios sociales y también se cumple con una
función ideológica de reafirmación del estereotipo de género tradicional en
la extensión de la mirada y el cuidado maternal.
A su vez, en este espacio, es posible pensar redes de apoyo y alianza y
solidaridades. Los nuevos fenómenos de resistencia también reposicionaron
las temáticas sobre las violencias de género, las atribuciones compartidas,
temas sobre los derechos reproductivos y sexuales. Acontecimientos como
los encuentros de mujeres con su diversidad instalan en la agenda pública
del siglo XXI temas postergados como los liderazgos, la autonomía de las
elecciones, incluyendo las interrupciones de las gestaciones despenalizando
el aborto. En este punto resultaría significativo el análisis de las verdaderas
cruzadas inquisitoriales promovidas por las campañas moralizantes desde los
grupos religiosos, que obstaculizan hasta intervenciones no punibles desde
principios del siglo XX –como son los casos de violación o peligro de vida
de la madre.
Podemos entonces señalar que cuando se trata de generar contrahegemo-
nía a los discursos y prácticas dominantes, se debe reflexionar sobre el poder,
la cultura y las diferencias. Los significados y prácticas de las instituciones y
los discursos dominantes que legitiman/deslegitiman identidades a través de
diferentes operatorias. Las identidades tradicionales que no alteran los princi-
pios del orden social pugnan con las identidades rechazadas y estigmatizadas
en contextos sociohistóricos. Las cuestiones de la sexualidad, el género y la
clase o etnias han sido fuentes de vulnerabilidad y estigmatización. Pensemos
en las epidemias recientes como el VIH/SIDA (estigmatizada como peste
rosa, haitiana, negros) que reproduce y profundiza la exclusión y la red de
significados asociados a la muerte, castigo, culpa, vergüenza.

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Graciela Zaldúa

5. La crisis neoliberal y la evaluación de los daños y riesgos

A partir de los 90, en América Latina, se observan grandes transfor-


maciones relativas a la desarticulación con la Economía internacional, la
transferencia de recursos al exterior, el endeudamiento externo, la crisis
fiscal y el impacto por el cambio de los patrones de industrialización de paí-
ses centrales. La globalización de la Economía mundial inicialmente de las
empresas multinacionales fuera de los controles estatales, el desarrollo de las
comunicaciones e informática, profundizó la fragmentación de producción
de bienes y servicios.
Frente a la crisis se impusieron reformas del Estado. Se privilegió la
llamada Ética de la Justicia Productiva frente a la llamada falsa Ética de
la Justicia Distributiva. O se instalaron falsos debates entre los dilemas y
conflictos entre el Estado Tutelar y el Estado Estratega, focalizando en la
responsabilidad del Estado Culpable. El discurso económico tuvo centralidad
en la agenda pública y convirtió a los ciudadanos incluidos en expertos del
riesgo país, de las bolsas internacionales, de la caída de los precios, etc. Para
los excluidos se ofertaban tecnologías para administrar conflictos y programas
centrados en el Estado, que tenía como tarea dar pescado o enseñar a pescar.
La exclusión de un tercio de la población, en condiciones de indigencia y
afectación como superflua, permite pensarse en operatorias de construcción
de apartheid o campos de refugiados con dosis mínimas para la sobrevivencia
vegetativa.
Pierre Rosanvallon (1995) afirma que a la salida de los 50/70, la utopía
de una sociedad liberada de la necesidad y de un individuo protegido de los
principales riesgos de la existencia, parecía al alcance de la mano. Desde
los 80 el crecimiento de la desocupación y la aparición de nuevas formas de
pobreza parecen llevarnos a tiempo atrás, pero también se cuestionan los
principios de solidaridad y la concepción de los derechos sociales.
El paradigma asegurador, de raigambre europeo, sustrato técnico filosófico
del Estado Providencia, pasaba de la noción subjetiva de comportamiento
y responsabilidad individual o de Culpa Individual a la noción objetiva de
Riesgo, supuestamente repartido igualmente y de naturaleza aleatoria, con
socialización de la responsabilidad.
Se produjo un cambio en los conceptos sociales privilegiados, estos son;
precariedad y vulnerabilidad más que riesgo. Se toma como modelo social la

