El Diario de Frida Kalho
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El Diario de Frida Kalho
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Actualmente hemos sido contagiados por una fridamanía que abarca sectores
desde la moda, a la literatura infantil (de esto hablaré en mi próximo post), al
diseño y gadgets más diferentes. Sin embargo, la lectura del diario nos ilustra
la manera en que artista, persona, y en estos últimos años, icono, se definen
con tonalidades diferentes.
Frida no se puede resumir en un estereotipo, esto es indudable. Es muy fácil
caer en el error de intentar categorizar a quien admiramos o quien es talmente
extraordinario que nos deja boquiabiertos. En el caso de Kahlo su energía
creativa y fuerza vital es tan potente para quien se acerque a ella, que es casi
inevitable querer transformarla en nuestra heroína. Frida Kahlo se ha
convertido en un símbolo plurivalente: de la lucha entre la voluntad y el dolor,
de una belleza no convencional pero auténtica, del orgullo de ser mujer.
No obstante, la categorización es una lectura casi siempre simplicista, incluso
definir a la artista como feminista no sería correcto. Frida era una pasionaria y
luchaba con todas sus fuerzas por ser libre, pero no era partidaria del género.
Es más, su deseo incumplido de ser madre, quizás su dolor más grande, estuvo
siempre fuertemente enlazado a su amor por Diego Rivera. Se sentía
incompleta al no poder dar un hijo a su hombre, no tanto a realizarse como
madre individualmente.
Su capacidad de emerger como mujer en una sociedad – y en un sector como
el artístico – fuertemente masculino, se deben a su carácter y personalidad, y
no a un ideal feminista. Aunque solo por ser quien era ya ha hecho mucho a
favor de todas las mujeres. Efectivamente su atención se focalizaba en los
derechos de las clases más pobres y humildes. Pero de la visión política
de Frida revolucionaria se habla muy poco y, sin embargo, junto a Diego, ésta
era su otra pasión visceral. En su corsé había dibujado un feto junto a una hoz
y un martillo. Pero esta ideología no creo que nunca haya llegado tan
claramente a Moschino o Dolce &Gabbana, por ejemplo, que han hecho
desfilar por las pasarelas a decenas de nuevas fridas.
Dudo si toda esta moda de hoy habría hecho soltar una sonora carcajada o una
malsonante palabrota a nuestra querida Frida, porque al final alguien tendría
que explicar a todos estos estilistas que lo que exponen sobre las pasarelas es
el espíritu del nuevo México revolucionario, su estética enraizada con su
historia mestiza, de la que la artista se alimentaba con orgullo.
Como decía al principio, he leído El diario de Frida Kahlo, y confieso estar de
acuerdo con las palabras de Sarah M. Lowe, (que ha escrito un ensayo
introductorio al libro, junto al de Carlos Fuentes, los dos realmente
interesantes): «leer el diario de Frida es un acto de trasgresión con cierto
matiz voyerista». De hecho, cuando lo escribió no tenía ninguna intención de
publicarlo.
El diario de Frida Kahlo nos muestra una versión de la artista más íntima y
personal. Es verdad que Kahlo vive lo que pinta, pero hay que marcar una
diferencia, si la vida es dolor, el arte es un medio. El dolor y el cuerpo no
pueden ser sus únicas fuentes, esto no es suficiente para explicar el arte
de Frida. Demasiadas veces el interés del público se ha limitado a este nivel,
cuando detrás de su pintura hay en cambio un universo de referencias, que le
otorgan una posición de relevancia y de continuidad en la historia del
arte. Kahlo observa sus raíces, su pasado, los retablos de iglesia mexicanos y
el arte popular de Posada. Y Posada desciende de Goya y de Brueghel con
su crónica de la vida popular. Pero también se inspira en sus pintores
favoritos, Bosch y Magritte, de ellos aprende que “la fantasía requiere un
pincel realista”. Fisiología y botánica son otros de sus intereses y fuentes de
inspiración.
La increíble capacidad de Frida radica en volver la mirada hacia sus orígenes
para transformarlos. Ejemplos son la influencia de la fotografía del padre en
sus poses rígidas, del humor negro de la gráfica mexicana y del simbolismo de
la cultura visual indígena. También amaba el cine cómico de Chaplin o
los Hermanos Marx, entre otros. Poco se habla, sin embargo, de su
participación durante los años de la universidad al grupo de Las Cachuchas,
que se dedicaban a burlarse de todas las figuras solemnes, en un espíritu
totalmente anárquico y goliardesco.
Frida Kahlo es pintora de su propia realidad, pero ésta no es solo su íntimo
dolor, es también México. Con este país comparte sus heridas. Su experiencia
es pánica, sin división entre lo físico y lo imaginado, por esta razón es
surrealista sin quererlo, si bien se la admita en el círculo de Breton ella no se
reconoce en lo onírico.
los autorretratos de Kahlo son bellos por las misma razón por la que lo
son los de Rembrandt: nos muestran sus sucesivas identidades de un ser
humano que aún no es, que aún está siendo.
cit. Carlos Fuentes
Concebir la belleza como verdad y autoconocimiento es el gran mensaje que
nos ha dejado Frida, pero no encerrándonos en nuestro yo, sino manteniendo
una relación profunda con la tierra, la naturaleza, la historia y el mundo que
nos rodea.
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