Le Estás Dando Lo Mejor A Dios

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 2

¿LE ESTÁS DANDO LO MEJOR A DIOS?

Dame, hijo mío, tu corazón, Y miren tus ojos por mis caminos.
Proverbios 23:26
DINÁMICA: Has una lista de todas las cosas que sabes hacer bien o que
consideras hacer bien, cualquier cosa, desde tener una excelente caligrafía,
ortografía o hasta ser bueno en videojuegos, quizá ser bueno con la computadora
o practicar algún deporte… después vamos a escribir a un lado como puedes
aplicar esas cosas que sabes hacer al servicio de Dios.
INTRODUCCIÓN
En la mayoría de las ocasiones, todos vivimos una vida a medias: cristianos
a medias, amigos a medias, esposos a medias; porque no estamos dispuestos a
tomar una decisión radical, y poner de nuestra voluntad para ser mejores. Y no es
algo que sucede únicamente a los jóvenes, sino que también a los adultos.
Pasamos con un pie en el pecado y un pie en la gracia.
DESARROLLO
¿Le estás dando lo mejor a Dios? ¿Cuánto de ti le estás dando?
La dicha de ser llamados en nuestra juventud (2ª Timoteo 2,22)
No te dejes llevar por las tentaciones propias de tu edad. Tú eres joven, así
que aléjate de esas cosas y dedícate a hacer el bien. Busca la justicia, el amor y la
paz, y únete a los que, con toda sinceridad, adoran a Dios y confían en él.
Alguna vez te has detenido a pensar ¿Cómo estaría si Dios no estuviese en
mi vida? Muchas veces pasamos por alto, que, en su infinito amor y misericordia,
el Señor nos llamó para protegernos, bendecirnos y santificarnos desde nuestra
juventud. Tomamos como algo normal, como un juego o como algo social el estar
en comunidad y servirle; cuando en realidad es un regalo maravilloso: ¡cuántos
jóvenes perdidos en las drogas, ¡cuántos jóvenes que no se sienten amados por
Dios, ¡cuántos jóvenes desperdiciando los mejores años de su vida en cosas
vanas!
Déjate encontrar por el Señor, y enamórate de Él (1ª Tim 4,12)
No permitas que nadie te desprecie por ser joven. Al contrario, trata de ser un
ejemplo para los demás cristianos. Que cuando todos oigan tu modo de hablar, y
vean cómo vives, traten de ser puros como tú. Que todos imiten tu carácter
amoroso y tu confianza en Dios.
Cuando Jesús entra en nuestra vida, debemos darle permiso que tome
todas las áreas de nuestro ser para que las purifique y las sane. Él lo hace todo,
pero nosotros debemos mostrar nuestra disponibilidad y poner de nuestra parte.
Enamorarnos de Jesús es una aventura maravillosa, pues nos fallarán todos,
menos Él: fallan papás, mamás, novios, amigos, hermanos… pero el Señor
permanece fiel, nos perdona y nos ayuda a continuar.
Pero debes enamorarte del Señor, no como una frase bonita, sino como un
acto concreto de voluntad, que se manifiesta en acciones, ir cambiando poco a
poco.

No poner excusas para ir al encuentro del Señor.


Cuando de verdad deseamos seguirle, no hay obstáculos. Los que
ponemos excusas las ponemos porque no estamos interesados en Él, porque es
posible estudiar, tener amistades y seguir al Señor. Es posible ser un joven normal
y vivir un cristianismo profundo, verdadero y coherente. Se puede salir a compartir
con los amigos y vivir en el mundo sin ser del mundo. Es importante que tu seas
una influencia positiva en la vida de los demás. No existe excusa para buscar a
Dios, solo falta interés.
Dios no nos quita nada, pero nos da todo.
Entregar al Señor los mejores años de nuestra vida (o lo mejor que hay en
nosotros) es la mejor decisión que se puede tomar en la vida. Él nos puede dar
todo lo que necesitamos, solo basta que le digamos que sí.
Ser un servidor del Señor en los años de juventud es una experiencia
maravillosa, una aventura, una felicidad, algo que nos puede salvar la vida. Nos
rescata de las garras del enemigo, el mundo y la carne, para darnos paz, fortaleza,
alegría y amor.
No tengas miedo de ser radical y entregar los mejores años de tu vida al
Señor, puedes si quieres, porque él no te deja, está siempre contigo. «Yo soy
quien te manda; esfuérzate, pues, y sé valiente. No temas ni te asustes, porque
contigo está Yahveh, tu Dios, adondequiera que vayas.»» (Josué 1,8-9)

También podría gustarte