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Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

sociedad desarrollada y su epitome norteamericana y sus logros. Pero, en los


Estados Unidos la sociedad aseguradora no existió nunca. Siempre se privilegió
más los derechos civiles que los sociales y los valores sociales se centraron más
en la tolerancia y en la imparcialidad más que en la igualdad y la solidaridad.
Dentro de este modelo de consumidor desarrollado se producen las
reformas en Salud y Políticas Sociales. En general, se intenta focalizar lo
social en la exclusión y escindir las explicaciones en relación al sistema de
explotación para situarlo en la vulnerabilidad poblacional. Se instalan en
las significaciones imaginarias las representaciones de afuera y adentro. Sin
embargo un elemento central junto a la desocupación ha sido la degradación
de las condiciones laborales, incluyendo la precarización y la flexibilización
laboral. Se insiste sobre el Riesgo Catástrófico y se promueve una visión indi-
vidual de riesgo en salud, y la solución es un control del comportamiento.
Los diferentes regimenes en los Servicios Sociales y de Salud (vejez,
familia, accidentes de trabajo, etc.) son teóricamente independientes,
propinando sistemas polimorfos de fronteras difusas que el Neoliberalismo
remercantiliza, argumentándose la escasez de recursos, la ineficacia y las
presiones sindicales ilegitimas.
Frente a estos condicionantes de incorporación por el mercado es nece-
sario interrogar sobre si es posible construir redes de protección, de seguridad,
de sostén en el sentido de prevenir daños y/o riesgos proporcionados por el
modo de organización económica, política y social.
La diferencia con los países desarrollados, fundamentalmente europeos,
es que el desmantelamiento de las protecciones es menor ya que cuentan con
Redes de Seguridad Social y Laboral.
Los organismos internacionales y los países miembros (OMS, UNESCO,
UNICEF, etc.) definen indicadores para evaluar los niveles alcanzados en
los campos de salud, educación, desarrollo social, etc. Los indicadores de
Desarrollo Social identifican tres dimensiones: a) longevidad expresada en
la esperanza de vida, b) conocimiento expresado en alfabetización y matri-
culación en tres niveles y c) nivel de vida expresado en ingreso per cápita
ajustado.
Estamos ubicados en los países de mediado desarrollo, pero como todo
promedio, no se toman las desigualdades de los más afectados. Además,
estos indicadores no pueden desplegar el sentido de las trayectorias y las
biografías personales de mujeres y hombres, de niños, adolescentes, adultos
en situaciones diversas y con reparto inequitativo de los recursos sociales.

67
Graciela Zaldúa

En este sentido, el riesgo es una construcción arbitraria y es central plantear


que si no se cuenta con suficientes bienes sociales como vivienda, servicios
educativos y de salud, transporte, cultura, las personas están en desventaja
para alcanzar el bienestar y mejorar el índice de Desarrollo Humano.
La crisis argentina, modelo de cumplimiento neoliberal, se expresa
en los indicadores de desarrollo desiguales y como novedad, la incorpora-
ción de otros sectores a los nuevos pobres. Las instituciones de protección
social como la escuela, el Hospital declinan, se deterioran al compás del
desfinanciamiento y los discursos desvalorizantes. Los espacios a privatizar
o mercantilizar son primero descalificados y luego rematados. En esas ope-
ratorias los valores de la modernidad caen. El Impacto en el tejido social
se manifiesta en la destitución simbólica de las funciones tradicionales
como la familia tradicional, las funciones paternas y maternas, la escuela,
como discurso de autoridad y protección. Las narrativas tradicionales no
sostienen y si la ley simbólica no opera en la habilitación de un semejante
es esperable que la violencia se imponga. Los límites se desdibujan y los
principios de legalidad del semejante como igual son opacos, borrosos, o
desaparecen.
Frente a esta declinación de las instituciones y su incapacidad de generar
dispositivos regulados se generan operaciones discursivas de estigmatización
de los otros.
La tendencia neoliberal basada en la descentralización, la privatización,
focalización por clientes de políticas sociales, el Estado protector de los más
pobres y la empresa privada encargada de los mejores pagos, seguros privados,
cajas de pensión; etc, tiene su límite en la resistencia de los afectados. La
gestión de los fondos sociales es un campo de disputa del Capital y a su vez de
múltiples organizaciones del Tercer Sector de la Sociedad Civil. La política
social como mediación entre Estado y Sociedad desmitifica una sociedad
fundada en los principios de igualdad y justicia social. La práctica de estos
principios en la noción de ciudadanía nunca se realizó plenamente, condi-
cionada a la inserción laboral, debatiéndose el alcance a niveles mínimos de
salud con políticas universalistas y selectivas sin distinción de género, clase
social, edad o etnias.
Algunos economistas representan la crisis como el hundimiento del
Titanic –luego de impactar un iceberg mientras acontecen fiestas fastuosas– y
analizan dos perspectivas: a) los muertos fueron por falta de salvavidas, igual
como faltó para los que se cayeron por falta de adiestramiento técnico y b) la

