Primeras Sobre Nosotras Sobre Nada
Primeras Sobre Nosotras Sobre Nada
Primeras Sobre Nosotras Sobre Nada
Emilia Landaluce
Sobre nosotras
Sobre nada
¿Decreernos
qué va este libro? De nada. Pero eso sería como
Jerry Seinfeld y Larry David cuando en un
capítulo de Seinfeld pretenden vender una serie que no iba
sobre nada. Si Seinfeld es gente hablando, lo de aquí, si
pasan de esta página, que entenderemos que no, es gente
contando cosas. Nosotras. Emilia Landaluce y Rosa Belmon-
te, mujeres que por azares de la vida (la vida es azar, da igual
el cliché) nos hemos conocido pese a venir de ciudades y
entornos diferentes. No siendo de la misma edad. En el mis-
mo periódico trabajando juntas (ABC) o en distintos perió-
dicos (El Mundo y ABC), cada una levantando su malla.
Nos hemos encontrado en el periodismo (más azar) sin
haber estudiado ninguna para acabar en semejante oficio.
Pero ¿vosotras quiénes sois, pedazo de putas? Tampoco
hay que ponerse así, que aquí escribe libros cualquier pre-
11
12
13
«Nomadre
tengas críos». Las últimas palabras que mi
pronunció antes de morir. Estaba yo sola
para oírlas. Era yo la receptora del mensaje. No lo dijo y,
zas, se murió como Violetta Valéry tras su rinasco. Vivió
algún día más, mi madre, no la Traviata, pero ya incons-
ciente por la morfina. Bendita morfina. Parece que Karl
Marx, acuciado por su criada para que dejara alguna frase
a las generaciones venideras, le gritó: «Largo, desaparece
de mi vista. Las últimas palabras son cosa de tontos que no
han dicho lo suficiente mientras vivían». Las de Emily
Dickinson fueron: «Tengo que entrar, se está levantando
la niebla». Parece que se duda de las de Goethe: ¿fueron
«mehr licht» o «mehr micht»? ¿«Más luz» o «no más»?
¿Y si pidió más luz fue porque antes había querido que
abrieran la ventana? Un testigo contó que Laurence Sterne
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36