El Elefante Encadenado

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IES SAN ANTONIO

DEPARTAMENTO DE ORIENTACIÓN

El elefante encadenado 
Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los
animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enorme bestia hacía despliegue de tamaño, peso y fuerza descomunal...
pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba
sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas a una pequeña estaca
clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas
enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía
obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con
facilidad, arrancar la estaca y huir.

El misterio es evidente:
¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años yo todavía confiaba en la sabiduría de los grandes.
Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del
elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no escapaba porque estaba
amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: - Si esta amaestrado, ¿por que lo encadenan?

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y solo lo recordaba cuando
me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos
años descubrí que por suerte para mi alguien había sido lo bastante sabio como para
encontrar la respuesta:

El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que
era muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la
estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó, tratando
de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte
para él. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al
otro y al que le seguía... Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal acepto
su impotencia y se resignó a

su destino.

Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no escapa porque cree - pobre-
que NO PUEDE.

El tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco


después de nacer.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás... jamás...
intentó poner a prueba su fuerza otra vez...

“VAMOS POR EL MUNDO ATADOS A CIENTOS DE ESTACAS QUE NOS RESTAN


LIBERTAD…
CONDICIONADOS POR EL RECUERDO DE «NO PUEDO»…
TU ÚNICA MANERA DE SABER, ES INTENTAR DE NUEVO
PONIENDO EN EL INTENTO TODO TU CORAZÓN…”
JORGE BUCAY

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