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Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

óptica es que hay que evitar que el buque se trague el iceberg, sin condicionar
el objetivo de enseñar a navegar y reconocer el trabajo que hace posible que
algunos estén en la fiesta.
La crisis real, no metafórica, se expresa en más de 100.000 muertes evi-
tables, 1.000.000 de analfabetos y 4.000.000 de analfabetos funcionales, en
que 2/3 de las enfermedades son no transmisibles y ligadas a las condiciones
de vida. Las tasas de fecundidad adolescente, en particular en las provincias
del Chaco, Catamarca y Formosa son las más altas del país. También es pre-
ocupante el descenso de la edad del primer embarazo en niñas probablemente
expuestas a situaciones de violencia sexual.
La constitución de espacios estratégicos participativos en salud, en
educación, en los ámbitos territoriales requiere revisar nuestros presupuestos
teóricos y nuestras herramientas técnicas. La dimensión de la subjetividad no
puede desvincularse de las condiciones de vida y de nuestra perspectiva ética
de interrogarnos sobre las relaciones que constituyen al Otro, al semejante.
Interrogación que nos permite posicionarnos en los campos de la Prevención
y la Promoción de Salud como una posibilidad, como una potenciación de
la autonomía subjetiva y colectiva.

6. ¿Planificación en Salud Mental?

En las últimas décadas en el país, el campo de la formación, de las repre-


sentaciones e ideales de identidad profesional de los trabajadores de Salud
Mental se hallan configurados por el campo asistencial y los presupuestos
de la clínica. Los temas de la Prevención han sido postergados y clausurada
su problematización. No se elude su existencia en el otrora, relatada como
acción y campo de la Psicohigiene y su portavoz más genuino: José Bleger.
La reproducción y producción de un campo de prácticas se refuerzan
ideológicamente y adquieren, como se ha enunciado, legitimidad por su
capital simbólico.
¿Cómo descentrar la monovalencia por el camino de otras legitimidades
plurivalentes, otras gramáticas del hacer en salud mental? O, términos actua-
les, ¿por qué no constituir nuevas redes y nodos que sostengan las demandas
y necesidades en el sector?

69
Graciela Zaldúa

Arriesgar a la apuesta de la interdisciplinaridad, la intersectorialidad,


a los flujos más horizontales, más policéntricos, más interdependientes. Los
obstáculos del poder para la gestión de cambios y la incorporación de otros
actores sociales pueden debilitarse al advertirse la eficacia y eficiencia de
otras formas reticulares. Las ventajas en la constitución de redes son las de
facilitar la utilización de recursos, la pluralidad, la cercanía y propiciar for-
mas más democráticas. Pero también pueden usarse como instrumento para
imponer consensos, o demorar decisiones de urgencia, o des-responsabilizar
a los gobiernos, o desplazar a determinados actores.
La influencia del contexto local de catástrofe social exige reconocer la
complejidad, incorporar la incertidumbre, la ambigüedad, las relaciones de po-
der en los contratos terapéuticos, en las instituciones, en las comunidades.
Los aportes latinoamericanos de praxis reflexivas se plasmaron en las
intervenciones de Paulo Freire en la Educación popular, en la Sociología
militante de O. Fals Borda y en la Psicología de la Liberación de Ignacio
Martín-Baró. También los dispositivos de Pichon Rivière, las modalidades de
intervención en Salud Mental y trabajo de S. Berman, de los Trabajadores
de la Salud Mental (AP), y otros; fueron hitos fundantes de las décadas del
60 y 70.
Las mutuas fertilizaciones favorecieron planteos de revisión en los nive-
les ontológicos, epistemológicos y metodológicos. Los tópicos privilegiados
fueron la desideologización dominante y el desarrollo de las capacidades
de las personas para enfrentar críticamente los mecanismos de opresión y
propiciar estrategias cognitivas, emocionales y de acción transformadora.
Los principios fundantes de la Psicología Comunitaria Crítica o la Psicolo-
gía de la Liberación se instalaron en las propuestas actuales, aportando a la
emancipación de los colectivos sociales, poblacionales, marginados de los
satisfactores de necesidades y potencializando el desarrollo de capacidades
de autodeterminación, autonomía, empowerment, resiliencia comunitaria,
entre otras; como postulados originales recreados en la generación de nuevas
utopías en tiempos neoliberales.
En estos procesos complejos, la relación dialógica –no de externalidad–,
entre trabajadores de la salud y miembros de la comunidad con derechos
plenos de ciudadanía, plantea un desafío ético relacional.
La reflexividad crítica en la Psicología Preventiva recupera la escucha y
resignifica los sentidos que los actores atribuyen a la realidad social y subjetiva.
La praxis crítica reconoce los aspectos de la cultura no sólo como epifenó-

70
Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

meno de lo productivo, sino como potencia de transformación subjetivante.


La sociedad de clases impone modelos atributivos y sistemas simbólicos, la
interrogación se vertebra sobre las posibilidades de alternativas en los modos
de hacer y pensar contrahegemónicos frente a la negación, culpabilización,
estigmatización, discriminación.
Trabajar por una nueva Salud Colectiva que proponga la defensa de la
vida y el bienestar personal (autoestima, ideal, esperanza), bienestar rela-
cional (sentido de comunidad, cuidado y apoyo social) o colectivo (acceso
a servicios de salud, igualdad, etc.) (Montero, Prilleltensky, 2003).
La planificación estratégica frente a las necesidades colectivas, el mo-
nitoreo participativo de la calidad de vida y de programas y servicios y las
acciones de controlaría social es una manera de fortalecer la capacidad de
control y negociación de los colectivos sociales. Los monitoreos ex-ante y
ex-post de las programaciones constituyen espacios donde se instalan mo-
mentos de identificación de problemas relevantes a nivel singular, grupal o
comunitario. Se analizan los problemas de viabilidad, se apunta a reestable-
cer los nexos explicativos de la determinación de los mismos y evaluar el
impacto de la prevención y promoción de la planificación participativa. A
su vez, se evalúa los dispositivos que fortalecen lazos solidarios, la reflexión,
la responsabilidad, las resistencias a las inequidades de género, de clase o
étnicoculturales (Breilh, 2003).
Comprender los procesos sociales vinculados a la producción y repro-
ducción de la desigualdad, la exclusión y las operatorias de negación, estig-
matización, discriminación y sufrimientos es una apuesta en el campo de la
investigación y la acción estratégica y política de Salud Mental Comunitaria.
Trabajar conceptualmente y revisar categorías es un camino que habilita a
otra construcción comunitaria.
Las necesidades exceden los dispositivos, las modalidades tradicionales,
no innovadoras, profundizan la no accesibilidad y las interpretaciones dogmá-
ticas son una traba teórico-práctica. Se trata, entonces, de revisitar la Praxis
en Salud Mental incorporando la dimensión ética política y la permanente
reflexividad crítica.

71
Graciela Zaldúa

7. Ejemplos de intervenciones preventivas y promocionales


en situaciones de catástrofes o epidemias o participación en la
construcción de políticas o dispositivos

7.1. Situación traumática y efectos en los equipos de salud.


Intervención del colectivo en una Guardia Hospitalaria

Las situaciones traumáticas referidas a eventos naturales y/o humanos,


si cuentan con un entorno y apoyo social, relaciones solidarias y posibili-
dades asistenciales alejan el riesgo de transformarse en crónicas. En sentido
contrario, la privación de apoyo, expone a vivencias traumáticas asociadas
con sentimientos de impotencia, angustia, culpa, etc. y/o a la producción
de trastornos psicosomáticos. El equipo de salud puede beneficiarse con el
apoyo de intervenciones específicas (Debriefing) frente a los efectos del estrés
postraumático y facilitar la capacidad de recuperación resiliente (Perren-
Klinger, 2001; Perkinson, 1997; Pennebaker, 1993; Mitchell, 1983).
Las experiencias internacionales frente a situaciones catastróficas nos
advierten la importancia de las intervenciones preventivas ante las reacciones
traumáticas secundarias y del intercambio y el apoyo recíproco para el clima
de confianza y seguridad necesaria para la tarea de salud. Frente al impacto de
la experiencia puede producirse un trauma psíquico expresado en reacciones
físicas o psíquicas como hiperagitación, hiperalerta, angustia, trastornos del
sueño, recuerdos recurrentes (flash back) y comportamientos de evitación.
Se ha demostrado que algunas personas llegan a superarlo y otras tienen más
dificultades (Flannery, 2000).
Esta es una síntesis de la presentación e implementación de un disposi-
tivo de atención postraumática, de ayuda psicológica en incidentes críticos.
La aplicación de la técnica de Debriefing con los miembros del Equipo de
Guardia de atención de una Catástrofe, permitió hablar de lo relacionado
con la situación traumática, los hechos, sus sentidos, los recursos objetivos
y subjetivos, grupales e individuales, las afectaciones, el sufrimiento. Lo
vivido grupalmente, como indecible y amenazante frente a la irrupción de
lo inesperado y desestabilizante, por la potencia de las muertes jóvenes, por
las violencias institucionales, por el colapso, etc., genera una atmosfera de
alteración de las relaciones, del sentido, con angustia y miedo. Las ofertas
individuales psicoterapéuticas no fueron visualizadas como recursos apropia-

72
Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

dos. Resulta en esa circunstancia viable e una intervención que facilite el


sostén y lazo social. Con respecto al momento para intervenir, se ha demos-
trado que las personas afectadas tienen un beneficio óptimo del Debriefing
cuando se interviene de un modo diferido. La propuesta se implementó tres
meses después.
La convocatoria al personal de enfermería y a los médicos de la guardia
enunciaba los propósitos y la modalidad de funcionamiento. No se eludía por
tanto el retorno a los recuerdos, imágenes, impresiones ligadas al evento. Se
desarrolló la intervención en distintas fases: a) información de las metas de
Debriefing y la protección frente a los síntomas disruptivos; b) diferenciación
entre el estrés crónico (Burnout) y la angustia y/o estrés postraumático; c)
definición del encuadre y la confidencialidad; d) relato descriptivo (nivel
cognitivo) a partir de guías de preguntas; e) visualización de afectos y emo-
ciones en el cuerpo (nivel afectivo con técnicas gráficas y psicodramáticas);
f) devolución e integración de las vivencias traumáticas y los sentimientos
difusos; g) cierre y evaluación.
El dispositivo propuesto plantea las siguientes modalidades:

1er. Encuentro

-Formulación de objetivos y encuadre (modalidad, confidencialidad,


principios de funcionamiento del grupo).
-Breves referencias a modelos de Debriefing y a los Trastornos de Estrés
Postraumático.
-Relatos de los hechos y expresión de sensaciones de lo vivido por el
evento catastrófico. Se trata de trazar los límites simbólicos del hecho
catastrófico. Se articulan las preguntas ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Qué
fue lo que pasó? ¿Cómo pasó? ¿Qué ocurrió después? Debe manejarse
técnicas grupales que permitan la expresión de lo que vio, escuchó, hizo
y a su vez aparecen las interpretaciones singulares. .
- Elaboración parcial y Primer cierre

73
Graciela Zaldúa

2do. Encuentro

-Devolución sistematizada del primer Taller.


-Historización de lo vivido a nivel emocional, trabajar sobre las disocia-
ciones de las emociones y sentimientos. Trabajar con las localizaciones
corporales y nominarlas.
-Reevaluación de la situación con relatos integrados. Preparación del
ritual de cierre que se construirá en el grupo a través de actos o expre-
siones que den sentido al acontecimiento y el recuerdo.
- Los propósitos de la Prevención selectiva se organizan reelaborando
las reacciones insoportables, los flashbacks, reasociando, y generando
promoción de salud psíquica y física a través de encuentros grupales de
los que vivieron el suceso.
-Evaluación y cierre.

Los objetivos de prevención del debriefing grupal tratando de visibilizar


las reacciones y consecuencias de lo traumático comenzaron a circular con
otras demandas y no solo las de consumo de psicotrópicos. Se trabajaron los
sentimientos de horror, de impotencia, de indignación, de culpa y amenaza.
La escucha del otro facilitó los reencuentros y mecanismos de protección
entre pares. Escenas que fueron resignificadas facilitaron otras percepciones
de la realidad. Es de destacar que el dispositivo implementado facilitó la
emergencia de demandas sobre la necesidad de encuentros de reflexión
periódicos con el personal de enfermería, de gestionar una actualización
de las redes sobre violencias, de transmitir las condiciones y posibilidades
para enfrentar las situaciones críticas y propiciar los mecanismos partici-
pativos resilientes.

7.2. VIH-SIDA en Argentina: Estado del conocimiento y Agenda


de prioridades para decisiones en Argentina (Foro Investigaciones
en Salud (FISA) 2007

La epidemia en Argentina de VIH-SIDA tiene una distribución hete-


rogénea en relación a los distritos y los colectivos afectados. La exclusión y

74
Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

la pobreza esta asociada y se verifica en el mayor crecimiento de la epidemia


en estos sectores. Es netamente urbana y en los nuevos diagnósticos del
2000/2004 se observa que el 63% tiene un nivel de educación secundaria
incompleta, y se concentra en ambos sexos entre los 20 y 39 años. Los varones
superan a las mujeres en el total de casos notificados, pero la razón varón/mujer se
ha estrechado, hasta casi igualarla. En el año 2006 la principal vía de transmisión
de VIH en los casos nuevos diagnosticados fue la relación heterosexual (58%).
Dos elementos aparecen como significativos, los adolescentes pueden
tener muchas posibilidades de contraer la infección por el pico de adultos
jóvenes, a su vez con menos escolaridad y nivel socioeconómico más bajo.;
y el otro dato es el aumento en las mujeres de las nuevas infecciones.
Según los expertos convocados por FISA las restricciones u obstácu-
los para lograr un mejor control de VIH-SIDA se refieren a los siguientes
determinantes:

• Biológicos: características virales y corporales.


• Sistemade Salud: ausencia de un tratamiento curativo e inexistencia
de inmunización masiva.
• Socioculturales: -Falta de información sobre cuidados y persistencia
de prejuicios y discriminación en torno a la sexualidad u el uso de droga;
-Diferencias en el uso y negociación del preservativo en las diferentes
prácticas sexuales; -Insuficiente testeo voluntario y consejerías, escenario
complejo atravesado por dimensiones políticas y de género; -Cuestiones
de género: machismo, homofobia y transfobia y la reticencia a sostener
programas de educación sexual ; -Dificultades de adherencia a los com-
portamientos de cuidado, autocuidado por múltiples causas; -Dificultades
en mantener “siempre· sexo seguro; -Las prácticas individuales están
inscriptas en situaciones de pobreza y vulnerabilidad social y se refuerzan
los patrones de estigmatización sobre la base del género, la orientación
sexual y la identidad de género; -Y de la criminalización de la pobreza
y de comportamientos como el uso de drogas.

Los determinantes señalados operan a nivel preventivo y asistencial, si


bien el tratamiento ARV ha logrado prolongar y mejorar la calidad de vida
en un contexto de cronicidad, hay dificultades por la aparición de otras ce-
pas resistentes, aplazamiento o no consistencia del tratamiento y temores y

75
Graciela Zaldúa

fantasías sobre efectos colaterales y testeo tardío. Se señala la demora en los


servicios, dificultades de acceso, perdidas de seguimiento. Persisten patrones
de sexo-género hétero-normativos y estigmarizantes. Falta el reconocimiento
de la problemática de los gays y travestis, bisexuales y otros usuarios de drogas
y alcohol como temática de Salud Publica
Se señala la falta de Programas de Prevención generalizados y focalizados
con sustentabilidad. La razón de las dificultades a nivel gubernamental para
desarrollar políticas de Prevención se atribuye a actores moralistas que predi-
can la abstinencia y desacreditan el uso de preservativo. También se advierte
del desinterés en las personas privadas de libertad. Con respecto al déficit
investigativo se señala el epidemiológico y el de comorbilidades (hepatitis,
tuberculosis) y la fragmentación de programas (Sida, Salud Sexual y Repro-
ductiva, drogas, materno infantil). Por último se advierte como obstáculo la
falta de continuidad y coordinación nacional y provincial. La legislación de
patentes y producción nacional del ARV y la escasa inversión en recursos
humanos, investigación y desarrollo no contribuyen a la prevención.
Esta experiencia de Taller para establecer Prioridades entre el Ministerio de
Salud, con la Dirección del Proyecto de la Dra. Silvia Kochen y expertos, invita-
dos y becarios, constituye un aporte para la aproximación a un diagnóstico situa-
cional participativo y sus recomendaciones para definir la Agenda. Son insumos
y modalidades a profundizar para transitar, reflexionar, pensar críticamente.
Se sugiere Estudios Multicéntricos y Multidisciplinarios, establecer com-
paraciones e identificar tendencias en el tiempo y en todo el país. Favorecer
la interacción entre investigadores, instituciones académicas, organizaciones
comunitarias, gobiernos. Y Política Sanitaria que incluya ciencia básica,
clínica, epidemiológica, sociocultural.
Se insistió en la Educación Sexual y la Prevención del Sida con pers-
pectiva de Género.
Los grupos de discusión identificaron tres líneas de investigación para
generar sistemas de evaluación: a) investigar las dificultades, abandonos y
fracasos en la adherencia al tratamiento; b) Investigar las barreras y facili-
tadores para el testeo y c) Investigar las barreras y facilitadores a nivel de
eficacia y accesibilidad al sistema de salud en la transmisión vertical.

76
Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

7.3. Tres modalidades teatrales

Las estrategias artísticas son portadoras de potencial para la reflexión y


la acción. Los tres ejemplos que sintetizaremos enuncian efectos moviliza-
dores subjetivos: el Teatro del Oprimido de Boal, el Teatro por la Identidad
vinculado a Abuelas de Plaza de Mayo y el Teatro para Armar relacionado
con propuestas para Salud de Los Calandracas.

7.3.a. El Teatro del Oprimido

Nació en Brasil en 1971, como Teatro Periódico, con el objetivo es-


pecífico de tratar problemas locales, y pronto era utilizado a lo largo del
país. El Teatro Foro comenzaba a aparecer en Perú, en 1973, como parte de
un Programa de Alfabetización; y se extendió al mundo. En la Argentina
apareció como Teatro Invisible y el Teatro Imagen para establecer diálogo
entre Naciones Indígenas y descendientes hispanos, en Colombia, Venezue-
la, México... Hoy se ha desarrollado en potencias dialogales diferentes. En
Europa también siguió con el Arco iris del Deseo –primero para entender
problemas psicológicos, más tarde hasta para crear personajes en una obra.
Dice Augusto Boal su promotor: “El TO era usado por campesino/as y
trabajadores/as, más tarde por maestros/as y estudiantes; hoy, también por
artistas, trabajadores/as sociales, psicoterapeutas, ONGs. Al principio se
hacía en espacios pequeños, casi clandestinos. En el presente en las calles,
las escuelas, las iglesias, los sindicatos, los teatros regulares, las cárceles”
El TO es el Juego del Diálogo: jugamos y aprendemos juntos/as. Todo
tipo de Juego debe tener una Disciplina - reglas claras que debemos seguir.
Al mismo tiempo, los Juegos tienen necesidad absoluta de creatividad y
Libertad. El TO es la perfecta síntesis entre la antítesis de la Disciplina y la
Libertad.
Sin Disciplina no hay Vida Social; sin Libertad, no hay Vida.
La Disciplina de nuestro Juego es nuestra creencia de que debemos
restablecer el derecho que tiene cada ser de existir con dignidad. Creemos
que todos / as nosotros /as somos más, y mucho mejores de lo que pensamos
que somos. Creemos en solidaridad.

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Graciela Zaldúa

“Nuestra Libertad es para crear maneras de ayudar a humanizar la Hu-


manidad, invadiendo libremente todos los campos de la actividad humana:
social, pedagógica, política, artística... El Teatro es Lenguaje, por tanto puede
ser usado para hablar de todos los asuntos humanos, no para ser limitado al
teatro en sí mismo” Augusto Boal, Río de Janeiro, 2004.

7.3.b. Teatro por la Identidad

Creado en el año 2000 como mecanismo de defensa para articular contra la


brutalidad y el horror que significa la apropiación de bebés y niños y la sustitución
de sus identidades de un modo organizado y sistemático a partir de la Dictadura
Militar. Apela a la toma de conciencia y acción transformadora de los ciudadanos.
La Misión del T x I es: una herramienta teatral de actores, dramaturgos,
directores, coreógrafos, técnicos y productores que se enmarcan dentro del
teatro Político y es el brazo artístico de las Abuelas de Plaza de Mayo.
La Visión de T x I es: el teatro una herramienta que se propone Actuar
para no Olvidar, actuar para encontrar la Verdad. Aún hay 400 jóvenes con
identidades cambiadas y hay que encontrarlos/las. Enuncian: “Las oscuridades
que nada temen más que la reflexión. Pocas cosas son tan efectivas en este
combate como la sensibilidad, la duda, la emoción, el recuerdo, la acción. Y
esto es el Teatro: duda, acción, emoción, convivencia”.

7.3.c. Teatro para Armar, con Los Calandracas

El Teatro para Armar abre un espacio para revisar situaciones desde otra
mirada, buscando, junto con todos, respuestas superadoras a temas críticos.
El humor y el grotesco han mostrado ser un camino posible para abordar te-
mas críticos, tal vez por la distancia que suponen con la realidad de lo cotidiano,
y también porque, como algunos espejos, distorsionan y ponen en primer plano
aspectos centrales de los que muchas veces es difícil hablar. Una experiencia
promocional y preventiva del VIH-SIDA se desarrollo en la escuela Media de
la CABA. Participaron los terceros años en encuentros donde se escenificaban
acciones cargadas de prejuicios, estereotipos, obstaculizadores del cuidado y
sexo seguro. También se trabajó en situaciones hospitalarias marcadas por la
violencia, buscando la humanización del trato. Distintas adicciones, incluida
el alcoholismo y la automedicación, el tabaquismo, además de las barreras

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Capítulo 2. Políticas sociales, ciudadanía y subjetividad

arquitectónicas, las de género y la afirmación de derechos, participación co-


munitaria, etc. son ejes de la producción de talleres de reflexión y protección
de acciones posibles desde lo teatral. Los textos y dirección son de R. Talento
y la dirección y coordinación de la propuesta de Andrea Maurizzi.
Estas propuestas teatrales y otros espacios comunicacionales como
radios, periódicos, bibliotecas populares, o dispositivos artísticos como las
orquestas infantiles y juveniles, murgas, talleres de plástica, de fotografía
son potenciadores de otros vínculos y de transmisiones intergeneracionales
y culturales que no reproducen la exclusión.

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